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María Cristina Ravaz zola

Historias infames:
los maltratos en las
relaciones

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ptnós
Buenos Aires r Barcelona ¡ México
Cubierta de Gugtavo Macri

la. edición, 1997


1a reimpresün, 1999

La E!ú¡duccióo tot¡¡ o !¿tci¿l de e¡ie lilro, en cu¡lqoie¡ forma que eeo,


idé!üc¡ o Dodifcsda, €6sit¡ a ¡adquitl¡, por el sürena 'm¡lügrapb',
tlim.ógr¡fo, imprEso F¡ fofocopi¡, ñt düplic¡cidn, eta., r¡o lutorir¿da
por 106 €diton6, üol¡ derecbos rasewado¡. Cutlquier utilit¡ci¡úD deb set
prwirment¡ ro¡icit¡da.

@ 199? de todas la¡ erlicisres


Editorial Paidós SAICF
Ddensa 599, Buenos Aires
e-nail: paidolii@internet.siscotel.com
Ediciones Paidtís lbé¡ica SA
Mariano Cubí 92. Barcelona
Editorial ?aiilós Mexica¡a SA
Rubén DarÍo 118, México D.F.

Queda heeho el depisito que previene la Ley 11.723


lnpreso en la Argeltina - Printtd in Arpntina

lnrpreso eu lmp¡enta de los Buenos Alres


Cnllos Berg 3,t49. Buenos Aires. en ab¡il de 1999

ISBN 950-12-46?l-X
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Aeradecimienlos l3 t
Prcf¿cio .,. . .... .. .
PróIogo............
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Prinera parte
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l. I¡roducción
Las infamias puerlen cambiar, 26. Conceptos y definiciones relaciona-
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dos con los abusos, 28. Apotes de los estudios sobre autorihrismo, 34.
Autuitarismo y génem, 35.

"Puertas adenho": ¿rcfugio o tenor? a


Planteo de cue.gtiooes, 40. Prevencién: ¿cción personal y pmfe'sional, 49. o
o
Segun<la Parte a
3. El circuito del abuso en el sistem¿ familia¡ . .. .. .. . . . . .
o
Pensamiento sistémico y relaciones de abuso, 55. Contextos e
socioculturales del abu¡q 59. Principios organizativos p'resentes en el
discurso autoritario, 62. I&as y creencias propras de los sistemas
a
autoritarios, 68. Actores sociales del drarna de la violencia familia¡,70. o
4. "Doble ciego" o'No vemos que no vemos" .................................
o
Del honor a la anestesia en la violerci¿ familiar, 91. Anestesia$ que a
favotqsn el m¿Ittato en las relacioaes famiüues, 93.
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HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS B{ L{S RELACIONES

Tercera parte

5. Inclusién del hombre abusador en la terapia de la violencia


faniliar(D .......................... 109
Reflexiones en ton¡o al tratamiento del abusador, 109.

6. hclusión del hombre abusador en la terapia de la üolencia


familiar(Il) ......................... 127
Incongruencias de "envase" y 'tontenido", 127.

7. Terapia individual de la mujer vlcüma de violencia familiar ............ 143


Transcripción de la enrevista completa, 143.

Cuart¿ parte

8, "SÍntomas" comunicacionales en los episodios de abuso en


las relmiones..... ................. 161
Comunicación familiar. 165.

9. P¡ovocación, una forma sui géneris de comunicar........................ 181


Esructura, 182. Ins terapeutas se enúenan en conEaprovocaciones,
184. Función-persona. Balance de tensiones, 187. Juego ambivalente de
tensiones. Algunas reflexiones, lfl).

10. Una veryiienz¿ especial, la vergüenz¿ ajena ............................... 197

Quinta parte

I 1 . las mujeres y el abuso de drogas ...................... 205


lnroducción, 205. Relaciones enhe los adictos y sus esposas, 206.
Condicionadas para ser incondicionales, 208. l¿ fonción socializadora
de la comunidad, 213. Riesgos potenciales de los programas de socia-
üzación, 214. Conerión enre los efectos de rivalidad y la disposición
alnuista e incondicional & las madres y esposas, 215. Inclusión de los
gn¡po$ de muj€res eq los programas de rehabilitación de drogadictos.
Inportancia del rabajo en equipo con los profesionales y los distin¡os
opemdores que lo inte$ao.218. Grupos de mujeres de adictos,2l9.
ht€r¿ccion con los operadores comunitarios, 223. Enüenamienlos ne-
cesuios, 224.
N,TDICE

12. Panones de abuso y especificidaths de género en la rehabiüución


deladmgadicción ..".'.'........ 229
Reflexiones previas en tomo a la organización de los programas de
rehabiüución de drogadictos, 229. Organización de la vida cotidian4
230. Colabor¿ción enfie sist€ma$ socializadores, 230. Imrágenes sociales
del adicto, 231. La cuestión del género' Las mujeres y su papel en los
sistemas sociales, 234.

Ap&dice

13. La farnilia como educadora ......- 241


Algunas hipotesis sohe la génesis, el mantenimiento y el cambio de
relaciones de abuso en la familia 241' Abuso y famiüa, 242. IrIt,erac-
ciones de malaato, 242. Proceso de aprendizaje de ñrnciones y respon-
sabiüdades, 2¿14. Funcién y responsabüdad, 24fl'

14.Violacióninrasntirionial:unodelosabusosenelmaüinonio..........25l
Niveles legales, 254.

15. Efectos de los abusos eo los hijos .......'..'.'.'.'.... 257


Recuerdos de infaocia, 257. ¿CÁmo crecen los hijos en las familias
donde se producen malratos?, 258.

16. Pobrecito tirano ..........'.'...... 263

17.EnÍenamientodeterapeutasyotosoperadores......'.....'......'.....' 265

¿Por qué necesitamos un entenamiento vive¡rcial?, 265. Cuestiones


generales de los Talle¡e.s de Enrenamiento, 266. Descripción de algunos
ejercicios, 267. Refle¡iones a posteriori, 270'

lS.Hacianuevasconvivenciasposibles.........'."..'......'.................271

Bibliografia ------ n3
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A ni ¡¡nrida, Gastótt, con quien reeditamos todos los o
días Ia hisnria posible dc unn relación de amor que
puede y consigw seguir creciendo, integranda errores !
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conflictos. o
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AGRADECIMIENTOS

Los agradecimientos que aquí inicio van a dejarme segufiImente en


deuda con mucha$ más personas que las que llegaré a nombrar'
Comienzo por los prestigiosos colegas que me apoyaron y alentaron
a continuar con el análisis y el abordaje de este tema, como Gastón
Mazié¡es, Cados Sluzki, Silvia Mesterman, Dora Schnitman, Ema Ge'
nijovich, Paricia LIadó, tea Fletcher, Eva Giberti y Mary Gergen'
Puedo seguir por quienes comparten conmigo los equipos de PIAFF' de
antes y de ahora, y del Proyecto Cambio: de nuevo Gastón Maziéres'
Susana Barilari, María Ballvé, Pio Martínez, Nora Scarinsi, Juana
Castagnola, Graciela Albores, Daniel De Angelis, Diego Georgetti, Luz
Saravia, Diana García, Laura Cheistwer, Alicia Lisenberg, Alicia
Mallona, Estela Moretti, Elba De Grossi' Cristina Arango, Ma¡celo
Choclín y Cinthia Lira. Quiero mencionar también mi reconocimiento al
apoyo y a la riqueza de producción de profesionales chilenas, expertas en

el tema de los abusos: Ana Marla Arón, Clemencia Sarquis y Soledad


Lanain. Asimismo, fueron imprescindibles las sugerencias de quíenes
aportaron desde el campo profesional especlfico de las publicaciones -
Marita Gottheil, Clara Coria y María Luisa Lacroix-.
A todos ellos, sumo las personas que me respaldaron con su afecto,
como mi marido, mi hija Luciana, y las colegas y amigas Silvia Crcscini
y Eliza&th Rapela, cuyas indicacio¡es y comentarios i¡centivaron
refleúones en el clima, tan necesario, del buen üato (al que recurrl
y
recurro como nutriente imprescindible, y que se halla en las antípodas
del tema del libro). También estoy en deuda con quienes me inspiraron
14 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

ideas y recursos desde los conflicto$, como mis hijos Luciana y Gastón.
No alcanzo a expresarlo con palabras, pero me siento deudora de
todos los generosos comentarios y opiniones de estas personas que con-
tribuyaon a inspira¡ mis ideas y a organizar mis propuesms.

M¡nfr Crusuu¡ R¿v NrzoL


Buenos Aires. diciembre de 1996
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PREFACIO
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El estudio de los abusos relacionales es, sin duda, una de las tareas
importantes de los analisas psicosociales en este fin de milenio'
o
En los ateneos médicos de diagnóstico es el anatoüoPatólogo
quien o
porque el gue analizalos tejidos deJ paciente' I
t
tiene lapalabrariltima, es
Allí reside el problema, es el momento en que se conoce el diagnóstico'
Pero el paciente ya está muerto: la experiencia sólo sirve para saber
qor oo hay que hacer una próxima vez. Algo puecido ocurre con la
lo
t
violencia famiüar: constituye el material de anólisis nás obvio y evidente I
sobre los abusos, y basta para entender y representarse mejor los fenó- o
menos, pero es el exEemo en el que operar resulta más difícil' Podría
entotrces avenfi¡rarse la metáfora méüca de gue la violencia familiar
es
o
como la "anatomía patológica'' de los abusos relacionales' Y
tal es la ra- a
zón de tomu, en este libro, mis experiencias en el tratar¡iento de la I
üolencia familiar como cenfo del análisis de tos abusos relacionales'
o
Aunque éste es un temaque ha sido profusamente abordado desde
terapias feministas y desde la terapia familiar, es evidente
las
que sigue I
requiriendo, y
para su comprensión solución, amplias contribuciones de a
la teoría social, campo con el que los terapeutas sistémicos reconocemos I
desde hace mucho nuesta deuda. Quien€s estudiamos
pensamiento sistéurico hemos necesitado siempre
y nos enrolamos
apelar a perspec-
e
en el
tivas fundadas en explicaciones sob¡e los vínculos ente los individuos a
y las esúucturas sociales en las que ellos se organizan' El tema de los I
abusos y la violencia ha sido estudiado también en esferas marrosociales
t
por cientistas sociales y polfticos (Foucault, 1992; Freire' 1970)'
El presente estudio aporta una profundización microsocial de las t
se apoya en la perspectiva sistémica. Dentro marco,
y
relaciones de abuso, en el cruce de abordajes psicológicos sociales
los
que
elementos
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de ese
ü
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I ó IüSTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RETACIONES

aquí desanollados se vinculan al "construccionismo social" -en sus


contibuciones al análisis de los juegos de lenguaje, tributarias de las
propuestas iniciales de Ludwig Wittgenstein-, a los fiabajos de Kenneth
Gergen, John Shotte¡, Rom Hané y W. Barnett Pearce, y también con las
teorías de las emociones y el análisis del discurso, y a trabajos e inves-
tigaciones actuales de Thomas Scheffy Mary Gergen, cuyos ant€cedentss
aparecen en V. Satir, R. Bandler y J. Grinder.
La propuesta de este libro apunta, justamente, a promover en los
distintos profesionales, en especial los del campo del quehacer psicotó-
gico, una reflexión sobre la propia responsabilidad en la coconstrucción
(construcción en común) y el mantenimiento de las interacciones
abusivas, lo que les posibilita ejercer -en situaciones de esta índole- una
práctica más rica en alternativas en el nivel de las teorías, los discursos
y los actos. ¡
La organización del libro es la siguiente: la primera parte consta de
dos capítulos. EI primero es una inftoducción al tema de los maltratos
relacionales y la violurcia familiar, en el que relato mis pasos en el
intento de salir de las propias "cegueras" o "anestesias", que son el tipo
de estrategias defensivas que promueven las relaciones abusivas. El
segundo presenta un mosaico de muchos de los temas que fui desano-
llando luego a lo largo de los años.
En una segunda parte, se destina un capítulo a analizar teóricamente
concepciones sobre el circuito del abuso, sus actorcs protagonistas y los
observadores contextuales, así como las posibilidades de categorizar sus
conelaciones. Parte este anrílisis de ideas desanolladas por sociólogos
elpertos en autoritarismo, especialmente José Joaquín Brunner (1982).
Estas concepciones son centrales para comprender los resortes del
mantenimiento de la violencia, y para avalar ptopuestas capaces de
producir cambios a partir del movimiento de los actores contextuales,
conscientes de su responsabilidad y su capacidad. Sigue un capítulo
explicativo acerca del papel que juegan los fenómenos anestésicos en la
propia comprensión y expücación de las conductas de quienes participan
de los maltratos, uülizando y profundizando la metáfora del "doble
ciego", que desarrolla el científico y lógico Heinz von Foerster (1994).

l. Para estas afirm¿ciones comparto enfoques de autofes como H. Man¡ran& M.


Cmzier, E. Friedberg y E Goffman en sus análisis de inter¿cciones entre seres hum¿nos,
tomados €n cuent¿ corno individuos sociales con capacidad pan auto[Eflerionaf.
PREFACIO 't'l

En un nivel más poltico y orientador de acciones, estas propuestas


explicativas abren posibilidades al trabajo asistencial con los abusadores.
Una tercera parte ejemplifica el uso de esos conceptos en distintas
entrevistas, que traflscribo en los tres capltulos que la componen.
A su vez, las entrevistas transcritas me son útiles para plantear, en los
capítulos referidos a procesos en la comunicación -+u¿rta parte- y a sus
efectos emociouales, cuáles son los discursos propios del abuso: recono-
cerlos y poder buscar cómo variarlos, desplazándonos hacia otro tipo de
discursos.2 En est¿ línea, mi propuesta es identificar fenómeros de
lenguaje que producen estados emocionales favorecedores de "aneste-
sias", a fin de lograr interferir en sus efectos. Consigno allí una serie
actualizada -hasta donde llegan mis exploraciones-, pero sin duda
incompleta, de ejemplos de los fenómenos que he llamado "trucos" de
lenguaje, por sus consecuencias t¿n potentes y tan encubiertas. Incluyo,
en otro capítulo de esta sección, la descripción de una emoción lpica de
quienes participan de la experiencia de se¡ abusadoVas, la vergüenza
"ajena", igualmente analizada desde sus secuelas paralizantes y
mantenedoras del malfato.
La quinta pafe del libro consta de artlculos elaborados a partir de la
cor¡elación entre los abusos de personas y los abusos de sustancias. Se
comentan en ellos exp€úencias en el campo de la rehabilit¿ción de
adictos a drogas ilegales, en las que aparecen elementos de los discursos
propios del circuito del abuso,3 que es importante reconocer. Esas expe-
dencias me han permitido también desanollar algunas hipótesis acerca
de las características del discurso familiar presente en algunos mode-
los de familia de crianza, que expongo.
Por último, reúno en un apéndice varios artículos conectados más
periféricamente con los abusos, donde se consignan algunas experien-
cias útiles para el entrenamiento de operadores que se disponen a habajar
con las famiüas afect¿das por este Foblema, se describen resultados de
informes aportados por p€rsonas que en su infancia o adolescencia
padecieron o fueron testigos de abusos, y se incluye un cuurto que ilustra

2. Se inclup en €st¿ parte bibliograffa sob¡e análisis de discuno, que comprende


trabajos de H. von Foecster, P. Bourdieu, Mary M. Gerge4 T. Scheff, S. Langcr, M. Mead,
G. Bateson, L. Wittgenstein, W. B. Pearce y V. E. Oonen, M. Billig, R. Rorty, J. Bruner
y orfos.
3. El ci¡cuito del abuso está descrito con delall€ en el capln¡lo 'El ci¡cuito del abuso en
el sistena famili¡t'', parte segunda, dc este volumen.
l8 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN L{S RELACIONES

cómo estos circuitos, si no se intem¡mpen y bloquean, terminan perjudi-


cando a todos.
Por trat¿rs€ de un aporte no convencional sobre la violencia domés-
tica -ya que el objetivo es que algunos capítulos puedan ser leldos con
provecho por personas no profesionales- y, en especial, porque insisto
con opümismo en que €l abusador no sea excluido de la posibilidad de
intentar üansformar su conducta, he considerado necesario recunir a
ejemplos de mi propia vida y aun a construcciones üterarias: mi único
propósito es amenizar un texto científico, y que un tema tan duro como
éste pueda también tener su parte de belleza y de humor. Los discursos
disciplinueshegemónicos conforman, sinduda, unaudd¿darmónicaen
el conocimientq pero no llegarlan a explicar las nrúltiples intenecciones
que propongo pilr¿ que estos "sabues" sobre el abuso contiaúen creciendo.
Aún me prcocupa aclarar, en este prefacio, un par de cuestiones más.
Una de ellas se reñere a la actitud de trabajar recurentemente sobre
estos temas sin da¡les témino, generando en cada vuelta una nueva
perspectiva y un nuevo rumbo que habrá que continuar, pefo que ya no
es posible incluir en este trabajo al que estoy poniendo fin. A la manera
de un hipertexto, espero que oüos -y yo misma- continúen la tarea-
La segunda tiene que ver con la retórica habitual del informe cientí-
fico (Fox Keller, 1994)+ en la modernidad, que, o bien elude al sujeto
productor del conocimiento que "deberÍa" ser objetivo y esnr fuera de la
escena que observa" o bien lo incluye en forma de zujeto múltiple,
apelando a un "nosotos" que asume la experiencia hecha por varios
sujetos como una manera de garanüza¡ su validación. lntento narar las
experiencias y las explicaciones que aquí aparecen desde una retórica
menos habitual, que me tansparente como sujeto, aunque vuelva más
dificil la clasificación de mi producción como científica -tal como yo la
considero-, y que incluya las paradojas t¿n vigentes de la subjetividad
humana y el conocimiento posible.

M¡nf¡ Cnrsnnl R¡v¡zzou

4. Bta autora mencion4 para ilustrar, ejemplos del biólogo molecular Francis Crick
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PRÓLOGO o
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En la novela El sueño de América la escritora pnnoniqueña Es- )
m¿ralda Santiago nos presento m personaje, América Gonzólez, u¡w o
mucu¡u de hotel que vive con su¡nadre alcoMlica y Rosalinda, su hija
d¿ 14 años. Conea, surwvio padre de su hija, es unhombre casado que
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la visita con trecuencia y
y

le pega seguida.
América estó acostumbrada a
a no poder levannrse por los ilolores corporales que sufre a la mariaaa o
siguiente. Y ya sabe muy bien cóma dkimular los chichones y los mo-
o
retones con tnaquillaje, o cómo cambiarse la raya ilel pelo para cubrirse
el ojo negro. Aun4ue a veces se pregunta si ha perdido todo su au- I
torrespeto, América nunca actúa la posibilidad de denmciar a Conea, o
de terminar la relación o ilmplemente ü
irse. La altemntiva de huir es o
sólo vislumbrada plenamente cwndo pierdc la lealnd y el respeto de
su hija adalescente.
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Hay en el mundo cienos de miles de mujeres como América González. I
Y aquellos que se percatan de estas situaciones de violencia se asombran
y pregunt¿il ¿por qué se queda?, ¿ por qué él le pega?,
a
¿cómo es posible
que la violencia surja en un contexto de amor? ¿El alcohol y las drogas o
están siempre involucrados? ¿Cuáles son los efectos de la üolencia en a
los hijos? ¿Hay algo que se pueda hacer? ¿Cur4les son los abordajes
o
útiles? ¿Y cuáles no son efectivos o perpehian el problema?
Una mirada a la lista de los capítulos que ofrece este libro convencerá e
al tector de que muchas de estas preguntas son coherentemente formu- I
ladas e iluminadas por la doctora Ravazzol4 con reflexiones y respuestas a
que avanum nuesfro entendimiento de la üolencia infafamiliar y abren
nuevos caminos de conceptualización e intervención.
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HISTORTAS IMAtvfES: LOS MALIRATOS BN LAS RELACIONES

El tema de la violencia doméstica es de una magnitud espeluznantei

una realidad de proporciones epidémicas de la que nos estamos ahora


empezando a p€rcatar en Estados Unidos. Las estadísticas norteamerica'
nas estiman que entre el?l Vo y el34 % de las mujeres van a se¡ física-
mente abusadas por su compañero en algrún momento enüe los 25 y los
45 años, y que Ees o cuatro mujeres de cada ciento serán lastimadas gra'
vemente con regularidad.
Se cree que en otros palses del mundo, quizás incluyendo la fugen-
tina, la violencia flsica de los hombres contra sus mujeres existe tan-
bién en proporciones altas, La doctora Ravazzolaabrc el espacio para
hablar honestamente y para abordar el tema con una fuerte base teórico-
conceptual, anclada en mtiltiples intersecciones ente el construccionismo
social, la sociología del autoritarismo, los estudios de género y el análisis
de discursos comunicacionales,
Pero los aportes de este libro van mucho más alláque el ya considera-
ble hecho de dar un grito de atención a la violeneia silenciada, solapada
en la domesticidad. Al mismo ¡iempo, delinean los elementos int'electua-
les para enhar en este tenitorio con un mapa conceptual. Cada capítulo
de este libro constantemente crea puentes entle la base conceptual y la
generación de mapas para la intervención clínica. Rara vez se encuentra
un logro de tal equilibrio enfie la teoría y la práctica. Eslos puentes son
creados por medio de una descripción sistémica del circuito de la vio-
lencia que pemite identificar secuencias de interacción en la que se
rerinen los actores y las acciones, las ideas y las creencias en varios
niveles del contexto faniliar y sociocultural. Se focaliza también en
entender, de una forma específica y original, los fenónenos de la
conversación y las trampas de lenguaje que se juegan en las parejas con
i¡teracciones violentas, incluyendo la relación e¡¡tr€ estos tipos de
comunicación y la inducción a estados de anestesia o "ceguera", tan
comunes en casos de violencia conyugal.
La doctora Ravazzola reconoce plenamenk las bases socioculturales
de la desigualdad económicesocial y los aportes de una perspectiva
feminista que iluminan las razones, basadas en el privilegio paniarcal'
por las cuales las mujeres tienen menos recursos para irse y los hombres
están socializado$ pára no "vet'' ni cuestionar su posición de poder
superior. Sin embargo, la autora no usa esta información de una foma
reduccionista, y descarta los beneficios de un pensamiento sistémico
relacional. Por el conüario, sostiene paralelamente en todo momenio una
PRÓLOCO ti

visión binocular compleja, que incluye tanto al hombre como a la mujer


como individuos y como pueja en la psicoterapia. Esta inclusión abre
rnriltiples altemaüvas de rabajo y ubica a este libro ent¡e aquellos que
apelan a las fortalezas de los individuos y las relaciones, confiando en la
posibilidad humana de cambio y crecimiento, en lugar de cenar el
panorama con un rótulo de deñciencia caracterológica, enfermedad
mental o desviación social.
Aun en encuadres colaborativos, la psicoterapia siempre constituye,
en mayor o menor medida, un descub,rimiento, un desnudamiento que
transforma 1o privado en prfblico. Ea la realidad compartida del encuentro
terapéutico, cuando más reprensible sea la conducta, más penosoes el
reconocimiento, y más la vergüenza inhibe, esconde, distorsiona. Tanto
en el texto que sigue como en sus ejemplos terapéuticos, la doctora
Ravazzola muesffa su talento en abrir y puntuar el espacio de descubri-
miento, cautelosa y cuidadosamente, con delicadeza y compasión, pero
manteniendo con firmeza y valentía su insistencia en llegar a una ética
de responsabilidad personal.
Asf como el abusador y el abusado sienten vergüenza, el observador
de afuera siente rechazo, honor, cdtic¿, distancia del "otro" o la "otra",
es decir del abusador o de la víctima. Ravazzola encara muy bien estos
sentimientos, y reconoce que nada humano es ajeno a ninguno de noso-
tros, incluyendo la violencia en nue$tras propias familias. Consigue ese
acercamiento humano y necesario para que una real empatía reemplace
eljuicio automático. Su voz personal envuelve al lector, aquí y allá, en
asociaciones personales bien sea ¡ecobrando algunas memorias o reco-
nociendo algunas negaciones, que nos bajan del pedestal y nos ayudan
a reconocer un "nosotros" en lugar de un "otro" ahí afuera.
Es un placer y un honor para mí tener el priülegio de introducir esta
importante contribución y hermosa obra de Cristina Ravazzola, quien
desde nuestro primer encuentro en 1980, cuando participó como alumna
en uno de mis seminarios de terapia de familias, se ha convertido en una
muy admirada colega y estimada amiga.

Csl-h Jees Feltcov, PH.D


Associate Clinical Professor, Deparhnent of Psychiatry
University of California, San Diego, USA
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Primera parte
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I.INTRODUCCIÓN

En un foro profesional -a comienzos de la década de los '8G-, una


colega, la licenciada ur Psicología Cristina Vila, presentó un fabajo en
torno al tema de los maridos que golpean a sus mujeres. Mi primera
re¿cción fue de incredulidad. Me pareció que ella estaba obsesionada y
exageraba, Tal vez algunos maridos se comportaran asf, pero'.. ¿t¿ntos?
Innigada, decidí indagar entre mis propios casos: cuabo de diez
parejas me respondieron afirmativamenk. Se trataba de personas de
clase media, sonrientes y bien vestidas, que yo veía en mi consultorio
privado. Y entonces me desesperé. A partir de ese momento comencé ¿
leer, a hacer cursos y a iDtentar vlas diversas de abordar el problema.
Pensaba intensamente en las experiencias con las que entraba en contaclo;
exploré y profundicé tenitorios científicos que se vinculaban en algunos
aspectos los abusos, como los estr¡dios sobre autoridad, las concepiones
a

acerca de los sistemas autoritarios @runne¡, I 98 I ) y los trabaios en torno


al sistema de género.
Mientras conservaba, aforn¡nadamente, el honor por los hechos de
violencia, empecé a comprobar, asomb'rada, la eficacia de los fenómenos
"anestésicos" en este teneno. Más adelante, en este trabajo, explico
det¿lladamente el papel de las "ane$tesias" en el tema de los abusos en
las relaiiones de afecto.l Por el momento, baste -para calibrar esa
eficacia- el dato de que en los progra¡nas de recuperación de alcoho-
lisno y de adicciones el adicto golpea habitualmente
a drogas, aunque
a su mujer o a su madre este hecho no se toma como problema: si uno

L E0 el capltuto ll¿mado "'Doble ciego' o 'No vemos que no vemos"''


26 HISTORTAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

percibe el prcblema, lo conoce y pregunta expresamente, el joven, su


mujer o algún operador respond€rán ,,¿eue si él le pega a ella? Ah, sí...,
por supuesto", sin dar a esos episodios mayor trascendencia, Asimismo.
en programas de prevención y hat¿mienüo del alcoholismo, he üsto
videocintasz en las que el ma¡ido alcohólico esuí golpeando a su mu-
jer, pero no se menciona este acto como el problema grive que
efectiva-
meDte es.
De este modo circula el tema por muchas subcultu¡as. En sectores
populares, al rcuni¡se las mujeres para otganizar t¡¡reas de atención
de
comedores para niñor o para encarar otas estrategias de supervivenci4
a poco de iniciarse los encuenhos, es frecuente que empiecen a comen_
tar el problema de que en su casa hay üolencia, de que temen la hora en
que el marido vuelve de su fabajo, de que se cuidan de
no contrariarlo
y se aseguran de que todo esté como él lo quiere, porque si no... se de_
sata el huracán. Y es sólo ante la mirada de reconocimiento grupat
cuando se "dan cuenta" de la envergadura del problema, de los riesgos
que corren, de la necesidad de buscar una solución. En otros
sectores so_
ciales, larnentablemen¡e, los abusos se ocultan por ver$ienza, o no se
recortan como problena.
Frente a todo esto, las emociones de malestar, la indignación, el asco,
el miedo, la rabia-.. la conciencia del honor que despiertan las relaciones
de abuso en la familia, resultan bienvenidas. permiten que hablemos
en
voz alta de est¿s historias; que las contemos, que les demos un micró_
fono:-¡ll lenguaje, leüa impresa, como forma de llegar a todos y de
sensibilizarnos, es decir de libramos de la ..anestesia;.
Aunque nos asustemos, el horror3 puede lograr moviüzarnos para
busca¡maneras de ayudar a quienes están envueltos en la repetición de
estas abenaciones.

Les nm¡ur¡s pIJEDEN cAMBIAR

En mi experiencia de muchos afios en la práctica psicoterapéutica,


algunas ideas demostraron ser valiosas p*. g.n.*
y reforzar la ca_

2. Exhibida en la Sociedad Argentina de Terapia Famiüar, cdrca 19g6,


como parte de
un programa de Prevención del Almbolismo, presentado por el doctor
Wilü A¡ruq de San
Martín de los Andes (Neuquén).
3. "Las conduces humanas se constituyen desde los deseos, desde las
aspiraciones,
t
o
o
INTRODUCCTÓN 2'1
o
pacidad de cambio de los miembros de las familias atenüdas por o
problemas que pueden defini¡se como de abuso. o
Me cuesüono si esas pocas ideas originales justifican escribir un
übro sob're este tema. ¿Vale la pena conect¿rse con historias tan infame$
o
como lo son las de los malratos familiares? Mi respuesta es que no sólo a
las experiencias "sanas"-de gente "saludable"- conñrman "lo humano".¿ o
Las acciones sórdidas y perjudiciales que llamamos "abusos" nos ense-
I
ñan también quiénes somos, y hasta qué punto las posibles infamias se
hallan próximas a nosoüos. o
Siento, por ofto lado, que soy deudora de estas familias en estado de o
dolor y calamidad, de estas mujeres con "cerebros lavados",s que apenas
o
sireaccionan ante horore$, con estos homb'res que parecen estar al borde
del estallido, y que apuestan más a dejarse llevr que a contenerse, con
o
estos niños-adultos que han vivido y sentido precisamente aquello de lo o
que queremos proteger a los niños. Con todos ellos yo he aprendido so- a
bre mis propios inesperados sexismos, mis propios racismos inadvertidos,
mis limitaciones, mis sesgos. Y he aprendido a apreciar la enorme ca-
o
pacidad de cambioy de crecimientode cadaserhumano. Apartirde estas o
experiencias, percibo igualmento qu€ no soy mejor que ellos, y que lo o
que hace que me respete y me haga respetar, y qüe tenga respeto por los
I
demás, es que he tomado la decisió¡ de esforzarme, en cada momento,
en el ejercicio de la necesaria contención en cuanto a rrí misma y a los I
demás. o
He estado releyendo y recupuando cuidadosamente trabajos de diez I
años de cuestionamientos y experiencias en tomo a los problemas de los
abusos, Fui natando de rescatar la esencia de las ideas que cada uno de
o
ellos aportaba" para lograr definir lo que esas ideas representan actual- o
mente para mí. o
t
desde las eoviüas, desde lo,s enojos, desde el amor, es decir desde las ernociones,
no desde la razón. Nada hrcenoa que no surja desde la emoción y la enoción particula¡ o
desde donde surge un acto l€ da E ese acro, su csrácEr como acción. Un ado razonable lo
es desde la e¡noción en que se acepta la razón que lo justifica," Maturana, H. R., El s¿n-
a
tfulo de lo htomno,úile, Hachefie, 1991. a
4. Véase la crltica a l¡s concepciones sobre "lo humano" desde la biopolltica que
plantea M. Foucault en el capítulo '?ode¡, derccho, ve¡dad" del übro Genealogía dcl o
racisr,r¿, Montevideo, Nordan-Comunidad. 1992¿.
5. Expresién de la jerga autoriuria que alude a la p&dida. en el sujeto, de sus proFias
C
ideas y uiterios, pua pasar a "identiñcarse con el p€$óguidot'', que genenlmente es el o
agente mn¡rador: el que le "graba" lo que hay que saber.
e
o
o
2g HISTORLAS INFA!üES: LOS MALTRATOS EN IAS RELACIONES

Cierta cronologla -y la imbricación con experiencias personales- es


inevitable. Como no se trata de experiencias únicas y originales (muchos
autores han vivido circunstancias muy parecidas a las mías), desanollaré
esas cuestiones más personales sólo en algunos tramos, en los que creo
que son pertinentes. Tal vez incuna entonces en redundancias. al intentar
enfocar el tema desde divenos ángulos y al profundizu el análisis de las
situaciones clfnicas, pero lo prefiero así si eso da una idea más cabal de
lo que significan y rep,r€sentan estos episoüos violentos en la üda de las
personas, y de cómo abordarlos y resolverlos.

Cot'tcrpros y DEFtMcroNEs RELAcroNADos coN tos ABUsos

El concepto de nruso que voy autilizar aquíes ampüo y no $e agota


en la idea del consumo adictivo de sustancias ni en la referencia a la
agresión sexual.
Las personas podemos abusar de sustancias -y kmbién de oüas
pertonas-, y no sólo sexualmente; lo que el abuso implica siempre es un
nauso antisocial de algrin plus de poder en la relación afectada, tal que
coloca al abusado o a la abusada en la condición de objeto y no de sujeto.
El .qruso alude a un estilo, a un patrón, a una modalidad de trato que
una persona ejerce sobre oftl4 sobre sf mism¿ o sobre objetos, con la
caracterfstica de que la primera no advierte que produce daños que van
de un malestar pslquico hasta lesiones flsicas concret¿s (enfermedad y
muerte inclusive). Quien ejerce abuso no aprende a regular, a medir, ¿
decir, a escuchar y respetar mensajes de sl mismo y del orr.q como son
"no quiero", 'ho va mÍfs", "sélo hasta ahf'; o se encuenfta en contextos
en los que estos aprendizajes se le bonan, se le diluyen o pie¡den firmeza
Esto puede producirle perjuicios a sí mismo y a otros, de muy diversas
maneras.
En l¿ familia, se han vuelto rúltimamente cada vez más visibles algu-
nos abusos frente a los que, por siglos, hubo mirad¿s más condescendien-
t€s, como son los golpes del marido a la mujer, y los malos tratos
infligidos a los niños. El maluato a los ancianos casi forma parte de un
clisé social, por lo que todavía no produce una alarma suficiente. Tam-
poco hay arfn conciencia de los tatos abusivos, casi habituales, que
infligen algunos hijos adolescentes y jóvenes a sus padres, fenómeno
que los terapeutas familiares vemos a díario en farnilias que consultan
INIRODUCCIÓN 29

pot problemas de conducta de los jóvenes, consultas en las que, gen+


ralmente, no se menciona el malram como tal.
Esta temática de las relaciones de abuso puede vincularse, para su
mejor comprensión, a algunas situaciones vitales que nos conciernen a
todos los seres humanos.
En primer lugar, se trata de Ia $ituación de indefensión, caracterfsüca
de toda la especie humana al nacer. Los bebés, los cachonos de la especie
humana, pasan unos cuantos años de su vida (comparativanente mu-
chos más que los cachonos de oüas especies) imposibilitados de hacer-
secargo de sf mismos . Carecen de recursos defensivos propios y pueden,
en toda esta etapa, ser fáciles víctimas de abusos. Los protegen los
adultos que asumen hacerse cargo de sus necesid¿des. Podemos pensar
que esta relación adulto-bebé, tan desigual desde el principio requiere
para la supervivencia de la especie que aparezcan en los adultos conductas
que no se sustenten en pautas eshictas de reciprocidad, sino que pre-
dispongan al adulto responsable a atender y cuidar al oüo. Y esas con-
ductas determinan, de por si un parón de desigualdad temporal (Baker
Mille¡, 1992) de recursos y de experiencia que va superáudose en un
complejo proceso de crecimiento. Habitualmente, las sociedades dele-
gan esta interacción protector¿ en las familias, más precisamente en las
madres.
Eu segundo lugar, este mandato social que pone a las mujeres-madre
a disposición de las necesidades de los bebés puede constituirse en oha
cuestión vinculada al abuso, En la era industial, por la gran necesidad
de brazos-hombre que debieron emplear las fáb¡icas, la "poducción" de
seres humanos pasó a un primer plano (Ariés, 1962) y con ello crecieron
ambiénlasnecesidadesdestinadas aa$egurarsu supervivenciaydiscipli
namiento. Artn más que para la guerra, los requerimientos de mano de
indusüia consiguieron jerarquizu la reproducción humana.
ob,ra para la
Ocupados los hombres en las fábricas, quedaban las mujeres, más
dóciles, aparentemente más ügadas a la crianza por funciones de ama-
mantamiento, como los se¡es ideales para quedar a cargo de llevar
adelante con responsabilidad y con éxito la empresa de la crianza de los
miembrosjóvenes de la especie. Quizá desde mucho antet, pero sin duda
desde entonces, las mujeres quedaron en la primera línea de fuego en una
relación en la que el otro -indefens(F como dijimos, podfa llegar a ser
fácilmente abusado y sobrevivía tan sólo gracias a sus cuidados,
En la actual situación, ¿será para asegurar esta protección y estos
30 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

cuidados que ellas aprenden, desde muy chicas, estimuladas por lo que
ven eu sus madres (Chodorow, 1978) a incrementar la ternura, la compa-
sión y la solidaridad hacia aquellos que les muestran sus carencias,
postergarido Ia conciencia y la satisfacción de las propias necesidades a
punt0 tal que e$ta actitud llega a convertine en un hecho ..natural" que
va má¡ allá de las oecesidades concretas de los hijos?
¿Aprenden ellas
por todo esto a que les produzca honor la sola idea de que alguien se
aproveche de la indefensión de otro?
Este rasgo parece ser un pilar de la continuidad de la especie: que un
adulto, individualmente, no sólo no abuse de la indefensión del cachono
sino que asuma la actitud de postergar sus necesidades para responda
a la demanda de ese oto ser humano que no puede autoabastecerse ni
manejarse con autonomía. Este pilar se sostiene habitualmente sobre los
hombros de mujeres. Pero por el mismo hecho de considerar ..natural"
esta capacidad de empatla y de responsabilidad por el cuidado de la cría,
no siempre se la reconoce como valiosa e importante ni se retribuye a las
mujeres con un prestigio social en concordancia con su función,
Sería deseable dar su justa medida de valor a estos especiales entre_
namientos empáticos de las mujeres y extenderlos a todos, hombres y
mujeres. De no ser así, el carácter automático de esa disposición a ayudar
termina siendo un rnandato social restrictivo para las mujeres. Eso,
sumado a la falta de reconocimiento social efecüvo de su tarea., les
impide distinguir, en cada caso, si quien les demanda atención está o no
en condiciones de hacerse cargo de cuidarse a sf mismo. Creemos que
esa disposición a cuidar, cuando se toma ilimit¿da e incondicional,6
ayuda a manten€r circuitos en los que algunas personas se desvían de
aprendizajes de resp€to por sf mismos y por el oüo.
Debemos asumir colectivamente la responsabiüdad de apoyar a las
mujeres-maüe para que ejerzan su autoridad como un poder activo y
positivo, también en la capacidad de poner lírrite a los erusos de que se
las hace víctimas. l¡s bebés, con el paso del tiempo, crecen, póro el
condicionamiento que ellas tienen no las deja negarse a ser usadas como
protectoras porhijos crecidos, maridos, pa&es, etcétera.
euedan funcio_
nando como si el orno siempre gatillara en ellas reacciones de cuidado
que las llevan a olvidarse de sí mismas.

6. Tal la llanada por Virginia Goldner ,.devoción tóxica".


tt
o
o
INTRODUCCIóN 3I
o
Una tercera cuestión se refiere a cont€xtos menos íntimos, macre I
sociales, y presenta diferencias segrin las distinas culturas y organiza- I
ciones humanas.
En nuesüos palses pobres, subdesarrollados y alejados por muchos
o
aios de prácticas democráticas,las condiciones particulares del ejercicio o
del derecho y la justicia ponen enevi&rcialaimpunidadligúaalpo' o
der. Con sucaracterísticanegacidn y desprecioporlosderechos humanos,
estos Estados admite¡ discriminar en cuanto a quiénes deben conside'
o
rarse "más humanos" y a quiénes "menos" (Fanon, 1965). Por ¿casua' o
lidad? sólo integran la list¿ de los más humanos los hombres blancos, o
heterosexualeq con recursos económicos importantes, sin discapacidades
ni enfermedades ni rasgos de envejecimiento, que habitan o tienen fluido
a
acceso al hemisferio norts del planeta. Estas concepciones, lamenta- o
blemente, propician acciones francamente abu$ivas desde los que están o
incluidos en el cenüo de "lo humano" hacia los excluidos, todos los
'btros", los diversos. Y favorecen las ideas y las prácticas de injusticia
o
en todos los niveles. Esa modalidad se ha extendido también a las
o
familias, en las que algunos de sus miemb,ros, con jerarqula "superiof' o
(generalmente el padre, varón), gozan de cierta impunidad y no üenen o
que responder por sus actos aun cuando éstos perjudiquen a "inferiores"'
En cuarto lugar, nos preguntamos, en el campo psicosocial, ¿qué pasa
a
con los medios? La "globalización" planetaria y la gran capacidad de a
penetración e influencia de los medios han sido y son usadas -a veces, o
lament¿blemente- para contribuir a insensibilizar frente a los abusos y
a la violencia. Casi cualquier conú¡cta humana abenante puede ser
o
fiknarla y exhibida, incluidas matanzas, violaciones, torturas y mutila- o
ciones. Como las presenciamos cada vez que encendemos el televisor, o
nuestra capacidad de reacción frente a esos actos monsruosos va
anulándose progresivamente. Pasan a ser casi actos "naturales" debido
o
a la frecuencia con que aparece su imagel, Quienes graban, quienes
o
seleccionan estos matsriales ¿tienen alguna conciencia de que están I
contribuyendo a "natu¡alizar" la violencia y a crear así un mundo cada o
vez más contaminado? de violencia?
Y, por último..., ¿qué pasa con las psicoterapias? Puedo referirme a
a
la que más conozco, la terapia sistémica, Las técnicas psicoterapéuticas o
o
?. Recojo palabras de la licenciada Paricia Ll¿dó, psicoreraputa social' en un a
comentario personal.
o
o
o
32 HTSTORIAS INFAMES: LOS
MALTMTOS ENLAS REIACIONES

t:r Oaradigmas sisrémicos han probado ser


l-r:yp.O..
Ia resotución
muy ef,caces en
de mrjltiples niveles de
ryrbñ;:ñÁmente en aque_
l'::elg:j:lo.: li,.;,-ü;;:ffi
a repetirse. Es
en tema de la violencia
má,
familiar. grp.rid;*b;n *, su encacia
tema de los ¡ousos relacionales, respecro a este
*ry;ñeniiniái'*g.orinu, y ,*_
pl:j::-11Tntraron
oan prepuados para oDerar
f.*tñ;, *;rnrpre se halta_
gue losr terapeutas
ante casos concretos, ylü
agunas Oe tas
sistimico impraiun
;*l*l**"re ""*ffii*,ffin apropiada ar

En gran rnedida, éste es


el asunto del presente trabajo:
de la forma de abordar
el debate acerca
exitosament rl p-¡**riria"'v"iolencia ranilia.,
de difundir ideas sobre lor
contexrosmacror*r.;rro,i:"r1'*,*::ffi
,tlT',1rt.l:.T:.,fl
i:1ll:j*
tos estudios ry"*ctivas muysignin..,¡"., yr*.üiirrs como
sob¡e ¡uronn¡rusr*no y lo,
to son
,rr"O"_ ¿i"f"*"), de propo_
nernos cuestionamieutos desconstrucdvos
consolidados ya, en apariencia,
con *rp..io1 saberes muy
y a, rur.*.Jro afiriJy ayuoarnos en
este problema.

terapélticas _como la terapia


*,t-T]:frqs
mujeres golpeadas,
feminisra individual y
fll1l*
aousadores_ han obrcnido
y las t r*pi^ g*pulm
algunas respuestas imiortaates,
pu* lomUres
ser este problema de la violencia Adernás, por

solucionar, parece más $ensato


familiar*-Ipffi;" y üfícil de
sumar qr",*ar,íA"n*,,o,
positivos, y revisar y
modificarlo q, no;y;;;;
u*n$
que ser cuidadosamente lrl','.1* o.ro orn.
examin¡Uo y r.Jo.Oo, fo, j.mpfo, .s ,,iUf
preguntarnos:
¿a qué estructura llamamo, f*rif ¡ri
ns MADRESnece$ariamenh el pilar de la ¿ir"i
namua?r:;;;il ,Tamilia,, si
O.o"n qu, *,
no hay nadie qus asuna
esa fr¡nción;;"*;01ffiL confirrna_
do¡a r,asistencial, qre esperamos
acbs de reconocimienro mrcrrvo
d, h;rj;_;;#;ltuao r..r*
O. ,u ,of í
de nosohos para asegurarno,
ffi
pü.rol, hacer todos
a. *o
Ir;j|r*" otu.*.onsrruyendo
Los operadores convocados
enapoyo de quienes padecen
fanitiar tenemos una responsabiJiil Ia violencia
*pffi;;i;;";n, el en_

;' iiJffi'ffiHLffiffi*:f:ulinoperome¡ene¡o a hombresy a ruujeres.


,-" *,p,r..,o,'á, liüü,fi1"iü.fi.l,iisü;i
;flff ##:dr#;y¡,",,
ffi:
INTRODUCC]ON

trenamiento de tales operadores requiere ejercitaciones que les permitan


autoexaminarse, reflexionar y aumentar su conocimiento sobre sí mis-
mos. Es importante que nos preguntemos acerca de nosotros mismos y
la violencia. Por ejemplo, yo misma me pregunto: ¿cuál es mi conexión
personal con la temática de la violencia familiar?
Siempre creí que mi conexión era poco miís que circunstancial. Que
me habla llamado la aknción la enorme paradoja que encenaba el tema,
la imbricación de discursos de amor y de odio; la extrema proximidad,
la dramaticidad, la impotencia. También relacioné mi interés con mis
miedos, con mi mal metabolismo de la adrenalina, para la que no consigo
nunca generar anticuerpos como lo hacen los chicos de ahora con los
thrtilers $renaexplicación acerca de la afición de niños y adolescentes
por las películas de terror que le escuché a la licenciada en psicología
Silvia Crescini en una conversación casual, pero que n0 temina de tran-
quilizarme. Sigo pensando que esos mensajes nos contarninan de vio-
lencia),
'Conversaciones
útiles con colegas con las que hemos compartido
fácil" de mi
estos entrenamientosl0 me llevaron a recordar el "cachetazo
madre que era "espontánea", a veces a cost¿ de ni siquiera tratar de
autocontenerse cuando algo la conhariaba. Al mirar ahora a mi alrededor,
mucbas de las personas que aprecio y con las que consigo una relación
más próxima son capaces de expresar muy abiertamente sus sentimientos,
Mucho másque yo. Las que meintimidan, aquellas a las que mees üfícil
detener para que tomen en cuenta Mrs puntos de vista, siempre tienen ese
acceso übre a la violencia, ese canal abierto a la descarga, sin medir lo
que eso pueda ocasionar a los dem¿is.
Los equilibrios son difíciles. Necesitamos profusos autogxámenes.
Los que nos consideramos "mansos" no estamos, por ser mansos,l I miís
lejos de la violencia. Podemos usar antídolos -roleranci4 respeto,
cuidado, la cua de nuestros sentimientos que conocemos como AMoR-
pero la violencia, ¿en qué se toca con el amor? "Hay violencia cuando
hay fascinación por el otro."l2 A los psicoanalistas les toca vincular este

10. En ests c¿so, mi interlocutora era la liceneiada en Psicologla Muía del Carmen
Fondó.
I t . Al final del libro ilustro, con ün cuento cofo, los riesgos de sost€ner este supuesto.
12. Escribe Mauricio Szusteren "Joumey''(€n castellano, '"Tr¿vesla", artfculopub.li
cado en Di¡pos¡:¡i¿, á merican loarruJofComparative andCttltural Swdies, vol. 18, n'45,
1993, University of MichigaD).
34 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS REIACIONES

dilema al narcisismo, y a las feministas, pensar en qué medida este orden


jerárquico desigual del sistema de género fomenta y
legaliza un narci_
sismo descarado en los varones que todavía se prestan a este juego.

Aponr¡s DE r-os EsruDros soBRE AUToRrrARrsMo

Llegué a interesarme por la violencia también desde el estudio del


tema del autoritarismo. Respirar el aire de estos países del tercer mundo
es ya tener un cont¿cto import¿nte con el autoriU¡ismo. Aquí,
de algrfn
modo, somos todos expertos en el tema.
Una frase que leí cuando todavía -antes de diciembre de l9g3_
estábamos viviendo bajo un régimen miütar, me impactó muy firerte_
mente: "Los sistemas autorit¿rios son los sistemas polfticos más esta-
bles". No puedo rccordar de cuál de los autores dellib¡o Aatorinrisma
en Anérica lntina, editado porIaFLACSO, es:
¿de Brunner, de Camacho,
de Portantiero? Por esa época yo crela que el tema me habÍa interesado
porque el autoritarismo era un fornidable desafío a la búsqueda
de
cambio en el terreno de la psicoterapia- pero, ahora veo que no era sólo
eso. Las características en sí de esas relaciones de autoridad de
doni_
nación y sutordinación enre personas, en las que se olvidan o se dejan
de lado valores humanitarios @anon, 1965; Fouc¿ult, 1992b) y que
pmducen un enorme daño y dan el sustento para justificar
aUocidades,
despertaron deñnitivamente mi curiosidad y mi interés. Me preguntaba
y me pregunto: ¿cómo es que un ser humano puede totturar a otro? y,
¿cómo es que ese mismo ser puede mostrarse compasivo y ¿rmante eü
cfucunstancias diferentes? (Son famosas las historias de la temun
de los
nazis directores de campos de concen[ación para con sus esposas
o sus
hijos.) ¿Qué es lo que se dice a sí mismo ese sujeto?
¿eué parte Oe su
conciencia queda involucrada en ese proceso y qué parte queda anulada?
¿Cómo se produce esto?
En los años siguientes al advenimiento de formas más democráücas
de gobieruo, mi sorpresa no fue menor.
¿eué fuerza había producido el
camtio? En la Argentina, al menos, llegar a la elección de-un gobierno
civil no h¿bía sido produco de ninguna acción mancomunad¿ de la
población; ningrln sectorsocial poüaatibuirse el mérito dehaberhecho
reúoceder a la dictadura militar. Casi sorprendentemente, una
vez deno-
tados en una guera Qa de las Malvinas), el militar presidente d€ fi¡mo
v
o
o
TNIRODUCCTON 35
O
había anunciado el llanado a elecciotres y la retirada de las Fuerzas o
Arnadas del gobiernodelaRepública" Y nopodemospensarque setrató a
de u¡a decisión debida a la conciencia del desprestigio, ya que la derrou
en las Malvinas no era de ninguna manera el primer. despresügio que
o
les hubiera correspondido afrontar. a
Entonceq ¿pu qué y araíz de cuáles factores cambia¡r los sistemas au- o
toriarios? ¿Por qué $on tan estables? ¿Qué los sosüene? ¿Cómo los
sostenemos sin darnos cuenta?
a
o
o
Ar.rroRrrÁR¡sMo v cÉrnno
o
En 1985, en uu ardculo que llamé 'Puertas adentro, ¿refugio o a
tenor?' y que figura en este mismo volumen, describl algunas de las o
relaciones que para mí son clave entre el autoritarismo como fenémeno o
social y las relaciones <h poder en el ssno de la faniüa. Describl
asirni smo en ese artlculo la fonna en que el sistema de génem contibuye
t
a reforzar supuestas' desigualdades" que justifican los abusos jerárqui- o
cos, Por ese entonces habfa utilizado, con buenos resultados en mi o
práctica cllnic4 algunas ideas sobre la autoridad y el autoritarismo,
inspiradas en una tarea que estaba desanollando en el árca de la
o
investigación socid. Querfaran$mitiresas ideas amis colegas, terapeutas a
familiares, aun cuando percibla que eran muy infincadas y poco proüjas o
porque habla gue at¿r cabos de muchos hilos. La investigación sobre el
autoritarismo en el sistema escolar,l3 comenzada en 1984, analizaba las
a
rclaciones de autoridad enfe la institución escuela y la institución o
familia, y estudiaba el ejercicio concreto de estas práctic.as entre, por un o
lado, los docentes y los adolescentes, y, por el oro lado, los docentcs y
a
las familias. O, mejor dicho, su exponente casi rlnico: la madre. Me
habfan impresionado algunos datos provenientes de esa investigación,
t
como por ejemplo, que en encuestas a las fanilias, un gran porcentaje a
de ellas daba respuestas oo reales acerca del padre, ya que tal padre no I
existfa como presencia en la famili¿. desde hacía mucho tiempo, o no
había existido nunca. Es decir que, frente a la auloridad escolar, la madre
o
o
o
13. Fue pubücada ea 198& con el nombre & Historias de enñ¿$tros y d¿s¿¡wet rros, o
Sus autora¡, Beatiz Schmukla y Marta Savigliano. Editada por OEST, Buenos Aires.
a
o
o
ruTORIAS INFAMES: Ir0S MALTRATOS EN I.AS RELACIONES

decidla ocultar la situación real de ausencia concret¿ del padre, confir-


rnando y confomrando de esa manera, ante los docentes, su imagen ideal
de la familia. Las mismas madres que sostenían a su familia co¡l su
trabajo, su esfuerzo y su dedicación a los hijos, inventaban la presencia
del supuesto penonaje -el padrc- que Ies daría legitimidad ante la
escuela. Casi en la mayoría de los casos hubiéramos debido reemplazar
la palabra 'Tamilia" por la palab'ra "madre'. [a otra pane del impacto
recibido se centaba en Ia escasajerarqula y el bajo valor que la opinión
ro y la palabra de este personaje tan crucial -la madre- tenlan para todos
lo los actores del sistema, es decir para las docentes, los alumnos-hijo, y

,o ellas mismas: si los sectores sociales oprimidos en las relaciones de

o autoúdad no testimonian acerca de su experienciao las concepciones


acerca de las categorías analizadas no varían, y continúan reforzándose
o las crcencias que mantienen estos sistemas in-cuestionados.

o En el sistema citado, las madres (¿por proteger a sus hijos?) (Freire,


1970) no asumen el testimoniar su responsabilidad de sujetos de su
:o propia experiencia, Esas madres, ¿tienen vetgüenza de estar criando a
o sus hijos sin padres?

o Me enconEaba así de lleno con algunas de las propuestas más

a central€s de Ia perspectiva feminista en el campo social:

o - las mujeres tenemos un poder y una autoridad en la familia -así


o como en otas instituciones sociales- que no ejercemos ni registamos;

I - el result¿do de esta aMicación no es en absoluto beneficioso para


los miembros de estas instituciones:
a - si, por alguna razón, las mujeres recuperan un lugar visible cuando
o se escucha su opinión y se estimula su infervención, los beneficios
:l pueden ser notables para todos.

o Necpsitarnos esta asunción de responsabilidad -protagonismo-, poder


o de las mujeres en las familias, como palanca de cambio en los sistemas

o autoritarios.

o En cu¿nto a la violencia, ésta parece ser un mecanismo extremo pam


intentar que no cambien las condiciones que sostienen los sistemas
o autoritarios en general. Se produce repetidamente, siempre y cuando las
o vfctimas estén suficientemente amedrentadas como para no lograr poner

o en marcha defensas adecuadas a la situación (golpear las puertas de los


organismos internacionales de protección, generar reacciones grupales
o
o
INTRODUCCTóN 37

defensivas tales como piquetes que enfrenten por la fuerza a los agreso-
res, difundir información y dar testimonios de la agresión, etcétera).
Todo esto, aun en las formas más siniestras del engaño -el holocausto
de los desaparecidosralo hemos conocido y padecido hace todavfa muy
poco tiempo, en estos palses nuestros de América laüna:
En el ámbito familiar, la sociedad no parece e$t¿r aún bien preparada
para poner en práctica defensas eficaces ante la violencia, ni a üavés de
sus instituciones ni a través de la acción concreta de las víctimas prota-
gonistas. A menudo nos enconlramos con que ni siquiera existe un modo
adecuado de nombrar las experiencias, como ocurre, por ejemplo, con
la violaCióñ infamarital, que las propias mujeres vlctimas ni siquiera
llaman "violación".
Algunos elementos del contexto sociocultural, como el no reconoci-
miento de la importancia del rol de las mujeres como f¿ctor y eje del
trabajo familiar, que aparece tan clarament€ en la invesügación men-
cionada antes, la impunidad de la que gozan conocidos toltuladores, las
imágenes degradadas de las mujeres tomadas sólo como objeto de placer
sexual que aparecen frecuentemente en los medios, la violencia "natu-
ralizada" pua consumo masivo de los televidentes, para citar sólo unos
pocos, son antesalas propicias para la continuid¿d de estos actos de
honor.

14. En palabras del periodista argurtino Horacio Veúitsky.


v
o
o
o
2.'PUERTAS ADENTRO": ¿REFUGIO O TERROR? 1

O
Un enfoErc de la violeneia familiar en su relación t
con las formas autorítarias de organiwción social o
a
I
a
o
o
o
El recorrido de estas páginas constituye un intento de abarcar -+n la a
teorla y en la práctica- el fenómeno de la violencia famiüar, establecer
algunos de los factores que contibuyen a su aparición, y determinar
o
cómo podrían implementarse políücas para su manejo. Refleja, al mismo o
üempo, la tarea de un equipo interdiscipünarz cuya inquietud compartida o
fue la de profundizar el estudio de la organización de la vida cotidiana
en ámbitos institucionales conelacionados enue sí, como lo son la
o
faudlia y la escuela, o
Estos estudios, que ayudan a contextualizar la violencia famiüa¡ o
-histórica y socioculturalmente-, nos llevan a pensarla como parte de
una estuctur4 y a ubicarla en el extremo de una lfuea continua que
o
abarca las distintas formas en que los seres humanos ejercen su poder y
o
dominación sobre oros. Asimismo nos conducen a enfocu el análisis de o
la vida famiüar en dos de sus aspectos: el stsrsMA oe cÉNrno y el stsmue o
cENERAcroNAr, y a profundizar algunos de los temas ligados a sus formas
organizativas, como la AUToRIDAD, el poo¡n y tas nnenqules.
o
o
o
I . Preseiltado en el I Congruo ñgentim de Terapia Faniliu, Buenos Aires, en el. año
o
1985. E¡te ardculo no fue nunca publicado ni enüado para su publicación; asf y todo, se o
4if¡qli{ y cn¡sidero que continúa vigente en tanto pa¡¡orama en mosaico de muchos de
los desarollos posterior€s que he realizado sobrc el teüa. o
2. El coo¡dinado pol la doctora en Sociologfa B. Scbmukler, y cotstituido por la
licenciada en Antropologí¿ M. Savigliano, la licenciada en Sociologfa y Psimlogfa S.
o
Mest€r¡nan y yo, M. C. Ravaz¿ola, médica psiqui¿tra y t€rape8ta familiar, ha desanollado o
programas de investigación en la FIáCSO fugentina, ea las temáticas de las rclaciones de
autsid¿d enre la escuela y las familias, y el popel del gÉnem en est¡s relaciones. o
o
o
o
it
o
o
o
o 40 HISToRIAS INFAMES: LoS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

a Pr¿Nr¡o DE cuEsloNEs

o
o l¿s cuestiones básicas propuestas son:
¿Cómo definir la violencia tamiliar?
I ¿Desde cuándo se reconoce la violencia familiar como un problema

o social y por qué?

o ¿Curáles son sus manifestaciones más frecuentes?


¿Qué condiciones de la relación familiar y social parecen favorecer
o la aparición de actos de violencia familiar?
o Si estimamos que tales condiciones responden a una estructwa que

o las abarca, ¿cuáles son las caracterÍsticas de esa estructura?


¿Cómo es posible aplicar el desanollo de nuestros estudios a la
o estructura familiar y a la violencia familiar?
o A partir de este aniílisis, ¿cuiíles son las prácticas preventivas y
o terapéuticas que proponemos?

o Definición
o
o En un gupo social doméstico que manifiesta una relación cotidiana
y significativa, supuest¿unente, de amor y proteccidn existe .tiolencia
o familiar" cuando una persona, físicamente miás débil que otra, es víctima
o de abuso físico o psíquico por parte de otra. A los actos mismos se suman

o las condiciones en que se producen, que son de tal naturaleza que resulta
difícil implementar recursos de control social capaces de regular
a impedir esas prácücas, Ias que, por lo tanto, tienden a repetirse.
e

o Para mayor precisión, seda convenieate especificar la definición de

o familia con la que opero, y aun afinar (delimitar, puntualizar, ajustar) el

o significado que atribuyo a los conceptos de amor y protección, pero la


extensión que me demanda¡ían estos desarrollos excedería los propósitos
o de este artlculo sin agregar demasiado a su sentido principal. Tal vez, sin

o embargo, sea preciso aclarar que el concepto de familia incluye Ia defini-

o ción gue de ella hacen sus propios miembros, aun con las posibles
heterodoxias resultantes.
o Desde el siglo pasado vienen registriándose denuncias aislad¿s acerca
o de esposas golpeadas e hijos malffatados, pero sólo en los últimos veinte

o años el tema se ha convertido en foco de atención como problema social,


principalmente a partir de algunas publicaciones en el campo de la
o medicina, que describen los signos clfuicos propios del ..síndrome del
e
o
"PIIERTAS ADENTRO": ¿REFUGIO O TERROR? 4l

niío maltratado" (Kempe, 1962). Wini Breines y Linda Gordon (1983),


en una excelente revisión del tema, nos proveen de amplia información
sobre las condiciones sociales que, en los países desanollados, fueron
conduciendo a formar esta conciencia social: por ejemplo, acerca de la
importancia de las condiciones de crianza en la sociedad de posguena,
y la disminución del predicamento del moralismo religioso ante el mayor
presügio científico del pensamiento social. Asimismo, estas autoras nos
acercan datos estadlsticos de los que carecemos en la Argentina.3
Las formas más frecuentes en que se manifiesta la violencia familiar
son la violencia rnarital (golpes y abuso sexual del marido a Ia mujer,
93 % de la violencia conyugal), los golpes y el abuso sexual de los niños,
y distintas maneras de castigos a los ancianos. Han aumentado, igual-
mente, las evidencias de descuido y abandono de niños y ancianos, Pero,
lamentablemente, cualquier miembro de la familia inferiorizado en sus
capacidades puede ser, por una razón o por otra, víctima de actos
abusivos ¡eiterados.4

AnáIisis del contexto de Ia interacción violenta repetiüva

Para que exista una interacción violenta concunen, generalmente,


condiciones necesarias, descitas aquí por separado pero imbricadas
unas con otras. Son ellas:

a) Una situación familim en la cual existe déficit de autonomla de los


miembros, y una significaüva dependencia de unos de otros; donde es
imposible elegir libremente la pertenencia o no pertetrencia a un grupo
social, lo que no permite la salida de uno o varios participantes del
circuito. Las investigaciones describen por lo común al grupo familiar
como aislado de amigos y vecinos.s
b) Subordinación a un estereotipo por el que ambos, victimario y
víctima, suponen que el primero es el único responsable de la relación,

3. En la época en que escribl originalmente ese rabajo, el boxeador Carlos Mon¿ón


aún no habla asesinado a golpes a zu esposa, hecho que desató una ola de concientización
hasta ese moÍEnto todavía inusual en el país.
4. Actualmente estámos mucho más conscientes de actos de violencia de los hijos hacia
Ios padres y las ma&es.
5. Perte[encia a un único sistema social -generalmente la familia- con resüicciones a
la panicipación de cada uno en otsos gnrpos sociales.
42 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

en el sentido de que es quien debe definitlay quien debe decidir sobre


lo que suceda" Existe, en consecuencia" un supuesto de desigualdadje-
rárquica fija, que hace que los miembros del grupo deleguen la elección
de las prácticas calificadas en aquel a quien reconocen como autoridad.
De este modo, se vuelven críticos los momentos en que oto de los
miembros del grupo rehúsa subordinarse, o desafía esta definición de
autoridad, ya que tal actitud es vista como "peligrosa", y estí destinada
a que se la reprima por el bien del sistema. Ambos polos de la interacción
reciben fuertes presiones: al victimario se lo presiona para que sea
responsable, dueño, guardián del sistema frente al peligro del cambio;
y a la vfctima, prrra que se resigne y no se defienda. En el caso de las
e$po$as, su impulso desafiante suele vincularse más a la defensa de los
hijos que a la propia, o ser más ruidoso que eficaz.
c) Una circulación tal de estos significados que el abuso que implican
no llegue a percibirse sino que, por el contrmio, se considere legítimo,
aparezca apoyado por un consenso que de alguna manera lo justifica y,
en consecuencia, proporcione IIr,IIUNIDAD al victimario.

Esta ligazón entre la violencia pública y la violencia familiar es


alarmante porque muestra la importancia de las creencias que el mundo
social legitima, reafirmando la idea de 1o "público" no como um super-
estrucfura, sino como parte de un sistema que contribuimos a generar
desde cada unidad privada y con cada una de nuestras acciones.
Así se explica que las víctimas no cuenten con rectusos eficaces de
conüol social. Aun cuando puedan, a veces y en un primer momento,
tener acceso al sistema legal o policial, como los encargados de ejercer
ese control comparten las creencias y reconocen las "razones" del
victimario, en la mayorla de los casos no actuarán eficazmente para
impedir los abusos.
Retomamos ahora al estudio de las unidades domésticas, en las que
las estadísticas señalaa a las mujeres y a los niños como las vlctimas más
frecuentes de la violencia familiar (esto debido, al menos en parte, a su
inferioridad física respecto del hombre). Pero lo hacemos para profun-
dizar y ampliar nuesua comprensión, y no para tranquilizarnos pensando
que basta con que nos ocupemos de segregar o reprimir exitosamente a
algunos hombres enfermos de violencia.
Es necesario pfeguntarse, en especial al considerar el tema de las
v
o
O
'PIJERTAS ADENIRO": ¿REFUGIO O TERROR? 43 o
esposas golpeadflfi, cuáles son las crcencias subyacentes que pueden
a
llevar a un hombre a pensar que: a
o
a) sólo él tiene capacidad para determinar qué estri bien y qué no está
bien;
o
b) su mujer y sus hijos carecen de apütudes para: o
- estar en desacuefdo con su modo de pensar, o
-
-
irse,
rebelarse ante una orden,
o
- hacer lo flue creen que es bueno para ellos mismos según su a
propio criterio y asumiendo las consecuencias; o
c) la sociedad lo hace responsable de que se cumplan en su familia los
o
estereotipos:
- que el hombr€ sea la autoridad de la casa, o
- que la mujer sea su aliada, encargada de la inftaestructura o
doméstica y de la crianza y socialización de los hijos, o
- que la hija mujer no t,enga üda sexual prematrimonial (sexua-
o
lidad femenina sólo reproductiva),
- que el hijo vuón se demuesfie supersexuado ("su" sexualid¿d a
está al servicio de la confrnnación de su propia virilidad, y o
también de la de su Padre);
d) el hombre puede llegar a cualquier exüemo pala sostener esos valores
o
-ya que es su guardián- y, por lo tanto, tales exfremoq como lo son o
los actos violentos, no son punibles. Son sólo el cumplimiento del I
"deber" social.
o
Estas creencias son tan poderosas que las mujeres:
o
a
- desestiman o asignan poca importancia a las primeras manifesta- o
ciones de violencia ("fue sólo un empujón", "sélo me apretó fuer-
te", "estaba muy trastomado por los celos"),
o
- se someten. a
- se avergüenzan, o
-
-
no facilitan -y hasta dificultan- la acción en su defensa,
reaccionan tardíamentg, a veces cuando ya est'án en situación de
o
alto riesgo por lesiones flsicas o psfquicas graves, a
- vuelven con su castigador, o
- declaran amarlo (¿?). I
I
o
o
a
o 44 HISTORIAS INFAMES: l.OS MALTMTOS EN LAS RELAC¡ONES
io
io k or ganieac ió n auto r itü ia

io José JoaquÍn Brunner, sociólogo chileno,6 en sus Íabajos sobre el


io autoritarismo de¡cribe este ordenamiento social como muy estable e
o inscrito en un circuito que requiere t¡es condiciones básicas:

io
io a) que se produzcan ideas que proporcionen un sustrato teórico;
b) que estas ideas se transmitan y se reproduzcan en interacciones, y
o c) que los distintos sectores sociales las reconozcan como legltimas,
cos¿ que generalmente se expresa a través de esúucturas.
]O
o Así y todo, podemos creer que el discurso autoritario es difícil de asi-
ra milar y justificar, ospecialmente pma los oprimidos.
o A fin de exarninar con ¡nayores precisiones los rasgos de este dis-

o curso, vamos a fonnular algunos de los supuestos que lo integran, y a


intentar relacionarlos con las prácticas de la vida cotidiana. Al mismo
o tiempo, nos proponemos üncular esos rasgos a las prácücas sexistas,
a cuya presencia aún se advierte en la organización de las familias de

e nuestra cultura.
No cabe pensar que este análisis del discurso autoritario agote las
o explicaciones posibles en torno al autoritarismo. Nos hallamos ante un
o discurso que necesita apoyarse en fenómenos com '.r.ion¿¡ss? que fa-

o ciliten su circulación y aceptación, así como en métodos, en definitiv4


disciplinarios.
o El discu¡so autoritario consta de los siguientes enunciados:
o
o . Existen desigu aldades jerárquicas inanovibles entre los seres hu-

t manos. Pa¡a aceptar este aserto, es preciso creer que hay diferencias
jerárquicas enüe rasgos distintivos "esenciales" y "naturales" (como el
o sexo, la raza, etcétera), o bien sacralizar otras diferencias (creer, por
o ejemplo, que "el que sabe", el que tiene más accesos porque posee dinero,

o educación o conoce más códigos, o participa en mayor número de redes,


etcéter4 es mós qlue el que no goza de estos beneficios).
o Hay expresiones sociales que respaldan las diferencias jerárquicas:
o
o 6. Actuahente (1995), Ministro de Gobiemo de la República de Chile.

o 7, J. J. Brunner menciona los fenóme¡os comunicacionales como uno de los pilares del
autoritarismo; tambié¡r los contenidos del discurso, asl como
*el

o disciplinamiento''.

o
'?UERTAS ADENTRO": ¿REFUGIO O TERROR? 45

- Distribución desigual de los bienes a perpetuidad (leyes de heren-


cia parimonial).
- Aribuciones desiguales devalores según elilismosy serialismos.s
- Polarizaciones dicoiomizantes, que invisibilizan los elementos de
conexión enfie los polos, y sólojeruquizan sus extremos (ej.: femenino
[ultra] / masculino [ulra]; público / privado, etcétera).
- Jerarquizaciól de los sistemas por encima de los individuos'

En nombre de la "protección" de algln sistema (la patria, la raza aria,


la cultura occidental, la familia, etcétera) sejustifica segar vidas humanas
que son "sdlo una parte", "nunca tan importante como el rooo"; y mini-
mizar concomitantemente el valor de cada individuo y la calidad de su
vida, su placer, sus necesidades e intereses, etcétera.
Así y todo, los sectores de la comunidad que nansmiten y comparten
este discurso autoritario desde un lugar de poder deben recurrir, para
perpetuarse en ese lugar, a estategias comunicacionales y disciplinarias .
La comprensión de los fenómenos comunicacionales resulta indispensa-
ble para entender cómo llegamos a aceptar y a convertirnos en inad-
vertidos legitimadores de ideologías autoritarias.
¿Cuáles son esos fenómenos y como reconocerlos? Enumero en las
líneas que siguen una serie recopilada no sólo en los tatados sobre
autoritarismo, sino de entre los indicadores de interacciones homeos-
tatizantes que los terapeutas familiares sistémicos tenemos en cuenta
para nuesÍo trabajo con familias rígidas:

1) Disürtas formas de invisibilidod de las indignidades. Todos nos


acostumbramos a ciert¿s formas de malÍato. Por ejemplo' toleramos
modales desatentos de empleados de los que dependemos en algunas
situaciones, o a quienes 'tomprendemos" porque argumentan estal
,c_a4qados o enojados por algú¡! c_g1q1!ggpq' Y, con el tiempo, ni
siquiera registramos incomodidad frente a ese tipo de üato.
En niveles más amplios, es notable el aporte hecho por las autoras

8. Elitismo: atribución ubitrmia de valores, que son definidos desde los que ocupan
lugares jerarquizados, quienes tambi&r definen las reglas de accesoy penenencia a lales
venicales o piramidales con
¡eiarquias. Serialismo: concepción organizacional en escalas
un solo polo superior que da lugar a competencias y no a solidaridades (concepto que tomo
a panir de un desanollo de Nelly Casas, periodista argentina)' También se llaman -'en
lógica formal- "o,pciones disyuntivas por oposición" a las conjuntivas'
46 HISTORIAS TMAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

feministas en el tema del "invisible" trabajo doméstico y del "invisible"


habajo de la crianza de los hijos. Estas tareas no son reconocidas como
tales ya que no enhan en los fndices de producción de la sociedad
mercantil. Pem en su mayor parte, tampoco son reconocidas como tales
por las propias actoras. Para ellas t¿mbién su propio esfuerzo se vuelve
"invisible".
Mistíficacionc$ que proveen disfraces a renuncias y rcsignaciones.
2)
Son formas idealizadas de definir funciones sociales que se vuelven
entonces una meta por alcanzar para recibir el aplauso de los demás y,
a la vez, se convierten en lugares sociales incuestionables. Las conductas
caracterlsticamente rnistificadas son las conespondientes al alü[ismo y
la abnegación, como las maternales o las relacionadas con servicios
(enfermeras, maeshos, médicos, asistentcs sociales, y otros). También
el amor, o la protección, fr¡era de la contextualización histórico-social,
entran en el mundo misüficado.
Ambivalencias y ambigüedades en los mensajes, para asegurargue
3)
no se perturben los consensos. Este aspecto comunicacional es, en
realidad, muy amplio. Abarca todas t* ¡o*¿s rtisponibles para dismi-
nuir nuestro compromiso en el nivel de las interacciones. Puede implicar
un uso del lenguaje verbal y de la acción con un sentido opuesto al espe-
rable, una anulación, en los disüntos tramos del discurso, de cualquiera
de sus componentes, etcétera. l,os ejemplos son intenninables : incluyen
todas las formas de paradojas, negaciones y contadicciones, asl como
elementos relacionales bien delimitados y conientes, como la$ protestfls,
las quejas, algunos modos de peleas, triangulaciones, etcétera.g
4) Descalificaciones del interlocutor perturbador: dístintas maneras
de rotular al otro y, por lo tanto, de quitarle valor a su mensaje (asl operan
las designaciones psicopatológicas, como loco, histérica, etcétera, o las
ideológicas, como comunista, feminista, etcétera).
5) Formas de encieno en perlenencias: si alguien pretende hacer un
movimiento, recibe acusaciones de deslealtad o egoísmo, u otros modos
de presiones cohesivas que atentan conha las autoafirmaciones.

