Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Derrota - Mundial - Salvador - Borrego ADOLF HITLER
Derrota - Mundial - Salvador - Borrego ADOLF HITLER
D ERROTA M UN D I AL
2
Salvador Borrego Derrota Mundial
D ERROTA M UN D I AL
D ÉCI M A ED I CI ÓN
M ÉXI CO
1961
3
Salvador Borrego Derrota Mundial
Derechos Reservados ©
por el aut or. Regist ro Núm ero 18438
de 15 de m ayo de 1954.
4
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ca pít u lo I .- Au r or a Roj a
6 9 Añ os de Lu ch a I n ca n sa ble
Los D os Ele m e n t os qu e for m a r on e l Bolch e vism o
Ale m a n ia , M e t a I n m e dia t a de l M a r x ism o
Pa r é n t e sis de Gu e r r a
Fa ct or Se cr e t o e n la D e r r ot a Ale m a n a
Ca pít u lo I I .- H it le r H a cia e l Or ie n t e
Ca m bio de Ru m bo pa r a Ale m a n ia
El Pr im e r Pa r t ido An t icom u n ist a
Ba u t izo de Fu e go de l N a cion a lsocia lism o
D j u ga sh vile , El H om br e de Ace r o
H it le r y St a lin Ca r a a Ca r a
El Com u n ism o e s D e r r ot a do e n Espa ñ a
Ca pít u lo I V.- La Gu e r r a qu e H it le r n o qu e r ía
Si la gue r r a n o e m pe za ba e n Occide n t e , Ru sia
lu ch a r ía sola
H a bla n do e l m ism o le n gu a j e de la s a r m a s
N i con su sile n cio pu do a yu da r I t a lia
5
Salvador Borrego Derrota Mundial
En la s or illa s de l a bism o
Ot r a ve z H it le r t ie n de la m a no
La M a m pa r a de l I de a lism o
La de bilida d de la fr a n qu e za
La t e r r ible gr a n de za de la gu e r r a
La de sigu a l gu e r r a e n e l m a r
N or u e ga , pr im e r a lín e a de la lu ch a t e r r e st r e
Fr a n cia , e m pu j a da a sa n gr ie n t o a bism o
La s pa n ze r de j a n e sca pa r a los in gle se s
El de r r u m be de Fr a n cia
Ca pít u lo VI .- La gu e r r a qu e H it le r sí qu e r ía
El pla n e st r a t é gico de H it le r con t r a Ru sia
La m á s gr a n de lu ch a e n la h ist or ia de la s a r m a s
El pr im e r " Ca n n a s" de Ru sia e n 1 9 4 1
Se gu n da e m be st ida de Von Bock
H it le r or de n a vir a r h a cia e l Su r
Or gía de sa n gr e e n Le n in gr a do ( Fr e n t e N or t e )
La du r e za de l solda do r u so
La qu e pa r e cía se r la ú lt im a ba t a lla
M oscú t r e pida ba j o e l ca ñ on e o
D e los a lbor e s de la vict or ia a la s or illa s de l de sa st r e
6
Salvador Borrego Derrota Mundial
7
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ca pít u lo XI .- D e r r ot a m u n dia l
Se Con su m ó la Vict or ia , pe r o ¿Vict or ia de qu ié n ?
Se Re con t r u yó a la URRS cor n o Pot e n cia
M a n e j a n e l j ue go de los Pa r t idos Polit icos
La Ex t r a ñ a M u e r t e de José D a vid St a lin
D e sde Ge or gia h a st a Cu ba y N ica r a gu a
Eise n h ow e r h izo Com u n ist a a Cu ba
Sín t e sis Pa n or á m ica
La Tr a n sm u t a ción de l M a r x ism o
Bibliogr a fía
8
Salvador Borrego Derrota Mundial
Pr ólogo a la Se gu n da Edición
La obra de Salvador Borrego E., que hoy alcanza su segunda
edición, es una de las m ás im port ant es que se hayan
publicado en Am érica. Causa sat isfacción que un m exicano de
la nueva generación, haya sido capaz de j uzgar con t ant o
aciert o los sucesos que conocem os baj o el nom bre de la
Segunda Guerra Mundial.
Colocados nosot ros del lado de los enem igos del poderío ale-
m án, es nat ural que t odas nuest ras ideas se encuent ren
t eñidas con el color de la propaganda aliada. Las guerras
m odernas se desarrollan t ant o en el frent e de com bat e com o
en las páginas de la im prent a. La propaganda es una arm a
poderosa, a veces decisiva para engañar la opinión m undial.
Ya desde la prim era guerra europea, se vio la audacia para
m ent ir, que pusieron en práct ica agencias y diarios que
disfrut aban de reput ación aparent em ent e int achable. La
m ent ira, sin em bargo, logró su obj et o. Poblaciones ent eras de
naciones que debieron ser neut rales, se vieron arrast radas a
part icipar en el conflict o, m ovidas por sent im ient os fundados
en inform aciones que después se supo, habían sido
deliberadam ent e fabricadas por el bando que cont rolaba las
com unicaciones m undiales.
Y m enos m al que necesidades geográficas o polít icas nos ha-
yan llevado a part icipar en conflict os que son aj enos a
nuest ro dest ino hist órico; lo peor es que nos dej em os
convencer por el engaño. Enhorabuena que hayam os t enido
que afiliarnos con el bando que est aba m ás cerca de
nosot ros; lo m alo es que haya sido t an num erosa, ent re
nosot ros, la cast a de los ent usiast as de la m ent ira.
Desvent urado es el espect áculo que t odavía siguen dando al-
gunos «int elect uales» nuest ros, cuando hablan de la defensa
de la dem ocracia, al m ism o t iem po que no pueden borrar de
sus frent es la m arca infam ant e de haber servido dict aduras
vernáculas que hacen gala de burlar sist em át icam ent e el
sufragio. Olvidem os a est os seudo- revolucionarios, que no
son ot ra cosa que logreros de una Revolución que han
cont ribuido a deshonrar, y procurem os despej ar el ánim o de
9
Salvador Borrego Derrota Mundial
10
Salvador Borrego Derrota Mundial
11
Salvador Borrego Derrota Mundial
I n t r odu cción
Es una neut ra rem em branza volver la m irada a los días ext ra-
ordinarios de la segunda guerra m undial únicam ent e con el
prolij o escrúpulo de cit ar fechas y relat ar sucesos. Es un luj o
de ociosidad volver la m irada al pasado sin el em peño de
obt ener luces para el present e. Pero conociendo m ej or el
origen de lo que ocurrió y de lo que ahora ocurre, m ás podrá
preverse lo que est á por ocurrir. Sin est a función específica
t oda aport ación a la hist oria - —y aun la Hist oria m ism a— se
reducirían a sim ple curiosidad o pasat iem po.
Es un hecho que aún no silenciado del t odo el fuego que du-
rant e seis años m ant uvo vivo ese siniest ro organism o de
m uert e que fue la segunda guerra m undial, el m undo se halló
súbit am ent e en el um bral de ot ra guerra m ás dest ruct ora e
inciert a. Durant e seis años la hum anidad se creyó luchando
por la paz definit iva, m as los acordes de su vict oria fueron
ensom brecidos por la am enaza de un cat aclism o t odavía
m ayor.
Durant e seis años el m undo creyó luchar por la bandera de
libert ad y dem ocracia que los países aliados enarbolaron a
nom bre de Polonia. Pero al consum arse la «vict oria», países
ent eros —incluyendo Polonia m ism a— perdieron su soberanía
baj o el conj uro inexplicable de una VI CTORI A cuyo desast re
m uy pocos alcanzaron a prever.
Un asom broso y súbit o result ado, después de seis años de
aparent e lucha por la libert ad y la dem ocracia y la paz
definit iva, sorprendió al m undo: ya no era la libert ad de los
polacos —libert ad perdida t ot alm ent e, pese a la
«VI CTORI A»— la que se hallaba en riesgo, sino la libert ad del
m undo ent ero; ya no era sim plem ent e la conquist a de
m ercados ent re las grandes pot encias la que se balanceaba
en j uego, sino el dest ino del pueblo nort eam ericano, y en
ciert a form a el de Am érica; el- dest ino de Alem ania y la Gran
Bret aña, y así el de Europa ent era t am bién.
En los orígenes del conflict o arm ado que em pezó la
m adrugada del prim ero de sept iem bre de 1 939 palpit aron ya
los gérm enes de lo que ahora ocurre y de lo que est á por
12
Salvador Borrego Derrota Mundial
venir. En lo acont ecido ent onces se filt ran ya las som bras de
lo que el fut uro nos reserva.
En el reverbero de la segunda guerra m undial hay
relám pagos que alum bran los decenios y quizás los siglos por
llegar.
Mucho se ha hablado de la guerra. Un m ar de dat os casi in-
agot ables abrum an y abrum arán por m ucho t iem po a los
hist oriadores. La m ayor part e de est os dat os son j eroglíficos;
incluso los hechos y las cifras, pese a lo concluyent e de su
calidad concret a, son frecuent em ent e apenas sím bolos o
front ispicio de realidades m ás profundas. Querer ent ender
est a guerra y el m onst ruoso engaño que el m undo sufrió con
ella, viendo sim plem ent e ese m ar de dat os, es lo m ism o que
cont em plar, clasificar o relat ar apariencias de inscripciones
cuneiform es y suponer que ya con est o se CONOCI Ó la
civilización sum eria. Ent re los sím bolos y su significación
m edia un abism o. Y en el caso concret o de la guerra pasada
est e abism o se ha hecho m ás oscuro porque los adelant os
que la t écnica ha puest o al servicio de la difusión del
pensam ient o —radiogram as, cablegram as, libros, películas,
follet os, et c.— t ienen su anverso posit ivo de orient ación y su
reverso negat ivo de confusión, según el sent ido en que se les
ut ilice. En la guerra y después de ella se les ha ut ilizado para
confundir.
Un diluvio de crónicas con dosificada int ención; de libros apa-
rent em ent e hist óricos, de radiodifusiones y de películas baj o
la influencia int angible de los m ism os ocult os inspiradores,
oscurecen sit uaciones, infilt ran deform aciones. Nada t iene así
de ext raño que aun los espírit us m ás serenos, obj et ivos e
im parciales —para no hablar de m asas carent es de opinión
propia— lleguen a conclusiones erróneas. Por eso m uchas
conciencias firm es han hecho insensiblem ent e suya la form a
aj ena y capciosa de plant ear el problem a int ernacional de la
segunda guerra. Una vez dado ese prim er paso en falso, los
siguient es son erróneos t am bién, y por eso es t an frecuent e
que hom bres de profunda com prensión y sólido crit erio
13
Salvador Borrego Derrota Mundial
14
Salvador Borrego Derrota Mundial
CAPI TULO I
Au r or a Roj a ( 1 8 4 8 - 1 9 1 9 )
69 Años de Lucha I ncansable.
Los dos Elem ent os que Form aron el Bolchevism o.
