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Introducción a la Sistémica
Damos por sentado el mundo en el que estamos y creemos que lo que percibimos es el mundo. Tocamos nuestro cuerpo o una
pared y experimentamos la solidez de lo físico de manera contundente. Son nuestros sentidos los que nos permiten esta
experiencia: palpamos, vemos, olemos, pero ¿cómo estar seguros de que lo que percibimos es lo real? Para contestar a esta
pregunta el ser humano se adentró en la ciencia para descubrir los ladrillos de los que está hecho el mundo, y se encontró con
los átomos y sus partículas subatómicas. Pero no nos detuvimos allí; quisimos saber de qué están hechas estas partículas, y en
el siglo pasado la física cuántica se encontró con una respuesta sorprendente: las partículas no están hechas de materia: son
energía. Lo que creíamos que eran partículas son realmente ondas de energía, vibraciones. No hay partículas vibrando, solo están
las ondas que interactúan unas con otras y que nosotros percibimos como partículas. Más increíble aún es el hecho de que estas
ondas de las que está hecho todo y que conocemos como partículas subatómicas tienen una distancia entre ellas de unos 32 km
a escala, lo que significa que si ampliáramos una partícula de las que se encuentran en el núcleo de los átomos al tamaño de un
balón de baloncesto, el primer electrón que gira a su alrededor estaría a 32 km. La pregunta que sigue es: ¿Qué hay en medio?
Los científicos nos responden: espacio vacío.
Todo lo que conocemos está hecho de átomos, los átomos están formados por partículas, las partículas son energía, la distancia
entre ellas es equivalente (a escala) a unos 32 km y en medio de ellas lo único que hay es espacio vacío, es decir que la mayor
parte de lo que consideramos materia sólida es realmente espacio vacío, y al estudiar este espacio vacío los mismos científicos
encontraron que el vacío es realmente energía, una energía muchísimo más poderosa que la que está contenida en la materia.
¿Qué es un sistema?
Es una suma de partes cuyas propiedades solo tienen sentido con base en la relación entre ellas y cuya totalidad es mucho
mayor que la suma de sus partes. En un sistema no hay un emisor y un receptor como tal, pues todas las partes se encuentran
interconectadas al mismo tiempo y se relacionan entre ellas simultáneamente, sin embargo, esto nosotros no lo percibimos
fácilmente debido a que nuestro cerebro no está programado para darnos una imagen sistémica del mundo sino para darnos una
imagen individualista de él, razón por la que se dice que los sistemas no pueden ser comprendidos por medio del análisis.
El sistema básico es la familia, de allí venimos todos; luego comenzamos a conformar otros sistemas como los del colegio, los
amigos, el lugar de trabajo, etc. Cada familia se organiza con base en un patrón diferente y también tiene patrones de
comportamiento particulares a ella. Cuando sucede algo a uno de sus miembros, esta información fluye de manera circular por
todos los demás hasta que la red completa la haya recibido, y con base en ella creará nuevos patrones buscando su permanencia
en el tiempo.
A esta búsqueda la hemos llamado supervivencia, y es tan antigua como nuestra historia sobre el planeta.
Esta fuerte necesidad de pertenecer perdura hasta nuestros días en nuestra memoria inconsciente. En nuestro instinto de
supervivencia está la impronta de nuestros ancestros hace más de 7.000 generaciones, y desde entonces y hasta hoy todo lo que
amenaza la pertenencia amenaza la vida.
En ellos existía también el reconocimiento y el respeto a las jerarquías. Los ancianos eran los poseedores de la experiencia que
permitía la supervivencia, eran ellos los que tenían más fresco el recuerdo de los antiguos que ya habían partido y por eso podían
transmitirlo a los jóvenes para así garantizar la continuidad del clan. Los jóvenes observaban a los grandes aprendiendo de
ellos y reconociendo su conocimiento y sus enseñanzas. De esta manera podía fluir la sabiduría que, una vez más, permitiría la
supervivencia del grupo que era lo más importante, lo único importante. Los niños se hacían hombres observando y aprendiendo
de los grandes, de los que llegaron primero y que por ello saben más.
Las niñas se quedaban con sus madres aprendiendo de ellas a ser mujeres, a cuidar de los pequeños y mantener la unidad del
grupo, ya que ellas por su experiencia podían enseñarles. El proceso de enseñanza-aprendizaje era fundamental para la
supervivencia: si todos tenían los conocimientos y las habilidades necesarias el clan tendría más posibilidades de seguir
existiendo. Quien no aprende no sobrevive y amenaza la supervivencia de los demás. En estos clanes ancestrales ya se
evidenciaba la manera en que funcionan los sistemas familiares actuales. Tu eres parte de un sistema familiar con una
configuración de relaciones características, es decir con un patrón propio. Tu sistema familiar se retroalimenta permanentemente
de manera circular por medio de la red que lo conforma, y donde todos los miembros están unidos entre sí en forma simultánea
más allá de la distancia y el tiempo. No importa hace cuánto tiempo no veas a uno de ellos, si lo conociste o no, incluso si no
sabes de su existencia; estás conectado a todos y el sistema se retroalimenta con base en la información de todos.