Las condiciones que se demuest¡an necesarias en la interacción

9. la anbigüedad di$minuye la inbnsidad de loe mensajes. La mhererrcia incrementa


esa intensid¿d y, por lo tanlo, la capacidad de producir impacto cognitivo.
o
o
'PL/'ERTAS A-DENIRO": ¿REFUGIO O TERROR2 47
o
familiar violenta presentaÍ una nokble coincidencia con los discursos o
del auioriurismo. o
En el orfun extrafamiliar, cuando la violencia consu¡nada acaba
dando por úerr¿ con las mistificaciones, ya no resulta fácil rearmar la
o
organización autoritaria.
o
En 1982, en la Argentina, miles de hombres jóvenes mueren en las o
Malvinas, obligados aparticiparenuna guenadeclaradaporun gobiemo
dictatorial, no representativo de sus voluntades. Ese hecho marca el
e
comienzo del fin para el poder militar abusivo en este país, tal es el
o
impacto del honor de la violencia' o
Pero no se observa lo mismo en el seno de la famiüa Aun después
de supremas violencias, el orden autoritario familiar suele restituirse, lo
o
que nos lleva a pensm que sus pilares son aún más fuettes y exitosos que
o
los de los modelos $ociales autoritarios exÚafamiliares. o
Una hipótesis explicativa puede ser la siguiente: la premisa de una o
desigualdadjerárquica fija -con el estereotipo de la famiüa liderada por
un ¡efe rnasculine parece haberse constituido en una imagen '1ratural",
o
'bbvia", con argumentos que lajustifican como: "es preciso que alguien a
tengalaúltimapalabra', "alguien debe serelque dirija", "elhombre sabe o
mejor cómo tomar decisiones y enfrentar situaciones" (esto último es'
seguram"nte, un argumento circular ya que el hombne generalmente rc-
a
cibe un enrenamiento dirigido a ese fin, y se lo educa para manejane en
a
el mundo prfblico). La idea de desigualdad jerárquica fija coexiste con: o
o
El supuesto del concepto monolltico de familia (Barrie Thorne)'
a)
como si en los hechos de la vida cotidiana la familia representara lo
o
mismo para el hombre que para la mujer. o
Por ejemplo, la idea de que la familia es un refugio frente a la hos- I
úüdad det mundo extrafamiliar no se realiza para la mujer: ella tal vez
no disponga ni de un momento para sl, ni de un fin de semana descansado'
o
übre áe hreas domésticas y de atender al marido y a los hijos' Esta o
concepción monolítica invisibiliza la desigualdad, lo doloroso del lu- a
gar fijo inferiorizado y desgastante que ocupa la mujer' supuest¿Imente
O
óonsiderada miembro igualitario de la conducción familiar'
b) La mística de la condición maternal y su estereotipo, como idea de
o
enuega y altruismo personal de la mujer en relaci ón cotla crialrrza -fuII' o
time y de por vida- de los hijos' Esta mística se expresa en una cons-
truccíón idializada de laimagen de la madre' y deja escondida lapresión
a
a
o
o
o
o
o 48
o HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

a enorme orientada a que las mujeres renuncien a sus proyec¡os persona-

o les, y que consideren esta renuncia como 'batuüf'.


c) Una autoridad desigual, así como una capacidad desigual en la
o toma de decisiones económicas en los hogares. En general, es el hombre
o quien sale a trabajat para tenef un salario y la mujer quien sostiene diaria-

o mente la infraestructura doméstica y la crianza de tos hdos, A estas dos


rlltimas funciones se les akibuye menor valor, menor prestigío, visíble
o si Io leemos en los precios del mercado de trabajo, especialmente en
o América latina.

o Los valores elitistas suponen definiciones de estereotipos ideales de


o familia y de roles sexuales. Señalan cómo debe ser el hombre, sus
o funciones y sus caracterfsticas, Prescriben un estereotipo femenino
o sumiso, nunca agresivo, tiemo, altruista, que no se destaque y que no

o cuestione el lidetazgo de su marido. Un hombre que no es tierno, que es


violento, agresivo y dominante, no parece apartarse demasiado del
o estereotipo masculino. Ubicada en el estereotipo altruista, la mujer toma

o distancia delprop io placer, ielaposibilidad de una sexualidad centrada

o en su placer, capaz de llevarla a blusr;ar el partetwire que la satisfaga.


Lejos de esto, el libreto del estereotipo le propone una postergación de
o su placer, Io opuesto del mandato que recibe el varón. De ahl que el
o mmido pueda creer que es lícito ejercer control sobre la sexualidad de

o su mujer, yjustificar celos y acciones represivas violentas contra ella si


cree que atenta contra su exclusividad en el teneno del placer sexual.
o El discurso autoritario e$ verticalista- No admite distribuciones iguali_
o tarias, posibiüdades de compartir coexistencias en un mismo ptano ni

o negociaciones en las que todos estén representados. para perpetuarse

o necesita crear severas amenazas a los üansgresores, tanto varones como


mujeres.
o Un hombre que limpia la casa o cambia pañales puede sentir genui-

a naments amenazada su virilidad. Y muchas mujeres pueden estar,


desgraciadamente, muy dispuestas a aliviarlos en ese Íance ,,feroz,,
a sentir que no tienen derecho a exponerlo a la humillación
y

o frente a otros hombres- de parecer "dominado,' por sri rnujer, Hay


-seneralmente

o también mujeres dispuestas a atacar esa imagen del hombre colaborador

o y cocriador, por senürla "poco masculina".t0

o 10. En un laller pa¡a formación de operadores, nostramos un chiste en el que hay un


o
o
'PIJERTAS ADENTRO": ¿REFUGIO O TERROR? 49

Estas comunicaciones mistificadoras e invisibilizadoras deben de ser


muy poderosas entre los miembros de las familias, porque logran que
muchas mujeres se enrolen en $us filas, y queden también mistificados
y escondidos los reales perjuicios que estas distribuciooes entrafian para
los hombrcs. Ellosresponden, desde adolescentes, a tremendas presiones
pÍIra conveftirse en "supersexuados" (aunque no sea eso 1o que quieren),
a dernostrar dominacíón y agresívidad (aunque no se sientan inclinados

a hacerlo), a autocensurar sus propias tendencias a ser tiernos con los


demás, especialmenüe con los niños. Y también deben hacer f¡ente a
presiones que los cargan con responsabilidades económicas abrumado-
ras que les exigen más allá de sus posibilidades y los arastran a costos¿s
situaciones de estrés.
En cada famili4 en cada momento del proceso de socialización que
mujeres y varones -+omo madres y padres- llevamos adelante en relacion
con nuestros hijos, tenernos la opción de hacer visibles las presiones y los
estereotipos, desmistificar ideales y operar coherenternente en la fama
coüdiana de relaciones, generando esüuchras igualitarias. O la opción de
perpetuar los estereoüpos sexistas, de anestesiar los male$tare$ que generan
y sus consecuencias, o sea las múltiples formas de üolencia que estas
estrucfuras avalan.

Pnrvewgów: ¡cc¡ó¡r peRso¡{er y pRoFEsroNAL

El problema más arduo de solucionar es, en nuesta opinión, la


dificultad de rescatar del fondo la figura sexista, que tiende a volverse
invisible y a confundirse con ese fondo.
Cuando se pone el üsplacer,laindignidad o las presiones bajo la lupa,
y se los vuelve visibles, dej amos de aceptar estas conüciones autoritarias,
que tienden entonces a perder apoyo y consenso. En ese caso dejan de
tener sentido las disffibuciones fijas, no compartidas (como la división

hombrc dando papilla a un bebé, rcdeado de sus otros hijos, Una nena que está a su lado,
de pie, lee en voz ala: '?apá, aoá dice que con cada cucharada que le das, estás defor-
mando su modelo de identificación sexual"... Cada ve¿ m¡ás l¿rs uiriras posmodemas a las
concepciones eserciali$ta¡ van demostrando.la confusión entre las funciones familiares y
el sexo de los padres. Pem, an la Argenüna, en 1985, es¿s esencias tenían bdavía gran
predicamento.
HISTORIAS II,IfAMES: LOS MALTMTOS EN t-AS REL-AC¡ONES

sexual del trabajo en las familias), que implican la exist€ncia de personas


(mujeres) con neuronas "biodegradables" (como lo expresa la licenciada
N. Cananza Oviedo), y de personas (hombres) desconectadas de la
infraestuctura cotidiana.
Un elemento importante en la prevención de la violencia a úavés del
cuestionamiento de las desigualdades jerárquicas entre hombres y mu-
jeres consiste en analizar el sentido de la imagen que ubica a las mujeres
en el papel de seres al servicio, disponibles para las necesidades de los
demás, y en recuperar esa imagen como sujeto social. Lo vemos espe-
cialmente en los cursos de formación para distintos profesionales: asis-
lentes sociales, médicos, pediatras, psiquiatras, psicoterapeutas, edu-
cadores, jueces, abogados, funcionarios policiales, etcétera.
En lo que hace al tema de poner en evidencia el sexismo, ya no sólo
en sus aspectos prácticos sino tambien ideológicos, éste se üncula a la
tarea de Ia construcción socialrr de ideas alternativas acerca de la fami-
lia y de las concepciones de género, esto es con la producción de una
conciencia de la necesidad de defender la igualdad de género. Esta
conciencia, en la medida en que revisa el conjunto de imágenes que
aparecen habitualmente en los medios de comunicación de masas, en los
libros de lectura escolares, en los discursos y las prácücas de la vida
cotidiana de las famiüas y demás grupos de nuestra cultura, necesita el
soporte de ámbitos de legitimación que le sean propios. En esta produc-
ción y legitimación de concepciones humanistas -no sexistas- de or-
ganización social, consideramos muy importante realizar debates
grupales, encuentros de hombres y mujeres, de hombres solos y de
mujeres solas, destinados a reflexionar y a úabajar las distintas concep-
cionesy los mandatos relativos acómo ser y hacernos personas. Crcemos
que el encuentro paritario grupal favorece un proceso muy rico en
autocuestionamientos, reflexión y transformación.
En el momento de escribir este artículo (1985) estábamos desano-
llando básicamente la tmea de reunimos en gtupos -terapéuticos o no-
constituidos solamente por mujeres. hopiciábamos asimismo las reu-
niones de mujeres solas, porque, siendo las que ocupan los lugues
subordinados, son las más motivadas, entusiastas y necesitadas de este

I L En 1985 sólo se conocla en Buenos Aires Ia bibliografla de consÍucción social del


libro de Berger y Luckman.
o
o
'?UERTAS ADENTRO!: ¿REFUGIO O TERROR? ¡t o
sistema de ayuda. Oha razón parahacerlo era el hecho de que los gnrpos
o
mixtos tienden a reproducir rápidamente las acostumbradas delegacio- o
nes, en los hombres, de los liderazgos, de los derechos y de las "capa" o
cidades" de tomar decisiones responsables,
o
La forma de rabajo, sin embargo, ha variado desde entonces, y ahora
no sólo se trabaja con grupos de mujeres, sino ambién con grupos de o
abusadores y, en ciertos momentos, con grupos mixtos, aunque nunca eü o
las primeras fases de labor. a
Por rlltimo, desde nuestra función comQ terapeutas, podemos formu-
larnos una nueva serie de preguntas esclarecedoras: o
o
a) En las enEevistas terapeuticas, ¿en qué medida y con qué fucuencia o
aparec€ el tema de la organización doméstic4 del poder y la autoridad
desiguales del hombre y [a mujer en Ia distribución de tareas domésticas
o
y en la crianz4 aun cuando la consulta no se realice específicamente por o
un problema de violencia? o
b) Las premisas autoritarias que hemos descrito, ¿no estan4n impreg-
o
nando los modelos sociales que ubican al terapeuta en el lugar sacralizado
'tl I
de que sabe", habilitado entonces para dictaminar prioridades y
calidades de conductas desde un lugar 'tientífico" u "objetivo", del que t
sabe lo que es "mejor" para su propia vida y para la de los demás, para
a
la crianz¿ de los hijos, pua el bienestar de la pareja y la familia, etcétera,
y reproduciendo este modelo autoritario de desigualdades jerárquicas o
fijas en la relación terapeuta-paciente? Estamos necesitando, tal vez, o
revisar nuestra propia tendencia autoritaria, que nos Ileva a no confiar o
en la capacidad autonómica de los que nos consult¿n, y a dejamos tentar
en cuanto a 'lrotegerlos" y a decidir nosotos, expe¡tos, Io que eüos ne-
o
cesitan. o
Esto nos conduce también a preguntamos: I
¿Cómo inhoducir lecturas alternativas rcspecto de las que nos dictan
o
lag constfucciones -más convencionales- a las que estamos sobre todo O
habituados? o
¿Cómo cuestionar y problematizar los intercambios relacionales que
nos sirven para esconder nuestros propios miedos y contradicciones
o
detnis de algún título tranquilizador como "la familia", "la madre", "los
o
hijos",' la psicoterapia"? o
¿Cómo podemos facilitamos el tornar en cuenta y tom¿r evidentes las a
I
o
o
a
I 52 HISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELAC¡ONES
O
posibles subordinaciones, a veces toleradas y leídas como naturales, o
O
ra a veces ni siquiera rcgistradas como tales?
: Es necesario que también nosotros, los terapeutas, nos planteemos
t cómo vivimos, cdmo resolvemos las distribuciones y negociacione$ en
O nuestra vida cotidiana, y reconozcamos en qué medida estarnos ¡epro-
a duciendo el orden autoritario sexista desde nuestras "puertas adenüo",
: o en gué medida somos capaces de constituirnos, nosotlos mismos, en
t vefdaderos asentes [anstormaoores'
o
o
o
o
o
o
o
t
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
e
o
o
o
o
o
Segunda parte
o
a
3. EL CIRCUNO DELABUSO EN EL SISTEMA FAMILI,AR
t
a
Coincillmcins d¿l pmsamiento sistémica con algmos estüios a
sobre sisÍefia.s autorinrios y el sistema d¿ genero:
o
su aplicación para formulnr tm esquena capa de dcscribir
Ias relaciones de abuso o
o
o
o
o
o
PB¡¡s¡¡r,m¡no stsrÉMlco y RELAcToNEs DE ABUso
o
En psicología, el pensamiento sistémico ha demostrado su eficacia o
para atralizar aspectos repetitivos en las conductas de los miembros de o
un sistema social, para describir y proporcionar modelos explicativos o
de las relaciones enÍe sus componente$ e, igualmente, para plantear
formas posibles de modiücar esas conductas, I
Al encarar el fenómeno de la "violencia doméstica" o "violencia o
familiar", en el que un miembro de una familia recibe reiterados malos I
Eatos por parte de oto que tie¡e más fuerza o más poder que él y que
ejerce efectivamenle esos malos Uatos, se ha advertido la presencia de
o
condiciones que posibilitan la.repetición de tales interacciones. o
Desde hace varios años, algunas terapeutas familiares argentinas que o
rabajamos en este campo venimos intentando integrarlas ideas sistémicas
con reflexiones derivadas de la conciencia del influjo autoritario y
o
estereotipado del sistema de género,t buscando -+sencialmente- desa- o
rrollar modalidades de irtervenció¡ terapéutica que reflejen esta inte- o
gración. t
Surge de aquí la propuesta de un esquema par¿ entender y operar en
las relaciones de abuso, propuesta que parte de analizar las condiciones
o
que posibilitan la repetición de tales conductas. El esquema sirve tanto o
I
l. Quiero mencionar a las licelciadas en Psicología Silvia Mestefl¡an" Diana Ga¡c-la,
o
Elizabeth Rapela, María Ballvé, a las docoras Rossirna Tocasselli y Beaüiz Boulanger, y O
más recient€r¡ente, a l¿s licenciadas Maríadel Carrrcn Fondó y Elina Grandal cu quienes
he compartido y sigo compartiendo distintos momenlos de este c¿mho. o
o
o
o
o
o
o
o 56 HISTORIAS INFAMES: t OS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

o orientación para comprender cómo se mantiene un circuito de violen-


t
de
cia entre miembros de una familia, como de guía para producir una

a perturbaciónz en estos sistemas, que han mossado ser muy resislentes,


Ante conductas humanas tan perjudiciales y estables, como los actos de
o violencia doméstica, los operadores necesitamos insüumentos refu-
o adores de cálculos pesimistas y capaces de proveer alternativas acce-
o sibles.
estas finalidades responde el cuadro de doble entrada (figura l)
A
o donde pueden combinarse por lo menos nueve variables. Contm con ese
o número de abordajes al problema es, por cierto, alentador. Segln el

o pensamiento sistémico, si sólo se consigue variar una de ellas, existe la


posibilidad de lograr que se produzca un cambio en el sistema. De ahl
o deriva la utilidad del esquema, instrumento que nos ayuda a conservar
o el necesario optimismo en nuestro úabajo.
o Frg. I. Esqwma original del circuito de abuso fwniliar
o
o Agrones
Persona
abusadora (41)
Persona
(A2)
Persona testigo
Contexto (A3)
o abusada

o
o La persona abusadora no puede controlarse.
I-a persona abusada es inferior.
o Ioms La familia debe mantenerse unida a cualquier costc.

o En cuestiones familiares no deben intervenir


los de afuera.
o
o
I AccroNEs
Las provocaciones y los malos tatos son elementos
frecuentes y "naturales" en las conversaciones.

o
o Están reificadas. Se consideran por encima de las
o Esrnucrunns personas. Mantienen una organización con jerarquías

o fi ias naturalizadas o esencializadas.

o
o
o 2. En oto ardculo de estaobn, "'Dobleciego' o 'No vemos que no vemos"', se describe
la perturbación como uno de los pasos necesarios pam produci¡ cambios en los sistemas
o autoritarios tales como los que padecen el pmblema de la violencia famili¿r.

o
EL C]RCTIffO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMILI,AR 5 ?

Con los años, a medida que pudo profundizarse la aplicación del


cuadro, aparecieron otras variables (además de las nueve iniciales), que
la práctica ha ido validando. En el proceso, se tomaron en cuenta las
emociones experimentadas por los actores en juego, así como la posibi-
lidad de pensarlos con sus características, distintas según los diversos
contextos en los que participan. La consideración y la inclusión de
variables emocionales, agregadas a Ia noción de multiplicidadde selves3
de los protagonistas, ayudan a enriquecer el campo y a contal con na-
yores recursos para la acción terapéutica.

El esquema planteado no despliega atfn las nueve variables: sólo


expresa que el problema del abuso existe y persiste en tanto todos los
'actores coincidan en las ideas, en las acciones y también en la forma de
participar y avalar las estructuras sociales a las que pertenecen. Importa,
sin embargo, considerar las posibilidades de cada uno de los distintos
actores, ya que el cambio puede originuse en cualquiera de ellos' Por
ciefo que quienes logran cambiar sus ideas y acciones con más facilidad
son los actores del contexto, por el hecho de hallarse menos involucrados
que los protagonistas.

Actores

El esquema considera por lo menos tres instancias actoras o agentes'


Se fata de los sujetos que interacttian, que se hallan sistemáticamente
presentes en estos sistemas, y a los que llamamos:

. Al, persona abusadora (la persona que ejerce la violencia). Gene-


ralmente es un hombre adulto, marido o padre. A veces (más raramente)
es una mujer, esposa o madre, un Pariente o un amigo de la familia'
También, en ocasiones, es un hijo o una hija.
. 42, persona abusada (la persona violentada)' Generalmente es una
mujer -la esposa-, o uo niño -la hija o el hijo-. Algunas veces se trata
de un anciano o anciana. Rara vez es un hombre adulto.

3. Frase empleada en el senüdo de "mriltiples simismos"' según Ia pauta que da David


Miller ( 1974), citado por Kenneth Gergen ( 1992). El concepto que cubre la palabra inglesa
,ref(pl,, selrrs) "deriva de la experiencia radical de aspectos mutuamenF excluyentes del
yo, pero todos igualmente reales. La id¿ntidad personal no parece estar fija [...]. La persona
ie vlvencia como si estuviera compuesta por mfltiples seres, cada uno con [. '.] vida propia'
yendo y viniendo sin atender la voluntad de un yo único".
T STORIAS INFAMDS: t OS MALTRATOS EN LAS RETACIONES

. A3, personas testigo (que llamamos "contexto"), instancia muy


importante porque abarca a todas las pe$onas que de alguna manera
están en cont¿cto con las familias afectadas y que, como dijimos, se
hallan en mejores condiciones dejugar un papel diferente en el circuito
abusivo y de influir en su resolución. Mientras estas persona$ -que para
la familia son contexto- sigan repitiendo sin cambios algrln rasgo inad-
vertido de los que componen el esquema propuesto, refuerzan ininten-
cionadamente el circuito violento. Las personas que ..del
llarramos
contexto" pueden ser los padres o los abuelos, un veci¡o, una maesfa
o también el agente de salud o de conhol consultado en algún momento
o convocado para ayudar a terminar con la violencia.

Est¿ ¡iltima instancia es la que da ocasión de intervenir a quienes ya


están de algún modo vinculados a la familia en problemas, p€ro que
ignoran muchas veces su posibilidad de influir para mejorar la situación.
Como ejemplo representativo de lo importantes que son las actitudes
de los que pertenecen a la insbncia contexto, se presentan varios c¿tsos en
los cuales el corte final de la conducta violent¿ se produjo a partir de
cambios operados por los padres de mujeres jóvenes, malraadas (A2)
de diversas manera$ por su marido o novio (At). En los casos presen-
tados, los padres (en nuestro esquema, personas del contexto)
1ue
habían pedido ayuda profesional para sus hijas- eran, por momentos,
también flagrantemente abusados y malnatados por las jóvenes en el
vlnculo cotidiano. Una vez que los padres, en las enfrevistas, .aeían. el
maltrato de que eran objeto por parte de esa misma hija por la que estaban
afligidos y a la que se desesperaban por ayudar, conseguían defenderse
y que ella los respetara. A partir de este cambio, todo el circuito se
modificaba, y la hija lograba a su vez el respeto de su novio o marido,
o decidla alejarse de é1.
Es deseable que los médicos, psicoterapeutas y ofos operadores que
intervienen en estos casos -y que obviamente se definen como contexte-
sean conscientes de la inportancia de su papel, y se hallen prcparados
para participar elicazmente. En principio, deben aregurarse de no repro-
ducir con quienes los consultan, ni permitir que se reproduzcan con ellos,
los malos fialos que aparecen en la relación entre los actores abusadores
y los abusados. Tal vez la mayor dificultad para los operadores consisla
en aprender a reconocer y a impedir los malos tratos que los consultantes
o
a
EL CIRCI,]ITO DE, ABUSO BN EL SISTEMA FAMIUAR 59
o
ejercen sobre ellos, y a regisEar y ¡epaff los malos Uatos que, invo-
o
lunt¿riamente, ellos mismos pueden a su vez producir.
o
También la ley y quienes la aplican se configuran como contexto. La o
sanción -y la condena por las lesiones- al abusador ayuda a que a
tengamos en cuenta que esta conducta violenta es un delito. Reconocer
como delifo los acfos violeftos ocurridos en el seno de una famiüa
o
disminuye la serie de emocionesy automatismos ligados alaimpunidad, o
presentes cuaodo una comunidad no se pronuncia frente a este problema. o
Lam€ntablemente, si bien muchas veces la comunidad se pronuncia en
las leyes escritas, sancionando estas conductas como delitos punibles, en
o
las actitudes de quienes tienen que hacer aplicar esas leyes se üansmiten o
mensajes de alianza y complicidad con el agresor (ejemplos de esta o
actiurd son, en la Argentiua, la existencia de los privilegios cartelarios
mantenidos para Cados Monzón -+anrpeón mundial de boxeo y asesino
o
de su esposa-, y en los Esados Unidos,la mlnimacondena al uxoricida
o
Peacock). o
A fin de que el e$quema propuesto sea más comprensible, avanzamos o
hacia ofas categorlas que han ayudado a formularlo -como las del
género y deL autorinrisno- paru más adelante, volver y profundizar el
o
papel de los actores At y A2, los que abusan y los que son abusados. No o
puede dejar de advertirse que cada una de estas i¡stancias que llamamos o
"actores' s€ refiere a seres humanos vivos, presentes en las interacciones
que nos pfrocupan, pero sólo desde aspectos reducidos de símismos y sus
o
conciencias. Sabemos que son persoItas potencialmente mucho más o
ricas, de cuyos múltiples selvesa sólo algunos pueden caracterizarse como o
lo hacemos en el esquema, Las demás caracterfsticas de esas persouas
-que no apareceo en el circuito- son justamente las que pueden generar
o
cambios favorables en sus conductas.
o
a
Co¡n¡¡nos soclocuLTURALEs DEL ABUso
o
o
Sistemaile géttcro y shtemas autoritarios: de cómo estos sistenws se o
relacionon con los abusos dc personas y de sustarnias'
o
Para examinar las ca-tegorías que s€ cruzan con los actores en el o
4. Ia concepción de los se¡es huma¡os sno identidades múltiples o múltiples ¡¿Iv¿¡,
o
conesponde a formulaciones de la posmo&nidaü citadas por Gagen (1992). o
o
o
o
o
o
o HSmRLAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

o esquema Fopuesto del circuito repetitivo de abusos, hemos recunido


a
o ideas aportadas por los estudios (Brunner, 19gl) de sistemas sociales

o con organización muy estable y rígida, como lo son los sistemas auto_
ritarios y el sistema de género.
o Por lo común, los sistemas sociales se han tipificado en tanto tales
o sobre la base de tomar como criterios distintivos las diferencias entre
sus

o componente$. "Difercncias" no implica necesariamente diferencias


rárquicas. Pero, precisamente, Ios sistemas mencionados <l
ie_

o y el autoritario- tienen,
de género
en ese sentido, una estrucfura comparable, ya que

o en ambos sus miembros tienden a perpetuarjerarquías qui se consideian

o inamovibles. No obstante, aunque los dos sistemas uüiicen un discurso


jerárquico, Ios separan algunos distingos significativos:
o
o l, El sistema autorinrio elabora argumentos que justifican la opre_
o sión y utiliza medidas disciplinarias para asegurarla, pero los subordi-
nados conspiran cada tanto para que ocunan cambios iapaces
o la opresión.
de aliviar

o 2.El sistema ile género seha convertido en un principio organizativo


o tan "esencializado" y "naturalizado" que ya forma p¿ré de h identidad
de los sujetos de la cultura. De este modo, no genera conspiraciones
o su contra. Se halla incorporado como una ..realidad", poilo que
en
fácil_
o mente perdemos concieacia de que se trak de un principio organizafivo,

o seleccionado, definido y decidido decir, ,.construido',_


-es con tales
o caracterlsticas por los propios actores sociales. Resulta asf aún más
estable que las üctaduras polfücas.
o
o ¿En qué medida las propuestas organizativas de estos sistemas son
a útiles para estudiar la perperuación de los patrones de violencia familiar
y de abusos en general? ¿por qué son atractivas estas dimensiones?
o investigar formas de producir cambios sociales, el sociólogo José Joa_
Al

o quín Brunner, estudioso chileno de los sistemas porÍticos


autoritarios de
o América latina, concluye que todos los sistemas sociales perpehían
su
organización mienFas no va¡íen sus tres pilares constitutivbs: ras ideas,
o lx conductas y \as estructuraspresentes en tales sistemas. De este
apotte
o teórico se parte para establecer t¡es categorías _ideas, acciones,
estruc-
o turas- que cruzan las instancias de actores en el esquema propuesrc.

o Para profundizar su significado en cuanto a las rilaciones de abuso


pueden describirse, en primer térnrino, algunas d&as (o
teorías expli-
o
o
EL C¡RqnTO DEL ABUSO A,¡ EL SISTEMA FAMILIAR ó I

cativas, o creencr'ar) sustentadas por los miembros de los sistemas donde


ocurren abusos, en las que, lo adviertan o no sus tres actores, todos ellos
coinciden. Esas ideas fi¡ncionan como argumentos y bases que explican
y justifican esas prácticas violentas. Lamentablemente, al menos en
español, una explicación hace el mismo efecto de sentido que unaj,¿sn'-
Jicación, Cada vez que alguien explica sus razonet para deciür una
conducta está -implícitamente- justificándola. También lo hace, inad-
vertidamente, quien al conocer la conducta pregunfa "¿Por qué ocunió?"
o "¿Por qué 1o hiciste?". La pregunta ayuda al actor a reducir su carga
de responsabilidad y a sentirse partícipe de un circuito de comprensión
en torno a sus actos. Por lo tanlo, autoriza la repetición de las prácücas
violentas propias de estos circuitos, generando un contBxto de justifi-
cación.
A lo largo de más de diez años hemos visto que las ideas que obran
más eficazmente para el mantenimiento de los abusos coinciden con las
que sustentan los sistemas autori¡¿rios.s En los estudios acerca del sis-
tema de género, queda en evidencia su relación con las teorías y afir-
maciones descritas como bases del sistema patriarcal. Tales ideas
presuponen construcciones jerárquicas inamovibles, que señalan clara-
mente qué personas "son" (en esencia) más importantes que otras, según
pertenezcan al género mascuüno o al femenino,
Aunque descritas en los artículos mencionados (véase la nota 5), es
conveniente profundizar los rasgos autoritarios y los estereotipos de
género presentes en estas ideas. Quienes formamos parte significativa de
Ios contextos de la violencia familiar-los actores contextuales- tenemos
que estar en condiciones de revisar sistemáticamente cómo pensamos y
cuáles son nuestras propias creencias acerca de los temas y las posiciones
que ¿p¿uecen en las conversaciones de las que pa*icipamos con los otros
actores de estos sistemas, puesto que corremos el riesgo de avalar o
reforzar inadvertidamente afirmaciones que sustentan la violencia- Ne-
cesitamos, entonces, identificarlas con nitidez para intemrmpir su circu-
lación y las consecuencias que producen. Eso no es fácil, pero se cuenta
con importantes conúibuciones realizadas en este teneno por estudiosos
de los distintos autoritarismos, incluido el de género.

5. Algunas de estas ideas, propias de los sistemas autorifarios, se describen en " 'Puefas
adanno': ¿refugio o tenor?" -.capftulo 2 de este volume& en el que se desarrolla la relación
enEe la violemcia familiar y los estudios sobre sistemas autoritarios-, y también en
Ravazzola 1987.
62 HISIORIAS INFAMES; LOS MALTMTOS Et\ LAS RELACIONES

PruI'¡CIPIOS ORGANEATIVOS PR,ESE]NTES EN EL


DISCURSO AUTORITARIO

Al iniciar un examen detenido de la fonnulación lógica


de las orga_
nizaciones autoritarias, pudo advertirse que sus prffi*u,
tienen la
cualidad de enmascarar los elementos capaces de
iespertar conciencia
de la.opresión. Esas propuestas result¿n ser
excelentes'inductor¿s de un
estado de conciencia homologable con los hances
hipnóticos. En el
capftulo sobre el ..Doble ciego- y en los tertos menciona¿os
eo lu not
5,se i¡siste en la lnportancL Oé.fr.tu* rj...¡.i*
de irto.ooc¡eo.¡.
y desenmascaramiento, a fin de conuanest¿iese efecto inJuctor y de dar
cauce a las tansfonnaciones necesarias.
Es esa aptitud de las ideas en que se apoyan
de.
- organización social para
las formas autoritarias
ocultar las resnic¡iones y pe4uicios que ellas
mismas implican, lo que hace tan importante qu,
io*oilor, los actores
conte:tuales, logremos ponerlas en evidenciá en los discursos que
circulan en la organización doméstica (roles familiares,
disfiUuciOn Oe
responsabilidades y Iiderazgos, jerarqufas, etcétera)
y especialmente en
los o¡scursos que se manifiestan durante las
enrevistas psióoterapéuticas,
A continu¿ción, las propuestas más comunes ,o
o* ,¡tor.¡oor*
. hopuestas elitistas
S-on el ruuJtado de procesos de afibuirdiferencias
. valorativas arbi-
trarias -que designan como valiosas, como .pertenecien¡sg,,o
y con
acceso a una eüte dete¡minada_ a las personas
idenüficadas con los
valores considerados de alta jerarquía, y de
e*.tui, _v .
,."es basta
rechazar, marginar y aun exterminar_, en
cambio, a las pÁooas consi-
deradas inferiores.
dgunos ejemplos, frecuentes etr nuesfra cultura,
$on los siguieütes:

blanco/a nás que negrc/a, amarillo/a


anglosajón latino, asiático, criollo
heterosexual ,, ,'
homosexual
ario,,'' judfo
clase alta clase baja
mujer casada ', " mujer soltera

6. Petten¿cer se llarta el bolefn publica Ia hdet¿ de crédito American


.que Express
exctusivamente para sus socios, co¡siáe¡ados
."r" ñ;i.ñá;ñ; ñ"prrtn"o.i*
o
o
EL CIRCUNO DEL ABUSO EN EL STSTEMA FAMIUAR 6io
o
joven
médico
n4r.Í que vreJo
psicólogo o paramédico o
hombre nujer o
profesional no profesional O
académico
con hijos
no académico
sin hijos o
prfblico privado o
científico
objetivo
intuitivo, empÍrico
subjetivo
o
flaco gordo o
teórico práctico o
puro híbrido
a
Sabemos las implicancias pollticas de las propuestas discriminativas. o
Tanto los racismos -como los sexismos- han dado y siguen dando lugar o
a históricos genocidios. lns rnensajes que difunden estas propuest¿s
elitistas oculan el hecho de que son el resultado de un proceso de
o
construcción social en el que participan personas que toman decisiones. o
Los valores aparecen esencializados, sasalizados o naturalizados, y se a
oculta a quién o a quiénes asignaron estos seütidos, y cómo, cuándo y o
en qué circunstancias lo hicieron.
Ahora bien: en la vida coüdiana, ¿cómo aparecen los elitismos? o
Priblica y privadamente se rcEonoce mayor prestigio al que nabaja por o
un salario que a los que realizan tareas no asalariadas o por las cuales se o
pagapoco dinero. As( se avala la superioridadjerárquica de los varones,
que habitualmente tmbajan en la esfera priblica por un salario, a los que
a
se asigna más valor que a sus mujeres que uabajan en la esfera doméstic4 o
y que no reciben salario por ese trabajo. También, en frases como "el o
padre es quien tiene la rfltima palabra' o en "cuando veoga tu papÁ ya
vas a vet'', se affibuye al padre ausente mayor autoridad que a la persona
o
ptes€nte en la crianza- Son construcciones eütistas que colocan al padre o
en el lugar indiscutido de jefe de la familia" mienhas nadie intervenga o
para discutirlo.
o
, Serialismos o disyunciones a
Son afirrraciones que co¡responden a una concepción organizativa o
entendida como una imagen en serie, es decir con un elemento tlnico en
cada posición de la serie. Además, desde el puno de vfutajqrárquico, la
o
serie se concibe generalmente como vertical.
o
a
o
:o
a
;o 64 STOR1AS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS REL{CIONES
:O
I $egún un análisis lógico fo¡mal, estas proposiciones se bas¿n en

o disyunciones : se trata de afirmaciones que hacen pensar en una categoría


única, con altemativas -por lo común- invalidadas ,,menos,,
o
o hegemónica.
qúe la

a Se opera en esta clave cuando se definen supuestas prioridades, como


por ejemplo, que para las mujeres ..es necesario enca¡ar una
o lucha
política desde una acción entre pares primero y luego una acción
o en el
interior de un partido polrtico tradicional". También cuando pensamos
o que algo que se propone no vale, no tiene senüdo o no üene
importancia
I poryue no es "auténtico" o no es ..vErdadero". En este marco
o se es auténtico, o todo lo demás es inauténüco (es decir,
de ideas.
,,auténtico"
o está en un lado'
lo
y todas las demás posibilidades son 'inauténticas")7 o
a una a{irmación es verdadera o es falsa.

o Unejemplo, desdelaperspectivadel género, es laideade queel varón


no tiene que realizar tareas domésticas, supuestamente pertenecientes
O área de las mujeres. O es ,,muy hombre" y no se relaiiona
al
con lo do_
o méstico, o cone el riesgo de ser poco viril, homosexual (¿?). De
este
a modo, invalidamos las adiciones y las conjunciones. En el ejemplo que
antes mencionábamos, referido ar padre como jefe oe ta famitia y rríltima
o instancia de decisión, esa idea excluye la posibilidad de decisiones
o colectivas y, a la vez, descarifica la validez de las posibres diversidades.
o ¿Por qué no puede haber muchos jefes, al ue" uno o más para cada

o objetivodiferente? ¿por qué no pueden tener voz y voto varias personas?


¿Por qué no enriquecernos con una verdad diferente de la propia?
o Algunas veces los mensajes serialistas son mucho más puntuales
y,
o por lo tanto, más difíciles de desenmascarar. La madrc de
un muchacho
o por el que consulta una famili¿ cuenta en una sesión que
fugó, llevándose dinoo y el automóvil. EI padre dice: ,,Eso
una vez él se

o importante". Esa puede ser su opinión, pero la forma terminante


no es

o construir y de pmnunciar la frase no permiL enrever el canicter relativo


de

o de esa opinión y por lo tanto la posibilidad de que también


un punto de üsta diferente. Formulada de este modo, la frase
sea respetable

o anula tanto

a ?. Nancy Jay (1991) explic¿ estoE efectos de ras difercncias

o parren de las.dicoromfas_planteadas por la lógica arisotélica.


como formulaci.nes que
Si todoloq; no ,, X o no

a 1.1i]ÍjT^1T T ll x 6e Eudefine
porenctatmente amenaz{nte:
por ta negativa y tíende
,rl4t6 no
at inñniro, lo que ta hace
es nunca comparable al de X. Si el paradigma
de
o "lo humano'queda insarado en el hombre -x- y la mujer queda marcada
otro"' ho x", el desrizamiento valorativo ente una categorfá y oira se proouce
como ..ro

o fácilrneote.

o
EL CIRCUITO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMIUAR 65

el acto de la decisión acercade qué es importante y qué no, como las


prácticas de negociacién en las relaciones de autoridad entre ambos
padres.

. Las oposiciones polares


En cualquier descripción, los polos bien definidos resultan tran-
quiüzantes. No son, sin embargo, categorías muy apropiadas cuando se
trata de dilucidar cuestiones específicas de los seres humanos' Enüe esos
polos suelen estar las mrtltiples formas a las que nos acogemos los
humanos: ni tan feo ni tan ündo, ni tan bueno ni t¿n malo, ni tan ma$cu-
lino ni tan femenino, ni tan valient¿ ni tan cobarde' Los polos supo-
nen un énfasis exagerado de las diferencias entre categorías relaciona-
das, que se ubican así sólo en los opuestos de una serie y que se
consideran, a veces, categorlas "normales" o únicas. Los elementos
intermedios -las características no polares- quedan invisibilizados o
bien estigmatizados.
Definir a través de polarizaciones lleva a limitar rígidamente concep'
tos que quedan de esta manera simplificados y resulta^n tranquilizantes
porque, supuestamente, evitan ambigüedades e incertidumbrres.
Ejemplos:

esencid superfluo
real ineal
público
mundo mundo privado
masculino femenino
verdadero falso
sano enferino
esoísta altruista
individualista cooperativista
racional emocio¡al
competitivo solidario
hetefosexual homc'sexual

Estas pretendidas polaridades enmasca¡an el hpcho de haber asiglado


jerarquías a los elementos ubicados en los extremo s de w conrtnuwn de
altemativas, y borran las posiciones intermedias y sus combinaciones,
menos claramente delimitadas, más diversas y, por lo tanto, más inquie-
tantes. Lns matices son amenazadores por su cornplejidad e indefinición.
5
{5
i
l

HISTORIAS IMAMES: LOS MALTMToS EN LAs RELAcIoNEs

Exigen nuestro comptomiso con definiciones propias, autoneflexivas.


Nos desaffan. por el confario, las propuestas
iolares asignan valor de
"normal'' a los conceptos de los extrimos que quedan
recortados y
estereotipados, mientras que los el.*rnto, o
utibu'tos que no coinciden
con esos extremos se tildan de desviados.
En el sistema de género, las oposiciones polares
han servido para
prescribir las caracrerlsücas de lo femenino (ixpresividad,
fragiüdad,
pasividad, suavidad, delicadeza, emocionalidaá,
docilidad, ercérera)
como diferentes, opuestas o complelrrentarias
de lo masculino
(vigor,
dinamismo, autoafirmación, iniciativa, ciera
agresividad, habilidad
insFumental, etcétera), y han configurado para
caL uno de estos polos
que no da cabida a los matices propios
.un .$Ue1¡f'estereotipado de
la diversidad. Los valores jerárquicamente diferentes,
,on
a uno y orro polo,también desaparecen "ribuido,
,aljemayi-as 6ácitmeote perci_
bimos lo femenino como complementario delo
masrulioo, ¿p"ro ,o.nu
igual si decimos que lo masculino es complemenario
de io remenino?)
como también la jerarqufa inferiorizada que se
atribuye a las combi-
naciones y las posiciones intermedias.
AJryor hombres -y algunas mujercs- coinciden en que
.
domésticas, los actos de ternura o las manifestaciones
las tareas
de dolo¡ plenas
de expresividad, como el llanto, no son cosas
de varones. Aún más, los
consideran signos peligrosos porque creen que
podrían conducir a la
homosexlaüdad o ser una manifeitación O. iff..
n, pr"tubl, qu, ,r*
persona.s piensen que las nenas deben
comportarse di nodo discreto y
complaciente, llevar el pelo largo y aritos in
las orejas perforadas, de
modo tal que permita teconocer fácilmente ta pertenencia
de cada
persona a.,no de los (¿dos?) géneros y evitar
cuidadosamente toda duda.
urfos podemos preguntarnos:
¿eE que somos t¿n polarrs y üferentes?
¿No participamos acaso de mucharca¡acterística, uUi".áá, eon, .ra,
dos listas, o que son menos definidas que las de
los extremos o -a,¡o m¿r-
que figuran como ca¡acterísticas de ambos?

. Descontextualizacioness
formas de organizar el discurso (y el pensamiento)
-Son en frases y
palabras con implícitos que elimin* .rf*nriu,
at * .omí..quién es el

& y J. Grinder (lgg4).señaran divenas fo¡nas


I'Tpdg
comunicación Desuiben las ,,eliminaciones,, y lu
dB distorsiones en l¿
o..rs¿.¿l-pli-.iüprut", o. ,r_
o
I
EL CIRCUITO DEL ABUSO EN EL SISiTEMA FAMILIAR 67
o
o
que dice lo que se afirma" y "en qué contexto histórico lo hace", de tal
modo que no se vean ni registren cuáles son esos impllcitos ni tampoco
I
lo que ellos encienan, su significación. Esos rnensajes se entienden
o
entonces como expresión de hechos inmutables, como'tados" y no o
como productos de procesos en curso que reconocen un origen, y son o
v¡ilidos en un contexto histórico y sociocultural determinado.
Por ejemplo, una frase escrita o impresa' como "Debemos salvar la
o
Familia'e induce a pensar que se fata de un mensaje emitido por un I
grupo mayoritario que repre$enta a todos, excepto a algunos que tienen o
malas intenciones cotr rcspecto a una institución respetable: la fanilia'
Se pierde la noción de que eS un mensaje de un grupo de zujetos
que
o
tienen un detenninado sistema de creencias, y de que ese mensaje ex- o
presa su alarma respecto de un presunto ataque a un objeto cuyo o
iignin Uo aparece impllcito e,t la palab'ra'Tanilia"' que quizá para
eüos tenga un sentido que no es el mismo para todos. Debe señalarse
que
o
quienes provenimos de una cultura latina diferimos en el sigoificado
o
que damós a h palabra "familia" en relación co¡ los que provienen de o
una cultura sajona; también la familia es diferente paúa una persona a
anciana y para un adulto o para un adolescente, comprometidos de
distinta manera con los significados aribuidos a ese sistema social
o
debido a su distinto momento vital. "Debemos salvar la Familia'" El o
efecto de esa fra$e es el terrorismo ideológico. Deja enfiever que permitir o
el divorcio y legislar a su respecto es desuuir la familia' y que ést4 sea
cual fuere su naturalez4 debe ser salvada al costo de perjudicar y
o
estigmatizar a familias constituidas por peñlona$ que se unen luego de o
babir perdido vigencia una primera decisión. Entonces, ¿cómo "salva- o
mos" a esta familia de la segunda vuelta?
En realidad, cadapalabrr4 elemento clave de nuesüo modelo üngiils-
o
üco, necesita ser cofiextualizada a fin de permitirnos reconocer en
qué o
marco histórico-social tiene lugar la producción de su significado' Segin a
Humberto Maturana, serf-a "preguntarse por lo gue queda oculto"'
histórico-social al que ese
a
Feguntarse sobre el observador el contexto
y

observador responde. Esas formas descontextualizadas se expresan en o


a
*U* fu-fupurt¿rf p*ar* suprimida o uansformrda en los rnensajes Íertales emitidos en o
una entseüsta teraPéutica
-- S. F?ur; ir"id"o los caleles que, en momenlos previos a la posible legislacióo local a
sobre divorciq tlift¡ndieron m¿sivameÍie algunos sectms de la lglesia católica pra O
int€ntar impedir que el Congreso pomulgara la ley habilit¿nte'
o
o
o
o
o I{ISTORTAS IMAMES: LOS MALTRATOS

o EN LAS RELACIONES

o presente del indicativo, en modos


impersonales, no individualizables,
adverbios más que en verbos conjugados.
en

o Otro ejemplo es el de los precios y su modo


de relación con el valor
a de los.productos. El precio adjudicado
a los productos en el mercado da

o lugar inmediatamente a una experiencia


a lo que se define como más o menos .,uáioro,,.
cog*tivo+*Jonul .n .o*to
o ',safmos" gle algo vale porque su precio
Bi,oultado es que
en el mercado es alto. Si
o alguien consigue manipular las ofertas y

a' tur o.rr*0., Jn el mercado,


consigue variar sustancialmente una asignación
novedad. Ha sucedido con i
de valor. Esto no es

a raborsade.o,,'.,ioro,¿flJo'ixTJl#:TÍ$,.o:fl
tr*:il.Jil'"::
o dantes, cuyos propietarios preferían qo.r,
o-d.rr.h*-*t , qo. ioon_
o dar el mercado con ellos y bajar sus pricios. El uabffiilrr,i.o ,. pug.
a en zonas urbanas entre ó00 y g00 dólares por mes. Áúo ,rno,
rurales oen países vecinos, como en Cnü,
,oo.,
o el hemisferio norte la cuesti *t'l
OouOe se hffi
"o
mitad. En
distinta: hay gran demanda de
o trabajadoras domésticas ,o'lT I
a servicio es,uy. .o,,o,o.
:.hi::l1l*:Tl*J1ll lT:hil:
objetivo, normal, natural o esencial?
o ,,
fol intenoqantres surgen apena$ recuperamos el
contexto, ya que con
o él recobramos la incertidumb

o ¿. ro,
"r,m,otos;¿s
;;"ffitiill: trfi'ffi:;Hf; [l*lj:n:
t¿s en los sistemas cogrritivos estables.
o
o Io¡es y cnrnncr¡s
o pRoprAs DE Los
srsTEMAs AuroRrrAR¡os

o Al analizar el discurso de los participantes


en los circuitos donde se
a practican abusos relacionales, se
advierte la prer.*iu O.lo, pdn"ipio,
caracterfsticos de los sistemas autoritarios.
o l fT* del esquema propuesro, se examina¡
ejemplos de ideas
o sostenidas en los circuitos violentos,
Estas ideas ap;.ro'.n lo* O"¡o,
o de alguno de ros acrores (persona
bros del contexto), sin que ninguno
abusadora, f.rr[nu-rü"'ruou o,irr_
o de los
sufisiente como para disminuir su impacto:
ofos ras cuestione con fuerza

o
o - "Los grupos son eficaces cuando siguen aunjefe. Alguien
estar al comando.'l
tiene que

o - "Generalmente, el hombre está mejor entrenado para conducir


o que

:o
EL CIRCI.]ITo DEL ABUSO EN EL SISIEMA FAMILIAR 69

lamujer." "Puede controlat sus emociones, usar una cabeza más frfa, más
racional."
- "Los expertos saben más y los oüos deben entregarse."
- "Discuti¡o disentires peligroso, ohaceperderel tiempo cuando bay
que tomar decisiones."
- "Quien es superior y rcsponsable es quien debe ser obedecido y tiene
derechos sobre sus subordinados."
-'T.as organizaciones de.ben ser verticales o piramidales" (el que
sostiene est¿s ideas es el principio serialista autoritario).
- "Las familias son más importantes que las personas."
- "No es bueno meterse en los problemas entre marido y mujer. Es
preferible que los arreglen entre ellos."
- "[,a privacidad familia¡ debe ser respetada."l0
Algunas organizaciones son sagradas e incuestionables: por lo tanto,
no cabe contextualizarlas.

- "Los hombres represeütan tanto a los hombres como a las mujeres.


Las mujeres sólo representan a las mujeres,"
- "Las mujeres son quejosas."
- "Las mujeres son un misterio, por lo tanto son amenazantes."
-'1-a mujer se encarga del mundo privado y el hombre del mundo
público."
- "El hombre es responsable por el funcionamiento de su familia y
tiene que mo$har y ejercer su autoridad."

El género masculino es el eje, y el femenino, el altemaüvo.


El hombre es el Uno y la mujer es el Ouo. Esk forma de elitismo, que
coloca al hombre en el lugar del paradigma de lo humano, no permite
preguntarse: ¿desde qué mirada alcanza vigencia esta concepción eütista?

- "Nadie tiene derecho a intervenir en algo que me ocune con tttt hijo
(o 'con ur mujer')."
- "En mi casa mando yo. El dueño soy yo."

10. Sin ernbargo, frases como éstatienen v&lor real en cóntextoo especllicoa, donde la
ley ampara Ia privacidad por.ejemploanlE intomisiorcs ilegales de fuerzas piblicas en
domicilios privados.
70 HISTORJAS IMAMES: LOS MALTMTOS EN
LAS RELACIONDS

Estas afirmaciones se desprenden de algunos


de los principios auto_
rit¿rios descritos, que avalan la idea de quJquien
ejerce'el poder, al ser
el jefe, tiene derecbo a disciplinar, Ois¿e ese
lugar, pueOe abusar
impulglente de su poder en nombre de la obediencia"deli¿a
al superior
por el inferior, este ríltimo visto como una posesión
del primero,
La familia, como ohas instituciones totahsr r (ejército,
comunidades
religiosas), se muestra en este discurso autoriturio
coo tu ngura de una
entidad en sl misma, recortada del contexto
social, con Lgns internas
que.no necesitan -supuestamente-
examinarse en relación con el entorno
social y cultural al que la famiüa pertenece,
sioo jue pueOen aoto_
establecerse en referencia consigo misma:
las diferenriuJ O. poderje_
rárquico, económico y fisico ente sus
miembros aparecen como na_
turales.

AcroREs socLALlEs DEL DRAMA DE LA vloLENcIA


FAMTuAR

La enumeración y
. el análisis que siguen se centan en las
ticas que con mayor frecuencia comparieo
caracterrs-
tu, p"rron* uüusadoras y las
personas abusadas, y las actitudes
de los tercerós, testigos Je h situación.
Se examinan abora más detalladamente con ,f oUirto-¿, pron ndirdus
y debatir hasta qué punro puede supo*.
qu. ,o.r;*p;á"n u p..roo*
pertenecientes a una raza especial.
O haü quC p*to,oo más bien
formas exremas de tendencüs lamentables
pamos.
d;il;;; Loos partici_

Persona abusadora

Se.han mencionado antes algunas concepciones


. relacionales derivadas
t1
-
*r"ry aujoritari.g, que
se consrituyen en prerogativas de las
personas abusadoras. "Dueñez',,
impunidad,
-*r centrA¡¿a¿,"control, auto_
ll¿d,:in
confrontaciones, pr"..n .rp..,o, aouilliios incues_
uonaoamente por los que cometen
abusos.

I L Al decir de Erwin Goffman (1992).


a
o
EL CTRfiJITO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMIUAR 'I I a
o
a) "Dueñez"
Aparecen pensamientos y conductas que dejan suponer que el
o
abusador se siente en cierto modo dueño de la penona de la cual abusa, o
como si esa persona le perteneciera. "Nadie tiene derecho a intervenir en o
algo que me ocüÍe con ur hijo'1, o 'ton m mujer". Las expresiones se
o
conesponden con la noción histórica de famiüa patriarcal en la que el
padre era el dueño de la hasienda, los sirvientes, la mujer y los hijos, t
esúuctura que aún persiste -por ejemplo, en los ritos de casamiento, en o
los que el padre'lleva" a la novia hasta los brazos del novio, que la
"recibe"-. También se vinculá a la continuidad del apellido familiar' de
o
padre a padre. o
o
b) Impuníd.ad.
'No creo ser el que tienetoda la responsabiüdad por la violencia.
o
Generalmente comienza ella haciendo algo que me saca de quicio."
o
"Es mejor primero que ella no me provoque. Si ella no me provoca" a
yo no soy violento."
"Ponerme violento es la única maneru que tengo de lograr cambia¡ lo
o
que ella hace, que está mal."
a
"Si se me contra¡fa es peor, porque entonces me irrito y pierdo el o
conhol. Es mejor no confrariarme." t
"Si no le grito no me escucha y hace lo que ella quiere"'
El abusador tiene la idea de que su acción malüatante no es pwible.
o
Supone que 1a explicación que ofrece de su actitud va a ser aceptada y o
comprendida por las personas del cont€xto, y aun por la persona abusada. o
Es preciso insistir sobre la importancia que tiene el sustento y el refuerzo
que dan a estas ideas los mensajes sociales ¡especto de que algunas
o
personas pueden cometer actos que lastiman a otras sin que t¿les actos o
sean, según las circunstancias, pasibles de castigo o condena social, sino I
que sejustifican y hasta se aplauden como hemicos. En algunas culturas' .]
el marido engañado podla (¿puede?) matar a su mujer adriltera y dejar
así su honor a salvo. En nuesto país se ha escuchado la frase "pon ¡rro
smÁ" durante la rlltima dictadura, parajustiücar torturas y "desaparicio-
nes". Actitudes de esta naturaleza contibuyen a crear un ambiente de
impunidad en sectores dictatoriales todavfa actuar¡tes. La frase aludida
volvió a escucharse durante el juicio que se les siguió en Buenos Aifes
a los militares llamados 'tarapintadas", para explicar la intentona de
golpe de Estado, en 1991.

o
o
o
o 72
o
HISTORIAS NFAMES: LOS MALIRATOS EN LAS RELACIONES

o c) Centralidnd

t "Mi criterio es el que vale. Para eso los homb¡es tenemos más calle.
más experiencia
a "Las mujeres necesitan una mano ñ¡e¡te a veces."
a 'No puedo contener mis impulsos si ella me provoca. Sabe qu€ no

I tiene que ponerse en mi camino."


"A Ia larga, ellas saben que la riltirna palab,ra la tengo yo.,,
o *No
va a ser ella quien me diga lo que tengo que hacer."
o Se supone que, al socializarse, las persolar logr¡u¡ reconoce¡se,
saber

o quién es 'lmo", e igualmente reconocen la importancia


del otro.
I-os abusadores reiterados son personas que se justifican a sí
o aun cuando su acción esté d¿ñando francamente al otro,
rnismas,

I
daño que tienden
a no tegistrar o a minimizar. Su socializacién fi¡e
orjentada a tomar en
t cuenta primordialmente sus propias pasonas _sus necesidades
ses-, sin desanollar al mismo üempo las cualidades empáticas que
e intere_

O ationden a la existencia de los demás. "EIla tiene la culpa,


ella me
a provocó." El abusado¡ siente que no puede ui debe
tolárar que lo
a conuarlen, y que, si asl ocune, la persona a la que él atribuye
de su contra¡iedad debe ser casügada de alguna manera.
el origen

o eventualmente, rrcepta su responsabiüdad en actos de malfato,


Cuanáo,
losjusti-
o fica en función de algo dañino que le ha causado ofo.
Siente qúe su
o persona es central, más importante que la de
los demás.

o d) Control
a - 'No le voy a tolerar desplantes delante de mis amigos. Tengo que
o del3gtrarle clamrnente que el que manda acá soy yo.,'-

a 'Mis hijos se ponen al servicio de mi compadre.


resp€to o les vuelo un tortazo."
no le
eue falten el

o "Si los dejo sueltos, vaya a saber de lo que son capaces.,,


a EI abusador cree muchas veces, sobre todo cuando se traa
de un pa-
ia dre (la figura r¡ás frecuente), que ér deá¿ controlar l¿s
conductas de ros
miembros de su familia. Se supone responsable ante
o los demás de
Ias conductas de su esposa y de sus hijos, y a veces
en esto recibe el apoyo
:o del entorno sociat algunas instituciones, particularmente
los oúos hom_
o bres, le reclaman por lo que su esposa e hijos hacen.
algunos hornbres se sienten a cargo de un Ásciplinamiento
En este marco,
o para con su núcleo familiar.
torturante

o La esposa, en algunos medios sociales donde ella no


aporta salario,
,o
o
EL CIRflNTO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMIUAR

aparece ocupando una posición similar a la de los hijos, nivelada con


ellos. Entonces el marido asume el lugar de representante familiar frente
al mundo externo: negocia, y figura ¿rnte los ajenos como el aspecto
público de la familia, con Io que las mujeres pierden, enffe oüas cosas,
la oportunidad de etttrenarse en el cumplimiento de funciones sociales'
habitualmente consideradas como de mayorjerarqula y más "adultas"
que las domésticas.
Estasjerarquías y responsabilizaciones sociales son muy rígidas. En
el plano jurídico, es diffcil tomarlas en consideración porque hay que
legislarparael grupo total, perocada si¡uación, cadacaso y cada persona
son distintos y merecen una mirada especial. Es preciso examinar
cuidadosamente los actos individuales, ya se trate de hombres y mujeres
adultos o de menores, cada uno con su cuota de responsabilidad. Esta
concepción de la responsabilidad tal vez ayade a no sobrecargar a
algunos mientras se descarga a otos, creando confusión y dando lugar
a excesos.

e) Autoridad
En nuestro sis8ema social, las mujeres no están acostumbradas a verse
como figuras de autoridad en su propia familia. Los hijos, al llegar a la
adolescenci4 cuestionan el supuesto de la familia a cargo de dos
personas adultas y con igual statas jenárquico: desafían abiertamente la
autoridad de la madre, particularmente en lo que hace a las obligaciones
relativas al área de la organización doméstica, que identifican con las
funciones maternas, mienhas siguen considerando al padre como au-
toridad familiar. Es habitual que la madre haya delegado los atributos
concernient€s a la autoridad en el padre, fiel a lo que se espera de ella
como proveedora de afecto, clima emocional positivo, cuidados, bie-
nestar, etcétera. En la socialización de las mujeres, estas cuestiones
colisionan con la práctica de la autoridad. El padre es visto, general-
mente, como el "real" jefe de la familia, en quien reside la autoridad
"real": es la persona "realmente" importante, cuyo sueño y cuyo humor
hay que cuidar por encima de los de los demás. La propia mujer sostiene
la figura de autoridad del padre, en tanto represent¿nte familiar que la
sociedad percibe y toma en cuenta. Y en e¡ momento de rcivindicar su
autoridad matema, hace mucho que los hijos y el marido se han dado
cuenta de que ella no ocupa ese lugar, y ya ni la escuchan.
El marido cree entonces que él es la única autoridad farniliar. Y acaso
'74 IISTORIAS II\TAMES; LOS MALTMTOS
EN LAS REIACIONES

no se percate de sus límites. Titular


de esta posición de importancia y
autoridad-, puede que además
haya,iOo sOlo.ot rnujo pá r.grt ur ru,
lo que privileffi 'rüAa.rnnu¿u
necesidades, pa¡a ver-rÍtricamente_
en sí mismo (y coincidente
con la ¿, lo, ¿.*¿,
oi"rniroJae su familia
que también lo toman como
cenho). No tolerara queáguien, al oecer
o cambiar, reclame tarnbién que
lo conrlO.ren l*portant?. Sólopensará
en que si é1, padre de familia, se siente contariujo, ,, porqo..l otro se
1t:Trno r requiere disciprina a nn a. qu;
'- ;;rd;;;",
-- v¡vvn ,,uryr ,ru auro-
ridad sean restablecidos.
Persona abusad¿

En cuanto a la pers ona abusada,lz


¿cuáles son las características que
se reiteran en la observación?
Cabe examinar, en principio, sus creencins..

a) Incoüicionalidnd
en que son socializadas, las mujeres
..^,1_ol aprenden a dar
valor ".TTro.
a actitudes de
incondicionalidad hacialas
Forma parte de los requisitos
necJát, Ur lo, onor.
su disposición a la matemida¿,
q'e ta cultura l;";;r;"b;;r- asegur¿n

. Ya hemos mencionado la particular cuaridad


de indefensión del ser
o:f, que.necesita grandes cuidado, p"r;-*
l:ytan-sacciones de reciprocidad.
en
;;;ede enrrar
El bebé ,Olo ,riiU.,l¡os
adultos
entonces tienen que relacionarse
con él con entrega e-i-nconOic¡on¿i¿a¿.
Esta disposición incondicional
extrapolarse a otros vínculos
q". t;ff;i.i".irrr,
como, por ejemplo, a la retaciOn
*urr,
Ce pare;a.
Así, es posible que no se detengan
a examinar si están satisfechas
con laconducta de sus novios o no
o maridos para conelia*
que crean que si ellas son AniJ, ui.o, pura.
suficienreme;b ..buena;;;;:;ús,,, ,.servi_
ciales", si no lo i¡ritan, ..1e.¡¿cen
si
poniéndolecondiciones; paulatinamente
los g,rrlJr;;"connadicen
ese fato uá u i, oprr*Oo .orno
una educación adecuada
v é1. enronces, sinüéndose cada'v,ezmejor,
va
en el cómpañero ideat que
i^"^r"-Trd:se
11, ros
en
ellas áese*l ñ ,rt *ooo,
casos de abuso, la mujer piensa
que ,";;;;;bia¡á su

12. Se habla¡á de ella


en femenino por meras razones
eshdísücas.
a
o
EL C¡RCI'ITO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMIUAR 'I
5 a
conducta abusiva a medida que vaya experiment¿mdo la paz y la dicha
o
que le proporciona alguien capaz de ser incondicional (¿mejor madre o
para él que su propia madre?).
El tema es vasto y compücado. La incondicionalidad sólo parece
o
válida en lo que respecta a las necesidades de los bebés: ¿por qué tan
o
habitualmente se extiende a los adultos y, especialrnente, a maridos y o
padres? ¿Quizáporyue seconstruyeunmundo definidodesde lanecesidad
de los varones? A1 no existir una práctica de reciprocidad, es probable
o
que la supuesta recompensa que esperan las mujeres no aPar€zca nuncq o
y que entonces la relación vaya haciéndose cada vez más asimétrica y o
abusiva. o
o
b) Amor
Algunos conceptos relativos al amor en la pareja, en la familia y en I
la relación entre las personas se plestan para apuntalar y justificar I
abusos. Esto se adviertÉ especial$ente en las expücaciones escuchadas
en cuanto a por qué una mujer aguanta una situación de malos Eatos y
a
no le pone fin. La razón aducida por ella suele ser "Porque lo quiero".
a
La cuestión es muy amplia, teñida de subjetividades y argumen- a
tatmente indiscutible. ¿Cómo consideramos el amor? Podemos confun- o
dirlo con la sensación de necesitar a alguien, en cuyo caso el cenüo de
la emoción sigue siendo el propio sef depenüente del oto. O con la
a
sensación de ser necesitado (o necesitada), con lo que, cuanto m¿fs o
señales demandantes o €xigentes dé el otro, más queridos nos sentite- o
mos. En ese caso, vamos a sentirnos más ligados a quien creamos que
se encuentra en estado de necesidad.
o
Quien abusa puede haber tenido una historia de carencias
o de pade- a
cimientos. Esa idea y la expücación de que está "enfermo", despierta o
emociones empáücas. Con tales explicaciones, que operan en nombre
del amor hacia alguien necesitado y vulnerable, será muy diffcil que la
a
mujer agredida se defiend4 ya que tenderá a anestesiar su molestia, por
o
lo menos hasta que asuma el estadio de daño flsico concreto. Entonces t
ella se dirá (y dirá a los otros): "Me quedo al lado de él porque lo quiero". o
c\ Poder
o
El que es abusado experimenta una disminución (¿o abdicación?) del o
poder propio. o
La noción del propio poder depende, en una relación, de los sujetos
a
o
a
76 HISTORJAS IMAMES: L,OS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

que intervienen en ella. Pero, adenás, depende del contexto en el que esa
relación tiene lugar.
Este es un teneno de fuerte confoversia denffo del pensamiento
político y, además, de enorme impofancia, por cuanto determina las
intervenciones de los operadores sociales convocados pata actuat en
situaciones de abuso familiar.
Podemos explicarnos la indefensión y la falta de poder de un niño
abusado, pero es más diflcil comprender por qué una mujer adulta sigue
conyiviendo con alguien que la maltrata. Es fácil y cómodo pensar que

t "es masoquista" o que "le gusta que le peguen". Frecuentemente circu-


lan estos argumentos que colocan el problema en el área de la patología
o individual de la mujer abusada, como una manera de explicar por qué no

ir se va. Es muy diflcil entender la lógica compleja -mezcla de some-


timiento, delegación y anulación de la propia autonomla- que puede
io mantenet a mujeres adultas en estado de ..indefensión aprendida"
,f (Walker, 1979), de "secuesto", y deincapacidad de aléjarse de su mari-
io do torhrrador, cuando las causas no son las condiciones concretas de

a resficción económica para ellas y sus hijos, que la sociedad ni siquiera


toma en cuenta,
:o Al abo¡dar el tem a del poiler, conviene detenerse a analizar las dife-
io rencias de mandatos que reciben vatones y mujeres en el proceso

,r socializador, ya esbozadas en los pánafos precedentes. Las mujeres


aprenden a desanollar la capacidad de observar, evaluar, asistir y ha_
rO cerse cargo de los otros, en especial cuando les parecen más indefensos
,O o carcnúBs: a esto se Ie llama empatfa (Walker, 1979; Marqués, 1991).
No cabe, en este panorama, el ejercicio del poder. Aún mái, la imagen
.o de una mujer ligada al poder se contrapone con su disposición empática.
,o Las mujeres temen que el poder les impida relacionarse plenÍrmente con
'O los otros, y la cultura tiende a denostar y a sancionar a las mujeres que
o ejercen poder, a punto tal que el poder en manos femeninas se ve como
negativo o no legftimo, cuando no es castigado como fálico.
ra
¿Y los varones? ¿Se los orienta de igual modo? La socialización de
o los vmones los conduce predominantemente bacia el registro, recono_
a cimiento y desanollo de lo que concieme a su propio lugar de poder.

o Aprenden a percibir las señales de riesgo de perder poder, y muchas


veces actúan con gfan cuidado para conservmlo. Están entrenados y
o listos para saber cuándo, cuánto y qué necesitan, asícomo cuáles son las
o actitudes que apoyan y refuerzan la consecución de sus obietivos.

o
o
EL CIRCUITO DBL ABUSO EN EL SISTEMA
FAMILIAR 77

en bombres y en mujeres'
Estos ejes de socialización, tan diferentes
parciales y
rcJ* negativos cuaRdo son rígidos y reduciivos por sei
muj eres por
frufi*t pof'*it.Oos en relaciones de poder distintas para las
un hombre y una mujer
un lado y para los varones por el otro' Cuando
,onuiu.n,'tt probable que, en las complejidades de la organización
doméitico, crianza de hijos, aportes' gastos' relacio-
"iilii^u-oi¡orl
nrs *n fu* fa*ilias de ambos, etcétera- tengan que dirimir cuestiones
;;; q"" no siempre están de acue¡do' Entonces' es evidente que el
para sostener su propia
varón eitá mucbo mejor preparado que la mujer
en
posición en el conflicto, ya que la mujer ha sido entenada para tomar
L"i..1 p-t ¿e vista de é1, tal como él mismo' En estos
casos' habrá

potio *t'n*o.s votos a favor de é1, y tal vez uno' o ninguno' a favor
'de al hombre dos a
ella. El poder -de este modo- se declara favorable
cero o tres uno. Entendemos que esto no refleja las reales capacidades
a
juicio crítico ni- para. asumir un criterio
de ella para ejercer su propio
'St ejercer
p*p¡o traü, más bión, iel hecho de no hallarse habituada a
po¿.t, lo que en la práctica funciona como si no lo tuviera
i*
-'Coan¿or.
roltivanñhcionesdeamory separticipadeconversaciones
diferencias pueden
Oan espacio a dudas y opciones' estas
iguutitariut qo.
para
t!rn.tor*t. y convertirse en cambios operativos' beneficiosos
todos, superando los condicionamientos culturales'
están
En las familias que nos preocupan aqul, las conversaciones
de poder
plagadas de dogmas y certJzas, con lo cual las diferencias
que los protagonistas más o menos registran'
i*"*i- uuototlpetidos,

d) Disminución del ProPio valor


gozan de menos valor'
En nuestra cultura, las mujeres y lo femenino
afirmación no es
,loru, y pt rtigio que los hombres y lo masculino'-La
al legado de Aristóteles
nueva niiuedJ causar sorpresa. Sin remontarnos
que el semen es mucho más importante que el óvulo ya que
y u ,o iOá O,
la materia
áp"* f. forma (sic), mientras que e1 óvulo proporciona varones'
que los
ii.¡." 6de que las mujeres tenemos menos muelas
pedir a alguna ateniense
iotá qo"r. rtutiera sido iácil verificar con sólo
que abriera la boca, tampoco en nuestros tiempos
io u algona ma."donia)
las coias se han vuelto del todo equitaüvas'

pusonal de la docto¡a Diana Maffia' que agradezco'


13. Según una comunicación
7E HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

Cada época necesitó formas nuevas e imaginativas de enmascarar las


desigualdades de género. En esta época aparece la mísdca de las
'lentajas" y los "privilegios" que otorgan a las mujeres las leyes de
los palses desanollados, o el argumento de que, en algunos
de esos
palses, estas diferencias jerárquicas de género tran
siáo bblmente
superadas.
Sin embargo, existen algunos datos muy signifrcativos,
originados en
esos mismos lugares:

1,. al divorciarse, las mujeres sufren un nohble


empobrecimiento en
relación con el $¿t¿s económico del que siguen gor*do
sus maridos;
2. la epidemiologfa psiquiáhica infonna que:
. los sectores sociales en situación de mayor gravedad y
mayor
riesgo con respecto a la enfermedad mental son
mujeres casadas
que tengan hijos pequeños;
. al aumentar la edad de sobrevida humana, ei sector
de los hombres
de cuarenta y seis a sesenta afios que viven solos,
sin esposa ni oto
famüm, pasa a convertirse en sector de riesgo de enfermedad
mental.

