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Este ensayo discutirá la novela histórica más reciente de Gabriel García Márquez, Del
amor y otros demonios (1994) con sus matices mágico-realistas y autoconscientes, es decir, que a
la vez que expone una historia, discute su proceso creativo. 1 La fricción entre el texto 'original' de
la historia colombiana y el ficticio de la novela, será motivo de meditación en este trabajo. El
discurso de ella se interpretará como una exploración de la identidad hispanoamericana bajo el
sistema colonial español que se construye y se destruye a la vez mediante la exposición del
personaje central, Sierva María de Todos los Ángeles, niña de doce años (hija de una mestiza y de
un marqués español), metáfora del colonizado.
La exposición del 'ser’ bajo el colonialismo será analizada a través de la herencia étnica y
familiar, el estado físico, mental y moral de esta joven mujer, es decir, su condición de enferma y
loca, de santa y de prostituta, características que la sitúan en fronteras geográficas, médicas y
morales límites. Sierva María se localiza en una frontera indefinida entre dos mundos: el negro e
indio americano y el blanco europeo: el mundo sano y el mundo enfermo; el mundo moral y el
amoral. La enfermedad de María Mandinga, su locura (supuestamente originada por una
mordedura de perro), será vista como una metáfora política e histórica en Del amor y otros
demonios, a la vez que el exorcismo y la Inquisición, serán expuestos como los medios represivos
para acallar al colonizado.
Bajo el aparente relato de la breve e intensa historia de amor entre Sierva María de Todos
los Ángeles de doce años de edad con el sacerdote Cayetano Alcino Del Espíritu Santo Delaura y
Escudero, de 36 años, el discurso de la novela debate la complejidad de sistemas simbólicos,
durante el período colonial español, entre los cuales el lenguaje, las reglas de matrimonio y del
amor, las relaciones económicas, el arte, la ciencia y la religión cuentan como las más
importantes. Consciente de la incapacidad de las culturas de ofrecer a todos los humanos la
misma forma de entrar en el orden simbólico, el discurso de la novela centra a una mujer -
situada normalmente en un punto intermedio entre la cultura y la naturaleza, en un nivel más bajo
que el hombre- para diseminar su significado cultural. De aquí la importancia del papel de Sierva
María como transgresora del orden colonial.
La novela se abre con dos páginas introductorias sin título, a manera de prólogo (gesto
similar al volumen de Doce cuentos peregrinos, 1992) que enfatizan dos eventos pertinentes a la
creación de la novela: el primero, la destacada posición del narrador quien como reportero testigo,
en el ano de 1949, presencia el vaciamiento de las criptas funerarias del antiguo convento de
Santa Clara, vendido ya para construir un hotel de cinco estrellas. Allí encontró "la noticia", es
decir, el cuerpo de Sierva María de Todos los Ángeles, con una larga cabellera de "veintidós
metros con once centímetros", (11) (alusión al cabello del epígrafe de Santo Tomás en la novela)
protagonista de la historia, en medio de desórdenes de huesos de tres generaciones de obispos y
abadesas, entre otros. El evento de presenciar la "noticia", le confiere autoridad al narrador, a la
vez que el discurso le identifica con el grupo de escritor-historiador y arqueólogo, todos ellos
rescatando temas (cuerpos), clasificando información (huesos) e identificando los objetos
(palabras).3
El segundo evento anunciado en este prólogo, que pone en tela de juicio la autoría de la
novela, es la feliz coincidencia de haber encontrado en el cadáver de Sierva María de Todos los
Ángeles con su espléndida y mágica cabellera, la fuente de la leyenda que su abuela le contaba
cuando era niño, origen a su vez, del texto de la novela. Una escurridiza leyenda (oral), una
incipiente arqueología (huesos en fosas erradas) y un episodio autobiográfico, se citan como
fuentes de la novela que se comienza a construir en 1949, tres siglos más tarde de haber sucedido
los eventos y se publica en 1994, cuarenta y cinco años después del desmantelamiento de la
cripta.4
Sin embargo, García Márquez no cuenta en su introducción, que además de la leyenda
oral que su abuela le transmitió, Sierva María existe en la 'Historia Oficial' de Cartagena de Indias,
en textos, que por sus abiertas 'coincidencias' y conociendo el rigor investigativo del escritor
colombiano, seguramente consultó. Me refiero a la 'hechicera' Lorenza de Acereto, juzgada por el
Tribunal de la Inquisición en 16135 García Márquez entonces, estaría reescribiendo el texto de un
caso histórico de una víctima de la Inquisición en Cartagena de Indias en el siglo XVII (que supera
la mera leyenda en detalles) como pretexto para recrear los conflictos culturales que dramatizan
una situación colonia¡, emparentando la antropología con la novelística y el psicoanálisis, como
disciplinas hermenéuticas (ya que todas ellas giran alrededor del estudio de significados). El
narrador-analista, funciona como una especie de intérprete, estableciendo comunicación entre los
variados sectores de poder (el estado, la iglesia, los textos); la lealtad de García Márquez aquí no
parece inclinarse hacia el discurso del poder colonial ya que no busca para el personaje central
una posición 'cultural aceptable', sino más bien, una aceptación equitativa de la cultura del 'otro'
(el colonizado).
