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BREVE HISTORIA DE LA PSIQUIATRIA ERWIN H. ACKERKNECHT EBDEBA corronian univensivanis DE BUENOS ATRES A mi querido padre, profesor Erwin Ackerknecht, de Ludwigsburg. PROLOGO La psiquiatria no es simplemente una especialidad médica. Hace ciento cin- Cuenta afios, Reil la ponia como una de las grandes disciplinas, al lado de la medicina interna y de la cirugia. Podemos ir mis lejos y decir que no existe caso mérbido alguno al cual el psiquiatra no deba prester su contribucién. Ni puede ponderarse suficientemente la significacién social de la psiquiatria, te- niendo presente que, por ejemplo, en los Estados Unidos, del cincuenta al setenta por ciento de las camas de hospital existentes debe utilizarse para la recepcién de enfermos mentales. ‘Sin embargo, es tarea ingrata escribir Ja historia de la psiquiatria. En este Gampo no es posible atin prorrumpir en los ditirambos al progreso que hoy en ‘tia tanto facilitan su tarea al historiador de la medicina en general. La melon. célica afirmacién formulada por Griesinger hace un siglo, de que el_conoci- miento de ); fermedades mentales se encontraba en el mismo estado que CF a cleo eS aga l lee xia gue daderamente se trata aqui de Ia célebre “espial” histérica’o ole ae ws puro Sirar en circulo. Naturalmente, la culpa no es del historiador ni del psiquiatra, Ta psiquiatrie es la rama més joven de la medicina. Por razones historices, gue luego consideraremos més de cerca, tuvo su renacimiento doscientos afio. juts tarde que el resto de las disciplinas médicas. Todavia hoy es objeto de Ja hostilidad con que desde siempre se ha mirado a los 10s mentales y al coe dedicados @ tratailos. Pero, sobre todo, Ta palquiatela a ocupa fn el més dificil de los problemas medicofisioligicos: el de la relacién peice, fisica, que permanece atin sin sclucién, La anatomia, la fisiologia, la anavomia patoldgica y la bioquimica, que en el curso de los tltimos cien afos tanto han Proporcionado a las demés disciplinas, han contribuido incomparablemente me. nos al esclarecimiento de las enfermedades mentales. Por eso nos vemos hoy Psiquiatria, como otrora en medicina interna, ante un sinniimero de escue- Jas diferentes y a menudo dogmiticas, lo cual no facilita por cierto la vision de Conjunto ni la comprensién. Esto, naturalmente, no es razén para no ocuparse Ja psiquiatria o en su historia. A la inversa: Jo hace quiz tanto mae nece. farlo. Pero tales dficultades debian ser destacadas aqui, para mejor comprendor Es insuficiencias de este libro y de su objeto. Por lo demas, como el progreso. ‘bs sido tan [guia en_psiquiats, el esindio de la antigtodad acaso tenge mds que ofrecer al psiquiatra contempordneo que a sus colegas el interniste o el Gryjano. Otro ebstéculo que se presenta al escribir una breve historia de Ja psiquiatria e Ja circunstancia de que en este campo, especialmente para la época més reciente, sean tan ¢scasos Jos trabajos previos, sobre todo los buenos. Por To tanto, he debido basarme ante todo en mis propios estudios de fuentes y pro- porcionar muchos resiimenes de textos de autores antiguos. Por otra parte, debi limitarme, por razones de espacio, a algunas perconalidades particularmente importantes. Pero esto no significa adscribirme a la teoria histérica de los “grandes hombres”. Los grandes homires sdlo han podido darse porque otros han trabajado antes de ellos 0 contempordneamente, De no haber existido un Pinel, un Kraepelin, un Freud, otros habrian realizado, con mayor 0 menor brillo, 1a obra que ellos cumplieron. Esto no excluye, empero, que tales grandes hombres sean los mejores representantes de sus respectivas épocas y que, por Jo tanto, en una breve visién de conjunto deban ser fundamentalmente estu- diados. Cuando he traido a colacién textos antiguos he tenido cuidado de ofrecer Ja concepcién total integrada en ellos, y no —como, por desgracia. se ha hecho moda— entresacar sélo cuanto tienen de: moderno. Me he esforzado por ser lo més breve posible. Como es natural, ello me expone forzosamente a numerosos reproches por haber omitido esto 0 aquello. Pero, en cambio, me da la esperanza de ser leido, lo cual, como abiertemente reconozco, me parece un propésito razonable. Como he querido y debido ser breve. slo pude ofrecer una corta scleccién de nombres y de bibliografia para Ja profusa actividad del siglo xrx. En lo que concierne al xx, hube de restrin- girme mas atin, Otras razones que las de espacio tuve, ademas, para ocuparme en este libro lo menos posible en las tendencias fundamentales de nuestro siglo. Es mi conviccién que una auténtica labor historiogréfica se torna casi impo- sible en caso de gran proximidad temporal. Como historiador de la medicina, hhe tratado sélo la_psiquiatria de los médicos, aunque es sabido que desde la época de los griegos existe también una psiquiatria de los fildsofps. Me fue reletivamente facil decidirme a proceder asi, porque estimo que la psiquiatria filoséfica no ha prestado mucha ayuda a la psiguiatria practica. Acaso no haya mostrado el debido respeto hacia los esfuerzos —tan particularmente abundantes en la historia de la psiquiatria— por enmascarer con neologismos Y Con, el calificativo de “profundo” lo que en realidad no se conoce. Pero alguien tenia que decir de una vez, finalmente, de modo directo o indirecto. ‘con qué est hecho el traje nuevo del rey. Si bien la psiquiatria ni aun en el siglo xx ha logrado avanzar tanto como Ja medicina interna o la cirugia, no obstante en los iltimos cincuenta afios ha suscitado muchisimas y justificadas esperanzas. En todo tiempo ha sido, en mychos respectos, la més humana e interesante de las ciencias médicas. ‘Me atrevo a esperar que el lector hallaré por Jo menos un reflejo de ello en este Libro. Estoy profundamente obligado para con e! doctor Joachim Bodamer, de Winnental, y el profesor Victor Gourevitch, de Chicago, quienes, pese a no compartir mis puntos de vista fundamentales, Han dado de su tiempo para someter mi manuscrito a una lectura critica ‘Zurich, mayo de 1957. Eawin H. AckERENcur. Como hemos de ocuparnos en la historia de Ja psiquiatria, es decir, Iq cienci = medadi podemos ser muy breves “GiTo Tocante aflas concepciones de los primi- 0s, que careceh de toda pretensién cienti- fica. El concepto de enfermedad entre esos Pueblos se sitta en un plano completamente distinto que entre nosotros. Las enfermedades mentales en el sentido en que nosotros las en- tendemos no existen] por lo tanto, entre ellos, salvo pocas excepciotles +. Para los primitivos, el concepto de enfermedad todavia no esta diversificado como entre nosotros, sino que es unitario. Toda enfermedad es simplemente jenfermedad, cualesquiera sean sus sintomas. i todas ellas se atribuyen al ataque de sobrenaturales: malos espiritus, dio- 1, hechiceria o brujeria. La posesién por un mal espiritu es una explicacién muy frecuente de todo tipo de enfermedades, pero particu. Jarmente de las que hoy lamamos enferme. dades mentales{Es ésta una explicacién muy eanvincente eZ la medida en que atin pueda qeerse en los espiritus, y hace relativamente facil comprender por qué una multitad de ‘acciones extraiias, procaces o insensatas surge de pronto en individuos hasta entonces nor- EERE the Iho of Nigeria”, Journal of the American Oriental Society, 63, 1943, pigs, 262 ¥ sigs caPfTULo 1 PRELIMINAR ETNOLOGICO males y razonables. Cabe p: antarse si tal explicacién, que muchos prin. ivos dan para todas las enfermedades, no es una generaliza- cién de observaciones empfricas en casds de enfermedad mental. La terapéutica de los primitivos es de extracrdhiatio interés para el dbservadér mo. derno. En efecto,“ellos conocen varias drogas eficaces, ciertos eficaces medios fisicos de cu- racién, como el masaje, y algunas interven. ciones quiniirgicas; pero siempre incluidos en el marco de una terapéutica magico-religiosa, con invocacién de espiritus, férmulas magicas, rezos, cantos y danzas,j Esto es el resultado ligico de la concepciéiBasica primitiva gegtin Ja cual todas Jas enfermedades tienen dhigen sobrenatural. eficacia de estos procedimien- tos —pues a Tnemudo la. tienen— sdlo nos resulta explicable por los clementos psicotera- éuticos que incluyenjU estudio algo cnida- dogo de osas condilctad mucstea que en tales ritos terapéuticos se aplican con extraordina ia amplitud le confesién y la sugestiom, ami. chas veces en formas no demasiado diferentes de las nuestr Si, pese a lo dicho, nos detenemos todavia tun poco mas a considerar el material emo- gréfico, no hacemos sino seguir una vieja tra. dicion psiquidtrica. Desde Benjamin Rush y J.C. Pritchard hasta Kraepelin y A. Marie, muchos psiquiatras se han sentido atraidos por 7 Ja psiquiatria comparada. ¥ nos parece que en “los tiempes recientes algunos etnélogos, parti- ~culariifénfe“en Norteamérica (donde se dan el nombre de “antropélogos culturales"), han aportado clertos conocimientos muy valiosos para nuestra comprensién de la naturaleza de las enfermedades mentales, su condiciona- miento social y, sobre todv, la relatividad de sus sintomas. Sefialaremos, ante todo, los tra- bajos de Ruth Benedict, E. Sapir, I. A. Hallo. wel y sus seguidores * El orden de ideas es, brevemente, como si- gue. Nosotros consideramos ciertas formas de comportamiento —por ejemplo, ideas persecu- torias © megalomaniacas, estados extéticos, alucinaciones, representaciones obsesivas y fuertes alteraciones de la expresién del ros- tro— como sintomas de enfermedad mental El estudio de otras culturas ha mostrado, sin embargo, que en otras condiciones todos esos denominados sintomas se consideran norma- Jes, tal como la Hamada “mentira patolégica” puede ser normal en otro lugar y tiempo. Asi, por ejemplo, son normales entre los dobu las ideas persecutorias, entre los kwakiutl las de grandeza, y entre los mohave 0 takala, las alucinaciones. El éxtasis lo es entre los sibe- ianos o entre los zulu. La homosexualidad es considerada normal por muchas tribus, que han instituido para esos casos un cambio legi- timo de vestimenta (bardajes). La creencia cen los tabiies leva en muchos casos a proce- dimientos que a nosotros parecerian obsesivos. Al contrario, con frecuencia los. individuos que en esas sociedades aparecen como anor. males —por ejemplo los de caracter manso y desprendido, entre los dobu— resultarian nor males para nosotros. Por eso hemos conside- emito a todos cuantos se interssen por un tra: tamiento detalledo del tema y por una bibliog nds extenta, » mi articulo "Psychopathology, Primitive Medicive and Primitive Gulture”, Bull. Hist Med 14, 1943, pigs. 30-67. La obra més importante de Roms Besroicr, Patterns of Culture, ha eparecide también en traducciin alemana: Urformen der Kul. tur, Hamburgo, 1955 [Rowohlte Deutsche Eneykiopa die, n° 7; hay tad. espafola: El hombre y le cultura, Buenos Aires, 1939] 8 rado util introducir en psicopatologia compa- rada las expresiones de “autonormal”, “auté: patolégico” y “heteronormal”, “heteropatolé- ico”. Es autonormal (0, respectivamente, ‘autopatolégico) aquel que aparece como nor- mal (0 patolégico) a su propia sociedad; y es heteronormal (0, respectivamente, heteropa- tolégico) aquel que aparece como normal (0 patolégico) para un observador ajeno a la sociedad a que el observado pertenece. : Resulta, pues, que Ig psiquicamente normal depende en alto grado de la cor i fee. determinada sociedad }—lo mismo. ocurre, por otra parte, con lo delictivo—,"y que el juicio de esa sociedad acerca de si di guien es un enfermo mental no depende fun- damente!’ ate de sintomas que aparezcan en forma -milar en todas partes, sino de si el sujeto cumple con un minimo de integra- cién y de aptitud funcional dentro de su so- ciedad o si al contrario, las alteraciones psi- quicas han ido tan lejos que lo convierten en un cuerpo extrafio dentro de ella, La relatividad de los sintomas, por otra par te, puede observarse no sélo en el orden etno- grdfico, sino también en Jo histérico. Hace ya muchos afios, Henry E. Sigerist* sefalaba que los propios trovadores del Minnesang, que resultaban normales para sus coeténeos, serian considerados entre nosotros como per turbados mentales. Lo ‘mismo es valido para muchos otros tipos de comportamiento de la Edad Media y de comienzos de la Edad Mo- derma como, por ejemplo, el éxtasis religioso, Ia por seucin de hechiceros o el ascetismo pu- ritany. Poca duda cabe, por otra parte, de que lo considerado normal en el siglo x habria sido visto como anormal en siglos anteriores. Quizd tenga que ver también con ello el que la naturaleza de las enfermedades mentales 8 “Psychopathologic und Kulturwissenschaft", Abhandlungen aus der Neurologic, Peychiatrie, Poy” chologie und ihren Grenzgebreton, fase. 61, pigs 140-146, 1930. [* CE. uambin: J. C. Cancratens, Pry chologie normale et pathologique de Tafricain. Ete de ethno-prychiatrique, Ginebra, 1954; A. Kanotiven, Individuo y sociedad. México Bs, Aires, 1945.) Jha cambiado, al parecer, en el curso de los tiempos. Asi, por ejemplo, Jaspers ve en la acmalidad un predominio de Ta i y, al contrario, en el siglo xrx y en los ante- lores una frecuencia mayor de la histeria. Esta relatividad de los sintomas fe extiende también, en nuestra propia sociedad, a las di- versas clases y condiciones. Un pobre campe- sino que crea en el mal de ojo, en modo alguno hha de considerarse forzosamente como men- talmente anémalo, mientras que seria justifi- cada esta presuncién en el caso de un profesor universitario. Modos de conducta que consi- deramos normales en artistas o en adolescen- tes deben verse como anormales en los adultos de nivel medio. En conexién con esto es inte- Fesante sefialar que, en Estados Unidos, aun- que alli existen menos c"orencias psiquicas de clase que en algunas otras sociedades mo- demas, Kinsey ha observado claras diferencias en Ja conducta sexual de las diversas clases y en Ia concepcién que sustentan sobre lo que ‘es normal en ese terreno. Debe sefialarse, ademés, una fundamental diferencia entre los modes de conducta, tan semejantes sin embargo por sus manifestacio- nes externas y su contenido, del salvaje y del enfermo mental. Cuando el dobu de nivel me- dio desarrolla ideas persecutorias o el kwakiutl megalomaniacas, no lo hace con carécter indi- ‘vidual, sino porque la mayoria de la tribu alienta tales ideas; y el individuo piensa den- ‘tro del marco delimitado por la imagen del mundo propia de su medio cultural. El indi- ¥iduo que entre nosotros padece de ideas me galomaniacas o persecutorias no responde, a as concepciones imperantes en nuestra cil- tura, sino que, al contrario, es incapaz de adaptarse a ellas. Este punto de vista debe tenerse presente también cuando se comparan Jas producciones artisticas, tan semejantes for- malmente, de los nifios y de los enfermos mentales, por una parte, ¥ de los primitivos, por la otra Por supuesto no puede negarse que, verosi wmilmente, en todas las sociedades hay una Fredisposiciin biolégica mérbide, una anor- ‘malidad absoluta, tras Ja multiplicidad de los sintomas. Pero la dificultad —aumentada atin, desde el punto de vista de la patologia com- parada, por el hecho de que psicasis cuya naturaleza orgénica nos es conocida, como la pardlisis general _progresiva, el alcoholismo o Iedemeneia seni no existe entre Tor clva jei— estriba en que para las psicosis y neu- rrosis mas difundidas nos faltan tales criterios biolégicos absolutos, y por ello, de hecho, sélo podemos diagnosticar las enfermedades men- tales sobre la base de los sintomas y de la fundamental incapacidad de integracién. La relatividad de los sintomas, por otra parte, no se limita al campo de las enfer- medades mentales. Aun en el de las enferme- dades somiticas, a menudo no es el hecho escueto, absoluto, sino la concepcién de la sociedad lo que decide si una variacidn biolé- ica es enfermedad 0 no lo es. Nunca se les ccurrié a los chinos de la época clésica consi- derar enfermedad los pies atrofiados de sus ‘mujeres. En muchas tribus africanas tampoco se ven como enfermedades —a causa, cierta- mente, de lo muy difundidas que estin— la lombriz intestinal o la frambesia. Y en diver- sas tribus indigenas sudamericanas se ha des- crito una grotesca situacién: parece que se halla tan difundida una_espiroquetosis cuta nea en extreme deformait, Tamada "pnts", que casi todos los hombres la padecen, y los pocos que estén libres de ella se ven excluidos del matrimonio por considerérselos enfermos. En el orden histérico, hemos mostrado que la malaria, a causa de su enorme difusién en muchas regiones —por ejemplo en el valle del Mississippi durante el siglo x1x—, habia dejado de considerarse enfermedad. Lo mismo ocurria con los eczemas infantiles en el si- lo_xvrm. [Si hemos de suponer que la presencia y la Aefihicién de la enfermedad mental dependen Jdg-relaciones sociales, resulttré, neturalmen- te, que esas enfermedades varian en forma y alcance de tribu a tribu, de cultura a cultura, de civilizacién a civilizacién.|¥ ello es, en efecto, lo que ocurre. Ciertatiiente, no existe 9 tribu en que todos sean trastornados, ni tam- poco en que no se conozca la enfermedad mental 0 el suicidio, Esta wltima suposicién. otrora muy difundida, es sélo una reliquia del ilusorio “buen salvaje” de Rousseau. Al con- trario, Hallowell ha sefialado con razén que Jas mismas representaciones sobrenaturalistas capaces de obrar ocasionalmente de modo fa vorable y curativo en el orden de las enfer- medades mentales pueden también dar origen fa ansiedades y conflictos morbificos. No ha de olvidarse, de paso sea dicho, que la mayo- tia de los Hamados “salvajes” observados en Ja actualidad o en tiempos pasados no se en- cuentran en “estado de natureleza” sino de aculturacién, como se dice en Norteamérica esto ern el momento histérico en que <0 propia tura se ve amenazada fisica y psi- guicamente por una cultura extrafia; estado que parece contribuir particularmente al des- arrollo de psicosis individuales y- colectivas. Pero, si bien la enfermedad mental parece existir en todas partes, muchos observadores serics han sefialado que diversos cuadros mér- bidos muy difundidos entre nosotros estén ausentes en las més diferentes regiones, como Melanesia, Brasil, Africa central. y entre los indigenas norieamericanos. La tentativa, re- cientemente puesta otra vez de moda, de hacer encajar por fuerza en el marco de la esquizo- frenia toda clase de formas heterogéneas de es- pecie indefinida, resulta extraordinariamente artificiosa, Ya hemos indicado que ciertas psi- cosis orgénicas no aparecen entre los salvajes, en arte a causa del bajo promedio de vida &. ente entre ellos. Por otro lado, observa- dores serios sefialan la gran frecuencia de enfermedades mentales registradas entre mu- chos primitives, por ejemplo, entre las tribus siberianas. En conjunto, y por desgracia, el material de que disponemos es cuantitativa y cualitativamente tan insuficiente, que no se puede ir més alla de estas generalidades. En muchas tribus las enfermedades mentales, gracias a condiciones favorables, pueden ser efectivamente raras. En otras quiza la psico- terapia es muy eficaz, o bien se da muerte 10 inmediatamente a los enfermos *, Pero tam- bign es posible que, a menudo, por la ausencia de distincién entre enfermedades fisicas y mentales, investigadores sin preparacién psi- quidtrica hayan pasado por alto formas lo- cales de enfermedad mental, describigndolas como afecciones somaticas. En todo este cam- po poseemos sélo un ejemplo estadistico, ‘aun éste resulta sin duda, en muchos aspectos, de problematica validez. N. Skliar y K. Stari- kowa (“Zur Vergleichenden Psychiatrie”, Archiv frr Psychiatrie und Nervenkrankhei- ten, 88, 1929, pigs. 554-85) han comparado en el distrito de Astrajafi la aparicién de en- fermedades mentales entre siete nacionalida- des, de las cuales dos: los kalmukos y los Kirgizes, por mucho tiempo se habfan mante- nido atin en condiciones auténticamente pri- maitivas. Sus resultados son los siguientes: 1. La ocurrencia de enfermedades menta- Jes en estas tribus, al comienz0 del periodo estudiado se mantenia muy baja, casi inexis- tente (Kalmukos, 1850: 0,01 % ; kirgizes, pro- porcién entre los hospitalizados, 1890: 0,4 sobre 100,000). 2. El contacto con Ja civilizacién, qée tuvo lugar desde 1850, significé un constante aumento de esas cifras (kalmukos, 1898: 0.07 por ciento; kirgizes, hospitalizados, 1927: 3,0 sobre 100,000). Cuanto més distante esté una tribu kalmuka de las zonas civilizadas, tanto menor es el indice de frecuencia de sus enfer- medades mentales. Este indice es, en amba: tribus, mucho més bajo que entre los pueblo: civilizados contiguos (kalmmukos: 2 a 13 sobre 100.000; tértaros: 3 a 60; armenios: 90; ju- dios: 50; rusos y persas: 100, sobre 100.000) E] influjo de la civilizacién es independiente del alcoholismo y de la sffilis. En ambas tri- bus la sifilis es endémica, pero esta ausente Ja pardlisis general progresiva. Los kalmukos fueron siempre alcohélicos, mientras que lo: Kirgizes, que son musulmanes, siempre se abs- tienen de alcohol. 4 1. Kare, Die Behandlung der Alten und Kranken Bei den Naturvstkern, Stategart, 193. 3. La demencia precoz sigue siendo rara ‘entre Jos primitivos (kalmukos: 2.6.%; kir- gizes: 1,9 %; frente al 64% entre los rusos y-€1.20.% entre los armenios), No se ha obser- yado en ellos histeria ni pardlisis general rogresiva. 4. Estas tendencias son comunes a ambas tribus; pero se advierten diferencias conside- rables en cuanto a la frecuencia absoluta y a Ta frecuencia relativa al sexo. Mientras que entre los kalmukos hay doble cantidad de mujeres que de hombres enfermos mentales, los kirgizes presentan la cifra, extraordinaria- mente elevada, de 8 veces mis hombres que mujeres en esas condiciones. Entre 1890 y 1902, fueron hospitalizados de 5 a 30 veces mas kalmukos que Kirgizes, y de 1995 a 1997 de 3 a 10 veces més. Es digno de nota que entre las enfermeda- des mentales de los salvajes hay algunas difici- les o imposibles de ubicar en nuestros cuadros patol6gicos. Asi, sobre todo, el amok, la cono- ‘ida psicosis homicida que se cbservé por pri- mera vez entre los malayos y luego también fentre indigenas sudamericanos, melanesios, siberionos, indios y negros mésai. Una neuro- ‘is caracterizada principalmente por ecolalia ¥ ecopraxia fue observada primero en Siberia @ interpretada, en funcién del factor climé- tico, como “‘histeria artica”, hasta que se esta- Dlecié su frecuente ocurrencia en India orien- tal. Madagascar y Filipinas: actualmente se le da por Jo comin el nombre malayo de latah. El imu, enfermedad de Jos ainu, es una nota- Ble combinacién de lata y amok. Se ha hecho conocida con el nombre de windigo una psi- cosis canibalistica de los indios norteamerica- sos, semejante, en ciertos respectos, a la vau- doisie del siglo xv®. Ciertos estupefacientes que se fuman, como el céfiamo indico, provo- can, naturalmente, psicosis especiales, y es ‘curioso también que el alcoholismo adopte en @iferentes tribus formas diferentes. La més notable de todas las psicosis observadas entre 5H Ceinnon, Histoire critique de Uhystérie, Pars, 1906, pig. 134. Jos primitivos es le Hamada tanatomania. ‘estudiada y descrita por el célebre fisidlogo W B. Cannon con el nombre de Woodoo death § consiste en la muerte por autosugestién, con Ja ereencia de haber sido hechizado, sin alte- raciones orgénicas visibles. En todos estos ca- 05 es notorio que lo que decide Ja naturaleza de la enfermedad no es el clima ni la raza, sino la cultura, vale decir, la trama de rela- ciones sociales vigentes. También se ha escri- to, un poco demasiado, sobre psicosis colec- tivas entre los primitivos. Pero aqui la cautela est muy en su lugar, pues, como lo desta- caba ya Griesinger, fécilmente puede confun- dirse con una psicosis colectiva un movimiento purarnente religioso. Estas observaciones etnolégicas quedarian incompletas sin unas palabras acerca del mago-médico (medicine-man) de los primiti- FEE, que todavia se describe en muchos Hibros ams epiléptico, histérico, neurético y aun diota. Tales calificativos parecen enteramente falsos y debidos a falta de conocimientos 0 a malas interpretaciones. Son absolutamente re- chazados por todos los etnélogos actuales, que conocen por experiencia la vida primitiva Gierto es que en unas pocas regiones (patti- culargente en Siberia ¥ en Africa sudorien- tal), |se dedican al arte de curar, individuos que sf duda alguna han pasado por una psi- cosis. Pero, para el momento en que ejercen su profesién, y quizé por el modo en que son elegidos para ella’, estan ya mentalmente sa- nos, esto es, funcionalmente bien adaptados a Ja sociedad. Individuos que fueran realmen* enfermos mentales serian rechazados com: meédicos por los propios nativos.