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Teoría de La Constitución 2
Teoría de La Constitución 2
Diagramación:
Ing. Ana Mercedes Mercado Cubías
Corrección tipográfica:
Lcda. Carmen Carolina Clará Guerrero
Lic. Ángel Eliézar Santamaría Escobar
Gregorio Omar Pineda Rodríguez
Diseño de portada:
Lcda. Andrea Nathalia García Peña
Impresión:
Alexis Edgardo Belloso
Jaime Ernesto Cubas Campos
Jorge Alberto Villalta Alvarado
Carlos Ovidio Carballo
Acabado final:
Alfonso Carrillo Sánchez
José Francisco Pérez Hernández
Jorge Alberto Reyes Roque
© Corte Suprema de Justicia
Centro de Gobierno Alexander Adalberto Valdez Castro
San Salvador
Impreso en El Salvador. Freddy Armando Gómez Martínez
Corte Suprema de Justicia
Dr. José Óscar Armando Pineda Navas
PRESIDENTE
Sala de lo Constitucional
Dr. José Óscar Armando Pineda Navas
PRESIDENTE
Sala de lo Civil
Lic. Óscar Alberto López Jerez
PRESIDENTE
Sala de lo Penal
Lcda. Doris Luz Rivas Galindo
PRESIDENTA
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de Derecho Constitucional en la Universidad Dr. José Matías Delgado; autora de
los vocablos constitucionales contenidos en el Diccionario Panhispánico del Espa-
ñol Jurídico (Real Academia Española); y, actualmente, presidenta del Comité de
Apelaciones del Sistema Financiero.
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TEORÍA DE LA CONSTITUCIÓN
En la primera edición, el Dr. José Albino Tinetti fue quien elaboró el prólogo,
el cual desde el inicio introduce al lector en la teoría del ordenamiento constitucio-
nal basado en las distinciones que hace Manuel García Pelayo, Paolo Biscaretti de
Ruffia o Rubén Hernández Valle. En efecto estos autores distinguen entre lo que
es el Derecho Constitucional particular; el Derecho Constitucional General o Teoría
de la Constitución y el Derecho Constitucional. El Dr. Tinetti resaltó la importancia
que todo análisis del ordenamiento jurídico constitucional debe referirse al de-
recho positivo de una época y lugar determinado. Una Teoría de la Constitución
debe incluir el análisis de los principios, valores, normas, conceptos e instituciones
constitucionales.
Así, el Dr. Tinetti, con maestría conduce al lector en breves líneas entre el pen-
samiento de Carl Schmitt a través de su Teoría de la Constitución y Hans Kelsen con
su Teoría Pura del Derecho, pasando por Hermann Heller y Karl Loewenstein, entre
varios autores. Sostuvo el Dr. Tinetti que la perspectiva que debe mantenerse, es
que si bien, las Constituciones tienen caracteres generales y constantes a través
del tiempo, deben reconocerse sus particularidades. El estudio de la Constitución
no es una mera contemplación o un análisis simplista o espiritualista, místico. Sino
que debe entenderse como una construcción intelectual que aparece justamente
como una construcción de un pensamiento activo, como el resultado de un trabajo
científico, en el cual no puede dejar a un lado un análisis del derecho constitucional
comparado.
Debe resaltarse que, en el primer prólogo de la primera edición del libro, que
los estudios no tuvieron un acuerdo de uniformidad de enfoques, ni identificación
de áreas de consenso y tampoco una visión armonizante. Se pueden encontrar
ideas contrapuestas y por esa razón recomendó el Dr. Tinetti que los autores de-
bían organizar coloquios posteriores para discutir esos ámbitos de divergencia.
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la Universidad Centroamericana Dr. José Simeón Cañas (UCA), amigo noble, gran
compañero de trabajo y una persona que mantuvo siempre al día su pensamiento
jurídico y siempre dispuesto a compartir sus lecturas favoritas.
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El trabajo nombrado como CONSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS FUENTES DEL
DERECHO SALVADOREÑO, mantiene su actualidad y es un punto de partida crítico
al modelo de fuentes que tradicionalmente se enseña en las Escuelas de Derecho
salvadoreñas. En efecto, el estudio, no es una mera clasificación formal, sino que
establece lineamientos para comprender qué normas jurídicas efectivamente son
válidas en el ordenamiento jurídico al confrontarlas con la Constitución (la norma
fundante o parámetro de validez).
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de contratación, la libertad económica y empresarial, la prohibición de autorizar
monopolios privados, el derecho a un medio ambiente sano, la protección al con-
sumidor y la protección ante prácticas monopólicas. En el apartado de finanzas
públicas se desarrolla el presupuesto general y la deuda pública.
Se pone a disposición del lector la más amplia gama posible de fuentes biblio-
gráficas y jurisprudenciales utilizadas por los autores. Además de los puntos de
vista y análisis en cada uno de los temas expuestos. Esta obra vendrá a enriquecer
las discusiones sobre el derecho constitucional y el derecho procesal constitucional,
así como la defensa de los derechos fundamentales. Si bien hay puntos de coinci-
dencia, no se trata de una obra monolítica, sino abierta, plural y democrática.
Rommell Sandoval
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SEMBLANZA DEL DR. JOSÉ A. TINETTI:
Albino Tinetti nació en San Salvador el 5 de marzo de 1939. Su padre era me-
cánico. Su madre, ama de casa. Sin representantes de una estirpe de juristas en su
ascendencia, su prestigio y reconocimiento son asuntos de carácter. Por supuesto,
somos todos también deudores de quienes nos ayudan. Su formación básica fue
en el Externado San José, educado por jesuitas, donde su primera vocación fue
convertirse en cantor de trío, pues durante las clases lo atormentaba el burlón
espíritu del aburrimiento y los integrantes del coro podían salir del aula con ciertas
facilidades. El sueño duró poco. El profesor de canto le pidió una demostración
para escuchar su voz y ahí terminó todo. Regreso al salón de clases y silenció al
vocalista probable de un futuro multiverso.
Al terminar su educación secundaria su pretensión inicial fue ingresar a la ca-
rrera de Medicina en la Universidad de El Salvador. Se trataba de una de las carre-
ras con mayor demanda, con un examen riguroso y de la que solo se habilitaba
un número limitado de plazas de ingreso. El prestigio de la universidad y de esa
carrera eran tales que estudiantes de Costa Rica y otros países centroamericanos
viajaban a El Salvador para realizar aquí sus estudios. El joven Tinetti hizo el exa-
men y se ubicó en una posición destacada, asegurando así su incorporación a la
Facultad de Medicina. Un tanto sin querer, forzado a manifestarse sobre una se-
gunda opción de estudio, escribió “Derecho”. Sus resultados de ingreso para esta
segunda alternativa eran menos halagadores.
Una de esas personas que ayudaron al joven Tinetti fue su tío, el periodista,
poeta y profesor Serafín Quiteño (Santa Ana, 1906-San Salvador, 1987), integrante
del grupo Cactus, autor de “Corasón con S” (1941) y coautor de “Tórrido Sueño”
(1955). También, con el pseudónimo Pedro C. Maravilla, mantuvo durante 16 años,
en El Diario de Hoy, su columna “Ventana de colores”, “caleidoscopio gracioso y
penetrante de la vida nacional en los años sesenta y setenta”4. En su biografía se
destaca asimismo el cargo de vicepresidente de la Asamblea Legislativa, de 1950 a
1956, desde donde promovió la fundación de la Dirección General de Bellas Artes5.
Don Serafín Quiteño fue para su sobrino guía de libros por leer, pregonero de ca-
minos vitales a esquivar y mentor eficaz, si juzgamos desde el “ahora”.
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ción, exilio o encarcelamiento de opositores y asimilación al comunismo de todo
reclamo basado en los derechos constitucionales.
Bajo el título “Disparos y rectores en San Salvador” Roberto Turcios relata los
acontecimientos del jueves 15 de septiembre de 1960, cuando una manifestación
de AGEUS llegó hasta el Parque Libertad para contraponerse a las ceremonias ofi-
ciales de conmemoración de la Independencia. Los líderes estudiantiles, entre quie-
nes estuvo Albino Tinetti, fueron luego acusados de intentar asaltar un banco y un
hotel e incluso de atentar contra la vida de los funcionarios que participaban en
el acto oficial. Tinetti, junto con otros dirigentes estudiantiles tuvieron que huir y
ocultarse durante varios días y a principios de octubre el fiscal militar de la primera
sección central los emplazó, igual que a ciertas autoridades universitarias, por los
delitos de rebelión y sedición8.
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Fausto Fernández, Arturo Zeledón Castrillo, Reynaldo Galindo Pohl, Alfredo Martí-
nez Moreno, Adolfo Óscar Miranda, José María Méndez, entre otros. Un mosaico
de grandeza. Sus alumnos los recuerdan con un orgullo desinhibido por haber es-
tado ahí, en la gloriosa época de sus cátedras, fuente inagotable de encumbradas
semblanzas y relatos anecdóticos colmados de palabras como erudición, humanis-
mo, ingenio, fino humor y dominio profundo, sin par, de los contenidos de ense-
ñanza10. La contribución de varios de ellos a la cultura jurídica nacional está fuera
de duda11. La proyección de las virtudes académicas de sus propios maestros en el
estilo docente del doctor Tinetti debe ser bien ponderada.
xiv
que prestaron asistencia a INCAE y visitaron El Salvador para conocer el programa
de Áreas Comunes y que trabajó con el doctor Tinetti en sus labores de adminis-
tración académica universitaria fue quien le sugirió aplicar para una beca en Har-
vard. La carta de admisión de la Escuela de Posgrados de Educación tiene fecha 1
de abril de 1970. Sin embargo, la inscripción efectiva esperaría al ciclo académico
1971-1972, debido, entre otros preparativos necesarios, a los estudios que se re-
querían para garantizar el nivel adecuado de dominio del idioma inglés. De hecho,
el doctor Tinetti, ya desplazado con su familia a la sede universitaria en Cambri-
dge, recibió la no muy grata noticia de que su reporte de aptitud lingüística era
insuficiente, pero para superar esa dificultad obtuvo una ayuda invaluable de su
consejero (mentor o tutor), el doctor Charles Nash Myers, en esa época Executive
Director of de Center for Studies in Education and Development de la Harvard Gra-
duate School of Education; lo que logró con mucho sacrificio y carga académica
adicional.
xv
como jefe de la Unidad Técnico Jurídica de la Comisión Revisora de la Legislación
Salvadoreña (CORELESAL), de nuevo en primera fila de procesos históricos de cam-
bios fundamentales para el país. Esta última idea, bien merece una digresión.
Como en una novela negra, todo comenzó con un crimen, o mejor dicho,
varios. Desde 1980, El Salvador vivió una situación de guerra civil. En diciembre de
ese año, cuatro religiosas estadounidenses fueron asesinadas por miembros de la
Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad del Estado salvadoreño. En enero de
1981, en un hotel capitalino, dos oficiales de la Federación Estadounidense del
Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), también fueron asesi-
nados, junto al expresidente del Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria,
por otros agentes del mismo cuerpo de seguridad mencionado19. Estos crímenes
“recibieron una atención significativa por parte de los medios de comunicación en
los Estados Unidos, y llevaron a prestar atención a la situación de derechos huma-
nos en El Salvador y América Latina”20. Esto influyó para que miembros del Con-
greso de los Estados Unidos condicionaran la ayuda militar al país con la reforma
del sistema judicial21.
“Lo que no nos dicen en procesal penal: El Informe Kissinger” bien podría ser
el titular de un repaso por la génesis de la reforma judicial salvadoreña. En 1983,
después de los crímenes de alta visibilidad mencionados, el entonces presidente de
EE. UU., Ronald Reagan, designó la Comisión Nacional Bipartidaria sobre América
Central liderada por Henry Kissinger, exsecretario de Estado durante el gobierno
de Richard Nixon, para formular una política regional que tomara en cuenta las
preocupaciones de diversos sectores sobre los derechos humanos. El informe de la
Comisión, presentado en enero de 1984, recomendó que la ayuda militar se com-
binara con apoyo para la democratización, “incluyendo sólidos sistemas judicia-
les para aumentar la capacidad de corregir agravios concernientes a la seguridad
personal, los derechos de propiedad y la libertad personal”22. La idea de fondo
era que “la mejor manera de investigar y perseguir los homicidios era ayudar a El
Salvador a mejorar su sistema judicial”23.
¿Post hoc ergo propter hoc? En julio de ese mismo año, de número orwellia-
no, se suscribió el “Convenio de Donación, Proyecto de Reforma Judicial, entre la
República de El Salvador y los Estados Unidos de América, actuando por medio
de la Agencia para el Desarrollo Internacional” (DO núm. 154, tomo núm. 284,
de 21/8/1984). Luego, el 24/8/1984, mediante Decreto Ejecutivo núm. 14, se creó
la Comisión Revisora de la Administración de Justicia en materia Penal y Civil (DO
núm. 157, tomo núm. 284, de 24/8/1984)24. Meses después, en diciembre, otro
Decreto Ejecutivo nombró a los miembros de la comisión antes mencionada (DO
núm. 229, tomo núm. 285, de 7/12/1984). Y, finalmente, por Decreto Legislativo
núm. 39, de 13/6/1985 (DO núm. 131, tomo núm. 288, de 12/7/1985), se emitió
xvi
la “Ley de creación de la Comisión Revisora de la Legislación Salvadoreña”, con el
objetivo de estudiar la normativa legal y reglamentaria relacionada con la admi-
nistración de justicia y proponer las reformas necesarias para “adecuar las leyes
secundarias a la Constitución y mejorar el sistema judicial”25.
Poco sabida, una de las más importantes contribuciones del doctor Tinetti
al país, y a la Patria, ocurrió durante una intensiva jornada de trabajo orientado
a formular propuestas para la reforma constitucional30. En 1991, en el contexto
de las negociaciones entre el guerrillero Frente Farabundo Martí para la Libera-
ción Nacional (FMLN) y el Gobierno de El Salvador presidido por el señor Alfredo
Cristiani, para avanzar hacia un acuerdo de paz se necesitaba dar una muestra de
compromiso con un sistema democrático que permitiera la participación política
del FMLN, desvaneciendo una de las causas de la guerra y privando de sentido la
continuación de la lucha armada. Había llegado el momento de cambiar la Consti-
tución. Pero la reforma constitucional concita por igual grandes oportunidades y
parejos peligros, es un tema dogmáticamente delicado31 y políticamente erizante,
mientras que el tiempo, compañero veleidoso de las grandes causas, siempre pue-
de poner en riesgo la viabilidad del consenso.
xvii
reforma constitucional fue una opción analizada (y descartada) para resistir, desde
el Derecho Constitucional, a la difícil tentación de la audacia política33. El artículo
248 no tiene “doble cerrojo”: dice lo que no se puede cambiar, pero sin incluirse
a sí mismo34. Una interpretación literalista, una invocación “maquiavélica” del fin
pretendido y el recurso históricamente poco original de la cláusula “por esta única
vez”, habrían asentado la transición democrática en una maniobra de pragmatis-
mo político, poco sensible con la fuerza normativa de la Constitución. “Para conse-
guir que la Constitución sea respetable, hay que empezar por respetarla desde los
inicios de este costoso proceso hacia una democracia avanzada”35 fue la posición
antagónica y, por fortuna, la que logró imponerse.
xviii
apremiante en el que se jugaba el fin del conflicto armado, se logró un precedente
histórico muy valioso de lo que significa vivir bajo una Constitución.
xix
la delicada tarea de evaluar sus resultados prácticos en el desempeño diario de los
operadores jurídicos. Además de documento básico sobre la capacitación y su im-
portancia en el contexto del proceso de reforma judicial, en este trabajo hay una
frase que expresa una especie de credo definitorio del doctor Tinetti: “las personas
tenemos la posibilidad, el derecho y el deber de seguir aprendiendo durante toda
nuestra vida”.
La segunda parte del artículo, titulada “Los fundamentos del valor normativo
de la Constitución” es el desarrollo propio de un curso básico de Derecho Constitu-
cional, a manera de apuntes profesorales sobre los contenidos del programa, pero
sin rehuir la reflexión práctica y el planteamiento crítico de cuestiones relevantes.
El propio autor admite que su texto se basa en la obra de Eduardo García de Ente-
rría (“La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional”), con la pretensión
de que, igual que en la España de la transición desde la dictadura a la democracia,
en El Salvador, cuando surgió la esperanza democratizadora de los Acuerdos de
Paz, el mensaje de la Constitución como norma suprema, vinculante y de aplica-
ción directa encauzara la disposición política de los agentes sociales hacia una con-
vivencia civilizada, humanizada y respetuosa de los derechos fundamentales como
límites al poder público y privado. “La consolidación de nuestro Estado constitucio-
nal depende, en no pequeña medida, del desarrollo de la “cultura jurídica” a partir
del dato primario de que la Constitución es Derecho […] una de las causas de la
desvalorización constitucional reside en que se desconocen los principios, técnicas
e instituciones del Derecho Constitucional”49. La calidad académica del texto y su
potencia “evangelizadora” de la fuerza normativa de la Constitución (con exposi-
ción de los instrumentos para llevarla a la práctica50), explican que siga siendo uno
de los materiales básicos de estudio en la capacitación judicial de la materia.
xx
Los trabajos del doctor Tinetti reflejan siempre, en variable medida, su inclina-
ción a la enseñanza y aprendizaje del Derecho. Pero a una determinada forma de
enseñanza y aprendizaje, alejada del formalismo jurídico, que se revela en las conti-
nuas referencias al contexto social; a la brecha entre norma y realidad; a la función
del Derecho como instrumento de cambio; a los valores y principios generales del
Derecho; así como en el uso de los antecedentes históricos para la construcción de
argumentos53, el planteamiento de posiciones diversas sobre los puntos analizados y
el empleo de datos empíricos o cuantitativos para formular criterios sobre el funcio-
namiento real de las instituciones o normas54. Además, incluye siempre apartados
o aclaraciones de orden metodológico sobre el enfoque de los textos, sus objetivos
y las posibles formas de estudio o aprovechamiento por el lector y tablas o formas
diversas para graficar la información. En su contenido, los trabajos proyectan un
pensamiento crítico y analítico55, junto a un trasfondo ético militante de la cultura
constitucional de la democracia56, como lo indica, por ejemplo, su invocación repeti-
da de la “creencia en el valor del diálogo”, fórmula precursora o al menos pariente
lejana de lo que hoy se trata como “constitucionalismo dialógico”57.
xxi
de recursos institucionales mediante el estímulo de la autoformación individual y
colectiva de los propios operadores judiciales, con el apoyo del equipo de capacita-
dores de la Escuela. Dentro de la colección “Ensayos”, en el solitario número 1 de
ella, escribió el doctor Tinetti su monumental estudio “Decisiones del juez de paz
sobre la libertad o detención del imputado”61, un recorrido profundo y extenso por
las cuestiones dogmáticas de las medidas cautelares penales, fuente indispensable
de guía en la aplicación normativa, bajo una concepción liberal y democrática,
respetuosa con la Constitución, de la detención provisional.
xxii
persona puede ser un sabio excepcional y al mismo tiempo un profesor desastro-
so”70. Quienes hemos escuchado al doctor Tinetti en sus clases sabemos que a su
conocimiento del Derecho se junta una reconocida capacidad docente, como el
“professor doctus, probus et probatus” del ideal universitario71, que no solo es un
especialista, productor de conocimiento, sino también un ejemplo de honestidad
intelectual y pasión por el aprendizaje relevante para la vida.
Nos parece que es el personaje del que habla Sócrates, al decir a Fedro: “más
noble aun es ocuparse seriamente y con ayuda de la dialéctica, cuando se tiene
un alma apropiada, en sembrar y plantar en ella discursos acompañados de sa-
ber, capaces de defenderse por sí mismos y al que los ha sembrado, y que en vez
de permanecer estériles, germinen y engendren en otros corazones otros discur-
sos que procuren siempre de manera imperecedera al que los posee la más alta
felicidad posible para un hombre.”72 Siglos más tarde, con justa paráfrasis, otro
filósofo escribe que “el fructificar no es tanto llegar a realizar el inalterable fruto
que, como en el caso de las semillas naturales, encierra, sino en funcionar, una vez
sembrada, como estímulo de inesperadas y originales cosechas. Toda educación
debe mantener y estimular ese intercambio entre semilla que se siembra, palabra,
mensaje, discurso que se comunica, y permitir que esos objetos verbales, al anidar
en la mente de quien los recibe, fomenten y alienten otros vuelos teóricos, crezcan
en otras palabras, originen un caudaloso fluir en el cauce del futuro”73.
El doctor Tinetti tiene “un alma apropiada” para esa noble ocupación de “sem-
brador de discursos acompañados de saber”, “estímulo de inesperadas y originales
cosechas” (de lo que es prueba, en sentido epistémico, esta obra). Un docente sin
pose ni candileja, sin “ansiedad de influencia”74, avanzando en una tarea de largo
aliento, ahí donde aún hay esperanza y espacio para la utopía, en el cultivo tem-
prano del sentimiento constitucional. Caso y paradigma de mentoría en el Derecho
Constitucional salvadoreño. Canon y virtud de su excelencia.
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NOTAS
1 Asturias, Miguel Ángel, El señor presidente, Guatemala, Piedra Santa, 2ª ed., 18ª reimpresión,
2008, p. 224.
2 Liano, Dante, Un italiano llamado Binelli o Vinelli, entrada de la bitácora en línea “dantelianoblog”,
25 de noviembre de 2015 (https://dantelianoblog.wordpress.com/2015/11/25/un-italiano-llama-
do-binelli-o-vinelli). Los tres hermanos tenían una fundición de hierro. Al parecer, el que sí se invo-
lucró en la trama para asesinar al dictador fue el hermano menor, Albino, sin conocimiento de los
otros dos, que fueron encarcelados porque, en un descuido tragicómico de los conspiradores, la
caja de metal que contenía la bomba decía “Talleres Tinetti”, despejando las dudas sobre posibles
responsables. Véase: Aerenlund, Consuelo de, La saga de los Doninelli: de Lombardía a Guatemala,
1858-1944, Traducción de Manuel Ortíz Staines, México, Ediciones El Tucán de Virginia, 2006,
capítulo XIII, “La fundición de hierro”.
3 Por ejemplo, el título de “doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales” le parece indebido porque
las exigencias para su obtención distaban de las labores de investigación propias del grado, ade-
más de que en realidad su formación, si bien duró 7 años en lugar de los 5 actuales de la carrera,
se concentró en lo jurídico y escasamente en materias que justificaran una titulación combinada
con “Ciencias Sociales”.
4 La frase laudatoria es de: Escobar Galindo, David, Índice Antológico de la Poesía Salvadoreña,
San Salvador, UCA Editores, 1987, p. 390. Destacan la constancia de su labor como columnista:
Montalvo, Adda, “Una centuria con Serafín Quiteño”, en: El Diario de Hoy, 20 de marzo de 2006;
Orellana, René Alcides, “Serafín Quiteño y su Corasón con S”, en: Suplemento Tres Mil, Diario
Colatino, 25 de abril de 2015; y Escudos, Jacinta, “Gabinete Caligari. Tras bastidores”, en: Revista
Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, 26 de marzo de 2017. Crítico con la obra poética de Serafín
Quiteño: Argueta, Manlio, Poesía de El Salvador, San Salvador, EDUCA, 1983, p. 75.
5 Martínez Peñate, Óscar y Sánchez, María Elena, El Salvador. Diccionario (personajes, hechos históri-
cos, geografía e instituciones), San Salvador, Editorial Nuevo Enfoque, 2000, p. 184.
6 En esas faenas de activismo ciudadano coincidió el entonces bachiller Tinetti con otro poeta, Ro-
que Dalton, de quien fue amigo personal. Lo confirma pronto y entusiasta, con natural orgullo.
Así, cuenta que en unas de las manifestaciones estudiantiles se vieron ambos, Dalton y Tinetti,
junto con otros jóvenes, acorralados por la fuerza pública, a punto de ser capturados o algo peor.
Al día siguiente llegó a casa de Albino la mamá de Roque (quien estaba oculto para evitar ser
apresado) a entregarle un poema sobre la aventura del día anterior y a encargarle que gestiona-
ra su publicación en el periódico de la AGEUS. “La noche de la cólera” es el título del texto que
recuerda el doctor Tinetti. Como “evidencia literaria” de ese vínculo especial con Roque, el poeta
lo incluye en la larga lista de sus amigos que, anonimizados bajo múltiples alias de jocosa fantasía,
aparece en Pobrecito poeta que era yo (San Salvador, UCA Editores, 2ª ed., 2000 [reimpresión
2012], p. 91). En uno de esos ingeniosos motes se reconoce, festivo, el doctor Tinetti (como “Cara
de leño”).
7 Hernández, David, “Bosquejo histórico de la Universidad de El Salvador”, en: La Universidad, núme-
ro 35, octubre-diciembre 2017, San Salvador, Universidad de El Salvador, pp. 49-50.
8 Turcios, Roberto, Rebelión. San Salvador 1960, San Salvador, Centro Nacional de Investigaciones
en Ciencias Sociales y Humanidades, Ministerio de Educación, 2017, pp. 274-284.
9 Igual que la anterior, p. 287. La invocación de la Constitución en esos contextos no era un extravío,
pues el “juicio sobre el constitucionalismo de los derechos como cúspide de la civilización se en-
cuentra en la base de todo el razonamiento sobre el significado de la resistencia constitucional”,
Vitale, Ermanno, Defenderse del poder. Por una resistencia constitucional, traducción de Pedro
Salazar Ugarte y Paola Sofía Vásquez Sánchez, Madrid, Trotta, 2012, p. 132.
10 Véase, por ejemplo, las palabras que sobre algunos de ellos escribió Escobar Galindo, David, “Los
siete juristas”, en: Boletín de Divulgación Jurídica, San Salvador, Comisión Coordinadora para el
Sector de Justicia, Unidad Técnica Ejecutora, año II, N° 6, diciembre 1995, pp. 48-50. De igual
modo, los primorosos textos del doctor Alfredo Martínez Moreno sobre el doctor Reynaldo Ga-
lindo Pohl, en: “Reynaldo Galindo Pohl, maestro y ciudadano” (Quehacer Judicial, San Salvador,
Corte Suprema de Justicia, N° 55, abril de 2007, pp. 11-15); y “En el paso a la eternidad de Reynal-
xxv
do Galindo Pohl” (Cuadernos, Antiguo Cuscatlán, Instituto de Investigación Jurídica de la Univer-
sidad Dr. José Matías Delgado, N° 6, 2012, pp. 16-22).
11 Romero, Matías, Historia de la Filosofía en El Salvador, San Salvador, Editorial Delgado, 2006, pp.
522 y ss., quien se refiere, con exaltación, a la obra filosófica de los doctores Julio Fausto Fernán-
dez, Reynaldo Galindo Pohl y Alfredo Martínez Romero.
12 Tinetti, Albino, “Sin ser paternalista, me siento como un padre… soy una especie de abuelo aca-
démico”, Entrevista al doctor Albino Tinetti en: Derecho y Negocios, Edición N° 8, pp. 14-16.
13 Hernández, obra citada, p. 50; y Ramírez Fuentes, José Alfredo, “Humanidades, Facultad y Reforma:
los años 60 en la Universidad de El Salvador”, en: Revista Humanidades, V Época, N° 1, mayo-agos-
to 2013, p. 98. Las Áreas Comunes eran solo una parte de las reformas, que incluían mejoras en
la planta física o infraestructura; bienestar estudiantil (becas, residencias, sistema de selección y
orientación vocacional, sistema de unidades valorativas y de mérito); y fortalecimiento del cuerpo
docente (establecimiento de la carrera de docente universitario, formación pedagógica, escala-
fón, creación de departamentos como unidades de trabajo docente e investigación).
14 Sobre la finalidad de esa forma de organización de la propuesta académica de la universidad
se decía que: “La búsqueda de la verdad, de la verdad más cercana que requería el país, era el
encargo supremo hecho a la Universidad. Los estudios básicos o áreas comunes debían generar
en el estudiante una “imagen profunda e intensa” del mundo. No se trataría de “concientizar-
los” ideológicamente pues ello sería un adoctrinamiento político”. Herrera Mena, Sajid Alfredo,
La Universidad frente a la Modernidad: esencia, función y misión de la Universidad en El Salva-
dor, siglos XIX-XX, consultado el 20/8/2019, en línea (http://www.uca.edu.sv/filosofia/admin/
files/1210108824.pdf), p. 28.
15 Ramírez Fuentes, obra citada, p. 95. Sobre las implicaciones de la reforma universitaria de los años
60 en los estudios de Derecho y los aspectos que influyeron en su impacto limitado, puede con-
sultarse: Comisión Revisora de la Legislación Salvadoreña (CORELESAL), Formación académica del es-
tudiante de Derecho y superación profesional del abogado, San Salvador, diciembre de 1990, sin
más datos tipográficos, pp. 58-60.
16 Según una de las fuentes consultadas: “el modelo de los estudios generales fue una iniciativa del
Consejo Superior Universitario Centro Americano (CSUCA), de la mano de una iniciativa continen-
tal impulsada por el gobierno de Kennedy a través de la Organización de Estados Americanos
(OEA), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, el Arte y la Cultura (UNESCO)”. Entre los “argumentos” para
la supresión del modelo de Áreas Comunes estuvo la tergiversación del apoyo internacional en
el contexto de la ideología política de la época. Ramírez Fuentes, obra citada, pp. 88 y 101-102. La
iniciativa continental referida fue la llamada “Alianza para el Progreso”. Sobre dicho programa
de cooperación y de política exterior estadounidense: Dreier, Milton (comp.), La Alianza para el
Progreso. Problemas y perspectivas, México, Editorial Novaro-México, 1962.
17 Hernández, obra citada, pp. 57-59. Este autor expone que entre los acontecimientos previos a la
ocupación militar de la universidad (ocurrida el 19 de julio de 1972 y bajo la presidencia del coro-
nel Arturo Armando Molina) figuran, justo el día anterior, una decisión de nulidad de elecciones
de autoridades universitarias emitida por la Corte Suprema de Justicia; la derogación de la Ley Or-
gánica de la Universidad por la Asamblea Legislativa, con su publicación el propio día del decreto;
y la participación, como instigadores de la toma de la universidad, de un grupo de profesores de
Derecho que antes habían sido expulsados a petición de líderes estudiantiles.
18 El relato de cómo llegó a las clases de Derecho Constitucional “por una casualidad de la vida”,
aparece en: Tinetti, Albino, “Sin ser paternalista…” citado, p. 16.
19 Comisión de la Verdad para El Salvador, De la locura a la esperanza, La guerra de 12 años en El Sal-
vador, Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador, San Salvador, Nueva York, Naciones
Unidas, 1992-1993, pp. 60-65 y 151-155.
20 Langer, Máximo, Revolución en el proceso penal latinoamericano: Difusión de ideas legales desde
la periferia, Santiago, Centro de Estudios de Justicia de las Américas, 2008, consultado en línea
(http://www.biblio.dpp.cl/biblio/DataFiles/5312-2.pdf), p. 32.
21 Rico, José María, Justicia penal y transición democrática en América Latina, México, Siglo XXI Edi-
tores, 1997, p. 294.
xxvi
22 Ortiz Ruiz, Francisco Eliseo, Diez años de Reforma Judicial en El Salvador (1985-1995). Aproxima-
ción a un diagnóstico, San Salvador, Fundación Friedrich Ebert, 1997, p. 38. Según este autor: “El
interés y determinación no fueron gratuitos y espontáneos, pues se vincula inmediatamente a
la comprobación en carne propia de la ineficacia, politización y corrupción del Sistema Judicial
salvadoreño […] la clase política dirigente norteamericana con esos hechos [los crímenes referi-
dos en el texto principal] llegó al convencimiento de que la crisis nacional tenía como una de sus
expresiones y causas principales algo que para el común de los salvadoreños era muy conocido:
una Administración de Justicia caracterizada, entre otras cosas, por su parcialidad, ineficacia, co-
rrupción, lentitud, no confiabilidad, falta de independencia y poca accesibilidad” (pp. 37-38).
23 Langer, obra citada, p. 33. Este autor expone cómo, para impulsar dichas reformas, la agenda
estadounidense de política exterior y cooperación se combinó con una “red de expertos activistas
del sur”.
24 Ortiz Ruiz, obra citada, p. 39, afirma que antes de la firma del convenio de donación con AID, el
Dr. Álvaro Magaña, en su calidad de presidente provisional de la República, había creado la “Co-
misión Revisora de la Legislación Penal”, en junio de 1983.
25 Una exposición amplia sobre los principales aspectos del funcionamiento de CORELESAL y el de-
sarrollo del proceso de reforma judicial en su conjunto es lo que realiza: Ortiz Ruiz, obra citada.
Según este autor, CORELESAL funcionó desde su creación hasta el 31/5/1991, ejecutando lo que
se llamó el “Proyecto de Reforma Judicial I”, y luego fue relevada por la Unidad de Apoyo Técnico
para la Reforma Judicial del Ministerio de Justicia, que asumió la ejecución del “Proyecto de Re-
forma Judicial II”.
26 Basta un asomo conceptual: “¿A qué nos referimos cuando hablamos de reforma judicial? A rea-
lizar el objetivo de conseguir una justicia independiente, competente (bien formada) y eficiente.
Independiente de los demás poderes, de los grupos de presión o de la influencia personal de
alguien. Independencia en el ejercicio de su función, lo que no significa ausencia de responsabi-
lidad. Competente, lo que exige una formación adecuada al empeño que corresponda en cada
orden y nivel de decisión. Eficiente, lo que, para abreviar, podemos asociar a una ausencia de
despilfarro”. Pastor, Santos, “Qué es la reforma judicial y qué cabe esperar de ella”, en: Jarquín,
Edmundo y Carrillo, Fernando (editores), La economía política de la reforma judicial, Washington,
Banco Interamericano de Desarrollo, 1997, p. 88.
27 Algunas de las propuestas de CORELESAL, dirigidas a “ensayar” nuevas figuras jurídicas o re-
gulaciones parciales a la espera de resultados que favorecieran el apoyo político posterior para
cambios de mayor calado (por ejemplo, las reformas sobre el derecho de defensa en el proceso
penal, las medidas de emergencia sobre presos sin condena y la regulación procesal penal del
régimen de excepción), salvando las distancias en su planificación y metodología, parecen co-
rresponder en verdad a un ejercicio de “experimentalismo jurídico”. Doménech PaScual, Gabriel,
“Los experimentos jurídicos”, en: Revista de Administración Pública, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Núm. 164. Mayo-agosto 2004, p. 145 y ss. La presentación usual de los
documentos de la Comisión, en general sin citar autores de cada documento o de sus apartados,
impiden identificar con detalle los textos específicos elaborados por el doctor Tinetti o bajo su
coordinación.
28 Por ejemplo, el fundamental e indispensable estudio Problemática de la Administración de Justicia
en El Salvador (CORELESAL, diciembre de 1990, con un resumen de sus conclusiones y recomenda-
ciones en las páginas 153 a 171), contiene sugerencias que siguen correspondiendo a algunas de
las necesidades sociales frente a la justicia. Una de ellas, objeto además de un estudio específico
de la Comisión (Comisión Revisora de la Legislación Salvadoreña, Anteproyecto de Ley de Procedimien-
tos Constitucionales, sin más datos tipográficos, San Salvador, julio de 1988, 113 páginas), es la ya
desde entonces urgente modernización de la regulación de los procesos constitucionales, deuda
al país de una nueva Ley Procesal Constitucional y, sería deseable, de una regulación adecuada
del estatuto orgánico de la Sala de lo Constitucional.
29 Debe lamentarse que los documentos producidos por CORELESAL, a pesar de su enorme valor
como patrimonio mnemotécnico del sistema de justicia, no estén formalmente publicados (aun-
que sea en formato electrónico) y ni siquiera sistematizados o identificados en una base de datos
que permita al público su consulta integral y confiable. Incluso desde una perspectiva de coste-be-
neficio, estimada la inversión pública (nacional y extranjera) que financió todos esos estudios y
xxvii
propuestas, habría que, en la mayor medida posible, rescatarlos de su desaparición en el infra-
mundo de las ideas perdidas, con las técnicas actuales de gestión documental y archivo. De igual
modo, se observa que parece difícil identificar un órgano que hoy cumpla funciones similares
de investigación y propuesta, al menos con la orientación prioritaria hacia la “reforma judicial”
(que hoy se llamaría “políticas públicas de justicia” o “políticas judiciales”), aunque los arts. 3 y 6,
ambos letra h, de la Ley de la Comisión Coordinadora del Sector de Justicia y de la Unidad Técnica
Ejecutiva; y arts. 6 y 40, ambos letra d, de la Ley del Consejo Nacional de la Judicatura, atribuyen
competencias que parecen dirigidas a dar continuidad a los esfuerzos de producción de conoci-
miento iniciados por CORELESAL. Como parece claro, la labor actual requerida debería superar
las debilidades de las acciones pasadas, centradas quizá con exceso en aspectos normativos o de
diseño institucional y responder mejor a un enfoque de políticas públicas, el cual exige más datos
empíricos de base (estadísticas adecuadas y confiables), así como más trabajo de redes interdis-
ciplinarias. Además, en una época marcada por el “boom” de ofertas de posgrados, para pasar
del “proyecto” a la “política pública” de modernización judicial, bien haría el Sector de Justicia
en enlazar las investigaciones universitarias de acreditación con los principales problemas de la
justicia salvadoreña. Sobre las políticas de justicia: Linares, Sebastián, “La administración de las
políticas de justicia en América Latina: Nuevos horizontes de reforma”, en: Iberoamericana, no.
31, 2008, consultado en línea: http://www.jstor.org/stable/41676652, pp. 172-175. Respecto al
énfasis excesivo en aspectos jurídicos en los procesos de reforma judicial: Pásara, Luis, “La refor-
ma judicial y la sociedad civil”, en: Jarquín, y Carrillo, obra citada, p. 166. Y sobre las condiciones
necesarias de producción de conocimiento actual para las políticas judiciales: Correa Sutil, Jorge,
“Modernización, democratización y sistemas judiciales”, en: Jarquín, y Carrillo, obra citada, p. 183.
30 Este apartado se basa principalmente en hechos relatados por los doctores René Hernández Va-
liente y José Albino Tinetti.
31 Tal como se resalta en: Tinetti, Albino, “Consideraciones sobre las reformas constitucionales” en:
Revista de Derecho Constitucional, San Salvador, Corte Suprema de Justicia, N° 2, enero-marzo de
1992, pp. 33-56. Este artículo se publicó entonces sin identificar a su autor, pero no existe contro-
versia sobre el hecho de que fue el doctor Tinetti quien lo escribió.
32 Art. 248.- La reforma de esta Constitución podrá acordarse por la Asamblea Legislativa, con el
voto de la mitad más uno de los Diputados electos. / Para que tal reforma pueda decretarse debe-
rá ser ratificada por la siguiente Asamblea Legislativa con el voto de los dos tercios de los Diputa-
dos electos. Así ratificada, se emitirá el decreto correspondiente, el cual se mandará a publicar en
el Diario Oficial. / La reforma únicamente puede ser propuesta por los Diputados en un número
no menor de diez. / No podrán reformarse en ningún caso los artículos de esta Constitución que
se refieren a la forma y sistema de Gobierno, al territorio de la República y a la alternabilidad en
el ejercicio de la Presidencia de la República.
33 “La impaciencia política de algunos los llevó a proponer maneras extraconstitucionales –aunque
fuese “por una única vez”– para permitir que si la legislatura que terminaba su período no hubie-
se querido o no hubiese podido aprobar las reformas, lo hiciese la siguiente sin tener que esperar
ratificación de otra Asamblea”. Tinetti, “Consideraciones sobre las reformas constitucionales”, an-
tes citado.
34 El “doble cerrojo” o la intangibilidad de las reglas sobre reforma constitucional sí aparecía en
la Constitución Política de la República de El Salvador de 1939, que en su art. 188 disponía: “Se
estatuye que en esta forma no podrán alterarse de ninguna manera los artículos comprendidos
en los Títulos I, V, VI, VII, VIII y XII, y este mismo Título XV, los que solo podrán ser reformados por
una Asamblea Constituyente”. Aunque esta “autoprotección” no aparece en el art. 248 Cn., si se
piensa en las reglas de reforma constitucional como una de las principales garantías de defensa
de la Ley Primaria y mecanismo esencial para su rigidez, parece claro que “el cambio de las reglas
de cambio” sería una manera desleal o fraudulenta de tratar con la Constitución. Todo ello en el
plano de la validez jurídica y sin perjuicio de que, en los hechos, bajo ciertas condiciones de crisis
política, la realidad vaya por otros derroteros.
35 Tinetti, “Consideraciones sobre las reformas constitucionales”, antes citado.
36 El debate sobre los límites de la reforma constitucional, incluyendo la posibilidad de cambiar las
reglas sobre cómo debe efectuarse dicha reforma y sobre los contenidos que pueden o no ser
afectados, tiene como trasfondo sesudas cuestiones filosóficas y políticas, como la necesidad de
xxviii
adaptar el Derecho a una realidad cambiante, para evitar que generaciones futuras se vean someti-
das a la “tiranía de los muertos”, pero sin abandonar del todo la dosis adecuada de rigidez constitu-
cional que hace estable la ordenación de la comunidad. La Constitución debe mutar para sobrevivir,
salvándose del triste riesgo de la obsolescencia, pero algunos cambios podrían acabar con ella.
37 Véase: “Acuerdos de México (27/4/1991)”, en: Naciones Unidas, Acuerdos de El Salvador: En el
camino de la paz, San Salvador, Oficina de Información Pública de ONUSAL, 1993, pp. 13-33.
38 Al respecto pueden consultarse las entrevistas publicadas en El Diario de Hoy, en diciembre de
2017, a dos de los protagonistas de ese proceso: Hernández Valiente: “Desde ese momento,
el FMLN juró estar comprometido con la Constitución” (https://historico.eldiariodehoy.com/
historico-edh/66535/hernandez-valiente-desde-ese-momento-el-fmln-juro-estar-comprometi-
do-con-la-constitucion.html); y Samayoa: “Antes no se podía acceder al poder por medios de-
mocráticos” (https://historico.eldiariodehoy.com/historico-edh/66510/samayoa-antes-no-se-po-
dia-acceder-al-poder-por-medios-democraticos.html).
39 Por ejemplo, la propuesta se trabajó a partir de un proyecto presentado por el FMLN, pero al-
gunos de sus contenidos eran en ese momento prácticamente inviables, como la supresión de
la Fuerza Armada. En cambio, la separación estricta de las funciones de seguridad pública y de
la defensa nacional, con la sujeción explícita de la primera al respeto de los derechos humanos
(expresión incorporada al texto constitucional mediante esta reforma) fue retomada y aprobada.
Otro impase fue la ubicación institucional del Ombudsman o Procuraduría para la Defensa de los
Derechos Humanos, finalmente situada dentro del Ministerio Público. También se experimenta-
ron cambios de última hora en la configuración del Tribunal Supremo Electoral, sugerido por el
equipo redactor como un auténtico tribunal con funciones jurisdiccionales y, en consecuencia,
con independencia judicial, lo que no fue aceptado en su totalidad.
40 La creación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos fue uno de los con-
tenidos generados exclusivamente por las partes negociadoras, con la asesoría de los expertos
internacionales, y en este caso la labor de la comisión redactora consistió en ubicarla dentro del
Ministerio Público y cambiar el nombre del Título respectivo de la Constitución, para conciliarlo
con dicha inserción.
41 En Tinetti, “Consideraciones sobre las reformas constitucionales”, antes citado, se reseñan los cam-
bios a la Constitución con un enfoque descriptivo y analítico, pero también pedagógico, incluso
con una tabla para visualizar los artículos reformados y cada uno de los cinco ejes temáticos o
áreas afectadas por la reforma: 1- Órgano Judicial; 2- Salvaguarda de los derechos humanos y
protección de la Constitución; 3- Materia electoral; 4- Fuerza Armada y Seguridad Pública; y 5- Pro-
ceso de formación de ley. Además del artículo antes citado, para el estudio de dicha reforma cons-
titucional también es relevante consultar: Bertrand Galindo, Francisco, “Los acuerdos legislativos
de 1991 sobre reformas constitucionales”, en: Revista de Ciencias Jurídicas, San Salvador, Centro
de Investigación y Capacitación del Proyecto de Reforma Judicial, Año 1, N° 1, 1991, pp. 1 y ss.; y
Kuri, Silvia Lizette, “Consideraciones generales sobre las reformas a la Constitución de la Repúbli-
ca”, en: Comisión Coordinadora del Sector de Justicia, Constitución y Recopilación de legislación
penal y de menores, Tomo I, San Salvador, Unidad Técnica Ejecutiva del Sector de Justicia, 1999,
pp. 219 y ss.
42 Bertrand Galindo, Francisco, Tinetti, José Albino, Kuri de Mendoza, Silvia y Orellana, María Elena, Ma-
nual de Derecho Constitucional, San Salvador, Centro de Investigación y Capacitación, Proyecto
de Reforma Judicial, 1992, 2 tomos.
43 La cita del manual y del doctor Tinetti como uno de sus coautores es un “argumento de autori-
dad” en varias sentencias constitucionales, como permite comprobar una búsqueda simple en la
base de datos del Centro de Documentación Judicial (www.jurisprudencia.gob.sv).
44 Dirección del Centro de Investigación y Capacitación del Proyecto de Reforma Judicial, “Presentación del
Primer Número de la Revista de Ciencias Jurídicas”, en: Revista de Ciencias Jurídicas, San Salvador,
Centro de Investigación y Capacitación del Proyecto de Reforma Judicial, Año 1, N° 1, 1991, pp.
i-iii. Según esta presentación, los manuales pretendieron que el estudiante desarrollara el voca-
bulario técnico propio de cada materia y un nivel de abstracción para manejar sus conceptos con
propiedad y seguridad, pero también fortalecer su actitud crítica, “que le haga funcionar no solo
con una perspectiva legista bien informada sino con la capacidad de administrar ciencia jurídica
utilizando recursos doctrinales válidos en la etapa actual de desarrollo del derecho”.
xxix
45 Bertrand Galindo y otros, obra citada, Tomo 1, pp. xxxii y xxxiii. Hay una impronta didáctica común
en los textos del doctor Tinetti. La orientación formativa del manual y su utilidad práctica innega-
ble es mérito por supuesto de todo el equipo de coautores, pero se destaca cómo ello enlaza en
particular con la vocación docente de nuestro homenajeado, quien enseña también mediante la
palabra escrita, fruto de su labor investigadora.
46 Respecto de esta carencia llamó la atención también el doctor Tinetti, considerándola muestra
de una “cultura jurídica ágrafa”, pues, como ejemplo de ello: “El número de constituciones con
las que hemos contado superaba hasta hace muy poco tiempo el de personas que habían escrito
obras sobre esta disciplina”. Tinetti, José Albino, “Prólogo”, en: Anaya Barraza, Salvador Enrique y
otros, Teoría de la Constitución Salvadoreña, San Salvador, Proyecto para el Fortalecimiento de la
Justicia y de la Cultura Constitucional en la República de El Salvador, Unión Europea, Corte Supre-
ma de Justicia, 2000, p. xv.
47 Publicado en: Revista de Ciencias Jurídicas, San Salvador, Centro de Investigación y Capacitación
del Proyecto de Reforma Judicial, Año 1, N° 2, enero de 1992, pp. 149-258.
48 La Escuela Judicial había sido creada en 1991 como una dependencia de la Corte Suprema de
Justicia, mediante Acuerdo 51 de 5/2/1991, publicado en el Diario Oficial N° 35, Tomo N° 310, de
20/2/1991. A la fecha del curso reseñado por el doctor Tinetti en su artículo, estaba pendiente
la puesta en práctica de la reforma constitucional de 1991, del art. 187 Cn., que había asignado
la competencia de organización y funcionamiento de la Escuela Judicial al Consejo Nacional de la
Judicatura, como actualmente funciona, desde 1994.
49 Tinetti, “Estudios constitucionales en los programas…”, citado, p. 190.
50 Por ejemplo, sobre las mutaciones constitucionales y la interpretación de los conceptos jurídicos
indeterminados se dice que: “en combinación con otro tipo de actividades y medidas, pueden
ayudar en nuestro país a conseguir una especie de quimera: lograr que el cambio social pueda
penetrar en el sistema político sin destruir sus bases fundamentales; es decir, conciliar la necesidad
de cambiar la Constitución y realizar el valor seguridad, el cual, juntamente con la justicia en todas
sus variedades y el bien común, deben orientar a todo derecho y muy particularmente al consti-
tucional salvadoreño”. Tinetti, “Estudios constitucionales en los programas…”, citado, p. 216.
51 Publicado en: Revista de Ciencias Jurídicas, San Salvador, Centro de Investigación y Capacitación
del Proyecto de Reforma Judicial, Año II, N° 5, enero de 1992, pp. 205-298. El texto identifica los
aspectos de mayor interés de la sentencia y sugiere ejercicios de investigación y discusión a sus
lectores, incluyendo una lista numerada de los principales contenidos, una tabla sobre las disposi-
ciones legales examinadas y el texto íntegro de la decisión.
52 Hay diversas propuestas metodológicas para el estudio de sentencias judiciales, como puede
constatarse en: Atienza, Manuel, “Cómo analizar una sentencia penal”, en: Ventana Jurídica, San
Salvador, Consejo Nacional de la Judicatura, N° 11, Año VII, Vol. I, enero-junio 2014; Courtis, Chris-
tian, “El juego de los juristas. Ensayo de caracterización de la investigación jurídica”, en: Courtis,
Christian (Ed.), Observar la ley. Ensayos sobre metodología de la investigación jurídica, Madrid,
Trotta, 2006; Gordillo, Agustín, El método en derecho. Aprender, enseñar, escribir, crear, hacer,
Madrid, Civitas, 1988 (capítulo “Análisis de fallos”); y López Medina, D., El derecho de los jueces en
América Latina. Historia, usos y técnicas, San Salvador, USAID, 2011.
53 En 1993, en coincidencia con la época en que el doctor Tinetti laboró para la Unidad Técnica Ejecu-
tora de la Comisión Coordinadora del Sector Justicia, esta editó una valiosísima colección de publi-
caciones con ocasión del X Aniversario de la Constitución de El Salvador. En la presentación de la
colección, cuidadosamente redactada y con un contenido que representa una substanciosa cápsu-
la de cultura jurídica, se demuestra la importancia de acudir a los aportes de la Historia del Derecho
Constitucional para lograr una cabal comprensión de ese tipo de normas. La colección incluye una
Constitución concordada con los artículos respectivos de las Constituciones anteriores a la de 1983,
cuando esas correspondencias existen; el texto de dichas Constituciones previas, de 1824 a 1962;
y los Documentos Históricos de la Asamblea Constituyente de 1950-1951. Originalmente se previó
también publicar en un volumen de esa colección la jurisprudencia de inconstitucionalidad desde
1951 a 1993, pero no se encontró material suficiente, relevante o presentable, lo que indica un la-
mentable desuso o muy poco desarrollo de esa importante herramienta de control constitucional
durante todos esos años. Volviendo al esfuerzo de publicación de documentos históricos constitu-
cionales, un esfuerzo similar debería realizarse con la publicación de las “Versiones taquigráficas
xxx
que contienen la discusión y aprobación del Proyecto de la Constitución de la República de 1983”,
de la Unidad de Archivo Legislativo de la Asamblea Legislativa, cuyo contenido es de útil consulta
para el estudio y análisis histórico de diversos problemas constitucionales.
54 Otro valioso trabajo que corresponde a esta caracterización es: Tinetti, José Albino, “La juris-
dicción constitucional en El Salvador”, en: Hernández Valle, Rubén y Pérez Tremps, Pablo (coords.),
La justicia constitucional como elemento de consolidación de la democracia en Centro América,
Valencia, Tirant lo Blanch, 2000, pp. 57-128.
55 Podría considerarse que estos rasgos ya aparecen en sus textos iniciales. Su tesis para optar al tí-
tulo de Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, “Las instituciones del Derecho Laboral en las
Constituciones de Centroamérica” (San Salvador, Universidad de El Salvador, julio de 1970), es un
comentario más bien breve sobre la regulación constitucional de la materia en la región. Carece
de sentido buscar en el pasado las claves para interpretar el presente conforme a un orden cons-
truido desde lo que hoy sabemos. No siempre hay causalidad, ni rígidos itinerarios de coherencia
modélica. Sí vale la pena destacar la recurrencia de la Constitución y de los derechos fundamen-
tales en la propuesta investigadora del entonces doctorando. También podría faltar sensatez al
juzgar con los estándares de hoy una tesis doctoral de entonces. Hay sin duda una distancia muy
grande entre el “aparato crítico” que hoy se exige y los aspectos de forma de la tesis citada. Sin
embargo, dentro de lo hoy podríamos considerar limitaciones (ausencia de introducción, metodo-
logía, conclusiones y fuerte contenido de trascripciones normativas), los comentarios trascienden
las fuentes formales del Derecho, relacionan el contexto económico regional de la época, apun-
tan ciertos datos históricos y, sobre todo, muestran una orientación hacia la escritura académica
atenta a la realidad y su transformación, desde un pensamiento que se proyecta con claridad
como analítico, crítico y antiformalista.
56 Como dice Ferrajoli, “la batalla por la democracia es hoy, como siempre, una batalla sobre todo
cultural. En un doble sentido: en el sentido de que el nexo entre democracia y Constitución es
un hecho cultural, hoy desaparecido del sentido común, y en el sentido, más general, de que el
desarrollo de la cultura es un factor esencial de la construcción de la democracia”. Ferrajoli, Luigi,
Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional, Prólogo y traducción de Perfecto An-
drés Ibáñez, Madrid, Trotta, 2011, p. 109.
57 La importancia de la “creencia en el valor del diálogo” se plantea en: Tinetti, José Albino, “Formas
y mecanismos de defensa de la Constitución”, en: Fundación de Estudios para la Aplicación del
Derecho (FESPAD), La Constitución de El Salvador. Conferencias, San Salvador, 1998, p. 89. Sobre
el alcance de dicha “creencia” puede verse: Hauriou, André, Gicquel, Jean y Célard, Patrice, Dere-
cho Constitucional e Instituciones Políticas, Barcelona, Ariel, 1971, pp. 68-70. Los “constitucionalis-
mos” recientes, como el dialógico, el transformador, el aspiracional, entre otros, se comentan en:
Uprimny, Rodrigo, “Las transformaciones constitucionales recientes en América Latina: tendencias
y desafíos”, en: Rodríguez Garavito, César (coord.), El derecho en América Latina. Un mapa para el
pensamiento jurídico del siglo XXI, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2011, pp. 109 y ss.
58 La Escuela Judicial inició sus funciones dentro del Consejo Nacional de la Judicatura en 1994, pero
al parecer hace falta una reconstrucción histórica precisa de esa importante fase inicial de su
desarrollo. Algunos datos de esta naturaleza expone: Rodríguez Meléndez, Roberto, “A 20 años de
ser y hacer Escuela: Itinerarios para fortalecer la institucionalidad de la capacitación judicial en El
Salvador”, en: Ventana Jurídica, San Salvador, Consejo Nacional de la Judicatura, Año VII, Vol. 1,
N° 11, enero-junio 2004, pp. 13-48 (especialmente en la p. 20).
59 El panorama institucional con relación a este aspecto ha cambiado en forma relevante, a partir de
la creación de escuelas de capacitación dentro de las distintas instituciones del Sector. Rodríguez
Meléndez, “A 20 años de ser y hacer Escuela…”, citado, p. 26.
60 Consejo Nacional de la Judicatura, IURISRED: Presentación del proyecto, San Salvador, 1999, 10 pp.
61 Cruz Azucena, José Manuel y otros, Ensayos N° 1. Tres temas fundamentales sobre la fase inicial
del proceso penal, San Salvador, Consejo Nacional de la Judicatura, 1999, pp. 60 a 528. La ela-
boración del ensayo del doctor Tinetti, que como toda investigación seria tuvo momentos de
“tela de Penélope”, fue una manera de enseñar con el ejemplo el trabajo de investigación y
producción de conocimiento esperado en una Escuela Judicial. El texto tiene su marca de fábrica,
un rigor “tinéttico”, caracterizado por la disección sucesiva, a ratos vertiginosa, de los temas y
sus contenidos relevantes, espiral de puntualizaciones exitosamente rescatada de la complejidad
xxxi
gratuita mediante un conjunto de herramientas metodológicas para facilitar su estudio y lectura.
Desde un apartado inicial sobre “Cómo leer este libro”, hasta un sistema de referencias cruzadas
puntillosamente verificado, convierten a este texto en un ejemplo digno del tipo de investigación
que correspondería liderar desde la capacitación judicial, centrado como está en problemas ope-
rativos inmediatos de los juzgadores y su personal (aunque también se necesitan, y mucho, las
investigaciones sociojurídicas que sustenten las políticas de justicia, a las que antes nos referimos,
nota 29). La continuación de esfuerzos de producción académica como el de Iurisred requeriría
atender la carencia de formación suficiente sobre las propias técnicas, enfoques y métodos de la
investigación jurídica, que debería priorizarse entre los capacitadores judiciales, pero extenderse
también hacia los propios jueces y sus colaboradores. Falta claridad sobre si los programas de
posgrado o Maestría Judicial –cuya finalidad propia es formar investigadores académicos universi-
tarios y no jueces–, que fueron financiados por el Consejo y la Corte Suprema de Justicia, tuvieron
ese enfoque o cómo han contribuido a dotar de sostenibilidad el cumplimiento de la atribución
legal que le corresponde al Consejo, en la investigación de los problemas del sistema de justicia.
62 Consejo Nacional de la Judicatura, Programa de Formación Inicial para Jueces. Memoria de Labores
2001-2003, San Salvador, septiembre de 2003, 23 pp. También respecto de este programa parece
ausente una documentación histórica precisa sobre su finalización, las razones –y los motivos–
que la causaron. Su costo económico es una hipótesis más bien débil, si se tienen en cuenta las
posibilidades que hoy da el uso de un aula virtual y su esquema de estudio flexible, al menos en
relación con la formación teórico-práctica. Las fuertes implicaciones políticas de un proceso de
selección para el ingreso a la carrera judicial que dificulte las prácticas de clientelismo partidario o
gremial tienen mejor semblante explicativo.
63 En 1999 hubo un primer intento de despedirlo, junto con otros jefes de unidades del Consejo
Nacional de la Judicatura, mediante acuerdos del Pleno basados en una disposición legal que
ordenaba la realización de concursos de oposición para continuar en los cargos que los afectados
tenían varios años de estar ejerciendo. Fue necesario interponer un amparo, que suspendió el
despido de facto, aunque finalizó mediante una resolución de sobreseimiento (Resolución de
Amparo 368-99, de 4/4/2000), por haberse declarado la inconstitucionalidad de la disposición
legal aludida (Sentencia de Inconstitucionalidad 5-99, de 20/7/1999).
64 Criollo, José Ernesto, “Proyecto de Perfeccionamiento Técnico y Científico de los Miembros de la
Carrera Judicial como Criterio para Evaluar a los Aspirantes a Promociones y Ascensos”, en: Enlace,
San Salvador, Consejo Nacional de la Judicatura, N° 10, enero-marzo 2003, pp. 11-14. La idea de
la vinculación entre capacitación y avance del juzgador hacia escalones superiores de la carrera
judicial ha sido retomada en los llamados “programas de especialización” que actualmente se
desarrollan para jueces de paz que pretendan optar en el futuro a judicaturas de primera instan-
cia. Consejo Nacional de la Judicatura, Plan Estratégico Institucional 2018-2022, Unidad Técnica de
Planificación y Desarrollo, San Salvador, diciembre de 2017, pp. 13 y 21. Falta, sin embargo, como
faltó con el PFI, el reconocimiento legal adecuado de esa vinculación necesaria entre capacitación
y carrera judicial.
65 Concepción del juez que es un presupuesto para el diseño de sus modelos de formación: Malem
Seña, Jorge, El error judicial y la formación de los jueces, Barcelona, Gedisa, p. 207. Pensar la función
judicial y pensar la escuela judicial de modo permanente y crítico, así como actuar en consecuen-
cia, es indispensable para evitar el “virus de la manipulación política”, gráficamente descrito en
una obra clásica sobre el tema: “esto es, que en lugar de promover una judicatura calificada e in-
dependiente, el establishment logra, mediante un sinnúmero de viejas y nuevas tretas, mantener
antiguos privilegios, favoritismos y condicionamientos partitocráticos o personales, pero camufla-
dos ahora bajo el ropaje santificador de la escuela. En tal supuesto, esta promete el saneamiento
del Poder Judicial pero de hecho mantiene su ilegitimidad. A través de una serie de subterfugios
(el bloqueo de la escuela como ente de preselección, la reducción de sus funciones, la devaluación
de su diploma, la digitación de sus docentes, etc.) es factible así que el centro judicial concluya
como simple artificio gatopardista”. Sagüés, Néstor Pedro, Las escuelas judiciales, México, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, 1998, pp. 122-123.
66 Bain, Ken, Lo que hacen los mejores profesores de universidad, Traducción de Óscar Barberá, Va-
lencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2007, p. 29.
67 El buen humor como antioxidante necesario del día a día, incluso, o quizá sobre todo, en el
solemne recinto de la academia, es confirmado por otro reconocido maestro, en su reflexión de
xxxii
que: “La investigación y la enseñanza deben causar placer, tanto para el docente como para el
estudiante; y lo causan si se las toma en serio, sin perder el ҅common touch҆ y la dosis de humor
que hacen soportable cualquier actividad humana.” Garzón Valdés, Ernesto, “Diez mandamientos
para la vida universitaria”, en: Isonomía, N° 9, octubre de 1998, p. 54.
68 Garzón Valdés, obra citada, pp. 50-51.
69 “Enseñando a aprender”, para construir “fábricas, no almacenes”, como recuerda: Savater, Fer-
nando, El valor de educar, Barcelona, Ariel, 1997, p. 50.
70 Weber, Max, El político y el científico, Traducción de Francisco Rubio Llorente, Madrid, Alianza
Editorial, 3ª edición, 2012, p. 185.
71 Un profesor docto, íntegro y prestigioso, como el que describe: López, David Ernesto, De la Filo-
sofía a la Educación. Fundamentos de una Filosofía de la Universidad, Antiguo Cuscatlán, Cen-
tro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades, Universidad Dr. José Matías Delgado, 2012,
pp. 506‑512.
72 Platón, Diálogos socráticos [Fedro], Estudio preliminar por Ángel Vassallo, Colección Los Clásicos
de Grolier International, Estados Unidos de América, Editorial Cumbre, 14ª Edición, 1979, p. 247.
73 Lledó, Emilio, El surco del tiempo, Barcelona, Crítica, 2000, p.175
74 La expresión es de Harold Bloom, crítico literario y ensayista estadounidense, retomada por López
Medina en su tesis sobre los procesos de asimilación (o tergiversación) de las ideas jurídicas trans-
nacionales. López Medina, Diego, Teoría Impura del Derecho. La transformación de la cultura jurídi-
ca latinoamericana, Bogotá, Legis, 2005 (3ª reimpresión), pp. 37 y ss.
xxxiii
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
xxxvi
no funcionan de igual manera cuando se trata de una realidad física, que cuando
se trata de una realidad humana. En la primera, la teoría no modifica en principio la
realidad y pretende ajustarse rigurosamente a la misma, en la segunda –aunque no
sea de propósito– la teoría puede transformar y casi siempre transforma la realidad
que se somete a teorización. Esto explica en parte la función dinámica de la teoría
de la que antes hablamos. Una teoría sobra la realidad histórica o social no es ajena
a ella, viene a ser un hecho que se integra a la misma y en muchas ocasiones, es un
hecho de suma importancia. Hay que tener conciencia, además, que una teoría so-
bre realidades humanos, puede producir efectos que se consideren o beneficiosos o
dañinos; por ello, para el teorizador se plantean graves cuestiones éticas. Él no debe
atenerse sólo a instancias intelectuales, como usualmente lo hace quien teoriza so-
bre lo natural, él “tiene que poseer a la vez pulcritud y conciencia moral”8.
Pablo Lucas Verdú expresa sobre este particular lo siguiente: “Las grandes
conmociones político-sociales han sido precedidas -como es bien conocido por una
previa siembra ideológica. Luego, políticos y juristas se encargan, ajustándose más
o menos a esos precedentes, de establecer la arquitectura formal e institucional
que ordenará los cambios producidos”.
“De mismo modo, todo cambio político suscita una correspondiente dogmáti-
ca constitucional que lo explica e interpreta en términos normativo-institucionales.
La nueva situación política se refleja en esa dogmática, pero ésta, a su vez, intenta
influir sobre aquella”9.
xxxvii
c) Derecho Constitucional Comparado, el cual estudia los diversos ordena-
mientos constitucionales para establecer singularidades, similitudes y contrastes.
Las finalidades de esta tercera disciplina son meramente descriptivas.
No es del caso tampoco abordar ahora todos esos problemas y sólo interesa
comentar uno de ellos en el ámbito del Derecho Constitucional Comparado. Ac-
tualmente el objeto de comparación no se limita a los textos constitucionales, los
cuales en la terminología de Karl Loewenstein puede en muchos casos ser cons-
tituciones nominales o semánticas, meros disfraces de una realidad contraria al
modelo formalizado en la Ley Fundamental, con lo cual suele suceder que algunas
disposiciones sean idénticas, pero su efectividad práctica totalmente distinta. En
razón de lo anterior, la disciplina indaga también sobre el funcionamiento real de
las instituciones, la vigencia y protección efectiva de los derechos, etc. Un ámbito
de mucho interés contemporáneo es la comparación de la jurisprudencia de los
tribunales constitucionales.
xxxviii
definitiva, se ha llegado a concluir que lo determinante es la finalidad perseguida
con la comparación. Si, por ejemplo, el objetivo es utilizar la comparación como
recurso auxiliar para la interpretación, no hay duda que lo útil será comparar la
realidad del intérprete con la de ordenamientos semejantes a la misma. También
se acepta que la comparación es más fácil, cuando se trata de ordenamientos ho-
mogéneos. Actualmente ya no se discute la legitimidad de la comparabilidad de
ordenamientos heterogéneos.
Como es natural, aun cuando estas tres disciplinas se distinguen, ellas se inte-
rrelacionan de diversas maneras.
xxxix
disciplina tiene un fin esencialmente dogmático. Los autores de la obra reafirman
esa orientación al calificar aquella como una “Teoría”, dada la íntima relación que
hay entre el enfoque teórico y el dogmático11. Sobre este término ya se adelanta-
ron algunas consideraciones, por lo que ahora se dirigirá la atención a la finalidad
“dogmática” de este libro.
xl
escuela consideró que la ley era indiscutible, principalmente para el juez, quien no
debía hacer más que buscar en el texto legal la solución del caso concreto.
Después de Savigny y los primeros maestros de esta escuela, ella se fue orien-
tando hacia la denominada “jurisprudencia conceptualista” que daba predominio
a los elementos teóricos. La tendencia, con los llamados Pandectistas, fue más allá,
pues suprimió toda relación entre la vida y los elementos dogmáticos del Derecho,
que sistematizó en construcciones realizadas con el auxilio exclusivo de la lógica
formal, orientándose así hacia un puro formalismo desvinculado totalmente de la
vida social. Sus críticos afirmaron que el pensamiento jurídico había alcanzado casi
el supremo límite de la perfección técnica y que, por lo mismo, no se prestaba a ser
comprendido por el pueblo, con lo cual se oponía a la misión del Derecho, de crear
un orden justo de la vida, es decir, de ser un Derecho para el pueblo.
xli
En Francia, Geny se opone al dogmatismo de la Escuela de la Exégesis y pos-
tula que el Derecho tiene fuentes reales y no sólo formales. Construye la teoría de
los elementos experimental y racional del Derecho. Él y sus seguidores sostuvieron
que texto y objeto social son los dos factores que deben tenerse en cuenta al in-
terpretar el Derecho.
Se ha dicho que el dogmatismo del siglo XIX negó la relación entre las normas
jurídicas y la vida social y también entre ellas y el plano axiológico. La formulación
correcta es que en la perspectiva sobrestimadora de su obra, los racionalistas con-
sideraron que el legislador, en su sabiduría, había elaborado textos legales que
encerraban toda la vida social posible, es decir que toda relación social presente
estaba considerada y todo cambio futuro de la realidad social estaba previsto.
Además, que por ser un fruto de la razón, esos textos eran intrínsecamente justos.
Si ello era así ¿Qué sentido tendría un análisis crítico, desde la perspectiva de los
valores, de tales textos?
xlii
necesidad, de la crítica axiológica de aquel derecho y el análisis de su efectividad
en la práctica. Es decir, que tales autores asignan un carácter incompleto al aspecto
dogmático y postulan que la disciplina jurídica debe introducir los elementos exis-
tenciales y axiológicos en su análisis.
xliii
de dogmática constitucional que vengan a sustituir las clásicas, las cuales todavía
ocupan nuestro quehacer intelectual aunque sea para criticarlas.
Lo anterior es explicable. Los autores de este libro han vivido una experiencia
sin precedentes: su trabajo y sus actividades han estado directamente vinculados
con un fenómeno inédito entre nosotros y es la transformación –aun en desarro-
llo– de la Constitución de una entelequia a un cuerpo normativo eficaz.
xliv
la misma; su proyección material y formal; rigidez y cambio constitucionales; la teo-
ría del control constitucional y la defensa de la Constitución; la interpretación cons-
titucional. Los mismos han sido abordados con rigor científico y con la profundidad
adecuada a los propósitos de la obra. Ella está destinada a servir de apoyo a las
actividades docentes de las universidades. Hay que tener claro que no se trata de
un “manual” o de un “comentario”, sino de un instrumento auxiliar para lecturas
complementarias a lo que aporten aquel tipo de obras y la actividad del docente.
Mediante lecturas dirigidas de partes del libro, podrán organizarse productivas
actividades de discusión. No hay duda que los beneficiarios de este esfuerzo no se
agotarán en los originalmente considerados, pues la calidad de la obra satisfacerá
las expectativas de múltiples miembros de nuestra comunidad jurídica.
xlv
NOTAS
1 García Pelayo, Manuel. Derecho Constitucional Comparado. (5a Ed.) Madrid: Revista de Occi-
dente, 1959. pp. 20-22; Biscaretti di Ruffa, Paolo. Derecho Constitucional. Madrid: Tecnos, 1973
p. 71-73; e Introducción al Derecho Constitucional Comparado. México, D.F: Fondo de ultura
Económica, 1975. pp. 13-25; Hernández Valle, Rubén. El Derecho de la Constitución. San José:
Juriscentro, 1993. pp. 28-30.
2
Op. Cit.p. 72.
3
Transcripción de García Pelayo. Op. Cit.p. 21
4
Ibid.
5
García Pelayo. Op. Cit.p. 21
6
Heller, Hermann. Teoría del Estado. México, D.F.; Fondo de Cultura Económica, 1955. p. 19.
7
Véase voz= “Teoría” en: Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. (4a Ed.) Buenos Aires: Sud-
americana, 1958. p. 1317. Las consideraciones que se exponen sobre tal definición y sus comenta-
rios, resumen las ideas de Ferrater Mora y de los autores que él cita, sobre el tópico.
8
Ferrater Mora. Op. Cit. p. 1318.
9
Lucas Verdú. Pablo. Curso de Derecho Político. Madrid: Tecnos, 1984. Vol.IV.p.86.
10
De Vergottini, Giuseppe. “Balance y Perspectivas del Derecho Constitucional Comparado” en: Re-
vista Española de Derecho Constitucional. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales. Año 7.
Nº 19, Enero-Abril 1987, p. 167.
11 Al respecto, Pablo Lucas Verdú expresa lo siguiente: “La dogmática jurídica pretende dominar
la realidad social correspondiente al campo de su especialización, de suerte que la respectiva al
Derecho Constitucional se esfuerza en regular las realidades y relaciones político-sociales. La dog-
mática constitucional aparece como teoría de la Constitución.” Op.cit.p.85.
12 Sobre la Dogmática Jurídica véase el desarrollo que en relación a ella ha elaborado el Dr. Juan
Carlos Gardella en Enciclopedia Jurídica Omeba. Buenos Aires: Driskill, 1986, T.IX, pp. 223-234.
La exposición de ideas sobre este tema sigue el esquema de análisis de dicho autor y constituye
en gran medida un resumen de su planteamiento.
13 Gardella, Juan Carlos. Op.cit.p.223
14 El mismo Kelsen culminó su vida en Berkeley realizando investigaciones sobre axiología jurídica.
Allí escribió la obra ¿Qué es la Justicia? De paso se haca notar que es destacable que dos de los
autores de esta obra, citan la definición de justicia formulada por Kelsen en aquel libro. Es una de-
finición emotiva y subjetiva de tal valor, inusitada para un pontífice del formalismo; sin embargo,
es explicable la atracción de ella para esos dos jóvenes abogados salvadoreños, pues incorpora
elementos que cuando ellos vivieron su niñez e iniciaron la etapa de la juventud -”ese asomarse
al gran horizonte que es la vida,” en la cual todavía se encuentran-, no existían en El Salvador: la
libertad, la paz, la democracia y la tolerancia. Ellos y el resto de coautores de este libro, han esta-
do inmersos en el drama de conquista de tales paradigmas y ahora, con su compromiso y con su
obra, están incorporados al esfuerzo nacional de fortalecerlos y consolidarlos.
15 Aragón, Manuel. Constitución y Democracia. Madrid: Tecnos, 1989.p.17.
xlvii
NOCIONES BÁSICAS SOBRE EL
CONCEPTO DE CONSTITUCIÓN
NOCIONES BÁSICAS SOBRE EL CONCEPTO DE CONSTITUCIÓN
S. Enrique Anaya
SUMARIO:
I. Acotación. II. Exordio. 1. Necesidad de explicación del concepto de Constitu-
ción. 2. Concepto “constitucionalmente adecuado”. III. Supuesto básico de la
Constitución: soberanía popular. 1. Referencia a la idea de soberanía. 2. La dig-
nidad humana como fundamento del sistema político y jurídico. 3. Atribución
de la soberanía al pueblo. (a) Consecuencia jurídica: “Constitución” del poder.
(b) Consecuencia política: Principio democrático y republicano. (c) Consecuen-
cia económica: Mercado, subsidiariedad estatal y solidaridad. IV. Concepto de
Constitución. V. Contenido esencial de la Constitución. 1. Mínimun vital jurídico:
Teoría de los derechos fundamentales. 2. No absolutismo del poder: Teoría de la
distribución y control del poder. VI. Rol de la Constitución. 1. Rol político-jurídico.
2. Rol técnico-jurídico. VI. Bibliografía.
Extracto:
Toda labor de compresión del texto constitucional e, incluso, la actividad de
desarrollo y aplicación de la Constitución implica –de modo inevitable– que el in-
térprete posee un concepto de Constitución, así no sea consciente de ello. Por ello,
para comprender el propio hacer, es conveniente tener claro a qué nos referimos
cuando hablamos de Constitución, específicamente a la ideas filosóficas, políticas
y jurídicas que comprende, desde hace más de 200 años, tal vocablo.
Palabras clave:
Constitución. Soberanía popular. Dignidad humana. Derechos fundamenta-
les. División del poder.
I. ACOTACIÓN
II. EXORDIO
6. Plantear los tópicos y/o problemas básicos que supone una discusión so-
bre el concepto de Constitución es el propósito de estas líneas. No se trata, por
ello, de la descripción y/o explicación de las más destacadas elaboraciones hechas
por la doctrina jurídica, sino de la consignación de las ideas conclusivas del autor
sobre el tema (casi un pensar un voz alta).
4
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
5
S. Enrique Anaya
17. Sin embargo, siendo que la noción de Constitución como idea jurídica res-
ponde a una concreta génesis histórica, a una ideología específica, el constitucio-
nalismo11, también es cierto que un concepto jurídico de Constitución válido en la
actualidad –en el siglo XXI, sobre la base de una evolución social, política y jurídica
desde el siglo XVII– solo tiene sentido si se le concibe como parte de una específica
forma política, de una específica forma de Estado, el Estado Constitucional o, si se
prefiere, del Estado Constitucional de derecho12.
18. El equilibrio entre las dimensiones mesojurídica –un sistema jurídico con-
creto– y macrojurídica –la pertenencia a una “familia de Estados Constituciona-
les”13, a un acervo jurídico– es indispensable para que el concepto de Constitución
sea, por un lado, útil para resolver los problemas concretos y actuales14 y, por otro
lado, coherente con el actual desarrollo del mundo del Derecho15.
6
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
22. Una vez negado que el poder posea una validez a priori o sea producto de
una revelación o decisión divina, es indispensable buscar una explicación racional
del poder: una justificación agnóstica –esto es, no confesional, aunque tampoco
atea– del poder22.
23. Una explicación del poder debe cumplir actualmente, si desea ser tomada
en serio, con un fundamento ético que sea respetuoso del rigor filosófico y con una
sistemática propia del método académico, en el sentido que debe partir de la noción
del respeto a todo ser humano. Y el fundamento ético de cualquier posible teoriza-
ción del poder debe adoptar, como idea primigenia, la dignidad humana; premisa
que a su vez es también fundamento para la consolidación, evolución y desarrollo
de la normativa constitucional, sobre todo a través de una interpretación evolutiva23.
25. Si bien es cierto que la idea de dignidad humana está estrechamente vin-
culada –en su origen– a una concepción iusnaturalista del orden jurídico (ley di-
7
S. Enrique Anaya
vina, regla moral, etc.), hoy en día tal concepción es innecesaria y podría ser que
hasta inconveniente25: la necesidad racional de admitir la dignidad humana viene
impuesta no por “derecho natural” sino como imperativo lógico de la posibilidad
de la convivencia humana pacífica.
27. Asumir tal premisa del sistema jurídico y político impone que la actuación
de las entidades estatales y de la interpretación del régimen normativo debe po-
ner énfasis en los derechos y libertades de las personas28, esto es, los efectos en
las personas humanas ha de ser la perspectiva de la actuación estatal y el control
de los poderes29, esto es, una perspectiva personalista o humanista del sistema
político y jurídico.
8
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
9
S. Enrique Anaya
35. Por otra parte, es innegable que en nuestro país las ideas liberales fueron
acogidas por políticos e intelectuales para la transformación del agro en detrimen-
to de las comunidades que usufructuaban gran parte de las tierras cultivables;
convirtiéndose, en definitiva, en una acción política inspirada en un liberalismo
limitado al fomento de la propiedad individual, pero muy distante del objetivo en
cuanto a los que, según sus preceptos filosóficos y políticos, debían ser los bene-
ficiarios, que en nuestro país debían ser los campesinos al dotarlos de propiedad
personal. Ahora bien, las deficiencias sociales y políticas –pero sobre todo eco-
nómicas– que el liberalismo economicista generó en nuestro país no autorizan a
desechar el liberalismo como propuesta filosófica, política y jurídica.
36. Lo que corresponde recuperar hoy en día del liberalismo son sus tres gran-
des aportaciones: el valor de la libertad, la noción de tolerancia y la dimensión de
las personas en la configuración de la esfera pública, no necesariamente estatal.
Además, debe tenerse presente que en las últimas décadas el liberalismo, sin re-
nunciar a sus postulados básicos, plantea entre sus problemas esenciales el de la
justa distribución social de los bienes con el fin de crear una sociedad más justa40.
37. Junto a la idea de libertad está la idea de igualdad41, pues una comunidad
de individuos libres necesariamente es una comunidad de individuos iguales –ética
y jurídicamente–; y ello porque ningún ser humano está autorizado a priori a ejer-
cer dominación sobre otro ser humano42.
3. Soberanía popular
39. Y es que si se acepta como válido que las nociones de libertad e igualdad
son atribuibles y predicables respecto de los seres humanos, si reconocemos que
éstos trascienden su calidad de individuos y constituyen personas, es obligado ad-
mitir que cada persona es “soberana” respecto de sí y, consecuentemente, al tras-
ladar tal noción a “la gente”, grupo social, a la colectividad, a la sociedad, al pue-
blo, es necesario aceptar, para conservar la coherencia racional, que la estructura
10
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
unitaria de esa colectividad, esto es, el pueblo, es soberano respecto de sí. Así, a
la “soberanía de la persona” corresponde la “soberanía del pueblo”44.
43. Así, para que una comunidad política funcione como tal, como unidad49,
necesariamente requiere de una forma, pues el orden político –y el Estado que
genera– no puede imaginarse abstractamente, sino que requiere poseer un orden,
una “forma organizada”. Y no siendo el Estado una realidad apriorística o natu-
ral50, sino un producto social de realidad histórica y concreta, el único método de
articular realidades sociales es a través de la organización, de la forma51.
11
S. Enrique Anaya
45. Es vital insistir en este último aspecto: es imposible que algo sea y no sea
al mismo tiempo y, por ello, es imperativo de coherencia racional que el poder
constituyente no se niegue a sí mismo62 y, por ende, el poder derivado de la Cons-
titución es necesariamente un poder limitado. De este modo, la noción de poder
ilimitado se vuelve una contradictio in terminis, esto es, intrínsecamente contradic-
toria y, en consecuencia, falsa.
47. Bajo las anteriores premisas es que, como fruto de la Constitución, puede
hablarse de un Estado Constitucional; pero también es válido, dado que la crea-
ción, construcción y limitación del poder se efectúa a través de normas, de Estado
Constitucional de Derecho64, con la comprensión que éste no significa que toda la
actividad social esté regulada por normas jurídicas, sino que el poder público sólo
puede ser usado en los casos definidos por la ley y de forma tal que pueda razona-
blemente preverse como va a ser usado.
12
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
52. Dada esa sinergia entre Constitución y democracia, esta adquiere, desde
una perspectiva político-jurídica, la calidad de principio legitimador de la Consti-
tución71 y, en consecuencia, como tal se proyecta en todo el sistema jurídico (de
modo relevante, en el sistema de partidos y en el sistema electoral).
13
S. Enrique Anaya
59. Ello opera incluso en las actividades económicas, a pesar que en las últimas
décadas se había asumido la libre intervención del Estado en dicho ámbito81: y es
que si partimos de la idea de libertad, es claro que la actividad económica de una
colectividad debe entenderse fundamentada en aquélla (en su concreta manifes-
tación de libertad económica, lo que conduce tanto a la libertad laboral como a la
libertad de empresa82), y esto conduce a que es la iniciativa de los particulares la
que actúa como motor de crecimiento y de progreso.
14
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
62. Así se contempla en nuestro sistema jurídico, ya que el inciso 1º del art.
102 de la Constitución declara que se “garantiza la libertad económica, en lo que
no se oponga al interés social”; y en el inciso 1º del art. 103 de la Constitución se
dispone que se “reconoce y garantiza el derecho a la propiedad privada en función
social”.
15
S. Enrique Anaya
72. En la dimensión macrojurídica debe tenerse presente que hoy en día, con
la caída de los modelos marxistas en la última década del siglo XX101, no existen
actualmente modelos alternativos al modelo constitucional como explicaciones ra-
16
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
74. Toca, pues, plantear un concepto que por un lado sea coherente al interior
de la misma normativa constitucional y, por el otro no reniegue de las tradiciones
esenciales del constitucionalismo104:
Constitución es, en definitiva, un conjunto normativo que determina una for-
ma democrática de la organización política que, a partir de la soberanía popular y
mediante la consagración de los derechos fundamentales de las personas y la distri-
bución y control del poder, dispone tanto la estructura básica como las condiciones
esenciales y límites para el ejercicio democrático del poder.
77. Tal como se señaló, las notas esenciales del concepto de Constitución son
la consagración de los derechos fundamentales y la distribución y control del po-
17
S. Enrique Anaya
der111; pues los mismos son los instrumentos de técnica político-jurídica que asegu-
ran la limitación del poder. Es necesaria una breve referencia –prácticamente una
mera indicación– a ambos aspectos.
79. El ámbito individual exento de control por el poder está constituido por
el conjunto de los derechos individuales –constituyendo una esfera individual o pri-
vada114–; y la efectiva participación social se realiza tanto por el ejercicio de los de-
rechos sociales –esfera social115– como de los derechos políticos –esfera política116–.
Es conveniente señalar que las citadas esferas de derechos fundamentales no son
estancos separados o incomunicados, sino que se interrelacionan y condicionan
mutuamente117.
18
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
82. Ya que se presenta una base teórica común para los derechos políticos y
sociales, es posible la siguiente comparación: así como los derechos políticos no
persiguen la unanimidad del pensamiento político, sino la oportunidad de presen-
tar y divulgar cualquier causa política; los derechos sociales no persiguen la unifor-
midad social y económica de todas personas que integran la comunidad, sino la
reducción de las diferencias de oportunidad entre las personas.
83. Y es que así como la disidencia y el conflicto son resultado inevitable del
mercado de ideas, las diferencias sociales y económicas son consecuencia ineludible
de la competencia y del mercado; pero frente a cada situación negativa o indesea-
ble existe una perspectiva positiva, así: frente a la disidencia política, la tolerancia
por las ideas de los demás y el diálogo como medio para lograr el consenso básico;
frente a las diferencias sociales y económicas, la facilitación de oportunidades.
86. Esa distribución del poder no significa que todos los órganos a los que se
atribuya aquél posean la misma competencia y estén colocados al mismo nivel,
sino que se persigue que a distintos órganos correspondan distintas competencias
y atribuciones, lo que obliga a disponer tanto mecanismos de cooperación y/o
co-decisión como mecanismos de solución de conflictos, sea que éstos se susciten
19
S. Enrique Anaya
entre los particulares y los órganos del poder127, o que acontezcan entre órganos
estatales128.
87. Desde las premisas consignadas en los párrafos que anteceden, las líneas
básicas del sistema de distribución y control del poder129 se describen, en esencia, así:
a. una diversificación de las tareas públicas y su asignación a distintas enti-
dades130;
b. el establecimiento de mecanismos de cooperación131 y/o codecisión;
c. creación de mecanismos de solución de conflictos132; y,
d. procedimiento dificultado de reforma constitucional133.
1. Rol político-jurídico
90. Se trata, en realidad, en tales posturas, de las dos caras de una misma mo-
neda: La negación de juridicidad a la Constitución. Y es que esta actitud genera,
por un lado, la asunción irreflexiva de un positivismo legalista, que al entender el
Derecho como técnica de dominación, la Constitución queda reducida a expresión
de los poderes fácticos, despojándola de los principios que la sustentan; y, por otro
lado, a entender que se trata de un instrumento circunscrito únicamente a la polí-
tica, que no puede ser utilizado como parámetro de solución de casos concretos.
20
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24
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
NOTAS
1 Sobre los esfuerzos por delimitar los contornos de esta expresión –neoconstitucionalismo-, cfr.,
entre una bibliografía ingente, Núñez Leiva, J.I., Neoconstitucionalismo y control de constitucio-
nalidad de la ley. ¿El constitucionalismo del derecho libre?, Porrúa, México; 2013; VV.AA., Constitu-
ción, neoconstitucionalismo y derechos. Teoría y aplicaciones en la interpretación de los derechos
constitucionales, Porrúa, México, 2012; VV.AA., los artículos recopilados en Doxa, Cuadernos de
Filosofía del Derecho, Universidad de Alicante, No. 34, 2011; Cruz, Luis M., Estudios sobre el neo-
constitucionalismo, Porrúa, México, 2006; VV.AA., Neoconstitucionalismo y estado de derecho,
Limusa, México, 2006, con coordinación de Pedro Torres Estrada; y, VV.AA., Neoconstitucionalis-
mo(s), Trotta, Madrid, 2003, coordinado por Miguel Carbonell.
2 Sobre la importancia de la Teoría de la Constitución, Rubio Llorente, F., Constitución; voz en En-
ciclopedia Jurídica Básica, Civitas, Madrid, 1995, vol. I, p. 1524; expone: “La idea de Constitución
es objeto de un interminable debate teórico en el que se entrecruzan, de una parte, diversas
concepciones políticas (lo que García-Pelayo denomina conceptos de Constitución), de la otra,
diversos modos de concebir el Estado, el Derecho y la relación entre ambos (…). La complejidad
del debate y su riqueza han dado como resultado que esta idea se convierta en objeto de una
disciplina específica (la Teoría de la Constitución, que es una teoría del Estado constitucional); o,
del mismo autor, La forma del poder (Estudios sobre la Constitución), Centro de Estudios Constitu-
cionales, Madrid, 1993, p. 79: “Es cosa sabida que, en nuestro tiempo, la Teoría de la Constitución
tiende a ocupar de manera cada vez más acusada el lugar que antes ocupó la Teoría del Estado
como regina scientiarum, como ciencia primera, base y fundamento de todo el saber jurídico”.
Precisamente la pervivencia de la concepción primigenia de Constitución es lo que motiva que en
Estados Unidos de América no se plantee como problema su concepto.
3 No interesa al Derecho otras acepciones del vocablo, ni tampoco los conceptos ajurídicos de Cons-
titución. Sobre la inoperancia de tales conceptos en la ciencia jurídica, ver Rubio Llorente, F.,
La forma del poder, cit., p. 80.
4 Ejemplos, en El Salvador, de textos en los que se pretende abordar el tema del concepto de Cons-
titución, pero que en realidad se trata de la mera y simple transcripción de definiciones de autores
extranjeros, sin análisis ni toma de postura sobre las mismas, son las publicaciones de Solano Ra-
mírez, M.A., Estado y Constitución, CSJ, San Salvador, 1998 y ¿Qué es una Constitución?, CSJ, San
Salvador, 2000; ya que en ambas publicaciones, el tema del concepto de Constitución se limita a
un ejercicio de acumulación de párrafos de textos ajenos; en concreto, se circunscribe a la repro-
ducción de acápites de textos de Schmitt, Loewestein, Pérez Royo, García Pelayo, Heller, Hauriou,
Burdeau y Aragón, pero no existe ninguna propuesta de Solano Ramírez sobre el concepto de
Constitución aplicable en El Salvador.
5 Rubio Llorente, La forma del poder, cit., p. XXV, señala: “Como se ha dicho muy autorizadamente,
ni quien pretende cultivar el Derecho Constitucional como disciplina, ni quien ha de aplicarlo en la
práctica, sea cual fuere la condición en la que se lleva a cabo es aplicación, pueden prescindir de
un concepto de Constitución, pues ese concepto resulta indispensable para referir al todo del que
forman parte las heteróclitas y atípicas normas que integran la Constitución y sin esa referencia a
la totalidad no es posible interpretarlas”.
6 Como explica Rubio Llorente, La forma del poder, cit., p. 80: “Como juristas no nos interesa cono-
cer el origen remoto y mediato de las normas, sino el próximo e inmediato. El Derecho es segura-
mente un producto social, y es vano e estéril cualquier intento de prescindir de esa conexión, pero
el Derecho en abstracto, la idea misma del Derecho, tiene una realidad propia, una estructura
peculiar y es, sobre todo, una mediación necesaria que, en virtud de esa necesidad, condiciona
ineludiblemente el producto final, el Derecho concreto, cada derecho”.
7 Como bien señala, Rubio Llorente, La forma del poder, cit., p. XXV: “La acepción puramente des-
criptiva del término, como equivalente de estructura, o configuración, o complexión, es tan inútil
para el Derecho, como, supongo, es para la biología el concepto de legitimidad, al menos en el
sentido que los juristas lo utilizamos”; o, en términos equivalentes, Hesse, K., Constitución y dere-
cho constitucional, en Manual de Derecho Constitucional, IVAP y Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 1:
“Esto es algo que no puede ofrecer una teoría general y abstracta insensible, que no enmarque la
Constitución en la realidad político-constitucional y sus peculiaridades históricas”.
25
S. Enrique Anaya
8 A este punto se refiere Hesse, K., Escritos de Derecho Constitucional (Selección), Centro de Estudios
Constitucionales, 2ª edición, Madrid, 1992, pp. 3-4: “Para la teoría del Derecho Constitucional un
concepto así resultaría vacío de contenido y, por lo mismo, incapaz de fundamentar una compren-
sión susceptible de encauzar la resolución de los problemas constitucionales prácticos planteados
aquí y ahora. Desde el momento en que la normatividad de la Constitución vigente no es sino la de
un orden histórico concreto, no siendo la vida que está llamada a regular sino la vida histórico-con-
creta, la única cuestión que cabe plantearse en el contexto de la tarea de exponer los rasgos bási-
cos del Derecho Constitucional vigente es la relativa a la Constitución actual, individual y concreta”.
