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Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis,

Jorge Colapinto y David Maldavsky


Nouveaux fondements pour la psychanalyse. La séduc-
tion originaire, Jean Laplanche
© Presses Universitaires de France, 1987
Traducción, Silvia Bleichmar

Unica edición en castellano autorizada por Presses Uni-


versitaires !k France, París, Francia, y debidamente pro-
tegida en todos Jos países. Queda hecho el depósito que
previene la ley n ° 11.723. © Todos los derechos de la edi-
ción castellana reservados por Amorrortu editores, S.A.,
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Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 950-518-503-0
ISBN 2-13-040279-8, París, edición origínal
lndice general

11 Introducción
Fundar de nuevo, 12. Fundamento y epistemología freu-
diana, 13. La fisiología como fundamento: un gusano en
la fruta, 15. Cuatro lugares de la experiencia analítica,
17. La clínica: la cura, 18. El psicoanálisis extra-muros,
20. La teoría como experiencia, 21. La historia como ex-
periencia, 23

27 l. Catártica

27 l. Ló biológico
Lo biológico como esperanza, 27. Lo biológico como mo-
delo, 29. Lo biológico en el origen ... , 30 .... pero no co-
mo fundamento, 31. El modelo biológico en el aparato
del alma, 34. Lo vital no es: «en el fondo del hombre, aque-
llo•, 37

38 11. Lo filog<mético
El instinto perdido, 39. ·contra los fantasmas originarios
innatos, 40. Especulaciones prehistóricas en Freud, 41. Ni
Darwin ní Lamarck, 43. Nada de recuerdo hereditario de
las escenas, 44. Situación secundaria de los «fantasmas
originarios•, 45

46 111. El mecanicismo
El modelo fisicista: cuatro caracteres, 47. El verdadero
modelo del ello ... , 48. . .. una falsa física, 49

49 IV. Lo lingüístico
Situación secundaria del lenguaje verbal, 50. Primacía del
significante o: significante designificado, 53

7
54 V. Mor:{ismos
La cuestión del antropomorfiSmo, 54. El biomoñiBIDo, 56.
Vida y muerte: •en psicoanálisis», 58. El mecánico--mor-
f"lsmo, 59. Lingüistico-morfismo, 61

62 VI. Fundamento y originario hist6rico: p.sicoanálisis y


psicología
Le) originario de la cura remite necesariamente a un ori-
ginario histórico, 62. Historia, desarrollo, génesis, origi-
nario, 64. El vicariato de la autoconservación por la se-
xualidad ... , 67. . .. como fundamento real de ls ilusión
pansexualista y pampsicoanalftica, 68. Superposiciones
abusivas del psicoanálisis y de la psicología, 69. La psico-
logfa psicoanalltica del adulto, 69. Reinyección de con-
ceptos psicoanaliticos en la psicología del niño, 71. Into-
xicación de los psicólogos por el parnpsicoanalitismo,
72. Plegamientos conceptuales, 73

74 VII. Un ejempÚJ ?Wtable de confusión: el estado •anob-


jetal>
Clivar a Freud sobre el narcisismo, 7 4. Tiempos sucesi-
voS de lo erótico, 75. El autoerotismo que, él mismo, no
es primero, 75. El narcisismo, tiempo sexual de unifica-
ción, 76. Cronología del autoerotismo y del narcisismo,
77. Elección de objeto y acceso a la objetividad: ralees
freudianas de una confusión, 79. Plegamiento de la evo-
lución sexual sobre la autoconservación, 80. Plegamien-
to del funcionamiento autoconservativo sobre el modelo
de la pulsión sexual, 81. Adscripción de Freud a la anob-
jetalidad, 81. Confusiones sobre «la alucinación primiti-
va•, 82. Simbiosis, 83. Contra el solipsismo del bebé psi-
coanalitico, dos reacciones mal fundadas en el comienzo,
84. Balint, 84. Los kleinianos, 85

86 VIII. Hacer su lugar a la psicowgía del niño


El niño psicoanalítico, ¿niño mítico? Discusión de
A. Green, 86. Vaciar la psicología: un retomo del pam-
psicoanalitismo, 88. La psicología del lactante: fondo mí-
nimo pero real para el psicoanálisis, 89. El programa de
Lagache, 90. Observación e inferencia en psicología y en
psicoanálisis, 91

93 2. Fundamentos: hacia la teoría de la se-


ducción generalizada

8
93. l. La situación origirw.ria: adulto-niño
Margaret Mead comentada por Merleau-Ponty, 94

96 11. Los protagonistas de la situación originaria


El niño como protagonista, 96. Un individuo bio-psíqui-
co . .. , 97. abierto al mundo . .. , 97. provisto de monta-
jes reguladores . .. , 99. pero sin embargo desadaptado,
100. La Hilflosigkeit, 100. El gran debate sobre la angus-
tia de lo real, 102. El adulto como protagonista, 105. La
dimensión del inconciente, 105

