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II Raíces y ramas Las raíces de la ecología política en las ciencias ecológicas y sociales son
descritas por Paulson et al. (2003; también Peet y Watts, 1996). El terreno desde el que surgió
la ecología política en la década de 1970 (el primer uso del término suele remontarse a Wolf,
1972) se definió por la confluencia de la ecología cultural (Steward, 1955), que vinculaba las
estrategias humanas de éxito ecológico a la adaptación cultural, con la ecología comunitaria, la
cibernética y la teoría de sistemas (Odum, 1970; Bateson, 1972). A pesar de sus importantes
diferencias, estos ámbitos de estudio compartían el interés por los flujos de materia, energía e
información dentro de los sistemas humano-ambientales integrados. La ecología política
también se vio influida por la escuela de los peligros (Burton et al., 1978), que se centraba en la
percepción, la adaptación y la gestión de los peligros medioambientales. La formación de los
académicos en estos campos y la orientación intelectual de estas tradiciones hacían mucho
hincapié en la ecología biológica y las ciencias de la tierra (Butzer, 1989: 193). Sin embargo, en
la década de 1970, la utilidad de los estudios que aplicaban las teorías de las respuestas
adaptativas, las analogías orgánicas y el conductismo a las interacciones entre los seres
humanos y el medio ambiente a escala local parecía estar en duda a la luz de la creciente
conciencia de la integración de las sociedades locales en las economías de mercado globales
coloniales y poscoloniales. En respuesta al resurgimiento de las teorías maltusianas sobre la
crisis medioambiental global de finales de los años sesenta, e inspirándose en los estudios
sobre los campesinos (Shanin, 1971) y en la teoría marxista (por ejemplo, Frank, 1969;
Wallerstein, 1974), los primeros escritos sobre ecología política se centraron en las relaciones
de poder desiguales, el conflicto y la "modernización" cultural en el marco de una economía
política capitalista global como fuerzas clave para remodelar y desestabilizar las interacciones
humanas con el entorno físico.
III La ecología en la ecología política contemporánea Entre estos críticos destacan Pete Vayda y
Brad Walters (1999), que sostienen que "prestar más atención a las influencias políticas en las
interacciones entre el hombre y el medio ambiente y en el cambio ambiental es sin duda algo
positivo", sin embargo: algunos ecologistas políticos ni siquiera se ocupan literalmente de la
influencia de la política en la realización del cambio ambiental, sino que sólo se ocupan de la
política, aunque ésta esté relacionada de algún modo con el medio ambiente. De hecho, tal
vez no sea exagerado decir que la sobrerreacción a la "ecología sin política" de hace tres
décadas está dando lugar a una "política sin ecología". (p. 168) Sin embargo, al afirmar que
existe una tendencia a la "política sin ecología", Vayda y Walters sólo presentan como prueba
dos ejemplos de la ecología política con algún detalle, de los cuales sólo uno, Gezon (1997),
identifica por su nombre. Muchos ecologistas políticos han respondido sugiriendo que la
acusación de "política sin ecología" es una exageración; aunque parte de la ecología política se
ha ramificado en direcciones que no se relacionan directamente con la ecología biofísica o el
cambio ambiental, la tradición de un examen cuidadoso del cambio ambiental (arraigada en la
antigua ecología cultural) sigue viva en la ecología política actual.