9 Fioravanti, M., Constitución. De la Antigüedad a nuestros días, Trotta, Madrid, 2001, p.12, lo ex-
plica claro y contundente: “Por este motivo, interesa en primer lugar restituir cada doctrina cons-
titucional a su tiempo histórico, rechazando todo intento de actualizar las doctrinas antiguas y
medievales, o de encontrar en ellas las llamadas “raíces” del constitucionalismo moderno”.
10 Al respecto, Hesse, K., Constitución y Derecho Constitucional, cit., p. 1, expone: “Parte del reco-
nocimiento de que la Constitución de una concreta comunidad política, su contenido, la singula-
ridad de sus normas y sus problemas han de ser comprendidos desde una perspectiva histórica.
Sólo la conciencia de esta historicidad permite la comprensión total y el enjuiciamiento acertado
de las cuestiones jurídico y político-constitucionales”.
11 Rolla, G., Garantía de los derechos fundamentales y justicia constitucional, Porrúa-Instituto Mexi-
cano de Derecho Procesal Constitucional, 2006, p. 1, es sumamente contundente al respecto: “El
parteaguas que separa las concepciones antigua y moderna de Constitución está constituido por el
proceso revolucionario que a finales del siglo XVIII, determinó la crisis del Estado absoluto y la afir-
mación del Estado constitucional de derecho. El nacimiento de la Constitución en sentido moderno
está relacionado con la afirmación del constitucionalismo, o sea con la aprobación solemne de las
Cartas constitucionales, que se inspiran en los valores de las grandes revoluciones liberales (…)”.
12 La SCnCSJ hace – ocasionalmente- uso de esta expresión; v. gr., SCNSI de las 15 hs del 1 de abril
de 2004, en el proceso acumulativo de inconstitucionalidad No. 52-2003: “Dicho concepto, con-
diciona al derecho a la protección, en cuanto esto haga posible la tutela de los derechos de los
individuos, máxime en el marco de un Estado Constitucional de Derecho, que adopta la dignidad,
libertad e igualdad de la persona y los derechos que de tales valores derivan, como fundamento
de la convivencia nacional y fines hacia los cuales el Estado debe orientar su actuación, tal como
lo dispone la Constitución, en el Preámbulo, art. 1 inc. 1 y 2 inc. 1°”.
13 Sobre el sentido de la expresión “familia de Estados constitucionales”; ver Häberle, P., “El re-
curso de amparo en el sistema germano-federal de jurisdicción constitucional”, en VV.AA., La
jurisdicción constitucional en Iberoamérica, coordinadores D. García Belaunde, y F., Fernández
Segado., Dykinson, Madrid, 1997, p. 249.
14 Como bien dice Häberle, P., Op. cit., p. 235: “Cada nación en particular varía en cuanto al tipo
Estado Constitucional en función de cada historia cultural y política”.
15 Sobre los efectos beneficiosos de la tendencia a la “globalización” de las nociones básicas del cons-
titucionalismo, Häberle, P., Op. cit, p. 234, señala: “Sobre todo hoy, pues desde el annus mirabilis
de 1989 tienen una oportunidad única el Derecho Comparado y la Historia del Derecho: trabajar
juntos en el tipo “Estado Constitucional”, comparativamente en el espacio y en el tiempo”.
16 Al respecto, Rubio Llorente, La forma del poder, cit., p. XXVI, hace la siguiente precisión: “Hablo
naturalmente desde el punto de vista del Derecho. El poder, como fenómeno social, surge de las
relaciones existentes entre los hombres, pero el poder que nace de las relaciones fácticas no es to-
davía poder político. Es poder desnudo, pero no señorío; Macht, pero no Herrschaft; se impone en
razón de su capacidad para doblegar la voluntad ajena, pero no puede pretender la obediencia
como un deber de los sometidos, cuyo quebranto justifique el empleo de la fuerza”. La distinción
entre fuerza y derecho ya la señalaba prístinamente en el siglo XVIII Rousseau, J., El contrato
social, UCA, San Salvador, 1987, pp. 27-28: “Él más fuerte no es nunca bastante fuerte para ser
siempre el señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber (…). Ceder a la
fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; es, a lo más, un acto de prudencia. --- Ahora bien,
¿qué es un derecho que perece cuando la fuerza cesa? Si es preciso obedecer por la fuerza, no se
necesita obedecer por deber, y si no se está forzado a obedecer, no se está obligado (…).--- Con-
vengamos, pues, que fuerza no constituye derecho, y que no se está obligado a obedecer sino a
los poderes legítimos”.
26
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
17 2ª acepción de voz soberanía en Diccionario de la Lengua Española; Real Academia Española, 22ª
edición, Madrid, disponible en www.rae.es
18 1ª acepción de voz soberano en Diccionario de la Lengua Española, cit., disponible en www.rae.es
19 Loewestein, K., Teoría de la Constitución, Ariel, Barcelona, p. 24.
20 Para un acercamiento a las distintas justificaciones del poder, ver Rey Cantor, E., Teorías políticas
clásicas de la formación del Estado, Temis, 3ª edición, Santa Fe de Bogotá, 1996; y para la com-
prensión de aquéllas en el contexto histórico y filosófico, ver Touchard, J., Historia de las ideas
políticas, Tecnos, 5ª edición, Madrid , 1996. Ahora bien, la explicación del poder jurídico desde la
dignidad humana es un esfuerzo de racionalización de aquel, aunque posiblemente solo se trate,
como nos relata un historiador tan popular como Harari, Y.N, Homo Deus. Una historia del maña-
na, Debate, México, 2016, p. 246, de una nueva religión: “La humanidad fue salvada no por la ley
de la oferta y la demanda, sino por el auge de una nueva religión: el humanismo”.
21 Harari, Op. Cit., p. 247 y ss, expone: “El pacto moderno nos ofrece poder a condición de que
renunciemos a nuestra creencia en un gran plan cósmico que da sentido a la vida (…) El antídoto
contra una existencia sin sentido y sin ley lo proporcionó el humanismo, un credo nuevo y revo-
lucionario que conquistó el mundo durante los últimos siglos. La religión humanista venera a la
humanidad, y espera que esta desempeñe el papel que Dios desempeñaba en el cristianismo y el
islamismo y que las leyes de la naturaleza desempeñaban en el budismo y el taoísmo. Mientras
que tradicionalmente el gran plan cósmico daba sentido a la vida de los humanos, el humanismo
invierte los papeles y espera que las experiencias de los humanos den sentido al gran cosmos (…)
Según esto, la revolución religiosa fundamental de la modernidad no fue perder la fe en Dios; más
bien, fue adquirir fe en la humanidad”.
22 Por ello, Rubio Llorente, en Constitución, cit., p. 1525, señala “(…) y por ello no cabe hablar de
Constitución en aquellas estructuras de poder en las que éste fundamenta su pretensión de legiti-
midad no en normas, sino en la condición carismática de quienes lo ejercen, o en su identificación
con determinados valores ideológicos o nacionales”.
23 Al respecto, entre muchos, Canosa Usera, R., “Interpretación evolutiva de los derechos fundamen-
tales”, en VV.AA., Constitucionalismo. Dos siglos de su nacimiento en América Latina, Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, México, 2013; pp. 141 y ss.
24 Hoy se asume esta idea como evidente, pero históricamente es una conquista, como lo relata Go-
yard-Fabre, S., “Los derechos del hombre: orígenes y prospectiva”, en VV.AA, Problemas actuales
de los derechos fundamentales, edición a cargo de J. Sauca, Universidad Carlos III de Madrid y
Boletín Oficial de Estado, Madrid, 1994; p. 27: “La filosofía, la política y el derecho tenían en la
Antigüedad y en la Edad Media un horizonte cosmo-teológico donde la referencia a lo humano
cobraba necesariamente un carácter derivado o secundario (…). Pero será con Descartes cuando
el hombre devenga verdaderamente el centro de referencia de la reflexión filosófica. El dualismo
alma-cuerpo, el primado del pensamiento sobre el hombre, la diferencia esencial entre la humani-
dad y la animalidad, etc., son otros rasgos que convergen hacia al antropocentrismo, suplantando
éste al naturalismo cosmológico y al teologismo (…). Sin embargo, colocando al hombre en el
primer plano de la escena filosófica, otorgándole el status y la dignidad de sujeto por la cual se
valora el ser racional y el proceso de perfeccionamiento, abre el camino de la cultura humanista
del mundo occidental moderno”.
25 Sobre la inconveniencia de la fundamentación iusnaturalista de la dignidad humana, ver Rubio
Llorente, La forma del poder, cit., p.. 87; y, para una introducción a la crítica, desde la perspectiva
del método y de la teoría del conocimiento, a las doctrinas iusnaturalistas, ver Barros Bourie, E.,
Método científico y principios jurídicos del gobierno constitucional, en Estudios públicos, disponi-
ble en www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303183640/rev02_EBarros.pdf
26 Sobre la idea de la dignidad humana como premisa antropológico-cultural del Estado Constitu-
cional, resulta obligado referirse a Häberle, P., El Estado Constitucional, UNAM, México, 2001,
pp. 169 y ss.
27 Informe Único de la Comisión de Estudio del Proyecto de Constitución [1983]. Transcripción toma-
da de anexo III de Constitución de la República de El Salvador –1983-; en colección Diez años de la
Constitución de El Salvador; UTE, San Salvador; 1993, p. 230. La redacción final del articulo 1 varió
por propuestas hechas durante la Sesión Plenaria de la Asamblea Constituyente, por lo que el
inciso primero del Art. 1 de la Constitución reza así: “Art. 1.- El Salvador reconoce a la persona hu-
27
S. Enrique Anaya
mana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado para la consecución
de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común”. La formulación del texto constitucional
no refleja con precisión la base filosófica que aducen los miembros de la Comisión de Estudio,
pero en todo caso es patente la voluntad constituyente.
28 Al respecto, en la SCNSI, de las 8 hs. y 20 m. del 20 de noviembre de 2007, en el proceso de incons-
titucionalidad No. 18-98 se consignó: “Al analizar el texto y contenido del Preámbulo de la Cons-
titución salvadoreña se advierte que la máxima decisión del constituyente se encuentra fundada
en la idea de un Estado y una Constitución personalista, en donde la persona humana no solo
es el objeto y fin de toda actividad estatal, sino el elemento legitimador de esa actividad. Es una
concepción filosófica basada en el respeto a la dignidad de la persona natural, como mecanismo
esencial para establecer los fundamentos de la convivencia nacional, para crear una sociedad más
justa, fundada en el espíritu de la libertad y la justicia como valores inherentes a una concepción
humanista”.
29 Una concreción jurisdiccional de esta comprensión del Derecho aparece en la SCNSI, de las 15
horas del 26 de julio de 2017, en el proceso acumulativo de inconstitucionalidad No. 1-2017/25-
2017, en la que con relación a la formulación y contenido del presupuesto estatal se consignó:
“La actividad financiera pública tiene una unidad teleológica de sentido que surge del propio
ordenamiento constitucional: hacer efectivas las instituciones del Estado Constitucional de Dere-
cho y los derechos fundamentales. El concepto básico que se transforma en el enfoque financie-
ro-presupuestario clásico es el de “necesidades públicas” porque en tal tipo de Estado estas solo
pueden tener relevancia si deviene en un concepto constitucional. De esta manera, la finalidad de
la actividad financiera es darle efectividad a las instituciones y derechos constitucionales. Aquí se
juega la constitucionalización y juridización completa de la actividad financiera del Estado. De la
finalidad de la actividad financiera pública de otorgarle efectividad a las instituciones constitucio-
nales surge la construcción en cadena de la protección financiera de los derechos fundamentales
ya que de la “actividad financiera pública” en general se da paso a la “actividad presupuestaria”
en particular, y de las “instituciones constitucionales” en general a los “derechos fundamentales”
en particular/La Ley de Presupuesto no puede concebirse sin su vinculación con los derechos
fundamentales, particularmente los derechos económicos, sociales y culturales, en relación con lo
previsto en el art. 1 Cn.”.
30 Sobre la libertad como derecho, la SCnCSJ, en SCNSI, de las 12 hs. del 14 de diciembre de 1994,
en el proceso de inconstitucionalidad No. 17-95, consignó: “Teniendo en cuenta las anteriores
consideraciones, debe partirse del hecho que la constitución salvadoreña califica de derecho fun-
damental no sólo a determinadas libertades- verbigracia, libertad de expresión- sino la libertad,
como se deduce tanto del artículo 2 como del artículo 8, ambos de la Constitución.--- A pesar de lo
aseverado en infinidad de oportunidades acerca de la multiplicidad de los significados de “liber-
tad”, y por tanto sobre la suma dificultad y sin más en baladí intento de formular una definición
de ella, es indispensable señalar - aún brevemente y sobre la base del sistema constitucional salva-
doreño - el contenido esencial de ese derecho general de libertad otorgado por la Constitución; es
decir, no corresponde e esta sentencia hacer un análisis sobre la libertad, ya que - además de no
ser pertinente - ello requeriría un exhaustivo estudio de filosofía jurídica, social, política y moral,
sino que ha de limitarse a concretar algunas concretas manifestaciones de la libertad jurídica en
el sistema constitucional. --- Si bien muchas veces el derecho general de libertad se ha entendido
circunscrito a la posibilidad de obrar o de no obrar, sin ser obligado a ello o sin que se lo impidan
otros sujetos - que constituye lo que se conoce como “libertad negativa”-, en el ordenamiento
constitucional salvadoreño el derecho general de libertad también comprende la situación en la
que una persona tiene la real posibilidad de orientar su voluntad hacia un objetivo, es decir, la
facultad de tomar decisiones sin verse determinado por la voluntad de otros, incluido el Estado -
denominada clásicamente “libertad positiva”, “autodeterminación” o “autonomía” -. La primera
refiere una cualificación de la acción, la segunda una cualificación de voluntad”.
31 Por supuesto, la idea de la libertad o del libre albedrío como elemento caracterizador de la hu-
manidad está en constante evolución y hasta en cuestionamiento; v. gr., Harari, Op. Cit., p. 311
y ss., nos plantea: “En 2016, el mundo está dominado por el paquete liberal del individualismo,
los derechos humanos, la democracia y el mercado libre. Pero la ciencia del siglo XXI socava los
cimientos del orden liberal. Puesto que la ciencia no aborda cuestiones de valor, no puede deter-
minar si los liberales hacen bien en valorar más la libertad que la igualdad, o al individuo más que
al colectivo. Sin embargo, como cualquier otra religión, el liberalismo también se basa en lo que
28
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
considera declaraciones fácticas u objetivas, además de en juicios éticos abstractos. Y estas declara-
ciones fácticas sencillamente no resisten el escrutinio científico riguroso (…). Atribuir libre albedrío
a los humanos no es un juicio ético: pretende ser una descripción fáctica del mundo. Si bien esta
llamada descripción fáctica podría haber tenido sentido en la época de Locke, Rousseau y Thomas
Jefferson, no concuerda muy bien con los más recientes descubrimientos de la ciencia de la vida. La
contradicción entre libre albedrío y ciencia contemporánea es el elefante en el laboratorio, al que
muchos prefieren no ver mientras miran por sus microscopios y sus escáneres fMRI”.
32 Sobre tal dificultad, ver Alexy, R., Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Estudios Cons-
titucionales, Madrid, 1993, p. 211.
33 Para el tema de la libertad como relación triádica, ver Alexy, Op. cit., pp. 211-218.
34 Para una introducción a estos dos autores, ver Fernández Santillán, J., Locke y Kant: Ensayos de
filosofía política, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
35 HAYEK, F.A., Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, Madrid, 9ª edición, 2014, p. 32 y-ss;
quien amplía: “La libertad del libre puede haber diferido ampliamente, pero siempre dentro de
un grado de independencia que el esclavo en modo alguno poseyó. Significó en todo momento
la posibilidad de que una persona actuase según sus propias decisiones y planes, en contraste
con la posición del que se hallaba irrevocablemente sujeto a la voluntad de otro, quien, de modo
arbitrario, podía coaccionarle para que actuase o no en forma específica. La expresión que el
tiempo ha consagrado para describir esta libertad es, por tanto “independencia frente a la volun-
tad arbitraria de un tercero” (…). En dicho último sentido, la “libertad” se refiere únicamente a la
relación de hombres con hombres, y la simple infracción de la misma no es más que coacción por
parte de los hombres”.
36 Para una aproximación a las distintas propuestas de solución a esa situación de inseguridad así
como del fin que orienta cada posición, ver FERNÁNDEZ SANTILLÁN, Locke y Kant: Ensayos de
filosofía política, cit.; y, del mismo autor, Hobbes y Rousseau: Entre la autocracia y la democracia,
Fondo de Cultura Económica, México, 1ª reimpresión, 1992.
37 Para una introducción a los esfuerzos de la filosofía liberal por precisar sus conceptos básicos,
ver DI SILVEIRA, P., Filosofía de la liberación versus filosofía liberal, en Página Latinoamericana de
Filosofía, número 1, enero de 1997; y Sermeño, A., El renacimiento de los liberales: Una reflexión
desde América Latina, en Metapolítica, vol. 2, núm. 6, abril-junio de 1998, edición electrónica en
www.cepc.mex/metapolitica
38 Para esta visión del liberalismo, ver VON MISES, L., Introducción al liberalismo, en www.sigloxxi/
org/lib-01.htm ó www.shadow.net/rivero/liberamises.html
39 Sobre la conexión histórica entre liberalismo y propiedad, ver Ferreres Comella, V., Justicia cons-
titucional y democracia, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, p. 74: “La
finalidad [del liberalismo originario] era asegurar a los individuos un status de independencia
frente al poder de dominación estatal: sólo pueden participar sin miedo en la deliberación y dis-
cusión públicas aquellos que no se hallan en situación de dependencia económica. Por ello era tan
importante para el primer liberalismo la destrucción de los lazos de dependencia personal que
eran propios de la sociedad feudal. La protección de la propiedad privada servía para garantizar
el sentimiento de independencia sin el cual la participación en el proceso político no podía consi-
derarse auténticamente libre”.
40 Sobre este debate, sirve de introducción Rus Rufino, S. La justicia en el pensamiento jurídico an-
gloamericano contemporáneo. Acotaciones críticas , en https://revistas.um.es/daimon/article/
view/7321/7081
41 Sobre la igualdad como derecho en nuestro sistema constitucional, la SCnCSJ, en la citada SCNSI
de las 12 hs. del 14 de diciembre de 1994, en el proceso de inconstitucionalidad No. 17-95, expu-
so: “(…) es indispensable consignar algunas precisiones básicas sobre la configuración constitu-
cional de dicho derecho fundamental [igualdad], consagrado en el inciso primero del artículo 3
de la Constitución, en la parte que literalmente dice: “Todas las personas son iguales ante la ley”.
--- Como se sugiere del texto mismo, la fórmula constitucional contempla tanto un mandato en la
aplicación de la ley - por parte de las autoridades administrativas y judiciales - como un mandato
de igualdad en la formulación de la ley, regla que vincula al legislador. (…). --- Es evidente que el
mandato constitucional no significa que el legislador tiene que colocar a todas las personas en
las mismas posiciones jurídicas, ni que todas presenten las mismas cualidades o se encuentren en
29
las mismas situaciones fácticas. Pretender tal igualdad sólo provocaría la aparición de disparates
jurídicos, pues la riqueza de la diversidad humana no puede ser reducida a una sola categoría,
hay límites naturales que lo imposibilitan. Por lo tanto, el principio general de igualdad que vin-
cula al legislador no puede exigir que todos los sujetos jurídicos deban ser tratados exactamente
de la misma manera ni tampoco que todos deban ser iguales en todos los respectos. --- Ante la
imposibilidad de la igualdad universal, la técnica más recurrida - quizá por su amplitud - para dar
contenido al principio de igualdad es la fórmula helénica de “tratar igual a lo igual y desigual a
lo desigual”. (…) Sin embargo, en este iter de precisar la estructura del derecho a la igualdad en
la formulación de la ley, no puede obviarse que nunca dos sujetos jurídicos son iguales en todos
los respectos, sino que tanto la igualdad como la desigualdad de individuos y situaciones perso-
nales es siempre igualdad y desigualdad con respecto a determinadas propiedades; por ello, en
la aplicación de la lingüística estructural al análisis de las proposiciones jurídicas, se ha llegado a
determinar que los juicios de igualdad que constatan la igualdad con respecto a determinadas
propiedades, son juicios sobre relaciones triádicas; o, dicho con otras palabras, los juicios de igual-
dad son juicios sobre igualdad parcial, una igualdad fáctica referida sólo a alguna y no a todas
las propiedades de lo comparado. --- Si es claro que la igualdad designa un concepto relacional,
no una cualidad de las personas, aquélla ha de referirse necesariamente a uno o varios rasgos o
calidades discernibles, lo que obliga a recurrir a un término de comparación - comúnmente deno-
minado tertium comparationis -; y éste no viene impuesto por la naturaleza de las realidades que
se comparan, sino su determinación es una decisión libre, aunque no arbitraria de quien elige el
criterio de valoración. Se trata, pues, de una igualdad valorativa, pero que resulta relativizada de
dos maneras: se trata, en primer lugar, de una igualdad valorativa relativa a igualdad valorativa
relativa a determinadas consecuencias jurídicas”.
42 Expuesto magistral y clásicamente por Locke, J., Dos ensayos sobre el gobierno civil, Espasa Calpe,
Madrid, 1991, p. 72: “Puesto que ningún hombre tiene una autoridad natural sobre sus seme-
jantes, y puesto que la Naturaleza no produce ningún derecho, quedan, pues, las convenciones
como base de toda autoridad legítima entre los hombres”; en Rousseau, J., El contrato social, cit.,
p. 28; o de forma gráfica, casi poética, Locke: “Y en estas palabras no cabe el menor resquicio
que nos permita forzar su sentido y hacerlas significar que se trata de la donación a un hombre
del dominio sobre otro, a Adán sobre su descendencia (...)--- (…) De lo cual, considero que está
fuera de duda que el hombre no puede incluirse en esta donación y que, por tanto, a Adán no se
le otorgó dominio alguno sobre los de su propia especie”.
43 Con riqueza gráfica, sin que suponga aceptar la noción roussoniana de pacto social, Rousseau, J.,
El contrato social, cit., p. 36: “Este acto produce inmediatamente, en vez de la persona particular
de cada contratante, un cuerpo moral y colectivo, compuesto de tantos miembros como votos
tiene la asamblea, el cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad.
Esta persona pública que así se forma, por la unión de todos los demás, tomaba en otro tiempo
el nombre de ciudad y toma ahora el de república o de cuerpo político, que es llamado por sus
miembros Estado, cuando es pasivo; soberano, cuando es activo; poder, al compararlo con sus
semejantes; respecto a los asociados, toman colectivamente el nombre de pueblo”.
44 Una posición equivalente expone Ferreres Comella, V., Op. cit., p. 70: “… la “autonomía pública”
(la soberanía popular) y la “autonomía privada” (los derechos humanos) se presuponen mutua-
mente desde un punto de vista conceptual, y se originan históricamente de manera simultánea
(son “co-originarios”), como los únicos principios de legitimación que son posibles en la moder-
nidad”.
45 Sieyés, E., Ensayo sobre los privilegios; contenido en publicación ¿Qué es el Estado Llano?; Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988; p. 5. Párrafos adelante de la frase transcrita añade
Sieyés: “A mi juicio, los privilegios honoríficos tienen un vicio más, que me parece es el peor de
todos; consiste en que tienden a envilecer a la gran masa de ciudadanos y, ciertamente, no es
pequeño el mal que se causa a los hombres al envilecerlos” (p. 6).
46 O dicho de modo equivalente, por Aragón, M., Constitución y Democracia, Tecnos, Madrid, 1989,
p. 28: “La soberanía reside en el pueblo y, por tanto, a él pertenece el poder constituyente”.
47 Sobre la titularidad de la soberanía en la Constitución salvadoreña, ver Tinetti, A., Estudios Cons-
titucionales en los Programas de Capacitación de miembros del Sistema de Administración de Jus-
ticia, en Revista de Ciencias Jurídicas; Proyecto de Reforma Judicial, San Salvado, núm. 2, 1992,
pp. 181-185. Además, la SCnCSJ ha abordado el tema de la soberanía popular, vid., en la SCNSI de
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
31
S. Enrique Anaya
56 Smend, R., Constitución y derecho constitucional, cit., pp. 136-137, ofrece una comparación suma-
mente gráfica para comprender esta vital función de la Constitución: “(…) la constitución de una
asociación es el acto por medio del cual se crea un Consejo de Dirección y se establecen sus estatu-
tos, iniciándose así formalmente su actividad; independientemente del significado técnico de este
acto, lo verdaderamente importante es que este modo, además de regularse las obligaciones de
los promotores y la organización interna de la asociación se efectúa el paso del para-sí en el que
se encontraban hasta ahora todos y cada uno de los miembros de la asociación a la sociabilidad
que implica el ser miembros de una asociación (…) --- No es, por tanto, una simple casualidad,
sino algo perfectamente lógico, que la nueva fundamentación de la forma de vida política, la
integración de un pueblo, se designe con el mismo término que se utiliza para la constitución e
una asociación”.
57 2ª acepción del verbo erigir: “2. Dar a una persona o cosa un carácter o categoría que antes no
tenía”; en Diccionario de la Lengua Española; cit., disponible en www.rae.es
58 Hamilton, A. (o Madison, J.), El Federalista, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, ensayo
XLIX, p. 214:“Como el pueblo constituye la única fuente legítima del poder y de él procede la
carta constitucional de que derivan las facultades de las distintas ramas del gobierno”.
59 Ocupo el verbo construir en el sentido utilizado por Barcia, R., Sinónimos Castellanos, Pelardo,
Buenos Aires, 1939, p. 138: “Construir se compone de con, que expresa compañía, y de struere,
de donde procede la palabra estructura (…). Construir significa la misma idea, asociando la de co-
rrelación, orden, simetría. Construir es formar un conjunto, o una serie de estructuras, de formas,
de contornos”.
60 Rubio Llorente, F., Constitución, cit., p. 1525: “Las normas constitucionales pueden tener las más
diversas formas, pero en todo caso han de determinar cuál es el alcance posible del poder (…),
cuáles son los órganos que lo ejercen y qué tareas o competencias se atribuye a cada uno de
ellos”.
61 Sieyés, E., ¿Qué es el Estado Llano?, cit., p. 105 : “A esta necesidad de organizar el cuerpo del
gobierno, si se quiere que éste exista y que obre, es preciso añadir el interés que tiene la nación
en que el poder delegado no pueda nunca convertirse en nocivo para sus comitentes”.
62 Ibídem, p. 116, lo expone claramente: “Del mismo modo, una nación no puede decretar que su
voluntad común cesará de ser su voluntad común. (…). Por lo tanto, una nación no ha podido
jamás estatuir que los derechos inherentes a la voluntad común, es decir, a la mayoría, pasen a la
minoría. La voluntad común no puede destruirse a sí misma”. Este mismo punto, Rubio Llorente,
F., Constitución, cit., p. 1526, lo explica así: “Para que la Constitución no implique la desaparición
de aquel poder del que brota, es lógicamente necesario que el pueblo, el sujeto de la decisión,
preserve su propia existencia, que resultaría abolida si esa norma llevase a la creación de un poder
absoluto, frente al cual el pueblo sería simplemente objeto. Para preservar su propia subjetividad,
es indispensable por eso que el poder que mediante la norma constitucional se crea sea un poder
limitado”.
63 Sieyés, ¿Qué es el Estado Llano?; cit., p. 106, expone: “En cada una de sus partes la Constitución
no es obra del poder constituido sino del poder constituyente. Ninguna clase de poder delegado
puede cambiar nada en las condiciones de la delegación”. Extendiendo la limitación al poder
legislativo, Hamilton, A., El Federalista, cit., ensayo LXXVIII, p.332: “No hay proposición que se
apoye sobre principios más claros que la que afirma que todo acto de una autoridad delegada,
contrario a los términos del mandato con arreglo al cual se ejerce, es nulo. (…). Negar esto equi-
valdría a afirmar que el mandatario es superior al mandante, que el servidor es más que su amo,
que los representantes del pueblo son superiores al pueblo mismo y que los hombres que obran
en virtud de determinados poderes pueden hacer no sólo lo que éstos no permiten, sino incluso
lo que prohíben”.
64 El Estado Constitucional de Derecho puede entenderse, pues, como perfeccionamiento de la idea
de Estado de Derecho, idea que expresa García Pelayo, M., “Estado Legal y Estado Constitucio-
nal de Derecho. El Tribunal Constitucional español”, en Revista de Derecho Constitucional, Sala
de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador; No 2, 1992, p. 11 : “(…) la
culminación del proceso de desarrollo del Estado de Derecho o, dicho de modo más preciso, la
transformación del Estado legal de Derecho en Estado constitucional de Derecho (...). El primero
se caracteriza por el principio de legalidad, es decir, por la afirmación de la primacía de la ley sobre
32
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
los restantes actos del Estado, hecha efectiva por el funcionamiento de unos tribunales destinados
a garantizar la legalidad de la acción de la Administración estatal. El segundo se caracteriza por
el principio de constitucionalidad, es decir, por la primacía de la Constitución sobre la ley y por el
funcionamiento de una jurisdicción que entienda de la constitucionalidad de los actos del Estado,
incluida la propia ley. El Estado Constitucional de Derecho mantiene, pues, el principio de legali-
dad, pero subordina sus formas concretas de manifestarse al principio de la constitucionalidad”.
65 Al respecto, vid., Häberle, P., El Estado Constitucional, cit., pp. 171 y ss.
66 Sobre este tema, Aragón, M. Op. cit., pp. 26-27, expone: “Y ello porque entonces el Estado no
sería la forma jurídico-política adoptada por una comunidad, sino la impuesta a ella. El Estado no
sería del pueblo (forma auténtica) sino el pueblo del Estado (forma falsa, por contradictoria)”.
Y, en términos equivalentes, Maihoffer, W., Principios de una democracia en libertad, en Manual
de derecho constitucional, cit., p. 231: “en una democracia la autoridad susceptible de obligar al
pueblo a que obedezca sus propias leyes no es una autoridad impuesta por una instancia ajena,
sino una autoridad propia, otorgada por el propio pueblo a su Estado”.
67 Expuesto en expresión sintética, Rosseau, J., El contrato social, cit., p.. 59: “El pueblo sometido a
las leyes debe ser autor”.
68 Ferreres Comella, V., Op. cit., p. 69, señala: “(…) debemos entender que las personas son llamadas
a participar con igualdad en el proceso democrático no sólo para permitirles la defensa de sus
intereses, sino también para que expresen sus convicciones sobre la justicia y deliberen con otros
a fin de adoptar una determinada solución colectiva a los diversos conflictos que se producen en
la sociedad (…). En consecuencia, habrá que reconocer a esas mismas personas libertad para des-
plegar a lo largo de su vida su concepción ética del bien que se vayan formando”. Para la relación
triádica entre libertad, igualdad y democracia, ver Maihoffer, W., Op. cit., pp. 217-323.
69 Expresión de Rubio Llorente, F., La forma del poder, cit., p. 87.
70 Sobre este concepto y las exigencias que plantea, ver Schneider, H., Democracia y Constitución,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pp. 41-43.
71 Aragón, M., Op. cit., p. 27, precisa: “la democracia es el principio legitimador de la Constitución,
entendida ésta no sólo como forma política histórica (o como verdadera y no falsa forma de
Estado) sino, sobre todo, como forma jurídica específica, de tal manera que sólo a través de ese
principio legitimador la Constitución adquiere su singular condición normativa”.
72 Para una descripción de los puntos antogónicos que históricamente enfrentaron a esas concep-
ciones, ver Asensi Sabater, J., Constitucionalismo y derecho constitucional –Materiales para una
introducción-, Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, pp. 34-37; y para una reseña de la relación existen-
te entre aquéllas, ver tanto Prieto Sanchís, L., Supremacía, rigidez y garantía de la Constitución,
VV.AA., en La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Za-
mudio en sus cincuenta años como investigador del derecho; Instituto de Investigaciones Jurídicas,
Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2008, tomo I, pp. 806-824; y, Bobbio,
N., Liberalismo y democracia, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 109, quien resume
gráficamente la mencionada relación: “Mas contra uno y otro el liberalismo y la democracia se
transforman necesariamente de hermanos enemigos en aliados”.
73 Sobre la vinculación conceptual entre las ideas de libertad y democracia, Ferreres Comella, V., Op.
cit., p. 71: “El liberalismo parte del supuesto de que, en principio, toda persona es moralmente
capaz de formar autónomamente sus fines y seleccionar racionalmente los medios idóneos para
alcanzarlos. Esta misma confianza es la que la democracia proyecta al plano colectivo, haciendo
de la voluntad del Estado la voluntad que resulta de un proceso de deliberación y decisión públi-
cas en el que las personas expresan las convicciones políticas que libremente se han formado en
ejercicio de su capacidad de razonamiento moral. El liberalismo, en consonancia con su creencia
en la capacidad moral de las personas, aspira a crear espacios dentro de los cuales éstas puedan
gobernarse a sí mismas (…). La democracia lleva esta aspiración de autogobierno al plano de las
decisiones colectivas que deben tomarse a fin de coordinar esos espacios de libertad individual”.
74 Sobre la expresión, el concepto que encierra y las consecuencias de éste, ver Maihoffer, W., Op.
cit., pp. 217-323.
75 Sobre la noción básica de democracia constitucional y sus retos actuales, vid., Ferrajoli, L., Poderes
salvajes. La crisis de la democracia constitucional, Trotta, Madrid, 2ª edición, 2011.
33
S. Enrique Anaya
76 PRIETO SANCHÍS, L., Justicia constitucional y derechos fundamentales, Trotta, Madrid, 2003, p.
137, afirma al respecto: “El régimen constitucional y la democracia política parecen representar
ingredientes irrenunciables de nuestra forma de concebir la organización política y, de hecho,
históricamente parecen alimentarse de una misma filosofía, que es la filosofía liberal basada en
los derechos (…)”; y añade (Op. cit., pág. 147): “Sin embargo, no hay por qué prescindir de las
ficciones (…). Más bien al contrario, la experiencia histórica indica que Constitución y democracia
representativa se nutren de una misma filosofía política, de una nueva ficción si se quiere. Y ésta
no es otra cosa que la idea de contrato social que se divulga a partir de los siglos XVII y XVIII y
que evoca por igual el fundamento democrático del poder político y su limitación por los derechos
naturales”.
77 Sobre las nociones de disenso y consenso como motor de la democracia, ver Jesús RODRÍGUEZ
ZAPATA, Estado de Derecho, en Cuadernos de divulgación de la cultura democrática, No. 12, edi-
ción electrónica en www.agora.net/
78 Maihoffer, W., Op. cit., p. 250, señala: “(…) exige una organización de la república que tenga
como objetivo la mayor participación y codecisión posible de todos los ciudadanos por igual en
los asuntos públicos de su comunidad”.
79 Al respecto, Ariño Ortiz, G., Principios de Derecho Público Económico. Modelo de Estado, gestión
pública, regulación económica, Comares, 3ª edición, Granada, 2004, p. 109: “Subsidiaridad y soli-
daridad son conceptos metajurídicos que reflejan un conjunto de ideas y valores sobre el hombre
en la sociedad. En teoría, existe cierto acuerdo sobre su sentido; en la práctica se han concretado
en regímenes de ordenación económica y social muy diversos (…). --- Pues bien, en el orden de
las ideas y valores, hay dos principios esenciales, aparentemente contradictorios, que han jugado
siempre como polos de tensión en la configuración del orden social: uno de ellos es el principio de
libertad individual y subsidiariedad estatal, el otro principio de igualdad de todos los hombres y
de solidaridad social”.
80 Ariño Ortiz, G., Op. cit., p. 112, expone: “Esta exigencia de libertad es condición sine qua non para
el pleno desarrollo de la personalidad y para el ejercicio de la creatividad humana. Tal es el fun-
damento último del principio de subsidiariedad, que no se refiere sólo al ámbito económico, sino
sobre todo, muy esencialmente, a los ámbitos educativos, cultural, artístico e intelectual, porque
éstos son los grandes espacios de la creatividad humana. Así, en principio, no es papel del Estado
hacer cultura, ni predicar, éstas son misiones del individuo y de la sociedad, que deben ejercer con
libertad”.
81 Sobre los importantes cambios económicos, ideológicos, políticos y jurídicos que ha supuesto las
discusiones sobre el nuevo rol del Estado, cfr., Ariño Ortiz, G., et. al., Nuevo papel del Estado en
sectores regulados. Las telecomunicaciones de banda ancha, Fundación DMR-Ediciones Deusto,
Barcelona, 2005; pp. 10-13: “Esta transformación no es simplemente una transferencia de propie-
dad (privatización de empresa y bienes) de manos públicas a privadas. Se trata de una ruptura
de viejos conceptos sobre las funciones y el ámbito del Estado, que habían cristalizado durante
la primera mitad del siglo XX y que, pese a las críticas, perduraban todavía, hasta hace poco, en
muchos países del mundo. Bajo el modelo tradicional se entendía que el Estado era titular de
aquellas actividades que se calificaban de “servicios públicos” (y tantas otras que estaban lejos
de serlo). --- Tras todo lo dicho, conviene remarcar un aspecto clave: estamos ante una revolución
ideológica que conduce desde el estatalismo –el mito del “Estado social”, providente y benefac-
tor- hacia el liberalismo económico, presidido por la iniciativa privada, la libertad de empresa
y el respeto de los derechos de propiedad. Como todas las revoluciones trascendentales, tiene
también ésta una lenta y prolongada trayectoria, que no es lineal ni está asegurada, sino que
cuenta con períodos de aceleración, desaceleración, parada e incluso retroceso. Y me atrevería a
decir que nos encontramos hoy en uno de esos momentos de estancamiento –cuando no vuelta
atrás- del proceso liberalizador. Esta inflexión del péndulo ideológico es apreciable, más que en
Europa, en Latinoamérica, donde la desequilibrada realidad, económica, social y política que se
vive en algunos países ha dado pie a una revisión de los modelos de ordenación económica de la
década de 1990”.
82 Para un estudio de la libertad de empresa y su contenido esencial, vid., Ariño Ortiz, G., Principios
de Derecho Público Económico, cit., pp. 253-268.
83 Esto es viable si la competencia se entiende como un proceso de descubrimiento, idea que expuso
Hayek, F. La competencia como proceso de descubrimiento, en Estudios políticos, edición electró-
34
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
nica en https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303183348/rev50_ha-
yek.pdf: “Contra esto es útil recordar que dondequiera que se pueda justificar racionalmente el
uso de la competencia, ello será sólo sobre la base que no conocemos anticipadamente los hechos
que determinan las acciones de los competidores (…). propongo que la competencia sea conside-
rada como un proceso para descubrir hechos que, de no recurrir a ella, serían desconocidos para
todos, o por lo menos no serían utilizados. --- (…) Una de ellas es que la competencia es valiosa
sólo porque, y en tanto, sus resultados son imprevisibles y diferentes, en general, de aquellos que
alguien pudiera haber perseguido deliberadamente. Y, aún más, que los efectos generalmente
provechosos de la competencia deben incluir el desilusionar o derrotar algunas expectativas o
intenciones particulares”.
84 Para una visión panorámica sobre los títulos legítimos de la intervención estatal en la economía,
cfr., ARIÑO ORTIZ, G., Principios de Derecho Público Económico, pp. 113-115.
85 Esta comprensión de la intervención estatal se deduce claramente del art. 110 Cn..
86 Aunque con diferentes denominaciones, sobre estos conceptos, cfr., Ariño Ortiz, Principios de
Derecho Público Económico, cit., pp. 118-122.
87 Así previsto en el art. 103 Cn. Sobre este tema, Ariño Ortiz, Op. cit., p. 118, expone: “Así, el
derecho de propiedad comporta también el deber de explotar, invertir y ejercer las facultades
dominicales de acuerdo con la función social de aquellos bienes. La función social de la propiedad
debe ser delimitada por la Ley, imponiendo el deber de utilizar la propiedad de tal forma que se
deriven beneficios para la colectividad”.
88 Así se deriva de los arts. 101 y 102 Cn..
89 Consignado en el art. 117 Cn..
90 Que deriva de los arts. 101 y 131 No. 6 Cn.
91 En términos generales sobre Hispanoamérica, Rubio Llorente, F., Constitución, cit., vol. I, p. 1532:
“(…) en tanto que son también constitucionales desde el momento mismo de su independencia
los Estados que surgen del desmoronamiento del Imperio español en América”. Sobre la presen-
cia de ideas constitucionales en los años previos a la independencia de Centroamérica, ver García
Laguardia, J., Centroamérica en las Cortes de Cádiz, Fondo de Cultura Económica, 3ª edición, Mé-
xico, 1994. Ilustrativa resulta la transcripción que hace García Laguardia de un párrafo de un ma-
nifiesto anónimo firmado por “Los verdaderos patriotas”, presentado al Ayuntamiento de Ciudad
Real el 10 de octubre de 1810: “Este Pueblo, y el de estas provincias apoyarán constantemente a
sus respectivos representantes, y al que tenía electo todos este Reyno p. la Junta Central. De este
modo podremos organizar una Constitución libre y análoga a nuestras costumbres, a ntro. clima
y carácter” (Op. cit., p. 197).
92 Para ampliar este punto, con indicación de las consecuencias procesal-constitucionales derivadas
de la adopción –sin la necesaria adaptación- de figuras provenientes de modelos diferentes, ver
Anaya Barraza, S., La jurisdicción constitucional en El Salvador, en VV.AA., La jurisdicción constitu-
cional en Iberoamérica, ya citado, pp. 595-597; como también Anaya Barraza, S.E., Breve reseña
de la evolución del sistema de control jurisdiccional de constitucionalidad en el ordenamiento jurí-
dico salvadoreño, en De Legibus, UCA, No. 4; 1er semestre, 2009.
93 Utilizo la expresión europea no en sentido geográfico o histórico, sino como indicativo de una
concreta visión de la idea constitucional. Sobre las distintas concepciones de Constitución, en el
ámbito estadounidense por un lado y en Europa por otro, ver García De Enterría, E., La Consti-
tución como norma y el Tribunal Constitucional, Civitas, 3ª edición, Madrid, 1991, pp. 39-61. Para
una detallada descripción de los contextos históricos, políticos e ideológicos que potenciaron la
bifurcación en la concepción de constitución, ver Acosta Sánchez, J., Formación de la Constitución
y jurisdicción constitución –Fundamentos de la democracia constitucional-, Tecnos, Madrid, 1998,
pp. 35-188.
94 Sobre la distorsión del concepto de Constitución, ver Rubio Llorente, F., La forma del poder, cit.,
pp. 83-88.
95 Téngase en cuenta el carácter prácticamente revolucionario que suponía uno de los periódicos
independentistas, El Editor Constitucional.
96 Es con esta distorsión semántica que se enfrenta Loewestein, K., Op. cit., p. 90: “En nuestra época
el concepto “constitucionalismo” es eminentemente equívoco, dado que la autocracia contempo-
35
S. Enrique Anaya
ránea (…) tiene la costumbre de equipararse con una constitución escrita. (…). En este sentido,
puramente nominal, también las autocracias son “constitucionales”. Por ello, en realidad, en opi-
nión de quien escribe, el libro de Loewestein no es una teoría de la Constitución, entendida ésta
en sentido jurídico.
97 La jurisprudencia de la SCnCSJ ha utilizado recurrentemente esta expresión, desde la SCNSI de las
12 hs. del 17 de diciembre de 1992 (pronunciada en el proceso acumulado de inconstitucionali-
dad No. 3-92/6-92) para calificar la organización político-jurídica nacional; v. gr., en la sentencia
dictada a las 9 hs. del 19 de julio de 1996, en el proceso acumulado de inconstitucionalidad No.
1-92/9-92; en la ya citada sentencia de las 15 hs. del 14 de febrero de 1997; y de modo contun-
dente en la SCNSI de las 12 hs. del 14 de diciembre de 1995, en el proceso de inconstitucionalidad
No. 17-95): “Aquí es indispensable tener en cuenta que si bien nuestro texto constitucional no
contiene disposiciones que caractericen expresamente al Estado salvadoreño, existen numerosos
preceptos que permiten calificarlo como un Estado Constitucional de Derecho, Arts. 1, 2, 3, 4,
85, 86 y 246 de la Constitución”. De modo sintético, Aragón, M., “El control como elemento
inseparable del concepto de Constitución”; Revista Española de Derecho Constitucional, Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, núm. 19, 1987, p. 24, caracteriza así a tal Estado: “El Estado
Constitucional aparecerá, así, como una forma específica de Estado que responde a los principios
de legitimación democrática del poder (soberanía nacional), de legitimación democrática de la
decisiones generales del poder (ley como expresión de la voluntad general) y de limitación mate-
rial (derechos fundamentales), funcional (división de poderes) y temporal (elecciones periódicas)
de ese poder”.
98 Las realidades sociales, y el Derecho es una de ellas, sólo pueden explicarse tomado en cuenta
su intertextualidad, como bien lo explica Hesse, K., Constitución y Derecho Constitucional, cit.,
p. 1: “Pero semejante teoría ha de estar referida al ordenamiento constitucional concreto y a la
realidad que la Constitución está llamada a ordenar”. Es así que los conceptos que limitan la Cons-
titución a estructura u organización básica del poder u otras equivalentes son insuficientes para
inferir el sentido y significado de una Constitución vigente en un concreto momento histórico.
99 Al respecto, Smend, R. Op. cit., p. 46, indica: “(…) y en vez de clarificar con firmeza un punto tan
importante para la práctica política (…), estas obras han producido un mayor grado de indecisión
política”.
100 Así, Barros Bourie, E., Op. cit., señala: “Ocurre que si para la gente llega a ser obvio que cualquier
mandato del Estado es derecho, esa convicción tiene efectos en su comportamiento (…). --- El ver-
dadero problema radica, sin embargo, en que habiéndose creado la convicción de que el derecho
responde a ese principio, efectivamente el derecho ha tendido a transformarse en la forma vacía
del poder”.
101 Ackerman, B., en El futuro de la revolución liberal, Ariel, Barcelona, 1995, habla de “una nueva era”,
constitutiva de una verdadera revolución, en la que por “primera vez en medio siglo los europeos
occidentales ejercen la soberanía completa sobre las condiciones básicas de su existencia” (p. 8).
102 Rubio Llorente, F., Constitucionalismo, cit., vol. I, p. 1532, expone: “La destrucción de los fascis-
mos, que no lograron articular jamás un sistema de legitimación racional, y el desmoronamiento
de los regímenes comunistas ha eliminado estas supuestas alternativas al constitucionalismo. En
el mundo de finales del siglo XX, sólo el integrismo religioso de algunos países islámicos rechaza
abiertamente el modelo constitucional. Si la existencia de modelos alternativos es el signo de la
crisis, no existen hoy razones, parece, para seguir hablando de ella”.
103 De modo sumamente expresivo aparece en el famoso art. 16 de la Declaración de derechos del
hombre y del ciudadano, de 1789, en el cual se afirma que “toda sociedad en la cual no esté
asegurada la garantía de los derechos y determinada la separación de poderes carece de cons-
titución”. La SCnCSJ, en la citada sentencia de las 15 hs. del 14 de febrero de 1997, se pronunció
admitiendo tal concepción: “Ello significa que la Constitución no es la mera codificación de la
estructura política superior del Estado salvadoreño; sino que, si bien define esa estructura, lo hace
a partir de un determinado supuesto y con un determinado contenido. Ese supuesto radica en la
soberanía popular o poder constituyente del pueblo –Art. 83 Cn., y su contenido está integrado
esencial y básicamente por el reconocimiento de la persona humana como el origen y fin de la
actividad del Estado –Art. 1 Cn.-, lo que conlleva la búsqueda por la efectiva y real vigencia de los
derechos fundamentales de la persona”.
36
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
104 Al respecto del significado moderno del vocablo Constitución en el ámbito político y jurídico,
Salazar Ugarte, P., Sobre el concepto de Constitución, en Enciclopedia de filosofía y teoría del
derecho, UNAM, México, 2015, volumen 3, p. 1934, expone: “En la modernidad el concepto de
Constitución adquirió un significado preciso referido a un contenido determinado. Ello al menos
en el contexto occidental. La definición de ese concepto de Constitución quedó plasmada en el
artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “Una sociedad
en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes definida, no
tiene Constitución”.
105 En realidad, en el país no ha existido una reflexionada noción positivista de la Constitución, sino que
lo que existe es una resistencia – cada vez más enfrentada - a identificar Constitución y Derecho.
106 Tanto la concepción esencialmente descriptiva de la relaciones fácticas del poder (ver Lassalle, F.,
Sobre la esencia de la Constitución, Porrúa, México, 2016, pp.43-52, que es la nueva traducción
de texto popularizado en castellano bajo el título ¿Qué es la Constitución?), la decisionista (ver
Schmitt, C. Teoría de la Constitución, Alianza, Madrid, 1982, pp. 47-57), como la político-omnicom-
prensiva constitución material de la doctrina italiana (ver Vergotini, G., Derecho constitucional
comparado, Espasa Calpe, Madrid, 1983, pp. 138-143; y Matteucci, N., voz constitución, en Diccio-
nario de Política, Siglo XXI, 2ª edición, Madrid, 1982, pp. 374-380.), que nada tiene que ver con
la constitución material del positivismo (ver Kelsen, H., Teoría general del derecho y del Estado,
UNAM, México, 1995, pp. 146-148).
107 Esta es la idea presente en el art. 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciuda-
dano, y que De la Cueva, M., Teoría de la Constitución, Porrúa, México, 1982, p. 6, comenta: “La
Constitución, según el precepto citado, no es la estructura de un Estado cualquiera, sino, sola-
mente, del Estado construido sobre las bases del respeto a los derechos del hombre y la división
de poderes”. Plantean también esta distinción Rubio Llorente, F., Del Tribunal de Garantías al Tri-
bunal Constitucional, en Revista de Derecho Político; Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
No.16, 1983, p. 27: “Una Constitución no es (…) cualquier conjunto de normas jurídicas promul-
gadas con ese nombre. La Constitución es, precisamente, un instrumento jurídico que tiene por
objetivo concreto el de garantizar el carácter representativo de todos los órganos del poder y, al
mismo tiempo, establecer los límites eficaces de actuación de ese poder”; y Aragón, M., Consti-
tucionalismo, voz en Diccionario del sistema político español, Akal, Madrid, 1984, p.. 136: “sólo la
Constitución democrática es auténtica norma jurídica, y como tal jurídicamente exigible”.
108 Así, por un lado se justifica así el art. 246 de la Constitución (“Los principios, derechos y obligacio-
nes establecidos por esta Constitución no pueden ser alterados por las leyes que regulen su ejer-
cicio.--- La Constitución prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos. El interés público tiene
primacía sobre el interés privado”; y, al mismo tiempo, se supera una justificación meramente po-
sitivista de la supremacía constitucional. La SCn/CSJ ha insistido en esta característica de la norma
constitucional en numerosas sentencias; v. gr., en la SCnSA del 29 de noviembre de 1995, dictada
en el proceso de amparo No. 1-C-94: “debe afirmarse que la supremacía de la Constitución se
ha venido consolidando hasta lograr plena firmeza en nuestro tiempo, no sólo al garantizarla a
través de los procesos constitucionales, sino al introducirse en la Constitución vigente el art. 246 -
que en la de 1950 era el artículo 221- enunciando de manera categórica la subordinación de la ley
y las otras disposiciones a la Constitución”.
109 Expresión que supera la noción de Constitución reducida a ley fundamental. Al respecto, Prieto
Sanchís, L., Neoconstitucionalismo, principios y ponderación, Ubijus, México, 2016, p. 16, expo-
ne: “El reconocimiento de la incuestionable fuerza normativa de la Constitución. Ésta ya no se
concibe en absoluto como un ejercicio de retórica política o como expresión de un catálogo de
buenas intenciones, sino como una norma jurídica con la misma vocación conformadora que cual-
quier otra; mejor dicho, no con la misma, sino con una fuerza superior e indiscutible”. La SCnCSJ
utiliza constantemente esa expresión [fuerza normativa de loa Constitución], explicándola, en
la mencionada sentencia de las 15 hs. del 14 de febrero de 1997, en los siguientes términos así:
“La anterior cualidad de preeminencia del texto constitucional es lo que la doctrina y reiterada
jurisprudencia de esta Sala ha denominado supremacía de la Constitución o supremacía constitu-
cional; que afirma la calidad de suprema -por ser emanación inmediata del pueblo-, y de primacía
-por ocupar el primer lugar entre todas las normas- que gozan las normas constitucionales. Y es
que, siendo la Constitución expresión jurídica de la soberanía, no puede ser únicamente un con-
junto de normas que forman parte del ordenamiento jurídico, sino que tal cuerpo de normas y
principios es precisamente el primero -y, por tanto, el fundamental- de tal ordenamiento”.
37
S. Enrique Anaya
110 Vid., Del Rosario Rodríguez, M., La cláusula de supremacía constitucional. El artículo 133 constitu-
cional a la luz de su origen, evolución jurisprudencial y realidad actual, Porrúa, México, 2011.
111 En el mismo sentido, Rubio Llorente, F., Del Tribunal de Garantías al Tribunal Constitucional, cit.,
pp. 27-28: “(…) se descompone [la Constitución] en un conjunto de preceptos que determinan
la composición de los distintos órganos del poder, especifican cuales son sus atribuciones y su
ámbito propio de competencias y establecen los límites de su actuación o, lo que es lo mismo,
consagran los derechos de los ciudadanos frente al poder”.
112 Ver Guastini, R. “Derechos”: una contribución analítica, en Problemas actuales de los derechos
fundamentales, pp. 127-136. Al respecto, en la SCNSI de las 10 hs. y 20 m. del 25 de junio de 2009,
en el proceso de inconstitucionalidad No. 26-2008, se aseveró: “Llámeseles derechos del hombre,
humanos o fundamentales, esta Sala entiende que son “las facultades o poderes de actuación
reconocidos a la persona humana como consecuencia de exigencias ético-jurídicas derivadas de su
dignidad, su libertad y su igualdad inherentes, que han sido positivadas en el texto constitucional
y que, en virtud de dicha positivación, desarrollan una función de fundamentación material de
todo el ordenamiento jurídico, gozando asimismo de la supremacía y la protección reforzada de
la que goza la Constitución”.
113 Ver Cruz Villalón, P., Concepto de derecho fundamental: identidad, estatus, carácter; y Luis Prieto,
Nota sobre el concepto de derechos fundamentales, ambos en Problemas actuales de los derechos
fundamentales, cit., pp.. 159-163 y 181-190, respectivamente.
114 En nuestro sistema, básicamente aunque no de modo taxativo, Sección 1ª del Capítulo I del Título
II de la Constitución, arts. 2 a 28 (derechos individuales).
115 En nuestro sistema, Capítulo II del Título II de la Constitución; arts. 32 a 70 (derechos sociales).
116 En nuestro sistema, arts. 71 a 79 (derechos políticos).
117 Esta comprensión de los derechos fundamentales está constitucionalmente consagrada dada la
“topografía” del texto constitucional, en la que cada esfera jurídica aparece consignada en cada
uno de los Capítulos que componen el Título II (Los derechos y garantías fundamentales de la
persona).
118 En efecto, Rawls, J., Las libertades fundamentales y su prioridad, en Libertad, igualdad y derecho;
Ariel, Barcelona, 1988, p. 13, expresa: “El segundo principio de justicia está formulado así: “las
desigualdades sociales y económicas deben satisfacer dos condiciones. En primer lugar, deben
estar asociadas a cargos y posiciones abiertos a todos en igualdad de oportunidades; en segundo
lugar, deben suponer el mayor beneficio para los miembros menos aventajados de la sociedad”.
119 Ver Magaña, A., La exposición de motivos del Anteproyecto de Ley de Telecomunicaciones y la
Constitución; en Estudios Centroamericanos, ECA, UCA, San Salvador, septiembre 1996, pp. 747 y
ss; quien expresamente niega la excepcionalidad y subsidiareidad de las intervenciones estatales
en la libertad de empresa.
120 Así, las concretas medidas para efectivizar los derechos sociales de carácter económico deben ca-
racterizarse por su proporcionalidad, esto es, que sólo debe recurrirse a ellas cuando sean adecua-
das para lograr su fin, necesarias, en el sentido que no pueden ser sustituidas por otros medios, y
que no produzcan un sacrificio superior al bien que producen.
121 Y es que además, como Sen, A. (ver en artículo periodístico La propuesta política de un Premio
Nobel, aparecido en El Comercio, 26/10/1998, edición electrónica en www.elcomercio.pe/) se ha
encargado de evidenciarlo, es en un sistema constitucional –con su régimen de libertades- en que
se potencia el desarrollo humano, pues es precisamente en la democracia que se crean fuertes
incentivos políticos para la búsqueda de soluciones a los problemas sociales; y, por ello, según Sen,
“los hechos más terribles en la historia de la hambruna nunca han ocurrido en aquellas naciones
donde la democracia es la forma de gobierno y predomina la libertad de prensa”.
122 MONTESQUIEU, Del Espíritu de las Leyes, Tecnos, Madrid, 1993, p. 106, expone: “La democracia y
la aristocracia no son Estados libres por su naturaleza. La libertad política no se encuentra en ellos
más que en los Estados moderados; ahora bien, no siempre aparece en ellos, sino sólo cuando
no se abusa del poder. Pero es una experiencia eterna, que todo hombre que tiene poder siente
la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentra límites (…).--- Para que no se pueda
abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder”.
38
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
123 Schneider, Op. cit., p. 45, señala: “Además, la Constitución acomete la coordinación del poder
estatal, y con ello somete su ejercicio a criterios y límites jurídicos. De este modo se priva al poder
estatal de arbitrariedad y discrecionalidad y le otorga previsibilidad y estabilidad. La base de esta
asignación de poderes, entendida como la articulación de las funciones legislativa, gubernati-
va-administrativa y judicial”.
124 Para una visión panorámica del actual estado del análisis sobre la división del poder, cfr., Hoff-
mann-Riem, W., La división de poderes como principio de ordenamiento, en Anuario de Derecho
Constitucional Latinoamericano, Konrad Adenauer-Stigung, Montevideo, 2007, tomo I, p. 211-225.
125 Sobre el control como idea necesaria del concepto de Constitución, ver Aragón, M., El control
como elemento inseparable del concepto de Constitución, cit. pp. 15- 18. Loewestein, K., Op. cit.,
p. 151, asegura que en “un sentido ontológico, se deberá considerar como el telos de toda consti-
tución la creación de instituciones para limitar y controlar el poder político. En este sentido, cada
constitución presenta una doble significación ideológica: liberar a los destinatarios del poder del
control social absoluto de sus dominadores, y asignarles una legítima participación en el proceso
de poder”. Para una visión panorámica sobre la extensión y límites del control según la Consttiu-
ción, vid., Valadés, D., Constitución y control político; en colectivo Teoría de la Constitución-Ensa-
yos escogidos, Porrúa-Universidad Nacional Autónoma de México, 2ª edición, México D.F., 2002;
pp.. 343-369.
126 Sumamente expresivo sobre este tema es Montesquieu, Op. cit., p. 107: “La libertad política de un
ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de
su seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el Gobierno sea tal que ningún ciuda-
dano pueda temer nada de otro. --- Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en
la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el Monarca o
el Senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente.---Tampoco hay libertad
si el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo,
el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo
tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor”.
O de modo todavía más contundente, Madison, J., en el ensayo XLVII de El Federalista, cit., pp.
204-205: “La acumulación de todos los poderes, legislativos, ejecutivos y judiciales, en las mismas
manos, sean éstas de uno, de pocos o de muchos, hereditarias, autonombradas o electivas, puede
decirse con exactitud que constituye la definición misma de la tiranía (…) será conveniente inves-
tigar el sentido en que la conservación de la libertad exige que los tres grandes departamentos
del poder sean separados y distintos”.
127 En expresiva frase, Loewestein, K., Op. cit., p. 233, les denomina controles verticales.
128 Habla Loewestein, K., Op. cit., pp. 232-233, de controles horizontales, que pueden ser controles
intraórganos o interórganos.
129 Con ajustes, me baso en el esquema teórico propuesto por Loewestein, K., Teoría de la Constitu-
ción, p. 153.
130 En nuestro sistema, el inciso primero del Art. 86 de la Constitución dispone, en la parte perti-
nente, que los “órganos del Gobierno lo ejercerán [el poder público] dentro de las respectivas
atribuciones y competencias que establecen esta Constitución y las leyes”.
131 En el inciso primero in fine del art. 86 Cn. se establece que las “atribuciones de los órganos del Go-
bierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones públicas”.
Esta colaboración ya la había contemplado Montesquieu, Op. cit., p. 113: “Los tres poderes per-
manecerían así en reposo o inacción, pero, como por el movimiento necesario de las cosas, están
obligados a moverse, se verán forzados a hacerlo de común acuerdo”. Esta idea de colaboración,
aunque presente en Montesquieu, está más cercana a las nociones de “balance of powers” ingle-
sa o “checks and balances” estadounidense, tal como se deduce de lo expuesto por Madison, en
el ensayo XLVIII de El Federalista, cit., p. 210: “Demostramos en el último artículo que el apotegma
político en el examinado [la separación de poderes] no exige que los departamentos legislativo,
ejecutivo y judicial estén absolutamente aislados unos de otros (…). --- Es también evidente que
ninguno de ellos debe poseer, directa o indirectamente, una influencia preponderante sobre los
otros en lo que se refiere a la administración de sus respectivos poderes”.
132 Así, por ejemplo, los procesos constitucionales de defensa de derechos –amparo, art. 247 inciso
primero de la Constitución; hábeas corpus, arts. 11 inciso segundo y 247 inciso segundo de la
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S. Enrique Anaya
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Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
se tratan, recurriendo a Smend, R., Op. cit., pp. 100-101: de momentos sustantivos del proceso
de integración, no de fines mecánicos: “Si se considera al Estado como un aparato al servicio de
unos supuestos fines instrumentales, es lógico que el juicio que sobre él recae sea negativo, pues
esos fines los suele alcanzar de forma imperfecta, como una máquina mal construida, “siempre
con ruidos y chirridos” (…). En este continuo proceso de renovación y plenitud está el sentido de
su vida, aquello que la hace inteligible: no en una teleología utilitaria cuya óptica impide toda
comprensión y justificación de la vida de un hombre o de la dinámica del Estado”.
142 Smend, R., Op. cit., p. 101, señala: “El fundamento de la legitimidad son los valores concretos que
actúan, por un lado como factores y, por otro, como elementos básicos de la validez de un orden
jurídico-político determinado”.
143 Sobre este punto, la SCnCSJ, en la sentencia de las 10 hs. y 20 m. del 13 de abril de 2007, en el
proceso de inconstitucionalidad No. 36-2005, expone: “Esta Sala, en reiterada jurisprudencia, ha
afirmado que la Constitución, en su Preámbulo y art. 1, revela una concepción humanista del Es-
tado, de acuerdo con la cual, toda actividad del Estado, para ser considerada legítima, debe estar
encaminada a la realización de los fines de las personas. De la dignidad humana derivan otros
valores como la justicia –que incluye la libertad e igualdad-, la seguridad jurídica y el bien común,
todos los cuales, a través de sus diferentes manifestaciones, están al servicio de aquélla. --- Pues
bien, todos los valores aludidos –a los que con propiedad se les puede acuñar la calificación de
valores constitucionales- son, desde el punto de vista de la interpretación, criterios de ineludible
referencia a la hora de interpretar la misma Constitución, así como al conjunto de disposiciones
que integran el ordenamiento jurídico-positivo”.
144 Y esto porque la Constitución regula no sólo la vida estatal en sentido estricto, sino de toda la
comunidad.
145 Bien señala Gomes Canotilho, J., Op. cit., p. 102, que “Para ser un orden abierto la constitución
tendrá que ser también un ordenamiento marco, un orden fundamental y no un código constitu-
cional exhaustivamente regulador. Al contrario de lo que muchas veces se afirma, esto no significa
que la constitución sea simplemente una ley fundamental del Estado y no una ley fundamental de
la sociedad. La constitución puede y debe fijar no sólo una estatalidad jurídicamente conformada,
sino también establecer principios relevantes para una sociedad abierta bien ordenada”.
146 Se utiliza la figura del pacto o contrato como modelo figurado, como principio heurístico.
147 Al respecto, Gomes Canotilho, J., Op. cit., p. 101, expresa: “Constitución implica, como “orden ju-
rídico fundamental”, la idea de estabilidad y rigidez, concretamente en cuanto a las dimensiones
estructurantes o a su “núcleo duro” caracterizador (principios de estado de derecho, principio
democrático, derechos, libertades y garantías, separación de los órganos de soberanía, descen-
tralización territorial, etc.)”.
148 Gomes Canotilho, J., Op. cit., pp. 101-102, amplía este punto: “Se comprende así que un conocido
iuspublicista alemán hable de la polaridad de los elementos de estabilidad y flexibilidad como un
problema de “coordinación justa” de esos momentos y no como un problema de alternativa. En
el mismo sentido se habla de continuidad/cambio garantizado por las constituciones”.
149 Esto convierte a la Constitución, por un lado, en un instrumento de interdicción de las imposi-
ciones unilaterales que destruyen el presente o cierran el porvenir de la sociedad; y, por otro
lado, en un amplio marco para la actuación de las fuerzas sociales. Y es que siendo la pluralidad
y diversidad de concepciones del mundo un hecho ineludible de la libertad de las personas, en
el sistema constitucional no es posible ni deseable restringir la diversidad de ideologías políticas,
mucho menos suprimirla en ningún ámbito social.
150 Bien señala, al respecto, Gomes Canotilho, J., Op. cit., p. 101: “(…) el futuro es una tarea irrenun-
ciable de la constitución, por lo que la ley constitucional debe proporcionar aperturas para captar
la dinamicidad de la vida política y social”.
151 Ya Bobbio, N., El futuro de la democracia, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 7, aseve-
raba: “Para un régimen democrático, estar en transformación es el estado natural; la democracia
es dinámica; el despotismo es estático y siempre igual a sí mismo”.
152 Sobre este punto, ver López Pina, A., Constitucionalismo y “religión civil”, prólogo a colectivo
División de poderes e interpretación, ya citado, pp. 13-22.
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S. Enrique Anaya
153 Hesse, K., Escritos de derecho constitucional, cit., p. 26, indica: “De otra parte, la fuerza normativa
de la Constitución se halla condicionada por la voluntad constante de los implicados en el proceso
constitucional de realizar los contenidos de la Constitución”.
154 Utilizo la expresión en el sentido desarrollado por Habermas. Sobre la esfera pública en Haber-
mas, ver Metapolítica, vol. 3, número 9, 1999, edición electrónica en www.cepc.mx/metapolitica/
155 Hesse, K., Escritos de derecho constitucional, cit., p. 14, especifica: “La cooperación organizada
y procesalmente ordenada exige un orden jurídico, ahora bien, no un orden jurídico cualquiera,
sino un orden determinado que garantice el éxito de esa cooperación creadora de unidad”.
156 Así lo precisa Kelsen, H., Teoría general del Derecho y del Estado, cit., p. 131: “Esa norma funda-
mental representa, como fuente común, el vínculo entre todas las diversas normas que integran
un determinado orden”.
157 Al respecto, Pizzorrusso, A., Lecciones de derecho constitucional, Centro de Estudios Constitu-
cionales, Madrid, 1984, tomo II, p. 144, señala: “(…) presupone la posibilidad (demostrada en
la práctica) de configurar el régimen de fuentes como una de tantas “materias” que integran la
esfera de operatividad del ordenamiento, de modo que el que las normas que realizan tal disci-
plina regulen, antes que cualquier otra actividad humana, precisamente aquella encaminada a
la creación, modificación o extinción de las normas jurídicas no es algo que excluya el que tales
normas queden sujetas a la misma disciplina que vale para las demás materias. Se asiste, así, a una
especie de desdoblamiento de las normas sobre las fuentes que, de un lado, regulan los modos
de creación, modificación y extinción de las normas y, de otro, están sujetas al régimen por ellas
mismas establecido”.
158 Kelsen, H., Teoría general del Derecho y del Estado, cit., p. 146: “Cuando una norma jurídica es
válida por haber sido creada en la forma establecida por otra, la última constituye la razón de va-
lidez de la primera. La relación entre la que regula la creación de otra y esta misma norma, puede
presentarse como un vínculo de supra y subordinación (…). El orden jurídico (…) no es, por tanto,
un sistema de normas coordinadas entre sí, que se hallasen, por así decirlo, una al lado de otra,
en un mismo nivel, sino que se trata de una verdadera jerarquía de diferentes niveles”.
159 Así, existen algunas garantías en atención a la jerarquía normativa: reserva de ley para la restric-
ción de derechos fundamentales, art. 8 Cn.; reserva legal tributaria, art. 131 No. 6 Cn.
42
Nociones básicas sobre el concepto de Constitución
VII. BIBLIOGRAFÍA
• ARIÑO ORTIZ, Gaspar, et. al.. Nuevo papel del Estado en sectores regulados.
Las telecomunicaciones de banda ancha; Fundación DMR-Ediciones Deusto,
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• TOUCHARD, Jean. Historia de las ideas políticas; Tecnos, Madrid, 5ª edición, 1996.
47
LA FUERZA NORMATIVA
DE LA CONSTITUCIÓN
LA FUERZA NORMATIVA DE LA CONSTITUCIÓN
SUMARIO
Introducción. 1. La Constitución como norma jurídica. 1.1. Funciones de la Consti-
tución. 1.2. La fuerza normativa de los principios y valores constitucionales. 2. El
poder constituyente. 2.1. El poder constituyente y la producción del derecho.
2.2. La relación entre el derecho y el poder. 2.3. La Constitución y la formulación
jurídica del Estado. 3. La Constitución y el ordenamiento jurídico. 4. Efectos de
la supremacía constitucional. 4.1. Control de constitucionalidad. 4.2. Control de
constitucionalidad difuso. Conclusiones.
INTRODUCCIÓN
Hace diecinueve años, para ser más preciso en el año 2000, se elaboró la pri-
mera versión de este estudio publicado en el trabajo colectivo “Teoría de la Cons-
titución Salvadoreña”1. Luego de la post-guerra civil, con la gestión de gobiernos
civiles, elegidos en procesos electorales democráticos, se puede coincidir con Peter
Häberle, cuando dice “…el tipo de Estado constitucional, …(la) democracia plural
muestra ser hoy día la forma de gobierno más exitosa…El Estado constitucional
se contrapone a cualquier tipo de Estado Totalitario del color que sea, a cualquier
ambición de verdad absoluta y a cualquier monopolio de información e ideología
totalitaria”.
narios del Estado –y los particulares– se han sometido a acatar y hacer cumplir. La
fuerza normativa o el carácter normativo de la Constitución tiene como resultado
limitar el poder público por medio del Derecho, garantizar el ejercicio pleno de los
derechos fundamentales y el acceso a la protección jurisdiccional. Ahora bien, el
riesgo latente para la democracia constitucional y la convivencia humana, es la in-
tolerancia de los poderes fácticos entre sí o en contra de la dignidad de la persona2.
La democracia moderna debe admitir una respuesta a los legítimos reclamos de los
derechos fundamentales como el acceso al agua y la protección a la vida, el dere-
cho al acceso a la verdad de las víctimas históricas (de la guerra civil)3, a la defensa
de las víctimas de la violencia reciente y actual, incluyendo las de desplazamiento
forzado4 y desaparición forzada5.
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La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
La Constitución (Cn) está llamada a regir una sociedad y una realidad histórica
y concreta. La Constitución es concebida como una unidad material y como un
orden jurídico fundamental del Estado y de la sociedad en la que manda9. La Cons-
titución, es entonces, la norma jurídica fundamental que contiene la fórmula de
la autodeterminación política salvadoreña como una realidad histórica y con una
finalidad de unidad política y de fuente del ordenamiento jurídico10. Para el consti-
tuyente salvadoreño, el fin primordial de la existencia del Estado, de las institucio-
nes y de las normas jurídicas es asegurar el pleno desarrollo de la persona humana
en una sociedad democrática, cuyos poderes públicos están sometidos al Derecho
como expresan los arts. 1 y 2 de la Constitución de la República de El Salvador.
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La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
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La fuerza normativa de la Constitución
mente podrá ejercer el poder bajo el Derecho, permite identificar el carácter norma-
tivo de la Constitución en la necesaria juridización de la vida estatal para orientar
las conductas humanas, pero este orden también implica un alto grado de coacción
para asegurar la eficacia de la norma. Es decir, que todo ordenamiento jurídico tiene
su propio sistema coactivo para asegurar que se cumpla un determinado modelo de
conducta.
Bajo este marco de ideas es que conceptualmente no es posible que los po-
deres constituidos, en términos generales, puedan existir y actuar al margen del
Derecho. Deben actuar bajo el Derecho.
57
Rommell Ismael Sandoval R.
Ahora bien, desde el siglo XX, específicamente después de las guerras mun-
diales el constitucionalismo europeo retomó la doctrina de la Constitución racional
normativa, reafirmado el principio de soberanía popular como fundamento de la
Constitución. En El Salvador, si bien la Constitución de 1983 adopta el principio de
soberanía popular, la misma guerra civil y las condiciones de abuso del poder y la
falta de un control judicial del mismo, evitaron que ésta fuera un instrumento de
ordenación real y efectiva del Estado, y de defensa de los derechos humanos. Es a
partir de los Acuerdos de Paz y la reforma constitucional de 1991, que se abre una
oportunidad de una Constitución democrática, con fuerza de una norma jurídica
fundamental y superior.
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La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
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La fuerza normativa de la Constitución
Los principios y valores constitucionales, según el art. 246 Cn, son al igual que
las normas constitucionales, parámetros de validez del ordenamiento jurídico. Esto
permite reiterar que toda la Constitución tiene fuerza normativa, es inmediata y
obligatoriamente aplicable, inclusive sus principios y valores36. En el Derecho mo-
derno se acepta la existencia de dos tipos de normas, como dice BERNAL PULIDO,
las reglas y los principios. Las reglas se aplican por medio de la subsunción y los
principios mediante la ponderación. De allí que afirma dicho autor que la pondera-
ción es un criterio metodológico para la aplicación de los derechos fundamentales.
El respeto a la integridad y dignidad de la persona es el centro de los derechos
fundamentales37.
61
Rommell Ismael Sandoval R.
62
La fuerza normativa de la Constitución
normativo supremo (art. 246 Cn) al enfrentarse con una norma de inferior jerar-
quía serán utilizados como parámetro de validez de la norma secundaria, inclusive
serán útiles para la solución de antinomias jurídicas teniendo de esa manera una
función hermenéutica41.
63
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La fuerza normativa de la Constitución
2. EL PODER CONSTITUYENTE
65
Rommell Ismael Sandoval R.
La doctrina Coke del common law como ley fundamental tuvo una impor-
tancia histórica al producir al menos dos efectos políticos. El primero de alcance
interno al atacar al absolutismo de los Estuardo53 y el otro de carácter externo al
imponerse el principio de supremacía en la Constitución de los Estados Unidos –en
el texto de la Constitución norteamericana se plasma como la “supreme law of the
land”( art.6)–.
Además del rol de la filosofía política ius naturalista en la formación del carác-
ter normativo de la Constitución norteamericana, también debe asignársele un pa-
pel importante a la necesidad política de cohesionar un Estado Federal, en el cual
se reparten atribuciones competenciales entre el gobierno central y los estados
federados. Esto supone que el papel de la Constitución norteamericana será la de
un parámetro para la resolución de los conflictos de competencia entre los Estados
miembros de la Federación y la Federación54.
66
La fuerza normativa de la Constitución
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tres, previa publicación en el Diario Oficial el día dieciséis de diciembre de mil nove-
cientos ochenta y tres”; 249 Cn que dice, “derogase la Constitución promulgada por
Decreto No. 6, de fecha 8 de enero de 1962, publicado en el Diario Oficial No. 110,
tomo 194, de fecha 16 del mismo mes y año, adoptada por Decreto Constituyente
No. 3, de fecha 26 de abril de 1982, publicado en el Diario Oficial No. 75, tomo 275,
de la misma fecha, su régimen de excepciones, así como todas aquellas disposicio-
nes que estuvieren en contra de cualquier precepto de esta Constitución”61.
Esto no es tampoco obstáculo para que el nuevo orden jurídico pueda con-
servar algunas de las normas que integraban el ordenamiento anterior, siempre
y cuando no exista ninguna contradicción a la Constitución vigente, pero éstas
normas no tienen validez en razón del régimen jurídico anterior sino por el nuevo.
Como dice Rubio Llorente62 “es obvio que aunque la Constitución viene a insertar-
se en un ordenamiento preexistente no se acomoda a él sino que, por el contrario,
lo fuerza a adecuarse a ella, de manera que puede decirse con exactitud y no como
simple metáfora que la Constitución es base, si se prefiere, cúspide del ordena-
miento entero. Esta acomodación no implica, sin embargo, destrucción de todo lo
preexistente. El cambio constitucional no es una solución de continuidad en la vida
del Estado sino sólo un avatar…”
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Rommell Ismael Sandoval R.
La Constitución configura por una parte los poderes del Estado y las funciones
de cada uno de sus órganos, y por la otra reconoce en su parte dogmática –y en
otras partes de su cuerpo normativo– una serie de límites materiales al ejercicio del
poder público a los que se le ha llamado derechos y junto a éstos los mecanismos
que permiten protegerlos frente a una amenaza o frente a una posible conculca-
ción, denominadas garantías procesales. Los derechos y libertades fundamentales
conformarán junto con sus garantías el núcleo duro de una Constitución65.
70
La fuerza normativa de la Constitución
Bajo estas ideas primigenias es que conceptualmente es imposible que los po-
deres constituidos, en términos generales, puedan existir y actuar al margen del
Derecho, del Derecho formulado según los preceptos constitucionales. Esa sepa-
ración del ejercicio de la actividad pública de la Constitución (Derecho) es para ZI-
PPELIUS68 y para RUBIO LLORENTE un imposible lógico porque no cabe identificar
como acción del Estado una actuación pública cualquiera si no existe un precepto
que así lo establezca, sin una “regla de atribución competencial”.
De manera tal que el Estado no es conditio sine qua non para la existencia de
la Constitución, sino más precisamente donditio per quam. Esta necesaria conexión
entre norma constitucional y poder constituido es lo que, utilizando una frase de
DE OTTO, adaptada para este contexto, es lo que se le denomina como “principio
de juridicidad”, el cual es un postulado jurídico-político que expresa en forma llana
de que toda acción estatal se basa en el Derecho.
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Rommell Ismael Sandoval R.
Se tiene pues que estas cláusulas constitucionales vinculan a los órganos fun-
damentales de gobierno a realizar sus funciones conforme a lo que la Constitu-
ción establece y bajo los procedimientos regulados por ella. Este mandato es de
carácter general, puesto que también la norma fundamental prescribe de manera
imperativa obligaciones específicas a determinados funcionarios de los Órganos
Ejecutivo, Judicial y Legislativo.
72
La fuerza normativa de la Constitución
En los párrafos anteriores se ha expuesto que existe una íntima relación entre
el concepto de Estado, como organización del poder político y del concepto de
Constitución como instrumento de articulación jurídica. Así el Derecho del Estado
sólo comienza con la Constitución, puesto que ni Estado ni Derecho por sí mismos
tienen sentido, ya que son los instrumentos de los que se dota la sociedad política
con el fin de garantizar la convivencia pacífica y libre, la seguridad jurídica y la
justicia. Tampoco se puede hablar de Derechos Fundamentales sin Estado de Dere-
cho –los regímenes no pueden aseverar que gobiernan un Estado de Derecho sin
respetar los Derechos Fundamentales–.
73
Rommell Ismael Sandoval R.
Los aportes de KELSEN, HART y BOBBIO han permitido pasar del análisis ais-
lado de la norma jurídica a la teoría del ordenamiento jurídico al considerársele
como un “sistema normativo”76. La noción de sistema normativo es utilizado desde
su perspectiva lógica y formal por medio de la cual se pueden definir los elementos
necesarios para identificar las normas que pertenecen al sistema. También la teoría
del ordenamiento jurídico permite estudiar las propiedades que le dan unidad y
coherencia al mismo77.
74
La fuerza normativa de la Constitución
Para HART81 la unidad del ordenamiento jurídico se puede explicar por medio
de la regla de reconocimiento. La estructura jerárquica del ordenamiento permite
determinar la pertenencia de una norma al sistema jurídico a través de una prueba
de origen o linaje –o prueba de pedigree–. Es decir: un examen de la cadena jurídi-
ca de derivación de la cual hace parte la norma en el ordenamiento jurídico. Estos
es el criterio supremo de validez. La aplicación de la regla de reconocimiento impli-
ca que los jueces y tribunales82 acepten como vinculantes los criterios establecidos
en dicha regla. Esto conlleva también a un problema denominado como “circulo
vicioso”, puesto que para la existencia de la regla de reconocimiento se requiere
que los jueces y tribunales las acepten como vinculantes y válidas83.
Bajo el pensamiento de HART, son las reglas de adjudicación las que atribuyen
la potestad jurisdiccional a los jueces y tribunales y para determinar si éstas son
válidas hay que utilizar los criterios de validez establecidos en la regla de recono-
cimiento. Así según PECES-BARBA84, “la combinación de una estructura basada en
normas primarias, normas secundarias con sus reglas de cambio y de adjudicación
y una norma de reconocimiento en su cúspide daría unidad a este sistema. Esta
regla de reconocimiento como regla última quedaría vinculada a criterios fácticos,
de obediencia e incluso…como obligación de los jueces de aplicar normas jurídicas
que dicha regla reconoce o como mero hecho sociológico”.
75
Rommell Ismael Sandoval R.
Ello explica que los principios que regulan el sistema de fuentes sean una par-
te fundamental del orden constitucional y de la estructuración y jerarquización
normativa del ordenamiento jurídico. Un primer aspecto, es la misma referencia
que se hace de la Constitución como fuente de fuentes, cuya legitimación proviene
de su creador: el poder constituyente, convirtiéndose en la fuente principal de la
cual deriva el resto. Otro aspecto es que la regulación de los modos de producción
del derecho se opera, entonces, mediante la atribución de competencias a distin-
tos órganos del Estado o a la participación necesaria de más de uno de éstos para
la producción del derecho.
Dice PÉREZ ROYO88 “por fuentes del derecho se entiende aquellos hechos o
actos de los cuales el ordenamiento jurídico hace depender la producción de nor-
mas jurídicas. Es decir, el ordenamiento no sólo regula el comportamiento de las
personas, sino que regula además –y esta es la esencia del derecho constitucional,
unánimemente reconocida– el modo en que se deben producir las normas jurídi-
cas. Dicho con otras palabras: regula la propia producción normativa”.
76
La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
validez en el nuevo sistema de fuentes ya que éstas surgieron bajo los anteriores
regímenes formalmente constitucionales.
Este asunto tiene sus consecuencias prácticas y políticas por la misma función
de la Constitución en la vida social y como fuente ordenadora de las fuentes del
Derecho. En especial debido a que la norma fundamental se inserta en un orde-
namiento preexistente que por su misma fuerza vinculante “activa” obliga a que
éste se adecue a aquélla produciéndose una recomposición en el sistema. Es decir,
el ordenamiento jurídico que existía al entrar en vigencia la Constitución del 83 se
sometió a las prescripciones de ésta tanto en los modos de producción del derecho
como en las materias que regulaba, así como en lo referente a las competencias de
los órganos de formulación del derecho y en la nueva jerarquía o posición de las
normas jurídicas en el sistema de fuentes.
Como dice RUBIO LLORENTE92 “es obvio que aunque la Constitución viene
a insertarse en un ordenamiento preexistente no se acomoda a él sino que, por
el contrario, lo fuerza a adecuarse a ella, de manera que puede decirse con exac-
titud y no como simple metáfora que la Constitución es base –o, si se prefiere,
cúspide– del ordenamiento entero. Esta acomodación no implica, sin embargo,
destrucción de todo lo preexistente. El cambio constitucional no es una solución
de continuidad en la vida del Estado sino solo un avatar. Al establecer una nueva
disciplina para los modos de producción del derecho, la Constitución opera sólo ex
nunc y no deroga en absoluto las normas producidas válidamente según el modo
(anterior)…”.
78
La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
ord. 1.º Cn); de ahí que los decretos, acuerdos, órdenes o resoluciones que
emita él o los demás funcionarios del Órgano Ejecutivo, excediendo sus
competencias constitucionales, serán nulas y no deberán ser obedecidas
(art. 164 Cn);
ii) Órgano Judicial. Al Órgano Judicial, por su lado, le corresponde exclusi-
vamente la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en las diversas
materias de su competencia. En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces
y magistrados, únicamente están sometidos a la Constitución y por su-
puesto a la ley, pero a la ley aplicada y adecuada a los contenidos de la
Constitución, art. 172 inc. 3.º Cn; y,
iii) Órgano Legislativo. La Asamblea Legislativa es un cuerpo colegiado com-
puesto por diputados, elegidos en la forma prescrita por la Constitución
y le compete esencialmente la función de legislar, además de la realiza-
ción de otras funciones de control político (arts. 121, 131, 133,140 y 142
Cn). Los diputados representan al pueblo entero, es así que al integrar la
Asamblea Legislativa, deberán participar en el procedimiento de creación
del derecho por excelencia: la ley. También le compete a la Asamblea la
aprobación de los tratados internacionales.
80
La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
Los límites implícitos al poder de reforma constitucional tienen que ver con el
contenido de los derechos fundamentales, los principios y valores esenciales conte-
nidos en la Constitución. Así se pueden mencionar:
82
La fuerza normativa de la Constitución
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Rommell Ismael Sandoval R.
Los efectos jurídicos del control abstracto de la ley y de los otros actos norma-
tivos pronunciados por las sentencias de la Sala de lo Constitucional son de carác-
84
La fuerza normativa de la Constitución
ter general. Si las sentencias son estimatorias, expulsan del ordenamiento jurídico
a la norma declarada inconstitucional (art. 10 LPrCn).
85
Rommell Ismael Sandoval R.
Por medio del control difuso los jueces imponen a la Constitución como una
“ley fundamental”. Es decir, que los jueces tienen una vinculación más fuerte a la
Constitución que a las leyes ordinarias, con lo que se establece la posibilidad de los
tribunales de desaplicar toda ley contraria a aquélla.
86
La fuerza normativa de la Constitución
Por su parte, el Código Procesal Civil y Mercantil (CPCM), siguió la misma línea
al establecer un refuerzo a la regla de la vinculación de todos los jueces a la Cons-
titución, leyes y demás normas:
“Art. 2.- Los jueces están vinculados por la normativa constitucional, las leyes
y demás normas del ordenamiento jurídico, sin que puedan desconocerlas ni des-
obedecerlas.
87
Rommell Ismael Sandoval R.
tos entre los sujetos procesales (inter partes) que participan en el procedimiento
judicial correspondiente. Este efecto inter partes también resulta de aquella inter-
pretación que el juez o el tribunal realice de la ley “conforme” a la Constitución.
Conclusiones
88
La fuerza normativa de la Constitución
Las aportaciones de KELSEN, HART y BOBBIO han permitido pasar del análisis
aislado de la norma jurídica a la teoría del ordenamiento jurídico al considerársele
como un “sistema normativo”. La noción de sistema normativo es utilizada desde
su perspectiva lógica y formal por medio de la cual se pueden definir los elementos
necesarios para identificar las normas que pertenecen al sistema.
89
Rommell Ismael Sandoval R.
Esta tarea es realizada por medio de los sistemas de control difuso o control
de constitucionalidad americano y el control concentrado de constitucionalidad
o sistema austríaco. Es el ordenamiento jurídico el que debe ser sujeto al “test
de pedigree” (HART), por parte de los jueces y tribunales, tanto bajo el procedi-
miento de control desconcentrado o concentrado, para saber si choca o no con la
Constitución.
Los valores y principios constitucionales, como destaca el art. 246 Cn, nos lle-
van a reiterar que toda la Constitución es vinculante, especialmente los destacados
por el art. 1 de la Constitución, sin desmerecer los demás contenidos a lo largo de
la ley fundamental. Con esto queremos decir que la norma constitucional escrita
como norma concreta tiene un contenido incompleto y evolutivo válida en tér-
minos relativos. Con esto se deja a un lado la estricta concepción positivista de la
Constitución y vemos la conexión entre la norma como tal y sus valores y principios
como manda el constituyente. Todo poder precisa, para actuar con legitimidad y
ser coherente con actuación, el respeto y resguardo de los derechos fundamen-
tales, los principios y valores constitucionales. El juramento a la Constitución en
la toma de poder de los funcionarios, no puede ser una mera formalidad o una
actuación teatral frente al pueblo.
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La fuerza normativa de la Constitución
NOTAS
1 AAVV, Teoría de la Constitución Salvadoreña, Proyecto de Cultura Constitucional, Unión Europea/
Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 2000. Posteriormente, se publicó una versión corta de
este estudio en la Revista del Instituto de Investigación de la Universidad Dr. José Matías Delgado.
2 En los últimos años, la intolerancia política vuelve a aparecer en nuestra sociedad, atacando a las
instituciones democráticas de control. Estas circunstancias, hacen necesario volver a reiterar la
búsqueda de los cauces constitucionales para la solución pacífica de las ideas o de las controver-
sias. De acuerdo a las conclusiones generales del informe, los graves hechos de violencia que se
produjeron en el país surgieron de circunstancias complejas. La falta de garantía de los derechos
humanos y una sociedad creada al margen del Estado de Derecho. En esa época los órganos judi-
cial, legislativo y ejecutivo no garantizaron el funcionamiento del Estado. Ver: COMISIÓN DE LA
VERDAD, De la Locura a la Esperanza. La guerra de 12 años en El Salvador. Informe de la Comisión
de la Verdad para El Salvador, Naciones Unidas, San Salvador-Nueva York, 1992-1993. pp. 185
y ss. En el país, en nombre de estos dogmas ideológicos siguen sin ser juzgados los delitos de lesa
humanidad y crímenes de guerra cometidos antes y durante la guerra civil. Una de las posibles
razones de la sensación de injusticia, impunidad e inseguridad, es que no se han cumplido, en
su totalidad, las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. La Comisión recomendó, entre
otros aspectos, fortalecer el Estado de Derecho y el sistema judicial para investigar y castigar
las violaciones a los derechos humanos. Confrontar con sentencia de inconstitucionalidad 44-
2013/145-2013 emitida por la SC el 13/07/2016, que declaró inconstitucional la Ley de Amnistía
General para la Consolidación de la Paz; así como con la sentencia de amparo de la SC 254-2018
que reconoce el derecho al acceso a la justicia y a saber la verdad.
3 Sentencia Hábeas Corpus 142-2005, desaparición forzada durante la guerra civil, emitido por la
Sala de lo Constitucional el 11/09/2017; Sentencia Hábeas Corpus 33-2009, desaparición forzada
durante la guerra civil, emitido por la Sala de lo Constitucional el 06/03/2019; Sentencia Hábeas
Corpus 19-2017, desaparición forzada durante la guerra civil, emitido por la Sala de lo Constitucio-
nal el 05/03/2018.
4 Sentencia de amparo 411-2017, emitida por la Sala de lo Constitucional el 13/07/2018 para favo-
recer víctimas de desplazamiento forzado por la violencia.