107 m. De la teoría de la seducci6n restringidn a la tearía


de la seducci6n generalizada
Situar a Freud, 107. La seducción infantil: escenas de ex-
periencia sexual prematura, 109. Siempre el adulto y per-
verso, 111. Encadenamiento de las escenas, 112. Pasivi-
dad esencial del niño, 113. La teoria: aspecto temporal,
el apres-coup, 116. Aspecto tópico, 115. Aspecto lengua-
jero, traductivo, 116. Fuerza y aperturas de la teoria, 117.
Puntos débiles: restricción a lo patológico, 117. Ilusión
apofántica, 118. Lo reprimido originario no es presenti-
do, 118. Dislocación de la teoria, 120. Progreso en la fac-
tualidad: la seducción precoz, 122. Nada de retomo a la
seducción infantil, 124. Reinterrogación del par actividad-
pasividad, 125. Los cartesianos, 126. Encuentro con Fe-
renczi, 126. Un sentido ignorado para él mismo, 128. Sig- ·
nificantes enigmáticos, 128. El enigma, resorte de la se-
ducción originaria, 129. Relaciones de los tres niveles de
la seducción, 130. Teoria de la seducción generalizada,
131. En el centro: el punto de vista traductivo, 132. Mo-
dalidades de la rnetábola, 133. La tópica del yo: para re-
evaluar en relación con los tiempos de la represión, 135.
El superyó: ¿un imperativo no metabolizable?, 138. La
teorfa de las pulsiones, 140. Para la pulsión: cuatro re-
quisitos de la experiencia, 142. Los elementos de la pul-
sión en la perspectiva del objeto-fuente, 143. Centrar el
apuntalamiento. Su verdad: la seducción, 144. Pulsiones
de vida. Pulsión de muerte, 146. Su relación con el obje-
to, 147. Su relación con los dos tipos de proceso, 147. La
cuestión del objeto-fuente, 148. La ponderación: ligazón-
desligazón, 149

49 IV. Post scriptu1n: la naturaleza del inoonciente


De la fenomenologia al realismo, 160

9
153 3. La tarea práctica
La crisis de 1897: modelo de la intrincación teorético-
práctica, 153. Desamarre de la teot1a y de la prácti ·
ca, 154

155 l. La situaci6n
El setting: ni un formalismo ni un dispositivo técnico, 155.
Instauración, 156. La cubeta: un Jugar pulsional puro, 156.
Un lugar de seducción originaria, 157. El contenimien-
to, 159

159 II. La trcu¡ferencia


La situación es ella misma trasferencia, 159. Trasferen-
cia en lleno, trasferencia en hueco, 160

162 III. El proceso


Niveles de la teorización, 162. Análisis infinito y trasfe-
rencia de trasferencia, 163

10
Introducción

¿Nuevos fundamentos para el psicoanálisis? ¿Qué ne-


cesidad hay de volver a los fundamentos, y qué justifica
calificarlos de onuevos•? La necesidad, para mi, es clara:
desde 1969 que en París VII se desenvuelve esta ense-
ñanza que después se ha recogido en la serie de las Pro-
blemáticas, 1 cuyos subtítulos muestran claramente cuál
es la tarea. Se trata, a partir de un tema de aspecto clási-
co en el psicoanálisis freudiano, de cuestionar, traer a de-
bate, problematizar. Problematizar es conmover, es so-
meter a prueba hasta sus fundamentos toda la experien-
cia analítica. Está claro que es esta una problemática que
privilegia la experiencia freudiana y que se centra en los
conceptos freudianos.
A partir de estos cuestionamientos radicales, violen-
tos. lo que necesariamente se esboza es una temática nue-
va, son ordenamientos nuevos, conceptos nuevos o una
organización nueva de estos. Mis posiciones sobre la pul-
sión, el narcisismo, el lenguaje, y sobre muchos otros te-
mas, son precisas, aunque se presentaron en orden dis-
perso. llega para mí el momento de mostrar su articula-
ción. ¿Será al precio ile un nuevo esquematismo? Esto
es un poco obligado, y desde el comienzo de esta exposi-
ción siento desdichadamente su peso, es decir la necesi-
dad de abarcar este tema y la voluntad de ir hasta el fin.
De ahí cierta carrera contra el reloj y un tipo de itinera-
rio que será un poco menos moroso y un poco menos •en
espiral• que en otros momentos.
1 [Constituyen los volúmenes Problemáticas 1, La angustia; Proble-
máticas ll, Castración. Simbolizaci01U!S; Problemáticas lll, La subli-
rnacWn; Problemáticas IV, El inconciente y el ello, publicados en cas-
tellano por Amorrortu editores, y Problématiques V, Le baquet. Trans-
cenctancedu tra~ert, Parls: PUF, 1987, cuya edición castellana prepara
esta misma editorial con el titulo La cubeta. Trascendencia de la trasfe-
rencia (N. de 14 T.).)

11
Fundamentos: es, a partir de una crítica incesante de
los conceptos considerados fundamentales, una recap-
tura de los gestos y de los moví-
FuNDAR mientos que fundan; ¿que fundan
oE Nur.vo qué?: que fundan el psicoanálisis,
que fundan un psicoanálisis en el
sentido de lo que llamamos la cura; y, finalmente, que
fundan al ser humano. Porque, insisto en ello, lo que es
fundador para el psicoanálisis únicamente lo puede ser
si está en resonancia, en apres-coup con lo que es funda-
dor para el ser humano.
Fundamentos, entonces, ¿pero también «nuevos fun-
damentos»? ¡Desconfianza, riesgo, cuando aparece este
ténnino, ~nuevo»! Pienso en una crónica reciente que pre-
tende (¡una vez más!) proclamar la declinación del psi-
coanálisis y de su producción intelectual, al mismo tiem-
po que omite algunas de las obras más ricas entre las pu-
blicaciones recientes. El anuncio de la declinación no es
sino el reverso de la avidez insaciable por una novedad
a cualquier precio. Sorpréndenos a cada momento, haz-
nos gozar aún y siempre más, se le demanda al psicoaná-
lisis. El día, ya antiguo, en que el psicoanálisis y, en par-
ticular, el psicoanálisis francés cedió a los efectos y a la
fascinación de la moda se embarcó en lo que, para reto-
mar una fórmula freudiana, se puede llamar •satisfacción
de la pulsión' por las vías más cortas• o, incluso, •proceso
primario• o aun •pulsión de muerte•. El goce a cualquier
precio constituye el trabajo sin freno de la pulsión de
muerte.
Desconfiemos entonces del término muevo• y retome-
mos ese adagio de Freud en El chiste: •todo descubrimien-
to nunca es más que la mitad de novedoso de lo que pa-
recía a primera vista». Escepticismo, se dirá. Pero, evi-
dentemente, no cualquier escepticismo, porque el psi-
coanálisis agrega sus razones a este adagio. El psico-
análisis, que nos muestra que la historia procede no por
progresión continua, no por acumulación, y no hacia un
happy end, no según un desarrollo sin falla, sino por re-
presión, repetición, retorno de lo reprimido. Y, por otra
parte, si nos remontamos a una tradición más antigua,
filosófica -pienso tanto en la tradición de Hegel como
en el legado de un Heidegger-, veremos que aportar al-
go nuevo no es necesariamente innovar, no es necesaria-
mente alejarse de los fundamentos. Entre el término -nue-

