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La teoría de los humores en el medioevo como medio para la

construcción de un estereotipo femenino: Una mirada panorámica.

A lo largo de los siglos se ha tratado de explicar de diversas formas el


comportamiento y las enfermedades del ser humano. Distintas teorías
propuestas por eruditos en distintas épocas trataban de dar explicación a lo
que en aquellos siglos de sombra y desconocimiento científico era desconocido
por la humanidad. Una de las teorías que ya en pleno siglo XXI parece muy
interesante, por su influencia no sólo dentro de la ciencia sino de la literatura
fue la teoría de los cuatro humores. La teoría de los cuatro humores también
llamada humorismo fue una teoría acerca del cuerpo humano adoptada por
eruditos, filósofos y médicos de las antiguas civilizaciones griega y romana.
Comenzando por Hipócrates desarrollada más ampliamente por Galeno, la
teoría humoral, fue el punto de vista más común para explicar el
funcionamiento del cuerpo humano entre los «físicos» (médicos) europeos
hasta la llegada de la medicina moderna a mediados del siglo XIX.
La teoría de los humores expresa que el cuerpo humano tan complicado
como desconocido para aquella época, se compone de cuatro sustancias
básicas conocidas como humores, aunque son líquidos. Estas sustancias
deben mantener un equilibrio perfecto para evitar enfermedades, éstas se
podían manifestar tanto en el cuerpo como en el espíritu (López Huertas,
2016). Por lo tanto, cuando un paciente sufría desequilibrio de líquidos se
decía que su personalidad, su carácter y su salud se veían seriamente
afectados. En este proceso de construcción del saber, de adentrarse a un
campo científico que aún estaba en pañales, se trataron de construir
mecanismos que trataban de explicar los desequilibrios del ser humano y a su
vez ejercieran un control entre los seres que componían una sociedad.
También la teoría expresaba que, al estar el cuerpo humano condicionado por
cuatro fluidos básicos, estos estaban intrínsecamente relacionados con los
cuatro elementos, las cuatro estaciones, las cuatro fases de la vida, los cuatro
planetas conocidos hasta ese entonces y los cuatro grupos que componen los
signos zodiacales. Por lo tanto, del todo que constituye el universo, los
humores eran también cuatro: la bilis negra, la bilis amarilla, la sangre y la
flema, que, a su vez, estaban relacionados o derivan de la mezcla entre las
cuatro complexiones: lo húmedo, lo seco, lo frío y lo caliente, como se
explicará más adelante en este trabajo. Por lo tanto, la Teoría de los Humores
limita al ser humano y más a la mujer, como se verá más adelante, en un
microcosmos en la cual quedaba cerrada, creando un espacio y unos
estereotipos totalmente limitantes.
En la Edad Media, más antiguamente y hasta muy entrado el siglo XIX, el
saber médico era un espacio delimitado por el hombre. Este saber se ha
construido desde su mirada y su perspectiva masculina. El cuerpo de la mujer
era un territorio tenebroso y desconocido y no sólo en la Edad media, dónde la
religiosidad también imponía los cánones de la salud y la belleza. Remontando
una vez más a la antigüedad, para Aristóteles, el cuerpo de la mujer era como
el de un niño inacabado y carecía de semen, que es sinónimo de fuerza y
virilidad. El cuerpo de la mujer era “como el de un hombre estéril” (Camacaro
Gómez, 2007). Para Teofrasto, y sus discípulos de la escuela Peripatética, los
humores, el desequilibrio, la melancolía y el carácter de las personas estaban
íntimamente relacionados y esta teoría incluía, por supuesto, a la mujer, pues
en la antigua Grecia, el modelo perfecto de mujer era la que permanecía en el
recinto de su casa, cuidando no sólo de su patrimonio, sino también de su
esposo, hijos y demás familiares de modo que su particular paideia, la
transmisión de los valores, quedaba absolutamente restringida a aquellas
disciplinas que resultaran útiles para la vida común, éstas eran siempre
impartidas por las demás mujeres de la familia (González Serrano, 2011; Díaz
Lavado, 2002). Aunque una de las grandes excepciones a esta regla lo fue
Hipatia. Por lo tanto y según se puede leer en sus escritos, para Aristóteles,
existen cuatro temperamentos: aquellos individuos con mucha sangre eran
sociables; los o las que tenían mucha flema eran calmados; los o las con
mucha bilis eran coléricos/as y los individuos con mucha bilis negra eran
melancólicos (Teofrasto, 2010).
Esta comunicación será una revisión panorámica y bibliográfica sobre la
Teoría de los humores y cómo influenció en la construcción de un estereotipo
femenino, el retratar a la mujer como un ser débil, dominada por la
melancolía, por el desequilibrio y en muchos casos por la locura. Para realizar
este trabajo se ha realizado una búsqueda de artículos, libros y manuscritos
tanto en español, inglés, francés, portugués y árabe en base a la literatura
científica publicada hasta este momento, incluyendo la traducción de una
parte del Canon de Medicina de Ibn Sina.
Los objetivos principales de esta comunicación son:

 Conocer y explicar de forma general la Teoría de los Humores, desde la


perspectiva histórico – médica.
 Explicar como la Teoría de los Humores en el medioevo contribuyó a
construir un estereotipo especifico la mujer, afectando su imagen en
todos los campos del saber.
 Identificar para hacer visible las maneras y los condicionamientos tanto
médicos como religiosos, que contribuyeron al estereotipo de la mujer
como ser “débil”, “frágil” y “melancólico”.
 Poner en relieve a pesar de que cierto sector estaba estereotipado, la
contribución de la mujer a la medicina en la Edad Media.
Quedará demostrado, además, que muchas de estas mujeres, a pesar de los
estereotipos, son un reducido ejemplo de la fuerza y del deseo que tenían las
mujeres por lograr mostrarse al mundo siendo ellas mismas, demostrando su
capacidad más allá de los convencionalismos morales, sociales y religiosos,
que las estereotipaban hasta hacerlas dejar de ser ellas mismas, en un mundo
que las obligaba a ser mujeres casadas por conveniencia, madres por
obligación, monjas en conventos de clausura, eran en muchos aspectos
injuriadas, acusadas de hechiceras o incluso acusadas de débiles, de
erráticas, histéricas o melancólicas. Estas mujeres, supieron luchar para que
las mujeres de hoy pudieran disfrutar de unas libertades y unos derechos que
a ellas le fueron negados. Desgraciadamente, aún queda mucho por hacer.

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