Está en la página 1de 419

La s o b r a s e s e n c ia l e s

EDICIÓN A TODO COLOR. CON TEXTO, CUADROS Y MAPAS ACTUALIZADOS


JOSEFO
s Las o íír a s e sf.k iciat.es
OTROS LIBROS DE PAUL L. M AIER

Eusebio: Historia de la iglesia


Josefo: Los escritos esenciales (ed.), trad.
Josefo: Las obras esenciales (ed.), trad.
JOSEFO
/ La s o b r a s e s e n c ia l e s
EDICIÓNATODOCOLORCON TEXTO, CUADROSY MAPASACTUALIZADOS

U N A CONDENSACIÓN DE

A n t ig ü e d a d e s d e ló s ju d ío s y
L as g u e r r a s d e l o s j u d í o s

PO R

P a u l L. M a i e r

( f
E D I T O R I A L
PORTAVOZ
La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de calidad —con
integridad y excelencia—, desde una perspectiva bíblica y confiable, que animen a las
personas a conocer y servir a Jesucristo.

Título del original: Josephus: The Essential Works, traducido


del griego y editado por Paul L. Maier, © 1994 por Kregel
Publications, Grand Rapids, Michigan.
Edición en castellano: Josefo: Las obras esenciales,
adaptación de Paul L. Maier, © 1994 por Editorial
Portavoz, filial de Kregel Inc., Grand Rapids, Michigan
49505. La presente edición es una ampliación de Josefo:
Los escritos esenciales, publicado por Editorial Portavoz.
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro, incluyendo las fotografías,
puede ser reproducida de ninguna form a sin la
autorización escrita de los editores, excepto en el caso de
citas breves hechas en artículos o reseñas.
Creación de Three's Company, Londres, Inglaterra.
Coedición mundial organizada y producida por Lion
Hudson Ltd., Londres, Inglaterra.
Traducción al castellano: Santiago Escuain y
R. Mercedes De la Rosa
Diseño de la portada: Alan G. Hartman
Créditos fotográficos: Paul L. Maier, excepto las
fotografías de las páginas 30, 74, 100, 123, 151, 181, 195,
208, 248, 256, 257, 279, 287, 340, 356, 358 y 383, que
son de Tiger Design, Ltd.
Fotografía de Jerusalén de la portada:
Holmes Photography / Jean
Los editores agradecen el permiso gentilmente concedido
por The Paternóster Press Ltd. para usar varios cuadros
genealógicos y de dinastías, adaptados de la obra Israel y
las naciones, de F. F. Bruce (Editorial Portavoz, 1988).
EDITORIAL PORTAVOZ
2450 Oak Industrial Dr. NE
Grand Rapids, Michigan 49505 USA
Visítenos en: www.portavoz.com
ISBN 978-0-8254-1457-2
9 10 11 12 13 edición/año 24 23 22 21 20 19
Impreso en Singapur
Printed in Singapore
C o n t e n id o

In tro d u c c ió n ...................... 7

PARTE I PARTE II
Antigüedades de los judíos Las guerras de los judíos
1 Los comienzos ............. 18 20 Se desencadenan las
2 Los patriarcas ............... 24 h o stilid ad es 288
3 Los hebreos en Egipto 38 21 Vespasiano conquista
4 Moisés y el éxodo . . . .4 6 G a lile a ......................301
5 El Sinaí ...........................60 22 Piratas, rebeldes y
6 La conquista de v íc tim a s ....................315
C an aán .........................75 23 Los zelotes en
7 Sansón y Samuel . . . .91 Jerusalén ................. 324
8 Saúl ................................ 1 0 2 24 Tito asedia la ciudad 339
9 El rey David ............... 120 25 Horrores en Jerusalén 358
10 Salomón y sus 26 La destrucción del
s u c e so re s..................136 templo y de la
11 El profeta Elias ...........150 c iu d a d ......................368
12 El profeta Eliseo . ... . 160 27 De Roma a Masada . . 379
13 Conquista, destrucción B ib lio g r a fía ...........................397
y c a u tiv e rio 170 ín d ic e .................................... 400
14 El retorno a Jerusalén 183 Lista d e recu ad ros .............414
15 De Ester a los Lista d e fo t o g r a f ía s 415
ptolomeos ............... 196 Lista d e m a p as, cu ad ros
16 Los macabeos ............. 2 1 1 e ilu stracion es . . . .416
17 La conquista romana 227
18 Herodes el Grande . .241
19 Los gobernadores
ro m a n o s....................260
A mis sobrinos

Walter A. Maier III


y
David P. E. Maier
In t r o d u c c ió n

parte de la Biblia misma, Flavio Josefo es con mucho la


fuente histórica más importante para iluminar toda la era
bíblica, y, con respecto a algunos personajes del Nuevo
Testamento, es una fuente aún más completa. En términos de can­
tidad de datos, por ejemplo, Josefo suministra probablemente 300
veces más cantidad de información acerca de Herodes el Grande que
el Evangelio de Mateo, o diez veces más acerca de Poncio Pilato.
También provee fascinadoras perspectivas acerca de otras figuras bí­
blicas como Arquelao, Herodes Antipas, los dos Agripas, Berenice,
Félix, y Festo, así como intrigantes atisbos acerca de Juan el Bau­
tista, de Jacobo, el medio hermano de Jesús, y del mismo Jesús.
El valor del historiador judío es menor en lo que respecta al Anti­
guo Testam ento, pero crece dram áticam ente para el período
intertestamentario hasta que se hace totalmente indispensable para
comprender todo el marco político, topográfico, social, intelectual
y religioso de la era del Nuevo Testamento. Jesús es citado en dos fa­
mosos pasajes en las A ntigüedades d e Jos judíos, uno de los cuales
había sido restaurado a lo que es más probablemente su forma origi­
nal. El hecho de que Josefo naciera en Jerusalén sólo cuatro años
después de la crucifixión de Jesús, y que escribiera alrededor del
tiempo de la redacción de los evangelios, añade a su valor como
virtual testigo ocular de los acontecimientos de la era tardía del Nue­
vo Testamento.
No es de asombrarse, por ello, que la venerable traducción de
Whiston de Josefo (1737] soliera estar a renglón seguido de la Biblia
en tantas bibliotecas del mundo de habla inglesa, y con una autori­
dad casi escritural. Pero hoy, ¡ay!, son pocos los lectores que tienen
la paciencia de examinar las 80.000 líneas de las A ntigüedades de
los ju díos y de Las guerras de los judíos, un equivalente a doce vo­
lúmenes de tamaño medio. Los eruditos emplean de continuo a
Introducción

Josefo como referencia, naturalmente, pero raras veces alguien sen­


cillamente lee a Josefo, lo que es una lástima, por cuanto sus obras
no sólo son cruciales para la comprensión del primer siglo, sino una
literatura apasionante por derecho propio. Esta condensación es un
intento de invertir esta tendencia y de ofrecer las dos grandes obras
de Josefo como un todo cronológico y literario, así como en una uni­
dad digerible. La única condensación anterior que yo conozco es una
de William Shepard en un inglés hoy día anticuado.
Nadie desconfía ni es más crítico de las condensaciones que yo
mismo; con frecuencia se elimina demasiado material significativo,
diluyendo su utilidad. Por ello, la meta en estas páginas ha sido no
excluir n ada que tenga un valor intrínseco im portante o pertinencia
con resp ecto al relato bíblico. Todos los pasajes más centrales en
Josefo son presentados palabra por palabra, y espero que incluso los
eruditos puedan encontrar útil esta condensación como herramien­
ta de referencia o mapa literario a través del laberinto de material que
Josefo suministra.

La vida de Josefo
Nacido el 37 d.C., Josefo era hijo de un sacerdote llamado Matías,
y su madre descendía de la familia real judía de los asmoneos. Evi­
dentemente fue un muchacho precoz, porque Josefo afirma:

A lre d e d o r d e la e d a d d e c a to r c e a ñ o s, lo g ré u n a fa m a u n iv e rs a l p o r
m i a m o r a las le tra s , ta n to q ue los p rin c ip a le s s a c e rd o te s y lo s p r in c ip a ­
les d e la c iu d a d a c u d ía n a m í c o n re g u la r id a d p a r a te n e r u n a in fo rm a ­
c ió n e x a c ta a c e r c a d e a lg u n o s p a r tic u la r e s d e n u e s tra s le y e s [V ita , 9).

Este pasaje de su autobiografía es típico de una línea de vanidad en


Josefo que sería intolerable hoy, pero que no se desconoce en un
Cicerón antes de él o de personajes del Renacimiento.
Dos años después comenzó a estudiarlas principales sectas judías
—los fariseos, los saduceos y los esenios— favoreciendo a estos úl­
timos mientras vivió durante tres años en el desierto como discípulo
de un eremita llamado Baño. Pero abandonó esta austeridad a los die­
cinueve años, cuando volvió a Jerusalén y se unió a los fariseos, para
los que, sin embargo, tuvo algunas críticas más tarde.
En el 64 d.C. viajó a Roma para interceder en favor de unos sacer­
dotes judíos a los que Félix, el procurador de Judea, había enviado a
Nerón para ser juzgados. En su viaje, naufragó en el Adriático, y sólo
80 de unos 600 pasajeros a bordo salvaron la vida. Esle fue el prime­
ro de una serie de escap es apurados de Jo sefo . En Roma fue
Introducción

presentado a la emperatriz Popea, por medio de un actor judío, que


era uno de los favoritos de ella, y logró el éxito de su misión por me­
dio de su in te rv e n ció n . D u rante esta v is ita , Jo sefo quedó
profundamente impresionado con la magnificencia y el poder de la
ciudad imperial, lo que fue el inicio de sus tendencias romanófilas.
Al regresar a Judea, el país estaba al borde de la revuelta contra
Roma, y Josefo, incapaz de refrenar a sus compatriotas, se unió de mala
gana a la rebelión y fue designado comandante en Galilea. Antes de
la llegada de las fuerzas romanas entrenó su ejército, consiguió pro­
visiones, y fortificó algunas de las ciudades, empleando Jotapata como
su fortaleza cuando Vespasiano conquistó Galilea con sus legiones.
Después de un asedio de 47 días, Jotapata cayó, pero Josefo se ocultó
en una cueva con algunos de la ciudad, que juraron morir antes que
someterse. Todos se mataron unos a otros, excepto Josefo y otro sobre­
viviente, que salieron de la cueva y se rindieron. Llevado ante
Vespasiano, Josefo hubiera sido probablemente castigado, excepto por
su predicción de que Vespasiano pronto llegaría a ser emperador.
Cuando esta profecía se cumplió, Josefo fue librado de sus cadenas.
Desde este momento fue protegido de Vespasiano y de sus hijos,
Tito y Domiciano, y añadió a su nombre el apellido de ellos: “Flavio”.
Durante el resto de la guerra sirvió a los romanos en calidad de me­
diador e intérprete, llamando a sus compatriotas a deponer las armas
y a salvar su ciudad y templo ante la evidente superioridad de Roma.
Debido a tales esfuerzos, así como a las circunstancias por las que so­
b reviv ió en Jo tap ata, m u ch o s de sus co m p a trio ta s ju d ío s
vilipendiaron a Josefo como un cobarde y traidor, actitud que per­
siste en algunos círculos judíos hasta el presente. M uchos, sin
embargo, están dispuestos a pasar por alto cosas desagradables en el
hombre por el valor de sus obras.
Después de la guerra, Josefo regresó a Roma con los Flavios para
disfrutar de la protección de los mismos el resto de su vida. Recibió
regalos de parte de Tito, instalándose en la antigua m ansión de
Vespasiano con derechos de ciudadano romano así como con una
pensión imperial, gracias a la que pudo dedicarse a la actividad li­
teraria. Su vida doméstica no fue tan feliz: su primer matrimonio fue
ordenado por Vespasiano, su segunda mujer le abandonó, y él repu­
dió a la tercera; pero tuvo cinco hijos. Cuando murió, poco después
del 100 d.C., fue honrado con una estatua en Roma.

Los escritos de Josefo


Aunque puedan afirmar no hacerlo, la mayoría de los historiado­
res escriben con un cierto prejuicio, y Josefo de una manera especial,
Introducción

haciendo que su parcialidad sea fácil de ajustar para la ponderación


de la verdad en último término expresada por su prosa. Los que si­
guen serían sus p rin cip ales p reju icios, aparte de una sublim e
apreciación de sí mismo: 1) los judíos tienen una historia digna de
orgullo, de gran cultura, así como la más elevada forma de creencia
religiosa; y 2) los romanos, sin embargo, gozan ahora del favor de Dios
por causa de la apostasía y villanía de los líderes zelotes judíos y de
sus seguidores en la insurrección, a los que Josefo generalmente ca­
lifica de bandidos o bandoleros. Por ello, Vespasiano y Tito son
heroizados como personas impecables que no pueden hacer nada
malo, mientras que Juan de Giscala, Simón bar-Giora y otros líderes
rebeldes son vilipendiados como canallas que no pueden hacer nada
bien. Sin embargo, el prejuicio no necesariamente comporta falsedad,
e incluso si una fracción de las barbaridades que se registran acerca
de estos últimos es cierta, los líderes zelotes surgen como granujas
desde cualquier perspectiva razonable, a pesar de recientes esfuer­
zos por rehabilitarlos.
Otra falta en Josefo es una que comparte con la mayoría de los his­
toriadores antiguos: una propensión a exagerar, de manera particular
con los números. Las listas de bajas después de algunas de las bata­
llas son tan enormemente elevadas que incluso dar nota de estas
exageraciones llenaría demasiadas páginas en el texto. El lector tie­
ne también que descartar hipérboles como, por ejemplo, la afirmación
de que se vertió tanta sangre en Jerusalén durante su conquista que
ríos de sangre apagaron fuegos. No obstante, la exageración era cosa
tan com ún entre la m ayoría de las antiguas fuentes que, si un
Herodoto podía afirmar que Jerjes invadió Grecia con una fuerza to­
tal de 5.230.220 hombres, Josefo puede haber pensado que sería
imprudente dar unas cifras exactas si tal hinchazón era la costum­
bre de aquel tiempo.
Aunque por lo general es confiable, Josefo no fue un historiador
p re ciso del ca lib re de un T u cíd id es, y p arece tam b ién algo
desapasionado respecto a algunos de los horrores que debe descri­
bir. Otras faltas suyas incluyen digresiones de su tema — cosa por la
cual, sin embargo, podemos estar muy agradecidos— así como algu­
nas declaraciones contradictorias que aparecen en sus varias obras,
en particular entre A ntigüedades y Guerras. Su egotismo y oportu­
nismo ya han sido citados.
Sin embargo, los pros compensan muy de sobra los contras. Josefo
sigue siendo nuestra única fuente superviviente para tanta informa­
ción extrabíblica, y ninguna lista le haría justicia. Arroja también una
luz llena de significado sobre las tácticas romanas militares y de ase-
Introducción

Jio, así como algunos detalles singulares acerca de los emperadores


julio-claudios. Sabe cómo sostener el interés, incluir diálogos, plas­
mar descripciones gráficas, ejemplificar con cosas específicas, y en
general deleitar al lector con el color, drama y la excitación de Pa­
lestina en varias eras sin evitar nada del horror de sus conquistas o
de sus pendencias civiles. También sobresale en sus descripciones
geográficas y arquitectónicas de la tierra y de sus estructuras en la
antigüedad —áreas a veces silenciadas en las Escrituras— y su exac­
titud está siendo progresivamente afirmada en la actualidad por
excavaciones arqueológicas.
La obra más antigua de Josefo es Las guerras de los judíos, aunque,
por razones cronológicas, aparece en esta condensación en último
lugar. Publicada en griego en el 77 ó 78 del arameo en el que lo com­
puso, Guerras comprende siete libros, el primero de los cuales
compendia la historia judía desde los tiempos de los macabeos has­
ta la muerte de Herodes como marco histórico para el inicio de la
revuelta judía contra Roma el 66 d.C. Los últimos seis libros dan en
forma detallada la misma lucha y su resultado. Sus fuentes incluyen
literatura intertestamentaria, una vida de Herodes escrita por Nico­
lás de Damasco, sus propias experiencias del tiempo de la guerra
junto con las de colegas judíos y romanos, los C om en tarios de
V espasiano y T ito , y los a rch iv o s im p e ria les de Rom a. Los
am anuenses-traductores griegos de Josefo añadieron retoques
estilísticos procedentes de autores clásicos. Al haber sido escrita bajo
los auspicios de los Flavios, éste es el más prorromano de los escri­
tos de Josefo, y su descripción del poder militar romano posiblemente
fue incluida de cara a rebeldes potenciales en cualquier parte del
Mediterráneo oriental para que desistieran de sus posibles intencio­
nes. Existe una versión eslavónica de Guerras, pero sus variaciones
y adiciones sensacionalistas la hacen sospechosa para la mayoría de
los eruditos.
Unos diecisiete años después, entre el 93 y el 94, Josefo publicó su
otra gran obra, Antigüedades de los judíos, una historia de los judíos
extremadamente ambiciosa, desde la creación hasta el desencadena­
miento de la guerra contra Roma, demostrando al lector grecorromano
la antigüedad, sublimidad y razonabilidad de las creencias y de la
cultura del judaismo. Comprendiendo veinte libros, los primeros diez
llevan el relato hasta el cautiverio babilónico, mientras que los últi­
mos diez continúan la historia desde el regreso de los judíos bajo Ciro
hasta el 66 d.C. Puesto que las Antigüedades siguen el orden de los
acontecimientos de las Escrituras muy estrechamente, este compen­
dio puede servir también como un epítome conveniente de la historia
Introducción

del Antiguo Testamento. No obstante, cualquier discrepancia impor­


tante entre Josefo y sus fuentes bíblicas será señalada.
El modelo de Josefo fue Dionisio de Helicamaso y su obra Antigüe­
d a d e s rom an as, también publicada en veinte libros un siglo antes,
mientras que sus fuentes para A ntigüedades, aparte de las citadas an­
tes para Guerras, incluyen las Escrituras hebreas, la Septuaginta griega,
documentos apócrifos, tradiciones hagádicas, los historiadores
grecorromanos, y una importante colección de edictos y documentos
imperiales que afectaban a los judíos. Como corresponde a su madu­
rez literaria, el tono de A n tig ü e d a d e s es m enos apasionado y
prorromano que la anterior Guerras, e incluye más material valioso
acerca de las décadas del siglo primero que precedieron al conflicto
con Roma, las cuales habían quedado algo abreviadas en Guerras. Aquí
se encuentran las famosas referencias a Jesús, que se traducen pala­
bra por palabra con anotaciones allí donde aparecen en el texto de
A n tigü edades 18:63 y 20:200.
Josefo adjuntó su autobiografía, la Vita, como apéndice a A ntigüe­
d ad es. En esta breve obra se defiende contra las acusaciones de un
historiador rival, Justo de Tiberias, que le acusó de ayudar a incitar
la revuelta contra Roma. Se centra primariamente en el medio año
que Josefo estuvo de comandante en Galilea.
Finalmente, escribió también Contra A pión, una defensa clásica
del judaismo, no sólo para contrarrestar las calumnias de Apión, un
retórico antisemita de Alejandría, sino para dar respuesta a todas las
calumnias egipcias y griegas contra los judíos y su cultura. A su vez,
demuestra el fracaso de la religión y la moralidad gentiles frente a
las elevadas normas del código de Moisés.

Esta condensación
Como ya se ha indicado, no se ha omitido nada de importancia vital
en esta abreviación, mientras que la necesaria reducción se ha efec­
tuado en las siguientes áreas:

1. Las prolongadas —y evidentemente inventadas— arengas que


Josefo pone en boca de generales dirigiéndose a sus tropas an­
tes de grandes batallas, o de profetas a su pueblo después de
grandes transgresiones: una técnica conocida que Josefo apren­
dió de Tucídides y de otros historiadores grecorromanos.
2. Digresiones que Josefo hace acerca de varias cuestiones que
no van al caso.
3. Algunas de las actividades de los jud íos en Egipto y
Mesopotamia.
Introducción

4 . Los textos de los muchos edictos y proclamaciones similares


que cita Josefo.
5 . Datos no exclusivos de Josefo, sino que sacó de las Escrituras
o de fuentes grecorromanas.
6. Detalles generales que pueden ser fácilmente condensados sin
perder significado.
Las omisiones largas van indicadas en el texto mediante corche­
tes y en letra cursiva. Los corchetes indican también una palabra o
frase ocasional agregada al texto para añadir claridad.
Sólo se observan las desviaciones principales entre Josefo y las Es­
crituras. Las m uchas d iferen cias m enores serán reco n ocid as
fácilmente por todos los que están familiarizados con el Antiguo y el
Nuevo Testamentos, y casi todas estas variaciones fueron hechas por
Josefo para acomodarse a sus lectores helenísticos de estas maneras:
1. Se añaden elaboraciones hagádicas y rabínicas para embelle­
cer el registro escritural.
2. Episodios del Antiguo Testamento embarazosos para el judais­
mo, como Tamar (Génesis 38), la lepra de María (Números 12)
y la serpiente de bronce (Números 21) se omiten.
3. Los antropomorfismos en el Antiguo Testamento son cambia­
dos por alegorías al modo de Filón de Alejandría, y se adscri­
be más intelectualismo a los patriarcas. Abraham, por ejemplo,
va a Egipto más para debatir con los sabios allí, y menos por
causa del hambre.
4. A algunos fenómenos milagrosos se les reduce su calidad sobre­
natural o se ofrece una explicación racional para los mismos.
A muchos de los capítulos de este libro les siguen unos comenta­
rios breves, los cuales se refieren a veces a párrafos del texto completo
de Josefo. Los números de notas en el texto se refieren a las notas
impresas al final de cada capítulo.
Las referencias marginales en letra negrita lo son al texto griego
íntegro de Josefo, que está disponible a los académicos de una ma­
nera más conveniente en los volúmenes de la L o eb C lassical Library
—con traducción inglesa y unas excelentes notas críticas (Harvard,
Heinemann, 1956ss.)— y al público en general en la antigua traduc­
ción de William Whiston (Kregel, Baker, Hendrickson, 1960ss.). Las
correlaciones entre las referencias en este texto y Whiston se relacio­
nan en las páginas 748ss. de la edición de Kregel. Ediciones separadas
de L as guerras d e los ju d ío s (2 tomos) y A n tigü ed ad es d e lo s ju d ío s
(3 tomos) han sido publicadas por Editorial CLIE de España. Para
Introducción

A ntigü edades, las referencias marginales y las que aparecen en los


recuadros al final de los capítulos en letra cursiva lo son al texto de
la edición castellana publicada por CLIE [1,1,1 = Libro I, capítulo I,
sección 1). Para Guerras, las referencias marginales y las que apare­
cen en los recuadros al final de los capítulos en letra cursiva lo son
al texto y página de la edición de CLIE [1,1,1 = Libro I, capítulo I, pá­
gina 1). Las referencias se abrevian como A: para A ntigüedades, y G:
para Guerras.
La mayoría de los nombres propios en el texto se escriben tal como
aparecen en la Biblia, en lugar de en el griego de Josefo, para estable­
cer las identidades y evitar las confusiones. Las divisiones en
capítulos y títulos son mías, pero muchas siguen la segmentación de
Josefo. Las fechas en los márgenes son las que se pueden determinar
con una certidumbre razonable, ya sea por el contexto de Josefo o por
la historia antigua en general. Las fechas más exactas de la Parte II
que incluyen día y mes se dan donde Josefo, usando el calendario
macedonio, ha citado las mismas en su texto griego. Estas fechas han
sido igualadas a las de nuestro propio calendario, según los cálcu­
los provistos por el gran erudito experto en Josefo Benedict Niese,
en cuya edición en griego (Berlín: 1987) se basa esta traducción y
condensación.
Igual que con la Biblia, el nivel de interés del lector por las obras
de Josefo puede variar. Los primeros diez capítulos de este libro (des­
de la creación hasta Salomón) reflejan el colorido y la fascinación de
episodios bíblicos significativos, y por lo tanto no deben presentar
problema alguno. Luego les siguen tres o cuatro capítulos en los que
Josefo narra acontecimientos ocurridos durante las monarquías de
Judá e Israel, los cuales pueden provocar uno que otro bostezo en al­
gunos lectores. Sin embargo, en los capítulos 17 y 18, el historiador
judío revela el dramático escenario político y cultural de la era del
Nuevo Testamento, y su material se vuelve sumamente valioso. El
capítulo 19, el cual registra episodios relacionados con Poncio Pilato,
Jesús de Nazaret, Juan el Bautista, Jacobo el Justo, y otros, es de una
im portancia capital y, sin lugar a dudas, la pieza clave de esta
condensación. En L as guerras d é lo s ju d íos (capítulos 20— 27) la na­
rración se hace com pletam ente absorbente, porque aquí Josefo
mismo no está epitomando, sino más bien suministrando copiosos
detalles — a veces él mismo fue testigo ocular— que adornan los su­
cesos cautivantes, aunque trágicos, de un período de apenas siete
años comprendido entre los años 66 y 73 d.C.
Una vez más, igual que sucede con la Biblia, algunos lectores po­
drían preferir usar este volumen para fines de referencia más bien que
Introducción

c0Ino un libro para leer de lapa a tapa. No obstante, este compendio


debería prestarse sin mayores obstáculos para la segunda opción,
puesto que para eso ha sido elaborado.
En su prólogo a G uerras, Josefo afirma haber escrito “para los
amantes de la verdad, y no para complacer a mis lectores”. Hizo fá­
cilmente también lo último, porque nadie ha dado una mejor visión
general de toda la era bíblica. Si Josefo no hubiera existido, tod os
nuestros diccionarios bíblicos y comentarios serían sustancialmente
más pequeños. Sus obras son simplemente indispensables para cual­
quier estudioso de las Escrituras. Pero en un tiempo en que el estudio
bíblico casi siempre se centra en libros individuales de la Biblia, ge­
neralmente queda oscurecido el panorama global desde la creación
hasta la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. Estas páginas consti­
tuyen un intento de corregir este desequilibrio y de ensanchar la
perspectiva.
P a u l L. M a i e r
Western M ichigan University
PARTE I

ANTIGÜEDADES
DE LOS JUDIOS
1
LOS COMIENZOS

os que escriben historias están impulsados por varios moti­

/, P r e f i 1
L vos. Esta obra fue emprendida no para exhibir capacidad li­
teraria, ni para ganar fama, ni para complacer a los poderosos,
sino que, como participante en algunos de los acontecimientos, quería
yo refiitar a aquellos cuyos escritos estaban falseando la verdad; y para
beneficiar a los que ignoran acontecimientos importantes.
Esta narración cubrirá toda nuestra historia antigua: el origen de
los judíos, las vicisitudes que sufrieron, el gran legislador que les
enseñó piedad y virtud, y todas sus guerras a lo largo de largas eras
hasta su conflicto final con Roma. Debido a que este tema es tan vas­
/, P, 3 to, escribí acerca de esto último en Guerras1en un volumen separado.
La principal lección de estas páginas es: que los que se amoldan a la
voluntad de Dios prosperan y son dichosos, pero que los que se apar­
tan de sus leyes acaban desastrosamente.
I.P . 4 Nuestro legislador, Moisés, nació hace 2.000 años. Guando esta­
bleció sus leyes no siguió fábulas ni comenzó con los derechos del
hombre, como otros han hecho, sino que elevó sus pensamientos
hacia Dios y hacia la creación del mundo. Mencionaré primero lo que
Moisés ha dicho acerca de la creación, tal como la encuentro regis­
trada en los libros sagrados.

La creación
A 1 :2 7 En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba ocul­
1, 1, í
ta en densas tinieblas cuando Dios ordenó que fuera la luz. Separó la
luz de las tinieblas, a las que llamó noche, y a la luz, día. Al segundo
día estableció el cielo por encima del universo, rodeándolo de hielo
y haciéndolo húmedo y lluvioso para beneficiar la tierra. Al tercer día
fundó la tierra, sobre la que crecían plantas y semillas del suelo, y de­
rramó la mar en tomo de ella. En el cuarto, dispuso el sol, la luna y las
estrellas en el cielo, regulando sus movimientos y ciclos para indicar
Los comienzos

las estaciones. En el quinto día generó en el abismo y en el aire las cria­


turas que nadan o vuelan, uniéndolas para multiplicarse según su
naturaleza. Al sexto día dio forma a las criaturas cuadrúpedas, machos
y hembras, y también en este día creó al hombre. Al séptimo día, Dios
reposó de su labor; por ello nosotros también dedicamos este día al re­
poso, y lo llamamos Sabbath, que en hebreo significa “reposo”.
Moisés escribe así acerca de la formación del hombre: “Dios formó
al hombre del polvo de la tierra, y sopló en él espíritu y alma.” Este
hombre fue llamado Adán, que en hebreo significa “rojo”, por cuanto
fue hecho de la tierra roja, porque éste es el color del suelo virgen. Y
Dios mostró a Adán los machos y las hembras de las criaturas vivien­
tes, dándoles los nombres por los que siguen siendo llamados hasta
el día de hoy.2Por cuanto Adán no tenía consorte hembra, y observa­
ba atónito a las otras criaturas que tenían su pareja, Dios tomó una de
las costillas de Adán mientras dormía y de ella formó una mujer. En
hebreo, la mujer se llama essa [issh a ], pero el nombre de la primera
mujer fue Eva, que significa “madre de todos los vivientes”.
Ahora bien, en el parque que Dios había plantado hacia oriente, or­
denó que Adán y su mujer comieran de todas las plantas excepto del
árbol de la sabiduría, advirtiendo que si lo tocaban serían destruidos.
En aquel tiempo, todas las criaturas vivientes hablaban un lenguaje co­
mún, y una serpiente sedujo maliciosamente a la mujer a que probara
del árbol de la sabiduría, prometiéndole una existencia gloriosa seme­
jante a la de un dios. Ella gustó del fruto del árbol, y persuadió a Adán
a que también lo hiciera. Conscientes ahora de su desnudez, se cubrie­
ron con hojas de higuera. Cuando Dios entró en el huerto, Adán intentó
primero excusarse inculpando a Eva, y ella acusó a la serpiente. Dios
le dijo a Adán que la tierra ya no produciría nada por sí misma excep­
to a cambio de un pesado trabajo. Castigó a Eva por medio del parto, y
privó a la serpiente del habla poniendo veneno bajo su lengua. Tam­
bién eliminó sus pies para que tuviera que arrastrarse por el suelo.
Entonces Dios sacó a Adán y Eva del huerto y los puso en otro lugar.
Les nació Caín, nombre que significa “adquisición”, y también Abel,
que significa “nada”. También tuvieron hijas. Abel, el joven, era vir­
tuoso y vivía como pastor. Caín, por su parte, era depravado y
codicioso, y labraba la tierra. En sus sacrificios a Dios, Caín trajo los
frutos de la tierra. Abel ofreció leche y los primogénitos de sus reba­
ños, sacrificio que Dios prefería, por cuanto estaba producido por la
naturaleza, no por el esfuerzo humano. Encolerizado por la preferen­
cia de Dios, Caín dio muerte a su hermano, ocultando su cadáver. Dios
enfrentó a Caín con su crimen, lo maldijo hasta la séptima generación,
y lo expulsó de aquella tierra con su mujer. También le puso una mar-
20 Antigüedades de los judíos

ca, asegurando a Caín que no sería muerto por bestia u hombre algu­
no.
I, II. 2 Después de un largo viaje, Caín se estableció con su mujer en un
lugar llamado Nod, donde tuvo hijos. Entregándose a todo tipo de
vicio y violencia, enriqueció y acabó con la simplicidad de la vida
inventando pesos y medidas. Fue el primero en establecer límites y
en construir una ciudad, obligando a su clan a vivir tras sus mura­
llas. A esta ciudad la llamo Anocha, por su hijo mayor Enoc, cuya
descendencia fue también depravada.
I. II. 3 Adán, mientras tanto, anhelaba tener hijos, y a los 230 años engen­
dró a Set, así como a muchos otros hijos. Los virtuosos descendientes
de Set descubrieron la ciencia de la astronomía. Para impedir que sus
hallazgos perecieran en la destrucción por fuego y diluvio predicha
por Adán, los inscribieron en dos columnas, una de ladrillo y otra
de piedra. Esta última existe hasta el día de hoy en la tierra de Seiris.

Noé y el diluvio
a 1:72 Durante siete generaciones, estas gentes siguieron creyendo en
I. III, 1 ,2,3
Dios como amo del universo, pero luego cayeron en el vicio y en la
depravación. Algunos, nacidos de ángeles que se habían unido a
mujeres, se parecían a los audaces gigantes de la mitología griega. Noé
los apremiaba a que rectificaran sus caminos, pero temía que lo fue­
ran a matar, por lo que dejó el país tomando consigo a toda su familia.
Dios, por tanto, decidió destruir la humanidad y crear otra raza exenta
de vicio, y reducir su tiempo de vida a los 1 2 0 años. Le dio a Noé la
idea de construir un arca de cuatro pisos de altura, de 300 codos de
longitud, 50 de anchura, y 30 de profundidad . 3 Se embarcó en ella
con su familia, así como con machos y hembras de todas las criatu­
ras, algunas de ellas tomadas de siete en siete. El arca tenía costados
y cubierta fuertes, y el cataclismo tuvo lugar cuando Noé tenía 600
años, 2.262 años después del nacimiento de Adán.
I, III, 5 La lluvia cayó incesantemente durante 40 días, cubriendo la tierra
hasta una profundidad de 15 codos. Cuando cesó la lluvia, el diluvio
prosiguió por 150 días, hasta que el nivel del agua comenzó a descen­
der, comenzando con el séptimo día del mes séptimo. Cuando el arca
se asentó en la cumbre de un monte en Armenia, Noé soltó un cuervo
para ver si alguna parte de la tierra había emergido del diluvio, pero
el ave volvió a Noé. Una semana después, soltó una paloma, que vol­
vió manchada de barro y con una rama de olivo en el pico. Noé soltó a
los animales del arca siete días después de esto, hizo sacrificios a Dios,
y festejó con su familia. Los armenios llaman a este sitio “el Lugar del
Descenso”, y muestran sus restos hasta el día de hoy.
Los la d rillo s cem entados con betún, que se usaron com o m ateriales de
construcción para la torre de Babel, se empleaban todavía en la Babilonia de los
tiempos de Nabucodonosor, en el siglo vi a.C. Los ladrillos en estas ruinas están
aún unidos.

Este diluvio y el arca son mencionados por el caldeo Beroso, que es- ¡, m.«
cribe: “Sigue sobreviviendo una parte de la nave en Armenia, en el
monte de los Cordyaeanos, y la gente se lleva trozos de betún como ta­
lismanes.” Nicolás Damasceno cuenta la historia de esta manera: “En
Armenia hay un gran monte llamado Baris, donde muchos escapados
hallaron refugio en los tiempos del diluvio, y un hombre en un arca arri­
bó a la cumbre. Se guardaron durante mucho tiempo restos de maderos. ”
Temiendo que Dios inundara la tierra anualmente, Noé ofreció ¡,¡¡, ?.e
holocausto y oración, a lo que Dios respondió: “Nunca más el agua ane­
gará la tierra. Y te exhorto a que no derrames sangre humana, sino que
castigues a los culpables de tal crimen. Puedes alimentarte de otras cria­
turas como creas conveniente —porque te he hecho dueño de todo—
pero no de su sangre, porque en ella está el alma. Además, confirmaré
nuestro pacto exhibiendo mi arco”, con lo que se refería al arco iris.
Noé vivió 350 felices años después del diluvio, y murió a los 950 ¡,m,g
años de edad.

La torre de Babel
Sem, Jafet y Cam, los fies hijos de Noé nacidos un siglo antes del a moa
diluvio, fueron los primeros en descender del monte al llano, dan- l , v - h2
do ejemplo a otros que se habían quedado en las alturas temiendo un
22 Antigüedades de los judíos

diluvio. Se asentaron en la llanura de Sinar, y se hicieron tan nume­


rosos que Dios les aconsejó que enviaran colonias fuera. En su
desobediencia, ¡imaginaron que Dios trataba de dividirlos y de ha­
cerlos vulnerables a ataques! Así que siguieron a Nimrod, el nieto de
Cam, que estableció una tiranía y comenzó a edificar una torre más
alta que lo que pudiera alcanzar agua alguna en caso de que Dios qui­
siera inundar de nuevo la tierra.
I, IV, 3 Con muchas manos a la obra, una torre fuerte y ancha comenzó a
subir rápidamente, construida de ladrillos horneados con betún como
cemento. Pero Dios sembró la discordia entre ellos haciéndoles hablar
lenguajes distintos, de manera que no se pudieran comprender entre
sí. El lugar donde erigieron la torre se llama ahora Babilonia por la con­
fusión de su habla, porque los hebreos a la confusión la llaman “babel”.
Esto es también confirmado por la Sibila con estas palabras: “Cuando
todos los hombres hablaban una lengua común, algunos de ellos edi­
ficaron una torre muy alta, queriendo con ella subir al cielo. Pero los
dioses enviaron vientos contra ella, derribaron la torre, y dieron una
lengua distinta a cada hombre.”
a hizo Desde entonces, la gente quedó dispersada en colonias por todas
I, v, 1
partes, según Dios les condujo, con lo que fue ocupado cada conti­
nente, y algunos cruzaron el mar en naves y se establecieron en las
/. vi, 1 islas. Jafet, hijo de Noé, tuvo siete hijos que se establecieron en el te­
rritorio entre el río Tanais [el Don] y a través de Europa hasta Gadeira
1, vi, 2 ,3 [Cádiz, España]. Los hijos de Cam tuvieron el territorio desde Siria
y el Líbano a través de Judea hasta África y las tierras junto al mar
[el Mediterráneo]. Una maldición cayó sobre los hijos de Canaán, hijo
de Cam, porque Cam se burló una vez de su padre Noé cuando esta­
ba desnudo en un sueño de borrachera.
/, vi, 4,s Sem, hijo de Noé, tuvo cinco hijos, que se establecieron en Asia
desde el Eufrates hasta el Océano Indico. Su tataranieto fue Heber,
por causa del cual los judíos fueron originalmente llamados hebreos.
A su vez, el retataranieto de Heber fue Taré, un pastor que vivía en
Caldea, que a los 70 años fue padre de Abraham.

1. Parte II de este libro (p. 28 7 ), Las gu erra s d e los judíos.


2. En Génesis 2 :2 0 es Adán, y no Dios, quien da nombre a los anim ales. Esta es la
prim era de m uchas divergencias m enores entre el texto bíblico y Josefo, dem asiado
num erosas para señalar en notas.
3. A aproxim adam ente 1,5 pies (unos 4 6 centím etros) por codo (la d istancia entre
el cod o y la punta de los dedos) el arca m edía unos 4 5 0 x 75 x 4 5 pies (137 x 38 x 14
m etros).
La creación fuentes extra bíblicas. Los eruditos
están divididos hasta el día de hoy
y el diluvio sobre el asunto de si "Adán" se
deriva de la palabra hebrea adom
Josefo está orgulloso del hecho de (que significa "rojo", de donde
que su gran fuente histórica, viene la palabra Edom), o adamah
Moisés, nació "hace 2000 años", (que significa "tierra", como
o sea, c. 1900 a .C ., ya que él aparece en Génesis 2:7). Por lo
escribió justo antes del año 100 que respecta a Eva, su nombre
d.C. En realidad, esta fecha es Havvah en hebreo significa "vida"
imposible para el nacimiento de o "vivir" más bien que "madre de
Moisés, puesto que hasta las más todos los vivientes", como dice
antiguas cronologías del éxodo, Josefo, una libertad respecto a las
conducido por Moisés, lo colocan etimologías que él exhibirá
500 años más tarde. Sin embargo, también en otros fragmentos.
los números inflados son una Sensible a la posibilidad de que
enfermedad común entre los sus lectores no judíos pudiesen
historiadores antiguos para dudar del relato de Noé y el
demostrar la destacada antigüe­ diluvio, Josefo cita evidencia de
dad de los hebreos aquí en apoyo de otros historiadores de la
comparación con Roma, la cual, antigüedad como Beroso (que
aunque al mando del Mediterrá­ floreció c. 300 a.C .), el sacerdote
neo, apenas tenía unos siete u helenista que escribió una historia
ocho siglos de antigüedad. de Babilonia; su contemporáneo
A Josefo se le puede tal vez Manetón, que hizo lo mismo con
perdonar un error heroico de esta Egipto; y Nicolás de Damasco, el
naturaleza, puesto que no estaba biógrafo y amigo de Herodes el
"presente en la creación" ni en el Grande, autor de una Historia
nacimiento de Moisés. En general Universal, ahora perdida, de la
se cumple la siguiente regla: cual Josefo dependió mucho.
mientras más se acerca el aconte­ También cita estas fuentes para
cimiento a su propia época, más corroborar las vidas extremada­
precisa deviene su información. mente largas de los personajes
Lo más excelente de su registro bíblicos más antiguos, y atribuye
comprende desde el período además dicho fenómeno al favor
intertestamentario en adelante divino, así como a una "dieta más
hasta el final de las Antigüedades conducente a la longevidad".
en el 73 d.C. {A /, III, 9).
En el relato de la creación, la
adición de Josefo al Génesis de
que Adán fue formado "de la tierra
roja" es un ejemplo de muchos de
tales adornamientos que vemos en
sus escritos, los cuales extrajo de
las tradiciones rabínicas y de otras
24

2
LOS PATRIARCAS

Abraham
écimo desde Noé, Abraham nació 992 años después del di­

D
A 1:148
/, VI, 5
luvio. Tuvo dos hermanos, Nacor y Harán, pero Harán mu­
rió y fue sepultado en una ciudad llam ada Ur de los
caldeos. Dejó un hijo llamado Lot, y dos hijas, Sara y Milca. Nacor
se casó con su sobrina Milca, y tuvo muchos hijos e hijas, mien­
tras que Abraham se casó con Sara, y por cuanto no tenían hijos
adoptó a su sobrino Lot como hijo.
Aborreciendo Caldea debido a la muerte de Harán, Taró y su fa­
m ilia emigraron a Harán en Mesopotamia, donde murió Taré a los
205 años y fue sepultado. La duración de la vida humana siguió
disminuyendo hasta el nacimiento de Moisés, cuando el lím ite de
edad establecido por Dios fue de 120 años, el tiempo de la vida de
Moisés.
I. VII, 1,2 Cuando Abraham tenía 75 años dejó la tierra de Caldea, por orden
de Dios, y pasó a otro país llamado Canaán. Fue el primero en decla­
rar abiertamente que Dios, el creador del universo, es uno, y que el sol,
la lima y las estrellas no tenían poder inherente. Debido a estas opi­
niones, los caldeos se levantaron contra él, y por ello emigró a Canaán
con la ayuda de Dios. Beroso afirma: “En la décima generación des­
pués del diluvio vivió un hombre grande y justo entre los caldeos, bien
versado en conocimientos celestiales.” Nicolás de Damasco también
escribe: “Abraham reinó (en Damasco), un invasor procedente de los
caldeos. Pero no mucho después partió para Canaán, donde se esta­
bleció. ... Un pueblo cerca de Damasco recibe su nombre de él: ‘Morada
de Abraham’.”
I, VIII, 1,2 Durante muchos años, Abraham vivió en paz y abundancia en
Canaán. Luego vino un tiempo de hambre, y Abraham, sabiendo
que en Egipto había prosperidad, llevó a Sara allá. M ientras esta-
25

Gran parte de la ruta de Abraham desde U r a Canaán a través de Harán seguía el


río Eufrates, que aquí pasa junto a las ruinas de Babilonia.

ban en Egipto habló con los sacerdotes y otros hombres, mostrán­


doles el error de adorar a d ioses falsos. Tam bién les enseñó
muchas cosas que había aprendido en Caldea, incluyendo aritmé­
tica y astronomía, y los egipcios después enseñaron estas ciencias
a los griegos.
Tan pronto como el hambre en Canaán hubo terminado, Abraham ¡. vm. 3
volvió allí. Debido a que sus siervos frecuentemente tenían penden­
cias con los de Lot acerca de las tierras en las cuales hacer pastar a sus
rebaños, Abraham decidió hacer un reparto equitativo. Le dijo a Lot
que escogiera la parte de la tierra que prefiriera, y Abraham tomaría
el resto para sí. Lot escogió el territorio alrededor del río Jordán, cerca
de Sodoma. Abraham se dirigió a Hebrón y lomó toda la tierra a su al­
rededor.
Posteriormente, los habitantes de Sodoma fueron atacados y de- w.m
rrotados por los asirios, que tomaron a muchos de ellos cautivos para 1 IXi 1
llevárselos a su tierra. Entre estos se hallaba el mismo Lot, que ha­
bía luchado como aliado de los sodomitas. Cuando Abraham supo i.x, 1
lo que había sucedido decidió ayudarlos. Después de perseguirlos
durante cinco días atacó por sorpresa a los asirios de noche en un
lugar llamado Dan. Ellos habían estado festejando, y estaban ahora
borrachos o dormidos. Abraham y sus 318 siervos los asaltaron y die­
ron muerte a muchos, mientras que el resto se lanzaba a la fuga.
Liberó a los prisioneros de sus cadenas, y todos volvieron llenos de
26 Antigüedades de los judíos

aleg ría al hogar. De v u elta por el cam in o sa lió a r e c ib ir le s


Melquisedec, rey de Salem, que era también sacerdote de Dios. Dio
provisiones a Abraham y a su ejército, y mientras estaban todos co­
miendo y bebiendo, encomió a Abraham y lo bendijo. Abraham le
dio el diezmo de los despojos y Melquisedec aceptó el don.
I .X .2 Cuando el rey de Sodoma vio que Abraham volvía con los prisio­
neros y el botín le pidió a Abraham que le diera a los prisioneros para
poderlos devolver a sus hogares, a la vez que permitió que Abraham
se quedara con todos los despojos. Pero Abraham rehusó, diciendo
que no quería quedarse con nada para sí mismo.
A 1:1B3 Dios habló a Abraham y lo alabó por lo que había hecho diciendo:
I. X. 3
“Pero no perderás las recompensas que merece tu bondad.”
Entonces Abraham respondió: “¿De qué me servirán estas recom­
pensas, si no tengo uno que venga tras mí para gozar de ellas?”
Abraham seguía sin tener hijos.
Pero Dios le prometió que le daría un hijo, y que sus descendien­
tes se harían tan numerosos como las estrellas. Abraham ofreció un
sacrificio, como Dios le mandó: tomó una vaca, una cabra y un car­
nero —todos ellos de tres años— y asimismo una tórtola y un pichón,
y los partió en trozos, excepto por las aves. Y cuando erigió un altar
y quemó estos sacrificios oyó una voz que le dijo que sus descendien­
tes vivirían 400 años en la tierra de Egipto, donde serían tratados con
crueldad, pero que después volverían victoriosamente para poseer
la tierra de Canaán.
IX , 4 Pero pasaron varios años, y Abraham y Sara seguían sin tener hijos.
Por orden de Dios, Sara llevó a una de sus criadas egipcias, llamada
Agar, a la cama de Abraham, para que tuviera hijos con ella. Cuando
ésta quedó embarazada se comportó con insolencia con Sara, y actuó
con presunción. Abraham la entregó a Sara para que fuera castigada,
pero Agar huyó al desierto donde casi murió. Un ángel de Dios la per­
suadió para que regresara, y poco después dio a luz a Ismael.
I. XI. i Mientras tanto, la gente de Sodoma se habían ido volviendo inso­
lentes contra los hombres e impíos contra la Divinidad. Airado con
esta arrogancia, Dios resolvió arrasarlos.
A 1 :1 9 6 Un día, Abraham estaba sentado a la puerta de su patio junto a la
I, XI, 2,3
Encina de Mamre, y vio acercarse a tres extranjeros. Se levantó y los
saludó, pidiéndoles que se detuvieran allí y recibieran su hospitali­
dad. Cuando ellos aceptaron, mató un becerro, lo asó y se lo sirvió.
Mientras comían, le preguntaron a Abraham dónde estaba su mujer
Sara. Cuando él contestó que ella estaba en la tienda, le dijeron que
volverían un día y encontrarían que era madre. Sara se rió y dijo que
ya le era imposible ser madre, por cuanto tenía 90 años y su marido
27

100. Entonces los extranjeros le dijeron a Abraham que ellos no eran


hombres, sino ángeles de Dios, y que uno de ellos le había sido en­
viado para informarle acerca del niño, y los otros dos para destruir a
los sodomitas. Cuando Abraham oyó esto oró a Dios pidiendo que
perdonara a la ciudad de Sodoma por causa de las pocas personas
buenas que vivían allí. Pero Dios le dijo que no había ningún buen
so d o m ita , porque si tan sólo hubiera diez por ellos habría perdona­
do a todos los demás. Entonces Abraham calló.
Cuando los ángeles llegaron a la ciudad de los sodomitas, Lot los A 1:200
/, XI, 2-4
invitó a ser sus huéspedes, porque había aprendido de Abraham a ser
hospitalario. Pero los sodomitas sintieron deseos por los apuestos jó­
venes, aunque Lot les dijo que reprim ieran sus pasiones y no
deshonraran a sus huéspedes. Dios cegó a los miserables sodomitas,
que no pudieron encontrar la entrada a la casa, y advirtió a Lot para
que huyera de la destrucción de Sodoma. Cuando hubo huido de la
ciudad con su m ujer y sus dos hijas vírgenes, Dios lanzó una
fulminación contra la ciudad, quemándola por completo, junto con
sus moradores y el territorio circundante. Pero la mujer de Lot estaba
volviéndose de continuo para observar la suerte de la ciudad, a pesar
del aviso de Dios de no hacerlo, y fue transformada en una columna
de sal. Yo he visto esta columna, que permanece hasta el día de hoy.
Lot y sus hijas huyeron a Zoar, un pequeño lugar donde vivieron I, XI, 5

una mísera existencia, hambrientos y aislados de la humanidad. Cre­


yendo que todos los hombres habían sido destruidos, las hijas
solteras de Lot tuvieron relaciones con su padre, para impedir la ex­
tinción de la raza. Dieron a luz a Moab y Anión, los progenitores de
los moabitas y de los amonitas.
[En este punto, Josefo p asa a relatar el episodio d e A bim elec en
Génesis 20.]

Isaac
No mucho después de esto, Abraham y Sara tuvieron un hijo, como A 1:2 1 3
I, XII, 2
Dios había predicho, y lo llamaron Isaac, que significa “risa”, por­
que Sara se había reído cuando Dios dijo que tendría un hijo. Ocho
días después lo circuncidaron, y desde entonces ésta ha sido la prác­
tica entre los judíos. Los árabes posponen este rito hasta los trece
años, la edad en que Ismael, hijo de Agar, fue circuncidado.
Temiendo que Ismael, como hijo mayor, pudiera hacer daño a su I, XII, 3,4

Isaac cuando Abraham muriera, Sara apremió a su marido a que echa­


ra a Agar y a su hijo. Viendo que la petición de Sara tenía también la
sanción de Dios, Abraham consintió y los echó. Cuando sus provi­
siones se h u bieron term in ad o, un ángel y algunos pastores
28 Antigüedades de los judíos

sustentaron a los proscritos. Más tarde, Ismael se casó con una mu­
jer egipcia, con la que tuvo doce hijos, y sus descendientes vinieron
a ser la nación árabe.
a 1:222 Al ir creciendo, Isaac se hizo querido a Abraham como su único
i. XIII, i
hijo y por sus muchas virtudes. Era celoso en la adoración a Dios, y
amaba y honraba a sus padres. La dicha de Abraham se centraba en
Isaac como su sucesor.
Sin embargo, Dios se apareció a Abraham para poner a prueba su
obediencia. Después de recordarle todas las bendiciones que le ha­
bía dado —Isaac era sólo una de sus muchas dádivas— pidió que
Abraham llevara a su hijo al monte Moriah, que levantara un altar, y
que sacrificara a Isaac sobre él en holocausto.
/, xin, 2 Abraham nunca pensó en desobedecer, porque sabía que la volun­
tad de Dios debía ser cumplida. No dijo nada a Sara ni a nadie de la
familia acerca del mandamiento de Dios, porque tenía miedo que
trataran de disuadirle de obedecer a Dios. Hizo que Isaac y dos sier­
vos cargaran un asno con lo necesario para el sa crificio , y se
dirigieron hacia el monte Moriah. Viajaron durante dos días, y al ter­
cero pudieron ver el monte. Abraham dejó a los siervos en el llano y
siguió con su hijo hacia el monte, sobre el que el rey David iba a edi­
ficar más adelante el templo.1
/, XIII, 3 Mientras levantaba el altar, Isaac, que tenía ahora 25 años, le pregun­
tó a su padre qué víctima iban a ofrecer. Dios proveería la víctima,
contestó su padre. Pero cuando el altar estuvo terminado y Abraham
había colocado la leña partida sobre el mismo, se dirigió a Isaac y le dijo:
“Hijo mío, con muchas oraciones imploré a Dios por tu nacimiento. Y
cuando viniste al mundo, no ahorré nada para tu crianza, y mi mayor
dicha hubiera sido verte crecer hasta la edad madura y ser heredero de
mis dominios cuando yo muriera. Pero por cuanto es ahora la volun­
tad de Dios que te entregue a Él, soporta valeroso esta consagración.
Despídete de esta vida, no por el camino usual, sino dirigido en tu ca­
mino a Dios por tu propio padre por medio de los ritos del sacrificio.”
I, XIII, 4 Isaac recibió estas palabras con alegría. Exclamó que si fuera a re­
chazar la decisión de Dios y de su padre no merecería haber nacido.
Y que aunque hubiera sido sólo la decisión de su padre, habría sido
impío desobedecer. Con esto, se apresuró al altar fatal.
Y la acción se habría consumado si Dios no se hubiera interpues­
to. Prohibiéndole dar muerte al muchacho, Dios dijo que no deseaba
un sacrificio humano, sino que sólo había querido someter a prueba
la obediencia de Abraham. Siendo que ahora estaba seguro de ella,
Dios estuvo contento de haberle dado tantas bendiciones, y seguiría
velando sobre él y su raza. Isaac viviría una larga vida y tendría mu-
Los patriarcas 29

chos descendientes, que enriquecerían, heredarían la tierra de


Canaán, y serían envidiados por todos los hombres.
Después de haber hablado, Dios proveyó un camero para el sacrificio.
Luego, padre e hijo, regocijándose grandemente, se abrazaron, y volvie­
ron después del sacrificio a donde estaba Sara, y vivieron felizmente.
No mucho tiempo después murió Sara, a los 127 años de edad. I. XIV. 1

Abraham la sepultó en Hebrón, donde él y sus descendientes cons­


truyeron sus propios sepulcros.

Rebeca
Cuando Isaac tenía 40 años, Abraham decidió buscarle mujer, una A 1:242
I, XVI, 1
muchacha llamada Rebeca, nieta de su hermano Nacor. Escogió a su
siervo más anciano, y le dio una cantidad de presentes que debía
entregar a los amigos de Abraham en Mesopotamia. Después de
muchos días de viaje, el siervo llegó a la ciudad de Harán y vio a va­
rias muchachas que salían de la ciudad a llenar sus cántaros con el
agua del pozo. Oró que Rebeca pudiera encontrarse entre estas mu­
chachas, si era la voluntad de Dios que se casara con Isaac, y que fuera
ella la única que le ofreciera agua para beber.
Cuando las muchachas llegaron al pozo, él fue a ellas y pidió algo I, X V I, 2

de agua. Pero mientras las otras rehusaban, diciendo que la querían


llevar toda a casa y que no podían darle ni siquiera un poco, una de
ellas las reprendió por su conducta descortés para con este extraño.
Se dirigió entonces a él ofreciéndole agua de modo gentil. Para ase­
gurarse, el siervo la encomió por su generosidad al darle vm agua que
tanto esfuerzo le había costado sacar. Le preguntó quiénes eran sus
padres, para poder felicitarlos por tal hija.
“Me llamo Rebeca —contestó ella— y mi padre era Betuel, pero ya
ha muerto, y yo vivo con mi madre y mi hermano Labán, que dirige
nuestros asuntos.”
El siervo se alegró, porque ahora vio claramente que Dios había
dirigido su viaje y dado respuesta a su oración. Tomó un collar y al­
gunas otras joyas y se las dio. Añadió que por su bondad podía
suponer lo hospitalarios que debían ser su madre y hermano que la
habían criado, y quizá le acogerían en su hogar. Le dijo que no les
sería una carga, sino que pagaría por su hospedaje. Ella contestó que
tenía razón acerca de su familia, porque eran personas generosas,
pero se quejó de que hubiera pensado que iban a aceptar dinero por
su hospitalidad. Debía venir como invitado.
Habiendo recibido permiso de Labán, invitó a entrar al extraño, A 1:252
I, XVI, 3
mientras que los siervos cuidaban a los camellos. Y Labán lo convidó
a cenar con él. Después de la comida, el siervo de Abraham le dijo a
La cueva de Macpela, donde están sepultados Abraham, Isaac, Jacob y José, se
encuentra en Hebrón, bajo esta estructura almenada, cuyas impresionantes murallas
fueron levantadas por Herodes el Grande y están magníficamente conservadas.
Labán y a la madre de Rebeca quién era él y por qué había venido. Ex­
plicó que Abraham era un hombre rico y bondadoso, y que Isaac era
su heredero. Abraham, dijo, hubiera podido escoger a cualquiera de
las mujeres ricas que vivían en los alrededores para su hijo, pero que
prefería a una muchacha de su propia tribu. Y ésta parecía ser también
la voluntad de Dios, que había dado respuesta a su oración cuando le
pidió que Rebeca quedara identificada delante de él. El siervo de
Abraham les apremió a que dieran su consentimiento al matrimonio.
Labán y la madre de Rebeca vieron que la voluntad de Dios lo ha­
bía dirigido todo, y dieron su libre consentim iento. El siervo de
Abraham llevó a Rebeca de vuelta consigo, y ella se casó con Isaac,
ahora amo de las propiedades de su padre.
I, XVII, 1 Poco después de esto murió Abraham, supremo en toda virtud.
Vivió hasta los 175 años, y fue sepultado por Isaac e Ismael en Hebrón
junto a su mujer Sara.

Jacob y Esaú
a 1:257 La joven mujer de Isaac concibió, y en su embarazo adquirió un
i, xvm. i tamaño alarmantemente grande. Pero Dios le dijo a Isaac que Rebeca
Los patriarcas 31

tendría mellizos. Los dos serían también fundadores de grandes na­


ciones, y el joven sería más grande que el mayor. Cuando nacieron,
el mayor fue llamado Esaú, que significa “peludo”, porque nació con
pelo por todo el cuerpo. Esaú era el favorito de Isaac, pero Jacob, el
menor, era el más amado de su madre.
Cuando sus hijos hubieron crecido, Isaac había envejecido, se había i, XVIII,
5,6
debilitado y quedado ciego. Le dijo a Esaú que tenía deseos de que fue­
ra su sucesor, por lo que le pidió que fuera a cazar y le preparara una cena,
después de la cual Isaac oraría a Dios por él. Esaú salió, pero Rebeca,
ansiosa de que Jacob recibiera el favor de Dios, le hizo matar algunos
cabritos y preparar una cena. Jacob obedeció a su madre, y cuando la
cena estuvo lista tomó una piel de cabrito y la puso sobre su brazo, para
que su ciego padre, al sentir el vello del cabrito, creyera que era su her­
mano Esaú. Cuando trajo la cena dentro, Isaac reconoció su voz como
la de Jacob, y le mandó que se acercara. Pero cuando tomó la mano de
Jacob, cubierta con la piel del cabrito, dijo: “Tu voz es la de Jacob, pero
por el espesor de tu vello, tienes que ser Esaú.”
No sospechando de ningún engaño, Isaac comió la cena, y luego de­ I. XVIII, 7

rramó sus oraciones a Dios diciendo: “Oh Señor de todos los siglos y
Creador de todas las cosas, por cuanto tú has concedido a mi padre abun­
dancia de bienes, y en tu gracia me has dado todo lo que tengo, confirma
estas promesas, y no me pases por alto debido a mi presente debilidad.
Muestra gracia a éste mi hijo, y guárdalo de todo mal. Dale una vida di­
chosa, y la posesión de todos aquellos bienes que tu poder puede otorgar.
Hazlo terrible para sus enemigos, y amado para sus amigos.”
Ésta fue la oración de Isaac, y acababa de terminar cuando Esaú vino I, XVIII, 8

de cazar. Esaú pidió a su padre que le diera la misma bendición que le


había dado a Jacob. Pero Isaac, dándose cuenta de su error, no podía re­
mediarlo, porque todas sus oraciones se habían agotado con Jacob. Sin
embargo, cuando Esaú prorrumpió en llanto, su padre trató de consolar­
lo, y predijo que sobresaldría en la caza y en la fortaleza corporal y valentía.
Esaú tendría gloria para siempre debido a esto, tanto él como sus descen­
dientes después de él. Sin embargo, siempre serviría a su hermano.

Jacob huye a Mesopotamia


Rebeca tenía miedo de que Esaú se vengara de Jacob por este en- a 1:279
gaño, y por ello persuadió a Isaac para que escogiera una mujer para I, XIX, 1,2
Jacob de entre los parientes que ella tenía en Mesopotamia. Esaú ya
se había casado con Mahalat, hija de Ismael. Isaac consintió que Jacob
se casara con Raquel, la hija de Labán, hermano de Rebeca, y envió
a Jacob a Mesopotamia para cpie se casara con ella.
En su viaje por Canaán, donde los habitantes eran idólatras, Jacob
-32I I :---------------------------------------------------- 1
Antigüedades de los judíos

rehusó alojarse con ninguno de ellos. Prefirió dormir al aire libre, con
un montón de piedras a guisa de almohada. Una noche tuvo una vi­
sión mientras dormía: vio una escalera que iba de la tierra al cielo por
la que descendían seres de más exaltada naturaleza que la de los
mortales, y arriba de todo estaba Dios mismo, claramente visible.
Dios, llamando a Jacob por su nombre, le dijo que debido a que des­
cendía de tan buen padre y abuelo Él lo guardaría y lo bendeciría. El
matrimonio que él contemplaba sería dichoso, y tendría una gran
m ultitud de descendientes, a los que les sería dada la tierra de
Canaán. “No temas peligro alguno, por tanto —le dijo Dios,— y no
desfallezcas ante las muchas dificultades que debes experimentar;
porque yo velaré por ti y dirigiré todo lo que hagas, ahora y después.”
1. XIX, 3 Jacob se levantó de su sueño refrescado y fortalecido. Debido a la
gran promesa que le había sido dada allí, derramó aceite sobre las
piedras, prometiendo que si vivía y volvía sano y salvo ofrecería sa­
crificio sobre ellas, y daría un diezmo de todas sus ganancias a Dios.
Así, nombró este lugar “Bet-el”, que significa “Hogar de Dios”.
A 1 :285 Prosiguiendo su viaje, llegó finalmente a Harán. Encontrándose con
I, XIX, 4
irnos pastores en los suburbios de la ciudad, preguntó si conocían a un
hombre llamado Labán, y si todavía vivía. Le respondieron que lo cono­
cían bien, porque era un hombre importante en la ciudad, y que su hija
Raquel apacentaba su rebaño junto con los pastores. Se preguntaban por
qué no llegaba todavía, pero mientras hablaban se acercó la muchacha, y
los pastores le presentaron a Jacob como un forastero que venía a preguntar
por su padre. Complacida con su apariencia, Raquel le preguntó quién
era y qué quería, esperando poder suplir sus necesidades.
Jacob quedó sorprendido ante la belleza y gracia de la joven, que
I. XIX , 5 pocas mujeres de su tiempo podían igualar. Le dijo que era hijo de
Isaac y Rebeca, y sobrino del padre de ella, Labán. “Y ahora —prosi­
guió él— he venido a saludarte a ti y a tu familia, y a renovar aquellos
sentimientos amistosos que ya existen entre nosotros.”
Ella lo abrazó contenta y lo condujo a la casa de su padre. Le ase­
guró que su visita complacería en gran manera a Labán, porque estaba
siempre pensando en Rebeca y hablando de ella.
I, XIX, 6 Cuando Labán supo quien era Jacob le dio la bienvenida a la casa. Des­
pués de haber conversado algún tiempo le preguntó a Jacob por qué había
dejado a sus ancianos padres para emprender tan largo viaje, asegurán­
dole que si necesitaba algo se lo daría bien dispuesto. Entonces Jacob
explicó que había dejado su hogar porque Esaú quería darle muerte.
I, XIX. 7.8 Labán prometió que trataría a Jacob con gentileza y que le haría
supervisor de sus rebaños. Cuando quisiera volver a sus padres lo
enviaría de regreso cargado de presentes. Jacob replicó que trabaja-
Los patriarcas 33

ría con gusto para su tío, pero que como recompensa por su trabajo
sólo pedía la mano de Raquel. Labán quedó complacido con este
acuerdo, y dijo que se la daría a Jacob con la condición de qne se que­
dara con él por cierto tiempo, porque no quería enviar a su hija entre
los cananeos. Jacob consintió en quedarse por siete años.
Pero al cumplirse los siete años, Labán le dio su hija mayor, Lea,
en lugar de Raquel. Lea no era bella, pero Jacob, engañado por el vino
y la oscuridad de su dormitorio, se unió con ella, pensando que era
Raquel. Guando llegó la luz del día acusó a Labán de perfidia. Pero
no se trataba de malicia, le explicó Labán, sino que un motivo abru­
mador le había llevado a esto.2 Sin embargo, le dijo a Jacob que si
quería trabajar otros siete años podría también tener a Raquel por
mujer. Jacob aceptó y trabajó otros siete años para él, y al final de este
tiempo ganó a Raquel. Sus dos mujeres le dieron a luz hijos e hijas.
Finalmente, después de cuidar de los rebaños de su suegro durante I, XIX, 9

veinte años, Jacob resolvió tomar sus mujeres y volverse a su hogar.


Sin embargo, por cuanto Labán no iba a permitirlo decidió partir en
secreto. Cuando supo que sus mujeres estaban dispuestas a irse, Jacob
huyó con toda su familia, junto con la mitad del ganado.
Pero al día siguiente Labán descubrió la huida de Jacob y se enfu­ I, XIX, i O

reció. Persiguiéndolos con un grupo de hombres alcanzó a los


fugitivos al séptimo día, mientras acampaban en una colina. Era ya
tarde, y Labán decidió esperar a la mañana siguiente. Pero durante
la noche Dios se apareció a Labán en un sueño, y le advirtió que ac­
tuara pacíficam ente con su yerno e hijas. No debía hacer nada
precipitadamente ni con ira, sino establecer pacto con Jacob. Pero si
Labán menospreciaba la pequeñez de sus números y los atacaba, Dios
mismo los ayudaría entonces.
Al día siguiente Labán se encontró con Jacob, preguntándole por A 1:314

qué se había ido secretamente llevándose a sus hijas consigo. Jacob


dijo que lo había hecho porque Labán no iba a dejarle ir de ninguna
otra manera. “Yo no soy —dijo Jacob— la única persona a quien Dios
ha dado amor por su propio país. Él lo ha hecho natural en todos los
hombres, y era cosa razonable que después de tantos años quisiera
volver. En cuanto a tus hijas, no las obligué a que me acompañaran
en mi huida, sino que ellas estaban dispuestas a acompañarme por
su amor hacia mí. Más no me siguen tanto por mi causa como por
causa de sus propios hijos.”
Labán hizo una promesa, y la ligó con juramentos, de que no ha­ /, XIX, 11

ría daño alguno a Jacob por lo sucedido, y Jacob hizo la misma


promesa. También juró amar y cuidar a las hijas de Labán. En memo­
ria de estas promesas levantaron una estela en forma de altar en el
34 Antigüedades de los judíos

monte en el que se encontraban. Este lugar se llama monte Galaad


[que significa “El majano del testimonio”], y la tierra es conocida con
el nombre de Galaad hasta el día de hoy. Luego, después de jurar, ce­
lebraron un banquete, y Labán se volvió al hogar.

Encuentro de Jacob y Esaú


a i* 2s Mientras Jacob regresaba al hogar, sentía miedo de que Esaú no le
/, XX, 1,2
hubiera perdonado. Queriendo saber cuáles eran las intenciones de
su hermano, envió algunos siervos delante de sí. Debían ir a Esaú con
este mensaje: “Tu hermano Jacob viene de regreso y trae consigo a
sus mujeres e hijos, junto con todas sus posesiones. Estaría muy fe­
liz en compartir contigo lo que Dios le ha concedido.”
Cuando entregaron este mensaje Esaú se alegró, y fue al encuen­
tro de su hermano con 400 hombres. Pero Jacob, al oír que venía con
una fuerza tan grande, se atemorizó mucho. Pero se encomendó a
Dios, y se dispuso a defenderse a sí mismo y a su familia lo mejor que
pudiera. Dividió a su compañía en secciones; algunas las envió de­
lante y otras a la retaguardia que le siguieran a él. Así, si el primer
grupo era atacado, podría retirarse hacia los que le seguían.
A continuación envió a su hermano presentes de ganado y de otros
animales cuadrúpedos, algunos de los cuales eran raros y valiosos.
Los envió por manadas separadas para que parecieran más numero­
sos, esperando que estos regalos aplacaran a Esaú, si todavía estaba
enojado.
ai*3i Jacob necesitó un día entero para hacer estos preparativos. Lue­
I, XX, 2 ,3
go, al caer la noche, envió a su grupo al otro lado de un torrente
llamado Jaboc, mientras que él se quedó atrás. Más tarde se le apa­
reció un espíritu que luchó con él. Luego informó a Jacob que había
logrado vencer a un ángel de Dios, y que esta victoria significaba
que la raza que él fundaría sería grande y victoriosa. El ángel tam­
bién le dijo a Jacob que tomara el nombre de Israel, que significa en
hebreo “luchador con un ángel de Dios”.3 Luego desapareció. Du­
rante la lucha Jacob se había hecho daño en el tendón del muslo, y
por esta razón nunca comió esta parte de ningún animal, y sus des­
cendientes tampoco la han comido nunca.
Al día siguiente aparecieron Esaú y sus hombres, y Jacob se pos­
tró delante de su hermano. Esaú lo levantó y lo abrazó. Después de
haber hablado, Esaú se ofreció para ir con Jacob a su padre, Isaac,
pero Jacob, dándole las gracias, le dijo que sus mujeres e hijos es­
taban cansados de su largo v iaje y que n ecesita b a n reposar.
Entonces Esaú los dejó y se volvió a su propio país de Seir, m ien­
tras que Jacob prosiguió viaje hacia Sucot y Siquem.
El tradicional sepulcro de Raquel, justo al norte de Belén.
Puesto que los siquemitas estaban celebrando una fiesta, Dina, la a 1:337
única hija de Jacob, fue a la ciudad. Allí Siquem, hijo del rey Hamor, la 1xxl1
vio, se la llevó y la violó. Al enamorarse de ella le pidió a su padre que
la pidiera para que se la diera por mujer. Hamor fue a ver a Jacob y le
pidió la mano de su hija, pero Jacob convocó mía reunión familiar para
consultar el asunto. La mayoría de sus hijos guardaron silencio, pero
Simeón y Leví, hermanos de la joven nacidos de la misma madre, con­
cibieron un plan. Mataron a los guardas siquemitas mientras dormían,
así como también a todos los varones de la ciudad, incluyendo al rey y
a su hijo, perdonándoles la vida sólo a las mujeres. Una vez hubieron
hecho esto, sin el consentimiento de su padre, llevaron a la joven de
vuelta a su casa. Aunque Jacob estaba horrorizado por semejante atro­
cidad, Dios le dijo que cobrara valor y que ofreciera los sacrificios que
había prometido cuando salió por primera vez para Mesopotamia.
Jacob prosiguió su viaje a Bet-el, donde había visto la visión de los 1, xxi, 3
ángeles y la escalera cuando iba a Mesopotamia, y ofreció sacrificios
allí. Entonces fue a Efrata [cerca de Belén], donde Raquel murió de
parto. La sepultó allí, siendo la única persona de su familia que no
había sido enterrada en Hebrón. En profundo duelo llamó Benjamín
a su hijo. En total, Jacob tuvo doce hijos y una hija.
Al final llegó a Hebrón, en la tierra de Canaán, donde su padre Isaac, \, xxn, 1
aunque muy anciano, seguía viviendo. Pero sólo pocos años después
del regreso de Jacob murió Isaac, a la edad de 185 años. Esaú y Jacob se­
pultaron a su padre junto a su mujer en su tumba ancestral en Hebrón.
36 Antigüedades de los judíos

José y sus hermanos


A 2:1 Después de la muerte de Isaac, sus hijos se dividieron la tierra en­
//.I. 1 tre sí. Esaú dejó Hebrón a su hermano y gobernó sobre Idumea, dando
a este país su nombre, porque como sobrenombre se llamaba Adom,
que en hebreo significa “rojo”. Fue padre de cinco hijos.
II. II. I Jacob enriqueció y prosperó, y llegó a ser considerado como el más
bienaventurado de todos los hombres en aquel país. Sus hijos eran
fuertes e inteligentes, y Jacob estaba especialmente encariñado con
José, que no sólo era apuesto sino también virtuoso y sabio. Sin em­
bargo, su preferencia suscitó la envidia y el odio de los hermanos de
José, como también dos sueños que José tuvo.
II, II. 2 En su primer sueño, José soñó que en el tiempo de la siega, mien­
tras él y sus herm anos estaban atando m anojos, su m anojo se
levantaba enhiesto mientras que los manojos de ellos corrían a in­
clinarse ante el suyo, como los siervos se inclinan ante sus amos. Los
hermanos se encolerizaron cuando oyeron este sueño, porque les
parecía que significaba que José tendría poder sobre ellos. Pero no
dejaron que José supiera sus sentimientos, sino que oraron secreta­
mente que lo que temían no llegara a suceder.
II. II. 3 El segundo sueño fue aún más maravilloso que el primero. Le pa­
recía a José que el sol, la luna y las estrellas descendían del cielo y
se inclinaban ante él. Le contó esta visión a su padre en presencia de
sus hermanos, y le rogó que lo interpretara. Jacob se entusiasmó con
este sueño, porque parecía prometer grandes cosas para su hijo.
Intuyó su significado: el sol y la luna significaban el padre y la ma­
dre de José, y las once estrellas eran sus hermanos. Vendría el tiempo
en que José, por la bendición de Dios, sería considerado digno de
reverencia por parte de sus padres y hermanos. Este segundo sueño
encolerizó a sus hermanos aún más que el primero.
A 2 :1 8 Poco tiempo después de la siega fueron a Siquem, lugar famoso por
II. II. 4
II. III, 1.2 sus pastos, y allí cuidaban sus rebaños. Pero por no haber dicho a sus

padres que iban allí, Jacob se inquietó más y más, y envió a José a ver
si podía saber algo de ellos. Los hermanos se alegraron cuando vieron
acercarse a José, porque habían resuelto matarlo. Pero Rubén, el ma­
yor, protestó, afirmando que era un gran crimen matar un hermano,
incluso si hubiera hecho algún mal grave, y José no había hecho mal
alguno. Pero cuando no pudo persuadirlos, les rogó que al menos no
dieran muerte a su hermano con sus propias manos, sino que echaran
a José en una cisterna cercana, donde moriría sin que ellos mancha­
sen sus manos con la sangre del muchacho. Los jóvenes accedieron.
Rubén lomó a José, lo ató, y lo bajó lentamente a la cisterna, que esta­
ba seca. Luego se fue a buscar pastos apropiados para los rebaños.
Los patriarcas 37

Una vez se hubo ido, Judá, otro hermano, vio una caravana de ismaelitas II. III. 3

que llevaban especias y mercancías de Siria a través de la tierra de Galaad


para venderlas en Egipto. Convenció a los otros para que izaran a José fuera
Je la cisterna y lo vendieran a estos mercaderes, no haciéndose así cul­
pables de asesinato. Estuvieron de acuerdo, y José fue sacado de la cisterna
y vendí do a los mercaderes por veinte piezas de plata.
Al llegar la noche, Rubén volvió a la cisterna con la intención de
salvar a José en secreto. Llamándolo y no recibiendo respuesta, se
angustió, temiendo que sus hermanos le hubieran matado después
que él se había ido. Cuando fue a ellos y se quejó le dijeron lo que
habían hecho, y Rubén quedó satisfecho.
Los hermanos se preguntaron ahora qué iban a decirle a su padre. II, III, 4

Le habían quitado a José la túnica que vestía cuando llegó a donde


ellos estaban, y decidieron desgarrarla y mojarla en la sangre de un
cabrito. Entonces se lo mostrarían a Jacob haciéndole creer que José
había sido muerto por las fieras. Fueron al anciano, y él reconoció
la túnica de José, y, creyendo que había sido muerto, se sintió abru­
mado de dolor, y quedó inconsolable.

1. Salomón fue quien levantó el templo sobre una propiedad com prada en el m onte
Moriah por su padre David.
2. Génesis 29:26: “No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor. ”
3. En realidad en hebreo dice: “luchador con Dios”.

Los patriarcas citado en Génesis 14:1 ss, "Amrafel,


rey de Sinar [Sumer o Babilonia]", a
y la historia quien Josefo llama "Amarapside" (A
Es bastante difícil correlacionar a /, I X 7), ha sido identificado con el
Abraham, Isaac, Jacob y José con bien conocido Hammurabi, el rey
la historia general del antiguo babilonio que reinó en los años de
Cercano Oriente. Esto no se debe 1700 a.C. Sin embargo, muchos
a que son personajes no históricos eruditos prefieren una fecha
o mitológicos, sino a que nuestras anterior para la llegada de Abraham
fuentes primarias, la Biblia y a Canaán. En cualquier caso, la
Josefo, no asocian estas figuras primera parte de mediados de la
con acontecimientos ni personas edad del bronce (c. 2000-1550
conocidas en sus respectivas eras. a.C .) parecería la mejor época para
En el caso de Abraham, su los patriarcas. Desafortunadamen­
hogar en "U r de los caldeos" ha te, el nombre del faraón que estaba
sido confirmado por la arqueolo­ en el poder durante la visita de
gía como una prominente ciudad Abraham a Egipto no aparece en
sumeria, y su contemporáneo, ninguna fuente antigua.
3
LOS HEBREOS EN EGIPTO

osé había sido llevado y vendido por los mercaderes a Potifar,


un egipcio, jefe de los cocineros del rey Faraón. Polifar vio que
José era lan digno de confianza que lo puso al frente de toda
su casa, y le enseñó las artes liberales.
//. iv, 2-5 Pero la mujer de Potifar se enamoró de José. Dos veces le propuso
una unión ilícita, la segunda vez fingiendo una enfermedad para evi­
tar ir a una festividad pública y estar a solas con él. Pero José rechazó
sus demandas, y cuando ella intentó forzarlo físicamente él huyó, de­
jando su ropa en manos de ella. Cuando su marido volvió ella le dijo:
“Bien puedes morir, marido mío, si no castigas a este malvado escla­
vo tuyo que inLentó mancillar tu cama.” Ella prosiguió, con lágrimas,
acusando a José de intento de violación, y le mostró el manto como
prueba de que José había intentado tal cosa. Más orgulloso que nunca
de su mujer, Pot ifar echó a José en la cárcel de los malhechores.
n. v. i Pero incluso en la cárcel Dios mostró su providencia. El guardián
de la cárcel vio que José era diligente y fiel en todo lo cjue le pedía, y
permitió que José recibiera mejor alimento que el que se daba al res­
to de los presos.
¡i v, 2 Un día, después de haber trabajado duramente, los presos se pre­
guntaban unos a otros por qué habían sido sentenciados. Entre ellos
estaba el copero del rey, que le contó un sueño a José, y le pidió que se
lo interpretara. Vio en su sueño una vid con tres sarmientos, y en cada
sarmiento había un racimo de uvas, grande y maduro. Él exprimía el
jugo de estas uvas en una copa, y le daba esta copa al rey para que la
bebiera, y el rey la recibía gratamente. Entonces José le dijo al copero
que se sintiera feliz, porque los tres sarmientos en su sueño eran tres
días, y dentro de tres días Faraón lo sacaría de la cárcel y atendería al
rey como lo había hecho hasta entonces. José le dijo al copero que se
acordara de él cuando le llegara su buena fortuna, y que hablara al rey
en su lávor, porque había sido encarcelado injustamente.
Los hebreos en Egipto 39

Otro esclavo, que había sido jefe de los panaderos del rey, estaba II. V 3
también en la cárcel, y le pidió a josé que le interpretara su sueño. “Me
parecía — dijo él,— que llevaba tres canastas sobre mi cabeza, una en­
cima de la otra. Dos de ellas estaban llenas de panes, y la tercera
c0ntenía pastas y otras golosinas, como las que se preparan para los
reyes. Pero vinieron aves y se las comieron todas, aunque yo intenta­
ba ahuyentarlas." Cuando José oyó este sueño se entristeció por su
amigo. Le dijo que las canastas eran tres días, y que al tercer día sería
cru cificad o y devorado por las aves, siendo incapaz de defenderse.
Sucedió exactamente como josé había predicho. Al tercer día des­
pués de esta conversación, el rey liberó al copero y lo restableció a su
antiguo cargo. Pero hizo sacar y crucificar al jefe de los panaderos.
Durante otros dos años José permaneció en la cárcel, porque el a 2:74
copero se olvidó totalmente de él, hasta que finalmente se acordó de- "■v,4,s
bido a la siguiente circunstancia: Una noche Faraón tuvo dos sueños
que lo inquietaron profundamente. Cuando todos los más sabios hom­
bres del reino se vieron impotentes para interpretarlos, se sintió más
agitado aún. Entonces el copero recordó a José y su capacidad de in­
terpretar sueños. Fue al rey, y le informó que cuando él y el jefe de los
panaderos estaban juntos en la cárcel cada uno de ellos había tenido
un sueño, y que sus sueños fueron interpretados correctamente por un
joven preso, y que lo que les había dicho había resultado cierto.
Entonces el rey mandó que José fuera sacado de la cárcel y llevado
ante él. Cuando compareció, Faraón le dijo que había oído de su ca­
pacidad para interpretar sueños, y que había tenido dos sueños cuyo
significado quería conocer. “Me pareció ver—dijo el rey— que estan­
do junto al río salían siete vacas del agua. Eran grandes y gordas, y
fueron a los prados vecinos. Y otras siete vacas, flacas y feas, fueron a
reunirse con ellas al prado. Ellas se comieron las vacas gordas, pero
se quedaron igual de flacas y de feo aspecto. Entonces desperté. Pero
volví a dormirme, y tuve otro sueño más extraordinario que el prime­
ro y que me inquietó aún más profundamente. Vi siete espigas que
crecían de una misma raíz, todas ellas maduras y llenas de trigo. Y
cerca de estas vi otras siete espigas menudas y malas sin buen trigo en
ellas. Y estas siete malas espigas se comieron las siete buenas.”
Entonces José le dijo al rey que sus dos sueños significaban lo mis- n. v, e
mo. Las siete vacas gordas y las siete espigas llenas significaban siete
años de abundancia. Simbolizaban feracidad para Egipto, mientras
que las siete vacas flacas y las siete espigas malas significaban siete
años de hambre y angustia.
José aconsejó a Faraón que se preparara para esta hambruna. Le
recomendó que durante los siete años buenos se asegurara de que los
40 Antigüedades de los judíos

egipcios no malgastaran el grano, sino que se les hiciera reservar lo


que habrían gastado en lujos con vistas al tiempo de carencia. Debe­
ría tomar grano de los granjeros tan pronto estuviera maduro, y
permitirles quedarse sólo con lo suficiente para sus necesidades.
II, V, 7 Por cuanto José había mostrado tanta sabiduría en explicar sus
sueños y en aconsejarle, el rey le confió el deber de guardar el gra­
no, y le dio poder para hacer lo que considerara m ejor para el
beneficio de Egipto. Vistieron a José de púrpura, e iba en su carro por
toda la tierra, juntando grano que tomaba de los granjeros y permi­
tiéndoles que se quedaran sólo con lo que necesitaran para alimento
y semilla. Pero no les dijo a ninguno de ellos por qué hacía esto.

José somete a prueba a sus hermanos


a 2:91 Cuando José tenía 30 años, el rey, que le tenía en gran considera­
II, vi. 1 ción, le dio una esposa. Era una virgen llamada Asenat, hija de uno
de los sacerdotes de Heliópolis. Posteriormente le nacieron dos hi­
jos a José, Manasés y Efraín.
Después que Egipto hubiera gozado feliz de siete años de prospe­
ridad, llegó el hambre, como José había predicho. Cuando la gente
acudió corriendo a las puertas del rey, clamando por pan, éste lla­
mó a José, quien les vendió grano. Y no limitó sus ventas sólo a la
población de Egipto, sino que José dio permiso para que los extran­
jeros compraran también, creyendo que todos los hombres debían
tener ayuda por parte de los que estaban en prosperidad.
II, VI, 2 Canaán había sufrido también de manera terrible por el hambre.
Cuando Jacob oyó que había mercado abierto en Egipto envió a to­
dos sus hijos, excepto a Benjamín, a comprargrano allí. Él era el hijo
que había tenido con Raquel, nacido de la misma madre que José.
Los hermanos vinieron a José a comprarle grano. José los recono­
ció en el acto, pero ellos no a él, porque cuando había sido vendido
como esclavo era sólo un muchacho de diecisiete años. Ahora apa­
recía como un hombre adulto de alto rango, y pasó a ponerlos a
prueba. Les dijo que era imposible que un particular pudiera criar a
diez hijos de una manera tan distinguida, cuando incluso los reyes
encontraban difícil hacerlo. Los acusó de ser espías, afirmando que
en realidad venían de diversos países, y que se habían juntado sólo
fingiendo ser familia. José les dijo esto para tener conocimiento acer­
ca de su padre y de Benjamín, temiendo que también hubieran dado
muerte a su hermano.
n, vi. 3.4 Los hermanos quedaron muy angustiados, suponiendo que se ha­
llaban en grave peligro. Pero Rubén, el mayor, tomó la palabra, y
aseguró a José que eran hombres veraces y fieles, no espías, y que eran
Los hebreos en Egipto 41

realmente hermanos. “El nombre de nuestro padre — dijo— es Jacob,


un hebreo, y nosotros, sus doce hijos, le nacimos de cuatro esposas.
Mientras estábamos todos vivos, éramos una familia feliz, pero cuan­
do José — uno de nuestros hermanos— murió, todo empeoró. Nuestro
padre guardó luto por él durante muchos años, y ahora nosotros es­
tamos afligidos, tanto debido a la muerte de nuestro hermano como
al dolor de nuestro anciano padre. Hemos venido ahora a comprar
grano, habiendo confiado el cuidado do nuestro padre a Benjamín,
nuestro hermano menor. Si envías a alguien a nuestra casa podrás
juzgar si somos culpables de alguna falsedad en lo que decim os.”
Pero José los hizo llevar a la cárcel como para interrogarlos sin pri­
sas. Al tercer día los puso en libertad, y les dijo que para darle
satisfacción de que lo que decían era cierto, tenían que traer con ellos
a su hermano menor la próxima vez que fueran a Egipto. Y como
prenda de que lo harían, uno de ellos debía quedarse hasta que los
demás volvieran.
Muy angustiados, los hermanos lloraron, y se decían unos a otros
que Dios estaba ahora castigándolos por su maldad contra José.
La gran pirámide y la esfinge en G iza, cerca de El Cairo, que ya tenían una
antigüedad de más de mil anos en la época del éxodo de los hebreos.
42 Antigüedades de los judíos

Rubén, sin embargo, los apremió a soportar pacientemente el justo


castigo de Dios. Hablaban entre sí en su propia lengua, ignorando que
José los entendía. Pero José, al ver la angustia de ellos, tuvo que salir
para que no lo vieran llorar. Pronto volvió, y se llevó a Simeón como
rehén, para asegurarse de que los otros volverían. Luego, les dijo que
se llevaran el grano que habían comprado y que marcharan. También
ordenó a su mayordomo que secretamente pusiera en cada uno de
sus costales el dinero que habían pagado.
a 2:111 De regreso a Canaán le dijeron a su padre lo que había sucedido.
II. VI, 5
Él quedó muy turbado, y rehusó dejar ir a Benjamín con ellos. Cuando
abrieron los sacos de grano y encontraron su dinero se quedaron aún
más perplejos. Pero llegó el tiempo en que el grano que habían com­
prado se agotó, y Jacob se vio obligado a permitir que Benjamín fuera
con sus hermanos a Egipto para comprar más grano. El anciano y sus
hijos lloraron amargamente al despedirse.
II, VI. G Tan pronto como llegaron a Egipto fueron hechos comparecer de­
lante de José. Temiendo que se les acusara de haber estafado a José
acerca del dinero del grano, pidieron excusas al mayordomo de José.
Le dijeron que al llegar al hogar encontraron el dinero en sus costa­
les, y que ahora lo volvían a traer consigo. Él dijo que no sabía de qué
le hablaban, con lo que se sintieron aliviados.
Entonces Simeón fue puesto en libertad, y se le permitió que se
uniera a ellos, y cuando José llegó, los hermanos le ofrecieron los
presentes de mirra y miel que su padre había enviado. Él les preguntó
cómo estaba su padre, y ellos le contestaron que bien. Señalando a
Benjamín, José preguntó si él era el hermano menor de quién habían
hablado, y ellos le dijeron que sí. Pero cuando José empezaba a llo­
rar, salió, no queriendo traicionarse delante de sus hermanos. Luego
los invitó a cenar, y fueron puestos en el mismo orden que en la mesa
de su padre. Aunque José los trató a todos de manera bondadosa,
envió a Benjamín dobles raciones de comida.
//, VI, 7 Después de la cena, cuando se hubieron retirado a dormir, José
ordenó a su mayordomo que les diera sus medidas de grano, y que
de nuevo ocultara el dinero de la compra en sus costales. José tam­
bién hizo poner su copa de plata favorita en el costal de Benjamín.
Hizo esto para poner a prueba a sus hermanos: ¿Iban ellos a ponerse
del lado de Benjamín, y ser arrestados por robo, o le iban a abando­
nar, apoyándose en que eran inocentes, volviendo a su padre sin él?
Por la mañana temprano, los hermanos emprendieron el camino de
regreso a Canaán. Se gozaban de su buena fortuna, al haber sido trata­
dos tan bondadosamente, y de que volvían con Simeón y Benjamín.
Pero de repente se vieron rodeados por una tropa montada, incluyen-
Los hebreos en Egipto 43

Jo al mayordomo que había puesto la copa en el saco do Benjamín,


jallos, sorprendidos, preguntaron la razón de este repentino ataque,
cuando poco antes su amo les había dado una honrosa recepción. Los
perseguidores los llamaron míos miserables que habían olvidado la
gentil hospitalidad de José, robando la copa favorita de su amo. Los
hermanos protestaron de su inocencia, diciendo que se hiciera un re­
gistro, y que si la copa era hallada fueran todos castigados. Pero el
mayordomo respondió que sólo el culpable del robo sería castigado,
y el resto no sería acusado. La tropa registró sus bultos hasta que la copa
fue hallada en el costal de Benjamín, y los hermanos se entristecieron,
rasgaron sus vestiduras, llorando por el castigo que debería sufrir Ben­
jamín. Luego, todos ellos volvieron a José acompañándole.
Cuando llegaron ante él, José les reprendió diciendo: “¿Por qué, II, VI, B
viles miserables, me devolvéis mal por mi bondad a vosotros?” Sin
embargo, les iba a dejar volver a su padre sanos y salvos, les dijo, cas­
tigando sólo a Benjamín.
Los hermanos quedaron abrumados de consternación hasta que
Judá tomó la palabra. Dijo que Benjamín era el hijo más amado de su
padre, y que ninguno de ellos se iría a casa sin él. Le rogó a José que
lo castigara a él en lugar de a Benjamín. Todos los hermanos se echa­
ron a los pies de José, y se ofrecieron a sí mismos para salvar a
Benjamín.
José ya no pudo contenerse más. Enviando a todos los siervos fuera u, vi, s
de la estancia reveló su identidad a sus hermanos. Les dijo que ha­
bía estado sólo poniendo a prueba el amor de ellos por Benjamín, y
encontró que eran mejores hombres de lo que había esperado. “Así
que —prosiguió él— creo que todo ha sucedido conforme a la volun­
tad de Dios, y en lugar de guardaros rencor, os doy las gracias.”
José entonces abrazó a sus hermanos, que estaban anegados en llan­
to, y hubo gran festejo y regocijo. Faraón oyó de la buena fortuna de
José al encontrar a sus hermanos, y les envió carromatos llenos de
grano, oro y plata como presentes para su padre. José les dio también
muchos regalos valiosos (especialmente a Benjamín), y emprendie­
ron el regreso.
Cuando Jacob supo que José no estaba muerto sino viviendo con A2:i68
gran esplendor en Egipto, de inmediato emprendió el camino para II, VII, 1,2
visitar a su hijo. En Beerseba ofreció sacrificio a Dios. Tenía miedo
de que la prosperidad en Egipto tentara a sus hijos y a sus descen­
dientes a que se establecieran allí en lugar de volver a la tierra de
Canaán, cuya posesión Dios les había prometido. También temía que
si esta partida para Egipto se hacía sin la sanción de Dios, su familia
pudiera quedar destruida allí.
44 Antigüedades de los judíos

II, VII, 3 Atormentado por estas dudas cayó dormido. Pero Dios se le apa­
reció en sueño, asegurándole que el viaje era en conformidad con su
voluntad. “Vengo ahora —le dijo Dios— como tu conductor para este
viaje, y te anuncio que morirás en los brazos de José, y que tus des­
cendientes permanecerán largo tiempo en autoridad y gloria, y que
yo los estableceré en la tierra que les he prometido.”
II, VII, 4.5 Alentado por este sueño, Jacob se dirigió más animado hacia Egip­
to, junto con los setenta de su familia. Cuando José supo que su padre
se acercaba, salió a recibirle, y se encontraron en un lugar llamado
Herópolis. Jacob casi se desmayó ante este inesperado gozo, y José
también se regocijó. Aconsejó a su padre proseguir el viaje lentamen­
te, mientras él se apresuraba con cinco de sus hermanos para hacer
saber al rey que había llegado su familia. Faraón se alegró al oír esto,
y preguntó a José qué tipo de vida vivían, para permitirles seguir la
misma actividad. Al enterarse de que eran buenos pastores, Faraón
dijo que también deberían ejercer esta actividad en Egipto.
II. VII, 6 Cuando Jacob compareció ante el rey y lo saludó, Faraón pregun­
tó a Jacob cuál era su edad, y se maravilló mucho al oír que tenía 130
años. Permitió a Jacob vivir con sus hijos en Heliópolis, porque cer­
ca de aquella ciudad los pastores del rey cuidaban sus rebaños.
A 2:194 Después que Jacob hubo vivido diecisiete años en Egipto, enfer­
II, VIII. 1
mó, y murió. En su lecho de muerte oró por sus hijos, y predijo que
sus descendientes poseerían la tierra de Canaán. Mandó a sus hijos
que admitieran a Efraín y a Manasés, los hijos de José, entre ellos, y
que tuvieran parte en la división de Canaán.
José, con el permiso del rey, llevó el cuerpo de su padre a Hebrón,
y allí lo sepultó con gran costo. Sus hermanos tenían miedo al prin­
cipio de volver a Egipto, temiendo que después de la muerte de su
padre, por cuya causa había sido tan misericordioso, José se sintie­
ra tentado a castigarlos por su anterior m aldad. Pero José les
persuadió a que no temieran. Los trajo de nuevo consigo, dándoles
grandes posesiones, y nunca dejó de favorecerlos en gran manera.
II, VIII, 2 Al final José murió a los 110 años, un hombre de virtud admira­
ble. Después de haber vivido felizmente en Egipto sus hermanos
también murieron, y sus descendientes finalmente los enterraron en
Hebrón.
arqueológica en lugares de con­
quista israelí en Palestina. Si es
gobernaron? correcto asegurar que fue en alguna
fecha del siglo xm a.C., entonces el
Los reyes egipcios de la época de faraón de la opresión parecería
las aventuras de José en Egipto, la habersido Ramsés II, y tal vez su
opresión de los israelitas y el éxodo hijo Merneptah (c. 1212-1200 a.C.)
no se identifican ni en Josefo ni en el faraón del éxodo.
el Antiguo Testamento. Sin embar­ La imprecisión hebrea en esta
go, es tentador asignara José a la materia se refleja en los registros
época ríe la dominación de los egipcios, los cuales son notable­
hicsos en el delta del río Nilo mente silenciosos acerca de
duranteel segundo período cualquier residencia temporal
intermedio de la historia egipcia israelí entre ellos, las diez plagas, o
(c. 1700-1542 a.C.), cuando dichos el escape del éxodo a través del
gobernantes asiáticos podrían mar Rojo (realmente llamado "mar
haber aceptado más fácilmente a de las Cañas"). Esto no significa
los israelitas que si los nativos que dichos acontecimientos no
egipcios hubiesen estado en el son históricos: los antiguos
poder. En ese caso, el rey posterior egipcios nunca registraban sus
que "no conocía a José" (Ex. 1:8) reveses, y de hecho, transformaron
puede haber venido de una dinastía algunos de ellos en victorias. Un
egipcia que expulsó a los hicsos y ejemplo de cómo exageraron sus
lanzó el período del nuevo reino o "éxitos" es la famosa estela (losa de
imperio. piedra) de Merneptah, la cual, al
Pero, ¿cuándo sucedió el éxodo? mencionar a los pueblos conquis­
En 1 Reyes 6:1 se afirma que tados, afirma orgu liosamente:
Salomón comenzó la construcción "Israel está asolada y su simiente
del templo en el cuarto año de su no." (Esta es la primera vez que el
reinado (961 a.C.), el cual se define nombre de Israel aparece fuera del
como el año 480 después del registro bíblico, y es la única cita
éxodo. Esto colocaría el éxodo en el en la epigrafía egipcia.) Muchos
1441 a.C., con el faraón detalles en los relatos bíblicos y de
Amenhotep II (c. 1450-1425 a.C.) Josefo acerca de los israelitas en
como el monarca que gobernaba a Egipto también reflejan fielmente
la sazón. No obstante, muchos el ambiente y el colorido de la
eruditos argumentan que fue en antigua Egipto.
una fecha posterior, en base a la Sin embargo, sin nuevos datos
referencia de Éxodo 1:11a los epigráficos o cronológicos hay
israelitas que construyeron las poca esperanza de llegar a una
ciudades egipcias de Pitón y resolución final sobre una fecha
Ramesés, las cuales estaban exacta para el éxodo, que es uno de
asociadas con Ramsés II (c. 1279- los problemas más espinosos en la
1213 a.C.). Este conocido faraón cronología bíblica y de Josefo.
mudó la capital egipcia deTebas a Indudablemente, Josefo no intentó
la antigua capital Avaris de los lograr ninguna precisión en esto
hicsos, a la cual los hebreos más allá de la evidencia bíblica,
llamaban Ramesés. La fecha aunque era propenso a suministrar
posterior también cuenta con muchos otros datos adicionales,
mayor apoyo de la evidencia como notaremos más adelante.
4
M o is é s y el é x o d o

espués de la muerte de José y de sus hermanos, los israeli­

D
A 2:201
II, IX, i
tas, tal como se llamaban ahora sus descendientes, flore­
cieron en Egipto. Los egipcios, mientras tanto, olvidando
los beneficios que habían recibido de José, comenzaron a envidiar
la prosperidad y dicha de los hijos de Israel. El reino había pasa­
do a otra dinastía, y se volvieron muy crueles con los israelitas,
obligándolos a abrir numerosos canales desde el río, a edificar mu­
rallas alrededor de las ciudades, y a erigir pirámide tras pirámide.
II, IX, 2 Pasaron 400 años sufriendo estas aflicciones. Finalmente, sufrie­
ron una crueldad aún mayor. Uno de los sabios egipcios que podía
predecir el futuro le dijo a Faraón que iba a nacer un niño a los is­
raelitas que, si se permitía que viviera, disminuiría el imperio de
Egipto y haría ascender a los israelitas. Sobrepasaría a todos los hom­
bres en virtud y alcanzaría fama eterna. Alarmado, el rey ordenó que
todo hijo varón nacido a los israelitas fuera echado al río, y que si
algunos padres intentaban salvar a sus descendientes, se les diera
muerte a ellos y a sus familias. Esta era una terrible calamidad, un
plan seguro para exterminar su raza.
A 2 :210 Amram, un hebreo de noble cuna, se sintió sumamente angustia­
//, IX, 3
do ante esta ley y oró a Dios. A pareciéndose en sueños, Dios le
recordó lo que había hecho por los israelitas en el pasado, y le dijo
que les seguiría dando su favor en el futuro. “Sabe, por tanto —pro­
siguió E l,— que proveeré para vuestro b ien estar com ún, y en
particular para tu propia fama. Porque este niño, cuyo nacimiento
ha provocado tanto temor que los egipcios han condenado a los ni­
ños israelitas a la destrucción, será tu hijo. El será ocultado de los que
busquen destruirlo. El libertará a la nación hebrea de su esclavitud
en Egipto, y su memoria vivirá mientras exista el universo, no sólo
entre los hebreos, sino también entre otras naciones.”
II, IX, 4 Después de la visión, Amram despertó y se lo dijo a Jocabed, su
47

La Isla de Moisés en el río Nilo, cerca de El Cairo, el lugar tradicional de su


rescate por la hija de Faraón.

mujer. Poco tiempo después ella tuvo un parto fácil, que fue mante­
nido oculto a los egipcios. Alimentaron al niño en secreto durante
tres meses, pero después de este tiempo, Amram, temiendo que fuera
descubierto y muerto, decidió confiar el cuidado del pequeño a Dios.
Él y su mujer hicieron un cesto de cañas de papiro, en forma de cuna,
y lo cubrieron de brea para que el agua no entrara. Poniendo dentro
al pequeño, lo depositaron sobre el agua, encomendándolo a Dios.
Pero María [también conocida por Miriam], la hermana del niño, fue
siguiéndolo desde la ribera, para ver a dónde iría a parar el cesto.
Faraón tenía una hija llamada Termutis, que estaba jugando por A 2:2 2 4
ix, 5
la orilla del río. Viendo el cesto llevado por la corriente, envió a
algunos de sus nadadores a que la trajeran. Cuando volvieron con
el cesto, se quedó encantada con el tamaño y la belleza del niñi-
to. Termutis pidió luego a una mujer que le diera de mamar, pero
él rechazó su pecho, así como el de varias otras mujeres. María se
presentó entonces, y preguntó si podría llamar a una mujer hebrea
para que fuera nodriza del niño. La princesa le dijo que lo h icie­
ra. Se fue ella, entonces, y volvió con su madre —nadie la cono­
cía— y el pequeño se aferró contento a su pecho. De esta manera,
la princesa había confiado la crianza del niño a su propia madre.
Termutis lo llamó Moisés, que significa, en egipcio, “salvado del II, IX, 6

agua”. Su crecimiento en entendimiento sobrepasó al de su estatu­


ra, y su atractivo cautivaba a los que pasaban cuando lo llevaban por
Antigüedades de los judíos

el camino. Ella lo adoptó como hijo suyo, porque no tenía hijos pro­
pios.
Un día Termutis presentó a Moisés a su padre y le dijo: “Estoy
criando un niño hermoso y de buena conducta. Por cuanto lo recibí
de la riqueza del río, he pensado que lo mejor sería adoptarlo como
mi hijo y heredero de tu reino.” Y con estas palabras puso al peque­
ño en sus manos. El lo tomó y lo besó, y de manera juguetona puso
su corona sobre la cabeza del niño. Pero Moisés la echó al suelo y la
pisoteó con los pies de manera infantil. Sin embargo, cuando el sa­
grado escriba vio esto (y era él quien había anunciado que nacería un
hijo a los hebreos que reduciría el dominio de Egipto) hizo un vio­
lento intento de matarlo. Y gritó: “¡Este, oh Rey, es aquel niño que
debemos matar para calmar nuestro terror! Lo demuestra al pisotear
vuestra corona. Matadlo, y libradnos de nuestro temor, y privad así
a los hebreos de la esperanza que inspira!”
Pero Termutis lo detuvo, arrebatando al niño y sacándolo de allí.
El rey vacilaba acerca de darle muerte, y Moisés fue educado con
mucho esmero. Los hebreos, por tanto, esperaban que hiciera gran­
des cosas, mientras que los egipcios tenían sospechas acerca de él.
Pero por cuanto no había nadie capaz de gobernar más sabiamente a
Egipto, se abstuvieron de matarlo.