\ El nombre siberiano de “shamén” debeFT& reservarse para esa clase especial, ¥ no aplicdrselo indis- criminadamente a todo tipo de magos-médi- cos. Ota categoria de médicos practices nati- ‘vos solian ser considerados, por observadores europeos mal preparados, como casos patolé- © W. BL Cannon, “Woodoo Death”, Anthropologist, 4, 1942, pigs. 169 ¥ sigs Se trata de iniciaciones especiales: (N. del T.) American 11 ‘gicos, porque entraban en trance o eran posei- dos por espiritus benéficos. Pero tales estades son, en esas tribus, autonormales. y los pro: ios indigenas los diferencian de la posesién. ‘Por espiritus maléficos, vale decir, de los casos de epilepsia o de histeria: ademas, los consi- deran deseables y, en cierta medida, los indu- cen. La inmensa mayorie de los magos-médi- 0s pueden calificarse como normales aun segiin nuestros propios criterios, y muchos observadores de formacién etnolégica, como Elkin, Hallowell, Olbrecht, Warner, Selig- man, Stoll y Shirokogoroff, han sefialado su elevada inteligencia unida a una perfecta nor- malidad, pese a las concepciones, tan extraias ara nosotros, que sustentan. La suposicién de que los magos-médicos 0 los salvajes creyentes en la magia son enfer- mos mentales es, por otra parte, s6lo un caso especial de la mala costumbre, muy difundida en nuestras sociedades, de denigrar irreflexi- vamente como psicopatolégico todo cuanto es Gistinto de lo nuestro y a primera vista parece incomprensible. “Was man nicht definieren kann, sieht man als psychopatisch an” (Lo que tno no puede definir, lo ve camo psico- itico). Por un tiempo parecié que la psiquiatria La historia de la psiquiatrie propiamente dicha, como, en general, Ja dela medicina cientifica, comienza con los griegos. Los cri- Tero ianos_subsistieron_en forma crios_grecorromanos_subsistieron_en forma inmutable hasta entrado el siglo xvi; y toda via hoy usamos gran parte de la nomencla- 12 Ja etnologia,* podrian ser de gran provecho ‘mutuo; por ejemplo, cuando Malinowski mos- 1x6 que entre los trobriandeses el Hamado “complejo de Edipo” no estaba dirigido contra el padre, sino contra el tio materno en ejer- icio de la autoridad familiar. Pero después, desgraciadamente, la mayoria de los etnélo- gos de inclinaciones psiquidtricas han dige- Fido con credulidad ingenua las teorias del psicoanélisis 0 de alguna de sus variedades, que dan a sus trabajos posteriores un conte- nido més de fantasia que de realidad {La psiquiatria habia reconocido por si mi nity desde mucho tiempo atris el condicio- namiento social de las enfermedades mentales, y hacia cien afios habia empezado a apartarse de la absolutizacién de * sintomas. Sin em- bargo, no puede negarse ., :¢ en ambas direc- ciones el estudio del material etnogrifico ha sido y seguira siendo de sumo valor! § Existen las siguientes exposiciones de eonjunto so bre las relaciones recientes entre etnologia ¥ psiguia- fa: C. Kuuexnoun, “The influence of peychiatcy fn anthropology in América", en Hundred years of American Psychiatry, Nueva York, 1944, pigs. 589 7 igs; W. Cavpuia. “Applied Anthropology in Medi- cine", ex Anthropology Today, ed. por A. L. Knomsen, Chicago, 1953; M. R. Onuen, Culture, Peychiatry and Human Values, Springfield, 1956. cAPETULO 11 LA PSIQUIATRIA GRECORROMANA tura griega. Mientras que las civilizaciones més antiguas —por ejemplo, las de Ezipto y “Mesopotamia—oscllaban siempre entwe la jicacién natural y la sobrenatural de las Elemadades los _griegos se declararon radi- calmente por las explicaciones naturales. Con Game y la psiquiatria cientificas. Por supuesto, ‘aqui nos referimos solamente a los médicos ‘gmiegos. En otros campos del pensamiento he- ‘ico pervivian, naturalmente, representacio- mes religiosas y-existian‘en ellos, por lo menos tamtn como entre nosotros, explicaciones y mé- todos de tratamiento religiosos fuera de la medicina oficial. Son caracteristicas del nuevo criterio las palabras introductorias del texto hipocratico sobre la epilepsia, Ia “enfermedad sagrada”: “Acerca de la llamada ‘enfermedad sagrada’, es asi: no me parece que sea en nada mas divina que las demés enfermedades, ni mas sagrada, sino que tiene también una causa natural (...) A mi parecer, aquellos que pr primera vez hicieron sagrada esta afeccior eran lo mismo que los actuales magos y puri- ficadores, vagabundos impostores y charlata- nes; éstos pretenden ser de vehemente piedad xy saber mas; pero utilizan lo divino para ocul- ‘ar su impotencia y desconcierto por no contar con ninguna ayuda que ofrecer...”* Asi, pues, también los posesos se consideran como enfermos y, segiin lo indican los nombres griegos de estas afecciones, como enfermos del cuerpo. La medicina griega es tan unitaria en su concepéién como la primitiva, sélo que on un fundamento completamente nuevo y diferente. Desgraciadamente somos pobres en docu- mentos grecorromanos que se refieran a en- fermedades mentales. Dificil es establecer si ‘ello ha de atribuirse a pérdida de manuscritos a falta de interés por ese tipo de afecciones. ‘También resulta imposible decidir si el hecho de que todo nuestro material proceda de la antigitedad tardia est4 en cierto modo condi- donado por un presunto incremento de las ‘enfermedades mentales desde poco antes de ese periodo. Los dos grandes de a medicina 1 BD autor cita por la traducciém alemana de J. F.C. Ganane, Hippocrates Werke, Glogau, 1938, 2 vole, ie 11; aqui se he vertido del texto griego estble. ‘Geo on In ecicidn-Loeb por H°S:"Towes, 1923, + TI, pies 15841. (N. del T) oga, Hiipécrates v Galeno, sélo han dejado See eones senitaales sere Tr snes Pinel reprochaba a Galeno haber sido, por st falta de interés en ellas, causa del bajo nivel en que permanecié la psiquiatria hasta bien entrado el siglo xvi. Nuestras_principales fuentes son Celso (ca. 30 dC.), el enciclope- “dista romano, que en su De re médica® nos ‘ofrece capitulos sobre el tratamiento de la mania y la melancolia, y Areteo de Capado- cia (ca. 150 4.C.), de quien poseemos breves capitulos sobre la naturaleza de la melancolia y de la mania y sobre el tratamiento de la melancolia y la frenitis, incluidos en su tra- tado Sobre las enfermedades agudas y cré- nicas. Pero nuestra fuente mejor es Sorano de Efeso (ca. 100 dC), de le escuela meté- dica, cuyas dos grandes obras sobre enfer- medades agudas y sobre enfermedades créni- nicas han sobrevivido en una traduccién latina de Celio Aurelio (ca. siglo v d.C.), de la cual hay excelente traduccién y edicién inglesa por I. E. Drabkin (Chicago, 1950). Su obra sobre las enfermedades agudas contiene mu- chos capitulos acerca de la frenitis ¥ su tra- tamiento; la de las enfermedades crénicas, capitulos sobre la naturaleza,y tratamiento de Ja mania y la melancolia. Es caracteristico que todos esos autores no hayan escrito libros especialmente dedicados a las enfermedades mentales, sino que las hayan, incorporado a sus obras de medicina general. Gierto es que la medicina griega, en sus mail afios de existencia propia, experimenté muchas transformaciones y muestra gran di- versidad de escuelas, y que el propio Sorano pertenecia a una de ellas, la lamada meté- ica; pero su concepcién de las enfermedades mentales es tan fundamentalmente igual a Ja de los demés autores, que para penetrar en la psiquiatria griega lo mejor y més sen- 2 Pare evitar dudas,,s¢ he optado, por. indicat: ta. acennuacide de lar palabras latinas con tin acento-gee- ve, que ortogriticamente no llevan. (N del T.) 13 illo parece comenzar por yn breve resumen de sus ideas * La frenitis recibia este nombre, segiin So- rano, porque el espiritu (phrén, originaria- mente el diafragma), es decir, el pensamien- to, esta decafdo. Después de una critica a las definiciones de la frenitis por Heréfilo y As- clepiodes, Sorano da su propia definicién: “enfermedad mental aguda, acompafada por fiebre aguda, movimientos sin sentido de las manos, y pulso pequefio y pleno”. Se trata, entonces, evidentemente, del delirio febri Sorano discute, de manera bien griega y con muchos detalles clinicos, sobre si existen sig- nos precursores de la frenitis, tales como somnolencia, poliuria, dolores de cabeza, en- rojecimiento de los 0's, etcétera. Estima que no hay signo tic, specifico, pero que, por une combinacién de tales sintomas, puede preverse Ia eclosién de la enfermedad, a la que considera muy seria. Luego se ocupa en él diagnéstico diferencial entre frenitis, manfa, melancolia, pleuritis, neumonia y en- venenamiento con mandragora y con bele- fio, y se pregunta también cémo puede dis- tinguirse de una frenitis una mania que se acompafie-de fiebre, 'y cémo ha de. diferen- erates 7 Galen, conti como se sada, en Ta to SER oe ie le ume fmaree Elcrers ced conpueto ds contre jgar 6 humors": sonar, Hs amacile bls nea, v flesa, que coseipoiet Fespecivamenio-« Tor cus elmenton aire, fuego, Habs y agus Cate tumor ev combinecin de dor do Tar Gateecbiidede, caid, himedo, seo, fio, En ‘da ino de Je- ~ so temperamentor (snguineo, eo Téric, bls ult) predamine une Je los ho ‘mores ‘Tosas las enfermedades peultan d¢-una Den tubecion onl eauibr humoral c ieee de ung do be humars Us ena, por Senne. e tne enfermeded produce por Ix hip loca “bili neem Desde el siglo 300 &C, abate Gen on In medic griegn tat cies 6 seas Sate fy enfermeiag un ies slides constitutivas_del_cuerpo y ensobaban “Gis teria pales aenrds. La sae couocide ee 1 eccucla melédics, cuyos seguidores derivaban las tun exceso de contraccién-o de rela- Jamiiento en le texture de los tejidos (satus strict, ciarse una frenitis que se resuelve en un sue- fio saludable, de otra que se encamina ala letargia (coma). Decide que deben tenerse en. cuenta el color y Ja expresidn del semblante, Je respiracién y el pulso, asi como la postura y la temperatura det cuerpo. Pasa luego a consideraciones de orden mas teérico. Como discipulo de Ia escuela meté- dica, rechaza la divisiin de la frenitis en “alegre” y “triste”, divisién que es sélo sin- tomitica, y propone otra: frenitis ocasionada por status strictus (contraccién) y frenitis ocasionada por status lazus (relajamiento). Diversos autores buscan la localizacién de la frenitis en el cersbro, otros en el corazén 0 en Ja aorta; es decir, cada cual Ja localiza en el lugar que supone sede del alma. Sora- no considera que la frenitis né es una enfer- meded localizada, pero ha de admitirse, en vista de los sintomas, que cl érgano més afec- tado parece ser la cabeza y, por lo tanto, el que especialmente debe tratarse. Para el tratamiento, Sorano recomienda aislar al enfermo en un cuarto modérada- mente claro, tibio y espacioso, con ventanas altas, para que no pueda saltar por ellas, El rasgo siguiente es caracteristico.de su acti tud no dogmitica. Ségim la teorfa metédica, la-frenitis provoéada: por contraccién‘reque- riria una habitacién dara,'y la provocada:por~ relajamiento una habitacién oscura: pero'So- ano afirma que, si el enfermo reacciona'ne- gativamente, se lo debe tratar de una manera que responda mejor.a sus inclinaciones. “En el caso de status strictus, debe mantenérselo bajo vigilancia, Los quardianes hin ‘de admi~: tir alguzias de les ideas delirantes y-rechazat ottas. Si no son en mimero suficiente ‘para® mantener tranquilo al enfermo; éste debe ser encadenado por via de precaucién."Sorano re- comienda fricciones con aceite tibio, especial- mente en la cabeza, y sangria. preventiva, A los tres o cuatro dias, debe rasurarse la cabeza y aplicérsele -ventosas, -sanguijielas Y escatificaciones. Estén indicados ejercicio’ patives, entre otros. el. columpiarse, y dicta preventiva, con prohibicié de vino.~ Gon los pacientes enféricos se debe perma- mecer serio, y con los tristes, amigable. Han de evitarse las emociones, que aun en per- soma: sanas pueden provocar enfermedades ‘cmporales, y que en aquellos casos son tanto amis peligrésas por el riesgo de una recafda, Sorano entra Iuego a polemizar sobre los métodes terapéuticos de otros autores, como Diocles, Erasistrato, Herdclides y, particular- mente, Asclepiades, cuyo tratamiento se apar- ta del suyo en algunos detalles. Llama “letar- gia”, al estado en que el estupor se agrega ‘a a frenitis. Emplea también la expresién ‘‘ca- talepsia”, para designar el estupor acompa- fiado de fiebre. Su descripcién de la catalepsia nos hace pensar més bien en la meningitis. Procede luego a describir otras enfermedades agudas, como la pleuritis, la neumonia, la apoplejia, el ileo, el tétanos, eteétera. En su capitulo sobre la mania 0 “locura”” © “furor”, recuerda que Platén conoce dos lasés de mania, una de origen divino y otra que se debe a fatigas corporales. 