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En el marco del foro de debate del Instituto de Política de la Escuela Harvard Kennedy, los expositores Jason
Brennan, Ilya Somin y Melissa Williams dieron tratamiento a los problemas actuales en torno a la democracia y ofrecieron
sus posibles soluciones.
El moderador del debate, Christopher Robichaud, abre el debate haciendo referencia a un experimento, en el cual
se consulta a las personas sobre qué tipo de país quieren construir y qué tipo de instituciones políticas elegirían: teocracias,
monarquías, gobiernos autoritarios, o una d emocracia. Y la democracia es elegida en el orden en el que se presentaron las
opciones, es decir, en último lugar. Se pregunta por qué existe un profundo escepticismo respecto de la capacidad de las
instituciones democráticas en ayudarnos a superar la crisis. Hay un cambio de actitud en lo respectivo a la evaluación de la
efectividad y hasta de la integridad moral de las instituciones democráticas. Las estadísticas y las encuestas muestran que
menos del 30% de los millennials cree esencial vivir en un país democrático, mientras que, en el caso de las personas que
nacieron antes de la Segunda Guerra Mundial, el porcentaje representa un 70%. En 2011, el 24% de los nacidos en la década
del 80’ y posteriormente ven a la democracia como una forma mala o muy mala de gobernar un país. La pregunta es: ¿qué
sucede con la democracia en estos días?
La primera expositora, Melissa Williams, afirma que vivimos en un mundo globalizado y muchos de los
problemas que enfrentamos se desarrollan, sencillamente, en una escala de política que no se adapta bien a las instituciones
políticas que tenemos, aquellas que tienen la capacidad de tomar decisiones vinculantes. Esto, sumado a los desafíos a la
democracia en los estados-nación. La pregunta sería si es o no posible hacer coincidir las instituciones políticas que tienen
algún tipo de capacidad de gobernabilidad con la escala de problemas que existen en la actualidad en un mundo
globalizado. La segunda parte de la pregunta es si esas instituciones pueden transformarse en instituciones
democráticamente representativas y responsables.
Algunos de los problemas de la democracia contemporánea están vinculados a problemas de irracionalidad política
y de ignorancia. Un desafío clave será averiguar cómo podemos tomar decisiones políticas y diseñar políticas más
inteligentes que realmente respondan al interés de aquellos a quienes estas afectan.
Este es el gran desafío de la democracia en general y en las diferentes escalas de política en particular.
Williams aclara que su trabajo se inspira en una teoría democrática llamada democracia deliberativa que trata estas
cuestiones. La teoría aborda el problema de la irracionalidad política sugiriendo que lo que podemos hacer es diseñar
instituciones que combinen las formas y fuentes de conocimiento relevantes para resolver un problema, y que incluyan el
conocimiento de aquellos que se ven afectados por las decisiones relativas a las políticas. Promueve la deliberación y la
recopilación de la información considerada relevante para tomar una decisión bien informada. De este modo, las
conclusiones resultantes tendrán, prima facie, una cierta legitimidad democrática.
Concluye que este enfoque es muy prometedor y que se han realizado experimentos en diferentes escalas de
política, desde el presupuesto participativo a nivel ciudad hasta reformas constitucionales y electorales a nivel provincial y
nacional. Y cree posible la ampliación de este enfoque a la política transnacional.
El segundo orador, Jason Brennan, comienza su exposición aclarando, de manera superficial, que las democracias
funcionan bien; que son, en general, los mejores lugares para vivir; que existe una fuerte correlación entre igualdad y
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CÁTEDRA BERCHOLC-SANCARI
Traducción: Micaela Cappuccino
democracia, entre el ingreso per cápita y los recursos de los pobres, la protección a las libertades civiles y económicas, etc.
Pero que, al mismo tiempo, las democracias tienen p roblemas sistemáticos.
Ilustra su postura con una analogía sobre las calificaciones de un curso de estudiantes: “en una de 700 estudiantes,
como hay muchos de ellos, no les daremos la calificación que le corresponde a cada uno, sino que se promediarán todas las
calificaciones juntas y todos obtendrán la misma nota”. Eso sería, a grandes rasgos, lo que cree que sucede en las democracias.
No “estudiamos” mucho, no porque seamos estúpidos, sino porque todos los incentivos están mal, hay una ignorancia
racional.
