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MARIO GARCES El “despertar” de la sociedad. Los movimientos sociales en América Latina y Chile Vur chock G © LOMEdiciones Primera eicion, 2012 Ison: 978-956-00-0313-3 er 215:120 eoIci6w ¥ coxrosicioN LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago ‘TeLdrOno: (56-2) 688 5273 | re (56-2) 696 63 88 lom@tom.! |wsviomel DAFEBSO EN 10S 7ALLRES DE LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile Capitulo 1 2Qué es un movimiento social? Existe una abundante literatura relativa alos movimientos sociales, que comenaé a constituirse en los afios sesenta, en Europa y Estados Unidos, cuando emergieron los mo- vimientos estudiantiles y juveniles de mayo del 68, en el viejo continente, y los denominados movimientos por os derechos civiles, en el pais del norte. Alno existir una tradicién de estudios sobre los movimientos sociales, s¢ carecia de una “unidad lingiifstica’.* Mientras para los historiadores los movimientos sociales eran vistos como motines, revueltas o rebeliones; para los politélogos, se ‘trataba de movimientos deprotesta, y para los socislogos, de diferentes formas de accién colectiva o de conflicto social. Sin embargo, para todos los cientistas sociales, se trataba de un fendmeno social de importancia, que hacia visibles expresiones de malestar ena sociedad, formas de actuacién politica no institucionalizada, manifestaciones de tensiones subyacentes o, podian representar también, 1 auténtico “motor de la historia’ Por cierto, en estas diferentes miradas, no ocupaba ‘un lugar central o iba quedando atrés lo que habfa sido Manuel Pérez Ledesma, "Cuando leguen los dias de la élera ( ovimientos sociales, teria ehistoria)”.ZonaAbiera, > 65,1958, pp.st-20. +i 7 précticamente una idea aceptada desde fines del siglo XIX: que el movimiento social era sin6nimo demovimien- 10 obrero. Sin embargo, para América Latina y Chile, no podemos abandonar sin mds esta nocién, ya que hasta bien entrados los afios setenta el movimiento obrero era considerado come el principal movimiento social chile- aj fe mi patria”, como los noibraba el presidente Allende- y se es atribuia a ellos, al menos desde la tzquierda, el principal papel en los procesos de cambio que se estaban produciendo en Chile en los afios sesenta y setenta. Esta percepci6n tenfa un doble origen: por una parte, hacia justicia con el papel transformador que los trabajadores chilenos habfan cummplido desde los inicios de siglo XX, conesas enoxmes movilizaciones que se verificaron en medio de la huelga portuaria de Valpa- rrafso en 3903 y que culminaron con la huelga salitreray la ‘masacre de ta Escuela de Santa Maria en Iquique en 1907. Pero, por otra parte, esta asociacién de movimiento social con movimiento obrero daba cuenta también del peso de Ja izquierda politica chilenay de suadhesién al marxismo como teoria social, Desde esta itima perepectva, aidea Ge “movimiento social” tenia Vinculabaalas contradicciones econémicasy estaban en la base del capialisino: 3 lahistérica yla te6rica, sin embargo, no hacta plenajusticia coneldesasrollo histérico nacional, yaque paralelamente al movimiento obrero se habfan desarrollado otros movi- nientos sociales de gran efecto politico, por ejemplo, los diantes en tomo a la FECH en los afios veinte; 0 los 28 campesinos en el contexto de lareforma agraria, pero otros atin més cercanos alos citadinos, el movimiento de pobla- dores que empezé aconstituirse con|a“tomadeLa Victo- ria’ en 1957y que multiplicé sus iniciativas movilizadoras, justamente antes del triunfo de Allende, en 1970. Frente a este desajuste tebricola izquierda tenia sus respuestas: el movimiento estudiantil era un “movimiento auxiliar” de las luchas clasistas, y en el caso de los pobladores, la situacién era un poco més compleja, pero se podia sefialar que se trataba de tn movimiento organizado en torno al, consumo Ia vivienda~ 0 expresivo de los problemas del trabajador en su tertitorio, o todavia més, cuando esta roposicién no explicaba bien la realidad, ya quemuchos pobladores eran desempleados o rabajadores informales, en este caso se podia indicar que se trataba del “ejército industrial de reserva” que el propio Marx habia descrito en Bl Capital. Con todo, como se eferfa a una zona critica paralateorfayla politica lanueva izquierdadelossesenta, en especial el MIR, opt6, durante la Unidad Popular, por hablar y ditigirse en sus comunicados piblicosa ‘la clase obrera” y a “los pobres del campo y la ciudad”. En este punto, si bien el MIR no terminaba de hacer los ajustes teéricos, s{al menos reconocia eneel campo politico y social a.una diversidad de grupos populares en movimiento. Su propio desarrollo, ademés, en el campo popular, se habia iniciado entre los pobres de a ciudad, los pobladores ylos, pobres en el campo, en especial los mapuche. A decir verdad, a propésito de la teoria marxista en. boga, en los afios sesenta, sectores vinculados ala Iglesia \Gatélicay a la Democracia Cristiane ya habfan puesto en sdiscusi6n el paradigma marxista para explicarlasituaci de Ios grupos populares. Se trataba de la denominada “teorfa de la marginalidad”, que buscaba comprender la situacién de los ms pobres. A juicio de Roger Vekemans, sacerdote jestita de origen belga radicado en Chile, la si- tuaci6n de los pobres serfa el resultado de una dicotomia fundamental o de una dualidad, con que naci6 América Latina, a consecuencia de Ta superposici6n de culturas y civilizaciones, y queen su desarrollo gener6 dos polos:uno supraparticipativo y otro supramarginal. De este modo, los pobres fueron exclitidos o marginados del desarrollo y dela toma de decisiones. Para que la sociedad pudiera alcanzar un desarrollo més arménico, y evitar ademés quelos pobres se sumaran a proyectos revolucionarios del ‘ipo guevarista, éstos debian ser “integrados” ala sociedad con el apoyo del Estado? Las proposiciones tedricas de ‘Vekeinans y su equipo tomaron forma en la politica del presidente Frei y estuvieron a la base de la “Promocién Popular’, que estimulé la organizacién de los pobladores y los campesinos en la década del sesenta y, por cierto, disputé elapoyo de estos sectores conlaizquierda politica. Como se puede apreciar entonces, si bien hasta los afios setenta predominaba el paradigma marxista y obrero para explicar Ia idea de un movimiento social, éste para~ digma ya venfa suftiendo criticas e interpelaciones. De cierta manera, sin embargo, la izquierda no solo chilena, 7 Vermds detalles en Maro Careés: Tomando sus st. El movinienta de pobladores de Santiago, 1957-1970. Sartiego: LOM, 2002,99.252 Ss. sino latinoamericana, lograba resolver estos problemas teéricos con otra nocién més inclusiva, que se popu- lariza en los afios 80, en Ta exptesi6n o la categoria de “Movimiento Popular”, como la suma ola confluencia de diversos movimientos de igen popular y que compartian ‘un ideario de transformacién socialista de las sociedades latinoamericanas. Resulta del todo evidente que para América Latina es ‘muy dificilimaginar movimientos sociales de base popular ‘queno tengan na connotacion clasista, habida cuenta de lahistoria de desigualdades, explotacién econémica ydo- ‘minacién politica de unos pocos privilegiadosporsobrelas ‘mayorfas pobres. La izquierda—en sus diversas versiones~ y elmarxismo, con sus diversas corrientes, no surgieron y se desartollaron en nuestro continente por caprichos © modas intelectuales, ni porlos efectos de la Guerra Fi‘a y linflyjo del “comunismo soviético” (comoles gustaba se- fidlara los militares, queiban a formarse en a Doctrina de Ja Seguridad Nacional en la Escuela de las Américas, para Juego dar golpes de Estado y reprimir y hacer desaparecer amilitantes sociales y politicos). No,laizquierda y el mar- xismo hunden sus rafces en la historia social y politica de ‘América