5 Sentencias Hábeas Corpus 406-205, desaparición forzada a causa de la violencia social y cometida
por militares, emitido por la Sala de lo Constitucional el 07/03/2018;
6 La concepción de la Constitución como norma fundamental en el constitucionalismo norteame-
ricano se encuentra en la formación iusfilosófica de los constituyentes al reproducir la superio-
ridad del commom law contenido en el derecho natural. De esta manera el constitucionalista
norteamericano estaba ideando un mecanismo para limitar el poder de la autoridad legislativa
estableciendo la prioridad de la Constitución sobre la ley ordinaria. Además del rol de la filosofía
política ius naturalista en la formación del carácter normativo de la Constitución norteamericana,
también debe asignársele un papel importante a la necesidad política de cohesionar un Estado
Federal, en el cual se reparten atribuciones competenciales entre el gobierno central y los estados
federados. Esto supone que el papel de la Constitución norteamericana será la de un parámetro
para la resolución de los conflictos de competencia entre los Estados miembros de la Federación y
la Federación. Por otra parte, tiene su correlato en la construcción de la idea de rigidez constitu-
cional, cuya razón de ser no es otra que la de asegurar la supremacía de la normativa constitucio-
nal sobre el resto del ordenamiento como consecuencia del valor fundamental que aquélla posee,
dejando en manos de los jueces la responsabilidad de aplicar la Constitución en forma preferente
a cualquier otra norma jurídica. Ver Alexander HAMILTON, James MADISON y John JAY, El Fede-
ralista, www.librodot.com, pp. 43 y ss.
7 Javier PÉREZ ROYO, Curso de Derecho Constitucional, Marcial Pons, Ediciones Jurídicas S.A., Ma-
drid, 1994, p. 35. La Constitución reconoce el derecho a los ciudadanos de acudir directamente al
tribunal constitucional a promover una acción de inconstitucional y tampoco está reconocido el
derecho a la insurrección. PEREZ ROYO manifestó que “la soberanía reside en el pueblo, se expre-
sa directamente a través del poder constituyente y se objetiva jurídicamente en la Constitución.
Todos los órganos del Estado, incluido el legislador, son poderes constituidos, sometidos, por tan-
to, a la soberanía de la Constitución. La soberanía no reside, pues, en ningún órgano del Estado…
reside en la práctica en la Constitución, a la que están sometidos todos los órganos del Estado”.
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8 Gustavo ZAGREBELSKY, El Derecho Dúctil. Ley, derechos y Justicia, Editorial Trotta. Madrid, Dé-
cima Edición, 2011, p. 21. No se puede dejar de lado la transformación política actual: El paso
del Estado de Derecho al Estado Constitucional. La necesidad de proteger a los ciudadanos y de
garantizar sus derechos. Así como la función unificadora de la Constitución y del Estado Constitu-
cional.
9 Konrad HESSE, Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1992, p. 6 y ss. Lo que sea la Constitución solo puede ser concebido a partir de la finalidad y de
la función de ésta en la sociedad en una realidad histórica y concreta, en la que las características
de unidad política y orden jurídico aparecen como características de ésta. El Estado y el poder no
son preexistentes. Solo adquieren realidad en la vida humana a través de una Constitución.
10 Ver sentencia de inconstitucionalidad 1-95, Sala de lo Constitucional, del 9/05/2000
11 Peter HÄBERLE, El Estado Constitucional, Universidad Nacional Autónoma de México, México,
2003, primera reimpresión. pp.3 y ss. Los Estados modernos de cuño europeo entienden que su
Constitución es el orden jurídico fundamental del Estado y de la sociedad. HABERLE, ejemplifica
a la Constitución de Estados Unidos por su impresionante de duración. La Constitución no sólo es
un ordenamiento para juristas, actúa para no juristas, y es una expresión de desarrollo cultural,
fundamento de sus esperanzas. La Constitución escrita constituye un óptimo regulador.
12 Ver Sentencia Sala de lo Constitucional, inconstitucionalidad 5-99 del 20/07/1999.
13 Ver Sentencia Sala de lo Constitucional, inconstitucionalidad 4-88 del 20/07/99.
14 Ver HAMILTON, El Federalista, op.cit, pp. 208 y ss.
15 Ver Sentencias Sala de lo Constitucional, inconstitucionalidades 2-92 del 26/07/1999 y 3-93 del
22/10/1999
16 Dice el art. 246 Cn: “los principios, derechos y obligaciones establecidas por esta Constitución no
pueden ser alterados por las leyes que regulan su ejercicio”. Toda la Constitución, consecuente-
mente, tiene fuerza normativa, es inmediata y obligatoriamente aplicable.
17 André HAURIOU, Derecho Constitucional e Instituciones Políticas, Editorial Ariel, Barcelona, 1980,
pp. 41 y ss. Para Hauriou, el principio de supremacía de la Constitución descansa en la distinción
entre poder constituyente y poderes constituidos. El poder constituyente establece determina-
dos órganos encargados de actuar en nombre del Estado. Los poderes constituidos ajustarán su
actuación a lo regulado por la Constitución. Por su parte, para Segundo LINARES QUINTANA,
Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional Argentino y Comparado, Editorial Alfa, Buenos
Aires, 1956, pp. 241 y 242, el principio de supremacía constitucional es la principal garantía de la
libertad y dignidad del individuo al imponer a los poderes constituidos la obligación de encuadrar
sus actos a las reglas que prescribe la ley fundamental. Los actos emanados de los poderes cons-
tituidos no tienen la misma jerarquía que las normas constitucionales con el fin de no dejar sin
efecto el sistema de amparo de la libertad.
18 Ver HAMILTON, El Federalista, op.cit, pp. 106 y ss.
19 HESSE, op.cit,. 16. “La Constitución es el orden jurídico fundamental de la Comunidad. La Cons-
titución fija los principios rectores con arreglo a los cuales se debe formar la unidad política y se
deben asumir las tareas del Estado. Contiene procedimientos para resolver conflictos en el interior
de la Comunidad. Regula la organización y el procedimiento de formación de la unidad política
y la actuación estatal. Crea las bases y determina los principios del orden jurídico en su conjunto
en todo ellos es la Constitución el plan estructural básico, orientado a determinados principios de
sentido para la conformación jurídica de una Comunidad”. Estamos, sin duda, ante la idea de la
formulación jurídica del Estado a partir de la Constitución y por ende de la creación del Estado
Constitucional de Derecho. Es la norma fundamental la que debe impedir la expansión del poder
totalitario o de las violaciones a los derechos humanos por el poder estatal o por sus agentes.
20 ZAGREBELSKY, op. cit., 21 y ss. Afirma que las “constituciones contemporáneas intentan poner
remedio a estos efectos destructivos del derecho mediante la previsión de un derecho más alto,
dotado de fuerza obligatoria incluso para el legislador…lo que caracteriza al Estado Constitucio-
nal actual es ante todo la separación entre los distintos aspectos o componentes del derecho que
en el Estado del Derecho del siglo XIX estaban unificados o reducidos en la ley. Para expresar
cumplidamente la soberanía histórico-política de la clase social dueña de la ley…” p-39-40
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La fuerza normativa de la Constitución
21 Reinhold ZIPPELIUS, Teoría General del Estado, 3ª. Edición, Editorial Porrúa, México, 1998,
pp. 276 y ss.
22 Gregorio PECES-BARBA y otros, Curso de Teoría del Derecho, Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y
Sociales S.A., Madrid, 1999, pp. 18 y ss.
23 Alberto PREDIERI y Eduardo GARCÍA DE ENTERRÍA, La Constitución Española de 1978. Estudio
sistemático dirigido por los profesores Alberto Predieri y Eduardo Garcìa de Enterrìa, Reimpresiòn
1988, Editorial Civitas S.A., Madrid, pp.102. En este escrito se resalta la juridicidad de la Cons-
titución y la necesaria creación de un Tribunal Constitucional para que controle y mantenga la
juridicidad de dicha norma por sobre el ordenamiento infraconstitucional.
24 Karl LOEWENSTEIN, Teoría de la Constitución, Editorial Ariel, Barcelona, 1979., p. 63. Para
Loewenstein la Constitución es producto de la “decisión política fundamental”, en la que el cons-
tituyente (el pueblo) elige su sistema político y la forma de gobierno en la que desea vivir.
25 Silvio BASILE, Los principios fundamentales, Jurisprudencia constitucional, en el trabajo colectivo
La Garantía Constitucional de los Derechos Fundamentales. Alemania, España, Francia e Italia, 1a.
Edición,Servicio de publicaciones de la Facultad de Derecho, Universidad Complutense,Madrid,
Editorial Civitas S.A., 1991, p.275.
26 Ferdinand LASALLE, ¿Qué es una Constitución?, Ediciones Universales, Bogotá, sf,, p 69, dice: “los
problemas constitucionales no son, primariamente, problemas de derecho, sino de poder: la ver-
dadera Constitución de un país sólo reside e los factores reales y efectivos de poder que ese país
rigen, y las constituciones escritas no tienen valor ni son duraderas más que cuando dan expresión
fel a los factores de poder imperantes en la realidad social”
27 Así tenemos que los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones solamente están some-
tidos a lo prescrito en la Constitución y a las leyes vigentes de sancionadas, promulgadas y publi-
cadas de conformidad a la Constitución, según se desprende de las siguientes disposiciones -entre
otras-: arts. 83, 86, 168 ordinal 1o, 185, 235, 244, 246, 249 de la Constitución. Karl LOEWENSTEIN,
op.cit, pp. 50, 151 y ss PREDIERI Y GARCÍA, op. cit., p.105, manifiestan“la Constitución, por una
parte, configura y ordena los poderes del Estado por ella construidos; por otra, establece los
límites del ejercicio del poder y el ámbito de libertades y derechos fundamentales, así como los
objetivos positivos y las prestaciones que el poder debe cumplir en beneficio de la comunidad.
En todos esos contenidos la Constitución se presenta como un sistema preceptivo que emana del
pueblo como titular de la soberanía, en su función constituyente, preceptos dirigidos tanto a los
diversos órganos del poder por la propia Constitución establecidos para los ciudadanos”.
28 José A. TINETTI, Estudios Constitucionales en los Programas de Capacitación de miembros del Sis-
tema de Administración de Justicia, en Revista de Ciencias Jurídicas, Proyecto de Reforma Judicial,
Año I, enero de 1992, No. 2, pp. 190-195. Para TINETTI el desconocimiento del carácter normativo
de la Constitución se ha debido esencialmente a dos factores, uno de carácter fáctico puesto que
el poder real representado por el autoritarismo no se ha querido someter a las reglas del Derecho
y otro de carácter formativo, debido a que la mayor parte de los abogados tienen una formación
iusprivatista y por ende se carece de una formación cultural constitucionalista. Creemos que estas
dos causas señaladas en 1992 aún persisten con sus propios matices.
29 La Sentencia de la Sala de lo Constitucional: Inconstitucionalidad No. 61-2009, con fecha 29 de
julio de 2010, permitió importantes cambios en el sistema electoral. Se prohibió las listas cerradas
y bloqueadas con lo que los partidos políticos habían mantenido de rehenes a los candidatos y a
los electores. El fallo habilitó adicionalmente las candidaturas independientes.
30 PREDIERI Y GARCÍA, op. cit.,, p,107
31 Javier PÉREZ ROYO, op. cit, p. 35. Este acto fundante del ordenamiento jurídico, aunque preexis-
tan normas anteriores, lo hace único. Una vez que el poder constituyente ha promulgado la ley
fundamental, entonces deja de existir. Si en el poder constituyente ha recaído el mandato de la
soberanía popular, entonces, éste queda fijado en la Constitución. Por eso los poderes constitui-
dos no pueden emitir mandatos o normas que contraríen la soberanía del pueblo contenida en la
Constitución.
32 SSCI 4-88 del 20/VI/99.
33 Sentencia del Tribunal Constitucional español 9/81 citada por la sentencia de inconstitucionalidad
referente a los artículos 113 y 124 de la Ley de Impuesto a la Transferencia de Bienes Muebles y a
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La fuerza normativa de la Constitución
pretación de la Constitución adquiere cada vez más el aspecto de una filosofía del derecho, pues
sus procedimientos, no obstante estar vinculados al derecho vigente, no Estados constitucionales
modernos, los principios morales del derecho natural se han incorporado al derecho positivo. Las
modalidades argumentativas del derecho constitucional se abren así a los discursos metajurídicos,
tanto más si se toman en consideración los principios de la Constitución”, pp. 116-119.
51 Luis LÓPEZ GUERRA, Introducción al Derecho Constitucional, Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, pp.
45 y ss. Sobre esta temática véase en extenso a Pablo PÉREZ TREMPS, Tribunal Constitucional y
Poder Judicial, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985..
52 GARCÍA DE ENTERRÍA, op.cit, pp. 41 y ss, y 51 y ss.
53 LOEWENSTEIN, op.cit, p. 158.
54 Alexander HAMILTON, James MADISON y John JAY, El Federalista, op.cit, pp. 43 y ss.
55 PÉREZ TREMPS, op.cit, p. 135 y ss. Sostiene que la idea de supremacía normativa de la Constitu-
ción es un ‹‹prius›› de su garantía.
56 Luis LÓPEZ GUERRA, op.cit, pp. 69 y ss.
57 HAURIOU, op.cit, pp. 41 y ss. Hay que recordar que para HAURIOU, la supremacía de la Consti-
tución descansa en la distinción entre poder constituyente y poderes constituidos. No exite otro
“primer órgano del Estado” después del poder constituyente. Todos los poderes constituidos que
integran los ´órganos fundamentales de gobierno, tienen igual jerarquía.
58 Karl LOEWENSTEIN, op.cit, p. 159. Se ha mencionado en otra parte de este studio lo mencionado
por Loewenstein “…por espacio de más de un siglo, los teóricos políticos habían exigido la racio-
nalización del proceso del poder político, limitando el absolutismo de la corona y trasladando el
centro del poder de la corona al pueblo y a sus representantes. Esta petición quedó concretada
en el establecimiento de un documento constitucional formal que se convirtió en sello del nuevo
orden social…”
59 Luis RECASÉNS SICHES, Introducción al Estudio del Derecho, 9ª. Edición, Editorial Porrúa S.A., Mé-
xico, 1991, pp. 184 y ss. Esta definición desde la teoría del derecho resulta útil para comprender la
diferencia entre la norma fundamental y el ordenamiento jurídico
60 En realidad las doce Constituciones Políticas anteriores (1864, 1871, 1872, 1880, 1883, 1886, 1939,
1944, 1945, 1950 y 1962) han sido promulgadas por una Asamblea Constituyente llamada por un
régimen transitorio cívico/militar de facto (la “Junta”) que ha controlado las funciones legislativas
y ejecutivas del Estado surgido de un golpe de Estado o de Palacio. Las únicas Constituciones
Políticas que han regido la vida jurídica de la República sin preceder un golpe de Estado han sido
las Federales de 1824, 1898 y 1921 y las nacionales de 1824 y 1841.
61 “Tal derogación sólo puede entenderse como resultado de la contravención a la Constitución en
sentido material o sustancial, es decir, lo que el artículo 183 Cn., denomina inconstitucionalidad
en su contenido…” Sentencia 4-88/1-96 (acum) p. 9. En igual sentido se pronuncia la sentencia de
inconstitucionalidad 2-92 de 26 de julio de 1999.
62 Francisco RUBIO LLORENTE, La forma del Poder. Estudios sobre la Constitución, Centro de Estu-
dios Constitucionales, Madrid, 1997, p. 47.
63 Alessandro PACE, La instauración de una nueva Constitución, en Revista de Estudios Políticos,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 97 nueva época, julio/septiembre de 1997, p. 24-25.
Así según Pace “desde el punto de vista político, habiéndose resuelto, sin rastro alguno, en la
constitución formal y en los actos fundamentales del nuevo orden. Con ello no pretendo afirmar
–continúa diciendo Pace-, sin embargo, que no pueda resurgir aquí a poco tiempo, para alterar el
orden tan recientemente asentado…”
64 PÉREZ ROYO, op.cit, pp. 64 y ss.
65 RUBIO LLORENTE, op.cit, p.45 y ss.
66 ZIPPELIUS, op.cit, pp. 276 y ss.
67 PECES-BARBA y otros, op.cit, pp. 18 y ss.
68 ZIPPELIUS, op.cit, pp. 49 y 50.
69 La sentencia de inconstitucionalidad referente a los artículos 113 y 124 de la Ley de Impuesto a la
Transferencia de Bienes Muebles y a la Prestación de Servicios, emitida por la Sala de lo Constitu-
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cional de la Corte Suprema de Justicia, a las doce horas del día diecisiete de diciembre de mil no-
vecientos noventa y dos. Lo anterior ha sido sostenido por la Sala de lo Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia desde la perspectiva del principio de la división y equilibrio de poderes del Es-
tado citando a Bidart Campos y a Quiroga Lavié, respectivamente: “…esto se halla vinculado con
el principio de la división de poderes, uno de los pivotes del constitucionalismo moderno el propó-
sito fundamental de instrumentar la Constitución –sostiene German J. Bidart Campos- como una
ley de garantía condujo a desconcentrar las funciones del poder, evitando que el mismo órgano
acumulara todas; de esa manera, racionalmente, se procuraba la seguridad de los individuos,
por aquel aforismo –esencialmente verdadero- de que todo hombre que tiene el poder tiende
al abuso de ese poder…Humberto Quiroga Lavié, en su obra Derecho Constitucional, examina
este punto bajo dos perspectivas, que denomina principio de funcionalidad y principio de no
concentración. Respecto del primero, lo enuncia en los siguientes términos: “surge este principio
de ese rol fundamental que cumple la Constitución de ser agente distribuidor de las funciones
supremas del Estado. En este contexto debemos otorgar a la función el sentido de competencia,
de modo de considerar a la Constitución como el instrumento de su distribución (…). El principio
de funcionalidad no sólo otorga un orden de mejor método a las normas constitucionales, aun-
que ello lo consigue sin duda (aspecto científico del principio). También pone de manifiesto la
necesidad técnica de dividir el trabajo concerniente al gobierno del Estado y, fundamentalmente,
expresa la necesidad política de que las funciones públicas no se concentren…el subprincipio de
no concentración de funciones, consiste en poner límite al alcance de las competencias otorgadas
por las normas de organización ”…”.
70 En este sentido parecería redundante, prima facie, decir el “carácter normativo de la Constitu-
ción” cuando por sí misma ya lo es por los efectos que produce -claro que con sus caracteres
diferenciadores del resto ordenamiento jurídico-, sobre todo porque para el caso de la ley fun-
damental salvadoreña se dictamina como regla general en el art. 246 Cn. que los “principios,
derechos y obligaciones establecidos por esta Constitución no pueden ser alterados por las leyes
que regulen su ejercicio. La Constitución prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos. El in-
terés público tiene primacía sobre el interés privado”; y con respecto a la responsabilidad de los
funcionarios públicos dice el “art. 235.- Todo funcionario civil o militar, antes de tomar posesión
de su cargo, protestará bajo su palabra de honor, ser fiel a la República, cumplir y hacer cumplir
la Constitución, ateniéndose (sic) a su texto cualesquiera que fueren las leyes, decretos, órdenes o
resoluciones que la contraríen, prometiendo, además el exacto cumplimiento de los deberes que
el cargo le imponga, por cuya infracción será responsable conforme a las leyes”.
71 Toda la Constitución, en sentido formal, tiene valor normativo directo e inmediato, no sólo al
Órgano Legislativo como mandatos o instrucciones que sólo a él corresponde desarrollar, y entre
los poderes públicos, a todos los jueces y tribunales. Véase a BERTRAND GALINDO y otros, op.cit.,
pp. 134 y ss.
72 PECES-BARBA y otros, op.cit, p. 158. Hans KELSEN, Teoría Pura del Derecho, 9ª Edición, Editorial
Porrúa, México, 1997, p. 84. Dice KELSEN, “en tanto la ciencia jurídica sólo concibe a la conducta
humana como contenido de normas jurídicas, es decir; en cuanto determinada por normas de
derecho, expone el significado normativo de esos hechos. Describe las normas jurídicas produci-
das por actos de conducta humana, así como las normas que mediante esos actos son aplicadas y
acatadas, y al hacerlo describe las relaciones constituidas mediante esas normas jurídicas entre los
hechos por ellas determinados. Las oraciones en que la ciencia jurídica describe esas relaciones,
deben distinguirse, en cuanto enunciados jurídicos, de las normas jurídicas producidas por los
órganos de derecho, que deben ser aplicadas por ellos y obedecidas por los sujetos de derechos.
Los enunciados jurídicos son proposiciones condicionales que expresan que, conforme a un orden
jurídico, nacional o internacional…deben producirse ciertas consecuencias determinadas. Las nor-
mas jurídicas no constituyen proposiciones, esto es, enunciados declarativos sobre un objeto del
conocimiento. Según su sentido son mandamientos y, en cuanto tales, órdenes, imperativos; pero
no sólo mandamientos, sino también permisiones y autorizaciones…el derecho ordena, permite,
faculta; no informa”
73 PÉREZ ROYO, op.cit, pp. 21. Y ss.
74 KELSEN, Teoría Pura del Derecho, op.cit, pp. 201 y ss. También le denomina “norma jurídica
obligatoria para el Estado”, en Problemas Capitales de la Teoría Jurídica del Estado. En la teoría
del imperativo el punto de partida es la voluntad del Estado que se expresa en la norma jurídica,
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103 Manuel ARAGÓN, La Interpretación de la Constitución y el Carácter objetivado del Control Jurisdiccio-
nal”, en Revista Española de Derecho Constitucional, Año No. 6, No. 17, mayo-agosto de 1986, p. 85.
104 Véase al respecto a TINETTI, La Justicia Constitucional en El Salvador, op. cit., p. 177.
105 Ver ZAGREBELSKY, El Derecho Dúctil. Ley, derechos y Justicia, op.cit, p. 131 y ss. Lo que trata de
resaltar el autor es que los jueces constitucionales deben de garantizarle a la sociedad su total
independencia de los partidos políticos o de los poderes fácticos. También deben garantizar su in-
dependencia de si mismos, para evitar caer en la tentación que sus votos responden a sus propias
tesis, conferencias, artículos o libros, evitando que se vuelvan posturas del tribunal.
106 Véase al respecto a TINETTI, La Justicia Constitucional en El Salvador, p. 177.
107 Ver: Sentencias de inconstitucionalidad 1-2010/27- 2010/28-2010 y 15-2011/38-2011. Con esta sen-
tencia se afectó una eliminó una práctica del Órgano Ejecutivo que trasladaba fondos públicos
entre secretarías de Estado sin previa autorización de la Asamblea Legislativa.
108 Asimismo, la resolución de los conflictos entre el ejecutivo y el legislativo en el proceso de forma-
ción de la ley (art. 138 Cn)
109 Ver sentencia 52-2014 de la Sala de lo Constitucional del 09/07/2014 que declaró inconstitucional
las disposiciones del Tratado Constitutivo del Parlamento Centroamericano y Otras Instancias Po-
líticas. Ver amparo 64-2019 Sala de lo Constitucional, 12/02/2019.
110 Sentencia Sala de lo Constitucional 7-2006/27-2007/28-2007/29-2007, 29/05/2015, que rechaza
la inconstitucionalidad del Tratado de Libre Comercio Centroamérica-República Dominicana-Esta-
dos Unidos de América.
111 Ver resolución de admisibilidad de demanda de Inconstitucionalidad 7/2012,resolución pronun-
ciada el 6 de marzo de 2012. Se admitió una demanda contra una enmienda constitucional apro-
bada en primera votación, relacionado al artículo 126 de la Constitución, para cerrar la posibilidad
de las candidaturas independientes a diputados. Así en la enmienda se establece que los candida-
tos a diputados deben ser postulados por un partido político y en el orden de precedencia que el
partido establezca. El fundamento no solo es una afectación a la forma de gobierno y al sistema
político, sino a un derecho político. Ver sentencia de inconstitucionalidad de la Sala de lo Cons-
titucional, 33-2015 del 24/11/2017 que declaró inconstitucional las reformas a los artículos 124
y 202 de la Constitución. Ver precedentes sentencias de inconstitucionalidad 7-2012 (se declaró
inconstitucional la reforma al art. 126 Cn) del 16/12/2013, emitida por la Sala de lo Constitucional.
112 Sobre este punto, TINETTI y BERTRAND GALINDO han expuesto una tesis en la que ambos coin-
ciden al señalar que los decretos de reforma constitucional únicamente pueden ser controlados
por vicios de forma. Ver TINETTI, La Justicia Constitucional en El Salvador, publicado en el Anuario
Iberoamericano de Justicia Constitucional 1997, p. 177. BERTRAND GALINDO y otros, Manual de
Derecho Constitucional T.1,p. 201.
113 Ver sentencia de inconstitucionalidad, la Sala de lo Constitucional declaró inaplicable el art. 743
de 2/06/2011 que pretendía modificar la forma de votación para decisión de la Sala de lo Consti-
tucional, de mayoría simple a votación unánime, en la resolución de admisibilidad del proceso de
inconstitucionalidad 38/2011.
114 Por medio de la resolución 19-2012 del 25 de junio de 2013, la Sala de lo Constitucional declara
inaplicable la resolución emitida por la Corte Centroamericana de Justicia, por invasión de com-
petencia jurisdiccional exclusiva de la Sala de lo Constitucional en materia constitucional. Poste-
riormente, con fecha 16 de agosto del 2012, emitió una segunda resolución de inaplicabilidad
contra la resolución de la Corte Centroamericana de Justicia, así dijo “la pretensión de la CCJ de
autoerigirse como un Tribunal Supranacional Constitucional con competencia para poder revisar
las sentencias de inconstitucionalidad emitidas por esta Sala no puede aceptarse, ya que constitu-
ye una flagrante violación al ordenamiento constitucional de El Salvador”.
115 La Sala de lo Constitucional emitió medida cautelar con fecha 25 de julio de 2013 contra actua-
ciones de la Sala de lo Contencioso Administrativo por los asuntos 328-2013, 344-2013 y 345-2013,
declarando inaplicables cualquier actuación. Posteriormente, declaró inaplicables las decisiones
de admisibilidad de demandadas de ilegalidad emitidas por la Sala de lo Contencioso Adminis-
trativo, por nombramiento de magistrados de la Sala de lo Constitucional y otros magistrados.
La resolución inhabilita los procesos de admisión 328-2013, 344-2013 y 345-2013, se expresó “en
consecuencia, y como efecto de la presente resolución de inaplicación, todas las actuaciones pro-
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cesales que se emitan en los procesos contencioso administrativos 328-2013, 344-2013 y 345-2013,
a partir de la inaplicabilidad de los autos de admisión, carecerán de valor jurídico constitucional y
no tendrán ninguna incidencia en el regular funcionamiento de la jurisdicción constitucional, es-
pecíficamente en la tramitación de los presentes procesos de inconstitucionalidad”, en resolución
del 13 de agosto de 2013.
116 Ver sentencia inconstitucionalidad 77/2013 y 97/2013 emitida el 13 de agosto de 2013, por Sala de
lo Constitucional
117 Ver inconstitucionalidad nombramiento de magistrados a Corte de Cuentas de la República, sen-
tencia de inconstitucionalidad 49-2011 emitido por Sala de lo Constitucional el 23 de enero de
dos mil trece, por no cumplir requisitos constitucionales. Sentencia 7-2011 inconstitucionalidad,
emitida por Sala de lo Constitucional el 13 de mayo de 2011, declarando inconstitucional el nom-
bramiento de un magistrado del Tribunal Supremo Electoral. Sentencia de inconstitucionalidad
19-2012 emitida por la Sala de lo Constitucional, con fecha 5 de junio de 2013, declarando in-
constitucionales los nombramientos de magistrados a la Corte Suprema de Justicia, obligando
a la Asamblea Legislativa a establecer “procedimientos adecuados que transparente los criterios
de selección y objetiven el cumplimiento de los requisitos de los funcionarios a ser elegidos por
la Asamblea Legislativa. También ver sentencia de inconstitucionalidad 29-2012 de la Sala de lo
Constitucional, de fecha 12 de julio de 2012, que declara inconstitucional el nombramiento del
Fiscal General de la República.
118 Ver inconstitucionalidad 25-2006AC del 09/04/2008: “Una de las diferencias entre la declaratoria
de inaplicabilidad y la de inconstitucionalidad es que la primera posee efectos interpartes, mientras
que la segunda conlleva efectos erga omnes, o sea, de obligación general a través de la elimina-
ción de la disposición constitucional. El inicio de un proceso de inconstitucionalidad, en virutd de
requerimiento judicial por ejercicio de control difuso, no implica que el eventual pronunciamiento
de la Sala de lo Constitucional recaiga sobre lo resuelto por el Juez, esto es, sobre su sentencia de
inaplicabilidad, mucho menos sobre lo que pudiere resolver también otro juzgador, al conocer
en segunda instancia por motivo de algún recurso interpuesto. En el ejercicio de la potestad de
control difuso, el juez debe identificar el parámetro de control, es decir la(s) disposición(es) cons-
titucional(es) que considera vulnerada(s) por el objeto de control, lo cual implica que el juzgador
debe realizar previamente una interpretación de la Constitución -sobre la cual la Sala de lo Consti-
tucional no tiene monopolio- y cotejar con ella la interpretación que de la ley ha efectuado.”
119 PÉREZ TREMPS, Tribunal Constitucional y Poder Judicial, op.cit, p. 121. PEREZ TREMPS también
resalta que el origen de la defensa de la Constitución, como norma jurídica superior, nació en los
Estados Unidos de América, a través de la legendaria sentencia Marbury vrs Madison. El trabajo
publicado fue fundamental para ir creando la cultura jurídica alrededor del Tribunal Constitucio-
nal español.
120 Ha dicho la Sala de lo Constitucional en la sentencia de amparo 593-98 del 13/09/99, “es menester
aclarar que las autoridades judiciales y administrativas a las que se les encomienda la ejecución de
un acto subjetivo, público o privado, deben examinarlo a la luz de la Constitución; y en caso de
advertir que existe contradicción entre aquél y los derechos, principios o valores constitucionales
pueden perfectamente, atendiendo la supremacía constitucional, negarse a acatarlo amparándo-
se en las facultades que les conceden los artículos 185 y 235 de la Carta Magna”.
121 Ver inconstitucionalidad 23-2006AC del 06/03/2007. Es necesario que se expongan las razones
que fundamentan la inaplicación de una ley, considerando que el control difuso es un control
jurídico, y la negativa del juez a aplicar la ley no puede obedecer a motivaciones de convenien-
cia u oportunidad, sino sólo a que la norma inferior contradice a la superior en el sentido de su
imperatividad. Sentencia Sala de lo Constitucional 27/2018, del 07/01/2019 que declara que los
tribunales deben realizar un esfuerzo de análisis de la ley conforme a la Constitución, agotarlo,
antes de inaplicarla.
122 Ver improcedencia Inconstitucionalidad 75-2006 de la Sala de lo Constitucional, del 8 de febrero
de 2007. Manifiesta que bajo los arts. 77-E y 77 F la resolución de inconstitucionalidad no se con-
vierte en un recurso de revisión de la inaplicación declarada por la jurisdicción ordinaria. El caso
concreto es independiente del proceso de inconstitucionalidad, por lo tanto, la justicia ordinaria
puede conocer a instancia de parte o de oficio el parámetro de constitucionalidad.
123 Sentencia Sala de lo Constitucional 27/2018, del 07/01/2019 que declara que los tribunales deben
realizar un esfuerzo de análisis de la ley conforme a la Constitución, agotarlo, antes de inaplicarla.
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La fuerza normativa de la Constitución
BIBLIOGRAFÍA
• ALEXY, Robert, El concepto y validez del Derecho, Trad. Jorge M. Seña. Bar-
celona, Gedisa, 1994
• BOBBIO, Norberto. Teoría General del Derecho, Editorial Temis, Bogotá, 1992.
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Rommell Ismael Sandoval R.
• KELSEN, Hans, Teoría Pura del Derecho, 9ª Edición, Editorial Porrúa, México,
1997.
104
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• RECASÉNS SICHES, Luis, Introducción al Estudio del Derecho, 9ª. Edición, Edi-
torial Porrúa S.A., México, 1991.
• ZIPPELIUS, Reinhold, Teoría General del Estado, 3ª. Edición, Editorial Porrúa,
México, 1998.
105
CUALIDADES DE LA CONSTITUCIÓN
CUALIDADES DE LA CONSTITUCIÓN
SUMARIO
Introducción. I. Las funciones de la Constitución. 1. Noción de Comunidad estatal.
2. Integración. Expresión jurídica del consenso. 3. Sentido del carácter abierto y
concentrado de las disposiciones constitucionales. Mecanismos de cierre. 4. Carác-
ter abierto y concentrado no significa relativismo. Vinculación del contenido de la
Constitución con la evolución del constitucionalismo. Determinación del sentido
actual y concreto por la Sala de lo Constitucional. 5. Coordinación. Expresión de
la soberanía. Creación y limitación del poder público. 6. Necesidad de estabilidad.
Limitación a regular lo básico. II. Cualificación de la Constitución por sus funcio-
nes. Cualidades de la Constitución. § 1. La supremacía constitucional (art. 246 Cn)
1. Superioridad formal. 2. Superioridad material. Superioridad formal en función
de la material. 3. Consecuencias. Aplicación directa de la Constitución, interpre-
tación conforme y derogación genérica (art. 249 Cn) 4. Situación en El Salvador.
§ 2. La rigidez acentuada de la Constitución (art. 248). 1. Finalidad. 2. Procedi-
miento de reforma constitucional en El Salvador. 3. Los contenidos irreformables
de la Constitución Salvadoreña. § 3. La protección difusa y reforzada a la Cons-
titución (art. 247). 1. Vinculación con el tema general de la eficacia del Derecho.
Garantía inmanente. 2. Protección institucionalizada difusa y concentrada. Pro-
tección a cargo de funcionarios administrativos y tribunales no especializados.
3. Protección a cargo de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Jus-
ticia. Consecuencias. 4. La protección reforzada no es, desde un punto de vista
lógico-jurídico, una cualidad esencial de la Constitución. Tipología de las normas
constitucionales. § 4. Disposiciones y normas constitucionales. 1. Diferenciación
entre disposiciones y normas constitucionales. 2. Tipología y sistematización de
las disposiciones constitucionales. § 5. Tipología de las normas constitucionales.
ABREVIATURAS
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Cualidades de la Constitución
INTRODUCCIÓN
1. Antes de exponer en qué consisten dichas funciones, y por qué son ellas las
que cualifican a la Constitución dentro del ordenamiento jurídico, es necesario, por
razones metodológicas, exponer qué entendemos por Comunidad estatal, la cual
es el objeto constituido jurídicamente.
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
Además hay otra razón que hace más adecuado el término comunidad para
hacer referencia al objeto constituido por la Ley Suprema: como expone Hesse,4 se
suele hacer una separación entre Estado y Sociedad, entendiendo por el primero
el conjunto de instituciones y funcionarios que ejercen el poder político, y por la
segunda al conjunto de individuos que, como tales, se encontrarían excluidos de
la conformación y dirección políticas; es decir, se entiende ambos conceptos de
manera tajantemente separada.
112
Cualidades de la Constitución
sólo políticos stricto sensu, sino también económicos, sociales, culturales, etc.–,
de una sociedad esencialmente pluralista y compleja, conformada por grupos o
sectores que sustentan diversas ideologías e intereses, y que necesariamente han
de coexistir5.
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
históricamente”11, objetividad que no puede derivar más que del consenso; de ello
se sigue que el sistema de cánones ético-jurídicos que se expresa en la Constitución
no puede ser determinado por un solo sector, de forma unilateral, pues en tal caso
se desnaturaliza la esencia de la Ley Suprema.
Para abordar el tema cabe hacer, en primer lugar, una distinción entre la no-
ción de Constitución como “orden abierto” o como “norma abierta”, y el carácter
abierto de las disposiciones de la Constitución.
114
Cualidades de la Constitución
En tal sentido, decir que la actuación práctica de los órganos políticos y la ju-
risdicción constitucional son mecanismos de cierre implica reconocer que son ellos
los que, ya sea positivamente –adoptando decisiones y ejecutándolas– o negativa-
mente –controlando, señalando los límites más allá de los cuales no se puede de-
cidir o actuar– precisarán alcances y límites, colmarán lagunas o complementarán
con detalles los contenidos abiertos de las disposiciones constitucionales.
115
Rodolfo Ernesto González Bonilla
Sobre ello debe afirmarse rotundamente que una tal comprensión de esta
cualidad de la Constitución es inaceptable, pues contraría su esencia; el contenido
de las constituciones ha sido formado a partir de la evolución del constituciona-
lismo, ese movimiento jurídico, político y filosófico que en los últimos doscientos
años ha postulado el ideal de una Constitución escrita, cuya legitimidad se basa en
el contenido mismo de sus normas y en emanar de la voluntad soberana del pue-
blo, y cuya función esencial es instaurar un gobierno limitado, garantizando con
ello los derechos de los ciudadanos; finalidad que sólo puede asegurarse a través
de la rigidez de la Constitución y del control judicial de constitucionalidad16.
En este punto hay que señalar, otra vez, que la determinación del sentido actual
y concreto que tales disposiciones adquieren corresponde a la SC; es aquí donde más
marcado se advierte su carácter técnico e imparcial, la justificación de que la última
instancia de protección a la Constitución radique en dicho tribunal, y la necesidad
que su jurisprudencia sea motivada, haciendo un uso adecuado de la argumentación
jurídica, para dejar claro que es de la Constitución, y no de criterios subjetivos, de
donde se derivan las consecuencias jurídicas que se expresan en sus fallos18.
116
Cualidades de la Constitución
Este papel de organización del poder aparece como el más visible de la Cons-
titución, lo cual explica que el concepto dominante de ella, durante el siglo XX,
haya sido el formulado por Georg Jellinek en 1905: aquella ordenación que abarca
las normas jurídicas que designan los órganos supremos del Estado, los modos de
su creación, sus relaciones mutuas, fijan el círculo de su acción o influencia y, por
último, la situación fundamental del individuo respecto del poder del Estado21.
Ahora bien, no puede ignorarse que el proceso de los Estados ha sido ten-
dencialmente a un carácter “territorial”; lo determinante y visible para definir sus
confines es el espacio físico, no el consenso que los ciudadanos puedan configurar.
Desde Weber se entiende por Estado “un instituto político de actividad continua-
da, cuando y en la medida que su cuadro administrativo mantenga con éxito la
pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del
orden vigente”, asociación política que se caracteriza especialmente por “el hecho
de que la dominación de su cuadro administrativo y de sus ordenamientos manten-
117
Rodolfo Ernesto González Bonilla
En este punto se plantea una tensión entre dos vías de regulación de tales
aspectos: una breve, puntual y esquemática, basada principalmente en cláusulas
generales, cuyo significado deberá ser actualizado en los diferentes momentos de
vigencia de la Constitución, y concretado por medio de la legislación y la jurispru-
dencia constitucional; y otra exhaustiva y detallada.
118
Cualidades de la Constitución
del poder. La Constitución es un punto firme, una base coherente y racional para
los titulares del poder político que buscan con su trámite dar estabilidad y continui-
dad a su concepto de vida asociada”28.
La Constitución Salvadoreña opta en algunos aspectos –v. gr. las normas de-
terminadoras de la estructura del Estado en el título III, o los principios relativos al
orden económico en el título V–, por un sistema de cláusulas generales; mientras
que en otros aspectos –v. gr., los derechos y garantías fundamentales en el título
II– por uno de cláusulas concretas, o por una mixtura entre ambos.
CUALIDADES DE LA CONSTITUCIÓN
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
Por otra parte, cabe establecer una jerarquía entre las disposiciones del orde-
namiento, basada en la validez de las mismas; así, la disposición 1, que se produce
siguiendo las prescripciones sobre producción jurídica contenidas en otra disposi-
ción, la 2, es inferior a esta; pero esta última disposición 2, para ser válida, debe a
su vez haber sido producida siguiendo las normas sobre producción jurídica conte-
nidas en otra disposición, la 3, la cual es superior respecto de la 2 y, por supuesto,
también respecto de la 1; así se establecen cadenas de validez jerarquizada hasta
llegar a una norma máxima, de la cual depende la validez de todo el ordenamiento.
Como afirma Balaguer Callejón, “la unidad del sistema exige la reconducción
de todos sus componentes a una norma o a un conjunto normativo, donde se es-
tablecen las condiciones formales y materiales de validez del resto de normas. Para
nosotros esa norma fundamental es la propia Constitución, más allá de la cual no
existe Derecho alguno ni es posible, por tanto, el análisis jurídico”31.
Finalmente, cada disposición posee una doble fuerza: la activa –que implica la
capacidad de intervenir en el ordenamiento jurídico creando Derecho o modifican-
do el ya existente–, y la fuerza pasiva –que implica la resistencia frente a modifica-
ciones provenientes de disposiciones inferiores–. Al estar jerarquizadas, la fuerza
normativa de las disposiciones es variable: los estratos superiores son derecho más
fuerte respecto de los estratos inferiores.
120
Cualidades de la Constitución
En este orden de ideas, sostiene Luciano Parejo que “la suma de los atributos
de normatividad y superioridad propios de la Constitución en tanto que norma
determinan la unidad del ordenamiento del Estado (...). Pero como la Constitución
no es una norma de cualquier contenido, sino precisamente portadora de unos
determinados valores materiales, esa unidad no es formal, encuentra su soporte
en el orden sustantivo que conforman los expresados valores y no únicamente en
un conjunto de reglas formales de producción de normas. La unidad que la Cons-
titución presta al entero ordenamiento es, así, una unidad material de sentido”33.
Cabe indicar que, en las relaciones que se pueden establecer entre superio-
ridad formal y superioridad material, la primera se encuentra subordinada a la
segunda; como afirma Aragón, “podría decirse que el carácter formal de la Consti-
tución es consecuencia de su significado material (…). La supralegalidad no es más
que la garantía jurídica de la supremacía, [ya que] la pretensión de legitimidad que
la supremacía encierra sólo puede operar (o, si se quiere, sólo puede hacerse real y
efectiva) a través de la supralegalidad”34.
Como sostiene De Otto, “el sistema de eficacia directa significa –al menos
en su fórmula pura– que los jueces, y en general todos los llamados a aplicar el
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
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Cualidades de la Constitución
Como bien ha señalado Rubio Llorente, “es impensable Estado alguno que
en el momento de dotarse de una Constitución, aunque sea la primera de su his-
toria, no cuente ya con un sistema jurídico que en mayor o menor medida sigue
existiendo tras la promulgación de aquélla”41. Ello conduce a la problemática de la
derogatoria genérica que, en el caso de El Salvador, prescribe el art. 249 Cn.
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Cualidades de la Constitución
Por otra parte, el art. 246 inc. 2.º claramente prescribe que la Constitución
prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos; el art. 145 hace extensiva dicha
superioridad sobre los tratados o instrumentos internacionales, al prohibir que se
ratifiquen aquellos en los que se restrinjan o afecten de alguna manera las dispo-
siciones constitucionales, salvo que la ratificación se haga con las reservas corres-
pondientes.
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
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Cualidades de la Constitución
Por tal razón, habíamos propuesto entender que, el último momento que la
primera Asamblea Legislativa dispone para adoptar el acuerdo de reforma es la
apertura del período de propaganda electoral –es decir, dos meses antes de la
fecha que el Tribunal Supremo Electoral fije para las elecciones de Diputados, art.
81 Cn–, pues ya en dicho período el tema de la reforma constitucional debe acom-
pañar al debate sobre las propuestas de programas legislativos de los diferentes
partidos políticos; de manera que se asegure que el pueblo pueda emitir un voto
consciente en el que, entre otras consideraciones, tome en cuenta dicha propuesta
de reforma.
Sobre los mismos existen diversas posiciones teóricas, desde la de Wolff que
ve en ellos “un normativismo ajeno a la realidad (…) que excluye desarrollos nece-
127
Rodolfo Ernesto González Bonilla
sarios”48, hasta la del TCF, quien sostiene que una cláusula de intangibilidad “tiene
el sentido de evitar que el orden constitucional vigente sea suprimido en su sustan-
cia, en sus fundamentos”49.
Por su parte –sigue el tribunal– el sistema político “se compone del conjunto
de las interacciones de la sociedad, los actores políticos y las instituciones del go-
128
Cualidades de la Constitución
129
Rodolfo Ernesto González Bonilla
Para establecer los alcances de la protección difusa son básicos los arts. 235
y 185 Cn; según la primera disposición, todo funcionario civil o militar, antes de
tomar posesión de su cargo, debe protestar bajo su palabra de honor, como obli-
gación principal, cumplir y hacer cumplir la Constitución, ateniéndose a su texto
cualesquiera fueren las leyes, decretos, órdenes o resoluciones que la contraríen;
en conformidad con la segunda, todos los tribunales integrantes del Órgano Judi-
cial –incluida la SCn– pueden declarar la inaplicabilidad de cualquier ley o disposi-
ción contraria a los preceptos constitucionales, al pronunciar sentencia dentro de
sus respectivas competencias.
Por su parte, del art. 10 inc. 2.º de la L. Pr. Cn se deduce que, hasta tanto la
SCn, mediante sentencia dictada en un proceso de inconstitucionalidad, no de-
termina de un modo general y obligatorio la no contradicción de una disposición
inferior a la Constitución, cualquier juez o funcionario pueden negarse a acatarla,
“amparándose” en las facultades que conceden los arts. 185 y 235 Cn; mientras
que el art. 12 inc. 3.º Pr. Cn es interpretado por la SCn en el sentido que los recur-
sos que deben agotarse antes de incoar el amparo, son tanto los recursos que se
ejercen en los procesos jurisdiccionales como los medios impugnativos que, para
atacar el acto lesivo, regulan los procedimientos administrativos.
130
Cualidades de la Constitución
neraciones; es decir, sólo ellos pueden producir cosa juzgada, incluso conociendo
contra actuaciones que, en la vía administrativa, pudieran haber alcanzado algún
grado de “firmeza”.
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4. Ahora bien, sobre este aspecto es necesario aclarar que, desde un punto de
vista estrictamente lógico-jurídico, la protección reforzada no es una consecuencia
que indefectiblemente se deduzca de la esencia de la Constitución: si bien la Ley
Suprema es, como se ha expuesto, un cuerpo normativamente cualificado, el ase-
guramiento de su eficacia no justifica crear un tribunal ad hoc –dentro del Órgano
Judicial y mucho menos fuera de él– para conocer de pretensiones individuales que
tengan por fundamento directo a la Constitución.
Más bien, la cualidad a la que en este parágrafo nos hemos referido responde
a razones históricas que, ante la insuficiencia de los mecanismos a cargo de los fun-
cionarios administrativos y tribunales ordinarios –rectius, no especializados– han
exigido complementarla con la intervención de la máxima instancia jurisdiccional.
Es decir, su consideración como cualidad sólo responde a la situación que actual-
mente presenta el tema de la protección a la Constitución, lo cual no significa que,
a mediano plazo, ello no pueda variar.
132
Cualidades de la Constitución
Por tal razón, es útil hacer la distinción entre ambos conceptos, reservando
la denominación de disposiciones para los enunciados normativos, y normas para
los mandatos que se derivan de tales enunciados, asimismo, cabe entender que las
disposiciones constitucionales son el objeto de la interpretación constitucional, y
las normas son el resultado de la interpretación y aplicación de la Constitución53.
Cabe hacer una tipología de las normas constitucionales a partir del núcleo
enunciado en el art. 246 Cn: derechos, principios y obligaciones; intentando preci-
sar su sentido, se puede hacer la tipología en el siguiente sentido:
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Rodolfo Ernesto González Bonilla
a. Valores constitucionales, que son “los criterios básicos para enjuiciar las accio-
nes, ordenar la convivencia y establecer sus fines. De ahí que los valores consti-
tucionales supongan el sistema de preferencias expresadas en el proceso cons-
tituyente como prioritarias y fundamentadoras de la convivencia colectiva. Se
trata de las opciones ético-sociales básicas que deben presidir el orden políti-
co, jurídico, económico y cultural”55, sobre las cuales se fundamenta el Estado
y el ordenamiento jurídico; en el caso salvadoreño, y según lo expuestos en el
Informe Único de la Comisión de Estudio del Proyecto de Constitución, cabe
encontrarlos explícitamente en el art. 1 –justicia, seguridad jurídica y bien co-
mún–, pero, además, en el Preámbulo –dignidad de la persona humana–, e
implícitamente en el resto del articulado de la Constitución.
(i) La SCn ha afirmado que lo exigido por la justicia “es que el Estado ga-
rantice a cada persona una cuota igual de libertad –entendida la liber-
tad lato sensu como concepto omnicomprensivo de todos los derechos
fundamentales–. Así, es claro que los principios de libertad e igualdad,
así como sus manifestaciones concretas, se incluyen en –o derivan de–
la justicia, por lo cual deben considerarse como concreciones de dicho
valor”56. En consecuencia, para darle contenidos concretos a la justicia y
saber en qué consiste el “darle a cada uno lo suyo”, se debe acudir a los
“derechos generales” de igualdad y libertad, arts. 3 y 4 Cn.
(ii) En cuanto a la seguridad jurídica, la jurisprudencia ha sostenido que “es,
desde la perspectiva del derecho constitucional, la condición resultante
de la predeterminación, hecha por el ordenamiento jurídico, de los ám-
bitos de licitud e ilicitud en la actuación de los individuos, lo que impli-
ca una garantía para los derechos fundamentales de la persona y una
limitación a la arbitrariedad del poder público. Puede presentarse en
dos manifestaciones: la primera, como una exigencia objetiva de regula-
ridad estructural y funcional del sistema jurídico a través de sus normas
e instituciones; y en la segunda, en su faceta subjetiva, como certeza
del derecho, es decir, como proyección, en las situaciones personales,
de la seguridad objetiva, en el sentido que los destinatarios del derecho
puedan organizar su conducta presente y programar expectativas para
su actuación jurídica futura bajo pautas razonables de previsibilidad”57.
Con la seguridad jurídica se vinculan disposiciones como la cosa juzgada
del art. 17 Cn o la irretroactividad de las leyes del art. 21 Cn.
(iii) El bien común, afirma el tribunal, se puede comprender como “el con-
junto de las condiciones materiales y espirituales necesarias para que
cada individuo pueda realizarse en el marco de un orden justo; en ese
sentido, pueden señalarse como caracteres fundamentales del bien co-
mún la totalidad –es decir, que el bien común es el bien del todo, al cual
los individuos contribuyen y del cual todos participan–, y la proporcio-
134
Cualidades de la Constitución
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Cualidades de la Constitución
d. Garantías constitucionales, que son los medios con los cuales se pretende
asegurar el cumplimiento de los elementos materiales de la Constitución; su
núcleo está definido por las garantías judiciales, reforzado por las garantías
procesales constitucionales, de las cuales es competente la SCn; también se en-
cuentran enunciadas principalmente en el capítulo I del título II, y en algunas
disposiciones de la estructura orgánica de la Constitución.
137
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Cualidades de la Constitución
NOTAS
1 Tomo la referencia de Manuel García-Pelayo: Obras Completas. CEC, Madrid, 1991, vol. III,
pág. 2333.
2 Reinhold Zippelius: Teoría General del Estado. Porrúa-UNAM, México, 2ª ed., 1989, pág. 47.
3 Josep Ma. Vallès y Salvador Martí i Puig: Ciencia política. Ariel, México, 2015, págs. 147 a 149. En el
caso concreto de la República de El Salvador no podemos afirmar que tenga a su base una nación,
pues esta sería más bien la nación centroamericana, organizada desde la perspectiva jurídicopo-
lítica en cinco Estados diferentes, lo que legitimaría los esfuerzos de integración centroamericana
que encuentran su fundamento en el art. 89 Cn., el cual como veremos adelante da fundamento
al principio estructural del Estado integrado.
4 Konrad Hesse: Concepto y cualidad de la Constitución, en “Escritos de Derecho Constitucional”.
CEPC, Madrid, 3ª ed. 2011, págs. 40 y ss.
5 Konrad Hesse: Constitución y Derecho Constitucional, en Ernst Benda y otros: “Manual de Derecho
Constitucional”. Marcial Pons-Instituto Vasco de Administración Pública, Madrid, 1996, pág. 3.
6 Luis López Guerra: Introducción al Derecho Constitucional. Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, pág. 35.
139
Rodolfo Ernesto González Bonilla
20 SSC de 24-XI-1995, Amp. 4-N-93, IV; el criterio se mantiene hasta la RSC de 27-IV-2011,
Inc. 16‑2011, IV.1.
21 Teoría del Estado. FCE, México, 2ª ed. española, 1958; es básicamente el concepto que siguen
Bertrand-Tinetti-Kuri-Orellana en su Manual de Derecho Constitucional, Ministerio de Justicia, San
Salvador, 2ª ed., 1996, aunque incorporan al mismo la limitación que implica el conjunto de dere-
chos fundamentales “de los gobernados y de los grupos sociales frente al poder del Estado y de
quienes lo ejercen”.
22 Francisco Rubio Llorente: La forma del poder (Estudios sobre la Constitución). CEC, Madrid, 2ª ed.,
1997, pág. XXIV.
23 Michael Dorf y Trevor W. Morrison: Constitutional law. Oxford University Press, New York, 2010,
págs. 1-3.
24 Manuel Aragón Reyes: Proceso constituyente y democracia parlamentaria, en “Estudios de Dere-
cho Constitucional”. CEPC, Madrid, 2ª edición 2009, pág. 121.
25 Max Weber: Economía y Sociedad. FCE, México, 2ª ed. en español, 1964, págs. 43 y 44.
26 Peter Häberle: El Estado Constitucional. UNAM, México, 2001, págs. 88 y ss.
27 Néstor Pedro Sagüés: Elementos de Derecho Constitucional. Astrea, Buenos Aires, 2ª ed., 1997,
tomo I, pág. 85.
28 Giuseppe de Vergottini, voz Constitución, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pas-
quino (eds.): “Diccionario de Política”. Siglo XXI, México, 16ª edición en español, 2008, pág. 324.
29 Véase Marina Gascón Abellán: La estructura del sistema: relaciones entre las fuentes, en Jeró-
nimo Betegón Carrillo y otros: “Lecciones de Teoría del Derecho”. McGraw-Hill, Madrid, 1997,
págs. 228 y ss.
30 Francisco Rubio Llorente: voz Constitución, en Manuel Aragón Reyes (coord.): “Temas Básicos de
Derecho Constitucional”. Cívitas, Madrid, 2001, Tomo I, pág. 23. También en “Enciclopedia Jurídi-
ca Básica”. Cívitas, Madrid, 1995, Vol. I, pág. 1526.
31 El ordenamiento jurídico, en Francisco Balaguer Callejón, Gregorio Cámara Villar, Juan Fernando
López Aguilar, Juan Cano Bueno, María Luisa Balaguer Callejón y Ángel Rodríguez: “Derecho
Constitucional”. Tecnos, Madrid, 1999, Vol. I, pág. 76.
32 German Bidart Campos: Tratado elemental de Derecho Constitucional argentino. Ediar, Buenos
Aires, 1995, tomo I, pág. 108.
33 Luciano Parejo Alfonso: voz Valores superiores, en Manuel Aragón Reyes (coord.): “Temas Básicos
de Derecho Constitucional”. Cívitas, Madrid, 2001, Tomo I, pág. 30. También en “Enciclopedia
Jurídica Básica”. Cívitas, Madrid, 1995, Vol. IV, pág. 6811.
34 Manuel Aragón Reyes: Sobre las nociones de supremacía y supralegalidad constitucional, en “Es-
tudios…” págs. 159 y ss.
35 Ignacio de Otto: Derecho Constitucional. Sistema de fuentes. Ariel, Barcelona, 2ª ed. 1988, págs.
76 y 77.
36 Eduardo García de Enterría: La Constitución como norma jurídica, en Alberto Predieri y Eduardo
García de Enterría (dirs.): “La Constitución Española de 1978. Estudio sistemático”. Cívitas, Ma-
drid, 2ª ed. 1981, págs. 143 y 144. También en “La Constitución como norma y el Tribunal Consti-
tucional”. Cívitas, Madrid, 4ª ed. 2006, págs. 101 y 103.
37 Javier Jiménez Campo: voz Interpretación conforme a la Constitución, en Manuel Aragón Reyes
(coord.): “Temas Básicos de Derecho Constitucional”. Cívitas, Madrid, 2001, Tomo I, págs. 60 y 61;
también en “Enciclopedia Jurídica Básica”. Cívitas, Madrid, 1995, Vol. III, págs. 3681 y 3682.
38 Riccardo Guastini: Estudios sobre la interpretación jurídica. UNAM, México, 1999, págs. 34 y ss.
39 Eduardo García de Enterría, La Constitución como norma jurídica, en “La Constitución Española
de 1978...”, págs. 142 y 143; también en “La Constitución como norma...”. págs. 101 y 102.
40 Ignacio de Otto: Derecho Constitucional..., pág. 80.
41 Francisco Rubio Llorente: voz Constitución, en Manuel Aragón Reyes (coord.): “Temas Básicos…”
pág. 23. También en “Enciclopedia…”, pág. 1526.
42 Ejemplo de estos casos es la SSC de 24-IX-1984, emitida en el proceso de Inc. 3-83 (caso Ley Gene-
ral de Colegiación Profesional Obligatoria), que declaró inconstitucional el cuerpo normativo suje-
140
Cualidades de la Constitución
141
VALORES, IDEOLOGÍAS Y CONSTITUCIÓN
VALORES, IDEOLOGÍAS Y CONSTITUCIÓN
I. AGRADECIMIENTO
Comenzaría estas líneas con una típica introducción, pero se trata de un libro
para conversar, dialogar y homenajear a un hombre que ha vivido con valores que
no sabría decir si son constitucionales o sociales, pero si estoy seguro de que son,
aquellos que este notable jurista definió como propios y orientando su vida y las
decisiones que corresponden a partir de ellos, bajo un alto sentido de la ética.
En 1937 publica una de sus principales obras, “La estructura de la acción social”,
en la cual termina afirmando que las sociedades se basan en un “sistema de valores
comunes, que se manifiestan en la legitimidad de las normas institucionales, en los
fines últimos de la acción (social), en las tradiciones u otras formas de expresión”1.
Vamos a ahorrar mucho sobre la historia que siguió después –y que pueden
leer en el precedente artículo sobre valores constitucionales que se publicó hace
Roberto Rodríguez Meléndez
algunos años atrás–, pero lo importante de la historia que no pude contar, es que
Parsons, además, identificó la interrelación que existe entre el sistema jurídico y
el sistema político –o para ser más directos, entre el Derecho y la Política–, y que
podemos resumir en dos palabras: legitimidad y jurisdicción –que interpretan esas
normas y valores–.
Hay una historia repetida: haces o te niegas a hacer el alcohotest, y luego ello
puede ir a un tribunal que finalmente trata de ser el instrumento institucionalizado
para hacer prevalecer la norma (que no permita que bebas y que conduzcas) y que
vamos a suponer se inspira en valores como la libertad (de beber) y la seguridad
(de conducir libre de alcohol, para no afectar la dignidad o integridad de terceras
personas, o incluso, la de ti mismo). A eso le podríamos llamar prevalencia de los
valores constitucionales acordados, a través del control social que se explicita por
medio de normas y de actores estatales.
Pero paralelo a este mecanismo, el Derecho tiene otra función, creo que no
desconocida, y es el de la interiorización, que busca que esas normas sean asumi-
das, como un modelo de comportamiento, es decir, la necesaria asimilación del
valor o valores implícitos en la norma, desarrollando así el Derecho una función
educativa y de integración social. Esta idea es clásica en la filosofía política: Thomas
Hobbes, John Locke, Rousseau, como es conocido, ya nos presentaban esa idea
de contrato social que es fundamental en las comunidades políticas. Y de ahí a las
necesidad de contar con documentos tales como declaraciones de derecho o Cons-
tituciones, que a modo de contrato definan ese mínimo fundamental necesario
para la convivencia
Ahora bien, para que esos valores sean realmente interiorizados por la pobla-
ción, desde la perspectiva clásica de Parsons y su escuela estructural funcionalista,
146
Valores, ideologías y Constitución
También nos indica esta autora que ninguno de estos valores o actitudes es
innato, sino que es aprendido a lo largo de las diferentes etapas de la vida, y muy
especialmente en la infancia y juventud. A ese proceso de enseñanza y aprendizaje
de normas y valores necesarios para la vida social, es a lo que llamamos proceso
de socialización.
Y este proceso resulta ser central en el área de los valores –sean comunitarios,
éticos o legales–, en tanto que, las sociedades buscan consenso y también repro-
ducir esos valores que les permiten no autodestruirse, procurando un traspaso de
generación en generación de estos. Desde el punto de vista del individuo, por otra
parte, aquel necesita de este proceso para desenvolverse en la vida social.
147
Roberto Rodríguez Meléndez
Diversos estudios4, han podido establecer que existe al menos cuatro agentes
principales, en este proceso de socialización política: familia, escuela, grupos de
pares y medios de comunicación, y más recientemente a través de las nuevas tec-
nologías, el internet y la “nube”.
Estos valores los aprendemos desde nuestros primeros años de vida, a través
del ejemplo, el diálogo y el modelaje. Paradójicamente, y en contra de esa idea de
“valores contenidos en normas”, seguramente, esos valores de convivencia y de
actuación frente a nuestra comunidad, los aprendemos no de un código escrito
que podemos llamar Constitución –ese entre otros textos a los que podemos o
queremos dar origen y voz de autoridad–, sino más bien de la interacción social.
Incluso, el rol que ejerce la educación que nos recuerda Savater…parece estar-
nos indicando un profundo y complejo problema que tenemos como sociedad a este
respecto. Basta con reflexionar sobre los niveles de exclusión social que han abierto
la posibilidad que muchos jóvenes busquen su identidad y pertenencia a través de
organizaciones fuera de la legalidad y que tanto daño hacen a nuestra comunidad.
148
Valores, ideologías y Constitución
Y si bien pueden existir unos valores y principios que orientan nuestro ordena-
miento (y que podemos denominar valores constitucionales), lo más importante es
quien los interpreta, –sea en el momento de crear, interpretar o socializar las nor-
mas– dado que se ve afectado por esa mochila que todos cargamos y que nos defi-
ne y nos individualiza, fruto de nuestro proceso de interacción social y política que
denominamos socialización política en relación a la construcción de las ideologías.
149
Roberto Rodríguez Meléndez
Ello no significaría otra cosa que si asumimos que existe un grupo social que
interpreta valores y principios que orientan el desarrollo de una comunidad, y se
hacen dueños de esa voz de forma institucional, por consiguiente, ello puede le-
gitimar relaciones asimétricas de poder. Al fin al cabo, esa voz responde con segu-
ridad a una visión del mundo, de un estrato social, con una visión tecnocrática de
la realidad, como puede ser la construida desde la administración o la judicatura,
así como también desde los centros de formación del derecho que consciente o
inconscientemente ocultan discursos de las estructuras del poder8.
A esta visión antes descrita, se le podría criticar, que los “valores constitucio-
nales”, son como suele ser el Derecho, un deber ser9, pero lo cierto es que su apli-
cación diaria y cotidiana, nos muestra que son parte del “ser” y “hacer” cotidiano,
en el cual tenemos diversos ejemplos, de como esos valores y principios, pueden y
son interpretados con un evidente sentido político e ideológico.
Estamos muy lejos ya, de esas visiones puras y herméticas que consideraban
que los sistemas jurídicos no se contaminaban o interactuaban con la realidad so-
cial y política, cuyo agentes serian hijos de una racionalidad de laboratorio, capaz
de separarse de la interacción con la realidad, lo cual no solo es una imagen contra-
intuitiva, sino que en el mundo del desarrollo de las ciencias ha sido cuestionada,
a través de la revisión de cómo se estructura el conocimiento científico, incluido el
conocimiento jurídico10.
Sin embargo, no todos los juristas han considerado que los valores que orien-
tan a nuestra comunidad, pueden o deben estar reconocidos o integrado en el
Derecho.
Por ejemplo, Hans Kelsen, si bien no niega la existencia de los valores, simple-
mente niega que pueda establecerse una jerarquía entre ellos que sea válida en todo
tiempo y lugar, dado que, para él, los criterios de valor, son elegidos por la voluntad
del hombre o descubiertos mediante la fe o la intuición, pero no pueden ser proba-
dos por la Ciencia, siendo el Derecho para este autor, conocimiento científico11.
150
Valores, ideologías y Constitución
Por ello, para autores como el antes citado, valores como la “Justicia”, no son
un elemento de la definición del Derecho, en tanto que una teoría jurídica no po-
dría apoyarse en una determinada concepción de justicia, para definir el Derecho,
ya que ello conduciría al absurdo de negar juridicidad a todo aquel ordenamiento
que no concordara con esa idea de justicia12. En este sentido el valor justicia, para
el autor de la Teoría Pura del Derecho es un ideal irracional que no es posible pro-
bar por la Ciencia.
“Solo puedo estar de acuerdo en que existe una justicia relativa y únicamente,
puedo afirmar lo que es la Justicia para mí. Dado que la Ciencia es mi profesión y,
por tanto, lo más importante en mi vida, la Justicia para mí se encuentra en aquel
orden social bajo cuya protección puede progresar la búsqueda de la verdad. Mi
Justicia, en definitiva, es la de la libertad, la de la paz, la Justicia de la democracia,
la Justicia de la tolerancia”13.
Autores como Norberto Bobbio han sido críticos con esta visión, considerando
que el punto de partida como autores como Kelsen, es un estricto positivismo que
identifica el Derecho como una Ciencia que no puede permearse de elementos
valorativos como la ética. Hoy, el derecho se abre a teorías sustancialistas de la
justica, a partir de la cual un ethos dominante, como el que define y confluyen en
los derechos humanos.
Tendríamos que partir de una frase sencilla pero que expresa un cambio sus-
tancial en la forma de analizar y practicar el derecho, que nos comparte y propone
Nieto Castillo, “El derecho no es una disciplina pura…Cada operador jurídico de
conformidad con sus experiencias y convicciones personales e incluso de acuerdo
con su propia concepción epistemológica, imprime a las diversas actividades del
ámbito jurídico una determinada concepción del derecho”14. Como nos recuerda
Garapon, “Avant d’ětre un faculté morale, juger est un évenement. Les deux sont
inséparables comme le texte du contexte”15.
151
Roberto Rodríguez Meléndez
un sentido más amplio, como la actividad de funcionarios que aplican esas normas,
los procedimientos que se establecen que regulan y distribuyen el poder, los com-
portamientos de una serie de agentes que obedecen o transgreden dichas normas,
los comportamientos que generan hábitos que se interpretan luego como reglas.
Todo ello conecta e interactúa con factores de índole económica, política, social,
cultural, religiosa etcétera”16.
Leonard frente a esta visión es aún más radical y nos recuerda que en la ac-
tualidad hemos llegado a descifrar que el poder político no es un elemento que
se define en un contrato social o un pacto de respeto de obligaciones mutuas con
una serie de cláusulas acordadas de manera libre y con determinadas garantías y
límites. Siguiendo a Foucault, Leonard nos invita a considerar que el poder político
y su expresión a través de las normas no es más que una vía alternativa al conflicto
de las espadas, es decir, de la violencia institucionalizada. En otras palabras, no es
más que un instrumento difuso a través del cual opera el poder, utilizando un len-
guaje de racionalidad o razonabilidad, y que le permite al poder como elemento
relacional, identificar aliados, posicionar visiones del mundo, definiendo vencedo-
res o ganadores18.
Sin embargo, nosotros matizaríamos esta afirmación por dos elementos: pra-
xis e interpretación que siguiendo a Ellacuría quien citamos más adelante, pueden
encontrar una vía liberadora, una vía desideologizante, por utilizar una expresión
propia de este autor.
Pero esta posibilidad está radicalmente limitada por ese carácter tan definito-
rio del sistema jurídico y de sus actores, como lo es la autopoiesis, a partir del cual,
la validez legal en la interpretación normativa siempre es circular, en tanto que las
152
Valores, ideologías y Constitución
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que el conocimiento científico, no bus-
ca hacernos más ciegos, sino posibilitarnos a descubrir nuestros propios prejuicios.
Kerruish22, inclusive añadiría a lo antes mencionado que este proceso ideologizan-
te ha llegado a generar una visión fetichista frente a instituciones tales como la
Constitución y los derechos, lo cual implica una irreverencia irracional a un produc-
to…que no deja de ser humano y donde dicha visión del Derecho puede utilizarse
para la defensa contraria de lo que predica: la dignidad humana23.
Por ello, considero que los riesgos de desarrollar los valores y principios que ri-
gen nuestra convivencia a partir de un análisis, vamos a considerar, con sesgos tec-
nocráticos, desde un sector o institución específica de nuestro Estado y afectados
por visiones de la realidad de un grupo social, es ciertamente, una vía incorrecta o
al menos excesivamente limitada. En este sentido, el pensamiento ideológico y el
conocimiento científico son implacablemente hostiles el uno frente al otro24.
“por decirlo con palabras del padre Juan de Mariana en el siglo XVI (Del Rey y
de la Institución real, Parte III, Capítulo XII): sabemos que si después de constituido
153
Roberto Rodríguez Meléndez
un imperio se han promulgado leyes, no ha sido con otro objeto que defender en
paz los robos llevados a cabo por las armas, haciendo servir así un simulacro de jus-
ticia para escudo de la iniquidad y el crimen”25.
-- La producción de normas
154
Valores, ideologías y Constitución
Por otro lado, la función creativa e innovadora desde los aplicadores, que se
sienten tentados a alejarse de la ley y de la Constitución, cuando lo consideran jus-
tificado, nos lleva a confiar en un órgano tecnocrático, elementos que en el diseño
del Estado de Derecho que han sido confiados al proceso participativo y decisorio
de los órganos parlamentarios o legislativos.
155
Roberto Rodríguez Meléndez
No soy amigo de citas muy amplias, pero los riesgos de mantener este aisla-
miento en el Derecho han sido muy bien descritos por Nieto Castillo, considerando
que, lamentablemente, son aplicables también en nuestro contexto:
“La ideología del jurista ha servido para detener el cambio en el derecho mexi-
cano. Si el jurista concibe el derecho como un simple conjunto de normas pro-
venientes del Estado, no podrá interpretar adecuadamente las transformaciones
en el ámbito del multiculturalismo –y de la globalización–. Si el jurista concibe el
derecho como un sistema cerrado, entonces no podrá resolver las antinomias que
se le presente –y si las resuelve con solo su sistema de autoreferecia, seguramente
repetirá los errores del pasado de priorizar posiciones y visiones del mundo de gru-
pos económica o socialmente privilegiados–. Si el operador jurídico considera que
su deber es ajustarse a la ley, a pesar de los mandatos constitucionales, entonces
no podrá hacer evolucionar la interpretación funcional –y si considera la Consti-
156
Valores, ideologías y Constitución
157
Roberto Rodríguez Meléndez
La poca participación social, por el otro lado en este proceso implica el peligro
de convertirnos definitivamente en una sociedad que no se inmuta o inquieta,
158
Valores, ideologías y Constitución
que no reacciona, frente a sus códigos y sus leyes, frente los procesos de reforma
institucional y de acercamiento a ese que hemos denominado un “mundo globali-
zado”, frente a sus instituciones penales y punitivas, y sobre todo que se mantenga
impávida frente aquellos que se han irrogado y les hemos brindado la tarea definir
nuestros derechos40. La tarea entonces es promover desde las instituciones, una
sociedad civil capaz de no quedar inerme ante los constantes cambios sociales,
políticos y económicos.
En tal orientación cobran sentido, las palabras del entonces Ministro de Jus-
ticia René Hernández Valiente, sobre la percepción ciudadana del sistema judicial
en el foro titulado “La Justicia en América Latina en la década de los noventa”,
celebrado en febrero de 1993 en Costa Rica:
159
Roberto Rodríguez Meléndez
De ahí que sea acertado sugerir o tener presente, el volver con renovada
atención y conocimiento a aquel constitucionalismo que los constitucionalistas han
160
Valores, ideologías y Constitución
descuidado desde hace mucho tiempo, según afirma Sartori: “la experiencia del
último medio siglo confirma ad abundantian que la indiferencia jurídica hacia los
problemas meta-jurídicos ha sido desastrosa en sus resultados46.
Pero en esa lucha pacífica a través de la cual se busca definir normas, valo-
res y principios para la convivencia, como nos indica José María Maravall, “…los
políticos pueden hacer que la democracia se vuelva contra el Estado de Derecho,
y viceversa. Sus instrumentos estratégicos son, respectivamente, las mayorías y la
independencia judicial”50.
A ello añade más adelante “(…) Los jueces, invulnerables a las presiones po-
líticas de otras ramas del Estado, pueden tener sus propios intereses políticos. No
sabemos por qué la judicatura, al estar protegida, no verse controlada y no es-
tar sometida al rendimiento de cuentas, habría de ser políticamente imparcial y
neutral (…). Como indican Guarnieri y Pederzoli, la ruptura de la mayoría de las
conexiones institucionales con el sistema político y la existencia de vínculos jerár-
quicos más laxos han permitido que se alcancen niveles de independencia interna y
externa realmente elevados, que no han evitado, sino que de hecho han facilitado
que se constituya una red de conexiones , con frecuencia apenas visible y de poca
transparencia, que puede socavar la autonomía de los jueces”51.
161
Roberto Rodríguez Meléndez
tes, las personas “terminarán buscando la justicia, en otra parte…”, ya que, como
confirma Coicaud, se estaría desarrollando una legitimidad deficitaria “cuando los
valores que ponen en acción las decisiones de los dirigentes no reciben la aproba-
ción de los miembros del grupo que permanecen extranjeros ante sí mismos y su
propia historia”52.
Hemos escogido dos de los elementos que Talcott Parson señalaba en un tra-
bajo clásico, sobre el rol del derecho para ser fundamento de la vida social a través
de la definición y aplicación de valores y principios para la convivencia social.
Me voy a detener más en el segundo: la razón de las normas, debe estar orien-
tada a las tradiciones o visiones de nuestra comunidad.
Por otro lado, como ya hemos identificado, los procesos de socialización políti-
ca nos influyen y definen a todos los ciudadanos de una comunidad, independien-
temente del nivel económico y la formación académica que pudiéramos disponer.
Ello no significa otra cosa, que un trabajador, con seguridad tendrá una visión
valórica organizada y tamizada por una estructura de valores, que podrá o no
expresar. Pero también la tienen los diputados –a lo que en principio debería ser
fácil identificar esa corriente ideológica de la que presumen o por la que han sido
elegidos–, pero también la tienen los jueces y magistrados, los académicos y los
que escribimos en este libro.
162
Valores, ideologías y Constitución
En el primer texto, Ellacuría confirma que los derechos humanos son “prescrip-
ciones éticas, obligantes en conciencia y que humanizan o deshumanizan a indivi-
duos, grupos o pueblos, según sea la habitud y actitud respecto de ellos, así como de
su cumplimiento o incumplimiento actuales”, pero también para esta autor, “los de-
rechos son valores que la colectividad (en su extremo, la humanidad), va estimando
como algo indiscutible, que se da por estimado al menos en su significado teórico.
Finalmente, dentro del mismo texto se afirma: “los derechos humanos son momen-
tos ideológicos de una determinada praxis, que pueden convertirse en momentos
ideologizados, cuando ocultan o protegen intereses y privilegios minoritarios”53
163
Roberto Rodríguez Meléndez
164
Valores, ideologías y Constitución
165
Roberto Rodríguez Meléndez
En este contexto, es que conocí al Dr. Albino Tinetti, quien fuera Director de
esta institución y quien además de fomentar un espacio de trabajo profesional
con una claro enfoque dialógico y horizontal, también nos incentivó a acércanos
al conocimiento de la pedagogía y andragogía, abriendo el espacio para aquellos
que deseaban ampliar su ámbito de conocimiento.
Muchos años después tuve el privilegio de poder volver a dicha escuela a con-
tinuar la labor que había dejado sin terminar, descubriendo aspectos y elementos
que en el primer momento no había descubierto.
También encontré que esa Escuela de Capacitación judicial que había liderado
este profesional del Derecho, además, había incorporado desde su diseño inicial
áreas de estudio del nivel organizacional –cercano a lo que hoy llamaríamos de
166
Valores, ideologías y Constitución
Y ¿eso qué significa? “Quiero decir que si las facultades de derecho van a ha-
cer algo más que hablar acerca de ideales y políticas, si apuntan a ideales y políticas
en acción, deben como mínimo, enseñar como esos ideales y políticas se ven diaria-
mente frustrados en los tribunales debido a tácticas defectuosas, y deben indicar
qué se puede hacer para reformar tales técnicas” porque (…) “una enseñanza del
derecho que no estimule vigorosamente los intereses de los estudiantes en esa di-
rección, puede ser merecedora de grandes elogios , por su valor educativo general
pero no es una educación democrática…”63.
Gracias, estimado Dr. Tinetti, por intentar mostrarnos un Derecho que está
“más allá de los libros” , con una pedagogía que como dice algún autor, tiene más
de arte que de ciencia, por considerar, como, nos ha recordado Fernando Sava-
ter, que: “Educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de
aprender y en el deseo de saber que le anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas,
valores, memorias, hechos…) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que
los hombres podemos mejorarnos unos a otros a través del conocimiento”64.
167
Valores, ideologías y Constitución
NOTAS
1 Parsons, Talcott, La estructura de la acción social, ediciones Guadarrama, Madrid, 1968.
2 Uriarte, Edurne; Introducción a la Ciencia Política, Tecnos, Madrid, 2002, p. 231.
3 Ídem.
4 Ídem., p. 232
5 Savater, Fernando; El valor de educar, Ariel, Barcelona, 1997., p. 64
6 Voz “Ideología”. Bobbio, Norberto; Matteucci, Nicola; Pasquino, Gianfranco; Diccionario de Polí-
tica, 12ª edición, siglo XXI editores, 2000, p.755.
7 Almond, Gabriel; Verba, Sydney, The Civil Culture: Political Attitudes and Democracy in Five Na-
tions, Princeton University Press, 1963.
8 Cfr.Caudill, David, S.; Freud and Critical Legal Studies: Contours of a Radical Socio-Legal Psychoa-
nalysis, en: Leonard, Jerry (Edited by); Legal Studies as Cultural Studies. A reader in post modern
critical theory, State University of New York Press, 1995., p. 23.
9 Rodríguez Melendez, Roberto. El fundamento material de la Constitución: una aproximación a la
idea de valor, principio y norma constitucional, en: AA.VV. Teoría de la Constitución Salvadoreña,
Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 2000, p. 130.
10 Los aportes de Thomas Kuhn y su idea de paradigmas ha sido central para posibilitar la compren-
sión que en el mundo del derecho y su análisis pueden convivir diversos análisis y “paradigmas”.
Evidentemente, el paradigma desde el que nos aproximamos a la idea de valor y principio “cons-
titucional”, es un paradigma que no concibe la idea que el Derecho como instrumento social, no
está afectado en su diseño e implementación por procesos de políticos y sociales que pueden
relativizar su autonomía y supuesta objetividad. En general Vid,. Kuhn, Thomas; The Structure of
Scientific Revolutions, University Chicago Press, 1962
11 Kelsen, Hans ¿Qué es la Justicia?, “estudio preliminar a cargo de Albert Calsamiglia”, Ariel, Barce-
lona, 1992, p.10.
12 Ídem., p. 11-12
13 Ídem., p. 63.
14 Nieto Castillo, Santiago. Metodología Jurídica e ideologías en el Derecho. Sobre la influencia de
la ideología en los ámbitos de aplicación del Derecho, en: Cienfuegos Salgado, David; Macías Váz-
quez, Maria Carmen (Coord). La enseñanza del Derecho, estudios en homenaje a Marcia Muñoz
de Alba Medrano, Universidad Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, serie
Doctrina Jurídica num. 326, México, 2007, p. 387
15 Garapon, Antoine, Bien Juger. Essai sur le ritual judiciare, editions Odile Jacob, Paris, 2001., 18
16 Cruz Parcero, Juan Antonio; Los métodos para los juristas, en: Christian Curtis (Ed.). Observar la
ley. Ensayos sobre metodología de la investigación jurídica, editorial Trotta, Madrid, 2006., p. 35
17 Cfr. Cotterrell, Rogel; Law’s Community. Legal Theory in sociological perspective, Clarendon Press
Oxford, Great Britain, p,. 10-11.
18 Leonard, Jerry; Foucault and the ideology of the Genealogical Legal Theory, en: Leonard, Jerry
(ed); “Legal Studies as Culturas Studies…”, ya citado, p. 138.
19 Foucault, M.; “Nietzsche, Genealogy, History”, Phanteon, New York, 1971., p. 76-100.
20 Cfr. Cornell, Drucilla; Time, Deconstruction and the Challenge to Legal Positivism: the call for
Judicial Responsibility, en; Leonard, Jerry (ed). Legal Studies as Cultural Studies…ya citado., p.
235-236.
21 Kahn, Paul; El análisis cultural de derecho. Una reconstrucción de los estudios jurídicos, colección
biblioteca Yale de estudios jurídicos, Gedisa editorial, Barcelona, 2001., p. 97.
22 Kerruish, Valerie; Jurisprudence as ideology, Routledge, New York, p. 5.
23 Idem, p. 199.
24 Cotterrell, Roger; Law’s Community… ya citado., p. 12.
25 Nieto, Alejandro; Balada de la Justicia y la Ley, editorial Trota, Madrid, 2002., p.36.
169
Roberto Rodríguez Meléndez
170
Valores, ideologías y Constitución
quires the production and re-production of human rights skills and competences, which enable
negotiation of tolerably acceptable outcomes between and among the violators and the violated
such that market failures do not erode legitimacy of the network of overall transactions”. Baxi,
Upendra; “Voices of Suffering and the Future of Human Rights”, en: Transnational Law & Contem-
porary Problems, vol. 8 n° 125, Fall 1998, p. 157.
46 Mateucci, afirma que la supuesta neutralidad del positivismo jurídico no sólo es ilusoria, sino que
también pone a los estudiosos en la situación paradójica de favorecer a los enemigos a los que
se desearía combatir: de hecho, éstos legitiman todas las premisas de aquel Estado absoluto que
aborrecen en su conciencia”. Tomado de Sartori, Giovanni; “Elementos de Teoría política”, Alianza
Editorial, Madrid, 1999, p. 27.
47 Atienza, Manuel; “Prólogo”, en: Curtis, Christian; Observar la ley. Ensayos sobre metodología de
la investigación jurídica, editorial Trotta, Madrid, 2006., p. 10.
48 Ídem.
171
Valores, ideologías y Constitución
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175
CONSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS FUENTES
DEL DERECHO SALVADOREÑO
CONSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS FUENTES
DEL DERECHO SALVADOREÑO
SUMARIO
PRIMERA PARTE: EL SISTEMA CONSTITUCIONAL DE LAS FUENTES DEL DERE-
CHO. I. Constitucionalización de las fuentes del derecho. II. Las normas consti-
tucionales. III. Del valor normativo de otras fuentes del derecho constitucional.
IV. De las normas de reforma constitucional. SEGUNDA PARTE: DE LAS FUENTES
ORDINARIAS. I. Los Tratados. II. Las normas ordinarias. III. Normas de excepción.
IV. Los reglamentos. V. Las ordenanzas. VI. Los instructivos. VII. Las circulares.
VIII. Los oficios. IX. Resoluciones y sentencias judiciales. X. Los decretos, acuerdos,
órdenes, providencias y resoluciones XI. Los derechos. XII. La costumbre. XIII. La
jurisprudencia. XIV. La doctrina legal. XV. La doctrina de los expositores del dere-
cho. XVI. Otras fuentes del derecho constitucional.
JUSTIFICACIÓN
PRIMERA PARTE
Las fuentes del derecho han sido investidas por la tradición del pensamiento
civil. Cuestión adecuada para una época pretérita, no así para hoy. Importante es,
sin embargo, que recordemos algunas situaciones sobre las fuentes del derecho.
La influencia fundamental se depositó en el Código Civil cuyas reglas de legalidad
dominaron como reglas de interpretación y fundamentación de todo el sistema
normativo. El sistema constitucional fue visto como reglas políticas y carentes de
toda imperatividad.
El sistema de fuentes del derecho para Royo desde la tradición jurídica ante-
rior a las visiones constitucionales se caracteriza por varios puntos: (a) Negativo,
en cuanto que la manifestación de las fuentes escrita es derivación de un poder
central. Por lo general, no hay competidores territoriales, para la emisión de las
normas jurídicas. El punto de vista negativo correlaciona la abstención para dictar
normas jurídicas por órganos no autorizados. (b) Positivo. Cualidad que articula
el sistema jurídico alrededor de la ley. Las leyes se originan en el parlamento y los
reglamentos en el gobierno central; en nuestro caso la Asamblea Legislativa, la
administración pública, la costumbre, los principios generales del derecho y la juris-
prudencia complementan el sistema de fuentes. c) Jerarquía. El sistema se ordena
por la posición que ocupa el órgano emisor de la norma. (d) Fundamento. Error
tradicional que arrancó de la fundamentación en la ley y no desde la Constitución.
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tratados1, pero que no fue sino hasta en los 90 que adquirieron trascen-
dencia notable. Por ejemplo, no podemos negar la incidencia de la Sala de
lo Constitucional en la confirmación de la democracia constitucional2.
(b) La subordinación de la ley. El nuevo concepto de Constitución redujo los
privilegios jerárquicos de la ley. La Constitución asumió la posición y su-
bordinó a la ley; subordinación diseñada por la especialidad de control de
un tribunal constitucional3. Consecuencia importante está en el principio
de legalidad que se condiciona al principio de constitucionalidad, y de
cómo el ordenamiento jurídico se ve completado por el principio de juri-
dicidad.
(c) Leyes de derechos fundamentales. Royo explica el rompimiento del con-
cepto tradicional de ley, por medio de la introducción de lo que en España
son las leyes orgánicas –normas que regulan derechos fundamentales–.
En nuestro caso, sin usar dicha terminología la Sala de lo Constitucional
estableció en su jurisprudencia similar conclusión, al restringir el desarro-
llo de los derechos fundamentales por medio de ley4.
(d) Soberanía limitable. Es importante resaltar que la Constitución española
particularizó el favorecimiento de la integración europea de modo claro;
en igual sentido la Constitución de 1983, ha hecho lo mismo para la inte-
gración centroamericana. El art. 89 Cn de 1983 fomenta dicha integración
y su consolidación se auxilia con la autorización de organismos suprana-
cionales; se conserva a pesar de ello la regla de supremacía constitucional.
La validez de los organismos supranacionales funciona en conexión con
una teoría de soberanía limitable, por el ejercicio de las propias competen-
cias de la Constitución5.
Además del anterior espectro normativo, integrante de las fuentes del dere-
cho, aparecen otras que han sido sacralizadas por la doctrina jurídica. Aquí apare-
cen: la costumbre, la jurisprudencia, la doctrina legal, y constitucional, y por último
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En complemento Pena Freire nos recuerda que: “a partir de esta norma su-
puesta se convierten en vinculantes los dictados del poder constituyente, es decir,
se faculta a este poder para dictar normas obligatorias a todos. A partir de este
germen se va construyendo escalonadamente el ordenamiento jurídico”26. Las nor-
mas constitucionales como normas supremas, además de la obligación de ceñi-
miento de los poderes públicos, trae como consecuencia la posibilidad de controlar
judicialmente el ejercicio del poder27. Para Del Vecchio, las normas constitucionales
determinan las libertades fundamentales, la estructura y funciones del Estado, las
demás leyes están subordinadas a éstas, representan –las normas ordinarias– algo
consecutivo de las normas primarias. Las normas constitucionales representan
una materia de mayor gravedad y garantía, debido a la actividad constituyente28.
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los agentes básicos del proceso político: el Rey y las Cortes. Todo aquello en que
estuvieran de acuerdo ambos agentes era jurídicamente legítimo, no existiendo
límite jurídico alguno para su actuación conjunta. La Constitución no era, pues,
norma jurídica que estuviera por encima de los poderes de ella misma organizada,
sino que la Constitución era el Rey y las Cortes, la Constitución estaba permanente-
mente a disposición de estos dos órganos del Estado, titulares conjuntos del poder
legislativo”30.
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Otro caso que aún no está resuelto, pero que debe llevarnos a las mismas
conclusiones, es sobre el derecho de respuesta. Reconocimiento de un derecho
constitucional que aún no tiene desarrollo legislativo en materia de libertad de
expresión. Aunque no exista norma secundaria, la reclamación no debe impedirse
por la mora legislativa. Para ello están las normas supletorias del procedimiento
civil que tratan sumariamente la forma de cómo debe procederse para resolver
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
El preámbulo constitucional
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
do este concepto al asunto que nos ocupa, se tiene que la invalidación de normas
inferiores por ser contrarias a las normas del preámbulo, sería consecuencia más
que suficiente para dar a ésta el carácter de norma jurídica, así esta consecuencia
no haga parte de la expresión en que consiste dicho preámbulo sino que resulta
de su integración al todo constitucional”. La fuerza normativa del preámbulo cons-
titucional ha de contemplarse producto de la fuerza de la norma constitucional.
Cuidados especiales, a nuestro parecer deben atisbarse en pretender generalizar
el carácter normativo de los preámbulos para todas las normas. Consecuencia para
que los preámbulos del resto de normas, incluso las de reforma constitucional sir-
van solo para asentar criterios interpretativos.
Posición radical que niega a las exposiciones de motivos alguna utilidad para
la técnica jurídica es la de Santaolalla. Aunque al final, no niega la posibilidad de
dicha operación en tanto mandato legislativo expreso en el ordenamiento espa-
ñol –3.1 CC español–. Sin embargo entiende que no hay razón para entenderlos
como parte del cuerpo de la ley. En primer lugar, ésta posición radical justifica la
ausencia de carácter normativo para las exposiciones de motivos por el hecho que
no son ley, de dárseles el carácter normativo haría perder la nota prescriptiva de
las leyes. Por otra parte Santaolalla reniega del valor interpretativo, puesto que
ello hace chocar de entrada con la técnica legislativa que elabora leyes. Las leyes
deben ser claras, precisas, completas, concisas. Aceptar el carácter interpretativo
de las exposiciones sería aceptar de antemano que las disposiciones legislativas son
defectuosas.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
El procedimiento de creación está previsto por el art. 248 Cn. Estas normas
pueden llamarse, normas primarias, o normas constitucionales derivadas. Hay que
tener en cuenta que las normas de reforma constitucional permiten la superviven-
cia del viejo orden constitucional, aunque lo modifican. Así el viejo orden constitu-
cional se adapta a las nuevas demandas constitucionales37.
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
originan por las primeras. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar la creen-
cia de Ross, quien sostiene la inexistencia de las primeras. Debe inferirse que no
podemos aceptar la posibilidad de las segundas. Las normas constitucionales que
establecen el procedimiento de su reforma, dice Ross, que no son normas del siste-
ma “sino una previsión no estrictamente obligatoria, destinada a provocar mágica-
mente ciertos hechos socio-sicológicos”38.
Royo sostiene, que para la creación de las normas de reforma casi todas las
Constituciones democráticas tienen previsto un procedimiento distinto al ordi-
nario. “...Son, como su nombre indica, normas de reforma de la Constitución, es
decir, normas que añaden, suprimen o sustituyen algún precepto de la Constitu-
ción. Estas leyes de reforma de la Constitución, una vez aprobadas, sancionadas,
promulgadas y publicadas, se incorporan al texto constitucional y se convierten
en Constitución a todos los efectos”39. El art. 248 Cn establece en nuestro orden
constitucional que para su creación se requiere la iniciativa de por lo menos de
diez diputados, un acuerdo de reforma constitucional, y otro que lo ratifique. Los
acuerdos han de ser producidos por diferentes Asambleas Legislativas, cuidando
que la ratificación sea efectuada por la siguiente Asamblea. Adviértase que la in-
tencionalidad constitucional, imposibilita y termina el proceso, al no ser ratificada
por la siguiente Asamblea. Ocurre entonces, que no puede haber un lapsus tem-
poral intermedio que se abstenga de completar el proceso de formación de norma
constitucional. En otras palabras, nos parece un error de interpretación y de prác-
tica constitucional de reforma, que una primera Asamblea acuerde la reforma, y
luego sea una tercera la que realice la ratificación.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
SEGUNDA PARTE:
I. Los tratados
Para una mínima noción de los tratados sirve la Convención de Viena del 23
de mayo de 1969. La Convención entiende por tratado, “un acuerdo internacional
celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya cons-
te en un instrumento único, o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que
sea su denominación particular”. Deducible de esta definición, es la existencia de
un acuerdo de voluntades, efectuado entre Estados a la luz de las reglas interna-
cionales42. La Convención de Viena de 1986 amplió el concepto para las organiza-
ciones internacionales, y desformalizó el término. Al referirse a las organizaciones
internacionales productoras de tratados, dejó claro, la calidad jurídica del instru-
mento internacional tratado, independiente de sus denominaciones particulares.
