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___esTunies La autobiografia como desfiguracion* Paul de Man La teorla de la autobiogratia estd plagada por una serie recurrente de interrogantes y acercamientos que no son simplemente falsos, en el sentido de resultar forzados o aberrantes, sino que son limitadores, por asumir presu- puestos acerca del discurso autobiogréfico que son de hecho muy problemédticos. Tales teorfas se ven constante- mente obstaculizadas, con monotonta esperable, por una serie de problemas que les son inherentes. Dado que el concepto de género designa una funcién estética y una funcién histérica, lo que est en juego es no solo la dis- tancia que protege al autor autobiografico de su experien- cia, sino también la posible convergencia de estética e historia, La inversién que entra en juego en tal conver- ‘gencia, especialmente cuando se trata de la autobiografia, es considerable. Al convertir la autobiografiaen un géne- x, se la eleva por encima de la categor‘aliteraria del mero reportaje, la crénica o la memoria, y se le hace un sitio, aunque modesto, entre las jerarquias canénicas de los gé- neros litrarios mayores, Esto implica cierto embarazo, ya «que, comparada con la tragedia, la 6pica o la poesia lirica, sutobiografla siempre parece deshonrosa y aurocompla- ciente de una manera que puede ser sintomética de su in- compatibilidad con la dignidad monumental de los valores estéticos. Cualquiera que sea el motivo de esta situacién, la autobiografa empeora las cosas al responder pobremen- te a este ascenso de categoria. Los intentos de definir la autobiografla como género parecen venirse abajo entre pre- sgumtas ociosas y sin respuesta. ¢Puede haber autobiogra- fia antes del sigio xvul, 0 ¢s un fenémeno especificamente prerromintico y romintico? Los historiadores del géne- ro tienden a afirmar lo dilkimo, lo cual plantea inmediata- mente la cuestién del elemento autodiogesfico en las Canfesiones de san Agustin, cuestin que, a pesar de cier tos aguerridos esfuerzos reciente, esté lejos de ser resuel- ta, Puede escribirse una autobiografia en verso? Incluso algunos de los més recientes tedricos de la autobiografia nniegan categdricamente esa posibilidad, aunque sin espe- cificar sus razones. De esta manera, resultaria irrelevante considerar The Prelude de Wordsworth en cl contexto del estudio de la autobiografla, exclusién que a cualquier in- vestigador de tradicidn inglesa le parecer4 injustficable, Empirica y tedricamente, a autobiografia no se presta fd .' Parece, entonces, que la distincidn entce iccién y auto- biograffa no es una polaridad 0/0, sino que es indecidible. Pero, zes posible permanecer, como Genette lo quiere, den- to de una sicuacién indecidiole? Como puede atestiguar cualquiera que haya quedado atrapado alguna vez en una puerta giratoria, esa experiencia es realmente de lo mis incdmodo, y mucho mis en este caso, dado que este tor- niquete es capaz de sufrir una aceleracién infinita, y, de hhecho, no es sucesivo sino simultineo, Un sistema de di- ferenciacién basado en dos elementos que, en palabras de Wordsworth, «no es ninguno de ellos, y es ambos ala vez», ro es probablemente correcto, La amobiografia, emonces, no es un género o un modo, sino una figura de lectura y de entendimiento que se da, hasta cierto punto, en todo texto. El momento aurobiogr’- fico tiene lugar como una alineacién entze los dos sujetos implicados en el proceso de lectura, en el cual se determi- an mutuamente por una sustivucién reflexiva mutua. La estructura implica tanto diferenciacién como similitud, ‘puesto que ambos dependen de un intercambio sustituti- +o que consticuye al sujeto. Esta estructura especular esta imeriorizada en todo texto en el que el autor se declara sujeto de su propio entendimiento, pero esto meramente hace explicita la reivindicacién de autor-idad que tiene Iu- gar siempre que se dice que un cexto es de alguien y se asume que ¢s inteligible precisamente por esa misma ta- z6n. Lo que equivale a decir que todo libro con una pagi- na titular inteligible es, hasta cierto punto, autobiogrifico. Pero, justo en el momento en que parece que afirma: mos que todo texto es autabiogrifico, deberiamos decir ue, por la misma razin, ninguno lo es 0 lo puede ser. Las dificultades de definicién genérica que afectan el es- tudio de