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Inspirados por Dios

Alguna vez te has preguntado, ¿Por qué hago esto? O ¿Para qué hago aquello? La verdad
es que, todos alguna vez, nos hemos hecho estas preguntas, la curiosidad innata de nuestro
ser nos conduce a la reflexión de temas que resuelven muchos aspectos de nuestra vida,
una de las más importantes resulta en la búsqueda de la inspiración de nuestra propia
existencia.

Todos actuamos y tomamos decisiones día a día, el concepto de acción está implícito en
todo movimiento que hagamos, pero lo que hace que tengan sentido es la razón por las
cuales corremos o caminamos, reímos o lloramos, cantamos o guardamos silencio, sin
duda, lo que nos mueve son sentimientos que surgen por la admiración. Pero… ¿Qué
deslumbra tus ojos? ¿Qué hace que tu alma se sienta en paz o alegre? ¿Por qué estímulos
te dejas llevar? Nosotros los jóvenes, muchas veces nos encontramos en combate, no
sabemos realmente la respuesta a estas interrogantes, nos perdemos en la multitud y
decidimos seguir a la masa para sentirnos en refugio, para convencernos de que
pertenecemos a algo, llenamos el vacío del deseo infinito con estos pensares y lo
convertimos en nuestra fuente de inspiración, sin embargo, esta no siempre resulta en la
satisfacción, porque perdemos autenticidad. En Eclesiastés 11:9, Dios nos dice:
“Alégrate, joven, en tu juventud; deja que tu corazón disfrute de la adolescencia. Sigue
los impulsos de tu corazón y responde al estímulo de tus ojos, pero toma en cuenta que
Dios te juzgará por todo esto.” No quiere decir que mencione a un Dios que permite, pero
luego juzgará a su conveniencia, más bien podría suponer la fidelidad a nuestra identidad
y esencia, entonces, que cada cual se esfuerce en cuanto está en su mano por conservar
su ser.

Dios nos llama a ser inspirados por algo superior, el amor, la solidaridad y todo
sentimiento que pueda lograr una buena acción. Nos enseña que si nuestra motivación
para accionar al levantarnos, observar un paisaje o ayudar a un hermano surgen de sus
enseñanzas, conoceremos la plenitud, y, nuestro corazón, a pesar de las dificultades
encontrará en Él la paz y tranquilidad a ese anhelo insaciable. El Señor nos invita a
encontrar la felicidad que transciende desde el verdadero sentido de la vida que se
encuentra en el correcto ejercicio de los sentimientos humanos.

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