La valentía de Moisés1
Cuando Moisés hubo crecido y llegado a ser hombre estalló la gue­
rra entre los egipcios y sus vecinos los etíopes. Lucharon una gran
batalla en la que los etíopes lograron la victoria, y decidieron con­
quistar todo Egipto. Sus ejércitos invadieron hasta Menfis y llegaron
al mar. Sumidos en esta calamidad se volvieron a los oráculos y a las
adivinaciones. Se les indicó que buscaran la ayuda de Moisés y que
lo hicieran su general, por lo que Faraón pidió a su hija que lo traje­
ra. Ella hizo jurar a su padre que no le haría mal alguno, y entonces
trajo a Moisés. Pero reprochó a los sacerdotes que antes habían acon­
sejado que se le diera muerte y que ahora no tenían vergüenza de
pedirle ayuda.
Moisés salió al frente de un gran ejército, y cayó por sorpresa so­
bre el enemigo antes que supieran que venía. Ellos esperaban que los
atacarían desde el agua, porque el interior era difícil de cruzar debi­
do al gran número de serpientes venenosas que lo infestaban. Pero
M oisés había ideado una maravillosa estrategia. Tomó cestos de
íbises, un ave que devora serpientes y que es su mayor enemigo. Tan
pronto llegaron a la región infestada soltó a los íbises, que ahuyen­
taron a las serpientes. Moisés finalizó entonces la marcha, y derrotó
Moisés y el éxodo 49

los etíopes en un ataque por sorpresa. Ellos emprendieron la hui­


da <le Egipto, pero fueron perseguidos por M oisés adentro de su
oropio país, y vueltos a derrotar, hasta el punto que estuvieron en
peligro de ser reducidos a la esclavitud.
Al final se retiraron a Saba,z la capital de Etiopía. Era muy difícil
de asediar, porque estaba construida en una isla del río Nilo y rodeada
por una gran muralla. Moisés se sentía impaciente por tener que es­
tar ocioso, yaque parecía una locura intentar un ataque. Sin embargo,
la hija del rey de los etíopes, Tarbis, vio a M oisés debajo de las
fortificaciones y se enamoró locamente de él debido a su valor. Le
envió al más fiel de sus siervos para proponerle el matrimonio. Él
aceptó, con la estipulación de que le rindiera la ciudad. Tan pronto
se logró el acuerdo se cumplió. Cuando Moisés hubo castigado a los
etíopes, dio gracias a Dios y celebró su boda. Luego condujo a los
egipcios de vuelta a su propia tierra.

Moisés huye a Madián


En lugar de sentirse agradecidos a Moisés por su éxito, los egip- a 2.254
cios le aborrecieron todavía más, en parte por envidia, y en parte II. XI, i
porque le temían. Pensaban que podría aprovecharse de su buena
fortuna e intentaría subvertir su gobierno. El rey también le temía, y
se preparó para ayudar en el asesinato de Moisés. Sabiendo que ha­
bía un complot contra él, Moisés escapó a través del desierto, porque
los caminos estaban patrullados.
Cuando llegó a una ciudad llamada Madián, cerca del mar Rojo,
se sentó junto a un pozo y descansó después de su largo viaje. Aho­
ra bien, el agua era allí muy escasa, y este pozo había sido tomado
por unos pastores que no querían que nadie más lo usara, por temor
de que no hubiera suficiente agua para sus propios rebaños. Mien­
tras M oisés descansaba v in iero n siete herm anas, h ija s de un
sacerdote llamado Jetro, y comenzaron a sacar agua; entonces apa­
recieron los pastores y las atacaron. Moisés se levantó entonces, y
luchando contra ellos los puso en fuga. Las hermanas fueron a su
hogar y le contaron a su padre cómo el forastero las había ayudado,
y le pidieron que no dejara esta generosa acción sin recompensa. El
padre se sintió complacido por la gratitud de sus hijas, y las envió a
que invitaran a Moisés. Le dio gracias a Moisés por su gentileza y lo
adoptó como su hijo. También le dio a una de sus hijas en casamien­
to, y lo designó como guarda y director de sus rebaños.
Un día Moisés llevó los rebaños de Jetro a pastar a un monte llama­ //, XII, 1
do Sinaí. Ésta era la mayor de las montañas allí, y la mejor para pastos.
Pero los pastores temían ascenderla, creyendo que era la morada de
50 Antigüedades de los judíos

Dios. Y allí Moisés observó un maravilloso prodigio: salía un fuego de


una zarza, pero sus hojas y flores no se consumían. Moisés se atemo­
rizó ante este extraño espectáculo, y más aún cuando salió una voz de
en medio del fuego llamándole por su nombre. Esta voz, sin embargo,
predijo la gloria que Moisés ganaría bajo la dirección de Dios, instru­
yéndole a que volviera a Egipto, donde sería hecho el capitán y caudillo
de los hebreos. “Porque vivirán en la tierra que tu antecesor Abraham
habitó —prosiguió la voz— y gozarán de todas sus bendiciones. Y tú
eres quien los conducirás allá con tu sabiduría.”
II. X II, 2 Atónito, Moisés preguntó: “¿Cómo yo, una persona particular sin
capacidades, voy a persuadir a mis compatriotas a abandonar Egip­
to y a que me sigan? E incluso si puedo persuadirlos, ¿cómo puedo
obligar a Faraón a que los deje ir?”
II. XII, 3,4 Pero Dios le apremió a que fuera valiente, prometiéndole ayudar­
lo a hablar cuando tuviera que persuadir a los hombres, y asistirlo
cuando tuviera que obrar milagros. Le dijo que echara su vara al sue­
lo. Ésta se transformó en serpiente, y se arrolló en anillos, echando
atrás la cabeza como si para lanzarse contra quien la atacara. Luego
se transformó otra vez en vara. Después, Dios hizo que Moisés pu­
siera su mano derecha en su pecho, y cuando la sacó era blanca como
el yeso, pero después volvió a su color natural. Luego Moisés, por
orden de Dios, tomó algo de agua cercana, y la derramó al suelo, vol­
viéndose de color de sangre. Después, Dios le dijo que usara estas
maravillas para convencer a todos los hombres de que había sido
enviado por Dios, y que lo hacía todo por orden suya. También re­
veló su nombre sagrado a M oisés, que hasta entonces ningún ser
humano había oído, y del que tengo prohibido hablar. 3
a 2:277 Así que Moisés volvió a Jetro y logró permiso para volver a Egipto
II, XIII, 1
a ayudar a su propio pueblo. Tomó consigo a Séfora, su mujer, y al
acercarse a la frontera de Egipto su hermano Aarón le salió al encuen­
tro. Le habló a Aarón acerca de su asombroso encuentro en el monte
y de los mandatos de Dios. Prosiguiendo su camino se encontraron
con los más distinguidos de los hebreos, y Moisés les habló también
acerca de estos mandatos. Cuando mostraron dudas, les mostró las
señales que Dios le había enseñado. Viendo estas maravillas se alen­
taron, y creyeron que había llegado el día de su liberación.
II, XIII, 2 Ahora había muerto el Faraón de quien Moisés había huido, y rei­
naba un nuevo rey. M oisés acudió en el acto a su palacio, y le
recordó lo que había hecho por los egipcios en su guerra contra los
etíopes y cómo no había recibido recompensa alguna por ello. Le
contó asimismo lo que le había sucedido en el monte Sinaí, y cuan­
do el rey se burló le mostró las señales. El rey se encolerizó, y lo trató
A semejanza de los hebreos, los egipcios siguen haciendo ladrillos en el área del
Delta con la arcilla roja de la región.

como a un criminal que había escapado de su esclavitud egipcia y


que ahora volvía con trucos fraudulentos y artes mágicas para en­
gañarle. Entonces ordenó a los sacerdotes que exh ibieran los
mismos espectáculos, demostrando que los egipcios también eran
diestros en magia. Los sacerdotes echaron sus varas al suelo, y se
tornaron en pitones.
Pero Moisés no perdió el ánimo y dijo: “Oh, Rey, no desprecio la a 2:286
destreza egipcia, pero lo que yo hago es muy superior a lo que estos 11 ™ 3
hacen mediante trucos mágicos, así como el poder divino excede al
humano. Y yo te mostraré que mis milagros no son hechos con tru­
cos ni engaño, sino por el poder de Dios.” Dicho esto echó su vara al
suelo ordenando que se transformara en serpiente. Obedeció, y se
lanzó a devorar las varas de los egipcios que habían adquirido for­
ma de pitón hasta que las hubo terminado. Luego pasó a su propia
forma, y Moisés recogió la vara.
Sin embargo, el rey no se sintió más impresionado que antes, y, n.xm,4
encolerizándose, le dijo a Moisés que nada iba a lograr con esta des­
treza y maña a costa de los egipcios. Ordenó al principal capataz sobre
los hebreos que no les diera reposo de sus trabajos sino que los so­
metiera a una opresión mayor que antes. Y aunque hasta ahora les
había dado paja con la que fabricar sus ladrillos, ahora los hacía tra­
bajar duram ente de día para fabricar los lad rillo s y de noche
recogiendo paja.
Antigüedades de los judíos

Cuando vieron su trabajo doblado, los hebreos le echaron la cul­


pa a Moisés. Pero él no se desanimó ante las amenazas del rey, ni cejó
ante las quejas de los hebreos, sino que dedicó todos sus esfuerzos a
liberar a sus compatriotas. De nuevo se presentó ante el rey y lo apre­
mió a que dejara que los hebreos fueran al monte Sinaí para ofrecer
sacrificio a Dios. Moisés le advirtió que no se opusiera al plan de Dios,
o atraería un terrible castigo sobre sí mismo y sobre su pueblo. En todo
caso, verían a los israelitas salir de Egipto.

Las diez plagas


Pero el rey menospreció las palabras de Moisés, y unas horribles
plagas abatieron a los egipcios, diferentes de las sufridas por ningu­
na n a c ió n hasta e n to n c e s. P rim ero , el río b a ja b a con agua
sanguinolenta, y los egipcios que osaban bebería sufrían de grandes
dolores y tormentos. No había otro suministro de agua, pero para los
israelitas el río era dulce, potable y perfectamente normal. Entonces
el rey, atemorizado y perplejo, dio permiso a los israelitas para que
salieran. Pero cuando terminó la plaga cambió de pensamiento.
Dios vio que era ingrato y temerario, por lo que envió una segunda
plaga sobre los egipcios. Un gran número de ranas se esparció por toda
la tierra, y el río estaba también lleno de ellas. Las ranas se introdu­
cían en las casas arruinándolo todo adentro. Aparecían en la comida
y en la bebida, y se amontonaban en las camas. Faraón temió otra vez,
y ordenó a Moisés que tomara a los israelitas y se fueran, después de
lo cual las ranas desaparecieron. Pero tan pronto vio Faraón libre la
tierra de aquella plaga detuvo la partida de los israelitas.
La Deidad le castigó con una tercera plaga. Innumerables cantida­
des de piojos aparecieron sobre los cuerpos de los egipcios, y ninguna
loción ni ungüento podía destruir esta plaga. Faraón dio otra vez
permiso de partir, pero cuando la plaga se detuvo dijo que debían
dejar atrás a sus mujeres e hijos, como prenda de que volverían. Dios
se sintió provocado, y envió otra plaga, llenando el país con fieras
salvajes de un tipo que jamás habían sido vistas antes. Pero Faraón
rehusó una vez más ceder ante esta plaga. Sólo dejaría que los israe­
litas y sus mujeres salieran si dejaban a sus niños atrás. Por ello la
Deidad castigó la tierra con calamidades aún peores. En los cuerpos
de los egipcios aparecieron terribles llagas y muchos de ellos murie­
ron. Luego cayó sobre ellos granizo en primavera, de un tamaño
mayor que el que jamás habían visto, destruyendo sus cosechas. Des­
pués de esto cayó un enjambre de langostas que consumió todo el
grano que no había sido destruido por el granizo, de modo que se
perdió toda esperanza de lograr una cosecha.
Dos de las cuatro colosales estatuas de Ramsés II que se encuentran en Abu-Simbel, en la
ribera del Alto Nilo. Algunos eruditos sugieren que él puede haber sido el faraón de la opresión.
54 Antigüedades de los judíos

II, XIV, 5 Con todo, Faraón siguió resistiendo a Dios, y ordenó a Moisés que
se llevara a los israelitas con sus mujeres e hijos, pero que dejaran
atrás sus ganados. Entonces una espesa tiniebla cubrió la tierra de los
egipcios, cegando su visión e impidiendo su respiración. Duró tres
días y tres noches.
ii, xiv, e Entonces Dios le dijo a Moisés que con una plaga más obligaría a
los egipcios a dejar ir a los israelitas. Moisés les dijo a su pueblo que
se prepararan para la partida. Mandó que en cada casa se matara un
cordero en sacrificio, y que su sangre fuera rociada sobre los postes
de las puertas. Luego debían asar el cordero y comerlo, y cualquier
parte del mismo que quedara debería ser quemada.
Aquella noche Dios pasó por la tierra de Egipto, y el primogénito
de cada casa egipcia murió. Pero pasó por alto toda casa marcada con
la sangre, de manera que ninguno de los israelitas murió. En conme­
moración de este acontecimiento, los hijos de Israel han celebrado
una fiesta anual llamada Pascua, porque Dios pasó por alto sus ca­
sas cuando visitó a los egipcios con la plaga.
Multitudes de los que vivían en casas cercanas al palacio fueron
ahora a Faraón, rogándole que dejara ir a los israelitas. Él mismo,
deseoso de librarse de ellos, hizo llamar a Moisés y le ordenó que se
fueran. Los egipcios incluso les dieron presentes, algunos para ace­
lerar su partida y otros por amistad hacia viejos conocidos.

El paso del mar Rojo


A 2:315 Así fue como los israelitas partieron de Egipto. Su número total,
II, XV, 1,2
incluyendo mujeres y niños, no es conocido con certidumbre, pero
los de edad de prestar servicio militar eran 600.000. Salieron de Egip­
to 215 años después que Jacob entrara allí con sus hijos,4 y en el año
octogésimo de Moisés.
II, XV, 3-5 Pero los egipcios pronto lamentaron haber permitido la salida de
los israelitas. Faraón también se sintió humillado, y reunió a sus sol­
dados, sus caballos y 600 carros para perseguir a los fugitivos.
Moisés evitó la ruta directa a Canaán tomando en su lugar la difí­
cil ruta a través del Sinaí. Quería esquivar a los filisteos, y también
cumplir la orden de Dios de sacrificar en el monte Sinaí. El ejército
egipcio los avistó justo cuando ellos alcanzaban la ribera del mar
Rojo. Los israelitas estaban desarmados y no podían defenderse. Es­
taban atrapados entre los acantilados y el mar Rojo delante de ellos,
II, XVI, 1 por lo que no podían escapar. Desesperados, los israelitas conside­
raron la posibilidad de rendirse a los egipcios y de apedrear a Moisés,
II, XVI, 2 porque sus mujeres e hijos estaban lamentándose al ver la muerte cara
a cara. Pero Moisés, asegurándoles que Dios no iba a abandonarlos
El faraón Ramsés II en Abu-Simbel.

en su angustia, condujo a los israelitas al mar. Habiendo orado a Dios


golpeó el mar con su vara. Las aguas se partieron y se amontonaron
a cada lado, dejando seco el lecho de la mar. Emprendió la marcha
con pie enjuto y los israelitas le siguieron.
Ahora bien, cuando los egipcios vieron a los israelitas descender a 2:340
al mar, pensaron primero que habían enloquecido y que se lanzaban "■xvl 3
a una muerte cierta. Pero cuando vieron que habían ido hasta una
gran distancia sin daño alguno se apresuraron a perseguirlos. Para
cuando se habían armado y alcanzado la costa, los israelitas habían
ya llegado sanos y salvos al otro lado. Los egipcios se lanzaron a tra­
vés del mar en su persecución, pero no se dieron cuenta de que este
camino estaba reservado a los hebreos. No era un camino público,
sino que estaba reservado para salvar a los que estaban en peligro,
56 Antigüedades de los judíos

no a sus atacantes. Tan pronto como todo el ejército estuvo dentro


del mar, las aguas se reunieron de nuevo cubriéndolos. También ca­
yeron del cielo torrentes de lluvia con terribles truenos y rayos. Todos
estos hombres perecieron, y ninguno quedó para poder contarlo al
resto de los egipcios.
Los hebreos no pudieron contener su gozo ante la milagrosa libe­
ración y la destrucción de sus enemigos. Toda la noche celebraron
el hecho con cánticos y alegría. Moisés compuso también un cánti­
co a Dios en hexámetros, alabándole y dándole gracias por su bondad.
II. X V I. 5 Nadie debiera dudar de esta asombrosa narración. Fuera por la
voluntad de Dios o por accidente, los ejércitos de Alejandro, rey de
Macedonia, vieron cómo se retiraba el mar de Panfília delante de
ellos, ofreciéndoles un camino abierto.5
II, XVI, 6 Al día siguiente, la marea fue dirigida por un viento de poniente,
y depositó las armas egipcias en el campamento de los hebreos.
Moisés, deduciendo que esto se debía también a la providencia de
Dios, las recogió y armó a sus hombres. Entonces los condujo hacia
el monte Sinaí.
Cae maná
a3:t No pasó mucho tiempo antes de que el regocijo de los hebreos se
III. 1, 1
transformara en gemido y dolor. El país al que habían llegado era
Elim, el oasis que dio refrigerio a los israelitas con sus 12 manantiales y sus 70 palmeras,
es muy posiblemente este lugar en el desierto del Sinaí, no lejos del mar Rojo.
57

CSG
La localidad probable de Refidim en el Sinaí, donde Moisés golpeó la roca para
dar agua a los sedientos israelitas.

desierto, y nada había allí para comer o beber. Habían traído algo de
agua consigo, pero pronto se terminó y se vieron obligados a cavar
pozos con gran esfuerzo, debido a lo duro del terreno. La poca agua
que encontraron era amarga y no buena para beber.
Un anochecer llegaron a un lugar llamado Mara, debido a la vil
naturaleza de su agua, porque m a r significa “amargura”. Aquí se
encontraba el único pozo de la región, y con todo sus aguas eran
amargas y no buenas ni para hombres ni para bestias. Moisés se ape- w. ¡. 2
sadumbró al ver a su pueblo angustiado porque acudían a él
rogándole; los hombres por sus mujeres, y las mujeres por los bebés
y los niños. Por ello oró para que Dios cambiara las aguas. Cuando
Dios le hubo concedido este favor, tomó un palo que tenía a sus pies,
lo partió, y lo echó al pozo. Les dijo a los hebreos que Dios había oído
su oración, y que dulcificaría las aguas si seguían sus órdenes. Cuan­
do le preguntaron qué era lo que debían hacer ordenó a los más
fuertes entre los hombres que se pusieran en un círculo y que saca­
ran agua. Después de haber sacado la mayor parte de ella, el resto sería
buena para beber. Y así trabajaron hasta que el agua subió limpia y
potable.
Siguieron su viaje y llegaron a Elim. Este lugar parecía agradable as*
desde la distancia, porque había allí 70 palmeras. Pero cuando lie-
garon encontraron que las palmeras eran enanas y débiles por falta
58 Antigüedades de los judíos

de agua. Habiendo agotado sus provisiones a los treinta días de mar­


cha, el pueblo se quejó amargamente y murmuraron contra Moisés.
Pero él se presentó entre ellos mientras le acusaban y tomaban pie­
dras para matarle. Recordándoles las maravillosas maneras en que
Dios les había ayudado en el pasado, les prometió que también les
ayudaría en el futuro. Esto aplacó los ánimos del pueblo y los refre­
nó de darle muerte.
m, i. s Luego subió a mi monte a orar pidiendo ayuda, y Dios le prome­
tió que supliría para sus necesidades. Poco después cayó delante de
los hebreos una gran bandada de codornices — de una especie que
abunda en el golfo Arábigo— , y ellos las comieron, y quedaron sa­
ciados. Moisés dio gracias a Dios por su ayuda.
III. /, 6 Después de este primer suministro de alimento les envió otro.
Mientras Moisés tenía las manos levantadas en oración descendió un
rocío blanco. Cuando vio que se le pegaba a las manos, dedujo que
éste era también un alimento enviado por Dios. Lo probó, y lo encon­
tró delicioso. Por cuanto la gente pensaba que había nevado les dijo
que este rocío no era lo que suponían, sino que les había sido envia­
do como alimento. Lo probaron y les agradó, porque era dulce y
agradable como la miel, pero con un tamaño como de semilla de
coriandro. Se lanzaron a recogerlo, pero les fue dicho que recogie­
ran sólo lo que necesitaran para un día, porque cada día habría más.
Algunos no confiaron en la promesa y recogieron más de lo necesa­
rio; al día siguiente lo encontraron corrompido y lleno de gusanos.
Los hebreos lo llamaron “maná", que significa, “¿Qué es esto?”
a 3:33 Prosiguieron su viaje y llegaron a Reíidim, donde de nuevo sintie­
III, I. 7
ron sed, y de nuevo lanzaron sus iras contra Moisés. Él esquivó el
furor de ia multitud y le pidió a Dios que les diera de beber. Dios le
prometió a Moisés que les conseguiría un manantial y agua abundan­
te de donde menos podrían esperarlo. Ordenó a Moisés que golpeara
una roca con su vara. Cuando lo hizo así salió agua abundante y muy
dulce y pura. Todos quedaron atónitos ante esta maravillosa provi­
sión, y ofrecieron sacrificio a Dios.

Victoria sobre los amalecitas


A3¡39 Ahora bien, los amalecitas, la gente más belicosa de aquella región,
III, II, i -4
oyeron de la venida de los hebreos y decidieron luchar contra ellos.
Moisés alentó a su pueblo a ser valientes y a resistir a estos enemi­
gos. Había entre ellos un hombre bueno y valiente llamado Josué, de
la tribu de Efraín, a quien Moisés escogió para ser su general. Cuan­
do llegaron los amalecitas se entabló la batalla, y ambos bandos
lucharon larga y valientemente. Moisés, su hermano Aarón y otro
Moisés y el éxodo 59

hombre llamado Hur habían subido a un monte a orar por su pueblo,


gn tanto que Moisés levantaba sus manos al cielo, los hebreos derro­
taban a los am alecitas. Pero cuando se fatigaba y los bajaba, los
amalecitas prevalecían. Por ello, Aarón y Hur se pusieron a ambos
lados de él, sosteniendo sus manos. Esto hizo posible que los hebreos
vencieran a los amalecitas, y los hubieran matado a todos si no hu­
biera caído la noche deteniendo la matanza.
Esta fue una victoria estratégica, porque tanto aterrorizó a sus ene­
migos que no osaron ya atacarlos. Además, quedó una gran cantidad
de plata y oro en el campamento enemigo, así como vasijas de bron­
ce y otros artículos de uso diario. Los hebreos comenzaron ahora a
jactarse de su valor y ñierza, y creyeron que podrían conseguir cual­
quier cosa si se dedicaban a ello enérgicamente.
Al día siguiente, Moisés despojó los cadáveres de los enemigos y m.n.s
recogió las armas de los que habían huido dejándolas atrás. También
predijo que los amalecitas serían totalmente destruidos por haber
luchado contra los israelitas cuando estaban angustiados en el de­
sierto. Luego dio refresco al ejército con festejos, y permitió que
reposaran unos pocos días. Finalmente, avanzando en jornadas cor­
tas, llegaron al monte Sinaí, tres meses después de haber salido de
Egipto.

1. La historia en esta sección no aparece en la Biblia, y Josefo la derivó de fuentes


tradicionales.
2. Más tarde con ocid a com o M eroé, en Sudán.
3. El nombre sagrado de Dios, Yahveh, tiene las vocales de A d o n a i (“S eñ or”) unidas
a sus consonantes YIIW H , de donde se deriva “Jehová” para no pronunciar Yahveh.
4. E sto no co n cu e rd a con la a n te rio r a firm a ció n de Josefo de que los h ebreos
soportaron una opresión de 4 0 0 años en Egipto (A 2 :2 0 4 [Cl.IE A, II, IX, 1]).
5 - Ver A rrian, I, 26 y Slrabo, XIV, 6G6ss.
5
E l S in a í
hora bien, Jetro, el suegro de Moisés, había oído de su éxi­

A
A 3:03
III. III, 1
to y dio una cálida acogida a Moisés y Sófora con sus hi­
jos. Moisés celebró una gran fiesta en su honor, cerca del
lugar donde había visto la visión de la zarza ardiendo, y toda la
multitud tomó parte en los festejos. Luego cantaron himnos de ac­
ción de gracias, y Jetro pronunció un discurso encomiando al
pueblo, especialmente a su caudillo Moisés.
III, IV, 1 Al día siguiente, Jetro vio a Moisés en medio de una gran multi­
tud resolviendo sus disputas, porque siempre que tenían diferencias
acudían a Moisés. Creían que les haría justicia, y así le tenían muy
atareado. Después de un día de trabajo, Jetro le llevó aparte y le acon­
sejó dejar los casos m enores a otras personas. Él debía juzgar
solamente los más grandes, porque se podría encontrar otras perso­
nas (pie fueran aptas para resolver disputas, pero Moisés sólo se
ocuparía de la seguridad de la gente intercediendo ante Dios.
“Pasa revista al ejército — le aconsejó Jetro— y designa a jetes sobre
unidades de 1 0 . 0 0 0 hombres; luego las divides en miles, luego en gru­
pos de 500, y de nuevo en centurias y en cincuentenas. Que cada grupo
tenga su propio oficial, reconocido por toda la multitud como hombre
bueno y justo. Estos oficiales debían decidir las controversias para los
que tienen a su mando, pero que pasen todos los problemas serios a los
oficiales de mayor rango. Si es demasiado difícil hasta para ellos, que
te lo remitan a ti. De esta manera se lograrán dos ventajas: se adminis­
trará justicia a los hebreos y tú podrás servir continuamente a Dios.”
III, IV. 2 Moisés aceptó bien dispuesto este consejo, sin ocultar el origen de
su método, sino informando a la multitud acerca de quién lo había
propuesto. Moisés incluso nombró en sus libros a Jedo como la per­
sona que introdujo este sistema, lo que indica la integridad de Moisés.

Moisés asciende al Sinaí


A 3:75 Moisés hizo ahora reunir al pueblo, y les dijo que se dirigía al monte
///, V, 1
Sinaí para hablar con Dios. Les mandó que levantaran sus tiendas cer­
ca del monte mientras él subía al monte Si naí, que es muy difícil de subir
debido a su altura y a sus precipicios. Era también un lugar que inspi­
raba temor reverencial por la creencia de que Dios vivía allí. Los hebreos
movieron sus tiendas, como Moisés les había ordenado, y las plantaron
c.
v o:.
S-s
Antigüedades de los judíos

al pie del monte. Se sentían contentos de que Moisés volvería de la pre­


sencia de Dios con promesas de bendición, por lo que festejaron y se
vistieron con sus mejores ropas, celebrando durante dos días.
Pero al tercer día, antes de salir el sol, se extendió una nube sobre todo
el campamento de los hebreos. Nunca habían visto nada igual, y cubrió
el lugar donde habían plantado las tiendas. Y mientras que el resto del
cielo estaba claro, unos fuertes vientos trajeron torrentes de lluvia jun­
to con rayos y truenos. Este espectáculo y fragor aterrorizaron a los
hebreos, porque era algo fuera de lo ordinario, y el rumor de que Dios
frecuentaba el monte los alarmó aún más. Así que se pusieron a temblar
en el interior de sus tiendas, temiendo que Moisés hubiera sido destrui­
do por la ira divina, y esperando que les sobreviniera lo mismo.
Mientras se sentían atormentados por estos temores, vieron de re­
pente a Moisés que descendía del monte, con su rostro gozoso y
exaltado. El aire también se aclaró y limpió tras haber pasado la tem­
pestad. Entonces Moisés reunió a todo el pueblo, y se puso sobre una
tarima, para que todos pudieran oírle.
“Hebreos —dijo— , Dios me ha recibido en su gracia como antes y
me ha dictado normas para una vida feliz y un gobierno ordenado. Y
ahora Él está presente en el campamento. Por tanto os ordeno que no
escarnezcáis lo que os voy a decir, porque estos mandamientos no pro­
vienen de mí, el hijo de Amram y de Jocabed, sino de Aquel que hizo
que el Nilo corriera sangriento por causa vuestra, y que domó la arro­
gancia de los egipcios con varias plagas; que abrió un camino en medio
de la mar; que nos envió alimento desde el cielo cuando estábamos
hambrientos, y que hizo que saliera agua de la roca cuando estábamos
sedientos; por medio de quien Adán gozaba de los frutos de la tierra y
del mar, y Noé escapó del diluvio, y nuestro antecesor Abraham se
asentó en Canaán; por quien Isaac nació de padres ancianos, y Jacob
obtuvo doce hijos virtuosos; por medio de quien José vino a ser señor
del poderío de Egipto: Él es quien os comunica estas instrucciones a
través de mí como su intérprete. Tenedlas en gran reverencia, porque
si las seguís, viviréis una vida feliz. La tierra os será fructífera y la mar
calmada. Seréis también imbatibles ante vuestros enemigos. Porque
he sido admitido a la presencia de Dios, he oído su voz inmortal. Así
de grande es su interés por nuestra raza y su perpetuación. ”
Luego condujo al pueblo, con sus mujeres e hijos, cerca del mon­
te para que oyeran hablar al mismo Dios. Y todos ellos oyeron una
voz que venía de las alturas, y que les daba Diez Mandamientos, que
Moisés nos ha dejado inscritos en dos tablas.
El primer mandamiento nos enseña que sólo hay un Dios, y que sólo
debiéramos adorarlo a Él. El segundo nos manda no hacer la imagen
ninguna criatura para adorarla. El tercero, que no debemos jurar por w. v, s
Dios en ninguna cosa frívola. El cuarto, que debemos guardar el día
sépdmo’ reposando de toda obra. El quinto, que debemos honrar a
nuestros padres. El sexto, que no debemos cometer homicidio. El sép­
timo, que no debemos cometer adulterio. El octavo, que no debemos
ro b ar. El noveno, que no debemos dar falso testimonio. El décimo, que
no debemos codiciar nada que pertenezca a otro.
Cuando la multitud hubo oído al mismo Dios dando estos precep- m, v. B
tos se gozaron en estos mandamientos y se levantó la reunión. Pero
al día siguiente acudieron a la tienda de Moisés y le pidieron que les
trajera otras leyes de Dios, y así lo hizo.
De nuevo Moisés subió al monte Sinaí, pero se quedó allí tanto m. v, 7
tiempo — 40 días— que el temor atenazó a los hebreos. Nada les ho­
rrorizaba más que pensar que M oisés hubiera muerto. Algunos
decían que habría caído presa de las fieras, y otros que se habría ido
con Dios. Pero el campamento no osaba moverse, porque Moisés les
había ordenado que se quedaran allí.
Por fin, después de 40 días y 40 noches, Moisés descendió, no ha- m.v.a
hiendo tomado alimento alguno durante aquel tiempo. Su aparición
llenó de gozo a la hueste, y él les reveló cuánto se cuidaba Dios de ellos
y qué clase de gobierno podría promover la dicha de ellos. Les dijo
también que Dios quería que se hiciera un tabernáculo al que Él pu­
diera descender siempre que viniera entre ellos. Debían transportarlo
con ellos, y ya no tendrían que ascender al Sinaí. Entonces Moisés les
mostró dos tablas con los Diez Mandamientos inscritos en ellas, cin­
co en cada tabla. Y la escritura era de la misma mano de Dios. 1

El tabernáculo
El pueblo se regocijó ante lo que Moisés les decía, y le trajeron plata a 3:102
y oro, bronce y maderas de todas clases para que pudiera construir el Wi13
tabernáculo. Designó arquitectos y les dio los planos para el edificio que
él había dibujado bajo las instrucciones dadas por el mismo Dios.
El tabernáculo, una gran tienda, no era nada menos que un templo
portátil para la peregrinación. Tenía 30 codos de longitud, 1 0 de an­
chura y estaba dividido en dos estancias. En la primera se admitía a
los sacerdotes para llevar a cabo sus funciones, pero en la segunda —
el “lugar san tísim o ”— no podía entrar nadie excepto el sumo
sacerdote. En el lugar santísimo se encontraba el arca del pacto. Era
un arca hecha de madera recia y cubierta de oro. Encima estaban las
figuras de dos querubes alados, y dentro se pusieron las dos tablas de
los diez mandamientos. El tabernáculo se levantaba dentro de un gran
patio, rodeado por una divisoria hecha de postes y cortinas. En la en-
64 Antigüedades de los judíos

trada del patio se encontraba un gran altar sobre el que se quemaban


animales como sacrificios. Entre este altar y la entrada al tabernáculo
estaba la fuente, hecha de bronce, donde se lavaban los sacerdotes.
[En este punto, Jo sefo d e d ic a m u ch a s p ág in as a d escribir lo s ro­
p a je s d e los sacerdotes, una lista d e fie sta s y d eta lles a cerca d e la ley
cerem on ial h e b r e a .]
III, XI, 1 La tribu de Leví, a la que pertenecían Moisés y Aarón, fue separada
para proveer sacerdotes para todos los hebreos. Aarón fue designado
sumo sacerdote, porque Dios así se lo ordenó. Se hicieron hermosos ro­
pajes para él que debía llevar cuando cumpliera sus sagrados deberes.

Los espías
a 3:295 Levantaron el campamento en el monte Sinaí y llegaron a un lu-
iii.xm, i gar [|amaci 0 Hazerot. Aquí, volviendo a sufrir de sed, se rebelaron y
quejaron, acusando a Moisés por haberlos sacado de Egipto con fal­
sas promesas. También querían carne, y Moisés les prometió que
obtendría para ellos una gran cantidad para muchos chas. Ellos no
estaban dispuestos a creerlo y Moisés les contestó: “Aunque oigamos
muchas quejas de vuestra parte, ni Dios ni yo abandonaremos nues­
tras labores por vosotros.” Y apenas si había dejado de hablar cuando
todo el campamento quedó lleno de grandes cantidades de codorni­
ces y el pueblo las recogió. Pero poco después Dios castigó a los
hebreos por su falta de respeto, y muchos de ellos murieron.
ni. xiv. i Desde Hazerot Moisés los conduj o a Parán, que estaba cerca de las lin­
des de Canaán. Reunió allí al pueblo y dijo: “Dos cosas nos ha prometido
Dios: libertad y la posesión de una tierra feliz. Lo primero ya lo gozáis y
lo otro pronto lo obtendréis; porque ahora estamos cerca de los límites
de Canaán y ninguna fuerza humana os puede impedir que la tomemos.
Preparémonos pues para la tarea porque los cananeos no cederán su tie­
rra sin lucha. Tenemos primero que enviar' espías para verla riqueza de
la tierra y la fuerza de sus defensores. Pero, por encima de todo, seamos
unánimes y honremos a Dios, que es nuestro ayudador y aliado.”
[[[, XIV, 2 Fueron designados doce exploradores, uno de cada tribu, que atra­
vesaron Canaán durante 40 días y luego volvieron. Trajeron consigo
algunos de los frutos que crecían en la tierra y dieron muy buenos
informes acerca del país. La multitud quedó complacida y quisieron
lanzarse en el acto a la guerra. Pero los espías prosiguieron y les ad­
virtieron de las grandes dificultades para obtener aquella tierra: ríos
tan grandes y profundos que no podían cruzar, y ciudades fortifica­
das con murallas y baluartes.
III, XIV, 3 Convencidos ahora de que era imposible lograr poseer el país, la
gente gimió, como si Dios les hubiera hecho falsas promesas. De nue-
Uvas y granados hoy en el valle de Escol, desde donde Josué y Caleb trajeron
muestras de fruta a Moisés y a los israelitas.

vo acusaron a Moisés, y también a su hermano Aarón, el sumo sacer­


dote, y pasaron aquella noche murmurando. A la mañana siguiente
se reunieron, con el propósito de apedrear a Moisés y a Aarón y vol­
verse luego a Egipto.
Pero dos de los espías, Josué y Caleb, pasaron al medio de la mui- a soob
titud y los refren aro n , retán d o lo s a que fu eran v a lie n te s, y “'■xn4
exhortándoles a no creer a los que les habían llenado de temor. Les
66 Antigüedades de los judíos

aseguraron que ni los montes ni los ríos podían detener a hombres


verdaderamente valientes, especialmente siendo que Dios les iba a
ayudar.
Mientras tanto, Moisés y Aarón se postraron en tierra y oraron a Dios.
No pidieron su propia liberación, sino que Él asentara las mentes de
su pueblo que estaban inflamadas de pasión. Entonces apareció la nube
y se situó sobre el tabernáculo, demostrándoles la presencia de Dios.
m, xv, i Moisés comunicó ahora sin ambages al pueblo que Dios estaba
disgustado por la insolencia que habían manifestado y que los cas­
tigaría, no como se merecían, sino como los padres corrigen a sus
hijos. “Porque mientras estaba yo lleno de lágrimas en el tabernáculo,
Dios recordó las cosas que había hecho por vosotros, y sin embargo
lo ingratos que habéis sido, pensando que las palabras de los espías
eran más ciertas que su propia promesa a vosotros. Por ello, no os
destruirá ni exterminará del todo vuestra raza, que Él ha estimado
por encima de toda la humanidad. Pero no os permitirá que toméis
posesión de la tierra de Canaán ni que gocéis de su dicha. En lugar
de ello, os hará vagar por el desierto y que viváis sin hogar ni ciudad
durante 40 años, como castigo por vuestra transgresión. Sin embar­
go, ha prometido dar la tierra a vuestros hijos. Él los hará dueños de
aquellos bienes de los que, por vuestras pasiones ingobernadas, vo­
sotros os habéis privado.”
ni, xv, 2 El pueblo se sintió agobiado de dolor, y rogó a Moisés que inter­
cediera por ellos delante de Dios para que les eximiera de este vagar
por el desierto y les diera ciudades. Moisés respondió que no podía
hacerlo: que Dios no había decidido esto a la ligera ni con precipita­
ción, sino que había pronunciado sentencia deliberada contra ellos.

Rebelión contra Moisés


a 4:i La vida que los hebreos llevaban en el desierto era tan dura y pe-
IVi11 nosa que, aunque Dios les había prohibido que molestaran a los
cananeos, los atacaron de todas maneras, creyendo que podrían de­
rrotarlos incluso sin el apoyo de Moisés. Pretendieron que Dios los
protegía no a causa de Moisés, sino por causa de sus antecesores, y
que por la propia virtud de ellos Él les había dado la libertad. E in­
cluso si Moisés enajenaba a Dios de ellos les era mejor ser sus propios
dueños que soportar por más tiempo la tiranía de Moisés.
iv, i, i Habiendo decidido que éste era el mejor curso a emprender mar­
charon a la batalla contra sus enemigos. Pero el enemigo no se sintió
atemorizado ni por el mismo ataque, ni por la multitud que lo lanzó
y luchó con valor. Muchos de los hebreos fueron muertos, y el resto
del ejército, lleno de confusión, se lanzó a la huida, siendo perseguí-
El Sinaí 67

¿os hasta su campamento. Llenos de desesperanza comprendieron


ahora que esta aflicción provenía de la ira de Dios, porque se lanza-
on precipitadamente a la guerra sin su consentimiento.
Moisés tenía temor de que el enemigo se insolentara ante esta victo­ IV, I, 2

ria, atacándolos, por lo que decidió retirar el ejército lejos de los cananeos
-il desierto. Y la gen te volvió una vez más a someterse a su caudillaje.
Los grandes ejércitos, especialmente después de reveses, son frecuen­ A 4:1 1
¡V, II, 1
temente ingobernables, y esto es lo que sucedió con los judíos. Debido
a que los 000.000 difícilmente se subordinaban incluso en la victoria,
debido a su gran número, la presente angustia los hizo insólitamente
coléricos, unos contra otros y contra su caudillo. Se levantó una sedi­
ción, por la cual todos estuvieron en peligro de ser destruidos.
Un hombre 1lamado Coré, distinguido tanto por su nacimiento como ¡V, II, 2,3

por su riqueza, era de la misma tribu que Moisés y también pariente


de él. Esto le provocaba más celos, por cuanto pensaba que al ser su
igual en nacimiento, y mucho más rico, no era justo que Moisés fuera
su superior. Pero estaba especialmente airado porque Aarón, el her­
mano de Moisés, había sido designado sumo sacerdote y no él. Así que,
reuniendo a su alrededor a 250 de sus amigos, suscitó un gran clamor
contra Moisés. Dijeron que no debía haber conferido el sacerdocio a
su propio hermano cuando habían tantos que eran más aptos para este
oficio. Coré podía hablar bien y era muy persuasivo, por lo que otros
también conspiraron con él, provocando a la gente a que se rebelara.
Denunciaron a Moisés, afirmando que Dios nunca había escogido a
Aarón para el sacerdocio porque nunca habría dejado de lado a tan­
tas personas superiores para escoger a uno que era inferior. O que,
incluso si había escogido a Aarón, era su propósito que el honor le fuera
conferido por el pueblo, y no por parte de su propio hermano.
Moisés no temía estas calumnias, porque sabía que siempre había IV, II, 4

actuado con corrección. Le gritó a Coré al amanecer que él y todos


los demás que quisieran ser designados para el cargo de sumo sacer­
dote acudieran al tabernáculo, llevando un incensario lleno de
incienso ardiendo. Aarón haría lo mismo, y el Señor decidiría quién
era aquel que Él escogía para ser sumo sacerdote.
La multitud se quedó complacida con esto, y al siguiente día se re­
unieron ante el tabernáculo para estar presentes para el sacrificio. Pero ¡V, III, 2,3

Abiram y Datán, dos de los hombres que habían deseado el sacerdocio,


rehusaron estar presentes en la decisión aunque Moisés los había
mandado llamar. Entonces el mismo Moisés fue a sus tiendas, invitan­
do a los ancianos del pueblo a que le siguieran. Allí oró en voz alta,
pidiendo a Dios que diera una señal de su desagrado. De repente, la
tierra tembló con un movimiento como el que produce el viento en las

68
ii------------------------------:
Antigüedades de los judíos
H I

olas de la mar. La gente se aterrorizó. Entonces la tierra debajo de aque­


llas tiendas cedió con un gran crujido, y las víctimas y todas sus
posesiones cayeron en la grieta, siendo totalmente tragados por la tie­
rra. La grieta que se había abierto bajo ellos se cerró de nuevo.
A 4:54 Ahora Moisés llamó a los que aspiraban al sacerdocio para que
IV, ¡II, 4
fueran seleccionados aquellos cuyo sacrificio más agradara a Dios.
Se reunió un grupo de 250 hombres, todos los que eran tenidos en
honor por el pueblo. También llegaron Moisés y Coré, y todos ofre­
cieron incienso en sus incensarios delante del tabernáculo. En el acto
resplandeció un gran fuego, una brillante llama con un intenso ca­
lor como la que sólo se enciende por orden de Dios. Destruyó a toda
aquella compañía, incluyendo al mismo Coré, de una manera tan
absoluta, que no quedó ni rastro de sus cuerpos. Sólo Aarón fue pre­
servado, porque era Dios quien había enviado el fuego.
IV, IV. 1-2 Pero el pueblo no se sentía aún satisfecho y siguió quejándose acer­
ca del sacerdocio. Por ello, Moisés llamó a la multitud y escuchó
pacientemente lo que tenían para decirle. Luego pidió que los cabe­
zas de las tribus le trajeran cada una una vara, inscrita con el nombre
de la tribu a la que cada uno pertenecía. Aquel cuya vara Dios seña­
lara recibiría el sacerdocio. A esto asintieron. Entonces trajeron sus
varas, lo mismo que Aarón. Aarón había escrito “Leví” sobre su vara,
la tribu a la que pertenecía. Moisés puso estas varas en el tabernáculo
de Dios. Al día siguiente las sacó delante de la multitud. Mientras
que las otras eran iguales que antes, la vara de Aarón había reverde­
cido y producido flores y almendras maduras, siendo que la vara
había sido cortada de un almendro. La gente quedó tan atónita ante
esta maravilla que cejaron en su odio contra Moisés y Aarón. Acep­
taron el juicio favorable de Dios y permitieron a Aarón desempeñar
honrosamente el sacerdocio, y también a sus hijos después de él.
A 4:67 Ahora la tribu de Leví quedó exenta de servicio militar a fin de
IV, IV. 3 .4
dedicarse al servicio de Dios. Moisés dio sustento al ministerio sa­
grado ordenando a los hebreos que asignaran 48 ciudades a los
levitas, así como sus distritos circundantes, después que Canaán hu­
biera sido conquistada. El pueblo debía también pagar un diezmo de
lo producido anualmente para sustentarlos.
IV, IV, 3.4 Moisés emprendió entonces la marcha con todo su ejército, y lle­
gó a los límites de Idumea. Enviando mensajeros a su rey, pidió que
se le concediera el paso por su país, pero le fue negado. Por cuanto
Dios no había autorizado hacerles la guerra, Moisés se retiró.
IV, IV, 6.7 Poco tiempo después murió María [también conocida por Miriam], la
hermana de Moisés y de Aarón. Aquel mismo año los israelitas llegaron
a un lugar llamado Petra, en Arabia. Aarón, advertido por Moisés que le
El Sinaí 69

jylbía llegado el tiempo de morir, subió a un monte alto a la vista de to­


bos ellos. Se quitó sus vestiduras sacerdotales y las entregó a Eleazar, uno
sus hijos, a quien le pertenecía el sumo sacerdocio por ser el mayor.
Entonces, mientras la mulüLud lo observaba, murió, ala edad de 123 años.

La derrota de los reyes Sehón y Og


El pueblo hizo duelo por Aarón durante 30 días, después de lo cual A 4:85
IV, V, 1
Moisés condujo el ejército hacia el río Arnón, que desemboca en el
Lago Asfaltitis (el mar Muerto]. Al otro lado de este río estaba la tie­
rra de los amorreos, una región feraz que podía alimentar a una gran
multitud. Moisés envió mensajeros a Sehón, rey de este país, pidién­
dole que dejara pasar a su hueste. Él prometía no dañar el país ni a
sus habitantes. Pero Sehón rehusó, movilizó su ejército, y se dispu­
so a impedir que los israelitas cruzaran el río.
Moisés preguntó entonces a Dios si le daría permiso para lanzarse IV, V, 2

a la lucha. Dios respondió que sí, y que le daría la victoria, por lo que
ellos gozosamente se pusieron sus armaduras y salieron a pelear con­
tra el enemigo. Aunque muy valientes antes de la batalla, los enemigos
resultaron ser cobardes, huyendo incluso antes de la primera arreme­
tida. Los hebreos los persiguieron haciendo una gran degollina. Sehón,
su rey, también fue muerto, y los hebreos tomaron posesión de su tie­
rra, que era muy rica. Así fueron destruidos los amorreos, que no fueron
ni sabios en consejo ni valientes en la acción.
Mientras tanto, Og, rey de Galaad y de Gaulanitis, atacó a los is­ IV, V, 3

raelitas. Era amigo del rey Sehón y había movilizado a toda prisa un
ejército para acudir en su ayuda. Al ver que ya estaba muerto, Og
decidió vengarle derrotando a los hebreos. Pero después de una gran
batalla, él mismo fue derrotado y muerto. Og era un rey enorme y
apuesto, y había gobernado sobre 60 ciudades, la mitad de las cua­
les cayeron en poder de los israelitas. Era un gigante, y su cama, de
hierro, medía nueve codos de largo, y cuatro de ancho.

El profeta Balaam
Los israelitas siguieron su camino y llegaron a la tierra de los A 4:1 0 2
IV, VI. 1
moabitas. Su rey, llamado Balac, vio cuán grandes se estaban hacien­
do los israelitas y se preocupó en gran manera. No sabía que los
hebreos no querían inmiscuirse con ninguna otra nación, sino que
debían contentarse con la posesión de la tierra de Canaán, como Dios
había ordenado. No considerando prudente luchar contra ellos des­
pués que habían logrado tan grandes éxitos, Balac envió embajadores
al país vecino de los madianitas para consultar con ellos.
Estos madianitas sabían que había un gran profeta llamado Balaam que IV, VI, 2
70 Antigüedades de los judíos

vivía junto al río Éufrates. Enviaron ellos a algunos de sus notables junto
con los embajadores de Balac para que apremiaran al profeta a que vinie­
ra y maldijera a los israelitas. Balaam recibió muy amablemente a los
embajadores, y les dijo que él estaba dispuesto a acceder a sus peticiones,
pero que Dios estalw opuesto a ello, porque Él favorecía al ejército que ellos
querían que Balaam maldijera. Balaam, por ello, les aconsejó que se vol­
vieran a sus casas y que olvidaran su odio contra los israelitas.
IV, VI, 3 Pero los madianitas, ante el insistente apremio de Balac, enviaron otro
grupo a Balaam, y al final él consintió. Ensilló su asna y emprendió el viaje.
Pero un ángel de Dios se encontró con él en el camino en un paso estre­
cho cerrado por una pared a ambos lados. Balaam no podía ver al ángel,
pero el asna sí lo vio, y retrocedió contra una de las paredes, no haciendo
caso de los golpes que le propinaba Balaam al aplastarlo contra la pared.
Pero como el ángel proseguía angustiando al animal, y Balaam redoblaba
sus golpes, el asna cayó al suelo. Entonces, por voluntad de Dios, habló
con voz humana quejándose de la injusticia de Balaam al azotarla cuan­
do se veía impedida de continuar por parte del mismo Dios. Mientras se
sentía sobresaltado al oír hablar a su asna, el ángel se hizo visible a Balaam,
que le reprendió por su crueldad, diciéndole que no era el asna la que te­
nía la culpa sino él. Aterrorizado, Balaam se hubiera vuelto atrás, pero Dios
le mandó que prosiguiera y que sólo dijera lo que Él sugiriera a la mente
de Balaam.
a 4:112 Balac recibió gozoso al profeta. Cuando lo hubo agasajado de una
IV, VI, 5
manera regia le pidió que subiera a uno de los montes para que contem­
plara el campamento de los hebreos. Balac y sus asistentes subieron al
monte con él. En la cumbre, Balaam ordenó que se levantaran siete al­
tares, y que se le entregaran otros tantos toros y carneros, y así lo hizo el
rey. Balaam ofreció sacrificio y comenzó a profetizar, declarando que los
israelitas eran un pueblo dichoso porque Dios estaba con ellos. Sobre­
pasarían a todas las naciones en virtud, y tomarían posesión de la tierra
que Dios había designado para ellos. Serían tan numerosos que habría
en cada región del mundo habitantes de su raza.
IV, VI, 6 Balac se enfureció, acusando a Balaam de quebrantar su acuerdo con
él, porque en lugar de maldecir a sus enemigos los había bendecido. Pero
Balaam le dijo que no podía remediarlo, porque Dios ponía sus palabras
en las bocas de los profetas. “Pero ahora—prosiguió él—, déjame que trate
de complacerte y ofrecer de nuevo los sacrificios, y veré si puedo persua­
dir a Dios que me permita ligar a estos hombres con maldiciones.”
IV, VI, 7-12 Habiendo accedido Balac, Dios impidió de nuevo a Balaam que
maldijera a los israelitas. Entonces Balaam se postró sobre su rostro y
profetizó las calamidades que sobrevendrían a las grandes ciudades de
la tierra. Balac estaba indignado, y despidió al profeta sin ninguna de
Míe. L íb an o
L a ruta d el é x o d o
Damasco
• Sldón

• Dan
* Tiro
BASÁN
Hazor *
(OG)
Mte. C arm elo A Meguido

Bet’ Sáft GALAAD

Siquem .± Mte- £ b a l
M AR M ED ITERRÁ N EO A Mte. Gerlzim
Afee*
Silo» Rabá-amón*
Jopo»
Je ricó
_ GabaórT * • Hesbón
HesDon
4 “ Gil9a'‘ ^ Mte. N abo
Jerusaiéri \ a m ó M
Ascalón • r . AM ON
• vaat
G rú a Laqul^ * Hebrón
Eglón
MOAB ]
D elta d e l N ilo
Bcareaba CANAÁN

Sin (Peluslo)
GOSÉN * Ramesés D ESIER TO D E ZIN ó' — ^
EDOM
Cades-bar nen»
Pltom
)* - Mte. S elr

On (Hellópolis)

mcsi c

EGIPTO \ lim
PENINSULA
D EL SINAÍ
^ « tzió n -g eb o r

ü1
/
Río Nilo \ %“-4 HaíaroU^
\ / T IER R A DE MADIÁN
noiirfim-v
\ x
4 Míe. S ln al

MAR ROJO
Esca la : millas
20 40 60 00 100
l
h .i
r *—r----- 1— i— S --- r-— _
r~
0 20 4 0 60 8 0 100 120 140
Kilómetros

Ruta del éxodo


72 Antigüedades de los judíos

las dádivas que le había prometido. Balaam, sin embargo, les propuso
a Balac y a los madianitas un plan mediante el cual podrían destruir a
los hebreos. Les aconsejó que las jóvenes madianitas sedujeran a los
jóvenes israelitas, y que luego indujeran a los jóvenes hebreos a aban­
donar al Señor por los dioses madianitas. Siguiendo este consejo, los
madianitas atrajeron a muchos distinguidos hebreos a la apostasía.
Entonces Dios se enojó y envió una gran plaga que destruyó a 14.00o
transgresores.
a 4H59 Por lo que habían hecho los madianitas, Moisés envió un ejército de
IV, VI, 13
12.000 para destruirlos. Los madianitas fueron derrotados en una gran
batalla en la que sus cinco reyes murieron. El ejército hebreo volvió re­
gocijándose, con una gran cantidad de bueyes, ovejas y asnos que
capturaron, así como cantidades de oro y plata para usar en sus casas.
IV, Vil, 3 Alrededor de este tiempo, las tribus de Gad y Rubén, así como media tri­
bu de Manasés, acudieron a Moisés y le pidieron que se les diera la tierra
de Galaad, que había sido tomada a los amorreos, porque era excelente para
tierra de pastos. Moisés al principio se airó, creyendo que querían quedar­
se allí porque tenían miedo de luchar contra los cananeos. Les dijo: “¿Acaso
vosotros estaréis descansando aquí mientras vuestros hermanos van a la gue­
rra?” Pero ellos les respondieron que una vez hubieran edificado ciudades
para proteger a sus mujeres e hijos y posesiones, volverían a unirse al ejér­
cito. Moisés quedó satisfecho y llamó a Eleazar, el sumo sacerdote, y a Josué
y a los príncipes de las otras tribus. Les concedieron la tierra de los amorreos
a estas tribus, con la condición de que lucharan junto con sus hermanos
hasta el asentamiento general.

La muerte de Moisés
a 4:i7G Los 40 años de peregrinación casi habían terminado y sólo queda­
IV, VIII, I
ban 30 días. Moisés sintió —por sugerencia de Dios— que había llegado
su momento de morir. 2 Por ello designó a Josué como su sucesor, como
general de los ejércitos y como profeta para recibir los mensajes de Dios.
Dios había indicado a Moisés que éste era el hombre que él había es­
cogido. Entonces Moisés convocó a la congregación cerca del Jordán
en Abila [Abel-Sitim] y les dijo muchas sabias palabras, y les dio le­
yes para su gobierno. [A quíJosefo da un d etallado sum ario d e las leyes
m osaicas citadas en el Pentateuco, particularm ente en D euteronom io.]
IV, VIII, 44 En uno de los siguientes días les recitó un poema que había compues­
to en hexámetros, conteniendo predicciones de acontecimientos
futuros que sucedieron o que están sucediendo, tal como Moisés pre­
dijo. Entregó todos los libros que había escrito a los sacerdotes, así como
el tabernáculo y el arca en la que estaban los Diez Mandamientos es­
critos en dos tablas. También exhortó a los israelitas a que cuando
hubieran conquistado la tierra de Canaán debían destruir a todos sus
habitantes, y no olvidar- la insolencia de los amalecitas, sino vengarse
ior lo que les habían hecho mientras estaban en el desierto. Las tribus
debían también pronunciar bendiciones sobre los que fueran diligen-
(fiS en la adoración a Dios, pero m ald icion es sobre los que
transgredieran sus leyes. Entonces escribió estas bendiciones y mal­
diciones en cada lado del altar. Estas ordenanzas de Moisés son
guardadas por la nación hebrea hasta el día de hoy.
Al día siguiente volvió a reunir a todo el pueblo, a todos los hombres, A 4 :3 0 9
IV, VIII, 45
mujeres y niños, e incluso a los esclavos. Todos debían jurar observar las
leyes que les había dado y tomar venganza sobro los que desobedecieran.
El pueblo hizo juramento. También les advirtió que si quebrantaban este
voto experimentarían grandes infortunios. “Vuestras tierras —les dijo—
serán asoladas por vuestros enemigos, y vuestras ciudades y templos se­
rán derribados. Seréis vendidos como esclavos a amos rigurosos, y vuestra
arrepentimiento vendrá demasiado tarde.”
Finalmente, Moisés dijo que le había llegado el tiempo de unirse a sus IV, VIII, 48

antecesores, por cuanto éste era el día señalado para su muerte. Se despi­
dió de ellos bendiciéndoles una vez más y los encomendó a Dios. La
multitud prorrumpió en llanto, las mujeres golpeándose el pecho y los ni­
ños llorando. Moisés sabía que no debía entristecerse por la cercanía de la
muerte, pero la emoción de la gente lo venció y también él lloró.
Mientras se dirigía hacia donde iba a desaparecer, todos lo seguían
llorando. Pero Moisés les hizo señas con la mano a los que estaban le­
jos que callaran, y apremió a los que estaban cerca a que no hicieran
tan triste su partida. Así, se quedaron sollozando en silencio, y deja­
ron que partiera tal como lo deseaba. Sólo los ancianos de las tribus,
con Eleazar y Josué, lo siguieron. Pero luego llegó a la montaña llama­
da Abarim, que está delante de la ciudad de Jericó y que permite
contemplar desde su cumbre una gran vista de la tierra de Canaán. Allí
despidió a los ancianos. Mientras se despedía de Eleazar y Josué, ha­
blando todavía con ellos, descendió de repente una nube sobre él y
desapareció en una quebrada.
Moisés tenía 1 2 0 años cuando murió, habiendo gobernado sobre los IV, VIII, 49

hebreos durante 40 años. El pueblo hizo duelo por él durante 30 días,


y nunca se sintieron afectados por un dolor tan profundo.
1. Josefo no menciona que Moisés rompió las tablas. También omite el episodio del becerro
de oro (Éxodo 32) porque habría sido embarazoso para el judaismo ante los lectores
grecorromanos, y habría servido de apoyo al malicioso rumor de que los judíos adoraban
un asno.
2. Según Deuteronomio 32 :1 5 , M oisés fue condenado a m orir antes que los israelitas
entraran en Canaán por haber desobedecido a Dios en el desierto de Zin. Pero com o
gran adm irador de Moisés, Josefo omite este vergonzoso detalle.
Los escritos de
Josefo sobre Moisés
Josefo les agregó — y les sustrajo— a las palabras: "Pero en dichos
los relatos bíblicos en formas interesan­ asuntos, cada cual puede tener su
tes. El retrato que presenta de la belleza propia opinión" [A II, XVI, 5). Como
del bebé Moisés en la corte del faraón y hizo Dionisio de H elicarnaso y otro:
su posterior valentía no tienen base historiadores antiguos, él usa esta
alguna en el Antiguo Testamento, pero fórmula repetidamente con aconte­
es de notar que esta tradición rabínica cimientos extraordinarios, tales
está presente también en el Nuevo como la longevidad de los primeros
Testamento. En su discurso al sanedrín, seres humanos (A I, III, 9) o la voz
Esteban dice que Moisés era "agrada­ tronante de Dios en el monte Sinaí
ble a Dios" y "poderoso en sus palabras (A III, V, 2). A veces Josefo también
y obras" (Hch. 7:20, 22). Las otras proporciona causas naturales o
adiciones de Josefo respecto a las explicaciones racionales para
proezas de Moisés en Egipto mientras fenómenos milagrosos, o reduce su
aún disfrutaba del favor del faraón son calidad sobrenatural. Cuando los
evidentes a cualquiera que esté israelitas cruzan el Jordán, por
familiarizado con el AntiguoTestamen- ejemplo, encuentran que "ha
to. Sus varios discursos a los israelitas descendido el nivel del agua", más
durante el éxodo en el Sinaí y más allá bien que las aguas se "detuvieron
del Sinaí también son más amplios que como en un montón", como dice
en las Escrituras. Josué 3 :1 3ss.
Sin embargo, sus omisiones del Josefo no trató de esconder su
registro bíblico son igualmente profunda admiración por Moisés, y
intrigantes. Moisés huye de Egipto, no resume su carrera con una oración
porque había matado al opresor destacada: "Él [Moisés) tuvo pocos
egipcio (Éx. 2:11 ss) — lo cual no iguales como general y ninguno
menciona Josefo— sino porque el como profeta, hasta el punto de que
faraón, instigado por rivales celosos en todos sus pronunciamientos a une
del éxito de Moisés, estaba conspiran­ le parecía escuchar la voz de Dios"
do para asesinarlo (A II, XI, 1). Por (A IV, VIII, 49).
alguna razón, Josefo también pasa por
alto la quinta de las diez plagas, la
cual afectó al ganado. Como hemos
Vista desde la cim a del Sinaí.
mencionado anteriormente, omite el
episodio del becerro de oro (Éx. 32) —
por lo vergonzoso que hubiese sido
esto para los judíos en un ambiente
grecorromano— ; las calumnias de
María [también conocida como
Miriam] y Aarón contra su hermano
(Nm. 12); y el episodio de la serpiente
de bronce (Nm . 21:8ss).
Los acontecimientos milagrosos
asociados con Moisés son presenta­
dos generalmente como verdaderos,
en la forma bíblica. Algunos, como el
cruce del mar Rojo, son más elabora­
dos y están provistos de
documentación o paralelos de otras
fuentes. Sin embargo, Josefo terminó
su exposición de este episodio con
uando hubo terminado el duelo por la muerte de Moisés, a5;i
Josué mandó al pueblo que se preparara para una campaña v'h'
militar. Envió espías a Jericó para descubrir de cuántas fuerzas
disponía. Mientras tanto, pasó revista a su ejército con la intención de
cruzar pronto el Jordán. Los príncipes de las tribus de Rubén, Gad y
Manasés, a las que se les había permitido e! asentamiento en el país de
los amorreos, fueron llamadas ante Josué. Les recordó la promesa hecha
a Moisés y les mandó que se preparan rápidamente. Así, 50.000 de ellos
le acompañaron, y emprendió la marcha desde Abila hacia el Jordán.
Después de haber asentado su campamento, los espías volvieron con v, 1,2
muchos informes acerca de los cananeos. Habían podido explorar toda Jericó
sin ser descubiertos. Observaron dónde las murallas eran fuertes o débiles,
y cuáles de las puertas eran lo suficientemente débiles para permitir entrar
al ejército. Al principio aquellos con quienes se encontraban no se fijaban
en ellos, pensando que so trataba meramente de extraños. Pero por la noche
se retiraron a una posada cerca de la muralla, que regentaba una mujer lla­
mada Rahab. Cenaron allí y planearon su huida. Pero llegó información al
rey de que algunos habían venido del campamento de los hebreos para es­
piar en la ciudad y que se encontraban en la posada de Rahab. El rey envió a
unos hombres para arrestarlos con el propósito de torturarlos y saber por qué
habían venido. Pero Rahab ocultó a los espías bajo unos manojos de lino que
se estaban secando sobre su terraza. Les dijo a los mensajeros del rey que unos
forasteros habían comido con ella un poco antes de ponerse el sol y que aca­
baban de marchar, pero que podrían ser atrapados fácilmente. Los mensajeros
se lanzaron corriendo por el camino que pensaban que habían tomado los
espías, pero no hallaron ni rastro de ellos.
Cuando todo se hubo calmado, Rahab hizo bajar a los hombres, y les
pidió que cuando hubieran conquistado la tierra recordaran el riesgo que
había corrido por causa de ellos. Y les hizo jurar que la salvarían a ella y
a su familia. Los espías le dieron las gracias por lo que había hecho y ju­
raron corresponder su bondad. Cuando ella viera que la ciudad estaba a
punto de ser tomada, le dijeron, debía encerrarse con sus posesiones y
su familia dentro de la posada. Luego debía colgar unos paños de color
rojo para que el general de los hebreos no le hiciera daño alguno. Después
de esto, los hombres se descolgaron de la muralla con una cuerda y esca­
paron. Josué transmitió al sumo sacerdote Eleazar y al consejo de ancianos
El río Jordán, en la parte que sale del mar de Galilea. Al fondo se destacan los
Altos de Golán.

lo que los espías habían jurado a Rahab, y ellos confirmaron el juramen­


to.
a 5,ig Ahora bien, por cuanto el ejército sentía temor de pasar el Jordán, porque
v-'’3 no había ni puentes ni barcas, Dios prometió reducir su caudal. Tres días
después, Josué ordenó que los sacerdotes descendieran al río los primeros,
con el arca a hombros. Luego iban los levitas, llevando el tabernáculo y los
vasos sagrados empleados en los sacrificios. Después de ellos venía toda la
multitud formada por sus tribus, protegiendo a sus mujeres e hijos en el cen­
tro. Cuando los sacerdotes entraron en el río, lo encontraron vadeable y poco
hondo, y se quedaron en medio hasta que toda la multitud lo hubo cruzado.
Luego ellos también salieron, y el río volvió a adquirir caudal y a correr como
antes.

La caída de Jericó
a 5:20 Los israelitas levantaron el campamento a una distancia de diez esta-
v,i4 dios1 de Jericó. Josué había ordenado a los príncipes de las tribus que
tomaran una gran piedra del lecho del río mientras lo cruzaban. Ahora
tomó estas piedras y erigió un altar como memorial de la detención del
río. También celebraron allí la fiesta de la Pascua y cosecharon el grano
maduro de los cananeos. Ahora tenían abundante provisión, con todas
las privaciones que antes habían sufrido. Fue entonces que el maná, que
los había sustentado durante 40 años, dejó de caer.
Por cuanto los cananeos se quedaban dentro de las murallas de Jericó,
v. i. s Josué decidió asediarlos. En el primer día de la fiesta, los sacerdotes mar-
La conquista de Canaán 77

, ,on alrededor de las murallas de la ciudad, llevando el arca a hom-


^ ‘ siete sacerdotes Locaban sus trompetas seguidos por el consejo de
nCianos. Y así lo hicieron durante seis días. El séptimo día Josué reunió
las tropas y a todo el pueblo. Les dijo que ahora sería tomada la ciudad
jorque Dios haría que las murallas se derrumbaran por sí solas; les man­
dó entonces que dieran muerte a todos en la ciudad, incluso a las mujeres
v los niños. También debían destruir a todos los animales, pero no tomar
nada para ellos mismos. Todo el oro y la plata debían ser recogidos y con­
sagrados para Dios. Pero les recordó que debían respetar a Rahab y
también a su familia y sus posesiones.
Condujo al ejército contra la ciudad, y todos marcharon alrededor de V. 1 . 6

Sus murallas siguiendo a los sacerdotes que llevaban el arca y a los


trompeteros. Cuando la hubieron rodeado siete veces y se detuvieron un
rato las murallas cayeron. Pero los hebreos no habían empleado contra
ellas ninguna máquina ni otra fuerza.
Se lanzaron contra Jericó, dando muerte a todos los hombres mientras v. ¡. ?
estaban todavía aturdidos ante el milagroso derrumbe de las murallas, y
no se podían defender. Y no sólo a los hombres, sino que también dieron
muerte a las mujeres y a los niños, y la ciudad se llenó de cadáveres. So­
lamente se salvaron Rahab y su familia, y cuando fue llevada ante Josué
él le agradeció lo que había hecho. También le dio tierras donde vivir y
le mostró todo tipo de consideraciones.
Recogieron una inmensa cantidad de oro, plata y bronce antes de quemar a 5^2
Jericó, riquezas que Josué dio a los sacerdotes. Pero Acán, de la tribu de Judá, K' • 9 ,0
encontró una vestimenta regia tejida enteramente de oro y un gran lingote de
oro. Creó que era una crueldad tener que entregar todo esto a Dios, que no ne­
cesitaba lo que él había obtenido con tan gran peligro; así que cavó un hoyo
dentro de su propia tienda y sepultó su tesoro.
Pocos días después de la conquista de Jericó, Josué envió a 3.000 hombres v, 1. 12.13
para tomar Hai, una ciudad situada por encima de Jericó. Pero fueron derro­
tados y repelidos, con la pérdida de 36 hombres. Los israelitas se angustiaron
mucho, ahora, no tanto por el número de bajas, sino por temor de que Dios
hubiera olvidado sus promesas. Josué clamó entonces al Señor. Él respon­
dió a Josué diciendo que esta derrota se debía a que se habían contaminado;
uno de ellos había robado cosas que le estaban consagradas, y ellos debían
buscarlas y castigar al ofensor.
Josué llamó al sumo sacerdote Eleazar y a otros hombres en posicio- a 5:43
nes de autoridad. Éste echó suertes, tribu por tribu, y hombre por hombre, K114
hasta que al final la suerte recayó en Acán. Él confesó su robo y entregó
los bienes robados, pero fue de inmediato ejecutado y sepultado de no­
che como criminal condenado.
Cuando Josué terminó la purificación de su ejército lo condujo contra v, 1.15
Ruinas de la antigua Jericó. En la parte central inferior de la fotografía se ve una
torre de vigilancia excavada en la piedra, y el monte de la Tentación, el lugar
tradicional del enfrentamiento de Jesús con Satanás, se levanta al fondo.
La conquista de Canaán 79

Hai. Después de situar emboscadas alrededor de la ciudad se enfrentó con


ej enemigo por la madrugada. Envalentonados por su anterior victoria,
y] enemigo salió contra ellos. Josué fingió una retirada, atrayendo a su
ejército lejos de la ciudad. Luego ordenó de repente a sus fuerzas que se
volvieran y atacaran al enemigo, dando al mismo tiempo una señal con­
venida de antemano a los hombres ocultos en las emboscadas. Estos
hombres se precipitaron adentro de la ciudad por las puertas abiertas,
dando muerte a todos los que encontraban. Josué, mientras tanto, rom­
pió las líneas de sus adversarios, que se retiraron para refugiarse en Hai.
pero cuando la vieron en llamas, se esparcieron por la región, incapaces
ahora de defenderse. Josué saqueó la ciudad tomando el ganado y el di­
nero, porque ésta era una región rica, y distribuyó el botín a sus soldados.

La treta gabaonita
Los gabaonitas, que vivían cerca de Jerusalén, vieron la destrucción de a 5:49
Jericó y Hai. Temiendo correr la misma suerte, enviaron embajadores a V, I, 16
Josué jiara concertar con él un pacto de amistad. Sin embargo, pensaron
que sería peligroso admitir que eran cananeos, por cuanto Josué había
recibido órdenes de destruir a toda esta raza. Por ello se pusieron vesti­
dos viejos y desgarrados, y le dijeron a Josué que habían llegado de una
gran distancia para verle, como podía verse por sus ropas que eran nue­
vas cuando partieron. Dijeron que habían sido enviados por el pueblo de
Gabaón que vivía a gran distancia de la tierra de Canaán, para hacer un
tratado de amistad con los hebreos. Los gabaonitas se habían regocijado
de oír que por el favor de Dios los israelitas iban a poseer la tierra de
Canaán, y ellos querían venir a ser conciudadanos suyos.
Creyendo que esta gente no eran cananeos, Josué hizo un pacto con
ellos, y los enviados volvieron a los suyos. Pero cuando condujo a su ejér­
cito a los montes de Canaán, Josué se enteró de que los gabaonitas vivían
cerca y que eran en realidad de raza cananea, por lo que envió a buscar a
sus magistrados y les reprochó su fraude. Ellos contestaron que temían
por sus vidas y que no vieron otra manera de salvarse. Después de cierta
discusión, Josué hizo de ellos esclavos del estado para evitar violar su
juramento.
Pero el rey de Jerusalén estaba encolerizado de que los gabaonitas se hu- a 5:sb
hieran pasado a Josué, y llamó a los reyes de las naciones vecinas a que se V, I, 17
unieran en la guerra contra los traidores. Los gabaonitas apelaron entonces
a Josué, que se apresuró a ir en su ayuda. Con todo su ejército atacó al ene­
migo, dispersándolos por completo y persiguiéndolos por las pendientes.
Además, Dios alargó el día para impedir que la oscuridad estorbara el ardor
de los hebreos. Josué capturó a los reyes aliados que se habían escondido en
una cueva y castigó sus ejércitos.
80 Antigüedades de los judíos

Las noticias del valor de los hebreos atemorizaron a sus vecinos, por
lo que varios reyes cananeos, a los que se unieron los filisteos, se unie­
ron para formar un gran ejército. Estaba formado por 300.000 infantes,
10.000 jinetes y 20.000 carros de guerra. Debido a la inmensidad de es­
tos números, Josué y los israelitas se sintieron abrumados de temor y sin
esperanza de tener éxito. Pero Dios los reprendió por su cobardía y les
prometió la victoria sobre sus enemigos. Josué recuperó el valor, y des­
pués de una marcha de cinco días se enfrentó con el enemigo. Fue un fiero
choque, en el que la mayor parte de los cananeos fueron muertos. Cuan­
do emprendieron la huida, Josué se lanzó en su persecución, e incluso
sus reyes fueron muertos junto con los caballos y los carros. Los israeli­
tas podían cruzar ahora todo su país sin ninguna oposición. Nadie osaba
enfrentarse a ellos en batalla y asediaron las ciudades, exterminando a
sus habitantes.
V.I, 19 Cinco años habían pasado, y Josué plantó su campamento en el país
montañoso, erigiendo el tabernáculo en Silo. Más tarde, convocó a todo el
pueblo en Siquem, donde erigió un altar. Dividiendo su ejército y ponien­
do una mitad en el monte Gerizim, y la otra en el monte Ebal, pronunciaron
las bendiciones y maldiciones prescritas por Moisés.
A 5:71 Josué había ya envejecido, y pensó que los cananeos ya no tratarían de
V, I, 20-24
asediar las fortalezas de los israelitas. Reunió al pueblo en Silo y les pidió
que escogieran un hombre de cada tribu que fuera diestro en agrimensu­
ra. Estos fueron enviados por la tierra de Canaán para medirla y valorar la
fertilidad de sus diferentes partes. Después de haber estado ausentes por
siete meses, volvieron a Silo, donde Josué hizo una división equitativa de
la tierra en base de las valoraciones que habían hecho. Echó suertes entre
las nueve tribus y la media de Manasés que no había aún recibido tierras.
Los territorios y las ciudades fueron distribuidas a cada tribu de conformi­
dad con las suertes echadas.
V, I, 2 5 -2 6 La tribu de Rubén y la de Gad y la otra media tribu de Manasés ya se
habían establecido en la tierra de los amorreos allende del Jordán. Por ello,
Josué reunió a los 50.000 hombres de aquellas tribus que le habían segui­
do durante sus guerras, y les dijo que se fueran al hogar con sus mujeres
e hijos. Pero, por encima de todo, les mandó que respetaran las leyes de
Moisés, que amaran y sirvieran a Dios, y que recordaran su relación de
familia con las otras tribus de Israel.
Estos hombres se despidieron de las otras tribus, y todos derramaron
muchas lágrimas. Una vez hubieron cruzado el Jordán edificaron un altar
junto a la orilla como monumento para las generaciones futuras, para re­
cordarles su relación con los que vivían al otro lado. Pero cuando las
huestes de Josué oyeron acerca de este altar, creyeron que sus hermanos
lo habían levantado para adorar falsos dioses y se dispusieron a ir a la guerra
La conquista de Canaán 81

contra ellos. Josué y el sumo sacerdote Eleazar, empero, junto con el con­
e jo de ancianos, ios refrenaron, sugiriéndoles que enviaran primero
mensajeros a sus hermanos para saber de sus intenciones al erigir aquel
altar. Finees, hijo de Eleazar, y otros diez hombres principales cruzaron el
río y preguntaron a las otras tribus.
Sus príncipes destacaron que no habían abandonado a su Dios, sino v,¡,2 ?
que seguían teniendo la intención de acudir al tabernáculo y ofrecer sus
sacrificios con el resto de los hebreos. El nuevo altar 11 0 había sido erigi­
do para el culto sino para que sirviera de memorial de la relación tribal
que tenían con el resto.
Finees los encomió, y habiendo regresado adonde estaba Josué dio su res- v, ¡. 2a
puesta al pueblo. Josué, regocijándose porque se había evitado la guerra dentro
de la familia, ofreció un sacrificio de acción de gracias a Dios.
Veinte años más tarde, cuando era ya muy anciano, Josué reunió a los asms
magistrados y a tantos del común del pueblo como fue posible. Les re­
cordó todos los beneficios que Dios les había concedido —cómo desde
una humilde posición los había exaltado a la gloria y a la abundancia—
y los advirtió que sólo por medio de la piedad seguiría la Deidad siendo
amiga de ellos.
Luego Josué murió, a los 120 años de edad, y en su año vigésimo quinto v:¡, 29
como comandante en jefe. Alrededor de este mismo tiempo murió el sumo
sacerdote Eleazar, dejando el sumo sacerdocio a su hijo Finees.

La destrucción de los benjamitas


Finees declaró al pueblo que la tribu de Judá, por voluntad de Dios , A 5:120
V, II, 1-7
debía recibir el caudillaje para la destrucción de los cananeos. Pero los
cananeos, bajo el rey Adoni-bezec, creyeron que con Josué muerto po­
drían derrotar fácilmente a los israelitas, y salieron a la guerra. Sin
embargo, los hebreos dieron muerte a más de 1 0 . 0 0 0 de ellos y en la per­
secución capturaron a Adoni-bezec, y le cortaron los dedos de las manos
y de los pies. Adoni-bezec reconoció que éste era un juicio justo de Dios,
porque él había hecho lo mismo con 72 reyes a los que había capturado.
Entonces fue llevado a Jerusalén donde murió.
Los israelitas continuaron guerreando contra los cananeos, como Dios
les había ordenado, y tomaron muchas de sus tierras. Pusieron sitio a Je­
rusalén pero no pudieron tomarla, por lo que prosiguieron hacia Hebrón
conquistándola y exterminando a sus habitantes. Cayeron en sus manos
ciudades del país montañoso, de la llanura y de la costa, lo mismo que
Bet-el.
Pero no perseveraron hasta que hubieron conquistado toda la tierra,
sino que permitieron que muchos cananeos vivieran en paz, bajo la con­
dición de que les pagaran tributo. Cansados de luchar, los israelitas se
82 Antigüedades de los judíos

dedicaron a cultivar la tierra, ganando riquezas y lujos con ello. Dios les
dijo que los cananeos que habían dejado les causarían muchos proble­
mas en el futuro, pero, aunque los israelitas se sintieron inquietos por esto
que Dios les decía, no se sentían dispuestos a ir a la guerra, prefiriendo
una vida de paz y prosperidad. Debido a esta gran pereza cayeron en una
guerra civil.
a 5:136 Un cierto levita estaba viajando con su mujer por la tierra que pertene­
V .II.8
cía a los benjamitas, y se detuvo para pasar la noche en Gabaa. Algunos de
los jóvenes de la ciudad habían visto a la mujer del levita en el mercado, y
quedaron tan atraídos por su belleza que la sacaron de la casa donde esta­
ban descansando ella y su marido y pasaron la noche violándola. Por la
mañana volvió tambaleante a la casa y murió. Horrorizado, su marido car­
gó el cadáver de su mujer sobre su acémila y volvió a su casa en Efraín. Allí
cortó su cuerpo, miembro a miembro, en doce pedazos. Envió un pedazo
a cada tribu por medio de un mensajero, denunciando la depravación de
la tribu de Benjamín.
V,II. 9 Encolerizados hasta lo sumo, los israelitas se reunieron en grandes nú­
meros en Silo, y decidieron tomar las armas contra Gabaa si los asesinos
no les eran entregados. Llegaron embajadores a Gabaa con este ultimá­
tum, pero los benjamitas rehusaron y dijeron que antes irían a la guerra.
V, II, 10 Los miembros de las otras tribus se encolerizaron aún más, e hicieron
juramento de que ninguno de ellos daría jamás a su hija en matrimonio a
ningún benjamita. Lucharían con mayor furia contra aquella tribu que la
de sus padres al luchar contra los cananeos, y enviaron un ejército de
400.0002 contra Gabaa. El ejército de los benjamitas era de sólo 25.600,
pero entre ellos había 500 excelentes honderos zurdos. Con su ayuda, los
benjamitas derrotaron a los israelitas cuando entablaron la primera ba­
talla. Los israelitas perdieron a 2 2 . 0 0 0 soldados, y los benjamitas se
volvieron felices a la ciudad.
Al día siguiente volvieron a lograr la victoria, y 18.000 israelitas fueron
muertos. El resto desertaron del campamento temiendo una degollina
mayor. En Bet-el, una ciudad cercana a su campamento, los israelitas im­
ploraron a Dios, por medio del sumo sacerdote Finees, que le pidió que se
quedara satisfecho con estas dos derrotas y que les diera la victoria sobre
sus enemigos. Dios prometió que así lo haría.
Los israelitas dividieron entonces el ejército en dos partes. La mitad de
ellos se ocultaron en una emboscada alrededor de la ciudad de Gabaa, y la
otra mitad atacó a los benjamitas haciendo entonces una retirada para atraer
a los hombres fuera de la ciudad. Y desde luego todos los hombres, hasta
los jóvenes y los viejos que habían sido dejados en la ciudad por ser de­
masiado débiles para la lucha, se unieron en la persecución. Pero entonces
los israelitas se volvieron para hacerles frente y los de la emboscada ata-
La conquista de Canaán

caron desde atrás. Los benjamitas vieron que se habían visto engañados, y
fueron empujados a un valle donde fueron traspasados por flecheros he­
breos. 'lodos fueron destruidos excepto 600, que huyeron a los montes
circundantes. Los israelitas quemaron Gabaa, dando muerte a las mujeres
y a los varones menores de edad, e hicieron lo mismo a las otras ciudades
je Benjamín.
Más adelante, empero, se sintieron entristecidos por los benjamitas.
Aunque seguían pensando que habían sufrido justamente por sus peca-
jos, recordaron a los 600 benjamitas que habían escapado, y encontraron
a estos hombres sobre una peña llamada Rimón, en el desierto. Los israe­
litas lamentaron su mutuo desastre y los apremiaron a que no dejaran que
su tribu se extinguiera. “Os damos toda la tierra de Benjamín —les dije­
ron los israelitas—, y todo el botín que podáis llevar.”
También les dieron 400 vírgenes de Jabes-galaad como mujeres, dejan­
do a 2 0 0 benjamitas todavía sin mujer. Los israelitas deliberaron acerca del
problema: habían jurado que nadie daría su hija para casarla con ninguno
de aquella tribu, y el juramento no podía ser quebrantado. Mientras esta­
ban debatiendo, alguien sugirió una solución. “Tres veces al año —dijo—
cuando nos reunimos en Silo, tenemos a nuestras mujeres e hijos con no­
sotros. Que los benjamitas capturen y se casen con algunas mozas, mientras
que nosotros ni los alentamos ni los detenemos. Y si algunos de los padres
piden que se dé castigo, les diremos que debieran haber velado con más
cuidado sobre sus hijas.”
La asamblea accedió a este plan de matrimonio por rapto, y así, cuando
la fiesta estaba para empezar, los benjamitas se emboscaron junto a los ca­
minos cerca de la ciudad de Silo. Se ocultaron en grupos de dos y tres en
los viñedos y otros lugares esperando que llegaran las doncellas. Mientras
las muchachas andaban juguetonas, sin protección y sin sospechar nada,
los hombres se lanzaron sobe ellas, se las llevaron y se casaron con ellas.
De esta manera, la tribu de Benjamín, en peligro de total extinción, fue sal­
vada mediante la astucia de los israelitas. Florecieron y aumentaron en
número, y así terminó la guerra.

Débora y Barac
La tribu de Dan sufrió también. Ahora que los israelitas se habían dedi­
cado a la agricultura, los cananeos restauraron sus ejércitos y obligaron a
los danitas a huir de la llanura a los montes. Emigraron al norte a una de
las fuentes del Jordán y allí fundaron la ciudad de Dan.
Sin embargo, los israelitas siguieron perezosos y descuidaron a Dios,
mientras se contaminaban con los vicios de los cananeos. Por ello, Dios
se encolerizó con ellos y su prosperidad decayó. Cusán, rey de los asirios,
los conquistó.
84 Antigüedades de los judíos

V, [11. 3 Después de ocho años de servidumbre, un hombre de la tribu de Judá,


llamado Otoniel, pensó que había llegado ya el tiempo para liberar a los
e n em igos de la esclavitud. Con unos pocos otros valientes exterminó a
una de las guarniciones asirías. Cuando los israelitas vieron que había
logrado el éxito en su primer intento, se unieron alrededor de él en gran­
des números. Pronto derrotaron a todos los ejércitos asirios, obligándolos
a volver a cruzar el Eufrates. Otoniel fue entonces escogido como gober­
nante del pueblo —como juez de ellos— y los gobernó durante 40 años,
V.IV. 1 Pero después de su muerte los israelitas volvieron a caer en desorden.
Ni daban a Dios la honra que le era debida, ni obedecían sus leyes, por lo
que fueron conquistados de nuevo por Eglón, rey de los moabitas. El se
construyó un palacio real en Jericó y oprimió al pueblo durante diecio­
cho años, reduciéndolos a la pobreza. Otra vez los israelitas apelaron a
Dios, que dispuso su liberación.
A 5:18» Aod, un joven benjamita, vivía en Jericó y había ganado el favor de Eglón
V, IV, 2
y de sus guardas. Un mediodía, Aod fue al palacio llevando presentes para
el rey, como había hecho frecuentemente antes. Eglón le dijo a los siervos
que le asistían que se fueran para poder hablar privadamente con Aod. El
rey estaba sentado en su silla, y Aod temió fallar su golpe y no matarle.
Entonces pretendió haber tenido un sueño de Dios que debía revelarle al
rey, y cuando Eglón se levantó de su silla para oírlo, Aod le clavó la daga
en el corazón. Dejándolo allí, salió y cerró la puerta tras de sí.
V.IV, 3 Los asistentes de Eglón, al no oír ruido alguno, pensaron que estaba
durmiendo y no se atrevieron a molestarle. Pero al anochecer, temiendo
que algo no iba bien, entraron en la estancia. Cuando encontraron muer­
to al rey quedaron atónitos y presos de pánico. Antes de que la guarnición
de Eglón pudiera ser reunida, Aod y un ejército de israelitas atacaron el
palacio. Muchos moabitas murieron, y el resto escaparon cruzando el
Jordán. Liberados así de sus opresores, los israelitas designaron a Aod
como su juez. Cuando murió Samgar le sucedió, pero gobernó sólo un
breve tiempo.
A 5:198 De nuevo pecaron los israelitas, y por ello fueron conquistados por Jabín,
V. V. 1,2
rey de los cananeos, que los atacó desde Hazor con 300.000 soldados,
10.000 caballos, y 3.000 carros, bajo el mando de su general Sisara. Durante
veinte años soportaron las dificultades, hasta que aprendieron a obedecer
las leyes divinas, y acudieron a una profetisa llamada Débora implorán­
dole que orara a Dios que se apiadara de ellos. Dios les dijo que escogieran
como general a Barac, de la tribu de Neftalí.
Débora envió a buscar a Barac y lo dirigió a seleccionar 1 0 . 0 0 0 hom­
bres que marcharan contra el enemigo, porque Dios había dicho que este
número era suficiente para lograr la victoria. Pero Barac dijo que no asu­
miría el mando si Débora no acudía para compartir el mando. Ella,
85

El monte Tabor en Galilea, donde Débora y Barac derrotaron a Sisara alrededor del
1125 a.C. Durante la Guerra Judía en el 67 d.C., el general romano Plácido derrotó a
los judíos que habían edificado una muralla alrededor de la cumbre del Tabor.

enojada, replicó: “ ¡Tú, Barac, confieres a una mujer la autoridad que Dios
te ha dado! Pero no la rechazaré.”
Movilizaron a 10.000, y acamparon en el monte Tabor, pero cuando
Sisara acudió a su encuentro el número de sus soldados alarmó de tal
manera a los israelitas y a Barac que estuvieron a punto de retirarse. Pero
Débora los refrenó, y les ordenó luchar aquel mismo día, porque Dios les
había asegurado la victoria.
Así comenzó la batalla, pero se levantó una gran tempestad de lluvia a 5:205
y pedrisco, y el viento sopló la lluvia contra los rostros de los cananeos v,v'4
cegándolos de tal manera que sus arcos y hondas resultaron inservibles,
y su infantería encontró dificultades para emplear sus espadas en el frío.
Pero la tormenta estorbó menos a los israelitas porque batía a sus espal­
das, y se alentaron ante esta ayuda de Dios, y lucharon más valientemente.
Después que un gran número de cananeos hubieron sido muertos o aplas­
tados bajo sus mismos carros, Sisara saltó de su carro y huyó hasta llegar
a la casa de una mujer llamada Jael. Le pidió que lo ocultara y ella le per­
mitió entrar. Cuando Sisara la pidió de beber le dio leche agria, la cual
bebió con tan poca moderación que cayó dormido. Mientras dormía, Jael
tomó un clavo de hierro y lo clavó contra el suelo traspasándole la boca
y la mandíbula. Cuando llegó la tropa de Barac poco después, ella les
mostró a Sisara, clavado en el suelo. Y así esta victoria quedó atribuida a
una mujer, tal como Débora había predicho [Jueces 4:9].
86 Antigüedades de los judíos

Barac se dirigió ahora a Hazor, dio muerte a Jabín en batalla y arrasó la


ciudad. Luego gobernó a los israelitas, como juez, por 40 años.

Gedeón
a 5:210 Barac y Débora murieron con poca diferencia de tiempo. Después de
vu1 sus muertes, los madianitas pidieron la ayuda de los amalecitas y de los
árabes, e hicieron guerra contra los israelitas. Derrotaron a los hebreos y
los empujaron de las llanuras a los montes, donde los israelitas vivían en
cuevas implorando la ayuda de Dios.
v. vi. 2 Gedeón, de la tribu de Manasés estaba trillando un poco de trigo en se­
creto en su lagar, porque tenía demasiado miedo del enemigo para hacerlo
abiertamente en la era. Se le presentó una aparición en forma de hombre
joven, diciéndole a Gedeón que era bendito y amado por Dios.
Gedeón respondió: “¿Es acaso una indicación del favor de Dios que me
vea forzado a emplear este lagar en lugar de la era?” Pero el visitante le
apremió a que se alentara y a que tratara de recuperar la libertad para su
pueblo. Esto, replicó Gedeón, era imposible, porque su tribu era peque­
ña y él era demasiado joven para tales hazañas. Sin embargo, Dios
prometió suplir sus necesidades y conceder a los israelitas la victoria bajo
su caudillaje. Gedeón comunicó esto a otros jóvenes que le creyeron, y
de inmediato se reunió un ejército de 1 0 . 0 0 0 hombres, listos para la lu­
cha.
v, vi. 3 Por la noche, mientras dormía, Dios se le apareció y le dijo que quería
que los israelitas reconocieran que la victoria venía de El, y no del tama­
ño del ejército, por lo que le dijo a Gedeón que llevara su ejército al río
durante el calor del mediodía. Los que se arrodillaran y bebieran con tran-
v,vi.4 quilidad los debería considerar como valientes, mientras que los que
tomaran el agua apresuradamente en sus manos los debería considerar
como cobardes y aterrorizados por sus enemigos. Gedeón hizo lo que Dios
le había ordenado, y 300 hombres bebieron el agua apresuradamente con
sus manos. Dios le ordenó que escogiera a este grupo de cobardes para el
ataque.
a 5:2i8 Debido a que Gedeón estaba agarrotado por el miedo, Dios quiso tran-
Kv,‘ 4 quilizarlo, y le dijo que tomara a uno de sus soldados y que se aproximara
a las tiendas de los madianitas por la noche. Obedeció, tomando consi­
go a su siervo Purah, y se aproximó a una de las tiendas. Encontró que
los que estaban dentro estaban despiertos, y que uno le contaba su sue­
ño a su compañero; Gedeón pudo oírlo con claridad. El sueño era este:
le había parecido ver un pan de cebada, demasiado malo para comer,
dando tumbos por el campamento. Hizo caer la tienda real y las de todas
las tropas. Entonces el otro soldado lo interpretó como significando la
destrucción del ejército. “Porque la cebada —dijo— es el peor de los gra-
El manantial de Harod, cerca del collado de More, donde Gedeón disminuyó el
número de su ejército según la manera en que bebieron el agua.

nos, y los israelitas son la peor gente de toda el Asia. Por cuanto has vis- v. vi.¡
to que esta torta destruía nuestras tiendas, me temo que Dios ha concedido
la victoria a Gedeón.”
Ahora, vuelto a inspirar con esperanza y valor, Gedeón ordenó a sus
soldados que se armaran. Les contó esta visión y se sintieron muy ani­
mados. Dividió su ejército en tres secciones de 100 soldados, y cada uno
8 8 Antigüedades de los judíos

de ellos puso teas dentro de cántaros vacíos para esconderlas, así como
un cuerno de camero en su mano derecha para emplearlo como trompe­
ta. Alrededor de las 3 de la madrugada se acercaron con sigilo al
campamento del enemigo, y a una señal convenida locaron los cuernos
de carnero, quebraron sus cántaros para revelar sus teas encendidas y
gritaron: “¡Victoria paraGedeón, con la ayuda de Dios!” Los madianitas,
soñolientos, fueron presos del pánico y de la confusión, por lo que en
realidad pocos de ellos fueron muertos por los hebreos, y muchos más
por sus aliados; porque, debido a la diversidad de lenguas, dieron muer­
te a los que encontraban, pensando que eran también enemigos.
v; vi. o Cuando las nuevas de la victoria de Gedeón llegó a los otros israelitas
tomaron las armas, persiguieron al enemigo, y los alcanzaron en un va­
lle rodeado de profundos precipicios. Allí les dieron muerte a todos,
incluyendo a sus reyes. Gedeón fue hecho juez sobre Israel y gobernó 40
años.

Abimelec y otros jueces


a5.233 Gedeón tuvo 70 hijos con muchas esposas, y también un bastardo, 11a-
v. vu, i m a c ¡0 Abimelec, con una concubina. Después de la muerte de su padre,
Abimelec fue a la familia de su madre en Siquem, y con dinero de ellos
[contrató a una banda de malones] que le siguieron a la casa de su padre,
dio muerte a todos sus hermanos excepto a Jotam, que tuvo la suerte de
escapar. Abimelec después convirtió el gobierno en una tiranía, e hizo
lo que quiso en desafío a las leyes.
v,vn.,%4 Después que Abimelec hubo gobernado durante tres años, los
siquemitas lo expulsaron de su ciudad y de su tribu. Pero él reunió un
ejército, derrotó a los siquemitas, y arrasó la ciudad hasta los cimientos,
echando sal sobre sus ruinas. Algunos, no obstante, escaparon a una peña
fuerte donde se asentaron y se dispusieron a edificar una muralla para
protegerse. Cuando Abimelec oyó de sus planes, los atacó con sus fuer­
zas y amontonó leña seca alrededor de la roca hasta que quedó totalmente
rodeada. El fuego que encendió fue tan inmenso que rodeó la roca y to­
dos murieron: las mujeres, los niños, y 1.500 hombres.
Después de haber destruido Siquem, Abimelec marchó contra Tebes y
v. vu. 5 tomó la ciudad; pero sus habitantes se habían refugiado en una gran torre
allí. Mientras Abimelec estaba asediando la torre, una mujer echó un tro­
zo de piedra de molino que le golpeó en la cabeza y lo tendió en el suelo.
Moribundo, Abimelec no quiso que se dijera de él que había sido muerto
por una mujer, y le ordenó a su escudero que lo matara, lo cual hizo.
a 5:254 El caudillaje de los israelitas fue entonces asumido por Jair, de la tri-
Vtm 6 bu de Manasés, que fue bendecido de muchas maneras. Tuvo 30 hijos que
eran excelentes jinetes, y gobernó durante 2 2 años.
La conquista de Canaán 89

Pero después de la muerte de Jair, el pueblo de nuevo comenzó a me- v, m, ?,a


a p r e c ia r a Dios y sus leyes. Entonces los amonitas y los filisteos
asolaron su país, y de nuevo los israelitas clamaron a Dios para que los
ayudara. Cuando los amonitas invadieron Galaad la gente se reunió en
|as colinas, pero carecían de caudillo.
Había entre ellos un hombre llamado Jefté, valiente y poderoso, que ha- v. vn, »
bía sitio desheredado por sus hermanos. Cuando el pueblo le pidió que
tomara el mando se negó, porque no le habían ayudado en su disputa fami­
liar. Pero cuando los hebreos se lo rogaron y le prometieron el gobierno para
toda su vida consintió por fin, y acampó con su ejército en un lugar llamado
Mizpa. Aquí oró por la victoria, e hizo voto de que si volvía sano y salvo al
hogar sacrificaría el primer ser vivo que saliera a recibirle a su regreso. En­
tonces entabló la batalla con el enemigo, derrotándolos con gran degollina,
después de lo cual los persiguió hasta su propio país. Destruyó muchas de
las ciudades de los amonitas, liberando a sus compatriotas de una opresión
de dieciocho años.
Pero le sobrevino una gran desgracia, porque el primer ser vivo que sa- a 5:204
lió a recibirle era su única hija, todavía virgen. Llorando de angustia, Jefté Kv"‘ 1(1
le dijo a su hija que la había dedicado a Dios. Pero ella le dijo que estaba
dispuesta a morir a cambio de la victoria de su padre y de la liberación de
sus compatriotas. Sólo le pidió dos meses para llorar su juventud con sus
amigas, y entonces se prestaría al cumplimiento del voto. Cuando llegó el
momento, sacrificó a su hija en holocausto, inmolación que era contraria v. vn,
a la ley e inaceptable para Dios.
Después de una guerra con la tribu de Efraín en la que dio muerte a 42.000,
Jefté murió. Había gobernado durante seis años y fue sepultado en su Galaad
nativa. Tres jueces, llamados Ibzán, Elón y Abdón, gobernaron tras él en su­
cesión, pero nada digno de nota sucedió aquellos años.

1. El estadio griego equivale a 606,75 pies (185 metros), aproxim adam ente 1,15 millas
(casi 2 kilóm etros). Sin embargo, esta distancia no tiene base bíblica.
2. Debemos señ alar una vez m ás que es im posible que cifras com o ésta sean tan
grandes.
90

Los israelitas en
Canaán
Hay mucha disputa en cuanto a arqueológica más reciente
cómo y cuándo las doce tribus de muestra un aumento más bien
Israel ocuparon su "Tierra Prome­ dram ático en el número de villas
tida". Los relatos de Josefo y el situadas en la parte montañosa
libro de Josué sugieren una cananea aproximadamente en el
conquista militar repentina y 1200 a .C ., lo cual sugiere una
dramática, mientras que el libro rápida inm igración o incluso
de Jueces refleja una lucha más una conquista. Esto reflejaría
prolongada de las tribus indivi­ fielm ente las experiencias de
duales al tomar la tierra de los gran parte del mundo mediterrá­
cananeos. neo oriental en esa época.
Muchos arqueólogos am erica­ Puesto que tanto los Imperios
nos e israelíes favorecen c. 1250 a Egipcio como H¡tita se habían
1200 a.C . como la época de la em pobrecido mutuamente en
conquista, en base a los estratos una serie de guerras, se había
de destrucción que han descu­ producido un vacío de poder en
bierto en lugares importantes los años 1200, el cual se llenó
mencionados en el registro con invasiones sucesivas,
bíblico, aunque las ruinas de migraciones de poblaciones,
Jericó y Hai no se corresponden piratería en el mar, saqueos en la
bien con esta fecha. Además de la tierra y disturbios en general. Es
conquista, los eruditos han improbable que Canaán se haya
propuesto que algunos israelitas librado de dichas revueltas.
seminómadas pueden haber Josefo sigue las principales
ocupado la parte montañosa por características de los relatos que
medio de una infiltración pacífica aparecen en Josué y Jueces. Sin
que gradualmente desplazó a los embargo, en la trágica historia de
cananeos. Otros eruditos atribu­ la hija de Jefté enfatiza cuidadosa­
yen la toma de la tierra a una mente que este sacrificio humano
revuelta de campesinos israelitas no fue "ni sancionado por la ley ni
en contra de sus amos cananeos agradable a Dios" (A V, VII, 10), un
urbanos, mientras que otros reparo que no aparece en Jueces
afirman que los israelitas 11:30ss, donde no se menciona a
emergieron de una amalgama de Dios en absoluto en el espantoso
varios grupos semíticos que desenlace. Cierto es que uno
habitaban la tierra. puede simpatizar con la adición
Sin embargo, la evidencia de Josefo en este caso.
91

7
Sa n s ó n y Sa m u e l

espués de la muerte de Abdón, los filisteos vencieron a los V 5:275

D israelitas y exigieron tributo de ellos durante 40 años. Un /, VIII, 1,2


danita distinguido llamado Manoa tenía una esposa noto­
riamente hermosa, pero no tenían hijos, aunque frecuentemente
oraban a Dios por ellos. Un día se le apareció un ángel de Dios a la
mujer mientras estaba sola, y le dio las buenas nuevas de que ten­
dría un hijo. Sería muy fuerte, y cuando hubiera crecido castigaría
a los filisteos. Debía abstenerse de toda bebida excepto agua, y nunca
debería cortarse el cabello. Entonces el ángel desapareció.
La mujer le habló a Manoa acerca de la visita del ángel y su mensa­ V, VIH, 3
je. Pero él se puso celoso y no quería creerlo, por lo que su mujer pidió
a Dios que volviera a enviar el ángel para que su marido pudiera verle
también. Cuando el ángel volvió a aparecerse a ella, llamó a Manoa,
el cual, aunque vio al ángel, seguía con sospechas. Le preguntó quién
era él, para que cuando naciera el niño pudieran darle gracias al án­
gel y darle un presente. El ángel contestó que no necesitaba nada, pero
ante los apremios de Manoa accedió a quedarse el tiempo suficiente
para que le dieran una muestra de hospitalidad. Manoa mató enton­
ces un cabrito y su mujer lo coció. Cuando la comida estuvo lista, el
ángel les dijo que pusieran el pan y la carne sobre una roca. Tocándo­
lo todo con una vara que llevaba salió una llama que los consumió,
mientras el ángel subía al cielo por medio del humo como en un ca­
rro. Manoa tuvo miedo de que les fuera a sobrevenir algún mal por esta
visión de Dios, pero su mujer le dijo que cobrara ánimo, por cuanto
Dios se les había aparecido para su beneficio.
Cuando el hijo nació le llamaron Sansón, que significa “fuerte”. V, VIII, 4
Al crecer el niño, su frugal dieta y sus largos rizos mostraban que sería
un profeta.
Cuando Sansón era un mozo, fue con sus padres a Timnat, una ciu­ r, vía, 5
dad de los filisteos donde había una fiesta. Se enamoró allí de una
92 Antigüedades de los judíos

muchacha y lo pidió a sus padres que le dejaran casarse con ella. Pero
estaban en contra de tal cosa porque no era de su raza. Sin embarga,
Dios estaba propiciando este casamiento parabién de los hebreos, y
así Sansón logró permiso para cortejar a la muchacha.
A 5:207 Una vez, mientras iba a Timnat, Sansón se encontró con un león, y,
v; vm, 6 aunque iba desarmado, luchó con el animal estrangulándolo con sus
manos. Más tarde, en otra visita a la muchacha, un enjambre de abejas
había hecho una colmena dentro del cadáver del león junto al camino.
Sacó tres colmenas y se las dio a la muchacha, junto con otros regalos.
Durante su fiesta de boda en Timnat se le dieron 30 fuertes jóve­
nes filisteos a Sansón bajo la pretensión de ser sus acompañantes. En
realidad, lo que debían hacer era vigilarle. Durante los festejos
Sansón les dijo a sus compañeros: “Vamos, os voy a decir un enig­
ma. Si me lo podéis resolver en siete días os daré vestidos de lino fino
como recompensa por vuestra sabiduría.” Le pidieron que les pro­
pusiera el enigma. Entonces Sansón les dijo: “Un devorador produjo
alimento dulce de sí mismo aunque él mismo era muy desagradable.”
Cuando sus compañeros pasaron tres días sin poder resolver el enig­
ma fueron a la mujer de Sansón y le pidieron que se enterara de la
respuesta por parte de su marido y que se la hicieran saber, amenazan­
do con quemarla si rehusaba. Ei la le pidió a Sansón que se lo dijera, y
cuando él rehusó ella lloró, quejándose de que él no la amaba, hasta que
por fin él le contó que había dado muerte a un león y que había sacado
miel de su cadáver. Luego ella les contó esto a los jóvenes filisteos.
Al séptimo día acudieron a Sansón y le dijeron: “Nada hay menos
agradable que encontrarse con un león, y nada más agradable que
saborear m iel.”
Pero Sansón añadió: “¡Y nada más engañoso que una mujer que
revela secretos!”
Luego Sansón salió, y, encontrándose con algunos filisteos de
Ascalón, tomó sus vestidos y se los dio a sus compañeros, según les
había prometido. Pero renunció a su boda, y la muchacha, menos­
preciando su ira, pronto se casó con el joven filisteo al que Sansón
había tratado como su mejor amigo.

