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Lecturas para la ordenación diaconal

Primera lectura
Lectura del libro de los Números 3, 5-9

El Señor dijo a Moisés:


Manda a la tribu de Leví que se acerque, y tú la pondrás a disposición del
sacerdote Aarón, para servirlo. Ellos realizarán tareas para él y para toda la
comunidad de Israel, delante de la Carpa del Encuentro, encargándose del
servicio de la Morada. Tendrán a su cargo todo el mobiliario de la Carpa
del Encuentro y realizarán tareas para los israelitas, encargándose del
servicio de la Morada. Tu pondrás a los levitas a las órdenes de Aarón y de
sus hijos: así ellos estarán dedicados a él exclusivamente, de parte de los
israelitas.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial 83, 3- 5. 11

R. Señor, felices los que habitan en tu Casa.

Mi alma se consume de deseos


por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente. R.

Hasta el gorrión encontró una casa,


y la golondrina tiene un nido
donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo,
mi Rey y mi Dios. R.

¡Felices los que habitan en tu Casa


y te alaban sin cesar!
Vale más un día en tus atrios
que mil en otra parte;
yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios
antes que vivir entre malvados. R.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 8-10.
12-13

Los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra,


moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que
conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se los
pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al
diaconado.
Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen
bien a sus hijos y su propia casa. Los que desempeñan bien su ministerio se
hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de
Jesucristo.
El que quiere ser grande que se haga servidor de ustedes.
Palabra de Dios.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 20, 25b-28

Jesús dijo a sus discípulos:


«Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los
poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande,
que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga
su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino
para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»

Palabra del Señor.

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