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LA REVOLUCIÓN INVISIBLE I
2012
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Dedicado a todos nuestros @seguidores
2
La imaginación del pasado es la utopía del presente y la realidad del
futuro.
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Nota del traductor
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3
7
Pero ¿no ves cómo está todo? No hay más que miseria
por todas partes. Basura, enfermedad, locuras, suicidios
y toda clase de atentados contra nuestra dignidad. Nos
están exterminando a conciencia. Si nosotros tenemos
hambre, ellos más, cobardes de mierda... Mira la noticia
de hoy, cientos de personas son incineradas en masa por
el ayuntamiento, ¿es que hay derecho a esto? ¿Por qué
no enseñan sus caras, para que el pueblo sepa quiénes
son estos sicópatas sin conciencia ni amor?
—Vamos a hacerlo de otra manera. La violencia nunca
cambia nada a mejor.
—Violencia es lo que ellos están ejerciendo sobre
nosotros. Pero, ¿qué se ha creído esta gentuza? Todo lo
que hemos hecho no ha servido para nada. Echamos a
los faraones y, ahora, vienen estos, con los ojos llenos
de codicia, controlando el mundo, haciendo todo lo
posible para que sigamos siendo sus esclavos. Los
nuevos faraones.
—Alexia, por favor, no lo hagas. Te amo. Me duele
verte de esta manera. Aprende a respetar tu cuerpo, a
mantenerlo unido en su divina estructura.
—Eso es un mal menor. Ojalá puedas perdonarme por
lo que voy a hacer.
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Alexia va a cruzar el cordón policial que las autoridades han
levantado para proteger a los invitados de la última reunión del
Club Bildelberg.
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Alexia espera al otro lado de la valla. Qué
desagradable es este mundo, dice en alto mientras observa a una
policía con cara de muy pocos amigos.
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Alexia saca del bolsillo del chándal un billete de quinientos euros
y lo quema.
—A cambio de este papel, inútil, que no sirve de nada,
usted cumple el sueño de ellos de separación,
deslegitimación, distinción y exclusividad. Ellos son
los servidos y tú eres el sirviente.
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Entretanto, de camino al hotel, el botones observa la
vestimenta de Alexia:
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más que una maquinita de producción que, con unos
cuantos conocimientos, trabaja hasta que envejece y ya
no sirve para nada.
—Pero ¿ellos? ¿Ellos quiénes? Ay va mi madreeee,
cómo andamos. Yo soy un chico muy trabajador, vengo
de una familia humilde pero honrada, y no porque no
tenga estudios tiene usted derecho a tratarme de esa
manera y a llamarme maquinita. Este es un trabajo
como otro cualquiera. Y todos los trabajos tienen su
dignidad. Y, aunque no fuera así, son lentejas,
¿entiende? Toda mi familia está en paro menos yo,
tengo que mantenerlos, no tengo tiempo para hacerme
pajas mentales, ¿sabe usted?
—¿Qué pasa aquí, Ramón? ¿Qué le importan tus
aburridas desgracias a esta señorita? ¿Quieres que te
despidan? Perdone, doctora Alexia, ya sabe, algunos
empleados se toman demasiadas confianzas, como la
ven a usted vestida… en fin, de esa guisa… rompen la
barrera social muy fácilmente. Pero, no se preocupe,
que esto no va a volver a pasar.
—No, no, no. Ha sido mi culpa. Lo siento. No vengo
vestida para la ocasión.
—Escuche, señorita, esta no es la primera vez que
sucede. Ya le he pillado a este más de una vez pidiendo
trabajo para su familia. Se piensan que solo ellos tienen
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problemas. No se fíe del servicio, tarde o temprano,
siempre acabará pidiéndole dinero. Están obsesionados
con esta palabra, su muletilla preferida es “me gustaría
hacer esto, pero como no tengo dinero…”, desconfíe de
una persona que siempre acaba así cada frase. Será un
fracasado de por vida.
—No le eche, por favor. Escuche, estoy muy nerviosa,
qué digo nerviosa, estoy embarazada, y no quería… y la
pago con todo el mundo.
—Enhorabuena, un niño siempre es una bendición. Pero
pase, pase, ya lleva más tiempo del que marca el
protocolo en la puerta. Su marido ha llamado. Un
caballero muy agradable, por cierto. Ni se imagina lo
que me ha dicho mientras iban a buscarla. Dice que
mañana le va a tocar la lotería a Ramón, ¿se lo puede
creer? ¿Cómo podía saber él el nombre de…? Me ha
entrado una risa floja muy difícil de disimular incluso
para una persona como yo, que ha sido educada en la
londinense Spencer’s School, la mejor escuela de
mayordomos de todo el mundo.