Afirma que se ha observado durante 65 años o más lo que los votantes saben, cómo la información afecta sus
preferencias en torno a las políticas y, según su visión, los votantes n o saben mucho. Explica que, si se les diera un examen de
conocimiento político básico, el 25% obtendría la nota más alta, a la franja siguiente del 50% le iría un poco mejor o peor y
el último 25% cometería errores sistemáticos en preguntas básicas.
No solo es negativo que a las democracias les guste esto, sino que es también una injusticia, porque nuestros
políticos sí tienen incentivos para responder a las preferencias de los votantes: si bien hay independencia y las preferencias
de los votantes no se traducen inmediatamente en políticas, hay una fuerte tendencia a que los políticos hagan lo que los
votantes quieren que hagan. Ahora bien, ¿y si los votantes están sistemáticamente mal informados? ¿Qué sucede si apoyan
políticas solo porque no tienen idea de lo que están hablando? Eso sería claramente una injusticia.
Para ejemplificar este punto, Brennan propone un caso de un juicio en el que se discute la aplicación de la pena de
muerte. Se presentan los hechos al jurado; estos no prestan atención, tampoco leen la transcripción de los hechos.
Determinan que la persona es culpable lanzando una moneda a cara o cruz. Pensaríamos, entonces, que esa decisión es
ilegítima por la forma en la que fue tomada. Ya sea que fuésemos un jurado irracional o ignorante, creeriamos que esa
decisión es incorrecta, porque pensamos que los jurados tienen una obligación fiduciaria con la sociedad en general y
deben tomar decisiones de manera competente y de buena fe.
La pregunta es, entonces, ¿por qué se toman decisiones de alto impacto que afectarán a personas inocentes y
podrían privarlas de su vida, de su libertad o de su propiedad y condicionar su porvenir? Los votantes muestran una fuerte
inclinación a incumplir esa obligación. La buena noticia es que los funcionarios electos y muchos otros que tienen un
grado significativo de independencia a menudo pasan por alto las preferencias de los votantes, y terminamos teniendo, en
democracia, gobiernos mejores de lo que podríamos esperar si las democracias respondieran de manera perfecta a las
preferencias de los votantes.
Explica que el valor que tiene una democracia puede verse como el valor que tiene un martillo: es puramente un
instrumento para producir políticas solamente. No tiene valor como fin en sí mismo.
Sin embargo, Brennan se muestra abierto a explorar alternativas a las democracias puras, como distintos tipos de
gobiernos representativos, sistemas electorales distintos al sistema de sufragio universal con asignación del mismo derecho
a voto por defecto, etc.
El tercer expositor, Ilya Somin comienza su desarrollo haciendo referencia al tema de la ignorancia política. Dice
que el 50% por ciento de la franja media de votantes a la cual se refería Jason Brennan en realidad tiene un desempeño
peor: el público parece saber muy poco de cosas extremadamente básicas. Solo un tercio de los estadounidenses puede decir
cuáles son los tres poderes de gobierno; en general, no tienen idea de cómo gasta el presupuesto el gobierno federal;
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CÁTEDRA BERCHOLC-SANCARI
Traducción: Micaela Cappuccino
subestiman enormemente la proporción destinada a grandes programas de asistencia social como Medicare y la Seguridad
Social y, a menudo, sobreestiman lo que se gasta en asistencia internacional, que representa tan solo el 1% del presupuesto
federal. Sin embargo, el votante promedio piensa que se destina una proporción 10 o 20 veces mayor. Como resultado, el
votante promedio cree que si se se reduce el gasto en asistencia internacional, el dinero mal empleado, el fraude y los
abusos, se resolverán todos los problemas fiscales, y ese no es el caso.
Es importante reconocer que, en promedio, los votantes evalúan de forma muy precaria esa información. Son
conscientes de que tienden a sobrevalorar cualquier cosa que refuerce sus puntos de vista preexistentes, y, a la vez, ignoran
o infravaloran cualquier visión opuesta. Esto es válido no sólo para los votantes con poca información, sino también para
los votantes con mayor información que siguen a la política más de cerca.
