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Narcotráfico: la herencia maldita del Chapare y sus narco cocaleros

Evo Morales tuvo que poner la cara frente a la pregunta de un medio argentino, en la provincia de
Rosario, sobre las acusaciones de financiamiento a su partido con dineros del narcotráfico. Como era
de esperar el máximo dirigente de las seis confederaciones cocaleras, no contestó. Pero su rostro
desdibujado y toda su campaña de lavado de imagen, se fue por el fregadero. Ahora su foto
acompaña titulares que hacen referencia al narcotráfico. Era inevitable. El negocio de la droga, en
toda su cadena productiva (plantación de hojas de coca, secado, pisado, maceración química,
cristalización y luego su transporte, comercialización y exportación a Paraguay, Brasil, Europa y
Estados Unidos) ya forma parte del matrimonio espurio y famoso entre el MAS, los dirigentes
cocaleros, el Chapare y los clanes y cárteles familiares dedicadas a dicho ilícito en el país.

En su informe, la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (UNODC), asevera que
existe un excedente aproximado de 20 mil hectáreas de plantaciones de hoja de coca ilegales,
concentrado en el Trópico de Cochabamba y, particularmente, en los parques Isiboro-Sécure
(TIPNIS) y Carrasco. Situación que ya es completamente inaceptable. No sólo por el incremento
exponencial de cultivos de coca sino por la abusiva invasión de los cocaleros en reservas naturales,
llevando consigo contaminación de suelos, cuencas de ríos, violencia y “casi obligando” a pobladores
de dichas zonas, a ser parte de esta cadena de narcotráfico por el acceso a dinero fácil y mal habido.

Las cifras del UNODC, señalan también que el 12 por ciento de los cultivos de coca plantados en el
departamento de Cochabamba se encuentran en el TIPNIS, el otro 10 por ciento en el Parque
Carrasco y el restante 78 por ciento en el Chapare y, además, en las zonas de Tiraque, Yapacani
(Santa Cruz) y la provincia Carrasco.

Si a este panorama le sumamos la violencia que acarrea este mercado ilegal de drogas, Bolivia ya
está entre los países que debe informar sobre ajusticiamientos, balaceras, territorios protegidos por
clanes de droga y la pérdida de presencia del Estado en muchas zonas, declaradas por la propia
Policía como zonas rojas inaccesibles para las fuerzas del orden.

Droga, territorio, armas, comercio terciarizado para el transporte de la droga, representación


política, sindical y las poblaciones secuestradas por clanes y cárteles de narcos, son el veneno que
cada día los bolivianos debemos beber. Presionan para cambiar ministros, amenazan con violencia,
extorsionan, corrompen. Son una lacra.

Van tres generaciones, a mi juicio, que están siendo secuestradas en el Chapare y otras zonas donde
los jóvenes no le ven ningún valor a ser profesionales, abrir un negocio legal, crecer bajo las normas
y ser un aporte a la sociedad. La droga ha perforado y contaminado todos los segmentos sociales,
económicos, sindicales, gremiales, transportistas, policía, FELCN y, por supuesto, a los propios
representantes políticos de las zonas productoras de coca.

Misael Nallar es sólo una muestra del gigantesco negocio ilegal y de todo lo que implica: haciendas,
ganado, vehículos. Lo detuvieron porque se le fue la mano con el gatillo. Lo conocimos porque la
policía ya no pudo ocultarlo con su paraguas verde olivo. Mató a tres de los suyos. No había otro
camino. Ni modo. No lo atraparon. Se entregó. Y todos deben estar besando cruces y estrellitas para
que nos los delate.

Mientras tanto, las avionetas siguen volando con droga sobre nuestras cabezas, los minibuses,
camiones, taxis acarrean sus costales de ladrillos y son decomisados porque son demasiados. Ya ni
siquiera los esconden. Van con sellos de marca para reconocer a qué clan pertenece el alijo. De un
apéndice del narco mexicano y colombiano, de ser sus obreros de materia prima y pasta base, ahora
hemos pasado a ser competidores, socios y, claro, enemigos.

El negocio se les fue de las manos. Ya no pueden ocultar nada. La droga esta desbordada y los clanes
chapareños tienen que crecer, ganar territorios, vender su sobre producción. Están expuestos y ellos
lo saben. Su negocio rutilante los tiene agarrados del cuello. Su ambición desmedida, la idolatría al
dinero, al poder los tiene enajenados. Su futuro es muy claro: les espera una guerra entre clanes
familiares, entre narcos, entre territorios, entre dirigentes. Están conscientes que el 94% de la coca
del Chapare no pasa por el mercado legal. Las casi 55 mil toneladas que se producen en Bolivia de
hoja de coca, no es comercializa en mercados legales. Todo es para el narco.

A nosotros, los de a pie, sólo nos queda tirarnos al piso cuando se agarren a balazos. Es la herencia
maldita del Chapare y sus narco cocaleros.

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