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¿Cuáles son los efectos e implicaciones de la constitucionalización y la

globalización del derecho administrativo?

(Medina, 2012). La globalización ha determinado en buena medida el cambio en el


papel del Estado, que de prestador de servicios ha pasado a ser el garante de su
suministro por parte del mercado, cuya funcionalidad en ese entorno globalizado
demanda la homogeneización de los subsistemas que integran el derecho formal
del Estado. Esa transformación en el rol del Estado, parece más orientado a crear
las condiciones para hacer atractiva la realización de negocios en su territorio,
obliga a preguntarse si sigue estando en capacidad de satisfacer las demandas
sociales y si la adaptación del derecho nacional al modelo regulatorio garantiza la
vigencia de los principios del Estado social.

Se esboza la transformación del papel del Estado, de intervencionista y prestador a


garante de la prestación a través de la regulación, que resulta ser en gran medida
un instrumento jurídico – político funcional a la globalización económica, y la
manera en que el nuevo modelo económico del mercado regulado sería factible
continuar garantizando los derechos reconocidos por el Estado Social, a los cuales
la ciudadanía no está dispuesta a renunciar.

(Auby, 2010). El sistema científico del Derecho Administrativo contemporáneo se


enfrenta así a numerosos cambios. No se halla sujeto con ello a una mera
operación de ensanche –sumar al sistema de la defensa individual y colectiva un
nuevo esquema–, sino a una verdadera transformación. El Derecho Administrativo
contemporáneo ya no se concibe a sí mismo como un sistema aislado, encerrado
en los moldes que le vieron nacer, es decir, como Derecho típicamente nacional (i),
concentrado en el ejercicio de poder o de autoridad (ii), y como Derecho de
vocación «ejecutiva» o de aplicación cuasi-mecánica de una todopoderosa y
omnisciente legislación primaria (iii). Ninguna de esas tres coordenadas ha
permanecido inalterada a lo largo del tiempo18. La red de actores –públicos y
privados– que se insertan en la cadena regulatoria de cualquier sector o ámbito es
sumamente compleja y cambiante, cada uno de ellos con funciones o roles
específicos. Si a comienzo del siglo XX se hablaba de la «huida al Derecho
privado», a inicios del presente no debiera poder hablarse de la «huida al espacio
exterior», donde los sujetos públicos y privados resuelven y deciden sin los
principios que les rigen en el plano doméstico. Como también ha de prevenirse, en
otras palabras, la confusión a que inducen en ocasiones las clásicas divisiones
«interior-exterior», «nacional-supranacional», «nacional-internacional», entendidas
como «nosotros» y «ellos», y donde los «otros» –de nuevo– no son sino una
ficción, como con un notable artificio tantas veces se contemplan las decisiones
europeas, y más aún las «globales», en las que parece que el Estado no ha
participado, y de las que no ha formado parte.

(Valencia, 2016). El proceso de globalización representa un constante desafío


para la administración pública, acostumbrada a la existencia de estructuras
estables y poco dispuestas al dialogo con la sociedad. Los cambios acelerados
que todos estamos evidenciando en el siglo XXI son un constante desafío no
solo para las viejas instituciones acostumbradas a la estabilidad, la permanencia y
las decisiones autoritarias e impuestas a la sociedad, sino también son un desafío
para los ciudadanos y para la sociedad en general, quienes también deben
aprender a comunicar sus intereses de forma efectiva y participar de forma
más coherente y constante en las decisiones públicas.

El derecho administrativo deberá constantemente revaluar sus viejas instituciones,


buscando incluir a nuevos participantes, nuevos mecanismos de comunicación y de
ejecución de funciones, verbigracia, la aplicación del teletrabajo en las entidades
públicas, para lograr prácticas más democráticas conformes a las diversas
demandas de las sociedades. Para ello, el derecho administrativo deberá abrir sus
fronteras y ampliar su dialogo con otras áreas del derecho tales como el Derecho
Constitucional y el Derecho Internacional, así como con otras áreas del
conocimiento, desde la ciencia política y la sociología, hasta las ciencias
informáticas.

Aunque el siglo XXI se caracterice por ser un constante desafío, también podemos
verlo como un nuevo mundo de posibilidades para la construcción de un futuro
mejor, mediante la construcción de colectivos inteligentes que valoricen el
conocimiento y las competencias existentes en los diversos grupos sociales.

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