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BORGES Y EL TANGO Ensayo de William Ospina bene pe LUstesy (ortrrube) ay (obvl Jove) acieron en el mismo lugar y por la misma €poca. Una suerte de extrafia y ambigua fraternidad unio a Borges y a su poesia con el tango, la musica de los arrabales de su ciudad. Al comienzo, la literatura de Borges buscaba lo mismo que el tango, captar la ex- trafieza de la ciudad humilde y vieja, el enjambre de los destinos humanos sacudidos por la pobreza y por el arrabal, el malevaje que montaba guardia en las es- quinas, un mundo bravo y elemental en el que se po- dia sentir el sabor de la €pica. Borges afirmé que habia descubierto la poesia oyendo en su propia casa al joven poeta Evaristo Carriego, que recitaba los poemas de Almafuerte. Alli sintié que el lenguaje podia ser un asombro, una pasion y una mtisica Almafuerte era el poeta de los desposefdos, la rebelin de los arrabales. Ha- bia acufiado un lenguaje de vigorosa rebeldia, porque sintié que a los aban- donados por la suerte y por Dios sélo podia quedarles su propia fuerza, su indignaci6n y su valor para aceptarlo todo, incluso la derrota. Zo Revista de poesia Yo veneré, genial de servilismo, en aquel que por fin cayo del todo, la cruz irredimible de su lodo, Ja noche inalumbrable de su abismo. Yo derramé con delicadas artes, sobre cada reptil una caricia, no crei necesaria la justicia cuando reina e! dolor por todas partes. Pero mas a menudo habia en él la energia de una voluntad insumisa, que no acepta rendirse: No te des por vencido ni atin vencido, no te sientas esclavo, ni atin esclavo, trémulo de pavor, piénsate bravo y arremete feroz, ya malherido. Pero es significativo que en aquella escena de su infancia Borges hubiera escuchado los poemas de Almafuerte en los labios de Carriego que era de otro modo el alma de! suburbio. La més alta virtud de aquel mucha- cho, y la que ms influyé en Borges, fue la conciencia de que esos barrios de una ciudad de Suramérica, esos destinos aparentemente insignificantes, eranla vida plena, y eran dignos por ello de la tragedia y de la poesia. Borges solia recordar a propésito de Carriego una anécdota de la Grecia clasica, cuando unos visitantes no se atrevieron a saludar a Herdclito de Efeso por- que lo habian encontrado en la cocina. Heraclito los tranquiliz6 diciendo: Leonor Acevedo, era nieto de la inglesa Frances Haslam, «que pidié perdén a sus hijos por morir tan despacio», y no habia sido amamantado s6lo con «la leche de la ternura humana» sino con «the milk of the human kindness». Emprendi6 su propia exaltaci6n del arrabal, lo que él mismo llamaria «una nostalgia de ignorantes cuchillos», su pasién por «la secta del cuchillo y del coraje». Compré sus diccionarios de argentinismos, escribié su asom- broso y maravilloso libro Evaristo Carriego, cuyo capitulo Palermo de Bue- nos Aires no sdlo es un conmovido homenaje a su barrio de infancia sino que marca el comienzo de su gran prosa literaria y de una época de las letras latinoamericanas; escribid el cuento-tango Hombre de /a esquina rosada; se dedico a recorrer con sus amigos «la alta noche universal» de los suburbios de Buenos Aires; hizo lo posible por detestar el tango cancién ya sus mitos, Gardel, el francés, Magaldi, Corsini, fiel a uno de sus credos de esos tiempos, cuando dijo:

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