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| orgesmo wee | ae LA TRANSFERENCIA de la con: paces | Y EL DESEO DEL ANAT” | aus sje de Fai a” ) a Freud. yo of ev be idea eeo ae nctivo oo ate ‘afectiva a oon 5 afectiva. eae aa rsonalidad t re - Ta teropa scticas pst on ks new dcticas pai en oe pat: fcticas psi en nition ¥ ee AQ enaliticos PAIDOS Ee | Buenos Aires Barcelona México del Libro) Titulo original: Le transfert et le d ae du Seuil, re itions du Seuil, 1988 ISBN 2-02-010085. agate a [ FACHLTAD OE og i Inventar Traduccion de Irene Agoff Cubierta de Gustavo Macri Impresion de tapa: Talleres Graficos J C Carlos Maria Ramirez 2409, Buenos Aires Ia. edicién, 1989 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina ‘Queda hecho el deposito que previene Ia ley 11.723 © Copyright de todas las ediciones en castellano by Editorial Paidés SAICF Defensa 599, Buenos Aires Ediciones Paidés Ibérica S.A. Mariano Cubj 92, Barcelona Editorial Paidés Mexicana S.A Guanajuato 202, México La reproduccién total parcial de este libro, idéntica o modificada, escrita a méquina, por el sistema “multigrapl ‘6grafo, impreso, por fotocopias, fotoduplicacién, ete., no autorizac ‘editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe mente solicitada. ISBN 950-12-4130-0 a Z Nada més oscilante que la definicién de la contratransfe- * rencia. Para Freud, ésta marca la interferencia inconsciente, 0 ° indebida, del analista en la cura. Después de él, remitira a la imposibilidad para el analista de no ser para el analizante sino un espejo, a causa... de su propia transferencia sobre su 4 . didacta, y lego —como no hay mal que por bien no venga— "i se desembocara en el provecho que la cura puede obtener de la presencia reconocida de dos inconscientes: nueva forma que tendré el analista de encuadrarse del lado de la realidad. Y via abierta a la reduccién del andlisis al encuentro de dos oes. | eee anos por primera vez de la contratransferencia en, 1910.1 El término puede inducir a error. En efecto, Freud | entiende designar con él la interferencia de los deseos o fantas- mas inconscientes del analista en la cura. Ahora bien, a priori no tenemos ninguna raz6n para pensar que esta interferencia constituya de alguna manera, como lo sugiere la palabra, una respuesta a 10 que sucede del lado del analizante: ella rubrica \ més bien una ausencia de respuesta. i ‘Veamos un ejemplo: en su articulo “La posicién emocio- nal del analista”, Maxwell Gitelson cuenta que, habiendo 1 Die Zuktinftigen Chancen der psychoanalytischen Therapie, G.W VIII, pags. 104-115; The future prospects of psycho-analytie therapy, gs. 141-151, XL pags the emotional position of the analyst”, Pay‘ science and profession, Nueva York, International Un 1973, pags. 173-200. el analista no se dirigia a ‘un problema propio. Dejemos a bilidad del comentario que afade a este ejemplo del mismo cufio, a saber, que los pacientes, e NO soportan que uno se ocupe de otra cosa que de comprendamos més bien que si hemos de conservar el térmi no de contratransferencia, mejor haremos en reservarlo, co lo indica este ejemplo (y a continuacién veremos otros), para designar lo que sucede no del lado del analista sino del anal: zante, indicando un traspié en la respuesta del analista. Sea como fuere, en su momento el articulo de Freud no tuvo excesiva repercusién entre los analistas, ocupados como ! estaban en la propagacién del anélisis mas que en su teoria. Ademds seria imitil, por no decir contrario al orden de las cosas, lamentar que no procedieran de otro moda: lo que equivaldria a lamentar que no se hubiese esperado a la teoria del ntimero para ponerse a calcular. Slo cuando los didactas de la primera generacién tuvieron la posibilidad de ocuparse de sus propios resultados, segiin podfan constatarlos en los anélisis de control, Michael Balint, en un articulo que data de 1939, planteé la siguiente cuestién: Si recordamos la metéfora del (psicoanalista) espejo, gno es notable que haya tantas maneras individuales de analizar? ZY no es mas notable aun que, si el analista es por azar un didacta, lo : més probable es que casi todos sus alumnos, cuando empiecen a 4 trabajar “en forma independiente”, adoptaran sus mismos méto= ‘ dos, desde la forma de interpretar hasta, digamos, Ia manera de amueblar sus consultorios y de anunciar cl final del tiempo de sesién, dando asf una