A medida que tu sistema familiar se retroalimenta, así mismo se van creando nuevas estructuras y modelos de comportamiento
que pueden ser más o menos armónicos que los de antes.
“Está comprobado que cuando uno de esos miembros muestra algún tipo de síntoma o
malestar, le está enviando al sistema un mensaje de que hay algo que no funciona para el
bienestar colectivo y personal”.
Los sistemas actúan como una red de redes en la que todos sus miembros están vinculados entre sí inevitablemente, aun sin
que lo sepamos o lo comprendamos. Las redes que conforman los sistemas son circulares y se retroalimentan, lo que explica por
qué desde un solo punto de ella se afecta toda la red, por qué una sola causa produce muchos efectos y por qué un efecto tiene
origen en muchas causas. Esta red sistémica es la que se encarga de enseñarnos a mirar, a ubicarnos y a relacionarnos
adecuadamente con los sistemas humanos que nos rodean y a los que pertenecemos, sean ellos escolares, familiares, sociales,
organizacionales, etc., y es también la que permite apreciar el funcionamiento de cada uno de los sistemas y descubrir cómo sus
miembros se relacionan entre sí. “La idea es darle un giro a la manera como nos comunicamos y nos relacionamos con las
personas que hacen parte de cada uno de los sistemas con los que interactuamos, lo que exige que a cada persona se la vea
dentro de un contexto” y no como un ente aislado. Podemos concluir entonces, que el enfoque sistémico conduce al
reconocimiento y respeto de la persona dentro de la totalidad de subsistemas o espacios que conforman su sistema.
• Unicidad: cada sistema es único, característica primordial de los sistemas. Cada uno de ellos, aunque esté íntimamente unido
entre sí a otro sistema o a algo más grande es único, y posee características propias que lo identifican, lo cohesionan y lo
consolidan.
• Componente: es un elemento constitutivo de algo y de un todo. Si lo aplicamos por ejemplo al ser humano, encontramos que
está compuesto por células, tejidos, órganos, sistemas, etc. Si lo tomamos como ser individual, podemos comprobar que es parte
de un sistema familiar de donde se origina un mundo de interacciones.
•Pertenencia: toda unidad sistémica pertenece a algo, es parte de algo, como maestro, pertenece a un cuerpo docente; como
alumno, por ejemplo, pertenece a un cuerpo estudiantil de una institución; como hijo pertenece a un sistema familiar y como
padre, de igual manera, pertenece a un sistema familiar.
• Totalidad: el sistema es un todo donde no se excluye ninguna de sus partes porque cada parte contiene la totalidad, cualidad
que no se puede manifestar por sí sola sino por medio de la interacción con las demás partes del mismo sistema o de otros
sistemas. • Coherencia: en cada sistema existe una conexión o relación lógica entre las partes. Esta es la coherencia que le da la
unidad que tiene.
• Complejidad: un sistema, aunque único, está constituido por diversos elementos que se entrelazan entre sí. El tejido, la trama,
su composición y conexión conforman una red de relaciones que se conecta multidimensionalmente. Cada dimensión de ser se
abre a una red de relaciones con diferentes vínculos y diferentes grados de complejidad.
• Apertura y límites: la apertura da posibilidad de intercambio, flexibilidad y comprensión. El intercambio abre múltiples
posibilidades de relación. Los límites se originan en cada sistema y desde allí se ve hasta dónde se llega y qué tanto se admite. De
hecho, toda acción tiene límites. Todo lo que se sale de la organización afecta el sistema. Cada uno puede hacer lo que quiera,
incluso traspasar límites, pero no puede evadir las consecuencias.
• Historicidad: Todas las historias tienen un origen y un comienzo, se desarrollan y tienen un fin. El propio discurrir de la vida lo
tiene implícito, así vemos cómo se introducen los cambios que conllevan a otra forma (patrón) de ser. En los sistemas familiares
es evidente cómo cada evento, hecho o suceso influye históricamente en la medida en que padre y madre están unidos por
siempre en cada hijo, y la historia traspasa lo generacional.
•Orden: Podemos decir que cualquier orden es perfecto en sí mismo, dado que permite una configuración de relaciones que da
lugar a una organización cuya manifestación es un patrón o forma. El trabajo de Bert Hellinger nos ha aportado una pauta de
orden que como configuración de relaciones genera una organización cuya forma o patrón es armónica