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Sumario
Editorial. Pág. 3

Dossier

“El general Güemes. Su raigambre americana”


Por Rodolfo Leandro Plaza Navamuel. Pág. 6.

“El general Martín Miguel Juan de Mata Güemes. Bicentenario de su paso a


la inmortalidad” ISSN 2683-6904
Por Gustavo Flores Moltalbetti. Pág. 12.
Año III N-16- Octubre 2021
“La carrera militar de Martín Miguel de Güemes. Desde sus comienzos como Staff:
cadete hasta la creación de la División Infernal de Gauchos de Línea (1799-
1815). I Parte” Dirección:
Por Gabriel Popolizio. Pág.18. María Teresa Fuster

Redactor principal
“Gabriel Güemes Montero. Tesorero de la Real Hacienda del Tucumán” Roberto L. Elissalde
Por Bárbara Marisa Aramendi. Pág.35.
Redacción:
“El coronel Federico A. Gentiluomo. Historiador güemesiano” Sergio Fuster
Por Carlos María Romero Sosa. Pág. 40.
Comité científico:
“El combate del Puesto de Marqués” Néstor Careaga Alfonso
Por José de Guardia de Ponté. Pág. 45. Fernando Chao+
Jorge N. Di Nucci
“San Martín y Salta” Olga Fernández Latour de Botas
Por Marcelo José Farfán. Pág. 48. Susana Frías
Héctor Patiño Gardone
“El Regimiento Río de la Plata. Valientes desdichados de la independencia” Mary Monte de López Moreira
Por Esteban Ocampo. Pág. 52. M. Cristina Scomazzon
Eduardo Trigo O’Connor d’ Arlach
Adelantos Editoriales Juan Eduardo Vargas Cariola

“Brown. Primer Almirante de los argentinos. La dura forja de un marino” Corrección:


Por Miguel Ángel De Marco. Pág. 62. Eduardo Fusero

“Desde la Tierra Purpúrea. Una obra sobre la independencia nacional y el rol Diseño:
Demis Juliá
de la masonería”
Por Amilcar A. Vasconcellos. Pág. 71. San Blas 5158 CABA CP 1407.

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intelectual. Ley 11.723. Se puede
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y cuando se mencione la fuente.

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Editorial
El 17 de junio de 1821 fallece el general Martín Miguel Juan de Mata Güemes y
Goyechea, en la Cañada de la Horqueta, rodeado de sus fieles gauchos. Hoy doscientos
años después de la desaparición de uno de los más grandes y valientes hombres de nuestra
historia, y en el mes que se cumplen 102 años de que sus inmortales restos fueron
trasladados al panteón de las Glorias del Norte ubicado en la Catedral de la ciudad de
Salta, un 20 de noviembre de 1918, Revista Histopía quiere rendirle un homenaje con este
monográfico especial que va a recorrer diferentes instancias de su vida y su servicio a la
patria de la mano de prestigiosos investigadores como Rodolfo Leandro Plaza Navamuel,
Bárbara Marisa Aramendi, Gabriel Popolizio, José de la Guardia Ponte, Gustavo Flores
Montalbetti, Marcelo José Farfán, Carlos María Romero Sosa y Esteban Ocampo.
Además este número especial se honra con los adelantos editoriales escritos por dos
prestigiosos historiadores como son Miguel Ángel de Marco y Amilcar A. Vasconcellos.
Te invitamos querido lector a recorrer las páginas de Revista Histopía en este sentido
homenaje al general Güemes. ●

Lic. Teresa Fuster


Directora Revista Histopía

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Ilustración de E. Marenco (AGN).

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EL GENERAL GÜEMES.
SU RAIGAMBRE AMERICANA
Rodolfo Leandro Plaza Navamuel1

Óleo de Güemes con uniforme de gala de M. Prieto


Museo Histórico Regimiento Ligero C 5
Gral. Güemes, Salta

Hace más de una década hemos encarado un estudio sobre la familia del primer y más
lúcido caudillo de Salta, general don Martín Miguel de Güemes y Goyechea, venerado
por sus gauchos y aclamado por ellos, como “el padre de los pobres”, “jefe” y “paisano”;
guerrero de la Independencia Americana y Héroe de la Nación Argentina.
En el Valle de Calchaquí y en el Valle de Salta con el transcurso de los años se produce
la amalgama indígena-española que va perfeccionándose hasta el día de hoy,
desapareciendo el elemento netamente indígena para dar lugar a un tipo humano definido,
característico.
España permitió las uniones de sus súbditos con mujeres indígenas. Prosperaron los
feudos y pueblos y los núcleos familiares se acrecentaron, se movieron afectuosamente –
según Fortuny-, con sentimiento de hogar y de patria los elementos constructivos;
formándose así la población criolla. Por su parte, Ercilia Navamuel y Julia Cabral, señalan
que “mientras el indígena se hispanizaba en lo formal pero no así en su cosmovisión y

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MPN. – DUGH. Rodolfo Leandro Plaza Navamuel es Presidente de la Federación Argentina de
Genealogía y Heráldica. Presidente, miembro fundador y de número del Centro de Investigaciones
Genealógicas de Salta. Académico de número y ex presidente de la Academia Güemesiana del Instituto
Güemesiano de Salta. Académico de número del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos
de Salta.

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modelos de pensamiento, el español y el mestizo se indianizaban adoptando algunas
costumbres, modismos, expresiones y creencias, favorecidos por un espíritu proclive a la
superstición”.
Es oportuno tener en cuenta que entre los hijos de ese mestizaje, con una profunda
tradición hispano-cristiana y aborigen, se hallaban los antepasados de casi todos los
próceres americanos como del mismísimo general Güemes. Antepasados que en el
Tucumán constituyeron la gran familia fundacional que dio lugar a la formación de
nuestro pueblo, como a la de las más conspicuas familias argentinas.
En estos tiempos de disfrazadas confusiones y demagógicos mensajes ideológicos, es
oportuno rescatar la mestización de los próceres como Güemes y tantos otros, que aunque
hidalgos estaban bien conscientes de lo que eran y lo que querían. Güemes y su esposa
Carmen Puch tenían –como la mayoría-, sangre indígena.
Esto explica el sentimiento independentista, junto a sus profundas convicciones en la
lucha por la libertad, tan restringida en nuestros días y en momentos que están matando
nuestros sueños, pese al esfuerzo para que nunca más, tuviésemos que privarnos de los
beneficios de esa libertad, que forjaron tantos hombres y mujeres de esta región que se
sumaron a la gran “gesta salteña”, liderada por Güemes como pieza fundamental, en el
vasto plan combinado ideado por el Libertador José de San Martín, para terminar con el
absolutismo napoleónico en nuestra América.
Mejor aún, hoy podemos comprender lo que fue la guerra de la Independencia a través
de la figura del general Güemes, que se ha diferenciado sustancialmente de otros
caudillos. Era rico, de principalísimas familias, descendiente de los beneméritos
fundadores y sus venas llevaban también la sangre de la tierra, y esto, Güemes, que lo
sabía, lo llevó a pensar y actuar como actuó por su pueblo, como un americano auténtico.
Pero, vamos por parte.

“De español y de india, mestiza”. Óleo de Miguel Cabrera ( Año 1763- Museo de América, Madrid)

No podemos comenzar sin advertir que una familia no solo se compone de padres, hijos
y hermanos, sino que esos padres tienen un padre y una madre, 4 (cuatro) abuelos, 8

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(ocho) bisabuelos, 16 (dieciséis) tatarabuelos, 32 (treinta y dos) cuartos abuelos, 64
(sesenta y cuatro) quintos abuelos y así sucesivamente, los sextos abuelos no solo de
Güemes, sino de todas las personas del mundo, suman 128 (ciento veintiocho) individuos
que componen los antepasados de esa generación.
Esto es entonces, una cuestión matemática genealógica que no es privativa de familias
principales como la que trataremos, sino de todos los seres humanos, conozcan o no su
genealogía. Claro está que en una larga lista de progenitores, cuantas más generaciones
ascendamos, veremos que más serán los antepasados que dieron su aporte para el
nacimiento de una sola persona. Uno mismo. O bien, el general Güemes, en este caso.
Si nos remontamos al siglo VIII d. C hasta nuestros días y calculamos unas tres
generaciones y media por siglo de promedio, nos encontraremos que suman 34 (treinta y
cuatro) generaciones, y por lo tanto nuestros predecesores serán más de 17 (diecisiete)
millones de personas.
De igual manera no debemos desconocer, que la cantidad de habitantes en el mundo
hace XIII siglos, eran mucho menos de 17 (diecisiete) millones. Si tomamos a un
antepasado nacido en el 750 d. C advertiremos que provenimos de una misma persona
muchas y reiteradas veces, quizá cientos de veces, y por lo tanto es muy probable que
más de una persona que eventualmente nos acompaña en la sala de un cine, también sin
que sepamos, comparte un antepasado con nosotros y por lo tanto resulta ser pariente
nuestro.
El cálculo puede ser ejemplificado con la conocida leyenda del origen del juego de
ajedrez, que sitúa su nacimiento en la India, inventado por un brahmán llamado Sissa Ben
Dari, que lo concibió para distracción y ocio de un rey, tal fue el éxito en la corte de dicho
rey que ofreció al brillante inventor que eligiera su recompensa. El brahmán solicitó que
le fuera concedido un grano de trigo en la primera casilla del tablero, dos en la
segunda, cuatro en la tercera y seguir doblando la cantidad hasta totalizar las 64 casillas
del tablero. El rey no se opuso a tal paga, pensando que salía favorecido. Todo el trigo
del reino no le alcanzó para pagar dicho invento, quedándose el brahmán con todo el trigo
y con todo el reino, incluido el cetro y la corona.
Es el genealogista argentino Justino Terán Molina, quien ha planteado que el mundo
es una gran endogamia, con más o menos repeticiones según los pueblos, demostrando
que en diez siglos, tomando tres generaciones por centuria, la suma total de todos los
ascendientes de cada uno de nosotros son cientos de millones, y aunque parezca insólito,
pasamos las mil millones de personas, desde el primero, sumando sus padres, más sus
abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc.
No obstante, recordemos lo advertido anteriormente, que todos los seres humanos
provenimos en siglos pretéritos de una misma persona muchas y reiteradas veces. Así,
con estos cálculos –añade Terán Molina- nadie está exento de descender del Cid o de
Carlomagno. Y en el caso de los americanos, de descender –potencialmente- de todos o
casi todos los conquistadores y fundadores de ciudades, o bien tener la realeza europea
e incaica en nuestras venas, ensamblada con sangre árabe, judía, asiática, africana, entre
otras.
África como todos sabemos, es la cuna de la humanidad, donde el hombre dio sus
primeros pasos y desde donde sus descendientes se extendieron por todo el planeta. Este
apartado del tema inicial, no es otra cosa que un cálculo matemático para ayudarnos a
razonar y concluir genealógicamente hablando, que todos venimos de la gran diversidad
de migraciones humanas producidas en todo el mundo.
Vale destacar lógicamente, el arraigo del general Güemes en suelo americano, tal
hemos señalado al inicio.

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El padre de nuestro héroe, fue el tesorero en la Real Hacienda de la provincia de Salta,
don Gabriel de Güemes Montero, que nació en Abionzo, Valle de Carriedo, Obispado de
Santander en 1748, y falleció, según reza su partida de defunción, a los 58 años de edad,
el 14 de noviembre de 1807 en la ciudad de Salta. Güemes Montero, tiempo atrás, se
había desempeñado en la Tesorería General de Madrid, España, y luego en 1777, ya
experimentado en materias comerciales y destacado funcionario, pasó a América con el
cargo de Tesorero Oficial en las Reales Cajas de San Salvador de Jujuy, gobernación del
Tucumán, cargo que asumió en enero de 1778.
Al crearse la Intendencia de Salta del Tucumán con sede en la ciudad de Salta, Güemes
Montero asumió a mediados de 1783, el cargo de ministro tesorero y comisario de los
reales Ejércitos de Su Majestad, dependiendo de él, a partir de entonces, las tesorerías
subordinadas de Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y Jujuy. Este nombramiento
motivó a don Gabriel trasladarse a vivir a la ciudad de Salta y se domicilió en la casa de
la calle de La Amargura –actual Balcarce 51-, en donde se guardaban las Cajas Reales y
donde nació Martín Miguel, el 8 de febrero de 1785.
Era hijo de Manuel de Güemes Montero, nacido en Abionzo en 1716, y de doña
Francisca de la Bárcena Gómez Campero y Zorrevilla, también nacida en Abionzo, pero
en 1709, era unos siete años mayor que su marido. Es decir, que Martín Miguel de
Güemes por el lado paterno tenía sangre hispana, sus padres eran españoles, si bien ya
durante el siglo XVIII algunos familiares de Güemes Montero, comenzaron a establecerse
en América.
La madre del general Güemes, fue doña María Magdalena de Goyechea y de la Corte,
y aquí está lo más interesante de la familia de los Güemes salteños y su entronque con los
beneméritos fundadores de la Patria. La Patria –claro está- forjada a partir del mestizaje
biológico y cultural, hasta convertirse –poco más de tres siglos después-, en una tierra
soberana ideada –por Martín Miguel de Güemes y los próceres de su tiempo-, en aquella
gran gesta del pueblo salto-jujeño-tarijeño, que abrió la huella inexorable hacia la libertad
y hacia la Independencia Nacional.
El padre de doña María Magdalena de Goyechea y de la Corte nacida en Jujuy en 1764
y fallecida en 1852, fue el maestre de campo y encomendero en segunda vida del pueblo
de San Rafael de Sococha, don Martín Miguel de Goyechea y Argañarás (que se
desempeñó en San Salvador de Jujuy como alcalde ordinario, procurador general de la
Ciudad, alcalde de la Santa Hermandad, teniente de Gobernador, Justicia Mayor y Capitán
a Guerra). Su madre, fue doña María Ignacia de la Corte y Palacios. Sus abuelos paternos
fueron el encomendero en primera vida del pueblo de San Rafael de Sococha, don Miguel
Esteban de Goyechea y Vieyra de la Mota (comisario general de la Caballería de San
Salvador de Jujuy), y doña María Ana de Argañarás y Murguía Pineda Montoya.
Sus abuelos maternos fueron el sargento mayor y maestre de campo Antonio de la
Corte y Rosas y doña María Palacios y Ruiz de Llanos. Por éste lado, descendía Güemes
del maestre de campo Alonso Ruiz de Llanos, nacido en 1646 en Burgos, España, y de la
criolla cordobesa doña Agustina de Albarracín.
Doña Agustina de Albarracín era hija del escribano Juan de Albarracín Pereira (que
era mestizo), y de la cordobesa doña Francisca de Funes y Ludueña, la que a su vez, era
hija del capitán Cristóbal de Funes y Jaimes y de doña Isabel de Ludueña y de Vega, y
ambos, Cristóbal e Isabel llevaban en sus venas sangre de antiguos hijosdalgos españoles,
ricos y pobres, campesinos, labradores e indios, de los indios diaguitas de Valle Vicioso,
en la provincia de La Rioja, y de los indios del Perú, respectivamente. Pero, dejemos esta
ascendencia claramente asentada:

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 Juan de Albarracín Pereira, nacido a fines del siglo XVI, fue notario de Córdoba,
alcalde, procurador general. Hijo del escribano público y del Cabildo en Talavera de
Esteco Rodrigo Pereira (vecino encomendero de la ciudad de Lerma en el Valle de Salta,
es quien labró las actas de la fundación de Salta en 1582 y la de San Salvador de Jujuy en
1593, entre otras importantes acciones), y de doña María de la Cerda. Rodrigo Pereira a
su vez, fue hijo natural de Cristóbal Pereira Bustillo (o de Albarracín), conquistador en el
Perú, vecino encomendero en Santiago del Estero, y de doña Isabel, india palla del Perú.

 El capitán Cristóbal de Funes y Jaimes, nació en Córdoba en 1583, donde fue alguacil
mayor, regidor, y alcalde de Hermandad; fue hijo de Diego de Funes, hijodalgo nacido en
Ciudad Real, España, encomendero de Mojigasta. Muerto por los indígenas de su
encomienda en 1596, hijo de Diego de Funes y de la mestiza doña Inés González Jaimes
(hija bastarda a su vez, del conquistador de Perú, Chile y Tucumán, capitán Bartolomé
Jaimes, hijodalgo nacido en Huelva, España en 1522 y de la diaguita Isabel, natural de
Valle Vicioso, en la provincia de La Rioja).

 Doña Isabel de Ludueña y de la Vega, hija del capitán Juan de Ludueña, vecino fundador
de Córdoba, y de Francisca de Vega, hija natural del capitán Blas de Vega y de Inés, india
peruana.

Observamos en estos entrelazamientos genealógicos, que descendientes de naturales


consanguíneos con españoles, germinaron ciertamente las semillas de las principales
familias argentinas.
Los bisabuelos paternos de la madre de Güemes, doña María Magdalena de Goyechea
y de la Corte, que también son antepasados directos de quien escribe, fueron el maestre
de campo general Martín de Goyechea y Zabaloa, teniente de Gobernador de San
Salvador de Jujuy y doña Ana María Vieyra de la Mota.
Los Goyechea se sitúan en su época como una de las familias con mayor poder político
y económico del Tucumán, y los Argañarás descendían nada menos que del célebre
conquistador y tercer fundador de San Salvador de Jujuy, el capitán don Francisco de
Argañarás y Murguía.
Muchos otros hombres y mujeres de la conquista, hispanos y nativos, regaron las raíces
del linaje del héroe nacional. Raíces españolas y americanas que en el Tucumán
constituyeron la gran familia fundacional de la Argentina.
Martín Miguel de Güemes contrajo matrimonio en 1815, con doña Margarita del
Carmen Puch, nacida en Salta, hija de doña Dorotea de la Vega Velarde y del vizcaíno
don Domingo de Puch Irureta.
La madre de doña Margarita del Carmen Puch, fue, como está dicho, doña Dorotea de
la Vega Velarde, descendiente de los Elizondo, y por ellos de un antiguo vecino
encomendero de la ciudad de Talavera de Madrid, Esteco (Salta), Pedro Gómez de Butrón
y Moxica, hombre importante si lo era, y era mestizo, nacido en Arequipa, Perú alrededor
de 1560.
También doña Dorotea, descendía de aquel mestizo notario de Córdoba, Juan de
Albarracín Pereira, hijo de aquel mencionado célebre escribano público Rodrigo Pereira
que labró las actas de la fundación de Salta y San Salvador de Jujuy. Entonces, como
hemos señalado, tanto Güemes, como su esposa doña Carmen Puch, estaban
emparentados con la estirpe de los naturales americanos. Estos eslabones genealógicos
no son en la familia Güemes Puch, fundada por el general, los únicos entronques con los
hijos de la tierra.

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Es decir, que los pueblos originarios pueden quedarse tranquilos sabiendo que los
próceres argentinos como Güemes, y tantos otros, tienen su misma sangre. No obstante,
no imagino a Güemes reclamando tierras, sino, tal como fue, entregando toda su fortuna,
que era cuantiosa, y sacrificando su propia vida por la libertad de un pueblo, el pueblo
americano.
Güemes, su esposa y sus hijos, pertenecían por lo más sagrado, que es la sangre, al
pueblo americano, y sin duda, el general Güemes sabía que era descendiente de nobles
españoles y comprendía que esos antepasados vinieron a América a complementar la
historia indígena en su relación con la española y criolla y de la historia de nuestras
naciones hispanoamericanas. Es decir, el ensamble de lo español, lo indígena y lo criollo.
Nuestros antecesores pues, vinieron –como dice en base a un documento, el título de
uno de los libros de Teresa Piossek Prebisch- a “poblar un pueblo”, donde el ensamble de
lo español, lo indígena y lo criollo, profundamente ligados y compenetrados entre sí, hace
germinar un nuevo pueblo, un nuevo espíritu y módulo de vida y surge “el campesino
criollo –tal como señaló Manuel Lizondo Borda- el gaucho en nuestras tierras, el
sacerdote criollo, el estudioso criollo y el artista criollo (…) Y sobre todo, o por debajo
de todo, principia a germinar un nuevo ideal, un ideal puro y elevado, ético enteramente:
el de la independencia, o mejor dicho, el de la libertad”.
El general gaucho sabía de sus orígenes y entendía al pueblo, por eso, cuando el virrey
La Serna mandó emisarios a ofrecer a Güemes en nombre de su soberano, un millón de
pesos y los títulos de marqués y grande de España, para conseguir del héroe que
abandonara la causa de la Independencia que defendía, Güemes dio fin a la entrevista con
estas palabras: “Decid al virrey que, rico y noble por nacimiento, todo lo he sacrificado a
la Patria, y que no hay para mí títulos de nobleza más gloriosos que el amor de mis
soldados y la estimación de mis conciudadanos”.
Güemes y todo su entorno referencia lo que era el país en ese momento, la población,
la cultura. Coincidimos entonces con Ercilia Navamuel, cuando señala que al héroe
gaucho lo apoyó todo el pueblo, lo apoyaron de todos los estamentos sociales. La autoría
intelectual de la oposición que tuvo, fue de nuevos vecinos que no tenían raíces en nuestra
sociedad, no compartían nuestras tradiciones ni cultura, pues solo buscaban beneficios
económicos. De ahí surge la oposición, que en general no va a salir del estamento salteño
tradicional, salvo contadísimas excepciones, que por sus actividades comerciales se
identificaban con aquellos y por ende –como en todas partes.●

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EL GENERAL MARTÍN MIGUEL
JUAN DE MATA GÜEMES
Bicentenario de su paso a la inmortalidad
Gustavo Flores Montalbetti2

Primera imagen del general Güemes publicada en 1885.

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Oriundo de la ciudad de general Güemes (Salta). Fue Director del Museo Arqueológico de Cachi y asesor
de Cultura y Turismo de la localidad de Campo Santo, municipio al que traspasó la custodia de la Colección
Arqueológica Cianca. y donde realizó el diseño, guiones y montaje del Museo Profesor Osvaldo R.
Maidana. Es Investigador en Arqueología e Historia, editó tres libros de Cuentos y Relatos del NO.A. y
tres libros de temas de Historia Argentina.

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Hablar del general Martín Miguel de Güemes, nos remite a reunir en una sola persona
una sucesión de cualidades excepcionales y a tener en cuenta sus indiscutibles y
destacables dotes de líder con especial carisma. Sin duda alguna, el entonces joven
teniente era poseedor de un gran intelecto, una fuerte personalidad y una genialidad
asombrosa. Genial militar, político y estratega que planificó junto a los oficiales a su
mando, sus movimientos en los extensos escenarios naturales del Noroeste y el Alto Perú;
donde los pueblos padecían una difícil y convulsionada situación social y una durísima
economía que se agudizaba al paso de las fuerzas militares. Tuvo que considerar también,
la disponibilidad de medios y recursos y la forma de utilizarlos en las distintas situaciones
que con frecuencia presentaron los invasores. En este sentido afrontó un doble desafío, es
decir, dos enemigos; los que llegaban desde límites afuera del entonces Virreinato del Río
de La Plata, o sean los visibles; y los de adentro o invisibles, que continuaron ejerciendo
una marcada aunque solapada resistencia, entre funcionarios políticos y militares y
algunos comerciantes que por conveniencias personales mantenían su fidelidad a la
corona, y tanto en la capital del virreinato como en su propia provincia. De todas formas
y aún en desventaja, con “sus valientes Gauchos” mantuvo en alto su genuino espíritu de
lucha por la libertad de los Pueblos de Suramérica. Ello quedó plasmado en las distintas
comunicaciones, oficios, partes de guerra y otros escritos de la época, de los que se
pueden rescatar algunos párrafos que reflejan su grandeza y la de aquellos hombres que
lo acompañaron en tamaña gesta. Nada más oportuno y destacable que lo manifestado
oportunamente por el mismo general Joaquín de la Pezuela:
“(…) cuando llegó a mis manos una representación del Cabildo la ciudad de La Plata
(hoy Sucre), en que me pedía la gracia de dicho indulto: y otra con el mismo objeto
dirigida al Excmo. Señor Virrey, por el Síndico Procurador General de la Villa de Potosí,
que pasó original con su decreto de 18 de marzo, dejando a mi arbitrio la resolución, y en
consecuencia le concedí, y circulé a los Jefes de Provincia en de mayo de 1814.
El 16 de dicho mes de mayo salí para Jujuy con los referidos batallones, 18 piezas de
Artillería y todo el Parque del Ejército; y llegué a aquella ciudad el 27 del mismo, (…)
La vanguardia se hallaba distribuida en esta forma. En Salta el Escuadrón de Dragones el
de San Carlos y los batallones de Partidarios y Cazadores a la orden del Coronel D.
Saturnino de Castro (un traidor, natal de Salta). En Jujuy los Regimientos 1 º y 2 º y
Escuadrón 1 º Cazadores con quienes y en la misma ciudad, quedaron los batallones que
me acompañaron e igualmente la Artillería y Parque y quedó situada en ella mi Cuartel
General. La fuerza de todo el Ejército consistía en 4 mil hombres inclusos 450 de
caballería y 200 artilleros. Mi objeto era el continuar la marcha sobre el Tucumán (…)
Dicho Coronel Castro a los principios de su llegada a Salta con los escuadrones citados
de Dragones y San Carlos emprendió varias salidas, por la campaña, tanto para ahuyentar
los enemigos, como para recoger ganados y mulas con que auxiliar al Ejército (…) , (…)
pero separado de las reglas y órdenes que al intento le comunicaba mi segundo el Mariscal
de Campo D. Juan Ramírez; las ejecuta por su capricho con cortas partidas, alejadas del
campo principal a muchas leguas de distancia sin orden concierto, ni la menor economía;
por cuyas razones y por haber exasperado con su destornillada conducta los gauchos del
campo que no habían tomado hasta entonces partido, empezaron a formar cuadrillas
numerosas, agitados por un Güemes, que servía de Comandante de avanzadas de los
enemigos, y era no sólo un gran práctico de los inmensos bosques del frente de ambas
ciudades, sino un hombre a quien los gauchos profesaban afecto (…), (…) resultando que
semejantes hombres que no eran capaces de presentarse a 200 de los nuestros, los batieron
y asesinaron repetidas veces a los que en cortas partidas enviaba la locura de Castro a
algunas distancias; manteniéndose ocultos como conejos en los bosques hasta encontrar
la ocasión de hacer la suya; de manera que los soldados Dragones que fueron siempre

