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ALFONSO NAVALON: Acusó a Emilio Romero

delante de Fraga Iribarne


POR ALFONSO NAVALON

Estábamos a principios de los setenta cuando en la gran gala de los Premios Mayte Paco
Camino organizó tal escándalo que temblaron los cimientos del periodismo taurino. Entonces la
crítica estaba corrompida por el imperio del ‘sobre’. Los cronistas no cobraban del periódico, al
revés: pagaban por escribir. Compraban el espacio a la Administración y luego hacían un ajuste
con los toreros para pagar ese canon y que les quedara más del doble para sus saneadas
economías. Se libraban de aquella corrupción nuestro querido Antonio Díaz Cañabate en el
‘ABC’ y José María del Rey, que firmaba Selipe y escribía con una retórica jurídica que hacía
imposible pasar de las primeras líneas. Selipe fue un gran aficionado, bastante andalucista,
pero escribiendo era un coñazo. El otro era yo, en ‘Informaciones’, el periódico más modesto de
la tarde cuya sección taurina la llevaba un avispado gallego, que pagaba un millón y le sacaba
tres a los toreros. Se llamaba Alejandro Villamayor y era un tío elegante y simpaticón. Aunque
parezca mentira, una de las secciones más cotizadas era la de ‘Marca’ porque como tenía una
gran tirada los toreros en su estupidez consideraban que les salía muy rentable, cuando la
verdad es que los taurinos de entonces no eran nada aficionados al fútbol y malamente podían
enterarse de las barrocas crónicas de Ernesto Acebal, que era un cronista discreto y
educadísimo. Una hormiguita para administrar el fortunón que ganaba todos los años. El que
más se llevaba era Gonzalo Carvajal en ‘Pueblo’ que pagaba cuatro millones por sus páginas y
luego sacaba seis para él solito. Pero Gonzalo, que le inventaba apodos grandilocuentes a las
figuras (‘El Niño Sabio de Camas’ o ‘El Zapatero Prodigioso’) era un bohemio manirroto y no le
lucía el dineral que se llevaba. De toda esta tropa de trincones, el más descarado era Lozano
Sevilla, que no pagaba nada a televisión, pero reventaba a los toreros con sus elevadísimas
exigencias. El más simpático y el más querido fue Curro Fetén que hablaba en Radio
Intercontinental. Empezó a destacar en otra emisora de Barcelona siempre patrocinado por
‘Yogur Danone’. Fue en Barcelona donde se hizo célebre por su ingenio para pediré el sobre a
los toreros abiertamente. Un matador que estaba triunfando mucho en la capital catalana, no
tenía la menor ‘atención’ con el inefable Curro y en una de sus tardes triunfales Curro empezó
su crónica sacándole defectos de esta manera: «Fulanito torea con gusto, templa mucho. ¡Pero
no ‘manda’ nada! Y como no ‘mande’ le veo muy mal porvenir». El torero se dio por aludido y
ya no se olvidó nunca de mandarle el sobre y dos entradas para que Curro cumpliera con sus
amistades.

