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La incidencia de movimientos sísmicos en edificaciones

Las estructuras se dimensionan, normalmente, para cargas de tipo gravitatorio, es


decir, cargas estáticas que actúan sobre un elemento. Las acciones sísmicas, así como otras
acciones no gravitatorias, son cargas dinámicas. Cuando se somete una construcción a
movimiento horizontal del terreno, se generan fuerzas laterales (fuerzas de inercia o
fuerzas sísmicas). Las fuerzas a que es sometida la estructura dependen de su masa y de su
altura; mientras más peso en la parte superior, mayor es la fuerza lateral que se generará en la
construcción. El movimiento que generan los terremotos consiste en una vibración en la
superficie de la tierra cuya dirección contiene las tres componentes espaciales: dos
horizontales y una vertical. Ese movimiento vibratorio produce unas fuerzas de inercia que
sacuden los edificios horizontal y verticalmente, y en algunas ocasiones también se generan
fuerzas de rotación que complican todavía más el comportamiento y la estabilidad de la
estructura. Realmente, la componente horizontal de la acción sísmica (en cierto modo similar a
la del viento) es mucho más importante que la vertical, ya sea la estructura de
mampostería, ladrillo, hormigón o acero. Aunque en algunos terremotos de gran
magnitud se han llegado a registrar aceleraciones horizontales próximas a la de la
gravedad, movimientos más pequeños pueden producir daños muy graves en los
elementos verticales de los edificios (pilares, columnas, muros…), que son los que más influyen
en su estabilidad, por lo que un fallo en ellos puede hacer colapsar el edificio. Por tanto, se
requiere que la seguridad sismorresistente sea superior en los nudos que en sus piezas -vigas o
pilares- y que la de estos últimos sea superior a la de las vigas (viga débil – pilar fuerte).

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