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Leccion 36
Disciplulado
En una ocasión un piloto de una línea aérea anunció a los pasajeros que estaban
perdidos, sin poder encontrar su destino, pero aseguró que no debían
preocuparse pues vuelo iba muy veloz gracias a un fuerte viento a su favor.
Si los líderes de muchas iglesias fueran honestos tendrían que hacer un anuncio similar
en su iglesia: "No sabemos a dónde llegaremos con todo nuestro activismo, pero que
somos activos como nunca antes, ni por un minuto lo ponemos en tela de duda...
estamos muy bien." Las gentes de muchas iglesias se sienten muy contentas porque
realizan muchas actividades pero... ¿qué estamos logrando realmente con todo eso?,
¿cuáles son los resultados concretos las personas?, ¿para qué se hace toda esa labor?,
¿es la mejor forma de hacerla? Estas y otras preguntas requieren de una respuesta
honesta a la luz de la vida de Jesús.
Lo trascendental para Jesús en su misión en la tierra fueron las personas. Ellas eran su
visión y su metodología. Su meta era conducirlos hasta la salvación eterna y formarlos a
Su propia imagen, con su particular método de involucrarse personalmente en sus vidas,
discipulados para ser como Él y después, enviarlos a hacer a otros lo que Él hizo con
ellos.
El ministerio de Jesús fue sencillo y profundo, mas para algunos no resultó muy eficaz:
"No" tuvo resultados perfectos (tuvo un traidor -Judas-, multitudes que le guían pero
demandantes y cambiantes, discípulos que le abandonaron en su hora las difícil). Sin
embargo con todos estos multados "imperfectos", Jesús no cambió su estrategia. ¿Por
qué, entonces, la cambiamos nosotros? Jesús dijo: "Como me envió el Padre, así
también yo os envío."
Todo ministerio debe ser medido por la forma como se involucra con las personas. Un
día, cuando iba camino a su oficina, un ejecutivo de una organización cristiana de
servicio social, al ver a un niño mal nutrido, tuvo conciencia de que estaba trabajando
con personas y no con cantidad de kilos distribuidos a los necesitados. Esta misma
conciencia debe despertarse en nuestras iglesias para que los líderes no busquen
números de asistencia y presupuesto sino mujeres, hombres, niños, ancianos con
nombres, rostros y realidades muy particulares. La formación de discípulos nunca debe
o puede institucionalizarse a fin de no perder la esencia del proceso.
Por tanto, el trabajo diario con personas implica ayudarlas a que Cristo sea formado en
ellas, y esto requiere de perseverancia, paciencia y ante todo, conciencia de que Dios
les dio libre albedrío. La perseverancia es indispensable para seguir trabajando con
individuos y la paciencia es básica, para evitar caer en desesperación y deserción
cuando se ven los pocos resultados y la resistencia de los otros a crecer.
De hecho, el proceso es tan complejo y difícil en el sentido humano, que muchas iglesias
terminan sustituyéndolo por opciones humanas y carnales. Unas optan por sistemas
legalistas para controlar el comportamiento, otras escogen espiritualizar la vida cristiana
y valorizar las expresiones emotivas como manifestaciones espirituales trascendentales.
Empero, el primer caso nos hace recordar la crítica de Jesús a los fariseos cuando
señalaba que el problema procedía del interior de la persona: "lo que sale de él, eso es
lo que contamina al hombre" y por tanto, para Él las leyes externas no tienen ningún
valor al modificar el interior de otros (Marcos 7) y el segundo asunto resulta en
religiosidad sin transformación.
Las personas ya han sufrido suficiente con los legalismos impuestos y con la falsa
religiosidad producida por las expresiones emotivas. Por eso es tiempo de andar en la
dirección correcta -la que Jesucristo mismo tomó- y de perseguir la misma meta que Él:
formar a Cristo en cada persona que ministremos. ¡Involucrémonos en la vida de ellos!
¿Dónde están sus "Juanes", sus "Martas" y sus "Pedros"? Ellos, una vez ya formados y
enviados, son la esperanza, estrategia y cumplimiento del deseo de nuestro Dios. En el
tiempo oportuno ellos darán el fruto deseado en el reino eterno de nuestro Padre.
¡Adelante!
Nuestra tarea es capacitar, inspirar, guiar, entrenar y trabajar junto con los
ministros laicos como «maestros de maestros», «pastores de pastores» y
«asesores de asesores».
La vitalidad del ministerio del laicado puede estar alcanzando un nivel que no ha existido
desde las primeras décadas del movimiento cristiano. Las potencialidades de este
desarrollo son casi ilimitadas. Es como una brisa fresca que sopla a través de la iglesia,
despertando a crecientes grupos de hombres, mujeres y jóvenes laicos para que
asuman este excitante ministerio para todas las personas. Este renacimiento laico se
basa en el descubrimiento de la conceptuación de la iglesia de acuerdo con el Nuevo
Testamento: el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo y la comunión del Espíritu Santo en
las cuales cada miembro tiene un ministerio. La palabra neotestamentaria laos, de la que
deriva el término "laicado", ¡Se refiere a todos los cristianos! El "ministerio de la
reconciliación" (que describe 2 Co 5.18) era confiado a toda la iglesia, no a un ministerio
profesional apartado.