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valientes, de la tropa más selecta del Ejército, llegaron a acobardarse de una gente tan
despreciable, que sólo el nombre de gauchos lo miraban con horror, cuando si ellos
hubieran sido bien dirigidos hubieran bastado para ser dueños de la Compañía. Al
contrario, los gauchos se engrieron y para darles más valor enviaron los enemigos desde
el Tucumán algunas partidas de tropas que reunidas con ellos los esforzasen más en sus
correrías; y aunque mi segundo envió después a Salta el Batallón de Cazadores y a poco
tiempo de Partidarios para ahuyentarlos nada consiguieron, pues se hacía una salida de la
Ciudad en busca de ellos; y al instante desaparecían ocultándose a los montes cuyos
senderos y veredas poseían; se hallaban bien montados y con remuda de cuantos caballos
querían, y a beneficio de estas ventajas, y de ser muy jinetes toreaban a nuestra Tropa de
una manera vergonzosa, y se llegaban de noche hasta meterse entre la ciudad, por lo cual
se habían hecho unas trincheras de adobes en las bocacalles que aseguraban las manzanas
de las casas que formaban la Plaza, y la tropa y vecinos habitaban dentro de ellas por no
exponerse a ser arrebatados en una noche oscura si se quedaban fuera de trinchera como
sucedió repetidas veces (…)”
Debido a los permanentes golpes y reveses que los Gauchos de Güemes asestaron a las
tropas realistas, en los primeros días del mes de setiembre de 1816 arribó al continente la
fragata “Venganza”, en la que viajaban el nuevo general en jefe del ejército realista del
Alto Perú: el mariscal José de La Serna, acompañado por Jerónimo Valdés, Antonio
Seoane, Fulgencio Toro y Valentín Ferraz, entre otros destacados oficiales. A poco de
desembarcar y desatendiendo hacer una visita de cortesía a la ciudad de Lima para saludar
al virrey, de La Serna se limitó a hacerle llegar un oficio en que comunicaba su arribo y
lo que se había planeado durante la travesía. Entre algunas formalidades, expresó:
“(…) creo podría lisonjearme el asegurar a V.E. que formaría un Cuerpo de Ejército
capaz de entrar con él a Buenos Aires para el mes de mayo del próximo año, siempre que
las circunstancias políticas y topográficas lo permitan (…)”.
Escueto párrafo en el que predomina la suficiencia de una experiencia acumulada en el
transcurso de la guerra contra Napoleón, gran triunfo que lo estimulaba a proclamarse a
sí mismo con el pomposo rótulo de “fabuloso estratega”. Por otro lado, dejaba expreso
un marcado menosprecio hacia los nativos y criollos suramericanos, a la vez que
aseguraba resaltando: “eran gente que merecía una total desconfianza de su lealtad y de
su capacidad en tácticas de lucha”.
Estos hombres llegaron ensoberbecidos y deseosos por demostrar superioridad militar
y dominio del campo de batalla, con mentalidad de neto corte avasallador que el propio
mariscal señaló en una carta enviada oportunamente al teniente coronel Francisco Pérez
de Uriondo; quién amparaba los territorios de Tarija por orden de Güemes. Parte del texto:
“(…) ¿Cree usted por ventura que un puñado de hombres desnaturalizados y
mantenidos con el robo; sin más orden, disciplina ni instrucción que la de unos bandidos,
puede oponerse a unas tropas aguerridas y acostumbradas a vencer a las primeras de
Europa; y a las que se haría un agravio, comparándolas a esos que se llaman “gauchos”;
incapaces de batirse con triplicada fuerza, como es la de su enemigo? (…)”.
Pocos meses más tarde, tuvo que retirarse por el resultado de los hechos, y “La Gazeta
de Buenos Aires” informaba sobre el triunfo que las tropas Patriotas habían tenido en el
Norte: “El título de Gaucho, mandaba antes de ahora una idea poco ventajosa del sujeto
a quien se aplicaba; y los honrados gauchos, labradores y hacendados de Salta han
conseguido hacerlo ilustre y glorioso, por tantas proezas que les hacen dignos de un
reconocimiento eterno”. Otros militares y cronistas de la época narraron algunos sucesos,
y en esta ocasión rescato unas líneas de las Memorias del general Guillermo Miller:
“(…) La Serna no pudo penetrar más en el interior del país, ni sus tropas ocupaban más
terreno que el que pisaban, y en ningún caso fuera del alcance de sus fuegos, por hallarse

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siempre cercado de gauchos, aunque en número tan desproporcionado, cuanto
escasamente compondrían tantos cientos como miles tendría aquel general. El mismo La
Serna participó del desaliento y desesperación general. Detenido a la entrada misma de
las Pampas por un puñado de indisciplinados, pero bien montados gauchos, se halló con
el desagradable desengaño de que sus decantados planes de hacer la guerra en regla, eran
inaplicables al país en donde con tanta ostentación había intentado introducirlos, y al fin
tuvo que abandonar Jujuy y retirarse a Cotagaita para evitar su total ruina (…).”
Es preciso tener en cuenta la capacidad y el carisma de don Martín Miguel de Güemes
para movilizar a la población semiurbana y campesina de las jurisdicciones de Salta, Jujuy
y Tarija a que tomasen parte de las luchas y enfrentasen las invasiones realistas. Esta
militarización que entonces realizara, fue vista desde la ciudad capital como “una gran
congregación de los habitantes del límite septentrional del país”, pues para el poder
político y militar de las “Provincias Unidas del Río de la Plata” centralizado en Buenos
Aires, la asonada social que la animó y llegó a sostener exitosamente, tuvo los caracteres
propios en el contenido de la guerra altoperuana que se desarrolló por más de diez años
en el escenario de las jurisdicciones de Salta, Jujuy, Tarija, Tupiza, Oruro y Cochabamba.
Los hechos históricos demuestran que el teatro de la Guerra por la Independencia abarcó
desde el Río Desaguadero (límite de los virreinatos del Perú y Río de la Plata) hasta el
Río del Juramento en la Provincia de Salta. Por entonces, los lazos que unían a las
poblaciones del actual Noroeste Argentino con las del Alto Perú eran estrechos y estaban
fijados mediante vínculos comerciales, sociales, políticos y militares; lo que explicaría la
popularidad de la insurrección a su mando. Quizás el argumento que alcance a explicar
el poder de reclutamiento y liderazgo de don Martín Miguel de Güemes, además de sus
dotes personales, haya residido en el encendido patriotismo de “mis Gauchos”, a los que
estimaba como “los campeones abrasados por el sagrado fuego de la libertad de la patria,
y altamente entusiasmados con el patriotismo más puro e incorruptible”; y su
predisposición de proteger “a quienes abandonan sus casas, hogares, familias y esposas,
por correr presurosos a la defensa del país amenazado (...)”.
Muchas páginas fueron escritas y otras aún se escriben destacando la personalidad y la
obra de nuestro Héroe Máximo evidenciando sus dotes, pero estimo que lo medular de su
identidad y de su sentido de pertenencia fueron definidos de la mejor manera por la pluma
de un “veterano de la Independencia y antiguo oficial del ejército de Salta, don Zacarías
Antonio Yanci: “(…) El poder español, reducido en Jujuy al estrecho terreno que pisaba,
cayó en el desaliento que era natural le produjera la persecución diabólica de un enemigo
que parecía le atacaba revestido de alas, y favorecido en las tinieblas por la luz del infierno
(…). San Pedrito -pues así se llamaba el lugar inmediato a la ciudad donde tuvo lugar la
sorpresa- entró a figurar desde entonces en las páginas que trazan en la Historia uno de
los mejores hechos propios del arrojo del Gaucho. La sorpresa de San Pedrito obligó al
general vencido a enviar a nuestro campo un parlamento (…). Esto, no obstante a las
puertas del Alto Perú, un solo hombre acompañado por tres pueblos protestaba de la
agresión a su Independencia, y arrojaba a punta de sable y lanza a los últimos sostenedores
del pendón de los Leones de Castilla. Esos pueblos eran Salta, Jujuy y Tarija.
Ese hombre se llamaba Martín Miguel de Güemes”.
En pocos términos, “la Guerra Gaucha” fue la adecuación del instinto por el amor a la
tierra de sus ancestros y entonces propia, para los habitantes de una considerable porción
de los Andes Meridionales y los llamados valles bajos, (Suroeste de Bolivia y Noroeste
Argentino) en rechazo al avasallamiento y dominación foránea; y fueron los más
humildes quienes tomaron parte en los escuadrones del General Güemes para generalizar
“la guerra de recursos y guerrillas” ante un invasor más preparado, mejor equipado y
numeroso, pero que adolecía completamente del conocimiento de la geografía que

15
pretendía ocupar; una gran desventaja a la que se sumaba el coraje, la destreza, el empeño
y la entrega de nativos y criollos. El General Güemes contaba con sus Gauchos, pocas
armas y menos recursos, pues era nulo el apoyo de armas o dinero que solicitaba a Buenos
Aires, y vacilante el aporte de la burguesía salteña, desencantada porque defendía la
Patria. Quiso entonces hacer que la guerra pesara financieramente sobre los pobladores
acaudalados, ya que la población rural ofrecía lo poco que poseía, en primer lugar, su
sangre.
Los Gauchos fueron los protagonistas de la guerra, y alguien desde la otra banda del
río mencionó en cierta ocasión con menosprecio que “el General Güemes no dio grandes
batallas campales”. Y sin duda que a él no le importaban los enfrentamientos decorativos
de la gloria marcial, pues su lucha y la de sus Gauchos, era una disputa que enarboló el
“ideal de Patria”. A esa lucha acudieron contando con mínimos recursos, casi nada de los
que disponía el enemigo, y aún así dejaron patente a cada momento que, equilibraron y
superaron la diferencia con un enorme e inigualable amor y profundo sentimiento por su
territorio. La resistencia no fue sino una colosal batalla que duró siete años en incontables
despliegues que llevaron a los Gauchos a extremos hoy quizás incomprensibles y
moviéndose por los valles Calchaquíes, de Lerma, de Centa, de Cianca y frontera con el
Gran Chaco, en la Quebrada de Humahuaca y mucho más al Norte aún. Podemos apuntar
a que la acción de esos centauros se reduce a decir que, tal vez fueron más de mil
emboscadas, asaltos, enfrentamientos y combates que se produjeron casi diariamente, con
inigualable éxito. En oportunidad en que el general realista Valdez se acercaba a un
ranchito a un par de leguas afuera de la ciudad de Salta, vio a un niño de cinco o seis años
correr para montar su caballo y salir a todo galope para avisar de la proximidad del
enemigo. Entonces exclamó "A este pueblo no lo conquistaremos jamás"
La verdadera figura de nuestro legendario héroe no nos es conocida por retratos
directos, pero los historiadores bien documentados lo retratan coincidiendo en un
hermoso físico. La pluma de doña “Juana Manuela Gorriti”, recordando sus tiempos de
infancia en la estancia familiar de Horcones, escribió en 1858: “(…) álceme sobre la punta
de los pies, y mirando hacia el camino real vi dos jinetes que tomaban la senda de la casa
y se acercaban galopando. Él era un joven oficial de dieciocho años, vigorosamente
abotonado en su uniforme verde galonado en las costuras cubierta la cabeza con un copillo
plegado a guisa de turbante y rematado por una grande borla de oro. Era el otro un
guerrero alto, esbelto y de admirable postura, una magnífica cabellera negra de largos
bucles y una barba rizada y brillante cuadraban su hermoso rostro de perfil griego y de
expresión dulce y benigna. Vestía un elegante dormán azul sobre un pantalón mameluco
del mismo color y una graciosa gorra de cuartel hacía ondular su flotante manga a lo largo
de su hombro. A su lado, pendiente de largos tiros, una espada fina y corva, semejante a
un alfanje, brillaba a los rayos del sol como orgullosa de pertenecer a tan hermoso dueño.
Montaba éste, con gracia infinita un fogoso caballo negro como ébano, cuyas largas crines
acariciaba distraídamente (…)”
Don Vicente Fidel López lo describió “(…) en su caballo siempre fiero y terrible
marchaba resoplando, como si solo contuviera la furia de sus bríos por la presión soberana
del brazo que lo dirigía, y era tal en efecto la destreza con que primaba entre los gauchos,
que ninguno lo superaba cuando era preciso domar un potro o desbarrancarse por un cerro
escarpado, atravesar a la carrera los bosques y matorrales de sus declives. Las formas de
su persona eran adaptadas a esa afinidad de los ejercicios habituales de su vida. Era alto
y delgado, fuerte y flexible. Así es que esos movimientos siempre vivos y agraciados
detentaban en él una inteligencia activa y perspicaz. Tenía el cabello largo. La cabeza
inclinada sobre el hombro, la espalda con esa curvatura delicada y elegante que el hábito
del caballo, impone a la bella figura de nuestros gauchos (…) Estuvo en el “Regimiento

16
Fijo de Infantería”, en primer lugar en Salta y luego trasladado a Buenos Aires en la 6ª
Compañía del Tercer Batallón, luego se incorporó al Regimiento de Húsares, con
Pueyrredón y el Cuerpo de Granaderos del virrey Liniers, y fue forjando su personalidad,
y formándose militarmente y preparándose para la inigualable Gesta Güemesiana que, en
poco tiempo más, llevaría adelante. En 1806 tuvo una destacada participación en la lucha
de reconquista de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa, al igual que en la
mayoría de los enfrentamientos en que intervino, con un temperamento que iba revelando
sus formidables cualidades de líder. En el segundo semestre de 1810, el Ejército
Expedicionario del Alto Perú se dirigía hacia aquella zona al mando del general Antonio
González Balcarce, con el propósito de lograr el reconocimiento de las cuatro
intendencias que integraban y se encontraban bajo dominio del Virreinato del Perú
(Cochabamba, Potosí, Chuquisaca y La Paz). El levantamiento a favor de la Junta de
Mayo en Cochabamba tuvo resultados nefastos al haber sido sofocado sangrientamente
por las tropas enemigas. Los generales realistas Córdoba y Nieto que aguardaban en
Santiago de Cotagaita se enfrentaron con el Ejército Expedicionario al mando de
Balcarce, sin resultados de importancia para ambos bandos. En aquella oportunidad el
ejército patriota retrocedió liderado por el Teniente Martín Miguel de Güemes,
protegiendo a la división “Artillería” de más lento desplazamiento. Las tropas se
concentraron en Nazareno, y desde allí, la vanguardia salteña junto a algunos refuerzos
enviados desde Buenos Aires, el día 7 de noviembre atacaron el campamento realista de
Suipacha y lo pusieron en fuga, logrando una victoria contundente. Lo más
desvergonzado de los informes y partes de guerra que posteriormente escribió el general
Balcarce, es que “se olvidó” de mencionar el espíritu bravío y arrojado del Teniente
Güemes, que junto a sus Gauchos fueron verdaderos actores del primer triunfo sobre los
realistas en la Guerra por la Independencia.
Para concluir, traigo un párrafo de una carta que Don Martín Miguel de Güemes enviara
en octubre de 1818 a su amigo el general Manuel Belgrano: “El patriotismo se ha
convertido en egoísmo. Todos los hombres se han echado con la carga y quieren que sin
trabajo les llueva el maná del cielo. Semejante apatía e indolencia, obliga a tomar
providencias sensibles, y lo cierto es que si hemos de salvar el país, es necesario cerrar
los ojos y los oídos y tomar el camino del medio. Así lo he dicho en estos últimos días,
pero ni eso me ha valido. Creí que asustando un poco a estos caballeros se ablandarían y
me socorrerían, pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría en la vanguardia,
y que para quedarse darían alguna cosa para ayuda de los que trabajan. Pues con todo este
aparato no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. Se juntó el vecindario en
casa del alcalde de primer voto, y entre todo apenas han dado cuatro porquerías con que
han auxiliado a treinta gauchos, y esto dando a uno una camisa, a otro un poncho de
picote, y a otro un pedazo de jerga vieja. ¿Qué tal? ¿Caballos? Unos cuantos: acaso los
peores que han podido hallar, de suerte que con dificultad llegarán a Jujuy. A vista de
esto, ¿no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente
y no exceptúan ni aun el solo caballo que tienen cuando los que reportan ventajas de la
revolución no piensan otra cosa que en engrosar sus caudales. (…)”
Don Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos Salteños-Jujeños-Tarijeños fueron y son
el más claro ejemplo de patriotismo.●

17
LA CARRERA MILITAR DE
MARTIN MIGUEL DE GÜEMES
Desde sus comienzos como cadete hasta la creación de la División
Infernal de Gauchos de Línea
(1799-1815) (Parte I)
Gabriel Popolizio3

Ilustración original de Gabriel Popolizio.

Martín Miguel Juan de Mata Güemes nace en Salta en febrero de 1785. Es el segundo
hijo de Don Gabriel de Güemes Montero, un español originario de Santander, y de Doña
Magdalena de Goyechea y la Corte, quien era descendiente directa de Don Francisco de
Argañaraz y Murguía, el fundador de San Salvador de Jujuy. Don Gabriel había llegado
a América en 1777, enviado a Jujuy para hacerse cargo del puesto de Tesorero Oficial

3
Profesor de Enseñanza Media y Superior en Física, en Matemática, Licenciado en Educación con
Especialización en Matemática. Docente, historiador y recreador histórico y modelista, especializado en
dioramas históricos. Ilustrador amateur.

18
Real de las Cajas de Jujuy. Allí conoce a Magdalena, con quien se casará en esa ciudad
en 1778. Luego se trasladarían a Salta, donde nacerá Martín Miguel.
En el Archivo de la Parroquia de La Merced, de Salta, se registra su acta de bautismo,
en la que no figura claramente el día de su nacimiento. Si bien está fechada del 9 de
febrero, allí se declara haber bautizado a una “criatura nacida de dos días”4. Es por ello
que algunos historiadores sostienen que el héroe salteño nació el 7 de febrero, y otros se
inclinan por el día 8. Teniendo en cuenta que la Iglesia Católica celebra la festividad de
San Juan de Mata el 8 de febrero, el Instituto Güemesiano de Salta se pronunció por esta
fecha para conmemorar su nacimiento. Con respecto a sus primeras letras hay escasos
datos, pero puede advertirse tanto en su correspondencia tanto oficial como privada que
se trataba de un hombre de una cultura elevada.
Según Frías, fue “por inclinación personal, y asimismo por aspiración de sus padres,
[que] don Martín Güemes tomó por suya, desde la más tierna edad, la carrera de las
armas”5. El 13 de febrero de 1799, pocos días después de cumplir catorce años de edad,
ingresa como cadete en el 3o Batallón del Fijo de Buenos Aires. Si bien en un primer
momento revista en la 6a Compañía del 3o Batallón, parte de la cual se encontraba
acantonada en Potosí, es transferido casi inmediatamente a la 7 a compañía, con asiento
en Salta. Es su propio padre quien, como Tesorero Ministro Principal de Real Hacienda
y Comisario de Guerra, certifica el 15 de febrero de 1799 que en la lista de revista se
encuentra “Cadete don Martín Miguel de Güemes, a quien se le dio de alta el 13 de este
mes en virtud de la filiación con que se [me] presentó en aquella fecha” 6.
En un Estado de Fuerzas del 6 de diciembre de 18027, y frente a la baja del servicio del
sargento segundo Nicolás de Guzmán, es el cadete Güemes quien queda a cargo del
destacamento (por orden del coronel Pedro José de Saravia, jefe del Regimiento de
Voluntarios de Caballería de Salta), que contaba para ese entonces con seis soldados.
Este hecho representa el primer reconocimiento en su carrera militar, posibilitándole
ejercer funciones de alférez o de un subteniente graduado. Pertenecer al Fijo le permitirá
no sólo tener una primera instrucción militar, sino también entrar en contacto con
personas de diversas clases sociales y etnias, con la naturaleza y con la geografía de su
provincia, vivencias que infundirán en el prócer un profundo amor por su pueblo y por su
tierra.
Hacia 1805, la tropa del Regimiento de Buenos Aires existente en Salta, “está reducida
a un cadete… [Güemes]… y tres soldados viejos…”8. El 27 de mayo de ese año el virrey
Sobremonte ordenará que el cadete sea despachado a Buenos Aires, a fin de recibir la
“instrucción correspondiente a su clase”9. En octubre de 1805 Martín parte hacia Buenos
Aires junto al alférez de Voluntarios de Caballería de Salta José Tejada y cuatro
aprendices del mismo cuerpo que debían estudiar música para formar la banda de su
unidad. Ya para el 24 de diciembre es posible ubicarlo junto a los aprendices, alojados en
el cuartel de Dragones, encargándose de su instrucción, por orden del subinspector Pedro
de Arce.
Güemes quedará a las órdenes del teniente coronel Juan Olondriz, quien al mando de
los pocos veteranos presentes en la ciudad (unos 50 según Beverina, o 72, a decir de

4
Colmenares, L., Martín Güemes, El héroe mártir, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998, p.17.
5
Frías, B., Historia Del General Martín Güemes Y De La Provincia De Salta, O Sea De La Independencia
Argentina, Tomo III, Fondo Editorial, Buenos Aires, 2018, p.451.
6
Cornejo, A., Historia de Güemes, Espasa-Calpe, S. A., Buenos Aires, 1946, p.46.
7
Güemes, L., op.cit, T.1, p.46.
8
Güemes, L., Güemes Documentado, T.1, Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1982, p.47.
9
Ib.

19
Roberts10), enfrentará al enemigo producida la primera Invasión Inglesa. Estos hombres
“…habían sido montados y armados como dragones…” 11.
El 26 de junio de 1806, un día después de que las tropas de Beresford desembarcaran
en Quilmes y vencieran a las tropas que las esperaban, el virrey le ordenará a Olondriz
dirigirse al Puente de Márquez, con sus cincuenta dragones del Fijo, conduciendo dos
cañones. Allí se agruparon con los dispersos de la Acción de Quilmes y el resto de las
Tropas Veteranas de Artillería y Dragones, junto a las milicias de infantería y caballería,
que ya se encontraban apostadas en el lugar. El mando fue confiado al coronel Gianini,
quien tenía la orden de defender el puente hasta las últimas consecuencias, y si no era
posible detener al invasor, destruirlo para complicarle el cruce del Riachuelo todo lo
posible.
El 27 los ingleses lograrán desarticular la defensa y cruzar el Riachuelo,
distinguiéndose entre los defensores la Compañía del Fijo que, sin dispersarse como el
resto, resistirá en su puesto antes de agotar la munición, luego de lo cual se replegaría,
siendo el cadete Güemes uno de estos bravos soldados. Una vez producida la capitulación,
Güemes parte hacia Córdoba con los cuatro aprendices. Volverá a Buenos Aires, el 12 de
agosto, justo para las acciones de la Reconquista. Es en este contexto que se produce un
acontecimiento pocas veces visto, el abordaje de una nave por una unidad de caballería.
Sólo se tiene registro en la historia de dos episodios similares. El primero, el milagro de
Empel, tuvo lugar el 8 de diciembre de 1585, donde los Tercios españoles, marchando
sobre el hielo que había dejado congelado el Río Mosa, tomaron por asalto a la flota de
los rebeldes de los Estados Generales de los Países Bajos 12. El segundo, la captura de la
flota neerlandesa en Den Helder, el 21 de enero de 1795, inmovilizada en el hielo, por un
destacamento de caballería francés13.
El buque inglés Justina era un buque mercante que en ese tiempo se acercó a Buenos
Aires para traficar. Según relata A. Gillespie, el Justina, “...de 26 cañones […] peleó bien
y con sus cañones impidió todos los movimientos de los españoles no solamente por la
playa, sino en las diferentes calles que ocupaban, también expuestas a su fuego. Este barco
ofrece un fenómeno en los acontecimientos militares, el haber sido abordado y tomado
por caballería al terminar el 12 de agosto, a causa de una bajante súbita del río”14.
Si bien no se encuentra información que ubique a Güemes como partícipe de este
episodio de armas, varios autores lo mencionan, aunque siempre haciendo referencia a la
misma y única fuente conocida. Otros directamente no hacen referencia alguna a este
suceso (como es el caso de Bernardo Frías o Juan Beverina). Esta fuente es un artículo
publicado en el diario La Razón, el 12 de agosto de 1920, por Pastor S. Obligado, bajo el
título de “Güemes en Buenos Aires”. Según el autor, Liniers incorpora al cadete Güemes
como uno de sus ayudantes del cuartel general, en vísperas del 12 de agosto. En un
determinado momento, Liniers, que había sido informado de que el Justina se encontraba
varado, le encomienda a Güemes: “Ud. que siempre anda bien montado; galope por la
orilla de la Alameda, que ha de encontrar a Pueyrredón […] y comuníquele orden de
avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco,
que resta cortado de la escuadra en fuga” 15. No existe una convicción unánime acerca de

10
Roberts, C., Las invasiones inglesas del Río de la Plata (1806-1807), Emecé, 2006, p.109.
11
Beverina, J., Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata, 1806-1807, Tomo I, Editorial 1884, 2008, p.228.
12
https://www.abc.es/historia-militar/20130817/abci-milagro-batalla-empel-201308151733.html
13
https://es.wikipedia.org/wiki/Captura_de_la_flota_neerlandesa_en_Den_Helder
14
Gillespie A., Buenos Aires y el interior, A-Z, Editora. Buenos Aires, 1921, p.71.
15
Güemes, L., op.cit, p.74.

20
si Güemes estuvo presente o no en esta escaramuza. Por ejemplo, Colmenares sostiene
que “no está probada su intervención en este episodio”16.
En cambio, Carlos Roberts menciona, sin brindar fuentes, que el Justina se había
quedado “…casi en seco, siendo abordado por un piquete de la caballería de Pueyrredón,
con los que iba el futuro general, Güemes…” 17. Luis Güemes afirma, en apoyo de lo
sostenido por Obligado, que hay varias cuestiones que se ajustan a lo relatado por el
tradicionalista: en primer Lugar, que Güemes había sido enviado por Sobremonte con una
comunicación para Liniers; que se encontraba montado, a diferencia de los demás
oficiales que rodeaban a Liniers; y que Pueyrredón comandaba a unos 60 milicianos
montados. Concluye que, como sostiene Obligado, es Güemes quien encabeza la toma
del Justina, de la que se toma como trofeo una bandera, que aún se conserva.
Producida la Reconquista, el cadete pasará a formar parte de los Húsares de
Pueyrredón, recién creados, debido a la carencia de oficiales (muchos de ellos
“juramentados”, es decir, imposibilitados por juramento de volver a tomar las armas
contra los ingleses), muy probablemente como instructor, tarea que ya había
desempeñado con notable eficacia. Oliveira Cézar, sitúa a Martín en Montevideo, el 19
de enero de 1807, formando parte de los 1300 hombres con los que el Marqués de
Sobremonte intenta batir, sin éxito, al recientemente desembarcado ejército inglés. En ese
combate, la infantería es arrollada por una brillante carga de su homónima invasora.
Sobremonte, a la cabeza de la caballería, se retira sin pelear “…abandonando el campo
de la acción, desde donde muchos infantes que pertenecían en su mayor parte al batallón
fijo y húsares que componía parte de la fuerza enviada al Virrey, remolinearon buscando
organizarse, deteniéndose dispuestos á seguir la lucha […] i.vióse entonces entre los
grupos de tropas dispersas, la acción de algunos oficiales que pugnaban por organizarlos
nuevamente. Martin Güemes en medio del fragor de la pelea, resultó en esta ocasión una
de las figuras descollantes” 18.
Al día siguiente, el gobernador de la Ciudad, Ruiz Huidobro, tomando una pésima
decisión, decide salir a enfrentar en otra batalla campal al invasor. Esta vez lo hace con
2362 hombres, siendo derrotado. Según Oliveira, al producirse el choque, vuelve el Fijo
a resistir junto con los Húsares, mientras que las demás tropas se desbandaban. Fueron, a
decir de Roberts, incluso elogiados por los oficiales ingleses presentes en la acción. Las
bajas españolas, unas 800, mientras que las inglesas, unas 149 19. Esta victoria permitió a
los ingleses comenzar con el sitio a la ciudad, y luego ocuparla, en la medianoche del 3
de febrero.
Una vez tomada la ciudad, Oliveira sitúa a Güemes oculto, operando como miembro
de una conspiración para hacer volar a los principales oficiales ingleses cuando se
reunieran en la casa consistorial. Esta conspiración, según el autor, fue descubierta,
deteniéndose a dos de los complotados, sentenciándolos a muerte. Pena conmutada con
la intención de mostrar la magnanimidad de las autoridades. Güemes, había logrado
mantenerse oculto, para luego fugarse a Buenos Aires.
El joven cadete continuará sirviendo en Buenos Aires, durante el impasse, en variadas
tareas. La más importante fue aquella que le será encomendada nada menos que por el
Jefe del Fijo, José Ignacio de Merlos20, interinamente a cargo del gobierno del Virreinato
luego de la destitución de Sobremonte. Debía patrullar la costa del Río de la Plata para

16
Colmenares, L., op.cit, p.21.
17
Roberts, C., op.cit, 2006, p.179.
18
Oliveira Cezar, F., Las invasiones inglesas y escenas de la independencia argentina, Buenos Aires, 1894,
p.19.
19
Ib., p.256.
20
Solá, G., El Gran Bastión de la Patria, Ed. Maktub, 2005, p.57.