12
vo• y el ténnino •fundamento• hay, entonces, un movi-
miento: el hecho de retornar sobre los fundamentos para
renovarlos. Remontarse hasta la fuente.
Además, insisto en este otro punto: agrego •nuevo• a
•fundamento• y no a •psicoanálisis•; no se trata para mí
de un nuevo psicoanálisis. El psicoanálisis existe, es una
situación y una práctica que se desarrolla -que se des-
arrolla también como práctica teórica; volveré sobre
esto-, y no es cuestión de innovar a cualquier precio,
aunque fuera por darle el gusto a algunos. Se trata, en
cambio, de volver a cuestionar y de renovar, explicitán-
dolo, aquello que lo funda.
Distinguir claramente fundamento y práctica, sin em-
bargo, no podrla llevarnos a una oposición absoluta por-
que es bien evidente que renovar los fundamentos no pue-
de dejar de repercutir sobre la práctica, así como cierta
inflexión moderna de la práctica no puede dejar de in-
fluir sobre nuestra manera de abordar los fundamentos.
En esto, en esta insistencia mía en la relación que a pe-
sar de todo existe entre los !un-
FuNDAMENTo v damentos y la práctica, tal vez voy
EPISTEMOLOGIA en contra de lo que Freud ha di-
FRF.UDIANA cho a veces. Me refiero a un pa-
saje de •Introducción del narcisis-
mo,.2 en particular, pero se encuentran otros del mismo
carácter, donde en definitiva los conceptos más genera-
les del psicoanálisis son presentados como superestruc-
turas alejadas de la experiencia y eventualmente inter-
cambiables. Hay proclamado allí cierto escepticismo frente
a la especulación, escepticismo que viene a contradecir
absolutamente la inspiración y la exigencia profunda de
Freud en cuanto a la búsqueda, precisamente, del fun-
damento.
Tenemos otro texto epistemológico más matizado que
quisiera rápidamente comentar: se trata del comienzo,
muy conocido, de •Pulsiones y destinos de pulsión•, don-
de Freud se interroga sobre la necesidad que habría en
recurrir a un concepto tan fundamental como el de pul-
sión.

2 Sigmund Freud, •Introducción del narcisismo•, en Obras comple-

tas, Buenos Aires: Amorrortu editores, 24 vols., 1978-85 {en adelante


OC), 14, 1979, pág. 75.

13
•Muchas veces hemos oído sostener el reclamo de que
una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos, cla-
ros y definidos con precisión. En realidad, ninguna, ni
aun la más exacta, empieza con tales definiciones [he-
mos de ver que todo este texto describe una trayectoria
de epistemología general, sin referencia alguna a lo que
pudiera tener de particular la búsqueda de los fundamen-
tos y la conceptualización en psicoanálisis]. El comienzo
correcto de la actividad científica consiste más bien en
describir fenómenos que luego son agrupados, ordenados
e insertados en conexiones [Freud volverá, por supues-
to, sobre este término de fénomeno: no se trata de un
empirismo ciego]. Ya para la descripción misma es inevi-
table aplicar al material ciertas ideas abstractas que se
recogieron de alguna otra parte, no de la sola experien-
cia nueva [la experiencia misma, simplemente para ser
percibida y contada, para ser simplemente descrita, ne-
cesita de un primer marco conceptual importado, •impro-
visado•]. Y más insoslayables todavía son esas ideas -los
posteriores conceptos básicos de la ciencia- en el ulte-
rior tratamiento del material. Al principio deben compor-
tar cierto grado de indeterminación; no puede pensarse
en ceñir con claridad su contenido [el retorno a una defi-
nición clara es un tiempo totalmente segundo y, se verá,
una etapa que nunca es acabada]. Mientras se encuen-
tran en ese estado, tenemos que ponernos de acuerdo
acerca de su significado por la remisión repetida al mate-
rial empírico del que parecen extraídas, pero que, en rea-
lidad, les es sometido. En rigor, poseen entonces el ca-
rácter de convenciones, no obstante lo cual es de interés
extremo que no se las escoja al azar, sino que estén de-
terminadas por relaciones significativas con el material
empírico, relaciones que se cree colegir aún antes que se
las pueda conocer y demostrar [aquí se otorga entonces
un lugar a la intuición y a lo que, según lo hemos de ver
enseguida, es la especulación]. Sólo después de haber ex-
plorado más a fondo el campo de fenómenos en cuestión
es posible aprehender con mayor exactitud también los
conceptos científicos fundamentales que él requiere y mo-
dificarlos progresivamente ... Entonces quizás haya lle-
gado la hora de encerrarlos en definiciones. Pero el pro-
greso del conocimiento no tolera rigidez alguna, tampoco
en las definiciones. Como lo enseña palmariamente el
Pjemplo de la física, también los "conceptos fundamen-

