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ENSAYO DE EL SEXTO

La obra El Sexto se trata de un libro testimonio, que denuncia el horror carcelario,


las experiencias de un estudiante universitario llamado Gabriel (Arguedas, recluido
en el penal “El Sexto” por las protestas de los estudiantes universitarios,
noviembre de 1937 octubre de 1938). En este lugar conocerá las injustitas y
demás aberraciones que se cometen dentro de una prisión.

Al llegar al penal El Sexto, es enviado al pabellón donde se encuentra los políticos


donde se conoce a los líderes de los apristas (Luis) y los comunistas (Pedro),
(Camác es un comunista con quién tiene que compartir la celda), luego de una
conversación con los líderes de ambas agrupaciones llega a la conclusión que
ninguno de los partidos es compatible con sus ideas.

Puñalada es un asesino; jefe de unas de las bandas que existen dentro de la


prisión; este controla el negocio de prostituir a un joven llamado clavel, la venta de
drogas y otros objetos dentro de la prisión. Este y los otros jefes de la prisión,
”Rosita” y “Mariva”, desean controlar por completo el penal motivo por el cual
existe una cierta tensión entre ellos.

Todo lo que hay de depravado inmundo y vil en la prisión es costeño. Los


violadores del niño serrano, el degenerado que exhibe su gran miembro viril por
cuarenta centavos, el sádico repartidor de comida que se divierte a costa del
hambre del japonés y del pianista. Los oficiales cínicos y corruptos o el
sanguinario soplón apodado el pato son criollos, sin duda limeños, En cambio, los
espíritus generosos y nobles, o son serranos como Alejandro Camac o
Moc’ontullo, al menos provincianos como el piurano don Policarpo Herrera. Gabriel
es un enemigo de la dictadura, pero, al mismo tiempo, un hombre sin partido, un
francotirador. Se halla lejos de los apritas, aunque se siente más cerca de los
comunistas, tampoco es uno de ellos.

Gabriel descubre, sorprendido, que en el Sexto es posible hablar sin tapujos de la


situación política, expresar ideas que fuera eran impronunciables: Pero la libertad
de palabra es la única ventaja que el mundo de adentro tiene sobre el mundo de
afuera. En todo lo demás el claustro carcelario es una pesadilla. Hay presos de
tres categorías y cada una de ellas ocupa una de las tres plantas en que se
escalonan las celdas: abajo, los vagos, asesinos y delincuentes avezados; en
medio, los ladrones y forajidos principiantes y arriba en el último círculo infernal los
políticos.

La vida en el Sexto, en la novela incluye todas las atrocidades carcelarias


comunes, homosexualismo, tráfico de alcohol y droga, colusión de criminales y
policías, bestialidad de los guardianes, existencias de pandillas sometidas a
jefezuelos que reinan por el terror, también describe a los vagos que distraen su
tiempo arrojando sus piojos a los que caminan por la planta baja; los cabecillas
puñalada y Maraví defecan sobre periódicos que sus acólitos-los “ paqueteros” se
encargan de arrojar al excusado; un Perfecto ordena a los soplones que hagan
tragar excremento a los presos políticos; la comida es hedionda y podrida, además
de escaza, y para los débiles nula; así, los vagos deben contentarse con devorar y
cáscaras y pepas, lamer el suelo, al japonés, uno de los matones le ha prohibido
cargar inmóvil y debe hacerlo a la carrera o escondidas; un muchacho ultrajado
por los matones es luego prostituído, lo alquilan a los demás delincuentes por 50
soles “pase” y cuando los guardias lo encierran en un calabozo el negocio
prosigue pues los clientes lo fornican a través de los barrotes. Esta brutalidad
empuja a otros al suicidio, en lo que a otros, hay quienes mueren por falta de
atención médica, los violados contraen sífilis que acaba con ellos rápidamente y
los sobrevivientes suelen liquidarse entre sí a puñaladas. La vida es un campo de
batalla donde cada cual libra varias peleas pues todos están contra todos:
costeños contra serranos, indios y cholos contra negros y zambos, apristas contra
comunistas, policías y soplones contra detenidos, delincuentes comunes contra
presos políticos, etc. Por eso Gabriel, prefiere juzgar a los individuos no por sus
diferencias políticas. Sino por su personalidad, y llega a sentirse hermano de
adversarios como Camác, Moc’ontullo o Pacamayo, en quienes por sobre las
ideologías predomina cierto instinto justiciero.

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