prueba convincente de que Ja fuente real t de todos estos rasgos recurrentes es la transferencia, la cual, en el cago del analista, comprometido en la situacién analftica, se describe por eufemismo como “contratransferencia"?3 Durante mucho tiempo Balint seguiré siendo el tinico en 3 “On transference and counter-transference”, Primary love and psycho-analytic technique, Londres, Tavistock Publications, 1992, PSB: 208. } que , una transferencia del te, una transferencia sobre su didacta tomado savoir-faire. En ese momento la guerra estaba por estallar. No b min6, aparecié una oleada de jévenes candidatos a los q habia que formar. Y, durante el XVI° Congreso Internaci de Psicoandlisis (Zurich, 1949), Paula Heimann constat6... que los “debutantes” no sabian analizar.¢ En vez de hallar aqui una razén para interrogarse sobre los métodos que habi- an dado lugar a semejantes resultados, Paula Heimann ineri- miné a los aprendices: éstos se habian dejado subyugar por el ideal de un “cerebro mecdnico que puede producir interpreta- ciones sobre la base de un procedimiento puramente intelec- tual’. Sin advertir que la subyugacién ante semejante ideal rubrica justamente el fracaso de sus diddcticos, ni que desde el lugar en que hablaba no hacia otra cosa que proponer un. nuevo ideal para compensar procedimientos demasiado “inte- lectuales”, Heimann enuncié otra definicién de la contratrans- ferencia que esta vez extiende su uso a todos los sentimientos (feelings) que el analista experimenta frente a su paciente. “Nuestra hipotesis fundamental es que el inconsciente del analista incluye el de su paciente. Esta relacién a nivel pro- fundo aparece en la superficie en forma de sentimientos que el analista observa en su respuesta al paciente, en su contra- transferencia. Es la manera mAs dindmica en que le Hlega la voz de su paciente.” Sobre esta base, como ilustré con un ejemplo de su expe- riencia, el analista, sin dar libre curso a sus sentimientos, tam- poco debe tenerles miedo; por el contrario, debe saber instru- mentarlos como una clave que le permita comprénder el inconsciente de su paciente, puesto que son los signos precur- sores de su comunicacién “profunda” con éste. Quedaba asi introducido un nuevo punto de vista para la definicién de la contratransferencia y de su papel en la cura. Todo lo que sigue va a resultar de ello. En un articulo donde 4 “On counter-transference”, International Journal of Psychoa- naly sis, 1950, vol. XXX1, pags. 81-84. c ° ® @ a a a = 2 2 = = z + J 2 2 3 2 2 2 2 saoe Se propone, por lo demds, Punto de vista en los sigui ferencia fue considerada primero como un factor Bara ser reconocida después como el factor terapé del andlisis, asi se pretende actualmente que la contratra fencia representa no slo un agente de interferencia, sino bién un catalizador esencial Necesario para el cumplimiento de los fines terapéuticos del andlisis.” ‘Opuestamente, raz6n, Reich estima que “la contratransferencia come tal no es Util (helpfull, sino el hecho de estar pronto a reconover eu exis- tencia y la capacidad de remontarla”.? De hecho, este contraas ‘aque no detuvo la ola de nuevos enfoques, legando Marga- Te tattle 2 “Preconizar”, por citar una vez mas.a Annie Reich, “la libre expresién de los sentimientos contratransferenciales, incluidos los sentimientos negativos, como método destinade 2 Promover la identificacién del paciente con la personalidad ™as sana del analista’.s En la misma época que Heimann y paralelamente a ella, Little habia escrito, en efecto, un articulo que comenzaba con este relato: Un paciente cuya madre habia muerto poco tiempo atrds, debia dar una conferencia radial sobre un tema que él sabia inte- resaba a su analista. Le entregd el texto por anticipado y el ana- lista pudo escuchar el programa. Hasta ese momento el paciente se habfa mostrado reacio a hacer la transmisién a causa de la muerte de su madre, pero no podia alterar el compromise con- traido. Al dia siguiente de la emisién, llegé al consultorio muy confundido y angustiado. El analista (hombre muy experimentado) interpreté la depre- sidn del paciente asociandola con el temor de que el analista mismo estuviese celoso del éxito innegable del programa y qui- siera privar al analizante de este éxito y de sus frutos. El pacien- - i lytic $ “Further remarks on counter-transference”, Psychoanal contributions, Nueva York, International University Press, 1973, pags. 271-287. ‘ Ibid., pag. 280. 