Sinteticemos las características del sujeto Sierva María de Todos los Ángeles o María
Mandinga, y veamos cómo se 'construye' su realidad, es decir, sus actividades significativas,
culturalmente específicas y generalmente inconscientes. Su nacimiento, su apariencia física,
infancia, localización y lenguaje; sus gustos e inclinaciones; la percepción de los otros hacia ella, y
su condición de "enferma" sitúan a este personaje en la frontera, en bordes indefinidos entre los
dos mundos: el negro americano y el blanco europeo; el mundo sano y el mundo de la locura.
Así como su origen y crianza se tiñen de dos colores, su espacio físico fluctúa entre
desplazamientos de los dos mundos: el de los amos (la casa de sus padres biológicos y blancos) y
el de los esclavos (el patio y zonas intermedias) donde habitan el resto de los negros y Dominga,
su 'madre de leche', (no la biológica, cuestionando así la familia como legado cultural).
Y es así que María Mandinga, bajo sospechas de posesión demoníaca dictaminada por el
Obispo por "las convulsiones obscenas y sus ladridos en jergas idólatras" (76) es internada en el
Convento de Santa Clara, adonde simbólicamente la conducen vestida de Juana la Loca en un
Domingo de Ramos, hasta "desaparecer en el pabellón de las enterradas vivas" (84). La llevan a la
última celda, al lado del pabellón que sirvió de cárcel a la Inquisición, "a los noventa y tres días de
ser mordida por el perro y sin ningún síntoma de la rabia" (87), mientras es llamada "engendro de
Satanás" por las monjas, pero animada por las esclavas negras que cuidan el presidio. Desde este
momento, la rabia (enfermedad virulenta transmitida por animales) y la posesión de los demonios
(enfermedad inventada o 'interpretada' por la Iglesia) se confunden en una sola en este personaje
que debe ser sometido al exorcismo, (ceremonia usada por la Iglesia Católica para expulsar los
demonios de las personas que han caído bajo su poder), según la ley eclesiástica que sigue las
normas europeas de la Inquisición.
García Márquez trata de articular en esta novela doblemente la historia de los individuos
sobre el inconsciente de la cultura y la historicidad de las culturas sobre el inconsciente de los
individuos, que abren, sin duda, los problemas más generales que se pueden plantear con relación
al nombre.
Y por último, hablaré del amor, que como otro demonio desde el punto de vista europeo,
será también motivo de trasgresión en esta novela. El amor, en parte inconsciente y en parte
construcción cultural, entre la niña y el cura, le permite al narrador explorar dogmas y principios
teológicos de la fe católica (tales como la idea de pecado, la institución del matrimonio, la
ausencia de alma en los indios, y la animalidad de los negros, origen de serios prejuicios raciales
que predominan en el siglo XX), en forma muy polémica y dialógica.
Al surgir la pasión amorosa entre Delaura y Sierva María, el sacerdote, a quien el obispo
le describe el amor como un sentimiento, contra natura', transfiere con el tiempo y el contacto, el
lenguaje de amor de los Evangelios al neoplatónico de Garcilaso de la Vega en las múltiples
instancias en que se dirige a Sierva María rindiéndose culto: "Por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero" (119). 13 Le confesó que "no tenía un instante sin pensar en
ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas
partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serio, y que el gozo supremo de su corazón
sería morirse con ella" (169). El amor, tema que dominó la literatura española del siglo XVI, es
recreado en esta novela transplantando de Europa dos tópicos literarios bellamente expresados: el
del amor cortés y el del locus amoenus. 14 Dicha pasión amorosa entre monseñor Cayetano
Delaura a los treinta y seis años de edad y Sierva María a los doce, nace en el presidio como una
relación curador-enferma, a través de un lenguaje que se apropia y corrompe a la vez el tópico
medievalista y renacentista del amor cortés, cuya expresión es la lucha del amante por una dama
inalcanzable. El discurso de la novela se impregna de voces de trovadores, en las cuales
escuchamos en su mayor parte el canto del amante Delaura (transgredido por la interrupción
femenina de Sierva María) de la poesía amatoria de Garcilaso de la Vega (1501?-1536), que
recitan, viven y tergiversan los amantes infractores, ambientada en una cárcel y en el soñado
jardín literario de autocreación constante (eterna primavera).
Como amante cortesano, Delaura concibe el amor como un deseo que crece y que nunca
es satisfecho, como fuerza ennoblecedora y en el que se rinde culto a la amada, mientras Sierva
María, acostumbrada a presenciar el amor libre de los negros, se sorprende ante el tortuoso
sufrimiento de su amado. En la novela, los dos yacen juntos uno al lado del otro sin hacer el amor,
pero sin saciarse de hablar de los males del amor: "se revolcaban en cenagales de deseo pero al
límite de sus fuerzas: exhaustos pero vírgenes. Pues él había decidido mantener su voto hasta
recibir el sacramento, y ella lo compartió" (172). Con el tiempo, la pasión de Delaura se
convertirá, según él, en posesión demoníaca que confiesa al obispo después de desnudarse, Dorar
y autoflagelarse: "Es el demonio, padre "o. El más terrible de todos" (159). El amor erótico para
Delaura sólo puede ser sinónimo del demonio; su confesión sincera ante el obispo fue más bien
una diligencia judicial, luego de la cual Delaura es condenado a servir de enfermero de leprosos en
el hospital del Amor de Dios, donde no puede volver a ver a Sierva María.
Y es así como termina esta leyenda de amor que el autor le escuchó contar una vez a su
abuela.
GUÍA DE LECTURA: DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS
Capítulo I:
Capítulo II:
Capítulo III:
Capítulo IV:
Capítulo V: