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\APITULG V: LAS LENGUAS: UNIDAD Y DIVERSIDA;: A través de las puntualizaciones realizadas en los capitulos anterio- res, hemos sefialado que la lengua constituye un factor esencial para la determinacién de la identidad cultural de un grupo humano: Ella posee siempre un doble car4cter, puesto que cumple por un lado una funci6r. unificadora en cuanto relaciona solidariamente a los miembros del grupo que las habla, y por otro, un’ papel discriminador, en la medida que el grupo en cuanto tal tiende a separarse de las comunidades que no hablan su lengua. Hemos insistido también en la idea de que, desde al punto de vista de su estructura interna, de la articulacién de los segmentos 0 unidades en que se organiza, toda lengua es autosuficiente, en la medida que sirve plenamente a las necesidades internas de la cultura que expresa. Y esta afirmacién es valida tanto para una lengua de cultura desarrollada como el espafiol, como para una lengua de cultura primitiva como puede ser la de los jibaros en Ecuador. Naturalmente, cuando una cultura se dinamiza en virtud de que la comunidad que la produce experimenta cambios de distinta naturaleza, sea porque entra en contacto con una cultura diferente, o porque distintas razones le obligan a cambiar su habitat y en consecuencia varian también las formas de vida, lallengua que’ expresa esa cultura también cambia, porque fatalmente va a adap- tarse a las nuevas necesidades. El hombre no puede mantenerse dema- siado tiempo en la actitud de los primeros habitantes de Macondo, sefialando con el dedo los objetos desconocidos; necesita utilizar‘nuevos signos lingiiisticos o adaptar los viejos a nuevos valores, para referirse a su nuevo entorno. Hemos hablado también en paginas anteriores de las Ilamadas lenguas histéricas. Se trata de entidades lingiiisticas que existen como una totalidad, y que corresponden a culturas que, a través de un devenir histérico transcurrido por siglos en variadas geografias, se han hechc un lugar en el mundo. Las lenguas como estructuras monoliticas. La fuerza unificador: de las lenguas:a las que terminamos de referirnos es tal, que la primera yimas comiin ide? que « sus propios habiantes se les presenta, es que él conjunto de reglas que constituyen su sistema es conocido y usado a jdéntica manera por todos y cada uno de los inte; a dad. Desde ese punto de vista una lengua histérica, iparese eo seer ung unidad monolitica; ella s€ presenta como una totalidad ee rune diferencias. Esta actitud, al menos, es la del hablante no lin; vista; aunque seguramente advierte que hay cierta diversidad en un idioma, al mismo tiempo est4 convencido de que esa diversidad corresponde A variantes mas 0 menos espurias, incorrectas, porque ‘el idioma” entiende, es una entidad ideal que no acepta diferencias. Si esas dife- rencias existen, se supone que ello ocurre porque el ‘‘modelo ideal’”’ se esta realizando mal. Precisamente esta es la actitud mds comin en el uruguayo medio quien, consciente de que habla un espafiol distinto al peninsular, esta convencido de que ‘‘habla mal’’, por el mero hecho de desviarse-de un modelo que é1 cree que es ‘‘el espafiol’’, esto es, el____— “yerdadero”’ o ‘‘ideal”’ - ee Para corregir esta actitud —generada por algunos preconceptos muy comunes en el saber popular— debemos referirnos a algunas ideas ya asentadas en la lingilistica de este siglo. La primera es que, en rigor, / ningtin hablante de una lengua histérica posee toda la lengua. Cada miembro de una comunidad que se expresa a través de un idioma posee apenas una parcela de esa lengua, nunca la totalidad. Esa parcela o porcién de la extensa realidad quejesjumidiomayes més extensa o mas restringida en cada individuo en virtud de. factores _socioculturales a que mas adelante aludiremos, pero nunca es toda la lengua, que es, en su sentido mas cabal, acervo de la comunidad en cuanto entidac supraindividual. El modo con que cada individuo realiza su lengua s¢ llama en lingiiistica ‘‘idiolecto”’, que es, pues, el habla de un individu: particular. Cuando las lenguas histéricas cubren vastas extensiones geogté ficas y expresan realidades culturales dindmicas, los idiolectos pueden llegar incluso a diferenciarse hasta el punto de impedir la intercompren sin, que es, como hemos visto, lo que mas comtnmente se toma com: limite entre las lenguas. Dicho de otro modo, la diversificacién lingilis tica puede provocar la ruptura de comunicacién entre individuos que'se Esta situacién, como vere- supone son hablantes de una misma lengua. be ‘4 , mos, se agudiza draméticamente en los individuos de nivel socioculturai mas bajo. Pero, sin entrar ahora a este aspecto, veremos por fi me Mento un ejemplo de 1a diversificacién que ocurre en nuestra lengu« encl plano geografico. dos jévenes urugua de como ir haste i Una anécdota ejemplar. En Valparaiso, Chile, Pasean, y piden indicaciones a un carabinero acerce / 44 / . 19 4? 7 la playa. Preguntan algé como: ‘Por dénde vamos’a la playa?” Siguen al pie de la letra las indicaciones del carabinero, y llegan... a una plaza. éPor qué ha podido suceder esta desinteligencia? Ella ha ocurrido en el nivel lingiiistico, sin duda alguna. La clave est4 en la articulacién de un segmento de toda la secuencia, el cuarto fonema de Ja palabra “playa’’. Efectivamente, en el momento actual este fonema se realiza con formas de articulacién diferentes segiin las zonas geogrficas; en gran parte de Espafia y América su pronunciacién se acerca apro- ximadamente a lo que nuestros ofdos rioplatenses perciben como la “4” de los diptongos crecientes; asi, la palabra ‘“‘playa’’ suena algo pare- cida a ‘‘plaia’’. En cambio, en la zona del Rio de 1a Plata y adyacencias, especialmente en las ciudades de Buenos Aires, Rosario y Montevideo, y en otros dominios del espajiol, ‘‘y’’ y “‘Il’’ se pronuncian con un sonido rehilado semejante al sonoro francés de ‘‘jambe’’, caracterizado por una articulaci6n anterior (prepalatal o alveolar) y por la vibracién de los 6r- ganos que lo articulan. Esta variante rehilada suele ensordecerse, resultando un sonido semejante al de la ‘‘ch’’ francesa (7). Las jovenes de nuestra anécdota, precisamente, realizaban esta variante ensorde- cida del fonema, bastante comtin