En este punto, Somin se pregunta qué puede hacerse al respecto. Hay varias propuestas para aumentar el
conocimiento político, pero no se muestra muy optimista al respecto. Por un lado, porque el conocimiento político ha
estado bastante estancado en los últimos 50 o 60 años, a pesar de que los niveles de educación han aumentado
enormemente y gracias a Internet y a otras tecnologías, se ha facilitado el acceso a la información. Simplemente educar a
las personas y facilitarles información parece no ser tan efectivo como muchos académicos podrían pensar. Lo que él
sugiere no es para ser mejores votantes, sino para tomar nuestras decisiones en entornos en los cuales tengamos mejores
incentivos para estar informados. Por ejemplo, pasamos más tiempo adquiriendo información y considerando que télefono
celular comprar, no porque pensemos que el celular es más importante que quién dirige el gobierno o quienes integran el
Congreso, sino porque cuando elegimos un teléfono celular, sabemos que el aparato efectivamente estará en nuestros
bolsillos, tendrá aplicaciones interesantes y demás. Por lo tanto, tenemos un incentivo bastante fuerte para adquirir
información relevante y hacer evaluaciones racionales. Por el contrario, en una elección presidencial, la posibilidad de que
un voto marque un diferencia decisiva es de aproximadamente una en 60 millones. Si bien la mayoría de las personas no
conoce ese dato, tienen un sentido intuitivo que les dice que no tiene demasiado sentido incorporar una gran cantidad de
información política, y de hecho, la mayoría no lo hace. Y cuando sí la incorporan, evalúan esa información de forma
deficiente. Además, la mayoría busca esa información no con el propósito de conocer la verdad, sino por mero
entretenimiento o para apoyar a su equipo político favorito.
Lo que Somin propone es la creación de instituciones donde nuestras decisiones sean más como las que tomamos
al elegir un teléfono celular y menos como las que efectuamos en el cuarto oscuro.
Por otro lado, afirma que sería deseable tener gobiernos mucho más limitados y descentralizados que el actual de
Estados Unidos o que los de la mayoría de las democracias avanzadas. Esto no implica abolir la democracia, sino hacerla
más descentralizada y limitar sus poderes más estrictamente. No niega que haya muchos matices y posibles objeciones a
estas propuestas.
El moderador invita a Melissa Williams a pronunciarse sobre la democracia deliberativa y a explicar este modelo
que nos invita a involucrarnos aún más en el proceso político, incluso sin incentivos suficientes, y que parece depender de
que tengamos cierta cantidad de conocimiento. Al respecto, Williams explica que la mayoría de los votantes no están muy
bien informados sobre temas políticos o incluso sobre los candidatos sobre los cuales decidirán en el cuarto oscuro.
Sin embargo, cree que hay una falacia en el razonamiento de los otros dos expositores: dicen los resultados de las
decisiones son una función únicamente del conocimiento y que el juicio de cada individuo se toma como una unidad de
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Traducción: Micaela Cappuccino
conocimiento aislada. Esa no es la forma en que llegamos a las decisiones o las apreciaciones. Es cierto que los votantes no
tienen incentivos. Esto es ignorancia racional: la recompensa por incorporar la información necesaria para tomar una
decisión plenamente informada es muy pequeña debido a que el impacto del voto es mínimo. Es decir, el resultado o el
impacto es tan pequeño que no tenemos los incentivos para aprender lo necesario para hacer una elección competente.
Sin embargo, esto se verifica en casi todas las decisiones que tomamos. Tomemos como ejemplo cuando nos
enfermamos y necesitamos tratamiento médico. ¿Cómo decidimos qué tipo de tratamiento buscar? Vamos al médico, y no
tratamos de dominar todo el conocimiento que tiene el médico sobre el rango de medicamentos que podrían ser eficaces
contra la enfermedad que tenemos. Confiamos en el juicio del médico y en su conocimiento; vemos al médico como un
representante.
Confiamos en él y le delegamos parte de nuestra capacidad de toma de decisiones. Eso es lo que hacen los votantes
en el cuarto oscuro. Tienen algo de conocimiento, pero también confían en las señales de representantes heurísticos en los
que confían y ven como fidedignos. Tenemos que analizar la calidad de estos representantes mediadores en nuestra
sociedad. ¿Son un buen tipo de recolectores de información? ¿Transmiten buenas señales a los votantes que, luego, tienen
justificación para confiar en ellos cuando emiten su voto?
De hecho, las señales en las que se apoyan los votantes, particularmente, las señales partidistas, son problemáticas,
en parte, por el problema del sesgo cognitivo. La tendencia que todos tenemos a seleccionar información que confirma en lo
que ya creemos se llama sesgo de confirmación. También podemos pensar en los h eurísticos de disponibilidad, que implica
generalizar desde hechos que nos resultan familiares por nuestra experiencia inmediata hasta conclusiones que, en
realidad, no están justificadas porque dependen de hechos que se desarrollan fuera del ámbito de nuestra experiencia. Esto
nos lleva a emitir juicios erróneos, que son sesgos cognitivos, con los cuales podemos tropezar tanto como individuos en
nuestro propio razonamiento como confiando erróneamente en representantes propensos a tener estos sesgos cognitivos.
El otro tipo de sesgo es el sesgo por interés personal, en el que los representantes realmente tienen la motivación de darnos
señales para elegir de cierta manera, pero, en realidad, lo que los motiva no es una preocupación por obtener una respuesta
adecuada, sino que se preocupan porque los apoyemos con la agenda de temas que ellos prefieren.
Este es el problema de las señales partidistas: tenemos representantes con intereses propios que operan en ambos
lados y si el efecto general de confiar en estos representantes es que los votantes tomen decisiones basadas en opciones de
políticas distorsionadas, se crea una distorsión sistémica, valga la redundancia, en el sistema en su totalidad.
¿Cuál es la solución al problema del sesgo por interés personal de los representantes en los que los votantes
confían? Una solución en la que trabajan los demócratas deliberativos es ayudar a proporcionar representantes de
confianza alternativos. Un experimento puede ejemplificar la propuesta: la asamblea de ciudadanos de la Columbia
Británica. Una cantidad de ciudadanos comunes se reunieron durante mucho tiempo para pensar qué tipo de sistema
electoral debía tener la provincia. Sin dudas, una pregunta compleja, pero pudieron consultar a expertos y solicitarles más
información, y tuvieron incentivos y la oportunidad de analizar toda esa información compleja. Finalmente, lograron
armar un plan que consideraron el mejor para la provincia y lo sometieron a votación. Los ciudadanos confiaron en esta
asamblea porque sabían que los sesgos característicos de una asamblea elegida se sorteaban al elegir a los ciudadanos de
manera aleatoria. De ese modo, se corrigen muchos sesgos, incorporando perspectivas que quedan fuera en el proceso de
filtrado de la política convencional y dejando de lado el interés partidista que podría distorsionar los flujos de información
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Traducción: Micaela Cappuccino
en un sentido o en el otro. La mayoría de los ciudadanos de la Columbia Británica votaron a favor de aceptar el plan
porque confiaban en esos representantes. Pueden presentarse todo tipo de complejidades al establecer estas instituciones ,
y no son un sustituto de la política electoral regular, pero pueden verse como un complemento valioso de los procesos
electorales existentes y ayudar a superar algunos de los problemas relacionados al sesgo en un sistema político.
Jason Brennan analiza la propuesta de Williams con escepticismo. Según su visión la literatura democrática
deliberativa es demasiado optimista: “si seguimos las siguientes normas deliberativas, entonces deberíamos poder llegar a
entendernos, analizar las razones de cada uno y llegar a algún tipo de consenso o compromiso”. Cuando se intenta
comprobar empíricamente este postulado, se verifican resultados más negativos que positivos. Esto se debe a que las
personas no deliberan de la manera en que los filósofos quieren que deliberen. Cuando se analiza la evidencia empírica
total que pone a prueba la hipótesis de la democracia deliberativa, esta arroja resultados bastante negativos. Las encuestas
revelan mayor polarización que antes, hay una tendencia a evadir preguntas polémicas.
Brennan se considera pesimista con respecto a la democracia deliberativa: querría que funcionara y está de
acuerdo con la idea de elegir al azar al grupo de ciudadanos y hacer que deliberen. Pero en la práctica, no cree que pueda
funcionar.
En este punto, el moderador consulta a Brennan sobre qué es la epistocracia. Brennan comienza su desarrollo
afirmando que es necesario tener gobiernos competentes y que existen varias formas de lograr esto: cambiando lo que hace
el gobierno, el tamaño del gobierno, los tiempos de gobierno, qué cantidad de gente se gobierna, pero también puede
lograrse cambiando la forma de gobierno.
La diferencia entre una e pistocracia y una democracia no tiene que ver con gobiernos representativos. Las mismas
instituciones que tenemos en la actualidad pueden mantenerse; lo que cambiaría sería la eliminación del sufragio básico
universal por defecto. De este modo, podría concebirse un sistema en el que todos podrían votar, pero solo si, primero,
aprueban un cuestionario sobre conocimiento político básico: esta forma podría incluir a los niños y a los inmigrantes que,
actualmente están excluidos, pero también implicaría excluir a quienes hoy están incluidos.
Otra propuesta de John Stuart Mill consiste en un sistema en el cual todas las personas tienen derecho por defecto
a un voto, pero si aprueban un determinado sistema de acreditación, podrían obtener un voto adicional.
Un tercer modelo sería un sistema en el que todo pasa por medio de una legislatura democrática, aunque existen,
además, ciertos grupos de epistócratas que tienen el poder de vetar la legislación democrática: por ejemplo, un consejo de
asesores económicos podría vetar una legislación democrática con el fundamento de que es incompetente; es decir, haría la
misma tarea que una Corte Suprema que veta legislación democrática cuando esta última es inconstitucional.
Otro sistema es lo que Brennan llama gobierno por oráculo simulado: todos tienen derecho a votar, pero primero,
deben aportar cierta información demográfica (ingresos, lugar de residencia, religión, etc.), luego deben responder un
cuestionario de conocimiento político básico (cuál es el nivel de crecimiento del PBI, qué leyes aprobó el Congreso recientemente,
etc.). Finalmente, se les pregunta qué quieren, y así, con esta información, se puede simular estadísticamente lo que una
población demográficamente idéntica e informada habría apoyado o votado.
Otra alternativa proviene de Robin Hansen: la f utarquía. Aquí lo que se propone es que las personas voten para
expresar qué es lo que desean y hagan ciertas “apuestas” para decidir cómo conseguir lo que se quiere a través de la
información que proveen los mercados especulativos. Esta información puede utilizarse para realizar predicciones y tomar
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Traducción: Micaela Cappuccino
decisiones con respecto a políticas de gobierno. Brennan explica que cuando las personas apuestan en relación a sus
creencias, tienden a ser más honestos. Estos sistemas tienen un mejor poder predictivo que simplemente preguntarle a las
personas su opinión.
Finalmente, Brennan aclara que no es posible saber si estos sistemas van a funcionar y advierte que, incluso,
pueden existir potenciales abusos. Concluye que la pregunta no es ¿ cuál es el sistema ideal?, porque el sistema ideal proviene
del “Dr. Horrible”, la anarquía. La pregunta debería ser ¿ cuál es el mejor sistema a pesar de todos los problemas y defectos?
La última exposición es la de Ilya Somin, que responde a la pregunta del moderador sobre posibles críticas a las
propuestas de Brennan y sobre por qué no está de acuerdo con la epistocracia.
A tal efecto, Somin responde que, en realidad, es ambivalente sobre las ideas de Brennan. Por un lado, cree que
vale la pena tomarlas en consideración y que, en verdad, son mucho menos radicales de lo que parecen. Pero, por otro
lado, cree que ya se ha privado de estos derechos a casi un tercio de la población porque se cree que son ignorantes o
incompetentes: hablamos de niños, adultos mayores, enfermos mentales, de todos los inmigrantes, a menos que hayan
vivido en el país por cinco años y hayan aprobado un examen de educación cívica que muchos estadounidenses
desaprobarían. Es decir, no importa cuán informado esté un joven de 17 años, podemos descalificarlo simplemente
asumiendo que las personas de su edad son ignorantes o incompetentes; pero si hacemos eso con un joven de 19, seríamos
personas terribles.
Algunas preguntas que Somin se hace con respecto a los problemas que encuentra a las propuestas mencionadas
por Brennan incluyen: ¿ confiamos en que el gobierno tome estas decisiones sobre quién obtiene votos adicionales?, ¿cuál debería ser el
examen?, ¿cómo deberían estructurarse los oráculos?. Es obvio que los funcionarios tienen todo tipo de sesgos por intereses
personales: obviamente, uno de ellos, sería sesgar el sistema en dirección a aquellos que apoyan a su partido y en contra de
los que no lo hacen. Eso sin mencionar prejuicios raciales, étnicos, de género, etc.
