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La Teoría de la Literatura, como en general ocurre con todas las ciencias


humanas que versan sobre los lenguajes, sean de uso ordinario y funcional, sean
de uso artístico, jurídico, científico, etc., o sean lenguajes no verbales
(kinésicos, proxémicos, mímicos, etc.), no suelen apoyarse en una investigación
epistemológica previa y no suelen delimitar sus propias posibilidades, precisar
la naturaleza de su objeto, o los fundamentos lógicos del método que siguen y
del fin que buscan. Por lo general, la investigación epistemológica se refiere al
conjunto de las ciencias naturales y culturales y las ciencias particulares siguen
su trayectoria al margen de la especulación filosófica [BOBES NAVES, María
del Carmen: «La semiología literaria entre los postestructuralismos», en
RODRÍGUEZ PEQUEÑO, Mercedes (comp.), Teoría de la literatura.
Investigaciones actuales, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1993, p. 15.]

La crítica literaria, sean cuales fueren sus modalidades, se aplica, por


consiguiente, a analizar los mecanismos constructivos de una obra o de un
conjunto concreto de obras. La teoría literaria, en cambio, se mueve por
intereses distintos, aunque en un campo similar. La teoría trata de indagar en la
índole de los rasgos constantes, comunes a muchas obras, analizables como
factores de lo que se ha llamado literariedad […] La historia literaria es algo
diferente. La historia ordena los materiales que la crítica le proporciona —
análisis, juicios, relaciones o dependencias de unas obras con respecto a otras,
jerarquías estéticas— y los coloca en una secuencia temporal. Organiza, pues,
en series cronológicas los datos disponibles y los inserta en los cauces más
amplios de la historia cultural y política en que se integran. [SENABRE,
Ricardo, «Filología y ciencia de la literatura», en VILLANUEVA, Darío
(coord.), Curso de Teoría de la Literatura, Madrid, Taurus, 1994, pág. 50.]

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