7 Ibid. § Ibfd., pag. 283. te acepts 1a interpretacién, la depresién cedié rap andlisis prosiguis. a Dos afios después (entre tanto el andlisis habia tocado a su fin), el paciente, que asistfa a una excursién en la que no lograba sentirse a gusto, se percaté de que una semana antes se habia cumplido un aniversario de la muerte de su madre. De pronto se Je acurrid que lo que le habia turbado al efectuar su emision radiofénica era una cosa simple y evidente: la tristeza de que su madre no estuviese ahi para disfrutar de su éxito (y ni siquiera para saber que lo habia tenido), y culpa por haber gozado de este éxito siendo que ella estaba muerta. En vez de ser capaz de observar su duelo por ella (anulando el programa), actué como si hubiera negado su muerte, de una manera casi maniaca. Reco- noci6 que la interpretaciGn que se le habia sometido, tal vez sus- tancialmente correcta, no era de hecho mas que la interpretacién correcta en ese momento para el analista, el cual estaba efectiva- mente celoso de él; y que fue la culpa inconsciente del analista la que condujo a éste a dar una interpretacién inapropiada. La aceptacién del paciente se habia producido a través del recono- cimiento inconsciente de su cardcter correcto para el analista, y a través de su identificacién con —o de su no diferenciacion de— éste, En el presente, podia aceptarla como verdadera para 61 mismo de una manera completamente diferente, en otro plano, el de sus celos respecto del éxito de su padre ante su madre y de su culpabilidad por haber logrado lo que habria constituido un Exito a los ojos de su madre, despertando los celos de su padre y la intencién de éste de privarlo de su éxito (de hecho, su padre le tenfa celos por su relacién de bebé con su madre; més tarde aun, el paciente descubrid que, de haber tenido libertad de accion, probablemente habria hecho igual el programa, pero por una raz6n diferente, y el efecto habria sido muy distinto). En cualquier caso, la actitud del analista al dar su interpretacién debia ser atribuida a su contratransferencia» Este episodio lleva a Margaret Little no s6lo a la conelu- sign de que la contratransferencia es un hecho, sino también a la de que “transferencia y contratransferencia son insepara~ bles, como Io sugiere el hecho de que lo que se escribe sobre Ja una se aplica holgadamente a la otra”. A partir de lo cual, ® M. Little, “Counter-transference and the patient's response”, Transference neurosis and transference psychosis, Nueva York y Lon- dres, Jason Aronson, 1981, pags. 33-50. ere are y de repetir la hipocresia de los padres debe, Negado el caso, confesar su contr: paciente. A todo esto sabemos ahora, gracias a un capitulo do “Didlogo: Margaret Little/Robert Langs” con el q cluye su libro, que en realidad Margaret Little sacé el dio en cuestién de su propio andlisis didéctico, de siete de duracién, conducido por Ella Sharpe. Anélisis que, al deci de Little, no consiguié modificar en nada lo que ella denomi- naba sus “inclinaciones psicoticas” (psychotic trends), ¥ la obli g6 a reiniciar ulteriormente su andlisis, esta vez con Winni- cott. Por lo demis, finalizado su andlisis con Ella Sharpe, en 1947, no se privé de comunicar su opinién a ésta, quien le contest6 —expresando sin duda una doble verdad— que era una histérica. Por otra parte, no se trataba de un programa de radio sino de la memoria que Little debia defender para su candidatura a la Sociedad Psicoanalitica de Londres y que habia de tener Iugar una semana después de la muerte, no de su madre, sino de su padre. El articulo sobre la contratransfe- rencia, escrito en 1949, dos afios después de finalizado el and- lisis, traducia en realidad, como lo expres6 a Robert Langs, su duelo tanto de este fin como de la muerte de su padre. De aqui a pensar que la insistencia de Margaret Little en la obli- gacion del analista de confesar la contratransferencia traduce frente al analista una reivindicacién donde se traiciona sin duda la no consumacién de un duelo, no hay més que un paso. Lo importante, sin embargo, es observar los efectos que produjo el andlisis didactico de la autora tanto sobre su prac- tica como sobre sus teorias. Pues, en raz6n del ampli eco que tuvieron, las opiniones de Margaret Little no contribuyeron poco a falsear la nosografia analitica. De un desconocimiento sistematico, institucionalizado, del hecho de que la contra- transferencia, concebida como un accidente, es una transfe- rencia del mismo cufio que la del paciente, como recordara Balint,!° se acabé inventando, a falta de una justa localizacion de 1951, “On transference”, publica 10 En un artfculo que data 5 5 36-154, A. Reich, quien estima que la do en la obra ya citada, pags. 1 g qu ntidades mérbidas fictici ‘mente. Como lo mostraré el siguiente articulo Me refiero a otro célebre articulo, “ ‘R’ —The / Total Response to His Patient’s Needs" (1954). “R” bolo mediante el cual Margaret Little, cuyo padre matico, designa la “respuesta total del analista alas des de su paciente”. Respuesta total designa “todo lo analista dice, hace, piensa, imagina, suefia 0 siente, a lo del andlisis, en relacién con su paciente”. El analista es ponsable en un 100 % de su respuesta a las necesidades de s paciente. De ello depende la estabilidad del andlisis, “y capacidad ultima del paciente para asumir sus propias ponsabilidades depende de que se encuentre ante una perso- na responsable con la cual puede contar, con la cual se ident fica”? La asuncién por el analista de su responsabilidad constituye un compromiso (commitment, de to commit oneselp), i que aqui significa darse sin reservas. Pero el don no procede en este caso de la necesidad de dar del analista, sino de la situacién en que “una persona-que-tiene-algo-de-lo-que-pue= de-prescindir encuentra a una persona-que-necesita” (“per son-with-something-to-spare meets person-with-need 8). Lo cierto es que el analista también tiene sus zonas dé dificultad. Little insiste al respecto de una manera que nos | recuerda una reuni6n cientifica de la Sociedad de Londres, contratransferencia comprende todos los efectos de los conflictos inconscientes del analista sobre su comprensién y su préctica, men= Giona una discusi6n que mantuvo con Fenichel y de la que ste se Sievié en un articulo sobre “las implicaciones del andlisis didaetied”, | del que sélo existen unos pocos ejemplares mimeografiados en la | Menninger Foundation, Como conclusin de esta discusién, ambos incluyeron bajo el concepto de contratransferencia “todas las expre= Siones del uso hecho del andlisis por el analista con fines de acting: put, Hablamos de acting out toda vez que la actividad de analizar He: ne un sentido inconsciente para el analista” (p4g. 139). 1 Transference neurosis and transference psychosis, ob. city PSB 51-80. 2 Ibid., pag-56. 13 Ibid., pag. 58. durante la cual los analista es fali He comprobado a menudo lescrite] que esa confesign consti- pve un momento crucial en el andlisis. Por eeve conducto un ser humano es descubierto, introducido denteo det paciente, imagi- nariamente comido, digerido y absorbido, y edificado en el inte- Tior del yo (rio magicamente introyectado); une persona que responsabilidad, comprometerse, sentir y |, que puede soportar ten- Sién, Limitaci6n y fracaso, 0 bien satisfacclon y éxito’ > Para ilustrar estas premisas, la autora comenta el andlisis de una Paciente, Frieda, cuya historia por lo demés trigica (infancia en Alemania, emigraci6n, ete.) est marcada de cabo a rabo por el hecho de no haber recibido jamas un signo de verdadera ternura por parte de su padre, “un hombre muy brillante pero vanidoso, egoista y megalomaniaco”, ni por Parte de su madre, “posesiva al maximo, tosca, gazmofia @ insincera”.!5 Los siete primeros afios del andlisis de esta Paciente a quien “Ie falté la falta”, segtin expresién de Lacan, Se caracterizaron por “mi fracaso en hacerle real la transferen- cia del modo que fuese, 0, como se expresé ella ulteriormente, en ayudarla a que la descubriera. El anélisis transcurria segdn las lineas corrientes, dentro de los limites de la técnica analiti- ca aceptada. Se proporcionaron varias interpretaciones de la transferencia pero para ella no tuvieron el menor sentido”.!¢ Luego, de pronto, y en forma dramética, el cuadro cam- bid. Frieda Ilego un dia sumida en la desesperacién, derrum- bada, el rostro congestionado y Hloroso, una auténtica agonfa: Ilse habia muerto en Alemania. La analista habia ido hablar de esta amiga sin reparar en nada que la distinguiera de las demiés. “Le hablé de su culpabilidad en torno ala ie a ise, de su indignacidn contra ella, de su miedo a ella. Le dije AVON ODOC eY PRG HOw e 1 Ibid, pag. 63. 5 Ibid., pag. 64. 16 Ibid., pag. 65. a < « € € <€ € € <€ € <= = < < = = i x que ella sentia que yo le hab{a robado a Ise...” nada que hacerle. ‘A Jas cinco semanas su vida estaba claramente en peligro, ya fuese por el riesgo de suicidio, ya fuese por extenuacién; de un modo 0 de otro, yo tenia que abrir una brecha. Al final, le dije cudn penosa era su afliccién, no s6lo para ella misma y su fami- lia sino también para mi... El efecto fue instantaneo e intensfsimo. En la misma hora de la sesion se apacigus, se acosté en el divén y se puso a llorar tristemente, de un modo corriente."® {Qué conclusién sacar Little de este fragmento clinico? Primero, la misma que muchos autores van a basar en expe- riencias del mismo género,” a saber, que se trata de pacientes (los que se diversificaran bajo las denominaciones de border- line, estructura narcisistica, etc.) con los cuales la técnica funda- da en la interpretacién de la transferencia no da resultados porque “su sentido de Ia realidad esté demasiado dafiado” 2° Lo que se actualiza en su andlisis se remonta a una fase de desarrollo que precede incluso a la transferencia en el sentido de la constitucién del objeto. Segundo, que en cambio si opera la contratransferencia Pero es ésta una conclusién problemética: si para los pacientes en cuestién el analista “clésico” no existe y si, por Consiguiente, su accion carece de efectos sobre ellos, :ebmo es posible que la confesién de su impotencia produzca semejante Fepercusién? Little es incapaz de responder, no sélo porque no sospecha la funci6n de la falta en la constitucién del sujeto, sino ademas porque ella misma deja ver que no la aprehende en el lugar desde el que habla como analista: el de la “perso- 17 Tbid., pag. 66. 18 Ibid. pag. 67. 1 Véase, por ejemplo, J. Mac Dougall, “Primitive communi tion and the use of counter-transference”, Counter-transference, traba- jo colectivo compilado por L. Epstein y A.H. Feiner, Nueva York y Londres, Jason Aronson, 1979, pig. 267. %® Transference neurosis and transference psychosis, 0b. cit Pag: 79: En este caso no se trataba, tencia para su paciente, sino de su it te apelar a lo que por su parte era un Ppasaje al garet Little permanecié ciega ante el hecho de ma, tanto para el analista como para el anal “saber” que la persona ideal no existe; el problema libido puede seguir apepada a este ideal a pesar de es tendido saber: como lo muestra justamente la deseripcién delirante que hace Little de lo que debe ser el analista p hacer frente a estos pacientes “distintos de los demas”2! A partir de las tesis de Paula Heimann, las cogitaciones de otros analistas acabardn prestando a la contratransferencia, como sefialé también Annie Reich, un “contenido tipico”22 Considerando que la nueva definicién por Heimann de la | contratransferencia representa un apreciable enriquecimiento de un “viejo” concepto analitico, Money-Kyrle se propone examinar las conclusiones de ella resultantes, en orden a tres puntos: “;Cual es la contratransferencia ‘normal’? gDe qué modo y bajo qué condiciones se perturba? ¢Cémo corregir entonces esas perturbaciones y quiz4, haciéndolo, utilizarlas en favor del progreso de un andlisis?”2 Ante todo es preciso advertir en dénde se ha desemboca- do: la contratransferencia, en el sentido freudiano, ha pasado. a ser la contratransferencia anormal, aquella que hace desistir al analista de su “neutralidad benévola”, y la contratransfe- rencia normal no puede ser sino esta misma neutralidad bené- vola. De ahi la cuestién: jqué hace que el analista soporte, 0 acepte soportar, una {al actitud? En otras palabras, por qué trabaja el analista como analista? Para Money-Kyrle, la neu- tralidad benévola significa “que el analista esta involucrado 21 Después, son estos otros los que se vuelven cada vez mas como ellos. : 2 “Eurther remarks on counter-transference”, art. citado, pg. 282. 2 RE, Money-Kyrle, “Normal counter-transference and of its deviations”, International Journal of Psychoanalysis, 1956 XXXVI, pags. 360-368. por el bienestar (welfare) de su pactente sina ‘mente implicado en sus conflictos. Implica Go, que el analista, en virtud de su comprensién del nismo psiquico, posee cierta tolerancia que es lo Ja condena, sin ser par ello lo mismo que la compla: indiferencia”. La inquietud por el bienestar del paciente nenade viene de la fusion de dos pulsiones: la pulsin Teparadora, que pone una barrera a la destructividad latente que existe en cada uno de nosotros, y 1a pulsién parental. Claro esté que si estas pulsiones son intensas, traicionan una culpa suscitada por una agresividad inadecuadamente sublima- da y que puede engendrar angustias muy perturbadoras, Pero mientras no superen cierta medida, ambas son seguramente NOt males. Las satisfacciones reparadoras del analista son evidentes, ya menudo se las hace valer. Por consiguiente, en cierta medi- da, el paciente debe representar los objetos dafiados del fantas ma inconsciente del analista mismo, todavia amenezados por la agresividad y necesitados atin de cuidado y reparacion. En cuanto a la pulsién parental, significa que “lo que mas [most] involucra al analista es el nifio inconsciente que hay dentro del paciente”. Ahora bien, para un padre, el nifio representa por lo menos una parte, un aspecto precoz del self. *Y esto me parece importante, dice Money-Kyrle. Pues, justa: mente, si el analista puede analizar al paciente es porque pue- de reconocer en él su self precoz, que ya habia sido analizado; Su empatia y su insight, por distincién de su saber tedrico, dependen de esta especie de identificacién parcial."2t En este punto no puede menos que observarse que, bajo el aspecto de una interrogacién sobre la contratransferencia “mormal’”, Money-Kyrle se interroga, de hecho, sobre el deseo del analista, Lo cual podria reconducirnos a Freud si Money-Kyrle no diera a esta pregunta respuestas que él torna del registro imaginario (seguramente no ajeno a alguna demanda de andlisis didactico). A partir de lo cual hemos de preguntar inevitablemente a Money-Kyrle: equé tendria de “imadaptada” o de “irreal” la actitud del paciente que imagi- 24 Iid., pag; 360. PoVoVebeadw”Y ie We we oD VIO IWIN VVHW efectivament Es facil imaginar cud] con respuesta al segundo interrogante; {como y en qué nes se perturba la contratransferencia “norm sién del analista, que el autor reduce a la identifice yectiva, falla inevitablemente si el paciente co demasiado estrechamente a un aspecto de su propi aspecto que él todavia no ha aprendido a comprender o no ha sido analizado en su anilisis diddctico; falla también frente a los pacientes poco “cooperadores”, con los cuales hasta los mejores analistas tienen méximas dificultades para mantener contacto. En estos casos, las interpretaciones del analista, que el autor asimila a la fase proyectiva de la identi- ficacion, fracasan. Para responder a Ja tercera pregunta (zc6mo corregir una desviacién respecto de Ja contratransferencia normal?), basta sefialar que, desconcertado por un paciente paranoid que rechazaba todas sus interpretaciones, se percaté, al final de la sesidn, de que se hallaba en el mismo estado de impotencia en que el padre legal (legal father) del paciente colocaba a éste sometiéndolo a interrogaciones incesantes (apercepcién que casi le procuré “el alivio de una reproyeccién”). Esta apercep- cidn le permitié dar al paciente, en ja siguiente sesién, una interpretacidn en la que no ocultaba el estado de impotencia en que se hallaba. Para su sorpresa, por primera vez en dos dias el paciente queds calmo y pensativo y luego declaré que esto explicaba su célera precedente, que se debia a su senti- miento de que todas las interpretaciones del analista concer- nian a la enfermedad de éste y no ala suya. En suma, Money-Kyrle es el primero que distingue el lugar desde el que él mismo habla, pero confiesa —sin saber- Io que es un lugar enteramente fantasmético: reparador 0 parental. Una vez considerada la contratransferencia como normal, ard en volverse normalizante: en crear una obligacion de 1958, Heinrich Rac- pejo no significa que el ana~ 'y hueso y transformarse en ”, De ello deduce que, no tardi de confesin. En un articulo que data ker expone que la metéfora del es| lista deba “dejar de estar en carne un vidrio cubierto con nitrato de plata frente a su paciente, el analista no debe inhibir el interés y el afecto que aquél le transferencia positiva tiene una importancia tan a el trabajo analitico como la transferencia posi felacién del analista con su paciente es una relacién libidinal.” La metafora del espejo es sustituida entonces por la de la copula. ‘As{ como en el acto sexual la mujer es, en cierto aspecto, receptiva y por lo tanto “pasiva”, pero sin embargo totalmente