Somin no es optimista respecto a que estas propuestas sean viables en gobiernos reales. Afirma que el problema en
particular con la epistocracia es que no sabemos cómo hacer que funcione ni sabemos cómo hacer que un gobierno pueda
ponerla en práctica en la realidad.
Sin embargo, sí sabemos cómo descentralizar y limitar los poderes del gobierno: algunas democracias liberales
como Canadá y Nueva Zelanda han logrado limitar y descentralizar sus gobiernos con éxito. Propone un programa de
reformas más realista que el de Jason Brennan; uno que vaya menos en contra de las creencias de las personas sobre el
valor de la participación democrática.
El tramo final del foro de debate consiste en que los expositores respondan algunas preguntas del público. La primera es:
“¿Creen que el hecho de que las élites jueguen un papel bastante amplio en la gobernación es lo que llevó a Trump al poder y
es lo que ahoga a movimientos populistas como el suyo?”
Jason Brennan responde que hay un gran resentimiento en una parte de los votantes. Solía ser la izquierda contra
la derecha, y ahora parece ser la sociedad abierta contra la sociedad cerrada; la ciudad contra las áreas rurales. Existe una
visión de que las élites no gobiernan en nombre de las personas, por ejemplo, de las áreas rurales, etc. Hablamos del
teorema del votante mediano: es una afirmación de que los que los políticos tienden a hacer es cualquier cosa que el votante
medio desee. Empíricamente, esto probablemente no sea cierto; de hecho, los políticos tienen suficiente margen para hacer
lo que ellos prefieran y tienden a alinearse con los votantes de mayores ingresos que, casualmente, son los votantes con
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Traducción: Micaela Cappuccino
mayor información. Se están rebelando contra eso, y Brennan no cree que sea un buen tipo de rebelión. Efectivamente, se
están rebelando contra las élites, pero no tienen, según Brennan, razón en hacerlo.
Melissa Williams, por el contrario, cree que existen buenas razones para esa rebelión, precisamente, por las
razones que Brennan mencionaba. Las élites no legislan a favor de los intereses del ciudadano promedio: por ejemplo, los
beneficios del crecimiento económico se han redistribuido a un segmento muy pero muy pequeño de la población. Las
personas del tercer o cuarto quintil (por no mencionar aquellos de las capas inferiores) han sufrido el estancamiento y la
disminución de sus ingresos. Estos son los votantes que se han movilizado y están descontentos con las élites.
Retomando la cuestión de la epistocracia, uno de los problemas que plantea con respecto a esta propuesta es el
siguiente: ¿por qué deberíamos creer que se generarán políticas en favor de todos los ciudadanos en un sistema político en el cual solo
tienen derecho a elegir representantes los votantes más informados (que, probablemente, sean blancos, más privilegiados y varones)?
Entonces, ¿por qué deberíamos creer que velarán por los intereses de todos los ciudadanos y no solo por los de los votantes a quienes
rinden cuentas?
Williams no ve cómo esta forma de gobierno podría resolver el problema del sesgo cognitivo, que no se
circunscribe a votantes con poca información, sino que es un p roblema de los seres humanos. Estos sesgos solo reforzarán las
tendencias a promover políticas que generen y mantengan los privilegios de estos sectores.
En respuesta a la misma pregunta, Ilya Somin explica que los movimientos populistas afirman que al gobierno lo
dirigen élites malvadas y que no gobiernan en favor de los ciudadanos, sino conforme a sus propios intereses. ¿Cuál es la
solución que ofrecen? Concentrar aún más el poder: Trump dice “yo solo puedo arreglar el país”, de modo que debe
concentrar más poder para “resolver los problemas”.
Si el gobierno es grande y centralizado, es poco probable que incluso los votantes con mayor información puedan
monitorearlo con efectividad. Así que necesariamente, al concentrar tanto poder en las manos del gobierno, estaríamos
empoderando a una élite relativamente pequeña y, en muchos sentidos, no representativa, ya sea una élite de tecnócratas o
burócratas o personas como Trump: populistas demagogos que llegan al poder por esa vía.
Advierte Somin que si no queremos que las élites dirijan la mayor parte de nuestras vidas como ya lo hacen, lo que
deberíamos hacer es no concentrar tanto poder en las manos del estado, particularmente, en un gobierno centralizado. Lo
que debemos hacer es tomar decisiones de otra manera, y si queremos empoderar a la gente común, debemos hacerlo en
un entorno en el cual tengan buenos incentivos para adquirir información relevante y evaluarla sabiamente.
