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La batalla de Maratón: la confrontación entre Oriente y Occidente

Sin duda, la cultura Occidental le debe mucho a la batalla de Maratón. En


estas polis del Ática se enfrentaron dos formas de entender el mundo: la Oriental,
representada por los persas y sus ideas imperialistas; y la Occidental, cuyo reflejo eran los
griegos capitaneados por la pujante Atenas. La victoria de ésta última en 490 a.C. sobre el
Imperio Persa Aqueménida de Darío I liberó a la Hélade del yugo imperialista de los orientales
durante tres siglos, y permitió el florecimiento de la cultura, el arte, la filosofía y el
pensamiento griegos sin interferencias foráneas. Un acervo del que los Occidentales del
presente somos deudores.

Pero, además, la batalla de Maratón fue una batalla de gran nivel táctico,
estudiada hoy en día por reputados manuales militares. Quizás el general ateniense Milcíades
adoptó una estrategia envolvente doble sobre la Armada de Darío de manera consciente y no
una maniobra al azar como defienden algunos especialistas. Y para demostrar que viejas
soluciones siguen teniendo vigencia tenemos la batalla de Tannenberg (1914). Casi dos
milenios y medio después la misma táctica posibilitó a los alemanes la victoria ante los rusos
en los comienzos de la I Guerra Mundial.

Por último, no podemos obviar la parte mítica de la batalla de


Maratón y su influencia en el mundo de hoy. La prueba atlética que lleva su nombre tiene
origen en esta batalla. Tras su victoria, Milcíades decide enviar a su soldado más veloz,
Filípides, con las buenas nuevas a Atenas. El combatiente recorrió el camino que separan
ambos lugares (42 kilómetros, aproximadamente) al trote. El esfuerzo le produjo tal
extenuación que al llegar a su polis sólo le quedaron fuerzas para decir “hemos vencido” antes
de perecer. En su honor se celebra la prueba del maratón, de la misma distancia recorrida por
el soldado ateniense (los 195 metros restantes fueron añadidos en los Juegos Olímpicos de
Londres de 1945).

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