Podemos explicarnos que los hombres solos enfermen


a esa edad más
que otros Fupos testigo (en culturas donde no hay,
como acá, muchas
mujeres dispuestas a aceptar hacerse cargo de ellos), ya que
ellos están
poco preparados parahacerfrente a las circunstancias
áe É vidade todos
los dlas, es decir a llevar adelante las acciones que los provean
de una
organizacién domésticaco¡fortable y de una rcd de relaciones
y afectos.
Esas son prácücas que habitualmente desanollan las
mujeres y en las
cuales üo se teparq ni se les da valor mienras se disfruan.
Lamena¡b_
mente, toda esta información no welve a las mujeres para
que tomen
conciencia del valor que generan, der esfuerzo que res insume
hacerlo y
del peso político de su función,

e) Disminución del registro del malestar


Este punto del circuito es muy significativo en relación
con las
consecuencias, ya que las víctimas, de advertir su malestar
mucho antes
de que comiencen a aparecer interacciones que lleguen perjudicarlas,
a
estadan en mejores condiciones para al abusadorjdarle alguna
lenar
señal del perjuicio que padecen o terminar la relación.
o
t
EL CIRCUITO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMILIAR '¡9
o
Es, tal vez, el momento en el que los terapeutas familiarcs sistémicos
I
podemosjugar un papel de mayor utilidad, como expertos enúenados en o
la detección y la aplicación de prácticas comunicacionales anestesiantes. o
Para entender este aspecto, hay que pensar que las mujeres, sociali'
zadas para sensibilizarse sobre las necesidades de los demás y desen-
o
sibilizarse en el registro de sus propias necesidades y deseos, se instala¡ o
en las relaciones con la confianza de que los demrís obrarfu de la misma t
forma que ellas.
Pero si los maridos, o los hijos, desarrollan en la relación con ellas
o
conductas complementarias, en vez de hacer lo que ellas esperan' van a o
reforzar las sensibiüzaciones que perpenien el modelo de interacción que o
los beneficie. Sin embargo, así y todo las mujeres no logran percibir su
frustración en cuanto a lo que espeftin, y conducirse de un modo mfu
o
cauteloso y menos enhegado. o
Esto podrfa ocunir, sin embargo, si ellas se pusieran en contacto con a
su propio malestar. Tal como lo hemos planteado, el regisno del malestar
pr¡rece ser un motor que modifica patrones intefaccionales, al menos en
o
el sentido de orientar a las personas que lo experimentan hacia la adop-
a
ción de conductas que lo resuelvan. En las relaciones de abuso, la anes- a
tesia del malestar en las mujeres aparec€ como un elemento clave, o
especialmente cuando desempeñan su papel de "cuidadoras" y "dado-
ras". Poco a poco, ambos sujetos (Al y A2) -Fotagonist¿s de la
o
interacción- se harán cada vez más expertos en el enmascaramiento del o
malestar de A2, y de toda la información ligada a su posible registro' o
Si consideramos este juego interaccional en su integridad' se advierte
la importancia de que los terapeutas se entrenen en participar de sistemas
o
humanos generando contextos que pemritan el contacto con el malestar.
a
Y para ello resulta imprescindible gue su sistema de creencias no refuer- o
ce la negación del malestar de las mujeres, ni tienda a atribuirles mayor a
responsabilidad por lo que están üviendo que la que tienen realmente.
o
Como este balance ente los registros y las negaciones es clave para
la resolución de los problemas de abuso, el tema se retomará, para pro- t
fundizarlo, en el capítulo 4, titulado " 'Doble ciego' o 'No vemos que a
no vemos' ".
a
a
o
a
t
o
v

ilr
t 80 HISTQR¡.AS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

h
if Interacciones

h Por un momento, el examen de las idbas deja ahora paso a las irrter_
p acciones.l-og tetapeutns pueden observa¡ habitualmente, ert su presen-
p cia, gestos, frases o acciones que conllevan abusos y malos tatos más

tt o menos identificables. Se rata de abusos en el ttato que generalmen_


te no se denuncian, y ni siquiera se mencionan. Circulan casi como si no
fueran registrados, y muchas veces se extienden al entrevistador o a
I cualquiera que 6e acerque a prestar a1uda, No es raro que pasen in_

o advertidos, o que los actores del contexto


{ue los sufren_ niiguen su
importancia en comparación con la gravedad de los abusos sl denuncia_
o dos. Hay que recordar que una ca¡acterfstica de estos sistemas socia-
Ies autoritarios es que las interacciones abusivas quedan enmascaradas
io ante la conciencia de los sujetos, graciu aexitosos
:o t¡ansmi tidos por los discursos.
fenómenos hipnóticos

ir Un psicólogo que aparece frecuentemente en televisión recibe la


ra consulta de ut hombre que reiteradas veces habla abusado sexualnente
.r de su hija. En una entrevista, este hombre se dirige al psicólogo y
con tono simpótico'l-as veces que le hahé dicho .boludo' cuando
le dice,
1o veía
ra por TV", El psicólogo sonríe forzadame¡te, Al preguntarle si
se sintió
,o molesto por el comentario, contesta: ',N0. Fue una manera de enfar en
confianza". Fue necesario repetir toda la acción (técnica de amplifica_
fO ción de lo minimizado) para que el psicólogo tomara conciencia
,|¡ molestia.
de su

;o Otro ejemplo: una señora acompaña a su vecina, una mujerjoven que

,r
,o
tiene un hijo de 4 años como el de ella, a buscar ayuda para su marido
drogadicto y violento. La vecina de lajoven es la que paga el colectivo,
se queda con- los niñoscuando las cosas se agravan, se preocupa y percibe
:f los daños y la necesidad de ayuda. La joven vecina se muestra malhu_
ro morada" ataca de palabra a la psicóloga que la eDhevista, y parece

I disgustada. En ningún momento agradece a la oüa mujer su ayudiy más

,f bien la descalifica.
Las actitudes de maltrato que con mayor frecuencia se observan de
il parte de la persona abusadoral4 para con la persona abusada

t
son:

o
o 14' Algunas de estas acütudes fuemn ya mencionados al consignar
sadas en los discursos autori¡arios.
las ideas expre-

.
t
EL CIRCUNO DEL ABUSO gN EL SISTEMA FAMILIAR 8I

. No ayudarla cuando -a veces- está seriamente lesionada.


¡iMinimizar la lesión, el dolor y las consecuencias,
. Silenciar o üatar de invisibilizar el daño sufrido por ella. En una
entrevi$ta, un marido -al preguntársele sobre el ojo morado de su mujer-
contesta: "No es nada, ella tiene fragilidad capilm". Otro, refiriéndose
a un pie hinchado de ella, resultado de un pisotón que él le propinó, dice:

"Tanto no le duele porque está caminando".


. Frases descalificadoras. "Porque ella es tonta, no se da cuenta", "Es
üolenta y torpe", etcétera.
. Gestos de desprecio, amenazas, órdenes ('lnatonajes").
. Frases disciplinadoras desde un supuesto saber y una supuesta
autoridad de persona adulta, fuerte y responsable que dicta a la otra, más
tonta y menos capaz, lo que ella tiene gue hacer:
"Es bueno que..."
"Es malo que..."
"Hay que..."
"Las mujeres..."
"Los hombres,.."
.Preguntas tipo mesa examinadora: "¿Cómo es eso?", "A ver, res-
pondéme cor¡ectamente.. ". .

En las interacciones de malos tratos, el problema no reside tanto en


que los actores contextuales (A3) las aprueben o las confirmen, ya que
esto no suele suc€der, sino en que inadvertidamente las permitan y no les
pongan límites, especialmente cuando recaen sobre ellos mismos.
En tal sentido, además de los estudios de autoritarismo y género, los
terapeutas tienen que ser conscientes y percibir los modos comu-
nicacionales que pueden impedirnos reconocer en qué medida se puede
estar avalando y connibuyendo a estereoiipar un circuito interaccional
en lugar de ayudar a transformarlo. Algunas veces, los terapeutas han
transmitido concepciones acerca de la familia, el lugar de la madre y el
lugar del padre, en correspondencia con un estereotipo dominaciór/
subordinación en las relaciones familiares, coincidente con el discurso
autoritario de género. Otras veces, se dej an malratar por algún miembro
de la familia, con lo que, en la interacción, est¡ín avalando un circuito de
maltrato, ¿Cómo es que estas propüestas autoritaris$ circulan? ¿Cómo
82 HISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

pueden parecer tan obvias que no se destaque su efecto generador de


dilemas?
Se ha dicho ya que estas propuestas forman parte, en realidad, de
cualquier proyecto organizativo jerárquico: el saberlo tal vez ayude a
encontrar respuestas, Tales formas verbales de expresarjerarquías en las
relaciones no nos son en modo alguno ajenas, sino que tienen que ver con
nuestra manera de ser parte de sistemas sociales. Así y todo, si el juego
jerárquico se mantiene fijo, la opresión que estejuego produce tendfa
que desequilibrar el sistema. Sin embargo, la opresión ha de enmasca-
ra$e con éxito para que estas organizaciones penrurnezcan tan es-
tables.

Modalidadcs conversacionales sintomáücas


como formas de ínteraccün

se advirtió que algunos mode-


A lo largo de la experiencia cumplida,
los conversacionales resultan apropiados para expresar estas formas de
opresión que conllevan su propia negación. Por algún tiempo las lla-
mamos "juegos" o "trucos del lenguaje", ya gue tienen que ver con la
organización habitual del lenguaje cotidiano, de tal mane¡a que pro-
bablemente presenten diferencias importantes en lenguas con estucturas
idiomáticas distint¿s, Se consignan aquí, sólo a modo de ejemplo,
algunos de estos 'Juegos" -los más típicamente usados en el lenguaje
conienúe- que, cuando están presentes en circuitos repetitivos de abu-
so.l5 se hansforman en modalidades conversacionales "sintomáticas".

a) Globalizaciones
Consisten en el uso de una sola palabra para denominar unidades
complejas. De este modo, se trat¿n como si fueran unidades simples, "la
familia, nosotros, ustedes, el pals, América, Europa, Ia Argentina".
Las globalizaciones enmascaran diversidades, conflictos y conhadic-
ciones entre los componéntes de la unidad global, cuya complejidad pasa
asíinadvertida, y generan emociones y acciones también indiscriminadas
y en bloque (Thorne, 1982).

I 5. Para poder ilustar estas formas de inte¡acción sólo se consignan algunos de estos

modelos comunicacionales, Vé¿nse sobre el particulu el capltulo "Slntomas comu-


nicacionales..." y el capítulo "La pmvocación...", dorde se retoma el tema.
t
o
EL CIRCTJITO DEL ABUSO EN BL SISTEMA FAMILIAR 83 a
Un ejemplo anatizado en relación con el sistema de género es el uso
o
de pronombres masculinos como represent¿tivos de ambos sexos- "Para I
todos nosotros. . ." dice una represent¿nte parlamentaria aun público con o
numerosas mujeres y sólo dos hombres. Las mujeres, aún la que en ese
momento habla, quedan subsumidas en lo masculino, con consecuencias
a
emocionales en cuanto al valor y a la importancia de unas ot¡os't6 ] o
Otros ejemplos. En una entrevist¿, una señora de sesenta y tantos años o
dice: "La familia es lo más importante que tetremos todos nosofos",
mienras están presentes sólo ella y su hija menor -glavemente sin-
o
tomática-, ya que el padre y los dos hermanos mayores no pudieron o
acudir a la enüevista debido a "otras razones también importantes". Un o
terapeuk faniliar comenta: "La familia me llamó por teléfono este fin
de semana'. Obviamente no está refiriéndose a un teléfono con comu-
o
nicación mriltiple: un rniembro de esa famiüa se conectó con el terap€ut4
a
pero eso no queda claramenüe expresado por la palabra global. a
I
b) Generaliucione s
Son afrmaciones de verdades universales a partir de experiencias
a
particulales. Suelen usarse cuando los sujetos son nacionalidades: los a
italianos, los argentinos, los holantleses (de los que' a lo mejor' no o
conooemos más de res representante$)'
Tambien es común decir "los hombres" para expresar una situación
o
común a varios sujetos, muchas veces sin advertir distintos niveles de a
involucración de cada uno de los componentes del concepto "los hom- o
bres". Aunque beneficia una economía de tiempo y espacio en el
lenguaje, promueve una imagen que üene algo de falsa, ya que siempre
a
hay alguien que no responde del todo a lo afinnado.
a
En otro capítulo, expresamente dedicado a la comunicación familiar' a
se describen con más det¿lle nociones acerca de fenómenos habituales a
y típicos de la comunicación, que adquieren una importancia especial en
las familias envueltas en la dinámica de los abusos. Es importante
o
identificar aquellas frases que resulta diflcil percibir clara y directamente e
como propias de una i¡teracción amedrentadora o injuriante' Quienes o
a
I ó, I¿ forn¿ gramatical castellana indica que en lu refaencias a personas de distiDto a
género se use el masculino plural Il mismo ocur¡e con lu concodarcias & adjetivoscon
a
iusuntivos, de sujetos y verbos, ercétera. Las observaciones sobr€ los aspectos ideológicos
dc las reglas gramaticales son motivo de scñalamientos de la sociolilgüfstica' I
o
a
84 HISTORIAS INFAMFS: LOs MALTRATOS E¡l LAS REIACIONES

tienen una función de control o terapéutica (los A3) pueden intemrmpir


los circuitos abusivos impidiendo sus efectos, si reconocen y frenan
algunos de estos '"ürucos conversacionales". Van a estar así en condicio-
nes de proponer comunicaciones menos anestesiante$, más perturbado-
ras, que lleven a los actores protagonistas a la autorreflexión y a
responsabilizarse por cada cosa que hacen y dejan hacer.

Estructuras

Para J. J. Brunner, las caracterÍsücas estereotipadas de algunas


estructuras sociales perpenÍan las modalidades autoritarias. Las insti-
tuciones sociales que aceptan jerarquÍas inamovibles sin cuestionarlas y
sin que existan reglas que permitan su cuestionamiento están -delibe-
radamente o no- sosteniendo pautas autoritarias de relación.
Dice HumbertoMaturana (1991) queél también tiene algunarespon-
sabilidad en la dictadura chilena, ya que él pagó durante ese perlodo
impuestos que conüibuyeron a sostener la esüuctura dictatorial, Tal vez
esto parezca una exagención, pero la conciencia de la propia participa-
ción en una estructura auto¡itaria y de la propia responsabilidad en el
mantenimiento de sus pautas es muy necesaria para lograf transforma-
ciones deseadas. EI problema es que se trata de una conciencia muy
dolorosa y dificil de adquirir.
Las institucíones que meflos pertenencias mrfltiples autorizan a sus
miembros -cs decir las instiociones totales con convivencir son las que
mantienen más invariables su organización jerárquica" Esas estructuras
proporcionan un sentido de pertenencia muy fuerte, perro promueven
muy poco Ia individuación.l7
En el caso de la violencia famiüar, la primera esFuctura que hay que
revisar es "la familia" en general y -+n particular- cada familia. No para
armar bandos a favor o en contra, sino para preguntarnos qué afirma-
ciones sobre su organización vale Ia pena conservar y cuáles están tal vez
sosteniendo los abusos. Más aún, es útil analizar -con los miembros de
las familias aquejadas por este problema- cada sistema de los que
formamos parte, en especial los sistemas terapéuticos o los sistemas de

17. E. Goffrnan ( 1992) analiza esta caracterlstica propia de instifuciones que él llama
'totales": hospitales psiquiátricos, comunidades terapéuticas con internación, intemados
escolares o mili¡a¡es, algunas famili¿s, etcétera.
EL CIRCUITO DEL AEUSO EN EL SISTEMA FAMIIIAR 85

control a cuya constn¡cción aportamos, cuidando de no contribuir a


cristalizar jerarquías.
Desde los estudios de género, es posible aportar un matiz más
complejo a este aspecto esfuctural del esquema propuesto, que tiene una
importancia peculiar en la vida doméstica: la esüuc0¡ra autoritaria es
tanto más efectiva para su propia perpetuación cuanto más enmascarada
ap¿uece su condiciónjeri{rquica, Sj Ia estn¡ctura conserva una apariencia
igualitaria y la dominación se disimula, que es lo que habituafunente
ocure con el género en la organización famitiar, mucha gente puede
pregu¡tarse'¿En qué están oprimidas las mujeres? Si somos todos
iguales..."; o'Má¡ bien, en la casa ellas son las que tietren más poder,
entonces, ¿de qué se quejan?". Qqienes suponen esta igualdad, suponen
que es posible un quid pro quo matrimonial, como un acuerdo entre
iguales. La metiáfora del encuentro entre el cuchillo y el melónl8 ayuda
a reubicar esas supuestas "igualdades". Mienhas persist¿n la¡ condicio-
nes sociales de desigualdadjeráfrquica, el melón siempre saldrá perju-
dicado en el choque.
La explicación de que la mujer golpeada se queda con su marido
golpeador porque es masoquista o porque de alguna manera Ie conviene
(en el cuadro, corresponde a las ideas), enciena el riesgo de descalifi-
carla, de no prestarle la ayuda que precisa y de ignorar sus dificultades
y limitaciones concreüas (como el hecho de oo tener, a veces, cómo
proveer sustento a sus hijos, o de no ser propietaria de la vivienda, o de
venir soportando años de tenor que la han desgastado). Solamente si
negamos la penetración del sistema patriarcal de género como estructura
social dominante, llegaremos a pensat que la familia puede accionar
siempre democráticamente, y que el choque "melón/cuchillo" tiene igual
efecto para uno y otro.
Sería largo y complicado enumerar todos los aspectos de la estructula
familiar -que nuesúa cultura prescribe como supuestamente igualitaria-
que avalan actitudes y reacciones violentas. A modo de ejemplo, cabe
examilar la insütución de la "Matemidad" compulsiva e idealizada. Las
mujeres, segrín sus pautas, gozan de la aprobación social en tanto
cumplen con el precepto de la maternidad abnegada y paciente, postef-

18. Se tata de un acertijo, muy difundido en las conversaciones de la militancia


feminista, que alude a la diferencia de lulnerabilidad entre mujeres y hombres: "Cada vez
que un cuchitlo y un melón se encu€nhan, ¿quién se pajudica?"
8ó HISTORIAS INFAMES: LC|S MALTRATOS EN LAS RELACIONES

gando, porque asl lo define esa función, sus necesidades personales. Es


fácil advertir cómo esta eshuctura relacional se presta para enhenadas
en la sobreprotección de los denis y en la indefensión de sí mismas,le
lo que abre el camino para que, si son golpeadas por el marido, expliquen
y justifiquen esa conducta e¡ tw,ón del sufrimiento de é1, sin siquiera
buscar ayuda para salir de su propio problema, Potque piensan que tal
vez no están garantizando con ello preservar y cuidar al hombre golpeador.

El esquema propuesto aumenta su compleiiÁad

El esquema desplegado en la figura I tiende a ganar en complejidad


por el hecho de que los actores que interacnian en el sistema farniliar
violento, en tanto seres humanos, no son -ni en sus pensamientos ni en
sus conducks- criaturas simples y homogéneas. En cada una de ellas
deben, pues, tomarse en cuenta múltiples posibles selu¿5,20 y observar
las distintas características de éstos. Un modo práctico de correlaciona¡
el esquema con esta variable es presuponer que las ideas y conductas des'
critas como propias de los abusadores y avaladas por las personas
abusadas como t¿mbién por quienes achían intentando ayudar, no han de
ahibuirse a estos actores (A l, 42 y A3) en su totalidad, sino sólo "la peor
parte de las penonas abusadoras", a 'funa parte cautiva de Ias personas
abusadas" y a "una parte rfgida -o eventualmente sorda- de los testigos".
Pa¡a no nencionar sino brevemente las demás variables esboz¿das en
el esquema, diremos quelas emociones más caracterísücas de los actores
Al y A2 de estos sistemas son, justamente, la falta de emoción, las
anestesias, tema que se desarrolla en el capftulo "Doble ciego.. ,", y se
ilusEa con la metáfora de "lo que no vemos", peto apoyada también en
la idea de "lo que no senümos". A los actores del contexto (los A3) nos
conesponde poner en práctica la conducta oPuesta- Cuando senümos el
honor que nos produce la actitud de maltrato, equivocadamente hatamos
de absorberlo para conseguir aliviar a los otros protagonistas. Sin
embargo, sólo los ayudamos a cambiar cuando conseguimos que se

19, Una autora" ya clásica en l¿ temática de las mujeres golpeadas, I¡onore Walker,
denomim "slndrome de iddefensiñn aprendifu al conjuno de conductas que llevan a la
mujer a no dar pasos en su propia defensa" y a permitir que el abuso continúe".
20. De modo similaral de las reflexiones sobrc la klentidad que popotte Gergpn (1992),
se advierte que las pasonas despliegan distintos s¿lr¿s (véase la nota 3).
rt
o
o
EL CIRCUITO DEL ABUSO EN EL SISTEMA FAMILIAR o
t
81

hagan cargo elloc de ese honor. Lo que debe bacerse' más bie& es hatar
de-rlevolvirelmensaje angustiosoylograrque ese mensajehagaimpacto
o
en el sistema familiar. t¡
pertBrbe. Esto es parte del arte de la terapia' a
Una típica emoción que circula en estos sistemas es la vergüenza'
bace algo
a
Pero en lugar de sentida A1, que es quien verdaderament€
vituperable [vergonzoso], advertimos que el que la siente es A2' En o
efecto, A2 padece una sensación sutilrnente semejante
a la vergiicnza e
ajena qte ixpimentamos cuando alguien de nuestro grupo' o a quien o
tros unen lealtades o amor, comete un acto iudigno'
La persona abusada siente genuina vergüenza y suPo.ne
que hizo o o
está haciendo algo que nadie debe sabel. En estos casos,
la incongruencia a
consiste en que un sujeto asume una
.
emoción que "debería" senth otro'
qu" esa emoción es ajena' Las mujeres y los nifios
o
pero no .tgitt
y
ubusados citen g"nuinamente que están en falta esto les impide,
o
muchas veces, hablar francamente con oüos sobre Io que están viviendo' a
En cuanto a los p rocesos, catr- pensar que los rciterados mensajes de a
condicionamiento de la pertenencia, y de justificación de la dominación,
por
o
al no ser suficientemente examinados sino más bien reforzados
culturales socializadores que defienden y elsalzan la "Fami- o
mensajes
lia" y il lugar rtel "Padre", crean el sustato emocional para un estado
de I
nance trlpnOticozl que el abusador activa con sólo algunas señales
cerebro" de los
o
disparadóras y que fiineiona al estilo de los "lavados de
de torftra, Estos procesos provocan un estado tal en las
o
sisiemas
vlctimas, que se cienan a influencias capaces de favorecerlas' Como
se t
ha visto, a veces sólo quienes han pasado por el mismo trance üenen la
o
llave para conectarse y hacerse escuchar por ellas' De ahl la
la participación de las mujeres golpeadas y los niños abusados
utiüdad de
en grupos
a
ae patts. Con ello pueden lograr aprender a revertir esos mecanismos' o
y a defenderse de las inducciones a través de procesos casi educativos ¡
de resocialización. t
a
o
a
o
21. Información citada por el doaor Reynaldo Pomre en el Congreso
de Toapia
pamiüar orgatz¿¿o por h Áociacidn sistémica de Buenos Aireü Mar del Plat8, Argen- o
tina, 1994. a
a
o
*NO
4. "DOBLE CIEGO" O VEMOS QUE NO VEMOS"T

Iln desarrolh sobre las ideas, emociones e inferacciones


que ilesempeíwt w papel en Ia repetíción de los abusos

L¿ violencia familiar es uno de los fenómenos sociales más absurdos


e inaceptables. No solame¡te porque' en general' se trata de un hecho
inesperado e imprevisto en la dimensión de las relaciones humanas, ni
porque proviene de suj etos que suPuestamente debieran actuar solidaria-
meote, protegiendo a las pergonas de las que abusan, sino -sobre todo
y además- porque este acto aberante tiende a repetine'
¿Cóno exPücarla, entonces?
que su explicación permita ayudar a quienes padecen
¿Y cómo lograr
el problema?
Las ideas, en tanto teorías y expücaciones de las conductas, desem-
peñan un importante papel en los circuitos repetitivos de la violencia-2

l. Iá expresióo "dobl eaego" -donblz blinden el original inglér (von Foerster' 1994)
¡Dunta a u; fenómeno emanado de la capacidad bumana de construi¡ realidades sin
dirivartas de las posibiüdadés prceptivas: 'ho vsmos que no vemos'. A sabiendas, se
buscó aproxima ü frase doubl¿ bliü ("dr¡ble ciego") a tuuhle biü
("doble vlnculo"), de
lo oue rcsulta una frucdfem metáfoa explicativa de fendmenos psicóticos' propuestr por
Bieson y el grupo de investigadoru del Mental Resea¡ch Institute (MRI)' Palo Alto'
Califo¡nü en loi comienzos de la consfucción de las teorlas sistémicas. La a'estesia
recursiva a la que alude la metáfora "doble ciego" se sustenta-en numerosat pruebas
biofisiológicas acerca de la ligazdú entfs ilusion y percepci64 en firnción de Ia ¡nodalidad
cocnitivalonst¡uctiü$a del ser huma¡o. El autor toma como ejemplo un ejetcicio que
deíruestra, en oftalmologla, la exist€ncia de un "punto ciego ' en la letina' El ejercicio
comi$e en ac€¡car un papel con una mancha y una cruz dibujadas' hasta que el sujeto -un
oio ta¡ado y el oÍo enfocado en la cruz- deja de ver la mancha. Explica por qué no sólo
no vemos ti mancha, sino que '!emos" la hoja blanca. Eso demuesra que no podernos
que no es tal'
registsa¡ que no ve¡nos porque nuestra "[¡ente" consÍuye una cohaencia
Eiisre uná disconünuidad perceptiva pem c¡eamos la ilusión de una continuidad'
2. Recotdemos que las ideas constituyen una categorfa importante enfe las desc¡itas
en el esquema del ab¡¡so (véase el capltulo 3).
HISTORIAS INFAMESI LOS MALTMTOS EN LAS RELACIoNES

Desde tal premisa, este trabajo busca profundizar el concepto de que la


repetición de patrones de conducta -patterns- i¡deseados se welve
posible debido a 'ho ven que no ven", y siguen una
que los protagonistas
lógica que ellos perciben como coherente, lo que les impide tomar
conciencia del significado y de las consecuencias perjudiciales de sus
propias conductas, En suma" lo peculiar en este fenómeno de negación
es que incluye la negación de la propia anestesia: esta idea permite
expücar por qué los fenómenos de aDuso se repiter¡ perpetrfan, y casi
contaminan.
Por ota patte (y como corolario de la idea del doble ciego), los
estudios muesüan que la violencia social tiende a no repetirse cuaodo se
logra registrar el malestar, enteadido éste como la disonancia afectiva.3
Así la percepción, el registro consciente del malestar 4ue debie¡a
aparecer ftente a las prácticas violentas* podrí4 entonces, en cons€cuen-
cia, llevar a cualquiera de las personas involucradas en los ci¡cuitos de
violencia familiar a re-accionar (a futentar algma acción diferente) y,
a posibilihr la intenupción del circuito violento. La eviden-
por lo tanto,
cia de que estos circuitos son muy persistentes nos hace pensar, sin
embargo, que no es sencillo ni directo para ninguna de las personas invo-
lucradas el acceso a la percepción del malest¿r.
Quienes como operadores de los distintos sistemas sociales presta-
mos ayuda a familias con problemas de abusos, al ser conscientes de la
relevancia de nuesüas acciones y discursos tenemos que aprender a
regisnar y recupetar sistemáticamente nuestro propio malestar, además
del malestar que les toca registrar a las insAncias p,rotagónicas.a Cada
vez que lo negamos o lo minimizamos, en el hanscurso de la conversa-
ción que se genen en una entrevista, por ejemplo, reforzamos involun-
tariamente una lógica que admite que ocuüan nuevos episodios de
violenci4 participando de una anestesia que los propios protagonistas
del sistema no regis&an como tal, Recuperar ese malestar nuesro es.
€ntonces, un imprescindible punto de partida para producir una pertur-

3. Estudios mencionados por Carlos Sly! en su pone¡¡cia ,,Orieotación terapéutica


pa¡a vfcti¡¡as de la violencia polltica' en el Encuentso rVr¡eva¡ parsdípmat, Cukura v
-pnblicada
Subjetivifud (Bwos Ai¡e6, ft¡ndsción INIERFAS, octub,re de 1992) como
"Violenciafamiliary violenciapolftila. Implicacione$ ter¿péuricas de un modelo genaal",
en Dora Ried Schnit¡na¡ (comp.), Nuarus Pa radigmas, Cuttara y Suhjaivfuta{ Buercs
Atues, Paidós, 1994.
4. En el esguema del oá¿¡¿ se desqiben lanto las insfancias protagó,nicas como las
referidas al contexb.
-
o
o
'DOBLE CIEGO" O'NO VEMOS QUE NO VEMOS" 9l
o
a
bación en estos sistemas tan estables, ya que terminar con esa cadena de
negacioDes está m¡ás a nuestro alcance que al alcance directo de los
a
Fotagonistas. Ellos no pueden ver lo que niegan que niegan.
o
Siguiendo esta pauta, se describe a continuación cómo se producen a
y mantienen las negaciones de negaciones. Ponemos el acento en los
{n particular- enfrentamos los terapeutas,
o
problemas específicos que
en cuanto al riesgo de participar inadvertidamente de una lógica que
o
acreciente y ayude a sust€ntar el "no ver gue no estamos viendo" y o
refuerce, de ese modo, el sistema violento, o
t
DeL Honnon ¡ LA ANESTESIA EN LA vIoLENcIA FAMILIAR o
o
Los actos de violencia social son episodios identificados claramente
como pedudiciales: provocan daño a sus vlctimas y, sin dud4 despiertan
o
emociones de dolor, indignación y vergüenza en quienes toman contacto a
con ellos, o
Cuando leemos una noticia sobre actos de violencia, o alguien nos los
cuenta y realmente 'tremos" (en el sentido de qte corwcemas)' regis-
a
trotwts sv exisúencia, experimentamos malestar' Esto quiere decir que
a
cuando nosotos -en tanto observadores desde la insnncia contextual- o
accedemos al regisúo del perjuicio vivido por ohos seres humanos'
tenemos sensaciones de dolor, indignación, a veces de impotencia y
a
vergiienza, Regisramos, resonamos, nos identificamos y nos sentimos
o
mal. Este malest¿r nos lleva a alguna forrra de re-acción que apunta a o
impedir la violencia. a
¿Qué nos pasa cuando un relato alude a escenas de lo
que llamamos
violencia familiar? En ese caso, sabemos que ftabinah¡unte no se tata
a,
de unepisodio aislado, accidental, sino de algo que sucede una y oüa vez a
y que, para colmo, ni siquiera es poco común en nuesÚa civilizaciín' a
Supuestos aliados, socios, que pertenecen a un sistema compartido, seres
vinculados por lazos ¡rmorosos, apareoe¡ repetidamente ¿interactuando?,
I
¿envueltos en?, ¡jugando?, ¿armando?, ¿iuntos en?
episoüos de ¿abu- o
so?, ¿violencia? o
Al principio, es difícil elegir las palabras para nombrar el fenómeno
con precisión. Los signos de intenogación empleados en el párrafo an-
I
terior se deben a que el lenguaje no se hace cargo ni levanta fácilmente
o
los velos anestésicos que disimulan estos sucesos abenantes de la vida o
I
o
o
o
c
e 92 HISTCIRIAS INFAMES : LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

a de algunas familias. No podemos denominarlos con facilidad. No hay

I nombres adecuados. Si decimos "violencia familiar" se nos aparecen

I vmias personas -en plural-, como si todas hicieran lo mismo. No vemos


fácilmente los hechos tal como ocl¡rren. No vemos las cosas para las
o cuales carecemos de nombres.
o Tampoco vemos que no los vemos. Creemos sin esfue¿o entonces que

o no existen. El efecto del "doble ciego", de von Foerster, es poderoso.


¿Cómo conúibuye este efecto ala negación y ala anestesia? posi-
o blemente sin intención de hacedo, debido tal vezalo insoportable del
a malestar, puede llegarse a obstaculizar ese registro indeseable, acudien-

o do a "trucos"S comunicacionales que Io amenguan. Si la anestesia es


exitos4 aquellos malestares que debieran experimentar los que están en
o función de observadores -la indignación, la rabia y la impotencia- ni
a siquiera aparecen. En su lugar, hasta puede surgir un comentario risueño.

I Un chiste.

o Para dar una idea de la eficacia de estos trucos, tomemos en cuenk


que en la Argentina el tema de la violencia familiar se hizo figura sobre
o fondo sólo cuando el varias veces campeón mundial de boxeo, Carlos
o Monzón, asesinó a su esposa estrangulándola y anojándola por un

o balcón. Hasta entonces el t€ma parecía ajeno, propio de locos o pobres.

t Y todavía hoy se usa el nombre de quien lo vio y denunció -un humilde


'talonero", recolector clandestino de cartones tirados a la basura- en
a alusión "chistosa" a los pobres. Con ese huco se desauioriza sutilmente

t al testigo que denuncia el crimen.


Los agentes sociales llamados a intervenir, y que supuesmmenre
a sabemos qué y cómo '\'er" para poder intemrmpir el circuito de violen-
o cia, también coremos, por desgracia, el riesgo de ser ..doblemente
o ciegos" y de dejarnos llevar por algunos de los trucos relatados.

o Tal vez sea rÍtil, como muesüa, volver a mencionm y describir con
mayor cuidado uno de esos frecuentes e in¿dvertidos trucos, el que da
I su nombre al problema. En efecto: para hablar de este tema empleamos

o la expresión "violencia familiar". Hay quienes hablan asimismo de


'Tamilias violentas" o de "sistemas familiares üolentos", y también se
a usa la expresión 1'circuito de violencia familim".ó Todas estas denomi-
o
t J. F¡ el campo de l¿ comunicación, los 'trucos,' siempre se han usado para pmducir
o ^
efec¡os inürectos a úavés de la forma en que se proponen algunos contenidos.
-

a ó. M. C, Ravazzol¡. tallerpresentado en las Jornadas de Violencia Farailiar organizadas

ü
"DOBLE CIEGO" O "NO VEMOS QUE NO VEMOS" 93

naciones remiten a la idea -falsa- de que en estos episodios hay varias


personas, todas igualmente violentas, que se golpean unas a oÚas' Por
suporsto que semejante imagen, en la que todos se golpean' plovocB
que, en Ia
ciórta indignación. Pero si somos conscientes del hecho de
práctica de la "violencia familiar", el que golpea es el que tiene mayor
Lmaño, mayorftreüay mayorpoderque el golpeado, cambiala imagen
y
de "varios que se estián pegando", y 1o que aparece es el sufrimiento
el dolor del¿- víctfum del maltrato en esa interacción' Si "vemos", le-
vantado ahora el velo anestésico que genuaba el lenguaje confuso, que
y
ese dolor y ese peligro se repiten, y que eso se produce una otra
vez,
la conciencia de t¿les hechos nos indigna y promueve una reacción'
El malestar, la disonancia afectiva en sí, no es una sensación grata:
nos molest4 justamente. La palabra "víctima" también nos molesta'
Mu-
chos terapeuas familiares sistémicos se resisten a aceptmla, especial-
mente si ia mujer golpeada pelea, discute o insulta' Una mujer con el ojo
neglo y manchas moradas diseminadas en las piemas y la espalda no
causa g4acia ninguna, salvo como humor negro. Molest¿' Sus marcas
molestan. Y, si molesta, vamos a tender, casi automáticamente' a defen'
demos y a alejarnos de esa sensación' La víctima también intentará
ha-
cerlo. Va a t¡atar de esconder sus marcas y exhibir su capacidad de ata-
que. Y lo hará ante sí misma y ¿nte nosotfos' Para disminuir nuesho
malestar.
Examinaremos entonces el teneno de la violencia familiar'
que

cuenta con muchos trucos invisibilizadores -+ficaces en varios


nive-
tes-, y que en un grado primero y elemental ha venido ocult'4ndose de
los ojos sociales durante siglos.

FAMIUARES
ANEsresIAs QUE FAvoREcEN EL MAüRATI EN LAs RELAcIoNES

Para analizar cuáles son las anestesias propias de cada uno de los
ahora
actores y cómo es posible que ellos no vean que no ven, retomamos
el esquema del circuito de la violencía familiar't
En la violencia familiar se producen -como queda dicho- circuitos
como acto'
repetitivos, y en ellos participan por lo ¡nenos tres inst¿ncias

por el Posgrado Inerdisciplinario en Violencia Familiar, Facultad de Psicologf4


UBA'
diciembre de 1990.
7. Descrito con detalle en el capltulo sobrc el ema'
94 HISTORIAS ¡NFAMES: LOS MALTMmS EN LAS RELACTONES

res sociales: una instancia o petaonale abusador, una instancia o perso-


mje abusado y una instancia c¿ntextual rcforzadwa,
Cada una de ellas sigue una lógica en el pensar, emocionarse y actuar
que, al articularse en coincidencia con la lógica de las demás, favorece
la repetición del circuito abusivo.
Brevemente, y esquematizando los componentes de estas lógicas,
podemos dessribirlas así:

La persona etusmom (Al):


- se siente víctim¿ de algo que su mujer o su hijo hacen o no hacen,
y teme que ellos se independicen y lo dejen;
sus propias sensaciones son centales para él;
abre poco espacio de sí para resonar con lo que sienten los otros;
siente que debe ejercer un confrol sobre los actos de los demás;
supone que puede dar rienda suelta a lo que siente, que no necesita
autoco enerse;
supone que son los demás, especialmente la person a abwada,los
que deben contenerlo;
supone que se encuenta en una jerarquía superior a la de la
persona abusada y que es responsable de controlarla;
- uee que nadie de afuera debe i¡terveni¡ en los conflictos famiüares.
En sus conductas, repite algunas acciones que -a veces- se desplie-
gan aun fretrt€ a los terapeutas, abogados y otros actores de la instancia
contextual:
- S'ita;
- utiliza maneras descorteses con la persona aársada;
- humilla;
- manda;
- da órdenes:
desprecia y descalifica;
oitica, hace gestos de desagrado, pone caras y tiene ademanes
descorteses;
no pide, exige;
no agradece;
no rcconoce logros o méritos:
golpea, amenaza, extorsiona;
empuja;
pisotea;
a
a
.DOBLE CIEGO" O "NO VEMOS QUE NO VEMOS" a
a
- intenta ahorcar;
3
- pellizca;
- abofetea se burla, provoca' seduce buscando aliarse
con el tercero a
contra ¡a vícttma- o
Todo lo quepiensa y sientele impideregisuarindignacióny
vergüen- o
za ante sus iropios actos violentos' Mientas no se lo confronta
con los o
,upo.rto, qut ñtndamentan sus sensaciones y su lógica ni se pone lfinite o
asusacciones,noveqttenovesttpropiaarbitariedadnisupeügrosidad
ni su propia dependencia ni el daño que causa desde su abuso'
o
a
La persona asuson (42):
ve a sl misma como central y protagínica en sus sistemas
o
- no tt
protago o
sociales: se considera aleatoria y secundaria; no se siente
nista de su propio proyecto de vida, sino quc piensa que vive para a
oros (sus hijos, su marido, sus padres); o
- dene baja autoestirna;
desconoce sus recursos: ni siquiera cree poseerlos;
o
- a
piensa que no tiene derecho a defenderse;
cree que el abvsador es dueño del sabef; o
justifica el castigo que recibe en razón de un supuesto mal com-
a
portamiento;
cr€e que hay algo fallado en ella;
a
coosiáera que fáta rambién en no poder contener al abusadon O
tiende a qo* ella lo ha provocado y que eso explica el
pát* o
castigo;
S* el abusador w es responsable del daño que le inflige' ,o
c,ree
porque a su vez es o ha sido vlctima de obos; o
- piensa que el abusdor esla autoridad'; O
-
-
escucna et discurso del abusadnr como ve¡ilad;
siente vergüenza por lo que le pasa;
t
- cree que o-u¿it ¿" .n t*debe intervenir en los
conflictos fami- ¡
liares. o
En sus conductas:
y complejas ma'
o
- sostiene, apoya y cuida al aü¿sador de distintas o
nerag, aunque a veces apar€nte atacarlo'
I
Lo que "no ve que no ve" es su propio sufrimiento,
la iqjusücia de su o
a
o
,o
O
O
o 96 IIISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS REIACIONES

a propia situación, el p€ligro que corren su salud y su vida, como tampoco

I $us capacidades de reaccionar y su derecho a defenderse.


Si la instancia abusada es una mujer, cono oculre en m¿Ís del ochenta
o y cinco por ciento de los casos de abuso marital, eüa, condicionada por
a la socialización de género:

o
o - cree en los efectos positivos qu'e el amor incondicional fendrá
sob,re la persona amada: "alguna vez, con amot, ella va a lograr
o cambiaflo";
o - cree en la generación espont¡ínea de reciprocidad en el trato: "si

o -
yo lo trato bien, lo atiendo, él tiene que darse cuenta y cambiar";
cree que vale más tolerar y aplacar que defenderse, y que si
o muestra algo de su fuerza o su poder puede "provocar" m¡ís al
o marido y agravu la violencia: "si lo enfrento, se pone peor";

a - cree que ella es quien tiene que aliviar el malestar de él: "como yo
estaba camada, no lo acompañé y ahí él se sintió muy solo";
o - cree que ellano tiene ningún poderpara cambiar las cosas: "intenté
o de todo, pero yo no puedo con é1. A veces, si le habla mi padre,
o él se calma. Pero a ml ni me escucha"'

o Observando y comparando las creencias de ambos, no es difÍcil


o encorrtrar algunas coincidencias. Esas coincidencias sostienen los abu-
a sos y pemiten que se repitan. La mirada social representada por los

I actores context[ales, cuando es discordante, permite inÍoducir un cues-


tionamiento -hacer un efecto de diferencia @ateson) o de pernubación
o (Maturana)-,
o Para las mujeresn su "no vel que no ven" se relaciona habitualmente

a con los mandatos de género recibidos a lo largo de su permanente


proceso de socialización, y que van configurando y reforzando las
o creencias enunciadas. Ellas aprenden a estar pendientes de las necesida-
a des y de las opiniones de los demás, incluso cuando éstas se refleren a

o ellas mismas, de forma tal que se acostumbran a desesümar tanto el


regisFo de sus necesidades como el de sus propias opiniones, Apirenden
o a registrar y a hacerse cargo de las fragilidades e indefensiones humanas

o en general, sólo que üenen en cuenta las de los otros antes que las suyas

I propias. Concebidas culturalmente según la ecuación mujer = madre,s

o 8. Segfn conceptos mencionados por muchas autoras, enre ellas Rachel Hare-Mustin,

a Sarah Ruddick Ana Marla Daskal, etcétera.

o
"DOBLE CIECO" O'NO VEMOS QIJE NO VEMOS" 91

se las adie$ffa en elpapel de madres universales. Entonces, son a veces


también madres de sus maridos, a los que tienden a comprender defen-
y
que éste
der más que a sí mismas, aun -y especialmente- en el caso de
las golpeé. Este acto anormal delmaridoes paraellas un indicadordeque
et nó esta Oien y de que necesita ayuda. En tales casos, buscan
¿utomáti-
.onetiat* con las necesidades de é1, no con las propias'
camente
El entrenamiento social de las mujeres es complementario del de los
para llegar
varones. En nuestra cultura, el varón se enüena getreralrnente
a quienes puede
a ser el 'Jefe" de la familia, a competir con oÚos varones
consideiar sus iguales, a registrarse en posiciones centrales y dejerarqula
puede y el
superior con reipecto a las mujeres, a ser el que sabe, el que
que decide en su gruPo familiar.
Est¿ diferente preparación de las mujeres y de los hombres
explica el
acondicionamiento del teneno en el que las mujeres golpeadas constru-
yen la "realidad" donde "no ven" que el trato que reciben no es de anor
de que
ni de reciprocidad en los cuidados. Po¡ eso alimentan la esperanza
promete: le creen y
cada violincia sea la últim¿, tal como el marido les
confían en sus promesas, aunque las defraude una y otra vez' Hasta
propia, ésta no
ocl¡ne que cuanáo elas toman coütacto con una emoción
es el enojo ni el odio, silo, frecuentemente, la vergüenza'
Paradójica-
en
mente, las mujeres abusadas asumen de modo protector la ver$ienza'
lugm de sus maridos. ,sienrel la vergü enzaque éI debería sentir' Son ellas
que popular-
laJque se sienten avergonzadas en lugar de ellos, ecuación
*rnt ,, .on*, .omo "vergüenza ajen d''9 Tal malestar no las ayuda'
su malestar
En la medida en que experimentan v etgitenzaenlugard¿ ellos,
que, si un
no tiene efecto alguno en el sistema. De allí podemos suponer
miembro del sistema familiar siente el malestar que deberla sentir otro'
que venimos hablan-
este fenómeno es parte de los trucos efectivos de los
pueda
do. Los operadores deben estar alertas para que su intervención
corregir esas delegaciones emocionales.
La preparación social diferenciada por género permite asimisno
que está
.ntender que el golpeador, de su parte, "no 'rea" que ella sufre ni
de descar-
Iastimada. Y asf pueda seguir golpeandol0 hasta que termina

9. Este tema se desanolla en el capltulo l0


el caso de la violencia conyugal, la proporción de maridos
gol-
tO. Otuiut.o,t,
"n de lasmujeres' l'os por-
oeadores tan uln qu" ni siquiera es comparable e¡r cifo¿s con la

üt"i.i .t"s
¿. -"rtÉadores óambian. y tiónden a eguipararse' cuando los golpeados son

i[;l-ñ; ;fiá a ser abrumadorei a favor de És va¡ones cuando se


trat¿ de abusoc
98 HISTORI,AS INFAMES: I-oS MALTMTOS EN LAS REL{CIONES
!
I
I gar su contrariedad. Constuye la "realidad" desde su propia necesidad
y centralidad, sin registrar vergüenz¿ ni oho malestar, en la medida en
que es capaz de explicarse a sl mismo su conducta como justificada por
alguna causa, y nadie lo lleva a examinar su creencia.
Cuando el golpeadoes unniño, es posible quenoregistre que los oEos
niños no son castigados, y que pueden jugar, llorar, bacer cosas que a
veces tal vez molestan a los adultos, quienes no por eso les pegan ni
tienen derecho a lastimarlos. Es posible también que no se dé cuenta de
que no experimenta demasiado dolor ni vergüenza ni desesperación. Y
esto, porque su "realidad" quedó constnrida en una secuencia sólo
compuestade "actospropios censurables" y "castigos conespondientes".
Puede no registrarse a sl mismo como un "niño" e imaginarse más grande
que su madre o padre golpeadores, y sentir que él tiene, por lo tanto, que
comprender las "debilidades" de sus mayores. Esto explica muchas
veces el silencio de los niños que no delaan a sus padres golpeadores,
lo que complementa la teorla de que callan por miedo o por lealtad.
Cabe analiza¡ ahora qué ocune con la instancia contextual, es decir
con los abogados, los médicos, los terapeutas, los vecinos, los maestros,
etcéten. Los terapeuhs pertenecemos a esa tercera instanci4 la obser-
vadora, queincluye todo tipo de agentes de salud y de control social. Esta
instancia no es ajena sino parte constitutiva del circuito de repibncia, y
su posición determina la de las otras instancias. De allf que sea tan
impoúante que los observadores sí veamos aquello que se nos presenta
habitualmente enúe velos invisibilizadores. Puedo, al respecto, dar
algunos ejemplos de situaciones que desfilaron ante mis ojos sin que en
ese momento se me hiciera evidente lo que estaba sucediendo. Los
ejemplos se refierrn a consultas familiares por problemas de conducta
de los hijos, problemas que en principio parecen inespeclficos, pero que
muestran hasta qué punto es preciso mantener una mirada atenta a la
temática de la violencia:

-Unapuejamuyjoven es tlerivadaporun equipo depediaEasporque


su hijito, de dos años, padecla un inexplicable cuadro de ..anorexia
nerviosa". E¡ la segunda enfevist4 cuando como por casualidad el niño
levanta la blusa de la mamá, los terapeutas nos asombramos ante las

sexuales sobre ¿dultas y sobre niños. Alll loa vioimarios son, oha vez, mayoritariamente
masculiros.
a
o
o
t
'DOBLE CTECO" O 'NO VEMOS QUE NO VEMOS"

mrircas de golpes -azul€$, violetas, amarillos- y sólo entonces vincu-


Iamos la consulta al tema de la violencia fámiliar. o
a
- Una escuela consula por una niña de ocho años que "mentí¿" acerca
de su papá, inventándole grandes hazañas, cuando se trataba en la reali-
t
dad de un profesional desocupado. El ruido de la niña estuvo a punto de o
impedirnos 'ter" que la madre, desacreditada por el marido y la familia o
deé1, sufridayagotada" eraquieu sosteníatodo elpesodelasnecesidades
económicas de la familia, mientras su mmido la maltrataba.
a
a
No cabe, empero, descontextualizar los ejemplos porque no siempre o
los casos se presentan de la misma manera, ni tampoco hay que inter-
o
pretar que cada vez que aparece una situación como las relatadas debe
equiparane con sit¡aciones de violencia familiar. Sin embargo,
o
siempre necesario tener presente esta posibiüdad.
es
o
Así y todo, hay que intenogarse sobre el modo de tecuperar esa o
disonancia de la que hablábamos, llave de alternativas conductuales para
Ias penonas involucradas en estos hechos. Esta cuestión es especialmente
o
relevante en el caso de los terapeutas en general, y de los terapeutas a
familiares en especial, fre¡uentemente llamados a intervenir. A veces, la a
mirada de un observador ingenuo puede estar más cerca del dolor y de
l
la inügnación -y ser entonces capaz de dar lugar a un cambio- que la
mi¡ada de terapeutas de mucha experiencia pero no enüenados en o
estudios de género ni en la patologfu especffica de los abusos. ¡
No es fácil, por lo demás, desanollar una mirada cuestionadora y o
alerta sobre nosotros y nuesÍa trrea- Tampoco se entienden fácilmente
las razones por las que los Erap€utas familiares necesihmos eqpecial-
o
mente esa práctica, ya que más bien parece, a simple vista, que debié- o
ramos venir munidos de algunas ventajas de entrenamiento. Sin embargo, ¡
aunque como Fofesional€s de la salud mental hemos aprendido a
entender las conductas y a ampliar nu€sha perspectiva de las caracte-
t
rlsticas individuales a las relaciones entq los sujetos miembros de un a
sistema familiar, esta ventaja se desvirtúa si sirve como argumento para o
eximir a cada pe¡sona de la responsabilidad por sus propias acciones.
Esjustaúente por condiciones positivar
a
el hecho de conocer todas las
que des.arrollan los terapeuas familiares sistémicos que resulta conve- o
niente examinar con cuidado ebos tucos que se deslizan en las conver- I
saciones. Ellos pueden confundir eficamente al observador en las a
I
o
100 HISTORL{S INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RBLACIONES

situaciones de violencia, y llevarlo a intervenir culpando a la víctima.


Describo los que he observado, que son fuente de riesgo para ml
misma y para algunos de mis colegas. Comento, en esta autorreflexión.
los problemas emergentes de algunos enfoques simplistas acerca de los
sistemas, así como la fascinación técnica de ciertas estrategias carac-

o terísticas de esta fructlfera llnea de abordaje terapéuüco. La simplifica_


ción y Ia fascinación pueden llevarno s anegar el maleslar, que sin duda
o
.O
nos invadiría si los fenómenos injustos se nos hicieran evidentes.

a) Tendemos a considerar a todos los sujetos que son


,O miembros de un
mismo sistema familiar como iguales jerárquicamente. Asl serfa, en
ro efecto, si fodos tuüeran el mismo enhenamiento en el ejercicio del poder
o y el mismo acceso a los ¡ecursos sociales y económicos que habilitan

t para tal ejercicio.

. Es rfül darse cuenta de que aun los más débiles disponen, en


a situaciones, de cuotas de poder. pero esta p"rrrpción se vuelve un
muchas

o inconveniente si de ella inferimos una igualdad. Esto es fiácil de entender

o en el caso de los niños pequeños malhatados y golpeados porsuspadres,


pero puede que se nos escape si los niños tienen actitude; desafiantes
o o
si se trata de mujerrs adultas. El supuesto de igualdad no nos deja ..vet',
o que, aunque muchas veces los protagonistas vlctima puedanmás
de lo
o que cfeen' no tienen conciencia de su poder ni se sienten habilitados
a

a ejercerlo, cosa que depende del contexto sociopolítico. En los países


donde lesionar a familiares está francamente penado por la ley, y
I eiisten
entidades accesible$ que recogen estas deriuncias y operan con eficacia,
o los niños y las mujeres que sufren malos tratos tienen más
conciencia de
o sus derechos que en nuestro pals, donde las premisas de la concepción
patriarcal de la familia no permiten defenderse a quienes son
a de| pater
víctimas

t fanílíae.
b) La terapia familiar sistémica propone, como Écnica, que los
I terapeutas familiares se ocupen y consideren rfnicam eüe "lo que íafami-
lia les üae como problena". Desde este punto de partida, cate rupon",
o lafanilin dentncia cono problema_
que -con ese sólo guiarse por lo qu e
a se alcanz¿ "objetividad" y neumlidad política. pero..no vemos que
no
o vemos" que todos los miembros de una familia no tienen igual capácidad

t de decidiry expresar lo que se define como problema . Lafamiliano


una unidad simple. Como unidad colecriva que es, no pueáe ni
es

o llamar por teléfono (a veces los terapeutas dicen: .,Me


siquiera
liamó una familia
a
o
"DOBLE CIECTO" O '.NO VEMOS QUE NO VE[,íOS" l0l

por teléfono"). En consecuencia, siempre se estará priorizando el punto


de vista de alguien de la familia en especial, que puede ser el que teng¿
más poder o el que se exprese mejor o sea miás eficaz en la práctica de
manipular.
c) Algunas veces, ar¡n+¡e no vemos igualdad construimos una noción
de impacto similar: la noción de "complementaried¿d",1l porque in-
terpretamo$ que ciert¿s distribuciones de tareas y emociones se desano-
llan a partir de negociaciones y acuerdos. La comprensíón de los
fenómenos complementarios, útil en muchas ocasiones, nos hace a veces
'ho ver que no vemos" las diferencias jerárquicas. Consideramos la
interacción complementaria como un interjuego entre A y B sin regisuar
regularidades que nos harfan sentir mal, tales como que siempre son los
B (femeninos) los qu€ están en el polo complementario inferior, mientras
que los A (masculinos) se ubican en el superior (muy rara vez atendemos
a un varón sistemáticamente golpeado por su mujer, o violado, o que
denuncie a su mujer como agresora incestuosa de un hijo). No tiene e!
mismo efecto escuchar que la muj€r complementa al varón que escuchar
que es el vmón quien complementa a la mujer. Entonces sí vemos que
hay diferencias repetidas y constántes.
d) A partir de la experiencia en cuanto a la fuerza y el apoyo que
muchas familias brindan en las terapias por oÍos tipos de problemas, es
fácil tomar partido por los valores familiares, con el riesgo de idealizar
a la fanilin sintener en cuenta las diferencias entre familia$ que cuidan
a sus miembros y familias en las que, en cambio, sus miembros están
sufriendo serios perjuicios. Podemos "no ver que no vemos" los peligros
de defender la estructura por la estructura misma. Muchas veces, la
familia con cuya ayude $f contamos para modificar circuitos sintomáticos
está representada, en realidad, por la madre, la abuela, las hermanas, la

1 I . Complementariedad inrpüca un modo de acción relacion¿l ent¡e los parnnaires &


una díada, tal que entre embos corforman uoa unidad, y la conducta de cad¿ uno se define
por la complementación recíproca entre su conducta y la del ono. Pm ejemplo, abuelos y
nietos Eon complementarios, G. Bateson (1976a) describe los com¡nrtamientos comple-
mentarios basados en diferencias que encajan recíprocamente, comparáldolos coo l¡s
conductas relacion¿les simétricas, basadas en similitudes. J. Haley ( 1974) hace hincapié en
las diferenciasjuárquicas, y P. Watzlawick (1971) coment¡ los exÍemos de estas modali-
dades: la complementariedad rígida, que coloca a cada uno siempre en la misma posición
y produce sufrimiento y constricciones a uno o a ambos, y la simetrfa, donde no pueden
disnibuirse los papelas y llegar a convérti¡se en'tscalada" destructiva (J. C. Benoit y oÍo¡
1988).
102 HISTORTAS INTAMES: LOS MALTRATOS EN LAS REI-ACIONES

esposa..., las mujeres. No todos los hombres de esta cultura ¿sumen


fácilmente sus rcsponsabilidades para con sus hijos. Muchos se de-'
sentienden, Sólo unos pocos son capaces de asumir roles de cuidadores,
pero como su número no es significativo, damos por sentado que la
mujer-madre sl va a hacerse cargo de los hdos. Es importante, entonces,
en cada caso, evaluar con qué familia contamos y cuáles son las personas
de las que podemos esPerar aYuda.
e) Lns tenpeua$ conocemos la importancia del "poder de la debi-
lidad" y también reconocemos el beneficio secundario que conlleva un
síntoma o una manifestación de incapacidad. Asimismo, no sólo sabe-
mos qüe las acciones directas y lineales producen un efecto de presión,
sino que sostenemos la importancia de las retroaccionea ffeeüackly las
causalidade$ circulares. 12 Pero estos fenómenos --más indirectos- llevan
su tiempo y demandan ofios costos. El fenómeno de la retroacción en las
interacciones eDfe seres humanos no puede desligarse de la variable
temporal. A la larga, con el tiempo, se reequilibran acciones. Aunque si
se trata de fenómenos violentos, no podemos olvidar que en el presente,
y mientras transcurre el tiempo de la retoacción, s e esttí produciendo vn
daño a la víctittw (Simon y Schmidt, 1985). Con el tiempo, las víctimas
pueden ejercer alguna influencia; mientras tanto, necesitamos '1er"
ahora y enfrentar el rnalestar que nos produce su sufrimiento para
impedir los malos tratos.
Si bien ocurre que, en contextos de desigualdad de género, las mujeres
habitualmente ejercen un üpo indirecto de poder (el ejercicio abierto de
sus propias capacidades les es riesgoso), a veces las acciones violentas
no les dejan tiempo para tomar conciencia de ese poder y defenderse.
Además de "no ver que no vemos" el contexto amplio de la desigualdad
social de género ni el hecho habitual de que las mujeres, para ser
aceptadas en ese contexto, deben mosüarse como poco poderosas,
tampoco vemos los efectos de disminución de autoestima y de confianza
en la propia inteligencia y capacidad que, a partir de la práctica constante
de esa posición, se instala en ellas como una "verdad" acerca de sf
mismas.
fl Siempre es más fácil enfrentar a quien se halla en la posición débil.
En las situaciones de violencia faniliar, los efectos antiéticos de cul-

12, Secuencias car¡sales (opusstas a "lineales'), duivadas de los conceptos cibemé-


ticos de feedbacl*
o
o
VEMOS" o
"DOBLE CIEGO" O fiO VEMOS QUE NO 103
I
pabilizar a la víctima quedan a veces enmascarados -para los terapeutas
o
famiüares- tras el éxito que implica haber conseguido convocar y
mantener dentrc de la estructura terapéutica al abusador, aunque para I
ello se hayan tenido que 'ho ver" o silenciar las evidencias del abuso del a
poder. Esta actitud puede conducir a reforzar peligrosarnente la tenden-
a
cia de las mismas nujeres denuncianües a dejar de lado su protesta y su
denuncia, y a sacrificar su bienestar personal a fh de conservar la unión t
de la familia. Si esa mujer, que se animó a abrir su sistema fanriliar a otro e
a quien informa de la situación violenta que padece, se topa con un o
terapeuta familiar que "no ve que no ve", corre el peligro de ver reforzada
su propia sensación de culpa por a[everse a denunciar a alguien de sl
o
familia, o de reforzar aun su propia negación de los daños y los riesgos. o
Entonce$ se verá inclinada a seguir aguantando o a seguir negando la a
intensidad de la violencia, lo que favorece la repetición del ciclo.
t
Veamos un ca$o. a
El seño¡ A y la señora B me consultan ante el consejo del pediaúa a
quien, al visitarlos porque el hijo de la pareja tenla mucha flrebre, "vio"
a la madre con el pie hinchado, que anastraba casi sin poder caminar.
o
¿Qué más "vio" el pediatra?: o
- que el marido estaba allí, sentado, mirando un programa de tele- (r.
visión y con cara de enojado;
a
- que él no intervioo en la enhevista por el slntoma del bijo, y
- que tampoco se movilizó cuando llevó a la señora al hospial para
I
hacerla atender por Ia lesión en su pie (la ndiograffa del pie finalnnente a
mostró fracÍ¡ra de un metatarsiano); a
- que la señora le habla contado sonriendo que el marido la había I
pisado unas horas antes en medio de una discusión fuerte, y que ella se
morla de dolor pero no había hecho nada porque élle había dicho que I
no era nada, que ella era una exagerada (ella dejó de dar importancia a I
su dolor hasta que el médico le prestó atención);
- que, al volver con la mujer a la cas4 el marido no la ayudó a subir
e
la escalera ni preguntó sobre el resultado del examert médico; o
- que al hacerle un comentario, exhañado por todo e$to, el marido, o
rnuy enojado, le relató el episodio de la fiebre del hijo como una conse-
o
cuencia de los defectos de su mujer -que señaló explícitamente-, a los
quenosóloahibulalafiebredelhijo,sinolahinchazón delpiey su propio a
malhumor; o
-
a
o
o
a
a HISTORIAS INFAMES: LOS MAI,TRATOS EN LAS RELACIONES

o que ella, otra vez sonriend{, intervenía p¡¡ra confirmar que nunca
-
a había sido buena como ama de casa, y que todo el desastre que el marido
enumeraba era por su causa, que no sabía cómo aüeglarse cuando la
o muca¡na faltaba.
o Este pediatra, lejos de negar 10 que "ven', percibe su propia confusión,

o su propio malestar, y gracias a eso '!e" que no entiende esas conduc¡as

o y esas afirmaciones. Siente que, $i se guiara por las palabras del señor
A y la señora B, podría pensar que es problema de ellos, sin confrontar
o el relato con loque él piens4 y evitar así incomodarlos. Si sigue esalínea,
o también puede pensar que, en definitiva, ambos -A y B- se muestran de

o acuerdo; que, por último, en los co¡flictos familiares los de afuem


siempre salen mal y que, probablemente, nada de lo que él diga o haga
o va a producir cambios en esa situación. Pero, comprometido con su
o propio malestar, lejos de construiruna'lealidad,'que le sea más cómoda
o meDos molesta, conversa con la señora B y el señor A y les pide que
O consulten a un terapeuta familiar por Ia situación que él considera
o problemáüca.
o Y ahora vie¡e el dilerna: ¿Qué camino van a seguir los terapeutas
o consultados por la señora B y el señor A?
Avezados tenpeutas familiares pueden ayudarlos a enconEar una
o soluciótr para los aspectos más hmediatos del problema, Con habilidad
o técnica y capacidad para urdir eshategias astutas, pueden producit
I modificaciones en sisúemas tan gravemente disfuncionales como éstos.
por ejemplo, ayudando a sus protagonistas a discutir y planear con
o anticipación cuiiles van a ser las distribuciones y las funciones entre
o todos ellos que resutten útiles para p¡evenir futuros posibles 'desasnes"

o domésticos por ausencia de ayuda externa.

a En est€ momento, es conveniente repasar con honestidad los puntos


examinados y rcflexionar a su respecto, Si se trata de preservar sistemas,
o siempre es posible, y hasta fácil, lograr cambios a partir de la persona
o abusada (Ravazzolay Daskal, 1989). La mujer perjudicada va a aceprar

o que la definan como "provocadora" de los desastres y los problemas, y


avendrá postergar sus manifestaciones, aplacando al marido y some_
o
se a

tiéndose utra vez más. Y lo hará porque su entrenamiento la lleva a


e ponerse al servicio -ahora- del terapeuta, si sree que eso va a ser bueno

o para su familia o para su marido, o si logrará así una paz momentánea,


y un ciclo más prolongado en su fase de reconciliación y bienestar...,
o hasta el púximo episodio violento.
a
o
"DOBLE CTECO" O "NO VEMOS QUE NO VEMOS" ¡05

Algo muy diferente puede suceder, con un objetivo más justo que
incluya una mejor calidad de vida para todos -mujeres, maridos y ni-
ños-, si los krapeutas consultados son capaces de llevar adelante el
proceso de generar conversaciones diferentes, al modo del pediatra,
registrando y enfrentando lo que molesta, y persistiendo en la posición
de no negarlo.
No es fácil. Todos -aun la propia víctima* pueden enúar en la com-
plicidad de los abusos y volverse doblemente ciegos: creer que bay que
aplacar, sílenciar, esconder, minimizar, para no molestar a los actores
protagónicos ni a sí mismos.
Necesitamos una co¡exión reflexiva con las emociones, que estiín
ligadas con nuesftos valores y principios éticos, para hacer lugar a los
conocimientos (perspectivas de socialización de género, efectos de las
desigualdades jerárquicas en los sisternas autoritarios, técnicas y jue-
gos comunicacionales, etcétera) capaces de orientarnos sobre la manera
de poner límites efectivos a los hechos nefastos de la '\¡iolencia fam!
liar". Estudiar los fenómenos comunicacionales del autoritarismo y
analizw las formas de socialización que ptoponen estereoüpos, tanto
para los varones como para las mujeres, ayudan a poner en evidencia las
anestesias mencionadas y a que, entonces, diferentes agentes sociales
(médicos, abogados,jueces, policías, asistente$ sociales, etcétera) puedan
también reconocer e identificar aquellos factores invisibilizadorcs es-
pecíficos que pertenecen al campo de sus propias profesiones,
o
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Tercera parte a
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5.INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR
ENLA TEMPIA DE LA VIOLENCIA FAMILIAR O)

Rrrlrxo¡¡es EN ToRNo AL TRATAMIENTo DEL ABUSADoR

No siempre es posible ni deseable incluir al hombre golpeador (que


es, de alguna manera, el abusado¡) en las entrevistas üerapéuticas.
En muchas ocasiones -sinplemente- no es posible: él no quiere, se
nieg4 no cree ser parte del problema; o se ubica en la posición de un
acusado que busca defenderse más que en la situación de una persona
deseosa de participar en una consulta y de recibir ayuda.
Otras veces, los terapeutas tomamos la decisión de no incluirlo, ya sea
porque pensamos que su presencia, por las razones enumemdas, no va
a ser ritil, o porque consideramos que si él asiste a las consultas pueden
producirse -para su mujer o sus hijos- episodios amenazü)tas, capaces
de derivar en violencias: por ejemplo, luego de una entevista en la que
él se sienta confimiado, y cuando todavÍa no ha habido un trabajo con
las personas victimizadas que garantice su defensa.
Me inclino a pensar -por experiencia y conviccién- que el problema
está en la rnanera de incluir al hombre abusador: el modo de convocarlo
y de trabajar con é1. No comparto la posición rígidamente negativa
respecto de esa inclusión, sino que creo que hay que examinar y resolver
lo que en cada caso y en cada etapa del tratamiento conviene hacer.
En muchas oportunidades, la inclusión es deseable porque la presen-
cia del abusador puede contribuir a generat cambios en las relaciones
familiares y en las personas involucradas en el problema. El abusador es,
siempre, parte importante del sistema familiar. Siempre necesita ayuda
para cambim. Y ilebe calr$iw porque es responsable de sus actos
violentos.
I l0 HISTORTAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN I,AS RELACIONES

Incluirlo, en principio, permite la conversación y posibiüta confron-


krlo de forma di¡ecta con sus ptopias afirmaciones, es decir hacerlo
reflexionar acerca de lo que él mismo siente y piensa.
También alivia, en la persona victimizada, ansiedades relacionadas
con su temol de estar atacando y pe{udicando al abusador o a su propia
familia, por el solo hecho de intentar defenderse apelando a instituciones
e individuos ajenos al grupo familiar.
Cabe observa¡, al respecto, que Ios miembros de las familias que
sólicitan asistencia sufren -además de malos hatos- los efectos de un
intenso conflicto de lealades entre los $entimientos de amor y perte-
nencia que los ligan al abusador, por un lado, y el malestar y la indig-
nación que los hace buscar ayuda, por el oüo. A veces, este conflicto los
anestesia de tal manera, que quienes deben tomar las iniciativas de
solución son los testigos exfiafamiliares.
En el pesente tabajo se busca puntualizar y profundizar algunas
cuestiones teóricas y técnicas que han de tenerse en cuenta a ñn de que
las enhevistas en las que el marido estiá presente produzcan el efecto
positivo deseado, tanto sobne él como sobre la esposa abusada.

Para ilustar estas propuestas,


se transcribe una entrevista cotr una
pareja enviada desde unjuzgado para su tratamieno psicoterapéutico. El
contexto es una institución privada de lerapia familiar, en la ciudad de
Mendoza, enjunio de 1993.
En la entrevista se hallan presentes: Celia (C.), terapeuta familiar;
Julio (J.), esposo; Fina (F.), esposa; y Cristina (Cr.), consultora, te-
rapeuta famiüar. La enhevista se desarrolla en cámara de Gesell, con un
equipo de observación pre$ente deuás del espejo unidireccional.
Se está videograbando, y hay también en la sala un g¡abador de audio
para que F. y I. puedan llevarse el registro de la conversación (Ravazzola
y Tmyq 1995).

Cr.: Voy a pedirles que me cuenten qué les ha parecido esta consulta.
C.: Bueno, piden una entrevista, , . consultan bs dos porqae üenen un
problcma que los preocupa. En algunos momentos tienen episodios de
violencin muy importantes. Quisieron ver la eausa, ver un modo d¿
cambiar, modificar.
Cr. (a Fina): ¿Vos llamaste por teléfono y peüste una consulta?,
¿sobre qué pediste una consulta?
o
o
INCLUSIÓN DEL HOMERE ABUSADOR EN LA TERAPI.A O) III
t
F,: Sobre vialencia familiar Nosotros anteriorm¿nte nos habíamos t
ttegado aun jugado de me¡wres. Habíanos ido los dos iuntos, o sea que I
Ios dos tws dinos cuenta dc que necesitüanos algún tipo de ayuda'
porque nosotros sohs rw poillanos solucionarlo. Hetnos llegado a la I
conchnión dc que esto así no pueile seguir, Pewamos que si llegarrcs o
a solucionarlo, podemos segúir con nu$tra rclación, y si no, pensamos o
en cortarla. Desde nuesfio punto de vist4- Ia relacün se hobía tornado
dennsia.do violenta. No nos peganms siempre, pero ctnndo llega el
I
momento en que to podemos conlenernos, no$ matonos' o
C.: Ilsteiles me habínn dicho que sabíancwánlo iba a producirse el a
epi.sod.io de violencia...
F.: Sí. Sabemos que ese mom¿nto va a llegar. La sabemos, cómo va
o
a ser; es mtís, sabemos qw estamos en ese momento,pero no podemos o
evita¡lo. Mi esposo üce que "lnsta puedo olerlo". o
Percibo el clima tÉnso y lo diflcil que es hablar del modo en que
o
suceden conoetamente las cosas' Percibo el esfuerzo que hacen Fina y
a
Celia para transmitir una información que no hiera a Julio. Tanteo si el a
lenguaje en plural no es el código que ellas esu4n emple¿ndo para a
proteger a lulio de senthse mal, y a todos, de su reacción en ese caso.
o
Cr.: A mí, la descrtpción'.. (como pensando, a Fina) Esnís ndo el o
tiempo lwblanilo como de los das. Nome queda claro qué es de cada uno' o
Por ejemph, no me queda claro si el descontrol es de ambos ni en qué
a
sentido.
J.: E¡ de ambos el descontrol, o por lo nenos ninguno tiene la a
capacidad dz controlar aI otro o d¿ evitat esa sitwción' o
Cr.: ¿Cómo es, Julia?, ¿vos podrías contanne wr episodio ile lo que o
llantís violencia familiar ?
I
Desde aquí y por 1a oportunidad que é1 me brinda al responder, le I
pregunto a é1. Le pido que él cuente un episodio, desde é1' Fina hace o
ademán de querer empeza¡ a hablar.
o
Cr. (parando a Fina y dirigiéndose a Julio): Ella ya te va a ayudar, I
pero por ahora no quiero quz te ayude' o
J, $rosigue) : Por ejanplo, se tienen que dar algwas circunstancias
para que proútzcan esos episodios.
C
se
a
I
o
o
o
ir ll? HISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

io
.t Cr; Por ejemplo, ¿cuóles?
J,: Por ejemplo, a lo mejor yo, por mi pa,fe, tengo un mal estado de
,l ónimo por algún otro problema, independiente de lo nuestro, de pareja.
o Algún problema de tabajo.

a Juüo comienza a desamollar su relato por uria explicación del


o contexto como determinante de los sucesos, que es üna de las formas
o habituales de disminuir la irnportancia de la acción violenta y centrar, en

o cambio, esa importancia en aquello que la determina. Sin dejar de lado

I la validez de su a¡gumento, pma qüe este hombre se¿ capaz de asumir


responsabilidad por lo que ha hecho, es importante que se vea imposi_
o biliado de recunfu a tales atenuantes.
o Cr; Sl, y la última vez que sacedió, ¿fue aú?, ¿venías con un
o problena de tabajo?
a J. (reflexionando): En realidod vivimos presionados por problemas

o de trabajo. Esa es una característica nuesúa, pr¿s¡b¿ odo, po, norrrro

o forma dc vida, la faculnd, el trabajo.

o Nuevament€, Julio sale del marco del ejemplo de la últjma escena de


a violencia y utiliza generalizaciones y el pronombre en plural. t

o Cr. (a Celia): Yo sé que estoy exigiendo mpoquito ile eSuerp. Fína


o y Julio están refiriéndose a su problema en ténninos de ambos juntos

a como urut entilail colectivq como si entre las dos fueran una solo.

o Mírar s e cada mo a sí mismo va a c o starle s,.. p orque eI,' noso tro s,' e st tí
muy fuerte. Pane dcl trabajo que yo creo que los puede ayudar mucho
o a aprender a controlarse, a evitar que suceila la barbaüdad que es un
a episodio de violencia, conskte en que caila uno pueda cenffarse en
I pensar "a mf me pasa tal cosa" . Por eso estoy pidiend,o a cada uno el

o "a mí ne pasa tal cosa",


J.: Sí sí.
o Cr.: ¿Qué fue?, ¿qué fue pasdndote?
o
o I . En Cristina Ravazzola," 'Pue¡tas adentro' : ¿rcfugio o tenor?', trabajo presentado

a
en
elco¡reFesolnr€m¿ciwaldeTaapiaFamiria¡. Bue¡os Ai¡es, I9g5 (capítuio 2 del prsente
volumen). El ace¡to está en la importancia de desentañar .trucos; del tenguije para
o permitir que cada actor tome conciencia de lo que hace.