195
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
Lo interesante es que las normas en razón del sujeto que las produce pueden
ser nacionales. Es decir, las normas enumeradas pueden ser nacionales, tomando
como punto de partida la producción de las mismas por parte del legislador nacio-
nal. La autoridad nacional produce completamente la norma. Entendiéndose que
el proceso de formación inicia internamente y termina internamente, aquí enton-
ces estamos en presencia de normas internas nacionales, puesto que su formación
se debió a que todos los actos jurídicos desarrollados para su producción fueron
ejecutados por autoridades nacionales.
Sin embargo, hay normas que aspiran a ser nacionales en las que su proceso
de formación inicia en el exterior y terminan su proceso de formación en el interior.
Esta clase de normas a pesar de poder ser verdaderas normas en el exterior no lo
son nacionalmente sino reúnen los requisitos que se establecen dentro de la norma
constitucional y otras normas del ordenamiento jurídico que la detallan o com-
plementan. En otras palabras, las normas internacionales pueden ser válidamente
normas en el ordenamiento internacional, y sin embargo no ser –normas válidas–
en la República de El Salvador. Para ello se necesita que la autoridad competente
nacional las valide y les de la autorización legal para que éstas sean normas válidas
internamente44. Cuando éste o estos actos jurídicos suceden es cuando podemos
hablar en sentido estricto que las normas internacionales se han convertido en nor-
mas internas. Entonces con la propiedad terminológica podemos llamarles: normas
internas internacionales o normas internacionales interiorizadas nacionalmente.
Mata Tobar fundando su afirmación en Visscher dice que: “el proceso de incorpo-
ración de las normas internacionales en la legislación interna, es el resultado de la
introducción y reconocimiento de los tratados o convenciones en el orden jurídico
estatal y su consiguiente aplicación por los órganos nacionales sobre la base de su
ratificación o permiso de aplicación interna, generalmente otorgado por el órgano
legislativo o congreso, previa negociación del tratado por el órgano ejecutivo”45.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
Téngase en cuenta por tanto, los dos requisitos básicos que señalamos en el
art. 144 de la Cn. Para evadir confusiones, en la vigencia de los tratados, aclara-
mos nuestra costumbre jurídica de identificar que basta la ratificación para que los
tratados entren en vigencia y sean normas válidamente consideradas para su apli-
cación en nuestro ordenamiento jurídico. Pero, si somos acuciosos y observamos
detenidamente la prescripción del 144 Cn, miraremos que la ratificación es solo
una fase previa en la formación de normas internacionales que aspiran a integrarse
en el orden jurídico nacional. Otra sentencia que incurre en la tradición jurídica de
la ratificación es el habeas corpus 18-P-96 de 5 de noviembre de 1996 que dice que
los tratados internacionales ratificados por El Salvador son ley de la República, y
junto a las reglas internas deben tomarse en cuenta para decretar una detención
provisional.
197
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
haya sido ratificado. Si seguimos la regla constitucional, las reglas de vigencia son
las del tratado, y también de la Constitución. Ambas reglas deben cumplirse para
que sea ley nacional. Es probable que tratados, especialmente aquellos de reciente
ratificación, no hayan sido aun perfeccionados en su vigencia, y se crea que por
su publicación que demuestra la ratificación si lo están. Es común que los tratados
dispongan plazos que se cuentan posteriormente al depósito de un instrumento
que sumado al resto de instrumentos depositados cumple con el número de ins-
trumentos depositados para que entre en vigencia el tratado. No dudamos de la
vigencia de la Convención Sobre los Derechos del Niño, pero la claúsula de vigencia
es más explicativa. El art. 49 de la CDN establece que entrará en vigor el trigésimo
día siguiente a la fecha en que se haya depositado el vigésimo instrumento de rati-
ficación o adhesión en poder del Secretario General de las Naciones Unidas. Añade
que el Estado que ratifique la Convención después del depósito del vigésimo ins-
trumento entrará en vigor después del trigésimo día después del depósito por tal
Estado de su instrumento de ratificación o adhesión.
Ahora piense el lector que esta regla no se haya cumplido, reflexione el lec-
tor en otros tratados que publicados y ratificados no cumplen con las respectivas
reglas de vigencia del tratado. Nos parece que la costumbre jurídica que otorga vi-
gencia a los tratados por el hecho simple de la ratificación legislativa ha sido la per-
manencia de una información que en ciertos casos, cuando la regla de vigencia del
tratado no se ha cumplido conduce a la inconstitucionalidad si se aplicara la norma
internacional. Otro asunto, es la falta de información de parte de las instituciones
involucradas en los procesos de formación de normas internacionales de aplicación
nacional. Instituciones que tienen el deber de involucrar una nueva actitud, para
corregir estas velaciones, que confirmen las existencias de normas internacionales
con pretensión de ser nacionales 46. Por el momento resaltamos la gravedad de la
problemática y el oscurantismo que a la postre impide la verdadera eficacia de las
normas internacionales en la jurisdicción nacional.
Jerarquía normativa
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
El rompimiento con los precedentes históricos que hicieron a los tratados su-
periores a la ley48 está en las justificaciones jurídicas de la sentencia de inconstitu-
cionalidad del 14 de febrero de 1997, que decidió las alegaciones de inconstitucio-
nalidad de determinadas disposiciones en la Ley Transitoria de Emergencia contra
la Delincuencia y el Crimen Organizado. La decisión comprendió las reclamaciones
efectuadas en los juicios 15-96/16-96/17-96/19-96/20-96/21-96/23-96, que fueron
acumulados previa decisión definitiva de la jurisdicción constitucional.
199
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
Las causas que han defendido la libertad personal en hábeas corpus, no han
sido comunicadas de la transformación tasada para los tratados; que en la juris-
dicción protectora de la libertad siguen climatizando la superioridad. Realizamos
en este sentido un punto que para nuestro ordenamiento jurídico debe definirse
con certeza por los jueces supremalizados por la Constitución. De tal forma que la
discontinuidad posicional en las opiniones jurídicas de las normas internacionales
sepulte las convulsiones descifradas, que contrarían al sentido común. Especial-
mente si los intérpretes son idénticos en individualización y biología.
200
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
Por la vía jurisprudencial Costa Rica ha hecho lo suyo, elevando a nivel cons-
titucional los tratados de derechos humanos. En cambio nosotros prácticamente
estamos todavía en un nivel antecedente, donde primero hay hacer llamadas de
aplicación y para luego pensar en fipologías jerárquicas constitucionales. Sin hacer
un análisis teórico, y aún con los derechos de formulación técnica que aparecen en
él, es válido que apreciemos neutramente el rechazo a la propuesta legislativa del
FMLN del 24 de abril de 1997. Dicho cuerpo político proponía agregar al artículo
144 Cn que literalizaba lo siguiente: “Los derechos humanos fundamentales, las li-
bertades democráticas y las garantías jurídicas reconocidas en tratados internacio-
nales vigentes tienen rango constitucional”. Aunque la redacción era demasiado
general, la intencionalidad indudable era que los tratados sobre derechos huma-
nos tuviesen categoría constitucional. Sin embargo, por el momento son solo falsas
expectativas que al momento podrían realizarse a muy plazo, según las condicio-
nes para reformar la Constitución. Por el momento los tratados, la mayor parte, y
en ellos incluidos los de derechos humanos siguen en la infraconstitucionalidad53.
201
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
alterarlos según el art. 248 Cn. Otro punto de valiosa consideración es el art. 89 Cn,
con el que se alienta la integración centroamericana. Los expertos internacionalis-
tas han sostenido la superioridad de este sobre la Constitución; sin embargo creo
que dicha posición es totalmente inadmisible. La Constitución es la norma condi-
cionadora de cualquier orden jurídico permitiendo su supervivencia o destrucción.
La supranacionalidad es posible solo por autorizaciones de una Constitución nacio-
nal. Claro está que siempre que no estemos en presencia de un Estado federado.
Resulta que el tratado es permitido por la concesión del art. 89 Cn. En suma es un
condicionamiento constitucional, que a lo mucho consigue que dicho tratado con
regulaciones y órganos supracionales tenga el mismo nivel de la norma constitu-
cional. De ahí que poco argumento queda para seguir sosteniendo la superioridad
de los tratados sobre la Constitución. Por otra parte tampoco creemos admisible
que la mención de estos tratados sean una especial formulación constitucional de
reservas de ley.
202
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
La Sala recuerda una tan sola excepción histórica en que se amplió el concep-
to normativo de Constitución, por consiguiente el parámetro de juzgamiento de
inconstitucionalidad. Fueron textos adicionales a la Constitución se denominó a
tal conjunto con la expresión derecho constitucional positivo. Específicamente, en
la sentencia de las doce horas del día diez de marzo de mil novecientos cincuenta
y uno, dictada en el proceso de inconstitucionalidad del decreto legislativo núme-
ro 133, de 20 de febrero de 1951, se expresó: “Se llega a la conclusión de que es
inexacta la tesis de que toda la Constitución es un cuerpo legal único, formado
por un solo Decreto del Poder Constituyente. Ese Decreto llamado Constitución,
strictu sensu, es la ley o documento principal; pero hay otras leyes constitucionales
que también forman parte de la Constitución, entendida ésta en sentido lato. Así
sucede con los decretos números 9, 10 y 11 de la Constituyente de mil novecientos
cincuenta, y con la Ley Transitoria para la aplicación del Régimen Constitucional;
toda esa labor normativa fundamental representa, como dice en su escrito el señor
Fiscal General de la República, nuestro Derecho Constitucional Positivo”.
La Sala sostiene que fuera del caso anterior, debido a circunstancias históricas,
no se han incorporado disposiciones como parámetro de decisión constitucional.
203
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Sin embargo, los tratados son portadores de criterios de ilustración sobre el con-
tenido y alcance de un derecho constitucional pero no constituyen parámetro de
constitucionalidad.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
los deberes de los medios de comunicación para fortalecer la paz y los derechos.
Dedicatorias en la normativa internacional procuran la abolición del trabajo for-
zado y la igualdad en la remuneración por razón de sexo; igualdad en materia de
empleo y ocupación; normas mínimas de seguridad social; condicionamientos en
el trabajo de los inmigrantes; aparecen reglas para efectivar la libertad sindical,
que abarca inclusive la función pública, y una verdadera negociación colectiva;
referencias normativas protegen a los representantes de la empresa y brindan las
respectivas facilidades. Normas laborales incursionan también en el beneficio de
organizaciones de trabajadores rurales y su mejor tratamiento; se regula también
sobre la eliminación de discriminaciones en las enseñanza. La mujer recibe condi-
ciones ventajosas con el reconocimiento de sus derechos políticos; reglas sobre la
nacionalidad a consecuencia del matrimonio. En cuestión matrimonial se regulan
aspectos relacionados con el consentimiento, edad mínima y registros públicos.
207
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
en Viena sobre los Derechos de los Ancianos, que propone un proyecto aprobado
por una resolución de la Asamblea de la ONU de 3 de diciembre”58.
Una de las pautas que hacen presencia en este tema es en atención a las con-
cepciones normativas que se manifiestan en el orden jurídico. El ámbito de las
normas no es único ni diametralmente uniforme. Las naturalezas jurídicas que se
impregnan a cada una de ellas reflejan desde una teoría genérica del derecho que
la igualdad indistinguible dentro de su conformación normológica no puede ser
representada de la misma manera. Esto hace que existan normas diferentes. Unas
pequeñas, otras grandes, unas altamente sistematizadas otras con poquedad sis-
témica, las hay para diferentes materias, como también para diferentes colectivos,
algunas se cualifican en función de disponibilidad, mientras que otras se retocan
con la taxatividad, unas desarrollan principios generales del derecho por medio
de una relación de complementariedad, mientras que otras lo hacen impidiendo
la especificación de la generalidad de los principios y conforman así regulaciones
excepcionales en el sistema jurídico. “La ley es la norma general establecida me-
diante la legislación. Y la legislación es el establecimiento de normas generales por
un órgano de la comunidad autorizado”59. De las normas que produce el legislador
nacional la norma por excelencia es la ley, la que continuamente está presente
en la intersubjetividad de los particulares. La ley es el objeto jurídico que dilata
sus contenidos tocando a cada momento el actuar social. Por supuesto, que estas
afirmaciones no excluyen las características e imbricaciones antes analizadas de la
Constitución.
Es notable que las normas jurídicas que integran, que ingresan, que salen del
sistema, gozan cada una de ellas, individualmente o en conjunto, de cualidades
que las hace distinguibles del resto. Uno de los criterios que en este sentido la
historia jurídica positiva ha impregnado por generaciones de juristas es el de las
escalas o posiciones jurídicas, otrora la jerarquía. Los niveles normativos primarios,
secundarios, terciarios y hasta cuaternarios producen así el intento de diferenciar
en orden ascendente o descendente, de superioridad e inferioridad, de suprema-
cía y subordinación a las normas jurídicas.
Las normas de uso constante, las que permanecen en cada instante vital, las
que muy a menudo produce el legislador se les conoce como las “leyes”, otros
prefieren el de normas secundarias, no falta quien las denomina normas ordina-
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
Aproximación de significado
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astucia definitoria del artículo uno del Código Civil, habla de otro tipo de norma,
a la que nos referiremos en este apartado, en tanto manifestación de la voluntad
soberana la presenta con rasgos trinitarios más que unarios o binarios: el mandato,
la prohibición y la permisión. Sin embargo, estas aproximaciones son demasiado
imprecisas, toda norma incorpora o puede incorporar mandatos, prohibiciones y
permisiones. De paso noten en el artículo 8 Cn que el principio general de libertad
en él reconocido hace desde la validez constitucional una definición similar cuando
establece la libertad desde la definición de lo mandado o prohibido. Nadie está
obligado a hacer lo que la ley no manda ni a privarse de lo que ella no prohíbe.
Similar por no decir igual enumeración, basando las posibilidades de acción perso-
nal en lo que no está prohibido dejar de hacer, ni mandado hacer, así la permisión
enfoca al sujeto una esfera de carácter libertario. ¿Y entonces que es la ley en
nuestro ordenamiento jurídico?
Intentos definitorios:
Generalizando, la ley tiene diversas acepciones. Las leyes naturales que de-
rivan de la esencia de las cosas. Las leyes sociales que funcionan como probabili-
dades y según las condiciones de la estadística. Regla de conducta, regida por el
deber ser de los fenómenos de la naturaleza. Este punto de vista de la ley hace que
se comprenda como norma jurídica que se origina en la legislación62.
210
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
Ubicación escalonada
En segundo lugar, la ley ocupa una posición dentro del sistema jurídico. Des-
cribiendo la teoría tradicional, las escalas jerárquicas han adoptado la dogmática
del segundo lugar en las escalas normativas. Una mención de esta posición puede
entretejerse cuando en el art. 271 de la Constitución establece la obligación para
la Asamblea Legislativa de armonizar las “leyes secundarias” con la Constitución
en materia de Instituciones Oficiales Autónomas. La sintonía de la posición del
segundo lugar en el orden jerárquico de las normas jurídicas puede ser consolida-
da por otras menciones expresas. La relación es evidente con el artículo 42 Cn al
colocar un plazo para reformar la “legislación secundaria” en materia electoral, o
en el caso del art. 36 Cn en que prescribe el deber de que sea la “ley secundaria”
la que regule el derecho constitucional a un nombre. La previsión constitucional
en el art. 72 ordinal 3º. relacionada con el derecho político de optar a cargos pú-
blicos carga de nuevo con un posicionamiento secundario de la ley al obligar al
ciudadano que quiera verse inmerso en dicha situación jurídica, de cumplir con los
requisitos establecidos por la Constitución y las leyes “secundarias”. La restricción
en las atribuciones de la Asamblea Legislativa en el art. 131 Cn ordinal 5º, para
interpretar auténticamente, decretar, reformar y derogar cierto tipo de normas
jurídicas, en este caso las “leyes secundarias” es otro parámetro expresado con
claridad constitucional.
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
el art. 246 de la Constitución. Propone la prevalencia sobre este tipo de normas ju-
rídicas e impone la prohibición para alterar los principios, derechos y obligaciones
establecidos por la Constitución.
Las previsiones civiles suplieron por mucho tiempo la ceguera de las normas
constitucionales, y en dichas normas civilistas se haya también criterios que derivan el
carácter subordinado de la ley. El código con mucho adelanto se había expresado en
ese sentido. La ley debe ser emanada en la forma constitucional, cumpliendo los re-
quisitos establecidos en dicha norma. El art. 1 del Código Civil es importante al resal-
tar la condición de la manifestación de la declaración de la voluntad que debe estar
contenida en una ley. En esta perspectiva, la voluntad soberana debe manifestarse
en la forma prescrita por la Constitución. El art. 83 Cn lo ha dicho en forma similar, al
prever el ejercicio de la soberanía popular en atención a las reglas constitucionales.
Subordinación infralegal
En cuarto lugar, la ley adquiere una nueva fuente de subordinación por permi-
sión constitucional. Se hacen así reacondicionamientos para normas infralegales.
Los nuevos contenidos por tanto de normas inferiores, entiéndase reglamentos de
ejecución, acuerdos, oficios, circulares, son normas que deben atender una nueva
labor de respeto para la norma jurídica ley validada por la norma constitucional al
aparecer en el sistema jurídico.
Cualidad política
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
La ley no es identificable con la voluntad del monarca, del rey, de la divinidad, del
cosmos o del universo. La ley como expresión de soberanía suena conforme pautas
contemporáneas, en los requisitos del pueblo. Giorgio Del Vecchio manifiesta que
la ley es “el pensamiento jurídico deliberado y consciente, expresado por órganos
adecuados, que representan la voluntad preponderante en una multitud asociada.
La ley es pues, el pronunciamiento solemne del derecho, la expresión racional del
mismo. Sólo en esta forma alcanza la más alta perfección la elaboración técnica del
derecho.... La ley es conjuntamente pensamiento y voluntad, porque comprende
una determinación lógica y un acto de imperio”63.
Significación constitucional
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Queda aún la discusión cuáles han de ser las notas diferenciantes de la ley bajo
un concepto constitucional
En la jurisprudencia nacional
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En la jurisprudencia internacional
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La reserva de ley
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Para Baena del Alcazar la reserva de ley contiene latente dos ideas: una, la
exclusividad de la potestad legislativa para regular ciertos derechos de los ciudada-
nos; por otra parte, es una prohibición para que se dicten reglamentos indepen-
dientes: “constituyendo así un límite a la potestad reglamentaria del gobierno y
en su caso de la Administración Pública. Hay que tener en cuenta que este razona-
miento es un arma de doble filo, pues la reserva de ley significa también que en las
materias no reservadas actúa libremente el gobierno en uso de su potestad regla-
mentaria”72. Para nuestro ordenamiento jurídico, no creemos aplicable el peligro
señalado por Baena, especialmente porque la potestad reglamentaria del gobier-
no se encuentra articulada por la disposición que sujeta la actividad reglamentaria
a las leyes cuya ejecución les corresponda.
Denominación y posición
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Cuando corresponda a la Asamblea Legislativa, por el art. 131 ordinal 27º Cn,
el acto de creación o derogación de las normas excepcionales debe hacerse en
votación nominal y pública, y con los dos tercios de votos. Al tenor del art. 135,
por interpretación a contrario censu, ya que dicho artículo determina los actos
legislativos que requieren de sanción presidencial, y al no estar determinado como
excepción el ordinal 27º del art. 131 Cn, tendríamos que entender que requiere
de la sanción del presidente, discurriendo el proceso normal de formación de ley
señalado por la Constitución. Nos parece de importancia esta formulación en el
procedimiento de formación, ya que permite el ejercicio del veto, sea con observa-
ciones, por inconveniencia o inconstitucionalidad que identifique el presidente. De
esta manera la potestad de crear un régimen excepcional no se absolutiza en las
facultades del legislador.
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Derechos suspendibles
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Autorización parcial está en la posible suspensión del art. 13 inciso 2º. De im-
posible suspensión es el derecho que las órdenes de detención sean escritas, según
la ley, a menos que las circunstancias de la flagrancia lo impidan. Prácticamente se
trata de dar una mayor libertad a las autoridades administrativas, cuando permite
que no se aplique el plazo de 72 horas, término preclusivo que obliga a poner al
detenido a la orden del juez competente. Pero que en todo caso no pueden exce-
der de 15 días, según el inciso 2º del art. 29 Cn. No pueden suspenderse los plazos
de la detención por inquirir, el derecho de la indagatoria, y en su caso de libertad.
Queda a salvo la posibilidad de someter a medidas de seguridad reeducativas, re-
edaptación a “los sujetos que, por su actividad antisocial, inmoral o dañosa, reve-
len un estado peligroso y ofrezcan riesgos inminentes para la sociedad o para los
individuos”. Las medidas deben ser conforme a la ley y controladas judicialmente.
220
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
mas constitucionales. Se les miraba, sobre todo como documento político, fuente
del derecho subsumida a la legalidad. Hoy en día, el concepto de Constitución se
transforma, y sustenta el carácter de una verdadera norma jurídica alegable ante
los tribunales, y con efectiva vinculación operativa, y no como simple directriz para
la interpretación de la ley. Por ello, en la dogmática contemporánea ocupan la
posición terciaria.
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
V. Las ordenanzas
Las ordenanzas son normas dictadas por órganos administrativos que tienen
cierto nivel de autarquía79. Las ordenanzas más comunes son las creadas por la
municipalidad, aduanas, universidad y fuerzas de seguridad. Su rango es el mismo
que el de los reglamentos. Y están condicionados a las previsiones de ley.
El Centro de Estudios Jurídicos tiene una interesante reflexión sobre las or-
denanzas municipales. Estos enfatizan que <<las ordenanzas municipales no son
leyes>>, lo cual podemos extender a cualesquier ordenanza. Las ordenanzas, refi-
riendo las municipales, son reglamentos para el mejor gobierno local; “normas de
carácter general que se aplican dentro del municipio. Se emiten para regular asun-
tos de competencia municipal, tales como la administración de servicios, tasas, uso
de la propiedad municipal, ornato público, nomenclatura, fiestas patronales, etc.
Como todos los reglamentos, deben estar subordinados a la Constitución y a la ley;
no pueden contradecirlas, sobrepasadas ni regular materias de competencia de la
Asamblea Legislativa. No pueden imponer a las particulares obligaciones que no
estén en las leyes; por ejemplo, pueden establecer cómo éstos usarán las calles,
aceras, playas, plazas, etc., pero no pueden imponer deberes de otro tipo”80.
222
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
privados o públicos; algunas que han declarado inembargable el sueldo de los em-
pleados municipales; las que han regulado establecimientos prohibidos por la ley;
y otras que han prohibido construcciones en lugares permitidos por la ley81. En este
orden de ideas resaltamos la tesis de la jurisprudencia constitucional, que estimó in-
constitucional, la regulación de derechos fundamentales por razón de la autoridad.
Con el auxilio del derecho administrativo clásico, se han entendido como nor-
mas de quinto orden en la escala jerárquica de normas; a veces de cuarto orden.
Ello está en función que los instructivos estén en el tercer o cuarto orden. A pesar
de la dualidad en la escala posicional, las circulares cubren los mandatos que se
dirigen a colectivos reducidos, y muy concretos. Con frecuencia son utilizados, para
normar genéricamente las conductas queridas de los empleados de una institu-
ción, o de un departamento específico. Por ejemplo, para informar asuetos, horas
de salidas.
223
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
destinatario de la norma. Son normas cuyo origen suele estar en las circulares; aun-
que, la regla suele disolverse con facilidad. Puesto que la ley directamente puede
aprobarlos. Comentario especial, merecen en este apartado los memorandums;
práctica que ha desatado una popularización sin precedentes en la Administración
Pública, y no es excepción en la Administración de Justicia. A criterio nuestro, inter-
pretamos que el término técnico ha de ser de oficios, o circulares en su caso, pero
no, la de memorandums. Éstos son, una mera copia de costumbres gerenciales en
la Administración de Empresas Privadas.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
225
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
Una cuestión que no está salvada con claridad es la que logre explicaciones
satisfactorias de las notas distintivas para los decretos, acuerdos, órdenes, provi-
dencias y resoluciones. Al rescate de un fundamento que no se distance de la Cons-
titución, nos abocaremos bajo aprobación de una interpretación análogica, a los
supuestos constitucionales que moldean, en este tópico, las conductas esperadas
de los funcionarios del órgano ejecutivo.
Un detenimiento previo en los arts. 163 y 164 Cn, conducirán al lector a una
agilidad mayor para la comprensión de las opiniones que participaremos: El pri-
mero presupuesta que: “Los decretos, acuerdos, órdenes y providencias del Pre-
sidente de la República deberán ser refrendados y comunicados por los ministros
en sus respectivos ramos o por los Viceministros en su caso. Sin estos requisitos no
tendrán autenticidad legal”. Y el segundo literalmente dice que: “Todos los decre-
tos, acuerdos, órdenes y resoluciones que los funcionarios del Órgano Ejecutivo
emitan, excediendo las facultades que esta Constitución establece, serán nulos y
no deberán ser obedecidos, aunque se den a reserva de someterlos a la aproba-
ción de la Asamblea Legislativa”.
El lector puede deducir de la simple lectura que se juntan dos bloques que
autorizan la producción normativa en ese orden. Las atribuciones conferidas al
Presidente de la República, y la otra a los funcionarios del ejecutivo. Ha de tenerse
en cuenta la posibilidad de extender la sistematización al resto de actividad fun-
cionarial en la Administración Pública, sobre la base de respaldos validados por la
interpretación jurídica.
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
XII. La costumbre
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
La prevalencia de una u otra fuente debe ser examinada según los períodos
históricos. El valor consuetudinario se acreciencia en las épocas primitivas. La esca-
sa actividad legislativa justifica su importancia. Pero el derecho pasa de elabora-
ciones espontáneas o modos reflexivos. En este sentido se constituyen órganos de
229
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
Por último solo hacemos referencia a la distinción clásica que separa a los usos
y hábitos sociales; de los que se ha dicho que no participan de la conciencia de
230
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
XIII. La jurisprudencia
Díez Picazo dice que la curiosa palabra que comenzó a designar una labor de-
terminada de los tribunales, en la tradición occidental se comenzó a utilizar desde
un momento no bien conocido y por razones un tanto oscuras105. García Maynez,
depurado el concepto, sostiene que la acepción equivalente en la actualidad es la
que comprende “el conjunto de principios y doctrinas contenidos en las decisiones
de los tribunales”106. Como puede verse hay un gran tránsito terminológico de la
jurisprudencia asimilada a fallos, y concebida, por la doctrina y principios declara-
dos judicialmente.
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
232
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
La vinculación genérica para todos, –con efectos erga omnes– entronca con
facilidad en la sentencia de inconstitucionalidad. Aquí la controversia se salva sin
complicación. El artículo 10 de la LPRCN manifiesta en su inciso 1º que: “La senten-
cia definitiva no admitirá ningún recurso y será obligatoria de un modo general
para los órganos del Estado, para sus funcionarios y autoridades y para toda perso-
na natural o jurídica.” Y en el inciso 2º prosigue: “Si en la sentencia se declarare que
en la Ley, decreto o reglamento no existe la inconstitucionalidad alegada ningún
Juez o funcionario podrá negarse a acatarla, amparándose en las facultades que
conceden los artículos 185 y 235 de la Constitución”.
En este orden de ideas, corresponde examinar ahora el caso del hábeas corpus
y amparo, en donde abundante doctrina se ha vertido a fin de limitar sus efectos.
233
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
Nos parece que el tema debe verse con especial cuidado. Frente a las partes
de la ratio y de las obiter que se estructuran en una sentencia somos de la opi-
nión que la regla general en los procesos de inconstitucionalidad es de vinculación
general y obligatoria tal como se ha sostenido con anterioridad; en cambio para
los procesos de amparo y hábeas corpus, respecto de la obiter el efecto ha de ser
interprantes. Analizando las ratio, el efecto debería canjearse a través de una regla
general interpartes, pero que excepcionalmente sería genérica –vinculación gene-
ral– si la justificación ha interpretado algún artículo o precepto constitucional. La
fuerza de la Jurisprudencia en De Robles Rodríguez depende de las fuerza expan-
siva que tengan sus razones y de la medida en que alcancen valor suficiente –siem-
pre susceptible de nueva discusión, matización y afinamiento– para constituirse
en “normas” y para fundar expectativas razonables en la construcción de nuevas
relaciones sociales que sean capaces de aludir un nuevo litigio”111.
234
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
cionalidad de una ley de modo general y obligatorio es objeto del proceso de in-
constitucionalidad), ordena la desaplicación en los casos de leyes heteroaplictivas
o no aplicación en caso de leyes autoaplicativas.” En consecuencia, según lógica
jurídica personal hemos de obtener que si la inaplicación de norma inconstitucio-
nal, como control difuso, tiene un efecto interpartes, en este caso el efecto debe
considerarse de igual manera. No se mal interprete tampoco que los proceso de
amparo llevan todos una óptica de inaplicación, sino, en el caso objeto de análisis.
Sin embargo la sentencia aludida es importante por las constantes preocupaciones
jurisprudenciales que buscan conceder su propio efecto a los considerandos que se
suscitan en las materias de amparo.
El principio del stare decisis renace en esta sentencia para recordar que vincula
a la generalidad de los operadores jurídicos. Otras de las razones destacables en la
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
237
Salvador Héctor Soriano Rodríguez
El operador se ayuda de las explicaciones que dan los autores o estudiosos para
adherir un determinado sentido a la norma. Puede incluso que existan opiniones
doctrinarias opuestas, de ahí que su uso es potestativo. En lo que sigue analizamos
un rumbo distinto en el uso aplicativo de la doctrina, esto es desde su fuerza nor-
mativa supletoria. Por ello es necesario considerar que no hay ley vigente aplicable,
para que la fuerza doctrinal se valide en la aplicación judicial. Consideramos que
la habilitación opera solo y solo si se han agotado todos los medios interpretativos
que desde las normas vigentes puedan deducir una solución adecuada al caso. La
falta de ley vigente, no solo es la falta de una ley vigente con previsiones exactas
en su literalidad. Por tanto debe haberse agotado el posible acomodamiento con
significados naturales, técnicos, legales, auténticos y constitucionales.
La consideración que no hay ley vigente aplicable debe haber agotado posi-
bles interpretaciones extensivas o restringidas, sin que lo odioso o favorable de la
norma influya. Debe haberse ilustrado adecuadamente sobre el contexto en que
se establece la ley. Las obscuridades no deben servir de pretexto para no aplicarla,
en cuanto el operador está habilitado para dibujar sus soluciones sobre la base
de leyes parecidas, que le hacen incursionar en el campo de interpretaciones por
analogía. Por otra parte, debe haber acudido al campo teleológico buscando el
espíritu legislativo objetivado en la norma. Frente a dudas en el procedimiento
judicial debe considerar resolver según principios del procedimiento y favorables
al demandado.
Las soluciones no están solo en los textos legales, a veces las generalizaciones
constitucionales pueden contribuir. Por ello, la falta de ley vigente debe considerar
el agotamiento de interpretaciones constitucionales: conforme a la Constitución;
238
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
Significado de la doctrina
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
NOTAS
1 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho Tecnos-Madrid 4ª reimpresíon, 1995. Págs. 17 y ss.
2 Cuando mencionamos a éstas garantías, lo hacemos desde el punto de vista de los años en que
se perfeccionaron en la letra de cada una de dichas Constituciones. No se vea por tanto que sur-
gieron en dichos años, más bien como un proceso que culminó en el tiempo que marcamos para
cada una de ellas. Explicaciones adicionales sobre la amplitud de las leyes orgánicas en el ámbito
jurídico español pueden encontrarse en Fernando Garrido Falla. Las Fuentes del Derecho en la
Constitución Española. En La Constitución Española y las Fuentes del Derecho. Revista del Insti-
tuto de Estudios Fiscales de la Dirección General de lo Contencioso del Estado. Volumen I.1979.
Pág.37 y ss.
3 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 19.
4 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 19.
5 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 20.
6 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 31.
7 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 31.
8 No debemos olvidar que esta actividad de la Constitución es eminentemente formal.
Contexto en que la Constitución ejecuta las precisiones condicionadoras de creación normativa:
“tanto los órganos competentes para ello, como las categorías básicas a través de las cuales se
manifiesta la voluntad de dichos órganos y las relaciones entre las mismas por razón de jerarquía
o de competencia. Ver a Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág. 31.
9 Carlos S. Fayt. Derecho Político. Tomo II Pág.56.
10 José Albino Tinetti: Fundamentos del Valor Normativo de la Constitución. Págs. 200 y ss.
11 José Albino Tinetti: Fundamentos del Valor Normativo de la Constitución. Págs.206 y ss.
12 Roberto Rodríguez. Particulares y Derechos en el Derecho.Pág.312.
13 Roberto Rodríguez. Particulares y Derechos en el Derecho.Pág.312
14 Roberto Rodríguez. Particulares y Derechos en el Derecho.Pág.314 y ss.
15 Joaquín Arce y Flórez-Valdés. El Derecho Civil Constitucional. Cívitas, Madrid. 1a reimpresión 1991.
Pág.28.
16 Joaquín Arce y Flórez-Valdés. El Derecho Civil Constitucional.Pág.30.
17 José Albino Tinetti: Fundamentos del Valor Normativo de la Constitución. Págs.216 y ss.
18 Néstor Pedro Sagüés: La Fuerza Normativa de la Constitución y la Actividad jurisdiccional. En
Divulgación Jurídica. Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador. Año III, número 1, febrero, 1996.
Pág.2. Un estudio de imprescindible consulta sobre la fuerza normativa de la Constitución está en
José Albino Tinetti: Estudios Constitucionales en los Programas de Capacitación de los miembros
del Sistema de Administración de Justicia. En Revista de Ciencias Jurídicas, año I, número 2, enero
de 1992. Proyecto de Reforma Judicial de la República de El Salvador. La caracterización de la
norma constitucional puede respaldarse también en Pablo Lucas Verdú: Reflexiones en Torno y
Dentro del Concepto de Constitución. La Constitución como Norma y como Integración Política.
En Revista de Estudios Políticos. Nueva época, número 83, enero-marzo de 1984. Centro de Estu-
dios Centro de Estudios Constitucionales, Madrid.
19 La validez es criterio de existencia, diferente de la vigencia que asimila la obligación, y distinta
a la eficacia, que relaciona el cumplimiento fáctico. La validez condiciona la validez y la eficacia.
Estas, dos últimas, no imponen condicionantes a la validez para lograr que la validez produzca sus
efectos existenciales. Al mismo tiempo, la vigencia es requisito para lograr la eficacia, pero no a
la inversa. Póngase atención que normalmente se confunde vigencia y eficacia; validez y eficacia;
y la vigencia como criterio de existencia. Fusiones conceptuales que han ameritado comentarios
intensos en la doctrina; sin embargo, siguen dominando las consideraciones Kelsenianas.
20 Para Kelsen la sanción perfecciona la validez. En nuestro medio jurídico está determinada por la
promulgación, cuya interpretación constitucional la muestra en la orden de mandar a publicar la
norma jurídica aprobada por la Asamblea Legislativa.
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
21 Hans Kelsen: El Profesor Stone y la Teoría Pura del Derecho. En Hans Kelsen: Constribuciones a la
Teoría Pura del Derecho. Fontamara, México, 1a Edición.1992. Pág. 67.
22 Hans Kelsen: El Profesor Stone y la Teoría Pura del Derecho, Pág.99.
23 Alessandro Pace. La instauración de una Nueva Constitución, Perfiles de una teoría constitucional.
Pág.26.
24 Robert Externando de Colombia, Bogotá. 1a Edición.1997 Pág. 86.
25 Robert Walter; Kelsen, la Teoría Pura del Derecho y el Problema de la Justicia, Pág.95.
26 Antonio Manuel Peña Freire: La Garantía en el Estado Constitucional de Derecho. Pág.90.
27 Eduardo Alfredo Cuéllar: Apuntes sobre el Constitucionalismo de Tipo Económico. En Divulgación
Jurídica. Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador. Año V, número 4, agosto, 1998. Pág.10.
28 Giorgio Del Vecchio: Filosofía del Derecho, Bosch, Barcelona. 9a Edición. 2a reimpresión 1991.
Pág.375.
29 Pablo Pérez Tremps. Teoría General de los Derechos Fundamentales. En Revista de Justicia de Paz,
Año II, Vol. II mayo-agosto de 1999. Corte Suprema de Justicia Proyecto de Asistencia Técnica a
los Juzgados de Paz. Págs. 148 y 149.
30 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho.Pág.32.
31 Ignacio de Otto: Derecho Constitucional, Sistema de Fuentes.Pág.76.
32 Royo habla de España, también, aplicable a nuestro país en la época actual.
33 En Roberto Rodríguez. Particulares y Derechos en el Derecho. Pág.296.
34 La sentencia puede encontrarse en: Jurisprudencia Nacional de América Latina en Derechos Hu-
manos. Edición de la Revista del Instituto de Derechos Humanos ludicium Et Vita, de febrero,
1995, número 2. Pág.59.
35 Fernando Santaolalla López: Exposiciones de Motivos de las Leyes: Motivos para su Eliminación,
Revista Española de Derecho Constitucional. Número 33, Centro de Estudios Constitucionales.
Págs.47 y ss.
36 Que no es en propiedad una exposición de motivos, ni considerandos legislativos.
37 Alejandro Pace. La instauración de una Nueva Constitución. Perfiles de Teoría Constitucional. Re-
vista de Estudios políticos. 97, julio-septiembre 1997, Centro de Estudios Constitucionales.Pág.11.
38 Ricardo A Guibourg: La Autorreferencia Normativa y la Continuidad Constitucional. En Eugenio
Bulegyn y otros. El Lenguaje del Derecho. Homenaje a Genaro R. Carrió. Abeledo Perrot, Buenos
Aires. 1a Edición 1983.Pág.182.
39 Javier Pérez Royo, Las Fuentes del derecho pág 42.
40 Javier Pérez Royo, Las Fuentes del Derecho pág 42.
41 Javier Pérez Royo. Las Fuentes del Derecho. Pág.43.
42 Alberto Herrarte: El Derecho de Integración. Ensayo de Sistematización. Guatemala.
1a Edición. 1991. Pág.121.
43 Juan Antonio Travieso: La Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opiniones Consultivas
y Fallos. La Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Abeledo Perrot,
Buenos Aires. 1a. Edición. 1996. Pág.277.
44 Sobre la incorporación de los tratados al orden jurídico nacional puede consultarse a Víctor Hugo
Mata Tobar: Incorporación de las Normas Internacionales a la Legislación Interna. En Lecturas
sobre Derechos Humanos. Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos- ONUSAL,
División de Derechos Humanos, 1994, 1a Edición. Págs.105 y ss.
45 Víctor Hugo Mata Tobar: Incorporación de las Normas Internacionales a la Legislación Interna.
Pág.106.
46 Las versiones informáticas de la Corte Suprema de Justicia son un buen soporte de publicidad per-
manente. Pero aún faltan versiones ás actualizadas con los detalles que comentamos, aparente
deber del Ministerio de Relaciones Exteriores.
47 Jurisprudencia comparada estima que la contradicción en los criterios de dos secciones de un
mismo tribunal no contradice el principio del stare decisis. La sentencia española 42/93, de 8 de
242
Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
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Salvador Héctor Soriano Rodríguez
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Constitucionalización de las fuentes del derecho salvadoreño
93 Francisco Bertrand Gallindo, José Albino Tinetti y otros: Manual de Derecho Constitucional.
Tomo I. Centro de Investigación y Capacitación. Proyecto de Reforma Judicial. San Salvador. 1a.
Edición 1992.Págs. 89 y 90.
94 Francisco Bertrand Gallindo, José Albino Tinetti y otros: Manual de Derecho Constitucional.
Pág.90.
95 Francisco Bertrand Gallindo, José Albino Tinetti y otros: Manual de Derecho Constitucional.
Pág.90 y 91.
96 Abreviatura de Código Civil.
97 Giorgio Del Vecchio: Filosofía del Derecho.Pág.380.
98 Giorgio Del Vecchio: Filosofía del Derecho.Pág.380 y 381.
99 Giorgio Del Vecchio: Filosofía del Derecho.Págs.381 a 383.
100 Giorgio Del Vecchio: Filosofía del Derecho.Pág.384 y 385.
101 Abreviatura de Código de Comercio.
102 Antonio Agundez Fernández: La Jurisprudencia, Ciencia, Técnica y Arte en el Derecho.
En Antonio Agundez Fernández y otros: El Poder Judicial. Volumen I. Dirección General de lo Con-
tencioso del Estado. Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1a. Edición.1983.Pág.363.
103 Juan B. Vallet de Goytosolo: Jurisprudencia, Principios Generales y Equidad en el Pensamiento
del Profesor Elías de Tejada. En obre del mismo autor: Estudios sobre las Fuentes del Derecho y
Método Jurídico, Montecorvo, Madrid 1ª . Edición. 1982. Pág 208.
104 Pedro de elizalde y Aymerich: La jurisprudencia de los Tribunales Superiores de jusicia, posibilidad
y límites. En Pedro Cruz Villalón y otros: El Poder Judicial. Volumen II. Dirección General de lo
Contencioso del Estado. Instituto de Estudios Fiscales, Madrid 1ª. Edición 1983. Pág 1060.
105 Luis Diez Picaso: La Jurisprudencia. En Antonio Fernández Agundez y otros: El Poder Judicial.
Volumen I. Dirección General de lo Contencioso del Estado. Instituto de Estudios Fiscales, Madrid
1ª Edición 1983. Pág 268.
106 Eduardo Garcia Maynez:Introducción al estudio del derecho. Pág 68.
107 Rodolfo Luis Vigo: Interpretación Constitucional. Abeledo Perrot, Buenos Aires. 1a Edición.1993.
Pág.172.
108 Pedro de Elizalde y Aymenrich: La Jurisprudencia de los Tribunales Superiores de Justicia. Posibili-
dad y Límites.Pág.1062.
109 Antonio Torres del Moral: Principios de Derecho Constitucional Español. Atomo,Madrid. 2a Edi-
ción.1988.Pág.414.
110 Pedro Menchén Herreros: Jurisprudencia, Unidad y Evolución del Derecho. En Luis Martín Rebollo
y otros: El Poder Judicial. Volumen III. Dirección General de lo Contencioso del Estado. Instituto
de Estudios Fiscales,Madrid. 1a. Edición.1983.Pág.1968.
111 Federico Carlos Sainz de Robles Rodríguez: El Poder Judicial en la Constitución. En Antonio Fer-
nández Agundez y otros: El Poder Judicial. Dirección General de lo Contencioso del Estado. Insti-
tuto de Esudios Fiscales, Madrid.1a. Edición.1983.Pág.24.
112 Federico Carlos Saínz de Robles Rodríguez: El Modelo de Juez en la Constitución. Discurso ante su
Majestad el Rey Juan Carlos. En la solemne apertura de los tribunales. 19 de septiembre de 1984.
En Poder Judicial número 13.
113 Pedro de Elizalde y Aymerich: La Jurisprudencia de los Tribunales Superiores de Justicia. Posibili-
dad y Límites.Pág.1064.
114 Pedro de Elizalde y Aymerich: La Jurisprudencia de los Tribunales Superiores de Justicia. Posibili-
dad y Límites.Pág.1080.
115 Juan Francisco Linares. Derecho Administrativo.Pág.95.
116 Juan Francisco Linares. Derecho Administrativo.Pág.95.
117 Juan Francisco Linares. Derecho Administrativo.Pág.957.
118 Enrique Alvarez Conde: Curso de Derecho Constitucional. El Estado Constitucional. El Sistema de
Fuentes. Los Derechos y Libertades.Pág.253 y ss.
245
DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
1. INTRODUCCIÓN
Así, podemos hablar de actos objeto de control y sujetos que ejercen el con-
trol. Dentro de los primeros podemos encontrar “normas jurídicas, actos de la ad-
ministración, del órgano judicial, la mera actividad de los órganos sujetos a control
político, etc.”4. Entre los segundos, encontramos los distintos agentes que tienen
dentro de sus potestades la de ejercer algún tipo de control, entre los que cabe
mencionar “los tribunales de justicia; los órganos legislativos o parlamentos y sus
comisiones investigadoras; la oposición; los órganos de la administración; entes
independientes de los órganos fundamentales del Estado, que ejercen fiscaliza-
ción de la actividad económica del Estado y entes públicos, como sería el caso de
la Corte de Cuentas de la República; los grupos institucionalizados de presión e
interés; la opinión pública; el cuerpo electoral”5; el Procurador para la Defensa de
los Derechos Humanos, etc.
La división de poderes es, si se quiere, uno de los temas que siempre ha estado
sobre la mesa de las grades discusiones políticas y, por tanto, de actualidad11, que
adopta distintas modalidades, “según las épocas y coyunturas en lo que respecta
a su grado mayor o menor de empirismo o racionalización, y en lo referente a su
adaptación a las condiciones políticas y a los supuestos culturales de cada tiempo12,
siempre a partir de una premisa fundamental: evitar una peligrosa concentración
de poder13 mediante la introducción de “factores de diferenciación y articulación
en el ejercicio del poder político por las fuerzas sociales, y de obligar a los grupos
políticamente dominantes a adaptar el contenido de su voluntad a un sistema de
formas y de competencias, con la que se objetiva el ejercicio del poder”14.
250
Defensa de la Constitución
(b) División temporal. Este tipo de división tiene por objeto neutralizar la
tendencia a la permanencia en el ejercicio del poder incompatible con el
principio democrático17, mediante el establecimiento de límites tempora-
les en su ejercicio. En nuestra Constitución encontramos algunos ejemplos
de este tipo de límites, a saber: (1) El período presidencial de cinco años
(art. 154 Cn.); (2) El período de tres años de los diputados de la Asamblea
Legislativa (art. 124 Cn.); (3) El período de nueve años establecido a los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia (art. 186.2); y (4) El período
de tres años del presidente y magistrados de la Corte de Cuentas de la
República (art.196.3).
(c) División vertical. Este criterio hace referencia a la división de la compe-
tencia entre entidades territoriales de distinta amplitud y rango, con el
objeto de lograr la descentralización territorial del poder18. El Salvador es
un Estado unitario descentralizado, pues, además, de existir un gobierno
central, existen las municipalidades19, las cuales tienen algunas potestades
que son ejercidas por sus órganos, como lo es crear, modificar y supri-
mir tasas y contribuciones públicas; decretar su presupuesto de ingresos y
egresos (art. 204 Cn)20-.
(d) División decisoria. Ésta se encuentra estrechamente vinculada con la toma
de decisiones políticas, concretamente con los sujetos que deben inter-
venir. Existen en nuestra Constitución algunos ejemplos de este tipo de
control, a saber: la participación de los Órganos Legislativo y Ejecutivo en
la formación de la ley (arts. 133 y siguientes Cn); el sistema de representa-
ción proporcional adoptado para la elección de diputados (art. 79 Cn), y
la necesidad de quórums calificados para la toma de ciertas decisiones en
la Asamblea Legislativa21.
Están integrados por el conjunto de mecanismos que tienen por objeto garan-
tizar la pureza en el manejo de los recursos económicos y financieros del Estado,
con el objeto de que sean utilizados dentro de los límites impuestos en la Constitu-
ción22 y leyes de la República23.
1. Reserva de ley para la imposición de tributos (arts. 131 ord. 6º y 231.1 Cn)24
2. Obligación de presentar a la Asamblea Legislativa los presupuestos de
ingresos y egresos para su aprobación (arts. 167 ord. 3º y 131 ord. 8º)25.
3. Obligación de presentar informe en materia hacendaria a la Asamblea
Legislativa para su aprobación (art. 168 ord. 6º y 131 ord. 18 Cn)26.
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Manuel Montecino Giralt
5. SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL Y
PROCEDIMIENTO DIFICULTADO DE REFORMA
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Defensa de la Constitución
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Defensa de la Constitución
6. PROTECCIÓN JURISDICCIONAL
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Manuel Montecino Giralt
años son para formarse y los siguientes seis para trabajar. El rendimiento
óptimo de un juez constitucional pasa necesariamente por un período de
adaptación a su nueva función y a la nueva estructura organizativa que
le apoya”80. “En principio, ese período de nueve años favorece también
la existencia de un elemento de continuidad que es necesario para la es-
tabilidad y coherencia de la jurisprudencia del Tribunal”81, sin llevar a la
petrificación de la misma, lo cual, sin duda alguna, incide favorablemente
en la seguridad jurídica y en la función pacificadora e integradora de la
jurisprudencia82.
Por otro lado, existe un sistema de renovación progresiva de la Corte Su-
prema de Justicia por terceras partes cada tres años, período en el que en
todo caso se nombra presidente de la Sala de lo Constitucional. Se trata
de una fórmula que no es original, ya que la encontramos también en el
artículo 159.3 de la Constitución española de 1978.
Dicha renovación parcial del tribunal, según la doctrina, tiene dos finalida-
des esenciales: en primer lugar, evita cambios bruscos en la formación del
tribunal, lo que permite mantener cierta continuidad e impide que una
muy diversa composición política de la Asamblea Legislativa tenga reflejo
en la formación de la Sala de lo Constitucional83, “lo que podría conducir
a una alteración de la jurisprudencia constitucional no siempre deseable
por los efectos negativos que un cambio significativo tiene en las pautas
que regulan el marco general de la convivencia”84; y, en segundo lugar,
“posibilita que las nuevas mayorías tengan un reflejo –atemperado, pero
reflejo al fin y al cabo– en el perfil del tribunal, necesidad que no requiere
grandes explicaciones debido a la correlación existente entre la dinámi-
ca social, valores constitucionales y hermenéutica constitucional, por una
parte, y al rol del tribunal como “mediador de intereses”85.
Finalmente, es un tanto discutible el modelo adoptado en lo relativo a la
posibilidad de reelección de los magistrados, ya que ello les podría llevar a
sucumbir frente a las presiones de las instituciones que intervienen tanto
en la elaboración de la lista de candidatos al puesto de magistrado como
en la designación de los mismos. En virtud de eso, consideramos que la
posibilidad de reelección debe eliminarse o, si se quiere, no permitirse
para el período inmediato posterior que es de nueve años86.
(g) Procedimiento para la designación. La elección de los magistrados de la
Sala de lo Constitucional, al igual que la de los otros magistrados de la
Corte Suprema de Justicia, se hace de una lista de candidatos que elabora
el Consejo Nacional de la Judicatura en los términos que determina la ley
del mismo –arts. 56 y 57 de la Ley del Consejo Nacional de la Judicatura-,
la mitad de la cual provendrá de los aportes de las entidades representati-
vas de los abogados de El Salvador y donde deberán estar representadas
las más relevantes corrientes del pensamiento jurídico.
262
Defensa de la Constitución
7. PROCESOS CONSTITUCIONALES
La LPC no contiene ninguna disposición que enumere los actos que son sus-
ceptibles de control a través del amparo, ya que únicamente el art. 12.2, se limita a
señalar que éste procede contra “toda clase de acciones u omisiones de cualquier
autoridad, funcionario del Estado (…)”.
Tal circunstancia ha obligado a los tribunales que han sido competentes para
conocer del amparo, a definir, vía jurisprudencia, los alcances materiales de la dis-
posición legal referida, de forma tal que dicha indefinición no sea obstáculo para
cumplir con su función de tutelar, de manera reforzada, los derechos de la persona
frente actos -en principio- de autoridad.
Para efectuar dicha tarea ha sido determinante conjugar varios factores sin
cuya concurrencia la labor definidora de la jurisprudencia, lejos de producir resul-
tados pretendidos, sería insuficiente o generaría conflictos con los otros órganos
del Estado.
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Ahora bien, consideramos que esta labor interpretativa y sobre todo de actua-
lización, no deber ser exclusiva de la disposición que regula lo relativo a los actos
susceptibles de control a través del amparo, sino que es predicable de la ley en
general, la cual, como producto social que es, debe de estar sometida a un proceso
constante de revisión y actualización, a efecto de poder responder a las constantes
transformaciones que sufre el derecho material, en este caso el constitucional. De
lo contrario sucede lo que tradicionalmente ha ocurrido: las transformaciones o
reformas en el derecho material se vuelven irrelevantes, por la carencia de estruc-
turas procesales adecuadas para dar una respuesta jurisdiccional a la pretensión
fundada en dichas normas. Y es que, tal como lo señaló el procesalista Couture87:
“(…) mientras el derecho material, por una parte fue creando todo un siste-
ma de excepción, el derecho procesal permaneció estacionario sobre las bases y
fundamentos del sistema individualista. El desajuste entre el derecho sustancial y
el derecho instrumental era evidente. Y por evidente, daba la sensación de que no
todo estaba logrado (…), que una etapa quedaba por conquistar”.
En segundo lugar, la división de poderes –la cual, al igual que los procesos
constitucionales, constituye un mecanismo de defensa de la Constitución- estable-
cida en ésta como base de la estructura del poder político con las limitaciones del
sistema de pesos y contrapesos. Y es que, al efectuar la Sala de lo Constitucional
esta función de actualización, corre el riesgo de extender sus atribuciones al grado
de quedar ella misma fuera de las esferas que le ha trazado la Constitución y, por
lo tanto, lejos de constituir un órgano que a través de la división horizontal de po-
deres efectúa un control interorgánico, sea él el que rompa la marcha armónica y
equilibrada del Estado de Derecho, particularmente, si analizamos los efectos que
pueden derivarse de la sentencia de amparo, a los que nos referiremos a continua-
ción en forma resumida.
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amparo; es decir, aquel amparo promovido por quien invoque “que se ha recono-
cido el derecho que no se contiene en la norma”98, sin alegar un agravio o que se
ha producido la afectación de sus derechos o categorías99.
Por tanto, para que proceda el amparo en estos supuestos se vuelve indispen-
sable: en primer lugar, la existencia de un acto o resolución que realice una lectura
“extensiva” del contenido constitucional”101 de uno de los derechos o categorías
tutelables por este cauce procesal; y, en segundo lugar, que dicho acto o resolu-
ción vulnere alguno de dichos derechos o categorías a la contraparte. Precisamen-
te, con la concurrencia de estos elementos se completa el binomio acto- lesión de
derecho o categoría, indispensables para la procedencia del amparo.
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No se trata, por tanto, de una condición singular del amparo, sino que es
consecuencia de la posición superior de la Sala de lo Constitucional en el sistema
salvadoreño de protección de los derechos, que de igual forma se puede apreciar
en la “doctrina fijada en todos los recursos que operan como última y definitiva
instancia en cualquier materia del ordenamiento jurídico, como es el caso, señala-
damente, del recurso de casación”116.
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El art. 12.2 LPC dispone que la pretensión de amparo puede plantearse contra
toda clase de acciones u omisiones de cualquier autoridad, funcionario del Estado
o de sus órganos descentralizados y de las sentencias definitivas pronunciadas por
la Sala de lo Contencioso Administrativo que violen aquellos derechos u obstaculi-
cen su ejercicio.
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Por otro lado, de la confusa redacción del inicio segundo del artículo 12 LPC
se podría desprender que sólo la Sala de lo Contencioso Administrativo se encuen-
tra en posibilidad de ser sujeto pasivo de la pretensión de amparo. Al respecto,
existen reiterados supuestos en los que la Sala de lo Constitucional ha conocido de
pretensiones en las que los sujetos pasivos han sido las Salas de lo Civil y Penal132,
señalando además, la imposibilidad de conocer de pretensiones incoadas contra la
misma Sala de lo Constitucional133.
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(1) Sujetos. Este requisito se concreta en la expresión del nombre, edad, pro-
fesión u oficio y domicilio del demandante –elemento subjetivo activo–
y, en su caso, los de quien gestione por él. Si el demandante fuere una
persona jurídica, además de las referencias personales del apoderado, se
expresará el nombre, naturaleza, y domicilio de la entidad; la autoridad
o funcionario demandado –elemento subjetivo pasivo–; y se expresen las
referencias personales del tercero a quien benefició el acto reclamado,
caso de que lo haya137.
(2) Fundamentación. La fundamentación puede ser fáctica, así como jurídica.
La primera, alude al conjunto de acciones y acciones constitutivas de la
violación constitucional, es decir, el acto reclamado. Se trata de la narra-
ción de hechos jurídicamente relevantes o, en otras palabras, el conjunto
de hechos que, subsumidos en una determinada norma constitucional o
en la jurisprudencia constitucional, configuran la violación constitucional
invocada. La segunda, hace referencia a las normas jurídicas que recono-
cen el derecho o categoría que se considera vulnerado, es decir, aquella
que se propone sean subsumidos los hechos que integran la fundamenta-
ción fáctica.138
(3) Objeto. También denominada por la doctrina como petición, hace refe-
rencia a la necesidad de plasmar en la demanda de amparo, con claridad
y precisión, lo que se pide para preservar o restablecer el derecho o ca-
tegoría que se considera vulnerado por el acto reclamado, la cual variará
dependiendo de la naturaleza del acto reclamado.
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ción de los requisitos. Con este juicio se pretende constatar que en la demandada
se encuentren aquellos requisitos que permitan en un momento posterior, conocer
la pretensión de amparo –objeto del proceso–.
Como resultado del juicio de admisibilidad, la Sala puede formular una pre-
vención a la parte actora por el incumplimiento de uno o más requisitos esenciales
de la demanda, la cual deberá evacuar en el plazo de tres días hábiles141 contados
a partir del día siguiente de la notificación, caso contrario, declarará inadmisible la
demanda de amparo.
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vo, el efecto del amparo será obligar a la autoridad responsable a que obre
en el sentido de respetar los derechos constitucionales del agraviado.
Ahora bien, en el caso en que el efecto material de la sentencia estimato-
ria de amparo no pueda ejecutarse, el art. 35 LPC y la misma jurispruden-
cia constitucional, con anterioridad declaraban habilitada la posibilidad
de iniciar un proceso civil de indemnización por daños y perjuicios contra
el responsable personalmente y en forma subsidiaria contra el Estado.151
Sin embargo, la jurisprudencia constitucional en los últimos años, ha de-
clarado que la condición fijada por la LPC, así como por ella misma en sus
decisiones, para proceder a la reclamación de daños y perjuicios directa-
mente contra el funcionario, es una “condición no prevista en la Consti-
tución y, por ello, no admisible”152, en la medida que el art. 245 Cn. no
condiciona la posibilidad de reclamar daños y perjuicios a la imposibilidad
de ejecutar la sentencia estimatoria sino únicamente a la violación de un
derecho protegible por el amparo153.
Asimismo, ha declarado la jurisprudencia154, que la responsabilidad pre-
vista en los arts. 245 y 35 LPC, es de tipo personal –no institucional– y
subjetiva, puesto que es el funcionario el que responde directamente con
sus bienes a consecuencia de una conducta dolosa o culposa del mismo.
No obstante, únicamente en el caso en el que los bienes del funcionario
no sean suficientes para responder por los daños y perjuicios ocasionados,
entra la responsabilidad de tipo subsidiaria del estado, quien, oportuna-
mente, debe proceder contra el funcionario responsable. No opera, como
causa para desplazar la responsabilidad al estado, que el funcionario ya
no se encuentre desempeñando el cargo.
Finalmente, independiente de la responsabilidad subjetiva prevista en los
art. 245 Cn y 35 LPC, es posible reclamar, directamente contra el esta-
do, una responsabilidad de tipo objetiva, no condicionada a la existencia
de una conducta culposa o dolosa de un funcionario, sino simplemente
como producto del funcionamiento normal o anormal del mismo a conse-
cuencia de las funciones estatales y la gestión del servicio público, la cual
tiene por objeto garantizar el patrimonio de toda persona, a consecuen-
cia de un “daño antijurídico, esto es, uno que los particulares no tienen el
deber jurídico de soportar”155.
De forma tal que, en el caso preciso del amparo, el agraviado puede:
(a) en la hipótesis en que obtenga una sentencia estimatoria de la pre-
tensión de amparo incoada, que, consecuentemente, declare la violación
a los derechos constitucionales invocados, tiene la posibilidad de exigir la
responsabilidad persona y subjetiva del funcionario y, subsidiariamente,
contra el estado y; (b) independientemente de las resultas del proceso,
reclamar la responsabilidad objetiva e institucional contra el estado, que
tiene por objeto resarcir cualquier daño antijurídico ocasionado a la per-
sona a consecuencia del funcionamiento normal o anormal del estado.
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En cuanto el control previo, es preciso señalar, que tal tiene naturaleza inci-
dental, pues se da en aquellos supuestos en los que dentro del procedimiento de
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hipótesis que es distinta a aquella en la que dicho funcionario lo hace como amicus
curiae (art. 8 LPC), en la que debe limitarse a dar una opinión técnico jurídica a la
Sala sobre los motivos aducidos por el demandante y las justificaciones de la auto-
ridad emisora de la disposición considerada inconstitucional171.
Por otro lado, el proceso de inconstitucionalidad puede iniciarse por los tri-
bunales de justicia, cuando, dentro del procedimiento de aplicación de la norma
al caso concreto, adviertan que ésta es inconstitucional (arts. 77-A, y 77-C LPC174).
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Para determinar las normas que son susceptibles de ser sometidas al control
constitucional, además de remitirnos al contenido del art. 183 Cn, es indispensable
verificar la actualización que del mismo ha efectuado la Sala de lo Constitucional
en su jurisprudencia.
Así, el art. 183 Cn, es claro en establecer que, por medio del proceso de in-
constitucional, se pueden impugnar leyes, decretos y reglamentos; sin embargo, la
jurisprudencia constitucional, aproximadamente, en las últimas dos décadas181, ha
declarado –en forma reiterada– que dicha expresión no puede restringirse a reglas
de carácter general y abstracto, sino que “debe ampliarse y hacerse extensivo a actos
concretos que se realizan en aplicación directa e inmediata de la normativa constitu-
cional, esto es, aquellas actuaciones que se exteriorizan a través de leyes en sentido
formal, en cumplimiento de un mandato expreso y directo de la Constitución”182.
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Ahora bien, si bien el art. 77-C LPC establece algunos elementos básicos que
debe contener la resolución a través de la que el juzgador ejerce la potestad de
inaplicar, la jurisprudencia constitucional ha interpretado su contenido, así como el
del art. 77-A LPC, y ha establecido los requisitos mínimos que deberá contener la
resolución a través de la que el juzgado o tribunal inaplica una determinada norma
jurídica, cuyo cumplimiento controla liminarmente, a saber: (i) la relación directa
y principal entre la disposición inaplicada con la resolución del caso o de la que
dependa su tramitación; (ii) la inexistencia de pronunciamiento, por parte de la
Sala de lo Constitucional, respecto de las disposiciones inaplicadas; (iii) el esfuerzo
del juzgador, previo a la inaplicación, de interpretar la disposición conforme a la
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pretensión que ya fue objeto de conocimiento por parte de la Sala en otro proceso
de inconstitucionalidad.
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El proceso de hábeas corpus puede ser iniciado ante las Cámaras de Segunda
Instancia que no residan en la capital, cuya competencia territorial viene definida
por las reglas fijadas en el PrCM209 y ante la Sala de lo Constitucional, tal como lo
disponen los artículos 247.2 Cn y 41 LPC.
Así, pueden iniciar el proceso de hábeas corpus: (a) el sujeto a quien se le res-
trinja ilegal o arbitrariamente su libertad o el detenido o privado de su libertad a
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(d) Hábeas corpus contra desapariciones forzadas. Tiene por objeto localizar
a personas que se alega han sido privadas de su libertad por autoridades
del estado o por grupos paramilitares que actúan bajo la aquiescencia de
éste. Se trata de una transgresión al derecho de libertad física, pluriofen-
siva y continuada217.
(e) Hábeas corpus de pronto despacho. Tiene como objeto que se dicte una
decisión o se realicen ciertas diligencias que tienen incidencia en el dere-
cho a la libertad personal. En este supuesto, es menester que exista de-
tención provisional. Este tipo de hábeas corpus, según la jurisprudencia,
tiene como fundamento el derecho a la protección jurisdiccional218.
(f) Hábeas corpus correctivo. Procede contra actuaciones que lesionen la dig-
nidad o integridad física, psíquica o moral de las personas privadas de
libertad -incluidos sus hijos, en el supuesto de internas-, en relación con
las condiciones de cumplimiento de dicha restricción219.
(g) Hábeas corpus contra particulares. Pretende proteger el derecho a la liber-
tad personal contra actuaciones de particulares - por ejemplo, detención,
encierro, actos de seguimiento-, ubicados en posición de superioridad220.
(h) Hábeas corpus contra ley. Tiene por objeto invalidad el acto de aplicación
de una ley o precepto, para un caso en concreto, por considerarse contra-
rio a la Constitución e incidir en el derecho a la libertad personal. En este
supuesto, procede, al igual que el amparo, contra norma autoaplicativa o
heteroaplicativa221.
La petición puede ser presentada por la persona cuya libertad esté indebida-
mente restringida o por cualquier otra persona. En dicha petición deben consig-
narse los siguientes aspectos224: (a) sujeto activo y pasivo de la pretensión; (b) el
tipo de restricción al derecho de libertad; (c) lugar en que se da la restricción; y,
(d) el juramento del peticionario de haber expresado la verdad.
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Por otro lado, con el objeto de posibilitar que la autoridad demandada ejerza
su derecho de defensa, el tribunal, jurisprudencialmente228, ha establecido que es
menester requerir a ésta: (a) informe en el que se pronuncia sobre la violación a
la libertad que se le atribuye y que adjunte certificación de la documentación que
considere pertinente y, (b) informe sobre el estado actual y la situación jurídica
del favorecido respecto a su derecho de libertad personal; debiendo comunicar
cualquier decisión que incida en el referido derecho, con su respectiva certificación
y notificaciones.
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Entre las circunstancias que dan lugar a la finalización del proceso por sobre-
seimiento se encuentran, entre otras: (a) la libertad del favorecido; (b) la muerte
natural del mismo; (c) cuando el tribunal ya hubiese efectuado pronunciamiento
en otro proceso sobre la pretensión planteada; (d) cuando la restricción es conse-
cuencia de sentencia ejecutoriada y (e) cuando se subsanó la vulneración constitu-
cional incluso por la misma autoridad demandada.
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NOTAS
1 Preocupación que, indiscutiblemente, compartían Schmitt y Kelsen; sin embargo, más allá y ade-
más del debate “acerca de cuál debe ser el órgano o institución concreto al que tiene que co-
rresponder la trascendental función de defensa de la Constitución, lo que ambos autores están
confrontando como ratio última de su famosa querella, resuelta ser, en el fondo, dos concepcio-
nes diametralmente incompatibles de Constitución e incluso de Estado”. Lombardi, G., “Estudio
preliminar”, Schmitt, C. y Kelsen, H. La polémica Schmitt/Kelsen sobre la justicia constitucional:
El defensor de la Constitución versus ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?, Tecnos,
Madrid, 2009, p. XII.
2 La doctrina, en forma reiterada, ha afirmado que la fecha de inicio de una revisión más rigurosa
de los instrumentos de efectividad de la Constitución se remontan a la polémica entre Carl Schmi-
tt y Hans Kelsen, tras la publicación, por parte del primero en 1931, de La defensa de la Constitu-
ción- Estudio acerca de las diversas especies y posibilidades de salvaguardia de la Constitución, la
cual tiene como antecedentes de especial transcendencia, la ponencia de Schmitt en el congreso
de profesores de derecho público de Jena en 1924 y el estudio publicado en 1929 en Archiv für
öffentliches Recht, texto que Schmitt consideraba “elaborado y ampliado” en la defensa de la
Constitución. Cfr. Gasió, G., “Estudio preliminar”, Kelsen, H. Quién debe ser el defensor de la
Constitución, Editorial Tecnos, Madrid, 1995, pp. IX- X.
3 Sobre el tema, véase: Fix-Zamudio, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución
en el ordenamiento mexicano, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria,
2ª ed., México D.F., 1998, pp. 21- 23. Haberle, P. El estado constitucional, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, Ciudad Universitaria, México D.F., 2003, pp. 286-294. Picó i Junoy, J, Garantías
constitucionales del proceso”, José María Boch Editor, 2ª ed., Barcelona, 2012, pp. 29- 36.
4 Bertrand Galindo, F. y Otros, Manual de Derecho Constitucional, Centro de Investigación y Capa-
citación, Proyecto de Reforma Judicial, 1ª. ed., San Salvador, 1992, p.232.
5 Op. cit. p. 233.
6 Cfr. HABERLE, P. “El estado constitucional”, cit., pp. 286-287.
7 Cfr. Fix Zamudio, H. “La Constitución y su Defensa”, Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, México D.F., 1984, p.14 y siguientes.
8 La jurisprudencia constitucional ha abordado, siguiendo a la doctrina, el tema de la defensa de la
Constitución; por ejemplo, en SCNSI 3-92/6-92 y SCNSI 5-99, de 17 de diciembre de 1992 y 20 julio
de 1999, respectivamente.
9 FIX-ZAMUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., p. 25. Asimismo, Cfr. García Laguardia, J. La defensa de la Constitución, UNAM-
Instituto de Investigaciones Jurídicas, Ciudad Universitaria, México D.F., 1983, p.13.
10 Es innegable la importancia que han tenido estos mecanismos de defensa de la constitución en
la construcción de una institucionalidad mucho más solidad, particularmente, en los momentos
en que ésta se ha visto seriamente amenazada; sin embargo, es preciso recordar que, en última
instancia, “una Constitución solamente puede ser protegida políticamente o en la profundidad
cultural; si bien los instrumentos jurídicos son importantes, solamente son eficaces cuando todos
poseen una voluntad de Constitución y ésta desenvuelve duramente su fuerza normativa (K.
Hesse).” Cfr. HABERLE, P. “El estado constitucional”, cit., p. 287.
11 Zippelius, R, Teoría General del Estado, Editorial Porrúa -Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co, México, 2009, p. 288.
12 García Pelayo, M, “La división de poderes y su control jurisdiccional”, Revista de Derecho Político,
número 18- 19, 1983, p. 7.
13 ZIPPELIUS, R, Teoría General del Estado, cit., p. 288.
14 FIX-ZAMUDIO, H: Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., p. 28. La Sala de lo Constitucional también ha abordado el tema de la división de
poderes, por ejemplo, en SCNSI 7-2005, de 18 de abril de 2006; SCNSI 22-1999, de 08 de abril de
2003 y SCNSI 17-2001, de 11 de noviembre de 2003, entre otras.
15 FIX-ZAMUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., pp. 28-29.
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16 Cfr. GARCÍA PELAYO, M, “La división de poderes y su control jurisdiccional”, cit., p. 14. Asimismo,
Cfr. FIX-ZAMUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., p. 28 y GARCÍA LAGUARDIA, J. “La defensa de la Constitución”, cit., pp. 14 -18
17 Cfr. GARCÍA PELAYO, M. “La división de poderes y su control jurisdiccional”, cit., p. 15. Asimismo,
Cfr. FIX-ZAMUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., p. 28.
18 Cfr. GARCÍA PELAYO, M. “La división de poderes y su control jurisdiccional”, cit., p. 15. Asimismo,
Cfr. FIX-ZAMUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento
mexicano, cit., p. 28.
19 Art. 202.1 Cn. “Para el Gobierno local, los departamentos se dividen en Municipios, que estarán
regidos por Concejos formados por un Alcalde, un Síndico y dos o más Regidores cuyo número
será proporcional a la población”.
20 Art. 204 Cn. “La autonomía del Municipio comprende.1º Crear, modificar y suprimir tasas y con-
tribuciones públicas para la realización de obras determinadas dentro de los límites que una ley
general establezca (...); 2º Decretar su Presupuesto de Ingresos y Egresos”.
21 Como ejemplo podemos citar la elección de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que
requiere los dos tercios de los diputados electos (art. 186 Cn.).
22 Sobre los mecanismos de control del gasto público y los principios que lo rigen; entre otras, SCNSI
26-2004, de 25 de octubre de 2004; SCNSI 7-2005, de 18 de abril de 2006; SCNSI 15-2011/38-2011,
de 04 de noviembre de 2011.
23 Cfr. GARCÍA LAGUARDIA, J. “La defensa de la Constitución”, cit., pp. 18-19.
24 La jurisprudencia constitucional ha definido los contornos de este principio, por ejemplo, en SCN-
SI 35-2009, de 09 de julio de 2010; SCNSI 63-2013, de 07 de febrero de 2014; así como en SCNSA
311-2009, de 23 de noviembre de 2011; y SCNSA 351-2013, de 07 de agosto de 2015.
25 La jurisprudencia constitucional se ha pronunciado al respecto, por ejemplo, SCNSI 15-2011/38-
2011, de 04 de noviembre de 2011 y SCNSI 26-2004, de 25 de octubre de 2004.
26 Sobre esta etapa, véase, entre otras, SCNSI 15-2011/38-2011, de 04 de noviembre de 2011 y SCNSI
1-2010/27-2010/28-2010, de 25 de agosto de 2010.
27 Sobre la fiscalización de la Hacienda Pública, entre otras, SCNSI 49-2001, de 23 de enero de 2013;
SCNSI 11-97/12-97/1-99, de 16 de julio de 2000; SCNSI 15-2011/38-2011, de 04 de noviembre de
2011 y SCNSI 1-2010/27-2010/28-2010, de 25 de agosto de 2010.
28 Art. 48 Cn.
29 Consideramos que la génesis de estos grupos lo podemos ubicar en el art. 7 Cn., que reconoce el
derecho de toda persona a asociarse libremente, estableciéndose como límite a dicho derecho la
licitud de su objeto.
30 Cfr. GARCÍA LAGUARDIA, J. “La defensa de la Constitución”, cit., pp. 19-22. También, Cfr. FIX-ZA-
MUDIO, H. Introducción al estudio de la defensa de la constitución en el ordenamiento mexicano,
cit.,pp. 30-40.
31 La génesis normativa de este principio la encontramos en el art. VI de la Constitución Federal de
los Estados Unidos de América, sin embargo, no debe perderse de vista el aporte que significó al
desarrollo de su contenido la resolución del caso Marbury vrs. Madison -votada el 24 de febrero
de 1803, cuyo ponente fue el Chief Justice John Marshall y en la que concurrieron con sus votos
los jueces Washington, Paterson y Chase- en la que planteaban, como uno de los problemas cons-
titucionales, de si una “norma o acto contrario a la Constitución puede constituir Derecho vigente
en un país es una cuestión de interés esencial para los Estados Unidos, pero, afortunadamente,
su dificultad es menor que otras planteadas aquí. Para resolverla, solo hay que recordar ciertos
principios que, al cabo de mucho tiempo, están firmemente establecidos.” Beltrán de Felipe, M. y
González García, J. Las sentencias básicas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2ª. Edición, 2006, p. 116.
32 “El fundamento sobre el que se ha construido el sistema americano es el derecho originario del
pueblo a establecer, para su gobierno futuro, aquellos principios que considere más adecuados
para obtener la felicidad. La puesta en práctica de dicho derecho originario exige una gran ener-
gía, y por ello no puede ni debe ser frecuentemente ejercido. Por ello, los principios que ha sido
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nalidad-; y, en el ord. 3º, que se cite “los artículos pertinentes de la Constitución” que se estimen
vulnerados por la disposición o cuerpo normativo impugnado -lo que, también doctrinariamente,
se denomina parámetro de control-” SCNSI 5-99, de 20 de julio de 1999.
52 Sobre el tema véase: López Guerra, L. Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional, Boletín
Oficial del Estado, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, pp. 18-19. Gon-
zález –Trevijano Sánchez, P. El Tribunal Constitucional, Aranzadi, Navarra, 2000, pp. 53-55.
53 La Sala de lo Constitucional es un órgano constitucional, ya que se trata de un órgano que recibe
“directamente de la Constitución su “status” y competencias esenciales a través de cuyo ejercicio
se actualiza el orden jurídico político fundamental proyectado por la misma Constitución”. García
de Enterría, E. “La posición jurídica del Tribunal Constitucional en el sistema español: posibilidades
y perspectivas”, Revista Española de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales,
No. 1, 1981, p. 97. En similar sentido: Rubio Llorente, Francisco: “Seis tesis sobre la jurisdicción
constitucional en Europa”, Revista Española de Derecho Constitucional, No. 35, Centro de Estu-
dios Constitucionales, Madrid, 1992, p. 14.
54 Art. 174 Cn. Señala la doctrina, que la decisión de si el Tribunal Constitucional, para nuestro caso
la Sala de lo Constitucional, forma parte del órgano judicial o si, por el contrario, es un órgano
constitucional independiente, así como la atribución a este tribunal de una jurisdicción especial
en relación a los derechos fundamentales, es de naturaleza política. Cfr. Bacigalupo Zapater, En-
rique: “La protección de los derechos fundamentales por la jurisdicción constitucional y por el
poder judicial”, Revista del Poder Judicial, No. 45, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1997, pp. 36-39.
55 La LPC es la que incorpora esa dualidad en la denominación, ya que la Constitución, en los ar-
tículos 11 y 247, le denomina hábeas corpus.
56 La Constitución en su art. 247.2 y la LPC, en su art. 4, atribuyen la competencia a las Cámaras de
Segunda Instancia para conocer del hábeas corpus cuando no residan -que no tengan su sede- en
la capital. Por otro lado, la misma Constitución en la precitada disposición, atribuye a la Sala la
competencia para conocer en revisión -que no es más que apelación-, de la resolución pronuncia-
da por alguna Cámara que deniegue la libertad del favorecido, siempre a petición de parte.
57 Cfr. Montecino Giralt, M. “El Órgano Judicial (II). La Jurisdicción Constitucional”, en Núñez Rivero,
C. (Coord.), El Estado y La Constitución Salvadoreña, Proyecto para el Fortalecimiento de la Justi-
cia y la Cultura Constitucional en la República de El Salvador, Unión Europea, Corte Suprema de
Justicia, San Salvador, 2000, p. 128.
58 Arts. 53 y 54 CPrCvM.
59 Sobre la forma en que se manifiesta el Juez Natural en el llamamiento de los Magistrados Suplen-
tes, no obstante las diferencias normativas existentes; véase: Córdoba Castroverde, D. “Algunas
cuestiones relativas al derecho fundamental al juez ordinario predeterminado por la ley”, Cuader-
nos de Derecho Público: El artículo 24 de la Constitución: Algunos problemas pendientes, No. 10,
Instituto Nacional de Administración Pública-Ministerio de Administraciones Públicas, Madrid,
2000, pp. 95-96.
60 Esto se advierte de la simple lectura de los arts. 177, 179 y 180 Cn., los cuales regulan, respecti-
vamente, los requisitos para ser Magistrado de Cámara de Segunda Instancia, Juez de Primera
Instancia y Juez de Paz.
61 Marín, J. Naturaleza Jurídica del Tribunal Constitucional, Ariel, Barcelona, 1998, p. 26.
62 Calamandrei, P. citado por Lozano Miralles, Jorge y Saccomanno, A. El Tribunal Constitucional.
Composición y principios jurídico-organizativos (el aspecto funcional), tirant lo blanch, Valencia,
2000, p. 182.
63 Zagrebelsky, Gustavo, citado por Op. cit. p. 182.
64 Leibholz, citado por Op. cit. cit., p. 182.
65 Op. cit., p. 182.
66 De Esteban, J. y González-Trevijano, P. Curso de derecho constitucional español III, Servicio de
publicaciones facultad de derecho, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1994, p. 184.
67 En igual sentido: Op. cit., p. 184.
68 Art. 131 Cn.
294
Defensa de la Constitución
295
Manuel Montecino Giralt
296
Defensa de la Constitución
98 Cruz Villalón, P “Sobre el amparo”, Revista Española de Derecho Constitucional, No. 41, Centro de
Estudios Constitucionales, 1994, p. 14.
99 Cfr. Caamaño Domínguez, F.: “El recurso de amparo y la reforma peyorativa de derechos funda-
mentales: el denominado contra amparo”, Revista Española de Derecho Constitucional, No. 47,
Centro de Estudios Constitucionales, 1996, pp. 130- 131. Sobre la prohibición del contra-amparo
o exceso de amparo, véase también: Díez- Picazo Giménez, I.: “Reflexiones sobre el contenido y
efectos de las sentencias dictadas por el Tribunal Constitucional en el recurso de amparo”, Cua-
dernos y debates 63, La sentencia de amparo constitucional (Actas de las I Jornadas de la Asocia-
ción de Letrados del Tribunal Constitucional), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1996,
p. 20; Pérez Tremps, P: “La Constitución como motivo de casación y la inexistencia de casación
por infracción de la Constitución”, Cuadernos de Derecho Público, No.7, Instituto Nacional de
Administración Pública-Ministerio de Administraciones Públicas, 1999, p. 149; y, PÉREZ TREMPS,
P. “Comentario al artículo 41 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional”, cit., pp. 653-654.
100 CAAMAÑO DOMÍNGUEZ, F. “El recurso de amparo…”, cit., p. 147.
101 Op. cit., p.146. En similar sentido: Pérez Tremps, P.: “Recurso de amparo”, en Aguiar de Luque, L.
y Pérez Tremps, P.: Veinte años de jurisdicción constitucional en España, Tirant lo blanch, Valencia,
2002, p. 59.
102 Carrasco Durán, M.: “El concepto constitucional de recurso de amparo: examen de posibilidades
para una reforma de la regulación y práctica del recurso de amparo”, Revista Española de Dere-
cho Constitucional, No. 63, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, p. 95. En similar
sentido: García Pelayo, M. “El status del Tribunal Constitucional”, Revista Española de Derecho
Constitucional, No. 1, Centro de Estudios Constitucionales, p. 33.
103 “Gracias a este mecanismo de recurso de amparo individual, la Corte está en capacidad de orien-
tar la acción de los poderes judicial, ejecutivo y legislativo sobre toda cuestión concerniente a los
derechos fundamentales”. López Guerra, L., citado por Cascajo Castro, J.: “Los derechos invoca-
bles en el recurso de amparo”, Congreso Internacional de Derecho Público, Filosofía y Sociología
Jurídicas: perspectivas para el próximo milenio, Universidad Externado de Colombia – Consejo
Superior de la Judicatura, Bogotá, 1996, p. 299.
104 López Pietsch, P.: “Objetivar el recurso de amparo: Las recomendaciones de la Comisión Benda y
el debate español”, Revista Española de Derecho Constitucional, No. 53, Centro de Estudios Políti-
cos y Constitucionales, 1998, p. 142.
105 SCNSA 22-A-94ac. 27-M-94, de 05 de febrero de 1996.
106 SCNSA 787-99, de 11 de julio de 2000. En igual sentido, entre otras, SCNSA 4-N-93, de 24 de no-
viembre de 1995.
107 Interlocutoria a SCNA 264-2000, de 04 de julio de 2000. En igual sentido, entre otros, la interlo-
cutoria SCNA 451-97, de 10 de agosto de 1998. Sobre el papel de “guardián de la Constitución”
de la jurisdicción constitucional, véase: De Vega García, P. “Jurisdicción constitucional y crisis de la
Constitución”, Revista de Estudios Políticos, No. 7, Universidad Nacional de Educación a Distancia,
1979, pp. 108-111.
108 SCNSA 240-97, de 29 de mayo 1998. En igual sentido, entre otros, la interlocutoria SCNA 18-S-93,
de 11 de enero de 1995.
109 SCNSA 22-A-94 ac. 27-M-94, de 05 de febrero de 1996. En igual sentido, entre otras, SCNSA 4-N-
93, el 24 de noviembre de 1995.
110 SCNSHC 546-97 y acum., de 09 de marzo de 1998.
111 SCNSA 366-99, de 03 de abril de 2001. En igual sentido, entre otras, SCNSA 250-97, de 23 de julio
de 1998.
112 SCNSA 713-2015, de 01 de septiembre de 2016. En igual sentido, SCNSA 792- 2014, de 11, de mar-
zo de 2015.
113 Art. 172.3 Cn.
114 Art. 185 Cn.
115 “En nuestro país, dicho ente jurisdiccional encargado de pronunciar la “última palabra” [respecto
de las pretensiones constitucionales deducidas ante los tribunales inferiores], es la Sala de lo
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y de ese modo garantiza dos principios superiores
297
Manuel Montecino Giralt
de orden constitucional, los cuales son la igualdad ante la jurisdicción y la seguridad jurídica.”
SCNSHC 7-Q-96, de 20 de septiembre de 1996. Cascajo y Gimeno califican al Tribunal Constitucional,
como “interprete definitivo de los derechos fundamentales, porque (...) irradia además una juris-
prudencia que va delimitando los perfiles concretos de los derechos fundamentales y libertades
públicas”. Cascajo Castro, J. y Gimeno Sendra, V.: El recurso de amparo, Tecnos, Madrid, 1984, p. 58.
116 CARRASCO DURÁN, M. “El concepto constitucional de recurso de amparo: examen de posibilida-
des para una reforma de la regulación y práctica del recurso de amparo”, cit., p. 112.
117 Ejemplo de la eficacia correctora del amparo es SCNSA 139-2001, de 19 abril de 2002, en la que el
Tribunal, en la parte del efecto restitutorio de la sentencia, ordenó “invalidar la resolución dictada
por la Cámara (...), debiendo entonces la Cámara mencionada emitir la resolución correspondien-
te, partiendo de las consideraciones realizadas en esta sentencia, para efectos de no menoscabar
los derechos constitucionales de propiedad y seguridad jurídica del impetrante”. Sobre el tema
véase: CARRASCO DURÁN, M. “El concepto constitucional de recurso de amparo: examen de
posibilidades para una reforma de la regulación y práctica del recurso de amparo”, cit., p. 105.
118 Cfr. CARRASCO DURÁN, M. “El concepto constitucional de recurso de amparo: examen de posibi-
lidades para una reforma de la regulación y práctica del recurso de amparo”, cit., p. 105.
119 Cfr. Op. cit. p. 105.
120 SCNSA 22-A-94 ac. de 05 de febrero de 1996. Alguna doctrina califica a la labor interpretativa
de la jurisprudencia constitucional como “pedagógica”; véase para tal efecto: Requejo Pagés, J.
“Tribunal Constitucional, jurisdicción ordinaria y derechos fundamentales”, Revista Española de
Derecho Constitucional, No. 50, Centro de Estudios Constitucionales, 1997, p. 251.
121 SCNSHC 7-Q-96, de 20 de septiembre de 1996. Sobre el tema véase: CARRASCO DURÁN, M. “El
concepto constitucional de recurso de amparo: examen de posibilidades para una reforma de la
regulación y práctica del recurso de amparo”, cit., p. 105.
122 Cfr. Cordón Moreno, F.: El proceso de amparo constitucional, La Ley, Madrid, 1992. P. 93.
123 Así lo ha declarado el Tribunal, por ejemplo, entre otros: interlocutoria SCNA 422-98, de 25 de
enero de 2000.
124 Interlocutoria SCNA 375-99, de 03 de septiembre de 1999.
125 SCNSA 22-A-94 ac 27-M-94, de 05 de febrero de 1996.
126 Almagro Nosete, J.: Justicia Constitucional (Comentarios a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucio-
nal), Tirant lo Blanch, Valencia, 1989, p. 234.
127 Interlocutoria SCNA 405-2013, de 18 de octubre de 2013; SCNSA 519-2014, de 15 de marzo de
2016.
128 Interlocutoria SCNA 630-2000, de 09 de marzo de 2000.
129 Interlocutoria SCNA, de 09 de marzo de 2000. Asimismo, SCNSA 230-213, de 05 de junio de 2015;
Interlocutoria SCNA 828-2013, de 01 de noviembre de 2013.
130 Sobre el tema véase: Montecino Giralt, M. El amparo en El Salvador, Sección de Publicaciones de
la Corte Suprema de Justicia, 1ª edición, San Salvador, 2005, pp. 187- 196.
131 Como antecedente sobre la procedencia del amparo contra particulares, podemos citar SCNSA
5-M-93, de 04 de enero de 1994. Interlocutoria SCNA 632-2012, de 14 de agosto de 2014. En igual
sentido, SCNSA 142-2012, de 20 de octubre de 2014; SCNA 545-2010, de 25 de septiembre de 2013.
132 Entre ellas se puede mencionar las sentencias pronunciadas en los amparos 28-R-94 y 1-C-94.
133 “Al constituir la Sala de lo Constitucional el intérprete supremo de la Constitución, ninguna auto-
ridad puede conocer de un acto emanado de ella, por cuanto existe -como lógica consecuencia
de la previa labor de análisis constitucional- la presunción iure et de iure que las resoluciones pro-
nunciadas por el Tribunal encargado de la defensa directa de la Constitución, están ajustadas a
éstas; en consecuencia, no es posible promover una pretensión de amparo contra una resolución
que goza de la certeza de haber sido pronunciada con apego a las normas constitucionales (...).”
Interlocutoria SCNA 53-S-91, de 25 de noviembre de 1991.
134 Véase, por ejemplo, SCNSA 117-97, de 17 de diciembre de 1997.
135 Sobre esa especial caracterización del proceso de amparo, la jurisprudencia nacional había distin-
guido entre amparo contra leyes autoaplicativas y heteroaplicativas, entendiendo que el primero
298
Defensa de la Constitución
procede contra una ley o norma general que es directamente operativo, en el sentido que no
precisa de ningún acto posterior de ejecución o aplicación, sino que produce, desde su sola pro-
mulgación, efectos jurídicos (...)”. SCNSA 117-97, de 17 de diciembre de 1997.
136 “Tal ente estatal se denomina Tribunal Supremo Electoral, el cual es la autoridad máxima en ma-
teria electoral, y posee una independencia funcional que se manifiesta en un grado absoluto de
autonomía técnica y administrativa; pues dicho ente no está supeditado a órgano de gobierno
alguno para la toma de decisiones concernientes a la materia electoral y ello es garantía de su
ejercicio; sin embargo, no significa que las mismas y las de índole administrativo que tome, no
puedan ser revisadas ambas desde un punto de vista constitucional. SCNSA 8-97, de 12 de octubre
de 1998.
137 Cfr. MONTECINO GIRALT, M. El amparo en El Salvador, cit. nota 661, pp. 240-242.
138 Op. cit. pp. 242-244.
139 Op. cit. pp. 244-245.
140 A partir de la concepción antiformalista del proceso, que no es más que una manifestación del
derecho de acceso a la justicia, se hace la diferencia entre requisitos esenciales y no esenciales.
Los requisitos esenciales son aquellos indispensables para conocer el objeto del proceso, para este
caso, la pretensión de amparo; por ello su cumplimiento se vuelve indispensable. Los requisitos
no esenciales son requisitos accesorios, que si bien tienen alguna relevancia, su incumplimiento no
impide la tramitación eficaz del proceso.
141 En los procesos constitucionales, de conformidad al art. 5 LPC, los plazos procesales comprende-
rán únicamente días hábiles, “serán perentorios e improrrogables”.
142 En un intento de sistematización, con carácter eminentemente ilustrativo, de los siguientes su-
puestos de interlocutoria los encontramos en SCNA 251-98 y 423-98, proveídas, en su orden, el 01
de septiembre de 1998 y el 20 de noviembre de 1998. Asimismo, los identificados en Cfr. MONTE-
CINO GIRALT, M. El amparo en El Salvador, cit., pp. 247-274.
143 Tanto la declaratoria de inadmisibilidad como de improcedencia son formas anormales de termi-
nación del proceso, sin embargo, los efectos que producen una y otra son distintos. Así, la decla-
ratoria de inadmisibilidad no impide el nuevo planteamiento de la demanda, pues la pretensión
contenida en ella no ha sido aún del conocimiento del Tribunal; por el contrario, la declaratoria de
improcedencia sí impide la nueva incoación de la pretensión, pues tal declaratoria es consecuen-
cia del su conocimiento liminar.
144 Aún cuando lo congruente -por tratarse de juicios que se realizan en momentos y sobre objetos
distintos- sería admitir- sería admitir a trámite la demanda y declarar la procedencia de la preten-
sión, en la práctica se pronuncia una sola resolución admitiendo la demanda, la cual lleva implícita
la declaratoria de procedencia de la pretensión de amparo.
145 Art. 84 LPC. “Todo funcionario que en el término legal no conteste un informe, traslado o audien-
cia, incurrirá en una multa de veinticinco a cien colones, a juicio prudencial del Tribunal”.