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—Perdone que no me haya presentado antes, me llamo
Charles Dickens, sí, sí, como el escritor. Siempre me
presento así, para ahorrar turnos de palabra, ¿sabe? En
fin… Soy el organizador del evento. Hablo la lengua de
Cervantes desde que tenía dieciocho años y, hace
veinte, me enamoré hasta los huesos de una criada de
sangre española mayor que yo; desde entonces, vivo
aquí, en Afroropa, como yo llamo a esta tierra. Su
marido ha llamado para asegurarse de que su vestido de
gala había llegado. Pase, pase a esta habitación, allí
podrá usted arreglarse tranquilamente. Ramón, venga,
venga, a trabajar.
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—En mí no reina nadie, solo la voz de mi consciencia.
Es la hora de mi discurso. Veo que las dos van de
blanco, ¿repetirán alguna vez más el modelito?
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cualquiera de las incalculables fortunas de los presentes.
Organizadores para ellos, faraones para la jerga popular, la
información de sus cerebros había sido volcada a la red justo
antes de que la vida física de estos se extinguiera en la explosión
de un Submundo Feliz. Los miembros del club Bilderberg, entre
la reverencia y el temor, han acudido a ella para buscar claves
que les ayuden a organizarse de nuevo.
Con aire de gran concentración y suma seriedad, Alexia ha
subido a la tarima y se dispone a hablar:
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Existe también un debate cada vez más candente
y, cada vez, más difícil de zanjar, en torno al eslabón
perdido, el origen del homo sapiens.
A pesar de los esfuerzos de Darwin, todavía
existen muchos puntos oscuros en la historia de la
evolución y, aún hoy, cuesta incluso conciliar esta
teoría con algunas cosmologías que nos han llegado a
través de las religiones. ¿Hay un dios en cada uno de
nosotros o solamente somos mezclas de homínidos?
La ciencia dice que el hombre viene del mono, pero
muchos argumentan que nunca vieron a un mono
hacerse hombre.
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caña, y escuchamos a la gente decir que el caballo de
hace cien años es el mismo que el de ahora, pero que
el hombre de hace cien años no es el mismo que el de
hoy en día. Somos diferentes a los animales, terminan
concluyendo. Nosotros evolucionamos más rápido que
ellos. Nosotros tenemos ética y concepto de dios, ellos
no. Argumentamos estos razonamientos y nos
sentimos diferentes, albergamos en secreto el
convencimiento de ser la especie elegida. La especie
que, se sirve de su mente, para resolver todos sus
problemas. Su mente, un invento que, como si viniera
del futuro, el hombre aún no sabe descifrar, incapaz de
observarla con sus propios ojos.
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mi religión, y una larga ristra de mis asociados a
información emocional va inflando vuestro ego. Os
decís yo debo ser tratado así. Yo debo ser servido. Yo
debo ser amado, admirado, idolatrado. Pensáis que
vuestra riqueza material es hereditaria, que habéis
nacido siendo ricos, y responsabilizáis a los pobres de
su pobreza material, argumentando su falta de talento
para ganar dinero.
Permitidme que os enseñe una cosa. Es algo muy
valioso, una pieza de museo.
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movimientos y consultan el pinganillo de la oreja, a la espera de
indicaciones.
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desconfiar de ella. No llevaba perfume, no olía a nada. Ahora, su
presentimiento de alarma cobra sentido. Con las antenas en luz
anaranjada, las palabras de Alexia llegan a sus oídos, bajan por su
esófago y le contraen el estómago:
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Aguijoneado por un mal presentimiento, el jefe de
seguridad reestructura a sus hombres, que poco a poco, se han ido
infiltrando entre los oyentes. Ignorando estos movimientos,
Alexia se abre paso en su discurso mientras sus dedos se deslizan
por las bolas de su cinturón como si fuera un rosario.
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La cámara que Miguel Ángel ha colocado en el vestido de
Alexia, está grabando toda la escena. Ahora su tirante se ha caído
y el ojo de la cámara está enfocando los pies de todos los
asistentes. Al subirse el tirante, Alexia mueve el brazo y el
máximo jefe de seguridad del evento da la orden al francotirador
encubierto en la planta de arriba de apuntar al blanco.