1 se ocupa tan sélo'en ‘la segunda. Su definicién: es “trastorno del entendimiento, sin fiebre”. La manfa se observa més. frecuentemente en Ihambres jévenes, y.con la menor frecuencie ifios y mujeres. Tiene causas ocultas, pe- ro Jas observables son la extenmacién, los ex- esis sexuales, el. alcoholismo y:la retencién del aliviador flujo sanguineo de la menstrne- Gién:0 de las hemorroides:.Esta teorie era sesténida ain con gran seriédad en el siglo xax. La mania'se auncia can losamismoé sin- ‘teina’s que ia -apoplejia‘o la epilepsia. Puede. aparéver de iniodo continuo o intermitente. Se ‘manifiesta-por célera, alborozo; tristeza, ‘des- ating’ estados de angustia, como,’ por ejem- plo, un constante temor de caer ‘en una tum- ba. Muchios. pacientes, a causa’ de este-temior, rincapaces ‘dé ajar“a un sétano: En sus idées “delirantes, los’ pacientes se creen go ‘xianes; gallinas, vasos de arcilla, dioses, ora- dares, actores, rans de trigo;-el centro del’ miverso 0 nifios'de-pecho. Los ojos aparecen fimyectados en sangros-el cuerpo, duro ¥ do- ‘tae de uns fiterza'anormal. Comioilo mues- tran Jos:sintomas, la mania es una enferme- dad del cuerpo, especialmente de Ja cabeza, por status’ strictus. La .concepcién de los {ikésofos, segrin la cual se trata de una enfer- miedad del alma (didphys's), es false: por eso aquéllos serian inicapaces de curer a un ma- niaco, (Como es sabido, Platén,-en su Cérmi- des, tributaba el mismo cumplido a los mé- dicos, lara oie con ropa na xa, sobrearal_sne_ae tip “uatrasta yell en jes paises 18 habian susurrado; y las palabras y hechos de Comelio Agripa, della Porta, Cardano, Para- celso, Lemnio, Reginaldo Escoto, Juan Weyer, ppese a todo lo que tienen de reliquias _me- dievales, merecen en efecto el sonoro titulo que les ha dado Zilboorg: el de primera revo- lucién psiguidtrica. Otros, como Gesner, Mon- tano, Benedictus y Schenck von Grafenberg refirieron cascs de enfermedad mental y de curacién de la misma por tratamiento natu- rales, sin discutir fundamentalmente la “po- sesién”, Ambos aspectos del Renacimiento, el incre- mento de la persecucién de hechiceros y el comienzo de la protesta cientifica, son vero- similmente atribuibles al mismo’ fenémeno fundamental: 1a disolucién ideolégico-moral ¥ econémico-politica de la sociedad de la Edad Media, que animé y suscité en algunos gran- des espiritus, pensamientos nuevos y més li- bres, pero llené a la mayoria de un tremendo terror pinico e indujo a los defensores de lo antiguo a emprender contra el diablo y sus cémplices un irracional y cruento contra- ataque, al cual el forzado celibato de los in- quisidores dio su particular matiz de miso- ginia. Segtin el “Martillo de hechiceros”, era bruja o brujo todo aquel que mostrara la menor desviacién 0 peculiaridad psicolégica, ¥ no s6lo Ja enfermedad mental sino casi todos Jos demas males del cuerpo (impotencia, es- terilided, deformidades, mortalidad de 1 tantes) y de la vida (malas cosechas, morta- lidad de ganado, adulterio) eran obra de he- chiceria. Por otra parte, no hay que hacerse una falsa idea modemista de esa revolucién psi- quidtrica. Sus representantes eran también hhijos de su época, que sdlo podian dar un ‘paso, ¥ no un salto, hacia adelante. Pero esto ‘basté, no sélo para atraerles el odio y la per- secucién de sus contemporéneos, sino tam- bién para que la posteridad los considerara dignos de gratitud y admiracién. La obra mas combatida de la nueva “psiquiatria” fue el libro, aparecido en 1563, del brabanzén Juan Weyer (1515-1588), De Praestigiis Déerno- , ) mm. Weyer‘ comienza con una descripcién dei diablo, sus atributos y sus cohortes. Pero ) ba povencia del diablo, como la de los hechi. ) amas, esta limitada por Dios, y, no siendo un h cqmte material, no puede hacer muchas cosas de las que se le atribuyen, por ejemplo tener ) weleciones camnales. Weyer observa que a } Memndo sucesos naturales son considerados ‘mo obra del diablo. No sélo cree en el dia- ' lo sino también en los lamados magos malé- ficos, como’ Arnaldo de Vilanova, Rogerio Bacon y Fausto, y propugna su castigo: sélo a sa maestro Comelio Agripa —que no per- tenece al mimero de los tales— quisiera ver exceptuado. ‘Lunego se ocupa en las hechiceras. Le parece notorio que Jas cosas que ellas describen no son acciones reales (por lo tanto, no serian pasibles de castigo), sino fantaslas que les imspira el diablo. Para éste es cosa facil, pues en el caso de las hechiceras se trata casi siem- pre de enfermas melancélicas que, como es sabido, tienen ya una imaginacién pertur- ‘bada. Ademés, seria blasfemo considerar como reales Jas obras de hechiceria, pues entonces el diablo y las hechiceras harian lo que en realidad sélo Dios puede hacer. Muchas veces, Jas fantasias de las hechiceras deben atribuirse también al empleo de ungiientos de belladona, y Weyer alude @ los experimentos de della Porta y Cardano con tales ungiientos. La ma- gia es en realidad inefectiva: las hechiceras deberian ser objeto més bien de compasién. Las pruebas a que se las somete no tienen sen tido. 7s cuerpos extrafios (como agujas, cu- hillos, etcétera) vomitados por los posesos no Jes han sido introducidos magicamente por hhechiceras, sino por el diablo: o, muchas ve- ces, tienen orden natural. La impotencia se debe a causas naturales. La licantropia (qreencia de haberse transformado en lobo) ‘wo es una forma de hechiceria sino de locura; ‘4 Johan Weyer (Iohamnes Wierus) nacié en 1515 = Grave, Brabante septentronal; estudié en. Bonn, Pais y Orléans; en 1545 foe médico municipal en Armless, ¥ de 1550 0 1578 médico personal del duque ‘Gaitlermo de Tilich-Cleve-Berg. Murié en 1588, en otro lugar, empero, dice Weyer que se trata de una ilusién inspirada por el diablo. ‘Los posesos son 0 enfermos melancélicos, 0 simuladcres con gran afén de figuracién. ‘Weyer era particularmente habil en desen- ‘mascarar estas simulaciones. En el tratamiento de los posesos, sostiene ‘Weyer, los sacerdotes han falseado la religién convirtiéndola en magia. Sus métodos de tra- tamiento operan de hecho por la imaginacién. Lo recomendable es, inclusive en el caso de Jos posesos, lamar primero a un médico, cuyos urgantes pueden prestar buenos servicios aun en una enfermedad provocada por causas sobrenaturales; después debe confiarse el en- fermo a un sacerdote para una especie de reeducacién. Tales son, en resumen, las concepciones que sostiene Weyer en su De Praestigiis Dée- ‘monum. Constituyen una mezcla de puntos de vista tradicionales, critica teolégica y ob- servaciones clinicas auténomas. Seria por cier- to un error suponer, como a menudo se ha hecho, que Weyer fingia y que en realidad no crela ya en enfermedades de causa sobre- natural. No hay para ello prueba alguna. Al contrario, es muy verosimil y razonable que creyera todavia en el diablo y en la magia negra, Pero esto no es lo esencial de su obra. Lo esencial es que reconocié claramente a he- chiceras y posesos como enfermos mentales ¥ Propugné que los tratara primeramente un ‘médico y no un sacerdote. Weyer no es el pri- mero nj el iinico que sostuvo tales concep- ciones. Las recibié ya de labios de su maestro Cornelio Agripa y pudo también encontrarlas en della Porta, Cardano, Andrea de Laguna, Amato Lusitano y Paracelso. Pero es el que con més detalle, fuerza y éxito las represent. El Renacimiento es época de profundas con- sradicciones. Junto a la despiadada persecu- Gim_de- peicSpatay “Uldados de “heeniceros besrvanint por today porter sebales dT profane capes aa Tora i isin hacia los desdichados en- Termos. No-adis se manifesta esto ex Tor ceritos de los autores citados, sino también en el establecimiento de numerosas instituciones 19 para enfermos mentales, particularmente en Espafia, que por entonces vivia su “edad de oro” en el orden de Ja medicina y de la civi- lizacién-en-general, y donde mas vigorosa- ment? infhiyé el ejemplo arabe. Instituciones de ese tipo se crearon en Sevilla (1409), Za- ragoza y Valencia (1410), Barcelona (1412) y Teledo (1483). Es tambien caracteristico {que en el recién conquistado México, pocas décadas después (1567), el viejo penitente, ex soldado y conquistador Bernardino Alvarez haya abierto también una de esas institucio- nes (San Hipélito), la primera de su especie en el continente americano. La misma pia- dosa comprensién hacia los enfermos menta- Jes se manifiesta ademds con gran vigor_en Jos escritos del humanista espafiol Juan Luis Sissi (02,1500 } eeeiemmeraemseandt “La significacién del Renacimiento para la pelguiatla va nly lide este nuovo deaper sper tar de una actitud humana hacia los enfer- mos mentales. La duda sobre las causas sobre- naturales de ese tipo de enfermedades vy de otros fendmenos asi explicados, como el mi- agro, condujeron a la indagacién de fuerzas ‘¥-causas naturales, y encontramos entonces el ‘concepto de imaginatio, por ejemplo en Tos escritos de los antes nombrados y en los de Pomponazzi, Libavio y Pico della Mirandola. con nuestro concept actual de sugeston. tuna fuerza que esti en condiciones de provo- car enfermedades fisicas y mentales, asi como de curarlas. Como nosotros mismos tampoco sabemos exactamente qué es la sugestién, no debemos ser muy severos para con los pens dores del siglo xvr si se muestran perfectamen- ‘te oscuros sobre la verdadera naturaleza de su ‘imaginatio. Cualquiera sea la apreciacién que nos me- rezca, Paracelso * fue sin duda el médico mas 5 Lo que la pricologia moderma lama “imagina én” era en el Yorabulario medieval y renacentsta phantisia (phantasma era la “imagen”. (N. del T.) © Philippus Auréolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, Hamado Paracsl, nacié en 1491, hijo de un médico, en Maria Einsiedeln, En 1502 fue coo 20 célebre de su tiempo, y ya por esto solo mere- ‘ce nuestra consideracién. Ademés, se ocups en psiquiatria més que el resto de sus coeta- neos. Hacia 1520 compuso unbreve. libro Sobre las enfermedades que privan de la ra- ‘in, el cual fue publicado en 1567. En sus labras introductorias manifiesta con toda claridad que, pese\a lo que 1n_ decir los lérigos, las” enfermedades mentales no son gausndas por espiritus, sino de orden natural. Era, para su época, una afirmacién atrevida y extraordinariamente valiosa. Como Paracel- 50 se proponia construir uma nueva medicina —bien que en sus obras se encuentre mucho Gel fondo de ideas grecorromano-ardbigas—, ofrece una nueva clasificacién de enfermeda. ‘des mentales en remplazo de la clasica tria- ‘mania, melancolia, frenitis, E distingue Tas siguientes: epilepsia, x dadera". baile de san Vito y suffocatio Hectus (Ta antigua histeria) Describe cinco especies de epilepsia, segiin proceda ésta del cerebro, del higado, del cora zn, de las entrafias o de los miembros. Es una concepcién no del todo insélita en su época, Su descripcién clinica (desvanecimiento, con- vulsiones, caida brasca o lenta, boca espu- mante, a veces miccién) muestra que la epi lepsia no esté netamente diferenciada de la histeria, La enfermedad se da en todas las criaturas vivientes; no sélo en leones y ardi- las, sino también en Arboles. Consiste en un trastorno del spiritus vitae [espirita vital] provocado por los alimentos o por “vapores”. su padre a Villach, en Garintia, sede de las minas de ‘Ficar. Alli tuvo su primer contacto con Ta alquimia. Desde 1507, como estudiante viajero, recorrid Tobin: igen, Heidelberg, Friburgo, Colonia, Erfurt y Viena. En Ferrara (1512) se supane que se doctoré. Fue ci rujano militar en Ttais, Holanda y Suecin, y viojs también por Expaia, Portugal, Francia. Inglaterra asia, Turquia, Egipto y los Balcaves. En 1524, une tentativa de establecerse en Salaburgo fracas com mo: tive de Ia Guerra de los Compesinos, Profesor en asilea en 1520, los dos afio: hubo de bisir otra ver, ‘Tras nuevas peregrinaciones por Aleminia del sur, Suiza, Bohemia y Austria, experimenté en 1532 una, crisis religiosa, Murid en Salzburgo, 154. Ex camsonancia con su filosofia del macro. ‘cosmap-maicrocosmo, Paracelso lo compara al te. yremoto. La enfermedad comienza ya en el ‘sepo materno. Conciste ante todo en una coc- it del spiritus vitae en los diversos érganos cxiginarios. La mania es una alteracién de la razén, no cde los sentidos. Se manifiesta por conducta agitada, acttud irracional, inquietud y malig. nidad. Tiende a las recaidas, y puede apare. cer de modo primario en el cuerpo sano 0 Bien, de modo secundario, como secnela de otras enfermedades. Por encima o por deba. je del diatragma se destila una materia que ‘sabe luego al cerebro en forma de vapor. $i Ja materia es destilada por los excrementos, el paciente no come, vomita, tiene diarrea, habla solo y no presta atencién alguna a lo que lo rodea. Si, en cambio, es destilada en Jos miembros, el paciente se muestra euféri. ©o, excitado y agitado. El gran calor quema el hatmmor vitae, ¥ entonces las partes mis su. tiles se separan y suben. La materia puede coagularse en la cabeza y convertirse en gusa- ‘nos (sélo en el siglo xvi comenzé a ponerse en duda la generacién espontinea de gusa Ros) u originar abscesos: Paracelso polemiza, naturalmente, contra la doctrina de los cua. fro temperamentos y ‘las cuatro cualidades La mania procede sélo del spiritus vitae y saca a luz “actitudes'y cualidades” que hasta entonces permanecian ocultas en el hombre. La locura verdadera (“la gente realmente jinsensata”) es permanente y se halla en co. nexién con las estrellas. Deben distinguirse inco subdivisiones: los lundtici, los insani, los vesani, los melanchélici y los obsessi. Los cuatro primeros nada tienen que ver con el diablo, pues donde esta ausente la razén tam- ign el diablo ha perdido sus derechos. Estos pacientes no sufren dolores, al contrario de les afectados por mania, chirea lasciva, suffo. catio intellectus 0 epilepsia. En los “lund cos”, el espiritu vital es influido invisible mente por Ja luna y las estrellas, como el Ikierro por el imén o como son atraidas por el sol las aguas de Ja tierra. Los “insanog” son Presi { Perturbados mentales de macimiento (éste es lun punto de vista nuevo), ya porque el es- perma estaba corrompido, ya porque la luna ha influido sobre el serio materno. Los “vesa. nos" ham