Sansón versus los filisteos


A 5 :2 9 5 Ante esto, Sansón se encolerizó todavía más, y decidió castigar a
V, VIII, 7
todos los filisteos además de a ella. Había llegado el verano y los cam­
pos estaban casi listos para la siega. Sansón atrapó a 300 zorras, y,
atando teas encendidas a sus rabos, las soltó en los campos de los
filisteos, quemando así sus campos. Cuando los filisteos supieron que
era obra de Sansón, y por qué lo había hecho, enviaron a sus autori-
Sansón y Samuel 93

¿ades a Tirnnat. Quemaron viva a la muchacha que había sido su es­


posa, así como a sus parientes, por haber sido la causa de su desgracia.
Después de dar muerte a muchos filisteos en la llanura, Sansón fue v, vm. B
a vivir en una peña que se llamaba Etam. Algunos de los israelitas
vinieron y le dijeron a Sansón que los filisteos los tratarían con cruel­
dad en tanto que le permitieran permanecer en aquella región. Por
jo cual ellos, junto con 3.000 soldados, querían entregarlo a los
filisteos y le pidieron que viniera pacíficamente. Él les hizo jurar que
no harían más que entregarle al enemigo. Cuando ellos lo hubieron
jurado, bajó de la peña, y ellos le ataron con dos cuerdas y lo lleva­
ron al campamento de los filisteos, que cuando lo vieron gritaron de
alegría. Pero cuando ellos se acercaron Sansón rompió las cuerdas,
asió una quijada de un asno que encontró a sus pies y atacó a los ene­
migos. Con esta arma mató a 1 . 0 0 0 de ellos y puso en fuga a los demás.
Sansón se enorgulleció demasiado por esta victoria, diciendo que a 5,301
no era por la ayuda de Dios sino de su propia fuerza. Pero una gran v-VIUf9
sed se apoderó de él y clamó a Dios pidiendo ayuda. Movido por su
oración, Dios hizo brotar agua de una roca.
Después de este encuentro, Sansón tuvo tan poco temor a los v, vm, w
filisteos que se fue a Gaza, alojándose en una de sus posadas. Cuan­
do los magistrados de Gaza supieron que había venido a Gaza
pusieron guardias en las puertas para im pedir que saliera. Pero
Sansón se levantó en medio de la noche, se lanzó contra las puertas,
las levantó —postes, puertas, y todo— sobre sus hombros, y las lle­
vó al monte encima de Hebrón.
Sansón tenía relaciones ahora con una ramera filistea llamada V, V III, 11

Dalila, y los gobernantes de los filisteos le prometieron una gran can­


tidad de dinero si descubría de Sansón el secreto de su fuerza. Así
que le preguntó cómo podía ser tan extraordinariamente fuerte. Él
contestó: “Si me atan con siete mimbres verdes perderé mi fuerza.”
Más tarde, mientras Sansón estaba dormido [o borracho], algunos
soldados llegaron, y ella le ató fuerte con los mimbres. Entonces ella
le despertó, gritando que algunos hombres habían venido para ata­
carle. Sansón rompió los mimbres y se defendió.
Otra vez le apremió a que le dijera el secreto de su fuerza, queján­
dose de que no se fiaba de ella. Otra vez Sansón la engañó diciendo:
“Si me atan con siete cuerdas perderé mi fuerza.”
Pero cuando Dalila hubo probado esto también sin éxito alguno,
la tercera vez le dijo que trenzara su cabello en un telar especial.
Cuando esto también fracasó, Sansón finalmente cedió ante Dalila
diciéndole: “Dios me ordenó que no me cortara el cabello, porque mi
fuerza es igual a su crecimiento y preservación.”
94 Antigüedades de los judíos

Al conocer el secreto le cortó el cabello y lo entregó a sus enemi»


gos. Por cuanto ya no les podía resistir más, le ataron, le sacaron los
ojos y lo echaron en la cárcel.
v, vin. 12 Tiempo después, los filisteos celebraron una fiesta en Gaza, y sus
príncipes y nobles tenían un banquete en un gran salón. Ordenaron
que les trajeran a Sansón para burlarse de él. Pero el cabello de Sansón
había vuelto a crecer, y, para engañarlos, pretendió ser débil. Le pi­
dió al joven que le llevaba de la mano que lo dejara reposar junto a
las dos columnas centrales que sostenían el techo. Cuando el mucha­
cho lo hubo hecho, Sansón ejerció toda su fuerza contra ellas
derribando las columnas y derrumbando el salón, aplastando a más
de 3.000, todos los cuales murieron junto con el mismo Sansón.

La historia de Rut
a 5 :3 w Después de la muerte de Sansón, el sumo sacerdote Eli gobernó
v-,x'1 sobre Israel, y un hambre se apoderó de la tierra. Elimelec, de Belén,
una ciudad de la tribu de Judá, no podía procurar alimentos, por lo
que llevó a Noemí y a sus dos hijos a la tierra de Moab. Elimelec pros­
peró allí y casó a sus hijos con muchachas moabitas. Después de diez
años murió, y sus hijos pronto murieron también, por lo que la de­
solada Noemí decidió regresar a su propio país que volvía a ser
próspero. Sus nueras querían acompañarla, pero Noemí les dijo que
sería mejor que se quedaran, y rogaba por que pudieran ser más di­
chosas en su segundo matrimonio que en el primero. Una de sus dos
nueras, Orfa, se quedó atrás, pero la otra, Rut, no quiso dejarla.
v. ix, 2 Cuando llegaron a Belén, todo el que llamaba a Noemí por su nom­
bre recibía esta respuesta: “No me llam éis Noemí, porque esto
significa ‘dicha’, sino más bienMara, que significa ‘dolor’.” Había un
hombre llamado Booz, pariente del que había sido marido de Noemí,
Elimelec, que era propietario de una finca a la que Rut fue a espigar.
Viéndola, Booz preguntó a su mayordomo quién era. Al saberlo dio
la bienvenida a Rut, apreciando su bondad para con Noemí, y le dijo
a su mayordomo que en lugar de espigar que segara, y que se llevara
todo lo que pudiera. También debía darle de comer y beber cuando
diera la comi tía a los segadores. Cuando llegó a la casa, le dijo a Noemí
lo sucedido, y Noemí le dijo que Booz era un pariente que podría cui­
darse de ellas.
a 5:328 Algún tiempo después, Booz estaba durmiendo en su era, y Noemí
V, IX, 3
tramó que se comprometiera con Rut enviándola allí a que durmie­
ra a sus pies. Cuando despertó y supo quién estaba yaciendo junto a
él sugirió que recogiera toda la cebada que pudiera y que se la lleva­
ra a Noemí. Luego añadió: “Hay un pariente más cercano que yo al
• S a re p t. p E N |C |A

C anaán ,
piVIOIDA ENTRE

Mto. Hormón
LAS DOCE TRIBUS ^Abel-bet-maac
«Tiro

DAN

Abdoci

A S ER

• Rama
MAR M ED ITERRÁ N EO •Atoe
ZABULÓN
Mte. Carmelo
Mto Tabee

Llanura de Je zre e l ^ • E n d o (/ “
tS u n e m
• Meguldo • ISACAR
Dor J e z re e l* . . . .
^ M lo .G ilbt i Ramo! de Galaad
Bol*ȇn

• Dotán
M ANASÉS Abe).moho|8

Mía. E b a l ± * Tirsa
Míe. Gorizlm A • Siquem 1 * Sucot

•aííc* i ¡y
• Jope Silo «

(antigua) EFRAÍN
DAN • Lod
•—
Bet-el
Glbetór^ « Bet-horón M[
SGozar
am

— I......-
Q u Ir la H - lm . B f N J A M lN Q. •
• •*TTimnnt
lm n a t , Gabaón
'
•A s d o d Ecró n Jc fu a a lín »
8el*«em ét
• G al • Belén
• Aecalón • Etam
JUDÁ * Aduü,m
• Bet-eur
» Eglón • Hebrón
• Gaza • »» M AR
• Doblr En-gadl»

S ic la g *

SIMEÓN # Boorseba

Escala:
0 10 20 millas
~r T
10 » kilómetros EDOM
Antigüedades de los judíos

que se debe preguntar si quiere casarse contigo. Si quiere, debes ir


con él. Pero si no quiere, te tomaré como mi legítima esposa.”
Rut se volvió con Noemí, y se regocijaron, porque ahora sabían que
las tomaría bajo su protección. Booz fue a la ciudad al mediodía, e
hizo que Rut se presentara ante una asamblea de ancianos. También
llamó al pariente más cercano del difunto marido de Rut preguntán­
dole: “¿Posees tú la heredad de Elim elec y de sus hijos?”
“Sí, —respondió él— la poseo, por cuanto la ley me la concede
como pariente más próximo.”
“Entonces —prosiguió Booz— , no es suficiente que cumplas sólo
con la mitad de la ley, porque aquí está la esposa de Mahlón y te tie­
nes que casar con ella, según las leyes, si quieres guardar estas tierras.”
El hombre le contestó que por cuanto estaba ya casado y tenía hi­
jos, que cedería su derecho, dando la viuda y la heredad a Booz. Booz
aceptó el ofrecimiento, y Rut desató el zapato del hombre y le escu­
pió en la cara, como mandaba la ley. Entonces Booz se casó con Rut,
y un año más tarde tuvieron un hijo, Obed. A Obed le nació Isaí y su
hijo fue David, que fue rey. De esta manera Dios puede fácilmente
ascender incluso a personas ordinarias a un rango ilustre.

El niño Samuel
Cuando el sumo sacerdote Eli gobernaba en Israel, un levita llama­
do Elcana fue de Ramá, donde vivía, a ofrecer sacrificio en el
tabernáculo en Silo. Ana, una de sus dos mujeres, se dolía por no te­
ner hijos. Acudió al tabernáculo y oró, pronunciando el voto de que
si Dios le daba un hijo lo consagraría a su servicio. Debido a que pro­
longaba su oración , E li, que estab a sentado a la entrada del
tabernáculo, pensó que había bebido demasiado y le dijo que se hie­
ra. “No — dijo Ana— sólo he bebido agua, pero estoy dolida por no
tener hijos, y le pedía a Dios que me diera uno.” Entonces Eli la apre­
mió a que se animara, porque Dios le daría hijos.
Y lo cierto es que dio a luz un hijo y lo llamó Samuel, que signifi­
ca “pedido a Dios”. Fiel a su voto lo trajo a Eli para criarlo en el
santuario. Tuvo también otros hijos e hijas.
Eli tenía dos hijos, Ofni y Finees, que eran muy malvados, roban­
do algunas de las ofrendas y teniendo relaciones con mujeres que
acudían a adorar. Eli lamentaba la maldad de ellos, y temía que Dios
fuera a infligirles algún castigo.
Una noche, Samuel, que tenía entonces doce años, oyó a Dios lla­
mándole por su nombre mientras dormía. Se despertó y corrió a Eli,
pensando que era él quien lo había llamado. Pero Eli le contestó que
no le había llamado. Dios hizo esto tres veces. Luego Eli le dijo: “No,
Sansón y Samuel 97

S am u el, niahora ni antes te he llamado. Es Dios quien te está llaman­


do. Ddn a Él: ‘Heme aquí’.”
La voz volvió a llamarlo, y Samuelrespondió como le había dicho
glí. Dios le dijo que los israelitas sufrirían una gran calamidad, y que
jos dos hijos de Eli serían muertos porque Eli los amaba más a ellos
que al culto a Dios. Samuel sintió temor de revelar esto a Eli, pero
gj[ le obligó a decirle lo que había oído. Y la fama de Samuel comenzó
a extenderse, porque todo lo que profetizaba sucedía.
poco después los filisteos atacaron a los israelitas, derrotándolos en a 5:352
una gran batalla en Afee donde 4.000 de ellos murieron. Los hebreos V, XI. 1,2
pensaron que si traían el arca lograrían la victoria, por lo que trajeron
el arca al campamento, y Ofni y Finees la acompañaron, porque su
padre era demasiado anciano para acudir. La llegada del arca infun­
dió gran alegría en los israelitas, y los filisteos se atemorizaron cuando
supieron esto. Poro ambos lados se dieron cuenta pronto de su error,
los unos en su gozo y los otros en su temor. Porque los filisteos ven­
cieron otra vez y dieron muerte a 30.000 israelitas, entre ellos a los hijos
de Eli; el arca misma fue tomada por los enemigos.
Un joven benjamita, que había sobrevivido a la batalla, trajo a Silo V, XI, 3
las noticias de la derrota y de la pérdida del arca. Eli, que estaba sen­
tado en un alto sitial en una de las puertas, oyó los lamentos y llamó
al mensajero. No se sorprendió ante las nuevas, porque Dios le ha­
bía preparado para esperar estas cosas. Pero cuando le dijeron que
el arca había sido perdida cayó de su silla y murió, habiendo vivido
98 años y habiendo gobernado 40.

El regreso del arca


Los filisteos tomaron el arca en triunfo a su ciudad de Asdod, y la ao:t
pusieron en el templo de su dios Dagón como trofeo. Por la mañana VI, I, 1
temprano, cuando acudieron a adorar a Dagón, lo encontraron a él
adorando el arca, porque su ídolo había caído de su pedestal y yacía
postrado. Alarmados, lo volvieron a poner en su sitio, pero una y otra
vez lo encontraron abatido. Dios envió también una pestilencia de
disentería sobre la población de Asdod, y muchos de ellos murieron.
Luego una plaga de ratones se comió todos los frutos y las plantas, hasta
que la gente de la ciudad concluyó que el arca era la causa de sus pro­
blemas. Decidieron entonces enviarla a Ascalón, cuyos habitantes
estaban dispuestos a recibirla. Pero las plagas visitaron también esta
ciudad, y cuando el arca fue enviada a otras partes —pasando por las
cinco ciudades filisteas— siguieron los mismos sufrimientos.
Los magistrados de las principales ciudades se reunieron para VI, I, 2
decidir qué hacer. Por cuanto no todos estaban de acuerdo en que sus
98 Antigüedades de los judíos

problemas provenían del arca, algunos sabios propusieron un plan


para discernir si era así. Dijeron a los filisteos que construyeran un
carro nuevo para transportar el arca. Debían uncirlo a dos vacas que
tuvieran becerros jóvenes, y llevarla a un lugar donde se unían tres
caminos y luego abandonarla. “Y si las vacas no vuelven a sus ter­
neros — dijeron— sino que por su propio impulso escogen el camino
que conduce a los hebreos, sabremos que el arca ha sido la causa de
todos nuestros males. Pero si toman otro camino, sabremos que nues­
tros males nos han venido por el azar.”
vi. i. 3 Siguiendo los filisteos a cierta distancia para ver lo que sucedía,
las vacas se dirigieron sin vacilar hacia un pueblo de la tribu de Judá
llamado Bet-semes, donde se detuvieron, a pesar de que delante se
extendía un prado verde y fresco. La gente estaba segando su trigo
cuando vieron el arca, y se llenaron de gozo. Levantando el arca del
carro a una roca, hicieron holocausto con las vacas y el carro.
vi. i. 4 Pero a pesar de su gozo, Dios hizo que 70 de ellos murieran por
atreverse a acercarse al arca, porque, al no ser sacerdotes, tenían pro­
hibido tocarla. Dándose cuenta de que no eran dignos de tener el arca
entre ellos, los betsemitas informaron al estado hebreo que el arca
había sido devuelta por los filisteos. Fue entonces llevada a Quiriat-
jearim, donde fue guardada en la casa de un hombre justo llamado
Abinadab, un levita. Allí se quedó durante veinte años, después de
haber estado cuatro meses entre los filisteos.
a 6:i9 Por cuanto la gente mostraba gran celo en servir a Dios durante este
VI, II, í
período, Samuel les exhortó a recuperar su libertad de los filisteos.
Apremiándoles a confiar en Dios para la victoria y a apartarse de la
maldad, les prometió bendiciones no conseguibles sólo con las ar­
mas.
VI, II, 2,3 La gente aprobó ruidosamente sus palabras, ayunando y ofrecien­
do oración pública. Pero cuando los filisteos supieron de esta reunión
los atacaron con un gran ejército, pensando que los tomarían por sor­
presa. Pero de repente la tierra comenzó a temblar y a sacudirse bajo
sus pies, y luego se abrió para tragar a los filisteos, mientras que los
truenos los ensordecían y los rayos los cegaban haciendo que las ar­
mas cayeran de sus manos. Mientras los atacantes huían en gran
confusión, Samuel y su pueblo hicieron una gran matanza de ellos.
Después lograron otras victorias, y Samuel finalmente recuperó de
los filisteos todas las ciudades que habían perdido, humillando la
soberbia filistea.
a8:3i Sirviendo también como juez itinerante, Samuel decidía disputas
VI, III, 1,2
entre la gente haciendo una ruta anual por las ciudades donde tenían
lugar los juicios, dispensando una perfecta justicia. Cuando enveje-
Sansón y Samuel 99

ció, designó a sus hijos Joel y Alnas para dirigir la nación. Pero ellos
no tenían ninguna de las virtudes de su padre. Aceptaban soborno
para juzgar las disputas y se entregaron a la lujuria, desafiando a Dios
y a su profeta, que era el propio padre de ellos.
El pueblo acudió a Samuel en Ramá y le dijo que era ya demasia­ VI. III. 3.4

do mayor para gobernar. Y por cuanto sus hijos eran tan inicuos, le
rogaron que escogiera un rey de entre ellos que gobernara y tomara
venganza sobre los filisteos. Samuel quedó anonadado al oír esto, por
cuanto aborrecía la monarquía y favorecía la aristocracia ordenada
divinamente.
Mientras estos pensamientos iban y volvían por su mente por la
n o c h e , se le apareció la Deidad para consolarle diciéndole: “ N o es a
ti a quien menosprecian, Samuel, sino a mí, porque ya no quieren que
reine solo. Lo lamentarán, pero será demasiado tarde. Sin embargo,
te mando que les des como su rey a quien yo te diga, aunque prime­
ro tienes que hacerles ver los males que acompañan a la monarquía. ”
Samuel convocó al pueblo y les dijo que el rey que querían tener A 6 :4 0
VI, III, 5
vendría a ser un cruel dueño de ellos. Tomaría su dinero y posesio­
nes para mantener su grandeza, y haría a sus hijos sus soldados y
siervos. Pero ellos insistieron: “¡Olvídate del futuro! ¡Queremos un
rey ah ora, como las otras naciones, que nos conduzca en la batalla
contra nuestros enemigos!”
Entonces Samuel despidió a la asamblea diciéndoles que cuando
llegara el momento les anunciaría a quién había Dios escogido como VI, III, 6

rey de ellos.
100 Juzgando a los después del tiempo de Samuel en el
período de la monarquía.
jueces Samuel, el último de los jueces y
el primero de los profetas después
Sansón es un ejemplo clásico del
de Moisés (2 Cr. 35:18), fue el
héroe imperfecto que conquista a los
destacado sacerdote-vidente que
hombres pero es conquistado por las
inspiró la resistencia israelita a los
mujeres. Aunque "jLizgó a Israel
filisteos en un momento muy crítico
veinte años" (Jue. 16:31), fue
de su historia. Tan importante fue la
decididamente diferente de los
reagrupación que hizo de las tribus,
demás jueces de Israel, que eran más
que Josefo no pudo resistir el hábito
sabios y estaban más en armonía con
de Tucídides de atribuirle largos
Dios. Las extraordinarias hazañas de
discursos. El nombre de Samuel
Sansón han conducido a inevitables
sigue siendo reverenciado por
comparaciones con el Gilgamesh de
judíos, cristianos y musulmanes, y
Mesopotamia, el Melkart fenicio, el
también está ligado a dos libros
Hércules griego, el Peer Gynt
bíblicos, 1 y 2 Samuel, aun cuando
noruego y hasta el Paul Bunyan
incluyen episodios que ocurrieron
americano. Aunque uno podría haber
mucho después de su muerte. Sin
esperado que Josefo fuese más
embargo, como en el caso de su
moderado en sus narraciones de las
antecesor, Eli, Samuel fue afligido
proezas del danita Sansón, hasta el
con el conocido síndrome de un
levantamiento de las puertas de Gaza
padre ejemplar que cría hijos
sobre sus hombros y el hecho de que
despreciables, lo que llevó a los
recorrió cuarenta millas (unos 64 km)
israelitas a cambiar jueces por reyes.
con ellas cargadas hasta Hebrón lo
presenta como historia en las
Antigüedades {A V, VIH, 10). Por El mercado de Hebrón. Se dice que
supuesto, es característica de Josefo Sansón llevó cargadas las puertas de
adornar el período de Sansón, lo cual la ciudad de G aza hasta esta ciudad.
ocurre desde el principio. Por
ejemplo, el padre de Sansón, Manoa,
estaba "locamente enamorado de su
esposa y por lo tanto era extraordina­
riamente celoso" (A V, VIII, 2), lo cual
no tiene base bíblica.
Aquí comienza la prolongada
lucha de Israel con los filisteos por la
posesión de la tierra, y las hazañas de
Sansón son solamente los conflictos
iniciales. Los filisteos ocupaban toda
la costa marítima de Palestina (de ahí
el nombre de ellos [Philistines, en
inglés]), y sus cinco ciudades más
fuertes: Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón
y Gat, que, aunque nunca se unieron
en un reino, formaron una fuerte
pentápolis o liga. El monopolio que
tenían del hierro impidió a los
israelitas fabricar armas, y explica la
larga lucha entre los israelitas y los
filisteos, la cual no se resolvió hasta
LOS REYES DEL
REINO UNIDO
SA Ú L
LOS REYES DEL (c, 10 30-10 10 a ,C .)

REINO UNIDO Y I
Maaca + DAVID + Betsabé
de J udá |( c 1010-971» C-) |

I
Absalón SALOMÓN T
+ Naama
g (c 971-931 A.C.)

LOS REYES DE JUDÁ


(después de la división del reino)

Maaca + ROBOAM
g (93 1 -9 1 3 a .C .)
ET-BA A L OMRI
Rey de Fenicia Rey de Israel ABÍA S
(9 1 3 -9 1 0 A.C.)
i i I
Jezabel + ACAB
Rey de Israel ASA + Azuba
(91 0 -0 7 0 a .C .) g

JO S A FA T
(87 0-04 8

í I 1 ■
OCOZIAS JORAM ATALÍA + JORAM
(84 1 -8 3 5 A .C ) | (84 8 -8 4 2 A .C )

OCOZÍAS + Sibia
(842-841 a . C . ) J

_______________________________________________________________ JO A S + Joadán
(83 5 -8 0 0 A.C.) |

Je co lía s + AM ASÍAS
ACAZ + Abías
(800-791 A.C.)
(735-715 A.C.) J
Je ru sa + UZÍAS (A z a a Ia s)
EZEQ U ÍA S + Hepsiba
(79 1 -7 4 0 A.C.)
(c. 7 2 1 -6 8 6 A . C . ) J

MANASÉS + Mesulemet
(696-641 a C .) |¡

Jedld a + AMÓN
(64 1-63 9 a C .)

Zebuda + JO S ÍA S +
j( 6 3 9 - 6 0 9 A.C.)

Nahusta + JOACIM
■(609-598 a C .)

SED EQ U ÍA S
(59 7-58 7 A.C )

Sealtlel Senazar
(¿ ? - Sesbasar,
El símbolo + denota "casado
con".
I
Zorobabel,
"príncipe de Ju d á” )

Los n om bres en m ayú scu las gobernador


denotan los que reinaron. de Judá
(520-515 a .C .)
8
Sa ú l

abía un hombre de la tribu de Benjamín que se llamaba

H
A 6:45
VI. IV, 1
Gis y tenía un hijo llamado Saúl, un joven alto y dotado.
Un día algunas de las asnas de Cis se extraviaron de sus
pastos, y él mandó a Saúl que fuera a buscarlas. Saúl y sus sier­
vos estuvieron buscando por el país algún tiempo sin encontrar
las asnas, y decidieron volver a casa, no fuera que su padre estu­
viera inquieto por ellos. Cuando llegaron cerca de Rama, el siervo
de Saúl le aconsejó que fueran a ver al profeta Samuel, que quizá
les diría donde buscar. Llegando a Ramá preguntaron dónde esta­
ba la casa del profeta. Unas muchachas se lo indicaron, añadiendo
que debían darse prisa, porque el profeta estaba a punto de sen­
tarse a una gran fiesta. Ahora bien, la razón de que hubiera tantos
asistentes a la fiesta de Samuel era ésta: el día antes, mientras ora­
ba, Dios le dijo a Samuel que al día siguiente, en aquella misma
hora, le enviaría al hombre que debía ser el rey de Israel. Samuel
estaba ahora esperando al visitante, porque ya casi era la hora.
Cuando Saúl apareció, Samuel le invitó a la fiesta, asegurándole
que las asnas que buscaba ya habían sido encontradas. Les hizo sen­
tar a él y a su criado por encim a de los otros 70 invitados, y dio
órdenes de que se pusieran porciones regias delante de Saúl. Cuan­
do llegó la hora de retirarse para dormir, los demás se fueron, pero
Saúl y su criado durmieron en casa del profeta.
A 6:53 Temprano por la mañana, Samuel despertó a Saúl y lo acompañó
VI, IV, 2
fuera de la ciudad. Le pidió a Saúl que mandara a su criado que se
adelantara, porque le quería decir algo en privado. Luego Samuel
tomó una pequeña redoma de aceite y, derramándolo sobre la cabe­
za de Saúl, lo besó y le dijo: “Dios te ha designado rey sobre su pueblo
para vengarlos contra los filisteos. Como señal de que lo que te digo
es cierto, te encontrarás por el camino con tres hombres que se diri­
gen a Bet-el para adorar a Dios. Uno llevará tres panes, el segundo
un cabrito y el tercero un cuero de vino. Después llegarás a un lugar
llamado ‘el Sepulcro de Raquel’, donde alguien te dirá que las asnas
han sido halladas. Y cuando llegues a Gabaa te encontrarás con una
103

compañía de profetas, e inspirado por Dios comenzarás a profetizar


r0n ellos." Todo sucedió exactamente como Samuel había dicho.
Samuel convocó ahora a todas las tribus en Mizpa, y les anunció VI, IV, 4 6

nue Por cuanto habían rechazado a Dios y decidido tener un rey en


¡ugar de a Él tenían que echar suertes para escoger uno. La primera
suerte cayó en la tribu de Benjamín, la siguiente en la fam ilia de
¡ylalri, y finalmente recayó sobre el mismo Saúl. Pero Saúl no estaba
en la asamblea, porque se fue cuando la suerte recayó en él, no que­
riendo parecer anhelante de ser rey. Unos mensajeros le encontraron
oculto, y cuando llegó Samuel lo presentó al pueblo. Cuando vieron
lo alto y apuesto que era, todos clamaron: “¡Dios salve al Rey!” Pero
Samuel escribió en un libro todo lo que sucedería, y puso el libro en
el tabernáculo de Dios.

La derrota de los amonitas y de los filisteos


Un mes más tarde estalló la guerra con los amonitas. Su rey Nahas A 6 :0 8
había atacado a las tribus que vivían allende del Jordán y había to­ VI, V, 1
mado muchas de sus ciudades. Para hacer imposible que recuperaran
la libertad, les sacó el ojo derecho a todos los israelitas que cayeron
en sus manos. Esto inutilizaba a los hombres para la guerra, porque
el ojo izquierdo quedaba tapado con el escudo.
Nahas se dirigió luego a la tierra de Galaad y puso cerco a la ciu­
dad de Jabes. Envió mensajeros a la ciudad, ordenándoles que se
rindieran y que se dejaran sacar el ojo derecho, o soportar un asedio
y que su ciudad fuera totalmente arrasada. Los ciudadanos de Jabes
quedaron tan aterrorizados que no se podían decidir. Le pidieron a
Nahas que les diera siete días para pedir ayuda al resto de los israe­
litas, diciéndole que lucharían si la recibían, pero que se rendirían
si no. Nahas menospreciaba tanto a los galaaditas que les permitió
buscarse los aliados que pudieran.
Cuando los mensajeros llegaron a Saúl, éste fue poseído de cólera VI, V, 2 -6
divina, y prometió que reuniría un ejército y que estaría con ellos al
tercer día, en el que aplastaría al enemigo antes de amanecer. Así lo
hizo, y al tercer día, antes que hubiera salido el sol, atacó a los
amonitas desde tres direcciones. Fueron tomados por sorpresa y to­
talmente derrotados, y el mismo rey Nahas murió. Saúl los persiguió
hasta su propio país, destruyéndolo y tomando mucho botín, vol­
viendo a su propia tierra con gran gloria.
Después que Samuel lo hubo confirmado por segunda vez como rey, A 6:95
en Gilgal, Saúl seleccionó una guardia de 3.000 hombres. Se quedó con a.VI,1030
VI, 1
a.C

2.000 de ellos como guardia real; a los otros 1.000 los puso bajo el
mando de su hijo Jonatán y lo envió a Gabaa. Pero los israelitas seguían
104

Excavaciones en Cabaa, donde tuvo lugar la violación que casi condujo al


exterminio de la tribu de Benjamín. Gabaa fue también la ciudad del rey Saúl y
allí se encontraba su palacio real.

dominados por los filisteos, que habían privado al pueblo de todas las
armas de hierro. Jonatán atacó a los soldados filisteos cerca de Gabaa1
y los derrotó. Los filisteos enviaron entonces un gran ejército a esta
área. Saúl fue a Gilgal y llamó a los habitantes para que se armaran,
pero estaban tan aterrorizados ante la cantidad de enemigos que se
escondieron en cuevas, o pasaron el Jordán dirigiéndose a Galaad.
vi, vi. 2 Saúl envió ahora a Samuel para que viniera y le aconsejara, y
Samuel le dijo que llegaría al final de siete días y ofrecerían sacrifi­
cio juntos. Pero como Samuel no llegó hasta el atardecer del séptimo
día, Saúl se impacientó y ofreció el sacrificio él mismo. Tan pronto
como lo hubo hecho, Samuel llegó y Saúl fue a recibirlo. El profeta
censuró a Saúl por lo que había hecho —sin aceptar ningún tipo de
excusas— y le dijo que Dios le hubiera concedido un largo reinado
si no hubiera desobedecido. Luego Samuel se volvió a su casa.
Saúl y Jonatán tenían sólo 600 soldados en Gabaa, y la mayor par­
te de ellos carecían de armas, porque los filisteos les habían privado
de arm as. Desde un m onte alto contem plaban angustiados la
devastación de su país. Los filisteos estaban acampados cerca de ellos
sobre un enhiesto acantilado, y por cuanto no pensaban que nadie
podría trepar no pusieron vigilancia. Jonatán le propuso entonces a
su escudero que trataran de crear confusión en el campamento
filisteo. Salieron cerca de la madrugada y fueron vistos por los ene­
migos, que los escarn ecieron : “Aquí salen los hebreos de sus
madrigueras y cuevas. ¡Subid y recibid vuestro merecido por vues­
tra insolencia!” Ésta era precisamente la señal de victoria que Jonatán
p a b i a concebido. Escalando el precipicio por una ruta diferente, ata­

caron al enemigo mientras dormía y dieron muerte a veinte de ellos.


T o d o el campamento despertó en gran confusión, y debido a que
había tantas tribus diferentes en el ejército no se conocían unos a
0tros en la oscuridad. Cada uno pensó que el otro era el enemigo y
lucharon entre sí. Muchos murieron de esta manera, mientras que
otros que intentaban escapar cayeron al precipicio.
Saúl fue informado por sus espías de que había una extraña con- abuis
m o c ió n en el campamento enemigo, por lo que él y sus hombres n V1,3,4
atacaron a los filisteos en su confusión y mutua matanza. Además,
Jos israelitas que habían huido a túneles y cuevas, al oír que Saúl
estaba logrando una gran victoria, acudieron ahora a unírsele. Pron­
to se vio acaudillando a un ejército de 1 0 . 0 0 0 , mientras que los
filisteos estaban esparcidos por toda la región. Saúl se lanzó a la per­
secución, pero primero invocó una maldición sobre los hebreos si
alguno de ellos se detenía a comer algo hasta que cayera la noche para
detener la matanza de los enemigos.
Jonatán, sin embargo, no sabía nada de esta maldición. Mientras
perseguía al enemigo llegó a un robledal lleno de abejas, y, rompien­
do un trozo de un panal comió parte de él. Luego se enteró de la
maldición de su padre y dejó de comer, pero dijo que su padre había
hecho mal, porque habría tenido más fuerza para la persecución si hu­
bieran comido.
Al atardecer Saúl le pidió al sumo sacerdote Ahitob que ofreciera vi. vi. s
sacrificio y que supiera de parte de Dios si debía saquear el campamen­
to enemigo. Pero el sacerdote le dijo que no podía recibir respuesta
alguna. “De cierto que hay una razón para el silencio de Dios —dijo
Saúl. Algún pecado secreto contra Él en nuestras filas. Y ahora, yo juro
que incluso si el que ha cometido este pecado resulta ser mi propio hijo
lonatán, le mataré, y aplacaré la ira de Dios contra nosotros.”
La multitud aplaudió esta decisión. Se echaron suertes y la suerte
recayó en Jonatán. Saúl le preguntó qué era lo que había hecho de malo.
“Nada, padre, —replicó él— excepto que ayer, no sabiendo nada de tu
maldición, comí de un panal de miel mientras perseguía al enemigo.”
Cuando Saúl juró que le mataría, Jonatán respondió que moriría di­
choso si su padre así lo quería, contento por la gran victoria sobre los
filisteos. Pero todo el pueblo se sintió tan dolorido ante ello, y estaban
todos tan llenos de gratitud al iniciador de su victoria, que juraron que
no permitirían que Jonatán fuera muerto. Así lo salvaron de la maldi­
ción de su padre y oraron para que Dios perdonara su pecado.
106 Antigüedades de los judíos

La desobediencia de Saúl
Después de destruir a unos 60.000 enemigos, Saúl sometió a los
VI. VI, 6
VI, VII, 1 moabitas, a los amonitas, a los idumeos y al rey de Soba, haciendo a
los hebreos más poderosos que a las otras naciones. Luego Samuel
acudió a Saúl, diciéndole que Dios recordaba cómo los amalecitas
habían atacado a los hebreos mientras peregrinaban por el desierto,
y que había llegado el momento para la venganza contra ellos. Dios,
por ello, ordenó a Saúl que los atacara y matara a todos, no perdo­
nando ni a mujeres ni a niños, ni al ganado ni a los asnos.
vi, vi1. 2-5 Obedeciendo esta orden, Saúl emprendió la marcha contra los
amalecitas, derrotándolos en batalla, tomando sus ciudades, y dan­
do muerte a mujeres, hombres y niños. Pero cuando hubo capturado
a su rey Agag, Saúl admiró su alta y apuesta figura y decidió perdo­
narlo. Sus soldados desobedecieron también las órdenes de Dios, y
guardaron para sí lo mejor del ganado y de las riquezas.
Dios le dijo a Samuel que se arrepentía de haber hecho rey a Saúl.
A la mañana siguiente, Samuel fue a Gilgal, y cuando Saúl le vio co­
rrió a recibirle y le dijo: “Doy gracias a Dios, que me ha dado la
victoria, y que he hecho todo lo que me ha mandado.”
“¿Cómo es, entonces —replicó Samuel— , que oigo el mugido del
ganado y de bestias de carga en el campamento?”
“El pueblo ha tomado todo esto para sacrificios — dijo Saúl— . Pero
los amalecitas han sido todos destruidos. Ninguno de ellos queda
vivo excepto su rey, y lo he traído conmigo a fin de consultar conti­
go acerca de su suerte.”
a 0:147 Pero el profeta dijo que Dios no se complacía con sacrificios hechos
en desobediencia a sus mandamientos, y que por cuanto Saúl había ofen­
dido a Dios, su reino le sería arrebatado. Saúl admitió que había actuado
mal, pero dijo que fue por temor a sus tropas que no impidió el pillaje
del botín. Pidió misericordia y perdón, prometiendo no volver a ofen­
der en el futuro, y quería que el profeta ofreciera sacrificios a Dios.
Pero Samuel, que sabía que Dios no sería aplacado, se volvió para
irse de nuevo a su casa. Entonces Saúl, en su apresuramiento, tomó
el manto del profeta para detenerle y se le rasgó. “De esta manera—
le dijo Samuel— , será rasgado de ti tu reino y dado a otro que sea
virtuoso y justo.”
Saúl de nuevo confesó que había pecado, y pidió que el profeta al
menos se quedara y adorara a Dios con él en presencia del pueblo.
Samuel le concedió esta petición y fue con él a adorar a Dios. Enton­
ces ordenó que le trajeran al rey Agag. Cuando Agag se lamentó de
que la muerte era muy amarga, Samuel le replicó: “Por cuanto tú has
hecho que muchas madres hebreas lloraran a sus hijos, así tu madre
Saúl 107

ie llorará a ti.” Luego, mandando que Agag fuera ejecutado, Samuel


se volvió a Rama.2
Saúl se dio cuenta de que ahora Dios era su enemigo, y subió a su pa­ A 6:156
VI, VIH, i
lacio real enGabaa manteniéndose alejado de Samuel. Cuando Samuel
sCdolió por él, Dios le mandó que dejara de dolerse, que tomara el acei­
te santo y fuera a la ciudad de Belén, a un hombre llamado Isaí. Allí
debería ungir a mío de sus hijos que Dios designaría como ful uro rey.
En Belén, Samuel preparó un sacrificio, e invitó a Isaí y a sus hi­ vi, vm, 2
jos a que asistieran a la fiesta sagrada que seguía. Isaí llegó con su hijo
mayor, que era tan crecido y atractivo que el profeta se sintió seguro
de que éste debía ser el escogido. Pero Dios le dijo que no, que El no
contemplaba el exterior sino el corazón y el alma. Samuel le pidió a
Isaí que le trajera sus otros hijos. Otros cinco vinieron, todos igual
de apuestos y fuertes como el primero, pero ninguno de estos fue
escogido. Samuel le preguntó entonces a Isaí si no tenía más hijos.
“Sólo uno más —respondió Isaí— pero es pastor, y está cuidando
de nuestros rebaños. Se llama David.”
“Llámale en el acto —contestó el profeta. No vamos a hacer la fiesta
sin él.”
Cuando David hubo llegado, un muchacho de mejillas sonrojadas
y ojos penetrantes, Samuel supo que él era el escogido de Dios, e hizo
que el joven se sentara a su lado. Luego tomó el aceite y lo ungió, ex­
plicando que Dios le había escogido como rey y exhortándole que
siguiera todos los mandamientos de Dios. El espíritu de Dios aban­
donó ahora a Saúl viniendo a David.
Mientras tanto, unos extraños desórdenes y malos espíritus aco­ A 6:166

saban a Saúl, y sus médicos le aconsejaron que buscara algunos


músicos que tocaran el arpa para ahuyentar a los malos espíritus y
aliviar su tormento. Alguien le dijo que en la ciudad de Belén había
visto a un hijo de Isaí, un muchacho puro que era diestro tocando el
arpa y cantando cánticos, y también un buen guerrero. Saúl envió
recado a Isaí, pidiendo que David fuera a palacio, y entonces Isaí
envió a su hijo, y también presentes al rey. Saúl quedó encantado con
el muchacho y le hizo su escudero. Y cuando David tocaba el arpa,
los malos espíritus dejaban al rey y quedaba restaurado a la salud.

David y Goliat
Estalló otra guerra entre los israelitas y los filisteos, y sus dos ejér­ A 6:170
VI, IX, 1
citos acamparon en montes adyacentes con un valle entre ellos.
Entonces salió del campamento filisteo un gigante llamado Goliat.
Su altura era de cuatro codos (entre 2,15 y 2,45 metros), y su arma­
dura la tenían que llevar entre varios; su lanza era tan pesada que la
El valle de Ela, donde los hebreos se enfrentaron con los escarnios del gigante
filisteo Goliat, hasta que David escogió cinco piedras del arroyo que corre por el
centro del valle (centro izquierda en la foto) y las empleó para dar muerte a Goliat.

tenía qnci apoyar sobre su hombro. De pie entre los ejércitos conten­
dientes, gritó a Saúl y a los hebreos con voz fuerte: “¡Os libraré de la
batalla y de sus peligros! Enviadme a uno de vuestros hombres para
que luche conmigo, y que la guerra la decida un solo campeón. El lado
vencido será esclavo de la nación del victorioso. ¡Arriesgad la vida
de uno solo, y no la de todos!” Entonces volvió a su propio campa­
mento. Al siguiente día salió con las mismas palabras, repitiendo su
conducta durante 40 días, y dejando a Saúl y a su ejército totalmen­
te desmoralizados.
vi. ix. 2 Tres de los hijos de Isaí estaban en el ejército de Saúl, y David fue
entonces y les trajo provisiones de parte de su padre. Al oír los es­
carnios de Goliat se enfureció, y les dijo a sus hermanos que él estaba
dispuesto a pelear contra el gigante en combate singular. Pero su her­
mano mayor lo reprendió por hablar insensatamente, y le dijo a David
que se volviera a cuidar los rebaños. David no respondió a su herma­
no, por respeto, pero les dijo a algunos de los soldados que él estaba
dispuesto a luchar contra el retador. Cuando Saúl supo lo que el
muchacho había dicho envió a buscarlo.
“No temas, oh Rey, —le dijo David. Yo humillaré a este gigante
insolente, y tu ejército tendrá mucha más gloria si le da muerte no
..—
Saúl 109

un hombre adulto y diestro sino alguien aparentemente no mayor que


ull muchacho.”
Saúl admiró el valor del muchacho, pero le dijo que era demasia­ VI, IX, 4

do joven para tal hazaña. “No, — dijo David— porque Dios está
conmigo. Una vez El me ayudó a matar a un león que había arrebata­
do un cordero de mi rebaño, y también a un oso que me atacó. Y ahora
pios me entregará esta bestia fílistea en mis manos.”
Saúl le dijo a David: “Ve pues a la batalla, y que Dios vaya contigo.” A 6:184

Saúl le dio a David su armadura para que se la pusiera, pero al po­


nérsela la encontró demasiado pesada, y la echó a un lado. Tomando
en una mano su cayado y una honda en la otra, escogió cinco piedras
del arroyo, y poniéndolas en su zurrón de pastor fue a encontrarse
con Goliat.
Cuando el gigante le vio viniendo de esta manera lo escarneció:
“Acaso me tomas por un perro, que me vengas con piedras?”
“No, —le dijo David. ¡Por menos aún!”
Goliat se enfureció y maldijo a David, diciéndole que daría su carne
a las bestias y a las aves de rapiña.
“Tú vienes contra mí con espada, lanza y coraza —le dijo David,
¡pero yo tengo a Dios como mi armadura, y Él te destruirá a ti y a tu
hueste en mis manos, y yo cortaré hoy tu cabeza y echaré el resto de
tu cuerpo a los perros!”
Ahora el filisteo se dirigió pesadamente hacia David en su maci­ VI, IX, 5

za armadura, confiado en matarle con facilidad. Entonces David puso


una de sus piedras en su honda y corrió hacia adelante, lanzándola
contra Goliat; la piedra le dio en la frente, penetrando hacia su céíe-
bro, y cayó de bruces sin sentido. Corriendo entonces, David se puso
sobre él y le cortó la cabeza con su propia espada.
Cuando vieron cómo caía Goliat, los filisteos emprendieron la
huida, mientras que Saúl y los hebreos los perseguían hasta las lin­
des de Gat y hasta las puertas de Ascalón. Dieron muerte a 30.000
filisteos e hirieron al doble. Mientras el ejército volvía triunfante, las VI, X, 5

mujeres salieron a recibirlos con cánticos y danzas, regocijándose en


su victoria. “Saúl mató a sus miles”, cantaban las mujeres mayores. A 6:1 9 3
VI, X, 2,3
Pero las doncellas respondían: “Y David a sus diez m iles”. El rey se
encolerizó con estos cánticos, y le sobrevinieron celos y temor de
David. Sacándolo de su puesto de escudero lo hizo capitán sobre mil
hombres, enviándolo a las más peligrosas campañas, con la esperan­
za de que hallara la muerte.
Pero David siempre volvía sano y salvo, y su gran valentía le ganó
el aplauso de todos. [Mical], la hija del rey, se enamoró de él, y Saúl
empleó este amor para maquinar contra David. Le dijo a David que
110 Antigüedades de los judíos

si le traía las cabezas de 600 filisteos le daría a su hija en casamien­


to.3 (Con ello esperaba que David fuera muerto antes que pudiera
matar a tantos.) Pero David fue y dio muerte a un gran número de
filisteos y trajo 600 de sus cabezas a Saúl. El rey se vio obligado a darle
a David a su hija Mical como mujer.
vi, x, i Pero ahora Saúl le odiaba y temía más que nunca, y resolvió que
David fuera muerto, mandando a su hijo Jonatán y a sus siervos de
más confianza que le dieran muerte. Pero Jonatán sentía un profun­
do afecto por David y quedó atónito al oír la orden de su padre, y, en
lugar de obedecer, le reveló a David la misión secreta que le había sido
encomendada y le aconsejó que se ausentara al día siguiente. Jonatán
esperaba que su padre estuviera en ton ces de m ejor humor, y
disuadirlo.
VI, XI, 2 Al día siguiente, Saúl estaba de mucho mejor humor, por lo que
Jonatán le dijo que sería un gran crimen dar muerte a David, que ha­
bía sido tan valiente vengándole contra sus enemigos, y además sería
un gran daño para Mical. Saúl estuvo de acuerdo con Jonatán y vol­
vió a acoger a David a su presencia.

Saúl ataca a David


A 6:213 De nuevo fue David enviado contra los filisteos y volvió victorio­
VI, XI, 3
so, y de nuevo Saúl se sintió muy encolerizado y celoso. Cuando el
malvado espíritu volvió para atormentarlo, Saúl llamo a David al lado
de su cama para que cantara y tocara el arpa para él. Mientras así lo
hacía, Saúl le arrojó una lanza a David con todas sus fuerzas. Pero
David se dio cuenta y la esquivó. Luego huyó a su casa, y allí se que­
dó todo aquel día.
VI, XI, 4 Pero por la noche el rey envió oficiales para que guardaran la casa
e impedir su fuga, porque tenía la intención de juzgar a David y ha­
cerlo ejecutar. Mical se enteró de las intenciones de su padre, y fue
angustiada a hablar con su marido y le dijo: “No dejes que el sol te
encuentre aquí, porque si es así, nunca volverá a levantarse sobre ti.
¡Escapa mientras lo permite la noche, porque si mi padre te encuen­
tra eres hombre muerto! ” Lo hizo bajar por una ventana mediante una
cuerda y escapó. Entonces arregló la cama para hacer ver que había
en ella un hombre enfermo, y puso un hígado de cabra bajo las cu­
biertas.
Al amanecer, cuando los hombres de Saúl llamaron a la puerta, Mical
les dijo que David había estado enfermo durante la noche. El hígado, que
estaba todavía estremeciéndose, sacudía las ropas de la cama, y les con­
venció de que David estaba tratando de respirar. Volvieron al rey con
las nuevas, pero Saúl ordenó que le trajeran a David estuviera como es-
Saúl

luviora. Cuando volvieron y levantaron las cubiertas descubrieron el


engaño y se lo dijeron a Saúl, que reprendió a su hija.
David escapó para encontrar a Samuel en Rama, y le dijo todo lo A 6:220
VI, XI, 5,6
qUe Saúl había hecho. Samuel le llevó a un lugar llamado Naiot, don­
de vivieron juntos por algún tiempo. Posteriormente, David fue a ver
a jonatán, quejándose de que aunque no había hecho nada malo Saúl
seguía deseando darle muerte. Pero Jonatán le dijo que estaba en un
error, por cuanto su padre, que siempre consultaba con él, no le ha­
bía dicho nada de desear la muerte de David.
Pero David le juró que esto era cierto y le dijo: “Mañana, si el rey VI, XI, 7

te pregunta por qué estoy ausente, dile que me diste permiso para ir
a Belén a celebrar fiesta con mi propia tribu. Si te dice: ‘Bien está',
entonces sabrás que no me tiene hostilidad. Pero si responde de al­
guna otra manera, esta será una señal cierta de sus planes contra mí.
Entonces hazme saber cuál fue la respuesta del rey.”
Jonatán prometió que haría según David había pedido, e hizo ju ­ VI, XI, 8

ramento de amistad eterna con él. Le haría saber a David la actitud


de su padre yendo al llano donde se ejercitaba regularmente. “Des­
pués de disparar tres dardos contra el blanco, — le dijo— le ordenaré
a mi criado que me los traiga otra vez porque fueron tiros cortos: esto
significará que no tienes nada que temer de parte de mi padre. Pero
si digo lo contrario, entonces espera lo opuesto de parte del rey.”
Cuando Saúl se sentó el segundo día de la fiesta, y vio vacío el lu­ A 6:236
VI, XI, 9
gar de David, le preguntó a Jonatán por qué no estaba presente el hijo
de David. Jonatán le dijo: “Le di permiso para que fuera a Belén a
celebrar la fiesta con su propia tribu.”
Fue entonces que Jonatán se enteró de la profundidad del odio de
su padre hacia David. Saúl no pudo contener su ira y amontonó in­
sultos sobre Jonatán, llam ándolo traidor y linaje de desertores.
Ordenó que le trajera a David para castigarlo.
“¿Por qué crimen querrías castigarlo?”, le preguntó Jonatán.
Lívido y sin poder articular palabra alguna, Saúl blandió su lan­
za, saltó contra Jonatán, y lo hubiera matado si no se lo hubieran
impedido sus amigos.
El hijo del rey se fue corriendo de la mesa, demasiado dolido para VI, XI, 10

poder comer nada. Toda aquella noche lloró, porque sabía ahora que
David estaba sentenciado. Al amanecer fue al llano, dio la señal con­
venida, y luego mandó al criado que le acompañaba que volviera a
la ciudad, para que David pudiera salir de su escondrijo y hablar con
él. David se postró a los pies de Jonatán para hacerle reverencia, pero
Jonatán le levantó. Se abrazaron y lloraron, y luego se despidieron y
se separaron.
112 Antigüedades de los judíos

David huye de Saúl


A 6:242 David huyó primero a la ciudad de Nob, donde el sumo sacerdote
VI. XII, 1,2
Ahimelec le acogió, y luego a la tierra de los filisteos. Cuando llegó
a Gat fue reconocido por los siervos del rey Aquis, que dijeron: “Éste
es el David que mató a miríadas de filisteos”, y lo trajeron ante el rey.
Pero David, temiendo que lo fueran a ejecutar, pretendió estar loco,
dejando correr la saliva y actuando de manera tan extraña que Aquis
dijo: “¡Ya veis que este hombre está loco! ¿Por qué me lo habéis traí­
do!” Y lo soltaron.
VI, XII, 3 David huyó entonces a una cueva cerca de la ciudad de Adulam y
allí vivió. Envió recado a sus hermanos, y ellos vinieron con parien­
tes y con otros que estaban descontentos del gobierno de Saúl, hasta
que David rermió en tomo a sí a 400 hombres. Alentado por esta fuer­
za se fue a Moab, y pidió a su rey que dejara que sus padres vivieran
en Moab hasta que conociera su destino. El rey le concedió esta pe­
tición.
A 6:249 Un profeta le dijo ahora a David que fuera a vivir en la tierra de
VI. XII, 4,3
Judá; entonces él fue a la ciudad de Haret y vivió allí. Cuando Saúl
oyó que David había sido avistado con un gran cortejo se inquietó, y
acusó a sus oficiales y guardias de dar apoyo a David, como Jonatán.
Ninguno de ellos respondió hasta que Doeg, su muletero, le dijo que
había visto a David en la ciudad de Nob, donde había recibido pro­
visiones del sumo sacerdote Ahimelec que también le había dado la
espada de Goliat. Saúl envió a buscar al sumo sacerdote y a toda su
familia y le preguntó: “¿Qué mal te he hecho que hayas recibido al
hijo de Isaí, y que le hayas dado provisiones y armas, siendo que está
maquinando contra mí?”
El sumo sacerdote le contestó que no sabía nada acerca de que
David fuera enemigo del rey. ¿No era acaso su yerno, capitán de su
ejército, y su amigo?
VI, XII, 6-0 Pero Saúl no quiso creerlo. Ordenó a sus guardas que mataran al
sumo sacerdote y a sus parientes. Pero no se atrevieron, temiendo
a la Deidad más que al rey. Saúl se volvió entonces a Doeg y le man­
dó que los asesinara. Tomando a otros tan malvados como él mismo,
Doeg mató a Ahimelec y a sus parientes, en total 305 personas. Saúl
envió también hombres a Nob, donde mataron a Lodos los habitan­
tes sin perdonar a m ujeres, niños ni an cian os, y quemaron la
ciudad. El único que pudo escapar fue Abiatar, un hijo de Ahimeiec
que huyó a donde estaba David y le dijo lo que había hecho Saúl.
David se sintió culpable por haber causado esta desgracia al sumo
sacerdote y a su familia, y apremió a Abiatar a que se quedara bajo
su protección.
114 Antigüedades de los judíos

La cueva de En-gadi
A l>:271 Para este tiempo David oyó que los filisteos habían invadido lg
VI, XIII, 1
región de Keila, y atacó y los derrotó. Él y sus compañeros se queda­
ron con las gentes de Keila hasta que hubieron cosechado su grano
y sus frutos. Las nuevas de esta hazaña llegaron a oídos de Saúl, que
se alegró de saber que David estaba en Keila. “Por fin, Dios lo ha pues­
to en mis manos —dijo él— metiéndolo en una ciudad con murallas,
puertas y cerrojos.” Ordenó a su ejército que asediara Keila y la to­
mara, y que dieran muerte a David. Pero Dios le reveló a David que
si se quedaba en la ciudad los pobladores de Keila lo entregarían a
Saril, por lo que tomó a sus 400 hombres y se retiró al desierto por
encima de En-gadi. Cuando Saúl supo que David había huido aban­
donó su campaña contra Keila.
VI, XIII, 2,3 Desde el desierto David se dirigió a la tierra de los zifeos, donde
vivió en los bosques. Jonatán fue a verlo allí y lo alentó. De nuevo
hicieron un solemne pacto de amistad, prometiéndose nunca dañarse
el uno al oLro, después de lo cual Jonatán volvió a su casa. Pero para
complacer a Saúl los zifeos le informaron de la presencia de David
en sus parajes, y prometieron ayudar a Saúl a capturarlo. Pero Da­
vid, enterándose de sus malvados planes, huyó a una gran peña que
estaba en el desierto cerca de Maón, después de lo cual se dirigió a
los angostos pasos de En-gadi.
A 0:283 Saúl tomó a 3.000 hombres y fue a En-gadi en busca de él. Cerca
vi, xm. 4
de aquel lugar llegó a una profunda cueva donde resultaba que esta­
ban escondidos David y sus 400 hombres. Para responder a una
necesidad natural, Saúl entró dentro de la cueva a solas. Uno de los
compañeros de David lo vio, y le dijo a David que tenía una oportu­
nidad de parte de Dios para vengarse contra su enemigo, y que
debería cortarle la cabeza. David rehusó diciendo: “Aunque él me
ataque, yo no le atacaré”, y sólo cortó la orilla del manto de Saúl.
Cuando Saúl se levantó y salió de la cueva, David lo siguió y lo lla­
mó. Al volverse Saúl, David se postró, y le preguntó a Saúl por qué
había dado oído a los que le calumniaban con mentiras, diciendo que
él quería matar al rey. “Si hubiera querido darte muerte —le dijo
David— lo hubiera podido hacer fácilmente ahora mismo. Porque
cuando corté la orilla de tu manto igualmente hubiera podido hacerlo
con tu cabeza.” David le mostró entonces el trozo de tela que había
cortado.
vi, XIII, 5 Saúl quedó tan asombrado ante su extraordinaria salvación y tan
conmovido por la generosidad de David que lloró. “Sólo me has traí­
do bien, —le dijo— mientras que yo te he causado angustia. Ahora
sé que Dios te reserva el reino. Júrame, entonces, que no destruirás
Saúl 115

posteridad, sino que salvarás y preservarás a mi fam ilia.” David


se ¡o juró, y Saúl volvió a su reino.
Alrededor de este tiempo, murió el profeta Samuel. Muchos fue­
ron a Ramá a su entierro y guardaron luto muchos días.

Nabal y Abigail
David y sus hombres volvieron a Maón, donde un hombre rico lla­ A 6:295
VI, XIII, 6
mado Nabal tenía grandes rebaños de ovejas y de cabras. David y sus
seguidores habían protegido los rebaños de Nabal contra los ladro­
nes y otros peligros, y entonces, en la época del esquileo, David envió
a Nabal a diez de sus hombres, que, recordándole el buen cuidado
que habían tenido de las ovejas de Nabal, pidieron algunas provisio­
nes a cambio. Pero Nabal era un cínico insensato y de mal genio, y
preguntó: “¿Quién es David?” Cuando le respondieron que era el hijo
de Isaí, Nabal escarneció: “¡Así que los esclavos huidos ahora se en­
salzan y se jactan de haber abandonado a sus am os!” David se
enfureció al oír aquella respuesta, y juró que al caer la noche habrían
destruido a Nabal y todas sus posesiones. Para entonces tenía a 600
hombres a sus órdenes, 400 de los cuales se armaron y le siguieron.
Nabal tenía una esposa muy sabia, virtuosa y encantadora, que se VI, XIII, 7

llamaba Abigail. Al enterarse de los insultos de su marido, y mien­


tras que él estaba postrado en un sopor de embriaguez, enalbardó ella
sus asnos, los cargó de presentes, y fue en busca de David. Lo encon­
tró mientras subía por un monte a la cabeza de sus hombres, y se
postró delante de él, rogándole que no hiciera caso de las palabras
de Nabal, porque aquel hombre era sencillamente lo que su nombre
anunciaba —nabal en hebreo significa “insensatez”— e imploró mi­
sericordia de aquel que estaba destinado a ser rey. La ira de David se
desvaneció, y, aceptando sus presentes, la tranquilizó y la despidió.
Cuando Nabal finalmente despertó sobrio, Abigail se lo contó todo, VI, XIII, 8

ante lo cual él sufrió un ataque muriendo diez días después. Cuan­


do David supo que Nabal había muerto dijo que había recibido su
merecido, mientras que él tenía las manos limpias.
David amaba a Abigail, y la invitó a que viniera a vivir con él y a
ser su esposa. Ella contestó a los mensajeros que no era digna ni de
tocar sus pies, pero que haría lo que David le había propuesto, y acu­
dió con todas sus siervas. David ya tenía una esposa (Ahinoam) de
la ciudad de Jezreel; en cuanto a Mical, la hija de Saúl, su anterior
esposa, su padre la había dado en casamiento a Palti de Galim.

David perdona otra vez a Saúl


A 6 :3 1 0
Al saber por parte de algunos de los zifeos que David estaba en el VI, XIII, 9
116 Antigüedades de los judíos
j

desierto de Maón, Saúl [que de nuevo se había vuelto hostil contra


David] tomó a 3.000 hombres y fue en busca de él. David oyó de su
venida y envió espías, que le dijeron que Saúl había acampado en
Maquila. David tomó consigo a su sobrino Abisai y a Ahimelec heteo,
y por la noche entraron en el campamento de Saúl mientras todos
dormían. El comandante Abner y sus hombres estaban dormidos en
un círculo alrededor del rey, cuyo lugar reconoció David por una lan­
za clavada en el suelo a su lado. Abisai iba a matar al rey, pero David
se lo impidió. Sólo tomó la lanza y la vasija de agua que tenía Saúl
junto a él, y salieron calladamente del campamento sin haber sido
vistos ni oídos por nadie.
Cuando David hubo alcanzado la cumbre de un monte cercano lla­
mó en voz alta y despertó a las tropas. Abner, el com andante,
preguntó quién llamaba. “¡Yo, — dijo David— el hijo de Isaí. vues­
tro fugitivo! ¿Y por qué tú, el comandante, eres tan negligente en la
protección de Lu amo que prefieres el sueño a la seguridad? ¡Busca
la lanza del rey y su vasija de agua, y verás lo cerca que has estado
del desastre sin enterarte!”
Cuando Saúl reconoció la voz de David y comprendió lo que ha­
bía sucedido, le dio las gracias otra vez por haber actuado noblemente
a pesar de la manera en que lo había tratado. David podría volver
seguro a su casa, le prometió, sin temer ningún perjuicio. Cuando
despuntó el día, Saúl condujo el ejército de vuelta al palacio.

La adivina de Endor
A 0:310 Puesto que David seguía temiendo a Saúl decidió irse a vivir a la
VI, XIII, 10
tierra de los filisteos. Con su grupo de 600 se dirigió a Aquis, rey de
Gat, que le dio la bienvenida a él y a sus hombres. David se instaló
en Gat con sus dos mujeres, Ahinoam y Abigail. Más tarde, David le
pidió al rey si él y sus hombres podían irse de Gat para evitar ser una
carga, y Aquis les dio Siclag. Con esta población como base de ope­
ra cio n e s, David y sus hom bres em p ren d ieron ex p ed icio n es
clandestinas contra los vecinos de los filisteos.
VI, XIV, 1 Volvió a estallar la guerra entre los filisteos y los israelitas, y Aquis
le pidió a David que fuera con él a la guerra y que llevara consigo a
sus hombres. David le prometió hacerlo.
VI, XIV, 2 Los filisteos acamparon cerca de una ciudad llamada Sunem,
mientras que Saúl y su ejército acamparon sobre el monte Gilboa.
Saúl quedó desalentado ante la cantidad de filisteos, e inquirió a Dios
por medio de los profetas para saber cómo iría la batalla, pero Dios
no le dio respuesta. Aterrorizado ahora, Saúl decidió consultar a una
mujer que pudiera llamar a los espíritus de los muertos y hacerles
predecir el ful uro. Cotí anterioridad había expulsado del país a lo­
bos los hechiceros, adivinadores y practicantes de tales artes, excepto
a los profetas. Ahora uno de sus siervos le informó que había una
pnijer así en Endor.
Quitándose sus ropajes reales y disfrazándose, Saúl fue a visitar a
eSta mujer secretamente una noche, acompañado sólo por dos sier­
vos de confianza. Le dijo que debía llamar el espíritu de quien él le
iba a decir, pero ella rehusó hacerlo hasta que él juró que no le ha­
blaría a nadie de su actividad de adivina, y que no la pondría en
peligro. Habiéndola persuadido, Saúl le pidió que llamara el espíri­
tu de Samuel. No consciente de quien era Samuel lo llamó desde el
Hades. Pero cuando apareció ante ella como un hombre venerable y
con apariencia divina, revelándole quien era en realidad su visitan­
te, ella se volvió a Saúl y gritó aterrorizada: “¿No eres tú el rey Saúl?”
“S í”, contestó el rey; luego le pidió que le describiera la aparición ar,*™
que la había espantado.
“Es de edad avanzada, —dijo ella— con rasgos distinguidos, y lleva
un manto sacerdotal.”
Saúl supo entonces que era Samuel, y cayó al suelo en obedien­
cia. El espíritu de Samuel le preguntó: “¿Por qué me has inquietado
y me has hecho subir?”
Saúl contestó: “He sido abandonado por Dios ante el enemigo, y
no puedo obtener conocimiento alguno del futuro, ni mediante pro­
fetas, ni mediante sueños. Tú tienes que dármelo.”
“Es inútil buscarme cuando Dios te ha abandonado. Pero sabe esto:
David ha sido escogido rey, y será victorioso en esta guerra, pero tú
perderás tu reino y tu vida porque no guardaste los mandamientos
de Dios. Tu pueblo será derrotado mañana por los filisteos, y tanto
tú como tus hijos caeréis en la batalla, y tú estarás conmigo.”
Cuando Saúl oyó esto, se derrumbó sobre el suelo, de dolor y tur- vi, xiv. 3
bación. La hechicera lo levantó e insistió en que com iera algo.
Matando su único ternero, preparó la carne, y la puso delante de sus
tres visitantes, tras lo cual volvieron al campamento.

La muerte de Saúl
Mientras tanto, David y sus 600 siguieron a Aquis en el campamen- a 0:351
to filisteo. Los com andantes le pidieron entonces a Aquis que V,eX,v'
explicara por qué David, que había matado a tantos filisteos, iba ahora
a luchar al lado de ellos. Aquis contestó a esto que David estaba con
ello pagándole el haberle concedido refugio, y anhelante de vengar­
se de Saúl. Pero los comandantes recomendaron a Aquis que no
dejara que David se uniera en la batalla, porque podría revolverse
Después de la batalla del monte Gilboa (al fondo), los cuerpos del rey Saúl y de
Jonatán fueron colgados sobre las murallas de Bet-sán (ruinas en primer plano).

contra ellos y ayudar a las fuerzas de su propia nación. Aquis le dijo


entonces a David que aunque confiaba plenamente en él no era así
con los otros jefes, por lo que lo mejor sería que se llevara a sus hom­
bres de vuelta a Siclag, guardando a Gaza contra cualquier ataque
mientras ellos estuvieran ausentes. “Ésta es también tarea para un
aliado”, dijo David; e hizo según le había sido pedido.
Mientras él estaba fuera, los amalecitas habían atacado la indefensa
ciudad de Siclag, quemándola. Se habían llevado mucho botín, así
como las mujeres y niños de David y de sus hombres. Al volver, se
rasgaron las vestiduras y lloraron. Echándole la culpa de esta desgra­
cia, sus camaradas se encolerizaron tanto contra David que hablaron
de apedrearlo. Pero él tomó consejo de Dios y acaudilló a sus 600 tras
el enemigo. Pronto llegaron a un hombre que había estado errante en
el desierto durante tres días sin comer, y le dieron alimento. Él les
dijo que era egipcio, y que al caer enfermo su amo amalecita le ha­
bía abandonado. David usó a este hombre para conducirlo hasta el
enemigo.
Los amalecitas estaban banqueteando y bebiendo, gozándose de
su botín, o durmiendo la borrachera. Eran presa fácil para el ataque
Saúl 119

¿e David y fueron muertos en sus mesas, todos menos 400, que mon­
taron en rápidos camellos y escaparon. David y los suyos recuperaron
a sus mujeres e hijos, así como el botín que habían tomado los
atníilecilas.
Mientras tanto, los filisteos habían entablado batalla con los israe- a 6:368
litas [en el Monte Gilboa] y logrado una gran victoria. Saúl y sus hijos n x,Vl 7
lucharon con bravura, sabiendo que no podían esperar otra cosa que
una muerte honrosa. Atrayendo a sí mismos la línea del frente ene­
migo, los tres hijos de Saúl fueron rodeados y muertos, incluyendo
jonatán. Cuando cayeron, los hebreos huyeron en gran desorden y
confusión, sufriendo una gran matanza. Saúl mismo se vio obligado
a huir con un fuerte cuerpo de ejército a su alrededor, pero la mayor
parte de estos soldados fueron abatidos por las flechas y jabalinas
filisteas. Saúl se volvió y luchó magníficamente, pero recibió tantas
heridas que quedó demasiado débil para darse muerte a sí mismo, y
le pidió a su escudero que lo traspasara con su espada antes que el
enemigo pudiera tomarlo vivo. Pero, al rehusar el escudero, Saúl
puso su propia espada contra sí mismo y se tiró sobre ella. Como no
podía lograr que penetrara, le pidió a un joven amalecita que la em­
pujara. Este lo hizo así, y después de lomar la corona real de la cabeza
de Saúl y el brazalete de oro de su brazo, huyó. Cuando el escudero
vio que Saúl estaba muerto se mató él mismo.
Al día siguiente, cuando los filisteos acudieron a despojar los cuer- a 6:374
pos de los muertos, encontraron los de Saúl y sus hijos, y les cortaron n XIVí8
las cabezas, y empalaron sus cuerpos sobre las murallas de Bet-sán.
Pero cuando los isra e lita s de Jabes de G alaad su p ieron esta
mutilación, marcharon toda la noche hasta Bet-sán, recogieron los
cuerpos de Saúl y de sus hijos, y se los llevaron a Jabes, donde los
sepultaron. El enemigo o bien no pudo o no se atrevió a detenerlos,
por el gran valor que mostraron.
Saúl llegó a su fin, como Samuel había predicho, debido a su des- vi. xiv. s
obediencia con respecto a los amalecitas, y por la matanza del sumo
sacerdote y de su familia. Reinó dieciocho años durante la vida de
Samuel, y veintidós 4 más después de su muerte.

1. Gabaa debe distinguirse de Geba (versión RVA; cp. 1 S. 13:3).


2. Josefo omite los descarnados detalles de 1 Sam uel 1 5 :3 3 : “Entonces Sam uel cortó
en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal.”
3. Según 1 Sam uel 18 :2 5 , se trataba de “cien prepucios de filisteos”.
4. O “d os”, según algunos m anuscritos, lo cual hace un total de veinte años, la cifra
que usa Josefo para el reinado de Saúl en 1 0 :1 4 3 (CLIE, A, X, VIII, 4).
1 2 0

9
El rey D a v id

D
A 7:1 avid llegó de vuelta a Siclag el mismo día en que los filisteos
VII, 1, J
c. 1010 lograron la victoria sobre Saúl. Al tercer día después de la
u.C.
lucha, el hombre que había dado muerte a Saúl por petición suya
llegó a Siclag, con los vestidos rasgados y cenizas sobre su cabeza. Le
dijo a David que los hebreos habían sido derrotados y que decenas de
millares de ellos habían sido muertos, incluyendo a Saúl y sus hijos. Para
demostrárselo, sacó la corona y el brazalete y se los dio a David. David
rasgó entonces sus vestiduras, llorando y lamentándose todo el día. Su
dolor aumentó con la memoria de Jonatán, su más querido amigo, que
había salvado su vida. Le dijo al hombre que había matado a Saúl que
se había acusado a sí mismo, y al saber que era amalecita ordenó que
fuera ejecutado. David compuso también endechas para el funeral de Saúl
y de Jonatán que han sido preservadas hasta el día de hoy.
V II, I, 2 Habiendo hecho estos honores al rey, David inquirió a Dios por medio
del profeta dónde debía él ir a vivir. Cuando Dios respondió que debía ir a
Hebrón, en la tierra de Judá, David salió de Siclag con sus seguidores y el
pueblo de Judá lo proclamó rey.
Vil, /, 3 Sin embargo, al oír estas noticias Abner, el comandante en jefe de Saúl,
se apresuró a ir al campamento. Tomó consigo al cuarto hijo de Saúl, lla­
mado Is-boset, y pasó el Jordán a la gente de la otra ribera. Allí lo proclamó
rey sobre todos los israelitas menos sobre la tribu de Judá. Encolerizado con­
tra Judá por escoger a David como rey les declaró la guerra. Mientras tanto,
David designó a su sobrino Joab como comandante en jefe y lo envió a lu­
char contra Abner.
Los dos ejércitos se encontraron cerca de la ciudad de Gabaón y se dis­
pusieron para la batalla. Abner propuso que doce de los hombres más
valientes fueran seleccionados de cada lado, y que ellos lucharan entre sí
para decidir el resultado. Hecho así, los veinticuatro lanzaron sus lanzas y
luego sacaron las espadas, luchando con tanto ardor que todos ellos mu­
rieron. Entonces los dos ejércitos se lanzaron el uno al otro, y después de
una dura batalla los hombres de Abner fueron derrotados.
A 7:20 Desde este momento hubo guerra civil entre los hebreos, la cual duró
Vil, II, 4
mucho tiempo. Los seguidores de David iban fortaleciéndose, mientras que
el hijo de Saúl y sus súbditos iban debilitándose de día en día. Abner
contactó con David en Hebrón pidiéndole que se comprometiera a la amis­
tad con él si él persuadía al pueblo a rebelarse contra el hijo de Saúl y a
proclamar rey a David. A esto accedió David, pero le pidió a Abner, como
prueba de buena fe, que le devolviera la esposa que le había costado 600
cabezas de filisteos. Entonces Abner lomó a Mical de su marido y la envió
a David, Entonces él persuadió a los oficiales y al pueblo de que Dios, por
nledio de Samuel, había escogido a David como rey, y todos asintieron.
Abner fue a Hebrón para planear la transferencia del poder, y David le vu. ¡i, n
dio una espléndida acogida. Pero Joab se sintió celoso, temiendo que fue­
ra a ser reemplazado como comandante en jefe, y asesinó traicioneramente
a Abner cuando éste se iba de Hebrón. David juró delante de Dios que él
no tenía parte en este asesinato, e invocó terribles maldiciones sobre el ase­
sino y su familia. Luego condujo al pueblo en un profundo duelo por Abner
y le celebró un magnífico funeral en Hebrón.
Is-boset, habiendo recibido un duro golpe con la muerte de Abner, no le VII, n, 1
sobrevivió mucho tiempo. Dos oficiales benjamitas suyos pensaron que si
lo mataban recibirían gran recompensa de parte de David y que serían nom­
brados comandantes de su ejército. Penetraron en la casa de Is-boset un
caluroso mediodía y lo encontraron solo y durmiendo, sin guardianes a su
alrededor. Lo mataron, le cortaron la cabeza, y se la llevaron a David en
Hebrón. Pero David gritó: “Viles miserables, ¡recibiréis una recompensa rá­
pida! ”, y ordenó que fueran muertos, haciendo enterrar la cabeza de Is-boset
con grandes honores en el sepulcro de Abner.
Los líderes hebreos acudieron entonces a David en Hebrón reconocién­ A 7:53
VII. II, 2
dole como rey. Por fin, así, David reinaba sobre todas las tribus de Israel.
Convocó una reunión de todos los guerreros, que vinieron a Hebrón con
sus arreos militares, proclamando todos a David como rey. Después de ha­
ber festejado durante tres días en Hebrón, David se puso al frente de ellos
para ir contra Jerusalén.

La conquista de Jerusalén
Los jebuseos, de raza cananea, vivían en la ciudad y cerraron las puer­ VII, III, I
tas contra David. En las almenas pusieron a sus mancos y ciegos para
burlarse del rey. Sus murallas eran tan fuertes, decían, que estos mutilados
les bastarían para impedirles la entrada.
Encolerizado ante tales insultos, David puso sitio a Jerusalén y pronto con­
quistó la ciudad baja. Debido a que la ciudadela iba a ser difícil de tomar, ofreció
una recompensa a sus soldados. El primero en trepar desde los desaguaderos
para capturar la ciudadela sería el comandante en jefe de todo el ejército. 'Lo­
dos se lanzaron ansiosos de trepar las murallas, pero Joab se adelantó al resto.
Tan pronto como llegó arriba de la ciudadela le gritó al rey y reclamó la jefatu­
ra suprema. A 7:65
Cuando David hubo expulsado a los jebuseos de la ciudadela, recons­ a.¡t.C.1003
truyó Jerusalén llamándola la Ciudad de David, y allí vivió durante todo III, Vil.
2
122 Antigüedades de los judíos

su reinado. Hiram, rey de Tiro, hizo alianza con David y le envió madera
de cedro y diestros carpinteros para edificar un palacio real en Jerusalén.
David cerró la ciudad baja y la unió a la ciudadela para componer una sola
unidad. La rodeó con una muralla designando a Joab como guarda de las
murallas. Aunque Josué había designado anteriormente esta ciudad para
los hebreos, no pudieron expulsar a los cananeos hasta el asedio de David
515 años más tarde.
VII, III, 3 En Hebrón David había tenido seis hijos con seis mujeres. Ahora en Je­
rusalén se casó con más mujeres y concubinas que le dieron once hijos y
una hija.
VII, IV. I Cuando los filisteos supieron que David había sido escogido rey de los
hebreos marcharon contra Jerusalén, acampando en el llamado valle de los
Gigantes, que no está lejos. Después que el sumo sacerdote le profetizó una
victoria decisiva, David se puso al frente de sus tropas y atacó la retaguar­
dia del enemigo, matándolos y dispersándolos. Posteriormente, los filisteos
volvieron con un ejército tres veces más grande, pero David los puso tam­
bién en fuga y los persiguió hasta Gezer en su frontera.

El arca llega a Jerusalén


A 7:78 David decidió llevar el arca de Dios a Jerusalén para guardarla allí y ofre­
VU, IV. 2
cer ante ella sacrificios que agradaran a Dios. Llamó a los sacerdotes, levitas,
capitanes, ancianos y principales ciudadanos, y todos fueron en solemne pro­
cesión a Quiriat-jearim. Los sacerdotes sacaron el arca de la casa de Abinadab
y la pusieron en un carro nuevo tirado por bueyes. Delante de ella iba el rey,
tocando el arpa. La multitud que seguía iba cantando, acompañados por trom­
petas, címbalos y otros instrumentos musicales: todos acompañando el arca
a Jerusalén.
Por el camino los bueyes hicieron que el arca se moviera, y uno llamado
Uza alargó la mano para sostenerla. Debido a que no era sacerdote y había
tocado el arca, Dios lo hizo morir. David tuvo miedo entonces que si lleva­
ba el arca a su casa él podría también morir, por lo que en lugar de ello la
dejó en casa de un hombre justo llamado Obed-edom, que era levita. El arca
se quedó allí tres meses, y Obed-edom prosperó durante aquel tiempo. Aun­
que había sido pobre, se hizo rico y envidiado por todos. Entonces David
supuso que no habría peligro en llevarla a su casa. Los sacerdotes sacaron
el arca de la casa de Obed-edom precedidos por siete coros. David tocaba
el arpa y cantaba y danzaba con la multitud. Después, una vez hubieron in­
troducido el arca en la ciudad y habiéndola puesto bajo una tienda, David
ofreció sacrificios caros, y dieron una fiesta al pueblo.
VII. IV. 3 Mical, la mujer de David, pronunció bendiciones sobre él, pero también
le criticó que danzara como cosa inapropiada para un rey. Él contestó que
no le avergonzaba hacer lo que agradaba a Dios, y que en el futuro danza-
El arca del pacto transportada sobre un vehículo con ruedas, según un relieve en
piedra descubierto en Capernaum, en Galilea.

ría y tocaría el arpa sin preocuparse de si le parecía inapropiado a ella o a


sus siervas. David no tuvo hijos con Mical.
Cuando el rey miró su palacio y vio lo hermosamente amueblado que es- a 7^0
taba decidió que no era apropiado que el arca morara en una tienda. v,l-,v-4
Consultó con el profeta Natán para saber si podría edificar un templo para
Dios, como Moisés lo había previsto. Natán le dijo al principio que podría
hacer lo que bien le pareciera, pero, por la noche, Dios se le apareció al pro­
feta. Le dijo a David que no edificara el templo, porque había hecho muchas
guerras y estaba manchado con la sangre de sus enemigos. Pero después de
su muerte, Salomón, su hijo y sucesor, edificaría un templo. David se re­
gocijó al saber que tendría un hijo, y dio gracias a Dios delante del arca.
Poco tiempo después fue contra los filisteos y se anexionó mucho de su va. v. 1-4
territorio. Hizo lo mismo con los moabitas, destruyendo dos terceras par­
tes de su ejército. En el Eufrates ganó victorias sobre monarcas vecinos,
incluyendo al rey de Damasco, y estacionó guarniciones en Siria e Idumea,
las cuales se sometieron como tributarios. El rey de Hamat hizo alianza con
él enviándole presentes que David dedicó a Dios. Cuando los amonitas in­
sultaron a los enviados de David, afeitándoles la mitad de sus barbas, tanto
él como Joab triunfaron sobre ellos y sus aliados mesopotámicos.
David recordó también su amistad con Jonatán y buscó a los miembros vn. v. s
124 Antigüedades de los judíos

supervivientes de su familia. Cuando supo que tenía un hijo lisiado,


Mefiboset, David le permitió heredar las propiedades de Saúl y de Jonatán
y comer diariamente a la mesa del rey.

David y Betsabé
A 7:130 Una tarde David fue a pasear por el terrado del palacio, como era su cos­
VII, Vil, 1
tumbre. Desde allí vio a una mujer muy hermosa bañándose en su casa con
agua fría. Se llamaba Betsabé. Cautivado por su belleza e incapaz de refre­
nar su deseo envió a buscar a la mujer y durmió con ella. Quedando
embarazada, Betsabé le pidió al rey alguna manera de ocultar su pecado,
porque según las leyes merecía la muerte por adulterio.
David llamó al marido de ella, Urías, que era escudero de Joab. Vino en­
tonces del asedio de la capital amonita, Rabá, y David le preguntó acerca de
la campaña. Entonces hizo que le sirvieran algo de su cena y le ordenó que
fuera a casa con su mujer, y que descansara con ella. Sin embargo, Urías dur­
mió con los otros escuderos. David le preguntó por qué no había ido a su casa
después de una ausencia tan larga. Él contestó que no estaría bien que él dur­
miera con su mujer cuando sus colegas estaban durmiendo sobre el suelo en
territorio enemigo. Aquella noche el rey lo invitó a cenar, y lo indujo a beber
hasta que logró emborracharlo. Pero de nuevo durmió enfrente de la puerta
del rey, y no sintió deseo de irse con su mujer. Por último, David escribió una
carta sellada a Joab diciéndole que Urías merecía castigo. Sugirió que fuera
puesto en la zona de combate más intenso, y que sus camaradas se retiraran
cuando comenzara la acción.
Así que Joab puso a Urías en la zona de más recio combate. Los amonitas
hicieron una salida repentina y tuvo que luchar solo, porque todos los de­
más se retiraban. Dio muerte a algunos de los enemigos antes que él y algunos
de sus camaradas se vieran rodeados y muertos.
VII, VII, 2 Cuando David supo del asalto se encolerizó de que lo hubieran dirigido
contra las murallas de la ciudad, hasta que oyó que Urías había muerto.
Betsabé se dolió por la muerte de su marido muchos días, pero cuando ter­
minó su duelo David se casó con ella. Sin embargo, Dios se airó ante lo que
A 7:147 había hecho David, y envió al profeta Natán a enfrentarse con él. Se presen­
VII, VII, 3
tó Natán delante del rey y le dijo: “Oh rey, quiero pedirte tu opinión acerca
de algo. Había dos hombres viviendo en la misma ciudad, uno de los cuales
era rico y el otro pobre. El hombre rico tenía muchos ganados y rebaños, pero
el pobre sólo tenía una cordera. La crió con sus hijos, y la dejaba comer con
ellos, y la quería como si fuera una de sus hijas. Un día, alguien vino a visi­
tar al rico. Pero en lugar de matar de sus propios rebaños para agasajarle fue
a buscar la cordera del pobre, y la preparó para su invitado.”
David se enfureció y dijo: “¡Este hombre es un malvado! ¡Tiene que pa­
gar cuatro veces por la cordera, y luego ser ejecutado! ”
Para ocultar su adulterio con Betsabé, el rey David dispuso la muerte de su marido
Urías en la batalla de Rabá de Amón, conocida más tarde como Filadelfia, donde
fue construido este teatro romano. Hoy la ciudad es Amán, la capital de Jordania.

Natán respondió: “\Tú eres ese hombre! Y tú te has condenado a ti mis­


mo por un crimen terrible. Dios te ha hecho rey sobre Israel y te ha dado
mujeres legítimas. Y, sin embargo, tú has tomado la mujer de otro y causa­
do la muerte del marido. Sabe, pues, que Dios castigará tu maldad; uno de
tus hijos violará a tus mujeres y maquinará contra ti, y tu hijo recién naci­
do morirá en poco tiempo.”
David inclinó la cabeza y confesó con lágrimas que había pecado. Dios
se compadeció de él, y, ahora que se había arrepentido, prometió preser­
var su vida y su reino.
El niño que Betsabé le había dado a David enfermó gravemente. David a tas*
quedó tan inquieto que se vistió de negro, rehusó comer durante siete días, vn-m 4
y yacía en el suelo, rogando a Dios que preservara la vida del pequeño. Al
séptimo día murió, y los siervos temían decírselo a David. Pero cuando Da­
vid los vio hablando entre sí en voz baja supo lo que había sucedido. Tras
haberse asegurado de que había muerto David se levantó, se lavó, se puso
un vestido blanco, y fue a la tienda de Dios, tras lo cual comió. Sus siervos
se sorprendieron mucho de que se hubiera dolido tanto mientras el niño
estaba enfermo y no ahora que estaba muerto. David explicó que mientras
126 Antigüedades de los judíos

el niño estaba vivo había mostrado un dolor apropiado, esperando que Dios
tuviera misericordia. Pero ahora que había muerto sería inútil dolerse más.
Ellos alabaron la sabiduría del rey. Luego David durmió con su mujer
Betsabé, y ella concibió y tuvo un hijo. Siguiendo las instrucciones de Natán
le pusieron Salomón.
VII. VII. 5 Mientras tanto, el asedio de Joab de la capital amonita estaba llevando a
la ciudad a la derrota, e invitó a David a hacer el último asalto. Tomando a
sus hombres, el rey asaltó la ciudad con éxito dando muerte a sus habitan­
tes, y permitió a sus soldados que tomaran botín.

Amnón y Tamar
A 7 :1 6 2 Pero después que David volviera a Jerusalén se dio un gran escándalo
VII. V III, 1
en su casa. Su hija Tamar era todavía virgen y notablemente hermosa.
Amnón, el hijo mayor de David, se enamoró de ella, y en su frustración se
volvió pálido y mustio. Le contó a un amigo suyo acerca de su pasión de
amor, y entonces siguió el plan que éste le sugirió. Pretendiendo estar en­
fermo, Amnón se acostó, y le rogó a su padre que enviara a su hermana a
que lo cuidara. Despidiendo a los siervos, contempló a Tamar preparando
algunas golosinas en el horno para él. Le pidió que sirviera la comida en
su alcoba interior, y ella accedió. Allí la asió, tratando de seducirla, pero
ella gritó: “¡No, hermano mío!, ¡No me obligues a hacer tal cosa, atrayendo
la vergüenza sobre ti y sobre nuestra casa! ” Ella le sugirió entonces que ha­
blara con su padre, que consentiría a su casamiento. Pero sólo estaba
tratando de ganar tiempo, a fin de apagar su concupiscencia.
Ardiendo de deseo, Amnón hizo oídos sordos a sus protestas y violó a
su media hermana. Pero tan pronto la hubo forzado le sobrevino un ataque
de odio, y se volvió insultante, ordenándole que se fuera. Ella pensó que
era ultrajante de su parte que él la echara a plena luz del día para que se
hiciera patente su vergüenza, pero él ordenó a su siervo que la echara.
Tamar, indignada, rasgó su túnica, echó cenizas sobre su cabeza, y fue
clamando por medio de Jerusalén, gritando acerca de la violencia que se
había cometido contra ella. Su hermano Absalón la encontró —los dos te­
nían la misma madre— y se enteró de lo sucedido. La apremió a que se
calmara, y entonces la llevó a su casa.
VII, VIII, 2 Cuando David supo lo sucedido quedó anonadado. Pero por cuanto ama­
ba profundamente a Amnón, que era además su primogénito, se vio
obligado a no castigarlo. Pero Absalón lo odió ferozmente, y dos años des­
pués maquinó el asesinato de Amnón en una fiesta en la que bebió
demasiado. Absalón huyó entonces de David a su abuelo materno en Gesur,
donde se quedó durante tres años.
VII, VIII, 4 Joab finalmente ayudó a reconcilar a padre e hijo, y trajo felizmente a
Absalón de vuelta a Jerusalén. Era aún notablemente apuesto, y su cabello
El rey David 127

era tan espeso que difícilmente lo podía cortar cada semana. Pero David
rehusaba aún dar la bienvenida a Absalón, y le dijo que se fuera a vivir a
su Pr0 Pia casa­

ba rebelión de Absalón
Durante dos años Absalón vivió en Jerusalén sin ver a su padre. Un día a 7:100
¡nandó llamar a Joab, pidiéndole que intercediera ante su padre, pero Joab v"‘ v"h5
no le quiso hacer caso. Entonces Absalón hizo que sus siervos incendiaran
un campo adyacente al de Joab. Joab se enfureció y fue a ver a Absalón para
preguntarle por qué había ordenado aquel incendio. Absalón le replicó:
“para lograr que me escucharas. Ahora que estás aquí, te ruego que apla­
ques a mi padre. Mi regreso es peor que mi exilio, si la ira de mi padre
prosigue.”
Joab se sintió conmovido y accedió a tratar de reconciliarlos. David quedó
persuadido y mandó llamar a Absalón, que se postró en tierra y le pidió
perdón. El rey lo levantó y prometió olvidar lo que había hecho.
Poco después Absalón adquirió una gran cantidad de caballos y de ca- vn.ix. 1
rros y se rodeó de cincuenta hombres armados. Temprano cada mañana
acudía a palacio, y consolaba a los que habían perdido sus causas ante el
tribunal de su padre. Afirmaba que él habría fallado de manera diferente,
y ganó favor entre la gente. Cuatro años más tarde juzgó que ya había ma­
durado el üempo para la rebelión. Pidió permiso a su padre para ir a Hebrón
y ofrecer sacrificio a Dios, porque había hecho voto mientras estaba en el
exilio. Cuando Absalón llegó a Hebrón una multitud de sus seguidores lo
proclamó rey. Entre ellos estaba Ahitofel, consejero de David.
David quedó aturdido y alarmado cuando oyó las nuevas de la rebelión vu. rx, 2
de Absalón, y decidió escapar a las tierras allende del Jordán. Muchos es­
taban dispuestos a acompañarle, incluyendo sus 600 fieles de los tiempos
de Saúl. Los sacerdotes y los levitas le habrían seguido también con el arca,
pero David les aconsejó que se quedaran, diciendo que Dios lo libraría.
Mientras David ascendía el monte de los Olivos, descalzo y llorando, le
llegaron noticias de que Ahitofel se había pasado a Absalón. Esto le in­
quietó aún más, porque sabía que la sabiduría de Ahitofel iría a beneficio
de Absalón, por lo que le pidió a Dios que hiciera que Absalón descon­
fiara de Ahitofel. Desde la cumbre del monte David miró atrás a la ciudad
llorando. Un amigo fiel de David, llamado Husai, quería ir con él, pero
David le apremió a que se quedara en Jerusalén como espía. Debía pre­
tender lealtad a Absalón, pero contradecir el consejo de Ahitofel.
Algo más adelante se encontró con Siba, que le dio provisiones al rey. vu. ¡x. 3
Era un siervo que David había dado a Mefiboset, hijo de Jonatán. Cuando
le preguntó acerca de Mefiboset Siba contestó: "Espera ser escogido rey
durante esta confusión, como recompensa de todo lo que Saúl hizo por el
1 2 8 Antigüedades de los judíos

pueblo.” David enfureció, y al instante otorgó a Siba todo lo que antes ha­
bía dado a Mefiboset.
A 7:207 Más adelante en el camino salió un pariente de Saúl llamado Simei, arro­
VII, IX , 4
jándole piedras a David y maldiciéndole como un criminal sanguinario que
estaba ahora siendo castigado como merecía. El sobrino de David, Abisai
hubiera querido despedazarlo, pero David lo detuvo diciendo: “No me aver­
güenzan los ladridos de este cachorro porque es Dios que está tras su
frenesí.” Y prosiguió su camino, sin escuchar a Simei, que corría al lado
de ellos por el otro lado del monte maldiciéndole todo el camino.
VII, IX . 5 Mientras tanto, Absalón había llegado a Jerusalén con su consejero
Ahitofel y todos sus seguidores. Husai, el amigo de David, fue a Absalón
para ofrecerle sus servicios. Absalón sintió sospechas al principio, pero
Husai explicó que ahora apoyaba a Absalón porque Dios lo hacía, y ade­
más porque la corona quedaba dentro de la misma familia. Convencido de
su lealtad, Absalón deliberó con Ahitofel acerca de qué estrategia seguir, y
éste le aconsejó que durmiera con las concubinas de su padre, causando
así una rotura irreparable con él; porque Ahitofel le advirtió que el pueblo
dudaba al principio acerca de luchar contra David en vistas de la posibili­
dad de una futura reconciliación entre padre e hijo. Absalón hizo levantar
una tienda en el terrado del palacio. A la vista de todos, fue y yació con las
concubinas de su padre, cumpliendo la profecía de Natán.
VII, IX, 6 A continuación pidió consejo a Ahitofel acerca de la guerra contra su
padre. Ahitofel dijo que si le dejaba 1 0 . 0 0 0 hombres marcharía contra Da­
vid, le daría muerte, y traería a los soldados de vuelta sanos y salvos. A
Absalón le gustó este plan, pero envió a buscar a Husai para pedirle tam­
bién su opinión. Ahora Husai temió que si se seguía la estrategia de
Ahitofel David sería muerto. Por ello aconsejó a Absalón que esperara
hasta que pudiera movilizar un gran ejército, y que entonces derrotaría
con seguridad al rey si tomaba el mando personalmente. Dios hizo que
Absalón prefiriera el consejo de Husai al de Ahitofel.
VII, IX, 7 Entonces Husai fue a ver a los principales sacerdotes, que apoyaban a
David, y les dijo lo que se había decidido. Ellos enviaron mensajeros a Da­
vid, los cuales tuvieron que esconderse en un pozo por un tiempo para
eludir a unos que los perseguían, antes de poder llegar a donde estaba el
rey.
VII, IX, 8 Cuando Ahitofel supo que su consejo había sido rechazado enalbardó
su asno, y se fue a su ciudad natal. Llamando a su familia les dijo que por
cuanto Absalón no había querido seguir su consejo de cierto sería derrota­
do por David. Por ello, dijo, mejor sería dejar este mundo como hombre libre
que rendirse a David, que seguramente lo castigaría por haber ayudado a
Absalón. Entonces tomó una cuerda y se colgó.
El rey David 129

l¡i muerte de A b sa lón


David pasó el Jordán en su huida y llegó a Mahanaim, una buena ciudad A 7:230

fuerte. Todos los hombres principales le recibieron cordialmente y le die­ VII, IX, 8

ron abundantes suministros a él y a sus agotados seguidores.


para este tiempo Absalón había reunido a un gran ejército y lo condujo VU, X, 1

contra su padre. David contó a sus propios hombres —había 4.000— y puso
capitanes sobre ellos. Él mismo los habría llevado a la batalla, pero sus ami­
gos no quisieron dejarle porque si eran derrotados bajo su mando se perdería
toda esperanza. Pero mientras él viviera podría inspirar la recuperación de
cualquier derrota. Así, David se quedó en la ciudad, y envió a sus coman­
dantes a que se encontraran con Absalón. Les apremió a que fueran valientes
y leales, pero les imploró que no mataran a su hijo Absalón.
El ejército de David, aunque pequeño, era más diestro y capaz. Después VU, X , 2

de una lucha muy dura alcanzaron la victoria y persiguieron al enemigo,


dando muerte a muchos miles. Persiguieron a Absalón, que por su estatu­
ra era fácil de distinguir, pero él montó en su muía real y emprendió la fuga.
La muía se lanzó al galope bajo las ramas de un frondoso árbol, en el cual
se enredó el largo cabello de Absalón, con lo que quedó retenido allí, sus­
pendido, perdiendo su montura que se fue sin él.
Uno de los soldados de David le dijo a Joab que Absalón estaba colgado
deun árbol. Joab le dijo: “Si le hubieras dado muerte te habría dado 50 sidos. ” 1
“No habría matado al hijo de mi señor por 1 0 0 0 sidos —contestó el sol­
dado. Todos oímos al rey pedir que se le perdonara la vida al joven.”
Joab le preguntó dónde había visto a Absalón y pronto le encontró, aún
colgando del árbol. Joab le clavó un dardo en el corazón dándole muerte.
Luego sus escuderos bajaron el cadáver, lo echaron en un profundo hoyo,
y echaron piedras sobre él. Mientras tanto, Joab hizo tocar un cese el fuego
deteniendo la lucha.
Ahimaas, uno de los hijos del sumo sacerdote, fue a Joab y le pidió permi­ VII, X, 4

so para ir a darle a David las nuevas de la victoria. Pero Joab contestó: “Tú
siempre has sido un mensajero de buenas nuevas, y no estaría bien que fue­
ras a decirle al rey que su hijo está muerto.” Joab llamó a un siervo etíope y
le ordenó que corriera al rey para decírselo. Pero otra vez Ahimaas le pidió a
Joab que le dejara ir, prometiendo sólo hablarle de la victoria. Joab le dejó ir
y Ahimaas llegó el primero.
David estaba sentado a las puertas de la ciudad esperando noticias de la A 7:248

batalla. Cuando Ahimaas estaba cerca, el centinela lo reconoció. Se lo dijo a


David, quien se alegró mucho y dijo: “¡Él es un mensajero de buenas nuevas!”
Ahimaas apareció ante la puerta y anunció las buenas nuevas de la vic­ VII, X, 5

toria. Entonces David le preguntó qué había sucedido con Absalón.


Ahimaas replicó que había oído los gritos de los que perseguían a Absalón,
pero no pudo saber nada más. Cuando llegó el etíope, David le preguntó
130 Antigüedades de los judíos

cómo le había ido a Absalón, y él contesto: “¡Que todos tus enemigos lle­
guen al mismo fin que Absalón!”
Abatido de dolor, David subió a una cámara encima de la puerta y lloró,
golpeándose el pecho, mesándose el cabello y chuñando: “¡Oh, Absalón,
hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo contigo!”
Cuando el ejército y Joab se enteraron de cuán profundamente el rey se
dolía por su hijo, se avergonzaron de entrar en la ciudad como vencedo­
res, llegando en cambio cabizbajos como si hubieran sido derrotados. Pero
Joab fue a ver a David y lo consoló diciendo: “Oh, señor, pareces odiar a los
que te aman y arriesgan sus vidas por ti y amar a tus peores enemigos. Por­
que si Absalón hubiera vencido ninguno de nosotros habría quedado vivo.
Todos, comenzando por ti y tus hijos, habrían muerto miserablemente. Cesa,
pues, en tu irrazonable dolor, y ve a tus soldados, y agradéceles la victo­
ria.” David entonces se puso presentable, y se sentó a las puertas de la
ciudad, a donde todo el pueblo fue corriendo para saludarle.

David regresa a su reino


a7:25b Los hebreos que habían dado su apoyo a Absalón ahora lo lamentaron,
Xlt 1,2 y enviaron embajadores a David para invitarlo a que volviera. Cuando lle­
gó al río Jordán algunos ancianos de los israelitas salieron a recibirle.
Instalaron un puente de barcas para que el rey y sus hombres pudieran cru­
zar con más facilidad. Entre ellos se encontraba Simei, que se postró a los
pies de David junto al puente y le rogó su perdón. Entonces Abisai, el her­
mano de Joab, le dijo: “¿No debes acaso morir, por maldecir al rey que Dios
ha puesto sobre nosotros?” Pero David respondió que no tenía la intención
de castigar a los rebeldes, y le dijo a Simei que estuviera en paz, que no se­
ría ejecutado.
va, xi. 3 El nieto de Saúl, Mefiboset, también se encontró con él allí, llevando un
vestido sucio y con el cabello desordenado por su dolor. Dijo que su siervo
Siba lo había calumniado ante David. Cuando el rey le preguntó por qué pues
no había ido al exilio con él le contestó: “Si tuviera pies sanos y hubiera po­
dido usarlos para escapar no habría ido muy lejos de ti.” David lo perdonó,
y ordenó que le fueran restauradas la mitad de sus propiedades, a lo que él
repuso: “¡Que Siba se quede con todo! Para mí es suficiente que hayas recu­
perado tu reino!”
VII, XI. 6 Más tarde, un cierto rebelde llamado Seba, de la tribu de Benjamín, re­
husó someterse a David y agitó una sedición. David designó a Amasa como
comandante para poner fin a la rebelión, pero como tardaba en movilizar
un ejército mandó a Joab. Sin embargo, al llegar a Gabaón, Joab se encon­
tró con Amasa y su ejército. Al encontrarse los dos, Joab tomó a Amasa por
la barba como para besarlo, pero en lugar de ello le hundió la espada en el
vientre, matándolo. Este acto impío estaba motivado por la envidia de Joab
El rey David 131

jle que Amasa hubiera recibido un rango como el suyo. Ambas fuerzas si-
guierofl entonces a Joab a una ciudad fortificada llamada Abel-bet-maaca,
donde Seba se había refugiado, y le puso sitio.
Una sabia anciana apareció en las murallas y llamó a Joab. Cuando apa- A 7:2119
VU, XI, /I
rgció ella dijo: "Dios ordenó reyes y generales para expulsar a los enemigos
de los hebreos, pero vosotros estáis decididos a destruir una ciudad israe­
lita que no ha hecho ningún mal. ” Joab replicó que no era su intención matar
a nadie del pueblo ni destruir la ciudad. Si entregaban a Seba, que se había
rebelado contra el rey, retiraría su ejército. Entonces la mujer fue a hablar
con los ciudadanos y les preguntó: “¿Queréis morir miserablemente por
causa de un hombre indigno a quien nadie conoce? ¿Y le queréis a él como
rey en lugar de a David, que ha sido vuestro benefactor?” Entonces les per­
suadió a que le cortaran la cabeza a Seba y que se la echaran al ejército de
Joab. El genera] del ejército tocó entonces retirada y levantó el sitio.
Después de más batallas con los filisteos, en las que David fue victorio­
so, finalmente llegó a gozar de una larga paz. Compuso cánticos e himnos
a Dios, y diseñó instrumentos musicales de cuerdas y de metal. Estaba ro­
deado de muchos hombres valientes, de los que treinta y ocho eran
especialmente famosos.

