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¿ABSURDOS DE DIOS

O DE LOS HOMBRES?

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239 ROMERO BURGUERA, Vicente
¿Absurdos de Dios o de los hombres? / Vicente Romero Burguera / Santa Cruz de la
Sierra / Editorial Imago Mundi, 2014
126 p.: 21 cm

DL: 8-1-2366-14
ISBN: 978-99954-95-78-7
<RELIGIÓN> <LA BIBLIA>

1ª edición 2014, 1000 ejemplares

©Vicente Romero Burguera

Diseño y diagramación: Preprensa-Editorial Imprenta Imago Mundi Ltda.


Impreso: Imprenta Imago Mundi Ltda.
Santa Cruz de la Sierra

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Vicente Romero
virobur@yahoo.com

¿Absurdos de Dios
o de los hombres?
DERRIBANDO MITOS
Y PARADIGMAS

Santa Cruz de la Sierra


2014

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4
A Ferran Cremades Arlandis y familia.
Por su colaboración y atención a mi persona.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................... 9
Cap. I Antes de Moisés .............................................. 17
Cap. II El Dios de Moisés ........................................... 49
Cap. III Moisés............................................................... 67
Cap. IV El problema del Maná ..................................... 87
Cap. V El hermano de Moisés. .................................... 95
Cap. VI La Fábrica de Dios.......................................... 115
EPÍLOGO A modo de despedida ................................. 123
BIBLIOGRAFÍA ............................................................ 125

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INTRODUCCIÓN

La creencia de que la Biblia es “palabra de Dios” ha sido


sostenida, en primer lugar, por el judaísmo, posteriormente por
la iglesia apostólica y, más tarde, por miles de sectas. En cada
una de ellas se encuentra presente la figura de Jesucristo.
Por ello, se deduce que si la Biblia contiene la verdadera
palabra de Dios, no puede, entonces, mentir ni contradecirse.
En Segunda de Pedro capítulo 3:16 se nos dice: “Hay cosas di-
fíciles de entender, que los ignorantes y los débiles las interpretan
torcidamente”. Otra cosa es encontrar mentiras como pedruscos
de metro.
En la antigüedad, existieron filósofos y pensadores que
mostraron los errores y contradicciones que contiene la Biblia.
Entre ellos, Celso, en el siglo II, y Porfirio de Tiro, un siglo
después. Siguiendo sus pasos, ha habido cientos de escritores
que han atacado y desacreditado al Libro de los libros.
El tiempo fue mostrando que la Biblia contenía muchas cla-
ses de contradicciones en sus afirmaciones teológicas y morales.
También que había una variedad de errores en el campo de las
ciencias naturales, históricas, etc. Quienes estudian y enseñan la
Biblia, desde un punto de vista más amplio, señalan y afirman
lo antes mencionado. Tal es el caso del padre franciscano Ariel
Álvarez Valdez, del dominico Manfred Gerigk y del jesuita
Anthony De Mello, entre otros.

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Vicente Romero

Sin embargo, a pesar de todo ello, la mentira se ha impuesto


más que la verdad. A lo largo de la historia, el sentimiento reli-
gioso ha funcionado más que la razón.
En este campo, la ignorancia ha prevalecido a la ciencia.
Cuando la ciencia, tras una larga y oscura noche impuesta
por la “clarividencia de la verdad bíblica”, por ser la palabra de
Dios, pudo demostrar que era la tierra la que giraba alrededor
del sol, entonces, los intérpretes de la verdad de Dios fueron
acoplando sus teorías a la evidencia de la ciencia. No obstante,
presentaban una gran resistencia y batalla al tiempo que busca-
ban una salida airosa a sus teorías divinas.
El mundo ya no fue creado en seis días o en un día, como
dicen los primeros cuentos del Libro de los libros. Ahora, esa
creación significa etapas. Aunque el poder de Dios era el mismo,
la iglesia católica seguía manteniendo su poder hegemónico a
través de sus nuevas teorías.
El libro del Génesis, en sus primeros capítulos, ya no
transmite la historia del mundo, aunque algunas sectas toda-
vía mantienen que sí, sino las enseñanzas o consecuencias del
pecado y las bondades de Dios. Estas son ahora las ideas que se
transmiten.
Cuando las historias bíblicas han sido analizadas y confron-
tadas con las historias, no sagradas, de otros pueblos, algunos
libros de la historia sagrada pasaron a la categoría de libros
sapienciales y dejaron de ser históricos, pues las narraciones
“históricas” que contenían eran falsas. Por lo cual, eran novelas
mal documentadas, es decir, historias con datos falsos, o ficti-
cios, como, por ejemplo, los Libros de Daniel, Samuel, Reyes
y Crónicas, que ahora ya no pueden entrar en la categoría de
hechos históricos, sino en la de los géneros literarios del cuento
y novela. Esto se puede constatar en mis libros Las tres vidas de
Saúl y David y Samuel: Una novela sobre David.

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Se ha realizado muy poquito a poquito, y todavía se sigue


por ese camino, un acoplamiento de las verdades defendidas a
ultranza anteriormente de la Biblia y las realidades científicas
que hoy día conocemos. No hay que asustar, sorprender, ahu-
yentar o matar la fe de los creyentes sencillos y humildes, a los
que hay que defender con un acoplamiento de la Biblia a la
realidad científica e histórica de la humanidad, aunque pululen
por las calles todavía maestros que enseñan a la antigua usanza
y que ahora denominamos fundamentalistas. Hay otros que no
aceptan este concepto y se llaman Testigos de Jehová.
En tiempos pasados y presentes, con sus teologías diversas e
interpretaciones bíblicas, llegaron a dividirse todos aquellos que
creen en el libro sagrado.
Cuando se han visto acorralados los que se llaman progresis-
tas, o no fundamentalistas, hoy en día, han buscado una salida
a sus creencias, teorías y argumentos, para sentenciar que la
religión se mueve en otro plano al de la ciencia. Ellos usan de la
razón hasta donde esta les pueda servir. A partir de ahí, hay que
recurrir al misterio y al magisterio. Es decir, a su interpretación
de la revelación y a las consecuencias que de ellas sacaron sus
antecesores, y que llamaron y consagraron como dogma.
Los beneficios y privilegios que antes las iglesias obtuvieron
de los distintos gobiernos son derechos adquiridos de forma
comprensiva, razonable y laudable para quienes los otorgaron.
No entran en el campo de la corrupción política.
Los privilegios que se les nieguen o se les pueda suprimir
en la actualidad, por la misma autoridad política, entran en el
campo de atentar y luchar contra Dios, la tradición y la cultura.
Es favorecer a los enemigos de Dios.
El ateísmo es inmoral, criticable, condenable y satánico.
Ellos pueden condenarlo y luchar en contra. Pero si los ateos
hacen lo mismo con ellos, es imperdonable e inadmisible.

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Vicente Romero

Cuando a las iglesias, especialmente las oficiales de cada país


que tienen más tradición y mayor patrocinio, se les suprime
algún beneficio material o se introduce algún cambio moral en
dicho país a sus creencias, recurren a la tradición. Es decir, a
la cultura establecida y a todo aquello que ellos han tenido el
poder de influir y modificar con el tiempo. Pero, siempre, las
tradiciones han tenido un comienzo y también pueden tener
un final.
Las religiones actuales y sus dirigentes saben que esto suce-
de así, pues ellos existen porque antes hicieron, por todos los
medios, que desaparecieran otras manifestaciones religiosas
con mayor antigüedad. Por lo tanto, han sido las promotoras de
aniquilar o asimilar otras religiones, que eran anteriores, bien
por paganas o heréticas, para confeccionar e imponer la suya.
Es la ley del embudo o de las dos varas para medir. Es tomar la
historia desde el momento y lugar que interesa para, a partir de
ahí, poder esgrimir razones y argumentos.
Pero estas razones y argumentos, lo mismo que sucede en
la política, son variables. Cambian al partir de otra referencia
histórica o punto de tradición.
Son muchas las veces que hemos podido escuchar acerca
de las contradicciones que tiene la Biblia. Seguramente esto le
ocurre a mucha gente. El objetivo de nuestro estudio es intentar
presentar algunas de ellas.
Hay sectas o creencias que cuentan con poderosos medios de
difusión para ocultar estas evidencias y dan razones chistosas,
estúpidas e inconsecuentes, pero que, con el poder de sus me-
dios, las hacen creíbles.
Siguiendo uno a uno los pasos que da la revista Atalaya, de
julio del 2010, para encontrar la verdad en la Biblia, expresa que
hay que:

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

-Leer la Biblia con el mejor motivo. Nuestra voluntad ha


sido investigar en aras de encontrar la verdad.
-Emplear diferentes métodos, como por personajes, te-
mas, etc., En nuestro caso, lo hacemos con Moisés, Aarón,
David y el Maná que ya hemos estudiado y que presentamos,
también, a lo largo de este libro.
-Dedicarle tiempo a reflexionar. Es evidente que el motivo
de este libro es para ayudar a reflexionar y comprender.
-Utilizar una buena traducción. Este requisito también lo
hemos cumplido, al seguir las siguientes versiones: Traducción
del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras y las de sus ad-
versarios, la de Reina y Valera, la de Jerusalén y la Latinoa-
mérica indistintamente. Además, hemos abierto el abanico de
traducciones y denominaciones del nombre de Jehová por Yavé
o Yahvé.
-El otro consejo es consultar a un maestro de la Biblia.
“Dios no espera que entendamos por nosotros mismos todo
lo que leemos en las escrituras”. También lo hemos cumplido.
Aunque el resultado no haya sido satisfactorio, pues la respuesta
común es el silencio en muchas de las entrevistas que se realiza-
ron a diversos pastores de distintas iglesias.
Con todo ello, hemos alcanzado un conocimiento de la Bi-
blia que no teníamos antes, con tanta profundidad, y que ahora
deseamos compartir.
Eso sí, no coincide con el que enseñan los otros “maestros”
que hablan de ella. Y este libro es el resultado de mucho tiempo
de lectura directa de la Biblia, pero con conclusiones diferentes
a lo que otros dicen de ella. Aquí mostramos unos ejemplos:
“Todo lo que la sagrada escritura contiene, es verdad” (Tomás
de Aquino).
“Jamás me atreveré a decir que en las escrituras hay contradic-
ciones; y si alguna me parece así, más bien diré que no entiendo su

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Vicente Romero

significado y trataré de convencer a todos los que sospechan de estas


contradicciones, para que adopten mi forma de pensar” (San Jus-
tino).
Por otro lado, los doctores del judaísmo hicieron lo suyo al
pasarle la pelota a Elías, ante la evidencia de muchas contradic-
ciones en los textos sagrados. Ellos decían que: “Cuando viniera
el profeta, al final de los tiempos, se encargaría de explicarlo”.
Luego, vienen expertos del siglo XIX, como los Testigos
de Jehová y dicen: “Aunque hay quienes afirman que la Biblia se
contradice ¿le ha mostrado alguien alguna vez un ejemplo concre-
to? nosotros nunca hemos visto ninguno, que después de analizado
se haya podido confirmar. Es verdad que en ciertos relatos bíblicos
“parece” haber discrepancias, pero por lo general el problema se debe
a que se desconocen los detalles y las circunstancias de la época” (tra-
tadito ¿Por qué puede usted confiar en la Biblia?).
A estos nuevos doctores de la Biblia, solamente tendrían que
sentarse y leer Las tres vidas de Saúl y David para dejarlos
como mentirosos o ignorantes.
Como decía mi abuela, la ignorancia es muy atrevida.
Estos mismos individuos, en su ignorancia, se atreven a cer-
tificar lo siguiente de la Biblia:
La Biblia enseña las mismas ideas desde la primera página
hasta la última, y no se contradice.
La Biblia también es exacta desde el punto de vista científi-
co. Incluso se adelantó mucho a su tiempo.
La Biblia también es exacta y confiable cuando aporta da-
tos históricos. Sus relatos son específicos, y no solo indican los
nombres de los personajes, sino también los de sus antepasados
(¿Qué enseña realmente la Biblia?).
Estas creencias eran antes más universales entre los cristia-
nos, llámense católicos, ortodoxos, evangélicos, etc.

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Al principio, algunos maestros del boxeador Cassius Clay


debieron de haberle enseñado también estos principios o pre-
misas. Por ello, cuando se le acercó algún musulmán y le mostró
lo que había sucedido en la batalla contra los Sirios, según la
Biblia, dejó de creer en la misma, pues en el libro segundo de
Samuel cuenta que David destruyó 700 carros enemigos, y en
el primero de Crónicas se afirma que fueron 7000. Así lo mani-
festó él mismo en una publicación, en febrero de 1964.
Si esto hizo que cambiase de religión el tal boxeador, no
sabemos lo que le hubiese sucedido al leer el presente libro.
“La Biblia es la palabra de Dios”, nos dice el padre Manfred
Gerigk en su libro Palabra de la vida, y luego continúa “Esta
fórmula parece muy sencilla, pero en verdad es sumamente compleja.
Aunque sabemos que la Biblia es la palabra de Dios, según el tes-
timonio de ella misma: “Toda Escritura es inspirada por Dios” (2
Timoteo 3:16).
Más tarde escribe: “Todo depende de cómo entendemos la reve-
lación divina: qué abarca y qué no abarca.
“Afirmaciones obviamente erróneas no pueden basarse en la re-
velación divina, no pueden ser inspiradas porque Dios no miente ni
se equivoca”.
“Lo mismo vale de claras... contradicciones, ya que dos cosas con-
tradictorias entre sí no pueden ambas ser correctas a la vez y si la
una es falsa, evidentemente, no fue revelada, lo que no significa que
por lo menos la otra sí fue revelada —aunque probablemente ni esta
ni aquella lo fueron”.
“No se necesita creer en todo lo que está escrito en la Biblia, porque
no cualquiera de sus afirmaciones es una verdad revelada.
¡Cómo van cambiando las cosas! Según la ciencia ha ido
adelantando y desmontando ciertos principios religiosos y bí-
blicos, estas teorías han ido modificándose.

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Vicente Romero

Parafraseando las palabras del poeta catalán Salvador Espriu


y de Antonio Machado, nos atrevemos a escribir:
−Las palabras de la Biblia
nos hundieron en el negro pozo del espanto,
con la mentira y la tragedia.
Otras palabras nos alzarán
hasta una nueva claridad,
que nos puede llevar a la verdad.
No tu verdad: la verdad.
Ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Y, al encontrarla,
la verdad te hará libre
de toda religión creada.

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CAPÍTULO I

ANTES DE MOISÉS

Veamos parte de los errores y contradicciones que se en-


cuentran en la Biblia, referidas a la ciencia.
Desgraciadamente, algunos de estos errores científicos cos-
taron la vida a más de uno en tiempos pasados y fueron freno
para el adelanto de la ciencia.
Al comienzo de la Biblia, tenemos dos relatos contradicto-
rios sobre la formación del mundo. Pero nuestras mentes tienen
metida, desde la infancia, una sola historia de la creación que es
la combinación de las dos que se hallan en el capítulo primero
y segundo de la Biblia. Es una síntesis interesada que, a través
de lo que se dice y se omite, se ha formado en nuestra memoria.
El cuento de la creación del segundo capítulo, el de la primera
propagación, que narra cómo Dios hizo el mundo es la primera
cosmología para los israelitas. Luego, encontraron otro cuento,
en otra cultura, y lo colocaron en su “libro sagrado” en primer
lugar, modificando, con ello, algunas de sus normas morales que
hasta entonces habían considerado intocables.
Si nos preguntamos ¿en cuántos días hizo Dios el mundo?
La respuesta espontánea será decir seis, que es lo que dice el
primer cuento de la Biblia sobre la creación. Pero en el capítulo
segundo del Génesis, versículo 4, dice que Dios lo hizo en un
día: “Está es una historia de los cielos y la tierra en el tiempo en que
fueron creados, en el día que Jehová Dios hizo tierra y cielo”.
A la pregunta ¿cuál fue el orden de creación de Dios?

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Vicente Romero

En el capítulo primero, Dios crea a los seres vivos de forma


progresiva, es decir, plantas, animales y, finalmente, los seres
humanos.
Pero en el capítulo segundo, Dios primero crea al hombre, le
siguen las plantas y luego los animales, y finaliza con la creación
de la mujer.
¿Qué hizo Dios para crear al ser humano? En Génesis capí-
tulo 1:27, fue suficiente con decir “hizo varón y hembra”.
En el capítulo 2:7, ya sabemos lo de la figura de barro para el
hombre y lo de la costilla de este para la mujer.
¿Cuál fue la finalidad de crear al hombre? En el capítulo
1:28 “… para sojuzgar la tierra”. En el capítulo 2:15 “… para
cuidar el jardín del Edén”.
La primera cultura que conocemos como tal, se desarrolla
en el sur del país de los dos Ríos, en las zonas del Tigris y el
Éufrates. Esta es la cultura de los sumerios, donde se inventó
la rueda, el carro, la escritura, el sistema de cálculo más antiguo
conocido, el torno del alfarero y la confección de una jerarquía
de dioses. La cosmogénesis de este pueblo aparece escrita sobre
tablillas de barro.
La narración de los primeros capítulos del Génesis tiene
como base los relatos mitológicos babilonios. La Enuma Elish,
obra cosmológica del Antiguo Oriente, nos habla de la sobera-
nía universal del dios Marduq, que consigue vencer a Tiamart,
la divinidad del caos acuático, descuartizándola en dos partes: la
primera se convertirá en la bóveda celeste y, la otra, en la plata-
forma terrestre. El Tigris y el Éufrates brotan de sus ojos. Con
la sangre del marido, el dios rebelde Kingu, modeló al hombre,
que llevará las huellas de la divinidad pecadora y estará sujeto al
dios Marduq por toda la eternidad.
La Biblia dice que el mundo tiene, hasta la llegada de Cristo,
unos 4004 años de existencia. Así lo demostró el obispo angli-

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cano irlandés, James Uscher, en 1650. Por consiguiente, hasta el


día de hoy tendría unos 6000 y pico de años de existencia.
Mientras que, para la ciencia, hace más de 5000 millones de
años que el mundo nuestro viene ya existiendo.
Cuando el Génesis, capítulo 2: 10-14, nos dice que Tigris
(Hidekel) y Éufrates son parte de un río, la geografía nos re-
cuerda que el Tigris y el Éufrates se juntan y forman luego un
sólo río.
En Josué, capítulo 6: 5-20, se habla de los muros de Jeri-
có que existían cuando pasaron los israelitas por allí. Pero la
arqueología moderna ha demostrado que hacía más de dos
siglos que no existía Jericó, cuando pasaron “supuestamente” los
israelitas.
El Libro de Josué, capítulo 8, nos relata la conquista de la
ciudad de Ay. Estudios arqueológicos nos hablan que cuando
pasaron los israelitas, según el cuento, la ciudad de Ay llevaba
más de mil años sin existir.
El Libro del “profeta” Daniel, capítulo 1:1 narra que “en el
año tercero del reinado de Joacin (Yoaquim), rey de Judá, vino Na-
bucodonosor, rey de Babilonia, a Jerusalén y la sitió”.
La realidad histórica menciona que los hechos ocurrieron el
octavo año.
El Génesis, capítulo 4: 22, nos cuenta: “Y Zila también dio a
luz a Tubal-Caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro”. Pero
la historia señala que el hierro apareció en el Medio Oriente
hacia el año 1200 a.C.
Otras curiosidades “científicas”, que podemos encontrar en
la Biblia, son las siguientes:
“Asimismo la liebre, porque rumia, pero no tiene pezuña, la ten-
dréis por inmunda”, dice el Levítico, capítulo 11: 6. Ahora la
liebre ya no rumia, ¿será por la evolución?

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Vicente Romero

Siguiendo con otro ejemplo del mismo libro y capítulo, en


los versículos 20 y 22, se nos habla de otra especie que no se
tendría que comer: “Todo insecto alado, que anduviere sobre cuatro
patas, tendréis en abominación”. Esto comeréis de ellos: la langos-
ta según sus especies, el langostín según su especie. Como se sabe, la
langosta tiene seis patas, lo cual hace suponer una evolución o
una mala inspiración de Dios.
Otra incongruencia que podemos leer en Job, capítulo 20:16,
nos dice: “…veneno de áspides chupará; la matará la lengua de
víbora”. Pero la serpiente (áspides) mata por el veneno de sus
colmillos, lo cual para aquellos “fanáticos” que no creen en la
evolución, aquí tienen más ejemplos bíblicos que la afirman, y,
por lo tanto, al menos, deberían admitir las dos teorías.
En Josué, capítulo 10: 12-13, está escrito: “Entonces Josué
habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de
los hijos de Israel y dijo en presencia de los Israelitas: Sol, detente
en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón (Ayalónj). Y el sol se
detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus
enemigos”. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? “Y el sol se paró
en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero”.
Científicamente está comprobado, y todo el mundo lo
acepta, que el sol no se mueve, sino que es la tierra la que gira
alrededor del sol.
El libro de Proverbios, capítulo 3: 20, menciona: “Con su cien-
cia los abismos fueron divididos, y destilan rocío los cielos (nubes)”,
mientras que ahora el rocío es el vapor del agua de la atmósfera.
En nuestros tiempos, lo siguiente también es diferente: “A
su voz se producen tumultos de aguas en los cielos, y hacen subir las
nubes de lo último de la tierra; él hace relámpagos con la lluvia, y
saca el viento de sus depósitos” ( Jeremías 51: 16).
La luna tampoco es una lumbrera, tal como se mantiene en
Génesis, capítulo1: 16: “Hizo Dios las dos grandes lumbreras; la

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

lumbrera mayor (sol) para que señorease en el día, y la lumbrera


menor (luna) para que señorease en la noche; hizo también las es-
trellas”.
El Libro de Habacuc, capítulo 3: 11, nos refiere que: “El sol
y la luna se pararon en su lugar; a la luz de tus saetas anduvieron”.
Actualmente la ciencia sabe del movimiento de la luna, pero
queda el problema del sol, que no se mueve alrededor de la
tierra.
En 1 Samuel, capítulo 2: 8, está escrito: “...porque de Jehová
son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo”. Al
parecer, las columnas desaparecieron por la evolución, o tal vez
se debió, como nos dice Job, capítulo 9: 6: “Él remueve la tierra
de su lugar, y hace temblar sus columnas”.
Algunas personas dicen que los antiguos personajes como
Adán, Set, Enós, Quenán (Cainan), Matusalén (Gn. 5) que so-
brepasaron los 900 años, vivían más porque comían más sano.
Pero la realidad era que el hombre prehistórico ya era muy viejo
si cumplía 30 años.
Las historias bíblicas narradas en los once primeros capítulos
del Génesis, están construidas con leyendas en base a restos de
ciudades o catástrofes locales de otros tiempos universalizados
que sirvieron, como toda leyenda y cuento, para transmitir unas
enseñanzas que los autores querían hacer creer. Por ello, la Bi-
blia es el lugar donde del cuento se hizo historia, lo mismo que
hicieron otras religiones con sus cosmologías.
Podemos encontrar que en el Libro de los libros, una pre-
gunta tenga dos respuestas, y es lógico comprobarlas, como así
hacemos ahora:
¿Cuántos días duró el diluvio? Encontramos en el Génesis,
capítulo 7:12: “Y siguió la fuerte precipitación sobre la tierra por
cuarenta días y cuarenta noches”. Sin embargo, en el capítulo 7

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Vicente Romero

del mismo libro, versículo 24 y 8:1-2, nos dice: “Y las aguas con-
tinuaron anegando la tierra por ciento cincuenta días”.
“Después de eso Dios se acordó de Noé y de toda bestia salvaje y de
todo animal doméstico que estaba con él en el arca, y Dios hizo pasar
un viento sobre la tierra, y las aguas empezaron a bajar. Y se cerra-
ron los manantiales de la profundidad acuosa y las compuertas de
los cielos, y así se contuvo la fuerte precipitación del cielo”.
Aquí sucede que:
Los que confeccionaron la Biblia juntaron dos cuentos sobre
el diluvio.
También que, como el número cuarenta es simbólico, alguien
pensase que con estos días, la gente los tomaría como matemá-
ticos y no alcanzase para tanto desastre. Con ciento cincuenta
días ya era más creíble. Y eso que los que escribieron los cuentos
no conocían el Everest ni el Teide.
No obstante, en nuestra memoria nos han fijado los cuarenta
días en el cuento del diluvio, y además, como es evidente, los
que predican o enseñan los cuentos han manipulado la verdad
a los oyentes.
De cada especie de animales, ¿cuántos metió Noé en el arca?
Según lo escrito en Génesis, capítulo 6:19, Noé manda que
sean “De toda criatura viviente de toda clase de carne, dos de cada
una, traerás dentro del arca para conservarlas vivas contigo. Macho
y hembra serán”.
Luego, hay un cambio de planes en Génesis, capítulo 7:2:
“De toda bestia limpia tienes que tomar para ti de siete en siete, el
macho y su hembra; y de toda bestia que no es limpia solamente dos,
el macho y su hembra”.
Cuando los sacerdotes del templo revisaron el cuento, nota-
ron que si habían ya clasificado a los animales en limpios y su-
cios, comestibles y no comestibles, o en buenos y malos, la cosa
fallaba. Pues, tanto si Noé estuvo cuarenta o ciento cincuenta

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

días en el arca, en medio de aquel inmenso mar, algo de carne


tenía que comer, y los animales carnívoros también. Encima,
luego Noé iba a tener que hacer un sacrificio y matar algunos
de ellos. Por consiguiente, aumentaron el número a siete. ¡Otro
número simbólico! Pero así y todo, el relato no sale bien.
Lo de las dimensiones del arca y solamente los animales que
cualquiera pueda ver en un zoológico no cuadran. En todo caso,
solamente los niños y los tontos podrían creerlo como un hecho
histórico.
No obstante, tenemos un relato extrabíblico en la Epopeya
de Gilgamés (Texto babilónico hacia el S. VIII AC), que nos
narra que los dioses no soportaban el ruido producido por los
seres humanos y decidieron acabarlo por medio del diluvio.
Otro pedrusco que se nos ha dado a tragar es el siguiente:
¿Cuál es el límite de vida del hombre? Según Génesis, capí-
tulo 6:2, después del cabreo que se tomó Dios por mezclarse los
buenos con los malos, o los bonitos con los feos, los castigó y, en
el versículo 3, nos dice: “Ciertamente no obrará mi espíritu para
con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por
consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años”.
En la Biblia, una dificultad que tiene Dios es su falta de
memoria. Por eso, condena a muerte a Adán y Eva después del
pecado, y ahora, con el enojo, se le olvidó y nos dice: “No obrará
mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido”.
También puede ser que cuando escribieron este cuento, to-
davía no se había cocinado el de la creación de Adán y Eva.
Sea como fuese, la cosa es que a Dios lo hacen tonto u olvi-
dadizo y luego no cumple sus promesas.
He aquí la prueba: en el capítulo cinco, tenemos la lista de
personajes que vivieron más de 300 años. Por ser muy conoci-
dos algunos de ellos, omitimos incluirlos o nombrarlos.