Latina, en sus contradicciones, en sus luchas y ‘en losafanes dejusticia social de diversas generaciones de latinoamericanos, lo que no quiere decir que la izquierda y elmarxismono hayan encontrado importantes limites y contradicciones en st desarrollo en el continente* * Paraunamiradacrtica del manismoen América Latina, ver Michael Lowy: El marsemo en América Latina. Santiago: LOM, 2007 y José 3 Porotraparte, hay que admitir también que en lahisto- ria social, la nquierda, por decirlo de algiin modo, clasica ~‘ocialista 0 comunista~ no ha sido la tinica izquierda, sino que a partir de los afios treinta, cuando se hicieron sentir los efectos de ta crisis mundial y se desarticulé et viejo sistema exportador oligérquico, y el Estado tom6 roles mas activos en la economiay frente a és problemas sociales, emergieron grupos que disputaron ala iaquierda hist6rica su influencfa sobre las clases populares. Asi,en 10s afios treinta surgié el APRA, de gran influencia en la historia politica peruana su fundador, Victor Radl Haya dela Torre, era periano-, pero se trat6 de un movimiento politico de alcancestiatinoamericanos;y més tarde, enlos adios cuarenta, el peronismo en Argentina; el varguismo en Brasil y el Partido Revolucionario Institucional (PRD en México. Todos estos movimientos y partidos, denomi- nados “populistas”, tuvieron gran influencia en las clases ‘populares, distanciéndose del marxismoen muchos casos, pero en otros, siendo influidos por éste. Reconocidos los métitos de la izquierda y del popu- lismo, as{ como el prestigio del marxismo en América La- tina, es también evidente que la teoria social, en dilogo © tomando distancia del marxismo; ha evolucionado en distintas direcciones, pero enpparticular,apropésito delos movimientos sociales, Una diversidad de autores, tanto norteamericanos como europeos, ha sugerido definicio- nes y modos de comprender a los movimientos socials. Aricés Marxy América Latina Agentina:FCE, 2010 (primera edicin, Lima: CEDEP, 1980) 3a Enlatradicién norteamericana, més pragmaticaen cierto sentido, interrogindose sobre el “cémo” dela “accién co- lectiva’; mientras que la tradicién europea se ha ocupado més del “por qué” de los movimientos sociales.? Una primera tradicién te6rica, que mantuvo vigencia por mucho tiempo y de la que se debieron desembarazar tanto europeos como norteamericanos, fue la que pos- ‘ulaba que los movimientos sociales eran el resultado de “creencias colectivas”. Bsta acepcién conservadora en Bu- ropaasociaba los movimientos alas rebeliones y motines ‘que acompafiaron a la Revoluci6n Francesa y vela ent “la turba” ~concepto que no desaparece hasta hoy- al actor furidamental. Bsta era descrita como la accién no racio- nal de la masa, compuesta de criminales, vagabundos y eldesecho de la sociedad. El historiador George Rudé, en. ‘un brillante estudio La Multizud en la historia to71)~se cencargé de desacreditar estas visiones, demostrando que en esos motines y rebeliones estaba implicada la gente comtin que tenfa sobrados motivos “racionales” para ac- tuar, A pesar de que el enfogque psicologizante mantuvo vvigencia, comenz6 a ser modificado 0 enriquecido por iversos sociélogos. No se trataba solo de “creencias com- partidas o generalizadas", sino que habfa que reconocer “determinantes sociales” para las protestas, tales como tensiones estructurales, factores precipitantes, grupos coordinados, etc, (Smelser, 1963). Diversas proposiciones te6ricas en Estados Unidos buscaron explicar, desde los, afios sesenta, laacci6n colectiva; por ejemplo la teoria de rez Ledesma, Op. ct Passi. Ja “privaci6n relativa” (la disparidad que se produce entre las expectativas y las realidades); la teoria de la moviliza- cidndelos grupos de intereses econdmicos (los sindicatos, por ejemplo) y del free rider (el que se aprovecha del es- fuerzo de los demés); la teorfa de la eleccién racional y la movilizacién de recursos (los sujetos actian por motivos racionales en contextos de tensiones estructurales), pero ademds requieten movilizar sus propios recursos; entre ellos, ¢1 més importante, la capacidad pata organizarse (McCarthy y Zald, 1977). Junto aesta teorizaciones, provenientes de la sociolo- sfa, Charles Tilly modifies las miradas al poner el acento enla cuestién del enfrentamiento (contention) e introdu- cir la variable temporal. Este autor, que se movié entre la historia y la sociologia, definié a los movimientos como 1a “accién colectiva” que retine a la gente “para actuar a favor de sus quejas, esperanzas e intereses compartidos”. Jin este tipo de acciones “a gente no solo se reine para actuara favor de sus intereses, sino que ademés lo hace en forma que afecta de una manera directa, visible y signift- cativa ala realizaci6n por otros individuos de sus propios intereses”.” Es decir, se trata de una accién colectiva que confronta anos oponentes para que estosrealicen los i tereses del grupo en movinuierito, Pero ademés Tilly sugiri6 otras categorfas de andlisis tanto més interesantes, entre cllas, la idea de que fos movimientos se desenvuelven en “series continuadas de interaccién” con las autoridades y sus oponentes (més tarde Sydney Tarrow, popone laidea CChado por Pérez Ledesma. Op, ct. p. 64. 34 ‘p de “ciclos de movilizaciOn’”), y que para actuar recurren a 4s propios “repertorios de acci6n colectiva”(podriamos traducir al lenguaje nuestro, como formas de lucha). Estos repertorios estén’condicionadoshistbtica y culcuralmente, es decir, los mavimientos recurren a formas conocidas de accién, pero también pueden introducir innovaciones: "el pueblo tiende a actuar dentro de limites conocidos, ain- novar en los mérgenes de las formas existentes” y agrega también, “a perder muchas oportunidades que disponfa enunprincipio"® Sydney Tarrow, a fines de los noventa, ha difundido y reelaborado las sugerentes proposiciones de Tily, po- niendo el acento no solo en la confrontacién y los teper- torios, sino que también en la nocién de “oportunidades politicas”. Bs decir, los movimientos tienden a actuar en. contextos politicos que les pueden resultar mas 0 menos favorables. Las oportunidades politicas, en sentido estric- to, se vuelven favorables cuando el contexto puede llegar a actuar como un aliado; por ejemplo, porque los oponentes se hallan divididos. Para Tarrow, los movimientos son desafios colectivos en que se pone en juego el poder de quienes se movilizan: El poder de Tos movimientos se pone de manifiesto cuando Jos ciudadanos corrientes unen sus fuerzas paraenfrentarse alas éites, alas autoridades y a sus antagonistas sociales. Crear, coordinary mantener esa interaccién eslacontribucién specifica de los movimientos sociales, que surgen cuando se dan las oporuunidades politicas para la intervencién de * Wid, 9.66. 