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una excusa. ¡Reconocedlo, neandertales! El dinero es una
excusa para poseer, dominar al otro, una excusa para
sentirse superior, una excusa para parecer diferentes.
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una persona al día y, alegres por el exterminio
encubierto, lo celebráis en el sitio más caro de la zona.
No es vuestra culpa, os decís todas las mañanas,
pregúntenle a la selección natural, argumentáis muertos
de risa.
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ahorro. Pobres ignorantes, desconocéis que esta pobreza
será la que hará explotar el sistema.
Ya lo dijo Calderón de la Barca, la vida es sueño,
sueña el rey que es rey, pero no es cierto que lo sea. Él lo
sabe, el pueblo lo sabe, y todos se divierten el día en que
el rey sale al balcón para que el resto, al que le gustan los
cuentos de hadas, le salude. La vida es un teatro y no hay
mejor ficción que la propia vida.
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paradisíaco, un mundo libre para unas mentes que han
nacido libres.
Y este pensamiento colectivo que se alimenta de
nuestros sueños está creciendo, sustentado en una
consciencia global, en una fe por la llegada de un nuevo
mundo: un súper mundo feliz.
La R-Evolución ya es un hecho, un hecho
incuestionable, irreversible, imparable. Nuestro sistema
de organización innato, aquel que nos llega del futuro y
que fue el que nos permitió llevar un dios dentro, es la
anarquía. Y anarquía autorregulada, autogestionada, es lo
que vamos a tener. Os guste o no. Aunque no temáis, no
pasaremos por encima de vosotros, sino por vuestro lado.
Cada oleada será más fuerte, cada mecha prenderá a más
conciencias. No podréis parar el proceso de liberación de
toda la población mundial que ya está en marcha y que
ya todos sabremos que será ex...
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de la comisura izquierda de los labios. Allí ha permanecido la
cantidad exacta de dos segundos, según la fuente 987&; después,
uno de sus lacayos ha acudido con celeridad a limpiarla. Un
sentimiento de asco se apodera de la dama. En contra de lo que
había dicho Alexia, piensa, ser reina no siempre la ha librado de
la animalidad del ser humano.
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Dos horas antes de este suceso, procedente de Nueva York,
un hombre llamado Roger camina hacia la aventura más
extraordinaria de su vida, aunque él todavía no lo sabe. Roger, en
estos momentos, está sentado en el asiento de la ventanilla de un
avión destino a Madrid. Sorprendido por todo lo que está
pasando, saca un aparato y se lo conecta al cerebro. Es un
transcriptor de pensamientos. Un tomanotas mental. Roger mira
por el cristal las nubes grises del cielo mientras sus pensamientos
se transcriben en la pantalla de su móvil. Gracias a este invento,
Roger ha podido salir de su depresión. El motivo, un desengaño
sentimental y la evidencia de que, después de los faraones, todo
haya seguido igual. Es imposible cambiar el mundo, se transcribe
en su móvil. A disgusto con este pensamiento, Roger borra la
transcripción en su editor de textos. Pone unos minutos la mente
en blanco y se dispone a presentarse en lo que él ha bautizado
como su bitácora mental:
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La vida es un juego de ilusiones. Esta es la única conclusión
a la que puedo llegar después de todo lo que ha pasado. Mis
ex-compañeros de trabajo, en señal de agradecimiento
feudalista, se cargaron a las cuatro personas que yo más
odiaba en el mundo, entre ellas, cómo no, estaba mi antiguo
director de tesis. Pobrecillos, nunca pudieron dejar de verme
como a un jefe, un padre salvador, un protector, al que había
que presentarle agradecimientos...
Entretanto, para que, yo me distrajera mientras ellos
hacían de las suyas, hicieron que me enamorara de un ser
completamente contrario a mí, llamado Dulcinea. No es
necesario mencionar la referencia cervantina en este
entremés real. Sobre todo y muy especialmente, cuando el
Quijote era parte del programa formativo del Kalifornia's
Dreaming.
El Kalifornia’s… Lo último que supe del local es que
terminó, finalmente, cerrando sus puertas.
Monté el Kalifornia’s después de leer mi trabajo de
tesis. Vendí la patente de un programa de inteligencia
artificial llamado Eliza a la fundación que me había becado.