14
tales" fijados en definiciones experimentan un constan-
te cambio de contenido•. 3
Comprobémoslo: precisamente en lafisica desembo-
ca este párrafo que describe, entonces, un vaivén enri-
quecedor entre experiencia y concepto: los conceptos fun-
damentales no están alll desde el comienzo, pero desde
el estadio de la descripción hay marcos ideales vagos, co-
mo se podria decir de vestimentas que no deben estorbar
los movimientos, convencionales y al mismo tiempo no
arbitrarios, o sea tomados de aquí de allá; y evidentemen-
te esta importación de conceptos que el psicoanálisis to-
ma de dominios conexos, esta suerte de bricolage, será
uno de los problemas que tendremos que examinar. Sólo
en un tiempo ulterior se opera una afinación de los con-
ceptos fundamentales, una tentativa de ceñirlos y defi-
nirlos; pero siempre estas definiciones estarán s!Uetas a
revisión.
Muy bien, muy bello texto, pero un texto que, insisto,
no es totalmente específico del derrotero del psicoanáli-
sis o, para ser más precisos, lo enrola en una epistemolo-
gía general, en el mismo plano de las ciencias de la natu-
raleza. Es esta la razón por la cual no puedo resistirme
a desbordar sobre el párrafo siguiente, y ustedes van a
ver por qué. Ese párrafo introdu-
LA FISIOLOGIA ce el concepto de pulsión y hace
coMo FUNDAMENTO: una importación de la fisiología, la
uN GUSANo fisiología del Reiz, que es traduci-
EN LA FRUTA do en general por «excitación~~ pe-
ro que sería mejor verter por
•estímulo• para distinguirlo de Erregung, la •excitación•.
El concepto de pulsión, entonces, se comprendería por
referencia a la noción más vasta de •estímulo)). Cito: •Un
concepto básico convencional de esa índole, por ahora
bastante oscuro, pero del cual en psicología no podemos
prescindir, es el de pul.si.ón. Intentemos llenarlo de con-
tenido desde diversos lados. Primero del lado de la fisio-
logía. Esta nos ha proporcionado el concepto del estímu-
lo y el esquema [es aquí que yo comienzo a divertirme,
si oso decirlo) del reflejo, según el cual una excitación
aportada desde el exterior al tejido vivo (la sustancia ner-

3 En OC, 14, 1979, pág. 113. Entre corchetes, comentarios de Jean


Laplanche.

15
viosa) es descargada hacia el exterior baJo forma de ac-
ción".4
Conque, entonces, el concepto de pulsión se aclararía
por la noción de estimulo y por el •esquema del arco re-
flejo•. Un esquema que, tal como lo presenta Freud, yo
no he cesado de mostrar que es absolutamente erróneo:
un esquema extraído de unajalsafi$iología, incluso de.
una flSÍología pueril. La idea de que una excitación apor-
tada desde el exterior al tejido vivo reaparezca idéntica
a la salida proviene de un mecanicismo elemental que na-
die sostendría. Se sabe que lo descargado en forma de
acción muscular terminal .no tiene nada que ver ni con
la energfa del estimulo ni tampoco con la energía nervio-
sa que recorre las vías del •arco reflejo•. La energía mus-
cular, la energía de la acción, aquella que hace levantar
la pierna cuando se da un martillazo sobre el tendón ro-
tuliano, no tiene evidentemente nada en común con la
energía del martillo. Se trata de una serie de desencade-
namientos sucesivos, y no del trasporte y, luego, la eva-
cuación de la energía externa. Entre la extremidad re-
ceptora y la extremidad motriz, nada hay que se asemeje
a una tentativa de desembarazarse de una excitación mo-
lesta. Un •esquema» tal no se sostiene un segundo, no só-
lo frente a la fisiologfa moderna sino, aun, frente a aque-
lla de la época de Freud; y él no podía dejar de saberlo.
¡He aquí entonces esta noción de arco reflejo, descri-
ta por un falso esquema en el marco de una fisiología abe-
rrante, propuesta como modelo para el psicoanálisis! Es
cierto que se trata de un modelo extremadamente fecun-
do, en la medida en que, por erróneo que sea, hay algo
en el aparato psíquico que se parece a esto, es decir que
todo lo que es aportado debe ser rápidamente evacuado.
Así, esta supuesta Importación hecha de una ciencia co-
nexa recurre a una mera fisiología fantástica o, tal vez,
popular, del mi$mo modo como la parálisis histérica re-
curre a una anatomía para-científica para delimitar su te-
rritorio.
No quisiera terminar con este •Párrafo de lucimiento•
epistemológico de Freud sin señalar la manera con que
estalla, como desde el interior, en el momento en que él
pretende •aplicar• su argumento al concepto de pulsión

