En octubre de 2013, Japón tomó una serie de medidas para bajar el yen,
haciendo que sus exportaciones fueran competitivamente más baratas en el
extranjero. Desde entonces, al menos 25 bancos centrales redujeron las tasas de interés o emprendieron otros movimientos para reforzar el crecimiento y debilitar sus monedas. Las importantes caídas del euro y el yen frente al dólar en ese año también presionaron a China para que devalúe el yuan, lo cual sería una señal de que Pekín se unía a la guerra de divisas. Ya en el 2014 en lugar de ser destinada a ser un impulso a la competitividad, algunos estados, especialmente Japón y la Eurozona, fueron motivados a devaluar sus monedas como un medio de amenaza contra la deflación.
En el 2015 un programa de flexibilidad cuantitativa de 60 billones de euros fue
lanzado en enero por el banco central europeo. Mientras que bajar el valor del euro no era parte de los objetivos oficiales del programa, hubo mucha especulación diciendo que el nuevo programa de QE representaba una escalada de la guerra de monedas. En agosto de ese año, China devaluó el Yuan en un 3%. Este hecho, se debió a los datos débiles de exportación de - 8.3% de los meses previos. La caída en las exportaciones fue causada por la pérdida de competitividad de este país contra otros países exportadores como Japón y Alemania. En la actualidad y considerando que la guerra de las divisas está más presente ahora, y que, debido a la internacionalización del comercio, y a la gran globalización e interdependencia de las economías del mundo discutir los retos y medidas que deben tomar los países latinoamericanos es más necesario que nunca para evitar potenciales crisis e impactos negativos a los ciclos económicos de crecimiento de estas economías en desarrollo.