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Vicente Romero

No obstante, a la gente se le ha metido en la cabeza que


los antiguos vivían más que los de ahora, cuando la ciencia
demuestra todo lo contrario, al comprobarse que un hombre
o persona, a los cuarenta años matemáticos, ya era un viejo en
aquella época. Pero veamos cómo los que escribieron la Biblia
dejan de mentiroso a Jehová. Pues, más tarde, aparecen otros
personajes, que sí vamos a nombrar, y que pasaron de ese lími-
te de edad de los ciento veinte años establecidos por Jehová x
Yahvé.
“Los días de Taré (padre de Abrahán) llegaron a ser doscientos
cinco años” (Gn. 11: 32).
“La vida de Sara llegó a ciento veintisiete años” (Gn. 23:1).
“Estos son los días de los años de la vida de Abrahán que él vivió:
ciento setenta y cinco años” (Gn. 25:7).
Hay más en el Génesis, pero esto es sólo una muestra de que
Dios no cumple su palabra o los que escribieron, en su nombre,
no coordinaron bien sus cuentos.
Pasó el día, pasó la noche, pasó un año, pasó un siglo, pasa-
ron varios siglos y llegamos al padre de Moisés en Egipto “…y
los años de la vida de Amram fueron ciento treinta y siete años” (Ex.
6:20). Los de sus padres y abuelos también pasaron el límite de
Jehová, con lo cual eso de pasar hambre y todas las penalidades
de los israelitas, en Egipto, habría que revisarlo. Salvo que todo
ello sea beneficioso para la salud. Moisés vivió hasta ciento
veinte años, cumpliendo ya el límite de Dios. No se pondrá la
cita, ya que estas palabras son verdad. No es posible mentir en
esta investigación, o exposición, pero el hermano de Moisés to-
davía quebranta la norma límite establecida por Jehová: “Aarón
tenía ciento veintitrés años de edad cuando murió en el monte Hor”
(Nm. 33:39).
Con Josué parece ser que Jehová ya se toma más en serio lo
de las edades y muere a los ciento diez años.

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Si algún día aparece en nuestros tiempos, un hombre o mujer


que sobrepase el límite de ciento veinte años, ¿qué es lo que dirá
Dios, o mejor, los que hablan en su nombre?
¡Ah! Los Testigos de Jehová afirman que los ciento veinte
años eran los que faltaban para el diluvio. Cuando lo más evi-
dente es que la historia del diluvio es un añadido a unos textos
anteriores.
Solamente hace falta leer el libro Las familias del Altísimo
Señor, para ver los absurdos que se dan con las edades de estos
personajes.

EL MENTIROSO ABRÁN
O ABRAHÁN PROXENETA Y PADRE DE LA FE

Siempre que escucho el nombre Abrán o Abrahán, me viene


al pensamiento una tarde de invierno, en mi pueblo, Bellreguard,
en la provincia de Valencia, España, en mis años de adolescen-
cia. Allí, prácticamente vivía el grueso de mi familia paterna,
entre ellas unas hijas de mi abuelo, pues mis tías Mercedes y
Salvadora se habían casado con forasteros. Una residía en el
pueblo de Fuente Encarroz y la otra, en Almazora.
Ese día, mi primo Enrique había llegado de visita a casa
de mis abuelos, situada en la misma carretera nacional, ya por
entonces adoquinada, que atravesaba el pueblo y lo dividía en
dos, como en la actualidad. Allí vivíamos cuatro familias: mis
dos tías Rosita y María, mis abuelos y mis padres. Mi tía Rosita
tenía, con ella, a mi prima Vicenta y a mi primo Salvador Rosa
Romero.
Mi tía María tenía a su esposo y a mis primas María Vicenta
y Paquita, que eran las pequeñas de las nietas.

25
Vicente Romero

Mis padres nos tenían a mí, por ser el primogénito, y a mi


hermano Antonio.
Enrique, de 16 años, hijo de mi tía Mercedes, era el nieto
preferido de mi abuelo. Por entonces, estaba de visita. Como
era invierno, en una de aquellas tardes lluviosas, mi abuelo tenía
el fuego de la chimenea encendido desde la mañana para calen-
tar el caserón donde vivíamos.
Las habitaciones, tenían el suelo de cerámica, pero el resto
de la casa era de pura tierra, con sus subidas y bajadas.
Como casa típica de mi pueblo, al entrar, a mano izquierda,
se encontraba la habitación de mis abuelos. A continuación,
sobre la misma dirección, le seguía el comedor, donde daban
las puertas de dos habitaciones que ocupaban mis tías. Segui-
damente, en la misma línea de la habitación de mis abuelos y,
después del comedor, se encontraba la escalera para subir a la
“cambra” o parte superior de la casa, es decir, el primer piso.
En la anchura que había de la habitación, la entrada al co-
medor y la escalera por una parte, y la pared, en la dirección
derecha del vecino por la otra, pasaba el carro o carretón hasta
el fondo de la casa donde se encontraba el corral y la cuadra
para los animales. En la estancia intermedia, se encontraba la
cocina con sus grandes puertas. Al cerrarlas, la parte principal
y primera de la casa, quedaba más protegida del frío. Ese día
estaban cerradas y, a pesar del tiempo invernal, se notaba cierto
calor en el rincón del comedor donde estaba la chimenea. En
este lugar, se encontraba mi abuelo sentado en su sillón y no-
sotros a su lado izquierdo. A su derecha, se encontraba la perra
de nombre Azahar y, a continuación, la pared que dividía la
casa del cine del pueblo. No había costumbre de escuchar la
radio a esas horas. Era el año de gracia de 1958, para unos, y de
desgracia, para otros, esto según en qué bando se había tenido
familiares, ya sea entre los nacionales (franquistas) o entre los
republicanos (rojos).

26
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Al lado contrario de la chimenea, frente a mi abuelo, se


encontraba la parte femenina del grupo. Al lado de la pared
estaban mi abuela Vicenta María y mi tía Rosita, viuda, que
era la mayor de las hijas de mi abuelo. Su marido, Salvador
Rosa, había sido fusilado, al finalizar la guerra, por ser socialista,
dejándola con dos bocas que alimentar. Pero para esa época, sus
hijos ya eran jóvenes con aspiraciones matrimoniales. A su lado,
se encontraba la menor de las hijas, mi tía María.
Allí estaban, después de haber limpiado la cocina, barrido el
piso de tierra de la casa y haberlo humedecido con la regadera,
las tres mujeres, con sus cabezas metidas en sus abultados senos,
sentadas en las sillas al lado del fuego y descansando con el
sueño de la siesta. De este modo esperaban que llegase las dos
y cuarenta y cinco de la tarde para ir, con sus amistades, al cine,
que estaba al lado mismo de donde todos nos encontrábamos.
Mi abuelo, desde hacía ya tiempo, permanecía sentado en
su sillón, por encontrarse impedido de las piernas, siempre con
la buena compañía de un porrón de vino y de la perra Azahar.
Es la estampa fija en mi recuerdo. No acostumbraba a dormir
la siesta después de comer, pues hacía la del “borrego”, es decir,
antes de la comida y alguna que otra cabezadita en algún inter-
valo del resto del día. Pero, estando sus nietos con él, se limitaba
a permanecer despierto y a contar historias pasadas. Esa podría
ser la escena de cualquier domingo a esa hora. Solamente había
que cambiar a mi primo por otro nieto o nietos de mi abuelo.
A la pregunta de mi abuelo, ¿qué te han enseñado los frailes?,
mi primo le respondió:
−Creo que de todo.
−Lo importante es que has estudiado y ya no irás a la tierra
−adujo mi abuelo.
−Ya ves lo que ella tiene, trabajo, trabajo y trabajo –intervino
mi abuela.

27
Vicente Romero

−Bueno, ahora que tu abuela ya despertó, cuéntale algo de la


Biblia, que ella tuvo un tío también fraile franciscano en Tierra
Santa y le mandó un cordón y unas estampas con hojas de los
árboles que hay en el Monte de los Olivos.
Mi abuela, con su cabeza, confirmaba las palabras de mi
abuelo y luego añadió:
−¡Ay, hijo mío, hijo mío!
Mientras tanto mis tías seguían con sus cabezaditas.
Mi primo Enrique, sin hacerse de rogar, tomó la palabra y
dijo:
−Bueno, voy a contar algo chistoso del libro primero de la
Biblia, el Génesis, que, de tanto leerlo, me lo aprendí de me-
moria.
−¡¿Chistoso?!” –le pregunté yo.
Sin hacerme caso, mi primo continuó:
−Es el capítulo 12.
Mi abuela, moviendo su boca ya sin dientes de un lado a
otro, exclamó:
−¡Qué te parece, qué listo es mi nieto! −mientras tanto to-
maba las tenazas y metía algunas brasas aisladas al conjunto del
fuego.
−La cosa es así –comenzó Enrique−: “Abrán tenía setenta y
cinco años cuando salió de Jarán.
−¿Con n o con m? −le interrumpí de inmediato.
−Como quieras. En unas biblias, ponen una n y en otras una
m –luego prosiguió−. Se estableció entre Betel y Ay, en Canaán.
Allí edificó un altar a Yahvé e invocó su nombre. Esto es el
resumen de los nueve primeros versículos.
Entonces mi abuelo le preguntó:
−Y ¿por qué hizo eso?

28
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−Se lo mandó Dios para hacerle el fundador de una nación


y darle la tierra que tenían los de ese lugar −respondió Enrique.
−Bueno, no corras tanto —dijo mi abuela−, que así vas a
terminar pronto.
−Está bien –le manifestó−, se lo voy a decir como en la igle-
sia, al pie de la letra, lo que sigue, pues, de tanto leerlo y no
entenderlo, me lo aprendí, como antes ya he comentado.
−¿Eso lo aprendiste de la Biblia gruesa que te regaló nuestra
tía? –quise saber.
−Sí, de la Biblia de Jerusalén −me respondió.
Era de los pocos o casi el único que la tenía en el seminario
de Benissa.
−Es que tú tienes una familia de beatos y con algo de dinero
–intervino mi tía Rosita que se había despertado oficialmente,
y señalaba a mi abuela con su dedo.
Enrique prosiguió:
−Esto es del versículo 10: Hubo hambre en el país, y Abrán
bajó a Egipto a pasar allí una temporada, pues el hambre abrumaba
al país”.
−¡Como aquí, después de la guerra! Entonces, comíamos pan
de maíz y mucho “moniato” –precisó mi tía mientras señalaba
a mi abuelo.
−Batata o boniato, como le llaman en otros lugares −inter-
vine.
−¡Pero no pasábamos hambre! −añadió mi abuela−. Gracias a
que teníamos un pedazo de tierra y hombres muy valientes para
el trabajo –y, mirándome, me dijo−. Como tu padre, mi hijo
Vicentet, y todos los hombres y mujeres de esta casa.
−Estando ya próximo a entrar en Egipto −prosiguió Enrique,
citando los versículos del 11 al 13−, dijo a su mujer Saray: “Mira,
yo sé que eres mujer hermosa. En cuanto te vean los egipcios, dirán:

29
Vicente Romero

Es su mujer, y me matarán a mí, y a ti te dejarán viva. Di, por


favor, que eres mi hermana, a fin de que me vaya bien por causa
tuya, y viva yo gracias a ti”.
Una vez que llegó mi primo Enrique a este punto de su re-
citación memorística, mi abuelo intervino:
−Si no he escuchado antes mal, ese tal Abrán era un tío es-
pabilado, pero poco le importaba su mujer con tal de salvar su
pellejo. Y hace que su mujer mienta y sea una p… ¿Eso lo dice
la Biblia?
−Sí, abuelo −le contesté con voz tenue.
−Pues, entonces, es un mal ejemplo –comentó mi abuelo−. Y
Dios no puede poner malos ejemplos. ¿Y ese señor es el funda-
dor de los que van a misa? Mal pueden andar así las cosas.
Mi abuela intervino, dirigiéndose a mi abuelo:
−Deja que Enrique siga con su recitación. ¡Tú no sabes de
esas cosas! –se santiguó.
A continuación, mi primo, que había aprovechado para to-
mar agua del botijo, continuó:
−Efectivamente, cuando Abrán entró en Egipto, vieron los
egipcios que la mujer era muy hermosa. La vieron los oficiales del
Faraón, que se la ponderaron, y la mujer fue llevada al palacio del
Faraón”.
−¿Qué versículos son esos? −le pregunté a mi primo.
−El 14 y 15 −me respondió, poniéndome cara de pocos ami-
gos.
El abuelo, que había movido la leña y la había acercado al
fuego, levantó su cuerpo:
−¿Eso es así?
Enrique asentía con la cabeza.
−Entonces, ese cuento no cuadra, no está bien contado.
−¿Por qué? –se interesó su mujer.

30
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−Porque lo digo yo. No he estudiado como estos –replicó mi


abuelo−, pero eso está mal.
−Abuelo, eso es palabra de Dios –intervine, sin mucho én-
fasis.
−Que sea lo que sea. Pero ese cuento está mal contado.
¿Cómo una vieja? ¿O no era vieja? –le preguntó a mi primo−.
¿Una mujer, con tantos años, puede enamorar a tanta gente?
¿Cuántos años tenía?
−Sesenta y cinco, como mínimo −contestó mi primo−. Diez
años menos que Abrán.
−Y tú crees que tu abuela, a esa edad, ¿podía llamar la
atención de un faraón? Porque ella siempre ha sido guapa y lo
es, pero no para llegar a todo eso.
Mi abuela se puso bien su pañuelo negro de la cabeza, y se
metió los mechones de su pelo dentro. Quería que la viésemos
bien, pues la escasa luz del día lluvioso, que se metía entre las
hendiduras de las puertas, y el resplandor del fuego no alcanza-
ba para iluminar su belleza septuagenaria. Pero, como decía mi
abuelo, no estaba ya para enamorar. Solamente los de su familia
veíamos en su cara la hermosura que, en otro tiempo, tuvo, y
estaba plasmada en la foto de boda que colgaba en la pared.
Enrique tomó de nuevo la palabra y manifestó:
−Eso es lo que a mí no me cuadra del cuento, que una mujer
de sesenta y cinco años, o más, pueda tener ese encanto.
−Mira −dijo mi tía María que acababa de abrir los ojos−.
Sara Montiel se los lleva a todos detrás, y tiene sus años.
−Pero no es la misma edad −le respondió mi tía Rosita−.
Ella es de la tuya.
−Algo exagerado sí es –manifestó mi abuelo.

31
Vicente Romero

−Pues es palabra de la Biblia −recuerdo que intervine con


una voz bajita, mientras le golpeaba con mi pié a la pierna de
mi primo para que continuase su “Historia Sagrada.
Enrique hizo ademán de toser y, aprovechando el silencio
que se había producido, continuó su recitación:
−“Éste trató bien por causa de ella a Abrán, que tuvo ovejas,
vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos”. −y adelantándose
a mi intención de preguntarle el versículo añadió−. Lo dice el
versículo 16.
Entonces, procedente desde la cuadra se oía el beé de las
ovejas que allí había, el cacarear de las gallinas y el relinchar del
caballo.
−¡Colló! −exclamó mi tía Rosita. Traducido al castellano,
dicha palabra equivale a cojón o testículo−. Le salió beneficioso
al marido el trueque. ¡Podía hacer una película!
Mi primo proseguía con la historia:
−“Pero Yahvé hirió al Faraón y a su casa con grandes plagas por
lo de Saray, la mujer de Abrán”.
−¡Colló! Que caro le salió al faraón, la noche de tirar una
china al aire −comentó mi tía viuda.
−Esa historia en la iglesia yo nunca la he oído −manifestó
mi tía María.
Y con las muecas que dibujaban en sus caras las otras mu-
jeres, daban a entender que ellas, tampoco, aunque eran más
mayores.
−Don José Silvestre, de estas cosas no habla, debe ser porque
hay ropa tendida en la iglesia –ironizó mi abuela.
La expresión ropa tendida era la contraseña de las mujeres,
en aquel tiempo, para manifestar que no se podía hablar de
las cosas referidas al sexo, por la presencia de menores. Pero

32
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

lo curioso también era que los “menores” sabían la contraseña


desde antes de los diez años.
El fuego necesitaba ser alimentado y mi abuelo le añadió dos
troncos. A él le gustaba ver llamas grandes y vernos echar para
atrás a todos.
Mi abuela se limitó a mover la cabeza y decir a mis tías:
−¡Siempre igual!
El abuelo se sonreía. No le dolía poner leña al fuego. Todos
los años, después de la poda de los naranjos, almacenaba sufi-
ciente leña en la cuadra para todo el año y más.
Mis tías y abuela cocinaban con carbón. Mi madre ya lo hacía
con querosén. Solamente la leña se destinaba para la época del
invierno para el fuego de la chimenea y la matanza del cerdo.
Mi abuela y tías colocaban alrededor del fuego algún perol de
agua y calentaban, en las brasas, algún pedazo de tocino o carne
que servían en la cena.
Nuestro abuelo dijo retomando el tema:
−Yo creo que esa historia o cuento no está bien escrita y, por
mucha historia sagrada que sea, está muy mal. No creo que Dios
hiciese eso. Castigar a un inocente y premiar a un sinvergüenza
y que la mentira le saliese con beneficio a ese señor. Y encima, al
inocente le mandara plagas. ¡Eso lo hacen los hombres! Como
se hizo en la guerra y quizá antes y ahora, el cometer injusticias.
−Abuelo, eso es palabra de la Biblia, y es de Dios –reafirmé.
−Deja ese cuento ahí, eso no me cabe en mi cabeza −respon-
dió mientras se levantaba la boina y se pasaba la mano en su
calva.
Luego agarró al amigo inseparable, el porrón, y se dio un
trago de vino.

33
Vicente Romero

De repente, alguien llamaba a la puerta. Eran las amigas de


mis tías que llegaban para ir al cine. Se levantaron de las sillas
las dos y abandonaron nuestra tertulia.
Nosotros continuamos al lado del fuego, pues la película era
autorizada para mayores de dieciocho años.
Mi abuela sacó cacahuetes o maní, “tramusos” y unas habas
cocidas. Al lado de la chimenea estaba también el perol para
hacer, más tarde, las ansiadas palomitas de maíz. O pipocas,
como dicen en Bolivia.
El abuelo siempre cultivaba maíz en el marjal, y algún surco
era destinado para el maíz de las palomitas para sus nietos. Las
mazorcas podían verse atadas y colgadas en las vigas del techo,
al lado de los melones. Mi abuelo, que seguía dando vueltas al
cuento en su cabeza, exclamó:
−Por eso, en la guerra y antes de ella, pasó lo que pasó.
−¿Qué quiere decir? −hablé yo, manifestando cierto interés.
−Que la cosa estuviese tan enredada entre los que se decían
buenos y los otros.
−Abuelo −dijo mi primo−, ¿usted qué piensa de todo lo que
pasó?
Se hizo el desentendido y prosiguió:
−Mi hija Rosita se casó con un socialista y hace años que está
viuda por ayudar su marido a la gente y tener la intención de
que hubiese más justicia. A mi yerno Salvador lo mataron los
que ganaron. Él escondió en esta misma casa a los canónigos de
ahí en frente. Y, sin embargo, lo fusilaron al terminar la guerra.
Era Salvador el “chiriú”, buen hombre, trabajador y de buen
corazón. Tenía sus ideas, como cada uno tiene las suyas.
−Tu tía María está casada con un “pallisero” –dijo, usando
el apodo de su otro yerno, que también se llamaba Salvador−.
Él piensa como los comunistas, pero es mi yerno y vive en esta
casa. Siempre nos hemos entendido todos y somos una familia.

34
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−¡Del “boixos”! –intervino mi abuela.


−Cada uno piensa como quiere −prosiguió mi abuelo−. Tú
has estudiado con los frailes y nadie ha dicho nada. ¡Qué más
quieres que diga! Tu abuela, dentro de poco, encenderá la luce-
cita a su cuadro del Ecce homo. Y siempre lo ha hecho así desde
que la conozco. Lo importante ha sido que somos buenas per-
sonas y trabajadoras, y nadie en el pueblo puede hablar mal de
nosotros. Lo de tu tío “chiriú” fue por la política. Pero eso una
vez ganan unos, y otra pierden otros. Y como dice mi Rosita, en
los dos bandos hicieron barbaridades. ¡Es la guerra!
Volvió a sonar el picaporte. Me levanté y fui a abrir la puerta.
Era mi tía Amparo, la hermana de mi madre, que venía a visi-
tarla con su marido, Miguel.
Una vez pasaron dentro de casa, se dirigieron a la escalera.
Mi abuela había encendido la bombilla del comedor.
−¿Cómo están? −saludaron a mis abuelos.
−Bien, bien −respondieron.
−¿Han visto que agua cae? –comentaban mientras subían las
escaleras, en dirección al piso de arriba, donde mis padres te-
nían un departamento con dos habitaciones, cocina y comedor.
Mi primo Enrique, para seguir animando la tertulia entre
abuelos y primo, añadió:
−Voy a escribir un cuentecito sobre la otra historia de Abra-
ham y el viaje a Guerar.
−¿En qué consiste? −le pregunté con cierta intriga.
−En contar lo que le pasó a Abraham en el segundo viaje
que hizo, y que también es muy parecido, o igual, al anterior de
Egipto”.
−Entonces, serían más viejos ¿no? −intervino mi abuelo.
−¡Claro! –expresó mi abuela−. Si era después del que hicie-
ron a Egipto.

35
Vicente Romero

−¿Debían de tener...? −mi primo se detuvo un instante,


mientras pensaba. Y luego, añadió−. Noventa años.
−¿Quién? −preguntó mi abuelo.
−Ella, la mujer de Abraham que estaba embarazada −le res-
pondió Enrique.
−¿Y aún continuaba enamorando? −le dijo mi abuelo a su
nieto.
−Así lo dice la Biblia −contestó mi primo.
−A ver, primo, ¿cómo será ese cuento? –intervine.
−Lo tengo aquí escrito en un borrador −precisó.
Mi abuela encendió las otras luces de la lámpara del come-
dor y le dijo:
−Ahora ya lo puedes leer.
Enrique, ni corto ni perezoso, sacó un papel y comenzó a
leer:
−Era un día muy soleado, cuando Abraham se avecindó en
Guerar (Gn. 20:1) con su esposa Sara.
−¡Un momento! Antes era Abrán y Saray –observó mi abue-
lo−. ¿Por qué les cambias ahora los nombres?
−Yo no abuelo. Dios que se los cambió.
−Entonces, ¡es el mismo matrimonio de antes!
−Es como esas películas que ven mis tías y que tienen dos
partes −intervine.
−Eso será −apoyó mi abuela.
Mi primo Enrique puso sus ojos en el papel y continuó:
−El rey que había en dicho lugar se llamaba Abimelec. Tenía
mujer y concubinas (Gn. 20:17). Otras biblias no dicen concu-
binas −matizó mi primo−. Les llaman siervas y esclavas, pero
no podía tener hijos. Abraham tenía 99 años y Sara, su mujer,

36
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

89” (Gn. 17: 17) –añadió mi primo, mirando al abuelo con una
cara asustadiza.
−¡Este se han pasado aquí más de diez kilómetros, Vicenta
María! −sonrió mi abuelo, mientras miraba a su mujer.
−No, abuelo, es lo que dice la Biblia, ¿verdad, Enrique? –in-
tenté aclarar la situación.
Y, asintiendo con la cabeza, mi primo prosiguió:
−Pero el resplandor de las apariciones de Jehová o Yahvé −leía
el autor del cuento−, les había quitado las arrugas propias de
esas edades. Es lo que uno puede imaginar. Por ello Abraham,
cuando llegó a ese lugar, dijo a su rejuvenecida mujer que era su
hermanastra.
−Naturalmente, ¿ese mismo rejuvenecimiento lo tendría
Abrahán? –se interesó mi abuelo.
A continuación, Enrique precisó sobre Sara:
−Ahora tendría una apariencia de mujer en plena flor de la
juventud. Por lo cual, dejo al margen, con esta frase, la respuesta
para que cada lector pueda poner en su imaginación la edad
más provocativa de una mujer a un hombre cuarentón. Es la
edad imaginaria que yo le pongo al rey Abimelec −después de
esta aclaración, mi primo continuó su lectura−. En sus fiebres
propias de cuarentón, el rey de Guerar no pudo resistir la belle-
za de Sara, la nonagenaria rejuvenecida.
−¡Por los resplandores divinos! –exclamó mi abuela, Vicenta
María.
−Cuya belleza superaba a la de todas las filisteas, cananeas
o las que fuesen paganas e idólatras, de edades entre 18 y 30
años –mi primo seguía con su lectura.
Yo me había apartado un poco del fuego. Nuestro abuelo
estaba dispuesto a añadir más leña al fuego.