146 Arts. 27 y 28 LPC.
147 La excepción la encontramos en el art. 83 LPC, el que al respecto señala: “Si el funcionario o
autoridad no ordenare dentro del término respectivo extender la certificación pedida, o no la
extendiere en un término prudencial que se le señale, incurrirá en una multa de veinticinco a cien
colones por cada infracción, y la parte respectiva hará manifestación en el proceso constitucional
de aquella circunstancia, pidiendo la compulsa correspondiente. El Tribunal en tal caso, ordenará
la compulsa del pasaje del proceso o instrumento, cuya certificación hubiere sido denegada o
retardada, aunque ya haya transcurrido el término probatorio, sin perjuicio de imponer la multa
respectiva”.
148 Art. 29.3 LPC. “Se prohíben las compulsas salvo en el caso del Art. 83. En ningún caso podrá pe-
dirse posiciones a la autoridad o funcionario demandado”.
149 En recientes resoluciones la Sala de lo Constitucional, previa audiencia a las partes, ha omitido
esta etapa de traslados en los supuestos en los que ninguna de las partes haya aportado medios
probatorios en el plazo legal, partiendo de la idea que con los mismos se pretende dar oportuni-
dad a las partes de hacer alegaciones respecto a la prueba aportada en el desarrollo del proceso.
150 Art. 30 LPC.
299
Manuel Montecino Giralt
300
Defensa de la Constitución
causa o título de la pretensión en esta clase de procesos radica en los motivos de inconstituciona-
lidad que alega el demandante (…)”. Interlocutoria SCNI 3-94, de 9 de julio de 1997.
171 SCNSI 15-99/17-99, de 13 de agosto de 2002. En dicha sentencia el Tribunal concluye que, cuando
el Fiscal General de la República interviene con fundamento en el art. 8 LPC: (i) debe limitarse a
proporcionar su opinión técnico- jurídica en relación a los motivos expuestos por las partes; (ii)
no puede en su intervención exponer otros elementos de argumentación tendentes a sustituir,
modificar o ampliar los ya manifestados por las partes, actuando como sujeto activo o pasivo de
la pretensión constitucional; y (iii) la opinión que emite no es vinculante para este tribunal”.
172 Interlocutoria SCNI 11-2000, de 31 de mayo de 2000.
173 Así lo hizo, por ejemplo, al promover la inconstitucionalidad de la Ley Antimaras, la cual se iden-
tifica como SCNSI 52-2003/56-2003/57-2003, de 01 de abril de 2004.
174 Decreto Legislativo N° 45, de fecha 6 de agosto de 2006, publicado en el Diario Oficial N° 143,
Tomo N° 372, de fecha 7 de agosto de 2006 .
175 Interlocutoria SCNI 25-2015, de 10 de junio de 2015.
176 Interlocutoria SCNI 42-2010, de 10 de septiembre de 2010.
177 SCNSI 139-2013, de 22 de julio de 2015; SCNSI 43-2013, de 22 de agosto de 2014.
178 Véase: SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015; SNSI 15-2014, de 22 de junio de 2016.
179 SCNSI 50-2010/51-2010, de 18 de mayo de 2015.
180 SCNSI 37-2004, de 26 de enero de 2011; SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015.
181 No obstante, con anterioridad, los Tribuales competentes ya había efectuado dicha ampliación;
sin embargo, se trata de pronunciamientos aislados que impiden concluir que existía un línea
jurisprudencial al respecto; tal es el caso, por ejemplo, de la sentencia pronunciada por la Corte
Suprema de Justicia identificada como 3-51, de 16 de enero de 1952.
182 SCNSI 6-93/7-93, de 03 de noviembre de 1997. Esta sentencia adquiere especial relevancia, parti-
cularmente su considerando II, puesto que en la misma es donde la Sala, con el objeto de evitar
criterios contradictorios que se habían sostenido con anterioridad, hace el replanteamiento de la
jurisprudencia, y reconoce la posibilidad de que por medio del proceso de inconstitucionalidad se
controlen “actos meramente legislativos” .
183 SCNSI 18-2014, de 13 de junio de 2014. En similar sentido, SCNSI 19-2012, de 05 de junio de 2012;
SCNSI 3-2015/9-2015/22-2015, de 24 de junio de 2016.
184 SCNSI 77-2013/97-2013, de 14 de octubre de 2013; SCNSI 19-2012, de 05 de junio de 2012; SCNSI
23-2012, de 05 de junio de 2012.
185 SCNSI 3-2015/9-2015/22-2015, de 24 de junio de 2016; SCNSI 18-2014, de 13 de junio de 2014;
SCNSI 23- 2012, de 05 de junio de 2012.
186 SCNSI 18-2014, de 13 de junio de 2014. En igual sentido: SCNSI 19-2012, de 05 de junio de 2012;
SCNSI 23-2012, de 05 de junio de 2012.
187 SCNS inaplicabilidad 50-2012 AC, de 13 de mayo de 2015.
188 SCNSI 4-88/1-96, del 20 de junio de 1999; SCNS inaplicabilidad 2-2015, de 01 de diciembre de 2017;
SCNS inaplicabilidad 50-2012 AC, de 13 de mayo de 2015.
189 SCNSI 2-95, de 28 de abril de 2000. En igual sentido, SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015.
190 SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015.
191 SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015. En similar sentido, SCNSI 37-2004, de 26 de enero de 2011.
192 SCNSI 37-2004, de 26 de enero de 2011.
193 SCNSI 37-2004, de 26 de enero de 2011; SCNSI 53-2012, de 23 de enero de 2015; Interlocutoria
SCNI 226-2016, de 17 de febrero de 2017.
194 Interlocutoria SCNI 56-2015, de 31 de enero de 2018; SCNSI 7-2012, de 16 de diciembre de 2013 y
SCNSI 33-2015, de 24 de noviembre de 2017.
195 SCNSI 33-2015, de 24 de noviembre de 2017.
196 SCNSI 15-96 y Ac., de 14 de febrero de 1997.
301
Manuel Montecino Giralt
197 Interlocutoria SCNI 42-2010, de 10 de septiembre de 2010. En similar sentido SCNSI 25-2006/1-
2007, de 09 abril de 2008.
198 InterlocutoriaSCNI 27-2008, de 19 de diciembre de 2008 e Interlocutoria SCNI 42-2010, de 10 de
septiembre de 2010.
199 “La pretensión procesal es la que constituye el objeto del proceso (…). Si este Código carece ya de
vigencia, es evidente, que existe una pérdida del objeto del proceso, ya que no es susceptible de
ser declarado inconstitucional una disposición legal que carece de validez, porque los efectos de
una sentencia estimatoria en esta clase de proceso, sería precisamente declarar inválida dicha nor-
ma. La lógica indica que no se puede dejar sin efecto, lo que ya no lo está produciendo. Cuando
hay falta de mérito para conocer sobre el fondo de la pretensión, el Derecho Procesal contempla
la figura del sobreseimiento. “ Interlocutoria SCNI 4-95, de 16 de diciembre de 1998.
200 “Por ello, como ya se precisó en Considerando anterior, para la configuración de la pretensión en
el proceso de inconstitucionalidad, no basta ni es suficiente la cita o referencia general a las dis-
posiciones legales impugnadas o a los preceptos constitucionales, sino que deben precisarse con
claridad los motivos, esto es, argumentos tendentes a evidenciar la inconstitucionalidad aducida;
de no se así, la petición de inconstitucionalidad debe declararse inadmisible; y en caso que inde-
bidamente se halla admitido una demanda contentiva de una pretensión que incurre en dicha
deficiencia, debe disponerse el sobreseimiento en relación a dicha petición.”. SCNSI 15-96 y Ac.,
de 14 de febrero de 1997.
201 Interlocutoria SCNI 61-2010, de 17 de diciembre de 2010; SCNSI 23-97, de 22 de octubre de 2001;
Interlocutoria SCNI 120-2007, de 15 de marzo de 2013.
202 SCNSI 23-97, de 22 de octubre de 2001.
203 Dicha modulación, tal como lo ha declarado la misma Sala, puede venir determinada por “las
consecuencias que podría generar la inmediata expulsión del ordenamiento jurídico de las
disposiciones declaradas inconstitucionales y a su papel de guardián de la constitucionalidad.
Lo que le habilita para adoptar una sentencia prospectiva o de inconstitucionalidad
diferida; en cuyo caso, no obstante la notificación de dicha decisión, e incluso su publicación
en los medios idóneos ya mencionados, los efectos de tal resolución comenzarán a partir del
momento o fecha que señale expresamente este tribunal”.
204 Interlocutoria SCNI 61-2010, de 17 de diciembre de 2010; SCNSI 98-2013/101-2013/102-2013/103-
2013 Ac., de 13 de abril de 2016.
205 Interlocutoria SCNI 120-2007, de 15 de marzo de 2013.
206 SCNSI 98-2013/101-2013/102-2013/103-2013 Ac., de 13 de abril de 2016; Interlocutoria SCNI
61‑2010, de 17 de diciembre de 2010.
207 Dicho efecto ya lo reconocía la Corte Suprema de Justicia en la sentencia de inconstitucionalidad
1-71, de 18 de julio de 1972. En igual sentido: SCNSI 23-97, de 22 de octubre de 2001.
208 Interlocutoria SCNI 120-2007, de 15 de marzo de 2013.
209 SCNSHC 260-2013R, de 18 de septiembre de 2013.
210 Art.194 apartado 1, ordinal 4º Cn. y 38 Ley de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos.
211 Art. 42 LPC.
212 Arts. 11 Cn. y 4 LPC.
213 Esta labor sistematizadora ha sido realizada por la doctora Jacquelyn Astacio, colaboradora de la
Sala de lo Constitucional, quien gentilmente me prestó su inestimable ayuda.
214 SCNSHC 299-2018, de 13 de marzo de 2019.
215 Interlocutoria SCNHC 404-2017, de 30 octubre de 2017.
216 Interlocutoria SCNHC 509-2014 de 16 de febrero de 2015.
217 Interlocutoria SCNHC 33-2019, de 06 de marzo de 2019; SCNSHC 379-2000, de 20 de marzo de
2002; Sentencia SCNSHC 323-2012, de 10 de julio de 2015.
218 SCNSHC 66-2010 , de 18 de agosto de 2010; Interlocutoria SCNHC 410-2018 de 03 de mayo de
2019.
302
Defensa de la Constitución
219 SCNSHC 155-2012, de 02 de octubre de 2013; SCNSHC 19-2013, de 27 de noviembre de 2013; SC-
NSHC 119-2014, de 27 de mayo de 2016.
220 InterlocutoriaSCNHC 21-H-95, de 08 de enero de 1996; interlocutoria HSCNC 41-2010, de 18 de
marzo de 2010 e interlocutoria SCNHC 141-2003, de 22 de enero de 2004.
221 SCNSHC 226-2015, de 03 de octubre de 2016; SCNSHC 115-2006, de 18 de junio de 2007; SCNSHC
90-2003, de 05 de marzo de 2004.
222 Art. 42 LPC.
223 Art. 41 LPC.
224 Gimeno Sendra señala, que la solicitud de habeas corpus tiene singular relevancia para los efectos
del éxito de la pretensión del habeas corpus, si se detalla minuciosamente el motivo concreto por
el que se solicita el habeas corpus, ya que de la exposición fáctica de tales motivos, depende la
tipicidad de la detención o restricción de la libertad o en definitiva la fundabilidad del propio acto
de iniciación. Cfr. Gimeno Sendra, V., El proceso de Habeas Corpus, Tecnos, Madrid, 1985, p. 95
225 SCNHC 167-2019, de 19 agosto 2019.
226 “Se llama intimación a una comunicación hecha como consecuencia de un mandato judicial que
debe cumplir la persona requerida: acto u omisión. Véscovi, E. Teoría General del Proceso; Temis,
Bogotá, 1994; p. 279.
227 Art. 46 LPC.
228 Interlocutoria SCNHC 167-2019, de 19 de agosto de 2019.
229 Arts. 66- 70 LPC.
230 Arts. 247.2 Cn. y 86 y 72.2 LPC.
303
NORMAS CONSTITUCIONALES PROCESALES
EN LA JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL
NORMAS CONSTITUCIONALES PROCESALES
EN LA JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL*
I. INTRODUCCIÓN
* Este artículo ha sido posible gracias a la valiosa colaboración del letrado de la Sala de lo Constitu-
cional de la Corte Suprema de Justicia, Mtro. Leo Benavides Salamanca, así como al apoyo del
Centro de Documentación Judicial de la Corte Suprema de Justicia.
** Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad Centroamericana (UCA). Abogado y notario de
la República. Actual magistrado de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador. Profesor titular de la materia Derecho Procesal Civil en la Escuela Superior de Econo-
mía y Negocios (ESEN). Ex letrado y secretario de dicha Sala, y ex Intendente de Investigaciones
de la Superintendencia de Competencia.
Aldo Enrique Cáder Camilot
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
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Aldo Enrique Cáder Camilot
1. Derecho a la protección
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
Ahora bien, hay que aclarar, en este punto, que la conservación de un dere-
cho puede perfectamente lograrse a través de vías administrativos o “no jurisdic-
cionales”, como son las acciones estatales que la doctrina constitucional cataloga
de “previsionales”, encaminadas a evitar, impedir o cautelar posibles violaciones
a derechos constitucionales de una forma no autorizada por la Constitución; sin
embargo, también la protección en la conservación puede obtenerse a través de
mecanismos jurisdiccionales, ya que la amenaza de privación o limitación de un
derecho es algo que también compete, por ejemplo, al órgano estatal encargado
de “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
2. Seguridad jurídica
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
tar la ley y sobre todo la Constitución al momento de impartir justicia, ya que sus
límites de actuación están determinados por una y otra. Obviar el cumplimiento
de una norma o desviar su significado ocasiona de manera directa violación a la
Constitución, y con propiedad, a la seguridad jurídica. De tal forma, cuando la
normativa establece el procedimiento a diligenciarse, las situaciones que encajan
en su supuesto hipotético o bien la consecuencia a aplicar al caso concreto, las au-
toridades deben cumplir con lo dispuesto previamente en el ordenamiento, pues
de lo contrario se produce una afectación a la seguridad jurídica del procesado”9.
3. Igualdad procesal
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Aldo Enrique Cáder Camilot
cesal, surge junto con una serie de derechos de índole estrictamente procesal y
procedimental que a la jurisprudencia le toca delimitarlos en contenido y alcance.
En efecto, este derecho puede entenderse incluido dentro del artículo 3 Cn,
cuando a la letra reza: “Todas las personas son iguales ante la ley...”; sin embargo,
en el ámbito procesal es más adecuado hablar de un derecho a la equivalencia de
armas procesales y no un derecho a la igualdad de armas procesales, ya que la
obvia diferencia posicional de las partes dentro de un proceso no permite afirmar
que haya una igualdad pura –por ejemplo- de defensa y de audiencia, sino más
bien una equivalencia: la contestación a la demanda es el medio equivalente a la
presentación de la demanda, más no serán actos procesales idénticos o iguales en
su sustancia.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
Mal podría hablarse de igualdad procesal “cuando una de las partes, para el
caso la demandada –demandante del presente amparo–, antes de estar vinculada
a un proceso concreto sabe que dentro del mismo no podrá apelar de ninguna
resolución que le perjudique, pero que su contraparte, en iguales circunstancias,
sí podría; mas, es de traer a cuenta que el proceso es de derecho público y, por
tanto, sus trámites y derechos constitucionales explícitos e implícitos en ellos no
pueden estar al libre albedrío de las partes, precisamente por la misma naturaleza
de aquél”12.
4. Derecho de audiencia
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
Sobre posibles excepciones se señala “No admite más excepciones que las que
la misma Constitución establece expresamente, al facultar a un órgano del Estado
a privar a un gobernado de un derecho sin el requisito de previo juicio”.
Algo importante que deben tener en cuenta los pretensores en sede constitu-
cional es que la jurisprudencia ha aclarado reiteradamente que con la vulneración
de un derecho material también debe invocarse el correspondiente derecho pro-
cesal lesionado, como puede ser el derecho de audiencia. Y es que no cualquier
violación procesal necesariamente implica una inobservancia al artículo 11 Cn19,
aunque es muy común que así sea.
5. Derecho de defensa
Por medio del derecho de defensa puede una parte dentro de un proceso
aportar los medios de prueba pertinentes y conducentes, es decir, medios demos-
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
Así, “… el derecho de defensa (art. 2 inc. 1.° de la Cn) está íntimamente vin-
culado con el derecho de audiencia, puesto que es en el proceso donde los inter-
vinientes tienen la posibilidad de exponer sus razonamientos y de oponerse a su
contraparte en forma plena y amplia. Para que lo anterior sea posible, es necesa-
rio hacer saber al sujeto contra quien se inicia dicho proceso la infracción que se
le reprocha y facilitarle los medios necesarios para que ejerza su defensa. De ahí
que existe vulneración de estos derechos fundamentales por la inexistencia de un
proceso en el que se tenga la oportunidad de conocer y de oponerse a lo que se
reclama o por el incumplimiento de las formalidades esenciales establecidas en las
leyes que desarrollan estos derechos”27.
6. Presunción de inocencia
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7. Derecho de petición
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8. Derecho a recurrir
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En efecto, esta jurisprudencia arranca diciendo que hay una serie de derechos
importantes relacionados con la protección jurisdiccional, como el de audiencia,
defensa y de igualdad o de equivalencia de armas procesales. En efecto, “…dentro
de la mencionada equivalencia de armas procesales se encuentran los medios pro-
batorios, los cuales están instaurados para que todo interviniente del proceso pue-
da demostrarle al juzgador que sus deposiciones no son subjetivas sino adecuadas
a la realidad histórica buscada por aquel”.
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Aldo Enrique Cáder Camilot
de este tipo de procesos, puesto que, bajo determinados supuestos, un único gra-
do de conocimiento pudiera resultas inconstitucional.
Del anterior postulado la jurisprudencia de la Sala deriva que si “si la ley confi-
gura el proceso como de única instancia, la inexistencia legal de recurrir, en modo
alguno vulneraría preceptos constitucionales, siempre y cuando esta limitación sea
evidentemente objetiva, esto es, proporcional y razonable en relación con la natu-
raleza del caso, la urgencia del objeto del proceso, las posibilidades de dispendio
jurisdiccional y la menor complejidad del asunto”.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
En esa misma línea, la Sala sostiene que “…todos los Funcionarios Judiciales
cuando realizan funciones jurisdiccionales están en la obligación de satisfacer den-
tro de un plazo razonable las pretensiones de las partes y realizar sin demora la
ejecución de la sentencia; de no ser así, se estaría en contra del precepto constitu-
cional de una pronta y cumplida justicia” (sentencia de 19 de junio de 1998, hábeas
corpus 193-98, considerando III); pero teniendo en cuenta que pueden existir cir-
cunstancias constitucionalmente valederas que lleven a dilatar un proceso.
Como un apartado especial, también considera la Sala que para cumplir con la
prontitud los jueces deben rechazar las demandas manifiestamente improponibles
o improcedentes.
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Aldo Enrique Cáder Camilot
Para finalizar este rápido análisis jurisprudencia de algunas de las más relevan-
tes normas constitucionales procesales, se abordará el derecho que pudiera decirse
que es pilar fundamental que cobija muchas normas de esta naturaleza, las cuales
se ven impulsadas por el derecho de acción47.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
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III. CONCLUSIÓN
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
Para los abogados que representan a las partes en los procesos jurisdiccionales
es importante mantenerse al tanto de este tipo de jurisprudencia, y sus variacio-
nes, para comprender mejor algunas decisiones jurisdiccionales o para afinar me-
jor sus argumentos o impugnaciones con base constitucional.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
NOTAS
1 Algunos autores sostienen que en esta manera de proceder subyace un referéndum implícito.
2 Artículo 2, inciso 1°, de la Constitución de la República: “Toda persona tiene derecho a la vida, a la
integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la propiedad y posesión (...)”.
3 Artículo 2, inciso 1°, parte final, de la Constitución de la República: “(...) y a ser protegido en la
conservación y defensa de los mismos”.
4 Esto es precisamente lo que la doctrina llama “derecho de acción” o simplemente “acción”, pues
esta es el derecho constitucional, subjetivo público, abstracto, e independiente del derecho ma-
terial, a través del cual puede perfectamente poner en marcha al Órgano Jurisdiccional para que
este me satisfaga mi queja jurídica (pretensión procesal).
5 Derecho de audiencia, defensa, igualdad, a recurrir, a la equivalencia de armas procesales, etc.
6 En sentencias de 7-IX-2001, Inconstitucionalidad 15-98, Considerando IV. 1. B, y de 21-VII-1998,
Amparo 62-97, Considerando III, dicha Sala señaló que el citado derecho tiene dos dimensiones:
la seguridad material y la seguridad jurídica, la cual ya se menciona en el artículo 1 de la Constitu-
ción.
7 Sentencia de 21 de junio de 2002, amparo 475-2001, considerando II.1 [en igual sentido, sentencia
de 13 de agosto de 2002, inconstitucionalidad 15-99, considerando V.1].
8 Sentencia del 19 de mayo de 2010, amparo 404-2008, considerando II.2 [en igual sentido, senten-
cia de 24 de noviembre de 2010, amparo 1113-2008, considerando II.2.F].
9 Ibid.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
más, la presentación de los medios de prueba conducentes; y, por último, que la decisión que se
dicte sea conforme a las leyes existentes con anterioridad al hecho que la hubiere motivado.
La exigencia de la observancia previa del contenido del artículo 11 de la Constitución supone dar
al gobernado, en términos generales y como se expresó, la posibilidad de exponer sus razona-
mientos y de defender sus derechos de manera plena y amplia. Y es que hacer saber al gobernado
la posible privación de alguno de sus derechos y facilitarle el ejercicio de los medios de defensa,
constituyen circunstancias ineludibles para el goce irrestricto del derecho de audiencia.
Por todo ello, esta Sala afirma que existe violación al derecho constitucional de audiencia cuando
el afectado por la decisión estatal no ha tenido la oportunidad real de defensa de los derechos
que válidamente incorpora en su esfera jurídica, privándole de alguno de ellos sin previo proceso
o procedimiento, o cuando en el mismo no se cumplen -de forma evidente- las formalidades
esenciales -procesales o procedimentales- establecidas en las leyes que desarrollan el derecho de
audiencia” (sentencia de 9 de julio de 1999, amparo 158-97, considerando II.2).
“Con fundamento en las consideraciones anteriores, esta Sala concluye que, tratándose de una
restrictiva aplicación de una disposición esencialmente contraria a la normativa constitucional -en
específico, el derecho de audiencia, en su manifestación de derecho de defensa-, en el presente
caso existe vulneración del derecho alegado por el demandante del amparo y, en consecuencia,
es procedente conceder el amparo solicitado” (sentencias de 22 de enero de 1998, amparos 21-R-
96 y 2-Q-96, considerandos III.3 y II.3, respectivamente).
25 Sentencia de 23 de febrero de 2015, inconstitucionalidad 82-2011 Ac.
26 Sentencia de 5 de junio de 2019, amparo 413-2017, considerando IV.1
27 Ibid.
28 Esto se puede concluir siguiendo la jurisprudencia que ha dicho lo siguiente: “…se advierte que
esta Sala, en su construcción jurisprudencial, ha establecido que toda persona sometida a un
proceso o procedimiento, es inocente y se mantendrá como tal dentro del proceso o procedimien-
to, mientras no se determine su culpabilidad por sentencia de fondo condenatoria o resolución
motivada, y respetando los principios del debido proceso procesal, judicial o administrativo. Por
lo tanto, se considera que ninguna persona -natural o jurídica- puede verse privada de algún
derecho por aplicaciones automáticas y aisladas de “presunciones de culpabilidad”, sean legales
o judiciales, ya que las mismas son inconstitucionales si no se acompañan de otros medios de
prueba que lleven a una conclusión objetiva de culpabilidad”. Sentencia de 21 de julio de 1998,
amparo 148-97, considerando IV.2.
29 La jurisprudencia ha dicho que “… el derecho a la presunción de inocencia no puede entender-
se reducido al estricto campo del juzgamiento de conductas presuntamente delictivas, sino que
debe entenderse que preside también en la adopción de cualquier resolución, tanto administrati-
va como jurisdiccional, que se base en la condición o conducta de las personas y de cuya aprecia-
ción se deriva un resultado sancionatorio para las mismas o limitativo de sus derechos, claro está,
ponderando las singularidades que en cada caso concurran”. Sentencia de 12 noviembre de 2010,
inconstitucionalidad 40-2009 Ac, considerando III.2.
30 Sentencia de 17 de diciembre de 1992, inconstitucionalidad 3-92 Ac, considerando XIII.
31 Ibid.
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Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
notificada sin demora de la acusación formulada contra ella, ser llevada sin demora ante un juez
u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales, y por supuesto tendrá
derecho a ser juzgada dentro de una plazo prudencial que le permita a la mayor brevedad po-
sible, conocer sobre la legalidad de su prisión, puesto que si no fuere legal se debe ordenar su
inmediata Libertad como su derecho fundamental. Y es en atención pues, al derecho fundamen-
tal de libertad y al derecho fundamental de un debido proceso legal que toda persona que haya
sido privada de su libertad como consecuencia de una infracción penal sea juzgada en un plazo
razonable.
Obviamente, el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas equivale a decir, derecho a un pro-
ceso realizado en un plazo razonable. Ahora bien hemos mencionado que las dilaciones que se
susciten dentro de un proceso, deben ser indebidas o injustificadas para que pueda ejercitarse el
reclamo de éste derecho, por lo que cabe traer a cuenta, y hacer un breve resumen, de lo que al
respecto expone el jurisconsulto español Vicente Gimeno Sendra, en su obra “Constitución y Pro-
ceso”: son tres los elementos que habrán de tenerse en consideración para calificar el concepto
de plazo razonable, o dilación indebida: (1) “El Tribunal ha de tener en cuenta complejidad; del
asunto: (…) En determinadas ocasiones, la complejidad fáctica de un litigio (v. gr. la necesidad
de realizar distintas pruebas), la jurídica, (...), o las propias deficiencias técnicas del ordenamien-
to (…), pueden ocasionar el transcurso de los plazos legales previstos en el ordenamiento Sin
embargo, tales dilaciones no merecerán el carácter de indebidas. . . “ (2) el comportamiento del
recurrente: tampoco puede merecer el carácter de indebida, una dilación que ha sido provocada
por el propio litigante, por ejemplo que, haya ejercitado los medios de impugnación que le asisten
conforme al ordenamiento, y menos es indebida cuando esta ha suspendido el curso del proceso
cuando de una forma dolosa plantea cuestiones incidentales o suspensiones injustificadas, o que
su conducta adolezca de la falta de diligencia necesaria para la rápida tramitación del proceso; y
(3) la actitud del órgano judicial: deberá determinarse si la dilaciones en el proceso, obedecen a
la inactividad del órgano judicial que, sin causa de justificación alguna dejó transcurrir el tiempo
sin impulsar de oficio el procedimiento, sin emitir resolución su resolución de fondo, u omitió
adoptar medidas adecuadas para conceder la satisfacción real y práctica de la pretensiones de las
partes”. Sentencia de 25 de septiembre de 1997, habeas corpus 359-97R, se resolvió lo siguiente
[Considerando III].
45 “…a] el tribunal ha de tener en cuenta la complejidad del asunto: la complejidad fáctica de un
litigio, es decir, la necesidad de realizar distintas pruebas; la jurídica o las propias deficiencias téc-
nicas del ordenamiento pueden ocasionar el transcurso de plazos legales previstos en el ordena-
miento (...); [b] el comportamiento del recurrente [en general, de las partes]: tampoco puede me-
recer el carácter de indebida una dilación que ha sido provocada por el propio litigante, cuando
por ejemplo haya ejercitado los medios de impugnación que le asisten conforme al ordenamiento
–y menos es indebida cuando ésta ha suspendido el curso del proceso–, cuando de una forma do-
losa plantea cuestiones incidentales o suspensiones injustificadas, o que su conducta adolezca de
la falta de diligencia necesaria para la rápida tramitación del proceso; [c] y finalmente la actitud
del órgano judicial: deberá determinarse si las dilaciones en el proceso obedecen a la inactividad
del órgano judicial, que sin causa de justificación alguna dejó transcurrir el tiempo sin impulsar de
oficio el procedimiento, sin emitir su resolución de fondo, u omitió adoptar medidas adecuadas
para conceder la satisfacción real y práctica de las pretensiones de las partes”.
46 Véanse dos precedentes:
“…Respecto del principio de pronta y cumplida administración de justicia (economía y celeridad
procesal), este Tribunal considera que también es pertinente aplicar lo expresado en el conside-
rando II. 2. Letra B de esta resolución; pues si bien el juez requirente hace referencia a que las
disposiciones inaplicadas ocasionaran al usuario judicial la ineficacia para poder exigir la pronta y
cumplida administración de justicia y que como resultado de ello el acceso al juez de paz con pro-
curación obligatoria se volverá engorroso, tardío, burocrático y en algunos casos nulo, esta Sala
considera que los argumentos de aquél, (más allá del nomen iuris) apuntan a una vulneración al
derecho a la protección jurisdiccional –acceso a la justicia–.
Puesto que, como ya se dijo, cuando se invoca un parámetro de control más general y otro más
específico, y pudiendo deducirse de los argumentos planteados que se trata del mismo motivo de
inconstitucionalidad, esta Sala ha sostenido el criterio de que, por razones de economía procesal,
el punto respectivo debe admitirse únicamente en relación con el parámetro más específico. Se
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Aldo Enrique Cáder Camilot
aclara que ello únicamente tiende a evitar pronunciamientos reiterativos, pero no supone dejar
fuera argumento alguno del conocimiento de fondo que realizará este Tribunal” (auto de 10 de
septiembre de 2010, inconstitucionalidad 46-2010, considerando II).
“…Como se mencionó, se admitió la demanda por la supuesta infracción a la prohibición de dila-
ciones indebidas –rectius: pronta y cumplida justicia– en la investigación del delito y en el ejercicio
de la acción penal. Sin embargo, de los alegatos expuestos por la parte actora, se advierte que la
supuesta dilación indebida constituye el concepto de vulneración de otros derechos ya alegados
en este proceso, pues la omisión de la autoridad demandada de investigar y ejercer la acción
correspondiente implicaría la vulneración de los derechos de acceso a la jurisdicción y a conocer
la verdad. Consecuentemente, deberá sobreseerse el extremo de la pretensión relativo a la vulne-
ración del derecho a la protección jurisdiccional, en su manifestación de prohibición de dilaciones
indebidas –rectius: pronta y cumplida justicia– en la investigación del delito y en el ejercicio de la
acción penal” (sentencia de 5 de febrero de 2014, amparo 665-2010, considerando III).
47 Artículo 2 de la Constitución.
48 “(X) Corresponde ahora determinar el contenido y alcance de la garantía de audiencia. Al res-
pecto, esta Sala ha sostenido que la garantía de audiencia, protege al gobernado contra toda
privación arbitraria de cualquiera de sus derechos subjetivos, sean estos reales o personales, e
independientemente que dichos derechos estén expresamente consagrados en la Constitución.
Como se ha expresado reiteradamente, y así lo señala el jurisconsulto mexicano Ignacio Burgoa
en su obra “Las Garantías Individuales”, la garantía de audiencia está compuesta de las siguientes
manifestaciones (a) a que en contra de la persona, a quien se le pretenda privar de alguno de
sus bienes jurídicos tutelados, se siga un proceso; (b) que dicho juicio se sustancie ante entidades
previamente establecidas; (c) que en el mismo se observen las formalidades esenciales del pro-
cedimiento; y (ch) que el fallo se dicte conforme a las leyes existentes con anterioridad al hecho
que hubiere motivado el juicio. En términos generales, puede señalarse que existe violación a
la garantía de audiencia cuando el gobernado no ha tenido la oportunidad real de defensa,
privándosele de un derecho sin el correspondiente juicio, es decir, que la garantía de audiencia
exige que el juicio debe preceder al acto privación. Cualquier persona, sea natural o jurídica, tiene
derecho a ser oída y vencida en juicio previo de conformidad con las leyes, para poder ser privada
legalmente de sus derechos, y esto corresponde a todos sin más excepciones que las que señala
la Constitución en forma clara, expresa e indubitable; por ello, este Tribunal repite que la esencia
de la garantía de audiencia es la precedencia del juicio al acto de privación, y en el aquél han de
comprobarse las razones que justifiquen la privación del derecho”. Sentencia de 4 de enero de
1994, amparo 5-M-93.
49 Véanse dos precedentes:
“…debe tenerse en cuenta que la garantía constitucional del debido proceso implica que, para
la imposición de una sanción penal por la comisión de un delito, la persona a quien se imputa el
hecho punible deba ser “previamente oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes”, Art. 11 Cn.
En esto precisamente consiste el principio de legalidad del proceso penal, que expresamente se
encuentra enunciado en el Art. 2 Pr. Pn., según el cual “nadie podrá ser juzgado sino conforme
a las leyes preexistentes al delito o falta que se impute, ante juez competente instituido con an-
terioridad por la ley y observan do la plenitud de las formas propias de cada proceso”. El debido
proceso consiste en síntesis, en la garantía que cualquier gobernado posee de no ser privado de
la vida, libertad o de cualquier otro de los derechos que a éste le ha consagrado la Carta Magna,
sin que previamente exista la tramitación de un proceso desarrollado en la forma que establece la
ley. Respecto de la mencionada garantía en la rama penal, la misma consiste fundamentalmente
en que el justiciable disponga de oportunidad suficiente para participar provechosamente en el
proceso, para lo cual se requiere: (1) tener noticia o conocimiento del proceso y de cada uno de
sus etapas; (2) ser oído; (3) ofrecer y producir prueba; (4) ser enjuiciado conforme a la vía proce-
sal que la ley previamente ha señalado para el conocí miento de cada clase de pretensión y (4)
Recurrir ante quien pueda reparar los perjuicios que las resoluciones le causan”. Sentencia de 17
de noviembre de 1994, habeas corpus 9-V-94.
“…En reiterada jurisprudencia de esta Sala se ha precisado que la garantía consagrada en el art.
11 Cn. (que en un intento de englobarla bajo una expresión omnicomprensiva se ha recurrido,
aún por la jurisprudencia, a nociones propias de otros ordenamientos, como debido proceso o
garantía de audiencia), no se limita al “simple oír” al gobernado que ha de ser afectado por la
340
Normas constitucionales procesales en la jurisprudencia constitucional
resolución sancionatoria, sino que supone también una serie de garantías procesales o proce-
dimentales, según sea el caso. Por ello, cuando la jurisprudencia constitucional se ha referido a
la garantía de audiencia, nunca ha entendido que ésta se cumpla con la mera oportunidad de
ser escuchado, sino que la misma se refiere tanto a la precedencia del procedimiento como a las
formalidades esenciales de éste. Sobre este punto, en la mencionada sentencia de las doce horas
del día diecisiete de diciembre de mil novecientos noventa y dos, se expresó: “La finalidad de la
existencia de un procedimiento con todas las garantías como condición a la imposición de una
pena es doble. De una parte, el proceso previo supone dar al acusado o infractor, según sea el
rubro jurídico sobre el que se está conociendo, y en general a los participantes de un proceso,
la plena posibilidad de exponer sus razonamientos y de defender sus derechos. Para el sujeto
frente a quien se pretende en particular-llámesele demandado, acusado, infractor, o cualquiera
otra denominación-es en el proceso donde se manifiesta especialmente su derecho de defensa,
al hacérsele saber el ilícito que se le reprocha, y al facilitarle el ejercicio de los medios de defensa
que estime oportunos. La segunda finalidad es que la autoridad decisora disponga de todos los
elementos de juicio necesarios para dictar su resolución; y es que el conjunto de actuaciones en
que se plasma el proceso, constituye el fundamento de la convicción de la autoridad que decide la
situación que se halla conociendo”. De lo expresado en los párrafos que anteceden, queda claro
que es una contradicción asegurar que esta disposición legal cumple con la garantía de audiencia
pero no con el debido proceso o con la garantía de juicio previo; ya que en técnica jurídica no es
posible la división de tal garantía, pues constituye una noción única, inescindible”. Sentencia de
14 de febrero de 1997, inconstitucionalidad 15-96 Ac, considerando XVI.
50 Para mejor ilustración se citan dos casos:
“…en relación al derecho al debido proceso, esta Sala advierte que si bien nuestra Constitución,
en su artículo 14 -no 11 y 15 como menciona el demandante-, utiliza el término “debido proceso”,
también es cierto que tal concepto ha sido copiado de legislación extranjera, incorporándose
en nuestra Constitución en una forma sumamente amplia e indeterminada, sin decir nada so-
bre su contenido. Por las circunstancias antes expuestas, lo que esta Sala entiende que existe es
simplemente un derecho a un proceso conforme a la Constitución, y este derecho, por lógica,
está constituido por una serie de categorías jurídicas con autonomía propia, dentro de las cuales
se encuentra el derecho de audiencia; categoría que, de acuerdo a los hechos planteados en la
demanda, es una de las que se alega como vulnerada”. Sentencia de 9 de julio de 1999, amparo
243-98, considerando II.a.
“b) El debido proceso es una terminología de uso frecuente desde antaño en nuestro sistema
jurisdiccional, pero de positivación reciente. Nuestra Constitución, en el año de mil novecientos
noventa y seis, incluyó tal combinación terminológica en su artículo 14. No obstante ha sido la
jurisprudencia la que ha ido matizando su significado y concretando sus manifestaciones. En la
sentencia dictada a las nueve horas treinta minutos del día dos de julio de mil novecientos no-
venta y ocho en el proceso clasificado bajo el número de referencia 1-I-96, se dijo que el dere-
cho constitucional al debido proceso únicamente puede considerarse desde el punto de vista
procesal, con exclusión del punto de vista material, porque el mismo, dentro de un Estado de
derecho en el cual vive la independencia judicial a todo nivel jurisdiccional, rige sin vulneración al
anterior principio si sólo se controla con relación a las garantías procesales y procedimentales de
las personas, más no cuando se pretende llevar al espectro material y ser considerado como un
mecanismo de control de la esfera discrecional que todo juzgador posee al momento de aplicar
las leyes que sustenten sus decisiones. Debe entenderse entonces que el derecho constitucional
al debido proceso, en nuestro ordenamiento jurídico, se refiere exclusivamente a la observancia
de la estructura básica que la misma Constitución prescribe para todo proceso o procedimiento,
y no a la aplicación razonable, adecuada y motivada de las leyes materiales, labor exclusiva del
juzgador ordinario al momento de dictar sentencia. Desde un punto de vista exegético, hablar de
debido proceso es hablar del proceso constitucionalmente configurado, establecido en el artículo
2 de la constitución. Desde un punto de vista lingüístico, hablar de debido proceso es impreciso y
genérico, pues ni uno ni otro concepto concretan esencialmente lo que pretenden definir con su
combinación. No obstante esto y lo anterior, en el tráfico jurídico se ha manejado y se entiende
así, como derecho constitucional tutelable por la vía del amparo, colegido del artículo 2 precita-
do”. Sentencia de 25 de febrero de 2000, amparo 368-98, considerando II.
341
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL
INTRODUCCIÓN
Y no es que hace dos décadas o más no se haya dicho nada; al contrario, tanto
la Sala de Amparos como la Sala de lo Constitucional ya habían dado importantes
precedentes en los distintos procesos constitucionales. Los debates sobre derecho
constitucional en la vida del país, ya existían, como lo evidencia Salarrué en su
“Respuesta a los patriotas” (21 de enero de 1932), aunque el del contenido de los
mismos ameritaría investigaciones que exceden la pretensión de este trabajo.
Dicho sea de paso, toma importancia relevante el que en esa labor de inter-
pretación constitucional, el que sean tomadas en cuenta los grandes anhelos, aspi-
raciones, valores y principios de nuestro pueblo, por lo que se constituye en el reto
histórico del jurista, juez e intérprete constitucional, erradicar el autoritarismo, la
barbarie y la actuación de los poderes salvajes2, como les llama Ferrajoli.
De tal manera, pues, que este y todos los temas vinculados a la Constitución y
al Derecho Constitucional, resultan ser relevantes y esenciales para la vida de nues-
tras sociedades, en tanto que son de una enorme utilidad para los habitantes de la
república en general, y en especial para los ciudadanos, dado el carácter de socie-
dad abierta que encarna nuestra Constitución, en tanto pluralista y democrática;
así como su carácter humanista, que concibe a la persona humana como origen y
fin de la actividad del Estado.
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Interpretación constitucional
347
Juan Antonio Durán Ramírez
cos, especialmente, cuando se controlan sus actos, a partir de las normas invocadas
para su ejercicio.
La ciencia del derecho trabaja con un método jurídico propio, con la aplicación
de las normas jurídicas, cuyo núcleo esencial es la teoría de la hermenéutica (inter-
pretación), en cuyo cometido no se trata de una simple opinión, de un considerar
algo correcto o desde un punto de vista subjetivo, sobre la base de un sentimiento
jurídico perteneciente a un nivel precientífico, sino de parámetros objetivos, críti-
cos y controlables para el conocimiento del derecho. Interpretar significa transmitir
y comprender el sentido de una norma jurídica11.
348
Interpretación constitucional
decir, al afirmar que el sentido de una norma es claro, ya se ha efectuado una in-
terpretación previa que ha constatado su claridad.
Ello ha generado que las teorías de la interpretación del Derecho estén some-
tidos casi en exclusiva, a la tensión dialéctica con la producción de Derecho, y que
le impiden salir del círculo que esa fuerza les somete, dejando así fuera del debate,
las condiciones a las que la actividad interpretativa debe someterse, frente a las
necesidades de coherencia y unidad del ordenamiento16. Pero en lugar de negarle
esa potencialidad, el jurista debe controlarla, para hacer posible la unidad del or-
denamiento; y para ello es importante precisar la función que han de cumplir en el
ordenamiento, las “reglas sobre la interpretación jurídica” y cuáles son los factores
de ordenación interna de esas reglas17.
Dworkin llega al punto de precisar que el buen juez debe encontrar la “única
respuesta correcta” en los casos difíciles, analizando las posibilidades interpreta-
tivas mediante la personificación hipotética de un juez que denomina Hércules,
dotado de habilidad, erudición, paciencia y perspicacia sobrehumanas, cuyo aná-
lisis interpretativo debe seguir el buen juez, frente a otro que llama Juez Herber-
th, un positivista jurídico que resuelve los casos a partir de la “discrecionalidad
judicial”19.
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Juan Antonio Durán Ramírez
Peréz Luño insiste en que “la tarea actual de cualquier teoría de la interpreta-
ción de la Constitución (...) –debe plantearse– (...) prioritariamente un doble em-
peño: de un lado, debe tratar de reivindicar el carácter jurídico de dicha actividad,
frente a quienes la entienden como un puro proceso político supeditado a la fuerza
determinante de los hechos; de otro, debe dar cumplida respuesta a los problemas
específicos que implica la interpretación de la norma constitucional, para lo que
precisa emanciparse de la metodología iusprivatista y afirmar su autonomía con la
consiguiente elaboración de sus propias categorías metódicas” 20.
350
Interpretación constitucional
Pero además, no es suficiente el libre juego de ideas, pues las mayorías, pu-
diendo ser dominadas, adormecidas o manipuladas, como históricamente ha que-
dado evidenciado, pueden llevar a tomar decisiones y ejecutar acciones irraciona-
les. Por ello es que la democracia necesita además, de un sistema de valores, sin
los cuales, la democracia no puede realizarse; y dichos valores se expresan en la
Constitución, siendo su núcleo esencial, la dignidad de la persona humana y los
derechos fundamentales.
Esa idea, es retomada por Peter Häberle23, quien sostiene que una sociedad
democrática, es una “sociedad abierta de intérpretes constitucionales”, es decir
que la labor de interpretación de la Constitución no es una actividad exclusiva y
excluyente de una élite privilegiada de juristas, sino más bien, una actividad de la
cual deben participar todos los sectores de la vida social.
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Pese a esa apertura democrática, ahora son otros riesgos, en este ambiente
de las TIC, pues no solo la autodeterminación informativa y el manejo de nuestros
datos personales y de nuestras familias, afronta nuevos riesgos, sino que con nues-
tra información personal, es posible crear un perfil ciudadano, a partir de nuestros
hobbies, gustos, lecturas, pasatiempos, lugares visitados y actividades realizadas,
con lo cual, y mediante el empleo de determinados algoritmos informáticos, se
nos puede bombardear con información falsa (fake news), propaganda política y
publicidad engañosa, logrando manipular nuestra percepción de la realidad, y me-
diante el empleo de recursos retóricos, explotando nuestras pasiones, emociones
y sentimientos, se nos persuada, para inclinarnos hacia determinado hecho social,
lo que públicamente se ha utilizado en campañas electorales en diversas partes
del mundo, como también se ha denunciado que ocurrió en referéndum como el
Bréxit (acrónimo de las palabras inglesas Britain y exit) de la Unión Europea32.
353
Juan Antonio Durán Ramírez
Así como Austin hizo descansar la idea del fundamento último del derecho en
el “soberano”; Kelsen en la “norma fundamental” y Hart en la “regla de reconoci-
miento”33, el profesor Gregorio Peces Barba agrega un elemento que denomina el
“hecho fundante básico”, que consiste en el “poder como fundamento real de la
validez y eficacia de las normas jurídicas del Ordenamiento. Y este fundamento
básico no es el Soberano en el sentido que lo emplean Hobes o Austin, justamen-
te criticado por Hart, sino el poder en sentido amplio formado, por supuesto, por
el Estado, por el conjunto de las instituciones públicas y también por el poder de
los grupos sociales y de los ciudadanos que participan en la formación del Dere-
cho y que luego contribuyen a su implantación a través de una aceptación gene-
ralizada. Es una realidad compleja en la que participan órganos e instituciones,
poderes fácticos que detentan la fuerza física, operadores jurídicos, funcionarios
y ciudadanos”34.
De tal suerte que Häberle define a los “ciudadanos y grupos, a los órganos del
Estado y a la opinión pública”, como “fuerzas productivas ‘interpretadoras’”, a las
que les asigna el carácter de “intérpretes previos”36.
354
Interpretación constitucional
De igual forma, cuando dos particulares firman un contrato, pueden partir del
presupuesto que no vulnera derechos fundamentales de ninguno de ellos; o cuan-
do una persona se expresa en los medios de comunicación o en las redes sociales,
puede entender que lo hace en el ejercicio de su libertad de expresión y que su
ejercicio no vulnera derechos de terceros.
2.1.2 Doctrina
Se reitera la idea que la doctrina es una de las principales fuentes del Derecho,
de donde se nutre la interpretación constitucional; a través de los aportes de los
doctrinarios, es posible conocer la historia de los derechos y de las instituciones, sus
fundamentos filosóficos y políticos, los principios que los rigen, las características,
requisitos para su afectación y actuación, el derecho comparado; en fin, la doctri-
na nos suministra la el conocimiento a la información, proporciona habilidades o
destrezas para el análisis, y las actitudes para realizar la toma de postura que mejor
satisfaga las exigencias de justicia conforme a derecho.
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Apunta Díaz Revorio que: “[l]a función esencial del legislador no es la inter-
pretación de la Constitución, sino la aprobación, en representación de la voluntad
popular, de normas jurídicas generales denominadas leyes, y que tienen un rango
superior en el sistema de fuentes (con la excepción de la propia Constitución). Esta
función legislativa no se ejerce para interpretar la Constitución, y en la mayoría de
ocasiones siquiera con la intención de desarrollarla, sino simplemente con la finali-
dad de dar respuesta normativa a distintas situaciones o problemas de la sociedad.
Pero el ejercicio de esta función sí supone también una previa interpretación de
la Constitución, dado que la Norma Suprema contiene límites que debe respetar
toda actuación legislativa, los principios que ha de acoger esta actuación, así como
en ocasiones mandatos concretos dirigidos al legislador. De tal forma que no es
posible esta actuación sin una previa interpretación de la Constitución, aunque a
veces ésta sea meramente implícita. Por ello puede decirse que el legislador es el
intérprete “primario” y en sentido cotidiano de la Constitución” 39.
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Interpretación constitucional
través de los medios políticos (v.gr. el veto Presidencial, ya sea por razones de in-
constitucionalidad o de inconveniencia política), sino a través de los procesos cons-
titucionales, como el amparo (v.gr. una destitución de un funcionario público, en
infracción a su derecho de audiencia y defensa) o la inconstitucionalidad de leyes,
por vicios de forma o de contenido, tal como ha ocurrido en la prolija jurispruden-
cia al respecto.
Sin embargo, como bien señala Díaz Revorio citando jurisprudencia del Tribu-
nal Constitucional Español, el legislador no puede precisar “el único sentido, entre
los varios posibles, que deba atribuirse a un determinado concepto o precepto de
la Constitución, pues al reducir las distintas posibilidades o alternativas al texto
constitucional a una sola, completa de hecho la obra del poder constituyente y se
sitúa funcionalmente en su plano” 45.
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De ahí es que el control constitucional tenga que efectuarse con mayor pru-
dencia judicial a través de la autolimitación o autodisciplina judicial (judicial au-
to-self-restraint) 49, respetando en la medida de lo posible, tal libertad de configu-
ración que le confiere la Constitución. Mientras que en los casos en que las normas
constitucionales tienen una densidad normativa más cerrada, como en el caso de
los derechos fundamentales, o de la actuación de los poderes públicos frente a
éstos, el ámbito de la configuración legal del legislador es más restringido y la
posibilidad de control constitucional a través de la jurisdicción, es mucho mayor50.
Tal actuación, no está sometida a ningún tipo de control por parte de la ju-
risdicción constitucional, mientras no se compruebe una violación evidente de la
Constitución, creando o participando en la creación de una situación jurídica in-
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Interpretación constitucional
compatible con la Constitución, en cuyo caso, el tipo de control será sobre el com-
portamiento de tal Órgano.
De tal forma que los acontecimientos políticos, las cuestiones de alta signifi-
cancia política, las previsiones de una evolución política en el futuro y sobre todo
los pactos políticos, no son justiciables53.
Pero aún tal distinción no está del todo clara, sobre todo porque existe prin-
cipios jurídicos que tienen enorme incidencia en principios políticos54 (v.gr.: pro-
tección del interés público en términos de derecho, los derechos de los individuos
que conforman la mayoría, los derechos de la segunda generación propios del
Estado social de Derecho, estos últimos que exigen una reinterpretación dados los
problemas de ineficacia e inexigibilidad frente a la jurisdicción, lo que “devalúa”
el carácter normativo de la Constitución, su fuerza normativa y su pretensión de
vigencia) 55.
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1966), que fueron puestos en la picota del debate público, frente a la posibilidad
que el Tribunal Rehnquist reconsiderara tales precedentes65, tal y como ya lo ha
hecho en anterioridad, con las “excepciones a la regla de exclusión”66 en materia
procesal penal. Posiciones doctrinarias y jurisprudenciales que no constituyen ma-
nifestaciones aisladas67.
De ahí que la labor del intérprete constitucional deba ser cuidadosa, en la me-
dida que lo que se está interpretando es la Constitución, la voluntad constituyente
“objetivada” en la norma constitucional69; y el juez constitucional debe tener el
cuidado de que su decisión no se vea afectada, por su propio esquema de valores,
principios, simpatías y prejuicios70, y de que su decisión sea la que mejor se apegue
a la Constitución71.
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Decir que tal potestad la ejercen porque la Constitución así se los atribuye,
conforme a los arts. 18581 y 14982 Cn, es una respuesta simplista; sería como afirmar
que la supremacía constitucional viene dado del carácter que la propia Constitu-
ción se autoatribuye en el art. 24683.
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Interpretación constitucional
Es en esa actividad en la que se centra el quid del poder judicial, pues como
señala Luis Prieto Sanchís “no se trata de acentuar los límites del lenguaje legal para
justificar seguidamente la figura de un juez instalado en las regiones etéreas del
Derecho natural, sino más bien de apurar las posibilidades de ese lenguaje para
saber dónde comienza efectivamente el juez desvinculado; pues no se discute un
problema de teoría de interpretación, sino que ante todo se dirime una cuestión
de legitimidad política” 91.
Sobre todo, cuando se trata de un juez que inaplica una ley aprobada por una
mayoría parlamentaria elegida por el voto popular, y sancionada y promulgada
por el Ejecutivo, llegado también por la mayoría del electorado.
Ferrajoli por su parte, señala que la función declarar o decir la verdad, pero en
especial, el papel de garante de los derechos fundamentales constitucionalmente
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De tal forma que, como afirma Zagrebelsky “El legislador debe resignarse a ver
sus leyes tratadas como <<partes>> del derecho, y no como <<todo el derecho>>.
Pero puede pretender, tanto de los jueces como de la Corte constitucional, que se
mantengan abiertas las posibilidades de ejercitar su derecho a contribuir política-
mente a la formación del ordenamiento jurídico. Si este derecho no se respetase,
tal vez tendríamos un Estado constitucional, pero desde luego ya no un Estado
constitucional democrático” 97.
No hay que dejar de mencionar las fuertes críticas que existen a este modelo,
dado la desconfianza que se tiene a los jueces98, como a los tristes acontecimientos
históricos que dicha concepción supuso, como consecuencia de la reacción antifor-
malista, en Europa se desembocó en el irracionalismo, manifestado en la forma
más extrema del positivismo voluntarista como lo fue en el nacionalsocialismo,
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Interpretación constitucional
con influencia del propio Carl Schmitt. “(...) el buen juez debía alistarse en las filas
del movimiento llamado a esclarecer la auténtica conciencia jurídica nacional. Su
función no consiste ahora en ejecutar los designios de la ley, sino en descubrir y
defender el Derecho popular incluso dictando sentencias contrarias a la ley. (...) ya
no es posible una vinculación estricta o normas preestablecidas, “entonces todo
depende de la clase de nuestro jueces”99.
Por ello, es importante fijar criterios y parámetros para que tal función se
ejerza dentro de los límites de lo razonable, respetando los ámbitos de actuación
de los otros órganos estatales.
c) Sala de lo Constitucional
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cionales, así como el alcance y los límites de la densidad normativa de los preceptos
y las normas constitucionales, es la Sala de lo Constitucional.
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Hay que distinguir que el objeto de control es distinto en cada uno de los pro-
cesos constitucionales; y a su vez, dentro de cada proceso, hay a su vez distintos
objetos susceptibles de control. Así, a través del proceso de inconstitucionalidad
no es únicamente sobre las leyes en sentido formal, pues además existen otro tipo
de mandatos normativos de contenido general y abstracto, (leyes en sentido mate-
rial) susceptibles de ser controlados, como son además los decretos y reglamentos,
los tratados, las reformas constitucionales (en la forma o procedimiento de refor-
ma constitucional y en cuanto a las disposiciones relativamente invulnerables); las
ordenanzas municipales, las normas preconstitucionales así como ciertos actos po-
líticos o de gobierno108.
Por vía del amparo, son susceptibles de control los actos administrativos, las le-
yes autoaplicativas, resoluciones judiciales e incluso los actos de particulares; estan-
do excluidos de control por esa vía, las restricciones ilegales o arbitrarias y abusos
contra la dignidad del detenido (susceptibles de control a través del habeas corpus
o exhibición personal)109, los asuntos de mera legalidad y las sentencias pronuncia-
das en amparo110.
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i) Control de contenido
En el control de contenido, se reducen al máximo los márgenes políticos
de actuación y de decisión de otros órganos estatales. Implica el examen
global de las decisiones de los poderes públicos, sobre la base de la con-
formidad objetiva de las normas constitucionales y de su corrección fun-
cional. Tal forma de control se efectúa en un primer plano, en cuestiones
de protección de derechos individuales (vida, integridad física, libertad),
necesidades básicas (alimentación, vestido, vivienda) y posibilidades de
desarrollo personal (acceso a las profesiones, elección de centros de ense-
ñanza). De igual forma, el principio de proporcionalidad se sitúa en este
plano de control, cuando lo que se tiene en cuenta es la intensidad o
gravedad de la infracción, o se hace depender el control de contenido de
infracciones constitucionales graves que el ciudadano no tiene por qué
tolerar bajo ninguna circunstancia; control que es especialmente intenso
en el ámbito de los derechos fundamentales.
ii) Control de aceptabilidad
En el control de aceptabilidad se limita mucho menos la libertad de de-
cisión de los otros órganos estatales. Exige únicamente que la instancia
controlada se haya conducido por una ponderación de los elementos de
juicio disponibles, que sea objetiva y disponible, en tanto que el control
recae sobre la apreciación efectuada por el órgano; lo que implica que a
través del control constitucional, pueda reconstruirse de modo concreto
por la jurisdicción constitucional, la interpretación ‘correcta’ de la norma
constitucional interpretada. Esta debe agotar todas las fuentes de conoci-
miento accesibles para apreciar con la máxima seguridad posible los efec-
tos de una determinada medida y evitar una infracción constitucional. Se
refiere más bien a requisitos de procedimiento, que puede convertirse en
control de contenido, si por no producirse los efectos esperados o previs-
tos, surgiera una situación inconstitucionalidad que generara un deber
de rectificación por el órgano controlado. Tal control se limita más en
aquellos casos de situaciones y regulaciones complejas, como el económi-
co o fiscal; o cuando por su limitada información, otros procedimientos
como el parlamentario, ofrecen mayor garantía de una proximidad mayor
a la realidad o posibilidad de análisis objetivo más profundo. Este criterio
refleja el principio de división de poderes, de que ningún órgano puede
asumir ninguna función que no corresponda a su estructura, formulando
la presunción del “principio de corrección institucional”. Encierra además
el peligro que la jurisdicción constitucional imponga a otros órganos esta-
tales, otras obligaciones complementarias de atención, vinculándolos de
modo más intenso y duradero de lo que haría el control del contenido,
que se realiza una vez.
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i) Control de comportamiento
En cuanto al comportamiento de los otros órganos estatales en sus ac-
tuaciones, se distingue: En relación a actos legislativos, el control del com-
portamiento se plantea únicamente si ha actuado correcta o incorrecta-
mente; es decir, si sus hipótesis, pronósticos y expectativas fácticas se han
valorado como firmes, si las consideraciones aducidas se han valorado
como completas, si la situación objetiva se ha explicado suficientemente,
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i) Legislativo
A nivel de la jurisprudencia constitucional alemana (así como también es-
pañola), se han dado una enorme variedad de sentencias, ya con declara-
ción de nulidad, sea total o parcial; ya sea con efectos ex tunc o ex nunc;
ya las meras declarativas, sin nulidad, tales como las de recomendación,
de aviso, y finalmente, las interpretativas o de interpretación conforme
con la Constitución.
ii) Gobierno
El control de los actos de gobierno hay menos variaciones, limitándose a
una comprobación de la infracción constitucional, sin añadir indicaciones
complementarias para la eliminación de las consecuencias o de una futura.
iii) Judicial
En casos de amparo o hábeas corpus, cuyos parámetros han quedado suge-
ridos a partir de los distintos grados de afectación de derechos fundamen-
tales y de los límites del control constitucional respecto a la interpretación
del Derecho ordinario. Especial atención requieren las interpretaciones res-
pecto a la legitimación (interés colectivo o difuso), medidas cautelares inno-
minadas y atípicas distintas de la suspensión del acto reclamado, posibilidad
de hábeas corpus contra sentencias condenatorias ejecutoriadas, y posibili-
dad de anular una decisión judicial por inaplicación de una ley inconstitucio-
nal. Podrían también darse supuestos de una ley inconstitucional. Podrían
también darse supuestos de recomendación o aviso al legislador, cuando la
pretensión de inconstitucional es desestimada.
Pudiera parecer impertinente en torno al tema tratado, el “objeto de con-
trol”; sin embargo, la importancia de su sola mención, se justifica precisa-
mente porque la actividad interpretativa dependerá tanto de la densidad
normativa de la norma constitucional interpretada, como de la libertad
de interpretación y actuación que tienen los órganos del Estado, en respe-
to a su independencia en el ejercicio de sus atribuciones y competencias.
De tal forma que la jurisdicción constitucional debe tener presentes tales
variantes, para conocer los alcances y límites de tan delicada potestad.
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Así, han sido analizados los sujetos que realizan la interpretación constitucio-
nal cuya variedad con la ley depende de la cualidad de la norma constitucional, en
tanto fundamento de unidad y cohesión de la sociedad. Se ha dicho que en com-
paración con la ley ordinaria, la Constitución carece de un órgano que pueda reali-
zar la interpretación auténtica; y que precisamente la propia Constitución crea un
órgano especializado para la jurisdicción constitucional, cuyo cometido último será
interpretar el texto constitucional. De igual forma, se ha tratado la interpretación
constitucional dentro de dicha jurisdicción especializada, a partir de los distintos
actos controlables.
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ejemplo, el art. 268 Cn hace clara alusión a que se tienen como documen-
tos fidedignos para la interpretación de la Constitución, el acta de la se-
sión plenaria de la Asamblea constituyente, grabaciones magnetofónicas
y de audiovideo, así como documentos similares.
f) La interpretación comparativa, toma en consideración preceptos parale-
los de ordenamientos jurídicos extranjeros, comparando derechos; ha de
emplearse con precaución y siempre según la situación y ejerciendo cierta
función de control.
g) La interpretación teleológica, que es un método pluridimensional que
intenta descubrir los principios de valor y la finalidad determinante del
precepto. Investiga la ratio legis, el fin, el telos del precepto.
Los métodos antes mencionados han de ser combinados, y ninguno debe ser
absolutizado. Sin embargo, tales métodos tradicionales no nos ofrecen una orien-
tación suficiente al momento de efectuar la interpretación constitucional115.
También los principios generales del Derecho pueden ser una herramienta útil
al momento de efectuar la interpretación constitucional. Tales máximas son innu-
merables, pero pueden enunciarse las siguientes:
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Ello implica del jurista, pero especialmente del juez salvadoreño, un análisis de
las formas del razonamiento118 y de tales paradigmas interpretativos, en tanto que
detentador del control difuso, le corresponde ‘decir’ ‘qué’ es el derecho, y funda-
mentar ‘cómo’ ha de interpretarlo.
i) Dogmático o racionalista:
En este paradigma interpretativo, el juez opera solucionando el conflicto
tal cual lo quiso el legislador. La operación interpretativa se ve reducida
a un simple silogismo deductivo. Concibe al juez y su actividad judicial
interpretativa, tal como Montesquieau los describiría: “los jueces de la na-
ción, como es sabido, no son más ni menos que la boca que pronuncia las
palabras de la ley, seres inanimados que no pueden mitigar la fuerza y el
rigor de la ley misma”119.
En esta concepción, existe una aplicación mecánica de la ley; y la actua-
ción del juez es previsible, exacta, pero sobre todo, carente de fuerza in-
novadora y creadora.
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De igual forma, dados los anteriores principios, se proponen como reglas doc-
trinarias básicas134 en la interpretación constitucional, las siguientes:
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4. EPÍLOGO
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NOTAS
1 Rubio Llorente, Francisco, prólogo a la obra de Enrique Alonso García, La interpretación de la Cons-
titución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984, pp. 23.
2 “Es un dato de ‘experiencia eterna’ que los poderes, libres de límites y controles, tienden a con-
centrarse y acumularse en formas absolutas: a convertirse, a falta de reglas, en poderes salvajes.
De ahí la necesidad no solo de defender, sino también de repensar y refundar el sistema de
garantías constitucionales”. Ferrajoli, L. Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional,
(Prólogo y traducción Perfecto Andrés Ibánez), Trotta, Madrid, 2011.
3 Tinetti, José Albino, Los fundamentos del valor normativo de la Constitución, Revista de Ciencias
Jurídicas No. 2, PRJ. San Salvador, 1992. pp.198-199.
4 Según la sentencia 9/81 del Tribunal Constitucional español, se afirma que: “La Constitución es
una norma, pero una norma cualitativamente distinta de las demás, por cuanto incorpora el siste-
ma de valores esenciales que ha de constituir el orden de convivencia política y de informar todo
el ordenamiento jurídico. La Constitución es así la norma fundamental y fundamentadora de todo
el orden jurídico”, citada por la Sentencia de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema
de Justicia, referencia 15/96 acumulada, de fecha 14/II/1997, que declaró inconstitucional la Ley
Transitoria de Emergencia contra la Delincuencia y el Crimen Organizado.
5 Guastini señala al menos cuatro ambigüedades: (i) como actividad y como resultado; (ii) como
atribución de significado a un texto normativo, sea en abstracto o en concreto; (iii) como acto de
conocimiento y como acto de decisión; y (iv) como acto de construcción jurídica. Guastini, R., Inter-
pretar y argumentar, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2014, p. 157 y ss.
6 Hesse, Konrad; Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1992, p. 35.
7 Schneider, Hans Peter, Democracia y Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1991, pp. 59-61, pp. 198.
8 Konrad Hesse, Ibídem, p.34.
9 Stern, Klaus, Derecho del Estado de la República Federal Alemana, Centro de Estudios Constitucio-
nales, Madrid, 1987. pp.280.
10 Vigo, Rodolfo Luis, Interpretación constitucional, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1993. pp.13.
11 Klaus, Stern, obra citada, pp. 281.
12 Hesse, Konrad, obra citada, pp.33.
13 Vigo, obra citada, pp. 88.
14 Pérez Luño, Antonio Enrique, Derechos humanos, Estado de derecho y Constitución, Tecnos, 1986,
p. 268.
15 Ibídem, p. 250.
16 Balaguer Callejón, María Luisa, Interpretación de la Constitución y ordenamiento jurídico, Tecnos,
1997, pp.18.
17 Ibídem.
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25 Citado en el estudio preliminar de César Rodríguez, La decisión judicial, obra citada, pp. 32-34. De
igual forma, citado por Luigi Ferrajoil, Derecho y Razón. Teoría del garantismo penal, Trotta, 1997,
pp. 122. A partir de ahí, Hart desarrolla su teoría analítica del Derecho, que constituye un para-
digma interpretativo. Ver. Juan Ramón de Páramo, H. L. A. Hart y la teoría analítica del Derecho,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984.
26 En cuyo caso el legislador tiene libertad de regular y limitar los campos de actuación ciudadana
(libertad de configuración), dentro de lo que el Tribunal Marshall elaboraría la llamada “teoría
de los poderes implícitos”, para aquellos casos en los que el Congreso regula ciertos ámbitos de la
vida social (en ese caso se trató específicamente de la creación de un Banco Federal) y aun cuan-
do tal atribución “no estaba expresamente recogida en la Constitución, pero podía entenderse
implícita dentro de las medidas “necesarias y convenientes”, que para ejercicio de sus poderes
otorga el art. 1, 8, 18 de la Constitución al Congreso, y por lo tanto, a la Federación”, como lo
conoció y decidió la Suprema Corte, en el caso McCulloch y Maryland, 17 U.S., 316 (1819). Citado
por Bernard Schwartz, “Los diez mejores jueces de la Historia norteamericana”, Cuadernos Cívitas,
Madrid, 1980, p. 22.
27 Sobre la de los principios neutrales, ver el análisis que de Weschler hace Enrique Alonso García,
obra citada, pp.41 y siguientes..
28 Schneider, obra citada, pp.45..
29 Por ejemplo, cuando se reformaron los artículos 28 y 24 de la Constitución de la República, que
adoptaron la extradición de nacionales y las intervenciones telefónicas, fueron públicos los pro-
nunciamientos y exigencias de parte del gobierno de los Estados Unidos de América, porque se
reformara nuestra Constitución.
30 Así, las llamadas 17, un número simbólico relacionado a mujeres condenadas o procesadas por
delitos de aborto u homicidios agravados en sus recién nacidos, de las que cuyo tema ha estado
en la agenda internacional, no solo de los medios de comunicación, redes sociales y onegés, sino
de organismos públicos internacionales.
31 Según la RAE: “Meme. Del ingl. meme, palabra acuñada en 1976 por R. Dawkins, biólogo inglés,
sobre el modelo de gene ‘gen’ y a partir del gr. μίμƞμα mímēma ‘cosa que se imita’. 1. m. Rasgo
cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en
generación. 2. m. Imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos,
que se difunde principalmente a través de internet”. Ver: https://dle.rae.es/meme.
32 La consultora británica Cambridge Analytica simboliza el lado oscuro de las redes sociales, des-
pués de las elecciones presidenciales de 2016 en los Estados Unidos de América, en la que se acusa
haber manipulado al electorado; lo mismo que en el caso de la salida del Reino Unido de la Unión
Europea, en la que suponen manipulación del cuerpo electoral a partir de los perfiles de los usua-
rios de las redes sociales, especialmente, Facebook y Twitter. Ver: Cómo un test de personalidad
de Facebook le sirvió a Cambridge Analytica para recolectar información privada de millones de
usuarios sin que lo supieran, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-43460702
33 Que Hart basa en la “aceptación social” de la norma. Dworkin, si bien no utiliza tal expresión, es-
tablece dos condiciones de pertenencia de la norma al sistema jurídico: que formen parte de las
instituciones reconocidas en la comunidad y que sean consistentes con la moralidad política que
justifica esas instituciones. En César Rodríguez, Op. Cit., p. 59.
34 Barba Martínez, Gregorio Peces, prólogo a la obra de Páramo Argüelles, Juan Ramón, H.L.A. Hart y
la teoría analítica del Derecho, obra citada, pp.22.
35 Hesse, Konrad, obra citada, pp.65.
36 Stern, Klaus, obra citada, pp.303.
37 Díaz Revorio, Francisco Javier; La interpretación constitucional y la jurisprudencia constitucional,
Quid Iuris, Año 3, Volumen 6, Año 2008, ISSN 1870-5707, pp. 7-38, p. 20.
38 Bertrand Galindo, Francisco y otros, Manual de Derecho Constitucional, Centro de Investigación y
Capacitación- Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992, Tomo II, pp. 1002-1004.
39 Díaz Revorio, Francisco Javier; Op. Cit., p. 21.
40 Hesse, Konrad, Op. Cit., pp. 57-58.
41 López Guerra, Luis, y otros, Derecho Constitucional, Tirant lo blanch, Valencia, 1991, Tomo I,
pp. 29 y 30.
398
Interpretación constitucional
42 Schneider, Hans Peter, Op. Cit., pp. 215. De igual forma, Stern, Klaus, obra citada. pp.297.
43 En la inconstitucionalidad 4-97 acumulados, de las 12:00 horas del día 26/VIII/1998, contra el D.L.
Nº 927 de la “Ley del Sistema de Ahorro para Pensiones”, la Sala respeta tal libertad de configura-
ción al declarar en su fallo 11, que “no existe la inconstitucionalidad alegada por los mencionados
ciudadanos, consistente en la contravención al art. 50 inc. 2º Cn. por conferir la prestación del
servicio público de seguridad social a entes privados, pues el concepto de instituciones en dicha
disposición de la Ley Suprema no obliga a que el servicio público de seguridad social sea prestado
exclusivamente por entes públicos, sino que en la misma pueden entenderse comprendidos entes
privados.”
44 Con relación a la vaguedad intencionada de los preceptos constitucionales, el Juez de la Suprema
Corte Estadounidense, Oliver Wendell Holmes, célebre por la calidad de sus votos disidentes,
afirmó que tenía “(....) ‘la convicción de que nuestro sistema constitucional descansa sobre la
tolerancia y de que su principal enemigo es el Absoluto’, afirmando que la función judicial no
consistía, ni mucho menos, en que el juez pudiera anular una ley en la que no estaba de acuerdo.
‘No hay nada que me subleve más que el que se valgan de la Enmienda 14... para evitar que se
hagan experimentos sociales que la mayoría de la comunidad desea..., aunque esos experimentos
puedan parecer fútiles o incluso nocivos....’. Es el legislador, y no el Juez, el que tiene que exami-
nar la oportunidad de una disposición general. La tarea del juez es la de aplicar las leyes, aunque
crea que contienen errores económicos’ (...)”. Bernard Schwartz, obra citada, pp.60.
45 Díez Rivorio, Op. Cit., p. 21.
46 Fernández Rodríguez, Tomás-Ramón, “De la arbitrariedad del legislador. Una crítica de la jurispru-
dencia constitucional”, Civitas, Madrid, 1998, distingue a partir de la jurisprudencia del TCE, su-
puestos de “arbitrariedad” del legislador, tales como casos de injusticia material, discriminación o
ausencia de explicación racional, falta de justificación o coherencia interna de la ley, infracción al
test de proporcionalidad, entre otras.
47 v.gr.: Inconstitucionalidad 17-95 de las 12:00 horas del 14/XII/1995, contra el D.L. No. 471, que
contenía “Ley Temporal de Compensación Económica por Servicios Prestados en el Sector Públi-
co”, que declara inconstitucionales los arts. 4 y 5 de dicha ley, debido al trato diferenciado que
da el legislador a los trabajadores que no renunciaban y cuyas plazas eran suprimidas, frente a
aquellos que voluntariamente sí lo hacían, respecto al monto de su compensación económica a
percibir, lo que a juicio de la Sala, no llenó los requisitos de razonabilidad del trato diferenciado,
en tanto que constituyó un trato desigual, irracional y no justificado, pues de todas maneras, las
plazas serían suprimidas, renunciaran o no.
48 En cuanto a las formas prescritas en el proceso de formación de la ley, en la inconstitucionalidad
8-96 de las 12:00 horas del 30/VI/1999, contra el D.L. 417/1992, que contiene el Código Electo-
ral, al desestimar la pretensión constitucional sostuvo que “esos principios que el constituyente
reconoció como orientadores e informadores de la actividad legislativa en el procedimiento de
formación de la ley son: el democrático, el pluralista, el de publicidad, el de contradicción y libre
debate y la seguridad jurídica; principios que legitiman la creación normativa y que, a través del
procedimiento legislativo, se buscan garantizar. No cabe duda, que, si lo que se pretende prote-
ger son las formas, no por las formas mismas sino por los principios que subyacen a ellas, no toda
transgresión al procedimiento de formación de la ley produce la inconstitucionalidad formal de
ésta, sino sólo aquéllas que con su inobservancia inciden negativamente en aquello que la Cons-
titución inequívocamente protege, es decir, los citados principios.”
49 Como se propone más adelante, siguiendo a Vigo y a Schneider, al tratar los temas de los paradig-
mas sobre la interpretación jurídico-judicial.
50 v.gr.: Inconstitucionalidad 15-96 de las 15:00 horas del 14/II/1997, que declaró inconstitucionales
varios artículos del D.L. Nº 668, de la “Ley Transitoria de Emergencia contra la Delincuencia y el
Crimen Organizado”; obviamente, como el campo de regulación legislativa se refería a la actua-
ción de los poderes públicos frente a derechos fundamentales y garantías constitucionales que
tienen mayor densidad normativa con una libertad de configuración menor para el legislador, la
posibilidad de ejercer el control sobre tal configuración legal fue mucho mayor.
51 Francisco Bertrand Galindo y otros, obra citada, Tomo II, pp. 118.
52 Hans Peter Schneider, obra citada, pp.216.
399
Juan Antonio Durán Ramírez
53 Francisco Bertrand Galindo y otros, Íbidem. V.gr.: si se tienen relaciones diplomáticas y consulares
con un país, o con otro; o si se reconoce o no a un gobierno de facto, son asuntos que no son justi-
ciables por la jurisdicción constitucional, pues el manejo de las relaciones exteriores corresponden
al Ejecutivo.
54 César Rodríguez, obra citada, p.79.
55 Ver. Jürgen Habermas, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en
términos de teoría del discurso, Editorial Trotta, Madrid, 1998.
56 La expresión surge durante el debate en la III República Francesa (1870-1940), sobre la conve-
niencia de introducir un órgano que ejerciera la jurisdicción constitucional, momento en el que
Edouard Lambert publica “El gobierno de los jueces” (1921), en la que critica la justicia constitucio-
nal en los Estados Unidos. Apoyado en la literatura jurídica estadounidense del momento, Lambert
pone manifiesto los inconvenientes de atribuir a un órgano judicial la facultad de revisar la ley;
especialmente sus efectos dilatorios para una necesaria evolución del Derecho estadounidense
que supiera dar respuesta a las demandas crecientes de protección expresadas por los sectores so-
ciales desfavorecidos, y su inclinación de amparar los intereses de los grandes sectores industriales
y financieros. Ver.: Edouard Lambert, El gobierno de los jueces y la lucha contra la legislación social
en los Estados Unidos: La experiencia americana del control judicial de la constitucionalidad de las
leyes, Tecnos, Madrid, 2010. .
57 En esta labor restrictiva de la actividad judicial, tenemos no sólo en antijudicialismo francés (dada
su ‘veneración’ a la ley, al grado de tener únicamente el Control previo de Constitucionalidad),
sino además en el sistema kelseniano (con un Tribunal Constitucional con competencia exclusiva y
excluyente), la actuación de los jueces en Italia de la segunda post-guerra, así como de la España
post-franquista; y en general, los sistemas jurídicos de la Europa continental. Bertrand Galindo,
antes citada, pp. 518-525..
58 Nota de Enrique Alonso García, traductor, en Bernard Schwartz, obra citada. pp.87-90..
59 Íbidem, p. 90.
60 Que sostiene que el juez constitucional no puede jugar un papel puramente pasivo, como si la
Constitución pudiera ser interpretada con el carácter estricto de un contrato privado, debe hacer
de ella una “living constitution” del constituyente de ayer y de hoy, defendiendo mediante su
interpretación los valores que el propio texto encarna. Así, el activismo judicial, se distancia de
los postulados de la “justicial restraint”, en tanto visión constitucional tal estrechamente positiva
o literalista. Ver: Tribe, Laurence H., y Dorf, Michael C., Interpretando la Constitución. Prólogo de
César Landa Arroyo, Palestra Editores, Lima, 2017, p. 22.
61 En la citada obra, Tribe y Dorf, apoyados en la enorme tradición del constitucionalismo jurispru-
dencial norteamericano, trazan pautas y rebaten los argumentos del conservadurismo expresado
en el originalismo norteamericano que pretende limitar la actividad interpretativa a la búsqueda
de la “intención original”.
62 Bickel, Alexander Mordecai, en su obra más influyente, The Least Dangerous Branch: The Supre-
me Court at the Bar of Politics (1963), argumentó que los tribunales deberían tomar decisiones
basadas en la historia y en los valores que se encuentran en la Constitución, y no deberían tomar
decisiones que no puede obtener apoyo público. Él creía que los jueces deben tener cuidado para
evitar decidir cuestiones constitucionales si hay otros motivos para un fallo, como los motivos para
negarse a escuchar el caso o los motivos para utilizar doctrinas como la construcción legal para
decidir el caso.
63 Ronald Dworkin, obra citada, pp. 226. Sin embargo, Dworkin defiende tales decisiones en tanto
que se basaron en principios jurídicos, resaltando la importancia del juez Hércules, de encontrar
en el Derecho la “única respuesta correcta”.
64 “Para que el Judicial Review sea legítimo, a fin de que el Tribunal Supremo pudiera decir ‘no
lo hicimos nosotros, vosotros (el pueblo) lo hicisteis’, debe siempre seguirse la intención de los
constituyentes. (...) El TS no puede enjuiciar nuevas situaciones si los constituyentes no podían
haberlas previsto. Los que promulgaron la enmienda 14 no podían prever el aborto, los anticon-
ceptivos, la distribución de los jueces por distritos electorales, la discriminación por razón del sexo
o filiación..., etc.; el TS usurpa poder si resuelve estos problemas recurriendo a esta enmienda, ya
que por definición, no puede dar respuesta alguna”, Enrique Alonso García, obra citada, pp.143.
400
Interpretación constitucional
65 Sobre el debate público del caso Miranda v. Arizona (1966), ver Washington Post, de fechas 2 y
7 de noviembre de 1999. Artículos de Joan Biskupic, titulados “Reno asks High Court to Reaffirm
Miranda Rule” y “High Court to reconsider Miranda Rulling”. Ver: http://www.washingtonpost.
com/wp-srv/national/longterm/supcourt/supcourt.htm
66 Así, los precedentes sobre “hallazgo inevitable”, “actuación policial de buena fe”, “hechos intervi-
nientes”, “razones de seguridad pública” como excepciones a la regla de exclusión de evidencias.
Ver: Alejandro D. Carrió, Justicia criminal, Lerner Editores Asociados (LEA), Buenos Aires, 1986.
67 Stern, al tocar el tema de la ponderación de valores en principio en una única dirección, en re-
lación a la máxima “in dubio pro libertate”, señala: “No se puede tener libertad sin seguridad.
Desde un punto de vista político por lo tanto, la libertad solo puede existir emparejada con la
seguridad (...) En cuanto principio general de interpretación no supone ninguna ayuda. Incluso
la “perferred-freedoms-doctrine” de la Supreme Court no tiene validez general (...) la tesis de la
máxima efectividad posible de los derechos fundamentales formulada por R. Thoma en la época
de Weimar, a la que se refirió inicialmente el Tribunal Constitucional Federal, ha perdido su justi-
ficación,”, obra citada,pp.295.
68 Barker, Robert S., El precedente y su significado en el derecho constitucional de los Estados Uni-
dos, Ediciones Olejnik, Santiago Chile, 2018, p. 77.
69 Stern, obra citada, pp.282.
70 Luis Prieto Sanchís, Ideología e interpretación jurídica, Tecnos, Madrid, 1993, pp. 16.
71 En comparación a otros sistemas normativos, por ejemplos, Dworkin plantea que “cuando surge
un desacuerdo sobre el contenido de una norma de cortesía, la pregunta que guía la solución es:
¿Qué requiere en este caso la práctica social de la cortesía?, y no: ¿Qué piensa cada uno de los
participantes sobre este caso? En el ámbito jurídico, la pregunta es: ¿Cuál es la solución exigida
por el derecho en este caso?, y no: ¿Cuál es, según los redactores de la norma o el público en
general, la solución a este caso?”, Nota No. 129 en el estudio preliminar de César Rodríguez, obra
ya citada, p.63.
72 Hay que recordar que la “jurisdicción” implica tanto la “auctoritas” (Autoridad, prestigio o ver-
dad socialmente reconocida) como la “potestas” (fuerza o poder o voluntad de fuerza o poder
socialmente reconocido), como lo expuso el procesalista español Alvaro d´Ors, citado por Juan
Montero Aroca, Introducción al Derecho Procesal, Tecnos, Madrid, 2a. Edición, 1979, p.25.
73 Sobre la función jurisdiccional, ver: Ignacio de Otto, Estudios sobre el Poder Judicial, Ministerio de
Justicia, Madrid, 1989.
74 Francisco Bertrand Galindo y otros, obra citada, Tomo II, pp.1126-1128.
75 Alessandro Pizzorusso, Lecciones de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1984, Tomo II, pp.73.
76 Nuestra Constitución adopta (i) el modelo de control difuso, concreto o americano, por medio de
todos los jueces y tribunales del país (art. 185 y 149 Cn.), (ii) el concentrado, abstracto o austríaco,
a través de un Tribunal especializado, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia
(art. 174 Cn.); y (iii) el modelo francés o de control previo, mediante la competencia de la Sala de
lo Constitucional de resolver las controversias entre el Ejecutivo y el Legislativo en el proceso de
formación de la ley (art. 138 Cn.).
77 Anaya Barraza, Salvador Enrique, en Breve reseña comparativa de los elementos de constitucionali-
dad en los ordenamientos salvadoreño y español, en Divulgación Jurídica, Comisión coordinadora
para el sector de Justicia-Unidad Técnica Ejecutiva (UTE), año II, número 4, agosto, 1995, pp. 2-13.
78 Anaya Barraza, Salvador, Enrique, La especialización de las técnicas procesales como explicación
de la relación entre el derecho procesal y el control de constitucionalidad: superación de la bipo-
laridad difuso/concentrado, http://www.uca.edu.sv/deptos/ccjj/media/archivo/954976_06ana-
yalaespecializaciondelastecnicasprocesales.pdf.
79 A partir de la reforma por D.L. Nº 45, 6 de julio de 2006, publicado en el D.O. Nº 143, T. 372, 7 de
agosto de 2006, a la Ley de Procedimientos constitucionales, se introdujo el capítulo V relativo a
la inaplicabilidad, del que se afirma que dichos sistemas dejaron de ser yuxtapuestos para conver-
tirse en mixtos, (a partir de la mezcla del control difuso con el control concentrado), mediante el
cual, cada vez que un juez ordinario inaplique, está en la obligación de certificar dicha resolución
401
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Interpretación constitucional
403
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una convicción o una aceptación, pues se usan premisas que no son verosímiles por su general
aceptación o el razonamiento no se desenvuelve en forma rigurosa -por ejemplo ‘es más justo’,
‘es más benigno’, etc.-; Carlos Ducci Claro, Interpretación jurídica. En general y en la dogmática
chilena, Editorial jurídica de Chile, Santiago, 1989, pp.84.
119 Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, El Espíritu de las leyes, Capí-
tulo VI, Libro Libre, San José, 1986, p. 142.
Conferencia impartida en Viña del Mar, Chile, 1991, y publicada en “Interpretación, integración y
razonamiento jurídico”, Editorial jurídica de Chile, Santiago, 1992, pp.123-137. Reproducida ade-
más en la obra de Vigo anteriormente citada, pp.203-233.
120 Prólogo de Federico Engels, a la obra La guerra civil en Francia, de Carlos Marx, citado por Prieto
Sanchís, Luis, obra citada, pp.44.
121 Así, el análisis en contra del planteamiento de J.H. Kirchmann, hecha por Salvador Héctor Soriano
Rodríguez, La jurisprudencia no es Ciencia, en Actualidad, Revista Jurídica, año 1 No. 1, Unidad
Técnica Ejecutiva del Sector Justicia, San Salvador, 1996. pp.1-38..
122 Reproducido en César Rodríguez, obra citada, pp.89-141.
123 Siguiendo a Hart, se señala que en caso de “choque o colisión de reglas” entre dos reglas de igual
linaje, o una deroga a la otra o una se convierte en la excepción de la otra. Respecto a la colisión
de reglas y principios, imperan estos últimos; y en la colisión entre principios, el Juez debe hacer
una labor de “ponderación”.
124 Michel Villey, Método, fuentes y lenguaje jurídicos, Ediciones Ghersi, Buenos Aires, 1978. De igual
forma, Los fundadores de la Escuela Moderna del Derecho Natural, Ediciones Ghersi, Buenos Aires,
1978.
125 Jurgen Habermas, obra citada. Sobre el particular, Ferrajoli, al tocar el tema de la legitimidad de-
mocrática del juez a partir de su función cognoscitiva y decisora, señala “(...) me parecen in-
aceptables y peligrosas para las garantías del justo proceso y, sobre todo, del proceso penal, las
doctrinas “consensualistas” y “discursivas” de la verdad que -nacida en el contexto de disciplinas
muy diferentes, como la filosofía de las ciencias naturales (Kuhn) o la filosofía moral o política (Ha-
bermas)- algunos penalistas querrían importar ahora en el proceso penal, quizá para justificación
de esas instituciones aberrantes que son las negociaciones sobre la pena. En efecto, ningún con-
senso -ni el de la mayoría, ni el del imputado- puede valer como criterio de formación de prueba.
Las garantías de los derechos no son derogables ni disponibles. (....)”, en Derechos y garantías, la
ley del más débil; obra citada, p.27.
126 César Rodríguez, obra citada, pp.26-27.
127 Smend, Rudolf, Constitución y Derecho constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Ma-
drid, 1985, pp.129.
128 Íbidem, pp. 62 y siguientes.
129 Stern, obra citada, pp.285..
130 Pérez Royo, Javier, Curso de Derecho Constitucional, Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales,
Madrid, 4a. Edición, 1997, pp.138; Klaus Stern, obra citada, pp.301.
131 Íbidem, p. 142.
132 Hesse, citado por Stern, obra citada, pp.301.
133 Stern, obra citada, pp.302.
134 Bertrand Galindo, obra citada. Tomo I, pp.217-220.
135 López Guerra, Luis, Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional, Boletín Oficial del Estado,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1998, pp.575-598..
136 Hesse, Konrad, obra citada, pp.81 y siguientes.
137 Jellinek, Georg, Teoría del Estado, Editorial Albatros, Buenos Aires, 1943, pp.440.
138 “Dinámica Interna” e “historicidad”, refiere Hesse; obra citada, pp.82.
139 La jurisprudencia norteamericana ha tratado ese problema, mediante la idea de la ‘living Consti-
tution’ o Constitución viviente, por el cual los órganos del Estado y especialmente la jurispruden-
cia constitucional, realizan y adecuan constantemente la Constitución, cuya vigencia, dicho sea
404
Interpretación constitucional
de paso, es la de más larga data en la historia contemporánea. De tal forma que “(...) los jueces
del Common Law comprendieron que su tarea consistía en adaptar un número relativamente
pequeño de principios generales de justicia, oportunidad y conveniencia, a un sistema adecuado
a las necesidades de una nueva era y de una nueva nación (...)”, Schwartz, obra citada, pp. 104.
140 Talcomo lo hizo España, para poder ratificar el “Tratado de Maastricht” e ingresar a la Unión
Europea, López Guerra, obra citada, pp.574-598.
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Interpretación constitucional
BIBLIOGRAFÍA
• Bertolino, Pedro J., El funcionamiento del Derecho Procesal Penal, Ed. Depal-
ma, Buenos Aires, 1995.
• Bickel, Alexander Mordecai, The Least Dangerous Branch: The Supreme Court
at the Bar of Politics (1963).
407
Juan Antonio Durán Ramírez
• Carrió, Alejandro D., Justicia criminal, Lerner Editores Asociados (LEA), Buenos
Aires, 1986.
• Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999.
• Jellinek, Georg, Teoría del Estado, Editorial Albatros, Buenos Aires, 1943.
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Interpretación constitucional
• López Guerra, Luis, Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional, Boletín
Oficial del Estado, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
1998.
• Nino, Carlos Santiago, La validez del Derecho, Editorial Astrea, Buenos Aires,
1985.
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• Villey, Michel, Los fundadores de la Escuela Moderna del Derecho Natural, Edi-
ciones Ghersi, Buenos Aires, 1978.
410
PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES
DEL PODER PENAL
PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES DEL PODER PENAL
INTRODUCCIÓN
1.1 Los límites del poder. Desde la aparición del Estado moderno1, se han ido
delineando ámbitos de control para quienes han ejercido el poder de castigar, tal
exigencia se ha concretizado con mayor énfasis a partir del fenómeno del consti-
tucionalismo2 y la exigencia de la realidad del Estado de Derecho3, puesto que la
Carta Magna se ha constituido como centro y fundamento de toda la actividad
estatal4.
414
Principios constitucionales del poder penal
1.4. Los principios como límites del poder penal. La función limitadora del
poder estatal en general y del poder penal en particular mediante la supremacía
de los principios que emanan de la Constitución ha sido reconocida por la Sala de
lo Constitucional, al advertirse sobre la preeminencia en el orden jurídico de los
principios fundamentales que gobiernan la organización del Estado30.
En este sentido se ha expresado, que la Constitución es más que una ley su-
perior, y que en consecuencia se vértebra como cuerpo normativo a través de los
principios rectores que informan al constitucionalismo, teniendo al hombre como
centro y fin de toda la actividad estatal, con lo cual, todo poder del Estado debe
entenderse que no es absolutamente autárquico, estando sometido al imperio de
la Constitución, por cuanto, ésta limita a todo el poder estatal31.
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
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Principios constitucionales del poder penal
hombre, ello significa, que esa dimensión personal y social del ser humano, es una
barrera infranqueable en el desarrollo del orden social para todas las políticas que
deba impulsar el ente estatal, en la cual, no pueden rebasarse las limitaciones que
el principio de dignidad humana fija al ejercicio del poder, en este caso del poder
penal47. De ahí que, se tenga una visión de Estado de Derecho –entendiéndose
aquel centrado en la Constitución48– por cuanto es en éste en el cual los derechos
fundamentales y sociales alcanzan una mayor dimensión, concentrados precisa-
mente a partir de la dignidad humana49.
Como punto de partida habrá que expresar que principio de dignidad huma-
na, es un reconocimiento al ser humano como tal, intrínseco a su naturaleza, y por
ello se constituye como centro y fin de toda actividad estatal52; esta visión profun-
damente humanística, es la que informa la Constitución, y la misma se comunica a
todo el resto de principios, que si se examinan a profundidad están tañidos por el
respeto al hombre como ser humano, aun ante la expresión del derecho a castigar53.
