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LIBERTAD SIN IRA

No estoy seguro del año, pero calculo que debía de ser 1976 o 1977. Muy poco tiempo
después de la muerte de Franco, en cualquier caso. Yo debía de tener, imagino, unos
doce o trece años.

Recuerdo que a esa edad había muchas cosas que me llamaban la atención. No
hablaba mucho. Yo era un niño tímido que se pasaba callado la mayor parte del
tiempo, pero escuchaba las conversaciones de los mayores. 

Ellos creían que yo estaba en las nubes, pensando en mis cosas de niño, jugando en el
suelo distraído, viendo los dibujos en la tele o durmiendo, pero a mí no me escapaba
una. Cogía palabras sueltas, miradas, suspiros, gestos con las manos y frases fuera de
contexto que yo todavía no podía entender, pero que poco a poco, con el paso de los
años, irían cobrando sentido. 

Me pasaba algo parecido con la radio y con la televisión. Escuchaba y veía cosas que
no acababa de entender, pero que me llamaban la atención por algún motivo y se me
quedaban grabadas en la memoria. Con el paso de los años, todo empezó a tomar
sentido, como un rompecabezas que vamos completando poco a poco. Tengo que
decir que a mí edad, todavía hay algunas piezas de este rompecabezas que es mi vida
que no sé qué son ni dónde ponerlas, pero de eso podemos hablar otro día. 

El caso es que, como estaba diciendo, a los once o doce años yo estaba empezando a
descubrir el mundo, la vida, la gente… Escuchaba a escondidas las conversaciones de
los adultos, oía la radio y veía la tele tratando de entender qué pasaba a mi alrededor. 

Recuerdo que a menudo, sin darme cuenta, me quedaba como embobado, sentado en
el sofá y mirando la televisión con la boca abierta como un idiota. 

De repente, volvía a la realidad del comedor de mi casa al sentir el dedo de mi tía en la


boca. 

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