4
En ap. cit., págs. 113-4. Entre corchetes, comentarios de Jean La-
planche.

16
y •al ejemplo• del arco reflejo. Como en muchos otros
textos5 cuyo argumento se encontraria en apariencia bien
fundado en razón y en experiencia si estuviera referido
a las ciencias de la naturaleza, o incluso a las otras •cien-
cias del hombre•, el gusano es introducido en la fruta por
las últimas lineas, tan desconcertantes: el modelo de la
•biología•, de la psico-fisiología, es un falso modelo. Co-
mo para significar una doble heterogeneidad: no sólo el
psicoanálisis no es como las otras ciencias, porque no pro-
gresa como ellas, sino que está tal vez con las otras cien-
cias en una relación que no es comparable a la que ellas
mantienen entre sí.
Paréntesis, entonces, en este texto, pero un parénte-
sis muy importante: introduce, en un aura de inquietan-
te extrañeza, las relaciones del psicoanálisis con los do-
minios conexos; no sólo la biología sino la lingüística y
también la historia, la prehistoria, otras incluso: tendre-
mos ocasión de recorrer en su detalle este problema. ¿Es
posible la importación, la apropiación de fundamentos
conceptuales exteriores al psicoanálisis? Pero, sobre to-
do, cuestión previa: ¿son verdaderamente exteriores es-
tos conceptos? O incluso, para formular otra interroga-
ción en el mismo círculo: ¿qué sentido podría tener este
término •apropiación de un concepto• cuando se trata del
psicoanálisis que hace de la apropiaci6n misma no sólo
un movimiento conceptual sino un movimiento real; di-
gamos, algo fundado necesariamente en una introyección
(para tomar un término simple)?

Fundamentos para el psicoanálisis


CuATRO LUGARES oE son entonces los fundamentos pa-
LA EXPERIENCIA una experiencia psicoanalfti-
Ca
ANALITICA ca. ¿Puede ser localizada la expe-
riencia psicoanalftica? ¿Hay un lu-
gar privilegiado de esta experiencia? Sin duda, si hay un
lugar privilegiado, diremos enseguida que es la cura psi-
coanalítica. Aún habría que definir con precisión ese pri-
vilegio que no guarda relación con aquel que sedicente-
mente es propio de la experiencia inmediata: un privile-
gio de la empiria; porque, después de todo, tal vez nada
menos empírico que la cura psicoanalítica. Pero, además,
la experiencia psicoanalítica no es sólo experiencia de la
5
Véase inj'ra, pág. 33.

17
cura; y tenemos el derecho de reagrupar los espacios y
los objetos de la experiencia psicoanalítica bajo cuatro tí-
tulos: la clínica, el psicoanálisis exportado, la teoría y la
hístoria.
1 La clínica. Y bien; la lista que an-
LA cuNICA· tecede, que resitúa la clínica en
LA cuRA paralelo con otros espacios, indi:
ca que la clínica no es el todo de
la experiencia psicoanalítica aun si se está dispuesto, co-
rrectamente, a darle el sentido estricto de clínica de la
cura. Con mayor razón no es el lugar de la experiencia
psicoanalítica si se la rebaja, como ocurre a menudo, a
todo lo que un ,¡, cualquiera (se diría en matemáticas),
en cualquier circunstancia, puede recoger de cualquier
sl\ieto. La inflación del concepto de clínica se conjuga con
su carácter vago e irreflexivo, y sobre todo con el valor
de coartada que se le otorga en nuestros días, coartada
contra el pensamiento y arma de guerra contra toda re"
flexión. ¿Se pretende ver en esto un empirismo saluda-
ble? Yo diría que, por relación a la gran tradición em-
pirista, aquella de los anglosajones, el empirismo de la
•clínica• además es irreconocible; los grandes empiristas
ciertamente no se reconocerían allí. Bajo el nombre de
retorno a la clínica en verdad se intenta imponer un te-
rrorismo de conceptos implícitos, a menudo extraídos del
sentido común o trivializados por este. Tendré ocasión
de hablar de uno de estos conceptos, de los más recien-
tes, que se ha convertido en una especie de depósito, en
particular en la psicología psicoanalftica anglosajona: me
refiero al concepto de interacción, trasformado en ade-
lante en una fórmula de anti-teoría vacía de contenido
y que se utiliza para todo. Pero podríamos citar muchos
otros de este tipo ...
¿Diríamos que el tpensamiento clínico" es un pensa-
miento pragmatista? También sería afrentar a la gran tra-
dición del pragmatismo como orientación epistemológi-
ca, sería olvidar que el pragmatismo verdadero toma cier-
tamente como criterio el éxito, pero se trata del éxito del
pensamiento y no de la obtención de un efecto material
inmediato, como lo quisieran, de modo creciente en nues-
tros clrculos, aquellos que a propósito de cada conferen-
cia, en cada momento de la discusión, no tienen más que
una pregunta en la boca: ¿para qué sirve?, ¿qué receta
me propone usted? ¡Una receta a cualquier precio para