Alem ania, Met a I nm ediat a del Marxism o.
Parént esis de Guerra.
Fact or Secret o en la Derrot a Alem ana.
15
Salvador Borrego Derrota Mundial
16
Salvador Borrego Derrota Mundial
17
Salvador Borrego Derrota Mundial
18
Salvador Borrego Derrota Mundial
19
Salvador Borrego Derrota Mundial
20
Salvador Borrego Derrota Mundial
22
Salvador Borrego Derrota Mundial
23
Salvador Borrego Derrota Mundial
25
Salvador Borrego Derrota Mundial
26
Salvador Borrego Derrota Mundial
27
Salvador Borrego Derrota Mundial
28
Salvador Borrego Derrota Mundial
29
Salvador Borrego Derrota Mundial
30
Salvador Borrego Derrota Mundial
El m ism o aut or hace una cit a del Dr. Jorge A. Sim ons, sacer-
dot e crist iano, que escribió:
Asim ism o cit a a William Hunt ingt on, agregado com ercial am e-
ricano en Ret rogrado durant e la revolución, quien declaró que
31
Salvador Borrego Derrota Mundial
«en Rusia t odo m undo sabe que t res cuart as part es de los
j efes bolcheviques eran j udíos».
32
Salvador Borrego Derrota Mundial
«El alm a rusa, alm a cuyo sím bolo prim ario es la planicie
infinit a, aspira a deshacerse y perderse, sierva anónim a, en el
m undo de los herm anos... La vida int erior del ruso, m íst ica,
sient e com o pecado el pensam ient o del dinero».
Ot ro filósofo, el Conde de Keyserling[ 2] , coincide con los dos
ant eriores: «Los rusos son t an profundam ent e religiosos en el
alm a que incluso el m at erialism o, el at eísm o, la
indust rialización y el plan quinquenal les sirven de iconos».
I gualm ent e, el sacerdot e j esuít a nort eam ericano E. A. Walsh,
que vivió en la URSS en 1923, opina en su libro «I m perio
Tot al»:
Son innum erables los invest igadores que habiendo est udiado
la psicología del ruso coinciden en que baj o su dureza
acorazada por el sufrim ient o de siglos y que baj o su crueldad
propia de los caract eres prim it ivos, lat e un vigoroso
sent im ient o m íst ico. Y es precisam ent e en est e sent im ient o,
espont áneo y de dist int a índole que el pensam ient o lógico,
donde el m arxism o israelit a se inj ert ó; donde el m arxism o
33
Salvador Borrego Derrota Mundial
Algo de est o señala Max East m an al afirm ar: «El com unism o
es una doct rina que no puede ser cient ífica, pues es
exact am ent e lo cont rario: religión»[ 4] .
34
Salvador Borrego Derrota Mundial
35
Salvador Borrego Derrota Mundial
36
Salvador Borrego Derrota Mundial
37
Salvador Borrego Derrota Mundial
38
Salvador Borrego Derrota Mundial
39
Salvador Borrego Derrota Mundial
40
Salvador Borrego Derrota Mundial
41
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ese j oven art esano, llam ado Adolfo Hit ler, era part idario del
sindicalism o, pero no baj o la inspiración int ernacionalist a de
Marx, sino baj o el ideal nacionalist a de Pat ria y de Raza:
«Est a necesidad —la de los sindicat os y su lucha— t endrá que
considerarse com o j ust ificada m ient ras ent re los pat rones
exist an hom bres no sólo falt os de t odo sent im ient o para con
los deberes, sino carent es de com prensión hast a para los m ás
elem ent ales derechos hum anos... El sindicalism o, en sí, no es
sinónim o de 'ant agonism o social'; es el m arxism o quien ha
hecho de él un inst rum ent o para la lucha de clases... La
huelga es un recurso que puede o que ha de em plearse
m ient ras no exist a un Est ado racial, encargado de velar por la
prot ección y el bienest ar de t odos, en lugar de fom ent ar la
lucha ent re los dos grandes grupos —pat rones y obreros— y
cuya consecuencia, en form a de la dism inución de la
producción, perj udica siem pre los int ereses de la com unidad».
Concebía ent onces que en el fut uro:
«...dej arán de est rellarse los unos cont ra los ot ros —obreros
y pat rones— en la lucha de salarios y t arifas, que daña a
am bos, y de com ún acuerdo arreglarán sus divergencias ant e
una inst ancia superior im buida en la lum inosa divisa del bien
de la colect ividad y del Est ado... Es absurdo y falso afirm ar —
decía— que el m ovim ient o sindicalist a sea en sí cont rario al
int erés pat rio. Si la acción sindicalist a t iende y logra el
m ej oram ient o de las condiciones de vida de aquella clase y
const it uye una de las colum nas fundam ent ales de la nación,
obra no sólo com o no enem iga de la pat ria o del Est ado, sino
nacionalm ent e en el m ás puro sent ido de la palabra. Su razón
de ser est á, por t ant o, t ot alm ent e fuera de duda».
Con la im pet uosidad propia de su edad, y adem ás de su
caráct er, Hit ler t rat aba de persuadir a sus com pañeros de que
la defensa del prolet ariado no era la m et a del m arxism o, ya
que si el prolet ariado llegaba a sat isfacer sus propias
necesidades, desaparecería com o inst rum ent o de lucha de
quienes acaudillaban el m arxism o. Ahondando en est a
42
Salvador Borrego Derrota Mundial
hipót esis, llegó a un punt o que habría de ser elem ent o básico
en la génesis del nacionalsocialism o, sist em a polít ico que
luego se divulgó con el apócope de «nazi». Por ese ent onces
—según post eriorm ent e refirió— creía que los j udíos nacidos
en Alem ania sólo se diferenciaban en la religión.
«El que por eso se persiguiese a los j udíos com o creía yo,
hacía que m uchas veces m i desagrado frent e a exclam aciones
deprim ent es para ellos subiese de punt o... Tuve una lucha
para rect ificar m i crit erio... Est a fue sin duda la m ás
t rascendent al de las t ransform aciones que experim ent é
ent onces; ella m e cost ó una int ensa lucha int erior ent re la
razón y el sent im ient o. Se t rat aba de un gran m ovim ient o que
t endía a est ablecer claram ent e el caráct er racial del j udaísm o:
el sionism o... Tropecé con él inesperadam ent e donde m enos
lo hubiera podido suponer; j udíos eran los dirigent es del
Part ido Social Dem ócrat a. Con est a revelación debió t erm inar
en m í un proceso de larga lucha int erior. Exam iné casi t odos
los nom bres de los dirigent es del Part ido Social Dem ócrat a;
en su gran m ayoría pert enecían al pueblo elegido; lo m ism o si
se t rat aba de represent ant es en el Reichst ag que de los
secret arios de las asociaciones sindicalist as, que de los
president es de las organizaciones del Part ido, que de los
agit adores populares... Aust erlit z, David, Adler, Allenbogen,
et c.
43
Salvador Borrego Derrota Mundial
PARÉNTESI S DE GUERRA
Los gérm enes del nuevo m ovim ient o se habían perfilado ya,
pero t an sólo en la m ent e del oscuro acuarelist a. El est allido
de la guerra de 1914 lo sacó de sus disquisiciones. La víspera
que el conflict o arm ado se generalizara con la declaración
inglesa de guerra cont ra Alem ania, Adolfo Hit ler se enroló
com o volunt ario en el 16o. regim ient o bávaro de infant ería, el
3 de agost o de 1914.
44
Salvador Borrego Derrota Mundial
Y así com enzó a repet irse en Alem ania aquella agit ación
m arxist a que un año ant es m inó a Rusia y la hizo capit ular en
la guerra int ernacional para sum irla en la revolución
bolchevique. La base naval alem ana de Kiel fue el escenario
del prim er levant am ient o, t al o la base naval de Kronst adt
había sido el del prim er levant am ient o form al de los
soviét icos.
45
Salvador Borrego Derrota Mundial
47
Salvador Borrego Derrota Mundial
48
Salvador Borrego Derrota Mundial
49
Salvador Borrego Derrota Mundial
anunciaba que las dos prim eras et apas del m ovim ient o se
habían cum plido ya, dent ro de Rusia, y las siguient es se
desarrollarían hacia el ext erior m ediant e el apoyo de la
dict adura erigida en la URSS. Polonia, inm ediat am ent e, y
Alem ania después, eran los obj et ivos m ás cercanos. Hit ler
argum ent aba que las derrot as m ilit ares no habían sido la
causa de la capit ulación, porque eran m ucho m enores a los
t riunfos alcanzados. Tam poco creía que la econom ía fuera la
culpable de la rendición, pues el esfuerzo bélico de cuat ro
años se apoyó m ás en fact ores espirit uales de heroísm o y
organización que en bases económ icas. Y concluía que t odo
se había com enzado a m inar ya desde años at rás y que la
capit ulación de 1918 era sólo el prim er efect o visible de esa
lent a corrosión int erior.
»Karl Marx fue, ent re m illones, realm ent e el único que con su
visión de profet a descubriera en el fango de una hum anidad
paulat inam ent e envilecida, los elem ent os esenciales del
veneno social, y supo reunirlos cual un genio de la m agia
negra, en una solución concent rada para poder dest ruir así
con m ayor celeridad, la vida independient e de las naciones
soberanas del orbe. Y t odo est o, al servicio de su propia
raza...
50
Salvador Borrego Derrota Mundial
51
Salvador Borrego Derrota Mundial
52
Salvador Borrego Derrota Mundial
53
Salvador Borrego Derrota Mundial
54
Salvador Borrego Derrota Mundial
CAPI TULO I I
H it le r H a cia e l Or ie n t e
( 1919-1936)
Así nació el pensam ient o básico que det erm inó la doct rina po-
lít ica de Hit ler, prim ero, y luego de Alem ania t oda. Hit ler
consideró al pueblo ruso un conglom erado de razas ignaras
dom inadas por la fuerza de un núcleo m arxist a- j udío y
convert idas en un inst rum ent o para el dom inio de ot ros
pueblos. Y consideró que Alem ania debería luchar cont ra la
URSS en defensa propia. El crecim ient o del Reich a cost a del
suelo soviét ico sería la com pensación m at erial de esa lucha.
