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SOCIEDAD Y CULTURA - Igualdad de género

Una nueva ola feminista


recorre Latinoamérica
Desde Argentina a Chile, pasando por México, Colombia, Venezuela el
movimiento feminista vive un auge en toda Latinoamérica. La lucha contra los
feminicidios y en favor del aborto centran los reclamos de miles de mujeres en
las calles
Hecho por Victoria Parra

El pasado es importante para comprender el presente y saber qué esperar en


el futuro del movimiento feminista latinoamericano. Es sumamente necesario
conocer la razón por lo que esta nueva generación de mujeres está luchando
vigorosamente por los derechos que aquellas que ya no están no pudieron
conseguir.

En el estudio de Jorge Galindo “Estrategias y retos del movimiento que busca


la igualdad de género en la región latinoamericana”, este declara que el
feminismo latinoamericano parece estar escogiendo sus batallas de manera
cuidadosa, articulándose poco a poco, construyéndose por pasos y por piezas:
yendo despacio, pero apuntando lejos. Sin embargo, el movimiento feminista
de hoy en día les debe mucho a sus predecesoras.

Hasta finales del siglo XIX las mujeres no tenían derecho al voto por el simple
hecho de nacer mujeres. Es debido a esto, que es fácil entender que si todas
las leyes y normas eran redactadas y desarrolladas por hombres, en ningún
momento se tuvo en cuenta a la mujer en dichos decretos.

Las feministas han estado presentes en América Latina desde los inicios del
siglo XX y tras el cierre de la Primera Guerra Mundial. Reacciones feministas
suscitaron tras las movilizaciones lideradas por personalidades tales como
Paulina Luisi en Uruguay y Bertha Lutz en Brasil, quienes figuraron como
protagonistas del movimiento feminista.
A su vez, las mismas influenciaron otros movimientos de tendencia feminista
provenientes de distintos orígenes e ideologías de toda Latinoamérica y El
Caribe. Los objetivos principales en la agenda propuesta incluían la
representación política de las mujeres, así como la paridad ciudadana, y la
declaración de la igualdad de géneros. Uruguay, país de donde Luisi es
originaria, fue el primer territorio latinoamericano en reconocer el sufragio
femenino en 1917. En Brasil, las mujeres con ingresos podían votar desde
1932. En 1934, el voto se volvió obligatorio, pero solo para aquellas que tenían
empleos remunerados.

El derecho al voto, el tener acceso a una educación superior o a un trabajo son


aportes de aquellas mujeres que un día decidieron decidieron llamarse
feministas, y que son dignas de reconocimiento por los inagotables esfuerzos
para conseguir inclusión en un mundo liderado por hombres.

¿Es el patriarcado la base de la sociedad latinoamericana?

La sociedad latinoamericana está basada en el patriarcado debido a las


tradiciones de las colonias españolas, portuguesas y francesas que colonizaron
los territorios latinoamericanos. En el 2008, el informe anual del Fondo de
Población de las Naciones Unidas (UNFPA) informó que los valores
patriarcales que aún imperan en muchos países de la región es uno de los
principales inconvenientes para el feminismo, porque según las Naciones
Unidas, existen personas que piensan que la función femenina es "mantener
unida a la familia a cualquier costo y esto genera que la violencia en el hogar
se convierte en una realidad aceptada y hasta cierto punto natural".

El patriarcado es un sistema social en el que los hombres ostentan el poder


primario y predominan en los roles de liderazgo político, autoridad moral,
privilegio social y control de la propiedad. Este se asocia con una ideología que
trata de justificar la dominación masculina a través de las diferencias naturales
inherentes entre hombres y mujeres.

Los sociobiólogos han argumentado que las raíces de la desigualdad se


establecieron en la época más temprana de la humanidad y se deben
principalmente a las diferencias genéticas y reproductivas entre hombres y
mujeres. Estas teorías sociobiológicas del patriarcado se contraponen a las
teorías construccionistas sociales que hacen hincapié en cómo ciertas culturas
fabrican y perpetúan los roles de género.

Anais Parra, socióloga graduada de la Universidad Católica Andrés Bello,


explica que “los roles de género son creados por los individuos de una
sociedad que deciden darle un significado a una determinada estructura. Los
roles de género son culturales y personales y son ellos los que determinan
cómo los hombres y mujeres deben pensar, hablar, vestirse e interactuar
dentro del contexto de la sociedad.

Los roles de género se aprenden durante toda la vida, pero sobre todo en los
primeros años de vida, en la infancia. Se aprende que las niñas no deben
correr para no ensuciarse o que los niños son más activos y necesitan hacer
más actividad física. También que el rol de la mujer estaba relacionado
principalmente con la crianza de los hijos y el del hombre se fundamenta en el
trabajo y en aportar el dinero necesario para vivir.

Estos estereotipos sobre el género llevan al trato desigual e injusto debido al


género de una persona y la cultura latinoamericana esta increíblemente basada
en esto.

“El color rosado es para las niñas y el color azul es para los niños” “Los niños
no lloran” “Calladita te ves más bonita” “Los hombres hacen trabajos sucios
como la construcción y la mecánica; no son secretarios, maestros o
cosmetólogos” “Las mujeres no saben de deportes” "Las mujeres tienen que
estar en la cocina” son frases que escuchamos mientras crecemos y que de
cierta manera terminamos considerando normales, ya que es eso lo que nos
dictamina nuestras reglas sociales. Es debido a esto que el feminismo se
encarga de cuestionar dichos patrones para darnos cuenta de lo equivocados
que estábamos al etiquetar todo.