18
obturar la angustia de nuestra demasiado frecuente ine-
ficacia terapéutica: •¡Mi reino por un caballo!•. •¡Todo
Freud por una receta!•.
La crítica de un pensamiento 1mlgarmente empirista
o pragmatista es cosa hecha. Freud la esboza en el pasaje
que yo citaba hace un momento: la experiencia, cualquie-
ra que sea, tiene que ser acogida en marcos conceptua-
les, en pre-marcos que se irán afinando y corrigiendo en
una dialéctica, en un movimiento de vaivén con la expe-
riencia. Sin embargo podríamos preguntamos, como yo
lo indicaba anteriormente, si la argumentación de Freud
no es un comodín. ¿Se mantiene la epistemología de
Freud, en este pasaje, a la medida de su objeto y de la
especificidad de este? Especificidad del objeto humano,
uno está tentado de decir. Sea. Y sin embargo ... ¿Se tra-
ta simplemente de oponer las ciencias del hombre a las
ciencias de la naturaleza? Tal vez no se iría necesaria-
mente muy lejos si se enrolara la epistemología del psi-
coanálisis en una epistemología general de las ciencias hu-
manas.
Antes de seguir avanzando, creo que conviene definir
dos especificidades de la clínica psicoanalítica como ob-
jeto. Primeramente la especificidad de nuestra experien-
cia de la cura. Nuestra experiencia se produce en un mar-
co fundador, según una regla ella misma fundadora, ya
que se intitula así: Grundregel, •regla fundamental•, es
decir que está en el fundamento mismo de lo que va a
ocurrir en la cura. En cuanto a lo que esta regla funda,
a lo que ella funda de nuevo, volveremos sobre ello, pero
destaquemos que este carácter fundador de la cura va
mucho más allá de lo que se puede decir de las condicio-
nes experimentales que necesariamente enmarcan todo
dispositivo de experimentación en una ciencia cualquie-
ra ( •humana• o no): va mucho más lejos que el precepto
que indica tomar en cuenta las condiciones de la obser-
vación. Es algo que pretende fundar y encaminar un pro-
ceso en resonancia con un proceso fundador del ser hu-
mano.
El otro carácter, que no es totalmente independiente
del primero, consiste en que el objeto del psicoanálisis
no es el objeto humano en general; no se trata del hom-
bre tal como lo pueden abordar diversas ciencias, la psi-
cología, la sociología, la historia, la antropología, sino del
objeto humano, en tanto él formula, en tanto da forma

19
a su propia experiencia. Desde luego, le da fonna esen-
cialmente en el lenguaje de la cura, pero, más profunda-
mente, hay allí un movimiento de su vida toda. Una epis-
temología y una teoría del psicoanálisis deben tener en
cuenta, en la base misma, este hecho de que el sujeto
humano es un ser teorizante, y teorizante de sí mismo,
quiero decir que se teoriza a sí mismo, que se autoteoriJ ~
za, o aun, si este término de teoría da demasiado miedo,
que se autosimboliza. La simbolización que le adviene en
la cura, interpretación o autointerpretación, movimien-
to de la interpretación entre analista y analizado, esta
simbolización es resimbolización sobre la base de simboli-
zaciones primeras, de esas sim~olizaciones originarias si-
guiendo cuya pista, necesariamente, nos metemos en es-
ta búsqueda de los fundamentos.
Un segundo lugar y objeto de la
EL PsrcoANALisrs experiencia psicoanalítica es el
EXTRA-MuRos psicoanálisis que yo llamo expor-
tado o extra-muros. Se sabe que
empleo esta expresión para diferenciarme de aquella de
•psicoanálisis aplicado• que es seguramente la más común
y la más aceptada, que encuentra su origen incluso en
tiempos de Freud, pero que, en tanto trae envuelta la
idea de aplicación, está totalmente sujeta a crítica. •Apli-
cación• supondría que de un dominio privilegiado, que
es en efecto la cura, se extraerían una metodología y una
teoría que se trasportarían después, sin más -como en
un engineering-, a otro dominio, del mismo modo como
la ciencia aplicada del ingeniero, para construir un puen-
te, en definitiva no es sino una ingeniosa derivación a
partir de conceptos fundamentales de la física o de la me-
cánica. Por eso nosotros rechazamos esta noción de psi-
coanálisis aplicado que desdeña lo que comprobamos en
cuanto a su función, su rol, su importancia, en el movi-
miento psicoanalítico y, en primer lugar, en Freud; en
Freud, donde verificamos no sólo su importancia cuanti-
tativa en la obra sino su fecundidad. Cuando pensamos
que un caso como el de Schreber o como el de Leonardo,
tan centrales para el progreso del pensamiento freudia-
no, son del orden del psicoanálisis extra-cura, extra-
muros; cuando pensamos en los estudios socioantropoló-
gicos, en T6tem y tallú o en Moisés, en los estudios sobre
el arte, en los estudios sobre la religión, escritos todos
que constituyen una proporción considerable de la obra

20
freudiana: en ningún caso este pensamiento extra-muros
es secundario en Freud; extrae sus resultados, siempre,
de su contacto con su objeto. Frente a esta fecundidad,
he tenido ocasión también de destacar, no sin cierta iro-
nía, el descrédito de que muchos lo hacen objeto en nues-
tros días, un descrédito que sólo tiene parangón en el ar-
dor con el cual algunos se dedican a él, sea abiertamente
-y es sin duda el mejor caso-, sea de manera subrepti-
cia y hasta en las apreciaciones psicoanalíticas que ver-
san sobre el «movimiento,., las escuelas psicoanalíticas, o
aun en el •psicoanálisis• de los •queridos colegas•.
El psicoanálisis que se lleva extra-cura, no de manera
accesoria, como mera adjunción, sino fundamentalmen-
te, se dirije al encuentro de losfenómerws culturales; por-
que, en efecto, el psicoanálisis exportado no es exporta-
ción a cualquier lado, no todo •extra-cura• es objeto de
psicoanálisis extra-muros: las condiciones de dominio y
de método se deben definir en cada caso. En este movi-
miento de llevar-se-fuera del psicoanálisis, yo distingo dos
aspectos, dos movimientos, o un doble aspecto de un mis-
mo movimiento: evidentemente el aspecto interpretati-
vo, teorético, hasta especulativo, pero también un aspecto
real sobre el que no se ha insistido demasiado. Por aspec-
to real quiero decir que el psicoanálisis, no sólo como
pensamiento y como doctrina, en las obras del psicoaná-
lisis que decimos extra-muros, sino cmno modo de ser, in-
vade lo cult:ural. El psicoanálisis es un inmenso movimien-
to cultural, y en este sentido es el col\iunto del psicoaná-
lisis el que se lleva extra-muros. He intentado en mis
Problemáticas JII, dedicadas a la sublimación, 6 cercar lo
que podría ser una teoría de la sublima.ción rrwd.erna,
para emplear un término tal, desde ese movimiento que lle-
va el psicoanálisis a la cultura y hace que el hombre psi-
coanalítico no sea sólo un hombre según el psicoanálisis,
estudiado por el psicoanálisis, sino un hombre que en ade-
lante está marcado culturalmente por el psicoanálisis.
Tercer lugar y objeto de la expe-
LA TEORIA riencia: la tevria. Enunciar que
COMO EXPERIENCIA la teoría es Jugar YObjeto de expe-
riencia supone, evidentemente,

