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LA LECCION DE LAS REVOLUCIONES PASADAS (1) Ciudadanos, camatadas. Los organizadores de esta reunién, que me han confiado el honor de saludaros en su nombre, lo que hago con alegria fraternal, os han convocado aqui, para conmemorar la “Commune” de 1871. Nuestro amigo, el doctor Gillard, a quien no tengo necesidad de presentaroslo, quien es a la vez un sabio que ha galvado muchas vidas huma- nas y un admirable combatiente de nuestra causa comtn, y otros camaradas van a hablaros de aquel emocionante episodio de la historia de la libera- cién popular. Ellos lo relacionarén con algunos acontecimientos. contemporaneos, mostraran la leccién que se desprende del pasado y diran las meditaciones. que esa relacion debe inspirar a los (1) Discurso pronunciado en Niza el 21 marzo de 1920+ 181 buenos militantes y los hombres honrados que sois vosotros, Hay que volverse a veces hacia el pasado. Pero hay que saber hacerlo, Entre nuestros adversa- trios del otro lado de la barricada—porque hay, visibles 0 invisibles, barricadas que subsisten siem- pre—se usa y se abusa del Pasado. Los teorizan- tes de la oposicién—y los que todavia nos dirigen estan ligados a ellos—invocan facilmente el pasa- do; hacen de él una férmula, un dogma, un idolo. Lo refieren a él todo. Pretenden que es sagrado por si mismo y que hay que obedecerlo ciegamen- te. “Haced esto porque se ha hecho, creer esto porque se ha creido”. Esa especie de religién que tiende a mantener lo que es y lo que debe ser et los marcos helados de lo que fué, se llama la tradi- cién. Es una de las mas graves enfermedades que han envenenado la inteligencia humana. Los. pue- blos tienen, por su desgracia, por pereza mental, por miedo instintivo a la novedad, una gran pro- pensién a dejarse contaminar. Nosotros mismos, todos nosotros, camaradas, a pesar de la indepen- dencia de espiritu que tenemos 0 creemos tener, a pesar del control que estamos habituados a ejercer sobre las ideas y los acontecimientos, sentimos frectientemente ese- viejo encanto misterioso. Y los explotadores de las multitudes explotan esa de- bilidad, como'lo explotan todo, y aplastan el pro- greso. No es asi como el hombre libre debe aprove- — 182 — ésto no es decir fy el culto quer charse del pasado. Pero hasta Ja admiracton, h con razon a ciertos hombres y ciertas . otros tiempos, debe consistir en astante:; endimos Cneracig. nes de Procurar hacer, no solamente lo que ellos hicieron, sing (, que harian, si con mas experiencia y mayor des. envolvimiento vivieran en la época en que vivimos nosotros; en inspirarnos mas que en sus actos concretos en sus caracteres, en el resplan- dor de sus esperanzas, en su voluntad creadora, Y reconocemos frecuentemente que para aseme- jarse a los precursores queridos y admirados por nosotros, no basta imitarlos, sino que hay que ir mas lejos que ellos, superarlos como ellos se ha- brian superado a si mismos:si hubieran sabido lo que nosotros sabemos. El pasado es la muerte, el porvenir es una perpetua juventud que cambia, puesto que se engrandece. Ciudadanos, cerca de un siglo antes de la insu- rreccién que broté como una Ilamarada de la gue- tra de 1870, y de la que el-doctor Gillard ha de hablaros mejor. que yo pudiera hacerlo, un gran acontecimiento habia estallado’ y habia irradiado al. mundo entero. Aquella luz en la que mas que nunca en los dias que vivimos. debemos tener fijas las miradas y las almas, es la Revolucién fran- cesa, Nuestros antepasados de 1789 y 1793 minaron y demolieron algunos de los monumentos mas monstruosos y mds majestuosos del pasado. Abo- | = 183 = lieron el grosero fetichismo de los privilegios, del derecho divino de los reyes, de los nobles y de los sacerdotes, las ventajas fantasticas que conferian a algunos hombres sdlo su nacimiento y su condi- cién, decretaron que todos los ciudadanos debian ser iguales ante la ley. Han transcurrido ciento .treinta afios desde aquella convulsién que fué universal, y tras esos ciento treinta afios, estamos espantados