A medida que el "pastorado de todos los creyentes" se convierte en una realidad dentro
de una congregación, los laicos escapan de su situación de "espectadores" y comienzan
a realizar sus ministerios personales. Su propio crecimiento espiritual se ve estimulado
en la medida en que ponen a trabajar su fe en el servicio directo. Las necesidades que
no han encontrado respuesta y que existen en cada iglesia y comunidad son tan
numerosas y variadas que un pastor que trabaja solo posiblemente no podrá resolver
más que una pequeña fracción. El ministerio de cuidado que ejerce una iglesia para con
los solitarios, los enfermos, los ancianos, los afligidos, los que no pueden salir de sus
casas, los extranjeros, los confinados, los explotados, los oprimidos social y
económicamente, puede cuadruplicarse si se involucra totalmente a los laicos
capacitados para realizar esta tarea de cuidado. Cuando los laicos consagrados se
convierten en pastores informales para sus vecinos, sus colegas y los miembros de su
iglesia, se convierten en la iglesia, el cuerpo de Cristo que sirve a los necesitados.
Capacitar a los laicos en el ministerio de cuidado de la iglesia es mucho más que "hacer
que un grupo de gente ayude al pastor en la visitación". Creemos que el cuidado
pastoral desarrollado por los laicos manifiesta la propia naturaleza y el fundamento de la
iglesia como una comunidad de cuidado con su sacerdocio común de todos los
creyentes. Provee de un lugar en la vida y en el ministerio de la iglesia para aquellos que
escuchan y creen, y desean poner su fe en práctica de una manera visible y tangible.
La capacitación de los laicos para el cuidado es una de las claves para la revitalización y
el crecimiento de una congregación. Las investigaciones realizadas sobre temas como el
crecimiento de la iglesia y su declinación muestran que un ministerio de cuidado fuerte y
amplio es una variable crucial para la sanidad y el crecimiento de una congregación.
Este tipo de ministerio no es posible salvo que los laicos capacitados estén
profundamente involucrados en el cuidado dentro de la congregación y en su
comunidad.
La resistencia que tienen muchos pastores a involucrar a los laicos de esta manera debe
resolverse o al menos reducirse antes que se ponga en marcha de manera completa un
programa eficaz para el cuidado por parte de los laicos. Algunos ministros sienten culpa
cuando piden a otros realizar tareas de cuidado pastoral. El "complejo de ser
indispensables" hace que compartir este ministerio con el laicado resulte amenazador.
Algunos pastores permiten que se les recargue tanto con las demandas y las
necesidades de su gente, que dedicar tiempo para capacitar a los laicos parece una
carga adicional imposible. Lo que es más, a la mayoría de los pastores en el seminario
no se les mostró la importancia crucial de capacitar a los laicos para las tareas de
cuidado, ni aprendieron las técnicas de supervisión que se requieren.
Consecuentemente muchos pastores se sienten inadecuados para esta área del
ministerio y algunos lo son. Debemos repensar la imagen que los pastores tienen de sí
mismos y aumentar sus capacidades para supervisar de modo que la capacitación del
ministerio laico pueda ser una parte tanto central como satisfactoria de su tarea.
La resistencia que existe en los pastores se ve reforzada por ciertas actitudes que
prevalecen en la mayoría de las congregaciones. La respuesta inicial de algunos
miembros de la iglesia, cuando se les presenta la idea de capacitar a los laicos para la
tarea de cuidado, es: "Le pagamos al pastor para que nos dé cuidado pastoral y no para
que les enseñe a otros a hacerlo". Algunos miembros de la iglesia sienten que los ayuda
un aficionado de segunda clase cuando los visita un laico. Tanto los pastores como las
congregaciones necesitan aprender que capacitar a los laicos no es una manera que
tiene el pastor de pasarles el fardo de sus obligaciones, sino un modo poderoso de
profundizar, ampliar y compartir el ministerio de cuidado con toda la congregación. No
reemplaza el cuidado pastoral que hace el pastor, sino que lo complementa y lo
incrementa en gran manera.
Una de las preocupaciones de los pastores se relaciona con la calidad de los programas
de cuidado y de ayuda a cargo de laicos. ¿Es realmente posible que los laicos den
ayuda eficaz a los cargados, a los afligidos? Los estudios han confirmado la eficacia de
la tarea de ayuda que realizan los laicos y de los para profesionales. Se ha demostrado
que aquellos que han recibido una capacitación inadecuada y que no son supervisados
puedan hacer daño, particularmente si tratan de trabajar con individuos o familias que
necesitan asesoramiento o terapia. (Por supuesto que lo mismo puede decirse de los
pastores y de otros profesionales que han recibido una capacitación inadecuada o no
son supervisados.) Pero la evidencia clara es que al hacer cuidado pastoral, ¡los laicos
bien capacitados pueden hacer una contribución constructiva y única al ministerio de
cuidado global de una iglesia, un hospital o cualquier otra institución!
Los ministerios laicos para el cuidado están floreciendo en muchos lugares. Algunos
ejemplos:
7. ¿Cuál debe ser la finalidad del pastor con relación a los laicos?
9. ¿Por qué algunos pastores se resisten a entrenar a los laicos para el cuidado
congregacional?