6 Problématiques m, La sublimatinn, Paris: PUF, 1980. [Ed. en cas-


tellano: Problemáticas /11, La sublimacWn, Buenos Aires: Amorrortu
editores, 1987, Segunda parte: •Hacer derivar la sublimación•.)

21
rehusar a la teoría todo estatuto definitivamente aparte,
sea como herramienta (herramienta conceptual, se dice
a veces: ella debe servir para algo), sea por el contrario
como superestructura más o menos inútil (y sabemos que
en ocasiones fue una coquetería, no se puede decir de
otro modo, de Freud, pretender que los conceptos psi-
coanalíticos eran, en suma, nuestro hobby). Afirmar que·
el hombre es autoteorizante, en cambio, equivale a sos-
tener que toda verdadera teorización es una experiencia
que necesariamente compromete al investigador. El mo-
delo de esto se encuentra por supuesto en Freud. Pienso
en esos monumentos puramente teóricos que son el •Pro-
yecto de psicología• de 1895, el capítulo VII de La inter-
pretación de los sueños, Más allá del principio de pla-
cer, o incluso el último descubierto, ese texto inédito que
se intitula •Panorama sobre las neurosis de trasferencia•.
Y bien: ¿cómo abordar esos movimientos teóricos si no
es considerándolos ejercicios donde se vive el análisis?
El no se vive allí por referencia a un objeto que le fuera
extrinseco, él se desarrolla a partir de su propio movi-
miento. Experiencias estas que es preciso analizar, em-
pujar aún más lejos de Jo que Freud Jo hizo, empujar en
sus atrincheramientos, con la prevención, al hacerlo, de
verlas dislocarse, descomponerse y recomponerse.
Se trata allí, nos dice Freud, de especulación; •lo que
sigue es especulación ... • señala en Más allá del princi-
pio de placer, y es más o menos la misma frase en •Pano-
rama sobre las neurosis de trasferencia•. Lo enuncia co-
mo excusándose y comparando la especulación con el li-
bre juego de la fantasía; sin embargo sabemos que esta
especulación adquiere rápidamente para él más peso que
cualquier razonamiento experimental. Pensemos en par-
ticular en la famosa especulación sobre la pulsión de
muerte; habiendo nacido en efecto de un movimiento pre-
tertdidamente •para ver>, de una suerte de •experiencia
de pensamiento•, •prende• poco á poco, como prende una
mayonesa, y prende con una consistencia incluso más
grande que la mayonesa, como un verdadero cemento.
Especulación biológica en Más allá del principio de pla-
cer, especulación antropológico-histórica en Tótem y ta-
bú, o incluso en •Panorama•, la especulación en Freud
es una verdadera «experiencia interior», para retomar este
término de otro autor. No se trata de desvalorizarla sino
de movilizarla, es decir, de hacerla móvil, removilizarla,

22
desatar sus lazos artificiales para eventualmente encon-
trarle otras valencias, sin por eso plegarla sobre un puro
•ilusorio• (sinónimo, para algunos, del fantasma o de la
fantasía), pero, por otra parte, sin reducirla a un juego
de argumentos puramente racionales.
Mi cuarro punto será, finalmente, ·•
LA HISTORIA este: lo que acabarnos de esbo-
coMo EXPERIENCIA zar sobre la experiencia teórica se-
ría aún más verdadero a propó-
sito de la historia como lugar y objeto de experiencia.
Me refiero a la historia del psicoanálisis y, en particular,
a la historia de Freud y del pensamieto freudiano. No he-
mos agotado aún (¿lo haremos alguna vez?) el privilegio
de este pensamiento de no ser sólo fecundo, o genial si
se quiere, sino de ser el lugar de una experiencia que re-
vela hasta en sus vacilaciones, en sus defensas, en sus
tomas de partido, en sus repeticiones, los contornos mis-
mos de su objeto. Por historia del pensamiento de Freud
no entiendo, evidentemente, la historia historizante; en
modo alguno soy un historiador de Freud, otros son mil
veces más competentes que yo. Yo libo en la historia que
los otros escriben, pero no es esta la cuestión: parto de
una reflexión sobre la historia del pensamiento freudia-
no. No entiendo por ello ni la historia oficial de este pen-
samiento, ni la historia restituida. La historia oficial es
en primer lugar la historia de Freud por sí mismo. Freud
más de una vez esbozó, sea en obras separadas, sea en
ciertos pasajes, una historia de su propio pensamiento,
historia que está siempre extremadamente sujeta a cau-
ción, falsificada. Con mayor razón la historia oficial de
los grandes hagiógrafos, aun si es competente como la de
Jones. Pero, a la inversa, tampoco entiendo por historia
la historia restituida que puede presentarse en nuestros
días, anecdótica o no, según algunos documentos que se
ha logrado exhumar y que a veces son seguramente im-
portantes, una historia más verídica que poco a poco pre-
tende remplazar la..<; falsificaciones o los aplanamientos
de la precedente. Lo que me interesa es la historia de
un pensamiento enteramente movido por su objeto o, si
ustedes quieren, enteramente movido por su pulsión. Más
que la anécdota, más que las peripecias (esos famosos
abandonos, esos famosos retornos), más también que las
continuidades, lo que me interesa en esta historia de ex-
periencia es una dialéctica compleja donde uno encuen-