417
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
2.1.3. Dignidad humana y penas. Como aspecto inicial, debe señalarse, que
ante la persona declarada culpable y sujeta a un cumplimiento de pena privativa
de libertad, debe potenciarse en la ejecución de la sanción una visión solidaria y
respetuosa de la persona sobre la cual recaerá el poder punitivo del Estado, desde
ésta perspectiva se establece como un límite de la punición el respeto a la dignidad
del ser humano; y ello aun en el ámbito de la ejecución de las penas, representa el
respeto por la autonomía ética de la persona.
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Principios constitucionales del poder penal
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
presándose bajo el apotegma latino Nullum crimen nulla poena sine inuria, a partir
del cual, se reconocen por lo menos dos garantías fundamentales:
420
Principios constitucionales del poder penal
Pues bien, respecto de esos bienes vitales –y de otros– se erige una doble
función de tutela, una respecto de las personas, en cuanto a las ofensas que ha-
gan a dichos bienes jurídicos, mediante la conminación de normas penales, que
elevan esos intereses a la categoría de bienes jurídico-penales; y otra respecto de
las instituciones de poder del Estado, que también quedan obligadas, a respetar
y preservar esos derechos80, lo cual se hace mediante la formulación de normas
penales, que no sean irrazonables ni excesivas, de ahí que las restricciones que se
establezcan en los tipos penales, deben estar dirigidas también a la conservación
y defensa de los derechos fundamentales, ahí donde haya exceso, se vulnera la
garantía de lesividad por parte del Estado81.
2.2.3. Lesividad y bien jurídico. Ahora bien, antes de continuar con los aspec-
tos esenciales del principio de lesividad, es menester por lo menos aproximar algu-
nas cuestiones relevantes sobre el bien jurídico, por cuanto éste es el fundamento
material del principio de lesividad. Conviene indicar primero alguna aproximación
al concepto de bien jurídico, teniendo en cuenta que ello es sustantivo, en la siste-
mática penal y dependiente de la visión que se adopte respecto de la función que
debe desempeñar el denominado objeto de protección.
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Principios constitucionales del poder penal
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Principios constitucionales del poder penal
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Así el antiguo axioma “nulla poena sine culpa120” que reconoce el principio
de culpabilidad –el cual la doctrina escinde de la culpabilidad como categoría del
delito121– impone al Estado la limitación de que nadie puede ser objeto de las con-
secuencias jurídicas del delito, si el hecho no le es reprochable o exigible –ello con
independencia de la noción de culpabilidad que se asuma– de tal manera que, la
garantía radica en que solo al culpable puede imponerse pena, y por ello, la culpa-
bilidad también es fundamento de la pena122 .
426
Principios constitucionales del poder penal
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
Debe indicarse que, a partir del principio que exige como fundamento de la
punición la conducta exterior del sujeto, se proscriben parámetros del llamado
derecho penal de autor136; ello implica que está vedado que la persona sea sancio-
nada por su forma de ser, puesto que tal forma de criminalizar y sancionar opta
por un modelo antiliberal, antidemocrático y no conforme con la Constitución de
la República, en suma, la persona no debe ser sancionada por lo que es, sino por
sus actos exteriores137.
El derecho penal de acto y el principio que exige que la punición tenga como
objeto la exterioridad de la acción, prohíbe que la sanción penal puede tener como
fundamento la conducción de vida de la persona, es decir su plan de vida, de ahí
que el valor de la conducta como hecho externo –objeto de valoración– no puede
quedar supeditado al conjunto de decisiones que la persona ha asumido como
forma particular de vida, éste aspecto no puede ser objeto de valoración ni en la
culpabilidad ni en la dosimetría de ésta, con lo cual no es posible fundar la sanción
penal en las opciones de vida la persona138, sino únicamente por el hecho cometido
como conducta delictiva139.
Tampoco resultaría admisible que la sanción penal pueda tener por objeto la
sintomatología del sujeto como ser peligroso, con lo cual el principio de culpabili-
dad, mediante la exigencia del derecho penal acto y de la necesariedad de la ex-
terioridad de la acción destierra la doctrina del peligrosismo como fundamento de
la punibilidad140. La peligrosidad sólo es un juicio de prognosis, respecto de lo que
una persona ulteriormente podría ser, y tal ideario vástago de las doctrinas más
lesivas del ser humano –el fascismo, el nazismo– el peligrosismo tiene múltiples
fuentes, dos de las más conocidas y aplicadas, son el peligrosismo biológicista y el
peligrosismo social141 y en todo caso, siendo derecho penal de autor, son contrarias
a la garantía de culpabilidad.
428
Principios constitucionales del poder penal
[b] La otra dimensión del principio Nulla pena sine culpa, se extiende respecto
del hecho cometido, y garantiza que a ninguna persona, puede imponérsele pena
o medida de seguridad, si la conducta de éste, no ha sido realizada con dolo o
culpa152; ello significa que únicamente puede ser típica, aquella acción u omisión
que se comete dolosa o culposamente; de ahí que, haya una exigencia a que las
conductas, deben ser realizas por el sujeto obrado o bien con dolo o mediante
imprudencia153; con lo cual se prohíbe, la imputación de un resultado que no esté
gobernado por el dolo, o que pueda atribuirse según culpa, como se advertirá, se
vuelve en este ámbito a un equilibrio, entre objetivismo y subjetivismo, el mero
hecho del resultado, tampoco por sí solo funda la imputación del tipo penal154.
Por último, debemos hacer énfasis que el principio de nulla poena sine culpa,
por cuanto exige que la conducta sea dolosa o imprudente, se opone al derecho
penal de autor157 y ello porque en la construcción configurativa de estos delitos, lo
que desaparece es la posibilidad de verificación subjetiva de la conducta, son por
así decirlo, delitos sin exigencia del presupuesto subjetivo, con lo cual se vulnera
palmariamente el principio de culpabilidad, por cuanto se trata de sancionar mera-
mente el resultado de la infracción normativa, asociando a la misma, las caracterís-
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
ticas personales del ser humano, pero no su conducta158, por lo tanto impidiendo
aléticamente la opción de realización en cuanto a la voluntad, o en su caso la no
previsión de lo que sí era previsible.
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Principios constitucionales del poder penal
no comprender los actos que realiza o no dirigir los actos por un decrecimiento de
esa facultad de compresión psíquica, ello puede generar desde la no exigencia de
responsabilidad penal a la atenuación especial de la pena o una valoración sobre
la aplicación del régimen de medidas de seguridad, pero no atendiendo a criterios
de ideología terapéutica165.
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
Ahora bien cuando el defecto del error no es de la entidad para ser insalvable,
la consecuencia es que la imputación dolosa, desaparece, precisamente porque
concurriendo el error impide la formación de un conocimiento y voluntad en cuan-
to a la ejecución de la conducta177; pero dado que la situación errática podía ser su-
perada, es posible la imputación por culpa del hecho, si se satisfacen debidamente
los parámetros de adecuación de la imputación culposa178.
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Principios constitucionales del poder penal
La otra cuestión que debe considerarse es el error que procede por ignorancia
normativa, en el sentido de saber que la conducta realizada está prohibida con
rango de delito, en este caso, el error no tiene relevancia típica, y los efectos, de-
ben ser examinados a nivel de la exigencia de culpabilidad en relación directa a la
conciencia de lo ilícito179.
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
2.4.1 Significación. Quizá lo primero que debe de indicarse respecto del princi-
pio de proporcionalidad –también conocido como de prohibición de exceso– visto
desde la óptica penal, es que surge como un límite para el legiferante, fundamen-
tado en la reserva respecto de la legalidad de la pena, así como de la dignidad de
las personas188, aunque también se a enfocado desde sus perspectivas materiales,
434
Principios constitucionales del poder penal
como límite de límites189. Todo ello implica una enorme responsabilidad del poder
legislativo, por cuanto es el ámbito de la creación de la incriminación penal, cuan-
do se debe ponderar la dosimetría abstracta que se dispondrá como consecuencia
jurídica de la inobservancia del precepto penal190, teniendo ya en ciernes –aun en el
ámbito abstracto– la valía del bien jurídico que será tutelada por la norma penal191.
Esta afirmación no es novedosa, desde la época de Montesquieu se anunciaba que
la pena que no era absolutamente necesaria era tiránica192.
Es bueno no olvidar, que la pena es el recurso más extremo con el cual cuenta
el poder estatal, siendo la más violenta de todas para enfrentar el conflicto del
delito. De ahí que la pena debe ser un instrumento –porque no es un fin en sí mis-
mo– que debe ser utilizado solo en casos de extrema gravedad193, y ello es predi-
cable desde los ámbitos definitorios de la incriminación penal, en este escenario, la
intervención penal –que se hace por el poder legislativo– respecto de los derechos
fundamentales se encuentra controlada por la exigencia de proporcionalidad194.
Actualmente el derecho penal, ante la crisis del Estado en sus diferentes ámbi-
tos, puede ser objeto de una mayor manipulación, y mucho más en el instrumento
de merecimiento de la prohibición, con lo cual se descarga la responsabilidad de
los gobiernos y de la clase política mediante las ofertas de una mayor drasticidad
en la pena, para paliar las demandas del cuerpo social, ante la disparidad de con-
flictos que agobian al mundo de la postmodernidad195, sin embargo la mayor rigu-
rosidad de las penas –y menos las irrazonables– han sido un instrumento útil para
aportar soluciones al problema del delito, más allá de profundizar los problemas
del uso de la prisión.
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Bajo este orden de ideas, la pena si es posible por una parte que descienda por
abajo del grado de culpabilidad201, si así lo aconsejan, situaciones de prevención es-
pecial que es particular e individual del justiciable, y si ello no afecta esencialmente
los aspectos de prevención general; de igual manera, tal como la pena puede ser
fijada por debajo de sus límites normales, la misma puede prescindirse, si ésta es in-
necesaria de acuerdo a los fines de prevención especial, y siempre que mantengan
incólume los parámetros de prevención general. La formulación propuesta, parte
de una idea esencial, en toda la sistemática del derecho punitivo, la favorabilidad
de las normas penales en beneficio del justiciable y no en su perjuicio202.
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Principios constitucionales del poder penal
2.5.2. Exigencia de reserva de ley. Conviene comenzar indicando que del ori-
gen democrático del principio de legalidad y de su función de ser un límite real
al poder penal en cuanto a la configuración del delito y de la pena, se determina
la imperante necesidad de que –delitos y penas– estén sometidos en su creación
únicamente a la ley, en su formulación formal236, es decir que la creación de la in-
criminación y de sus consecuencias jurídicas –penas y medidas de seguridad– solo
puede ser determinada por el poder legislativo237, a él con exclusividad le corres-
ponde la formulación del tipo penal, y de las penas que se le asignan, es decir en el
sistema de fuentes la ley formal, es la única que crea el delito y la sanción238.
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Principios constitucionales del poder penal
En tal sentido, la vigencia del mandato de certeza, implica que las normas
penales deben ser determinadas de manera suficiente259, tanto en el ámbito de
la descripción de la prohibición, como en lo que atañe a la configuración de la
pena260, y ello, es una exigencia sistemática del principio, por cuanto, de nada servi-
ría tener unas normas reservadas al poder legislativo en grado formal, y que fuesen
previas, si las mismas se configuraran de manera vaga o imprecisa261, por cuanto
ello significaría la desregulación de aquéllos mismos principios, en manos de otro
poder que podría a su arbitrio configurar la construcción del delito, mediante la
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Este imperativo del principio de legalidad, exige que los tipos penales se
formulen, de una manera tal, que los hechos prohibidos o los mandatos, estén
descritos de la manera más precisa posible263, como se nota, la exigencia de esta
formulación, está explicitada sobre la actividad configurativa del legiferante, que
tiene el deber de construir tipos penales de la manera más clara y determinada
posible264, con lo cual, se destierran las formulaciones indefinidas, ambiguas o me-
diante cláusulas genéricas265, que no importa una verdadera descripción de la con-
ducta humana, con las modalidades que le sean atinentes y con la constitución de
elementos verificables en la realidad266.
Pero este principio a nivel sistemático cumple otro cometido, por cuanto,
resulta indispensable para que las normas penales puedan cumplir la función de
motivación y de prevención que se les asigna, que los destinatarios de las reglas,
puedan comprenderlas de manera más o menos clara270, de no ser así, la función
motivadora y preventiva de la norma penal271, perdería sentido y no podría ser
exigida ni actual –en sede de tipo– ni potencialmente –en sede culpabilidad–. En
virtud de ello, por el principio de ley cierta se exige que la descripción de prohibi-
ción y de las penas, puedan ser efectivamente conocidas por los gobernados, para
que se determine cuál es el alcance de la prohibición272.
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Principios constitucionales del poder penal
Tan importante es la garantía del mandato de certeza respecto del tipo penal,
que modernamente, también se le señala como garantía de tipicidad286, lo cual
indica que no puede haber delito sin tipicidad287, es por ello que, en la construcción
del tipo penal, están interdictas la utilización de cláusulas genéricas, gaseosas o
porosas, es decir sin sustrato fáctico determinable, que permita una precisión de
las conductas desmerecidas, que ya no pueden ser configuradas de manera difusa,
genérica o confusa, y en consecuencia la ley debe cumplir el mandato de certeza o
de taxatividad en el mayor grado posible288.
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Principios constitucionales del poder penal
Por último debe señalarse que la interpretación restrictiva de los tipos pe-
nales, sí es conforme con el principio de legalidad, que se erige como límite del
poder penal309, y también debe aceptarse la interpretación in buonam partem310,
puesto que tal actividad no significaría, arbitrariedad respecto de la libertad de los
gobernados311.
De ahí que, el énfasis represivo de las penas, sea desplazado por el fin reha-
bilitador de la misma que debe implementarse de acuerdo a la situación personal
del reo, en el más absoluto respeto de su dignidad personal y de las consecuencias
que de ella se derivan, y es que –ya como cuestión práctica– ningún modelo de
inserción o rehabilitación podría funcionar, si no parte de tomar en cuenta la vo-
luntad del ser humano, por ello, es de suma importancia el respeto a la autonomía
e individualidad del ser humano317.
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Conclusión
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Principios constitucionales del poder penal
NOTAS
1 Sobre la idea de Estado moderno y sus características esenciales ver: PECES-BARBA MARTÍNEZ, G.
“Lecciones de Derechos Fundamentales”. Dykinson. Madrid. España. 2005 p 74 y ss.
2 En la doctrina, se vincula al fenómeno del constitucionalismo a los grandes aportes del pensa-
miento liberal, y todos los aspectos que reivindican la primacía del ser humano y la limitación del
poder del Estado. Cfr. PECES-BARBA MARTÍNEZ, G. “La Constitución y los derechos”. Universidad
Externado de Colombia. Bogotá. Colombia. 2006 pp 28 a 30.; AGUILÓ, J. “La Constitución del
Estado Constitucional”. Temis. Bogotá. Colombia. 2004 pp 38 a 40.
3 Hay diferentes enfoques sobre lo que significa Estado de Derecho, en este caso, la idea represen-
tativa de un Estado de Derecho “fuerte” vinculado a la estricta legalidad, me parece –particu-
larmente– defendible. Ver FERRAJOLI, L. “Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia”.
Tomo 1. Teoría del Derecho. Traducción de Perfecto Andrés Ibáñez y otros. Editorial Trotta. Ma-
drid. España. 2011 pp 461 a 462.
4 La idea central es una Constitución que abarca, dimensiones ideológicas, políticas, históricas, éti-
cas, jurídicas y que le da sentido sistemático y dinámico a ellas. Ver RUIZ MIGUEL, C. “Constitucio-
nalismo clásico y moderno. Desarrollos y desviaciones de los fundamentos de la teoría constitucio-
nal”. Centro de Estudios Constitucionales. Tribunal Constitucional del Perú. Primera edición. Lima.
Perú. 2018 pp 53 a 55.
5 A guisa de ejemplo: Constitución Política de Colombia [1991] El “Título II “De los derechos, las
garantías y los deberes”; Constitución del Reino de España [1978] Título I “De los derechos y de-
beres fundamentales”; Ley Fundamental de la República Federal de Alemania [1949] I “Derechos
Fundamentales”. Constitución de los Estados Unidos de América. “Enmiendas a la Constitución de
los Estados Unidos –Bill of Rights”.
6 Los principios constitucionales que limitan la actividad penal del Estado, son un entramado com-
plejo que controlan diferentes áreas de la coerción estatal, aun bajo reserva de no mencionarlos
todos –por el diseño fragmentado que hace la Constitución– pueden indicarse en la Carta magna
los siguientes: principio de dignidad humana –arts. 1 y 10–; principio de lesividad –art. 2–; ga-
rantía de juicio previo –art. 11–; garantía de legalidad procesal –art. 11–; principio de ne bis in
idem –art. 11–; principio de presunción de inocencia –art. 12–; principio de culpabilidad –art. 12–;
garantía de defensa –art. 12–; prohibición de tortura –art. 12–; garantía de no auto-incrimina-
ción –art. 12–; garantía no detención arbitraria –art. 13–; garantía de jurisdiccionalidad de la
detención –art. 13 inciso 2 y 3–; garantía de legalidad de las medidas de seguridad –art. 13 inciso
final–; garantía de legalidad de la pena –art. 14–; principio de legalidad penal –art. 15–; garantía
del juez natural –art. 15 Cn–; garantía de imparcialidad e independencia del juez –art. 16 y 172–;
garantía de prohibición de avocamiento y de seguridad –art. 17 inciso primero–; garantía de
justicia pronta –art. 17 inciso segundo–; garantía de no requisa o pesquisa arbitraria –art. 19–;
garantía de inviolabilidad de la morada –art. 21–; principio de irretroactividad de las leyes y de
retroactividad favorable de la ley penal –art. 21–; garantía de inviolabilidad de la correspondencia
y de las telecomunicaciones –art. 24–; Principio de humanidad de las penas –prohibición de pena
de muerte, de pena perpetua, de penas infamante, proscriptivas, de tormento y de prisión por
deuda art. 27–; principio de resocialización y readaptación –art. 27–; garantía de régimen penal
especial para menores –art. 35–; garantía del jurado –art. 189–; garantía de unicidad de la juris-
dicción –art. 216–.
7 Por ejemplo: URBANO MARTÍNEZ, J. “La legitimidad del derecho penal. Equilibrio entre fines,
funciones y consecuencias”. Primera edición. Universidad Externado de Colombia. Bogotá. Co-
lombia. 2001 pp 118 a 121. Quizá con alguna precisión más podría decirse que en una democracia
el poder siempre debe estar sometido al control, tanto los llamados poderes visibles como los no
visibilizados. Ver BOBBIO, N. “El futuro de la democracia”. Fondo de la Cultura Económica. Nove-
na Reimpresión. México. 2018 pp 36 a 38.
8 Sobre ello: CUELLO CALÓN E. “Derecho Penal”. Tomo I. Parte General. Décima Edición. Barcelona
España. 1951 pp 56 a 63.
9 En tal sentido: BRICOLA F. “Teoría General del delito”. Traducción de Diana Restrepo Rodríguez.
Editorial B de F. Montevideo. Uruguay. 2012; 61 a 65; CARBONELL MATEU, J. “Derecho penal;
concepto y principios constitucionales”. 3ª edición. Tirant lo Blanch. Valencia. España. 1999 pp 84
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a 86; DONINI M. “La herencia de Bricola y el constitucionalismo penal como método. Raíces na-
cionales y desarrollo supranacionales”. Nuevo Foro Penal. N° 77. Bogotá. Colombia pp p 43 y ss.
10 Cfr. DEMETRIO CRESPO, E. “Constitución y Derecho penal. El derecho penal visto desde sus lími-
tes” AA. VV. en “Legalidad y Defensa. Garantías Constitucionales del Derecho y la Justicia Penal”.
N. González Cuellar y E. Demetrio Crespo (Directores) Castillo de Luna. Ediciones jurídicas. Ma-
drid. 2015 pp 65 a 67.
11 Siguiendo una línea de interpretación sobre los principios que descansa en la adjudicación de los
casos respecto de la aplicación del derecho. Cfr. Dworkin R. “El imperio de la justicia”. Traducción
de C. Ferrari. Gedisa. Barcelona. España. 1988 p 193.
12 Tradicionalmente las normas jurídicas en su sentido más general determinan conductas y estas
asocian consecuencias normativas, y en tal sentido, las normas de carácter jurídico se presentan
como prescripciones, en el sentido de proposición, cuando estas tienen por finalidad influir en la
conducta de personas a fin de modificarla. Sobre ello BOBBIO, N. “Teoría General del Derecho”.
Temis. Bogotá. Colombia. 1992 p 21. Ver también GUASTINI, R. “Teoría e ideología de la interpre-
tación constitucional”. 2ª edición. Traducción de Miguel Carbonell y Pedro Salazar. Trotta. Madrid.
España. 2010 pp 73 a 77.
13 Así se ha dicho que los principios permiten sostener: “[…] razones para decidir en un determinado
sentido, pero sin imponer una decisión particular. Los principios pueden conjugarse con otros
principios que maticen su alcance. Además cuando se produce un conflicto entre distintos princi-
pios que pueden aplicarse para la resolución de un supuesto, la aplicación de uno o de otro de-
penderá de su peso específico, de su importancia relativa en el caso concreto […]”. De LUCAS, J.
y otros “Curso de Introducción al Derecho”. Tirant lo Blanch. Valencia. España. 1994 p 98.
14 Sobre ello se afirma: “[…] los principios son normas fundamentales, entendiendo en este sentido
que su modificación o sustitución tiene como efecto directo una transformación del ordenamien-
to o del sector del ordenamiento en el que actúan o desarrollan sus efectos, ya que los primeros
constituyen entre otras cosas, criterios preferenciales de interpretación, a su vez, la nota de fun-
damentalidad se puede entender en diversas formas: 1°) Fundamentalidad jerárquica: se identi-
fica con la jerarquía normativa; 2°) fundamentalidad lógico-deductiva: es la que tienen aquellas
normas de los que pueden ser deducidas por vía lógica otras normas; 3°) fundamentalidad teleo-
lógica: es la que caracteriza las normas que establecen fines u objetivos respecto a otros; y 4°)
fundamentalidad axiológica: se predica de aquellas normas que contienen los valores políticos y
éticos sobre los que se asienta una determinada estructura político social”. PECES-BARBA, G. y
otros “Curso de Teoría del Derecho”. Marcial Pons. Madrid. España. 1999 p 166.
15 El sentido prescriptivo indicado se relaciona más con la clásica formulación de Kelsen quien dis-
tinguía entre el enunciado jurídico y las normas jurídicas en el sentido de preposiciones. “[…] Las
normas jurídicas no constituyen preposiciones, esto es, enunciados declarativos sobre un objeto
del conocimiento. Según su sentido son mandamientos y, en cuanto tales, ordenes, imperativos;
pero no solo mandamientos, sino también permisiones y autorizaciones […] el derecho ordena,
permite, faculta; no informa”. KELSEN, H. “Teoría Pura del Derecho”. 9° edición. Editorial Porrúa.
México D.F. 1997 p 84. Por ello, las normas son parte del deber saber y sus mandatos se cumplen
coactivamente. KELSEN, H. “Problemas Capitales de la Teoría Pura del Derecho”. Editorial Porrúa.
México D.F. 1987 p 177.
16 Así RUBIO LLORENTE, F. “Derechos Fundamentales y Principios Constitucionales. Doctrina jurispru-
dencial”. Ariel. Barcelona. España. 1995 p XIV.
17 Es necesario aquí distinguir entre principios y valores, no obstante su semejante grado de abs-
tracción por estos se entienden “[…] los criterios básicos para enjuiciar las acciones, ordenar la
convivencia y establecer sus fines. De ahí que los valores constitucionales supongan el sistema de
preferencias expresadas en el proceso constituyente como prioritarias y fundamentadoras de la
convivencia colectiva. Se trata de las opciones ético-sociales básicas deben presidir el orden polí-
tico, jurídico, económico y cultural”. BERTRAND GALINDO, F. TINETTI, J. KURI DE MENDOZA, S.
ORELLANA, M. “Manual de Derecho Constitucional”. Tomo I. 1° edición. Centro de Investigación
y Capacitación Judicial. San Salvador. El Salvador. 1992 p 71. Se debe señalar además que recono-
ciéndose el carácter normativo del valor, pesa más su sentido axiológico y el carácter fundamen-
tador que tienen. Ver DÍAZ REVORIO F. “Valores superiores e interpretación constitucional”. Co-
lección Estudios Constitucionales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid. España.
448
Principios constitucionales del poder penal
1997 p 104. Y debe añadirse que su reconocimiento en el constitucionalismo es más reciente. Ver.
GARCÍA, A. “La interpretación de la Constitución”. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid.
España. 1984 p 277.
18 Ver ARAGÓN, M. “Constitución y Democracia”. Tecnos. Madrid. España. 1989 p 93.
19 Quizá convenga hacer la enunciación gráfica en el sentido que los principios pertenecerían más al
plano ontológico, mientras que los valores más al plano axiológico. Ver ALEXY, R. “Teoría de los
derechos fundamentales”. Traducción de Ernesto Garzón Valdéz. Centro de Estudios Constitucio-
nales. Madrid. España. 1993 p 147.
20 Ver GUASTINI, R. “Teoría e ideología de la interpretación constitucional” cit pp 78 a 80.
21 Particularmente se dice: “[…] Los principios por su parte entrañan un grado mayor de concre-
ción y especificación que los valores respecto a las situaciones a que pueden ser aplicados y a las
consecuencias jurídicas de su aplicación, pero sin ser todavía normas analíticas. De otro lado los
principios ya posean un significado hermenéutico [metodológico] ya actúen como fuentes del
derecho [ontológicos] o como determinación de valor [axiológico] reciben su peculiar orienta-
ción de sentido de aquellos valores que especifican o concretan. Los valores funcionan, en suma
como metanormas respecto a los principios y como normas de tercer grado respecto a las reglas
o disposiciones específicas […] De igual modo que los valores tienden a concretarse en principios
que explicitan su contenido, los principios, a su vez, se incorporan en disposiciones específicas o
casuísticas en las que los supuestos de aplicación y las consecuencias jurídicas se hallan tipificadas
en términos de mayor precisión. Tal proceso se realiza en primer lugar, en las propias disposiciones
constitucionales y, a partir de ahí, en las restantes normas de inferior rango que integran el or-
denamiento jurídico”. PÉREZ LUÑO, A. “Derechos Humanos”. Estado de Derecho y Constitución”.
Tecnos. Madrid. España. 1984 pp 291 a 292.
22 Se dice en tal sentido: “[…] El derecho en un Estado de Derecho constitucional hace explicitas el
mismo, en forma de principios sus condiciones sustanciales de justificación, convirtiéndolas por
un lado en requisitos de validez de la legislación y por otro, en criterios interpretativos del Orde-
namiento”. BAYÓN, J. “Principios y reglas: legislación y jurisdicción en el Estado Constitucional” en
“Jueces para la Democracia”. N° 28. Madrid. España. 1997 p 47.
23 Ello indica que, la adopción de los principios limitadores del poder penal, tienen una fuerte conno-
tación política, en relación al ejercicio del poder; en atención a esa realidad histórica, el denomina-
do derecho penal liberal, erigido sobre una base de principios limitativos del poder, debe intelegir-
se como una reacción ante el exceso del ejercicio del poder arbitrario del Estado absoluto, y como
un afán de racionalizar la aplicación del poder punitivo del Estado, discurriendo desde los modelos
iusnaturalistas hasta la positivización en las constituciones de la mayoría de Estados republicanos,
así como en declaraciones y tratados internacionales en materia de derechos humanos.
24 Vid Prologo de Joan Queralt en VV. AA. “Constitución y principios del derecho penal. Algunas
bases constitucionales”. Santiago Mir Puig, Joan J. Queralt Jiménez (Directores). Tiran lo Blanch.
Valencia. España. 2010 p 11.
25 Vid Presentación de Santiago Mir Puig en VV. AA. “Constitución y principios del derecho penal”.
Algunas bases constitucionales” cit p 9.
26 De ahí que su reconocimiento, no admite sometimiento a otros ámbitos normativos por cuanto se
legitiman desde lo interno está acordado desde la constitución en cuanto a la tutela de los dere-
chos del hombre, aspecto que desde una visión valorativa de la fundamentación del derecho sig-
nifica la determinación de un mínimo ético que es irreductible por cuanto para su reconocimiento
no está supeditado al orden positivo. En tal sentido se ha expresado respecto a la consideración
de los principios: “Llamo principios a un estándar que ha de ser observado, no porque favorezca
o asegure una situación económica, política, o social, que se considere deseable, sino porque es
una exigencia de la justicia, la equidad, o alguna otra dimensión de la moralidad”. DWORKIN
Ronald “Los Derechos en Serio”. Editorial Ariel. Barcelona. España. 1984 p 72.
27 Cfr. PRIETO SANCHÍS L. “El constitucionalismo de los derechos. Ensayos de filosofía jurídica”. Edito-
rial Trotta. Madrid. España. 2013 pp 116 a 118.
28 Así se dice que son: “axiomas fundamentales forjados por el hombre desde tiempo inmemorial
que convertidos en patrimonio común de los pueblos civilizados, permiten orientar y encausar el
derecho represivo por senderos de justicia y seguridad jurídica; posibilitando, además a un nutri-
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Principios constitucionales del poder penal
nera trascendente desde un indeterminable derecho natural o de programas políticos, sino como
principios constituyentes del derecho penal; ello porque, más allá de las especificas referencias
penales, la constitución contiene principios generales que vinculan al legislador y a los tribunales
en la conformación de todo el ordenamiento, incluyendo por supuesto el jurídico-penal”. SCNSI
Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
36 Sobre el uso y los alcances de los análisis historiográficos en materia constitucional ver. VARELA
SUANZES-CARPEGNA, J. “Historia e historiografía constitucionales”. Editorial Trotta. Madrid. Espa-
ña. 2015 pp 13 a 25.
37 Se indica: “Tal vez puedan entenderse de otra manera, pero así se conciben aquí, tanto la Consti-
tución y la justicia constitucional como los derechos fundamentales, como artificios jurídicos que
cobran todo su sentido al servicio de la limitación del poder y de la garantía de inmunidad y liber-
tad de las personas […]”. PRIETO SANCHÍS, L. “Justicia Constitucional y derechos fundamentales”.
Segunda edición. Editorial Trotta. Madrid. España. 2009 p 9.
38 Ver. PIETRO SANCHÍS, L. “Garantismo y derecho penal”. Primera edición. IUSTEL. 2011 pp 81 a 86.
39 Sobre este tópico se dijo: “[…] Por ello resulta necesario examinar la Constitución en su conjunto
para extraer de ella lo que se ha denominado el programa penal de la Constitución, es decir, el
conjunto de postulados político-jurídicos y político-criminales que constituye el marco normativo
en el seno del cual el legislador penal puede y debe tomar sus decisiones y en el que el juez ha
de inspirarse para interpretar las leyes que les corresponde aplicar. Los distintos principios que
componen el modelo salvadoreño de Derecho Penal, formulables todos ellos en la forma de pre-
posiciones de implicación o condicionales, en realidad están ligados entre sí; resulta posible pues
formalizarlos y sistematizarlos a partir de su inclusión constitucional. De este modo, los principios
constitucionales del derecho Penal definen el modelo constitucional de responsabilidad penal,
esto es, las reglas del juego fundamentales tanto para la estructuración normativa de los delitos y
las penas en sede legislativa como en la aplicación judicial”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003.
Acum., del uno de abril de 2004.
40 Se sostuvo: “[…] Considerados así, cada uno de los principios de los cuales se compone el Derecho
penal, enuncian una condición sine qua non, esto es, una garantía jurídica, para la aplicación de la
pena: no son por tanto, una condición suficiente en presencia de la cual está permitido o es obli-
gatorio penalizar, sino una condición necesaria en ausencia de la cual no está permitido hacerlo.
Así, la función específica de las garantías constitucionales en el Derecho Penal no es tanto permitir
o legitimar, sino más bien, condicionar y vincular y, por tanto, deslegitimar el ejercicio absoluto
de la potestad punitiva. Tal marco normativo consagrado en la Constitución con relevancia para el
derecho penal, se fundamenta en los valores de libertad e igualdad, y en los principios de pluralis-
mo, razonabilidad y proporcionalidad; así mismo cuenta con preceptos sobre mandatos, prohibi-
ciones y regulaciones que afectan directamente al derecho penal. Este catálogo de prescripciones
constitucionales constituyen el núcleo especifico de fundamentación del sistema penal, con efec-
tos de legitimación y límite a la intervención penal”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum.,
del uno de abril de 2004.
41 Todos los principios van a desarrollas esta doble función de limitación y de protección que es bidi-
reccional, por cuanto la limitación del mismo poder de los representantes del Estado, determina
la probabilidad de defensa de los derechos y libertades de los habitantes; y es que la limitación
del poder estatal, sólo es comprensible cuando se gobierna bajo la configuración de un Estado
constitucional y democrático de derecho, en el cual impera la Constitución y el derecho sobre los
poderes de decisión, únicamente la estructuración de un estado republicano y ceñido a la Consti-
tución, permite la articulación, de todo un bagaje de principios que funcionan como limitadores
para el ejercicio del ius puniendi. Sobre lo anterior ver: DEMETRIO CRESPO, E. “Constitución y
Derecho penal. El derecho penal visto desde sus límites” cit. p 66.
42 En ambas corporaciones del control social, la ordenación de los principios respecto de la actividad
que se desarrolla no puede ser ignorada, la elaboración de las normas penales deben cumplir con
el respecto de los principios informadores del orden constitucional la aplicación e interpretación
de las normas penales, deben descansar sobre el juicio de legitimación de la norma secundaria en
cuanto a su conformidad con los principios de la constitución, de ahí que la actividad de herme-
néutica jurisdiccional debe realizarse de conformidad al sentido de los principios constitucionales.
En relación al control constitucional del derecho penal como forma de control social formalizado
la Sala de lo Constitucional expreso que: “[…] De esta manera, el Derecho Constitucional confor-
451
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
ma la política criminal, que en una primera acotación constituye una forma de control social lo
suficientemente importante para que sea monopolizada por el Estado, y que por tanto, requiere
ser limitada –la política criminal – jurídicamente con la máxima claridad posible como garantía
para el ejercicio de los derechos de la persona humana”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003.
Acum., del uno de abril de 2004.
43 Cfr. RIVERA BEIRAS, i. “Descarcelación. Principios para una política pública de reducción de la
cárcel (desde un garantismo radical)”. Tirant lo Blanch. Valencia. España. 2017 p 70.
44 En tal sentido: SCNSI Ref. 3-2016 del 19 de febrero 2018.
45 Es importante aclarar, que no se presenta un estudio de todo el sistema de principios o de todo el
“programa penal de la Constitución”, sino sólo de algunos de ellos, que atañen al marco del de-
recho penal, y aun dentro de tal área, se abordaran, solo alguno de ellos, puesto que la amplitud
del marco de principios impide por ahora ocuparse de todo ellos.
46 En tal sentido se ha manifestado sobre la primacía del ser humano “[…] Ello significa que la Cons-
titución no es la mera codificación de la estructura político superior del Estado Salvadoreño; sino
que, si bien define esa estructura, lo hace a partir de un determinado supuesto y con un determi-
nado contenido. Ese supuesto radica en la soberanía popular o poder constituyente del pueblo
–Art. 83 Cn– y su contenido está integrado esencial y básicamente por el reconocimiento de la
persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado –Art. 1 Cn– lo que conlleva a la
búsqueda por la efectiva y real vigencia de los derechos fundamentales de la persona. SCNSI Ref.
IS. 15-96/16-96/17-96/19-96/20-96/21-96/23-96. Acum., del 14 de febrero de 1997.
47 Así se afirma: “[…] la protección y el respeto por el ser humano debe erigirse en piedra angular
también en lo relativo a la concepción y construcción del derecho penal y procesal penal. Todo ello
supone una concepción ideológica, tal y como lo indica Albin Eser: “Este conjunto de postulados
de partida obedecen al convencimiento político, jurídico, y filosófico de que debe otorgarse prio-
ridad a la persona frente al Estado”. LLOBET RODRÍGUEZ, J. “La Corte Interamericana de Derechos
Humanos y las garantías penales”. 1ª edición. Editorial Jurídica Continental. San José. Costa Rica.
2018 p 229.
48 En el orden expuesto ver: FERRAJOLI, L. “Democracia y garantismo”. Segunda edición de Miguel
Carbonell. Editorial Trotta. Madrid. España. 2010 p 32 a 33.
49 Se ha indicado sobre la dignidad humana en relación al ejercicio del poder penal: “Las conside-
raciones axiológicas que el preámbulo y el art. 1 Cn., derivan, tratan de prescribir que el Estado
y las demás organizaciones jurídicas tienen tan sólo justificado sentido en la medida en que re-
presentan un medio para cumplir los valores que pueden encarnar en la personalidad individual;
excluyendo la posibilidad de un Estado como fin en si mismo; independiente de los individuos
reales, es decir, lo que se pretende es que la persona humana no quede reducida a un medio
o instrumento al servicio de los caprichos del Estado. Y es que, si se entiende que el auténtico
sustrato de valores es la persona humana, sobre el cual se sustenta la existencia misma del Esta-
do y el Derecho, entonces los valores realizados en el individuo serán los valores fundamentales
que orienten la actividad de tales instituciones, es decir, éstas tendrán razón de ser únicamente
si quedan al servicio del individuo. Por contraposición las actuaciones estatales que reflejen un
transpersonalismo, tienden a afirmar que la persona humana encarna un valor, en tanto es parte
del Estado o es vehículo de productos objetivados por éste; es decir, el individuo carece de una
dignidad propia, y que tan sólo es útil valorativamente cuando sirve de modo efectivo a fines
ajenos a su voluntad y propios del Estado”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno
de abril de 2004.
50 Bajo este ideario de que el hombre no es un instrumento, sino un fin en si mismo, en virtud de
su dignidad humana, y que por lo tanto no puede ser cosificado se dijo en su momento: “No hay
libertad cuando algunas veces permiten las leyes que en ciertos acontecimientos el hombre deje
de ser persona y se repute como cosa” BECCARIA C. “De los Delitos y de las Penas”. Traducción de
Juan Antonio de las Casas. Santa Fe de Bogotá. Colombia. 1992 p 62
51 En tal sentido se ha dicho: “Por tanto debe considerarse el status interno del DIDH a partir del
prisma dignidad humana, pues con ello se preconiza una apertura a la protección efectiva de
ésta. De este modo, la integración normativa entre el derecho constitucional y el DIDH –por la
vía del artículo 144 inc. 2° Cn– es jurídicamente viabilizada por la coincidencia de sus objetivos. Es
decir corresponde al derecho interno, incluido el constitucional, asegurar la implementación de
452
Principios constitucionales del poder penal
las normas más favorables a la dignidad de la persona humana, lo que realza la importancia de
su rol; la protección de los derechos de las personas”. Sentencia de Inconstitucionalidad de la Ley
Antimaras p 183.
52 En relación a la Dignidad humana y los fines del Estado la Sala de lo Constitucional dijo “(...) de
modo figurado la Constitución habla de los fines del Estado (...) ya que estos fines estatales sólo
pueden tener como último objetivo la realización de los fines éticos de la persona humana, por
tanto, los órganos estatales no deben perder de vista que su actividad siempre debe orientarse a
la realización de la persona humana, tanto en la dimensión individual como social, sin anteponer
a este objetivo supremo supuestos “fines” de la colectividad como conjunto orgánico, o del Esta-
do, como ente superior a aquélla, pues en este caso su actuación devendría en inconstitucional
por vulnerar el artículo 1”. SCNSI Ref. 1-92; del 19 de julio 1996.
53 En el ámbito del derecho penal, el respeto por la dignidad humana, es un principio rector, por
cuanto en el orden social, muchas de las diferencias entre los seres humanos en cuanto a la opción
de vida, pretenden ser intervenidas mediante el desarrollo de políticas penales, y en ciertos casos
de manera desmedida, por ello, se ha insistido en el carácter humanizador que debe tener la
potestad de castigar.
54 Respecto de la Dignidad humana como fundamento de la Constitución, el máximo tribunal cons-
titucional expresó: “Es evidente que la Constitución al entrar en vigencia el veinte de Diciembre
de mil novecientos ochenta y tres, no apareció en un vacío jurídico, sino que se incardinó en un
ordenamiento preexistente, el cual no desapareció en su totalidad por la promulgación de la
nueva Ley Suprema, sino que pervivió, aunque afectado y modificado por la nueva regulación
constitucional; ello plantea lo que Luis López Guerra denomina el problema de la inserción de la
Constitución en un ordenamiento forzosamente preconstituido. Para abordar el análisis y resolu-
ción de dicho problema debe tenerse presente que la actual Constitución se construye sobre un
sustrato ideológico, personalista o humanista, distinto al de las Leyes Primarias bajo las cuales se
promulgaron las disposiciones preconstitucionales”. SCNSI Ref. de IS00488. 99 acu. IS00196.99.
55 En tal sentido ver WOLTER, J. “Derechos Humanos y Protección de Bienes Jurídicos en un Sistema
Europeo del Derecho Penal”. Traducción de Francisco Baldó Lavilla en “Fundamentos de un Siste-
ma Penal Europeo del Derecho Penal”. J.M. Bosch Editor. Barcelona. España. 1995 pp 39 a 43.
56 Lo anterior significa que, el ser humano tiene un valor inescindible como tal, mismo que no puede
ser desconocido por la actividad sancionatoria del Estado, lo anterior implicará respecto de esa
condición humana, que a partir de la misma, se estructuran ciertas prohibiciones en el sentido
que, la persona humana no puede ser objeto de discriminación, de que se le trata como objeto
o cosa, de que se le impongan sanciones que representen materialmente tratos o penas crueles,
degradantes o inhumanas.
57 De ahí que las prescripciones que se encuentran en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
políticos –artículo 16– y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos –artículo 3– han
consagrado el respeto que se debe al ser humano. Reconociendo la primacía de la dignidad hu-
mana por ejemplo: CorteIDH Opinión Consultiva 22-16 del 26 de febrero de 2016. FJ. 108.
58 En lo relativo a la Dignidad humana y libertad se ha dicho: “La Constitución Salvadoreña califica
de derecho fundamental no sólo a determinadas libertades –v. gr. libertad de expresión, libertad
religiosa – sino que también confiere un derecho general de libertad, como se deduce tanto del
artículo 2 como del artículo 8, ambos de la Constitución (...). Para dar contenido concretos a ese
derecho general a la libertad, es indispensable recurrir al principio de la dignidad de la persona
humana, art. 1 de la Constitución (...). Si se vinculan ambos conceptos –dignidad y libertad– puede
afirmarse que en la Constitución Salvadoreña subyace una concepción de la persona como ser éti-
co-espiritual que aspira a determinarse en libertad”. SCNSI Ref. 17-95 del 14 de diciembre de 1995.
59 En cuanto a La dignidad humana como limite al poder penal del Estado, se ha expresado.: “Es
necesario además hacer referencia a la relación de la política criminal con los principios constitu-
cionales; a tal fin, podemos considerar que las premisas esenciales determinadas por la Constitu-
ción para el comportamiento estatal en general, y sus concretas manifestaciones en el ámbito
penal son: B. En segundo lugar, el respeto a la dignidad de la persona humana, que es, a decir
del Preámbulo de la Constitución, uno de los “fundamentos de la convivencia nacional”; y a los
derechos fundamentales inherentes a ella, sobre todo porque nuestra Constitución se basa en
una concepción personalista o humanista que –según expone Legaz Lacambra– en su esencia
453
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
“significa dos cosas: una, que el derecho es obra del hombre; otra, que el derecho está al servicio
del hombre”. Tal respeto no debe limitarse a una consideración formal o retórica, sino que tra-
ducirse en una efectiva tutela a los derechos fundamentales de la persona humana”. SCNSI Ref.
15-96/16-96/17-96/19-96/20-96/21-96/23-96. Acum., del 14 de febrero de 1997.
60 Sólo para enunciar un ejemplo, la pena privativa de libertad de las mujeres, debería tener un
enfoque diferenciado respecto de los hombres. Lo indica: RODRÍGUEZ M. “Mujeres en prisión. Un
abordaje desde la perspectiva de género” en AA. VV. “Cárcel y justicia penal en América Latina y
el Caribe”. Elías Carranza (coordinador). Siglo XXI. Editores. México D.F. 2009 pp 199 a 218.
61 La cárcel en sí misma es un lugar de castigo, por ello, es que debe evitarse toda aflictividad adi-
cional, debiéndose asumir una nueva visión sobre la pena de prisión. Ver. COYLE A. “La prisión
del futuro. Cómo reducir el deño que produce a los reclusos y a la sociedad” en AA. VV. “Cárcel
y justicia penal en América Latina y el Caribe”. Elías Carranza (coordinador). Siglo XXI. Editores.
México D.F. 2009 pp 131 a 133.
62 En tanto que la pena es infamante cuando está dirigida a la imposición de una deshonra de la
persona, afrentándola en sus cualidades personales, que no están con relación al hecho come-
tido. Por trato degradante se ha entendido “el que puede crear en las víctimas sentimientos de
temor, de angustia, y de inferioridad susceptible de humillarles, de envilecerles, y de quebrantar,
en su caso su resistencia física y moral”; mientras que tratos crueles son aquellos “tratos inhuma-
nos incluye todos aquellos que producen intensos sufrimientos y daños corporales a veces de
importancia”. Ver BALAGUER SANTAMARÍA, J. “Derechos humanos y privación de libertad en
particular dignidad, derecho a la vida y prohibición de torturas” en AA. VV. “Cárcel y Derechos
Humanos. Un enfoque relativo a la defensa de los derechos fundamentales de los reclusos”. J.M.
Bosch. Editor. Barcelona. España. 1992 p 114.
63 La opinión sustentante acorde con el principio de dignidad humana, es que ni el orden social, ni
el Estado como tal –en cuanto entelequia con fines meramente instrumentales– pueden privar
de la vida a un ser humano, por muy horrendos que sean los crímenes que éste haya cometido;
el poder de matar de manera formalizada en manos de los ciudadanos o en los funcionarios del
Estado, sólo representa la visión de un Estado absoluto, que tiene un poder ilimitado, por cuanto
quien puede decidir sobre la vida de las personas, en tanto si viven o mueren, tiene poder para
tomar cualquiera otra decisión para el orden social. La visión de limitación de semejante poder
arbitrario se refleja en los instrumentos internacionales de derechos humanos, en los cuales, la
eliminación y reducción de la pena de muerte, es una constante, la pena de muerte es comple-
tamente contraria a la dignidad de las personas humanas, y lo es en una doble dimensión, lo es
para quien muere, lo es para quien mata –la sociedad toda– que resulta pervertida en su esencia
más preciada el respeto por el hombre y por la vida humana. Sobre el respeto a la vida humana
y la abolición de la pena de muerte se decía: “¿Qué derecho puede atribuirse a éstos para des-
pedazar a sus semejantes? Por cierto no el que resulta de la soberanía y de las leyes. ¿son más
que una suma de cortas porciones de libertad de cada uno, que representan la voluntad general
como agregado de los particulares? ¿Quién es aquel que ha querido dejar a los otros hombres
el arbitrio de hacerlo morir? Como puede decirse que en el más corto sacrificio de la libertad de
cada particular se halla aquel de la vida, grandísimo entre todos los bienes? Y si fuere así hecho
este sacrificio, ¿cómo se concuerda tal principio con el otro en que se afirma que el hombre no es
dueño de matarse? Debía serlo si es que pudo dar a otro, o a la sociedad entera este dominio”.
BECCARIA, C. “De los Delitos y De las Penas” cit p 74
64 Aún en el pensamiento ilustrado, había una aceptación por la pena de prisión perpetua, en el sen-
tido de ser menos desproporcional –sólo en apariencia – que otro tipo de penas o suplicios pro-
pios de aquella época por ejemplo se expresó por algunos de los paladines de la ilustración: “Sí se
me dijese que la esclavitud perpetua es tan dolorosa y, por tanto igualmente cruel que la muerte,
responderé que sumando todos los movimientos infelices de la esclavitud lo será aún más, pero
estos se reparten sobre todo en vida y aquélla ejercita toda su fuerza en un momento; y en esto
se halla la ventaja de la pena de esclavitud, que atemoriza más a quien la ve que a quien la sufre;
porque el primero considera todo el complexo de momentos infelices, y el segundo esta distraído
de la infelicidad del momento futuro con la del presente” Op. cit p 77. También se expresó: “Hace
ya mucho tiempo que se ha dicho que un hombre ahorcado no sirve para nada, y que los suplicios
inventados para el bien de la sociedad deben ser útiles para ésta. Es evidente que veinte ladrones
vigorosos, condenados a trabajar en obras públicas todo el curso de sus vidas, son útiles al Estado
454
Principios constitucionales del poder penal
por sus suplicios, y que su muerte es únicamente útil para el verdugo que se paga para que mate
hombres en público”. VOLTAIRE en “Comentarios sobre el libro “De los Delitos y de las Penas por
un abogado de provincia” en BECCARIA C. “De los Delitos y De las Penas”. Traducción de Juan
Antonio de las Casas. Editorial Alianza. Madrid. España. 1998 p 133. Sin embargo también se ha
dicho: “Beccaria al sostener que en vez de la pena de muerte debiera adoptarse la de reclusión
por toda la vida, venía a ser propugnador de la pena más cruel, y renunciaba así a su principio
de suavidad de las penas”. CALAMANDREI P. Prefacio y notas en BECCARIA, C. “De los Delitos y
De las Penas”. Traducción de Santiago Sentís Melendo y Marino Ayerra Redin. Ediciones Jurídicas
Europa-América. Buenos Aires. Argentina. 1974 p 146.
65 La pena perpetua entonces adquiere el significado de una sanción vitalicia consistente en el ex-
trañamiento del condenado del resto de la sociedad a consecuencia de la comisión de un delito.
Sin embargo, las penas de prisión perpetuas, pueden ser concebidas de manera más sutil, que son
precisamente las denominadas formas implícitas de prisión perpetuas, en las cuales a pesar de que
la norma penal no reconozca formalmente ese confinamiento de por vida, y por el contrario le
da un parámetro temporal –solamente aparente– por cuanto los efectos materiales de la sanción
penal, son los mismos, en atención a que generan un encarcelamiento del condenado de por vida.
66 La enunciación del principio de lesividad como límite se reconoce en materia de constitucionali-
dad: “[…] En conexión con lo expuesto, es viable afirmar que el establecimiento normativo de la
desviación punible no es totalmente libre en sede legislativa; es decir, la determinación de las con-
ductas sobre las cuales aplicar una sanción, no queda librada a la plena discreción de su configu-
rador normativo, sino que debe obedecer a los lineamientos impuestos por la Constitución: uno
de ellos es el principio de lesividad, según el cual la tipificación de una conducta como delictiva
debe obedecer a una prohibición de realizar conductas que, según las consideraciones del legis-
lador, sean dañosas, es decir, que lesionen o pongan en peligro bienes jurídicos fundamentales”.
SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004. El Tribunal Constitucional
Federal Alemán dice: “Si se amenaza con una pena privativa de libertad, entonces ésta posibilita
la intervención en el derecho fundamental de la libertad de la persona, protegida en el art. 2,
frase 2 LF. La libertad de la persona, que la Ley Fundamental señala como inviolable, es un bien
jurídico de alto rango, que con base a la reserva legal del art. 2 núm. 2 frase 3 LF solo puede ser
intervenido con fundamentos especiales de gran peso […]”. Sentencia de la Sala Segunda de 9 de
marzo de 1994. SCHWABE J. “Cincuenta años de jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal
Alemán”, Traducción de Marcela Anzola Gil. Konrad Adenauer Stiftung. Ediciones Jurídicas Gusta-
vo Ibáñez. Medellín. Colombia. 2003 p 47
67 Es decir, de derechos o bienes que se derivan de la Constitución. Cfr. PALIERO C. “La doble función
del bien jurídico en el ordenamiento constitucional italiano” en AA. VV. “Constitución y principios
del derecho penal”. Algunas bases constitucionales”. Santiago Mir Puig, Joan J. Queralt Jiménez
(Directores). Tiran lo Blanch. Valencia. España. 2010 p 140.
68 MIR PUIG, S. “Derecho Penal”. Parte General. 10 edición actualizada y revisada. B de F. Buenos
Aires. Argentina. 2018 p 131.
69 Sosteniendo tal tesis por todos: FERNÁNDEZ G. “Bien jurídico y sistema de delito. Un ensayo de
fundamentación dogmática”. B de F. Buenos Aires. Argentina. 2004 p 3.
70 Sobre ello: GIMBERNAT ORDEIG, E. “El origen de las penas en Beccaria y su vigencia actual” en
AA. VV. “Constitución y Desarrollo Político”. Estudios en Homenaje al Profesor Jorge de Esteban.
Directores L. López Guerra. J. García Ruíz. J. García Fernández. Tirant lo Blanch. Valencia. España.
2013 p 143.
71 MIR PUIG, S. “Introducción a las bases del derecho penal. Concepto y método”. 2ª edición. B de F.
Buenos Aires. Argentina. 2002 pp 108 a 112.
72 Cfr. BUSTOS RAMÍREZ J. “Derecho Penal”. Tomo I. Fundamentos del Derecho Penal y Teoría del
delito y el sujeto responsable. Segunda edición. Leyer. Bogotá. Colombia. 2008 pp 418 a 419.
73 Al menos para un sector importante de la doctrina, es fundamental la tutela de bienes vitales,
más allá de la mera infracción de la ley que no alcanzaría para justificar por si sola la punición de
las conductas. Así: QUINTERO OLIVARES, G. “Adónde va el Derecho Penal. Reflexiones sobre las
Leyes Penales y los penalistas españoles”. Thomson Civitas. Madrid. España. 2004 pp 141 a 147.
74 Es por ello que, en un derecho penal democrático, la mera infidelidad normativa no puede ser el
fundamento de la punición, aunque ello signifique un desvalor ético de la conducta, éste –cier-
455
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
tamente– es importante, pero esta complementado por la vigencia de lesividad de los bienes
jurídicos; claro ejemplo de ello, es la no punibilidad del denominado delito imposible.
75 Sobre ese aspecto con sus propias particularidades MIR PUIG, S. “Estado, Pena y Delito” B de F.
Buenos Aires. Argentina. 2006 pp 340 a 341.
76 Señalando esos aspectos MOCCIA, S. “De la tutela de bienes a la tutela de funciones”. Entre ilusio-
nes postmodernas y reflujos iliberales”. Traducción de Ramón Ragués I. Vallés en AA. VV. “Política
Criminal y Nuevo Derecho Penal”. Homenaje a Claus Roxin. J. Silva Sánchez (editor) J.M. Bosch
Editor. Barcelona. España. 1997 p 118 a 119.
77 Ver CHIRINO SÁNCHEZ, A. “Perspectivas para una Teoría del Bien Jurídico en el momento actual”.
Un aporte a la discusión de la reforma penal en Costa Rica” en “Democracia, Justicia y Dignidad
Humana”. Homenaje a Walter Antillon Montealegre. Juan Marcos Rivero Sánchez, Javier Llobet
Rodríguez. Compiladores. Editorial Jurídica Continental. San José. Costa Rica. 2004 pp 36 a 37
78 Respecto de la visión de la Tutela de derechos fundamentales se ha dicho: “En relación con el inciso
primero del art. 2 Cn. ya esta Sala manifestó en la Sentencia de 24-V-1999, dictada en el proceso
de Amp. 40-98 lo siguiente: “Nuestra Constitución acertadamente, desde su artículo 2 establece
–haciendo una referencia textual– una serie de derechos –individuales si se quiere– consagrados
a favor de la persona, es decir, reconoce un catálogo de derechos abiertos y no cerrados como
fundamentales para la existencia humana e integrante de la esfera jurídica de las personas. Ahora
bien, para que tales derechos dejen de ser un simple reconocimiento abstracto y se reduzcan a
lo más esencial y seguro, esto es, se aniden en zonas concretas, es también imperioso el recono-
cimiento a nivel supremo de un derecho que posibilite su realización efectiva y pronta. En virtud
de ello nuestro constituyente dejó plasmado en el art. 2 inciso primero el derecho a la protección
jurisdiccional y no jurisdiccional de las categorías jurídicas subjetivas instauradas a favor de todo
ciudadano, es decir, en términos globales, un derecho de protección en la conservación y defensa
del catálogo de derechos descritos en el párrafo anterior”. SCNSI Ref. IS002497.00 ac. 21-98.
79 Sobre tal derivación la Sala ha expresado: “Sobre el fundamento constitucional de dicho princi-
pio, es necesario tener en cuenta la jurisprudencia de este tribunal sustentada en Sentencia de
25-V-1999 pronunciada en proceso de Amp. 167-97 en el sentido que la Constitución salvadoreña
desde su artículo 2 positiva un catálogo de derechos que son fundamentales para la existencia
humana e integrantes de la esfera jurídica de las personas. Para que tales derechos dejen de ser
un simple reconocimiento abstracto y se especifiquen en zonas concretas, es también imperioso
el reconocimiento de un derecho que posibilite su realización efectiva y pronta. En virtud de ello,
el constituyente dejó plasmado en el artículo 2 Inc. 1° Cn el derecho a la protección, lo cual se
traduce en el establecimiento de acciones o mecanismos para evitar que los derechos constitucio-
nales sean violados. Es decir, corresponde al Estado un deber de protección, con la finalidad de
reducir al mínimo posible las conductas dañosas o que pongan en peligro tales bienes jurídicos.
Sin embargo, tal afirmación no significa la imposibilidad de un sector del derecho penal cuantita-
tivamente más amplio, tenga por objeto bienes jurídicos instrumentales, es decir bienes jurídicos
que sirvan de instrumento o medio para salvaguardar los llamados fundamentales”. SCNSI. Ref.
52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
80 En lo relativo a la tutela de derechos respecto de la actividad del Estado, desde una perspectiva
internacional se ha expresado: Fundamento (25) No es el propósito de la Corte hacer un desarro-
llo teórico sobre la relación entre derechos y garantías. Basta señalar que debe entenderse por
garantía en el sentido en que el término está utilizado por el artículo 27. 2. Las garantías sirven
para proteger, asegurar, o hacer valer la titularidad o el ejercicio de un derecho. Como los Estados
Partes tienen la obligación de reconocer y respetar los derechos y libertades de la persona, tam-
bién tienen la de proteger y asegurar su ejercicio a través de las respectivas garantías (art. 1.1) vale
decir, de los medios idóneos para que los derechos y libertades sean efectivos en toda circunstan-
cia. Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión Consultiva. OC/87 del 30 de Enero de
1987. (SER. A) (1987). Sobre la importancia de los bienes jurídicos en cuanto objeto de protección.
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Raxcacó Reyes vs. Guatemala. Sentencia del 15
de septiembre de 2005.
81 Respecto de la ponderación entre tutela de bienes jurídicos y tutela de derechos fundamentales,
en relación con el principio de defensa de bienes jurídicos desde la visión constitucional se ha
considerado: “[…] Del modo expuesto, el Derecho penal desarrolla su finalidad última a través de
la tutela de los presupuestos imprescindibles para la existencia común, que se concreta en los bie-
456
Principios constitucionales del poder penal
nes jurídicos. Dicho concepto condiciona al derecho a la protección, en cuanto esto haga posible
la tutela de los derechos de los individuos, máxime en el marco de un Estado Constitucional de
Derecho, que adopta la dignidad libertad, e igualdad de la persona y los derechos que de tales
valores se deriven, como fundamento de la convivencia nacional y fines hacia los cuales el Estado
debe orientar su actuación, tal como lo dispone la Constitución, en el preámbulo, art. 1 inc. 1 y 2
inc 1. Y es que, si las consecuencias jurídicas del delito –pena y responsabilidad patrimonial – afec-
tan los bienes dotados de relevancia constitucionales, parece claro que su privación sólo se puede
efectuar si la causa que la determina es la defensa de un bien de al menos análoga significación
constitucional”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
82 Señalando ese aspecto: HIRSCH, A. “El concepto de bien jurídico y el principio del daño” en AA.
VV. “La teoría del bien jurídico”. ¿Fundamento de legitimación del derecho penal o juego de aba-
lorios dogmático?” Marcial Pons. Madrid. España. 2016 pp 39 a 40;
83 Cfr. SCHÜNEMANN B. “El principio de protección de bienes jurídicos como punto de fuga de los
límites constitucionales de los tipos penales y de su interpretación” en AA. VV. “La teoría del bien
jurídico. ¿Fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abalorios dogmático?” Mar-
cial Pons. Madrid. España. 2016 pp 193 a 197.
84 En tal sentido, señalando los diferentes enfoques –desde lesión de derechos subjetivos, pasando
por una dimensión fáctica, valorativas, normativas, instrumentales, fundamentales– según las
ideologías penales que los han sustentado ver: FERNÁNDEZ G. “Bien jurídico y sistema de delito”
cit pp 15 a 87.
85 Sobre la necesidad del anclaje constitucional más allá de lo sinuoso de la temática entre otros:
HASSEMER W. “Pueden haber delitos que no afecten a un bien jurídico penal” pp 94 a 99; STER-
NBERG-LIEBEN D. “Bien jurídico, proporcionalidad y libertad del legislador penal” pp 101 a 104;
LAGODNY O. “El derecho penal sustantivo como piedra de toque de la dogmática constitucio-
nal” pp 123 a 130; BÖSE M. “Derechos fundamentales y derecho penal como derecho coactivo”
pp 131 a 140. Todos ellos, en AA. VV. “La teoría del bien jurídico”. ¿Fundamento de legitimación
del derecho penal o juego de abalorios dogmático?” Marcial Pons. Madrid. España. 2016
86 Uno de los aspectos más fundamentales del pensamiento ilustrado fue trazar una clara separa-
ción entre moral, religión y derecho penal, clara manifestación de ello es lo que se prescribe en
el artículo 5 de La Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que dice
en su texto literal: “La loi n´a le droit de défendre que les actions nuisibles a las sociéteé. Tout
ce qui n´est pas défendu par la loi ne peut étre empeché et nul ne peut etre contraint á faire
ce qu´elle n´ordonne pas” o “La ley no tiene derecho de prohibir sino las acciones nocivas a la
sociedad. Lo que no está prohibido por la ley no puede ser impedido, y nadie puede ser obligado
a hacer lo que la ley no ordena” en DORANTES TAMAYO L. “Filosofía del Derecho”. Segunda edi-
ción. Oxford University Press. México D. F. 2000 p 268. Inclusive en el proyecto de la Declaración
Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la redacción de Thoret decía: “Los delitos
que no perjudiquen más que al culpable y no perturben directamente el orden de la sociedad no
deben ser objeto de las Leyes penales”. Así FAURE C. (editora) “Las Declaraciones de los Derechos
del Hombre de 1789”. Fondo de Cultura Económico. México D.F. 1996 p 222
87 Respecto de la prohibición de penalización de conductas meramente inmorales y la afectación al
principio de lesividad, se dijo: “El mandato que para el Estado deriva del art. 2 inc. 1 Cn exige su
intervención para que los derechos materiales del individuo sean reales y efectivos; si proyecta-
mos dicho precepto sobre el derecho penal, se concluye que el Estado está obligado a evitar la
comisión de delitos, es decir la transgresión o puesta en peligro efectivo de bienes jurídicos fun-
damentales e instrumentales. En un primer término, es necesario acotar que la primera limitación
de la esfera de las prohibiciones penales, es que estas se refieran sólo a las acciones reprobables
por sus efectos lesivos para terceros. La ley penal tiene el deber de prevenir los costes individuales
o sociales representados por esos efectos lesivos y sólo ellos pueden justificar el coste de las penas
y prohibiciones. El principio de lesividad veta, a su vez, la prohibición y penalización de compor-
tamientos meramente inmorales o estado de ánimo o, incluso apariencias peligrosas. Y establece
en general la tolerancia jurídico-legislativa de toda actitud o comportamiento no lesivo para
terceros”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
88 Así, los conflictos que se suscitan en el seno del tejido social, tienen la cualidad de ser conflictos
personales, es decir representan en un más o en un menos, una afectación a un interés humano,
ello significa que, los conflictos que se desarrollan en el orden social, se caracterizan por ser con-
457
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
flictos inter-personales, sin distinción a que se trata de dos personas, de un grupo de personas o
de una colectividad de personas; en virtud de ello, y sí el conflicto es una realidad preexistente al
orden penal, el Estado sólo puede intervenir cuando el daño que se cause, tenga una relevancia
tal, que genere una disfunción problemática entre los miembros de la comunidad.
89 En tal sentido se fijan como criterios derivados del principio de lesividad: [a] que la decisión de
prohibir ciertas conductas bajo la articulación de un tipo penal, únicamente resulta justificado
cuando, el ámbito de prohibición se encuentra dirigido a impedir ataques concretos mediante
los cuales se puede injuriar o poner en riesgo bienes jurídicos esenciales; [b] que la elección de
una conducta como relevante para la construcción del tipo penal, solo resulta legitima, si el valor
del interés jurídico a ser protegido es de mayor entidad que el de los derechos fundamentales
que serán objeto de restricción, de no ser así el derecho penal no debe intervenir y la tutela
debe ser dispensada por otra área del derecho de menor intensidad en las consecuencias que se
provocan;[c] cuando se configura el tipo penal, el cual asociara a la prohibición la consecuencia
de la sanción, debe colmarse no sólo el ámbito del merecimiento y necesidad de protección, sino
que también es determinante que el bien jurídico en las consecuencias pueda ser idóneamente
tutelado por el derecho penal, es decir que los efectos que provoque la protección penal, no sean
más nocivos de los que se quiere evitar; [d] la creación de incriminaciones penales para la tutela
de bienes jurídicos valiosos únicamente resulta justificada cuando tal ámbito de merecimiento
es subsidiaria a otras políticas de estado que en su articulación pueden ser más efectivas en la
protección de los bienes jurídicos;[e] el criterio de selección de los bienes jurídicos en cuanto a la
creación de normas penales no debe ser expansivo, ni reactivo, sino restrictivo, es decir debe ser-
vir para frenar el inflacionismo y la expansión del derecho penal, como fenómeno del derecho pe-
nal postmoderno, sólo un derecho penal, bien orientado a las consecuencias que objetivamente
puede alcanzar, será un derecho penal eficaz, dentro del marco del Estado Constitucional. Ver en
sentido general: HASSEMER, W. MUÑOZ CONDE, F. “Introducción a la Criminología y al Derecho
Penal”. Tiran lo Blanch. Valencia. España. 1982 pp 104 a 105.
90 Sobre ese particular: NIÑO, L. “El bien jurídico como referencia garantista”. 1ª edición. Editores del
Puerto. Buenos Aires. Argentina. 2008 pp 65 a 67.
91 Señalando esa relación –usualmente basada en la llamada prohibición de exceso o ÜbermaBver-
bon– BALCARCE, F. “Dogmática Penal y Principios Constitucionales” B de F. Buenos Aires. Argen-
tina. 2014 pp 220 a 223.
92 El aspecto de dañosidad es importante, siendo relevante aun en el modelo anglosajón sobre la
base del llamado “Harm principle” el cual tiene fundamento filosófico en la doctrina utilitarista
de John Stuart Mill quien expresó: “Que la única finalidad por la que el poder puede, con pleno
derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar
que perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral no es justificación suficiente […]”. So-
bre ello ver: HIRSCH, A. “El concepto de bien jurídico y el principio del daño” cit pp 34 a 37.
93 En la jurisprudencia constitucional tal aspecto se ha abordo expresando: “[…] Al aplicar las ante-
riores consideraciones al punto de vista del Derecho Penal, se puede afirmar perfectamente que
este debe tener por objeto de regulación solamente las acciones de una persona en la medida en
que incidan negativamente en la órbita de acción de otras. Cuando el legislador conmina penal-
mente el comportamiento humano con prescindencia de cierta interferencia subjetiva, estaría so-
brepasando las fronteras que la dignidad impone como límite máximo al Derecho y en particular
de las normas criminales […]”. SCNSI Ref. 70-2006/71-2006/5-2007/15-2007/18-2007/19-2007 del
16 de noviembre de 2012.
94 Ya en aquel tiempo decía Beccaria “Fue, pues, la necesidad quien obligó a los hombres a ceder
parte de su libertad propia; y es cierto que cada uno no quiere poner en el depósito público sino
la porción más pequeña que sea posible, aquella solo que baste a mover a los hombres para que
la defiendan. El agregado de todas estas pequeñas porciones de libertad posible forman el dere-
cho a castigar; todo lo demás es abuso y no justicia; es hecho no derecho... Todas las penas que
sobrepasen la necesidad de conservar este vínculo son injustas por naturaleza” BECCARIA, C. “De
los Delitos y de las Penas”. Traducción de Juan Antonio de las Casas cit p 29.
95 Lo resalta LUZÓN PEÑA, D. “Derecho Penal. Parte General”. Tercera edición ampliada y revisada.
B de F. Buenos Aires. Argentina. 2016 pp 89 a 90.
96 Sobre ello SCHÜNEMANN, B. “El principio de “ultima ratio” en derecho penal” ID “Obras”. Colec-
ción Autores de Derecho Penal dirigida por E. Alberto Donna. Rubinzal-Culzoni. Santa Fe. Argen-
tina. 2009 pp 88 a 92.
458
Principios constitucionales del poder penal
97 Lo primero que convendría señalar es que el principio de intervención mínima, en un primer as-
pecto está dirigido al legiferante, en cuanto límite para la construcción de las normas penales, por
cuanto es a ese poder a quien corresponde la potestad de definir lo prohibido con rango penal y
de asociarle consecuencias jurídicas a dichas prohibiciones, en tal sentido ese poder de configura-
ción de toda la normativa penal, le concede al legislador el dominio de incrementar o reducir los
márgenes de la criminalización, lo cual genera consecuencias en la aplicación e interpretación del
orden jurídico penal.
98 Cfr. PRIETO SANCHÍS, L. “Justicia constitucional y derechos fundamentales” cit pp 264 a 274.
99 Particularmente interesante en sus reflexiones HUSAK, D. “Sobrecriminalización. Los límites del de-
recho penal”. Traducción de Rocío Lorca Ferrecio. Marcial Pons. Madrid. España. 2013 pp 157 a 192.
100 De ahí que, no es aceptable, que la tutela de los derechos fundamentales, signifique la restricción
desproporcionada, de los mismos derechos de los ciudadanos. Con lo anterior, estamos indican-
do, que la protección de los intereses del orden social, por el orden jurídico punitivo, únicamente
resulta legitimado en el estado constitucional –que es el estado de las libertades públicas, de
las garantías y del respeto al ser humano– cuando la intervención del poder penal, resulta ser la
estrictamente necesaria, para alcanzar la tutela de los derechos de los habitantes en un marco de
seguridad, paz social y justicia; en tal sentido, el principio de intervención mínima es entendido
como la menor injerencia invasiva del Estado en los ámbitos de libertad del ciudadano, conforme
al principio de reserva constitucional.
101 Así PIETRO SANCHÍS, L. “Garantismo y Derecho Penal” cit pp 57 a 62.
102 Sobre los alcances de la configuración del derecho penal máximo y del derecho penal mínimo
en relación a las normas penales, la Sala de lo Constitucional ha dicho: “[…] Desde las premisas
expuestas, puede diferenciarse las características que definen un Derecho Penal mínimo de un
derecho penal máximo –según el grado de intervención estatal en las libertades–; así según el
primero, no se admite ninguna imposición de pena sin que se produzca la comisión de un delito,
sin que tal punición, sea necesaria y no excesiva, en relación con el carácter lesivo de la conducta,
lo que a su vez conlleva a la exigencia de que se penalicen aspectos exteriores y materiales de
la acción criminosa –no elementos de la interioridad del sujeto – pues sólo así se podrá reflejar
la imputabilidad y culpabilidad del autor,; así mismo tales exigencias carecerían de sentido si el
delito –desviación punible atribuible a un sujeto en virtud de la lesión a un bien jurídico– no está
prevista taxativamente en la ley, y que para su atribuilidad, requiera prueba empírica discutida
ante juez imparcial en un proceso público y contradictorio previamente establecido, e instado por
las autoridades competentes. Según los postulados constitucionales que identifican al derecho
penal salvadoreño conectándolo con los principios que configuran un Estado Constitucional de
Derecho, es claro que el derecho penal mínimo –condicionado y limitado estrictamente– corres-
ponde no sólo al máximo grado de tutela de las libertades de los ciudadanos respecto del arbitrio
punitivo, sino también a un ideal de racionalidad y certeza jurídica. Con ello, resulta excluida
la responsabilidad penal, todas las veces que sus presupuestos sean inciertos e indeterminados;
un derecho penal es racional y cierto en la medida que sus regulaciones son previsibles; y son
previsibles sólo las motivadas por argumentos cognoscitivos que sean susceptibles de refutación
procesal. A la inversa, el modelo de derecho penal máximo –incondicional e ilimitado – es el que
se caracteriza además de su excesiva severidad, por la incertidumbre y la imprevisibilidad de las
conductas y sus respectivas penas; y que, consecuentemente, se configura como un sistema de
poder no controlable racionalmente por la ausencia de parámetros ciertos y objetivos de conva-
lidación o anulación”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
Respecto de los Fundamentos del derecho penal mínimo y del derecho penal máximo ver por
todos: FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón. Teoría del Garantismo Penal”. Traducción de Perfecto
Andrés Ibáñez y otros. Décima edición. Editorial Trotta. Madrid. España. 2011 pp 103 a 109.
103 FERRAJOLI, L. “Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia”. Tomo 2. Teoría de la de-
mocracia. Traducción de Perfecto Andrés Ibáñez y otros. Editorial Trotta. Madrid. España. 2011
pp 346 a 351.
104 GASCÓN ABELLÁN, M. GARCÍA FIGUEROA, A. “Interpretación y Argumentación Jurídica” 1ª edi-
ción. Consejo Nacional de la Judicatura. Escuela de Capacitación Judicial. San Salvador. El Salva-
dor. 2003 pp 14 a 16.
105 Precisamente por lo anterior el denominado inflacionismo penal, es una orientación completa-
mente contraria al principio de intervención mínima del derecho penal en los conflictos sociales,
459
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
por cuanto bajo el ideario de un derecho penal maximizado se convoca al derecho penal como
instrumento de prima ratio en lugar de su orientación de ultima ratio, lo anterior significa que en
la clave del poder político, se recurre al derecho penal como un recurso de primera nivel ante la
compleja conflictividad social, con ello se descuidan otras áreas de intervención de menor inten-
sidad y el impulso de otras políticas públicas, que serían más eficientes que la intervención del
derecho penal para enfrentar los déficits del cuerpo social. Lo anterior no debe ser olvidado por
cuanto significa un averroísmo en el método del discurso entre saber y realidad, con lo cual se
crean antinomias, entre un reconocimiento formal del Estado Constitucional de derecho, lo que
el mismo significa y una práctica autoritaria en cuanto al ejercicio del poder penal.
106 Ver LLOBET RODRÍGUEZ, J. “Garantías y sistema penal. Releyendo hoy a Cesare Beccaria”. Edicio-
nes Jurídicas Arete. San José. Costa Rica. 1999 p 129.
107 Cfr.TERRADILLOS BASOCO, J. “Sistema penal y Estado de Derecho”. Ensayos sobre Derecho Pe-
nal”. ARA Editores. Lima. Perú. 2010 pp 22 a 24.
108 Ver REGIS PRADO, L. “Bien jurídico penal y Constitución”. Traducción de Luis Enrique Alvares
Aranda. 1ª edición en español. ARA Editores. Lima. Perú. 2010 pp 65 a 66.
109 Ello también implica dotar de verdadera eficacia al derecho penal, por cuanto la intervención
de éste será más eficiente y más legitima en cuanto a las consecuencias que dé el mismo se pre-
tenden, de lo contrario el mismo derecho penal quedará deslegitimado, por no poder cumplir
las expectativas que se le han subrogado, con lo cual se debilitara en la conciencia ciudadana la
confianza en la tutela simbólica –racional– que puede ser conferida al derecho penal, y de ahí la
importancia que el principio de intervención mínima cumple para un verdadero derecho penal
que sea eficaz y respetuoso del modelo constitucional.
110 Sobre ese particular se dice: “Según una concepción todavía dominante en la ciencia penal, el
derecho penal contribuye tendencialmente a asegurar las condiciones esenciales de la convivencia
predisponiendo la sanción más drástica como medio de defensa de los bienes jurídicos”. FIAN-
DACA, G. MUSCO, E. “Derecho Penal”. Parte General. Traducción de Luis Fernando Niño. Temis.
Bogotá. Colombia 2006 p 30
111 Así se ha dicho: “El Derecho penal sólo es incluso la última de entre todas las medidas protectoras
que hay que considerar, es decir que sólo se le puede hacer intervenir cuando fallen otros medios
de solución social del problema –como la acción civil, las regulaciones de policía o jurídico-técni-
cas, las sanciones no penales etc.–. Por ello se denomina a la pena como “ultima ratio de la políti-
ca social” y se define su misión como protección subsidiaria de bienes jurídicos. En la medida que
el derecho penal sólo protege una parte de los bienes jurídicos, e incluso ésa no siempre de modo
general, sino frecuentemente (como el patrimonio) sólo frente a formas de ataque concretas, se
habla también de la naturaleza fragmentaria del derecho penal”. ROXIN, C. “Derecho Penal”. Par-
te General. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito. Traducción de la segunda
edición alemana por Diego Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente
Remesal. Reimpresión Civitas. Thomson Reuters. Madrid. España. 2008 p 65.
112 Sin embargo, en cuanto a la construcción de la ilicitud, es menester reconocer y ello es necesario
para la vigencia del aspecto subsidiario del derecho penal, que la construcción de la misma, no
corresponde en muchas áreas de la conflictividad con exclusividad al derecho penal, con lo cual
la intervención del orden penal, también queda condicionada a la eficacia de la intervención de
otras áreas del orden jurídico que pueden inclusive aportar más a la solución del conflicto, por
medidas de menor nivel de intervención en los derechos de los gobernados o por producir menos
consecuencias no queridas pero esperadas en cuanto a la satisfacción del conflicto.
113 Sobre los alcances de la fragmentariedad ver MIR PUIG, S. “Introducción a las Bases del Derecho
Penal” cit pp 110 a 112.
114 También se señala que la protección fragmentaria de los bienes jurídicos representa desde la
noción de la política de intervención del derecho penal, unas cualidades especiales de los objetos
dignos de protección, respecto de la tutela penal esperada, lo cual significa que: a) el bien jurí-
dico debe ser merecedor de la protección penal. Ello significa que dicho interés vital debe tener
un valor suficiente para que al mismo se le pueda dispensar protección, tal aspecto como se ha
señalado inclusive depende de las particulares valoraciones de un contexto histórico-político en
relación a la realidad que se viva en el orden social. b) el bien jurídico debe ser necesitado de
la protección jurídico-penal. Lo cual se entiende en el sentido que, aunque un bien jurídico sea
460
Principios constitucionales del poder penal
461
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
muy posterior”. COUSIÑO MAC IVER, L. “Derecho Penal Chileno”. T. III. Editorial Jurídica de Chile.
Santiago de Chile. 1992 p 5.
121 Esta distinción entre principio de culpabilidad y culpabilidad como categoría de la teoría del de-
lito ha sido correctamente distinguida ya en el ámbito de la doctrina penal, en tal sentido se ha
afirmado: “Cuando en este punto hablamos de la culpabilidad, en cuanto concepto central del
derecho penal, se hace preciso aclarar que en el ámbito de éste, tomado en su contexto, deben
distinguirse tres conceptos de la culpabilidad. En primer término la culpabilidad representa, desde
la perspectiva político-criminal, el principio de rango constitucional, rector de la configuración de
todo derecho penal en el sentido ius filosófico se trata de la idea de la culpabilidad en cuanto
tal”. MAURACH, R. ZIPF, H. “Derecho Penal”. Parte General. 1. Teoría General del derecho penal y
estructura del hecho punible. Traducción de la séptima edición alemana por Jorge Bofill Genzch
y Enrique Aimone Gibson. Editorial Astrea. Buenos Aires. Argentina. 1994 pp. 512 a 513. En el
mismo sentido en cuanto distinguir entre principio de culpabilidad y culpabilidad ver: MUÑOZ
CONDE, F. “El Principio de Culpabilidad” en Terceras Jornadas de Profesores de Derecho Penal.
Santiago de Compostela Universidad Santiago de Compostela, España. 1975. pp 221 y ss; VELÁS-
QUEZ. F. “La Culpabilidad y el Principio de Culpabilidad”. “Revista de Derecho y Ciencias Políticas”.
Volumen 50. Año 1993. Universidad Nacional de San Marcos. Lima. Perú. 1993, p. 283.
122 HIRSCH H. “El principio de culpabilidad y su función en el derecho penal”. Traducción de Daniel R.
Pastor. en “Derecho Penal. Obras completas”. Tomo I. Rubinzal Culzoni. Buenos Aires. Argentina.
1999, pp. 151 a 152. Así el principio de responsabilidad subjetiva o de culpabilidad, incorpora dos
áreas primordiales a saber, en cuanto limitación del poder penal –que se desarrollan en diferentes
consecuencias– y que impiden un uso arbitrario de la función punitiva, las cuales pueden ser sin-
tetizadas de la forma siguiente: a) No está justificado imponer una sanción penal a quien actúe
sin culpabilidad; b) No está justificado que las sanciones que se impongan al culpable, sobrepasen
la medida de su culpabilidad. Estas dos dimensiones del principio de culpabilidad erigen una esfe-
ra de protección sobre todo el sistema penal, consolidando al principio de culpabilidad como un
instrumento garantizador de los derechos fundamentales de los habitantes y limitador del poder
punitivo del Estado.
123 En tal sentido STRATENWERTH, G. “Derecho Penal”. Parte General I. El hecho punible. 4ª edición
totalmente reelaborada. Traducción de Manuel Cancio Meliá y Marcelo A. Sancinetti. Hammura-
bi. Buenos Aires. Argentina. 2005 P 46
124 Ver GARCÍA ARAN, M. “Fundamentos y Aplicación de Penas y Medidas de Seguridad en el Código
Penal de 1995”. Aranzadi. Pamplona. España. 1997 pp 72 a 76.
125 KÜNSEMÜLLER LOEBENFELDER, C. “Culpabilidad y Pena”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de
Chile. 2002 pp 64 a 65.
126 La Sala dijo al respecto del principio de culpabilidad lo siguiente: “Podemos asegurar entonces,
sin ambages que en materia administrativa sancionatoria es aplicable el principio nulla poena sine
culpa; lo que excluye cualquier forma de responsabilidad objetiva, pues el dolo o culpa constituyen
un elemento básico de la infracción tributaria. El jurista español José María Paz Rubio –profesor del
Centro de Estudios Judiciales de Madrid– en conferencia dictada recientemente en el país, al refe-
rirse al principio de culpabilidad en relación a la Constitución, acertadamente sostuvo: “Eso quiere
decir que la pena sólo se puede imponer a la persona culpable, o sea que es necesario que se base
en el principio de culpabilidad y aquí llama la atención que la Constitución de El Salvador es de las
pocas constituciones que garantiza el principio de culpabilidad en el primer inciso del Art. 12 de
la Constitución. Por lo tanto no podría imponerse una pena en base a criterios de responsabilidad
objetiva...””. SCNSI Ref. 3-92/6-92 del 17 de diciembre de 1992. En igual sentido ver: […]
127 Se dijo: “Así, en su sentido más amplio el término culpabilidad se contrapone al de inocencia, sin
embargo, bajo la expresión principio de culpabilidad se incluyen diferentes límites al ius puniendi
que tienen en común exigir, como presupuesto para la determinación legislativa del delito y la
consecuente aplicación judicial de la pena, que pueda recaer en quien cometa el hecho que moti-
va tal aplicación. En esa línea, el art. 12 Cn., establece que persona a quien se impute un delito se
presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad […]”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-
2003. Acum., del uno de abril de 2004; igual reconocimiento del principio en SCNSI Ref. 110-2015
del 30 de marzo de 2016.
128 FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón.” cit pp 480 y 518.
462
Principios constitucionales del poder penal
129 Es de señalar que el apotegma “cogitationis poena nemo petitur” –las ideas no delinquen– se
opone a la máxima “in malefecius voluntas spectatur non exitus” –lo decisivo está en la voluntad
no en el resultado–.
130 Op cit pp 480 a 482.
131 A esa garantía se opone la visión por la cual es Estado tiene facultades para castigar no a los actos
ejecutados por el hombre, sino al hombre mismo en razón de su propia personalidad, de ahí que
la sanción no tiene fundamento en el acto exterior realizado, sino en la totalidad de la persona,
el acto en sí sólo podría alcanzar el valor sintomático de lo perverso del ser o de su personalidad,
y ésta es el fundamento esencial para la imposición de la pena o medida, resulta obvio que este
modelo responde al denominado derecho penal de autor, por el cual no se sancionan esencial-
mente los hechos de la persona, sino su propia personalidad. Op cit p 504.
132 Es por ello que las normas penales que se requieren en la configuración de los tipos penales,
son normas de carácter regulativas y no constitutivas, por cuanto sólo las primeras cumplen la
exigencia aletica de poder de decisión del sujeto, y por ende son capaces de ser comprobadas y
refutadas con fundamentos en hechos, sobre ello: Op cit p 502 a 503.
133 Respecto del principio de exteriorización “El derecho penal no debe tener únicamente por fun-
ción imponer y reforzar la penalización por la comisión de un delito, sino la de impedir la comisión
de acciones dañosas, asimismo, tal función por sí sola no es suficiente para justificar la interven-
ción coactiva del Estado en la vida de los ciudadanos. Para que pueda prohibirse y castigarse con-
ductas se exige además que estas dañen de un modo concreto o pongan en peligro idóneo bienes
jurídicos fundamentales o instrumentales; en ese sentido, el juicio penal no debe versar acerca
de la moralidad –entendida como pura intimidad no trascendente o sobre aspectos sustanciales
de la personalidad del imputado, sino que sólo de hechos que le son imputables, pues sólo éstos
pueden ser empíricamente probados por la acusación y refutados por la defensa”. SCNSI Ref. 52-
2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
134 En un sentido general e ilustrativo, se indica los peligros de la incorporación de presunciones en
relación a las garantías penales. Ver GÓMEZ RIVERO, M. “Presunciones y derecho penal” en AA.
VV. “Constitución, Derechos Fundamentales y sistema penal”. Semblanzas y estudios con motivo
del setenta aniversario del profesor Tomás Salvador Vives Antón. Tomo I. Directores. J.C. Carbone-
ll Mateu, J.L. González Cussac, E. Orts Berenguer. Tirant lo Blanch. Valencia. España. 2009 pp 768
a 786. Ver también TERRADILLOS BASOCO, J. “¿Que defender? Derecho de defensa y derecho
penal sustantivo” en AA.VV. “Derecho Penal, Constitución y Derechos”. R. Rebollo Vargas, F. Te-
norio Tangle (Directores) JB Bosch. Editor. Barcelona. España. 2013 pp 637 a 643.
135 En tal sentido confrontar FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón” cit pp 481 a 482.
136 En lo relativo a la Prohibición de Derecho Penal de autor, se ha dicho: “94. En concepto de esta
Corte, el problema que plantea la invocación de la peligrosidad no sólo puede ser analizado a la luz
de las garantías del debido proceso, dentro del art. 8 de la Convención. Esa invocación tiene mayor
alcance y gravedad. En efecto, constituye claramente una expresión del ejercicio del ius puniendi
estatal sobre la base de las características personales del agente y no del hecho cometido, es decir,
sustituye el derecho penal de acto o de hecho, propio del sistema penal de una sociedad demo-
crática por el Derecho Penal de autor, que abre la puerta al autoritarismo precisamente en una
materia en la que se hallan en juego los bienes jurídicos de mayor jerarquía”. Caso Fermín Ramírez
vs. Guatemala. CorteIDH. Sentencia del 20 de junio de 2005.
137 De ahí que esté prohibido el castigo de la persona en razón de su propio ser, es decir por lo que
ésta persona haya decidido ser según su plan de vida; tampoco se puede sancionar en los térmi-
nos del derecho penal, a la persona en razón de sus carácter, la persona –repetimos– debe asumir
su sanción por los hechos que ha cometido, pero no por las peculiaridades caracterológicas que
tenga, en otras palabras esta conjurada la culpabilidad por el carácter. Sobre ello ver. ROXIN, C.
“Derecho Penal” cit pp 179 a 183.
138 De ahí que se sostenga con toda razón que la conducción de la propia vida no puede ser el fun-
damento de la culpabilidad Cfr. Op cit. 187 a 188.
139 Sobre la prohibición de derecho penal de autor se ha manifestado por el tribunal constitucional
en los términos siguientes: “[…] En relación con el segundo de ellos –principio de responsabilidad
por el hecho – es viable afirmar que éste se opone a la posibilidad de penalizar la apariencia o
modo de ser de las personas ; enlaza este principio con el de lesividad pues, en la creación de los
463
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
tipos penales, el mandato de protección de bienes jurídicos proclama la punición de una conducta
dañosas de dichos bienes jurídicos fundamentales e instrumentales. O cuando menos que pongan
en un peligro lo suficientemente potencial de producir daño; en ese sentido la Constitución al consa-
grar la presunción de inocencia en el art. 12 y la protección de bienes jurídicos en su art. 2 proscribe
el derecho penal de autor”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
140 Con relación al peligrosismo y su prohibición en el orden constitucional a partir del principio de
culpabilidad se ha sostenido que: “[…] Al presuponer determinadas valoraciones legislativas, las
normas y principios jurídico-penales implican una función preventiva limitada por los valores a
cuya protección sirven: en consecuencia la peligrosidad y apariencia predelictual no son conduc-
tas que se puedan prohibir ni castigar, es decir los imperativos contenidos en normas punitivas no
pueden referirse al modo de ser de las personas, sino a los resultados, de sus hechos lesivos de
bienes jurídicos tutelados. Pues la finalidad necesaria y racional a realizar por el derecho penal, es
posibilitar la vida en comunidad a través de la protección de bienes jurídicos, mediante la actua-
ción encaminada a prevenir el delito de aquellas personas que no son potenciales delincuentes,
sino de aquellos que ya han cometido un ilícito. Y es que la exigencia de lesión o puesta en peli-
gro de los bines jurídicos requiere que lo que se incrimine sean hechos y no meros pensamientos
actitudes o modos de vida, comportando la exigencia de un derecho penal de hecho, al que se
oponen la idea autoritaria de un derecho penal de autor, que plasma generalmente, en leyes de
peligrosidad social”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
141 Sobre ello: GÓMEZ MARTÍN V. “Tiene cabida el Derecho penal de autor en un Estado Liberal”.
Instituto de Estudio e Investigación Jurídica. Managua. Nicaragua. 2007 pp 105 a 123. LLOBET
RODRÍGUEZ J. “Nacionalsocialismo y Antigarantismo penal. (1933-1945) Editorial Jurídica Conti-
nental. San José. Costa Rica. 2015 pp 187 a 195.
142 El reconocimiento del principio de culpabilidad de manera expresa en nuestro orden Constitu-
cional, lo ha considerado la Sala de lo Constitucional expresando: La idea expuesta en el acápite
precedente significa como ineludible derivación que el vocablo delito consignado en el Art. 12
inciso primero de la Constitución debe entenderse no en sentido estricto, sino como indicativo de
un ilícito o injusto típico, esto es conducta humana que en virtud del mandato legal se hace repro-
chable a efecto de su sanción; incluyéndose en este concepto a las infracciones administrativas y
específicamente a las tributarias. Esta equiparación que no puede hacerse más que por el rasero
de la teoría general del delito implica que los principios del Derecho Administrativo sancionatorio
son los que se sistematizan en el derecho penal de aplicación judicial, en la medida necesaria para
preservar los valores esenciales que se encuentran en la base del precepto (...) Podemos asegurar
entonces, sin ambages, que en materia administrativa sancionadora es aplicable el principio nulla
poena sine culpa; lo que excluye cualquier forma de responsabilidad objetiva, pues el dolo o culpa
constituyen un elemento básico de la infracción tributaria. El jurista español José María Paz Ru-
bio –profesor del Centro de Estudios Judiciales de Madrid– en conferencia dictada recientemente
en el país, al referirse al principio de culpabilidad en relación a la Constitución acertadamente
sostuvo “Eso quiere decir que la pena sólo se puede imponer a la persona culpable, o sea que es
necesario que se base en el principio de culpabilidad y aquí llama la atención que la Constitución
de El Salvador es de las pocas constituciones que garantizan el principio de culpabilidad en el
primer inciso del Art. 12 de la Constitución. Por lo tanto no podría imponerse una pena en base a
criterios de responsabilidad objetiva (...) SCNSI. Ref. 3-92 ac. 6-92., del 17 de diciembre de 1992.