37
Vicente Romero

−Una tarde −siguió su relato mi primo−, después de sufrir


tentaciones sexuales por un tiempo largo, el rey mandó a sus
criados y guardias que fuesen a por ella y se la llevasen al palacio”
(Gn. 20:2). La mujer de Abimelec, de treinta años, conociendo
que su amor no actuaba igual por la noche ni por el día, como lo
hacía antes de llegar tal belleza forastera, había programado un
servicio secreto entre sus criados y servidores homosexuales para
observar las miradas de su amado esposo desde cualquier lugar
del palacio. Hubo reunión entre las concubinas, o las criadas,
que hacían estos servicios sexuales, un día en que el rey había
salido con su caballo a foguearse en el bosque con la caza, y ma-
tar el ardor febril que se producía en su cuerpo. Él imaginaba,
con obsesión, la noche nupcial que tendría con la forastera. En
dicha reunión se confirmó que las relaciones sexuales con el rey
eran frías e indiferentes desde que había aparecido Sara. Nada
parecido con los tiempos inmediatamente anteriores. Una vez
analizadas todas las situaciones y, llamando a los sacerdotes del
templo de sexología, se concluyó dar al rey Abimelec del licor
afrodisiaco que él más pedía en sus grandes noches apasiona-
das, pero estériles. Así, el día que el rey ya no pudo resistir sus
tentaciones mandó llamar a “Sarita Montiel”, que así alguien
había escuchado cuando se refería a la forastera, pero el sueño
se le adelantó. La causa: el fraude cometido entre sus más que-
ridos servidores con el licor que el rey de Guerar acostumbraba
a tomar a ciertas horas del día. Cayó en redondo al suelo, pero
los solícitos servidores y familiares lo llevaron a la habitación
coital, entre almohadones rellenos de las más exquisitas plumas
de aves exóticas que le habían regalado los reyes derrotados en
sus batallas. Situado en tal lugar, Yahvé o Jehová le dijo: “‘Date
muerto por esa mujer que has tomado, pues está casada”. Abimelec,
que no se había acercado a ella, dijo: “Señor, ¿es que asesinas a la
gente aunque sea honrada?” ¿No me dijo él a mí: “Es mi hermana”,
y ella misma dijo: “¿Es mi hermano?” Con corazón íntegro y con
manos limpias he procedido. Le dijo Dios en el sueño: “También yo

38
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

sé que has procedido con corazón íntegro, como que yo mismo te he


estorbado de faltar contra mí. Por eso no te he dejado tocarla”’ (Gn.
20: 3-6) –Enrique se detuvo un instantes mientras se frotaba las
piernas, tratando de aliviar su calor−. Naturalmente, prosiguió,
Jehová se había valido de las artimañas de las concubinas y de
su legítima esposa para evitar tan gran pecado.
Cuando el abuelo escuchó esto a su nieto, se paró a tomar un
poco de vino del porrón. La perra Azahar había abandonado su
lugar y paseaba por la casa.
Entonces yo aproveché la oportunidad y le comuniqué:
−Abuelo, si Abrahán y Sara, o Sarita, eran mentirosos y el rey
Abimelec era inocente, ¿cómo Dios iba a castigarlo? Además,
él no sabía que Sara, la mujer de Abrahán, tenía noventa años, y
su menstruación hacía tiempo que estaba de vacaciones. Y con
los rayos divinos, seguramente que donde llevaba ropa, no había
producido efecto.
−No sabías tú − dijo mi primo−, ¿que también ella estaba
embarazada? A pesar de todo, para Dios nada hay imposible.
Al abuelo se le había llenado la boca de vino y tuvo que
interrumpir su acto de beber. Con los colores propios que apa-
recen en las mejillas a los de piel blanca, cuando se avergüenzan,
manifestó:
−¡Hijo mío! Este cuento que has comenzado ¿es pura pala-
bra de Dios? ¿Seguro que no te has inventado nada?
−Solamente, con su mente, ha puesto la decoración –respondí.
−¡Claro! –intervino mi abuela.
−Hoy día −continuó el abuelo Vicente−, en las escuelas no
sabe uno qué le enseñan a los niños. ¡Pervierten sus mentes! –se
quedó mirando a mi abuela que estaba situada en frente.
Mi primo, después del comentario, prosiguió:

39
Vicente Romero

−Abrahán con ser mentiroso sacó sus beneficios. Dios le


ayudó. Eso se puede comprobar en Génesis capítulo 20: 9-12:
“Llamó Abimelec a Abrahán y le dijo: “¿Qué has hecho con nosotros,
o en qué te he faltado, para que trajeras sobre mí y mi reino una
falta tan grande? Lo que has hecho conmigo no se hace” y añadió
Abimelec a Abrahán: “¿Qué te ha movido a hacer esto?” Contestó
Abrahán: “Es que me dije: “Seguramente no hay temor de Dios en
este lugar, y van a asesinarme por mi mujer…”’.
−¿Entonces, cuando uno está entre gente que puede sospe-
char que le puedan hacer daño, la mentira es buena? −manifesté
al público existente.
El abuelo se quitó su boina y, mirándome, dijo:
−Yo digo que ese cuento tampoco está bien. Tus preguntas, a
Don José Silvestre, el cura del pueblo.
−Aquí era media mentira –precisó Enrique−, pues según
dice el libro de Dios, Abrahán le aclaró al rey: “es cierto que es
hermana mía, hija de mi padre, aunque no de mi madre, y vino a
ser mi mujer” (Gn. 20: 12).
−Entonces, ¿por qué a Matilde, aquí, en el pueblo, no la deja-
ron casar con su primo? −mi abuela dejó caer la pregunta.
−Entonces, ¿la boda entre hermanastros es bendecida por
Dios? –preguntó mi abuelo−. ¿Qué dice la iglesia a esto?
Enrique, sin saber qué responder, añadió:
−¿Por qué me pregunta eso?
−Porque yo conozco a uno que está enamorado de su herma-
nastra –confesó el abuelo.
−No sé qué dirán las leyes civiles −respondió mi primo−. Las
de Dios, aquí en la Biblia, lo aprueban, por lo menos enton-
ces. Pero como Dios cambia de opinión, y sus leyes o moral,
también, en el Libro del Deuteronomio, capítulo 27:22 dice:
“Maldito quien se acueste con su hermana, hija de su padre o hija de
su madre”. Y el Levítico lo reafirma (20:2.17).

40
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−Esto es un lío o enredo. Dios un día ve bien una cosa, y otro


lo ve mal −consideré.
−Hay que preguntar al cura y al alcalde esas cosas −intervino
mi abuela−. Lo puede hacer Vicente, que es monaguillo.
Yo miraba a todos lados, como haciéndome el desentendido
a la proposición de mi abuela.
−¡Uno cuando vive, cuántas cosas ve! –exclamó mi abuelo−.
Por menos que eso, en la guerra, los del bando de los buenos
eran capaces de matar a una persona o marcarla para toda la
vida.
Al terminar mi abuelo su intervención, respondí:
−Está bien, se lo preguntaré a Don José. Quizá Dios ha vuel-
to a cambiar de opinión
Enrique siguió su relato bíblico:
−“Tomó Abimelec ovejas y vacas, siervos y esclavas, se los dio a
Abrahán, y le devolvió su mujer Sara. Después dijo Abimelec: “Ahí tie-
nes mi país por delante: quédate donde se te antoje” (Gn. 20: 14-15).
Mi abuela intervino:
−Esto me recuerda el pasaje que recitaste al comienzo. Tam-
bién hizo lo mismo.
−Este Abrahán era un sinvergüenza, un aprovechado de su
mujer, un chulo. A ella la ponía por delante y luego sacaba be-
neficio, era un proxeneta. Y Dios era su cómplice −concluyó mi
abuelo. Asustado de lo que leía su nieto, mi abuelo Vicente le
dijo−. Enrique, hijo mío, ya está bien. Mejor que no leas tanto
cuento de la Biblia, que te vas a mal educar.
Haciendo oídos sordos, mi primo continuó:
−El mal ejemplo de Abrahán, lo aprendió su hijo Isaac. Por
ello, más de cuarenta años después, le volvió hacer el mismo
engaño al pobre Abimelec”.
−¿Cuántos años tenía entonces Abimelec? −le preguntó mi
abuelo.

41
Vicente Romero

−Si cuando viajó Abrahán a Guerar, tenía cien y Sarita, no-


venta años bien llevados, y esta murió a los 127 años, (Gn. 23:
1) y su hijo se casó a los cuarenta años (Gn. 25: 20), Abimelec
tendría, por lo menos, ochenta años cuando Isaac llegó también
a Guerar (Gn. 26: 1) y repitió el cuento de su padre Abrahán,
diciendo que su mujer era su hermana –tras esa demostración
“histórica” y matemática, Enrique prosiguió−: “Ya llevaba largo
tiempo allí, cuando aconteció que Abimelec, rey de los filisteos, atis-
bando por una ventana, observó que Isaac estaba solazándose con
su mujer Rebeca. Llama Abimelec a Isaac y le dice: ¡Con que es tu
mujer! ¿Pues cómo has venido diciendo. Es mi hermana?” (Gn. 26,
8-9).
Al ver la cara de mi abuela, le dije:
−Abuelita, de tal palo tal astilla.
−Tan mentiroso era su padre Abrahán como su hijo Isaac
−afirmó mi abuela.
Mi primo intervino:
−Yo creo que los cuentistas se copiaron o hicieron un plagio,
porque de un cuento han sacado tres.
−Enrique, primo, a ver si también te van a plagiar a ti.
−Puede que la forma del cuento, no −me replicó−, pero sus
ideas, sí. ¡Ojalá lo hagan! Así habré contribuido a descubrir la
gran estafa de la humanidad.
−¡Cuál, hijo mío! −le dijo mi abuela mientras le pasaba un
“moniato” o batata para que comiese.
−La religión, la religión y la Biblia −manifestó mi primo
Enrique.
Mi padre bajaba por las escaleras y se dirigió a la cuadra para
echar de comer a las ovejas, a la mula y demás animales.
El abuelo levantó su mirada del fuego y, entre el chispear que
producía, encontró un dibujo de una cara y un dedo en la boca.
El lo interpretó como un mensaje de Dios, y por ello dijo:

42
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−Creo que, por hoy, ya tenemos por bueno el haber recorda-


do la palabra que está escrita en la Biblia. Y, como decían antes
muchas personas del pueblo, todo son cuentos. Ahora puedo
asegurar que a mí también me lo parecen.
−Abuelo, creo que la religión es la carcoma de la razón.
Todas las miradas de los presentes se clavaron en mí.
Mi abuela se levantó y se puso a preparar el vaso que conte-
nía agua, aceite y una “mariposa” para encender la luz al cuadro
del Ecce homo, mientras susurraba:
−Con tanto hablar, no habéis terminado de comer lo que
tenéis delante.
Mi primo y yo continuamos comiendo y tomando gaseosa.
Mis tíos ya bajaban por la escalera, y, al llegar al final de ella, mi
tía Amparo dijo:
−Bueno, ya ha dejado de llover. Nos vamos a preparar la cena.
Hasta la próxima.
−¡Adiós! −respondieron mis abuelos.

¿DÓNDE LE CAMBIÓ DIOS,


EL NOMBRE A JACOB?

Esta manía de Dios de cambiar el nombre, también queda


mal parada en la Biblia. En Génesis, capítulo 32: 28 (de las
Biblias no católicas) y en el Génesis, capítulo 32: 29 (en la cató-
lica), nos dicen: “Entonces él dijo: Ya no serás llamado por nombre
Jacob, sino Israel, porque has contendido [o luchado] con Dios y con
hombres de modo que por fin prevaleciste [o venciste’]”
Esta supuesta pelea de Jacob con Dios, la sitúan en Penuel
x Peniel.

43
Vicente Romero

Sin embargo, en el capítulo 35: 1 del Génesis, Jacob recibe


un comunicado de Dios: “Levántate, sube a Betel y mora allí,
y haz allí un altar al Dios [verdadero] que se te apareció cuando
estabas huyendo de Esaú tu hermano”.
Ganas de enredar la madeja. Con haberle dicho: “Hazme un
altar a mí, que soy tu único dios”, hubiese sido todo más fácil.
Ya que mantenía tanta familiaridad y se hacían bromas.
Ahora se encuentra Jacob en Padán, y Dios pasó a decirle:
“Tu nombre es Jacob. Ya no has de ser llamado por nombre Jacob,
sino que Israel llegará a ser tu nombre”. Y empezó a llamarlo por
nombre Israel” (Génesis 35: 10).
Es una confirmación más de la falta de memoria de Dios.
Le cambia el nombre en Penuel x Peniel, después de su partido
amistoso de lucha libre, y ahora, en Padán, se lo vuelve a repetir.
¡Cosas de Jehová! O de los que escribieron los cuentos.

¿POR QUÉ JACOB VIAJÓ


A CASA DE SU TÍO LABÁN?

Según el Génesis, capítulo 27: 42-43, fue con el fin de salvar


la vida de Jacob: “... ¡Mira! Esaú tu hermano está consolándose
respecto de ti... para matarte. Ahora, pues, hijo mío, escucha mi voz
y levántate, huye a donde Labán mi hermano, en Harán”.
Sin embargo, en Génesis, capítulo 28: 2, dice: “Levántate,
ve a Padán-aram, a la casa de Betuel, padre de tu madre, y de allí
tómate una esposa de las hijas de Labán el hermano de tu madre’.
En mi libro, La cara oculta de la Biblia, ya salvé esta con-
trariedad, diciendo, básicamente, que Rebeca, al enterarse de
las intenciones de Esaú de matar a su hermano, aprovechó
el acto matrimonial nocturno, o también llamado coito, con

44
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Isaac, para convencerlo de que ya era hora de casarlo. Pero


no tenía que ser con las hijas de Het. Por lo tanto, lo man-
daron a casa de su abuelo para que se casase con una prima.
Hicieron como aquello que dice el refrán “de un tiro maté
dos pájaros”.
Pero también pudo ser que los más ortodoxos de los ortodo-
xos, metieran esta cuñita en el cuento, en tiempos posteriores,
para hacer una raza pura, como quería Hitler con la raza arias
en Alemania, y, como Dios es complaciente, bueno y tonto, les
inspiró a los santos escritores de la Biblia esta idea racista. So-
lamente para que el mundo tuviera en qué entretenerse con sus
peleas y él divertirse. Luego, Jehová, volverá a cambiar.
Más tarde su hijo ya vendrá a decir lo contrario. Pero como
dice el dicho popular “que me quiten lo bailao”.
Siguiendo con los antepasados de Moisés, vemos que las
cosas de su familia están turbias.

¿A QUIÉN FUE VENDIDO JOSÉ?

Ante la no veracidad histórica de este suceso, solamente po-


demos comenzar por transcribir lo que dice el libro del Génesis,
capítulo 37: 27-28: “Vengan y vendámoslo a los ismaelitas, y no
esté nuestra mano sobre él. Después de todo, es nuestro hermano,
nuestra carne. Así que ellos escucharon a su hermano. Ahora bien,
iban pasando hombres, mercaderes madianitas. Por lo tanto halaron
y alzaron a José de la cisterna, y entonces vendieron a José a los
ismaelitas por veinte piezas de plata. Con el tiempo estos llevaron a
José a Egipto”.
En mi libro La cara oculta de la Biblia, los tres personajes
del libro mantienen la siguiente conversación, al comentar este
mismo texto:

45
Vicente Romero

“Después de la lectura realizada por el profesor, Inocente


intervino:
−“Aquí, el subconsciente y la visión óptica les hicieron una
mala pasada a los hermanos de José.
“Por ello, le interrumpió el profesor:
−“Los filósofos decían que los sentidos engañan. Y el refra-
nero español “que no todo lo que brilla es oro”.
−“Los buenos mercaderes eran los Ismaelitas −añadió Pepi-
to−. Los hermanos de José pensaron que, en aquel día y a aque-
lla hora, por allí debían de pasar. Pero el polvo de la caravana los
confundió y no se dieron cuenta de que no eran los Ismaelitas
quienes venían, sino los madianitas. Pero como ya habían de-
cidido vender a su hermano, lo hicieron, aunque mejorando el
precio.
“El profesor hizo el gesto de frotarse los dedos índice y pulgar
de la mano derecha, llevándosela a continuación a su bolsillo.
−“Pero a la hora de escribir el cuento −argumentó Inocente−,
el subconsciente les delató. Y aunque ellos lo vendieron a los
madianitas y sacaron más dinero, luego contaron y escribieron
que su intención era la de venderlo a los ismaelitas. No cabe
duda que, a pesar de los millones de libros comentando la Bi-
blia, todavía se escribirán o se pueden escribir más. Nosotros
hemos preferido pasar un momento alegre al escribir estas
líneas, en vez de pensar en el cielo y el infierno (que es creencia
común de todas las sectas, excepto los Testigos de Jehová). En
el purgatorio de los católicos y ortodoxos, y en el limbo (que
ya dejó de existir, gracias a Benedicto XVI, con el objetivo de
acercar más la unidad entre los cristianos).
−“Haría falta también hacer desaparecer el purgatorio, pero
este es el banco del Vaticano y eso ya será más imposible que
suceda.

46
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

−“Aunque para algunos el discurso científico no se puede


comparar con el religioso, por tener planos diferentes. No cabe
duda que estas matizaciones, modernas o posmodernas, vienen
dadas por algunos después de haber sufrido el discurso religio-
so, revés tras revés, a la hora de su primera afirmación de que
todo lo que dice la Biblia es verdad. Como todavía insisten los
salvadores de última hora que predican por calles, casas, plazas
y televisión.”
Si el lector tiene verdadero interés de conocer a quién fue
vendido José por sus hermanos, puede también consultar los
siguientes textos, y de este modo salir de sus dudas.
En Gn 37,36 consta: “Sin embargo, los madianitas lo vendieron
en [manos de] Egipto, a Potifar, un oficial de la corte del Faraón.”
En Gn 39,1 nos dice: “En cuanto a José, él fue bajado a Egipto,
y Potifar, un oficial de la corte de Faraón, el jefe de la guardia de
corps, egipcio, llegó a comprarlo de la mano de los ismaelitas que lo
habían bajado allá.”
Estas citas están tomadas de la versión bíblica de los Tes-
tigos de Jehová, traducción del Nuevo Mundo de las Santas
Escrituras.
Hemos finalizado este capítulo, pero el Génesis todavía tiene
multitud de curiosidades que nos muestran y demuestran que
del cuento se hizo historia.

47
48
CAPÍTULO II

EL DIOS DE MOISÉS

La realidad es, a veces, tan dura y amarga que hay que ador-
narla con mentiras dulces. Esa ha sido, muchas veces, una de las
funciones de las religiones.
Dios también ha sido utilizado por el poder, unas veces para
protegerse, otras para afianzarse y, otras, para manejar las situa-
ciones a su conveniencia e interés.
Todo esto queda reflejado en la misma Biblia. Se ha pasado
desde un Dios para la guerra y para un pueblo, al Dios del amor
universal de todos los pueblos.
De un Dios que elige a una familia para su servicio a un
Dios que tiene ahora multitud de familias unas contra otras,
reclamando la preferencia de ese Dios que, según los intereses,
épocas y profetas va saltando de unas a otras.
Antes se creaban dioses y cada pueblo se identificaba con
ellos. Dentro de los dioses de cada pueblo, había un escalafón.
Israel eliminó a estos dioses y se quedó con el que estaba arriba
del escalafón.
Como las tribus que formaron Israel traían cada uno su dios
o sus dioses, para igualarlos, nada mejor que el Dios de ahora
no llevase nombre y fuese nombrado por sus facetas de miseri-
cordioso, poderoso, soberano, etc.
Así era más fácil eliminarlos a todos y unificar las cualida-
des de cada uno de los dioses en uno solo. Por ello, podemos
encontrar en la Biblia a un dios que hace lo bueno y lo malo,

49
Vicente Romero

que promete y que se arrepiente, que da su palabra y que no la


cumple.
Todo esto es lo que se oculta de la Biblia o aquellos que
hablan de ella. Es mi intención demostrar todas estas afirma-
ciones a través de la formulación de preguntas y la presentación
de respuestas contradictorias que se encuentran en ellas.
Los que ocultan la verdad recalcan, en sus apariciones y
escritos, aquello que les interesa, fomentando así una distor-
sionada visión de la realidad bíblica. Otros buscan argumentos
para cada contradicción, y luego, estos argumentos se vuelven
contradictorios para la siguiente.
Comenzamos con nuestras preguntas a la Biblia y sus dobles
respuestas.

¿CUÁNDO REVELÓ JEHOVÁ


SU NOMBRE?

Todos tenemos en nuestras mentes, el cuento de la zarza ar-


diendo y sin consumirse. Esta sería la respuesta que predomina
de forma más universal y espontánea en los que dicen conocer
la Biblia.
Veamos en Éxodo, capítulo 3: 13.15, algunas de éstas carac-
terísticas contradictorias: “Moisés dijo al Dios [verdadero]:“su-
pongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: El
Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”, y ellos de hecho me
dicen: “¿Cuál es su nombre? ¿Qué les diré?”.
“Entonces Dios dijo otra vez a Moisés:
“Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: Jehová el Dios
de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios

50
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre hasta tiempo


indefinido, y este es la memoria de mí a generación tras generación’”.
Es decir, el pueblo de Israel no sabía el nombre de Jehová por
la razón que dice en Éxodo, capítulo 6: 3 “ Yo solía aparecerme a
Abrahán, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso, pero, en cuanto a
mi nombre Jehová, no me di a conocer a ellos’”.
Entonces, ¿cómo es que en la Biblia Abrahán y Sara dicen
Jehová o Yahvé como vemos a continuación?
“A lo que dijo Abrahán: Señor Soberano Jehová’ (Gn. 15:2).
“Ahora bien, Sarai (Sara), esposa de Abrán, no le había dado
hijos; pero ella tenía una sierva egipcia, y el nombre de esta era
Agar. Por lo tanto Sarai dijo a Abrán: ¡Ah, por favor! Jehová me ha
excluido de dar a luz hijos’ (Gn. 16:1-2).
Y Jacob, el hijo supuesto de éstos, dice:
“Verdaderamente esperaré salvación de parte tuya, oh Jehová’
(Gn. 49: 18).
Cuando planteé este problema a un sabio de los Testigos de
Jehová, me respondió: “Es que al escribir Moisés, el Génesis, él
ya sabía el nombre de Jehová”.
“¡Claro! Esta podría ser una solución”, le repliqué.
Pero la verdad es que en Génesis, capítulo 4:26 consta:
“ Y a Set también le nació un hijo, y él procedió a llamarlo por
nombre Enós. En aquel tiempo se dio comienzo a invocar el nombre
de Jehová”.
En conclusión: Dios le miente a Moisés y le dice que él antes
no había revelado su nombre a Abrahán. Y ahora dice que ya,
desde tiempos de Enós, se le llamaba así. Si Moisés hubiese
escrito el Libro del Génesis, sería un desastre como escritor,
puesto que escribió cosas que luego se contradicen.
El pueblo de Israel, en Egipto, no conocía el nombre de Je-
hová x Yahvé, y eran los descendientes de Abrahán, según los

51
Vicente Romero

cuentos bíblicos. De hecho, Moisés y los esclavos israelitas no


lo sabían. Pero se les debió de olvidar con el paso del tiempo a
los tataranietos de Abrahán que el nombre de Dios era Jehová,
con lo cual demuestran que no eran tan piadosos o que eran
desmemoriados.
Mal comienzo para creer que Dios se llama Jehová o Yah-
vé. Sin embargo, por esto unos llevan peleando con otros y
autoproclamándose como los verdaderos seguidores del Dios
[verdadero].
Como ya tenemos un dios [verdadero], tenemos que hacerle
juramentos. Aunque en Mateo capítulo 5: 34-35 dice:
“No juren de ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono
de Dios; ni por la tierra porque es el cascabel de sus pies…”
Uno se pregunta si no había que jurar. ¿Por qué Abrahán
el padre de la fe, el fundador de la religión monoteísta, el que
hablaba con Dios, toma juramento a su criado y enseña cómo
hacerlo? Aquí está el asunto.
Leemos en Génesis, capítulo 24: 2-3:
“... Pon tu mano, por favor, debajo de mi muslo, porque tengo que
hacerte jurar por Jehová, el Dios de los cielos y el Dios de la Tierra”.
Dios enseña a Abrahán a jurar, y luego, su hijo Jesús, dice
que no. ¡Conflictos generacionales!
Dios cambia de opinión. Su palabra no es eterna. Otra de-
mostración de lo dicho es la siguiente: Cuando el becerro de
oro, ¿Dios castigó a Israel?
Esa es otra historia del cuento que nos dicen los que predican
la mitad de un lado y la mitad del otro. La respuesta espontánea
sería que sí.
Según una historia en Éxodo, capítulo 32: 35 indica:
“Y empezó Jehová a plagar al pueblo porque habían hecho el be-
cerro, que Aarón había hecho”.