21
prevenir que embarcaciones provenientes de la Banda Oriental, todavía en manos de los
ingleses, contrabandearan productos con comerciantes porteños. Hacia mayo de 1807, en
un pie de Lista del Fijo, el cadete Güemes vuelve a aparecer como presente21.
Ya producida la segunda invasión inglesa, el 11 de julio, se encuentra a Güemes
combatiendo “…Al otro lado del Puente y ataque de los Corrales de Miserere […] en el
ataque a la Residencia […] En las azoteas y defensa de esta Ciudad hasta el fin…”22.
Oliveira Cézar lo sitúa también en el Retiro, donde refiere que el cadete resultará herido
en los combates contra la columna inglesa que atacará por ese sector. Esto es factible, ya
que en una lista de agosto de ese año, aparece “como presente enfermo”23. Probablemente
las largas guardias con un clima por momento inclemente, y las heridas recibidas durante
los combates, hicieron que Martín se encontrara “acometido de gravísimas enfermedades
que lo pusieron en las cercanías del sepulcro”24.
El 15 de noviembre fallece el padre de Martín. El 10 de marzo de 1808, Güemes solicita
permiso para viajar a Salta, para ayudar a su madre, y “por un tiempo, mudar de
temperatura25”. En dicha solicitud, se presenta como “…teniente del Cuerpo de
Granaderos del general Liniers”26, que era la guardia de honor del Virrey. 27 Luego, con
las reformas de Cisneros, cambiaría su nombre por el de Batallón de Granaderos, para ser
luego renombrarse como “Granaderos de Fernando VII”28. Güemes continuaría siendo
cadete del Fijo pero teniente de los Granaderos de Liniers.
Para comprender esta situación es necesario definir los términos grado y empleo, de
acuerdo a como se usaban para esos menesteres. En el ejército, el grado “cada una de las
jerarquías o niveles de autoridad que son una realidad en el escalafón militar” 29. Así, por
ejemplo, son grados el de teniente o sargento. El empleo era “el grado militar que tiene
asociados sueldo y competencias sancionadoras”30. En los ejércitos de hoy, todos los
grados militares tienen asociados sueldo y competencias. Es decir, hoy un sargento cobra
el sueldo que le corresponde a su grado, y desarrolla su actividad de acuerdo a las
competencias que le corresponden por ostentar ese grado. Esto, que hoy nos resulta
natural, no siempre fue así. En el siglo XVIII se establece el dualismo, término con el
que se conoce la coexistencia de empleo y grado en un mismo militar. Este mecanismo
se creó para reconocer a aquellos militares que se destacaban por su heroísmo o alguna
otra virtud, se inventó el concederles grados superiores a su empleo, aunque sin aumento
de sueldo. Con el tiempo, el grado solía hacerse efectivo, es decir, se convertía en el
empleo del portador. Es decir que podía encontrarse en los ejércitos españoles de la época
un sargento (empleo) graduado de alférez (grado otorgado como reconocimiento).
Volviendo a Martín, éste ostentó por un corto período de tiempo, el empleo de cadete, y
el grado de teniente, o como solía conocerse en ese tiempo, era cadete graduado de
teniente, y si bien sabemos que en marzo de 1808 prestaba servicios en los Granaderos
de Liniers, no se tiene registro de cuándo dejó de pertenecer a ese cuerpo.
El 31 de marzo de 1808 se otorga el pasaporte a Martín para que éste pueda dirigirse a
Salta, presentándose ante las autoridades apenas arribado, el 5 de diciembre. Allí mismo
se decide que cobraría el sueldo como cadete y no como teniente. Mientras tanto, por Real

21
Güemes, L., op.cit.,p. 120.
22
Ib, p.126.
23
Ib., p.139.
24
Frías, B., op.cit., Tomo III, Fondo Editorial, 2018, p.451.
25
Güemes, L., op.cit., T.I,p.145.
26
Ib., p.151.
27
Güemes, L., op.cit. , T.1, p.152.
28
Beverina, J., op.cit, Tomo I, p.353.
29
Álvarez Díaz, J. J., La jerarquía militar. Revista de Lexicografía, Vol.23, 2017, p.13.
30
Ib., p.14.

22
Decreto del 13 de enero de 1809 es ascendido, en reconocimiento al mérito contraído “en
la reconquista y defensa de Buenos Aires” 31, a subteniente. Este ascenso se hará efectivo
hacia septiembre de ese año, por lo que Güemes pasará a ser subteniente del Fijo y
continuará como teniente de milicias de los Granaderos de Fernando VII.
Sin embargo, la intención de Martín era la de ser trasladado al Cuerpo de Partidarios,
una unidad de milicias de caballería salteña creada para custodiar las fronteras. Para ello,
este último solicitará el otorgamiento de un “despacho de ayudante de estas fronteras, con
destino al Cuerpo de Partidarios que las guarnecen, y con el sueldo correspondiente” 32.
Aunque la respuesta del Virrey no es concluyente, el gobernador salteño lo empleará
para tales menesteres, ocasión perfecta para que Martín aprendiese a conciliar y negociar
con los caciques de los pueblos originarios que amenazaban las fronteras de Salta.
El 20 de octubre de 1809, el Virrey Cisneros, en oficio al Comandante del Fijo de
Buenos Aires, y reconociendo que si bien “cada militar debe hacer el servicio
correspondiente a su empleo efectivo, y no al grado superior que tenga; atendiendo a la
escasez de oficiales que se experimenta en el cuerpo del cargo de V. S. he resuelto que
hagan servicio de tales […] los cadetes que han obtenido grado de oficiales” 33, por lo que
Güemes es ascendido a teniente efectivo. Transcurre el mes de julio de 1810 y Güemes
vive tiempos históricos en su ciudad natal. Es un mes “de agitación y zozobra” 34 para la
provincia. Producida la Revolución de Mayo, Martín se convierte en un fervoroso y
ardiente defensor del movimiento (fig. 1, Güemes como teniente de Partidarios, 1810.
Nótese en la ilustración, propia del autor, que lleva todavía la escarapela amarilla y grana,
puesto que no se había adoptado aún la celeste y blanca).
Tras la Revolución de Mayo, Diego José de Pueyrredón, hermano de Juan Martín, y
que combatiera a los ingleses como oficial de los Húsares bajo sus órdenes, será
confirmado como gobernador intendente de Salta. Una de las primeras medidas tomadas
por Don Diego será la de destinar “a Güemes para que guardara los caminos del Perú.
Los guardó, en efecto; pero tan bien, que desde aquel día nadie entraba al Perú ni salía
que no fuera por sus manos” 35. Güemes como Jefe de la Partida de Observación de
Humahuaca, sería enviado a observar los movimientos del ejército realista, entre agosto
y septiembre de ese año 36 con un pequeño destacamento de alrededor de cincuenta
hombres, mal armados, quince de ellos con fusiles “de mala calidad” 37, y el resto con
arma blanca, con el objeto de realizar tareas de “observación y resguardo” 38. En su
primera misión como oficial del ejército patriota, tendrá órdenes además de movilizar
milicias en aquellos lugares en donde se considerasen necesarias. Desarrollará una labor
incansable. No sólo levantará milicias y las instruirá, sino que cortará sistemáticamente
toda comunicación de las autoridades del Alto Perú con los intentos
contrarrevolucionarios que se estaban gestando en Córdoba. Cumplirá con una misión
secreta “de destruir los planes del Mariscal de Campo Nieto, quien pretendía unirse con
los conjurados de Córdoba que bajo la dirección de Liniers y Concha preparaban la
reacción española”39. Y cumplirá sobradamente su misión. Detendrá el flujo de personas

31
AGN, Sub Inspección 1809/10. VI-30-3-3, Legajo 18, nro.208933
32
Güemes, L., op.cit., T.1, p.153.
33
Ib., p.204.
34
Cornejo, A., op.cit., p.62.
35
Frías, B., op.cit., Tomo III, p.452.
36
Güemes, L., op.cit., T.1, p.185.
44
Ib., p.187.
45
Ib.
39
Cornejo, A., op.cit., p.58.

23
y de elementos vitales como por ejemplo, “un grueso cargamento de municiones que se
enviaba en socorro de Liniers...”40.
Además, desplegará una interesante red de “bomberos”, es decir, espías, que permitirá
informar a Pueyrredón de los primeros movimientos de tropas efectuados por los realistas.
En todo momento Diego Pueyrredón apoyará al teniente Güemes, asistiéndolo tanto a él
como a su tropa con alojamiento, caballos, y todas las armas de fuego y blancas de las
que disponía.
Su accionar no pasa desapercibido por sus superiores: según un informe a la Junta del
gobernador Chiclana, “el teniente de Granaderos de Fernando 7° don Martín Miguel
Güemes es oficial infatigable, y creo no sería fuera del caso estimularlo a mayores
empresas”41. Pueyrredón pedirá al gobierno un ascenso para él. El 30 de septiembre de
1810, se le concede el despacho de Capitán.
Para esa fecha, la Partida de Observación de Güemes estará compuesta por 61 hombres.
A ella se sumarían luego tropas milicianas que él mismo estaba instruyendo, y los
Partidarios de los fuertes de Ledesma y de Orán42. Esta misión lo convertirá en el jefe de
la primera y geográficamente más avanzada partida patriota desplegada en defensa del
primer grito de Libertad, que deberá preparar el camino a la expedición libertadora que
se dirigía hacia el Alto Perú a las órdenes de Balcarce y Castelli 43. Una vez llegado el
Ejército Auxiliar del Perú, Güemes y sus milicianos se incorporarán a la vanguardia. El
30 de septiembre es enviado junto a 25 milicianos a Tarija, “a efectos de apoyar la
formación de un cuerpo de milicias que se integrara al Ejército Auxiliar” 44, mientras el
ejército continuaba su lenta aproximación al Alto Perú. Güemes se esmerará en reunirlos,
ordenarlos y dirigirlos al teatro de operaciones. Se trataba de vallistos, nombre por el que
se conocía a las milicias tarijeñas, las que contribuirían enormemente al esfuerzo bélico.
Mientras tanto, la vanguardia realista, que estaba en Tupiza, suspendía su marcha y se
replegaba a Cotagaita, guareciéndose en su recinto atrincherado. El Pueblo de Santiago
de Cotagaita (hoy Departamento de Potosí, Bolivia) era estratégicamente inmejorable,
puesto que cerraba la entrada al Perú; porque “cortando el camino de Potosí, forma como
la llave segura de sus comunicaciones” 45.
Mientras que Castelli (uno de los jefes del Ejército Auxiliar) se encontraba con el
grueso del ejército en Jujuy, Balcarce (el otro) se desplegaba en Tupiza con la avanzada.
El 11 de octubre hace saber a la Junta que “los enemigos abandonaron precipitadamente
este punto el día 10 del corriente y en el siguiente lo ocuparon las fuerzas de mi mando” 46.
Allí recibe a 600 hombres enviados por las autoridades de Tarija, por acción de Güemes,
quedándose con 300, que eran los únicos que tenían armas. Llegaron a Cotagaita al
amanecer del 27, y luego de intimar la rendición, al ser ésta rechazada, se iniciaría el
ataque a las diez de la mañana. El combate comenzaría con fuego de artillería, efectuado
por ambos bandos. Balcarce, luego de 4 horas de tiroteo, ordenaría la retirada,
reconociendo que si bien “la tropa se ha portado con intrepidez y valor pues ha llegado a
pecho descubierto, a tomar agua y hacer fuego dentro del mismo río de Santiago bajo del
de mosquetería y batería enemigo [no le permitió] atacar a la bayoneta como lo solicitó
repetidas ocasiones [por considerar] que iba mucha parte de ella a sacrificarse.” 47 Las

40
Frías, B., op.cit., Tomo III, p.452.
41
Cornejo, A., op.cit, p.57.
42
Güemes, L., op.cit, T.1, p.205.
43
Cornejo, A., op.cit, p.58.
44
Solá, G., op.cit., p.68.
45
Frías, B., op.cit., Tomo II, p.91.
46
Güemes, L., op.cit., T.1, p.229.
47
Ruiz Moreno, I., op.cit., p.93.

24
bajas realistas serán cuatro heridos y las revolucionarias, de tres muertos y seis heridos.
Así finalizaba el primer combate por nuestra independencia.
Luego del infructuoso ataque, Balcarce ordena un repliegue ordenado de sus tropas, sin
ser perseguido por los realistas. Las tropas de la vanguardia del Ejército Real del Perú,
estimadas en 1200 hombres, comenzarán la marcha hacia Tupiza, luego de recibir
refuerzos. Mientras las tropas de Balcarce se dirigían hacia el sur, Güemes hostilizaba al
enemigo que intentaba cortarle la retirada. Esto permitió a la artillería, que se movía más
lentamente, escapar de la persecución. También les dio tiempo a los patriotas desalojar el
pueblo de Tupiza antes del arribo del enemigo, y dirigirse sin ser molestados a Nazareno.
En este lugar, ubicado sobre el río Suipacha frente a la población del mismo nombre,
Balcarce recibió un refuerzo de 200 hombres provenientes de Jujuy.
Mientras tanto, un espía de Balcarce, “divulgó por aquella población que las tropas de
la Patria, con los golpes sufridos, se hallaban a disgusto en la contienda; que era su estado
militar tan miserable que podía tomárselas con la mano…”48. Los realistas le creyeron.
Balcarce decide detener finalmente su retirada y enfrentar al enemigo. El día 7 de
noviembre, se produce la Batalla de Suipacha, la primera victoria de importancia para las
armas revolucionarias.
Según Frías, las tropas del ejército patriota estaban en Nazareno, en la ribera sur del río
Suipacha. Las pérdidas patriotas resultaron de muerto y 12 heridos, mientras que las
realistas, 40 muertos, 150 prisioneros, en apenas 30 minutos de combate 49. Suipacha
tendrá un fortísimo efecto moral, no sólo en el Ejército Auxiliar, sino en todo el Alto Perú.
No mucho después de producida la batalla se generó polémica en torno a la
participación de altoperuanos y salteños comandados por Güemes en la acción. En los
partes de la batalla no figura el capitán Güemes, y esto ha dado lugar a muchas
controversias. Hay historiadores que no lo mencionan. Otros, le otorgan un papel
importante pero no definitorio. Por último, existe otra corriente que le adjudica el mando
de las tropas vencedoras de Suipacha. Varios testigos de la época sitúan a Güemes en el
lugar de la batalla, ya desde la noche anterior. Frías dice al respecto que “en Suipacha,
donde, al decir de los contemporáneos, todo fue obra de Güemes, se obtuvo la espléndida
victoria de su nombre, que aseguró todo el Alto Perú a la revolución” 50. Lorenzo Lugones,
refiere que Balcarce, “rechazado en Cotagaita y perseguido por los enemigos, hizo una
rápida retirada hasta Nazareno donde pudo hacer pié con la reunión de dos ó tres
divisioncillas que marchaban á una misma dirección, siendo la mayor de las que se
replegaron la que mandaba el Teniente Coronel [sic] de milicias de Salta, D. Martín
Miguel de Güemes”51. Al realizar un análisis pormenorizado, es posible afirmar que
altoperuanos y salteños combatieron separados en dos unidades, una de unos 200 hombres
dirigidos por el teniente coronel José de Larrea (bajo el mando de Balcarce) y otra de
unos 300 bajo el comando de Güemes. A éstos habría que sumarles unos 100 porteños
que se habían replegado de Cotagaita y 200 más que enviara Castelli desde Jujuy52. En lo
que puede interpretarse como un reconocimiento a su actuación en la batalla, dos días
después, el 9 de noviembre, Castelli le encomendará a Güemes una misión de gran
relevancia en Cinti, provincia de Charcas, diciendo: “No dudo del éxito feliz de esta
disposición cuando está a cargo del capitán Güemes …”53.

48
Frías, B., op.cit., Tomo II, p.96.
49
Camogli, P., Batallas por la libertad, Aguilar, Buenos Aires, 2005 p.191.
50
Frías, B., op.cit., Tomo III, p.452.
51
Lugones, L., Recuerdos históricos sobre las campanas del Ejército Auxiliador del Perú en la Guerra de
la Independencia, Buenos Aires, 1855, 2da. Ed., pp. 18-19.
52
Camogli, P., op.cit., p.191.
53
Güemes, L., op.cit., T.1, pp.279-281.

25
Hacia fines de noviembre Güemes, que había cumplido satisfactoriamente la misión en
Cinti, entra con sus tropas a Potosí, donde es alcanzado luego por Castelli. Hasta ese
momento, Castelli lo tendrá en gran estima. Pero, en el parte que enviara a la Junta el 10
de noviembre, desconocerá, por un lado, la labor de las tropas tarijeñas y salteñas que al
mando de Güemes habían permitido a Balcarce retirarse de Cotagaita sin ser
molestados54. Olvidará también mencionar que éstos, que representaban más del 60 % de
los patriotas presentes en la lucha, combatieron en esa batalla. Es que “el recelo y la
envidia comenzaron a morder el corazón de los jefes superiores” 55.
Güemes consideraba “criminalísima la demora en la que incurrió el Ejército Auxiliar
después del triunfo de Suipacha” 56, permitiendo con su inacción que los realistas fueran
reforzados con unos siete mil hombres, y así se lo hizo saber a Castelli, quien lo separará,
e informará al gobierno que: “el capitán don Martín Miguel de Güemes no existe en este
ejército desde el 8 de enero de 1811”57.
Castelli suprimirá las milicias tarijeñas y salteñas, y las integrará a su ejército. Para
colmo de males, el 14 de enero, la Junta premiará a las tropas presentes en Cotagaita y
Suipacha. Güemes debió haber sido ascendido a teniente coronel, pero no fue así. Unos
meses después. el 20 de junio de 1811 se produciría el desastre de Huaqui, también
conocida como del Desaguadero. Esta batalla (en la que Güemes no participó por estar
desvinculado del Ejército Auxiliar), marcó el fin de la primera campaña al Alto Perú.
En ella, las tropas realistas al mando del Brigadier Goyeneche vencieron a las patriotas,
comandadas por Balcarce y Castelli, con consecuencias funestas para las armas de la
patria: si bien las bajas fueron pocas en relación a la magnitud de las fuerzas enfrentadas
(unas 15 o 20 realistas y unas 60 patriotas), el Ejército Auxiliar perdió la casi totalidad de
sus pertrechos, comida, armamento, banderas, y toda la artillería. Además, el ejército
sufriría una dispersión completa. A decir de Camogli, éste fue “el primer gran desastre
para las armas revolucionarias” 58. El ejército quedaría “deshecho y vencido; la patria
humillada; el prestigio de la revolución perdido y los odios sembrados en el seno de
aquellas poblaciones antes amigas” 59. La desaparición del Ejército Auxiliar dejará
expuesto el Norte a una invasión realista.
Pocos días después del desastre de Huaqui, se le encomienda a Güemes la tarea de
contener a los numerosos desertores del dispersado ejército patriota60, e impedir que el
desaliento se propagara a su paso. El 23 de julio, se le ordena reincorporarse al ejército,
y el 5 de agosto se lo envía a Tarija, con la misión de poner en condiciones a la región de
defenderse de un ataque español. El 5 de septiembre llega a Tarija Juan Martín de
Pueyrredón, presidente de la Audiencia de Charcas, con el tesoro que había tomado en la
ciudad de Potosí, una vez enterado del desastre de Huaqui. Debido a la imposibilidad de
defender la plaza, Pueyrredón seguirá camino junto a Güemes, algunos oficiales más y
unos 200 hombres hacia Salta.
El 4 de octubre, Pueyrredón y su escolta llegan a Campo Santo, a 50 km de la ciudad
de Salta. En un “Estado de los señores oficiales que han venido custodiando los caudales,
con especificación de sus clases, nombres, regimientos y lugares en que se agregaron” 61

54
AGN, Partes oficiales y documentos relativos a la Guerra de la Independencia Argentina, Tomo I, Buenos
Aires, 1900, pp.38-46.
55
Frías, B., op.cit., Tomo III, p.452.
56
Ib.
57
Colmenares, L., op.cit., p.38.
58
Camogli, P., op.cit. p.204.
59
Frías B., op.cit., Tomo II, p.352.
60
Cornejo A., p.108.
61
Ib., p.362.

26
registra a Güemes como teniente coronel. Para esa fecha, se encontraba en Salta Cornelio
Saavedra, miembro de la Junta, quien otorgará el tan merecido ascenso.
Eran tiempos de zozobra política. Saavedra, que había viajado para hacerse cargo de
las operaciones militares y de la recomposición del Ejército Auxiliar, se entera en Salta
que había sido desplazado del gobierno, siendo reemplazada la Junta por el Primer
Triunvirato. Una de las primeras disposiciones del nuevo gobierno fue nombrar a Juan
Martín de Pueyrredón como comandante en jefe del Ejército Auxiliar.
A fines de octubre, el teniente coronel Güemes es comisionado como segundo jefe de
la Vanguardia del Ejército Auxiliar, que estaría bajo el mando de Díaz Vélez. Éste lo
enviará con un destacamento de 50 hombres hacia Tarija, que será retomada, instalándose
nuevamente un gobierno patriota. En febrero, con la salud quebrantada, Pueyrredón
solicita la baja del ejército, y es reemplazado por Manuel Belgrano, quien el 27 de marzo
se hacer cargo del ejército en Yatasto (Salta). Desde allí seguirá hasta Jujuy, enviando
una vanguardia hacia Humahuaca.
Para ese entonces, Juan Pío Tristán invadía Jujuy con 3000 hombres. Una vez
anoticiado de este suceso, Belgrano solicitará al gobierno de Buenos Aires refuerzos.
Pero, al no obtener ayuda suficiente, decide evacuar la Jujuy.
El 23 de agosto, el Ejército Auxiliar, inicia la retirada, acompañada por la población
civil, en lo que se conoce como el Éxodo Jujeño: Belgrano da la orden de que la retirada
debía dejar sólo campo raso al enemigo. Pío Tristán ocupará Humahuaca, Jujuy, y Salta,
y continuará persiguiendo al ejército de Belgrano, que se detiene en Tucumán
(desobedeciendo la orden del gobierno central de retirarse sin pelear a Córdoba) y
presenta Batalla el 24 de septiembre. Pío Tristán será vencido. Como resultado del
combate, las pérdidas patriotas serán de 71 muertos y 200 heridos, mientras que las de los
realistas ascenderán a 450 muertos, 200 heridos y 626 prisioneros, además de perder toda
su artillería, parque, municiones y tres banderas 62.
Güemes no participaría, puesto que se hallaba a unos 160 km cumpliendo, en
Santiago del Estero, una misión que le encomendara Belgrano: reclutar milicias y hacer
acopio de materiales, para enviarlas reforzar al ejército en retirada 63.
A principios de noviembre Belgrano, influenciado por comentarios malintencionados,
“resuelve separar a Güemes del Ejército, dándole traslado a Buenos Aires en virtud de no
estar de acuerdo con su conducta privada. El motivo: “la conducta escandalosa […] con
doña Juana Inguanzo, esposa de don Sebastián Mella, teniente de dragones del ejército de
mi mando, por vivir ambos en aquella ciudad, aposentados en una sola mansión”64.
Güemes partirá hacia Buenos Aires, sin saber el porqué de su exclusión, arribando el 20
de enero de 1813. Ese mismo día, solicita al gobierno se le den a conocer las causas de su
traslado.
El gobierno le pedirá a Belgrano más información, destinando mientras tanto a Güemes
al Estado Mayor, con el grado y sueldo de Capitán mientras se dilucidaba su estatus. El
26 de febrero Belgrano informa que Güemes no podía ignorar las razones de su
alejamiento “…cuando su propia conciencia le debe acusar de su vida escandalosa con la
Inguanzo [y agrega] Las virtudes y servicios militares de este individuo de que ha sido
informado vuestra excelencia no son tantas ni de tanto valor como se ponderan
vulgarmente. Virtudes ciertamente no se le han conocido jamás…”65. Tal opinión sobre
Güemes cambiaría no mucho tiempo después, convirtiéndose en admiración, cariño y
respeto, dando paso a una gran amistad. Durante 1813 Güemes permanecerá en Buenos

62
Camogli, P., op.cit. p.213.
63
Güemes L., op.cit., Tomo II, p.11.
64
Güemes L., op.cit., Tomo II, p.41.
65
Ib., p.16.

27
Aires, preocupado fundamentalmente por dos cuestiones, la causa de su traslado y su
situación de revista en el ejército. En la primera de las cuestiones, el gobierno se abstendrá
de actuar. En la segunda, tampoco tendrá éxito. Se lo seguirá considerando con su grado
de capitán, recibiendo la paga como tal. En varios documentos oficiales, se lo mencionará
como “el oficial Güemes” 66, en un intento de no oficializar el grado pretendido por el
reclamante y evitando herir sus sentimientos al referirse a él con una graduación menor a
la que con justicia reclamaba.
Durante su estadía en Buenos Aires, se producen en el norte episodios que serán de
gran importancia en la vida de Güemes, y para la revolución. El 20 de febrero de 1813,
se libra la batalla de Salta, saldándose con un completo triunfo de Belgrano sobre Pío
Tristán. La victoria fue total, “…como nunca se había dado hasta entonces: todo del
Ejército enemigo cayó en poder de los patriotas, desde su General hasta el último
tambor”67. Las pérdidas patriotas consistirían en unos 103 muertos y 433 heridos. La de
los realistas, 481 muertos, 114 heridos, 2776 prisioneros, toda la artillería, 2118 fusiles,
200 espadas y todos sus pertrechos, además de tres banderas 68.
Luego de la batalla, Belgrano continuará avanzando hacia el Norte. A fines de
septiembre, el ejército llegará a la pampa de Vilcapugio, una meseta a unos 130 km al
noroeste de Potosí. El 1º de octubre se producirá el choque entre los patriotas y realistas,
comandados por el general Joaquín de la Pezuela. Será una derrota para la patria. Las
pérdidas realistas ascenderán a 153 muertos, 257 heridos y 61 dispersos. Las patriotas:
600 muertos, 1000 heridos, 100 prisioneros, unos 1000 dispersos, toda la artillería, tiendas
de campaña y unos mil fusiles, entre otros69.
Belgrano reorganizará sus fuerzas y, considerándose en condiciones de volver a
enfrentar a Pezuela, ocupará Ayohuma. Las tropas de Pezuela vencerán nuevamente. Las
pérdidas realistas serán de unos 200 muertos, y 300 heridos. Las patriotas: unos 400
muertos, 700 prisioneros, 1500 fusiles, toda la artillería y los bagajes. Belgrano se retirará,
junto a los restos de su ejército, del Alto Perú, llegando a fines de enero de 1814 a
Tucumán.
En noviembre arribará a Buenos Aires la noticia de la derrota de Vilcapugio,
decidiendo el Triunvirato enviar a San Martín con refuerzos para Belgrano. El 4 de
diciembre, San Martín, elevará un oficio al gobierno en el que como “…jefe de la
Expedición Auxiliar de las Provincias Interiores, elogia al teniente coronel don Martín
Güemes, y dice sería conveniente llevarlo en la expedición de su cargo”.70 Güemes y San
Martín se conocerían tiempo antes en la casa de los Escalada, parientes lejanos del
salteño. De esta manera nacerá “la amistad, respeto y admiración que ambos próceres se
profesaron sin interrupciones hasta el final” 71. El gobierno le responderá favorablemente,
ordenando se expidan para Güemes “dos despachos, uno de capitán de caballería y otro
de grado de teniente coronel”70. San Martín se encontrará con Belgrano en las cercanías
del rio Pasaje, y luego de detenerse en Yatasto, el 20 de enero de 1814, seguirá camino
hacia Tucumán, ciudad a la que arribará el tercer grupo entre el 17 y el 18 de febrero, con
Güemes formando parte de él.
Cuando San Martín se hace cargo del ejército, sus proyecciones no eran demasiado
halagüeñas. El 30 de enero escribirá: “yo me encargo… de un ejército que ha perdido su

66
Ib., p.23.
67
Ruiz Moreno, I., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Buenos Aires, 2005, p.149.
68
Camogli, P., op.cit. p.233.
69
Ib., p.233.
70
Güemes, L., op.cit. Tomo II, p.41.
71
Solá, G., op.cit. p.89.