activa en el interior de este papel pasivo —si es sana y ama al hombre—, as( le sucede al analista con su paciente, Una pasiv= dad exagerada por su parte tiene cierta semejanza con el come portamiento de la mujer frigida que no responde, que no se ue realmente. En este caso, cumplimos con las “obligaciones” de nuestro contrato analitico-matrimonial pero sin sentitlo psicolo= gicamente, sin responder a é| ni gozar de 1.26 Al exponer este modelo sexual del conocimiento, Racker sostiene que el analista, como polo femenino de la relacion analitica, esta dividido: una parte de él es pasiva, se deja penetrar por el material, mientras que la otra es activa y busca Comprenderlo. Su comprensi6n, como explica el autor en DINO articulo publicado en 1957 (y reproducido en la misma obra), Los usos de la transferencia”, depende de su identificacion con su paciente y de su capacidad para ser consciente de esta identificacion. Esta capacidad, a su vez, depende de su acep- tacién de sus contratransferencias. Aqui Racker denuncia geveramente el “circulo vicioso” que atribuye nuestras insufi- SSonclas (deficiencies) a nuestras contratransferencias, y nues- frag contratransferencias a problemas contratransferenciales insuficientemente resueltos en nuestros analistas didactas” La nica manera de salir airoso es volver sobre esta denega- cién de la contratransferencia que s¢ transmite de generacion. 25 “Classical and present techniques”, Transference and counter transference, Nueva York, international University Press, 1968, pags. 23-70. 26 Ibid., pag. 29 27 Ibid., pag. 130. -senta el “mito de la situacién analitica”, segiin el sis es una interacci6n entre una persona enferma y na san La verdad es que es una interaccién entre dos personalidades, estando el yo en cada una bajo la presiGn del ello, del superyé y del mundo exterior; cada personalidad tiene sus condiciones de dependencia externas e internas, sus angustias y sus defensas patolgicas; cada una es igualmente un nirio con sus padres internos; y cada personalidad total —la que estd en anélisis y la del analista— responde a todo acontecimiento que sobrevenga en la situacién analitica. Y Racker aftade esta nota: Es importante ser consciente de esta “igualdad”, pues de otro modo habré un gran peligro de que ciertos restos del “orden patriarcal” contaminen la situacién analitica, La pobreza del ‘estudio cientffico de la contratransferencia es expresién de una “desigualdad social” en la sociedad compuesta por el analista y por la persona en andlisis, y sefala hacia la necesidad de una “reforma social”; la cual sdlo puede llegar a través de una con- ciencia mayor de la contratransferencia. Pues todo el tiempo que reprimamos, por ejemplo, nuestra deseo de dominar neurética- mente a la persona en andlisis (y lo deseamos en una parte de nuestra personalidad), no padremos liberarla de su dependencia neurética, y todo el tiempo que reprimamos nuestra dependen- cia neurética con relacién a ella (y de ella dependemos en parte) no podremos librarla de la necesidad de dominarnos neurdtica- mente. Michael Balint compara la atmésfera de la formacién psicoa- nalitica con las ceremonias de iniciacién de los primitivos y subraya la existencia de una presién interna del supery6 (Ferenczi) que ningiin candidato puede soportar con facilidad.2 El hie es que, a menos que se reintroduzea una diferencia 2 Ibfd., pag. 131. srior de la igualdad que él 2, por no decir con desesperaci6n, las palal apuntan, no a la reforma del training, sino a Racker espera encontrar esta diferencia en el hecho “neurdtico”, © bien sucumbe, como sucede sobre todo er caso del obsesivo, al ideal de objetividad que conduce a represién y al bloqueo de la subjetividad y finalmente al mito del “analista sin angustia ni célera”, 0 bien, y éste es el otro ‘extremo, el neurético, afectivamente, “se ahoga en la contra- transferencia”; mientras que la verdadera objetividad, que es la del analista, est4 basada en una especie de division interna que permite al analista hacer de si mismo (de su contratrans- ferencia y de su subjetividad) el objeto de una observacién y de un anilisis continuo. Sélo esta posicién le permite ser rela- tivamente “objetivo” frente a aquellos a quienes toma en ané- lisis. Lainsuficiencia de esta solucién salta a la vista. Pues, des- de el momento en que la “situacién analitica” es una interac” cién