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Fernando Ulloa decía que “la ternura es la base ética del sujeto”.

La ternura, en estos tiempos


es un concepto profundamente político, pone el acento en la desarticulación de las lógicas de
dominio sobre el otro.
El desafío de pensar la diferencia supone desarmar discursos y dispositivos que desigualan.
Todo grupo social discriminado recibe los efectos de distintos tipos de violencias generadas
por procesos de apropiación de los que son objetos.
El orden binario y jerárquico, hombre-mujer, donde lo femenino es falta, complemento,
suplemento, esencializa la diferencia y constituye desigualdad.
La naturalización de la injusticia no es un proceso espontáneo, es producido. Por ello es
necesario diseñar una agenda social-política donde se visibilicen las asimetrías de poder que
se articulan en los mandatos de género, las arbitrariedades culturales que articulan los
sistemas de dominación, los diferentes dispositivos institucionales que otorgan legitimidad al
grupo dominador. Las jerarquías en los modos de nombrar, en sus formas de uso. Revisar las
prácticas cotidianas que sostienen las desigualdades.
Ni una menos! Nos pone en camino de inventar nuevos modos relacionales, aún inexistentes,
que no se funden en el dominio de unos sobre otros.

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