entre nosotros; dicha por ellas la pala- bra en cuestién sonaba aproximadamente ‘‘plasha’’ (como la ‘‘ch’’ fran- cesa de ‘‘chaud”’). Para el oyente chileno, que no estaba habituado a esa variante de articulacién, aquel sonido era mas asimilable a la s que é1 pronuncia en ‘‘plaza’’ (puesto que todos los americanos somos seseantes), que a su propia pronunciacién ‘‘plaia’’. Asi que, ob- viamente, dio otra interpretacién semantica a la secuencia fénica que producia la hablante uruguaya. Asi habia podido ocurrir la confusién, a pesar de que la mayor parte del mensaje habia sido comprendida. Precisamente, los extremos de esta circunstancia, el que revela la unidad y el que patentiza la diversidad idiomatica, hacen la realidad de una lengua como el espafiol actual; en ella es dable observar a la vez, Ia variacién, que surge a nivel geografico o sociocultural, variaci6n que crea subsistemas dentro del sistema del espafiol general, y Ja unidad, que integra esos subsistemas en una totalidad que abarca todas las di- ferencias, y, mds atin, las supera en una arquitectura multifacética. Frente a la visi6n monolitica de las lenguas, pues, concepcién que co- rresponde al saber popular precientifico, Ja lingiiistica moderna, par-; ticularmente la dialectologia y la sociolingiiistica proponen esta nueva vision en la que los idiomas se ven como entidades en permanente equi- librio entre el polo de la diversificacién y el de la unidad. Los ejes de la diversificaci6n lingilstica. Frente a la realidad indis- cutible de la diversificacién de cada una de las grandes lenguas his- 45 téricas, la sociolingiiistica, disciplina-desarrollada emtos-ti treinta <2 afios, ha propuesto distintos critetios de cataetaeaTaay a > ciones. Usamos enclas-péginas-siguientes- el que Flydal.propusiera y «/ fuera adoptado y parcialmente modificado por E. Coseriu y también y por P. Rona (8). 4 fff : 2) CY viecca Pron Ch bel wr Coy ae /Eleje diacrénico (en el tiempo). El cambio lingiiistico es un fendmeno en principio casi inadvertido por las generaciones que lo viven, que tienen normalmente la idea de usar una lengua que no se modifica en absoluto. Sin embargo, la lingilistica comprueba que todas las len- guas cambian gradual e incesantemente, a través de los siglos, sin que por eso dejen de ser, en cierto sentido, la misma lengua. Una vez mas aclaremos esta idea con un ejemplo de nuestro propio idioma. Segu- ramente todos recordamos de nuestras épocas liceales uno de Jos mas hermosos romances de nuestra lengua, ‘‘El infante Arnaldos’’: y —iQuién hubiera tal ventura que la mar ponta en calma, sobre las aguas del mar los vientus hace amainar; como hubo el infante Arnaldos los peces que andan al hondo, 1a mafana de San Juan! arriba los hace andar; Andando a buscar la caza las aves que van volando, para su falc6n cebar, al mastil vienen posar. vio venir una galera Allf habl6 el infante Arnaldos, que a tierra quiere llegar; bien oiréis lo que dird: las velas trae de sedas, —Por tu vida, el marinero. la jarcia de oro torzal, digasme ora ese cantar. Gncoras tiene de plata, Respondiéle el marinero, tablas de fino coral. tal respuesta le fue a dar: Marinero que la guia, . —Yo no digo mi cancién diciendo viene un cantar, sino a quien conmigo va. (9). El poema, tal como lo presenta Menéndez Pidal es una versién frag- mentaria divulgada en el siglo XVI; ‘la versién completa fue conservada sélo entre los judios de Marruecos emigrados de Espafia, como se sabe, en tiempos de los Reyes Catélicos. Por estas fechas, pues, debemos si- tuar el espafiol en que ha sido compuesto el poema, espafiol que, aunque nos resulta comprensible, sentimos que no es ya el que usariamos para referirnos a una situacién similar. Y ello, por supuesto, aun descartando las diferencias que surgen obviamente por el hecho de que aparecen referencias a un entorno sociocultural que hoy ya nos es ajeno, puesto que ya nadie navega en galeras, ni los nobles que atin quedan en Espafia ocupan sus ocios en la cetreria. Las diferencias que nos importa destacar CON OC j } 46 ao tienen que ver con ese cambio de entorno; se trata de hechos que quedan én el campo lingiiistico.exclusivamente. En lo que tiene que ver con el vocabulario empleado observamos: «) “haber” aparece como sinénimo del actual ‘“‘tener’’: ‘Quién hubiera tal ventura”’, ‘“‘como hubo el infante’’ b)‘‘ancora’’, forma menos evolucionada, mas cercana al latin que ‘“‘ar- cla’ que es la forma corriente actualmente. c) “‘ora’’, aféresis de ‘‘ahora’’, es una forma que también ha caido en desuso. En cuanto a los hechos fénicos que la grafia modernizada de esta versi6n nos permite sefialar, podemos observar: a) Presencia de la “‘f”’ inicial en ‘‘faicén’’ por ‘‘halcén’’; en el siglo XV, precisamente, competian en Espaiia la pronunciacién castellana mas innovadora que ni siquiera hacia ya una aspiracién donde en latin habia habido una “‘f’” inicial, y la pronunciacién de otras regiones de la peninsula que hacian en esas palabras ya una aspiracién, ye una “‘f’’ como en latin. ov) La grafia modernizada no nos permite observar en cambio otros hechos vinculados con la pronunciacién de los fonemas representa- dos en nuestra grafia por,yen ‘‘Juan’’, ‘“‘jarcia’’, ‘‘can- cién’’, ‘‘caza”’. La gramAtica histérica tiene elementos probatorios de que esos fonemas se realizaban en los siglos xv y XVI de manera diferente al actual. Lo esencial es sefialar que el espafiol dé este romance, en boca de los hablantes de aquellos tiempos, sonaba de manera tanto mds diferen- te.en relacién con el actual, que lo que suena hoy en boca de espafioles o argentinos. En cuanto a Ja morfosintaxis, muchos son los aspectos de su reali- zacién que contribuyen a darle el sabor arcaico que nuestro, saber de hablantes del siglo XX advierte: a) Uso del verbo “‘haber’”’ en funcién predicativa con sujeto; “‘quién hubiera’’ ‘‘hubo-el-infante’’. En el espafiol actual, ‘‘haber’’.o es im- personal, o acttia como mero auxiliar, El uso personal, naturalmente, esté en relacién con el valor léxico de ‘‘tener’’. b) Uso de vocativo con articulo: ‘‘digasme, el marinero’’. En-el espafiol actual el vocativo va desprovisto de articulo. y La perifrasis ‘‘vienen ,Posar’ ’ hoy se construye~con la preposicién “a”: “vienen a posar’” ch)-La~forma imperativa ‘‘digasme’’, se-realiza_hoy segiin otros es- quemas. Como la forma ‘‘digas’’ es. sdlo subjuntiva, aparece en las estructuras. optativas-del-tipo-“‘Qué me digas” (Te pido, te ordeno que...). En ese caso, el pronombre ‘‘me’’ va~obligatoriamente a7 proclitico, antepuesto. La forma imperativa es ‘‘di’’ (rioplatense “deci’’), que mantiene la obligatoriedad de la construccién encli- tica del pronombre ‘‘dime’’, ‘‘decime’’. : d) El uso de los tiempos verbales denota una cierta impericia, parti- cularmente en el del presente histérico, impericia que aunque contribuye a darle al poema un encanto particular, es indice de un manejo todavia no muy seguro de los valores temporales. Volvamos ahora al propésito que nos Ilevé a examinar el ejemplo precedente, que es mostrar cémo el cambio lingiiistico supone siempre etapas —a veces seculares— en que la forma mas antigua convive con la forma innovadora. Asi, durante largos periodos los hablantes de una lengua pueden alternar las formas arcaicas con las modernas, los valo- res de una con los de otra etapa. Esta diversidad, paradéjicamente. contribuye a mantener la vitalidad de una lengua, en la medida que el cambio se produce tan gradualmente que sus hablantes no Ilegan a hacer conciencia de él. Vamos a ver, precisamente, cémo buena parte de los hechos que hemes observado en el texto recién examinado, y que impresionan como evidentes arcaismos, se mantienen todavia hoy vivos en algunas situaciones particulares: a) Aunque hace siglos que el espafiol ha diferenciado léxica y sintéc- ticamente las formas ‘“‘haber’’ y ‘“‘tener’’, nuestra lengua mantiene todavia las perifrasis obligativas ‘haber de + infinitivo’’ y ‘‘tener de + infinitivo”’: ‘‘He de premiar tu buena accién’’, “Tengo de decir ia verdad’’, en que “‘haber”’ y “‘tener”’ son sinénimos. => b) Aunque la modalidad castellana influyé decididamente, y la aspira- cién, que hasta fines de la Edad Media hacian algunos dialectos en palabras que habian tenido “‘f’’ inicial en latin, ha desaparecido desde el Renacimiento, todavia perdura en el Rio de la Plata la forma “fierro’’, al lado de 1a forma innovadora “‘hierro”’, y-alterna con ella en la lengua coloquial. c) Hemos dicho ya que“al ordenamiento verbo conjugado+ pronombre enclitico (‘‘digasme’’), la lengua actual prefiere el orden pronombre + verbo (‘‘que me digas’). Sin embargo, todavia en la lengua lite- raria se usa la construccién mds antigua, como se hace evidente eneste texto de Acevedo Diaz, en que ambas construcciones alternan: Ismael se apéé a la puerta de la tahona, y até su caballo a un ar- busto, sin bajarle el recado. Entrése luego a la pieza de que hablabamos, y sentése en una mesa colocada junto al ventanillo, apoyando la cabeza con indolencia en la pared del fondo. Quedése mirando el cielo oscuro como embebido . (10). 48 \ Sin lugar a dudas, aunque.jamas usamos en el espajiol actual formas ‘‘entrése’’, ‘‘sentése’’, ‘“‘quedése’’ en la conversacién, tod; ae las aceptamos como -naturales en la lengua escrita. Asi pues, algun, an formas lingifisticas def pasado perduran profundamente insertadas n el presente, y de algtin modo contribuyen a establecer los lazos que man- tienen la identidad cultural a través de los siglos, de suerte que podemos reconocer como espafiol desde la lengua.del Cid hasta la de Borges o Rulfo. Algo sobre ‘lenguas muertas’’. Asi, desde una perspectiva interna, podria decirse que una lengua como el latin no ha muerto, en la medida que, en rigor, sdlo ha experimentado cambios; simplemente, se ha modi- ficado. Asi por ejemplo, de algtin modo, espaiioles ibéricos y ameri- canos, franceses, rumanos, italianos y portugueses seguimos hablando latin en la medida en que nuestras lenguas son el resultado de la modi- ficacién del latin coloquial que se hablé en los dominios del imperio romano. Sin embargo, ordinariamente se considera el latin como una lengua muerta, y efectivamente esto es también cierto, si se plantean los hechos desde una perspectiva sociolingiiistica. En efecto, como ve- remos luego ms detalladamente, la forma codificada de latin que ha llegado hasta nosotros (el latin literario del siglo de Augusto, o latin cldsico), es si una lengua ‘‘muerta”’ porque, salvo en algunas circunstan- cias cada vez menos frecuentes de la vida religiosa cristiana, ya no se habla, ya no sirve a la interaccién de ninguna comunidad activa. Y no se habla desde hace muchos siglos porque, a partir de Jas tiltimas épocas del imperio —en que ya era mal conocido por la mayoria de los habi- tantes—, las formas coloquiales fueron diferenci4ndose cada vez mas del latin escrito y literario que se mantenia fijo, tal como habia sido codificado en el siglo de Augusto. Asi, Ileg6 un tiempo en que ese latin culto sélo fue conocido (y mal conocido), por las minorias letradas de la época, clérigos y notarios. Puesto que la alfabetizacién era cosa muy de minorias en aquellos tiempos, ese latin fue haciéndose en la primera Edad Media una lengua cada vez mas restringida a situaciones sociales fijas (actos litdrgicos y registros legaies), fue convirtiéndose cada vez més en posesién adventicia de las élites culturales que sin duda usaban las muy diversificadas formas ‘‘romances”’ para la mayoria de los actos de la vida corriente. Asi, gradualmente, el latin clasico va muriendo. Est4 preparado entonces el terreno para que, promediada la Edad peices peerage progresivo de la idea de nacién a través 1g a y Arag6n sobre los feudos vecinos que avasallan, el latin se convierta realmente en ‘letra muerta’’, Mien- tras tanto, una variedad dialectal del romance (0 lengua coloquial del 49 va a ini- a lengua romano, imperio romano), la que se habla en jas montajias de Castilla, ciar un proceso que culminaré elevandola a la categoria de nuev histérica. Procesos similares ocurren en otras 4reas del imperio y dan surgimiento al francés, el italiano, el portugués, el rurnano, el catalan, el provenzal. Es necesario destacar sin embargo que el peso cultural del mundo antiguo, que se mantiene en Occidente con fuerza hasta la-actualidad, importa también en el aspecto de la lengua. Hacia el siglo ‘XV, ya constituido y codificado el espafiol, el latin va a volver 2 ser importante en el ambito de las élites culturales europeas, con el desarrollo del