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El cartel taurino

Texto: José Francisco Coello

¿Quién torea el próximo domingo? ¿Quiénes integrarán la cartelera la siguiente


temporada? Esas incógnitas tienen respuesta cuando salen de las imprentas los carteles,
en diferentes tamaños, que más tarde van a ser colocados en sitios donde los aficionados
puedan enterarse de la participación de las figuras y la presencia de los encierros
programados para la tarde de toros más inmediata. Gracias a esta convocatoria, el
público se “retrata” inmediatamente en las taquillas de venta de boletos.

En España los carteles anunciadores de toros surgen en 1737,y en la Nueva España los
primeros avisos se publican durante la temporada de 1769; pero no es sino hasta 1815
cuando adquieren la formalidad de carteles.

El cartel es un documento impreso que se convierte en anticipo del espectáculo taurino.


Ilustrado con grabados, pinturas o fotografías, en su modalidad de“tira de mano”, ofrece
soberbias explicaciones de la futura tarde torera, destacando el nombre del torero de
fama o la celebridad del encierro a lidiarse. Al paso de los años este anuncio se
entronizó como aliado de la fiesta taurina, ya que se utiliza como instrumento de
comunicación masivapara todos los que desean asistir a la plaza, convocados por el
efecto fascinante que ejercen las leyendas representadas en ese vehículo de publicidad.

El toreo es untema inagotable debido a las pasiones que desata. Desde el siglo pasado se
ofrecía, a través del cartel, toda la información acerca de los protagonistas dela fiesta.
Esta convocatoria era recreada con gran imaginación cada tarde de toros.

Los autores del cartel taurino decimonónico manejaron un lenguaje coloquial admirable
que logró trascendera todas las capas sociales.Dos de las plazas de toros, la de San
Pablo, que funcionó de 1788 a 1821 y de 1833 a 1864, y la del Paseo Nuevo, de 1851 a
1867 –año de la prohibición que se impuso a las corridas de toros en la Ciudad de
México–, se convirtieron en sitios de reunión muy concurridos.

Las 30 o 40 escenas que se conocen en los carteles realizados de 1855 a 1867, y que
aparecen reproducidas en sus mayoría sin firma, es muy probable que hayan sido
recreadas por el trazo de dibujantes tan reconocidos como Ignacio Cumplido, Alejandro
Casarín, Santiago Hernández, Constantino Escalante, José María Villasana, Campillo,
Iriarte y Luis G. Inclán. Al revisar la hemerografía decimonónica mexicana, verdaderas
joyas del arte popular, encontramos gran semejanza entre los rasgos que aparecen en
dichos carteles con el resto de la obra de los autores mencionados.

Las obras de José Guadalupe Posada yde Manuel Manilla enriquecieron estéticamente –
a su manera– el cartel taurino de finales del XIX y comienzos del XX. Estos artistas
populares, después de burilar las gestas taurinas del momento, se encargaron de
apresurar en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo la salida de “hojas volantes”
donde diestros como Ponciano Díaz o Rodolfo Gaona se convertían en el foco de
atención.

En el cartel taurino del siglo XX fue decisiva la presencia del español universal Carlos
Ruano Llopis, avecindado en México, que hizo escuela, y su legado es de un valor
incuestionable en lo que se refiere a su obra cartelista. Difundir su obra en infinidad de
carteles esbrindarle un merecido permanente homenaje. Entre sus alumnos más
destacados estuvo Antonio Navarrete. Asimismo, Pancho Flores también forma parte
del catálogo de los pintores cuyo trabajo es imprescindible para ilustrar el cartel taurino.

En 1994 el INBA lanzó una convocatoria que dejó como experiencia el legado de
Pinturerías,el cual reúne a importantes artistas de talla nacional e internacional. Este
trabajo se reproduce actualmente en los también denominados “avisos al público” de la
plaza de toros México, con nuevas tendencias plásticas y artísticas además de las
tradicionales.

El cartel taurino es pues un testimonio histórico que nos permite acercarnos


anticipadamente a la corrida venidera, pero también es una evocación del pasado que no
sólo se limita a informar quienes participaron en tal o cual evento, sino que permanece
como evidencia de las hazañas y cúmulo de las añoranzas para los amantes de la fiesta
brava.

Fuente: México en el Tiempo No. 32 Septiembre / Octubre 1999

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