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EL TRACTOR La máquina es un progreso si, doblando las fuerzas del hombre, se pone a

su servicio. Por desgracia, lo sabemos de sobra, casi siempre es la máquina quien impone
su ritmo y su ley. Aumenta los ingresos, pero al precio de esclavizar al hombre. Hay que
luchar para que se cambien los papeles. Y lo mismo que el hombre llega más lejos y
aumenta su capacidad por medio de la máquina, tiene que aumentar éste la capacidad de
su alma para tomar sobre sí el trabajo mecánico, dominarlo y ofrecérselo a Dios. Y todo
cuanto hacéis de palabra y de obra hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando
gracias a Dios Padre por Él. (Col 3,17) No me gustan los tractores, Señor. Acabo de ver
uno, ahí, en el campo y me indignaba. El tractor está orgulloso. Anonada al hombre con su
fuerza, avanza sin mirarle siquiera. Sólo me alegra el pensar que avanza arrastrándose. Es
feo. Avanza lastimosamente, sacudiendo su pesado caparazón. 62 la nariz estúpidamente
empinada, ahogándose y tosiendo a compás con su gruesa tos de físico mecánico. Pero el
tractor es más fuerte que el hombre, Señor. Imperturbablemente, regular, arrastra su carga
que mil brazos humanos no podrían ni mover, se carga a hombros lo que ni mil manos
humanas podrían levantar. Es feo el tractor, más es fuerte y yo lo necesito. Mas él también
necesita de mí, necesita del hombre; lo necesita para existir: el hombre lo fabrica, para
echarse a andar: el hombre es quien lo pone en marcha, lo necesita para avanzar: el
hombre es quien lo guía. Pero sobre todo lo necesita para ser ofrecido y convertirse en
oración, pues el tractor no tiene alma, Señor, y es el hombre quien le presta la suya. Yo te
ofrezco, Señor, esta tarde de trabajo de todos los tractores de la comarca, de todos los del
mundo. Yo te ofrezco el esfuerzo de todas las máquinas que no tienen alma para ofrecerse
a sí mismas. Te pido que las máquinas no anonaden al hombre con su fuerza orgullosa,
sino que le sirvan. Yo te pido que el hombre, en pie, las domine con toda su alma libre y así
ellas te alaben con su trabajo y te glorifiquen, que tomen parte de esta gran Misa solemne
del mundo que cada día celebra el trabajo del hombre, y seguirá celebrándose hasta el fin
de los tiempos. 63

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