Humanismo. Otra vez, por siglos, el latin volveré a ser_la lengua de la cultura; en latin se dictaran por muchos afios* los cursos académicos, y en latin se escribirdn los grandes tratados filosé- ficos y cientificos de la Edad Moderna. Asi, no solo la nomenclatura de las ciencias naturales se universaliza en latin; los vocabularios cien- tificos de todas las lenguas europeas se nutren de términos latinos y griegos (que, frecuentemente, pasan a su vez a través del latin). El eje diatépico (en el espacio). Las diferencias dialectales, 0 geo- gr4ficas, son las que se hacen mas claramente perceptibles ‘al hablante, en efecto, por poco que un hispanohablante salga de su comarca, siem- pre tendra ocasién de conocer a otro hispanohablante en quien de inme- diato advertir un ‘‘acento”’ diferente; i- , andaluz o catalan de su inter- locutor; y viceversa. Por otro lado, cualquiera de esos hablantes de espa- fiol peninsular advertira todavia mayores diferencias con los hispa> flohablantes de origen/americano. Con frecuencia, entre hispanohablan- tes de uno y otro lado del Atlantico Ilegaremos a la zona de la comuni- cacién defeciuosa del tipo de la que hemos mostrado con el ejemplo de las turistas uruguayas en Chile. Viene al caso recordar ahora, pre- cisamente, las dificultades que experimentamos los rioplatenses para capiar plenamente los parlamentos de las peliculas espafiolas que llegar en jos ultimos afios al Rio de la Plata. Mas alld de los problemas que aparentemente crea un procedimiento de grabacién sonora que no es de los mejores, hay para nosotros una barrera puramente idiomatica hecha de vocabulario, sintaxis y acento que nos dificulta tremendamente la comprensién. Y es sintomatico observar que realmente entendemos todo el parlamento cuando el que habla es un actor argentino o uruguayo de los tantos que han emigradoa la peninsula en los tiltimos afios. Pero, una vez mas veamos algunos ejemplos, esta vez de la lengua escrita, Se trata de tres breves fragmentos de novelistas contempord- neos de habia espafiola; un uruguayo, un espafiol de Catalufia v un mejicano, respectivamente: 4 50 : i i la limitada zona de luz del “Estiré la mano hasta introducirla en ; le von ha ala cama, Hacla unos minutos que estaba oyendo dormir Ecard a su cara, Sertan las dos o las dos y media; i iab ; oe Cee ati abta ofdo el reloj de la iglesia. Algzin ruido de de medianoche no h eloj de | oesrores 0 tranvias, alguna vibracién inidentificable entraba a veces en i de colonia del cuarto. el olor a remedio y agua de c Pcloenan Camila me siguié escaleras arriba, se interpuso entre la puerta y el marco para evitar que me encerrase en la habitaci6n, se hizo un ovillo junto a la cabecera de la cama, sobrecogida; mientras mi furor es- tallaba de nuevo... Luis Goytisoto (12) Encontrardés la recémara.*Las luces de las veladoras se habrdn extinguido. Recordards que la vieja ha estado ausente todo el dlay que la cera se habrd consumido, sin la atencién de esa mujer devota, Avan- zards en la oscuridad, hacia la cama. Carlos Fuentes (13) Los textos que tomamos como ejemplo pertenecen a narraciones de temética urbana; para referirse a ella los autores han usado formas del espafiol urbano correspondiente a Montevideo, Barcelona y México. Por eso la mayor parte de los textos son expresién de un nivel de lengua que podemos considerar espajiol ‘‘comiin’’ (es decir, valido para todo hispanohablante); y, sin embargo, es notorio que los tres escritores han usado un término diferente para referirse a un lugar de la casa para el que todos aceptarian como sinénimo la palabra ‘‘dormitorio’’, que es de uso comtin a las tres ciudades hispanohablantes. Evidentemente, para cada uno de los autores ha resultado mds natural (mds cercana a su par- cela dialectal del espafiol) la palabra que diversifica las posibilidades: En este plano léxico, naturalmente, todos sabemos que basta que los uruguayos crucemos el Rio de la Plata, para que tengamos que adaptar nuestro vocabulario: ‘‘factura’’ en lugar de ‘‘bizcochos’’ ““Da- va’? en lugar de “‘caldera’’, “centavos” y no ‘‘centésimos”’ ete. Las diferencias diatépicas de vocabulario, particularmente en lo que tiene que ver con los objetos de la vida diaria, son, en el momento actual, bastante importantes. Esto lo saben bien las amas de casa urugua’ as que han emigrado en los tiltimos afios a Venezuela México Espana: alli han debido aprender todo un vocabulario nuevo para nombrar fu. 51 tas, verduras, carnes, pescados, muebles, ropas y mil objetos de la vida de todos los dias. Las diferencias léxicas entre las distintas regiones hispanohablantes han sido registradas desde hace bastante tiempo; el propio diccionario académico ha incorporado en los tltimos afios muchas voces de uso exclusivamente americano, indicando ademés las zonas de uso. Pero de esto hablaremos mas extensamente en préximos capitulos. En el plano fonico la diferenciacién dialectal es todavia mas Ilama- tiva. Ahora que la televisién —avatares politicos 0 campeonatos de fiit- bol mediante—, nos acerca frecuentemente el- habla de los hispano- hablantes de diferentes zonas del mundo, basta aguzar el ofdo para re- conocer variedades de pronunciacién regional mAs 0 menos evidentes. En el espafiol de América dos oposiciones fénicas que todavia hoy caracterizan el espafiol peninsular (aunque una de ellas est4 también alld en vias de desaparecer), se omiten normalmente. La primera de ellas | es la que permite oponer y distinguir féni- camente‘‘caza”’ y ‘“‘casa’’, ‘‘cocer”’ y ‘‘coser’’. Se trata de una oposicién fonica consolidada en Espaiia hacia los siglos XVI y XVII, como resultado de la desaparicién de otros fonemas que se realizaban hasta el siglo XV y parte del XVI. (Fonemas a los que hemos hechc referencia justamente, al hablar-del-romance del infante Arnaldos). En casi toda la peninsula —menos en Andalucia— la oposicién esté vigente todavia hoy. En ese Ambito geografico, la realizacién fénica del fonema /s/, que es alveolar fricativo, se llama “apical” porque la fricacién o ruido de friccién o fro- tamiento se realiza con el 4pice de la lengua contra los alvéolos. Es la “‘s”* tipica del centro y norte de Espafia, que tan claramente distingue el habla de esas regiones. Esos mismos hablantes realizan el fonema de “caza’’, ‘‘azul’’, ‘“‘cielo’’ como interdental fricativo (la friccién se realiza con la lengua entre los dientes). En Andalucia y América esos dos fonemas se han reducido a uno solo, de modo que en nuestra pronunciacién se oye lo mismo al decir “‘caza’’ y ‘‘casa’’. Salvo algunas regiones andaluzas que son ‘‘ce- ceantes”’ (esto es, que en ambos casos realizan un sonido interdental), el resto somos ‘‘seseantes’’, es decir, realizamos un sonido alveolar fricativo tanto al pronunciar ‘‘caza’’ como ‘‘casa’’; sin embargo, nuestta “gs? es ‘‘dorsal’’, porque la fricacién se realiza con el dorso de la lengua contra los alvéolos, y no con el 4pice como en ‘‘s’’ espafiola. La otra importante reduccién fonematica del espafiol americano esta ya también presente en la peninsula, donde avanza r4pidamente; en virtud de esta situacién no se hace diferencia de pronunciacién entre “‘arrollo” y ‘“‘arroyo’’, ‘‘ralla’’y ‘‘raya’’, ‘‘halla’’ y ‘‘haya’’. Salvo en las regiones andinas, América no hace esta distincién en forma. 52 . sistematica; sdlo en ciertas situaciones Peteoeaes _ oneretamente en la lectura en alta voz que hacen algunas pe pa ae cin * “11 se puede oir en el Rio de la Plata; ello se debe st as mente a in- fluencia de la practica escolar, donde, por razones qui , pat mos, todavia suele imponerse esta distincion. Por lo demas, la oposicién ‘‘ra- ya” “‘ralla’’ estd desapareciendo también en Espafia. ; ¥ La pronunciacién con “II” se refugia ahora en ane pa las ciudades son ya casi todas innovadoras y han oes fonema’ r Aunque podria parecer que el nivel de ja sintaxis es’e! uated afec- tado por las diferencias dialectales, hay hechos que _marean ‘ineas de diversificacién. El mds conocido es el del llamado ‘“‘leismo’’. Veamos el pasaje siguiente: El Loy, el cachorro, al divisarle, se agaché sobre las manos y le ladr6 furiosamente, brincando en extrafias fintas, pero le aparté, rega- fdndole, tomé el topo con cuidado y lo guardé en Ia cesta. ~ Miguel Delibes (14) Para un hablante americano, sin ninguna duda, las formas ‘‘le’’ que aqui aparecen subrayadas, debieran cambiarse por ‘‘lo’’. Son pro- nombres que refieren ya al topo, ya al perro, pero que aparecen en la oracién en funcién de objeto directo; para esa funcién, en el sistema ge- neral del espajiol poseemos la forma ‘‘lo’’ para referirse a persona o animal masculino singular. Sin embargo, ei autor del texto, oriundo de Valladolid y gran conocedor y divulgador del mundo castellano, usa ias formas pronominales segtin la norma de su tierra, y contribuye a crear —como lo vienen haciendo leoneses y castellanos desde hace siglos—, un desajuste en el equilibrio del sistema pronominal. Este fenémeno morfosintactico, pues, este ‘‘leismo’’ castellano que tanto nos Slama la atencion a los americanos, es un fenémeno innovador del 4rea de Leén \ Castilla que se extiende a otras zonas de Espajia pero que ha ganado muy poco terreno en América. _ _ A nivel puramente-morfolégico se pueden obszrvar diferencias diatépicas muy marcadas en la eleccién de los sufijos de diminutivo; como se sabe, este sufijo tiene en todo el 4mbito hispanohablante un marcado valor expresivo inexistente en lenguas de cultura cercanas ala nuestra; con el diminutivo el espafiol expresa la ternura, y también la burla o Ia ironia. Hay en el sistema morfol una gran cantidad de morfema: , el afecto, Ogico del espafiol iminutivos; por ejemplo.-ececito, » -ecillo, -ecico, -ezuelo, -achuelo, ‘0, -illo, -ico, -uelo, -in, -ino, -ifio, -ececillo, -ececico, -ecezuelo, -ecito -ichuelo, -ajo, -ejo, ito, -cillo, - cico, -zuelo, jo. 53 La elecci6n de uno de estos morfemas en lugar de otro esta indicada a veces por ciertas reglas de distribucién (segiin la terminacién y el nu- mero de silabas que componen la palabra raiz); pero hay ademas otras elecciones que corresponden a diferencias dialectales. Veamos por ejemplo qué morfemas de diminutivos han elegido dos escritores bien conocidos por nosotros: _ Llamé mi atencién, perdida por las flores de la vereda, un encendido pajarillo que, sobre el htimedo prado verde, abria sin cesar su preso vuelo policromo. Nos acercamos despacio, yo delante, Platero detras. Habia por alli un bebedero sombrio, y unos muchachos traidores le te- nian puesta una red a los pdjaros. El triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer, a sus hermanos del cielo. Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi coraz6n, déndome las gracias hasta lastimarme el pecho. Juan Ramén Jiménez (15) Nuestro huerto es nuevo y pequefito. Los drboles recién empiezan a dar frutos. El tiltimo invierno un naranjito ostent6 ocho esferas de-oro, vivo entre sus ramas tiernas. Esta primavera en el manzano cuajaron hasta dos docenas de flores. ¥ con amor hemos vigilado el desarrollo de las frutas, primero pequefitas como avellanas, luego esponjadas y tersas como senos de muchachas. Juana de Ibarbourou (16) Leyendo todas las paginas de los autores que comparamos, y no sélo estos ejemplos se observa que aunque las formas “ito”? e “‘-illo’” son usadas, ambas, por los dos escritores, es evidente la clara preferen- cia por las forma ‘‘-illo”” de J. R. Jiménez, por el morfema ‘‘-ito” en Juana de Ibarbourou; en la eleccién ha pesado sin duda la forma mas cercana al habla de sus respectivas comarcas. ! Fa El eje diastratico (nivel socio-cultural). La lengua de una época de- terminada y de una misma zona geogréfica experimenta atin otras for- mas de diversificacién dentro de la comunidad; una de ellas es la que aparece relacionada con Jos fenédmenos de estratificacién sociocultural. Una vez mas, veamos algunos ejemplos de este tipo de diferenciacién referidos al espafiol montevideano contempordneo; veamos en primer lugar algunos fendmenos Jéxicos; sean las siguientes series léxicas: I 0 - A ingerir | actividad | hurtar | Elevadoo formal B comer trabajo robar Corriente o coloquial Cc morfar | laburo afanar Vulgar E¥ claro que los contenidos referenciales de las tres unidades 1é- xicas (A, B, C) de la columna I son exactamente los mismos; los tres significan la accién de ‘‘introducir por boca alimentos en el organis- mo’’; dicho en términos estructuralistas, se trataria de tres significan- tes diferentes para un mismo significado. Las variaciones correspon- dientes a los niveles A, B, C, son pues de otra naturaleza; ellas no se ori- ginan en necesidades sistemdticas de la lengua que exigen nuevas for- mas.para nuevos significados, y que establecen diferencias, por ejem- plo; entre.