El m ism o año de 1919 llegó a creer que t al polít ica cont aría
con el apoyo de las naciones occident ales, t am bién
am enazadas por la «revolución m undial» que anunciaban
55
Salvador Borrego Derrota Mundial
56
Salvador Borrego Derrota Mundial
57
Salvador Borrego Derrota Mundial
izquierdist as. Era nat ural que para ellos, que com o soldados
se habían form ado en el cult o de la Pat ria, de la bandera y de
la propia nacionalidad, result aran part icularm ent e repug-
nant es las doct rinas izquierdist as que consideraban la Pat ria
com o un m it o y la int ernacionalización del prolet ariado com o
la m uert e del ideal nacionalist a. Tant o era así que m uchos
m ilit ares fueron com o volunt arios en 1919 a com bat ir a los
bolcheviques en Let onia y Lit uania, hast a que las pot encias
aliadas hicieron presión sobre Alem ania para que prohibiera
esas act ividades. Nadie se explicó ent onces esa m edida que
favorecía al com unism o soviét ico.
El cabo Adolfo Hit ler fue com isionado en enero de 1919 para
observar las act ividades de algunos nacient es «consej os de
soldados», sim ilares a los soviet s de Rusia. Con el m ism o fin
visit ó la asam blea del nacient e Part ido Obrero Alem án. Fue
ése un inst ant e pleno de fut uro.
58
Salvador Borrego Derrota Mundial
part ido y decía que era m ás fácil forj ar algo nuevo que
rect ificar lo exist ent e, accedió a ingresar al Part ido Obrero
Alem án com o m iem bro núm ero siet e. De acuerdo con sus seis
com pañeros procedió luego a redact ar invit aciones en
m áquina, para buscar nuevos adept os.
«Todo hom bre que est á ent erado de una cosa —decía—, que
se da cuent a de un peligro lat ent e, y que ve la posibilidad de
rem ediarlo, t iene necesariam ent e la obligación de asum ir en
público una act it ud franca en cont ra del m al, en lugar de
concret arse a obrar silenciosam ent e».
Ent re los asist ent es había num erosos com unist as que al
principio siseaban a los oradores:
59
Salvador Borrego Derrota Mundial
60
Salvador Borrego Derrota Mundial
3. El parlam ent arism o dem ocrát ico no t iende a const it uir una
asam blea de sabios, sino a reclut ar m ás bien una m ult it ud de
nulidades int elect uales, t ant o m ás fáciles de m anej ar cuant o
m ayor sea la lim it ación m ent al de cada uno de ellos. Sólo así
puede hacerse polít ica part idist a en el sent ido m alo de la
expresión.
61
Salvador Borrego Derrota Mundial
6. Pueden coart arse las libert ades siem pre que el ciudadano
reconozca en est as m edidas un m edio hacia la grandeza
nacional.
62
Salvador Borrego Derrota Mundial
63
Salvador Borrego Derrota Mundial
14. El Est ado debe cuidar que sólo los individuos sanos
t engan descendencia. Debe inculcar que exist e un oprobio
único: engendrar est ando enferm o.
64
Salvador Borrego Derrota Mundial
19. Los part idos polít icos nada t ienen que ver con las
cuest iones religiosas m ient ras ést as no socaven la m oral de la
raza; del m ism o m odo, es im propio inm iscuir la religión en
m anej os de polít ica part idist a.
65
Salvador Borrego Derrota Mundial
Est os eran los principios básicos del m ovim ient o «nazi» por lo
que se refería a la polít ica int erior de Alem ania. En cuant o a la
polít ica ext erior, la idea fundam ent al era com bat ir el
m arxism o ent ronizado en Rusia y obt ener t errit orios
soviét icos para el crecim ient o de Alem ania. Por lo t ant o, ést a
ya no buscaría m ás su expansión en ult ram ar ni int erferiría la
polít ica colonial de I nglat erra y Francia. En ot ras palabras,
Hit ler buscaba zanj ar las viej as querellas con el Mundo
Occident al y m archar hacia el Orient e.
66
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ent ret ant o, el m ovim ient o com unist a int ernacional hizo un
nuevo esfuerzo para est rechar los vínculos ent re alem anes y
soviét icos. El Minist ro de Relaciones Ext eriores de Alem ania,
Walt er Rat henau, j udío, concert ó con los j efes israelit as de
Moscú el llam ado Trat ado de Rapallo, que era un paso m ás en
el sueño de los israelit as Marx, Engels y Lenin para int egrar
una poderosa organización m arxist a con las m asas agrícolas
de Rusia y los cont ingent es obreros y t écnicos de la
indust rializada Alem ania. Mediant e el Trat ado de Rapallo
fueron enviados ochocient os perit os m ilit ares e indust riales
alem anes a vigorizar la m aquinaria soviét ica, m odernizando el
Ej ércit o Roj o y creando nuevas indust rias. Poco después el
israelit a Rat henau fue m uert o a t iros por nacionalist as
alem anes y quedó así de m anifiest o que el com unism o no
podía dar t odavía ningún paso firm e en Alem ania.
67
Salvador Borrego Derrota Mundial
En esa agit ada sit uación Hit ler t rat aba de sacar adelant e su
Part ido, que afront aba enorm es dificult ades. La derecha
conservadora veía con desconfianza la inclinación del
nacionalsocialism o por los desheredados, en t ant o que los
revolucionarios izquierdist as lo com bat ían furiosam ent e. En
realidad el part ido de Hit ler era una nueva dirección que ni
m archaba con las inj ust icias de los conservadores ni
com ulgaba con la t endencia int ernacional del m arxism o
israelit a.
Ant e las dificult ades de esa lucha nueva, Hit ler argum ent aba
que no es t area del t eorizant e allanarle el cam ino a una idea,
sino procurar la exact it ud de ést a. En la segunda et apa
corresponde al ej ecut or práct ico vencer las dificult ades.
68
Salvador Borrego Derrota Mundial
veces m ás por los int elect uales y ant e t odo por los j udíos que
por los verdaderos adept os del m arxism o sit uados en las
vast as esferas inferiores del pueblo; ya que t am poco est a
obra fue escrit a para las m asas, sino exclusivam ent e para los
dirigent es int elect uales de la m áquina j udía de conquist a
m undial».
«Mis t rece m eses de prisión —escribió post eriorm ent e Hit ler—
m e habían parecido largos, con m ayor razón porque creía que
est aría allí seis años. Me sent ía poseído de un frenesí de
libert ad. Pero sin m i época de cárcel, " Mein Kam pf" no
hubiera sido escrit o. Aquello m e dio la posibilidad de
profundizar en conocim ient os... Tam bién en la cárcel adquirí
est a fe im pávida, est e opt im ism o, est a confianza en nuest ro
dest ino, que en adelant e .nada podría quebrant ar».
El Part ido Obrero Alem án perm aneció disuelt o t odo ese
t iem po y cuando Hit ler recuperó la libert ad inició la t area de
resucit arlo y reorganizarlo. Det rás de su visible fracaso, sin
em bargo, cont ribuyó im ponderablem ent e a t rast ornar los
planes del m ovim ient o m arxist a alem án, que en ese ent onces
era el m ás poderoso de Europa Occident al y superior al soviet
en diversos aspect os de organización. Muchos esperaban que
en ese año el com unism o diera el golpe decisivo y que
Alem ania se convirt iera en ot ro est ado bolchevique, com o lo
había previst o Lenin.
69
Salvador Borrego Derrota Mundial
Just icia social, pero con bandera, t radiciones y front eras propias, sin un
am o int ernacional, sin una consigna venida del ext ranj ero. Es decir
nacionalsocialism o. Al oponerse a la int ernacionalización m arxist a, Hit ler
se conviert e aut om át icam ent e en el peor enem igo del m arxism o. Aquí
aparece en uno de los prim eros act os públicos de su part ido.
70
Salvador Borrego Derrota Mundial
Pero los com unist as no sint ieron que el cam ino est uviera libre
y t it ubearon. El líder m arxist a Víct or Serge dice que en 1923
la crisis inflacionist a sit uó a Alem ania al borde de la
revolución, «pero la clase obrera est aba dividida y no act uó;
los socialdem ócrat as ret rocedieron ant e la oport unidad de
asalt ar el poder». ( Su libro «Hit ler cont ra St alin») .
Era evident e que la desint egración m oral de Alem ania no se
había obt enido en grado suficient e ( en part e debido al
nacionalism o alent ado por Hit ler) y los j efes del m arxism o
siguieron el consej o de Lenin: «La m ás j uiciosa est rat egia en
la guerra es posponer las operaciones hast a que la
desint egración m oral del enem igo haga posible y fácil asest ar
el golpe m ort al».
El result ado fue que el com unism o alem án perdió ent onces su
m ej or oport unidad y el nacionalsocialism o com enzó a resurgir
con m ás bríos.
En ese m ism o año de 1923 las alt as esferas polít icas del
Krem lin sufrieron una conm oción. El líder bolchevique j udío
Vladim ir Ulianov ( conocido m undialm ent e com o Lenin)
enferm ó de parálisis y se suscit ó una crisis en el poder. El
j udío Bronst ein ( Trot sky) , creador del Ej ércit o Roj o y
precursor de la revolución, com enzó a perder influencia y
acabó por ser lanzado al exilio; pero no se t rat aba de una
persecución ant isem it a, com o en el ext ranj ero pudiera
creerse, sino sim plem ent e de una división int erna.
Muchos años ant es Trot sky había m ilit ado t em poralm ent e con
los m encheviques, part idarios de los m ism os principios
m arxist as que los bolcheviques, pero inclinados a frenar el
m ovim ient o para no exponerlo a una prueba prem at ura. Al
enferm ar Lenin, la solapada división volvió a recrudecerse;
Trot sky y los suyos fueron desplazados y ent onces se
erigieron com o am os de Rusia, St alin y los j udíos Kam enev,
Radek y Zinoviev.