la autobiogratia repiten una inestabilidad con- sustancial que desmorona el modelo tan pronto como éste queda establecido, La metafora de la puerta girstoria que da Genette nos ayuda « comprender la mzén de ese fraca- so, pues apunta acertadamente al movimiento giratorio de los tropos y confirma que el momento especular no es primordialmente una situscién 0 an acontecimiento que puede ser localizado en una historia, sino que es la manifestacién, a nivel del referente, de ana estructura line sgistica. El momento especular inherenve a todo acto de entendimiento revela la estructura tropoldgica que sub- yace a toda cognicién, incluido el conocimiento de uno mismo. E] interés de la autobiografia, por Jo tanto, no ra- dica en que ofrezca un conocimiento veraz de uno mis- mo —no lo hace—, sino en que demuestra de manera sorprendente la imposibilidad de totalizacién (es decir, de 4 {La autobiogratia como destiguracion Iegar a ser) de todo sistema textual conformado por sus- tituciones tropolégicas. Las autobiografias, a través de su insistencia temética en el sujeto, el nombre propio, la memoria, el nacimien- to, el eros y la muerte, y en la doblez de la especularidad, declaran abiertamente su constitucién cognitiva y tropo- lbgica, pero se muestran rambién ansiosas de escapar a las coerciones impuestas por ese sistema. Los escritores de autobiografias, al igual que los que escriben sobre auto- biografias, estdn obsesionados por la necesidad de despla- zarse de la cognicién a la resolucidn y a la accién, de la autoridad especulativa a la autoridad politica y legal. Phi- lippe Lejeune, por ejemplo, cuya obra despliega con mi- nuciosidad ejemplar todos los acercamientos a la autobiografia, insiste obcecadamente —y llamo obcecada a esta insistencia porque no parece estar fundada ni en argumento ni en evidencia— en que la identidad de la auto- biogratia no es solo representacional y cognitiva, sino con- tractual, basada, no en tropos, sino en actos de habla. El nombre en la pagina del titulo no es el nombre propio de un sujeto capaz de autoconocimiemto y entendimien- to, sino [a firma que da al contrato autoridad legal, aun- que no le da en absoluto autoridad epistemolégica. El hecho de que Lejeune use «nombre propio» y «firma» de manera intercambiable apunta, al mismo tiempo, a la con- fusién y a la complejidad del problema, puesto que, al igual que le resulta imposible permanecer en el sistema tropolégico del nombre, y de la misma manera en que se ve forzado a desplazarse de la identidad ontolégica a Ja promesa contractual, tan pronto como Ja funciéa per- formativa queda afirmada es reinserita inmediatamente en constreiiimientos cognitivos. De ser figura especular dei autor, el lector se convierte en juez, en poder policial en- cargado de verificar la autenticidad de la firma y la con- sistencia del comportamiemto del firmante, el punto hasta el que respeta o deja de respetar el acuerdo contractual que ha firmado, Al principio la autoridad trascendental tenfa que ser compartida entre el autor y el lector 0, lo que es lo mismo, entre el autor del texto y el autor en el texto que lleva su nombre; pero ahora la pareja especu- lar ha sido reemplazada por la firma de un Gnico sujeto, ‘que ya no se repliega sobre si mismo en un entendimien- to especular. Pero el modo de lecvura de Lejeune, al igual aque sus elaboraciones tedricas, muestra que la actitud del lector hacia este «sujeto» contractual (el cual ya ao es, de hhecho, un sujeto en absoluto) toma de nuevo un caricter de autoridad trascendental que le:permite convertirse en. juez del autobiografiado. La estructura especular ha sido desplazada, pero no superada, y entramos de nuevo en un sistema de tropos en el momento mismo en que preten- amos haberlo abandonado. El estudio de la autobiogrs- fia esté aprisionado en este doble desplazamiento, en’ la necesidad de escapar de la tropologia del sujeto y la igual- mente inevitable reinscripcién de esta necesidad en un mo- delo especular de conocimiento. Propongo ilustrar esta abstraccién con la Jectura de un texto autobiogrifico ejem- plar: los Essays upon Epitaphs, de Wordsworth? SUPLEMENTOS ANTHROPOSIZ9 —— ESTUDIOS Consideraré no solo el primero de estos tres ensa- yos (que Wordsworth también incluyé, como una nota, al libro VII de la Excursion), sino la secuencia de tres ‘ensayos consecutivos, escritos presumiblemente en 1819, ‘que aparecieron en The Friend. No se necesitan extensas consideraciones para poner de relieve los componentes autobiogrificos de un texto que, de manera compulsiva, pasa de ser un ensayo sobre epitafios a ser él mismo un epitafio y, mis especificamente, la propia inseripeién monumental 0 autobiografia del autor. En esos ensayos aparecen citados numerosos epitafios tomados de diver- sas fuentes, tanto de libros ordinarios del estilo de Ancient Funeral Monuments, de John Weever, que data de 1631, como de obras literaras elevadas escritas por Gray o Pope. Pero Wordsworth acaba con una cita tomada de su pro- pia obra, un pasaje de la Excursion inspirado en el epita- fio y Ja vida de un tal Thomas Holme. Cuenta, con el Jenguaje mas sobrio, a historia de un hombre sordo que compensa st defecto sustituyendo los sonidos de la natu- raleza por la leccura de libros. La trama general de la historia, estratégicamente colo- cada como la conchisién cjemplar de un texto a su vez ejemplar, resulea familiar a los lectores de The Prelude. Esa trama nos habla de un discurso que pervive a pesar de una privucién, que puede ser un defecto de nacimien- to, como en el caso que nos ocupa, o que puede manifes- tarse como una conmocidn sibita, a veces catastrfica y otra veces aparentemente trivial. La conmocién interrumpe un estado de cosas hasta emtonces relativamente estable. ?Pensemos en pasajes tan famosos del Prelude como el him no al nifio recién nacido del Libro Il («Bendito sea el nif Infante...) que cuenta como se manifiesta «el primer / Espiritu poético de nuestra vida humana». Se establece ‘una situacién de intercambio y de didlogo, la cual es inte- rrumpida sin aviso cuando «el sostén de mi afecto se des- ‘vanecié», para ser restaurada Iuogo al decirnos que «... el edificio se mantuvo en pie, como sostenido / Pot su pro- pio espiritu» (I. 294-96). O pensemos en el hombre aho- ado del libro V, que «en medio de la hermosa escena / de Srboles, colinas y agua, surgid de pronto / de las pro- fundidades, con su rostro cadavérico, sombra espectral / de terror» (wv. 470-473); Wordsworth nos cuenta que el nifio de nueve afios, edad que él tenia cuando esto ocu- rid, hallé consuelo en la idea de que ya se habia en- contrado con escenas semejantes en los libros. ¥ pen semos sobre todo en el episodio, igualmente famoso, del Nifio de Winander, que precede casi inmediatamente a esta escena. Hay numerosos ecos verbales que ligan el pa- saje citado de la Excursion —que cierra los Essays upon Epitaphs— con la historia del nifio cuyo placer mimico se ve interrumpido por un silencio sébito que prefigura su propia muerte y la restauracién que le seguirs. Como se sabe, este es el episodio que, como variante temprana, sirve de evidencia a la hipétesis de que estas figuras de pri- vacién, de hombres mutilados, de cuerpos ahogados, de mendigos ciegos, o de nifios a punto de morirse, que apa- recen en el Prelude, son figuras del propio yo poético 29ISUPLEMENTOS ANTHROPOS Le autoblogratia come destiguracion de Wordsworth. Revelan la dimensién autobiografica que todos estos textos tienen en comtin, ¢Cémo debemos i terpretar esta preocupacién casi obsesiva por la mutila- cién, que se dao menudo como pérdida de uno de los sentidos, como ceguera, sordera 0 como, en la palabra clave del Nifio de Winander, mudez? Y a esta pregunta se suma el tener que decidir en qué medida se puede creer cen la pretensién de la compensacién o restauracion que sigue a tal mutilacién. Esta pregunta tiene que ver tam- bién con fa relacidn entre estas escenas y otros episodios del Prelude en los que también se dan conmociones ¢ interrupciones, pero en un ambiente de tal sublimidad que 1a privacién ya no se presenta de un modo tan claro, Pero ‘esto nos Hlevarfa lejos del tema de este trabajo; me limita- ré-a sugerir la relevancia que tienen los Essays upon Epi taphs para el tema més amplio del discurso autobiogrifico como discurso de autorrestauracién. La pretensién de restauraci6n frente a la muerte, que Wordsworth reivindica en los Essays upon Epitaphs, se apoya en un sistema consistente de pensamiento, metéfo- ras y ficcién, anunciado al comienzo del primer ensayo desarrollado a lo largo de toda la obra. Es un sistema de mediaciones que convierte la distancia radical