El censo y la plaga
El rey David tenía deseos de conocer el número de sus súbditos, y le orde­
VII,
nó a Joab que fuera a contar el pueblo. Joab, que mantenía que no había XIII, 1,2
necesidad de tal cosa, tomó consigo a los jefes de las tribus y a los escribas y
pasó por el país para hacer el censo. Después de nueve meses y veinte días
volvió al rey informando que, excluyendo Leví y Benjamín, las tribus tenían
900.000 hombres que podían luchar, incluyendo a 400.000 sólo de Judá.
Había una ley dada por Moisés ordenando que si se hacía un censo, se debía
pagar medio siclo a Dios por cada persona.7 David no cumplió esta ley, y los
profetas le dijeron que Dios estaba airado con él por ello. David pidió a Dios
su misericordia y perdón. Entonces Dios envió al profeta Gad a decirle a Da­
vid que debía escoger uno de estos tres castigos: un hambre de siete años, la
derrota ante sus enemigos durante tres meses, o una peste de tres días. Da­
vid se sintió angustiadamente perplejo, pero finalmente escogió lo último,
diciendo que era mejor caer en manos de Dios que en las de sus enemigos.
Dios envió entonces un ángel que lanzó una gran plaga sobre los hebreos VII, XIII, 3

—dolor, ahogos, destrucción, ceguera— y en una mañana murieron 70.000.


David se vistió de saco y se echó en tierra, orando que la plaga se detuviera
y que Dios quedara satisfecho con los que ya habían muerto. Mirando al cie­
lo, vio al ángel que estaba sobre Jerusalén con la espada desenvainada, e
imploró a Dios que le castigara a él solo y que perdonara a su pueblo.
Dios le oyó y detuvo la plaga. Envió al profeta Gad, que mandó a David
132 Antigüedades de los judíos

que subiera en el acto a la era de Arauna jebuseo y que edificara allí un al-
lar para ofrecer sacrificio. Arauna [Oronas en la edición de CLIE] estaba
trillando su trigo cuando David llegó con sus acompañantes. El corrió ha.
cia el rey, se postró, y le preguntó qué deseaba. David le dijo que había
venido a comprarle su era para poder edificar allí un altar y ofrecer sacrifi.
ció a Dios.
Arauna dijo que ofrecería la era como un don y que también le daría
sus bueyes como holocausto. David le dio las gracias, pero pidió pagarle
por todo, por cuanto no era propio ofrecer un sacrificio que no costara
nada. Entonces le compró la era por 50 sidos,3 edificó el altar y ofreció
sacrificios. Dios quedó aplacado y volvió a mostrarse en gracia. Ahora
bien, éste era el mismo lugar en el que Abrahain sacrificó un carnero en
lugar de a su hijo Isaac. Cuando David vio que Dios se complacía con su
sacrificio, llamó a toda aquella área el Altar de Todo el Pueblo, y lo esco­
gió como lugar donde el templo sería edificado.

La muerte de David
A 7:335 David comenzó a preparar piedra, madera de cedro, bronce y hierro para
VII,
XIV, 1 la construcción del templo, designando a 80.000 albañiles para que corta­
ran las piedras, e importó grandes cedros de Tiro y de Sidón. Por cuanto
su hijo Salomón era joven e inexperto, dijo David, él le prepararía los ma­
teriales para construir el templo.
VII, XIV, 2 Llamó entonces a Salomón, le dijo que Dios le había escogido como su
sucesor para el reino, y le predijo que edificaría el templo. David citó los
preparativos que había hecho con este propósito, e informó a Salomón que
había reservado una gran cantidad de oro y plata en su tesorería para pa­
gar los materiales y a los trabajadores.
VII, XIV, 3 David era ahora muy viejo, y su cuerpo tan entumecido y frío que ni mu­
chas ropas le podían dar calor. Sus médicos le sugirieron que se escogiera
una hermosa virgen para que durmiera con el rey y lo calentara. Encontra­
ron a una muchacha de gran belleza que se llamaba Abisag, que meramente
mantenía al rey caliente en la misma cama porque estaba demasiado débil
para poder tener relaciones con ella.
A 7:345 Pero el cuarto hijo de David, Adonías, aspiraba a ser rey en lugar de
VII.
xiv, 4,n Salomón, y lo apoyaban Joab y el sumo sacerdote Abiatar. Preparó él un gran
banquete fuera de la ciudad, en el huerto real, para todos sus partidarios,
que estaban bromeando, aplaudiendo y deseándole un largo reinado. Pero
el profeta Natán alertó a Betsabé, y los dos fueron a ver a David y le pregun­
taron si había declarado rey a Adonías, en vista de los festejos que se estaban
celebrando. David decidió proclamar a Salomón rey en el acto. Ordenó a
sus siervos que ensillaran la muía real y que sentaran en ella a Salomón, y
que lo llevaran al manantial de Gihón donde debían ungirle como rey. En-
133

para prepararse para la edificación del templo, David importó maderos de cedro
del Líbano. Hoy, el último bosque de estos cedros se encuentra en una reserva
especial en el punto más alto del Líbano, donde la nieve cubre los montes en el
invierno.

tonces debían tocar trompetas y gritar fuerte: “¡Viva el rey Salomón! ”, para
que todo el pueblo supiera que había sido declarado rey por su padre.
Después de esto, Salomón fue al palacio real y se sentó en el trono, mien­ VII, XIV, 6

tras que el pueblo venía, gritando y regocijándose con danzas y cánticos.


Adonías y sus invitados estaban aún sentados en su banquete cuando oye­
ron el toque de las trompetas y el regocijo multitudinario, y un mensajero
llegó para hablarles de la unción de Salomón. Todos los invitados se levan­
taron precipitadamente y huyeron a sus casas, mientras que Adonías,
atemorizado y arrepentido, oró a Dios. Pero cuando le dijeron a Salomón
que Adonías estaba asido de los cuernos del altar en humildad, y que te­
mía por su vida, hizo traer a Adonías delante de él. Con gran moderación
le dijo que no temiera, sino que en el futuro se comportara bien.
David dividió a las familias de los príncipes, de los sacerdotes y de los Vil,
XIV, 7-9
levitas, asignándoles deberes específicos. También reguló el ejército y la te­
sorería, y luego convocó a todos los principales y jefes de Israel para
encomendarles a Salomón como designado por Dios para ser su sucesor.
Les habló también acerca del templo que había querido edificar y que se le
había impedido, y cómo Salomón había sido designado en lugar de él para
esta tarea.
Entonces David, a la vista de todos, le dio a Salomón los planos del edifi­ A 7:375
Vil, XIV,
cio. Pidió a los levitas que ayudaran a Salomón en la obra, debido a su juventud, 10-11
explicando que la tarea sería fácil gracias a los preparativos que él había he-
134 Antigüedades de los judíos

cho y a las grandes sumas de dinero reservadas para este propósito. Cuando
David hubo acabado de hablar, muchos de los sacerdotes y de los levitas se ade­
lantaron y prometieron ayudar a Salomón, y darle cantidades de oro y plata
de hierro y joyas. David ordenó que se ofrecieran solemnes sacrificios, y en­
VII, XV, 1 tonces se celebró una gran fiesta, en la cuál él mismo festejó con la multitud.
Poco después David enfermó, y en su lecho de muerte dio las últimas ins-
trucciones a Salomón, apremiándole a que obedeciera a Dios; luego añadió;
“Recuerda el crimen de Joab, que por envidia mató a dos valientes genera­
les. Venga sus muertes de la manera que te parezca mejor, porque Joab, al
ser más poderoso que yo, ha escapado hasta ahora al castigo. En cuanto a
Simei, que me maldijo, pero que recibió seguridades de que por ahora no
9 7 1 a.C . recibiría castigo, encuentra una razón plausible para castigarle.”
VII, XV. 2-3
Con estas instrucciones David murió a los setenta años, habiendo gober­
nado siete años en Hebrón sobre la tribu de Judá, y treinta y tres años en
Jerusalén sobre toda la nación. Salomón lo sepultó en Jerusalén con gran
esplendor y una gran cantidad de riqueza.

1. El s id o era una moneda de plata (pocas veces de oro) que pesaba aproximadamente
cuatro décim os de una onza. C alcular su valor actual es muy difícil. En térm inos de
poder adquisitivo en aquel entonces, con un s id o de plata se podía com prar tres seahs
de cebada [2 R. 7:16), En cuanto al com entario hecho por Joab, las m onedas acuñadas
probablem ente no se usaban aún, por lo que la frase bíblica “diez sid o s de plata y un
talabarte” (2 S. 18:1 1 ) parece más precisa.
2. Éxodo 30:12ss.
3. “C incuenta sid o s de plata” según 2 Samuel 2 4 :2 4 , pero en 1 Crónicas 2 1 :2 5 dice
“600 sid o s de o ro ”.
Saúl y David
La pareja de padre respetable y Josefo agrega las ampliaciones,
digno e hijo despreciable no necesita adiciones y detalles acostumbrados a
p a s a r por dos generaciones. A veces los relatos bíblicos. Así, cuando
ocurre en la misma persona en la David inspecciona la ciudad de
forma de un gobernante que empieza Jerusalén una noche, Betsabé se está
bien y termina terriblemente mal. bañando en agua fría (A VII, VII, 1) —
Saúl y Salomón son ejemplos conoci­ las Escrituras no dicen nada de la
dos, y David es la muestra de uno que temperatura del agua— y la descrip­
empieza bien, retrocede horrible­ ción de la batalla en la que matan a
mente, pero termina bien. Lo que es su esposo Urías es considerablemen­
alentador, tanto del registro bíblico te más detallada, como lo son los
como de los escritos de Josefo, es la discursos y las introspecciones de los
destacada honestidaden ambos al principales personajes.
mencionar las imperfecciones de los Hay exageración en su efusivo
famosos. Aunque esperamos tal resumen de la carrera de David, la
veracidad y precisión en la cual, ¡nteraHa, dice: "Nunca hizo él
historiografía moderna, esta clase de nada malo, excepto el incidente con
candores rara en la literatura antigua, la mujer de Urías. También dejó
en la cual el héroe nunca tropieza; o, riquezas como no lo hizo nunca
en el caso de que hubiese trapos ningún otro re y ..." (A VII, XV, 2). Pero
sucios en la realeza, nunca se esto es más bien la norma en los
exhiben. Solamente entre los hebreos elogios antiguos, y uno no esperaría
y los h¡titas encontramos un reportaje menos para referirse al versátil
tan franco. Josefo merece crédito por pastor, músico, poeta y guerrero que
continuar esta tradición de fidelidad conquistó Jerusalén y triplicó el
general en los hechos al no disfrazar tamaño del reino de Saúl.
el adulterio ni el asesinato cometidos Más grave es otro error
por David, quien, de no haber sido cronológico cometido por Josefo.
por esto, hubiese sido muy admira­ Este cuenta que en un posterior
ble; ni la violación aTamar, hecho asedio a la ciudad de Jerusalén,
que claramente hubiese preferido ocurrido en el 135 a .C ., el sumo
disfrazar por causa de sus lectores sacerdote macabeo Hircano usó
grecorromanos. parte de la riqueza enterrada de
Aú n así, Josefo debe haber con- David para sobornar al enemigo para
cluido que algunos temas bíblicos que se retirase. Puesto que Josefo
tenían que ser modificados para esa dice que esto sucedió 1.300 años
audiencia por razones de modestia. después de la muerte de David,
Por tanto, Saúl permitirá que David se colocaría esa muerte en el 1435 a .C .,
case con su hija Mical si le trae las adelantándola unos 500 años. Sin
cabezas de 600 filisteos (A VI, X, 2), embargo, la agudeza de Josefo
mientras que la versión bíblica dice mejoraría en gran manera a medida
"cien prepucios de filisteos" (1 S. que se acercara a su propia época.
18:25). ¿Aumentó Josefo el número
por remordimientos de conciencia
por haber cambiado el registro
bíblico?
136

10
Sa l o m ó n y su s s u c e s o r e s

A
A 8:1 l comienzo del reinado de Salomón, toda la multitud lo sa­
V III, I , 1 -3
ludó gozosamente y rogó que pudiera terminar su gobier­
no en una edad anciana y feliz. Pero su hermano Adonías
fue a ver a la madre del rey, Betsabé, pidiéndole que le pidiera a
Salomón que le dieran a Abisag en matrimonio, por cuanto su [la­
dre no había tenido relaciones con ella y había quedado virgen.
Así lo hizo Betsabé, pero Salomón rechazó la petición. Afirmó i|ue
Adonías buscaba la corona para sí mismo, con amigos tan pode­
rosos corno Joab y el sumo sacerdote Abiatar. Envió a buscar a
Banaías, el capitán de su guardia, y le ordenó que diera muerte a
Adonías. También depuso a Abiatar del sumo sacerdocio y lo trans­
firió a la familia de Sadoc.
VIH, [, 4 Cuando el general Joab oyó que Adonías había sido ejecutado huyó
al altar en busca de refugio, y no lo quiso dejar para comparecer rie­
lante de Salomón para ser juzgado. Salomón ordenó a Banaías que
le cortara allí mismo la cabeza, considerándose sin culpa por la muer­
te de Joab, y designó a Banaías como sucesor suyo en calidad de
general del ejército.
VIH, f. 5 En cuanto a Simei, Salomón le ordenó que se quedara en Jerusa-
lén, y que prometiera, bajo juramento, jamás dejar la ciudad. Así lo
hizo Simei, pero después de tres años dos de sus esclavos escaparon
a Gat y fue a buscarlos. Cuando volvió con ellos el rey se enteró, e
hizo que Banaías ejecutara a Simei.
VIH, II, 1 Habiendo castigado a sris enemigos, Salomón se casó con la hija
del rey de Egipto y reforzó las murallas de Jerusalén, gobernando su
estado en perfecta paz. Fue a Hebrón y sacrificó a Dios sobre el altar
de bronce construido por Moisés, ofreciendo 1.000 víctimas como
holocausto, Dios quedó complacido con su piedad y se !e apareció
al rey en sueños, ofreciendo darle lo que deseara. Salomón no le pi­
dió oro ni plata ni otras riquezas, como un joven pudiera haber hecho.
Salomón y sus sucesores 137

gn lugar de esto dijo: “Dame, oh Señor, una mente sana y buen en­
cendimiento, para poder juzgar al pueblo con verdad y justicia.”
Dios quedó complacido con esta respuesta. Prometió darle una sa­
biduría sin paralelo, así como aquellas cosas que Salomón no le había
pedido, como riquezas, gloria y victoria sobre sus enemigos. También
prom etió preservar el reino para los descendientes de Salomón si con­
tinuaba siendo recto e imitando las virtudes de su padre.
Un ejemplo de la sabiduría de Salomón aparece en el caso de dos a»;z6
rameras que acudieron ante él. Una de ellas le dijo: “Oh rey, esta otra V"L"■2
mujer y yo vivimos juntas en la misma habitación. Las dos tuvimos
un hijo cada una, y esta mujer ahogó accidentalmente a su hijo por
dormir encima de él. Pero mientras yo dormía, ella puso a su hijo
muerto en mis brazos, y tomó a mi hijo y lo puso a su lado. Y por la
mañana, cuando quise amamantar a mi pequeño, encontré en su lu­
gar este cuerpo muerto, y ella rehusó devolverme a mi hijo.”
Salomón se dirigió entonces a la otra mujer, preguntándole qué
tenía que decir. Ella negó haber hecho tal cosa, insistiendo que el hijo
vivo era suyo y que el muerto era el de su adversaria. Todos los pre­
sentes se sentían perplejos acerca de a qué mujer creer. Entonces el
rey mandó que trajeran a los dos niños, al vivo y al muerto, y mandó
llamar a uno de sus guardias. Le ordenó que sacara la espada y que
cortara a ambos niños por la mitad, para que cada una de las muje­
res pudiera tener la mitad del niño vivo y la mitad del muerto. Todos
los asistentes se rieron del rey por lo bajo, pensando que actuaba
como un chiquillo. Pero la verdadera madre del hijo vivo gritó que
no se hiciera tal cosa; prefería que se le diera el niño vivo a la otra
mujer como si fuera de ella, y ella se contentaría con verlo. La otra
mujer estaba dispuesta a que dividieran al niño.
Entonces el rey supo quién era la verdadera madre, y dio el hijo a
la que había gritado pidiendo que no fuera muerto. Y condenó a la
otra como malvada, que no sólo había matado a su propio hijo sino
que estaba además dispuesta a que muriera el de su compañera. La
gente consideró este juicio como una señal de gran sabiduría, y con­
sideraron al rey como poseedor de inteligencia divina.
Gozando de los beneficios de la paz, los hebreos se dedicaron a la vm u, ss
agricultura y se vieron recompensados con creces. Salomón, que
gobernaba desde el río Éufrates hasta Egipto, recogió mucho tribu­
to, y tuvo tantos carros de guerra que tenía 40.000 establos para sus
caballos y 12.000 jinetes. También compuso odas, cánticos, parábo­
las, encantamientos y exorcismos, e investigó las propiedades de la
naturaleza.
138 Antigüedades de los judíos

La edificación del templo


A 8:50 En el cuarto año de su reinado — 592 años después del éxodo de
V III, III, 1
Egipto— Salomón comenzó a edificar el templo, después de reunir
la madera, piedra e hierro necesarios. Hiram, rey de Tiro, que había
sido amigo de David, hizo también con Salomón un tratado de amis­
tad. Permitió a Salomón tener madera de cedro y de ciprés y a muchos
de sus más diestros operarios. A su vez Salomón enviaba a Hiram,
anualmente, 20.000 coros1 de grano, aceite y vino. Los hombres de
Hiram y los siervos de Salomón cortaban los cedros en el monte Lí­
bano y los partían en vigas. Otros cortaban grandes piedras de
canteras, y tanto la madera como la piedra eran llevados a Jerusalén.
VII, III, 2 Los cimientos del templo fueron hechos de grandes piedras sepul­
tadas profundamente en la tierra. El cuerpo del ed ificio era de
mármol blanco, de 60 codos de longitud y 20 de anchura, y tenía dos
pisos de altura. Delante había un pórtico, y rodeándolo había 30 cá­
maras pequeñas conectadas entre sí. La techumbre estaba hecha de
cedro, y las paredes estaban también adornadas a intervalos con plan­
chas de cedro recubiertas de oro.
V II, III, 3 El interior del templo estaba dividido en dos cámaras. La más in­
terior de ellas, el Sanctum, era para el arca. Cubriendo los portales
entre las dos cámaras colgaba un velo de azul, púrpura y escarlata,
hecho del lino más brillante y suave. En el Sanctum se levantaban
dos querubines de oro sólido, de cinco codos de altura, con las alas
extendidas. El ala de uno tocaba la pared del sur, y el ala del otro la
pared del norte, y las otras alas se tocaban una con la otra para cu­
brir el arca, que fue puesta entre ellos.
A 0:89 En la cámara exterior se encontraba el altar de oro [del incienso],
VIH , III, 7
y 10.000 candeleras,2 uno de los cuales siempre se mantenía encen­
dido. Había también muchas mesas en esta estancia, una de las cuales
era de ora. Sobre ésta se ponían los panes dedicados a Dios, mien­
tras que las otras eran más pequeñas, y sobre ellas había vasos de oro
y plata a miles.
VIII, III, 5 ,6 En el atrio delante del templo se levantaba el altar de bronce sobre
el que se ofrecían sacrificios. Había allí un gran cuenco tan grande que
era llamado “el mar de bronce”, que reposaba sobre los lomos de doce
becerros, mirando tres en cada dirección. Era para el agua para que los
sacerdotes se lavaran las manos y los pies antes de ofrecer sacrificios.
Había también diez fuentes para lavarse, puestas sobre ruedas, y se
empleaban para lavar los animales preparados para el sacrificio.
VIII, III, 7-9 A la entrada del templo se levantaban dos altas columnas de bron­
ce, con lirios de fundición como capiteles. Una de estas columnas se
llamaba Jaquín y la otra Boaz. Además de los cántaros, cuencos, incen-
139

Ruinas de los tradicionales "establos de Salomón", incluyendo pesebres de piedra


en Meguido, que protegía el tránsito desde la carretera costera hacia la llanura
de (ezreel en el interior de Galilea.

sarios y vestiduras sacerdotales hechas de materiales preciosos,


Salomón hizo hacer 200.000 trompetas y 40.000 instrumentos de cuer­
da. También rodeó el templo con varios atrios magníficos por todos
lados, con parapetos, patios y pórticos. Algunos de estos fueron he­
chos sobre barrancas que Salomón había hecho rellenar con inmensas
cantidades de materiales para ponerlos al nivel del monte del templo.
Finalmente, después de siete años, el templo quedó acabado.
Cuando estuvo terminado, Salomón ordenó que todos los hebreos A 8 :1 0 0
VIH, IV. 1
se reunieran en Jerusalén para ver el templo y unirse a llevar el arca
allí. Vinieron y celebraron con cánticos y danzas cuando los sacer­
dotes levantaron el arca y la llevaron al templo, poniéndola en el
Sanctum entre los dos querubines. (Dentro del arca no había nada
más que las dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos inscri­
tos.) Cuando los sacerdotes hubieron terminado de poner las otras
mesas, altares y vasijas, una nube descendió al templo. Todos tuvie­
ron la sensación de que Dios había descendido al edificio y que estaba
complacido.
140 Antigüedades de los judíos

vm. Entonces Salomón se puso en pie y oró: “Sabemos que tú, oh Se­
IV. 2 .3

ñor, tienes tu eterna morada en el cielo y en el aire y en la tierra y en


el mar que tú has creado, y que sin embargo no te pueden contener.
Pero yo he construido este templo para que desde él podamos enviar­
te nuestras oraciones a ti, y podamos estar siempre convencidos de
que estás presente ante todas las personas, incluso cuando moras
aquí.” Entonces Salomón se dirigió a la multitud, recordándoles lo
perfectamente que Dios había cumplido las profecías dadas a David
mediante este templo, por las que deberían alabarle y nunca perder
la esperanza en sus promesas.
vm. El rey ofreció también otros sacrificios, degollando 12.000 bece­
IV, 4-11
rros y 120.000 ovejas. Celebró la fiesta de los Tabernáculos al mismo
tiempo, que duró catorce días, y todo el pueblo festejó con el rey.
Después de esto se fueron gozosos a sus casas, agradecidos al rey, y
pidiéndole a Dios que le diera un largo reinado.
Dios se apareció a Salomón en sueños, y le dijo que había oído sus
oraciones y que moraría en el templo para siempre si el pueblo era
justo. Y si Salomón le obedecía tendría una larga vida, y sus descen­
dientes reinarían después de él. Pero si abandonaba al verdadero Dios
y adoraba a los ídolos, entonces lo desecharía. Y si el pueblo lo deja­
ba serían echados de la tierra que Él les había dado a sus padres, y
serían dispersados por tierras extrañas. Su templo sería quemado y
saqueado por el enemigo y su ciudad arrasada.

La reina de Sabá
A 8 :1 3 0 Después que el templo estuvo acabado y dedicado, Salomón co­
vm,
V, 1 -3 menzó a edificarse una casa para sí, y le tomó trece años acabarla.
Construida de mármol blanco, cedro, oro y plata, contenía varios
grandes salones rodeados de columnas. Uno era para juicios públi­
cos y otro para el rey y su inmenso trono de marfil. Otro salón era para
la reina, y otro para fiestas y banquetes, para lo cual todos los uten­
silios eran de oro. Luego había muchas otras estancias menores, todas
decoradas de manera suntuosa.
vm,
VI, 1-4
Salomón construyó torres en las murallas alrededor de Jerusalén
para fortificarla. También construyó o reconstruyó mi número de ciu­
dades fuertes: Hazor, Meguido y Gezer, y fundó otras, incluyendo
Tadmor [Palmira], que tenía manantiales y pozos en el desierto de la
Siria superior. También subyugó a todos los cananeos no conquista­
dos, y construyó una flota de naves en el golfo del mar Muerto en
Ezión-geber. Algunos de ellos navegaron hasta Ofir, cerca de la India.
A 8 :1 0 3
VIII.
La reina de Egipto y Etiopía era gran amante de la sabiduría. Ha­
VI. r,.i¡ biendo oído lanío de Salomón decidió ir a Jerusalén para hablar con
Salomón y sus sucesores

y poner a prueba su sabiduría. Llegó con gran esplendor, Llevan­


do camellos cargados de oro, de piedras preciosas y de especias.
Salomón la recibió bien dispuesto, y resolvió sin esfuerzo alguno
los problemas que ella le planteó. Ella quedó atónita ante sus sabias
respuestas. También quedó impresionada ante la magnificencia del
palacio real, de la comida servida en la mesa, de la vestimenta y des­
treza de los siervos, y de los sacrificios diarios ofrecidos por los
sacerdotes y levitas. Confesó que no había creído los informes acer­
ca del poder y de la gloria de Salomón, pero que ahora veía que se
quedaban muy cortos. Y le dio presentes a Salomón de las cosas que
había haído consigo, incluyendo veinte talentos de oro y una gran
cantidad de especias y piedras preciosas. En correspondencia, él le
dio a ella presentes de gran precio, algunos de los cuales ella pidió.
Luego la reina se volvió a su país.
Las naves de Ofir trajeron a Salomón 666 talentos de oro, así como VIII,
VII, 2 ,3
maderas exóticas y piedras preciosas. Los reyes vecinos le enviaban
valiosos dones, que él empleó para decorar el palacio y su caballe­
ría. También pavimentó las carreteras que conducían a Jerusalén con
piedra negra. Le gustaba de manera especial montar en su carro de
guerra, vestido de blanco, e ir en él a un lugar delicioso llamado Etán,3
donde había muchos parques y manantiales.

La decadencia de Salomón
Aunque Dios había bendecido a Salomón de muchas maneras y le A 0:11)0
VIII,
había hecho uno de los reyes más sabios y más ricos, no perseveró, sino V II, 5

que abandonó las costumbres de su padre. Enamoradizo y permitién­


dose excesos de pasión, no quedó satisfecho con mujeres hebreas. Se
casó con mujeres de Tiro, Sidón, amonitas e idumeas, aunque Moisés
había prohibido los casamientos con otras razas. También comenzó a
adorar a los dioses de sus mujeres para complacerlas. Se casó con 700
mujeres de sangre real o noble, y con 300 concubinas. Viejo y débil,
se apartó de Dios a sus ídolos. También pecó poniendo imágenes de
toros de bronce debajo de “el mar” en el templo, así como leones ta­
llados alrededor de su trono. Dios le advirtió en un sueño dos veces,
y luego envió un profeta, que le dijo que a causa de su maldad su rei­
no sería dividido y sus hijos reinarían sólo sobre dos tribus.
Un joven israelita llamado Jeroboam había sido el supervisor de VIII,
VU, 7,1i
las obras de fortificación de las murallas de Jerusalén para Salomón.
Un día, un profeta fue a saludarlo. Luego, tomándolo aparte en se­
creto, rompió su manto en doce trozos, y le dijo a Jeroboam que
tomara diez de ellos. “Porque ésta es la voluntad de Dios — le dijo el
profeta. Él dividirá el reino de Salomón; sólo dos tribus le quedarán
142 Antigüedades de los judíos

a su lujo por causa de la promesa a David, y él Le dará diez tribus a |[


por cuanto Salomón ha pecado contra Él.” Cuando Salomón supo que
jeroboam planeaba rebelarse trató de matarlo, pero el joven escapó
del país y buscó la protección de Sisac, rey de Egipto, quedándose
con él hasta la muerte de Salomón.
Poco después murió Salomón, a la edad de noventa y cuatro años,
habiendo gobernado durante ochenta años,4 y fue sepultado en Je­
rusalén. Sobrepasó a todos los otros monarcas en riqueza y sabiduría,
excepto por el hecho de que fue seducido por sus mujeres a cosas
ilícitas cuando bordeaba la ancianidad.

La insensatez de Roboam
A 11:212 Salomón fue sucedido por su hijo Roboam, pero los jefes del pue­
VIII, VIH, 1
blo enviaron a pedir a Jeroboam que volviera de Egipto. Debía
encontrarse con ellos en Siquem, donde proclamarían al siguiente
rey. Cuando Roboam llegó allí, Jeroboam y los jefes del pueblo le pre­
guntaron si tenía la intención de gobernar con más lenidad que su
padre, cuyo yugo había sido muy pesado. Roboam les dijo que les
daría respuesta en tres días.
VIII, VIH, 2 Luego fue a los viejos consejeros de su padre, que le dijeron que
hablara con gentileza al pueblo y que les asegurara que sería un rey
gentil y justo. Pero Roboam rechazó el consejo de ellos y consultó en
su lugar con sus amigos jóvenes. Ellos le dieron las palabras preci­
sas a usar en una respuesta arrogante. Cuando la multitud estuvo
reunida, Roboam les dijo: “El más pequeño de mis dedos es más grue­
so que los lomos de mi padre; y si habéis pensado que mi padre era
duro, esperad un trato aún más duro de mi. ¡Él os castigó con láti­
gos, pero yo emplearé escorpiones!”
VIII, VIH, 3 El pueblo enfureció, y gritaron que no aceptarían a Roboam como
rey. Incluso apedrearon hasta matarlo a un emisario que les había en­
viado para aplacarlos, por lo que montó en su carro y huyó a Jerusalén
para salvar su vida. Diez de las tribus escogieron a Jeroboam para que
reinara sobre ellos, pero las tribus de Judá y Benjamín permanecie­
ron fieles a Roboam. Roboam se dispuso a preparar un gran ejército
para atacar a Jeroboam y a su gente, pero Dios le envió un profeta para
prohibírselo y así abandonó este plan.

Jeroboam
A 0:225 Jeroboam se edificó un palacio en Siquem, y vivió allí. Para impe­
VIH,
VIII, 4,5 dir que sus súbditos fueran a adorar a Jerusalén, temiendo que se
sintieran tentados a volver a Jeroboam, hizo dos becerros de oro y edi­
ficó santuarios para ellos, uno en Bet-el y otro en Dan. Al acercarse
Salomón y sus sucesores 143

ja fiesta de los Tabernáculos llamó a la gente y les dijo que ya no les


sería necesario ir a Jerusalén, la ciudad enemiga, para adorar a Dios.
“Os be hecho dos becerros de oro — les dijo Jeroboam— uno en Bet­
el y otro en Dan. Podéis ir a la ciudad que mejor os vaya y adorar allí
a Dios. Y yo os designaré sacerdotes y levitas de entre vosotros, para
que no tengáis necesidad de los hijos de Aarón.”
Jeroboam asumió el puesto de sumo sacerdote y se preparó para ofre­
cer sacrificios en el santuario en Bet-el. Cuando ascendía por las gradas
¿el altar delante de todo el pueblo llegó delante de él el profeta Jadón
desde Jerusalén. Y Jadón se dirigió al altar con estas palabras: “Dios
me manda decirte que im sucesor de David llamado Josías sacrificará
sobre ti a los falsos sacerdotes que vivan en su tiempo. También que­
mará los huesos de los que estén muertos, porque son engañadores del
pueblo, impostores e incrédulos. Y para demostrar que así sucederá
daré una señal al pueblo: este altar será roto en pedazos, y toda la
grosura de los sacrificios se derramará en el suelo.”
Encolerizado, Jeroboam extendió la mano para ordenar que le
prendieran, pero la mano le quedó paralizada en el acto. Se quedó
allí colgando, entumecida y muerta, y no podía retirarla. El altar tem­
bló, y todo lo que estaba encima cayó al suelo. Entonces Jeroboam le
rogó al profeta (pie le pidiera a Dios (pie restaurara la vida a su mano
derecha. Así lo hizo el profeta y la mano le fue sanada. Jeroboam in­
vitó a Jadón a comer con él, pero él dijo: “Dios me ha prohibido gustar
pan o agua de esta ciudad. También me ha mandado que vuelva por
un camino diferente del que he tomado para venir.”
También vivía allí un anciano malvado que era un falso profeta . A 8:236
VIII, IX, 1
Cuando sus hijos le dijeron lo que había hecho el profeta de Judá tuvo
miedo de que el extraño ocupara su lugar como profeta de Jeroboam,
por lo que mandó a sus hijos que enalbardaran su asno y siguió a Jadón.
Lo encontró reposando bajo im gran árbol y se le quejó de que Jadón
no hubiera acudido a su casa y comido con él. Jadón le contestó que
Dios le había prohibido comer o beber en la ciudad de Bot-el. “Seguro
que Dios no te prohibió comer y beber conmigo — dijo el anciano—
porque yo soy un profeta como tú, y adoramos a Dios de la misma ma­
nera. Él me ha enviado a traerte a mi casa como invitado mío.”
Jadón creyó estas mentiras y volvió con él. Pero mientras comían
y conversaban, Dios se le apareció a Jadón y le dijo que sería castiga­
do por transgredir sus mandamientos. De vuelta a su casa, un león
lo mataría, y no sería sepultado en el sepulcro de sus padres.
Todo sucedió como había sido predicho. Algunos viajeros le dije­
ron al falso profeta que habían visto el cuerpo de Jadón tendido junto
al camino, y que junto a él estaba un león. El anciano envió a sus hi-
144 Antigüedades de los judíos

jos para que llevaran el cuerpo a Bet-el, donde lo sepultó de manera


m agnifícente. Y les dijo a sus hijos: “Cuando yo haya muerto
sepultadme en la misma tumba con el profeta verdadero.”
Luego fue a Jeroboam y le dijo: “¿Por qué te preocupas por las pa­
labras de este insensato?” Jeroboam le describió los milagros que
Jadón había hecho. Pero el anciano le dijo: “Tenías la mano cansada
por cargar los sacrificios, y un poco de reposo la restauró. Y debido
a que el altar era nuevo, no pudo aguantar el peso de tantos sacrifi­
cios, y se desmoronó.” También le dijo que el profeta había muerto,
lo que demostraba que sus profecías eran falsas. El rey se persuadió
y prosiguió ofendiendo a la Deidad con su maldad.

Roboam
A 8 ¡246 Roboam, rey de las dos tribus, edificó grandes ciudades en Judá y
vm, x,
13 Benjam ín, y puso en ellas guarniciones. Los sacerdotes, levitas y
personas justas de las otras tribus venían a Jerusalén a adorar a Dios,
rechazando la veneración de los becerros de oro de Jeroboam.
Roboam tuvo 18 mujeres legítimas y 30 concubinas, y tuvo 28 hi­
jos y 60 hijas. Pero al aumentar su prosperidad tam bién mostró
irreverencia contra Dios y se hizo culpable de blasfemia. Muchos del
pueblo siguieron su ejemplo, hasta que Dios les mostró su ira. Los
castigó enviándoles a Sisac, rey de Egipto, para que marchara con­
tra ellos con un ejército inmenso y conquistara sus ciudades. Cuando
avanzó contra Jerusalén, el profeta Semaías anunció que Dios los
abandonaría, por cuanto ellos habían abandonado su adoración de
El. El rey Sisac tomó la ciudad sin lucha. Saqueó el templo y se lle­
vó enormes cantidades de oro y plata para su tesorería y palacio,
9 1 3 a.c. Después que Sisac se volvió a Egipto, Roboam reinó atemorizado,
vm.
4 y murió a los cincuenta y siete años, después de reinar diecisiete. Fue
sepultado en Jerusalén en los sepulcros de los reyes, y lo sucedió su
hijo Abías.

El castigo de Jeroboam
a o :2G6 Mientras tanto, Jeroboam había también atraído sobre sí el casti­
vm,;
go de Dios. Cuando su hijo enfermó, Jeroboam le dijo que se disfrazara
como una mujer del pueblo y que fuera al profeta Alnas en Siló. Este
era el profeta que había predicho que Jeroboam sería rey. “Háblale
como una desconocida —le dijo el rey— y pregúntale si nuestro hijo
se recuperará.”
Cuando la mujer de Jeroboam estaba cerca de la casa del profeta, Dios
se le apareció a Ahías, informándole de quién era ella y qué respuesta
debía darle. Entonces el profeta la llamó mientras aún estaba ella fue-
IOS REINOS DE S ld ó n

Damasco*
|Sp, el y de J udá Sarepta
é«
M Hormón
FENICIA

SIRIA
Hasoi#

• A tla re t

BASAN

IS R A E L

UA M E D IT E R R Á N E O

Sa la a d / „
' í (j i • R»b*-*<n<Sn i
B et-horón
Ecrón - # Gozar AMÓN
Gibolói
Aadod
*• M tn N n
MIO. abha .- U ■ ***_

“ • Mftdoba
Ti.,/ -I t

y a P fJr*
' Dibón

MAR
MUERTO
146 ----------------------------------------------------------------------------------------------------- 1 I

Los "d io ses de m etal fundid o"


incluían esta estatuilla de oro de
B aa l (In s titu to O r ie n ta l,
Universidad de Chicago).

ra: “¡Entra, mujer de Jeroboam! ¿Por qué le disfrazas? Dios sabe que
tú has venido aquí, y me ha dicho lo que debo decirte. Vuélvete a tu
marido y repítele estas palabras de parte de Dios: ‘Te hice grande cuan­
do eras un hombre pequeño, y te conferí el reino de David. Pero por
cuanto has olvidado esto y me has abandonado para adorar dioses de
metal fundido, te volveré a disminuir. Toda tu familia será destruida,
y serán comida para los perros y las aves. Tu pueblo compartirá en el
cas Ligo siendo deportado de su buena tierra al país más allá del
Eufrates.’ Y tú, mujer, apresúrate a volver a tu marido; cuando llegues
a la ciudad tu hijo estará muerto.” Volviendo a su marido anegada en
llanto encontró a su hijo muerto, y se lo dijo todo al rey.

Sus sucesores
A 0:274 Cuando Abías sucedió a su padre Roboam, Jeroboam lo atacó con
VIII,
XI, 2-4 un gran ejército. Aunque las fuerzas de Abías eran mucho menores,
logró una maravillosa victoria por medio de Dios matando a 500.000
enemigos. Luego atacó sus ciudades más fuertes, incluyendo Bet-el,
y las saqueó.
Abías había reinado sólo tres años cuando murió, dejando cator­
ce mujeres. Fue sucedido por su hijo Asa, bajo el cual hubo una
Salomón y sus sucesores 147

década de paz. Jeroboam murió también después de haber reinado


veintidós años. Fue sucedido por su hijo Nadab, en el segundo año 909 a.C.

¿el reinado de Asa.


Nadab emprendió el mismo camino que su malvado padre. Después
¿e haber reinado dos años, uno de sus amigos llamado Baasa conspi­
ró contra él. Mató a Nadab y se proclamó rey. Baasa dio muerte a toda
la familia de Jeroboam, y se hicieron realidad las palabras del profeta
Ahías, porque sus cuerpos fueron devorados por perros y aves.

Asa, rey de Judá


Asa, el rey de Jerusalén, fue admirable y justo en todas sus accio­
nes. Buscó a la Deidad para que le guiara, y purificó su reino de A 8:290
prácticas malvadas. En el año décimo del reinado de Asa, Zera, rey vm, xu, i
de Etiopía, marchó contra él con un ejército de 900.000 infantes y
1 0 0 . 0 0 0 jinetes. Asa se encontró con él en Maresa, una ciudad de
Judá. Cuando vio la multitud del enemigo clamó a Dios pidiéndole
la victoria, por cuanto sólo Él podía hacer que los pocos triunfaran
sobre los muchos. Dios le dijo que sería vencedor. Asa se enfrentó
entonces gozoso al enemigo, lo derrotó, y saqueó su campamento.
Cuando Asa y su ejército iban de regreso a Jerusalén se encontra­ vm, xu, 2
ron por el camino al profeta Azarías. Él les dijo: “Habéis logrado esta
victoria de parte de Dios porque habéis seguido su voluntad. Y si
seguís haciéndolo, Él siempre os dará la victoria sobre vuestros ene­
migos. Pero si lo abandonáis, llegará el momento en que no quedará
un verdadero profeta entre vuestro pueblo. Vuestras ciudades serán
entonces derruidas y vuestra nación dispersada por toda la tierra
como extranjeros y vagabundos.”

De Baasa a Acab
Volveré a Israel y al rey de ellos, Baasa, que había dado muerte al A 8:298
vm,
hijo de Jeroboam y se había hecho con el poder. Reinó veinticuatro XII, 3,4
años en Tirsa, pero se volvió incluso más malvado y blasfemo que
Jeroboam. Por ello, Dios le envió al profeta Jehü para que le advir­
tiera de la destrucción que seguiría a tal conducta, pero descuidó
totalmente las amonestaciones del profeta. Atacó y conquistó Ramá,
a solo cuarenta estadios de Jerusalén, con la intención de emplearla
como base desde la que asolar el reino de Asa. Pero Asa hizo alianza
con el rey de Damasco, que invadió las ciudades septentrionales de
Baasa, incluyendo Dan, y le hizo retirarse de Ramá.
Puco después murió Baasa, y su hijo Ela le sucedió. Después de VIII,
XII, 5,G
reinar sólo dos años, Ela fue muerto a traición por Zimri, su capitán
de caballería, mientras estaba a solas comiendo. Zimri se proclamó
148 Antigüedades de los judíos

rey y destruyó a toda la familia de Baasa, cumpliendo la profecía de


Jehú. En aquel tiempo, el ejército estaba asediando Gibelón, una ciu.
dad filistea. Proclam ando rey a su general Omri, los soldados
levantaron el sitio y atacaron Tirsa. Zimri huyó al palacio interior,
lo incendió, y murió quemado después de haber reinado sólo siete
días.
Omri [Amarín en la edición de CLIE] reinó durante doce años, seis
en Tirsa, y el resto en Samaria, una ciudad que construyó sobre un
monte comprado a un hombre llamado Semer. Peor aún que sus pre­
decesores, Omri murió en Samaria y fue sucedido por su hijo Acab.
Así, la Deidad lleva un estrecho control de los asuntos humanos: los
reyes de Israel reinaron sólo breves períodos de tiempo y sus fami­
lias fueron destruidas debido a su iniquidad. Pero Asa, rey de
Jerusalén y de las dos tribus, murió felizmente después de un reina­
do de cuarenta y un años, y fue sucedido por su hijo Josafat.
[En las p ág in as 101 y 159 a p a r e c e una lista com p leta d e lo s reyes
d e Ju d á e Israel, junto con sus fe c h a s . Los tres siguientes capítulos,
co m o su con trapartida b íb lica, dan m u ch o d eta lle din ástico, y p u e­
d e q u e h asta el lector m á s o ca sio n a l quiera consultarlos.]

1. El coro era equivalente a unos 370 litros.


2. Según 1 Reyes 7 :4 9 eran solam ente diez.
3. La m oderna Aín Atán, a unas cinco m illas (unos ocho kilóm etros) al suroeste de
Belén.
4. Prim ero de Reyes 1 1 :4 2 da la cifra correcta: “ cuarenta añ os”, siendo c. 9 3 1 a.C. la
fecha aceptada para la m uerte de Salomón.
murallas jebuseas de Jerusalén y el 149
Salomón y la túnel por el cual los comandos de
David entraron para asaltar la ciudad,
monarquía dividida al igual que las bases salomónicas de
El reino unido de Israel duró sólo un la plataforma del templo. Las
siglo — c. 1031 al 931 a.C .— , que excavaciones de Meguido, Hazor,
comprendió los reinados de Saúl, Gezer, Laquis, Bet-semes y otros
David y Salomón. En el reinado de lugares revelan la construcción
Saúl, el reino era todavía pequeño y salomónica en las almenas, puertas,
estaba bajo presión filistea, y se le establos y túneles de agua.
había negado todo acceso al Medite­ Importantes descubrimientos
rráneo. Pero David conquistó vastos arqueológicos en Israel, Jordania, Siria
territorios adicionales, desde el golfo y otras áreas bíblicas parecen ocurrir
de Eilat al sur hasta más allá de casi mensualmente. Por ejemplo, en el
Damasco al norte, y desde la costa verano de 1993, la última oración del
del Mediterráneo hasta los desiertos primer párrafo en la sección de la
que quedan mucho más allá del página 147 titulada "D e Baasa a
Jordán. Salomón penetró incluso Acab" fue confirmada
mucho más al norte, principalmente arqueológicamente. La alianza de Asa
por medio del control económico con el rey sirio Ben-adad contra Baasa
sobre estados vasallos, e Israel de Israel se reporta en fragmentos de
empezaba a convertirse en un actor una estela descubierta por el
principal en la política del antiguo arqueólogo Avram Biran, quien se
Cercano Oriente. encontraba excavando en Dan al norte
Los logros domésticos de Salomón de Israel, una confirmación precisa de
reflejaron sus éxitos internacionales, la fuente de Josefo en 2 Crónicas 1 6.
principalmente su construcción del La tragedia del rey de Judá pelean­
gran templo en Jerusalén, para el cual do con el rey de Israel subraya el
su padre David había reunido los desastre que ocurrió cuando el hijo
materiales de construcción. Josefo de Salomón, Roboam, siguió tan
dedica unas seis páginas a describir imprudentemente un horrible
este extraordinario edificio (A VIII, III, consejo. El reino unido que su padre
1-9), aunque algunas frases reflejan y abuelo habían establecido con
el posterior templo de Herodes el tanto esfuerzo se dividió en dos; las
Grande, con el cual él estaba fam ilia­ diez tribus del norte se denominaron
rizado. Su afirmación de que el a sí mismas "Israel", y las dos tribus
palacio de Salomón estaba "techado del sur "Judá". Un reino unido pudo
al estilo corintio" (A VIII, V, 2) es otro haber sido capaz de resistir muchos,
anacronismo. De igual manera, sus si no la mayoría, de enemigos futuros
referencias a la "maquinaria y las si las lealtades tribales separatistas
minas" usadas en las batallas israeli­ entre los israelitas hubiesen podido
tas siguen el modelo de los ser contenidas por una serie de
historiadores grecorromanos, monarcas fuertes. Pero Israel y Judá,
especialmenteTucídides, más bien que ya estaban reduciendo a la mitad
que el registro bíblico. sus recursos en la división, se debili­
Los descubrimientos arqueológi­ taron aún más al pelear entre ellos.
cos tienen ahora una correlación De esa forma se convirtieron en
cada vez mayor con la gente, los blancos fáciles para los poderes
lugares y los acontecimientos nacientes de Asiria, que conquistaría
ilustrados tanto en Josefo como en la a Israel en el 722 a .C ., y Babilonia,
Biblia. Se han descubierto las que esclavizaría a Judá en el 587 a.C.
11
El pro feta E l ia s

cab, rey de Israel, reinó veintidós años en Samaria y so­

A
A 8:316
v in , x i i i , i
brepasó a los anteriores reyes con su extraordinaria mal­
dad e iniquidad. Adoró a los becerros que Jeroboam había
hecho así como a los dioses nativos de su mujer Jezabel, hija del
rey de Tiro. Esta osada mujer edificó un gran templo a Baal, el dios
de Tiro, y designó sacerdotes y falsos profetas de esta deidad.
VIII. XIII, 2 Había un profeta de Dios de Tisbe [Elias] que vino a Acab y le dijo
que Dios no enviaría más lluvia ni rocío sobre la tierra hasta que él
volviera. Con esto se fue y vivió junto a un arroyo, donde los cuer­
vos le traían alimento cada día. Pero cuando el arroyo se secó, fue a
la ciudad de Sarepta, entre Sidón y Tiro. Dios le había dicho que allí
encontraría a una viuda que le proveería de alimento.
Cerca de la ciudad se encontró con una mujer trabajadora que esta­
ba recogiendo leña. Dios la identificó como la viuda, y Elias la saludó
y le pidió un poco de agua para beber. Cuando ella iba a buscarla la
llamó otra vez, y le pidió que le trajera también mía hogaza de pan. Pero
la mujer le dijo que sólo tenía un puñado de harina y un poco de acei­
te. Estaba ahora recogiendo algo de leña para hacer un fuego y cocer
pan para ella y para su hijo, después de lo cual se morirían de ham­
bre. Elias contestó: “Anímate y cobra esperanzas, pero prepárame
primero algo de comida. Porque te prometo que tu cuenco nunca se
vaciará de harina, ni tu jarra de aceite, hasta que Dios mande lluvia.”
La mujer hizo según le había ordenado, y ni ella, ni su hijo, ni el
profeta carecieron de comer hasta que cesó la sequía. Este árido pe­
ríodo es citado por Menandro en su obra sobre el rey de Tiro.
v in , x iii, 3 Un día el hijo de la viuda enfermó y murió. Llorando y golpeán­
dose el pecho acusó a Elias de haber venido para castigarla por sus
pecados causando la muerte de su hijo. Pero él llevó el cuerpo a su
propia estancia, lo puso sobre la cama y clamó a Dios, pidiéndole que
le restaurara la vida. Dios se compadeció de la madre, y, más allá de
Estatua de Elias dando muerte a los profetas de Baal, en la cumbre del monte
Carm elo, donde Elias esperó que se formaran nubes de lluvia.

ÍGNÍS ET VEPBUW
1 P S I U S 0GAS1 FACULA.
ARDEBAT (.SCCU X L V U 1 Ó
152 Antigüedades de los judíos

toda esperanza, devolvió la vida al muchacho. La madre le dio las


gracias al profeta, diciéndole que ahora estaba segura de que la Dei­
dad hablaba con él.

La prueba en el monte Carmelo


A 0:328 Ahora el hambre se volvió tan severa que no sólo los hombres sino
VIII, XIII, 4
también los caballos y otros animales encontraban poca cosa que
comer. El rey Acab le ordenó a su mayordomo Abdías que fuera a los
manantiales y arroyos y que cortara cualesquiera hierbas que crecie­
ran en sus márgenes y las trajera para alimentar a sus bestias. También
le dijo a Abdías que se uniera a él en la búsqueda de Elias.
Abdías tomó un camino y el rey otro. Cuando Abdías estuvo solo,
Elias se encontró con él y le dijo que fuera a donde estaba el rey y le
informara de que él venía. Pero Abdías le dijo: “¿Qué te he hecho yo
a ti, que ahora quieres mi muerte? ¿No sabes que Acab ha buscado
por todas partes, tratando de matarte?” Siguió diciéndole lo que ha­
bía hecho por los colegas de Elias cuando Jezabel había ordenado la
muerte de todos los profetas: él había salvado a 100 de ellos ocultán­
dolos en cuevas, donde los había alimentado con pan y agua.
Elias le dijo que fuera al rey sin temer. Abdías lo hizo, y cuando
Acab se encontró con Elias le preguntó: “¿Eres tú el hombre que ha
traído hambre y angustia a los hebreos?”
VIII, XIII, 5 “No — le contestó Elias— sino que eres tú y tu familia, por haber
introducido dioses ajenos abandonando al verdadero.” Le dijo a Acab
que reuniera a todo el pueblo en el monte Carmelo y que trajera a los
profetas de Baal, que eran 400.
Cuando los tuvo a todos reunidos, Elias les preguntó: “¿Hasta cuan­
do vacilaréis entre dos opiniones? Si el Señor es el único Dios,
seguidle. Pero si queréis servir a los dioses ajenos, ¡entonces
seguidlos a ellos! ” Como el pueblo dio la callada por respuesta, Elias
propuso que se hiciera una prueba entre los dioses ajenos y el suyo.
El, el único profeta de Dios, tomaría un buey y lo mataría como sa­
crificio. Lo pondría sobre leños, sin encender fuego alguno, y los 40Ü
profetas de los dioses ajenos harían lo mismo. El oraría a Dios, y el los
a sus dioses, para que encendieran la leña. Entonces verían quién era
el verdadero Dios.
Habiéndose aceptado su propuesta, Elias hizo que los profetas se­
leccionaran primero un buey y lo sacrificaran. Pero cuando no venía
fuego en respuesta a sus oraciones, Elias se burló de ellos. Les dijo que
llamaran más fuerte, porque quizá sus dioses estaban durmiendo, o
de viaje. Oraron ellos toda la mañana, sajándose con lancetas y cuchi­
llos, según era su costumbre, pero seguía sin haber respuesta.
El profeta Elias 153

Entonces Elias les dijo a los profetas que se fueran, pero pidió ab:mo
al pueblo que se acercara para que vieran que no encendía la ma­
dera a escondidas. Tomó doce piedras y edificó un altar, y luego
cavó una profunda zanja a su alrededor. Después de poner la leña
y el buey sobre el altar ordenó al pueblo que llenaran cuatro ba­
rriles de agua. Hizo que la echaran sobre el altar, de modo que el
agiia empapara y llenara la zanja. Entonces Elias oró a Dios pidién­
dole que mostrara su poder a un pueblo que había permanecido
en error durante tanto tiempo. De repente descendió fuego del cie­
lo y consumió el altar. Incluso el agua se evaporó y el lugar quedó
totalmente seco.
Cuando los israelitas vieron esto se postraron y adoraron al Dios vm. xm. e
único, reconociéndole como al único verdadero Dios, mientras que
los otros eran meramente nombres inventados. Entonces, por orden
de Elias, tomaron a sus profetas y los mataron.
Elias le dijo al rey que podía irse a casa para comer porque venía
la lluvia. Él mismo subió a la cumbre del monte Carmelo y se sentó
en tierra, inclinando su cabeza sobre sus rodillas. El cielo estaba to­
davía totalmente despejado, y Elias le dijo a un siervo suyo que fuera
a mirar al mar y que le hiciera saber si veía una nube subiendo. El
hombre fue seis veces pero sin ver nada. A la séptima vez dijo que
veía un pequeño objeto negro en el cielo, no más grande que la pisa­
da de un hombre. Cuando Elias oyó esto envió recado a Acab,
diciéndole que se apresurara a irse a la ciudad antes que cayera la
lluvia, y así Acab se fue a Jezreel. Pronto el cielo estuvo cubierto de
nubes, y se levantó un fuerte viento, y cayó una lluvia torrencial.
Elias, lleno del espíritu de Dios, corrió junto al carro del rey todo el
camino hasta Jezreel.

Elias en el monte Sinaí

Cuando Jezabel, la mujer de Acab, oyó acerca de los milagros que a


Elias había hecho y cómo había dado muerte a sus profetas, se enco- mxul 7
lerizó. Le envió mensajeros, amenazándolo de muerte. Atemorizado,
Elias huyó a la ciudad de Beerseba. Dejando allí a su siervo se adentró
en el desierto. Después de orar a Dios que le quitara la vida se echó a
dormir bajo un árbol. Al despertarse, encontró comida y agua a su
lado. Refrescado, prosiguió hasta el monte Sinaí, donde encontró una
cueva, y vivió en ella algún tiempo. Un día una voz le preguntó: “¿Por
qué has dejado la ciudad y venido aquí?"
“La mujer del rey quiere castigarme —respondió Elias— porque
di muerte a los profetas de los falsos dioses y persuadí al pueblo de
154 Antigüedades de los judíos

que Aquel a quienes ellos habían adorado desde el principio era el


único Dios verdadero.”
La voz le dijo que saliera al aire libre al día siguiente y sabría 10
que debía hacer. Cuando Elias salió vio una luz resplandeciente y oyó
retemblar la tierra. Pero cuando todo estuvo acallado, una voz divi­
na le ordenó que no tem iera, sino que volviera al hogar. Debía
designar a Jehú rey de Israel, y a Hazael rey de Damasco, dos reyes
que castigarían a la gente injusta. También debía designar en su lu­
gar, como profeta, a Elíseo, de Abel-mehola.
Elias se fue del Sinaí, y de camino al hogar se encontró con Elíseo,
que estaba arando los campos. Elias echó su manto sobre Elíseo, que
en el acto dejó de arar y comenzó a profetizar. Después de recibir
permiso para despedirse de sus padres, Elíseo siguió a Elias, y vino
a ser su discípulo y siervo para el resto de su vida.

La viña de Nabot
A 0:355 Había en Jezreel un tal Nabot que poseía un campo vecino a los del
VIH, XIII, 8
rey. Acab le pidió que le vendiera su campo al precio que fuera para
poderlo añadir a su propiedad. Pero Nabot rehusó todas las ofertas,
diciendo que la tierra le había sido dejada por sus padres.
Acab quedó tan contrariado que rehusó bañarse y comer. Cuan­
do Jezabel le preguntó qué le pasaba, él le dijo que se sentía
insultado por Nabot. Ella le dijo que dejara su enfado, porque ella
se cuidaría del castigo de Nabot. Jezabel mandó recado a los magis­
trados de Jezreel, ordenándoles que convocaran asamblea. Allí tres
hombres sin escrúpulos acusarían a Nabot de haber blasfemado
c o n tra D ios y c o n tra el rey, tras lo c u a l d e b e ría n m atarlo
apedreándolo. Ellos obedecieron a la reina, y ella luego le dio la viña
de Nabot al rey. Acab saltó de su cama lleno de alegría y se fue a ver
la viña. Pero Dios se llenó de ira y envió a Elias a encontrarlo allí.
“¿Qué has hecho?”, le preguntó el profeta. Acusándolo de asesinato
y de robo, Elias le dijo que en el mismo lugar donde el cuerpo de
Nabot había sido devorado por perros sería derramada la sangre de
Acab y de su mujer, y que toda su familia sería destruida. Acab se
arrepintió vestido de saco, y Dios dijo al profeta que aplazaría el
castigo mientras Acab viviera.

Ben-adad, rey de Siria, guerrea contra Acab


A 0:363 Ben-adad, rey de Damasco y de Siria, marchó contra Acab, aliado
VIII, XVI, 1
con treinta y dos reyes. Acab se retiró a la ciudad de Samaria, que los
sirios rodearon y sitiaron. Ben-adad envió luego mensajeros a Acab
diciéndole que las riquezas de Acab, y sus hijos y mujeres, le perte-
El profeta Elias 155

necían ahora a él. Si Acab le permitía tomarlo que quería levantaría


el sitio y se retiraría, a lo que Acab accedió.
Ben-adad informó a Acab que tenía que recibir a los siervos de Ben-
adad, que entrarían a investigar por todo su palacio y por las casas de sus
amigos, para tomar lo que quisieran. Entonces Acab reunió al pueblo y
les cüjo lo que Ben-adad había dicho, pero ellos insistieron en que Acab
no cediera a estas demandas, sino que se preparara para la guerra.
Cuando los mensajeros volvieron con esta respuesta, Ben-adad le VIII, XIV, 2

dijo a Acab que pondría sitio a la ciudad. Dijo que su ejército era tan
grande que si cada hombre tomaba un puñado de tierra podrían le­
vantar terraplenes más altos que las murallas de Samaria. Acab le
contestó que no se jactara hasta que hubiera ganado la victoria. Ben-
adad estaba celebrando banquete con los treinta y dos reyes cuando
le llegó esta respuesta, e inmediatamente ordenó que sus hombres
levantaran terraplenes alrededor de la ciudad.
Ante esto Acab se aterrorizó, pero un cierto profeta le dijo al rey vm, xiv, 3
que no temiera porque sería victorioso. Mientras Ben-adad y sus
hombres se estaban emborrachando en sus tiendas, Acab y los israe­
litas los atacaron victoriosos y los pusieron en fuga. El mismo
Ben-adad escapó apuradamente, a uña de caballo.
El profeta advirtió a Acab que Ben-adad volvería al año siguiente, a 8:379
vm, xiv, 4
por lo que se mantuvo alerta. Al llegar la primavera, los sirios de nue­
vo invadieron con un gran ejército, y aunque el de Acab era muy
pequeño Dios le dio otra vez la victoria. Más de 100.000 fueron muer­
tos en esta batalla, y el resto del enemigo huyó a Afee. Pero al llegar
a la ciudad sus murallas se derrumbaron encima de ellos, matando
a 27.000 más.
Ben-adad, con algunos de sus fieles siervos, se ocultó en una bo­
dega. Ellos le aseguraron entonces que los reyes de Israel eran
misericordiosos, y que si le suplicaban a Acab él les perdonaría la
vida. Ben-adad aceptó su plan. Vestidos de saco y con sogas al cue­
llo—la costumbre siria para los suplicantes— fueron bien recibidos
por Acab, que les dijo que hicieran venir a Ben-adad. Cuando él se
presentó, Acab lo tomó en su carro y lo abrazó. Después de hacer un
tratado de amistad, Acab lo envió de vuelta a su reino con dones, a
cambio de la promesa de devolverle algunas ciudades israelitas.
Pero un profeta llamado Micaías fue a uno de los israelitas y le dijo: VIII, xiv, 5
“Hiéreme en la cabeza, porque ésta es la voluntad de Dios.” Cuando
él rehusó, Micaías lo dijo que por haber desobedecido a Dios se encon­
traría con un león que le daría muerte. Y así sucedió. Entonces Micaías
fue a otro israelita y repitió su orden, pero éste le golpeó y le quebró el
cráneo. Micaías se vendó la cabeza y fue a ver a Acab. Le dijo que era
156 Antigüedades de los judíos

un soldado al que se le había escapado un prisionero que debía cus-


lodiar, y qne tenía miedo que ahora su oficial le matara. Cuando Acab
le contestó que merecía la pena de muerte, Mi caías se quitó el venda­
je, y Acab le reconoció. Micaías le dijo entonces: “Y así Dios te castigará
por haber dejado escapar a Ben-adad, que ha blasfemado contra Él. Tú
morirás en sus manos, y tu pueblo a manos de su ejército.” Enfureci­
do contra el profeta, Acab ordenó que lo encerraran y lo vigilaran.

La muerte de Acab
A 11:309 Debido a que Ben-adad no había cedido Ramot de Galaad, una de
vm,
X V 1-3 las ciudades arrebatadas a los israelitas, Acab planeó atacarle. Josafat
era entonces rey de Jerusalén, y su hijo se había casado con la hija
de Acab. Mientras Josafat y su ejército estaban siendo suntuosamente
agasajados en Samaria con mucho grano, vino y comida, Acab lo in­
vitó a que se uniera en una campaña contra los sirios. Josafat era un
hombre justo que temía a Dios, por lo que pidió a Acab que pregun­
tara a los profetas si deberían luchar, siendo que habían habido tres
años de paz entre Acab y los sirios. Acab reunió a sus [falsos] profe­
tas, y les preguntó si sería v icto rio so contra Ben-adad. Ellos
contestaron que derrotaría al rey de Siria, como antes.
vm. xv. 4 Pero Josafat preguntó: “¿No hay aquí ningiín otro profeta de Dios
que nos pueda decir de un modo más preciso lo (pie va a suceder?”
Acab admitió: “Hay uno llamado Micaías, pero lo odio, porque me
profetizó que sería derrotado y muerto por el rey de Siria. Y por ello
lo eché en la cárcel.”
“Tráelo”, le dijo Josafat.
Cuando compareció y Acab le pidió que dijera la verdad, Micaías
le contestó: “Dios me ha mostrado a los israelitas huyendo de los sirios,
como un rebaño queda dispersado sin pastor. Esto significa que los
israelitas volverán a sus casas, y que sólo el rey caerá en la batalla.”
Pero Sedequías, uno de los falsos profetas, apremió a Acab a que
no diera crédito a Micaías. “Porque Elias — dijo él— es mayor profe­
ta que Micaías. Y Elias predijo que la sangre del rey sería lamida por
los perros cerca de Jezreel, mientras que Micaías dice que serás muer­
to [en Ramot]. Y si quieres otra señal de que no es un verdadero
profeta le golpearé. Que entonces él seque mis manos como lo liizo
una vez el profeta Jadón con la de Jeroboam.”
vm, xv, ¡ Cuando Sedequías golpeó a Micaías sin recibir daño, Acab se sintió
alentado. Condujo a su ejército contra los sirios, junto con Josafat. El rey
de Siria emprendió la marcha para resistirles, y acampó cerca de Ramot.
Para impedir (pie se cumpliera la profecía de Micaías, Acab se vis­
A 11:41.2
Vil i, XV, r, tió como un soldado normal, dándolo sus ropajes a Josafat para que el
157

enemigo los confundiera. Antes de la batalla, Ben-adad había ordenado


a sus tropas que mataran sólo a Acab, por lo que cuando vieron a Josafat
a[ frente de las tropas todos se lanzaron contra él. Pero al acercarse a
¿1 y ver que no era Acab se retiraron. Luego, uno de los escuderos de
^cab, lanzando flechas contra el enemigo le dio a Acab en un pulmón,
entrando la flecha por las junturas de la armadura. Acab ordenó al
conductor de su carro que saliera del campo de batalla, porque no que-
ría que sus hombres lo vieran muriendo y que perdieran con ello el
valor. Aunque subiendo grandes dolores, se mantuvo erguido en su
carro hasta ponerse el sol, cuando murió desangrado.
Cuando un heraldo anunció la muerte de Acab, los israelitas vol­ VIII, XV, 6

vieron a su país para sepu ltarlo en Sam aria. Al detenerse su


conductor en la fuente de Jezreel para lavar la sangre de su carro, los
perros vinieron y lamieron la sangre de Acab, como Elias había pro­
fetizado. Pero murió en Ramot, como lo había profetizado Micaías. 852 a.C.

Su hijo Ocozías lo sucedió.

Josafat, rey de Judá


Cuando Josafat volvió de la batalla contra Ben-adad a Jerusalén fue A 9:1
IX. /, 1
a encontrarse con él el profeta Jehú, que lo reprendió por haberse alia­
do con un rey tan impío como Acab. Jehú le dijo que Dios se había
desagradado, pero que, sin embargo, lo libraría de sus enemigos a
causa de su piedad. El rey dio gracias y sacrificó a Dios.
Josafat viajó entonces por su reino para enseñar al pueblo las leyes
de Dios transmitidas por medio de Moisés. También designó jueces en
cada ciudad, y les enseñó que temieran a Dios. Debían cuidarse de que
se hiciera justicia en casos de apelación, especialmente en Jerusalén.
Los moabitas y los amonitas marcharon ahora contra Josafat, acam­ IX, I. 2

pando en En-gadi, en el lago Asfaltitis [el mar Muerto]. Josafat oró a


Dios en el templo en Jerusalén y toda la multitud se unió a él. Luego
se levantó un profeta y les dijo que Dios había oído sus oraciones. El
rey debía conducir su ejército contra el enemigo al día siguiente aun­
que no para luchar contra ellos. Deberían quedarse quietos y ver
cómo la Deidad destruiría al enemigo.
A la mañana siguiente todos fueron al desierto debajo de Tecoa, y IX. I, 3

Josafat puso trompeteros sacerdotales y cantores levitas al frente del


ejército. Dios golpeó ahora al enemigo con tal terror y confusión que
lucharon unos contra otros, y no quedó nadie de aquel inmenso ejér­
cito. Cuando Josafat miró hacia el valle y lo vio lleno de cadáveres
dio gracias a Dios, y dejó que su ejército despojara a los muertos.
Después de esto, las naciones extranjeras temieron atacar a Josafat,
y vivió en paz y esplendor.
158 Antigüedades de los judíos

Ocozías, rey de Israel


A 9:18 Ocozías, hijo de Acab, fue tan malvado como su padre e hizo ex­
IX, II, 1
traviar al pueblo. Un día, mientras descendía de su techo, cayó, y
quedó herido de gravedad. Envió mensajeros al dios de las moscas
de Ecrón [Baal-zebub], para inquirir si se recuperaría. Pero Dios en­
vió a Elias a interceptar a los mensajeros por el camino. Entonces les
preguntó: “¿Acaso no tiene el pueblo de Israel a su propio Dios? ¿P0r
qué consulta vuestro rey a dioses ajenos? Volved, y decidle al rey que
no se recuperará.”
El rey supo, por la descripción que le dieron los mensajeros —“un
hombre velludo y que llevaba un cinto de cuero”— que era Elias
quien se había encontrado con ellos. Envió a un capitán con cincuen­
ta soldados para que condujeran al profeta a palacio.
El capitán encontró a Elias sentado sobre un monte. Le mandó que
viniera con él, por la fuerza si era necesario. Elias le dijo: “Para de­
mostrar que soy un verdadero profeta oraré que descienda fuego del
cielo para destruirte a ti y a tus hombres.” Descendió un torbellino
de fuego y los consumió a todos. Luego el rey envió otro capitán con
cincuenta hombres que le dio la misma orden al profeta. Recibió la
misma respuesta y sufrió la misma suerte.
Finalmente, el rey envió a un tercer capitán con otros cincuenta
hombres. Este capitán fue prudente y habló respetuosamente con
Elias. Dijo que había sido enviado por el rey, y no por propia volun­
tad, y que por ello suplicaba su compasión. Elias se agradó de su
cortesía, y bajó del monte y siguió al capitán. Cuando se presentó de­
lante del rey le dijo: “Por haber escarnecido al verdadero Dios y
consultado con el dios de Ecrón, de cierto morirás.”
IX, II, 2 Ocozías murió poco después. Por cuanto no tenía hijos le sucedió
su hermano Joram, que era también malvado. Fue durante el reina­
do de Joram que desapareció Elias de entre los hombres, y hasta el
día de hoy nadie sabe qué es lo que le pasó.1Le sucedió un discípu­
lo llamado Eliseo. Pero respecto a Elias y a Enoc, los libros sagrados
afirman que se tornaron invisibles, y nadie sabe cómo murieron.

1. Según 2 Reyes 2, Elias fue arrebatado al cielo.


159

1000
A.C.
LOS REYES DE ISRAEL
(Después de la división del reino) 990

960

970

960

950

940
Jeroboam I
Dinastía de « 931909 930
jeroboam
920

Nadab 910
909-900
Dinastía 906-685
900
de Baasa

890
Efa Zimri Tibnl
885-884
Dinastía
de Omri
870

860

! Bfll 850
Johú
Dinastía 841*814 840
de Jehú
830

820
Jo aen/
8 1 4 -7 9 8
810

Joás 800
798*782

790
Joroboam II
782-745 780

770

760

750
Manado Zacarías Salum
745-736 745 745
Dinastía 740
de Manaén Pokalao Peka
Oseas
736-735 735.732
732-734 730
160

12
E l p r o f e t a E l ís e o

a 9:29 T o r a m , rey de Israel, decidió atacar al rey de Moab, Mesa, que


ix . m. i I g e h a b í a rebelado. Le pidió a Josafat, rey de Judá, que se unie-
I ra en su campaña. Él aceptó trayendo consigo al rey de Idumea.
Los tres reyes unieron sus fuerzas y emprendieron juntos la mar­
cha. Habiendo viajado siete días por una ruta apartada del desierto,
con la intención de sorprender al enemigo, agotaron sus suminis­
tros de agua. Cuando Joram perdió las esperanzas Josafat lo alentó,
y le dijo que viera si algún profeta de Dios había venido junto con
el ejército. Uno de los soldados dijo que había visto a Eliseo, el dis­
cípulo de Elias. Los tres reyes fueron entonces a la tienda de Eliseo,
y le preguntaron: “¿Qué sucederá con el ejército?”
Eliseo vio a Joram y le preguntó: “¿Para qué vienes a preguntarme?
Vete a los profetas de tu padre, ya que dices que son los verdaderos
profetas.” Pero Joram le rogó que profetizara y los salvara. Eliseo le
juró que no le respondería excepto por Josafat, que era un hombre
santo y justo. Entonces pidió a alguien que tocara el arpa.
Llegó un músico, y al comenzar a tocar el profeta quedó inspira­
do. Le dijo a los reyes que cavaran muchas zanjas en el lecho seco
del río. “Porque aunque no venga ni nube ni viento o lluvia — dijo—
veréis el lecho de este río lleno de agua, y vuestro ejército y vuestros
animales se salvarán bebiéndola. Dios también os concederá la vic­
toria contra vuestros enemigos.”
ix. ni. 2 A la mañana siguiente, una fuerte lluvia, que había caído lejos en
Idumea, inundó el lecho del río y llenó las zanjas. Cuando los
moabitas supieron que los tres reyes marchaban contra ellos, reunie­
ron un ejército para ir a enfrentarse contra los israelitas. El sol acababa
de salir, y sus rayos hacían que el agua en las zanjas se viera roja como
la sangre. Pensaron ellos que sus enemigos habían estado luchando
entre sí, y que aquello era la sangre de ellos, por lo que los moabitas
se lanzaron en desorden hacia el campamento para darse al pillaje.
El profeta Elíseo 161

gji lugar de ello se vieron rodeados por sus enemigos, que dieron
niuerte a muchos y dispersaron al resto. Los tres reyes los persiguie-
ron hasta Moab, tomaron sus ciudades, demolieron sus murallas y
cegaron sus manantiales. Pusieron sitio al rey de Moab en su capi­
tal, y cuando vio que no podía escapar, éste tomó a su hijo mayor, que
debía sucederle, lo levantó sobre la muralla desde donde sería visi­
ble ante todos los israelitas, y lo ofreció en holocausto a su dios.
Cuando los reyes vieron esto quedaron tan abrumados de conmise­
ración que levantaron el sitio, y todos volvieron de la campaña.
Josafal murió poco después a los sesenta años de edad, tras haber IX, IV, 1

reinado veinticinco años. Su hijo mayor, llamado Joram, tenía el


mismo nombre que el hermano de su mujer, el rey de Israel. Suce­
dió a Josafat como rey de Judá.

Los milagros de Elíseo


Joram, rey de Israel, volvió de Moab a Samaria. Tenía consigo al pro­ A 9:46
IX, IV, 1
feta Eliseo, que hizo muchas cosas gloriosas registradas en los libros
sagrados. Se cuenta la historia de la viuda de Abdías, mayordomo de
Acab, que le contó a Eliseo que su marido se había endeudado para
sustentar a los cien profetas que había escondido de Jezabel. Y cuan­
do murió, la viuda y sus hijos fueron consignados a la esclavitud por
los acreedores, por lo que estaba necesitada de ayuda. Cuando le pre­
guntó qué tenía en la casa le dijo: “Sólo una vasija de aceite”.
El profeta le dijo que fuera y que pidiera prestadas tantas vasijas IX, IV, 2

como pudiera a sus vecinas. Luego ella debía cerrar la puerta y de­
rramar aceite en todas ellas, porque Dios las llenaría. Así lo hizo ella,
y todas las vasijas quedaron llenas de la primera vasija de aceite. El
profeta le dijo entonces que vendiera el aceite, empleando parte del
beneficio para pagar sus deudas, y que guardara el resto para ella y
para sus hijos. De esta manera la mujer se libró de sus acreedores.
[Cuando B en -ad ad , rey d e Siria, d ecla ró la guerra a Joram d e Is­
rael, ord en ó a sus so ld a d o s q u e apresaran a Joram m ien tras estab a
cazando].1Pero Eliseo advirtió al rey que evitara aquella zona. Ben-
adad pensó que sus propios hombres habían traicionado su complot
para capturar a Joram, y los amenazó de muerte. Pero uno de los pre­
sentes le dijo que era Eliseo que había alertado al rey. Ben-adad le
preguntó donde estaba Eliseo, y cuando supo que estaba en Dotán
envió una gran fuerza de caballería y carros de guerra al lugar, rodean­
do la ciudad por la noche. Al amanecer, el siervo de Eliseo acudió
corriendo a informarle. El profeta le pidió a Dios que cegara los ojos
del enemigo para que no pudieran verle. Así lo hizo Dios, y Eliseo
anduvo en medio del enemigo y les preguntó a quién estaban bus-
162 Antigüedades de los judíos

cando. Ellos contestaron: “Al profeta Eliseo”. Eliseo les dijo: “Si me
seguís, os llevaré a él.”
Los llevó a Samaría, donde ordenó al rey Joram que cerrara l¡ls
puertas y rodeara a los sirios con su ejército. Luego pidió a Dios qUe
abriera los ojos de los sirios. Cuando se vieron rodeados por sus ene-
migos quedaron atónitos y se vieron impotentes. Joram los hubiera
matado a todos, pero Eliseo le dijo que les respetara la vida y les diera
hospitalidad y comida. Así, el rey agasajó suntuosamente a los sirios
y los envió de vuelta a Ben-adad.
A 9:60 Cuando los hombres le informaron de esta experiencia, Ben-adad
IX, IV, 4
abandonó sus intentos de asesinar secretamente a Joram, y decidió
confiar en la superior potencia de su ejército para atacarlo abierta­
mente. Puso sitio a Samaría, y pronto el hambre en la ciudad era tan
terrible que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de
plata, mientras que una medida de estiércol de paloma, que se usa­
ba como sal, costaba cinco.
Un día, una mujer clamó a Joram: “¡Ten compasión de mí, oh rey!”
Luego le contó que ella y otra mujer con la que vivía, en su terrible
hambre, habían decidido matar y comer a sus hijos. “Así que yo maté
primero a mi hijo —prosiguió la mujer— y las dos lo comimos ayer.
Pero hoy la otra mujer rompió su pacto y no quiere dar a su hijo, sino
que lo ha escondido.” Joram se rasgó las vestiduras, y tronó encoleri­
zado contra Eliseo por no haber pedido a Dios que les diera liberación,
y en el acto ordenó a un hombre que fuera a cortarle la cabeza.
Eliseo estaba sentado en su casa con sus discípulos, y les dijo que
Joram había enviado a alguien a decapitarle. “Pero cuando llegue —pro­
siguió Eliseo— no le dejéis entrar, sino mantened bien cerrada la puerta,
porque el mismo rey llegará pronto, habiendo cambiado de parecer. ”
Cuando sucedió precisamente esto, Eliseo le dijo a Joram que al día
siguiente tendría abundancia de cebada y de harina fina. El rey y su
compañía se regocijaron, pero uno de sus comandantes, sobre el que
se apoyaba el rey, se mostró escéptico. “Esto es increíble, profeta—le
dijo— , porque no le es posible a Dios hacer llover torrentes de cebada
y de harina fina dentro de esta ciudad.” A esto replicó el profeta: “Tú
verás cómo sucede, pero no tendrás parte alguna en ello.”
A 9:74 Ahora los cuatro leprosos estaban sentados junto a la puerta de
IX, IV, 5
Samaría —la ley prohibía que nadie que padeciera lepra entrara en
una ciudad amurallada— y se dieron cuenta de que si se quedaban
allí morirían de hambre. Pero aunque pudieran entrar en la ciudad
morirían también de hambre, por lo que decidieron entregarse al
enemigo y morir a espada antes que morir por hambre.
Mientras tanto, Dios había comenzado a atemorizar a los sirios.
El profeta El ¡seo 163

ujzo que resonara en sus oídos un ruido de carros y caballos, por lo


ie supusieron que se estaba acercando un gran ejército. Se lanza­
ron fuera de sus tiendas hacia Ben-adad, diciéndole que Joram había
contratado al rey de Egipto y al rey de las islas [los hititas] como alia-
líos. porque podían oír el son de su proximidad. También Ben-adad
se sintió convencido por el mismo fragor, y él y su ejército dejaron
toda la impedimenta, y huyeron para salvar sus vidas.
Cuando los leprosos llegaron al campamento enemigo no había
nadie. Fueron precavidamente de una a otra tienda, y las encontra-
r0n todas desiertas. Entonces comieron, bebieron y las saquearon
antes de ir a gritarles a los vigilantes de las murallas de Samaría lo
que habían visto. El rey pensó al principio que los sirios les estaban
tendiendo una trampa y que se habían ocultado. Pensó que cuando
los israelitas saquearan el campamento los sirios atacarían y les da­
rían muerte. Entonces envió exploradores para que reconocieran el
terreno por si los sirios habían puesto emboscadas. Pero llegaron
hasta el Jordán, y sólo encontraron armas y provisiones que los sirios
habían tirado en su apresuramiento.
El rey dejó ahora que la población se lanzara sobre el campamento,
y encontraron grandes cantidades de oro, plata y ganado junto con
enormes cantidades de trigo y cebada. El rey envió al oficial que ha­
bía dudado de las palabras de Elíseo para que controlara el paso de la
gente en la puerta, pero la multitud lo atropelló y murió pisoteado.
Ben-adad había huido a Damasco. Cuando supo que había sido la A 9:87
IX, IV, 6
Deidad quien había confundido a su ejército, y no el enemigo, se tur­
bó y cayó enfermo. Para este tiempo, Elíseo acudió a Damasco, y
Ben-adad envió a Hazael, su siervo de más confianza, a que fuera a
encontrarlo con muchos dones de gran precio y a preguntarle si el
rey se recuperaría de su enfermedad.
El profeta le dijo a Hazael que no se lo dijera al rey, pero que mori­
ría. Entonces Elíseo comenzó a llorar, y Hazael le preguntó por qué.
Elíseo le contestó: “Lloro de lástima por el pueblo de Israel y por las
terribles desgracias que sufrirán de tu parte. Porque tú matarás a sus
mejores hombres, quemarás sus más fuertes ciudades, destruirás a sus
hijos lanzándolos contra las peñas, y destriparás a sus embarazadas.”
Hazael le preguntó: “¿Cómo puede ser que tendré poder para ha­
cer tales cosas?”
“Dios me ha dicho que tú serás rey de Siria”, le respondió Elíseo.
Entonces Hazael se fue a Ben-adad y lo tranquilizó acerca de su
enfermedad. Pero al día siguiente extendió un grueso paño humede­
cido sobre el rostro del rey, asfixiándolo. Luego Hazael asumió el
poder real.
164 Antigüedades de los judíos

Joram, rey de Judá


A 9:95 El otro Joram acallaba de acceder al trono de Judá cuando dio muer­
IX, IV, 1,2
te a sus herm anos y a los amigos de su padre. Éste fue sólo el
comienzo de su maldad. Su instructor en sus iniquidades era su
mujer Atalía, hija de Acab. Ella le enseñó a adorar dioses ajenos, y
obligó al pueblo de Judá a abandonar a su Dios nacional para ir en
pos de ídolos. Le llegó una carta del profeta Elias,2prometiendo que
Dios lo castigaría por su maldad y sus asesinatos. La carta predecía
que sus mujeres e hijos morirían, y que una repugnante y mortal en­
fermedad intestinal causaría la muerte de Joram.
IX, VI, 3 No mucho después de esto, un ejército de filisteos y de árabes in­
vadió Jerusalén y saqueó el palacio. Dieron muerte a los hijos y a las
mujeres de Joram, y sólo escapó su hijo Ocozías. El rey fue azotado
con una larga y atormentadora enfermedad que terminó con su vida,
viendo él cómo le salían los intestinos fuera. Murió a los cuarenta
años, habiendo gobernado ocho. El pueblo rehusó ponerlo en los
sepulcros de sus padres y lo sepultaron como a una persona común.
642 a.C. Su hijo Ocozías fue designado rey en su lugar.

Jehú mata a Joram de Israel


A 9:105 Después de la muerte de Ben-adad, Joram, rey de Israel, cercó la
IX, VI, í
ciudad de Ramot, arrebatándosela a los sirios. Pero mientras que el
asedio estaba en progreso fue herido por una flecha, y volvió a Jezreel
para ser curado de su herida, dejando al ejército al mando de Jehú.
Eliseo envió entonces aunó de sus discípulos a Ramot. Tomó a Jehú
a una cámara privada, lo ungió con aceite sagrado y le dijo: “Dios te
ha escogido como rey para destruir la casa de Acab, y para vengar la
sangre de los profetas muertos por Jezabel.” Luego se fue sin que na­
die lo observara. Cuando Jehú salió, sus oficiales, que le habían visto
con el discípulo, le preguntaron para qué había venido a verlo el jo­
ven, porque parecía un loco.
“Cierto —contestó Jehú— las palabras que dijo eran las de un loco.”
Cuando ellos le rogaron que le revelara sus palabras, Jehú dijo:
“Dios me ha escogido como rey de Israel.”
Entonces los oficiales se sacaron los mantos y los extendieron a los
pies de Jehú. Tocaron las trompetas y gritaron: “¡Jehú es rey de Israel! ”
IX, VI, 2.3 Jehú dirigió el ejército hacia Jezreel. Luego, a cierta distancia de
la ciudad, se adelantó en su carro de guerra acompañado por sus
mejores jinetes.
Ocozías, el rey de Judá, había venido a Jezreel a visitar a Joram, que
era su tío materno. Un vigía anunció que se acercaba hacia la ciudad
un grupo a cab allo . Joram ordenó que sa lie ra un jin e te para
El profeta Elíseo 165

Interceptarlos y enterarse de quién se trataba. Pero cuando el jinete


se encontró con Jehú y le preguntó, Jehú le dijo que se ahorrara el es­
fuerzo y que lo siguiera. El vigía dijo a Joram que el jinete se había
unido al grupo que se acercaba. Cuando el rey envió a un segundo
mensajero, Jehú le ordenó lo mismo, y también se unió a su grupo.
Finalmente, Joram montó en su carro él mismo, junto con Ocozías,
y se dirigió a encontrarse con el grupo que se aproximaba. Se encon­
traron con Jehú frente al campo de Nabot. Joram le preguntó: “¿Van
bien las cosas en el campamento?” Pero Jehú lo maltrató de palabra,
tratando a su madre de bruja y de ramera. Joram hizo volver su carro
y emprendió la huida, gritándole a Ocozías: “¡Nos han tendido una
trampa!”
Pero Jehú tensó su arco y disparó una flecha que traspasó el cora- amis
zón de Joram, matándole. Ocozías volvió su carro hacia otro camino,
pero Jehú lo persiguió hasta que le lanzó una flecha, hiriéndole.

La puerta occidental de Samaria, capital del reino del norte de Israel. Herodes el
Grande la hermoseó y fortificó más, y sus piedras aparecen aquí y en las torres al
fondo.
166 Antigüedades de los judíos

Abandonando su carro y haciéndose con un caballo, Ocozías huyó


a Meguido, donde murió a causa de sus heridas pocos días después.
Fue sepultado en Jerusalén, después de haber reinado sólo un año.
841 a.C. Al entrar Jehú en Jezreel, Jezabel se adornó y se puso en pie sobre
IX. VI. 4
lina torre. Ella le gritó: “¡Un buen siervo eres tú, dando muerte a tu
propio señor!” Le preguntó quién era y le ordenó que bajara con él.
Cuando ella rehusó, ordenó a los eunucos que la echaran de la torre.
La muralla quedó salpicada con su sangre cuando cayó al suelo; los
caballos atropellaron su cuerpo y murió. Posteriormente, mientras
Jehú y sus amigos estaban sentados a la mesa en el palacio real, man­
dó a sus siervos que sepultaran a Jezabel, por respeto a su linaje regio.
Pero sólo encontraron sus extremidades, porque el resto de su cuer­
po había sido comido por los perros. Jehú se maravilló ante este
cumplimiento de la profecía de Elias.
IX. VI, 5 Acab tenía setenta hijos que estaban siendo criados en Samaría.
Jehú envió cartas a sus tutores, ordenándoles que les cortaran las
cabezas y se las mandaran. Así lo hicieron, poniendo sus cabezas en
canastas y mandándolas a Jezreel. Jehú hizo que los depositaran en
dos montones, a cada lado de la puerta de la ciudad. Les dijo a los
espectadores que él no había dado muerte a estos jóvenes, sino que
todo esto le había sucedido a la familia de Acab en cumplimiento de
la profecía de Elias.
IX, VI, 6 A continuación Jehú fue a Samaría y atrajo a los sacerdotes de Baal
adentro del templo de su dios con el pretexto de ofrecerle sacrificio.
Cuando todos se hubieron reunido, los hizo malar e incendiar el tem­
plo, purificando así a Samaría de ritos extraños. Sin embargo, permitió
que los israelitas se inclinaran delante de sus becerros de oro.
Hazael, el rey de Siria, devastó ahora Israel al este del Jordán. Jehú
no llegó a oponérsele, porque se había vuelto despreciativo de la
Deidad y de sus leyes. Murió después de gobernar a los israelitas
durante 27 años, y fue sepultado en Samaría, dejando a su hijo Joacaz
814 u.C. como su sucesor.

Joás es constituido rey de Judá


A 9:1 40 Atalía, la mujer de Joram, rey de Judá, supo de la muerte de su her­
IX. VII, 1.2
mano Joram, rey de Israel. Le dijeron también que su hijo Ocozías
había sido muerto, lo mismo que toda la familia real de Acab. Enton­
ces ella decidió poner fin también a la familia de David, y ejecutó su
sangrienta resolución. Pero uno de los hijos de Ocozías, Joás, fue es­
condido. Ocozías tenía una hermana, Josaba, casada con el suino
sacerdote Joiada. Cuando Josaba entró en el palacio después de la
matanza de la descendencia real encontró vivo a Joás, que sólo tenía
El profeta Eliseo 167

un año, tendido entre los muertos. Después de esconderlo en una


¿¡coba, ella y joiadalo criaron secretamente en el templo.
Atalía se hizo reina de Judá y reinó seis años. Pero entonces Joiada
¡nostró el niño que él había criado a los sacerdotes, levitas y jefes
tribales que había convocado, y decidieron proclamarlo rey. La ar­
riería del templo contenía lanzas y escudos del rey David que los
sacerdotes ahora distribuyeron. Mientras los levitas montaban guar­
dia alrededor del templo, Joiada puso al niño Joás en medio de ellos.
Habiéndolo ungido con aceite puso la corona sobre su cabeza. Todo
el pueblo se regocijó y aplaudió, gritando: “¡Viva el rey!”
Atalía oyó estos gritos y se dirigió apresuradamente al templo con IX, VII, 3

sus guardias. Los levitas la dejaron entrar a ella, pero no a sus guar­
dias. Cuando vio al niño de pie sobre el tablado con la corona sobre
su cabeza se desgarró las vestiduras y gritó que mataran a Joiada. Pero
él mandó a sus capitanes que se llevaran a Atalía al valle del Cedrón
y que la mataran allí.
Entonces Joiada hizo que el pueblo jurara lealtad a Joás, mientras IX. VII, 4

que él, a su vez, juraba que observaría las leyes de Moisés. El pueblo
se lanzó entonces hacia el templo de Baal, que Atalía había edifica­
do, y lo demolió, matando a su sacerdote. Joiada llevó a Joás del
templo al palacio, y cuando lo hubo puesto en el trono la gente gritó
gozosa y festejó durante muchos días.
Joás tenía siete años cuando accedió al trono. Durante su juven­ A 9:101
IX, VII, 5
tud, y durante toda la vida de Joiada, tuvo sumo cuidado de observar
los mandamientos de Dios. Deseoso de reparar y reconstruir el tem­ IX, VIII, 3

plo hizo que el sumo sacerdote pusiera un arcón de madera con un


agujero en la tapa junto al altar. La gente ponían en el arcón lo que
deseaban dar para la reparación del templo. Cuando se consiguió una
gran cantidad, el rey y Joiada contrataron carpinteros y albañiles, y
restauraron el templo.
Pero cuando Joiada murió, el rey se apartó de Dios y de los profe­
tas que le amonestaban. Zacarías, el hijo de Joiada, denunció al rey
y al pueblo por su apostasía, y profetizó que Dios lo castigaría. Joás
ordenó que Zacarías fuera apedreado dentro del templo.
No pasó mucho tiempo antes de que el sacerdote fuera vengado.
Hazael, rey de Siria, invadió el país, y hubiera tomado Jerusalén ex­ IX, VIH, 4

cepto que Joás le envió todo el contenido de las tesorerías del palacio
y del templo, aplacándolo. Posteriormente, Joás sufrió una severa en­
fermedad, y fue asesinado en la cama por algunos de los amigos de
Zacarías. Fue sucedido, a la edad de cuarenta y siete años, por su hijo BOO a.C .

Amasias.
1 6 8 Antigüedades de los judíos

La muerte de Elíseo
a9:173 Mientras tanto, el rey de Siria había vuelto sus ejércitos victorio­
IX, VIII, 5
sos contra Israel, donde reinaba ahora Joacaz, hijo de Jehú. Impí0
como sus antecesores, Joacaz vio cómo caían sus ciudades confor­
me a lo que había predicho Elíseo. En su desesperación se volvió a
Dios, que restauró la paz y la prosperidad.
IX, VIII. 5 Joacaz murió y le sucedió su hijo Joás. Tenía el mismo nombre que
el rey de Jerusalén, pero este Joás fue bueno, a diferencia de su pa­
dre. El viejo Elias enfermó ahora, y el rey acudió a su lado con
lágrimas. “¡Padre y panoplia de Israel!”, le dijo llorando, porque le
estaba dejando desarmado frente a los sirios.
Pero Elíseo le consoló, y le pidió un arco y algunas flechas. El pro­
feta le tocó las manos y le pidió que las lanzara. El rey lanzó tres
flechas y se detuvo. Elíseo le dijo: “Si hubieras lanzado más flechas,
habrías destruido el reino de Siria, pero, por cuanto te quedaste sa­
tisfecho con tres, derrotarás a los sirios tres veces, y sólo recuperarás
el territorio que arrebataron a tu padre.”
Cuando Elíseo murió fue sepultado fastuosamente. Poco después,
unos bandidos mataron a un hombre y echaron su cuerpo en el se­
pulcro de Elíseo, y el cadáver del hombre volvió a la vida.
Joás atacó a Ben-adad,3 el rey de Siria, que había sucedido a su
IX, VIII, 7 padre Hazael. Lo derrotó en tres batallas, restaurando todo el terri­
torio arrebatado a Israel, como había profetizado Elíseo. También
derrotó a Amasias, rey de Judá, como se relatará más adelante. Ha­
biendo hecho estas cosas, murió, dejando el trono de Israel a su hijo
702 a.C. Jeroboam [II].

1. L a discontinuidad en el texto de Josefo en este punto omite m aterial bíblico que


va desde 2 Reyes 4:8 a 6:8.
2. Bien una carta profética de Elias escrita con anterioridad por este profeta, o, más
probablem ente, un error de copista en lugar del nombre Eliseo.
3. Ben-adad II, considerado por algunos eruditos com o Ben-adad III.
169
Los profetas y los
dos reinos
El trabajo editorial que hace Josefo al suplicante conquistado. La igualmente
registro bíblico es especialmente celebrada Piedra de Moab de Mesa, el
evidente cuando habla de Elias y Elíseo. rey moabita que sacrificó a su hijo, es
Mientras es el mismo Elias que mata a una estela sobre la cual se reportan sus
los profetas de Baal después de la guerras con los reyes de Israel en un
competencia en el monte Carmelo, dialecto moabita muy parecido al
según 1 Reyes 18:40, fueron los hebreo bíblico, y en una manera
israelitas que lo hicieron "bajo el mando congruente con los relatos bíblicos y
de Elias", según Josefo (A VIII, XIII, 5). de Josefo.
Este toque de moderación va Los reyes del siguiente capítulo
seguido de una reducción racionalista también han dejado un amplio rastro
de referencias a ángeles como mensa­ arqueológico. Además del prisma
jeros entre Dios y los profetas. Por hexagonal de arcilla del Senaquerib
tanto, Dios mismo impulsó a Elias a asirio, se ha encontrado en el monte de
interceptar a los mensajeros enviados los Olivos una lápida de piedra que
por Ocozías, hijo de Acab (A IX, II, 1), marca la tumba secundaria de Uzías,
mientras que las Escrituras dicen que rey de Judá, con esta inscripción en
fue el "ángel de Jehová" (2 R. 1:3). De arameo: "Aquí fueron traídos los restos
la misma forma, el ángel bíblico de 2 de Uzías, rey de Judá. ¡Prohibido
Reyes 1:15 se elimina en el episodio abrir!" Esto estaba a cierta distancia de
del acatamiento de Elias de la orden la necrópolis real en Jerusalén, porque
del tercer mensajero de Ocozías (9:26). Uzías murió de lepra.
La desaparición de Elias, y no su Parte del "gran muro" construido por
ascensión al cielo, como dice la Biblia, el rey Ezequías (2 Cr. 32:5) ha sido
ya ha sido señalada. De la misma desenterrado en la parte alta de
forma, Josefo introduce la historia de Jerusalén, y todavía corre agua por el
Jonás y la ballena con un evasivo: "He extraordinario túnel de 1.750 pies (533
oído que..." (A IX, X, 2). metros) de extensión que él construyó
La evidencia arqueológica y bajo la colina deOfel para canalizar el
epigráfica se hace más abundante agua desde los manantiales de Cihón
para la era profética, cuando tanto las hasta el estanque del Si loé. Ezequías
Escrituras como Josefo, al fin, también tenía una inscripción hebrea, que
les atribuyen nombres a los faraones. ahora está en Estambul, tallada en uno
El Sisac de Egipto que conquistó de los lados del túnel cerca de su flujo,
Jerusalén de manos del necio Roboam la cual explica el trabajo de ingeniería
hacía alarde de sus hazañas en una involucrado en su construcción.
inscripción en el gran templo de Podrían citarse muchos otros ejemplos
Amón en Karnak, la cual ha sido de fragmentos de estelas, asas de
descifrada. Las excavaciones en vasijas, monedas, sellos, albañilería,
Samaría revelan la acrópolis de Omri relieves sobre muros, altares
y la fina albañilería de piedra labrada. encornados, tramos de escaleras,
El famoso Obelisco Negro del rey obeliscos, esculturas de marfil,
asirio Salmansar III ilustra al rey Jehú recipientes, lápidas, cisternas y tumbas
de Samaría postrado ante él como un de esta era.
170

13
C o n q u is t a ,
DESTRUCCIÓN
Y CAUTIVERIO

masias, el hijo del Joás de Judá, ejecutó a los asesinos de

A
A 9:186
IX. IX, I
su padre. Luego reunió un ejército de 300.000 para hacer
la guerra contra los amalecitas, edomitas y gebalitas. Tam­
bién contrató a 100.000 soldados del rey de Israel por 100 talentos
de plata, pero un profeta le advirtió que debería despedir a los is­
raelitas. Eran impíos, le dijo, y Dios anunciaba su derrota si los
empleaba. Aunque Amasias estaba renuente a despedir a los is­
raelitas después de haber pagado por ellos obedeció al profeta.
Luego marchó con su propio ejército contra el enemigo, y venció.
IX, IX, 2 Entusiasmado por la victoria, Amasias olvidó que Dios se la había
dado, y comenzó incluso a adorar a los ídolos que había arrebatado a
los amalecitas. Cuando un profeta le reprendió, Amasias le dijo enco­
lerizado que se callara. El profeta le dijo que callaría, pero que Dios no
pasaría por alto tales innovaciones. En su presunción, Amasias escri­
bió una carta arrogante a Joás, rey de Israel. Le demandaba que él y su
pueblo se sometieran a él, como antes se habían sometido a David y
Salomón, sus antepasados. La alternativa, advertía él, era la guerra.
Joás le respondió de esta manera:

Había una vez un alto ciprés en el monte Líbano, y un cardo que cre­
ció a su lado. El cardo le habló al ciprés, pidiéndole que la hija del ci­
prés le fuera dada en casamiento al hijo del cardo. Pero mientras el cardo
estaba hablando vino un animal salvaje y lo pisoteó. Que esto te sea una
lección para que no seas tan ambicioso. No te enorgullezcas porque tu­
viste suerte en la batalla contra los amalecitas, o te harás peligrar a ti
mismo y a tu reino.
171

El puerto de Jope en el Mediterráneo, desde el que Jonás zarpó en su intento de


escapar de su responsabilidad.

Cuando Amasias leyó esta carta se indignó, y emprendió la mar­ IX, IX, 3

cha contra Joás. Pero precisamente cuando los hombres de Judá iban
a entablar la batalla, cayó sobre ellos un repentino terror de Dios,
haciéndoles huir y dejando solo a Amasias. Los israelitas lo toma­
ron cautivo, y Joás amenazó con matarlo si no persuadía a la gente
de Jerusalén para que abrieran las puertas y le recibieran a él y a su
ejército en la ciudad. Temiendo por su vida, Amasias hizo como le
había sido dicho. Joás demolió parte de la muralla, y entrando en su
carro de guerra por la brecha se hizo dueño de Jerusalén. Tomó todo
el tesoro del templo y del palacio, y se volvió a Samaría, habiendo
puesto en libertad a Amasias. Posteriormente, algunos de sus ami­
gos conspiraron contra Amasias y lo mataron. Había vivido cincuenta
y cuatro años y reinado veintinueve, y fue sucedido por su hijo Uzías. 791 a»C.

El profeta Jonás
Jeroboam II, hijo de Joás, fue un rey de Israel muy arrogante e ini­ A 9:205
IX, X, 1
cuo, y sin embargo benefició mucho a su pueblo. Un cierto Jonás
profetizó que el rey derrotaría a los sirios y extendería su reinado
desde Hamat en el norte hasta el lago Asfaltitis [mar Muerto] en el
sur. Y Jeroboam hizo tal como Jonás había predicho.
Dios también ordenó a Jonás que fuera a Nínive y advirtiera a la
ciudad que perdería su poder. Pero en lugar de ello, atemorizado IX, X, 2
172 Antigüedades de los judíos

huyó a la ciudad de Jope. Allí embarcó en una nave que se dirigía a


Tarso. Durante la travesía se desencadenó una terrible tempestad, y
la nave estuvo en peligro de hundirse. El capitán y sus hombres co­
menzaron a orar, pero Jonás no se unió a ellos. La tempestad aumentó,
y los marineros comenzaron a pensar que uno de los pasajeros de­
bía ser la causa de la misma. Echaron suertes para decidir quién era,
y la suerte recayó en Jonás. Le preguntaron acerca de su patria y pro­
fesión, y él contestó: “Soy hebreo, y profeta del Dios Altísimo. Si
queréis escapar de este peligro, echadme por la borda, porque yo soy
la causa de esta tempestad.”
Al principio no se atrevieron a hacerlo, pero finalmente, como el
barco estaba para hundirse, lo echaron por la borda. El mar se cal­
mó, y se dice que una ballena tragó a Jonás. Después de tres días y
noches fue echado sobre la orilla del mar Euxino [Negro] vivo e ile­
so. Pidiendo a Dios que le perdonara sus pecados, Jonás se dirigió
luego a Nínive, y anunció a sus habitantes que pronto perderían su
imperio sobre Asia.
ix, x. 3 Después de gobernar durante cuarenta años Jeroboam murió, y fue
745 aC' sepultado en Samaria. Su hijo Zacarías le sucedió en el trono.

Uzías, rey de Judá


a 9:215 Uzías tenía dieciséis años cuando fue proclamado rey de Judá en
/.v,x, 3 }Ugar ¿ e su asesinado padre Amasias. Era muy enérgico, y derrotó a
los filisteos, a los árabes y a los amonitas. Luego reparó las murallas
de Jerusalén, excavó canales y fortaleció el ejército. Pero estos éxi­
tos le h icieron orgulloso, y olvidó que era Dios quien le había
capacitado para todo aquello.
ix,x. 4 Un día, durante una fiesta pública, se vistió con los ropajes
sacerdotales y entró al templo para sacrificar a Dios sobre el altar de
oro. Los sacerdotes intentaron impedírselo, diciendo que no era lí­
cito para nadie, excepto los d escend ien tes de Aarón, ofrecer
sacrificio. El rey se encolerizó y amenazó con matarlos si no se ca­
llaban. Pero, mientras hablaba, la tierra comenzó a temblar, y el
templo se hendió. Un brillante rayo de luz resplandeció a través de
la apertura y cayó sobre el rostro del rey, que en el acto se volvió le­
proso. Tan pronto como los sacerdotes vieron la lepra, ordenaron al
rey que saliera de la ciudad como persona inmunda. Horrorizado y
avergonzado, hizo como le decían, y vivió fuera de las murallas como
un ciudadano privado. Su hijo Jotam asumió la regencia, y Uzías
murió dolorido y abatido a la edad de sesenta y ocho años, después
74o a .c . de haber reinado durante cincuenta y dos años.
Conquista, destrucción y cautiverio 173

Desde Zacarías hasta Peka


Zacarías, hijo de Jeroboam, reinó sobre Israel sólo seis meses. Fue A 9:228
IX, XI, 1
asesinado a traición por uno de sus amigos, llamado Salum, que se
proclamó rey. Pero Manahem, el general, oyendo lo que había hecho
Salum, trajo su ejército a Samaria, dio muerte a Salum en batalla, y
se proclamó rey él. Manahem reinó cruelmente durante diez años,
matando a todos los que se le oponían. Pero sobornó a Pul [Tiglat-
pileser III] de Asiría con 1.000 talentos de plata para que cesara en
su guerra contra Israel.
Cuando Manahem murió, le sucedió su hijo Pekaía, y éste fue tan
cruel como su padre. Pero después de un reinado de dos años fue ase­
sinado a traición en un banquete por uno de sus capitanes, llamado
peka. Peka se proclamó rey, y reinó durante veinte años de una ma­
nera inicua e impía. De nuevo Tiglat-Pileser de Asiría atacó a los
israelitas, conquistando toda Galaad, Galilea, Cedes y Hazor, depor­
tando a los habitantes a su reino.