28
fuerza física”72. También lo inquietaba el hallarse “en unos países cuyas gentes,
costumbres y relaciones desconozco absolutamente y cuya situación topográfica
ignoro”73. Es así que decide valerse de los servicios de dos oficiales originarios de Salta.
Uno de ellos, José Apolinario Saravia, quien había sido ayudante de Balcarce en Suipacha
y de Viamonte en Huaqui, además de ser partícipe destacado de la victoria de la batalla
de Tucumán. San Martín lo destinará a la defensa de Guachipas 74.
El otro, Güemes, será destinado a la defensa de la costa del río Pasaje o de la Frontera,
también en Salta. “Pezuela, mientras tanto, no duerme, y descuelga una división a las
órdenes del General D. Juan Ramírez, cuya vanguardia manda el Coronel D. Juan
Saturnino Castro…”75. Ramírez, que había tomado Jujuy el 16 de enero de 1814, le ordena
a Castro dirigirse a Salta. El Río Pasaje, se encuentra en la zona meridional de Salta, a
pocas leguas del límite con Tucumán. Esa era ahora la frontera. Tamaña misión para los
jefes salteños será entonces la defensa de esta zona contra el avance realista. Castro
enviará varias partidas a diversos parajes salteños. En Chicoana, serán batidas por las
huestes de Luis Burela. En Cerrillos, se verán derrotadas por las tropas de Pedro Zabala.
En Guachipas, serán vencidos por Saravia. Estas noticias serán enviadas al gobierno
central por San Martín, en un oficio fechado el 23 de marzo de ese año. En este parte, el
general menciona una esquela anónima “de que paso copia á las superiores manos de V.
E. remitida por unas patriotas de Salta, sobre las noticias que allí corren” 76. Las bravas
mujeres que simpatizaban con las ideas de la revolución llevarán a cabo un trabajo
incesante colaborando con Güemes no sólo en labores de espionaje, sino en muchas tareas
más, dándolo todo por la causa revolucionaria.
Mientras tanto, las tropas realistas que se habían posesionado de la ciudad de Salta,
intentaban por todos los medios proveerse de ganado y forraje para sus monturas. Pero
“los patriotas campesinos de entre los bosques perseguían, destruían y ahuyentaban
cuantas partidas mandaban a recogerlo [y] que ellos solos le están haciendo al enemigo
una guerra de recursos tan temible, que lo han puesto en la necesidad de despachar una
división de más de 300 hombres con el único objeto de proteger la extracción de mulas y
ganado vacuno”77.
A fines de marzo, aliviado el frente por estas pequeñas victorias patriotas, “resolvió
Güemes llevar la ofensiva, penetrando valerosamente al valle de Lerma para atacar la
ciudad de Salta”78. Sus milicias se acercarán a una legua (unos 5km) de la ciudad de Salta,
en un lugar conocido como el Tuscal de Velarde. Al alba del día 28, sus tropas atacarán
a una pequeña guardia realista, y los que escaparán, llevarían la alarma a Salta. Sin esperar
un momento, Güemes mandará bomberos (espías) con una doble tarea: recabar
información sobre el estado de las tropas realistas, y atraerlas a una trampa con un
dispositivo similar al de Suipacha.
Es así que el 29 partirá el coronel Castro con una división montada compuesta por 80
de sus mejores hombres. Al aproximarse al cauce seco del río Ancho, dudará en continuar.
Güemes, que tenía a su gente emboscada en unos pajonales cercanos al cauce, y viéndolo
vacilar, decidirá no esperar más y atacarlo. El resultado, según el parte enviado ese
mismo día a San Martín, fue una victoria para las armas de la revolución, perdiendo los

72
Ib.
73
Ib.
74
Cornejo, A., op.cit., p.110.
75
Ib.
76
AGN, Partes oficiales y documentos relativos a la Guerra de la Independencia Argentina, Tomo II,
Buenos Aires, 1901, p.14.
77
Cornejo, A., op.cit., pp.111, 112.
78
Frías B., op.cit., Tomo III, p.115.

29
realistas más de la mitad de su gente (unos 45 muertos y 5 prisioneros), sin tener que
lamentar pérdidas propias. Castro pudo escapar con el resto de la tropa, dejando en el
lugar “veinte y dos fuciles… ocho sables, y algunas cananas… muchas mulas y
caballos”79. El general San Martín informará al gobierno sobre “la intrepidez y
entusiasmo con que se arroja el paisanaje sobre las partidas enemigas sin temor del fuego
de fusilería que ellas hacen” 80. A partir de ese momento, vencidos los realistas a campo
abierto, quedarán Güemes y sus milicianos dueños de todo, menos de la ciudad, donde se
refugiarán los realistas. Éstos perderían el control incluso de los arrabales de Salta, de los
que entraban y salían impunemente las milicias gauchas. Comenzaba así el sitio a la
ciudad, que se verá atenazada por la conjunción de las fuerzas de Güemes y de Saravia,
que operarán juntas a partir de ese momento.
El 25 de abril de 1814 San Martín le comunica al Director este hecho, y el haber citado
a Güemes para otorgarle “el comando general de todas las avanzadas” 81. Para esa fecha,
San Martín sufre de una seria afección en el pecho, que lo lleva a pedir una licencia, y se
dirigirá a Córdoba para recuperarse, lo que le impedirá pasar a la ofensiva. Mientras tanto,
los realistas atrincherados en Salta, reciben refuerzos al mando de Ramírez, quien llega a
la ciudad al mando de unos mil hombres. Aun así, los realistas no se atreverán a “destacar
ninguna partida fuera de ella en medio de la escasez de víveres que padecen, porque tienen
horror a los montaraces”82.
Es tal el dominio del campo y la periferia de la ciudad por parte de las tropas de
Güemes, impresionará al mismo Pezuela quien reconocerá al Virrey del Perú que los
gauchos “arrebatan de improvisto con el lazo a cualquier individuo nuestro que tiene la
imprudencia de alejarse una cuadra de la plaza o del campamento…”83. Que “el terror
cundiera por el corazón de las tropas del rey fue consecuencia de todo esto; no
atreviéndose ya a salir de los cuarteles sino en grupos numerosos o compañías enteras a
la menor diligencia; quedando de esta suerte encerrados en el recinto céntrico de la
ciudad”84. El hambre empezó a hacerse sentir, aun disponiendo el ejército real de dinero
más que suficiente para conseguir alimentos, no los había en la ciudad.
Mientras tanto, Güemes desarrollaría “nuevas armas y nueva táctica” 85. Sus fuerzas
evitarán en todo momento enfrentar al enemigo de acuerdo a la forma de combatir a las
que éste estaba acostumbrado. Güemes y sus gauchos elegían el dónde, el cuándo y el
cómo se combatía, no cediendo nunca la iniciativa al enemigo. La desmoralización del
ejército realista aumentaba exponencialmente. Ya no se mofaban del vestuario los
paisanos. Ni tampoco de los guardamontes de sus cabalgaduras, los que al “rozarse en la
carrera con fuerza entre los árboles, producía a su vez un ruido a manera de huracán que
se sentía engrandecer y venir rápidamente encima…”86.
Mientras tanto, el 9 de mayo, el “Director Supremo de las Provincias Unidas del Río
de la Plata. Ateniendo a los méritos y servicios del teniente coronel graduado don Martín
Miguel de Güemes, he venido a conferirle el empleo de teniente coronel efectivo del
ejército…”87, respondiendo favorablemente al pedido de San Martín.
El 6 de julio Pezuela había dejado la ciudad de Salta, dirigiéndose a Jujuy, y el 19 se
hace cargo del Ejército Auxiliar el general José Rondeau, en reemplazo de San Martín.

79
AGN, op.cit, Tomo II, p.20.
80
Ib., p.19.
81
Güemes, L., op.cit, Tomo II, p.59.
82
Ib.
83
AGN, op.cit., Tomo II, Taller, p.97.
84
Frías B., op.cit., Tomo III, p.120.
85
Frías B., op.cit., Tomo III, p.122.
86
Ib., p.124.
87
Güemes, L., op.cit., Tomo II, p.63.

30
El 1º de agosto, saldrá de Tucumán en dirección al campamento principal de la avanzada
en Concha. Unos días después, mientras Rondeau nombraba un comandante militar y
político en Salta, Güemes y sus tropas seguían a Pezuela en su movimiento retrógrado
hacia el norte, hostilizándolo incesantemente.
Mientras tanto, Rondeau establece su cuartel general en Concha, e informa al gobierno
el 21 de agosto que “el Ejército de Pezuela se va disolviendo a toda prisa, y sería un dolor,
que se le diese tiempo para que vuelva a engrosarlo, cuando en el día todo parece que
conspira a su completa destrucción” 88 y deseando que los refuerzos que se le enviaron
“pudieran volar”, para alcanzarlos y terminar de destruir al ejército realista. La respuesta,
será trascendental para el futuro no sólo de Salta, y de la revolución. Se ordena “el
cumplimiento de la orden de 26 de agosto último para que el ejército de no pase de
Salta”89.
La primera impresión que genera Güemes a Rondeau es altamente positiva, elogiando
el “bien combinado plan de hostilidades que ha sostenido constantemente y con
honor…”90, proponiéndolo “para el grado de coronel del ejército, para que al paso que
sean recompensados sus servicios, tenga este nuevo estímulo que lo obligue a emprender
otros mayores en la próxima campaña que se prepara en el Perú” 91. El 1º de octubre el
gobierno lo ascenderá a coronel graduado (no efectivo) del Ejército.
Rondeau, receloso del creciente poder de Güemes y de otros jefes militares, movilizará
a Salta a los escuadrones de granaderos a caballo y dragones del Perú, con la excusa de
“tanto para proteger al comandante Güemes y sus partidas avanzadas […] cuanto para
asegurar el orden y la tranquilidad de Salta, que se hallaba algún tanto perturbada por
falta de tropas regladas que impusiesen respeto al paisanaje” 92.
Un incidente entre Martín Rodríguez, jefe del Regimiento de Dragones y Güemes le
posibilitará al gobierno librarse del salteño, ordenándole de forma reservada a Rondeau
“debilitar la fuerza de gauchos que ha obrado hasta ahora con las fuerzas de línea” 93. A
principios de febrero de 1815, Rondeau ordenará retirar a las milicias gauchas de la
Vanguardia y del Ejército, dándoles la baja, así como también a Güemes. En su lugar,
destinará tropas regulares y como jefe de la Vanguardia a Martín Rodríguez. Desprendido
de las milicias salteñas, la campaña que iniciará Rondeau a principios de 1815 será
indiscutiblemente “la más errática de las tres que realizaron los patriotas en los primeros
cinco años de guerra”94.
Poco tiempo después, sabiendo que en Puesto del Marqués (actual Jujuy), se
encontraba una partida enemiga de unos 280 cazadores montados al mando del coronel
Vigil, Rondeau enviará a Fernández de la Cruz al mando de una fuerza de caballería de
unos 500 hombres, compuesta por Granaderos a Caballo, Dragones de la Patria,
Cazadores y milicias al mando de Güemes.
El 14 de abril los patriotas los sorprenderán, arrollándolos, produciéndoles unas bajas
que ascendieron 4 oficiales y 105 soldados muertos, y 5 oficiales y 117 soldados entre
heridos y prisioneros. Sólo escaparían Vigil, un capitán y 12 soldados. Los patriotas sólo
lamentarían dos gauchos heridos95.
Algunos historiadores le dan el crédito de la victoria a Güemes, refiriendo que fue él
quien comandó las tropas atacantes. Así lo sostienen Lugones en sus memorias (que
88
Ib., p.170.
89
Ib.
90
Ib, p.295.
91
Ib, p.64.
92
Ib, p.195
93
Ib, p.297
94
Camogli, P., op.cit. p.260.
95
AGN, op.cit, Tomo II, p.128.

31
estuvo presente en el combate) y Cornejo 96. Frías refiere que la victoria fue de las milicias
salteñas, únicamente. Un contemporáneo de Güemes, Joseph Redhead (fue su médico y
también el de Manuel Belgrano) sostenía que la victoria fue mérito exclusivo del salteño
cuando escribe que una vez llegada la vanguardia a seis leguas de Puesto del Marqués
“el coronel Güemes se adelantó con sólo los gauchos, y transnochando, logró sorprender
a Vigil, y destruir su división…” 97.
Al día siguiente de la victoria de Puesto del Marqués, Rondeau tomará la decisión de
poner las Milicias Provinciales de Salta al mando de Martín Rodríguez. Con esto se daba
“un paso más en el mencionado propósito de anular el poder de las milicias salteñas y de
su jefe y paladín”98. Güemes se retirará a Salta seguido de sus gauchos, mientras Rondeau
con su ejército se dirigiría al encuentro del enemigo, en dirección a los campos de Sipe-
Sipe. De esta manera, perdería el Ejército Auxiliar los ojos y oídos de su ejército.
Güemes en su retorno a Salta, pasará por Jujuy, la que había sido “asiento por tanto
tiempo del ejército [que se había convertido] en el depósito central del ejército 99. Todavía
quedaban restos del parque (pertrechos) del Ejército, cuyo componente principal eran
unos 700 fusiles. Güemes decide llevárselos. Junto a unas 200 tercerolas (arma de fuego
usada por la caballería, que es un tercio más corta que la carabina) 100 que traían sus
milicias y 300 fusiles recuperados de soldados enfermos o en comisión, que se plegaron
a sus fuerzas, el salteño pasaría a contar ahora con casi 1500 armas de fuego para sus
tropas101.
Redhead relata que Güemes “encontró en Jujuy muchos fusiles descompuestos y
abandonados. Nadie se acordaba de ellos, y sus cajas iban sirviendo de leña […] Llevó a
Salta como 600 de los menos nulos, con el objeto, según se decía, de formar un cuerpo
de reserva para auxiliar al ejército con prontitud en caso de un contraste…” 102.
Según Bidondo, Güemes se apodera de “600 fusiles y 300 tercerolas, que constituyen
la reserva del ejército en el parque organizado por Jujuy y Rondeau” 103.Relata también
que Güemes, además de las armas, incorpora, también de manera arbitraria e inconsulta,
a 300 enfermos y oficiales del Ejército Auxiliar, presentes en Jujuy. Independientemente
de que fue lo que ocurrió realmente, estas acciones permitieron a los detractores de
Güemes calificarlo con los más duros términos y dificultar su defensa por parte de quienes
lo apoyaban.
Cuando llega a la ciudad de Salta, Güemes encuentra que la provincia se encuentra
acéfala, estando su gobierno a cargo del Cabildo. Era un tiempo de inestabilidad política:
el gobierno central a cargo de Alvear había caído, así como también la Asamblea del Año
XIII. Ante esta situación, el Cabildo decide elegir gobernador para la provincia,
reuniéndose a tal efecto el 6 de mayo, resultando elegido Martín Güemes, quien tomó
posesión inmediatamente. El 8 de mayo, anoticia al Cabildo de Jujuy de la elección. Su
elección como gobernador “constituyó el mayor desafío a la autoridad del Director
Supremo y del General Rondeau [y] una manifestación de la importancia de las milicias
locales…”104.

96
Cornejo, A., op.cit, p.131.
97
Güemes, L., op. cit., Tomo II, p.310.
98
Güemes, L., op. cit., Tomo II, p. 307.
99
Frías op. cit., Tomo III, p. 289.
100
https://dle.rae.es/tercerola
101
Cornejo, A., op. cit., p. 146.
102
Güemes, L., op.cit., Tomo II, p.311.
103
Bidondo E., Contribución al estudio de la guerra de la independencia en la frontera norte, Tomo 1,
Círculo Militar, Bs.As., 1968, p.202
104
Mata de López, S., Guerra, militarización y poder. Ejército y milicias en Salta y Jujuy. 1810-1816,
Anuario IEHS 24, Buenos Aires, 2009, p.292.

32
El 9 de mayo, llegaría la noticia de la elección de Rondeau como Director Supremo
Provisorio de las Provincias Unidas, y de suplente a Ignacio Álvarez Thomas, quien
debería ejercer el cargo mientras Rondeau permaneciera al frente del Ejército Auxiliar.
Mientras tanto, se producirá un hecho de gran trascendencia en la vida de Güemes: el 10
de julio contrae enlace con Carmen Puch, una hermosa joven salteña. El 14 de ese mes
informa al poder central el haber sido electo por el Cabildo de Salta como gobernador, a
lo que responde el gobierno felicitándolo efusivamente por el resultado de la elección105.
Enterado Rondeau de lo sucedió con el armamento en Jujuy, le envía un oficio fechado
el 9 de mayo, en donde le recrimina que “sin tener orden mía, ha llevado para Salta […]
seiscientos fusiles de la dotación del ejército”106. Y aunque le dice entender el motivo,
que no sería otro que el “sostener el orden interior y la tranquilidad pública” 107, le advierte
que los devuelva prontamente porque su ejército los necesitaba. A este oficio Güemes
responderá que los había tomado para arreglarlos, puesto que los necesitaba para sus
tropas.
Ante este panorama, Rondeau escribirá directamente al Director Álvarez Thomas,
quien le enviará a Güemes un oficio exigiéndole la entrega de los fusiles al comandante
del Ejército Auxiliar, con la orden, “de disponer a disposición el Ejército Auxiliar todo lo
que hubiere en Salta sobre tropas y armamento”108. Además le informa sobre el envío de
un contingente de unos 2000 hombres para reforzar a Rondeau. Este último punto
preocupará en gran medida a Güemes, quien creerá que la misión de este refuerzo no será
otra que someterlo.
El 11 de septiembre el gobernador salteño le responderá, en un extenso oficio, en
cuanto a los fusiles, que el armamento “ha sido adquirido por los militares de la provincia,
de que han despojado a los enemigos, en las muchas guerrillas, y en la acción del Puesto
Grande. Son quinientos fusiles, que valen un caracol, para aumentar la fuerza del Ejército
del Perú; pero aquí equivalen a doce mil…” 109. Sobre los refuerzos, dirá que “no hay
necesidad del auxilio de los dos mil hombres para reforzar al Ejército Auxiliar del Perú.
Aquí, en esta provincia, tiene vuestra excelencia cuatro, a cinco mil campeones […]
acostumbrados a vencer”110.
Güemes se encontraba, para ese entonces, intranquilo. No sólo lo atenazaban la
inquietud que le producía un probable triunfo realista frente a Rondeau, sino también la
desconfianza que le generaba el envío estas tropas. Temía ser desarmado por ellas (lo que
terminaría en definitiva con su gobierno, y dejaría sin guía al esfuerzo bélico de Salta).
La respuesta, es tajante. “A vuestra señoría no toca sino obedecer” 111. No importarán
las objeciones que intente interponer Güemes, ese contingente será finalmente enviado,
al mando del coronel mayor Domingo French. Partirán a fines de agosto, llegando a
Tucumán el 16 de octubre. A Güemes se le ordenará además, entregar los fusiles a French,
y a éste tomarlos y dirigirse hacia el norte a reforzar a Rondeau.
A partir de esa fecha, French mostrará una inactividad casi criminal, quizás motivada
en parte por el temor a ser atacado por las tropas de Güemes, si se aventuraba hacia Jujuy.
Permanecerá en Tucumán 54 días, luego de los cuales, convencido de que no sería
atacado, movilizará a sus tropas para reforzar a las de Rondeau. Por desgracia, al partir,
el 8 de diciembre, ya hacía 9 días que el Ejército Auxiliar había sido vencido en Viluma

105
Ib., p.340.
106
Güemes, L., op.cit., Tomo III, p.11.
107
Ib.
108
Colmenares, L., op.cit., p.74.
109
Güemes, L., op.cit, Tomo III, p.29.
110
Ib., p.25.
111
Ib. p.30.

33
(o Sipe-Sipe) por las fuerzas realistas al mando de Pezuela. Con esta derrota,(considerada
luego de Huaqui como el mayor desastre de los ejércitos revolucionarios), el 29 de
noviembre de 1815 las Provincias Unidas perdían definitivamente el control del Alto
Perú.
Antes de producirse este trágico contraste para las armas de la revolución Güemes,
consciente de que era cuestión de tiempo que el Ejército Auxiliar fuera derrotado, tomó
cartas en el asunto. Varios factores lo llevarían a plantearse la necesidad de contar con
fuerzas de línea, altamente motivadas, que pudieran contribuir de una manera eficaz a la
guerra. La idea de tropas de línea provinciales venía madurando en Güemes desde hacía
un tiempo. A partir de este convencimiento y contando con un armamento acorde a sus
necesidades (los dichosos fusiles, que nunca entregaría), Güemes decide finalmente
organizar un regimiento que pasará a la posteridad como “Los infernales de Güemes”.
Bibliografía y webgrafía

Protli, J. M., Compilador, Autores varios, Los infernales de Güemes y la guerra por la independencia,
Mundo Gráfico Salta Editorial, Salta, 2016.
Bidondo, E, A. Contribución al estudio de la guerra de la independencia en la frontera norte Tomo 1,
Círc. Militar-Biblioteca del oficial, 1968.
Cornejo, A., Historia de Güemes, Talleres de Artes Gráficas, S. A., Salta, 1971.
Cornejo, L., Beverina, G., Los gauchos de Güemes, análisis histórico de sus regimientos, armas, monturas
y caballos, Mundo Gráfico Salta Ed., Salta, 2014.
Frías, B., Historia Del General Don Martín Güemes Y De La Provincia De Salta, O Sea, De La Revolución
De 1810. Buenos Aires: Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, Buenos Aires, 1907.
Güemes, Luis, Güemes Documentado, Tomos I al XII, Editorial Plus Ultra, 1982.
Mata, S. E., Los gauchos de Güemes, Guerras de Independencia y conflicto social, Ed. Sudamericana S.
A., Buenos Aires, 2008
Sicilia Cardona, E., Napoleón y Revolución: las Guerras Revolucionarias, Ediciones Nowtilus, Madrid,
2016.
Solá, G., El Gran Bastión de la Patria, Ed. Maktub, Salta, 2005.

Webgrafía
http://www.portaldesalta.gov.ar/institutoguemesiano/bol32.htm
http://www.portaldesalta.gov.ar/libros/bol2014.pdf

34
GABRIEL GÜEMES MONTERO
Tesorero de la Real Hacienda del
Tucumán 112

Bárbara Marisa Aramendi113

Iglesia de San Cristóbal (Abionzo)

Gabriel Güemes Montero, oriundo de Abionzo, valle de Villacarriedo, obispado de


Santander fue enviado por la corona para servir como tesorero en las cajas principales de
la Real Hacienda de la Gobernación del Tucumán en 1778. En Jujuy contrajo matrimonio
con Magdalena de Goyechea, que pertenecía a una de las familias más importantes de la
elite jujeña. Fruto de esa unión nacieron nueve hijos, uno de los cuales fue Martín Miguel
de Güemes.
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX inició la construcción histórica de la
figura heroica de Martín Miguel de Güemes 114, proceso del cual no estuvo exenta su
familia, incluido Gabriel. Bernardo Frías, en su Historia de Güemes, presentó al personaje
épico estableciendo una relación causal entre su origen social y las cualidades que lo
adornaban: “Era hijo de casa noble, de pura raza española y su familia era contada entre

112
Este trabajo es gran parte una síntesis del artículo de mi autoría “Gabriel Güemes Montero: funcionario
ilustrado y vecino respetable”, Revista Andes 19, CEPIHA, Salta, 2008, pp. 159-181
113
Dra. en Historia. Pertenece al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas- Centro
Científico Tecnológico CONICET- Salta/Jujuy. Universidad de Salta.
114
Villagrán, A., “El general gaucho”. Historia y representaciones sociales en el proceso de construcción
del héroe Güemes”, en Leguizamón, Sonia (Comp.) Política y salteñidad. Saberes, políticas y
representaciones sociales, CEPIHA, 2010, pp. 23-50.

35
las más distinguidas de Salta” 115. Atilio Cornejo por su parte señaló que la sociedad
salteña tuvo en Güemes Montero a uno de sus elementos más caracterizados, persona
culta, activa y correcta116.
Nuestra intención aquí es otra, definir la trayectoria de Gabriel Güemes en su calidad
de oficial real peninsular. Abordar la figura de Gabriel Güemes desde un punto de vista
que se interesa sobre todo en el manejo y organización administrativa del imperio,
específicamente en la Real Hacienda, aporta al estudio y comprensión del funcionamiento
de ese impero y de las particularidades americanas. Se trata de analizar a un oficial de la
corona que, como muchos otros, forman parte de la administración americana gracias a
ciertas circunstancias sociales y familiares.

Un linaje al servicio de la Corona

Gabriel Güemes Montero pertenecía a un linaje cántabro cuyos miembros llegaron a


ocupar diversos e importantes puestos en la administración española.
La actuación profesional de la red de parentesco de Güemes debe ser analizada dentro del
marco de la notable participación de las elites vascas y navarras en la gestión de la
monarquía española durante el siglo XVIII. Con la llegada de los Borbones se produjo en
España una importante elevación de nuevas elites gobernantes; Felipe V desplazó a la
aristocracia castellana y, como luego Carlos III, se rodeó especialmente de extranjeros,
de hombres de la periferia, sobre todo de hidalgos norteños. Estos sujetos, de la nobleza
baja o hidalguía, que tenían una gran lealtad al rey por pertenecer a un origen social
distinto desplegaron sus tentáculos en la misma baja nobleza y en partes del estado llano.
Numerosas familias del norte de España se elevaron de simples casas vecinales hacia
posiciones notables y en este punto las redes de parentesco fueron fundamentales ya que
los que se encontraban en puestos importantes promocionaron a sus parientes operando
con la lógica de la solidaridad. En el caso de los Güemes, a principios del siglo XVIII,
Antonio Gutiérrez de la Huerta y Güemes, tomó parte en la guerra de sucesión española
apoyando al victorioso Duque de Anjou y luego desempeñó importantes cargos dentro de
la administración de la Hacienda.
El linaje al que pertenecía Gabriel proporcionó muchos servidores a la corona, sin ir
más lejos, sus hermanos se desempeñaron en cargos como: contralor del hospital de la
ciudad de Alicante, tesorero del Monte Pío del Ministerio, oficial de la tesorería en la villa
de Madrid. En la región de Tucumán debemos destacar la preeminencia de los Fernández
Campero, tanto del primer marqués del Valle de Tojo como del gobernador del Tucumán,
que también estaban emparentados con los Güemes.

Carrera

Gabriel Güemes Montero, llegó a la Gobernación de Tucumán en 1778 con la designación


de Tesorero Oficial Real de las Cajas principales de Jujuy, por intervención del Conde de
Floridablanca, previa práctica ad honorem en la tesorería de Madrid. Esta situación no
fue excepcional, muchos servidores del rey comenzaban su carrera como “entretenidos”,
practicando sin sueldo alguno. La formación profesional se instrumentaba a través de la
práctica, los oficios se aprendían con la experiencia adquirida pasando por puestos de
responsabilidad inferior. La mayoría de las veces, los traslados de oficiales reales hacia
otras zonas geográficas tenían que ver con un ascenso que por lo general los alejaba de

115
Frías, B., Historia del General Martín Miguel de Güemes y de la provincia de Salta de 1810 a 1832.
Tomo I, Desalma, Buenos Aires, 1972 [1902], p. 504.
116
Cornejo, A., Historia de Güemes, Artes Gráficas, Salta, 1971.

36
sus familias, hogares y amigos. Los ascensos podían estar impulsados por el favor de
algún allegado, pero la eficiencia en el trabajo tenía su cuota de peso.
Un colega, José Gutiérrez de Arze, administrador de las rentas provinciales de Burgos,
le prestó el dinero necesario para emprender el viaje a América. Ese mismo año y ya
afincado en la ciudad de Jujuy, fue nombrado por su amigo don Manuel de Basavilbaso,
administrador de correos en la ciudad de Jujuy. En sus intercambios epistolares Güemes
se dirigía a Basavilbaso en términos de “amigo y dueño mío”, este tipo de fórmula refleja
una mezcla entre la amistad y la deferencia la cual marca el reconocimiento de la
superioridad y caracteriza a la correspondencia clientelar.
En 1784 Gabriel Güemes y su familia se asentaron en la ciudad de Salta a partir de la
implementación del Sistema de Intendencias y la consecuente creación de la Intendencia
de Salta del Tucumán cuya capital fue Salta.

Fiadores

Antes de asumir su cargo, un oficial real debía garantizar el buen desempeño de su trabajo
presentando para ello afianzadores, garantes de su futuro accionar. La fianza es la
obligación que toma una persona para seguridad de que otro pagará lo que debe, o
cumplirá las condiciones de algún contrato. Los afianzadores se obligaban con una suma
de dinero para garantizar el buen desempeño del servidor del rey. Mientras más alto era
el puesto, mayor era la cantidad de la fianza que se solicitaba, de manera que los oficiales
de alta categoría debían conseguir varios fiadores que contribuyeran con su dinero.
El flamante tesorero se vio inmediatamente vinculado a un grupo de prominentes
personajes con gran ascendencia en la sociedad del Tucumán, muchos de ellos
comerciantes vinculados al muy redituable comercio mular. De entre ellos podemos
mencionar a Antonio de Fígueroa, Féliz Apolinar Arias Rengel, Juan Adrián Fernández
Cornejo. La mayoría de los fiadores de Güemes ocuparon cargos en el cabildo, cargos
militares y de gobierno.
En el Imperio español, los negocios se organizaban a través de vínculos primarios
basados en relaciones de confianza e interés común que exigían la asociación de
comerciantes, transportistas y oficiales de la Real Hacienda, era importante contar con
personas que detentaran cargos públicos dentro de una red, tanto en relación al honor que
representaban como la confianza y el acceso al crédito que conferían. La fianza podía
considerarse en términos de inversión, entrañaba un tipo de favor y obtenía favores solo
aquel que podía devolverlos.

