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Resumen
Este escrito reflexionará en la visión merleau-pontiana referente a la relación entre filosofía y litera-
tura expresada en lo que el filósofo francés concibe como el lenguaje artístico. El filósofo propondrá
una alternativa al analizar la cualidad del silencio que se manifiesta en el lenguaje artístico. Por en-
de, indagaremos, principalmente, en las cuestiones de arte (pintura) y literatura que se observan
desde su obra póstuma La prose du monde, en la cual se hace presente el desarrollo de reflexiones
que consideran la importancia del lenguaje literario tanto como para la existencia como para lo que
el filósofo concibe respecto al lenguaje. Desde la comprensión de las voces del silencio como lenguaje
vivo, se fundamentará el nexo entre literatura y filosofía, que abrirá nuestro estudio a una reflexión
en torno a la posibilidad.
Abstract
This paper analyzes the merleau-pontian vision concerning the relationship between philosophy
and literature expressed in what the French philosopher conceived as artistic language. The philos-
opher will proposes an alternative in the analysis of the silence that is manifested in the artistic lan-
guage. We will inquire, therefore, on issues of art (painting) and literature observed from his post-
humous work La prose du monde, which is a reflection that consider the importance of literary lan-
guage, as well as existence, and as to what the philosopher conceives about language. From under-
standing the voices of silence as a living language, we will be able to see the link between literature
and philosophy, which opens our study to a reflection of the possibility.
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Gabriela Molina • M. Merleau-Ponty y los alcances del silencio en la palabra literaria
Resonancias. Revista de Filosofía No. 4, 2018
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da, tal como está para nuestro existir. Así, sólo este hay previo puede hacer retornar
nuestra vista a lo vital (Merleau-Ponty 1986 11).
Esta necesidad denunciada por Merleau-Ponty la podemos encontrar en lo
que respecta al trato con el lenguaje, como, por ejemplo, en el modo con el cual el
filósofo concibe el auge de la lingüística y la gramática. Advierte que debe existir
un cuidado frente a la visión positivista y empirísta en torno a la lingüística, donde
se recalca una visión y una reflexión en torno a poder perfeccionar el lenguaje en el
mayor grado posible. En esto estamos presenciando un riesgo concreto, ya que, si
sólo se considera el lenguaje desde esta perspectiva, se acota el mismo a un mero
medio o instrumento de comunicación. Por ende, el anhelo de crear un sistema
signos que tendrían un sentido universal válido para todos,2 se convertiría en una
contradicción, ya que este sistema universal sería una limitante del propio lengua-
je, en donde el establecimiento de la universalidad no permitiría el paso a otras
significaciones posibles de un término, ni posibilitarían la variabilidad, por ejem-
plo, que los idiomas y las culturas se permiten en sus propias lenguas y en sus pa-
labras. Exploremos brevemente una consecuencia inmediata de esta posibilidad:
aquel quien hable, así como aquel quien hace ciencia del lenguaje, debería construir
su reflexión dentro de este parámetro de efectividad universal que toma como mo-
delo el método científico,3 y que no permitirá el paso o la reflexión en aquello que
pueda ser efectivo o posible fuera del método. Por lo tanto, las variables de lo po-
sible en la literatura serían consideradas como irrelevantes para los estudios exac-
tos en torno al lenguaje. El filósofo francés denuncia síntomas sobre esta cuestión
en las primeras páginas de La prose du monde. Establece una clara mención a lo cien-
tífico, proponiendo una relación entre el concepto de algoritmo y el lenguaje, donde
nos señala:
[…] el algoritmo atribuye a unos signos escogidos unas significaciones definidas a propósito y con
toda precisión. Fija un cierto número de relaciones transparentes; instituye, para representarlas,
símbolos que por sí mismos no dicen nada, que por tanto no dirán nunca más que lo que se ha con-
venido hacerles decir. Habiéndose sustraído así a los deslizamientos de sentido que dan origen al
error, en principio se halla seguro de poder, en cada instante, justificar completamente sus enuncia-
dos recurriendo a las definiciones iniciales. Cuando se trate de expresar con el mismo algoritmo
relaciones para las que no está hecho o, como suele decirse, problemas «de otra forma», tal vez sea
2 Esto nos presenta una primera limitación: encerrar el lenguaje solamente al habla, a la comunica-
ción por la palabra dicha, la literalidad o, desde la perspectiva merleau-pontiana, a puro signo.
