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El, preparó el té, con unas gotas de limón y poco azúcar.

Ordenó la mesa
meticulosamente y puso el vaso de agua fría en medio de ella, en la mitad de
los dos.

Ella lo miraba fijamente mientras él coloreaba con sus ojos la sombra de su


cara proyectada en el vacío.

El quería hablarle de amor y ella empezó diciendo que quería alejarse.

Hubo silencio.

El lo presentía “hoy es un buen día para morir en tus ojos” pensó… y se lo


dijo.

Cali, 1998-01-10

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