I
o
INCLUSIÓN DEL HOMBRE A3USADOR EN LA TERAPIA (I) 113

Al retranscribir esta pregunta tomo conciencia de mi propia tentación


a disminuir el impacto de malestar para Julio. Debí habel preguntado;
'Contiáme, ¿qué fue consetamente lo que sentiste y lo que hiciste?".

J.'. Yo, en determinado momento, siento impotencia para poder


cambiar alguna cosa que no me gusta de ella,
Cr.: Sí.

Vuelvo a insistir en que relate un episodio.

J.: flosorroü episodíos de violencia hemos tenido cinco o seis veces.


Y bueno, la últin¿ vez,,. Recién nos levantábamos. Y, en realidad, los
episodios son por tonteras. la peor de las tonteras es cómo twsotros
después tratanos de resolver esas tonteras, Nos levanlamos, nos desper-
tamos. In nena, nuestra hija
pregunta sobre su mnl aliento. Y ella se
Ie
enojó. k d.ijo... No me acuerdo muy bien Sí, se enojó (mira a Fina).
Cr.: No busqués la ayudn d.e ella^ Yo ya le dije que no te ayude. La
que vos recordés..,
I.: Ella se descontroló con ln nena.
Cr.: ¿Qaé quiere decir "se descontroló"?, ¿le pegó?
I.: No, no. La trató mal. Se fue a lavar los dientes. Bueno, entró en
ese estado, así como yo le digo, de hísteria. Se volvió histérica y le
recrimini eso. Bueno, y después se fue desencadenando toda la si-
tuacíón.

Julio hace una pausa y la tensión vuelve a quedar entonces sobre mí.
Si pregunto en forma muy directa, estoy provocándole malestar. Si
üluyo la molestia al pregunt¿r, estoy acordando y validando su modo de
armar los ftrgumentos.

Cr.: Y, ¿fue desencadenándose qué y debido a qué?


I.:Fue muy ndpid.o, ¿eh?... Yo Ie recriminé su actítud, diciéüole
también que de esaforma no podía tener autoridad con Ia nena. EIla me
insultó, o yo Io tomé cotno un insulto.
Cr.: ElIa Io tomó mal y ¿qué te pasó a vos?

Siento que debo y no puedo preguntar "¿qrrÉ Hrcrsrr?".


II4 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN I^AS RELACIONES

L: Sí, sí. Y a partir de allí un proceso muy meaÍnico que se repite


siempre, Yo siento impotencia de tw ser escucMo, También entro...,
bueno ahí aparece mi parte violenta Concretamznte, ese d.ía me levanté,
k
fui haña la cocina. seguí recrininanda la actitud-

El sujeto de la frase es el '.proceso mecánico". O la responsabilidad


es de una "parte violenta '. En "levantarse" o en "seguir recrirninando",
la üolencia física sigue invisible.

C¡ ,: Para continuar la convenación, en este momento, ¿ esnín en dos


Iugares ilisüntos usted¿ s ?
l.: No, ya estóbamos en el mismo lugar,
Ct.: O sea que hay un momento en Eu estaban en un lugar d.istinto
y luego vos avanzaste lusta do¡t¿e ella estaba. ¿Y entonces? Contáme:
¿Sué fu¿ lo que pasó?
I.: Y ile ahí en truís, son veinte segwtdos nada más, de violencia In
tomé d¿ la cara, laforcé a que me nirara, Desde allí ella me gritó. y d¿
aIIí en ruis el desconEol total, yo le di una eachetada perc es algo muy
nípido, nay violento,

Nuevamente, y a p€s¿rr de mi experiencia y mis alertas, sólo en la


transcripción pienso que debíhabersubrayado el Neoe rraÁs y el reRo, que
estaban al servicio de minimizar, para lulio, el impacto cognitivo d€ su
propia violencia.

Cr.: Y ella, ¿qué hizo?


I. (rápidanente): Me gritó, me insultó. Yo traté de pararla con mi
fuerz* In tomé de la cara. Ia agarré, no sé si le pegué una cachetada.
Ella me marilió, yo Ie volví a pegar, y... bueno, ahl pu6.

Él se aprcsura a aprovechar mi enor de preguntar por ella.

Cr.: ¿Cómo creés que se paró?, ¿paraste?, ¿pamste vos?


I.:No. Por enpezar se paró todo, toda el entomo nuestro. También
por nuestra familia-
Cr.: ¿Estaba la nena?
L: Estaba la nena. Lo mtis ilranático, que Ia nena empezó a llorar.
Cr.: Va¡, ¿oíste el llanto de ln nena?
o
o
INCLUSION DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERANA O I 15 a
J .: Sí,fue ndo wta misma cosa, el llanto d¿ la nena" mi vieja pidicndo
a
que nos calbrarnos. o
Cr.; ¿Ellos se aproximaron a usted,es? a
Fina: L.. ¡í, ¡¿'.
a
Tal vez el evocar la presencia de la hija y la madre está conmoviendo I
a Julio, y Fina lo percibe. Sale en su ayuda, a pesar de mis indicaciones I
prcvias.
a
Cr. (a Fina, en tono de bronn): ¿No podés con el genio? o
F.: .9í (sonríe). o
Cr .: fo quiero saber qué es lo que te decís a vos mis¡n que te pennite
seguir adelmte, invadíéndole el drea, inclusofisica. persowl de ella. Y
o
qué es lo que podés llegar a decirte que te ayude a pararte. O qué es ln o
que puedan decírte otros que te ayu¿e a parar. a
I.: Muclws v¿c¿,t nos contenemos por nue$ro entorno, o
Julio me intem¡mpe, y esta vez incluye abiertamente el plural que lo
a
incluye con ella en la violencia, ahora en la contención. a
o
Cr; Sl. Es muy dificil En poúí"t dccir en vez de "nos contetemos",
"yo me coüengo". También porque en el episoüo que contó.s, eso
t
a
equivale a que vos te descontoás. Te provocani en lo que te üce...
t
Nueva intemrpción.
I
o
J.: Sí, el ptoblcma es qrc yo siento que no tengo la capacidadde tomar
algma actind de ella de otro fornay podcr cambiorla. Por supvesto, t
me coürol? siempre yo. t
Cr.: Pero vos vas a escucharte cuando se lleven ustedes la grabación,
y si te lnblás de d¿scontrol de los fus, o si te habWs coma si no fueras
t
a tener control, no te podés ayudar a para\ ¿se entieüe? HabWs como a
si fircra una cosa de los dos. Por lo menos en tu escem -porque vos ne a
estarás contando la tuya, ¿no?- como ln contás vos, no es lo misma lo
quc hacen uno y otra.
o
(ACelia) Por ejemplo, en la esceru de Julio, Fina está en otro lado. o
Es éI quien va avanmndo, avanunda. kt que lc llega a él es una vo& a
un sonido ile ell¿.
o
o
a
o
o
o 116 HISTORTAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN t^AS RELACIONES
o
a I.: Una inagen tambi¿n, una imagen.
Ct.; O una imagen Por ejemplo: él ve la escena de Fina con la nena
o y le molesta. kmolesta Ia auind de Fina y en esa escenale parece como
o que él es alguien que estáfuera de ese grupo de Finay La nena. y aparece

a como una función, como sí supervisara esa situación entre las dos. No

o le gusta. Intenta un ilisciplinamíento, lo que a él le parece que Fina


ilebería hacer.
o L: Es verilad
o Cr. (nuevamente a Celia): La forma en que él trata ile lncer eso no

o Ie llega a eIIa. AI contrario. Ella se defiende y él se irrita, por su propin


impotencia de lncerse escuchar, En la meilída en que se irrita, es como
o si se diera manija, y en algún momento ce le arma algo en su cabexa, en

t que no respeta a Fina como persona. Tal ve4 si otru persona


fuzra la
o que está haciendn Io mismo, no le pasaría esto. Pero sí es Firw, algo en
su interior no lo deja decirse a sí mismo: tengo que respetarla, elln es
o otra persono... y sigue avanxanÁo, sigue avanzando,
o L: Et verdad En
estos episodios, que tienen mucho de mecónico, se

o da como una dirección inconsciente ent¡e el entendimiento y la impo-

o sición
no
Yo nuchas veces he razonado dos posibilidades de vivir cuandn
nos entendemos, Cuand,o es imposíble, en algunas ocasiones, en-
o tendemos, yo opto por impanen

o Ct; Y cada vez que imponés...

o L'. No sirve.

o Desde Ia definición de su acción como encuadrada en una función de

o supervisión, Julio puede, con mucha dificultad, aceptar que él inknta

o "imponer", es decir dominar y hacer su voluntad.

a Cr.: No te da resultado y, además, desencadena una situación muy


a dolorosa.

t J.: O..,, quiai solucione la situación en el momento, pero a largo plazo


va acumulando offo problema.
o
t C.: Ustedes decían que más o menos era de treinta dlas Ia brecha d¿
un episodio a otro. Una vez por mes, un epísodia fuerte.

o F.: Episodios fuertes, digamos, de golpear, a nuis distancia Ahora,

a episodios en que discatimos fuerte pero no llegamos a golpeanios,


urra vez por mes por lo menos,
sí, es

I
a
o
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN TA TERAPTA G) I I?

Celia y Fina, sin advertirlo, salvan a Julio de tenel que aproximarse


cada vez más a pensar sobre lo que hace.

I.: Es Ia cue:stión. Es que yo siento que es verdad todo Io que usted


drce (a Cristina). Yo la siento y por ahí Io hz pensado. Hay algo que me
molesta macho, que es cargar siempre con la responsabilidnd. Yo siento
como que estoy cargando con Ia responsabilído.d. del contol d¿ esas
situaciones.

El protestq, si se pone en contacto con su responsabilidad, ¿esperaque


alguien lo alivie?

Cr.: Yo de Io que veo que te hacés cargo y no te sine, es del control


ile Ia situación enffe Fina y Ia nena.
I.: Ahora, ¡ojo! que ella rn se Ia agana con la nena. Fue una
circunstanciamás del último episodio que tuvimos. No es una consnfie
que elln seaviolenta con la. nena. Puede serlo conmigo, o con mis víejos.
No es wta constante que ella sea violenta con la nena.
Ct; Pero, no te entendí Io que me dijiste recién..,
J. (protestando abiertamente): Yo siento como que el que Ia tiene que
parar soy yo. EI responsable de parar esa sinación soy yo.

En esta larga lista de "hucos", Julio está hablando de que siente que
él tiene que parar, pero no significa de hecho que se hace cargo de esto.
Está protestando porque piensa que los demás le adjudican esta respon-
sabilidad. Una afirmación de ese caübre, si fuera asumida por é1, tendría
una consistencia en las actitudes, que todavía no se advierte. Habla como
en uÍ tono de recítar una lección, y un poco enojado.

Cr.: ¿l,o sentís porque alguien te lo dice o porque pensás que es así?
J.: Primero, porque hc de aporfar mí parte para parar esa situación
que no es conveniente.
Cr. (no convencida): No se me hace muy claro, ¿lo decís porque
penuÍs que es así, que vos debés parar?
I.: O por Io menos, que debería aportar, y por lo menos, que debería
pararla ruis que aportar. Pararla mds que nada porque no vivo en mí
casa sino que vivo: en la casa de mis viejot.
Cr.: Esto último no Io entíendo...
I 18 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

I.: Si I¿s d.os vivimas en pareja en nuestra casa, en nuestro espacio


total, cada uno pondría Io suyo para uns discusión, para un entendi_
miento, para lo que sea Por el hecho d,e vivir en la casa d¿ o,is vieios
yo me siento rruís responsable de ese tipo d¿ situadones.
C.: Claro, porque tienen que comparlir con ellos inclusiue un espacio
físico. Un dla que Fina estúa cosiendo y conversanda con su suegra...
F. (con tono cúnplice con Celia): En realidal no convelsamos,
mantenemos un dióloga,., EIIa nantiene un monólogo
entendíble porque yo no tengo.,,
! yo... perc es
Cr. (dirigiéndose
a todos): Esperen un poquito, porque acaba de
pasar algo muy interesante. Yo creo que Julio estó sosteniendo
una luclu
interna en este monento, Él estrÍ pensando efecüvamente que él es el
responsable y debería parar, y quc eso le da rabi.a, le molestq le insane
una tewün emaciorwl ínterna, veo que se le ponen lor ojitos coloradns.
I/oc (a la terapeuta, Celia), que sos una mujer sewible, hacés un
aporte
para que él se tran4uilice, para que él no se sienta tan nal; porque
éI
se estó sintien¿o mal después de haber escuchado su propia versión
de
lo qrc pasó. Va sintiéndose mal con el registro que va obteniendo
de su
propia responsabilidad. Es que libra uru lucha interna.
Pero acó (alllio) estás con tres mujeres, y cualquiera de
las tres va
a trafar de que no te aflijds. Ellas e incluso yo,
(Ligera pausa).
(A Julio): Y tenés que afligirte, l¿ única cosa que va a hacer que no
Io lngas mós, es que te digás avosmismo: ',No tengo qae hacerla ruis,,.
Estás en wa lucln, y aunque ella no te proteja, igual hay una pane de
vos que estó
tliciéndote que debés parar; pero fury ota parte que te üce:
"pero caramba, ¿por qué tengo que seryo el tínico responsable?;
que
se haga ellatanbién responsable de parar,, (Cr .levantialos hombro$ en
ademán de "qué me importa").
Ella puede hacerse responsable de uru parte, pero no puede
hacerse
respowable de tu respuesta física, porque no tiene con qué. por esa
razon, la que te estás dicíendo revela una lucha importante en
n cabem.
(Ahora Cristina se dirigs ¿ l¿s m¡¡ eres.) Sólo que
. tenemns que ev¿tar
d¿ tratar, automdticam¿nte, de ayudarlo y defendcr la peor parte
de é1.
parte de él es la que ro está conduciendo ahora a una
I^a mejor
cierta
situación de violencia (hablándole a ér), ra que estds sintiendo con
vos
o
o
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TEMPIA (I) I t9 o
en este momento, Pero es bueno que te hablés a vos misma y recuperés
o
eI respeto por vos y por tu mujer, una tnujer que vos elegiste para a
convivir y armar unafamilia, y a Ia que en algún momenÍo Ie perdés el I
respeto.
Esto que estás diciéüote, tenemos que dcjar que puedas decírtelo,
t
aunque te provoque el malestar que te provoca. Es bueno ese malestaL I
Habla bien de vos. Habla de que sos una personú que puede remontar o
y superar lo qw estó hacienda.
Trabajamos muclws veces con süuaciones cotno ésta: si no te
o
sinti¿ras así coma te senrts, el pronóstico no sería tan bueno. Si poüs o
ponerte como te es is poniendo, es porque hny un ospecto tuyo Ete fe o
cuestiona lo que lwcés. Y eso es muy importante. Podrías estar tiníndole
todo a ella y contarlo como,.
o
J.: Como si nn m¿ hnportara, a
Cr.i Exacto. Y te imporn. Ahora(dirigiéndose aFim) lo que yo quicro o
es qu¿ mc contés desde vos, nnbién haciewlo un gran esfuerzo, qué es
a
Io que te impide defenderte bien en una sinación como ésta,
o
Los mensajes anteriores de Fina me hacen pensar que ella no se t
defiende poryue "cuida" la parte [selfl peorde é1. o
culquier situación?, ¿en la agresión? No podcr dominarlo.
o
F .; ¿En
o
La respuesta -+n infinitivo- no ancla en un ejemplo cotrcreto. o
Cr;
a
Y ¿qué hiciste vos en esa situación?
F,: Y... yo me lcvanté. Yo estaba medio ilormida y sentl la voz de mi o
hija, que du¿rme en mi misma habitación, que me llamaba: "Mamti, o
quiero levantarme ".
n hija?
t
Cr.: ¿Qué edad tiene
a
F dije "yavoy, ya está" (estaba con sueño).
,: Dos años, Entonces yo le
Me levanté, le tmje la pelela, porque es una vag& Ilile queü sentada a I
su lado, Lu.ego que hizo pis, quise levantarla y ella me dijo: "no quiero o
lévantarme porque tenés un feo aliento". Como yo tenía sucño le dije
bueno, boluda" , y me fui al baño y mz lavé la boca. A todo esto la nena
o
o
"

se paró. Vino cownigo al baño, y queríalavarse los dimtes, Fui a Iapieza

para vestirme, porque teníafrío, y él me dijo que no tratara así a lanena. o


Yo, como realmente no lo había hecho por agreilirla, no le presté
o
o
o
o
o
I
o HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS REIACIONES

a aiención. l* hice así (gesto de "dejáme en paz"),


y fui a la cocina a

t preparar Ia leche a la nenn. Cuando quise acordarme éI estaba iletrós


de ní Me tomó la cara, me hizo mirarlo, me dijo: "Así no podés
falnrle
o el respeto a la nena" . Yo le dije que me soltara, porque esa situación me
a causa mucho miedo, no solam¿nte de él por mí, sino por la nena. No sé

I qaé hacer para que no suceda. Entoncesyo le dije: ,,No me vas a pegar,
no quiero que ne pegues", Y baeno,., no se lo dije así. Como estaba an
a poco histérica se lo dije gritanilo. Y bueno... Mi histeria, Io puso mós
o histérico. Y bueno... pasó... ne golpeó. Y yo ffaté de ¡lefenderme. Me

o acuerdo que le mordí un dedo. Y bueno..,, yo escuchaba


nena, de la madre de
los gritos de la
Ademós de toda la ímpotencin de no poder parar
o
é1.

la situación, sentí una vergüenzp muy grande.


o Cr; La vergüenza que sentís parece que te juega en conna. No podés

o gritar que te aytdcn, coma si no tuvieras derecho a pedirlo.


F.: No sé, si no estuviera mi hija, si sucedería lo mismo. l^o que me
o daba nucla vergüenm es que mi hija nos viera en ese estado. Si tal vez
o nosotros estuviéramos solos y viniera cualquier persona a ayudamos,

o a sep^rarnos, en ese eaio no me m¿lestaría, al contrario. Pero el hecho

o de que mi hija esrd allí y que nosotros no podemos paro r esa situación
nosotros mismos, mc hacer pensar que ella (la niña) nunca nos va a
o respetar como padres. E¡ una situación 4¡¡e nosotros provocumos y que

o no podemos parar, w)sotros rnismos, sin la ayuda de los dcmás,

a Cr.: Si Julio sintiera vergiienza en ese momento, eso sería bueno


porque lo ayudaría a parar. El problema es que la vergíieng la sentís
o vos, ¿no? Y w podés pararlo fisicamente a é1. la persona que tiene que

o para o es un igual a él o alguna cuestión que lo ayuile a parar. por


o ejemplo: que aparezca la nenita y él sienta vergüenza frente a ella; o el
temor de estar dañando a la nenita; o que aparezca Ia mamá y que la
a mamó tenga alguna autoridad sobre él para pararlo. Vos no podÉs
a físicamente pararlo.
a F.: L.. no. Yo pienso que Ia madre puede pararlo mejor por una
cuestiún etnotiva, por un IaTo sanguíneo de madre a hijo.
o Ct .: Yo creo que les ve a ser enonnernente
útil que yo les haga grabar
o esto, porque a ml me parece que las personas en
algún momenÍo estamas
o muy emocionadns y decimos y escuchamos lo que podemos y en otro

I mofnmto vale la pena escuchar. Yo estoy ltaciéndote una serie de


pregunta.s, para ffatar de aclararme por qué dos personas que pueden
e conversar civilizadamente, que pueden -i¡tcluso- reflexiorur sobre lo
o
o
INCLUSION DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPIA C) IZI

que ocurre en un tnomento dad.o, sobre lo que hacen en an momento


dado, rnelven areptir este tipo de acción. Lo que más me preocupa es
que no Ia repitcvt más.
(a Julio): Que este tipo de sinación, en que Ee te arna algo que te
impi.de parar, no se te anne mól Y parés.
Ustedes me cuentan que por suerte no estaban solos. Sinceramente,
por mi experiencia de estas sitaaciones, por suerte no estaban solos. ltt
presencia de la nena, o Ia presencia de tu mamó, algo significó y
e ntonc e spudist e par ar.
J.: Que nos va a hacer entror en la realidad.
Cr.: la que vos contás es como si se le armara un "trance", un
"trance" en el que te olviiúts de que ella es urw persona
J.: Sí, es verilad, entro en mi "trance" . Pero tnmbién síento que ella,
en esassituationes, entra igualmente en un "ffance",
Cr. Julio): Yo voy a decirte una cosa. No te sirve que vos te ocupés
(a
d¿l trance ile ella. Por eso estoy pelemdo para no deiarlos hablar en
plural. A mí mismame sale decir: "lespasa". No, no. Yo sé que para que
esto pare, tenés que pensar qae cuand.o vos d.ecís "pero eIIa tal cosa, o
ella nl otra", no termínás ile hrcerte cargo. Pero yo necesito saber en
qré ella te pennite lastimarla En qué ella te deja.
Creo que te lo permite porque todo el tienpo ella habla de "noso'
tros", "Io que nospasa". Ahí ella t o te enfoca y te díce: " esto es tuyo.
Yo poilré sentirme con sueño, podré ilecírle una boludez a Ia nena, podré
no tener ganas de atenderla en ese momento, podré entenderme con ella
y
como fuera y podré provocarte, insaltarte, igual, vos no tenés que
tocarme un pelo".
Ella podría decine esto, pero en algún panto, siente ver?üenza de sí
misma (a Fina:) Porque podrías verlo de ota manera: que es una
vergüenza para él mostrarse en esa actitud con vol frente a lnnena ¿Me
entendés dónde se te mezcla?
F.: Sí, lo que yo siento es una cuestión de hacertne cargo de varias
cosas, Por ejemplo, el hecho de que vivimos con otras personas...

Para Fina sigue siendo un problema que Julio se haga cargo de


smociones desagradables, como la vergpenza.

Cr; Desdemí, por lo que vi hasta ahora, es tnn suerte que vivan con
otras personas. Ustedes, no sé por qué, por ra?.anes económicas, están
122 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN IAS RELACIONES

vívíendo eon sü.s padres. (a Julio) Hasta alnra, mient¡as no pueihs


contenerte claramanle desde vos mismo, es m peligro que vivan solos.
I.: A mí me gusta, por curíosida¡l o como un medio para resolver
nuestro problema, armar esquemng encontrar causas, consecuencias.
Nosohos tenemos una opinión diferente con respecto a nuesffos pro-
bk¡nas,

Juüo apela a una alianza con Fina, que no la deja concordar conmigo.

Cr.: ¿Diferente dc...?


L: Bueno,. asted dice qae si víviéranos solos sería peor,
Ct.: ¿Vos atríbuls Ia causa de estos episodios a quc vivh con tus
padres?
J.'. No, no, yo pienso que la causa de estos episodios es que vivimos
mal. No por el lVcho ile vivir con otrW personas sino porque no tenemos
tiempo para nüa, para salir, para hablar. Es ta facultad y el trabajo,
es una vi.d¿ mty presionada,
Cr; ¿Vos vas a Iafacultad?, ¿qué estudiás?
L: Arquitectura.
Ct.: ¿Y de qué trabajás?
J.: Tanbién, d¿ lo mismo.
Cr. (a Celia): Pa ra rní esto es utl problema, porque, veamos: mientras
Julio siente que lmy algutn explicacíón para lo que hace y mienffas siga
bascando Ia erylicación, ya a costarle friruse. Él quiere aytdarse a sí
mismo a parar, pero mientras trata de enconhrar Ia explicación va a
costarle ayudarse a sí mismo. El punto de tu intenencién (aEina) es que
podés ser rma nuy buena esposq une muy buena interlocutora de sus
explicaciows, pero eso tanpoco lo ayuda a parar, ¡Cwíwa gente habrd
presionada.,. !
F.: Pero ésas son cosas que fueron sucedienda con el tiempo. Al
principio yo sienpre decía que ningún hombre iba a tratarme de esa ,na-
nera, ningún hombre iba a pegarme nifaltarme el respeto. pero
fue co-
mo,,, no sé... conw si las razones de él pesaran siempre más que las mías.
Entonces fue wn cosa que fue decayendo con el tiempo. No pudo ser con
las mismas armas, y fue como que se fue gastanilo.
Ct.: Tus fuerzas...
F.: Claro, entonc¿s..., bueno,.. Para mí, la cosa tenía que ser de otra
o
o
INCLUS¡ÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TEMPTA O N3 I
wrnera, Pero no sucedía d¿ offa nmnera, Entonces era como votarle en
o
contra, o ponerse d¿l mismo banda, y por ahí sentía que tal vez Ia a
equivocada erayo. Offa cosa es que en Ia casa de él yo me siento un poco a
desamparada El na lo entiend¿ pero yo ne siento desanparada desde o
el punto de vista emotivo.
a
Cr.: Esl¿íl ruís sola.
F.: EI rtene el apoyo de sufamilia y awqve él no quiera reconocerlo, t
él lo tiene. a
Cr.: No entieüo por qué eso podría ser parte del problema tuyo.
l: Para mí la primera cousa de nuestro problema d¿ convfuencin es o
intentar juntar dos realidades muy difercntes. Ctrsnda nosotros estdba- o
nos dc wvios, yo vivía una realidad y ella vivía ota realidad. De todos o
modos, por lo menos para mí, juntar dos realidades diftrentes w es de
a
tuntos.
Cr.: Coinciilo, es desafiante. En general la gente se jwúa cuanda o
ticne cosas muy parecidas. No son tan dessrtantus. Ctmndo tienen cosas o
diferentes son más desafrantes, nós valientes.
I.; Yo no me simto -por ahí- un tonto..., por ahí, el hecho de qae
o
estemos en camino... Bueno, yo atríbuyo la primera causa a esas dos o
re alidade s muy dife r ent e s. o
Ct .: Yo te escucho y coma vengo hoy d.e Buenos Aires, te cornzco hoy
wu
o
por primera ve4 Estoy queriendo trmsmitir
trabajo en este tenn que te preocupa, ¿no?
experiencia de mi
o
Pero voy a ilecirte tma cos.r: todo Io que vos te ilígrí* para explicarte O
por qué te descontrolós, no te sirve. o
J.: No, eso no explica nuesüo descontrol, eso explica..
Cr; No, w "nuestro", tw. El descontrol es nyo. Te vuelvo a decir:
o
vos necesitús pam parar estos episoüos hacer rm proceso, en el que en o
algún momento te ügas "ne hago cargo de lo que hago'¡ no lo hago a
,ruás".
Te va a costar un montóm Te va a costar que destenés de tu cabeza
o
todos las explicaciones que vos te das. a
Yo tgngo una opommidad única en este momento con ustedes por la o
ínilole especial de las circunsnncias. Vengo de otro lado, ! me toca o
trabajar con esta consulta Tengo la oportunided de decirte algo que
muy pocas veces digo, de entrada, a un hombre quc vierw en Ia cir'
o
cunsiancia ,n qw iu
estds. Habitualntmte las ,ir^
,, dan de otra a
fiKmcra y me hacen trabajar de otra mwrers- Pero esta vez vos estás o
t
o
!t
o
o
o t24 HISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELAOONES
o
o escuchando, te estás dando cuenta d¿ dóüe están las diferencias
d.e

t opinión entre lo que yo digo y Io que vos pmsás. Hoy yo tengo


la

t
oportunüad de decirte que vas a darte esta explicación, vas a dafte
cien,
antes de hacer pie y decir: "yo soy responsable, no ella" yo,'.
liÍíentras
3 tanto va a ser rwponsable : ,, Ia histeria ile ella,, ,,to que
,
te.provoca", " qae ella no para", .,qae el desconffol de los
ella hace que

o viven, con tus padres", ,, que estós presionúo por


dos", "que
el trabajo y et
o estu¿io,.,".

o (ACelia:) Pueden ir confeccionanilo unn lista ile argummtos,


o seis por vez, que se le ocurran a Julío y que, desgraciadamente,
cinco

o escu¿ha. Porque ella dice cosas que también pará mí reprelentan


Fina

o oportunidad única: cóma en su cabeza, qae pensaba por sí misma,


wra

I armóndose algo, y IIegó un momento en que dejó ile peisar


fue
con su propia
para escuchar los razonaftrientos de Julio y seguir esos razona_
o cabeza
mientol ElIa tiene que hacer un trabajo con ella nisma, de recuoerar
O su propia cabeza, lo qae ella realmente piensa en ctdamamento.
iorque
o lo que ella perdió no es sol.amente el respeto ile él por ella perdió
el
o respeto de ella por ella, por su propio pensamiento, jor
se le estón
lo que ella cree.
conienfu sus neuronas a un costadito.Tieie que recuperarras,
o porque con ellas pued.e dejar de creer ciegamente, y pensar
cosas que
a no los lleven a girar en esa órbita que permite que vuilva
a sucedcr unn
o cosa tan horrible, como la que ellns cuentan.
(Siempre a Celia) Ellos son dos personas que
o estdn tratando de
recuperar una dignidal perdidafrente a los ojos de una cñaturita
de dos
o años, porque esos son ojos impartantes para ellos.

o - (No se lo digo, pero ahora enüendo pot qué acudieron


a un juzgado

o de menores.)
L: Debiéramas tambiéru.. Se presenta como un deber para nosotros,
a - Cr.t Exacto, porque desde Ia persona que ustedes o*on, ,rruprron

o la
_sennción
¿lel hanor que es que etk veá al papá y a la
mamó en algo

o tristfsimo, que vea qlue el papá no para y que la manó


agredida por é1. Si ustedes piensan en ella, y recaperan
está siendo

o e¡ bueno para que no vuelva a suceder. pero para que


lamirada de ella,

t no vuelva a
s1c1d1r, ustedes tienen que trarrsitar un proc"soirrfuáerarnente
fuerte
o (a Julio) de hacerse urgo, y uor (a Fina) Enés qae hacer un proceso

t tanbién fuerte de ponerte bien valiente, y aceptar que


muchas de las
cosas suceden porque él no se controla. Anim.arte a-mirarlo...
A ver...,
o da vuelta un poquito tu siüa hacia mi rado. Mirarro atanda
ér se oone
a
o
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPIA O 125

mal consigo mismo, se le ponen los ojítos rojos y sufre con lo que éI
rnismo se esai diciend.o, y animarte a dejarlo que sufra, no a calmarlo
para que no se sienta maL
(Sigue dirigiéndose a Fina:) El ilene que sentirse mal para cam-
bínr esto. ¿Me entendés lo que te digo? Es d.ifícil, pero es así. Cuanila
él sufre, te pasa lo que Ie pasó recién a Celia Decís algo para que se
calme.
É1, Julio, entonces, cree que no puede hacerse cargo de lo que se está
iliciendo a sí nismo, que no va a poder aguantarlo.
F.: ln que me pa:ia es que tengo que protegerlo. Por más que me
pegue. Después él se pone así. Veo que no e s una persona mala y me dan
ganas de protegerh.
Ct.: Ia que pasa es que así no mbés a quién protegés: si al pegador
o aI noble, No sabés. Mientras no Io sepas, es mejor que w Io protejás,
que él se lnga cargo d.e su suftimiento.
(Sonriendo a Fina:) No puedo convetrcerte.
(A Celia:) Yo no voy a lograr convencerla, porque esto lleva cierto
tiempo para pensarlo. Lo prímero que les diría es que escuchen y que
ln próxima vez converxen con vos sobre Io que escucharon, y lo que
fuspertó en cada uno, lo que cada uno se oyó decir a sf mismo. Uno del
otro. Otra cosa que te d.iría avos es que no te sientas obligada a que los
das vengan a toilas lns entrevistas. Va a ser muy ímportante que algunas
entrevistas se realicen solamente con Fina, y otras, sólo con lulio. Si en
cierlo momento te parece bíen, incluso, es esencial que ellos escuchen
y participen nuis de algo que sí puede ser muy fuerte para ambos, que
es Ia miradn d.e latuna. En ese caso, podés cítarla con tranquilüatl. Lo
terrible en la vida de esa nenn no es lo que le pase aai tino lo que le pasa
ante ese típo ile episodio, cuandn el papó se descontrola
C.: Yo creo que sí, y que los dos tienen mucho deseo d¿ cambiar. Creo
nmbién que tienen un buen pronóstico.
Cr .: P ero no tenés que pelear por el buen pronóstico. Ellos tienen que
pelear por el buen pronóstico.
F.: No sá ustedes se entíenden, nosotros no entendemos. Venimos
buscando ayuda. Si la encontramos, hien y si no, haremos de otra
manera. Pero sabemos que no podemos seguir así.
Fina es capaz de enfrentarme a mí por defender a Celta. No de
defenderse a st misma.
126 HISTORIAS INFAMES: LOS
MALTMTOS EN L¿S RELACIONES

I.: Para nosotros, es un intento d.e unaforma diferente. yo siento que


quiero decir alguna cosl.-
tenés que pensar
qy! es to We qverés decir. Si que
a- frr: (te
Lero
pongo una mano en ál hombro)
lo vas
.decir
el que quiere,salir, el que qn¡ro
,r';;;¡;;;;;srdor, o desdc
n*rrrrí
rorque sabés que si es desde el pegador,
,riiirril,"
io te |wce ni sipuiera bien
dedylo, y yo sé que no tengo quc escucfuÍrtelo.
Si lo que me vas a decir es para que,..
J ': Para justificar una
adil;d. En'últina ¡nuancia, ro que
r".tk::, a aceptar esta situación rcs ileva,
:I ,rri riiiri¡r*rrrte eso, que
que valsa. ne* turgo opo;r;
:o:ay iustj!:cación tollpor"n
poder modificar lo que se ouería nodijca;;";;;b;r:*e, u a, no
modiftcar o de poder ayudárla de poder
a ella.-
Cr.: Pero parte del trabaio, en el que
seguramente te van a ayudar
,t qu, puri^ oguanta.rte solo tu propia
::i::.::r^t2
en rc que no logrés, no puedar decirte algo que te
impotencia_ y
vos.no puedas,at8", poí ,¡r*pl"
icre.a qietk se taga
:.i"t:"?:"rd! ¡nirir'íour, ,tto, qu,
'##,,'::#:,riffi ';,:'#;#iT#:::,1j:q,u,,)hnogoq*
l.; Endcfinitiva, sf.
tend.ríaque habtar con ellos (señalo
*,Í::t,!!tno:ro detrás del espejo),

::i!ii::ix¿::;;;"v#n:"x::.!x*iwrm,
vuewena cncontrafie.
o
a
t
6. INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUS$OR EN LA TERAPIA o
DELA VIOLENCIA FAMILTAR (II)
O
I
a
I
o
o
a
o
It'¡coxcnueNctes oE "r¡¡vesr" y ',coNTEnIDo,' O
O
En las familias donde se dan episodios de abuso se advierte muchas
veces qu€ los roles de las personas no concuerdan con sus edades.
a
Llamamos -metafóricamente- a esta característica, la *incongruencia a
de envase-contenido": en un envase de adulto hay un niño, y en un envase o
de niño, un adulto.
o
Se nanscribe aqul una sesión que ilusüa este rasgo importante y
habitual en la problemática de los abusos, rasgo cuyo examen resulta o
-ademi4s- muy útil para los que intentamos encarar el trabajo con los a
hombres, aprovechando los potenciales de la familia. o
Vale la pena rccordar que algunos autores clásicos en terapia familiar
ya hablaron de estos obiños", a los que denominaron ..hijos parenta-
t
lizados", pero en el concepto no quedaba formalizada la figura com- t
plementaria. Se veía a estos niños como adultos responsables de o
otas personas, generalmente hermanos más pequeños, y también de sus
padres. En la familia del ejemplo, el niño real
o
-hijo de Antoniojt¿r,¡or_
no está presente en la entrevista. Se puede inferir que ha de hatarse de o
un niño parentalizado ya que, aunque convive con la mamá, a veces está o
con su padre, Antonio junior, especialista en conducirse eternament€
a
como un niño. También sabemos, por algunos comentarios de los fami_
liares, que el niño auténtico se comporta mÉs sensatamente que el padre- o
niño. Por lo demrís, conviene asimismo aclarar que me refiero a aspectos o
-a .relvas, a personajes, que todos tenemos y podemos represcwar-, y no o
a personalidades integrales. Pero en estos casos, estas personus .on io-
congruencias de envase-contenido -reforzadas por el entorno- se viven
I
o
a
o
a
o
o
o 128 ItrSTORÍAS IMAMES: I-Os MALTRATOS EN LAS RELACIONFJ

o a sl mismas y son vividas por los dem¡ís en total identificación con los

o personajes que suelen desplegar.

t en
La sesión de consulta que sg transcribe a continuación se desaffoila
u¡ Ce¡tro de Asistencia y Formación en Terapia Familiar (CEF), de
¡ Porto Alegre, Brasil, y es pane de un raller sobre-violencia
familiai que
o conduje, y en el que entrevisÉ a familias que iban a ser tratadas por
equipos de la insritucién. En la sesión del ejemplo
ios

o terapeuta supervisora del equipo (Rosa: R.), que habia


estápresónte la
hecho Ia entre_
o vista de admisión de la familia y que ahora oficiaba, además,
como
a úaductora. Brevemente, Rosa relató que la familia fue derivada
psiquiatra de Antoniojunior estsbombre, de casi
por el

o a golpes a su padre. Le quebró el brazo y, Iuego


40 años, había atacado
de que se Io enyesaron,
o 1o agredió de nuevo, fracturándolo en el mismo
lugar y dejándoie por tal
e causa su brazo deforme. A esa entrevista de adrnisión
AntonioTzzlor (A.),
habian concurrido

o su padre--Antonio senior (p.)_, su madre Lila (M.),


su herma¡a mayor Solange (S.) con su marido,
I menor, Ca¡los (C.).
Luis (L.), y su hermano

o Las mismas personas son las que acuden a la sesión


de consulta que

o se relata aquí. La estatura y el aspecto fomido de Antonio¡i.


llaman la atención.
y de
Carios

o Son muy importantes los momentos iniciales, en que


se presenmn
o todos -tno a uno- por sus nomb,res, se menciona la calid'ad de extranjera
t (argentina, con dificultades para expresarse e portugués)

lootyJto¡ fl.), y
de la terapeuta
se explica la modalidad Oe trabajo con cámara de
o 6esell. Pero consignar esos preliminares con todos sus
detalles resulta
a tedioso y poco relevante a los efectos de la información
aquí requerida.
o Transcunen en un clima amable: se hacen bromas
actitud de los íntegrantes de la pareja, que se
,oUrá n reiterada

a sientan separados. A la
terapeuta le cuesta reconocet a la pareja de la cual
se habla, y todos ríen.
o
a T. (A todos): Para no ocu.pay muyho tiempo: tengo entendüo
Uds. llegaron aqrí(a Antonio jr.) derivatoí por psiquiatra.
que

o regularmenteT
tu ¿Vas

o A.: Todas Iw sema as.


o T.'. Desearía saber qué hacés con é1,
¿sóIo medicacíón?

o A.: Med,icación y conversación,

I La terapeuta está probando sus posibilidades de relacionarse


con
o
I
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPTA (ID 129

Antonio jr. Muyrápidamente, éste explica que el psiquiatra le habla


duraate algunos minutos, que la entrevista se desanoll¿ en la casa del
psiquiatra que también pertenece a su equipo deportivo, y que por esa
razón dispone de poco tiempo.

T.: Entonces, no esfuís en tratarniento terapéutico para nada. Sólo te


ayuda el psíquiatra con m¿ücación,
A.: Hace un tiempo él me h¿bló de una terapia personal. Ahora" pidió
que la familia hiciera terapia famíliar.
T,: ¿Hace mucho tiempo? ¿O lo pidió ahora por una situación
especial?
A.: Hace dos o tres semanas.
T.: ¿Por una situación especial?
A.: Bueno, dijo que sería bueno para todos. Bueno... para mí y para
todos (no menciona la agresión al padre como detonante del pedido).
Siempre sería bueno para la familia nda.
S.: Para poder entenderse con é1.

Solange prefiere ubicm el problema de la violencia en térninos de


comunicación y comprensión (cabe señalar que en estos casos, si no se
insiste, hay riesgo de que la violencia quede minimizada).

T.: ¿Porque tw se entienden? ¿Par eso?


S.: Se enrtendcn, pero él tendría que cambiar... EI es medio bravo,
medio irütable...
C.: Del modo que él piensa, él se rebela. Yo por ejempb, me contento
con lo que tengo, con Io que puedo consegair. Él no, él se rebela. Dice
que eI dinero es eI problema de éL Pero no. EI no se contenta con Io que
él puede conseguir por su propia capacidad de conseguir casas. El
probletna de éI no es el dinero. EI problema de él es otra cosa, Pueilen
darle todo el dinero que él quiera" y ta a seguir así. Cree que con dinero
va a obtener todo, mujeres,,. Aunque se le dé ilinero, él va a seguir con
su pensamiento, ¿no? De verdad.

Tarnbién Carlos preliere el teneno de las explicaciones al de la


descripción de los hechos conflictivos, tal como hacen frecuentemente
los padres cuando consultan por sus hijos.
130 HISToRIAS INFAMES: Los MALTRATOS EN LAS RELACIONES

T.: Perün, ¿quién es el mayor de ustedes?


A,: Yo soy mayor.
C,: Yo toy nás responsable,
T.: Pero, ¿quién es mayor?
Señalan a Solange, que sonríe.
T.: Parece que ustedes fueran mayores (por Solange y Carlos).

.Se ríen y me expücan que se sentaron por orden de edad (están


sentados, primero Solange, luego Antonio, y por último Ca¡los).

M.: El (por Carl


os) siempre fue miÍs para semicios. Él (por Antonio)
fue más.desligado,..
A.: El (por Carlos) fue mejor para el estudio. Mis proyectos... Mis
pensamieüosnofueron claros.,, Mís dificultades paraftabajar,. de que
no buscase tabajo...
T.: Pero (a los hermanos), ¿en qué momento infercambiaron las
edsdes entrc ustedes?
C.: Hace...
S.: Ya en Ia infancia (enfática). Vivíamos en un lugar en el que no
había al¡nacén cerca, y mi madre me encargaba a mí, que era ln msyor,
que fuera a compran Cw¡tdo la nadre le encargaba algo a él (A. jr.),
lwcía las cosas mal, ! entonces lo hacía Carlos,
T.: ¿Qué edad tmía él?
C.: Ocho o üezaños.
Discute algo con Solange,

Una vez est¿blecida esta amplificación de la confusión de edades


enúe lo$ hermanos, la terapeuta decide volver al foco del problema,

T. (al cuñado): la is, preciso tu cabem para pensar conmigo, por tu


posición un poco mís afuem de lafanilia, Porque estoy pensanda en que
lo iloctora Rosa me contó: que ws (a Antonio) golpeaste a tu
que la
padre, y le sacaste elyeso que le pusicron. Yo pensé que eso era algo
muy reciente, que ocurrió hace muy poco, pero tal vez entmdí mal, por
el idioma...
C.'. La agresión fue atura" hace menos d,e un mes. Nunca hubo
agresün antes. Ahora, él (señala a Antonio jr.) agredió a él (señala a
Aatonio padre).
o
o
INCLUSIóN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPIA (II) I3I
a
o
T.: Pero usted¿s estan también hablandn de wa situacíón antigua.
Algo que te pasó a vos, y a todos, de dejar que Antonio petmaneciera
o
peqwño de edad, y no se desanollar* Como comerta errores, ilejaron o
que creciera enonnemen e de cuerpo pero no que d.esarrollara sus a
actitudés, la sensación de ser una persona adulta
C:
o
Es wr problema de él desde Ia ínfancia.
T. (A los otros, comentando sobre Carlos): É,1 lwbla como si fuera eI o
mayor y aderuís como psiquíatra (se ríen). o
S.: El está casado con una psiguiata o
C-: Ella tanhién habla de que los problemas vienen d¿ la infancía.
T .: No hahlamos dc un problena sino de unn especialifud, De hacer
o
las cosas mal, y dejar enfonces que la pelota pase por encima de é1. Es a
dífícil para una persona tar graüe agacharse y que la pelota pase por o
encima de é1.
Silencio.
a
T.: Él tiene que ser muy eficaz en su especialidad, porque de cuerpo o
ha crecida mucho, Una persona grande ataja la pelota Pero é1, con esa a
especialida.d, dejó que la pelota pasara de vos (a Solange) a él (a Cw-
los). Él siguió actuando como si w hubiera crecida mh alV de esos
o
nueve o diez años, Ustedes se acostunbraron Y están muy nanquilos. o
Pero yo no sé qué lmría si tuv¿era tn hijo que tiene... (a Antonio jr.) a
¿cwinms? o
A: Ctnrenta.
T.: ...y que hiciera cosas dechiquito,
t
M.: Antonio pudo hacer mal las cosas, porque lo la mand.aha a a
Solange y a Carlos. Tal vez si hubiera tenido los abuelos cercq entonces o
yo hubiera obrado bien En aqwlla época lo que yo ltocla no estaba
enado. Tmía quc dejarlos a ellos.., No tenía tanpoco nbabd" (persona
o
encargada de cuidar a los niños). Las abuelos miran ruís que las ma- a
dres... (se ríe porque yo no entieodo). a
La madre acude a la emoción culposa, )' asume total responsabilidad
a
por l¿rs cosas mal hechas. Antonio queda disculpado. a
o
T.: Pero yo sólo quise irm¿ a la infancia pam entender cutfuúa fue
o
que cambiaron las ed¿des, no para ver si alguien obró maL No pienso
eso. Pienso, ¿cómo podemos. alnra hncer para que é1, despacito, I
recupere sus ctrtrenta años? Porque es como si alguien hubiera perdüo o
o
o
v
o
o
o
o r32 HISToRTAS IMAMES: LOs MALTRATOS EN LAS RELACIONES

a treinta años de crecimiento, Y sí ustedes (alos hermanos) ope ran como


o padres y ustedes (a los padres) com o abuelos, y vos (a Antonio) perma-

o necés como niño, esta situacün no cambia. Él (refiriéndose a Antonio


jr.) puede creer que espaciente psiquiátrico perolo queyoveono es eso:
o es una persona que no se da cuenta de que tiene cuarenta años y que hace
o a veces lns cosas mal.

o M.; Pienso que es muy inteligente, Que lo que se empeña en averiguar


Io hoce, Pero él no se esfuerza por hacer las cosas bien.
o T .: Tal vez no sienta necesidad de esfurTarse,

o L. (enfático): Io estoy de acuerdo, quiere tod,o servr'da (hace un gesto).

o Los padres pasaron toda su vida trabajanilo. Batallaron para conseguir


lo que queimn. Para él es muy ftícil. Quiere una cosa y el pad.re da
o T.: Ellos (por los herman os) continuaron creciendo.
o C.: ¡El padre da! ¡El padre no da!! (contono de queja).
o L.: Da, ya no puede tanto. Ahora no ila más.
M:
a Es una persona de edad.
T.: Pero los padres tienen continuadores (señala a los otros hdos que
o se ríen).

o L; Yo procuro que no,

o C.; Yo prdcticarnente me aislé de mi casa. lúe casé, Ahora, ya no


participo, no rne meto enlapelea entre los fus, Sólo voy a encuentros
o marcadas,
a S.: Pero estií.s el sóbado por la tarde.

o C.: (sigue insisüendo en su situación)


T. (a Carlos): No me enteüás mal. No digo que vos tengas que
o negafie. AI contrario, yo ügo que,.,
o S.: ... que él debe ayudar.

o T. (Riendo): No, tampoco eso. Digo que él (por Antonio) w tiene


problemas en la cont¡nuidad para m.antenerse niñito, parque si el padre
o ya no puede dar más, en la realidad cuenta con los continuadores dc
o los padres, que son las das henaano.r (Mirando a Solange y a Carlos) Io

o noveo que wtedes digan "No, nos desentendcmas de é1, porque él es

o grande" (la madre asiente con Ia cab eza). No, yo veo que ustede le ha-
blan, Io convencen, como si fuese verdad¿ramente de diez años. (A
o Antonio:) Te ponés caprichoso. "Yo quiero dinero',, y ln exigís,
¿no?
o L. (agregando): Va a las fiestas.
o C.; Sí, va a las ficstas, gasta todn el dinero. Sale, va al caharé, gasta
el dinero.
o
o
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAHA (]]) I33

I
T.: Total, después va a venir a pedir dinero de nuevo. Porque tiene
quién se lo dé. ¿CuáI es suproblema?
M; Pero ahora estoy de acuerda en no darle dinero,
T.: Si n¿ le dan dinero va a trabajar,
M.: Si ¿o se le da dinero, éI alguna vez va a tener que trabajar,
(Hablan varios a la vez).
T. (A Antonio): Tu madre ilice que vas a trabajar. Yo no sé si
trabajaría si tuviera tu especialidad.

La terapeuta decide contraprovocar a Antonio. Le parece que están


hablando demasiado fácilmente de una decisión muy difícil.
Se ríen y Luis le dice a Ia madre que no entendió las palabras de la
rcrapeuta.

A.: Si tuviese un pago jasto, ftabajaría. Me gusta tabajar por un


buen pago.

La terapeuta pide traducción; Antonio habla en forma muy confusa.


Rosa traduce,

A: Trabajo con transportador. Hago " collectatron " (se ríen porque
ha dicho algo en inglés).

Siguen riendo, mientras Antonio habla algo que la terapeuta n0


entiende y Rosa traduce.

R; ... que estó pensando mucho en la realidad, en su hijito.


T. (A Rosa, en castellano): Qué histima no hnberln sabidn previa-
mente, porque hubiéranos invüado al hijito. Tengo una úda muy
grande, ya que en esta especialídad de Antonio, su hijo seguramente
tiene que haber llegado ya a adulto en poco tiempo.

Rosa traduce y nuevamente todos se íen menos A¡tonio.

A. (se hace el sonso, mientras mira al hermano): ,,, que sea mds alto
que yo, ¿es eso lo que dice ? (Rosa le explica que no y Carlos también,
que la terapeuta se refiere a que su hijilo es más independíente, superior).
T.: No superior, El (por Antoniol, en su especialidad, es superíor a
134 HISToRIAS IMAMES: LoS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

ml. Yo trabajo como loca y él se las arregla sin trabajar, De lo que estoy
hablando es de crecimíento, ile responsabilidad.
L. (A Antonio): Tu hijo en muy poco tiempo te va a pa^sar en
responsabilidad-
T. (Al padre de la familia, que ha estado muy silencioso y con cara
de sentirse contrariado): ¿Qué es lo que el señor piensa?
P.: Lo que estoy viendo aquí. Que es una vergíicnla que una persona
grande, adalta, tenga que acudir a tn rnéilíco, apersonas extrañas, para
que le ügan lo que fiene que hacer. Que no pueda resolver por sí mismo,
Y toda la familia... acepta a ese niñito. Eso estoy viendo.
C. @irigiéndose agresivamente al paüe): ¿Tenemos que seguir así,
entonc es ?, matdn¡lono s...

Rosa traduce pero el padre habla al rnísmo tiempo.

R.: ...porque piensa que es una vergiicnza venir a médicos para


ajustar Ins cabecitas como si fueran todos críauras.
T.: ¿Todos son criaturas? ¿Todos niños?

La terapeuta desafía la construcción en plural que hace el padre, para


ayudado a precisar su prote$ta! con cada hijo y de cada uno de ellos.

P:. Na tonta lahija. A dl (por Antonio) no le gasta trabajar. No vine


aquí para tener que hablar de mis cosas (tono de protesta).
T.: ¿ A usted le gusta trabajar?
P.: Io sí... (Silencio) Bu¿no... No gusto. Pero yo preciso trabajar,
No, el que dice que Ie gusta nabajar, le miente, Pero...
A.: A ní sí mc gusta lo que hago. Con esa transportadara-- A mí mc
Busta lo que hngo. Con Ia transportadora voy y vengo (suena como un
cantiro infanril).
T.: El tena de trabajar es un problema de precisar trabajar.
Al que le gusta lo que hace tiene suene. Lo que para mí es w
problema en esta familia es que...

Antonio intenumpe la frase, porque Ia terapeuta lo pam con un gesro.

T.: Quiero ilecir algo en relación con tu padre. El señor Annnio se


enojó y síente vergücnu, Pero para que Antonio hijo crezca en respon-
sabilidad, Ia vergüenla tiene que sentirln é1, Antonio híjo, no el padre.
t
o
o
INCLUSIÓN DEL HOIVÍBRE ABUSADOR EN LA TEM}IA (tr) 35
a
a
I

P.: Realmente.
T. (A la madre): La sefiora, ¿es*í dc acuerdo?
o
M.: Sí, él (señala a Antoniohijo) siente vergüenza. a
T.: ¿Cómo sabe? a
M: ÉL ne labl.a de eso...
a
Es muy diffcil i¡stn¡mentartodalatgtdezade prcepción y expre- o
sión quebay que desplegaren eltratami€ntode esteproblem4 sobretodo a
cuando no se está manejando la propia lengua. Al ranscribir la sesión,
la terapeuta advierte que la mamá de Antonio utiliza el pronombrc "é1"
o
como en mayísculas -EL-, y que sobreentendió que de quien se hablaba a
era de Antonio hijo. Si hubiera manejado mejor la lengua" la terapeuta o
tendrfa que haber intervenido para amplificar esta interacción madre-
hijo que, al.sobreentender el uso del pronombre, quedó minimizada-
a
o
T.: Esto es un problema, señora Lil¿. No es lo mismo lablar de o
responsabiliilad y vergiienxa que verd¿deratwnte comprometerse a no a
lacer rruís lo que lo avergiimza No ba$a con que alguien diga " Asumo
la responsabilid.ad, y Ia vergüenza que siento signífica que nwrca nas
o
voy a comater esa agresión", sino que es preciso que los hechos con- o
firmcn lo que dice. o
R.: ¿EntendiÁ? Cuanilo alguien tiene responsabilidad y realmcnte
o
siente vergüenza -por ejemplo- de un acto agresivo, no va a haeerlo
ruis. Sí. Nunra ruís lo repeürd. I
A. (Comienza a hablar, otr¿ vez con tono de niño): .., ln maw ma- o
chucada (se señala una mano) es la misma mtno que se golpeó, Me
golpeé la mano en Ia mesa.
o
o
R.: ¿Es la m,ano con la que agredü aI padre? ¿Por qué?
A.: Para descargar energía t
a
La coterapeuta estiá empezando a manifestaÍse eondolida po,r Ia
expresión de Antonio y la relación casi psicológica que hace con su mano
o
machucada. La tefapeuta siente necesidad de cambiar esa:interacción. o
T. (A Rosa): No entiendo, ¿la mano que le queü machucada fue la' ,
a
que golpeó al po.dre?,.. (A Antonio) Cuando las penonas crecen sa-
bemos que Ia rabia la tenemas que...
A. (intenumpe): ... engullir.
o
o
v
o
o
o
o I 36 HISTORIAS INFAMES: LOS MATTRATOS EN LAS RELACIONES

I T. Antonio): Esto es un problema que quiero hablar


(agradec,e a

e cuidadosarxente con ustedes (nombra a cada uno por su nombre). De

a alguna manera, Antonio desarrolló Ia especialidad de permanecer


pequeño y ustedes Ítacasaron en eI programa d,e lograr que creciera.
a M.: ¡Esol
o T.: In qae estén haciendo aquí es comenzar a pensar un progranw.

o para que los hijos yerdaderam.ente crezcan en responsabilidd, espe-


cialmente eI hijo mós pequcño, Antonio.
o C. (Impaciente, habla con la madre): Según mi podre... no estó de
o acuerdo en venir, no debe estar aquí.

o Es interesante cómo este hermano desvÍa la tensión hacia el padre.


o
o L.: No... El señor Antonio dijo In siguiente, dijo que tiene vergüenza

o de que personas a¿ultas, conw nosotros, precisemos que personas


extrañas tengan qü¿ ocuparse de poner en nuestra cabeza,..
o
o También es interesante cómo el yemo sale en defensa del suegro.

o Elpadre también habla alavezy suena como unaprotesta algo pueril.


Discute con la madre y Solange.
a
a S.: Pero es como si en tanto tiempo ninguno coruiguíó ilesanollar..,
a T.; Quiero que (por el padre) salga de esa sensación de molestía.
Cf

o Antonio labla ile un problenn psicológico. El problema para mí no es


psicológico, sino que htbo un programa de crecimiento diferente para
o él dtl que existió para los hermanos. Cmndo el seímr lmbla de oue es
o una vergüen7a que se precise de personas extrañas...

o A. (Intenumpe): El no cree... (acusador, al padre).


T. (También lo intemmpe): No estoy hablando de teen Estoy ha-
o blando de que uiste una cosa confusa cuando el señor Inbl¿ así. Si no
o fuera él quien habla de Ia vergüen¿a, sino Antonio hijo, yo podría
o escucharlo, Pero, mientrds Antonio padre habte de que siente vergüenxa
de que lns cosas estén enadas, Ir,s cosas seguirán erradas (Rosa tra-
o duce),
o T.: En lo que ustedes se equivocaron es en el progrann de crecimiento

o para Antonio hijo. (Al padre) Cuanda usted habla de vergüenry, no por

o eso quiere decir que ustedes cambien el programa. TaI vez siguen
reiterando sus errorcs.
o
o
NCLUSIÓN DEL HOMDRE ABUSADOR EN LA TER.APIA {D 137

M.: (Asiente).
Necesito que ustedes me cuenten, con mucho detalle, cómo es que
T .'.
continúan haciendo cosas equivocadas en esto de tomsr responsabili
dadcs por los hijos.
A. (Hace, con el dedo, un gesto molesto, acusando alpadre): EI padre
estd aquí pero estó pensmdo en algo dc afuera Siempre compromisos
ile afuera,. en negocios... (sacude el dedo acusador hacia el padre).
Cuanilo yo lncía terapia ocupacional, éI sentía vergüenza de la mujer
(con esa frase se alía con la madre en el ataque al padre), y ella (señala
a la madre) quería pagar pero el padre nn pagó más.
M.: Es que Antonio (el padre) iba a pagar pero él (Antonio htjo) no
fue nós,
P.: Yo le daba dinero y él no iba y no pagaba. Decía que íba y no iba
(con tono enojado).
T.'. ¿Y usteiles le daban el dinero?
A: Nunca,

(La madre expüca a Antonio por qué no le daba dinero).

T. (Como hay mucha confusión porque hablan al mismo tiempo y


teme no entender, la terapeuta habla con Rosa): Estamor viendo per-
fectatnente cwl era el prograrnn efialo. Darle dinero es errada, Ni un
centaro, ni una vez, Es un enor dar dínero a un hijo de cuarenta años.
Es enado darle explicaciones. (A los padre s) Usteiles quieren que aI-
guna vezse ubique -dcsde h pequeñito que es- en los cwrenta años que
tiene en sar ca€rpo, en su experiencia de vida, pero que no junta en su
cabeza: pero si le dan explicaciones de por qué no le facílitan dinero,
continúan eI programa equivocadn. Está ma| porque él tiene ya cua-
renta años,
R. (Iraduce y agrega): Si ustedes continúan impiden que él crezca

(A. sigue contando que él dio dinero al padre,)

P.t Tiene toda Jácil. Yo ili siempre porque éI era enJerma, para que
él se levante. Ahora quíero que sepa que la vida..Yo quiero corregirme.
T.: Para eso son importantes las entrevistas. Lo que el padre d.ice es
muy importante para entende.r. (A Antonio) PorErc si él pensaba que
vos eras enfermo...
138 HISTOTqS INFAMES: LOs MALTRATOS EN LAS REL"ACIONES

(Silencio.)

T. (A Antonio): Si vos hacés cosas sufrcientemente ewadas como


para que tu padre piense que estás enfermo, continub con tu especia-
Iidad de queilar chiquito y enfermo.
A.: Eldinero queme da, me daYo tabajé, pedí laplanamipolre...
Trabajaría ruís para dar ¡ruís... (Antonio sigue, casi como en ,,off, ), si
tuvicra un mil6n se Ia daría al padre... Para dar nuis a ellos. Desile el
comienzo sabía que él tmía vergüenu. Si él me da dinero ¡ut vo! a
aceptat otro compromiso,
T. (a Rosa): lVo entenü nada. (A todos, mientras se pone de pie) la
que ustedes tienen en m¿nte es un programo de hace cuarenta aíws, y
yo preciso entender muy claro porque sólo tengo un ratito como
opornnidad, l*s pido que no pa.sen mensajes todos juntos porquz es
posible que esos mcnsajes sean parte del progrann de lnce au¿renta
años y no nos sirven ahora. (A Antonio) Te explico por qué te paro.
Porque yo preciso escucharte sólo cuando... (hablan todos juntos).

La üerapeuta le pide a Antonio hijo que cambie de asiento. Le coloca


una $illa muy central, donde le pide que se siente, y ella se queda de pie
junto a é1, que mira bacia los padres y hermanos.

T, (A Antonio htjo): Por el momento si yo fuese vos, haría todo lo


posible para continwr siendo niño y se guir hacieüo sólo lo que m¿
gasta,

(Pide a Rosa que úaduzca.)

T.: El problema no está solamente en el dinero, (pone una mano en


el hombro de Antanio) Él es varias personas a lavez, y yo y todos. Una
pafte de él es como unniñito qw se aprovecla dc los otros. pero tambíén
tiene una parte crecid4 adulta, miembro de estafonilia, que se preocupa
por ellos (los padres) que los quiere (Rosa traduce), Entonces, aveces
habl.a el nene chiquito que quiere pennenecer en unn posición de
aprovechador. Pero no sienpre habla ése. Las terapeutas p eden saber
cuál es el que habla... pórque rtenen experiencia en tmta,r esta espe_
ci¿lidad que Antonio d.esarrolló. Pero darse cuenta de quién habla,
cuando él habla, es muy diflcil. Para ustedes es muy difícii saber. para
v
o
a
INCLUSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPIA OD I 39 o
o
Antonio mismo también
poco menos, au.nque
esdificil súer quién va a hablar. Para Luis un
para él tanbién es difícil. (A Antonio) Cuando I
acusás a u podre hacés lo En lnría un níño, Un lwmbre de cuarenta, o
por eI contrario, cuidaría d.e su padre.
O
P.: ¿El niño lnbla con el cuchillo en la r¡ano?
o
(L. explica al padre que no enüende del todo el 'lortuñol" de la o
terapeuta.) o
f .: Et ttaila ae que ayer me dio dinero. Nunca me dio dinero. Me ilio a
un cheque para cambiar. a
f .: Ét lwbta conw un niño y estú tnuy acostumbrado a que se lo I
escuche.
P.: Sólo ne d.io m cheque para cambiar. Habla de un nillón... ¿eso
o
lo dice un hombre? o
o
(Hablan todos juntos.)
o
T: IJn nenito hablaría así: "Si yo tuviera un millón se lo daría a o
usted" . Esto es un trabaio para usted¿s. Poder üstinguir si habla el niño o
o el hotnbre. Y si no lo tlistingucn, continúa el programa de criar a a
Antonio como un nifio.
A. (Protesta): Desde eI '83 yo veo que soy una criafura crecida. No
t
tengonieilo... (En el '83 tendrla 29 años).Todolo queveo es eso. Quiero o
Inblar ile eso (con gestos fuertes,
*matoneando).
o
T. (A los familiares, siempre de pie, detás de Antoni o\: Cuando habla
el chi4uito astedes tienen que quedarse sord.os. Pueden oírlo cuando
o
habla tranquilo, preocupado por los otos, tagando la rabia, sabiendo a
que creció como adulto, que tiene responsabilidades para con su hijo, o
para con sus padres, hacia la sociedad
A. (Todavla muy !enso): Tíene raón, como sí tuviese..- (Cambia
o
bruscamente) Yo soy lwmbre cuando me pongo bravo. o
o
(Luis lo quiere parar con la mano.) o
T. (A A¡tonio): ¿Cómo hacemos para ayularte a comprender que
o
hablutdo como chiquito? Te ponés rabioso. Gracias por ayudarme
estds o
y mostrarnos esta lucha que mantenés, o
o
o
o
o
o
a 140 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EI\,¡ LAS RELACIONES

o A.: Sí.

o T.: Tenés que comenzar rápído a hacer un programa para tragar Ia

o rabia porque perdiste teinta años...


A; Pero estoy hablando calma. Ya trabajé conmigo así.
a T .: Soy especíalista enníños, por eso reconozco cuando habln el niño.
o Como tu voz sale de un cuerpo de cuarcnta años, eso es diftcil de

o distinguir para los que te miran.

o A.; Yosoy así. Nadie me cree. Aquí no vengo wie Nadie cree en mi
cambia (lo dice muy despacio, sin energía).
o T,: Sólo si esaís decídido a hacer cambíos vas a querer venir.
o Mientras estés con nucha rabia no yas a querer venir. Tu psiqaiatra

o pewó rnuy bien que ese prcgrcttut de uecer es muy dificil para vos si
no te ayuda tufamilia. Y ellos están aquí para ayudarte. (Atodos) Si éI
o viene, va a aprender a tragar la rabia.
o (A Antonio) Es mejor que vengas porqae vas a crecer mds rápido,
a pero para ellos es igual. Si vos rw venís, ellos igual van a aprendcr a

o distinguir a cwál Anonio respetar y a cuál ni siquiera escuchar.


(A los padres, siempre desde detriás de Antonio) .É'l puede ser tn niño
o rabioso, triste o agresivo, pero ya sea lriste, rabioso o agresivo, igual
o es un niñito, En cambio cuandn píensa, sabe y acepta lo que los adultos

o rcnemos que aceptar, en ese mom¿nto ectd crecíeüo. Acó en este equipo,

o entrenado para trabajar en violencia familiar, la doctora Estela, la


doctora María y la doctora Ros¿ se dan cuenta y saben, Elhs van a
a aludqrlos. Pero ustedes tienen que usar su propia cabeTa y no engan-
o clwrse con los peores aspectos de é1, sino con los mejores: las que Ia
o lmcen reflexionar, paran

a (Silencio. Rosa traduce. )


o
o T .: Ilstedes tienen que aprender a respetar la mejor d.e é1. Si respetan

o Io peor de é1, no es bueno para éI ni para ustedes. Respetaron lo peor

o de él durante ctmrenta wios, o treinta. Ahora él esai haciendo el pro-


ceso de aprender, a.quí sentado, quieto, escuchando con respeto. En un
o prcceso, ustedes pueden aprender a cutíl Annnio tienen que respetar.
o Ahora no saben. EI esttí ahora haciendo este esfuerzo de aguantar Io que

a digo. Ahora estd haciendo el esfuerzo de tragar la rabia. Este Antonio

a
o
INCL1JSIÓN DEL HOMBRE ABUSADOR EN LA TERAPIA OI) I4I

esmuy respetable. No el ono. Si tuviese diezaños, no lo toleraría porque


esta dactora Ie estó diciendo cosas muy fuertes. Cuando él prefiera
peftnanecer pequeño no va a querer venir.

Antonio está quieto, con la cabeza baja, menos tenso' muy atento.
(Silencio. Rosa traduce.)

ahora, en este mommto, éI tiene cunrenta años


T .: Cuand.o estó como
porque esui tolerattdo lo que yo digo. No es fúril para éI y lo estd
haciendo. En este ma¡nento éI podrta portarse como ttÍ¿ niñito para
convencerlos ile algo iliferente ile Io que e$oy d'icienilo, y no Ia hace.
Estó e scuclnnd.o.
Entonces, este Antonio es muy tespetable, ! no los otos.
Bueno, lermino acd.
(A la familia) Espero que puedan desanollar este nuevo progratw
(a Antonio), y vos tambié4 espero que podós ayudarnos a hacer este
ffabajo.

laterapeuta saluday agradece a todos, Exclama"iUyl" al advertir


la estatura de Antonio (casi dos metros), que se ríe'

Reexaminando esta enffevista -punto de partida de un proceso que


aún continúa y en el que hubo muchos cambios- nos preguntamos:
terapia familiar
¿todos los golpeadores con los que se puede trabajar en
conjunta son como niños grandes malcriados? o, con esta modalid¿d de
trabajo, ¿se percibe mejor esta característica, y ellos pueden trabajar
sobre sí mismos para contener sus modalidades más expansivas y más
agresivas? ¿Ocurre con frecuencia que la familia, aunque francamente
perjudicada por el golpeador, se ciene intentando prctegerlo con los
"trucos comunicacionales" que vemos aqul? ¿Es posible transmitir a Ios
familiares que lo protegen que los tempeutas no quieren perjuücarlo
(como para que nadie necesite justificarlo, ni encontrar explicaciones
que desvlan del foco, ni asumir por él emociottes molestas) y puedan
entonces mirarse a sí mismos y animarse a hacer cosas diferentes de las
que vienen repitiendo?
Hay un "qué" y hay un "cómo" en las intervenciones terapéuticas que
espero poder transmiti¡, porque están llenas de matices, con muchos
ensayos, enores y conecciones, búsqueda de grietas de enüada en la
t42 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

estfuctura cognitiva y emocional de cada miembro de la familia. de las


díadas, de las híadas y do los conjuntos en general.
Las enhevistas que ilusüan estos capítulos son cortes hansversales
de procesos que se desanollan con muchos altibajos. No siempre es útil
citar a todas las personas, pero sf es conveniente que el terapeuta tenga
a todos los miembros de la familia en cuenta, a {in de conocer el aspecto
de los abu¡adores que sus famiüares aman, y enconúat otros "progn-
mas" de convivencia que garanücen buen &ato pata todos.
o
o
?. 1IERAPIA INDIVIDUAL DE LA MUJER VÍCTMA o
DE VIOLENCIA FAMILIAR o
a
o
o
o
o
o
o
Con frecuencia, y siguiendo los principios teóricos que sustentamos,
a
incluimos en nuesm labor el üat¿miento del homb¡e que ejerce la o
violencia. Por lo comrln, sin embargo, los tratamientos comienzan por a
la esposa, que es quien pide ayuda y con la cual resultr convenieute
-rabajo
terapéutico previo antes de convocu -cuando es
o
realizu un
precise al marido. o
En este capltulo se enfocan algunos aspectos de la terapia individual a
de mujeres vfctimas de malos tratos y abusos por parte del marido
general,
(que
de
a
en el eJemplo aqul conside¡ado no está presente), y, e'n temas
violencia áoméitica surgidos en el fanscurso de conversaciones reali-
o
zadas a lo largo de enúevistas de consulta. o
La terapelrta a cargo esti4 enftevistando, en el caso que se ftansÉribe,
por problemas de su hijita
o
a una señora que vino eu principio a consultar
que sufre de enurcsis y pesadillas. Durante los encuentos, la terapeuta
o
detecta problemas de violencia f¿miüar, y soücita entonce$, Para asegu- a
rarse de que la terapia se halla bien encaminada, la consulta
que estamos
a
comentando.
Este tipo de dem¿nda no es infiecuente. Como antes se dijo' suele
a
ocurrir qui sea la terapeuta quien deba hacer el üagnóstico de violencia
a
doméstica, ya que no es habitual que los malos hatos se denuncien en el o
pedido de ayuda. o
o
Tne¡scnpclóN os LA ENTREv¡srA coMPt^ETA a
o
Terapeuta consult¿da: Cristina (Cr').
o
o
o
a
v
o
o
o t44 HISTORIAS IMAMES: t OS MALTMTOS EN LA
o S REIáCIONES

o Terapeuta a cargo del caso: Marcela (M4.).