71
Salvador Borrego Derrota Mundial
72
Salvador Borrego Derrota Mundial
73
Salvador Borrego Derrota Mundial
74
Salvador Borrego Derrota Mundial
75
Salvador Borrego Derrota Mundial
76
Salvador Borrego Derrota Mundial
77
Salvador Borrego Derrota Mundial
78
Salvador Borrego Derrota Mundial
79
Salvador Borrego Derrota Mundial
80
Salvador Borrego Derrota Mundial
81
Salvador Borrego Derrota Mundial
82
Salvador Borrego Derrota Mundial
CAPÍ TULO I I I
Occide n t e se in t e r pon e
( 1933 - 1939)
83
Salvador Borrego Derrota Mundial
84
Salvador Borrego Derrota Mundial
85
Salvador Borrego Derrota Mundial
87
Salvador Borrego Derrota Mundial
90
Salvador Borrego Derrota Mundial
91
Salvador Borrego Derrota Mundial
92
Salvador Borrego Derrota Mundial
93
Salvador Borrego Derrota Mundial
94
Salvador Borrego Derrota Mundial
95
Salvador Borrego Derrota Mundial
96
Salvador Borrego Derrota Mundial
97
Salvador Borrego Derrota Mundial
98
Salvador Borrego Derrota Mundial
99
Salvador Borrego Derrota Mundial
100
Salvador Borrego Derrota Mundial
101
Salvador Borrego Derrota Mundial
Hit ler quería así que la Gran Bret aña cont inuara siendo la
prim era pot encia m arít im a, en t ant o que Alem ania se
convert ía en una pot encia t errest re para luchar cont ra la
URSS. El hist oriador inglés F. H. Hinsley, de la Universidad de
Cam bridge, exam inó después de la guerra los archivos
alem anes y llegó a la siguient e conclusión:
«En part icular, ( Hit ler) no t enía la m enor int ención de
disput ar a I nglat erra la suprem acía naval... Ninguna de las
pruebas de que podem os disponer en la act ualidad y que
hacen referencia a las negociaciones navales anglogerm anas
cont radicen eso»[ 11] .
Después del acuerdo naval anglogerm ano, Hit ler quiso
ent revist arse con el Prem ier inglés Mr. Baldwin, pero ést e dio
largas al asunt o y no resolvió nada.
«Cuando se lo com uniqué así a Hit ler —dice Von Ribbent rop
en sus 'Mem orias'—, su desengaño fue t odavía m ayor que el
m ío. Perm aneció callado bast ant e t iem po, después levant ó la
vist a hacia m í. Finalm ent e m e dij o que durant e años había
t rat ado de conseguir un ent endim ient o ent re I nglat erra y
Alem ania, que había resuelt o la cuest ión de la Flot a de un
m odo favorable para ellos y que est aba dispuest o a hacer
cualquier cosa en com ún con aquel país, pero que por lo
vist o, I nglat erra no quería com prender su act it ud».
Sin em bargo, en agost o de 1936 Hit ler hizo ot ro int ent o de
acercam ient o con la Gran Bret aña y envió a Londres a Von
Ribbent rop para que gest ionara un pact o de am ist ad. Am bos
confiaban en la buena volunt ad del Rey Eduardo VI I I , que no
sim pat izaba con el m arxism o y que deseaba un acuerdo con
Alem ania. Pero precisam ent e en esos días t om aba fuerza una
conj ura polít ica para hacerlo dim it ir, apoyada en una
cam paña de prensa por su m at rim onio con la señora
Sim pson. El rey abdicó en diciem bre y el pact o de am ist ad
anglogerm ano no pudo concert arse. Seis años después Hit ler
dij o en una conversación privada:
«El golpe de gracia para el duque de Windsor creo que fue su
discurso a los excom bat ient es, en el que dij o que la m et a de
102
Salvador Borrego Derrota Mundial
103
Salvador Borrego Derrota Mundial
104
Salvador Borrego Derrota Mundial
105
Salvador Borrego Derrota Mundial
106
Salvador Borrego Derrota Mundial
107
Salvador Borrego Derrota Mundial
«El pensam ient o occident al, cegado por los concept os de una
econom ía arcaica, creyó que la inflación, la falt a de recursos,
o una revolución, condenaban a Hit ler al fracaso... Mediant e
obras públicas y subsidios para t rabaj os de const rucción
privada se logró la absorción de los cesant es. Se cuidó de que
los t rabaj adores de det erm inada edad, especialm ent e
aquellos que sost enían fam ilias num erosas, t uvieran
preferencia sobre los de m enor edad y m enores
obligaciones... Se desplazó a los j óvenes desocupados hacia
esferas de act ividad de caráct er m ás social que com ercial,
com o los Cuerpos de Servicio de Trabaj o, de Auxilios
Agrícolas y de Trabaj o Agrícola Anual.
»En el ot oño de 1936 ya no exist ía duda alguna sobre el éxit o
del prim er plan cuat rienal. La desocupación había dej ado de
ser un problem a e inclusive se necesit aban m ás obreros. El
segundo plan cuat rienal quedó baj o la dirección del general
Goering, cuya principal m et a era independizar a Alem ania de
t odos los víveres y m at erias prim as im port adas... Con
prot eínas de pescado se m anufact uraron huevos en polvo; los
aut obuses fueron m ovidos por m edio de gas; se usó vidrio
para fabricar t ubería y m at erial aislant e; se im plant ó la
regeneración del hule y la purificación del aceit e usado y el
t rat am ient o de la superficie de m et al cont ra el m oho. Se
alm acenó aserrín para t ransform arlo en una harina de m adera
que t am bién se usó com o forraj e; el pan se elaboró, en part e,
de celulosa; las cubiert as de las salchichas se usaron de
celofán; se t ransform aron las papas en alm idones, azúcares y
j arabes.
»En Fallersleben se inició la const rucción de no sólo la fábrica
de aut om óviles m ás grande del m undo sino de la fábrica m ás
grande del m undo de cualquier clase. El Volksaut o ( aut o del
pueblo) cost aría m il cient o novent a m arcos ( m ás de dos m il
pesos) en abonos de cinco sem anarios. »En seis años los
nazis t erm inaron 3,065 kilóm et ros de carret eras,
parcialm ent e, 1,387 kilóm et ros m ás, e iniciaron la
const rucción de ot ros 2,499 kilóm et ros. »La est abilización de
precios que result ó de la int ervención oficial nazi debe
concept uarse com o un éxit o not able, único en la hist oria
108
Salvador Borrego Derrota Mundial
109
Salvador Borrego Derrota Mundial
110
Salvador Borrego Derrota Mundial
111
Salvador Borrego Derrota Mundial
Esas práct icas inicuas las hem os borrado ent re nosot ros. A
quienes con su genio y laboriosidad han hecho o descubiert o
algo que sirve grandem ent e a nuest ro pueblo, les ot orgam os
—y lo m erecen— la recom pensa apropiada. ¡Pero no
querem os zánganos! »
Muchos zánganos de dent ro y de fuera de Alem ania se
est rem ecieron de odio y de t em or.
Así se explica por qué el 7 de agost o de 1933 —seis años
ant es de que se iniciara la guerra— Sam uel Unt erm eyer,
president e de la Federación Mundial Económ ica Judía, había
dicho en Nueva York durant e un discurso:
«Agradezco su ent usiast a recepción, aunque ent iendo que no
m e corresponde a m í personalm ent e sino a la "Guerra sant a"
por la hum anidad, que est am os llevando a cabo. Se t rat a de
una guerra que debe pelearse sin descanso ni cuart el, hast a
que se dispersen las nubes de int olerancia, odio racial y
fanat ism o que cubren lo que fuera Alem ania y ahora es
hit lerlandia. Nuest ra cam paña consist e, en uno de sus
aspect os, en el boicot cont ra t odas sus m ercancías, buques y
dem ás servicios alem anes... El prim er President e Roosevelt ,
cuya visión y dot es de gobierno const it uyen la m aravilla del
m undo civilizado, lo est á invocando para la realización de su
noble concept o sobre el reaj ust e ent re el capit al y el
t rabaj o»[ 14] .
Es im port ant e observar cóm o seis años ant es de que se
encont rara el falso pret ext o de Polonia para lanzar al
Occident e cont ra Alem ania, ya la Federación Mundial
Económ ica Judía le había declarado la guerra de boicot . La
lucha arm ada fue post eriorm ent e una am pliación de la guerra
económ ica.
Carlos Roel añade en su obra cit ada:
«La j udería se alarm ó, pues siendo el acaparam ient o del oro y
el dom inio de la banca sus m edios de dom inación m undial,
significaba un grave peligro para ello, el t riunfo de un Est ado
que podía pasarse sin oro, y adem ás, desvincular sus
112
Salvador Borrego Derrota Mundial
113
Salvador Borrego Derrota Mundial
114
Salvador Borrego Derrota Mundial
115
Salvador Borrego Derrota Mundial
Est o const it uía la caract eríst ica específica, diacrít ica, propia,
de la dict adura nacionalsocialist a. La dict adura es un
inst rum ent o, no una «cosa en sí»; puede ser buena o m ala,
querida u odiada, según el fin a que se orient e. 458 años
ant es de nuest ra Era, cuando los rom anos se hallaban
aflict ivam ent e sit iados por los ecuos, recurrieron a Lucio
Quincio Cincinat o y lo nom braron dict ador. Cincinat o organizó
nuevos ej ércit os, rest ableció la confianza y derrot ó a los
ecuos.
Frecuent em ent e se ha vist o en la hist oria que los pueblos en
zozobra recurren a la volunt ad de un hom bre para encont rar
su propio cam ino y cuando en esos m om ent os aflict ivos
hallan a ese hom bre resuelt o a asum ir la responsabilidad de
t odos, la t ensión dism inuye y la esperanza resurge. La
dict adura es una necesidad esporádica en la hist oria de la
hum anidad. Si en el caso de Alem ania se la vilipendió t ant o,
fue por int ereses part idist as, m ás no porque en realidad fuera
un régim en cont rario a la volunt ad popular.
La dict adura nazi irrum pió duram ent e en la vida de Alem ania.
Hit ler m ism o lo advirt ió así: «El nacionalsocialism o no es
ninguna doct rina de quiet ud; no es una doct rina de goce, sino
de esfuerzo y de lucha». Y sin em bargo halló adhesión
ent usiast a porque no era m olicie lo que el pueblo deseaba.
Así lo revelaban ya los pensadores alem anes después de 1918
al quej arse de que «ahora vivim os el happy end de una
exist encia sin cont enido, a t ravés de cuyo aburrim ient o la
m úsica de j azz y los bailes negros ent onan la m archa fúnebre
de una gran cult ura. Hacem os el m uert o com o insect os
hum anos». ( Spengler) . Pero a part ir de 1933 en que los nazis
adquirieron el poder, la disciplina y el esfuerzo fueron
m at erializando nuevas inst it uciones y poniendo en j uego las
inact ivas energías de la nación. Se est ablecieron cent ros
j uveniles com o el de Sont hofen, para crear j óvenes
«rect angulares de cuerpo y alm a». «Los hom bres no deberán
preocuparse m ás de la selección de perros, caballos y gat os,
que de levant ar el nivel racial del hom bre m ism o».