52
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Si la frase rechina es cosa de los expertos traductores de los


Testigos de Jehová.
Sin embargo, antes tenemos la escena siguiente: Jehová sabe
lo del ídolo, se enoja y quiere exterminar al pueblo. Moisés rue-
ga y, en Éxodo, capítulo 32: 14 dice:
“ Y Jehová empezó a sentir pesar respecto al mal de que había
hablado que haría a su pueblo”.
Otros dicen que se arrepintió.
Es decir, tenemos en esta misma historia dos partes muy di-
ferenciadas. En la primera parte, Jehová, a los ruegos de Moisés,
no castiga al pueblo. Son aquellos que quieren presentar a un
Dios de misericordia.
Luego, en la segunda parte de la misma historia, Moisés, que
ya estaba enterado del asunto que había rogado a Dios para que
no castigase a su pueblo, rompe las tablas y empieza él a castigar
por haber realizado Aarón el becerro.
Es la historia de aquellos que quieren infundir miedo, ven-
ganza y horror. Es la otra cara de la religión.
Pero en el capítulo treinta y dos, también se manifiesta la
gran injusticia del mediador Moisés que exclama:
“¡Quién está de parte de Jehová, a mí!’, se le unieron los levitas
que se pusieron a matar al pueblo. Murieron tres mil” (Ex. 32:
26.28).
Es decir, a Aarón, el padre, o jefe, de los levitas y sumo sacer-
dote (quien hizo el becerro), no lo mataron. Los levitas que es-
taban a sus órdenes y que le ayudaron para hacer el ídolo, ahora
son los mismos que hacen venganza de los que lo adoraron, y
con ello se consagraron como los servidores de Jehová. Deben
representar estos levitas a los políticos que cambian de partido.
Los jefes se respetan. Si hay que morir que sea el pueblo.
Buen principio religioso y político. Lo importante en todo

53
Vicente Romero

momento es que se salven los que mandan, y que mueran los


imbéciles que obedecen.
Para eso ha servido Dios, para usarlo a la conveniencia de los
que tienen autoridad. No importa si antes era a favor de unos
y, ahora, a favor de otros. No importa si, anteriormente, el papa
estaba con los reyes y ahora dice que defiende al pueblo. Lo
importante es ganar y conservar sus privilegios.
Por ello, en este capítulo treinta y dos, Jehová muestra su
locura. Ha Jehová lo convierten sus escritores en un auténtico
loco.
Moisés ruega que no extermine a su pueblo para que no
llegue la mala publicidad a Egipto. Le recuerda su promesa de
llevarlos a la tierra prometida, con lo cual demuestra la mala
memoria de Jehová. Jehová se arrepiente. Luego viene la ven-
ganza. Moisés, que rogó para que no hubiere muertes, comienza
a matar.
Pero Jehová no se contenta con ello. Él quiere más muertes,
en Éxodo capítulo 32: 34 señala:
“¡Mira! Mi ángel irá delante de ti, y en el día de traer yo
castigo ciertamente traeré castigo sobre ellos por su pecado”.
Por ello, aquellos que piensan por sí mismos o con cierta
lógica, no es extraño que no crean en Dios. Por lo menos, en
este Dios Jehová x Yahvé, de la Biblia.
Esto fue lo que un día le preguntaron a Bertrand Russell:
“Si después de morir, despertase ante la presencia definitiva,
absoluta y resolutoria que siempre negó, entonces ¿qué?”.
Russel respondió: “Entonces diría: Señor, no nos diste sufi-
cientes pruebas”.
Parecido planteamiento le hizo el novelista Francisco Ayala,
estando cerca de cumplir cien años, y él respondió: “Le estre-
charía cortésmente la mano porque soy una persona educada,
pero francamente quedaría muy sorprendido”.

54
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

No cabe duda que leer la Biblia, viendo su cliché negativo


y escuchando a los que hablan de Él, uno lo mejor que puede
decir sería: “Y si así es Dios, que venga y lo vea”.
Veamos otras características de Jehová, según el Libro de los
libros.
En el Libro del Éxodo, capítulo 14: 19, Jehová iba con la
nube guiando a su pueblo:
“.... y la columna de nube partió de la vanguardia de ellos y se
situó detrás de ellos”.
Lo reconfirma el Libro de Números, capítulo 14:14:
“…Tú eres Jehová, y tu nube está parada sobre ellos, y tú vas
delante de ellos en la columna de nube de día y en la columna de
fuego de noche”.
El problema es que Jehová debía de atender otras ocupacio-
nes y había momentos que desaparecía. Deuteronomio, capítulo
2: 1, nos da una prueba de ello:
“Entonces nos volvimos y partimos para el desierto por el camino
del mar Rojo, tal como me había hablado Jehová; y nos quedamos
muchos días dando la vuelta al monte Seír”.
Sin embargo, en Números, capítulo 10: 31, nos informa:
“A lo cual él (Moisés) dijo: a Hobab −su suegro, aunque también
se le conoce por Jetró o Reuel−. Por favor, no nos dejes, porque a
causa de que conoces bien dónde podemos acampar en el desierto,
tienes que servirnos de ojos”.
Uno se puede preguntar ¿para qué Moisés necesitaba de un
guía?, ya que en Números, capítulo 9: 17-18 está escrito:
“ Y siempre que la nube subía sobre la tienda, los hijos de Israel
partía inmediatamente después, y en el lugar donde residía la nube,
allí era donde acampaban los hijos de Israel. Por orden de Jehová
partían los hijos de Israel, y por orden de Jehová acampaban. Todos

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Vicente Romero

los días que la nube residía sobre el tabernáculo, se quedaban acam-


pados”.
Solamente se puede explicar el que Dios necesitara un guía
para conducir a su pueblo, como era el suegro de Moisés, por-
que él tenía que atender en algún otro lugar otras cuestiones.
Como, por ejemplo, en América o también Oceanía.
Así, cuando se iba, quedaba el suegro de Moisés o le daba la
orden a Moisés para que diese vueltas y vueltas a la montaña,
hasta su regreso:
“ Y nos quedamos muchos días dando la vuelta al monte Seír. Por
fin Jehová me dijo esto: Han dado la vuelta a esta montaña por
bastante tiempo. Cambien de dirección hacia el norte” (Dt. 2: 1-3).
No obstante, siempre hubo algún que otro conato de suble-
vación del pueblo a la hora de salir o partir de un sitio. Eso lo
vemos en Números, capítulo 12:15, que dice:
“Por consiguiente, Míriam (María) fue puesta en cuarentena
siete días fuera del campamento, y el pueblo no partió hasta que
Míriam fue admitida”.
Esta señora era hermana de Moisés y profetisa.
¡Cuántas cosas tiene que hacer Jehová por su pueblo!
Que el Vaticano tenga incluso sindicato, no es una novedad.
En la Biblia, ya nos insinúan que los israelitas habían formado
también un sindicato. Por ello, a la hora de entrar a servir a
Jehová, vemos cómo hay una variación en el tiempo. Aquí está
la prueba: ¿A qué edad entraban los levitas a servir en la tienda
de reunión? En Números, capítulo 4: 3 dice:
“De treinta años de edad para arriba hasta cincuenta años de
edad, todos los que están entrando en el grupo de servicio para hacer
el trabajo en la tienda de reunión”.
Se ve que la huelga fue a la japonesa y los levitas querían
beneficiarse de la proximidad con Jehová. Este no tuvo otro

56
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

remedio que bajar la edad. Por eso, ahora encontramos en Nú-


meros, capítulo 8: 24, que Jehová pide que los levitas:
“De veinticinco años de edad para arriba él vendrá a entrar en la
compañía, en el servicio de la tienda de reunión”.
En la Biblia, cada individuo que la toma e interpreta, tiene
una inspiración divina aparte de lo que en su literalidad diga.
Así, en el capítulo 32 del Génesis, hay un hombre que lucha
contra Jacob. Le cambia el nombre de Jacob por Israel. El co-
mentarista dice:
“Por eso Jacob llamó al lugar por nombre Peniel, porque, dijo él:
He visto a Dios cara a cara y, no obstante, mi alma fue librada”
(Gn. 32: 30 ó 31).
Sin embargo, para muchos predicadores, este hombre era un
ángel. El ángel del pacto. Y, con ello, hacen que Jacob sea un
mentiroso, al decir que vio a Dios cara a cara, pues era un ángel.
Pero el motivo real de estos señores, al hacer esta afirmación, es
colocarse de parte de Juan el Evangelista que dice en el capítulo
1: 18:
“A Dios ningún hombre lo ha visto jamás”.
No obstante, el asunto es más complicado, pues tenemos
otras pruebas que niegan esta rotunda afirmación, como se
puede ver en el libro del Éxodo, capítulo 24: 9-10:
“ Y Moisés y Aarón, Nadab y Abihú, y setenta de los ancianos de
Israel procedieron a subir, y llegaron a ver al Dios de Israel. Y debajo
de sus pies había lo que se parecía una obra de losas de zafiro y a los
mismos cielos en pureza. Y él no alargó la mano contra los hombres
distinguidos de los hijos de Israel, sino que ellos consiguieron una
visión del Dios [verdadero], y comieron y bebieron”.
Para que nadie pudiera pensar que era una visión entre sue-
ños, nebulosa, o un espejismo, lo vuelve a repetir y a clarificar en
Éxodo, capítulo 33: 11:

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Vicente Romero

“ Y Jehová hablaba a Moisés cara a cara, tal como hablaría un


hombre a su compañero”.
Y esto mismo se reafirma en Números, capítulo 12: 8:
“Boca a boca le habló, y así le muestro, y no por enigmas; y la
apariencia de Jehová es lo que él contempla”
Además de Moisés y los setenta ancianos que vieron a Jeho-
vá, como en la Biblia de los Testigos no queda muy aclarado, he
recurrido a la competencia que usan el mismo nombre de Dios,
y que fue traducida por Reina y Valera:
“Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá
la apariencia de Jehová”.
También tenemos a Isaías, capítulo 6:1, que afirma haber
visto a Jehová:
“En el año que murió el rey Uzías, yo, sin embargo, conseguí ver
a Jehová, sentado en un trono excelso y elevado, y sus faldas llenaban
el templo”.
Hay división de opiniones, en el Libro de los libros, sobre
si se ha visto o no a Dios. En el Antiguo Testamento, incluso
podemos encontrar esta división de opiniones. También las
encontramos entre los del Antiguo y el Nuevo.
Ante estas contradicciones, nosotros optamos por decir
como el escritor Unamuno: “Dios nunca ha hablado”, ya que si
lo hubiese hecho, o se expresó muy mal, y contradictoriamente,
o los que transcribieron sus palabras eran necios.
Como podemos seguir viendo en el siguiente asunto sobre
las imágenes de Jehová, en los libros de Éxodo, capítulo 20:4-5
y Deuteronomio, capítulo 5: 8 dicen:
“No debes hacerte una imagen tallada ni una forma parecida a
cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo
o que esté en las aguas debajo de la tierra”.

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¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Con esto, se cargaba a todo el gremio de artesanos. Solamente


les quedaba hacer formas geométricas con las líneas recta, curva
o quebrada. Sin embargo, más tarde, o antes, se contradice, pues
manda a Moisés, como puede leerse en el capítulo 21: 8, de
Números, lo siguiente:
“Hazte una culebra abrasadora”.
En Éxodo, capítulo 25: 18:
“Dos querubines de oro”.
En otro capítulo del mismo libro:
“ Y tienes que hacer una cortina…. Él la hará con querubines,
obra de bordador” (26:31).
En Primera de Reyes, capítulo 6:29, ordena para su templo
que:
“Todas las paredes de la casa en derredor las entalló con entalla-
duras grabadas de querubines y figuras de palmeras y grabados de
flores, por dentro y por fuera”.
Es decir, que vemos cómo Jehová cambia de gusto, y sus
leyes no son eternas.
Está visto que en ninguna casa de adoración, Templo evan-
gélico, Salón del reino u otro lugar, que llamen casa de Dios,
puede habitar Éste.
La razón es muy sencilla, no están hechas a su gusto. Él
quiere las paredes con entalladuras grabadas de querubines y
figuras de palmeras y grabados de flores, por dentro y por fuera;
y de tal forma es así que cuando le destruyen el primer templo,
lo vuelve a pedir otra vez de esa manera a su “profeta” Ezequiel,
capítulo 41:17-18:
“Sobre la entrada y hasta la casa interior y por fuera y sobre toda
la pared todo en derredor, en la [casa] interior y por fuera, había
medidas, hasta querubines tallados y figuras de palmeras, con una

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Vicente Romero

figura de palmera entre querubín y querubín, y el querubín tenía


dos rostros”.
Si esto es en lo referente a los gustos, vamos a ver ahora
cuál es el interior de Jehová. La Biblia nos muestra un Jehová
esquizofrénico.
En Primera de Juan, capítulo 4: 8, nos dicen que “Dios es
amor”. Y luego, sus sentimientos y acciones son las siguientes:
“Jehová es persona varonil de guerra” (Éxodo 15: 3).
“ Yo amé a Jacob, y a Esaú lo he odiado” (Malaquías 1: 2-3).
“Jehová se venga en sus adversarios, y está resentido para con sus
enemigo” (Nahúm 1: 2).
Y para que vean sus cataplines, sigue diciendo en el versículo 9:
“Él causa un exterminio consumado”.
Y no morirán ipso facto, como en un ataque al corazón, será
de la forma que describe Zacarías, capítulo14: 12:
“Habrá el pudrirse de la carne de uno, mientras uno está parado
sobre sus pies; y los ojos mismos de uno se pudrirán en sus cuencas, y
la lengua misma de uno se pudrirá en la boca de uno”.
Y con buen ánimo, el Dios de amor dice con el mismo pro-
feta:
“Porque no mostraré más compasión a los habitantes de la tierra”
(11:6).
Otro profeta, Sofonías, capítulo1: 18 nos aclara más la si-
tuación:
“Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová;
sino que por el fuego de su celo toda la tierra será devorada, porque
él hará un exterminio realmente terrible, de todos los habitantes de
la tierra”.
“Porque tendrás que golpear a todos mis enemigos en la man-
díbula”. (Sofonías capítulo 3:7, en las no católicas, y 3:8, en las
católicas).

60
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Podemos ver también todas estas facetas “amorosas” de Je-


hová en sus salmos.
No cabe duda que el salmista, Salomón o David, conocen las
facetas de boxeador de Jehová. Por eso, en todos los deportes es
bueno invocarle.
Así ya no necesita el árbitro expulsar a nadie por agresión,
Jehová es el ejemplo antes del partido y después.
“Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia”
(11: 5 o 10: 5 en la católica).
Y por eso deja la venganza para su satisfacción. Por ello,
continúa y dice:
“Él hará llover sobre los inicuos trampas, fuego y azufre” (11: 6
ó 10: 6).
Cuando está cansado de tanto trabajo, entonces lo encarga a
otros que tengan sus sentimientos:
“Feliz será el que agarre y de veras estrelle a tus hijos contra el
peñasco” (137: 9).
Y, para confirmar esta esquizofrenia, lo reafirma Malaquías,
en el capítulo 3: 6:
“Porque yo soy Jehová; no he cambiado”.
Por consiguiente, si Jehová no cambia, los que hacen el cam-
bio son los hombres. Cuando les convienen es amor y cuando
no, les sirve para vengarse. Todo depende del momento históri-
co y político en que se encuentren. Si Dios no es esquizofrénico,
los que lo inventaron sí que lo hicieron.
Los idólatras tenían muchos dioses, uno para cada uno de sus
gustos, caprichos, vicios o virtudes. Al suprimir el monoteísmo
a todos ellos, estos sentimientos los pusieron en Jehová y este
ha sido el resultado. Continuemos con otras facetas divinas.
¿Dios es lento a la cólera?
Según el Salmo 2:12, no, pues dice:

61
Vicente Romero

“Porque su cólera se enciende fácilmente”.


Por otra parte, los que dicen que lo conocen, como Moisés,
declaran:
“Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera”
(Ex. 34: 6).
Pedro, en su segunda carta dice:
“Es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea
destruido” (3: 9).
Todo depende del día en el cual el profeta se comunicó y del
humor que Jehová tenía.
¿Dios se arrepiente de lo que hace, como le puede suceder a
cualquier hijo de vecino?
En Primera de Samuel, nos cuenta la excelencia de Israel:
“Jehová (por si uno no lo sabe) no resultará falso, y no sentirá
pesar, pues Él no es hombre terrestre para que sienta pesar” (15: 29).
Esta maravillosa traducción de la Biblia de los Testigos de
Jehová, nos indica que, aparte de los hombres que habitamos
esta tierra, existen otros en algunos planetas.
Así luego, nos pueden decir que la Biblia se adelantó, y
mucho, a la ciencia. Pues, aparte de los hombres terrestres, ya
existían seres de más o menos cualidades en otros sistemas.
Sin embargo, no saben que incluso en el mismo libro y ca-
pítulo Jehová dice:
“De veras me pesa haber hecho que Saúl reinara como rey” (ver-
sículo 11).
Este sentimiento, tan humano, de arrepentirse, ya lo había
expresado Jehová anteriormente en Éxodo, capítulo 32: 14:
“ Y Jehová empezó a sentir pesar respecto al mal de que había
hablado que haría a su pueblo’.
En Génesis, capítulo 6:6, como todo padre que tiene un mal
hijo, puede arrepentirse de haber dado sus espermatozoides o

62
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

semen. Jehová, como es padre y madre, es decir hermafrodita,


aunque lo hayan hecho machista, también dice:
“Jehová sintió pesar por haber hecho a hombres en la tierra y se
sintió herido en el corazón”.
Aquí, una vez más podemos encontrar esa insinuación de la
Biblia extraterrestre y preguntarnos: En cuanto a los hombres
de otros planetas, ¿Jehová también se habrá arrepentido de ha-
berlos hecho? ¿El material que allí usó, era mejor que el barro?
Si era diferente material ¿podremos pensar que también son
hombres?
Muchas preguntas más podemos hacer para que, de una vez,
los teólogos se pongan de acuerdo en la tierra con respecto a
la variedad de religiones “verdaderas”, y se preocupen en sus
universidades de los hombres de otros sistemas.
Jehová sigue manifestando en la Biblia en plano terrenal,
es decir, local, su arrepentimiento. En Primera de Crónicas,
capítulo 21:15 y Segunda de Samuel, capítulo 24:16, lo vemos
doblemente confirmado cuando dice:
“El Dios [verdadero] envió un ángel a Jerusalén para arrui-
narla; y tan pronto empezó a arruinarla, Jehová lo vio, y empezó a
sentir pesar respecto a la calamidad; y por eso dijo al ángel que estaba
causando la ruina: ¡Basta!”.
Cosa que no sucedió en Haití, en Managua y en otros lu-
gares de la tierra donde Jehová, el verdadero, no se arrepintió y
envió sus terremotos.
Otra pregunta que nos podemos hacer, para descubrir a
nuestro “creador”, es: ¿Dios nos pone a prueba?
Aquí, también vemos que tenemos diversidad de opiniones.
Pero mejor podríamos decir que, los que escribieron el Nuevo
Testamento, no conocían bien lo que decía el Antiguo Testa-
mento. Pues en Génesis, capítulo 22:1, nos narra lo siguiente:

63
Vicente Romero

“Ahora bien, después de estas cosas aconteció que el Dios [verda-


dero] —con lo cual, podemos aceptar que hay otro falso— puso
a prueba a Abrahán”.
Luego viene un apóstol y amigo de Jesús, llamado Santiago,
y en su carta 1:13 nos advierte:
“Al estar bajo prueba, que nadie diga: Dios me somete a prueba”.
Sin embargo, algunos cristianos no le han hecho mucho caso
a Santiago, aunque suponemos que este se lo escuchó a Jesús,
“el hijo de Dios”. La cosa es que podemos seguir comprobando
cómo en la construcción de Jehová descubrimos una materia
hecha de cal y de arena.
Defender a Dios es decir la verdad. La Biblia es un cuento de
cuentos. Los hombres los inventaron según sus conveniencias.
Les salió un Dios esquizofrénico y el resultado fue tener un
montón de hijos con este trauma. Los que no siguen este sis-
tema pueden también padecer esta enfermedad, pero por otros
motivos o causas.
Como Jehová tiene su residencia en el cielo, según dicen, es
lógico que donde está el padre, o la madre, también vayan los
hijos. Bueno, los buenos hijos. Aquí Dios se ha quedado por
debajo de algunas madres. Él dice que quiere a todos, pero a los
malos, al final, los condena. Sin embargo, hay madres que esto
no lo hacen aunque no crean en Dios.
¿Hay alguien en el cielo en cuerpo y alma? Si hacemos esta
pregunta, los adoctrinados católicos y ortodoxos responden: La
Virgen María, la madre de Dios.
Los del otro bando, esto no lo aceptan, y su respuesta es un
no seco y rotundo.
Pero ¿qué dice la palabra infalible de Dios, en la sagrada
Biblia? Veamos. En Génesis, capítulo 5: 24 nos cuenta:
“ Y Enoc siguió andando con el Dios [verdadero]. Entonces no
fue más, porque Dios lo tomó”.

64
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Esta cita les puede da a entender a algunos que no está muy


claro que Enoc fuese al cielo, por eso también presentamos la
siguiente prueba. En Segunda de Reyes, capítulo 2:11, se lee lo
siguiente:
“Aconteció que, mientras ellos [Elías y Eliseo] iban andando,
hablando al andar, pues, ¡mire!, un carro de guerra de fuego y caba-
llos de fuego, y estos procedieron a hacer una separación entre los dos;
y Elías fue ascendido a los cielos en la tempestad de viento”.
Por otra parte, en el Nuevo Testamento, a pesar de la na-
rración del monte “Tabor” y la aparición de Elías con Jesús, el
discípulo amado Juan nos confirma, en el capítulo 3:13 de su
evangelio:
“Ningún hombre ha ascendido al cielo sino el que descendió del
cielo, el hijo del hombre”.
Con esta categórica afirmación, solamente se podría aceptar:
En el cielo debe haber varios niveles, y Juan únicamente vio
uno.
Si no hay varios niveles ni la virgen, ni Elías, ni Enoc están
allí, por consiguiente, aparte del cielo y del infierno, existe otro
departamento. Y no nos referimos al purgatorio, por ser este
departamento también motivo de desunión entre los creyentes
en Jehová x Yahvé.
La Biblia, la tradición y los teólogos católicos-ortodoxos, no
han hecho bien su tarea.
Los demás teólogos tampoco han realizado bien su tarea,
pues no han captado este espacio ni le han dado una denomi-
nación.
Que todo lo de Elías y de Enoc no fuese verdad, entonces la
Biblia cuenta mentiras y no es palabra de Dios.
A usted y a mí, las ofertas que le presentan los seguidores
de la Biblia, a la hora de la muerte, son variadas: desde ir al

65
Vicente Romero

cielo unos, hasta permanecer en cierto lugar y esperar volver a


la tierra nuevamente.
Pero aquí hemos descubierto otra más. Puede elegir, y con
su dinero pagar, una estancia en el lugar que desee, según qué
iglesia elija.
También puede suceder que no encuentre nada de todo lo
que le ofertan ahora unos y otros, y haya perdido su diezmo y
sus limosnas. Su dinero, en todo caso, ha servido para aumentar
la estafa más antigua legalizada de la historia humana.

66
CAPÍTULO III

MOISÉS

Moisés es el gran legislador, el caudillo libertador, el profeta


mayor de Israel y, sin embargo, no tiene fecha de nacimiento.
Tampoco tenemos el nombre del faraón en cuyo palacio vivió
ni la tumba donde el profeta fue sepultado.
Para seguir con esta intrigante y misteriosa vida de tan
ilustre personaje, seguiremos los textos de la Biblia católica de
Jerusalén.
El libro de Gálatas, capítulo 3: 17, que coincide con el libro
del Éxodo, capítulo 12: 40, sostiene:
“La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta
años”, de los cuales, treinta fueron de buen vivir y cuatrocien-
tos, de maltrato y esclavitud. Es lo que podemos deducir para
hacer quedar bien al que escribió el Libro de los Hechos de los
Apóstoles, que dice:
“Dios habló así: “Tus descendientes residirán como forasteros en
tierra extraña y los esclavizarán y les maltratarán durante cuatro-
cientos años” (7:6). De lo contrario hay una diferencia de treinta
años en lo que dicen unos y otros.
En Gn 15,16 consta una promesa de Jehová o Yahvé reali-
zada a Abraham, que dice:
“ Y a la cuarta generación volverán ellos acá; porque hasta enton-
ces no se habrá colmado la maldad de los amorreos.”

67
Vicente Romero

Alguien quiso concretar esta profecía en Éxodo 6:16-20.


Pero, al analizar lo que allí consta, encontramos la siguiente
sorpresa.
De Leví no conocemos a qué edad llegó a Egipto, aunque la
Biblia dice que murió a los 137 años. Fuese la edad que fuese,
la estancia en este país no altera en nada nuestro objetivo, pues
su permanencia en Egipto se cuenta en sus hijos, que eran:
“Guersón, Queat y Merarí”. Por lo cual, si somos generosos y
suponemos que, al menos Queat ya tenía un año, como éste
vivió 133 años, su estancia máxima en Egipto fue de 132 años.
Su hijo, Amrán, se casó con Yoquébed, y vivió 137 años. De tan
ilustre familia, vieron la luz de este mundo dos varones y una
hembra. Los varones fueron Aarón y Moisés.
Moisés, cuando fue elegido para liberar a su pueblo, tenía la
edad de 80 años.
Si Queat vivió en Egipto 132 años, y si Amrán nació cuando
su padre Queat tenía 80 años, podemos deducir que vivieron en
común 52 años.
Amrán vivió 137 años y, si tuvo a Moisés a los 80 años, quie-
re decir que Dios privó a Moisés de la presencia de su abuelo,
figura importante en toda familia. Partiendo de estos dados
podemos concluir que vivieron en común, padre e hijo, 57 años.
Al salir Moisés de Egipto a los 80 años, su padre Amrán
ya había muerto. Si Amrán vivió 137 años y de ellos 52 en
común con su padre y 57 con su hijo, el resultado es que vivió
28 años, con su esposa o sin ella, entre la muerte de su padre y
el nacimiento de su hijo. Lo que viene a señalar que tampoco
conoció a su abuelo Leví.
Si sumamos los 132 años de Queat, en Egipto, y los 28 de
Amrán, que vivió solo entre la muerte de su padre y el naci-
miento de su hijo, y añadimos los 80 años de Moisés, la estancia
máxima sería de 240 años de los israelitas en Egipto.