sido envenenados por comidas 0 be. bidas, particularmente por alimentos contami. nados con filtros de amor. Muchos de estos pacientes piensan slo en el amor o en Ja guerra, o en trepar y correr. El baile de san Vito no es causado por santos, pues éstos no provocan enfermedades. Debiera Hamérselo més bien chorea lasciva [anza lasciva]. Se produce o porque el espi- ritu vital precipita ciertas sales excitantes en les “venas risorias", 0 bien por imaginatio (imaginacién e imitacién). La chérea lasciva de Ia época de Paracelso no es, naturalmente, ‘nuestra corea, sino el tarantismo, que, en efec. to, muestra fuertes elementos sexuales, La suffocatio intellectus parece también tuna forma mixta de epilepsia e histeria. Es una enfermedad natural, causada por lom- brices intestinales, procesos uterinos o exceso de comida o de suefio. (Todavia a comienzos del siglo xxx el destacado investigador del t- fus, Prost, consideraba las Jombrices intesti- nales como causa principal de los trastornos ‘mentales.) La enfermedad se produce porque, desde los érganos oprimidos, un vapor sube a Ja cabeza 0 es absorbido por el corazén, La resién sobre esos érganos origina temblores, convalsiones y a menudo la muerte. La suf. focatio puede ser provocada también por gol es en la cabeza. Paracelso menciona tan a menudo los golpes en la cabeza como causa de estados convulsivos y psicéticos, que pue- de considerérselo como un precursor de J. HL. Jackson. Los capftulos sobre terapéutica de las, “En- fermedades que privan de la raz6n” serdni aqui objeto sélo de breve referencia. Es en ellos _ {aracteristica Ja_ausencia de’ toda psicotera. ia_\ el predéitinio de medicacién quimica, Srapere epilepsa, Paracelso te apa, ta de su principio fundamental, de que para enfermedades materiales sdlo han de vsarse remedios materiales y para enfermedades es. iO Serpe 287 Caste TE a SBELAG Seat pirituales -remedios espirituales, pues pres- cribe medicamentos materiales como el alcan- for, el polvo de unicorno, eedtera, pera la epilepsia, que es “espirital”. Luego enume- a diversos remedios “espirituales”, que son coagulantes, astringentes 0 especificos. Todas Jas enfermedades son curables con sus arcana, cuya preparacién no corresponde a los médi- cos sino a los “artistas” (alquimistas). Da recetas para “arcanos” tales como el vitriolo himgaro ol dlewm arcani, que contiene alcanfor, raspaduras de créneo, polvo de uni- cornio, hierbas y raices. Recomienda también opio, mandrégora y eléboro. Para el trata- miento de la mania, ante todo deben abrirse Jos lugares por donde asciende este mal (Ios dedos de las manos y de los pies, y la cabeza), de modo que salgan Jos vapores. Prescribe también medicamentos refrigerantes y astrin- gentes, que reduzcan los vapores malignos. En el caso de los Jundtici, debe eliminarse por ciertos medios Ja influencia atractiva del sol 0 de la luna, Para ello se utilizarén las lla- madas quintaesencias, en especial la quinta essentia auri (quintaesencia del oro). La lo- cura congénita ha de prevenirse por medio de un coitus artificialis entre los padres y la ingestién de medicamentos. Los vesani deben ser tratados con los Iamados remedios espe- cificos, con sedativos y con otros tales que vi- goricen el spiritus vitae. Para la chérea lasciva que nace de una ex- cesiva célera, el enfermo debe pronunciar to- das sus maldiciones sobre una imagen de cera Y arrojarla después al fuego. Para la chirea lasciva inducida por representaciones sexua- les, Paracelso recomienda encierro en una eelda oscura, ayuno, “un buen bastén” .y zambullidas en agua fria. Todo esto puede, naturalmente, considerarse como psicotera- pia, aunque Paracelso explica de modo pura mente fisico el efecto de esos tratamientos Para la chérea procedente de las venas riso- rias, indica también aurum potébile [oro potable], ungitentos, etcétera. Contra la suffo- catio, prescribe vermifugos, purgantes, fumi- ‘gacién, uungiientos-y-otras-drogas. In 22 Bias Al estudiar esta obra de Paracelso, tiene uno la impresién de que su autor ere de ten- dencia quimico-somatista, con ocasionales in- tuiciones psicolégicas y clinicas (como la de Ja naturaleza sexual pero no uterina de los casos histéricos). El cuerpo se le aparece co- mo una suerte de laboratorio alquimico, en que ascienden vapores corrosivos y provocan enfermedades mentales. Esto no es en absolu- to sorprendente, pues la principal contribu- cién de Paracelso a la medicina fue, en efecto, la introduccién de representaciones quimicas. ‘Tampoco puede sorprender que el tratamien- to no sea psicoterapéutico sino de orden predominantemente quimico. Los elementos astrolégicos de su libro corresponden por en- tero al gusto de '» época, en que la mayoria de los estudiosos consideraba a 1a astrologia como una ciencia seria. A pesar de ocasiona- les elementos magicos, el libro es en conjunto naturalista, y la nueva clasificacién de enfer- medades mentales que propone Paracelso no es, seguramente, peor que las de sus antece- sores. Su optimismo terapéutico es grande y ‘a menudo frisa en charlatanismo. De ser esto todo lo que supiéramos sobre la psiquiatria paracelsiana, seria relativamente sencillo formarse una imagen y un juicio de- finitivos. Por desgracia, existe otro libro de Paracelso sobre las enfermedades mentales: De las enfermedades invisibles (compuesto en 1531). Aqui va no se nos dice nada de quimica ni de sintomas clinicos, salvo que quieran considerarse.como tales Ios pasajes acerca de 1: erza que posee la imaginacién de las mujere: encintas sobré la formacién del feto, 0 afirmaciones como la de que quien se suicida de desesperacién esté inspirado por el diablo, Sélo se nos dice que el “baile de san Vito” ®, la “penitencia de san Ciro”, la “en- fermedad de san Valentin” y el “fuego de ¥ En el alemin de Peracelso: Sankt Vitus Tans, Sankt Kisrie Buse, Sankt Velileins Siechtag, Sankt An: tonius Feuer, respectivamente. Consultado el Dr. ‘tes primeras son enferme- ‘lima corresponde al er- san Antonio” proceden de la “creencia”. Este Tibro es la obra de un filésofo mistico, en el qual puede cada cual ver incluido o exclui- do todo cuanto los médicos han pensado, Piensan o pensarén, sin que esté por ello més seguro de que tal cosa corresponda a las in- tenciones del autor. Como si eso no bastara, encontramos cier- tamente en su De Generatione Stultorum [Sobre la generacién de los tontos”] el pri- mer aserto acerca de la conexién entre bocio y eretinismo y un Hamado realmente con- movedor a la comprensién y el buen trata- mento de los “tontos”, pero encontramos tam- bign en su De lundticis {'“Sobre los locos”), Ja exhortacién a evitar la locura por medio de Ja penitencia o a entregar los enfermos al fuego para que no se conviertan en instru- mento del diablo (edicién Strebel, tomo TI, Pégs. 127-199), Existe ademés todo un. tra- tado sobre los poseidos por el diablo, que no pueden ser tratados por médicos sino sélo por la fuerza de Cristo, con oracién y ayuno, También escribié Paracelso un libro sobre las hechiceras en que, entre otras cosas, nos ‘enteramos de que aquéllas originan tempesta- des, provocan enfermedades. introduciendo cuerpos extrafios bajo la piel (si los magos- INSTITUTO SEMPER 5. de JULIO 917 (3400) CTES. SECRETAREA: LA RIOJA 1145 (9400) CORRENTE? @ (03783 ) 431898 Grea sino, Félix Plater (1526-1614), . ap rece a comienzo del siglo xvi tanto, pero mis conexo con ol modelo inyestigar los trastornos mentales. Su ica contiene ya al comienzo rios-capftulos (en conjunto, 150 péginas) re- médicos australianos supieran escribir, ese capitulo podria haber sido escrito por uno de ellos) y producen impotencia y abortos. Aprendemos ademés que la hechiceria es in- nata y que la nariz torcida, el rechazo de contacto sexual, especialmente después de en- viudar, o la inclinacién a tenerlo en sibado, viernes y jueves, son inequivocas sefales de ella. Paracelso concluye, por cierto, con el con- sejo de que es mejor redimir a las hechiceras jue no quemarlas. Esto es bello y humano, fae on Wardad no médica psigultrico, Por coo nes de Paracelso pueden considerarse como sefiales de su profundidad y grandeza, segtin ha ocurrido efectivamente muchas veces. Pe- ro, a mi parecer, hay una explicacién més simple y natural; por ejemplo, le confusion y desconcierto totales del autor. Paracelso, . como destructor de antiguos dogmas, como desprejuiciado observador y quimico, ha asisti- do, sin duda alguna, al nacimiento de la me- dicina y la psiquiatria modernas. Pero, como mistico medieval y descomunal fabulador abundante en contradicciones, a menudo debe de haber dado apoyo también a las fuerzas contrarias y provocado mucha confusién. caPiTULO IV LA PSIQUIATRIA DEL SIGLO XVII ferentes a este terreno, y el tomo dedicado a a “préctica” ofrece observaciones clinicas de muchos e interesantes casos de enfermedad mental. Plater parece haber tenido un acen- tuado interés personal por los dementes, con tuado interés personal por los dementes ‘quienes Iegé a hacerse encerrar. Divide Tas 23 enfermedades mentales en: 1) imbecillitas; 2) consternatio, dentro de la cual describe tan- to el estupor del delirio febril como estados cataténicos ‘(flezibilitas cérea); entre sus ca- s0s de estupor incluye uno muy interesante con tumor cerebral, descubierto en la autop- sia; 3) alienatio, que subdivide en: demencia; alcoholismo, al cual se refiere también bajo los rubros de “imbecillitas” y “consternatio” (de alcoholismo se hablaba mucho més desde 1 descubrimiento de la destilacién, en la Edad Media); amor y celos; melancolia e hi- pocondria; mania y... posesidn diabélica; en Ja “alienatio” cuenta ademés el furor, el baile de san Vito y la frenitis; 4) defatigatio, que se manifiesta sobre todo por insommio; este ‘iltimo grupo es de « ‘zen puramente sobre- natural (Dios 0 el diz.lo) y sélo admite tra- tamientos del mismo orden. Pese a sus pre- juicios supersticiosos, Plater supera a todos sus precursores por la fidelidad de sus des- ripciones clinicas. En 1624 aparecié la pri- mera edicién de la Anatomia de. la me- lencolia, de Richard Burton que elcanzaria tan enorme popularidad, pero que es sim- plemente una compilacién de materiales cl sicos, muy dentro del espiritu de la épaca y con cierto mérito literario. Como forma par- ticular de enfermedad mental, climéticamen- te condicionada, J. J. Harder (1678) y J. Hofer (1685), de Basilea, describieron en el siglo xvz la nostalgia, més bien propia y pecu- liar de los suizos. En conjunto, el grandioso impulso cobrado por la psigui” 2 duranieel siglo xv no” mantiene dura... el siglo siguiente un curso rectilineo, Al contrario, se detiene. Ks cierto que poco @ poco los enfermos mentales son otra vez considerados como enfermos y no ya condenados a muerte por hechiceros (aunque todavia en el siglo xv médicos destacados como Ettmiiller ‘siguen ateniéndose a este error); pero no por eso se los somete a obs vatién y atencién médicas. Se los ve siempre gomo incurables y por lo tanto permanecen margen de la medicina, Este hecho me ee 24 icos del siglo xvm se han ocupaito tan“ poco los enfermos mentales. [os incurables, en ‘cuanto se presentaba la ocasién, eran encerra- “en algunas de ellas, como la fundada por san Vicente de Paul (1576-1660), gozaban de un tratamiento humano. Todavia en el mismo siglo se seguia quemando empefiosamente en- fermos_mentales como hechiceros. En_ 1680 el ejemplo. Desgraciadamente, hemos debido presenciar de muevo en el siglo xx el exter- minio en masa de enfermos mentales, esta vez en nombre de una especie de religién materialista. ‘Mientras que asi, en el siglo xvi, las psico- sis escapan atin a Ja intervencién de los mé dicos, éstos encuentran intensa ocupacién ep ‘otro sector de las perturbaciones mentales: el de Tas neurosis, que a la sazin andan sueltas _Y-agnden en gran mimero a los consultorios. ‘Por eso podria caracterizarse a la psiquiatria de las neurosis como una “psiquiatria de con- sultorio”. Tan pronto como se inicié la obser- vacién rigurosa de estas enfermedades, pa- rece haberse impuesto a Jos médicos la idea de que las mismas se hallaban en proporcién creciente. G. Mercuriali (de 1530 1606) se queja, ya hacia el 1600, del aumento de la hipocondia, ‘Th Sydenham, el gran lini inglés (1624-1689), de quien hemos de ain dustonta Ta opinion de que la mited de_ sus enfermos no febriles, 0 sea un sexto del_ total de pacientes, son histéricos. En el si- glo xvm el clinico inglés George Cheyne (1671-1743) cree que un tercio de los suyos son neuréticos; por otra parte, en 1733 daa Juz um libro con el titulo de La enfermedad inglesa, y ‘opina que los ingleses ‘son parti- cularmente nervioso: (!). En fin, a comien- 20s del ‘siglo x1x, Thomas’ Trotter (1761- 1832), en su View of the Nervous Teripera- ment, afirma ‘que son neurdtices dos tertios de sus pacientes. Trotter escribié también vin ro sobre alccholismo, asunto que preocupa- Ibe