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ArticuloJoseMariaCarrascal 29.05.10
ArticuloJoseMariaCarrascal 29.05.10
Si nos ponemos a examinar su primer mandato y lo que lleva del segundo, nos
damos cuenta de que nada de lo que pretendía lo ha conseguido, y lo que ha conseguido
fue al elevado precio de dividir a los españoles.
Y los españoles, o al menos una buena cantidad de ellos, nos sentimos a gusto
con él, aunque en nuestro fuero interno reconozcamos que no es la mejor. No voy a
decir con ello que nos falten buenas cualidades. Pero el vicio es siempre más fácil de
practicar que la virtud y si nos gobierna alguien que nos marca ese camino, no tenemos
el menor inconveniente en seguirle.. Durante los últimos cinco años, en España se han
juntado el hambre con las ganas de comer, o más exactamente, la peor política con
nuestros peores instintos.
Lo malo es que tal país no existe. Mejor dicho, puede existir durante un periodo
de tiempo, pero cuando se acaban las longanizas, se acaba todo. Y a nosotros se nos ha
acabado con la crisis económica que ha dejado al descubierto el mundo falso en el que
hemos vivido durante los últimos años, la escasa preparación que tenemos, tanto a
nivel personal como gubernamental, para afrontar los desafíos que tenemos delante.
Los españoles y los muy diversos gobiernos que tenemos sabemos muy bien gastar,
pero no sabemos economizar.
Nos hemos olvidado de qué es eso. Como nos hemos olvidado del esfuerzo, de la
laboriosidad, de la obra bien hecha y del afán de superación, completamente ignorados
durante la última etapa, en la que la forma de ganar dinero era comprar -a crédito- un
piso y venderlo dentro de dos años por el doble precio. Más grave todavía ha sido el
ataque sistemático que ha sufrido la excelencia en nuestro país de un tiempo a esta
parte. No era ya la mofa habitual al empollón de la clase por parte de sus
condiscípulos. Era una política metódica, perfectamente planeada contra el que
destacaba en cualquier profesión o actividad.
Y esto ocurre precisamente cuando se necesita más que nunca gente preparada,
gente emprendedora, gente con ideas, gente capaz de competir en un mercado mundial
donde han surgido países que se han plantado en la más sofisticada tecnología de un
salto, como Corea del Sur o Finlandia. Y ya verán ustedes cuando los del Este de
Europa se quiten de encima la mugre que les queda de cuarenta años de comunismo.
¿Qué ha hecho nuestro gobierno ante ello? Pues este gobierno que no fue capaz
de prever la crisis, o no quiso verla, se encuentra paralizado ante ella. Fíjense ustedes
que la única respuesta que Zapatero sabe dar cuando sus medidas no surten efecto es
decirnos «No se reducirá la protección social». O sea, lo de siempre. De decirnos lo
que realmente hay, de llamamientos al sacrificio, a la laboriosidad y tomar el toro por
los cuernos, nada de nada. Su última remodelación de Gobierno no hace más que
abundar en lo existente. No hay figuras que destaquen en él, sino fieles seguidores de
la voluntad del jefe.
Esto es lo que hay. Mejor dicho, lo que no hay. Suele decirse como consuelo que
una crisis es una oportunidad para desprenderse de todo lo inservible y renovarse a
fondo. Aquí, la única renovación que hemos tenido es la del vestuario extravagante de
la Vicepresidenta Primera por el más discreto de la segunda. Por lo demás, las mismas
caras, los mismos gestos, los mismos slogan, los mismos planes y las mismas promesas
de que la recuperación está más o menos próxima.
Desde esta perspectiva, incluso la galbana de Solbes nos parece menos peligrosa
que el activismo de su sucesora, por lo que puede multiplicar el gasto sin arreglar las
cosas. En el resto, todo lo mismo, excepto que a Pepiño Blanco se le llama don José y
se pone ahora corbata.
José Mª Carrascal.