Marik (M.).
o Paciente:

o Ademr4s de la videograbación, se regism por separado el audio para

a que Marita se lleve el casete y lo escuche, técnica que usamos sistemá-


ticamente y que hemos descrito, junto con la psicóloga Estela Troya, en
o un artfculo publicado por la revista ,Sís tenas Fanilinres (1995).
o
o Cr.: Mí nombre es Cristina, soy de Buenos Aires y vine aquí a
con el equipo. Estoy viendo en qué puedo aydarte y aydar a los
trabajar

o colegas, Vos te mostrds tan dispuesta (Marita está sentada con todo el
o torso hacia adelante, como esperando la oportunidad de hablar) 4ze si

o querés contanne,..
M; El motivo d¿ mi consulta a Marcela es eI problema de coüucta
o d¿ los chicos. Tengo tres chicos, de cinco, cuatro y ilos años. Estoy preo-
o cupada porque ne di cuenta de que no hnbía fonna de relaci¿narnot.

o El comentario es ambiguo. Da lugar a pensar que el problerna es de


o los niños y de ella.
o
a Cr.: De relacionam,os..., ¿los chicos con vos?, ¿quiénes?

o La terapeuta puede señalar concretamente lo que percibe, o actuat


o desde una posición de no saber y no entender, que es útil para que la
interlocutora se confronte consigo misma,
o
o M.; Todos..., Ios integrantes de la famí\ia..., con mtrcha tensión...,
o situaciones violentas entre mi marido y yo. Ana se hace pis en la cama,
Facundo tiene problemas de lenguaje. Por ahí son muy agresivos entre
a ellos, y yo mc veía sin poder resolver esta situación. Eüonces recuto
o a Marceln. Un poco como que mc doy cuenta de que los chicos tienen

o esos problemas de conducta, pero pienso que un poco también tenemos


que mirarnos nosoffos hacia adentro en nuestra relación.
o
o El uso del pronombre en plural dificulta la identificación de las
o personas a las que se refrere.

o Cr. (A Marcela): Estó hablando de un nosotros, ella ¿con quién?


o Marita díce "nosoffol" como si estuviera aquí alguien ruit

o
o
TERAPIA INDIVIDUAL DE ¡.A MUJER VÍCTIMA DE VIOLENCIA FAMILIAR 145

M.: Cuando digo wsotros, es mi marido Pablo, mis hijos y yo.


Cr.: Te pregunto porque yo me confundo, porque acá te veo sola En
verilad'.., uno aveces dice "nosotros" y habla como si alguien estuvi¿ra
y ese alguien no estú
M.: Sí, entienlo, Pienso que es porque quíero meiorar nuestra
relnción, y empecé por mí,

Ahora aparece, un poco menos obviamente, que Marita se está


refiriendo a su marido, pero no hay evidencia suficiente de que ella
quiera transmitir algo que Ie pasa a ella con é1.

Ct.: Ahí decís " nuestra" relación y te referts... ¿a é1. a vos, a hs


ehicos?
M. (siempre con una amable sonrisa): A todos (nuevamente ambi
gaa). La relación con mi marido es muy especial porErc no hay muclas
situaciones ile afecto. Estamas muy poco imtos, por su trabajo.

Más de una vez ella explica et porqué de la conducta de é1, y está a


punto de da$e cuenta de que la molesta. Pero la explicación la ayuda a
anes¡esiarse y le garantiza su lealtad a su marido.

k d.edica muchísimo tiempo al trabajo. Entonce\ cuando estamos


juntos, tenemos diáIogo, tto tenenos una comunicación linda' El es
M
muy meticuloso con las cosas, Entonces acá estó el,problema nío, me
tensíono por saber si viene ma| si viene nervioso. El tiene un carácter
muy fuerte, nervioso, y a veces cuando viene bien, todo estó bien,
es muy
pero no es la mayoría ile las veces. Entontes eso me provoca a mí
tensiones, no saber si va a venir bien o mal, o le va a nolestar algo que
no esté bien ubicad.o o algana telaraña en el techo, porque és muy
meticuloso con la límpieTa Entonces yo me d'edico a eso no mtis, a
limpiar tratanila de ordenar todo para no tener problemas' Pero me di
cuenta de que no es lo que yo quíero. No quiero que ni vida transcurra
en eso. Y todo eso hacía,,, que creo que esta tensión mía les provoca
tensión un poco a los chicos (sin perder la sonrisa)'

Marita relata una circunstancia cotidiana de persecución de su rn:¿ri-


do para con ella, y lo cuenta autoacusríndose y con un humor liviano'
como si se tratara de algo inelevante. Queda a criterio de la terapeuta el
146 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

decidircuál de todos estos elementos toma para continuarla conversación,


siempre y cuando no se quede con la idea de que lo que ocure es poco
importante, debido a que la consultante emplea un tono ligero, que resta
peso a lo que relata.

Cr; "Yo provoco, yo provoco...". Te escuchn... y, ¿cwintos años


tenés?

Necesito enüar con ella en la escena de su vida cotidiana, y recuperar


toda la emoción que le produce daño. Para eso, la imagen de Marita, su
juventud y sus hijos pequeños pueden ayudar.

M; Treinta y d.os años.


Cr.: ,Sos uwt persona muy expresiva, una persona que estó descti-
biendo algo qu, amndo lodescribe,lohace --al parecer- desdc un lugar
tal que resulta dificil saber lasta qué punto está consciente de lo que
cuenta. (A Marcela:) Por ejemplo: yo no sé si ella pasa bíen el día
haciendo b que ella quiere y, un rato antes de que venga el nwrido, que
da k imagen de funcionar como Ia sue gra de los clristes (gesto de pasu
la mano sobre una superficie para ver si hay polvo), desde ese momento
no tendríamos mas a Ia Marita simpótica y sonriente Ere está aquí
conversanda con N)sotros, sino que surgiría tm ser tenso, teneroso. (A
Mwita) ¿Así que en un momento del día te transfonmis?
M.: Yo m¿ doy cuenta, o sea, ahora no, Esta semc¿nq desde que
ocunió eso, estamos tnás tranquilos porque yo me he propuesto lwcer
un cambia, No manejarme así como hasta ahora. Él va a üegar, me
provoca a mí tensión, y me siento distinta, actúo, na estoy sienda yo,
actúo para que toilo fmcione bien, tratando de no alterar nada. Todo
eso,por temor a escenas violentas,
C.t.'. ¿Qué escenas violentasT

También pude haber preguntado: 'iQué fue lo que ocurrió, a qué lla-
más nso?".

M.:Y... sí , o me Ia pegado, o me evaile. Me he sentiilo muy humillada,


y, para él -me da la impresión-, todo está bien. No sé si él se plantea
qae exto es serio,
o
o
TERAPIA INDryIDUAL DE LA MUJER VÍCTIMA DE VIOLENCIA FAMIT¡AR 147 o
Ahoraellaparece más preocupada, pero tampoco demasiado. AI naer
o
la opinión de su marido, que no está ahí, Marita ya disminuye su propio o
compromiso con lo que ella misma piensa que le pasa. o
Cr. (A Marcela): Me he quedado pewanilo en que, de golpe, me
o
inwginé que Marita se hubiese cambiado de asiento, y me estuviera ha- o
blandn desde ahí(Cr. señalaunasillavacía), ¿zo? Que estuviera Imblan- o
do su marido y dijera: " Bueno, pero esto es prcd.ucto de la imaginacün
de Martta- Yo no parricipo dz nada de eso.. Eso es lo que ella cree. No
o
es tan irnportaüe. ¿Por qué se va a poner así por mí?", y cono si vos o
(a Marita) estuvieras acó sólo como transmisora del mensaje de é1. (A o
Marcela) O cono si ella hiciera un esfucno en su cabeza para ubícar
qué es lo que él pensarla.
o
Ma,: Tanto es así que a veces tengo la percepción ile que los picos
o
fu malesnr en Marin son suficientemente irnportailtes como paru o
buscar la ayuda de un tercero, Y ahí engancho yo, para tratar de o
ayudarla, Pero eso cede, y ésta es Ia etapa en que La.s cosas estón truis
calmas... Y tuve ¡nucln temar de que rm viniera a la entrevista.
a
o
La terapeuta expresa su preocupación por la faciüdad con que Marita o
vuelve a anestesiarse.
Quedó flotando, olvidado por todas, el 'bso" que Marita mencionó,
o
y que fue lo que detenninó una decisión de cambio en ella. Si queda así a
es peligroso. Podríamos estar cerrando el circuito sin adverti¡lo. o
o
Cr.: ¿Por qué ésta es urut etapa calna?
Busco amplificar lo que dijo la terapeuta.
o
Ma.: Sí, ásta es unn etapa má.s calna y Marita se asocia a In visión o
que tiene Pablo (el marido) de que la cosa "no es tan grave". a
M.: Sí, yo no dudé de venir en ningún momento, pero mz phnteé, en
cambio, ¿reahnente, mi sütmción es tan dramltica? Yo me daba cuen-
o
ta... Sé que es un ¡nornento de calma, o
o
Marita absorbió, y registra ahora como suyo, el pensamiento que
antes ahibuyó a Pablo,
I
o
Cr. (A Marita): ¿Ya suced.ió otra vez que habieras pasado por un o
neríodo dc calma?
a
o
o
o
o
o
o 148 H¡STORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RE¡'ACIONES

o M, : Sí, yq varias veces. Es como que no quiero volver a tener ese


o tipo ile situación. Quíero fortalecerme y no volver a pasar por eso'
iienso que debe haber un cambio en mí. Quisiera, a Io meior, que P ablo
o cambiala y que todo el enlorno mejore, pero no sé si eso realmente
o dependc de é1.
o Cr.: IJstedps estón hablando de un fenóneno raro, que ne cuesta
que rw
entender. Si vos estuvietas conectada con tu molestia y sintieras
o tenés por qué vivb eso porqnc, en deftnitiva,... vivir esa situacíón toilos
o Ios dias tle tu vida de estar esperanda que alguien venga y ilecida
qué

o está bien o mal, y que tu bienestar dependa de ello"' ¿no? Si estuvícras

o pensanilo asl, tal vez tomarías meiliilas para que eso no suceda más'
-Pero,
por lo qae confás, parece que te prestás a que esté tofu perfecto,
o justDtnente para que Pablo no se sienta contariado y, entonces""
t -
xafastemomento. Es decir, pasó el momento, Pero pasó porgue éI
ese

o nó se sintió conttariado por vos' No porque realmente hubiera un


cambio en la relación de ustedes ilos, a partir del cwl te ltayas sentido
o respetada. Porquc cuanilo te tansformds en ese ser que él quiere
que
t seas, él tw le respela.
o
a El rso quedó olvidado.

o M.: Ahora estomos en un período de calma, donde aparen'emente


o toilo estó bien. lns cosw que él me dice sobre la casa,... él me dice: esto
mal puesto y yo le digo, sí estó mal paesto- En otru ocasión, k
o está
contesto: sí, está nwl puesto, por qué me Io ilecís a mí, o, por qué me lo
o d¿cís de esa mÍmeru, y es ahí ilonile empieza ln situación tetüIe' A éI
o le molesta que yo lo eontrailiga, que yo Ie conteste, O sea que él quiere
o que yo Ie diga directamente: bueno, estú bien tenés razón' Y dcspués
pasa ndo eso, y estó bien la cosa. Pero ahí yo siento que no, que ahoru
o 'estoy
hacienilo eso,... pero, Por eso iligo,lnsta ünile y hasta cwindo yo
o voy a poiler vivir así... Porque tampoco veo..' lo quicro recibir otras

o cosas. Ahorq en este monento, me simto bien, Me siento bien pero me

o p r e gunt o ha s ta c uá.ndn.

o Marita se manifiesta en varios discursos ala vez, pasando de ser el


o sujeto que piensa a ser el portavoz de su marido. Al üansmitir sus

a malestares, éstos pueden regisüÍtl$e como impacto sólo en las terapeutas

o interlocuioras.

o
TERAPIA INDIVIDUAL DE LA MUJER V'CTN4A DE VIOT¡NCIA FAMTLIAR I4g

Cr. (A Marcela): Es conplícado Io que estó planteando Maríta


Desdc una perspectiva, ella encontró una estrategía de supervivencta'
Es una situación de guerra con poco pofur de fuego, y en esta Suerra'
teniendo poco, no sé cómo se dice.., En los ténninos béIicos hay una
palabra.'Por
'armas eiemplo (a Marita), tenés wu caúidad mucho ¡nenor de
que lns que tiene Pablo' Entonces, al tratarse de una gueÜa con
poca capacilad de defensa (a Marcela), ella elige utu estrategia que
'consisti
m autoanular una parte ile lo ryc eIIa piensa -o de lo que ella
lwría-, porque con esa estrategia sobrevive' Alwra bien: aparece un
y
cachitito de conciencia: ¿por qué su vi¿ú ha de ser sólo mbrevivir, en
una guerra?, ¿por que tiene que somelerse a vivir de esa manera? Y con
esa parte ile conciencia que a ella le surge , se conecta con vos'
Pero me
paie c e que (siempre aWucela) tené s mie do de Erc e s a cancimcia que de
' que defend'er
dcposiiada en voi. Eso implicaría que la persona que tiene

la ügnidad dc una bueru vida para Marita pasaría a ser Marcela' Por
con ese
ahí, Marín hasta te ileiaúa sola en eso. EIIa haría causa común
aspecto tan esnÍpido dc Pablo, y no quedaría conectada con
vos Wra
ayudar a cambiar las cosas' (A Marik) ¿Se entiende? Sí, porque esta
e'strate Bid tuya te estaría llevando a sobrevivir en esa especie de campo
minado en que vivís.
Porque -veatnos-yo vengo muy ile afueray me pregunlo, Marcela) (a

¿por qwá esta pereona


joven, agradable, con criatura chíquitas' tiene
eitarvivtirdo de estamnnera? ¿Qué estápaganilo, qué castigo está
iue
iceptan o enlavida? ¿Viste que hay gente que cree enlareencamación'
y piensa que hahecho quién sabe qué en otra vida, que la obliga a pagar
'en
ésa? (Al,Ilwtta) Sindudo,los que no entienden esto sontus chiquitos'
y por eso estón comporüindose de esa manera' con problemos'
M.: Sí, a mí me preocupan mucho los chicos. Bueno, por su salud
mental, ¿no? Quiero qae estén bien. Ese probl.ema de conducta, ¿es
por
la situación en qru víven?, es decir ¿por el entomo en que se en-
cuentran?

Parece congruente que una madre pregunte a expertas sobre la salud


de sus hijos: pero Marit¿ no es simplemente una función social'
sino una
persona que forma parte de ese entomo del que habla y, además, aunque

no lo manifiesta en su discurso, también $ufte la situación'

es una persona
Ct ,'. Si vosfueras una criutwita J v ieras que tu mamd
150 HISTORIAS INFAMES; LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

amorosa fodo el dfa, salvo ctwndo estti por llegar tu papó, y que, en ese
mamento, se muestra cotno tonta, porque aparece haciendo algo que ni
quiere, ni estd de acuerdo en hacer... buenn, algo raro se te produce en
Ia cabeu. AIgo que no vas a entender. Algo dcl amor que sentís por esos
Seres se te presentú confuso y raro.

No era necesario conteskr a la pregunta de Marita acerca del porqué,


pero esta vez elegí hacerlo.

M.; A mí me preocupaban losjuegos dc Ana Mi marid,o se relaciotu


un poquito mÁs con los varones, se engancha ruis. Con la nena-.. es
como que tiene que esforzarse para estar con la nena.
Cr.i ¿Ctuíntos años tiene la ncru?
M.: Cwtro años. Y yo noto que Ana h rechaza un poco (al padre).
Facwdo no, Facu¡tdo lo admira muchn, y la nena, cono que lo reclnza,
Cuanda hemo¡ tenido d.iscusiones y ha estado ella, él se ha ido y ella ne
ha dícho 'Dejdlo", "Dejá\o", "Vos no le digás nada", "Dejálo que se
vaya a vivir a otro lado" , o si no, una vez que él se puso a grinry a grinr
y se subió ol coche y se fue, dijo Ia nena: "Y yo esny contenta ahora,
porque los maridos son malos" . Tiene pesolillas y se dcspierta gritando
que el papá se rnuere. Entonces pienso que es por lo que ella ve.

La conversación hanscurre €ntre expertas, lo que no colabora pua


que Marita perciba su lugar personal en la situación.

Cr.: A ver... Marita, vas a ayudarme un poquito a trabajar con


Marcela. Porque me estds contando esto, ¿no es cierto?, y, si alguien
nirara In escena desde afuera, vería tres colegas, tres psicólogas que
converson sobre algo muy importante que está pasando por Ia cabeza
de una nenita, Ana" EUa, en lugar de desanollar una estrategia, como
Io hace su marui, está muy consciente de que no quiere que vuelva a
producirse esta actitud de perturbación tan grande que crea el papti, que
si fuera en su imaginación, lo mnta. Decía¡tns: Ias tres "psicólogas"
estamos hablando de un fenómeno que ocwre con una nenita- Ahara,
cuando vos discutís eso con nosotras, así, típo tres colegas, estás muy
Iejos afectivamenfe, no sólo de Ana, sino de Marita, Y lo que a mí me
preocupa de esta conversación es que estamas Las tres habl¿nda tran-
quilas de una sitvación horrenda, espantosa. Que e/la (señala a Marcela)
o
a
TERAPTA I¡¡DIVIDUAL DE LA MUJEB. VÍC'TIMA DE VIOLENCI.A FAMILIAR 15I
o
y yo podemos hablar tranquilas de esta situación honend¿, Io entiendo,
o
porquc no la vivimos. Pero, ¿cómo te las aneghis vos para hablar de o
esto y yivirlo?, ¿cómo lncés paravivir to¿las ios días esto? Ahí es dondc o
nnsotras dos no podcmos acompoñarle, porque, por lo m¿nos a m1.,, Yo o
estoy hablando con vos en un nivel, pero en otro nivel, no pueda
o
entenderte. ¿Cóno hacés? A mtnos que tengtits Eu bajarte una cortiru
o decirte algo que te pemita no pensar... Bueno, parte era lo quc ustedes t
me explicaban: que si Pabln dice "no es Wra tanto" y vos también o
cornenaís a pensar que "no es para tanto", ento ces tal vez eso logre
que po&ís ponerte en la posición d¿ una obsenadara distante dc lo qrc
o
estás contando que vivls todos los días. O bien, ¿tal vez tu ttzari¿lo viaja, o
y no lo ves por mrcla tiempo? o
Me queda inconclusa la constucción que estaba axmanalo, en la que
o
Marita tiene que ayudarme a aliviar a Marcela que es quien se queda o
preocupada por la mala vida que lleva Marita. o
M.: No, w, él no viaja
o
Ma. (a Marit4 como reflexionando): ¡Todos los ilías vivís esn!
o
I
La terapeuta ayuda a amplificar lo que Marita minimiza" o
Yo ahora siento que estoy más tranquih. Siento qn él se
M.:
o
comwica en otro tono Anhién, Hace unos días finimos uru pelea o
bastante iuerte, y eso mc hizo pensar qtrc na, que esta sitwién no puede a
seguir, quc tiene que laber cambios para poder mejorar la relncián.
Cuandoyo le ügo que debemos consultar aalguien
o
o cambinr, éIme dice
o
que tw, que él esai bien, que no time nadn que carnbiar, que ln que
Eu canúinr soy yo, que él esní bi¿n como está" que está todo bien para
rtew
t
é1, que él trabaja, que él se preocupa o
Marita vuelve a responde¡ como si Pablo estuviera en la escena, o
dando el mensaje de é1, sin comprometer$e con lo que glla opina" o
o
Ct .: Yo no sé cómo hacés para hablar con ta¡tta di.stancia de algo que
vivís ndos los días, tan duro. Yo creo que vos no establecés emctamente
o
un diálogo con nosotras. Yo creo que vos, m tu cabeza, lmblás todo el o
ticmpo con éL Es curipsa la sensación que tengo. Por eso te puse La silh, a
o
o
o
o
o
o 152 HISTORIAS INFAMES: LOs MALTRATOS EN r.{S RELACIONES

t para estúr muy alerta al modo en que organiuis tu propio pensamiento,


o porque es como si estuvieras conversando con é1, como si tuvieras que

o ffansmitirle a é1, por ejemplo, inclusive esta conversación, Aunque no


se lú contés, es como si tuvieras que ver y chequear cómo reacciona la
o cabeu de Me quedn la idea de que, entances, en tu cabeza, en lugar
é1,

o de estar una personn que hnbl'a conmigo y que hahla con Marcela, hay

o una persona que estó en wrmanente conversación con Pablo, que está
e4 lo que piensa Pablo, o en lo que Pablo viviría, en lo que Pablo
o pensaría.
o M.: Claro, realmenfe con él es comn que yo vivo de sensaciones. l,o
o que pasa que lo no tengo comunicaciones con é1. A mí esto me gustaría

o charlarlo con é1. Pero no tengo ocasión. O, después de tm problema, de


ma pelea, la cosa queila ahí.
a
o Marita formula un deseo que involucra a alguieü que no participa de
o ese de$eo,ylodice de un modo tal que parece indicar que sólo es cuestión
-{
a de darle un poco mrás de tiempo una oporh¡nid¿d-.

o Ct.: Perdonáne, ¿a qué llamás ana pelea?


o M,l L.. a uno situación con violencia, insukos. Nos insultamos,
o C: ¿No te pega...?
o M,: No. rVos d.ecimas cosas... Siento que me humilla mucho. Por
ejemplo, siyo lloro, éIme dice: " Pero, ¿por qué llorás? condesprecio.
o
",

Nos agredimns, nos decimos cosas feas.


o
a El pronombre en plural no deja ver quién hace qué a quién. Son las

o situaciones que después apatecen en las estadísücas o en los ratados


como violencias er situación de "simetría".
o
o Cr.: ¿Si él esuvíera acó diría: "Ella me pega, ella me agrede, ella

o me in¡ulta" ?

o Trato de que pueda desglosar los componentes del ¡¡os.


o
o M.: No, no. Aunque le pegue no la diría Yo creo qae él diría que yo

I no hago bien lns cosas, que yo k conte sto, que Io contradigo, No le gusta
que lo contradiga, ni yo ni ningma otla persot tr. No es sólo conmigo
o
o
TERA?TA NDIVIDUAL DE LA MUJER VÍCIIMA DE VIOLE¡'¡C'I,{ FAMILL{'R t53

así. En su trabajo también es así (üclto sin aflicción, más bien con
orgullo).

Marita habla de alguien a quien parece considerar valiente por


atreverse a ser así.

Cr.: No me queda clnro. Lapelea,lo que me estás contando,,, Parece


que él fuera un malcriada, y entonces dijera: " EIla me falla, no ne
responde como yo quiero". Pero esono es una descüpción ile mapelea.
Por otru parte, me estás contando que éI te menosprecia: ¿te mahrata,
rtene actitudes d¿ maltato hacia vos?
M: Sí,yo siento qae sí.
Ct; Y, ¿por qué Io malcriós tanto?
M.: Eso,sí. Por ahí lo confien. Lo he malcriado. Buerw, por eso
quiero cambiar, quiero lacer ofta cosa, Quiero, no sé, vivir de otra
manera.

Marita no HA MALcRtADo a Pablo, sino que lo malcda, y puede con-


fundirse y creer que ya pasó. Nuevamente utiliza el punno como si fuera
garantía de consistencia con el ueco.

Cr .: confundida, que es nuy dificil que pares de malcríarlo.


Estas tan
No ves que, en realiilad te proponés seguír con lo que suponés que es
la nejor estrategia: malcríarlo, como pnra que se quede tranquilo' ¿Me
entenüs| Yo comprend.o ahora la preocupación de Marcela, porque vos
estt^ hncienilo una enorne presión, unaviolencia sobre vos misna para
responder absolutamente en todo como él quiere, y con elo, arnwr una
especie de estrate gia para sobrevivír con menos reacciones violentas de
su parte. En realidad, si nos atenemos a lo que acabás de relntar, eso
puede ser una pedecta descripción d.e la msl'a ctianza.
M.: A mí, en realiilad, no m¿ molesta la mala crianza: Io que a mí me
nalestú es que si yo lo malcrío, de pronto é1.., no sentirm¿ valorada, no
sentir... que es como si nada, que rw valore lo que yo puedo llegar a
hacer.

La expectativa de reconocirnienio y de reciprocidad disminuyen la


molestia. Pero... ¿si no hay ni reconocimiento ni reciprocidad?
154 MSToRIAS INFAMES; LOS MALTRATOS EN LAS RELACTONES

Cr.; ¿Conocés a algún malcriado qae valore lo qu¿ se hace nor él?
Yo no conozco a ninguno de ellos que reconozca y nrpa" ai que b
malcría Mós bien le falta el respeto.
M.: Indudablemente, eso ha ocunido, porque ellos üenen wn madre
muy especiaL Digo " e.Ilos" porqtu son tres hermanos, y realmente han
sido así, rnalcriodos. El et muy sobreprotegida, buew,-.. que te hon dadr
ndo hecho, Iwsta ponerle azúcar al café.

Ma¡ita se corre del lugar de la que malcría y coloca rápidamente esa


responsabilidad en la madre de é1,

Cr.: ¿Cuántos años llevan dc casados?


M.: Seis años.
Cr.: O sea que éI pofuía haber terninado este programa de mata
crianza matema |ace seis años. pero parece que no la terminó.
M.: Exacto, porque él siguió vienda en mí probablenente a Ia maruí,
Aparte, hay algo que yo veo, que con su madre... nmbién ln nan mal,
muy mal a ella Pero su mamd nunca Ie üce nada- Ella dice que después
se le pasa, Pueile llegar a ffmarla corw la peor basura, pero no hay que
decirle nada porque es un mo¡wnto nndn mds.

(Brusco cambio de una descripción a una consfiucción


con expresio_
nes de "deber se/', que üansmiten la norma que bay que seguir y la
amenaza de que las cosas sean arln peores si no se cumple.)

Yyo estoy coma hacicndo eso ahora pero a la ye¿ (el malúato a su
ma&e) w prodrcía nalestar: ¿qué derecho tiene para tatarla así? yo
me decla, bueno, si viene mal, bueno, total se le pasa, pero mimtras
tanto, la que queda mal soy yo. A éI se le pasa, pero la que queda mal,
con toda la angusrta, soy yo, con toda la carga.

Vuelve a recurrir al pasado, y a la responsabilidad de oha madre.

Cr.: Y ahora, ¿cómo lo ves?


M,: Y ahora, esdí todo como bien,

El modo ambiguo, vago -',todo,', ..como',-, no deia sabe¡ dónde


está ella.
I
O
TERAPTA ]NDIVIDUAL DE LA MUJER VfC MA DE VIOLEFICIA FAMIUAR I 55 a
Cr.: ¿Te molestarías si yo converso con Marcela delante nyo7
o
Porque quiero que escuchés, quiero que ne ayudés desde afuera a a
organiztr mis pensami¿ntos (Marita hace un gesto de aprobación). o
Marcela, creo que tenés todas las razoncs pam estar prcocupada, o
porque lay una gran porción de Marita que sigue la posta de la swgra,
Y, en reali.dad, es como si ella se huhiera casado para continwr w
o
prcgrama Er¿ nunca le pernitird a este muchacho aprendtr abatrcarse o
las contrariedades de la vida. Como si fuera, a lo mejor, alguim que
él o
consígue que en cierns ómbitos de su vid4 por ejempb en su casa, con
Eu mujer y hijos, todo se vuelva como él quiere. Como si elh fuera
sus
I
un hada con utn varita mágíca que transforma la realidd de acuerdn o
con los deseos de é1. Y ella, wa gran parte de ella, yo diría que más del I
sesenta por ciento, estd en ese program4 y está convencida del progra-
ma. Esuí escuchanlo Eu eso parece ser bueno para é1, y quc entonces,
o
si es bueno pua é1, no irnporta eI offo peiluo de Maritay nn importan a
los hijos, ni qué pase con esa cuesrtón Mn irreal dc que alguien rruígica- o
mente crea que todos se tienen que convertir en lo que él qaiere. Y ltoy
una parte chiquitita de Marita Ere se nira a sí misma con cieno anar,
o
y le da lástima. P ero en realiilad es unn parte muy chiquitin. Esa perte o
es la que se conecta con los chicos, y registra aderruís que esto no es a
solamente dañino para Maritq sino nmbién para Ara, Facwdo y a
Nicohis, y también para In parte de la persona de Pabh que w) es un
simple y necia malcriado. Pero esta parte de Marin es muy chiquito, y
o
ella no está afevándose a esa parte de sí üsma o
De donde surge un dilema Porque tenés que poder entender para qué a
te pide ayuda: sí te pide ayuda para fortalecerse en su decisión d¿ ser
una buena continwdora ilel prograru de nala crianza y llegar así a
o
perfeccionarse en ese aspecto, ¿cómo lwcés para que ella se trmsformc a
en ana esrycie de hadafantannal, que vaya transÍormándok la realidad a
a Pablo, de acuerdo conh que Pablo quicrq y se someta a los capricho,s
ilc Pablo sin proteÍtar? Esto es todo un pedido. Ella est¡út en su derecho
o
de pedirte " Porfavor, ayudtime a l,avarme la cabezq lavarne e|cerebro,
a
ayudáme a realizar una 'jibaríución', u¡a redacción de mi propio a
cerebro, así puedo cutnplir con ese progra n", O, por el contrario, o
"Ayudóme a regisffanne, a escucharme, a ilarme caenta de quün soy,
a towrnne en cuenta. y a conocer toda mi responsabilidad para conmigo
a
misma. para con mis hijos, a tin de llevar una vida mejor". o
Ma.: Sí, Hemos hdblad.o en alguna oportunidú del riesgo y del o
o
o
o
o
o
o 156 rtrsTORIAs INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

o sentído de su demanda, hacia dónde quiere ir. La que a mí también me

o preocupa es el hecho de qae los chícos cada veZ creen tnenos en cuentos
dc lndas. A veces Ia sacude4 pero ella sigue preguntándnse si seni
o realmente asf, Y son hs chicos los que Ie muestran: . Mirá, mamó, ésta
o es la realidail" . Y ella no siempre parece decidirse acerca de sí misma.

o Cr.: Yo queríe decirte que en las farnilias donde ocurren estas cosas,
la gente se acostambra a efectuar una especie de delegación. Si te hacés
o cargo demasiado de que elln cambie, y de que ella realmente asuma Iw
o responsabilidades de una mujer a.ilaln en relación con su propia vida

o y la de sus hijos, entonces, sin quererlo, ella va a aliarse con pablo y va


a dejarte sola. Lo hará sin quererlo, sin embargo. pero si asumís esa
o función, ella serd una niñita Incluso, con el correr de los añns, coma
o bien lo seiwlós, Ios hijos van a asunir por elln las actitild,es que elln no

o asume. Y eso tw imptica que ella vaya a asumírlas. Al contraría, va a

o correrse a un costadito, coma unn parte de pablo. y así, en esta relfrcün,


tienen que estar mu! conscientes de no querer que Marita cambie mds
o de lo que ella quiere cambiar. Porque en el relato que ellh hace te
a muestra algo horrendo: pera que te lo muestre no significa que registre,

o nda ella, el horror ile b que relan. Ella estátodavíalejos de registrarlo.


Nosotras estanos registrando lo que le ocurre a alguien que todos
o los díw de su viila recibiró a una persona que va a turturarla- Marita
o estd hahlando de una situación de tortura diaria, a menos que ella lave

a su cerebro y se convierta en b que la otra persona espera de ella


Puzdc ser parte de su peilido: que la ayudés a lavar bien su cerebro.
a y esto parece muy loco,
terrible, pero es la vida de ella de totlos los días.
o Si ella tomtra contacto con eso sería otra cosa. pero aun al contarlo.

o na significa que estó en conta?to con Io que cuenta.

o (A Marita:) Cua ndo escuchés la grabacüin, vas aver que se nota que
es coma si estuvieras clwrlnnd.o de algo que Ie pasa a otro persona, No
o es deliberailo, no lo estis haciendo deliberadamente: pero en este mo-

o m¿nto estds ahí, en esa posicün. Sí, es co¡no sínos encontráramos en

o un café y charkÍramos de alguien. Hay algunos ,nomentos en que no


sucede lo nisma, pero son nay poquitos,
a Es muy fuerte (sigue hablando a Maria) lo que te está, pasando; en
o la rnayoría de los mamentos es casi como si te aniñaros,
¿no?, como si
a fuems la hijita de tu suegra, coma si fueras wta niña en ista sinación,

t con La conciencia que puede tener una, criatura, más chiquita que tus
hijos. Porque Ia conciencia de Ana, cuando se imaginn o sueña que el
t
o
IEMPIA INDIVIDUAL DE LA MUJER VICru'4A DE VIOLEI.ICIA FAMILIAR I5'I

papá se muere, es mayor que la tuya. Ese sentimiento de Anq de rabia


contra el padre, te evita tomar contacto con tu rabiafrente a una situa'
ción de tortura iliaria Estds lejos de sentir rabio'por esa situación,leios.
Entonces, (a Marcela) la síuacíón te resulta difícil porque podés con-
funürte. Cono Marita lo cuenta y describe ln situación, ahí podés
confanilirte y suponer que sí, que estó contando desd¿ su protaSonismo
en Io que ocurle, o ver que Ia hace porque es lo que lacemns nor'
malmcnte las personas con el dolor (tratamos de aliviarlo), natamos de
poner anestesia. Pareciera que Marita se inyectara litos de novocaína
todos los días.

Silencio.

Ct: En cambío con los chicos no pasa esto. I'os chicos no pueden
ozestesiarse, y entonces haten lo que pueden, y eso deriva en la situoción
de angustia que nosotras, como terapeutas, sentitws. Atención: el qae
la sintamos nosotras no quiere decir que esté en la garganta de Marita.
l¿ voz de eIIa contando su tortüra se oye mrcho mtís calma qae l4 mla,
Se trata" a mi entender, de un chequeo muy fino, dondc tenés que
emminar continuamente si ella estd caminando al lada tuyo, o no. Te
diría que si podés müttenerte un pasito detnús de ella, neior, porque es
la única manera de que ella logre hacerse cargo de esta sifinción. Para
esa, poilés ped.irle que venga sola o que venga con los chicos, Vas a tener
que tomar muclws cosaÍ en consíderación' Por ejemplo, qae sistenuiti
calnente ella se lleve un calete grabado de Ia entrevista, y cownte lo
que escuché cuando venga de nuevo' Sobre lodo , tenés que tener cuidado
con tu propia cabeza: ¿por qué? Porque.sos también una personaioven,
agradable, que querés ayudnr; querés que ella viva bien' Pero rc poüs
querer que ella viva bien más que lo que ella misma quiere.
Yo pondría fin a la entevista ac¿í. Creo que la información, tanto
para ella coma para vbs, ya estd, No tendría mayor sentido conversar
m.á.s. Convíene eontinuar, si la Marita con Ia que conversaras es la que
te piile tomar su vid.a y sus riendas y ayudarse, pero no sólo en las
entrevístas: porque en la.s enlrevistas todos hacemos ifttentos de cambio
que a veces se frwtran y no llevan a ningún lado. Si todo se lilnita a que
ella venga a la entrevista y sólo cuente que quiere cambiar, no pasa
na.da.
M.: Quiero hacer una Preguntita.
158 HISToRL S INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS REIáCIONES

Cr.: Yo u diría que si ,e la guardaras y te la hicieras a vos mi n4


nos harlas unfavor. En este momento en que Marcela
time que estarmtry
clarq nos ayudarías. Nos vanos a quedar curiosas sin preguntin,
ü
¿Estd bien? Te agraáezco muchlsimo la mtrevista
después, a través de Marcela, me enteraré
! segurcmsnte
de cómo anduviste.
Cuarta parte
v
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o
8.'SÍNTOMAS" COMUNICACIONALES
EN LOS EPISODIOS DE ABUSO EN LAS RELACIONES

Analizamos en este capítulo algunas interacciones específicas que se


repiten en las familias donde se producen abusos, a fin de que su registro
y manejo nos permit¿n neutralizar los efectos de esas interacciones.
Básicamente, buscamos teconocer cierta$ consftucciones del lenguaj e y
fenómenos de la comunicación -habitr¡ales en esas familias- que logran
anestesiar las sensaciones de malestal y ocultar la capacidad de control
de parte de los que abusan y la capacidad de defensa de los que son obje'
¡o de abusos. La¡nentablemente, el efecto hipnótico que producen estas
formas comunicacionales e$ tan potente que termina por proveer una
plataforma de legitimidad para el descontrol y los malos tratos'
Con el propósito de transmitir las formas de análisis del lenguaje
empleadas en mi habajo, pres€nto ordenadamente las elaboraciones y
compilaciones utilizadas en el curso de la labor que desanollamos con
mis colaboradorasr en la cátedra de '{omunicación Familiar" del Curso
de Posgrado en Violencia Familiar dictado en la Universidad de Buenos
Aires (1990 y l99l).
Como entonce.s, me abruma -y a la vez me limita- la tarea de
fundamentar mis observaciones e intervenciones sobre los modos de
conversar de los miembros de las familias entre sí, y con los operadores,
mediante el uso de algunos modelos reconocidos de análisis de la
comunicacién. Labrisquedade esos modelos explicativos y delas funda'
mentaciones me habfa llevado interminable¡ horas de lectura, y conducido
a la exploración de textos que se volvían cada vez más complejos'
pero

L Licenciaalas en Psicologla María Ballvé, Marfa del Ca¡men Fondó y Diana Garcla'
con el asesoramiento bibliográfico de la licenciada Silvia Crescini.
162 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIoNES

que no me permitían explicar cabalmente lo que necesitaba. una amiga,


colega y escritora, me sugirió postergat ese Í¡nálisis y ese debate, tan rico
pero tan extenso, sobre la comunicación familiar, para oto libro, de
modo que sólo incluí aqul los desanollos que esümo más importantes
para apoyar mis aportes, provenientes del campo de la experiencia
clínica.
Comienzo por incluir las consideraciones que resultaron clave en
aquella etapa, y que fueron:

a) Formulaciones del biólogo chileno Humberto Maturana (1990)


sobre la necesidad de re'nunciar momentáneamente, en nuestras ob-
servaciones, a la aspiración de objetividad, y colocarla enfie paréntesis,
propuesta que este autor basa en la configuración especial de nuestro
sistema nervioso central, que no nos permite -por limitaciones bioló_
gicas- distinguir entre percepción e ilusión.
b) Concepciones, también de Humberto Matu¡ana en el mismo texto,
acerca del eror. Dice que mordemos el anzuelo y sólo entonces sabemos
que se trata de un anzuelo. Antes era "algo" que nos tentó. El error es,
así, una construcción a posteriori de la experiencia. Como conclusión,
no podemos no err¿r: ¿o es que existe alguna disonancia previa que nos
prenuncie el anzuelo?
El problema es que -para nosotros, operadores del sistema social_
enar en la conversación con nuestros consultantes es, de alguna manera,
convalidar la violencia que, así, probablemente vuelva a ocurrir.
¿eué
podemos hacer para no morder el anzuelo, o para no morderlo nuevamen_
te? Es imposible no errar, pero tal vez podamos enconüar alguna clave que
nos ayude a uo repetir el mismo error. por lo que hemos visto, cabe con_
jeturar que la emoción ügada al malestar es, tal vez, un anuncio de
ese
error que no queremos repetir.
Estos aportes han sido fuente de inspiración para los inso¡dables
interogantes que propone e[ tema de la comunicación, Con todo, cada
vez que pretendía afirmarme en alguna clasificación (necesaria aunque
reductord que me ayudara a organizarme, me hababa rápidamente. La
inspiración cibernética, por ejemplo, interesante y compleja, que apora
metáforas fructlferas sobre los fenómenos de ret¡oalimentación que
consiguen explicar algunos circuitos repetitivos en los sistemas, resul-
taba eshecha cuando queríanos hacer comprensibles los fenómenos en
los que participan personas involucradas en la pasión de las relaciones
-
o
o
"SiNrcMAS" COMTJNICACIONAI¡S EN r TS EPISODTOS DE ABUSO 163
o
o
entre seres demasiado pníximos, que significan mucho el uno para el otro
y a quienes cuesta asumir relaciones más distantes. t
c) Aportes específicos de ñlésofos, cientistas sociales y lin$iistas, o
me permitieron obtener algunas primeras inferencias, especialmente o
relacionadas con el análisis de los discursos.2 Para destacar los e/ectos
emocionales y cognitivos de los mensajes que nos transmitimos los
o
humanos, los estudios de la pragmática de la comunicación humana de I
Watzlawick, Beavin y Jackson me resultaron muy importantcs, alm con o
sus limitaciones, al enfocar al otro observado más que al observador.
También tomé en consideración las afirnaciones de H. Maturana y
o
Francisco Vrela sobre el "lenguajear",3 y sns clasificaciones sobre los o
mensajes en el acople faniliar, asl como el estudio de las modalidades t
y las capacidades autoneflexivas que nos proporciona el lenguaje como
o
actividad de la especíe humana.4
Enfrentada al dilema de no querer ceñirme únicamente a estuüos o
reconocidos sob're comunicación y lenguaje que me proveían expücacio- o
nes todavla i¡suficientes, y de no €star, por otra parte, en condiciones de
asumir la empresa de un análisis sociopsicológico, ya que considero que
a
una teorla sobrc comtmicaeion eslá indisolublemer¡te ligada a teorías
o
sobre mmte, concientia y seres humanos, decidí ¡ecunir a metáforas o
como la de "la eecena", para proponer la ob,servación de algunas escenas, a
fáciles de reconocer porque participunos en ellas.
d) Finalmente, muchos de los que profundizamos en el teneno de la
o
viole¡cia familiar tenemos la convicción, cada vez más firme, de que en o
las accionesde abusoexistenfenómenos detipo hipnóücoqueanestesian a
la conciencia de los efectos de los abusos.s Se explican asl actitudes, a
o
2. Debo r€conociftriento especial alurgar Ruesch, Erving Gotrmaq Gregory BaEsor. o
Paul watzl¿wick, Noom Chomsky, Mario Bunge, Virginia Satir y Eüseo Verón, cuyos
textos sn ct$teüam pude incluir eo las bibüograñas de l¿ cáledra de Comunicación
a
Familiar mencionada
3. Se alurle aquf a fcmas de adquisición ilel leoguaje hurnano, el la repetición de
o
sonidos de confirmaci6n de la rclación de proximidad en la continuidad de los acopls o
estucnrfales.
4. Se trata de l¿ obscrvación de mensajes de coordinación de ¿ctiws o de mensajes o
de r€clamos por promesas inormplidas, uí cor¡o de añmuciones sobre las posibiüdades
y los efectos delaautcrrellexión, Pre¡entes en mmunicacione¡ infmm¡les, deH. Matur¿n4
o
y en el arrlculo'El Emerger de liPetologfa", del mismo H, Maturana en col¡boracióa con
Fernando Coddou y Carmen Luz Méndez, cuya versión inédita en espar'iol ftr dishibuida
a
enÍe los asociado0 ¿ la SociedadArgentina deTerapia Femiliar afines de l¡décadadel '80. o
5. Reynaldo Permne hizo su presentación en un Congreso de ASIBA sobre este tema
(Mar del Ptate, 1994). I
o
o
164 HTSTORIAS IMAMES: LOS MALTRATOS 8N LAS RELACIONES

menudo iocomprensibles pata nosotros, de las vícümas de estos fenóme_


nos, que cuando están en ra órbita de acción del abusador hipnotizador,
se "abomban", se atontan, se obnubilan. En esas
escenas de hance, la
ge_r¡9na¡uñgientemente próxima al hipnotizador como para enrrar en su
"órbita de influencia" queda privada de sus controles
haiituales,
cambia
de estado (diría Maturana) y está dispuesta a hacer,
o permitir que se
haga, lo que no haría en otra escena,
Usamos la metáfora de una órbita especial, la idea
de nn radio de
acción en el que una persona estri hipnotiiad4 cauüva
de otra de la que
es vlctima. Tarnbién pensamos que alguuos aspectos
más civilizados de
la persona abusadora sehalla¡ momentáneamente
cautivos de sus aspec-
tos violentos. Queda anestesiada, no percibe
-básicamente- la sensación
de malestar consi¡io misma por su propia acción.
¿Cómo ligar este hecho
con el enor y con las claves en la comunicac-ión?
Consideramos el
malestar como señal que prenuncia el enor. El malestar
avisa que algo
está ocurriendo en ese camino, algo de tal naturaleza
que ya no tesulta
recomendable continuar transitando por allí. Hemos
visto igualmente
que algunas formas de conversación tfpicas de
estas fa¡nilias faciütan
esos fenómenos ane$tésicos, y que es entonces necesario
identificarlas.6
Los aportes de los teóricos del construccionismo
social y de la
psicología posmodema (Gergen, 1990; Shotrer, 1990) y
de expenos en
comunicación (Baruett p€arce , I 994) que retoma posiciónes
de Wingen_
stein (1953) y coincide con la definición que los
modemos biólogos
hacen del lenguaje (Maturana, 1993) han idó señal¡indonos
vías que ya
no.condicen con las descripciones que usábamos en
1990. En especial,
la idea del lenguaje como constructor de ..realidades,,,
más que como un
inshumento para su representación, cambia profundamente
las con_
ce¡iaiones explicativas acerca de los efectos de las
conve¡saciones, por
otra parte, también ayuda a entender por qué son
t¿n decisivas las
conversaciones enfre 106 miembros de una iamilia
con probJemas de
abuso y los operadores sociales a quienes consultan, y cómó pueden estos
últimos incidi¡ para que esos encuentros produzcan
canrbios signif!
cativos.

6. C-onsrlltese el capínfo 4, ..Dobte ciego..,.', en


este mismo lib¡o.
.SÍNTOMAS"
COMUNTCACIONALES EN LOS EPISOPTOS DE ABUSO Ió5

Cot"tu¡{IcnctóH FAM¡LIAR

Por "comunicación" entendemos el conjunto de actos de lenguaje que


se producen en la interacción. Incluye discureos, gestos, tonos, ritmos,
pausas y silencios. Los gestos y los discursos, a su vez, pueden referirse
a enunciados, preguntas, pedidos, órdenes, sugerencias, demostración
de emociones, posiciones y actitudes. R. Bales (1984) desoibe doce
categorfas de tipos de interacciones sociales en $upos pequeños, y
agrega valores de reacción positiva o negativa a los actos mencionados,
que define con respecto a información, opinión, solidaridad, sugerencias,
acuerdos y tensión.
En el esquema de l¿sswell (recordemos: "Quién dice qué, en qué
canal, a quién, con qué efecto",? sl "quién" carece de género. En nuestro
trabajo, el sujeto es un elemento crucial -quién es, cuál es su sexo, su
historia, su clase social, sus posibilidades económicas, su ideología, su
cultur4 sus valores, su país, su etni4 su status y su edad-. Especialmente
consideramos las diferencias de sexo y edad, ya que el 907o de los
abusadores (golpeadores y abusadorcs sexuales) son varones, y el5090
de las personas abusadas son menores de quince años. Y porque los
estudios de género acerca de las convüsaciones muestran que en ellas,
varones y mujeres cumplen distintas funciones.s
En I 990, al frente de la Cátedra de Comunicación Familiar, me había
enfrcntado a un desafío inesperado: el tema "comunicación familiar"
casi no se había tratado con nombre y apellido, al menos en la bibliografía
en español a mi alcance como profesional de la salud mental. Existía, sí,
una importante información sobre comunicación, en especial sobre su
aspecto pragmático, imprescindible para los enfoques de la clfnica sisté-
mica. También exisfían propuestas que correlacionaban estos principios
de la comunicación con problemas de la pareja y la familia, como los
desanollos de Bandler, Grinder y Satir (1976) y los de Calvo, Ritennan
y Calvo ( 197 3). Pero no había una concreta sistematización de los temas
"lenguaje",'tomunicación", "efectos emocionales de las conversacio-

7. "Estructura y funsión de la cornunicación €n la sociedad." Originalmente publicado


con el úc¡lo de "l}te scucture and ftrnctions of communication in society", en Lyraart
Bryson (comp.), Tfte communicaüon trf ideos, Nueva York, Harper & Row, 1948. Revi-
sado y reoditado eü 1955.
8. Pamela M. Fish¡¡an (1983) nuestra gue las muje.res sostienen activamente las
convenaciones a trav& de gestos y creación de cümas.
166 HISTOR¡AS INFAMES: LOS MAL'I'RATOS EN t {S RELACIONE5

nes", en el especlfico teneno de los modos que asumen lo$ miembros de


una familia para dirigirse los unos a los oüos, del contenido de sus
mensajes y de la forma de las interacciones.
Debimos revisar una bibliografía muy ext€n$a para ercontrar relati-
vamente pocas explicaciones operativas, Si bien en ese momento
no lo
habfamos percibido asf, ese habajo de construcción de una disciplina
se
realizó mienüas ocurría un movimiento de gran magoitud en el campo
sistémico,e movilizado por los desanolos en las ciencias del conoci-
miento humano que conelacionan autoneflexión y cambio de las
con_
d]!rl 9on
los cambios paradigmáticos sobre la iubjetividad, las po-
sibilidades y las limitaciones neurobiológicas del conocer,to y conios
alcances del lenguaje como creador de re¿lidades, cambios promovidos
por t€óricos de la posmodemidad como J. F. Lyotard (19g4),
biólogos
excepcionales como Humberto Maturana y Francisco Varel4 y
clínicos
inspirados como H. Goolishian y H. Anderson (1990).
con poca bibliograf a mano (Wittgenstein, Bartbes,
_Todavía Bunge
o Lyotard e$taban muy alejados de los dilemas angustiosos de los
operadores en violencia familiar), juntamente coo rnis mencionadas
colegas, con el impagable asesoramiento bibliognifico de
la licenciada
Silvia C¡escini, confeccionamos un prograna que pretendió emiquecer
las premisas, muy rlüles en su concepción pragmática,
aprendidas de p.
Watzlawick y otros maeshos det MRI (Mental Research Institute)
de
Palo Alto.
Más allá de los textos, impulsamos a los alumnos a examinar sobre
sf mismos los efectos que produce Ia inclusión de contextos
<omo el del
sistema de género y el del sistema autoritario- en el anárisis
de las
interacciones, ya que entendíamos y entendemos que sus
discursos
refuerzan efectos hipnóticos anesfesiantes en los zujetos,
Sabíamos que la configuración de las relaciones familiares
se plasma
en el lenguaje desanollado en cada famiüa, y que éste es
Ia clave para
cómo es que vuelven a producirse algunas interacciones
ltender no
deseadas. Y sablunos también que si lognibamór qu. un encuentro
emocionalmente intenso algunas de so, .ert ru, "n
tum-balearan, los miem_
bros de la familia podrlan enconhar nuevos rumbos de acción.
Éramos

_ .9. My4l-g$
(l994),
ta{9, aparece una e¡celenre compilación y propuesta
de Rafael
Echeverrfa en Chile, que me hubiera ayudado mucho
10. L¿mentablemente sólo hace muy poco llegó a mis
manos Cozocer, de F. Varcla
(1ee0).
a
o
.SÍNTOMAS" COMT'NICACIONALES EN LOS EPISODIOS DE ABUSO 16'I o
igualrrente conscientes de que apuntábamos a distinguir formas del
o
lenguaje ordinario, a las que entooces llamábamos 'Juegos de lenguaje", o
'Tenómenos comunicacionales" o "tucos en las conversaciones", mo- I
dos de conversa¡ con efecto poderoso sobre las emociones y las acciones
de las personas, que los tetapeutás y los operadotes teníamos que reco-
o
nocer si queríamos interferir tales efectos. o
Se ha de volver sobre el tema de esas formas, que creo por ahora más o
apropiado llamar "síntomas comunicacionales" en la interacción, que
circulan en el lenguaje comrin y que nos es dado identificar cad¿ vez con
a
mayor clmidad.
o
Siempre en el proceso de ubicamos en la familia, y de profundizar el o
análisis de la comunicación de un tipo de familia especial -como Io es o
la que produce conductas abusivas-, seguimos algunos caminos trazados
porautores comoNewcomb (1984)que, medianteenfoques psicológicos
o
que postulan relaciones causalesll lineales, sistematizaron elementos o
básicos de la comunicación y registrarol la dificultad de olganizar las o
complejas relaciones asiméficas y las variables de frecuenci4 emocio-
a
nalidad y distancia efectiva entre quienes se comunican' Asimismo,
buscaron enriquecer el mencionado esquema orientador de Lasswell a I
tavés de la inclusión del fenómeno de la ¡efoalimentación y de las o
paradojas autorrefe¡enciales.tz Algunos autores sistémicos tomaron
prestados estos esquemas a fin de avanzar en sus propuestas, y poder
o
incluso emitir algunas hipótesis comunicacionales para explicar la o
esquizofrenia (como Jackson, 1971 y Jay Haley, 191 4), y sus es'quemas o
resultantes fueron de enorme utilidad para el anflisis del lenguaje t
ordinario.
Nuevamente centrados en la violencia familia¡, cabe recordar que
o
para que se produzca, quienes participan de ella deben, de alguna o
manera, convalidar expücaciones que permitan aceptar que un miembro I
de lafanilia, delque seesperaqüe cuide y protejaalos demás miembros,
en los hechos los agreda lastime o destruya. En estas familias que sufren
o
a
ll.Re¡o¡rle¡nos que el pensarnienm sistémico inroduce la rcq¡nividad y la rcro-
alimentación en la causalid¿d. Para explicar aco €cimienüos, la lfnea sisténic¿ no se
o
satisface con argumentaciones lineales. a
12. El discurso autoref€rencial condiciona pandoju.
siempre miento", o
*Yo
Pc ejenplq si digo: "Yo
soy mentirosa", mi intfflocutor se encuenha ante la disyuntiva de a
consi-derar mi frase como verdadera y, entonces, cuando la formulo esmy expresando una
I
verdad, con lo que nomiento; o bien considerarla como falsq con loque, si €6ta vez miento,
es verdadero el conten¡do opuesto I lo afimado I
a
t
HTSTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

de violencia familiar, las formas particulares de discurso anestesian la


dimensión del horror que aparecería en cualquiera otro contexto. Ellas
resultan, por lo tanto, un espacio privilegiado para el estudio de ese
lenguaje al que nos referimos.
Teniendo pr€sentes la metáfora del anzuelo y las señales que pre-
nuncian, nos preguntamos: ¿sería posible delinear una forma, un patrón
de comunicación que fuera identificable como productot de estos efectos,
no como un modo especial de uülizar técnicas de hipnosis sino como
parte habitual del "lenguaje ordinario"?,
¿cuáIes serfan las caracterlsti_
cas de ese discurso?
Con este propósito construimos una primera enumeración y propu_
o simos una precaria sistemalización preliminar de esas .Tormas de len_
o guaje", algunas de las cuales retomo ahora, al incluir las posiciones de

o J. L. Austin (1988), J. Semle (19%) y Lyotard, en este nuevoy


optimista

o intento. En el capítulo sob¡e el circuito del abuso, describo dos de estos


"trucos", que llamamos "generalizaciones" y ..globalizaciones,' (cuyo
o efecto aclara muy bien B. Thorne, 1982).
o Al describir las interacciones entre los miembros de familias con
o problemas de abuso, habíamos observado algunas formas de interacción
muy vrsrBr;s, que a veces funcionan como provocadoras
1l¡totitari.a
O direct¿s de malestaf. Se trata de amenaz¿s, premios, ,artigos, i¡sultos,
o descalificaciones groseras, golpes, empujones, malos tratos varios, ór_

I denes, metaneglas que impiden cambios o revisan


diendo.
lo que está suce_

a Las incongruencias descritas por Bandler y Grinder (1976) nos


o proveían de un marco para pensar algunos otros modos más indirectos.

o menos visibles, como los que aparecel ea los siguientes ejemplos toma-
dos de la vida cotidiana, que utilizamos en nuesüo curso con carácter
a didáctico, y sobre los que pedíamos comentarios e impresiones a los
o alumnos:

o Mujer: I[o me gusta que dejés todo tirada cuando comés algo.
o Hombre (Se enoja): ¡Por favor! Otra vez me estiis criticando y
I reprochando. Siempre sos la misna quejosa. Termiruila,
¿querés? No
o entiendo por qué me molestós.

a M: S¿íIo te pedí qae no dejaras las cosas rirodcs (suspira).

t Con este ejemplo, señalamos los efectos del uso del presente del
t
o
.SfNTOMAS" COMUNICACIONALES EN LOS EPISODIOS DE ABUSO 169

que ocune
indicativo que da la sensación de que se está hablando de algo
srEMpRE, que funciona como meta¡regla
y que no da lugar a que se
produzcan cambios' En este diálogo, refuerzan la idea el empleo del
adver¡¡o "siempre", y la fonna verbal con gerundio, que denot¿ conú-
nuidad en la acción. Eso provoca indirectamente malestar' El hombre se
enoja y abiertamente descalifica a la mujer, también molestándola'
que se repiúe
Rec-une asimismo a palabras que provocan el efeclo de algo
eternamente.
Al dar el ejemplo, planteiíbamos: ¿cómo es posible cambiar esto en

la manera de hablar? Los alumnos deblan proponer versiones que no


produjeran el efecto de llevar a una escalada belicista, y permitieran a
los protagonistas incluir los cambios deseados.
Otro ejercicio:

Padre (A la madre): ¿Cómo anda lnés en el colegio?


M: Prefiero que le Preguntés a ell'a.
P; ¿Po,rqué?, ¿vos no sabés? ¿Qué clase d¿ madre sos?

Obviamente este mensaje descalificador surte el efecto de producir


molestias, si la señora coincide con la apreciación del señor, o si él tiene
que él afirma-
una posición jerárquica tal que ella toma como cierto lo
El efecto depende del contexto. A su vez, ella puede estar -por primera
vez- no acepundo la pregunta, y él no entender el porqué del cambio'
si otras veces ella le hacla de "transmisora' sin ninguna reacción'

gusta, Para ver


M (Al marido): Quiero hablarte ile algo que no me
cómn Io solucionwnns. Fstas llegadas de Julio (el hijo) aLastesdela
mañotn todos los días ne preocupan'..
H: Ahora no puedo, porque ya tenSo que irme' ¿Pueile ser hoy a la
tarile por teléfono? ¿O esta noche?
M'. Prefiero que hablemos personalmente' Esm noche' entonces'

En esta conversación se ha logrado un primer paso en la


posibilidad
de un acuerdo. La tensión emocional queda dentro de límites
aceptables'
sin "trucos" y provocal el efecto
Los protagonistas han podido conversar
qo. intt*ut"nte buscan' Conesponde a la "conversación de coordi-
nación de acciones" de H. Maturana'
1i0 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS
EN LAS RELACIONES

M (Al marido): Esta noche quiero dormir bien por


dormir en la sala y vos levanttÍte si Diego llora. favor, voy a

Padre: Pero yo a la mañana tengo que


empe?pr temprano y vospodés
seguir d:urmienfu
M: Pero hace varias noches que no descanso
y vos sabés que yo tardo
en volver a dormirme ctanda me despierto,
qo, vos te darmís
en seguida. ^iirtr
Pormí, dejálo que llore: yo no lo oigo.
-P: Anúivos tranquila a dormir
a la sala, No le va a pasar nada.

Con esta conversación,Io más probable es que el bebé vuelva


a llorar,
y que Ia señora no vaya a dormir a Ia
sala porq'ue el mensaje del rnarido
no la tranquiliza. Ella no consig,,e Oef.g*
fo ioria *oürrrr.ga y el no
hace gran esfuerzo por convencerla
O" qu, ,u t"oriulo"ae ser buena.
f""9:,.,*9r prerder y mnguno logra transmitir que En
:t lo quiere con
inrensidad suficienre. ¿eué la me¡oraia?
competitiva en simetría fraterna, cuando
El .f;;., ,j ¿. una pelea
deberían conversar coordinando
acciones, comosociosigualitarior.nt..rpr.r. Jr.iu_ullor
desiguales del sistema de
*fri ropu.rr,
,género,
lr, .onÁri*"i el conflicto
jeriírquico encubierto, impiden
acuerdo que los beneficie.
a este hombre y u ,rru ii¡.. rfrg* . un

Padre (Al hijo): Ia soy tu padre y me fenés que respetar.

La frase coercitiva apela a lajerarquía y


.logrm no a argumentos que podrían
nuár1 * ,.;;", ;ü;
una acción cooperaüva. El
üabajo para
convencer o seducir al hijo.
Sólo enuncia posiciones des?e unajerarquía
superior. El efecto que produce es
de sometimiento o de rebeldía.
genera una actitud de colaboración No
solidaria.

P erdoruíme (ademán protecror).


l{-oTbre:
Muja: lo voy a pensar.
H: ¡Ah! Ahora no vas a al:epfar mis disculpas' (La golwa) ¿Quien
te envenenó contra mí?
M: (Llora).
\: ¡N-2me hagás enojar!... No podés hacerme eso,...
ponés... Me volvés loco...
rniró como me
o
o
.sÍ¡,¡ToMAs" CoMUMCACI0NALES EN LOs EPISoD¡os DE ABUso I7I o
Este ejemplo casi no necesita comentarios,
o
Para los alumnos, resultó rftil el ejercicio de descubrir las incongruen- o
cias y, especialmente, el de buscar sugerencias para evitar que se repita o
la violencia, y se cambien los diálogos y las previsibles reacciones.
Gradualmente, fuirnos concluyendo que, para el análisis del üscurso,
o
es preciso consFuir y reconsbuir la gramr{tica del texto. Y comprobamos o
que, con lo que no decimos (pero que de alguna manera expresamos), o
decimos a otros y nos decimos, nos lmcemas muchas cosas (Searle o
y Austin).
En consecuencia, el lenguaje no es sólo transmisión, expresión y
o
construcción: es acción, tiene fuerza de acción. Nos confirmamos y des- o
confirmamos como per$onas viilidas, sujetos de discursos, o
Cuando un adolescente a quien su ma¡ná le dice que lave lo que
ensucia o que ordene su dormitorio, no lo hace, ¿es porque no la
o
escuchó?, ¿porque no e$cuchó sus palabras? ¿o es que, con su no-hace¡ o
está disconfirmando a su mamá como sujeto con autoridad para indicm o
sus acciones? "Sabe" que si él no obedece, ell¿ ¡o va a hacer nada que o
tenga consecuencias negativas para él y, por lo tanto, "desoye" su orden.
Si ese mismo adolescente es empleado y su jefe le dice que lave o que
t
ordene, seguramente lo hará, confirmando al jefe cono sujeto de esa o
orden en ese conEexto. Si no lo hace, corre un riesgo. Su patrón puede o
despedirlo y él perder su empleo. Si en este caso desobedece y es despe-
o
dido, su evaluación de la autoridad del onno habrá sido un error.
En la concepción del lenguaje que propon€mos, los discursos cons-
o
truyen significados. Coherentemente con esta idea, y centrándonos en I
las emociones y los automatismos qu€ nos ocupan en el teneno de los o
abusos, cabe ampliar nuesta propuesta originaria acerca del aniiüsis de
la comu¡icación para explorar aquellos ccmtonentes de las escenas
o
sociales que podemos equiparar a textos y coJtextos, incluyendo todo I
tipo de mensajes pr€sentes y cuidando de tomar conciencia de la tota- o
lidad de sus efectos (tanto los emocionales como los pragmáticos).
Cuando en la vida cotidiana los abusos se repiten, las escenas se
a
suceden unas a oüÍts con efectos autoconfirmadores que favorecen Ia o
continuidad de una misma línea de conducta y la no aparición de otras. a
Al intervenir un terapeuta e introducirse en las escenas, su ¡nodo de a
insertarse y conversar puede generar efectos dive¡sos y diversificadores.
Como alguien que es a la vez de afuera y de adentro, si ha conscguido
o
o
I
I
tiz HTSTORIAS TNFAMES: LOS MALTRATOS
EN tAS RELACToNES

cierto grado de compromiso emocional, el


terapeuta puede percibir su
propio malestar como señal y conegiruo,
p*pio,
Debemos estar muy alertas con respecto
,ri*r.
, a los elememos que se
como figwas sob,re fondo en.uOu,r.*nu.
!9s1acan Jos elementos que
distinguimos:
- no son los mismos para todos,
- dependen de cada contexto cultural, faniliar, etcétera.
P.or eslas razones, siempre
conviene uotu., u .ú.qo"* y conftontar
con los demás a fin de estar seguros en
cuanto a la forma en que se
produce la recepción rriís que Ia emisión
¿e to, rnrnsai*..
Los siguientes son algunos ejemptos ce ..sintomas
loinun¡cacionates
en la interacción", es decir de formas
comunica.ionales que dan lugar
a efectos indeseados. para seleccionarlos
torl*o, lorno loOicador ese
grado de molestia que provocan al
observador, que se u, oifiguOo
fuerzo para coordinar la incongruencia que
u .r_ *
le plantea la escena.

a) A veces ao es cluo quién es el


destinatario de un mensaje.
José, separado muy reciente y abruptamente
entrevista de toda la familia, dice a las
J. l*., ,o la primera
terape"r.;
él está dispuesto a coDcurrir.a entrevistas
q;;l es necesario,
,on ,u ,* *u¡.., siempre que
no haya ninguna agresión. FJ mensaje produr.
un rir-.'tJ'¿*.onfusión,
parálisis y descalificación. lrma está
ahl, presente; José se ha sentido
molesto por actitudes de ella, pero no se
dirige directamente a eila, no
le hablay, sin embargo, su mensaje es
para,fi.. fu, también
se sienten impotentes en esa escena. "*prrras
Nó pueOen garantizlr a fose to que
él quiere, ni pueden decidir si la condición
q", A p"",,rre destinada a
ellas o a kma. Watzlawick, Beavin y
Jackson ff**on;oiungulación,,
a esta forma de transmitir mensajes
por ufu in¿¡r.at., .uusante de este
poderoso efecto de molestia, impotencia '
y parairi*
Escuchamos algunas frases en las que
, ,b) no queda clmo a quién
debería pertenecer el deseo expresado:
,,?
, Madre: yto tan gorda a Carmen, y ella sigue comiendo como
descontrolada. Me gustaría que tumara conriencia y se
cuidara. Vol-
vería a ser una línúa chica".

,,-,i,$::iH'J,:?;":l'":1,:Tjrj',.TlT3l,l'.I'_T':n"debería"
pondlente. Lo que un sujeto dice es lo cue
"SÍNTOMAS" COMIJMCACIONALES EN LOS EPISODIOS DE ABUSO 173

"deberla" decir el otro. Hemos llamado a este fenómeno "incongruencia


de sujeto'. Si la que expresara la preocupación fuera la hija, podría' tal
vez, consütuirse en agente de su propio cambio. Si es la madre quien lo
dicen no sabemos hasta dónde la preocupación de la madre produce
anestesia sobre la hija.

c) A pregunta a B algo sobre C que B desconoce, pero que ambos


coinciden en suponer que B "debería'' conocer por algo relacionado con
et rol social de B, con el efecto de que B se.siente en falta. Tipicamente
los protagonistas de esta escena son un padre que pregunta a la madre
algo sobre la hija de veinte años que rindió exámenes (como se mosraba
en un ejemplo citado más aniba). I-os intenogantes del padre tienen una
destinataria que es la hija, pero se formulan a Ia madre. Ella podrfa
defender su calidad de receptor discriminado negándose a ser destina-
taria o, caso conüario, acoptar un mensaje que no le corresponde. Algu-
nos roles sociales, como el de madre, se prestan, lamentablemente, para
"todo uso" y, por lo tanto, para el enuso.
En los enúenamientos destinados a terapeütas, se realizan ejer-
citaciones buscando producir una sensibilización particular hacia estos
mensajes de delegación. Un estímulo metafórico consiste en proponerla
pfegunta: "Esto que escucho, ¿es o no es para r,al oreja?".

d) Uso incongruente de tiempos verbales. La señora dice "Antes me


preocupaba lo que él hacía'. ¿Cómo recibimos ese mensaje sus intedo-
cutores? ¿Qué tendríamos que pensar? Y, a partir de estos interrogantes
¿qué y cómo tenemos que indagar? Ahora, ¿ya
no ocune más?, ¿cambió
él?, ¿qué ca¡nbió? ¿Por qué lo dice ahora si ya no ocune más?
También esta incongruencia se refiere a pases bruscos de tiempos
verbales, del presente al pasado, como si algo hubiera acabado' Unjoven
que está casi a punto de finalizar su tratamiento por drogadicción inhala
pegamento y retrocede en su proceso. La mamá, muy enojada, cuenta a
la terapeuta familiar lo que pasó: "Ernesto voivió a hacer estupideces a
pesar de que sabe que me perjudica, que yo soy la que trabajo y pago su
üatamiento. Pero ahora se terminó, porque yo no aguanto más".
Es importante preguntarle concretamente qué quiere decir y qué
es lo que realmente ella va a cambiar si, para ella, esta situación rnn-
rvrrNó. Entre la patabra y los hechos puede haber alguna o mucha dis-
tancia.
1'74 HISToRIAS INFAMES: LoS MALIRAT0S
EN LAs RELAcIoNEs

e) Alguien no contest¿ a lo que-se-


le preguntó o comenta algo que
tiene,qul ver_con lo qu. ,e .riá no
habr.ir¿"lé"*" j*g"ósrico, estaría
usando et modo disrracror de.V,
pasuta por alto.sin
Satir (1972). E;iliolL"*u.ioo, no
ryl.ryr recupeL;í f";"jJt"o que s€ estaba
diciendo ni la percepción ¿e ta intensiCaO
O, il, #"*Oios hasta el
momento. Un chiste, la intervención
pueden causar ese efecto dishactor.
de un chico *;;ro, una graci4

0 Cambio de un modo co¡versacional a oho.


El verbo cambia su
m¡dalidad: de la simple enunciación
Oe Ago posiUie,i*u
u oo.poft*i,
("hay*que"),que implica imperatino,
por-..¡..plo,''*-'
Dr puede
llegar a tratar a la madre como
a la peor balwa,
-' pero no
tW1-r-, porque en seguida se l, poro.;
Je 11cirt".nada
trata aquí de una señora que eetrá
reraanio actitudes de su nietcí
hacia su madre. A la vez se hace
tenorismo con que ér amenaza que
eco lcon ür"¿AñJ itpr*,*"1O.f
al llegue gr muchacho
"r"lrrrJl".
,i3uiera hacer el gas. ¿. .*pr"r*
,u;enta
::_lT:.lir T Su abuela,
¡etuerea, at expresarlo,la int
il#Hl1:r", nsi¿aJl su mensa¡e

g) Me¡ciono algunas clavesen


la configuración cornpleja
escenas. Este punto merece de ciertas
un desarrollo ;¿, *pUrlpí.que se refiere
a la sensibilización de los ob
a todo ripo d, t"*ü",;;;i'ff Tffi Ti [:Ii.?['J :i#H*Tl
escenas que se desanollan
el
E,.f d,,#;;p'""#;;::1"ffi._:ffi
l"lffi ff ..ililjlTj,
parar la escena que contiene
iicongruencias y
ffi:#J*r:eben
Por ejemplo: una señora llora
y cuenta muy amargada que está
excesivamente sobrecmgada por.
las cosas qu, ,u t
hatamienro en un prosrana de ¡o aio¡e*cente, .n
rehrbilir".ió;;;;;;;;;s, no asume,
y que recaen sobre ella. Mientras
trijo no a$ume
la señora comenta i* .u"rr¡onr* ,o lu,
1e
e,t responsabilidader,,;iñ;;;. por él con
grandes costos,'el .muchacho está.sentado
estiradas, mirando la bebilla de
.¡.:J"lr"" las piernas
su cinturón.
La terapeuta resuena afligida pero
L.;;;;;;;rongruenre.
no el hijo. Algo io .nru¡r rn ru rr.rnu.
o
t
.SÍNTOMAS''
COMIJNICACIONALES EN LOS EFISODIOS DE AIUSO I75 o
o
que debe ser i¡terferida porque, si continúa asl, el mensaje de la madre
no hace ningrin impacto en el hijo. Las incongruencias, en este caso, no
o
se presentan en un solo sujeto sino considerando a ambos como unidad o
de interacción, I
I",os psicoterapeutas podemos ensayar distintas maneras de participar
o
en la escena:
- pedir al hijo que se ponga aún más cómodo, y hasta que se duerma,
o
con lo que ya introducimos en la escena nuestra apreciación crítica de o
aquello que amplificamos; a
- también podemos pedh al hijo que se ponga de pie frente a la madre
y la escuche en esa posición, y aun con los brazos en alto' hasta que pueda
o
dar alguna respuesta coherefie a su preocupación.
o
Las alternativas son variadas pero lo que no varía es la necesidad de o
que la escena -con sus "slntomas" flagrantes, plesentes en plena sesión o
de terapia- no permanezca así porque dará lugar a que se repi[a-
o
h) Una persona está contando algo muy importante que sucedió hace
a
tiempo. Las personas presentes son inÚoducidas bruscamente en esa o
realidad, una novedad, para la que carecen de entrenamiento reflexivo. o
I-es hace un efecto mucho más fuert€ qu€ a la persona que lo cuent4 que
tal vez es quien lo vivió y sufrió, pero que tuvo tiempo para digerir el
o
o
impacto emocional que ahora pJoduce a los que se conectan con la
información por primera vez. Si bien la información quizá permita t
empatizar y compartir, impregna más que al protagonista, a los interlo- a
cutores, que pueden quedar, debido al compromiso emocional, a merced
de delegaciones impottante$. Sirva de ejemplo la escena de la mujer con
o
o
un ojo morado a laqtehagomirarse al espejo toda la entrcvista para que
ella continúe impactada con su Fopia imagen y para que esa imagen no t
me haga efecto sólo a mí. O
Otro ejemplo: l,os terapeutas de una familia cuentan al consultor que
el padre violó a la hija hace diez años' El consultor queda impregnado
a
de tal nranera por Ia información que cambia totalmente su modo de
a
hablar con ese padre. El consultor se conduce como si ef hecho acabara a
de suceder, y es la información lo que, pma é1, acaba de suceder. La o
familia permanece cómoda porque hace diez años gue vienen "digirien-
o
do" la información.
a,
¡
a
j)
Formas de conversar que muestran que el hablante,
mientas está
ilepartiendo con no$otros, nantiene un difllogo con
ofta persona que no
se halla prcsente. Cuando sucede as( podemos prnr* qo, no.r*o
irterlocutornos estáescuchando,peroquiporOetrfs
Oet diflógo visible,
sosteniendo otro con ese personaje interno, t3 qUe
est¡4
le ocupa el primer
plano de su atención y le quita intensidad emocional
en el cont¿cto con
nosohos.
Veamos algunos ejemplos:

o Esposa A: Buern, yo le üje a Carlos que necesito


más libert¿d.
O Esposa B: Te creo, Wro eso no es asi para Julio,

o Ellas casi no existen, casi son Carlos y lulio los que


o operan como parlantes. La conversación no tiene
conversan, y ellas
intensidad para ellas.
o
t Madre (a la terapeua que le ha ücho algo sobre
puedo hacer para que éI se convenm de lo quc
ella mism a): ¿eut

a me esdis dicindo?

o El "oto" interno está ocupando un lugar de referencia


tan irnportante
o para eJms personas, que impide que ellas
se responsabiücen por lo que

o :_raorh.o,
piensen con su p,ropia cabeza y den sz propia
Iorma comunicacional evidensia que, en cambio,
respuesta. Esta

o maneotemente a esa hstancia, presente sólo para


ellas se rimiten per-

I inaccesibtes en la conversación con la rc*p.ut..


ellas, que las vuelve

o r superposición de voces o de discursos que


O ,_-1ll_"
lmplden que 3saena
f1f
los participantes
t
se escuchen enfte sí.

o .l3..Enelcapltulolldeestelibúo-"I¿smujercsyelabusodedrogas._,secitanvarios
o ejeriplo's que muests¿tr cómo las esposas d" it
esta runera' Nos habtan contándonos to q*
og,fr¡.to;
¿r r*'¿ii"
;o;;ii],e¿uentenenre
r-ii" oio"fr.lii* r. a..o
¿e

a "
er.