‘‘comer”’ y “‘beber’’, Lo mismo ocurre con los signos de las columnas II y III; en las tres situaciones, las diferencias correspondien- tes se dan en el plano ‘‘sintomatico’’, en la medida que ellas son formas de expresién cuyo uso’caracteriza a grupos socioculturales diferentes; por eso, podemos rotular como ‘‘elevado”’ o ‘‘formal’’ el nivel A, ‘‘co- rriente’’ 0 ‘‘coloquial’”’ el nivel B, y ‘“‘vulgar’’ el nivel C; asi entendemos que su manejo cortesponde respectivamente: ‘‘A’’ al hablar de grupos sociales de alto nivel cultural; ‘‘B”’ al de los grupos medios, y, “‘C”’ al de la gente de escaso nivel cultural. Esta estratificacién de-normas variadas en correspondencia con los niveles socioculturales afecta no sélo al plano léxico sino a todos los de la lengua. Veamos ahora variantes socioculturales en relacién con la morfologia: A.| haya | dé esté | cantaste ai cantaste. cantastes B | haya | dé esté C | haiga| dea | estea cantastes Es claro que un montevideano que dice ‘‘haiga’”’, ‘‘dea’”” y_‘‘estea”” Posee un nivel sociccultural bajo; en cuanto a la forma ‘“‘cantastes”” aparece frecuentemente en la lengua coloquial 55 ‘También en el plano morfosintéctico se observan estas diversifica- ciones; asi es notorio que ciertos hechos de concordancia ocurren segtin gstas variantes, en las que también es dable observar vacilaciones en la lengua cortiente. (El campo cruzado en diagonal representa. estas vacilaciones). hubo fiestas elcalor hubo fiestas ~hubieron fiestas C | hubieron fiestas También a nivel sintdctico es posible sefialar la existencia de estruc- tutas diferentes usadag para expresar un mismo contenido semantico, en relacion con los niveles socioculturales. Veamnos por ejemplo lo que ccurte en relacién con cierto tipo de oracioties condicionales, las que expresan la relacién condicional entre dos acontecimientos pasados, sefialando implicitamente que no ocurrieron, ya que la condicién no se cumplié. Las graméticas seffalan que esa situaci6n se significa con una estructura de este tipo: “Si lo hubiera o hubiese sabido, no habria o hubiera venido”. Sin embargo, no sélo en la lengua vulgar sino en el ni- vel del lenguaje coloquial, usual, la estructura se libra de los tiempos compuestos, y se simplifica en “Si lo sabia, no venia’*. Asi, el esquema seria: hubiese hubiera A Silo hubiera sabido, no habria venido 1g hubiese ‘ : hubiera . Silo hubierd sabido, no : habria venido Silo sabia, no venia | C_| ‘Silo sabia, no venia 5é Diversificacién y unidad. Hemos tratado hasta aqui de hacer evi- dente a través de ejemplos de la lengua urbana uruguaya, cémo se di- versifican las lenguas en torno al eje diacrénico, el diatépico y el dias- tratico. Es necesario insistir ahora en una idea que de alguna manera ya ha sido expresada; estas formas de diversificacién, que pueden ser mas © menos profundas, no afectan, claro esta, la parte nuclear del sis- tema de la lengua, por eso se habla de “‘varicdades"’, o ‘‘modos de di- versificacién ’ de una misma lengua. y no, naturalmente, de ‘otra len- gua’’. Asi pues, no todos los signos lingiiisticos tienen dos o mas pos’ bilidades de realizacién de niveles diastraticos (del tipo “‘este’’/‘'estea’ o ‘hurtar’ /‘‘robar’’/“‘afanar’’); tampoco hay variedades diacténicas o diatépicas para todos los signos; por cl contrario, la mayoria de ellos guen siendo aproximadamente los mismos en cl tiempo y en el esp: ct; esa continuidad, precisamente, es lo que proporciona a la lengua su conaicién de entidad historica. necesario observar todavia que en los hablantes la diversificacién diatépica, particularmente en to que tiene que ver con los aspectos {6- nicos, se asume_con tal fuerza, que en rigor para un hablante aduito suele hacerse dificultoso cl adoptar un acento que no es el de su co- mares, Naturalmente, inciden aqui actitudes y aptitudes de los hablan- tes. En cfecto, para muchos, conservar el acento de su comarca natal es una forma de edhesién sentimental al terruti una actitud de orgullo y deseo de defender su identidad linguistic: Para otros, el asunto es un problema de capacidad imitativa, de aptitud pues, para adaptarse a las caracteristicas fonicas de otra variedad di lectal. Y que ello es dificil lo prueba el hecho de que los actores riopla tenses, por ejemplo, que interpretan a Lope de Vega o a Garcia Lorca han desistido de imitar el acento peninsular (que en el caso de Lope has- ta exigiria algunas reconstrucciones de una pronunc’ m que ha cam- biado eu el tiempo); el efecto logrado con la imitacién es siempre muy Poo satisfactorio. En cuanto a lo que tiene que ver con las variedades diastriticas las cosas son de otro modo. Efectivamente, en sociedades abiertas como ‘a nuestra, en la que los integrantes de los distintos estratos sociales realizan frecuentes intercambios lingilisticos entre uno y otro nivel, se vbservan otras circunstancias. Asi, lo normal es que una persona de nivel sociocultural medio maneje mas de una variedad Giastratica, que sec cprese con signos de uno » otro nivel, adaptandose a las circunstan- cies particulares que rodean un acto lingiiistico. Asf es natural que un es- tudian‘e de abogacia diga “‘afanar’’ cuando esta en el café con sus com- paneros, ‘‘robar’’ si habla con el profesor, y ‘“‘hurtar’’ si esta rindiendo examen. Es claro que esta posibilidad de optar por estas soluciones (y S7 atin mas, porque, Por ejemplo, puede decir “‘hurtar’’ con tono burlén, en la rueda de amigos, y obtendra con eso otra opcisn), e-t4 en relaciéa directa con el estrato sociocultural al que pertenece e1 hablante. Preci- samente, 1a sociolingiiistica muestra que ‘cuanto mas bajo es el nivel sociocultural del que habla, mas condicionado éste aparece a usar una unica modalidad lingiiistica, la vulgar; cuanto mas alto es su nivel so- ciocultural, mas apto parece para manejar todos los niveles, cada uno enel momento en que su criterio se lo indique. Asi, Bernstein, (17) al investigar en adolescentes ingleses la relacién entre ni el socio- cultural y manejo de las estructuras lingiifsticas, ha encontrado que los estudiantes