Con el dinero, además de darle una patada en el culo a mi
odioso jefe, un chupóptero de becarios precarios insaciable
de prestigio académico, monté una cooperativa dedicada al
mundo del sexo virtual. El local estaba en San Francisco y
yo creía (en ese tiempo, me creía muy listo) que la economía
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del tercer sector, la de la sociedad civil, como lo llaman los
teóricos, podía triunfar en mi país.
Para no hacer largo el cuento, como dicen en México,
después de que comenzaran a aparecer cadáveres en el
Kalifornia's, este sueño que se había hecho realidad, poco a
poco, se fue resquebrajando. Obviamente, la estúpida de la
policía no paró hasta acusarme de triple asesinato en primer
grado, pero, sorprendentemente, el tribunal que tenía que
mandarme a la pena de muerte, me declaró en libertad sin
cargos. Las malas lenguas dicen que un iluminado vestido de
traje logró convencerlos a todos de que me absolvieran. He
intentado buscar a esta persona, hackeando muchas bases de
datos, pero sin grandes resultados.
Al final, por detalles menores que no vienen al caso, y
que están relacionados con el escándalo que mi empresa
suponía para los faraones (aparte, se enteraron de que me
follaba a Dulcinea, la hija del faraón más antiguo, llamado
Moctezuma) fui condenado al exilio.
Ahora, estoy en este avión, ocupando un asiento de
ventanilla y hay dos huecos libres a mi derecha. Soy un
antisocial. Odio a la gente, sobre todo a la que sigue las
convenciones sociales sin saber por qué lo hace. En otro
tiempo, me hubiera sentido completamente tensionado por
la idea de que alguien se sentara a mi lado. Sin embargo,
hoy algo ha cambiado. Están pasando demasiadas cosas en
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mi vida. Tengo dos cartas, una en cada mano. La de la
derecha ha sido escrita por mis antiguos empleados. De su
lectura, se puede inferir que ellos habían cometido los
asesinatos, que mi historia de amor había sido una farsa, y
que mi amante era, en realidad, una actriz estudiante de la
Universidad del Sexo, fundada por mí, dicho sea de paso,
que se hacía pasar por pobre y analfabeta cuando, en
realidad, era una pija del quince. Dulcinea se hacía llamar,
no sé cómo no me pude dar cuenta…
Por otro lado, en la mano izquierda, tengo la carta
que me ha hecho subir a este avión. Es una invitación del
Club de los Cisnes Negros, a los que los medios de
comunicación han perdido de pista después de la hazaña de
volcar los cerebros de los faraones en internet. Aunque
antes he dicho que era una carta, sería más justo decir que
era más bien una oferta de trabajo, en la que El Club de los
Cisnes Negros manifestaba su interés por aplicar algunas
de las ideas del Kalifornia's Dreaming a otro proyecto de
mayores dimensiones. La cita es en Madrid para dentro de
unas horas, pero no pone nada de dónde tengo que ir
exactamente. Espero que alguien esté esperándome en el
aeropuerto.
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Negros, Miguel Ángel, vestido con un exquisito traje de corbata,
se agita en su cómodo sofá de cliente Vip. Inquieto por la posible
muerte de su mujer, decide tomar su primera dosis de droga:
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Así estaba firmada la carta, lacrada en negro con el dibujo
de un cisne estilizado, minimalista, grabado en el interior.
Todavía me acuerdo de cuando me entrevistaron después de
la caída de los faraones. Seguir el proceso por televisión día
y noche fue lo que, en cierto modo, me ayudó a superar en
ese tiempo lo sucedido por el juicio y la ruptura con
Dulcinea. Ahí comprendí que había hecho lo mejor. Aplaudía
fervientemente al Club de Los Cisnes por su hazaña.
Cogieron al grupo de siete personas que dominaban el
mundo y volcaron sus cerebros a internet. Es la mejor
venganza, la más divertida que he escuchado jamás. Es tan
loca que ni siquiera existe casuística legal al respecto. Ni
siquiera el movimiento 17R, surgido a raíz de estos
acontecimientos, ha podido superarlo. Sin duda, el Club de
los Cisnes Negros es lo mejor que le ha pasado a la aldea
global en mucho tiempo. Es una pena que no haya servido
para nada. Es imposible cambiar el mundo...
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—Perdone, ¿señor?
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—Hoy es un buen día para decidir cambiar el mundo,
¿no te parece?
—¡¡¡¡Jesuscrist!!!!
—What?
—A kind of.
—¿Otra más?