I
"SINIOMAS'COMIJMCACIONA].ES EN LOS 8P¡SODIOS DE ASUSO 177

En las conversaciones, en general, hay reglas implícius por las que


las personas, frecuenüemente, toman turnos. Esperan a que el que habla
respire o haga una pausa, y luego, entonces, expresan Io que quieren
decir, en relación con lo que la otra persona dijo. Pero a veces ocure que
anües de producirse esa señal de que fegó el tumo de hablar, nuesúo
interlocutor ya está emitiendo los sonidos de su discuno. Cuando es así,
experimentamos cierta molestia porque nos damos cuent4 aunque no
resulte muy claro, de que quien está hablando no puede al mismo tiempo
escucharnos. Sólo ha estrdo y e$tá coDcenbando su atención en lo que
quiere decir, y no en lo que uno le dice. Si continuamos hablándole, sólo
perderuos tiempo.

l) Oüo "sfntoma" interesante se produce cuando una persona estií


hablando y otra la intemrmpe, a veces con algo francamente poco
importante. Si quien hablaba se 'bngancha" con la intemrpción, no
puede proseguir su relato originario, y le cuesta volver a recordar y
retomar la conversación. Un efecto de este "enganche" poderoso es que,
en ocasiones, tanto quien hablaba como los operadores se olvidan de lo
que -él oella-estabahablando.'Nosperdemos," Es semejante al efecto
del "distactor".

m) Alguien llora o grita o pone caras de disgucto, en fin, se expresn


en un nivel de interacción qrre provoca reacciones. Ese acto impide
continuar una previa ruta, marca un salúo lógico y determina posibles
respuestas de los demás. Tanto el referirse a un episodio de este tipo
como el no hacerlo constituyen mensqjes que ingresan en la conversa-
ción. Cada una de las decisiones conlleva distintos implícitos. En el
capltulo sobrc provocaciones se discuten algunas explicaciones y algunas
altemativas de intervención pa¡a estos casos.

Deseo, volviendo al caso especffico de la violencia familiar, aportar


una metáfora que pemrita entender -cspecialmente- cómo funciona el
lenguaje yel pens¿miento de lamujerabusada, y distinguirlos'blntomas"
que produce en la conversación.
Me ha resr¡ltado particularmente fructíferalametáfora de la coloni-
zación. Toda colonización impone ün lenguaje. El uso de ese lenguaje
forma parte a zu vez de las pollticas de supervivencia del colonizado. El
colonizador no necesita conoce¡ más lengua que la suya, El colonizado
178 HISToRIAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACTONES

sí necesita conocer la lengua del colonizador. Si reconoce que es


colonizado, y si mantiene una fuerte lealtad y pertenencia a su red, querrá
también conservar su propia lengua. De no ser asl, adoptará -sin con-
ciencia de "ajenidad"-lalenguadel colonizador. Hablaní el lenguaje del
otro. Esto implica que creerá lo que el colonizador cree, pensmá lo que
el colonizador piensa y, a veces, hará lo que el colonizador hace.l4
En muchas circunstancias, cuando participamos de sistemas organi_
zados sobre la base de principios autoritarios -como lo son las familias
patriarcales-, tenemos que revisar si no esiamos usando ese lenguaje, el
del colonizador. En el campo de los abusos en las relaciones, si no somos
conscientes de las inequidades del sistema de género, no lograremos
entendet las reacciones y las actitudes de las mujeres golpeadas. Ellas
no sólo no se defienden sino que no defienden a sus hijos, no defienden
su dignidad ni ayudan al operador de salud o de lajusticia que hata de
ayudmlas. Aun cuando aparezean protestando y rabiosas. y todo esto
exaspera a los operadores, tanto que muchas veces terminan por acu-
sarlas de ser parte activamente mantenedora del abuso, y por atacarlas
y maltratarlas tal como lo hace el marido. Se genera en ellos la sensación
de "comprendel' por qué el abusador se sale de sus casillas.
La megífora del lenguaje del colonizador nos sirve para abrimos otro
camino en la relación con la mujer abusada. Ella ha ido incorporando el
lenguaje-pensamiento del colonizador. Su cerebro lavado le dice que lo
que él piensa y dice es lo que debe ser, que eso es lo rnejor para ella, lo
que la va a beneficiar, En su concierto
, sólo una voz muy débil representa
su "lenguaje propio" no colonizado, la que le dice que ella existe, que
su pensamiento y sensaciones corporales tienen valor, que merece Eer
escuchada y considerada en sus derechos a una buena vida. Esa voz
generalrnente no tiene peso ni para ella misma. Ella escucha y habla con
la voz del colonizador, que ella ha hecho propia, de tal modo que los
operadores no distinguimos, en lluesho contacto con ella, quién habla.
No sabemos fácilmente desde cuiíl voz habla cuando ,,Bueno.
dice: vo

llamó ..identificación
14. En el caurpo del psicoanálisis, este fenómeno int€resante se
con el perseguidod'. I¡
usa¡ actualmente los fundamentalistas que quieren desüuL la
conciencia_de ajenidad del otro y asimilarlo por conpreto, ruregádo de las diferencias,
, cuando_embarag¡n a las mujeres de las comunidades que sojuzgan. Es una forma particular
d€ produch el exteminio del ofo. También durante la dictadua usamn este método ros
mütarcs que se apropiaron rte bebés, hijos de revoluciondrios.
o
o
"SfoTOMAS" CoMUMCACIONALES EN LOS EPISoDIos DE ABUso I7g o
soy torpe, no pntiendo de estas cosas". Lo más grave que pueile suceder
o
es que le tomemos esa voz como si la representara a toda ella, y no la o
ayudemos a discriminarse. a
Para da¡ un ejemplo más completo de la utilidad de conocer y re-
I
gistrar estos "sl¡tomas" comunicacionales del circuito de la violencia
veamos un análisis de la enfrevista con Marit& que figura en un capítulo t
anterior. o
- Presenta un discurso poco firme, ambiguo, del tipo del "disfractofl,
o
en la clasificación de V. Satir. o
- Usa fucuentemente el 'hosotros" en lugar del "yo" (primera o
persona del singular), con lo que se hace diflcil para ella y para nosohos,
o
discriminada en su discurso.
- Anula con una frase lo que se dijo en la anterior. Marita dice: "A
o
t
'

todos" y sigue... "la relación con mi marido"...


- Explica el porqué. Esto hace el efecto de alejar el malestar y de o
justificar la acción que a ella misma le molesta.
- Emplea un ono lig&r para rclatar algo doloroso.
o
- Usa palabras con sigrificados supuestos, que enmascaran la mag- o
nitud de aquello a lo que aluden: 'tuando ocurió rso" (aludiendo a una o
sin¡ación de maltato que no nombra).
- Ella desaparece, y aparece el discurso del marido a.Favés de ella.
a
Produce el efecto de que ella es el padante, mienüas que el micrófono o
lo tiene é1, aun no esta¡do presente. Dice Marita: "Par¿ é1, me da Ia o
impresión, está todo bien".
- Usa declaraciones que no se apoyan en actitudes concretas, del tipo
o
"quiero que"... que tenninan por ser utopías al servicio de supuestos o
mágicos. o
- Usa explicaciones cientfficas o pregunta por las explicaciones t
cientfficas, con lo que produce el efecto de operar con una susütución
de sujeto en el discurso. Ya no habla l¿ Ma¡ita que sufre, sino la a
"cientfñca" curiosa o la "experta". I
- Habla de su marido, alguien de cuya conducta se está quejando, o
como si fuera motivo de orgullo. Las madres o los padres, a vec€s, hacen
esto cuando relatan las "gracias" que hacen los hiios.
o
- Habla en pasado de algo que No pasó del todo¡l,or lo que se oculta a
que esa conduct¿ está todavfa pr€sente. o
- Utiüza frases del tipo "Quiero... p€ro no pqedo"..", que inducen a e
o
o
EISIORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

pensar en impedimentos (Fe, $i existen, tal vez no


sean tan difíciles de
eücafar como ella cfee y hace ffeer, y qüe, en todo caso,
es necesario que
porque conhibuyen a invisibilizar sus verdaderas
identilsue potencias.
Le quitau conciencia de su capacidad.
- La terapeuta consulto¡a utiliza deüberadame¡te la técnica (fian_
gulación) de hablar indirectarnente de Marita
a la otra terapeura, presente
en la escen4 consciente del poderoso efecto
de influencia que posee esa
técnica.

Retomando el análisis sobre el conversar y sus ..slntomas,,,


vemos que
éste versa sobre un campo muy amplio, que abarca
un concurrir colectivo

tt
de comentarios sobre una seriede cuesti-ones que
no sólo están represen_
tadas por palabras sino también por gestos,
silencios, etcétera. En ese
hanscunir intervienen muchas variables que a su vez genaan
efectos,
que de nuevo apa¡ecen en la conversación y generan
nuios efectos. por
D lo común estos efectos son emocione$, pr;ductoras también
de ideas y
o conversaciones.

o En el análisis de las conversaciones, cabe preguntarse


desde dónde habla cada intedocutor, quienes-naltan
por Ia posición

o y
dirígen ono, cómo lohacen. Desde la disciplina terapéuticá,
a quiénes
es importante
se

saber qué efectos se reiteran y originan interacciones


también repetidas,
especialmente cuando se tata de una conversación
ente miembros de
sistemas sociales que se han rigidizado. No deberíamos
reiterar errores.
Para ello, esperanos que se desanolle en ..alerta
a fre¡fe a esfos fenómenos: sabe-r
nosouos un
que si surge un rnalesar,
automático,,
for e¡emplo,
o está avisándonos que circulan,,anestésicoJ', y que
noestroiot es,¡usta_
o mente, detener el juego si así ocurre, y reorientario
hacia conversaciones

I capaces de abrir nuevos rumbos.

;o
ro
ro
l

o
o
o
o
a
o
9. PROVOCACIÓN, UNA FORMA SUI GÉNERIS
DE COMI.JNICAR

Por "provocación" entendemos un tipo particular de comunicación


que origina emociones -generalmente desagradables (tensiones)- y
produce en el interlocutor reacciones casi automáticas que no son las que
él tendrla en condiciones mrás relajadas y distendidas. Puesto que
personas distintas reciben mensajes diferentes (aunque el mensaje emi-
tido sea el mismo), para identifica¡ sus reacciones viene bien acudir a la
siguiente metáfora: imaginemos que ciert¿s frases o actitudes operan
como un anzuelo que intenta "enganchar" y hacer "picar" al interlocutor,
Éste, cuando "enganchó" y reaccioiró, queda enredado en uoa trama
interaccional particular, insatisfecho y tenso, con Ia sensación de que "no
eraeso lo quequefahacero decit''yque ni siquierasabeporqué "entó".
En lenguaje popular, queda 'pagando".
Coincidimos en estas apreciaciones con los terapeutas italianos del
grupo de M. Andolfi, C. Sacu, A. M. Nicoló y P. Menghi (I$riruto de
Terapia Familiare, ITF), asf como también con R. Pipemo. Todos ellos
han estudiado especialmente la provocacidn y han aportado propuestas
muy vaüosas, tanto teóricas como técnicas. Reconocen los autores
citados la fnesencia regular de esta forma de comunicación entre los
miembros de los sistemas familiares que funcionan rfgidamente, es decir
aquellos que repiten conductas sintomáticas.
Observamos que esta clase de mensajes provocadores es, en efecto,
fpica en familias donde se reiteran conductas de l¿ serie "psicótica", y
también en las que manifiestan conductas de la que llamamos "serie
abusiva" (abuso de sustancias y abusos en las relaciones).
IEz HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRAToS EN LAs RELAcIoNEs

Brnucnln¡

La provocación presenta una estructura propia, que se expresa en


actitudes, &ases, gestos, que -más o meno$ sutilmente- esperan ser
complementadosporelgestoo lafrase delomo al cual el sujeto sedirige.
La provocación funciona de tal modo que eleva la tensión del destina-
tario como si se tatara de una danza, o como cuando en un juego, cada
jugador acüla al llegar su tumo. En su diseño entan reglas que' aunque
no se explicitan, se suponen compartidas con el orno en trnto miembro
del mismo sistema social. De hecho, la provocación se completa cuandb
el o,rno -el interlocuto¡- da la respuesta prevista- por lo comrÍn, hay
alguna respuesta de su parte, a menos que sea sordo, ciego o quL
desconozca el idioma (que es también una regla de pertenencia). ún
insulto, por ejemplo, es una prcvocación groser4 que induce una
ernoción de ofensa. La experiencia de la ofensa promueve una reacción
limitada, generalmente agresiva para con el que insultó: entre personas
que se importan afecüvamente o que, por alguna razón, no cr€en que
puedan salirse de la inducción, el insulto estimula una danza a veces en
escalada.
Durante una entrevi,sta reciente con una familia, que true a su hijo
adicto a las drogas pam que se lo atienda en un progftD¡ut d.e relubi-
litacióU en cierto momento el adolescente mira al terapeuta y le dice:
" ¿Sos ettúpida vos?, ¿qué, no en e¡tdés que asl va a ser peor?',.
¿Qué significa? ¿Cuál es la utilidad de este tipo de mensaje en un
sistema social? Se lo considera como una conhaseña enhe miembrros de
sistemas rigidizados, un intento de probar que sus miembros están v
siguen estando muy próximos y muy dependientes, unos de otros, de que
se toman Muy en cuenta, y de que, enhe ellos, la reacción emocional
automátira es mií$ fuerte que la reflexión.
En est¿ situación, l¿ familia, a havé¡ del adolescente, está probando
al terap€uta y su reacción. En el caso recién relatado el terapeuta optó
por poner un llmite aljoven. Le dijo que saliera de la habitación. diéra
una vuelta y -si quería volver a entrar- se disculpara con él por el insulo.
Los padres no intervinieron para nada. Se mantuvieron como especta_
dores del duelo enhe los dos paladines, y de sus propios ti¡oneos
contradictorios: el amor al hijo y la necesidad de poner un límite a sus
desbordes, Obviamente, el insulto al terapeuta debía de tener numerosos
aotecedentes de insultos a los padres,
o
o
PROVOCACIÓN, TJNA FORMA SlN CÉNERIS DE COMI.JMCAR I83
o
o
Para nuestro modelo de intervención teraffutica @LAFF),I la pre-
sencia de mensajes provocadores fue siempre uns señal -a la vez de
o
cierre y de apertura- del sistema o grupo consultante. Al mismo tiempo a
.
que nos veíamos vulnerables a la emoción y a la reacción detonada por o
el "anzuelo" provocador, aprendimos también que, en el nivel de la
o
dinámica de su esüuctura, la familia estaba señaludo de ese modo al
terapeuta uo camino para enhar en contacto con ella. Desde e¡tonces, I
entendimos que esos mensajes representaban los temores y contradic- o
cio¡es de los miembros de la famiüa, pero que eran asimismo el instru- o
mento con el que ponían a prueba nuesffa capacidad para lidiar con las
o
cuestiones que los atormentaban.
Para que nos sea posible salir del canal inductor, proponemos a los t
terupeut¿s -a partir de nuestra experiencia- pens¡¡r en la provocación o
como si se üat¿ra de una i¡vitación, acogedora y aftactiv4 que nos hace
alguien que no se siente en condiciones de invitar y que entonces actúa
o
como puede. A pesar de los aspectos agresivos del mensaje, todos o
sabemos que sólo se invita a la genüe que a uno le importa. El sujeto o
provocador maniflesta un intento de que le presten atención y dedicación
y, al mismo tiempo, mues$a una interferencia importanüe enúe es¿
t
hlsqueda de atención y las formas de demostrar su interés en esa per- o
sona. La dimensió¡ "me importa tu persona" del mensaje provocador I
queda eficazmente oculta detás del ataque. La provocación esconde la
parte "buena" del mensaje y deja visible sólo la grosera-
o
Quien provoca eüdencia su conflicto eltre acercarse y alejarse de la
a
persona a quien está provocando. Y lo "resuelve" poniendo a prueba a a
ese orno al que agrede con la provocación, del cual habitualmente recibe,
o
para completar el circuito comunicacional, un¿ rcspuesta automática
o
confirmatoria de sus peores expectativas, La respuesta, .totalmente
previsible para el provocador. es -tal vez- la garantfa de que el o.rno t
continúa 'tespondiendo", "perteneciendo" al sist€ma. Y eso {ivia una a
parte de su conflicto.
Pero también suponemos que el provocador espera -alguna vez- una
a
respuBsta diferente de la previsible , capaz de abrirle ohos ca¡ales de a
relación, aunque signifiquen para él una inseguridad en cuanto a la o
sujeción del orro a su sistema.
a
o
L hograma de lrvestigación, Asistencia y Formación en Familias, coordinado por la
doc¡ora M. C. Ravazzola y el doctor Gastón Mazi¿res, que funciona desde 1983. a
o
o
I 84 HISTOR¡AS INFAMES: IOS MALTMTOS EN LAS REL"ACIONES

La hija de diéz años le gríta a su momi adoptiva que sabe


muy bien
quc ella no la quiere, y que es por eso que Ia hace dormir
con la hermana
y ceder su ilornitorio a los abuelos (eI abaelo, que estó muy enfermo,
vive en la provincia y necesita tratarse en la Capital). La mad.ri,
entre
enojada por ln poca solidaridat de la nena y afligida porque pueila
pensar reahncnte que w es querid4 deüca un buen ran
a explicaile que
su donnitorio es el twís gronde y cómbdo para los abuelos,
), trata de
demostrarle con ejemplos cuánto la quiere. La nena sigae protestanda
y la nudre se pone cada vez peor hasta que el episodlo turmina
en an
cachetazo. La mailre llora sintiéndose culpable, y eI padre pimsa que
la madre tendría que manejar mcjor estas sitwcionis.

Tal vez podrían cort{ este penoso circuito si la marná se diera a sf


misma penniso para tratar a l¿ nena con menos deferencia y si
no se
dejara acusar ni culpabilizar por su marido ni por su hija. y en conse_
cueuci4 si tampoco se enojara ¡¿ almente c,onella. Sólo entonces estarÍa
poniéndole un límite a üempo, como se hace con cualquier
persona que
molesta.

[,o$ rcnrpeur¡s sE ENTRENAN EN coNTRr{pRovocAcIoNEs

ejemplificar sus momentos difíciles o sus ..escenas


.Para t€midas",2
quienes trabajan en el enhenamiento del sefde los
terapeutas (como G.
Maziéres, M. C. Ravazzola, H. Aponte, W. Santi y otros) evocan
situa_
ciones de provocación. Describeo entonces episodios
en los que un
paciente aborda al terapeuta de un modo tal que gatilla
en él una reacción
cuyas derivaciones -se da por sentado- no serán
útiles para producir
conversáciones promotoms de autorreflerión. En esas
,urgrn
"r*ou*,
automátjcamenb, de parta del terprJta, respues¿a! que lamentablemente
van a cenar la relación y a promoverun contexto de
emociones defensivas
con interacciones no deseadas. Si, en cambio, el terapeuta logra
vencer
a$pectos propios 'bnganchados" con problemas similares
a los de los
consultantes, la provocación será una oportunidad de
entrada, de con-
tacto con ellos, y hasta una ocasión de profuudizar el conocimiento

Psicod1gatistas
y psicoonalistas como F. Moccio, C. Mardnez
*Friedlet*y
. ?: y E. pavlovsky, L
yH. KesseLnan hal producido uabajos especfficaneme .'oo .*, .r."o .
PROVOCACIÓN UNA FIIRMA SUI GENERIS DE COMI]MCAR I85

de las grieta$ que confibuyen a requebrajar la estabilidad sintomática


del sistema.
En la línea que plantea el Istituto de Terapia Farniü¿re, de Roma
(Andolfi, Sacu, 1985), en sus esundios e investigaciones especiales sobre
la provocación, observamos una técnica terapéutica que ha elaborado, y
que denominan "confaptovocación". Consiste en tomar la provocación
como si ñ¡era el ataque del orro e¡ el transcurso de la práctica de las artes
marciales tipo jiu-jitsu: utilizarla entonces como henamienta para des-
baratar el juego propuesto y avarvat hacia el contacto fuerte y la
construcción de ohojuego, menos previsible, y que ofrezca menor sostén
a la repetición.

Puede mencionarse aquí el caso de una familia, cuyo padre viene a


Ia seg,unda entrevista" mostrmfu su disconfornidad con la terapia, Dice
alterapeuta: "Astednoes eficaz La entrevistano nas simió para nada',

El terapeuta sabe lo que zo debe hacer (Pipemo, 1979): no debe dar


una explicación en la que se disculpa por los pocos logros, ni enojarse
por lo injusto y desmesurado del reproche ni por el modo maltratador.
Esa actitud podría ser fácilnente asimilada por el sistema familiar, que,
seguramente, conoce modos ya aceitados de manejarse en estos casos.
En los enfenamientos de psicoterapeutas se ensayan diferentes inter-
venciones para ilusfar las posibles contraprovocaciones capaces de
desbmatar estos juegos y abrir oúas alternativas a las famiüas. Las
escenas de desealificación de la terapia -o del mismo terapeuta, como
la del ejemplo- están enFe las que se evoc!¡D con mayor frecuencia
cuando se úata de explorar dificultades. Los terapeutas en entrena-
miento pueden asignarse y cumptir distintos roles (de provocador, de
terapeuta, ercéera). Y ensayar cuál es la intervención que logra que la
perfirbación vuelva al polo consultanüe, sin ofros efectos indeseables.
Por ejemplo, en el c¿so citado, el terapeuta podría ensayar decir: "Por
suert€ paü ml, ustedes van despacio. De lo conúario, conería el riesgo
de no poder pagar mis vacaciones". Pero, tal vez al ensayarlo, se verfu
que eso suena demasiado contaprovocador, especialmente en los co-
mienzos de una relación, con 1o que el terap€uta correría el riesgo de
queda¡ en relaciones poco cordiales con la famiüa. Esto es lo que sucede
si la respuesta tiene una dosis algo fuerte de ironía, en un timing
inoportuno, En cambio, puede probar a decir: "Gracias por orientarme
¡ 86 HISTORTAS INFAMES: tOS MALIRATQS EN LAS
RELACIONES

en el ritno
que ustedes necesit¿n: me doy cuenta de que
son más rápidos
de lo que yo creí. Igualment€, no sé si estaré a la
altura de lo que ustedes
precisan. A lo mejor, soy demasiado /ezre"¡a". probablerneote,
con esto
terÍiine la escena provocadora y quizás hasa alguien de la famiüa intente
hanquilizar al terapeuta en cuanto a sus habilidades.
Hay que pensar que nunca existe una sola respuesta adecuada.
-,
Siempre aparecen muchas que son útiles: lo importante es
no caer
justamente en las que sabemos de antemano que
son perpetuadoras de
lai funciones rígidas del sistema. Entre estas rfltimas-, si incruven las
respuestas emocionales de enojo, ofensa o ganas de
echar a tcrdos los
consultante$,0 -la peor-, que el terapeuta haga como que no pasa
nada
pr-ro se quede molesto, atontado o acelerado,
lo qui indica que la
provocación lo ha afectado, cargado negativamente, y que
la tensión se
incrementó en el polo terapéutico. Aunque no ,oru.nt , de inmediato
una respuesta adecuad4 el ferapeuta puede reflexionar
sobre sus propios
"enganches' narcisistas en la propuesta provocadora.
Obviamente,
para el polo consultante no resulta útil disminuir
sus tensiones v ..des-
cargarse", cargando al terapeuta: las tensiones han
de descargarse sólo
a favés de la solución del problema que aqueja al consultante.
Eso
significa que la respuesta del polo terapéutico nsa¡ devolverle
la carga
tensional de un modo tal que pueda aceptarla y no defendene
luego del
terapeuta" Toda esta gimnasia comunicacional es
muy necesaria e inelu-
dible si lo que se quiere es ayudar a farnili¿q en situac-iones
de ',psicosis',
o de abusos.
En cuanto a las famiüas con miembros abusadores, que
son las que
nos interaian especialmente, fr prouo.a.iOn upurec.
,o",Uu, más üs_
fibuida ente todos. por lo general, cuidan de que el abusador
sea el que
resulte menos tensionado. No siempre es el terapeuta, por
lo demás, el
blanco principal: también suele serlo la persona sistemáticamente
abusada" Y por lo tanto, el terapeuta no sólo debe
interferir las provoca_
ciones que lo afectan, sino también las que van dirigidas a oúos.
Tratlreygs de e+licar por qué esta intervención es ra¿ iiportante <asi
un eje de la terapia-, tomando algunas ideas, nada
nuevas, expresadas
por Piperno ya en 1979.
J
o
o
PR,OVOCACIÓN, TJNA F1ORMA St]I GÉNERIS DE COMTJNICAR r87 0
a
Fu¡crór¡-pensoNr, Be¡.¡¡cr ¡s rm'rstoNEs
a
Piperno describe las'Tamiüas rlgidas" como aquellas cuyos miem- a
b¡os están con$treñidos a ser sólo lo que los ofios significativos de su I
coexistencia esperan de ellos. Ninguno puede libremente ser. A lo sumo,
algunas personas del grupo, pero no todas, tienen cierto penniso de ser
t
ella$ mismas {egún una clasifi cación antropofanomenológica propuesta o
por Ludwig Binswanger-. Y tal forma de interactuar se mantiene a lo a
largo del tiempo. Piperno emplea ta metáfora de lacapacidadde definir
con claridad los lfmites de los espacios personales, como posibilidad de
a
expresión del "sí-mismo" y casi como un signo de salud mental. o
o
La falta de autonomla, la imposibüdad de propooeme con un espacio
personal propio, lleva a buscarcompañeros dejuego con los que se confunde
a
' el ser por ml" y "el ser por el otro". La i¡fusión en el espacio personal del o
otro, o a üavés de la pérdida del propio, se welve la rfuica posibiüdad de
co-existencia- La proteaividad, la indiferencia, el rechazo,la victtmización
o
y la locura se ransforman, de anibutos individuales, en mles para un libreto a
rfgido (Pipemo, 1979).
o
La modalidad de ser en el grupo puede definirse ahora como "el o
coexistiranivel de función". La nágica descripción que hace Piperno de o
la existencia e¡¡ ft¡nción del oto no es tan ajena a nuesha cultuÍa. Si se o
piensa con detenimiento en los clásicos roles famiüares, se advierte que
las expectativas puestas e,n las madrcs consisten en que ellas tleben vivir I
parte, o toda su existencia, en funcién de las necesidades de sus hijos. o
¿Esto las pone en un mandato social de ser -segrfn la definición de a
Piperno- seres desviados de lo normal? Entonces las madres, por
o
coexisti¡ casi sólo en función dgsu hijo, ¿son enfermas por prescripción
social? t
El sistema que forma un operador social convocado en car¿[cter de o
terapeut4 por un lado, y los miembros de Ia famüa o el paciente indi-
üdual, por el otro, denominado "sistema terapéuüco", puede ambién
o
tansfo'rmarse en un sistema rígido, y sus componetrte$ actuar sólo a
desempeñando aquellas conductas a las que están consteñidos. La o
presencia del miembno nuevo en el sistema -el terapeuta- amenaza con
o
desesabilizarlo, por lo que los miembros de la familia lo aceptan en tanto
el nuevo circule sin causa¡ efectos de verdadera ruptura- El sistema a
puede (corre el riesgo de) ser rnirado o actuado por este miembro nuevo o
a
I
1 88 HISTORLAS INFAMES: LOS MALTITATOS EN LAS RELACIONES

de un modo que genere sorpresa y temor a altemativas


no previstas.
Seguramente, es lo que a un tiempo se desea y se teme. por
lo tanto, es
nuís tranquilizador anular el efecto de posible novedad.
segln auesfa erpeienci4en este tipo de familias el balarce de las
ten¡iones suele ser tal que asegura una tensión óptima
-enhe er mínimo
y el máximo que el sistema conoce y tolera_, pesar
a de la presencia de
síntomas que tal vezestánailróesde hace mucho tiempo.
Estas familias
'fgidas" están -+n efecto- acostumbradas a un Áonto de
tensión
previsible que no siempre es el mismo que los
demás tolerarían. El
aumento de la tensión es razón suficiente para acudir pedir
a ayuda. Al
demandar la terapia, buscan un alivio, un cambio,
aigo que podría
genéricamente pensarse como una disminución
oe ta teruion quJ esten
soportando, lo que no siempre puede asimilarse al hecho
de buscar la
desaparición de las conductas sintomáticas.

Hugo vive hace seis años con sus pt)dres ancianos, después
de una
tormentosa separación matrimonial, Su hermano mayor,
Sergio, en
tratarnimta por sus problenws personales, relata a su psicoterapeuta
actitudes de maltrato y cond.uctas violentas de Hugo.'lz
cuenta que
Hugo no trabaja porque ningún trabajo se ajusta á sus exigencias y
necesidad¿s, Relnta asinismo la aflicción de us
Wdrcs, que supanen
que Hugo estúafectadopor elfracaso dc sumatrimonio
con-Eleni,y que
constanten ¿nte les pide auxilio, a él y a su otra hermana.
El terapeuta
sagiere a Sergio una entrevhta de terapiafamiliar
con naestro equipo,
Ia madre es quien solicita telefónicamente Ia consulta, ac¡niininta
cotw urgente.

Es fácil pensar que el motor de la consulta no han sido


-
de Hugo, sino la preocupación del psicoterapeuta
los síntomas
de Sergio, gatillada a
y vez por aquellos Írspectos de los relatos de Sergio que
constituyen
focos de tensión en las ¡elaciones entre él y ,u, puár.r,
hermano. Esta 'lelota picando" en esa área p..rionu,'u
I
entre él y su
,o vez, en Ia
relación Sergio-madre, quienes se movilizan para consultar
a nuesfto
quipo, Dicho de oüa manera, la mi¡ada del ..extraño,, (el
terapeuta de
Sergio) aumenta el nivel habitual de tensión, y el grupo
busca restablecer
el ¡ivel tolerable que les garantiza continuar .n to qo"
o Palazzoli llama 'tl juego" relacional psicótico.
Ma¡a Selvini

o El juego comunicacional provocador habiaral parece


un instrume[to
o
o
PR,OVOCACIÓN,IJNA FORMA SU GEI.IERIS DECOMIJMCAR 189

hábilmente aceitado entre los miembros de estas familias. Uno de ellos


(no siempre el mismo) se ha hecho cargo, a havés de ese juego, de
absorber de distintos modos las tensiones, Cuando un ..exüaño" se
aproxima, se coavierte en bla¡co de mensajes provocadores y, entonces,
es problable que asu¡na esos ex.cedentes de tensión que podrfao perturbar
eljuegohabitual. Deesto sededuce loimportaniequeespa¡ael terapeuta
hallarse en condiciones de esquivar o fansformar los mensajes provo-
cadores, de tal manera que vuelvan a inducir rnayores tensiones en el
sistema que consulta, pero cuidando de mantener siempre la aceptación
de las peisonas, y un clima amable en la relación.

En el caso relatad.o, al comienzo de la reunión a la que asisten Sergio,


Iaisa (la y la nadre, Luisa cuestiona (con vehemencia) la
hermana)
modnlidad de trabajo del equipo. ElIa se manifi.esta en desacuerdo eon ,

eI uso de Ia cámara dc GeseII y dc la.s grabaciones, y exige que la


entrevista se rea,lice sin esos instramentos, De no complacerla, anenaza
con irse. Enffe tailto, permtnece dc pie, discutiendo, mienftas Sergio
intenta negociar con nosotros Wra que cedamos y para que su hermana
consienta en quedarse.
Las terapeutas le contestan que con mucho gusto Ia complacerían
pero que en sittucbnes cow la que se presenla, desde hace mucho
tiempo viene trabajúndose sólo de esta mnnera porque se lw comproba-
cw¡tbiawdn. Es entonces l.amadre quien dcfine
do que de no ser a.sí, no
que va a quedarse y aceptar las condiciones dcl equipo. Allí, l¡tita se
tranquiliza y tonn asiento.

Nosotos, como equipo, entendimos la reacción de Lüsa como una


provocación. Al conocer el funcionamiento de est¿s familias, estamos
preparados para tales momentos. No dejamos que nos invadan emocio-
nes que nos harlan reaccionar defensivamente, sino que mantenemos el
rumbo sin descalificar al provocador ni su propuesta. Cambiar actitudes
que vienen repitiéndose por aflos no es fácil para nadie, y resulta
comprensible que cause mucho miedo y promueva pataleos y beninches.
Pero somos conscientes de que esos beninches precisan llmites.
¿Por qué es tan importante saber manejar la provocación?
Para responder a est¿ cuestión es necesario preguútarse -cono lo
hace C. Sluzki- sobre los factores que mantienetr los sfntomas. La serie
I9O HISTORTAS INFA ES: LOS MALTBATOS EN LAs RE¡.AcIoNEs

de estos facÍores que coexisten en una familia con un miembro sinto-


máüco puede establecerse como sigue:

- que el grupo familiar comparta un criterio consensual de ..enferme-


dad", cono una condición por la que no se exige al sujeto-problema que
se responsabilice de sus conductas. Este sistema de creencias coincide
con la btisqueda de una resolución médico-psiquiárica del problema.
- Que, de produsirse tensiones entre las personas, tales tensiones se
mantengan bajo conhol. Si las tensiones aumentan más allá de un lílni-
te, enne todos los miembros dE Ia famiüa designarán a algtien paraque
se haga cargo de ellas. En consecuencia, las tensiones tiende¡ a ser
pemanentil¡ente delegadas en alguien.
- Que cada uno disminuya la intensidad del registo de su propio
placer o üsgusto (habitualmente lo delegan de uno en oüo). Ninguno se
compromete con sus propias necesidades vitalss.
- Que se mantengan algunas pautas fijas a lo largo del tiempo, como
si la gente no creciera o como si el tiempo no pa$ara.
- Que la estructrua jerárquica en algunos subsistemas penrumezca
inamovible, incuestionable.

Jugco elory¡¡¡¡r¡ DE TBNsIoNEs. A¡.ct¡ves REFLHgoNEs

Si se piensa que los circuitos inüeraccionales de las familias en las que


se producen conductas de abusos persisten debido a factores que coin_
ciden eshechamente con los que mantienen la existencia de una mani_
fes¡ación sintomáüca, cabe continuar la línea de intervención conha_
provocadora propuesta por el ITF de Roma. De ese modo se contribuye
a experimentar, fundamentar y precisar su apücación Ambién a las
consultas por problemes de abuso en las relaciones, y de abuso de
sustancias.
Poner el foco en el juego de úensiones nos condujo a preguntarnos,
hace añosy4 cuando comenzamos con las metáforas de cóconstrucción
en la terapia (Ravazzola y Meziéres, 1986): ¿de dónde surgen esas
tensiones? Aluden a algo tendido entre -por lo menos- dos polos que ti_
ronean. ¿Y cuáIes son esos polos? Tent¿tivamente, respondimos que tie_
nen tal vez que ver con Ia ineludible d¡nza biopsicosocial humana, por
la que pertenecemos a grupos sociales significativos y, al mismo üempo,
o
o
COMIJMCAR o
PROVOCACIÓN, UNA FORMA Sl]I CEI\IERIS DE 19¡
t
necesitamos diferencia¡nos como sujetos rlnicos, lo que nos lleva a una
igualmente ineludible situación de conradicción personal-grupal.
o
Cada cultura, cada grupo, cada individuq propone y se propone o
formas de resolver esta cont¡adicción, y quizás haya habido a lo largo de o
la historia ht¡mana convergencias más y menos exitosas. En nuestra
cultura occidental, los valores diñ¡ndidos desde los medios masivos,
a
transmisiones generacionales de úadiciones, etcétera, nos sumen en una a
paradojización flagraote a favés de mandatos como los que siguen: l) o
existe el culto al héroe, i¡tdividuo único por excelencia, que es tanto más
hemico cuanlo más se sacrilica por los demás; 2) las mujeres, como
o
madres heroicas, por ejemplo, ¡raur dedicar su vida a los hijos, pero a a
la vez rcalizarse como personas y prever los años de vida posteriores a o
la partida de los hijos del hogar patemo, por lo que tienen que desanollarse o
en alguna área de su propio interés;3) los hijos se deben a sus padrcs
familias pero, al mismo tierpo, son "rmos" o 'bnfennos" si no se alejan
y
o
y no co4stituyen un grupo familiar propio. o
Es sabido que al optar, siempre algo perdemos. a
Nuestras diferenks -y personales- constn¡cciones de la realidad
pueden incluir l¿ creencia o la ilusión de que podemos no optr¡ y, pot
o
lo tanto, uo perder, no comprometernos en la con8ecución de lo que o
queremos, o sea que podemos maotener indefinidamente una oscüación o
ambivalente. Esta constnrcción supone una delegación, tanto del aspecto
de la contradicción que, en cada momento, nos resulta más dificil o
o
¿ünen¡¡znte, cuanto -a veces- de la misma decisión de elegir. Cuando o
es así t¿mbién tenemos que delegar nuestro registo de lo que queremos. a
Esta oscilación peÍnanente coincide con la dete¡ción de los procesos
o
evolutivos en su devenir natr¡¡almente cambiante: 'T-os seres vivos y las
organizaciones sociales cambian perm¿nenüemente",3 Como el buno o
frente a las dos parvas de heno igualmente grandesn el sujeto deberfa a
compromeler su decisión hacia una de ellas pero permanece en constaote o
oscilación (Watzlawick y oros, I 97 I ). El circuito oscilante se mantiene
en knto no haya alternativas que permitan valorar las diferencias enfte
o
las parvas de heno. Por lo tanto, todo el circuito inúeraccional debe o
reverberar de modo ambivalente. detenido en una oscilación eonst¿nte o
entre la parva de perienencia y la de autonomía. Asl es que para quedarse
o
I
3. H, Maturana, comunicación personal, Buc¡ros Aires, 1983. o
o
o
HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS RELACIONES

con la ilusión de no perder, hay que generar mecanismos (con gasto


energetico) que mantengan la oscilación y ninimicen permanenüemente
las diferenci as.
En tanto terap€ut¿s familiares, y siguiendo el hilo de este
discurso,
es pam nosouo$ de pennanente interés el modo en el que se producen
los
"circuitos de mantenimiento" en las familias con miembros
sintomáticos,
en las cuales ocurren repetidas interacciones de abusos. Interesa
saber,
en efect', cuáles son en estas familias los mecanismos
eficaces para ei
mantenimiento de una oscilación. Tares mecanismos tienen que permitir
a los sujetos tender hacia polos cohesivos y diferenciativos
a la vez. sin
que uno prevalezca sobre otro (crecería una de las parvas).
Encontramos
con frecuencia que en ellas se formulan apreciaciones
en un plano
(generalmente verbal) flagrantemente desmentidas
en ono planó (g+
neralmente gestual o de acciones concretas).
Enlavidacorrient€ seescuchan muchos dlestosejemplos.
Unamujer
dice, protestando: ' A mi marido no le aguanto má$ que
[egue tan tarOe,,,
y lo dicemiennas anegla la mesa para servirle la comida
Juando llegue.
Las palabns hablan de algo a lo que se pone fin, ya intolerable para
el
sujeto, mienmas que los actos, y seguramente Ia acütud
de la misma
señora cuando esté frente a su marido, indican que aguantará
muchas
veces más. La madre que dice al hijo ,,Ésta es la rjlüma vez que
rc alcanzo
lo que te olvidaste", sabe ella misma, mientras le alcanza
el objeto por
el que Fotesta, que volverá a hacerlo la próxima vez que
el tr¡o sj to
reclame. En estos ejemplos las personas hablan la autonomía
mienüas
acfilan la pertenencia.

. Estos actos que se anulan mutuamente üenen el efecto de perrritir


cierta descarga de tensión en las interacciones en las que,
de no real!
zarlos, el sujeto estaría a punto de registu un disptacei.
Oe todos mo_
dos, como se anulan una a la oÍ4 no inclinan eí movimiento
en una
determinada dhección y, por lo tanto, no hay cambio. puede
continuarse
con Ia ilusión de que es posible no optar, no comprometerse;
no hay
alarma fimte a una tensión dolorosa en la que se sería
desleal a la familia
o, por lo menos, consciente de una renuncia personal.
Estamos ante un fenómeno social comrfn y coniente.
En las familias
sociales, en g-eneral, se realizan actos propios de
ljo I-.1I"r rylo:
llamamos "la danza relacional"(Whitaker, l9g2),
lo que
confirmatoria_por un
io lad5 d¡ pertenencia (proporciona idenüdad, ieguridad, continuidad,
io etcétera), y que conobora -por et oro- h incvrci¡aridad.
Sucede en la
o
I

io,
PROVOCACIÓN, IJNA FORMA SU CÉNERIS DE COMTJMCAR 193

vida de todos los días. Cada vez que se responde a una pregunta, se está,
por un lado, respondiendo aunainducción, certificando una pertenencia
a un código social y, por el offo, dando una respuesta personal, Pero no
necesariamente el circuito interaccional se establece de un modo fijo: se
producen, por el contrario, movimientos generados por las necesidades.
particulares de cada sujeto.
En los casos que interesan parlicularmente en este trabajo (maltatos),
el polo diferenciador de los rnensajes parece ser, por alguna rarln, muy
dificil de asumir y, por lo tatrto, se presenta sólo para ser anulado por
algrin offo mensaje, generalmente expresado en otra área (corporal-
conductual, cuando el mensaje diferenciado es verbal). Es asimismo
importante evaluar el contexto donde se manifiestan estas ambivalencias,
y las expectativas que se generan en función de tal contexto. A veces, se
espera que un tercer sujeúo, espectador del mensaje, asuma el polo
diferenciador y 1o convierta en su causa. En esos casos, si quienes
interactúan son el marido y la mujer, frecuentemente ese tercero es un
bijo que hace suya la "causa" de uno de los padres. Cuando estas famiüas
llegan a la consulta, sus miemb¡os proponen mensajes ambivalenües y
esp€ran que el terapeuta sea el gue tome a su cmgo la manifestación
diferenciada. En otras palabras, que asuma la necesidad de cambio de
cada uno.
Por todo esto, los mensajes ambivalentes result¿n importantes pma
el terapeuta familiar. Si la ambivalencia está presente, significa que él
es el candidato óptimo para que se le deleguen las necesidades diferen-
ciadoras de los miembros del sistema familiar. Si las hace suya$, la fami-
lia puede, ahora incluyéndolo como parte de ella, seguir oscilando
indefinidamente o sólo registmr sus tendencias cohesivas.
También es cierto que el terapeuta tiene al mismo tiempo, a través de
estas manifestaciones, una oportunidad rinica de enüar en el sistema
familiar, si logra maniobrar desde una devolución total de 1o expresado
de forma ambivalente (por uno, o enhe dos, miembros de la familia),
hasta producir la amplificación del aspecto del mensaje que -de no s€{
asf- quedaría oculto.
A la luz de estas reflexiones, 1o que llamamos "provocación" resulta
ser, entonces, un tipo especial de mensaje igualmente ambivalente, con
el que un sujeto induce violentamente a otro a que dé pruebas de su
lealtad al sistema de expectativas mutuas en el que ambos se manejan.
Un adolescente, por ejemplo, puede decir al terapeuta, con tono
r94 HISTORIAS IMAMES: LOS MALTMTOS EN
Lq,S RETACIONES

despectivo mie¡tr¿s sus padres miran y


escuchan atentos .?Usted va a
hacer algo porml?, si ni siquiera conoce
ios nombres Je ios medicamentos
que tomo...". Este mensaje presenta
algunas ambivalencias que es útil
r@onocer:

a)Adolescente despreciativo y provocador


v.r. padres reconocidos
que piden ayuda.
b) Adolescente despreciativo vs. adolescente sent¿do
en el consul-
torio del "despreciable', terapeu¡a-
c) Adolescente necesitado de atención y garantlas y¡.
adolescente
agresivo y despectivo.

Lo esperado y previsible sería que el terapeuta


dijera: ..Bueno, justo
¡to conozco esos medicamentos, pero si
me decls la droga quó bs
compone..," o, ..Bueno, yono estoyde acuerdo
con darremedios,poreso
que...". En fin, alguna explicación que lo defienda y
T
adolescente y a su famiüa la i¿ea ¿e qoi
devuelva al
a ,.*p"ot"i¡ocioua
con las
mismas pautas que ellos,
Un aspecto especial de la.ambivalencia a que
la se alude aquf _la
provocación del sistema familiar (a
ravés de alluno o varios de sus
Slemhos) al terapeuta- provee a este terapeuta de
un camino de
intercamüo intenso consigo mismo y con
todos. puo no por cierto
respondiendo en la llnea defensa_ataque prescrita
por la familia, sino
ofreciendo otra propuesA que incluya ios p"f", j,
li LU¡valencia. por
decir al.joven: ."Te agradezco que re
:flpllp".dr
na$a aquÍ, a pesar de mis ignorancias. Espero
hayas molestado
que me ayudes en lo que
desconozco porque voy a necesit¿rlo".

. Si el terapeuta elude la trampa de tener que


los miembro¡ de la famiüa también porOro
responder a la inducción,
tr...fo. Cuanto menos
ht'nte t€rapeuta.tonvencer" o.tiro;.." o,h;;;ll;
el
bs consutantes
en una dirección, menos cargará con
delegaciones que lo lleven a
reforzarel no-cambio. Est€ equiübrio e,
¿ifJil po.q"."u la vez tenderá
a ayudarlos a cambjar.
Resulta obvio, en consecuencia, que los
-
situaciones de maltato tienen que ser
terapeutas enfrentados a
capaces de registrar estos fenóne_
nos comunicacionales provocadores.
Muchas vecei se hata de desaffos
cgno de¡critos, pero es muy fr".urote qo. las
llaros l9s
sean más sutiles. Est¿s últimas constituyen,
iunit ro.¡on ,
.n,i .oot terapéutico,

u

o
o
PROVOCAC]óN, UNA KTRMA SUT GÉNERIS DE COMIJMCAR I95 o
una foma de "slntoma$ en sesión" que apar€cen como itrcon$uencias
a
de sentido en los discursos: sabemos que se trata de las mismas o
ambivalencias de la provocación porque también 'lrovocan" alguna o
forma de molestia en el tÉrapeuta. Cuanto más entenado se encuente
éste para percibir.ras imágenes, sus deseos, st comodidad y bienestar,
o
nás capw será de detener las interac¡iones en las que apareció el a
malestar, y en poducir una nueva n¡ta en la conversación. o
En las enuevistas uanscritas en oros capltulos hay abundantes o
ejemplo$ de estos síntomas comunicacionales que ocunen en la conver-
sación: ente ellos, las provocaciones son algnnas de las fonnas menos a
sutiles. o
o
o
o
e
o
I
o
o
o
o
t
o
o
o
a
o
:o
o
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o
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o
o
IO. I.]NA VERGÜENZA ESPECIAL,
LA VERGÜENZA AJENA

Cuando comené a ocuparme del tema de la violencia familiar, un


hecho atrajo mi atención en las conversaciones: las constantes referencias
de pate de algun miembro de la familia -habitualmente la vlctima- a la
vergüenza.
Siempre había alguien que no hablaba por vergüenza, o que tat¿ba
de ocultar sus marcas por vergüenza, o que prefería que no se supiera lo
que ocunía en su casa porque sentía vergüetrza. La palabra sonaba fuerte,
Ia emoción esaba allf. Pero era difícil entender de qué tenía vergüenza
alguien que no habfa hecho nada malo sino que, por el contrario, había
sufrido el mal que otro le había causado.
El niño no cuenta en la escuela o en el hospital que su mamá o su papá
lo golpearon hasta quebrarle un hueso. La mujer co¡l un ojo morado se
pone maquillaje para que no se le note. El muchacho abusado sexual-
mente porsu padrastrq no habló nuncadel hechocon su maüe. ¿Porqué?
¿Cómo es eso? ¿Qué es lo que ata a estas peñonas a un circuito en el que
su silencio se t¡ansforma en parte del problema? Cuando pueden hablarlo,
dicen tenerver$ienza. Si tienen vergüenza, ¿vergüenza de qué?
Tal como lo dicen, se trat¿ de una emoción global que abarca y
descalifica a todo el sujeto, bien diferente de la culpa que se siente por
haber cometido un acto específico que provocó daño, y que lleva a
enfocar con fr¡e¡za al propio sí-mismo (seff). El sujeto queda inundado
de una autocotrciencia crítica que le impide accionar y lo vuelve muy
vulnerable al critÉrio y la mirada de oüo$.
Reflexionar sobre uno mismo es muy bueno y necesario, pero la
vergüenza es a veces sólo un ejercicio rfgidamente castigador que cae
sobre la totalidad de la propia persona.
HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS
RELACIONES

En el campo especffico de_ la violencia familiar,


al preguntar a Ios
protagonistas y prestar un oído atÉnto
a ,u, ,.rpur*ár, se puso de
manifiesto, cada veu cotr mayor claridad, que Io que'esras
personas aicen
que experimentan es semejante a lo quc .!er-
ü cultura popular llana
gienza ajena".
¿eué quiere decir eshexpresión? se réfiere a hecho de
que un sujeto, como si fuera el verdade¡o
responsable de un dañq se hace
cargo -por otro- de una emoción que le
corresponde asumir a ese otro,
porque éste sí es responsable por el
daño.
dedarse, para que asl sea, varias condiciones.
. ,Ha¡ Ambos sujetos
deben sentirse miembros de_ un mismo
,irt ru qo" .ortp.rt o, t oo
alguna pertenencia común. Una escena que
e¡empün., Jrr".oo.pro .,
la dp uu señor que pide disculpas porju
u*iái ¿" oi-*igo qo, ,,
embonachó, o la de la ver$ienza que
sentimos si esÁos en un país
extanjero y vemos a un compaúiota qur
*r ,orponu ¿e fr¡na ¡na¿e-
gufa. { esos casos, experimentamos vergüená ajena. No somos los
auúores de la acción-problema pero
la .ño.¡¿n de la verglienza nos
asa¡ta como si lo fuéramos.
T_oda persona que sehalle en cont¿cto con situaciones de violencia
^
familiarconoce la existencia dc I
qu.lu
^*Wrrtoiir^i,ir'íLtir*
sienten son las que no relatan lo qu.
ü, p.ro ol piJ*q:u; se Ias ayude,
más bien esconden cuidadosanenb
lo que se ies Uá. v .tigro
polftica de ocultamiento no por capricho. puede .*
oc-unir, según Ias
que se las ofenda y úast" ,. tr*
:1T*r, .r.u*.r.r-.i*rto dejan de
ocurren denuncian lo que les pasa. y
¡ esas reaccioneriiOgicas,
que se victimiza a las vfctimas, les ior ta$
confirman qte deben
avergonzarse. Si result¿n finalmente "il;Á
castigadas es porq* .tgó,Ao n*
hecho. Volveremos sobre esrc punto.
J.-P. Sarne habla de la vergiienza
cono de la tu¡bación que no$
emtarga frente al Otro como pJanteo O.
*rpo.ra y ,rñlLuiliOuO.
*!Ti{*l t" qe E. Ioselevich den"ri".;;;sü.;;;;
y E. Levinas
Em
y A. Finkielbaur conecran co-n
lo, .r.rApororlrOrrüüL genera un¿
cons[ucción moral. Esa vgr$ie¡r¡ ss rescatable, ensalruth, y ponto d,
partida de un¿ autoconciencia crfü.u.up.
acción. La tendetrcia permanene a la
O, *igin*ü cambio en la

duda-
n rgu"*'r*
restictiva y limitante para cuaquñr persona,
*;;ñ*.rró;;;
qJ, po"¿" *nri-
derarse enfermedad Sin embargo, también
es importante lograr un ac_
ceso a-sentrmientos de vergüenza..sana":
con eI que cuentan sólo aquellas personas
funciona aofio * uo*oo*o.
,roriUl.q üp*es de esa
a
O
o
UNA VERGÜENZA ESPECIAI. LA VERGÜENZA ATENA o
I
I99

vergüenza, y del que carecen aquellos que la lengua ha clasiiicado como


"sinvergüenzas".
o
Lnque aquÍinteresaes' empero,profundizarelaspecto delavergiienza o
que, además de paralizar la acción, inunda al sujeo descalificado,
diferente, impidiéndole rcconocer sus de¡ecbos más allá de sus errores.
I
Esfa vez se tata de un sentimiento de est¿r "fallado" y expuesto a esa
O
desc¿lificación" tanto más cuanto el Oto llega a percibir esa "falla ' . De o
ahf se desliza fácilmente a la negación activa de "la falla", y a eviur que o
haya testigos que se enteren. En este último caso, la vlctima evalúa que
la única altemativa a esa condena social, a esa sanción del Ono, testigo,
o
represenafte de la sociedad que nos exaninay define, es el ocultamiento o
de la supuesta "falla". En el juego inter¡elacional particular de la o
violencia familiar, los escrúpulos -que deberfan inundar de malestar al
acto¡ de la conduct¿ anüéticr atormentan a su vfctina eo lugar de
o
molestar al victimario: la atormpntan y la inducen a un ocultamiento o
perpeoador del circuito. Insólitamente, es ella, la víctima, la que se a
sientp mr¡¿o¡ frente a la mirada pública. Conaa toda lógic4 a partir de a
esta paradoja emocional, ella se siente casi mác cercana a su victimario,
con quian asume que compart€ la falla" que del exhaño que puede
t
ayudarla a acabar con los abusos, Es con el víctimario con quien, mien- o
tas sienta vergüenza -por él-, va a compartir un sistema de pertenencia- o
No con los operadores socialesi porque ellos representan esa temida
I
mirada púbüca-
Para la vlctima de la violencia famiüar, el hecho de sus reiteradas t
concesiones, de su presencia y continuidad en la relación, sus sentimien- o
tos de anor por el agente de la violencia y los posibles motivos que a su
a
entender la llevan a estar ocupando ese lugar eu la vida, son argumenlos
a favor de su vergiienza y, por lo tanto, de su silencio. Ese circuito se o
refuerza si quien lo observa supone que la actitud negadora es una actitud o
de complicidad y la califica livianamente. Hay que recono@r, sin embar- I
go, que no es fácil para abogados, médicos, psicólogos o poücías no
enhenados, desentañar los misterios 1ue acá examinamos- de la ve¡-
o
güenza ajena. Al encontarse frente al silencio, o fr€nte a la sociedad de o
"al¡rnza vergonzantc" enüe victimario y vlctima, automáticamente estas a
persouas "entienden" y "explican" la posición de la vlctima que no
denunci4 como la de una pmúcipe voluntaria del abuso.
o
Es indudable que Ia vfctima asume responsabilidades respecto de su o
victimario. Se hace responsable por é1, por su seguridad y su cuidado. Y a
o
o
HISTORIAS IMAMES: Los MALTRATOS EN LAS RELACIOT¡ES

esto va mucho más allá del miedo que pueda


tenerle. La vfctima se
considera respon*Oa U, t:,^nT ni.ú*üo
:-u
lo.castiguen. sóro quiere que ro pa.en.
noJu ,.n-,i., oo qui.r, qr.
su garantiu
o.-p.nrn n.ia sociar
está puesta en el sistema que comparte
coniu victimajo con preferencia
a los demás sistenas que tamti¿n.omparte,
p.ro qli'io rog.*.oorti
tuirse en referentes conñablespara
afu.f",i'polo Jnlue queOa situada,
si los agenres de salud no ta
entienden, b,;;á ú#;* el malestar,
registrarlo y asimilarlo como su
carsa.
En los análisispsicológicos, se
haila
-
sorn¡pnor¡c¡ al victimario. peroJa
muchas veces de que la vícrima
palabra se queOacoü si
en toda su dimensión el hecho .rgistrumos
de qo, fu nruirnu-.oii
con las se¡sa_
I ,r;* vjole;;iilo; se üarara casi
ciones q¡e le conesponderían
de una delegación físico_emocionrl.
¿n" q"J.i"g* .rt f.oO'nrnot
Habitualmente sucede oue., en Ia,
;l*io".; l; ;;;y convivencia,
las personas nos,,tusionamos,i,
u"r;;;;;;;;;i, ;;i"rie ra proxmiaaa
nos hace resonar con lo que vive
el oho como si se tranra de
algopropio.
Tat como sucede cuando se.romp;.;;;i*#;:li rsru rrs¡oo r.
alivia la carga emocional que
amada. Esre
di otro ,"J; ;;il;;; a la persona
fenómeno
propias emociones
produce. consec";;r; ;;;.epción de las
de quien quedaasrriuraoo
anesresiado y
Je su áig"^L"r*iporor,
exinido de sentir la
acciones. para comprender este :*":ló. ;J; ;;;;ff*derla por sus
fenómenü J.l*'o.iigr.iones emo_
cionales que se producen en tasn¡siones
de lamadre de unaadolescente
¿;;;ffi:oo el ejemplo
pesadode suhijay se sienre
obrru, q*ñr.iUr.iruilr*oo rur*o
de verse a sl misma con una
molest.pñ*:, ;;;;
qillo *;urr.upu,
figura trrurt o ,"oo, uoloiri-nora
que la real.
Sucede algomuy parecido con
atgonus uoorrr-ceoü* froii*,.ur.
Uno o
ambos padres esriín sobrecarsf_r-r
h*: t;;;;;;;;i.
cargan con la conciencia de su riesgode.muertelAunlu-ü"ste de ra hija y
lahijapuede, hasra ese momenro,As*r.."*"l[ffi'o creerto,
sj come corre el riesgo de volverse *gorda,,. oror* no.
El autocuidado, eD estos
casos, es casi imposible p-o::]? failá en h p;r..p;ió;;pide que er
l'llc:"yique :.
haga cargo de ú mir'o.. L.
.*;;l;;;;;; ese ouo que
lo sobreprorege aunque, cenro-ce
lparadójicos,
Tl. de esta manera .rio, lrno,orno, *
se anule la protección.
Es complicado exolicar
-y. también entenJ"r- lo, fenómenos de
indiscriminación enfó lo , propio,,
y lo .hjeno,, que se sustenran
lógica particular de la rehóión entre en esta
las personas envueltas en
vfnculos
i::r,:.. '

í:: '

i ,,,. I]NA VERG{JENZA ESPECIAI. LA VERGÜENZA AJENA 2OI


i:.

.'.'
muy próximos, y que, segrin los difersntes autores, se denominan de
:: '::-
:.'
"fusión", "simbióticos" o de "identificaciones proyecdvas masivas".
Las relaciones repetitivas de abuso están esúechÍrmente conectadas con
este sustrato relacional.
: ::,,
En cuanlo a la emoción "vergüenza", sólo aparece la vergüenza ajena
i
:.. ..1
y -tal como se dijo- la víctima de ura acción, y no quien la cometió es
a .. la que siente los escnÍpulos.
, :,
. ¿Qué son los "escrúpulos" de los que habla A, Finkielkraut? No se
fata de una palabra muy actualr lament¿blemente, casi no se la escucha.
Alude a la conciencia de estar siendo injusto con el Otro, de saber que
no lo estoy tratando como a r¿ímismo, que no le doy categoría de humano
¿ mi nivel.
En los casos de violencia famiüar, especialmente en los de mujeres
golpeadas, cuando es posible enhevistar al abusador individualmente o
en sesiones conjuntas, esta concepfu alización acercadel fenómeno de la
vergrienza ajena debe enca¡a¡se de manera directa. La vergüenza tiene
:.
que ser visibilizada y redistibuida, recuperada como emoción ligada al
escrfipulo del sujeto victimario. Desde el discurso de é1, las formas en
que define a la mujer (ese Ono) suelen preservarlo del tormento del
escrúpulo. De distintas maneras, él expresa las causas que ella provoca
y que justifican la agresién. Si, además de la negación que él practic4
ella le absorbe los malestares y se los sostiene emccionalmente, a él
nunca llegan r rozailo los escrúpulos,
Es ésta una dimensión a la que es dificil acceder, y que sólo se pone
en evidencia -permitiendo interferir sus mecanismos- cuando se logra
entrevistar a ambos protagoni stas.
En mi erperiencia, se ha mostrado que resülta muy impofiante abor-
dm el tema de la vergüenza ajena en la psicoterapia de la violencia
familim: casi podríamos pensarque la vergüenza ajena es la contrapartida,
el otro polo, de la$ conductas violentas. Mienhas subsista, la víctima no
podrá ejercer su propia defensa (Ioselevich, 1993; Harper y Hoopes,
1990; Fossum y Mason, 1986).
ia, .

Quinta parte
Ft:r
IY',
i
\i.,++
[
E:Se
1I. LAS MUJERES Y EL ABUSODEDROGAS

l#
i# Conrribrciones a un campo particular del problena dzl abuso -el
abuso de drogas- d*sde un abordnje psicoterapéutico

iffi sistémico Y feminista|

i r#-

i#'
ir;i'
f r*l
! :'.&ri
! .lr¡_r
I ¡ii,..
í ,éi

iT;
IrrnoouccróN

: ,:lii:
Las ideas y los abordajes propüestos en este trabajo se b¿san en la '
i .,":!..
i ::i'l: experiencia adquirida al actuar como supervisora en terapia familiar

,'t
I ;lr, '
sistémica y como terap€uta consultora de un grupo de terapeutas fa-
miliares sistémicos, ex aüctos, que coordinan -en equipo- programas
de rehabiliación de drogadictos en Buenos Aires, Argentina.2
Suponen estas ideas y enfoques una perspecüva igualmente sisté-
mica, y un anrílisis de los condicionamientos de género en knto ins-
trumentos útiles que pueden aplicarse en los procesos terapéuticos de
adictos jóvenes que buscan alejarse de la influencia de las drogas.
Los programasresidencialesde autoayudaorgadzadosporex adictos
han sido de gran valor en la recuperación de jóvenes entre diecisiete y
treint¿ años. Con todo, aparecen problemas a1 finalizar la etapa de
residentes, cuando los jóvenes deben r€integrarse a su medio habifual
(familia, amigos, trabajo, etcétera). Justamente en esa etapa, los terapeu-
tas famiüares sistémicos han logrado acercar recursos, y su ftrnción ha
mostrado ser igualmente importante en Fogramas no residenciales que

1 . En la primera edición úñlena Fo El tnalesnr silenciado, lsis lrúEfiacional, Edi-

ciones de las Mujerds, n" 14, 1990), no frguró la palabra'feminista" en el Ítulo del ardculo.
Tampoco esiaba en l¿s ve¡siones más rcducidas que circularon en la fugentina. Tal vea
actualmente la palab¡a no provoque tatta reacción hostil y malentendidos como haoe más
de cinco años.
2. Desde 1987 hast¿ 1990 en el hograrra Andrés, para adictos de diferentes clases
sociales; <lesde entonces ha$a ahora, en un programa ambulatorio privado, "Proyecto
Cambio" para clases medias.
206 HTSToRTAS TNFAMES: LOS MALTRATOS EN
LAS RELACIONES

se estructuran con la participación y ta ayuda de las fa'iüas de los


adictos, organizadas en redes.3
incluyen en este capftulo-comentarios sobre las
Se
discriminaciones
s€xistas _y sus efectos indeseables_ observadas
en algunos pfogramas
residenciales, asl como sobre las experiencias de
un eqiiipo profesional
que habaja en uno de los programas mencionados,
enit que participan
las esposas y las noüas de los varo-nes dmgadictos _en
*hoyecto terapia grupal
desde 1988-: el Cambio,'.

Debido alas formas en que la socialización enEena


alas mujeres para
convertirlas en "madres incondicionales',, algunos
de sus pensamienüos
y conductas coadyuvan, en-cierta manera, paru
manr"oer er ciclo del
abuso que ellas y sus compañeros u**,
,rt¿n t utunJo Lrorpo. en
tar sentido -y como los programas de fehabilitación
están diseñ¿dos
especÍficamente para que las persgnas aprendan
el modo de interruurpir
las conductas de abuso, responsabiüzándose y
asumienJo todo lo que
hacen-, si los operadores de loc programa, ti.oro,n.*nu
estas diná_
micas maternares incondicionales se hallan me¡o,
capacitaoos para
identif¡car ros pensamientos y las conductas
arudidos ;'pan evitar de
rcsponsabilizar y culpabiüzar a las madres y a ras y
espo'sas. de ese
modo, para enconhar caminos más creativos ie promoieicamUios
a lo
largo del proceso terapéutico.

Rolec¡o¡¡¡s ENrRE ros ADtcros y sus esposAs

,,Vengo
acá porque quiero que ustedes me ügan
qué tengo que lwcer
para ayudarlo."
(La que habla es laura" de dieciséis años,
emba¡azada de Da¡r¡ián, de
veintifés, con quien va a casarse y que es consumidor
de cocaína,)

utoy cot{ormi: con que usted¿s no cambien el


" No
- harario del grupo.
Ahora, just(tmente, quc él comenzó a trabajar,
ruota"
necesin ayuda que lÁ
(I¡ dice Isabel, veintidós años, una hija de dos,
esposa de Julio.

3. pan mayuinfraracióa puede


¡€curirse a Etena God (1990) y, más
recientemenre,
a Elina N. Dabas (ooiry., 1993).
a
o
rAS MUJERES Y EL A¡USO DD DROGAS 20? o
veintiún años, consumidor de cocaína y maribuana basta bace fres
o
meses.) o
o
"Usteiles me dijeron qrc venga al grupo por mí, pana que yo crezca
y así lo pueda ayudar meior."
o
(Itabla Atba, veintinueve años, dos hijas de seis y cuafo años, sepa- o
radadeAlberto, treintaaios, consumidorde cocalnay alcohol hastahace o
seis meses.) o
"Vinimos a pedir ayuila para Manuel' Él ¡w está muy seguro ile
a
querer ilejar In ilroga pero yo ya no sé qué mis lucer para ayuihrlo." o
(Dice Mónica, reinta y dos años, abogada, res hijos con Manuel,
tarnbién abogado, de neinta y tres años, consumidor de alcohol y
o
cocaína.)
a
o
En est¿s frases de mujeres que acuden a las instituciones de rehabi' o
üt¿ción se advierte el énfasis que ponen en su intención de ayudar a sus
compañerosy en supreocupacióttporla saluddeellos' Al mismo tiempo,
t
muestran cómo se postergan a sí mismas y olvidan las condiciones o
penosas de su cotidianidad al lado de estos jóvenes adictos' asl como la I
medida en que están dispuestas a constituirse en el in$trumento de apoyo I
para los cambios que ellos necesitan.
¿Qué significan, entonces, estas manifestaciones?
o
¿Por qué las expresan mujeres respecto del
hombre con el que han o
formado una fanilia? o
Los varones, ¿manifiestan la misma preocupación en relación con sus
o
mujeres?
Si no es así, ¿Por Pé?
a
¿Existe alguna condición específica
en cuanto aque se tatÉ d€ varo' o
nes o de mujeres en estos temas en los que está en juego una conducta o
abusiva?
Proponemos incluir en los programas para rehabiütu personas con
I
tendencias a los abusos en general -y a las adicciones a &ogas en
a
particular- espacios terapéuticos que consideren esta particular dispo' a
sición de las mujeres a volverse incondicionales ante las necesidades de o
sus seres queridos.
A tal efecto, consideraremos los elementos tomados en cuenta para
o
a
a
o
¡IISTORIAS INFAMES: I.,OS MALIRAT0S EN LAS RETAcIoNEs

planificar la propuesta,+ y describiÉ mi.pmpia experiencia actual _y


la
de mis colegas- en los cenfos de ¡ehabilit¿ción mencionados:
en e¡ios,
los grupos de mujeres ban llegado a ser lm pilu eficaz del proceso
de
rehabilitación de sus esposos, en.la medida en que esos grupos ayudan
a sus integrantes a corerse del lugar complementario que constituye
parte habitual de las conductas abusivas.
Asimismo, se insistirá en la importancia de ¡evisar las teorfas soste_
nidas por los miembros de esto$ centros que coordinan los grupos
de
adictos, y susfamiliares, en relación con la función social de lai esposas.
La propuesta se basa en que los coordinadores revisen y cuestionen
sus
propios pensamientos acefca de lo que puede verse como la
conducta
alhui$a 'hatu¡al" que ellos esperan de las mujeres, y que se vuelvan
conscientes de las cargas que con t¿les ideas depositan en las mujeres
afectadas.

Col.¡olclow¡urs pARA sER ¡NcoNDIcIoNALEs

¿Qlé coment¿rio$ nos mereceD las frases cjtad¿s en los ejemplos?

o ¿Nos resultan raras? ¿Conesponden a rasgos delirantes de estas mujeres


en particular, o maniflestan lo que ellas crcen una manera viálida
o cumplir con el mandato estereotipado de que las mujeres deben
de
ser
o altruistas y deücar la vida a satisfacer a los demás?
Las mujeres se ven habitualmente como uD permaaente ,
medio,,, útil
en la consecución de flnes para ohos: bienestar e intereses de
o hijos, hermanos, padres. Cuando esta situación no es recfproca,
marido,
las
o consecuencias sociales resultan francamente graves. En el teneno
de la
o patología social que conesponde a las adicciones y los oár,ros
en ge_

I neral, abundan ejemplos elocuentes de las implicancias de este


desigual entre mujeres y varones.
orden

o Examinemos algunos datos:s

o . La población adicta a dTrys


o -no
legales esuí compuesra por un
75-80 % de varones y un 20-25 7o de mujeres. Esta proporción resulta
o
o .. 4..Elequiry lr
Fqvo formado_por autorq docrora Ma¡fa C¡istina Ravazzola,
licenciadas ea Psicologla Marfa Ballvé y Diana García.
y las

o f. C"o pra de estos- d¿tos fu9m.:-exrgfdos.dg obeervacionas e investigacio,nes

a realizadas en una mmunidad.terapé"*^t::r*":tn, el programa AnAl*, at


invitada como parb de un equipo para supewisar las ent€vistÁ d, t
que nri
rupra flln¡liar.

o
LAS MUJERES Y EL ABUSO DE DROGAS 209

invertida cuando se trata del consumo de drogas llcitas, quejustamente


son las que no provoc¿ur efectos de desconfol de la conducta sino que
se usan pafi¡ no causar molestias a los demás. En este caso, las drogas
üanquilizantes son consumidas mayoritmiamente por r-nujeres, a menu-
d0 recetadas por los médicos a los que piden ayuda.6 Fl modo estereo-
tipado con que somos socializados los varones y las mujeres en nuesfra
cultura explica, en gran medida, esta curiosa y desigual distribución del
consumo de drogas.

. Los varones, cuando tienen que hacei frente a contrariedade$,


tienden a usar drogas estimulantes de la acción y anestesiantes, a fin de
seguir el mandao social de que deben ser activos y eritosos.

. Las mujeres consumen generalmente psicofármacos, cuyo efec-


to es el de mantenerlas mansas y tranquilas, evitando registrar y que se
registre su malestar, "expresarlo abiertametrte" y protest¿r. Esto es
consistente con el mandato social de ser "buenas madres": de hacerse
cargo del bienestar de los otros y no contrariarlos ni molestarlos. Es más,
las drogas las ayudan a parecer calmas, en buena forma, lo que supues-
tamente es conveniente para ellas, y4 que si expresan su incomodidad
conen el riesgo de ser tomadas por locas. Claudia Bepko ha sugerido la
idea de que estas descripcioles suenan a que hubiera una conspiración
conüa las mujeres, pero piensa (con lo que coincido) que sólo se trata de
consecuencias del sexismo institucionaliaado.