Matrimonio

A los cuatro meses de su llegada a Jujuy Güemes contrajo matrimonio con María
Magdalena Goyechea quien era miembro de una de las familias más importantes de Jujuy.
Magdalena descendía por rama materna de los linajes fundadores de la ciudad.
Los Goyechea eran oriundos de Villa de la Bera en los reinos de Navarra. El bisabuelo
de Magdalena, Martín, el primero de la familia en Jujuy, era reconocido por sus servicios
a la ciudad y había ocupado una serie de cargos políticos y militares. Al llegar contrajo
matrimonio con Ana María Vieyra de la Mota, emparentada con la familia Ortiz de
Zárate, el linaje más rico y prestigioso de la ciudad, asentado en Jujuy desde su fundación.
El abuelo de Magdalena fue encomendero, casado con una Argañaraz y Pineda entroncó
con el linaje fundador de Jujuy. El padre de Magdalena, el Maestre de Campo don Martín
Miguel Goyechea, llegó a desempeñarse como teniente gobernador de Jujuy. La familia
Goyechea podía remontar su presencia en la sociedad local al siglo XVII, a falta de

37
tempranas glorias militares podían probar su entronque con las más antiguas familias de
conquistadores y encomenderos. En una ciudad pequeña como Jujuy lograron dominar la
vida pública local. En el Tucumán, “[…] llegaron algunos a convertirse, por si mismos o
en grupos familiares, en los amos de la vida ciudadana. Tal ocurría, por ejemplo, en Jujuy,
con la familia de los Goyechea, a quienes se les llegó a llamar los infinitos, porque
siempre había uno de ellos en el asunto de que se tratase, además de ser quienes
detentaban el poder en la ciudad.”117
Tenían los Goyechea un prestigio y poder incontrastados en la sociedad local, entre sus
estrategias para fortalecer la capacidad de control de la política local incorporaron
oficiales reales en puestos clave a su red parental. Los inmigrantes peninsulares tenían
derecho de preferencia en el mercado del matrimonio en todos los niveles de la sociedad
hispánica en el Nuevo Mundo.
En el siglo XVIII se produjo una revalorización de lo peninsular y del oficio de servidor
real por la consideración en que los tuvo la corona en relación a las nuevas políticas de
organización administrativa. Ser oficial real entrañaba un honor muy importante e
implicaba que podía contar con interesantes influencias políticas además de tener un
cargo permanente; en general constituían uno de los pocos grupos económicamente
seguros en la colonia, con un sueldo fijo y con la certeza de que solo una gran
irresponsabilidad acarrearía sus despidos. Tesoreros y contadores contrajeron así
matrimonio con mujeres de las elites locales ricas herederas de conquistadores o casaron
a sus hijas con encomenderos. Por otra parte, ser peninsular significaba no llevar sobre la
cabeza el estigma de la posibilidad del mestizaje con indígenas o negros, el matrimonio
en los círculos de la elite era también una institución para controlar la limpieza de sangre
y la limpieza social propiciando la unión entre iguales. Por su parte los oficiales elegidos
desde Madrid por la ausencia de vínculos conocidos en la región a la que estaban
destinados, tenían la necesidad de construir un nuevo entorno familiar y social y el
matrimonio constituía la mejor de las herramientas para ello.
Güemes estaba en condiciones de demostrar su hidalguía y la de sus antepasados. Así
fue que entró a su matrimonio con Magdalena con solo "la precisa decencia de su
persona”, aunque no contara con ningún capital económico su capital social y cultural fue
suficiente para establecer un matrimonio ventajoso.

Un oficial como tantos

Gabriel Güemes Montero pertenecía a un linaje que, como muchos otros en el norte de
España, se manejaba con una política consciente de colocación de sus miembros en el
servicio real. Con seguridad el grupo parental de Gabriel contó, en distintos momentos,
con miembros influyentes en la corte y formaron parte de poderosas redes de influencia
centradas en políticos de alto vuelo como don Pedro Cevallos.
En este contexto fue que el tesorero llegó a ocupar un oficio en el Tucumán, aunque
este no era precisamente un destino muy apetecible. Gabriel Güemes llegó donde pudo,
acudiendo a los mecanismos de adaptación básicos de los montañeses: las relaciones
laborales, la asociación por zonas de procedencia y la familia, contando a su favor con la
condición de hidalguía, una relativa ilustración y una red de paisanaje que le brindaba
protección y ayuda. Estableció un matrimonio ventajoso, dentro del espacio periférico al
que había arribado que le permitió insertarse en la elite de la sociedad a la cual llegaba
como un extraño.

117
Acevedo, E., La Intendencia de Salta del Tucumán, UNCUYo, Mendoza, 1965, p. 48.

38
Nunca ascendió de su empleo de tesorero ni fue destinado a una plaza más rica. La
regla general para un oficial de la Hacienda con un cargo como el de contador o tesorero
era pasar toda su vida en el mismo puesto, la inmovilidad geográfica regía los destinos de
quienes elegían el camino del servicio en la Hacienda salvo contadas excepciones, como
justamente, la de su compadre y colega, el contador Joseph González de Prada, que llegó
a ser gobernador intendente de Cochabamba de la provincia de Tarma.

El testamento

La sociedad colonial era una sociedad profundamente religiosa, la religión formaba parte
de la vida diaria. La gente vivía en la religión, estaba presente en todas las etapas de la
vida, permeaba los ciclos vitales de las personas, también el de la muerte, rito donde la
religión tenía una importancia significativa. La gente se preparaba para morir bien, “el
buen morir”. El testamento en el siglo XVIII constituía un instrumento jurídico y
religioso, garantizaba el cumplimiento de los ritos de salvación, conformando la “buena
muerte” a través del encargo de misas, el legado de bienes a instituciones eclesiásticas y
las disposiciones sobre el tratamiento del cuerpo. La gran mayoría de los protagonistas
de los testamentos y poderes para testar pertenecían a grupos sociales acomodados y sólo
en casos excepcionales lo realizaban personas de pocos recursos. La religiosidad de la
sociedad colonial se manifestaba también por la pertenencia a las terceras órdenes, al
mismo tiempo esas pertenencias eran indicadoras de prestigio, las familias cuyo ascenso
social se produjo en el siglo XVIII adhirieron con frecuencia a la Tercera Orden
franciscana (orden seglar que incluye a hombres y mujeres, no viven en comunidad,
profesan ciertos votos y compromisos).
Gabriel Güemes no fue la excepción a estas prácticas religiosas y dictó su testamento
regido por el espíritu que mencionamos. Rogó ser enterrado con cordón y escapulario de
la Orden Tercera de San Francisco, a la cual adherían más frecuentemente las familias
cuyo ascenso social se había producido en el siglo XVIII y pidió ser vestido con el
uniforme de su empleo 118. Falleció en 1807.●

Firma de Güemes (Archivo Histórico de Salta).

118
Con la implementación del sistema de intendencias se señaló un uniforme propio y privativo de los
ministros de Indias compuesto de casaca y calzón encarnado, chupa, vuelta azul, con alamares de plata.
Archivo y Biblioteca Históricos de la Provincia de Salta, Fondos de Gobierno, Caja 12, año 1789, Madrid,
12 de julio de 1789.

39
EL CORONEL FEDERICO A.
GENTILUOMO
HISTORIADOR GÜEMESIANO 120
119

Por Carlos María Romero Sosa

El 17 de junio del año 2021, se cumplió el bicentenario de la muerte de Martín Miguel


de Güemes, único general argentino fallecido en combate durante la Guerra de la
Independencia. Es bien conocida la circunstancia del enfrentamiento del Héroe Gaucho
con una patrulla del coronel español José María Valdés, alias Barbarucho, que como
vanguardia del general realista Pedro Antonio Olañeta había ocupado la ciudad de Salta.
Güemes, al enfrentar a un grupo de los invasores resultó herido de muerte. Menos se ha
difundido salvo en algún artículo de Felipe Pigna cómo fue titulada la noticia de su final
por la Gaceta de Buenos Aires, el 19 de julio de 1821: “Murió el abominable Güemes,
tenemos un cacique menos.” Ciertamente fue “odiado, perseguido y calumniado” y así
lo reconoció en su momento Facundo de Zuviría, presidente del Congreso General
Constituyente de 1853 que sancionó la Constitución Nacional y en la juventud un
acérrimo adversario de Güemes.
El jurista e historiador salteño Abel Cornejo ha señalado en “Martín Miguel de
Güemes. Un proyecto geopolítico inconcluso”, conferencia pronunciada el 4 de mayo de
2016 con motivo de incorporarse como miembro correspondiente en Salta de la Academia
Nacional de Ciencias Morales y Políticas: “Le tocaba al gobernador Güemes asumir la
defensa nacional por el norte, administrar su provincia y contentar los espíritus agitados
que no entendían su epopeya ni su estrategia, pues preferían negociar o someterse que
mantener la vocación soberana y la construcción de una identidad nacional, de la cual sin
duda el caudillo salteño fue el primer eslabón de una larga cadena de entrega y sacrificios.
Estos frentes no eran fáciles. Máxime, cuando deben conciliarse los asuntos de la guerra
con los negocios de Estado. Más aún cuando su gobierno no tenía circulante, lo cual
significó la creación del Fuero Gaucho que, como su remoto antecedente de Vizcaya,
consistió en dar en pago a sus gauchos y soldados, pequeñas parcelas para que pudieran
establecer sus familias y trabajar la tierra, ante la imposibilidad de liquidarles su salario.”
Sin duda será esta medida así como las contribuciones forzosas, las que lo malquistaron
con los sectores de poder económico locales. No en vano el rechazo de los ilustrados de
la Patria Nueva con su “aristocracia republicana” en términos de Atilio Cornejo en su
“Historia de Güemes”121. Posteriormente Mitre, sin desconocer su gesta, le achacó
“esgrimir sus armas ya contra el enemigo común, ya contra la sociedad”, en concordancia
con el juicio del General José María Paz vertido en sus Memorias, que en las referencias
a Güemes documentó en La Prensa el 16 de junio de 2021 el historiador Roberto
Elissalde. Allí el vencedor de Oncativo expresó no sin reconocer su patriotismo que

119
La presente es una versión ampliada y con el agregado de notas aclaratorias del artículo publicado por
CMRS en la Revista Con Nuestra América de San José de Costa Rica, el sábado el 12 de junio de 2021,
bajo el título: “La gesta de Güemes en la visión de un militar humanista”.
120
Abogado y Escribano (UBA) con doctorado en ciencias criminológicas en la UBA, estudios superiores
de literatura española en la Universidad Complutense de Madrid (1979-1980) Escritor, historiador,
periodista y docente universitario. Autor de numerosos libros.
121
Segunda Edición, Salta, 1971.

40
“empleó el bien conocido arbitrio de otros caudillos de indisponer a la plebe con la clase
más elevada de la sociedad.” 122
El Fuero Gaucho, como extensión del Fuero Militar a los escuadrones de gauchos -así
denominó San Martín a los paisanos cuando se hizo cargo de la jefatura del Ejército
Auxiliar del Perú en 1814123 , es un reglamento que advirtió el arquitecto Francisco M.
Güemes en su trabajo sobre el tema publicado en el número 5 correspondiente a 1981 del
Boletín del Instituto Güemesiano de Salta, “no hizo otra cosa que actualizar los privilegios
de que, según disposiciones anteriores, ya venían gozando las milicias a través a través
de toda la época colonial en los diferentes dominios de España en América”. Poco
importa entonces que aquel bando haya obedecido a una pragmática salida ante un real
problema de finanzas públicas. Y menos que resultara más un traslado a Salta de añejas
instituciones peninsulares creadas durante la Reconquista Española, que propiamente
intentara una suerte de reforma agraria como la promovida en 1815 por el Protector de
los Pueblos Libres General José Gervasio de Artigas en el “Reglamento Provisorio de la
Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”,
dejando allí asentado en su artículo 6to. que “los más infelices serán los más
privilegiados”.
Lo cierto y evidente es que el salteño tocó intereses concretos y habría que estudiar el
tema con el detenimiento que Engels se tomó para analizar la guerra de los campesinos
alemanes del siglo XVI. 124
Quizá la vigencia política en el orden local y nacional de varios de sus descendientes
hizo imposible silenciar al Caudillo, aunque escindiendo su notable perfil de patriota de
cualquier otro elemento más molesto para la propietaria “gente decente”. Así por ejemplo
Bernardo Frías cuya tesis doctoral en derecho presentada en la UBA en 1892 trata sobre
obligaciones y responsabilidades del inquilino, en su “Historia de Güemes y de Salta”,
que consta de seis tomos comenzados a publicar en 1902, obra más allá de sus méritos
imbuida de positivismo y darwinismo social en sus referencias racistas, elevó su gesta a
niveles homéricos; a la epopeya de un centauro por sobre la de todo un pueblo en armas
proponiéndola “superior a aquellas realizadas por Pelayo en España y por Juana de Arco
en Francia”. Empero era ese mítico Güemes el digerible y a homenajear en su tierra, ya
que en la ciudad de Buenos Aires su monumento dispuesto por ley nacional 5689 de 1907,
se demoró setenta y cuatro años en inaugurarse, hasta 1981125. Tanto es así que el lunes
21 de mayo de 1921, La Prensa informaba que para cambiar ideas sobre los actos

123
Confr.: “Güemes Documentado”, Tomo 7 pp. 437 y ss.
124
Al respecto no podría decirse con Engels en el Prefacio a la segunda edición de La Guerra Campesina
en Alemania que en Salta la burguesía engendrara proletariado, debido a que no había tal burguesía
industriosa sino parásita oligarquía terrateniente a la que de algún modo opuso Güemes a sus gauchos que
demasiado “honrados” como él los catalogara al realista Olañeta, léase sumisos, carecían de conciencia de
clase.-
125
Debo mencionar aquí el dato documentado y objetivo que entre los historiadores güemesianos, fue
Carlos Gregorio Romero Sosa uno de los que más bregó desde los años cuarenta del siglo XX, en artículos
y conferencias como la pronunciada en junio de 1977 en la tribuna del Instituto Popular de Conferencias
de La Prensa sobre el americanismo de San Martín y Güemes, para que efectivamente fuera erigido ese
monumento a cuya inauguración concurrió en carácter de representante de la Academia del Instituto
Güemesiano de Salta, ocupando un sitio en el Palco Oficial A, junto a las autoridades nacionales del
momento, es decir de la última dictadura. Asimismo la Comisión Pro Monumento al General Don Martín
Miguel de Güemes, le otorgó un diploma fechado el 22 de marzo de 1981 “en reconocimiento a su generosa
colaboración a la construcción del monumento al Héroe Gaucho en la capital argentina”. Ese diploma fue
suscripto por el escribano Federico G. Camauer, Director de la Casa de Salta en Buenos Aires y delegado
del Gobernador, en su carácter de presidente alterno de la Comisión y por el Brigadier General ® Conrado
Armanini, vicepresidente de la misma.-

41
recordatorios en su centenario, el entonces Intendente Municipal de la ciudad de Salta,
Bernardo Moya126, se reunió con Bernardo Frías, Andrés A. Isasmendi, Arturo S. Torino,
Carlos Serrey y David Saravia Castro. Por supuesto faltaba algún nieto o bisnieto de sus
gauchos “honrados y valientes” en la caracterización del orgulloso jefe de ellos a Olañeta.
Sin embargo Güemes también fue asumido sin beneficio de inventario por otros
historiadores más modernos. Uno de ellos fue el coronel Federico Aquiles Gentiluomo
en su libro127, de ciento cincuenta páginas de 1954: “Güemes el guerrillero genial”128.
El nombrado oficial del Ejército Argentino que había cursado la Escuela Superior de
Guerra y más tarde estudió varios años Derecho en la Universidad de Buenos Aires, se
dio a analizar allí la estrategia y la táctica de la guerra de guerrillas en que se empeñó el
prócer; guerra de recursos e irregular por no amoldarse a los principios básicos de la
conducción regular.
Concretó de ese modo lo avizorado en junio de 1921 por el gobernador de Salta Joaquín
Castellanos en su discurso del Teatro Güemes, durante la velada cívica que el gobierno
provincial organizó para recordar el primer centenario de su paso a la inmortalidad:
“Como militar Güemes merece ser estudiado, y lo será seguramente por los técnicos de
su arte, como un estratega original”. Su enfoque exalta el material humano de la Guerra
Gaucha, así calificada por Leopoldo Lugones; y en la visión de Gentiluomo el gauchaje
no era la plebe soliviantada por su jefe según el general Paz, ni el “saqueador de las
tiendas y casas” que cuenta Frías, sino el hombre “propenso a todas las manifestaciones
del espíritu: la mujer, el amor al terruño y por ende a la patria, a la libertad (que es la
esencia de la vida), al honor, a la admiración a los hombres que se imponen por su fuerza
o por su habilidad.”
Historiador próximo al revisionismo y amigo y lector de José María Rosa, no obstante
su método debe rastrearse en lo que hace a la aproximación al hombre lugareño y al
paisaje del noroeste argentino -que Gentiluomo menciona técnicamente como el terreno
y el teatro de operaciones-, en la intuitiva sociología de Sarmiento presente en el Facundo
al destacar las habilidades criollas de los gauchos de Güemes. Lejos de las levas
obligatorias descritas en Martín Fierro en la no tan popular lucha contra el aborigen,
prueba la deserción del propio Fierro, Gentiluomo subrayará luego, y es de deducir que
ello constituye una marca característica de una guerra popular: “El reclutamiento es un
simple levantamiento en masa de toda la población y de carácter no permanente. Cuando
el enemigo amenaza, los hombres se reúnen rápidamente para concurrir a la lucha.
Cuando el peligro se aleja vuelven a sus tareas habituales.”
En sucesivos capítulos129 aborda la preparación, los medios, el desarrollo de la
campaña y el problema estratégico de la Guerra Gaucha para concluir que la
identificación del Caudillo con su tropa -en sus palabras: “su influencia decisiva sobre los
hombres”-, permitió conducirlos a la victoria y erigirse Güemes ante la posteridad como
el “Guerrillero Genial”.

126
Por un error sin duda de tipeo, aparece en el periódico como Bernardo Noya y no Moya, tal el verdadero
apellido de aquel progresista Intendente Municipal de Salta.-
127
Gentiluomo, F.A., Güemes el guerrillero genial, Editorial Docme, 1954
128
Federico A. Gentiluomo tenía al momento de publicar la obra el grado de Teniente Coronel.
129
El libro que conservó mi padre, Carlos G. Romero Sosa, en la sección de su biblioteca dedicada al
Caudillo Gaucho y a sus capitanes, consta de un prólogo y nueve capítulos con los siguientes títulos: La
Guerra de Guerrillas, Panorama de Conjunto, El Hombre, Los Medios, El Terreno, La Preparación de los
Medios, Organización y Reclutamiento, Desarrollo de la Campaña, La Guerra Gaucha y el Problema
Estratégico, Juicio Crítico del Conductor.-

42
El militar sanmartiniano Federico A. Gentiluomo

El coronel Federico A. Gentiluomo, ascendido post morten a general de brigada en


1973, nació el 14 de febrero de 1912 en la ciudad de Buenos Aires y en 1932 egresó del
Colegio Militar con el grado de subteniente del arma de infantería. A iniciativa suya, la
Dirección General de Propaganda del Ejército que tuvo a su cargo en 1951, pasó a
llamarse Dirección General de Difusión. Los destinos castrenses cumplidos antes en
distintas provincias como el Regimiento de Infantería 19 de Tucumán, el Batallón de
Arsenales de Rosario, la Agrupación de Montaña Cuyo de Uspallata, Mendoza, le
permitieron conocer in situ el país, advertir las deficientes condiciones de vida de los
sectores más humildes de la población y buscar la forma de modificarlas. Su creciente
prestigio como historiador y publicista le valió que en 1955 se lo designara representante
del Ejército ante la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. Erudito
investigador sanmartiniano publicó en 1950: “San Martín y la Provincia de Cuyo.
Precursores de la Nación en Armas”. En tanto que al Congreso Nacional de Historia del
Libertador, reunido en Mendoza el mismo año, presentó las ponencias premiadas: "San
Martín ante la posteridad" y "Los planes de las operaciones del General San Martín”. En
1953 concurrió al Primer Congreso Nacional de Historia realizado en Santiago del Estero,
en el IV Centenario de la Fundación de la Ciudad Madre de Ciudades fundada por
Francisco de Aguirre, con su ensayo: “La contribución de Santiago del Estero a la Guerra
de la Independencia”. En otro de sus libros enfocó la personalidad militar de Mariano
Necochea130 y en “El visionario de la Patria”, biografió a Manuel Belgrano. Entre otros
Roberto Etchepareborda cita sus ensayos historiográficos en el libro “Historiografía
Militar Argentina” publicado por el Círculo Militar en 1984. 131 Aunque no solamente
abordó temas del pasado sino también publicó volúmenes sociológicos y políticos, así
“Perón, el ejército y la iglesia” y “Desafío a la Revolución Argentina”. De verdadero
espíritu humanista fue poeta, escultor y autor de libretos cinematográficos sobre
personajes históricos como Macacha Güemes.
Testigo y víctima de los desencuentros entre argentinos, sufrió prisión durante la
Revolución Libertadora –en la Resistencia Peronista coordinó las tareas de sus
compañeros desde el Servicio de Inteligencia Peronista 132- y más tarde volvió a ser
detenido bajo el gobierno de Frondizi. Antes de la elección que lo ungió presidente,

130
Necochea, el general romántico, Primera Edición, 1951. Editorial La Raza.-
131
Con motivo del bicentenario de la muerte del prócer, Estela Gentiluomo de Lagier, miembro de la Junta
de Estudios Históricos de Misiones, publicó el 17 de junio de 2021 (en www.primeraedición.com,ar) la
nota “Martín Miguel de Güemes, el guerrillero genial” recordando el libro de su hermano Federico
Gentiluomo.
132
En la sesión del 3 de julio de 1996 de la Cámara de Diputados de la Legislatura de la pcia. de Buenos
Aires, el diputado Luis Lugones, recordó su nombre entre los grandes luchadores de la Resistencia
Peronista, manifestando en la ocasión: “La resistencia peronista no fue doblegada. Suele decirse que aquella
fue una suerte de gesta colectiva y, por tanto, anónima. Sin embargo, hay nombres que fueron grandes
protagonistas de la resistencia en la época que evocamos y otros que se hicieron conocidos porque fueron
identificados por la represión. Estos son solamente algunos de ellos: Armando Cabo, Cesar Marcos,
Gustavo Rearte, Bernardo Alberte, Federico Gentiluomo, Miguel Angel lñiguez, Julio Troxler, Bernardo
Troxler, Claudio Francia, Haroldo Logiurato, Magín del Carmen Guzmán, Juan Carlos Brid, Babi Molina,
Aparicio Suárez, Héctor Tristán, Domingo Blajaquis, Jorge Daniel Paladino, José Vázquez, Roberto
Marcelo Pasant, Benito Moya, Roberto Campos, Juan Vigo, Manolo Buceta, Alberto Almada, Alberto
Campos, Luis Logiurato, José Petracca, Héctor Herrera Fernández, Fernando Rojo, José León Suárez, Juan
Carlos Tambasio, Fernando Lazarte, José Normando Castro, Fernández Torres, Norberto Centeno, René
Langlois, Héctor Gríngoli, Argentino Cassatti, Alfonso Cuomo, Armando Nicolella, Carlos Burgos, Nélida
Calviño, «Nilda» Casarini, Margarita Congursi, Alberto Rovira, Roberto Caratoli, Roberto Villacorta, Ciro
Ahumada, Justo Eduardo Acosta, Margarita Arentzen, Urbelinda Aranda, además de los integrantes de los
grupos de juventud ya referidos.” (Diario de Sesiones, p. 3215).