35 agentes sociales que normalmente caréoen de elas. Bstos| movimientos atraen a la gente a la accién colectiva por medio de repertorios conocidos de enfrentamientoe intro- ducen innovaciones en tomo a sus mérgenes. En su base se encuentran las redes sociales y los simbolos culturales a través de los cuales reestructuran las relaciones sociales. Cuanto més densas sean las primeras y mds femliares los segundos, tanto més probable seré que los movimmientos se generaliceny perduren. Hemos seguido hasta aqui la tradicién te6rica nor- teamericana, conocida también como la “teorfa de la accién colectiva’. Considereimos ahora a algunos auto- res europeos que, han realizado, por cierto, sus propias contribuciones al debate sobre los movimientos sociales. Entrelos soci6logos europeos mas conocidos en América Latina y de gran influencia en Chile se encuentra, en pri- mer lagar, Alain Touraine, seguido tal vez por el italiano Alberto Melucci, cuyos trabajos comenzarona difundirse enlos afios noventa Para Alain Touraine, las definiciones que asociaron los movimientos sociales a las “creencias colectivas” no resultaban de mucha utilidad, ya que podian correspon- der a acciones de muy diversa naturaleza —un ataque de panico colectivo, por ejemplo-. Para este soci6iogo, los movimientos se vinculan alas clases sociales en tanto que actor social. Deestamanera, lmovimientos son acciones colectivas que oponen a actores sociales entre si,“1) por el © Sydney Tertow. El poder en movant. Lee moviientos sociales, a ‘acciéncolectiva ya poltica. Madrid: lianas, 1997, p17 36 més importantes de una sociedad, 2) porel control del proceso histérico de tansformacién esta sociedad. En ambos casos, un movimiento sociales ‘un conflicto entre grupos sociales, pero que va mis alld de una lucha de intereses y pone en tela de juicio unsistema de poder. Lo que también supone una referencia positiva alas orientaciones culturales de una sociedad”. Desde la perspectiva de Touraine, América Latina no esuna tetra prolifica en movimientos sociales, ye quelos| ‘movimientos del primer tipo, que lama “estructurales”, son muy débiles y los movimientos del segundo tipo, que denomina “bist6ricos", a pesar de ser muy importantes, son muy poco auténomos. Tanto la dependencia de las, sociedades latinoamericanas, que impide que,se consti- tuyan clases auténomas, como el papel del Estado en la fase desarrollista (1930-1970), han cnmplotado contra el desarrollo de movimientos sociales en sentido estricto. Contodo, en sus elaboracionesms tempranas, delosatios sesenta, Tolifaine propuso que los movimientos sociales tendian @ articularse en toino a trés principios: el de la dentidad (las propia’ elaboraciones que un grupo social hhace de s{ mismo); la oposicién (es decir, la definicién de sii8 oponentés), y el principio de totalidad (el proyecto global de transformacién que articula a un grupo social en movimiento). "Alain Touraine. “Dela mafiana elo regimenes nacional populares a Javisperadelos movimientos sociales”.XX Congreso Internacional de LASA. 1997. ‘Melucci, en sus primeras elaboraciones propuso definit a los movimientos como “el comportamiento conflictivo que no acepta los roles sociales impuestos por las normas institucionalizadas, anula las reglas del sistema politico y/o ataca la estructura de las relaciones de clase en una sociedad dada”. A pesar de quie como indica Pérez Ledesma, “Melucci fue eliminando las refe- rencias a las clases, los movimientos aparecen definidos por tres dimensiones. Se trataria de una accién colectiva a)basada.en a solidaridad; b) que conduce aun contlicto; ) que rompe los limites del sistema’. En elaboraciones pposteriores, Melucci hizo avances muy significativos con relacién a los movimientos en un doble sentido; por una arte, el movimientono es una cosa dada, sino un proceso de sn colectiva en que losactores negociany re- negocian continuamente aspectos de su acci6n, ypor otra arte, en ese proceso se crean nuevos o6digos culturales ynuevas alternativas simbélicas que definen la identidad del movimiento, Esta es, por cierto, una contribucién re- levarite de Melucci, en el sentido que vincula el proceso préctico del movimiento con la elaboracién de su propia identidad. En este sentido, los movimientos suponen “creencias colectivas” pero no en la versi6n tradicional conservadora, sino que saberes sobre os fines, los medios yelterreno en que se desarroila la acciGn; redes de rela- Giones sociales ("una activacién de las relaciones entre losactores, que interactiian, se comunican, influyen unos sobre otros, negocian y toman decisiones”); pero también ™ Gtado por Pérez Ledesma, Op. cit, p. 62 38 ‘una tercera dimensién, que permite romper con lalégica el puro céleulo, y ésta es “la realizacion de inversiones ‘emocionales” que permite a los individuos reconocerse ‘como miembros de tna colectividad (lo que en nuestro medio lamarfamos el “compromiso” que los sujetostoman, conel movimiento). En un trabajo reciente, tres sociélogos norteameri- ccanos nos han propuesto, como ellos han denominado, una ‘sintesis emergente” 0 un “estado de situacién” en relaciémala cuestién te6rica delos movimientos sociales, cenfatizando en tres grupos de factores: i) La estructura de oportunidades potiticas y las constricciones que tienen. que afrontar los movimientos sociales. 2) Las formas de organizaci6n (tanto formales como informales) a dispo- sicién de los contestatatios. 3) Los procesos colectivos de interpretaci6n, atribucién y construccién social que ‘median entre la oportunidad y la accién’.* Enyelaciénal primer problema, setiendeadestacarla importancia que representa el sistema politico alahorade hablar de oportunidades polfticas. Estas iltimas pueden estar relacionadas con aspectos o rasgos de una determi- nada coyuntura politica, pero también con procesos politi- os. n suma, se trata de poner la atencién enlainteraccién, entre los movimientos sociales y la politica instituciona- lizada, lo que puede estat referido alas caracteristicas de Ja estructura institucional, su mayor o menor porosidad °S Gude por Péez Ledesma. Opt p. 101 Dough meAdam, ohn D. McCarthy y Mayer N. Zald(Eetore) Mouiientos sociales perspectvas comparadas. spafa: mo, 1999. 39 conrrelacién atlas demandas sociales, el ipo de relaciones de poder formales ¢ informales, los usos de la represién, etc. Enel caso chileno, como veremos més adelante, estas relaciones han estado marcadas en muchas etapas por la represi6n—de ahi el triste récord de masacres y matanzas en la fase oligirquica (Valparaiso, 1903; Santiago, 1905; Antofagasta; 1906; Iquique, 1907), pero también en la fase de democratizacién telativa del Estado (San Gregorio, 1921;La Conta, 1925; Santiago, 1946,y 1957; Puerto Mont, 1969)-. En la etapa de la dictadura, por cierto, esa es la forma oficial de relaci6n del Estado con los movimientos sociales, lo qué explica el elevado némero de victimas, sobre todo jévenes y mujeres, en medio de las protestas nacionales entre 1983 y 1986. Sin embargo, serfa un error pensar que todo ha sido represién, ya que sobre todoen la etapa de democratizacién del Estado, aproximadamente entre 1932 1973, las relaciones capital-trabajo estuvieron reguladas por el Cédigo del Trabajo, lo que parcialmente almenos facilité la negociacién de intereses, y lo queen el ‘movimiento obrero se denominaba, hasta antes del golpe, Jas “conquistas sociales”. O en el caso del movimiento de Jos pobladores, la creaci6n del Ministerio de la Vivienda, en 1965, cre6 una institucionalidad que interactia con los “sin casa” y genera espacios de negociacién. También es visible que la etapa de mayor movilizacién social en Chile fueron los afios de la Unidad Popular, etapa en que la represin fue inhibida por el gobierno de Salvador Allende. Todavia, en este terreno de las relaciomies entre Jos movimientos sociales y la institucionalidad politica, 40 Jos partidos politics jugaron roles muy activos,razén por la cual para cierto sentido comtin de izquierda, estos son vistos como los verdaderos organizadores y conductores, restando importancia o consistencia ala propia accién de los sujetos populares movilizados En relaci6n a Jas formas de organizacién, diversos autores ponen él acento en el reconocimiento de las organizaciones formales e informales, en las redes so- ciales preexistentes, etc. Dos corrientes son importantes en el campo de lain- vestigacién:las propuestas de McCarthy y Zald, relativas a la “movilizacién de recursos” que enfatiza en valorar los procesos de movilizacién y las manifestaciones orga~ nizativas formales de estos procesos. Para estos autores, “aunque los movimientos sociales no deban existalizar, necesariamente, en una organizacién formal, extraen su fuerza, como motor del cambio social, precisamente de la organizaciones que generan’.” Una segunda corriente ‘enfatiza en las dindmicas organizacionales de la accién colectiva ylos procesos politicos. Tilly, por ejemplo, Ilamé Ia atencién sobre los entornos bésicos, como la vecindad yellugar de trabajo; Morrisy McAdam, sobrelas escuelas y las iglesias al estudiar los movimientos de los negros; Evans, sobre los lazos informales y de amistad que lle- garon a conforma: redes de mujeres, en los orfgenes del movimiento feminista. Enel caso chileno, como veremos con més detalle en las péginas siguientes, existen podero- sas tradiciones organizativas en la mayoria de los grupos "tid, p.24. 