116
Salvador Borrego Derrota Mundial
117
Salvador Borrego Derrota Mundial
118
Salvador Borrego Derrota Mundial
Todo est e m ovim ient o const ruct ivo era nat uralm ent e
cont rario a la dem agógica agit ación m arxist a que divide en
vez de unir y que Oswaldo Spengler sint et iza así en «Años
Decisivos»:
«Para el com unism o no se ent iende por pueblo a la nación
t oda, sino a la part e de la m asa ciudadana que se rebela
cont ra la Com unidad. El t rabaj ador pasa a ser el obrero
propiam ent e dicho, el sent ido y el fin de la hist oria, de la
polít ica y de la preocupación pública. Se olvida que t odos los
hom bres t rabaj an y que hay ot ros que rinden m ás: el
invent or, el ingeniero, el organizador. Pero nadie se at reve ya
a acent uar la cat egoría, la calidad de un rendim ient o. Sólo el
" t rabaj ador" halla com pasión, sólo él es auxiliado, prot egido y
asegurado. Más aún, es elevado a la cat egoría de sant o e
ídolo de la época. El m undo gira en t orno suyo, t odos los
dem ás son haraganes; sólo él no... Los represent ant es del
pueblo viven de est a leyenda, han acabado por persuadir de
ello a los propios asalariados, quienes se sient en realm ent e
m alt rat ados y m iserables, hast a perder t odo crit erio de su
verdadero valor. El que ha provocado est o no es el
t rabaj ador, sino el vagabundo, com o se le llam a en la
correspondencia ent re Marx y Engels... Ninguno se at reve ya
a declarar que quiere represent ar a ot ras part es de la nación
que al obrero. A ést e lo t rat an com o clase privilegiada, por
cobardía o en espera de éxit os elect orales».
Pero volviendo al exam en de lo que era el Est ado Nazi cabe
cit ar que en el ram o de la producción int elect ual se
publicaron... 25,439 libros t an sólo en 1938, según dice el
invest igador am ericano Máxim e Y. Sweezy, en «La Econom ía
Nacionalsocialist a».
Refiriéndose a las realizaciones de su régim en, Hit ler pudo
anunciar el 30 de enero de 1939:
«Esquilm ado por el rest o del m undo durant e 15 años,
cargado de de- udas enorm es, sin colonias, el pueblo alem án
es alim ent ado y vest ido y no t iene cesant es. Y la pregunt a es:
¿Cuál de las sedicent es grandes dem ocracias est aría en
condiciones de lograr una cosa t an difícil?»
119
Salvador Borrego Derrota Mundial
121
Salvador Borrego Derrota Mundial
122
Salvador Borrego Derrota Mundial
123
Salvador Borrego Derrota Mundial
124
Salvador Borrego Derrota Mundial
125
Salvador Borrego Derrota Mundial
Hit ler es recibido en Viena al consum arse la unión de Aust ria. El hecho
de que Hit ler, aust riaco, hubiera sido elevado a la cat egoría de j efe de
Alem ania, era la m ej or dem ost ración de que se t rat aba de un solo
pueblo.
126
Salvador Borrego Derrota Mundial
127
Salvador Borrego Derrota Mundial
128
Salvador Borrego Derrota Mundial
129
Salvador Borrego Derrota Mundial
130
Salvador Borrego Derrota Mundial
Hit ler llega a Viena el día de la anexión, 15 de m arzo de 1938. «Es ést a
la hora m ás feliz de m i vida, en la que puedo anunciar a la hist oria la
incorporación de m i país nat al al Reich alem án... »
131
Salvador Borrego Derrota Mundial
Jefe del Servicio Secret o Alem án, fue el Alm irant e Guillerm o
Canaris, hij o de la inglesa August e Am élie Popp y
descendient e de griegos o de it alianos por la ram a pat erna.
Según el escrit or ant inazi Kurt Singer, en la prim era guerra
Canaris facilit ó la capt ura de la espía alem ana «Mat a Hari»
( Margaret e Gert rude Zelle) m ediant e el discret o recurso de
usar en un m ensaj e una clave que ya había sido descifrada
por los franceses. Pero su t raición pasó inadvert ida y durant e
m uchos años est uvo haciendo m érit os hast a que durant e el
régim en de Hit ler fue ascendido a Jefe del Servicio Secret o,
donde disponía de quince m il subordinados.
Una de las prim eras act ividades de Canaris fue t razar un plan
para derrocar a Hit ler, pero no pudo realizarlo debido a los
t riunfos que logró el Fuehrer en los prim eros años de su
Gobierno. Los principales colaboradores del Alm irant e, m ayor
Hans Ost er, coronel Piekenbrok y t enient e coronel
Groscourt h, eran t am bién conspiradores. Para la Delegación
del Servicio Secret o en Viena, Canaris seleccionó al coronel
Marogna- Redwit z, igualm ent e enem igo de Hit ler. Fue t an
hábil Canaris para ganarse la confianza de sus superiores
( cont ra los cuales conspiraba) , para seleccionar colaboradores
que no com prom et ieran su m ovim ient o y para present ar en
su favor pequeños t riunfos y deslizar im percept ibles
t raiciones, que bien puede ser considerado com o uno de los
m ás finos conspiradores que conoce la Hist oria.
En el lej ano sect or de las finanzas el Dr. Horace Greeley Hj al-
m ar Schacht encabezaba un t ercer grupo conspirador, bien
encubiert o. Fingiéndose am igo de Goering, prim ero, y luego
de Hit ler, act uó com o President e del Reichsbank desde m arzo
de 1933 hast a enero de 1939; com o Minist ro de Econom ía
desde j ulio de 1934 hast a noviem bre de 1937, y com o
m inist ro sin cart era hast a enero de 1943. El caso de Schacht
es ext raordinario. En 1908 se hizo m asón, siguiendo la
t radición de su fam ilia, pues su abuelo Christ ian Ulrich había
figurado ent re los grandes «m aest res» de su época. A t ravés
de la m asonería Schacht se vinculó con num erosos j udíos
132
Salvador Borrego Derrota Mundial
133
Salvador Borrego Derrota Mundial
134
Salvador Borrego Derrota Mundial
cont ra el «baj o vient re» del sur de Alem ania, que era una de
sus regiones m ás vulnerables. De ahí la gran im port ancia de
ese pequeño país; no se t rat aba de soj uzgar o no a una
nación débil, sino de evit ar que ést a fuera aprovechada com o
punt o de apoyo para m et erle zancadilla a una acción alem ana
cont ra Rusia.
Checoslovaquia t enía una alianza con St alin. Tam bién t enía
ot ra con I nglat erra y Francia. A Hit ler no le int eresaba que
debido al problem a checo se hicieran m ás t ensas sus
relaciones con Moscú, pero sí quería evit ar a t odo t rance una
dificult ad con I nglat erra y Francia. Precisam ent e por eso
Hit ler buscó por t odos los m edios posibles que el conflict o con
Checoslovaquia se arreglara m ediant e la am ist osa
int ervención de I nglat erra y Francia, m as no con la de Rusia,
y por eso invit ó a Cham berlain ( Prem ier brit ánico) y a
Daladier ( Prem ier francés) , para discut ir ese problem a.
Est o dio lugar a que se celebrara la conferencia de Munich, a
la que asist ieron Cham berlain, Daladier, Mussolini y Hit ler,
pero no St alin. Hit ler enfat izaba de est e m odo que «Alem ania
quiere aproxim arse a t odos los Est ados, m enos al im perio
soviét ico», según lo había dicho en el Reichst ag el 20 de
febrero de 1938. Asim ism o refrendaba lo escrit o en «Mi
Lucha»: «Param os la et erna expedición alem ana hacia el Sur
y el Occident e de Europa, y dirigim os la m irada hacia el gran
país del Orient e» ( Rusia) .
Mient ras Hit ler y Cham beríain conferenciaban en Godesberg,
el President e Benes anunció por inalám brica la m ovilización
general. «A pesar de est a desdichada provocación —dij o
Hit ler a Cham berlain[ 3] — cum pliré por supuest o m i prom esa
de no proceder cont ra Checoslovaquia durant e las
negociaciones... No es preciso que haya diferencias ent re
nosot ros; nosot ros no nos int erpondrem os en el cam ino de
ust edes hacia la consecución de sus int ereses ext raeuropeos
m ient ras ust edes puedan, sin perj uicio, dej arnos m anos libres
en el Cont inent e, en la part e cent ral y sudorient al de
Europa».
136
Salvador Borrego Derrota Mundial
137
Salvador Borrego Derrota Mundial
138
Salvador Borrego Derrota Mundial
139
Salvador Borrego Derrota Mundial
140
Salvador Borrego Derrota Mundial
141
Salvador Borrego Derrota Mundial
Pero num erosos generales, falt os del ent usiasm o fanát ico del
m ovim ient o nazi, abrigaban graves t em ores. Así com o se
habían alarm ado en vísperas de la anexión de Aust ria, se
alarm aron en vísperas de la anulación de Checoslovaquia
com o base m ilit ar cont ra el desguarnecido sur de Alem ania.
Su inquiet ud los llevó al ext rem o de caer en la red de los
conspiradores.
Por dist int os cam inos esos generales y la quint a colum na
m arxist o- j udía fueron un frent e com ún de resist encia a la
polít ica de Hit ler. Los conspiradores nat os ( encabezados por
el Dr. Goerdeler, el Alm irant e Canaris y el general Beck)
hacían t odo lo posible por sacar provecho al descont ent o de
los generales de rancio abolengo.
El j efe del Est ado Mayor, general Beck —que t enía conexiones
m uy ext rañas con círculos ext ranj eros de París y Nueva
York— t rat ó de enfrent ar al ej ércit o con Hit ler, cosa que
det erm inó que fuera sust it uido por el general Franz Halder.
I nm ediat am ent e el Alm irant e Canaris ( el m ás sut il de los
conspiradores) , t rabó cont act o con Halder y com enzó
lent am ent e a m inarle la m oral con inform es discret am ent e
m at izados de propaganda. El hecho de que esos inform es
part ieran de Canaris, Jefe del Servicio Secret o y
aparent em ent e am igo de Hit ler, les daba pleno crédit o a los
oj os de Halder y de los dem ás generales.