de la opo- sicién o/o en un proceso que facilita el movimiento de tun extremo al otro a través de una serie de transforma: ciones que dejan intacta la negatividad de la relacién (0 falta de relacién) inicial. Por medio de ese sistema nos movemos, sin compromiso, desde la muerte o la vida ala vida y la muerte. El patetismo existencial del texto sur- ge del asentimiento puro al poder de la mortalidad: no podemos decir que en Wordsworth se dé una simplifica- ci6n del tipo de la negacién de la negacién. El texto estae Dlece una secuencia de mediaciones entre vérminos incompatibles —ciudad y naturaleza, paganismo y cris- tianismo, particular y general, cuerpo y tumba— que se relacionan bajo un principio general segin el cual corigen y tendencia son nociones inseparablemente co- rrelativass. Nietzsche afiemard lo contrario de manera exactamente simétrica en la Genealogta de la moral —«orie gen y tendencia (Zweck) [Son] dos problemas que no estan, y no deben estar, unidos»—, y los historiadores del romanticismo y del post-romanticismo no han tenido mu- chas dificultades en usar el sistema de esta simetria para unir este origen (Wordsworth) con esta tendencia (Nietz- sche) en un itinerario histérico continuo. El mismo iti nerario, la misma imagen del camino, aparece en el texto como alas vivas y conmovedoras analogfas de la vida como camino», que se ve interrumpido por la muerte. La gran metéfora que abarca todo este sistema es la del sol en mo- vimiento: «Al igual que viajando sobre el orbe de este pla- neta en direccidn hacia las regiones por donde el sol se pone somos conducidos poco a poco a la zona por don- de nos hemos acostumbrado a verlo surgir en su salida; y al igual que un viaje hacia el este (lugar de nacimiento, en nuestra imaginacién, de la maifana) conduce en tlti- ma instancia a la regién donde vemos por tltima vez al sol cuando se oculta, de la misma manera el Alma con- 15 ESTUDIOS silencioso» que flora. En todos los momentos en que se discute la prosopopeya —y eso sucede al menos tres veces, el rzonamiento nunca es concluyente, Wordsworth afirma aque «cepresentar [2 los muertos] hablando por medio de su lipida» es una «tierna ficcidn, una «interpolacién de som- bras que une armoniosamente el mundo de los vivos y el de Jos muertos [...}: en otras palabras, lo mismo que Ja temé- tica y el estlo del tema autobiogratico tienen como obje- tivo. Sin embargo, en el parrafo siguiente se nos dive que, frente a la modalidad que hace hablar a los muertos, la ‘modalidad en la que fos sobrevivientes hablan en persona me parece mucho mis preferible», ya que «excluye la fic- clén en la que se asienta la otra modalidad» (p. 152). Words- worth critica a Gray y Milton por usar figuras derivadas de la prosopopeya. Y en ese momento se deja entrever la amenaza de un conflicto légico mucho més profundo. Los versos del soneto de Milton que Wordsworth omite ‘nos ofrecen una manera de dar cuenta de esa amenaza. En los seis versos omiticos, Milton habla de la carga que representa la sfacilidad para escribir» que tenia Shakespeare para los que solamente «de manera laboriosa pueden pro- ducir su artes, Dice a continuacién: Per ests fantasia ensinismada, en marmol nos convierte al concebir* Isabel MacCaffrey parafrasea de la siguiente manera es- tos versos dificiles: «nuestra imaginacion se sale de noso: tvos al extasiarse, dejando atrés nuestros cverpos sin alma, como estatuas». «Nos convierte en mérmol», en los Es says upon Epitaphs, no puede dejar de evocar la amenaza latente que habita en la prosopopeya, es decir, que al ha- cer hablar a los muertos, la estructua siméerica del tropo implica que, de la misma manera, los vivos se queden mu- dos, helados en su propia muerte. La conjetura del «De- tente, viajero» adquiere asf una connotacién siniestra, que no solo prefigura nuestra mortalidad, sino que represen- 1a una entrada real en el reino helado de la muerte. Po- dria aducirse que Wordsworth tenia una conciencia lo suficientemente liicida de esta amenaza como para justi- ficar a inscripeidn de esta em el sistema cognitivo y solar de autoconocimiento especular que subyace a sus ensayos, que los avisos contra el uso de la prosopopeya son es- tratégicos y didécticos més que reales, El sabe que la «ex- clusidn» de la voz ficticia, que él propone, y su sustitu- cién por la voz