4a sociales populares, de tal modo que varias décadas antes. ue se promulgaran las leyes laborales ~el conjunto mas sistematico se promulgé en 1924- los trabsjadores chi- lenos habjan organizado mutuales, centros de estudio, cooperativas, sociedades de resistencia, mancomunales, sgremios, federaciones, etc. Algo semejante ocurrié con el ‘movimientode pobladores, que mucho antes que el Estado romulgara la Ley de juntas de Vecinos y Organizaciones Comunitarias, en 1968, estos sabfan organizarse en Ligas, Juntas de Adelanto, Comités de Sin Casa, agrupaciones ‘comunales, etc. Incluso més, estas organizaciones fueron ‘macho més activas y protagonizaron las mayores movili- zaciones sociales de pobladores, en la etapa de las “tomas de sitios", entre 1957 y 1973, De este modo, ajustando la mirada la historia concreta de os movimientos sociales exChile, habri que discutir sobre el tipo de relacién quelas organizaciones populares han establecido con los partidos olitiens, reconociendo el valor y el protagonisuo de ios ropios grupos sociales en movimiento. Finalmente, en relaci6n a los procesos colectivos de interpretacién, se reconoce que si bien las oportunida- des politicas y las estructuras de movilizacién dotan a los movimientos de un cierto potencial para la accién, resultan insuficientes para explicar ia accién colectiva, ‘Se requiere un elemento mediador “entre oportunidad, organizacién y accién, a saber, los significados compar- tidos y conceptos por medio de los cualesla gente tiende a definic su situacién, Resulta imprescindible que las personas, como minimo, se sientan agraviadas por una situacién deterininaday crean que la acci6n colectiva pue- da contribuir a Solucionar esta situacién”.* En esta linea se enmarcan las cortientes y estudios que han puesto la atencidn en el tema de la “identidad’”, como o han hecho ‘Touraine yespeciatmente Melucei, que, como vimos antes, ha insistido en la vinculacién que existe entre la propia prictica de los movimientos y la gestacién de una identi- dad compartida. Sin dudas en estas proposiciones cobran importancia Ios asuntos reativos ala cultura y el lengua- je, 0 como ha indicado Snow, “los esfuerzos estratégicos cconscientes realizados por grupos de personas en orden, a forjar formas compartidas de considerar el mundo y a simismas que legitimen y muevan ala acci6n colectiva’.” En términes generales, estos estudios relatives ala iden- ‘tidad son més recientes, pero absolutamente necesarios. Manuel Castells, por ejemplo, ha sugerido que en medio de los actuales procesos de globalizacién, las identidades tienden a constituirse como identidades legitimadoras, cuando son introducidas por las instituciones dominan- tes; identidades de resistencia, por aquellos sectores que se encuentran en posiciones devaluadas 0 estigmatizadas y.que generan trincheras desde la cuales se oponen a las instituciones; ¢ identidades proyecto, cuando los actores sociales, recurtiendo a su propia cultura, construyen una ‘nueva identidad que redefine su posicién en la sociedad y tid, p.26, ids p27 8 al hacerlo, buscan la transformacién de toda la estructura social” Para el caso chileno, indagar en esta direccién es més que necesario, ya que por mucho tiempo los estudios ten dieron a centrarse en las movilizaciones, los liderazgos y los partidos politicos, En tiempos de la Unidad Popular, algunos de los trabajos publicados por Quimanté, en la Coleceién Nosotzos los Chilenos, comenzaron a abrir un surco en terias relativos a la identidad cultural de las clases populares en Chile, pero probablemente, antes que la historia y la sociologia, han sido la literatura social y el teatro chileno quienes més se han ocupado de estos asun- 10s. Con todo, en tiempos més recientes, la Nueva Historia Social Chilena ha comenzado a ocuparse de los temas de Ja identidad; en particular a partir del pionero trabajo de Gabriel Salazar, Labradores, peonesy proletarios (1985), se ‘han sucedido otros estudios de historiadores como Maria Angélica Manes, Julio Pinto, Sergio Grez, Maximiliano Salinas, y el autor de estas fineas, que se han ocupado si no sisteméticamente, al menos parcialmente de estudiar los procesos de construccién de identidad asociada a los movimientos sociales. 2Qué es entonces un movimiento social, de acuerdo ‘con estas tradiciones te6ricas? Sisetieneen cuentael largo camino quehemoshecho, podriamos proponer tentativamente que los movimientos Manuel Castells, aera de la snformacién, Economia, sociedad y culture poder dea idemidad (Volumen 2). Madrid: Alianza, 1956, p.30. 44 sociales son diversas formas de accién colectiva, que sur- gen de la sociedad civil el verdadero hogar de lahistoria, como la definié Carlos Marx-y que dan cuenta tanto de contradicciones fundamentales de una sociedad, normal- mente de las oposiciones de clase, pero més ampliamente de una diversidad de tensiones estructurales,relativas ala desigualdad, la discriminacién sociocultural, elconsumo, Jas relaciones de género, al medio ambiente, etc.,yquedan lugar a diferentes iniciativas y proyectos de cambio social con.un sentido emancipatorio. Laconstitucién de un movimiento social suponenece- sariamente el desarrollo de alguna forma de organizacin, y.redes de orgenizaciones sociales, asi como de recursos clltitales € identitarios qué se irén modificando segin ‘se desenvuelve la propia accién colectiva. Movilizar re- cursos propios, en el sentido de la organizacién y de los repertorios de accién para confrontar a sus oponentes, ‘en. contextos mas 0 menos favorables, son los derroteros mds frecuentes de los movimientos sociales, En su mayor desarrollo, los movimientos sociales pueden encamar pro- ‘yectos de cambio social que afecten parcial o globalmente el sistema de dominacién. Pero, estas proposiciones, de carécter general, pue- den resultar completamente abstractas si no se las pone enterreno firme, que no es otro que el de la experiencia histérica concreta de los grupos sociales en movimiento. En este sentido, son del todo relevantes las formas que ha tomado el conflicto social y politico en la historia de América Latina y Chile. Se tratavia de reconocer, por una. 48 “pare las fornids de relacién que se han establecido entse os Estados los grupos y clases populares, la mayor parte ide Jas veces con fuertes componentes represivos como ‘producto dé una defectuosa construccién del Estado, en ‘elsentido dela democraciay dea integracién social, ode formas de integraciOn parcial y segmentada, que incluye algunos y excluye a otros. Por otra parte, se trataria también de reconocer y valorar las diversas iniciativas de asociacién y movilizacién de los grupos sociales po- pulares, de las capacidades y recursos que se pusieron en ‘movimiento, delasmemorias de esas huchas y delasiden- tidades que en esos procesos emergieron o se recrearon. Sise tienen en cuenta ambas perspectivas, lo que resulta crecientemente una certidumbre para quienes investigan y piensan la historia social de América Latina, es queuna de las principales “formas de hacer politica” de nuestros pueblos es a través de la constitucién de movimientos sociales. Bn este itimo sentido, en contra de un sentido comiin dominante, nuestra historia politica no es solo, ni ‘mucho menos, la historia de los Estados, sino que la his- toria de las resistencias y las altemnativas de cambio que emergen