Acaz, rey de Judá


Mientras tanto, Jotam, el hijo de Uzías, había estado gobernando A 9:236
IX, XI, 2,3
con sabiduría y justicia en Judá. Él hizo las reparaciones necesarias
en el templo y en la ciudad. Un cierto profeta de aquel tiempo, lla­
mado Nahum, predijo la caída de Asiría y de Nínive. Empleó frases
como: “Todo el pueblo, perturbado y agitado, huirá ... sus ojos que­
darán entenebrecidos por el temor ... Dios te dice a ti, Nínive, ‘te
borraré’.” Y todas estas cosas sucedieron 115 años después.
Después de gobernar dieciséis años, Jotam murió a los cuarenta y IX, XII, 1

un años, y el reino pasó a su hijo Acaz. Acaz imitó de manera impía a


los reyes de Israel, y levantó altares en Jerusalén a los ídolos. Incluso
sacrificó a su propio hijo en holocausto, como hacían los cananeos.
Mientras Acaz estaba actuando como un loco, Peka, rey de Israel,
concertó alianza con Rezín, rey de Siria y de Damasco. Unieron sus
fuerzas para invadir a Judá. El rey de Siria tomó varias ciudades,
matando a sus habitantes y llevando a ellas a sus propios súbditos,
y luego se volvió a Siria. Acaz, que estaba asediado dentro de Jeru­
salén, supo que los sirios se habían ido. Pensó que podría vencer a
los israelitas con facilidad, y los persiguió con su ejército. Pero los
de Judá sufrieron una terrible matanza, perdiendo a 120.000 hom­
bres. Los israelitas saquearon el país, tomando a las mujeres y a los
niños de Benjamín consigo antes de volver a Samaria.
Obed, que era un profeta en Samaria, recibió al ejército junto a las IX, XII, 2

murallas. Les declaró en voz bien alta que su victoria no había proveni­
do de su propio poder, sino porque Dios estaba airado con el rey Acaz.
174 Antigüedades de los judíos

Y no satisfecho con este éxito se habían atrevido a tomar cautivos a sus


propios parientes. “Por ello, dejad que estos cautivos vuelvan a sus ca­
sas, y no les hagáis daño alguno —les dijo. Si no, ¡Dios os castigará a
vosotros!” El pueblo deliberó, y finalmente decidieron devolver a los
cautivos. Dándoles provisiones los escoltaron hasta Jericó.
A 9:252 Posteriormente, el rey Acaz le pidió a Tiglat-Pileser de Asiría que
IX, XII, 3
le ayudara contra los israelitas y los sirios, prometiéndole grandes
cantidades de dinero. El accedió, y atacó a los sirios conquistando
Damasco y dando muerte a Rezín antes de invadir a Israel y tomar
muchos cautivos. Acaz tomó todo el oro y la plata que tenía en su
tesorería y en el templo de Dios, y se lo dio al rey de Asiria.
¡Acaz había sido tan estúpido que adoraba a los dioses de Siria
incluso cuando estaba en guerra contra ellos! Ahora comenzó a hon­
rar a los dioses de los asirios, porque estaba siempre listo a honrar a
cualquier dios que no fuera el único Dios verdadero, cuya ira fue la
causa de sus derrotas. Acaz llegó a cerrar el templo, prohibiendo a
los sacerdotes que sacrificaran en él.

Ezequías
A 9:260 Cuando Acaz murió a los treinta y seis años, su hijo Ezequías le
IX, XIII, 4
sucedió en el reino. Era un hombre recto, de buen talante y justo, cuya
primera prioridad fue restaurar el culto de Dios. Entonces reunió al
pueblo, a los sacerdotes y a los levitas, y se dirigió a ellos de esta
manera: “Por cuanto mi padre violó el culto de Dios y os corrompió
con la adoración de falsos dioses habéis sufrido sobremanera. Pero
ahora que habéis aprendido cuán horrible es la impiedad, purificaros,
y dejad que los sacerdotes y levitas abran el templo y lo purifiquen
con los sacrificios acostumbrados. Entonces podría ser que Dios apar­
te su ira de nosotros.”
IX, XIII, 2 Cuando el rey hubo terminado de hablar, los sacerdotes abrieron
el templo y prepararon los vasos de Dios. Descartando lo impuro,
ofrecieron los sacrificios de la ley.
Ezequías envió también mensajeros a todo su pueblo y a los israe­
litas. Les dijo que la adoración de Dios había sido restaurada en
Jerusalén, pidiéndoles que vinieran y celebraran la fiesta de los Pa­
nes Ázimos, que se había dejado de celebrar durante largo tiempo
bajo los reyes inicuos. Pero los israelitas se rieron de los mensajeros
como si fueran locos. Cuando sus profetas les anunciaron que sufri­
rían si rehusaban esta oportunidad de volver a Dios, tomaron a los
profetas y los mataron. Sin embargo, m uchos en las tribus de
Manasés, Zabulón e Isacar dieron oído a los profetas, y se dirigieron
a Jerusalén a adorar a Dios.
Conquista, destrucción y cautiverio 175

Cuando llegaron, Ezequías y los gobernantes, junto con todo el IX, XIII, 3

jueblo, subieron al templo y ofrecieron solemnes sacrificios. Lue­


go, en la fiesta de los Panes Ázimos, ofrecieron sacrificios adicionales
du ra nte siete días con acción de gracias. Después de acabar la fies­
ta, el pu eblo fue por todo el p a ís, d estru y en d o todas las
contaminaciones de los ídolos. El rey ordenó también que se ofrecie­
ran sacrificios diarios según la ley, corriendo él con los gastos. Los
diezmos de todo lo que la tierra producía debían ser dados para sus­
tentar a los sacerdotes y levitas. Así volvieron de nuevo a su antigua
religión.
El rey de A siria amenazaba ahora con conquistar el reino de
Ezequías si no reanudaba el tributo que su padre había pagado. Pero
Ezequías ignoró estas amenazas, confiado en Dios y en el profeta
Isaías, que daba predicciones precisas.

El fin del reino de Israel


Después que Peka, rey de Israel, hubo gobernado durante veinte a 9:277
años, murió por una conspiración organizada por uno de sus amigos ,x-XK;
llamado Oseas, que se proclamó rey. Oseas se alió en secreto con So,
rey de Egipto, contra los asirios. Al saber esto Salmansar, rey de
Asiria, asedió Samaría durante tres años hasta que cayó en sus ma­
nos. Luego destruyó por completo el gobierno de Israel, deportando
a todo su pueblo, incluyendo a Oseas, a Media y a Persia. Dio su país
a los cúteos, que se asentaron en Samaría . 2 722 a.c.
Así, las diez tribus de Israel fueron echadas de la tierra 947 años
después del éxodo, y 240 años después de su rebelión contra Roboam.
Los israelitas llegaron a tal fin porque violaron las leyes y menospre­
ciaron a los profetas que les habían advertido que esto era lo que les
sucedería.
Cuando los cúteos llegaron al principio a Samaría, cada una de sus a 9:2a«
cinco tribus reverenciaba a su propio dios. Pero Dios les envió una IX-XK;
plaga y muchos murieron. Cuando ellos no pudieron remediar sus
desgracias, un profeta les dijo que si adoraban al Dios Altísimo se­
rían aliviados. Entonces enviaron em isarios al rey de A siria,
pidiéndole que les enviara algunos de los sacerdotes israelitas que
había tomado cautivos. Los sacerdotes vinieron y enseñaron a los
samaritanos la adoración de Dios, y la plaga terminó inmediatamente.
Estos mismos ritos han proseguido hasta el día de hoy entre los que
son llamados cutim en hebreo y samaritanos en griego. Ellos varían
en su actitud con respecto a los judíos, llamándolos parientes cuan­
do prosperan, pero extraños cuando tienen problemas.
176 Antigüedades de los judíos

La destrucción del ejército de Senaquerib


a 10:1 En el año decimocuarto del reinado de Ezequías, rey de Judá
XJjl Senaquerib, rey de Asiria, conquistó todas las ciudades de Judá y
Benjamín. Cuando se propuso también ir contra Jerusalén, Ezequías
le envió mensajeros prometiéndole pagar cualquier tributo que es­
tipulara si se retiraba. Senaquerib aceptó 300 talentos de plata y 3o
de oro, pero traicioneramente rehusó marchar. El mismo se fue para
luchar contra los egipcios, pero su general, Rabsaces, recibió órde-
x, t.2-5 nes de saquear Jerusalén con su gran ejército.
Rabsaces y sus oficiales se encontraron con tres de los represen­
tantes de Ezequías cerca de las murallas de Jerusalén. Rabsaces les
señaló sus puntos débiles y exigió la rendición. Los judíos le pidie­
ron que les hablara en arameo y no en hebreo, temiendo que su gente
se desalentara. Los asirios respondieron entonces gritando sus ame­
nazas más fuerte aún en hebreo.
Ezequías se quitó sus vestiduras reales y se vistió de saco, y se pos­
tró sobre su rostro implorando la ayuda de Dios. También envió
sacerdotes al profeta Isaías pidiendo su intercesión. Isaías predijo que
Dios destruiría al enemigo sin lucha; también Senaquerib fracasaría
contra Egipto y moriría a espada cuando volviera a su país.
Y en verdad que Senaquerib se retiró rápidamente de Egipto, ha­
biendo sabido que el ejército de Etiopía venía a prestarle ayuda, y
luego se unió con Rabsaces ante Jerusalén. Allí descubrió que la pri­
mera noche del asedio Dios había enviado una terrible plaga sobre
los asirios, y que 185.000 habían muerto.3Lleno de ansiedad huyó a
Nínive con lo que había quedado de sus fuerzas, donde Senaquerib
fue traicioneramente muerto por sus dos hijos mayores.
x, n, i Después de dar las gracias a Dios por esta extraordinaria liberación,
Ezequías pronto enfermó tanto que sus médicos le deshauciaron. Au­
mentaba su dolor el hecho de que no tenía todavía hijos, y que ningún
hijo le sucedería en el trono. Escuchando su ruego por vivir algo más
de tiempo, Dios envió al profeta Isaías, que le dijo que al cabo de tres
días se recuperaría, y viviría otros quince años y tendría hijos. Sa­
nado de su enfermedad Ezequías subió al templo a orar.
x. n, 2 Berodac-baladán, rey de Babilonia, envió embajadores a Ezequías
con dones, sugiriendo una alianza. Ezequías los recibió entusiasma­
do y les mostró sus tesoros y armas antes de despedirlos con dones.
Pero Isaías le dijo: “En poco tiempo esta riqueza será llevada a
Babilonia, y tu descendencia hechos eunucos del rey de Babilonia. ”
Isaías tenía un maravilloso conocimiento de la verdad, no hablando
nunca falsamente, y escribió sus profecías en libros para las genera­
ciones futuras.
El prisma hexagonal de arcilla de Senaquerib, en el ciue da su versión de la
campaña asiria contra el rey Ezequías, afirmando que lo encerró en Jerusalén
"como a un pájaro enjaulado" (Instituto Oriental, Universidad de Chicago).
178 Antigüedades de los judíos

6 8 6 a.C . Ezequías murió pacíficam ente a la edad de cincuenta y cuatro


años, habiendo reinado veintinueve años, y fue sucedido por su hijo
Manasés.

A 10:36 Manasés y Amón, reyes de Judá


X, III, 1
En lugar de seguir en los pasos de Ezequías, Manasés siguió las
malvadas prácticas de los israelitas, e incluso dio muerte a los pro­
fetas. Por ello, Dios incitó al rey de Babilonia y Caldea para que
invadiera Judea y devastara el país. Manasés mismo fue llevado cau­
tivo, pero se arrepintió y se volvió a Dios. El oyó su oración, e hizo
al enemigo lo suficientemente misericordioso para liberar a Manasés
X. III. 2 y dejarlo volver a Jerusalén.
Su arrepentimiento fue sincero, porque santificó el templo y res­
tableció los sacrificios en conformidad con la ley de Moisés. Así,
vivió una vida bendita y digna de envidia hasta su muerte a los se­
senta y siete años, habiendo reinado cincuenta y cinco años. Pero su
hijo Amón, que le sucedió, imitó sólo la maldad juvenil de su padre.
Reinó sólo dos años y murió a los veinticuatro años asesinado por
dos de sus siervos que conspiraron contra él.

Josías, rey de Judá


A 10:4U El pueblo castigó a los asesinos de Amón y le dio el reino a su hijo
X. IV, I
Josías, que tenía ocho años. Tenía un carácter sabio y excelente, por­
que a los doce años apremió al pueblo a que rechazara sus ídolos y
se volviera al Dios de sus padres. El niño rey también viajó por el país
y demolió todos los altares y bosquecillos dedicados a dioses extra­
ños. Luego recogió fondos, mediante ofrendas voluntarias, para
reparar el templo.
X. IV, 2 En el año decimoctavo de su reinado, el sumo sacerdote Hilcías
descubrió los libros sagrados de Moisés que habían sido guardados
en el templo y que habían quedado olvidados. Se los dio a un escri­
ba que los leyó al rey. Cuando oyó lo que estaba escrito acerca de los
que transgredían la ley se rasgó las vestiduras y envió mensajeros a
la profetisa Huida, implorándole que orara a Dios y aplacara su ira.
Por cuanto sus antecesores habían pecado, Josías temía que su pue­
blo sería echado de su propio país y deportado a una tierra extraña.
Huida mandó ja respuesta al rey diciendo que la Deidad ya había
pronunciado sentencia contra ellos, y que ninguna súplica sería efi­
caz. Pero debido a la virtud de Josías El aplazaría las calamidades
hasta después de su muerte.
El rey ordenó luego al pueblo que se reuniera en Jerusalén. Josías
leyó los libros santos, y les pidió a todos que juraran que adorarían a
Conquista, destrucción y cautiverio

Dios y que guardarían las leyes de Moisés, Todos lo hicieron bien


dispuestos, y pasaron a sacrificar y a cantar y a orar.
Luego Josías dio muerte a todos los falsos sacerdotes que queda­ A 10:65
X, IV, 4,5
ban. También fue al país donde habían vivido los israelitas, y allí
quemó ios huesos de los falsos profetas sobre el altar construido por
jeroboam. Esto cumplió las profecías [de Jadón] después de 361
afios. 4 También apremió a los israelitas que habían escapado de los
asirios a que se volvieran a Dios. Cuando toda la tierra quedó limpia,
llamó al pueblo para que celebraran la fiesta de la Pascua. Ésta fue
la mayor celebración desde los tiempos de Samuel.
Necao, rey de Egipto, marchó contra los medos y los babilonios, X, V, 1

pero fue interceptado en Meguido por Josías. Necao le envió un men­


sajero explicándole que sólo quería paso libre en su camino hacia el
Eufrates. Pero Josías ignoró su solicitud y se preparó para la batalla.
Cuando un arquero egipcio le alcanzó, Josías tocó retirada, y murió
después por sus heridas en Jerusalén. Había reinado treinta y uno de
sus treinta y nueve años, y fue muy llorado. El profeta Isaías compuso
un lamento para su funeral que ha sobrevivido hasta el día de hoy. 609 a.C.
También escribió predicciones acerca de las calamidades y conquista
de Jerusalén, como lo hizo el profeta Ezequiel.
Cuando Josías murió, su hijo Joacaz le sucedió en el reino. Pero X, V, 2

Necao de Egipto, volviendo de la batalla, lo tomó prisionero. Puso a


un hermano suyo como rey en su lugar, al que le cambió el nombre
de Eliaquim a Joacim. Luego Necao se volvió a Egipto con Joacaz,
quien murió poco después.

Nabucodonosor destruye Jerusalén


En el cuarto año de Joacim, Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue A 10:84
X, VI, 1
contra Necao. Lo venció, le arrebató Siria, y conquistó toda la tierra hasta
Pelusio exceptuando Judea. Luego avanzó contra los judíos, y amena­
zó con destruir el país si Joacim no le pagaba tributo. Alarmado, Joacim
compró la paz durante tres años. Pero luego, al oír que Nabucodonosor
estaba a punto de entablar lucha contra los egipcios, dejó de pagar el tri­
buto, esperando que los egipcios fueran victoriosos.
El profeta Jeremías le advirtió en repetidas ocasiones en contra de X, VI, 2

depositar su confianza en los egipcios, pero todo fue en vano.


Jeremías profetizó que Jerusalén sería destruida por el rey de
Babilonia, que se llevaría cautivo a Joacim.
Jeremías escribió luego todas sus profecías en un libro y las leyó
al pueblo en el templo. Los gobernantes se llevaron el libro y lo mos­
traron al rey. Éste se encolerizó tanto que lo rasgó y lo echó on el fuego.
Pronto apareció Nabucodonosor ante Jerusalén con su ejército, y
180 Antigüedades de los judíos

Joacim le recibió, suponiendo que no sufriría ningún mal, porque ni


le había hecho la guerra ni le había cerrado las puertas. Pero después
de entrar en la ciudad el rey de Babilonia no guardó su compromi­
so, sino que mató a los gobernantes judíos, incluyendo al rey Joacim,
y puso a su h ijo Jo aq u ín com o rey en su lugar. M ás tarde
Nabucodonosor temió que Joaquín quisiera vengar la muerte de su
padre, por lo que puso en su lugar a su tío Sedequías, haciendo pri­
mero que Sedequías le prometiera que le sería siempre fiel. Mientras
tanto, Nabucodonosor había deportado a Babilonia a miles de per­
597 a.C. sonas principales. Entre estos se encontraban el profeta Ezequiel, que
era entonces un muchacho, el ex-rey Joaquín y su familia, y miles de
jóvenes y artesanos.
X , VII, 2 Sedequías, hermano de Joacim, permitió a sus cortesanos y súb
ditos actuar de manera tan pecaminosa como quisieran. Jeremías L
advirtió que cesara en sus transgresiones, mientras que Ezequiel,
escribiendo desde Babilonia, predecía también las calamidades que
caerían sobre el pueblo. Pero Sedequías no creía a estos profetas, por­
que en tanto que concordaban en todos los otros puntos tenían una
discrepancia. Jeremías decía que Sedequías “sería llevado cautivo a
Babilonia”, mientras que Ezequiel decía que “no vería Babilonia”.
A 10:1011 Después que Sedequías hubo sido rey durante ocho años, rompió su
X . VU, 3
promesa a Nabucodonosor y se alió con el rey de Egipto, que estaba lu­
chando contra Babilonia. Nabucodonosor reunió su ejército, y,
derrotando primero a los egipcios, marchó contra Jerusalén y la asedió.
X , VII, 4 -0 El profeta Jeremías había sido echado en la cárcel por sus enemi­
gos. Pero apremió al pueblo a que abrieran las puertas al rey de
Babilonia y se salvaran; si no lo hacían así serían destruidos por el
hambre o la espada. Pero los gobernantes, enfurecidos, le acusaron
ante Sedequías de minar la moral del pueblo, y persuadieron al rey
que les entregara a Jeremías. Sacándolo de la cárcel lo bajaron con
cuerdas a un pozo lleno de cieno. Allí, pensaron ellos, se asfixiaría,
muriendo de sí mismo, por así decirlo. Jeremías se quedó allí con cie­
no hasta el cuello hasta que uno de los siervos del rey informó al rey
acerca del apuro en que se encontraba el profeta, rogando por él. La­
mentando su decisión original, el rey ordenó el rescate de Jeremías,
y fue llevado a palacio, donde el rey le pidió consejo. De nuevo el
profeta apremió a Sedequías a que se rindiera a los babilonios, o bien
vería el templo quemado y la ciudad destruida.
X. VIII, 1,2 Durante dieciocho meses Nabucodonosor asedió Jerusalén. Cons­
truyó enormes terraplenes rodeando la ciudad, y torres y máquinas
de guerra. Finalmente, los defensores no pudieron ya resistir a los
babilonios, que asaltaron la ciudad hacia la medianoche. Cuando
La destrucción de documentado en todo esto, y los
Jerusalén estratos arqueológicos en Jerusalén y
en las principales ciudades muestran
capas de una destrucción devastadora
Mucha de la evidencia de esta que data de esta era. La epigrafía
destrucción no sólo emana de los abarca desde las cartas de Laquis, que
escritos de Josefo y de las Escrituras narran una inminente conquista,
sino también de antiguas fuentes hasta las lápidas de arcilla
babilónicas, tales como las Crónicas babilónicas, que mencionan raciones
de los reyes caldeos. de aceite y cebada enviadas a los
Nabucodonosor está ricamente prisioneros de Joaquín y su séquito.

Impresión de un artista del asedio de Senaquerib a Laquis.

Sedequías vio que todo estaba perdido, tomó a sus mujeres e hijos,
oficiales y amigos, y huyó de Jerusalén.
Pero al amanecer los babilonios alcanzaron a los fugitivos cerca de a 10:137
Jericó. Llevaron a Sedequías y a su familia ante Nabucodonosor. Éste
denunció a Sedequías como violador de tratados y como un misera­
ble irreverente y desagradecido por haber quebrantado su promesa
dada cuando Nabucodonosor le había hecho rey. Ordenó que los hi­
jos de Sedequías fueran ejecutados delante de sus ojos, y luego le hizo
sacar los ojos, y fue encadenado y llevado a Babilonia. Así se cum­
plieron las profecías tanto de Jeremías como de Ezequiel, por cuanto
el rey fue llevado cautivo a Babilonia, pero no vio aquella ciudad.
Nabuzaradán, el general del ejército de Nabucodonosor, recibió x.vm.s
órdenes de saquear el templo y el palacio y luego incendiar ambos
edificios. También debía arrasar la ciudad hasta los cimientos y de­
portar su población a Babilonia. Y así el templo fue quemado 470
años después de haber sido construido, mientras que la población
de Jerusalén fue llevada a Babilonia. El oro, la plata y todos los teso- s « 7 a .c .
ros del tem plo y del p alacio fu eron llev ad o s a B a b ilo n ia , y
Nabucodonosor dedicó los vasos santos a sus propios dioses.
Así terminó el linaje de David, que incluyó a veintiún reyes que rei­
naron 514 años en total, después que Saúl hubiera reinado veinte.
182 Antigüedades de los judíos

El asesinato de Gedalías
a 10:155 Nabuzaradán designó a Gedalías como gobernador sobre los po-
x. ix. i bres> ]os desertores y los agricultores dejados en el país. También sacó
a Jeremías de la cárcel y le invitó a ir con él a Babilonia. El rey había
ordenado dar a Jeremías todo lo que necesitara, pero el profeta pre­
firió quedarse entre las ruinas de su país en Mizpa.
x, ix 2-4 Ahora bien, algunos de los judíos habían huido de Jerusalén du­
rante el sitio. Cuando oyeron que los babilonios se habían ido,
volvieron a la tierra y se sometieron al gobierno de Gedalías. Pero en­
tre ellos había un hombre vil llamado Ismael, que era de la línea real,
y conspiró para arrebatar el gobierno de manos de Gedalías. Vino con
diez hombres a Mizpa, donde Gedalías los agasajó con un banquete.
Aunque el gobernador había sido advertido acerca de las maquina­
ciones de Ismael, en su generosidad no hizo caso, y bebió con sus
invitados hasta que quedó ebrio y se durmió. Ismael y sus acompa­
ñantes asesinaron en tonces a G edalías, así com o a todos los
ciudadanos y soldados babilonios en la ciudad.
x.ix. 5.6 Los judíos se enfurecieron contra Ismael temiendo que el rey de
Babilonia vengaría la muerte de su gobernador. En su angustia acu­
dieron a Jeremías y le preguntaron qué debían hacer. Jeremías les
prometió que estarían a salvo si se quedaban en Judea. Pero ellos no
quisieron aceptar su consejo, y todos pasaron a Egipto, tomando a
Jerem ías y a su discípulo Baruc con ellos. A llí Dios le reveló a
Jeremías que el rey de Babilonia conquistaría Egipto y mataría a al­
gunos de sus compatriotas judíos, y a otros los deportaría a Babilonia.
Y así sucedió, cinco años después del saqueo de Jerusalén. Pero el
rey no instaló otras gentes en Judea ni en Jerusalén, que quedaron
desiertas durante setenta años.

1. Josefo se refiere a la ciudad de C ilicia, aunque el destino del Antiguo Testamento


es “Tarsis”, que probablemente era Tartesos en España. La Biblia tam poco identifica
dónde fue vom itado Jonás, pero Josefo supone que fue en el m ar Negro, como lugar
más cercano a Asiría.
2. Salm ansar V de A siría murió para la época de la conquista de Sam aría, en el 722
a.C., y fue su sucesor Sargón II, quien deportó a la población.
3. 2 Reyes 19:35 afirm a que este núm ero fue m uerto por “el ángel de Jehová”. Al
docum entar las derrotas de Senaquerib en Egipto, Josefo cita la Historia d e H erodoto
(ii,141) acerca de que los asirios abandonaron el sitio dePelusio debido a que una horda
de ratones destruyó sus arm as, royéndolas, en una sola noche, leyendo “asirios” por
“árabes” en aquel contexto.
4. Sería m ás exacto decir unos 300 años. Para Jadón, ver A n tig ü ed a d es 8 :2 3 2 (CLIE
A, VIII, VIII, 5).
183

14
El reto rn o a J erusalén

abucodonosor, rey de Babilonia, escogió de entre los judíos 10:186

N
l

cautivos a un número de jóvenes de noble cuna que eran x, i


fuertes, apuestos e inteligentes. Los puso al cuidado de tu­
tores para que fueran instruidos en la cultura babilónica. Entre
estos jóvenes había cuatro miembros de la casa de Sedequías, cu­
yos nom bres eran D aniel, A nanías, M isael y A zarías, pero
Nabucodonosor cambió sus nombres a Beltsasar, Sadrac, Mesac y
Abed-nego, respectivamente. Y les tomó gran aprecio por su celo
en los estudios.
Daniel y sus parientes preferían una dieta estricta de frutas y ver­ x, x, 2
duras. Le pidieron al eunuco encargado de ellos que se quedara para
sí los platos de carne que les eran enviados de la mesa del rey, y que
les dejara la comida que no era de carne para ellos. Pero el eunuco
tuvo miedo que se volvieran delgados y pálidos, y que el rey descu­
briera lo que había hecho y se encolerizara con él. Ellos le sugirieron
una prueba de diez días, prometiendo volver a su anterior dieta si
enflaquecían.
El siervo accedió. Al cabo de los diez días los cuatro jóvenes se veían
más saludables que el resto de los jóvenes que comían de la mesa del
rey, por lo que prosiguió con este arreglo. Ellos se hicieron expertos
en conocimientos hebreos y caldeos, y Daniel fue especialmente fa­
vorecido por Dios en que Dios le reveló la interpretación de sueños.

Daniel
Una noche, el rey Nabucodonosor tuvo un notable sueño, y m ien­ A 1 0 :1 9 5
X ,X , 3,4
tras dormía Dios se lo explicó. Pero al despertar olvidó tanto el sueño
como su interpretación. Entonces llamó a sus sabios y adivinos de
entre los caldeos y les pidió que le contaran su sueño y su interpre­
tación. Los magos le dijeron que tal cosa era imposible, pero que si
les contaba el sueño ellos le darían la interpretación. Entonces
Antigüedades de los judíos

Nabucodonosor los amenazó a todos con la muerte a no ser que pu­


dieran contarle el sueño y su significado.
Cuando Daniel oyó esto, y que él y sus parientes estaban en peli-
gro, pidió al rey que aplazara la matanza de los sabios por una noche.
Daniel esperaba dentro de este tiempo saber por Dios tanto el sueño
como su significado. Cuando el rey consintió, Daniel volvió a su casa
con sus parientes y oró toda aquella noche. Dios se compadeció de
los que peligraban y le reveló el sueño y su interpretación.
Temprano a la mañana siguiente, Daniel le dijo al rey: “Te parecía
ver una gran estatua de pie, con la cabeza de oro, los hombros y bra­
zos de plata, su vientre y muslos de bronce, pero las piernas y los pies
de hierro. Luego una piedra se desprendió de un monte y cayó sobre
esta estatua, derribándola y rompiéndola en pedazos. El oro, la plata,
el hierro y el bronce fueron molidos a polvo, y el viento lo arrastró todo.
Pero la piedra se hizo tan grande que toda la tierra pareció llenarse con
ella. Éste fue el sueño y ésta es la interpretación: la cabeza de oro sig­
nificas tú y los reyes de Babilonia antes de ti. Las dos manos y los
hombros significan que tu reino será conquistado por dos reyes. Pero
su imperio será destruido por otro rey desde occidente, armado con
bronce. Y todavía otro poder como el hierro acabará con el gobierno
del rey de occidente. Tendrá dominio sobre toda la tierra, por su na­
turaleza de hierro, que es más fuerte que el oro, la plata o el bronce."
Daniel también le reveló al rey el significado de la piedra, pero creo
que no es apropiado relatar esto, porque debo escribir de lo que es
pasado, no de lo futuro. Pero si alguien quiere saber de las cosas ocul­
tas que han de suceder, que lea el libro de Daniel entre los escritos
sagrados.1
Cuando Nabucodonosor oyó esto —y desde luego éste había sido
su sueño— quedó atónito y se postró sobre su rostro ante Daniel como
si fuera un dios. Designó entonces a Daniel y a sus parientes como
gobernadores de su reino.
Pero posteriormente Daniel y sus compañeros incurrieron en la ira
de Nabucodonosor. El rey levantó una enorme estatua de oro y la puso
sobre la gran llanura de Babilonia, y llamó a todos los gobernadores
de su imperio a que se postraran ante la estatua y la adoraran cuan­
do oyeran el toque de la trompeta. Los que rehusaran serían echados
a un horno de fuego. Cuando la trompeta sonó, todos adoraron la es­
tatua, excepto Sadrac, Mesac y Abed-nego, que rehusaron violar las
leyes de sus padres. Fueron sentenciados y echados al fuego. Pero
fueron milagrosamente preservados por la divina providencia por­
que el fuego no los tocó. Esto demostró al rey que ellos eran justos y
favorecidos por Dios y continuó teniéndolos en muy alta estima.
Ruinas de la puerta de Istar en la Babilonia de Nabucodonosor. La calle de la
Procesión pasaba a través de la puerta en esta ciudad del siglo vi a.C. El actual
nivel del suelo queda indicado por la parte superior del ribazo al fondo.
186 Antigüedades de los judíos

x, X. 6 Poco tiempo después Nabucodonosor tuvo otro sueño. Caería del


poder y pasaría siete años en el desierto con las fieras salvajes, tras
lo cual volvería a recuperar su reino. Ninguno de los magos pudo
explicarle el sueño excepto Daniel, y su interpretación se cumplió.
562 a.C. Después que Nabucodonosor hubo reinado duranLe cuarenta y tres
X. XI, 1
años murió. [A quíJosefo añ ad e detalles acerca d e las m ejoras introdu­
cidas p o r N abucodonosor en Babilonia citando d e la Historia Caldea,
d e Beroso.] Fue sucedido por Evil-merodac, su hijo, que liberó a Joaquín
X. XI. 2 de la cárcel. También le dio muchos presentes, porque su padre,
Nabucodonosor, no había guardado su palabra con Joaquín cuando se
entregó con su familia para evitar mayores males a Jerusalén.

La fiesta de Belsasar
A 10:232 Uno de los sucesores de Evil-merodac fue Belsasar. Después que
X. XI. 2
Belsasar hubo reinado diecisiete años, Ciro, el rey de Persia, y Darío,
rey de Media, lo atacó y asedió en Babilonia. Durante una fiesta en
su palacio con sus concubinas y amigos, Belsasar ordenó que se em­
plearan en su mesa los vasos de Dios que Nabucodonosor había
lomado como botín de Jerusalén. Mientras estaba bebiendo y blas­
femando a Dios, vio una mano que salía de la muralla y que escribía
allí ciertas sílabas. Agitado por esta visión, el rey llamó a los magos
y caldeos para que interpretaran el escrito, pero no pudieron. Belsasar
hizo proclamar entonces por todo el país que si alguien podía leer
la escritura en la pared y explicar su significado recibiría un collar
de oro, vestido de púrpura, y sería el tercero en su reino. Muchos
magos se sintieron tentados, pero cuando vinieron y vieron la escri­
tura no pudieron descifrarla.
La abuela del rey vio lo desesperado que estaba, y le dijo que ha­
bía entre los judíos un hombre llamado Daniel que le había explicado
a Nabucodonosor muchas cosas que nadie más conocía. Belsasar lla­
X. XI. 3 mó a Daniel y le repitió sus promesas si le interpretaba la escritura
en la pared. Pero Daniel le rogó que se guardara sus regalos y le dijo
que le explicaría la escritura.
“M ene—le explicó Daniel— significa ‘número’, y significa que el nú­
mero de años que Dios ha señalado para tu vida y tu reinado han llegado
casi a su fin. Tekel significa ‘peso’, porque Dios ha pesado tu reinado y lo
encuentra declinando. Peres significa ‘una ruptura’, porque Dios rom i icrá
tu reino a trozos y lo dividirá entre los medos y los persas. ”
X. XI. 4 Aunque se aterrorizó ante esta revelación, Belsasar no dejó a Da­
niel sin los presentes que le había prometido. Pero poco después
539 a.C. tanto él como Babilonia fueron tomados por Ciro de Persia, y éste fue
el fin de los descendientes de Nabucodonosor.
El retorno a Jerusalén 187

en el foso de los leones


p a n ie l
Ahora bien, Darío de Media era hijo de Astiages, que terminó con a ío^n
e\dominio babilónico junto con su pariente Ciro. Llevó a Daniel a X. XI. 5
su propio palacio en Media y lo honró como uno de los tres princi­
pales sátrapas de la tierra. Pero los otros gobernadores sentían celos
¿ e Daniel y decidieron librarse de él. Observando que oraba a Dios
tres veces al día, le dijeron a Darío que sus sátrapas y gobernadores
habían decidido dar al pueblo una moratoria de treinta días. Duran­
te este tiempo no debían ofrecer una petición u oración ni al rey ni a
los dioses, y todo el que desobedeciera el decreto debería ser echa­
do en un foso de leones.
Sin sospechar nada el rey aprobó este decreto. Todos obedecieron X. XI. 6
menos Daniel, que prosiguió con sus oraciones diarias delante de todos.
Entonces los sátrapas fueron a Darío, acusaron a Daniel de haber
transgredido la ley, y exigieron que fuera arrojado al foso de los leones.
Darío, esperando que la Deidad salvara a Daniel, le exhortó a que
soportara valerosamente su suerte. Con Daniel dentro selló la piedra
que servía de entrada al foso de los leones. Después de irse se sintió
tan angustiado que no podía ni comer ni dormir. Temprano por la
mañana, Darío se levantó y fue al foso, adonde encontró la piedra en
su lugar y el sello intacto. Abriéndolo llamó a Daniel y le preguntó
si estaba a salvo. Daniel respondió que no había sufrido daño, y el
rey ordenó que lo sacaran de allí.
Pero los enemigos de Daniel rehusaron creer que había sido salvado
por la Deidad. Afirmaron que alguien habría hartado antes a los leones
con comida, lo que explicaba que Daniel no hubiera sido dañado. El rey
ordenó entonces que dieran una gran cantidad de comida a los leones.
Cuando hubieron comido hasta saciarse, hizo que los enemigos de Da­
niel fueran echados a los leones para ver si los leones iban a respetarlos
¡jorque estaban llenos. Pero los leones los desgarraron a trozos como si
estuvieran famélicos. Así, quedó evidente para Darío que era Dios quien
había salvado a Daniel, y lo alabó por todo el país.
Daniel recibía ahora más honores que nunca, y edificó una forta­ X, XI, 7
leza en Ecbatana en Media, que fue construida de manera magnífica
y que sigue en pie hasta nuestros días. También escribió libros, que
siguen siendo leídos, en los que predecía el futuro y nos convencen
de que Daniel habló con Dios, porque todo lo que predijo sucedió.
[A quí Jo s e fo da con d eta lle las vision es en D aniel 7ss.]

El regreso de Babilonia
En el primer año del reinado de Ciro, que era el año septuagésimo2 a na
desde la deportación de los judíos a Babilonia, Dios se apiadó de su Xi '■1
188 Antigüedades de los judíos

pueblo cautivo. El profeta Jeremías había predicho que después que


estuvieran setenta años en cautiverio serían de nuevo restaurados a
la tierra de sus padres y reconstruirían el templo. Ahora Dios indu­
jo a Ciro a escribir por toda Asia: “Así dice el rey Ciro: Por cuanto el
Dios Altísimo me ha designado como rey de la tierra habitable estoy
convencido de que Él es el Dios al que los israelitas adoran. Él pre­
dijo mi nombre por medio de los profetas y que yo debía edificar su
templo en Jerusalén.”
X I, I, 2 Ciro sabía esto por la lectura de las profecías de Isaías dadas 210
años antes. Se quedó maravillado ante el poder divino y se sintió
controlado por un deseo de cumplir lo que estaba escrito. Reunien­
do a los más distinguidos judíos en Babilonia, Ciro les dijo que les
permitiría regresar a su tierra natal y reconstruir Jerusalén y su tem­
plo. Él sería su aliado, y escribiría a sus sátrapas y gobernadores cerca
de Judea para que contribuyeran con oro y plata para la edificación
del templo.
538 a .c . Los principales de las tribus de Judá y de Benjamín, los sacerdo­
X I. I. 3
tes y los levitas emprendieron el regreso a Jerusalén. Pero muchos
se quedaron en Babilonia, no queriendo dejar sus propiedades. Al
llegar, los amigos de Ciro contribuyeron mucho para la construcción
del templo. Ciro les devolvió los vasos santos que Nabucodonosor
había sacado del templo y llevado consigo a Babilonia. Dio una lista
específica de los mismos a los sátrapas de Siria. El número de los que
volvieron del cautiverio a Jerusalén fue de 42.462.
a n:i9 Mientras echaban los cimientos del templo, los cúteos asentados
XI, II, 1,2
en Samaria apremiaron a los sátrapas para que impidieran a los ju­
díos la reconstrucción de la ciudad y del templo. Y cuando poco
después murió Ciro, los samaritanos y la mayor parte de los estados
X I, III, 1 vecinos escribieron a su hijo Cambises diciéndole que los judíos eran

una raza orgullosa y rebelde. Y que si volvían a ser poderosos, decía


la carta, los judíos no se someterían al gobierno de los persas ni les
pagarían tributo sino que tratarían de derribarlos. Cambises les cre­
yó y ordenó a los judíos que cesaran en la reconstrucción de la ciudad
y del templo. Después de gobernar durante seis años, durante los que
522 a .c . conquistó Egipto, Cambises murió. Unos meses después, Darío, hijo

de Histaspes, fue designado rey.

Darío de Persia y Zorobabel


an:3i En el primer año de su reinado, Darío dio una gran fiesta, a la que
xi. ni. 2 invitados todos los sátrapas y gobernadores de su reino. Des­
pués de haberse saciado, el rey se fue a dormir. Pero, no pudiendo
dormir, inició una conversación con sus tres guardaespaldas. Les pro-
El retorno a Jerusalén 189

puso un concurso. El que diera la respuesta más inteligente a su pre­


gunta recibiría estos premios: vestiduras de púrpura, copas de oro
para beber, un lecho de oro, un carro de guerra con una brida de oro,
un locado de lino fino, un collar de oro, y el primer puesto después
del rey. Y su pregunta era: ¿cuál de estas cosas es la más fuerte: el vino,
los reyes, las mujeres o la verdad? Con esto, se fue a dormir.
Por la mañana reunió a los nobles, sátrapas y gobernadores de XI, ¡II, 3

Persia y Media. Ellos se sentaron en su salón del trono para escuchar


ja o p in ió n de cada guardaespalda.
El primero dijo que el vino era lo más fuerte, porque podía redu­
cir al más poderoso rey y elevar al más ínfimo esclavo. Podía hacer
ricos a los pobres, felices a los doloridos, y amigos a los enemigos. Y
cuando quedaban sobrios a la mañana siguiente, la gente olvida lo
que han hecho mientras estaban borrachos, por lo que el vino era lo
más fuerte.
El segundo guardia dijo que los reyes eran los más fuertes, porque XI, III, 4

rigen sobre los hombres. Y los hombres son los más poderosos de
todos los seres vivos, obligando a la tierra y al mar a que produzcan
para ellos. Pero los hombres, a su vez, están obligados a obedecer los
mandatos de sus reyes, incluso en los más grandes peligros de la gue­
rra. Por ello, los reyes son lo más fuerte.
El tercer guardia, llamado Zorobabel, dijo que el vino y los reyes XI, III, 5

son verdaderamente fuertes, pero que las mujeres lo eran más. Por­
que las mujeres traen al mundo a los reyes, así como a los que plantan
las vides que producen el vino. Una mujer hermosa podía hacer que
uno dejara sus riquezas y olvidara a sus padres y amigos. Además,
los más grandes reyes eran gobernados por sus mujeres, y harían cual­
quier cosa por complacerlas.
“Pero, por poderosas que sean las mujeres —prosiguió Zorobabel— XI. ¡II, 6

tanto las mujeres como los reyes son más débiles que la verdad. Por­
que aunque la tierra sea grande y alto sea el cielo, y veloz el sol, sin
embargo, todo esto se mueve según la voluntad de Dios. Y por cuanto
El es verdadero y justo, la verdad debe ser también lo más fuerte. Todo
lo demás es mortal y temporal, pero la verdad es inmortal y eterna.”
La asamblea aclamó a Zorobabel como el mejor, y el rey quedó tan XI, III, 7

complacido que le dijo que pidiera alguna cosa más allá de lo que él
había prometido. Zorobabel le recordó entonces un voto que había
hecho si llegaba a poseer el reino: reconstruir Jerusalén y restaurar
el templo de Dios.
Darío se quedó complacido con esto y se levantó para abrazarlo. XI, ///. 8

Luego escribió a sus sátrapas y toparcas que acompañaran a Zorobabel


y a los que fueran con él para reconstruir el templo. Envió también
190 Antigüedades de los judíos

cartas a los gobernadores de Siria y Fenicia, ordenándoles que corta­


ran madera de cedro del Líbano y la enviaran a Jerusalén. Además, hizo
que los samaritanos y las naciones vecinas devolvieran ios pueblos que
habían quitado a los judíos y que contribuyeran a la construcción del
templo. Así, todo lo que Ciro había querido hacer para la restauración
del templo lo decretó ahora Darío.
A 11:64 Zorobabel dejó gozoso el palacio para irse a Babilonia, donde llevó
XI, III, 9-10
XI, IV, 1-3 las buenas nuevas a sus compatriotas. En acción de gracias, seleccio­
naron a los que volverían, y fueron a Jerusalén 48.462 hombres, así
como 40.742 mujeres y niños. Se reanudó la obra del templo y progresó
rápidamente. Incluso los samaritanos acudieron a Zorobabel y pidie­
ron que los dejara ayudar en la reconstrucción del templo, pero él,
contestó que no podían tener parte en la reconstrucción. Pero cuan­
do estuviera acabado, les dijo Zorobabel, tendrían el mismo privilegio
que las otras naciones para venir y adorar allí si lo deseaban.
XI, IV, 4-6 Los samaritanos se encolerizaron y protestaron ante los persas, ad­
virtióla doles de que el templo parecía más bien una fortaleza. Los judíos
se inquietaron temiendo que Darío cambiara de parecer, pero los pro­
fetas Hageo y Zacarías los alentaron. Entonces Darío leyó un documento
en los archivos en Ecbatana que detallaban la autorización de que el tem­
plo hiera reconstruido. Advertía que todo el que se opusiera debía ser
cruci lacado. Darío envió mía copia a su gobernador en Siria, dándole su
sanción, y ordenándole que ayudara a los judíos, lo cual hizo.
XI, IV, 7-9 Al final de siete años quedó terminado el templo y se ofrecieron sa­
crificios en los altares. Era tiempo de celebrar la Pascua, y acudieron
a Jerusalén judíos en grandes multitudes desde sus pueblos y ciuda­
des. Celebraron la fiesta durante siete días con gran gozo. Su forma de
gobierno era ahora aristocrática y oligárquica, con los principales sa­
cerdotes al frente. Como los samaritanos seguían hostigándoles,
enviaron a Darío una delegación de cinco embajadores, incluyendo a
Zorobabel. El rey escribió ama carta de advertencia a los samaritanos.

Esdras
A 11:120 Cuando Darío murió, su hijo Jerjes se hizo cargo del reino y conti­
XI, V, 1
4H6 a.C. nuó estimando mucho a los judíos. Esdras, el principal sacerdote de
los judíos que permanecían en Babilonia, era gran conocedor de las
leyes de Moisés. Decidió ir a Jerusalén con otro grupo de judíos pro­
cedente de Babilonia. Habiendo obtenido una carta de autorización
de parte del rey Jerjes, emprendieron la marcha y llegaron a Jerusa­
lén cuatro meses después, llevando muchos vasos de oro y de plata
a la tesorería del templo y ofreciendo sacrificios.
Más tarde, algunos le dijeron a Esdras que algunos del pueblo, in-
191

Dos samaritanos actuales sosteniendo su más preciado tesoro, el rollo del


Pentateuco samaritano. El monte Ebal, el "monte ae la Maldición", está al fondo.
192 Antigüedades de los judíos

cluyendo sacerdotes y levitas, habían quebrantado la ley casándose


con mujeres extranjeras. Le pidieron a Esdras que hiciera cumplir [as
leyes, pensando que Dios podría enojarse y castigarlos.
xi, v. 2,3 Al oír esto, Esdras se rasgó las vestiduras y se mesó el cabello, p 0 s .
trándose sobre el suelo. Tenía miedo de que si les decía a los hombres
que despidieran a sus mujeres paganas no lo harían. Todos los judíos
moderados vinieron a ver a Esdras y se dolieron con él. Luego se le-
vantó, extendió los brazos al cielo, y dijo que le avergonzaba mirar
arriba, por los pecados que el pueblo había cometido. Pero implora­
ba a Dios, que había salvado a un rem anente de su pueblo del
cautiverio en Babilonia y los había restaurado a Jerusalén, para que
se apiadara de ellos y los perdonara.
a 11:145 Cuando Esdras hubo terminado de orar, Secanías, un principal en
xi. v.4 j erusaién, dijo que habían pecado tomando mujeres extranjeras.
Apremió a Esdras a que ordenara que estas mujeres fueran despedi­
das ju nto con sus hijos y a castigar a los que desobedecieran.
Siguiendo su consejo, Esdras hizo que los sacerdotes, levitas y el
pueblo juraran despedir a estas mujeres y a sus hijos. A continuación
convocó al resto del pueblo a que acudieran a Jerusalén en el plazo
de tres días, bajo pena de confiscación de sus bienes. Cuando se hu­
bieron reunido, Esdras les dijo que habían pecado tomando mujeres
extranjeras, pero que Dios se agradaría si se divorciaban de ellas. Así
lo hicieron, y trajeron sacrificios para aplacar a Dios.
xr. v. s Posteriormente, en la fiesta de los Tabernáculos, el pueblo se re­
unió en el atrio del templo y le pidió a Esdras que les leyera las leyes
de Moisés. Él se levantó en medio de la multitud y leyó desde tem­
prano por la mañana hasta el mediodía. Mientras escuchaban, la
gente iba recordando cuántas veces habían quebrantado estas leyes,
y lloraban. Pero Esdras les dijo que reprimieran sus lágrimas, porque
era día de festividad y no era lícito lamentarse. En lugar de ello, de­
bían festejar y regocijarse, porque su arrepentimiento impediría que
volvieran a caer en pecado.
Esdras vivió hasta una avanzada ancianidad antes de morir, y le
hicieron un magnífico funeral en Jerusalén.

Nehemías
a H -.159 Uno de los cautivos judíos, llamado Nehemías, era copera del rey
Xl v-6 Jerjes . 3 Mientras andaba un día por debajo de las murallas de Susa,
la capital persa, oyó a algunos viajeros que hablaban hebreo mien­
tras entraban en la ciudad tras largo viaje. Les preguntó de dónde
venían, y ellos dijeran: “de Judea”. Entonces les preguntó cómo es­
taban la gente y la ciudad.
El retorno a Jerusalén 193

“Están en aprietos —contestaron ellos— . Las murallas han sido de-


rruidas, los de naciones vecinas están saqueando el país, tomando
cautivos a judíos, y los caminos están llenos de cadáveres.”
Nehemías rompió en llanto por compasión hacia sus compatrio­
tas. Mirando al cielo, preguntó: “¿Hasta cuándo, Señor, mirarás a otro
jado mientras nuestra nación sufre tal miseria?”
Mientras estaba lamentándose a la puerta, alguien le informó que
el rey estaba listo para reclinarse para comer, por lo que apresurán­
dose entró tal como estaba, sin lavarse, para servir al rey como copero.
pero después de la comida el rey estaba más alegre que de costum­
bre, y al ver la apariencia abatida de Nehemías le preguntó por qué
estaba tan triste. Nehemías oró pidiendo palabras persuasivas y le
dijo: “¿Y cómo puedo yo, oh rey, dejar de estar abatido cuando oigo
que las murallas de Jerusalén, donde están los sepulcros y monumen­
tos de mis padres, han sido derruidas, y sus puertas quemadas con
fuego? Pero permíteme gentilmente que vaya y edifique sus mura­
llas, y que termine de edificar el templo.”
El rey le concedió su petición y le permitió llevar cartas a los sátrapas
con órdenes de rendir a Nehemías los honores debidos y de proveer
todo lo que necesitara. Gozoso, Nehemías adoró a Dios y dio gracias
al rey por su promesa. Al día siguiente, el rey le dio una carta para el
eparca de Siria, Fenicia y Samaria, ordenándole que rindiera honores
a Nehemías y que entregara suministros para la construcción.
Nehemías fue a Babilonia y tomó consigo a muchos de sus compa­ A 11:10»
XI, V, 7
triotas. Se dirigió a Jerusalén, llegando allí en el año vigesimoquinto del
reinado de Jerjes. Convocando a todo el pueblo a que acudiera a la ciu­
dad, se puso en pie en el atrio del templo, y les dijo que había venido
con permiso del rey de Persia para reconstruir sus murallas y acabar el
templo. Confiando en Dios, y trabajando díay noche, les aseguró, triun­
farían. Entonces dijo a los oficiales que midieran la muralla y dividieran
la obra entre las gentes por pueblos y ciudades. Así se prepararon los
judíos para la obra. Este nombre [judíos], con el que han sido llamados 445 a.C.

desde su regreso de Babilonia, se deriva de la tribu de Judá.


Pero cuando los amonitas, moabitas, samaritanos y todos los que XI, V, 8

vivían en la Celesiria oyeron que las murallas estaban otra vez subien­
do, intentaron poner estorbos a los trabajadores. Mataron a muchos de
ellos y pagaron a extranjeros para que asesinaran al mismo Nehemías.
Pero Nehemías se rodeó de guardias personales, y no se dejó arredrar.
No porque temiera la muerte, sino que sabía que si le mataban a él las
murallas de la ciudad nunca serían construidas. También ordenó que
los constructores estuvieran armados mientras trabajaban, y así los al­
bañiles ten ían espadas y escudos cerca de ello s. Se pusieron
194
El cautiverio agrandó y hermoseó la ciudad de
Babilonia de tal manera, que se
babilónico convirtió en el centro del mundo en
el siglo vi a.C . El hijo y sucesor de
Por razones bastante obvias, Nabucodonosor fue Evil-merodac
Nabucodonosor no califica como (562-560 a.C .), el cual es citado
uno de los favoritos en la historia tanto por Josefo como por 2 Reyes
hebrea. Sin embargo, tiene un 25:27 como el soberano que libertó
mínimo de crédito al no perpetrar la a Joaquín sacándolo de la cárcel. El
clase de genocidio israelita que fue el Belsasar que aparece luego tan
sello distintivo de los asirios. No hay prominentemente tanto en los
"diez tribus perdidas" de Judá, y escritos de Josefo como en los
puesto que las dos tribus del sur registros bíblicos no era Nabónido
sobrevivieron, a pesar de su exilio, mismo, como dice Josefo (CLIE A X,
los hebreos hoy son llamados judíos. XI, 2), sino más bien el hijo mayor
La situación de los hebreos en el de Nabónido, el último rey del
exilio afectó tan poderosamente a Imperio Neobabilónico (556-539
las subsiguientes civilizaciones a.C .). Estuvo ausente de Babilonia
occidentales que la frase "cautiverio tan frecuentemente, que nombró a
babilónico" llegó a ser una especie Belsasar como príncipe o
de frase genérica para todo grupo o cogobernador. Belsasar fue el
institución religiosa en esclavitud. anfitrión que vio la escritura en la
En el futuro se usaría también para el pared durante su banquete.
traslado del papado de Roma a Los persas bajo el mando de Ciro
Avignon, en Francia del 1309 hasta conquistaron entonces Babilonia, y
el 1377 d .C ., y por Martín Lutero, todo estaría en orden excepto por la
para uno de sus tratados sobre la mención que se hace de "Darío el
Reforma en 1520. Medo" en relación con el relato de
Correlacionar este período con la Daniel en el pozo de los leones.
historia general del antiguo Cercano Primos étnicos de los persas, los
Oriente es complicado por los medos fueron conquistados por Ciro
nombres de los soberanos que ello también, y la historia no registra un
involucra. De Nabucodonosor no gobernante en esta época
hay duda alguna. Este famosísimo específicamente llamado Darío el
rey del Imperio Neobabilónico Medo. Varios intentos de solucionar
gobernó del 605 al 562 a .C ., y esto lo identifican como el posterior

trompeteros a intervalos de unos 500 pies (152 metros) para señalar


si el enemigo se acercaba, a fin de que los constructores pudieran pre­
pararse para la defensa. A pesar de todas las dificultades la obra
prosiguió, y en veintiocho meses se acabaron las murallas.
Nehemías y el pueblo celebraron con sacrificios a Dios y una fiesta
de ocho días. Debido a que Jerusalén tenía una población pequeña,
Nehemías apremió a los sacerdotes y levitas a que pasaran del campo a
la ciudad, donde les construyó casas, corriendo los costos de las mis­
mas a cargo del propio Nehemías. De esta manera la población de
Jerusalén se expandió. Luego, después de haber efectuado otros muchos
servicios públicos admirables, Nehemías murió a una edad avanzada
y dejó las murallas de Jerusalén como su monumento eterno.
Darío I de Persia, o Gubaru, el judíos y fomentó la reedificación
gobernador provincial de Babilonia. del templo. Sin embargo, al tratar
Ciro, por otra parte, es una de las de extender el Imperio Persa hasta
más grandes figuras de la antigüe­ Europa, fue derrotado por los
dad. Durante su reinado (559-530 atenienses en la Batalla de Maratón
a.C.), este rey fundó el Imperio Persa, en el 490 a.C.
conquistando gran parte de lo que Su hijo y sucesor, Jerjes I (486-
entonces se conocía como Asia 465 a.C .), que llevaba el
Menor hasta las fronteras con la sobrenombre de "el Grande" (al
India. En el 539 a .C ., Ciro finalmente igual que Darío y Ciro), trató de
entró en Babilonia y tomó prisionero vengar a su padre por medio de una
a Nabónido, tratándolo con miseri­ invasión masiva de G recia, hasta
cordia y respeto. Esta política de que fue derrotado en la batalla naval
moderación también se vio en su de Salamis en el 480 a.C. Como es
trato a los judíos cautivos en Babilo­ evidente en los relatos de Esdras y
nia, a quienes les permitió regresar y Nehemías, continuó favoreciendo a
reconstruir la ciudad de Jerusalén y los judíos, y muy probablemente fue
el templo. A ningún otro rey se le el reyAsuero del libro de Ester, a
concede tanto respeto en la Biblia y pesar de que Josefo define a esta
en Josefo como a Ciro, considerado figura como Artajerjes (A XI, VI, 1).
por Isaías como "el ungido de
Jehová" (45:1). En Babilonia se
descubrió un cilindro de arcilla sobre
el cual Ciro narró su conquista y su Reconstrucción de la puerta de Istar
autorización para que el pueblo en en Babilonia
cautiverio regresara a sus casas.
Todavía puede verse su tumba en
Pasargada, en el sur de Irán.
Su hijo Cambises (530-522 a.C.)
conquistó Egipto, pero apenas
alcanzaba el calibre de su padre,
como observa Josefo correctamente
al calificarlo de "m alo por naturale­
za" (A XI, II, 2). Por otra parte,
Darío I (522-486 a.C .) reanudó la
política favorable de Ciro hacia los

1. Josefo evade una exp licación de la piedra porque, en sus tiem pos, los judíos la
interpretaban com o símbolo del reinado m esiánico o del M esías, que pondría fin al
reino de hierro (esto es, el Imperio Romano). Esto tam bién exp lica que no incluyera
la división adicional de los pies de hierro y de barro (Daniel 2), para evitar ofender a
los lectores rom anos.
2. En realid ad era el año quincuagesim octavo o quincuagesim onoveno desde las
primeras deportaciones a Babilonia, cuando fue deportado el ex rey Joaquín en el 597
a.C. Ciro perm itió que los judíos regresaran en el 5 3 8 a.C. Josefo debe haber tenido en
mente los pasajes de Jerem ías 2 5 :1 1 y 2 9 :1 0 cuando escribió esta cifra.
3. Artajerjes (4 6 5 -4 2 4 a.C.), según Nehemías 2 :1 , pasaje que también afirma que esto
ocurrió en el vigésim o año (4 4 5 a.C.) de su reinad o y no, com o d ice Josefo, en el
vigesimoquinto (1 1 :1 6 8 [CLIE, A XI, V, 7]). Puesto que Jerjes reinó sólo veinte años,
Josefo está equivocado.
196

15
D e Ester a lo s Pto lo m eo s

espués de la muerte de Jerjes, el Imperio Persa pasó a su

D
A 11:1114
XI, VI, J
hijo Asuero, a quien los griegos llaman Artajerjes.1 En el ter­
cer año de su reinado, Artajerjes festejó a sus amigos y gober­
nantes con un espléndido banquete que duró 180 días. Después de esto
dio otra fiesta de siete días en Susa para las otras naciones y sus em­
bajadores. Para el banquete Artajerjes levantó un enorme pabellón sobre
pilares de oro y plata. Se extendieron sobre ellos tejidos de lino y de
púrpura para que miríadas pudieran comer. Los cuencos de servir eran
de oro adornados con piedras preciosas. El rey ordenó también a sus
siervos que dieran el vino como se pidiera, en lugar de seguir la cos­
tumbre persa de forzar a los invitados a beber.
Vasti, la reina, también celebraba una fiesta en el palacio para las mu­
jeres. Pero el rey quiso exhibirla a sus invitados, por cuanto su belleza
sobrepasaba a la de las demás mujeres, y ordenó que compareciera a su
banquete. Debido a que las leyes de Persia prohiben que sus mujeres sean
vistas por los extraños, ella desoyó las repetidas órdenes del rey. Artajerjes
se enfureció tanto que interrumpió el banquete y llamó a los Siete Per­
sas que interpretan sus leyes. Acusando a la reina de desobediencia
preguntó cómo debía ser castigada. Uno de ellos dijo que su insulto afec­
taba a todos los persas, “porque las mujeres dejarán de respetar a sus
maridos cuando oigan de la arrogancia de la reina frente a ti, que tienes
poder sobre todos”. El rey decidió repudiar a Vasti, aunque estaba pro­
fundamente enamorado de ella, y tomar en su lugar a otra mujer.

La historia de Ester
A 1 1 :1 9 7 Artajerjes ordenó que algunos de sus hombres seleccionaran a las más
XI, VI, 2
bellas vírgenes en el reino y que se las trajeran. Entre las muchas que vi­
nieron había una joven judía de Babilonia llamada Ester, una huérfana
que estaba siendo criada por su tío Mardoqueo. Él era de la tribu de Ben­
jamín y uno de los hombres principales entre los judíos. Ester sobrepasaba
a todas las mujeres en belleza y fue a formar parte de las 400 vírgenes que
fueron mimadas durante seis meses antes de ser consideradas listas para
la cama del rey. El eunuco a cargo de ellas enviaba entonces al rey una
cada día, éste tenía relaciones con ella, y luego la devolvía al eunuco. Pero
cuando Ester vino a él se enamoró de ella y la hizo su legítima esposa.
De Ester a los Ptolomeos 197

pespués de un mes de festividades, el rey puso una diadema real sobre


se cabeza, y ella vino a vivir al palacio real. Mardoqueo se mudó enton­
a s de Babilonia a Susa y preguntaba cada día por Ester en palacio, porque
|a amaba como si fuera su propia hija.
Algún tiempo después, dos de los eunucos del rey conspiraron para A 11:207
XI, VI, 4
dar muerte a Artajerjes, pero Mardoqueo descubrió la maquinación y lo
reveló al rey por medio de la reina Ester. El rey crucificó a los eunucos, y
aunque no le dio recompensa a Mardoqueo en aquel momento le dijo a
jos escribas que anotaran su nombre en los archivos y que le dejaran es­
tar en el palacio.
Había un hombre de linaje amalecita, llamado Amán, que gozaba de XI, VI, 5

gran favor del rey. Tanto los persas como los extranjeros se postraban de­
lante de él, pero Mardoqueo no lo hacía. Cuando Amán se dio cuenta de
ello preguntó cuál era su linaje. Al saber que era judío, Amán se enarde­
ció de ira, y se dijo para sí que en tanto que persas libres se postraban ante
su presencia este esclavo rehusaba hacerlo. Debido a que su propia raza,
los amalecitas, había sido destruida por los judíos, decidió destruir a toda
la nación de Mardoqueo en lugar de vengarse sólo de él. Se presentó en­
tonces ante Artajerjes y le advirtió en contra de una malvada e inamistosa
nación, de tendencias antisociales, esparcida por todo su reino, que ob­
servaba una religión y ley diferentes. “Son enemigos de todo tu pueblo y
de toda la humanidad”, le dijo, recomendándole la aniquilación total de
los judíos.
El rey le dijo a Amán que podía hacer lo que quisiera con los judíos. X I, V I, 6

Entonces él envió un edicto de que todos los judíos en todo el imperio


de Persia debían ser muertos, con sus mujeres e hijos, en un día determi­
nado. Los gobernadores de Artajerjes se dispusieron a cumplirlo, y en
todas partes los judíos estaban angustiados y agitados. Mardoqueo tam­
bién se dolió, pero le habló a la reina Ester acerca del peligro que se cernía
sobre su nación y le pidió que intercediera delante del rey.
Había una ley por la que nadie podía entrar en presencia del rey ex­
cepto si era llamado, y había hombres con hachas alrededor del trono
listos para castigar a los que se acercaran. Pero el rey tenía en las manos
un cetro de oro, y si deseaba perdonar a alguien lo extendía, y el que lo
tocara quedaba libre de peligro.
Ester oró a Dios pidiéndole ayuda y ayunó durante tres días. Luego se
adornó como corresponde a una reina, y, tomando consigo a dos de sus
doncellas, entró en presencia del rey. Pero cuando le vio sentado en su
trono en esplendor y mirándola con el ceño fruncido, desmayó de temor,
y cayó desvanecida a los pies de sus damas. Pero el rey, por la voluntad
de Dios, mudó de parecer, y saltó del trono para levantarla. Poniendo su
cetro en la mano de ella la tranquilizó.
198 Antigüedades de los judíos

Cuando se reanimó, ella explicó su desmayo con una voz tan débil qUe
el rey se alarmó todavía más. Le dijo entonces que le pidiera lo que qu¡.
siera, hasta la mitad de su reino. Ester le pidió que él y su amigo Amán
asistieran a un banquete que ella le había preparado. Él accedió y as¡s_
tieron. Mientras bebía, Artajerjes le preguntó a Ester qué deseaba, pero
ella dejó su petición para el siguiente día, si podía volverlos a invitar,
XI, VI, 10 Amán quedó muy complacido, porque sólo él había sido considerado
digno de comer con el rey en el banquete de Ester. Pero al salir vio a
Mardoqueo en el patio. De nuevo rehusó inclinarse ante Amán, que contó
esto enfurecido a su mujer y a sus amigos. La mujer de Amán le aconsejó
que hiciera construir una horca de sesenta codos de altura, y que en la
mañana pidiera permiso al rey para crucificar a Mardoqueo. Amán ordenó
a sus siervos que prepararan la horca en su propio patio.
A 11:247 Aquella noche Dios no dejó dormir al rey. Por cuanto quería emplear su
tiempo de manera provechosa hizo que su escriba le leyera de los registros
de los reyes antes de él y de los de su propia administración. Mientras leía
acerca de varias recompensas otorgadas a diversas personas llegó a la cons­
piración que había sido descubierta por Mardoqueo. El rey le detuvo y le
preguntó: “¿No se dice que Mardoqueo recibiera recompensa alguna?” El
escriba le dijo que no había ninguna referencia a ello.
El rey le dijo que dejara de leer, y, por cuanto ya casi era de día, pre­
guntó si alguno de sus amigos había llegado a la corte. Sucedió que Amán
ya había llegado, más temprano que de costumbre porque quería pedirle
al rey poder matar a Mardoqueo. El rey llamó en el acto a Amán y le pre­
guntó: “Por cuanto tú eres mi único amigo fiel, aconséjame: ¿cómo debería
yo honrar a alguien a quien aprecio, de una manera digna de mi
magnanimidad?”
Amán, pensando que el rey quería honrarle a él, dijo: “Si quieres hon­
rar a este hombre, que cabalgue llevando un vestido real y un collar de
oro. Y que uno de tus mejores amigos vaya delante de él proclamando por
toda la ciudad que ésta es la manera en que el rey honra a sus favoritos.”
Complacido con la respuesta, el rey le dijo a Ainán que tomara la ropa,
el collar de oro y el caballo, y que hiciera con Mardoqueo el judío tal como
lo había sugerido. “Y por cuanto tú eres mi mejor amigo —prosiguió—
ve tú delante de él, porque él me salvó la vida.”
Amán se sintió lleno de confusión e impotente, pero fue a Mardoqueo
tal como había ordenado el rey. Al principio Mardoqueo pensó que Amán
se estaba burlando de él, pero luego se vistió de la ropa de púrpura, montó
en el caballo, y fue conducido por la ciudad por Amán. Abatido y lloran­
do, Amán se fue a su casa y le contó a su mujer y a sus amigos lo que había
sucedido.
A 1 1 :2 0 0
XI, VI, 11 Justo entonces los eunucos de Ester llamaron a Amán al banquete.
De Ester a los Ptolomeos 199

^¡entras estaban festejando, Artajerjes preguntó a la reina cuál era su pe-


tición. Ella entonces le confesó que ella era judía de nación, y que ella y
sUnación estaban destinados a la destrucción; le rogó que les ayudara a
evitar tamaña calamidad.
El rey le preguntó: “¿Quién desea destruir a tu pueblo?”
“Amán”, respondió Ester.
Confuso y encolerizado, el rey salió apresuradamente del salón del
banquete al jardín, mientras que Amán se precipitaba sobre el diván de
¡a reina rogándole por su vida. Pero cuando el rey volvió y lo vio allí, se
encolerizó aún más, gritando: “¡Oh, tú el peor de todos los hombres! ¿Aca­
so estás tratando ahora de violar a mi mujer?” Mientras Amán estaba
hablando, el eunuco Harbona informó que había visto en casa de Amán
u n a cruz de treinta codos de altura preparada para Mardoqueo. El rey or­
denó en el acto que Amán fuera colgado de la misma cruz que él había
hecho para Mardoqueo.
Luego, el rey le dijo a Ester que escribiera cartas en su nombre y con su x¡,
VI, 12,13
sello. Estas cartas fueron enviadas a los gobernadores de las 127 satrapías
desde la India hasta Etiopía, denunciando lamaquinación de Amán. Se les
ordenaba que protegieran a los judíos, a los cuales se les permitía armarse
y vengarse de sus enemigos. Se enviaron jinetes por todo el reino con es­
tas cartas, y en el día señalado los judíos dieron muerte a 75.000 de sus
enemigos. Al día siguiente lo celebraron, y los judíos siempre los han con­
siderado desde entonces como días santos, llamados Purim,
Mardoqueo vi no a ser un personaje grande e ilustre en la estima del rey
ayudándole en el gobierno. También gozó de la amistad de la reina, y por
medio de ellos la condición de los judíos fue mejor que lo que hubieran
podido esperar.

Bagoses profana el templo


En el reinado de Artajerjes II, Johanán vino a ser sumo sacerdote [en a 11:297
Jerusalén]. Tenía un hermano llamado Jesús, amigo de Bagoses, el gene­ X I, VII, 1
ral del ejército persa. Bagoses había prometido obtener el sacerdocio para
Jesús, pero cuando Johanán y Jesús discutieron en el templo, enfureci­
do, Johanán dio muerte a Jesús.
Pero la Deidad no pasó por alto este crimen, porque cuando Bagoses supo
de él preguntó encolerizado a los judíos: “¿Habéis osado cometer homici­
dio en vuestro propio templo?” Cuando intentó entrar en el templo lo
detuvieron. Pero Bagoses replicó: “¿Acaso no soy más puro que el cadáver
que está dentro?” Y entonces entró del templo, profanando el santuario. Tam­
bién impuso un tributo a los judíos, ordenándoles que pagaran cincuenta
dracmas2 de la tesorería pública por cada cordero que fuera ofrecido en sa­
crificio durante los siguientes siete años.
2 00 Antigüedades de los judíos

Manasés
A 11:302 Cuando Johanán murió, su hijo Jadúa le sucedió en el sumo sacerdocio,
xi, vm, i
c. 336 a.C. tenía un hermano llamado Manasés. En este tiempo Sanbalat había sido

enviado por Darío [III], el último rey de Persia, como sátrapa de Samaría
Era cuteo de nacimiento —los samaritanos provenían de la misma raíz—1
y estaba deseoso de vivir amistosamente con los judíos, por lo que de
buena gana le dio su hija a Manasés en matrimonio.
XI, VIII, 2 Pero cuando Jadúa vino a ser sumo sacerdote, los ancianos de Jerusa­
lén quedaron inquietos por el hecho de que Manasés, que estaba casado
con una extranjera, participaba con su hermano en los deberes
sacerdotales. Estaban preocupados por que este matrimonio alentara a
otros a transgredir la ley en contra de tomar mujeres extranjeras. Enton­
ces ordenaron a Manasés que, o bien se divorciara de su mujer, o bien que
no se acercara al altar. El mismo sumo sacerdote se unió en la ira del pue­
blo contra su hermano y le impidió el acceso al altar.
Manasés fue a su suegro, Sanbalat, y le dijo que aunque amaba a su
hija, se vería obligado a dejarla. Pero Sanbalat le dijo que podría rete­
ner a su mujer, y no sólo ser sacerdote, sino gobernador y sumo
El monte Gerizim, el "monte de la Bendición" y centro del culto de adoración
samaritano, se levanta sobre las excavaciones de la antigua Siquem en primer plano.
201

Escultura de Alejandro Magno (Museo Arqueológico, Estanbul).

sacerdote. Porque con el consentimiento de Darío Sanbalat edificó otro


templo en el monte Gerizim, el monte más alto cerca de Samaria.
Entusiasmado, Manasés se quedó con Sanbalat. Muchos otros sacer­
dotes y gente que se habían casado con mujeres extranjeras desertaron y
se fueron con Manasés y Sanbalat, quienes se establecieron en Samaria.

Alejandro Magno
Para este tiempo, Alejandro, rey de Macedonia, pasó el Helesponto. A 11:313
XI, VIII, 3
Derrotó a los sátrapas de Darío en la batalla de Granico y estaba c. 334 a.C.

adentrándose más por Asia. Darío lo esperó en Issos, en Cilicia, y todos


en Asia pensaban que Darío derrotaría fácilmente a los invasores. Entre
estos estaba Sanbalat, que prometió a Manasés que cuando Darío volvie­
ra de su victoria, cumpliría sus promesas. Pero Darío fue derrotado en
medio de una gran matanza y huyó a Persia. Alejandro penetró en Siria,
tomando Damasco y Sidón, y luego puso sitio a Tiro. Desde allí envió una
carta al sumo sacerdote de los judíos, pidiéndole suministros y deman­
dando que transfiriera su adhesión y tributo de Darío a Alejandro. El sumo
sacerdote respondió que había prometido a Darío no guerrear contra él y
que mantendría su juramento en tanto que Darío viviera.
Alejandro se enfureció mucho, y amenazó que tan pronto como hubiera
tomado Tiro marcharía contra el sumo sacerdote judío. Su ejemplo en­
señaría a todos los hombres a quién tenían que guardar sus juramentos.
Cuando Sanbalat oyó que Darío había sido derrotado decidió unirse a XI, VIII, 4

Alejandro con 8.000 samaritanos. La amable acogida que le dispensó Ale-


202 Antigüedades de los judíos

jandro alentó a Sanbalat a pedir licencia para dividir a los judíos edift.
cando un templo en Samaría, y le fue dado permiso. Así que se edificó el
nuevo templo, y Manasés fue designado sumo sacerdote. Pero antes de
quedar acabado murió Sanbalat.
332 a.C. Mientras tanto, Alejandro había conquistado Tiro, después de un ase­
dio de siete meses. Después de dos meses más tomó también Gaza. Y se
lanzó entonces apresuradamente contra Jerusalén.
Cuando el sumo sacerdote Jadúa oyó que Alejandro venía se llenó de
temor y ordenó a su pueblo que se unieran a él en sacrificio y oración a
Dios. Apareciéndosele en un sueño, Dios le dijo que se alentara y que
decorara la ciudad con guirnaldas. La gente debía vestirse de blanco, y
los sacerdotes con los ropajes de su orden. Luego debían marchar fuera
de las puertas para acoger a los macedonios, porque no les harían daño
alguno.
A 11:331 Jadúa despertó con regocijo y anunció la revelación a todos. Cuando supo
XI, VIII, 5
que Alejandro no estaba lejos de la ciudad salió en procesión con los sa­
cerdotes y el pueblo. Alejandro vio la procesión que venía hacia él: los
sacerdotes vestidos de lino, y el sumo sacerdote en un ropaje de azul y oro.
En su cabeza llevaba la mitra con la placa de oro en la que estaba inscrito
el nombre de Dios. Acercándose a solas, Alejandro se postró ante el Nom­
bre y saludó al sumo sacerdote. Mientras los judíos daban la bienvenida a
Alejandro con una voz y le rodeaban, sus generales se preguntaron si es que
se había vuelto loco de repente. Uno de ellos, Parmenio, fue a Alejandro y
le pidió que se explicara. Él contestó: “Cuando estaba yo en Dión en
Macedonia, preguntándome cómo podría hacerme dueño de Asia, vi a esta
misma persona en mis sueños, vestido tal como va ahora. Me apremió a
que no me retrasara sino que pasara confiado y lograra el dominio sobre
los persas.”
Alejandro fue escoltado a Jerusalén por el sumo sacerdote y sus asis­
tentes. Subió al templo, donde sacrificó a Dios siguiendo las instrucciones
del sumo sacerdote. Y cuando le mostraron el libro de Daniel, que pre­
decía que uno de los griegos destruiría el imperio de Persia, consideró
que él era el designado. Cuando ofreció a los judíos lo que quisieran, el
sumo sacerdote pidió que pudieran observar sus propias leyes y quedar
exentos del tributo cada año séptimo. Alejandro concedió estas peticio­
nes. También pidieron que a los judíos de Babilonia y Media se les
permitieran sus propias leyes, a lo que también accedió. Finalmente le
dijo al pueblo que si cualquiera de ellos quería alistarse en su ejército les
permitiría que mantuvieran sus propias costumbres, y muchos se unie­
ron a su ejército.3
XI, VIII, 6 Alejandro dejó ahora Jerusalén. Los samaritanos de Siquem, que esta­
ba junto al monte Gerizim y donde vivían apóstatas judíos, vieron cómo
de un substrato cultural helenístico
Alejandro y para la civilizació n en el Cercano
Oriente y el Mediterráneo.
sus sucesores Después de su muerte, el imperio
de Alejandro fue dividido entre tres
Siguiendo el plan concebido por su de sus generales, quienes pelearon
padre, Felipe II, el joven Alejandro entre sí. Cuando finalmente se
partió de Macedonia en la arreglaron los asuntos, Antígono
primavera del 334 a.C. para Gonatas controló la tierra natal
conquistar las vastas riquezas del grecomacedonia, fundando la
Imperio Persa, comenzando con dinastía Antigónida. Seleuco Nicátor
Asia Menor. De paso, se anexó Siria, dominó la masa media del imperio,
Palestina y Egipto, y no se detuvo en centrada en Antioquía de Siria, y
su recorrido victorioso hacia el este fundó la dinastía de los Seléucidas.
hasta que llegó a la India, Ptolomeo Sóter tomó a Egipto para
derrotando a todo enemigo que fundar la dinastía de los Ptolomeos,
encontraba en el camino. Sin la cual gobernó desde Alejandría,
embargo, en el 323 se enfermó donde el cuerpo de Alejandro fue
después de una juerga de comida y puesto en un ataúd de oro. Aunque
bebida en Babilonia, y murió diez puede parecer que Seleuco tomó la
días más tarde a la edad de 33 años. mejor parte del imperio de Alejan­
Su plan de "casarse con Europa y dro, su mitad oriental, la cual era
Asia" resultó en una mezcla que difícil de manejar, fue pronto
afectó significativamente la historia rematada, y el precio de venta quedó
subsiguiente, al echar los cimientos en manos de Ptolomeo.

Los Im p e r io s H e l e n ís t ic o s
Mar Negro
MACEDONIA
Mar Caspio
VI
ASIA ARMENIA , B o k a ra

* A ntioquía BACTRA
MEDIA
Mar Mediterráneo
B ab ilo n ia
A le ja n d ría 9Je r u s a lé n • Su sa
M enfle»
EGIPTO P e rsia

INDIA
Golfo pérsico

Mar Rojo D ESIERTO DE A R A B IA

E scala:
o ioo 200 300 400 millas
I—H t—P -i V / j ,
o 100 200300 400 500 ,
kilóm etros

Reino Selóucida Roino AntwyJmdo Reino Ptolemaico


204 Antigüedades de los judíos

Alejandro había honrado a los judíos. Ahora pretendieron que también


ellos eran judíos, y pidieron a Alejandro que visitara sri templo y que les
concediera la exención del año séptimo del tributo. Él prometió que 10
consideraría más adelante y se llevó consigo a tropas samaritanas a E g ip to
XI, VIH, 7 Cuando Alejandro murió [nueve años más tarde, después de conquis_
323 a.C.
tar Persia], su imperio fue dividido entre los generales que le sucedieron

Ptolomeo I Sóter
A 12:1 Egipto quedó bajo el dominio de uno de los generales de Alejandro lla­
XII, I, 1
mado Ptolomeo, que tenía por sobrenombre Sóter. Decidido a tomar toda
Siria, Ptolomeo marchó contra Jerusalén y la tomó con astucia y engaño;
entró en la ciudad en sábado como para sacrificar, pero entonces la con­
quistó. Los judíos no le resistieron, al no sospechar de sus intenciones
hostiles, y porque estaban gozando de su día de holganza y reposo,
Ptolomeo se llevó consigo a muchos cautivos de Judea y de Samaría, y
los estableció en Egipto. Resultaron ser tan dignos de confianza que les
dio los mismos derechos civiles que a los macedonios en Alejandría. Mu­
chos otros judíos acudieron a Egipto, atraídos por la liberalidad de
Ptolomeo y por la excelencia de su tierra.

Ptolomeo II Filadelfo
A 12:11 Después que Ptolomeo Sóter hubo reinado cuarenta años, Filadelfo
XII, II, 1
283 a.C. reinó en Egipto por los siguientes treinta y nueve. Demetrio de Falero, que
estaba encargado de la biblioteca del rey, quería reunir todos los libros
del mundo, si era posible. Ptolomeo le preguntó una vez cuántos miles
de libros había reunido. Él contestó: “Alrededor de 200.000, pero pron­
to debería tener alrededor de 500.000.”
Demetrio prosiguió diciendo que había muchos libros de leyes entre
los judíos que eran dignos de estudio y de añadir a la librería del rey. Pero
estaban escritos en lengua judaica, dijo, y deberían ser traducidos al griego
para la biblioteca. El rey estuvo de acuerdo con la propuesta de Demetrio
y escribió al sumo sacerdote de los judíos acerca de esta cuestión.
XII, II, 2.3 Mientras tanto, Ptolomeo siguió el consejo de uno de sus amigos sa­
bios y justos, llamado Aristeo, y liberó a los judíos que habían sido traídos
cautivos a Egipto por Ptolomeo Sóter, que ahora sumaban 120.000. Tam­
bién hizo que Demetrio escribiera un memorial formal de su decreto
acerca de la traducción de los escritos hebreos.
XII, II, 4-6 El rey ordenó luego que se enviaran oro y piedras preciosas como pre­
sentes para el sumo sacerdote en Jerusalén. Envió una carta con todo ello
diciéndole al sumo sacerdote que había puesto en libertad a todos sus
compatriotas que habían estado en esclavitud. La carta proseguía:
De Ester a los Ptolomeos 205

He decidido que vuestra Ley sea traducida al griego y depositada en mi


biblioteca. Haréis bien, pues, en seleccionar de cada tribu a seis hombres de
buen carácter. Debieran ser maduros, buenos conocedores de las leyes, y ca­
paces de hacer una traducción precisa.

Eleazar, el sumo sacerdote en esta época, se agradó en gran manera con A 12:51
XII. II. 7-13
la carta y los regalos del rey. Bien dispuesto, seleccionó y le envió a se­
tenta hombres4instruidos de cada una de las doce tribus, que se llevaron
consigo a Alejandría los libros sagrados de los judíos. Cuando el rey oyó
que los ancianos habían llegado a la ciudad despidió a todos los otros vi­
sitantes y ordenó que !e fueran traídos los setenta ante su presencia
inmediatamente. Al entrar los ancianos los trató con sumo respeto y les
hizo muchas preguntas acerca de sus libros. También se asombró por la
manera en que estaban escritos, porque eran de letras de oro sobre cue­
ros. Estos cueros estaban unidos de manera tan perfecta que no se podía
decir dónde terminaba una membrana y donde comenzaba la siguiente.
Luego les expresó su gratitud por haber acudido, y más todavía a los que
los habían enviado, y, por encima de todo, a Dios, de quien eran estas le­
yes. Los ancianos entonces gritaron a una sus felicidades al rey, ante lo
cual él se sintió tan conmovido que lloró de gozo. Los invitó a comer con
ellos en una larga fiesta, durante la que trataron de filosofía, y dispuso
que se les dieran los mejores alojamientos cerca de la ciudadela.
Los ancianos trabajaron en su traducción en una casa que Demetrio les
había preparado. Estaba en una isla cerca de la costa, un lugar apacible
donde podrían escribir y hablar entre sí sin que nadie les interrumpiera.
Cuando la Ley estuvo traducida después de setenta y dos días, Demetrio
convocó a todos los judíos y leyó en voz alta la traducción en presencia
de los ancianos. Ellos expresaron su aprobación y pidieron copias.
El rey se quedó encantado cuando le leyeron las leyes y se sintió ató­ XII. ¡I. 14

nito ante su profundidad y sabiduría. Le preguntó a Demetrio por qué


unas leyes tan admirables nunca habían sido mencionadas por los poe­
tas o historiadores. Demetrio explicó que nadie se atrevía a describir estas
leyes debido a su naturaleza divina, y que algunos que lo habían inten­
tado habían sido afligidos por Dios. Teopompo, por ejemplo, intentó
escribir acerca de estas leyes, pero quedó perturbado mentalmente du­
rante treinta días. Intentó aplacar a Dios durante momentos de lucidez,
enterándose por un sueño que su locura se debía a que había sido dema­
siado curioso acerca de cosas divinas. Cuando abandonó el intento le
volvió la razón. Demetrio contó también acerca del poeta trágico Teodecta.
Éste intentó mencionar puntos contenidos en el libro sagrado en uno de
sus dramas, pero se vio afligido de cataratas hasta que aplacó a Dios.
El rey ordenó que se tuviera gran cuidado con los libros sagrados para XI!. II. 15
206 Antigüedades de los judíos

que nada se cambiara jamás de lo que estaba escrito en ellos. Luego per.
mitió a los traductores volver a su país, cargados con generosos regalos
y los invitó a volver frecuentemente.

Los Seléucidas
A 12:11U Los judíos fueron también honrados por los reyes de Asia [sucesores
XII. III. 1
de Alejandro] cuando les sirvieron en las guerras. Seleuco Nicátor, por
ejemplo, les concedió la ciudadanía en las ciudades que había fundado
y en Antioquía, su capital. Allí tienen privilegios iguales a los de los grie­
gos, hasta el día de hoy.
XII, III. 3 Pero cuando Antíoco [III] el Grande reinó en Asia, los judíos sufrieron
muchas penalidades debido a su guerra contra los ptolomeos. Después
de haberse anexionado Judea, el pueblo do Jerusalén apoyó a Antíoco, y
éste los recompensó ordenando que sus gobernadores los ayudaran en la
finalización del templo. Antíoco hizo finalmente un tratado de amistad
con Ptolomeo [V, Epífanes], dándole su hija en casamiento, junto con la
Celesiria, Samaría, Judea y Fenicia como dote.

Ptolomeo V Epífanes y José


A 12:158 El sumo sacerdote en Judea era entonces Onías. Gran amante del di­
XII. IV. 1
204-181
a.C.
nero, retuvo los veinte talentos de plata que el rey de Egipto recibía cada
año como tributo. Ptolomeo se enojó y envió un embajador a Jerusalén
para advertir a Onías. Si no se pagaba el tributo, el rey les quitaría sus tie­
rras y enviaría a sus soldados a asentarse en ellas. Pero Onías no se
XII, IV, 2 inmutó; tan grande era su codicia.
Onías tenía un sobrino joven, llamado José, muy respetado en Jerusa­
lén por su sabiduría. Fue a ver a Onías y lo acusó de poner a la nación en
peligro. Si estaba tan enamorado del dinero, le dijo José, debería al me­
nos ir al rey y pedirle que perdonara toda o parte de la suma exigida. Pero
Onías le dijo que no tenía la intención de ir al rey y estaba dispuesto a
abandonar el sacerdocio. Entonces José le preguntó si él podría ir como
enviado a Ptolomeo en lugar de él, y Onías accedió. José fue al templo y
convocó a la gente. Les dijo que no se agitaran por la negligencia de su
tío, porque él mismo iría al rey en nombre de ellos.
Tras haberle ellos dado las gracias, José agasajó suntuosamente al en­
viado de Ptolomeo. Dándole valiosos regalos lo envió de vuelta al rey para
anunciarle su misión. Complacido por la buena disposición y generosi­
dad de José, el enviado le prometió que lo ayudaría en lodo. En Egipto
encomió tanto al joven que tanto el rey como la reina se sintieron bien
dispuestos para con él incluso antes de su llegada.
XII, IV. 3 Mientras tanto, José tomó dinero prestado para su viaje de sus amigos
ricos en Samaría y partió para Alejandría. Al mismo tiempo, los magis-
De Ester a los Ptolomeos 207

yados en Siria y Fenicia se dirigían allí para solicitar las concesiones de


cobro de impuestos. Cuando vieron a José por el camino se rieron de su
pobreza y de sus humildes vestiduras.
Al llegar a Alejandría, José supo que Ptolomeo estaba en Menfis. Se A 12:170

d irig ió allí y se encontró con el rey, que estaba entonces en un carro con
su esposa y su amigo Atenión, el embajador que había sido enviado a Je-
rusalén. Atenión reconoció en el acto a José y lo presentó al rey. Ptolomeo
lo invitó a que subiera a su carro, y cuando estuvo sentado comenzó a
quejarse acerca de la conducta de Onías. “Perdónalo por su edad —le con­
testó José— porque tú sabes que los viejos y los niños a menudo tienen
el mismo intelecto. Pero de nosotros que somos jóvenes lo recibirás todo
y no tendrás razón para quejarte.”
Ptolomeo se quedó complacido con la agudeza y el atractivo del joven
y lo invitó a vivir en el palacio y a comer a su mesa. Cuando volvieron a
Alejandría, los recolectores de impuestos se quedaron desagradablemente
sorprendidos al ver a José sentado junto a Ptolomeo.
El día en que iban a venderse los derechos de recolección de impues­ XII, IV, 4

tos, las ofertas de Celesiria, Fenicia, Judea y Samaria totalizaban 8.000


talentos. Pero José se levantó y dijo que este grupo había preparado sus
ofertas a un precio demasiado bajo y que él daría dos veces esta cantidad.
E l rey quedó encantado y dijo que le vendería los derechos a José, pero
le preguntó si tenía algunos garantes.
“Sí —contestó él—, personas del más alto carácter de las cuales tú no
desconfiarás.”
“¿Quiénes son?” —preguntó el rey.
“Tú mismo, oh rey, y tu mujer, garantizando cada uno la parte del otro.”
Ptolomeo se rió y le concedió las concesiones de recolección de
impuestos sin garantes. Los otros ofertantes, frustrados, volvieron a
Siria.
José tomó consigo a 2.000 de los soldados de a pie del rey y volvió para XII, IV, 5

recoger los impuestos. Llegando a Ascalón, demandó el tributo de sus ciu­


dadanos, pero ellos rehusaron, e incluso le insultaron. José, entonces,
apresó a veinte de sus ciudadanos principales, los ejecutó y envió sus
propiedades al rey, informándole de lo que había hecho. Ptolomeo ala­
bó sus acciones y le dio permiso para actuar como deseara. Cuando las
otras ciudades oyeron lo que había sucedido en Ascalón recibieron en el
acto a José y pagaron sus tributos.

H irc a n o , h ijo de José


Durante 22 años José siguió recogiendo los impuestos. Debido a que A 1 2 :1 8 6
XII, IV, 6
la cantidad que recogía cada año era mayor que la que pagaba al rey de
Egipto se volvió muy rico. Se casó y tuvo siete hijos con una mujer, y un
208

Ascalón, sobre el Mediterráneo, fue una de las ciudades de la pentápolis filistea,


el lugar donde José ejecutó a veinte evasores fiscales, y lugar de nacimiento de
Herodes el Grande. Sus ruinas están siendo excavadas.

octavo, Hircano, con la hija de su hermano, con la que se casó bajo las si­
guientes circunstancias:
Cuando estaba comiendo con el rey en Alejandría se encaprichó de una
hermosa danzarina que los entretenía. Pero debido a que los judíos tenían
prohibido tener relaciones con una mujer extranjera, le pidió a su herma­
no que le arreglara el pecado y que también lo encubriera. Su hermano
estuvo de acuerdo, pero en lugar de ello hermoseó a su propia hija y se
la trajo de noche para que durmiera con él. Entorpecido por haber bebi­
do demasiado, José no llegó a reconocer a su propia sobrina, y después
de haber tenido relaciones con ella, y ello varias veces, se enamoró apa­
sionadamente de ella. Después supo que su hermano había preferido
deshonrar a su propia hija antes que ver a José caer en desgracia. Agra­
decido por este amor fraternal, José se casó con la muchacha, y ella le dio
a luz a Hircano.
José envió a todos sus hijos a maestros principales, pero sólo Hircano
sacó provecho. Los otros eran demasiado torpes y perezosos para apren­
der nada. Para ensayar la inteligencia de Hircano a los trece años, José lo
envió una vez con 300 yuntas de bueyes al desierto para sembrar allí la tie­
rra. Pero cuando Hircano llegó al lugar que tenía que arar descubrió que
no tenía arneses; su padre los había escondido. Pero en lugar de perder el
tiempo volviendo a buscarlos mató a diez yuntas de bueyes y dio su carne
De Ester a los Ptolomeos 209

a sus hombres para comer. Luego cortó sus pieles haciendo arneses y sem­
bró la tierra. Su padre quedó entusiasmado.
Para este entonces, José supo que el rey Ptolomeo había tenido otro A 12:196
XII, IV, 7
hijo, y que los gobernantes de Siria iban a Alejandría para celebrar el
nacimiento del niño. Demasiado viejo para hacer él el viaje, José pre­
guntó a sus hijos si querían ir. Ellos se excusaron, diciendo que carecían
de educación para ello, y sugirieron que fuera enviado Hircano. Como
él se mostró conforme, José quiso enviar muchos hermosos presentes
para el rey con él, pero Hircano pensó que sería mejor esperar a llegar a
Alejandría y comprar allí los presentes. José accedió y le dio una carta
de crédito para uno de sus mayordomos llamado Arión, que vivía en
Alejandría. Ahora los hermanos de Hircano le tuvieron gran envidia.
Después que él se fue, ellos escribieron a los amigos del rey pidiéndo­
les que mataran a Hircano. XII, IV, 8

Cuando llegó a Alejandría, Hircano presentó la carta de su padre a


Arión y le pidió 1.000 talentos. Esperando que sólo le iba a pedir diez,
Arión rehusó. Hircano le hizo echar en la cárcel, pero la mujer de Arión
era amiga de Cleopatra, la mujer de Ptolomeo. Ella informó a la reina,
quien se lo dijo al rey.
Ptolomeo le pidió una explicación, e Hircano contestó que había he­
cho encarcelar al esclavo Arión por su desobediencia. “Y no hay
diferencia —dijo él— si el amo es grande o pequeño. Si no castigamos a
estos rebeldes, incluso tú podrás ser objeto de escarnio por parte de tus
súbditos.” Ptolomeo se rió y admiró el vigoroso espíritu de este joven.
Mientras tanto, Arión dio a Hircano los 1.000 talentos y fue liberado de
la cárcel. XII, IV, 9

Invitado a comer en palacio, Hircano fue puesto al final de la mesa, y


los otros invitados apilaban sus huesos enfrente de él. Trifón, el bufón del
rey, le dijo: “¿Ves, mi señor, los huesos delante de Hircano? ¡Son un sím­
bolo de la manera en que su padre ha desnudado toda Siria, hasta que ha
quedado tan pelada como Hircano ha dejado estos huesos!”
El rey se rió y preguntó a Hircano cómo era que tenía tantos huesos
delante de él.
“Cosa muy natural, mi señor—contestó él—, porque los perros comen
tanto la carne como los huesos, como vuestros invitados parece que han
hecho. Pero los hombres comen la carne y echan los huesos a un lado,
como yo he hecho.” El rey rió estentóreamente e hizo que todos sus invi­
tados se unieran al aplauso.
Al día siguiente, Hircano fue a visitar a los amigos del rey y preguntó
privadamente a sus siervos qué regalos pensaban sus amos dar al rey en
el cumpleaños de su hijo. La cantidad más alta dada por ninguno de ellos
era de veinte talentos.5Hircano fingió que él iba a dar mucho menos.
210 Antigüedades de los judíos

A 12:217 Llegó el día, y los otros presentaron sus obsequios. Luego Hircano h iz 0
desfilar a cien muchachos esclavos, llevando cada uno de ellos un talento
y los regaló al rey, así como a cien esclavas vírgenes, llevando cada urui
de ellas también un talento, y se las regalaron a la reina. Mientras los otros
estaban atónitos también distribuyó presentes entre los mismos amigos
del rey que se suponía debían darle muerte, y así escapó del peligro.
Ptolomeo, lleno de gratitud, le dijo a Hircano que tomara cualquier
obsequio que quisiera. Pero Hircano sólo pidió que el rey escribiera a su
padre y a sus hermanos acerca de él (para aplacar la ira de ellos]. El rey
lo despidió con espléndidos regalos, y escribió a su padre y hermanos,
como lo había prometido.
Sus hermanos salieron a encontrarse con Hircano para darle muerte,
y ello con el consentimiento de su padre, que estaba encolerizado por la
gran suma que había gastado en los regalos. Pero cuando los hermanos
atacaron a Hircano, éste se defendió tan bien que dos de los hermanos y
muchos de sus hombres murieron, mientras que el resto escapó hacia su
padre en Jerusalén. Sin embargo, Hircano, temiendo por su vida, se reti­
ró allende del Jordán y cobró tributo allí.
XII.
IV. 10.11
Más tarde su padre José murió, y también el sumo sacerdote, su tío
Onías. Los hermanos mayores atacaron entonces a Hircano, y Simón, el
nuevo sumo sacerdote, se unió a ellos. Hircano abandonó entonces sus
intenciones de volver a Jerusalén y se quedó en Transjordania, cerca de
Hesbón, donde se edificó una fortaleza de mármol blanco. Aquí gobernó
durante siete años, pero luego temió que fuera a caer en manos de Antíoco
Epífanes, el nuevo rey de Siria. Esperando ser castigado por atacar a los
árabes se quitó la vida él mismo, y Antíoco confiscó sus posesiones.

1. Josefo sigue a la Septuaginta al nom brar a Artajerjes, pero m uchos eruditos creen
hoy que se trata de Jerjes.
2. La dracm a griega valía aproxim adam ente la cuarta parte de un siclo de plata. Ver
nota en la página 1 3 4 sobre el valor de un s id o .
3. La historicidad del con tacto de Alejandro con los judíos en esta ocasión es muy
dudosa. Ninguna fuento superviviente no judía m enciona este episodio, aunque las
tradiciones rabínicas contienen una h istoria sim ilar [M egillath Ta'anith).
4. Josefo no exp lica la d iscrepancia num érica: seis de cada una de las d oce tribus
deberían ser setenta y dos, y no setenta, pero de este último número se deriva el nombre
conocido de esta traducción: la Septuaginta.
5. Un talento valía aproxim adam ente 3 .0 0 0 sid o s. Ver nota en la página 134 respecto
al valor del siclo.
211

16
Los MACABEOS
n Egipto había muerto Ptolomeo V Epífanes, y el hijo que le A 12:242

E sucedió, Ptolomeo VI Filométor, era tan joven que Antíoco AG XII,


[IV] Epífanes de Siria invadió Egipto con una gran fuerza y tomó
Menfis. Pero antes de poder asediar Alejandría, los romanos ordena­
ron que saliera de Egipto. Temiendo a Roma, obedeció en el acto y
1:31 1

V, 1-3

volvió por Judea.


En este tiempo Jerusalén estaba en confusión, porque el sumo sacerdo­
te, Onías II, había muerto dejando un hijo en la más tierna infancia. Los
hermanos de Onías lucharon entonces por el sumo sacerdocio: Jesús, que
cambió su nombre por el de Jasón, y Onías, que cambió el suyo por el de
Menelao. Jasón derrotó a su hermano, pero Menelao y sus seguidores hu­
yeron presentándose a Antíoco. Le ofrecieron sus servicios a Antíoco como
guías para una invasión de Judea, y así él so dirigió ahora contra Jerusalén,
tomándola sin dificultades, porque los amigos de Menelao le abrieron las
puertas. Matando a muchos del partido opositor saqueó la ciudad, tras lo
cual se volvió a Siria.
Dos años más tarde Antíoco volvió a Jerusalén con su ejército. Siendo XII. V, 4
de nuevo admitido dentro de sus murallas trató con gran crueldad a sus
habitantes, no perdonando ni siquiera a los que le habían dejado entrar
en la ciudad. Derribó las murallas de Jerusalén, quemando las partes más
hermosas de la ciudad, y estacionó una guarnición macedonia en una
ciudadela que estaba por encima del templo. Se llevó los vasos de oro y 1 (i8 a.C .
los tesoros del templo, deteniendo los sacrificios. Profanó el altar ofre­
ciendo cerdos sobre él, sabiendo que esto era en contra de la Ley de
Moisés. Obligó a los judíos a abandonar su culto a Dios y a dejar de cir­
cuncidar a sus hijos. Los que persistieron en ello fueron mutilados,
estrangulados o crucificados, con sus hijos colgados de sus cuellos.
Cuando los samaritanos vieron que los judíos sufrían tales crueldades XII, V, 5
enviaron una carta a Antíoco negando toda relación con los judíos. Tam­
bién pidieron que su “templo sin nombre” en el monte Gerizim fuera
conocido como el de Zeus Heleno.

Matatías
En aquel tiempo había un sacerdote judío llamado Matatías que vivía A 1 2 :2 0 5
G 1 :3 0
en el pueblo de Modín. Tenía cinco hijos: Juan, que tenía por sobrenom­ XII, VI, 1
212 Antigüedades de los judíos

bre Gadés; Simón, de sobrenombre Mates; Judas, llamado Macabeo-


Eleazar, de sobrenombre Aurán, y Jonatán, llamado Afo. Algunos de los
hombres del rey habían llegado a Modín para obligar a los judíos a sacri­
ficar como él había ordenado. Por cuanto Matatías era el jefe allí querían
que él fuera el primero en sacrificar, sabiendo que sus conciudadanos le
seguirían. Matatías rehusó, diciendo que incluso si todos los demás obe­
decían las órdenes de Antíoco él y sus hijos nunca lo harían.
XII, Pero otro judío se adelantó y sacrificó como Antíoco había ordenado.
VI. 2-4
Matatías y sus hijos sacaron cuchillos de hoja ancha y degollaron al hom­
bre y dieron muerte también al oficial del rey y a sus soldados. Después
de derribar el altar pagano, Matatías gritó: “¡El que sea celoso de las leyes
de nuestro país y del culto a Dios que me siga!"
Él y sus hijos huyeron entonces al desierto, y muchos les siguieron, con
sus mujeres e hijos, y vivieron allí en cuevas. Marchando contra ellos, los
sirios los quemaron dentro de sus cuevas en día sábado. No sólo no se re­
sistieron los judíos sino que ni siquiera taparon las bocas de las cuevas, y
alrededor de unos 1.000 murieron. Muchos, no obstante, escaparon con
Matatías, a quien nombraron caudillo. Él les ordenó que lucharan incluso
en sábado, pues en caso contrario el enemigo escogería siempre este día
para atacar y todos serían destruidos.
Reuniendo una gran fuerza, Matatías y sus hombres volcaron los alta­
res paganos, dando muerte a los que habían sacrificado en ellos, y
ordenaron que todos sus hijos fueran circuncidados. Pero después de
haber estado al mando durante un año enfermó. Apremiando a sus hijos
a que prosiguieran el noble esfuerzo que él había comenzado les dijo que
escogieran a su hermano Simón como consejero paternal, y a Macabeo
como general, por su arrojo y fuerza. Luego murió y fue sepultado en
1 0 0 a.C . Modín, muy lamentado por el pueblo.