Azafatas con minifalda

Ya digo que tuve la suerte de entrar en ‘Informaciones’ cobrando en vez de pagar. Cuando
compró el periódico Ignacio Acha, trajo a un director nuevo y decidieron acabar con la
corrupción de las páginas vendidas y contratar a un crítico con sueldo y dietas de viaje. Me
pagaban en aquel entonces 25.000 pesetas y ahorraba diez mil después de vivir
decentemente, porque además tuve la suerte de que mi madre me comprara un hermoso
chalet en Arturo Soria para no pagar piso de alquiler. El director y el dueño del periódico se
volcaron conmigo. Empecé en la feria de Sevilla y cuando llegó San Isidro me llevé la sorpresa
de ver a las puertas de Las Ventas unas guapas azafatas con minifalda vendiendo el periódico
a voces: «‘Informaciones’ con la crónica de Navalón». Sólo en los quince días de la feria
triplicamos la tirada y a finales de septiembre llegamos a los 54.000 ejemplares, cuando en
abril apenas pasábamos los 4.000. El salto a ‘Pueblo’ se lo debo en gran parte al escándalo
que armó Camino en los Premios Mayte. Entonces los Mayte tenían un gran prestigio y la gala
de entrega de los premios de San Isidro era un verdadero acontecimiento social con la
asistencia de ministros y personalidades de las letras y el arte. La gente iba elegantísima y los
toreros llevaban ‘smoking’, algunos con camisa de chorreras con la botonadura de oro. Aquel
año asistió Fraga Iribarne, a la sazón ministro de Información y Turismo. Paco Camino era uno
de los premiados. Camino estaba muy enfadado con Gonzalo Carvajal porque pagando lo
mismo siempre destacaba más a Ordóñez, que era su debilidad. Recuerdo que el año anterior,
en el Gran Hotel de Zaragoza, el de Camas salió hecho una furia en busca de Carvajal a la
hora del aperitivo y con el salón repleto de público le dijo: «Pedazo de chorizo, le pones los
titulares a Ordóñez con una vuelta y yo he cortado tres orejas». Así que la noche de los Mayte,
cuando fue a recoger el premio se encaró con Fraga Iribarne que estaba junto a Emilio Romero
y allí denunció que la Prensa del Movimiento estaba robándole el dinero a los toreros. Fraga se
quedó de piedra, pero Camino le contó todos los pormenores y señaló a Emilio Romero como
responsable de aquellos atracos. Llovía sobre mojado porque no hacía mucho que Ostos
aprovechando el sonido del brindis de una corrida televisada en directo, llamó ‘trincón’ a
Lozano Sevilla y España se enteró de cómo andaban de moral los grandes capitostes de la
crítica.

Joaquín Vidal

Inexplicablemente la denuncia de Camino no trascendió a la calle porque los periódicos no se


hicieron eco o porque hubo un pacto de silencio entre el reducido grupo que escucharon sus
palabras. Lo cierto es que Fraga se enfadó mucho y le dijo a Emilio Romero que acabara con
aquella vergüenza de ‘Pueblo’ o tomaría represalias contra él. A los pocos días me llamó, me
dobló el dinero que ganaba en ‘Informaciones’ y mandó a Gonzalo Carvajal como corresponsal
en Hispanoamérica, y como Gonzalo era un periodista de raza dio mucho juego en su nuevo
empleo, sobre todo en unos magníficos reportajes sobre la muerte de Che Guevara. Al entrar
yo, sobraba también Molés, que era el acólito de Carvajal y le encargaba hacer las ferias chicas
de los alrededores de Madrid, las novilladas o plazas como Vista Alegre y San Sebastian de los
Reyes. Molés trincaba de los toreros la módica cantidad de dos mil pesetas por tarde a cada
matador, según consta todavía en la lista de algunos mozos de espadas que tienen la manía de
guardar las cuentas del matador. Para que no se quedara en la calle, Emilio Romero le encargó
hacer entrevistas y reportajes de la calle. Me apañé como pude para formar un equipo
decentillo para que ninguno cayera en la tentación del sobre, algo que Emilio Romero había
prohibido bajo pena de expulsión. Como ‘Informaciones’ había cambiado de dueño y también
se habían marchado Cebrián y Jesús de la Serna, mi amigo Joaquín Vidal estaba incómodo y
lo llevé conmigo a ‘Pueblo’, donde inexplicablemente no le dejaban dar el juego que merecía.
Pero todo tiene una explicación, como las figuras (antiguos clientes de Carvajal) se quejaban
del mal trato que les daba en mis crónicas y como además Emilio Romero tenía predilección
por Palomo Linares, El Cordobés y Luis Miguel, para contrarrestar el efecto de mis crónicas se
‘inventó’ a su hija Mariví como crítico en la página de al lado. Pero como Mariví no había escrito
jamás le puso de ‘negro’ a Molés para que le hiciera las crónicas. Y fue precisamente Molés el
que le hizo la vida imposible a Joaquín Vidal y tuvo que marcharse.