3 En detalle, la referencia mencionada surge de la lectura de la primera sección de La pose du monde,
Merleau-Ponty dedica una detallada argumentación y comentario respecto a las cualidades científi-
cas – como el método, cálculo, fórmula, objetividad, etc. – que predominan en la base argumentati-
va de los discursos actuales. (cf. Merleau-Ponty 1971 15, 54)
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necesario introducir nuevas definiciones y nuevos símbolos. Pero si el algoritmo cumple su oficio, si
quiere ser un lenguaje riguroso y controlar a cada momento sus operaciones, es preciso que no se
haya introducido nada implícito, que las relaciones nuevas y antiguas formen, juntas una sola fami-
lia, que se las vea derivar de un solo sistema de relaciones posibles, de suerte que no se dé nunca
exceso de lo que se quiere decir sobre lo que se dice o de lo que se dice sobre lo que se quiere decir,
que el signo siga siendo simple abreviación de un pensamiento que en cualquier momento podría
explicarse y justificarse por entero (Merleau-Ponty 1971 27).
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una cuestión existencial, donde el lenguaje no sólo se habla o se escribe, sino que
inicialmente se vive. Por ende, debemos comprender primariamente que, una se-
guridad de un sistema lógico del lenguaje nos cuesta la posibilidad de lo que el
filósofo francés presenta como la experiencia originaria del lenguaje4, o sea el len-
guaje vivo. Esta problemática es la base general con la cual se hace manifiesta la re-
flexión del arte y la literatura desde la filosofía merleau-pontiana. Textos como La
doute de Cézanne, (1996 13, 33) o Signes (2001) presentan un trasfondo reflexivo que
no se deja llevar por una argumentación absolutamente objetiva, y que da paso a la
oportunidad filosófica de poder introducirnos en las cuestiones artísticas desde la
vereda del arte como fenómeno expresivo.5 Así el lenguaje vivo al que se referirá el
filósofo nos permitirá la posibilidad de analizar la voz del silencio.6
En primera instancia podemos ver la tensión entre lo que se considera la ob-
jetividad de una prosa filosófica que se autolimita,7 que se construye desde la cer-
teza y que, a su vez, no se abre a explorar las variantes de las posibilidades de la
condición humana. Sin embargo, pareciera que la prosa literaria y el arte literario
en general poseen una capacidad única para (re)presentar el mundo y las acciones
humanas. El interés merleau-pontiano por la lectura de textos de literatura perte-
necientes al realismo literario francés de la segunda mitad del siglo XIX, - con su-
mos exponentes como por ejemplo Stendhal y Balzac - representa una base funda-
mental para entender la referencia a la cualidad de lenguaje vivo que le atribuye al
lenguaje literario.
Ahora bien, la representatividad del realismo literario francés que analiza
Merleau-Ponty, no sugiere sólo una dimensión puramente duplicativa, en el senti-
do de que la literatura analizada sea solamente un reflejo exacto y preciso de la
realidad de una época. Al comprender la relevancia del realismo literario francés
4 “[…] La palabra "tiene" su propio sentido, el poder de significar o interpretar, porque se encuentra fundada
en la experiencia corporal del mundo. Si la percepción es ya expresión, comprensión inmediata de sentido, lo
es porque lo propio de la experiencia humana es ser una experiencia de lenguaje en la que el hombre mismo se
vive como palabra: no hay un sujeto o pensamiento del lenguaje, sino que es el propio cuerpo el que habla.”
(Gamboa 2005 127).
5 Merleau-Ponty (1996 23) señala: “L’artn’est ni une imitation, ni d’ailleurs una fabrication suivant les
en orden a nuestro análisis. Primero en La prose du monde (1969), y segundo, en el ensayo titulado Le
langage indirect et les voix du silence, en Signes (2001)
7 Para el filósofo el lenguaje del crítico - por ejemplo, el crítico de arte o el crítico literario - y sobre
todo el lenguaje del filósofo, tiene la ambición de tratar de convertir en certeza este asidero resbala-
dizo que nos ofrece la literatura en torno a la experiencia (cf. Merleau-Ponty 1971 141).