Judas Macabeo
A 11:205 Judas Macabeo, con sus hermanos y seguidores, expulsó al enemigo
ti 1:30
A XII, del país. Apolonio, gobernador de Samaria, marchó contra Judas, pero
VII,2
fue derrotado y muerto. A continuación Serón, gobernador de Celesiria,
sufrió la misma suerte, aunque su ejército era muy superior al de Judas.
XII, VII, 3 Un tercer ejército fue entonces enviado contra Judas por los sirios bajo
un general llamado Ptolomeo; este ejército estaba constituido por 4 0 . 0 0 0
infantes y 7.000 hombres a caballo. Llamando a sus hombres, Judas los
apremió a ser arrojados y a poner su confianza en Dios. Después de des­
pedir a los hombres recién casados y a los nuevos propietarios se quedó
con sólo 3.000 hombres, la mayor parte de los cuales iban pobremente
armados.
XII, VII, 4 Cuando Ptolomeo acampó en Emaús decidió sorprender a los rebeldes,
Los macabeos 213

y envió a Gorgias con 6.000 soldados para que atacara a los judíos de no­
che. empleando a traidores judíos como guías. Cuando Judas se enteró
de este plan decidió atacar al enemigo él mismo mientras estaban divi­
didos. Dejando muchas fogatas encendidas marcharon toda la noche
hacia Emaús. Cuando Gorgias encontró el campamento judío abandonado
prosiguió buscando al enemigo por los montes.
Mientras tanto, próximo el amanecer, Judas llegó a Emaús y atacó a los
soñolientos sirios, persiguiendo a los que huían, y matando a 3.000. Go­
zosos, los judíos volvieron al campamento del enemigo para apoderarse
de las armas y de los pertrechos que habían dejado atrás los sirios. Cuan­
do Gorgias y sus hombres volvieron y vieron en la distancia que su
campamento estaba destruido tuvieron miedo, y huyeron también.
Lisias, al que se le había encomendado el cuidado de Siria mientras XII, VII, 5

Antíoco estaba en Persia, invadió ahora Judea con un ejército de 60.000


infantes y 5.000 jinetes y acampó en Bet-sura. Judas se enfrentó a él con
10.000, pidiéndole a Dios que le ayudara, y entabló la batalla con la van­
guardia del enemigo matando a unos 5.000. Alarmado ante el espíritu de
desesperación de los judíos, Lisias hizo retirar sus tropas y volvió a
Antioquía, donde se preparó para la invasión con un ejército todavía más
grande.
Judas le dijo entonces a su gente que tras estas victorias que Dios les XII,
VII, 6,7
había dado deberían ir a Jerusalén y purificar el templo para ofrecer
sacrificios. Cuando llegaron a la ciudad, Judas ordenó que algunos de
sus soldados siguieran luchando contra las tropas sirias en la ciudade-
la. Mientras tanto, él y el resto de sus hombres purificaron el templo,
que había quedado asolado, con hierbajos creciendo dentro del santua­
rio. Reconstruyeron el altar y restauraron los artículos sagrados, y
volvieron a encender el candelero y quemaron incienso allí, tres años
día por día desde que Antíoco profanó el templo. Judas y sus hombres
celebraron una gran fiesta que duró ocho días y que seguimos observan­ Dic.,
105 a.C.
do como la fiesta de las Luces [H anukkah].
Entonces se alarmaron las naciones alrededor de Jerusalén al ver que A 12:327
XII,
los judíos recuperaban su poder, y los atacaron. Pero Judas marchó con­ VIII, 1,2

tra ellas, las derrotó, y reconstruyó las murallas de Jerusalén. Su hermano


Simón castigó a los invasores de Galilea, mientras que Judas y su herma­
no Jonatán atacaban a los de Galaad, así como a sus enemigos en Idumea,
Hebrón y Asdod.
Mientras tanto, el rey Antíoco estaba en Persia. Estaba tratando de ro­ XII,
IX, 1.2
bar las riquezas del templo de Artemisa en Elam cuando fue derrotado y
obligado a huir a Babilonia como un fugitivo. Le llegaron entonces las
noticias de sus reveses contra los judíos y cayó mortalmente enfermo,
confesando que estaba sufriendo por haber profanado el templo judío.
214 Antigüedades de los judíos

Después de morir Anlíoco [IV, Epífanes], Lisias proclamó rey a su hij0


Antíoco [V], y le llamó Eupator.
A 12:362 En Jerusalén, los sirios seguían resistiendo en la ciudadela. Debido a que
G 1:41
A XII, IX, 3 estaba por encima del templo hacían frecuentes salidas, matando a los ju­
díos dedicados a los sacrificios, por lo que Judas estableció un riguroso asedio
a la ciudadela. Algunos de los renegados judíos de dentro escaparon de no­
che y fueron al rey Antíoco, rogando que les ayudara contra sus propios
compatriotas. El joven rey se encolerizó y reunió un ejército de unos lOü.Ooo
infantes, 20.000 jinetes y 32 elefantes.
Con esta fuerza, Antíoco y Lisias se dirigieron a Judea y se enfrentaron
con Judas cerca de los pasos montañosos en Bet-zacarías.2Al amanecer, sus
elefantes marcharon hacia los pasos en fila india. Eleazar, hermano de
Judas, vio que el elefante más alto iba armado con corazas y portaba un
castillo, y pensó que el rey iba montado allí. Corriendo, se abrió paso lu­
chando a través del enemigo hacia el elefante y le hundió un cuchillo en
el vientre. El animal cayó muerto, aplastando a Eleazar bajo su cuerpo; pero
el que lo montaba era un plebeyo.
XII, IX, 5,6 Los judíos consideraron esto como un mal presagio y se retiraron a Je­
rusalén para prepararse para el asedio de Antíoco. Mientras los judíos
resistían valientemente, el ejército sirio comenzó a carecer de alimentos.
Antíoco supo ahora que había estallado una rebelión contra él en Persia,
encabezada por su general Felipe. Deseoso de volver a Siria, Antíoco pro­
puso la paz a los judíos, que recibieron sus propuestas con buena
disposición. Habiendo hecho a Antíoco jurar que guardaría sus prome­
sas, le permitieron entrar en el templo.
Pero cuando Antíoco vio lo fuerte que era la plaza rompió sus juramen­
tos y ordenó a sus soldados que derribaran las murallas. Luego volvió a
Siria, tomando consigo al sumo sacerdote Menelao, pensando que él era
la causa de todos sus problemas. Lo ejecutó en Berea y designó a Alcimo
en su lugar. Luego Onías, el hijo del anterior sumo sacerdote, a quien [su
hermano] Menelao había sucedido, al ver que el sacerdocio había sido
quitado de su familia, y que su tío había muerto, huyó a Egipto, donde
fue honrado por el rey Ptolomeo. Con el tiempo construyó un templo si­
milar al de Jerusalén en el nomo [provincia] de Heliópolis.

Las victorias de Judas


A 1 2 :309 Antíoco volvió a su país y terminó con la rebelión que había estalla­
XII, IX, 7
XII, X, I do, matando a Felipe. Pero ahora se encontró con un nuevo desafío por
parte de [su primo] Demetrio [que era un rehén]. Había escapado de Roma
y luchó con éxito por el trono de Siria, dando muerte a Antíoco y a Li­
sias.
Unos judíos malvados y traidores, incluyendo Alcimo, el sumo sacer-
Los macabeos 215

¿ole, se quejaron a Demetrio de que Judas y sus hermanos estaban des­


truyendo la nación y matando a los amigos del rey. Demetrio, enfurecido,
envié a su general Báquides con una fuerza para acompañar a Alcimo a xu. x.2,3
igrusalén con órdenes de dar muerte a Judas y a sus hombres. Los judíos
fueron obligados a someterse al sumo sacerdote mientras Báquides estuvo
en el país; pero cuando volvió a Siria, Alcimo se vio obligado otra vez a
rogar a Demetrio que lo ayudara contra los ataques de Judas.
Demetrio envió otro ejército a Judea bajo el mando de su amigo Nicanor, xu. x, 4 ,5
que atrajo a Judas a negociaciones para la paz, pero dio a sus hombres la
señal de que le mataran. Judas se lanzó a la fuga para escapar de este lazo
y luego luchó contra los sirios en Cafarsalama, derrotándolos. Nicanor
se retiró a la ciudadela en Jerusalén adonde maldijo a los sacerdotes,
amenazando que si no le entregaban a Judas destruiría el templo cuando
volviera. Saliendo de Jerusalén plantó sus reales en un pueblo llamado
Bet-horón, donde se le reunió otro ejército sirio. Judas acampó en Adasa,
un lugar cercano. Con sólo 2.000 hombres entablaron una ñera lucha, pero
lograron mía gran victoria, dando muerte al mismo Nicanor. Con tróm­
pelas alertaron a los habitantes de los pueblos a lo largo de la ruta del
enemigo que se había lanzado a la fuga, y no escapó ninguno de los 9.000
sirios.
El sumo sacerdote Alcimo murió de una apoplejía mientras trataba de xu. x . »
derribar la muralla vieja del santuario, y ahora el pueblo dio el sumo
sacerdocio a Judas. Al oír de las inmensas conquistas de Roma, Judas
envió embajadores a los romanos para pedir una alianza. También les
pidió que impidieran que Demetrio atacara a los judíos. El senado actuó
de manera favorable a su petición, y el tratado fue grabado en placas de
bronce. Especificaba que los judíos y los romanos acordaban ayudarse
unos a otros en las guerras defensivas tanto como les fuera posible.

La muerte de Judas
Cuando Demetrio supo la pérdida de Nicanor y de sus hombres envió a 12:420
a Báquides a Judea con un ejército de 20.000 infantes y 2.000 jinetes. Judas XII, XI, 1
plantó sus reales en un pueblo llamado Berzeto, con sólo 1.000 hombres.3
Pero cuando los judíos vieron la gran cantidad de sus enemigos tuvieron
miedo, y muchos escaparon, quedándole sólo 800. Y los que quedaron
querían que Judas se retirara y reagrupara antes de atacar al enemigo. Pero
él contestó: “¡Que jamás el sol me vea dando la espalda al enemigo! ¡Pre­
feriría morir en esta batalla antes que manchar mi honor! ”
Báquides condujo a sus soldados fuera del campamento y los dispuso XII, XI, 2
en orden de batalla. Luego hizo tocar sus trompetas y atacó, y ambos la­
dos lucharon valientemente hasta la puesta del sol. Judas observó que
Báquides, junto con el grueso de sus fuerzas, estaba luchando en el ala
216 Antigüedades de los judíos

derecha de su ejército, por lo que tomó a sus más valientes guerreros y


se lanzó contra el ala derecha. Rompió sus filas y los obligó a huir, lan­
zándose en su persecución. Pero, mientras tanto, el ala izquierda del
ejército sirio giró para perseguir a Judas. Alcanzándole, rodearon a Judas
y a sus hombres. Él se les enfrentó y luchó, dando muerte a muchos del
enemigo. Pero entonces quedó agotado, cayó, y murió.
160 a.C. Sus hermanos Simón y Jonatán recuperaron su cuerpo durante una tre­
gua con el enemigo. Lo llevaron a Modín y lo sepultaron con gran duelo
público.

Jonatán
A 13:1 Después de su victoria, Báquides entró en Jerusalén, y reunió a todos
G 1:48
A XIII, I. 1 los impíos transgresores entre los judíos, y los puso en el gobierno. Ellos
entregaron a Báquides a muchos de los que habían sido amigos de Judas
y los torturó hasta matarlos. Los compañeros de Judas que sobrevivieron
acudieron entonces a Jonatán y le rogaron que los acaudillara como lo
había hecho su hermano Judas. Jonatán accedió bien dispuesto y reunió
a todos los que estaban dispuestos a seguirle. Y levantaron su campamen­
to en un desierto cerca de los marjales del Jordán.
XIII. I. 2,3 Cuando supo que Báquides se acercaba, Jonatán envió a su hermano
Juan a guardar sus pertrechos con los amistosos nabateos. Pero por el ca­
mino, Juan y sus hombres cayeron en una emboscada y fueron muertos
en Medeba por los hijos de Jambri. Mientras tanto, Báquides atacó a
Jonatán en día sábado, creyendo que no lucharía, pero perdió a 2.000
hombres en la batalla antes de volver a Jerusalén.
XIII, I. 4-6 Jonatán y Simón supieron ahora que los hijos de Jambri estarían cele­
brando una boda. Aquel día, entonces, tendieron una emboscada y
mataron a todos en la boda, unas 400 personas, para vengar la muerte de
su hermano. Báquides, entre tanto, habiendo puesto guarniciones en
Judea volvió al rey, y los judíos tuvieron dos años de paz. Pero volvió
después a invadir, por llamamiento de judíos renegados. Sin embargo,
después de un asedio fallido contra Jonatán, los dos hicieron un tratado
de amistad e intercambiaron prisioneros. Báquides nunca más volvió a
Judea, mientras que Jonatán pasó a Micmas y estableció allí su gobierno.

Alejandro Balas
A 13:35 En el año 160,4Alejandro [Balas], hijo de Antíoco Epífanes, invadió Siria.
XII, II. 1-3
Tenía el apoyo de muchos que estaban disgustados con Demetrio por ser
tan reclusivo. Pero ahora este ataque al trono le dio a Jonatán más espacio,
porque tanto Demetrio como Alejandro tenían deseos de lograr su ayuda,
por lo que le hicieron grandes ofrecimientos. Alejandro le propuso una
alianza amistosa y le envió un ropaje púrpura, una corona de oro, y lo de-
Los macabeos 217

signó sumo sacerdote en Jerusalén. Demetrio también le propuso una alian-


z;1" así como la remisión de muchos tributos diferentes. Sus soldados se
fueron de las ciudades de Judá, y Jonatán regresó a Jerusalén. Pero la ciu-
Hadela en Jerusalén seguía ocupada por judíos impíos que rehusaban
someterse.
Alejandro marchó contra Demetrio, cuya ala izquierda resultó victo­ x ii. a. 4
riosa. Pero Demetrio estaba en el ala derecha, la cual fue derrotada.
Cayendo con su caballo en un cenagal del que no pudo salir, fue muerto
por jabalinas enemigas.
Alejandro asumió el reino de Siria y escribió a Ptolomeo Filométor de A 13:00
X III, IV. 1.2
Egipto, pidiéndole su hija en matrimonio. Ptolomeo accedió y la boda se
celebró en Tolemaida [Acó]. Alejandro invitó a Jonatán a que asistiera, y
cuando llegó fue recibido con los mayores honores. Alejandro le hizo
sacarse su vestido y ponerse un manto de púrpura, y que se sentara con él
en el estrado, asignándole el título de Primer Amigo.
Posteriormente, Demetrio |IÍ| reclamó el trono de su padre y zarpó de XIII,
IV. 3.4
Creta para luchar contra Alejandro. Mientras Alejandro se disponía a
enfrentarse con él, Apolonio, su gobernador en Celesiria, presentó bata­
lla a Jonatán y a Simón cerca de Asdod. Pero fue rotundamente derrotado.
Ptolomeo Filométor desembarcó ahora en Siria con un ejército para ayu­ X III.
IV. 5-0
dar a su yerno Alejandro, pero este insensato rey conspiró pérfidamente
contra Ptolomeo. Este descubrió la maquinación y se encolerizó tanto que
recuperó a su hija y se alió rápidamente con el joven Demetrio. Alejandro
fue destronado, y Ptolomeo persuadió a los antioqueños a que aceptaran a
Demetrio [II] como rey, en lugar de a él mismo, porque le ofrecieron el tro­
no a él. Luego los dos lucharon contra Alejandro y le vencieron. Pero en la
batalla el caballo de Ptolomeo se asustó por el barritar de un elefante y lo
descabalgó violentamente. Algunos de los soldados enemigos vieron el ac­
cidente y se precipitaron contra Ptolomeo, infligiéndole severas heridas
antes que pudieran ser rechazados por los egipcios. Ptolomeo había reci­
bido heridas mortales y murió cinco días después. Justo antes de su muerte
recibió como presente la cabeza de su enemigo Alejandro, que le fue en­
viada por un jefe árabe a quien había huido el vencido monarca.

Demetrio Nicátor y Trifón


Aunque se había casado con la hija de Ptolomeo, Demetrio [II], llama­ A 13:120
XIII, IV. 9
do Nicátor, comenzó a destruir el ejército egipcio, que huyó a Alejandría. XIII, V, 1
En este tiempo, Jonatán asedió la ciudadela de Jerusalén, donde estaban
refugiados sus impíos enemigos judíos y una guarnición macedonia. Al­
gunos de ellos escaparon de noche y acudieron a Demetrio a informarle,
y éste ordenó a Jonatán que compareciera ante él. Jonatán, dejando que
sus tropas prosiguieran el asedio, tomó consigo a los ancianos del pue-
, 218 Antigüedades de los judíos

blo, a los sacerdotes, y muchos presentes de oro y plata. Se los dio a


Demetrio y lo aplacó. Rehusando ayudar a los judíos renegados confir­
mó a Jonatán en el sumo sacerdocio, y le vendió tres distritos lindando
XIII. V. 2.3 con Samaria, incluyendo Lida y Aramataim.
Jonatán envió también a 3.000 de sus soldados a Demetrio, bajo su pe­
tición, y estos le salvaron la vida. Demetrio era muy impopular en
Antioquía, y su población se amotinó contra él, poniendo sitio a su pa­
lacio. Pero los soldados judíos subieron al tejado, lanzaron proyectiles a
la muchedumbre abajo, e incendiaron las casas cercanas al palacio. De­
bido a que las casas de la ciudad estaban apiñadas juntas, el fuego se
extendió rápidamente. Los judíos, mientras tanto, saltaban de un tejado
a otro, mientras que el resto de las tropas del rey se lanzaba contra los ciu­
dadanos rebeldes. Mataron a muchos, mientras que otros se rindieron, y
el rey los perdonó.
Demetrio mostró su agradecimiento a los judíos, les dio los despojos,
y los envió de vuelta a Jonatán. Pero más adelante quebrantó sus prome­
sas. Exigió que los judíos le volvieran a pagar los tributos a que habían
estado sometidos en el pasado, amenazándoles en caso contrario con la
guerra. Y hubiera llevado a cabo estas amenazas si no hubiera sido por
Trifón.
Trifón había sido un general bajo Alejandro Balas, que se aprovechó del
odio que sentían contra él los súbditos de Demetrio. Poniendo una corona
sobre la cabeza de un joven hijo de Alejandro llamado Antíoco lo proclamó
rey. Pronto se reunió un gran ejército alrededor del nuevo rey, y Trifón lo
dirigió contra Demetrio, y lo venció. Demetrio huyó, y Antíoco [VI] accedió
al trono. El joven rey envió cartas a Jonatán, proponiéndole una alianza y con­
XIII,
V, 4-10
firmándolo como sumo sacerdote.
Jonatán escuchó con agrado estas ofertas e hizo tratado con Antíoco.
Ayudó a levantar en armas a los estados vecinos contra Demetrio, y de
hecho derrotó a Demetrio en dos grandes batallas, una cerca de Hazor, la
segunda en Hamat. También envió embajadores a los romanos, que reno­
varon su tratado con los judíos, y a los espartanos, haciendo alianza
también con ellos. De vuelta a Jerusalén reconstruyó el templo y las mu­
rallas de la ciudad que habían sido derruidas, y fortificó más la ciudad.
A 13:1114 Demetrio, mientras tanto, había pasado a Mesopotamia con la esperan­
XIII, V. 11
za de hacer de las satrapías superiores una base para la guerra contra
Trifón. Pero en su lucha contra los partos perdió todo su ejército, y él
mismo fue hecho prisionero.
XIII. Trifón maquinó ahora matar a Antíoco y usurpar el trono de Siria para sí.
VI, 1.2
Pero como Jonatán era amigo de Antíoco, Trifón pensó que lo mejor sería
eliminarlo primero a él; por ello fue a encontrarse con Jonatán en Bet-sán.
Sospechando un ataque, Jonatán tenía consigo un ejército de 40.000 hom-
Los macabeos 219

bres- Pero Triíón persuadió a Jonatán de que venía con intenciones pacífi­
cas, y le pidió que despidiera su ejérci to y que viniera con su guardia personal
¡jTolemaida, ciudad que quería darle. Jonatán despidió a su ejército, con­
servando sólo a 1.000 hombres como su guardia personal, y fue con Tritón a
folemaida. Pero Tritón hizo cerrar las puertas, dio muerte a los hombres de
jonatán, y a él lo hizo prisionero.

Simón
Cuando los judíos oyeron lo que le había sucedido a Jonatán se sintie­ A 13:201
ron muy angustiados. Le pidieron a Simón que fuera su caudillo, y él XIII, VI, 3,4
accedió. Reconstruyendo las murallas de Jerusalén, las fortificó con to­
rres muy fuertes y puso vigilancia en la ciudad.
Tritón avanzó ahora por Judea con un gran ejército, y trajo consigo a XIII,
vi, r>,n
Jonatán como prisionero. Envió un mensaje a Simón diciendo que libe­
raría a Jonatán por cien talentos de plata, con la condición de que dos de
los hijos de Jonatán le fueran enviados como rehenes para asegurar que
cuando Jonatán estuviera en libertad no acaudillara a Judea en una revuel­
ta. Simón tenía miedo de confiar en el intrigante Tritón, pero también
temía que si rehusaba sus ofertas la gente podría acusarle de la muerte
de su hermano, por lo que finalmente envió el dinero y a los dos hijos.
Tritón actuó como Simón había temido, quedándose con el dinero, los
hijos, y también con Jonatán. Tritón intentó luego atacar Jerusalén para
ayudar a los miserables que se encontraban en la ciudadela. Pero cayó una
fuerte nevada aquella noche, lo que hizo intransitables los caminos, es­
pecialmente para los caballos. Regresando a Antioquía mató a Jonatán
cuando llegaron a Galaad.
Simón hizo sepultar los huesos de su hermano en Modín con gran due­
lo. También levantó un hermoso monumento a su padre y a sus hermanos,
con mármol blanco pulido. Lo rodeó de pórticos y con siete pirámides
que permanecen hasta el día de hoy.
En el primer año de su sumo sacerdocio y en el 170 de la era seléucida,5 XIII, VI, 7
Simón liberó al pueblo del tributo y de la servidumbre macedón i a. Tomó
la ciudadela de Jerusalén por asedio y la arrasó hasta los cimientos para
que nunca sirviera de nuevo como base para sus enemigos. También puso
a trabajar a la gente para anivelar el monte sobre la que había sido cons­
truida. Tres años más tarde, sólo el templo se levantaba sobre el punto más
alto de la ciudad.
Mientras tanto, Tritón hizo matar a Antíoco después que hubo reina­ A 13:2111
G 1:50
do cuatro años. Luego hizo que las tropas le proclamaran rey, por cuanto AVII,X III1-2
Demetrio había sido tomado prisionero por los partos. Pero un hermano
de Demetrio, llamado Antíoco, levantó un ejército y atacó al usurpador,
porque Tritón había sido cruel y sus súbditos se rebelaron contra él de
220 Je el monle de los Olivos. En el primer plano e
mía la Cúpula de la Rota, donde estaba silua , (.|
blanca señala la situación aproximada del Gol ,

buena gana. Trifón fue derrotado y huyó a la fortaleza Dora, donde


Antíoco le asedió. Simón, el sumo sacerdote de Judea, lo ayudó con di­
nero y pertrechos. Luego Antíoco asedió también Apamea, adonde Trifón
había huido, y fue finalmente capturado y muerto.
xin. vn. 3 Sin embargo, Antíoco [VII, Sidetes] pronto olvidó la ayuda que Simón
le había prestado en su necesidad, y envió un ejército bajo uno de sus
amigos, Cendebeo, para saquear Judea y apresar a Simón. Simón se sin­
tió provocado ante esta injusticia, y aunque era ahora muy viejo se puso
como un joven al frente de su ejército. Fue victorioso en todos sus cho­
ques con el enemigo, y pronto expulsó a Cendebeo del país. Pasó el resto
de su vida en paz y también hizo alianza con los romanos.
x III, Vil. 3 Pero después de haber gobernado en Judea durante ocho años, Simón
136 a.C.
fue asesinado en un banquete por la perfidia de uno de sus propios yer­
nos, llamado Ptolomeo. También apresó a la mujer de Simón y a dos de
sus hijos, echándolos en la cárcel, mientras enviaba a algunos hombres
a dar muerte al tercer hijo, llamado Juan Hircano. Pero Hircano escapó
de los que querían asesinarle y huyó a Jerusalén. El pueblo le apoyó, y
rehusó la entrada a Ptolomeo cuando apareció ante una de las puertas,
XIII, expulsándole. Ptolomeo se refugió en una fortaleza encima de Jericó lla­
VIII, 1
mada Dagón [Dok],
Juan Hircano
Después que Hircano fuera proclamado sumo sacerdote atacó la for- A13:230
taleza de Ptolomeo. La hubiera tomado si Ptolomeo no hubiera llevado a £ ]^¡¡
la madre y a los hermanos de Hircano a la muralla, torturándolos, y ame- m1
nazando con echarlos abajo si no levantaba el sitio. Pero la madre de
Hircano le gritó a su hijo que no se debilitara por causa de ella, porque
prefería morir antes que Ptolomeo quedara sin castigo. Las palabras de
su madre le hicieron arreciar en el ataque, pero cuando vio cómo la gol­
peaban y la desgarraban, se llenó de compasión, y se detuvo. El asedio
se prolongó hasta el año sabático, cuando los judíos quedan inactivos,
pues reposan cada séptimo año como lo hacen cada día séptimo.
Ptolomeo, al quedar así aliviado, mató a la madre y a los hermanos de
Hircano y huyó a Filadelfia.
Antíoco, mientras tanto, furioso por los reveses que había sufrido a ma- Xm,
nos de Simón, marchó contra Judea. La devastó, y asedió a Hircano y a sus vm'2
seguidores dentro de Jerusalén. Por cuanto los suministros estaban dismi­
nuyendo tuvieron que expulsar de la ciudad a todos los que eran demasiado
viejos o jóvenes para luchar. Pero los asediadores rehusaron dejarlos salir, y
ellos estuvieron vagando miserablemente en los fosos debajo de las mura­
llas hasta que llegó la fiesta de los Tabernáculos. Entonces Hircano envió
mensajeros a Antíoco pidiendo una tregua de una semana. Antíoco no sólo
2 2 2 Antigüedades de los judíos

le concedió lo que pedía sino que envió una cantidad de toros con los cuer­
nos dorados, y copas de oro y plata llenas de especias, para emplearlo todo
en los sacrificios. Los pobres judíos que estaban fuera de las murallas reci­
bieron estos obsequios, y se les permitió volver con ellos a la ciudad. Debido
a esta generosidad, Antíoco vino a ser conocido como “el Piadoso”.
XIII, Finalmente, Hircano hizo un tratado con Antíoco ofreciendo 500 ta­
VIII. II,4
lentos de plata y rehenes, incluyendo a su propio hermano. Antíoco
levantó entonces el sitio, derribó hasta los cimientos las murallas de la
ciudad, y se retiró. Abriendo el sepulcro de David, Hircano tomó 3.000
talentos de plata, y usó de esta cantidad para levantar el sitio.
Posteriormente, Hircano se alió con Antíoco en una guerra contra los
partos. Pero Antíoco fue derrotado y muerto por Arsaces, rey de Partía,
Sin embargo, su hermano Demetrio había sido liberado de su cautiverio,
y de nuevo accedió al trono de Siria.
A 13:254 Con las ciudades sirias ahora carentes de guerreros, Hircano se rebeló
G 1 :0 2
A XII!, contra los macedonios y dejó de ayudarles. También atacó a enemigos
IX. 1
vecinos, venciéndoles, incluyendo a los samaritanos. Hircano tomó el
monte Gerizim destruyendo allí el templo, y luego marchó contra la ciu­
dad de Samaría. Dejó el cerco allí al mando de sus dos hijos, Antígono y
Aristóbulo. Aunque los habitantes llamaron a los sirios en su ayuda fue­
ron finalmente reducidos. Su ciudad fue destruida, y ellos mismos
esclavizados.
Hircano venció también a los idumeos, perdonándolos con la condi­
ción de que circuncidaran a sus hijos y se amoldaran a los usos judíos.
Así lo hicieron, y desde entonces han seguido siendo judíos.
XIII. Pronto también renovó el tratado con Roma, en el que se especificaba
IX, 2,11
que los sirios devolvieran territorios tomados a los judíos. Demetrio, que
había tenido esperanzas de atacar a Hircano, se vio imposibilitado de
hacerlo, porque Alejandro Zebina le arrebató el trono a aquel perverso,
y fue sucedido por Antíoco Gripo y por otros en las guerras civiles
seléucidas.
XIII, X, 5 Los éxitos de Hircano provocaron los celos entre los judíos, y los fari­
seos le eran particularmente hostiles. Al principio él era un discípulo de
ellos, y mientras ellos lo pasaban bien, Hircano les preguntó si tenían
críticas acerca de la forma en que gobernaba. Ellos contestaron que era
plenamente virtuoso, lo que le agradó oír. Pero uno de ellos, llamado
Eleazar, tenía un temperamento violento y gustaba de la controversia. Le
dijo: “Por cuanto tienes deseos de saber la verdad, si realmente quieres
ser justo abandona el sumo sacerdocio, y conténtate con gobernar al pue­
blo.”
Cuando Hircano preguntó por qué debía abandonarlo, Eleazar contestó:
“Nuestros ancianos nos han dicho que tu madre fue una vez cautiva bajo
■ — — — —
Los m acabeos 223

Antíoco Epífanes.”8 Esta historia era falsa, e Hircano se encolerizó con­


tra aquel hombre como también los otros fariseos. Sus enseñanzas se
oponen a la otra escuela más prominente entre los judíos, la de los
saduceos.
Ahora bien, había un cierto Jonatán, un saduceo, que era un amigo ínti­ XIII, X , 6

mo de Hircano. Él afirmó que la declaración calumniosa de Eleazar tenía


¡u aprobación común de todos los fariseos. Esto se haría evidente, dijo él,
SÍ Hircano preguntaba a los fariseos qué castigo merecía aquel hombre: si
era severo, entonces ellos serían inocentes.
Hircano entonces hizo esta pregunta a los fariseos, y ellos le contesta­
ron: “Eleazar merece ser azotado y encadenado, porque no parece correcto
castigar unas meras palabras con la muerte.”
Hircano se enojó y comenzó a creer lo que le había dicho Jonatán, por
lo que finalmente dejó a los fariseos para unirse a los saduceos. Al hacerlo
así se atrajo el odio del pueblo, porque ellos preferían a los fariseos. Los
saduceos eran considerados como el partido de los pocos y ricos.
Con todo, el resto del reinado de Hircano fue pacífico y feliz. Murió XIII, X, 7

después de haber gobernado treinta y un años a los judíos, dejando cin­


co hijos. Dios le encontró digno de tres de los más grandes privilegios: el
gobierno de su pueblo, el sumo sacerdocio, y el don de la profecía. En
cuanto a lo último, la Deidad le reveló el futuro. Predijo, por ejemplo, que 104 a.C.

sus dos hijos mayores no permanecerían como gobernantes del estado.

Aristóbulo
Hircano había dejado el gobierno de Judea a su mujer, pero Aristóbulo, A 13:301
(i 1:70
el hijo mayor, la echó en prisión y dejó que muriera de hambre. También A XIII,
XI, 1
encarceló a todos sus hermanos menos a Antígono, al que amaba y con­
sideraba digno de una posición como la suya. Aristóbulo fue el primero
de la familia en coronarse, transformando el gobierno en un reino.
Ahora bien, aunque Aristóbulo favorecía a su hermano Antígono, los XIII, XI, 2

cortesanos y otros intentaron enajenar a los dos con acusaciones malicio­


sas. Al principio el rey no quería creerlo, pero luego comenzó a sospechar
de su hermano. Durante la fiesta de los Tabernáculos, Aristóbulo yacía
muy enfermo en palacio. Mientras tanto, Antígono se vistió de manera
regia, y, con oficiales fuertemente armados a su alrededor, fue al templo
a ofrecer oraciones por la recuperación de su hermano. Sus enemigos
fueron luego al rey y le hablaron de la grande y pomposa exhibición que
había hecho Antígono. Pretendieron que había venido a Jerusalén con sus
hombres armados para matar a Aristóbulo y reinar en su lugar.
De mala gana, Aristóbulo comenzó a creer estas advertencias, y puso
guardias en un oscuro pasaje subterráneo que llevaba a su castillo, pos­
teriormente llamado Torre Antonia. Les ordenó que mataran a Antígono
224 Antigüedades de los judíos

si venía armado, pero dejarlo pasar si venía desarmado. Luego envió


mensaje a su hermano para que acudiera a él desarmado. No obstante, la
reina persuadió al mensajero que dijera a Antígono que viniera con su
armadura nueva, porque el rey quería ver su equipo militar. Sin sospe,
char nada, Antígono se puso la armadura, y cuando pasaba por el pasaje
oscuro fue muerto por los guardias.
xm, xi, 3 Aristóbulo sufrió remordimientos por el asesinato de su hermano y
enfermó mucho en su melancolía. Un día sufrió intensos dolores y vo­
mitó sangre. El siervo que sacaba la sangre tropezó y la derramó en el
mismo lugar donde se podían ver las manchas de sangre del asesinado;
Antígono. Salió un clamor entre los que lo vieron, y el rey les preguntó
qué había sucedido. Al principio ellos no querían decírselo, pero les obli­
gó a que hablaran. Al oír la historia estalló en llanto: “¡No puedo escapar
a la mirada de Dios! ¡O cuerpo de lo más vergonzoso! ¿Cuánto tiempo
mantendrás una vida que está en deuda con el espíritu de una madre y
de un hermano? ¿Hasta cuándo iré ofreciendo mi sangre gota a gota como
libación a los asesinados? ¡Que la lomen toda en el acto!” Apenas si ha­
bía terminado estas palabras cuando murió, habiendo reinado sólo un
103 a.C. año.

Alejandro Janeo
A 13:320 La reina liberó a los hermanos de Aristóbulo de la cárcel. Alejandro
G 1:05
A XIII, Janeo, el mayor, accedió al trono, y ejecutó a un hermano más joven que
XU, 1-5
intentó usurparlo. Alejandro estuvo pronto inmerso en una guerra con
Ptolomeo Látiro, rey de Chipre, hijo pero enemigo mortal de Cleopatra
de Egipto.7 Tuvo lugar una batalla cerca del Jordán en la que Ptolomeo
fue victorioso, matando a 30.000 soldados de Alejandro. Después de esto,
tomó algunos pueblos judíos llenos de mujeres y niños. Ptolomeo orde­
nó a sus hombres que les cortaran el cuello, que los descuartizaran,
echando los trozos en calderos hirviendo, y que los gustaran. Esto lo hi­
cieron para aterrorizar a los judíos, que considerarían a los invasores
como caníbales.
xm, xm, Cleopatra llegó ahora a Siria con un ejército para ayudar a Alejandro a
1-3
derrotar a su hijo. Alejandro entonces asedió y tomó Gadara, Amato, Rafia,
Gaza y Antedón. Entre tanto, Ptolomeo había vuelto a Chipre, y su ma­
dre Cleopatra a Egipto, mientras que los seléucidas se veían desgarrados
por una serie de cambios de gobierno y guerras {raticidas.
XII!, Muchos de los judíos odiaban a Alejandro. Cuando volvió a su país y
XIIf, 5
estaba a punto de sacrificar ante el altar durante la fiesta de los
Tabernáculos, le echaron limones y le gritaron que descendía de cauti­
vos y que era indigno de sacrificar. Enfurecido, empleó mercenarios
extranjeros para poner fin al motín, dando muerte a 6.000 judíos.
Los macabeos 225

Volvió luego a invadir el país al este del Jordán, obligando a sus habi-
I Hites a pagar tributo. Pero en una batalla con Obedas, rey de los árabes,
Alejandro fue empujado a un precipicio y perdió todo su ejército. Él es-
capó a Jerusalén, donde el pueblo pronto levantó otro motín contra él.
Después de seis años de luchar con ellos, Alejandro mató a 50.000 judíos.
Cuando trató de aplacar al pueblo preguntándoles que debería hacer, ellos
|e gritaron: “¡Muérete!”
Los i nsurgentes llamaron ahora a Demetrio [III] Euceros de Siria para .V///.
XIV. 1.2
que les ayudara. Alejandro huyó a los montes, donde se reunieron con
6.000 de los judíos rebeldes que ahora se compadecían de su condi­
ción. Alarmado ante esta deserción de sus filas, Demetrio se retiró.
A lejan dro asedió entonces a sus enemigos en Bozoma y tomó la ciudad,
llevándose a sus cautivos a Jerusalén. Luego, mientras estaba celebran­
do con sus concubinas, crucificó cruelmente a 000 de sus enemigos,
haciendo degollar delante de ellos, mientras estaban vivos aún, a sus mu­
jeres y niños. Esta horrible acción espantó de tal manera a los que se le
habían opuesto que 8.000 huyeron de la ciudad aquella noche.
Alejandro de nuevo entabló guerras extranjeras con Siria y XIII, XV. 3
Transjordania, tomando Pella, Gerasa, Golán y Seleucia, y la fortaleza de
Gamala. Volviendo a Jerusalén después de esta campaña de tres años fue
recibido cordialmente gracias a sus éxitos. Reposando de sus guerras,
enfermó gravemente a causa de sus excesos de bebida y de fiebre cuartana.
Pensó que podría curarla con una campaña activa, pero se fatigó excesi­
vamente. En su lecho de muerte, le dijo a la reina que aplacara a los
fariseos, por cuanto ellos tenían el apoyo popular. Luego murió, a los
cuarenta y nueve años de edad, habiendo reinado veintisiete años. Ella
puso su cadáver al cuidado de los fariseos, y ellos le encomiaron delan­
te del pueblo y celebaron un espléndido funeral.
[En la página siguiente aparece una carta dinástica de los m acabeos
(asmoneos). ]

1. Por cuanto Josefo com ienza su Guerras d é lo s ju d ío s en este punto, las referencias
marginales a partir de aquí irán precedidas con A para A n tig ü ed a d es y G para Guerras.
2. Beit Skaria, a unas 10 millas (unos 16 kilóm etros) al suroeste de Jerusalén.
3. 1 M acabeos 9:5 cita “3 .0 0 0 hombres escogidos”.
4. De la era seléucida, esto es, 1 5 3 /1 5 2 a.C.
5. 142 a.C.
6. S egú n L evítico 2 1 :1 4 , esta m utilación le habría descalificado.
7. Cleopatra III. La más famosa de todas fue Cleopatra VII, de la cual se habla en el
capítulo siguiente.
226
Las otras fuentes Herodes el Grande, quien escribió
una historia del mundo de 144
de Josefo tomos, de la cual no se conserva
nada hoy.
Puesto que se pensaba que la Este capítulo también comienza
profecía había cesado con la parte que se superpone en la
Malaquías, el último libro del canon narración tanto de Las guerras de los
hebreo, Josefo ya no tiene fuentes ju d ío s como de las Antigüedades de
bíblicas para sus Antigüedades. los ju d ío s de Josefo. Hay muchos
Aparte de las tradiciones rabínicas, puntos menores de diferencias e
ahora depende de 1 Macabeos para incongruencias en acontecimientos
la historia de esta familia sacerdotal paralelos registrados en ambas
hasta Simón, después de la cual se obras respecto a la cronología,
vuelve a sus fuentes helenísticas, secuencia, proceso causativo,
primordialmente Nicolás de Damas­ motivación y detalles, pero nada
co. Nicolás era amigo y biógrafo de verdaderamente grave.

H asm ón
LOS MACABEOS (ASMONEOS)
1
M atatías
(166 a .C .)

(134
t---
SIMÓN
C.)
1
JU D A S
(160 A.C.)
T
j o n a t An
(1 4 3 a .C )
1
E lea z a r
iJu a n
a (163 a .C .) (160 a .C .)

Los nombres en mayúsculas


I D os h ijo s denotan aquellos asmoneos que
1 ejercieron el poder.

T JU A N HIRCANO
Las fechas que siguen (a no ser
que se indique de otra manera)
son las fechas de muerte
(104 a.C.) El símbolo + denota “casado
■ con".

ARIST Ó BU LO I +
S a lo m é A lejan d ra
T
A L E JA N D R O JA N E O A n tígon o
(67 a .C .) (76 a .C .) (103 a .C .)
(103 a .C ,)

HIRCANO II ISTÓBL
ARIST Ó BU LO II
(30 ArC.) (48 aa .C
C.)

I
A lejan d ra A lejan d ro ANTÍGONO
T T '
A lejan d ra + Ptolem o M eneo
(28 a .C .) (48 a .C .) (37 a .C .) R e y d e C alcis

I I
L ls a n ía s I
hija + Antlpáter,
hijo de H erod es R e y de Iturea
H ero d es + M arlam ne A ristó b u lo III (34 a .C .)
(29 a .C .) (36 a .C .)
I 227

17
La c o n q u i s t a r o m a n a
lejandro dejó el reino a su mujer Alejandra, que era queri­ A 1H :407

A
G 1 :1 0 7
da por la multitud, porque pensaban que ella se había AXVXI.III.I
opuesto a las crueles medidas de su marido. Había tenido dos
hijos con Alejandro: Hircano, el mayor, al que hizo sumo sacerdote
porque era indolente e incompetente, y Aristóbulo, al que limitó a la
vida privada porque era muy impulsivo.
Alejandra favoreció a los fariseos, la secta judía más estricta en la obser­ XflI, XVI. 2
vancia de las leyes. Ellos se convirtieron en los verdaderos gobernantes de
la nación, aunque Alejandra gobernó con gran sabiduría, doblando el ejér­
cito e intimidando a los gobernantes vecinos. Pero si ella gobernaba a los
otros, los fariseos la gobernaban a ella. Ellos la apremiaron a que diera
muerte a los que habían aconsejado a Alejandro a matar a los 800, y ellos
mismos comenzaron a darles muerte uno por uno. Los cabecillas que es­
taban en peligro encontraron en Aristóbulo un defensor, que persuadió a
su madre para que los perdonara. Pero tuvieron que irse de Jerusalén y es­
parcirse por el país.
Tigranés de Armenia se llegó a Judea con un ejército de 300.000 hom­ XIII, XVI, 4
bres y puso sitio a Tolemaida. Alejandra envió embajadores a Tigranés
con valiosos regalos, pidiendo un tratado de paz, pero fue repentinamente
reclamado a Armenia para hacer frente a la invasión de Lúculo [de Roma].
Algún tiempo después, la reina se enfermó gravemente, y Aristóbulo xas,
XVI, 5.6
aprovechó esta oportunidad para hacerse con el poder. Salió a escondi­
das de Jerusalén por la noche, reunió un ejército, y ocupó veintidós
fortalezas en quince días tomando la mayor parte del país. Alejandra
murió, después de haber reinado nueve años, dejando el reino a Hircano.

Aristóbulo contra Hircano


Aristóbulo sobrepasaba a su hermano en capacidad y valor. Se enfrentó 87 n .C .
A 14:4
en batalla con él en Jericó, y muchos del ejército de Hircano desertaron a G 1 :1 2 0
A XIV. I. 2
Aristóbulo. El resto huyeron, e Hircano con ellos, a la ciudadela que es­
taba por encima del templo, donde habían sido confinados la mujer e hijos
de Aristóbulo por su madre como rehenes. Los dos hermanos llegaron
ahora a un acuerdo, y resolvieron que Aristóbulo fuera rey, mientras que
Hircano poseería todos los honores como hermano del rey, pero sin to­
mar parte en los asuntos públicos. Su reconciliación tuvo lugar en el
templo, donde se abrazaron, y luego cambiaron sus residencias.
228 Antigüedades de los judíos

XIV, I. 3,4 Antipáter, amigo de Hircano, era hijo del Antipas a quien Alejandro
[Janeo] había constituido como gobernador de Idumea. Era idumeo de na,
cimiento y un rico intrigante que logró mucha influencia sobre el débil
Hircano. Constantemente infundiéndole sospechas de que Aristóbulo
quería matarle, Antipáter finalmente persuadió a Hircano para que hu­
yera con él a Aretas III, el rey de Arabia. Aretas estuvo dispuesto a ayudar
a Hircano gracias a los obsequios y a la elocuencia de Antipáter, así como
por la promesa de Hircano de devolverle doce ciudades que su padre le
habíatomado a los árabes. Aretas encabezó entonces un ejército de 50.000
hombres contra Aristóbulo y lo derrotó. Muchos desertaron ahora a
Hircano, y Aristóbulo huyó a Jerusalén. Aretas lo asedió en el templo
porque sólo los sacerdotes lo apoyaban ahora.
XIV, II. 1,2 Le pidieron ahora a un cierto Onías, a quien Dios había respondido una
IÍ4 a.C.
vez una oración suya pidiendo lluvia, que pronunciara una maldición
contra Aristóbulo, pero rehusó. Cuando la multitud judía lo trató con vio­
lencia, él oró: “Oh Dios, por cuanto los hombres que están aquí son tu
pueblo, y los asediados son tus sacerdotes, te ruego que no des oído a las
maldiciones de ninguno de los dos lados contra el otro.” Entonces algu­
nos villanos lo apedrearon hasta matarle. También rehusaron proveer
sacrificios de la Pascua para Aristóbulo y los sacerdotes, incluso tras ha­
ber pagado precios exorbitantes por los mismos con dinero que hicieron
bajar desde las murallas con una cuerda. Dios castigó a estos miserables
inmediatamente destruyendo todas sus cosechas con un violento hura­
cán.
A 14:29 Escauro, un oficial de Pompeyo, llegó a Judea después que los roma­
G 1:127
A XIV. II, 3 nos hubieron tomado Damasco. Tanto Aristóbulo como Hircano pidieron
su ayuda. Aristóbulo le ofreció un presente de 400 talentos, que Hircano
igualó. Pero Escauro se decidió en favor de Aristóbulo porque sería más
difícil desalojarlo de Jerusalén que esparcir a los que le asediaban. Aretas,
amenazado con la hostilidad de Roma a no ser que levantara el asedio,
retiró sus fuerzas. Aristóbulo derrotó más tarde a Aretas y a Hircano en
batalla.
XIV, Los embajadores de Siria, Egipto y Judea halagaban ahora a Pompeyo,
III, 1.2
que había llegado a Damasco. Aristóbulo le dio una vid de oro que valía
500 talentos, y defendió su causa contra Hircano y Antipáter, afirmando
que él debía asumir el gobierno por defecto. Hircano, a su vez, contestó
que Aristóbulo había arrebatado el gobierno por la fuerza con su usual
estilo violento. Los judíos habían enviado una tercera delegación que se
oponía a los dos, afirmando que su nación debía ser gobernada por sa­
cerdotes de Dios, no por reyes. Pompeyo prometió que decidiría la
cuestión cuando llegara a Judea, y mientras tanto les mandó que se man­
tuvieran quietos.
La conquista romana 229

Sin embargo, Aristóbulo hizo preparativos hostiles. Esto hizo que XIV, IV. 4

pornpey0- enfurecido, marchara contra él en Alexandrión, donde man­


dó a Aristóbulo que saliera de su fortaleza. Aristóbulo descendió varias
veces a negociar con Pompeyo, el cual finalmente le obligó a firmar ór­
d e n e s para la rendición de todas sus fortalezas. Resentido, Aristóbulo se
retiró luego a Jerusalén y se preparó para la guerra.
pompeyo marchó de inmediato sobre la capital. Aristóbulo se alarmó XIV, IV. 1

y fue a Pompeyo, pidiéndole que detuviera las hostilidades y prometién­


dole darle dinero y admitirlo en la ciudad. Pero cuando Pompeyo envió
aGabinio a recoger el dinero, los soldados de Aristóbulo 1 1 0 le quisieron
dejar entrar.

pompeyo toma Jerusalén


Pompeyo se indignó tanto que arrestó a Aristóbulo y fue a Jerusalén. A 14:57
ti tsl41
Dentro de la ciudad, el grupo de Hircano quería dejar entrar a los roma­ A XIV,
IV. 2,3
nos, mientras que los soldados de Aristóbulo querían luchar y libertar a
su rey. Pero la facción de Hircano le abrió las puertas a Pompeyo, rindién­
dole la ciudad y el palacio. El partido de Aristóbulo se retiró adentro del
templo, cortando el puente que lo unía con la ciudad, y se prepararon para
un asedio.
El templo estaba rodeado por una profunda barranca por todos los la­
dos excepto el del norte, por lo que Pompeyo se preparó para atacarlo
desde allí. Llenando el foso con terraplenes puso máquinas de guerra traí-

C a b e z a de m árm o l de
Pom peyo, el c o n q u ista d o r
rom ano de J e ru s a lé n
(G lyptotek, Copenhague).

Pompeyo disfrutó de un gran


éxito como el hombre que
limpió el Mediterráneo de
piratas, conquistó Siria y
anexó Judea. Pero fue derrota­
do por César en Grecia y
murió apuñalado en
Alejandría.
230 Antigüedades de los judíos

das de Tiro, y comenzó a batir el templo con catapultas. Los romanos


hubieran podido fracasar en su empeño de tomar el templo si no hubie
ran sabido que en sábado los judíos se abstenían de todo trabajo, y qUQ
no podían luchar excepto en defensa propia. Por ello, Pompeyo ordenó
a sus soldados no atacar en estos días, sino llenar la barranca y mover las
máquinas más cerca de la muralla.
03 D.C. Finalmente, la torre más grande fue derribada, dejando una brecha por
XIV.
IV. 4.1 la que los romanos irrumpieron al interior. Siguió una terrible carnice­
ría, cayendo unos 12.000 judíos. Algunos fueron muertos por los
romanos, otros por judíos [del partido de Hircano], y otros se echaron al
precipicio. Durante esta matanza, los sacerdotes prosiguieron con los
sacrificios y prosiguieron celebrando sus ceremonias sagradas. Se come­
tió un pecado contra el santuario cuando Pompeyo y algunos de sus
hombres entraron en su interior, porque no se permitía la entrada a na­
die más que al sumo sacerdote. Aunque estaban allí la mesa de oro, el
candelera de oro, los vasos y el tesoro sagrado de 2.000 talentos, Pompeyo
no tocó nada de ello, por piedad. Mandó a los sacerdotes que purifica­
ran el templo y que efectuaran sus sacrificios usuales. También restauró
el sumo sacerdocio a Hircano.
Pompeyo hizo al estado judío tributario de Roma y le arrebató todas
las ciudades que había conquistado con anterioridad, reduciendo Judea
a sus propios límites. Dio Siria, Judea y los países hasta Egipto y el
Eufrates al gobierno de Escauro. Pompeyo luego emprendió la marcha
para Roma, tomando consigo a Aristóbulo y a sus dos hijos y dos hijas
como cautivos. El hijo de Aristóbulo, Alejandro, escapó durante el via­
je; sin embargo, el joven Antígono, su padre y sus hermanas fueron a Roma
cargados de cadenas.
A 14:02 Alejandro consiguió ahora un ejército considerable e invadió Judea.
G 1:100
A XIV. Y pronto hubiera derrocado a Hircano en Jerusalén si no hubieran ido los
V, 1-4
romanos, bajo Gabinio, el sucesor de Escauro, en su ayuda. Alejandro fue
derrotado y huyó con el resto de sus fuerzas a Alexandrión, donde fue
de nuevo atacado por Gabinio. Uno de sus oficiales, Marco Antonio, re­
cibió el premio al valor en aquella batalla. Gabinio dejó parte de su ejército
para que prosiguiera el asedio y tomó al resto consigo. Reedificó muchas
de las ciudades arruinadas, después de lo cual volvió a Alexandrión.
Mientras tanto, la madre de Alejandro vino a Gabinio, preocupada por
su familia en Roma. Logró un acuerdo por el que Alejandro era perdona­
do con la condición de que rindiera sus fortalezas.
Después de destruir las fortalezas, Gabinio confió el cuidado del tem­
plo a Hircano, y cambió el gobierno de Judea a una aristocracia. La dividió
en cinco distritos, cada uno de ellos gobernado por un consejo. Estos con­
sejos estaban radicados en Jerusalén, Gadara, Amato, Jericó y Séforis.
La conquista romana 231

Luego, Aristóbulo y su hijo Antígono escaparon de Roma y lograron se­ XIV, VI, 1

guidores en Judea. Tomó Alexandrión y comenzó a reedificar sus murallas,


Jero se retiró a Maqueronte cuando Gabinio envió tropas contra él. Ataca­
dos por l°s romanos, los judíos perdieron 5.000 en la derrota, mientras que
Aristóbulo y 1.000 más escapaban e intentaban fortificar Maqueronte. El
ílSedio romano duró dos días, y se resistió valientemente, pero Aristóbulo
^e tomado prisionero y enviado por segunda vez a Roma. A sus hijos se les
permitió volver a Judea, como Gabinio le había prometido a la madre de ellos.
pero mientras Gabinio estaba en Egipto, Alejandro reunió un gran ejér­ XIV,
VI, 2,3
cito y marchó por el país, dando muerte a todos los romanos que
encontraba. Cuando Gabinio volvió, Alejandro se enfrentó a él con un
ejército de 30.000 judíos cerca del monte Tabor, pero 10.000 de ellos fue­
ron muertos por los romanos, y el resto fueron dispersados.
Craso1sucedió a Gabinio en Siria. Él robó los tesoros del templo —los XIV, VII, 1
2 .0 0 0 talentos de oro y un mobiliario de oro que valía 8.000 talentos más—
para proseguir una guerra contra los partos. Él y todo su ejército fueron
destruidos, aunque [su oficial] Casio escapó a Siria, y más tarde atacó 53 a.C.
Tariquea [en Galilea], tomando a 30.000 hombres como esclavos.

Antipáter y sus hijos


Julio César era ahora amo de Roma. Por cuanto Pompeyo y el senado A 14:123
G 1:183
habían huido liberó a Aristóbulo de la cárcel. César le dio dos legiones, A XIV,
Vil. 4
y lo envió a conquistar Siria, pero antes que partiera, unos amigos de
Pompeyo lo envenenaron. El cadáver de Aristóbulo fue conservado en
miel por los amigos de César hasta que Antonio finalmente lo envió a
Judea, donde fue puesto en el sepulcro real. Y el hijo de Aristóbulo, Ale­
jandro, fue decapitado en Antioquía por orden de Pompeyo.
Cuando el mismo Pompeyo fue muerto, Antipáter sigidó volviendo las XIV,
vm, /
circunstancias para su propia ventaja. Cultivó la amistad con César, como S ap i.
4ii ii.c:.
lo había hecho con Pompeyo. Ayudó a Mitrídates, rey de Pérgamo, en su
marcha hacia Egipto para ayudar a César, que estaba luchando en favor de
Cleopatra [VII]. A Mitrídates le negaron el paso a través de Pelusio, pero
Antipáter y sus tropas se unieron a él para conquistar la ciudad. Siguieron
marchando hasta que se vieron detenidos por los judíos egipcios que vivían
en el distrito de Onías. Pero Antipáter persuadió a los judíos no sólo para
que dejasen pasar el ejército sino para que les dieran pertrechos. Después
de esto, los judíos alrededor de Menfis también se unieron a Mitrídates.
Cuando hubieron pasado por el Delta lucharon contra los egipcios en xiv, vm. 2
un lugar llamado el Campamento de los Judíos. Mitrídates hubiera sido
derrotado si no hubiera sido por Antipáter, que capitaneaba el ala izquier­
da del ejército. Después de derrotar a sus enemigos, Antipáter se volvió,
y atacó al resto de las fuerzas egipcias que habían dispersado a Mitrídates.
232 Antigüedades de los judíos

XIV,
VIII. 3 César encomió a Antipáter y le asignó otras peligrosas misiones en la
guerra. Cuando hubo terminado en bgipto y embarcó para Siria, César dió
grandes honores a Antipáter. Le concedió la ciudadanía romana, le exj.
mió de impuestos, y también confirmó a Hircano, que había tomado parte
en la campaña, como sumo sacerdote.
XIV.
VIII. 4.5
No obstante, Antígono, el hijo de Aristóbulo, acudió a César en este
tiempo acusando a Antipáter y a Hircano de injusticia y violencia. Dij0
que Antipáter había ayudado a César, no por buena voluntad, sino para
ganarse el perdón por haber antes ayudado a Pompeyo. Antipáter luego
se quitó sus ropas declarando que las heridas de su cuerpo clamaban su
lealtad a César. Dijo que Antígono sólo quería el gobierno para agitar se­
XIV.
IX. 1,2
diciones contra los romanos, como su padre antes que él. César designó
entonces a Hircano sumo sacerdote y a Antipáter procurador de Judea,
permitiéndoles que reconstruyeran las murallas de Jerusalén que
Pompeyo había demolido. También indicó a los cónsules en Roma que
registraran estas concesiones en el Capitolio.
Después de escoltar a César fuera de Siria, Antipáter volvió a Judea, re­
construyó las murallas de Jerusalén, y fue por todo el país persuadiendo a
los judíos que se sometieran al nuevo gobierno. Pero, por cuanto vio que
Hircano era débil y necio, dirigió él mismo el gobierno. También designó
a su hijo mayor, Fasael, como gobernador de Jerusalén, y confió Galilea a
su segundo hijo, Herodes. Herodes era un joven muy temerario, y se hizo

Busto de Julio César (Uffizi,


Florencia).

César comenzó como un


político oportunista, pero
luego conquistó las Calías
(Francia), derrotó a Pompeyo,
y gobernó Roma. Después de
su asesinato en el 44 a .C ., los
emperadores siguientes todos
adoptaron el nombre de
"César" en su honor.
La conquista romana 233

.mediatamente famoso por capturar y dar muerte a Ezequías y sus ban-


lidos, que estaban haciendo incursiones por los límites de Siria. Fasael
taInbién se distinguió por su administración en Jerusalén. Así que toda la
dación honraba a Antipáter y permanecía leal y amistosa con Hircano.
P e ro algunos de los principales judíos sentían celos de Antipáter y de XIV,
IX . 3,4
SLis hijos. Advirtieron a Hircano que estos hombres eran los verdaderos
dueños de Judea y que le habían arrebatado su autoridad. Incluso acusa-
mu a Herodes de haber quebrantado la ley al haber dado muerte a
gzequías y a sus hombres sin juicio. Las madres de estos bandidos tam­
bién pedían en el templo que Herodes fuera juzgado. Por ello, Hircano
llamó a Herodes a Jerusalén para que se sometiera a juicio ante el sanedrín.
Pero SexLo [César], gobernador de Siria, envió un mensaje a Hircano en
el sentido de que Herodes debía ser absuelto, y fue puesto en libertad,
también porque Hircano quería a Herodes como a un hijo. En el tribunal,
nadie osó acusarlo excepto un hombre recto que se llamaba Semaías. Se
quejó de que mientras que los acusados que comparecían ante el tribu­
nal acusados de asesinato generalmente iban vestidos de negro y se habían
dejado crecer el cabello, Herodes había aparecido con un séquito, vesti­
do de púrpura, y con el cabello cuidadosamente peinado. “Pero Dios es
grande —concluyó él—, y este hombre a quien ahora dais la libertad os
castigará un día a vosotros y al rey.”
Por consejo de Hircano, Herodes huyó a Sexto César en Damasco, que XIV, IX , 5

lo designó gobernador de Celesiria y Samaría. Encolerizado por haber sido


llamado a Jerusalén para un juicio, Herodes se preparó para atacar a
Hircano, pero fue disuadido de ello por Antipáter y Fasael.
[En este punto, Josefo pasa a dar una lista de los m uchos decretos fa ­
vorables aprobados p or el Senado y por Julio César en favor de Hircano
y de los Judíos. Estos anunciaban su alianza con Roma, sus reducciones
tributarias, y privilegios especiales —incluyendo la exención del servi­
cio militar— y que fueron reconfirm ados tras la muerte de César.]

La muerte de Antipáter
Rugía ahora la guerra civil entre los romanos después del asesinato de A 14:270
G 1:218
Julio César por Casio y Bruto en la sede del senado. Casio vino a Siria para 44 u.(Í.
A XIV,
asumir el control de las fuerzas que se hallaban allí, e impuso un tributo X I. I

de 700 talentos de plata a los judíos. Antipáter repartió la tarea de reco­


ger esta cantidad entre sus hijos y conocidos, incluyendo a un poderoso
judío llamado Malicos, que aborrecía a Antipáter.
Herodes se ganó el favor de Casio siendo el primero en traer su parte de XIV,
XI, 2,3
Galilea. Los romanos se encolerizaron tantos cuando algunos de los otros
se retrasaron que vendieron a los oficiales de varias ciudades como escla­
vos. Y habrían matado a Malicos si Antipáter no lo hubiera impedido
234 Antigüedades de los judíos

mandándole 100 talentos suyos. Pero cuando Casio se fue de Judea, Malic0s
conspiró contra Antipáter, suponiendo que su muerte resultaría en el gQ„
bierno de Hircano. Pero Antipáter volvió a salvar su vida disuadiendo a
Murco, el gobernador de Siria, de ejecutarlo por sedición. No obstante
Malicos finalmente mató a Antipáter sobornando al copero de Hircano para
que lo envenenara mientras era agasajado en un banquete.
XIV, XI, 4 Malicos afirmó ser inocente ante Herodes y Fasael, quienes estaban
furiosos. La gente estaba también tan indignada que Malicos pasó a re­
unir una tropa para protegerse. Herodes planeó vengar la muerte de su
padre atacando a Malicos, pero su hermano Fasael pensó que sería me­
jor atraparlo con engaños y evitar la apariencia de una guerra civil. p0r
ello, pretendieron creer por un tiempo que Malicos era inocente. Después
de sepultar a su padre, Herodes fue a Samaría y restauró la ciudad.
XIV. XI, G Herodes escribió ahora a Casio y recibió permiso para vengar la muer­
te de su padre. Se encontraban entonces en Tiro, donde Malicos tenía la
intención de liberar a su hijo rehén y luego buscar ser proclamado rey
cuando volviera a Judea. Herodes invitó a Hircano y a Malicos a un ban­
quete, y mientras se acercaban por la costa se encontraron con unos
tribunos militares que apuñalaron a Malicos, matándolo. Hircano se des­
mayó, pero cuando le dijeron que era por orden de Casio pareció
complacido. Dijo que Casio se había salvado a sí mismo y a su país al des­
truir a uno que conspiraba contra ambos.

Herodes y Fasael son hechos tetrarcas


A 14:204 Cuando Casio dejó Siria estallaron nuevas perturbaciones en Jerusa­
G 1:230
A XIV.
XI. 7
lén. Un cierto Hélix atacó con sus tropas a Fasael para vengar la muerte
de Malicos. Herodes se encontraba en Damasco y demasiado enfermo para
venir en ayuda de su hermano, pero Fasael venció a sus enemigos y re­
prendió a Hircano por apoyarlos.
Sin embargo, Antígono, hijo de Aristóbulo, vino ahora con un ejército
XIV, XII. 1 a reclamar el trono. Avanzó por Galilea y las lindes de Judea, pero fue de­
rrotado y puesto en fuga por Herodes. Este último vino entonces a
Jerusalén y fue recibido con gran entusiasmo. Allí se desposó con
Mariamne, hija de Alejandro, hijo de Aristóbulo y nieto de Hircano. Ella
le dio a Herodes tres hijos y dos hijas.
XIV. XII. 2 Mientras tanto, Casio fue vencido por Antonio y Octavio César en
4 2 a.C .
Filipos. Después de su victoria, César pasó a Italia, mientras que Anto­
nio se dirigía a Asia. Cuando llegó a Bitinia, Antonio recibió embajadores
de varios estados. También se presentaron embajadores judíos que acu­
saron a Herodes y a Fasael de privar a Hircano de su soberanía. Pero
Herodes dio suficientes sobornos a Antonio para que dejara de oír a los
acusadores.
La conquista romana 235

XIV,
Antonio pasó ahora a Cilicia, donde Cleopatralo hizo un preso de su amor. X III, 1,2
i uego llegó a Dafne [cerca de Antioquía], donde cien de los más distingui­
os judíos acusaron a Herodes y a su hermano. Cuando hubo oído ambos
lados, Antonio le preguntó a Hircano quién era el más capacitado para go­
bernar. Hircano contestó: “Herodes y su hermano”. Antonio entonces
d esignó a Herodes y a Fasael como tetrarcas de Judea. Cuando sus adversa­
rios expresaron su cólera, Antonio hizo encadenar a quince de ellos, y los
habría hecho ejecutar si Herodes no hubiera intercedido por ellos. Jerusa­
lén, agitada, envió a mil embajadores más a Antonio en Tiro, que se reunieron
en la playa delante de la ciudad. Herodes e Hircano les apremiaron a que se
dispersaran o que se enfrentaran a su destrucción, pero esto sólo hizo aumen­
tar su clamor. Los romanos los atacaron entonces, matando a unos, hiriendo
a otros. Y por cuanto los que escaparon no querían callar, Antonio, enfure­
cido, mató a los que habían sido tomados prisioneros.

Antígono y los partos


Dos años después, los partos invadieron Siria. Iban mandados por A 14:330
{» 1:240
Barzafranes, un sátrapa, y Pacoras, el hijo del rey. Antígono prometió a XIV,
X III. 3
los partos 1.000 talentos de oro y 500 mujeres si le ponían a él en lugar
de a Hircano y destruían a Herodes y a su gente.
Muchos judíos se pusieron a las órdenes de Antígono, y él marchó ha­
cia Jerusalén con los partos. La batalla tuvo lugar en la plaza del mercado,
donde Herodes y Fasael derrotaron al enemigo y los encerraron en el tem­
plo. Tuvieron lugar escaramuzas a diario, y cuando las multitudes vinieron XIV,
X III, 4,5
a celebrar la fiesta de pentecostés, muchos estaban armados y los choques
llevaron a derramamientos de sangre. Antígono propuso entonces admi­
tir a Pacoras en Jerusalén para que actuara de mediador, y Fasael consintió.
Pacoras, como parte de una conspiración, convenció a Fasael para que fuera
a ver a Barzafranes y le expusiera su causa. Herodes, que sospechaba de
Pacoras, apremió a su hermano para que no fuera, pero Fasael se fue, acom­
pañado por Pacoras e Hircano. Fasael e Hircano fueron apresados en Galilea
por los partos, y después entregados encadenados a Antígono.
Mientras tanto, en Jerusalén, el copera real de los partos estaba tratando XIV,
X III, (1-8
de atraer a Herodes fuera de las murallas para apoderarse de él, pero
Herodes había oído del apresamiento de su hermano. En lugar de ello, él
y su familia huyeron de noche de Jerusalén y se dirigieron a Idumea. Pero
los partos pronto se lanzaron en su persecución cuando descubrieron su
huida. Sucedió que el carro de su madre se volcó y estuvo en peligro de
morir. Herodes quedó tan angustiado que sacó la espada, y se habría ma­
tado si sus hombres no se lo hubieran impedido.
Habiendo repelido a los partos se encontró luego con judíos hostiles XIV,
XIII, 3,10
al sur de Jerusalén que le atacaron. Posteriormente levantó un castillo en
236 Antigüedades de los judíos

ol lugar donde los derrotó, llamado Herodión. Llegando a Masada


Herodes encontró a su hermano José. Dejó a 800 de sus hombres para qu@
protegieran a su familia dentro de esta fortaleza, mientras que él se diri­
gió a Petra, en Arabia.
A 14:303 En Jerusalén, los partos robaron todo lo que pudieron encontrar. pu.
G 1:268
sieron a Antígono en el trono, y le trajeron a Hircano y a Fasael
encadenados. Antígono mismo arrancó a mordiscos los oídos de Hircano
para que nunca pudiera volver a ser sumo sacerdote, por cuanto una de
las condiciones para este cargo es no tener defectos físicos." Para impe­
dir que Antígono le torturara, Fasael, con las manos encadenadas, se
partió la cabeza contra una piedra. Dejando el gobierno de Jerusalén en
manos de Antígono, los partos se llevaron a Hircano a Partía.
XIV,
XIV, 1-3
Entre tanto, Herodes pidió dinero a Maleo, rey de Arabia, con la espe­
ranza de rescatar a su hermano. Pero Maleo había malversado los fondos
que Antipáter le había dejado, y ahora no sólo rehusó ayudar a Herodes
sino que ordenó que fuera echado del país. Herodes entonces se dirigió
a Roma por vía de Egipto. Cuando llegó a Alejandría, Cleopatra le reci­
bió fastuosamente y quiso hacerlo comandante de una expedición que
estaba preparando. Pero él zarpó para Roma, aunque era en medio del
invierno.
XIV,
XIV, 4,5
Antonio se sintió movido a compasión por la desgracia de Herodes y re­
cordó cuán hospitalariamente había sido tratado por Antipáter. Consideró
el hecho de que estaba luchando contra Antígono, que había llamado a los
partos en su ayuda, y que por ello se había hecho enemigo de Roma. Anto­
nio, por ello, decidió hacer a Herodes rey de Judea. César [Octavio], al
recordar cómo Antipáter había servido a su padre [adoptivo] en la campaña
de Egipto, también estaba deseoso de ayudar a Herodes. Así que se convocó
una reunión del senado y se discutió la cuestión, y votaron que Herodes de­
bía ser proclamado rey de Judea. Dejó el senado con Antonio y César a cada
lado y registraron el decreto en el Capitolio. Antonio celebró entonces un
4 0 d.C. banquete en honor de Herodes en el primer día de su reinado.

El regreso de Herodes
A 1 4:390 Herodes salió de Roma para liberar Masada, que estaba asediada por
G 1:280
A XIV, Antígono. La fortaleza tenía abundantes víveres, pero poca agua. José, el
XV, 1-3
hermano de Herodes, estaba a punto de huir a los árabes cuando Dios
envió una lluvia que rellenó las cisternas de Masada, y por ello se que­
daron allí.
Ventidio, el general romano que había sido enviado de Siria para re­
primir a los partos, fue a Judea con la excusa de ayudar a José, pero en
realidad quería asustar a Antígono para que le sobornara. Así lo hizo
Antígono, y Ventidio retiró entonces la mayor parte de su ejército. Dejó
La mayor de la docena de cisternas en la fortaleza de Masada, que podía contener
millones de litros de agua. El agua pasaba a ésta a través de una ventana que
daba al sur (parte superior).

a su lugarteniente, Silo, con una pequeña fuerza para que no fuera dema­
siado evidente que había aceptado soborno.
Herodes, habiendo desembarcado en Tolemaida, reunió un ejército
y marchó hacia Masada para liberar a sus parientes, que estaban asedia­
dos allí. Jope le cerraba el paso, por lo que tomó la ciudad, y,
prosiguiendo su camino, libró fácilmente a Masada. Luego prosiguió el
avance, junto con el ejército de Silo, hasta las murallas de Jerusalén. Allí
proclamó una amnistía general al pueblo, sólo para oír que Antígono
lo tachaba de mestizo idumeo medio judío que era indigno de ser rey.
Pero ahora Silo demostró que había sido sobornado por Antígono. Para
que Jerusalén no fuera lomada hizo que sus propios soldados le pidie­
ran ser llevados a cuarteles de invierno, debido a la escasez de
suministros alrededor de Jerusalén. Sin embargo, Herodes derrotó el
propósito de Silo proveyéndole con abundancia de provisiones. Lue­
go ordenó que la gente de Samaría trajeran más suministros y los
almacenaran en Jericó. Antígono oyó esto y envió a sus hombres a que
lucharan contra los que recogían las provisiones. Entonces Herodes
tomó consigo a cinco cohortes judías y a cinco romanas, y se dirigió a
Jericó, lugar que halló desierto. Dejó allí una guarnición, retirando el
resto de su ejército romano a los cuarteles de invierno.
238 Antigüedades de los judíos

XIV, Pero Herodes decidió no quedarse quieto, sino que entró en Galilea v
XV, 4-6
la invadió. Expulsó las guarniciones de Antígono, y luego asaltó las ban­
das de ladrones que infestábanlas cuevas de Galilea.Haciendo descender
jaulas desde los bordes de los precipicios, hombres armados atacaban a
los bandidos y a sus familias en las cuevas. Empleaban jabalinas y gar-
ños de abordaje, o los quemaban vivos. Herodes se dirigió entonces a
Samaria dejando parte de su ejército en Galilea. Pero cuando se hubo ido
unos rebeldes dieron muerto al general que Herodes había dejado al man­
do y saquearon el país. Herodes volvió, aplastó la rebelión, y multó a las
ciudades por cien talentos.
XIV, Para este tiempo, los partos habían sido echados de Siria, por lo que
XV, 7,11
Ventidio, por orden de Antonio, envió a mil jinetes y dos legiones, al mando
de Maqueras, para que ayudara a Herodes contra Antígono. Pero Antígono
escribió una carta a Maqueras, prometiéndole un soborno por su ayuda.
Maqueras, para espiar a Antígono, fingió amistad, y fue a Jerusalén contra
el consejo de Herodes. Sin embargo, Antígono, que sospechaba de sus de­
signios, no le dio entrada a la ciudad. El general romano se enfureció hasta
el punto de que dio muerte a todo judío que veía, fuera amigo o enemigo.
XIV, Herodes se enfureció por esto, pero Maqueras lo aplacó antes que el rey
XV, 7,0
se dirigiera a ayudar a Antonio, que estaba asediando Samosata. Herodes
ayudó a Antonio a tomar la ciudad, y él, por ello, confirió más honores a
Herodes. Antonio mandó a Sosio, gobernador de Siria, que se dirigiera a
Judea con un gran ejército para ayudar a Herodes a asegurar su reino.
A 14:440 Cuando Herodes salió hacia Samosata había encargado a su hermano
G José que no arriesgara una batalla con Antígono durante su ausencia. Pero
A XIV,
XV, 0,10
cuando Herodes estuvo a una buena distancia, José se dirigió a Jericó con
cinco cohortes para tomar su grano. Por el camino, fue atacado por
Antígono, y él y sus tropas —todos ellos reclutas romanos no adiestrados—
fueron muertos. Antígono entonces cortó la cabeza de José de su cuerpo
muerto. Ante esta victoria, los galileos se rebelaron, ahogando a los parti­
darios de Herodes en el lago, y una gran parte de Judea también se rebeló.

La derrota de Antígono
XIV, Volviendo de Samosata, Herodes se sentía consumido de deseos de
XV, 11
vengar la muerte de su hermano. Recogió a 800 hombres y una legión ro­
mana, se precipitó a Galilea, y derrotó a sus enemigos. Luego se dirigió a
Jericó, donde fue agasajado por las autoridades. Pero cuando terminó el
banquete, el tejado se derrumbó, y sin embargo Herodes fue preservado,
tanto entonces como a pesar de la herida de jabalina que sufrió en la ba­
talla al día siguiente.
XIV, XV. Antígono envió un ejército a Samaria bajo Papos, uno de sus genera­
12.13
les. Muchos en Judea ahora dieron su apoyo a Herodes, y cuando Papos
La conquista romana 239

v su ejército atacaron Herodes logró una total victoria. Bañándose aque­


lla noche, Herodes escapó por poco a un intento de asesinato. Tres
hombres armados, que se habían escondido en la casa, se lanzaron co­
rriendo pasando por el lado del desnudo Herodes y huyeron, contentos
con poder escapar con vida. Al día siguiente, Herodes envió a su herma­
no Feroras la cabeza a Papos porque era Papos quien había ejecutado a
su hermano José.
Luego se dirigió a Jerusalén, levantando su campamento delante del A 14:405
G 1:343
templo. Erigió torres y terraplenes en el mismo lugar desde donde XIV.
XV. 14
pompeyo había asaltado el santuario. Mientras estaba en marcha el ase­ XIV.
XVÍ. 1,2
dio se dirigió a Samaría para celebrar su boda con Mariamne, a la que
había desposado. Al volver, se le unió Sosio con un gran ejército, y jun­
tos prosiguieron vigorosamente con el asedio. Aunque el hambre reinaba
en Jerusalén, la ciudad resistió cinco meses. Finalmente, Herodes esco­
gió a veinte hombres que escalaron las murallas y entraron en la ciudad,
seguidos por los centuriones de Sosio. Pronto entraba todo el ejército en
la ciudad, y se hizo una terrible carnicería. Tanto los niños de pecho como
los ancianos eran pasados a cuchillo, aunque Herodes había apremiado
a que se refrenaran. Antígono, horrorizado ante aquella terrible escena, XIV,
XV I. 3.4
bajó de su castillo y se postró a los pies de Sosio, pero el romano se burló
de él, aplaudiendo y llamándolo Antígona. Pero a diferencia de una mu­
jer, que sería dejada libre, Sosio lo aherrojó.
Habiendo vencido a sus enemigos, Herodes tenía que refrenar ahora a
sus aliados extranjeros de profanar el templo y de saquear y despoblar a
la ciudad. Se quejó ante Sosio de que los romanos le dejarían rey de un
desierto. La soberanía sobre todo el mundo era una recompensa dema­
siado pequeña para la degollina de tantos ciudadanos, le dijo Herodes.
Sosio le contestó que era justo dejar a sus soldados que saquearan como
recompensa por lo que habían sufrido durante el asedio. Herodes prome­
tió entonces recompensar a cada soldado de su propia tesorería. Uio dones
generosos a cada soldado y un presente regio a Sosio, que luego se llevó
a Antígono encadenado a Antonio.
Pero Herodes tenía miedo de que Antígono apelara después al senado
romano. Veía en su imaginación a Antígono señalando que, en tanto que
Herodes era un plebeyo, sus propios hijos deberían reinar debido a su li­
naje real, por lo que Herodes le dio a Antonio una gran suma de dinero
como soborno para que diera muerte a Antígono. Antígono fue decapi­
tado, y así terminó el gobierno de la línea de los asmoneos.

1. M. Licin io Craso, el cual derrotó a Espartaco, fue — junto con Pom peyo y César—
un miembro adinerado del prim er triunvirato.
2. Levítico 2 1 :1 7 -2 3 .
240 Antigüedades de los judíos

Los judíos y Como se desprende claramente de


las páginas de Josefo, los acontecimien­
tos en Fblestina y Egipto forman
los romanos capítulos fascinantes en las vidas de
Roma, el poder más grande en el más de un romano famoso, incluyendo
mundo del Mediterráneo, era compara­ los tres miembros del primer triunvirato:
tivamente nueva respecto al trasfondo Pompeyo, Craso y César; y dos del
de la historia antigua. La fundación de segundo: Antonio y Octavio. Aparecen
la ciudad, cuya fecha tradicional es el Casio, Cleopatra y otros personajes
753 a.C., ocurrió escasamente unos conocidos de la antigüedad, y les
treinta años antes de la conquista asiria seguirían otros.
de Israel. Después de ser gobernada por Puesto que los romanos están ahora
siete reyes, la monarquía romana fue en escena, Josefo se vale de los historia­
derrocada, y la república comenzó en el dores grecorromanos como fuente,
509 a.C., justo después de que Ciro particularmente de Strabo. Sin embar­
permitiese el retorno de los judíos de go, su fuente principal, especialmente
Babilonia. A Roma le tomó dos siglos y para Herodes el Grande, sigue siendo
medio dominar a Italia, otro siglo Nicolás de Damasco, a quien menciona
conquistar el Mediterráneo meridional por nombre unas treinta y tres veces en
y occidental, y un siglo más anexar el los textos de las Antigüedades y las
oriente, incluyendo a Siria, Palestina y, Guerras.
finalmente, Egipto.
Águila romana imperial
Sin embargo, las hostilidades entre
los judíos y los romanos no fueron
inevitables. En realidad, los macabeos
hasta tenían una alianza con Roma en
contra de los reyes Seléucidas de Siria, y
una gran colonia de judíos vivía
tranquilamente en Roma como resulta­
do de la diáspora o dispersión judía a lo
largo del Mediterráneo. No obstante, el
que Aristóbulo se burlara de las
instrucciones de Pompeyo condujo a la
trágica pérdida de la independencia
judía. Sin embargo, aun después de eso,
los judíos y los romanos pudieron
coexistir armoniosamente. Julio César
concedió a los judíos importantes
exenciones y tratamiento preferencial, y
había largas filas de judíos en su funeral
lamentando su muerte después de los
idus de marzo del 44 a.C.
241

18
H e r o d e s el G r a n d e

an pronto como Herodes estuvo establecido en el trono, con­

T
A 15:1
XV, I, 1,2
firió honores a los de Jerusalén que habían apoyado su cau­
sa y castigó a los partidarios de Antígono. Convirtiendo sus bie­
nes en dinero envió grandes sumas a Antonio y a sus amigos.
Mientras tanto, en Partía el rey Fraates había liberado a Hircano de la XV. II, 2-5

cárcel, permitiéndole vivir en Babilonia, donde los judíos lo honraron


como su sumo sacerdote. Pero cuando supo que Herodes era rey, Hircano
volvió a Judea suponiendo que Herodes le estaría en deuda por los favo­
res pasados, aunque los judíos de Babilonia le apremiaron a que se
quedara allí. Herodes le recibió con el honor debido, pero designó a un
sacerdote sin distinción procedente de Babilonia, Ananel, como sumo
sacerdote.
Esto hizo enfurecer a la suegra de Herodes, Alejandra, madre de XV, II, 6 ,7

Mariamne y de Aristóbulo. Ella pensaba que el sumo sacerdocio debía


haber pasado a Aristóbulo, por lo que escribió a Cleopatra pidiéndole que
intercediera ante Antonio, que ahora estaba en Egipto. El amigo de An­
tonio, Delio, vino a Judea para sus negocios y se encontró con Mariamne
y Aristóbulo. Quedó tan abrumado por la belleza de ambos que persua­
dió a Alejandra para que enviara retratos de los dos a Antonio, lo que ella
hizo. Antonio hubiera querido usarlos a ambos para placeres lascivos,
pero por cuanto difícilmente podía pedirle a Herodes que le mandara a
su propia mujer, pidió que Aristóbulo fuera a Egipto. Herodes encontró
una excusa para no satisfacer los deseos de Antonio, y luego concedió el
sumo sacerdocio a Aristóbulo, haciendo la paz con Alejandra.
Herodes, sin embargo, sometió a Alejandra a tal vigilancia que ésta se XV, III, 2

quejó en una carta a Cleopatra, quien sugirió que Alejandra huyera a Egip­
to con su hijo. Alejandra urdió un plan por el que ella fue puesta en un
ataúd, y Aristóbulo en otro, que fueron sacados de la ciudad como si para
un entierro. Pero Herodes fue alertado y los atrapó en el acto. Sin embar­
go, los perdonó en una exhibición de magnanimidad.
242 Antigüedades de los judíos
1

XV, III, 3 En la fiesta de los Tabernáculos, el joven Aristóbulo, de diecisiete aft0


se veía muy alto y apuesto mientras dirigía los ritos, y su gran popula ’
dad con los adoradores se hizo demasiado evidente para Herodes. Alg¿'
tiempo después estaban siendo agasajados por Alejandra en Jericó.
cuanto hacía calor, Herodes, Aristóbulo y sus amigos bajaron a la piscina
y apremiaron al sumo sacerdote para que se echara a nadar. Cuando se ha'
cía oscuro, algunos amigos, obedeciendo órdenes, comenzaron a empuja
a Aristóbulo bajo el agua como si jugando, hasta que se ahogó. Así Anarteji
volvió a asumir el sumo sacerdocio.
XV, III, 4,5 Herodes, fingiendo estar dolido, hizo a Aristóbulo un suntuoso fuLieral
mientras que Alejandra sólo vivía para vengarse. Escribió acerca de la
quinación de Herodes contra su hijo a Cleopatra, que apremió a Antonio a
que vengara el asesinato. Antonio, a su vez, escribió a Herodes ordenán­
dole que compareciera ante él en Laodicea [en la costa de Siria] para
defenderse de estas acusaciones. Antes de salir, Herodes dejó a su tío José
al cargo del gobierno, con órdenes de matar a Mariamne si le sucedía algo
a él. Estaba tan enamorado de ella, le dijo Herodes, que no podía soportar
la idea de que cayera en brazos de otro, especialmente de Antonio.
A 15:08 Mientras Herodes estaba fuera, José le habló a Mariamne del gran amor
xv, ni, c-a
que su sobrino tenía por ella. Intentó demostrarle que Herodes no podía vi­
vir sin ella revelando a Mariamne y a Alejandra las órdenes secretas que li abífc
recibido. Sólo las impresionó la crueldad de Herodes, que podía hacerse
sentir incluso tras su muerte. Cuando les llegó un falso informe de que
Herodes había sido muerto por Antonio, las mujeres planearon huir hacia
la guarnición romana. Pero entonces llegó la carta de Herodes, explicando
su eficaz defensa ante Antonio, y cómo se había aplacado la ira de Cleopatra
al haber recibido Celesiria.
XV, III, 9 Cuando Herodes volvió, su hermana Salomé, que estaba celosa de
Mariamne, mintió diciendo que Mariamne había tenido frecuentes tra­
tos con José. Esto hizo enfurecer a Herodes, en particular debido a que
había oído de los planes de ellas de huir. Pero Mariamne se defendió tan
francamente que los dos prorrumpieron en llanto, y, como es usual con
los amantes, se abrazaron fuertemente. Pero mientras Herodes seguía tran­
quilizándola, ella le dijo: “Difícilmente era un gesto digno de un amante
mandar que si algo te sucedía a ti, que me mataran a mí también.”
Al oír estas palabras, Herodes perdió el control de sí mismo, chillan­
do y mesándose los cabellos. Dijo que ésta era una prueba clara de las
relaciones de José con ella, le dijo, porque José no le habría revelado nada
si no hubieran tenido intimidad. Entonces ordenó que José fuera ejecu­
tado, y Alejandra encadenada, por cuanto ella era en parte responsable.
A 15:88
G 1:300
Cleopatra, mientras tanto, había envenenado a su hermano y había
A XV,
IV, 1-4
hecho que su hermana fuera muerta por Antonio, así como al goberna-
Herodes el Grande 243

de Siria, para poder hacerse con sus posesiones. También le pidió


dea y Arabia. Antonio estaba tan dominado por Cleopatra que parecía
0 no era sólo su intimidad con ella lo que afectaba a su conducta, sino
rabian el empleo de drogas. Sin embargo, no le podía conceder Judea y
A r a b i a , poro lo que sí hizo fue darle partes do ambos países: una planta-
¡ón de palmeras en Jericó y varias ciudades. Cuando Cleopatra llegó a
I ulea, Herodes recuperó los lugares que le habían sido quitados de su
reino con el recurso de alquilarlos pagando una renta anual de 200 tálen­
l o s . También trató ella entonces de seducir a Herodes, aunque es inseguro
¡;¡ p o r pasión o por intrigas. El pensó seriamente en matarla, pero sus con­

ejeros le advirtieron que se granjearía la ira de Antonio. Por ello, él evadió


Ijjs insinuaciones y la cortejó sólo con obsequios.

Herodes derrota a los árabes


Cuando Antonio estaba listo para luchar contra César en Accio por el
imperio del mundo. Herodes se dispuso a ayudarle. Pero Cleopatra per- XV, V, 1

■suadió Antonio a que enviara Herodes contra Maleo, que había dejado
de pagar sus rentas árabes. Herodes derrotó a los árabes en Dióspolis, y
cuando se reagruparon con mayores números en Kanata, en Celesiria,
Herodes los atacó de nuevo victoriosamente. Pero Atenión, uno de los
generales de Cleopatra, envió traicioneramente a sus tropas egipcias a
ayudar a los árabes. Estas tropas inflingieron una total derrota al ejército
de Herodes, que estaba agotado desde la primera lucha. Desde entonces,
Herodes sólo pudo emplear guerra de guerrillas contra los árabes.
Un extraordinario terremoto sacudió ahora el país, destruyendo una enor­ A 15:121
G 1:370
me cantidad de ganado y perdiéndose 30.000 vidas. Pero el ejército de XV, V, 2-5
Herodes escapó sin daños, porque acampaban al aire libre. Creyendo que la
mayor parte de los judíos habrían muerto, los árabes pensaron que podrían
tomar fácilmente la tierra. Y así, después de haber dado muerte a unos em­
bajadores que habían acudido de parte de los judíos, atacaron Judea. Herodes
alentó a sus desanimados hombres con la palabra y el ejemplo, y se puso al
frente de su ejército para luchar contra los invasores cerca de Filadelfia. Los
árabes fueron derrotados, perdiendo 5.000 hombres, y luego fueron cerca­
dos en su campamento. Se encontraban tan carentes de agua que al cabo de
cinco días 4.000 de ellos salieron voluntariamente y se rindieron a los ju­
díos. Al sexto día, lo que quedaba del ejército árabe salió a luchar
desesperado, y 7.000 de ellos fueron muertos. Herodes aplastó de tal mane­
ra el espíritu de los árabes que se le sometieron como su protector.

Octavio Augusto y Herodes


Mientras tanto, [Octavio] César había derrotado a Antonio en Accio. giÜJm1
Esto alarmó a Herodes y a sus amigos debido a sus estrechos lazos con vi
244 Antigüedades de los judíos

Antonio, y sus enemigos se alegraron. Herodes estaba indeciso acerca de


si debía dar muerte a Hircano para evitar una revolución mientras bus­
caba a Octavio en Rodas. El mismo Hircano no tenía carácter para
comenzar una rebelión, pero su hija Alejandra seguía apremiándole a qUo
escribiera a Maleo, el rey árabe. Ella quería que le pidiera que les conce­
diera refugio hasta el probable fracaso de la misión de Herodes, cuando
ellos podrían volver a acceder al poder regio. Hircano rehusó una y otra
vez, pero finalmente accedió. Confió una carta dirigida a Maleo a Dositeo
uno de sus amigos, que en lugar de llevarla la entregó a Herodes. El rey
le dijo que la entregara al árabe, y que le trajera la contestación a él, que
fue positiva. Herodes entonces mostró las cartas a Hircano y al sanedrín,
e hizo que Hircano fuera ejecutado, a la edad de ochenta y un años.
XV, VI, 5 Antes de partir para ver a Octavio, Herodes confió el gobierno a su her­
mano Peroras, y llevó a todos sus hijos, a la madre de Cipros, así como a
su hermana, a Masada. En cuanto a Mariamne, la dejó en el Alexandrión
con su madre Alejandra. Estaban al cuidado de Soem, porque no se lle­
vaban bien con el lado herodiano de la familia. Herodes de nuevo le dijo
a Soem que matara a ambas mujeres si él no volvía, y que mantuviera el
reino para su hermano Feroras.
A 15:187
G 1:388
Cuando su nave llegó a Rodas, Herodes se quitó la diadema, pero se
XV. VI, 6 comportó con la dignidad de un rey. Admitió francamente ante César que
había apoyado a Antonio, y que hubiera luchado por él si la guerra con-

Cabeza de bronce de Augusto,


mostrándolo a la edad de 30
años, que fue descubierta cerca
del N ilo en M erow e en el
Sudán (M u s e o B ritá n ic o ,
Londres).

César Augusto gobernó del 30


a.C. hasta el 14 d .C ., el
primero, y probablemente el
más grandioso, de los empera­
dores romanos. Estableció la
paz, expandió considerable­
mente el imperio, y reedificó
Roma.
Herodes el Grande 245

tra los árabes no se lo hubiera impedido. No abandonó a Antonio tras la


batalla de Accio, dijo Herodes, pero le aconsejó que matara a Cleopatra,
jo que le habría posibilitado a Antonio llegar a un entendimiento con
Octavio. Herodes quería ahora que César considerara cuán fiel amigo
había sido, más que de quién.
Impresionado por las maneras y el discurso de Herodes, César le puso XV, VI, 7

la diadema en la cabeza pidiéndole que no le fuera menos amigo que lo


que había sido de Antonio. Herodes le dio a César costosos presentes y
volvió a Judea. Más adelante, cuando César pasó de Siria a Egipto,
herodes lo trató regiamente y le dio suministros para pasar el desierto.
Pero cuando volvió a su reino, Herodes encontró a su mujer Mariamne XV, VII, 1,2

y a la madre de ella, Alejandra, de talante hostil. Las dos habían estado


hablando con Soem durante la ausencia de Herodes, y finalmente él les
había revelado las órdenes del rey, de las que ellas se resintieron amar­
gamente. Cuando Herodes tomó gozoso a Mariamne en sus brazos, ella
dio un profundo suspiro, evidentemente frustrada ante el éxito que ha­
bía tenido. Herodes se sentía ahora desgarrado entre amarla y aborrecerla,
y era conducido a agonizantes dudas por las calumnias de su madre y
hermana contra ella. Mariamne, a su vez, las escarnecía con arrogancia
por su humilde cuna, y el palacio se llenó de odio.
Mientras tanto, con la muerte de Antonio y Cleopatra, César se había XV, VII, 3
30 a.C.
apoderado de Egipto, y Herodes fue allá a tratar con él de cuestiones como
un viejo amigo. César recompensó a Herodes con los territorios que
Cleopatra le había quitado, añadiéndole otras ciudades, y también
Traconite y Samaría. Posteriormente lo nombró procurador de toda Siria.

La desdichada vida doméstica de Herodes


Pero cuanto más éxitos cosechaba en sus asuntos internacionales, tanto A 15:210

más fallaba en el hogar. Un mediodía se echó para descansar y llamó a X K V il, 4

Mariamne, y aunque ella vino rehusó echarse con él, a pesar de sus apremios.
Entonces Salomé, la hermana de Herodes, envió al copero, que decía que
Mariamne le había dado un filtro de amor para el rey. Herodes, exigiendo
conocer el contenido, torturó al eunuco de Mariamne, en quien ella confia­
ba en gran manera. Él sólo informó que el odio de Mariamne contra él había
aumentado como resultado de lo que Soem le había dicho. Herodes gritó
entonces que a no ser que hubiera tenido intimidad con Mariamne Soemo
nunca habría revelado sus órdenes, por lo que ordenó que fuera muerto, y
juzgó a Mariamne.
Después que su hija fuera condenada a muerte, Alejandra intentó sal­ XV, VII, 5

varse, acusando bajamente a Mariamne de haber sido malvada e ingrata


contra su marido. Incluso le mesó el cabello, pero Mariamne mantuvo
noblemente la compostura mientras iba a su muerte.
246 Antigüedades de los judíos

XV, VII, 7 Pero cuando hubo muerto, el deseo de Herodes por Mariamne se hizo
aún más intenso, y por un tiempo pareció haber enloquecido. Iba vagan­
do por el palacio, llamando a su esposa y ordenando a los siervos que se
la trajeran. Enfermó gravemente con inflamación y dolor en la nuca mien­
tras estaba en Samaria, y no parecía que ningún remedio le fuera de ayuda
XV, VII, 8,9 Cuando Alejandra supo esto, intentó asumir el control de Jerusalén
pidiendo autoridad sobre el templo y la ciudadela. Los magistrados, em­
pero, informaron a Herodes, quien de inmediato ordenó su ejecución
Habiéndose recuperado lentamente, Herodes continuó con un talante te­
rrible, encontrando defectos en todo, e incluso dando muerte a varios de
sus mejores amigos. Por ejemplo, había designado a Costobaro como go­
bernador de Idumea, y le había dado a su hermana Salomé en matrimonio.
Pero Costobaro escribió a Cleopatra diciéndole que estaba dispuesto a pa­
sarle su lealtad a ella, con la aprobación de Antonio. Antonio rehusó, y
cuando Herodes lo supo estuvo a punto de matar a Costobaro, pero lo per­
donó por intercesión de Salomé. Posteriormente, ella le mandó a
Costobaro una carta de divorcio, y luego Herodes lo mató a él y a varios
colegas que con él estaban conspirando contra Herodes.
A 15:207 Herodes ofendió ahora a los judíos introduciendo juegos paganos en
XV.
VIII, 1-4 Judea. Edificó un teatro en Jerusalén, un hipódromo, y un gran anfitea­
tro en la llanura. Allí tenían lugar carreras de carros y concursos de varias
clases, incluyendo a hombres condenados luchando contra fieras. Aun­
que quitó algunos de los trofeos con imágenes que ofendían a los judíos,
diez de los judíos estaban aún resentidos, y tramaron un complot para
asesinar a Herodes cuando entrara en el teatro. Cuando el complot le fue
revelado por un espía, los hombres le mostraron valientemente las da­
gas que habían planeado usar contra él. Después de la ejecución de ellos,
unos guerrilleros judíos cortaron al espía a trozos y lo echaron a los pe­
rros.
XV, VIII, 5 Herodes aumentó ahora su seguridad erigiendo una cadena de forta­
XV, IX, 1.2
lezas a lo largo de su reino, particularmente en Samaria, a la que cambió
su nombre por el de Sebasté [para honrar a Octavio Augusto], y en la To­
rre de Estratón, a la que dio el nombre de Cesárea. Pero en el año
décimotercero de su reinado, la sequía y la peste se adueñaron de la tie­
rra. Herodes alivió al pueblo tanto como pudo comprando grano a Egipto,
y actuó tan noblemente durante la crisis que el odio contra él dio lugar a
la admiración.

Herodes el constructor
A 15:318 En este tiempo edificó un palacio en la ciudad alta, cubierto con oro y
XV,
IX, 3,4 piedras preciosas, que contenía dos grandes alas, llamadas por los nom­
bres de César y [su compañero] Agripa. También supo que un sacerdote
247

Arriba: Palacio de Herodes en la zona occidental de Jerusalén, mostrando las dos alas
dentro del enclave fortificado nombrado en honor de César y Agripa. Las tres grandes
torres que protegían el extremo norte se llamaban (de izquierda a derecha): Fasael,
Hípico, y Mariamne. En la parte derecha superior se levantan las cuatro torres de la
torre Antonia (modelo de la antigua Jerusalen diseñado por el Prof. M. Avi-Yonah, en
el Hotel Holyland, Jerusalén).

Abajo: Una reconstrucción del gran templo edificado por Herodes el Grande en
Jerusalén. En la parle superior izquierda se ven las torres septentrionales del palacio
de Herodes en la zona occidental de Jerusalén (modelo por M. Avi-Yonah).
Columnas caídas en el agua en las ruinas de la antigua Cesárea en el Mediterráneo,
el puerto construido por Herodes en el emplazamiento de la antigua torre de
Esíratón. La gran Guerra Judía contra Roma se desencadenó aquí.
Herodes el Grande 249

glejandrino llamado Simón tenía una hija, Mariamne III], que era la mu­
jer más hermosa en Jerusalén. Encaprichado de su encanto, Herodes se
casó con ella después de elevar a su padre al sumo sacerdocio. Después
de la boda, Herodes construyó otra fortaleza [el Herodión], al sur de Je­
rusalén. Colgando de un monte que él había hecho más alto, y habiéndole
dado forma de un pecho, la fortaleza contenía torres, apartamentos rea­
les, y parques irrigados.
La diplomacia de Herodes con las ciudades y países colindantes era XV, IX, 5,6

sumamente oportuna, y generosamente les asignó proyectos de construc­


ción. En Cesárea construyó un importante puerto a lo largo de la costa,
siendo que no había ninguno antes, con unos embarcaderos más grandes
que los del Pireo.1Luego edificó toda una ciudad de piedra blanca coro­
nada con un templo a Roma y a Augusto, y todo ello en el plazo de doce
años. Cesárea ahora se jactaba de un teatro, de un anfiteatro y de un sis­
tema de alcantarillado subterráneo que se vaciaba automáticamente con
las mareas altas.
En este punto, Herodes envió a sus hijos [con Mariamne I] Alejandro y XV, X , 1-4

Aristóbulo a Roma, para que se presentaran a César, el cual los recibió con
gran deferencia. César dio a Herodes Traconite, Batanea y Auranitis, las
cuales Herodes había limpiado de bandidos con su permiso. Esto fue a pesar
de las protestas del potentado local, Zenodoro, que aumentaba sus ingre­
sos robándole al pueblo. Herodes también visitó a Agripa en Mitilene, a
quien Herodes consideraba como su mejor amigo después de César.

Cabeza de mármol de Marco


Agripa, el asociado más gran­
de cíe A ugusto y am igo de
Herodes, cuyo nombre lleva­
ron el resto de los otros Agripas
herodianos (Louvre, París).

Gran parte de los logros de


Augusto se debió al hombre
que fue su mano derecha y
mediador en medio de
dificultades. Augusto nombró
a Agripa como el emperador
sucesor, pero Agripa murió en
el 12 a.C.
250 Antigüedades de los judíos

Poro oo Judea Herodes dio pasos para impedir la rebelión, no permi-


tiendo nunca que se reunieran grupos de gentes, y haciéndoles que
prestaran juramento de lealtad. Sus agentes espiaban a las personas sos­
pechosas, y él mismo salía en ocasiones por la noche con una vestimenta
corriente para saber qué era lo que la gente pensaba de él.
A 15:3110
G t :4 0 t
En el año decimoctavo de su reinado, Herodes comenzó a agrandar y
A XV,
X I, 1-7
a reconstruir el templo a sus propias expensas, lo que sabía que sería su
mayor empresa. Después de sacar los viejos fundamentos, echó nuevos
cimientos, y levantó la estructura de piedras duras y blancas. Unos col-
gantes púrpuras cubrían las entradas, y una vid de oro con racimos
adornaba el área debajo de la cornisa. Unos grandes pórticos, con 162
columnas corintias, rodeaban el templo, que era sostenido por paredes
de tamaño nunca visto. Más allá del primer atrio había otro, rodeado de
una balustrada de piedra con una inscripción que prohibía la entrada a
los extranjeros bajo pena de muerte. Dentro de este atrio estaba el atrio
sagrado en el que las mujeres tenían prohibido entrar. Y aún más aden­
tro había un tercer atrio donde se levantaba el templo, y al que sólo podían
entrar los sacerdotes. En la esquina noroccidental del enclave del tem­
plo se levantaba la cindadela, que Herodes llamó Antonia para honrar a
su amigo. Aquí se guardaban los ropajes del sumo sacerdote, que sólo se
los ponía cuando ofrecía sacrificio.
e. 17 ii.C, El templo mismo fue construido por los sacerdotes en un año y medio,
y fue dedicado con una gran celebración. Se dice que durante la construc­
ción no llovió durante el día sino sólo durante la noche, para que no
hubiera interrupción en las obras. Esta historia no es en absoluto increí­
ble si se consideran las otras manifestaciones del poder de Dios.

Más perturbaciones domésticas


A 10:0 Para este tiempo, Herodes viajó a Italia para visitar a César y traer a sus
hijos Alejandro y Aristóbulo, que habían completado su educación, de
vuelta a casa. Cuando llegaron a Jerusalén, recibieron una recepción cor­
dial de las masas. Esto provocó la envidia de Salomé, porque ella y los
que habían provocado la muerte de su madre Mariamne serían castiga­
dos por los jóvenes si alguna vez llegaban al poder. Este grupo, por tanto,
XVI, 1, 2 extendió rumores de que los muchachos en realidad menospreciaban a
su padre por lo que había hecho con su madre. Pero por ahora Herodes
dejó que el amor venciera a las sospechas, e hizo que Aristóbulo se casa­
ra con Berenice, hija de Salomé, mientras que Alejandro se casó con
Glafira, la hija del rey de Capadocia.
A 10:12 Al saber que Agripa estaba en Oriente, Herodes le dio una regia acogi­
XVI, II, I
da en Jerusalén. Luego siguió a Agripa a Asia Menor, donde Herodes
recibió la confirmación de parle de él de los derechos judíos en fonia.
Herodes el Grande 251

XVI,
Cuando Herodes informó de esto al pueblo en Jerusalén, se sintieron com­ III, 1.2
placidos y agradecidos a él.
Poro la disensión en el seno de la familia de Herodes fue de mal en peor,
al proseguir Salomé su campaña en contra de los dos hijos de Mariamne.
por su parte, los jóvenes eran poco precavidos, y mostraban abiertamen­
te su ira contra Salomé y Feroras. El hermano y la hermana de Herodes
correspondían difundiendo más rumores acerca de que los jóvenes he­
rederos tenían la intención de vengar la muerte de su madre, y también
informaron a Herodes de que los hijos de Mariamne estaban conspiran­
do contra él.
Herodes comenzó a sospechar de Alejandro y Aristóbulo. Con el pro­ XVI,
IV, 1-6
pósito de refrenarlos envió a por su hijo mayor, Antipáter, que Herodes
había tenido con su mujer Doris cuando era aún un plebeyo. Intentó de­
mostrarle a los jóvenes que la sucesión no les pertenecería necesariamente
a ellos. Antipáter apoyó la conspiración de Salomé y de su hermano
Feroras. Indujo a Herodes a que trajera a su madre de vuelta a palacio, e
informaba diligentemente a Herodes cada vez que los dos príncipes la­
mentaban la suerte corrida por su madre o criticaban a su padre.
Virtualmente preparándolo para la sucesión, Herodes envió a Antipáter
a Roma, y luego fue él mismo, llevándose a sus dos hijos consigo para
acusarlos delante de Augusto. Al principio se quedaron atónitos y sin
poder hablar, pero luego Alejandro respondió a las acusaciones tan bien
que Augusto apremió a padre e hijos a que se reconciliaran, y todos se
abrazaron llorando. Herodes dio 300 talentos a César en los días siguien­ c.12 a.C.

tes, mientras que César le daba a Herodes la mitad de los ingresos de las
minas de cobre en Chipre. Antipáter volvió con ellos, pretendiendo sen­
tirse feliz por la reconciliación. Cuando llegaron a Jerusalén, Herodes
reunió al pueblo en el templo y anunció la sucesión: Antipáter reinaría
primero, y luego Alejandro y Aristóbulo, sus hijos con Mariamne.
Cesárea fue terminada diez años después de haber sido proyectada, y XVI,
III, 1,2
el puerto fue dedicado con extravagantes festejos a los que contribuye­
ron el emperador y su hija. Herodes construyó también las ciudades de
Antípatris y Fasaelis, como memoriales de su padre y hermano, y otorgó
contribuciones a muchas ciudades en Siria y Grecia. [Josefo p asa aquí a
dar una lista de los decretos de Augusto y de Agripa favoreciendo a los
judíos en el Mediterráneo oriental.]

Conspiración fraternal
Mientras tanto, la disensión en el interior de palacio se estaba convir­ A lli:18U
G 1:487
tiendo en una guerra civil, siendo que Antipáter continuaba hostigando A XVI,
vil, 2 -r,
a sus hermanos, que se resentían de su precedencia para la sucesión.
Feroras, el hermano de Herodes, rechazó a dos de las hijas de Herodes
252 Antigüedades de los judíos

en matrimonio por la pasión que sentía por una muchacha esclava. Cuan­
do también acusó falsamente a Herodes de estar enamorado de Glafira
que era la mujer de Alejandro, el rey censuró acerbamente tanto a Feroras
como a Salomé, porque ella estaba implicada en aquella mentira.
X V I, Ahora estalló la discordia dentro de la familia con mayor violencia que
vm; i-4
nunca. Herodes era mantenido en un estado de agitación continua por
Antipáter, que continuó maquinando la destrucción de Alejandro y
Aristóbulo. Pagó a siervos e incluso a amigos de los hermanos para que l0s
acusaran de conspiraciones contra el trono. Toda la corte pronto devino
una escena de sospechas, caras torvas y desconfianza: los sospechosos eran
torturados y muertos, y había espías por todas partes. Los enemigos eran
acusados de conspiraciones para que el rey los matara, y había un clima
general de terror. Antipáter convenció por fin al rey de que Alejandro quería
matar a su padre, y echó al infeliz joven en la cárcel.
XVI, Mientras tanto Alejandro, con perverso orgullo, se negó a defenderse,
VIII, 5
y en lugar de ello redactó |una sátira] en cuatro libros y la publicó. En ellos
afirmaba que desde luego había habido un complot contra Herodes, pero
que Feroras y los más fieles de los amigos del rey estaban ayudando a
Alejandro. Además, Salomé se había abierto paso un día a su dormitorio
y había dormido con él en contra de su volunLad. Todo esto sirvió sólo
para atormentar más a Herodes.
XVI, El suegro de Alejandro, Arquelao, rey de Capadocia, se preocupó por
VIII, G
la seguridad de su yerno e hija y se apresuró a ir a jerusalén. Se ganó la
confianza de Herodes fingiendo primero que creía que todos los cargos
fabricados contra Alejandro eran ciertos y actuando como indignado con­
tra él. Pero paso a paso le mostró a Herodes cuán improbables eran las
acusaciones, y logró inculpar a los amigos del rey, especialmente a
Feroras, contra quien el rey ya sentía hostilidad. Arquelao reconcilió a
Herodes y Alejandro, y también obtuvo el perdón para Feroras, que con­
fesó su culpa. Arquelao volvió entonces a Capadocia, con la profunda
gratitud y regalos de Herodes.
A lGútOO Un aventurero de Esparta llamado Euricles llegó ahora a Jerusalén y
c; i: 5 1:1
A XVI, se ganó el favor del rey. Pero cuando descubrió las disensiones en el seno
de la familia real, las empleó en su propio beneficio. Se ganó pérfidamente
la confianza de Alejandro fingiendo que era un amigo del rey Arquelao.
Euricles también se congració con Antipáter espiando a Alejandro e in­
formándole de todo lo que decía Alejandro, por lo que fue ricamente
recompensado. Antipáter apremió entonces a Euricles a que lo revelara
todo a Herodes. Herodes creyó fácilmente las mentiras de Euricles acer­
ca de las “conspiraciones” de Alejandro y le dio más recompensas.
Mientras volvía de Esparta, Euricles recibió aún más dinero de Arquelao,
cuando pretendió haber reconciliado a Herodes con Alejandro.
Herodes el Grande 253

De hecho, Herodes enfureció todavía más cuando leyó una carta ama­ XVI,
XI, 1,2
fiada, supuestamente mandada por Alejandro al comandante de la fortaleza
je Alexandrión, insinuando una rebelión. Ordenó que Alejandro y
Aristóbulo fueran encadenados y encarcelados. Enfurecido por acusacio­
nes adicionales, Herodes escribió a César informándole de las acusaciones
contra los hijos de Mariamne. César, que había planeado añadir Arabia a
los dominios de Herodes, abandonó ahora la idea en vista de la discordia
doméstica. Pero le dio plena autoridad a Herodes sobre sus hijos, y le acon­
sejó que convocara un consejo en Berito,2 y que tomara consigo a c. 7-G a.C,

gobernadores y amigos como asesores. Herodes no quería permitir a sus


hijos que comparecieran ante el consejo, sino que apareció él solo ante el
niismo, compuesto por 150 consejeros. Parecía tan anhelante de la muer­
te de los dos que fueron condenados por una mayoría del tribunal, aunque
no se demostraron las acusaciones contra ellos. La única evidencia eran
cartas en las que habían escrito acerca de planes para la huida, junto con
quejas de la hostilidad de Herodes contra ellos.
Cuando Herodes llegó a Cesárea, toda la gente simpatizaba con los jó­ A lfl:373
G 1:544
venes y esperaba en suspenso para ver qué sucedería. Entonces un viejo XVI.
XI. 4.5
soldado llamado Tiro, cuyo hijo era amigo de Alejandro, expresó ante el
rey el sentimiento general de indignación. Le preguntó qué le había su­
cedido a su buen sentido que quisiera dar muerte a dos jóvenes que eran
parangones de virtud. Que por qué se fiaba más de Antipáter, Salomé y
I Feroras, a quienes tantas veces había condenado a muerte, y a quienes
las masas silenciosas y el ejército ahora aborrecían. Herodes respondió
haciendo que Tiro y su hijo fueran arrestados de inmediato.
Uno de los barberos de Herodes, Trifón, se presentó entonces para de­ XVI.
XI. 6 .7
cir que Tiro había tratado de sobornarle para que le cortara el cuello al
rey cuando le afeitara, prometiéndole que Alejandro le pagaría una bue­
na suma de dinero. Tiro, su hijo y el barbero fueron de inmediato
sometidos a tormento. Tiro soportó la tortura con valentía, pero cuando
le torturaron más severamente, su hijo gritó que lo confesaría todo si de-
f jaban de torturar a su padre. El rey accedió, y el hijo afirmó que su padre,
por persuasión de Alejandro, había decidido matar a Herodes. Algunos
dijeron que esto era una mentira destinada a acabar con la tortura, mien­
tras que otros decían que era verdad. Herodes entonces acusó a los líderes
I militares implicados por Tiro, junto con el mismo Tiro, su hijo y al bar­
bero, y la multitud los apedreó y maceó hasta matarlos. Alejandro y
Aristóbulo fueron después llevados a Sebasté y allí extrangulados.

Las tretas de Antipáter


Herodes se había casado con nueve mujeres [además de Mariamne I]: AG 1:55217:1

A XVII,
Doris, Mariamne II, Maltace, Cleopatra, Pallas, Faedra, Elpis, una sobri- 1,3
254 Antigüedades de los judíos

na [de nombre desconocido] y una prima. El rey asentó ahora una col0s
nia de judíos babilónicos en Batanea, para que sirviera de zona protectora
contra Traconite. Al volver a Jerusalén, hizo ejecutar a varios fariseos qUR
rehusaban jurarle lealtad, y fue volviéndose más hostil a Feroras a causa
de la intrigante mujer de éste. Mientras tanto, Antipáter había recibido
más autoridad de gobierno, y conspiró arrebatar el reino a su padre. Se
hizo enviar a Roma para presentarse ante César, llevando el testamento
de Herodes en el que él era designado sucesor. Pero mientras estaba en
Roma, Dios comenzó a castigarle por el asesinato de sus hermanos.
XVII, El tío de Antipáter, Feroras, que le había ayudado en la maquinación
II!, 3
xvn, contra los jóvenes príncipes, enfermó, y fue amablemente atendido por
IV, 1,2
Herodes hasta que murió. Después de la muerte de Feroras, dos de sus
libertos le dijeron a Herodes que Feroras había sido envenenado por su
mujer. El rey ordenó que las siervas fueran torturadas, y se reveló que
Antipáter le había enviado veneno a Feroras para poder matar al rey con
él. La mujer de Feroras, que fue detenida cuando iba a suicidarse, confe­
só toda la trama, y dijo que la bondad de Herodes al moribundo Feroras
le había hecho mandar que el veneno fuera echado al fuego. Ella había
destruido la mayor parte del veneno, pero se había guardado un poco para
sí misma. La mujer de Herodes, Mariamne [II], hija del sumo sacerdote
Simón, estaba también involucrada en la conspiración, por lo que el rey
la repudió. También borró de su testamento el nombre del hijo de ella,
Herodes, a quien había designado sucesor de Antipáter.
A 1 7 :« 3 En Italia, Antipáter se enteró de la muerte de Feroras, pero no de que
G 1 :liOU
X V II, V, 1 su plan había sido descubierto. Se sintió turbado ante el hecho de que su

tío hubiera muerto sin acabar con la vida de Herodes, por lo que escribió
a su padre que planeaba volver. Herodes le apremió, en un tono amisto­
so, a que volviera sin dilaciones. Cuando Antipáter desembarcó en
Cesárea y emprendió viaje a Jerusalén, se encontró con miradas de aver­
sión o de odio. Todos parecían saber algún secreto que él ignoraba. Pero
ahora era demasiado tarde para huir, y sólo podía esperar que no se hu­
biera descubierto nada. O, si se había descubierto algo, quizá su astucia
y nervios templados le salvarían otra vez.
xvn, Entrando en el palacio en Jerusalén, fue rechazado por Herodes cuan­
V, 2 -li
do trató de abrazarlo, y le acusó de ser un parricida. Herodes le dijo que
preparara su defensa y que compareciera al día siguiente ante Varo, el
gobernador de Siria, que estaba de visita, y ante él mismo, así como ami­
gos y parientes por ambos lados. Cuando el consejo estuvo reunido,
Antipáter pronunció una inteligente defensa, expresada en un lenguaje
tan conmovedor que suscitó la compasión de Varo y de todos los presen­
tes excepto Herodes. Nicolás de Damasco, por orden del rey, refutó
entonces totalmente todo lo que Antipáter había dicho, dando pruebas
Herodes el Grande 255

jg [a culpabilidad del acusado. El veneno guardado por la mujer de


peroras fue dado entonces a otro criminal sentenciado a muerte, que
niurió en el acto. Varo escribió su informe para el César y partió luego,
17l¡entras Herodes encadenaba a Antipáter y enviaba mensajeros al em­
perador con nuevas de la calamidad. Posteriormente se descubrió que
Antipáter había falsificado cartas contra otros en la casa real, incluyen­
do a Salomé.

La enfermedad final de Herodes


La salud de Herodes declinó ahora rápidamente. La edad y el dolor A 17:140
Cí 1:1 «7
empeoraron sus dolencias, porque tenía casi setenta años. Y ahora se vio A X V II,
VI, 2 -4
aún más acosado por una rebelión contra él. Judas y Matías, dos instrui­
dos doctores de la ley, incitaron a un grupo de jóvenes a que derribaran
una gran águila de oro que Herodes había puesto sobre la puerta del tem­
plo. Herodes la había puesto allí en desafío a la ley judía, que prohibía la
introducción de la imagen de cualquier ser viviente en el templo. Los
hombres fueron arrestados en el acto y llevados ante Herodes, que orde­
nó que los cabecillas fueran quemados vivos. Aquella misma noche hubo
un eclipse de luna.:i
Después de esto, Herodes fue empeorando rápidamente sufriendo te­ X V II, VI, I.

rribles dolores. Sentía una terrible comezón, teníalas entrañas ulceradas,


y sus partes privadas gangrenadas y con gusanos. Intentó en vano aliviar
su asma y convulsiones en los baños termales de Calirroe y vol vió a Jericó.
Aquí reunió a hombres distinguidos de todas partes de la nación, y or­
denó que fueran encerrados en el hipódromo. Le ordenó a su hermana
Salomé que tan pronto él muriera, que todos estos hombres fueran muer­
tos, ¡para que a su muerte hubiera dolor por todo el país y no gozo!
Mientras estaba dando estas órdenes, llegó una carta de Roma en la que X V II,
VII, 1
César dejaba a discreción de Herodes ejecutar o exiliar a su hijo. Herodes X V II,
VIH, 1
estaba sufriendo ahora una agonía tan terrible que intentó apuñalarse,
pero un primo se lo impidió. Cuando el palacio se llenó de clamores por
ello, Antipáter pensó que su padre había muerto y apremió al carcelero
que lo liberase, prometiéndole una gran recompensa. El carcelero, sin em­
bargo, fue al rey y le reveló las intenciones de Antipáter. Herodes entonces
gritó, se golpeó la cabeza, y ordenó a sus guardas que dieran muerte a
Antipáter en el acto, y que lo enterraran en Hircania. Luego alteró su tes­
tamento, designando a Arquelao, su hijo mayor, como heredero; a
Antipas, su hermano, como tetrarca de Galilea y Perea; Felipe fue desig­
nado como tetrarca de Traconite y de los territorios vecinos. A César le
dejó diez millones de piezas de plata, y a su mujer Julia [Livia] y a otros
cinco millones.
Herodes sobrevivió cinco días a la ejecución de su hijo. Había reina-
256

La fortaleza de Herodión, al sureste de Belén, que Herodes elevó artificialmente


a costa de una colina vecina. Herodes está sepultado en algún lugar debajo de la
ciudadela recientemente excavada.

do treinta y cuatro años desde la ejecución de Antígono, cuando vino a


ser el dueño del estado, y treinta y siete años desde su proclamación como
rey por los romanos.
A 17:193 A su muerte, Salomé liberó a los principales judíos que Herodes ha­
G 1:UG6
A XVII, bía convocado y encerrado en el hipódromo. Luego fue leído el
VIH. 2 ,3
testamento de Herodes ante el pueblo, y Arquelao fue declarado rey. Ce­
lebró los funerales de su padre sin ahorrar gasto alguno. El ataúd era de
oro, recamado de piedras preciosas, y el cadáver cubierto de púrpura.
Llevaba una corona de oro en la cabeza y un cetro en la mano derecha.
Alrededor del ataúd marchaban los hijos de Herodes y sus numerosos
parientes. Iban seguidos por los guardias, tropas extranjeras, y el ejérci­
to, que iba precedido por los comandantes y oficiales. Quinientos siervos
que llevaban especias aromáticas siguieron en procesión a Herodión,
donde tuvo lugar el entierro.
[En las páginas 258 y 259 se encuentra una carta dinástica de la fam i­
lia herodiana].

1. El gran puerto de Atenas.


2. El B eirut de hoy.
3. Según los astrónom os, el 13 de m arzo del 4 a.C. Este es el único e c lip s e q u e Josefo
m enciona.
fue un gobernante notablemente
Herodes
■ capaz que sirvió como valla entre
los judíos y los romanos, un sobrevi­
"el Grande"? viente astuto que pudo manejar las
turbias aguas de la política del
p^ra mucha gente, Herodes I (37-4 Cercano Oriente con un éxito
a.C.) es el "monstruo de la primera misterioso. Las prolijas descripcio­
Navidad", un monarca depravado nes de Josefo de los logros
que ordenó la masacre de infantes en herodianos y de los proyectos de
[telen, de acuerdo con Mateo 2:16, construcción son ricamente confir­
Aunque Josefo no registra este madas por la arqueología, y uno no
episodio, la atrocidad es bastante puede visitar Israel o el Jordán hoy
propia de lo que sabemos de los día sin ver la amplia sombra de
últimos meses de Herodes, cuando Herodes el Grande en las ruinas de
las intrigas de la corte y la enfermedad fortalezas, palacios, templos,
casi habían trastornado a este acueductos, e incluso ciudades que
hombre. Cualquiera que pueda salpican la tierra.Todas las ruinas
ordenar una masacre de muchos mayores y los sillares más grandes
cientos de judíos notables en Jericó al son herodianos. Él creó el magnífico
momento en que él muriese, para que puerto de Cesárea, realzó dramáti­
la aflicción se extendiese ampliamen­ camente la ciudad de Samaría, y
te al momento de su muerte, de reconstruyó el gran templo de
seguro era capaz de eliminar más o Jerusalén, lo que constituyó su obra
menos una docena de bebés en la de coronación. La lista de sus
vecina Belén, un número con créditos también la veremos en
frecuencia vastamente exagerado. futuros capítulos, lo cual nos llevará
Gran parte de los problemas de a esta clara conclusión: Herodes "el
Herodes se los ocasionó él mismo, Grande" ni es oxímoron ni es un
como lo muestra el registro de nombre inadecuado.
Josefo bien claramente. Tuvo diez
esposas, muchas de las cuales le Parte del magnífico Palacio del norte
dieron una progenie de hijos de Herodes en Masada.
intrigantes que rápidamente convir­
tieron la corte en un nido de
serpientes en su intento de suceder-
le en el poder. Las conspiraciones
engendraban sospechas, las sospe­
chas paranoia, llevando al Otelo de
Judea a asesinar a su esposa, su
abuelo, su madre, dos cuñados y
tres de sus hijos, sin mencionar
otros muchos. No es de extrañarse
que su antiguo amigo, el emperador
Augusto, finalmente tuviese que
admitir: "Es mejor ser el cerdo de
Herodes y no su hijo."
Sin embargo, esto refleja sola­
mente el trágico final de una carrera
que de otra forma hubiese sido
extraordinaria. Por otra parte, el
Herodes joven y de mediana edad
258

Los H e r o d e s de J udea
ANTIPÁTER + Cipros (1) 43 a.C.

r
Fasael (1)40 a.C.
T
H ER O D ES (1) rey de Judea, 4 A c

I
Fasael (2) + Salam psio
1.
2.
Dorls
Mariamne (1), de los asmen»
3. Mariamne (2), de familia °s
sacerdotal
I 4.
5.
Maltace
Cleopatra
6. Pallas
7. Faedra
hijos Cipros (2) + Agripa I 8. Elpis
9. — una hija de Salomé
10.

1
— una sobrina

(de Doris)
T
(de Mariamne 1)
T
(de Mariamne 2)
I
I Herodes (2)
Antipáter 4 a.C. + Herodías
A RQ U ELA O
I depuesto 6 d.C.
etnarca de Judea
Salom é (2)
+ 1 . Felipe + 1. Mariamne (¿ ? 4)
2. Glafira
2. Aristóbulo (2)

Alejandro 6 a.C.
r T
Aristóbulo (1) 6 a.C. Salam psio Cipros (3)
1
un hijo
+ Glafira de Capadocia + Berenice + Fasael (2)

Alejandro
l
T IG RA N ES IV
I rey de Armenia 36 d.C.

T IG R A N ES V

I
A LEJA N D RO
( — r
rey en Cilicia (de Mariamne) (de Berenice)
occidental
A RISTÓ BU LO (2)
I H ER O D ES AGRIPA II
1 0 0 d .C .
C. Julio Agripa hijos rey de C alcis;
rey de Armenia Menor
quaestor pro y d espués de C alcis d espu és de Batanea,
praetore + Salom é (2) Traconite, etc.
de A sia
I
hijos
259

Los n o m b r e s en m ayúsculas denotan los


que reinaron.
Las fech a s que siguen (a no s er que se
indique de otra manera) son las fechas
de muerte.

José
T
FE R O R A S,
'I
Salomé (1)10 d.C.
El símbolo + denota "casad o c

tetrarca de Perea +
5 a.C.
i 1. su tío Jo sé
2. Costobaro
José
I 3. Alexas

I hijos (de Costobaro)
Mariamne (3)
+ Herodes (3)
r
Antipáter Berenice (1)
+ 1 . Aristóbulo 1
2. Teudión

I
(de Maltace)
!
(de Cleopatra) (de Pallas)
1 \
(de Faedra) (de Elpis)
I I I I
F E L IP E Fasael (3) Roxana Salom é (3)
tetrarca
ANTIPAS I
desterrado el 40 d.C.
Olimpias
de Batanea,
Traconite, etc. 34 d.C.
+ Salomé (2)
tetrarca de Galilea y Perea
+ 1. una hija de Aretas IV de Nabatea
2. Herodías

H ER O
(>DES
D ES (3) H
HERODES
I
ER O D ES AGRIPA I Aristóbulo Herodías
I 'I
Mariamne (4)
48 d.C. 44 d.C. + 1. Herodes (2)
rey de C alcis rey de Batanea, 2. Herodes Antipas
+ 1. Mariamne (3) Traconite, etc.;
2. Berenice (4) y después de Judea
+ Cipros (2)

T
Druso
T
Berenice (4)
I
Mariamne (5) Drusila
+ 1. Marco, hijo del + 1 . Azizo, rey de Em esa
alabarca Alejandro 2. Antonio Félix,
2. Herodes (3) procurador de Judea
3. Polemo, rey de Cilicia
I
(de Félix)

Antonio Agripa
260

19
LOS GOBERNADORES ROMANOS
l 17:200 A rquelao lloró a su padre durante siete días, y luego festejó
4G o2c. al pueblo conforme a la costumbre de los judíos. Dirigién-
Av¡n!'i JL JLdose a la multitud desde un trono de oro, les dio gracias por
su adhesión. Les dijo que no iba a asumir la autoridad de rey hasta
que César hubiera ratificado el testamento de Herodes, pero que des­
pués de esto él sería más benévolo con ellos que su padre.
Complacidos con el discurso de Arquelao, el pueblo puso pronto sus
intenciones a prueba pidiendo varios favores. Algunos querían reduccio­
nes de impuestos, mientras que otros le rogaron que liberara a los presos.
A fin de ganarse el beneplácito del pueblo, Arquelao les prometió aten­
der estas peticiones.
xvn, Al atardecer se reunieron grandes multitudes que habían quedado insatis-
,x‘1,2 fechas bajo el reinado de Herodes. Lamentaron a aquellos a los que Herodes
había hecho matar por derribar el águila dorada de encima de la puerta del
templo. Clamaron que los consejeros de Herodes debían ser muertos, y que el
sumo sacerdote que él había designado debía ser depuesto de su cargo.
Arquelao se sintió provocado por estos clamores, pero intentó aplacarlos pa­
cíficamente. Envió un oficial a pacificar a la multitud, pero le tiraron piedras.
xvn. Era ahora la fiesta de la Pascua, y llegaron multitudes a Jerusalén des-
lx'3 de el campo, entre las que los amotinados comenzaron a extender la
sedición. Temiendo una revuelta, Arquelao envió un tribuno con una
cohorte para que prendiera a los cabecillas de la insurrección. Pero ellos
apedrearon a los soldados, dando muerte a muchos de ellos, aunque unos
pocos escaparon, incluyendo el tribuno, que había sido herido. Arquelao
envió entonces a su ejército contra ellos y mataron a unos 3.000 de los
amotinados, ahuyentando al resto hacia los montes. Los heraldos de
Arquelao mandaron ahora a todos que volvieran a sus casas, y todos se
retiraron sin acabar la fiesta.
xvn. Arquelao, acompañado por Nicolás, emprendió viaje a Roma junto con
3,4 muchos de la familia real. Fueron supuestamente para ayudar a Arquelao
a conseguir el trono, pero en realidad para protestar por la matanza en el
templo. Su hermano menor Antipas había ido también a Roma para re­
clamar la corona sobre la base del testamento de Herodes, en el que era
constituido heredero, en lugar de lo dispuesto en el codicilio. Muchos
de los parientes lo apoyaban a él por el odio que sentían contra Arquelao.
')x<i En Cesárea, Arquelao se encontró con Sabino, el procurador de Siria,
Los gobernadores romanos 261

que había emprendido viaje a Judea para hacerse cargo de las propieda­
des de Herodes, Pero Varo, el gobernador de Siria, se interpuso, y Sabino
aCcedió a quedarse en Cesárea y dejar a Arquelao en posesión de los te­
tro s y fortalezas de Judea hasta que se hubiera llegado a una decisión
en Roma. Pero tan pronto Varo se hubo vuelto a Antioquía y Arquelao
hubo zarpado para Roma, Sabino se lanzó precipitadamente hacia Jeru­
salén. Tomó el palacio, ordenó a los oficiales de la tesorería que le dieran
un estado de cuentas, e intentó tomar posesión de las fortalezas. Sin em­
bargo, todos permanecieron fieles a las órdenes de Arquelao, y rehusaron
obedecer ningunas órdenes hasta que llegaran de Roma.

Revuelta en Jerusalén
Mientras tanto, Arquelao y Antipas discutían sus derechos a la coro- a 17 :24»
G 2:39
na delante de César. Nicolás de Damasco apoyó a Arquelao con el XVII. IX, 6
suficiente éxito como para inclinar a César a que confirmara a Arquelao
en el trono. Pero antes que César llegara a una decisión llegaron noticias XVII.
X. 1-2
de que Judea estaba en rebelión. Había llegado la fiesta de pentecostés, y
los judíos se habían reunido para vengar la codicia de Sabino. Dividién­
dose en tres grupos, acamparon en el norte, sur y oeste del templo, y
procedieron a asediar a los romanos. Atemorizado, Sabino mandó un
mensaje a Varo pidiéndole ayuda, tomó Fasael, la torre más alta, y orde­
nó a las tropas que atacaran a los judíos. Los judíos habían subido a los
tejados de los pórticos alrededor de los atrios del templo, y desde allí
echaban piedras contra sus enemigos. Los romanos incendiaron los pór­
ticos, y los judíos fueron o bien quemados vivos, o degollados por el
enemigo cuando intentaron retirarse. Los romanos entraron entonces en
la tesorería sagrada, y los soldados robaron gran parte de la misma, mien­
tras que Sabino tomaba 400 talentos para él mismo. Enloquecidos por este
ultraje, los judíos asediaron a Sabino y a sus fuerzas dentro del palacio.
La mayor parte de las tropas reales desertaron para unirse a los XVII, X, 3
asediadores judíos, que ofrecieron dejar salir a Sabino y a sus hombres
sin dañarlos. Sabino lo hubiera hecho de buena gana, pero tenía miedo a
confiar en los judíos, y por ello esperó la ayuda de Varo.
Todo el país estaba desgobernado y estalló en violencia. Dos mil hom­ XVII,
X, 4-7
bres del ejército de Herodes, que había sido desmovilizado, siguieron a
su primo Aquiabo en rebelión, hasta que fueron echados a los montes.
Judas, hijo del bandido Ezequías, asolaba Galilea, mientras que Simón,
un esclavo de Herodes, se coronó rey a sí mismo y quemó el palacio real
en Jericó; finalmente fue atrapado y decapitado. Atronges, un fornido pas­
tor, se puso también una diadema. Junto con sus corpulentos hermanos,
desató una guerra de guerrillas, y otros también esparcieron la ruina y la
desolación por el país.
262 Antigüedades de los judíos

A 1 7 :2 0 6 Varo, temiendo por la seguridad de su legión asediada en Jerusalén so


G 2 :6 6
A XVII, apresuró a dar alivio a Sabino con otras dos legiones, ayudadas por un ejér
X, 9
cilo mandado por Aretas IV, rey de Arabia. Muchas ciudades fuero»
quemadas y saqueadas por el camino, especialmente por los árabes. Cuan-
do Varo se acercó a Jerusalén, las fuerzas judías que cercaban a Sabino
huyeron rápidamente al campo y se dispersaron. Los habitantes de la ciu„
dad declararon entonces que no estaban en rebeldía, dando la culpa de todo
a las multitudes que habían venido a la ciudad a celebrar la festividad
Sabino, avergonzado de ver cara a cara a Varo, se retiró a hurtadillas a la costa
XVII, Varo envió a sus tropas a través del país para capturar a los que habían
X, 10
estado involucrados en la sedición y crucificó a 2.000 de los cabecillas
Pero había aún unos 10.000 reunidos en Idumea. Varo envió a los árabes
de vuelta porque no podía reprimir sus excesos. Se dirigió luego con sus
propias tropas contra los insurgentes, que se le rindieron. Perdonó en­
tonces a los soldados rasos, pero envió a los oficiales a Roma para que
fueran juzgados. Habiendo pacificado el país, Varo dejó una guarnición
en Jerusalén, y se apresuró a volver a Antioquía.

Augusto divide el reino


A 1 7 :3 0 0 Llegó a Roma en este tiempo una delegación de cincuenta judíos para
G 2:00
A XVII, pedir la eliminación de la autoridad real en Judea, y fueron apoyados por
XI, 1
8.000 de los judíos en Roma. César convocó un consejo en el templo de
Apolo para oír a los enviados, así como a Arquelao, a Felipe, hermano
de éste, y a los que los apoyaban.
XVII. Los emisarios hablaron primero, y acusaron a su anterior rey, Herodes,
XI, 2
de las más grandes extorsiones y crueldades, afirmando que bajo él los
judíos habían padecido los peores sufrimientos desde su cautiverio en
Babilonia. Arquelao, prosiguieron diciendo, había inaugurado su reina­
do degollando a 3.000 judíos en el recinto del templo para demostrar que
no era un hijo bastardo de Herodes. Por ello, le pedían a César que les li­
brara de reyes, y que anexionara su país a Siria, y que fuera gobernado
por gobernadores romanos. El vería cuán bien se podrían comportar bajo
gobernantes moderados.
XVII, Entonces Nicolás habló en defensa de Arquelao, y refutó las acusacio­
XI. 3
nes en contra de los reyes, diciendo que los judíos eran rebeldes y por
naturaleza desobedientes a sus soberanos. Habiendo escuchado con aten­
ción a ambos lados, César levantó la sesión. Pocos días después designó
a Arquelao no como rey, sino como etnarca de Judea, Idumea y Samaría,
prometiéndole que lo haría rey si demostraba merecimientos. Antipas
recibió Galilea y Perea, mientras que Felipe obtuvo Batanea, Traconite,
Auranitis y Panias. Salomé, la hermana de Herodes, recibió el gobierno
y las rentas de varias ciudades, y otros miembros de la familia de Herodes
263

Estatua de Augusto como comandante en jefe (alrededor del 20 a.C.), dirigiéndose a


sus tropas. Pue hallada en la Villa de Livia (mujer de Augusto), en Prima Porta, sobre
la Vía Flaminia justo al norte de Roma. Los símbolos sobre la coraza indican los
logros de Augusto de prosperidad y paz para el Imperio (Museo Vaticano).
264 Antigüedades de los judíos

heredaron los bienes que él les había dejado en su testamento. César re


partió los m il talentos que le había dejado Herodes entre los hijos
Herodes, guardando para sí sólo algunos artículos en honor del diTunt0
A 17:324 Entonces surgió un judío joven en Roma, que afirmaba ser el príncin i
G 2:101
A X V II, Alejandro a quien Herodes había ordenado dar muerte. Se parecía mu
X II. 2
cho al muerto Alejandro, y había sido instruido para que actuase esto
papel por parte de un judío que estaba bien enterado de los asuntos de la
corte herodiana. Engañó del todo a los judíos en Creta y Melos, que le
dieron dinero para que fuera a Roma y reclamara el trono judío. E x p li^
su escape de la muerte diciendo que sus verdugos se habían apiadado de
él y de su hermano Aristóbulo, dejándolos escapar, después de poner en
su lugar a cadáveres que se les parecían. Tan pronto como este impostor
llegó a Puteoli y a Roma, los judíos le aclamaron gozosos como el verda­
dero Alejandro, y le proveyeron de todos los anejos de la realeza.
X V II, César, sospechando un fraude, envió a uno de sus libertos, Celado, que
X II, 2
había conocido bien a Alejandro, para que hiciera comparecer al joven ante
su presencia. Cuando Celado vio al pretendiente supo en el acto que no era
el verdadero Alejandro, porque su cuerpo era burdo y rudo en comparación
con el de Alejandro, que había sido suavizado por la vida lujosa. Lo declaró
un impostor, pero le prometió que el César le perdonaría la vida si le denun­
ciaba al hombre que había maquinado aquella trama.1 E l falso Alejandro
accedió, y fue con Celado ante César, identificando a su instructor. A César
le divirtió este asunto, y viendo que el pretendiente era un joven fuerte lo
condenó a galeras. Pero dio muerte al granuja que le había inducido.
A 17:33 Arquelao accedió a la etnarquía de Judea y reconstruyó el palacio de
G 2 :1 1 1
X V II, Jericó de manera suntuosa, añadiendo una plantación de palmeras. Pero
X III, 1 ,2
transgredió la ley casándose con Glafira, la viuda de Alejandro, porque
casarse con la viuda de un hermano [excepto si no tiene hijos] es aborre­
cible para los judíos. Arquelao también rigió con tal crueldad que en el
año décimo de su reinado fue acusado ante César tanto por los judíos
6 d.C. como por los samaritanos. Después de oír su defensa, César desterró a
Arquelao a Viena, una ciudad de las Galias, confiscando sus bienes.
X V II, Antes de ser llamado a Roma, Arquelao soñó que diez gruesas espigas
X II, 3
eran comidas por bueyes, y nadie le pudo interpretar este sueño más que
un cierto esenio llamado Simón. Le dijo a Arquelao que los bueyes signi­
ficaban sufrimiento; las espigas, la cantidad de años de su reinado, que
ahora llegaban a su fin. Cinco días después le llegó el llamamiento del César.

La Judea romana
A 10:1 Judea pasó ahora a ser una provincia, y Coponio, un caballero romano,
G 2:117
A X V III, fue enviado como procurador con plenos poderes, incluyendo la adminis­
I, 1 tración de la pena capital. Cirenio, un senador romano de rango consular,
Los gobernadores romanos 265
H

r ie enviado también por César como gobernador de Siria y asesor de pro-


redados allí y en Judea, donde debía vender la finca de Arquelao. Mientras
uc los judíos accedieron de mala gana a registrar sus propiedades, un cier­
to judas de Gamala declaró que esto equivalía a la esclavitud, por lo que él
v un fariseo llamado Sadoc llamaron a la rebelión, comenzando una cuar­
ta filosofía cjue condujo a la ruina de la nación. Permítaseme describir las
varias escuelas de pensamiento entre los judíos.
Los fariseos consideran la observancia de su doctrina y mandamien­ XVIII, I, 3

tos como de la mayor importancia, y creen que las almas tienen poder para
sobevivir a la muerte y que reciben recompensas o castigos. Son muy in­
fluyentes entre el común de la gente, y todos los ritos del culto se llevan
acabo según sus exposiciones.
Los saduceos enseñan que el alma muere junto con el cuerpo, y no XVIII, I, 4

observan ninguna tradición aparte de las leyes [escritas]. Pero siempre


que acceden a un cargo religioso se someten a las fórmulas de los fariseos,
porque las masas no les tolerarían lo contrario.
Los esenios creen en la inmortalidad del alma, y se esfuerzan en pos XVIII, I, 5

de la justicia, pero emplean un ritual de purificación distinto para sus sa-

Excavaciones en Qumrán, cerca del extremo noroccidental del mar Muerto, sede
de la comunidad esenia que escribió, y más tarde ocultó, los famosos "rollos del
mar Muerto". Los rollos fueron descubiertos accidentalm ente en las cuevas del
acantilado judeano al oeste (al fondo).
266

El agujero en la roca cerca del centro de la fotografía corresponde a la Cueva 4 en el


acantilado judeano que se levanta sobre Qumrán, en la que fueron descubiertos algunos
de los rollos del mar Muerto.

orificios, y por ello están excluidos del santuario del templo. Los 4.000
miembros de esta secta tienen su propiedad en común, y no introducen
ni esposas ni esclavos en la comunidad sino que viven por sí solos.2Siem­
pre visten de blanco, y no cambian sus ropas hasta que están totalmente
harapientas. Consideran el aceite como contaminador, y se purifican en
agua fría. Un candidato se une a su orden sólo después de una prueba de
tres años, y están también extraordinariamente interesados en los escri­
tos antiguos. Observan el sábado de manera tan estricta que en este día
ni defecan.
La cuarta filosofía [la de los zelotes] concuerda con la de los fariseos
XVIII, I, 6 excepto en que tienen un abrumador deseo de libertad con la convicción
de que sólo Dios es su líder. Soportarán bien dispuestos cualquier clase
de dolor o de muerte en tanto que no tengan que llamar a nadie su amo.
Estas, pues, son las filosofías entre los judíos.
A 1 8 :2 6 Habiendo liquidado las posesiones de Arquelao, Cirenio designó a
XVIII,
II, 1 Anano, hijo de Set, como sumo sacerdote.3 Mientras tanto, Herodes
Antipas y Felipe estaban administrando sus tetrarquías. Herodes fortifi­
có Séforis, mientras que Felipe mejoraba Panias [Paneas, edición de CL1EJ
en la fuente del Jordán, llamándola Cesárea [de Füipos]. También elevó
a Betsaida sobre el lago Genezaret [el mar de Galilea] a la dignidad de ciu­
dad añadiendo pobladores.
Los gobernadores romanos 267

Durante la administración de Coponio en Judea, los sacerdotes, según XVIII,


II. 2
era su costumbre, abrían las puertas del templo a medianoche durante
}a Pascua. Pero algunos samaritanos, que se habían infiltrado en Jerusa­
lén, echaron huesos humanos en los pórticos y por todo el templo. Como
resultado, desde entonces, los sacerdotes excluyeron a todos del templo
[santuario].
Coponio volvió a Roma, y le sucedió Marco Ambívulo, y luego Anio
guío, durante cuya administración murió César [Augusto] a la edad de a.C. 14
setenta y siete años, habiendo gobernado cincuenta y siete años. El ter­
cer emperador'1fue Tiberio, hijo de Julia [Livia], mujer de César, que envió
a Valerio Grato para suceder a Rufo como procurador sobre los judíos.
Grato depuso a Anano del sumo sacerdocio, e hizo tres cambios más an­
tes de designar a José Caifas para el cargo. Después de once años en Judea, 26 d.C.
Grato se retiró a Roma y le sucedió Poncio Pilato.
El tetrarca Herodes, mientras tanto, había alcanzado un alto lugar en­ XVIII, ¡I, 3
tre los amigos de Tiberio. Edificó una ciudad sobre el lago Genezaret y la
llamó Tiberias, poniendo allí una población mixta, principalmente
galilea, así como a esclavos a los que había manumitido. Su libertad es­
taba condicionada a que no se fueran de la ciudad, por cuanto la ciudad
estaba construida sobre un emplazamiento de sepulcros, lo que contami­
naba a los asentados allí.
[Las siguientes secciones sobre Poncio Pilato y Jesús de Nazaret no son
condensadas sino traducidas palabra por palabra.]

Poncio Pilato
Cuando Pilato, el gobernador de Judea, pasó sus tropas de Cesárea a A 18:55
G 2:109
cuarteles de invierno en Jerusalén, intentaba trastocar las costumbres XVIII.
III, 1
judías introduciendo en la ciudad unos bustos del emperador que iban
unidos a los estandartes militares, cuando nuestra ley nos prohíbe hacer
imágenes. Por esta razón, los anteriores gobernadores siempre que entra­
ban en la ciudad empleaban estandartes que no llevaban tales
ornamentos. Pilato fue el primero en llevar estas imágenes a Jerusalén y
erigirlas allí, haciendo esto sin que la gente lo supiera, ya que entraba en
la ciudad de noche. Pero cuando lo descubrieron se reunió una multitud
que fue a Cesárea, y durante muchos días imploraron a Pilato que quita­
ra las imágenes. Pilato rehusó hacerlo por considerar que se trataba de
un insulto al emperador. Puesto que la gente no cesó de apelar a él, al sexto
día Pilato colocó sus tropas en posición con las armas escondidas a la vez
que él mismo subía al podio del orador. Este podio había sido construi­
do en el estadio, el cual escondía al ejército que permanecía en espera.
Cuando los judíos le imploraron otra vez, dio una señal convenida de
antemano para que los soldados los rodearan, y los amenazó con la muerte
268

Estatua de Tiberio, segundo emperador Una piedra de dos por tres pies [60 x SO
de Roma (Museo Vaticano, Roma). cm], descubierta en Cesaren en 1961,
registra el nombre de Pondo Pilato. La
Augusto había seleccionado cuatro cara izquierda de la piedra ha sido tajada
personas para que le sucedieran en de nuevo para volverla a emplear, de
manera que sólo queda "TIVSPILATVS"
vez de su hijastro,Tiberio, pero del nomhre de Pilato en la línea central
todos murieron antes que Augusto. (Museo de Israel, Jerusalén).

inmediata si no cesaban en su tumulto y volvían a sus casas. Pero ellos


se tiraron al suelo y desnudaron sus cuellos, declarando que preferían mo­
rir antes que transgredir la sabiduría de sus leyes. Atónito ante tal celo
por sus leyes, Pilato sacó de inmediato las imágenes de Jerusalén llevan-
xvin, dolas a Cesárea5.
Gastó dinero del tesoro sagrado para construir un acueducto para lle­
var agua a Jerusalén, colocando la conexión con la fuente de la corriente
a una distancia de 200 estadios6. Pero los judíos no estaban contentos con
lo que se había hecho con el agua, y decenas de miles de hombres se reu­
nieron y vociferaron contra él, insistiendo que abandonara dichos planes.
Algunos de ellos hasta lo injuriaron y abusaron de él, como hacen nor­
malmente las multitudes. Pilato ordenó a muchos de sus soldados que
se vistieran en ropas civiles, bajo las cuales llevaban palos, y los envió a
rodearlos [a ios manifestantes], a quienes ordenó que se retiraran. Pero
cuando abusaron de él tan intrépidam ente, Pilato dio la señal
preconvenida a sus tropas. Sin embargo, ellos asestaron muchos más gol­
pes a la mullilud de lo que Pilato había ordenado, castigando por igual a
los que estaban amotinados como a los que no, sin mostrar misericordia
269

Una sección del acueducto construido por Poncio Pilato para m ejorar el
suministro de agua en Jerusalén. Este segmento corre al nivel de la tierra a través
de los olivares cerca de Belén.

en lo más mínimo. Al ser tomados desprevenidos por hombres que ha­


bían preparado su ataque, muchos de ellos murieron allí mismo, mientras
que otros huyeron heridos. Y Así terminó la sedición.7

Jesús
Por este tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta A 10:03
era buena, y era sabido que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de XVIU,
III, 3
33 d.C.
las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser
crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no
abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres
días después de su crucifixión y que estaba vivo. Por ello, quizá fue el
Mesías, acerca de quien los profetas han dicho maravillas. Y la tribu de
los cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta el día de hoy.8

Escándalos en Roma
Paulina, una dama virtuosa de noble linaje en Roma, estaba casada con A 10:05
XVIU,
un hombre llamado Saturnino, también de buena reputación. Pero un ¡II, 4

caballero llamado Decio Mundo estaba tan enamorado de ella que le ofre­
ció 200.000 dracmas áticas si accedía a acostarse con él una sola vez.
270 Antigüedades de los judíos

Habiendo ella rehusado, la liberta de Mundo, Ida, sobornó a los sacerdot es


de Isis —diosa de la que Paulina era devota— para que le dijeran que el
dios Anubis se había enamorado de ella, y que la invitaba a compartir con
ella su mesa y cama en el templo, a lo que ella accedió. Después de la cena
cuando las puertas fueron cerradas y las lucos apagadas, Mundo, que es­
taba escondido allí, no fue rehusado cuando la quiso poseer. Más aún
estuvo toda la noche entregándose a él, suponiendo que era el dios. Pero
dos días después, cuando Mundo le dijo que había adoptado el nombre
de Anubis y además se había ahorrado con ello una gran suma, ella, ho­
rrorizada, se lo dijo a su marido, que expuso lo sucedido al emperador
Tiberio hizo crucificar a los sacerdotes y a Ida, arrasó el templo, y orde­
nó que la estatua de Isis fuera echada al Tíber. Mundo recibió sólo una
sentencia de destierro, porque el suyo había sido un crimen pasional.
xvi a, Los judíos de Roma sufrieron en este tiempo. Cuatro desalmados ju­
III, 5
díos alentaron a Fulvia, una dama de la aristocracia que se había hecho
prosélita judía, a que enviara púrpura y oro al templo en Jerusalén, pero
que ellos robaron para sí. El marido de Fulvia informó de esto a su ami­
go el emperador Tiberio, que entonces desterró a toda la comunidad judía
de Roma. Los cónsules reclutaron a 4.000 de ellos para servicio militar y
los enviaron a la isla de Cerdeña.

Pilato es llamado a Roma


A Los samaritanos tampoco estaban sin sus problemas. Un demagogo los
X V III,
IV, J persuadió a que fueran con él al monte Gerizim, donde les iba a mostrar
los vasos sagrados que supuestamente había enterrado Moisés allí. Una
gran multitud con armas acudió al monte, pero Pilato les cerró el paso
con caballería y una infantería muy pesada. Algunos murieron en el cho­
que que siguió, y el resto fueron dispersados o tomados prisioneros. Pilato
ejecutó luego a los cabecillas y a los más influyentes.
X V III, Después del aplastamiento de la rebelión, el consejo samaritano acu­
IX , 2
dió a Vitelio, gobernador de Siria, y acusó a Pilato de haber hecho una
matanza. Vitelio envió a Marcelo, uno de sus amigos, a que asumiera el
mando de Judea, ordenando a Pilato que volviera a Roma para defender­
se ante el Emperador contra las acusaciones de los samaritanos. Y así
Pilato, tras haber pasado diez años en Judea, se apresuró a volver a Roma
obedeciendo las órdenes de Vitelio, puesto que no podía rehusar hacer­
3 7 d .C . lo. Pero antes de llegar a Roma Tiberio ya había muerto.
XVIII,
IX, 3 Vitelio fue recibido con entusiasmo en Jerusalén, donde los judíos es­
taban celebrando la Pascua. Redujo algunos de los impuestos y transfirió
las vestiduras del sumo sacerdote desde la torre Antonia al templo. Tam­
bién depuso a José Caifás de su cargo y designó a Jonatán, hijo de Anano,
en su lugar.
Los gobernadores romanos 271

XVIÍÍ,
Tras su regreso a Antioquía, Vitelio negoció un tratado con Artabano, IX, -i,a
rey de Partía. Esto tuvo lugar sobre un puente sobre el Eufrates, después
cje [o cual el tetrarca Herodes [Antipas] los agasajó en un lujoso pabellón,
pero Herodes hizo llegar las noticias del éxito en las negociaciones a
Tiberio antes que le llegara el informe de Vitelio. Vitelio se encolerizó con
Herodes y se vengaría más tardo cuando la accesión de Cayo [Calígula].

Herodes Antipas
El hermano de Herodes, Felipe, murió en este tiempo, habiendo sido A 1 8 :1 0 0
XVIÍÍ,
un gobernante moderado que había dispensado justicia sobre una base V, 1,2
:i4 d.C.
itinerante. Como murió sin hijos, Tiberio anexionó su territorio a la pro­
vincia de Siria. Herodes mismo se peleó ahora con Aretas IV, rey de Petra,
con cuya hija se había casado. Pero Herodes se había enamorado después
de Herodías, la mujer de su medio hermano [que también se llamaba]
Herodes, y le prometió casarse con ella y repudiar a la hija de Aretas. Sin
embargo, esta última se enteró del acuerdo y le pidió permiso a Herodes
para visitar Maqueronte. Desde allí huyó a su padre en Arabia y le contó
los planes de Herodes. Esto, y una disputa territorial, llevó a Aretas a ata­ XVIII, V, 3
30 d.C.
car a Herodes, cuyo ejército quedó totalmente destruido. Herodes escribió
acerca de esto a Tiberio, que enfureció, y ordenó a Vitelio, gobernador de
Siria, que le declarara la guerra a Aretas.
[La siguiente sección no es con den sada sino traducida palabra por
palabra.]

Juan el Bautista
Ahora bien, para algunos judíos la destrucción del ejército de Herodes
parecía ser una justa recompensa que venía de Dios, un castigo por lo que
le hizo a Juan, a quien llamaban el Bautista. Porque Herodes lo había eje­
cutado, aunque era un buen hombre y había exhortado a los judíos a
ejercer la moralidad, tanto en la práctica de la justicia mutua como en la
piedad hacia Dios, y, al hacerlo, pasar por las aguas del bautismo. Por­
que de este modo, creía él, el lavamiento por el bautismo sería aceptable
si se practicaba, no para el perdón de los pecados que hubieran cometi­
do, sino como una purificación del cuerpo, queriendo decir que el alma
ya había sido limpiada completamente por medio de una conducta jus­
ta. Cuando se unió más gente a la multitud que seguía a Juan —porque
eran profundamente afectados al oír sus palabras— Herodes se alarmó:
una influencia así sobre la gente podía conducir a una sedición, ya que
parecían listos para hacer cualquier cosa que Juan les aconsejara hacer.
Por consiguiente, Herodes decidió que era mucho mejor dar el primer
golpe y deshacerse de él antes de que se produjera una insurrección, y
no meterse en problemas y lamentarlo después por no haber actuado una
272 Antigüedades de los judíos 1

vez que hubiera comenzado la rebelión. Así, debido a las sospechas de


Herodes, Juan fue llevado en cadenas a Maqueronte, la fortaleza que he­
mos mencionado antes,11y fue muerto allí. Pero los judíos creían que la
destrucción que sorprendió al ejército de Herodes vino como venganza
contra él Ipor ejecutar a Juan], un deseo de üios de hacerle daño.10
Vitelio, mientras tanto, se preparó para la guerra contra Aretas, y p]a„
neó emprender la marcha con dos legiones a través de Judea. Mas cambió
de ruta cuando los líderes judíos le pidieron que no hiciera pasar por su
tierra estandartes llevando imágenes. Pero él y el tetrarca Herodes ofre­
cieron sacrificio en Jerusalén, donde recibieron las nuevas de la muerte
de Tiberio. Esto llevó a Vitelio a dejar la guerra contra Aretas y a regresar
a Antioquía.

Herodes Agripa y Calígula


A 181143 Agripa era hijo del Aristóbulo que había sido hecho estrangular por su
G 2:178
A XVIU,
V, 3
padre Herodes [el Grande]. Agripa había gastado enormes cantidades de
x v iii ,
VI, 2-5
dinero cultivando amigos en Roma, y volvió empobrecido a Judea. Esta­
ba considerando suicidarse cuando su hermana Herodías y Herodes el
tetrarca le dieron un trabajo como supervisor de mercado en Tiberias.
Cansado de esto, pidió prestadas grandes sumas de dinero y volvió a
Roma, y al favor de Tiberio, que se había retirado a la isla de Capri. Agripa
hizo una estrecha amistad con su joven sobrino-nieto Cayo [Calígula]. Un
día, mientras estaban cabalgando por Capri, Agripa expresó la esperan­
za de que Cayo sucediera pronto a Tiberio como emperador, por cuanto
él era mucho más digno.
XVIII, Este comentario lo oyó el conductor del carro, que después se lo co­
VI, G-0
municó a Tiberio, el cual, encolerizado, hizo arrestar a Agripa. Mientras
esperaba encadenado delante del palacio, un búho cornudo se posó so­
bre el árbol en el que se apoyaba. Otro preso, un alemán, predijo que
Agripa sería pronto liberado, y que llegaría a la cima del honor y del po­
der. “Pero recuerda esto —prosiguió—, cuando veas esta ave otra vez, tu
muerte tendrá lugar en el plazo de cinco días.”
XVIU, Antonia, la cuñada de Tiberio, se tomó un interés especial en Agripa,
VI, 10,11
e intentó aliviarle lo más posible durante los seis meses que pasó encar­
celado. Luego murió Tiberio, habiendo designado a Cayo como sucesor.
37 d.C. Uno de los primeros actos de Cayo fue poner una diadema en la cabeza
de Agripa y designarlo rey sobre la tetraquía de Felipe. También le dio
una cadena de oro igual en peso a la que le había mantenido cautivo, y
Agripa volvió a su casa en triunfo.
A 18:24» Extremadamente celosa por el éxito de su hermano, Herodías aguijo­
G 2:181
XVIII,
VII, 1,2
neó a su marido Herodes [Antipas] para que embarcara para Roma y
pidiera también el título de rey. Él se resistió tanto como pudo, pero fi-
La isla de Capri, donde Agripa y Calígula esperaron la muerte de Tiberio. El
palacio imperial se encuentra en la cim a del acantilado cerca del centro.

nalmente cedió y zarparon para Italia, encontrándose con el emperador


en Baies. Durante su entrevista, Cayo estaba leyendo unas cartas de
Agripa, en las que acusaba a Herodes de conspirar con Séjano, un pre­
fecto romano, contra Tiberio, y por estar aliado con Artabano de Partía
contra Cayo. Como prueba de ello, Agripa citaba 70.000 armas guarda­
das en las armerías de Herodes. Cayo preguntó a Herodes si era cierto que
las armas estaban allí, y cuando recibió una respuesta afirmativa le qui­
tó a Herodes la tetrarquía y la añadió al reino de Agripa, desterrando a
Herodes a Lyon, en las Galias.11 Le hubiera permitido a Herodías volver
y gozar de sus posesiones, pero ella prefirió el destierro con su marido. 39 d.c.

La estatua de Calígula
Mientras tanto, los judíos y los griegos de Alejandría estaban enzarza- ai«:2S7
dos en luchas civiles. Ambos lados enviaron tres delegados para exponer jí™ ,
su causa ante Cayo, que ahora había enloquecido creyendo que era un
dios. El portavoz de los griegos, Apión, atacó mezquinamente a los judíos
por cuanto descuidaban honrar al emperador con altares, estatuas y tem­
plos, como lo había hecho el resto del imperio. Filón, representando a los
judíos, comenzó su defensa, pero fue airadamente interrumpido por Cayo,
que resolvió ahora vengarse de los judíos.
274 Antigüedades de los judíos

B u sto de C a y o " C a líg u la "


(Louvre, París).

Calígula fue uno de los peores


emperadores romanos, pero su
reinado fue misericordiosa­
mente corto: del 37 al 41 d.C.
Su asesinato puso fin a
muchos meses de corrupción,
crueldad y terror en Roma.

X V III. Cayo envió a Petronio como legado de Siria para que tomara el puesto
vm. ¿
de Vitelio, y le ordenó que condujera un ejército a Judea y que levantara
una estatua de Cayo en el templo de Dios. Cuando Petronio llegó con su
ejército a Tolemaida se encontró con muchos miles de judíos que le ro­
garon que respetara sus leyes y que no levantara la estatua. Luego se
dirigió a Tiberias, donde encontró la misma respuesta de todos los judíos.
Le declararon que preferirían morir antes que ver transgredidas sus le­
yes, y ya ahora estaban dispuestos a no sembrar sus tierras.
XVIII, Asombrado ante tanta resolución, Petronio decidió arriesgar la ira de
vm , 3-6
Cayo antes que ahogar el país en sangre. Convocando una asamblea de
judíos en Tiberias, les dijo que trataría de disuadir al emperador de lle­
var a cabo su plan. Y si fracasaba, perferiría sufrir él antes que ver a tantos
de ellos destruidos. Luego les dijo que reanudaran sus labores agrícolas
y despidió a la multitud, que invocó muchas bendiciones sobre él. Des­
pués de volver a Antioquía escribió a Cayo, informándole de su
expedición a Judea y añadiendo que a no ser que quisiera destruir tanto
al país como a sus habitantes, que debería revocar la orden.
XVIII, El rey Agripa, mientras tanto, había festejado a Cayo con un suntuoso
VIH, 7-6
banquete en Roma, después del cual el emperador le ofreció cualquier
obsequio que deseara. Después de rehusar repetidas veces, intercedió por
los judíos y le pidió a Cayo que no levantara su estatua en Jerusalén. El
emperador accedió a su petición, pero cuando llegó la carta de Petronio
volvió a encolerizarse, y ordenó a Petronio que se suicidara por ser tan
Los gobernadores romanos 275

remiso en cumplir sus órdenes. Pero sucedió que los mensajeros que lle­
vaban la carta de Cayo a Petronio se vieron detenidos por un tiempo
tempestuoso. En cambio, unos mensajeros que partieron después, anun­
ciando la muerte posterior de Cayo, tuvieron una travesía favorable. Y
Petronio se maravilló de la providencia de Dios al no haber recibido la
carta de Cayo hasta casi un mes después de haber sabido de su muerte.
[Aquí Josefo introduce una larga descripción de la matanza de judíos
m esopotámicos y babilónicos p or parte de los partos y de los sirios.]
El menosprecio de Cayo por los judíos era típico del que infligía sobre A 19:1
XIX, I, 1
todo el imperio romano. Aterrorizaba a todo tipo de ciudadanos, matan­
do a unos por sus riquezas, e insistía en su propia divinidad, llamando
“hermano” a Júpiter. Robó las esculturas de los templos griegos y edifi­
có un puente a través del golfo de Misena sólo para su carro. En las
carreras la gente le pidió a gritos una reducción de impuestos, pero Cayo
los hizo ejecutar delante de los espectadores. Incluso tuvo relaciones
sexuales con su propia hermana.
Hubo tres conspiraciones para tratar de asesinarlo. Un grupo estaba en XIX, I, 3

Córdoba, en España; el segundo estaba dirigido por el tribuno Casio Cerea


[en Roma], y el tercero por Anio Vinuciano. Cerea se sentía particularmente
insultado por las contraseñas afeminadas u obscenas que Cayo le daba, y
por la reacción de sus hombres cuando tenía que transmitirlas. Cerea y sus
Enero,
conspiradores lo acecharon en un corredor que llevaba a los baños de pa­ 41 d.C.

lacio, y mataron a espada a Cayo en el cuarto año de su reinado.

Agripa y Claudio
El tío de Cayo, Claudio, fue secuestrado por los guardias pretorianos, A 1 9 :2 1 2
G 2:206
que lo declararon emperador— 1 1 0 confiaban en la democracia— pero el A XIX,
II. 1
senado resonaba con oratoria en favor de la libertad y se oponía a la su­
cesión de Claudio. El rey Agripa estaba en Roma en aquel entonces, e hizo
de mediador entre el campo pretoriano y el senado. Viendo que Claudio
estaba perplejo e inclinándose a ceder al senado, lo incitó a apostar por XIX,
IV. I-tí
el imperio. Agripa fue entonces al senado y con palabras diplomáticas
persuadió a muchos de sus miembros a retirar su oposición a la sucesión
de Claudio, mientras que los soldados movían al resto. Cerea y varios de
sus cómplices fueron ejecutados, y Claudio vino a ser emperador. XIX,
V, 1
Claudio confirmó ahora a Agripa como rey, y añadió a su dominio tam­
bién Judea y Samaría —todas las tierras anteriormente gobernadas por su
abuelo, Herodes [el Grande]—, y también Abilene, que había sido gober­
nada por Lisanias. Luego hizo un tratado con Agripa en medio del foro
romano. Después de esto, el rey volvió a Jerusalén para ofrecer sacrificios
de acción de gracias en el templo, donde colgó la cadena de oro que le
había dado Cayo en su accesión.
276

Estatua de mármol de Claudio (Museo Vaticano, Roma).

XIX. Desde estos grandes territorios, Agripa empezó a acumular grandes


VII. 1,2
riquezas. Gastó parte de ella fortificando los muros del norte de Jerusa­
lén, y los habría hecho inexpugnables si Marso, gobernador de Siria, no
habría notificado a Claudio acerca de ella. Claudio, a cambio, escribió a
Agripa para que cesara de reforzar los muros, temiendo que se produje­
XIX. ra alguna revuelta. Marso también interrumpió una reunión de reyes
vm. i
convocada por Agripa en Tiberíades, ofendiendo así en gran manera al
rey Agripa.
A 1UM43 Después de su tercer año de gobierno sobre Judea, Agripa fue a
XIX.
VIII, 2 Cesárea a celebrar unos juegos en honor de César. Para esta ocasión se
reunieron una gran cantidad de hombres que ocupaban algún cargo o
tenían algún rango en su reino. Durante el segundo día de los juegos,
Agripa entró en el teatro al amanecer, vestido con unas ropas de plata
que resplandecían bajo los rayos del sol naciente. Sus aduladores en
seguida comenzaron a dirigirse a él como a un Dios. “¡Ten misericor­
dia de nosobos! —gritaban— . ¡Y si hasta ahora te hemos temido como
hombre, de ahora en adelante declaramos que eres más que un mor­
tal!” El rey no los censuró ni rechazó sus adulaciones por impías. Pero
luego miró hacia arriba y vio un búho posado en una cuerda por enci­
ma de él, reconociendo inmediatamente que esto era un mensajero del
mal como una vez lo había sido del bien. Sintió una gran punzada en
el corazón y un intenso dolor en el estómago. Dio un salto y c la m ó :
Los gobernadores romanos 277

“ ■Yo, a quien vosotros habéis llamado un dios, estoy ahora bajo sen­
tencia de muerte!” Lo llevaron a palacio, donde murió después de
(óuco días de un incesante dolor en el abdomen. Tenía cincuenta y
cuatro años de edad y estaba en el séptimo año de su reinado.12 44 d.C.

Los procuradores
Agripa dejó tres hijas, Berenice, Mariamne y Drusila, y un hijo, Agripa, A 20:1
(1 2 :2 2 0
por cuanto éste sólo tenía diecisiete años, Claudio volvió a pasar el rei­ A Xt.X,
ÍX , I
no a la condición de provincia, y envió a Cuspio Fado como procurador,
pado castigó a algunas cuadrillas de bandidos en Judea, y ordenó que las
vestiduras del sumo sacerdote volvieran a la torre Antonia. Pero los ju­
díos enviaron embajadores a Claudio, que anuló esta orden, permitiendo
a los judíos guardar las vestiduras.
[En este punto Josefo introduce un largo relato acerca de la conversión
de Helena, reina de Adiabene, y de su hijo Izates, al judaism o. Los dos
fueron sepultados cerca de Jerusalén.}

El teatro reconstruido en Cesárea, con el mar Mediterráneo al fondo. La piedra


de "Pilato" fue descubierta aquí, y este es el lugar también de la repentina
convulsión de Herodes Agripa, que precedió su muerte cinco días más tarde.
278 Antigüedades de los judíos

XX, V, 1,2 Un impostor llamado Teudas persuadió a las masas que tomaran sus
posesiones y que le siguieran al Jordán, donde, como profeta, dividiría
el río y podrían pasar fácilmente. Pero Fado los atacó con su caballería
y capturó al mismo Teudas, a quien le fue cortada la cabeza y llevada a
Jerusalén.
XX, V, 1,2 Tiberio Alejandro sucedió a Fado como procurador, y éste crucificó a
40 d.C.
Jacobo y a Simón, los hijos de Judas el Galileo, que había levantado al pue­
blo a la rebelión cuando Cirenio estaba haciendo el censo en Judea.
Herodes, el hermano del rey Agripa, que gobernaba en Calcis, murió, y
Claudio asignó su reino al más joven Agripa.
A 20:105 Cuando Curnano vino como sucesor a Tiberio Alejandro, tuvo lugar una
C 11,224
A XX, insurrección en Jerusalén cuando la Pascua. Uno de sus soldados que
V, 1,2
48 d.C, estaba en los pórticos del templo para controlar a la multitud se descu­
brió los genitales y los mostró a la multitud.13 Encolerizados, algunos de
la multitud comenzaron a tirar piedras a los soldados, y Cumano llevó
refuerzos a la torre Antonia. Esto asustó a las masas, y en su apresuramien­
to por escapar a través de salidas estrechas, unos 20.000 fueron muertos
atropellados. Así que hubo lamentaciones en lugar de festejos.
XX, V, 4 Algunos de los revolucionarios robaron entonces a Esteban, un escla­
vo de César, mientras viajaba por una carretera pública, y Cumano envió
tropas para saquear los pueblos vecinos en venganza. Uno de ellos en­
contró una copia de la Ley de Moisés, que rasgó por la mitad en público,
mientras blasfemaba. Enfurecidos, los judíos fueron a Cesárea, y pidie­
ron venganza a Cumano en nombre de Dios; Cumano hizo decapitar al
soldado que había ultrajado sus leyes.
XX, VI, 1 Para el tiempo de una fiesta, los galileos pasaban regularmente por el
territorio de Samaria y muchos fueron muertos. Cuando los galileos pro­
testaron ante Cumano, éste no hizo nada para vengarlos, habiendo sido
sobornados por los samaritanos. Entonces ellos se tomaron la justicia por
su mano, incendiando algunos pueblos samaritanos. Cumano chocó en­
tonces con los rebeldes, matando a muchos, y los supervivientes fueron
persuadidos por magistrados de Jerusalén a que depusieran las armas para
evitar la venganza de Roma sobre la nación.
XX, Los líderes samaritanos apelaron al gobernador de Siria, Ummidio
VI, 2,3
Cuadrato, y pidieron que castigara a aquellos judíos que habían devaslado
su país. Los judíos, a su vez, acusaron a los samaritanos de haber provocado
las perturbaciones por cometer asesinatos, y principalmente a Cumano, por
haber aceptado soborno. Cuadrado hizo crucificar a los rebeldes samarita­
nos y judíos, y envió a Roma a algunos de los principales samaritanos y judíos
para que defendieran sus causas ante Claudio César, enviando también a
Cumano y a Céler, su tribuno. Claudio estaba a punto de decidirse en favor
de los samaritanos cuando Agripa el Joven, que estaba en Roma, apremió a
Los gobernadores romanos 279

Agripina, mujer del emperador, para que intercediera. Claudio escuchó on-
(■orices la causa más a fondo, hizo ejecutar a los componentes de la delegación
samaritana, condenó a Cumano al exilio, e hizo que Céler fuera arrastrado
alrededor de Jerusalén y ejecutado.
Claudio envió ahora a Félix, hermano de Pallas, a que asumiera el go­
bierno de Judea, y le quitó Calcis a Agripa, pero dándole la tetrarquía de
Felipe. Félix se enamoró de la hermana de Agripa, Drusila, que sobrepa­ 52 d.C.
XX,
saba a todas las otras mujeres por su belleza, y envió a un mago judío VII, 1,2
llamado Atomo para que la sedujera hacia Félix apartándola de los bra­
zos de su marido. Se casaron, y ella le dio un hijo llamado Agripa, que
más tarde fue atrapado y sepultado en la erupción del monte Vesubio. De
Berenice, otra hermana de Agripa el Joven, se rumoreaba que había teni­
do una aventura amorosa con su hermano.14

Nerón, Félix y Festo


Claudio César murió después de un reinado de casi catorce años. Fue A 2 0 :148
G 2:250
envenenado por su mujer Agripina, para asegurar la sucesión de Nerón, A XX,
VIII. 1 3
su hijo en un casamiento anterior, en lugar del hijo de Claudio, Británi­
co. Posteriormente, Nerón envenenó a Británico y asesinó abiertamente
a su propia madre Agripina. Pero por cuanto muchos historiadores han
escrito acerca de Nerón, pasaré a las circunstancias de los judíos.

Busto de Nerón (Uffízi,


Florencia).

Nerón (54-68 d.C .) fue


discípulo de Séneca el
filósofo, pero luego sus
compañeros lo corrom­
pieron. Cuando Roma
ardió en llamas en el 64
d.C. y Nerón fue acusa­
do de haber iniciado el
fuego, él a su vez acusó
falsamente a los cristia­
nos.
280 Antigüedades de los judíos

XV, VIII, s Eli Judea, donde los asuntos iban de mal en peor, Félix tenía que cap­
turar impostores y bandidos a diario. Como el sumo sacerdote Jonalánle
apremiaba a diario a que mejorara su administración, Félix contrato a
sicarios [“puñaleros”, esto es, terroristas] para que lo asesinaran. Como
no fueron castigados por esto, los sicarios comenzaron a atacar
atrevidamente a sus enemigos con sus puñales escondidos, incluso en el
área del lemplo. Ésta es la causa, en mi opinión, de que Dios se apartó de
nuestra ciudad y atrajo sobre nosotros a los romanos.
XX. Un impostor egipcio prometió a sus seguidores hacer caer las mura­
VIII, E,7
llas de Jerusalén sólo con mandarlo. Félix los atacó en el monte de los
Olivos, dando muerte a 400 y tomando a 200 presos, aunque el impostor
logró escapar. En Cesárea se desató una disputa entre los judíos y los sirios
acerca de la igualdad de derechos. Los judíos pretendían la precedencia
por cuanto Herodes había fundado la ciudad, mientras que los sirios afir­
maban que aquel lugar había sido con anterioridad a Herodes la torre de
Estratón, sin que viviera allí ningún judío. Cuando los dos lados comen­
zaron a echarse piedras, Félix intervino con sus tropas, y muchos judíos
fueron muertos. Luego envió a líderes de ambas facciones a defender su
causa ante Nerón en Roma.
Cuando Porcio Festo tomó el puesto de Félix, los líderes judíos acusa­
ron a éste ante Nerón, y hubiera recibido castigo si no hubiera intercedido
su hermano Pallas. Festo, mientras tanto, tuvo que habérselas con los
sicarios que estaban asolando Judea, con una variedad de impostores, y con
una nueva muralla occidental del templo, que impedía la vigilancia romana
y la vista por parte de Agripa. El rey Agripa [II] tenía derecho a designar
sumos sacerdotes, y disfrutaba contemplando lo que sucedía dentro del
templo mientras comía en la parte alta del palacio de los asmoneos al oes­
te. Por ello, los sacerdotes edificaron una muralla alta para impedirle mirar,
XX. muralla que él y Festo ordenaron que fuera derruida, pero ellos apelaron
VIII, íl-lt
a Nerón. La mujer de Nerón, Popea, sentía simpatía por los judíos, y logró
de él la autorización para que la muralla siguiera en pie.

Albino y Anano
A 2 fl:1 'J7 Al morir Festo, César envió a Albino como procurador a Judea. Pero
G l-X T l
A XX. antes de llegar, el rey Agripa había designado a Anano, que era hijo del
IX. 1
viejo Anano,15 al sacerdocio. Este Anano viejo fue sumamente afortuna­
do. Después que él había sido sumo sacerdote por mucho tiempo, tuvo
cinco hijos, todos los cuales alcanzaron este cargo, lo que era algo sin
precedentes. Pero el joven Anano era precipitado e intrépido, y seguía a
los saduceos, que son implacables cuando se sientan a juzgar.
[La siguiente sección no es con den sada sino traducida palabra por
palabra.}
Los gobernadores romanos 281

jacobo, el herm ano de Jesús


Con u n ca rá c te r com o el su yo , A n a n o p e n só que ah o ra que Festo XX,
IX , 1-4
había m uerto y A lb in o to d a v ía estab a de c a m in o p o d r ía lo g ra r su s
propósitos. Convocando a los jueces del sanedrín llevó ante ellos a un
hombre llamado Jacobo, hermano de Jesús a quien llamaban el Cristo,
y a otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los condenó a ser A 20:200
02 d.C.
apedreados. Pero los habitantes de la ciudad, considerados como los más
justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron con esto. En
consecuencia, se comunicaron con el rey (Agripa II] secretamente para
apremiarlo a que ordenara a Anano que desistiera de m á s a cc io n e s como
ésta, puesto q ue no se justificaba lo que había h e ch o .10 A lg u n o s de ellos
incluso se re u n ie ro n con A lb in o , que estab a de c a m in o d esd e A le ja n d r ía ,
I y le informaron que Anano no ten ía autoridad para convocar al sanedrín
I sin su consentimiento. Convencido por estas palabras, Albino escribió
encolerizado a A n a n o a m e n a z á n d o lo con c a stig a rlo . D ebido a esto, el re y
A gripa lo d e stitu y ó del su m o sace rd o cio , el c u a l h a b ía e jercid o d u ran te
tres m eses, y p u so en su lu g a r a Je s ú s h ijo de D a m n eo .17
P osteriorm en te A g r ip a n om bró a Je sú s, h ijo de G a m a lie l, com o su ce so r
de Jesú s, h ijo de D am n eo . E sto s su m o s sacerd o tes se e n fre n ta ro n en ton ces, XX,
IX , 5 ,0
y sus p a rtid a r io s se tira b a n p ie d ra s u n o s a otros, co sa típ ic a de la
con fusión de u n a c iu d a d sin ley. C u an d o A lb in o su p o que G esio Flo ro ib a a
reem p lazarle, lim p ió las c á rc e le s ejec u ta n d o a los que m e re c ía n la m uerte. 6 4 d.C,

Pero lib e ró — p o r so b o rn o s— a lo s c u lp a b le s de d elito s m en ores, lle n a n d o


así la tie rra de d e lin c u e n te s. T am b ién robó p ro p ie d a d e s p riv a d a s, gra v ó a
la n ació n con im p u esto s e x c e siv o s, y com etió todo tip o de v illa n ía .
Ju sto ah o ra el tem plo qu ed ó te rm in a d o d el todo, q u e d á n d o se 18 .0 0 0
obreros sin em p leo, au n q u e p a v im e n ta ro n Je r u s a lé n con p ie d ra b la n ca .
[Es este punto, Josefo da una lista de los sum os sacerdotes d esde Aarón
en adelante.]

Conclusión de las Antigüedades de los judíos


G esio Floro, a q u ie n N eró n en v ió com o su c e so r a A lb in o , h iz o que éste A 2 0 :2 5 2
G 2 :2 7 7
últim o p a re c ie ra com o u n p a ra n g ó n de v ir tu d e s en c o m p a ra ció n con el A XX,
X I, 1
prim ero. U n ién d o se en so c ie d a d con lo s b a n d id o s p a ra re c ib ir u n a p arte
de los d esp o jo s, v irtu a lm e n te e x h ib ió su m a ld a d sin le y d elan te de la
nación. D esp o jó c iu d a d e s en teras, a rru in ó del todo a p o b la cio n e s, y nos
obligó a ir a la g u e rra co n tra R om a. L a g u erra, de h ech o, co m en zó en
el segu n d o añ o de su a d m in is tra c ió n y en el d u o d écim o d el re in a d o de c. m ayo de
6G d.C.
Nerón. L o s d e ta lle s se p u ed en leer en lo s lib ro s que he e scrito con el títu lo
Las guerras de los judíos.
A q u í, p u es, d esp u é s de v ie n te lib ro s y 60.000 lín e a s , lle g a el fin de m is XX, XI, 2

Antigüedades, que re g istra n la h is to ria ju d ía en E gip to, S ir ia y P a le s tin a


282 Antigüedades de los judíos

desde la creación del hombre hasta el duodécimo año de Nerón. También


cuentan todo lo que los asirios, babilonios, persas, macedonios y rorna-
nos nos infligieron a nosotros los judíos. Ninguna otra persona, judío o
gentil, hubiera sido capaz de esta tarea. Dios mediante, en el futuro es­
cribiré acerca de los posteriores acontecimientos en nuestra historia hasta
el presente, que es el año décimo tercero de Domiciano César y e [
quincuagésimosexto de mi vida.1B
[En la p á g in a 286 a p a r e c e una lista d e lo s g o bern a n tes d e Ju dea
d u ran te e l p rim er siglo d e la era cristian a, con sus resp ectiv a s fe .
ch as.]

1. Según la v ersió n de G u erra s. En A n tig ü e d a d e s es el m ism o A ugusto quien


desenm ascara al impostor.
2. Probablem ente en Qumrán, la com unidad en el extrem o n oroccidental del mar
Muerto donde fueron descubiertos los rollos del mar Muerto en 1947.
3. El Anás de los evangelios del Nuevo Testam ento, que fue sumo sacerdote entre
los años 6 y 15 d.C..
4. Tiberio fue en realidad el segundo em perador, pero el tercer “César”.
5. I.a versión más corta de este episodio en G uerras (2:169ss [CLIE, G II, VIU, 224,
225]) agrega el detalle de que los estandartes m ilitares introducidos en Jerusalén de
noche también habían sido cubiertos o escondidos, y que la multitud en Cesárea se
postró inmóvil alrededor de la “casa” de Pilato (probablemente el palacio de Herodes)
durante cin co días y noches. El anillo de las tropas que rodeaban a los judíos en el
estadio tam bién era “de tres filas’’.
6. Casi 23 m illas (37 k ilóm etros). El esta d ío griego eq uivale a 6 0 6 ,7 5 pies (185
metros), aproxim adam ente un octavo de una m illa romana. Según Guerras 2:1 7 5 (CLIE,
G Di, VIII, 2 2 5 ), la d istan cia era de 4 0 0 e stad io s. El núm ero m enor es m ucho más
probable, y quizá se refiere al llamado acu edu cto bajo, que llevaba agua desde Ain-
Arrub en las colinas de Hebrón. Es extrem adam ente dudoso que Pilato pudiera haber
tom ado dinero del tesoro del tem plo sin com p licid ad del sacerd ocio de Jerusalén.
Probablem ente este era un acuerdo tácito entre las dos partes — el agua, después de
todo, llenaba las cisternas del templo— y el exced ente de las ofrendas de medio siclo
que se daban para el templo p o d ía usarse para el m antenim iento de “los muros de la
ciudad ... y de todas las necesidades de la ciu d a d ", su puestam ente incluyendo el
sum inistro de agua, de acuerdo con el tratado Sbekalim 4 :2 del Talmud.
7. La versión más corta de este episodio en G uerras (2:175ss [CLIE, GII, VIII, 225ss])
define el tesoro sagrado com o el C orbonan , dice que Pilato había ordenado a sus tropas
que no usaran espadas, y que la m ultitud que huyó mató a algunos de sus compatriotas
al pisotearlos.
8. Este es el pasaje más famoso de Josefo, y tam bién el más controvertido. El texto
do autoridad reconocida de A n tigü ed a d es 18:63 (CLIE, A XVIII, III, 3) dice lo siguiente:
Para este tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre.
Porque llevó a cabo obras extraord in arias y fue m aestro de los que aceptan bien
dispuestos la verdad. Se ganó a m uchos judíos y a m uchos de los griegos. Fue el
Mesías. Cuando fue acusado por los principales de entre nosotros y Pilato lo condenó
a ser crucificado, los que le habían amado originalmente no dejaron de hacerlo; porque
se les apareció al tercer día, vuelto a la vida, como los profetas de la Deidad habían
profetizado, adem ás de otras incontables maravillas acerca de él. Y la tribu de los
cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta el día de hoy.
Los gobernadores romanos 283

yunque este pasaje tiene esta red acción yu desde el tiempo de Ensebio (c, 324 d.C.).
jos académ icos han sospechado desde hace mucho tiempo que hubo una interpolación
cristiana, porque Josefo no habría creído que Jesús era el M esías ni tam poco en su
resurrección, puesto que siguió siendo un judío no cristiano. Pero en 1972 el profesor
Scltlomo Fin es, de la Universidad Hebrea en Jerusalén, anunció su descubrim iento de
un manuscrito árabe del historiador m elquita Agapio, del siglo x, en el que el pasaje
ge Josefo q u ed a e x p re sa d o de una m a n e ra a p ro p ia d a p ara un ju d ío , y que se
corresponde de una form a tan estrecha a las an terio res p ro y eccio n es h ech as por
eruditos acerca de lo que Josefo habría escrito originalm ente, que lo hem os puesto en
sli lugar en el cuerpo del texto. Aunque la oración final no está en Agapio. Fin es llega
a la justificada con clu sión de que sí estaba en el texto original do Josefo.
g, Maqueronte, cerca del extrem o nordeste del m ar Muerto, era una de las fortalezas
inaoahoo-herodianas situad as sobre una m ontaña co n stru id a s o reed ificad as por
Herodes el Grande. Estaba localizada en Perea, el territorio transjordano que, junto con
Galilea, estaba dentro de la jurisdicción de Herodes Antipas. Los evangelios no indican
dónde fue ejecutado Juan, pero Josefo sí lo hace claram ente en este pasaje. De igual
forma, el Nuevo Testamento no registra el nombre de la “hija de H erodías” que, con
su baile, obtuvo la ejecución de Juan (Mr. 6 :2 2 ; Mt. 14 :6 ), pero Josefo lo da en otro
contexto en el cual habla d éla dinastía herodiana: "H ero d ías... tenía una hija, Salomé,
después do cuyo nacim iento ella escogió despreciar los preceptos de nuestros padres
casándose con Herodes [Antipas], su cu ñ ad o ” (A n tigü ed a d es 1 8 :1 3 6 [CLIE, A X V m ,
V.4D.
10. El m otivo político que tuvo Herodes para ejecutar a Juan no se m enciona en el
Nuevo Testam ento, donde en vez de esto se habla de las severas críticas m orales que
Juan hizo a H erodes. Sin embargo, los dos son muy com patibles. Debe observarse
también que los judíos honraran la m em oria de Juan durante nn considerable período
de tiempo después de su muerte, ya que la derrota del ejército de Herodes ocurrió cinco
o seis años m ás tarde.
11. Según G uerras 2:183 (CLIE, G O, VIII. 226), Herodes fue desterrado a España, donde
murió en el exilio. Aunque A n tigü ed a d es d ice que “Lugdunum (Lyon) en las G allas”
fue el lugar de exilio, algunos eruditos han dism inuido la discrepancia sugiriendo a
Lugdunum C onvenarum com o el sitio que Josefo tenía en mente, el cual queda cerca
de los Pirineos y de la frontera con España.
12. Otro relato de esta escena se encuentra en H echos 1 2:20ss, el cual con cuerda bien
con la versión de Josefo, pero añade el detalle de que Agripa estaba sentado en un trono
y habló a los em bajadores de Tiro y Sidón.
13. Esto según la versiún de A n tigü ed a d es. En G uerras el soldado indecente le dio la
espalda a los judíos y soltó gases.
14. Pablo de Tarso com pareció ante H erodes A gripa II y B eren ice en Cesárea. Ver
Hechos 2 5 :1 3 ss, contexto en el cual tam bién vem os tanto a F é lix como a Festo.
15. El Anás de los evangelios del Nuevo Testam ento.
16. Ya fuera con vocar al sanedrín sin el consentim iento de Albino, o ejecutar a Jacobo,
o ambas cosas.
17. La altam ente probable autenticidad de este pasaje se trata al final de este capítulo.
El episodio en sí forma un im presionante paralelo con ios acontecim ientos del juicio
a Jesús. En am bos ap arecen herm anos a cu sa d o s, sum os sacerd o tes y san ed rin es
condenatorios, y gobernadores rom anos inclinados a favor de los acusados. Hegesipo
(citado por Ensebio en Ecclesiastical History 2 :2 3 ), presenta una versiún adicional de
la m uerte de Jacobo y también dice que murió lapidado.
18. 9 3 -9 4 d.C. La obra prevista nunca fue acabada. Aunque la anterior obra de Josefo,
P o sg u erras d e los judío s, sigue a partir de este punto por razones cron ológicas, el
material introductorio en G u erras— material suficiente para más de dos libros— ya
ha sido refundido en esta condensación desde el asalto de A ntíoco Epífanes al tem plo
(c. 1 7 0 a.C.) hasta ahora. Todas las referencias m arginales en adelante lo son a Las
guerras d e los ju díos.
284
Los escritos de los párrafos sobre Jesús (18:63), el
cual ocurre entre los acontecimientos
de Josefo que se producen durante la adminis­
tración de Pilato: 1) es

sobre Jesús completamente auténtico; 2) es una


falsificación cristiana total; ó 3)
Para los cristianos, los libros del 18 al contiene interpolaciones cristianas en
20 de las Antigüedades son, por lo que era el material auténtico de
mucho, las secciones más importan­ Josefo sobre Jesús. La primera teoría,
tes de todos los escritos de Josefo, sostenida por muy pocos, parecería
puesto que proporcionan un rico imposible: ningún judío pudo haber
trasfondo para toda la era del Nuevo dicho que Jesús era el Mesías que
Testamento. Afortunadamente, resucitó de los muertos sin convertir­
también son los capítulos más se al cristianismo, y Josefo no se
autorizados de las Antigüedades, ya convirtió. La segunda posición,
que, finalmente, Josefo es, o un testigo popular entre los eruditos escépticos
ocular, o contemporáneo directo de de finales del siglo xix, tiene poco
los acontecimientos sobre los cuales apoyo en la actualidad. Sin embargo,
escribe. Sus párrafos sobre Juan el una gran mayoría de eruditos hoy día
Bautista muestran al precursor de comparten la tercera posición
Jesús desde una posición ventajosa, (preferida también por estas páginas),
mientras que su descripción de los particularmente en vista del texto de
acontecimientos cruciales en la Agapio recientemente descubierto, el
carrera de Poncio Pilato ayudan a cual no da señales de interpolación.
explicar la tremenda presión bajo la Josefo debe haber mencionado a
cual tuvo que actuar ese gobernador Jesús en su material auténtico en el
en el juicio a Jesús. En el caso de 18:63, puesto que este pasaje se
Jacobo, el hermano de Jesús, hasta encuentra en todos los manuscritos
suministra adiciones cruciales al griegos de Josefo, y la versión
Nuevo Testamento, el cual no nos agapiana armoniza bien con su
dice nada de cómo murió Jacobo. vocabulario y su gramática en todas
¡Josefo sí lo hace! partes. Más aún, Jesús es descrito
Sus dos célebres referencias a Jesús como un "hombre sabio" Isopños
— Antigüedades 18:63 y 20:200 aner], una frase que no usaron los
(CHE, A XVIII, III, 3 y XX, IX, 1 cristianos sino que empleó Josefo
respectivamente)— han inducido una para personajes del Antiguo Testa­
enorme cantidad de literatura erudita. mento como David y Salomón.
Constituyen el mayor conjunto de Además, su afirmación de que Jesús
evidencias de primer siglo sobre Jesús ganó a "muchos griegos" no está
fuera de las fuentes bíblicas o cristia­ confirmada por el Nuevo Testamento,
nas, y pueden muy bien ser la razón por lo que es poco probable que
de que las vastas obras de Josefo hubiese sido una interpolación
sobreviviesen casi intactas la transmi­ cristiana, sino que más bien es algo
sión de manuscritos por siglos, que Josefo habría notado en su día.
cuando otras grandes obras, como las Por último, el hecho de que en la
de Nicolás de Damasco, se perdieron segunda referencia a Jesús en 20:200
totalmente. Pero, ¿son auténticas las apenas lo llama el Cristo, sin mayor
referencias a Jesús? explicación, implica que ya ha
Los eruditos están divididos en tres habido una identificación previa más
grupos principales en cuanto a su completa.
opinión sobre el primero y más largo La segunda referencia de Josefo a
285

La Iglesia de la Anundación (al centro), tradicionalmente el lugar donde María


recibió el anuncio del nacimiento de Jesús, sobresale en la Nazaret moderna.

Jesús en relación con la muerte de su consiguiente, la mayoría de los


medio hermano Jacobo (20:200) no eruditos coinciden con la afirmación
muestra alteración alguna, y está de Louis H. Feldman, autoridad
presente en todos los manuscritos de máxima sobre Josefo, en su nota en la
Josefo. De haber habido edición Loeb de los escritos del
interpolación cristiana, sin duda se historiador: " ... pocos han dudado de
hubiese presentado más material que la autenticidad de este pasaje
este breve anuncio transitorio. Jacobo [20:200] sobre Jacobo" (Louis H.
probablemente hubiese sido entrela­ Feldman, tr.Josephu s, IX
zado en lenguaje encomiástico y [Cambridge, MA: Harvard University
llamado "el hermano del Señor", Press, 1965] 496).
como lo define el Nuevo Testamento, Por tanto, el peso de la evidencia
más bien que, como dice Josefo, "el sugiere firmemente que Josefo
hermano de Jesús". Tampoco pudo mencionó a Jesús en ambos pasajes.
ser el Nuevo Testamento la fuente de Lo hizo en una forma totalmente
Josefo puesto que el Nuevo Testamen­ congruente con el retrato de Jesús del
to no suministra detalles sobre la Nuevo Testamento, y su descripción,
muerte de Jacobo. Que Josefo desde una posición ventajosa de no
ampliase su definición de Jesús como cristiano, parece extraordinariamente
aquel "a quien llamaban el Cristo" justa, particularmente en vista de su
era tanto creíble como necesario, en conocida proclividad a censurar
vista de los veinte otros Jesuses que severamente a los falsos mesías como
cita en sus obras. De hecho, el sumo aquellos que descarriaron al pueblo y
sacerdote que sucedió a Anano, trajeron a los romanos.
quien instigó la muerte de Jacobo, se
llamaba Jesús, hijo de Damneo. Por
286

LOS GOBERNANTES DE ÜUDEA

40

30

20

10

(otnarca)
a Í,C -B
a.C.
0
d.C.
C o p o n lo
6 '•
Prefectos M arco A m b ivio
9 -12 1I u
A n io R u fo
12 -15
V alerlo G rato
16 -2 6

20

P o n d o Plinto
2 6 -3 6

30

M arcelo M arullo
37 -4 1
H e ro d M A g rip a I
40
('•VI
C u s p lo F ad o
Procuradores 44 46 T ib erio Ju lio
A lejandro
V entidio
4 6 -4 0
C um an o
A n ton io Félix
50
4 8 -5 2
52 59

P o rc lo F a s to
5 9 -6 2
A lbin o
60
G e s io Floro 6 2 -6 4
6 4 -6 6

70
PARTE II

LAS GUERRAS
DE LOS JUDÍOS
288

20
Se d e s e n c a d e n a n
LAS HOSTILIDADES
uando Cestio Gallo, gobernador de Siria, visitó Jerusalén du­

C
G 2:280
II, XIII, 2 4 2
rante la Pascua, le rodeó una enorme multitud, denuncian­
do a Floro por haber arruinado el país. Floro, que estaba a su lado,
se burló de sus protestas, pero Cestio prometió al pueblo una mayor mode­
ración de parte de Floro en el futuro, y se volvió a Antioquía. Floro le
acompañó hasta llegar a Cesárea, maquinando todo aquel tiempo empujar
a los judíos a una revuelta abierta. Temía que si proseguía la paz le acusa­
rían delante de César, mientras que la guerra ocultaría sus atrocidades.
c. Mayo Un incidente en Cesárea desencadenó la guerra. Los judíos tenían allí
del 06 d.C.
¡I, XIV, 243 una sinagoga, pero la tierra contigua era propiedad de un griego. Los ju­
díos le ofrecieron por su finca un precio mucho más alto de lo que valía,
pero él rehusó venderla. Y ahora, para agraviarlos, comenzó a levantar al­
gunos talleres en aquel lugar, dejando a los judíos sólo un estrecho callejón
para llegar a su lugar de culto. Algunos jóvenes atolondrados estorbaron a
los que edificaban, pero Floro detuvo su violencia. Los judíos sobornaron
entonces a Floro con ocho talentos de plata para que detuviera la edifica­
ción, y Floro prometió hacerlo así. Pero, con el dinero en su poder, se fue
para Subasté, dejando que los desórdenes siguieran su curso.
El siguiente sábado, cuando los judíos llegaron a la sinagoga, se encon­
traron con un pendenciero de la ciudad que había puesto una olla delante
de la entrada, boca abajo, sobre la que estaba sacrificando aves. Un cier­
to joven apasionado, enfurecido ante este ultraje, atacó a los cesareanos,
que estaban esperando un choque y que habían preparado este
escarnecedor sacrificio. Jocundo, jefe de las caballerizas de Floro, sacó
la olla e intentó detener el tumulto. Los judíos tomaron una copia de su
Ley y escaparon a Narbata, a unos once kilómetros de distancia. Desde
¡I, XIV, 244 allí enviaron una delegación a Floro en Sebasté, implorándole su ayuda
y recordándole los ocho talentos. ¡Pero Floro los echó en la cárcel por
haber sacado una copia de la Ley de Cesárea!
G 2:293 Esta noticia causó profundo malestar en Jerusalén, aunque la pobla­
ción refrenó sus sentimientos. Pero Floro, decidido a impulsarlos a la
rebelión, les arrebató diecisiete talentos de la tesorería del templo alegan­
do necesidades de la administración. La gente, enfurecida, se lanzó hacia
289

El acueducto romano en Cesárea llevaba agua a la ciudad desde el monte Carmelo


al noreste.

el templo gritando su menosprecio por el procurador. Algunos pasaban


un cesto, pidiendo monedas de cobre para el “pobre mendigo Floro”.
Floro se dirigió a Jerusalén, pensando que ésta era una buena ocasión para
saquear la ciudad, pero debiera haberse dirigido más bien a Cesárea para
extinguir allá las llamaradas de la guerra. Los ciudadanos de Jerusalén, a fin
de avergonzarle por su propósito, salieron a vitorear su ejército. Pero Floro
envió adelante un cenbirión con cincuenta jinetes para que ordenara a la
gente a que se volviera y a que no se burlaran con pretendidas cortesías de
uno a quien habían injuriado. Desalentados ante este mensaje, las multitu­
des se volvieron a sus casas y pasaron la noche en ansiedad y abatimiento.

Floro saquea Judea


Floro se quedó en el palacio, y por la mañana convocó ante sí a los prin­ G 2:301
II, XIV, 245
cipales sacerdotes y a los jefes del pueblo. Les exigió que le entregaran a
los que le habían afrentado, o que se dispusieran a soportar su vengan­
za. Ellos pidieron que perdonara a cualquiera que hubiera hablado con
poco respeto, acusando a unos pocos jóvenes atolondrados que no podían
ser identificados. Si quería preservar la ciudad y la paz de la nación, le
dijeron, debería perdonar a unos pocos delincuentes en favor de los mu­
chos que eran inocentes.
Floro se enfureció todavía más, y gritó a sus soldados que saquearan 3 de junio,
GG d.C.
el mercado de arriba y que dieran muerte a todos los que vieran. Las tro­ //, XIV, 246

pas no sólo saquearon el mercado, sino que entraron por las casas dando
290 Las guerras de los judíos

muerte a los que estaban en ellas. La ciudad quedó 1lena de sangre, y :j .boq
hombres, mujeres y niños fueron cruelmente degollados o crucificados
El rey Agripa [III estaba en Egipto, pero su hermana Berenice estaba en
Jerusalén cumpliendo un voto religioso, Horrorizada ante el horrible es­
pectáculo a su alrededor, envió continuamente mensajeros para implorarle
que detuviera la matanza. Finalmente acudió ante él descalza, como su­
plicante. Pero él se mostró insensible a sus peticiones, y la reina tuvo qUe
retirarse rápidamente a su palacio para salvar su propia vida.
II. XIV, 247 Al día siguiente, la multitud se reunió en el mercado de arriba para la­
mentar sus muertos y gritar maldiciones contra Floro. Pero los principales
sacerdotes y los jefes del pueblo les rogaron que se callaran y que no pro­
vocaran a Floro otra vez. Por respeto a los que los exhortaban, la multitud
accedió.
G 2:318 Floro se quedó frustrado al ver que cesaban los tumultos, y para volver
a provocarlos envió a llamar a los principales sacerdotes y jefes del pue­
blo. Les dijo que una manera de demostrar sus intenciones pacíficas era
que la gente saliera a dar la bienvenida a dos cohortes de tropas que venían
de Cesárea. Floro envió luego un mensaje a estas cohortes para que no de­
volvieran los saludos de los judíos, y que si le ridiculizaban a él, los atacara.
11, XIV. 240 Los sacerdotes encontraron difícil que la ultrajada población obedeciera
estas órdenes, pero les advirtió que en caso contrario su país sería saqueado
y su templo profanado. La gente accedió al fin, y salieron a recibir a las tro­
pas, a las que saludaron. Al no venir respuesta alguna de parte de las cohortes,
algunos judíos rebeldes comenzaron a gritar contra Floro. Las tropas los ro­
dearon y los atacaron con garrotes, mientras que la caballería perseguía y
atropellaba a los que huían. Muchos cayeron bajo los golpes de los romanos,
pero más todavía fueron aplastados y muertos en la desbandada hacia las
puertas de la ciudad cuando todos trataron de entrar en ella. Las tropas se
precipitaron contra el pueblo, intentando apoderarse del templo y de la to­
rre Antonia. Floro y sus hombres se lanzaron fuera del palacio e intentaron
llegar a la fortaleza. Pero se vieron impedidos por el pueblo, que obstruyó
de tal manera las calles que no pudieron abrirse paso, mientras que otros ata­
caban a los romanos desde los tejados.
II, XV. 249 Floro se retiró al palacio, pero los rebeldes judíos, temiendo que pu­
diera volver y apoderarse de la torre Antonia para conquistar el templo,
obstruyeron los pórticos que unían los dos edificios. Impedido ahora de
saquear los tesoros del templo, Floro les dijo a los jefes de la ciudad que
se iba. Con la promesa de que mantendrían la paz, dejó una cohorte con
ellos, y se volvió a Cesárea con el resto de sus fuerzas.

G 2 :3 3 3
Agripa trata de evitar la guerra
II.
XVI, 250 Para conseguir una razón para nuevas hostilidades, Floro envió un
Se desencadenan las hostilidades 291

informe a Cestio Gallo, acusando falsamente a los judíos de rebelión, y


acusándoles de aquellos mismos crímenes de que en realidad habían sido
vfctimas. Los magistrados de Jerusalén también escribieron acerca de los
ultrajes cometidos por Floro, como también lo hizo Berenice.
Cestio envió a uno de sus tribunos, Napolitano [Policiano, en la edición
je CLIE], para que investigara el estado de cosas en Jerusalén. De camino,
se encontró con el rey Agripa en Jamnia, el cual estaba de vuelta de Egip­
to, y le informó de su misión. También llegó a Jamnia una delegación de
sacerdotes y de jefes del pueblo, para dar la bienvenida al rey. Después de
presentarle sus respetos, los delegados lamentaron sus calamidades e in­
formaron de la crueldad de Floro. Agripa, aunque simpatizaba con ellos,
ocultó diestramente su compasión para no alentarlos a la venganza.
Cuando Agripa y Napolitano se acercaron a Jerusalén, la gente salió a //, XVI, 251

recibirlos. Las viudas de los que habían sido muertos corrieron primero ante
ellos, llorando y lamentándose. El resto le rogó a Agripa que les diera ali­
vio e informaron a Napolitano de las desgracias que habían padecido bajo
Floro. Al entrar en la ciudad, le mostraron cuán asolado estaba el merca­
do y cómo habíansido saqueadas las casas. Napolitano pasó por la ciudad,
y encontrándola en paz fue al templo, y encomió a la población por su leal­
tad a los romanos exhortándoles a mantener la paz. Luego tomó parle en
el culto del templo desde la zona permitida, y volvió a Cestio.
La gente apremió ahora a Agripa y a los sumos sacerdotes para que en­ G 2:342
//. XVI, 252
viara embajadores y acusara a Floro ante Nerón. Agripa no fomentó esta
misión porque quería desalentar a la población de ir a la guerra. Los con­
vocó en Xisto, y poniendo a su hermana Berenice en la terraza del palacio
de los asmoneos, les pronunció un largo y elocuente discurso. Concediendo
que los procuradores eran brutales les dijo: “No se sigue de ello que todos
los romanos os sean injustos. No nos envían gobernadores opresores de ma­
nera intencionada, y no pueden en occidente ver a sus funcionarios en el
este.” Después de haber dado una queja debida, prosiguió él, vendrían su­
cesores moderados. Pero sus esperanzas de lograr la independencia eran
tardías. Si no pudieron resistir a una parte de las fuerzas romanas bajo
Pompeyo, ¿cómo iban a poder triunfar ahora que los romanos gobernaban
el mundo? Cuando tantas grandes naciones habían sido sometidas, ¿cómo
podían esperar los judíos alcanzar la victoria? Finalmente, les describió los
horrores de la guerra y la destrucción que les sobrevendría a los judíos por
todo el imperio, así como a ellos mismos, a su ciudad y al templo.
Al final estalló en llanto, como también su hermana, y la multitud que­ II, XVI, 261

dó conmovida. Pero muchos gritaron que no habían tomado las armas


contra los romanos sino sólo contra Floro. Agripa les dijo: “Por vuestras
acciones ya estáis en guerra contra Roma: no habéis pagado el tributo a
César, y habéis destruido las galerías comunicando con la torre Antonia.
292 Las guerras de los judíos

Si queréis descargaros de la acusación de insurrección, reparad los pór.


ticos y pagad el tributo.”
u. xvu, Aceptando este consejo, la gente fue con el rey y Berenice al tem p lo y
2 02
comenzaron a reconstruir las galerías. Los magistrados salieron por l0s
pueblos para recoger los impuestos, y en poco tiempo recogieron cuarenta
talentos. El peligro de la guerra parecía haberse desvanecido. Pero cuan­
do Agripa trató de persuadir al pueblo a que obedecieran a Floro hasta
que César [Nerón] mandara un sucesor, se exasperaron e insultaron al rey
y lo echaron de la ciudad. Algunos de los sediciosos incluso le echaron
piedras, y el enfurecido Agripa se fue a sus propios dominios.
G 2:408 Un grupo de los más rebeldes atacó ahora la fortaleza de Masada, y dio
//.
XVII, 262 muerte a la guarnición romana después de apoderarse de ella. En el tem­
Vera no
del plo, mientras tanto, Eleazar, el hijo de Ananías el sumo sacerdote,
ÜÜ d.C.
persuadió a los que dirigían el culto que no aceptaran ningún obsequio
o sacrificio de ningún extranjero. Ésta fue la base de la guerra con Roma,
porque quedaron ahora suspendidos los sacrificios en favor del empera­
dor y de Roma. Los principales sacerdotes y los fariseos líderes les
imploraron que no dejaran estas ofrendas acostumbradas, por cuanto era
impío impedir a los extranjeros que adoraran a Dios. Entonces presenta­
ron a los sacerdotes que eran expertos en la tradición, y ellos dijeron que
todos sus antepasados habían recibido los sacrificios de extranjeros.
XVII, 204
II. Pero el partido revolucionario no quería prestar ninguna atención, ni
los sacerdotes del templo. Entonces los principales ciudadanos vieron
que no podían detener la rebelión, y que serían los primeros en sufrir la
venganza de Roma. A fin de exonerarse a sí mismos, enviaron una dele­
gación a Floro y otra a Agripa, pidiéndoles a ambos que trajeran un ejército
a la ciudad y que aplastaran la rebelión. Floro se regocijó ante aquellas
nuevas, pero despidió a la delegación sin darles respuesta. Agripa, an­
helante de salvar la ciudad y el templo, envió de inmediato a 2.000 jinetes
para ayudar a los que se oponían a la insurrección.