68
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Seguidamente mostramos, en resumen y gráficamente, dicha


constatación:

La llegada a Egipto

Leví 137
80 132
Queat
o
Coat 52 28 57
Amrán
80 137
Moisés
80

240
Salida de Egipto

Estos son los años de estancia de la familia de Leví en Egip-


to, como máximo. Suponiendo que todos los descendientes
de Leví procrearon a los 80 años, como es casi costumbre en
aquellos que son bendecidos por Yahvé x Jehová, y teniendo en
cuenta los años vividos en común. Con ello se puede afirmar
y deducir, con una simple suma aritmética que los años de es-
clavitud de los israelitas en Egipto fueron 240, no más. Pero sí
pudieron ser menos, con lo cual se tiene una diferencia mínima
de 160 años, según qué referencia tomemos.
Para la genealogía de Moisés sería cuestión de un personaje
o dos, por el don de longevidad que tenía su familia. Pero en la
lista de los faraones la cosa es diferente. Ellos reinaban menos
años. Motivo por el cual puede variar el nacimiento de Moisés,

69
Vicente Romero

desde Amenofis I al IV, pues alguien sitúa la salida gloriosa


de Israel de la esclavitud de Egipto en tiempos de Ramsés II
(1304-1238), donde hubo una gran actividad constructora en
Egipto. Sin embargo, el texto más antiguo que conoce la his-
toria aparece en una estela del faraón Merenptah (1238-1209)
encontrada en Tebas. Este faraón reinó solamente diez años.
En la estela, Israel aparece localizado en Canaán como una
tribu, es decir, un pueblo que todavía es nómada y reducido.
El texto histórico hallado es el siguiente:
“Canaán ha sido saqueada totalmente. Ascalón ha sido llevada
prisionera, Guézer ha sido tomada, Jenoam ha sido destruida. Israel
es devastado y ya no tiene descendencia, Siria es reducida a viude-
dad por Egipto. Todas las tierras están unidas en paz, todo el que se
agitaba ha sido domado por el rey de Egipto (Merenptah)”.
Por otra parte, los documentos que hablan de esclavitud y
construcción en Egipto, dicen que la mano de obra ordinaria
para las grandes construcciones estaba formada por soldados,
prisioneros de guerra y siervos empleados en el templo y en el
palacio real. Estos últimos, por lo general, podían ser esclavos
o descendientes de ellos. En la tumba de Rechinare, XVIII
dinastía, dicen las inscripciones:
“...los esclavos que su majestad ha traído para los trabajos del
templo (de Amón en Tebas)... fabricantes de ladrillos para construir
los almacenes (de Amón). Amenofis II (1433-1412 a. c.) llevó a
Egipto de su campaña en Asia más de 3600 prisioneros de guerra.
Dos papiros de Ramsés II (1290-1224) mandan “distribuir las
raciones a los soldados y a los esclavos” que llevan piedras para las
construcciones en la región de Menfis”.
Ramsés IV (1150 a. c.), en una expedición enviada a las
minas del Wadi Hamamat estaba constituida por obreros espe-
cializados y 5000 soldados, 200 marineros, 800 esclavos y 2000
hombres dedicados al servicio del templo y de la casa real.

70
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Ni la historia de Egipto documentada ni los años que apa-


recen en la Biblia de estancia en Egipto de los israelitas, tienen
concordancia alguna. Es un mito más de fabricación bíblica.
Por ello, hallamos diversas respuestas a las siguientes preguntas.
¿Cómo pudo revelarse Jehová x Yahvé a Moisés y decirle su
nombre si ya lo conocían Abrahán (Gn. 15: 2), Sara y Agar?
Pues desde tiempos de Enós ya se conocía, tal como aparece en
el Libro del Génesis, capítulo 4:26:
“También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enós.
Éste fue el primero en invocar el nombre de Yahvé x Jehová”.
Al parecer, Jehová tuvo una mala información de sus con-
sejeros. No se acordó, cuando habló con Moisés, que a Enós le
había revelado su nombre secreto. Y el ángel se lo había chivado
a Sara.
Jehová le dio poder al bastón de Moisés para que se convir-
tiera en serpiente (Ex. 4: 3), pero no debía de ser muy bueno
pues solamente servía para los israelitas. Para el Faraón era
mejor que se convirtiera en serpiente el de Aarón (Ex. 7: 9):
“Cuando el faraón os pida algún prodigio, dirás a Aarón: Toma
tu cayado y tíralo delante del faraón y se convertirá en serpiente”.
Es el traspaso de poder. Jehová hace que el cayado de Moisés
se convierta en serpiente. Luego, utiliza a Moisés para que sea
el cayado de Aarón el que también adquiera ese poder. Con el
tiempo serían los hijos de Aarón los que mandarían.
Lo mismo que ocurre en el circo, en la Biblia, para probar la
fe de aquellos que creen y confirmar la de los no creyentes, se
reflejan cosas más difíciles de comprender o entender. Esto, sin
salirnos del tema, podemos comprobarlo con las famosas plagas
de Egipto. Por ello, ahora los teólogos católicos dicen “que las
plagas es un lenguaje teológico en base a unos fenómenos na-
turales propios de Egipto”. Pero los que usan la Biblia de Reina

71
Vicente Romero

y Valera, de estudio del año 1995, verán una nota en Éxodo,


capítulo 7: 17 que dice:
“Las nueve primeras plagas presentan una cierta progresión.
Primero afectan a la naturaleza inanimada (el Nilo, corazón de
Egipto y principal fuente de su prosperidad). Luego intervienen los
animales pequeños (ranas, moscas y piojos), más o menos dañinos,
pero que todavía no causan perjuicios mortales. Después muere
el ganado y tanto hombres como animales quedan cubiertos de
llagas (Ex. 9: 1-12).
“Finalmente, la oscuridad es una especie de retorno al caos origi-
nal antes del primer día en el que Dios separó la luz de las tinieblas”
(Gn. 1: 2).
Pero no explican, como nosotros hacemos más adelante, un
gran misterio contenido en esas plagas.
En el circo está el todavía más difícil. En la Biblia, para atraer
la atención expectante del público, también ocurre lo mismo,
por eso:
“Moisés y Aarón hicieron lo que Yahvé les había mandado: alzó el
cayado y golpeó las aguas que hay en el Río en presencia del faraón y
de sus servidores, y todas las aguas del Rio se convirtieron en sangre.
Los peces del Río murieron, el Río quedó apestado y los egipcios no
podían beber el agua del Río; hubo sangre en todo el país de Egipto.
Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos,
y el corazón del faraón se obstinó” (Éxodo 7: 20-22).
La lógica dice que los magos hicieron un triple trabajo. En
primer lugar, convertir el río sangriento en agua, momento en
que los egipcios aprovechan para proveerse de agua fuese con
lo que fuese, pues sus magos iban luego a volver a convertir el
agua en sangre. Y, finalmente, la sangre en agua, es decir, que los
egipcios tuvieron unos días de circo a nivel nacional.

72
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Luego, pasamos a la quinta y sexta plaga. Es otra patada a


la lógica humana, pero solamente en parte. En Éxodo, capítulo
9:6.9 y 19 encontramos:
“Al día siguiente cumplió Yahvé su palabra y murió todo el
ganado de Egipto; mas del ganado de los israelitas no murió ni
una res’.
Pero estos acontecimientos no ablandaban el corazón del fa-
raón. Él tenía su arma secreta que Yahvé no la conocía. Esa mis-
ma noche, los veterinarios se pusieron a clonar. Al día siguiente,
ya estaban los campos llenos de animales. Por eso, Yahvé pudo
decirle a Moisés y Aarón que se llenasen las manos de hollín y
se lo llevaran delante del faraón:
“ Y se convertirá en polvo fino sobre todo el país de Egipto, y ori-
ginará, en hombres y ganados, úlceras que segregan pus por todo el
país de Egipto’ (Ex. 9: 9).
El problema lógico se encuentra en ¿cómo pudo hacer úlce-
ras en las bestias si estas habían muerto ya en la plaga anterior?
Lógicamente, porque Egipto, en aquel tiempo, ya tenía un
sistema de clonación. Es la respuesta para no dejar mal a Dios.
En la séptima plaga, se puede volver a comprobar cómo el
Faraón seguía teniendo ganado:
“Ahora pues, manda recoger tu ganado y cuanto tienes en el cam-
po. Sobre todos los hombres y animales que se hallen en el campo y no
sean recogidos en casa, caerá granizo y los matará’ (Éx. 9:19).
Ahora, los pastores, ancianos, curas y popes ya pueden
explicar con lógica las plagas. Aunque puede quedar un poco
oscurecido eso que dicen los teólogos ahora, que las plagas eran
fenómenos naturales de Egipto.
En la última plaga, Dios manda matar a todos los primo-
génitos de Egipto tanto hombres como animales, con lo cual
se confirma el supuesto sistema de clonación. Pues, una vez
muertos en las plagas anteriores, y con el circo que había en

73
Vicente Romero

Egipto, a nadie se le pudo ocurrir y, menos aún al faraón, con


tanto problema, comprar animales para su ejército, que luego
iban a perseguir a los israelitas, una vez que hubiesen salido.
Salen los israelitas de Egipto y llegan al mar. ¿Cómo se se-
pararon las aguas del mar? Éxodo, capítulo 14:15-16 reporta:
“ Yahvé dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los israe-
litas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende
tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas pasen por
medio del mar, en seco.”
Eso es lo que Jehová le había dicho a Moisés, pero quiso
gastarle una broma. Pues cuando:
“Moisés extendió su mano sobre el mar, Yahvé hizo retroceder el
mar mediante un fuerte viento del Este que sopló toda la noche; el
mar se secó y las aguas se dividieron’ (Ex. 14: 21).
Incluso la ciencia dice que ese fenómeno natural podría re-
petirse.
Es decir, de tener que pasar rápido, tuvieron que hacer
noche en la orilla del mar. Eso para dar tiempo a que se acer-
casen los jinetes egipcios que habían ido a comprar caballos
a sus vecinos, o al laboratorio de clonación, ya que en las
plagas murieron todos los animales. De lo contrario, no se
los hubiesen podido tragar el mar; pues el retener las aguas
también tenía su tiempo.
Tenemos la nube también entre los prodigios que va a mar-
car el itinerario de la marcha de los israelitas. Debió de dividirse
la nube, pues no coinciden los itinerarios que conocemos y que
señala también la Biblia.
Se escribirá en el presente ensayo solamente un tramo desde
Horeb x Sinaí hasta Cades Barnea. Once son las jornadas en
Deuteronomio, capítulo 1: 2. Sin embargo, en Números, capí-
tulo 33:16-36 se detalla alrededor de veinte paradas, etapas o
jornadas.

74
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Pero antes de llegar al Sinaí x Horeb, sucedieron grandes


acontecimientos. Uno de ellos fue la guerra contra los amaleci-
tas. Y Jehová x Yahvé dice a Moisés en Éxodo:
“Escribe esto en un libro para recuerdo y haz saber a Josué que yo
borraré por completo la memoria de Amalec de debajo de los cielos”
(17: 14).
Se ha rastreado esta promesa en el Libro de los libros y lo
que hemos encontrado ha sido lo siguiente. En Primera de
Samuel, capítulo 15:3-8, está escrito:
“Ahora, vete (le dijo Dios a Saúl) y castiga a Amalec, consagrán-
dolo al anatema con todo lo que posee; no tengas compasión de él,
mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos
y asnos. (Saúl) Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y pasó a
todo el pueblo a filo de espada en cumplimiento del anatema”.
Bueno, Saúl mató al 99’999% de los amalecitas. Esa décima
que faltó, le costó el reino a la casa de Saúl. Samuel eliminó el
0,001% que todavía quedaba en vida, es decir Agag.
Los amalecitas no eran terrestres, eran extraterrestres. Su
sangre caída en tierra, más tarde, a través de un sistema todavía
desconocido, hacía que se reprodujera. Por eso, en Primera de
Samuel, capítulo 30:1-17 dice:
“Cuando David y sus hombres llegaron al tercer día a Sicelag,
los amalecitas habían hecho una incursión contra el Negueb y contra
Sicelag, y habían irrumpido en Sicelag y la habían incendiado...
David los batió desde el alba al anochecer; sólo se salvaron de entre
ellos cuatrocientos jóvenes, que montaron en camellos y huyeron”.
Debieron llegar a un lugar desconocido, y unos tomaron el
vuelo para su planeta y otros, poquitos, se quedaron en la tierra
para reproducirse, pero a costa de perder el poder extraterrestre
que poseían. De ellos descienden los vampiros. Sea como sea,
Jehová no cumplió su palabra de exterminio, luego no siempre
se cumplen sus promesas, aunque los que predican la Biblia

75
Vicente Romero

digan lo contrario. Aquí tenemos esta constancia escrita en la


palabra de Dios, en el Libro de los libros.
Pero, volviendo a nuestro punto central del capítulo sobre
Moisés, vemos que también tuvo alguna cosa rara con su suegro.
Para comenzar hablar de este personaje, hemos de advertir
que la Biblia lo nombra de tres formas distintas. En Éxodo,
capítulo 2:18 nos dice:
“Ellas, (las futuras cuñadas y esposa de Moisés) volvieron a casa
de su padre Reuel’.
En Números, capítulo 10:29 nos enmienda el error anterior
al decirnos:
“Dijo Moisés a Jobab x Hobab, hijo de Reuel el madianita, sue-
gro de Moisés...”.
Aquí podemos observar que la palabra de Dios tiene algún
errorcito que otro.
Si volvemos al libro del Éxodo, capítulo 4:18 podemos leer:
“Moisés regresó a casa de su suegro Jetró”.
La casa era la misma que la de Éxodo, capítulo 2:18, pero
ya había muerto el abuelo de la esposa de Moisés y le había
heredado su padre.
Que ahora se le llame Jetró en vez de Jobab x Hobab, no
cabe duda que su nombre fue modificado por Jehová x Yahvé
para la misión que le había sido asignada. Este podría ser otro
argumento para solucionar el problema. Aunque él no perte-
necía a Israel, iba a trabajar por un tiempo con ellos. Es un
conocimiento muy popular que, cuando Dios llama a alguien
para una misión importante, le cambia el nombre: Abrán por
Abrahán, Jacob por Israel o Salomón por Yededías (2 S. 12: 25).
Aunque un día, casualmente, tomé un libro de una librería
evangélica y, al ojearlo, me encontré que ese autor decía que
David había tenido de Betsabé x Betsúa cinco hijos, confundien-

76
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

do el sobrenombre de Salomón por otro hijo más de David con


Betsabé.
Otra particularidad del suegro de Moisés, es que no pode-
mos conocer el origen tribal. Al menos tenemos dos tribus que
se disputan su origen.
En los libros de Números, capítulo 10:29 y Éxodo, capítulo
3:1 se afirman que su origen es madianita.
El libro de Jueces, capítulo 1:16 dice que el suegro de Moisés
era quenita. En la católica y en las Biblias de Lutero y de los
Testigos de Jehová, lo refieren como ceneo.
Pero ¿cuál es la misión asignada al suegro de Moisés, fuese
de donde fuese y se llamara como se llamase?
Principalmente, fueron dos, la de consejero y de guía. En
el Libro del Éxodo, capítulo 18, al principio, nos dice que el
suegro de Moisés se fue a su encuentro al escuchar las noticias
de su salida de Egipto. Tomó a su hija Séfora, esposa de Moisés,
y a sus hijos Guersón y Eliezer. Todo estaría bien y un gesto
loable del suegro de Moisés, si esto hubiese sido de esta manera.
Pero como el mismo libro nos dice, en el capítulo 4:20, que
Moisés se llevó a su mujer e hijo cuando Jehová lo mandó a
entrevistarse con el faraón, se nos hace difícil creer que la mujer
volviese otra vez a casa de su padre, y encima embarazada del
segundo hijo. ¡Cosas divinas uno puede ver! Pero esto hubiese
sido una gran desconsideración de Moisés. Un mal ejemplo a
imitar por los israelitas. ¡Un maltrato más a la mujer!
Como decía alguien, ahí está el detalle. Y el otro detalle que
uno puede notar, es que Moisés puso por nombre a su hijo
Guersón, que significa “‘Forastero soy en tierra extraña” (Éx.
18:3). Sin embargo, el hijo mayor de Leví (Éx. 6:16), y tío del
padre de Moisés, también se llamaba así, y había nacido en la
tierra prometida de Canaán, antes de emigrar a Egipto. ¡Cosas
de nombres y de hombres!

77
Vicente Romero

Dejando todos estos detalles de familia, tan humanos y tier-


nos, veamos el trabajo del suegro con su yerno Moisés.
Después de la bienvenida y hospitalidad del medio oriente,
celebraron este acontecimiento del reencuentro familiar entre
suegro y yerno con una comida:
“Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro
de Moisés en presencia de Dios” (Ex. 18: 12).
Al día siguiente, Moisés tenía que trabajar. Estuvo todo el
día completo, desde la mañana hasta la noche. Entonces el
suegro (sacerdote y posiblemente más viejo que Aarón) le dijo,
probablemente, a Moisés: ‘Este tren de vida te producirá estrés’.
Este ritmo de trabajo que ni los japoneses lo llevan.
“Así que escúchame; te voy a dar un consejo... elige de entre el
pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres honrados e in-
corruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes de mil, de ciento,
de cincuenta y de diez. Que ellos administren justicia al pueblo en
todo momento; a ti te presentarán los asuntos más graves, pero en los
asuntos de menor importancia, decidirán ellos…”.
“Moisés siguió el consejo de su suegro e hizo todo lo que le dijo”
(Éx. 18: 19.21- 22.24).
No debemos de olvidar que todo esto sucedió al pie del
monte santo del Sinai x Horeb. Aquí se formó la estructura u
organigrama del poder judicial de Israel. Aunque suponemos,
como mal pensados, que esto es un cuento para no decir que lo
copiaron de Egipto u otra nación.
Cuando llegaron al otro lado del Jordán, la cosa ya cambió.
Moisés era quien había tomado la idea. Y, además, se había hecho
más democrático. Pero mejor es que escuchemos sus palabras:
“ Yo os hablé entonces y os dije: “No puedo cargar con todos vo-
sotros yo solo. Escogeos entre vosotros hombres sabios, perspicaces y
experimentados, de cada una de vuestras tribus, y yo los pondré al
frente de vosotros”. Me respondisteis: “Está bien lo que propones”’.
(Dt. 1: 9. 13-14).

78
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Así, en la Biblia tenemos, o encontramos, dos métodos para


formar el poder judicial. Sea el de a dedo, por los políticos, o el
democrático, por elección, los dos provienen de la Biblia, que es
palabra de Dios. La otra faceta del suegro de Moisés, o trabajo
a desempeñar, hemos afirmado que era el de guía. No el de guía
espiritual, aunque era sacerdote, sino el de guía de caminos,
veredas, desiertos, oasis, etc.
Tanto es así que cuando este le dijo a Moisés que ya llevaba
mucho tiempo con ellos y que tenía que volver a atender el
templo del dios de Madián, sucedió esto: Moisés le dice a su
suegro que levantan el campamento. Y este le respondió:
“No iré, sino que me volveré a mi tierra y a mi parentela”. Moisés
insistió: “Por favor, no nos dejes; tú conoces los sitios donde acam-
par en el desierto; tú serás nuestros ojos. Si vienes con nosotros, te
haremos partícipe del bienestar con que Yahvé x Jehová nos va a
favorecer” (Nm. 10:30-32).
Debemos destacar la buena armonía familiar, a pesar de las
divergencias de religiones. Aquí, Jehová todavía no era celoso.
Aarón y Hobab x Jobab x Jetró se llevaban bien. No había to-
davía excomuniones, anatemas o guerra por creer en un Dios
diferente. La cosa iba bien.
El problema que uno se puede encontrar, es cómo resolver
este dilema. Si Dios acompañaba a Israel dentro de la nube,
pues, “Cuando se levantaba la Nube de encima de la Tienda, los
israelitas levantaban el campamento, y en lugar en que se paraba
la Nube, acampaban los israelitas” (Nm. 9: 17), ¿qué carajo hacía
el suegro de Moisés allí? ¿Para qué quería Moisés a su suegro?
Como es un dilema, vamos a dejarlo ahí. ¡Digamos que eran
cosas de familia y asunto zanjado!
Regresemos al pié del Sinaí. No al Sinaí turístico de los cris-
tianos, no reconocido por los hebreos, sino al Sinaí desconocido
entre las montañas que allí se encuentran. Y que con tantos
rayos, truenos e incendios, a los de la tradición hebrea se les

79
Vicente Romero

olvidó, a pesar de los síntomas volcánicos que se narran en la


Biblia y de los cuales no hay constancia en el Sinaí turístico-
religioso de hoy día.
El monte ardía, Dios hablaba a todos, pero no debía de escu-
charse bien. Por lo cual el pueblo delegó en Moisés:
“Acércate tú a oír todo lo que diga Yahvé nuestro Dios, y luego
nos dirás todo lo que Yahvé nuestro Dios te haya dicho; nosotros lo
escucharemos y lo pondremos en práctica”’ (Dt. 5: 27).
Es la forma democrática de la Biblia, pero al mismo tiempo
encontramos la forma más dictatorial. Aquella que no pierde el
tiempo en elecciones y asambleas, pues Dios elije a su represen-
tante y este, a sus colaboradores para luego formar un Vaticano.
También puede ser una franquicia, como los de Pare de Sufrir
del Brasil.
Por ello, en la Biblia también tenemos esta variación a la
hora de subir Moisés al monte:
“ Yahvé lo llamó desde el monte, y le dijo: Habla así a la casa de
Jacob y anuncia esto a los hijos de Israel...” (Éx. 19:3).
Pero ¿por qué los israelitas no subían al monte Sinaí, ni si-
quiera a pasear? Aquí podríamos considerar dos razones. Una,
porque cuando aparecía Jehová, el monte se ponía a arder: “Cara
a cara os habló Yahvé en la montaña, de en medio del fuego’ (Dt. 5:
4), y al venir sorpresivamente, las ovejas y las personas presentes
en la montaña se chamuscaban, o podían convertirse en carbón.
La otra razón sería porque el mismo Jehová lo había dicho:
“Señala un límite alrededor del monte,[ le dijo a Moisés] y di:
Guardaos de subir al monte o de tocar su falda. Quien toque el monte
morirá” (Éx. 19: 12).
Entre que tenían que esperar a escuchar la trompeta para
poder subir y el miedo a que todo aquello ardiese inesperada-
mente, la prudencia decía que lo mejor era que esa montaña
fuese para Jehová. Los animales, a comer a otro lado. Quebran-

80
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

tar la ley de Jehová era morir ‘apedreado o asaetado, sea hombre o


animal; no quedará con vida’ (Éx. 19: 13). Y ¿qué hacían con el
maná?
Es decir, en el Sinaí era todo puro problema. Dios se acerca
al hombre, pero no tanto como para que todo el mundo lo vea.
Por eso solamente lo podía ver Moisés y, en una ocasión, ‘Aarón,
Nadab y Abihú y setenta ancianos de Israel’ (Éx. 24: 9), que inclu-
so comieron y bebieron.
Según una revelación particular, en un sueño que tuve y
donde se me representó la escena de la comida de Jehová y su
grupo, el menú consistió en paella valenciana o “fideuá”, zu-
mos de maracuyá, lima, papaya o lechosa, también conocida en
Cuba como fruta bomba. El postre era tres leches, mus de fresas
y cuajada de la zona. Todo servido entre plumas celestiales y
alguna de avestruz y pavo real
Pero para complacer también a los que afirman que nadie ha
visto a Jehová, tenemos esta prueba en la Biblia que lo confirma.
En Éxodo, capítulo 33:18-23 se nos dice:
“Entonces Moisés dijo a Yahvé: “Déjame ver tu gloria”. Él le
contestó: “ Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré
delante de ti el nombre de Yahvé; pues concedo mi favor a quien
quiero y tengo misericordia con quien quiero”. Y añadió: “Pero mi
rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida”.
Todo esto parece una broma. Moisés come con Jehová, lo
ve “cara a cara” como habla un hombre con su amigo’ (Éx. 33:11) y
ahora Jehová le sale con esto. Además, el que escribió el Libro
de Deuteronomio, capítulo 34:10, dice:
“No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien
Yahvé trataba cara a cara”.
Y la razón de todo ello es que todos tenemos días buenos y
malos, relajados y con estrés. Días que mejor es no levantarse de
la cama y, otros, que mejor es no meterse en ella. Por eso, Jehová

81
Vicente Romero

tiene lo mismo. Hoy Moisés lo podía ver, y, en los días de estrés,


mejor que se metiera en la hendidura de la roca y que Jehová, con
su tremenda mano, le cubriese la cara (Éx. 33,22). Otra posibili-
dad es que veamos la vena graciosa y juguetona de Jehová que se
inventa un nuevo modelo del juego del escondite, algo así como
¡Escóndete Moisés! ¿Quién soy? No vale, me has visto la mano.
Y Moisés y Jehová rompían el estrés jugando en el monte Sinaí.
En uno de los descansos, Jehová le pidió que le hiciese un ta-
bernáculo o tienda sagrada. Así se evitaría Jehová de pasar frío en
el monte y Moisés, que ya tenía cierta edad, de subir y bajar.
Entre las cosas que le pidió, estaba que le hiciese un arca.
Pero no como la de Noé, sino otro modelo.
En el Libro del Éxodo, capítulo 16:33-34:
“Moisés dijo a Aarón: “Toma una vasija, pon en ella un ómer
lleno de maná, y colócalo ante Yahvé; que se conserve para vuestros
descendientes”. Aarón lo puso ante el Testimonio, conforme había
mandado Yahvé a Moisés, para conservarlo’.
Otro día, cuando ya estaba construida el arca:
“Moisés tomó el Testimonio y lo puso en el arca’ (Éx. 40:20).
Pero se le olvidó poner también el ómer con el maná. Así
pues, cuando los sacerdotes llevaron el arca al Templo, ante
Salomón, pudieron comprobar que “en el arca no había nada más
que las dos tablas de piedra que Moisés depositó” (1R 8:9) Es decir,
el olvido de Moisés, su irresponsabilidad y su mente senil, hizo
que el ómer se perdiese y hoy en día los científicos no puedan
hacer un maná y comercializarlo.
Otro detalle del arca es que Yahvé le dijo a Moisés:
“Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los
dos extremos del propiciatorio’ (Éx 25: 18).
Y que Moisés lo llevó a término:
“Hizo igualmente dos querubines de oro macizo” (Éx. 37: 7).

82
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Mucho oro tenían los egipcios y se lo dieron a los israelitas.


Tuvieron para hacer un becerro de oro y ángeles grandiosos
para el arca. Y, según algunos, para comprar ganado para la
fiesta del Sacerdocio de Aarón.
Quizá no hubiese tanto oro si uno relaciona bien todo. Vea-
mos: Primero se hizo el becerro. Luego, Moisés, con el oro del
becerro que habían hecho, “lo quemó, lo molió, lo esparció en el
agua, y se lo dio a beber a los israelitas” (Éx. 32: 20). Estos fueron
al torrente a defecar, cagar, hacer sus necesidades, depositar sus
excrementos o mierda y allí quedó el oro. Por eso, Moisés, en
Deuteronomio, capítulo 9: 21, pudo decir:
“Lo tomé y lo quemé en el fuego; lo hice pedazos, lo trituré hasta
que quedó reducido a polvo, y tiré el polvo al torrente que baja de la
montaña”.
¡Vaya! Mi aportación tampoco ha sido muy acertada. Hubie-
se sido un ejemplo de reciclaje.
¡Bueno! Fuera como fuese, la cosa es que el oro fue a parar
al torrente. Luego se tomaría de allí y lo reciclarían para los
querubines.
Otro caso no aclarado, es conocer el autor material de quien
hizo y escribió las segundas tablas de la ley. Las primeras “no
hay duda” que las hizo y escribió Jehová, pero ¿y las segundas?
Es decir, las que estaban en el arca, ¿quién las hizo y escribió?
Hacerlas, las hizo Moisés, pues él mismo lo confiesa: “labré
dos tablas de piedra como las primeras y subí a la montaña con las
dos tablas en la mano’ (Dt. 10:3).
El problemita es saber quién escribió las palabras santas en
la piedra por la razón siguiente: Se puede ver en el Libro del
Éxodo, capítulo 34: 28 lo siguiente:
“Moisés estuvo allí con Yahvé cuarenta días y cuarenta noches, sin
comer pan ni beber agua. Y escribió en las tablas las palabras de la
alianza, las diez palabras”.

83
Vicente Romero

Sin embargo, en el Libro del Deuteronomio, capítulo 10:4,


nos cuenta:
“Él [Yahvé x Jehová] escribió en las tablas lo mismo que había
escrito antes, las diez Palabras que Yahvé había dicho en el Monte,
de en medio del fuego, el día de la asamblea y Yahvé me las entregó”.
Por eso, los etíopes que dicen tienen el Arca, no la quieren
enseñar. ¡Qué pena, penita, pena! No poder conocer la letra
de Jehová o de Moisés. ¡Ah! Nadie tuvo la idea de recoger los
pedazos de la primera tabla y guardarlas. Ahora podrían ser
restauradas.
Hay más problemas confusos, por ser contradictorios. Por
ejemplo, ¿dónde se quedaron sin agua para beber los israelitas?,
pues en el Libro del Éxodo, capítulo 17:1 dice que “fue en Refi-
dín”, y en el Libro de los Números, capítulo 20:1-2, dice:
“Los israelitas, toda la comunidad, llegaron al desierto de Sin el
mes primero, y todo el pueblo se quedó en Cades…. No había agua
para la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra
Aarón”.
Vamos a dejarlo para los predicadores televisivos y de iglesias,
para que tengan argumentos para sus reuniones y enseñanzas.
Otra cuestión es ¿de quién fue la idea de mandar exploradores
a Canaán? El libro de Números, capítulo 13:1, dice claramente:
“ Yahvé dijo a Moisés: “Envía algunos hombres, uno por cada
tribu patriarcal, para que exploren la tierra de Canaán que voy a
dar a los israelitas”
Y, por otra parte, en el Libro del Deuteronomio, capítulo
1:22-23, la idea es más democrática, nace del pueblo:
“Pero todos vosotros −dice Moisés− os acercasteis a decirme:
“Enviemos por delante hombres que exploren el país y nos den no-
ticias sobre el camino por donde hemos de subir y sobre las ciudades
en que podemos entrar. Me pareció bien la propuesta y tomé de entre
vosotros doce hombres, uno por tribu”’.

84
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Aquí, podemos observar cómo se identifica Jehová con su


pueblo y el pueblo con Jehová, podría concluir cualquier doc-
tor-predicador, para que la mentira o contradicción quedase
disimulada. Todo viene a depositarse en Moisés, el jefe. Dios
le habla por la noche y el pueblo le ofrece la misma idea por
la mañana. Aplausos, más aplausos, gritos de Jehová diciendo
cuán maravilloso es, y el predicador sigue hablando, bla, bla, bla.
Otro asunto, y por ser el tercero, lo vamos a dejar ahí, sería
conocer dónde cayeron las codornices cuando el pueblo tenía
hambre carnívora, a pesar de tener rebaños que no podían subir
al Monte de Dios.
En el Libro del Éxodo, capítulo 16:1, sucedió al mes y medio
de salir de Egipto, en el desierto de Sin. En el Libro de Núme-
ros, capítulo 11, sucedió en Quibrot Hatavá, es decir, después
de haber estado en el Sinaí. Se hartó Dios de tanta queja de que
no tenían carne para comer, que les mandó codornices un mes
entero.
“Moisés respondió: “El pueblo que va conmigo cuenta 600.000
de a pie, ¿Y tú dices que le darás carne para comer un mes entero?”
(Nm. 11: 21).
Y ¡Vaya con Jehová! Cumplió su promesa. Les dio codorni-
ces hasta que les salieron por las narices. Y allí, en aquel lugar, le
llamaron Quibrot Hatavá porque sepultaron a la muchedumbre
de glotones.
Que sermón más carnívoro y bonito les saldrá a todos esos
farsantes que hablan de la Biblia, pues ya que hablamos de car-
ne y animales, solamente habría que recordar que Jehová quería
sacrificios, y tenían vacas y ovejas. Si les mandó codornices no
fue porque no tenían carne, ya que en Sinaí, Jehová dice:
“Señala un límite alrededor del Monte, y di: Guardaos de subir
al Monte o de tocar su falda. Quién toque el Monte morirá. Nadie

85
Vicente Romero

pondrá la mano sobre el culpable; será apedreado o asaetado, sea


hombre o animal; no quedará con vida” (Ex. 19: 12-13).
¡Vaya, vaya, vaya, con los detalles! Los que escribieron los
cuentos de la Biblia, no los tuvieron en cuenta. Falló coordi-
nación. Dejando estas memeces, y detalles, “sin importancia”,
centremos nuestra mirada y atención en lo fundamental ¿Qué
puede ser fundamental?
La razón por la cual Moisés no entró en la tierra prometida,
eso es lo fundamental. Después de tanto trabajo, Jehová castiga
a un hombre de más de cien años a no poder entrar en la tierra
de promisión.
En el Libro de Números, capítulo 20:12:
“Dijo Yahvé a Moisés y Aarón: “Por no haber confiado en mí y
reconocido mi santidad ante los israelitas, os aseguro que no guiareis
a esta asamblea hasta la tierra que les he dado”.
Aquí, la culpa fue por el propio pecado de Moisés y Aarón.
Sin embargo, en el Libro del Deuteronomio, capítulo 1:37,
Moisés dice:
“Por culpa vuestra, Yahvé se irritó también contra mí y me dijo:
“Tampoco tú entrarás allá”.
Es el truco de la serpiente. Uno le pasa la culpa al otro y, al
final, al gato. Luego, viene la serpiente y se lo come.
Moisés, al fin y al cabo, no sacó el mejor partido al nego-
cio de la religión. Su hermano Aarón, sí. Los descendientes
de Moisés, en tiempos de David son los tesoreros ‘Sebuel, hijo
de Guersón, hijo de Moisés, era tesorero mayor’ (1Cr. 26:24-25).
Tampoco está nada mal.

86
CAPÍTULO IV

EL PROBLEMA DEL MANÁ

Al mes y medio (Éx. 16:1) de salir los israelitas de Egipto,


se habían comido todas las vacas, corderos y reservas alimenti-
cias que habían sacado, pues el faraón les dijo: ‘Tomad también
vuestros rebaños y vuestras vacas, como habéis pedido, y marchad’
(Éx. 12: 32).
Llevaban mucho oro, ‘pues los israelitas actuaron conforme a la
palabra de Moisés y pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos
de oro y vestidos’ (Éx. 12: 35). Tanto oro, que pudieron dárselo a
Aarón, unos meses después, para hacer un becerro de oro:
“Quitad de las orejas los pendientes de oro a vuestras mujeres,
hijos e hijas, y traédmelos”. Todo el pueblo se quitó los pendientes de
oro de las orejas, y los entregó a Aarón’ (Éx. 32: 2-3).
Moisés por su parte, casi al año de lo del maná, también hizo
otra colecta para construir la Tienda de Jehová:
“Venían hombres y mujeres y ofrecían de corazón zarcillos, pen-
dientes, anillos, collares y toda clase de objetos de oro” (Éx. 35: 22).
Otra parte a considerar, o tener muy en cuenta, es que Moi-
sés y Aarón conocían el territorio.
Moisés había estado por allí, se había casado con Séfora (Éx.
18: 2) y había vivido muchos años.
Aarón también conocía la zona. Yahvé x Jehová le había di-
cho: ‘“Vete al desierto al encuentro de Moisés”. Él fue y lo encontró
en el Monte de Dios y lo besó” (Éx. 4: 27).

87
Vicente Romero

¡Ah! También llevaban caballos y carretas (Nm. 7: 3). A los


animales suyos no les atacó la plaga.
Sin embargo, con dinero, joyas y dos guías conocedores del
desierto no son capaces de buscar provisiones, y dejan morir
casi de hambre a los 600.000 hombres de a pie (Éx. 12:37), más
las mujeres y algunos niños.
Total era por no comprar comida, que a una por persona y
por día, eran alrededor de un millón y medio, por redondear.
Por lo tanto, que se cabreasen o enfadasen los israelitas era
muy comprensible.
Ante tal desastre de los organizadores, Jehová viene en su
ayuda:
“Al atardecer comeréis carne y por la mañana os saciareis de pan;
y así sabréis que yo soy Jehová x Yahvé vuestro Dios’ (Éx. 16:12).
De este modo, los israelitas estuvieron comiendo maná
durante cuarenta años a partir de aquel día, hasta un poquito
después de la muerte de Moisés, cuando Josué, junto con los
israelitas en Guilgal, celebraron la pascua en los llanos de Jericó.
Así está escrito en el libro de Josué, capítulo 5: 10-12:
“Al día siguiente de la Pascua comieron ya de los productos del
país… y el maná cesó desde el día siguiente”.
El otro día por la televisión escuché a un pastor, Raúl Jus-
tiniano, que dijo: “Dios se gobierna por Su Palabra”. Es decir,
es un mentiroso, pensé. Y por la noche, un estudiante llamado
Roberto Mencarí, de la universidad evangélica, me trajo un
trabajo para que lo comentáramos. Y entre sus preguntas, había
una que decía, comentan la siguiente idea filosófica: “Dios es el
recurso de los débiles y la excusa de los ignorantes”. ¡Creo que
esto puedo explicarlo!
Veamos en el Libro de Josué, capítulo 12:1-6, el resumen
de las conquistas de Moisés, tierra que dio en propiedad “a los

88
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés”. Es decir, a


dos hijos de Jacob y a mitad de los hijos de José’.
Como esta tierra no era la prometida por Dios a Israel, ¿con
qué derecho se la apropió? Con el derecho de cualquier pueblo
en una guerra, cuando gana al enemigo en la batalla. Esa tierra
es mía.
Los israelitas jugaban en esas conquistas de Moisés con una
ventaja, no necesitaban intendencia. Es decir, no tenían que
preocuparse de la comida, pues tenían a Jehová que les proveía
del maná. Así, tierra que conquistaban, bandera de propiedad
y a por otra.
Donde iba la tropa, iba toda la familia. Por ello, familia unida
es aquella que va siempre junta y reza a Jehová.
Pero hay algunos detalles que no cuadran en el gran cuento
del maná y que el mismo Moisés lo afirma cuando dice:
“Del desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jes-
bón, con estas palabras de paz voy a pasar por tu tierra; seguiré el
camino sin desviarme ni a derecha ni a izquierda. La comida que
coma me la venderás por dinero, el agua que beba me la darás por
dinero, sólo deseo pasar a pie, como me lo han permitido los hijos de
Esaú que habitan en Seir y los moabitas que habitan en Ar, hasta
que cruce el Jordán, para ir hacia la tierra que nos da Yahvé nuestro
Dios” (Dt. 2: 26-29).
Es decir, unas veces tenían maná y otras comían de lo que
compraban. Aquí, ya evitaron los dirigentes las protestas que
hubo cuando salieron de Egipto y no tenían qué comer. Ahora
debían de seguir un plan alimenticio, como algunos hacen con
su dieta para adelgazar. Coma maná seis días y, el séptimo día,
coma lo que quiera. Así era más soportable el insípido maná,
para unos, o el sabor a torta de aceite o miel, para otros.
¡Qué bueno es Jehová! ¡Qué complaciente y cuidadoso! Los
israelitas se enfadaron con Sijón, rey de Jesbón, porque Jehová

89
Vicente Romero

había endurecido su corazón y no quiso hacer negocio con ellos.


Se apoderaron de todo el reino (Dt. 2:30-36), como hacen hoy
en día algunas potencias con otros países, cuando no quieren los
pequeños hacer “negocios con ellos”.
Israel aplicó el anatema divino y destructivo, pero de forma
restringida. Sólo matar a los humanos. Al ganado había que
respetarlo, ya que era una parte para los sacrificios y ofrendas a
Jehová y, la otra, ya uno puede imaginar, o sea para las fiestas.
Como las bombas de nueva generación que matan a los hu-
manos, pero sin destruir edificios y obras de arte que luego son
bienes gananciales por derecho de conquista. Verdaderamente
la Biblia se adelantó a la ciencia, como afirman los Testigos de
Jehová.
Por lo comprobado hasta aquí, se puede afirmar con rotun-
didad que el maná, al menos, algunos días en vida de Moisés,
falló o bien tendrían doble alimentación los israelitas, la comida
celestial del maná y la comida vil que compraban. ¡Es decir,
tenían mucho dinero!
Las quejas en el desierto pudieron ser, entonces, por mala
organización de sus jefes responsables, o por desconocer estos
la cantidad de dinero y joyas que habían estafado los israelitas a
los egipcios, por mandato de Jehová.
¡Jehová fue estafado o engañado por los israelitas! Esto es
verídico y está comprobado. Y es que entre estafadores no hay
honradez ni confianza.
No solamente el maná era la única alimentación para Israel.
Esto es un cuento mal predicado por los que leen la Biblia, la
escriben y hacen creer a los niños, a los sencillos y a los igno-
rantes y que va en detrimento de los consumidores de carne
y de los que negocian con ella, desde los ganaderos hasta los
carniceros, vendedores o expendedores.

90
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Aquí presento la otra parte del menú de los israelitas durante


toda su trayectoria en el desierto y llegada al Jordán: La carne.
“Llevaban un mes y medio de salida de Egipto y faltaba todavía
otro mes y medio para llegar al Sinaí” (Éx. 16:1 y 19:1) y los is-
raelitas engañaron a Dios, al hacerle creer en su manifestación
y protesta contra Moisés, que se morían de hambre. Este picó,
cayó en la trampa y tuvo que intervenir.
Yahvé x Jehová dijo a Moisés: “He oído las murmuraciones de
los israelitas. Diles: Al atardecer comeréis carne” (Éx. 16: 11-13).
Por la tarde, en efecto, vinieron las codornices y cubrieron
primero el cielo y luego, el campamento.
Al año y pico, en Quibrot Hatavá, los israelitas se habían
cansado del maná y de la carne de cordero y de vaca. Les vino
el regusto por la carne que vuela y empezaron a quejarse de no
comer este alimento.
Aquí hubo un desencuentro entre la opinión de Jehová y de
Moisés, o, al menos, entre los traductores de las Biblias. Estas
son las pruebas: Números, capítulo 11:10:
“Moisés oyó llorar al pueblo, a todas sus familias, cada uno a la
puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahvé. A Moisés le
pareció mal”.
“Oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la
puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera;
también le pareció mal a Moisés’.
“Moisés llegó a oír al pueblo llorando en sus familias, cada hombre
a la entrada de su tienda. Y la cólera de Jehová empezó a extenderse
en gran manera, y aquello fue malo a los ojos de Moisés”.
Cada uno que lo vea a su manera. Bueno, la cosa es que
Jehová les mandó codornices. Dos días y medio recogiendo
codornices y un mes comiéndoselas. Al final, una muchedum-
bre de glotones fueron enterrados (Nm. 11: 18-23, 31-34).

91
Vicente Romero

Desde entonces ya no quisieron más codornices en los años


siguientes. Aquella generación y la siguiente, al oír la palabra
codorniz les producía náuseas. Las codornices aprovecharon
esta situación para reproducirse con la bajada de pedido que se
había producido por parte de Israel. Fueron años de gracia para
las codornices.
¿Es verdad que estuvieron los israelitas cuarenta años co-
miendo maná? La verdad es que no. El maná, como todo ali-
mento, no llevaba las calorías, minerales y vitaminas necesarias
para una buena alimentación completa.
Por ello, los israelitas se quejaban a Moisés: “Nos encontramos
débiles. No hay de nada. No vemos más que el maná” (Num. 11:6).
Después de estas quejas, parece que en el cielo mejoraron
su calidad. Así pasó en el Salmo 77 o 78, según que Biblia se
lea, “a ser pan de nobles, pan mismo de poderosos o pan de los
fuertes”.
¡Dios es clemente y compasivo! Y, a veces, se hace el tonto.
Por ello, les dejó hacer alguna que otra trampa con la alimenta-
ción, pero, eso sí, tenían que tener en cuenta lo que les mandó a
cumplir en el Levítico, capítulo 17:1-6:
“ Yahvé x Jehová habló así a Moisés: “Di a Aarón y sus hijos, y a
todos los israelitas: Ésta es la orden de Yahvé: Cualquier hombre de
la casa de Israel que mate buey, oveja o cabra dentro del campamento
o fuera del mismo, y no los lleve a la entrada de la Tienda del En-
cuentro, para presentarlos como ofrenda a Yahvé ante su Morada,
será considerado reo de sangre. Tal hombre ha derramado sangre y
será excluido de su pueblo; a fin de que los israelitas presenten en ho-
nor de Yahvé al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro,
aquellas víctimas que inmolan en el campo, para que se ofrezcan
como sacrificios de comunión. El sacerdote derramará la sangre sobre
el altar de Yahvé x Jehová, a la entrada de la Tienda del Encuentro,
y quemará las grasas como calmante aroma para Yahvé”’.

92
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

A Él, junto a su corte celestial, tampoco le gustaba el insípi-


do maná. “Aunque otras veces tenía sabor parecido al de una torta
de aceite’ (Nm 11:8), “y otras sabor a torta de miel’ (Éx. 16:31).
Como siempre, todo depende del que escribe la historia y sus
gustos. Al menos quería comerlo con el aroma de las grasas
de los animales y eso le calmaba un tiempo. Dios también se
cansaría de tanto olor y de tanto calmante. Pero eso ya sería
otro capítulo que no vamos a ver. ¡Que lo estudien los teólogos!
Creemos haber demostrado científicamente, en base a la
propia Biblia, que lo que cuentan de la alimentación de los is-
raelitas en los libros para los niños y en sus prédicas los pastores,
es falso por omitir esta parte de la alimentación a base de carnes
de vaca, oveja, etc.
Además, si no tenían vacas y ovejas los israelitas, ¿cómo iban
a celebrar su pascua sagrada? ¿Iban a estar cuarenta años sin
cumplir el mandato de Jehová?
Se mire por donde se mire, la carne siempre estuvo presente
en el pueblo de Israel. A Jehová no le faltaron nunca sus sa-
crificios. Se enojaba mucho con ello. Ahora ha cambiado de
gusto Jehová, pues al igual que las personas después de varios
empachos, uno llega aborrecer aquello que tanto le gustaba.
Al menos, eso me sucedió a mí cuando estudiaba en el Semi-
nario de Godella, con los Terciarios Capuchinos o Amigonia-
nos. Mi madre un día me envió turrón de coco, y me preguntó
si me gustaba. Al decirle que sí, todas las semanas recibí turrón
de coco. Al poco tiempo, metía la mano en el saco de la ropa
cuando lo recibía. Sacaba el turrón y se lo regalaba a mis com-
pañeros. Estuve muchos años sintiendo náuseas cada vez que
escuchaba hablar del turrón de coco o con sólo verlo.
Aquí solamente nos guiamos por las cosas comprobables y
científicas. El que quiera creer que crea. Por eso los políticos nos
han dado libertad para ello, aunque unos dirán sus argumentos
basados en la Biblia.

93
Vicente Romero

Lo importante es que cada uno crea lo que mejor le con-


venga, y para ello nada mejor que la libertad de culto que es lo
mismo que decir libertad para los estafadores que viven de la
religión.
En aras de la ciencia, se tiene que destacar que Moisés, o
aquellos que escribieron los textos sagrados, tuvieron un acci-
dente causado por el viento, la mano de algún niño juguetón
que andaba por sus estancias, las plumas del Espíritu Santo u
otra circunstancia desconocida. Pues después del capítulo 16,
del Libro del Éxodo, que describe el maná milagroso, y pan del
cielo enviado por Dios por su bondad, cariño y misericordia
con su desagradecido pueblo, a continuación viene el milagro
del agua, ante la queja del pueblo sediento a Moisés:
“¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a noso-
tros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” (Éx. 17:3).
Por lo cual, ¿para qué el maná si tenían ganados? Para cua-
drar las historias existen alternativas, como retocar el lugar
donde acontecieron tan portentosos milagros y donde sucedió
lo del maná, colocar el del agua y viceversa. Suprimir las pa-
labras “nuestros ganados” en la historia del agua. Todo esto es
un aporte para una próxima revisión de la Biblia de parte de la
unión de todas las iglesias, para hacer más creíble los cuentos.
Pero como al que cree, se le carcome la razón, luego, en el
Libro de los Números, aparece otra vez el milagro del agua en
el desierto de Sin, en Cades:
“…Y Moisés alzó la mano y golpeó la peña con su vara dos veces.
El agua brotó en abundancia, y bebió la comunidad y su ganado”.
Así pues, estamos seguros de que había ganado. Entonces,
¿para qué el maná?
En los cuentos, todo es posible. Y en los cuentos sagrados,
mucho más.

94
CAPÍTULO V

EL HERMANO DE MOISÉS

Como ya pudimos comprobar con Moisés, que por los datos


que ofrece la Biblia es imposible situar la fecha y tiempo que
estuvo Israel en Egipto, tampoco podemos situar el nacimiento
de Aarón respecto al faraón que reinaba. Solamente nos refiere
que nació tres años antes que Moisés y que su hermana se lla-
maba Miriam.
Vivió Aarón 123 años y se casó con Isabel. Al parecer, tuvo
los hijos o prole mucho antes que Moisés.
Al año de salir de Egipto, sus cuatro hijos Nadab, Abihú,
Eleazar e Itamar, ya eran mayores. Él vivió en Egipto 83 años.
Si el nacimiento es imposible situar en un momento histórico
y se pierde en la nebulosa de la historia o cuento, la muerte del
personaje es todavía más pintoresca, ya que tiene dos muertes y
dos enterramientos.
El libro del Deuteronomio, capítulo10:6 nos cuenta uno de
sus pasajes:
“Los Israelitas partieron de los pozos de Bené Yaacán, hacia Mo-
será. Allí murió Aarón y allí fue enterrado. Le sucedió en el sacerdo-
cio su hijo Eleazar’.
El libro de los Números, capítulo 33:37-39, nos dice que:
“Partieron de Cades y acamparon en el monte Hor, en la frontera
del país de Edom. El sacerdote Aarón subió al monte de Hor, según
la orden de Yahvé y murió allí el año cuarenta de la salida de los

95
Vicente Romero

israelitas de Egipto, el mes quinto el primero del mes. Tenía Aarón


ciento veintitrés años cuando murió en el monte Hor”.
Aquí tenemos tres infracciones de Jehová referidas a la vida
de Aarón. La primera, que vive más de ciento veinte años, con-
tradiciéndose en lo que se dice en el Libro del Génesis, capítulo
6:3 “…que sus días sean ciento veinte años’. La segunda, que mue-
re dos veces, lo mismo que Lázaro. Y la tercera, que sabe el día
y la hora que va a morir.
Su hermano Moisés, unos meses más tarde, también falleció,
como lo cuenta el Libro del Deuteronomio, capítulo 34: 1,5-7:
“Moisés subió de las Estepas de Moab al monte Nebo, a la cumbre
del Pisgá, frente a Jericó, y Yahvé x Jehová le mostró la tierra entera:
de Galaad hasta Dan.
“Allí murió Moisés, siervo de Yahvé, en el país de Moab, como
había dispuesto Yahvé. Lo enterró en el Valle, en el País de Moab,
frente a Bet Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su tumba. Tenía
Moisés ciento veinte años cuando murió”.
A cambio de las dos tumbas de Aarón, Moisés no tiene ni
una donde ponerle flores o piedras.
¡Claro! Tuvo el privilegio que lo enterró el mismo Jehová. Y
lo que Él hace, parece que todo es muy misterioso.
El pobre Moisés tuvo, en sus últimos meses, una vida muy
ajetreada. Conquista tras conquista, viaje tras viaje. Según el
libro de Números, Moisés pasó y ‘Acampó en Jor - Haguidgad
x Gidgad - Yotbá - Abroná - Esión -Guéber- Cadés - Monte Hor
- Salmoná - Punón - Obot - Abarín - Dibón Gad - Almón Dibla-
táin - Montes Abarín - Estepas de Moab” (33: 33-49).
Como Aarón murió a los cuarenta años de la salida de Egip-
to y Moisés también, quiere decir que se llevaron solamente
unos meses. Y según en qué mes lo situemos a Aarón, las etapas
de Moisés son más rápidas o menos.