una y otra vez desde la sociedad civil En los capftulos siguientes veremos, grosso modo, el desarrollo de algunos movimientos recientes enlahistoria de América Latina y una mirada més histrica alos movi- iientos sociales en el siglo XX chileno. Capitulo I Los nuevos movimientos sociales en América Latina* La cuestién de los “movimientos” ha tenido diversas acepciones. En los afios sesenta, la més aceptada era la del“movimiento obrero” yladel“ movimiento campesino” (en la tradicién de la izquierda era justamente la alianza ‘obrero-campesina el eje fundamental de la revolucién 0 més amipliamente, de los procesos de liberacién). Otras acepciones de los movimientos, por razones pricticas, se referfan a los movimientos estudiantiles, habitualmente ‘muy activos en la mayorfa de los paises latinoamerica- 1nos, y alos “movimientos politicos revolucionarios”. De hecho, gran parte de los procesos de renovacién politica de la izquierda, que sigue a la Revolucién Cubana, tom6 elnombre de movimiento {movimiento de liberacién na- ional, de izquierda revolucionaria, etc). tra novedad de los afios sesenta fue la emergencia de nuevos “movitnientos”, asociados a los procesos de aggiornamiento que vivia la Iglesia Cat6lica, en el con- texto del Concilio Vaticano Il y la Conferencia Episcopal de Medellin. En este caso, se trataba de “movimientos" al interior de la Iglesia que radicalizaban posturas en las, En este capitulo sigo un artieulo de mi autora, “Movimlentos Socialesy Educacién Popular”, publcado por la Revista Le Piragua, {el Consejo de Educacibn de Adults de AméricaLatina, CEAAL, N° 432, Panams, 2010, pp. 55-68. ar Gistintas vertientes de la Accién Catolica (Juventud de Estudiantes Catélicos, JEC; Asociacién de Universitatios Cat6licos, AUC; Accién Catélica Rural, ACR; Juventud Obrera Catélica, JOC, etc.) entre sacerdotes y religiosas, y que con el tiempo darian lugar a vigorosos y extendidos ‘movimientos de “cristianismo popular”. La Educacién Po- ular, en'los afios seSenta, también nacié asociada a este conjunto de “movimientos” y en la medida que gané en desarrollo, més de una vez fue también conceptualizada ‘como “movimiento de educadores populares”. Tal vez,con ‘més precisién, se podria sostener quela Bducacién Popular naci6 como “la dimensi6n educativa’ delos movimientos sociales que emnergieron en los afios sesenta. En una acepcién amplia de “movimiento” se podria sostener que la nocién més extendida de ellos, en los afios sesenta, es a que se asociaba a los ms diversos procesos de cambioy transformacion social, que eran conceptuali- zados como procesos 0 movimientos liberadores. Eneste proceso fundante de los afios sesenta, de nue- vas fterzas y procesos sociales y politicos con un sentido emancipador, endieron a converger dos tradiciones teéri- as ypoliticas: las dela inquierda, con vertientes anarquis~ tas, marxistas, populistas y de liberacién nacional; y las Gel cristianismo, que reunfa también diversas vertientes, en particular el social cristianismo y luego Ta teologia de Ja liberacién. Simnplificando mucho, en la izquierda con- vivian tradiciones de cardcter “nacional popular”, con un componente antiimperialista y otro popular, que podia ‘tener un origen campesino, indigenista orelativo alaclase 8 obrera en.un sentido amplio (muchas veces, simplemente, clase trabajadora), y también tradiciones marxistas, que encarnaban especialmente los partidos comunistas y ‘trotskistas. En estos iltimos, la lucha de clases y el papel de la clase obrera eran fundamentales, aunque divergian en las estrategias que harian posible el cambio social. ‘Todas las vertientes de la inquierda suftieron un giro critico y fundamental luego del triunfo de la Revolucion Cubana, por dos o tres razones principales; entre ellas, la més relevante de todas fue la afirmacién de que la revolucién era posible de realizar en América Latina (la Revolucién Cubana impacté, guardando las diferencias, como en su tiempo impacté la revolucién bolchevique en Buropa); en segundo lugar, se instalé fuertemente la cuestién del camino de la revolucién, que debia incorpo- rar, inevitable y necesariamente, Ia “Incha armada” (era necesario crear uno, dos o tres Vietnam para derrotar al iraperialismo); en tercer lugar, con matices, la cuestién de los medios imterrogé las estrategias, afirméndose la idea delarevolucién por sobre a idea de a reforma; en cuarto lugar, finalmente, impacté también como una poderosa apelaci6n ala voluntad de los militantes para producir el, cambio social y politico (“el deber de todo revolucionario es hacer la revoluci6n’) En el caso de los cristianos, que fue una verdadera “cantera" de militantes y de educadores populares, im- pactaba por cierto la Revolucién Cubana, el ejemplo del ‘Che Guevaray del padre Camilo Torres (iquémés cerca del cristianismo que el que da lavidapor sus hermanos!) pero “9 demodo tanto mds significative impacté también el propio cambio de enfoques teol6gicos en las iglesias cristianas. En a Iglesia Catética, en que convivian las teologias dela “cristiandad” (construirun mundo cristiano con a iglesia alcentro) cone “socialcristianismo” (aidea de reconocer tun papel activo y propio de los cristianos en ef mundo politico, mediante reformas y un renovado humanismo}, dliversos grupos de cristianos comenzaronatransitar hacia unmttevo enfoque teolégico, el dele Teologia dela Libera- cién, donde el énfasis estarfa puesto en la identificacién de la historia de Dios con a historia de los hombres como ‘una sola historia “de liberacién’. Evidentemente, como se sabe, el acercamiento entre ‘marxistas cristianos se hizo no solo necesario, ino inevi table, con mas voluntad probablemente de los cristianos ‘que se sentian impelidos a ir al encuentro del pueblo (es el caso de muchos militantes cristianos argentinos que caulgraron hacia ef perontsmuo ~el pueblo argentino era peronista-, 0 de cristianos chilenos que emigraron hacia Ja izquierda, habida cuenta del influjo de la izquierda chilena en su pueblo). Pero este acercamiento al pueblo por parte de los cristianos y de los primeros educadores populares conllevaba sus propios aportes te6ricos, que tomarian tiempo en desarrollarse, y que tenfan que ver Désica y especialmente con la consideracién del pueblo pobre como sujetode la historia (més tarde los educadores conceptualizarian esta idea como “protagonismo popu- Jar"). De este modo, a la nocién de “clase” del marxismo tradicional, ls cristianos (ylos educadores) agregaron la nocién de “pobres’. Un aporte, sin dudas, muy latinoame- ricano, en un continente en que la mayoria son pobres ¥ no necesariamente “clase obrera’.”? ‘Nuevas pricticas, nuevos actores Eiparadigma de larevolucién, animado porla Revolu- cién Cubana, produjoun doble aggiornamiento,el de laiz- quierday el delos cristianos, pero més allé de os cambios en estas tradiciones politicas y doctrinales, la historia, es decir la propia experiencia de las clases populares, abrié, otros surcos e hizo emerger en a superficie otros procesos y otros sujetos o actores sociales y politicos de raigambre popular, que comenzarian paulatinamente adenominarse “movimientos sociales”. Se rata de un proceso complejo, ya que sibien se pue- den establecer algunos rasgos 0 denominadoresen comiin para América Latina, la realidad de os diversos paises hace visibles diferencias en los tiempos y en los sujetos. Con- sideremos tres situaciones diferentes: a) En Brasil, en los afios 70, larevolucién no se dibujaba como un horizonte de corto plazo; sin embargo, en el seno dela sociedad bra-~ silefiaestaban configuréndose nuevos sujetos colectivos, ‘que serfan fundamentales en los afios 80: un nuevo sindi- calismo enel ABC paulista® y un ctistianismo popular que hacia renacerlos sentidosy sentimientos comunitarios en Michael Lbwy. Guerea de doses, Ralgiin ypoltica en América