Retomando la analogía antes mencionada, ¿queremos tener un entorno en el que la gente tenga buenos incentivos
édico o a los curanderos? En el sistema político, el fenómeno del curandero tiende a ser predominante porque la
para ir al m
gente tiene pocos incentivos para investigar a los candidatos en quienes confían en la política, en parte porque las
decisiones del votante individual tienen muy pocas posibilidades de marcar la diferencia. De este modo, los curanderos
proliferan: Trump es un ejemplo extremo de un curandero político. Si uno pensara (como el ejemplo que Somin propuso al
inicio) en comprarle un IPhone o contratarlo como mesero, probablemente no emplearíamos a una persona como él. Sin
embargo, muchísimos votantes están dispuestos a “contratar” a una persona como él para dirigir el país. Hay una
disyunción interesante entre su éxito como celebridad del entretenimiento y como político, y también como empresario,
ya que perdió 900 millones de dólares y muchos bancos ahora se niegan a hacer negocios con él porque es muy poco
confiable.
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Traducción: Micaela Cappuccino
En conclusión, esto nos lleva a pensar que las personas toman mejores decisiones cuando sus elecciones marcan la
diferencia en esas situaciones: cuando quiere emplear un mesero, la gente intenta no tratar con personas como Trump;
mientras que en el negocio de la curandería política, los tipos como Trump son exitosos.
Sugiere, finalmente, dar menos poder a ese negocio de la curandería sobre nuestras vidas del que realmente tiene.
La segunda pregunta del público es la siguiente:
“Jason propone distintas formas de limitar el acceso al voto. ¿Qué le diría a las comunidades de color y a las mujeres que han
luchado durante tanto tiempo para ampliar el acceso al voto?”
Jason Brennan comienza preguntándose c uál es el valor simbólico de la democracia. Dice que lo que se hace con el
derecho a votar en Estados Unidos es lo opuesto a lo que hacían los Nazis con la Estrella de David: se la hacían usar a la
gente para indicar que eran inferiores. En cambio, el derecho al voto como una expresión pública de la igualdad de las
personas, y, por esa razón, está cargado con todo este valor simbólico, y como lo cargamos con ese valor simbólico, no lo
extendemos a ciertas personas.
Es problemático tener una cultura que le da ese estatus a la política. Brennan intenta, asumiendo las consecuencias
por ello, es bajar ese estatus de la política, bajar el estatus de las personas que están altamente involucradas en políticas y
subir el estatus de los esfuerzos no políticos.
Luego, nos insta a preguntarnos por el tema de la participación y por qué sucedería en un sistema de privación de
derechos; qué pasaría si hubiera un derecho a voto selectivo basado en el conocimiento. Afirma que existen diferencias
sistemáticas de raza, género, grupos de ingresos, personas de mediana edad, personas mayores o jóvenes; dice que los
blancos saben un poco más que los negros y que los hombres saben un poco más que las mujeres en promedio. Sin
embargo, lo único que predice si uno tiene conocimiento o no es simplemente si uno se interesa por la política.
La gente no vota pensando en sus propios intereses; votan por lo que perciben como interés nacional. Y se
pregunta si l a gente sabe de lo que está hablando.
Por otro lado, reconoce que extender el derecho a voto de esos grupos es un paso en la dirección correcta. Pero
advierte que el hecho de poder votar no se traduce automáticamente en políticas que ayuden a estos grupos; d epende de
quién se elija. Los votantes de Trump se están “disparando en el pie” a ellos mismos.
Concluye que la única razón por la que estaría a favor de la privación sistemática del derecho a voto o de modificar
el peso que las personas tienen en la votación es si eso condujera a mejores resultados.
Finalmente, indica que no son los factores demográficos lo que hace que se elija a personas como Trump, sino que
es la información lo que hace que los votantes tengan esas preferencias.
Melissa Williams responde que la línea argumentativa de Brennan tiene algunos problemas. Dice que el derecho a
votar es fundamental porque expresa nuestro compromiso con la demanda equitativa de todos y cada uno de los
ciudadanos a tener sus intereses representados en la toma de decisiones.