real de los vivos, reintroduce de hecho la prosopopeya 2 través de la fiecion del apdserofe. De todas maneras, el hecho de que su aserci6n esté hecha a través de omisiones y contradicciones justifica la sospecha, La mayor inconsistencia del texto, la cual es también fuente de su considerable importancia teérica, se da de ‘una manera diferente pero relacionada con la que acaba- ‘mos de mencionar. Los Essays se expresan con fuerza con- tra el lenguaje antitético de la sitira y de la inveetiva, y ‘Then thou ou fncy of itself bereving/ Dost make vs marble with 00 comeeiving (Nal TL 2Q)SUPLEMENTOS ANTHROPOS La autobiogratie como destigueacion proponen de manera elocuente un lenguaje licido de re- poso, tranquilidad y serenidad. Pero si, con todo derecho, nos preguntamos Cuil de esos dos lenguajes, el de la agre- sién o el del reposo, predomina en ese texto, resalta con claridad que los ensayos contienen partes de extensién con- siderable que son antitéticos y agresivos de la manera mas abierta, «No puedo sufrir que ningtin individuo, por muy altos y merecidos que sean los honores a él conferidos por mis compatriotas, se interponga en mi camino»; esta re- ferencia a Pope, junto con muchas otras a él también di- rigidas, es cualquier cosa menos delicada. Wordsworth esti suficientemente molesto por la discrepancia —se trata de una discrepancia, pues no hay razn alguna para no ocu- parse de Pope con la misma generosidad dialéctica otor- gada a la muerte— como para generar un copioso discurso de autojustificacién que se prolonga en un apéndice excesivamente redundante. Sin embargo, los términas més violentos son reservados no para Alexander Pope sino para el leaguaje misino Cierto mal aso de! lenguaje es demun- clado de manera més fuerte: «Las palabras son un instru mento con demasiada capacidad para producir el bien o el mal como para que se las trate con ligereza: dominan nuestros pensamientos en mayor medida que cualquier potencia exterior. Si las palabras no son [...] una encarna- cién del pensamiento sino solo su ropaje, entonces cons- tiruyen un mal don, similar a esas vestimentas envenenadas de las que hablan las historias de tiempos supersticiosos, que tenian el poder de consumir y hacer enloquecer a la victima que se las ponia. El lenguaj, si no se le defiende, se le mima y se le deja en paz, como a la fuerza de la gra vedad o al aire que respiramos, se convierte en un con- traespiritu [..} (p. 154). «Que caracteristica del lenguaje es condenada con tanta severidad? La distincién entre el bien puro y el mal radical descansa en Ja distincién entre el pensamiento encarnado y «un ropaje del pensamien- to», dos nociones que verdaderamente parecen «tener una conexién diferente y més fina que la del contraste». De Quincey se centrd en esta distincién, y la interpretd como ‘un modo de oponer las figuras convincentes a las arbitrs- ras. Pero, a diferencia de los pensamientos por ellas re- presentadas, la carne y la vestimenta tienen, al menos, una propiedad en comén: su visibilidad, su aecesiblidad a les sentidos. Un poco antes en el mismo pasaje, Wordsworth caracteriza, de manera similar, el tipo correcto de len- guaje como el que es «no lo que el ropaje es al cuerpo, sino lo que el cuerpo es al alma» (p. 154). La secuencia ropaje-cuerpo-alma es una cadena metaférica de perfecta consistencia: fa vestimenta es la parte visible del cuerpo dela misma manera que el cuerpo es la parte visible del alma. El lenguaje denunciado con tanta violencia es el len- gguaje de la metéfora, de la prosopopeya y de los tropos, cl lenguaje solar de la cognicién que hace a lo desconocido accesible a la mente y a los sentidos. E] lenguaje de los tropos (que es el lenguaje especular de la autobiografia) es realmente como el cuerpo, el cual es como las vestidu- ras, pues es el velo del alma como el ropaje es el velo pro- tector del cuerpo. ¢Cémo este velo inofensivo puede "7 __esTuDIOs hacerse de repente tan mortal y violento como la vinica envenenada de Jasin 0 de Neso? Latiinica de Neso, causa de la muerte violenta de Hér- cules, como narra Séfocles en las Traguinias, le fue dada por su esposa Deyanira con la esperanza de volver a ganar el afecto del que pronto se veria privada. Supues- tamente, debja restaurar el amor perdido, pero la restau racién result una privacién peor, la pérdida de