El rabo de Palomo

Palomo Linares era el torero de ‘Pueblo’ desde que apuntó en las novilladas de la ‘Oportunidad’
en Vista Alegre, Emilio Romero lo quería como a un hijo, pero debo decir en su honor que
jamás me tachó ni una línea cuando resaltaba las zarrapastrosas maneras del esforzado
chaval. Todas las noches nos juntábamos en la ‘Güisquería’ que tenía el periódico en la planta
baja, donde el director hacía sus relaciones públicas y apañaba sus ligues con las artistas más
apetitosas del momento. Allí estábamos Raúl del Pozo, Yale, Hermida, Máximo Pérez Reverte
y toda aquella generación gloriosa. Una noche Emilio Romero se lamentó de mi ‘falta de
respeto’ hacia él: «Tú sabes que tengo tres grandes amigos toreros: Luis Miguel, El Cordobés y
Palomo, y no pierdes ocasión de darles leña. Podías ser un poco más respetuoso con mis
amigos. Por lo menos no atacarlos tanto». Imaginaos el impacto de aquellas palabras ante mis
compañeros. Y de Sara Lezama, que era la amante de turno de Don Emilio. Le contesté con mi
habitual humildad: «Director, cuando usted me trajo ya sabía cómo soy», y me dio la razón.
Pero la noche del rabo de Palomo había una gran tensión en el periódico. Ya sabéis que al
cortar el rabo se vino hacia mi localidad para echarme al público encima. Y como uno jamás se
ha dolido al castigo escribí en la crónica toda la farsa del rabo y la desvergüenza del presidente
Pangua al dárselo sin cumplir ninguno de los requisitos del reglamento y con muchos pitos en
contra. Los dos subdirectores subieron la crónica al despacho del director y constantemente
subían y bajaban para ver lo que decidía. Todos acojonaditos, pero como aparte de sus
defectos aquel director era un verdadero maestro de periodistas dio una solución tajante: «Que
se publique en primera una foto grande de Palomo saliendo en hombros con el rabo y que se
publique entera la crónica de Navalón». A los pocos días nos vimos en la ‘güisquería’ y le di las
gracias. «Las gracias te las tengo que dar yo, porque es la primera vez en la historia del
Régimen que un periodista acaba con un comisario de Policía. Acaban de llamarme del
Ministerio de Gobernación que han destituido al presidente Pangua por la crónica tuya»...

La broma de los Lozano


No sabía cómo devolverle aquel gesto de respeto hacia la libertad de expresión y mucho más
en un hombre como él acostumbrado a que todo el mundo le bailara el agua. Cuando llegó la
feria de El Pilar la corrida se celebró entre un verdadero diluvio. Palomo dentro de su bastedad
se jugó la vida en aquel barrizal. Fue una faena emocionante por la constante sensación de
riesgo y la ocasión venía como anillo al dedo para quedar bien con el director. Así que titulé la
crónica ‘Palomo venció al vendaval’. Y como era la primera y única crónica favorable que le
hacía a Palomo también me llamó Eduardo Lozano con una noticia sorprendente: «Me he
gastado un millón de pesetas en reproducir tu crónica en todos los periódicos de América.
Como siempre lo has puesto mal, esta crónica nos sirve para pedir mucho más dinero que la
temporada pasada»... A los pocos días aprovechando que Palomo estaba en Jaén me invitaron
a un tentadero de ‘El Palomar’ con la disculpa de organizar un mano a mano con su hermano
Manolo, mi loco amigo de tantos años. Manolo iba por delante en las cuatro becerras que
toreamos y cuando ya estaba preparado para recibir a la segunda se abrió la puerta del
chiquero y salió ¡una oveja!. «¿No dices que Palomo sólo torea borregos?, pues torea a la
borrega». Volviendo a lo de Paco Camino con Fraga, pasó más de un año hasta que me enteré
que gracias a Paco, Emilio Romero me había llevado a ‘Pueblo’. Pero lo seguí llamando
perfilero y ventajista. Y conste que Camino era mucho mejor torero que José Tomás y sobre
todo, el mejor matador de su época. El que hacía el volapié más despacio y más limpio. La
gente decía que el as de espadas era ‘El Viti’ porque lo había dicho el bocazas de Lozano
Sevilla, a cambio de un collar de esmeraldas que trajo Santiago desde Ecuador. Por lo menos
en lo de las estocadas sí le devolví el favor a Camino. Ahora estamos buscando un hueco para
irnos de gamberreo a visitar a nuestro incondicional Amadeo Dos Anjos. Por lo menos Camino
y yo tenemos en común a un gran amigo.

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