. Los vatones que se integran en los progranas de rehabiütación rara


vez acuden solos a pedir ayuda, Generalmente vienen acompañados, y
aun traídos, por sus padres o pol su esposa'

. Las mujeres que consumen drogas ilegales (20 7o de Ia población


adicta), tanto si se hata de las que hemos conocido durante su propio
ratamie¡to como de las que integran los grupos de esposas (y han
consumido drogas), manifiestan -sistemáticamente- haberse drogado
para:

6. Véase el ardculo 'Minor Tranquüzen, the Solution o¡ the Problem?", del EoJe¡ín
de la Red de SaM Mental ile las Mujeres Lu'unancricanas y dcl Coibe' n" 1 3' Santiago
de Chile: Isis Intemacional, 1987. Cuando el presente utfculo fue originalmente
escritq
no coniaba cott la información -coincidente-, que aparece en el übro de Mabel Burin
fl990).
210 HISTORIAS IMAMES: Los MALTITATOS EN LAS RELACIONES

- estat en el mismo mundo que EL,z


- que EL vea cómo los demás sufren por su adicción.
- comprender el mundo de ¡¡_ y ayudarlo meior,
- apoyarlo, acompañarlo y companir con E;
- ser ac€ptada en el mundo de É¡_ o eu¡s.
- no perderlo.
Co1 Cran frecuencia, la iniciación de
.
droga ha tenido que ver con argrÍn 'tr."
las mujeres en el mundo de la
rigridñ;;.;shaficantes lo
saben y usan a veces a ióvenes
entrenadoi para seducir a jovencitas
inducirlas a consumir drogas. e

Volviendo al tema de las üferencias


entre varones y mujeres adictas,
hemos advertido en instituciones ,eslO"ociA.s
¿e'rá*it*iOn 1.on
que las mujeres detian cumptir
_internación),8 rcgñ JitinuO*. gruo_
trz¡lr que los varones no fueran a perdei el cíntot sobre
sus actos,
especialmente en cuanto se refiere
ainpulsos ,.iu¿.r. Coro ejemplo,
li.j.T"^hibr:
er :sto
cuerpo, o vérlas
a tasjóvenes conropamuy
usarpara nadar una camisisobri
tffil
que no marcaba
el tráje de baño. Lo
1T:]1t* de,esas regtas insütucionales
muJeres responsables por las
,,
qu, ,. .onridera a las
conductas de los vatones: son ..ellas,,
que "no deben incitarlos", en Ias
lugar de p.ortour.q* ;Luos,, aprendaa
autocontrol.
Algunas circunstancias valorativas
también nos llamaron la atención:
. En cuanto a Ia forma de conseguir
droga, es evidente que este
aspecto de ra drogadicción se asienta
si""rpre úúre un teneno detictivo
(por su precio en el mercado, por
tratarse dJsustancias ilegales, etcétera).
Para las mujeres, la conducta deli.tinu;rpfl.a
iri-rL¿t¡""rrnt ,
un pasaje por la prosrirución. por
esta .úo, " ;;;uñ"ro,
*;, uu*n ,
muy frecuentemente las esti
deritos (asar-
ros, robos, etcétera) *;##;Hfr"'JHi::ii:l'*'s
' En los programas trroa*iut.r, r.r t**^ qu, insumen y fuerza
desbeza fisica resultan especialmente
valoradas por todos, tanto por
los

7. Esta manera de nombra¡ al ncüo


o al cónyuge, como Éq es
una rltil meúfora de la
ffi i*:ffi;'1;Íff'#"1*Jffi:'-'l9l^ylr!'tñffi ?#'i#i'.r..{,ip"ú¿"
en que las mujeres hablan de
¿¡"¿oles ¡ffir1,ci;ffi#';"¿3 :1Tga
lue seevldencia en el
sus hombres,
personal 'ér,.
"n' mododepro¡runcia¡elprononbre
L EI cihdo prognma Andrés, en Buenos Aires, y et CEIS
de Roma.
o
o
LAS MUJERES Y EL ABUSO DE DROGAS 2II o
varones miembro de la coordinación como por los varones y las mujeres
o
residentes, Las mujeres, que obviamente $e encuentran en inferioridad o
de condiciones para ese desempeño, reciben untato deecalificador. o
. De la organización misma del programa residencial surgen otros
. sigaos de la posición desigual de varones y mujeres. Durante su proceso
o
de rehabilitación, los residentes +n su mayorfu varones- van ocupando,
o
al ascender ea la escala jerárquica, los lugares institucionales de poder: o
no examinan, entonces, esta tendencia a la desigualdad porque, desde su
penpectiv4 se la ve como normal. En minorl4 subrepresentadas en las
o
posiciones jerárquicas, y en virtud de los estereoüpos señalados, las o
mujeres pemumecen "naturalmente" en posiciones inferiores. o
. Las explicaciones que las esposas de drogadictos dan más común-
mente sobre las causas que generan las coDduct¿$ negativas de sus
o
maridos (el origen de su adicción a la droga. los motivos de las recafdas,
o
las Fansgresiones a las normas comunitarias, la deserción al traramiento, o
etcétera) incluyen el considerar al varón, adicto como si fuera: o
- enfermo, o
- vfctim¿ de su familia de origen,
vulnerable a las influencias de otos (amigos, padres),
o
-
- débil,
o
- fráCil. o
Todas éstas resultan razones que las llevan a eximirlo de responsa- o
bilizarse por su propia conducta. o
. En relación con est¿s observaciones, vimos en algunos programas
a
o
que los operadores comunitarios a cargo de la coordinación de tos grupos
de adictos consideran a las esposas responsables por la conducta adictiva t
de sus esposos, en confastc con la imagen devaluada que tienen ellas.
de o
Un ejemplo muy frecuente es la crítica a las esposas cuando consumen
bebidas alcobólicas delante de n ros, aun eÍ etapas avanzadas de sus
o
tratamientos. Como a ellos se les prohíbe el alcohol, se espera que ellas o
los "ayuden", asimild¡de56 ¿ l¿s consignas que uros deben obedecer (el o
que tiene que aprender a autoconÍolarse, ¿es él o ella?).
. En entevistas con los operadores comunitarios, las esposas recibfan
o
instrucciones de cerr¿¡ la puerta de sus casas a sus maridos si ut-os¡ o
desertaban del tatamiento. Pe.ro, en los hecbos, se las censuraba cuando o
adoptaban estas actitudes de firmeza. t es quedaba entonces una idea
o
a
o
212 {ISTORIAS ]NFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

muy contradictoria de lo que se esperaba de ellas, situación que habitual-


mente resolvfan mediante la
condescendencia a los deseos de sus
maridos.g Si las esposas optaban por recibir a sus esposos en sus casas'
los operadores comunitarios las considerabanflojas, incapaces de cum-
plir adecuadamente las instrucciones. Si, finalmente, alguna de ellas
consegula mantene$e en una posición firme y el adicto retomaba 0I pro-
gram4 considerabanque ellahabía obedecidolalu¿na insüucción. Pero,
si luego él se perdía en el camino, ella habfu sido responsable por ser
demasiado dur¿.
Frecuentemente, la imagen de los coordinado¡es con respecto a las
esposas no era la de un ser valioso e importante para el fratámiento de
su marido, sino la de un estorbo para quienes realmente sablan qué hacer
con el adicto. Probablemente, esto contribuyó a que la plopuesta de
nuesúo equipo -de organizar grupos terapéuticos para las esposas- fue-
ra acogida con grÍIn entusiasmo: tal vez, en un pincipio, los grupos
fueron vistos por los operadores como un espacio para mantener a las
esposas contenidas y entretenidas mientras en otro ámbito se desane
llaban las accion esverdad¿rame¿l¿ eficaces. Afortunadamente, la prác-
tica real de los grupos de esposas, así como las conversaciones con los
miembros de la coordinación de los programas, pudieron gradualmente
influir pma cambiar sus ideas y conseguir que las esposas fueran tomadas
en cuenta como fuente potencial de ayuda, y hatadas en consecuencia.
Se advierte entonces cómo en la medida en que los coordinadores,
hombres y mujeres, no tienen el suficiente entrenamiento para percibir
sus propios sesgos sexistas, sus prácticas refuerzan las presiones que
existen sobre las mujeres en cuanto a su deber de satisfacer las necesi-
dades de los demás, especialmente de los varones, de no contlariarlos,
y de asumir una posición matem¿l a su respecto. Esta falta de entre-
namig¡1g ¿p¿¡pse como una trampa. Si no se revisan y cuestionan tales
concepciones, los coordinadores no se sentirán ayudados por las esposas
y ellas se considerarán 'titiles" só10 cuando reproducen los circúitos
abusivos que üatan de suPerar.

9. Véa¡e Ravazzola (1989) donde relato Io ocunido una vez que uua esposa decidió
cerrar la puerta de su casa al ma¡ido adicto, y las repercusiones de su acción.
LAS MUJERES Y EL ABUSO DE DROGAS ZI3

L¡ ruNcró¡¡ socrALrzADoRA DE LA coMUNTDAD

Las referencias de los prínafos que siguen conesponden a experien-


cias cumplidas en el ¡ámbito de un programa ambulatorio de rehabilita-
ción, en la ciudad de Buenos Aires.
Este programalo tiene conducción mixta (profesionales y ex adictos
recuperados). Las familias de los adictos se incluyen en el fatamiento,
a partir de una concepeión que considua que las adicciones se haflan
íntimamente ligadas al contexto en el que oo¡Íen. Muchos de los ce
mentarios y conclusiones que aquí se establecen provienen también del
trabajo -personal y del equipo de terapeutas antes mencionado- en el
Prograrna Andrés, más amplio y heterogéneo en cuanto a las clases
sociales de los consultantes.
En el programa de rchabilitación ambulatorio aludido en primer
término, la organización de la vida cotidiana de las personas que con-
sultan, los roles que desempeña cada miembro de la familia, las acti-
tudes enhe ellas y la disnibución de tareas y responsabilidades, repre-
sentan la arena concreta para discutir y proponer reglas útiles que
respeten a todas las personas involucradas, y para ayudarlas a hacer
visibles los patrones abusivos que sólo se ve¿ cuando aparecen en la
forma de una agresión física. Las conversaciones mantenidas, tanto en
los grupos de pares como en las entrevistas familiares, muestran que las
personas con las que conviven los adictos, y que les son significativas,
operan a menudo complementando sus tendencias a abusar de los demiás.

En términos de la vida cotidiana, esto quiere decir que los familimes de


los adictos les permiten dejar sus cosas tiradas en cualquier lado y su
vajilla o sus ropas sil lavar, no limpiar lo que usan, no cuidar las
pertenencias de otros, en suma, hansgredir abiertamente las reglas de
convivencia. Los padres {
otros parientes- permiten todos estos abusos
pretextando diferentes argumentos: las drogas, los amigos o el alcobol
son los responsables. Las razones más comunes que se aducen son, como
se dijo ya, que "están enfermos", que "son débiles" o "susceptibles a
malas influencias", y -a veces- que "mientras estiín haciendo el esfuerzo
del hatamiento merecen consideración especial". Sin que los fdmiliares
lo perciban, de este modo justifican las conductas abusivas de los
adictos.

10. El Proyecto Cambio, en Buenos Aires, Argentin¿.


Zt4 HISmTAS INFAMES: l¡S MALTRATOS EN LAS REI-AC|ONES

Cabe pensar, por lo que se ha dicho antes, que laLs madres y, más aún,
Ias esposas de los adictos se comportan de este modo debido a la
disposición que han aprendido siguiendo el estereoüpo femenino. Ellas
tienden especialmente a desanollar tales conductas pennisivas y a
tolerar los abusos hasta terminar como víctimas, sin tener -casi nunca-
conciencia de serlo. Muchas veces ocultan los abusos'a la mirda de
ohos miemb¡os de la familia, protegicrulo al abtsador y a sí mismas de
las consecuencias de confrontarlos.

Rlss@s porB.¡ctALEs DE r¡s pRocRAMAs DE soc¡AuzAcróN

A tavés de las actitudes de sus integrantes, los programas teraÉu-


ticos alientan o desalientan; pueden ayudar a reforzar o a cuestionar las
conductas abusivas. En sl misrnos, los prograrnas de rehabiütación se
proponen como una instancia resocializador4 con el objetivo de que los
jóvenes adictos welvan a aprender valores y conductas indispensables
para su recuperación definitiva. Est¿s conductas y valores son, básica-
mente:

- asumir responsabiüdad por el cuidado de sí mismos y de las demás


personas,
- asumir el confol de sus propios impulsos, y
- adquirir progresivamente cada vez mayores capacidades de auto-
nor¡la, como el cuidado, el control, habilidades sociales y manejo de sus
emociones, etcétera,

Más allá de nuestras intenciones, algunas prácticas de los cenhos de


rehabilitacióm favorecen y reproducen inadvertidamente los mandatos
sociales mencionados y, con ello, las consiguientes desigualdades entre
varones y rnujeres. Estas prácticas generan efectos negativos en todo el
Programa.
En el tratamiento de la drogadicción -{omo se dijo antes-, los
programas terapeuticos se autoproponen como instancias socializadqas
ejemplares (con elementos de psicoeducación), por lo que funcionan,
entonces, €n paralelo con las familias de los adictos.
En este sentido, hemos evaluado algunos factores que consideramos
de riesgo para los buenos resultados del tratamiento, y que estimamos
necesario tomar en cuenta. Estos riesgos son, entre otros, l) el efecto de
v
o
o
TAS MUJERES Y EL AEUSO DE DROGAS 2I5
o
rivalidad que suele producine enre las distint¿$ agencias socializantes
e
(programa de rehabilitación y familia" por ejemplo), en lugar de alentar o
su fi¡ncionamiento colaborativo, como sería deseable, y 2) las conse- o
cuencias del modo estereotipado en que se entrena socialnente a las a
mujeres (madres y, particulamente, esposas) a fin de guecuiden y sehagan
cargo de los demiis, especialmenÉ de los varones, modo que conni-
o
buye involuntariameute a mantener circr¡itos abusivos de relaciones. o
o
Corvgx¡ó¡l sNTRE tos EFEcros DE RryALIDAD y u¡ ¡tsposlqó¡q ALTRIJIsTA o
E INCOND¡CIONAL DE LAS MADRES Y ESPOSAS o
Aun sin considerar el hecho como una teoría generativa sino sólo
t
o
t
como un supuesto acerca del mantenimiento de los sistemas, advertimos
unarelación eutre elabusodedmgas-y oho$ abusor, y formasde socia-
üzación en las que los zujetos no aprenden a responsabilizarse de sí
o
mismos y de sus conductas ni tampoco a autoconftolarse debido a -o
coexistentemente con- ciertos patone$ interaccionales. t
Se observa, en efecto, que la población adicta se ha vuelto experta en o
eludirresponsabilidades, produciendo o ahondandorivalidades entre Ias o
distintas instancias encargadas de su socialización, de modo tat que la
efectividad y la autoridad de éstas resultan anuladas. Aun cuando las o
agencias desempeñan también su parte, los adictos coopaan en la cons- o
tucción de un sistema en el que cada individuo o institución, en lugar o
de colaborar con el ono, lo culpa cuando 0l adicto no avanza. Algo en
este fracaso produce efectos poderosos en algunos coo¡dinadores: en
t
tanto ex adictos, hay entre ellos quienes han hecho una importante inver- o
sión personal en esa rehabilit¿ción. Son los que, tarde o temprano, cuan- o
do asl ocune, comienzan a'bnseñar" o a "culpar" a los padres o a la
etposa "inadecuados".
I
Un ejemplo para ilushar este riesgo es el caso de Fabián, de dieci- o
nueve años. o
Viene a una entrevista con su padre, Pedro, y su hermana, Nora. La
o
mad¡e hace dos meses que está intemada en un hospiral psiquiátrico.
Fabián parece donnido, no interesado en la conversación, mientras su
o
padre se queja de los esfuerzos que debe hacer todas las mañanas para a
consegut que Fabián se levante. Este padre, involucrado en un rol o
"maternal", con lo brazos caídos, acude a pedir instrucciones de los que
"saben" hacer lo que él supone que no sabe o no puede.
o
o
o
zt6 ruSTORLAS IMAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

Para los operadores es tent¿dor "aconsejar" al padre "inadecuado".


Fabi¡ín se muestra sonriente y colaborador con los cmrdinadores y
molesto y grosero con el padre, actitud que conribuye a reforzar la
imagen descalificada del padre y la supuesta calificación de los opera-
dores. En este caso, se üata de un varon, pero su posición familiar es la
de una "madre ideal", que no haría nada que contaríe a su cachono, y
resulta pertinente para ilustrar et hecho -apafentemente paradójico- de
que n0 se Eata de cuestiones hormonales sino de las consecuencias de
la posición de incondicionalidad.
Este tipo de situación triangular, en la que el adicto puede, como
Fabián, quedar en el lugar de poder, decidir quién es más adecuado para
él y manipular a sus cuidadores generando oposición enfie ellos, se
plantea muy a merudo en las fases iniciales de los tatamientos: los
padres suelen hablar sobre las brechas competitivas existentes entre
ellos mismos, ente ellos y la escuela y, más adelante, ense ellos y la
novia, o la esposa.
Las explicaciones hipotéticas que aparecen en estas triangulaciones
no agotan las ideas en torno al problema de Ia drogadíccíón, que segura-
mente abarcarían muchas otras consideraciones que no'caben en estas
líneas. La idea no consiste totalmente en responsabilizar al adicto y a su
familia sino en reflexiona¡ acerca de cómo nosofros, los t€rapeutas y los
operadores en salud mental, podemos rrcfi¡ar para detener circuitos
abusivos. Muchas veces, durante los fatamientos, se advierte cómo los
efectos de estas rivalidades afectan a los coordinadores de los programas
en su relación con los padres y, en especial, en su
relación con las esposas
y las noüas de los adictos. Cuando asf ocune, se reproduce fácilnente
un contexto en el que el adicto puede seguir evitando responsabilüarse
por su propio cuidado, mientas las "autoridades responsables", inad-
vertidamente, disputan sobre quién la cuida mejor o lo ayuda más.
En el caso de las mujeres de drogadictos, en el curso de nuesftas
experiencias se ha visto cada vez con mayor evidencia que sus conductas
responden a un condicionamiento cultüral. En la cultura sudamerica-
na urbana, muy orientada hacia la conyugalidad, I I parte de la expectativa
sobre Ia relación conyugal es que ésta sirva como sistema socializante,

I l. En ia fugentina se da el caso de que las personas busquen ayuda psicotef¿péutic¡


porque'!n tienen pareja". Impruiona el hecho de que esta tendencia sea menos acusada
en Chile y Uruguay.
LAS MUJERES Y EL A¡USO DE DROGAS 217

en el que la esposa debe cumplir una función "matema": cuidar a su


marido, enseñándole córno manejar sus emociones hacia sus hijos, sus
amigos y hasta sus propios padres. Y de los esposos se espera que gulen
a la esposa en prácticas sexuales, en el cumplimiento de algunas reglas
pollücas o priblicas y el aprendizaje de ciertas habilidades deportivas, en
el manejo del automóvil, etcétera. Como no es habitual que en los pro-
gamas de rehabilitación se considere instancia socializante a la pareja
matrimoBial -o se le otorgue stdf¡lJ de tal-, y las esposas, generalmente,
son mujeres jóvenes, no se las toma en cuenta ni se las aprecia social-
mente por el desempeño de las aluüdas funciones socializantes. Al
coltrario, a menudo se las acusa y responsabiliza por las acciones
negativas de sus maridos sin que, por el otro lado, se les reconozca
autoridad alguna en su relación con ellos,
Algunos roles rocializantes característicos, observados en los grupos
de mujeres o en las entrevistas de pareja, que las esposas cumplen casi
como si fueran pemonajes que siguen un libreto, son:

- de suplente de la madre de fu (a la que se considera titular), en espera


del turno para ayudarlo cuando la madre falla por alguna razon;
- de auxiüar, colaboradora de la madre de Él para completm su
"crianza", aceptando la posta delegada por su suegra. En estos casos, es
común que para la nuera la suegra rep¡ssente un ideal materno, en
contraste con la figura de su propia madre, a la que critica y cuestiona;
- de "salvadora", con caracterísücas de "terapeuta" de EL, deseosa de
informarse más sobre s¡, para ayudarlo mejor; proveedora, a la vez, de
informaciones sobre El a fin de que en la institución de rehabilitación no
se equivoquen; "experta" en El, enojada si los otros no son suficiente-
meüG comprensivos con Él; y satisfecha con el simple hecho de que Él
no les mienta;
- de "derective" que invesüga las causas que pueden conducirlo a
drogarse, que -generalmente- emite diagnósticos sobre los miembros de
la famiüa de origen y acerca de las relaciones enüe ellos (muy a menudo
dicen que la madre prefiere a alguno de los hermanos y a Él lo posterga,
y lo postergó siempre), los amigos, empleadores, etcétera;
- de "educadora" de É1, con distintas teorlas y distintas estr¿tegias que
va probando para conseguir que Ér aprenda (actuar como modelo, po-
nerse severa y castigarlo, tener toda la paciencia del mundo que otras
218 HTSTORIAS INFAMES: LOS MAITMTOS Et\¡ LAS RE[ACIONES

p€f,sonas no han sido capaces de tener con fu, ponerlo a prueba, desa-
fiarlo, etcétera).
Todos éstos son desiguales matices de un rol maternal ideal, que las
lleva a suponer que, si hacen méritos suficientes, pueden lograr con-
verti¡se en las mejores cuidadoras, las mejores madres de Br,r¡s.l2

I¡clus¡órq DE Los cRlrpos DE MU¡ERES EN Los pRocRAMAs


og n¡ue¡n¡r¡c¡ó¡ DE DRoGADIcros. h'ponr¡rvc¡l DEL rrABAJo EN Eeulpo
CON LOS PROFESIONAIJS Y I.,,OS DISTINTOS OPERADORES QUE LO INTECRAN

Consideremos la siguiente serie de cuestiones:

- Validez del planteo socializador de los programas de rehabilitación,


sustentado €n las funciones de socialización co¡respousable con las fa-
milia¡ a fravés del énfasis en los problemas de la vida cotidiana y las
reglas que los adictos en üatamiento tienen que cumplir (tema que
merece más espacio de discusión de lo que este capítulo puede incluir,
y que tiene que enfocar temáticas relacionadas con el género).
- Rivalidad posible y perjudicial enne distintos agentes socializadores,
estimulada por las mismas persona$ con tendencias abusivas.
- Función socializadora no legitimada de las esposas de los adictos,
que cumplen en l¿ vida cotidiana con ideales maternos de incon-
dicionalidad, actuando segin pahones de relación complementaria con
ellos.
- Efectos beneficiosos que fueron produciéndose en la comunidad
terapéutica en la que se tabajó, en cuanto a Ia relación de las esposas de
drogadictos con los coordinadores del programa y viceversa: nos propu-
simos desanollar sistemáticamente una tarea de concienciación acerca
de los efectos de los estereotipos de género y sus consecuencias en la
problemática abusiva.

12. En la Argentina la noción de codependencia, de.f¡nida por Ame Wilson Schaef


(1986) ha ¡enido escasa reperosión" y no suele usarse pora erplicu la conducta de las
esposas de loa drogadictos. Es más pobable que se las conside¡e como adictas a É¡^
idenüficá¡dolo con una &oga, En nuesha colcepción, ambas explicaciones üetden ¿
-
subestimar y 'p¿tologi?¡r" las actitldes empátícas de las esposas.
o
t
DROCAS I
t
L,{S MUTERES Y EL ABUSO DE 2r9

Vemos aho¡a la necesidad de realizar esta tarea de concienciación. en


I
dos niveles:
t
a) el que abarca el Fabajo grupal con lfis mujercs, esposas y novias I
de los jóvenes adictos, con el objetivo de que tomen conciencia de su
o
propioproagonismoy capacidad de liderazgo, yde sus concretas conü-
ciones de vida, especialmente en el ámbito de la cotidianidad; I
b) un segundo nivel, referido alabúsquedadeuna interacciónperma- I
nente y necesaria ente el equipo que trabaja con las esposas de los
adictos, y el resto de las instancias y los operadores de ¡a institucióD de
o
rehabilitación. entre los cuales nos incluimos. o
o
o
Gnupos oe uu¡gnrs DE ADIcros
o
Semanalmente realizamos reuniones grupales con las esposas. Los o
grupos soli coordinados portuapeutas mujeres especialment€ entrenadas
o
para percibir la influencia que ejercen, tanto el género como el contexto,
en el proceso psicoterapéutico en cur$o,
t
En las reuniones, se analizan uno auno los relatos de las mujeres sobre a
la relación co¡ sus maridos adictos, con las familias de a¡nbos, con los t
hijos y los amigos, y $obre la forma en gue ellas organizan esas relaciones
en el contexüo de la vida cotidiana.
I
La metodologfa que empleanros busca amplificar aquellos elementos o
que habitualmente permanecen invisibles para las protagonistas y que o
son clave para ayudadas a elegir cómo organizar y disüibuir responsa-
y garificaciones, de uo modo que resulte
I
bilidades, furiciones
favorable y másjusto para sl mismas, Para esto, ellas necesitan aprender
más
o
a regisfrar las señales del malestar propio, que a menudo les quedan a
ocultas detás de las expectativas y las ilusiones ügadas a la imagen
cultural del naüimonio y la pareja.t3
a
Las mujeres, en función de los cuidados que ejercen al hacerse cargo
o
de conservar los sistemas de relaciones en los que participan, han o
I
13. Acerc¡ de eslas erpectativas e ilusiones, hm expre*rdo idcas dgunos autms o
argentinoq como Alberto G. Conzátez (1979), Isabel y Teresa Calvo y Frida Ricerman
(1973), M. C. Rav¡zzola y A. M. Daskal (1989), y extarjoos, corno Ma¡cia K. Lieb€r- I
man (1989), Ma¡y Gotdsmith (198ó) y Cliffo'rd Sager (1980).
o
o
a
HISTORIAS ]NT,AMES: Los MALTRAToS EN LAs REtAcIoNES

aprendido a negar y anestesiar sus malestares cuando ellos


atenran contra
esa conservación.14
Es preciso, por lo tanto, desanollar habilidades perceptiv¿rs
_ y capa_
cidades de imaginar participaciones alternativas,
a dn de poder rescatar
la información que queda oculta detrás de las ffampas que
las propias
mu]e¡es se tienden para lograr mantener y sostener
las rilaciones.
Muy brevemenE, se mencionan los méiodos y las
técnicas empleados
en los grupos. Abarcan el aniálisis y el cuesüonanniento
permanentes de
los elementos de la comunicación, mediante interve¡ciones
ve¡bales,
con el juego de escenas psicodramáticas a partir de
temas de reflexión
como el amor, el trabajq el djnero, el tiempo libre, placer
el y el sexo.
En las sesiones, y a través de *tarea*" qu. huy que
realizar enel hogar,
las mujeres tienen que confeccionar listas de
difeientes eremenros, como
por ejemplo, escenas de minimaltratos de elros
hacia ellas y viceversa,
listas de los diversos servicios que prestan a sus maridos,
listas de los
reconocimientos que reciben por sus acciones, lisms
de las veces que
logran decir que Ho en situaciones en Ias que no
están de acue¡do con sus
maridos, etcétem. Se alientan discusiones en torno
a diversos temas, y
se prepafan colages ilustrativos de situaciones y definiciones sobre sf
mismas. Se estimula, iguafunente, la lectura áe historias
y cuentos
representativos de situaciotes que ellas viven en
su cotidianidad, se
discuten filmes, ehétera. El objetivo de tales trabajos
krapéuticos es
ampliu la percepción de las propias vivencias .de malest¡r y
de los
conflictos presentes en Ia vida coüdiana de estas
mujeres, conflictos
poco visibles y, a veces, disimulados en
sus relatos.t5
La gran gama de recursos p_ ropuestos responde
a la convicción de que
son también muchas lasdificulades para revisar los sistemas de creencias
qxe están anaigados en nuestra vida de
todos los días, y que hemos
llegado a cousiderar como formas naturales y
lógicas áe vivir. Los
supuestos acerca del matrimonio, la maternidad y
sóbre lo que la mujer

14. En el ar$culo..l¿ Enfennedad nuestra de


cada dla,,citado, la.ticenciada Ana Ma_
rfa Daskal y.yo discurimos esr¿
trnsición que
en cuanto a la conservación de los sistemas, y
*it*rd;;. ;;ñi-a Jupu tas mo.ieres
moao en que eUo Uotuiu p.a.m" O. tu
terapia famíliar. También Michéle Bograd (iSt+i4
upo,tu
15. Nos hemos insoirado en alsunas autoras es'pañolas
ü; drüá."-'
y chilenas que nguran en ta
Euesü" propia e*fonen"ia como erapeuras de gn¡po,
lll{#jt :
rerapeüas de grupo que trabajan con esposas
asf como en
maltsatadas. t_os gn p-os ie organiz¿n m¡ís
como 'Tormativos" y de autoayuda que corno
terapeut¿s mujercs y a vecrs rambién por esposas
erapias de g.rp", ;d" ¡iderados por
deix adictis
LAS MUJERES Y EL ABUSO DE DROGAS 221

€spera recibh como ptemio a su abnegación explican que resulte natural


que una mujerjoven' a veces con uno o varios niños pequeños a su cargo
y a menudo con serias limit¿ciones económicas, se considere a sí misma
-y sea vista por ohos (los padres, los coordinadores de los programas
.comunitariosl comoresponsable de las conductas negativas o antisocia-
les de un homb,rejoven y fuerte' Esta paradoja no se advíerte fácilmente'
porque no ap¿Irecen señales indicadoras de que, cada vez que ellas
asumen algunos de los roles descritos como los clásicos personajes
socializado¡es (madres, educadoras, tetaper¡t¿s, etcétera), se está produ-
ciendo una incongruencia lógica. Antes bien, lo que las mujeres mismas
sienten es que hacen algo natural, razonable, encaminado hacia el
cumplimiento del ideal de la "buena madre".l6 Y es probable que los
agentes de salud involucrados confirmen también la validez de esa
conducta y esa meta.
Los procedimientos para convocar a las esposas a concurrir a los
grupos son complejos. Dependen de varios f¿ctores, entre ellos, de las
posibilidades de que el equipo terapéutico de la institución rehabilitadora
comparta la idea de la importancia del rol complementario que tienen las
mujeres en el terreno de las adicciones, y la necesidad de su trabajo en
los grupos.
En un principio, es un hecho que ellas concurren al grupo para ELLos
y por erros. No están solicitando una ayuda para sl mismas nÍ se ven a
sí mismas como interesadas en ningrin tipo de ayuda personal. Pasan
muchos meses antes de que puedan registrar alguna necesidad propia y
antes de que sientan que el grupo puede serles de alguna utilidad a ellas
mismas. Aun asl, en la práctica, ellas sostienen su espacio y su horario
como algo que consideran importante y respetable, y sistemáticamente
manifiestan expectativas relativas a que el grupo les sirva para aprender
más cómo hacer para ayudarlo mejor a Él'

16. Elvin Reale y Vittoria Sardelli son terapeulas napolitanas que' despu$ t1
-f
¡romulsación de la ley Basagliq üdera¡on la creacién y preservación de Servicios de Salud
intentalÁpecificos para mujeres (Servizi Donne). En su ardculo (1984)' explican cuida-
dosamené ta ligazón enne, po un lado, el exraordinario peso que cargan las mujeres,
por
ser quienes llevan adelante la crianza de los pequeños de la especie hur¡a¡a -sin ayud4
a
ve¡es-, consider¿ndo esta tarea como "n¿tural", y por el otro, los problemas seve¡os de
enfenned¿d mental en mujercs jóvenes con h{ios chicos, un creciente y ¿larnante foco
epideniológico. OFas autóras como Rachel Hare-Mustin y Jean Ma¡ecek (1990) también
desanolla¡on el tema tle la irle¡tidad de la nujer ligada a la naternidad, mostrando cómo
esta función tiende a extenderse mucho mái allá de las necesidades de la crianza de los hijos'
abarcando, por ejemPlo, ¿l marido'
HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAS REI,{CIONES

En el proceso grupal, las mujeres esperan que la tÉrapeuta


comparta
con ellas este ideal incondicional de madres, que ellas
ma¡tienen en
c¡afto a Eros, y que actúe en la misma tónica -de madre- para con ellas.
Estos son momentos muy diffciles en fo, gropn, d. ,nojerrs, quienes
pretenden entonces que la terapzuta les tolere sutiles
malos ratos, como
por ejemplo, que descalifiquen algrupo o a las compañeras,
que llegüen
tarde, que falten sin avisar, que hagan comentarios despectivos
sobre
alguna cuesüón que ras incluya como género, o que concluyan
ciertos
pactos con su fu, que manifiestamente deje al gropo
eo uo lugar secun_
dmio. En esa mcdida" ponen a prueba a la terapeúta: si ella
io registra
. -o pennite- los malos tratos, les está conf¡nnando la importancia
e
inevitabilidad del ideal y del modelo de relación incondicionar
que e'as
desempeñan. pero ¡i ra terapeuta.cuestiona y rechaza ros
maloi tatos,
genera toda una sefie de i¡teraccioues en ras que
resulta a su vez muy
cuestionada, oiticada y, a veces, 'tastigada" con el abandono
de ellas.
Esta actitud de ras mujeres de los adictos, exigente hacia
otra mujer,
¡epresenta un notable contrask con sus demoshadas
expectstivas hacia
uros, cuya conducta 'bstá más ailá de todo cuesüonarúento":
ellas los
ven como si fueran sus hijos más pequeños y desprotegidos.
En la actualidad, se toma especialmenb.o ru.nti la validez de
algunos criterios e indicadores de cambios en las esposas
a lo largo del
proceso grupal, tales como:

- el cambio en la relación de ellas con la familia de É¿.


- Ia adquisición' por ellas, de algunos espacios de
libefad y autonomía
de criterio.
- Ia capacidad de exigirles _a ELLos_ que las respeten.
- el poder decir que No a sus demandas, etcétera-
surge de aqul la necesidad de confront¿r estos indicadores
relaüvos
a las mujeres, con loe posibles cambios o estancamientos
en la conducta
de aros, para lo cual seprecisa un permanente inhrcambio
de informa_
ción con los coordinadores de ras otas actividades grupares.
En fu¡ción
de los indicadores, aparece un conflicto entre Jl requerimiento
de
plantear - eu este üpo de grupos_ etapas o faseslz
que representen una

17.
ln los pogranas de anfoayud4 las f¿se$ son etapas fogr€sivas, cada vez más
cüficadae, que s€ alcaDzatr a medida que s€ progresa .i, ni
Áfirti"ñ,d.t pograma.
a
a
DROGAS t
t
LAS MU'tr.ES Y EL ABUSO DE N3

manera de certilicar los avances de errar, y el conhato acordado con ellas,


o
basado enque no vienen a trabajarpara símismas sino para ayudarmejor
a sus compañeros. t
l
e
Irrrn¡cclót coN ros opEn¡DoREs coMrJMrAR¡os o
I
Se propuso entonces incluir, en todas las acti vidades de la institución
I
de rehabilitación la que pertenecemos, una mirada cuestionadora sobre
a
los estereotipos de género. Su obj*ivo es crear posibiliclades de recipro- I
cida{ de acciones empáticas y de ejercicio de autoridad y autonomla que t
alcance¡ a los represetrtant€s de ambos sexos.
Por este motivo, se busoó amptiar los espacios de diálogo y de
o
discusión con los profesionales y los operadores comunitarios 1ue son a
quienes coordinan la$ entrevistas de admisión familiar y personal, los a
grupos de adictos en distintas fases de su trabajo de recuperación, los gru-
o
pos de familiares, y las entevistas terapéuticas individuales y familia-
rer. A estos profesionales y operadores conesponde, t
colecüvamente, ir estableciendo criterios y empleados para determinar
indiüdual y
t
las diferentes reglas y propuestas a lo targo del proceso de rehabilitación. o
En el curso de Ios alos en que venimos desa¡¡ollando est¿ actividad,
a
fue adquiriéndose la práctica de un perrnanente alebare ideológico sobre
los tópicos de género. Participamos de reuniones grupales y de super- t
visiones iz uiuo (deniis de la cámara de Gesell), en las que ayudamos a I
rcvisar algunos deslizamientos inadvertidos,
miembros de la institución asegurarse de:
lo que permitió a los a
a
-
no culpar ni responsabüizm a las esposas, las novias o las madres o
de los adictos pon las conductas de éstos,
I
- no maltrat¿r involuntariamente a las mujeres de los adictos, re-
bajando la importancia de su rango o desoyeodo sus infomaciones, t
- no ubicar al adicto en el lugar de la vfctima ni considera¡lo o
como tal;
o
- tomar conciencia de la necesidad de cooperu con las mujeres y,-en
con$ecuencia, de tatarlas con re$peto,
a
o
o
H¿bih¡alnrente se toman en d¡enta 106 logfos d€l ¿dicúo en raumiento, y sus avances y
rctocesos van m¡rcando los c¿mbios de gnrpo de sus famüares, t
o
I
224 HISTORTAS INFAMES: LOS MALTNATOS El{ LAS RELACIONES

- no actuar inadvertidamente como aliados y protectores de los


adic¿os,
- emplear estrategias adecuadas para conseguir que las mujeres
participen del proceso terapéutico, y que logren ayudmlo a Ér-, no
protectoramente, sino volviéndose conscientes de su propia situación.

Como antes se dijo, este nivel de intervención es dificil porque las


propias mujeres se ofrecen a sl mismas en calidad de responsables, y
fácilmente aparecen como la causa de los problemas, dispuestas a cargar
con las culpas y a aliviar a los coordinadores de sus molestias y preo-
cupaciones aun cuando, a veces, muestren en la supérficie ser sus
antagonistas y provoquen su enojo. Básicamente, oeemos que las
mujeres, en especial cuando se manifiestan hostiles o tesistentes, pro-
vocan dificültades en la relación con ellas mientras tranquilízan a los
coordinadores en su relación con ios adictos, a quienes, de ese modo,
liberan de confrontar con sus propias culpas y responsabilidades.
Cada encuentro y cada discusión sobre los casos en tratamiento
requieren, de nuestra parte, un¿ impoftante elaboración estratégica que
tome en cuenta tanto la ca¡acterística relativa a las dificultades de las
mujeres, como también la movilización que estas revisiones producen en
los coo¡dinadores, a veces cuestionados en sus propias creencias, y eu
sus propias decisiones y posiciones cotidianas de la vida doméstica.

ENTRENAMTB\ToS NEcEsARros

Por rlltimo, ymodo de conclusión, cabe plantear un tema polémico,


a

de discusión constante.
A nuestro eütender,ls es conveniente que las coordinadoras de los
grupos de esposas y novias transiten pot un proceso de sensibilización
y concienciación en toflo al tema de la socialización de género, como
necesario entrenamiento para poder percibir las diferentes maneras en

.18. Con las terapeuos de los equipos que mencionamos, y con Ia licenciada A. M.
Daskal, hemoc dicho en algunas publicaciones que flrguran en la bibliografía, que lm
t¡abajadores en áre¿s de la salud mental que se relacionan con mujercs nécesitanent¡e-
aarse en el registso de las consecuencias que poduce la desiguald¿d de Ia socjalizacjó¡ de
gÉnem en nuesta culnua, y de sus efectoc en la iurplementación de intervenciones
terapéuticas.
LAS MUJERES Y EL ABUSO DE DROCAS N5

que las desigualdades jerárquicas enüe varones y mujeres nos condi-


cionan a las mujeres a perman€cer en el lugar de "facilitadoras" de.los
abusos,
Elegimos mujeres como coordinadoras de los gnrpos de mujeres,
porque el proceso de sensibilización es de por sí bien difícil, y las
operadoras mujeres tienen la ventaja de que, por su experiencia personal,
pueden identificarse y meterse en la piel de las protagonist¿s. Se ha
observado que estos procesos de sensibilizasión son más arduos para los
coordinadores varones. A ellos -aun los que están enúeuados en revisar
sus propios sexismos- les demandaría mucho más üempo, con un
compromiso y una inversión de sí mismos muy grande, aprender a
identificarse con las esposas de los adictos.
Oüo entrenaniento requerido para coordinar los grupos de esposas
es el relativo a la comunicación y a las dinámicas grupales. Se pierden
mensajes y se pasan por alto significados cuando no hay un previo
entrenamiento para percibidos, Si éste no existe, se corre el riesgo de que
las participantes de los grupos -mujeres de adictos- lleguen a suponer
que quien coordina está de acuerdo con la significación expresada (pero
no advertida) del mensaje que dejó pasar sin cuesüonar.
Las frases que siguen son ejemplos del modo en que asignamos
senüdo a mensajes que escuchamos en los grupos, y de algunas de las
formas en que los trabajamos:

l. "Yo vengo aquf á crecer..."


Cuando el adicto y su familia se acercan al programa de rehabilita-
ción, la esposa, sea su actitud visiblemente colaboradora hacia la comu-
nidad tera$utica o no, está habitualmente presente en las €nüevistás y
acepta venir al gn¡po de esposas, exclusivamente en función de ayudarlo
y favorecerlo a É1. Ella se encuentra en la misma situación en que estarla
una mamá a quien se le dijo que necesita acudir a un grupo de madres
pua ayudw a su hijo con problemas. Su motivacié¡ pasa por su pro-
ocupación en relación con otro, no en relación consigo misma. No
obstantey de todas ¡naneras, muy frecuentemente escuchamos a la
esposa decir: "Yo vengo a crecer", o "Yo estoy aquí para cambiar",
hablando de un modo que ella cree que va a complacer a los entevista-
dores: éstos, con la mejor intención, piensan y transmiten a la esposa que
va a ayudarlo mejor a fl si ella viene a cambiar o a reflexionar sobre sl
226 HISTORIAS IMAMES: Los MALTMT0S EN LAs REI."{CIoNES

misma. Esta paradoja 1ue ella comunica cotr sus frases_


de querer
crecerpara que Ér, se mejore, es una incongruencia lógicare que
ambién
aparece cuando los agentes de salud o educacionales
insiste¡ en los
beneficios de la terapia 'toluntaria" de la madre que consulta
por un hijo-
problema.

2. 'iTe digo lo que me conresta Ér?"


- "Lo que vos decís es cierto, p€to EL me dice que...,,
¡'Buenq justamente,
- yo Ie digo a fu..."
- "Cuando hablamos con É¿,,."
- - "Sl eatieado lo que me dicen, pero, yo, ¿cómo hago paraque EL
lo entiend¿?"
Hemos aprendido que estÉ üpo de respueshs a las preguntas
susci_
tadas significa no que la persona esté examinando
,o, pripio, p.nr"_
mi€ntos con el fin de respondernos, sino que se halla
.o p"_un orc
diálo€o intemo con ú. y nos responde desdeese sistema.
Tar análisis ¡o
implica que las esposas no deban ser solidarias y
continentes ni que
tengan que restar imfortatrcia a lo que sus maridos
piensan y sienten:
aquí sólo estamos enfocando un efecüo de ra comunicacion,
simitar que ar
seproducecuandoempleamos'hoso!os,'enlugarde.yo',.
Enestejuego
de lenguaje, el int€rlocutor prc$ente (el terapeuta)-queda
fuera del
diáIogo -mucho más inteuso- que la esposa tiene con
su rrarido, que ni
siquiera está allí.
A lo largodel proceso terapéutico grupal, las mujeres
van €ntrenándose
para sensibilizarse y ayudarse enne ellas a advertir
las distin¡as maneras
en que quedaron atapadas sin darse cuent¿. Estas
trampa$ se manifiestan
en las expresiones consignadas que, si no se anatizan y
d.rro.ur.*n,
siguen olerando como parte de un sutil mérodo
social de ,.ravado de
grebro"a el que les impide percibir (no ven que no ven, al modo de
H. von Foerster) que no están en contacto consigo mismas
cuando

t9. Para erplicarlo muy brcvemente., est¿ incongn¡€ncia


es&l tipo ,.yo quiero que
vos...", como o¡ando una madre ve a su hija otesa y quiere
deb€ría coÍeryonder
que U-niJ"üíe
alguien que xo es quien_ lo expesa. Con tó
* prro. Br aer.¡
1 Oünes
-F;dó) lfcrnciaOas
en Psicologfa Diana G¡rc{¡, Marfa Baltvé y Mrr{, ,i,.{
Ca*e; q,re colaboraror
conmigo en la cáred¡a de Comunic¿ciOn ¡am¡t¡u, del p;gad;;üoLch Faniüa¡
que se dictó en ra universidad de Buenos nires,
llamamos-aisa-incoiüuencia rosic¿
"ncongnfytu¿ * saieg.', siguierdo atgunas l+", ¿" [. iláterli'E ioo., 1r, o-
trwruradz latw¡ía¡l, S¿iliago de Ctite Cuaro Vienos,
übro se profundizan estos fer¡ó¡¡enos de la co¡¡unicacién
lSga)Á'oti"pin fo * .*
o
o
IAS DROGAS a
ZN
o
MUJEN,ES Y EL ABUSO DE

piensan y hablan asl, sino que están, inadvertidamente, actuando como


delegadas, repre$entaotes, o abogadas de É1. Y lo más lamentable es que
o
en estos casos ellas están conectadas con la peor parte de É1.
a
o
3.
*Acá vc¡imos juntos..."
I
Algunas de las "rampas" que desenmascaramos consisten en que las
esposas se ven a sf mísma¡ como englobadas en situaciones que creen o
compartir con fu, al suponer que efectivmente co'mpartrn ideas, emo- o
ciones y situaciorcs, sin percibir sus difercncias. De ese modo, les es o
dificil discrirninars€ y verse a sí mismas como xo &ogadictas, ...y por
Io tatrto, como No obligadas aacoplarse alasreglas que Ér debe cumplir
o
para su rchabilitación. a
Cuando se les cuestionan su$ expresiones 'llobalizadas", que las o
ubican como pmtes de una misma unidad (de sujeto gramatical) con fu
como pof ejemplo:
t
o
- "Tenemos que qucdarnos en Buenos Aires p$qu€ vos querés que o
yo m€ ffite" (dice ella que le dice fu reprochándoselo) o o
-'"Tenemos el problema de la drogadicción...", ellas logran captar un
registo diferenciado de sl mismas. En ese caso, pueden revaloriza¡ su a
propio lugu, que no e$ el de drogadictas ni el de responsables del o
comportamiento de Ér, sino de impescindibles y necesarias colabora-
doras en la rccuper,ación de Elrros: como per$i0nas a las que tanto uros
o
como el programa de rehabilitación deben un reconocimiento.
o
a
4. "Ét me miente'?'Él no me miente." o
Ya sea cuando dice que él le miente como que no lo hace, ella está
ubicándose en alguno de los roles & manú. antes descritos. La pasión
o
educadorq asf como la satisfaccién de utilizr lapropia inteligenciay de a
ejercitarla en habilidades detectivesca$, colaboran para que su adscrip- o
ciónal rol maternal no quedetanclarapCraella, y paraque sigacreyendo
que está obrando eficazmente y obteniendr logros en relación con el
o
desconhol de Er, tanto cuando "lo descubre',como cuando Ér- "le acepta" o
la verdad. a
Como corolario, ella sigue olvidindose de sí misma y de sus propias o
necesidades, y concenhándose en l¿ tarea de "criat'' a oto adulto sobr€
el que no tiene'una autoridad generacional ni el poder que confiere una
o
condición sqcial que ni siquiaa ella misma reconoce. a
o
o
v

228 H¡sToRIAs INFAMES: Los T{ALlRATos


EN tAS REtácIoNES

sociedad asigna a ras


*"ffiH}Hfi;|org-1ry."
;;ü;fi ffi ffi f i,%;fff q,?i1y;,{ffi
mujeres ras

las propias' En esm


cil que las mujerer, lu^:-"o-l sruacion, es fá-
,oro nt qteden inadvertidamenh
tl pfru *rpl'.r."*fijf;ll'ttl: ubicadas en
uro,iuu,qo.-ioÁ-u,fiffi3rr.ffi jililÍifl :*",Íi'tr;:ff
. dtje1 y de tas personas con reaccione,
"1
;;;;"r. """ r:
En los grupos de r"tsr*__*:l:1rdo,
*ro.-ürios
se resocialicen_, tas mujel
comd sujetos sociales, com
*guu**óil;" para que ellas
t^llr a reubicarse
Protagonistas de sus Drooias vi¿as,
camino á dejar de ,rr l* ,.t de ellos y ¿t
en ei
*'
adicciones.2o
se desprende di lo, *rulllTftes
rffitil:T##X,'H'id"y":.iiiT,:,Tl3:;::,i:ftr#*
rebabiliación
Tambiénponerno, ¿nr.rir.ot,lYll11o .y de adictos.
io,.o*aio.Jo,,,-l.Jili,i#t"ffi*:fi
gramas resocializadores parad¡oga¿,"ór,
y ü::l.T;;:T:Tj:
.i-"ü"i"iu, .ro*o rn
los roles conplenenrarioi
or.:.{r1.c3 rr, á"¡.*, iT"ro a las con_
""
*:::Hilf tri::'Jff#1'g:r"".ñl-**ffi
que.promueve en
sperigrosas
condicionalid¿d ellas *u
,n lo, u¡o.u|]|nto io-
tos' especialmenrc
homb,res adultos. en su relación con los

o 20. ftlo significa que l¡s muieres


r
fffi f;ff "T.JTffi ffi H"ff:ñTi}
o "'''-'*;üffi.H;Lffi',Hi:f
o
o
12. PATRONES DE ABUSO Y ESPECIFICIDADES DE GÉ}.TERO
EN LA REHABILITACIÓN DE LA DROGADICCIÓN:

Este artículo deriva de observaciones y refleúones surgidas de mi


Iabor corno supervisora y consultora en el área del trabajo con las
familias de algunos programas residenciales y ambulalorios de rehabi-
lit¿ciór de drogadictos, así como de mi experiencia en oho campo
relacionado con los abusos, cual es el campo de Ia violencia familiar,

RsFrrxroNEs pREvtAs EN ToRNo A LA oRcAMzAqóN


DE Los PRoGRAMAS DE REHABILITACIóI'I o¡ onocADlcros

Con el propósito de lograr la rehabilitación de adictos a drogas -y


basándose en el modelo de Alcohólicos Anónimos utilizado en sus
tradicionales progr¿unas comunitarios de autoayuda- se han propuesto
y desarrollado eshucturas y sist€mas a cuya construcción se refieren las
reflexiones que siguen.
En esas esüucturas y sistemas existen algunos supuestos e hipótesis
-kl vez no explícitos ni advertidos por sus participantes- que resultan
de sumo interés e impofta considerar, A mi entender, la conciencia de
tales supuestos puede ser de mucha utilidad para ayudar a quienes nos
consultan por problemas relacionados con abuso¡.

L Este rabajo fue presenrado como connibución, en mi carácter de diserante invi-


IV Jcrnadas Intemacionales de Alcaldes contra la Drog4 que se rcalizaron en
tada, a las
Buercs Aires en mayo de 1992, o¡ganiz¡das y convocadas ¡or la Secretaf¿ de Salud de la
Municipalidad de Buenos Aires y reuniaon a representantes de numerosos municipios de
varios palses @sados Unidos, Bpañq Colombia, Noruegq Francia, etdtera).
230 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTMTOS EN LAs RELAcIoNEs

Oncl¡m¡qót pE LA vIDA col'tDIANA

Los programas residenciales, que funcionan en granjas o en grandes


casas con habitaciones colectivas, significativamente organizan las acti-
vidades de sus residentes en torno a las treas de la vida do¡néstica. En
[il cuanto a los programas ambulatorios, puest0 que no propo¡e¡¡ una
experiencia de convivencia regulada en sus formas cotidianas, recurren
il al montajc rle rm sistema de sostén cotiüano a parrir de las famiüas, es
ll'
¡t decir de los que forman el contexto complementario del adicto en su vida
it de todos los dfas. Se espera que estas personas (generalmente padres,
hermanos y cónyuges) produzcan algunas diferencias en las pautas de
convivencia e[ cuanto a confrol y experiencias de socialización, asf
como en las sreencias y conductas que han sostenido ha$ta el momento.
Se apuesta, por otro ladq también a modificaeiones que irán produ-
ciéndose en el propio adicto protagonista de laconsulta, a havés de las
interaccio¡es con sus pares en reuniones grupales que ñrncionan con
pautas y condiciones de pertenencia totalmente diferentes de las de los
grupos de "arnigos" de la droga.
Resulta por demás interesaute el hecho de que el organizador, tan
fructífero para lograr una ¡esocialización sin abusos, sea nada menos que
Ia vida coridiana, un ámbito habitualmente poco valorizado y dignifi-
cado, al que se consider¿ femeniao y se relega a la esfera de las mujeres.
Reubica¡se frente a las vicisitudes de la cotidianidad; lirnpiar, cocinar,
til lavar, ordenar, no sólo es necesa¡io para la vida de todos, hombres y
iI mujeres, sino que, además, parece tener un efecto importante en el creci-
ü
lll miento basado en asumir rcsponsabilidades por uno mismo y por los
I otos.
t,

Curiosamente, el hecho no trae de por sí una revalorización de estas


actividades ni del sector del género humano -las mujeres- que aadicio-
I
I nalmente se vincula a Ia domesücidad. Tal vez sea preciio entonces
I emprender un trabajo de reflexión que ayude a rescatar coherencias en
I ese proc€so,

Cou¡on¡oón EI,¡TRE stsrEMAs soc¡ALEADoREs

En relación con est€ punto pueden darse disdntas alternativas. Si las


hipótesis que se plantean los operadores de estos programas se inclinan
i
r-
a
o
PAIRONES DE ABUSO Y ESPECTFICIDADES DE cÉNER.o 231 t
o
,asl sea involuntariamenúe) a ver a los padles como agentes causales de
la dependencia a las drogas, inevitablemente desliza¡án -en su dililogo t
con ellos- algún mensaje sobre su inadecuación. Sin proponérselo, los o
operadores se erigirán de ese modo en sustitutos supuest¿mente válidos
y calificados de tos descalificados padres. En tal alt€mativa' van a
o
pmducirse inevitables an-tagonismos enre familia¡es y agentes rehabi' o
litadores que, lamentablemente, comprometeránel desanollo de los tra- ü
tamientos. lnaliatza y la colaboración €nfte los operadores de los
programas los padres -y familiares en general- son muy necesarias, y
t
y
aho¡ran mucho tiempo y dinero en hatamien¡os.
o
Ajuzgarpor lo queheobservado, y para sumarunacomplicación, las t
p€rsoü¡s adictas se conducen como expertas en promover desacuerdos
enüe las insuncias que asumen responsabilidades, lo que de alguna
o
manera conüibuye a Ír¡[rt€:'ner invariable el circuito de conductas
a
adictivas. Los jóvenes drogodependientes aprendieron a captar muy biea a
las fisuras en las alianzas entre los distintos agentes con potencial t
autoridad, y saben cómo hacer para ensanchm esas fisuras y anular la
I
eficacia de sus propuestas. De lograr ese objetivo, las presiones que una
de las instancias ejerce para que los adictos se hagan cargo de su situación I
se perderán, sin advertido, en la ota instancia. o
Sucede algo bien diferente si los agentes de rehabilitación se invo-
t
luc¡a¡¡ en unadación claramente colaborativa con las familias, cuestión
casi cenúal en el logro de natamienos eficaces. I
o
t
IuÁoel,tEs socIALEs DEL ADIcro
o
Oho supuesto, subyacente respecto de los anteriores, es la conside- o
ración del adicto como r¡na lErsona no responsable de su sih¡ación -cn a
cierto modo, como una vlctima-, por lo que habrfa que enconüar algún
culpable causante del Pmblema.
o
Serlan los amigos quienes lo habrlan incitado, o alguna novia, o los o
padres poco interesados en las actividades y las compaiías del hijo... o
Desde distintas miradas se enfoca a distintoa culpables'
Es bastante probable qu€ este tipo de interacción de desencuenro
o
ente agentes que se culpan y se sabotean, cuyo corolario es la imagen o
de unjoven a quien se percibe exento de respoosabilidad sobre zus actos' o
haya aparecido años antes eir ia trlada hijo, madre, padre' y qge éstos c
t
o
z3z H¡STORTAS TNFAMES: LOS MALTRATUS
EN LAS RELACIoNES

úlümos hayan terminado por rivalizar _y


en última instancia, por
'!roteger"- al hijo de las consecuencias de
sus actos, sin ."igirte asumi.
responsabilidades por su propia conducta..
Cuando acuden a la ayuda de un programa
tetapéutico, la tríada
cambia: se instala ahora enhe la insttuóiOn'por
un lu¿i, y lu fumm po,
el oüo, en tanto agentes socializadores en
.oon¡.to.
agarellnag como el disputado por ambas instancias.
vll
adicto resulta
Este sesgo de la
situación aliüa, en cierto modo, la relación
,"r* f", prdr*, quienes
hasta llegan a veces a convertirse de golpe
en Uurno, utiu¿or, mientas
la institución de rehabilitación se qurá. p,
io ta ora uÁ¿u- ahl A .uri
sabotaje de una empresa que en réalidad
paso muy corto.
o a.rruOu po, tJ;;;;
,. T":r éste elespacio
hipótesis generativas.
para avanzar demasiado en el
terreno de Ias
sin embargo, .o *urtt* opo.tui¿u¿es n" ,rri¿o
observar., incluso, serias inp,sse.r terapéuticas
montadas sobre esta suer_
te de malentendido (donde todos ,on
AiuCor, pr.o OonO, oo ,. porit.o
las alianzas), que puede resultar, sio
emnargo, un Uu.opu* O" ¿¡1*qp
para.conribuir a mejorar la calidad Oe vida y de dlsempeno de los
involucrados.
¿Cómo asegurarse de no caeren malentendidos capaces
--r---' de malograr
alianzas, obviamente indispensables?
Hemos sostenido en oha parte2 que los
circuitos de este tipo se repiten
y reproducen con gran faciüdad.
La institución asistencial es responsable
de intervenir exitosamenrc para destaraarlos,
yaque ,on rtuy inridoror.
Las reuniones periódicas de los mi.rUro,
Arírro¿lnriitoiion¿ pr*i_
coll¿rcon Ia üanquilidad de que ellos se encuinhen
T:::rn en condiciones
de analizar cuáles son los puntos de su euotuciOn
personJ que pueden
hacerlos-caer en la repetición de actitudes
veccs sólo se trata de que los miembros
qua oo ,*,i if"s. Muchas
Aef sra¿ Oe agentes estén dis_
puestos a renunciar a la cuot¿ de poder y
a la satisfaccién narcisista que
les depara_el sentine salvadoresde alguien
,r;;;;;;"
de super-
vivencia. Sus presunros aliados _los ti^ifU*rif ," faie, ,t adcto
mismo, los ponel a prueba en este aspecto porque
tienden a provocmlos
aasumir ese rol idealizado más que a ayudadoü
que cada uno cuestione
permanentemente sus propias creencias,
emociones y accio¡es.

2. ve¿se, en esta misma obra, el caplhrlo ..Er


cfuuito der abuso en er sisrema familiaf,.

o
o
PATRONES DE ABUSO Y ESPECIFICXDADES DE GE}IERO 233

La discusión del tema es fundamental para las instituciones donde se


considera al sffide ex adictos como pilares importantes de la interven-
ción. Este camino lleva a los coordinadores que fueron adictos a revisar
las creencias básicas sob,re las que se montó su propia recuperación. A
preguntarse si creen que las familias son culpables de haber generado su
problem4 y si piensan que las instituciones son las salvadoras, Si se
suponen mejores que sus propios padrcs o superiores a ellos, etcétera.
Para los profesionales, el camino no es más sencillo. Necesariamente,
tomar en cuenta este tema los lleva a repensar en temas sociales y en
decisiones relativas a sus propios valores y proyectos en la vida. Toda
la orientación consumista ügada a Ia obtención de placer y alivio inme-
diatos, uegadora de la realidad del dolor, el sufrimiento, las contradic-
ciones y las crisi¡ propias de las vicisitudes de la vida y sus compleji-
dades, idealizadora del éxito y el poder, más allá de la calidad de vida
de las personas en cuanto tales, empuja al consumo de sustancias que
'tumplen" con esas promesas que la sociedad avala.
La tentación que experimentan los agentes, de "cortarse solos" y de
prescindir o culpar a la familia, aparece en muchos momentos de los
tratamientos, especialnente cuando las co$a$ úo van tan bien, como
ocurre en las recaídas. Un ejenplo puede resultar ilustrativo.

Miguel había tenninado programa y hacía rneses que tabajaba


su
y estudi.aba satísfactoriamcnte, Se reportaba al programa en su Srupo
ile mantenimiento, sin mayores novefudes. En w momento dado, la
madre de Miguel telefonea a uno de los directores alarna.da porque
encuentrs una bolsíta con cocaítw entre las rcpas dc su hiio. Ya en el
teléfono, eI tono de voz de la señara era agresivo, como si esluviera
ofendida porque la institucíón la hubiera desilusionado. Citada la
familia" acuden Miguel, un hermano y los padres. Ante la acünd hostil
y exigente ile Ia mailre, Miguel defiende a la instituciótt, diciendo que
él se había euiilado muy bien ile no dar ningún indicio en su grapo de
lo quc Ie estaba pasando, y que él sabía muy bien que el grupo Lo hubiera
atend.id.o y ayuilado, de no haber, él mismo, ocultado tan bien lo quc le
ocurría, Esn Io dice mientras agrega críticas hacia la actitud de enajo
y reproche de la mamá lmcia la institución

Desde esas interacciones, el camino pavimentado, tentador para los


terapeutas, podría ser una suül "búsqueda de roña" y de exploración de
ZU I{ISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS
EN LAS REL{CIONES

las condiciones de vid¿ familiares que


hubieran podido influir en la
recaída de Miguel. Consciente de loi presupuesos
discutidos previa_
mente, el terapeuta sale al cruce de estas
afirmaciones de Miguel, se bace
cargo de la sensación de marestar de la
madre -su trostilioao inclusive-
como parte de la información ritil, y le agradece
la colaboración res_
ponsable con la rehabütación de Miguel.
óentra entonces Ia propuesta
de acción en los aspectos todavla in;adu.o,
A. mJori"n cuanto a su
asunción de responsabilidades respecto del
cuidado de sl mismo.

Le cwsnó¡¡ prr_ cÉ¡rnno.


Les rr¡u¡rnss y su pApEL EN Los
sIsrEMAs soc¡ALEs

H1l ono aspecto que conviene comentar, en


cuanto a la mirada que
necesitan echar sobre sl mismos los
sistemas de rehaUllitaciOn'Je
drogadictos: es el que se refiere al papel que
habituJ**L o.rrrprn*
las mujeres en los sistemas familiares
i
u l. a reforzar ese
papel, que las instituciones asumen inaáverti¿.r*t ""*n.i..
I¡s sistemas de rehabiliación cocoordinados
por ex aCictos, que son
aquellos con los que he tenido mayor contacto,
uiilizan como
un ¡nstru_
men¡o excelente de entada en el sistema
personal y familiar del adicto
su propia experiencia y sus.propias idendficaciones.
nsia privilegiaoa
ventaja operacional tiene, sin embargo,
su conbapa;; Io que
tlary1e el mtó¡ de Aquiles de cual-qrir,,i;;;;;;;;ayuda puede
sin el
ejercicio suficiente de una mirada autoneflexiva:
los ,ro¿Oa .* .Oi.o,
tie¡den a sobreproteger a los adictos (con
los cuates s"-íáentincun¡ y a
culpar entonces a las madres, las nouiu,
o tr, o" ,1, qoi.n.r, ,o
alguna forma, incitatr la conducta adictiva. "rfás*
Ellai Orr.or* y aon nuOu,
para ayudar, ¡ambién ayudan a los
operadores y tienOen u acepmr
con
excesiva mansedumbre las responsabilidade,
qu, ,, f., .oiUuyen, hecho
que no favorece los cambios que
deben proOo.irr. ,nios adictos.
r,. na üsto,los programas rehabitiraciOn,,rffiJ*ot
l1:T"
,^" que
ros tratan de no interr¡ar v de recuperar
de
al adicto de forma
ambulatoria
incluyen el rabajo oe tos iamilia¡es
conjuntas. Hay, en efecto _como antes"" se has*p;;;;;;] rn ,.rioow
mencionado_, teorías
¡elevantes sob¡e el papel que rienen los
f.q".lir*;; ünidos corno
complementarios enrelación con el rol que juegael;il;*,tr;;;;
familiar. Estas modalidades de trabajo
co¡ lrr'p*"i., .implementa-
rias, aun con su enorme utilidad de
ffion.r*u'u..iái oü;;;;;
o
o
PATRONES DE ABUSO Y ESPECIFICTDADES DE Cft{ERO 235 C
un punto accesible del sistema" pueden deslizarse muy fácilmente hacia
I
reforzamientos de culpabüzaciones no advertidos por los operadores' o
En éstepunto, resultaimportanteexáminar, en general, elpapel de las a
mujeres en las familias. Existen algunas señaladas coincidencias entre
deslizamientos en ideas y condrictas que, en mi opinién, connibuyen a
o
naotener las adicciones en los sistemas, y los roles prescritos para las
a
mujeres en nuesüa cultura. Como las cifra$ indican ente 70-'15 % de e
drogadictos varones frente a un 25-30 % de drogadicus mujeres, son f
éstas quienes ocupan mayoritariamentE el rol complementario en rela-
ción con el adicto.
a
Una idea corriente es que las frustraciones y la$ conrariedades de la o
vida cotidiana justifican la ingestién adictiva" El adicto seda una per- o
sona frágil, qui no estaría en condiciones de soportar este tipo de estí-
mulos. Esa idea queda expresada en recomendaciones de los agentes de
o
Ios progranas resp€cto de supuestos cuidados quc deberfan quedar a a
cargo de los farniüares de los adictos, como no agregarles problemas, no o
Oejlbs solos e irse en etapas avanzadas del Eata¡nien¡o' no t€ntarlos'
pcmritirles algunas descargas como el fumar excesivament€, etcétea Las
o
mujeres-madre y, sobre todo, las esposas, asimilan fácilmente todo esto o
couro si enuara etr la esfera de su responsabilidad, ya que la cultura t
prepara a lu mujeres para que asuman autoúáticamente el compromiso a
br ñ*r* cargo de las vivencias dolorosas que pueden producir con-
tariedades y frustaciones a otros, especialmente si ¡e hata del homb'le
t
aurado, de ús hijos, de los miembros de su familiaen general' ¿Cómq I
entonces, van a apender estos jóvenes a lidiar con sus connariedades?
a
Es rftil un ejemPlo:
a
Lih cuenn a u¡u coorünadora thl grupo de cónyuges al que con- I
cvrre, que estó lurn d'e que su marido le diga que no quiere venir al a
progratna., que se quiere nurir, Erc él nactó para vivir dc otra ry:! a
al aire libre, sinpresiones, EIIos estón en Bu¿tws Aites con sus tres h-t¡o-s :.
peEreñ.os (vivei en ww provincia), ilebida al tatantiento de éI' üla.es :
esatcha las qnias det marilo y quien lo estimu.la.a que slg:
'quien
O
adetante. Pero está empezarúo a percibir su propia fastidio, su propio
a
cansawia fimte a este rol que "Ie toca" ast/f'tir en la relación con éL
Cuandoseiepregmta(enwuhamutizacün)porEÉacepnescuclurb
-U
y
quelacerto
iir iuiroi,¡nín ¡nsit¡er¿oenconvencerln, diciy desea wfuer eon
quetiene a
'porque
qnirrc que él salga de esn sfunción, ll O
I
o
2s6 HTSTpRTAS INFAMES: LOS MAIIRATOS EN LAS RELAqONES

iirú. luJ ryco tie-mpo atnís,.Lila recibió un mcnsaje de su ntadre:


ta nec-esitabay le pedía que
volviero o * tainstinción
de rehabilinción le sugirieron "^o'irr|üsde
que una decísün ruás
nÁdura de su parte
sería quedarse poro orrguroril ,roro*¡riio il ñr¡¿o.
Este eierulg alcanza prr,ra hacia dónde estamos apuntando
_- .llushar al
proponerlarevisióndeestamirada,
-
yatinctuir_conof,rnt, OetproUt.ma
que se trata de resolver_
a los opeiadores, y t;bid;uestras
ideas al
lllliÍ;...
fin de tener conciencia ¿, lír"*, ,"o,o pensamos y

Lila
no lace más que responder
a lo que se espe¡.¿r de ella.
como contó a la familia de su Asl fue
marido queil esru¡¿.¿rog;¿os.e
al programa en busca de awdaparad. y llarnO
Éil";;;;ñiuiio,
ru qo" r. nu.,
cargo de la necesi¿¿¿ ¿e camrio
esa disponibilidad.
d, ;,;;;:
;;;olfrilr.urr* ,oor.
Ni Lila es una excepción ni su conáucm
sde de lo
común: puede pensarque lo.que hace .r;*t;i*iiJ"rpo*,.yu
un aspecto de la socialización qu.
de las dr¡**r-rrp"". Iultivar Ia gran
ilusión de senrirse amadasJ
"uidadas;;;il;i;;";, erigen como
liiLlj'i
convlven no 'o
ese proceso
re$ponde a i:^ry
de;e;ctú;;ür," con er que
lo qu9 esperan ni van a advertir
fastidio, su propio su propio
males,rr,_{¡yl" or¡ii *táü,us
personares, y desde otros proyectos
seres que también las necesítun...
cargo -especialmente_ de é1, se harán
su marido ¿fri¡oi, t.rrtrrnis
ia desvalido y necesitado de eltas
lo s"p""."."v iiji*
ü"ru,
cuanto más
,* or*o*,
a conrinua¡ifn con Ia itusión de que
¿e,i" .g*ü ;iruiüálL, po, nn, rm
o devuelva al se¡ con el que sueñan,
**oo
.p*"¿"irr* . i"".'uilon una figura
OJnl¡.1:rleran.una acción imponante:
o l1r-1,::r_.,
convrerta alguna vez en el hc
que se

I I,r*3p".:;;;üffi il'(T,'.::,11';:'ÍüJ,Í,":":,:ff ;::1?i;


o en que la institución lo cure.
Hemos visto varias modalidades
I adictos. Algunas de ellas üenden
de €sta acütud en las mujeres
u.onri¿..* ulu i#,r.
de

o mi.smo-como ..mejores" y de_m_ayor él _y a él


"
valor que su propia fanrilia, por
o :::j:^rj_"^llT
y se dejan ad1nt3r. La co¡secuencia
autodesualorizanre
Io

t oe esre proceso pasa a menudo_inadvertida,


el curso der *at¿miento de ¿r'
esa
y u or.o ,Jincrr.rnrr rn
descaiñffiffi;fuia
o deja a la esposa sola, sin aliados
nu*r¿.r, ,ni"nrru, q"r.l"**a"
fam,ia

o queda como referente y única


fuentp de amor para ella.
uUirro
Asl, se welve
I
t
PATRONES DE ABUSO Y DSPECIFICIDADES DE GIíNERO 231

fácil presa de los abusos del marido, de su familia y también de los


programas de rehabilitación. Resulta entonces sencillo culparla porque
tomó vino delante de é1,... o le discutió algo que a él le irnportaba'justo
cuando él a$avesaba un mal momento. Esto no logra sino reforzar un
efecto de "natural" sobrecarga de responsabilidades que recae en la
mujer mientras lo descarga al marido de responsabilidades sobre sí
mismo.
Para resumir este punto: cuando el joven adicto convive con tma
mujer y con hijos pequeños, la situación suele ser la siguiente:

la esposa es el personaje más débil y desprotegido del sistema;


-
- ella debiera ser quien -por sus nocesidades- conciüe mayor preocu-
pación de parte de los operadores del programa;
- y, curiosamente, es la persona generalmente más culpabilizada;
ampoco, curiosamentg ella percibe ni se hace cargo de sus propias
-
necesidades; en cambio, percibe y se hace cargo de las necesidades tle
él;
- ni sus riesgos, ni se hace cargo
él no percibe sus propias necesidades
de ellos sino que espera que su mujer lo haga, para lo cual le transmite
mensajes destinados a ese propósito;
algún hijo o bija, aun cuando son muy pequeños, percibe los riesgos
-
y se hace cargo de los sufrimieutos; a veces, cumplen esta función los
familiares de ella o de él;
- a él nunca se lo ve como responsable, ni por él mismo ni por los
demásl
- ella es sistemáticamente vista como responsable, y censurada por
lo que hace y deja de hacer.

