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a) Factores económicos
El firme crecimiento capitalista del último tercio del siglo potenció una
expansión imperial que le permitió controlar colonias que fueran centros
suministradores de materias primas valiosas (caucho, algodón, madera, frutos
tropicales, minerales, etc.); crear mercados reservados para la inversión de
excedentes de capital o para la venta asegurada de los productos industriales
de las metrópolis; y disponer de zonas de emigración preferente para la
creciente población europea.
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primitivos. Al mismo fin contribuyó la voluntad de expandir las doctrinas
religiosas misioneras cristianas, la difusión de teorías de supremacía racial
blanca y occidental, y la expansión de teorías demográficas sobre la imperiosa
necesidad de asegurarse espacio vital para el futuro.
Los medios que hicieron posible la expansión imperialista fueron los avances
tecnológicos derivados de la Revolución Industrial. Esos medios instrumentales
fueron claves para llevar a cabo la exploración, conquista y explotación de los
nuevos territorios ocupados por las potencias imperialistas. Entre ellos cabe
destacar los siguientes:
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despertó entre los europeos. Los primeros protagonistas fueron viajeros
exploradores y misioneros, que abrieron las rutas de entrada y ofrecieron
la información geográfica precisa para conocer el territorio y las
poblaciones. El caso más representativo fue el del misionero británico
David Livingstone, que recorrió durante más de veinte años el centro de
África y fue el descubridor de las cataratas Victoria en el río Zambeze,
en 1855.
Tipos de colonias
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En cuanto a la situación política y administrativa. hubo diversas modalidades
en el tiempo: los dominios, colonias de poblamiento, con acusada
autonomía y autogobierno reconocido por la metrópoli; los protectorados,
territorios con instituciones y gobernantes autóctonos bajo la autoridad
militar de la potencia ocupante; tras la Gran Guerra surgieron los mandatos,
colonias entregadas por la Sociedad de Naciones a la tutela de Estados
vencedores, etc.
2. El reparto de África
El 90% de África quedó en manos de las potencias europeas. Solo dos zonas
quedaron libres de ese reparto colonial por razones bien diferentes: Liberia,
fundada en 1822 por colonos estadounidenses negros retornados a la «tierra
prometida» como hombres libres, se convirtió de facto en un protectorado de
Estados Unidos; y Etiopía (entonces llamada Abisinia), cuyo rey, Menelik ll,
consiguió frenar la ambición anexionista italiana desde Eritrea al derrotar a sus
tropas en la batalla de Adua (1896).
Por lo que respecta al resto del continente, Reino Unido intentó dominar las
áreas próximas a las rutas marítimas que comunicaban la metrópoli, en las islas
británicas, con su gran colonia de India y con sus dominios más alejados en
Australia y Nueva Zelanda. Por eso implantó un protectorado en Egipto, para
dominar el vital canal de Suez, e intentó establecer una columna continua de
colonias que comunicase El Cairo con Ciudad del Cabo.
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Senegal y la Somalia francesa. Et conflicto alcanzó su punto álgido en 1898
durante la crisis de Fashoda (Sudán), que se saldó con la prudente retirada
francesa y el reconocimiento tácito de la hegemonía británica en el Sudán.
3. El imperialismo en Asia
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El otro gran foco imperial británico comprendía Australia y Nueva
Zelanda, donde había colonias de poblamiento de emigrantes británicos
desde el siglo XVIII, que pasaron a ser dominios del imperio, con un
estatus muy superior a las colonias.
Desde mediados del siglo XVIII y durante el siglo XIX, Rusia se expandió
fuera de sus áreas europeas, ocupando Alaska (luego vendida a Estados
Unidos en 1867), la zona del Cáucaso y todo el territorio de la inmensa
Siberia hasta el Pacífico. La rivalidad con Reino Unido ocasionó
frecuentes conflictos, que fueron limitados con el acuerdo de mantener
dos Estados independientes a modo de «estados tapón»: Persia y
Afganistán.
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conversión de China en una república asediada por la inestabilidad política y la
conflictividad social.
Japón y Estados Unidos iniciaron, a partir del último tercio del siglo XIX, una
vertiginosa expansión colonial en clara rivalidad con las potencias europeas.
Desde un punto de vista militar, fue causa de numerosos conflictos entre los
países imperialistas, que recurrieron a la guerra para zanjar sus diferencias:
guerras ruso-británicas, guerra hispano-norteamericana (1898), guerra de los
«bóers» (colonos holandeses) contra los británicos (1900), crisis marroquíes
(1905 y 1911), etc. También provocaron múltiples episodios violentos tanto para
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imponer el dominio en las colonias como para aplastar las rebeliones indígenas:
motín de los cipayos de 1857 (India), rebelión de los bóxers en China en 1900,
etc.