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es un recuerdo que nunca más se va a renovar, ya que, a
partir de ahora, ya no te volverás a sentir en conflicto
con el mundo, sino en plena armonía.
—What?
—¿El qué?
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—Alexia nunca cambiará. En parte fue por eso que nos
distanciamos en la investigación. Es una egoísta, no
piensa que hay gente que la quiere.
41
En este punto de su proceso mental, Roger se da cuenta de
que ha vuelto a pasar. De nuevo, se está diciendo a sí mismo que
es imposible. Está bien. Debo pensar algo. Algo con lo que
impresionarle. Algo que demuestre que puedo pensar en positivo,
que valgo para el trabajo. Puedo hablar del Kalifornia's, pero
no, esto ya lo saben ellos. Sería repetir información. ¿Qué puedo
decir?
—¿Caballero?
—¿Sí? Dígame.
—Muchas gracias.
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—Su amigo es fantástico. Debe sentirse afortunado de
tener a alguien que le cuide. Mi madre murió de cáncer
y todos sus hijos, incluida yo, estábamos trabajando; ya
sabe, las cosas están muy feas, y yo trabajo doce horas
al día, fines de semana incluidos, y aún así vivo a duras
penas. No llegamos a tiempo para despedirnos de ella.
Perdone, no le quiero... Seguro que con usted es
diferente, bueno, ahora, está la vacuna del cáncer, si
usted se la puede permitir… En fin… No sé por qué me
he puesto a hablar de esto, espero que su infusión le
ayude.
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—Ahora ya eres dueño de tu secreto, Roger, no lo
olvides nunca: lo que piensas con sentimiento, con fe,
viene a ti. Tú controlas tus hechos, que son
consecuencia de tu pensamiento. Hola, Marina, veo que
estás disfrutando de la interesante personalidad del
doctor Roger, uno de los científicos más importantes de
Norteamérica. Los dos tenéis muchas cosas en común,
aunque los contextos aparenten lo contrario.
—Gracias.
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—Ve a Marte, el antiguo ministerio de sanidad; ahora
ocupado por el 17R. Allí, busca a esta chica, Valeria, es
mi hija y ayúdala en todo lo que puedas. Aquí tienes
una tarjeta de crédito, pide todo lo que quieras y se te
concederá. Para el día de La Fiesta, espero que el
Virtual Life Book esté en todas las manos del 17R.
—¿Aló?
—¿Eliza?
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—Tú sabrás hacer de ellas el bien más preciado para el
hombre. ¿No estará por ahí tu amante esposo?
—Está bien, Eliza. Dile que las cosas van a cambiar y que
necesito que esté de mi lado. Si vienes tú también, tráete alguna
de esas deliciosas galletas, según Mac Cain son exquisitas.
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—Pasa, pasa, Mac Cain, el viaje hasta aquí me ha
dejado seco, ¿qué tomas? ¿Te pongo una cerveza bien
fría?
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qué pensar. Es por eso que te he traído aquí, a mi hogar.
¿Qué te parece?
—¿Y el primero?
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—Durante las tertulias, cuentas muchas historias,
teniente. Dices que puedes soñar con el futuro, leer
mentes o tener un olfato especial para el secreto y las
mentiras. Voy a poner a prueba esas habilidades de las
que tanto presumes. Toda biblioteca que se precie
esconde un secreto. Obsérvala bien, analízala cuanto
quieras y, luego, te reto a que encuentres el libro que
nos abrirá la puerta hacia el otro lado.
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—Sí que lo es. He trabajado mucho en Latinoamérica; a
España, he ido unas cuantas veces, tengo amigos que
viven allí, estoy familiarizado con la lengua.
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—Es indignante. ¿Qué va a ser de nuestro país? Nuestro
país está en manos de depredadores, de alimañas con
dólares de oro grabados en las pupilas.
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—Joder, dímelo a mí. Yo he matado a mucha gente por
medio mundo y todo para nada. Para que se llenen los
bolsillos unos cuantos hijos de la gran puta, como
siempre digo.
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—Hace tiempo, en este periódico también, leí otra
noticia curiosa. Un hombre se dedicaba él solito a
construir una catedral para su pueblo, ahí en España.
Cuando el periodista le preguntó que por qué lo hacía,
él respondió que no lo había pensado claramente y que
suponía que era porque le gustaba construir.
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—Lo siento mucho, Mac Cain, ¿quieres que te
acerque de vuelta a tu casa?
—¿Se puede?