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8En orden a nuestro escrito, y siguiendo la idea merleau-pontiana primaria, la estructuración dife-
rencial entre estos dos tipos de lenguaje es puramente estructural (cf. Merleau-Ponty 2006 50, 51).
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El lenguaje nos lleva a las cosas mismas en la exacta medida en que, antes de tener una significa-
ción, es significación. Si no se le concede más que su función segunda, es porque se da por supuesta
la primera, se le suspende de una conciencia de verdad cuyo portador es él en realidad y, en fin, se
pone el lenguaje antes del lenguaje” (Merleau-Ponty 1971 40).
Este lenguaje vivo, originario, se da en unidad. Esta unidad es la que nos hace po-
sible el contexto significativo de lo artístico. Y a su vez, esta unidad del lenguaje
permite un suelo en común que sustenta la posibilidad de la transmisión de un
mensaje, y la amplitud receptiva del mismo. Más aún, Merleau-Ponty no diferencia
en una parte activa en el mensaje artístico (por ejemplo, el creador de la obra) y
una parte pasiva que recibe el significado (el espectador o lector) sino que, para el
filósofo francés, ambas partes funcionan activamente en el lenguaje artístico.
Abordaremos entonces como ambas partes, necesarias y activas, no pueden subsis-
tir sólo por sí mismas.
Desde Merleau-Ponty podemos establecer dos principios básicos para nuestro aná-
lisis: Primero, la radical importancia del arte y la literatura no se funda en los deri-
vados objetivos y críticos que podemos desprender de una lectura metódica de la
misma. Y segundo, que si hemos de establecer una definición general de arte y lo
literario, diremos, desde el filósofo francés, que es la expresión de una realidad pre-
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La obra consumada no es, pues, la que existe en sí como una cosa, sino la que espera su espectador,
lo invita a retomar el gesto que la ha creado y, salvando los intermediarios, sin otra guía que un
movimiento de línea inventada, un trazo casi incorpóreo, a reencontrar el mundo silencioso del
pintor, en adelante proferido y accesible (Merleau-Ponty 2006 59).
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cretos, pero que en la obra se hacen accesibles y por lo tanto proferidos por los
mismos artistas. Esto es lo indecible para la obra, así como también las sensaciones
a las cuales la obra nos transporta. Es un caminar incesable, una palabra no dicha,
un gesto que, tal vez, se lee rápidamente en la sucesión de hechos de una lectura
literaria, pero que sin decirnos nada en concreto, acarrea en sí mismo la esencia del
sentido de la obra. Esta es la referencia a ese silencio del arte en Merleau-Ponty, un
silencio lleno de sentido, un silencio que da que pensar la posibilidad de un silen-
cio impredecible y abierto, así como la vida misma.
Ahondando en esto, por ejemplo, la obra no se puede entender en sí misma,
ausente de todo tipo de espectador, no se puede comprender sola, sin que sea vis-
ta, espectada y performada. El hecho es simple, un cuadro o una narración litera-
ria, no es una obra que subsista por sí misma, sin la necesidad de un espectador, no
al menos en lo que respecta a su posibilidad de sentido. La interrelación que aquí
se da es la que invita a retomar el gesto de quien ha creado la obra y esto se con-
vierte en el todo de la obra siempre ligado a escuchar esta voz silenciosa. Especta-
dor y pintura, novela y lector no se pueden concebir como entes diferentes que
puedan, individualmente, hacer nacer el sentido. En torno a esta voz del silencio y
su apertura a los sentidos posibles Merleau-Ponty nos dirá:
Habrá que llevar por tanto a una idea distinta de proyección, de acuerdo con la cual la palabra no
sólo despierta en mis pensamientos anteriores, ya formados, sino que además me introduce en un
movimiento de pens.amiento del que no hubiese sido capaz por mí solo, y me abre finalmente a
significaciones extrañas (1971 175)
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ciada, debemos considerarla sobre el fondo silencioso que la precede, que nunca
deja de acompañarla, y sin el cual no diría nada (1971 80).