Latina, + México: Siglo XX, p98 3 Los brasilefios se reflecen de este modo alas comunas de santo, Andrés, san Bernardosy san Castano, donde se instaléla industria, sutomoulistca ena ciudad de Sao Paulo. amplios sectores de la sociedad brasilefia;b) a principios de los mismos afios 70, en Chile, una revolucién peculiar ~con conteniddos democriticos y socialistas~ se debatia entre lareformay la revolucién, y debfa ser capaz de con- tener y entender a un pueblo bastante diverso de obreros, campesinos, pobladores, estudiantes, cristianos, laicos y marxistas (el presidente Allende era mas6n y socialist). Enredada sobre s{misma, larevolucién y todos susactores, colapsarfan frente a enemigos muy poderosos en 1973;¢) también en los setenta, pero ahora a fines de la década, en julio de 1979, triunfaba una “revolucién popular” que congregaba a una diversidad de grupos y actores sociales que le daban justamente ese carécter, popular. Bra Ja re- volucién sandinista, En todos estos casos, con revolucién derrotada (Chile, Argentina, Uruguay) o revoluci6n triunfante (Nicaragua) o sin revolucién ad portas (Brasil) emergian nuevos acto- res sociales: un nuevo sindicalismo auténomo en Brasil, elctistianismo popular que recorverfa todo el continente en los afios 80 (ya no solo Brasil); los pobres de la ciudad y del campo, como se les denominé en Chile (en realidad, el movimiento social de los pobladotes o los sin casa y el de los mapuches en el sur del pais}; los campesinos, pero sobre todo, los j6venes de la ciudad y el campo en Nica~ ‘agua, El Salvador y Guatemala, diversidad de grupos, actores o movimnientos tras- cefudieron el paradigms de la revolucién y comenzaron a dominar la escena en log afios ochenta, ya no solo vincu- lados a las luchas seivindicativas més hist6ricas (tierras, 52 salarios, viviendas, salud, educacién), sino que a nuevas teméticas y situaciones criticas para nuestra convivencia: ica Madres de a Plaza de Mayo yas diversas agrupaciones é-vietimas del terrorismo de Estado; los movimientos de economia popular (social, solidaria) en Argentina, Perd, Ghile; 1os movimientos socio-territoriales (como los sin tierra, en Brasil) Tos movinilenitos de mujeres queintrodu- clan teméticas transversales ala sociedad interrogando y ‘buscando modifiar las tradicinalés Felaciones de género; los diversos movimientos urbanos, presentes en casitodas 1a3 grandes ciudades latinoaimericanas; los movimientos juveniles, que tomaron forma en elock argentino o en el rHiovimiento de “protestas” en contra de la dictadura de Pinochet; y hacia fines de los ochenta, los diversos movi- ilentos campesinos y étnicos, que actualizaron las luchas del més antiguo de los movimientos sociales de América Latina, el de nuestros pueblos originarios. En un estudio promovido por CLACSO, a mediados delos afios ochenta, esta nueva realidad “movirtientista” ya era ampliamente reconocida por las ciencias sociales latinoamericanas. Se indicaba entonces: ‘Seviveen{aregién unmomento de inflexién. Por una parte, de potencialidades de renovacién y transformacién de los ‘movimientos sociales seculares, como elmovimiento campe~ sinoy movimiento obrero,olos movimientos nacionalistas (en sus diferentes orientaciones industrialistas y moder- nistas); por la otra, la emergencia de nuevos movimientos sociales, miiltiples y diversos en sus orientaciones yen sus ‘dentidades, que se constituyen en verdaderos espacios de 33 reacci6n y de resistencia alosimpactos dela crisisy queen sus diversos gritos y deseos son portadores de nuevos hori- ontescolectivos" Este “momento de inflexién’ dio lugar a.una serie de debates acerca del significado delosnuevos movimientos, debates que en algunos casos se buscaban asimilar al de 0s paises del norte, pero que no siempre coincidian. Tal vez en el Cono Sur el debate sugeria otras pistas; ios cien- tistas sociales se interrogaban sobre si los movimientos representaban “nuevas formas” de hacer politica, habida nta delasituacién de emergencis que se viviaenmedio de las dicaduras, o si definitivamente los movimientos representaban cambios en las propias relaciones socia- les fundamentales y, en consecuencia, lo que se estaba “cransformando o engendrado es una nueva sociedad,més ‘que una politica nueva’. Esta nueva mirada se interro- gaba, entre otros asuntos, acerca del enfoque “politicsta” con que las ciencias sociales observaban y evaluaban a os movimientos sociales, perspectiva desde la cual los ‘movimientos bien podfan ser conceptualizados como acciones pre-politicas 0 con un uso abusive de Eric Hobs bawm, simplemente como “rebeldias primitivas’. Pero ea realidad fue Tilman Evers quien radicaliz6 la postura, al indicar que “el potencial transformador de los nuevos Fernando Calderén (compile). Los movimlentassaciaas ance la crisis. Buenos Ares: Ediciones UNU, CLACSO, ISUNAM, 1886, p. 1. Femando Caldera yBizabeth elin “Clases ocialesy movimientos sociales en América Latina’ ropascones, 14, Ediciones SUR, 1987, 173-189. movimientos sociales no es polftico,sino sociocultural” > "Una proposicién por cierto discutible en dos sentidos, primero, el que justamente la formas de “hacer politica’ delos sectores populares tienen un origenyunaimproata sociocultural o, dicho de otro modo, una “politica popular” xno puede sino arrancar de su propia experiencia social Bn consecuencia, no se puede separar lo sociocultural de Jo politico. Sin embargo, en segundo lugar, hay que decir on favor de Evers, que sacaba la discusién del ambito de las luchas por influit 0 construir Estado y las ponia en el Ambito de la “construccién de sociedad”, Este giro de lo politico estatal a fo socialcultural -que enrealidad, como veremos més adelante, da cuenta den giro epistemol6gico mayor en as ciencias socialesestaba haciendo visible el teinsito de la vision més tradicional de los movimientos sociales, afincada en la clase social, a.una nueva vision que necesita poner el acento y hacer comprensible la experiencia de los propios sujetos en mo- vimiento. Dicho de otro modo, admitir que los conflictosy ‘contradicciones en la sociedad trascienden los conflictos ylas contradicciones en el émbito dela produccién, y que sin negar este campo, es también fundamental atender @ otros mis transversales, como el género, Ia cultura, los derechos humanos, la cludadania, Ia soberanta politica, asi como también la soberanfa alimentaria, Algunos de estos rasgos fueron adquitiendo mayor visibilidad entre los analistas sociales. Criticando los > Tilman Evers. “Identidad: El lado oculto de los movimientos sociales’. Novos Estudos CEBRAP, Vol. 2, N° 4, Basil, 1984.12. 85 il enfoques tradicionales, que concebfan alos movimientos “como acciones predeterminadas por el orden econémico estatal, o por la accién partidaria’, se fue reconociendo ‘queen América Latina no existen clases puras, plenamen- te constituidas; que los sujetos sociales estén adscriptosa ‘miiltiples posiciones que corresponden a diferentes capas sociales que se jerarquizan y ordenan segin os conflictos yy luchas sociales, culuarales y étnicas vividas"” ¥ avan- zando en esta direccién, se reconocta también que las dinamicas de los nuevos movimientos sociales tenfan un conjunto diverso de campos de desarrollo: a) una estruc- tura participativa, que resultaba de su propia experiencia de organizacién y tucha; (b) su propia temporalidad, defi- nida por sus acciones frente al sistema de relaciones hist6- ricas;(c) un desarrolioen forima multilateral y heterogénes en el espacio, con desarrollo desigual de la conciencia, le ‘organizacién ya economia; (@) efectos sociales espectficos sobre las relaciones sociales y la sociedad En suma, en los afios ochenta se estaba produciende ‘una importante transformacin en a realidad movimien- tista de América Latina, que obligaba a los cientistas so- Ciales a modificar sus enfoquesy miradas. Por su parte, los ‘nuevos movimientos sociales exigian también ser recono- cidos como tales yen laespecificidad de sus demandas por €1 conjunto de ia sociedad. Se podria sostener que este es un tiempo no solo de inflexién, sino que de cambio en las actorfas y os movimientos sociales. En el caso del Cono Sur * Calderén. Op. cit, p-329. * Calderén. Op. cit. 323. 