43
Gentiluomo se había opuesto al pacto Perón-Frondizi y los hechos posteriores le dieron
la razón.)
La inspiración poética lo confortó en las dificultades y ya en su primera reclusión pudo
volcar en sugerentes endecasílabos sus irrenunciables afanes de justicia social y bien
común enraizados en su humanitarismo cristiano: “No me espanta el idioma las rejas/ en
su rudo monólogo de espectro;/ ni me apena la luz de alguna estrella/ que en la noche se
filtra hasta mi lecho./ Lo que rompe mi tensión a golpes,/ lo que crispa mi sangre y mis
entrañas,/ es la impotencia de llevar mi aporte/ a la lucha por ellos empeñada./ Por ellos,
mis hermanos de la plebe,/ de la chusma bendita de Almafuerte,/ que, oprimida en mil
garras, se estremece/ ansiosa de cambiar su aciaga suerte.” Su hija Estela Alicia
Gentiluomo de Lagier, rescató este poema y lo incorporó a su “Reseña Biográfica del
Coronel Federico A. Gentiluomo” (Buenos Aires, 1970).
Federico A. Gentiluomo falleció el 5 de junio de 1970. En 1965 sicarios de los servicios
asesinaron a su esposa, la también militante justicialista Lastenia Fulvia Antoni, a quien
llamaban “La Gringa”. Fue arrojada al vacío desde un décimo piso; un método similar al
que emplearía la represión “Occidental y Cristiana” en la noche del 24 de marzo de 1976
con el mayor Bernardo Alberte.●

Monumento al general Güemes (Salta- AGN)

44
EL COMBATE
DEL
PUESTO DE MARQUÉS
José de Guardia de Ponté133

Muy deteriorada la relación entre José Rondeau y Martín Miguel de Güemes, ambos
jefes actuaban en forma separada y con diferente estrategia. Rondeau con moderación
inquietante establece su cuartel general de avanzada en Huacalera (Jujuy), hasta tanto
Güemes con una impronta más aguerrida iba librando pequeños combates y escaramuzas
y con la colaboración inestimable de las fuerzas de Fernández Campero. Esta
circunstancia y ante el miedo de seguir perdiendo prestigio y respeto ante la tropa,
Rondeau destituye a Güemes como Jefe de vanguardia y nombra en su reemplazo al
inexperto coronel. Martín Rodríguez. En tono ofensivo ordena al caudillo salteño a
entregar a Rodríguez la División Salta, "... más éste se niega arguyendo que dicha división
no pertenecía al ejército, ni estaba bajo las órdenes de su General en Jefe". Mientras tanto
de Buenos Aires aconsejan a Rondeau mandar a Güemes castigado hacia el sur por su
carácter rebelde y por ser un eminente peligro si se quiere llegar a una tregua con los
realistas.
Es menester aclarar que muy posiblemente había intenciones del Jefe patriota José
Rondeau de entregar territorio si era necesario para conseguir un pacto que en definitiva
sólo perjudicaría el plan continental ideado por el general José de San Martín.
Martín Rodríguez recibe órdenes de entrar a la Puna y lograr una victoria para mejorar
la imagen del ejército. Lamentablemente, el resultado de esta misión es totalmente
inverso, ya que al hacer un alto en el paraje conocido como "El Tejar", su presencia es
detectada por el comandante enemigo Antonio Vigil, quien atacándolo sorpresivamente
lo reduce con facilidad tomándolo prisionero junto con varios de sus efectivos. De esta
refriega logró huir Mariano Necochea quien llega hasta el cuartel general para informar
lo acontecido. Esta dudosa situación hace que Güemes y sus comandantes sospechen de
una estratagema para reunirse con el enemigo y entablar negociaciones a espaldas del
pueblo salto-jujeño-tarijeño que ha venido sufriendo los desgastes de la guerra.
Rondeau luego de estas noticias demoró su accionar permitiendo a Pezuela concentrar
su fuerza en Cotagaita y el jefe realista le otorgó la libertad a Martín Rodríguez para que

133
Profesor en Computación y Sistemas y en la Universidad Nacional de Salta. Posee Maestría en
Configuración de Sistemas en Internet – DHCP – IP Server. IBM Argentina. Realizó estudios de Historia
Argentina en el Instituto Superior de Estudios de Salta. Socio Fundador y Presidente de la Academia del
Folklore de Salta; Coordinador General del Plenario de Organizaciones para el Bicentenario en Salta (2010–
2016); Socio Fundador y Presidente del CPAS (Centro Patrimonio Salta - Carlos Nadal); Socio Fundador
y Presidente de la Asociación PROCASA (Asociación Pro Cultivo Andino de Salta); Miembro de Número
y Académico Nº 29 de la Institución Güemesiana "Senda Gloriosa de la Patria". Socio y colaborador del
Instituto Güemesiano de Salta. Presidente del Consejo Federal del Folklore de Argentina y Representante
de Salta ante el Movimiento Sanmartiniano Nacional. Director General del COFAM – Consejo del Folklore
de América. Autor y Director del CD-Salta en sus versiones 2004 - 2005 - 2006 - 2007 y 2008. Es autor y
Director de la EDI - Salta (Enciclopedia Digital Interactiva de la Provincia de Salta) del 2009 a la fecha y
autor de numerosos libros.
45
pactara una reunión. Las gestiones no tuvieron éxito, pero sí se pactó por correspondencia
permitir la salida de Salta de la dama jujeña Josefa Raimunda de Marquiegui, esposa del
general Pedro Antonio de Olañeta.
Hasta tanto, en reemplazo de Martín Rodríguez es nombrado el general Francisco
Fernández de la Cruz para que avance hasta el Tejar y luego tome rumbo hasta Puesto del
Marqués donde se tenía noticias que estaba establecida la vanguardia enemiga.
Esto era así ya que en los primeros días de abril de 1815, Antonio Vigil con 300
hombres de caballería de línea, se había establecido en la hacienda del Marqués de
Campero (Puesto del Marqués). Antonio Vigil pertenecía a la vanguardia del ejército
español acantonada en Yavi, y había sido enviado en carácter de observador por su
comandante, el brigadier Pedro Antonio de Olañeta. El puesto se componía de una casa
principal y una corta ranchería en medio de un terreno abierto, árido y frío. Pronto los
realistas recibieron un refuerzo de 300 hombres procedentes de Cangrejos. Se
mantuvieron entonces en el mayor descuido. Seguramente confiaban en la tregua de
hecho que el general de su ejército Joaquín de la Pezuela había establecido con Rondeau.
De la Cruz no contaba con instrucción de atacar, ya que aparentemente existía una
negociación en trámite y se mantuvo a la espera órdenes superiores para ordenar el
avance. Don Martín Güemes, viendo la indecisión y falta de iniciativa por parte de
Rondeau, partió a las dos de la madrugada hacia el Puesto del Marqués con un Regimiento
de Dragones y un contingente de mil gauchos Salto-Jujeños-Tarijeños, bajo su mando.
De la Cruz ordena entonces la partida de un batallón de infantería: "Los Cazadores" al
mando de Don Rudecindo Alvarado para detenerle. Los Dragones debieron retrasarse en
espera de la infantería y como estaba previsto la caballería Salto-Jujeña-Tarijeña avanzó
rápidamente durante la noche llegando antes del amanecer al Puesto del Marqués;
aproximadamente a las 5,30 horas de la mañana, donde divisó el campamento enemigo
en pleno descanso. A la voz de atacar de Don Martín Miguel, los centauros gauchos se
lanzaron en rabiosa envestida contra la dormida tropa y en feroz entrevero realizaron
terrible matanza. En el combate murieron cuatro oficiales y 105 soldados realistas.
Quedaron heridos o prisioneros cinco oficiales y 117 soldados. Además, según el parte
de guerra correspondiente, los españoles perdieron todas sus armas y municiones,
guiones, equipajes y bestias. El comandante Antonio Vigil logró huir con el capitán Valle
y 12 hombres. De parte de los patriotas no hubo más desgracias que dos gauchos heridos
Este hecho victorioso del 14 de abril de 1815, sería la única ventaja que alcanzaría la
tercera expedición al Alto Perú.
Proclama de Güemes del 23 de febrero de 1815
Con esta proclama, y con su triunfo en Puesto del Marques aniquilando a la vanguardia
enemiga, dio por tierra con las "conversaciones de paz o de armisticio" entabladas
subrepticiamente por el Gobierno central. Poco después era elegido Gobernador de Salta,
dando una lucha sin cuartel a los enemigos, dentro del Plan Sanmartiniano.
Mientras Martín Rodríguez entablaba diálogos pacifistas y entreguistas con el realista
Pezuela, y el Director Supremo Gervasio de Posadas daba la orden de que no pasara de
la Ciudad de Salta, el ejército para perseguir y aniquilar a los realistas; Don Martín
Güemes, separado de la vanguardia del ejército, daba a difundir esta Proclama:
“Que el ciudadano Martín Miguel Güemes, Coronel Comandante del cuerpo militar
de los Paisanos de la Campaña de la Provincia de Salta, dirige a sus vecinos y habitantes.
Oíd las voces de la naturaleza y el clamor de la verdad.
46
“Patriotas: ved el cuerpo militar de vuestros hermanos los gauchos que se une, se forma
y sale a la campaña en los breves momentos de cuatro días: observad el gozo, la alegría
y el júbilo con que van a presentarse a la frente de un ejército orgulloso, sin que a ninguno
de estos héroes acompañe aquel temor que constituye los esclavos viles y ruines.
(…) Neutrales y egoístas: vosotros sois mucho más criminales que los enemigos
declarados, como verdugos dispuestos a servir al vencedor en esa lid. Sois unos fiscales
encapados y unos zorros pérfidos en quienes se ve extinguida la caridad, la religión, el
honor y la luz de la justicia (…), (…) Hombres todos, patriotas, enemigos y neutrales:
escuchad la verdad y el clamor de la naturaleza. Patriotas: confiad en los campeones, que
tengo el honor de mandar, y tened el consuelo de que estos brazos fuertes e incorruptibles
os darán la libertad a que anheláis, y la seguridad que deseáis. Secuaces de los tiranos:
vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias de esta América del
Sud que sacuden la opresión, no las podrá ultrajar vuestra impotencia, ni serán duraderas
las tramoyas y seducciones de que os valéis. Elegisteis este suelo para estableceros con
vuestras familias y tomasteis en él un segundo ser pensado con juicio sobre vuestra suerte.
Tenéis tiempo para arrepentiros, pero sea con operaciones, que inclinen a la confianza.
Neutrales y egoístas: la sociedad americana de que no sois parte integrante, sino una
perversa cizaña, la tenéis irritada. Os conocen y no podréis engañar. Estáis embarcadas
en la nave de esta revolución y no os fascináis. Reformad vuestra conducta e incorporaos
con vuestros hermanos, manifestando públicamente que aunque no tomáis las armas en
la mano, sois artífices de igual importancia que los militares para el edificio de esta grande
obra, siempre que concurráis generosa y suficientemente al sostén de su causa
alimentaria. Salta y febrero 23 de 1815 y sexto de la libertad americana”.
Firma: Martín Miguel de Güemes
Comentarios finales
Ante la historia oficial de los hechos nos surgen varios interrogantes:
1) La llamada "sorpresa del Tejar" resulta sospechosa ya que el Jefe de Avanzada, coronel
Martín Rodríguez, es capturado con sus hombres actuando demasiado ingenuamente
como habría estado prevista su captura.
2) Justamente, después de esa captura misteriosa se generan ciertas negociaciones entre
patriotas y realistas.
3) Existen versiones ciertas acerca de que el general Rodeau, tenía intenciones del
entregar el Norte Argentino a los españoles con frontera en el Río del Juramento (antes
del Pasaje) para llegar a un armisticio y así poder gobernar tranquilo en Buenos Aires.
4) El general Martín Miguel de Güemes, malogra estas acciones de negociación y lo
confirma en su proclama del 23 de febrero de 1815.●
Bibliografía:
Partes y Documentos relativos a la Independencia Argentina - Archivo General de la Nación Argentina.
Movimientos de la Vanguardia en Partes y Documentos relativos a la Guerra de la Independencia - Archivo
General de la Nación Argentina.
Cornejo, A., Historia de Güemes. 2da. Ed. Artes Gráficas, Buenos Aires, 1971.
Figuero Güemes, M., La Gloria de Güemes, Santa Fe, 1955.
Güemes, L., Güemes Documentado. Plus Ultra, 1980.
Levene, R., Historia Argentina, Buenos Aires, 1932.
Frías, B., Historia del Gral. D Martin Miguel de Güemes y de La Provincia de Salta, Buenos Aires, 1972.

47
SAN MARTÍN Y SALTA
Marcelo José Farfán134

“A los que me fomentan día a día este poder leer y escribir, hábito propio de los
hombres libres, que soñó El Santo de la Espada”.

“Sentimiento”, dibujo de Domingo Gatti (Salta - 1999).

Es de justicia realizar un merecido homenaje al “Padre Augusto del Pueblo Argentino,


Al Héroe Magno de la Libertad”. A José Francisco de San Martín desde este mirador y
perfil Güemesiano, sé muy bien que la ingratitud, ha obrado como nunca
jamás obraríamos nosotros en el natalicio del prócer, por ello y en contrario como medida
pacífica, legítima y proactiva es que aporto este estudio... la lectura y escritura en el
proceso de educación, han de merituar en su momento nuestro proceder desde cada rincón
patriota, responsable, sensible, racional, prudente, pluralista, tolerante, sincero, claro,
correcto.
Los padres fundadores se lo merecen y, nosotros cada día debemos honrar sus
memorias con toda grandeza... como lo fueron ellos, a la par recíproca de su pueblo que
los sustentó con lealtad y respeto. La cuestión pasa simplemente por el respeto a la
dignidad de todos y cada uno de nosotros mismos en lo que respecta a la identidad etc.
Las urnas depositarias de un proceso de evaluación y de trabajo educativo, social,
histórico y cultural es el que nos ponderará en su justo medio; que nadie se ofenda ni se

134
Historiador salteño. Presidente de “La Senda Gloriosa de la Patria”. Académico Sitial Nº 13 Mateo Ríos
de la misma entidad.

48
sorprenda... "siembren en educación y tendrán armonía de todos los derechos" así lo dijo
Juan Bautista Alberdi en su libro El Crimen de la Guerra.
Indudablemente San Martín es un prócer por excelencia, como lo es también
el general. Martín Miguel de Güemes. Ambos yacen en el cobijo de la oración y la
plegaria de sendas Catedrales, San Martín en la de Bs. As. y Güemes en la de Salta... que
en el Olimpo Argentino y Latinoamericano de los que estudian con criterio serio y de
tinte académico, están ambos en clase “A”. Explico lo de clase A ... ya que algún
historiador dijo alguna vez, jueves 6 de julio de 1972, página 12 del diario el Clarín, que
había próceres y héroes en clase B ... tal distingo se refiere a una sub categoría, en
desmedro de protagonismo relevante o un modo peyorativo, al referirse respecto a los
caudillos. Cuando decimos que Güemes está en la perspectiva de primer defensor de la
Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, declarada el 9 de Julio de 1816,
ya no estamos ante un caudillo sino ante alguien que acaudilla, convoca y lidera con
perfiles propios de las circunstancias metas y objetivos mayores a su región o provincia
y, desde aquel entonces, 9 de julio de 1816, con sus gauchos, que fueron más de 6610
valientes, libraron 236 combates, que por la intensidad y sin tecnicismos militares,
diríamos que cada uno de esos combates, sin ayuda suficiente, o casi ninguna ayuda, o
con la más paupérrima e insignificante ayuda del gobierno de Bs.As. y demás provincias
hermanas, se pudo sostener todo el costo de la guerra. Guerra de la emancipación de todas
las provincias de Sudamérica y, que verdaderamente defendió la Independencia Nacional.
De este modo, la lucha independentista y en especial la gran Gesta Güemesiana, que
fuera leída durante años como una defensa de intereses locales, se transforma en una
empresa de escala continental, o sea se participa de tal forma que es evidente que los
demás caudillos provinciales no lo hicieron y no lo podían hacer desde sus perfiles
políticos y circunstanciales a excepción de Gervasio de Artigas; por ello se declara sin
ánimo peyorativo sino justo que “...puede entonces afirmarse que San Martín, Bolívar y
Güemes forman por magnitud de la obra realizada, por su enlace y conexión tan íntima,
tan firme e inseparable, el trípode glorioso sobre el que descansa por los siglos, el augusto
edificio de la Independencia Americana...” 135 y es entonces o desde aquel momento en
el que la América del Sur adquiere su propia identidad frente al otro continente español
y el mundo europeo.
Para poder referirme a la figura del general San Martín debo confesar que me ocurrió
como lo expresa Fernando Rufino Figueroa en su libro muy ameno Reflejos (1988),
parafraseándole diré: “He querido abarcar el horizonte sin límite de la gesta sanmartiniana
y quedé atrapado por el brillo de su paso triunfal de las Tierras del Plata a Mendoza, de
Santiago a la Lima gentil...He querido recoger los raudales palpitantes del corazón del
Protector del Perú y me rebasó la catarata inagotable de su decencia, esfuerzo,
generosidad, modestia, honestidad, trascendencia en valorar la educación. Me desbordó
su lealtad por la defensa de la libertad y los Derechos del Hombre, la Unión Nacional, la
Unidad Latinoamericana. Me desbordó su renunciamiento sacrificándose por ello. Me
rebasó sin duda el mensaje a los militares argentinos y a la juventud propia de una patria
sana, prístina. He querido recoger los raudales, transitar los andariveles del intelecto y me
detuve en los andenes de los autores que sobre él escribieron para solazarme con los sones
de la poemática de su personalidad de oro, de prócer, de Padre de la Patria, de todo
aquello…solo aprendí sus reflejos.”
Las atenciones que tuvieron nuestros padres de la Independencia en Salta, en la época
de Güemes para con la persona de San Martín, es sin lugar a dudas humilde y generosa
por lo sencillo y simple del Ejemplo relatado en la página 176 tomo 3, Obras Completas
135
Frías, B., Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia
Argentina. Ed. Depalma. Buenos Aires, 1973, Tomo III, p. 646.

49
de Juana Manuela Gorriti. Fue cuando nace la receta “Dorado a la San Martín”.
Coincidentemente en la historia se cuenta que con Belgrano venía el catalán José Manuel
Torrens propietario de la vecina estancia de Las Juntas y, cuya señora esposa es la que
envía años después dicha receta a doña Juanamanuela.
Sumamente interesante es lo que relata el Dr. Atilio Cornejo en su libro San Martín y
Salta (1951), en el cual hace referencia, entre otras cosas, a un tío del general Don
Gerónimo Matorras, quien muere luego de incursionar por esta provincia cientos de
leguas. Funda dos capillas en la reducción de Ortega Metán, al Norte de la Estación del
Galpón FCNGB. Dicha reducción fundada por el gobernador Martínez de Tineo en 1752,
fue donde Don Matorras construyó una capilla y en donde falleció por una fiebre. En ella
quedó un óleo de Tomás Cabrea en el que aparece Matorras en su campamento haciendo
las paces con el cacique Payquín…, con anterioridad Matorras también funda en 1772 la
reducción de Nuestra Sra. De las Angustias de indios Vejoses, cerca de la ciudad que
luego en 1794 sería San Ramón de la Nueva Orán – fundada por García Pizarro-
Sugestivamente Atilio Cornejo supone que por ello principalmente, San Martín
incursiona por las costas del río Pasaje o Juramento – reducción de Ortega- siguiendo con
Martín Miguel de Güemes hasta Orán
Vamos a saltearnos en la cronología de los hechos para considerar al Pacto de los
Cerrillos, y el punto de vista de San Martín. Los acontecimientos entre Güemes y
Rondeau parecen desvirtuar la ejecución de los planes sanmartinianos, Rondeau se
entromete en la política interna de Salta y en la organización de sus milicias, por otra
parte de Tucumán pasa directamente en 1815 Rondeau desfilando con su ejercito hacia el
norte y establece su cuartel general en Huacalera. Sin ni siquiera avisar por una mínima
consideración al gobernador de Salta que era Güemes. Se le atribuye a San Martín que
había expresado “... la patria no hará otro camino por este lado norte que no sea una guerra
permanente, defensiva y nada más, para eso bastan los valientes Gauchos de Salta con
dos escuadrones buenos de veteranos. Pensar otra cosa es echar en el pozo de Ayrón
hombres y dinero” dicho a Rodríguez Peña. Esto fue demostrado por los historiadores
Sanmartinianos y Güemesianos que carece de verdad. Los Güemesianos tenemos la suerte
que un libro excelentemente trabajado como lo es El Gran Bastión de la Patria del Ing.
Guillermo Solá haya salido a luz, para mostrarnos un fuerte argumento del porque no
pudo ser ese, un pensamiento de San Martín. Qué razón, justificativo y fundamentación
tuvo entonces la creación de la Ciudadela en Tucumán. Pero eso es tema resuelto, que
descarta aquella frase.
Güemes fue siempre muy disciplinado y como comandante general de avanzadas, el 9
de mayo de 1814 es ascendido en el Ejército cuyo jefe es San Martín, obtiene el grado
de Teniente Coronel efectivo de ejército, dicho decreto lo firma Posadas. Cuando San
Martín enferma, llega como jefe Rondeau, quién también lo asciende pero el Director
Posadas el 30 de septiembre 1815 considera que son muy seguidos los ascensos. (Los
ascensos anteriores fueron por los combates de: El Tuscal de Velarde el 29 de marzo de
1814 a pedido de don José de San Martín y el de Puesto del Marqués el 14 de abril de
1815 (otorgado por don José Rondeau).
Firmado el Pacto de los Cerrillos San Martín desde Mendoza en abril 12 de 1816
escribía a Godoy Cruz: “Más que mil victorias he celebrado las mil veces feliz unión de
Güemes con Rondeau. Así es que las demostraciones en esta sobre tan feliz incidente se
han celebrado con una salva de 20 cañonazos, iluminación, repiques de campanas y otras
mil cosas”. Con el Pacto de Los Cerrillos, en estas tierras salteñas se trascendió tanto que
en el preámbulo de la Constitución Nacional de 1853 implícitamente se lo esta teniendo
en cuenta. Porque por esos pactos las provincias reconocían que eran entidades autónomas
integrantes de la Nación, regulaban sus relaciones y resolvían problemas comunes,

50
muchos pactos Interprovinciales ratificaron la voluntad de llegar a la Constitución y
sentaron las estructuras del futuro constitucionalismo. Por eso, los constituyentes hicieron
mérito de esos pactos en el preámbulo. Sólo nombraré a modo de ejemplo, el conocido
Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos de 1852 y el Pacto Federal de 1831.●

Medalla conmemorativa (anverso y reverso)

51
EL REGIMIENTO RÍO DE LA PLATA:
VALIENTES DESDICHADOS DE LA
INDEPENDENCIA
Esteban Ocampo136

Hay hechos y actores de nuestra Guerra de la Independencia, que al presente nos siguen
dando la posibilidad de escudriñar y adentrarnos en aquellos años, permitiendo descubrir
nuevos datos y documentos, gracias al valor de los Archivos, sean provinciales y/o
nacionales.
Es por ello, que en el presente artículo, quiero referirme a varios datos e información
que se desprende de unos documentos que he tenido la oportunidad de conseguir en las
últimas semanas. Documentos sobre un Regimiento, olvidado o desconocido para
algunos, pero que supo tener su lugar dentro de la guerra de emancipación americana: El
“Río de la Plata”, formado por valientes desdichados de la Independencia.
El presente artículo busca un acercamiento a la historia del Regimiento desde los
documentos resguardados en el Archivo General del Perú.

La estructura del Regimiento

En 1816, el Ejército de los Andes se encontraba instruyendo y preparándose en el llamado


“Campo de Instrucción”, situado a las afueras de la Ciudad de Mendoza. Entre los
Cuerpos militares que lo integraban, estaba el Regimiento Número 8 de Infantería.
El 8 de Infantería137 del Ejército de los Andes, tiene su origen en Buenos Aires con la
base del llamado “Batallón Fijo de la Libertad”. En febrero de 1814 pasa a denominarse
“Batallón N° 8 de Libertos”, siendo elevado luego a Regimiento.
Ya en Mendoza, el 12 de diciembre de 1816, sus dos Batallones serán divididos dando
origen así a dos Cuerpos diferentes: el Primer Batallón pasará a denominarse “Batallón
N° 7 de los Andes” y el Segundo Batallón quedará como “Batallón N° 8 de los Andes”.
Estos dos Cuerpos compuestos por libertos, participarán no sólo de la Campaña del
Cruce de los Andes, finalizada en la Batalla de Chacabuco, sino que harán toda la
Campaña de Chile, para trasladarse ya en 1820 con la Expedición Libertadora del Perú.
A principios de 1822, el Protector del Perú General José Francisco de San Martín,
resuelve la reorganización de las tropas del Ejército de los Andes. Los motivos estaban

136
Esteban Ocampo ha sido miembro del Regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín", es
historiador, Miembro del Instituto de Historia Militar de la República Argentina, dependiente del Ejército
Argentino; Miembro Correspondiente de la Junta de Estudios Históricos de San Juan y autor de los libros:
"Centauros de los Andes - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín - 1812 a
1820"; "Granaderos, Libertad y Gloria - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo General San
Martín - 1820 a 1826"; "Un Año de Gloria - Efemérides de los Granaderos y el General San Martín";
"Regimiento de Granaderos a Caballo - 1812 - 2018"; además de artículos y publicaciones vinculadas con
la historia del Regimiento de Granaderos a Caballo, el General José de San Martín, la Guerra de la
Independencia y la Caballería Argentina, entre otros temas.
137
El origen de este Cuerpo se da en el Alto Perú en 1811, desapareciendo ese mismo año luego del llamado
“Desastre de Huaqui”. Recreado en 1813 nuevamente en el Ejército Auxiliar del Perú, desaparecerá después
de las Batallas de Vilcapuguio y Ayohuma.

52
dados en la búsqueda de disminuir los gastos del presupuesto militar, y, por otro lado, en
las bajas producidas por las fiebres tercianas que se había cobrado la vida del Jefe del
Batallón de Infantería 7, el Coronel Pedro Conde, entre otros viejos veteranos.
De esta manera, en la caballería los “Cazadores a Caballo de los Andes” dejaron de
existir para ser refundidos en el Regimiento de “Granaderos a Caballo de los Andes”; y
los Batallones de Infantería 7 y 8, quedaron organizados como un solo Cuerpo con la
denominación de Regimiento de Infantería “Río de la Plata”, quedando así formado por
aquellos viejos soldados libertos que se habían batido con tanto sacrificio y valor en los
campos de batalla de Chile.
Gracias a una serie de documentos que he logrado conseguir en el Archivo General del
Perú, por la inmensa colaboración del equipo “Fuentes Históricas del Perú” 138, se puede
armar lo que fue la estructura original del Regimiento y su organización.
El “Río de la Plata” estaba conformado por:
Dos Batallones, cada uno de ellos con dos Compañías Preferenciales o de Elite
(Cazadores y Granaderos) y cuatro Compañías de Fusileros.
A estos dos Batallones se sumaba la Plana Mayor, compuesta por el Jefe de
Regimiento, sus Ayudantes, Abanderado y Capellán. También estaban en la misma un
pelotón de Gastadores, el Tambor de órdenes, y finalmente el Tambor Mayor y Pito
Mayor quienes dirigían la Banda de Guerra.
Pero el aporte de estos documentos, no lleva solo a poder armar esa estructura inicial,
sino que nos brinda la posibilidad de conocer los nombres que ocupaban esas funciones:

138
Quiero agradecer a los integrantes de dicho equipo de trabajo formado por: Jair Miranda, Isabel Quispe,
Carlos Paredes, Erika Caballero, Pedro Henríquez, Paula Aparcana, Alberto Quispe, Junior Velásquez y
Francisco Camacho, quienes colaboraron visitando al AGN del Perú, y enviándome la información
solicitada por mí. Sin su apoyo no habría logrado obtener estos documentos.

53
Jefe de Regimiento: Coronel Cirilo Correa (reemplazado en 1823 por el Coronel Ramón
Estomba)
Abanderado: Subteniente Fermín Calderón (hasta 1823); Subteniente Eugenio
Fernández (desde 1823)
Capellán: Gaspar Sanchez (1er Batallón); Nicolás Mendes (2do Batallón)
Tambor Mayor: Cristobal Calvo
Pito Mayor: Juan Posadas
Tambor de Órdenes: León Navarro

Esta estructura se mantuvo hasta la Segunda Campaña a los Puertos Intermedios a


órdenes del General Rudecindo Alvarado en el año 1823, donde luego de la cual a resultas
de las bajas y deserciones producidas, el Regimiento queda reorganizado en:
Un solo Batallón, con la Plana Mayor, Compañía de Granaderos, Compañía de
Cazadores y cuatro Compañías de Fusileros. En la Plana Mayor permanecerá el Pelotón
de Gastadores, el Tambor de Órdenes y los Tambores y Pito Mayores.

Dámaso Moyano

Luego de la finalización de la Segunda Campaña a los Puertos Intermedios, el Regimiento


“Río de la Plata” quedaría acantonado en Lima por varios meses, para posteriormente,
trasladarse junto con otros Cuerpos de la “División de los Andes” rumbo a las Fortalezas
de El Callao, con la orden de relevar a la Guarnición colombiana allí presente.
Sin embargo, una vez arribados a la zona, debieron acampar a la intemperie, carentes
de los mínimos recursos y expuestos a las inclemencias del tiempo por el espacio de seis
días, ya que el comandante colombiano de la guarnición les prohibió la entrada al creerlas
“sospechosas”, no pudiendo así ingresar a los Castillos hasta tanto las tropas colombianas
no se retiraran de dicha posición.
Ya me he referido en anteriores artículos sobre la situación que vivían estos hombres
del Regimiento Río de la Plata139, luego de tantos años de servicios, sacrificios y entrega.
Incluso le he dedicado un artículo a quien fuera el cabecilla de la Sublevación de El
Callao, un sargento primero del Regimiento Río de la Plata, llamado Dámaso Moyano, el
cual gracias a la entrega de dicha Fortaleza al Ejército Realista sería ascendido primero a
Coronel y terminaría sus días viviendo en España como Brigadier General.
Ahora bien, y gracias a la documentación conseguida, se pueden aclarar algunas
cuestiones interesantes sobre Moyano.
Dice Gerónimo Espejo: “(…) El cabeza principal de esta revolución, fue el sargento 1
de la compañía de granaderos del regimiento Rio de la Plata, Dámaso Moyano, natural
de la ciudad de Mendoza en la República Argentina, nacido de padres esclavos de la casa
de don Francisco Moyano, vecino y acaudalado propietario de dicha ciudad, de cuya
circunstancia tenía origen el apellido de Moyano que llevaba…” 140
A este testimonio, se suma otra fuente más que señala: “(…) dirigidos por el sargento
Moyano, tambor mayor del batallón núm. 8, cuya fisonomía, que aun recordamos, estaba
marcada con el sello de Judas, por medio de un horroroso chirlo que le atravesaba todo
un lado de la cara.”141

139
Ocampo, E., “De Esclavo a Brigadier General en los Reales Exércitos, En Revista Histopía, número 5,
Buenos Aires, diciembre de 2019 y “La Bandera del Río de la Plata: una historia llena de olvidos y
confusiones” En Revista Histopía, número 15, Buenos Aires, agosto de 2021.
140
Espejo, G., Apuntes Históricos La Revista de Buenos Aires, Tomo VII, Buenos Aires, 1865, p 371.
141
Zapiola, J., Recuerdos de Treinta Años (1819-1840), 5ta ed., Buenos Aires, 1902, p 123.

54
La documentación nos permite indicar que Dámaso Moyano fue sargento en la
Compañía de Granaderos del Segundo Batallón del Regimiento Río de la Plata, hasta la
reorganización que se da por los resultados de la Segunda Campaña a los Puertos
Intermedios. Luego de la misma, pasará a revistar en la Cuarta Compañía de Fusileros, y
es en dicha Compañía donde se encuentra cuando ocurren los hechos de la Sublevación
de El Callao, de la que él fue el principal cabecilla. Incluso, se debe remarcar que por su
destacada participación en esos hechos, no es casual que la mayoría de los hombres más
implicados resultaran ser de esta misma Cuarta Compañía.
Un aporte de los documentos, que nos permite clarificar, en este caso puntual, el destino
de este personaje antes de los hechos del 5 de febrero de 1824.