143 En tal sentido ver FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón” cit p 487.
144 Lo cual por ejemplo se encuentra estatuido en el artículo 4 del Código Penal que reza: “La pena o
medida de seguridad no se impondrá si la acción u omisión no ha sido realizada con dolo o culpa.
Por consiguiente queda prohibida toda forma de responsabilidad objetiva.
145 En lo relativo al Principio de Responsabilidad ver: BORJA JIMÉNEZ E. “Ensayos de derecho penal y
política criminal”. Editorial Jurídica Continental. San José. Costa Rica. 2001 pp 167 a 169.
146 Sin embargo, debe considerarse que al presente, el principio de culpabilidad, ya no se agota exclu-
sivamente en esta originaria consecuencia, sino que a partir de las propias realidades en las cuales
se ha ido desarrollando la actividad humana, el principio ha sido objeto de nuevas reformulacio-
nes para ir ido obteniendo diversos niveles de protección, los cuales se derivan precisamente, de
su formulación de índole constitucional, que como tal, erige un concepto indeterminado –en este
caso la culpabilidad– que permite colmarlo de diferentes contenidos, de acuerdo a las realidades
históricas que se desarrollen.
464
Principios constitucionales del poder penal
147 En tal sentido se cita a Jousse con la máxima penal “la oú il n´y a point de dol , il n´y a point de
crime et par consequent il ne peus pas y avoir de peine” “allí donde no hay dolo no hay crimen
y por consiguiente no puede haber una pena” . Confrontar SCHURMANN PACHECO, R. “Nullum
Crimen Sine Culpa. Dogma y realidad” en “Doctrina Penal”. Año N ° 8 Número 29-32. 1985. De
Palma. Buenos Aires. Argentina. 1985 p 34.
148 En lo relativo al Principio de culpabilidad, y a la prohibición de responsabilidad objetiva, se ha
expuesto: “Sobre la base de esta argumentación es posible por tanto, afirmar no sólo la incom-
patibilidad, respecto del actual contexto jurídico de la responsabilidad por el hecho ajeno, sino
también de la responsabilidad puramente objetiva que, en la medida en que se funda en la sola
causación física del resultado –con exclusión por tanto de la verificación de la participación psi-
cológica– no considera indispensable la plena reconducción de ésta a la personalidad del sujeto
[…]”. MOCCIA, S. “El problema de la responsabilidad objetiva: entre el principio de tipicidad y el
principio de culpabilidad” en AA. VV. “Dogmática y Ley Penal”. Libro Homenaje a Enrique Baci-
galupo. Tomo I. J. López Barja de Quiroga y J. Zugaldía Espinar (coordinadores) Instituto Univer-
sitario de Investigación Ortega y Gasset. Marcial Pons. Madrid. España. 2004 p 539
149 Confrontar VELÁSQUEZ V. Fernando “Derecho Penal.” cit p 284.
150 En tal línea de pensamiento HASSEMER, W. “Persona, Mundo y Responsabilidad. Bases para una
teoría de la imputación en derecho penal”. Traducción de Francisco Muñoz Conde y María del Mar
Díaz Pita. Temis. Santa Fe de Bogotá. Colombia. 1999 pp 54 a 55.
151 Lo anterior es así, porque, lo que se sanciona, con un carácter más enérgico, es únicamente el
resultado sobrevenido y no la intención del agente; tal agravación tiene fundamento en el hecho
que el resultado, se encuentra originado –solo causalmente– en ejecución de una conducta en
el ámbito de la ilicitud, por lo que se pretenden cubrir, todas las consecuencias malignas que se
deriven de tal actuación ilícita, esa es precisamente la base del brocardo “versanti in re illicita
etiam imputatur” o “al que se mueve en lo ilícito hasta la causalidad le es imputable”. La Sala de lo
Constitucional sobre el aspecto de responsabilidad objetiva, aunque manifiesta su contrariedad
con el principio de culpabilidad, matiza lo relativo a ciertas formas de agravación por el resultado.
Por ejemplo: SCNSI Ref. 22-2007 ac., del 24 de agosto de 2015.
152 En lo que respecta a la exigencia de dolo o culpa, se ha manifestado: “[…] además es preciso que
el hecho constitutivo de delito sea doloso, es decir, que haya sido querido por su autor, o cuando
se haya debido a su imprudencia –exigencia de dolo o culpa–“. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-
2003. Acum., del uno de abril de 2004
153 Cfr. GARCÍA ARÁN, M. “El llamado principio de culpabilidad: ¿no hay pena sin culpabilidad? en
AA.VV. “El nuevo Derecho Penal Español”. Estudios Penales en Memoria del Profesor José Manuel
Valle Muñiz”. G. Quintero Olivares. F. Morales Prats (coordinadores) Aranzadi. Navarra. España.
2001 p 409
154 En cuanto al reconocimiento del principio de dolo o culpa se ha dicho: “La idea del principio de
culpabilidad nace principalmente en el principio de responsabilidad de las penas y en el principio
de exigencia de dolo o culpa; el primero de ellos limita la responsabilidad penal a los autores del
hecho delictivo y a los que participen en el cómo inductores coautores o cómplices. En ese orden
de ideas, habida cuenta la asimilación legislativa, el principio de culpabilidad reclama el rechazo
de la responsabilidad penal objetiva y la exigencia que el delito se cometa dolosamente o al me-
nos por imprudencia, es decir a propósito o por una inexcusable falta de cuidado, lo que excluye
la responsabilidad por el resultados vinculados causalmente a la conducta del sujeto, que no eran
previsibles ni evitables”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
155 VELÁSQUEZ V. Fernando “Derecho Penal” cit p 285.
156 De ahí que, la égida del principio de culpabilidad, en su sentido pleno, como garantía constitu-
cional, permite también la tutela del inimputable, en aquellas consecuencias de la garantía de
culpabilidad que le sean aplicables, en virtud de ello se exige para imponer medidas de seguridad
al inimputable, que éste debe haber cometido el acto dolosa o culposamente, ello implica la
adopción de un tipo simple o avalorado. Por ejemplo: MOCCIA, S. “El problema de la responsabi-
lidad objetiva: entre el principio de tipicidad y el principio de culpabilidad” cit p 534.
157 En lo relativo a la neutralización del derecho penal de autor mediante la exigencia de dolo o culpa
se ha considerado: “Pero además el principio de culpabilidad como principio básico del derecho
penal, también puede implicar una contraposición al derecho penal de autor, pues deslegitima la
465
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
punición de conductas sin el elemento subjetivo del delito, es decir , a partir de dicho principio nin-
gún hecho o comportamiento humano es valorado como acción o si no es fruto de una decisión,
por tanto, no puede ser castigado y ni siquiera prohibido, si no es intencional, esto es, realizado
con la conciencia y voluntad necesaria en una persona capaz de comprender y de querer producir
un resultado dañoso”. SCNSI Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
158 Se ha expresado al respecto que: “Los delitos en los cuales no se exige intencionalidad del suje-
to pertenecen a un sistema sin culpabilidad, que se refleja en un ordenamiento penal primitivo
informado por la responsabilidad objetiva, ligada, no al conocimiento, y voluntad de la acción o
del hecho delictivo, sino a un criterio de resultado. Este sistema, en puridad es un ordenamiento
que privilegia estructuralmente la función penal de la defensa social y que por ello, descuida el
elemento subjetivista de la culpabilidad, reputándolo irrelevante en el plano teórico. Mediante
estas figuras delictivas de responsabilidad objetiva, presunta o sin culpa, resultan debilitados tam-
bién la carga de la verificación empírica de los nexos de causalidad y de imputación que enlazan
imputado y delito, junto con el resto de garantías procesales en materia de prueba y defensa”.
SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
159 VELÁSQUEZ V. Fernando “Derecho Penal” cit p 567.
160 Sobre este tópico ZAFFARONI, E. ALAGIA, A. SLOKAR, A. “Derecho Penal.”. Parte General. EDIAR.
Buenos Aires. Argentina. 2000 pp 662 a 663.
161 En lo relativo al principio de culpabilidad en sentido estricto o de atribución personal se ha con-
siderado por la Sala Constitucional: “En otro orden y como manifestación del principio de cul-
pabilidad, el subprincipio de imputación personal impide penalizar al autor de un hecho antiju-
rídico que no alcance determinadas condiciones psíquicas, que le permitan un acceso normal a
la prohibición infringida. Es lo que sucede en el caso de los inimputables, ya sea por ser menores
de edad, ya por causa de enfermedad mental, defecto de inteligencia o percepción, trastorno
mental transitorio. Este principio se apoya en la necesidad que el hecho punible pertenezca a su
autor no solo subjetiva y materialmente, sino que también como producto de una racionalidad
normal que permita verlo como obra de un ser con suficientemente discernimiento. Tal situación
se justifica además en el principio de igualdad, pues la exigencia de imputación personal, como
presupuesto de la punición de las conductas delictivas, obliga a diferenciar a las personas según
sus capacidad de discernimiento delictivo, es decir, sería contrario a la igualdad pretender, que se
impongan penas a personas que no gozan de la misma capacidad de motivación normal, siendo
que las mismas están previstas para quienes pueden ser motivados por la ley penal; pues frente al
sujeto que dispone de una racionalidad que le hace normalmente accesible a la norma penal, es
preferible el mecanismo de la motivación normativa y de la pena como respuesta a una infracción
normalmente atribuible a su autor.” SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de
abril de 2004.
162 Sobre los aspectos ideológicos del poder psiquiátrico como forma de control ver BUSTOS RA-
MÍREZ, J. “Control Social y Sistema Penal”. PPU, Barcelona. España. 1987 pp 289 a 299.
163 En tal sentido MIR PUIG, S. “Revisión de la teoría del delito en un estado social y democrático
de derecho” en “Crimen y Castigo”. Año I. Agosto-2000 N° 1. Editorial Depalma. Buenos Aires.
Argentina. 2001 pp 193 a 194
164 VELÁSQUEZ V. Fernando “Derecho Penal.” cit p 568.
165 Las graduaciones de la sanción en virtud de un trato diferenciado, se entienden legítimas, por
cuanto quien presenta decrecimientos en las facultades comprensivas o volitivas, aun cuando estos
no tornen a la persona en inimputable, no puede ser equiparado a la generalidad de las personas,
que no presentan estas disfunciones, por lo cual, no es posible de acuerdo al principio de igualdad,
partir de un merecimiento de pena en abstracto, es decir para la generalidad de las personas,
ello porque, concurre una situación de hecho, que vuelve a quien adolece de una imputabilidad
disminuida diferente a los demás y por ende debe ser tratado en razón de esa diferencia con una
pena disímil, a la que se depara para la generalidad de los gobernados. La imposición de medidas
de seguridad, en estos casos no es una consecuencia necesaria, ese ideario debe desaparecer del
ámbito penal, las medidas de seguridad no se imponen ex profeso por que una persona adolece
de una afección psíquica, ello es insuficiente para fundar la imposición de medidas de seguridad,
por cuanto la justificación únicamente descansa en el mito del “loco” como persona peligrosa.
QUINTERO OLIVARES, G. “Locos y Culpables”. Editorial Aranzadi. Navarra. España. 1999 p 53.
466
Principios constitucionales del poder penal
166 En esa línea: YACOBUSCCI, G. “El sentido de los Principios Penales”. B de F. Buenos Aires. Argenti-
na. 2014 pp 624 a 625
167 En resumen, culpabilidad y sanción punitiva son intransferibles de la persona del justiciable y ello
debe reflejarse no sólo en materia de sistemática penal, sino en el área del proceso penal y en el
ámbito de la ejecución de la pena o de las medidas de seguridad.
168 ZAFFARONI Eugenio Raúl, ALAGIA Alejandro, SLOKAR Alejandro “Derecho Penal” cit p 886.
169 La anterior realidad, es importante tenerla presente al momento de criminalizar conductas y fijar
sanciones penales en abstracto y en concreto, pues siendo un efecto negativo ciertamente irre-
ductible, sólo puede aspirarse a racionalizar la coerción penal material, en el sentido de disminuir
sensiblemente los límites de la sanción penal, que inflige materialmente un sufrimiento no sólo al
condenado, sino a las personas que forman su grupo social esencial, transfiriendo los efectos de la
sanción a terceros; lo cual es compatible con la utilización del derecho penal en su consideración
de instrumento de ultima ratio.
170 La doctrina se ha esforzado por delimitar y diferenciar correctamente la detención provisional de
la pena de prisión, haciéndose énfasis, en que ambas medidas de coerción responden a propósitos
distinta naturaleza, de tal manera que las mismas –pena de prisión y detención provisional– no
son homologables–más allá de la materialidad en la intensidad de la privación de libertad con
exclusión del régimen penitenciario– y por lo tanto no pueden esperarse que ambas cumplan las
mismas finalidades. Ver por ejemplo: TINETTI, J. SORIANO RODRÍGUEZ, S. MARROQUÍN GALO,
F. JOSA M. SALAZAR TORRES, G. y CRUZ AZUCENA, J. “Ensayos N° 1. Tres Temas Fundamentales
sobre la Fase Inicial del Proceso Penal”. Consejo Nacional de la Judicatura. Escuela de Capacitación
Judicial. San Salvador. El Salvador. 1999 pp 417 a 433. También en el mismo sentido ver LLOBET
RODRÍGUEZ. J. “Prisión Preventiva. Límites constitucionales”. Grijley. Lima. Perú pp 2016 141 A 144.
171 Sobre ello, se ha avanzado en alguna medida, al declararse contrarias a la Constitución algunas
fórmulas que avalan la aplicación de supuestos de prisión preventiva, y realizarse una interpreta-
ción conforme del precepto que regulaba la detención provisional, para entenderla acorde a la
Constitución. SCNSI 37-2007/45-2007/47-2007/50-2007/52-2007/74-2007 del 14 de septiembre
de 2011.
172 Que no tenga fines punitivos la prisión preventiva se ha reconocido reiteradamente en materia de
derechos humanos, por ejemplo: Caso Norín Catrimán y otros vs. Chile. CorteIDH. Sentencia del
29 de mayo de 2014 FJ 311.
173 Jurisprudencialmente se ha dicho sobre el tema: “[…] Sin embargo, la praxis impone que la Cons-
titución autorice algunas restricciones a la libertad durante el desarrollo del proceso penal; pero,
al mismo tiempo, ya que la Constitución optó por consagrar como derecho fundamental la pre-
sunción de inocencia del imputado, ello descarta completamente que la privación de libertad
durante el proceso –que es lo que implica la detención provisional – sea de la misma naturaleza
y persiga los mismos fines que la pena y, por ello, la detención provisional sólo puede tener
por objeto asegurar o hacer posibles los fines del proceso penal, estando constitucionalmente
prohibido trasladar a aquélla los fines que supone la pena, pues ello supondría una inaceptable
tergiversación de la presunción de inocencia”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del
uno de abril de 2004.
174 En tal sentido ver DÍAZ Y GARCÍA CONLLEDO, M. “Los Elementos normativos del tipo penal y la
teoría del error” en “Estudios Jurídicos” en Memoria del Profesor José Ramón Casabó Ruiz. Primer
Volumen. Universitat de Valencia. Valencia. España. 1997 pp 678 a 679.
175 Sobre ese aspecto Cfr. MOCCIA, S. “El Derecho Penal entre ser y valor. Función de la pena y sistemá-
tica teleológica”. Traducción de Antonio Bonano. B de F. Buenos Aires. Argentina. 2003 177 a 180.
176 Acorde con el principio de culpabilidad y con la consecuencia del principio de conocimiento, si
la persona se ha encontrado en una situación de error relevante respecto a la materialidad del
hecho que ejecuta o la compresión de los elementos del tipo penal, su responsabilidad penal se
encuentra excluida, si se quiere un nivel de precisión diremos que en este caso, al situarse el error
en el conocimiento de lo típico, por afectación de la capacidad de conocimiento, el dolo resulta
excluido, cuando esa situación errática era insalvable para la persona en el caso particular, por
cuanto se requiere que el dolo como conocimiento abarque los elementos del tipo penal. Sobre
ese aspecto. PUPPE, I. “Error de hecho, error de derecho, error de subsunción” en “El Error en el
Derecho Penal” AA. VV. Primera edición. AD-HOC. Buenos Aires. Argentina. 1999 pp 89 a 90
467
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
177 FRISCH, W. “El error como causa de exclusión de lo injusto y/o como causa de exclusión de la
culpabilidad” en “El Error en el Derecho Penal” AA. VV. Primera edición. AD-HOC. Buenos Aires.
Argentina. 1999 p 29.
178 VELÁSQUEZ V. Fernando “Derecho Penal” cit p 422.
179 En tal sentido ver DALL´ANESE F. “Derecho Penal: lo científico y lo político en “Democracia, Jus-
ticia y Dignidad Humana”. Homenaje a Walter Antillon Montealegre. J. Rivero Sánchez, J. Llobet
Rodríguez. Compiladores. Editorial Jurídica Continental. San José. Costa Rica. 2004 p 149.
180 La anterior en su momento casi significo un cisma en el derecho penal, en relación a las conse-
cuencias que se podrían producir, si se admitía esta garantía derivada del principio de culpabili-
dad, sin embargo, estas funestas consecuencias nunca se concretaron. Cfr. NIETO MARTÍN, A.
“El Conocimiento del Derecho. Un estudio sobre la vencibilidad del error de prohibición”. Atelier.
España. 1999 p 19.
181 Así se dice: “Aunque no está expresamente consagrada en la legislación argentina, es una cues-
tión de lógica jurídica y expresión de non bis in idem el principio según el cual cuando una cir-
cunstancia está contemplada en el tipo legal no debe ser tomada en cuenta para la cuantificación
de la pena, lo cual se conoce doctrinariamente como prohibición de doble desvaloración. Esta
regla elemental impide que una circunstancia, cuando forma parte de la descripción típica en su
determinación básica o cualificada pueda ser considerada entre los criterios que agraven la pena
pues ya integra el desvalor del injusto que se reprocha. ZAFFARONI Eugenio. ALAGIA A. SLOKAR
A. “Derecho Penal” cit p 1000.
182 Cfr. CORCOY BIDASOLO, M. “Crisis de las garantías constitucionales a partir de las reformas pena-
les y de su interpretación por los tribunales” en AA.VV. “Constitución y sistema penal” S. Mir Puig.
M. Corcoy Bidasolo (directores). Marcial Pons. Madrid. España. 2012 p 168
183 Ver MAIER, J. “Derecho Procesal Penal”. Tomo I. Fundamentos. 3ª reimpresión. Editores del Puer-
to. Buenos Aires. Argentina. 2004 pp 598 a 599.
184 Es menester reconocer, que unos de los instrumentos importantes para reducir la posibilidad
de la doble incriminación es la utilización del concurso aparente de leyes o normas penales; por
cuanto la esencia de los postulados del concurso aparente como lo son los criterios de especiali-
dad, de subsidiariedad, y de consunción; descansan en la prohibición, de penalizar doblemente o
múltiplemente un único hecho; por ello, es que esta garantía es una derivación del axioma de la
culpabilidad, e inclusive vinculada muy estrechamente al principio proporcionalidad, puesto que
resulta irrazonable, que a una persona le sean impuestas diversas penas, ante la subsunción de la
conducta, en varios tipos penales, cuando el hecho generador es uno sólo, y éste puede recondu-
cirse a una exclusiva tipicidad, que desvalora de manera completa la conducta del justiciable.
185 Ver HASSEMER Winfried “Persona, Mundo y Responsabilidad” cit p 57.
186 La materialización de éste principio no se colma con la diferenciación meramente normativa en el
supuesto prescriptivo de la norma penal, para que el principio sea funcional, es necesario que la
diferenciación se haga en el ámbito de la pena, pero no desde la generalidad, porque la genera-
lidad misma, ya tiene una desvalor que está fijado con anticipación, de ahí que el cumplimiento
del principio en el ámbito normativo implica la creación de supuestos normativos especiales que
consideren especialmente el aspecto diferencial de los intervinientes, con un trato disímil res-
pecto a la generalidad, precisamente por este motivo es que la determinación de la pena según
el merecimiento de pena del tipo penal no resuelve el problema, por cuanto el tipo penal y su
merecimiento está determinado in genere sin tomar en cuenta la cláusula de diferenciación. Cfr.
HASSEMER W. “Persona, Mundo y Responsabilidad” cit p 55 a 56.
187 Esta necesidad de diferenciar se encuentra sustancialmente asociado, a la razonabilidad de las
sanciones matizado de profundos aspectos filosóficos y sociológicos ver en tal sentido HASSEMER
W. MUÑOS CONDE, F. “Introducción a la Criminología y al Derecho Penal”. Tirant lo Blanch. Valen-
cia. España. 2004 pp 349 a 355.
188 Ver FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón.” cit p 395.
189 En esa idea: LOPERA MESA G. “Principio de proporcionalidad y ley penal”. CEPC. Madrid. España
2006 p 45; MIR PUIG S. “El principio de proporcionalidad como fundamento constitucional de
limites materiales del derecho penal” en AA. VV. “Constitución y Principios del Derecho Penal:
Algunas bases constitucionales”. S. Mir Puig. J. Queralt Jiménez (Directores) 2010 p 73; GONZÁ-
468
Principios constitucionales del poder penal
LEZ BEILFUSS, M. “El principio de proporcionalidad penal en España” en AA. VV. “El principio de
proporcionalidad penal” J. Lascuraín Sánchez. M. Rusconi (directores). Primera edición. AD-HOC.
Buenos Aires Argentina. 2014 p 237.
190 En lo relativo a la pprohibición de penas desproporcionadas en abstracto, se ha indicado: “[…]: “A
tal fin, no debe olvidarse que, como se ha sostenido antes en la presente sentencia, las medidas
estatales para el combate de la criminalidad deben sujetarse a principios racionales, entre ellos
el de proporcionalidad. De tal principio se habla ya en el art. 8 de la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano según el cual “la ley no debe establecer otras penas que las estric-
ta y evidentemente necesarias”. Y actualmente es reconocido por la doctrina que tal principio
implica: (a) la idoneidad de los medios empleados –en el sentido que la duración e intensidad
de los mismos deben ser los exigidos por la finalidad que se pretende alcanzar–; (b) la necesi-
dad de tales medios –en el sentido que se debe elegir la medida menos lesiva para los derechos
fundamentales, es decir, la que permita alcanzar la finalidad perseguida con el menor sacrificio
de los derechos e intereses del afectado–; y (c) la ponderación de intereses, a fin de determinar
la existencia de una relación razonable o proporcionalidad de la medida con la importancia del
bien jurídico que se persigue proteger”. SCNSI Ref. 15-96/16-96/17-96/19-96/20-96/21-96/23-96.
Acum., del 14 de febrero de 1997.
191 Cfr. AGUADO CORREA, T. “El principio de proporcionalidad en el derecho penal. Especial consi-
deración de los delitos de peligro abstracto” en AA. VV. “El principio de proporcionalidad penal”
J. Lascuraín Sánchez. M. Rusconi (directores). Primera edición. AD-HOC. Buenos Aires Argentina.
2014 pp 56 a 57.
192 Es importante citar en este contexto que la Declaración Francesa de 1789 en su artículo 8° pres-
cribía que: “La loi ne doit établir que des peines strictement nécessaires et nul ne peut étre puni
qu´en vertu d´une loi établie et promulguée antérieurement au délit et légalement appliquée”
o “La ley no debe establecer sino las penas estrictamente necesarias y ninguno podrá ser cas-
tigado sino en virtud de ley establecida y promulgada con anterioridad al delito y legalmente
aplicada”. DORANTES TAMAYO, L. “Filosofía del Derecho...” cit p 269. Ilustra sobre este aspecto
del pensamiento ilustrado con cita de Beccaria LLOBET RODRÍGUEZ, J “Beccaria y el nacimiento
del garantismo constitucional en el derecho penal y procesal penal” en “AA. VV. en “Legalidad y
Defensa. Garantías Constitucionales del Derecho y la Justicia Penal”. N. González-Cuellar Serrano y
E. Demetrio Crespo (Directores) Castillo de Luna. Ediciones jurídicas. Madrid. 2015 pp 97 a 98.
193 FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón” cit p 396.
194 Ver sobre ello: BERNAL PULIDO C. “Proporcionalidad, derechos fundamentales y ley penal” en
AA. VV. “El principio de proporcionalidad penal” J. Lascuraín Sánchez. M. Rusconi (directores).
Primera edición. AD-HOC. Buenos Aires Argentina. 2014 pp 95 a 100.
195 Precisamente, el principio que se desarrolla –Poena debet commesurari delicto– implica reconocer
que la pena como potestad estatal, no se justifica cuando no es una repuesta, para la tutela o
las ofensas de bienes jurídicos trascendentales para la convivencia de la sociedad; y ello cuando
no concurran otras alternativas, más idóneas para la mediación y solución del conflicto, y con el
menor sacrificio de los derechos fundamentales que pueden ser afectados. Cfr. MIR PUIG S. “El
principio de proporcionalidad como fundamento constitucional de limites materiales del derecho
penal” cit 76 a 77.
196 Sobre la necesidad de la pena ROXIN, C. “Derecho Penal.” cit pp 983 a 984.
197 MIR PUIG S. “El principio de proporcionalidad como fundamento constitucional de limites mate-
riales del derecho penal” cit 77.
198 En cuanto a la necesidad de la pena, debe despejarse un dogma que hasta hace poco lustros,
imperante en el ámbito del derecho penal, el cual predicaba que a delito cometido culpablemen-
te, fatalmente debería corresponder la imposición y ejecución de una pena; esta visión es una
especie de retribucionismo absoluto, por el cual, para purgar completamente la culpabilidad, era
necesaria la imposición de la pena, por cuanto sólo así se afirmaba la validez del derecho. Ob-
viamente, este postulado comenzó a reducirse, con el advenimiento de los subrogados penales,
que permitían la no ejecución de la pena o su ejecución incompleta, mediante las opciones de
prevención especial positiva; y en la actualidad se ha avanzado más cuando se sostiene que por
fines de prevención especial –sin que mengue el aspecto mínimo de la prevención general– es
posible no imponer pena al culpable o no ejecutarla, si con ello se logran los fines del derecho
469
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
penal, y teniendo en cuenta que el recurso a la pena generaría un mayor costo que beneficio en
el caso en particular.
199 Cfr. DE LA MATA BARRANCO, N. “El principio de proporcionalidad penal”. Tirant lo Blanch. Valen-
cia España 2007 pp 99 a 102.
200 En tal sentido ROXIN, C. “La evolución de la Política Criminal, el Derecho Penal y el Proceso Penal”.
Traducción de Carmen Gómez Rivero y María del Carmen García Cantizano. Tirant lo Blanch. Va-
lencia. España. 2000 pp 72 a 73.
201 Sobre los límites del principio de culpabilidad en relación a la necesidad de la pena, y fijación por
debajo del grado de culpabilidad se ha dicho: “Por el contrario, desde el punto de vista de teoría
de la pena no hay objeción alguna contra una pena cuya cuantía se quede por debajo de la me-
dida de la culpabilidad. Ciertamente la pena no puede sobrepasar la medida de la culpabilidad,
pero puede no alcanzarla siempre que eso lo permita su fin preventivo. ROXIN Claus “Derecho
Penal” cit pp 100 a 101.
202 Nótese que esta forma de entender el principio de necesidad de pena, pasa por que se cumplan
también los fines preventivos del derecho penal, los cuales no pueden ser puestos en riesgos,
y cada caso en particular debe ser contrastado con la necesidad o no de la pena y de los fines
preventivos de acuerdo a las características particulares del hecho y de la persona; siendo precisa-
mente este marco de diferenciación el que permitirá apreciar la singularidad de cada caso, con lo
cual también se mantiene indemne el principio de igualdad en la aplicación de la normativa penal,
puesto que solo se trata de manera similar los casos con afinidad de entidad.
203 Lo enuncia bajo esa perspectiva por ejemplo: MIR PUIG S. “El principio de proporcionalidad como
fundamento constitucional de limites materiales del derecho penal” cit 79 y ss. Una dirección del
pensamiento constitucional acude a la proporcionalidad, y al test de ponderación para resolver
aspectos conflictivos entre principios o derechos de rango constitucional. Cfr. ALEXI R. “Teoría
de los Derechos fundamentales”. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. España. Madrid.
España. 1997 p 111 y ss; BERNAL PULIDO C. “El principio de proporcionalidad y los derechos fun-
damentales” Cuarta edición actualizada. Universidad Externado de Colombia. Bogotá. Colombia.
2014 pp 720 A 727; LOPERA MESA, G. “Posibilidades y límites del principio de proporcionalidad
como instrumento de control del legislador penal” en AA. VV. “Constitución y Principios del De-
recho Penal: Algunas bases constitucionales”. S. Mir Puig. J. Queralt Jiménez (Directores). Tiran lo
Blanch. Valencia. España 2010 pp 107 a 108.
204 Ver LUZÓN PEÑA, D. “Curso de Derecho Penal” cit pp 93 a 94.
205 Precisamente por eso, no es ocioso manifestar, que justamente la cuestión de la proporcionali-
dad, surgió de la necesidad de graduar las medidas de seguridad, que tenían una duración in-
determinada, propia de la ideología del tratamiento terapéutico. Corresponde aquí examinar la
dimensión del principio de proporcionalidad en sentido estricto, desde una doble vertiente: a) la
de necesidad de pena o medida de seguridad; b) la de proporcionalidad de la pena y de la medida
de seguridad.
206 Sobre ese aspecto se ha dicho: “En la previsión legislativa de la pena correspondiente al delito el
principio de proporcionalidad requiere una relación de adecuación entre gravedad de la pena y
relevancia del bien jurídico que protege la figura delictiva y a su vez entre la misma y las distintas
forma de ataque al bien jurídico que la conducta delictiva puede presentar. Como todo juicio de
proporcionalidad se resuelve éste en valoraciones y comparaciones, es decir en una ponderación.
Como catálogo de orientaciones puede decirse que las penas más graves deben reservarse para
los delitos que ataquen los bienes jurídicos más fundamentales, por lo que la medida máxima de
las penas bien podría establecerse a partir de los delitos contra la vida y la salud, situándose estos
bienes en la cúspide del ordenamiento jerárquico de bienes jurídicos como parece propio de un
Estado social y democrático de derecho”. BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, I. ARROYO ZAPATE-
RO, L. FERRE OLIVÉ, J. SERRANO PIEDECASAS, J. GARCÍA RIVAS, N. “Lecciones de Derecho Penal”.
Parte General. Editorial Praxis. Barcelona. España. 1996 p 51.
207 En relación a ese punto, incluyendo la valoración de penas alternativas: LOPERA MESA, G. “Posi-
bilidades y límites del principio de proporcionalidad como instrumento de control del legislador
penal” cit pp 115 a 116.
208 Es ilustrativa en el control de constitucionalidad por parte del poder judicial enunciado así: “[…]
470
Principios constitucionales del poder penal
471
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
214 Tal visión es una superación de la doctrina de la sujeción terapéutica de claro cuño positivista
decimonónico, que consideraba a las medidas de seguridad una especie de formas inocuas y pié-
ticas, que sólo se utilizaban en beneficio de las personas, y que se estructuraban en la necesidad
curativa y en la peligrosidad del agente, por lo cual se justificaba la indeterminación de dichas me-
didas, lo cual ha sido en esta época completamente superado, al haberse abdicado la ideología
de la defensa social de clara impronta autoritaria y anti-humanista Ver VELÁSQUEZ V. F. “Derecho
Penal” cit pp 695 a 696.
215 El artículo 4 del Código Penal determina expresamente que para imponer medidas de seguridad
la conducta debe ser lesiva para un bien jurídica y realizada mediante dolo o culpa.
216 Ahora bien, dicho parámetro de contención, no significa que al inimputable, por el hecho co-
metido tenga que imponérsele el máximo del período que fija la determinación del tipo penal
en cuanto a la sanción, ello porque la dosimetría concreta de la medida, debe ser fijada por el
tribunal, indicando cual será el quantum de la medida que deberá imponerse a la persona, y los
parámetros para tal decisión se corresponde entre el límite mínimo y el máximo que tiene acor-
dado cada tipo penal, en clave de una motivada expresión sobre las circunstancias del hecho, y la
valoración del nivel de peligrosidad de la persona, sin que se sobrepase el limite legalmente fijado
para el delito.
217 Así se indica que resulta importante valorar la gravedad del hecho y la personalidad del inculpa-
do, fundado todo ello en la determinación legal: Ver. QUINTERO OLIVARES, G. “La realidad del
principio de proporcionalidad en el derecho penal español” en AA. VV. en “Legalidad y Defensa.
Garantías Constitucionales del Derecho y la Justicia Penal”. N. González-Cuellar Serrano y E. Deme-
trio Crespo (Directores) Castillo de Luna. Ediciones jurídicas. Madrid. 2015 pp 159 a 171.
218 Sobre ello Cfr. DEMETRIO CRESPO, E. “Prevención general e individualización judicial de la pena”.
Segunda edición. B de F. Buenos Aires. Argentina. 2016 pp 356 a 357.
219 Cfr. ÁLVAREZ GARCÍA, F. “Reflexiones sobre el principio de legalidad” en AA. VV. “Nuevas posi-
ciones de la dogmática jurídica penal”. Cuadernos de Derecho Judicial. Consejo General del Poder
Judicial. Madrid. 2006 pp 306 a 307.
220 En lo relativo al Principio de legalidad de la pena, se ha expresado que: “Dicho principio asegura
a los destinatarios de la ley que sus conductas no pueden ser sancionadas sino en virtud de una
ley dictada y promulgada con anterioridad al hecho considerado como infracción. Es decir que
este principio no sólo constituye una exigencia de seguridad jurídica que requiere el conocimiento
previo de los delitos o infracciones y de las penas o sanciones, sino que también constituye una
garantía política hacia el ciudadano de que no puede ser sometido a penas o sanciones que no
hayan sido aceptadas previamente, evitando así los abusos de poder (...). Así, a la norma jurídica
que garantiza el principio de legalidad de la pena se le imponen ciertos requisitos: 1. Lex praevia
que implica la prohibición de la retroactividad de las leyes sancionadoras; 2. Lex scripta que exclu-
ye la costumbre como posible fuentes de delitos (infracciones) y penas (sanciones) e indica que
la norma jurídica tiene categoría de ley cuando emanada del Órgano Legislativo; y 3. Lex stricta
exige que la ley establezca en forma precisa las diversas conductas punibles y las sanciones respec-
tivas. SCNSA Ref. 422-97 del 28 de mayo de 1999.
221 ALCACER GUIRAO, R. “El derecho a la legalidad penal y los límites de actuación del Tribunal Cons-
titucional” en AA. VV. “Constitución y principios del derecho penal”. Algunas bases constitucio-
nales”. Santiago Mir Puig, Joan J. Queralt Jiménez (Directores). Tiran lo Blanch. Valencia. España.
2010 p 20.
222 En igual sentido, el poder judicial en el ámbito de la aplicación de la ley, encuentra límites precisos
que le son fijados desde el principio de legalidad; en virtud de ellos es plausible sostener que el
principio de legalidad tiene un carácter defensivo frente a los abusos del poder en el ámbito de
la sistemática penal, que es precisamente el área más sensible en cuanto a la restricción de los
derechos fundamentales. Ver sobre ello: GÓMEZ-BENÍTEZ, J. “Estudios Penales”. Colex. Madrid.
2001 p 305. SARRABAYROUSE, E. “La crisis de la legalidad, la teoría de la legislación y el principio
in dubio pro reo: una propuesta de integración” en AA. VV. “La crisis del principio de legalidad
en el nuevo derecho penal: ¿decadencia o evolución? J. Montiel (editor) Marcial Pons. Madrid.
España. 2012 p 33.
223 Así se señala por Beccaria que: “[…] el fin de las penas, no es atormentar y afligir a un ser sensi-
ble, ni deshacer un delito ya cometido... El fin, pues, no es otro que impedir al reo causar nuevos
472
Principios constitucionales del poder penal
daños a sus conciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales”. BECCARIA C.
“De los Delitos y de las Penas”. Traducción de Juan Antonio De Las Casas cit p 45; en similar senti-
do se había pronunciado Hobbes al sostener que: “Todo el mal que se inflige sin intención, o sin
posibilidad de disponer al delincuente, o a otros hombres (a ejemplo suyo), a obedecer las leyes
no es una pena sino un acto de hostilidad, ya que sin semejante fin ningún daño hecho queda
comprendido bajo esa denominación”. HOBBES T. “Leviatán”. México. Fondo de Cultura Econó-
mica. México D.F. 1994 Capitulo 28.
224 Por ejemplo: SOLA ROCHE, E. “El principio de legalidad como garantía criminal” en AA. VV. “Es-
tudios de Derecho Penal”. Homenaje al profesor Santiago Mir Puig. J. Silva Sánchez. J. Queralt Ji-
ménez, M. Corcoy Bidasolo, M. Castiñeira Palou (Coordinadores) B de F. Buenos Aires. Argentina.
2017 p 403.
225 “I) Toda imposición de pena presupone una ley penal (nulla poena sine lege). Por ende sólo la
conminación del mal por la ley es lo que fundamenta el concepto y la posibilidad jurídica de una
pena; II) La imposición de una pena está condicionada a la existencia de la acción conminada
(nulla poena sine crimine). Por ende es mediante la ley como se vincula la pena al hecho como
presupuesto jurídicamente necesario; III) El hecho legalmente conminado (el presupuesto legal)
está condicionado por la pena legal (Nullum crimen sine poena legali). Consecuentemente el mal,
como consecuencia jurídica necesaria se vinculará mediante la ley a una lesión jurídica”. FEUER-
BACH P. “Tratado de Derecho Penal”. Común vigente en Alemania. Traducción al castellano de
la 14° edición alemana (Giessen 1847) por Eugenio Raúl Zaffaroni e Irma Hagemeier. Segunda
edición. Editorial Hammurabi. Buenos Aires. Argentina. 1989 p 63
226 Cfr. RODRÍGUEZ MOURULLO, G. “La reserva de ley para la regulación de los delitos y las penas
desde la perspectiva constitucional” en AA. VV. “Estudios de Derecho Penal”. Homenaje al profe-
sor Santiago Mir Puig. J. Silva Sánchez. J. Queralt Jiménez, M. Corcoy Bidasolo, M. Castiñeira Palou
(Coordinadores) B de F. Buenos Aires. Argentina. 2017 p 384.
227 Ver NAUCKE, W. “La progresiva pérdida del contenido del principio de legalidad penal como con-
secuencia de un positivismo relativista y politizado”. Traducción de Pablo Sánchez-Ortiz Gutiérrez
en “La Insostenible Situación del Derecho Penal”. Editorial Comares. Granada. España. 1999 pp
533 a 535
228 ROIG TORRES, M. “Sobre la imposibilidad de crear delitos y establecer penas mediante Decre-
tos-Leyes” en AA. VV. “Constitución, Derechos Fundamentales y sistema Penal”. Semblanza y es-
tudios con motivo del setenta aniversario del profesor Tomás Salvador Vives Antón. Tomo II. J.
Carbonell Mateu. J. González Cussac. E. Orts. Berenguer. Directores. Tirant lo Blanch. Valencia.
España. 2009 p 1684.
229 Cfr.Sobre la construcción general de las normas: HART H. “El concepto del derecho”. Abeledo
Perrot. Buenos Aires. Argentina. 1963 p 155.
230 Desde esa dimensión: DE VICENTE MARTÍNEZ, R. “El principio de legalidad penal ¿En período
de rebajas? en AA.VV. “Legalidad y Defensa. Garantías Constitucionales del Derecho y la Justicia
Penal”. N. González-Cuellar Serrano y E. Demetrio Crespo (Directores) Castillo de Luna. Ediciones
jurídicas. Madrid. 2015 p 115
231 Indicando el contenido político del principio: FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón”. cit p 36.
232 De ahí que el principio de legalidad en este desarrollo evolutivo, abarca tanto el ámbito de la
seguridad jurídica, como la tutela de la libertad individual de los gobernados; y sobre ambos
aspectos se genera una diferente garantía: respecto de la seguridad jurídica –entre nosotros ele-
vado al rango de derecho individual – el principio de legalidad, exige que únicamente por ley
emanada del poder legislativo, puedan restringirse los derechos fundamentales de los habitantes
de la República; en cuanto a la seguridad jurídica se garantiza que la predeterminación de la
norma penal, y su correspondiente taxatividad en su formulación constructiva. En tal sentido
respecto de esta connotación del principio de legalidad se ha sostenido que: “[…] El principio de
legalidad tiene un fundamento político-criminal, en el sentido que sólo puede entenderse razona-
blemente que los ciudadanos se abstengan de realizar determinada conducta si la prohibición es
perceptible previamente y con la claridad suficiente: sólo el carácter previo y taxativo de la norma
proporciona certeza a los individuos para orientar sus actos. Si bien el principio de legalidad tra-
dicionalmente se ha entendido como una norma dirigida a los jueces, el principio de legalidad a
su vez, prescribe al legislador la obligación de garantizar la posible verificación y refutación de los
473
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
supuestos típicos penales. En consecuencia se viola dicho principio en el caso de figuras delictivas
cuyos elementos constitutivos están formulados en términos cuya interpretación no permite una
verificación precisa, incentivando diversas opciones interpretativas de carácter subjetivo en el juz-
gador” SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
233 Tal cuádruple formulación es aceptada por la doctrina penal de manera unánime, sólo para ejem-
plificar son citables: CARBONELL MATEU J. “Derecho Penal: Concepto y principios Constituciona-
les” cit p 111; ZAFFARONI E. “Tratado de Derecho Penal”. Parte General. Tomo I. Cárdenas Editor.
Primera Reimpresión. México D.F. 1997 p 131; BACIGALUPO E. “Las bases institucionales de la
política criminal española en los últimos años. El principio de legalidad como tarea inconclusa”
en AA. VV. “De las Penas”. Homenaje al profesor Isidoro de Benedetti. Depalma. Buenos Aires.
Argentina. 1997 p 2; MIR PUIG S. “Introducción a las Bases del Derecho Penal”. p 128; HASSEMER
W. “Fundamentos del Derecho Penal”. Traducción y notas de Francisco Muñoz Conde y Luis Arro-
yo Zapatero. Bosch. Barcelona. España. 1994 p 313 a 314.
234 Esa formulación del principio de legalidad la reconoce el máximo Tribunal constitucional cuando
señala que: “El principio de legalidad surge esencialmente como una concreción coetánea al
Estado de Derecho; específicamente en el ámbito del derecho estatal sancionador. Tal princi-
pio postula el sometimiento al imperio de la ley como presupuesto de la actuación punitiva del
Estado sobre los ciudadanos, a partir de las siguientes exigencias: la existencia de una ley (lex
escripta); que sea anterior al hecho sancionado (lex previa); y que describa un supuesto de hecho
estrictamente determinado (lex certa) lo que significa un rechazo de la analogía como fuente
creadora de delitos y penas e impide como limite a la actividad judicial que el juez se convierta en
legislador”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
235 ALCACER GUIRAO, R. “El derecho a la legalidad penal y los límites de actuación del Tribunal Cons-
titucional” cit p 19.
236 En relación a la ggarantía de reserva de ley, respecto de los delitos se ha precisado que: “Con rela-
ción a la libertad –y en parte con el patrimonio– también está reservada a la ley la elaboración del
catálogo de los delitos y las penas, como supuestos que habilitan al Estado a privar de la libertad,
vía pena de prisión, o a afectar el patrimonio, vía pena de multa; y es que desde Beccaria la teoría
del delito ha establecido que las conductas delictivas deben estar previamente tipificadas por una
ley formal, de manera que no se puede crear por medio de un decreto ejecutivo, sino que debe
concurrir la voluntad del pueblo, a través de sus representantes, señalando el tipo de conductas
que se quiere que sean sancionadas para el resguardo de la paz social, sea con pena de prisión,
con inhabilitación, con una medida de seguridad, o bien con una multa pecuniaria”. SCNSI Ref.
IS-27-99 del 6 de septiembre de 2001.
237 Cfr. KUHLEN, L. “Sobre la relación entre el mandato de la certeza y la prohibición de la analogía”
en AA.VV. “La crisis del principio de legalidad en el nuevo derecho penal:¿decadencia o evolución?
J. Montiel (editor) Marcial Pons. Madrid. España. 2012 p 153.
238 CUERDA RIEZU, A. “Innovaciones e la más reciente doctrina constitucional sobre el principio de
legalidad penal” en AA. VV. “El nuevo Derecho Penal Español”. Estudios Penales en Memoria del
Profesor José Manuel Valle Muñiz. G. Quintero Olivares. F. Morales Prats (Coordinadores) Aran-
zadi. Navarra. España. 2001 pp 167 a 168.
239 En cuanto a la garantía de reserva de ley, la Sala de lo Constitucional en sentencia de inconstitu-
cionalidad sostuvo que: “[…] La reserva de ley supone una garantía para que la regulación norma-
tiva de determinadas materias se efectúe por el Órgano Legislativo, como modo de asegurar, por
otro lado, que su adopción venga acompañada necesariamente de un debate público en el que
puedan concurrir libremente los distintos representantes del pueblo. La reserva de ley es la garan-
tía de que un determinado ámbito vital de la realidad, depende exclusivamente de la voluntad de
los representantes de aquellos involucrados necesariamente en dicho ámbito: los ciudadanos”; y
en lo atinente al Principio de legalidad, visto como reserva de ley de ley, se dijo: “[…] En materia
de privación de derechos fundamentales, priva el llamado principio de legalidad, por el cual,
únicamente el legislador puede establecer los supuestos por los cuales el Estado podrá limitar o
restringir el ejercicio de ciertas derechos; es el llamado principio de reserva de ley, por el cual, es
competencia exclusiva del legislador establecer los casos de limitación o restricción de derechos
y siempre dentro de los límites que la Constitución le señala al legislador (...) Por el contrario, tal
límite a la potestad coercitiva del Estado es una manifestación del principio de seguridad jurídica,
que además, es uno de los fines del Estado mismo, respecto de la persona humana. Privar de su
474
Principios constitucionales del poder penal
libertad a una persona sin fundamento legal, sin que ésta haya cometido un hecho que el legis-
lador ha tipificado como delito y sancionado con pena de privación de libertad y sin que haya
mediado un juicio previo, es violar la Constitución”. SCNSI Ref. IS-23-97 del 22 de octubre de 2001
240 Respecto del principio de Ley scripta, desde la dimensión de la garantía de separación de poderes,
se ha dicho: “[…] Sobre la expresión ley contenida en el párrafo anterior, no debe obviarse que
–en virtud de los principios de supremacía constitucional y regularidad jurídica, ya explicados en
Considerando previos– la norma legal debe ser conforme en forma y contenido, a los preceptos
constitucionales; en consecuencia, la atribución de una norma legal a un órgano de potestades
que constitucionalmente no le pertenecen significaría actuar –por la Asamblea Legislativa– al
margen de la normativa primaria. Esto se halla vinculado con el principio de división de poderes,
uno de los pivotes del constitucionalismo moderno. “El propósito fundamental de instrumentar
la Constitución –sostiene German J. Bidart Campos– cómo una ley de garantía condujo a descon-
centrar las funciones del poder, evitando que el mismo órgano acumulará todas; de esa manera
racionalmente se procuraba la seguridad de los individuos, por aquel aforismo –esencialmente
verdadero– de que todo hombre que tiene el poder tiende al abuso de ese poder”. SCNSI Ref.
IS. 3-92 ac. 6-92 del 17 de diciembre de 1992
241 El principio se reconocer en diferentes modelos, por ejemplo en el sistema penal de los Estados
Unidos de Norte América, ha tenido relevancia la cuestión de la separación de poderes y de las
facultades del congreso para emanar normas de carácter sancionador, la mayor difusión de esta
doctrina, lo ha sido –según se informa– en el área de los delitos administrativos –administrative
crimenes– y la tendencia ha sido entender que bajo ciertos parámetros, se pueden hacer remisio-
nes hacia otras áreas normativas que no emanan del congreso, si la norma originaria ha sido una
creación legislativa ello según se ha dicho –leadig case– en “United States vrs Grimaud” 220 U.S.
506 (1911) aunque cuando la normativa de reenvío ha sido imprecisas –“Schechter Poultry vrs Uni-
ted State” 295 U.S. 495 (1935)– o la remisión no ha sido clara –“Panamá Refining Co. Vrs. Unites
State”. 293 U.S 388 (1935)– se ha estimado su no constitucionalidad. En tal sentido HENDLER, E.
“Derecho Penal y Procesal Penal de los Estados Unidos”. AD-HOC. Primera edición. Buenos Aires.
Argentina. 1996 p 32.
242 En relación al Principio de Reserva de Ley, se ha pronunciado la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos en Opinión Consultiva OC/86 del nueve de Mayo de 1986. (SER A) N° 6. (1986) de
la manera siguiente: Fundamento (27) La expresión leyes, en el marco de la protección de los de-
rechos humanos, carecería de sentido si con ella no se aludiera a la idea de que la sola determina-
ción del poder público no basta para restringir sus derechos. Lo contrario equivaldría a reconocer
una virtualidad absoluta de los poderes de los gobernantes frente a los gobernados. En cambio,
el vocablo leyes, cobra todo su sentido lógico e histórico si se le considera como una exigencia de
la necesaria limitación a la interferencia del poder público en la esfera de los derechos y libertades
de la persona humana. La Corte concluye que la expresión leyes, utilizada por el artículo 30, no
puede tener otro sentido que el de ley formal, es decir, norma jurídica adoptada por el órgano
legislativo y promulgada por el Poder Ejecutivo, según el procedimiento requerido por el derecho
interno de cada Estado”. En similar sentido: Caso Canese vs Paraguaya CorteIDH sentencia del 31
de agosto de 2004 FJ 124.
243 Cfr. Lo crítico del tema, particularmente en el ámbito del derecho penal internacional “MON-
TIEL, J. “La “mala costumbre” de vulnerar derechos humanos: análisis y pronóstico de la costum-
bre como fuente del derecho penal internacional” en AA.VV. “La crisis del principio de legalidad
en el nuevo derecho penal:¿decadencia o evolución?” J. Montiel (editor) Marcial Pons. Madrid.
España. 2012 pp 399 a 406.
244 De ahí que, en la configuración de las conminaciones penales o en su aplicación, ninguna for-
mulación de la costumbre podría admitirse; ni aquella que sirve para completar o integrar la ley
(Secundum legem) ni mucho menos aquella costumbre que construye los casos no previstos por la
ley (Praeter legem) ni la llamada costumbre Contra legem que es aquella que es antitética a la ley.
245 HRUSCHKA, J. “Kant, Feuerbach y los fundamentos del derecho penal” en AA.VV. “La crisis del
principio de legalidad en el nuevo derecho penal:¿decadencia o evolución?” J. Montiel (editor)
Marcial Pons. Madrid. España. 2012 p 87; DE VICENTE MARTÍNEZ, R. “El principio de legalidad
penal ¿En período de rebajas? en AA.VV. “Legalidad y Defensa. Garantías Constitucionales del
Derecho y la Justicia Penal”. N. González-Cuellar Serrano y E. Demetrio Crespo (Directores) Castillo
de Luna. Ediciones jurídicas. Madrid. 2015 p 110 A 111; LLEDÓ VÁSQUEZ, R. “Sobre el derecho
475
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
griego antiguo, como antecedente remoto del principio de legalidad penal” en AA. VV. “Derecho
Penal, Constitución y Derechos” R. Rebollo Vargas. F. Tenorio Tangle (Directores) JB Bosch editor.
España. 2013 pp 305 a 306.
246 Ver LLOBET RODRÍGUEZ J. “Cesare Beccaria y el Derecho Penal de Hoy”. Segunda edición. Edito-
rial Jurídica Continental. San José. Costa Rica. 2005 pp 164 a 166.
247 Conviene señalar que la garantía que manda que las normas penales no pueden ser aplicadas re-
troactivamente si son desfavorables, están destinadas principalmente respecto de las actuaciones
del poder judicial, por cuanto es materia reservada a tal órgano, la interpretación y aplicación de
las normas penales, aunque no por ello, deba excluirse al poder legislativo, por cuanto también
de ese órgano pueden emanar normas con sentido retroactivo aun siendo desfavorables.
248 Así: ROIG TORRES, M. “Sobre la imposibilidad de crear delitos y establecer penas mediante Decre-
tos-Leyes” cit p 1674.
249 Sobre ello: ARMIJO, G. “Del control político al control constitucional: El principio de legalidad
penal” en AA. VV. “Justicia Penal y Estado de Derecho”. Homenaje a Francisco Castillo González. J.
Llobet Rodríguez (Coordinador”. Editorial Jurídica Continental. San José. Costa Rica. 2007 p 47.
250 Y es que conectado el principio aludido con los aspectos de seguridad jurídica y con la exigencia de
conocimiento previo de la norma penal, resulta plausible sostener que en el momento en que los
gobernados desarrollan sus actos, estos deben poder conocer, cuales son los ámbitos de prohibi-
ción y cuáles son los de permisión a partir de lo prescrito por la ley; en otras palabras, que, según
la ley les está permitido, y que les está prohibido, dicha estado de seguridad, únicamente puede
ser garantizado por el principio de irretroactivad de las normas penales desfavorables, por cuanto,
sólo la norma que rige en el momento de la conducta, es la que puede ser aplicada al justiciable,
y es la que le será objeto de exigibilidad, siempre que su contenido sea de no favorabilidad; pero
además, debe tenerse en cuenta, que lo anterior se complementa porque no es admisible que,
normas ulteriores restrinjan más gravemente los derechos fundamentales de las personas cuando
los hechos suceden bajo la vigencia de una norma que le es benigna. Ver GROSSO GARCÍA, M.
“Principio de Legalidad. Un estudio semiótico de su génesis, destrucción y reconstrucción en el
contexto del Derecho Penal”. B de F. Buenos Aires. Argentina. 2019 pp 879 a 884.
251 Por ejemplo: STEDH caso Streletz, Kessler y Krent vs Alemania del 22 de marzo de 2001; caso Welch
vs Reino Unido del 9 de febrero de 1995; caso Jamil vs Francia del 8 de junio de 1995; caso Castrillo
Petrucci vs. Perú. CorteIDH sentencia de 30 de mayo de 1999 FJ 121; caso Baena Ricardo vs Panamá.
CorteIDH sentencia del 2 de febrero de 2001 FJ 106; caso Ricardo Canese vs Paraguay. CorteIDH
sentencia del 31 de agosto de 2004 FJ 175. caso De la Cruz Flores vs Perú CorteIDH sentencia del
18 de noviembre de 2004 FJ 104 y 105. SCNSI Ref. 11-2005 del 29 de abril de 2011; SCNSI Ref. 132-
2013/137-2013. Ac., del 25 de febrero de 2016; SCNSA Ref. 138-2015 del 13 de enero de 2017.
252 Además del sustento constitucional que impone el artículo 21 Cn; tal principio también es esta
reconocido en el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el artículo
9 de la Convención Americana sobre derechos humanos. Ello es importante expresarlo por cuanto
el principio de retroactividad de la ley favorable, no está en todos los órdenes jurídicos recono-
cido de manera expresa y tiene que ser deducido implícitamente de otras normas, pero ello no
es el caso nuestro, porque de manera expresa la normativa precitada reconoce la vigencia de la
retroactividad de la norma penal, cuando esta es favorable al delincuente. Ver sobre la materia
SCNSHC Ref. 118-2008 del 15 de julio de 2010.
253 Sobre el sentido de limitador desde la Constitución: “DONINI, M. “Principios constitucionales y sis-
tema penal. Modelo y Programa” en ID “El Derecho Penal frente a los desafíos de la modernidad”.
ARA Editores. Lima Perú. 2010 p 338
254 El otro aspecto de aplicación de la garantía de retroactividad de la ley favorable, lo constituye
la llamada ultraactividad de la ley penal, por el cual una norma penal más favorable, que ha
sido derogada, puede ser aplicada –por regla general– en tanto la norma posterior sea más
desfavorable; sin embargo para que ello sea posible, debe concurrir un requisito sine quanom el
cual radica en el momento de ejecución del hecho, de tal manera que el hecho debe haber sido
ejecutado en la vigencia de la ley anterior favorable, si ello es así la nueva norma –que es la desfa-
vorable– se torna irretroactiva y la anterior se vuelve ultractiva. Empero, si el hecho sucede con el
advenimiento de la nueva ley penal, aunque esta sea desfavorable debe ser aplicada, con una sola
limitación para su aplicación, la norma reciente, debe ser conforme con la constitución, es decir
476
Principios constitucionales del poder penal
debe respetar los principios, derechos, libertades y garantías que la Constitución estatuye, si hay
simetría de la nueva ley, con la normativa constitucional, aunque sea desfavorable el precepto
debe ser aplicado, y en este caso no puede aplicarse la ultraactividad de la ley anterior por que los
hechos sucedieron en la vigencia de la normas posteriores.
255 Señalando su vinculación en cuanto a la lex praevia con relación a la afectación de los derechos
fundamentales, aunque sujeto a estimación: KUDLICH, H. “El principio de legalidad en el dere-
cho procesal penal (en especial en el derecho procesal penal alemán” en AA. VV. “La crisis del
principio de legalidad en el nuevo derecho penal:¿decadencia o evolución?” J. Montiel (editor)
Marcial Pons. Madrid. España. 2012 pp 452 a 456. En similar sentido JAHN, M. “Los fundamentos
teórico-jurídicos del principio de reserva de ley en el derecho procesal penal” en AA.VV. “La crisis
del principio de legalidad en el nuevo derecho penal: ¿decadencia o evolución?” J. Montiel (edi-
tor) Marcial Pons. Madrid. España. 2012 pp 470 a 472. En general sobre el tema: MATÍAS DÍAZ E.
“Aplicación de la Ley procesal penal en el tiempo”. AD-HOC. Buenos Aires. Argentina. 2013.
256 Sobre ello se ha dicho: “[…]Por tanto, para determinar el cómputo del plazo de la prescripción de
la acción penal deberá aplicarse retroactivamente el Código Procesal Penal vigente, por constituir
la ley favorable al imputado, al potenciar los principios de seguridad jurídica y de legalidad que
en la regulación del código anterior se desconocían respecto al tema en análisis”. SCNSHC Ref.
68-2011 del 4 de septiembre de 2013.
257 RUIZ ROBLEDO, A. “El derecho fundamental a la legalidad punitiva” Tirant lo Blanch. Valencia.
España. 2003 pp 205 a 206.
258 Se expresa: “Es muy importante que en la determinación prescriptiva de conductas punibles,
no se utilicen conceptos oscuros e inciertos, que pueden inducir a la arbitrariedad , pues cada
individuo debe entender perfectamente a qué atenerse, lo que reclama al legislador que las leyes
penales sean precisa y claras. Por tanto, el principio de legalidad incorpora una garantía de orden
material que supone la imperiosa necesidad de predeterminación normativa de las conductas
ilícitas y de las sanciones correspondientes, mediante procesos jurídicos que permitan predecir,
con suficiencia grado de certeza, las conductas que constituyen una infracción y las penas o san-
ciones aplicables. Por tanto, no pueden considerar conforme al art. 15 Cn los tipos formulados en
forma tan abierta que su aplicación depende de una decisión prácticamente libre y arbitraria de
los jueces y tribunales. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004.
259 Se ha expresado que tal exigencia es tratando de lograr la máxima taxatividad posible: SILVA
SÁNCHEZ, J. “Tiempos de Derecho penal” B de F. Buenos Aires. Argentina. 2009 p 22.
260 Sobre la legalidad de la configuración de delitos y penas se dijo: “Tales aseveraciones, evidencian
la íntima relación entre el principio de legalidad y el valor seguridad jurídica, pues el primero, es
una derivación lógica del segundo. Con el mandato de predeterminación normativa de los tipos y
de las penas con que se penaliza su realización se asegura a los ciudadanos que la interpretación
y aplicación de las normas penales por parte de los jueces no se va a traspasar, en ningún caso, la
barrera infranqueable de la letra de la ley, evitándose así toda tentación de creación jurispruden-
cial de delitos y penas. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
261 En el sistema del common law el principio de tipicidad en el sentido de garantía de certeza ha sido
reconocido bajo la exigencia del principio de precisión –the void vagueness doctrine – por la cual
se requiere que la ley determine en su contenido una clara advertencia previa –fair warning– de
lo prohibido al gobernado, lo cual exige que la construcción del delito debe ser lo suficientemente
clara para que lo entienda un ciudadano común –average man– sólo así, se entiende garantizado
el derecho al debido proceso como garantía constitucional derivada para la enmienda V para la
jurisdicción federal y de la enmienda XIV para la jurisdicción estatal. Confrontar: HENDLER Ed-
mundo S. “Derecho Penal y Procesal Penal de los Estados Unidos” cit p 28 a 29.
262 KUHLEN, L. “Sobre la relación entre el mandato de la certeza y la prohibición de la analogía”
cit p 155.
263 Señalando la garantía de ley estricta en cuanto a la necesidad de mayor precisión: ALCACER
GUIRAO, R. “El derecho a la legalidad penal y los límites de actuación del Tribunal Constitucional”
cit p 19. CUERDA RIEZU, A. “Innovaciones e la más reciente doctrina constitucional sobre el prin-
cipio de legalidad penal” cit p 173.
264 Se dijo: “[…] Ahora bien, si la restricción o limitación proviene del derecho penal, es preciso ob-
servar los estrictos requerimientos característicos de la tipificación penal para satisfacer en ese
477
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
ámbito el principio de legalidad. Así, debe formularse en forma precisa, precisa taxativa y previa.
El marco legal debe brindar seguridad jurídica al ciudadano”. Caso Kimel vs. Argentina. CorteIDH.
Sentencia del 2 de mayo de 2008. FJ 63.
265 Se expresó: “La Corte entiende que en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar tér-
minos estrictos y unívocos, que acoten claramente las conductas punibles, dando pleno sentido
al principio de legalidad penal. Esto implica una clara definición de la conducta incriminada, que
fije sus elementos y permita deslindarla de comportamientos no punibles o conductas ilícitas
sancionables con medidas no penales. La ambigüedad en la formulación de los tipos penales
genera dudas y abre el campo al arbitrio de la autoridad, particularmente indeseable cuando se
trata de establecer la responsabilidad penal de los individuos […]”. Caso Castillo Petrucci vs. Perú.
CorteIDH. Sentencia del 30 de mayo de 1999. FJ 121. Caso García Asto y Ramírez Rojas vs. Perú.
CorteIDH. Sentencia del 25 de noviembre de 2005 FJ 188. Ver además. SARRABAYROUSE, E. “La
crisis de la legalidad, la teoría de la legislación y el principio in dubio pro reo: una propuesta de
integración” cit p 43.
266 Ver FERRAJOLI, L. “Derecho y Razón”. Teoría del garantismo penal cit pp 377 a 378.
267 En nuestra realidad, y dado lo prolífico de las normas administrativas sancionadoras –como por
ejemplo ordenanzas o normas reglamentarias de carácter punitivo – es oportuno indicar la vigen-
cia del principio de certeza o de precisión, e ilustrarlo –paralelamente– con el caso Papachristou
vrs City Jacksonville, Corte Suprema de los Estados Unidos. 450 U.S. 156 (1972) cuyo resumen es el
siguiente: “Los apelantes habían sido condenados por violar una ordenanza municipal de la ciu-
dad de Jacksonville, Florida. Entre otros aspectos la ordenanza disponía que: “serían considerados
vagos y sancionados (...) las personas que vagaran de un lado a otro sin ningún objetivo legítimo,
los vagos habituales, personas perturbadoras, personas que no realicen ningún negocio legítimo
y que pasen habitualmente su tiempo frecuentando casas de mala fama, garitos, o lugares en
los cuales se vendan o sirvan bebidas alcohólicas, personas que sean capaces de trabajar pero
que habitualmente vivan de los ingresos de sus esposas o de sus hijos menores […]”. Sobre ello el
tribunal valoró: La ordenanza es invalida en razón de su vaguedad porque omite dar a una perso-
na de inteligencia normal una advertencia leal de que la conducta que se tiene proyectada está
prohibida por la ley (...) y por qué fomenta los arrestos y condenas arbitrarias (...) El vivir en un
estado de derecho conlleva varios supuestos, uno de los cuales es que “todas las personas tienen
derecho a estar informadas acerca de lo que el Estado ordena o prohíbe (...) Otro aspecto de la
vaguedad de la ordenanza aparece cuando nos concentramos ya no en su falta de advertencia a
un delincuente potencial, sino en el efecto de discrecionalidad ilimitado que pone en las manos de
la policía de Jakcsonville. Caleb Foot, uno de los primeros estudiosos de este tema, ha calificado a
la legislación sobre vagancia como “un castigo por analogía”. HENDLER, E. GULLCO, H. “Casos de
Derecho Penal Comparado” Segunda edición corregida y aumentada. Editores del Puerto. Buenos
Aires. Argentina 2003 p 6.
268 Se hace énfasis en violación a la exigencia de certeza, con normas elaboradas bajo un esquema
sustancialmente impreciso e indeterminado inclusive trasladado a la normativa de leyes especia-
les. Ver ÁLVAREZ GARCÍA, F. “Reflexiones sobre el principio de legalidad” cit pp 325 a 329.
269 Precisamente sobre este punto se dijo: “[…] Asimismo, en aras de la seguridad jurídica es indispen-
sable que la norma punitiva exista y resulte conocida, o pueda serlo antes de que ocurra la acción
o la omisión que la contraviene y que se pretende sancionar. La calificación de un hecho ilícito y la
fijación de sus efectos jurídicos deben ser preexistentes a la conducta del sujeto al que se conside-
ra infractor, ya que antes de que una conducta sea tipificada como delito la misma no reviste aún
el carácter de ilícita para efectos penales […]”. Caso De la Cruz Flores vs. Perú. CorteIDH Sentencia
del 18 de noviembre de 2004 FJ 104.
270 En esa línea: MARCILLA CÓRDOBA, G. “Argumentación en el ámbito legislativo y prestigio de la
ley penal” en AA.VV. “Constitución y sistema penal” S. Mir Puig. M. Corcoy Bidasolo (directores).
Marcial Pons. Madrid. España. 2012 pp 101 a 102.
271 Por ejemplo: DE VICENTE MARTÍNEZ, R. “El principio de legalidad penal ¿En período de rebajas?
cit p 112.
272 Es sumamente Ilustrativo respecto de los alcances del mandato de certeza, el ejemplo socrático
que se narra: “Según cuenta Jenofonte en sus “recuerdos socrático” cuando se instauró en Atenas
la dictadura de los Treinta Tiranos, Sócrates, fue llamado a comparecer ante Critias y Caricles,
478
Principios constitucionales del poder penal
encargados de redactar las leyes del nuevo régimen. Éstos le mostraron el texto de una ley que
prohibía la enseñanza del arte de la palabra (techne logon), y en virtud de esa ley le prohibieron
que conversara con los jóvenes. “Para que yo vea con seguridad”, dijo Sócrates a Caricles, “si me
aparto de lo que me es prescrito, indícame hasta que edad los hombres están en juventud”. “Lo
están” respondió Caricles, “mientras no les es permitido entrar al senado por no haber conseguido
aún los conocimientos indispensables”. “Por consiguiente” añadió “no hables a los jóvenes de me-
nos de treinta años”. FERRERES COMELLA, V. “El principio de taxatividad en materia penal y el valor
normativo de la jurisprudencia. Una perspectiva constitucional”. Civitas. Madrid. España 2002 p 14.
273 Sobre ello se ha resuelto: “[…] De ahí la exigencia dirigida al legislador penal, en el sentido de
procurar utilizar un lenguaje claro y comprensible al describir las conductas prohibidas, evitando
en lo posible la utilización de conceptos jurídicos indeterminados que pudiesen dar lugar a la apa-
rición de divergencias interpretativas. Sin embargo es preciso hacer las siguientes acotaciones a la
anterior afirmación: (i) el Legislador penal no está constitucionalmente obligado a acuñar defini-
ciones específicas para todos y cada uno de los términos que integran la descripción típica, sino
sólo cuando se sirva de expresiones que, por su falta de arraigo en la cultura jurídica, carezcan
de toda virtualidad significante; (ii) la utilización de conceptos jurídicos abiertos que permitan un
margen de interpretación objetivamente determinable, no se opone por consiguiente al principio
de legalidad penal, cuando de ellos se desprende con la mayor claridad posible cuál es la conducta
prohibida o la acción ordenada; (iii) son, por el contrario incompatibles con la exigencia de lex
certa aquellos conceptos que, por su amplitud o vaguedad dejan en la más absoluta indefinición
los tipos punibles; en cualquier caso son contrarios al artículo 15 Cn, los tipos formulados en forma
tan abierta que su aplicación o inaplicación dependa de la decisión prácticamente libre y arbitra-
ria de los jueces”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
274 Ver en tal sentido: VALLET DE GOYTISOLO, J. “Metodología de la determinación del derecho”.
Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. España. 1994 pp 1215 a 1222.
275 Cfr.ALCÁCER GUIRAO R. “El derecho a la legalidad penal y los límites de actuación del Tribunal
Constitucional” cit p 23
276 Sobre ese aspecto. GULLCO H. “La jurisprudencia de la Corte Interamericana acerca del principio
de legalidad y su impacto en nuestro país” en AA. VV. “Cuestiones Penales”. Homenaje al profe-
sor doctor Esteban J.A. Righi. G. Bruzzone (Coordinador) AD-HOC. Buenos Aires. Argentina. 2012
pp 458 a 459.
277 La cuestión es compleja, puesto que se reconoce la imprecisión natural del lenguaje, pero a la vez
la necesidad de un esfuerzo de precisión por parte del órgano emisor de la norma, ante lo cual,
se requiere, por algunos tribunales constitucionales la concurrencia de ciertos parámetros entre
ellos: [i] la determinabilidad de la norma; [ii] la exigencia de necesidad de una especial tutela
penal del objeto de protección que subyace en la norma; [iii] el contexto de los destinatarios de la
norma penal. Cfr. ALCÁCER GUIRAO R. “El derecho a la legalidad penal y los límites de actuación
del Tribunal Constitucional” cit pp 24 a 30.
278 Con cita de González Beilfuss se dice que son interpretativas “las sentencias que establecen una
interpretación concreta y diferente a la literalidad del precepto legal, y por tanto una nueva nor-
ma, más amplia o más restrictiva que la creada por el legislador” Op cit p 33
279 Señalando casos concretos. Op cit 34 a 43. En nuestro medio serian sentencias de esta naturaleza
y con la misma crítica: SCNSI Ref. 70-2006/71-2006/5-2007/15-2007/18-2007/19-2007 del 16 de
noviembre de 2012; y 22-2007/42-2007/89-2007/96-2007 del 24 de agosto de 2015.
280 El uso de tal figura interpretativa, se deriva del modelo alemán –verfassungskonforme Auslegung–
bajo la rectoría de la supremacía de la norma constitucional Ver. SILVA SÁNCHEZ J. “¡Hay jueces en
Berlín¡ (Y en Karlesruhe) en KUHLEN L. “La interpretación conforme a la Constitución de las leyes
penales”. Marcial Pons. Madrid. España. 2012 p 13. En igual sentido sobre el tipo de interpretación
conforme. GASCÓN ABELLAN, M. “La Interpretación Constitucional”. 1ª edición. Consejo Nacional
de la Judicatura. Escuela de Capacitación Judicial. San Salvador. El Salvador. 2004 p 14.
281 La cuestión no es baladí, por cuanto, si ya presenta problemas a la exigencia sistemática del princi-
pio de legalidad que el máximo intérprete de la Constitución pueda rebasar el límite que tiene en
la interpretación de no crear delitos al interpretarlos, ello se agudiza cuando tal actividad se realiza
por los jueces que conocen ordinariamente de la jurisdicción penal. Cfr. KUHLEN L. “La interpreta-
ción conforme a la Constitución de las leyes penales”. Marcial Pons. Madrid. España. 2012 pp 33 a 39.
479
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
282 Sobre este tipo de sentencias y sus problemas. GASCÓN ABELLAN, M. “La Interpretación Consti-
tucional” cit p 17 y 20 a 21.
283 Vid. LASCURAÍN SÁNCHEZ, J. “La tipicidad penal en la jurisprudencia constitucional” en AA.VV.
“Derecho y Justicia Penal en el siglo XXI”. Homenaje al Profesor Antonio González-Cuéllar García.
J. Díaz-Maroto y Villarejo (editor) Colex. Madrid. España. 2006 pp 251 a 252.
284 En cuanto a la creación de tipos penales mediante formulad indeterminadas se expresó: “[…]
La creación de tipos penales mediante el uso de conceptos jurídicos indeterminados, conceptos
abiertos o cláusulas generales, no debe realizarse en contradicción con la inevitable exigencia de
taxatividad de las descripciones típicas, la cual obliga que tales conceptos generales sean cuando
menos determinables conforme a pautas objetivas, repetibles y técnico-jurídicas, y no en virtud
de valoraciones subjetivas y metajurídicas del juez. De ser así, la utilización de tales conceptos
absolutamente indeterminados por parte del legislador como la aplicación por los órganos judi-
ciales de los tipos penales en los que se contenga serían contrarias al principio de legalidad penal
recogida en el art. 15 Cn y por consiguiente al valor seguridad jurídica consagrado en el art. 1 de
la misma”. SCNSI. Ref. 52-2003/56-2003/57-2003. Acum., del uno de abril de 2004
285 Sobre ese aspecto: FIANDACA, G. “La legalidad penal en los equilibrios del sistema Político-Consti-
tucional” en AA. VV. “Derecho Penal y Modernidad”. ARA editores. Lima. Perú. 2010 pp 52 a 54.
286 En lo concerniente al principio de tipicidad, la prohibición de interpretación para perjudicar, y la
habilitación de interpretación en lo favorable se ha sostenido Respecto del primer punto es impres-
cindible destacar que los jueces no pueden instruir procesos por los hechos que no estén previstos
por la ley en forma precisa e inequívoca como hechos punibles, es decir que el hecho debe adecuar-
se al tipo penal. Enrique Bacigalupo en su obra “Lineamientos de la Teoría del Delito” conceptúa
al tipo penal como: “la descripción de la conducta prohibida por una norma, por lo que a esa
descripción debe ajustarse un hecho concreto para que pueda sostenerse como típico(...) Como
corolario de lo anterior, se desprende que el legislador proscribió la para configurar tipos penales
o para imponer sanciones y sin embargo existe la posibilidad de hacer uso de la interpretación ana-
lógica; no obstante dicha interpretación debe hacerse para favorecer al reo, pues en materia penal
tiene vigencia el principio “in dubio pro reo”. Es decir como argumenta Legaz Lacambra, “que en
el derecho penal, la se justifica únicamente por el favor humanitatis es decir como garantía de la
eminente dignidad del hombre. Sala de lo Constitucional. SCNSHC 012B96. 96.
287 Se expresa la alusión de Beling en
el sentido que no puede haber “ningún delito sin tipicidad –Kein
Verbrechen onhe tabestand” y que tal garantía se opone a los tipos penales sustancialmente abier-
tos: JESCHECK, H. “Tratado de Derecho Penal”. 4° edición completamente corregida y ampliada.
Traducción de José Luis Manzanares Samaniego. Editorial Comares. Granada. España 1993 p 223.
288 QUINTERO OLIVARES, G. “La Justicia Penal en España”. Aranzadi. Pamplona. España. 1988 p 122.
289 BUSTOS RAMÍREZ, J. “Principios garantistas del derecho penal y del proceso penal” en “Nuevo
Foro Penal”. Revista del Centro de Estudios Penales de la Universidad de Antioquia. N° 60. Ene-
ro-Abril. Temis. Santa fe de Bogotá. Colombia. 1999 p 107.
290 Señalando la Prohibición de analogía. Sala de lo Constitucional. SCNSHC 015300. 00. “[…] El prin-
cipio de legalidad, recogido en la disposición constitucional antes citada, aplicado a la materia
procesal penal, pretende evitar que los procesos se ventilen de manera arbitraria, es decir sin
respetos a las garantías constitucionales que todo proceso debe cumplir y que se encuentran
previamente establecidas en nuestra Constitución. Y es que, en aplicación de tal principio a los
jueces de lo penal se les prohíbe: a) conceptuar como delito para efecto de instruir un proceso
penal un hecho que el Código Penal no haya expresamente previsto como delito o falta; b) impo-
ner una pena que no esté expresamente determinada por la ley material penal; c) aplicar la para
solucionar las posibles lagunas de ley penal y de aplicar retroactivamente las leyes a menos que fa-
vorezcan al reo (...) la delimitación del concepto de es particularmente importante puesto que al
menos cuando ésta redunda en perjuicio del imputado analogía in malam partem, constituye una
vía de aplicación de la ley contraria a la exigencia de certeza que encierra el principio de legalidad
penal (...) importa por ello, distinguir la de la interpretación, ya que a diferencia de aquélla ésta
siempre es lícita en derecho penal, aunque se trate de interpretación extensiva que perjudique al
reo. La diferencia entre interpretación –siempre permitida– y –prohibida si perjudica al reo– es la
siguiente: mientras que la interpretación es búsqueda de un sentido del texto legal que se halle
dentro de su sentido literal posible, la supone la aplicación de la ley penal aun supuesto no com-
480
Principios constitucionales del poder penal
prendido en ninguno de los sentidos posibles de su letra, pero análogo a otros sí comprendidos
en el texto legal; sin embargo existe la posibilidad de hacer uso de la no obstante debe hacerse
para favorecer el reo, pues en materia penal tiene vigencia el principio in dubio pro reo, es decir
como argumenta Legaz Lacambra que en el derecho penal se justifica únicamente por el favor
humanitatis, como garantía de la eminente dignidad del hombre”.
291 Haciendo énfasis en la dimensión política de la garantía respecto de la división de poderes, y la
legitimidad de crear normas penales ROXIN, C. “La parte general del Derecho penal sustantivo”
ID “Fundamentos político-criminales del Derecho penal”. G. Córdoba. D. Pastor (Coordinadores).
Hammurabi Buenos Aires. Argentina. 2008 pp 423 a 424.
292 Ya Beccaria advertía: “Tampoco la autoridad de interpretar las leyes penales puede residir en los
jueces de lo criminal, por la misma razón de que no son legisladores... En todo delito debe hacerse
por el juez un silogismo perfecto: la premisa mayor debe ser la ley general; la menor la acción
conforme o no con la ley; la consecuencia la libertad o pena... No hay cosa más peligrosa que
aquel axioma común de que es necesario consultar el espíritu de la ley. Esto es un dique roto al
torrente de opiniones... El espíritu de la ley sería, pues, el resultado de la buena o mala lógica del
juez, de una mala o buena digestión; dependería de la violencia de sus pasiones, de la debilidad
del que sufre, de las relaciones del juez con el ofendido, y de todas aquellas pequeñas fuerzas que
cambian las apariencias de cada objeto en el ánimo fluctuante del hombre”. BECCARIA Cesare
“De los Delitos y de las Penas...” cit p 31. Ahora bien, el recelo de Becaria debe ser entendido en
el contexto de su propio tiempo.
293 Sin embargo Hobbes en su tiempo –dada la visión de la aplicación del derecho– era partidario de
la interpretación judicial respecto de la ley, por ello decía: “La ley no es siempre aquello que se
significa mediante la interpretación gramatical de la letra, sino lo que por medio de ella pretendía
el legislador que estuviera en vigor; intención ésta que lo admito, muchas veces es muy difícil
extraer de las palabras del estatuto y que requiere una gran capacidad de entendimiento y larga
meditación, así como considerar el conjunto de circunstancias e inconvenientes que requirieron
una nueva ley como remedio”. HOBBES, T. “Diálogo entre un filósofo y un jurista y estudios auto-
biográficos”. Tecnos. Madrid. España 1992 pp 61 a 62.
294 En general LARENZ K. “Metodología de la ciencia del derecho” Ariel. Barcelona. España 1966 p
192 y ss. En el ámbito penal se ha dicho: “[…] es habitual que la aplicación de la ley no se agote
en la mera subsunción, pues toda norma requiere de interpretación, que es un proceso creativo”.
RIGHI E. “Derecho penal. Parte General. LexisNexis. Buenos Aires. Argentina. 2008 p 75.
295 HART H. “El concepto de derecho” cit p 58.
296 Sobre el alcance de la función interpretativa de la ley, ante la realidad de que toda norma debe
ser interpretada, y que el aforismo de que la ley es clara, es sólo una quimera, es conveniente
citar a James Madison quien –en aquel tiempo– sostenía que: “Todas las nuevas leyes, a pesar
de que se forman con la mayor habilidad técnica y que son aprobadas después de amplia y ma-
dura deliberación, se consideran más o menos equivocas y oscuras, hasta que su significación se
depura y se fija mediante una serie de discusiones y resoluciones judiciales en casos concretos.
Además de la oscuridad que es resultado de la complejidad de los objetos y de la imperfección de
las facultades humanas, el medio a través del cual los hombres transmiten sus ideas agrega una
nueva dificultad. Las palabras sirven para expresar ideas; por lo tanto, la lucidez exige no sólo que
las ideas se conciban con claridad, sino que se expresen con palabras distintas y exclusivamente
apropiadas a ellas. Pero ningún idioma es lo bastante rico para proporcionar palabras y locuciones
para cada idea compleja, ni tan correcto que no incluya muchas equívocamente denotativas de
distintos conceptos. De ahí que, por muy exactamente que se diferencien en sí mismo los objetos
y por mucha que sea la precisión con que se piense en esa diferencia, su definición puede resul-
tar inexacta por la inexactitud de los términos con que se exprese. Y esta inevitable inexactitud
puede ser mayor o menor según la complejidad y la novedad de los objetos definidos. Cuando
el mismo todopoderoso se digna a dirigirse al género humano utilizando el lenguaje de éste, su
intención, luminosa como seguramente es, se vuelve oscura y ambigua debido al nebuloso medio
a través del cual nos la comunica”. HAMILTON, A. MADISON, J JAY, J “El Federalista”. Fondo de
la Cultura Económica. México D.F. 1943 p 150.
297 La afirmación anterior, se presenta con prudencia, no en términos absolutos, puesto que la crea-
ción de la norma, en su sentido de signo, también representó un ámbito de representación para
el legislante, y en tal sentido debe merecer al menos un balance. Cfr. HART H. “El concepto de
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Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
482
Principios constitucionales del poder penal
lidad para un sujeto distinto al descrito en la norma. Es más, en aplicación al principio de in dubio
pro reo tal interpretación es además prohibida”.
308 En tal sentido ESER, A. BURKHARDT, B. “Derecho penal”. Cuestiones fundamentales de la teoría
del delito sobre la base de casos de sentencia”. Traducción de Silvina Bacigalupo y Manuel Cancio
Meliá. Colex. Madrid. España. 1995 p 59.
309 En tal sentido: QUERALT J. “La analogía. Creación judicial del derecho” cit p 123; ZAFFARONI E.
ALAGIA A. SLOKAR A. “Derecho Penal” cit 112.
310 Por todos: MONTIEL J. “Analogía favorable al reo. Fundamentos y límites de la analogía in bonam
partem en el Derecho penal”. Editorial Ibañez. Universidad de los Andes. Bogotá. Colombia 2011
p 113 y ss.
311 Cfr. MIR PUIG S. “Derecho Penal” cit p 126. LUZÓN PEÑA, D “Derecho Penal” cit p 162;
312 Sobre dicho principio: ARROYO ZAPATERO, L. “Fundamento y función del sistema penal”. El pro-
grama penal de la Constitución Española” en AA. VV. “Derecho Penal y Modernidad”. L. Reya
Alfaro (Coordinador) ARA Editores. Lima. Perú. 2010 pp 31 33.
313 Específicamente se dice sobre el punto: “[…] Consecuencia de ello, es que la pena en nuestro mar-
co constitucional ejerce una función de carácter principalmente utilitario, pues busca en primer
lugar la resocialización del delincuente […]”.SCNSI Ref. 15-96/16-96/17-96/19-96/20-96/21-96/23-
96. Acum., del 14 de febrero de 1997.
314 Sobre el particular y con sentido histórico: GUZMÁN DALBORA J. “Consecuencias” en AA. VV.
“Beccaria 250 años después. Vigencia de la obra. De los delitos y las penas” J. Matus. (Director) B
de F. Buenos Aires. Argentina. 2011 pp 57 a 59.
315 Se tiene conciencia de la grave crisis atravesada por la función preventivo especial de la pena, y
por la profundas críticas a la ideología de la resocialización y en suma a las denominadas ideo-
logías re; empero no renunciamos a la visión de rehabilitación de la pena, pero bajo una faceta
profunda de humanización y respeto al ser humano, siendo el régimen penitenciario una oferta
de asunción de derechos a los más vulnerables. Sobre las ideologías re, puede verse ZAFFARONI,
E. “Sistema penitenciario y normas constitucionales” en “Jornada sobre sistema penitenciario y
derechos humanos” Editores del puerto. Buenos Aires. Argentina 1997 pp 183 a 184.
316 Por ejemplo, aun en sistemas de máxima seguridad debe mantenerse la finalidad de resocializa-
ción y los programas de rehabilitación. Ver SCNSHC auto de seguimiento. Ref. 379-2016 del 27 de
mayo de 2019.
317 Según lo anterior, se ha dado un sentido destacado al planteamiento de reintegración social, con
lo cual, también se ha rescatado la finalidad de la pena en la visión de resocialización –misma que
se ha reconocido en la mayoría de Constituciones – para alejarse de planteamientos meramente
tecnocráticos en cuanto a la función de la pena. BARATTA, A. “Reintegración social del detenido”.
Redefinición del concepto y elementos de operacionalización” en “La Pena: Garantismo y Demo-
cracia. A propósito de la reforma penal en curso”. Mauricio Martínez (compilador). Ediciones
Jurídicas. Gustavo Ibáñez. Santa Fe de Bogotá. Colombia. 1999 pp 75 a 76. En similar sentido
BARATTA, A. “Viejas y nuevas estrategias en la legitimación del derecho penal” en “Revista Poder
y Control”. Número 0. Barcelona. España 1986 pp 84 a 89.
318 Vid. CHAN MORA G. GARCÍA AGUILAR R. “Los derechos fundamentales tras los muros de la pri-
sión” CONAMAJ. San José. Costa Rica. 2003 p 63
319 Cfr. FRISCH W. “Dogmática jurídico-penal afortunada y dogmática jurídico penal sin consecuen-
cias” en AA. VV. “La ciencia del derecho penal ante el nuevo milenio”. F. Muñoz Conde. (Coordi-
nador) Tirant lo Blanch. Valencia. España. 2004 pp 200 a 201.
320 Para poder desarrollar el principio de resocialización o inclusión, también debe partirse de una
premisa básica –para no incurrir en un error de desconocimiento de la realidad – la pena priva-
tiva de libertad, dada su esencia de incidir directamente en la libertad y de separar al reo del
resto de la comunidad, presenta un carácter aflictivo en relación a la restricción que impone a
la persona, ello genera un déficits en la persona que no debe ser agravado por la ejecución de
la pena, porque al volverse más aflictivo, afectará el proceso de rehabilitación de la persona.. De
ahí que la ejecución de la pena no debe propiciar un estado de mayor aflictividad en la persona
del condenado, porque ello menguar el ámbito de autodeterminación de la persona, afectando
su capacidad de responsabilidad, y ante unas consecuencias extremadamente aflictivas creara o
483
Msc. Carlos Ernesto Sánchez Escobar
potenciara antivalores entre los condenados, que inhibirán efecto positivos a las políticas de inclu-
sión. Sobre ello BARATTA A. “Criminología crítica y crítica del derecho penal” Siglo XXI Editores.
México D.F. 1986 p 174.
321 Vid MIR PUIG, S. “Estado, Penal y Delito” cit pp 72 a 75.
322 En suma, las consecuencias de la pena –su ejecución– deben entenderse no como un sacrificio
expiativo de las personas, sino como opciones posibilitadoras de desarrollo de la actividad social,
que permitirán al individuo en concreto, una opción de interacción en el tejido social, una vez
cumplida la pena; favoreciendo con ello el desarrollo de las aptitudes humanas, esa es la finalidad
de la pena privativa de libertad: potenciar al ser humano, no reducirlo, ni destruirlo o aniquilarlo,
la pena es ya aflictiva por la privación de libertad y el régimen de vida que lleva implícito. para
exasperarlo a grados intolerables, Y es que el condenado que tiene que cumplir una pena, no
sólo tiene deberes que cumplir, sino que es una persona con un estatus jurídico a quien se deben
asegurar todos los derechos y garantías que la Constitución y otras leyes le conceden. Las únicas
diferencias entre condenado y otros ciudadanos, son los derechos que limitan la pena, pero esta
limitación debe provenir de leyes razonables que guardan armonía con la Constitución. De ahí
que los derechos limitados por la pena, deben serlo en un grado de proporcionalidad y acorde
a los mismos principios que impone la Constitución: Igualdad, dignidad, humanidad, lesividad,
culpabilidad, proporcionalidad, readaptación, entre otros.
323 Cfr. MUÑOZ CONDE F. “Algunas reflexiones sobre la pena de prisión perpetua y otras sanciones
similares a ella” en AA. VV. “Derecho Penal, Constitución y Derechos” R. Rebollo Vargas. F. Tenorio
Tangle (Directores) JB Bosch editor. España. 2013 pp 336 a 339.
324 Sobre la inconstitucionalidad de las penas de larga duración ver: SCNSI Ref. 5-2001/10-2001/24-
2001/25-2001/34-2002/40-2002/3-2003/10-2003/11-2003/12-2003/14-2003/16-2003/19-
2003/22-2003/7-2004 del 23 de diciembre de 2010.
325 Esos derechos además de estar contemplados en nuestra Constitución como derechos civiles, es-
tán reconocidos ampliamente por tratados internacionales, leyes de la República, como el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
la Convención contra la Tortura y otros Tratos y Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes; además
de dos declaraciones que ya la Sala de Constitucional ha dado como fundamento interpretativo
del respeto a los Derechos Humanos, los cuales la Declaración Universal de Derechos Humanos y
las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos.
326 Vid: Caso Fleury y otros vs. Haití. CorteIDH. Sentencia del 23 de noviembre de 2011. FJ 85. En
materia de hacinamiento penitenciario la SCNSI Ref. 119-2014 del 27 de mayo de 2016 declarando
un estado de cosas inconstitucional respecto del hacinamiento carcelario.
327 Caso Vélez Loor vs. Panamá. CorteIDH. Sentencia del 23 de noviembre de 2010 FJ 216. SCNSHC
Ref. 155-2012 del 12 de octubre de 2013; 252-2014 del 11 de diciembre de 2015.
328 Caso López Álvarez vs. Honduras. CorteIDH. Sentencia del 1 de febrero de 2006 FJ 209. SCNSHC
Ref. 48-2013 del 9 de abril de 2014.
329 Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú. CorteIDH. Sentencia del 25 de noviembre de 2006
FJ 160.
330 Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia) vs. Venezuela. CorteIDH. Sentencia de 5 de
julio de 2006 FJ 20.
331 Caso Loayza Tamayo vs. Perú. CorteIDH. Sentencia del 17 de septiembre de 1997. FJ 58. SCNSHC
Ref. 303-2016 del 20 de abril de 2017; 365-2017 del 2 de febrero de 2018.
332 Caso Montero Aranguren y otros (Retén de Catia) vs. Venezuela. CorteIDH. Sentencia de 5 de
julio de 2006 FJ 146. SCNSHC Ref. 204-2016 del 31 de mayo de 2017.