56 de América Latina, la situacién era del todo llamativa, ya ‘que muchos delos nuevos movimientos emergieron para- dojalmente en medio de las peores dictaduras quehan aso- lad¢ annuestro continente. En esto consiste, sin embargo, la Gialéctica de a historia, las dictaduras que creyeron haber derrotadoa los hist6ricos movimientos sociales-y que,en »- algunos casos, efectivamente lo hicieron generaron las condiciones para que surgieron “nuevos” movimientosso- tid, p96. 6 permitidoal MST ajustary adecuar sus cticasalos cam- biantes tiempos politicos, astcomo a su propio desarrollo. Las consignas, que acordaban estos encuentros, dan en cierto modo cuenta de los éafasis y prioridades del MST: “La Tierra para el que la trabaja” (1984); “La ocupacion es la tinica soluci6n”(1985); “Ocupar, resistir y producir” (4989); “La reform agraria es una lucha de todos” (1995) La educacién ha sido, por cierto, otro’ componente fundamental en el desarrollo del MST. Como ellos mismmos indican, aprendieron de los viejos militantes y de otras, organizaciones que “ninguna organizacién tiene futuro sino forma sus propios cuadros en todos los frentes del conocimiento humano” o, como reafirma joao Pedro, re~ pitiendo lo que les indicaban esos viejos militantes, que recitaban el proverbio chino de que “quien no camina con ssus propias piernas no llega lejos”. En la historia del MST, se pueden distinguit distintas iniciativas de formacién: el Primer Seminario Nacional de Educacién de 19¢7;la crea i6n, en 1995, det Instituto Técnico de Capacitacién e in- vvestigacion de la Reforma Agraria (ITERRA);el Encuentro ‘Nacional de Educadores de la Reforma Agraria (ENERA), ‘que se realiz6 en julio de 1997 nla Universidad de Brasilia, y que reuni6 a més de setecientos educadores —especial- mente profesores de primaria de los asentamientos-para discutir sobre educacién y teforma agratia; y la creaci6n, en tiempos més recientes, dela Escuela Nacional Floresta, Fernéndez (ENFF). La ENFE, inaugurada en enero de 2005, segin indica Adelar Joo Pizetta, surge con el propésito de pensar, 62 programar, planear, organizar y desarrollar la formacién. politica e ideol6gica de los militantes y dirigentes del cconjunto del MST. Se propone también ger un espacio de articulacion de innumerables iniciativas y experiencias del MST de distintos sectores del movimiento; busca asi- mismo hacer primar el estudio cientifico“y reflexionar la préctica politica y organizativa de los miembros de la organizacin y contribuiraelaborar técticas y estrategias de accién en diferentes areas” En su devenir y desarrollo, por cierto han enfrentado diversas tensiones y contradicciones de distinta natura- leza, surelacién con el PT y el gobierno de José Inacio Da Silva (relaci6n de presién y negociacién, pero sin tornar cargos en el gobierno);1as propuestas de una “produccién Timpia” (es decir, sin uso de transgénicos y respetuosa de Ja naturaleza); la posicién de los jévenes; que més de una vez.quieren emigrar ala ciudad; as nuevas formas de or- ganizacion de la produccién (tanto relativos ala propiedad ~se han promovido las cooperativas-, como el acceder a formas de produccién que superen la economata de sub- sistencia campesina). EL Movimiento Piquetero argentino emerge en los afios noventa, en medio de los ajustes estructurales en la economia ya reforma del Bstado promovida y levada ‘adelante por el gobierno peronista de Carlos Sail Menem. 1% Adlar Jodo zeta. A formacao politica no MIST: un proceso em contrug20". OSAL (buenos Aires: CLACSO), aio 8, Ne22 Septiembre 2007, 9.246. 6 Argentina comenz6 a vivir el desmantelamiento del modelo de sustitucién de importaciones a partir de la dictadura militar (1976-1983), pero no se consumé este proceso sino hasta la denominada “década menemista” (1989-1999), ‘cuando se puso en vigencia un proyecto econémico “orien- tado hacia laeliminacién del déficit fiscal, a desregulacién delosmercadosylaprivatizaciénacelerada de as empresas piiblicas” Fueen este contexto~de transformaciones neolibera~ les~ que emergié un movimiento sui generis, de desocu- pados que se negeron a permanecer en esa condicién y demandando “trabajo” se lanzaron alos caminos y suma- ron.a las comunidades locales para organizar “piquetes’ que cortaran las rutas y asambleas populares, que en su desarrollo dieron origen a las denominadas “puebladas”. El resultado fue que de desocupados se transformaronen “piqueteros”, y que de neyados y aislacios en la sociedad fueron ganando paulatinamente visibilidad, primero, 2 mediados de los noventa, desde las provincias del inte- rior y, hacia al 2000, en el cono urbano de Buenos Aires. Entonces fueron un actor social relevante en la ctisisde le sociedad argentina del2001, que hizovisibleel desconten- tocon el sistema politico (ique se vayan todos!,fuela con- signa de una diversidad de movimientos y ciudadanos argentinos), provocé la cafda del gobierno de Fernando de la Ria y preparé el retorno de un peronismo que % Marisela Svammpa y Sebasitn Prey Entre la ruta y el bar. La experiencia de las organizacones pluetera. Buenos Aves: Bibl, 2003, 2% 64 uscaria reconciliarse con su propio pasado histérico (la “era kirchnerista’). A estas alturas la presién del movimiento sobre el Estado argentino hacia legar los, diversos planes de empleo de emergencia por sobre los dos millones de beneficiarios.” Segiin el acucioso y sistemético estudio de Svampa y Pereyra, los cortes derutay puebladas de Neuquén, Salta y Jujuy, entre 1996 y 1997, representan el punto inicial del movimiento piquetero, un movimiento diverso, pero que sin embargo compartia un nuevo formato de protesta: “el corte de ruta”; una nueva modalidad organizativa: “Ta asamblea’, y un nuevo tipo de demanda: “el trabaj ‘que se traducieia en la presién por planes sociales. La diversidad det movimiento se relaciona no solo con las peculiaridades geograficas, econémicas y culturales de Jas provincias y Buenos Aires, sino con as lineas politicas que recorren al movimiento piquetero. Por una parte, se puede reconocer la linea que se entronea con la tradicion, sindical, grupos querompen con lahistética y subordinada CGT'y que dieron origen a la CTA 0 que fortalecieron ala CCT, Corriente Ciasistay Combativa, asociada al PCR. Esta tendencia alcanzé mayor desarrollo en distritos populo- 50s que suftieron los efectos de la desindustrializacién y descolectivizacién, como La Matanza. Por otra parte, la tendencia que se articula en torno a un conjunto emer- gente de grupos auténomos, como el Movimiento Teresa Rodriguez y el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados y grupos asociados a partidos politices de * Wid p.218, 6 inquierda (Partido Obrero, Movimiento al Socialismo,Par- tido Comunista, Partido Revolucionario dela Liberact6n, Patria Libre). Los elementos en comin de estos grupos tienen que ver con un diagnéstico de la situacién argen- tina que los lev6 a una confrontacién més abierta con el gobierno, Finalmente, una tercera tendencia es la que se ‘puede asociar al trabajo territotial y local, que reivindica ‘un no alineamiento partidario y electoral y enfatiza en formas de hacer polftica més centrada en el trabajo local ymicrosocial (MTD de la Coordinadora Anibal Vern, en Ja zona sur de Buenos Aires; la UTD de Mosconi y Salta, el MTD La Juanita de La Matanza). El movimiento piquetero argentino es muy expresivo de la significativa transformacién que ha vivido la socie~ dad argentina, como producto del trénsito del