—¡¡¡¡¡Mac Cain!!!!!
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—Alexiaaaaa, ven a mis brazos, loquita. Coño,
Miguel Ángel, te has rapado el pelo al cero. Pues no te
queda mal.
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—Odio la realidad, Mac Cain. Es todo sucio y feo, y
quiero vivir en una nube, o desaparecer, esfumarme,
como una paloma en la caja negra de un mago. Me
puede esta angustia existencial, cada día, siendo más
ricos, nos vuelven más pobres, todo se está poniendo
cada vez peor, viejos por la calle de los que nadie
quiere cuidar, toxicómanos robando para comprar
drogas, jubilados vendiendo sus medicinas para
poder llegar a fin de mes, ya solo falta el siguiente
paso para que colapsemos en una gran shock: la
amenaza nuclear.
—¡Anda! ¡Un regalo! Y sin abrir. ¿Y esto?
—¿Me estás escuchando, Mac Cain?
—Sí, sí, claro que sí. ¿De quién es?
—Ni idea. Odio los regalos, la gente regala por
compromiso, asocian en su mente hospital-detallito,
me aburre todo, siempre lo mismo.
—¡Pero si es de Anicka! ¿Te das cuenta de que los
prejuicios no te dejan mirar con claridad? Venga,
venga, deja ya de criticar y ábrelo.
—No me des órdenes, ¿eh? Que no estamos en el
ejército. Si lo abro es porque yo quiero.
—Mira, mira, hay una nota, léela en alto.
—Hola, Alexia, aquí es de noche, igual que en
Johannesburgo, así que he podido venir en un
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momento, pero estás dormidita, te dejo aquí mi
regalo, me vuelvo a Johannesburgo corriendo
corriendo que papá no quiere que salga por la noche
sin su permiso. No estoy triste por lo que ha pasado,
ni lo estés tú tampoco, tú no puedes morirte, si no me
crees, mira la dedicatoria de los escritores.
—Qué jodíaporcula esta Anicka. Un ratito, dice.
Hala, busca la dedicatoria, que tengo curiosidad.
—Estás muy meticón, vaya cotilla que estás hecho,
será la edad.
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—Ay, loquita, si yo tuviera que explicar todo lo que
hay aquí dentro de mi molleja no habría saliva
suficiente en el mundo que me ayudara a seguir
hablando.
—Bueenooo, no me vengas ahora con tus historietas
de abuelo porreta.
—Está bueno ya, dejemos el tema, quédate con lo
importante, que la gente te quiere, te aprecia, te valora,
Alexia, no puedes dejar este mundo, por mucho que
quieras. Mira lo que te traigo.
—¿El qué?
—Lee.
—La fundación del hombre más inteligente del
mundo.
—¿Lo conoces?
—No. Ahora no caigo.
—Ay, ay, ay, Alexia, piensas que estás sola, que no
hay esperanza, y te equivocas, ahí fuera hay mucha
gente que quiere cambiar el mundo, tontina. Este
hombre tiene uno de los coeficientes intelectuales
más altos ahora mismo en el planeta.
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—¿Y? A mí qué me importa. El coeficiente
intelectual es una patraña. No significa nada.
—No me interrumpas, por favor.
—Hombre, me has recordado a Eliza, ¿dónde está tu
mujer? La verdad es que te agradezco que no la
hayas traído. No encajamos bien.
—No te preocupes, Alexia, eso es porque todavía se
la guardas por haber sido tu sicóloga y no haberte
dado cuenta de… ya sabes, su verdadera naturaleza.
—Eso fue un pequeño lapsus. Si no hubiéramos
estado recluidos en ese mega hotel infernal me
hubiera dado cuenta.
—Bah, bah, pelillos a la mar. Todo eso cambiará con
el tiempo, ya verás cómo sí. Además, cuando tengas
niños, ¿quién te los va a cuidar mejor que mi Eliza?
—¡Ay va mi madre! Pues ya lo que me faltaba. Odio
a los niños, son aburridos, predecibles. Que si las
nubes son de nata, que si uno es más viejo cuanto
más alto es…
—Pues le puede enseñar a hablar. La pronunciación
de mi mujer es perfecta.
—Ya, ya, ya, si no fuera por… Bueno, al tema, ¿qué
es eso del hombre más inteligente del mundo?
—Este hombre trabajó muchos años de gorila.
¿Entiendes lo que te quiero decir?