La Lista de los sublevados

Una situación interesante que se presentó al obtener los documentos del Río de la Plata,
fue encontrarme con una Lista de Revista fechada en el Real Felipe el 15 y 19 de febrero
de 1824. Y remarco lo interesante de la misma, ya que para esa fecha el Regimiento se
había sublevado, y según las fuentes tanto patriotas como realistas, señalan que con los
efectivos insurreccionados se dio origen al Batallón “Leal”, denominado luego “Real
Felipe”.

Ahora bien, las fuentes de distintos autores, también señalan que al ser liberados los
oficiales realistas presos en “Casas Matas”, en particular el Coronel José (Josef) María
Casariego, se resolvió ascender a Moyano a Coronel y a los otros sargentos a tenientes
coroneles, ordenando a su vez el día 10 de febrero izar el pabellón español en la Fortaleza.
Al producirse esto, y con el cambio de rumbo de la acción iniciada el día 5 de febrero,
muchos de los soldados intentaran huir o retomar el control de la Fortaleza para no pasar
a las fuerzas realistas. Estos hechos fueron contenidos mediante el fusilamiento de
aquellos que arrepentidos o viéndose engañados, habían intentado volver sobre sus pasos.
Y aquí los documentos nuevamente nos permiten acercarnos, en este caso, a cifras que
resultan de esos hechos. Una de las últimas Listas de Revista al Regimiento fechada el 14
de noviembre de 1823, detallan un total de efectivos de 680 (654 suboficiales y tropa; 26
Oficiales). Por otro lado, la Lista del 19 de febrero de 1824, nos muestra un total de 502
efectivos, siendo este resultante porque los oficiales habían sido apresados y algunos de

55
los sargentos ascendidos a dichas jerarquías, ocupando esas plazas. Pero también, en esta
diferencia de números nos encontramos con aquellos que lograron escapar de El Callao,
y quienes fueron fusilados al intentar hacerlo: más de 150 hombres.
Quizás el tiempo, y un estudio más pormenorizado de las Listas de Revista y Listas de
Hospitalizados (esta última del mes de Diciembre de 1823), nos permitan armar un
Listado más certero o cercano, conteniendo así a aquellos hombres que no quisieron
pasarse a las filas realistas, y que murieron en esta revuelta de febrero de 1824 que trajo
tanta incertidumbre en los últimos días de la Guerra de la Independencia.

Los sargentos “oficiales”

La Lista del 19 de febrero de 1824, también nos ayuda a conocer a los sargentos que
fueron premiados con ascensos a oficiales por parte de los realistas. Y aquí encontramos
datos más que interesantes:

El nuevo Comandante del Regimiento Río de la Plata, será Mateo Cadenas, quien
anteriormente era Sargento Primero de la Segunda Compañía de Fusileros. A él se
sumarán también en la Plana Mayor:

- Sargento Mayor José Amador López, ex Sargento Primero de la Compañía de


Granaderos.
- Capitán Matías Sarmiento, ex Sargento Primero de la Cuarta Compañía de
Fusileros.
- Capitán Faustino Carrera, ex Sargento Primero de la Cuarta Compañía de
Fusileros.
- Capitán León Navarro, ex Tambor Mayor en la Plana Mayor.
- Subteniente José Santos Acuña, ex Sargento Segundo de Cornetas en la Plana
Mayor.

En la Compañía de Cazadores:
- Capitán Toribio Bernales, ex Sargento Primero de la Compañía de Cazadores.
En la Primera Compañía:

56
- Capitán Fernando León, ex Sargento Primero de la Primera Compañía de
Fusileros.
En la Segunda Compañía:
- Capitán Francisco Gabriel Oliva, ex Sargento Segundo de la Segunda Compañía
de Fusileros.
En la Tercera Compañía:
- Capitán Silverio Molina, ex Sargento Primero Agregado a la Compañía de
Granaderos.
- Teniente Primero Agustín Bega, ex Sargento Segundo de la Tercera Compañía de
Fusileros.

Estos nombres son algunos de los que he podido encontrar en las Listas de Revista
anteriores a 1824 con sus jerarquías y destinos, gracias a lo cual se puede ver el ascenso
promovido por los oficiales realistas al ser liberados en El Callao, pero dejando notar
también el grado de compromiso o implicancia que tuvieron en la Sublevación de la
Fortaleza.
De esta manera, al comparar las Listas anteriores a 1824 con la de febrero de ese año,
podemos comprobar fehacientemente esa medida adoptada por los realistas de premiar
con ascensos a los cabecillas de la Sublevación.

Francisco Gabriel Oliva, el teniente coronel que nunca fue

Otro de los datos que nos permiten clarificar textos que se repiten en distintos autores, es
con relación a Francisco Oliva o N. Oliva como también es mencionado por algunos.
Durante un tiempo, autores lo citaban solamente como el Sargento Oliva, hasta que
documentos permitieron dar con su nombre de pila: Francisco.
Este hombre, también aparece en fuentes como integrante del Batallón Número 11 de
la “División de los Andes”, colocándolo junto a Dámaso Moyano como el otro gran
cabecilla de la Sublevación. Pero los documentos nos muestran otra realidad:

Su nombre completo era Francisco Gabriel Oliba (Oliva), y formaba parte del
Regimiento Río de la Plata, no del Batallón Número 11. En la Lista de Revista del 14 de
Noviembre de 1823, lo encontraremos como Sargento Segundo de la Segunda Compañía
de Fusileros. Por ese destino, y seguramente por su accionar en la Sublevación, en la Lista
del 19 de Febrero de 1824, aparece como Capitán y Jefe de la Segunda Compañía de
Fusileros donde revistaba. Capitán, no Teniente Coronel como aseguran distintos autores

57
y fuentes, un punto llamativo sin lugar a dudas, pero que nos ayuda a aclarar escritos
anteriores.

Los sargentos muertos en Buenos Aires

Dice el Teniente Coronel Anschütz en su trabajo sobre el Regimiento de Granaderos a


Caballo: “Conducidos por estos restos gloriosos, venían los sargentos traidores de la
sublevación de El Callao, Muñoz, Molina y Castro y que la Capitulación de Ayacucho
puso en manos del ejército patriota, los que fueron ahorcados en la Plaza del Retiro el 25
de noviembre de 1826”.142
Sin embargo, y nuevamente a la luz de los documentos del Archivo General del Perú,
pero también los presentes en el Archivo General de Argentina, vale clarificar:
Los sargentos Matías Muñoz y Francisco Molina, fueron capturados en el Perú y
puestos en custodia del Regimiento de Granaderos a Caballo en Valparaíso. Estos
hombres serían trasladados a Buenos Aires donde arribaron con el Regimiento el 13 de
febrero de 1826. Pero en el caso del sargento Manuel Castro, otro de los capturados en el
Perú, el mismo logró fugarse en Chile días antes de ser entregado a Granaderos a Caballo,
no pudiendo ser recapturado por las autoridades de dicho país, tal como se desprende de
esta nota del Coronel Félix Bogado (Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo)
presente en el Archivo General de la Nación:

“Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes – Santiago de Chile, 5 de Octubre de


1825 –
Señor General:
Con fecha 15 de Agosto se me entregaron por el Señor Comandante General de Armas,
los Sargentos Matías Muñoz y Francisco Molina, los que están presos en el Cuartel con
la prisión de una barra de grillos cada uno. Y con fecha 30 de julio se me aviso por el Sr
Ministro de Guerra de esta Republica el haber fugado de Valparaíso de la captura que se
hallaba el Sargento José Manuel Castro lo que comunico a V.S. para su conocimiento.”

El 2 de Agosto de 1826, se inició el Consejo de Guerra contra ellos, siendo condenados


a muerte en el mes de noviembre. José Manuel Castro, también fue sentenciado por dicho
Consejo, en previsión de ser recapturado en algún momento. La sentencia, que estableció
el Tribunal era de fusilarlos. Sin embargo el Gobierno de acuerdo con el Auditor,
resolvieron que sean ahorcados enviando una nota al Comisario de Guerra para tomar
conocimiento del estado del “garrote”, quien contestó que se encontraba fuera de servicio,
volviendo así a la sentencia original.
Finalmente, la sentencia se llevó a cabo el día 25 de noviembre por la mañana en los
Cuarteles del Retiro. Según aporta “The British Packet”143, los dos presos fueron
trasladados hacia el lugar de ejecución, con una formación de tambores al frente, y siendo
acompañados por un sacerdote en sus últimos momentos. Un pelotón de fusilamiento
ejecutó la sentencia, para que posteriormente sus cuerpos sean colocados en la horca hasta
las 17:00hs de ese día. Ese fue el final de esos hombres.

142
Anschutz, C. (1945) Historia de Granaderos a Caballo (1812-1826), Tomo II, p 509, Biblioteca del
Oficial, Círculo Militar.
143
The British Packet and Argentina News fue un periódico en inglés, editado para la comunidad tanto
británica como estadounidense de 1826 a 1859. En su edición del día sábado 2 de diciembre de 1826, realiza
un pormenorizado relato y descripción de los hechos ocurridos el día 25 de noviembre, fecha en la que se
llevó a cabo la sentencia por la mañana en los Cuarteles del Retiro.

58
Los documentos también nos aportan otros datos que nos aproximan más a la realidad
de los hechos:
Francisco Molina y José Manuel Castro, tal su nombre completo, pertenecieron al
Batallón Número 11 del Ejército de los Andes, que también quedó involucrado en la
Sublevación de El Callao. De la misma manera que sucedió con el Regimiento Río de la
Plata, los sargentos se pusieron al mando de sus hombres y encarcelaron a los oficiales.
A esos sargentos, también les tocó ser ascendidos por los realistas:

- José Manuel Castro, fue ascendido a Comandante del Batallón Número 11, sin
especificarse si lo fue como Coronel o Teniente Coronel.
- Francisco Molina, fue ascendido a Ayudante Mayor dentro de la Plana Mayor del
Batallón.

Estos datos se desprenden de la Revista del día 15 de febrero de 1824 en la Fortaleza


del Real Felipe, y difieren con lo escrito por algunas publicaciones que los ponen a los
dos como integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo, posiblemente porque
llegaron a Buenos Aires el 13 de febrero de 1826 bajo custodia de ese Cuerpo.
Distinto es el caso del sargento Matías Muñoz, que si pertenecía al Regimiento de
Granaderos a Caballo de los Andes. El Regimiento al ser llamado a la Ciudad de Lima
días después de la Sublevación, una parte de sus hombres se plegará a la misma, pero al
acercarse a El Callao y ver ondear la bandera española, sus cabecillas soltaron a los
oficiales y dejaron bajo decisión de cada uno de los hombres el continuar o no. Una parte
se retiró con los oficiales hacia Lima, y la otra continuó hacia El Callao para formar dentro
del Ejército realista. Muñoz, sería ascendido a Teniente con destino en la Segunda
Compañía del Segundo Escuadrón. El cabecilla de la sublevación entre los Granaderos a
Caballo, fue el sargento Perseverancio Orellana, quien aparece como Granadero en la
Lista de Revista del 8 de enero de 1820 en San Luis, siendo ascendido por los realistas a
Teniente Coronel.
Sobre este hecho en sí, y con nueva información que se desprende de los Archivos del
Perú, se puede también ahondar más en la participación de estos efectivos en los sucesos
de El Callao.
Una vez más, los documentos nos permiten clarificar hechos dados.

¿Antonio “Falucho” Ruiz?

Bartolomé Mitre ha relato la acción de un hombre apodado “Falucho”, el cual se hallaba


de guardia en el Torreón del Real Felipe, cuando el día 10 de febrero los cabecillas de la
sublevación suben para arriar la bandera que allí flameaba, y colocar la española. Según
el relato, “Falucho” se negó a rendir honores a dicha bandera, y fue muerto allí mismo al
grito de “Viva Buenos Aires” que era su patria 144.
Este relato, ha generado controversias y diversas publicaciones detallando que
“Falucho” pudo ser un invento de Mitre145, más allá que el historiador le da un nombre y
no sólo un apodo: Antonio Ruiz.
Quizás la controversia surja para algunos por el hecho que se basan en Listas de
Revistas anteriores (1817-1819 en Chile) donde Antonio Ruiz aparece como Cabo

144
Mitre, B., Falucho y el sorteo de Matucana. Episodios de la Revolución, Buenos Aires, 1960. Hay que
destacar que Mitre coloca la acción de la muerte de este soldado el día 6 de febrero, siendo que la
documentación detalla que el cambio de Bandera fue el 10 de febrero.
145
Ochoa, P.O., “El invento de Falucho”. En Revista Todo es Historia, Número 41, Buenos Aires, 1970,
p.32-39.

59
Segundo de la Compañía de Cazadores del Batallón Número 8, entendiendo que con esa
jerarquía no podía encontrarse de guardia en el Torreón.
Pero también hay quienes señalan que no hubo uno, sino varios soldados negros con el
apodo de “Falucho”, basados en testimonios de actores de la época.
Lo cierto es que los documentos del Perú, una vez más nos aproximan a los hechos, o
nos permiten poder acercarnos redoblando el desafío.
Al analizar las Listas de Revista de 1822 y 1823 del Regimiento Río de la Plata, nos
encontramos con 3 soldados llamados “Antonio Ruiz”, ninguno de ellos Cabo Segundo u
ostentando alguna jerarquía diferente a la clase de Soldado dentro del Regimiento Río de
la Plata. Lo interesante es que sólo uno de ellos lo encontraremos en la última Lista de
Revista disponible del año 1823, no hallándose a los otros dos que aparecían en la Lista
de agosto de 1822, anterior a la desastrosa Campaña a Puertos Intermedios:

- Soldado Antonio Ruiz, Compañía de Granaderos, Segundo Batallón.


- Soldado Antonio Ruiz, Compañía de Cazadores, Segundo Batallón.

El otro Antonio Ruiz que aparece en la Lista de Agosto de 1822, formaba en la Tercera
Compañía de Fusileros del Primer Batallón.
Ahora bien, y como he mencionado más arriba, la reorganización que se da luego de la
Campaña de Puertos Intermedios, agrupa a los efectivos restantes en un solo Batallón, lo
cual, teniendo en cuenta lo común del nombre y apellido, sumado a la falta de filiaciones
o mayor documentación, nos deja la pregunta: ¿cuál de los tres Ruiz es el que sobrevivió
a Puertos Intermedios? Lamentablemente, ese dato, por el momento, no puede ser
clarificado.
Sin embargo, y tomando a la Lista del 15 y 19 de febrero de 1824, veremos que no hay
un Antonio Ruiz entre los efectivos que quedaron sublevados. Ninguno de los 502
nombres de los soldados sublevados corresponde a Antonio Ruiz. Entonces ¿Antonio
Ruiz fue uno de los fusilados cuando el 10 de febrero varió el rumbo de la sublevación?
¿Fue acaso uno de los que quiso escapar y volver a las filas patriotas? ¿Fue Antonio Ruiz,
como señala Mitre, verdaderamente el “Falucho” de su relato, muerto al pie de la bandera
a la cual no quiso rendir honores? Los documentos nos acercan más a los hechos, nos
generan estas preguntas y nos permiten ser más claros en varias cuestiones, pero sin duda,
nos deja esa incertidumbre de no poder ser concluyentes. Una tarea más para intentar
descubrir con el tiempo.

A modo de conclusión

Escribir sobre nuestra Historia requiere el tomar conocimiento y consultar aquellos


documentos y testimonios del pasado, los cuales nos permiten reconstruir aquellos hechos
del ayer. En cada uno de esos documentos, verdadero Tesoro, podemos encontrarnos con
los hombres y acciones que han marcado esos tiempos: sean de gloria o derrota; de luz o
sombras.
Y en ello, los Archivos tienen una importancia mayúscula, ya que son los depositarios
y guardianes, que nos permiten poder encontrar las respuestas y caminos a lo que
escribimos o investigamos.
Pero no siempre, son o han sido consultados. Resulta más que recurrente, el poder
encontrarse con trabajos en los cuales la repetición de citas (en algunos de ellos hasta se
pierde cuál ha sido la referencia inicial), terminan alejándonos de los documentos y sus
testimonios.

60
Nuestros Archivos siguen siendo el lugar más preciado para un Historiador y todo aquel
que quiera concurrir en la búsqueda de encontrarse con la Historia misma de nuestra
Patria. En sus documentos y testimonios, escritos nada más y nada menos que por
nuestros grandes hombres del pasado, están los hechos que han marcado nuestro camino
y por ello, siempre serán el Tesoro más grande que podamos tener.
La intención del presente artículo, ha sido el poder clarificar algunos hechos dados por
sentados a lo largo de nuestra Historia, y cómo la consulta de los documentos nos lleva
por otro camino, permitiéndonos acercarnos a la realidad. Sin dudas, un volver a las
fuentes para hallar el camino correcto.
De igual forma debemos decir que queda trecho para recorrer, porque aquellos que
amamos la investigación siempre estaremos en la búsqueda de aquel documento o
testimonio, que nos lleve a encontrarnos con los hechos del pasado y sus actores.
Pero también, el presente artículo ha tenido como objeto reconocer hechos, situaciones
y actores implicados en las tristes jornadas de febrero de 1824, intentando clarificar la
actuación de algunos de ellos y su implicancia, donde el Regimiento Río de la Plata, junto
a otros patriotas, participaron activamente. Jornadas tristes de nuestra historia de la
Guerra de la Independencia, que terminaron en una decisión fatal llevada adelante por
valientes desdichados de la Independencia. ●

Bibliografía

Periódico The British Packet and Argentina News, Sábado 2 de diciembre de 1826, Biblioteca Nacional
Mariano Moreno.
Anschutz, C. Historia de Granaderos a Caballo (1812-1826), Tomo II, Biblioteca del Oficial, Círculo
Militar, Buenos Aires, 1945, p. 509.
Mitre, B. Falucho y el sorteo de Matucana. Episodios de la Revolución, Buenos Aires, 1960.
Espejo, G. Apuntes Históricos – “La Revista de Buenos Aires”, Tomo VII, Buenos Aires, 1865, p 371
Ocampo, E. “De Esclavo a Brigadier General en los Reales Exércitos”, En Revista Histopía, número 5,
Buenos Aires, 2019.
Ocampo, E. “La Bandera del Río de la Plata: una historia llena de olvidos y confusiones”, En Revista
Histopía, número 15, Buenos Aires, 2021.
Ochoa, P.O., “El invento de Falucho”, En Revista Todo es Historia, número 41, Buenos Aires, 1970, p.32-
39.
Zapiola, J. Recuerdos de Treinta Años (1819-1840), 5ta ed., Buenos Aires, 1902, p 123.

61
Adelantos Editoriales

Título: “Brown, Primer Almirante de los Argentinos”


Autor: Miguel Ángel De Marco
Editorial Planeta
Buenos Aires
2021.
Pág. 336.

El doctor Miguel Ángel De Marco, presidente del Instituto Nacional


Browniano, nos ofrece nuevamente la posibilidad de contar con la
primicia de una parte del capítulo inicial de su último libro que trata
un aspecto desconocido de los años iniciales de Guillermo Brown en
Irlanda. Gesto que agradecemos y que seguramente valorarán los
lectores de Revista Histopía.

LA DURA FORJA
DE UN MARINO
Miguel Ángel De Marco146

En el último cuarto del siglo XVIII, Irlanda sufriá por igual la pobreza y la opresión
británica. Era un pueblo altivo que no aceptaba las imposiciones de una metrópoli poco
afecta a derramar beneficios entre los súbditos de la monarquiá . Los naturales,
mayoritariamente católicos o presbiterianos, distaban de participar en las decisiones
polit́ icas, reservadas a una minoriá anglicana. Aun asi,́ toda determinació n del Parlamento
irlandés debiá ser sometida al Consejo Privado del rey de Inglaterra a través de virreyes
de su entera confianza.
Los industriales hilanderos y los comerciantes prósperos profesaban el credo oficial de
la Corona. Sin embargo, soportaban un creciente agobio financiero que llevó al cierre de
muchos de los establecimientos que daban trabajo a una població n acostumbrada al
sufrimiento. El hambre fue cercando a la gente, y el pan, insumo fundamental de las clases
más necesitadas, se convirtió en un alimento de lujo. A raiź de ello comenzó una

146
Doctor en Historia (Universidad del Salvador) Fue miembro correspondiente de la Academia Nacional
de la Historia en la provincia de Santa Fe desde 1972, y es académico de número a partir de 1986. Fue
presidente de la Academia Nacional de la Historia durante dos períodos, entre 2000 y 2005 y entre 2012 y
2014. Pertenece a la Armada Argentina como Comodoro de Marina (RN). Presidente del Instituto Nacional
Browniano. Miembro de número de la Academia Sanmartiniana del Instituto Nacional Sanmartiniano.
Miembro de mérito de la Academia Portuguesa da Historia y correspondiente de la Real Academia de la
Historia de España, de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz y de casi todos los institutos y
academias nacionales de Iberoamérica. Se ha desempeñado como director del Departamento y del Instituto
de Historia de la Universidad Católica Argentina y profesor de Historia Argentina II. Es profesor emérito
de la Universidad del Salvador. Catedrático en el Doctorado en Historia de la Facultad de Historia de esa
casa de estudios, y director de su Cátedra Extracurricular de Historia Naval.

62
persistente emigració n que fue haciéndose masiva. Casi todos miraban con esperanza
hacia las colonias norteamericanas que acababan de proclamar su independencia de Gran
Bretaña. Allí́, se afirmaba tanto en las casas más acomodadas como en las tabernas, no era
difić il alcanzar desde abajo bienestar y abundancia.
La inmigración se había iniciado a comienzos del siglo XVIII, cuando arribaron vecinos
de la provincia del Ulster, en buena parte originarios de Escocia y trasladados por la corona
británica a Irlanda, a quienes siguieron familias provenientes de las provincias de Leinster,
Munster y Connacht. Para 1775 eran unos 250.000, la mayoriá protestantes. Los católicos,
unos 10.000, se ubicaron preferentemente en Maryland y Pennsylvania.
Cuando se inició́ la guerra de la independencia, el aporte de los irlandeses fue tan
pronunciado que uno de los generales más notables de Gran Bretanã afirmó anõ s después
en el Parlamento londinense: «La mitad del rebelde Ejército Continental era de Irlanda».

La cuna de Brown

Foxford, pequeña aldea ubicada entre las montañas Nephines y Ox, en el Condado de
Mayo, que habiá visto en plena producción más de 100 hilanderías, comenzó́ a sentir los
efectos de una decadencia que pronto se trasladó al paisaje.
Carente de suficientes tierras aptas para la agricultura, el paulatino cierre de esos
establecimientos y de los comercios surgidos en su torno, ubicó a los pobladores en un
estado próximo a la inanició n. La pesca en el río Moy, famoso por la abundancia de
salmones, no era suficiente para sostener a los lugarenõ s que viviá n en incó modas y grises
casuchas.
Entre los antiguos vecinos del lugar se hallaba la familia Brown. El apellido, tan
corriente en los pueblos de habla inglesa, no facilitaba la identificació n de ancestros
lejanos: todos se consideraban parientes. La mayor parte se habiá volcado al trabajo en las
hilanderiá s y apenas unos pocos habiá n logrado escapar a un destino opaco y sin
esperanzas, lanzándose a recorrer el mundo, como aquel sacerdote Brown que, según
versiones familiares, pudo cruzar los caminos de Europa para llegar a la dorada Salamanca
y recibir un bachillerato en cánones. Aunque la célebre Universidad hubiese perdido
entonces el brillo de su época de oro, no era poco haber frecuentado sus claustros.
Uno de los hermanos del presbit́ ero habriá sido el padre de quien se convertiriá en el
máximo prócer naval de la Argentina. Lamentablemente no se sabe su nombre ni el de su
esposa ni los de sus hijos, salvo cuatro: Miguel, que llegó al Rió de la Plata casi
contemporánea mente con su hermano Guillermo, lo secundó en la campanã corsaria al
Pacif́ ico y posteriormente fue su socio en actividades navieras; John, quien estuvo
brevemente a las órdenes del Almirante durante la campanã naval de 1814 y que
posiblemente regresó luego a Europa, Mary y Alice, rescatados de la bruma por la
tradició n familiar.1 Al haberse perdido los registros parroquiales de Foxford, hasta hoy ha
resultado imposible conocer la composició n de la familia más cercana del Almirante.2
Según Tomás Guido, autor de la primera biografiá de Brown basada en los recuerdos
que éste y su familia le transmitieron y en documentos facilitados para su semblanza, el
padre se ganaba penosamente la vida con el producto de una modesta granja. 3 En la
precaria casa que allí habiá , vino al mundo el 22 de junio de 17774 quien estaba llamado
a protagonizar grandes hazañas en su futura patria adoptiva.
Pasaron pocos años hasta que sucesivas medidas del gobierno británico terminaron por
soliviantar a los irlandeses y agravar su mal trecha economiá : las cámaras londinenses
reclamaban su derecho a legislar en forma directa, sin dar intervenció n al Parlamento
local. Frente a las presiones que en tal sentido se recibiá n en Dubliń y en el resto del
territorio, la població n salió a las calles impulsada por la Convenció n de Voluntarios

63
Irlandeses y logró, mediante la acció n de Henry Gratton y otros patriotas, que la corona
otorgara independencia a la legislatura para decidir en cuestiones atinentes a la isla. Esto
ocurrió en 1783.
Pero la libertad polit́ ica no tuvo su correlato en el mejoramiento de la vida de la gente,
y esta circunstancia alentó aún más la emigració n. Fue cuando el padre de Brown abrigó
la idea de partir hacia los Estados Unidos junto con éste, tal vez el mayor de los hermanos,
para abrirse camino y trasladar luego al resto de su familia. Según Guido, ello ocurrió en
1786, cuando el ninõ contaba apenas 9 años. Agrega este autor que a poco de llegar ambos
a Filadelfia, ciudad recostada sobre la margen derecha del rió Delaware, que habiá sido
testigo de la Declaració n de la Independencia y era la capital de la joven nació n, se
encontraron con la terrible noticia de que la persona a la que iban recomendados habiá
muerto en la epidemia de fiebre amarilla, de la cual el mismo padre se contagió y dejó de
existir. Aquí se plantea una más de tantas incógnitas sobre la vida de nuestro personaje.
La mayoriá de los autores da como cierto que el morbo apareció apenas los Brown
arribaron a suelo americano, pero en realidad manifestó su terrible presencia en Filadelfia
en el verano de 1793, cuando Guillermo contaba 16 años de edad, 5 y no hubo otros brotes
en una fecha anterior relativamente próxima, ni allí ni en otros puntos de los Estados
Unidos.6
Si nos atenemos a lo que expresa la Encyclopædia Americana,7 Brown llegó al puerto
de Baltimore en 1793. Como esa ciudad está relativamente próxima a Filadelfia,
encajariá n su presencia durante la terrible epidemia que se llevó varios miles de vidas, la
muerte de su padre en ella y la orfandad con la que se vio bruscamente castigado. Pero no
la edad, pues según el Popular Dictionary contaba con 14 años.
De un modo u otro, era un adolescente que de pronto se halló solo y sin recursos en
tierra extraña. Guido relata de este modo el momento en que Brown se desposó con el
mar: “Un fuerte y alegre muchacho [se paseaba] en la margen pintoresca del Delaware [y
se ocupaba] tal vez de recoger las conchas de la playa o de seguir con la vista perspicaz
de su edad la marcha de alguna vela en el horizonte.
El vagabundo llevaba al hombro una maleta con un par de pantalones como única
prenda de su ajuar. Acertó a andar por el mismo sitio el capitán de un buque
norteamericano surto a la sazón en el rió , quien al ver el aire de salud y decisió n del joven
le dice que si busca ocupació nél se la dará a bordo como mozo de cámara. Guillermo
admite muy contento y ufano la proposició n”.8
Es posible que en tiempos de ardua lucha por tierra y por mar contra los ingleses, el
buque y el capitán cuyos nombres se mantienen en la penumbra del pasado desarrollaran
actividades corsarias aparte de las puramente comerciales, ya que se procuraba combatir
por todos los medios a la poderosa armada de Su Majestad Británica.
Brown poseiá las cualidades propias del buen marino, por lo que no le resultó difić il
pasar de su humilde condició n de cabin-boy9 a desempenã rse como oficial frecuentemente
requerido para el servicio de los buques mercantes. Si bien se desconoce en qué naves
estuvo embarcado, se sabe por Guido que realizó múltiples viajes y que en una ocasión
tocó el aún importante puerto de Arcángel, en la Rusia europea.
En su constante navegar por los mares del mundo y en contacto con avezados capitanes,
logró una formació n profesional amplia, además de conocimientos que superaban los
comunes en un oficial de la época. Su clara letra, sus armoniosas frases en la
correspondencia oficial y en sus memorias, unidas a su excelente inglés, hablan no sólo
de habilidad para llenar cuadernos de bitácora sino de lecturas más vastas. Resulta difić il
que tuviera tiempo de recibir una enseñanza sistemática pero no es aventurado pensar que
se le proveyeron libros para afianzar su capacidad profesional y alimentar su intelecto.