modeto de sustituci6n de importaciones con el mayor Estado re~ distributivo de América Latina, hacia las nuevas formas dela economia postfordista globalizada. A diferencia tal vez de otros paises, las resistencias al nuevo modelo las encarnaron movimientos sociales, como el piquetero, que da cuenta, ademds, de la dliversidad de tradiciones organizativas y politicas, tanto de los trabajadores como de los pobres de la Argentina. De este modo, en este pats conviven hoy tradicionales ynuevos movimientos sociales ‘que buscan afanosamente redefinir sus relaciones con el Estado para asegurar horizontes fundamentales de demo- cracia y de justicia social 66 ‘Los movimientos campesinos e indigenas en Boli- via, en la primera década del nuevo siglo, han cambiado elcurso de la historia de ese pais més que en ningiin otro lugar de América Latina. Se movilizaron desde distintas regiones, dertibaron gobiernos, hicieron colapsar el viejo sistema de partidos politicos, crearon su propio partido ~el MAS-, eligieron al primer indigena presidente de ia repiiblica (que crecié en votacién popular en sureeleccién, en diciembre de 2009) y han participado activamente en ‘una Asamblea Constituyente que ha buscado modificar conflictivamente y “desde abajo” las estructuras funda- mentales del Estado. Hi contexto de las movilizaciones sociales en Bolivia, desde los afios noventa, estuvo marcado por la crisis de legitimidad del sistema politico, las instituciones y pro- cedimientos, as{ como la emergencia y fortalecimiento de organizaciones sociales diferentes al sindicalismo de antafio, que asumnian tradicionalmente el peso de las movilizaciones.* Esta doble perspectiva de andlisis es ‘muy interesante, ya que tiende a reproducirse en mas de un pais de América Latina: la crisis de legitimidad de los sistemas politicos, como estructuras impuestas a la sociedad, que reproducen y recrean formas det pasado colonial o como reformas ex el Estado en clave neolibe- ral, que separan al Estado de la sociedad, vacisndolo de contenido social y nacional y, por otra parte, los cambios Patricia Chivery Dunla Mockani. “Los movimientos sociales en ia Acarblea Constituyente. Hacia a reconfiguracién de la politic’ (OSAL {Buenos Ares: CLACSO), fo 8, N* 2, septembre 200%, p.108 6 en las dindmicas de las organizaciones y movimientos sociales, que se fortalecen en su capacidad de movilizar y “recrear la propia sociedad” desde sus bases. Cuando estos procesos confluyen, al menos en la historia tecien- te de paises del Cono Sur, o cae el gobierno en medio de una situacién semiinsurreccional (Argentina del 2003), 0 emerge desde los propios movimientos la necesidad de configurar “un poder constituyente” (Bolivia, a partir aproximadamente del 2002). De acuerdo con Chavez y Mokrani, en el proceso dela accién colectiva delos movimientos sociales en Bolivia, se pueden reéonocer os siguientes hitos movilizadores:a)1a ‘Marcha por el Territorio y la Dignidad, que protagoniza- Tonya en 1990 los Pueblos Indigenas de las Tiervas Bajas, que demandaban el reconocimiento de los territorios indigenas y de sus organizaciones, asf como la titulacién detierras comunitarias de origen, todo lo cual llevé auna reforma parcial de la Constitucién Politica del Estado, que reconoci6 el cardcter multiétnico y pluricultural del Esta- do boliviano;b) La Marcha delos Pueblos de Tierras Bajas Por la Asamblea Constituyente, en el 2002, que plantea explicitamente la demanda por una reforma estatal, la lucha por la recuperaci6n de los hidrocarburos y la parti cipacién en la definicién de una politica energética; ¢)La Guerra del Agua en Cochabamba, que articulé a un con- junto diverso de organizaciones sociales, que cuestionaron el monopolio de os partidos sobre la politica, ampliaron los espacios de deliberacién, expulsaron a una empresé trasnacional e instalaron la demanda por una Asamblea 6s Constituyente; d) Movilizaciones indigenas del altiplano, 2000 y 2001, que hacen visibles los limites del Estado para retomar el control de las carreteras y los espacios “<4, temtitoriales copados por los indigenas, e) La Guerra del Gas, entre el 2000 2003, movilizaciones permanentes cle activistas y.organizaciones sociales que cuestionaban los _modos elitarios en que los gobiernos encaraban lagestién de los recursos naturales. Las movilizaciones llevaron a Ja renuncia del Presidente Gonzalo Sanchez de Losada (ceemplazado por el vicepresidente Carlos Mesa). Bn esta etapa, los movimientos sociales alcanzaronel peak de sus capacidades de movilizacién: En las asambleas de barrio, los cabildos, los turmos entre vecinos para garantizar la fuerza de la movilizaei6n, las esttategias de abastecimniento de alimentos, gas y.agua, ya Ja forma cuasi militar de organizacién dela defensa de la ‘iudad asediada por el ejército, los movimientos sociales se presentaron a s{mistos como la fuerza fictica de in modo diferente de hacer politica, con posibilidades reales de en frentar y cuestionar las maneras pastidario-electorales que hasta ese momento habjan sido impuestas como lastinicas posibles.” Evo Morales fue elegido presidente en diciembre de 2005 y en marzo de 2006 fue promulgada la Ley Especial de Convocatoriaa la Asamblea Constinuyente (ley N° 3364, del6 de marzo de 2006).Las demandas de transformacion politica de Bolivia encontraban ahora un cauce institucio- nal, pleno de tensiones con el viejo sistema de partidos y el > Wid, p.m 69 reagrupamiento de la derecha dela denominada Medialu- na, especialmente en la ciudad de'Santa Cruz dela Sierra, Por otra parte, la gestién del nuevo gobierno instalaba también Ia necesidad de crear nuevas formas de relacién entre los movimientos sociales y el gobierno, entre el Estado y la sociedad. De este modo, como indican Viatia y Orozco,* se fue instalando la cuestién de si es posible un “gobierno de los movimientos sociales”, que ha tendi- do a desenvolverse como una tensién entre la tendencie a la subordinacién de los movimientos sociales hacia e: Bstado y las demandas de autonomia, control y ejercicic del "poder social” en y sobre el Estado. En esta breve descripcién de algunos de los movi- ‘mientos que han alcanzado mayor visibilidad en América Latina, en el cambio de siglo, podemos ver que cuando en Chile eineoliberalismo alcanzaba sus mayores niveles de consolidacién, entre nuestius vecinos florecfan vigorosos movimientos sociales. Si en otras etapas de la historia, en los afios sesenta, Chile era observado como un referente paralas luchas populares en el Continente, enlosnoventa se encontraba en las antipodas ymés bien era promovido como un ejemplo para las clases dominantes que podian observar cémo en Chile prosperaban los negocios y el crecimiento sin la “amenaza popular”, o sin la presencia Jorge Viaiay Shitey Orozco, “El-clerre de um ciclo y la compleja ‘elacién movimientos sociales-gobiermo en Bolivia. OSAL (Buenos Aires: CLACSO),aflo 8, Ne 2, septiembre 2007, . 123. de movimientos sociales capaces de disputar con la pro- puesta neoliberal. ‘Mis alld de coyunturas especfficas, lo que hay que te- ner en ctienta, desde un punto de vista histérico, es que América Latina no puede ser pensada sin a “accién.colec- tiva’ de nuestros pueblos, ya que en muchos casos, ésta sla forma en que ellos participan dellas luchas politicas, especialmente si se tienen en cuenta las débiles tradicio- nes democréticas del continente y las también débiles estructuras institucionales que hacen posible procesar Jas demandas de cambio y de justicia social. Chile hoy retorna a sus tradiciones que lo vinculan a ‘América Latina, cuando los movimientos sociales vuelven a ocupar las calles y a demandar no solo reformas a la educacién, sino que también intertogan y ponen en tela dejuicio lalegitimidad del actual sistema politiconacional.

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