El 6 abril, tus hijos y nietos despertamos con una noticia, el abuelito había
fallecido… Quizás en ese momento por la mente de todos nosotros, pasaron
diversos sentimientos, de incertidumbre e incredulidad, pero en el fondo, como una daga, estaba la certeza de que ya no te volveríamos a ver.
Aun así, al mirarnos al espejo y reconocer en nosotros mismos tu presencia,
continuamos celebrando tu existencia, a través de los que seguimos en la vida. Hoy te miramos con amor y compasión, agradeciendo de ti la vida, las enseñanzas, las historias, las palabras, lo dicho y no dicho, el café sin azúcar y las viejas historias con las que nos recreaste en nuestra niñez.
Hoy asentimos con amor a tu destino y el nuestro, asumiendo tu transformación, el
paso de la vida finita a la magnitud de la eternidad, a la unidad con la fuente infinita, pletórica de grandeza, percibiéndote en el sol de la mañana, el susurro del viento, o en aquella habitación de al lado de las escaleras, en donde pasaste la mayor parte de tu vida mirando por la ventana, quizás anhelando y recreando lo que ya no fue y aunque sabemos que existieron momentos difíciles en tu vida, este no sería instante para recordarlos.
Abuelito, tu esposa, tu hijos, tus nietos y bisnietos te acompañamos en este
transito, en este cambio, en donde tu partida más que una ausencia y vacío es una motivación para llevar tu legado con honor. Te amamos.
En nombre de la familia Cañón Santa y descendientes, agradecemos a la
institución de la Policía Nacional de Colombia por acoger al agente retirado José Homero Cañón en sus años de servicio, con los honores merecidos, al monseñor y demás presentes, por su asistencia y acompañamiento en este viaje que ha emprendido hoy el esposo, el padre y el abuelo. Mil gracias.