96
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Pero todavía sigue siendo una buena paliza para un viejecito


de ciento veinte años. Aquí Jehová x Yahvé sí que comenzó a
tomarse en serio su promesa del Libro del Génesis capítulo 6:3:
“No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque
no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años”. Cosa que
no tuvo en cuenta para los antepasados de su familia, hermano,
padre, abuelo y bisabuelo Leví.
Dios pone las leyes para quebrantarlas, Él primero. La gene-
rosidad de Dios es infinita. Por eso luego pasa lo que pasa.
La vida de Aarón aparece como la sombra de su hermano
Moisés en la Biblia. Pero si uno analiza detalladamente los
encuentros que nos narran, puede detectarse muy sutilmente
cómo Aarón va minando el poder de su hermano, hasta quedar
el poder en su familia.
En nuestras mentes, quizá podamos tener la historia de
Moisés en la que se le aparece Dios y le revela su nombre, en el
Sinai x Horeb (Ex. 3).
Los Israelitas no conocen el nombre de Dios. Todavía no
habían escrito el libro del Génesis, por lo tanto no podían
conocer los cuentos que allí se iban a narrar. No sabían que
Abrahán, Isaac y Jacob ya conocían el nombre de Yahvé x Jehová
(Gn. 15: 2; 49,18).
Cuando uno de los sobrinos lejanos de Moisés escribe el
libro del Éxodo y hace pasar por autor a su tío Moisés, le hace
decir a su personaje principal:
“Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob, como El Sadday (Dios
todopoderoso u omnipotente); pero mi nombre de Yahvé x Jehová
no se lo di a conocer” (Éx. 6: 3).
Con lo cual dejaban en mal lugar a Moisés, pues después en
el libro del Génesis, capítulo 4: 26, que se lo atribuyen a éste,
escribieron:

97
Vicente Romero

“También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enós.


Este fue el primero en invocar el nombre de Yahvé x Jehová”.
Con una familia así, ¿para qué tener enemigos?
Pero sigamos ahora con el primer encuentro sagrado entre
los hermanos Aarón y Moisés después de que Moisés se fue al
desierto, huyendo del faraón, según la Biblia.
En el Libro del Éxodo, capítulo 4: 14.18.20 consta:
“Entonces se encendió la ira de Yahvé x Jehová contra Moisés, y le
dijo: “¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien;
además, va a salir a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón”.
Moisés regresó a casa de su suegro Jetró y tomó a su mujer y
a su hijo, los montó en el asno y volvió al país de Egipto. Otras
fuentes bíblicas nos hablan de hijos.
Aquí, aparte de que luego el evangelista Mateo (2:13) tome
esta escena para su cuento de la huida de Jesús a Egipto, vemos
que Aarón no va con ellos.
Pero, ¿por qué iba a ir con ellos?
Aquí viene cómo le van minando la familia de Aarón, el
prestigio a Moisés:
“ Yahvé x Jehová, dijo Aarón: “Vete al desierto al encuentro de
Moisés”. Él fue y lo encontró en el monte de Dios y lo besó” (Éx. 4:
27)
Por lo cual, para que sean lógicas las narraciones y, adelan-
tándonos a los ancianos- cardenales de New York, podemos
suponer que Moisés vivía más allá del monte Sinaí. Es decir,
salió de Egipto, llegó al Sinaí y su suegro vivía todavía unos
kilómetros más allá.
Así Yahvé x Jehová se le aparece a Moisés en el Sinaí y éste
se va a casa de su suegro, y, cuando vuelve a pasar por el Sinaí,
se encuentra con Aarón.

98
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Luego que no digan que los de Egipto los tenían como


esclavos, pues Aarón estaba libre para hacer excursiones; pues
sabía dónde estaba el Sinaí y estaba fuerte para trabajar.
Moisés tuvo que ir al Sinaí para que Dios se le apareciese.
Mientras que Aarón se le aparece desde las comodidades de
Egipto. Es decir, Aarón sufre menos y, encima, se le aparece
Jehová. Eso sí, luego Moisés le tiene que contar el cuento de
que él sea su intérprete.
¡Qué cosas hace Jehová! Podía haber aprovechado su visita
Aarón y haberle comunicado todo esto, y no hacerle pasar a su
hermano Moisés un mal rato de tartaja o tartamudo.
Y llegaron a Egipto. Comienza otra manipulación. Jehová le
ha dicho a Moisés:
“Tú irás con los ancianos de Israel donde el rey de Egipto y le
diréis: Yahvé, el Dios de los hebreos, se nos ha aparecido; y ahora
tenemos que hacer un viaje durante tres días para el desierto, para
ofrecer sacrificios a Yahvé, nuestro Dios” (Éx. 3: 18).
En algún momento, Jehová debió cambiar de opinión o
Moisés y Aarón cambiaron la voluntad de Jehová, pues sola-
mente se presentaron Moisés y Aarón al faraón y le dijeron:
“Así dice Yahvé, el Dios de Israel: “Deja salir a mi pueblo para que
celebre fiesta en mi honor en el desierto”’ (Éx. 5: 1).
En la diplomacia, la mentira y la manipulación tienen su
importancia, al decir las verdades a medias. Jehová es el primero
en usar tal artimaña. Por eso saben tanto de esta cuestión los
que hablan en su hombre. La intención y el propósito firme de
Jehová eran:
“He decidido sacaros de la aflicción de Egipto y llevaros al país de
los cananeos, los hititas, los amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos, a
una tierra que mana leche y miel’ (Éx. 3: 17).
Sin embargo, Jehová le enseña a Moisés y Aarón a decir
mentiras.

99
Vicente Romero

Pero como eso no puede ser, digamos que Aarón cambia las
cosas. Es el intérprete, por ello dice:
“El Dios de los hebreos se nos ha aparecido; permite, pues, que
hagamos un viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios a
Yahvé x Jehová, nuestro Dios, si no nos castigará con peste o espada”
(Éx. 5: 3).
El Faraón, al ver sus intenciones manipuladoras, se enojó.
Entonces, le vino a Jehová a la memoria la alianza que había
hecho con los antepasados de aquel pueblo y le manda decir a
Moisés:
“Por eso, di a los israelitas: Yo soy Yahvé. Yo os sacaré de los duros
trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os redimiré con
brazo tenso y juicios solemnes” (Éx. 6: 6).
Yahvé x Jehová dijo también a Moisés:
“Mira yo te hago un dios para el faraón, y tu hermano Aarón será
tu profeta; tú le dirás cuanto yo te mande” (Éx. 7: 1-2).
Esto no debió agradar a Aarón y, a base de mucha insisten-
cia, le sacó a Moisés más poder para él. Esto es demostrable con
la cuestión del cayado y de las plagas.
Moisés recibió en el Horeb o Sinaí, que su cayado hiciese
prodigios. Se convertía en serpiente. Era la prueba para que
creyesen en él:
“Mira que no me creerán ni me harán caso, pues dirán: “No se te
ha aparecido Yahvé”. Entonces Yahvé le preguntó: “¿Qué tienes en tu
mano?” “Un cayado”, respondió él.
“ Yahvé le dijo “Tíralo al suelo”.
“Él lo tiró al suelo y se convirtió en una serpiente.
“Toma este cayado en tu mano, porque con él has de hacer prodi-
gios”’ (Éx. 4: 1-3.17).
Ante la rebeldía de Aarón, por su poco cargo o poder y li-
mitarse a ser mediador o intérprete de Moisés ante el faraón o

100
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

el pueblo, Jehová le aumenta su poder, haciendo que su cayado


también haga prodigios:
“ Yahvé dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando el faraón os pida algún
prodigio, dirás a Aarón: Toma tu cayado y tíralo delante del faraón,
y se convertirá en serpiente” (Éx. 7: 8).
Es decir, Jehová no tenía las cosas claras desde el comienzo
con Moisés y su cayado. Ahora ya, con el de Aarón, podía hacer
más cosas. Por eso en la primera plaga ya vemos cierta confu-
sión por culpa de los cayados.
Yahvé dijo a Moisés:
“Preséntate al faraón por la mañana cuando vaya hacia el Río.
Espéralo a la orilla del Río, llevando en tu mano el cayado que se
convirtió en serpiente” (Éx. 7: 15).
Aquí, Moisés le pidió una aclaración a Jehová. El inspirado
autor sagrado no la anotó. Moisés le preguntó a Jehová: ¿Qué
bastón es? Porque el mío se convierte en serpiente y el de Aa-
rón, también.
Jehová se dio cuenta que contaba con dos bastones prodigio-
sos y se le había olvidado. Por ello, Yahvé dijo a Moisés:
“Di a Aarón: Toma tu cayado y extiende tu mano sobre las
aguas de Egipto, sobre sus canales, sus ríos, sus lagunas y sobre
todas las cisternas, y se convertirán en sangre; y habrá sangre en
todo el país de Egipto, en los recipientes de madera y en los de
piedra”’ (Éx. 7: 19).
Con estas palabras ya se tenía ensangrentado a todo Egipto,
es de suponer que eso no afectaba al territorio semiautonómico
de Israel en Egipto. ¡Pero no! A ellos también les afectó en las
tres primeras plagas.
Aquí hay una tremenda manipulación del autor sagrado,
cuando dice: ‘Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus
encantamientos” (Éx. 7:22).

101
Vicente Romero

¡No, señores! Los magos de Egipto hicieron triple trabajo.


En primer lugar, tuvieron que convertir la sangre en agua. Lue-
go, convirtieron el agua en sangre. Y, por último, nuevamente
convirtieron la sangre en agua.
¡Loado sea Jehová que es tan imparcial!
En la segunda plaga, vuelve a usarse el cayado de Aarón:
“ Yahvé dijo a Moisés: “Di a Aarón: Extiende tu mano con tu ca-
yado sobre los canales, sobre los ríos y sobre las lagunas, y haz saltar
las ranas por todo el país de Egipto” (Éx. 8: 1).
“Pero los magos hicieron lo mismo” (Éx. 8:3).
Otro detalle que se le escapó al autor inspirado, o a Moisés,
fue cuando lo escribió, ya que las ranas de Aarón eran verdes y
la de los magos, grises. Así los egipcios y los israelitas podían
saber quiénes eran los autores de tales prodigios.
El Faraón, hombre poco inteligente para eso, era de Egipto.
En vez de mandar desaparecer las ranas a los magos, éstos las
multiplicaron. ¡Claro! Podía tener una intención escondida,
tener carne de rana para comer mucho tiempo los egipcios e
israelitas y venderla también a los países vecinos.
Por eso, posiblemente, Jehová, para que no se beneficiare el
faraón, las hizo desaparecer rápidamente.
El tercer uso del bastón de Aarón, sirvió para aumentar los
mosquitos. Hicieron tantos mosquitos y de tanta variedad, que
hasta los magos no pudieron hacer más. “ Y reconocieron que era
el dedo de Dios” (Éx. 8: 15). Por ello, ahora, en los países pobres,
tenemos el dengue, la malaria y otras enfermedades, que nos
recuerdan los mosquitos divinos de Egipto y el poder de Jeho-
vá. La canción “no me piques, mosquito” debería ser cantada en
las iglesias.
Como los bastones de Aarón y de Moisés ya no existen, pues
los enterraron con ellos. Tendrá que ser la ciencia quien solu-
cione este problema divino.

102
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Jehová solamente interviene ahora por medio de sus pas-


tores. Cuando por ello se mueren niños, ancianos y jóvenes, se
transmiten las palabras consoladoras “Era la voluntad de Dios”.
Él sabe por qué hace las cosas. La ciencia un día nos ayudará a
terminar con esta plaga.
Es que la religión derrocha simpatía a veces por la ciencia,
cuando muchas veces ha sido ella la causante de tantos males,
por ir contra esta.
En la cuarta plaga, ya oficialmente le transmite al faraón esta
división de los efectos de las plagas. A los egipcios les afectará.
A los Israelitas, no. Por lo cual podemos deducir lo siguiente:
Que la vara de Aarón era universal y no partidista.
Que Jehová es lelo a la hora de pensar.
Que con las plagas para todos los suyos, blasfemaron del tal
Jehová, pues de momento su dios les había traído más proble-
mas y eso no era políticamente correcto. Pero este punto los
inspirados lo olvidaron hacerlo constatar en el libro sagrado.
De ahora en adelante, la vara de Aarón descansará y no hará
más prodigios.
A uno le viene el siguiente pensamiento:
¿Por qué en el desierto, Jehová no usó esta vara de Aarón
y, una vez convertida en serpiente, la puso en el madero para
que todos los que la mirasen se curasen? Le hubiera dado más
rendimiento a la vara y menos trabajo, al tener que hacer una de
bronce en un desierto.
¡A veces hay que sugerirle ideas a Jehová! Él tiene mucho
trabajo y no puede estar en todo.
En la cuarta plaga, acude sólo Moisés al río a ver al faraón y
le dice:
“Las casas de los egipcios y las tierras donde habitan se llenarán
de tábanos. Pero exceptuaré ese día la región de Gosen, donde habita

103
Vicente Romero

mi pueblo, para que no haya allí tábanos, a fin de que sepas que yo
soy Yahvé en medio del país” (Éx. 8:17-18).
Eran unos tábanos inteligentes, o Yahvé x Jehová había pues-
to una mampara o cápsula en Gosen.
Los israelitas sí estaban contentos ahora. No podían ir a
trabajar. Al mismo tiempo, eran conscientes que fundaban una
autonomía y un Vaticano. Ahora sí que Jehová era un auténtico
Dios de Israel. Ya había aprendido a dominar su poder y distin-
guir a los buenos de los malos.
El faraón vuelve a tener el corazón duro. Jehová lo quería así.
Él tenía que mostrar su poder (Éx. 3:20) con la vara de Moisés,
que apenas comenzaba a ejercitarse.
Moisés rogó a Yahvé, ¿para qué? Para poder hacer prácticas
con su vara: “ Yahvé hizo lo que Moisés pedía, y alejó los tábanos
del faraón” (Ex. 8:27).
Hay que hacer notar, en defensa de la verdad, que la vara de
Moisés, en estos casos, solamente le servía para poyarse. No la
tuvo que mover de su mano. La de Aarón, sí. Los autores de
películas no son expertos en la Biblia y muchas veces usaron la
vara de Moisés. ¡Graso error! Se confunde a la gente y no se les
hace distinguir la verdad de la mentira.
En la quinta plaga, viene el problema de las vacas o bestias:
“Al día siguiente cumplió Yahvé su palabra y murió todo el gana-
do de Egipto; mas del ganado de los israelitas no murió ni una res”
(Éx. 9:6) Pero no salieron los israelitas de su autonomía.
En la siguiente plaga, la sexta, Moisés y Aarón “tomaron pues
hollín de horno y presentándose ante el faraón, Moisés lo echó al aire,
como lo había ordenado Yahvé x Jehová, produciendo en hombres
y animales úlceras con secreción de pus” (Ex. 9:10).
Aquí, cuando dice animales, debería referirse a conejos, ga-
tos, perros, gallinas pues las bestias ya estaban muertas de la
plaga anterior.

104
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Es sabido que el faraón tenía el corazón duro, más que duro,


durísimo. Jehová se lo había puesto así por el interés que tenía
de demostrar su poder a los autónomos de Gosen o Vaticano
incipiente.
La séptima plaga es el granizo. Moisés, por aquello de “quien
avisa no es traidor” le dice al faraón:
“Ahora, pues, manda recoger tu ganado y cuanto tienes en el cam-
po. Sobre todos los hombres y animales que se hallen en el campo y
no sean recogidos en casa, caerá el granizo y los matará” (Éx. 9:19).
¿Qué habían hecho los egipcios para volver a tener ganado?
Pues en la quinta plaga lo mató todo.
¡Qué bueno es Jehová! Mientras dormían los egipcios, les
puso ganado en los campos. Era una estratagema para llevarlos
a su territorio de creyentes. Zanahoria y palo.
También se podría pensar que las plagas las dictó mal Jehová
o Moisés, ya viejo, al escribirlas puso la séptima en vez de la
quinta, pues así ya la cosa cuadra mejor.
Pero, ¿cómo vuelven a aparecer los animales en la plaga dé-
cima?:
“A media noche, Yahvé hirió a todos los primogénitos del país de
Egipto, desde el primogénito del faraón, que se sienta en el trono,
hasta el primogénito del preso, que está en la cárcel, y todos los pri-
mogénitos de los animales” (Éx. 12:29).
Cuando, en la quinta plaga dice ganado, no sabemos si in-
cluye a los caballos, pues a la hora de arrepentirse el Faraón,
de haber dejado salir a los israelitas, su ejército tenía caballos:
“Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, mon-
tados por sus combatientes” (Éx. 14: 7).
Con lo cual, para no dejar mal a la Biblia y sus plagas, tenemos
que afirmar o deducir lo siguiente: Jehová mató a los animales,
bestias, vacas y caballos, y luego se las devolvía, resucitándolas,
para los propósitos de su siguiente plaga.

105
Vicente Romero

La otra solución a este problema sería creer que la ciencia en


Egipto, había descubierto ya la clonación.
Jehová mataba y el Faraón clonaba. Es la mejor teoría para
poder compaginar ciencia y religión.
Hablar de Aarón y no hablar de las vacas es imposible. Su
existencia y la misión de su vida será el ser elegido matarife
del ganado de Jehová, pero con comisión y grandes beneficios.
¡Jehová es generoso y espléndido!
Al año de estar fuera de Egipto y, encontrándose en el Sinaí,
Jehová ya tenía su Tienda y estaba todo preparado para recibir
“un manjar abrasado de calmante aroma” (Lv. 1: 9).
Al igual que otros dioses, Jehová también quiso tener su séqui-
to. Es decir, los que trabajarían para él de forma más asidua. No
quería espontáneos que le molestasen con sus sacrificios, a horas
intempestivas y en horas de descanso. Como le sucedió con los
jóvenes “inexpertos” ”que ofrecieron holocaustos e inmolaron novillos
como sacrificios de comunión para Yahvé” (Éx. 24: 5). No tenían
técnica y fue un desastre. Por lo cual, Yahvé x Jehová, le pidió a
Moisés que no volviera mandar a espontáneos y que encargara a
Aarón, con sus hijos, para que ejercieran el sacerdocio de la nueva
religión. Posiblemente, Jetró también les enseñó su técnica.
Jehová se preocupó de todos los detalles y les puso su uni-
forme, según el periodista del Levítico, capítulo 8: 6-9 nos dejó
escrito:
“Moisés mandó entonces que se acercaran Aarón y sus hijos y los
lavó con agua. Le impuso a Aarón la túnica y se la ciñó con la faja;
lo vistió con el manto y le puso encima el efod, y se lo ciñó atándoselo
con la cinta del mismo efod. Luego, le impuso el pectoral, en el que
depositó el urím y el tumim. Colocó la tiara sobre su cabeza y puso en
su parte delantera la lámina de oro, la diadema santa, como Yahvé
había mandado a Moisés”.
No todos los israelitas creyeron que Jehová había elegido a
Aarón. Algunos mal pensados creían que la familia de Moisés

106
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

estaba acaparando mucho poder, pues aparte de Moisés y Aa-


rón, también su hermana mayor, María, era profetisa, aunque
con defectos “María habló con Aarón contra Moisés a propósito
de la mujer cusita que había tomado por esposa” (Nm. 12:1). Pero
Jehová la castigó. Eso de criticarse entre profetas no debió de
ser del agrado de Yahvé. Era una contradicción: Yahvé contra
Yahvé.
Aarón, sacerdote supremo, los levitas, sus hermanos de tribu
y sus servidores, demasiado poder en pocas manos, pensaron
algunos. Jehová tenía que ser diferente a los falsos dioses y tenía
que organizar más democráticamente la cosa.
Así lo debieron de pensar Coré, de la tribu de Leví, y Datán
y Abirón, junto con On, hijo de Pélez, de la tribu de Rubén,
junto con doscientos cincuenta israelitas, príncipes de la comu-
nidad, distinguidos en la asamblea y personajes famosos, pues:
“se amotinaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: “Esto ya pasa de
la raya. Toda la comunidad entera, todos están consagrados y Yahvé
está en medio de ellos. ¿Por qué, pues, os encumbráis por encima de
la asamblea de Yahvé?” (Nm. 16: 3).
Estos eran los que se creyeron que Jehová había elegido un
pueblo de sacerdotes (Éx. 19: 6). Pero no sabían que Jehová
cambia de opinión. Por ello, “la tierra abrió su boca y se los tragó,
con todas sus familias, así como a todos los hombres de Coré, con todos
sus bienes. Bajaron vivos al Seol con todo lo que tenían. Las cubrió
la tierra y desaparecieron de la asamblea” (Nm. 16: 32-33).
Y es que cuando Jehová cambia de opinión, lo hace y no le
importa lo que antes dijo. También es que, cuando cambia de
opinión, favorece a unos en vez de a otros. Por ello, siempre hay
descontentos y luego hacen sus propias sectas.
Como ahora se ha civilizado más Jehová, no envía castigo
tan drástico ni partidista. Hay inundaciones y terremotos para
los que creen en Jehová, Alá u otros dioses. Hay terremotos en
Japón que, a pesar de ser más fuertes, no hacen tanto daño como

107
Vicente Romero

en Nicaragua, Haití o México. Manda sequías a África y quema


bosques en Rusia. Ahora el Dios único es más democrático, al
menos a la hora de castigar. Aunque algunos ateos digan que es
por culpa del medio ambiente.
Si Dios no nos castiga, ¿con qué se va a divertir? Si no casti-
ga, ¿cómo va a demostrar ser todopoderoso y misericordioso? Si
no castiga, ¿cómo van aprender los hombres a tratar a sus hijos?
Pero no cabe tampoco duda que los hijos de Coré, por ser
del séquito aunque protestantes, encontraron una salida antes
de llegar al Seol. Igual que hicieron los personajes de Julio Ver-
ne en su viaje al centro de la tierra. Lo cuenta otro periodista
del libro de Números, capítulo 26: 11: “Pero los hijos de Coré no
murieron”.
Julio Verne, el mayor productor de ciencia-ficción de su épo-
ca, encontró la salida del centro de la tierra. Un judío, hebreo o
israelita, también habría encontrado mucho antes la salida del
Seol (del infierno), desacreditando así la parábola de Jesucristo
del rico Epulón y Lázaro.
Una vez solucionado este problema protestante, habló Yahvé
a Moisés:
“El sacerdote quemará la grasa sobre el altar; el pecho será para
Aarón y sus hijos. Reservaréis también al sacerdote, como tributo,
la pierna derecha de vuestros sacrificios de comunión. Esta pierna
derecha pertenecerá a aquel de los hijos de Aarón que haya ofrecido
la sangre y la grasa de los sacrificios de comunión. Es un decreto
perpetuo” (Lv. 7: 31-33).
“Dijo Yahvé x Jehová a Aarón: “ Yo te doy el ministerio de lo que
se reserva para mí. Todo lo consagrado por los israelitas te lo doy a ti
y a tus hijos, como porción tuya, por decreto perpetuo” (Nm. 18: 8).
Yahvé x Jehová se preocupaba por Aarón y su negocio, así le
dijo a Moisés:

108
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

“Di a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas: Esta es la orden


de Yahvé x Jehová. Cualquier hombre de la casa de Israel que mate
buey, oveja o cabra dentro del campamento o fuera del mismo, y no
los lleve a la entrada de la Tienda del Encuentro, para presentarlos
como ofrenda a Yahvé x Jehová ante su Morada, será considerado
reo de sangre’”.(Lev 17:1-4)
El problema de todo esto es que no nos dice la Biblia cómo
combinaron los israelitas: El pasar hambre, teniendo rebaños.
El comer maná insípido, o con sabor a torta de miel u otro
sabor, con los rebaños para los sacrificios de Jehová. Por eso,
hemos intentado explicarlo nosotros en el capítulo anterior.
Aquí lo importante a destacar, es que Dios no cumple sus
promesas. Les da un decreto perpetuo a unos señores que ahora
ya no tienen ese oficio. Eso, por evidencia, debe quedar claro.
Le suplieron los rabinos.
El gran pecado cometido por Aarón y conocido por todo el
ambiente que lee la Biblia, es que fabricó un becerro de oro. Así
cuenta la Biblia tal acontecimiento:
“Al ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se reu-
nió en torno a Aarón y le dijo: “Anda, haznos un dios...”.
“Aarón les respondió: “Quitad de las orejas los pendientes de oro
de vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos”. Todo el pueblo se
quitó los pendientes de oro de las orejas, y los entregó a Aarón. Él
los tomó de sus manos, los fundió en un molde e hizo un becerro de
fundición” (Éx. 32:1-4).
Siempre tuve la preocupación de encontrar cómo Aarón
pudo hacer un molde y hacer una fundición en medio del de-
sierto. Pero un día, Dios iluminó mis ojos y mi mente y me
puso la respuesta ante mi vista. Y es que cuando Moisés subía
al Monte, se ponía en llamas porque allí aparecía Jehová (Dt.
9:15). Por eso, uno puede ahora relacionar que Aarón hiciese el
becerro de oro en medio del desierto.