23
tra, en la evolución de la teoría, el eco o incluso a veces
el calco de la evolución del ser humano. Pienso que no
sería abusivo enunciar una suerte de ley de Haeckel de
nuevo tipo (ustedes saben: la ontogénesis reproduce la
filogénesis), aplicable al menos al pensamiento psicoana-
lítico, con este enunciado: da teórico-génesis reproduce
la ontogénesis•. He tenido ocasión de mostrarlo de cerca
con ocasión de la teoría freudiana de las pulsiones, de
la cual uno está forzado a decirse que su mismo desarro-
llo temporal reproduce algo del movimiento del ser· hu-
mano por medio del cual se engendran sus propias pul-
siones.
En otros momentos es el conflicto, la discordia, el des-
fasaje entre el pensamiento y su objeto Jo que se recono-
ce en aquello que se está en el derecho de llamar repre-
siones, defensas, repeticiones incoercibles_ Entre esas re-
presiones, entre esas defensas -que arrastran a menudo
consigo, como toda defensa, mucho más que aquello de
Jo cual quieren defenderse, que arrastran a menudo todo
un fragmento de la realidad, y aquí todo un fragmento
de la realidad de pensamiento-, existe esta suerte de ca-
taclismo sobre el cual todavía no hemos vuelto y que aún
no hemos perlaborado suficientemente, ese famoso ca-
taclismo del así llamado abandono de la teoría de la se-
ducción.

Fundar el psicoanálisis y no crearlo, porque él existe


en sus cuatro Jugares de experiencia: clínico, teórico,
extra-cura e histórico, Jugares que yo reúno con el térmi-
no de •teorética• para distinguirlos en bloque de una •prác-
tica• en el sentido de que incluso lo que se intitula clínica
es de hecho una cierta consideración (theorein) y una
cierta reflexión sobre el objeto, porque no existe clínica
puramente empírica. Cuatro Jugares de experiencia; y el
francés es pobre con esta palabra que recubre al menos
tres términos del alemán (y también de otras lenguas):
el de •Experimento, el experimentalismo que se borra
frente al objeto; el de •Erlebnis>, la experiencia vivida,
traducimos, donde es más bien el objeto el que se borra
frente a lo vivido y, por último, Jo que yo entiendo aquí
por experiencia, la «ErfahruTI{J•, es decir un movimiento
en contacto con el objeto, en contacto con el movimiento
del objeto.

24
Fundar es entonces refundar, y refundar es volver a
un gesto fundador y, necesariamente, por supuesto, al
fundador, es decir a Freud. ¿Cuál es este gesto funda-
dor? Aquel con el cual él instaura la situación psicoanalí-
tica en los años de 1890-1895, lo que yo llamo la cubeta,
que esquematizo, corno se podrá encontrar desarrollado
en enseñanzas ya antiguas, en su extraño cierre (cierre
del círculo) o abertura (ya que hay tangencia con otro
círculo, aquel de los intereses y de la adaptación). 7
Gesto inaugural este de Freud, pero que no parece sos-
pechar que lo es solamente porque renueva otro gesto
fundador, otros gestos fundadores que son el trazado, la
delimitación de un dominio en el seno del ser humano,
en el pequeño ser humano. Fundar es siempre fundar de
nuevo.
¿Qué decir por relación a lo que se llama, a lo que se
ha llamado desde hace ya no poco tiempo, •retorno a
Freud•? Los estilos en esto son innumerables desde el mo-
vimiento de impulsión que vino de Jacques Lacan. ¿Re-
torno a Freud? ¿Equivale a ser freudiano ortodoxo? ¿Y
qué podría querer decir ello? Sería, a la inversa, hacer
decir a Freud lo que se quiere; en efecto, este es el caso
de cierto lacanismo. Sería también hacer recurso a Freud,
quiero decir eventualmente de manera apologética, ases-
tar pasajes de Freud contra otros paslljes. •Escolástica
freudiana•, se dice: en realidad no exageremos, la esco-
lástica freudiana nunca ha tomado las dimensiones que
tenía la escolástica aristotélica ni, incluso, más cerca de
nosotros, la escolástica marxista. El término que yo pre-
fiero, a partir de este retorno a Freud y de este recurso
a Freud, sería el retomo sobre Freud, porque no se pue-
de volver a Freud sin hacerle sufrir (y es esto lo que quiere
decir este •sobre•) un cierto trablljo: trabajo sobre la obra
y trablljo de la obra acerca del cual ya me he explicado,
trabajo que pone la obra en la cuestión.

7
Cf. Prob/.ématiques I, L'angoisse, Parls: PUF, 1980. (Ed. en cas-
tellano: Problemáticas l. La angustia, Buenos Aires: Arnorrortu edito-
res, 1988, págs. 178 y sig. y sabre todo Problématiques V, Le l>aqiwl
Transcendance du tra~ert, París: PUF, 1987.]

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