cada vez mis. A partir de Sydenham, se axis paso ivamente la’ conviccién de ‘gue, bajo Jos mmiltiples sintomas y “ont dades” de los lamado: 08, hipocor Sy, més tarde, nerviosos, s una afeccin fundamental, y que tra taba en primer término, como se suponia has- ta entonces, de una afeccién uterina. Las obras de-esios autores —desde Sydenham, Gheyne, Pomme, Trotter, Whyt, pasando par Brachet, Dubois y Louyer-Villermay, has- ta George Miller Beards con su tratado sobre Ja meurastenia (1880)— se asemejan extra- inariamente, pues se proponen todos reunir se proponen todos reunir_ Jos numerosos sintomas y reducirlos a un co- ain denominade, textatva. que reqonde a Ja orientacién general de la époce. Sin duda vale la pena dar aqui un breve resumen del célebre escrito de Sydenham so- bre la histeria (1680, carta al doctor Cole), el primero y, con mucho, no el peor de los que sobre las neurosis se sucedieron hasta fi- nes del siglo xxx. Sydenham ? consideraba la hhisteria como la enfermedad més difundida, impenetrable y dificil de tratar. Se da sobre todo en mujeres. Sélo estin libres de ella las que evan una vida dura. Los varones, es- Pecialmente los que observan vida sedentaria, pueden padecerla también; pero en ellos sue Je Hamarse hipocondria. Asi, pues, histeria e hipocondria son la misma enfermedad. El rasgo principal de la histeria es la mul- tiplicidad de formas en que se manifiesta, y 2 Thomas Sydenhem nacié en 162+ en Wraiort Eagle, Dorsetshire (Inglaterra), de familia pusitans Lo mismo que su padre y su hermano, fue oficial en el ejércto de Cromwell, Comenzé estudios en Oxford ‘2m 1642, pero tomé las armas, regress en 1647, y en 3650 volvié a tomarlas. En 1655\se cash y comenzi 8 ejercer en Londres. De 1659 a 1661 estuvo en Mont pallies, donde recibié la influencia de Barbeyrec. Slo fn 1663 (a los 39 aos) obtuvo Ta licenciatura en el Royal College of Physicians. En 1665 huyé de la peste ¥ escribié su primer libro, sabre lag fiebres, que dedies ‘Robert Boyle y que levaba una poesia introductoria de sa amigo John Locke. Murié en Gicht en 1689, e por eso induce tan facilmente a error a los miédioos. Después de los esfuerzos del parto 0 de grandes agitaciones, puede aparentar una apoplejta, Puede aparecer como epilepsia, co- mo cefalea localizada, o en forma de palpita- ciones, de tos, de passio iliaca (apendicitis, crénica), 0 como litiasis renal, diarrea, delor e hinchazén musculares, dolor de dientes o de espalda, enfriamiento con pulso normal (ni aun en el célico y el vimito histéricos se alte- ra el pulso), o sensacién de aniquilamiento en el pecho. Sydenham (y muchos a su ejem- plo) atribuye particular valor como sintoma de histeria a la eliminacién de grandes can- tidades de orina clara. Los histéricos son a menudo melancélicos, pero muchas veces, en cambio, turbulentos y, en general, muy ca- richosos. El entendimiento permanece en ellos inalterado, Las formas son tan multi- ples, que resulta imposible enumerarlas todas. La histeria es provocada por estados de agi- tacién, 0 también por ayuno prolongado o por sangrias y purgaciones demasiado intensas. Se debe a una “ataxia” o a un “espasmo” de los spiritus animales, que ya conociamos desde Galeno y luego desde Paracelso, Es muy in- teresante ver cémo Sydenham trata de expre- sar, en el lenguaje de su época, que para é ja enfermedad no ¢s ni jente somatica ni_puramente psiquica. Mientras que, como ‘hipocrético tradicional, reduce toda las demas enfermedades al desequilibrio de los humo- hace una excepcién para la histeria y Ia considera como uns afecnGn de Tero “espiritas animales”. La histeria es frecuente sobre todo” en las mujeres ue éstas_son més débiles den elas eso “ecritus” gon puriculannee te _sensibles. Entre las muchas interesantes histor icas de Sydenham se encuentran también, empero, algunas de varones, como Ja extraordinariamente impresionante de'cier- to gentilhombre que padecia de anto con- vulsivo de origen histérico. "+ Su terapéntica es simple. Aplica menos que ‘én otros casos la sangria y los purgantes, Se funda principalmente en preparados de: hie- yro y también en dieta a base de leche, ef 28 caballo de -batalla caro a Sydenham. Para reducir los ataques ensaya los viejos remedios fétidos que'ya, aunque con otros fundamen- tos, recomendaba Areteo. Para los dolores prescribe opio, aunque es consciente del pe- ligro de toxicomania. Otra razén contribuyé a que se estudiaran mas las neurosis en el siglo xvit: es la época en que aparece por vez primera nario médico la neurologia. El gran neuro anatomista, fisidlogo y clinico i a Willis, (1621-1675) describe por primera vez enfermedades del sistema nervioso como la _miastenia grave y la pardlisis general . El recuerde de su nombre es jente relegado al del hoy in- “poligono de ", De todos modos,*sus métodos de tra tamiento psiquidtrico eran més bien brutales. Fue uno de los primeros en expresar la con- cepcién de que la histeria no era una enfer- medad del sitero, sino del cerebro. La snisma Eu el siglo xvur, la psiquiatria Hlega a cons- tituirse finalmente como ciencia auténoma, y sus resultados superan, primero cuantitativa y después también cualitativamente, a los ob- tenidos en las tentativas anteriores. Eso se ogra sobre todo gracias, no aidesarrollos.pu- Famente médicos, sno a la filosofia del Iu- minismo, que cubre la totalided del siglo. El Tuminismo, ante tod, termina fundamental ¥y definitivamente (salvo algunas recaidas de os romanticos alemanes en la primera mitad del siglo xxx) con la idea de posesién diabélica, vista como una de les formas de la aborrecida “gupersticién”. Como-el concepta.de alma in- 6 dea habia sido expuesta por Charles Le Pois (1563-1633) en 1618; sin mucho éxito, en verdad, pues la teoria de que la histeria era una afeccién uterina sobrevivi6 entre la ma- yoria de los médicos hasta muy entrado el Siglo xxx. ‘Tampoco debe dejarde mencionarse que una medida terapéutica hoy tan empleada co- ‘mo la transfusién de sangre vio la luz en el siglo xvi, como método de tratamiento mas © menos psiquidtrico. El profesor parisiense Jean Denis introdujo grandes cantidades de sangre arterial de cordero en las venas de gp- fermos mentales, y al comienzo hasta buen suceso (zefecto de shock?). Casos fatagy les posteriores Hevaron a la prohibicién dj procedimiento, que sélo fue retamado rujanos del siglo xtx y que por fin en después de los descubrimientos de Landstei- ner, pudo utilizarse exitosamente ci cala. CAPITULO V LA PSIQUIATRIA DEL SIGLO XVOT mortal pasa enteramente a segundo plano, el estudio de las enfermedades mentales, ~~ decir, Ja patologia del aparato pensante me. tal, se torna posible, wente, sobre base ‘ientifica. Pero con ello se da también la po- Sed ds ibninee de pure Somat, introducir conscientemente el psicologismo en. psiguiatria; a este desarrollo contribuyé en parte también la filosofia cartesiana. ‘De inmensa importancia para el desarrollo Ya psiquiatria en el siglo xvur es el gran interés filantrépico de los iluministas por el hombre, y el dimitado_optimismo y Ta Te en. su posibilidad de perfeccionamiento. Los ilu- ‘mimistas superan la aceptacién fatalista de la incurabilidad de Jos enfermos mentales y po- sibilitan asi la eliminacion de Ia atmésfera de presidio que rodeaba hasta entonces su tra- ‘tamiento. Por los iluministas se hace paulati- namente algo més humano el trato dispensa- do_en_muchas instituciones para_enfermos mentales (asi como también en prisiones, Guarteles, ecétera); y a fines del siglo se da el paso decisivo, cuando Abraham Joly en Ginebra (1787), Pinel en el hospital parisien- se de Bicétre (1798), el cudquero William Tuke en York (1796), Vicenzo Chiarugi (1759-1820) alrededor de 1788 en Toscana, xy Jobann Gottfried Langermann (1768-1852) fen 1805 en Bayreuth, liberan a los enfermos mentales de sus cadeitis, Este acontecimiento fue preparado y apoyado por la ada e intensa actividad psiquidtrica de todo el si ‘elo _xvut. Hi centro de gravedad se desplazé_ otra vez de las neurosis a las psicosis, pues 1a siquiatria se practicaba sobre todo en asilos de alienados, que permanecian atin fuera de Ja drbita de la universidad. El Tuminismo hizo posible, ademas, que ‘el psiquiatra solicitara ser escuchado por los tribunales. Es jgualmente mérito del Iumi- nnismo el nuevo y gran interés por Ja preven- ign “e180 enfermedades mentales. Los ilu- ministas mostraron este interés profilictico todos Jos campos de la medicina y, por lo tanto, en la psiquiatria también. Por viltimo, ¢l Duminismo dio nacimiento a las ciencia sociales y a su aplicaciOn médica. En la Ency- clopédie se.etaplea por vez primera la expre- sién “sciences sociales”. Por es0 no es sor- prendente que durante el siglo xvm aparezcan_ Como es sabido, la fundamental e influ yente teoria patolégica de Stahl era el “ani- ‘mistio”, instituido como reaccin contra Ta iatrofisica y la iatroquimica entonces predo- minantes. Las reacciones quimicas y fisicas cuerpo, segiin Stahl, son mantenidas por —el_alma (anima), y la enfermedad es una lu cha del alma contra fnffujos nocivos. Esta con- apcién~sacudig Tox” cimfentos del antg00 Soatino: que dominse a oRoaRTERTT a quidco desde Tor tempor de FiipSerates EI somatisme, aun cuando sobrevivie, se hizo més rico y complicado. Stahl mismo no es- cribié detalledamente sobre psiquiatria, pero su divisién fundamental de las enfermedades mentales en “simpaticas” (0 sea, causadas por “Slecidn de Tos Seyanos) y “patdicas” (oes, Funcionsler, cir leossh- Opiates) conse “tail ATU y Yas de Tecleva importancia para el desarrollo ulterior de la psiquiatria conjunto. A Stahl debe atribuirse princi- palmente el hecho de queen el siglo xvin hhayan surgido de pronto tantos teéricos de Ja psicogénesis de las enfermedades mentales, como Ch Ladwig (1758), Zackot C76, Harper (1780), Fisher (1790), Langermann (797). ¥_no es casualidad que la mayoria de estos autores Fueray-alemanes per on eC siglo xvi tunfaba en Alemania el idealis- a0 filosdfico. Para nuestro propésito, es cosa ‘que gran parte de esas pretendi- das causas psiquicas se hayan revelado més tarde como errémeas y que a menudo los fe- némenos psiquicos hayan resultado antes sin- tomas que-causas. En el siglo xvi, no sélo el psicologismo aparece junto_al_somatismo, sino que éste mismo se transforma gompletamente. Hasta porvez primera en psiquiatria teorias socio- légicas sobre Is etiologi S des niemales, EI vuelco decisivo, sin duda alguna, debe adjudicarse_al_influjo del clinico y quimico de Halle, Georg Ernst Stahl (1660-1734) 2 Georg Eenst Stahl nacié en Ansbach en 1660, Desde 1694 fue profesor en la recién fundada Uni- ‘versidad de Hille, junto con su compafiero de esti el momento, sus partifarios eran en su ma- yorla’ hismoralistas, siguiendo a Hipécrates y ice y més tarde rival, Friedrich Hoffmann, En 1716 esd e Berlin como médico de eabecera del rey de rusia, Alli murié en 1734, al parecer con la mente perturbads. Era pietista, Como médico, ered el “ani ‘mismo"; come quimico, la teoria flogistica, sélo reba- tida por Lavoisier. Inflayé poderosamente en los vita- Tistas de Ip escucla-de-Montpellien= =~ i or Galeno. En adelante, las teorias patolopices fondamentales se hacen cada vez mis. sol: Gistas’, punto de vista al cual también se pliegan, naturalmente, los psiquiatras. El-so- i x “fomentados por la cbra_de los anetomopats- Jogos, y sobre todo de Morgagni (1761), quien Itizo ademas 1a autopsia de muchos Gafermos mentales. Este nuevo solidismo del_ Siglo xvmu se apoya particularmente en el sis- Tema nervioso, sobre cuya fisiologia se rea- Tigaban ala sazén muchos e importantes des- cubrimientos. Aqui, como tan a menudo ocu- gre en la historia de a medicina, los nuevos Aescubrimientos condujeron a que se diera ® hhechos particulares un relieve y un grado de generalizacién excesivos, que la realidad no Sastificaba, Las investigaciones experimenta- Jes de Albrecht von Holler (1752) sobre le sensibilidad del sistema nervioso y la irrita- bilidad de los muisculos (contractibilidad) fue- yon iransformadas en seguida por Cullen, de Edimburgo, en una explicacién general. de_ las enfermedade “Ja base de trastornos nerviosos (1769). Cullen acuié Ja expresion “neurosis” v recomendé el chaleco de fuerza, inventado por McBride. Consecuencias ani- Jogas tuvieron los primeros experimentos (A751) de Robert Whytts sobre los reflejos, fendmeno al cual dio también el nombre de “cimpatia”. Y en la misma direccién obraron Jos experimentos de Galvani y de Volta (am- bos en 1792) con la clectricidad “animal” Este tardio descubrimiento del sistema ner- ‘vigso dio por resultado que esas enfermedad s cuales Hamamos hoy neurosis y ‘_entonces se atribuian a ‘‘vapores” 0 a “co qrupcién de humores” fueran_adjudica istema nervioso exclusivamente, Sélo_desde el siglo xvm la gente puede ser “nerviosa”. En el mismo siglo comienzan también los ‘estudios sobre las _localizaciones_cerebrales (Pourfour du Petit, Lorry, Gall), tan preiia- 2 Como se indica Ga el- capitulo TL, nota 2 eran sotilstas” Tos que yoian Tes causas de Ia enfermedad vce alernciones de fae partes sides del cuerpo ¥ "0 Ge tas fluidas 0 "humores™. (N. del T.) 28 os de consecuencias para Ja ulterior psiquia ‘ria. La segunda mitad del siglo produjo ue tedrico que combi 6 os puns Seis Yogico y_ somdtioor el Tildsofo de Ta medicina Bene Cabanis (1757-1808) *, quien, si bien “pas escritos nos resultan hoy tan triviales, ejercié enorme influjo en le medicina, Ie Psiquiatria, 1a educacién, la politica y hes- {a Ja literatura de las décadas siguientes. Ca- banis pertenecia a Ia escuela de los idedlogos se hizo amigo ¥ prot ‘En sa Gcbre Traité du Physique et du Moral de Homme (1799), este iluminista y sensua- lista tardio se esfuerza ante todo por explicar fisilégicamente los fendmenos “morales”, va~ fe decir, psicologicos. Pero muestra también cm" “lertas impresiones “morales” pueden. Sener -onsecuencias fisiopatolégicas. Asi se da- ba, por fin, una explicacién racional de le paicogénesis mérbida,_en_que, las, amadas Fpasiones" desempefiaban especial papel... ‘bign se daba por vez primera un fun- Gamento tedrico para el tratamiento “moral”, ‘es decir, la psicoterapia. Una teoria psicote- apéutica no era posible, en efecto, mi sobre la ‘base del antiguo somatismo ‘ni sobre la base do la antigua creencia en el alma, Desde me: diados del siglo xvu abundan_los libros en ‘que se Tecomienda la psicoterapia en caso de ‘enfermedades tamto_psiquicas_come_COrpOrs: les. Citemos ‘s6lo los trabajos de Bolten (1751), ‘Scheidemantel (1787), Tissot (1782), Fal- coner (1789), Haslam (1798) ¥ Reil (1803). ra un progreso, aunque los métodos de mu- 2 Pjerre Jean Cabanie nacié en 1757, Se dedied pre mere a In iteratura; en 1783 ge recibid de doctor ex weereina en Paris, Amigo de Turgot. de 1a winds de Frets, de Holbech, de Franklin, de Jefferson, de Heriliog, de Diderot, de Dalembert de Condarcet, foe. com Destutt de Tracy, cabeza de los “Sdedlogoe” ‘loefos sensualstas). Trabsjs en Ta reforme de le eae Tue medico de Mirabeau; en 1794, pro- Fee Ge higiene en ln nueva Boole de Santé; en 1796, festrabro del Instituto, en 1797, profesor de medici- wuietica, en 1798, miembro de lor Quinientos; 27%, {As a Nepoledn en ar golpe de Estado Setup superintendente de los hosptales de Perlis, daoitmmade @ silencio mas tarde, junto, com sus emi: fot, per Nepolesn, Marié en 1808, ‘ches autores para curar por medio del mie- do no resultan muy dignos de loa. Sélo Pine! desterns ese procedimiento del arsenal psico terapéutico. Por otra parte, la_psicoterapia le otra fuente que siquiatria de Jos libros de eruditos doctores, En razén de las circunstancias, el tratamiento de los en.. fermos mentales estaba ex. gran parte no ox manos de los médicos sino de los intendentes silos. Enire éstos se encontraban no pocos individuos inteligentes y humanos, quienes a menudo se anticipaban a los médicos en di it_que con la psicoterapia se Iegaba 1m ios que con los usuales purgantes y sangrias i is, pera la psiquiatria, no sélo 3 lo de Ja psicoterapia sino también, desgraciadamente, del desarrollo y- Ja activa aplicacién de tratamientos corpora. Tes len considerarse como una especie de-terapéutica de shock. Junto al antigo “tr famiento” por inmersién aparece la llamada._ ‘sila de Darwin” (ideada por el abuelo de Charles Darwin, el médico Erasmus Darwin, 1731-1802), en la que se hacia girar al enter’ mo hasta que Te tal sangre or se " aati v los oon ¢ sie ea aye -Ton_durante décadas Jas més exitosas cura. Surante décadas Jas més exitosas cura ‘iones, También se aplicaban Ia castracion y as curas por_hambre, Antiguas drogas, cone Ja datura y el alcanfor, volvieron - ¥ Ja recién descubierta digital se aplicé er fintided para todo y, por ende, también para las enfermedades mentales. £AA extensién del movimiento psiquidtrico del Siglo xvnz puede apreciarse por la antidad de tratados sistematicos que pare su_curso, Aqui nos limitaremos a uno de Tos pocos torias clinicas y ensayé tratamientos con elec. tticidad y calomel), Pargeter (1792), Harper (4780), “Faulkner '(1790), ‘Haslam’ (1708; farmacéutico del oélebre y mal afamado hos. pital de Bedlam, en Londres) y Crichton (1798). Como Gran Bretafia era en esa épo- @el centro principal de la medicina clinice, alli se publicé Ta mayoria de los libros sobre ‘Psiquiatria; pero también en. Francia deben sefialarse las obras de Lorry (1762), Le Ca. -fnus (1769) y Dufour (1770). Colombier y Doublet (1785), asi como Daquin (1791), se Preocuparon, aun antes de Pinel, por la ‘re. forma de los asilos de alienados, En el im. bito de lengua alemana, citemos Tos escritos de Aueal el descubridor de la percu- sién (Viena, 1776). Auenbragger describié interesantes casos de enfermedades mentales, que él atribuia a la-atrofia del pene, como en el koro de los chinos en Java‘. Y también Jos libros de Greding (1757, con abundantes informes de autopsias), Zimmermann (1784), Klockhot (1772). Fischer (1790), Langer. mann (1797) v Reil (1803), quien. ademis- Scuhe el _término “psiquiatria” libro norteamericano sobre enferme- dades mentales, escrito por el célebre Benja. min Rush® Medical Inquiry and Observa. 4 Gl. Jossen Ducner, Auenbrugger ale Peychicter, Zurich, 1955, § Johann Christian Reil nacié en 1759 en Rhaude, Frisia oriental. Se recibié en Halle, en 1782, donde fue profesor desde 1787. En 1810 enseid medicina en le recién fundada Universidad de Berlin, En 1813 smmiié de tifus. Vitalista primero, adopts después la filecoti Ratural del idealismo, Trabaj6 en anetomia cerebral Propugné en vano le fundacién de institutes psiquid. ‘ricos en Berlin y en Halle. Benjamin Rush nacié en 1745 cerca de Filadelfia, Primera escuela de me- dicina norteamericana, recén treada en Filadeliia; S, desde 1789, profesor de modicina. Maestro de gran i flujo, fue tmo de los firmantes de le Declarscion le Tndependencis, médico jefe dl ejército de Washington en 1778, y después de 1799 director de la Case de Moneda. Reformador social, Iuché contra la pena de ‘uuerte, Ia esclavitud, el aleoholismo, el malnate ao Jos enfermos ‘mentales, la inflacin, etcéters, Come ‘médico, se lo conoce sobre todo por haber sostenide, cl caricter no contagioso de Ia ficire amarilla'y por ‘1 inexorable eplicacién de sangrias ¥ purgantes No 186 en 1813, 29 tions upon the Diseases of the Mind (Filadel- fia, 1812). El Traité médico-philosophique sur P Aliénation- mentale, de Pinel, cuya primera edicién es de 1801, constituye por un lado el coronamiento de la psiquiatria del siglo xvi por otro el'comienzo de una nueva época. ‘Bien que los tratados psiquidtricos del si- glo xvi deban considerarse, por sus destaca~ dos puntos de vista, como manifestacién de ‘un progreso altamente laudable, no puede des- conocerse que se entregan demasiado al gusto de la época por especulaciones, teorias y cla- PINEL, Philippe Pinel vio le luz en el afto 1745 en una aldebuela de Francia meridional y en el seno de una familia de médicos. Destinado originariamente a la teologia, se voleé prime- ro a las mateméticas y més tarde a la medi- ina, que estudié en Tolosa y en Montpellier. Su personalidad maduraba lentamente. En 1778 se trasladé a Paris. Pero tampoco se de- dicé atin de preferencia a la practica médica, sino a los estudios cientificos, mientras se ga- naba la vida como preceptor, traductor y edi- or. Se hizo amigo de Cabanis y de Thouret, y miembro del salén de los idedlogos, en casa de la viuda de Helvecio, Sélo alrededor de 1785, 0 sea, a la edad de cuarenta afios, pa- rece haberse interesado en psiquiatria. La Re- volucién, que levé transitoriamente al poder a muchos de sus amigos, elevé también a ese hombre timido y modesto a cargos de impor- tancia, En 1793 se le confid al asilo de alie- nados de Bictire, y en 1795 el de la Sal- pétriére, donde cumplig_su famosa obra de liberacién. En el afio 1794 fue designado tam- 30 sificaciones y demasiado poco al estudio y la descripcién de casos concretos, Harto a menu- do se hizo la tentativa de meter por fuerza las enfermedades mentales en el lecho de Pro- custo de alguno de los “sistemas” tan caros al siglo. Por eso no nos hemos referido a nin- guno de ellos. También en concordancia con Ja ténica de la época, muchos de los autores aparecen fascinados en exceso por los trastor- nos de la razén, del intelecto, En este sentido, Pinel y su escuela aportaron un cambio fun- damental. CAPITULO VI ESQUIROL Y LA ESCUELA FRANCESA bién profesor de higiene y, mas tarde, de medicina interna, en la recién fundada Es- cuela de Medicina. Entre sus contempordneos, era més conocido y célebre como médico in- temo que como psiguintra. Su-Nosographie publicada en 1798, constituyé =_veinte afios la Biblia de la escuela de Paris. Para nosotros, Haturalmente, es de mayor interés su Traité médico-philosophique sur TAliénation rieniale, publicado por primera vez en 1601 Coral thule de Trait de la Manie. Con m0: tivo de la “depuracién” de elementos liberales, practicada en la Escuela de Medicina, Pinel fue obligado a jubilarse en 1822; murid en 1826. Su Tratado, fundamental para Ia nueva psi- quiatria, comienza con una critica de sus pre- decesores. Es caracteristico de Pinel que se apresure a poner Vigorosamente de relieve los miéritos de ciertos intendentes en la cuestin de la reforma de los asilos, y en particular de su colaborador Pussin, a quien, en cierta me- dida, consideraba como su maestro, asi como Jos de su propio disgipulo y favorito, Esquirol. Tgualmente caracteristica es la autocalifica, iin de su obra como “filantrépica”. Pinel declara que renuncia a entregarse a més hi- Oiesis sre ol entation ‘humano, su lo. cién y su esencia: su tarea principal camo naturalista, observar hechos y esclarecer Ja.cadtica confusién de los métodes terapi 2s por medio de investig sivas (estadisticas). aplica primeramente a Ja cuestién de Ia -stiologia de las enfecmedades mentales, Sef Ja a ese respecto que(la vida af Bese Sl sug » Y cin importantes son Tas causas p: légicas en Ta genesis de Ta Tocura. Como px “mera causa est4, para al, ‘come Segunda, orjemtaciones sociales defectuosas, Por_ejemplo Ja. educacién: una educacién efrada puede provocar una verdadera seudo- demencia, y el tratamiento de los enfermos mentales es, por otra parte, slo una forma de la educacién, causa la constity. Yen, segin Pinel, irregularidades en el régi men de vida; la cuarta, las Hamadas ““pasiones —espasmddicas” (célera, susto); y la quinta, las “pasiones debilitantes” o “depresivas” (triste. 42a, odio, miedo, pesar). Destaca ademés lo pelos del whine de una forma de vida activa a otra inactiva (las dificultades psico- Jégicas de los jubilados eran ya bien conocidas en el siglo xvnz), asi como de los conflictos entre las tendencias instintivas y el dogma religioso. Camo sexta causa pone las pasi exaltantes y, como séptima, la constitu melancélica. Sélo como octava causa registra fenémenos fisicos, por ejemplo el alcoholismo, Ja retencién de la sangre menstrual o hemo. rroidal, la fiebre, el puerperio o las lesiones craneanas, Da luego una sintomatologia general de las enfermedades mentales. En la mania halla incremento del calor y dé las fuerzas del cuer- Po, voracidad y aumento del apetito sexual. Habla abiertamente del onanismo y de la ho. mosexualidad en los asilos. La percepcién de Jos objetos externos puede hallarse perturbada Y conipletamente confuso el pensamiento; pe- To en la Uamada folie raisonnante el pensa- miento permanece claro, aunque el paciente es enfermo mental, El acentuado interés de Pinel, asf como de Esquircl, en tales fenéme- vnos muestra su emancipacién definitiva de la atin vigente teoria de Ja posesién, que, natu- ralmente, slo podia representarse la enferme- dad mental como una perturbacién psiquica total. En los melancélicos, segiin Pinel, el pen- samiento estd concentrado integramente en un objeto, Pueden hallarse perturbadas la me- moria y la asociacién de ideas. Describe a este Tespecto un caso de afasia con agrafia y ale- xia. Considera particularmente notables los trastornos del juicio en la folie raisonnante. En los dementes y en los idiotas, una hébil imitacién puede simular integridad del ju En los enfermos mentales esta perturbada an. te todo la vida afectiva. En la mania, el “fu- ror” es mucho més caracteristico que las ideas © los juicios falsos. La vida afectiva se halla completamente alterada. Puede entonces apa- recer el estupor apético, La imaginacién puede hallarse desviada, lo mismo que en la Hamada hipocondria, en que los pacientes creen care- cer de corazén o tener miembros de vidrio o estar transformados en lobos. Lo decisivo, pa- ra Pinel, son las alteraciones caracteriales, y glretorno al cardcter de antes es sefial anun- —siadora de la curacién. Después, Pinel presenta su clasificacién de enfermedades mentales. Se mofa