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Concibe a la pulsión de muerte como una fuerza de desinvestidura, y no como expulsión, ataque
o agresión –que son avatares posibles pero secundarios- En su forma primordial, la
desinvestidura afecta al proceso mismo de ligadura, y luego a sus componentes
(representaciones, objetos, tramas, “vías colaterales”). En el límite, puede afectar los propios
basamentos organizadores de psiquismo: es el narcisismo de muerte (en cuanto a
desinvestimiento de la propia estructura y unidad narcisista primaria). Al desarrollar esta visión,
Green propone para el segundo dualismo pulsional freudiano una reformulación mediante el par
conceptual función objetalizante y función desobjetalizante.
André Green postula que la pulsión de muerte no existe en un estado de actividad permanente,
sino que se instala a continuación de una serie de frustraciones, vividas en silencio o en una
ruidosa agitación. Además aquella no tiene, con respecto a las pulsiones de vida, ni una
supremacía, ni una subordinación, ni una irreversibilidad. Depende en gran medida de la relación
con el objeto, pues si una de las funciones de este es contribuir a la intrincación de las pulsiones,
su fracaso puede provocar reacciones de desintrincación que favorecen la expresión de las
pulsiones de destrucción.
Se trata por eso, antes que nada de un alegato en favor de la relevancia y persistencia del
problema de la destructividad, a la vez que una reinvindicación de la potencia creativa del
psicoanálisis para dar nuevas respuestas.
Luego de Más allá del principio del placer, Freud expresará cada vez con mayor frecuencia su
convicción de que el hombre lleva en su seno un componente de odio, una inclinación a la
agresión y la destrucción y, por lo tanto, a la crueldad. (p.42).
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