entre dos contratransferencias simétricas (vale decir, sen~ cillamente: dos transferencias) y de igual naturaleza, no se ve en qué podria diferir esta situacién de cualquier otra situa: ci6n social. De este modo, y a fin de descubrir la especificidad de dicha situacién, Racker es llevado a reintroducir, del lado del analista, una diferencia entre una contratransferencia “eoncordante”, donde el “todo del analista” (yo, ello y super- y6) se identifica con el todo del paciente, y que le permite comprender a éste (algo que corresponderia a la identificaci6n *introyectiva” de Money-Kyrle), y una contratransferencia “complementaria”, donde el analista se identifica con el sol objeto interno del paciente, en cuyo caso su accion se degrada en acting out, borrandose la diferencia entre la situaci6n anali- tica y las situaciones “reales”2° Pero entonces, 2qué es lo que permite al analista mante- nerse dentro de la contratransferencia “concordante”, la Gnica que se debe calificar de correcta, cuando los métodos de for- fnacién vigentes son denunciados por Racker como transmi- sién de una mentira? Si bien Racker no formula explicitamen- te este problema, al menos cabe acreditarle el no haber 30 Ibid., pags. 133-136. > > 2 2 2 2 a 2 2 a 2 > e 2 2 2 2 2 2 2 VIVWe eat La historia ulterior de las teorias de la se resume en pocas palabras. En cierto Racker son sintoma de un sistema de formacién aparte de Jacques Lacan en Franci ha cuestionado te. En lugar de reconocer el sintoma, cuando Racker mu 1961, a los cincuenta y un afios, se lo hizo entrar en la historia de la literatura psicoanalitica sobre la contratransferencia como el fundador del nuevo psicoandlisis, concebido ése como un transactional process entre dos personas. Los discur- sos sobre lo que el analista debe ser para desempefiar su Papel en la relationship analitica resurgieron con nuevos impe- tus, sin que se renunciara por ello a la suposicién de que lleg6 a ser analista gracias a su andlisis diddctico, industria que bien era preciso salvar. Debemos a Thomas S, Szasz la defini- cién més concisa del andlisis new look: “En el marco de refe- rencia de la ‘neurosis de transferencia’ —escribe—, el factor terapéutico crucial en psicoanilisis residia en Ja ‘interpreta- ci6n mutativa’ (Strachey). Mientras que, en el marco de refe- Tencia de la ‘situacién psicoanalitica’, el éxito terapéutico para el paciente depende, en cierta (o en amplia) medida, de Ja capacidad del analista para efectuar, durante el andlisis, un’ tramo de autoanilisis, estimulado por el paciente.“t La exis- tencia del analista pas6 a ser entonces de lo mas dudosa: dado que ya no se sabe qué es 0 qué lo habilita para ejercer su fun- cién. En realidad, la pretension de definir la experiencia analiti- ca como una relacion entre dos personas y tanta Racker como. Margaret Little estaban obsesionados con la idea de la unidad en la multiplicidad) no hace més que explicitar el error de cal- culo que, por haber sido explicitamente admitido como obvio, obstruy6 cualquier solucién satisfactoria a los problemas de la transferencia. Cierto es que nada es més natural para el ser humano que identificarse como yo en un movirniento en que identifica similarmente al otro como otro yo. Sélo que, al iden- Z ” od 3 “Entropy, organization and the problem of the economy human relationships”, international Journal of Psychoanalysis, 1956, vol. XXXVII, pags. 289-297 * desconoce lo que constituye sin embargo la evid de su experiencia: que el yo es una estructura que can constantemente y que se edifica en un trabajo de discurso. = “Hace algunas semanas que no tengo mi sintoma.” Uno — de los primerisimos sefalamientos clinicos de Freud fue apuntar que, al oir parecida frase, podia estar seguro de que el sintoma en cuestién no tardarfa en reaparecer. (Qué quiere decir sino que el yo, que desde hacia unas semanas no su sintoma, sélo estaba ahi (quiero decir: en el discurso y no sobre el divan) a titulo de desconocimiento de lo que se pre- paraba en otra parte y que se anunciaba, sin embargo, en la misma frase o en el mismo segmento de discurso? Lo que asi se anunciaba era el sujeto por fin distinguido, Al recordar que “el psicoandlisis es una experiencia de discur= so”, Lacan emprendié una auténtica renovacién tanto de la teorfa como de la practica analiticas.

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