Halder no com part ía las conexiones ext ranj eras que cult ivaba
su ant ecesor, general Beck, pero no t ardó t am bién en
part icipar en la conj ura. Churchill refiere en sus Mem orias que
ent re los conspiradores figuraban los generales St uelpnagel,
Wit zleben ( com andant e de la guarnición dé Berlín) , Brockdorff
( com andant e de la guarnición de Post dam ) , y Von Heldorff,
j efe de la policía de Berlín. Dice que
«Brauchit sch ( com andant e del ej ércit o) fue inform ado y dio
su aprobación. La t ercera división panzer, m andada por el
general Hoeppner, est aba list a al sur de Berlín para dar el
golpe a las 8 de la noche del 14 de sept iem bre, pero a las 4
de la t arde de ese día se supo que el Prim er Minist ro
brit ánico, Neville Cham berlain, había accedido a discut ir con
142
Salvador Borrego Derrota Mundial
143
Salvador Borrego Derrota Mundial
144
Salvador Borrego Derrota Mundial
145
Salvador Borrego Derrota Mundial
146
Salvador Borrego Derrota Mundial
147
Salvador Borrego Derrota Mundial
148
Salvador Borrego Derrota Mundial
149
Salvador Borrego Derrota Mundial
150
Salvador Borrego Derrota Mundial
Respect o a los dos prim eros punt os, la invest igación hist órica
encuent ra m iles de pruebas de que Hit ler siem pre orient ó su
lucha cont ra el m arxism o. Jam ás hizo dem andas lesivas para
los pueblos inglés, francés o nort eam ericano, y siem pre t rat ó
de ganarse su am ist ad.
Respect o al t ercer punt o, la pugna ent re nazis e israelit as,
Hit ler anunció el 30 de enero de 1939 que est aba en la m ej or
disposición de que los países dem ocrát icos se llevaran a los
j udíos que vivían en Alem ania, y que les dispensaran t odas
las prerrogat ivas y consideraciones que reclam aban para
ellos. Hizo observar que algunos países disponían de 10
habit ant es por kilóm et ro cuadrado, y que Alem ania, en
cam bio, necesit aba alim ent ar a 140 personas por kilóm et ro
cuadrado.
«Ciert o es que Alem ania —dij o— fue durant e siglos lo
suficient em ent e buena para acoger a esos elem ent os... Lo
que ese pueblo posee lo ha adquirido en su m ayor part e con
las peores m anipulaciones a cost a del pueblo alem án, no t an
ast ut o. »¡Qué agradecidos deberían est arnos por dej ar en
libert ad a esos m agníficos port adores de cult ura y ponerlos a
disposición del rest o del m undo! Ese m undo, según sus
propias declaraciones, no puede aducir una razón que
disculpe la negat iva a acept ar en sus países a esa gent e
valiosísim a. »Los pueblos no quieren volver a m orir en los
cam pos de bat alla para que est a raza int ernacional sin
raigam bres se beneficie con los negocios de la guerra, o para
que sat isfaga su ancest ral deseo de venganza cuyo origen se
151
Salvador Borrego Derrota Mundial
152
Salvador Borrego Derrota Mundial
153
Salvador Borrego Derrota Mundial
154
Salvador Borrego Derrota Mundial
155
Salvador Borrego Derrota Mundial
CAPÍ TULO I V
La Gu e r r a qu e H it le r n o Qu e r ía
( 1939-1940)
Hit ler t om ó con desconfianza y host ilidad ese ext raño cam bio,
pero las ofert as soviét icas se repit ieron por diversos
conduct os y los diplom át icos alem anes creyeron que ést a era
una gran oport unidad.
157
Salvador Borrego Derrota Mundial
158
Salvador Borrego Derrota Mundial
El general Beck, ex j efe del Est ado Mayor General alem án,
conservaba nexos ocult os con sus am igos israelit as. Por su
conduct o salieron de Alem ania valiosos secret os, vía París, y
eran ya del dom inio de Roosevelt y St alin. Est e últ im o sabía
con cert eza, com o lo confirm a Bullit , que la ofensiva alem ana
cont ra la URSS sería en 1941. Para ent onces el Krem lin
esperaba cont ar ya con una m asa abrum adora de t ropas, y
m ient ras t ant o rehuía a t odo t rance que el Ej ércit o Roj o se
enzarzara prem at uram ent e en la lucha con el Ej ércit o
Alem án. Tal fue el significado del pact o ruso- germ ano de no
agresión firm ado el 23 de agost o de 1939.
159
Salvador Borrego Derrota Mundial
160
Salvador Borrego Derrota Mundial
161
Salvador Borrego Derrota Mundial
162
Salvador Borrego Derrota Mundial
163
Salvador Borrego Derrota Mundial
164
Salvador Borrego Derrota Mundial
165
Salvador Borrego Derrota Mundial
166
Salvador Borrego Derrota Mundial
167
Salvador Borrego Derrota Mundial
168
Salvador Borrego Derrota Mundial
169
Salvador Borrego Derrota Mundial
170
Salvador Borrego Derrota Mundial
171
Salvador Borrego Derrota Mundial
172
Salvador Borrego Derrota Mundial
Muchas unidades polacas com bat ieron con ardor y dest reza, y
en diversos sect ores ocasionaron pérdidas ext ra-
ordinariam ent e alt as ent re la oficialidad alem ana que par a
alent ar a la t ropa «había ent rado en acción con el m ayor
fervor», según declaración del general Guderian. Vet eranos
com bat ient es, com o el t enient e coronel Lindem an, dicen que
«una de las im presiones m ás fuert es que uno recibe cuando
se enfrent a al enem igo por prim era vez es la de sent ir m iedo.
La única diferencia ent re un hom bre valient e y uno cobarde
es que el valient e es capaz de cont rolar su m iedo... El frent e
de bat alla es vist o en colores m ás obscuros y m ás lleno de
peligro que lo que verdaderam ent e es... No se ha encont rado
nada que calm e el ánim o en la bat alla com o est ar cerca de
alguien que no est é poseído del m iedo o del pánico».
Y com o part e de la infant ería alem ana est aba aún
deficient em ent e preparada, sus oficiales se lanzaban en
prim er t érm ino para infundir confianza. En los prim eros días
de lucha perecieron un hij o del general Adam , uno del coronel
von Funk y ot ro del Secret ario de Est ado, barón von
Weizsacker. Mient ras, est e últ im o se dedicaba a crear una
célula de conspiración en el Minist erio de Relaciones
Ext eriores, en connivencia con el general Beck y el doct or
Goerdeler[ 1] . Por esos m ism os días el Alm irant e Canaris, Jefe
del Servicio Secret o Alem án, accedía subrept iciam ent e a
servir al m ovim ient o j udío int ernacional, rescat ando a un
prom inent e rabino polaco para enviarlo a Est ados Unidos.
Sobre el part icular había t enido plát icas privadas con el cónsul
Geist , com isionado de Roosevelt [ 2] .
Adem ás, el m inist ro sin cart era Hj alm ar Schacht y el
alm irant e Canaris, Jefe del Servicio Secret o, t rat aban de
ganarse al general Brauchit sch ( j efe del Ej ércit o) para que
desobedeciera a Hit ler. Y el general von Ham m erst ein-
Equord, m arxist a, t ram aba la capt ura del Fuehrer. La
sit uación int erna de Alem ania seguía pendiendo de un hilo.
Ent ret ant o, la propaganda inspirada por los j udíos hizo del
173
Salvador Borrego Derrota Mundial
174
Salvador Borrego Derrota Mundial
175
Salvador Borrego Derrota Mundial
176
Salvador Borrego Derrota Mundial
177
Salvador Borrego Derrota Mundial
178
Salvador Borrego Derrota Mundial
179
Salvador Borrego Derrota Mundial
180
Salvador Borrego Derrota Mundial
181
Salvador Borrego Derrota Mundial
182
Salvador Borrego Derrota Mundial
183
Salvador Borrego Derrota Mundial
184
Salvador Borrego Derrota Mundial
185
Salvador Borrego Derrota Mundial
187
Salvador Borrego Derrota Mundial
188
Salvador Borrego Derrota Mundial
189
Salvador Borrego Derrota Mundial
Y así fue rechazada, una vez m ás, la m ano de paz que Hit ler
t endió a I nglat erra y a Francia el 6 de oct ubre de 1939, un
m es después de que le habían declarado la guerra[ 2] .
190
Salvador Borrego Derrota Mundial
191
Salvador Borrego Derrota Mundial
192
Salvador Borrego Derrota Mundial
193
Salvador Borrego Derrota Mundial
194
Salvador Borrego Derrota Mundial
195
Salvador Borrego Derrota Mundial
196
Salvador Borrego Derrota Mundial
197
Salvador Borrego Derrota Mundial
198
Salvador Borrego Derrota Mundial
199
Salvador Borrego Derrota Mundial
202
Salvador Borrego Derrota Mundial
203
Salvador Borrego Derrota Mundial
204
Salvador Borrego Derrota Mundial
205
Salvador Borrego Derrota Mundial
206
Salvador Borrego Derrota Mundial
( Gunt her Prien, capit án del subm arino «U- 47», que penet ró
en la base brit ánica de Scapa Flow y hundió al acorazado
«Royal Oak». «Se elevan llam as azules, am arillas, roj as... »)
207
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ent ret ant o, la pequeña flot a subm arina alem ana seguía
apegándose al reglam ent o de presas, según el cual deberían
det ener a los barcos enem igos de carga y hundirlos después
de que sus t ripulant es se hubieran puest o a salvo. Pero no
obst ant e est o, la propaganda inglesa difundía que los
m ercant es eran hundidos sin previo aviso y que perecían
m uj eres y niños. ( Al t erm inar la guerra, la Gran Bret aña
reconoció t odo lo cont rario) .
209
Salvador Borrego Derrota Mundial
El hist oriador brit ánico capit án Liddell Hart dice que el asalt o
inglés al «Alt m ark» en aguas noruegas hizo pensar a Hit ler
que si Churchill est aba dispuest o a violar la neut ralidad de
Noruega para at acar al «Alt m ark», est aría m ás deseoso de
hacer lo m ism o a fin de cort ar los abast ecim ient os de hierro
que t an vit ales eran para Alem ania, pues para 1940
ascendían a once m illones de t oneladas.
210
Salvador Borrego Derrota Mundial
211
Salvador Borrego Derrota Mundial
212
Salvador Borrego Derrota Mundial
( Los alem anes capt uraron Oslo, Trondheim y Narvik. Tres días después
los anglofranceses desem barcaron en Nanisos y Andalsnes. Fuerzas
alem anas del área de Oslo bat ieron en Dom bas a las fuerzas aliadas
desem barcadas en Andalsnes y el plan aliado se derrum bó.)