por lo que vemos a nuestro alrededor. Por todas partes, de arriba abajo, del fondo a la citspide, abruman la desigualdad, la barbarie y el reinado del privile- gio. En todas partes, se abate como antiguamente, como siempre, la ley de los mas fuertes. Este es el sistema de los explotadoresde algunos explota- dores—cuya riqueza y cuyo dominio estan hechos con el empobrecimiento y la servidumbre del con- junto. El régimen actual no es mas que una falsi- ficacién tricolor de la monarquia; la burguesia, es decir, la casta de los ricos se ha alzado en el pues- to de la nobleza caida. Ha monopolizado la gran fuerza temporal de la vida colectiva: el- dinero. En la industria, el comercio y la especulacién lo acapara y lo guarda, se defiende y se acoraza con dl. Tiene en sus manos los poderes ptblicos, los engranajes de la administracién, la instruccion y la informacién (los grandes periddicos)—es decir, la escuela de los nifios y la escuela de los hombres— y, lo vemos en ejemplos odiosos y terribles, tiene en sus manos la justicia, El pueblo es mantenido 184 en la ignorancia 0, lo que es pec cia del error. No puede salir de sus Los progresos cientificos ¢ industrial Io de las empresas, han dado al pod diones de la clase poseadors sropordne desmesuradas que las del tiempo de la casta ae tocratica, Su voluntad de conservar una situacigy privilegiada con relacién a las masas se ha hecho mas feroz, mas barbara que la de los Principes y los barones del feudalismo. s Aqui abajo el interés general no cuenta para nada. La férmula es: todo para algunos y nada para todos. Esto es, en el sentido mas atroz de la palabra, la anarquia. Esta anarquia que hace estragos entre los par- ticulares en la inmensidad de cada naci6n, los hace también entre las naciones en la inmensidad del mundo. Aqui hay también un antagonismo per- petuo entre las. fuerzas individuales que espian to- das las ocasiones de engrandecerse, de captar y de triunfar, Aqui también la prosperidad de algunas de. esas potencias—parasitos universales—est4 hecha de la desgracia de las demas. Tal estado de cosas ha creado para la humani- “ dad una situacién ‘sin salida. Empezamos a ver que estamos todos condenados a la ruina yala muerte. Puesto que en ninguna parte las institu- ciones existentes salvaguardian el bien publi- co, la persecucién de las masas y la guerra—es decir, su asesinato-son fatales mafiana, como ayer, Hla impoten. bajos fondo. es, el desarre. 2a + 185 y como hace cien afios. ;La locura de los arma- mentos y de los gastos recomienza ante nosotros! Y, como decia Mirabeu en la época a la que nos retrotrae nuestro espiritu: “jLa bancarrota esta a nuestras puertas!” Nuestros dirigentes intentan en vano salir def circulo vicioso en. que los encierra el sistema ‘ente- ro. Sdlo prueban su incapacidad. En el interior . y en el exterior se agarran de modo desesperado a expedientes para ganar tiempo y salvar provisio- nalmente las apariencias. A sus medidas ficticias se agrega la persecucién jy la guerra civil—diga- moslo muy alto con la conciencia de las responsa- bilidades que esta acusacién adscribe a quien co- rresponde—ha comenzado ya en todas partes! Es porque vemos una correlacién tragica entre nuestra época de decadencia moral y material y aquélla que ensombrecian antes la caida de una so-’ ciedad y el creptisculo de los reyes, por lo que de- cimos: la Reptiblica francesa ha quebrado, a pesar: del evangelio de los Derechos del Hombre. Ese gran ejemplo, que llena toda la historia mo- derna de hechos y de ideas, hace visible una ver- dad capital que no hay que perder jamas de vista. Y es que toda reforma esta condenada al aborto si noes integral, profunda y perfectamente arm6- nica, si no ataca los abusos en sus causas prime- ras, si no los persigue en sus tiltimas consecuen- cias. Ningtin sofisma, ningtin alarde de erudi- cién, ninguna acumulacion de razonamientos pue- — 186 — de ir contra esta verdad de hecho : nosotros vemos en lo que ha venido a parar la Revolucién france. sa; no podemos enunciar todas las