de Cullen ¥ de Erasmus Darwin, que consideraban co- ‘mo enfermedades mentales simples vicios. “Ce serait convertir en Petites Maisons (asilos pri- vados para alienados) nos cités les plus floris- santes.” En su clasificacién, se atiene esencial- mente a los modelos clasicos. Conoce sélo cua- ‘two formas de psicosis: mania, melancolia, demencia 0 idiocia. Su “mania” 0 “delirio General” no puede ponerse en paralelo con ninguna de nuestras actuales formas psicéti- as: abarce, en lo esencial, todo tipo de esta dos de agitacién. Segin Pinel, la mania se localiza en la zona géstrica. Esta antigua idea de Platén reaparece en Cabanis y en Pinel at modernizada, en cuanto como sede de la en- fermedad se postulan los ganglios nerviosos de Ja regién abdominal. En la mania pueden ob- servarse actitudes extravagantes, o exagerada- mente joviales o tristes. La mania transcurre, como una enfermedad aguda, en determinados pperiodos, y a menudo puede curarse. pues tie- he cardcter “puramente nervioso”, sin alte- racién orgénica. Puede existir también sin delirio, con sélo trastornos afectivos. ‘Ala melancolia da Pinel también el nombre de “delirio exclusive”. Rehiisa extender de- Jnasiado Ja comprensién del concepto, y Hama melancolia s6lo a aquellos casos en que apa- rece concentracién en una idea tinica, la cual puede ser de indole triste o bien megaloma- iaca. Los melancélicos pueden permanecer ‘callados afios enteros. La melancolia puede degenerar en mania; conduce a menudo al suicidio, o también a la negativa de alimen- tarse y se caracteriza por ideas obsesivas ¢ tusiones, La demencia o destruccién del pensamiento resulta, ante todo, del agotamiento por exce- ‘sos cexuales. Las ideas se tornan por entero incoherentes. Ei ello radica la diferencia e ‘tre demencia y mania: en ésta, las ideas son falsas pero conexas; en aquélla, estén entera- mente aisladas unas de otras. a idiocia, seguin Pinel, es la ausencia de todas las facultades mentales; 10s casos son muy numerosos, muestran a menudo altera- clones craneanas y, en general, se tratan de manera demasiado activa. Con motivo de la Jaiocia, Pinel hace una digresién por el terre- no del cretinismo y de los problemas juridicos de la psiquiatria. ‘Si queremos distribuir nuestros actuales -sindromes entre las antiguas clases de Pinel. Ja “mania” incluiria tanto hipomaniacos como esquizofrénicos; la ‘“melancolia", tanto las auténticas depresiones como las formas depre- ‘sivas de la esquizofrenia, la parancia, la neu- tosis y la pardlisis general; la “demencia” abarcaria a la vez paraliticos generales y es- quizofrénicos crénicos; en la “monomania”, por wltimo, entrarian paraliticos generales, 32 paranoicos, esquizofrénicos y neuréticas. En Ja antigua clasificacién no se alude en reali dad a entidades nosolégicas 0 a sindromes, sino a estados sintométicos. ‘De maxima importancia son_para Pinel Jes normas a que deben ajustarse la organiza- ccién y Ja direccién de los asilos. Estos som, em sus manos, ¢l principal instramento terapéu- ico. Corresponde una actitud firme, pero a la rez confiada y liberal. Ante todo, cimientos deben ser para que puedan “ Has de asilados. Pinel da una descripcién de Ja Selpétrire, donde existen divisiones pare Jadrones e idiotas, para los agitados incurables y para los curables, para enfermos tranquilos (dementes), para dementes seniles rare convalecientes (con talleres). Hay u ign tun lazareto para los asilados que padecen ade- més alguna otra enfermedad. ‘Como medio correctivo rechaza por com- pleto, naturalmente, las cadenas, que él mis- ‘mo habia suprimido en Bicétre y en la Sal- ‘pétriére. Utiliza el chaleco de fuerza, pero _previene contra su aplicacién demasiado pro- “Tongads. El chaleco, lo mismo que Ja ducha, hha de ser prescrito tnicamente por el médico. Debe procederse estrictamente en forma con- ‘tinuada al mantenimiento de cierto régimen y al estudio del cardcter de los enfermos. Una de las mayores dificultades en este terreno es la divisién de fuerzas entre el director mé- dico y el administrativo, que en la mayoria de Jos hospitales conduce a situaciones sim- plemente grotescas. Los enfermn: curados hacen a menudo buenos enfern.. .s. En la distribucién de viveres debe atenderse par- ticolarmente a Ja equidad. En épocas de hara- bre sube mucho el indice de mortalidad en los asilos de alienados. Los ejercicios fisicos 0 el ‘trabajo mecinico, como se aplican en Zara- goza_y en Amsterdam, deben constituir la ley fundamental de tales establecimientos. El ‘trabajo manual es importante sobre todo para los idiotas; los enfermos de la nobleza, que rechazan tales actividades, son por eso mismo particularmente dificiles de curar. El trata mente _amplios miento psicoterapeutico ha de reposar sobre 1a autoridad y Ja prestancia del médico, quien ‘a veces deberd valerse también de la astucia. Se observaré mucha cautela en la autoriza. ciémde pricticas religiosas, pues a menudo Pueden llevar a peligrosos estados de exalta- Giéa. Pinel, como Esquirol y sus discipulos, estaba profundamente compenetrado de la necesidad absoluta de aislar a tiempo de la familia a los enfermos, pues aquélla es inca- az de cuidatlos debidamente y sdlo les pro. ‘Yoca tina imitil agitacién. Por otra parte, los contactos con el mundo exterior en general han de ser stmaniente restringidos, pues su establecimiento prematuro, segiin lo ensefian experiencias realizadas tanto en Francia co- ‘mo en Inglaterra, leva a peligrosas recaidas, Giertas categorias de querellantes, proselitis. tas y ladrones incorregibles deben ser aisle. das de los demés enfermos El tratamiento de los melancélicos exige suma habilidad. Entre las historias clinicas con que Pinel ilustra este capitulo figuran, por otra parte, casos que hoy se clasificarian Como paranoias o como neurosis obsesivas. En Jos casos de negativa a alimentarse, Pinel da cuenta de haber introducido con éxito la son- da. Siempre es de temer el suicidio. En gene- ral, debe vigilarse no menos al personal que Jos enfermos. Pinel pasa Iuego revista a los viejos y los nuevos métodos terapéuticos. Los azotes, que desde la época de Celso se administraban li- ente, son rechazados como ineficaces (lo mismo que en la educacién, por otra par- te). Tampoco hace caso alguno de las san- grias. En cuanto a la inmersién stibita, toda- via recomendada por jaave, la Hama “un irio"de Tos médicos, peor que el de los en- fermos”. AT contrario, es gran amigo de los Bafios, y aplica también moderadamente 1a ducha. ‘Registra en este punto interesantes experimentos realizados por Esquirol con la ducha sobre si mismo. En el primer estadio de la mania es impor- tante separar al agitado de los demés enfer. mos, Ha de evitarse confundirla con el delirio febril. Sélo en casos de agitacién extrema debe Tecurrirse a las cadenas, y por breve tiempo, Ha de alimentarse bien a los enfermos, dejér- selos andar mucho en libertad y administrér- Seles batios y purgantes staves, Debe proce- derse siempre con gran recaudo en la admi- nistracién de medicamentos, La melancolia es ain mis dificil de tratar que la mania, que tiene una especie de curso natural y, por lo tanto, segtin la teorla hipocrética, una ten- dencia a la curacién espontinea. Los medios “‘morales", en especial la ergoterapia, son par- Ucullarmente recomendables. Pinel considera ‘puro fraude la posesién y el exarsismo, Pre- fiere sistituir el venerable eléboro con pur- gantes més inofensivos. Aplica también se- antes, como el alcanfor y el opio, La mania Puede muchas veces conciuir de modo critico, or ejemplo por un absceso de la pardtida 0 una enfermedad febril generalizada, Es extra- ordinariamente difieil decidir si un caso esta curado 0 no. Conviene usar de gran cautela para dar de alta a los convalecientes. Pinel ofrece después los resultados de sus investigaciones estadisticas, que considera fun- damentales. La mania se observa sobre todo desde la pubertad hasta los cuarenta y cinco ‘afios; en las mujeres puede aparecer antes también. La melancolia se encuentra con mis frecuencia entre los veinte y los cuarenta. En Ja etiologia de esta enfermedad prevalecen especialmente las causas morales (vale decir, sicolégicas), como los sustos, el tedio de la vida, la pérdida de los bienes, las dificultades domésticas, la devocién exagerada. Como cat- sas fisicas estin sobre todo la predisposicién Constitucional, la suspensién del menstruo, ¥ el puerperio. Registra 51 % de curaciones en Ja mania, 62 % en Ia melancolia, 19% en la demencia, y 0 en la idiocia. La duracién me- ia del tratamiento es de cinco meses y medio en la mania, y en la melancolia, de seis me- ses y medio, Cuenta 71 recaidas entre 444 pa- cientes. Como la mayor parte de sus incure- bles habian sido previamente tratados en otros Tugares y de modo inadecuado, considera que sus éxitos serian verosimilmente mayores # 8 los enfermos le Hegaran directamente a él. Naturalmente, las curaciones quedan siempre dudosas. Pinel, con este motivo, hace la in- teresante observacidn de que es siempre incu- rable el caso en que una demencia se compli- ca con parilisis, Los casos incurables dependen probable- mente de lesiones orgénicas. Pero los resulta- dos de las investigaciones anatomopatolégicas son contradictorios. A menudo se hacen notar anomalias en el abdomen. La craneometria da resultados concluyentes sélo en los idiotas, Las causas morales actiian particularmente en determinadas épocas de la vida o en determi- nadas profesiones (monjes, artistas). Médicos y matemiticos rara ver enloquecen. La incu- rabilidad puede estar condicionada por la apa ricién de otras enfermedades; en este sentido, son particularmente de temer Ja histeria, la epilepsia y la hipocondria. Tiene efectos muy negativos la imposibilidad de practicar la er- goterapia en ciertos establecimientos. Los mas ificiles de tratar son los malvados, 10s ricos y Tos poderosos, EY tratamiento es, correlati- vamente, mis fécil cuando puede ponerse en conexién con valores morales. Pero estos ulti- mos no han realizado en el siglo xxx los mis- mos progresos que las ciencias naturales: parece en extremo deseable una reforma de Ja educacién en ese sentido. Y espera Pinel que también su libro constituya una contri bucién @ ese respecto, en cuanto muestra los tristes resultados a que conduce la negligen- ia de aquellos valores. En resumen, podemos decir lo siguiente, "10 caciones; el sieorss ‘acento que pone en la. ‘observacidn de los hechos clinicos y en la es- istica; su “hipocratismo”, es decir, su acti- Lexpecante,observadarsy eas spree: ia por la explicacién psicogenética, la fascinacién que ejerce sobre él Ia folie raison- ante, 0 sea la “mania” sin trastorno intelec- tual; y su “filantropfa”. su actividad reforme- 34 dore, su humanidad, su voluntad de ayuda, su bondad, su fe en la curabilidad de las enfe medades mentales }, La maxima grandeza de Pinel reside, sin duda alguna, en su cardcter “de auxiliador y terapeuta, Desde su propio punto de vista, era ante todo un clinico; desde cualquier punto de vista dogmatico, era un “ecléctico”: pero lo Tue también Ia mayoria de Tos psiquiatras importantes posteriores, y ésta parece ser todavia, en viste Ale Wo joven 2 esta ciencia, la actitud més fructifere, como Jo habia sido también en el campo de la me- dicina interna durante una época temprana anéloge, en tiempos de Boerhaave Pinel internista tuvo muchos diseipulos de importancia (Bichat, Broussais, Landré-Beau- vais, Schwilgué, etcétera); Pinel psiquiatra -uvo sélo dos: Guillaume Ferrus (1784-1861), que presté meritorias servicios en el orden de Ja ergoterapia y la reforma de los asilos, v Esquirol. Jean-Etienne-Dominique Esquirol (1772-1840) era de la misma regién de Fran- cia que Pinel, igualmente de familia de miédicos, igualmente destinado a tedlogo; él tambien estudié en Tolosa y en ® y asimismo tardé en legar a Ja En 1799 marché a Paris y se adbirié a Pinel. En 1811 fue colega de éste en la direccién de Ja Salpétridre. Sus tendencias fundamentales pueden definirse de la misma manera que las de Pinel. Pero esta vex se dio el hecho sor- prendente y excepcional de que, @ pesar de ello, Esquirol no fue una débil réplica de su maestro, sino que, al contrario, se mostré ca- ‘paz, en el mismo terreno, de realizaciones atin mis grandes que aquél. Ademis, fue un gran maestro —desde 1817 dict el primer curso de siquiatria— que formé a docenas de desta- cados diseipulos? y fundé asi el predominio 2 Rata ectitad de Pinel fue propia no silo de aw psiqustia, sino también de su medicine interns 7 no lo de @, sino también de cast toda Ja ecuela ‘be Pars (1800-1850), por él fundads, Ch. a este pro- psito EH. Acxentxnonr, “Elita Barlett ond the Philosphy of the Paris Clinical School”, Bull Hix. Med, 4, 1950, pigs. 3460. F Linas de lor dscipulos de Esquirl en Panser, loges, Tl, ps, 476, 482, (Weave Bibliografia)

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