64
Muy joven obtuvo patente de master o capitán mercante y se le dio la responsabilidad
de conducir un buque de bandera británica.10 Años antes, en 1783, se habiá firmado la paz
entre Inglaterra y los Estados Unidos, por lo que podiá navegar bajo el pendón de Jorge
III sin que se le pudiera enrostrar inconsecuencia hacia el paiś que habiá acogido con tanta
generosidad a muchos miles de compatriotas y que le habiá brindado a él mismo la
posibilidad de encontrar su camino. Se hallaba en la plenitud de su capacidad fiś ica. Mediá
algo más de un metro setenta11 y su cuerpo estaba moldeado en la dura vida del mar.
Trepar a las jarcias, soportar tempestades, afrontar largas singladuras en condiciones
hostiles, le habiá n otorgado el vigor que subrayaban quienes lo conocieron. Su rostro era
apacible, general mente iluminado por una sonrisa, pero se endureciá cuando debiá capear
una tormenta o reprimir disputas entre la tripulació n. Su tez sonrosada adquiriá tonalidades
de bronce en las largas navegaciones, y su cabello rojizo entonaba con el de la mayoriá de
sus marineros.

Prisionero en Francia

Corriá 1798. Francia, que queriá proyectar su revolución republicana hacia toda Europa y
aspiraba, luego de varios anõ s de desorden inter no, a recuperar su poderió militar y naval,
apoyó en 1796 la rebelió n de Irlanda contra Gran Bretanã y volvió a hacerlo dos anõ s más
tarde. En el primer caso, las acciones tuvieron su epicentro en el Condado de Mayo y las
tropas francesas, apoyadas por el pueblo, vencieron en Castlebar, vecina a Foxford. Pero
las naves republicanas fueron derrotadas por las de Su Majestad Británica y ello provocó
una guerra entre ambos paiś es. Austria y Rusia se aliaron con los ingleses y la lucha se
desató en buena parte de Europa.
Brown navegaba por las aguas del Mediterráneo cuando su buque fue interceptado por
el navió Presidente, una de las mejores unidades de combate con que contaba la entonces
decadente marina francesa. Sin medios para oponer resistencia, fue apresado y enviado a
prisió n en la ciudadela de Metz. Contaba entonces 21 años.
Se trataba de una construcción otrora poderosa que habiá formado parte de un
importante sistema defensivo entre 1556 y 1562, perió do en el cual albergó numerosos
efectivos militares para prevenir episodios como el asedio de seis meses al que Carlos V
de Habsburgo habiá sometido años atrás a la ciudad, bombardeando intermitente mente
sus murallas.
Aparentemente, el encierro no era tan riguroso como en otras cárceles de la Francia.
Los oficiales estaban acompañados por sus asistentes y se entregaban al juego para matar
el tiempo. Contaban con prestamistas, bankers, los denomina Seacome Ellison que estuvo
preso junto a Brown, con el que volveriá a vincularse años más tarde,12 y la posibilidad
de contraer deudas, aunque gravosas, les permitiá n alimentarse mejor y entretenerse.
Recuerda Ellison: “Durante mi confinamiento en la Ciudadela me relacioné con
B.[rown], luego el famoso almirante de Buenos Aires. Teniá abundante dinero cuando
arribó a la prisió n, todo lo cual perdió. Pidió entonces prestado a los banqueros. Cuando
llegué al lugar habiá vuelto a perder su última postura y sentado en una mesa en un
extremo de la habitación, golpeando los talones. Era la real personificació n del
desaliento”.13
Brown no podiá mantenerse quieto por más tiempo y concibió su huida. Obtuvo un
uniforme francés, aprendió la consigna del diá y consiguió engañar al centinela. De noche
y con la ayuda de la mujer del carcelero, pasó por oscuros pasadizos y de pronto se
encontró en la calle. Pero fue atrapado y llevado a la fortaleza de Verdun, que ofreciá
condiciones de mayor seguridad. No le quedaba otro camino que intentar una nueva fuga,

65
pues «aquel oscuro oficial de la marina mercante no podiá esperar el interés de la corona
y menos la posibilidad de un canje de prisioneros».14
Convencido de ello, dedicó cada momento a ese cometido. Le pareció que podriá tener
éxito al advertir que se hallaba en el último piso del edificio. Si lograba hacer un agujero
lo suficientemente amplio podiá escapar por los techos. Mientras afilaba sin pausa un
utensilio con el que preparaba su magra comida y que pensaba usar para obtener su
propósito, se enteró de que al lado de su celda se hallaba la de un coronel inglés de apellido
Clutchwell. Comenzó a abrir un hueco debajo de la cama y luego de muchas horas de
esfuerzo logró comunicarse con él. Puestos de acuerdo, ajustaron los detalles dela huida.
Una vez abierto un boquete por el que pudiesen pasar sus cuerpos, tratariá n de burlar la
vigilancia y con la ayuda de la suerte y de la noche deslizarse silenciosamente por las
callejuelas de Verdún hasta salir de la població n.
Una bandera que alguno de los dos habiá logrado conservar sirvió como telón para
ocultar la cavidad que iban abriendo. Cuando concluyeron la tarea improvisaron una
escala con ropas y se deslizaron por el muro exterior sin que nadie advirtiera sus
movimientos.
Pero a poco de tocar el áspero suelo alcanzó a verlos un herrero que dio la voz de alarma.
No se amilanaron, siguieron corriendo y lograron sortear las murallas de la ciudad antes
de que los centinelas cerraran sus puertas. El coronel, de mayor edad, sintió varias veces
que le flaqueaban las fuerzas, pero en cada oportunidad Brown lo llevó a cuestas. En una
aldea del camino compraron unos trozos de chocolate, único alimento que consumieron
para atravesar la selva de las Ardenas y llegar al rió Rhin, donde obligaron a un barquero
a que los llevara a la otra orilla.

Incógnitas sobre un lustro de vida

La princesa Carlota, duquesa de Wurtemberg e hija de Jorge III de Inglaterra, recibió de


buen grado a los prófugos, contribuyó a que se recuperasen de la odisea vivida y les allanó
el camino a Gran Bretaña.15 Brown habiá pasado seis años prisionero.
Se encontraba con grandes cambios que afectaban profundamente la vida europea. El
mismo año de su llegada a suelo inglés, Napoleón se habiá proclamado emperador de los
franceses y habiá provocado la reacció n de Gran Bretanã , Austria, Rusia, Nápoles y
Suecia, que se aliaron para combatirlo. Pero contaba con el apoyo de España y estaba
dispuesto a someter al Viejo Mundo con sus disciplinados ejércitos y su nueva y poderosa
escuadra, que no tardariá en sufrir una aplastante derrota junto con la flota de Carlos IV
en la batalla de Trafalgar.
¿Dónde estuvo Brown entre el diá en que tocó suelo británico y el año 1809 en que
reaparecen datos concretos sobre su existencia? ¿Prestó servicios en la Royal Navy, encaró
alguna actividad comercial, volvió a capitanear una nave en la marina mercante inglesa,
que recuperaba fuerzas tras el desastre naval francés?
Las pesquisas realizadas por distintos autores a lo largo de los años no han arrojado
hasta ahora resultados concretos.
Algunos suponen que participó de la invasió n británica de 1806 al Rió de la Plata, pues
encuentran el nombre de un guardiamarina William Brown, «cuya firma se asemeja
notoriamente», entre los de los integrantes de la plana mayor de la fragata Narcissus, que
comandaba el capitán irlandés Ross Donnolly y que llevó a Londres la noticia de la
rendició n de Buenos Aires junto con los caudales capturados por los atacantes.16 También,
según quienes sostienen esa teoriá , habriá participado en las tareas de sondeo del Rió de
la Plata y en el desembarco en Quilmes.

66
Extraña que Brown o su familia hubiesen omitido, de haber prestado esos servicios,
señalárselos a Guido, y que éste no hubiera hecho referencia alguna a un episodio que
pudo haber sido decisivo para que Brown optara más tarde por radicarse en el Rió de la
Plata. Por otra parte, parece poco probable que un hombre de 29 anõ s, con amplia
experiencia náutica, hubiera sido incorporado como aprendiz de oficial —midshipman—
al pasar a la Royal Navy.
Contemporáneamente figuraban en sus filas tres oficiales llama dos William Brown,
que se desempenã ban en otros destinos. Y como muestra de lo corriente del apellido entre
la gente de mar, conviene señalar que hubo oficiales y tripulantes que lo ostentaban en la
escuadra patriota de 1814. Por otro lado, entre la marineriá del bergantiń Halcón a las
órdenes de Hipó lito Bouchard durante la campanã corsaria al Pacif́ ico que Brown
comandó en jefe, hubo un homónimo suyo, aunque en este caso, según declaració n de
Tomás Espora, se trataba de un sobrino del Almirante. 17
Los que sostienen que éste luchó a bordo de buques de la armada de Jorge III contra los
franceses y en las acciones de 1806 sobre Bue nos Aires, afirman que solo pudo adquirir
en la marina más importante de su tiempo la formación estratégica, táctica y organizativa
puesta en práctica a través de la campaña que tuvo como corolario el combate naval de
Montevideo donde las naves al mando de Brown derrotaron completamente a los marinos
del Apostadero de aquella ciudad. Sin perjuicio de que por su experiencia y trato con
oficiales navales británicos a lo largo del tiempo en que comandó buques mercantes
estuviera al tanto de tales aspectos, no cabe duda de que poseiá cualidades innatas que
iban más allá de su valor a toda prueba. Sabiá adoptar la decisió n más conveniente con
solo observar los movimientos del enemigo y no vacilaba en empeñarse hasta las últimas
consecuencias con el fin de alcanzar su meta.

Matrimonio y viaje al Río de la Plata

El 29 de julio de 1809 concurrieron a la parroquia anglicana de San Jorge, en Middlesex,


Guillermo Brown, vecino del lugar, y Elizabeth Chitty, de 22 años de edad, nacida en la
localidad de Brombley, 18 para formalizar su matrimonio. Ella perteneciá a una antigua
familia, en cuyas diversas ramas habiá marinos, armadores y comerciantes dedica dos al
ramo naval. Su padre, Thomas Chitty Bayly, habiá sido capitán mercante y luego
comandante corsario en la guerra contra Napoleón, y su madre era hija de un opulento
constructor de naves, Jarvis Curling.19
La cómoda posició n econó mica de los Chitty induce a creer que Brown poseiá los
recursos necesarios para ser considerado un candidato conveniente que garantizara a
Elizabeth una có moda subsistencia y un apreciable reconocimiento social. 20
Quizás en el momento de unirse, los cónyuges adoptaron la decisió n que pusieron en
práctica desde que nació la primera hija: las niñas seriá n bautizadas según el rito anglicano
y los varones conforme a los preceptos de la iglesia católica de la que Brown era un fiel
devoto.
Es posible también que aun antes de casarse concibieran el proyecto de viajar al Rió de
la Plata y sondear las perspectivas de instalarse en forma permanente. El master Brown
obtuvo el mando de la fragata Belmond, que iba a ser fletada para ese destino, y Elizabeth
se aprestó a una larga y azarosa travesiá .
Luego de afrontar las vicisitudes que depara el mar, tocariá n Rió de Janeiro,
desembarcariá n en Montevideo las mercanciá s que llevase la nave y regresariá n con el
buque cargado de cueros, aspas y sebo. 21 Si las circunstancias resultaban propicias,
volveriá n para quedarse.

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Durante octubre y noviembre de 1809, la Belmond estuvo amarrada en la flamante
capital lusitana. Los Brown se encontraron con una ciudad alborotada por el gran cambio
que significó la instalació n de la corte de Juan VI de Portugal, quien dejó Lisboa ante el
avance de las tropas napoleónicas. É stas ya habiá n tomado gran parte del territorio espanõ l
y amenazaban con ocupar rápidamente el resto de la peniń sula. Gran Bretaña puso a
disposició n del monarca una flota de quince buques que llevaron más de 1.000 personas,
objetos suntuarios, obras de arte, documentos esenciales y cuanto pudiera necesitar la
nueva sede real.
Por las calles, tabernas y posadas fluminenses se moviá un en jambre de oficiales y
marineros ingleses. Es probable que Brown se cruzara con algunos conocidos, pero
sabemos con certeza que se encontró con su antiguo companẽ ro de prisión Seacome
Ellison, quien consignó brevemente en sus recuerdos aquel momento. 22
Concluidas las tareas en Rió de Janeiro, la Belmond enfiló el 15 de enero hacia
Montevideo.23
Como todo el Virreinato del Rió de la Plata, la ciudad viviá momentos de gran
incertidumbre. Corriá n versiones acerca del posible arribo de una gran escuadra de guerra
francesa24 que luego de tomar esa plaza desembarcariá tropas allí y en Buenos Aires para
alzar en estas regiones las banderas del Emperador. Cada buque traiá amargas noticias
sobre el incontenible avance de sus ejércitos y el constante retroceso hacia el sur de la
peniń sula de las autoridades que habiá n asumido el mando en nombre de Fernando VII.
Por otro lado, la antigua rivalidad entre Montevideo y Buenos Aires tornaba asfixiante
la atmósfera en ambas orillas. Desde la invasión inglesa de 1806-1807 se habiá n
agudizado las tensiones, tanto por motivos económicos como por los enfrentamientos
entre los partidarios del virrey Liniers, temerariamente acusado de ser cómplice de los
franceses, y los seguidores del obstinado y duro gobernador oriental Francisco Javier de
Elió .25
Para remediar tales enconos, las autoridades provisionales metropolitanas habiá n
decidido sustituir al héroe de la Reconquista por el teniente general de la Real Armada
Baltasar Hidalgo de Cisneros, que teniá fama de hombre recto y valiente.
Una vez llegado a Montevideo, el marino se demoró en demasiá en ir a ocupar su sede
porteña, a raiź de las presiones que sufriá de parte de Elió y del comandante del
Apostadero Naval, capitán de navió José Mariá de Salazar. Incluso llegó al punto de
reclamarle a Liniers que abandonase Buenos Aires y fuera a la Colonia del Sacramento
para entregarle el mando y asegurarle que el pueblo de la capital lo recibiriá dignamente.
Finalmente se decidió y estuvo en su sede el 29 de julio de 1809.
A raiź de la desesperante situación del erario, Cisneros, que necesitaba obtener nuevos
ingresos para sostener la administració n, decretó el 6 de diciembre de ese anõ «la
tolerancia provisoria de un franco comercio con la nación inglesa», luego de obtener el
dictamen favorable de la junta de gobierno del Consulado de Comercio y del Cabildo.
Pero la reglamentación de la permisión fue convirtiéndose en un obstáculo para los
intereses de los comerciantes de esa nacionalidad, a quienes Cisneros terminó acusando
de contrabandistas.
El libre comercio habiá sido decretado en 1806 por el general británico William
Beresford, y habiá regido durante el breve perió do en que ocupó la capital. Pero una vez
derrotado, las presiones de los que usufructuaban el monopolio de las transacciones con
la metrópoli, volvieron a suprimirlo.
Después de una prolongada navegació n, la Belmont estuvo a la vista de Montevideo el
28 de enero de 1810. Desde el puente, los Brown contemplaron la pequeña ciudad rodeada
de murallas, en las que se destacaba el bastión de la Ciudadela, comparable en importancia
con el de Cartagena de Indias. Si bien se apreciaban las torres de algunas iglesias, el centro

68
urbano mostraba bastante chatura para ojos acostumbrados a las grandes construcciones
europeas. Predominaban las casas de una sola planta, aunque habiá edificios de dos pisos.
La rada era ampliś ima y constituiá un fondeadero de primer orden. No en vano
Montevideo se constituiá en punto de arribada obligatoria para todas las naves que
llegasen al Rió de la Plata. Allí se realizaban las inspecciones y trámites que requeriá la
Corona. Su condició n de puerta natural del Virreinato habiá convertido a la ciudad en sede
del Apostadero Naval, donde amarraban varios bajeles de guerra y prestaban servicios
acreditados jefes y oficiales de la Real Armada.
Es de pensar que los Brown tomaron rápido contacto con algunos de los comerciantes
británicos que ejerciá n actividades amparados por el decreto de Cisneros. Si bien la patria
de Elizabeth era ahora aliada de Espanã como menos de tres anõ s atrás habiá sido su
enemiga, sus connacionales padeciá n la indomable inquina de la mayoriá de los
peninsulares. Sin embargo, captaban las simpatiá s de algunos criollos que ya entonces
anhelaban la independencia.
Por aquellos diá s, mientras Elizabeth quedaba encinta y su esposo continuaba sus tareas
de carga de la Belmont, Montevideo volviá a ponerse en alerta a raiź de nuevos informes
sobre la posible presencia de buques de la escuadra francesa.
La primera alarma la habiá dado el comandante del bergantiń de guerra británico
Mutine, Charles Montagú Fabian, que formaba parte de la escuadra estacionada en Rió de
Janeiro y arbolaba la insignia de comodoro por ser el oficial más antiguo de los cuatro
buques de reducido tonelaje y poder militar estacionados en el Plata.
Montagú Fabian y sus subordinados habiá n sido enviados a Bue nos Aires luego del
decreto de libertad de comercio para proteger los intereses de los súbditos de Jorge III,
pero patrullaban constantemente el rió y saliá n al mar.26
Le informó al comandante militar de Montevideo que «una flota francesa de 15 navió s,
14 fragatas y dos bergantines [...] con tiempo hermoso navegaba al oeste-noroeste,
ignorándose su destino».27
Montevideo quedó en alerta. Las tropas del Apostadero Naval y los cuerpos de milicias
se ejercitaron diariamente en el manejo de las armas y los buques fueron alistados dentro
de las muchas limitaciones que registraban. En los meses sucesivos circularon en forma
clandestina «papeles del infame Napoleón», como los definió́ el comandante de marina,
Salazar.
Mientras tanto, los barcos mercantes británicos maniobraban con tranquilidad, en la
certeza de que los amparaba la flotilla de la Royal Navy.
El 11 de marzo de 1810, completada ya su carga, la Belmond zarpó de regreso a
Inglaterra.28 Brown iba al mando y lo acompañaba su esposa, quien queriá que su primer
vástago naciese en su patria. Por alguna razón que desconocemos, el capitán entregó el
buque a un nuevo master, Robert P. Jackson, y se hizo cargo de la fragata Jane que éste
conduciá . No se sabe con exactitud en qué lugar ocurrió el cambio, y se supone que
Elizabeth siguió viaje en la Belmond mientras Brown volviá para operar en el Rió de la
Plata.29
Luego de cargar en Montevideo cueros, puntas de astas de vaca y sebo, la nave, que
estaba en malas condiciones de navegabilidad y debiá zarpar supuestamente «a puertos
extranjeros», se dirigió a Buenos Aires, por orden de sus consignatarios30 y fondeó en
Balizas Interiores el 17 de abril de 1810.
Arguindeguy y Rodriǵ uez consideran que la navegación de 17 diá s para superar una
distancia tan corta, «encubre un ilić ito que se generaba en la intenció n de completar las
bodegas en Buenos Aires, lo que se le habriá negado en la Banda Oriental». Y agregan
que la «conducta posterior de los consignatarios del buque —también delictiva y así
comprobada— en las Balizas porteñas, avala aún más este supuesto».31

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La Jane recibió pocos diá s después una «visita de fondeo» por parte del personal del
Resguardo en la que se constató la existencia a bordo de insumos no declarados en el
manifiesto de embarque, lo que indicaba que los consignatarios esperaban hacer una
diferencia pagando solo a partir del embarco de similares productos en Buenos Aires.
Se inició un sumario a pedido del jefe de dicha dependencia en el que Brown y el capitá n
Juan Fotheringham, que también figura como master del buque, no fueron inculpados ni
llamados a declarar, cosa que sí debieron hacer los consignatarios.
El irlandés no teniá otro camino que esperar que se dilucidase la situació n de la Jane
para volver a zarpar. Le quedaba el consuelo de no haber recalado en un punto remoto sin
comodidad alguna sino en una ciudad que se acercaba a las 40.000 almas en la que podiá
vincularse con otros compatriotas.
La capital del Virreinato casi duplicaba en población a Montevideo; contaba, al igual
que esta, con varios templos de vigorosa arquitectura, edificios de dos pisos, casas de
azotea y construcciones de una sola planta más o menos confortables, no pocas de ellas
de alquiler, dado el apreciable incremento del vecindario que se registraba entonces, pero
también habiá gran cantidad de construcciones endebles y malos ranchos en los
suburbios.32
Las iglesias y edificios de la administració n hispana se sosteniá n mediante anchos
cimientos y gruesas paredes pues el material de construcción predominante eran los
ladrillos de adobe. Incluso la sede del gobierno, llamada pomposamente «el Fuerte», por
entonces sede del virrey y cuartel de algunas tropas, era de ese material. También la
Recova, que dividiá en dos la plaza y constituiá una especie de gran mercado, era de
ladrillos, aunque con la novedad de que resultaban parejos pues se los fabricaba con
moldes. ●

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DESDE LA “TIERRA PURPÚREA”
Una obra sobre la Independencia Nacional y el rol de la Masonería
Amilcar A. Vasconcellos

Próximamente se publicará una obra, en forma póstuma, -ambos fallecieron en el


transcurso del año 2020- de los investigadores e historiadores uruguayos, Profesor
Rodolfo Gonzalez Rissotto, formado en la escuela del Profesor Juan Pivel Devoto y del
Profesor Mario Dotta Ostria, que ha participado de los lineamientos del Profesor José
Pedro Barran, sobre el tema de la Independencia Nacional, culminara con la expresión
soberana de la República Oriental del Uruguay y el rol de la Masonería en esta instancia
histórica.
Esta edición está siendo preparada por la editorial uruguaya “Ediciones de la Plaza” y
está prevista su aparición para los últimos meses de este año.
A quien esto escribe las viudas de ambos historiadores y la editorial le han
encomendado confeccionar el Epilogo y al Dr. José Garchitorena, -actual Gran Maestro
de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay-, le han solicitado que escriba el prólogo.
El contenido de una profunda e importante investigación sostiene, en definitiva, la tesis
– ampliamente compartible – que en este proceso histórico la voluntad de los orientales
siempre, fue la de ser independientes, aun cuando no se consagró la idea de Artigas de
una federación pero, si se constituyó, una República a partir de 1830, del naciente Estado
independiente.
Señalamos hitos fundamentales del escenario histórico que precede a esta voluntad
incoercible de Independencia de los orientales.
El antecedente más antiguo es el del Cabildo Abierto de 21 de septiembre de 1808, en
el que los vecinos resuelven “…no acatar la orden del Virrey eligiendo…una Junta propia
de Gobierno para Montevideo… fue la primera ciudad del Virreinato que tuvo una Junta
propia de Gobierno”, según lo consigna Pablo Blanco Acevedo.
La expulsión de la Compañía de Jesús de todo el Imperio Español, decretada por el
Rey Carlos III, mediante la Real Pragmática de 27 de febrero del año 1767, generando
que la educación quedara en manos de otras órdenes y, en especial, de los Padres
Franciscanos.
La batalla de Trafalgar del 21 de octubre de 1805, en la que la Armada de España fue
derrotada y, luego de ese resultado, la flota militar y mercante del Imperio Britanico,
quedaría dominante en los mares y océanos.-
La invasión de Napoleón a España y Portugal, en el año 1808, que sería uno de los
motivos para que se acudiera a la retroversión de la soberanía –siguiendo la postura
doctrinaria de Francisco Suares– al producirse la acefalia del monarca; lo que dará lugar
y origen al movimiento en España y en las colonias de América del Sur; fundado en la
Real Cédula del 12 de septiembre de 1537, que admitía que en caso de vacancia los
vecinos pudieran reunirse y nombrar una autoridad provisoria, hasta que se normalizara
la situación.
La influencia de las revoluciones liberales, principalmente, la de la Independencia de
los Estados Unidos de América que sería el modelo de Artigas, por lo que pugnaba por
una república y una federación, con las provincias que habían formado el Virreinato del
Rio de la Plata.

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Concluyen los historiadores que la idea de promover la independencia de las colonias
de América del Sur, no parece haber sido el interés primordial del Imperio Británico, sino
de debilitar al Imperio Español, buscando sustituirlo en materia económica y comercial,
abriendo mercados de Hispanoamérica al intercambio; y también en la esfera política.
En especial, combatir el régimen monopólico español del comercio, con su evolución
y variantes, buscando una apertura hacia la libertad de comercio y la libre navegación.
Debe fijarse la atención en este proceso, en la llamada “lucha de puertos”, como lo
señala los historiadores mencionados, que durante el Siglo XVIII y XIX, enfrentó y
generó conflictos, entre las autoridades de Buenos Aires y Montevideo, y también entre
los comerciantes de ambas márgenes del Plata; este conflicto, producto de la geografía y
de la decisión de la Corona española en sus inicios.
Esta política va a sufrir algún cambio cuando Napoleón invade España y el Imperio
Británico ha devenido en aliado de la España ocupada, por lo que no habría de hacer
mayores esfuerzos en el apoyo a la Independencia de las Colonias, sino en tratar de
asegurar su alianza para combatir al Emperador francés, a la vez, que tenía necesidad de
comerciar con los territorios coloniales españoles y portugueses, obteniendo materias
primas y colocando producción industrial, por el bloqueo que el Gobierno de Francia le
había impuesto en Europa.
Concluyen, que no había un gran interés en mantener unidos a los territorios coloniales
hispanos, que habían en su separación, formando comunidades con sus propios intereses
y visiones diversas, bajo la monarquía pero sin otro elemento que los aglutinase; y que, a
la postre, existían desde antes de la abdicación de Fernando VII, conflictos e intereses no
solo entre los Virreinatos sino en la propia circunscripción de éstos.
Las invasiones inglesas, a principios del Siglo XIX, pese a ser rechazadas dejaran: la
libertad de comercio, la tolerancia religiosa al punto que un cuerpo militar desfiló el 24
de junio de 1807, día de San Juan, en Montevideo ocupada con sus vestimentas masónicas
ante el asombro de la población, y así lo consigna el diario “Estrella del Sur, en su edición
bilingüe, del que quedaran la imprenta y muchas propuestas filosóficas que presentaran a
los habitantes de la ciudad realidades y pensamientos que hasta ese entonces no habían
conocido.
Todos estos elementos históricos y estas circunstancias políticas, económicas,
comerciales, sociales y militares, serán el escenario en el que dará comienzo la revolución
y los movimientos de independencia en esta América Hispana.
En todo este proceso histórico, de muy diversas formas aparece la presencia y la
influencia de las logias masónicas, cuyo inicio es la Gran Reunión Americana en
Inglaterra dirigida por Francisco de Miranda, y luego las denominadas “Caballeros
Racionales” o las “Lautaro” y, en la “Tierra Purpúrea”, los “Caballeros Orientales”.
Antecedente decisivo es la Campaña y conquista de las Misiones, por el General
Fructuoso Rivera, ocupando los siete pueblos de las Misiones que reclamara Artigas en
las Instrucciones del Año XIII; y que luego del Tratado de San Idelfonso de 1º de octubre
de 1777, fueron usurpados ilegítimamente por el Imperio de Portugal, apoderándose en
1801, según lo consigna Pablo Blanco Acevedo.
Es la Independencia de nuestra República, que pudo ser más grande y federal, que no
lo fue. Resultó ser la realidad que tenemos; es la nuestra y es la que debemos amar y
respetar, porque ha sido una historia de lucha por la libertad y la convivencia pacífica en
su sociedad, pese a las contiendas intestinas, en la que la Masonería, a través de sus
hombres, ha tenido una activa participación.●

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Antiguos mapas de la Ciudad de Salta (AGN- años 1808-1812)

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