109
Vicente Romero

Yahvé x Jehová, aprovechando su altura, se dio cuenta de lo


que sucedía y se enojó. Pero Moisés le rogó. Yahvé x Jehová
renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo.
Comprobar en Ex. 32:7-14, si alguien no se fía del resumen de
este autor. ¡Qué bien, que bien! Jehová es misericordioso.
Pero ¿en qué andaría pensando Moisés con sus tablas, que
cuando llegó a mitad del Monte le dijo Josué?:
‘“Hay gritos de guerra en el campamento”.
“Respondió Moisés: “No es grito de victoria, no es grito de derro-
ta. “Es grito de algazara lo que oigo”.
“Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés
ardió en ira” (Éx. 32:17-19).
Una cosa es que a uno le cuenten la historia, aunque sea Je-
hová, y otra que uno vea bailar, incluso a su hermana, profetisa,
de más de cien años, y a su hermano Aarón, baile tras baile.
“Entonces Moisés se plantó a la puerta del campamento, y excla-
mó: A mí los de Yahvé!, Y se le unieron todos los hijos de Leví” (Éx.
32,26).
Es decir, los mismos que fueron los primeros en ayudar Aa-
rón a hacer el becerro, ahora se ponen de parte de los buenos.
Es el espejo donde los eclesiásticos se miran. Hoy pueden estar
en el bando de Aarón, complaciendo al pueblo y, mañana, ir
contra éste, aunque los culpables sean ellos. Todo depende de la
política del momento y sus intereses.
Moisés les dijo, mintiendo, pues ya antes Jehová los había
perdonado, al recibir la noticia:
“Así dice Yahvé x Jehová, el Dios de Israel: Cíñase cada uno su
espada al costado; pasad y repasad por el campamento de puerta en
puerta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente.
Cumplieron los hijos de Leví la orden de Moisés; y cayeron aquel día
unos tres mil hombres del pueblo” (Éx 32:27-28).

110
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Así, nació la primera guerra civil por la religión monoteísta,


cuando Moisés hizo tonto a Jehová, olvidándose que Él ya sa-
bía del desaguisado y que Yahvé ya les había perdonado. Moisés
se hace el importante ante el pueblo, y les dice al día siguiente:
“Habéis cometido un gran pecado. Ahora subiré a Yahvé x Jeho-
vá, acaso pueda obtener el perdón para vuestro pecado” (Éx. 32:30).
La verdad verdadera es que Moisés, hermano de Aarón, te-
nía que pedir perdón a Jehová por su enojo, ya que Jehová había
ya perdonado a su querido e idólatra pueblo. Moisés aprovecha
el viaje y chantajea a Jehová tomándolo por tonto.
“¡Si quieres perdona su pecado...! Si no, bórrame del libro que
has escrito”.
“ Yahvé x Jehová respondió a Moisés: “Al que haya pecado contra
mí, lo borraré yo de mi libro”. (Éx. 32:32-33).
Jehová x Yahvé, una vez más, no cumple con su palabra.
Aarón, el responsable mayor, no fue borrado del libro. In-
cluso aparece en muchos. Hubo tres mil israelitas que mataron
los levitas y, después, hay que añadir los que mató el ángel de
Jehová (Éx. 32:34).
¡Así es la justicia y misericordia de Jehová x Yahvé!
Pero hay otro gran pecado de Aarón que nunca he escuchado
a nadie decirlo o escribirlo, y es el siguiente, y por partida doble:
“Yahvé x Jehová le dijo a Moisés: “Di esto a los israelitas: Cuan-
do una mujer quede embarazada y tenga un hijo varón, quedará
impura durante siete días; será impura como durante sus reglas. El
octavo día será circuncidado el niño” (Lv. 12: 1-3).
La otra ley (o mandato) de Yahvé a Moisés y a Aarón, fue la
siguiente:
“Ésta es la ley de la Pascua: Ningún extranjero la comerá. Los
esclavos que hayas comprado, si los circuncidas, podrán comerla. Si
un emigrante que vive contigo desea celebrar la Pascua de Yahvé, se

111
Vicente Romero

circuncidará y entonces se acercará para celebrarla, pues será como los


nativos; pero ningún incircunciso podrá comerla” (Éx. 12:43-44,
48).
Aarón no hizo caso de estas órdenes de Jehová. Durante
más de treinta años estuvieron muriendo niños israelitas sin
circuncidar, y jóvenes comiendo la pascua sin que les hubiesen
tocado en nada su pene. Lo tenían como los cristianos. ¡No
podían ir al seno de Abrahán! No podían ir al limbo, como los
antiguos niños de padres católicos. ¿A dónde fueron todos esos
pobres niños, jóvenes y mayores que llevaban el pene tal como
habían nacido?
En este asunto, dejamos la solución para los rabinos.
Lo que se puede probar y constatar, como se tiene que hacer
con todo lo que se escribe, es que Aarón permitió esta situación
en más de treinta y cinco años. Pues “Josué se hizo cuchillos de
pedernal y circuncidó a los israelitas en el Collado de los Prepucios”
( Jos. 5: 3). Tenemos constancia de que un hijo de Moisés ya
estaba circuncidado. En el Libro Éxodo, capítulo 4:25, lo dice:
“Tomó entonces Séfora un pedernal y cortó el prepucio de su hijo”.
Pero los nietos de Moisés y de Aarón eran como cualquier hijo
de vecino de ahora que no sea israelita o musulmán.
Uno no se inventa pecados ni desacredita por gusto. Lo que
uno dice, la Biblia lo atestigua:
“Por este motivo hizo Josué esta circuncisión: toda la población
masculina salida de Egipto, la gente apta para la guerra, había
muerto en el desierto, por el camino, después de la salida de Egip-
to. Estaba circuncidada toda la población que había salido, pero el
pueblo nacido en el desierto, por el camino, después de la salida de
Egipto, no había sido circuncidado” ( Jos. 5: 4-5).
Una vez más, Jehová no cumple lo que dice: “Al que haya
pecado contra mí, lo borraré yo de mi libro” (Éx. 32: 33). Moisés, en

112
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

esto, también pecó como responsable político, y Aarón, como


responsable religioso.
Una cosa es lo que dice Jehová y otra lo que luego haga. Por
eso se le burlan. La culpa ya se ha podido comprobar de quién
es.
Sin embargo, por pecados mucho más pequeños, Jehová
fulminó a dos hijos de Aarón y sobrinos de Moisés, así nos lo
cuenta el libro del Levítico, capítulo 10:1-3.
“Nadab y Abihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario,
les pusieron fuego, les echaron incienso y ofrecieron ante Yahvé x
Jehová un fuego profano, que él no les había mandado. Entonces
salió de la presencia de Yahvé x Jehová un fuego que los devoró y
murieron delante de Yahvé.
“Moisés dijo entonces a Aarón: “Esto es lo que Yahvé había decla-
rado cuando dijo:
“En los que se me acercan mostraré mi santidad, y ante la faz de
todo el pueblo manifestaré mi gloria”.
“Aarón se calló’.
Es un poco sospechoso que a los dos hijos de Aarón, que ha-
bían visto a Yahvé x Jehová cara a cara y comido con Él, por una
cuestión de humos, el Dios bueno y misericordioso los hubiera
hecho “chicharrón” bien chamuscado.
Pasó un verano, pasó un invierno y la vida iba continuando.
Murió Aarón por dos veces. Le sucedió Eleazar su hijo, cuyo
traspaso de poder lo realizó Moisés, su tío, al que tampoco lle-
gó la maldición de morir en el desierto, pues había nacido en
Egipto. Pero antes, casi hubo un golpe familiar en la sucesión,
pues:
“ Yahvé dijo a Moisés: “Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sacerdote
Aarón, ha aplacado mi furor contra los israelitas, porque él ha sido,
de entre vosotros, el que ha sentido celo por mí; por eso no he acabado
con los israelitas a impulso de mis celos. Por eso digo: Le concedo a él

113
Vicente Romero

mi alianza de paz: será para él y para su descendencia después de él


una alianza de sacerdocio perpetuo” (Nm. 25: 10-13).
Este señor también estaba con toda certeza con su pene sin
tocar.
Pero Jehová cambia de opinión y no conoce el futuro. Luego,
vinieron destierros, rabinos, los sacerdotes de su hijo, por parte
de Melquisedec, pastores evangélicos-protestantes, ancianos y
otros que le quitaron el sitio.
¡Ah! Y también cambiaron los gustos de Jehová. Ya no le
huelen bien los sacrificios de animales. Cambiaron de ser de
aroma agradable a producirle náuseas. ¡Las vueltas que da la
vida! Como dice mi tía Amparo y mucha gente de mi pueblo
de Bellreguard.

114
CAPÍTULO VI

LA FÁBRICA DE DIOS

Los que fabricaron al dios de israel tuvieron que acomodarlo


según sus intereses. Por eso, podemos ver en la biblia un dios
caprichoso.
“Concedo mi favor a quien quiero y tengo misericordia con quien
quiero” (éx. 33: 19).
Es lo mismo que hacían los faraones, pero dios es más que
los faraones. Estos todavía podían tener algunas limitaciones
en su actuar, aunque pudieran ser por la tradición o ley de sus
antecesores o las leyes que ellos mismos hubieren dictado u
otros dioses superiores. Sin embargo, con el dios único, todo
este lastre no existía.
Él era dios, por lo cual podía hacer siempre lo que le viniese
en gana o le pasase por ciertas partes del cuerpo humano, aun-
que el suyo fuese prestado o hermafrodita.
Así, los que manejaban a dios no tenían problemas. Lo que
ellos dijesen era lo que dios decía. Aunque no hubiera lógica
en su actuar. Para dios, su lógica era no tenerla. Aunque la cosa
es distinta cuando se habla del dios creador que hace todo bajo
leyes lógicas y matemáticas.
Por consiguiente, hoy podía decir una cosa y mañana otra.
Hoy podía prometer cosas que serían de generación en gene-
ración y luego, se quedasen por el camino. Hoy podía decir:
“cuando expulse a las naciones delante de ti y ensanche tus fronteras,
nadie codiciará tu tierra” (Éx. 34: 24). Y luego, estar casi siempre

115
Vicente Romero

en guerra porque otros codiciaron la tierra. Lo mismo que antes


lo hicieron los israelitas, usando la boca de Jehová x Yahvé. Ellos
justificaron sus guerras contra los habitantes anteriores como
voluntad de Jehová que les había dado esa tierra que justamente
estaba ya ocupada por otras tribus, cuando tenían millones de
hectáreas vacías en otros lugares que ellos no conocían y de las
que manaban más que leche y miel.
Según el israelita fue adquiriendo el sentido de justicia o
descubriéndolo a través del tiempo, también coincidió que así
le sucedía a Yahvé. Según el ser humano corregía sus leyes y
avanzaba en su aplicación, también lo hacía Dios.
Luego vendrán los actuales ministros y manipuladores de
esa palabra divina para justificar sus caprichos, dando sentido
al sin sentido. Porque después de tanta historia de Dios, sola-
mente se puede encontrar que Jehová x Yahvé es un caprichoso
y un discriminador...
Si afirman, como hoy día les gusta repetir, que Dios es amor,
vemos que esa esencia de Jehová la tenía bien escondida y era
partidista.
Seguidamente, podemos encontrar con los textos sagrados
bíblicos, lo que hemos anteriormente afirmado. Lo hacemos
con la versión de Reina y Valera. “Jehová es varón de guerra” (Éx.
15:3). Esta afirmación y creencia vino bien para aquellas tribus
nómadas formadas quizá, algunas de ellas, de antiguos esclavos
de Egipto. Era su mejor idea de su Dios lo que les interesaba o
la idea motriz para sus propósitos.
Ahora, esa misma frase la pueden usar los nuevos manipula-
dores de Dios para decir que la guerra es contra el pecado. Por
el pecado que ellos enseñan. El pecado que les interesa que sea
el gran pecado.
Jehová tiene un amor caprichoso, partidista, interesado como
lo dice el libro del “profeta” Malaquías:

116
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

“ Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste?


¿No era Esaú hermano de Jacob?, dice Jehová. Y amé a Jacob, y a
Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su
heredad para los chacales del desierto” (1:1-3).
Jehová les había prometido Canaán, la tierra de los cananeos,
hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jabuseos (Éx. 3: 17). Justa-
mente, la promesa se acordó con Moisés, pero este no entró.
Y para que no se aburriese, cuando iba de camino hacia dicha
tierra, el rey de Edom negó el paso de Israel por su territorio.
Israel dio un rodeo (Nm 20: 21) y pasaron por las tierras que
luego iban a ser para Esaú y Lot sin problemas (Dt. 2: 16-22).
Jehová está cansado de tanta tranquilidad y provoca a Moi-
sés para que empiece la gran fiesta y diversión para Jehová: La
guerra. Por ello, le dice a Moisés: “Comienza la conquista: provó-
cale al combate” (Dt.2: 24), según la Biblia de Jerusalén.
Según la Reina y Valera es así: “Comienza a tomar posesión de
ella, y entra en guerra con él”. Así tuvo más tiempo para divertirse.
No aguantó que llegara Josué a Jericó, a la otra parte del Jordán,
y comenzó antes con Sijón o Sehón, rey de los amorreos.
Con tanta confusión de guerras, reyes y victorias de Israel,
sucedió esto: Jehová le dijo a Moisés:
“No molestes a Moab, ni te empeñes con ellos en guerra, porque no
te daré posesión de su tierra”’ (Dt. 2:9).
Sin embargo, cuando:
“Moraba Israel en Sitín; y el pueblo empezó a fornicar con las
hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus
dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses.
“Así acudió el pueblo a Baal- peor; y el furor de Jehová se encen-
dió contra Israel” (Nm. 25:1-3).
Moisés, obedeciendo a Jehová, tomó a todos los jefes del
pueblo y los empaló, según unos, y los ahorcó, según otros, cara
al sol. Así el furor de la cólera de Jehová amainó.

117
Vicente Romero

En eso, llegó un israelita llamado Zimrí con la madianita


Cozbí (Num. 25:15). Uno supone que nada tenía que ver con
las moabitas que eran las fornicadoras e inductoras al paga-
nismo de los machos israelitas. Sin embargo “al verlos Finees o
Pinjas hijo de Eleazar, nieto del sacerdote Aarón [y que estaba sin
circuncidar], se levantó de entre la comunidad lanza en mano entró
tras el hombre a la alcoba y los atravesó a los dos... y se detuvo la
plaga que azotaba a los israelitas”. (Nm. 25:7-8): Habían muer-
to 24.000 fornicadores. Pinjás o Finees se ganó el sacerdocio
perpetuo y no estaba circuncidado. ¿Sería por este motivo que
desapareció luego dicho sacerdocio?
Las mujeres israelitas no debían de tener ese poder de con-
vicción de las moabitas y las madianitas. También el Pinjás o
Finees, ante la suerte que le había tocado con su mujer, no pudo
contener su envidia y allá se lanzó.
¡Cosas del misterio insondable de Jehová!
Nahúm (1: 2), otro entendido de Jehová por ser profe-
ta-transmisor de sus gustos, nos dice:
“Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de
indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus
enemigos”.
Cuando uno escuchaba a ciertos predicadores, hablando del
dogma de María, sobre su estado de inmaculada, se oía esta
comparación: Si a un vaso lleno de agua, es decir, la gracia, le
colocamos una gota de aceite, es decir, el pecado, ya no podemos
decir que está lleno solamente de agua. María, dice el Ángel, es
la llena de gracia. Luego no tuvo pecado de ninguna clase.
Si aquí, con Jehová, usamos el mismo símil o ejemplo,
podemos con la misma lógica, deducir: Si el profeta, amigo y
conocedor de Jehová, que habla por boca de Él nos revela que
está lleno de indignación, no tiene mucha capacidad , y somos
más tolerantes que otros, para decir que es amor por esencia. Y

118
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

escuchando todavía más a Nahúm (1: 9) nos parece que se rea-


firma esta posición cuando dice: ”¿Qué pensáis contra Jehová? El
hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos”.
Por ello, “Él rompe los dientes a los malhechores’, según lo afir-
ma el Salmo 3: 8, en la Biblia Católica, y el 3:7, en las otras, que
son más auténticas. Si a los caballos o burros, por los dientes se
conoce su edad, ahora por los dientes podemos conocer la mal-
dad de los malhechores. Pero con tanto dentista u odontólogo,
la cosa queda más difícil para distinguir a primera vista.
Continuando con los salmos, si nos vamos al 11:5-6 nos dice:
“ Yahvé x Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la
violencia, su alma los aborrece.
“Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento
abrasador será la porción del cáliz de ellos”.
Él usó de la violencia para cumplir sus promesas. Ahora abo-
rrece al violento. Con un padre tan contradictorio entre lo que
hace y lo que dice, no cabe duda que sus hijos salgan un poco
desquiciados.
Hay leyes poco amorosas de Jehová que, en algún tiempo, los
seguidores las hicieron cumplir. Y, de vez en cuando, algunos
de sus amados hijos, les gustaría que se restablecieran hasta la
próxima venida del familiar de Jehová.
Porque la palabra y la ley de Jehová se tiene siempre que
cumplir. Si ahora los gobiernos ateos, inmorales, laicos o como
se los quiera clasificar, no lo hacen, cuando ellos tomen el poder
pueden aparecer. Recordamos algunas:
“El homicida morirá” (Nm. 35:16-21).
“El adúltero debe morir” (Lv. 20:10-12).
“Los homosexuales, lo mismo, tienen que morir” (Lv. 20:13).
“El que blasfeme contra Dios a morir” (Lv. 24:16).

119
Vicente Romero

“No dejarás con vida a la hechicera” (Éx. 22:17) en la católica,


y 18, en la Reina y Valera
Pero como quien hace la ley, hace la trampa, Jehová fue el
primero en no cumplir sus normas y, por ello, dar un mal ejem-
plo, pues dijo: “El que ofrezca sacrificios a los dioses, será entregado
al anatema” (Éx. 22:19) en la católica y, en las otras, 22:20, es
decir muerto y destruido. Dicho con otras palabras, tiene que
ser despedido de este mundo para remitirlo a otro lugar. Jeho-
vá ya deja un mal precedente desde el comienzo. Aarón fue el
primero en hacer un becerro de oro con el fuego que Jehová
producía en el Sinaí, mientras Moisés estaba con él. Pero no lo
mató. Lo sustituyó por 3.000 israelitas. Y los verdugos fueron
los de su propia familia. Y luego, por parte del ángel de Jehová,
realizó otra matanza incontable. ¡Así no se puede creer en un
Dios corrupto, que, por el olor de los sacrificios de las vacas,
hace excepciones con su matarife!
La Biblia es una construcción realizada por las personas a
través de leyendas, cuentos, mitos y elucubraciones filosóficas,
donde a veces el ser humano es un juguete en las manos de Dios
que, por otra parte, quieren afirmar que lo hizo libre. Un texto
de esa ironía de Dios lo encontramos en el libro del Éxodo, muy
cerca el uno del otro: “ Yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir” (3:
19). “ Yo endureceré su corazón” (4: 21).
Pasó un día, pasó un verano, pasó un siglo, pasaron quinien-
tos años y Jehová ya tenía un templo. Los levitas gozaban de
un trabajo bien remunerado. Cuando no hubiese suficientes
ingresos, ya añadirían algunas leyes, en nombre de Jehová, o
las modificarían. También había ya más tiempo libre y podían
pensar, estudiar y plagiar de otros pueblos. Eran los tiempos de
Salomón y los de los siguientes.
Vieron que a Jehová le habían dado mucho trabajo. Endure-
cía los corazones para hacer el mal y, luego, los ablandaba para
hacer el bien. Le quitaron la mitad del trabajo y apareció Satán.

120
¿ABSURDOS DE DIOS O DE LOS HOMBRES?

Conocieron cosmologías de otros lugares y fabricaron el cuento


de Adán y Eva. Lo colocaron al comienzo de todas las historias
y, a partir de entonces, hubo novelas con ángeles y demonios
escritas y contadas (Dn. 10:13) y (Ap. 12:7-12).
En las historias de David, y su famoso censo y pecado, ya
tenemos un ejemplo de la transición de un Dios que manda
hacerlo: “Volvió a encenderse la ira de Yahvé x Jehová contra los de
Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: “Ve, haz un censo
de Israel y de Judá” (2 S 24: 1). Y en la misma historia, contada
más tarde, o con otra versión, aparece Satán: “Pero Satanás se
levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”
(1 Cron. 21:1).
Ahora, ya Dios tiene menos trabajo y puede dedicarse, con
mayor tiempo, a estar tranquilo, a serenarse, a pensar las cosas
con paciencia, a perdonar y ser más amable. Es más viejo.
De tentar Él mismo, como en Abrahán (Gn. 22:1), pasó a
encargar ese trabajo a un espíritu malo con Saúl (1 S. 16: 14),
para, finalmente, aclarar las cosas con Santiago, discípulo de su
Hijo, que dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado
de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie” (St. 1: 13).
A pesar de ello los curas, los pastores, etc. siguen diciendo a
su gente, cuando predican o aconsejan ante un problema, que
eso es una prueba de Dios.
¡Es que Dios, no es fácil de entender! Lo mismo que los
hombres. Por ello, lo crearon a su imagen y semejanza. La com-
pasión y la crueldad puede vivir con nosotros, por eso Dios es
también cruel y misericordioso en la Biblia.
Alguien escribió: “Dios es el recurso de los débiles y la ex-
cusa de los ignorantes”. Y es que la vida, a veces, es tan dura y
amarga que hay que adornarla con mentiras dulces. La mentira
ha sido el arma que el ser humano ha utilizado con la misma

121
Vicente Romero

naturalidad como respiramos. Unas veces, para ocultar nues-


tras inseguridades, para hacernos valientes, para proteger a los
niños, para evitar el peligro, para bromear, para tapar nuestras
deficiencias y agregar metas no alcanzadas.
Es un arma universal del ser humano practicada con mucha
destreza y casi incluida en los genes. Por eso, la misma Biblia
también la contiene y el Dios Yahvé x Jehová la practica.
En la religión, la verdad y la mentira dependen de los versí-
culos, líneas o palabras que se elijan. Por eso, hay tantas verda-
des y mentiras como religiones existen. Todo depende del color
con que el pastor mira y sus oyentes asimilan. Pero si Dios es la
verdad, la Biblia debe ser su caca o excremento por la cantidad
de mentiras o contradicciones que contiene.

122
A MODO DE DESPEDIDA

La verdad, comprobada científicamente del Libro de los


libros, es que está formado por cuentos, leyendas y novelas,
principalmente, para explicar una cosmovisión y raíces de una
nación que empezaba a formarse con la unión de varios pue-
blos, por la conquista a sangre y fuego, por un rey que tenía que
adquirir una identidad nacional. En el fondo es una estratage-
ma políticoreligiosa.
La biografía del rey David, que aparece en la Biblia, es una
composición de hechos imaginarios y contradictorios, en gran
parte, como se demuestra en mi libro Las tres vidas de Saúl y de
David, para engrandecerlo, santificarlo y ser presentado como
el elegido de Dios y su profeta.
Las leyes que se van estableciendo, según las circunstancias
sociales e históricas, se van añadiendo a través de los cuentos
y las leyendas, como intervenciones de Dios, para una mejor
aceptación de los miembros del país de Israel.
Como las leyes son puramente humanas, e incluso tomadas
de otros pueblos vecinos y culturas, necesitan ser reformadas,
modificadas y cambiadas, según las circunstancias históricas y
sociales que el pueblo va pasando. Para estos cambios, o refor-
mas, aparecen los profetas que son personajes que anuncian el

123
Vicente Romero

futuro en el cuento, pero cuyo autor ya conoce su historia y pue-


de hacer que las circunstancias históricas sean favorables o no.
Por las contradicciones que se encuentran entre las mismas
historias y cuentos que aparecen en la Biblia, sobre un mismo
suceso y, al comparar estas historias con las de otros pueblos o
civilizaciones antiguas que, en el Libro de los libros aparecen,
hoy día se puede demostrar científicamente, por dicho análisis,
que el Libro de los libros, o Biblia, es un libro propagandístico
de la “historia de un pueblo supuestamente elegido por Dios”,
aunque nunca lo hizo. Por ello, los absurdos que se encuentran
en él son producto de los hombres, pues Dios nunca ha hablado
ni elegido a nadie como a su pueblo.
Quisiera despedirme con una “enseñanza” contada por An-
thony de Mello, sacerdote jesuita, en su libro Un minuto para el
absurdo:
“Una ciencia religiosa” − dijo el Maestro− no es una afirmación
de la realidad, sino un indicio, una pista de algo que es un Misterio,
y que queda fuera del alcance del pensamiento humano. En suma,
una creencia religiosa no es más que un dedo apuntando a la luna.
Algunas personas religiosas nunca van más allá del estudio del
dedo.
Otras, se dedican a chuparlo.
Y otros usan el dedo para sacarse los ojos. Estos son los fanáticos a
quienes la religión ha dejado ciegos.
En realidad, son poquísimas las personas religiosas lo bastante
objetivas como para ver lo que el dedo está señalando. Y a estas per-
sonas, que han superado la creencia, se las considera blasfemas».

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BIBLIOGRAFÍA

BIBLIA DE JERUSALÉN. Ed. Deselée de Brouwer, Bilbao


1975.
LA BIBLIA LATINOAMÉRICA. Bernardo Hurault, 1972.
(SOBICAIN) Sociedad Bíblica Católica Internacional.
LA SANTA BIBLIA. Reina y Valera, 1960. Sociedades Bíbli-
cas Unidas.
NUEVA BIBLIA DE JERUSALÉN. Ed. Deselée de Brouwer,
Bilbao 1999.
TRADUCCION DEL NUEVO MUNDO DE LAS SAN-
TAS ESCRITURAS. Watch Tower Bible and Tract
Society of New York, 1987.
LAS TRES VIDAS DE SAÚL Y DAVID. Vicente Romero.
LA VIDA ETERNA. Fernando Savater.
UN MINUTO PARA EL ABSURDO. Anthony De Mello.

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Este libro
se terminó de imprimir
en el mes de septiembre de 2014 en
los talleres gráficos de Editorial El País
calle José Cronenbold Nº 6
Santa Cruz de la Sierra
Bolivia

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