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—Lo entiendo perfectamente porque nada de lo que
has dicho es información nueva para mí. Los
mediocres siempre tienen miedo de los inteligentes.
No van a mover un dedo para que los sabios lleguen
a puestos de poder. ¿Adónde quieres llegar?
—Quiero decirte que aguantes, que no muestres tu
debilidad, que ellos están deseando tanto o más que
tú tu muerte, ¿por qué te pones en evidencia de esa
manera? Los suicidios han aumentado un 50%,
¿quieres ser un número más en una estadística?
—¿No ves que nosotros estamos hechos para morir y
que no somos más que una mera copia de otras
copias? La vida es absurda y, además, injusta.
—Estás metida en un círculo vicioso. ¿Sabías que
también existen círculos virtuosos? No entiendo por
qué la gente ni siquiera habla de ellos. Aunque yo
tampoco los conocía hasta que este hombre me lo
contó.
—¿El gorila? ¿Y de qué lo conoces?
—Pues es que, mira tú por dónde, casualidades de la
vida, resulta que es mi vecino, que vive a unos
cuantos quilómetros del rancho. Yo conocía a un
médico muy amigo mío, militar, que, por cierto, ya
te contaré después más despacio, y él me dijo que iba
a unas tertulias todos los jueves en el hogar del
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jubilado y que me pasara por ahí. Únete a ellos,
Alexia, hacen cosas muy buenas para salvar al
mundo de esta locura. ¡Anda! Ya está aquí Miguel
Ángel, ¿qué ha dicho el médico?
—Lo mismo que todos. Que el verdadero problema a
tratar aquí es el de la depresión, que los tiros,
“milagrosamente” solo han sido rozaduras. Ya sabes,
si los médicos hubiesen visto a Lázaro levantarse de
la tumba, habrían dicho que, en realidad, no estaba
muerto.
—Jajajaja, qué agudo, Miguel Ángel —dice Mac
Cain mientras observa las cicatrices de Alexia.
—Perdóname, amor mío, yo te quiero, pero también
quiero escapar, ¿no lo entiendes?
—Madre mía, ¡¡¡¡¡qué adolescenteeee!!!!! ¿Verdad,
Miguel Ángel, que el suicidio es de inmaduros? No
quiero ni pensar qué es lo que pensará Valeria de
todo esto.
—Alexia, te voy a regalar un súper mundo feliz—
dice Miguel Ángel con ganas de llorar—. Nunca más
volverás a estar deprimida. Vivirás en un mundo
justo, donde el 99% de sus habitantes sean
básicamente felices.
—¡Ay va la osa! Qué romántico, a mí es que si no es
con un coño delante es que no me sale ser así. Y lo
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intento, cuidao. A Eliza le gustaría que fuera un
hombre como tú, delicado. Alexia, tenemos que
tener cuidado, ¿te imaginas que se lían? Un poco de
celos no vienen nunca mal, ¿eh?
—No digas estupideces de neandertal, Mac Cain.
Mac Cain reconoce para sus adentros que dice tonterías para
aliviar la tensión. Sabe que las palabras de Miguel Ángel no han
sido dichas a la ligera. Tienen ese tono mesiánico, el mismo que
le dio sentido a su vida cuando le encargo su misión en Un
Mundo Feliz.
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quedo aquí, no podré ayudarte. Un mundo nuevo está
por venir y yo no me pienso quedar quieto. El
presentimiento que tengo es tan fuerte que ya se ha
convertido en auténtica certeza. Agur.
—Jobá qué tío este el Miguel Ángel, es todo un
galanzote, ¿eh, Alexia?
—Estoy harta de que todo el mundo me diga lo que
es mejor para mí. Y, además, ¿a qué ha venido eso
de la violencia? No llevaba explosivos, era un farol.
A mí también me salen bien los planes. Esos
chimpancés son como perritos de Pavlov, escuchan
un estímulo y actúan, no hay respuesta intermedia,
están acostumbrados, qué digo acostumbrados, están
deseando matar, malditos sicópatas. ¿Cómo iban a
errar el tiro?
—Anda, anda, anda ya, venga, no te hagas mala
sangre, con odio y resentimiento no se llega a
ninguna parte. Además, si no llega a ser por el vídeo,
ahora no estarías aquí, sino en un hospital de la
cárcel, apunto de ser condenada a muerte por
terrorismo. Aunque sea el terrorismo del amor.
Jajajaja —ríe Mac Cain.
—¿Terrorismo del amor? ¿Vídeo? ¿De qué hablas?