Por lo tanto, los silencios en el lenguaje artístico abren el despliegue para la
significación y el sentido, ya que la propuesta merleau-pontiana evoca un silencio
que debe ser reconocido como una característica fundamental del lenguaje. El tra-
bajo merleau-pontiano nos pone frente a reconocer que en el mundo de la vida
existen cuestiones que sobrepasan lo decible. Y la literatura, la pintura y su propio
lenguaje artístico expresan más de lo que se desprende en concreto de la obra, y de
cualquier consideración cuantitativa de la misma. Merleau-Ponty nos confronta
con los silencios de lenguaje, porque percibe un símil directo de estos con la vida
misma, en cuanto a que también comprende un carácter de lo que queda en entre-
dicho, y tal entredicho es, a su vez, indeterminable, como aquello que se dice más
allá o más acá de los hechos, o sea lo que se intuye o se insinúa a través de ellos. En
La prose du monde, el filósofo señala:
Lo que hay de azaroso en la comunicación literaria, lo que hay de ambiguo e irreductible a la tesis
en todas las grandes obras de arte, no radica en un defecto provisional de la literatura, cuya supera-
ción podría esperarse, sino que es el precio que hay que pagar por tener un lenguaje conquistador,
que no se limite a enunciar lo que ya sabíamos, sino que nos introduzca en experiencias extrañas, en
perspectivas que nunca serán las nuestras y nos desembarace al fin de nuestros prejuicios (1971
139).
Sobre esta cita desprendo tres ideas fundamentales: Primero, considerar que exis-
ten secciones de la comunicación literaria, específicamente referido al silencio lite-
rario que hemos desarrollado en nuestro análisis, que podrían considerarse como
un azar sin intención concreta en la narración. Sin embargo, esto no representa,
desde la perspectiva merleau-pontiana y dentro de la propuesta de nuestro escrito,
una carencia del texto literario, sino que más bien se preserva como una de sus
cualidades primordiales, ya que no son simples azares sin intención, sino que lo-
gran un espacio de sentido dentro de la obra. El carácter de ambigüedad irreductible
del lenguaje artístico y de la obra literaria en general que nos menciona en la cita
anterior Merleau-Ponty, nos otorga la posibilidad de una fuente de sentido que nos
abre a la multiplicidad del mismo. En segundo lugar, considerar el carácter de am-
bigüedad del lenguaje literario en un modo peyorativo, o sea como aquello que
nada nos puede proporcionar sobre la obra, sometería a reducción el lenguaje artís-
tico, ya que ahogaría la propiedad de la literatura de exponernos a redescubrir
aquellos caracteres propiamente ambiguos del mismo mundo de la vida. Y, en ter-
cer lugar, la obra literaria no solamente nos introduce en aspectos cotidianos y
mundanos de la experiencia vital, ni sólo a lo que conocemos, sino que supera lo
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9 En torno a esta idea podemos profundizar en el agudo análisis en torno al vínculo entre literatura
y democracia llevado a cabo por J. Derrida. Afirma que esta posibilidad de la literatura de poder
decirlo todo, y del derecho a decirlo todo no puede verse interrumpida bajo ningún sentido, e in-
cluso liga este planteamiento a la posibilidad de la democracia. Sin literatura, por ejemplo, cuando
se produce la censura de libros, la quema de los mismos por los gobiernos totalitarios, se manifiesta
un claro síntoma de la pérdida de la democracia. Ambas cuestiones ligan su sentido y destino (cf.
Derrida 2011 61, 62).
10 Sobre este respecto hacemos referencia a la filosofía tradicional desde la comprensión derridiana
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Bibliografía.
———— La prosa del mundo, trad. por Francisco Pérez Gutiérrez. Madrid: Taurus,
1971.
———— El ojo y el espíritu, trad. Jorge Romero Brest. Barcelona: Paidós, 1986.
cendentes, buscando así representar, dar razón y sentar sobre suelo seguro sus suposiciones, o sea,
dentro de un margen de garante de verdad. Para Derrida la violencia con la cual se imponen los
discursos descansa en la búsqueda de fundamentos inmutables y en el anhelo de homogeneidad de
los temas tratados por la filosofía (cf. De Peretti 1989 23, 32).
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———— Elogio de la filosofía, seguido del lenguaje indirecto y las voces del silencio, trad.
por Amalia Letelier. Buenos Aires: Nueva Visión, 2006.
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