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Yaritza Balbuena

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TAREA

1. ¿En qué consiste la Ética de la sexualidad? Implica comportarse con responsabilidad y


requiere de conocimientos correctos sobre anticoncepción y prevención de infecciones de
transmisión sexual. La cultura modula la representación social que un pueblo tiene sobre el
sexo y la sexualidad. Estas percepciones sociales generan estereotipos en torno al sexo reales
e irreales que, algunos de ellos, pueden generar problemas. La solución a estas dificultades
puede encontrarse en la ética. La educación ética puede ayudarnos a ser más felices y a
convivir mejor en general y en lo que a la sexualidad se refiere. En este escrito se plantea la
ética y la sexualidad desde un prisma educativo que debe articularse en tres niveles: la
educación afectiva, la formación de los sistemas psicológicos de comportamiento autónomo y
la educación propiamente ética.

2. ¿Qué aportes hace la Ética en la anticoncepción? De acuerdo al principio de respeto de


las personas, el personal de salud debe atender a quienes solicitan anticoncepción sin
anteponer sus posiciones ideológicas con respecto a lo que es una familia, al ejercicio de la
sexualidad sin desear la reproducción o al uso de ciertos métodos anticonceptivos. En los
últimos años, en todas las sociedades occidentales se ha modificado el paradigma de la
relación médico-paciente. Se ha pasado del principio de beneficencia y del de ausencia de
maleficencia, al de autonomía del paciente al reconocer la soberanía de aquél en la toma de
decisiones clínicas que le afecten directamente. En ocasiones, este principio puede entrar en
colisión con determinados aspectos bioéticos relativos a la objeción de conciencia de los
profesionales de la salud, como en los temas de anticoncepción y aborto. Se debate acerca de
los aspectos que sostienen una u otra actitud insistiendo en los temas de anticoncepción y
referidos al aborto inducido y al acceso y empleo de métodos anticonceptivos por los
adolescentes, reconocidos como “menores maduros” para temas de sexualidad.

3. ¿Cuáles son los problemas éticos y legales del aborto? El problema ético del aborto se
plantea por el conflicto entre 2 valores. La autonomía procreativa de la mujer y la inviolabilidad
de la vida humana. Si ambos valores se plantean de forma absoluta no existe posibilidad de
una solución equilibrada. En un extremo del absolutismo se sitúan los grupos «pro life» que
parten de la consideración de la vida como valor absoluto sin excepciones y de que el inicio de
la vida humana se produce en el mismo momento de la concepción. En el otro extremo los
grupos «pro choice» que consideran la concepción y gestación como apéndices del organismo
femenino y solo ella debe tener capacidad para tomar decisiones hasta la desvinculación
orgánica del feto respecto al cuerpo de la madre. En el origen de las posiciones polarizadas
antes enunciadas se encuentra la ausencia de consenso sobre el momento biológico, dentro
del proceso de desarrollo embrionario, en que podemos considerar la existencia de una
persona. En este proceso hay grandes diferencias sobre cuál sería el punto crítico; la
fecundación, el momento de la anidación, el inicio de la actividad cerebral, el final de la
diferenciación de órganos y aparatos vitales o la existencia autónoma fuera del vientre materno.
Cada una de estas opciones conlleva posiciones morales diferentes que resulta complejo
conciliar. No obstante, hay opciones que recogen líneas de pensamiento integradoras. Que si
bien reconocen que la vida humana es inviolable, y debe ser además un bien de especial
protección por la sociedad, existen excepciones que deben determinar una actuación distinta.
Que si bien reconocen la necesidad de proteger la vida del embrión o el feto no consideran a la
mujer como medio exclusivo para el fin de la reproducción (subordinada a la finalización de un
embarazo) y sí como persona como fin en si misma. Que si bien reconocen la libertad y
autonomía de la mujer como parte de su dignidad personal, entienden que la decisión de
abortar debe ser responsable, coherente y, a partir de determinada semana del proceso de
desarrollo fetal, compatible con preceptos legales de protección del feto. Desde posiciones de
ética civil integradora nadie duda que el aborto debe ser despenalizado y regularizado. No
obstante, no debería considerarse nunca como un método contraceptivo ni como una opción
recomendable. En todo caso la regulación del aborto no fomenta su uso, ni obligar a ninguna
mujer a adoptar una interrupción no deseada o una decisión en contra su conciencia. La
experiencia en Europa demuestra que donde se ha sido mas permisivo en cuanto a leyes de
plazos no se ha producido un incremento en el número total de los mismos. Descender el
número de abortos depende del acceso a los anticonceptivos y de la implicación del sector
educativo y sanitario, no de las restricciones que se impongan a su despenalización.
Moralmente la regulación de la interrupción de embarazo debe justificarse por la teoría del mal
menor y socialmente ha de considerarse un fracaso y un estímulo para prevenir embarazos no
deseados.

4. ¿La reproducción asistida y vientres de alquiler, es un nuevo modelo de negocio en el


mercado, o una solución al problema de la infertilidad? Responda basándose en el
artículo que le compartimos titulado: La industria gestacional capta mujeres jóvenes fértiles
como una “técnica” de reproducción asistida sin apenas inversión previa ni posterior al
momento del alumbramiento y la entrega del número de criaturas encargadas. Las familias con
menos recursos económicos pueden atender sus deudas o compromisos financieros cediendo
a terceros la capacidad reproductiva de sus mujeres. En este sentido conviene advertir que la
sacralización de la genética es un elemento central de la ideología patriarcal y en la demanda
que pretende regularizar los vientres de alquiler. Los beneficios se distribuyen entre
comercializadoras, servicios jurídicos y sanitarios, empresas satélites que rodean el negocio,
Estados y gestantes. Conviene advertir que, éstas últimas, sólo perciben el 0,9% de los
ingresos generados por el negocio de los vientres de alquiler, por lo que cabría calificarse de
proxenetismo reproductivo.

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