—Ya veo que no los has visto. Anda, venga, mete
terrorismo y amor en el tablet.
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—Pero ¿qué vídeo?
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Sin embargo, hay un vídeo por la red que está causando
sensación. Este vídeo ha sido subido un minuto después de que
los hechos acaecieran, y esto le confiere mayor autoridad en el
ciberespacio, aunque en los medios de comunicación lo hayan
censurado por dudar de su autenticidad.
Este vídeo cuenta una versión diferente de los hechos. En él,
se muestra cómo la seguridad del evento dispara cuando Alexia
solo ha pronunciado la primera sílaba de la hipotética palabra
explosivo. También se observa cómo el jefe de seguridad se
acerca a comprobar el cinturón y el mando a distancia. Siguiendo
los protocolos mira el mando, busca la fuente de alimentación,
pero no encuentra nada porque el mando es de juguete.
Saltándose el protocolo de seguridad, agarra el cinturón con
ambas manos y grita ¡está limpia! al resto de las fuerzas del orden
que está a la expectativa. Abatido, completamente desorientado,
el jefe de seguridad se echa las manos a la cabeza, tal vez
pensando que en pocas horas esta cabeza rodará por haber
cometido semejante equívoco. A continuación, la emisión se
corta y aparece la grotesca figura de un bufón en 3D vestido de
polichinela. De su sombrero cuelgan ojos-cámara en lugar de
cascabeles. El bufón, osado, irreverente, con prepotencia,
comenta los hechos con cinismo:
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¡explosivo? ¿Quién lo ha dicho? ¿Lo habéis
escuchado? Yo no, Populus tampoco, tal vez solo lo
han escuchado los extintos, los exacerbados, los
extremistas, los exterminadores. El ojo de Populus es
el ojo que todo lo ve, el que penetra hasta lo más
oscuro de vuestros corazones.
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vehículo. Al levantar la vista, ve que un toxicómano se acerca
hacia él. Perdone, busco a Adil, le pregunta Miguel Ángel.
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―No, muchas gracias. Ahí, ¿verdad?
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Miguel Ángel, acompañado del tóxico-camello, se acerca a la
alambrada, donde una mujer gitana, ya entrada en años, cuida un
rebaño de cabras.
―¿Y esse?
―Tengo una pequeña deuda con él y quiero que Adil
se la pague.
―Anda que no tié cara aquí el jambo. ¡Addiiiiiiiiii!
Otro que vié a cobrá.
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―Te dije que esa tía estaba como un cencerro. Te
advertí que iba a ser complicado el día a día con ella.
― Sé lo que me dijiste.
―Te quiero ver feliz, hermano.
―No puedo ser feliz si Alexia no lo es también.
―Ya.
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muchas veces a miles de hormiguitas tomando la calle
pidiéndole a sus dominadores que se porten mejor con
ellas. Eso no sirve para nada. Ellos lo tienen todo
medido, calculado, la población siempre va por detrás;
al 99% les estalla la realidad en la cara, como si esa
realidad no fuera una materia que se ha ido
configurando en el universo desde hace ya tiempo,
premeditadamente, cocinada a fuego lento. El 99%
ignora el 99% de la información. Están a por uvas,
como dicen aquí, ja, ja, ja.
―Claridad y certeza del mundo que se avecina es lo
único que necesitan saber.
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Pero Adil haría lo que fuese por Miguel Ángel. Lo considera
su hermano, más que eso, él mismo no se podría sentir feliz si
Miguel Ángel no lo es también.
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parte del verdadero mercado: el de futuros. Y no hay
nada mejor que jugársela a futuros con el oro.
―Si, señó, eso haré. Gracias, gracias...
―Toma y lárgate. Miguel Ángel te ha traído una
oportunidad que no debes rechazar, estás en deuda con
él, no conmigo.
―Tu deuda, David, tu deuda está perdonada, perdona
ahora tú la de tus deudores.
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nosotros también creamos dinero de la nada o de la
promesa de que ese cordón de oro vaya a valer más. De
hecho, comprando y esperando, te podrías hacer con
todo el oro del mundo, pero, en fin —Adil suspira con
resignación— la gente no entiende nada, en parte
comprendo la frustración de Alexia.
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entrado, Miguel Ángel sale por la puerta. Le basta con cruzar la
mirada con la mujer mayor, para que esta comprenda:
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Próxima entrega: La Semilla
Avance
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