iniquidades y las locuras colectivas y las catastrofes voluntarjag que han nacido en nuestro pais yen el mundo des- pués de la magnifica revelacion de justicia hecha por ella. Ese contraste entre una teoria que era bella y justa y una realidad que sigue siendo abo- minable muestra una impotencia, un vicio en la base de la renovacién de 1789. Tal vicio es éste: Las reformas de la Revolu- / cién eran superficiales. Podé, no descuajé, eso es todo. El privilegio, la injusticia no se encontraban solamente en las diferencias legales, monstruosas, que marcaban los tres drdenes sociales : la nobleza, el clero y el tercer estado. Existe una demarcacién mucho mas profunda y vital entre los hombres en la colectividad social: la diferencia que hay entre los que trabajan y los que, cualesquiera que sean, se aprovechan del trabajo de los otros—los explo- tados y los explotadores—es decir, los verdaderos amos y los verdaderos siervos, es decir mas atin, algunos hombres y la muchedumbre. He ahi la division fundamental, la divisién insensata que es causa del desequilibrio universal. Toda la complejidad de la sociedad contempo- Tanea esté armada y animada por la ley del traba- Jo: esta ley es una gran necesidad, una fatalidad que se ha abatido sobre los hombres y que es tan — 187 — inevitable para éstos como las leyes naturales, Asi para que el orden nuevo se apoye en grandes ba- ses normales, la razon y la légica exigen que la igualdad se realice en el principio mismo del traba- jo. Que todos y cada uno de los ciudadanos sean obligados a trabajar; que el capital, que no debe representar mas que el trabajo y que es actualmen- te una fuerza distinta que se engrosa y nutre por la explotacién y la especulacién, sea reducido a su verdadero empleo de medio de cambio, corres- pondiendo directamente a un trabajo real. Esto no es todo: nuestros antepasados habian dicho: “Todos los hombres son iguales ante la ley”. Si no realizaron ese sublime mandamiento, no fué solo porque dejaron subsistir en el inte- rior de la nacién causas vivaces de iniquidad; fué porque su ideal no estaba totalmente iluminado por la luz internacional, es decir, por toda la luz. Fué porque en la prodigiosa multiplicacion de la acti- vidad ‘moderna, con la facilidad y la necesidad de las comunicaciones constantes, los circulos nacio- nales son demasiado restringidos y resultan como especies de prisiones amuralladas por las fronte- ras—fronteras visibles erizadas de armas, fronte- ras comerciales y econédmicas que no tienen una importancia menos agresiva. Es preciso que las grandes leyes nuevas que han de aportar una verdadera justicia, que aporta- ran, podria decirse, la verdadera idea republica- na, tengan una extensién internacional. Esto es ooh — 188 — para encajar el interés particular en el conjunto de los esfuerzos y de los intereses ¢ instaurar, en fin, un orden social conforme al bien de todos, Ya es hora de reemplazar el ideal patridtico por e ideal humano. Aun cuando, ante las espantosas hecatombes de la guerra, no lo mandaran la fra, ternidad y la piedad, el mas estricto buen sentido lo reclamaria imperiosamente. Es posible que en determinados momentos de la evolucién histérica la agrupacién de los hombres en nacionalidades constitiyera un progreso: toda coordinacién de esfuerzos, toda comunidad de recursos y de ideas constituyen siempre un progreso social. Pero asis- timos al extrafio fendédmeno de que esa unidn cre- ciente haya cristalizado de pronto en bloques na- cionales; detencién de crecimiento, vicio de con- formacién. Es muy facil ver que la idea de patria _ 0, si se prefiere su sentido inofensivo de prefe- rencia personal y de culto sentimental, la idea de nacionalidad, restringe y desgarra a la humanidad y taja las inmensidades vivientes, S Nosotros nos conformamos, pues, al espiritu que animé a los grandes inventores sociales del siglo XVIII, diciendo que’ el mundo nuevo que Ievaban en su inteligencia y en su corazén se rea- lizard segtin sus votos si se da a la palabra igual- dad que ellos hicieron brillar