333 Caso Caesar vs. Trinidad y Tobago. CorteIDH. Sentencia de 11 de marzo de 2005. SCNSHC Ref.
117-2017 del 18 de diciembre de 2017; 298-2018 del 11 de marzo 2019.
334 Entre otros: SCNSHC Ref. 164-2005/79-2016 ac., del 9 de marzo de 2011; 175-2011 del 19 de octu-
bre de 2011; 90-2011 del 22 de marzo de 2013; 133-2013 del 20 de diciembre de 2013; 346-2016
del 17 de marzo de 2017; 46-2017 del 13 de octubre de 2017; 235-2017 del 27 de octubre de 2017;
365 -2017 del 2 de febrero de 2018; 344-2018 del 8 de febrero de 2019; 291-2018 del 6 de marzo
de 2019; 298-2018 del 10 de julio de 201; 14-2019 del 9 de agosto de 2019; y 427-2018 del 19 de
agosto de 2018.
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“Estudios de Derecho Penal”. Homenaje al profesor Santiago Mir Puig. J. Silva
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nadores) B de F. Buenos Aires. Argentina. 2017.
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Colombia. Bogotá. Colombia. 2001.
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abogado de provincia” en BECCARIA C. “De los Delitos y De las Penas”. Tra-
ducción de Juan Antonio de las Casas. Editorial Alianza. Madrid. España. 1998.
501
LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA
LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA
Daniel Olmedo
INTRODUCCIÓN
“La Constitución se caracteriza, por un lado, por establecer los valores y prin-
cipios básicos de la comunidad política”, ha dicho la Sala de lo Constitucional en
la sentencia de inconstitucionalidad 7-2006, del 29 de mayo de 2015. Pues una de
las realidades sociales que forman parte de esa comunidad política es el fenómeno
económico. Es por ello que la Constitución, además de tener un fundamento histó-
rico y económico que explica su contenido, contiene un sistema de categorías que
van dirigidas a regular esa realidad ineludible en la sociedad.
Este ensayo es solo una primera aproximación al tema. En los últimos años la
realidad ha llevado a la Sala de lo Constitucional a que vaya resolviendo cada vez
más temas relacionados a la economía y las finanzas públicas, de manera que es
probable que los conceptos aquí vertidos vayan evolucionando y sofisticándose
rápidamente.
506
La Constitución Económica
507
Daniel Olmedo
2. EL ORDEN ECONÓMICO
Así, por una parte se reconoce la libertad empresarial10, mientras que por otra
se establece que el Estado puede administrar empresas que presten servicios esen-
ciales11. Pero los contrastes más interesantes se observan en el reconocimiento de la
libertad económica y del derecho a la propiedad privada. La primera se garantiza
“en lo que no se oponga al interés social”12; y el segundo se reconoce y garantiza
bajo una condición: “[la] función social”13.
508
La Constitución Económica
509
Daniel Olmedo
sirven de piedras angulares a los modelos económicos que siguen una ruta liberal
o social. En la sentencia de inconstitucionalidad 7-2006 la SCn agrega:
En relación con el Órgano Ejecutivo, implican que éste debe atenerse a los prin-
cipios en cuestión al llevar a cabo su función de dirección política y, en particular, al
elaborar su plan general y el proyecto de presupuesto (art. 167 ords. 2.° y 3.° Cn), así
como al ejercer sus potestades normativas y ejecutivas (art. 168 ords. 8.° y 14.° Cn)
Por último, en relación con los tribunales, en la medida en que la acción de los
poderes públicos concrete estos principios o los traduzca en auténticos derechos
subjetivos, éstos lógicamente serán exigibles a través de los instrumentos y meca-
nismos que el ordenamiento otorgue. Además, tales principios pueden originar la
no aplicación o la expulsión de una disposición que claramente contradiga su conte-
nido normativo. Pero, se aclara, el enjuiciamiento de la disposición respectiva no se
haría en consideración a su grado de consecución o de apartamiento de los objeti-
510
La Constitución Económica
vos o metas a largo plazo establecidos en el principio, pues ello implicaría desviarse
del contraste internormativo abstracto de la disposición impugnada –competencia
de la Sala– para pasar a un análisis de la eficacia real de tal disposición –cuestión
empírica que rebasaría la competencia de este Tribunal–.
A partir de lo expresado por la SCn queda claro que el orden económico cons-
titucional es neutral. Pero el tribunal ha sido claro en que esto no puede entender-
se como una carta abierta a los órganos del Estado. La SCn reivindica su función
de garantizar caso por caso las disimiles categorías económicas contenidas en la
Constitución. Este ejercicio, lo quiera o no el tribunal, supondrá que, caso por caso,
será este quien irá perfilando a golpe de sentencia el pensamiento económico que
subyace en el orden económico constitucional.
Art. 2 Cn: Toda persona tiene derecho a la vida, a la integridad física y moral, a
la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la propiedad y posesión, y a ser protegida en
la conservación y defensa de los mismos.
Art. 22 Cn: Toda persona tiene derecho a disponer libremente de sus bienes con-
forme a la ley. La propiedad es transmisible en la forma en que determinen las leyes.
Habrá libre testamentifacción.
Art. 103 inc. 1.º Cn: Se reconoce y garantiza el derecho a la propiedad privada
en función social.
511
Daniel Olmedo
“Reconocido por la Constitución, en su art. 2 inc. 1.°, que toda persona tiene
derecho a la propiedad, y que el mismo recae sobre bienes o distintas manifestaciones,
concretas y abstractas, de la realidad susceptibles de valor económico o apreciables
en dinero, el art. 22 de la misma Ley Suprema establece –hay que entender– que una
vez concretado dentro de la esfera jurídica del individuo la propiedad sobre un bien
cualquiera, de los permitidos legal y constitucionalmente, se tiene también el derecho
constitucional de disponer libremente los destinos del mismo, para evitar, entre otras
cosas, un estatismo económico y así poner de relieve la libertad económica y comercial.
Esta libre disposición, no obstante ser una actividad humana en principio remitida a la
iniciativa de los particulares, está subordinada por razones de interés público, de tal
modo que la función social se halla de forma implícita dentro del contenido esencial del
mandato constitucional ahora interpretado. De esta forma, se inserta a la ‘libre disposi-
ción de bienes’ en su entorno natural, colocando al propietario, en conclusión, en una
posición colaboradora frente a la sociedad, puesto que cualquier clase de bien debe
emplearse no sólo en provecho personal, sino también en favor de la comunidad”.
“El derecho a la propiedad consiste en la facultad que posee una persona para:
(i) usar libremente los bienes, lo que implica la potestad de servirse de la cosa y de
aprovecharse de los servicios que esta pueda rendir; (ii) gozar libremente los bienes,
que se manifiesta en la posibilidad de recoger todos los productos que se derivan de
su explotación; y (iii) disponer libremente de los bienes, que se traduce en actos de
disposición o enajenación sobre la titularidad del bien.
512
La Constitución Económica
En suma, es válido concluir que las modalidades del libre uso, goce y disposición
de los bienes del derecho a la propiedad se efectúan sin ninguna limitación que no
sea generada o establecida por la Constitución o la ley, siendo una de estas limita-
ciones el objeto natural al cual se debe: la función social –art. 103 inc. 1.° de la Cn–.
513
Daniel Olmedo
Ya en 2002 la SCn definía con mucha precisión el contenido del derecho a libre
contratación. En la sentencia de inconstitucionalidad 15-99, del 13 de agosto de
2002, el Tribunal expresaba:
“Los aspectos que ofrece el derecho a la libre contratación son: (i) el derecho a
decidir si se quiere o no contratar, esto es, el derecho a decidir la celebración o no
celebración de un contrato; (ii) el derecho a elegir con quién se quiere contratar; y
(iii) el derecho a determinar el contenido del contrato, es decir la forma y modo en
que quedarán consignados los derechos y obligaciones de las partes. Ahora, esta
libertad, no obstante ser una actividad humana –y en cuanto humana, privada, es
decir, librada a la iniciativa de los particulares–, puede estar limitada (regulada) por
razones de interés público y de distintos modos. Así, el Estado puede eventualmente
alterar ex post facto los efectos de los contratos celebrados con anterioridad al pro-
nunciamiento de una norma; puede establecer de forma obligatoria el contenido de
los contratos (derechos y obligaciones), como sucede comúnmente con los servicios
públicos, seguros, etc.; y puede, finalmente, imponer razonablemente a determina-
dos individuos la celebración o no de un contrato, aún en contra de la voluntad de
los interesados”.
514
La Constitución Económica
En cuanto a sus límites resulta oportuno plantear que éstos pueden dirigir-
se desde distintas perspectivas. Por una parte, esta categoría podría ser limitada
en cuanto a prohibir la celebración de ciertos tipos de contratos. Esta dimensión
puede verificarse, como ejemplo, en la prohibición de prácticas monopolísticas —o
anticompetitivas— que consagra el art. 110 inciso 2.º de la Constitución16. Éstas han
sido desarrolladas legislativamente a través de la Ley de Competencia, y en ella se
prohíbe, por ejemplo, que los competidores celebren contratos con el objeto de
fijar precios, limitar la producción o dividirse el mercado17.
Por otra parte, la libertad de contratación también puede ser limitada a tra-
vés de imponer a un sujeto la obligación de celebrar un contrato. Así, a partir de
la facultad constitucional del Estado de regular y vigilar servicios públicos18, se ha
configurado en el Código de Comercio que, de manera excepcional, es válida la
obligación a contratar en casos tales como empresas que gocen de concesiones,
autorizaciones o permisos para operar con el público19.
Art. 102 inc. 1.º Cn: Se garantiza la libertad económica, en lo que no se oponga al
interés social.
Art. 110 inc. 2.º Cn: A fin de garantizar la libertad empresarial y proteger al
consumidor, se prohíben las prácticas monopolísticas.
515
Daniel Olmedo
516
La Constitución Económica
Art. 110 inc. 1.º Cn: No podrá autorizarse ningún monopolio sino a favor del Estado
o de los municipios, cuando el interés social lo haga imprescindible. Se podrán establecer
estancos a favor del Estado.
517
Daniel Olmedo
Así, la distorsión de las leyes del mercado por especulación, acuerdos oligopólicos o
por la existencia de monopolios, aunado a la publicidad engañosa, en definitiva, afectan
el interés económico de los consumidores y motiva la tutela judicial –mediante las institu-
ciones creadas para tal efecto– en caso de arbitrariedad o discriminación.
De ello se deriva que el tribunal considera a los monopolios como una distor-
sión del mercado. Y, más allá de eso, equipara a una estructura de mercado –el
monopolio– con una conducta económica –acuerdos oligopólicos, publicidad en-
gañosa–.
Una interpretación plausible sobre el art. 110 inc. 1.º Cn la elabora la econo-
mista Gabriela Flores al expresar que si se interpreta esa disposición como una
prohibición de monopolios, únicamente puede entenderse como tal respecto a los
monopolios que se sostienen en autorizaciones o derechos exclusivos otorgados
por el Estado. Lo expresa así:
En esa misma línea la Dra. Lilliam Arrieta relaciona como en las discusiones de
la Asamblea Constituyente se deliberó sobre el alcance interpretativo de la prohi-
bición constitucional de monopolios, planteando que sería insensata una prohibi-
ción llana de los monopolios privados.
518
La Constitución Económica
Art. 117.- Es deber del Estado proteger los recursos naturales, así como la diversi-
dad e integridad del medio ambiente, para garantizar el desarrollo sostenible.
519
Daniel Olmedo
reconocer que las obligaciones prescritas en el art. 117 y otras disposiciones de la Ley
Suprema no importan un contenido prestacional en favor de los recursos naturales
-lo cual es jurídicamente imposible-, sino de las personas que conforman la colectivi-
dad, es decir de quienes satisfacen sus necesidades materiales mediante el aprove-
chamiento de tales recursos. En consecuencia, la regulación de las obligaciones del
Estado en relación con la política ambiental, y los límites prescritos a esa actividad
son establecidos en favor de la persona humana, lo que conlleva ineludiblemente al
reconocimiento de que tal derecho a gozar de un medio ambiente sano tiene rango
constitucional, y consecuentemente es obligación del Estado proteger a las personas
en la conservación y defensa del mismo.
En cada caso concreto, serán los poderes públicos competentes los que determi-
nen la racionalidad en la utilización de los recursos.
520
La Constitución Económica
Art. 101 inc. 2.º Cn: El Estado promoverá el desarrollo económico y social me-
diante el incremento de la producción, la productividad y la racional utilización de
los recursos. Con igual finalidad, fomentará los diversos sectores de la producción y
defenderá el interés de los consumidores.
521
Daniel Olmedo
Art. 110 inc. 2.º Cn: A fin de garantizar la libertad empresarial y proteger al consu-
midor, se prohíben las prácticas monopolísticas.
522
La Constitución Económica
Sin embargo, cuando la SCn revisó la constitucionalidad del art. 46 inc. 2.º de
la Ley de Competencia26 señaló la posibilidad de que el concepto constitucional de
prácticas monopolísticas puede también estar desarrollado en leyes distintas a la
Ley de Competencia27. Dijo en esa oportunidad:
Ahora bien, la interpretación anterior puede y debe ser desechada, puesto que
el mismo precepto legal establece que se trata de prácticas anticompetitivas prohibi-
das. El calificativo de prohibidas supone que tales comportamientos habían sido pre-
523
Daniel Olmedo
3. FINANZAS PÚBLICAS
El contenido del Presupuesto General del Estado es definido en el art. 227 Cn así:
Art. 227 inc. 1.º Cn: El Presupuesto General del Estado contendrá, para cada ejer-
cicio fiscal, la estimación de todos los ingresos que se espera percibir de conformidad
con las leyes vigentes a la fecha en que sea votado, así como la autorización de todas las
erogaciones que se juzgue convenientes para realizar los fines del Estado.
524
La Constitución Económica
525
Daniel Olmedo
el cumplimiento de los fines del Estado”, mientras que el art. 27 LOAFI estatuye que
“[e]l Presupuesto General del Estado deberá reflejar el equilibrio financiero entre sus
ingresos, egresos y fuentes de financiamiento”, lo cual implica que “[e]l gasto presu-
puestado deberá ser congruente con los ingresos corrientes netos” para “garantizar
el equilibrio fiscal en el largo plazo” (arts. 11 inc. 1.º frase final y 2 letra a de la Ley de
Responsabilidad Fiscal para la Sostenibilidad de las Finanzas Públicas y el Desarrollo
Social, respectivamente) (…)
1. Que los gastos ordinarios del Estado se financien con ingresos ordinarios,
y no con gastos extraordinarios —es decir, los provenientes del uso del
crédito público o de cualquier otra fuente similar—.
2. Que el total del gasto público no puede superar la estimación de los ingre-
sos corrientes del Estado.
3. Que las partidas presupuestarias no pueden estar desfinanciadas.
4. Que las instituciones públicas cuenten con un presupuesto suficiente para
ejercer las funciones asignadas.
Ha existido una evolución en el alcance del control sobre esta categoría por la
SCn. En la sentencia de inconstitucionalidad 4-98, emitida el 26 de marzo de 1999,
el tribunal había expresado:
526
La Constitución Económica
Art. 228 inc. 3.º Cn. Solo podrán comprometerse fondos de ejercicios futuros
con autorización legislativa, para obras de interés público o administrativo, o para la
consolidación o conversión de la deuda pública. Con tales finalidades podrá votarse
un presupuesto extraordinario.
Art. 204 Cn. La autonomía del Municipio comprende: 2.º.- Decretar su Presupuesto
de Ingresos y Egresos;
527
Daniel Olmedo
Art. 227 inc. 1.º Cn. El Presupuesto General del Estado contendrá, para cada ejer-
cicio fiscal, la estimación de todos los ingresos que se espera percibir de conformidad
con las leyes vigentes a la fecha en que sea votado, así como la autorización de todas las
erogaciones que se juzgue convenientes para realizar los fines del Estado.
En esa ocasión se demostró que una partida presupuestaria para pagar capi-
tal e intereses que se adeudan a los cotizantes al Sistema de Ahorro para Pensiones
por la utilización de sus ahorros en certificados de inversión previsional requería
un monto de US$230 millones; y se le asignó una partida de US$1,000. Así la SCn
advirtió que la mera inclusión de una partida para ese gasto era insuficiente; el
exiguo monto que se le asignaba revelaba que en realidad se estaba excluyendo
del presupuesto un gasto previsible, y con ello se estaba violando el principio de
universalidad.
528
La Constitución Económica
3.2.1 Bonos
529
Daniel Olmedo
puesto previsto por el art. 148 Cn, en cuanto regula una operación financiera dirigida
a contraer deuda pública, es decir, un empréstito voluntario por la vía de la emisión
de titulosvalores. En tanto regula un empréstito, el mencionado decreto legislativo
debió haber sido autorizado y aprobado simultáneamente por una mayoría de no
menos de dos tercios de los votos de los diputados electos –es decir, un mínimo de
cincuenta y seis votos–, y no cuarenta y tres, con los cuales fue aprobado.
Art. 227 inc. 3.º Cn. En el Presupuesto se autorizará la deuda flotante en que el
Gobierno podrá incurrir, durante cada año, para remediar deficiencias temporales de
ingresos.
Siendo que los ingresos del Estado no son constantes en el transcurso del año,
ocurrirán ciertos períodos dentro de un ejercicio fiscal en que los gastos no pueden
ser sufragados con los ingresos corrientes. De ahí que la deuda flotante es una he-
rramienta financiera con la cual el Estado puede sufragar esos déficits temporales.
530
La Constitución Económica
La SCn resolvió que aunque la deuda flotante son, en efecto, empréstitos vo-
luntarios, la autorización legislativa para esta no requiere la mayoría calificada pre-
vista en el art. 148 inc. 2.º Cn. El argumento se basa en que de acuerdo al art. 72
inc. 2.º Cn la autorización de deuda flotante está incluida en el Presupuesto Gene-
531
Daniel Olmedo
Así, el art. 131 ord. 8.° Cn establece que es competencia de la Asamblea Legis-
lativa decretar el presupuesto de ingresos y egresos de la Administración Pública,
así como sus reformas, mientras que el art. 123 inc. 2.° Cn estatuye que para dicha
Asamblea tome resoluciones se requiere por lo menos el voto favorable de la mitad
más uno de los diputados electos (43 votos), salvo los casos en la Constitución indique
la exigencia de una mayoría distinta. En tal sentido, en tanto que el art. 131 ord. 8.°
Cn no hace mención de un tipo de mayoría calificada en concreto, se entiende que la
aprobación del presupuesto general del Estado requiere solo de mayoría legislativa
simple, tal como se realiza en la práctica. Si ésto es así, es razonable afirmar que debi-
do a que la deuda flotante en que puede incurrir el gobierno en cada ejercicio finan-
ciero fiscal se autoriza dentro del documento presupuestario según el art. 227 inc. 3°
Cn —y que el texto de este último artículo tampoco alude a la exigencia de algún tipo
de mayoría calificada—, para su aprobación también se requiere de mayoría simple.
[La suficiencia de una mayoría simple para autorizar la deuda flotante] no debe
considerarse por la Asamblea Legislativa como una autorización irrestricta para con-
tinuar haciendo un uso excesivo y arbitrario del mecanismo de la deuda flotante para
financiar el gasto corriente del Estado, fuera del uso constitucionalmente prescrito,
que es cubrir deficiencias temporales de ingreso. Ello se refleja en los altos porcen-
tajes de los techos de estas emisiones en cada ley de presupuesto general de años
recientes, por ejemplo: el año 2014 fue del 40%, mientras que en los años 2015, 2016
y 2017 fue del 30%. Tal manera de utilizar este endeudamiento generalmente ha
provocado que el saldo de LETES se acumule progresivamente porque van quedando
remanentes que no se liquidan en el correspondiente ejercicio financiero fiscal.
532
La Constitución Económica
NOTAS
1 LOPEZ GARRIDO, DIEGO. Apuntes para un Estudio sobre la Constitución Económica. Revista del
Centro de Estudios Constitucionales. Num. 15. Mayo-Agosto 1993. P. 79.
2 VIERA ALVAREZ, CHRISTIAN. Una aproximación a la idea de ‘Constitución Económica’ y sus alcan-
ces en la Constitución chilena. Boletín Mexicano de Derecho Comparado. Número 145, Enero-abril
2017. Universidad Autónoma de México. México, 2016.: Como consecuencia, a fines del siglo XIX
y principios del siglo XX se adoptarán una serie de medidas de política social y económica llevadas
a cabo por la vía legislativa y adminsitrativa, las que empiezan a tener un sustento constitucional a
partir de comienzos del siglo XX, típicamente con las Constituciones de México y Weimar, de 1917
y 1919 respectivamente.
3 SCHMITT, CARL. La Defensa de la Constitución. Editorial Tecnos. Madrid, 1983. p. 135: La ten-
dencia liberal del siglo XIX era la de limitar en lo posible al Estado a un mínimo, impedirle ante
todo intervenciones y ataques a la Economía, y neutralizarlo en absoluto, en lo posible, frente a la
Sociedad y a sus pugnas de intereses, para que la Sociedad y la Economía adoptaran en su sector
respectivo las necesarias decisiones, según sus principios inmanentes (…) Los derechos fundamen-
tales y de libertad del ciudadano, en particular la libertad personal, la libertad de manifestar sus
opiniones la libertad contractual, económica e industrial, la propiedad privada, es decir: las normas
genuinas de la práctica propia del Supremo Tribunal de los Estados Unidos a que anteriormente
nos hemos referido, presuponen un Estado neutral que fundamentalmente es abstencionista, y
que a lo sumo sólo interviene para restaurar las condiciones de la libre competencia cuando éstas
han sido perturbadas.- Este Estado fundamentalmente neutro, en el sentido liberal y abstencio-
nista, con respecto a la Sociedad y a la Economía, siguió siendo también la premisa de las Consti-
tuciones, aunque se admitían excepciones en orden a la política social y a la política cultural. Sin
embargo, su criterio fue cambiando radicalmente en la misma medida en que desaparecía la antí-
tesis de aquella estructura dualista de Estado y Sociedad, Gobierno y Nación, desde el momento en
que todos los conceptos e instituciones (ley, presupuesto, autonomía administrativa) construidos
sobre dicha premisa, comienzan a plantear nuevos problemas (…) Todas las antítesis que resultan
de la premisa del Estado neutro, como una consecuencia inmediata de la distinción entre Estado y
Sociedad, y que sólo son casos concretos y manifestaciones metafóricas de esta distinción, cesan
por completo”.
4 Art. 34 Constitución 1886: Toda industria es libre, y sólo podrán estancarse en provecho de la
Nación, y para administrarse por el Ejecutivo, el aguardiente, el salitre y la pólvora.
No habrá monopolio de ninguna clase. ni prohibiciones a título de protección a la industria. Ex-
ceptúanse únicamente los relativos a la acuñación de moneda y a los privilegios que, por tiempo
limitado, conceda la ley a los inventores o perfeccionadores de alguna industria.
5 Art. 110 Constitución 1983: No podrá autorizarse ningún monopolio sino a favor del Estado o de
los Municipios, cuando el interés social lo haga imprescindible. Se podrán establecer estancos a
favor del Estado.
A fin de garantizar la libertad empresarial y proteger al consumidor, se prohiben las prácticas mo-
nopolísticas.
Se podrá otorgar privilegios por tiempo limitado a los descubridores e inventores y a los perfeccio-
nadores de los procesos productivos.
El Estado podrá tomar a su cargo los servicios públicos cuando los intereses sociales así lo exijan,
prestándolos directamente, por medio de instituciones oficiales autónomas o de los municipios.
También le corresponde regular y vigilar los servicios públicos prestados por empresas privadas y la
aprobación de sus tarifas, excepto las que se establezcan de conformidad con tratados o convenios
internacionales; las empresas salvadoreñas de servicios públicos tendrán sus centros de trabajo y
bases de operaciones en El Salvador.
6 A manera de ejemplo podemos ver que la Constitución de Weimar disponía: Art. 151.— La orga-
nización de la vida económica debe responder a principios de justicia, con la aspiración de asegu-
rar a todos una existencia digna del hombre. Dentro de estos límites, se reconoce al individuo la
libertad económica”; y los artículos 101 y 102 de la Constitución de El Salvador ordenan: Art. 101
inc. 1o.- El orden económico debe responder esencialmente a principios de justicia social, que tien-
533
Daniel Olmedo
dan a asegurar a todos los habitantes del país una existencia digna del ser humano; y Art. 102.- Se
garantiza la libertad económica, en lo que no se oponga al interés social.
7 GORDILLO PEREZ, Constitución Económica, Ordoliberalismo y Unión Europea. De un Derecho
Económico Nacional a uno Europeo. Revista de Derecho UNED, Num. 23, 2018. p. 274.
8 Sentencia de la SCn dictada el 6 de octubre de 2010 en el proceso de inconstitucionalidad 9-2010.
9 La Constitución de Cuba en su artículo 1 dispone: Art. 1.— Cuba es un Estado socialista de trabaja-
dores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como República
unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar indivi-
dual y colectivo y la solidaridad humana.
10 Art. 110 inc. 2o. Cn.: A fin de garantizar la libertad empresarial y proteger al consumidor, se prohi-
ben las prácticas monopolísticas.
11 Art. 112 inc. 1o Cn.: El Estado podrá administrar las empresas que presten servicios esenciales a la
comunidad, con el objeto de mantener la continuidad de los servicios, cuando los propietarios o
empresarios se resistan a acatar las disposiciones legales sobre organización económica y social.
12 Art. 102 inc. 1o Cn.: Se garantiza la libertad económica, en lo que no se oponga al interés social.
13 Art. 103 Cn.: Art. 103.- Se reconoce y garantiza el derecho a la propiedad privada en función social.
14 Sentencia de inconstitucionalidad 13-2014, del 15 de febrero de 2017.
15 Así lo dijo la SCn en la sentencia de inconstitucionalidad 13-2014, del 15 de febrero de 2017: “El de-
recho a la libre contratación (art. 23 Cn.) ha sido definido como la posibilidad de que los particu-
lares celebren convenciones de cualquier tipo, incluso acuerdos no reglamentados expresamente
por la ley”.
16 Art. 110 inc. 2o Cn.: A fin de garantizar la libertad empresarial y proteger al consumidor, se prohí-
ben las prácticas monopolísticas.
17 Art. 25 Ley de Competencia.- Se prohíben las prácticas anticompetitivas realizadas entre competi-
dores las cuales, entre otras, adopten las siguientes modalidades:
a) Establecer acuerdos para fijar precios u otras condiciones de compra o venta bajo cualquier
forma;
b) Fijación o limitación de cantidades de producción;
c) Fijación o limitación de precios en subastas o en cualquier otra forma de licitación pública o
privada, nacional o internacional, a excepción de la oferta presentada conjuntamente por
agentes económicos que claramente sea identificada como tal en el documento presentado
por los oferentes; y
d) División del mercado, ya sea por territorio, por volumen de ventas o compras, por tipo de
productos vendidos, por clientes o vendedores, o por cualquier otro medio.
18 Art. 110 inc. 4o Cn.: También le corresponde [al Estado] regular y vigilar los servicios públicos
prestados por empresas privadas y la aprobación de sus tarifas, excepto las que se establezcan de
conformidad con tratados o convenios internacionales
19 Art. 965 Com.: Art. 965.- Nadie puede ser obligado a contratar, sino cuando rehusarse constituya
un acto ilícito.
Se considerará ilícita la renuencia cuando provenga de empresas que gocen de concesiones, auto-
rizaciones o permisos para operar con el público, o se encuentren en situación de imponer precios
a las mercancías o a los servicios que proporcionen, siempre que no mediare justo motivo para la
negativa, a juicio prudencial del Juez que conozca del asunto.
Quien se negare a contratar en los casos del inciso anterior, podrá ser obligado a celebrar el contra-
to, en igualdad de condiciones con las que acostumbre pactar con sus demás clientes, sin perjuicio
de responder de los daños y perjuicios que hubiere ocasionado.
El silencio de la empresa requerida para contratar se considerará como negativa a hacerlo.
20 Superintendencia de Competencia. Glosario de Términos de Competencia. San Salvador, 2009.
21 FLORES, Gabriela. ¿Son prohibidos los monopolios en El Salvador? Marzo, 2018. https://www.
sc.gob.sv/index.php/son-prohibidos-los-monopolios-en-el-salvador/
534
La Constitución Económica
22 ARRIETA, Liliam. Regulación de los acuerdos entre competidores en El Salvador. Octubre, 2012.
https://lalibrecompetencia.files.wordpress.com/2014/08/regulacic3b3n-de-los-acuerdos-en-
tre-competidores-en-el-salvador-por-l-arrieta-de-carsana-copia.pdf
23 En el proceso de inconstitucionalidad 8-2018, que fue admitido mediante la interlocutora de fe-
cha 13 de abril de 2018, la SCn revisará si una reforma a la Ley de Bolsas de Productos y Servicios
supone la autorización de un monopolio privado. Si ese caso llegare a sentencia, en ella el tribunal
tendrá la oportunidad de precisar el alcance del art. 110 inc. 1o Cn. y dejar claro si tal disposición
supone una prohibición tajante de los monopolios privados o, en su lugar, se refiere a la autoriza-
ción de monopolios privados por el Estado, como parece interpretarse directamente del texto.
24 Art. 25 Ley de Competencia.- Se prohíben las prácticas anticompetitivas realizadas entre competi-
dores las cuales, entre otras, adopten las siguientes modalidades:
a) Establecer acuerdos para fijar precios u otras condiciones de compra o venta bajo cualquier
forma;
b) Fijación o limitación de cantidades de producción;
c) Fijación o limitación de precios en subastas o en cualquier otra forma de licitación pública o
privada, nacional o internacional, a excepción de la oferta presentada conjuntamente por
agentes económicos que claramente sea identificada como tal en el documento presentado
por los oferentes; y
d) División del mercado, ya sea por territorio, por volumen de ventas o compras, por tipo de
productos vendidos, por clientes o vendedores, o por cualquier otro medio.
Art. 26 Ley de Competencia.- Art. 26.- Siempre y cuando se comprueben los supuestos del Artículo
29 de la presente Ley, se considerarán prácticas anticompetitivas no permitidas, entre otras, las
siguientes:
a) Venta condicionada, cuando un proveedor venda un producto bajo condición que el compra-
dor adquiera otros productos del proveedor o empresas asociadas al proveedor;
b) La venta o la transacción sujeta a la condición de no usar, ni adquirir, ni vender ni proporcio-
nar los bienes o servicios disponibles y normalmente ofrecidos a terceros o por terceros; y
c) La concertación entre varios agentes económicos o la invitación a ellos para ejercer dicha
práctica.
Art. 30 Ley de Comptencia.- Art. 30.- Se prohíben las acciones que constituyan abusos de la posi-
ción dominante de un agente económico en un mercado, entre otros, los siguientes casos:
a) La creación de obstáculos a la entrada de competidores o a la expansión de competidores
existentes;
b) Cuando la acción tenga por finalidad limitar, impedir o desplazar en forma significativa de la
competencia dentro del mercado;
c) La disminución de precios en forma sistemática, por debajo de los costos, cuando tenga por
objeto eliminar uno o varios competidores, o evitar la entrada o expansión de éstos; y
d) La venta o prestación de servicios en alguna parte del territorio del país a un precio diferente
a aquél al que se ofrece en otra parte del mismo territorio cuando la intención o el efecto sea
disminuir, eliminar o desplazar competencia en esa parte del país.
25 Art. 232 Código Penal (derogado).- “Será sancionado con prisión de cuatro a ocho años y multa de
ciento ochenta a trescientos días multa el que abusando de una posición de dominio total o parcial
del mercado o mediante acuerdos con otras personas o empresas, impidiere, dificultare o falseare
las reglas de competencia, conforme a alguna de las modalidades siguientes: 1) La imposición, di-
recta o indirecta, de los precios de compra o venta; 2) La imposición de condiciones especiales para
las transacciones o mediante la subordinación de la conclusión de los contratos a la aceptación de
prestaciones o de operaciones comerciales suplementarias, que por su naturaleza y según las prác-
ticas usuales, no guarden relación con el objeto de los contratos; 3) La imposición de condiciones
contractuales desiguales, para prestaciones similares; 4) La imposición de limitaciones a la produc-
ción, desarrollo técnico o las inversiones de otras personas; 5) El reparto de los mercados, o de
las áreas de suministro o de aprovisionamiento; 6) La imposición de condiciones discriminatorias
para el transporte de cosas, valores o bienes; 7) El abandono de cosechas, cultivos, plantaciones,
535
Daniel Olmedo
536
LA ACTUALIDAD DE LA CONSTITUCIÓN.
LOS MECANISMOS DE TRANSFORMACIÓN
Y SU INCIDENCIA EN LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES
LA ACTUALIDAD DE LA CONSTITUCIÓN.
LOS MECANISMOS DE TRANSFORMACIÓN Y SU
INCIDENCIA EN LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
SUMARIO
A manera de introducción: La dinámica entre la Constitución y la realidad. Funda-
mento y carácter de la Constitución. 1- La Constitución como obra de consenso.
1.1 El principio democrático en la configuración de la transformación constitucio-
nal: A) La dinámica de la realidad. B) El constitucionalismo moderno como pro-
ducto del cambio 2. Reflexiones sobre el contenido de la Constitución a partir de
sus bases de organización política y su aseguramiento frente a la realidad norma-
da 2.1 Especial referencia a la dignidad reflejada en los derechos fundamentales
como límite al poder. 3. La reforma constitucional: función y límites. 3.1 Función
de la reforma. 3.1.1 La reforma como instrumento de adecuación de la realidad
política a la normativa constitucional. 3.1.2 La reforma como mecanismo que per-
mite la continuidad jurídica de la Constitución. 3.1.3 La reforma como garantía
constitucional. 3.2 Límites a la reforma. 3.2.1 Límites intangibles expresos o nor-
mas pétreas. 3.2.1.1 Notas jurisprudenciales sobre las normas pétreas o normas
intangibles expresas en la Constitución salvadoreñas. 3.2.2. Límites intangibles ma-
teriales. 3.2.3 Límites implícitos formales: El procedimiento de reforma constitucio-
nal. 3.2.3.1 Clasificación de las constituciones según su procedimiento de reforma.
3.3 ¿Cuándo proceder a la reforma? 3.4 Experiencias del cambio de constitucio-
nes históricas 3.5. Significado de las primeras reformas a la Constitución de 1983.
3.6 Control de la reforma constitucional. 3.6.1 Control jurisdiccional. 3.6.2 Control
político: Referendum. 4. Otras vías alternas al cambio. 4.1. La interpretación consti-
tucional como vía de garantizar la permanencia e inalterabilidad de la esencia de la
Constitución frente a la realidad dinámica 4.1.1 La jurisdicción constitucional como
garantía 4.1.1.1 La interpretación como alternativa a la reforma para mantener
actualizada la Constitución. 4.1.1.2 La función y trascendencia jurídica y política de
la interpretación constitucional. El carácter abierto y valorativo de la norma consti-
tucional 4.2 La mutación constitucional como vía de adaptación de la Constitución
a la dinámica y la realidad 4.2.1 Límites de las mutaciones. A manera de conclusión.
A MANERA DE INTRODUCCIÓN
En ese orden, interesa en este breve espacio, analizar los mecanismos jurí-
dico-políticos que permiten mantener la vigencia de nuestra carta primaria, el
control de propuestas de cambio de su normativa, así como sobre la labor de la
interpretación constitucional que, en nuestra práctica, ha sido una alternativa a
la reforma constitucional con no pocos cuestionamientos sobre los criterios que
ésta ha aportado para comprender nuestra carta magna, y la legitimidad o no de
las mutaciones constitucionales producidas mediante la interpretación normativa.
540
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
posible acudir a otros mecanismos jurídicos que realicen ese acercamiento, a fin de
encontrar la interacción y entendimiento de dicha relación –derecho y realidad–,
que comentaremos en este artículo.
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Ivette Cardona Amaya
Cuadro comparativo
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Ivette Cardona Amaya
Sobre este punto, hemos de ser conscientes que la realidad sobre la cual actúa
el derecho y la Constitución, concretamente, es cambiable al hilo de las circunstan-
cias, y que mientras más acercamiento se procure entre ambos ámbitos a través de
los diferentes mecanismos de adaptación, la validez y legitimidad de la Constitu-
ción se asegurará.
548
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
549
Ivette Cardona Amaya
550
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
Veamos a continuación los tipos de límites que puede tener una constitución
según sus propias reglas34:
- Por su extensión: La reforma puede ser parcial o total. En el caso que sea
parcial, se limita a reformar toda la Constitución; en el caso que sea total,
se duda si se trataría de una verdadera reforma o de una ruptura consti-
tucional.
- Por su contenido o la materia sujeta a reforma: Respecto a este tipo de
límites, se contemplan los límites implícitos y explícitos. Los explícitos son
las cláusulas de intangibilidad expresamente establecidas en el texto, por
lo que se le llaman también límites textuales para diferenciarlos de los lí-
mites implícitos (no textuales). Son intangibles las expresas en tanto que
prohíben que se pueda reformar ciertos aspectos regulados de la Constitu-
ción, o lo que es lo mismo, en el fondo proscriben que toda la Constitución
sea objeto de reforma, porque expresamente prohíben la modificación de
algunas normas básicas del sistema, como es el caso de la prohibición de
reformar la forma y sistema de gobierno, el territorio de la República y la
alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República, según se
establece en el inciso 4.º del artículo 2 de la Constitución salvadoreña.
En cuanto a los límites implícitos, éstos son deducidos de los presupuestos
en que descansa el sistema constitucional o como consecuencia de las cua-
lificaciones que aparecen en determinados preceptos. Su importancia es
vital porque cualquier reforma que se haga alterando su contenido, sería
contrario a su propio contenido, y ese contenido irreformable se justifica
en virtud de incorporar en ellas los pilares o los valores fundamentales del
sistema constitucional35. Ejemplo de ello, es la supresión vía reforma de los
derechos fundamentales o la dignidad humana como elemento axiológi-
co de tales derechos, porque son presupuestos de la estructura orgánica
del Estado.
- Por su temporalidad: Algunos textos constitucionales imponen el trans-
curso de un número de años antes de que pueda llevarse a cabo una
551
Ivette Cardona Amaya
552
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
texto, como sería los que están determinados por la comunidad interna-
cional o en cumplimiento de compromisos internacionales.
- Por su connotación absoluta o relativa: Los límites absolutos no pueden
superarse por voluntad expresa del poder constituyente derivado, como
son las normas intangibles expresas o explícitas o tácitas o implícitas, que
se deducen del texto mismo o de la propia sistematicidad del ordena-
miento constitucional. Los relativos serían aquellos que podrían superarse
o soslayarse acudiendo a procedimientos especiales, en caso de preverse
procedimientos de este tipo.
553
Ivette Cardona Amaya
por la inestabilidad social y política que provocan las guerras civiles, la mul-
titud de partidos enfrentados o una sociedad heterogénea, entre otras
razones. En otras palabras, estos límites explícitos para lo que sirven –se-
gún Pedro de Vega– en la mayoría de los casos, es para poner de mani-
fiesto “debilidades políticas e institucionales graves”. Y es que “cuando
un régimen se encuentra lo suficientemente respaldado por la opinión pú-
blica (…) no necesita apelar al artificioso procedimiento de las cláusulas
de intangibilidad.” “Su introducción en los textos constitucionales…tienen
como básica finalidad asentar claramente, en el más alto nivel normativo,
los supuestos ideológicos y valorativos en que descansa el régimen político
que con la Constitución se pretende establecer”. O lo que es lo mismo, es-
tas cláusulas de intangibilidad expresan los fundamentos en que se apoya
la “legitimidad constitucional”, y éste se apoya a su vez en unos principios
y valores trascendentales que se establecen generalmente en los preám-
bulos de las constituciones y en sus primeros artículos. En definitiva, la
defensa de la Constitución, consiste en eso precisamente, en garantizar
que dichos postulados no se alteren por la legalidad ordinaria37.
Justamente, este último factor de intentar resguardar las bases esenciales del
sistema frente a la constante inestabilidad política del Estado salvadoreño, ha sido el
leit motiv por el cual en nuestras constituciones históricas y en la vigente, se optó en
varias ocasiones por asumir un régimen rígido, a diferencia del régimen semi rígido
que impera actualmente para reformar la Constitución, dado que el procedimiento
respectivo es mucho menos exigente que el de las constituciones anteriores a fin de
permitir los ajustes necesarios e indispensables al texto, pero con una cortapisa vital:
respetar los pilares orgánicos en que se funda el Estado, normas que la Constitución
blinda mediante cláusulas de intangibilidad expresas o normas pétreas.
554
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
Del cuadro que precede se puede colegir que no todas las constituciones que
rigieron nuestra historia constitucional le pusieron cortapisas a la voluntad del
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Ivette Cardona Amaya
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
De las tres normas pétreas indicadas, nos interesa en este estudio referirnos
a la primera de ellas cuyo abordaje por parte de la Sala de lo Constitucional ha
generado un cambio trascendente sobre sus alcances a partir de su interpretación
integral entre norma y realidad socio política actual, con incidencia importante en
el ejercicio de algunos derechos fundamentales.
El artículo 83 establece:
El artículo 85 señala:
Y el artículo 86 dice:
“El poder público emana del pueblo. Los órganos del Gobierno lo ejercerán in-
dependientemente dentro de las respectivas atribuciones y competencias que esta-
blecen esta Constitución y las leyes. Las atribuciones de los órganos del Gobierno son
indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones públicas.
Los órganos fundamentales del Gobierno son el Legislativo, el Ejecutivo y el Ju-
dicial.
Los funcionarios del Gobierno son delegados del pueblo y no tienen más facul-
tades que las que expresamente les da la ley.”
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Ivette Cardona Amaya
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
político, con lo cual se ha impuesto vía ley más requisitos que los que la Constitu-
ción prescribe. Por otro lado, se alegó que el mencionado código viola el derecho
al sufragio activo directo y libre por dos razones: 1- obliga al ciudadano a votar por
partidos políticos sin que pueda hacerlo por candidatos individuales; y, 2- porque
el sistema de lista cerrada y bloqueada para elecciones de diputados, los partidos
establecen el orden de los candidatos, lo cual impide a los ciudadanos expresar
preferencias entre ellos, lo cual contradice el carácter libre y directo del voto.
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Ivette Cardona Amaya
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
“Si los partidos tienen un carácter instrumental, ello significa que están al ser-
vicio de los ciudadanos, quienes son los sujetos fundamentales de la democracia; y
también significa que “la determinación del orden de las candidaturas que hacen los
partidos en las listas o planillas tienen una importancia leve para el fortalecimiento
de su papel en el gobierno representativo que acoge el Art. 85 Inc. 1º Cn. En otras
palabras, su naturaleza instrumental no es realmente afectada si no pueden decidir el
orden de las candidaturas en las elecciones (…)”.
“En ese sentido, la lista cerrada y bloqueada que presentan los partidos políticos
a los electores, es contrario al voto libre de los ciudadanos para que éstos tengan la
plena capacidad de opción al momento de votar; es decir, elegir entre uno y otro
candidato. Votar por una lista significa que el ciudadano no puede expresar preferen-
cia o rechazo alguno por los candidatos en ella consignados, sino que está obligado
a votar de la forma en cómo lo han organizado los partidos políticos, siendo éstos
meros intermediarios”.
561
Ivette Cardona Amaya
pues asegura mejor que los cargos públicos emanen directamente de la voluntad
popular; (ii) democracia interna de los partidos políticos (frase 2.ª del inc. 2.º del
art. 85 Cn), ya que impide que las cúpulas de los partidos decidan verticalmente e
impongan a sus afiliados y bases qué candidatos deben tener prioridad en la asigna-
ción de escaños; y (iii) respeto y promoción del mandato representativo (art. 125 Cn),
ya que, al gozar los candidatos del apoyo personal y directo de los electores, su vin-
culación con el partido político disminuye y, por ende, pueden tomar sus decisiones
con mayor libertad”.
La Sala, haciendo alusión al sufragio universal, y realizar una reseña del mismo
aludiendo a la sentencia de inconstitucionalidad 61-2009 de 29/VII/2010 y doctrina
foránea, sosteniendo en esencia para ampliar el contenido esencial del derecho al
sufragio extendiéndolo a la población que reside fuera de nuestras fronteras, lo
siguiente:
“…el derecho al sufragio se reconoce a todos los miembros del cuerpo electoral,
sin que pueda hacerse ninguna distinción por raza, sexo, religión o cualquier otro
motivo de diferenciación arbitraria. Son compatibles con el carácter universal del su-
fragio las regulaciones o restricciones a su ejercicio que atiendan a circunstancias
objetivas, tales como: la inscripción en el registro electoral, la edad, la capacidad o el
pleno goce de los derechos políticos”
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Ivette Cardona Amaya
“una ponderación equitativa del valor de los votos emitidos proscribiendo re-
glas electorales que establezcan que los votos obtenidos de una lista pasarán a los
candidatos que se encuentren en los primeros lugares de la lista, lo que reviviría el
sistema de listas cerradas y bloqueadas en cuanto al resultado. Esto quiere decir que
“cualquier candidato partidario debe tener iguales posibilidades objetivas de acceder
a un escaño a medida que sume un mayor número de votos, independientemente del
lugar en que se encuentre dentro de la respectiva lista.”
“el elector tiene el derecho de manifestar libremente su voto al escoger, entre diver-
sas opciones posibles, a los candidatos de su preferencia, lo cual, lejos de representar un
acto nulo refleja la libertad inherente al derecho al sufragio”.
Indica, asimismo que el voto cruzado es una manifestación del carácter libre
del voto. Ello significa que el ciudadano
“es titular de una facultad irrestricta que le permite elegir a cualquiera de los
candidatos a diputados que aparezcan en la papeleta de votación, y que no deben
existir prohibiciones que impidan al ciudadano votar por candidatos de distintos par-
tidos políticos, distintos candidatos no partidarios o candidatos de partidos políticos
y, al mismo tiempo, candidatos no partidarios, a fin de expresare plenamente su
voluntad ciudadana”.
564
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Ivette Cardona Amaya
“En los Estados modernos, con amplios territorios y poblaciones, así como con
variados y complejos asuntos a decidir, el pueblo no puede ejercer por sí mismo en la
práctica la soberanía de que es titular que requeriría de una comunicación recíproca
perfecta y la actuación simultánea de todos. Además, cabe considerar, la voluntad
del pueblo tienen una naturaleza singular porque es difusa por sí misma y necesita
siempre que se le dé forma por medio de una organización política. Por tal motivo, se
llega al concepto de democracia representativa –art. 85 incs. 1.º y 2.º Cn–.”
“(…) para garantizar que el ejercicio del sufragio sea democrático y que cumpla
con su finalidad, en el art. 78 Cn se ha establecido ciertas garantías para su materia-
lización mediante el voto”, necesariamente igualitario que prescribe el art. 78 Cn.
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
Sobre estos puntos, la Sala entra a determinar si el carácter libre del voto es-
tablecido en el art. 78 y el derecho fundamental a optar a cargos públicos, según
lo dispone el art. 72 ord. 3.º citado, están integrados a la cláusula “forma y sistema
de gobierno”, establecida en el art. 248 inc. 4 de la Constitución, y, por tanto, si de
ahí se desprende que no el constituyente derivado tenga prohibido modificar el
artículo 126, en los términos señalados. Antes de pronunciarse sobre el fondo de la
controversia, señala el porqué de su competencia para controlar la constitucionali-
dad de un acuerdo de reforma, lo cual será tratado en el punto 3.6 de este trabajo
relativo a los mecanismos de control de las reformas constitucionales.
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Ivette Cardona Amaya
“Dado que el Estado está obligado a brindar protección a los derechos funda-
mentales y, por ello, a mejorar su situación de salvaguarda, simultáneamente asu-
me la prohibición de suprimir o desmejorar los derechos existentes o de sus niveles
de protección. Cualquier medida política o normativa deliberadamente regresiva
requerirá la más cuidadosa consideración y deberá ser justificada plenamente con
referencia a la totalidad de los derechos fundamentales. Pero para ello debe tenerse
presente que no se puede interpretar la Constitución en el sentido de autorizar
570
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
Por tanto, se entiende que la prohibición del art. 248 inc. 4º de la Constitu-
ción de modificar normas pétreas está dirigida a “aquellos cambios en el texto de
la Constitución que pretenden desmejorar o suprimir los contenidos protegidos por
esas cláusulas. La reforma de cláusulas pétreas relacionadas con los derechos funda-
mentales sí está permitida si con ella se mejoran los contenidos protegidos por ellas
(ej., la forma de gobierno y el sistema político) según la obligación correlativa de
progresividad asumida por el Estado a partir del art. 2 inc. 1.º Cn.”
2- La ampliación del alcance del contenido del art. 72 ord. y 3.º interpreta-
do sistemáticamente con el art. 126 Cn y art. 85 inc. 2.º, en la sentencia
de inc. 61-2009 configuró el derecho a ocupar un cargo público sin ne-
cesidad de filiación partidaria, lo cual no puede ser reducido o anulado
mediante una reforma constitucional
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
La doctrina señala que los límites implícitos materiales, no son taxativos, unos
pueden estar relacionados con los principios fundamentadores de la estructura del
Estado, otros a los derechos fundamentales, otros a la división de poderes y hasta
al presupuesto del Estado, pero hay algo común: son elementos esenciales que
definen la fórmula política de una Constitución, porque su modificación supon-
dría un nuevo régimen político y la creación de un ordenamiento constitucional
diferente. Pero ante todo está el principio democrático de la soberanía popular y
del poder constituyente del pueblo del cual derivan los derechos fundamentales y
la división de poderes, pues sólo cuando la voluntad popular puede ser expresada
libremente, se puede hablar de principio democrático y su conexión con el sistema
de garantías de derechos y división de poderes.
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Este único artículo es el que prevé nuestra Constitución, para posibilitar el po-
der de revisión de su normativa y de reforma. Tal procedimiento responde al carác-
ter relativamente rígido de la norma primaria, como ya se ha adelantado, en cuanto
que se requiere de dos legislaturas sucesivas, en la que la primera aprueba las refor-
mas y la segunda las ratifica, y sin que quepa la posibilidad de cambio al propio mar-
co que determina los pilares fundamentales del sistema político, esto es, la forma y
sistema de gobierno, las normas relativas a los límites territoriales de la República y
la alternancia en el ejercicio de la Presidencia, como ya se ha comentado.
576
La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
En cuanto al órgano
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En cuanto a la forma
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
En aras de realizar una exégesis de ese único precepto que regula la manera
de proceder para viabilizar la reforma constitucional, hemos de tomar en cuen-
ta un presupuesto básico que da inicio al proceso de reforma. Nos referimos al
aspecto de la legitimación para la propuesta de reforma. El precepto indica que
la misma solo pueden hacerla los diputados, en un número no mayor de diez.
Esto quiere decir que corresponde exclusivamente al parlamento la iniciativa de
reforma constitucional, a través de cierto número de representantes del pueblo.
En otras latitudes como en los países europeos, la legitimación para proponer una
reforma la comparten el ejecutivo y el legislativo, o también, que la iniciativa sea
popular, lo cual así se reguló en una de nuestras constituciones históricas y para lo
cual se requiere de un número determinado de firmas de los ciudadanos, ésta es
una modalidad de democracia directa que respondía a otro tiempo.
En nuestro sistema, una vez requerida la reforma por parte de los diputados,
es imprescindible la concurrencia de una serie de fases previas a su aprobación por
la Asamblea en ejercicio al momento de introducirse la iniciativa, la cual, con el
voto favorable de la mitad más uno, cuyo acuerdo que estará sujeto a ratificación
por la siguiente Asamblea que entre en funciones, es decir en períodos consecuti-
vos. La segunda Asamblea podrá ratificar dicho acuerdo mediante una votación
calificada de los dos tercios de los diputados electos mediante decreto que deberá
publicarse en el Diario Oficial, debiéndose cumplir las fases previas de diálogo y
deliberación.
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Ivette Cardona Amaya
Y, efectivamente, los constituyentes del año 1983 esperaban que una reforma
aprobada por una Asamblea Legislativa se convirtiera en un motivo de discusión
en la campaña electoral de diputados subsiguiente, de manera que la elección se
convirtiera en una especie de referéndum sobre la reforma constitucional futura,
al dar el pueblo el voto a los partidos que promovieran o se opusieran a dicha re-
forma, lo cual se puede corroborar por las declaraciones de los diputados a la mis-
ma Asamblea Constituyente. El diputado Ricardo González Camacho, miembro de
la Comisión de Estudio del Proyecto de Constitución, informó al pleno sobre este
punto: “Se planteó la posibilidad de reformar la Constitución por referéndum...
(pero se determinó que) las elecciones a la segunda Asamblea van a ser una espe-
cie de referéndum”.54 Además, el constituyente Luis Nelson Segovia indicó que la
reforma a la Constitución por la vía planteada en el art. 248 Cn, fue la única que
se consideró necesaria.55
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consenso para reaccionar sobre los cambios que provocan la movilidad social y las
nuevas coyunturas políticas, las cuales habrán de proyectarse en la normatividad
constitucional, para que ésta conserve su vigencia y validez59.
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
Es decir, las interrupciones ilegítimas del régimen político, motivadas por razo-
nes sociales, sectarias o personales, siempre trajeron como consecuencia la emisión
de una nueva Constitución. Es decir, los cambios constitucionales no se han dado
porque se dificulte la reforma de la ley primaria, sino por la falta de respeto al
orden constitucional que se ha dado en algunas ocasiones en nuestra sociedad,
como en tantas otras latinoamericanas.
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tado determinado, el referente al cual debe supeditarse toda actuación del Estado
y los particulares con la finalidad de preservar el orden que es necesario para la
convivencia ciudadana.
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Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
En lo que respecta a los aspectos sustanciales del Órgano Judicial, expresa Tin-
netti: “para consolidar el modelo democrático, una de las medidas de mayor signi-
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Con dicho criterio, la Sala de lo Constitucional enfatiza cómo a través del pro-
ceso de diálogo y deliberación se puede llegar legítimamente a un consenso de las
mayorías parlamentarias sobre el dictamen sometido a su conocimiento para apro-
bación o archivo, y así lo confirma la sentencia de inconstitucionalidad Ref. 35-2015,
haciendo alusión a la sentencia de inconstitucionalidad 78-2011 de 1/3/201370.
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Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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La razón de ello es que tal texto fue el que conoció la ciudadanía al momento de
decidir la integración de la segunda legislatura, por lo cual cualquier alteración
implicaría el desconocimiento a la libertad de opción que ejercieron los ciudadanos
cuando emitieron su voto para elegir a los diputados que integrarían la legislatura
encargada de ratificar el acuerdo de reforma constitucional”.
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
tura en la voluntad soberana del pueblo, no podía ser de otra manera que en éste
fije su última garantía.
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Ivette Cardona Amaya
Aún con lo dicho, desde un punto de vista normativo, los tribunales consti-
tucionales, como sostiene la doctrina, no pretende ser un legislador positivo en
sustitución del parlamento, con lo cual se rompería su vocación democrática, sino
un órgano con funciones jurisdiccionales cuya actividad se circunscribe a otorgar
la tutela instancia dentro de las competencias y los límites funcionales a los que
responde su estructura. Y es que la interpretación que realiza dicha jurisdicción,
no es la única ni la primera, sino la última, cumpliendo una función contralora
de la constitucionalidad de la ley y demás actos normativos y concretos, como un
“arbitro máximo” frente a la extralimitación del poder, respondiendo siempre a su
función unitaria de tutela de la Carta Primaria como norma suprema en el que se
resume el pacto político y jurídico del constituyente.
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Dentro de este contexto, los cambios que puede experimentar una Consti-
tución, si bien se manifiestan expresamente a través de la reforma, la cual queda
introducida al propio texto normativo, como lo hemos visto, en el caso de la inter-
pretación constitucional, ésta por definición, pretende, en primer orden, no mo-
dificar la Constitución, sino preservarla, actualizando los alcances de las normas,
ante la dinámica de la realidad social. A falta de una aplicación literal de la norma
al caso controvertido, o cuando no sea posible encontrar una solución dentro de
la propia estructura normativa de forma sistematizada, se debe hacer uso de este
medio, tal como lo sostiene magistralmente Konrad Hesse y Manuel Atienza80. Es
decir, siguiendo a Pérez Royo, la reforma es inminente cuando el sentido de la
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A este respecto, el jurista Liern aludiendo a Kelsen, señala que si bien las in-
terpretaciones semánticas evolutivas pueden dar lugar a mutaciones en la consti-
tución, también éstas aparecen cuando son creadas como consecuencia de una
praxis política en abierta contradicción con el contenido de la Constitución. En
ambos casos, las normas respectivas permanecen invariables. Las primeras pueden
encontrar explicación a la luz del significado actual de un término, como el de
libertad; sin embargo, el cambio de sentido y alcances de una norma producto de
un enfrentamiento entre el supuesto hipotético de la norma y la realidad social y
política, puede carecer de sustento jurídico. En este último caso, como señala Jelli-
nek, es lo fáctico lo que se impone frente a lo jurídico normativo86.
Pedro de Vega sostiene que sería muy difícil explicar dicha facticidad de forma
global, pues los supuestos pueden ser muy diferentes y, por tanto, las consecuen-
cias. En tal sentido, indica que metodológicamente habría que estudiarlas aten-
diendo a las distintas modalidades de ellas según el tipo de situación fáctica, de
acuerdo a la clasificación de Hsü Dau Lin. Este último sostiene que pueden existir 4
modalidades de mutaciones:
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Las circunstancias más comunes que dan lugar a este tipo de mutaciones son:
Por ello, se sostiene que la mutación aparece solo cuando como consecuencia
de un acto normativo (o de su ausencia) que, jurídica y formalmente, no contiene
una inconstitucionalidad manifiesta, se producen efectos en la realidad política
y social contrarios a los que cabría deducir de una actuación directa y una inter-
pretación inmediata de determinados textos constitucionales. Ello significa que el
campo de actuación de las mutaciones es el de la realidad y de la práctica política,
y no el de la normatividad. La mutación aparece siempre como resultado de una
práctica (surgida, a su vez, bien espontáneamente, bien como efecto de un acto
normativo) que no contradice el significado de preceptos de la Constitución, pues
la contradicción con ésta implicaría una inconstitucionalidad, sencillamente.
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En síntesis, las mutaciones son legítimas si caben dentro del abanico de posibi-
lidades que permita la compresión lógica del texto. Y son ilegítimas si son equiva-
lentes a quiebras o anulación de la Constitución.
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dinámica, y de ahí que puedan tener lugar las mutaciones, como expresión de una
natural tensión entre lo fáctico y lo normativo, lo cual puede coexistir con el princi-
pio de supremacía constitucional, sin que ésta sufra ningún deterioro importante
de ésta, pues justamente la interpretación coadyuva en su finalidad de autocon-
servación o como garantía de su continuidad.
Es claro que una mutación siempre implica una desviación de la norma escrita,
como lo sostiene la doctrina, y que implica una adaptación de la Constitución a
una determinada realidad que pueda ser explicada por sus preceptos mediante
una interpretación sistemática e integral de la misma. El problema de esta figura
no es esa, es la “mutación material”, en cuanto a la transformación del sistema o
su significado, que se produce cuando, con independencia de que haya o no des-
viación respecto de la literalidad de normas constitucionales concretas, surge una
incongruencia con el sistema de la Constitución, una falta de concordancia con su
intención valorativa.
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Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
A manera de conclusión
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NOTAS
1 Sobre el tipo de democracia que actualmente se ha desarrollado en congruencia con el concepto
de Constitución que deviene del movimiento constitucionalista del Estado de Derecho, vid Bustos
Gisbert, Rafaél: Calidad democrática. Reflexiones constitucionales desde la teoría, la realidad y el
deseo. Marcial Pons, 2017, Págs. 18.
2 Fioravanti, Maurizio: Constitución. De la antigüedad a nuestros días, Trotta, Madrid, 2001. El au-
tor señala que dichas revoluciones representan un momento decisivo en la historia del constitucio-
nalismo porque se origina un nuevo concepto y una nueva práctica que van a poner en discusión
la oposición entre la tradición constitucionalista con el concepto de soberanía existente; se trata
del poder constituyente. Pág. 103 y sig. Y Zagrebelsky, Gustav: El derecho dúctil, Trotta, Madrid,
1997, Pág. 57.
3 Fioravanti, Maurizio: Ibid. Pág. 103.
4 Bustos Gisbert, Rafael: Calidad democrática. Reflexiones constitucionales desde la teoría, la rea-
lidad y el deseo. Marcial Pons, Fundación Manuel Giménez Abad, 2017, Págs. 18-23. De Vega,
Pedro: La reforma constitucional y la problemática del poder constituyente. Temas Clave de la
Constitución Española, Tecnos, Madrid, Pág. 28: Jiménez Asencio, Rafael: El Constitucionalismo,
Oñati, 2001, Pág. 62; e De Otto, Ignacio: Derecho Constitucional, Sistema de Fuentes, Ariel, Bar-
celona, 1987, Pág. 53.
5 Constitución número trece de la República de El Salvador, vigente desde el 15 de diciembre de 1983.
6 El artículo 1 indica: “El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la acti-
vidad del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y
del bien común. Asimismo, reconoce como persona humana a todo ser humano desde el instante
de la concepción. En consecuencia, es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la Repú-
blica el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social.”
7 El artículo 83 establece: “El Salvador es un Estado soberano. La soberanía reside en el pueblo, que
la ejerce en la forma prescrita y dentro de los límites de esta Constitución.
8 El artículo 85 señala: “El Gobierno es republicano, democrático y representativo. El sistema polí-
tico es pluralista y se expresa por medio de los partidos políticos, que son el único instrumento
para el ejercicio de la representación del pueblo dentro del Gobierno. Las normas, organización
y funcionamiento se sujetarán a los principios de la democracia representativa. La existencia de
un partido único oficial es incompatible con el sistema democrático y con la forma de gobierno
establecidos en esta Constitución”.
9 Art. 86. “El poder público emana del pueblo. Los órganos del Gobierno lo ejercerán independien-
temente dentro de las respectivas atribuciones y competencias que establecen esta Constitución
y las leyes. Las atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán
entre sí en el ejercicio de las funciones públicas. Los órganos fundamentales del Gobierno son el
Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Los funcionarios del Gobierno son delegados del pueblo y no
tienen más facultades que las que expresamente les da la ley.”
10 Aragón, Manuel: El control como elemento inseparable del concepto de Constitución, Revista
Española de Derecho Constitucional, No. 19 Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1987,
Pág 24. Sucintamente, el autor señala que el Estado Constitucional se caracteriza como “...una
forma específica de Estado que responde a los principios de legitimación democrática del poder
(soberanía nacional), de legitimación democrática de las decisiones generales del poder (ley como
expresión de la voluntad general), de limitación material (derechos fundamentales), funcional
(división de poderes) y temporal (elecciones periódicas) de ese poder”. Sobre la participación del
ciudadano en las decisiones colectivas mediante los partidos políticos y la actualidad de tales de-
cisiones mediante las elecciones periódicas, vid. Bustos Gisbert, Rafael: Calidad democrática, Op.
Cit. Págs. 35 y sig.
11 El jurista García de Enterría, considera a la Constitución como “una expresión auténtica de un ver-
dadero pacto social fundacional con la intención de instituir un marco duradero de estructuración
perdurable del sistema democrático como sistema efectivo”, García de Enterría, Eduardo: El valor
normativo de la Constitución española, en la obra colectiva dirigida por Aragón, M. Y Martínez
Simancas, J.: “La Constitución y la práctica del Derecho”, Aranzadi, 1998. Págs. 34- 35 y 44.
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12 Pérez Luño, Antonio Enrique: Derechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución, Tecnos, Ma-
drid, 9ª Ed., 2005, Pág. 249. Fioravanti, Mauricio: Los Derechos Fundamentales, Trotta, Madrid,
1996, págs. 25-53 y Peces Barba, Gregorio: Derecho y Derechos Fundamentales, Centro de Estu-
dios Constitucionales, Madrid, 1993, Págs. 40 y sig.
13 Sentencia de Inconstitucionalidad Ref. 4-97 de 26-VII-1998. La proyección del fundamento de la
dignidad humana en los derechos fundamentales, lo encontramos no sólo en el preámbulo de
nuestra Constitución sino también en el Informe Único de la Comisión de Estudio del Proyecto de
Constitución de 1983, que sirve de Exposición de Motivos, y que alude a la visión personalista de
nuestra norma primaria. Y dice así: “El proyecto, cuyas disposiciones transpiran una concepción
personalista de la organización jurídica de la sociedad, empieza por definir los fines del Estado en
relación con la persona humana (…) El fin último del Estado, es el hombre mismo, la persona hu-
mana. El Estado no se agota en sí mismo, no es una entelequia intrascendente, sino creación de
la actividad humana que trasciende para beneficio de las propias personas”. Por eso el artículo 1
de la Constitución en su origen iba a decir: “la persona humana es el principio y fin de la actividad
del Estado”. El Estado no se concibe como organizado para el beneficio de intereses individuales,
sino el de las personas como miembros de una sociedad. La realidad social es tan fuerte como la
realidad individual. El hombre no es simplemente un ser, es como dirían los iusfilósifos, un “ser
entre”, “un ser para”, “un ser con”.
14 El fundamento de los derechos individuales reside “en la concepción del hombre como individuo
abstracto y de la humanidad como género integrado por individuos aislados”. El objetivo de su
constitucionalización en el siglo XIX no consistía más que en su reconocimiento jurídico. Primaba
una concepción negativa de la libertad cuyo ejercicio importaba una superioridad de las libertades
civiles sobre las políticas, donde éstas se ponían al servicio de las primeras, tal como sostiene J. Rawls
y J. Habermas. Torres del Moral, Antonio: Fundamento del sistema constitucional de los derechos en
“La experiencia constitucional”, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 211.
15 Tales derechos han sido reconocidos como facultades que le permiten a la persona participar de
los asuntos públicos del Estado, derivados del status de ciudadano, como un reflejo de la sobe-
ranía del pueblo basado en el principio del poder de las mayorías, tal como lo señala el jurista
español Antonio Torres del Moral en su obra citada Fundamento del sistema constitucional de los
derechos, Ibid, Pág. 211.
16 La expresión “Estado social” encuentra su primer base constitucional en la Constitución de Wei-
mar de 1919 en la que se manifiesta una idea de Constitución que ya no sólo se constituye en la
fuente del derecho público sino además la ley fundamental de las relaciones entre ciudadanos
o del derecho privado, a partir del cual se intenta superar las contradicciones en que incurría el
Estado liberal. Cascajo Castro, J.L.: La tutela constitucional de los derechos sociales, Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1988, Págs. 15-16. Los primeros textos constitucionales que
incorporaron a la lista de los derechos individuales, los derechos sociales fueron la Constitución
de Querétaro de 1917 y en la Constitución de Weimar de 1919, ambas tuvieron una notable in-
fluencia en las constituciones de América Latina; y la de Weimar, específicamente, en las constitu-
ciones continentales de los primeros lustros del siglo XX como en la española de 1931, aunque en
la Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Constitución francesa del 24 de junio de 1793, se
reguló tímidamente el derecho a la instrucción, asistencia social y trabajo, pero entendidos estos
derechos en un contexto revolucionario donde su reconocimiento no fue más que un acto fallido
por rebasar los límites burgueses de la Revolución Francesa, en Cascajo Castro, J.L.:, Ob. Cit., págs.
15-25. Por otra parte, Pérez Luño, sostiene que tanto la Constitución francesa de 1793, así como
la de 1848, quisieron representar las proclamaciones de la Declaración francesa en la esfera eco-
nómica, en la que subyacía el fundamento de la igualdad, lo cual fue un punto de inflexión hacia
una nueva etapa en el desarrollo positivo de los derechos fundamentales en la república francesa.
Pérez Luño, Antonio Enrique: Los derechos fundamentales, Temas Clave de la Constitución Espa-
ñola, Cívitas, Madrid, 8ª Ed., 2005, Págs. 38- 48.
17 Pérez Luño, Antonio-Enrique: La Tercera Generación de Derechos Humanos, The Global Law Co-
llection, Thomas Aranzadi, 2006, Págs. 28 y sig.
18 De Vega García, Pedro: Dificultades y problemas para la construcción de un constitucionalismo de
la igualdad (en caso de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales) en” Derechos Huma-
nos y Constitucionalismo ante el Tercer Milenio”, Madrid, Monografías Jurídicas, Marcial Pons,
1996, Pág. 266 y sig.
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62 Centro de Estudios Jurídicos: Actualidad Jurídica Salvadoreña N° 1, UFG-Editores, 2005, San Salva-
dor, Pág. 79 y 80.
63 Garrorena Morales, Ángel: Cuatro tesis y un corolario sobre el Derecho Constitucional, Revista
Española de Derecho Constitucional, Año 17, núm. 51, 1997, Pág. 40 y sig.
64 Ibid, Pág. 40.
65 Sobre el problema de la reforma y la necesidad histórica de la estabilidad de los documentos
constitucionales, ya se apreciaba en la obra clásica de Jellinek, en Jellinek, G.: Reforma y mutación
de la constitución, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, Pág. 5 y sig.
66 La institucionalidad plasmada en el nuevo texto, permitió inferir el cariz de ley superior de la Cons-
titución basada en su propia rigidez, que, como ya lo hemos mencionado, parte del supuesto de
la soberanía popular –arts. 83 y 86-, de la dignidad humana como fundamento de los derechos
fundamentales y de la distribución y control del poder. Dichos preceptos permiten caracterizar al
Estado salvadoreño como un Estado Constitucional, por regular una forma de organización po-
lítica que “responde a los principios de legitimación democrática del poder (soberanía nacional),
de legitimación democrática de las decisiones generales del poder (ley como expresión de la vo-
luntad general), de limitación material (derechos fundamentales), funcional (división de poderes)
y temporal (elecciones periódicas) de ese poder”, según lo expone el jurista Manual Aragón en
su obra: El control como elemento inseparable del concepto de Constitución, Revista Española de
Derecho Constitucional, No. 19 Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1987 Pág. 24.
67 La introducción de dichas reformas constitucionales, es un hito histórico en el constitucionalismo
salvadoreño, por cuanto devienen de los Acuerdos de Paz en los que participan por primera vez
la izquierda revolucionaria, cuya suscripción permitió la institucionalización del partido comu-
nista. Esta etapa en la Constitución, el jurista Tinnetti la califica como un sexto período en el
desarrollo histórico de las garantías constitucionales y de los órganos encargados de la justicia
constitucional en el país en referencia. A la primera etapa pertenecen las primeras constituciones
independientes incluyendo la Federal de Centroamérica de 1824, de corta duración, en las que
si bien se reguló el habeas corpus y el amparo, no tuvieron operatividad práctica; la segunda
está caracterizada por la aparición de los instrumentos procesales conducentes a proteger los
derechos fundamentales, en ésta destaca la regulación del amparo, de inspiración mexicana; a
la tercera pertenece la efímera Constitución Federal de Centroamérica de 1921 que introdujo
otras materias constitucionales de los procesos ya instaurados y contempló el antecedente del
proceso de inconstitucionalidad que se contemplaría posteriormente en la Constitución salvado-
reña de 1939. Esta última también se inserta en esta etapa como la que extendió el ámbito de
tutela del amparo y que introdujo el control difuso de constitucionalidad. El cuarto período está
comprendido por las Constituciones de 1950 y 1962, la primera estableció las características del
actual modelo de justicia constitucional, en cuya vigencia se promulga la Ley de Procedimientos
Constitucionales –1960-; y la segunda, mantiene dicho modelo reeditado en la Constitución de
1983. Y, el quinto período, marcado por la promulgación de la Constitución vigente, en Tinnetti,
J. A.: La jurisdicción constitucional en El Salvador en “La Justicia Constitucional como elemento de
consolidación de la democracia en Centroamérica”, Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, Pág. 65.
68 Los acuerdos de reforma se aprobaron el 29 de abril de 1991 y fueron ratificados por Decreto No
64 publicado en el Diario Oficial de fecha 20 de noviembre de 1991, Tomo No. 313, Número 217, y
Decreto Legislativo No. 152 de fecha 30 de enero de 1992. Las siguientes reformas constituciona-
les tuvieron lugar mediante los respectivos decretos legislativos publicados en los diarios oficiales
del 13 de mayo de 1994, 24 de octubre de 1994, 10 de julio de 1996, 16 de febrero de 1999, 28
de abril de 2000, 20 de mayo de 2003 y 15 de octubre de 2003. Las referencias de dichos decretos
y los números de publicación pueden consultarse en la Constitución de la República, contenida
en la compilación “Legislación Judicial”, Sección de Publicaciones de la Corte Suprema de Justicia,
2005, San Salvador, Pág.68.
69 Tinnetti, José Albino: Ob. Cit. Págs. 65-66.
70 “Con un propósito deliberativo, el diálogo trasciende a la discusión o al debate, según el grado de
oposición de las opciones enfrentadas, y de este modo aumenta el conocimiento, enriquece las
perspectivas, disminuye la parcialidad de las propuestas de cada uno y se detectan errores de jui-
cio que interferirían con una respuesta adecuada. Así es como se obtiene el consenso o la mayor
aceptación posible de las razones forjadas al calor del desacuerdo; ello si existe, como debería,
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
un leal compromiso con los resultados de la estimación libre y argumentada, entre iguales, de las
alternativas en competencia”. Continúa sosteniendo la sentencia Ref. 35-2015 “Pero el diálogo
deliberativo del Pleno de la Asamblea no puede continuar por siempre. En el mismo precedente
[Inc. 78-2011] se dijo que “[l]a apertura pluralista a la diferencia de opiniones no debe realizar
o impedir la decisión….” Para cerrar la deliberación se debe decidir. Y decidir es cerrar o zanjar
una discusión y para ello se requiere, por tanto, de un instrumento que convierta los criterios u
opiniones particulares de los diputados en la decisión única o común del Pleno Legislativo. Esto
se realiza mediante las reglas de votación. (…) Estas reglas fijan un estándar cuantitativo a partir
del cual se considera que la decisión está tomada y es innecesario proseguir con la deliberación.”
71 El jurista salvadoreño José Albino Tinnetti, ha hecho alusión al modelo de jurisdicción constitu-
cional en nuestro ordenamiento jurídico señalando que éste “…no se acomoda netamente a los
prototipos tradicionalmente configurados por la doctrina (difuso, concentrado y mixto)”, es más,
para explicar la modalidad de dicho sistema dice: “El desarrollo histórico analizado [de la justicia
constitucional en El Salvador] permite advertir que los instrumentos procesales de nuestra justicia
constitucional han ido apareciendo sin ninguna preconcepción sistemática. Incluso, un análisis
a fondo de la LPRCN [Ley de Procedimientos Constitucionales] que pareciera ser un intento de
armonización y coherencia de tales garantías, no vino a ser sino una yuxtaposición de cuerpos
normativos de distinta época y con dispar desarrollo técnico, por lo cual es natural que entre las
instituciones reguladas existan inexplicables soluciones diversas, para supuestos iguales”, Tinetti,
J. A.: “La jurisdicción constitucional en El Salvador” en La Justicia Constitucional como elemento
de consolidación de la democracia en Centroamérica, Coor. Rubén Hernández Valle y Pablo Pérez
Tremps, Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, Pág. 66. Actualmente, mediante una reforma al artículo
77 de la Ley de Procedimientos Constitucionales se ha pretendido imbricar ambos sistemas, facul-
tando a la Sala delo Constitucional revisar o legitimar la resolución de inaplicabilidad dictada por
el juez respectivo; pero cuyo postulado aporta más dudas que aciertos sobre su finalidad.
72 Hesse, Konrad: Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, 2ª Ed.,
Madrid, 1992, Págs. 47.
73 Hablamos de “clausulas abiertas”, en términos de Smend, o hasta de “gloriosas ambigüedades”
según Cascajo citando a un juez norteamericano, en Cascajo Castro J. L. Y Gimeno Sendra, Vicente:
El recurso de amparo, Temas Claves de la Constitución Española, Ed. Tecnos, Madrid, 1988, Pág. 57.
74 Cascajo sostiene que a través del amparo se consigue dar sustancia a las fórmulas ambiguas y
valorativas en que se traducen frecuentemente las declaraciones de derechos; Ibid. Pág. 59 y sig.
75 “Art. 183. La Corte Suprema de Justicia por medio de la Sala de lo Constitucional será el único
tribunal competente para declarar la inconstitucionalidad de las leyes, decretos y reglamentos, en
su forma y contenido, de un modo general y obligatorio, y podrá hacerlo a petición de cualquier
ciudadano”. “Art. 247. Toda persona puede pedir amparo ante la Sala de lo Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia por violación de los derechos que otorga la presente Constitución. El
habeas corpus puede pedirse ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia o
ante las Cámaras de Segunda Instancia que no residan en la capital. La resolución de la Cámara
que denegare la libertad del favorecido podrá ser objeto de revisión, a solicitud del interesado,
por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia”. La jurisprudencia constitucional
también define el papel de la Sala de lo Constitucional según se lo ha asignado la Constitución y
la Ley de Procedimientos Constitucionales: “La Sala de lo Constitucional es la encargada de vigilar
y potenciar la supremacía de la Constitución, teniendo el cuidado que los actos de autoridad
sean ajustados al orden normativo fundamental, por lo tanto es necesario que la actividad de
los encargados de producir las leyes –en sentido material, es decir, normas de carácter general,
abstracto, impersonal y obligatorio- no quede excluida del control constitucional, de tal forma
que no pueden hacerlo a su arbitrio sino con apego a la Constitución.” Sentencia de Amparo Ref.
309-2002 de 16 de diciembre de 2002.
76 En la sentencia definitiva pronunciada en el proceso de habeas corpus No. 7-Q-96 del 20 de sep-
tiembre de 1996 estableció lo siguiente: “En nuestro país, dicho ente jurisdiccional encargado
de pronunciar la “última palabra” [respecto de las pretensiones constitucionales deducidas ante
los tribunales inferiores], es la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y de ese
modo garantiza los principios superiores de orden constitucional, los cuales son la igualdad ante
la jurisdicción y la seguridad jurídica. El mecanismo por el cual este Tribunal garantiza estos prin-
cipios, es el precedente constitucional, a través de la jurisprudencia de esta Sala, reforzada por
611
Ivette Cardona Amaya
el principio de stare decisis, que supone atribuir eficacia vinculante general a dicho precedente,
respecto al fallo y a los fundamentos del mismo. El sistema del stare decisis convierte por tanto
al sistema jurídico en un derecho del caso judicial concreto del precedente judicial, siendo así que
una realidad indiscutible es que la jurisprudencia de este Tribunal supremo vincula jurídicamente.
Por medio de la jurisprudencia constitucional se ha insistido en la última década sobre este punto,
al cual se ha denominado: efecto nomotético de las sentencias de la Sala o el valor objetivo de la
jurisprudencia constitucional, aspecto que es una consecuencia ineludible del concepto normati-
vo de la Constitución y de la configuración de una jurisdicción constitucional”.
77 Comisión de Estudio del Proyecto de Constitución: “Informe Único” en: Constitución de la Repú-
blica de El Salvador, 1983, Ed. Comisión Coordinadora del Sector Justicia-Unidad Técnica Ejecuto-
ra, San Salvador, 1996.
78 De esta función ha sido consciente el presidente de la Sala de lo Constitucional y de la Corte
Suprema de Justicia en el período 1989-1994, Mauricio Gutiérrez Castro, al expresar: “....si bien
en el Estado de Derecho los tribunales constitucionales (Cortes, Salas o Tribunales Especiales) son
la “viva voz de la Constitución” e integran lo que llamaría la Trinidad Constitucional (PoderCons-
tituyente-Constitución-Tribunal Constitucional), su poder –en el fondo- es formal y depende, en
gran medida de la autoridad y legitimidad que nosotros mismos les concedemos, actuando con
prudencia, autocontrol y conciencia de nuestras limitaciones...”, en el Prólogo de su autoría del
Catálogo de Jurisprudencia, Tercera Ed., Corte Suprema de Justicia, 1993.
79 Art. 246, Art. 183, 149 y 145. Por otro lado, el 183 y 149 determinan que corresponde a la Sala de
lo Constitucional declarar la inconstitucionalidad de cualquier ley –en sentido material- o tratado
que vulnere la Constitución, al margen de que el juez ordinario también puede declarar la inapli-
cabilidad de leyes o tratados que contraríen la Constitución. Igualmente, el Art. 145 establece
que el Parlamento no puede ratificar cualquier tratado o convenio internacional que vulnere los
principios que establezca la Constitución. El Art. 144 Cn. dice: “Los tratados internacionales cele-
brados por El Salvador con otros Estados o con organismos internacionales, constituyen leyes de
la República al entrar en vigencia, conforme a las disposiciones del mismo tratado y de esta Cons-
titución. Sobre la naturaleza y jerarquía de los tratados internacionales dentro del ordenamiento
jurídico salvadoreño, la Sala de lo Constitucional ha establecido algunos criterios para la mejor
interpretación y aplicación del artículo 144. De esta forma, señala lo siguiente: el artículo 144
inc. 1º. “coloca a los tratados internacionales vigentes en el país en el mismo rango jerárquico de
las leyes de la República, entendiendo éstas como leyes secundarias. En consecuencia, no existe
jerarquía entre los tratados y las leyes secundarias de origen interno. Ahora bien, de la lectura del
segundo inciso se desprenden dos ideas; la primera consiste en darle fuerza pasiva a los tratados
internacionales frente a las leyes secundarias de derecho interno, es decir que el tratado interna-
cional no puede ser modificado o derogado por las leyes internas, lo cual implica que estas últimas
están dotadas de fuerza jurídica o normativa inferior; y ello significa que si bien el tratado interna-
cional y las leyes internas forman parte de la categoría “leyes secundarias de la República”, dicha
categoría contiene una sub-escala jerárquica dentro de la cual el tratado internacional goza de un
rango superior al de las leyes de derecho interno. Por otra parte, la segunda idea que se deduce
del inciso en referencia, y que es consecuencia de la primera, es la de la preferencia del tratado
internacional sobre la ley interna, lo cual lleva al denominado principio o criterio de prevalencia.
Es decir que en el inc. 2º. del Art. 144 Cn., se ha señalado dos criterios para resolver las antinomias
que se susciten entre el tratado internacional y la ley secundaria de derecho interno. En primer
lugar, se hace referencia al criterio de jerarquía –criterio que opera en el momento de creación del
Derecho-, pero también se quiso proporcionar al aplicador del derecho un criterio adicional, recu-
rriendo al criterio de prevalencia –el cual opera en el momento de la aplicación del derecho-. De
lo anteriormente expuesto, se concluye que el Art. 144 Cn. lo que hace es proporcionar criterios o
principios de solución de conflictos entre dos normas, tal como lo afirma la sentencia dictada en
el proceso de Inconstitucionalidad. 15-96, “dichos criterios deben ser utilizados por los aplicadores
del derecho en cada caso concreto, por lo que esta Sala reitera que el enfrentamiento entre tales
normas no implica per se una inconstitucionalidad (...)”.
80 Hesse, Konrad: Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, 2ª Ed.,
Madrid, 1992, Págs. 12 y sig.
81 Pérez Royo, Javier: Curso de Derecho Constitucional, 5 ed., Marcial Ponds, Madrid, 1998, Pág. 129.
82 Jellinek, G.: Reforma y mutación de la Constitución, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1991, Págs. 37-43
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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La actualidad de la Constitución.
Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
BIBLIOGRAFÍA
Documentos
• ALVAREZ CONDE, Enrique: Curso de Derecho Constitucional, Vol. I, Técnos, 3ª
Ed., Madrid, 1999
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Ivette Cardona Amaya
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Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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Los mecanismos de transformación y su incidencia en los derechos fundamentales
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SEMBLANZA DE LA
JUSTICIA CONSTITUCIONAL
EN AMÉRICA LATINA
SEMBLANZA DE LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL
EN AMÉRICA LATINA
En Ecuador, sus nueve miembros son electos por el Congreso de ternas pro-
puestas por los poderes públicos y por representativas organizaciones sociales;
dándose en la práctica un resultado inclusivo de designación de miembros pro-
puestos por entes gremiales de las áreas laborales, sociales y productivas. En Perú y
Bolivia se integran los miembros del tribunal con aquellos que son exclusivamente
electos por el Congreso, en el que confluye la correlación de fuerzas políticas y los
acuerdos parlamentarios, que en El Salvador estamos bautizando como “cuotismo
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
Organización
Colombia constituye una excepción relativa muy importante pues para la revi-
sión de los casos de tutela establece nueve salas, cada una presidida por un magis-
trado y dos más, de modo que cada magistrado forma parte de tres salas de tutela.
Resoluciones
Competencias y Atribuciones
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Dr. René E. Hernández Valiente
Los casos de Perú, Colombia y Chile son objeto de nuestra atención, pues las
resoluciones judiciales y los casos de inaplicación de normas inconstitucionales no
se remiten ni revisan por el Tribunal Constitucional. No obstante, en el caso perua-
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
no, se establece que los jueces y tribunales ordinarios no podrán inaplicar las nor-
mas cuya constitucionalidad haya sido confirmada por el tribunal constitucional,
criterio que resulta razonable por la coherencia y unidad del sistema, lo mismo
ocurre en Chile y Colombia.
Control Previo
Inaplicación
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Dr. René E. Hernández Valiente
Cuestión de Inconstitucionalidad
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
Antecedentes Históricos:
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Dr. René E. Hernández Valiente
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
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Dr. René E. Hernández Valiente
Por lo tanto, este sistema dista de ser una simple solución mecánica de división
del trabajo jurisdiccional para descargar a favor de los nuevos órganos la función
de defensa de los derechos fundamentales y del control de inconstitucionalidad.
Más bien, se postula esencialmente como una vía para alcanzar niveles superiores
en el sistema de garantía de los derechos y de control del poder público, con ca-
rácter sustantivo y no puramente economicista. Además, la notoriedad de la juris-
dicción constitucional lleva implícita, por su singularidad la consecuencia de haber
logrado una mayor visibilidad e impacto en la comunidad.
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
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Dr. René E. Hernández Valiente
En países como Guatemala y El Salvador los tribunales del orden común pue-
den, en casos concretos, decidir sobre la inconstitucionalidad total o parcial de una
ley. Es decir en estos dos países coexisten un sistema concentrado de la constitu-
cionalidad con otro difuso, pues el control de constitucionalidad es ejercido ade-
más de los órganos especializados en la materia (Corte de Constitucionalidad y sala
especializada de la Corte Suprema de Justicia, respectivamente) por los tribunales
ordinarios. De esta forma el sistema salvadoreño y guatemalteco se asemejan al
modelo mixto vigente en otros países de América Latina, como Colombia y Vene-
zuela.
a) Nombramiento
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
países, deja a la ley común el régimen del número. Las Asambleas Legislativas, por
lo general, tienen reservado formalmente el nombramiento de los magistrados o
jueces, en ocasiones de manera exclusiva (como en El Salvador y Costa Rica) y en
otras compartida con el poder ejecutivo, ya sea porque este tiene la facultad de
designarlos (y aquella la más limitada de aprobar o reprobar las designaciones), o
bien porque el ejecutivo no puede postular a los candidatos (al menos en parte)
para que las Asambleas finalmente hagan el nombramiento.
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Dr. René E. Hernández Valiente
b) Garantías financieras
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
caso, por una suerte de derivación del régimen financiero del organismo judicial; de
este modelo, la independencia económica de la Corte de Constitucionalidad se ga-
rantiza con un porcentaje de los ingresos que corresponden al organismo judicial.
a) Habeas corpus
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Dr. René E. Hernández Valiente
De tal manera que, entre los que cuentan con una jurisdicción constitucional
privativa o especializada, de rango constitucional, se da el caso de concentración
de esa competencia en el órgano en que esa jurisdicción se expresa, por ejemplo
en Costa Rica, cuya Sala Constitucional conoce el recurso de habeas corpus como
tribunal de única instancia. En Guatemala, en cambio, la Corte de Constitucionali-
dad carece por completo de esa facultad, la que más bien se reparte entre la Corte
Suprema de Justicia y los tribunales comunes. Finalmente, en El Salvador es mate-
ria de la Sala de lo Constitucional y, además, de otros tribunales (del orden común)
cuando las infracciones se producen fuera de la ciudad de San Salvador.
Por regla general, el habeas corpus está dispensado de toda clase de formali-
dades y en varios países hasta puede plantearse de modo verbal, o por teléfono.
En ocasiones, se dispensan (gratuitamente) los medios para interponerlo a distan-
cia (por ejemplo, desde los centros penitenciarios). Es usual que para la recepción
del recurso y para la instrucción del procedimiento todos los días y horas están
habilitados. Además, la tramitación del recurso tiene preferencia sobre los demás
asuntos de que conoce el tribunal competente.
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
Por su parte, la sentencia puede o no estar sujeta a plazos, que para el efecto
son breves (de tres a cinco días). Ahora, según el caso y el país, en lo que concierne
a los derechos del agraviado, ésta puede tener efectos reparadores (por ejemplo,
la restitución de la libertad personal, o la cesación de las omisiones o actuaciones
lesivas de los derechos protegidos), o preventivos (por ejemplo, cuando se dirigen
contra actos amenazantes de las libertades protegidas), o correctivos.
b) El amparo
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Dr. René E. Hernández Valiente
El amparo tiene en cada país un régimen jurídico diferente, que presenta no-
tables variantes y peculiaridades respectos de los otros. Lo anterior es particular-
mente cierto en aquellos países que cuentan con jurisdicciones constitucionales
especializadas. Así, por ejemplo, las diferencias se notan en aspectos tales como
los límites entre la jurisdicción constitucional y la ordinaria, o la legitimación para
accionar. En cuanto a este último punto, se puede afirmar que la legitimación ac-
tiva se apoya en la concepción del amparo como un medio de tutela subjetiva, no
obstante que tiende a evolucionar para proteger también intereses difusos, sobre
todo en relación con los derechos ambientales.
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
Sin embargo, parece que la evolución más relevante en este aspecto se refiere
a la posibilidad del amparo contra particulares (o sujetos de derecho privado), que
fuera por vía normativa o por desarrollo jurisprudencial (todo esto, en los casos
de Costa Rica, El Salvador y Guatemala) se ha introducido en la región, aunque
más bien de manera excepcional, o en supuestos limitados, especialmente cuando
el particular ejercita funciones o potestades públicas en virtud de la existencia de
contratos o concesiones administrativas, o se encuentra, de hecho o de derecho,
en una posición de poder con respecto al recurrente, o se trata de entidades cor-
porativas, societarias o asociativas.
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Dr. René E. Hernández Valiente
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
c) La acción de inconstitucionalidad
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Dr. René E. Hernández Valiente
El otro caso es el de Guatemala. En este país, es factible presentar ante los tri-
bunales comunes de cualquier materia, como única pretensión o como excepción o
incidente, una cuestión de inconstitucionalidad a fin de que se declare total o par-
cialmente inconstitucional una disposición aplicable en el caso concreto. Si se consi-
guiere este resultado la declaratoria solo tendrá efectos “inter-partes”. La Corte de
Constitucionalidad solamente conoce en estos asuntos como tribunal de segunda
instancia. En cambio, la Corte tiene la competencia exclusiva en la modalidad del
control abstracto, que se ejerce mediante la acción de inconstitucionalidad.
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Semblanza de la justicia constitucional en América Latina
BIBLIOGRAFÍA
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Dr. René E. Hernández Valiente
• Mora Mora, Luis Paulino. Historia del Poder Judicial en la Segunda Mitad del
Siglo XX y sus Retos Futuros. Editorial EUNED, 2001.
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TEORÍA DE LA CONSTITUCIÓN
ESTUDIOS EN HOMENAJE A JOSÉ ALBINO TINETTI
Cualidades de la Constitución
Rodolfo Ernesto González Bonilla......................................................................... 107
Defensa de la Constitución
Manuel Montecino Giralt...................................................................................... 247
Interpretación constitucional
Juan Antonio Durán Ramírez................................................................................ 343
La Constitución Económica
Daniel Olmedo....................................................................................................... 503
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La actualidad de la Constitución. Los mecanismos de transformación
y su incidencia en los derechos fundamentales
Ivette Cardona Amaya........................................................................................... 537
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