la vida y de los sentidos. El pasaje de la Excursion con que con- cluyen los Essays narra una historia similar, aunque sin legar al final. La mudez del «gentil Dalesman», protago- nista del relato, encuentra un equivalence exterior, a tra- vés de un entrecrazamiento consistente, en la mudez de la naturaleza, de la cual se dice que, incluso en plena tor- menta, ¢5«silenciosa como un cuadro», En la medida en aque el lenguaje es figura (0 metdfora, © prosopopeya), es realmente no la cosa misma, sino su representaci6n, la ima- gen de la cosa, y, como tal, es silencioso, mudo como las, imagenes lo son. El lenguaje, como tropo, produce siem- pre privacién, es siempre despojador. Wordsworth dice que el lenguaje perverso —y todo lenguaje lo es, incluido su propio lenguaje de restauracién— funciona «sin pausa y sin ruidos (p. 154). En la medida en que, en Ia eseritura, dependemos de este lenguaje, todos somos, como el Da- lesman en la Excursion, sordos y mudos; no silencio- 505, lo cual implicaria la posible manifestacibn del sonido Fleclones det -you a voluntad propia, sino silenciosos como una imagen, eter~ namente privados de voz y condenados a la mudez. No resulta, asi, sorprendente que el Dalesman sienta tanta in- clinacién por los libros y encuentre en ellos tanto con- suelo, puesto que, para él, el mundo exterior ha sido siempre un libro, una serie de tropos sin voz. En cuanto centendemos que la funcibn retérica de la prosopopeya con- siste en dar voz.o rostro por medio del lenguaje, compren- demos también que de lo que estamos privados no es de vida, sino de la forma y el sentido de un mundo que solo nos es accesible a través de la via despojadora del entendi- miento. La muerwe es un nombre que damos a un apuro lingiifstico,y la restauracidn de la vida mortal por medio de la autobiografia (Ia prosopopeya del nombre y de la voz) desposee y desfigura en la misma medida en que res- taura. La autobiografia vela una desfiguracién de la men- te por ella misma causada, NOTAS 1. Girard Genewe, Figure, i, Pais, Sui, 1972, p. 50. 2. Vase una eicidn critica de eto ensayos en Wi.B, Owen y Jane ‘Worthington Smyser (eds), The poe Works of Wiliam Wondoworsh, Ox ford, Clarendon, 1974 Los nimeros de as papas ctadas en ee lo corresponden a Owen (cd), Vondsworeh Litem Critic, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1974, Ficciones del «yo» el final de ia autobiografia* Michael Sprinker Seul e qui resemble difére, seus les diférences se resembient. Gaus Deevze ‘A photograph isa secret about a seoret. “The mos it tlle you, the ls you knew, Duane Anwus Hacia el final de Gravity's Rainbow (La gravedaa del arco init), se relata como, por causas inexplicables, Tyrone Slo- throp, el supuesto héroe de la obra, parece haberse des- compuesto en incontables fragmentos que se encuentran dispersos por toda la Europa de posguerra. De una iden- ‘idad individual, la de un soldado americano més, ha pa- » Trndvesin de Ans M. Dou, na sado a transformarse en una especie de presencia ubjcua que surge inesperadamente y de forma periddica en huga- ses inverosimiles: ‘Algunos creen que los fragmentos de Slothrop se han convertido en personas con consisencia propia. De ser esto asi, no hay forma de saber qué parce de la poblacién actual de La Zona ha surgido de la dispersin original Se presume Ia existencia de una ikima fotografia suya en el nico 1m publicado por The Faol, un grupo inglés de rock. En ella, siete miisicos posan, con la misma actitud arrogante que en sus comienzos cancterizaba a los Rolling Stones, cerca del Ingar en el que habia estallado una bombs, en el este de la ciudad, o al sur del rio... No hay forma de saber cudl de los roseros correspond a Slothrop: la nica posible referencia se encuentra en los titulos de crédito: «Arménica y kazoo —un amigo».! Este pasaje es un ejemplo de una caracterstica per- turbadora siempre presente en la cultura moderna: la gradual metamorfosis de un individuo, que posee una iden- tidad personal ¢ inequivoca, en un signo, una cifra, una imagen que ya no se puede identificar claramente como ia de «una persona conereta». Hace algunos afios, la cuk tura popular americana atravesé una breve crisis al ha- cerse piiblico que Paul McCartney, componente de los SUPLEMENTOS ANTHROPOSi29 Helewicesenrne

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