213
Salvador Borrego Derrota Mundial
214
Salvador Borrego Derrota Mundial
215
Salvador Borrego Derrota Mundial
216
Salvador Borrego Derrota Mundial
alem anes sólo t enían 5,000 ó 6,000 hom bres en esa región y
hallábanse casi rodeados».
217
Salvador Borrego Derrota Mundial
«La rapidez con que Hit ler llevó a cabo la conquist a noruega
fue una not able hazaña de guerra y polít ica y un ej em plo
im perecedero de la m inuciosidad, de la m aldad y de la
brut alidad alem anas».
219
Salvador Borrego Derrota Mundial
220
Salvador Borrego Derrota Mundial
221
Salvador Borrego Derrota Mundial
222
Salvador Borrego Derrota Mundial
223
Salvador Borrego Derrota Mundial
224
Salvador Borrego Derrota Mundial
[ 1] «El Est ado Mayor Alem án vist o por Halder». — Pet er Bor.
[ 2] «El Est ado Mayor Alem án». — Walt er Goerlit z, ant inazi. Y
«Ej ércit o en Cadenas», por Siegfried West phal, ant inazi.
[ 3] Respect o de la arist ocracia, de la que ciert os generales
eran escrupulosos represent at ivos, Hit ler decía que no debía
convert irse en una «sociedad cerrada». «¿Qué papel puede
j ugar un país dirigido por esa clase de gent es que lo pesa y lo
analiza t odo? No es posible forj ar hist oria con gent es así. Me
hacen falt a seres rudos, valient es, dispuest os a ir hast a el fin
de sus ideas, pase lo que pase. La t enacidad es sim plem ent e
cuest ión de caráct er. Cuando a est a cualidad se añade la
superioridad int elect ual el frut o es m aravilloso».
225
Salvador Borrego Derrota Mundial
( «Soldados del Frent e Occident al: ¡Su hora ha llegado! ...» Cien
divisiones alem anas ( m illón y m edio de com bat ient es) se lanzaron
cont ra los ej ércit os aliados de Francia, I nglat erra, Holanda y Bélgica, con
un t ot al de 155 divisiones ( 2.325,000 soldados) .
En ese cam bio acept ó las sugest iones del general von
Manst ein, del Est ado Mayor de von Rundst edt , para que el
grupo de ej ércit os de est e últ im o se encargara del
envolvim ient o penet rando con una m asa de t anques por las
Ardenas, hacia Sedán. El grupo de ej ércit os de von Bock
t rat aría de engañar al enem igo haciéndole creer que era el
encargado de envolverlo.
Para hablar de est e plan, von Manst ein se ent revist ó con
Hit ler y dice sobre el part icular:
226
Salvador Borrego Derrota Mundial
227
Salvador Borrego Derrota Mundial
228
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ent re t ant o en el ext rem o sur del frent e, el general Rit t er von
Leeb desplegaba 17 divisiones del Mosela a Suiza y t rat aba de
acosar y fij ar en sus posiciones a los cont ingent es franceses
de las principales fort ificaciones de la Línea Maginot .
Pero propiam ent e dicho, la bat alla se libraba en la part e
cent ral del frent e, en la t enaza de von Rundst edt . Era ahí
donde al m ando del general von Kleist se habían concent rado
las diez divisiones blindadas del ej ércit o alem án. Dice
Blum ent rit t que est as 10 divisiones se hallaban densam ent e
agrupadas, pero que en despliegue podían form ar una
colum na de 1,100 kilóm et ros ( de México a Torreón) . Fue una
hazaña del Est ado Mayor sit uar y coordinar para el at aque a
la enorm e m asa de 660,000 com bat ient es del grupo de
ej ércit os de von Rundst edt , en la est recha front era con
Bélgica y Luxem burgo.
229
Salvador Borrego Derrota Mundial
El grupo de ej ércit os de von Bock y el de von Rundst edt form aron dos
t ent áculos que envolvieron a los ej ércit os inglés y belga, y part e del
francés. Los ingleses se reem barcaron por Dunkerque. Cayeron
prisioneros 330,000 franceses y belgas. Fue ést a la bat alla de Flandes.
230
Salvador Borrego Derrota Mundial
231
Salvador Borrego Derrota Mundial
general Halder, j efe del Est ado Mayor General, quien incluso
era part idario de dispersar las fuerzas acorazadas ent re las
divisiones de infant ería.
Guderian alegó que eso era derrochar la m ovilidad de las
divisiones blindadas, prot est ó ant e von Rundst edt y pidió ser
relevado si no se cont inuaba el plan que ya est aba en práct ica
y que Hit ler m ism o había aprobado. Von Rundst edt lo apoyó y
el avance pudo cont inuar. Tres días después el bat allón
Spit t a, de la 2a. división blindada, alcanzó la cost a francesa
de Noyelles, después de avances diarios hast a de 45
kilóm et ros. El envolvim ient o de t odas las fuerzas belgas,
francesas y brit ánicas que operaban en Bélgica se había
consum ado...
El general francés Touchon refirió así lo ocurrido en los
prim eros días de lucha:
«La súbit a revelación surgió com o una horrible sorpresa. Los
hom - bres quedaron at ont ados, bom bardeados por St ukas
cuyas bom bas zum bant es eran m ás at erradoras que
dest ruct ivas. Nuest ros art illeros quedaron at ont ados cuando
vieron los t anques alem anes avanzar sobre los cañones que
aún est aban disparando a un obj et ivo calculado a varios
kilóm et ros de dist ancia. Los oficiales quedaron at ont ados
cuando las Panzer súbit am ent e aparecieron en sus puest os de
m ando com o prim era indicación de que el frent e había sido
perforado».
Los audaces golpes iniciales est aban así abriendo las puert as
de la «blit zkrieg» al ej ércit o alem án y las del desast re a los
ej ércit os francés, belga y brit ánico. Nuevam ent e las
im ponderables fuerzas del espírit u alt eraban los previsibles y
lógicos result ados que auguraban las cifras de los cálculos.
Nuevam ent e Molt ke t enía razón: «En la guerra t odo es
inciert o; ciert o es sólo la volunt ad y el espírit u que el
est rat ego lleva en su propio pecho».
A los cinco días de lucha —dice Churchill en sus Mem orias—
Rey- naud le habló por t eléfono. Sus arrest os bélicos se
habían esfum ado: «He- m os sido derrot ados; hem os sido
derrot ados —le dij o—; hem os perdi- do la bat alla. El frent e
232
Salvador Borrego Derrota Mundial
233
Salvador Borrego Derrota Mundial
234
Salvador Borrego Derrota Mundial
235
Salvador Borrego Derrota Mundial
ent onces por razones m ilit ares, sino polít icas, y una vez m ás
creyó que evit ando el enardecim ient o de los ánim os en
I nglat erra sería posible que se acept ara un nuevo
ofrecim ient o de paz que ya t enía en m ent e.
Ent re t ant o, Churchill había ido a París el 22 de m ayo a
gest ionar que la lucha prosiguiera, pese a la evacuación
inglesa de Dunkerque, y para asegurar la escapat oria de su
derrot ado ej ércit o ut ilizó a las t ropas belgas y francesas en
las líneas de ret aguardia. Reynaud advirt ió esa m aniobra
im propia de un aliado y se lo reconvino a Churchill el 24 de
m ayo, echándole en cara que por una part e había prom et ido
desarrollar una acción conj unt a y por la ot ra est aba ret irando
a las t ropas inglesas hacia Dunkerque, en vez de part icipar en
un cont raat aque de los franceses para rom per el cerco
alem án.
Pero Churchill se m ant uvo inflexible y la ret irada de las
m alt rechas fuerzas brit ánicas siguió adelant e. El ej ércit o
belga, al igual que el francés, se vio t am bién abandonado por
los ingleses. Había hecho un esfuerzo t an grande que los
soldados belgas se dorm ían sobre sus cañones en m edio de la
bat alla, y el rey Leopoldo consideró inj ust o seguir llevando
casi t odo el peso de la lucha y el 26 de m ayo com unicó a sus
aliados que el lím it e de la resist encia belga est aba llegando a
su fin. Sin em bargo, no recibió ninguna ayuda. Al siguient e
día advirt ió a los anglo- franceses:
«El ej ércit o belga ha cum plido su m isión. Sus unidades son
incapaces de volver m añana al com bat e. La ret irada hacia
Yser no puede ser porque cont ribuiría a congest ionar el
espacio que ocupan las fuerzas aliadas, ya m ort alm ent e
cercadas ent re Yser, Calais y Cassell».
El día 28 el rey Leopoldo capit uló j unt o con sus t ropas.
Ent onces Reynaud y Churchill com et ieron la ingrat it ud de
acusarlo de t raición, y el m onopolio de la propaganda
int ernacional hizo un coro gigant esco a esa calum nia.
En la evacuación de Dunkerque se em plearon 850 barcos, de
los cuales 700 eran ingleses. Churchill adm it ió que 230 fueron
hundidos y 43 averiados.
236
Salvador Borrego Derrota Mundial
237
Salvador Borrego Derrota Mundial
238
Salvador Borrego Derrota Mundial
239
Salvador Borrego Derrota Mundial
( Rot a la Línea Weygand, la infant ería alem ana se precipit ó por las
brechas... Ent re t ant o, el com andant e francés decía a sus t ropas:
«Hem os llegado al últ im o cuart o de hora. ¡Sost énganse! »)
240
Salvador Borrego Derrota Mundial
242
Salvador Borrego Derrota Mundial
243
Salvador Borrego Derrota Mundial
244
Salvador Borrego Derrota Mundial
245
Salvador Borrego Derrota Mundial
246
Salvador Borrego Derrota Mundial
que debían haber ordenado una ret irada al ser rot o el frent e
de Sedán.
El Alt o Com isionado de Propaganda de Francia, Jean Prevost ,
refut ó el 25 de ese m es:
«Pedim os a nuest ros am igos de Am érica que t rat en de
com prender bien t oda la t rist eza inm ensa de Francia...
Quisiéram os que nuest ros am igos ingleses respet asen nuest ro
dolor e hiciesen su propio exam en de conciencia... Los
gobiernos de Daladier y de Reynaud no cej aron en su em peño
de dem ost rar al gobierno de la Gran Bret aña la dificult ad que
t eníam os en m ant ener sobre las arm as hom bres de 48 años
de edad, m ient ras que I nglat erra no llam aba siquiera a sus
j óvenes de 26 años».