provenientes de familias proletarias jondinenses~manejan inicamente lo que Bernstein Hama ‘‘cédigo restringido”’, es decir un _ lenguaje pobre, caracterizado por la falta ‘de-opciones léxicas y sintac: ticas para expresar un contenido. Por el contrario, los jévenes prove- nientes de capas medias 0 altas son capaces de manejar ‘‘cédigos am- plios’’, es decir que frente a Ja necesidad de comunicar un contenido, pueden hacerlo con mas libertad, optando por tal o cual patron sintac- tico y léxico, segtin convenga @ ta situacién en que se da el acto lin- giiistico. Nuestra experiencia de trabajo docente con adolescentes de los suburbios montevideanos nos permite sefialar que, en lo esencial, las observaciones de Bernstein son también validas para describir nuestra propia realidad. Sin embargo, esta posibilidad de eleccién de niveles esta esboza- da, dirlamos, en el hablante de nivel sociocultural bajo. ‘Asi un montevi- deano de sexo masculino de poco nivel cultural, se refiere a su ™ jet con palabras diferentes que suponen una cierta estratificacién dias- tratica; dice ‘‘mi sefiora’”’, si habla con otra mujer o con el médico, por ejemplo; usa en cambio la expresién “la patrona”’, si est4 conver- sando con sus compafieros de trabajo o de rueda de café. Naturalmente, se trata apenas de un comienzo de diversificacion; lo real es que estos grupos sociales se manejan esencialmente con codigos restringides, lo que, naturalmente, provoca Ja marginaci6n de toda actividad en la que importe esencialmente la palabra. Ei eje diafastzo. Hay todavia un eje de diferenciacién que esta en relacién con los ‘‘estilos’’ de la jengua. Es evider.te, por ej mplo, que entre las expresiones ‘“‘choque terrible” y ‘“‘violenta co"cion’’, no hay parz un hablante uruguayo diferencias apreciables en Jos niveles diacro- nicos, diatépicos, 0 diastraticos. Y, sin embargo, un hablante sensible a los valores de la lengua sabe que la ezpresion “yiolenta colision’”’, como otras del tipo ‘‘los amigos de Jo ajeno”’ o ‘‘la maniobra delictiva’’, 58 corresponden a un estilo determinado, que en virtud de una cierta tri “ dicin aparece como estereotipado en las paginas policiales de los dia- rios, y que-no corresponde al lenguaje usual fuera de ese Ambito. También hay un “‘éstilo comercial’’, cuyas formulas, que nunca usa- mos en otras circunstancias, se aprenden en las academias junto con la dactilografia, la contabilidad y la taquigrafia. Y hay. también un estilo particular del lenguaje forense, cargado de arcaismos v. estructuras consabidas, un lenguaje en el que: abundan fos participios en cons- truccién absoluta (‘‘vistos los documentos obtenidos’’, ‘‘oidos los recla- mantes”’) y en el que todavia se usa el futuro de, subjuntivo (‘‘y si lo hubiere...’’, ‘‘y quien nolo acatare”’), forma verbal esta que ha caido en desuso en el resto de Jas situaciones de habla. La lengua comun. A esta altura de las consideraciones que venimos desarrollando acerca de la diversificacién del espafiol actual parece . necesario hacer referencia a aquellos aspectos de la lengua que revelan su paralela condicién de entidad unitaria. Porque aunque hasta aqui hemos tratado de mostrar que las lenguas histéricas son construcciones sumamente complejas constituidas en el entrecruzamiento miiltiple de varios subsistemas (diacrénico, diatépico, etc.), corresponde ahora se- fialar cémo de ese entrecruzamiento que da a cada idioma su arquitec- tura propia, surge también su unidad. El énfasis puesto en las paginas precedentes en hacer evidente la diversidad, obedece a nuestro propésito de romper con el extendido prejuicio de considerar los idiomas como entidades caracterizadas por una unidad monolitica. Ha llegado el momento ahora de mostrar un poco mas ampliamente en qué plano pueden observarse aquellos hechos que en el espafiol actual aseguran su unidad real. Porque, efectivamente, més alld de los hechos a que nos hemos referido, que ejemplifican su diversificaci6n (que puede ser tan decidida como para impedir una adecuada comunicacion en determinadas circunstancias), el .spafiol ac- tual mantiene todavia una muy fuerte coherencia. ,Cual es el plano en que se manifiesta esta unidad? En el plano que suele denominarse ‘‘es- pafiol comtin’”’ o “‘espafiol general’, en cuanto constituye un sistema que es perfectamente util por encima de las diferencias dialectales. Se - trata pues de un tipo de espajiol que bien puede verse como una coiné (“‘coiné”’ es el nombre que dieron los griegos a la lengua comin, de base dtica, que adoptaron desde fines del siglo IV a.c., dando fin al periodo dialectal). __ Este espafiol comiin se reconoce en cuanto frente a la diferenciacién diaiectal opone la singularidad de una forma valida en todos los 4mbitos geograficos; asi por ejemplo, frente a la diferenciacién que hemos obser- 59 vado en el uso de los vocablos ‘‘cuarto’’, “‘habitacién’’, “‘recdmara”’, el espafiol comun propone el término ‘‘dormitorio”’, que resulta valido tanto en el 4mbito uruguayo como en el barcelonés 0 el mejicano. Diastréticamente la lengua comin se ubica en un nivel medio o medio alto. Efectivamente, hay una manera de realizar el espafiol en la que a lo sumo advertimos, y ello en forma atenuada, ciertas diferencias fonicas que marcan diatépicamente al hablante; el hablar de) diccién estudiada, bien pausada, con léxico de nivel medio o formal dé los bue- rios locutores de radio y televisién o de los buenos docentes, por ejemplo, seré comprendido facilmente en todo el 4mbito hispanéfono; instinti- vamente, podria decirse, estas actividades se realizan precisamente en el nivel del espafiol comtin. Las formas del nivel diastratico popular, en cambio, en las que la pronunciacién es rapida y viva porque corresponde a situaciones en que predominan los valores expresivos de la lengua, pueden llegar a resultar, como hemos visto, incomprensibles. Veamos esto, una vez mds, con ejemplos; se trata de analizar textos, de modo que no se pueden comparar en ellos los hechos fénicos, sino sélo los léxicos y los sintActicos. Se trata ahora de dos fragmentos de literatura de ficcién que siguen la estructuracién clisica en la que se alternan secuencias ‘de estilo directo con otras de estilo indirecto. En las prime- ras, los acontecimientos son captados por el lector