¿Eres feminista y no lo sabes?

En “Las mujeres que luchan se encuentran: Manual de feminismo pop


latinoamericano” (2019), Ruiz-Navarro sugiere que decir “derechos para todas”
siempre implica una multiplicidad de realidades y puntos de vista que no
necesariamente congenian entre sí y eso está bien. Todas las ramas del
feminismo tienen un fin en común: la equidad.

El movimiento sigue siendo blanco de prejuicios y desprestigio en el continente,


por lo que no es de extrañarse que aún muchas personas se resistan a
llamarse “feministas”. Aquellos que componen el feminismo deben divorciar la
idea de la meta personal y los intereses individuales y avocarse en convencer a
aquellas que aún no confían.

Tábata García, integrante de Redefine CDMX del Instituto de Liderazgo de


Simone de Beauvoir en México, cuenta que “cuando tenía 10 años un hombre
abusó de mí en un lugar que se suponía era seguro. Después de esta
experiencia mi vida cambió. Crecí y comencé a ver la violencia ejercida hacia
las mujeres; empecé a cuestionarla. En mis primeros años de adolescencia me
sumí en una depresión muy fuerte derivada de la experiencia traumática del
pasado. Descubrí el feminismo y este, entre otras cosas, me permitió salir
adelante, en gran medida superar mi trauma y aceptarlo”.

De la misma manera, Fabiana Chumaceiro, activista integrante del movimiento


Okay, No en Maracaibo, encontró en el feminismo un lugar seguro. “Estaba
inmersa en una relación violenta hasta que le conté sobre estos problemas a mi
mejor amiga. Ella me fue abriendo los ojos a lo que yo estaba viviendo. Me
acerqué al feminismo como manera de sanar. Gracias a todas las mujeres
junto a quienes crezco cada día un poco más”.

Para Verónica Barboza, activista que forma parte de la Fundación Proyecto


Mujeres en Maracaibo, ser feminista es “cuestionar las ideas o normativas que
suponen una desventaja para las mujeres. Buscar romper los roles de géneros
tradicionalmente impuestos y generar un cambio. Cuando luchas por la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Eres feminista si entiendes que
las mujeres tenemos el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos y
pensamientos. Es así de sencillo. Ningún tabú o prejuicio puede decirte si eres
o no feminista”.

Por diversas razones, redefinir el movimiento puede contribuir a la


reestructuración del feminismo tal como lo conocemos. Primero, se debe
determinar que el movimiento luche por la liberación de la mujer de manera
plural, sin importar el origen, religión, color o clase social de sus integrantes. En
segundo lugar, debe cambiarse la idea de que el empoderamiento de las
mujeres es el fin para las mujeres y sólo ellas deben lograrlo.

Si la iniciativa de promover la emancipación del sexismo y el machismo fue un


catalizador para la creación del feminismo, hoy se debe reconocer que este
movimiento debe encontrar un nuevo terreno en la sociedad asociativa, donde
hombres y mujeres juntos puedan luchar por la agenda contra el género. Los
esfuerzos serán en vano si los hombres y las mujeres no superan la cultura del
sexismo que persiste en el siglo XXI.

¿Esta nueva ola feminista latinoamericana llegó para quedarse?

En la última década, el feminismo ha ganado fuerza, exigiendo, por ejemplo, el


fin de la violencia machista, la legalización del aborto y la transformación social,
alzándose, así como una de las fuerzas sociales más importantes de América
Latina.

La propagación del feminismo en América Latina corresponde a la urgencia de


protección por parte del Estado. María-Noel Vaeza, uruguaya y actual directora
regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, asegura que este
movimiento feminista “es incluyente y los abandera la “generación igualdad”,
mujeres jóvenes, con coraje y sin miedo, indignadas con una realidad repleta
de discriminaciones, de machismos, partidarias de un feminismo transversal e
inclusivo y también dispuestas a la colaboración con los hombres que quieren
cambiar y transformar la realidad”.

Una generación de mujeres que ha sacado sus reivindicaciones a las calles


con mayor fuerza e impacto social que nunca. Los espacios públicos son foros
y sus lemas compartidos van desde “Ni una menos”, “todas vivas las
queremos” o “América Latina será toda feminista” al “violador eras tú”,
representación ideada por las chilenas del grupo “Las tesis” y coreada por
decenas de miles de mujeres. La despenalización del aborto en Argentina y
Colombia, la creación de organizaciones y movimientos en Venezuela o Chile,
las protestas mexicanas. Todo con el fin de, por fin, llamar la atención de
aquellos que deciden ignorarnos.
El feminismo es un portavoz para las mujeres; busca que las mujeres obtengan
la capacidad de decidir, desde cuestiones tan elementales como la libre
elección de vestimenta sin temor al acoso hasta la del poder de decisión sobre
la maternidad. De igual manera, la sororidad como uno de sus principios se
orienta a la unión y la inclusión; es una invitación abierta a la alianza entre
mujeres para luchar por una América Latina libre de violencia de género. En un
contexto de gran inestabilidad política en la región latinoamericana, parece que
hay algo seguro y es que las mujeres y las feministas seguirán estando en pie
de guerra.

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