Churchill guardó silencio ant e esa fundada réplica. En cam bio,
ordenó que la flot a brit ánica del Medit erráneo se acercara
sigilosam ent e a la base de Mers- el- Kevir, en África, y
cañoneara por sorpresa a la flot a francesa, que había sido
respet ada por Hit ler. Los m arinos franceses no t uvieron
siquiera oport unidad de defenderse, anclados com o se
hallaban, y m il de ellos perecieron. Churchill pudo ent onces
vanagloriarse de est a hazaña de guerra.
Ahí se t enía a la I nglat erra, escribió, «descargando im placable
un t rem endo golpe cont ra sus m ás queridos am igos de ayer y
asegurándose así el indiscut ible dom inio de los m ares. Se hizo
pat ent e para t odos que el Gabinet e de Guerra de la Gran
Bret aña nada t em ía, ni se det enía ant e nada».
En el j uego de la polít ica int ernacional —m anej ada por el
m ovim ient o polít ico j udío— el pueblo francés era ya un lim ón
a m edio exprim ir. Sus ant iguos aliados le volvieron la espalda
con desdén. De cada cuat ro franceses m ovilizados para la
guerra, uno había caído en la bat alla o había sido capt urado.
Est a proporción parecía insignificant e a los ant iguos aliados
de Francia, por lo cual no cesaban de recrim inarla.
Al sangrient o precio de 70,000 m uert os y 318,000 heridos, el
Ej ércit o Francés había ocasionado al Ej ércit o Alem án 156,465
baj as ( 27,047 m uert os, 18,384 desaparecidos y 111,034
heridos) . Pero est o no se le t om aba en cuent a a Francia
247
Salvador Borrego Derrota Mundial
248
Salvador Borrego Derrota Mundial
Resum en:
El 1 de sept iem bre de 1939, las fuerzas arm adas alem anas
invaden Polonia; los gobiernos I ngles y Francés habían
pact ado una alianza con Polonia, por lo que, el 3 de
sept iem bre le declararon la guerra a la Alem ania Nazi.
249
Salvador Borrego Derrota Mundial
250
Salvador Borrego Derrota Mundial
El result ado Final de esa prim era gran conflagración del siglo
XX fue la desaparición com o unidades polít icas de los
im perios Alem án, Aust ro- Húngaro, Ot om ano y Ruso y la
aparición en escena de num erosas naciones est ado form adas
con part e de los rest os de est os I m perios: Finlandia, Lit uania,
Est onia, Lat via, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Croacia,
Bosnia, Servia, Mont e negro y Macedonia
Japón
251
Salvador Borrego Derrota Mundial
No obst ant e esas efect ivas acciones bélicas China cont inuo
recibiendo ciert o auxilio en m at erial bélico por part e de la
URRS, m ism o que recibían los chinos por largas y peligrosas
rut as t errest res, por lo que est os sum inist ros nunca fueron
m uchos y m ucho m enos, suficient es.
252
Salvador Borrego Derrota Mundial
I t alia
Adem ás, reinaba una profunda crisis económ ica y polít ica, con
graves problem as de desem pleo y endeudam ient o, t odo lo
cual est im ulo el surgim ient o de una nueva ideología que
ret om aba elem ent os del ant erior proceso de unificación com o
el orgullo nacionalist a,y la herencia del I m perio Rom ano unido
al sent im ient o de superioridad cult ural y racial, la fuerza
m ilit ar y la exist encia de un líder capas de int egrar los
int ereses t e los diferent es sect ores sociales, donde el líder o
“ duce” los encausaría hacia m et as propiam ent e nacionales
com o seria la defensa de la pat ria y la const it ución de un
nuevo I m perio.
253
Salvador Borrego Derrota Mundial
" fascios di com bat im ient o" , t om ando com o m odelo los
cuerpos m ilit ares de la ant igua Rom a organizados baj o el
sím bolo de las fasces- haces o conj unt os de varas que
port aban los m inist ros rom anos.
Con el logro del orden int erno y las im port ant es m ej oras en la
econom ía, Mussolini j ust ificaba ant e la ciudadanía las m edidas
254
Salvador Borrego Derrota Mundial
dict at oriales.
La prim era, ent re 1922 y 1930 fue un int ent o para conseguir
para I t alia la hegem onía en la región balcánica y
m edit erránea.
- En 1923 ocupó la isla de Corfú, sit uada al noroest e de
Grecia.
- Un hecho que provocó la prot est a inút il de la Sociedad de
Naciones.
- En 1924 firm o un t rat ado de am ist ad con Yugoslavia por el
que renunciaba I t alia a sus aspiraciones sobre la cost a
Dálm at a a cam bio de la zona y puert o de Fium e.
- Tam bién ese año ocupo la t ot alidad de Som alia basándose
en un t rat ado de 1889.
- Por ult im o, int ervino en los asunt os int ernos de Albania y el
1927 convirt ió a est e reino práct icam ent e en un prot ect orado
it aliano.
255
Salvador Borrego Derrota Mundial
256
Salvador Borrego Derrota Mundial
Alem ania
257
Salvador Borrego Derrota Mundial
Form ado en la región Baviera sobret odo por excom bat ient es
ent re los cuales dest aco Adolfo Hit ler, nacido en una pequeña
localidad aust riaca próxim a a la front era con Alem ania: en la
zona de encuent ro de los dos est ados Alem anes cuya unión
era el sueño de las j óvenes generaciones.
258
Salvador Borrego Derrota Mundial
v Ant isem it ism o- ningún j udío podía ser m iem bro de la nación
alem ana
Pront o se est ableció una nueva t áct ica para efect uar la lucha
callej era cont ra los part idos dem ocrát icos y se form aron las
“ t ropas de asalt o” ( SA) llam adas t am bién “ cam isas pardas”
por el uniform e de cort e m ilit ar que port aban adem ás, el
Part ido Nazi adquirió un periódico diario com o su port avoz, y
com enzó a ut ilizar com o sím bolo la bandera con la cruz
gam ada o suást ica.
259
Salvador Borrego Derrota Mundial
La producción indust rial alem ana dism inuyo not ablem ent e y
solo sobrevivieron algunos de los grandes consorcios que a su
vez absorbieron algunas de las pequeñas y m edianas
em presas en quiebra, lo cual t raj o com o consecuencia un
gran aum ent o de la desocupación incluso en los sect ores
com ercial y agrícola.
Fue desde ent onces cuando el gobierno por el part ido nazi
em pezó a ser considerado com o una posibilidad de solución
para los problem as económ icos y sociales que agobiaban a
Alem ania.
260
Salvador Borrego Derrota Mundial
261
Salvador Borrego Derrota Mundial
La polít ica ext erior de Hit ler est aba dirigida al cum plim ient o
de sus t res principales obj et ivos:
262
Salvador Borrego Derrota Mundial
Tam bién en 1935 Hit ler est ableció un acuerdo naval con Gran
Bret aña por el que Alem ania podria aum ent ar su flot a, pero
solo hast a un t ercio de la Brit ánica.
263
Salvador Borrego Derrota Mundial
264
Salvador Borrego Derrota Mundial
265
Salvador Borrego Derrota Mundial
.: Desarrollo: .
266
Salvador Borrego Derrota Mundial
Ofensiva en el Oest e
267
Salvador Borrego Derrota Mundial
268
Salvador Borrego Derrota Mundial
Los navíos brit ánicos deben cont ornear Africa por el cabo de
Buena Esperanza. Pero la resist encia del 8º Ej ércit o Brit ánico
( apoyado por el cont ingent e de la Francia Libre, llegado de
Chad con Leclerc y Larm inat ) im pedirá finalm ent e que el
Afrika Korps se apodere de Egipt o y del canal y le obligará a
ret roceder hast a Tunicia.
Guerra en el Est e
269
Salvador Borrego Derrota Mundial
El Pacífico en llam as
270
Salvador Borrego Derrota Mundial
Sus bom barderos gigant es, con bases en Gran Bret aña,
em prenden la dest rucción sist em át ica de fábricas, vías férreas
y cent ros vit ales del enem igo en Alem ania, Francia e I t alia.
Una dura bat alla se ent abla cont ra los subm arinos alem anes,
que surcan el At lánt ico y los m ares de Europa, y desde el
ot oño de 1942 los aliados ganan est a bat alla de las
com unicaciones.
271
Salvador Borrego Derrota Mundial
El asalt o al Reich
Las t ropas alem anas siguen por t odas part es bat iéndose con
fanát ico encarnizam ient o; en diciem bre de 1944 lanzan una
últ im a ofensiva en un int ent o de recuperar la iniciat iva en el
Oest e. Es la ofensiva de las Ardenas. El avance alem án es
reprim ido con gran dificult ad por los nort eam ericanos, hast a
ser definit ivam ent e det enido en febrero de 1945 gracias en
gran part e a su aplast ant e superioridad aérea.
272
Salvador Borrego Derrota Mundial
.: Holocaust o: .
273
Salvador Borrego Derrota Mundial
274
Salvador Borrego Derrota Mundial
.: Consecuencias: .
275
Salvador Borrego Derrota Mundial
276
Salvador Borrego Derrota Mundial
277
Salvador Borrego Derrota Mundial
invisibles con las que com pensar una balanza com ercial
deficit aria porque las había liquidado en los años precedent es.
Poco t iem po pasaría hast a que se hiciera pat ent e de form a
abrum adora la necesidad de considerar inevit able la
liquidación del I m perio.
Por últ im o, hay que t rat ar de los cam bios t errit oriales que
t uvieron lugar en el m undo com o result ado de la guerra. Est e
conflict o, en efect o, supuso escasas m odificaciones de las
front eras, en com paración con los de ot ros t iem pos, aunque
t uviera una repercusión m ucho m ás duradera en la
configuración global del m undo.
278
Salvador Borrego Derrota Mundial
279
Salvador Borrego Derrota Mundial
las vent aj as que la Unión Soviét ica había logrado por los
acuerdos con Hit ler de 1939. Bast a decir que la URSS obt uvo
el Nort e de la Prusia Orient al ( que le proporcionaba una salida
al Bált ico) , la Carelia finlandesa, la zona de Pet sam o ( que le
aport aba una front era con Noruega) y una base t em poral
( Porkkala) en t errit orio finés. Adem ás, los soviét icos se
anexaron Rut enia, el ext rem o orient al de Checoslovaquia. En
cuant o a I t alia, perdió sus colonias, que se independizaron
( Libia, Som alia) o fueron incorporadas a ot ros países: Erit rea,
a Abisinia; las islas del Dodecaneso, a Grecia.
280
Salvador Borrego Derrota Mundial
.: Bibliografía: .
281