aqui abajo el sentido sin limites que tiene: en las entrafias de la estruc- tura social, de una parte, en la superficie del mun- do, de otra, —— 189 — Es ser sencillamente justos, razonables y conse- cuentes consigo mismos proclamar que el ideal social debe traer la supresion de clases y fundir és- tas en la unica clase de los productores, y también que debe tener una extensién universal, Oid este pasaje: El orden nuevo “se propone esencialmente como fin suprimir toda explotacién del hombre por el hombre, abolir definitivamente la division de la sociedad en clases, aplastar sin piedad a todos los explotadores, realizar la organizacién socialis- ta de la sociedad y hacer triunfar el socialismo en todos los paises.” Lo que os acabo de leer es el articulo 3.° de la Constitucion de la Republica rusa de los Soviets. _ “He aqui lo que dirian nuestros antepasados si nos hablaran hoy. He ahi lo que nos dicen desde el fondo del pasado si sabemos escucharles. Los republicanos moderados 0 los republicanos radica- les, o los radicales-socialistas o ciertos socialistas, que pretenden continuar su tradicién, los traicio- nan en realidad. El pensamiento de los que conci- bieron la Declaracién de los Derechos del Hom- bre se expresa hoy por la boca de Lenin. Asi, si queremos imitarlos, no estrechamente, literalmente, como esclavos, sino de un modo vivo, como hijos, nos hemos de persuadir de que en el gran drama politico y social que no ha sido hasta ahora mas que el aplastamiento y la derrota de los pobres (los pobres que son a la vez los creadores — 190 — de In vida colectiva y los portadores de las cargas sociales), en este caso de miserias y de desdichas, no hay mas que dos ideas directivas, dos fuerzag militantes enfrentadas, dos solamente: los verda- deros innovadores, de una parte, y los conservado- res, de la otra; la extrema izquierda contra todo lo demas. Nada es mas falso ni mds funesto que imaginar que pueda haber algtin compromiso entre esas dos coaliciones, de las cuales, una se aferra mas o me-- nos al pasado y al presente—que es lo mismo—y Ja otra se agarra resueltamente al porvenir; una deja por una u otra raz6n subsistir los privilegios, y la otra tiende a una base nueva, precisa y segu-~ ra, en que el bienestar de cada uno esté logica- mente subordinado al de todos. Toda alianza, toda colaboracién es, en las condiciones de esta lucha, un fracaso para los innovadores. Sobre cimientos falsos no puede edificarse nada nuevo que no caiga pronto en ruinas. No hay reparacién posible para lo que debe ser reconstruido. Todo esta ligado. Si realizais un progreso aislado, los abusos subsis- tentes lo ahogaran. Si realizdis todos los progre- sos, menos uno, el que subsista corrompera los otros y los reemplazara. Por eso, las doctrinas mas intransigentes y mds rectas son a la vez las mas razonables. Los partidos intermedios, los evolu- cionistas, los reformistas se engafian a si mismos y engafian'a los demas; esta visto lo que la evo- lucién ha producido desde que el antiguo régimen — 191 — fuc derr pado por la fuer oportunis A ayudd, 4 a: la timidez de los © menos conscientemen- te, a reconstruir las viejas menti i ocur ria eternamente si la misma acumulacién de las desgracias y de las ruinas no forzase hoy a mirar las cosas con la audacia del realismo y no viniera asi en auxilio de la infalible légica y de la eterna moral. Ciudadanos, camaradas, he aqui a lo que que- ria Ilegar: No olvidemos jamas que la creencia que nosotros practicamos ha de ser contenida en los marcos mas amplios y mas audaces. La légica llega hasta el fin, la verdad es extremista, Esta verdad nuestra, que nos ilumina y nos habla, esta aun lejos de ser realizada, pero se reali- zara si los hombres comprenden que a ese precio obtendran su salvacin, saben mirarla cara a cara con la urgencia dramatica que conviene y no se asustan de su propia razon. Tal es la ensefianza luminosa e implacable que las revoluciones de ayer deben aportar a la de mafiana, st oa 2 a

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