Continúa su critica a Brennan diciendo que el argumento de que l as personas con mayor información usan su voto de
forma no interesada y que estos conocen los intereses de los votantes con poca información es la historia que los hombres contaban
a las mujeres cuando las mujeres peleaban por su derecho a voto. Es, también, lo mismo que los blancos respondieron a los
negros cuando buscaban acceder al derecho a votar. Explica que esto se remonta al problema del sesgo cognitivo; la
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Traducción: Micaela Cappuccino
heurística de la disponibilidad: sabemos que la información y el conocimiento que son relevantes para el diseño de políticas
con respecto a, por ejemplo, los derechos reproductivos de las mujeres, no está disponible para la mayoría de los hombres.
Por ejemplo, el acoso o el abuso sexual. Esa información no está disponible para la mayoría de los hombres:
piensen en todos los hombres que se sorprendieron en el último tiempo al descubrir que sus parejas habían sufrido esos
abusos; no lo sabían porque las mujeres no hablan de eso.
Explica que el conocimiento está distribuido entre la población, y que el conocimiento que es relevante para el
diseño de políticas relacionadas con, por ejemplo, la raza, está concentrado en aquellos que efectivamente están sujetos a
políticas sobre este tema. Es necesario tener esos conocimientos a la hora de formular políticas y es necesario, también,
tener representantes elegidos que rindan cuentas a los votantes que tienen esos conocimientos por sus experiencias.
Ilya Somin responde que, en apoyo de los argumentos de Brennan, es importante reconocer que, si bien es
deseable que los blancos sean iguales a los negros y a las mujeres, no deberíamos ver el derecho a voto simplemente como
un derecho. Es una responsabilidad.
Cita a John Stuart Mill afirmando que el derecho a votar no es solo el ejercicio de la libertad individual, sino un
ejercicio de poder sobre otras personas. De esta manera, si por ignorancia votamos a un político que cause daños, no solo nos
afectará a nosotros mismos, sino también a otras personas. El hecho de que muchos votantes no voten teniendo en cuenta
sus propios intereses no significa que sopesen los intereses de todos por igual.
Incluso los inmigrantes o las personas de otras nacionalidades tienden a asignar un valor menor a sus propios
intereses y a su libertad. El hecho de que la mayoría de los votantes no voten en consideración de sus propios intereses no
implica que tengan buenas motivaciones. De hecho, las motivaciones tendientes hacia el propio interés han demostrado
ser menos dañinas que las que no lo son.
La tercera pregunta tiene que ver con el p apel de los medios de comunicación:
“Una de las formas en las que los votantes se informan es a través de las noticias y las plataformas que presentan
información. Dado que las empresas de medios están optimizadas para obtener ganancias y deben conseguir espectadores y darles
información para que sigan utilizando esos medios, ¿es posible que una empresa de medios pueda ser, efectivamente, no partidista y
servir al bien social? ¿Ven algún cambio significativo en el panorama de los medios de comunicación?”
Ilya Somin responde que mucha gente culpa a los medios por la ignorancia política. Dicen que si los medios
informaran sobre la política correctamente y no solo centrándose en la “carrera de caballos” (quién está a la cabeza de las
encuestas), es decir, si trataran de manera sustancial los problemas, el conocimiento político sería mucho mejor. El
problema con esta postura es que, en realidad, ya existe buena cantidad de información política de buena calidad en
Internet y en algunos medios: el problema no es que los medios no nos brinden la información correcta, sino que muchos
de nosotros, por las razones racionales mencionadas anteriormente, preferimos no pasar mucho tiempo procesando esa
información. Y cuando sí lo hacemos, solo miramos el tipo de información que confirma nuestras opiniones preexistentes.
Por ejemplo, los conservadores miran F ox News y los liberales MSNBC.
Melissa Williams responde que la fragmentación de los medios y la proliferación de redes sociales refuerza la
tendencia al sesgo cognitivo de limitarnos a nuestro pequeños silos y no buscar información de otras fuentes. Si bien aclara
que no hay soluciones mágicas, sugiere que una posible alternativa es que la existencia de medios públicos fuertes puedan
tener un efecto moderador en los otros medios del mercado.
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Traducción: Micaela Cappuccino
regímenes autoritarios, sin importar qué críticas se le puedan hacer. Explica que estamos en un momento muy peligroso
en el que las alternativas no son la epistocracia ni la descentralización, sino el autoritarismo. Ese es el desafío actual al que
nos enfrentamos.