Una terapeuta familiar norteamericana., Virginia Goldner, ha deno-


minado "de devoción tóxicaf a este tipo de circuito, que puede desa-
rrollarse por ciclos, y biisicamente lo atribuye a una posición matem¿l
incondicional. Está montado sobre conductas sobreprotectoras que
implican una disnibución desigual de la carga de responsabilidadés entre
varones y mujeres en la familia, tal como seprescribe en los estereotipos
sexuales. La responsabiiidad por el cuidado de ornos queda delegada en
las mujeres.
De esta manera, algunos impartantes aprendizajes se resienten: para
los varones, aprender a responsabilizarse por sí mismos, a poseel
238 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

autocontol {ome una forma d€ autocuidade, el compromiso consigo


mismos por la propia calidad de vida, y las percepciones correspondientes
a estas capacidades.
En las mujeres, se resiente básicar¡ente el aprender a cuidarse a sl
mismas, percibir -como pute de ese mismo autocuidado_ los propios
malestares y las propias necesidades, y registar las condiciones dc
sobrecarga que conlleva la aceptación de esas delegaciones.
Volviendoalos progranasderehabiütaciónen general, es importante
que las insütuciones conternplen las pauus aqul comentadas, comunes
en buena parte de los patrcnes de abusos, y puedan discutirlas y
revisar
su influencia en la consecución de los objetivos que se proponen.
Apéndice
I
o
o
a
t
io
'a
o
o
o
a
o
a
a
13.I.A FAMILIA COMO EDUCADOM'

Ar./3uNAs HIpóTEsrs soBRE LA cÉNESIs, EL MANTENIMTEMo


Y EL CAMBIO DE RELACIONES DE ABUSO EN LA FAMILIA

Muchas de las conductas de abuso de personas y de sustancias,


manifiestas en aquellos casos extremos que llegan a la cousulta por vfa
policial o judicial tales como adicciones, abuso flsico, abuso sexual y
graves abusos de las penonas sobre sí mismas -automutilacione s y otras
conductas suicidas, además de diversas maner¿s de delitos- se eücuentral
también en las prácücas domésticas cotidianas en forma de abusos
relacionales. Lo que en numerosas ocasiones llama la atención, y es
coh€rent€ con el esquema propuesto en otra parte de este libro,2 es que
todo el panorarna se modifica cuando alguien pone un límite y frena el
circuito de interacciones abusivas. Al considerar el maltrato en Ia esfera
de la cotidianidad, si se tienen en cuenta las variables mencionadas en
el capltulo de referencia, el abuso se vuelve manejable.
Este hecho enmonca con la dimensión de los abusos entendidos corno
las conductas de los individuos que asan las capacidades o los atributos
de otras personas -üansfonnadas en objetos o meras funciones-, y con
la dinensión que ve en el abuso la irresponsabiliüd y falta de tespeto
de aquel que no mide ni considera las consecuencias de su propio
accionar, pe{udicial para sí o para otros. A fin de no abusar, es preciso
-+ntonces- haber aprendido conductas de nesenro y coNsmERAc¡ó¡*r -ha-

1 . Trabajo preseotado en el Congreso de AStsA" Mu del Plaa (Argentinat 1994.

2. Vé¿se el c¿plh¡lo 3, "El circuilo del abuso en el sistena familiaf.


ü

242 HISTORIAS INFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS


REL{CIONES

ber aprendido a rENER EN cuENrA al ono_ y saber hac€tse carqo de


bs jemás
REspoNsAErLrDADEs. Es decir, haber aprendido a REspoNDm. ante
por lo que hacemos.

Asuso y ¡¡MILI¡

[o que
aquí interesa dilucida¡ es el papel de la familia,
como sistema
socializador, eD la gestión, el mantenimiento o las posiLb
s moilifica-
ciones de ci¡cuitos de conductas abusivas ejercidas por
sus miembros.
Comprendemos en la idea de ,Tamilia" no sólo su
imagen nadicional y
estandarizada sino a todos los grupos convivenciiles
en los quá
interactúan quienes asumen roles de- cuidadores primarios
I personas menos autónomas, que sobreviven,
interdependencia.
pu* ón
aprenden y cre@n en esa

Cabe preguntarse -con el objeto de form¡lar algunas hipótesis


operativas- cuál es el papel de la familia en la gestión je
hs conducas
capaces de prevenir abusos, y cómo pueden
sus miembros favorece¡ o
dificulw los necesarios aprendizajeJmencionados.
A los terapeutas famiüarcs con opofunidert de observar procesos
^
familia¡es de socialización , nos resulta posible idzntiftcar
algt*tos fac-
fores que relacionamos con los problemas que presentan
las familias. Tal
identificación -y las reflexiones que Oerlvalnos
de ella_ nos lleva a
explicaciones causales sobre la forma en que se generan
los problemas.
Aunque desde la mirada sistémica, la causati¿aJfn
eal goza,supuesta-
menle,9: escaso prestigio, resulta útil tomar concienlia
de nuesrras
propias hipótesis causales,3 muchas veces
francamente lineales, y con-
servar la saludable costümbre de dudar de
nuestas _igualnente propias_
consfucciones explicativas, reconociendo que
los teiapeutas familiares
no somos /os arp¿rros en familias ni Ios que
Ni lo que Heerrlos es siempre m uuon. ion esas
ilaru* qoé qu, *, *"r*.
salváades, vale la pena
interna¡se en la aventura hipotetizadora.

INrsMcctoNEs DE MALTRATo

En las enkevistas con familias _a lo largo de


mi prácüca clínica_ se

3. En un mdculo publicado en castellano, F.


E Sirnon y G. Schmidt (19g5) apoyan la
idea de sunar y no reitar en la formutación
causal.
o
O
LA FAMILIA COMO EDUCADORA 241 o
observa que, cuando hay problenas de abuso (más allá de quc el I
problema se deñna como adicción a drogas, ano¡exia o violencia fami- o
liar), las interacciones enfe los mienbros de Ia familia suelen estar o
sigpadas por un denominador comfin: el malrato. El trato tiende a ser
abusivo, aparece como 'hanral" la exploación o el uso de alguien, por
o
lo general del que está más comprometido afectivamente. o
Para fundamenur las ideas sobre lo que se busca que cambie en la t
familia grentenderque forrra parte constitutiva del circuito,problema-
o
conviene cenúar la mira eu dos aspectos del tema que ha de desanollarse
aflula referido a lap'resencia en las enfevishs familia¡e.s d€ int€racsiones t
repetitivas de malos tratos etrhe los miembros de las familias que I
consulta¡ por problemas serios de conducta de hijos adolescent€s o
a
adultos jóvenes. Todo pasa como si el malta¡o repetitivo fi¡era un
paft¿rn sosenido, tolerado,'baoralizado", invisibilieado y legitimado, a
que muchas veces llega a extenderse a los miembros de los equipos o
asistenciales. ¡
A tal punto llama la atención su rcgularida( que el tema del Trato
-del Buen o Mal Trato- en las relaciones familiares opeta como un o
indic¿dor dcl circuito abusivo, y que esas interacciones resultan, por lo o
tanto, clave para evaluar si alguien está aprendiendo conductas de ¡
responsabilidad social o, más bien, está aprendiendo a eludir, o a no
a
rcgisaar, tales responsabilidades.
lns dos asp€ctos que van a desarrollarse, puestos en evidencia con t
el tema del üato, son los siguienúes: a
l.Los
o
procesos a tr¿vés de los cuales pienso que se aprcoden las
nociones &, resporcabilidad<n sus dos vertientes, la responsabilidad o
individual y la colectiva- y la relación cnre ales procesos y la forma del o
trato en las interacciones. t
2. El papel de las estntcturvs atrtorircri¿s, Determinar la importancia
qüe, a mi entender, tienen las esbucturas autoritarias -en especial, la más
t
comin, la de género, prescrita por la cultura y aplicada por las personas a
en el seno de las ¡elaciones donésticas- en la perpetuación de circuitos o
abusivos. Sin advertir sus implicaricias, los mensajes familiares y del
o
4. Bn loe grupos famitiarcs, no sélo se eftrca a los bijos sino que se edrca a todos: asl
a
m no es posible deju de comunicuno¡, ampoco es posible deju de educamos. Sin O
edargg; aquf nos cenEamos en l¿ ilted de l¿ f¿mili¡ como entidad social expresamente
educadora de los hiim. o
O
f
HISTORIAS IMAMES: LOS MALTRATQS EN LAS RELACIOI.¡ES

sistertra escolar que intensifican y acenhían de$i$¡aldades


entre las per-
sonas eD fi¡nció¡ de su sexo, sustent¿n discriminacio¡es y
aousos.s
Mis p,ro,puestas relativas al uso (abuso) de personas consisten en
poner mayor énfasis en la revisión y el cuestiona¡riento
de ras premisas
socializadoras que perpetúan una organizaciónjelírquica
en torno al
género,en lanegacióncon quehabjtuahreDrcenfrenaáosesas
premisas
y en la investigación de experiencias de socialización
no sexiita y sus
resultados, con el especial objetivo de revisar la
cat*goúaculnrral de
MADRE pata que ésta no se preste a generar
relaciones ibusivas.

Pnocrso DE APRENDEAJE DE FUNcroNEs y REspoNsABrL¡D.ADEs

¿Cómo se aprenden conductas. responsalgs en lo individual y en lo


colectivo? ¿De qué modo intervienen en ese proceso
las relaciones
famiüares? En las familias de crase meca
-y tamuién en otras crases
sociales, por extensión del modero de crianza familiar
dominante- se
espera que los hijos, al crecer, adquieran habilidades
que les permitan
hacerse cargo paulatinamente de mtfrtiples funciones que
al principio,
mieotras son pequeños, están a cargo di los padres.
¿Por qué es complejo este aprendizaje? 6por qué no hay manuales
precisos sobre lo que debe y no debe permiürse,
cuál es el momento de
incentivar algrin desempeño nuevo o qué prohibir _y
hasta cuándo
todavía- en cada edad deun hijo? cabenporló menos
dos explicaciones.
La primera, porque no todos evolucionamos ni maduramos
en los
mismos tiempos ni de la misma manera, ni todos Io$
contextos y entornos
familiares y sociales son suficientemente homologables
como para
poder generalizar- El aspecto de las funciones
Jlacionado con la
maduración neuromuscular es, con todo, el más sencillo
de evaluar y de
ubicar en estadios.
La segunda explicación alude a que existe un conelato
eDtre cumpLir
una función y la capacidad de asumir responsabilidades
por ese desem_

5. Todos los mensajes que aUA11^1,$leren¡i1s jerdrquicas


entre per$on¿s s€gútr
distinciones onauadas de.sus etaias, sucol-, su eoaa,
si petüücii'alrl"cnse socrar, su
elección de objeto seruar' etcétera' son rgua,nerte pe¡pen¡adores
de circuilos de abuso. se
desanolla acá la discriminación es¡ecfñcam*t, ,rfuiioou¿u
más frecuente y la más inüsible.
.án ,igiiü p*qu. ., r.
LAFAMIUA COMOEDUCADORA 245

peño, tal que hace diflcil el proceso de evaluar cr¡iándo un hijo está
capacitado para cada nuevo ejercicio,
Tomamos ejemplos, de los más simples:

Ya sabe camínar, pero, ¿sabe qué hacer si en su camina encaentra


que hay ww escalera o un pozo o urn superticie resbaladiza? Entonces,
¿pueile ileambular sin vigilancia, con autonomía?, ¿o necesita de
alguien que lo obsene y lo cuídc?
Tiene fuena pam cerrar unn puerta, Pero, ¿sabe cuidarse de tn
apretar, al hacerlo, sus dedos o los dedos de otro? ¿Y qué hará si se
quetla solo del otro lado una vez que Ia puerta se cerró?

Estoy refiriéndome a un suül equilibrio por el que los padres que


asumieron una responsabilidad de crianza fta,¡arr de decidir qué dejan
hacer al niño por sí solo y qué monitorean de cerca hasta asegurarse de
que pueda hacerlo sin riesgos, con suficiente habilidad y que, además,
SC RESPONSABIUCE.

Y,... ¿cómo se aseguran? ¿A partir de qué? ¿Cuál es el criterio


apropiado?
¿Qué quiere decir que alguien se responsabilice?
Responsable viene de R¡spoNonn. ¿A quién, ante quién?
Un niño responde ante tres inst¿ncias: ante sf mismo, ante su$ padrcs
y ante la sociedad. Para respooder ante todas las instancias necesitapodgr
percibir y anticipar las consecue¡cias de su accionar, ser capaz de recrear
imaginariamente el acto que pondrá en práctica, prever lo que va a pasar
-sobre todo si puede existir un perjuicio para alguiel-, y evaluar er qué
medida eso puede ocurrir: tales mecanismos se encuentran present€s en
lo que llamamos curDAR.
Como ejemplo clmo de la diferencia entre hallarse en condiciones de
ejercer ura función y ser responsable por ella, tomemos el hecho de la
procreación humana: el hombre puede procrem cuando sus gónadas y su
aparato reproductor están suficientemente maduros. Pero eso no quiere
decir que esté en condiciones de asumir la responsabilidad de tener un
hUo.
Para responder ante sl mismo, básicamenle necesita no anéstesiarse,
es decir percibir el posible malestar o dolor que pueden ayudarlo a regu-
lar sus acciones
¿Cuál es, aquí, el papel de la fanilia? Los padres son actore$ funda-
246 HISTORTAS INFAMES: LoS MALTMToS EN LAs RELAcIoNEs

mentalesde interacción, básicamente cuandoayudan asu hijo aaprender


estas condiciones esenciales de la socialización para la responsabilidad,
y promueven en él:

- Que aprenda a no anestesiarse ni a negar sino -pt el contrario_


a registar los perjuicios y a ejercer una conciencia activa sobre los
mal€stares y los daños posibles, tanto para sí como para onos, que
podrlan derivarse de su propia conducta.
-Qve aprenda a prever los efectos de sus acciories, e imagine y
relacione experiencias, experimentando el registo de dolores tolerables,
calculando -pero también enfrentando- los riesgos.
- aprmda a tolerar y tw a dclegar en ot;o la carga que implica
Qlrre
la responsabilidad, especialmente la responsabilidad de c¿id¿r de uno
mismo y de los demás sin eludir las consecuencias de sus acros.

¿Cuándo los padres sienüen -€n plena concieacia- que están asu_
miendo su función de calibrar y tomar decisiones en este proceso?
¿y
cuándo achian como simples depositarios obedientes de una delegación
de funciones y responsabiüdades que tal vez ya conesponde que tomen
sus hijos por estar en condiciones de hacerlo?
¿Cémo medirla opommidad
de este traspaso de cargas? ¿Cómo cumplirlo con los mlnimos riesgos?
En las familias en las que se producen abusos de sustancias, se
advierte un área especialmente compücada y riesgosa en la tarea de
socialización. Los p'rocesos de ransmisión de modelos y los de apren-
dizaje y traspaso {e
padres a hijos- de funciones y responsabiüdades,
que parecen haber sufrido inconvenientes o haberse detenido en algrin
punto, son los que conesponden al área del cuidado -+specialmente del
AurocurDADo- relacionada direct¿mente con el aprendizaje de la respon-
ii sabilidad relativa a uno mismo. Y, por alguna razón, se raá de problemas
i1 de aprendizaje que se manifiestan en los hijos adolescentes.
Si pensamos que el beM humano es cuidado por oúos, que no pu€de
cuidar ni cuidarse y que no sobrevive sin que alguien se encargue de la
función de cuidrlo, advertirnos la importancia y el valorde tal función
ydelaspersonasque laejercen. El rrodode cumplirel paulatino traspaso
de funciores enhe cuidadory niño debería sertema de gran interés para
padres y educadores en general. Pero
-y ahí apa¡ece unade las conexiones
con la temática de la conciencia de género- sucede que la cultura delega
esta fi¡ncién sólo en las mujeres, dejando a los hombrcs fuera de estas
a
o
FAM¡LIACOMOEDUCADOM o
LA ZA7
I
ta¡eas de cuidado. En la medida en que los estudios de género son
I
ignorados, sigue considerándose a las mujeres como "naturalmente"
doAdas e inclinadas a ejercer esta$ ta¡€as matemales. La función queda t
entonces asimilada con lo femenino y, en consecuenci4 desvalori- a
zada.
$
t
Se supone que esta función
EsFuERm, y
NAruRAL e NÍnNTNA, se cwnple sttt
al estar desvalorimdas las personas qae la ejercen
que o
-y también la funci,ón misma-, ¿por qué motivo quenía alguien o
aprenderla? o
La gran mayorla de las familias siguen el modelo de mad¡e
superinvolumada y sobrecargada con lo doméstico y la crianza, cuando
a
no también con su caÍffa. El padre, entre tanto, se siente menos o
preocupado, ve las alarmas de la madre como exageraciones, y participa o
más periféricamente de las retaciones familiares y terapéuticas, como
quien está eximido de esa nateria. En las consultas, la madre suele
t
a
quejarse, cuando se trata de las conducks de alguno de los hijos, de que
son a veces muy semejantes a las del padre. Y los hijos se reparten las t
alianzas: algunos, alineados con el padre, no creen en la irnportancia de
t
lo que la madre piensa o dice; oüos, la toman más en cuenta y fatan de
ayudarla.
t
Cuando las acciones consideradas síntomas se vuelven más graves o o
peligrosas, especialmente las adicciones o los actos delictivos, es común
que los papás comiencen también a alarmarse y se mueshen má5
t
dispuestos a intervenir. Esto autoriza a pensar que los síntomas pueden,
a
en ocasione$, tener por objetivo convocar al padre a la conversación o
familiar que, de otro modo, carecería de inteÉs para é1. Y es esa o
conversación familiar sobre la orgaz iznción de Ia vida cotidiana -donde
o
circulan mensajes de reglas, de permisos y de llmites- la arena para
reconsfiui¡ qué pasó y qué está pasando con las responsabilidades I
individuales y colecüvas. Y, consecu€ntemente, el terreno pma recuperar t
el prestigio de las actividades del cuidar.
El otro terreno relevante en las entrevistas familiares es el del trdto
a
en las interacciones: "no tengo ganas", "no me gusta", 'tlo pienso darte
o
el gusto", '!o no te pedf nacer ni vivir acá", "eso es cosa de mujeres", "¿qué o
querés, que el chico sea maricón?", "nunca lo hice, no 1o voy a hacer o
ahora", "qué me importa", '!a está, ya pedí perdón, qué más querés?,
¿que esté toda la vida de rodillas?", "sos una exagetada, no es para tan-
I
to",... son frases típicas del fato en estilo 'Torreada", acompañadas de o
a
o
HISToRIAS IMAMES: Los MAI1RATOS
EN LAS REL{CIONES

gestos despectivos, caras largas, y sin


ninguna reacción moderadora de
los desünatarios. ¿eué les pasa? jNo,.,iLt
o *auut Oorf
Ios hijos que.uu ,,buen,'padre debe ¿Sopon o
soportar ser torr"Jo po, ..tooo,,,o ,,
decir por objetos que se usan y se tiran?
Exigir ser bien tratado, miís que un derccho
de las personas, es un
modelo de autocuidado.
No siempre, pero sf muy frecuentementf,
se ha observado que los
padresse defienden mejor y regisran
más su malesar lenm a este trato
se sus rrJos; tas madres, o quienes están
e n la posbión maternal,
obran
como.si Io que vemos y oímos en l¿ consulL
interviene la dimensión de género en
*
r*¡o¡".u. ¿En qué
esta cuestión?
. h* 4 ":l ocurir que la cultura condicione alas madres a que, en
lugar de ir desligándose cada vez más de las cargas defiaOas
en ettas
mientras los hijos no pueden asumirlas,
continrlei llevando esas cargas
aunque ya no sea necesario y obstaculicen
así involuntariamente, ios
procesos de ftaspaso de rcsponsabilidades.
Quedan ligadas a una dimensión del hijo eternamente
niño. No
perciben el momento de traspaso,
t*
, ,, ,O
r$m se les prescribe responsabilizarse
ron las conductas del
ruJo, con etectos emocionales sobre ellas,
Se STENTEN, de esa manera,
culpables por cosas que hacen sus hijos, y
snmau ,ot , ,l .rroriooes qo.
debieran ser de ellos. Es frecuente, por ejemplo,
que las madres de niños
o adolescentes gordos snwran la-godwa'Oei *,f¡",'y
protagonista ai se dé cuenta.
q* el propio

FwclóN y REspoNsABruDA_D

Intentando una síntesis de las,ide¿s esbozadas,


cabe señalar que no
sería de¡ealle que los padres exijan de
,us t i¡o* ágoluellos to¿av¡a
y.::!:: tu:: pero.t¿mpoco conviene qoi .ontío.i*
.ugando con
runcrones y responsabiüdades que los
hijos ya están en condiciones de
asumir,
Un niño que no alcanza los botones del
jo ascensor necesira que un
adulto lo acompañg y si carece de furrrzasunciente-como
pmahaca
tr
rc 6. hlabra vulgar que
i.
se usa populannente para el condón.

te
IA FAMIUACOMOEDUCADORA U9

presión con el cuchillo, ono deberá cortar la carne por él: suena sencillo,
pero.no lo es, Siempre es mucho más complejo, y comtinmente los dos
problemas que antes mencionábamos se imbrican.
¿Por qué este proceso resulta tan arduo, y qué fracasa en el caso de
las conductas abusivas? ¿Qué tienen que ver las jerarquías sexistas
(madre como pura función, padre no comprometido con la crianza) en
esto? ¿Cómo influyen los mensajes y mandatos culturales (maestras,
pediatras) que se refieren a las mujeres, en cuanto al desempeño del rol
de madre? Los mandatos terminan siendo sin lÍmite de tiempo, su'
puestamente ügados a la "natural ezd' y alplacer en lo que hace al destino
de las mujeres, y las ubican incondicionalmente al servicio de los hijos.
Tales mensajes ejercen su influencia al idealizar relaciones de incon-
dicionalidad-sinreciprocidady sinlímites-similares alas que sedescri-
ben en este mismo libro como sustento de los circuitos interaccionales
abusivos.
El hijo aprende así que puede contar, incondicionalmente y por
siempre, con un ser que asume todas las funciones y todas las respon-
sabiüdades en su lugar, Si aprieta el botón adecuado, la mamá le hará la
cama, la comida, le alcanzará Io que se olvidó al colegio, Io despertará
si se queda dormido, etcétera. Más artn, sufrirá por él si él üene difi-
cultades (si, por ejemplo, lo reprueban en la escuela), y en tal caso,
cuando está a su alcance, pedirá para él conside¡aciones especiales. En
fin, le alivia¡á la cuga fácttca y emocional de las consecuencias de sus
actos. ¿Seguimos transmitiendo a nuesÍos hijos y a nuestras hijas que
eso es lo que esperamos de una sttEl.¡¡ ma&e? ¿Conrtnúapareciéndnnos
ésa unafunción wnral y sin esfuerzoy arn propiciamos que se In asocie
con Heroísmo, Abncgación y Renuncia de sí? La Madre ¡ecibe de los
actores sociales significativos de su entomo (pediatras, psiquiatras,
psicólogos, mae$tras, famüares) sonrisas de complicidad y compren-
sión cada vez que se mue$Ea comowapurafunción incondicionalpaa
sus hijos. Y de reprobación o castigo si hace oua cosa.
Un niño, una niña pueden entonces -€n un caso extreme- crecer con
la convicción de que su mamá oese obviamente resignar sus proyectos
personales y pasar a constituirse en una pura RINcIó¡ al servieio de sus
necesidádes. Hay que pensar, en tal caso, que si reproducimos los
estereotipos de género en la crianza, perpetuamos la situación de que
apenas el hijo se presenk, su madre deja de ser una persona en sí: sólo
es aceptada y rcspetada socialmente si asume su puesto de atenta y
254 HISToRIAS INFAMEÁ: Los MALTRAToS EN
I.As REI,ACIONES

sollcita curDADoM, guardiana, única responsable y edu


cadonfuIl_time,
culpable de cualquier fracaso. La madre queda perpetuada
en el lugar de
l¿ invitación al abuso.
Sería distinto si el mensaje de la cultura ñrera que
el programa de
crianza de un hijo pone en una situación de delegación Eansitoria
compartida al padre y a la madre, y que ambos se comp-rometen a hacer$e
cügo -part-time- del hijo, conscientes de la enorme inportancia
de esA
ñmción y de la necesidad de que se valorice y legitime
.
a tavés de la
intervención de todos.
qr
ot
o-
14. VIOLACIÓN INTRAMATRIMONIAL:
IJNO DE LOS ABUSOS EN EL MATRIMOMO
t
o
I
I
t
o
o
a
o
¿Cómo llamar a un hecho de
esta uaturaleza? ¿Violación o
intmarimonial, coio maüimonial for¿ado o débito conyugal?
-Iasmu¡eresquesufrenviolacionesintamatrimoniatesnosuele¡t a
hablar de ias condiciones en las que ocr¡ne la relación sexual
con su I
mtiJo, oi advierten que tienen derecho a una práctica sexual en condi- t
y
ciones placenteras y iegún su propio deseo volunt'ad' o
Las siguientes son frases dichas por hombres
que cometieron viola- I
ciones infiamafimoniales: I
a
"Ilru muier que verdadcranente quiere a w honbry se excita con
ét sin tann iuego previa. Si esmmos casdos, la cosa tíene que ser la
t
nt¿s fácit" Ella no me quiere Io suficiene"'
o
':Yo sé Io que a ella Ie Sust¿- Y, a vecet, entiendo qru elh
me estó
o
piüentlo que b faie' o que lafuerce'
' "Yo no soy w pollcruito. SóIo los pollerudas le lwcen tanto caso a o
que las muieres quieren,"
lo -"Ellawnca o
es oporuna Cnndo quiere, parece babosa' Sitw'
pasa a
*:'tffi"rifH#lu.r*tu es porque me qviere castisar o
o
porque hay offo. Si se casó conmigo, debe aceptar tener relaciones
o
conmigo." o
o
El marido que asf habla supone que e$ experto en mujeÉs y en su
sexualidad, con derecho a decidir sobre la sexualidad
de su esposa' a
,*p"tto ,n utt, en vfuculos conyugales, en a$Pectos de la dignidad I
o
I
J
2s2 HTSTORTAS INFAMES: LOS MALTRA1tS EN LAS RELACTONES

masculina- No espera a escuchar el


testimonio de ella, ya que escucharla
serfa ponerla a su propia altura. Se. 'nl
mee nusño de .iiu, p¡*nru qu,
propios actos rn efezcan un ,u,
que cree que lo que hace No Es
PuNrnLE. se considera a sf i,Ytl:i'y"
¿,*ra*i¡.,J,oiÁi;_ff ffiT,T.1ffi:,:?Lffi
cree que deba responsabilizarse por
acto$ que él comete y que puedan
#.li;it
dañarlos o hacerlos suf¡ir.
No es excepcional esta manera de pensar.
Desde hace siglos, son los
hombres los que vienen definien¿o
l, ,r*uai¿uj rJi-riiou. ro, t rrirrro_
nios confiables de mujeres sob¡e su
propia sexualidad existen desde hace
forma de ;,ril,';;;
y .xpresar la
menos de_## siglo. Tienen
srar¡¡s académico desde hace unos
veinticinco años, y pesá cufturaf ¿"s¿e
hace menos de diez. si comparamos
diez, veintici¿co años, con los dos
a tres millones de años de vidahum*r,."r*¿.ror;;;;il;;
la opinió:rde las mujeres acerca de
*up*plo..tirrrioüto vale anto
para los hombrcs
-autores de las frurrr r¡t O*.oÁo p*u
y para muchos otros y oüas.
ru,,oirrm
La rnujer, por lo general, pa¡Ece pensar
y, a veces, rlice:

"Sin él no puedo sobrevivir, yo na


sé manejarme sin é1.,,
"Si me queilo sola es peor.,,
"No debería provocarro porque es
ahí cuanda ér no sabe cómo
respoüer sin enloquecerse. Si y:o
w to p*r*o"- rrro n'o pasa Es mi
culpa"
pasa una vez mis, lo dcjo. pero
. " Si
Ímcerlo mtís,"
ahora me pronetió que no w. cr

rque ér tuvo una infancia muy desgraciada.


. ."Me_dapenapo si hubiere
sido rruis feliz no haría esto. Él no i,
orponíoii"l,)--*"
"Y1 tengo alguna falla y po r es.o me pasa
esto. Si yo
normal, na estaría vivieüo esta situación. Juera sana, o
Algo anda niat en ní.,,
"Como esto no está.bien me da
Así que no lo cuento.,,
vergienz iqr; b d;d, b sepan.
"El yb.1 meior que yo, espe.cialmente
en cuanto a la vida sexwl y
garur el dinero para la casa,', a
"Yo a élle fallo porque no sé tenerlo
contento, Las mujeres tenemos
Que,p1er co¡as,para que el marído quede ,oo¡ofi.',i--"
" El me eligió aunque yo ya tenía probt
rr*i. naiA s¡¿o violada tle
VIOTACIÓN INTRAMA'IRtr*'IONTAL

jovencitay ya tenía un hiia para crinr' k debo mrcho por eso'


Si aveces

potu malo, me Ia aguanto,"


"-'iÑi
se
malo
denuniiarlo porque no quiero que le pose alga
i"¡r*
como que Io encierren. En toilo no es malo"'
se va a poner peor
"Ná quiero d¿nunciarlo porque si lo castigan
conmigo."

las paradojas emocio-


En las fra$es tanscritas aparecen algunas de
Curiosamente' ciertas emoclones
nales de los actores de estos si$temas'
que debería experimentar el
il;ü;"" hpersona abusada son las
pena por ella o se auto-
,Uurudot Si él tuviera vergüenz4 sinüera
r¿i"l*t f. faüa" c¿nbiarla su actitud' lodtPot pensar que en las
y
rJ*iontt se produce una incongruencia de sujetot-entre é1que ella'per-
Cuando himujeres crean espacios grupales de
deble les

miten mantener relaciones de continuidad


y de confianza enüe st
aparecen los temas sexuales y emerge entonces -comofgura- la exis-
forzada
;;;á;;;.f"tta de coito mafiimonial en el que la mujer se ve

arelaciones que no desea.


convivencia algunos
El hecho es, en suma, que en la privacidad de la
la voluntad de la mujer y
hombres entienden que pueden prescindir de
a esta cópula
oriorizar la suya: llamamos "violación inüaconyugal'
í;;.d";els con alta dosis de violencia cuando laresistenciadeella
es más explícit¿.
el violador?
¿Qué razones esgrime
ftases- explicativas dichas por las nrujeres
de algunos
to.uto,
patabm de su narido' que se
grupos (ellas considuut tan important€ la
;ucntan unas a otras, lo que é1 dice):

" que unafrígi'da a la que ét debe desPe-tmt ile rtrubuenavez"'


elh es
quz sólo
"itae etla rc hai, k'esteihn'y requiere demostaciones
-
consienterr
-
lo s' Polleruilo s " "
;
que ella es ttna'reprinida'
" y debe'avivarse' y deiarse de embromar

con sus remilgos" ,

un actor social y que


1. Es el caso <le una e¡roción que "&berfd' experimenur
o* miedo, orgulo' etcérera.guodentonesÉonder a uoo
.*ooiÁtn Golpu' verguenza,
pensar que el
;ñ;;;" "*i óiÉ" oJti.o t"otido ;i;regiira' Tamúiéolorlemos "vergüenza ajend"
deberla sentirlo' véai el calulo sobre
¿#;;ü;:ü#t;-úue
254 ilISTORIAS INFAMES; IOS MALTRATOS EN LAS RELACIoNES

"que ella está vestida 'provocativam¿üe,,',


"que ese día él tuva wra jornda muy dura',,
"que a él ese día el jefe lo 'gozó'",
"qrc ew día él qwü ansioso o angu*iado por algo que le pasó",
"que él se excitó y euando es así no se controla",
"que ella se niega y entonces él cree que fube de haber
algtin otro
! va a derrrostrarle a ella quién es mejor,'.

En estos casos, es frecuente gue si es ella la que h¡ta de


inicia¡ una
relación, él la acuse de 'hiufómana insaciable", icalentona", .!ruta,,.
Si
ell4 inicia una relación, él la acusa de mo¡igata, frlgida
en cambio, nunca
o torpe, Si ella se acerca a hacerle un mimo, él la define
como una
'Tastidiosa" o una "pesada". Si ella no le hace ua mimo, la
acusa de fría
o poco cariñosa.
Estasfrases que
las mujeres cuentan que escucharon, o estas situacio-
nes por las que pasan repetidas veces, dan lugar pensar
a que los hombres
involucrados están muy temerosos de que sus mu¡eres tos
dominen a
havés de la sexualidad, y muy ocupados en demosrar que
son ellos los
que ejercen doninio sob,re ellas.
A ellas no se las tiene en cuenta como penonas. Sólo importa la
necesidad ¿sexual?2 de ellos, aunque a ellasse les
cause un ¡emendo
daño en suestinq en su autonomlay en la imagen
de su propiadignidad
personal.
Y todo esto, agregado al hecho de que estas nujeres sufren graves
haumas en su sexualidad, ya que la humillación y
el dolor fsico y
psíquico quedan asf Iigados a lo que se supone
debiána ser para ellas un .
acto placentefo.

Nrvq¡s ¡¡c¡¡.es

¿Cómo se definen estas cuestiones en el plano de lo legal?


La doctora s. szyrowicki3 se preguna si las relaciones
sexuales son

, 2. qt t"ggf pqsar que Ia wualidad re¡pa.algo que ver con la violencia.


Creo que
I¿ necesidad del ho,mbre en este caso es necesid-ad
puede hacerlo..
¿i.cri,t"¡ ." iü ülu que .¡r. {u"
""
Sugla Szylowicki. ..Débito
. -.3.
inédio. 1993.
conyugat. ¿Las rclacioms sexuales son un
deber?,,
ta
a
o
VIOLACIÓN INTRAMA'IRIMOMAL o
un deber. Y resfonde que nuesha legislación matrimonial se refiere al
I
orsER de convivir en el que se establezca como domicilio conyugal, pero
a
no aparece claro cu¿il es el "debef' en la relación misma. a
Me parece importante abrir la conciencia y reflexionar acerca del o
amor, el deber, la posesión, los fines del mahimonio, la sexualidad, el
o
placer, los derecbos, como t€mas que tienen que ver con la polftica de
lo que sucede puertas adentro de las familias, y sábanas adentro de los t
marimonios. Sería de desear que estos temas abaddonaran las sombras' o
en las que suele confundlrselos con la preservación de la intimidad' L¿
violación manimonial constituye un delito contra el ejercicio de los
o
derechos humanos, de tat calibre que ni siquiera podemos pensar qu€ o
existe, a menos que nos haya tocado ponernos en contacio con el )
pnoblema. o
Los mitos sobre laprivacidad familiar, la impe¡iosidad dela sexualidad
masculira y el desconocimiento craso de la sexualidad femenina así
o
como, en general, las injusticias y las desigualdades de género ügadas o
a las diferencias de poder y de saber, hacen posible la perpetuación de I
esta aberr¿ción.
o
a
a
a
o
I
a
o
o
t
O
o
o
I
I
a
o
a
I
o
o
o
I
t
o
o
a
I
o
o
o
15. EFECTOS DE LOS ABUSOS EN LOS HUOS

R¡cur¡oos DE INFANcIA

En mis recue¡dos de infancia aparece un episodio signado por lo que


ahora entiendo como violencia.
Juntameote con un matrimonio amigo, mis padres habían organizado
un viaje a los lagos del sur, Yo tendría por entonces unos sietÉ años, mi
hermano -el que me segula- seis, Mi ot¡o hermano, el más chico, de unos
dos años, había quedado en Buenos Aires.
Ocunió en Bariloche. Se me aparecen imágenes, algunas muy níti-
das, que me angustian: mi rtlamá desolada, de espaldas a una puerta que mi
padre había cenado de un portazo, su mirada buscaba mi apoyo' mi papá
encenado detrás de esa püerta, todavfa hoy visible y auüble para ml'
A é1, a rri padre, no lo recuerdo en esas "fotos". Sólo surge a tavés
de los relatos minuciosos de mi marná sobre sus ataques de celos, por la
idea de que mi mamá mante nfu vn affaire amoroso con Ricardo (así se
llamaba el oro hombre). Me veo a mí misma tomando a mi hermano de
la mano era "chico" y yo, que era "grande", lo protegía- y llevándolo
-él
ajugar un campito detrás de la casa, donde un cabrito atado a un poste
a
comla eternamente pasto. Puedo aun escuchar su balido.
Temía por mi mamá, que sufría los reproches de mi padre, y no sé si
otas expresiones, como insultos, rechazos y -€$paro que no- golpes.
También temía por mi papá, antes siempre tan dulce y equilibrado' a
quien no podía entender pero al que suponla atormentado y dolido; por
mi he¡manito y su inocencia; por el clima de honor, de silencio y de
miradas furtivas, y hasta temerosas, de Josefina y Ricardo, los amigos
compañeros de viaje.
?58 HISMRTAS I¡IFAMES: I,OS MALIRAT¡OS El.¡ LAS RELACIONES

La pesadilladuró toda aquella estadía, el viaje de weltaen auto _más


de mil kilómenos agónicos en los que mi papá condujo su autoencomen-
dándose y encomendándonos todos a no sé qué ángel del confiol y la
cordura-, y se extendió, tal vez, unos meses más en los que apafeció en
mi horizonte la palabra cu.crnen, algunos frascos de comprimidos y un
psiquiaua amigo que vivfu muy lejos, en Lanús, y que tenía simpáticos
bijos varones.
Mi papá de antes de eso y mi papá de después de eso se me instalan
con toda su ternura y su calidez inolvidables.
Asf y todo, aquel miedo y aquel honor ¡nca se borr¿ron de mis
recuerdos. Tardé muchos aíos en volver al sur, teñido de gris dcsde
entonces.
Si yo, con mi privilegiada historia de haber podido @ntar con un
pdre cryaz de Eansmitir tanta conexión con la solidaridad.Lapaz,la
consideración, el cuidado, guardo sin embargo ese terrible regisüo
vfvido y marcado, ¿qué imágenes habrán conservado en su interior
quienes fuvieron en su infancia esos horores como parte de su
cotidianidad, sin poder delimitarles un principio y un final, mezclados
en un todo nivializante tal que pudieran confiudine el amor con la
dominación y la sumioión, la necesidad con los caprichos abusivos, la
autonomía con el tenor?

¿Córrlo cnrcnv ros Huos EN LAs FAMruAs DoNDE sE pRoDucEN ¡r¡¡rrnlros?

Ia experiencia de haber sido objeto de maltratos en la vida infantil,


ya sea recibiéndolos o presenciándolos, deja huellas diflciles de modi-
ficar, que se esüucturan segrln la forma en que las personas usualmente
aprctrden a organizar esa experiencia.
Cuando ocurre la circunstancia concreta de sufrir o presenciar escenas
de descontol agresivo de un miembro de la familia (generalmente el más
fuerte y poderoso) hacia ono, es probable que el nlño se sienta doble-
mente co¡ñ¡nüdo y afectado por el hecho áe que ama al autor de ese
d¿ño. Si es su padre, tal vez ha compartido con él momentos en los que
ese padrefi¡vo comportariiento$muydistintos y mosfró facetas difercn_
tes, cariñosas o frágiles, que despertamn su amor. A veces no sucede
esto, porque debido a los reiterados malos tratos, ese agresor es final_
mente identificado como alguien que pe{udica y a quien se puede odiar
o
o
EFECTOS DD TOS ABUS$ EN LOS HUOS t
pl experimenta miedos
o
con menos conflictos. En este rlltimo caso, niño
intensos, se ¡iente ftancamente desprotegido,
y desarroüa.desconñanza o
üciail artultos y problemas con algunos tipos de aworidad' En otras a
o;io*t, ,, ruü'¿t un agr€sor (generalmeffe el compañero de la -
rr¿trl, 'bantcnido' denro del sietema famiüu gracias a actitudes -f
;'incoáprensiules" de esa ma&e a quien el-nilo *u'Ttd" v€r a su tr

rr¿t" áeUl, o tonta, lo que lleva a asumir fácitnente roles parentales' o


Se sentir¿ n¿s adufto y criterioso
que los adulos con quienes habita' y
menos rm-
o
vivirá sufriendo dolorosamente su impotenpia de saberse
p"n-üpt*lt tt¡*que las razoaes que lamantienen junto al agresor' o
iarooe* qut es€apan a su comprensión'
--Crr-anáo
o
U situaciOn abusiva ee tal que el niño sufre las agrcsiones d€
pro'pio tienpe víctinadeotro agesor)
a
t"¿r" God. r"ttambién-al
,o
enlaqueel amordelniñohacia
o
oUui**L rt*otfrente aunarelición
rü.:*gt* ptp"l definitorio. l¿ más probable es que rate dejust'rfi carl4 I
--T;;
.orpn"oattfu y aun tspar su$ abusos a los ojos de los exüaños' a
p"tid *g-iá"ión d. ttt"s experiencias violentas en la mente
nino es ta iegación del dano' Ese ser a quien amamos
no puede o
Ae ese
¿a¡ar. porlo tanto, oi duñ* D"b" rnonr"s hab€f algunaotraexpücaciól o
prra ;i il;t q* se siente. Comie¡za con esto el ataque a la
propia
o
percepción'
'--ÑJ l"y ntgtoo del daño. No se perciben, o dejan graü¡alrteote
de
a
o"r.iu#, hi señales de daño (mo¡etones, gntos, rosEos sufrientes, a
lrJ"*1. i u.rm la negación se tansfoma €n un ataque claro contra a
i."frtiá., v tf ¿"no hacLeüa seminimizao se justifica Algunos
niños
de identificación con el agresor que los
a
¿"**l* * *mplejo proceso
Muchas vec€$ esos o
hace procüves a tsner a su vez conductas agesivas'
ono, upa."*o en las consultas escolares como inexplicablemente a
agresivos con sus pares o con ofios niños más
pequeños e indefensos'
a quien es mlis débil
o
Aorendieron a no to,rrar en considerrción ni cuidar
;;;dt d.¡t"derse ni tener piedad alguna por él' tal como
a ellos les
a
'r,i."á, 6,ootxto familiar en el que alguien es víctima de oho
que a
abusa,
"o o
La organización de la experiencia abusirá infantil
tiene senas con-
sinexplica-
a
secorndL en U üda adulta, en la que aparecen fenómenos
.iio toogtotot con las experienci¡s actuales de los zujetos' Tales o
fenórenos se observan con frecuencia en
personas qle han crecido I
rJ¡tn¿o fu convivencia con adultos que se desconnolabaü' o
e.
f.
T{ISTORIAS DIFAMES: LOS MALTPdTOS EN LAS RELACIONES

Por el hecho de experimentar amor hacia el agresor (o hacia quien


tolera que él forme parte de Ia familia), no se regisha -entonces- el
perjuicio o se disculpa permanentÉments al que daña.
El agresor es un miembro del grupo al que se pertenece, por lo tanto,
alguien a quien hay que defender lealmente de cualquier ataque. Atacarlo,

sin embargo, serla una respuesta defensiva legltima del propio sef
dañado: pero esa acción termina por omitirse; se la vive como pligrosa,
daíina, desleal hacia ese supuesto aliado familiar. La diferenciación y
la discriminación entre el sí-mismo y el otro, parte impoftanúe del pro-
ceso de crecimiento, se hace diffcil. Se pierde la capacidad del cuidado
por sí mismo poryue se pierde esa cualidad de reconocimiento, registo
y alianza con el propio sefi que no se distingue del orno en ese nivel de
fi¡sión. Y la fusión se mantiene porque está al servicio de proteger al otro
de los propios ataques. Supuestamente, entonces, se estaría con ello
protegiendo también al propio sefi, ya que ambos están confundidos y
fusionados. Sólo se diferencían gracias a una gran dosis de indignación
y rabia Qas hijas con las que se comete incesto sólo se indignan y acusan
al padre cuando Io ven abusar de una hermana menor, po¡ ejemplo).
El dilema es desganante: ¿ cómo es posible asurnir la propia defensa
¡

cuando se quiere defender al Otro, agresor, del ataque que uno mismo
quisiera inferi¡le!? Por último, en esta cultura, ¿cómo aprende esa
per$ona a aútoconsiderarse, a autovalorarse, si está recibiendo castigos
-Or-
injustificables y no puede implementar recursos elementales p*u
fenderse y rescatarse apreciativamente en esas interacciones?
Lo primero que esa persona hace a fin de sobrevivir a su ülema es
precisamente eso, int€nt¿r rusnFIcAR el maltato. Cons8uye €ntonces
una etplicación que asigne sentido a esa acción de la que es vlctima. pero
como esa acción fue confta é1, está dispuesto y llega a $uponer que su
propia persona y sus propias conductas son negativas y, ea cambio, la
acción de ese Oro a quien ama y respeta es la positiva y aceptable,
Éste es un exhaordinario mecanismo de confusióndi identidad (en
el aspecto en que la identidad se apoya en el reconocimiento y la
sénsación de continuidad del propio yo), que tonna parte de un proceso
insidioso de auton€chazo. Pueden existir refuerzos socioculturales que
afiancen este proceso, como ocure muy habifualnente con las muieres
y la forma en que son socializaüs. Karen Blaker habla de ..autofóia"
en su libro Mu¡ere s complacientes,lwmbres controladores, publicado en
una colección de autoayuda, y la describe como una caracteística de
EFECTOS DELOS ABUSOS EN LOS
HIJOS 261

a esperar el serarnadas sólo


si complacen
estas muieres que han aprendido
gustar"l es el título inglés de su libro)'
i:;;;-;;;lr;;t" f'uacidapara se intensifica en la convivencia
La caracterísdca que esta aüora d;scribe
ejenrplos citados' es
;;;i;p" de hombre conüolador que' en-los. ellas'
;il;;" alguien que eiercita malos tratos haciapara el autorrechazo'
enü€narniento
Como vemos' este programa de
en el ámbito de las
.o**"u¿o en la infancia con los malos tratos.
Asl se aprende a
tJ^.]"*- f..tliares, tiene enomes consecuencias' demás aun cuando -si se
ilñ;;;d.;; t a justificar las acciones de lqs inaceptables' A
p.r.lürn desde oüo contexto- puedan considerarse
a no defenderlas' a atacarlas'
disminuir el valor de las propias acciones'
en sus estudlos y escritos
También Leonore Walkir conelacionq
*UtJti**iOn de las mujeres golpeadas' la socializaciénestereotipada
;;;jt;tt .n g.ot con-su'disposición a lo que ella llama "el
i
actos a su
Jnato*" á. in¿"f.isión aprendida que les impide concretar
argumentos
" dispuestas aescucbar
favor. Esas personas van a estar siempre
errores no cometidos y
qo" fu* Orr.*nquen' a ¡stottoctifátilmtntt
a acus¿lciones' En fin' de
esas
faltas inexisteütes, a asumrr culpas frenrc
capacidad
fácil abusarse' También es cierto que su
;;**; *.t;* tttltn- con
empática puece muy $anoe' porqut *.fT:,?utomática con-
mecanismo está más ligado a la
to qu, t.s ,o..¿. a otros' Pero el
utsuo) que
ñ#;;; d;áad 1en la que el orno es automáticamente uto
MIsMo' y merece
.1. ft que el orno es fa nimplrtante comouNo
"tp*.."
cuidado y buen uato como ser-humano'igual'
descritas aparecen más comúnmente
Por supuesto,las características
especial- en las
.n i*to¡arm que en los varones' y se advierúen -en
adictos a las
iisiJiañ. *"ji*s que luego ban de formar pareja. con
adictas o alcohólicas
i*g^t .f .f*irol. O que se iuelven ellas mismas
" de esa manera, los linajes de abusos'
f..-p.ou..n,
-
o
o
t
16. POBRECITO TIMNOI
I
I
t
I
t
a
o
o
a
Tengo que aceptar que e$ verdad que me coomu€ve;
me tiene pen-
me exciüa; me quita el
o
diente ie sus n¿s nlnimos gestos' me subyuga,
*t¡o; t fascina su humor fácil y ni que digunos su
su ingenio' o
i*,athtu.up*idad creativa; sus ideas me oriontan y las-escucbo
co¡ o
,",o"to. inte¡viene en casi todas nis situaciones y decisiones
.¿tcuado; me cuida, cuida de mis hijos y'
con un
general' cuida
I
.l-[J" ttv en
o
de todo lo que tiene que ver conmigo'
Su soorisa es hermosa y seductora' Puede ser
muy tierno y g€neroso' t
-- ango
uuei Oe anigos y amigu,
sus que tanbién lo quieren y lo mima'
por rnL Me
o
ót¿t i*to suele repetirme que sasiente dejado de lado C
no tanto si e$toy en
mira con reproc¡e si me ve leyendo o escribiendo'
ni
-- oficina trabajando'
a
Co*¿o tugo la rrás mlnima cosa que lo contraría'
lo advierto en la o
expresión de su cara y me siento morir'
he podidoier tan insensible, tan poco delicada?
t
iCoto
ien¿votanente, estádispuesto aexplicarmeenqué
residió nidesliz' o
va que yo soy muy imporrtmte parré1, aunque -a
vec€$- pierde la o
ír.irntiu y p.*anóce mudo e initado, con cara de desaprobación'
pero
pista que me oriente acerca de mi desasfe' Es en
I
Iio *it"itit o
r** tot or*"i"g*a
."*¿ó' febrilmente, repaso cada uno de mis actos'
["ito t¡ p.f"ut t y mis gestoe hasÍa que doy cou la clave' inadvertida I
p"rt tf, q"t *"só su desazón' Deshago el
andado y retomo
camino mal a
la senda de su aprobación y de su aslor' a
violencia que a
l. C\¡?nb es{fito en 198E, pmmeti&
pr¡eden alberg¡r toc 'riarsos"'
en et Prefaciq con ¡eferencia a la
'l'
¡
i."
li
F
HISToRIAS INFAMES: LOS MALIRATOS EN LAS RELACIONES

Pero, ¿,cómo puedo bacer para evitar esos malos momentos? ¿Cómo
podría compensar los muchos déficit provenientes de mi educación y de
mi preparación, y compartir una vida al lado de alguien con esta
particular sensibilidad?
Y, peor arln, ¿cómo explicarme a ml misma que a veces quiera estar
sola, no verlo por varios días, hgcer de cuenta que se murió, que soy
viuda, que él no está cerca de mí para pmtegénne, para decirme lo que
es mejor para ml, para advertirme que me acechan tales y cuales peligros,
para avisarme que no sé medir las consecuencias de lo que me pro,pongo,
para sugerirme lo que debo hacer para reparar mis torpezas, etcéúera?
tan fría, tan distante, en fin, tan
¿Cómo puedo ser tan desagradecida,
poco considerada pua con aquel que me demuestra tanto ¿von?
El colmo lo constituye algo inexplicable que me asala cada tanto, y
que me hace seutir aúaída y entusiasmada hacia estímulos vilales que no
tienen nada que ver con é1. Como por ejemplo algrfn proyecto de üaje
o de fabajq o aun, algún otro hombre, que, por supuesto, no alcanza ni
remotamente a ten€r sus cualidades ni me merece el respeto y l'a
admiración gue siento Por El.
Llego -y no tengo ofa opción- a pensar que algo falla en rni na-
turaleza, que estoy hecha de un modo que no me permite confiar en mí
misma y en mis inclinaciones porque adolecen de vicios que pueden
perjudicarme seriamenfe. Es etl e$os momentos cuando más reconozco
y agraOezco el privilegio del que disfruo. É1, desinteresada y natural-
menúe, a veces aun sin saberlo, me salva de mí misma, de mis propios
impulsos nefastos de mujer inesponsable.
^Me
prcgunto: ¿qué hubiera sido de mí sin Él? ¿Dónde estarla ahora?
privada de su gula orientadora?
¿Qué elecciones hubiera hecbo, ¿A qué
extremos me hubiera atrevido a llegar? ¿Qué peligros hubiera corrido?
¿Qué hubiera arriesgado y, tal vez'
perdido? ¿Cómo serfa mi vida ahora?
Hasta llego a preguntarme: ¿qué tendrfa colgado de las paredes de mi
propia casa?, ¿quiénes serían mis amigos?, ¿quiénes se sentirian con
libertad de visitarnre y llamarme?, ¿con quiénes saldría?, ¿qué progra-
mas estaría haciendo?; ¿cómo serían mis diversiones?, ¿qué música
estaría escuchando?, ¿de cuánta energfa estaría disponiendo?, ¿dónde
estaría viviendo..,?
No quiero perdeime en estas divagaciones porque ya debe de estar por
llegm, y hay que timpiar estas manchas de sangre que ensucian Ia alfombrA
y también la estatua de bronce maravillosa que él eligió y compró el do-
mingo mientras paseábamos por San Telmo, que casi no llegué a apreciar
de tan hundida que está desde,hace un tato en su cráneo.
n
17. ENTRENAMIENTO DE TERAPEUTAS
Y OTROS OPERADORES

UN ENTRENAMIENTO VIVE¡¡C¡AL?
¿POR QUÉ NECESITAMOS

El tatamiento de las familias donde se producen episodios de vio-


de los
lencia presenta dificultades especiales. Básicamente, requiere
oprodo*t habilidades perceptivas e in$trumentales muy específicas
producir el
tales, que los ayuden a participar del sistema familiar sin
ie que están permitiendo que la violencia se presente de nuevo'
efecto
que
ni de que se quedan a cugo de las funciones de conrol reparación
y

conesponden a los propios protagonistas.


acuden
Muchas veces, las personas afectadas por episoüos violentos
pero por Ia
a agentes sociales que podrían operar cambios deseables,
inelperiencia de ésios, ios contactos resultan ineficaces y conribuyen
a üs'minuir las esperanzas de los consultantes
de recibir algún beneticio,
y
Tanto en cuanto a ñ¡nciones de cont¡ol como de pernrbación
resocialización, resulta imprescindible para los agentes terapéuticos
y de
enhenar su capacidad de revisar los propios obsráculosideolÓgicos
y
reconocer y disarticula¡ circuitos interaccionales abusivos' Así todo'
que justamente quienes
a menudo nos encontramo$ con la paradoja de
grandes deseos y
están en esas trincheras son jóvenes profesionales con
para pro-
voluntad de ayudar, pero con instumentos insuficientes aún
por la
ducir beneficios y pua autodefenderse de los daños originados
atención de estairoblemáüca' No podemos cae¡ en la ingenuidad de

crcer que estos sistemas sociales, ta:n estables y perjudiciales'


van a
voluntad'
transformarse sólo por actos de sentido común o de buena
y
Es preciso estar preparados para encarar respüestas actitudes
que
que los
muchas veces no nos son familiares, teniendo en cuenta
HISTORIAS IhFAMES: LOS MALTRATOS EN LAS RELACTONES

consultantÉs, en cambio, han adquirido una grat experiencia en este


particular terreno de interacciones, y pueden fácilmente induci¡ al
terapeuta a seguir su juego, aun cuando sea un juego que los atormente.
Desde hace algunos años, mi práctica docente en la c¿pacitación de
operadores (terapeutas, trabajadores sociales, personA poticial y opera-
dores del sistena legal) en el campo de los abusos en general, y en
especial en violencia famiüar, se basa en cursos y talleres grupales-Los
ejercicios de alle¡ ayudan a sensibilizarse ante ciertas inkracciones que
pueden pasar inadvertidas, a desensibilizarse ante algunas provocaciones
para las que una respuesta demasigdo próxima puede ser pe{udicial, y
a adquirir ciertojuego de cintura donde son indispensables las vivencias
y reflexiones grupales entre colegas -jugando roles y experimentando
de¡de el cuerpo y la acción-.
Hay que insistir en recordar que en la docencia y en el entrenamiento
sobre la forma de trabajar en relación con los abusos, en especial cuando
se trata concretamente de la violencia familiar, es necesario poner mucÉo
cuidado en comprobar pennanentemente que los participantes logren
distendene, relajarse y expresar molestias, si éstas aparecen. Varios de
mis colegas y yo hemos advertido que el tema en sí suscita sensaciones
o actitudes inesperadamente violentas en los enEenandos, por lo que
conviene que estén prevenidos de que la experiencia de los talleres va
a ser intensa.
Es difrsil describir ejercicios conectados con vivencias, y nansmitir
wt lstow how qu'e se adquiere en el hace¡. A$l y todo, creo que los
ejercicios de taller pueden reproducirse si se desanollan cuidadosamente
las distintas eapas que los componen, y que enumero aguí.
En su forma ampüa, para que un taller sea medianamente completo,
re.quiere disponer de más de seis (6) horas de rabajo. Este tiempo puede
fraccionarse, y también extenderse, segrfn los intereses de los partici_
pantes.

CuBsnonns GENERALES or r¡s T¡r¿Bn¡s op Er.¡tR¡¡,IAt,[ENro

Si se quiere que los participantes trabajen cómodos, es bueno que


cada uno se presente a los demás al comenzar el taller. pero la presentación
depende de la ca¡üdad de personas. Cuando son muchas (más de
veinticinco), es mejor que, a medida que hablan u opinan, vayan
IJ

o
o
o
OFERADORES
I
2Á1
ENISEI.IAM¡ENTO DE TERATET]TAS Y OTROS

mencionando sólo su nomb're, profesión y lugar de Úabajo'


Cuando son
o
*"not, y se dispone de bastantc üempo' la p'resentac-ión parte de los
es

ejercicios que ayudan a cr€ar ur buen cüma en el taller'


a
" También se requiere que, al comenzar, como ocufie cou cualquier I
actividad experiencial grupal, cada uno se conecte consigo
mismo
a
cenandobs ójos duranteunos segundos,ypongael cuerpoenlaposición
¡nás córuda posible. Para erto pueden implementarse
diversos ejerci- o
cios de relajación y autoconcenfiación, siemp¡e
que los particip,antes a
,.-.tptt"i dt conseguir ese efecto con suficiente rapidez' Este punto o
Oe parti'da les permitirlá, luego regisrar las
los ejercicios del taller.
tensiooes que les provocan
I
o
o
DEscRlpctóN DE ALGI Nos E BRcIc¡os o
Mienüas los participantes están todavfa relajados con
y los ojos o
cerr¿dos, les propongo que piensen sobre alguna consula que les o
preocupa, relrclona¿a-con situaciones de violencia en la famiüa'
Irs pido a algunos que relaten la consulta evocadt' y eüjo una
I
situaciOn pua taUaju' La selecciono por el grado
de compromiso del o
op"t¿*, pot A nivel de representatiüdad del caso en el interés de los a
putti.ip-Lt, pot la posibilidad de identificación con los protagoroistas' o
etcétera.
El ejercicio continia con una dram¿tización a cargo del
participante o
*yo ,"ltto seleccioné. Senado en un lugar cental en¡elación con el o
gr"po, participante vuelve a describir cl caso, pero ahora como si él
"lnti* tl pt"onaje abusador, que habla y presenta s-u posición' El
o
6 árui
deltaller'
o
personaje
' dramatizado puede variar, segrin el foco
-¿enás
participantes enÍan en cotrtacto con éUella mediante I
t os
pregunus orienürdas a ampliar su exposición' Mientra¡ pregunun'
deben t
Lriuieo o*p* un lugar cental, compartido con el relator
silla contigua para que allf se siente ellla que pregunta)'
(ubico oüa
t
y
Estas ónversaciones son de enorme importancia, muestran
clara- o
ments cu¿lles son los modos de intenrcución fnrctfferos para instar a la a
;i;;;t;ábs son los que quedan anul¿dos fácilmente
..abusadores''protagonistas.Convienequevariosparticipantesensayetr
por los
o
a ponerse to ó*r"óo con los penonajas dramatizados'
y que puedan o
eipresu lo que sienten segrln las rcspuestas que reciben' o
o
o
HISTORIAS INFAMES: I.OS MALTRATOS EN LAS RELACIoNES

Una vez que se ha recogido información suficie,nte para entender a los


difgrentes personajes, sus moüvaciones y sus discursos, divido el grupo
total en subgrupos. La consigna para cada subgrupo consiste en escribir
la lista de las ideas qüe suponen que configura el sistema de creencias
del personaje abusado¡ asumido por el relator, y tanftién, cuando es
posible; las de cada personaje del drama. Si hay más de ffeinta personas,
conviene que algunos subgrupos enumeren las creencias de uno solo de
los personajes, por ejemplo, las del abusador; ohos, las ideas de la
persona abusada; y otros,las de terceros personajes que hayan aparecido
en el relato,
Al terminar, cada subgrupo lee lo que produjo. Mientras leen, escribo
sintéticamente en una pizara la lista de frases que aportan los partic!
pantes.
Por riltimo, comparo estas afirmaciones con las que describo en el
cuadro general del circuito de los abusos,l y las relaciono con las ideas
provenientes de los estudios sobre el autoritarismo y el sistema de género
(con las que generalmente coinciden). Es común que el grupo, a través
de este ejercicio, complete por sl solo la sección del cuadro cones-
pondiente a las ideas, aportando muchas veces algunas propias de la
cultu¡a local.
Este taller dura aproximadamente cuaho horas. Es útil para que los
participantes puedan enfenarse en fonnas de manejar propuestas de
malos tatos y de provocación, panque registren modos de pensar de los
actores sociales involucrados en circuitos abusivos, incluidos ellos
mismosy sus propias ideas coincidentes con las de esos actores, asícomo
tanbién prlra tomar conciencia de la importancia del papel de los
operadores como contexto favorable o desfavorable a la repetición de los
abusos.
Si en algún intervalo, o enüe un aller y ono, los participantes tienen
la oportunidad de volver a sus casas e interactuar nuevamente con los
miembros de sus familias, es interesante sugerirles que hagan algunas
observaciones sobre circulación de malos tratos, o de afirmaciones
propias de los sistemas autoritarios o de género en su üda cotidiana. Esta
actividad es conveniente, porque mantiene a los participantes activos en
la temática y los ayuda a permanecer enganchados con el taller; además

l. Véase el cuadro nencionado en el capítulo sobre el.,Circuito de abusos", en esle


mismo volumen.
ENTRENAMIENTO DE TERAPEUTAS Y OTROS OPERADORES 269

que recomenzar
de las ventajas del ejercicio en sl. En ese caso' hay
pidiendo comentarios sobre lo obseryado en sus casas' Cuando el
posterior si se recupera la
intervalo es largo, se favorece el trabajo
retajación y la áubconcentración del comienzo' A ese efecto, suele
bastar con un ejercicio de inaginería corporal.
Para continuar con ohos ejercicios, el grupo tiene que dividirse
en

subgrupos de cuatro a quince personas cada uno, a fin de


que constituyan
y
enre dos (mínimo) ocho (máximo) subgrupos'
estatuas-
Una vez divididos, los subgrupos -como en eljuego de las
armaD una escultura gue representa a la familia de la que se estuvo
a cada
hablando y con la que se trabajó. Conviene que coloquen en escena
personaje y le den una actitud representativa de lo que suponen que es

su posición en el sistema.
-Cuando
todos los subgrupos üenen ya definida la escultura, uno por
uno pa$a al frente a repres€ntarla.
Á examinarlas, los miembros de los otros subgrupos pueden intentar
realizar, con la estatua, los movimientos que la familia debería efectuar
para asegurarse de que los actos de violencia lto se repitan'
' El m-anejo técniio de esta fase está inspirado en técnicas psico-
Ia ima-
dramáticas. Los participantes pueden observar cuidadosamente
que s€
gen total y ponerle títulos alegódcos, acentua¡- los movimientos
insinrfan,-pararse detrás de los personajes y hacer desde allí sus co-
de ofros
nespondieites discursos, incluir personajes dg terapeutas -o
y mudar de lugar a alguno o
ooeradores- en diferentes actitudes, mover
igunos de los personaj es, etcétera. Para cada propuesta' es necesarioque
qu-ienlahace,lalleveadelanteenlaprácticaconlaesculturaviviente
y que, además, explique cuál sería' en una entrevista, la intervención
técnica corespondiente.
Se repite ei trabajo con cada subgrupo. Cuanto más
detalladamente
pueda efictuarse el ejercicio, mayor provecho prest¿' En muchos casos'
y nuevamente pala
lonviene que haya un intervalo entre una est¿tua otra'
(cuasitóxicos)'
no sobrecargar a quienes participancon estos contenidos
y permitirlei recuperarse en la inte¡acción amistosa con los compañeros '
presentación
En parte, tos ejercicios de taller también consisten en la
de videocintas dL entrevistas individuales, de familias o de
parejas'

Aunque puedan ser útiles para ilusfral modalidades de intervención'


su
la videocinta, escena por
prinJipai uso reside en la posibilidarl de detener

.rrrnu, pu.u qo. los mismos participantes trabajen: a) regisffando seña-


270 HISTORLAS NFAMES: LOS MALI'RATOS BN LAS RELASONES

les en la comunicación que permircn inferir que la violencia continuará,


b) ensayando modos de interferirlas al prever, en conjunto, los efectos
que pueden producirse ante cada manifestación de los operadores, c)
percibicndo seiiales de que se ha producido alguna perturbación y algrln
cambio, y d) probando cómo desafiar y consolidar esos cambios.

R¡¡t-p<loN¡s A PosTERIoRI

Como en todos los elleres, siempre conviene hacer una rueda final
de reflexión sobre lo vivido. Esa reflexió¡ es esencial para evaluar la
acüvidad en sl y para ajustar leves -y no tan leves- matices en el tato
que hubieran podido no quedar cuidados suficientemente a lo largo de
los ejercicios. También es válido recunir a encuestas por escrio y al
procesamiento compuBrizado de sus datos.
Enoe las informaciones m¿is intcresaotes (obtenidas de los partici-
pantes) en relación con el efecto de los talleres, figuran las siguientes:
que les sorprendió su dificulud para identificarse con algunos persona-
jes; que les sorprendió su propia negación de las interaccioncs de
nalEato; queles sorprendió todoloquehablan regisrado y eran capaccs
depercibirdesde el contexto de observación pero que no podfanincluir,
traducido en acciones, al constituirse en operadores en contacto con Ia
familia; que les sorprendió que el victimario se sintiera a su vez una
vfctima y expücara sus acciones desde esa posición, etcétera,
En cuanto a ml misma, como coordinadora, no termina de sorprotr:
derme la cantidad de personas de ambos sexos que, en algúa momento
de la acüvid¿d, maniñestan haber vivido, en el seno de sus familias,
situaciones de violencia.

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HACIA NUEVAS CO}WTVENCIAS POSELES
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18.
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culturas' la
o
Tal vez en alguna época y tal vee todavfa para algunas
marginación y elexterminio resulaban métodos
posibles para lidiar con o
los abusadores' o
El [ánsito por toilo este camino plaado de histori¿s
infames de la
sensación
o
violenciafaniüarmehadado, y esperoque noshayadado'
de sano escepticismo con resPecto a la validee
una
y la eficacia de esos o
castigos radicale, .o*o raur.g* conüa los abusos' Qlrienes
abusan de o
,u, Jrpor* o de sus hijos también son seres humanos
que' en osas
t
¿i*.*ion*rdesusvidas,soncapacesdeactitudesderespetoyde o
conftol o, €n todo caso, capaces de aprenderlas'
Encontru un método de contención y disciplinamiento
se welve arfn I
r¡r Oifi.it por el hecho de que los que abusan son' muy
ftecuente y o
p*Jojt*.nrt,
'accionar
amados poi sus vfctimas y que' por oÚa
que reforzar el
parts' el
circuito
o
abusivamentÉ coftra ellos no hace más
de los abusos, tal como lo hemos visto a lo
largo de los capítulos ile este o
libro. o
¿Qué nos
queda entonces para defender exitosament€ -a veces a pesar
o
de illas mismas- a las víoimas? o
Nomucho.Sólounalaborconünuadayconsistente'quemantengaun
timiteOenrme Oesatto ante elmás pequeño de los
malos tratos' mienfras o
se conserve el respeto por la pe$ona de todos, incluida ladel abusador' a
TaI vez esto implique unirevisión muy seria
¿e intervenciOn en miteria de satud sino
no sólo de las técnicas.
también de la necesidad de
o
acciones mancomunadas que integren prácticas
creativas desde el sis- o
ü*a pofi.iaf y .l judicial, y aun la participación de los medios masivos' o
como instrumentos de la comunidad' o
a
o
o
HISTORIAS IMAMES; LOS MALTRATOS EN LAS RELACIONES

En esta búsqued4 todos debemos empeñamos, La arena<ie laviolen-


cia en la familia y las prácticas de desa¡ticular circuitos abusivos que
vamos aprendiendo deben ayudamos a sentar las bases de una convivencia
que nos abarque a todos como seres humanos, sin ninguna excepción.
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y
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terapéuticos o
58. L. Segaf - Soñar Ia realidad o
59. S. Cirillo ' EI cambio en los contefios no terapéuticos
60. S. Minuchin y M. Nichols - La recupemcíón de la familia
a
'
61. D. A. Baguozzi y S. A. Anderson Mitos personales, natrinnnfule! Y o
fatniliares a
62. l.
Navarro Góngora y M. Beyebach'Avances en tempia familiar
ó3. B. Cade y W' H' OHanlon - Guía breve de terapia breve
sistémica
o
64. B. Camdessus y otros - Crisis familinres y ancianidad o
65. J. Linares 'ldentidady narrativa
66. L. Boscolo y P. Bemando - Los tiempos del tiempo
a
67. W. Santi y oltos' Herrcmizntas pam psicoterapeums o
68. M. Elkalm - ln terapia familiar en transformación o
69. J. L. Framo ' Familia de orígan y psicoterapia
70. J. Droeven (comp.) - Más allá de pactos ¡ traicioncs
o
?1. M. C. Ravazzola - Hls¡oriat infanes: Ios malttatos en las relaciones
La intenención sistémica m los semieios
o
72. I. L. Linares y M. Coletti ' O
sociales
73. R. Penone y M. Nannini - Violencia y abusos sexuales en la familia o
74. J. Barudy - Et dolor invisible de la inforcia
zS. S. lr,linuénin y or;os - EI arte de ta terapia faniliar
o
?6. M. Selvini Pálazzoli y otros - Muchtchas amrexicas 't bulímicas o
o
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Otro título de Paidós

Abuso sexual de niños

Danya Glaser y Stephen Frosh

Compreniler el abuso sexual de niños, identificarlo cuando


oflure y establecer las foruas apropiadas de inüewención y
terapéutica para las víctimas y sus familias son tareas extre-
madamente importantes y complejas. En la práctica, los tra-
bajadores sociales y ile otras áreas se sienten a menudo inse-
guros acerca del mejor camino a seguir cuando se sospecha la
éxistencia ile abuso serual o cuandotlebentratar aunniio que
ha sido víctima de é1. En este libm, ilos profesionales experi-
mentados en el tema proporcionan una guía para recorrer el
laberinto ile opiniones ucistentes al respecto, presentantlo un
análisis fáctico y teórico integrado del abuso sexual infantil y
líneas claras ile acciónparalos profesionalesintervinientes' La
Primera Partp describe las características del niño que ha sido
víctima de abuso sexual y presenta un relaüo crftico de las
teorías corrientes que lo explican, mientras que la Segunda
Parte tletalla los pasos que deben seguirse en catla una de las
tapas
-
del proceso ile intervención.
Abuso setual dcniños es un libro actualizatloymuy práctico
para todos los profesionales involuoados en el cuiilado, Ia
protección y el tratamiento infantiles'
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Otno título de Paidós
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Vinkrcíafatniliar a
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Jorge Corsi y otros
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A partir tle la investigación llevada a cabo e'¡r los últimoe o
r¡einte años, la violenci¿ famiüarha sido identifica'la oomo un
grave problema social que hunde sus rafces en nuestra cultura
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i *y* oons€cueaciasie ramifican, afectando a amplioe seo
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tores de la Población. o
Entre losejes temáticoe posibles,los autorcshan selecciona-
ilo eI ile la vióbucia con¡rgal, por eu impac{o creciente en la
o
conciencia comunitaria y por la necesidad de contar con ¡ssur'
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Bos Dara senerar respu€stas psicológicas, sociales
y políticae' a
i¡,A"ri¡,o t*r¡Iioi ee elproduc"to del trab{o realizado du- o
rante loe rítimos años por quienee han participado en la
Carrera ile especialización enViolenciaFamiliar enlaUniver-
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siilad ile Buenos Ai¡ee. Si bien los ¡utores son pmfesionales de o
la psicologfa, el habqio social, la medicina o el-derecho, el lecüor a
po&¿ toóot""" un Éngu{e comrtn que resulta indispensable
a
iara la constrr¡cción ae to interdisciptinario, ej9-fundamental
para el trabajo en el canpo de la violencia famiüa¡' t
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Otro título de Paidós

El golpeador

Donald G. Dutton

Lenny decía que su amigatenía laculpa de que él lahubiera


golpeailo... Robert lamentaba profir.udamente haber agreütlo
a Carol; él mismo llamó a la policía la noche en que lo hizo...
Meyer fue capaz de dominarse instantáneamentei se contuvo
cuando su hijo entró en la habitación y Critó: "¡No le pegues a
mamá!o.
qué se
¿Qué es lo que esos hombres tienen en común? ¿En
diferencian de los demás? ¿Qué los hizo ser como son? Donald
G. Dutton -quien investigó a setecientos hombres üolentos y
condujo el t¡atamiento tle varios centenares más- responde a
estas preguntas y analiza Ia cuestión fundamental ¿es posible
curarlos?
Este libro arrojaluz sobre los oscuros secretos delaviolencia
en las relaciones lntimas; por ejemplo, las causas específicas
que desencadenan la agresión ile estos hombres, las razones
por las cuales su ira se tlirige conüra las mujeres o el propósito
áe los insultos y las amenazas -que puetlen ser más peligrosos
que los puñetazos y los puntapiés-, y concluye con la descrip-
áón del tratamiento que se apüca alos golpeadoresyuna serie
de consejos prácticos destinados a prevenirlaviolencia conyugal'

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