a través de la explici- tacién textual de lo que el autor hace decir a sus personajes. En las se- cuencias de estilo indirecto, el autor narra en tercera persona el compor- tamiento de esos personajes. Estos son de extraccién popular y geogra- ficamente muy determinada, lo que queda claramente evidenciado en los pasajes de estilo directo; allf los personajes se caracterizan, precisamen- te, por el nivel de lengua que el autor ha buscado, que es el popular 0 vulgar, En el relato de estilo indirecto se evidencia en cambio el idiolectc del autor, que, naturalmente, se ubica en el nivel medio culto. Asi pues, el discurso directo de los personajes es un buen ejemplo del nivel dias- tratico popular o vulgar; en un caso, del correspondiente al habla popu- lar urbana montevideana; en el otro, al habla popular campesina caste- Ilana. Las intercalaciones de estilo indirecto, en cambio, ejemplifican el nivel culto montevideano y castellano, respectivamente. Veamos los textos: . ey Un chico rotoso y maloliente se acercé a ofrecer pastillas.de menta. Ni siquiera le dijeron que no. ole . —EI viejo me Ilamé y me dijo que la cosa era grave, que alguien ha- bia loreado. Y que todos decian que yo habia visto el papel antes de las snueve, : +, El de azui no dija, nada. Se recogié cuidadosamente el pantaion y cruzé la pierna, 60 —Yo no le dije que habias sido vos —siguié el otro, nervioso, como si estuviera « punto de echarse a correr, 04 Norar—. Le dije que habian estado antes que yo, nada mds... Tenés que darte cuenta... —Me doy cuenta. —Yo tenia que defenderme. que no anda con chiquitas. —Y hace bien. —Claro, decis eso porque sos solo. mujer, —Jodete. El otro hizo ruido‘con el pocillo, como para borrar la ofensa. Miré hacia loc costados, repentinamente pélido. Después, jadeante, descon- certado, ievanté la cabeza. —Tenés que comprender. Figurate que yo sé demasiado que vos st querés me liquidés. Tenés como hacerlo. «Me iba a tirar justamente con- tra vos? No tenés mds que telegrafiar a Ugarte y yo estoy frito. Te lo digo para que veas que me doy cuenta. No me iba a tirar justamente contra vos, que tenés flor de banca con el Rengo... «Me entendés ahora? —Claro gue te entiend. El otro hizo un ademdn brusco, de timida protesta, y sin querer espujé el vaso con el codo. El agua cayé hacia adelante, de Ileno sobre e. pantalén azul. Sino me defiendo, me echa. Vos sabés Podés arriesgarte. Yo tengo Mario Benedetti (18). El Malvino salié al patio. Su blasfemia se confundiéb con el lanto quejumbroso del perro y el portazo del Furtivo al entrar. Dijo Matias Celemin, resollando como si terminara de hacer un largo camino: —Buena estd cayendo. Los relejes estan tiesos como en enero. En la huerta xo queda un sélo mato en pie. gA qué viene este castigo? De todos los rincones se elevé un rumor de juramentos reprimidos. Sobre ellos retumbé la voz del Pruden excitada, vibrante: +jMe cago en mi madre! —chill6— ¢Es esto vivir? Afana once meses como un perro y, luego, en una noche... Se volvié al Nini. Su mi- rada febril se concentraba en el nino expectante y dvida: —Nini, chaval —agregé—, ¢es que ya no hay remedio? —Segiin —dijo el chiquillo gravemente. —Segiin, segin... gsegtin qué? —El viento —respendié el nino. EI silencio era rigid« i gioron ahora sobre ot Nini come los cuarvos en oeaubre rebre Tor some brados. Inquirié el Pruden: octubre sobre)los\ser 61 —¢El viento? —Si con el alba vuelve el norte arrastrard la frit i salvard. La huerta ya es mds dificil —dijo el nifio. ere ae El Pruden se puso en pie y dio una vuelta entre las mesas. Andaba como borracho y reia ahora como un estipido: —{Oisteis? —dijo— Atin hay remedio ¢Por qué no ha de salir el yiento? gNo es mds raro que hiele por San Medardo, y, sin embargo, esté helando? ¢Por qué no ha de salir el viento? Miguel Delibes (19) La observacién de los dos textos presentados nos permite sefialar que, evidentemente, la lengua aparece mucho mas unificada en el nivel culto que corresponde al estilo indirecto; en verdad, tan unificada que apenas si podrian sefialarse algunos puntos de diversificacién: a lo su- mo, la palabra ‘‘juramentos’’ habria sido sustituida por “‘maldiciones’’, la preposicién se habria cambiado en “‘se puso en pie’’ por “se puso de pie’, y, quiz4 también, ‘‘chiquillo”” se habria sustituido por “‘nifio”’ o‘‘chico’’. . ~ En cambio en el lenguaje de los personajes se advierte toda clase de formas de diversificacién diatépica. Salvo las maldiciones (que en este caso son de patrimonio comiin, aunque, como es notorio, no siempre sea este el caso), hay un sinntimero de expresiones del tipo de “‘los re- lejes est4n tiesos’’, ‘‘en la huerta no queda un mato en pie’’, “chaval”’, “la friura’’, ‘salir al viento’, que jam4s usaria un montevideano, el que, por otra parte, tendrd que acudir al diccionario para entender ca- balmente algunas de estas expresiones. Otro tanto le ocurrira na- turalmente al campesino castellano que intentara entender expresiones del tipo ‘‘alguien habia loreado’’, ‘‘darte cuenta’, “‘anda con chiqui- tas”, ‘“‘me liquid4s”, ‘‘me iba a tirar contra vos”, o ‘‘tenés flor de banca’. Por otra parte, los montevideanos jams tuteariamos en plural porque nuestro sistema ha abolido esa forma de tratamiento (que en Espajia es sintomatica de una relaci6n de confianza entre los hablantes). Para nosotros, montevideanes, la forma “«;Oisteis?”’ es sdlo posible en situaciones de extrema solemnidad, que nocorresponden en absoluto con la descrita en el texto. ae Naturalmente, los discursos de los personajes se hacen todavia mas diversificados (y en conzecuencia, mds mutuamente incomprensibles), we lengua oral, donde a la variacién léxica y morfosintactica se agrega a f6nica. 62 Asi pues, la lengua comtin se realiza adecuadamente en el nivel diastratico culto. Por eso el lenguaje periodistico de la informacién ge- neral, el de la cdtedra o el del ensayo son buenos ejemplos de uso del espafiol comtin o general, La lengua comin se presenta asi con una par- ticular funcionalidad, que le viene seguramente de ser Ja que ms flexi- blemente responde a las condiciones que a las lenguas les imponen los procesos de estandarizacién 0 codificacién de los que hablaremos en el capitulo préximo.

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