Manaén
G 2:422 Alentados por estos refuerzos, los hombres principales, los principa­
//.
XVII. 205 les sacerdotes y todos los que favorecían la causa de la paz se apoderaron

de la ciudad alta, porque la ciudad baja y el templo estaban en manos de


los rebeldes. Duranle siete días lucharon los dos bandos entre sí, sin lo­
grar resolver nada. Al siguiente día era la festividad de la leña, en la que
todos llevaban leña para mantener de continuo el fuego del altar sagra­
do. Los rebeldes excluyeron a sus oponentes de esta ceremonia, pero
admitieron en el templo a los sicarios con sus puñales escondidos. Lan­
zaron un fiero ataque contra las tropas reales, las cuales se vieron
abrumadas y se retiraron de la ciudad alta. Los vencedores incendiaron
Se desencadenan las hostilidades 293

entonces la residencia del sumo sacerdote, el palacio de Agripa y los ar­


chivos públicos, donde estaban registrados los documentos de pago de
Jos acreedores. Los principales sacerdotes y los jefes de la ciudad se es­
condieron ahora por las alcantarillas o huyeron a las tropas reales en el
palacio de la ciudad alta [el de Herodes] y cerraron las puertas.
c. Agosto
Al día siguiente, los rebeldes atacaron la torre Antonia. Después de d«t.
(50 d.C.
capturarla en dos días dieron muerte a la guarnición y luego incendia­ II. XVII.2fíG
ron la fortaleza. Después de esto, se lanzaron al asalto del palacio de la
ciudad alta, desde donde las tropas reales lanzaron proyectiles contralos
atacantes dando muerte a muchos. Pero el asedio siguió día y noche.
Manaén era hijo de Judas de Galilea, que se había rebelado contra
Cirenio y había reprochado a los judíos por obedecer a los romanos cuan­
do tenían a Dios como señor. Manaén llevó a sus seguidores a Masada,
donde se apoderó de la armería de Herodes para equipar a sus compañe­
ros y a otros proscritos. Volviendo a Jerusalén como un rey, se puso a la
cabeza de la rebelión y se puso a dirigir el asedio del palacio; pronto la
guarnición pidió negociar. Los rebeldes concedieron salvoconducto a las
tropas reales, que se retiraron, dejando a sus aliados romanos en una si­
tuación desesperada, hasta que se retiraron a las tres torres fuertes
construidas por Herodes [el Grande], conocidas como Hípico, Fasael y
Mariamne. Los hombres de Manaén irrumpieron entonces en el palacio,
matando a todos los que quedaban, e incendiaron el cuartel.
Al día siguiente, el sumo sacerdote Ananías y su hermano Ezequías G 2:441
fueron descubiertos escondiéndose cerca del canal en los terrenos del ¡I. XVIII. 268

palacio, y fueron muertos. Manaén, ensoberbecido por su éxito, se con­


virtió en un tirano insoportable. Eleazar y su partido decidieron que,
habiéndose rebelado contra los romanos en busca de la libertad, no de­
bían sacrificar esta libertad a un déspota de más baja cuna que ellos. Este
partido atacó a Manaén en el templo, adonde había ido a adorar vestido
de ropas regias. Todos los que fueron encontrados fueron muertos, entre
ellos Manaén, que fue sacado a rastras desde un escondrijo y ejecutado
en público después de todo tipo de tormentos. Unos pocos pudieron es­
capar a Masada, incluyendo otro Eleazar, que era pariente de Manaén, y
que luego fue un déspota en Masada.
La gente tenía esperanzas de que la muerte de Manaén pondría fin a la II.XVIII, 269
revuelta. Pero Eleazar y su partido intensificaron el asedio de manera tan
vigorosa que Metelio, el comandante de la guarnición romana, ofreció dar
sus armas y sus propiedades a cambio de sus vidas. Se accedió a esto, y
Metelio dirigió a sus hombres hacia abajo. Pero tan pronto como hubie­
ron entregado las armas fueron todos brutalmente masacrados, a pesar
de sus gritos de “¡El pacto!” y “¡Los juramentos!” Sólo Metelio escapó con
la promesa de hacerse judío y circuncidarse. Esta horrible acción hizo
294 Las guerras de los judíos

inevitable la guerra, y los moderados se dieron cuenta de que tendrían


que sufrir por este crimen de los insurgentes. Esta atrocidad fue tanto más
horrible cuanto tuvo lugar en sábado.

La invasión de Cestio
G 2:457 Como por mano de la Providencia, aquel mismo día y hora los de Cesárea
II,
XIX, 270 hicieron una matanza de los judíos que vivían en aquella ciudad. En una
hora más de 20.000 fueron muertos, y Cesárea quedó sin judíos. Toda la
nación judía enfureció, y se lanzaron a devastar las ciudades y los pueblos
sirios colindantes matando a una gran cantidad de sus habitantes. Los sirios
también mataban a todos los judíos en las ciudades que tomaban, y toda
la provincia se transformó en una escena de un horror indescriptible.
II, XIX, 271 Hasta entonces los judíos habían estado luchando contra extranjeros
pero cuando invadieron Escitópolis, se encontraron con que su propia
genLe que vivía allí estaba en armas contra ellos para defender la ciudad.
Pero los de Escitópolis no se fiaban de sus aliados judíos, y les pidieron
que se retiraran con sus familias a una arboleda cercana. Tres noches des­
pués, los de Escitópolis atacaron a estos judíos matando a 13.000 de ellos.
II. XX, 273 Otras ciudades siguieron el ejemplo de Escitópolis, matando o encar­
celando a sus habitantes judíos, excepto Gerasa, Antioquía, Sidón y
Apamea, que dejaron en paz a sus judíos. Mientras tanto, hubo matan­
zas de judíos en Alejandría [Egipto] a manos de habitantes griegos y
fuerzas romanas de guarnición.
Los rebeldes tomaron la fortaleza de Cipros cerca de Jericó, dieron
muerte a la guarnición, y derribaron sus defensas. Al mismo tiempo, la
población judía local forzó a la guarnición romana en Maqueronte a aban­
donar aquella fortaleza, que entonces ocupaban.
II. XX, 274 Cestio, sabiendo que era tiempo para intervenir, condujo a un gran ejér­
cito desde Antioquía a fin de aplastar la insurrección. Agripa le
acompañó, como Soemo [rey de Emesa], aportando cada uno de ellos fuer­
zas adicionales. Después de avanzar sobre Cesárea, Cestio envió a parte
de su ejército a atacar Jope. La tomaron, matando a los habitantes, y aso­
laron el país. Otro destacamento sometió la provincia de Galilea.
ü c t ., Cestio prosiguió luego hacia Jerusalén, interrumpiendo a los judíos la
(i(í d .C .
II,
XXIII. 270
celebración de la fiesta de los Tabernáculos. Aunque era sábado, los ju­
díos atacaron con tal furia al enemigo que rompieron sus líneas. Si la
caballería y algunas tropas de infantería no hubieran socorrido a la línea
rota, Cestio y todo su ejército hubieran corrido serio peligro. Perdieron a
515 hombres por sólo 22 de los judíos, que se retiraron a la ciudad.
G 2:525 Agripa trató ahora de negociar con los judíos. Envió a dos de sus amigos
¡I.
XXIV, 200 a ofrecerles la amnistía en nombre de Cestio, si los judíos entregaban las ar­
mas. Pero los rebeldes, temiendo que la multitud entera pudiera aceptar la
Se desencadenan las hostilidades 295

propuesta, atacó a los emisarios, dando muerte a uno e hiriendo al otro. Los
(ñudadanos que protestaron por esta acción fueron apedreados y apaleados.
Ceslio, aprovechando la disensión, atacó y esparció a los judíos, per­ II,
XXIV, 281
siguiéndolos hasta Jerusalén. Durante tres días suspendió las operaciones,
esperando recibir una propuesta de rendición, pero al cuarto día condu­
jo sus tropas contra la ciudad. Los rebeldes, asombrados por la disciplina
c|e los romanos, abandonaron los suburbios y se retiraron a la ciudad in­
terior y al templo. Cestio tomó la ciudad alta y acampó delante del palacio. 17 dt¡ nov.,
G6 d.C.
Si en aquel momento hubiera forzado la entrada en las fortificaciones, la
ciudad habría caído y la guerra terminado. Pero el prefecto de su campa­
mento, Tirano Prisco, sobornado por Floro para prolongar la guerra, lo
desvió de este intento. Muchos de los principales ciudadanos prometie­
ron abrir las puertas a Cestio, pero él vaciló por desconfianza. Los rebeldes
descubrieron finalmente a los colaboradores, y los echaron de las mura­
llas, apedreándolos y haciéndolos huir a sus casas.
Durante cinco días los romanos presionaron con sus asaltos sin éxito al­
guno. Al sexto, Cestio, con un gran grupo de hombres escogidos, atacó el lado
norte del templo. Rechazado primero por los judíos, los romanos volvieron ¡I,
XXIV, 282
a la carga, y los de la primera línea fijaron sus escudos firmemente contra la
muralla. La segunda fila unió los suyos a los de los primeros, y el resto hizo
lo mismo, formando lo que se llama “la tortuga”. Cuando los proyectiles caían
sobre ellos rebotaban sin hacerles daño, mientras que los soldados minaban
la muralla y se disponían para prender fuego a la puerta del templo.

Cestio se retira
Los rebeldes fueron ahora presa del pánico, y muchos huyeron de la ciu­ C 2 :5 3 0
II,
dad pensando que estaba a punto de ser tomada. Alentados por su huida, XXIV, 282

los judíos colaboradores se agolparon a las puertas a fin de admitir a Cestio


como libertador. Si tan sólo hubiera persistido en el asedio habría tomado
la ciudad. Pero por la razón que fuera Cestio llamó repentinamente a sus tro­
pas y se retiró de la ciudad. Los rebeldes se envalentonaron de inmediato,
lanzándose en pos de él y matando a algunos de su caballería e infantería.
Al día siguiente, mientras Cestio proseguía la retirada, ellos iban hos­
tigando su retaguardia, y, avanzando a ambos lados de su camino,
lanzaban jabalinas por sus flancos. Los romanos no trataron de lanzarse II,
XXIV, 283
contra los atacantes porque temían romper las filas, mientras que los ju­
díos, con armas ligeras, se lanzaban dentro y fuera, haciendo matanza del
enemigo. Después de numerosas bajas, los romanos llegaron a su ante­
rior campamento de Gabaón, donde Cestio se detuvo dos días indeciso
acerca de qué actitud adoptar.
Pero al tercer día, siendo que aumentaba el número de enemigos que
le rodeaba, aceleró su retirada, dando muerte a todas las bestias de carga
296 Las guerras de los judíos

excepto las que llevaban las jabalinas y las máquinas de guerra. Cuando
entraron en el paso de Bet-horón, los judíos le atacaron por todos lados
Algunos bloquearon su avance, otros empujaron a la retaguardia hacia
un barranco, mientras que el principal cuerpo de judíos lanzaba lluvias
de hechas desde arriba. La infantería romana se veía muy acosada, mien­
tras que la caballería estaba aún en mayor peligro, incapaz de lanzar una
carga por las pendientes o de evitar los precipicios y barrancas en la hui­
da. Todo el ejército romano habría sido capturado si no hubiera caído la
noche. Los romanos se refugiaron en Bet-horón, mientras que los judíos
controlaban todos los puntos alrededor.
Cestio seleccionó ahora a 400 de sus hombres más valientes y los puso en
II, XXIV,
284 los terrados. Debían gritarse las consignas entre ellos, para que los judíos
pensaran que todo el ejército seguía estando allí, mientras que él, con el res­
to de las fuerzas, seguía sigilosamente su avance. Al amanecer los judíos
descubrieron la añagaza y se lanzaron sobre los 400 que los habían engaña­
do, matándolos con jabalinas, y luego se lanzaron en persecución de Cestio.
Los judíos no pudieron alcanzar a los romanos, pero estos, en su hui­
da, abandonaron sus arietes, catapultas y otras máquinas de guerra que
ahora fueron tomadas por los judíos. Con cánticos de triunfo volvieron
a la capital, habiendo sufrido muy pocas pérdidas, mientras que ellos
N ov.,
(¡0d.C. habían dado muerte a 5.300 infantes y a 480 jinetes de los romanos y de
sus aliados.

Josefo frente a Juan de Giscala


G 2:550 Después del desastre sobrevenido a Cestio, muchos judíos distingui­
¡I. XXV,
208 dos abandonaron la ciudad, incluyendo Costobaro y Saúl, dos hermanos
de la familia real que se unieron a Cestio. Por petición de ellos, Cestio les
envió a Nerón, que estaba en Acaya, y les dijo que le alertaran acerca de
esta emergencia y que culparan a Floro de la guerra, desviando así cual­
quier peligro de sí.
Cuando la población de Damasco supo del desastre de los romanos,
mataron a los 10.500 judíos que habían encerrado en su gimnasio. El úni­
co obstáculo a esta matanza pudieran haber sido las mujeres de los
damascenos que, con pocas excepciones, se habían convertido secreta­
mente al judaismo.
II. XXV, Al volver a Jerusalén, los judíos convocaron una asamblea en el templo
200
y designaron a generales para la guerra. José, el hijo de Corión, y Anano,
el [ex] sumo sacerdote, recibieron autoridad suprema en la ciudad. Eleazar,
el hijo de Simón, fue dejado de lado porque era sospechoso de tiranía. Pero
más tarde, y debido a que controlaba gran parte del tesoro público, Eleazar
logró el mando supremo. Enviaron a generales para los varios distritos,
incluyendo a Josefo, hijo de Matías,1 que fue enviado a asumir el mando
Se desencadenan las hostilidades 297

en Galilea. Gobernó este distrito mediante setenta y ocho magistrados de­


signados para promoverla armonía entre los habitantes. Fortificando todos
los lugares defendibles, movilizó un ejército de 100.000 hombres, entre los
que introdujo la disciplina militar romana.
Un astuto natural de Giscala, que se llamaba Juan, conspiró entonces //, XXVi,
21)0
para tomar el puesto de Josefo como comandante de Galilea, asolando la
tierra con una banda de 400 hombres sin ley. Josefo se sintió primero atraído
por la vivacidad y energía de aquel hombre, y le permitió suministrar aceite
a los judíos que vivían en Siria, porque ellos no estaban dispuestos a em­
plear aceite suministrado por no judíos. Comprando el aceite barato, y
vendiéndolo a los judíos extranjeros por un precio exorbitante, pronto lo­
gró hacerse con una enorme fortuna, que ahora dirigió contra Josefo. Hizo
circular rumores de que Josefo estaba a punto de entregar el estado a los
romanos, e intentó por todos los medios destruir a su comandante.
Algunos jóvenes tendieron una emboscada al mayordomo del rey G 2:595
II, XXVI,
Agripa mientras éste pasaba por Galilea, y saquearon su equipaje, que con­ 200

tenía unos valiosos tesoros que llevaba al rey. Incapaces de vender


secretamente el botín, los ladrones lo trajeron a Josefo, que estaba enton­
ces en Tariquea. Él los censuró por su robo, y entregó el botín al cuidado
de uno de los magistrados en Tariquea para devolvérselo a Agripa en la
primera oportunidad. Los ladrones se enfurecieron ante ello y circula­
ron la denuncia de que Josefo era un traidor.
Al amanecer del día siguiente, 100.000 hombres armados se reunieron ¡l, XXVI,
201
en el hipódromo en Tariquea, instigados por Juan, y denunciaron a Josefo.
Algunos exigieron que fuera apedreado, otros que fuera quemado vivo,
y todos menos cuatro de sus amigos y guardias huyeron despavoridos.
Josefo despertó cuando sus enemigos estaban a punto de incendiar su
casa. Los cuatro amigos le apremiaron a que huyera, pero él se rasgó las
vestiduras, y con cenizas en la cabeza se apresuró a presentarse ante la
multitud. Esta apariencia de humildad fue sólo una treta para producir
disensión entre sus oponentes, algunos de los cuales no simpatizaban con
él. Prometiéndoles que haría una plena confesión, Josefo habló así: “Ni
tenía la intención de devolver este dinero a Agripa ni quedármelo para II, XX VI,
202
mí. Pero debido a que vosotros, ciudadanos de Tariquea, necesitabais
murallas para vuestra defensa, y me temía que las gentes de Tiberias y de
otras ciudades le hubieran echado el ojo a este botín, decidí tomar pose­
sión discreta de este dinero para rodearos con una muralla. Si no estáis
de acuerdo con esto, os daré lo que me trajeron y os lo podéis repartir. Pero
si he hecho bien, no castiguéis a vuestro benefactor.”
Ante estas palabras, los de Tariquea aplaudieron, mientras que los de
Tiberias y las gentes de las otras poblaciones le amenazaron. Los dos ban­
dos comenzaron ahora a pelear entre ellos hasta que la mayor parte se fueron.
298 Las guerras de los judíos

Pero alrededor de 2.000 se quedaron para atacar a Josefo, que se retiró a Sl(
casa y tuvo que emplear otra estratagema. Subió a su terrado y les pidió que
II, XX VI, le enviaran una delegación para conferenciar con tranquilidad con el los
293
Cuando llegaron algunos de los cabecillas del motín, Josefo ordenó que fue­
ran llevados a rastras al lugar más apartado de la casa y que les dieran
latigazos hasta que les quedaran las costillas al descubierto. Hecho esto, l0s
echó de repente a la calle, totalmente ensangrentados. El espectáculo sobre­
cogió de tal manera a los amotinados que echaron las armas y huyeron.
G 2:G14 A continuación, Juan maquinó un segundo plan contra Josefo. Mien­
II, XX VI,
294 tras Josefo estaba arengando al pueblo de Tiberias, Juan envió
secretamente a unas tropas para que lo mataran, pero la gente, al ver que
ellos sacaban las espadas, gritaron una alarma. Josefo saltó desde su po­
dio a la playa, saltó a un bote, y escapó hacia dentro del lago. Juan huyó
a Giscala, su ciudad natal, y muchos galileos querían vengar a Josefo y
quemar tanto a Juan como a Giscala. Pero Josefo simplemente les dio a
los partidarios de Juan cinco días para abandonar su causa o exponerse
a perder sus propiedades y a que fueran quemadas sus casas. Tres mil de
los del partido de Juan se adhirieron de inmediato a Josefo.
II, XXVI,
295
Juan envió emisarios ahora a Jerusalén, advirtiendo que Josefo apare­
cería en la capital como un tirano a no ser que se le hiciera resistencia.
Algunos de los líderes, envidiosos de Josefo, le dieron secretamente di­
nero a Juan, y retiraron a Josefo de su posición de mando, enviando a 2.500
hombres a Galilea contra él. Séforis, Gabara, Giscala y Tiberias apoyaron
la causa de Juan, pero Josefo reconquistó estas ciudades sin recurrir a las
armas, y las tropas volvieron a Jerusalén.
Varios días después, Tiberias volvió a rebelarse, apelando al rey Agripa a
G 2:632 que les ayudara, y excluyeron a Josefo de la ciudad. Cuando le fue dada la
II, XXVII,
296 noticia de esta defección en Tariquea, Josefo recurrió de nuevo a una estra­
tagema, por cuanto había enviado su ejército a unas incursiones, y cualquier
retardo habría posibilitado a las tropas del rey a que ocuparan la ciudad.
Recogió todas las barcas del lago: había 230, y puso sólo a cuatro marineros
a bordo de cada una de ellas, y zarpó con esta flota a Tiberias. Dejándolas lo
suficientemente lejos de la costa para que los de la ciudad no se dieran cuenta
de que las naves no llevaban soldados, él mismo, acompañado de siete de
sus guardias, se acercó lo suficientemente a la costa como para que le reco­
nocieran. Sus adversarios, pensando que su flota estaba llena de tropas,
agitaron ramos de olivo y le imploraron que perdonara la ciudad.
II, XXVII, Josefo los reprendió por su rebelión, pero prometió perdonar a todos
2 97
los que le ayudaran a apoderarse de la ciudad. Diez de los principales
ciudadanos acudieron a él, y los puso a bordo de una de las barcas. En­
vió a por cincuenta más, poniéndolos en otras barcas, y repitió esto con
varios pretextos. Finalmente, recogió a todo el consejo de 600, además
299

Séforis, situada sólo cuatro millas (poco más de seis kilómetros) al norte de
Nazaret, fue la capital de G alilea antes que Tiberias. Su teatro, con capacidad
para 5.000 personas, ha sido excavado recientemente.

de a 2.000 habitantes, a los que sacó de la ciudad llevándolos a Tariquea,


donde fueron encarcelados.
Los ciudadanos que quedaron identificaron a un cierto Cleto como G 2:(i42

principal instigador de la revuelta. Josefo, decidido a 110 dar muerte a na­


die, ordenó a uno de sus guardas que saltara a tierra y que le corlara las manos
a Cleto, pero el guarda se atemorizó. Viendo a Josefo lleno de ira y dispuesto
a hacer él mismo el trabajo, Cleto le rogó desde la playa que le perdonara una
de sus manos. Josefo accedió a condición de que él mismo se cortara la otra.
Cleto sacó su espada con su mano derecha y se cortó la izquierda; tal era el
temor que le infundía Josefo.
Galilea estaba ahora apaciguada, y los judíos se dispusieron a prepa­ Invierno,
00-07 d .C .
rar la lucha contra Roma. En Jerusalén, Anano, el [ex] sumo sacerdote y II. XXVIII,
29fí
sus líderes repararon las murallas y construyeron máquinas de guerra.
Por todas partes se forjaban armas y armaduras y se instruía a los jóve­
nes. Pero los moderados se sentían presa de la desesperación, previendo
un desastre inminente.
En su toparquía, Simón, hijo de Giora, levantó una partida asoladora
de revolucionarios que causaron tantos males que Anano envió un ejér­
cito contra él. Simón huyó con su banda a Masada y se dedicó entonces
a asolar Idumea, donde la población tuvo que levantar un ejército para
protegerse de él.
1. El Josefo m encionado en este capítulo y los que siguen es el historiador autor de
este libro.
50
E mperadores romanos
DEL PRIMER SIGLO D.C.
40

A u g u sto (O ctavio)
31 a.C. - 14 d C, 30
La dinastía
Julio - Claudia

20

10

a.C.
0
d.C.

10
T iberio
1 4 - 3 7 d.C.

20

30

C ay o (C alígu la)
3 7 - 4 1 d.C.
40
C lau d io
41 - 54 d.C

50

Nerón
54 —68 d.C. 0Q

G a lb a

68 “ 69 d C
C. Otón V itello
69 d.C. 69 d.C 70
La dinastía
Flavia

80

90
Nerva
9 6 - 9 8 d,C.

100
301

21
V e s p a s ia n o
c o n q u is t a
G a l il e a

uando Nerón supo de los reveses en Judea asumió un aire G 3:1

C de desdén. “Estos desagradables sucesos se deben a un mal III, I, 303


mando mi] i Lar —dijo—, y no al valor del enemigo." Pero en su fue­
ro interno se sentía muy turbado. Por ello envió a Vespasiano, un general
veterano con victorias en Alemania y Gran Bretaña, para que asumiera el
mando de los ejércitos de Siria y sometiera a los rebeldes judíos. Desde
Acaya, donde estaba como asistente de Nerón, Vespasiano envió a su hijo
Tito a Alejandría para que se trajera a la Decimoquinta Legión que estaba
acantonada allí, mientras que él mismo pasaba a Siria. Allí recogió a las
fuerzas romanas y tropas auxiliares de los príncipes vecinos.
Mientras tanto los judíos, entusiasmados por su victoria contra Cestio, III, I, 304
se dirigieron a Ascalón, una ciudad más bien pobremente guardada por
tropas romanas, y situada a alrededor de 104 kilómetros de Jerusalén. Pero
Antonio, el comandante romano de la ciudad, se enteró de su venida y
estaba listo para ellos, y los atacó con un escuadrón de caballería. Los
soldados judíos, todos de a pie, eran bisoños, y no pudieron aguantar el
embate de sus diestros adversarios que los dispersaron y mataron a mu­
chos con facilidad. La noche detuvo por fin la terrible carnicería, dejando
a 10.000 judíos muertos, incluyendo a dos de sus generales, Juan y Silas.
Níger, el general judío superviviente, escapó con el resto, la mayor parte
de ellos heridos, a una ciudad de Idumea llamada Caalis.
A pesar de este desastre, los judíos, incluso antes que pudieran sanarse ¡II, I, 306
de sus heridas, recogieron sus fuerzas y volvieron a asaltar Ascalón. An­
tonio puso emboscadas en los pasos y rodeó a los judíos con su caballería
antes que tuvieran tiempo para formarse para la batalla, dando muerte a
8.000 de ellos. Níger se retiró, y, viéndose muy acosado, se refugió en una
torre fuerte en un pueblo llamado Belzedek. Antonio prendió fuego a la
torre y se retiró, entusiasmado en la creencia de que Níger había muerto
dentro de ella. Pero Níger saltó desde la torre ardiendo y se deslizó a una
cueva en el interior de la fortaleza, donde fue encontrado tres días des­
pués por amigos que buscaban su cadáver para sepultarlo. Los judíos se
302

Estatua de Flavio Vespasiano, el primer general romano en la Guerra Judía, y


posteriormente emperador (Uffizi, Florencia).

llenaron de gozo, pensando que Dios lo había preservado para futuras ba­
tallas.
G 3:29
P rim a v e ra Mientras tanto, Vespasiano condujo a su ejército afuera de Antioquía,
del 67 d .C .
III, i. 30G donde se encontró con el rey Agripa y todo su ejército esperando reunir­
se con él, y marchó hacia Tolemaida. Aquí le salieron al encuentro los
ciudadanos de Séforis en Galilea, que buscando su seguridad vinieron a
asegurarle de su fidelidad a Roma. Vespasiano les dio 1.000 jinetes y 6.000
infantes para defender su ciudad contra los judíos, por cuanto Séforis era
la ciudad más grande de Galilea y muy fortificada, que guardaba a toda
la provincia. [Josefo da aquí una descripción geográfica de Galilea, Perea,
Samaría y Judea.]
III, III, 310 La fuerza romana enviada a Séforis, bajo el mando de Plácido, el
tribuno, devastó el país alrededor, provocando serias dificultades a Josefo
y a sus hombres. Josefo intentó asaltar Séforis, pero fue rechazado. Esto
provocó feroces hostilidades de parte de los romanos, que esparcieron
el fuego y la sangre por toda Galilea, matando a todos los que eran capa­
ces de llevar armas. Los únicos lugares seguros eran aquellas ciudades
que habían sido fortificadas por Josefo.
303
Tiro
G a l il e a y s u s «Area d é Fillpon
ALREDEDORES
EN EL PRIMER FENICIA

SIGLO D.C.
L a g o H ulé
M A R M E D IT E R R A N E O

• G ia c a Ja

T o lé m a ld » '
GALILEA í B e ls o id a
I
Z
C a p e rn a u m * \ Juila ^
\JGnmala
• ? 3<
Mar de
# J o t a pata Tnriqueao
(Magdata)
O
• C an á Galilea
T lb e r la í
Míe Carmoio
• S é fo ris
* A d am a H ipos

N azaret

• Mío. Tabor^r
• G a d a ra
í L L A N U R A D EL E S O R A E L b V '•
1 D ora
R io C isó n
DECÁPOLIS

SAMARIA R io JoniAn

E sc a la : \ E s c ltó p o lls
0 iiV 1 5 m illas ' (B e t-s á n )#
• Cesárea
I r- -i— . — I
10 2 0 k iló m etro s ! ▲ M íe . G ilb o a

El ejército romano
Tito llegó rápidamente de Alejandría, trayendo consigo la Decimoquin­ G a :04
111, 111,311
ta Legión, reuniéndose con su padre en Tolemaida, donde Vespasiano
estuvo esperando con la Quinta y Décima Legión, que eran las más dis­
tinguidas de todas. Veintitrés cohortes acompañaban a las legiones, así
como tropas auxiliares suplidas por los reyes Antíoco, Agripa y Someo,
y por el árabe Maleo. El número total de las fuerzas de Vespasiano, de
caballería e infantes, incluyendo los contingentes de los reyes, ascendía
a 60,000, sin contar los muchos servidores y seguidores del campamen­
to, que también tenían instrucción militar.
Los romanos nunca esperan a una guerra para dar instrucción a su ejér­ II, III, 312
cito. Lo que hacen, como si hubieran nacido con armas en las manos, es
practicar maniobras también en tiempo de paz, por lo que la batalla nunca
les es un choque. Sus campamentos son ciudades modélicas, bien forti­
ficados, y sus tiendas son levantadas a lo largo de calles alineadas
simétricamente, con el cuartel del comandante en jefe en el centro. Al
amanecer, los soldados se presentan ante sus respectivos centuriones, los
centuriones saludan a los tribunos, y los tribunos atienden al comandante
Ruinas de uno de los campamentos romanos en el sitio de Masada. El plan
rectangular del campamento y de sus calles, así como de la m uralla protectora
que lo rodeaba, han sobrevivido durante diecinueve siglos sin intervención
arqueológica.

en jefe, que les da las contraseñas y la orden del día. Los soldados de in­
fantería van armados con coraza, yelmo, una espada a la izquierda, y una
daga larga a la derecha. Los de caballería llevan además una pica y una
aljaba llena de flechas largas. Una disciplina perfecta une al ejército como
un solo cuerpo, compacto en las filas, alerta en los movimientos a la de­
recha o a la izquierda, y rápido en responder a las órdenes. No es de
asombrarse que el imperio romano haya extendido sus límites al este
hasta el Eufrates, en el oeste hasta el océano, al sur hasta Libia, y al norte
hasta el Rin. Esto no es tanto para ensalzar a los romanos como para con­
solar a los que ellos han conquistado, y refrenar a otros que se sientan
tentados a la revuelta.
III, IV, 317 Mientras Vespasiano consolidaba sus fuerzas en Tolemaida, Plácido
seguía devastando Galilea. Observó que los que guerreaban siempre se
refugiaban en las ciudades fortificadas, por lo que avanzó contra la más
fuerte de ellas, Jotapata. Pensó que podría apoderarse de ella fácilmente
mediante un ataque repentino, después de lo cual las otras ciudades se
rendirían, atemorizadas. Pero con esto se engañaba completamente, por­
que la gente de Jotapata, conscientes de su llegada, le tendieron una
z Vespasiano conquista Galilea

emboscada fuera de la ciudad, luchando arrojadamente por sus mujeres


305

e hijos, y pronto los dispersaron. Plácido, viendo que era demasiado dé­
bil para tomar la ciudad, se retiró.
Vespasiano sacó entonces sus tropas fuera de Tolemaida en el usual or­ G 3:115
III, V, 318
den romano: los auxiliares con armamento ligero y los arqueros iban
delante para repelir ataques de emboscados, seguidos de la infantería pe­
sada y de la caballería; luego venían los agrimensores y constructores de
caminos, que precedían a Vespasiano y a sus oficiales con sus equipos; lue­
go seguía la caballería legionaria, los mulos portando torres de asedio y otras
máquinas de guerra; luego iban los oficiales jóvenes y los estandartes que
rodeaban a las águilas de las legiones, seguidos de trompeteros, una fuer­
te colum na de infantería, el cuerpo de servidores, y mercenarios;
finalmente, una retaguardia de infantería y caballería cerraba el desfile.
Cuando llegó a las lindes de Galilea, Vespasiano se detuvo un tiempo III, V, 319

para exhibir sus fuerzas e intimidar al enemigo para que reconsiderara y


desertara. Las tropas de Josefo, que acampaban en una ciudad llamada
Garis, supieron que los romanos podían atacar en cualquier momento, y
se dispersaron y huyeron antes siquiera de haber visto al enemigo. Que­
dándole sólo unos pocos fieles, Josefo vio que sus fuerzas no eran
suficientes para hacer frente a los romanos, por lo que él y el resto de sus
tropas se refugiaron en Tiberias.
Vespasiano avanzó sobre la ciudad de Gabara, conquistándola al pri­ III, VI. 320

mer asalto. A l entrar en la ciudad, los romanos dieron muerte a todos los
varones mayores de edad, e incendiaron la ciudad y todas las aldeas a su
alrededor; tan amargo recuerdo tenían de la derrota de Cestio.
La retirada de Josefo a Tiberias llenó a sus habitantes de alarma, por­
que pensaban —con razón— que nunca hubieran huido allí si no hubieran
perdido toda esperanza de éxito. En realidad, él veía a qué catástrofe fi­
nal se estaban dirigiendo los judíos, pero no quería traicionar su comisión
de mando. Por ello escribió a las autoridades de Jerusalén, informándo­
les del estado exacto de los asuntos, aconsejándoles que o negociaran o
le enviaran un ejército capaz de resistir a los romanos.
Cuando Vespasiano supo que la mayor parte de las fuerzas enemigas III, VII. 321
8 dtr junio,
se habían refugiado en Jotapata, se sintió impaciente por tomarla. Envió 07 d.C,

una fuerza a que arreglaran la carretera que iba a ella, que era un camino
pedregoso de montaña, difícil para la infantería e imposible para la ca­
ballería. En cuatro días estuvo acabada la obra, y se abría una ancha
carretera para sus tropas. Josefo se apresuró ahora a ir de Tiberias a
Jotapata, y su llegada animó a los judíos que a llí se encontraban.
Vespasiano consideró que esta era una maravillosa oportunidad, por­
que Josefo, el hombre considerado como el más sabio de sus enemigos,
se había metido así en una encerrona. Vespasiano acampó ante Jotapata,
306 Las guerras de los judíos

sobre un monte a alrededor de un kilómetro y medio de la ciudad, selec­


cionando el lugar más visible posible para intimidar al enemigo. Cansados
por haber marchado todo un día, los romanos no lanzaron un ataque de
inmediato, sino que rodearon la ciudad con un doble cordón de infante­
ría y un tercero de caballería, destruyendo toda esperanza de huida. Esto,
sin embargo, inspiró a los judíos con el valor de la necesidad.

El asedio de Jotapata
G 3:150 A l día siguiente comenzó el ataque. Vespasiano ordenó a sus arqueros y
III, VII, 3 2 2
honderos que dispararan, mientras que él mismo conducía la infantería a una
pendiente que llevaba a la parte menos defendible de la muralla. Josefó se
lanzó allá con toda la guarnición y echó a los romanos de las murallas. Los
dos lados hicieron grandes y osadas hazañas hasta caer la noche. A la ma­
ñana siguiente y durante los siguientes cinco días los romanos siguieron
asaltando, mientras los judíos resistían valientemente desde las almenas.
III, VII, 3 2 3 Jotapata está rodeada de profundos barrancos por tres lados, y sólo es
accesible desde el norte, donde hay una cresta del monte que descien­
de. Pero Josefo había encerrado esta parte también dentro de su muralla
para im pedir que un enemigo ocupara el risco que lo dominaba.
Vespasiano y sus oficiales decidieron echar un terraplén contra la parte

Una balista rom ana m ontada

Esta máquina está lista para disparar un proyectil, una piedra (señalada por la
flecha). El engranaje se ajusta para el peso de varios proyectiles.
más accesible de la muralla. Todo el ejército fue enviado a buscar mate­
riales, y desnudaron todos los montes alrededor de árboles y piedras, y
pasaron a erigir terraplenes. Para protegerse de los proyectiles que les
lanzaban los defensores, extendieron cubiertas de plantas trepadoras
puestas sobre postes. Bajo esta protección trabajaban de manera segura,
aunque los judíos estorbaban a los trabajadores con grandes peñascos.
Vespasiano trajo ahora sus máquinas de artillería, 160 en total, y las ///.vu, 324
dirigió contra los defensores de las almenas. Las catapultas lanzaron una
enorme andanada de lanzas, y los lanzadores de piedras lanzaron gran­
des bloques de enorme peso. También lanzaron una andanada de dardos
ardiendo y de flechas, todo lo cual pronto limpió las almenas de adver­
sarios. Pero los judíos se lanzaron en una salida en grupos de guerrillas,
destruyendo los refugios y atacando a los obreros antes de poner fuego a
los postes y las pantallas. Vespasiano se dio cuenta de que los espacios
entre los terraplenes daban aberturas que permitían los ataques, por lo
que unió todos los refugios, impidiendo así estas salidas destructivas.
El terraplén estaba ahora ascendiendo y casi llegaba ya al nivel de las m, vu, 324
almenas. Para impedir esto, Josefo ordenó a los albañiles que levantaran
más la muralla, pero ellos le dijeron que no sería posible edificar bajo tal
lluvia de proyectiles. Josefo ordenó entonces que se clavaran estacas al­
tas en la parte superior de la muralla, y extendió a través de ellas pieles
308 Las guerras de los judíos

frescas de bueyes. Las piedras rebotaban contra esta cortina protectora


y la humedad de las pieles apagaba los dardos encendidos. Protegidos dé
esta manera, los albañiles levantaron la muralla hasta una altura de veinte
codos y la coronaron con un fuerte parapeto. Los romanos, que pensaban
que ya iban a hacerse con la ciudad, quedaron desalentados ante el inge­
nio de Josefo y el valor de los asediados.
(; 3tiai Inspirados con una renovada confianza por esta nueva fortificación
ni. vm. los jotapatanos se lanzaron de nuevo en grupos para hostigar a los roma­
325
nos y quemar sus obras. Vespasiano decidió por fin cesar la lucha y
recurrir a un bloqueo para someter la ciudad por hambre, por lo que man­
tuvo todas las salidas de la ciudad bajo estricta vigilancia. Los asediados
estaban bien aprovisionados de grano y de otros víveres, excepto sal, pero
iban cortos de agua. Por cuanto no había manantiales dentro de la ciu­
dad, los asediados dependían del agua de la lluvia, pero en pocas
ocasiones llueve allí en verano, que era la estación en que se encontra­
ban. Por ello, ya desde el principio, Josefo racionó el agua. Cuando los
romanos, desde puntos elevados, vieron que los asediados se dirigían
todos a un punto donde se les entregaba agua, apuntaron sus catapultas
contra aquel punto y mataron a algunos de ellos.
III, VIH.
326
Vespasiano pensó que las cisternas pronto se agotarían y que la ciudad
se vería obligada a rendirse, pero para desalentarlo Josefo colgó vestidos
mojados en las murallas, de manera que toda la muralla comenzó pron­
to a chorrear agua. El general romano, perdiendo toda esperanza de
someter a la ciudad por la sed, volvió al ataque, que era lo que los judíos
deseaban, porque preferían morir en batalla antes que de sed y hambre.
Josefo ideó otra manera para obtener pertrechos. Una grieta llevaba al ba­
rranco occidental, que los romanos descuidaron vigilar, pero por donde
Josefo enviaba mensajes a los judíos afuera y recibía a su vez suministros para
la ciudad. Los mensajeros pasaban a cuatro patas a través de los centinelas
con vellones sobre sus espaldas para parecerse más a perros; sin embargo,
los centinelas romanos finalmente los detectaron y bloquearon la zanja.
« Josefo comenzó a pensar ahora en su propia seguridad, y discutió con
n i, v m .
327 los principales ciudadanos acerca de huir. Pero la población, enterándose
de sus intenciones, le rogó que se quedara, por cuanto era su única espe­
ranza de salvarse. Él les dijo que podría hacer más por ellos desde fuera
movilizando a los galileos y provocando una diversión para apartar a los
romanos de sus murallas.
Sin dejarse convencer por estos argumentos, la gente se aferraba a él
más aún, los viejos, las mujeres y los niños llorando delante de ól. Com­
padecido ante su angustia, Josefo decidió quedarse y les dijo: “Ahora os
el momento de combatir, cuando no hay esperanza de salvación. ¡Es glo­
rioso cambiar la vida por grandes acciones que pasarán a la memoria de
309

la posteridad! ” Entonces hizo una salida con los más valerosos de sus tro­
pas dispersando a los centinelas. Irru m p ien d o en el cam ino al
campamento romano, desgarró las pieles que cubrían a los hombres en
los terraplenes e incendió las obras. Josefo repitió estos ataques los días
siguientes, hasta que Vespasiano advirtió a sus tropas que no entablaran
lucha con hombres empeñados en morir.

El ariete
Ahora que el terraplén se estaba aproximando a las fortificaciones, 111, IX, 5

Vespasiano hizo poner el ariete en posición. El ariete se compone de una


gran viga, como el mástil de una nave, y a un extremo del mismo hay una
masa de hierro con la forma de una cabeza de carnero, de donde le viene
su nombre [de aries ]. Cuelga medi ante cuerdas de una viga sustentada por
ambos lados por postes verticales. Un gran grupo de hombres tira primero
del ariete para atrás, y luego lo lanzan adelante golpeando la muralla.
Ninguna muralla ni ciudad puede aguantar sus repetidos golpes.
Los romanos mantuvieron ahora una constante llu via de proyectiles 111, IX, 6

de sus máquinas de artillería contra las almenas, y también de sus arque­


ros y honderos, para que los judíos no pudieran detener el avance del
ariete. A l primer golpe del ariete, la muralla tembló y surgió un gran chi­
llid o de la ciudad, como si ya hubiera sido tomada. Viendo que la
310 Las guerras de los judíos

repetición de los golpes de ariete en el mismo lugar derrumbaría la mu­


ralla en poco tiempo, josefo ordenó que se hicieran bajar sacos llenos de
paja al punto donde el ariete golpeaba, de manera que desviaran la cabe­
za del ariete y amortiguaran el golpe. Pero entonces los romanos
emplearon largas pértigas con guadañas en la punta para cortar las cuer­
das de los sacos, con lo que el ariete recobró su eficacia y la muralla
comenzó a ceder. Como último recurso, Josefo y sus camaradas se hicie­
ron con toda la madera seca que pudieron encontrar y se lanzaron a
incendiar las máquinas y los refugios de los asediantes. Los romanos, ató­
nitos ante tal audacia, quedaron derrotados por las llam as, que
consumieron en una hora los esfuerzos de muchos días.
m, ix, 7 En esta ocasión, un judío llamado Eleazar levantó una enorme piedra y
la lanzó contra el ariete con tal fuerza que rompió su cabeza. Saltando del
muro, se llevó su trofeo a la base de la fortificación. Aunque traspasado por
cinco flechas, escaló la muralla y exhibió su conquista ante todos; pero
luego, retorciéndose por sus heridas, cayó de cabeza junto con el ariete.
g 3 ,2 3 5 Los romanos volvieron a situar el ariete y prosiguieron golpeando la
w, ix, 7 muran a en gi mismo lugar. Justo entonces una flecha hirió a Vespasiano

en la planta del pie, lo que causó gran alarma entre los romanos, espe­
cialmente en Tito. Pero Vespasiano alivió fácilmente sus temores y los
incitó a luchar aquella noche con más fiereza contra los judíos. Aunque
muchos de ellos cayeron en esta batalla, siguieron lanzando piedras y
materiales ardientes sobre los asediantes.
m. x, 9 Hacia la mañana, la muralla, después de un incesante martilleo, cayó
ante el ariete. Pero los defensores levantaron obstáculos delante de la
brecha antes que los romanos pudieran adosar sus escalas de asalto. Para
abrir la brecha, Vespasiano ordenó a los más arrojados de su caballería
que desmontaran y se lanzaran a través de ella en el momento en que es­
tuviera lista la escalada. Después de ellos lanzó a la élite de su infantería,
mientras que ponía en la retaguardia a los arqueros y la artillería. Tam­
bién ordenó que se pusieran escalas de asalto en zonas de la muralla que
estaban intactas, para divertir a defensores de la brecha.
ni.x, ni Josefo, al advertir este designio, puso a los viejos y cansados para que
guardaran estas secciones de la muralla, pero dispuso a los más valero­
sos para defender la brecha. Les dijo a sus hombres que no hicieran caso
del grito de guerra de las legiones, y que esperaran hasta que sus arque­
ros hubieran vaciado sus aljabas. Pero cuando los romanos adosaran sus
escalas de asalto, debían entonces lanzarse sobre ellas y luchar para ven­
gar su ciudad. "¡Poned en vuestra mente —les dijo— a vuestros padres,
niños y mujeres que serán asesinados, y, anticipando la furia que senti­
réis, desencadenadla contra los que tratan de matarlos!”
Cuando las mujeres y los niños vieron su ciudad rodeada y al enemi-
Vespasiano conquista Galilea 311

go con espadas en las manos en la brecha, y la ladera del monte por enci­
nta de ellos destellando con armas, lanzaron un gran clamor. Pero Josefo
hizo encerrar a las mujeres en sus casas para que no desalentaran a los
hombres, y les dio orden de que callaran. Luego se dirigió a su puesto en
la brecha y esperó el ataque.
Las trompetas de los invasores sonaron simultáneamente, y los romanos, G 3:265
III, X, 11
con un terrible grito de guerra, se lanzaron al ataque. Los camaradas de Josefo
se taparon los oídos ante tanto fragor, y se pusieron a cubierto de las anda­
nadas. Pero en el momento en que fueron adosadas las rampas de asalto, se
lanzaron sobre ellas antes que los romanos pudieran cruzarlas, atacándolos
valientemente. Sin embargo, los romanos podían ir lanzando tropas de re­
fresco contra los judíos, y los rechazaron al ir ellos fatigándose.
Mientras subían ahora por las murallas, Josefo mandó que se echara ni, x. 12
una gran cantidad de aceite hirviendo sobre los romanos, que cayeron ro­
dando de la fortificación en una terrible agonía, porque el ardiente aceite
penetraba por sus armaduras y les llegaba a la piel. Retorciéndose angus­
tiados, caían de los puentes de asalto, y los que trataban de escapar se
veían impedidos por sus camaradas que iban avanzando.
Pero los romanos, sin dejarse amilanar por el tormento de sus compa­
ñeros, siguieron avanzando sobre las almenas. Entonces los judíos
derramaron alholva1 hervida sobre las rampas de acceso de las torres de
asalto, haciendo que los romanos resbalaran y cayeran. Algunos fueron
atropellados y muertos, mientras que otros cayeron sobre el terraplén y B de julio
del 67 d.C.
fueron traspasados por flechas judías.
Hacia el anochecer, Vespasiano llamó a sus tropas, que habían sufri­ III, X, 13

do muchas bajas, e hizo después que levantaran más el terraplén. Luego


construyó sobre él tres torres de 50 pies (15 metros) de altura, cubrién­
dolas por todos lados con planchas de hierro, de manera que fueran
fuertes y a prueba de fuego. En estas puso a sus honderos, arqueros y las
máquinas artilleras más ligeras, que lanzaron andanadas de proyectiles
contra los judíos, que no pudieron hacer daño alguno a los asaltantes pro­
tegidos dentro de las torres. Aunque tuvieron que abandonar la muralla,
los judíos se lanzaban contra cualquiera que quisiera renovar la escala­
da. Así Jotapata continuó resistiendo, aunque sus defensores iban
cayendo día tras día, incapaces de hacer mella en el enemigo.

Otras rebeliones
Para este tiempo, Vespasiano envió a Trajano,2 comandante de la Dé­ G 3 :2 8 9
III, XI, 14
cima Legión, con 1.000 caballos y 2.000 infantes, contra una ciudad en
las cercanías de Jotapata, llamada Jafa, que estaba en rebelión. Al acer­
carse Trajano a Jafa, los habitantes avanzaron contra ellos, pero pronto
los hizo huir tras la primera de sus dos murallas, con sus tropas pisán-
312 Las guerras de los judíos

doles los talones. Pero cuando llegaron a la muralla interior, sus conciu-
dadanos les cerraron las puertas, dejando fuera tanto a los amigos como
a los enemigos. Atrapados entre las dos murallas, los galileos fueron
masacrados a la vista de sus amigos mientras les rogaban que abrieran las
puertas. Pero los del interior tenían miedo de abrir las puertas. Entonces
los fugitivos, aplastados por la deslealtad de sus amigos, no resistieron
13 de julio
del 67 d.C. y fueron muertos, un total de 12.000.
Trajano envió un mensaje a Vespasiano, pidiendo que le enviara a su
hijo Tito para completar la victoria. Entonces Tito condujo el asalto de la
III, XI, 15 ciudad con una fuerza adicional. Cuando los galileos abandonaron las
murallas precipitadamente, ’t'ito y sus tropas escalaron a las almenas y
se hicieron dueños de la ciudad. Pero dentro tuvo lugar una desespera­
da lucha, con los hombres luchando contra los romanos calle por calle,
mientras las mujeres les echaban piedras desde las casas. Pero al final
todos los hombres fueron muertos, y sólo quedaron niños pequeños y
mujeres, que fueron después vendidos como esclavos.
HI, XII, 16 También les sucedieron desgracias a los samaritanos. Ellos no se ha­
bían unido a la revuelta, pero no habían aprendido de las calamidades
de sus vecinos porque estaban pensando en la rebelión y habían reuni­
do una gran fuerza en su sagrado monte Gerizim. A fin de destruir esta
rebelión en su cuna, Vespasiano envió a Cércalo, comandante de la Quinta
Legión, con una fuerza armada contra los samaritanos. Cércalo rodeó la
base del monte durante todo un día tórrido. Era en medio del verano, y
los samaritanos, que no habían tomado provisiones, iban escasos de agua,
con lo que varios murieron de sed mientras que otros desertaron a los
romanos. Suponiendo que ahora los samaritanos estarían muy debilita­
dos, Cércalo subió al monte, rodeó a los enemigos, y les ofreció el perdón
si se rendían. Pero cuando ellos rechazaron sus proposiciones, los ata­
có, matándolos a todos, 11.600 en total.
G 3:316 Mientras tanto, Jotapata seguía resistiendo, pero en el día cuarenta y
III, XII, 17
siete de su asedio el terraplén romano llegó a la parte superior de la mu­
ralla. Un desertor informó entonces a Vespasiano que los que quedaban
dentro de la ciudad estaban disminuidos en número y fuerzas, y que no
podrían resistir un asalto vigoroso. Por la mañana temprano, les dijo, los
centinelas se quedaban dormidos en sus puestos de puro agotamiento, y
éste sería el mejor momento para atacar.
Vespasiano dudaba del desertor debido a la fidelidad de todos los otros
judíos a su causa. Pero lo que decía parecía probable, y no podía venir nin­
gún gran mal por emprender un ataque. Entonces preparó a su ejército para
el asalto, y por la mañana temprano los romanos se acercaron en silencio
y bajo la cubierta de una densa niebla. Tito fue el primero en subir a la
muralla, seguido de un tribuno y unos pocos soldados que dieron muerte
Vespasiano conquista G alilea 313

a los centinelas, y luego Plácido y Cércalo subieron con sus tropas. La ciu-
¿adela fue tomada, y la ciudad capturada antes que los habitantes lo
supieran, porque la mayor parte estaban durmiendo o envueltos en la es­
pesa niebla. Recordando lo que habían sufrido durante el asedio, los
romanos no dieron cuartel a los defensores. Implacables, hicieron una
matanza con los judíos, y muchos de los hombres de Josefo prefirieron sui­
cidarse antes que ser tomados prisioneros. Durante los días siguientes, los
romanos buscaron por todos los escondrijos, degollando a todos excepto
a las mujeres y a los niños, de los que 1.200 fueron tomados prisioneros.
La captura y el asedio costó 40.000 vidas judías, y Vespasiano ordenó que
20de julio
Jotapata fuera arrasada, reduciendo a cenizas todas sus fortificaciones. del 67 d.C.

La captura de Josefo
Los romanos se pusieron a buscar el cuerpo de Josefo, pero durante la G 3:340
III, XIV, 19
matanza él se había deslizado a un pozo profundo, al lado del cual había
una gran caverna invisible desde arriba. Aquí encontró a cuarenta per­
sonas distinguidas que se habían escondido, con considerables
provisiones. Durante el día se mantuvo oculto, pero por la noche trató de
escapar de la ciudad. Sin embargo, al ver que todas las salidas estaban
estrictamente vigiladas, tuvo que volver a la caverna. Durante dos días
escapó ala observación, pero al tercer día una mujer que había estado en
la cueva fue atrapada y traicionó el secreto.
Vespasiano envió en el acto a dos tribunos con órdenes de ofrecer pro­ III, XIV, 2 0

tección a Josefo y para convencerlo para que saliera. No pudieron


persuadirlo, y Vespasiano envió a otro tribuno, Nicanor, que era amigo
de Josefo. Nicanor le aseguró a Josefo de que por su valor era más bien
causa de admiración que de odio por parte de los comandantes.
Vespasiano, dijo él, nunca le habría mandado a un amigo con el propósi­
to de engañarlo, y lo que quería era salvar a un hombre valiente.
Mientras Josefo vacilaba, las tropas romanas, enfurecidas, trataron de III, XIV, 21

echar fuego a la caverna, pero su comandante, anhelante de tomar vivo


al general judío, los refrenó. Josefo recordó de repente aquellos sueños
de noche en los que Dios le había predicho la suerte de los judíos y los
destinos de los romanos. Ahora oró en silencio: "Por cuanto Tú me has
elegido para anunciar lo venidero, consentiré en vivir, pero te pongo como
testigo de que no voy como traidor, sino como tu siervo.”
Pero cuando estaba a punto de rendirse, los judíos en la caverna blan­ III, XIV, 22

dieron las espadas contra él y amenazaron matarlo como traidor si se


sometía. Josefo trató de persuadirlos de que era justo salvar la vida cuando
se podía hacer sin deshonra, y que era un gran pecado desecharla a no
ser que fuera en guerra abierta contra el enemigo. Pero ellos se lanzaron
corriendo contra él desde todas partes, y, con las hojas de sus espadas en
314 Las guerras de los judíos

su garganta, finalmente los hizo retroceder con su autoridad de general.


“Si debemos morir—les dijo entonces—, que no sea por nuestras propias
manos sino por las de los otros. Echemos suertes, y el que saque la pri­
mera suerte será muerto por el que saque la segunda, y así con todo
nuestro número, para que nadie escape.”
III. XIV. 25 A esto accedieron bien dispuestos, y él sacó su suerte con el resto. Cada
uno fue a su vez desnudando su garganta ante el siguiente, hasta que —
¿se debería decir por fortuna, o por la providencia de Dios?3— quedaron
sólo Josefo y otro. Josefo persuadió a éste que se rindiera junto con él a
Nicanor, que lo trajo ante Vespasiano. Los romanos se agolparon alrede­
dor de él por todos lados, los que estaban a distancia gritando que se le
debía dar muerte, pero los que estaban cerca de él pensaron en sus haza­
ñas y se compadecían de él. Tito, en particular, se sintió movido por la
nobleza de Josefo en medio de la desgracia, y la intercesión de Uto ante
su padre fue la p rin c ip a l razón por la que se le perdonó la vida.
Vespasiano, sin embargo, ordenó que fuera estrechamente vigilado, con
la intención de enviarlo a Nerón.
G 3:30» Josefo pidió entonces una entrevista en privado con Vespasiano, y to­
III, XIV, 26
dos se retiraron excepto Tito y dos de sus amigos. “Tú piensas, Vespasiano
—le dijo Josefo—, que tienes en Josefo a un mero cautivo, pero he veni­
do a ti como mensajero de un mayor destino. ¿Para qué enviarme a Nerón?
¿Crees que continuará en su posición? Tú, Vespasiano, serás César y em­
perador —tú y tu hijo aquí. Porque tú no eres sólo señor mío, sino del mar
y de la tierra, y de toda la raza humana.”
III, XIV, 27 Vespasiano al principio se tomó en nada esta declaración de Josefo,
considerándola como una lisonja, pero gradualmente llegó a creerla. Uno
de los amigos de Tito que estaba presente expresó su sorpresa ante el he­
cho de que Josefo no hubiera podido predecir la caída de Jotapata o su
propio cautiverio, pero Josefo le respondió que sí había predicho estas
dos cosas. Vespasiano interrogó en privado a los prisioneros acerca de
estas declaraciones, y al ver que eran ciertas, comenzó a creer que Josefo
era realmente un profeta. Aunque lo guardó encadenado, le regaló ropas
y otros artículos y lo trató con benignidad.

1. Una legumbre que se cultiva en Palestina com o forraje, y que habría estado en flor
durante el mes de julio.
2. Padre del futuro em perador Trajano.
3. O se debería decir probablemente, "p o r la m anipulación de Josefo”. Su veracidad
está aquí en tela de juicio.
315

22
P ir a t a s , rebeld es
y VÍCTIMAS

espasiano se dirigió ahora a Cesárea, donde el ejército y su

V
G 3:409
III, XIV, 2 7
comandante fueron recibidos cordialmente, principalmen­ J u lio d e l
U7 d.C.
te por el odio que les tenían a los vencidos. Por ello, pidie­
ron ruidosamente que Josefo fuera castigado, pero Vespasiano
rehusó. Se quedó con dos de sus legiones en Cesárea para pasar
el invierno, y envió la tercera —la Decimoquinta— a Escitópolis.
Mientras tanto, algunos judíos desplazados habían reedificado ///, XV, 28

Jope, que había sido destruida por Cestio, y construyeron una flota
de naves piratas para hostigar el tráfico marítimo entre Siria, Feni­
cia y Egipto, haciendo la navegación prácticam ente im posible.
Vespasiano envió una fuerza contra Jope, la cual, encontrando la ciu­
dad desguarnecida, entró en ella de noche. Los habitantes huyeron
presa del pánico a sus naves, donde pasaron la noche fuera del al­
cance de los proyectiles de sus enemigos.
Jope no tiene un puerto de refugio, sólo un fondeadero en forma de
creciente con dos arrecifes rocosos. A la mañana siguiente se desató un
furioso viento, llamado por los marineros “Septentrión Negro”, que lan­
zó a las naves unas contra otras o contra las rocas. No podían escapar ni
al mar abierto ni llegar a tierra, debido a los romanos, y por ello se hun­
dieron entre las olas o chocaron contra los bajíos. Todos los que eran
arrastrados hacia la costa eran de inmediato muertos por los romanos,
y la sangre de 4.200 cadáveres tiñió el mar de rojo. Jope fue arrasada hasta
los cimientos, pero en su ciudadela los romanos dejaron una guarnición,
para que no volviera a convertirse en un nido de piratas.
Cuando llegaron a Jerusalén rumores de la caída de Jotapata, no G 3:432
III, XV, 2 9
los creyeron al principio, por cuanto ningún testigo presencial los
había confirmado. Pero cuando quedó establecida la verdad de los
hechos y se dijo que Josefo había sido muerto, Jerusalén se sumió en
el dolor. Pero cuando se supo que se había entregado a los romanos,
las lamentaciones por Josefo dieron paso a la más fiera indignación.
Lo maldijeron como cobarde y traidor, y la gente se sintió más enar­
decida hacia la venganza tanto contra Roma como contra Josefo.
Sin embargo, Vespasiano había ido al reino de Agripa, por cuanto III, XV, 31
316 Las guerras de los judíos 1
el rey quería agasajarle y emplear también las tropas de Vespasiano
para aplastar desórdenes en su propio reino. Vespasiano se dirigió a
Cesárea de Filipos, donde el ejércilo reposó durante veinle días. Cuan­
do supo que Tariquea se había rebelado, y que Tiberias estaba al borde
de la rebelión, avanzó con tres legiones y acampó cerca de Tiberias
Envió a Valeriano, un decurión, al mando de cincuenta jinetes, para
proponer negociaciones a los ciudadanos, porque Vespasiano había
oído que la gente quería la paz, pero que se habían visto llevados a la
revuelta por un partido rebelde. Cuando Valeriano llegó cerca de la
ciudad, él y sus tropas desmontaron, pero antes de poder hablar, los
líderes rebeldes, acaudillados por un cierto Jesús, se lanzaron contra
ellos. No queriendo luchar sin órdenes de su general, Valeriano y otros
cinco huyeron apio, mientras que los hombres de Jesús se hacían con
los corceles y se los llevaban triunfantes.
III, XV, 32 Temiendo las consecuencias de esta acción, los hombres de la ciudad
se lanzaron a toda prisa hacia el campamento de Vespasiano, e implo­
raron a Vespasiano que no castigara a toda la ciudad por el crimen de
unos pocos, por cuanto la mayoría, decían ellos, eran amistosos para con
los romanos. Debido a que Agripa estaba muy preocupado por la ciu­
dad, Vespasiano cedió a estos ruegos. Jesús y su banda, pensando que
Tiberias no era un lugar seguro para ellos, huyeron a Tariquea. Al día
siguiente, Vespasiano llevó su ejército a Tiberias, donde fue recibido con
aclamaciones. Como deferencia a Agripa, no permitió a sus soldados sa­
quear la ciudad, y debido a que el rey le garantizó la futura fidelidad de
los habitantes, las murallas no fueron destruidas.

La suerte de Tariquea
G 3:402 Vespasiano avanzó luego contra Tariquea, adonde habían huido
III, XVII,
33 muchos insurgentes fiados en su fortaleza. Había sido fortificada por
Josefo, y estaba situada sobre el lago llamado Genasar,1 donde podían
embarcar si eran derrotados en tierra. Mientras que los romanos se
atrincheraban en su campamento, Jesús y sus hombres hicieron una
temeraria salida. Dispersando a los obreros arrasaron parte de las
estructuras, retirándose antes de sufrir ninguna pérdida. Los roma­
nos los persiguieron hasta sus naves, pero los rebeldes sólo se
alejaron a distancia suficiente para dejar a los romanos al alcance de
sus armas, y los atacaron desde el mar.
III. XVII, Cuando Vespasiano supo que un gran número de judíos se había
34
reunido en la llanura fuera de Tariquea, envió a su hijo contra ellos con
600 jinetes de elite. Tito envió un mensaje pidiendo refuerzos, pero
observando que muchos de sus hombres estaban ansiosos de cargar,
mientras que algunos estaban desalentados ante el enorme número del
r 317

El mar de G alilea, mirando al noroeste hacia Tariquea (Magdala)

enemigo, les apremió a lograr la victoria antes que llegaran los refuer­
zos para compartir la gloria. Arengó a sus hombres con tanto ardor que
no se sintieron complacidos cuando llegó Trujano con 400 jinetes para
ayudarlos. Vespasiano mandó también a 2.000 arqueros a la ladera de
un monte enfrente de la ciudad para impedir que los enemigos ayu­
daran desde las almenas al ejército afuera. Tito encabezó ahora la carga
contra el enemigo, que resistió el ataque por un cierto tiempo, pero
pronto fueron dispersados y huyeron hacia la ciudad. Los romanos los
persiguieron, haciendo una matanza entre la masa de judíos, mientras
que los otros escapaban y hallaban refugio en la ciudad.
Pero aquí les esperaba una feroz contienda. Los residentes, anhe­ III, XVI!,
37
lantes de proteger su propiedad, habían desaprobado la guerra desde
el principio, mientras que los rebeldes del exterior la querían man­
tener. Los dos partidos estaban a punto de llegar a las manos cuando
Tito, que oyó la conmoción, gritó: “¡Ahora es el momento de atacar,
mientras están sumidos en la discordia!”
Saltó a su caballo, condujo a sus tropas al lago,2cabalgó dentro del G 3:497
III, XVII,
agua, y entró en la ciudad. Embargados de pánico ante tal osadía, los 37

que estaban en las murallas las abandonaron sin luchar, mientras que
muchos que emprendieron la huida al lago fueron muertos por los
romanos en su avance. En la ciudad misma hubo una gran matanza,
hasta que Tito, habiendo castigado a los culpables, se compadeció
318 Las guerras de los judíos

de los nativos y detuvo la masacre. Cuando los que se habían refu.


giado en el lago vieron que la ciudad había sido tomada se apartaron
tanto como pudieron del enemigo. Tito envió recado a su padre in­
formándole de esta victoria, y él quedó sumamente complacido
acudiendo de inmediato. Ordenó que se construyeran balsas para
perseguir a los fugitivos, y éstas pronto estuvieron construidas.
III. XIII, 38 El lago de Genasar tiene un agua dulce y excelente, perfectamente
pura, y en todas sus orillas termina en playas de guijarros o arenosas.
Tiene una temperatura más fría que el agua de río o de fuente, y con­
tiene especies de peces diferentes en sabor y aspecto que las que se
encuentran en cualquier otro lugar. El Jordán corre por medio del lago,
teniendo su fuente aparentemente en Panión, pero en realidad están
en Fílale, pasando por un canal subterráneo a Panión. Alrededor del
lago hay mía región de tierra fértil y de natural belleza, donde crecen
todo tipo de plantas —el nogal junto a la palmera, la higuera o el oli­
vo— y donde se recogen frutos diez meses al año. El país está irrigado
por un manantial muy fértil, llamado Capernaum.
III. XIX. 38 Cuando sus balsas estuvieron listas, Vespasiano embarcó sus tropas
y ordenó que atacaran a los fugitivos. En sus pequeños esquifes, los
judíos no podían enfrentarse a los bien armados romanos en las bal-

M osaico del siglo i d.C. de una embarcación de Tariquea (Magdala).


Piratas, rebeldes, y víctimas 319

sas. y so limitaban a arrojarles piedras desde la distancia, las cuales


rebotaban en sus armaduras. Los romanos abordaban sus barcas, o los
nial aban desde las balsas con flechas o con lanzas largas. Si alguno se
aferraba al lado de una balsa, les corLaban las manos o la cabeza. Los
supervivientes fueron conducidos a la orilla, donde fueron muertos
por los romanos que estaban alineados en la playa, y no escapó nadie.
gl lago quedó rojo por la sangre, las playas llenas de pecios y de cadá­
veres hinchados, que en los días siguientes contaminaron todo el
distrito con un terrible hedor. Los muertos, incluyendo el número de
los que habían caído defendiendo la ciudad, sumaron 6.700.
Después de la batalla, Vespasiano constituyó un tribunal en G 3:532
III, XIX, 41
Tariquea. El se sentó para presidir en juicio sobre los rebeldes foras­
teros, a los que había separado de los habitantes naturales de la
ciudad, y consultó con sus generales acerca de si se les debía perdo­
nar también la vida. Los oficiales, sin embargo, estaban a favor de
darles muerte a todos como hombres desesperados que, si eran de­
jados en libertad, agitarían a la rebelión en todas partes donde fueran.
Pero si Vespasiano hacía una matanza en Tariquea, temía que ello in­
citaría a los habitantes a la rebelión. Por ello, les concedió amnistía,
pero les ordenó que se fueran de la ciudad sólo por el camino que lle­
vaba a Tiberias. Creyendo bien dispuestos lo que tanto esperaban, los
miserables se dirigieron confiados por la ruta permitida, mientras que
los romanos cubrían el camino para evitar que ninguno escapara, y
los encerraron en Tiberias.
Poco después, Vespasiano llegó a Tiberias e hizo que todos ellos S e p t.,
C.7 d.C.
fueran llevados al estadio, donde los viejos e inútiles, unos 1.200, III, X IX , 4 2

fueron muertos. De los jóvenes seleccionó a 6.000 de los más robus­


tos y los envió a Nerón al istm o,3 mientras que el resto, que eran
30.400, los vendió como esclavos, excepto por algunos que eran súb­
ditos de Agripa. A estos los vendió el mismo Agripa.

El asedio de Gamala
Después de la toma de Tariquea, casi todas las guarniciones de Galilea G 4:1
IV, 1, 43
se sometieron a los romanos, excepto por Gamala, Giscala y una fuerza
rebelde sobre el monte Tabor. Gamala pertenecía al reino de Agripa, y
estaba edificada sobre un agreste risco que desciende en pendiente en
cada extremo y se levanta en una loma central como la joroba de un ca­
mello, de donde toma su nombre. Sus laderas caen en barrancas
inaccesibles, y el único acceso es donde la “cola” se une al monte, pero
aquí se había excavado un profundo foso para impedir el acceso. Las
casas estaban edificadas una encima de la otra en las empinadas pen­
dientes, y toda la ciudad tenía la apariencia de que fuera a caer sobre sí
320

El espolón de Gamala en la actualidad mirando al oeste.

misma. Josefo la había hecho aún más inexpugnable con murallas, mi­
nas y trincheras, por lo que, aunque la guarnición no era tan grande como
la que había defendido a Jotapata, la gente se sentía segura y habían re­
sistido ya durante siete meses contra las tropas de Agripa.
IV, I, 44 Levantando el campamento, Vespasiano avanzó sobre Gamala, y
por cuanto no la podía rodear con sus tropas puso centinelas donde
le fue posible, y ocupó la montaña que se levantaba por encima de
ella. Luego comenzó a levantar terraplenes en la cola con dos legio­
nes, m ientras que la tercera se dedicaba a poner rellenos a las
trincheras y barrancos. Durante estas operaciones, el rey Agripa se
acercó a las murallas, tratando de persuadir a la población a que se
rindiera, pero un hondero le dio con una piedra en el codo derecho
y fue de imediato rodeado por sus tropas. Los romanos se encoleri­
zaron y apremiaron el asedio con renovado rigor.
G 4:17 Pronto quedaron los terraplenes terminados, y se pusieron en su
IV, 1, 45
sitio las máquinas de asedio. Chares y Josefo, los comandantes judíos
de Gamala, prepararon sus fuerzas, que guarnecían las fortificaciones,
y por un tiempo impidieron el avance de los que iban adelantando las
máquinas. Pero las catapultas y las lanzadoras de piedras los recha­
zaron hacia dentro de la ciudad. Los romanos aplicaron ahora los
arietes en tres puntos diferentes y desmoronaron la muralla. Lanzán-
Piratas, rebeldes, y víctimas 321

¿ose a través de la brecha con toques de trompeta y un grito de bata­


lla, los romanos se lanzaron al ataque contra los defensores. Durante
un tiempo los judíos rechazaron a los romanos, hasta que, abrumados
por su número, se retiraron ala ciudad alta. Aquí, volviéndose contra
los asaltantes, echaron a los romanos cuesta abajo y los mataron mien­
tras que ellos se esforzaban por los empinados pasajes.
Por cuanto los romanos no podían rechazar al enemigo por enci- ¡v. «
ma de ellos, ni retirarse contra camaradas que los empujaban desde
abajo, se refugiaron en los terrados de las casas, que se levantaban
una encima de la otra sobre las pendientes. Las casas no pudieron
soportar el peso de tantos soldados, y cedieron, derrumbando una
casa a varias de las de debajo al caer ella, lo que a su vez hacía que
otras debajo se derrumbaran también. Muchos romanos quedaron
sepultados en las ruinas o murieron en el ahogo del polvo. Los hom­
bres de Gamala aprovecharon la ventaja para atacar a sus asediadores,
dándoles los escombros gran cantidad de peñascos y supliéndose de
abundantes armas de los enemigos muertos. Los romanos que trata­
ban de huir dieron frecuentemente muerte a compañeros suyos en
la confusión, o fueron rematados por los judíos.
El mismo Vespasiano se había abierto paso luchando hasta el barrio más
alto de la ciudad, donde se encontró en el mayor peligro, con sólo irnos
pocos seguidores a su alrededor. Hasta Tito se había ausentado, habien­
do sido enviado a Muciano en Siria.4 Pero Vespasiano unió a sus
camaradas juntos rodeándose todos ellos con sus escudos, y se retiró paso
a paso, no dando la espalda hasta que estuvieron fuera de las murallas.
Los romanos quedaron deprimidos ante este desastre, y avergon- G4:39
zados por haber dejado a su general expuesto a tan gran peligro. Pero IV, I, 47
Vespasiano los alentó, diciendo que el revés se debía meramente a
haber luchado descuidadamente en un terreno difícil.
La población de Gamala ganó confianza momentáneamente con IV, I, 48
su impresionante éxito, pero cuando pensaron que ahora habían
perdido toda esperanza de lograr condiciones de rendición, y que sus
suministros se estaban agotando, comenzaron a desalentarse. Sin
embargo, los más valerosos siguieron guardando las brechas, y el
resto estaba vigilando en lo que quedaba de las murallas. Pero mien­
tras que los romanos estaban terminando su terraplén y preparándose
para otro asalto, la gente comenzó a huir de la ciudad por barrancas
sin caminos, donde no había centinelas, o por pasajes subterráneos.

La caída de Gamala
Como diversión del asedio, Vespasiano envió a Plácido con 600 G4:s4
caballos para que atacara a los rebeldes del monte Tabor. Encontrando ÍV 50
322 Las guerras de los judíos

que no era factible la subida al monte, Plácido hizo ofrecimientos fle


paz para atraérselos a la llanura, donde podría capturarlos. Los ju­
díos bajaron, pero con la intención de atacar a Plácido cuando se
confiara. Sin embargo, la estrategia de Plácido dio resultado, porque
cuando los judíos lanzaron el asalto, él fingió darse a la fuga. Cuan­
do hubo atraído a sus enemigos a la llanura, la caballería de Plácido
se dio la vuelta y dispersaron a sus perseguidores matándolos en
masa e interceptándoles la retirada al monte. Los que escaparon se
dirigieron a Jerusalén, mientras que los nativos rindieron el monte
a Plácido bajo promesa de protección.
IV. m . 50 Gamala seguía resistiendo, aunque lagente escapaba o moría de ham­
9 d e i i o v .,
87 d.C* bre. Temprano por la mañana, tres soldados romanos subieron sin ser
descubiertos y minaron una torre enemiga sin ser descubiertos por los
centinelas. Quitaron cinco de las piedras sustentadoras, y se echaron
atrás justo antes que la torre cayera con un enorme fragor, llevándose
consigo a los centinelas. Muchos fueron muertos por los romanos cuan­
do intentaban huir, entre ellos Josefo. Chares [el otro comandante] estaba
enfermo en su cama, pero murió de terror. Los romanos, prudentes a
causa de su anterior desastre, no atacaron en el acto.
G 4:70 Tito, que había vuelto ahora, se enfureció ante la pérdida que los
IV, III, 51
romanos habían padecido durante su ausencia, y entró en la ciudad
con 200 caballos y un cuerpo de infantes. Los pobladores tomaron a
sus familias y huyeron a la ciudadela, o fueron muertos sin miseri­
cordia, corriendo su sangre pendiente abajo por las laderas de
Gamala. Vespasiano entró ahora en la ciudad con toda su fuerza para
apoyar el ataque contra la ciudadela. La roca sobre la que se levan­
taba estaba rodeada por todas partes de precipicios, y desde su
cumbre los judíos lanzaban piedras y proyectiles a sus asaltantes.
IV, III, 52 Pero para sellar su destrucción surgió una tempestad que azotaba los
rostros de los judíos y que favorecía las flechas de los romanos, mien­
tras que hacía inofensivas las de ellos. Los romanos subieron a la peña,
y pronto los rodearon e hicieron una matanza. Desenfrenados debido a
su anterior derrota no perdonaron a nadie, ni siquiera a los niños de
pecho, a los que arrojaron desde la ciudadela. Multitudes se echaron de
cabeza por los precipicios, y su desesperación les fue más fatal aún que
la furia de los romanos, porque los romanos mataron a 4.000, mientras
que más de 5.000 se echaron por los despeñaderos. Nadie escapó, ex­
10 de no v.,
07 d .C . cepto dos mujeres que se habían escondido. Así cayó Gamala.

Giscala
G 4 :8 4 Sólo Giscala, una pequeña ciudad de Galilea, estaba ahora en re­
IV, IV, 53
belión. Los habitantes, gente dedicada a la agricultura, se sentían
Piratas, rebeldes, y víctimas 323

inclinados a la paz, pero el charlatán Juan estaba al frente de una


banda de descontentos en la ciudad que incitaron a la población a
tomar una actitud desafiante. Vespasiano envió a Tito con 1.000 ca­
ballos contra la ciudad, y mandó que la Décima Legión se dirigiera a
Escitópolis. El mismo Vespasiano, con las otras dos legiones, volvió
a Cesárea para dar descanso a sus hombres antes de atacar Jerusalén.
Cabalgando hasta Giscala, Tito vio que sería fácil tomarla. Pero por IV, IV. 54

cuanto quería derramar tan poca sangre como le fuera posible, y sa­
biendo que muchos de la población querían someterse, les prometió
perdón si se rendían. Debido a que los bandidos habían tomado por
completo las murallas no se les permitió a los ciudadanos que subie­
ran a ellas mientras se ofrecían estas condiciones. Juan replicó que
se sentía satisfecho con estas propuestas, pero debido a que era sá­
bado, cuando los judíos no podían ni luchar ni hacer un tratado de
paz, le pidió a Tito que esperara hasta el siguiente día. Tito accedió.
Aquella noche, juan, al ver que no había guardia romana alrededor IV. IV. 55

de la ciudad, escapó con su banda en dirección a Jerusalén seguido por


muchos no combatientes con sus familias. Pero después de haber cu­
bierto un cierto trecho abandonó a las mujeres y niños en su huida.
Estos cayeron fatigados, y fueron atropellados, o chillaban a sus ma­
ridos y parientes que les esperaran. Pero Juan gritó: “¡Salvaos vosotros
mismos, y vengaos de los romanos si toman a algunos de los que deja­
mos atrás!” Así, los hombres se apresuraron hacia adelante, dejando
a las mujeres y a los niños a solas en la oscuridad.
Cuando amaneció, Tito apareció delante de las murallas [de Giscala] IV. IV 56

para concertar el tratado. La gente le abrió las puertas de par en par y le


vitoreó como libertador, pero le informaron de la huida de Juan. Tito
envió de inmediato un escuadrón de caballería para que persiguiera a
Juan, pero él escapó poniéndose a salvo en Jerusalén. Pero de los que
habían huido con él, 6.000 fueron muertos, y los romanos trajeron de
vuelta a casi 3.000 mujeres y niños. Aunque se sintió mortificado por
no haber podido castigar a Juan, Tito entró en la ciudad entre aclama­
ciones generales. Se limitó a amenazar a los culpables con castigos
futuros si perturbaban la paz, y dejó una guarnición que guardara la ciu­
dad. Galilea estaba ahora totalmente sometida, habiendo servido a los
romanos de buen entrenamiento para la futura campaña de Jerusalén.

1. El m ar de Galilea.
2. Tomando una ruta acuática, por cuanto la ciudad no tenía m urallas frente al lago.
3. El istmo de Corinto, donde el m ism o Nerón abrió zanjas para un canal planeado;
véase Suetonio, N erón, 10.
4. M u cian o, el legado de S iria, que se ría uno de los m ás fuertes p artid ario s de
Vespasiano cuando éste buscó hacerse con el im perio.
324

23
LOS ZELOTES EN JERUSALÉN
uando Juan ontró en Jerusalén, él y los fugitivos se vieron

C
G 4:121
IV, V, 57
rodeados de vastas multitudes preguntándoles ansiosos por
noticias del exterior. Los recién llegados, aún acalorados y ja­
deantes, se dieron aires jactanciosos, y dijeron que no habían h
de los romanos sino que habían venido para defender la capital, pen­
sando que era insensato arriesgar la vida por pequeñas ciudades
indefendibles como Giscala. Pero cuando mencionaron la caída de
Giscala, sus oyentes comprendieron que su “retirada” significaba una
“huida”, y esto les fue una premonición de su propia inminente con­
quista.
IV, V, 58 Sin embargo Ju an fue por los alrededores incitando a muchos a la gue­
rra y describiendo a los romanos como gentes débiles que, aun si tuvieran
alas, nunca podrían salvar las murallas de Jerusalén. Ya habían experi­
mentado dificultades para someter las aldeas de Galilea, dijo él, y habían
desgastado sus máquinas contra sus murallas. Los jóvenes les creyeron
y se sintieron incitados a tomar las armas, pero los viejos y prudentes se
lamentaron por el futuro. Jerusalén quedó dividida ahora entre dos fac­
ciones hostiles: los entusiastas de la guerra y los amigos de la paz. En
realidad, toda la provincia [de Judea] quedó desgarrada por la disensión
civil, luchando los partidarios de la paz y de la guerra por la supremacía
en cada ciudad. Siempre que la gente tenía descanso de los romanos se
atacaban entre sí, con lo que se quedaron las familias y los amigos divi­
didos.
IV, V, 59 En el campo se formaron bandas de proscritos para asolar el distrito,
por cuanto las guarniciones [romanas] en las ciudades pequeñas daban
poca o ninguna protección a los angustiados campesinos. Finalmente
saciados de botín, los bandidos se reunieron en un solo grupo y entraron
en Jerusalén, porque esta ciudad, según una antigua costumbre, recibía
a todo el que tuviera sangre judía. Eventualmente arruinaron la ciudad,
consumiendo los suministros que hubieran podido bastar a los comba­
tientes, y atrayendo sobre la población las miserias de la sedición y del
hambre.
IV, V, 00 Los bandidos se volvieron tan insolentes que cometían robos y asesi­
natos a plena luz del día, siendo sus víctimas distinguidos ciudadanos.
La primera víctima fue Antipas, un hombre de sangre real y tesorero de
Los zelotes en Jerusalén 325

¡a ciudad. Lo arrestaron y encarcelaron a él, así como a otros principa­


les, y el pánico hizo presa del pueblo, todos temiendo por su propia
geguridad personal. Por cuanto los proscritos temían que se pudiera ha­
cer una asonada para liberar a los presos enviaron a uno de sus asesinos,
llamado Juan, con diez hombres, para ejecutarlos. Habiéndolos degolla-
¿o, los bandidos pretendieron que los presos habían estado hablando de
rendirse a los romanos, y que ellos habían por tanto dado muerte a aque­
llos que querrían traicionar su libertad.
Luego, los bandidos llegaron a tal grado de locura que usurparon la c*™?
autoridad de designar al sumo sacerdote, seleccionando a individuos in­
nobles y de baja cuna para aquel cargo para lograr cómplices para sus
impíos crímenes. Además, mediante historias calumniosas, enfrentaban
a los funcionarios en autoridad, y así aumentaron su propio poder crean­
do divisiones.
Al final la gente, hastiada, se dispuso a la rebelión contra los zelotes, iv.v.ei
instigada por Anano, el más anciano de los principales sacerdotes. Los
zelotes se habían refugiado en el templo de Dios y lo transformaron en
una fortaleza, haciendo del santuario su cuartel general. Pretendían que,
según la antigua ley, el sumo sacerdocio debía ser escogido por suertes,
aunque la sucesión era hereditaria. Echando suertes, el cargo recayó en
un vulgar payaso llamado Fanni, que apenas si sabía qué significaba el
sumo sacerdocio, pero le vistieron con los ropajes sagrados y le ensena­
ron lo que debía hacer. Esta asombrosa impiedad, que para ellos era
cuestión de diversión, hizo derramar lágrimas a los otros sacerdotes, que
se dolieron de esta burla de su ley.
Este ultraje era más de lo que la gente podía soportar. Algunos de sus iv. iv, m
principales hombres convocaron una asamblea general contra los zelotes,
porque era con este nombre que se designaban estos herejes, como si fue­
ran celosos por la causa de la virtud en lugar del vicio en sus formas más
extravagantes. Anano se dirigió a la multitud, con sus ojos bañados en
lágrimas al contemplar el templo, y Ies reprochó que soportaran una ti­
ranía peor que la de los romanos. Les era causa de amargas lágrimas ver
por una parte las ofrendas votivas de los romanos en el templo, y los des­
pojos tomados por sus propios compatriotas por la otra, ¡que habían dado
muerte a algunos de su propia gente a los que los mismos romanos ha­
brían perdonado! Los romanos jamás habían violado los límites del
templo, pero los que se llamaban a sí mismos judíos se paseaban libre­
mente por el interior del santuario, con las manos aún manchadas con
la sangre de sus compatriotas.
La gente le pidió que los acaudillara contra los zelotes, pero mien- 0*193
tras Anano estaba movilizando sus fuerzas, los zelotes se precipitaron lv‘ ,v’ 62
fuera del templo, no perdonando a nadie que les viniera al encuen­
326 Las guerras de los judíos

tro. Anano reunió rápidamente a la ciudadanía, los cuales, aunque


superiores en número, eran inferiores a los zelotes en instrucción'
Ambos lados lucharon con la mayor furia, y la degollina fue pavo­
rosa. Los zelotes tuvieron finalm ente que retirarse al templo
mientras Anano y su grupo les pisaban los talones. Perdiendo el atrio
exterior, los zelotes huyeron al interior cerrando las puertas. Anano
decidió que no estaría bien atacar las puertas sagradas e introducir
multitudes impuras, y en lugar de ello estacionó a 6.000 hombres
armados para que guardaran los pórticos.
IV, IV. 67 La ruina de Anano y de todo su partido se debió a Juan, cuya huida de
Giscala ha sido narrada. Este hombre astuto, siempre maquinando en pos
de un poder despótico, fingió estar del lado de la plebe. Asistió a diario
a las deliberaciones de Anano y de los principales, sólo para traicionar
sus secretos a los zelotes. Para acallar toda sospecha, actuó de manera ob­
sequiosa con Anano y los principales, pero exageró tanto en ello que
quedó bajo sospechas cuando la gente descubrió que los zelotes conocían
sus planes. Pero no era fácil castigar a Juan porque tenía muchos segui­
dores, con oficiales entre ellos. Por ello, decidieron vincularlo con un
juramento a que guardara fidelidad. Sin vacilar, Juan juró que sería fiel a
la población. Fiados en su juramento, Anano y su partido lo admitieron
ahora sin temores a sus deliberaciones, e incluso lo enviaron a negociar
con los zelotes.
IV, IV, 60 Sin embargo, Juan, como si hubiera jurado lealtad a los zelotes en lu­
gar de contra ellos, les contó de los peligros que había corrido al hacerles
aquel servicio secreto. Les informó de que Anano había enviado una
embajada para rendir la ciudad a Vespasiano y que había dispuesto un
servicio de purificación para el día siguiente, para que sus seguidores
pudieran entrar en el templo y atacar a los zelotes. Contra tantos enemi­
gos, les dijo Juan, los zelotes tendrían que solicitar el perdón, o bien
obtener una ayuda exterior, e insinuó la ayuda de los idumeos. Los jefes
de los zelotes, creyendo que Anano había invitado a los romanos a que
le ayudaran —lo que era otra de las calumnias de Juan— resolvieron por
fin pedir a los idumeos que les ayudaran. Enviaron algunos mensajeros
rápidos para decirles que Anano estaba a punto de entregar la ciudad a
los romanos, y que los zelotes se habían rebelado por la causa de la liber­
tad, pero que estaban ahora encarcelados en el templo. A no ser que
recibieran una ayuda inmediata, proseguían, pronto se verían abruma­
dos, y la ciudad sería entregada a los romanos.

La invasión idumea
(i 4:231 Gente turbulenta y caótica, los idumeos se movilizaron y marcharon
!v. iv. yo pacj a jerusalén con un ejército de 20.000 hombres. Anano, que supo de
Los zelotes en Jerusalén 327

sli venida, cerró las puertas, pero prefería la persuasión antes que las
hostilidades. Así que Jesús, el principal sacerdote que era inmediatamen­
te más joven que Anano, se dirigió a los idumeos desde una torre
adyacente. Negó que hubieran hecho negociaciones algunas con los ro­
manos, y les pidió a los idumeos que hicieran una de tres cosas: que se
unieran a ellos para castigar a los miserables delincuentes, o que entra­
ran desarmados en la ciudad para actuar como jueces entre los dos
bandos, o que se fueran y dejaran que la ciudad solucionara sus propias
cuestiones.
Pero los idumeos no quisieron oír las propuestas de Jesús, y Simón, uno
de sus líderes, contestó que habían venido como verdaderos patriotas
contra hombres que conspiraban para entregar la tierra a los romanos.
“¡Aquí nos quedaremos con nuestras armas, delante de estas murallas —
les dijo— , hasta que los romanos se cansen de escucharos, o que os
convirtáis a la causa de la libertad!”
Los idumeos aplaudieron estruendosamente estas palabras, y Jesús se 4:283

retiró desalentado. Los idumeos se sentían encolerizados por quedar ex­


cluidos de la ciudad, y al no recibir ayuda de parte de los zelotes, a los
que habían supuesto más fuertes, muchos de ellos sintieron haber veni­
do. Pero sentían vergüenza de volver sin hacer nada, por lo que
acamparon delante de las murallas. Aquella noche hubo una terrible tem­
pestad de lluvia y viento, rayos y extraordinarios truenos. Los idumeos VI, 77

se arrebujaron juntos para mantenerse en calor y solaparon sus escudos


para protegerse de la lluvia. Preocupados por sus aliados, expuestos a
aquella terrible tormenta, los zelotes discutieron qué podían hacer para
aliviarlos. Los impetuosos entre ellos querían abrirse paso entre los cen­
tinelas y abrir las puertas a los idumeos. Pero los más prudentes objetaron,
por cuanto los centinelas iban armados hasta los dientes y estaban enco­
lerizados contra los idumeos, y Anano los estaría inspeccionando a cada
hora. Esta había sido su costumbre las otras noches, pero no ésta. Al ir
avanzando la noche, los centinelas en la columnata cayeron dormidos.
Mientras tanto, los zelotes tomaron algunas de las sierras del templo y
cortaron las barras de las puertas, primero en el templo y luego de la ciu­
dad, mientras el viento y los truenos impedían que fueran oídos.
Los idumeos, suponiendo que Anano y su grupo se lanzaban al ataque r, vi, 70
contra ellos, asieron sus espadas, hasta que reconocieron quiénes eran
sus visitantes, y luego entraron en la ciudad. Por petición de los que les
habían dejado entrar, los idumeos marcharon primero al templo para li­
berar a los zelotes. Algunos de los centinelas fueron muertos durante su
sueño, y luego toda la fuerza despertó y tomaron sus armas para defen­
derse. Mientras pensaron que sólo eran los zelotes los que atacaban, los
guardias lucharon con ánimo, pero cuando descubrieron que los idumeos
328 Las guerras de los judíos

habían entrado, la mayor parte de ellos echaron sus armas al suelo y Se


dieron a la lamentación. Pero unos pocos de los más jóvenes, plantándose
a pie firme, lucharon valientemente contra los idumeos, y, durante un
tiempo, protegieron a la multitud más débil, cuyos clamores alertaron al
resto de la ciudad. Pero la gente se sentía demasiado atemorizada para
ayudarlos, por cuanto los zelotes se unieron al grito de guerra de los
idumeos, un fragor que se sumó al rugir de la tormenta.

Atrocidades en la ciudad
G 4 :3 1 0 Los idumeos no perdonaron a nadie, dando muerte a todos los guar­
IV, VI, 70
dias, y el día amaneció con 8.500 cadáveres. Los invasores se lanzaron
entonces al interior de la ciudad, saqueando las casas y dando muerte a
todos los que se les interponían. Los principales sacerdotes Anano y Je­
sús fueron muertos, y sus cuerpos echados fuera sin sepultura, aunque
los judíos son generalmente tan cuidadosos acerca de los ritos funerarios
que incluso los delincuentes que han sido crucificados son bajados y se­
pultados antes de la puesta del sol.1 La conquista de la ciudad comenzó
virtualmente con la muerte de Anano.
IV, VI, 01 Los zelotes y las hordas de idumeos se lanzaron ahora a la matanza de
la población como si se tratara de una manada de animales inmundos,
mientras que los jóvenes de noble cuna eran echados en la cárcel, espe­
rando que algunos de ellos se unieran a su partido. Ninguno de ellos, sin
embargo, quiso escuchar sus propuestas, prefiriendo morir antes que
unirse a estos bandidos contra su país. Fueron azotados, atormentados,
y finalmente muertos —12.000 miembros jóvenes de la nobleza— y sus
parientes no osaron llorar abiertamente por ellos sino sólo tras puertas
cerradas.
V,l, 03 Cansados de la degollina, los zelotes establecieron ahora simulacros
de juicio y tribunales. Querían librarse de Zacarías, hijo de Baris, uno de
los más distinguidos ciudadanos, porque amaba la libertad y además era
rico, y querían apoderarse de sus riquezas. Por ello, convocaron a seten­
ta de los líderes no zelotes al templo para que actuaran como jueces
V, I, 84 (aunque sin autoridad) y acusaron a Zacarías de correspondencia traicio­
nera con Vespasiano. No dieron pruebas ni evidencias, pero insistieron
en que quedara convicto sólo en base de sus acusaciones.
G 4:338 Zacarías ridiculizó firmemente sus acusaciones, y con pocas palabras
refutó las acusaciones que se le hacían. Luego recitó todas las atrocida­
des de sus acusadores. Heridos por sus escarnios, los zelotes apenas si
podían resistir sacar las espadas, pero dejaron que siguiera la farsa para
poner a prueba a los jueces. Sin embargo, los setenta prefirieron morir con
el acusado antes que ser responsables de su muerte, y por ello pronun­
ciaron unánimemente un veredicto absolutorio.
I -------------------------------------------------------------------------------------------------
Los ze lo tes en Je ru salé n 329

Los zelotes rugieron de rabia, y dos de ellos se precipitaron y dieron V,I, 85

muerte a Zacarías en medio del templo, burlándose sobre su cuerpo pos­


trado: “¡Ahora tienes nuestro veredicto y una liberación más efectiva!”
Luego lo echaron del templo a un barranco abajo. Los zelotes golpearon
luego a los jueces con el plano de sus espadas y los echaron
oprobiosamente hacia la ciudad.
Los idumeos, ofendidos ante tal barbarie, comenzaron a lamentar ha­ G 4:345
V,I, 05
ber venido. Uno de los zelotes fue a ellos en privado y les denunció los
crímenes de los que les habían invitado. Apremió a los idumeos a que
regresaran y que dejaran de apoyar, por medio de su presencia, los asesi­
natos y atrocidades de los zelotes, que los habían engañado a ser sus
cómplices mintiendo acerca de Anano y de su partido como si fueran
culpables de traición. Actuando según este consejo, los idumeos libera­ V, I, 86

ron primero a 2.000 prisioneros, que huyeron de la ciudad hacia Simón


[el hijo de Giora], de quien pronto hablaremos, y luego se volvieron a su
país.
La población pensó que se habían librado de sus enemigos, pero los
zelotes actuaron como si se hubieran librado de sus críticos en lugar de
haberse quedado privados de aliados. Se volvieron tanto más audaces,
haciendo matanza de los valientes y de la nobleza por temor y envidia,
respectivamente. Pensaban que su propia seguridad dependía de no de­
jar a nadie vivo que tuviera autoridad. Por ejemplo, asesinaron a Gorión, V, ¡, 87

un demócrata liberal, e incluso a Níger, el valiente veterano, que señala­


ba sus cicatrices mientras le arrastraban por la ciudad, pero que
finalmente se limitó a pedir que lo sepultaran. Habiéndose ellos negado
a esto, Níger invocó sobre los zelotes la venganza de los romanos —el
hambre, la pestilencia y las luchas civiles— todo lo cual fue ratificado
por Dios. La única pena por la acusación que fuera, desde la más seria a
la más trivial, era la muerte. Sólo escaparon aquellos cuya humilde cuna
los hacía pasar desapercibidos.
Oyendo de las disensiones en Jerusalén, muchos de los oficiales roma­ G 4:366
V, If. 88
nos apremiaron a Vespasiano para que atacara la ciudad. El contestó que
con esto lo que se lograría sería que los judíos se unieran de inmediato
contra el enemigo común. Pero si se les dejaba solos seguirían destruyén­
dose unos a otros y darían a los romanos una victoria fácil. Dios era mejor
general que él, prosiguió Vespasiano, y estaba dándole a los romanos una
victoria sin riesgo.
Cada día huía gente de Jerusalén, aunque todas las salidas estaban guar­ V, ¡I, 89

dadas, y todo el que era atrapado era muerto a no ser que pagara un
soborno, en cuyo caso quedaba libre. Así, los ricos compraban su fuga, y
sólo los pobres eran muertos. Los cadáveres yacían a montones junto a
los caminos, por cuanto los zelotes rehusaron impíamente los ritos de
330 Las guerras de los judíos

sepultura, ofendiendo a la Deidad al permitir que los muertos se pudrie­


ran bajo el sol. Todo el que sepultaba a un pariente era muerto a su ve?.
Los zelotes pisoteaban toda ley humana y se burlaban de los oráculos de
los profetas como fábulas de impostores. Pero atrajeron sobre su país el
cumplimiento de una antigua profecía: decía que cuando estallara la se­
dición en la ciudad y que el santuario de Dios fuera contaminado por
manos comunes, el templo sería quemado hasta los cimientos y la ciu­
dad tomada.

División entre los zelotes


G 4:389
V, III, 90
Aspirando a un régimen despótico, Juan [de Giscala] reunió un grupo
V, III, 91 de los más depravados y se separó de la coalición. Los que desdeñaban
someterse a un anterior igual a ellos, o que temían un régimen monárquico
constituyeron un partido de oposición. Los dos grupos no se enfrentaban
mucho entre sí, por cuanto se dedicaban a rivalizar en su saqueo del pue­
blo. La capital se vio así afligida por los tres peores males —la guerra, la
tiranía y el faccionalismo— pero la gente vio que la guerra era el peor de
los males, y muchos huyeron a los romanos buscando su seguridad.
Pero se avecinaba una cuarta tragedia para completar la ruina de la
nación. No lejos de Jerusalén había una fortaleza de gran importancia, lla­
mada Masada, levantada por los reyes antiguos como tesorería de sus
riquezas y como refugio durante la guerra. Los sicarios se habían apode­
rado de ella, pero hasta entonces se habían limitado a hacer incursiones
por los distritos circundantes. Cuando se enteraron de que el ejército ro­
mano estaba inactivo y que Jerusalén estaba distraída con sus sediciones
y tiranía, intentaron empresas más osadas. Y así, en la fiesta de los Pa­
V, III, 92 nes sin Levadura, estos asesinos penetraron de noche en una ciudad
pequeña llamada En-gadi, dispersando a los hombres antes que pudie­
ran tomar las armas, y dieron muerte a 700 mujeres y niños. Luego
saquearon las casas, se apoderaron de sus cosechas, y se llevaron el bo­
tín a Masada. Muchos renegados se pasaban a ellos a diario desde todas
partes, mientras que otras partidas de bandidos revivían por otras partes,
hasta que toda Judea se convirtió en una escena de rapiña y ruina.
G 4 :4 1 0 Los refugiados judíos que habían huido a Vespasiano le rogaron que
V, III, 93
se dirigiera a la capital y que rescatara a sus habitantes, que, dijeron ellos,
estaban en gran peligro por su lealtad a los romanos. Vespasiano pensó
que lo mejor sería reducir primero el resto del país, y por ello levantó el
campamento para dirigirse a Gadara, la capital de Perea. Los hombres
principales de Gadara, que querían salvar sus posesiones, habían envia­
do una delegación para ofrecer su rendición. Los rebeldes de Gadara,
primero desconocedores de esto, dieron muerte a los principales de la ciu­
dad que habían mandado la embajada, y luego huyeron cuando
iscltópolív 331
AMARIA Y
UDEA SA M A R IA
I EL PRIMER
Sam arla
3L0D.C.

lAnlfpntri»

\fí MEDI TÍRRÁHEO

•Mod(n Jv
\ flll '

I m A -T
/ JU D E A
/ : ■/
Aacolóifc

Alnrlosti
Bot-aui
Antodórv

30 kilómetro»
¡3KS2 _

aparecieron los romanos. Los gadarenos abrieron de par en par las puer­
tas a Vespasiano y le dieron la bienvenida con aclamaciones. Les dejó una
guarnición como protección contra los fugitivos, porque los gadarenos
habían demolido sus murallas para demostrar su amor por la paz.

El avance de los romanos


Vespasiano envió a 500 soldados de caballería y a I3.000 soldados de , a m.™,
(J Q
pie bajo Plácido para perseguir a los que habían huido de Gadara, mien- v, u¡. w
tras que él mismo volvió con el resto de su ejército a Cesárea. Los fugitivos
irrumpieron en un pueblo llamado Bet-enabro, donde armaron a los jó­
venes y se lanzaron contra las tropas de Plácido. Los romanos fingieron
una retirada a fin de atraerlos más lejos de las murallas, pero luego los
rodearon y dieron muerte a muchos de ellos con jabalinas. El resto de los
fugitivos se dio a la fuga de vuelta al pueblo, pero perseguidos tan de cerca
por la caballería romana que los romanos casi entraron en la ciudad con
ellos. Plácido encabezó el asalto, y al anochecer salvaron la muralla y pe­
netraron en el pueblo. Hicieron una matanza con los habitantes, y
Bet-enabro quedó reducida a cenizas. Pero algunos fugitivos escaparon,
suscitando el pánico por el campo, anunciando que todo el ejército ro­
mano estaba avanzando.
Toda la población huyó ahora a Jericó donde esperaban hallar refugio, v, m, 95
Plácido los persiguió hasta el Jordán, dando muerte a todos los que al-
332 Las guerras de los judíos

canzaba, pero el río bajaba lleno y era imposible de vadear, por lo que [los
pereanos] se vieron forzados a volverse y luchar. Plácido cargó contra
ellos con su caballería y echó a multitudes al río, donde se ahogaron, dan­
do muerte a 15.000 en batalla y tomando a unos 2.200 prisioneros. Los
romanos tomaron un inmenso botín de asnos, ovejas, camellos y bueyes:
el más grande golpe que habían infligido a los judíos. Sin cejar en su buena
V. III, 96 fortuna, Plácido tomó rápidamente ciudad tras ciudad, reduciendo la

totalidad de Perea hasta Maqueronte y el lago Asfaltitis. Aquí embarcó


tropas para apresar a los que se habían refugiado en el lago.
G 4:440 Mientras tanto, Vespasiano recibió nuevas de la rebelión en las Galias,
V. III, 96
y que Vindex se había rebelado contra Nerón. Previo las disensiones ci­
viles que amenazaban al imperio, y decidió que sería mejor acabar pronto
con la guerra judía para calmar a los ansiosos italianos. Por ello, durante
el invierno puso guarniciones en las aldeas y ciudades que había conquis­
tado, pero cuando llegó la primavera se dirigió a Antípatris. Pasando dos
V, IV, 97 días allí para restaurar el orden, avanzó a Lida, Jamnia y Emaús, donde

20de dejó la Quinta Legión. Luego pasó a Idumea, donde hizo una matanza de
junio,
l>H d.C. más de 10.000 hombres, y finalmente llegó a Jericó. Allí se le unió Trajano.
V, IV, 90 Jericó se encuentra en la Gran Llanura [el valle del Jordán] entre dos
cordilleras yermas, y en verano es tórrido y seco. Pero cerca de Jericó hay
un hermoso manantial, que al principio dañaba los frutos y hacía que las
mujeres abortaran. Pero el profeta Elíseo, tratado muy hospitalariamente

Las m ujeres árabes siguen


sacando agua del Manantial
de E líse o en J e ric ó , que
c o n tin ú a s irv ie n d o a la
ciudad moderna. La mayoría
de ellas ya no carga el agua
de esta manera.
333

Busto de Galba, succesor


de Nerón (Louvre, París).

Galba (68-69 d.C.) era goberna­


dor de España cuando se unió a
la revuelta que derribó a Nerón.
Pero él mismo fue asesinado
meses más tarde cuando rehusó
pagarle a la guardia pretoriana.

por las gentes de Jericó, echó un recipiente de barro lleno de sal en el


manantial. Levantando su mano derecha al cielo imploró luego que sus
aguas se volvieran dulces, y ahora riegan una gran variedad de cosechas,
palmeras datileras, bálsamo y cipreses. Además, el clima es tan suave que
sus pobladores llevan lino cuando cae nieve en el resto de Judea.
Las aguas del lago Asfaltitis [mar Muerto] son amargas e improducti­ V, V. 100

vas, pero dan mucha flotabilidad. Cuando Vespasiano lo visitó, ordenó V. V, 101

que algunos que no podían nadar fueran echados en aguas profundas con
las manos atadas a las espaldas. Todos ellos salieron a la superficie y flo­
taron. Las aguas producen masas negras bituminosas que flotan en la
superficie y que se emplean para calafatear naves y como ingredientes
en medicinas. Junto al lago se encuentra la tierra de Sodoma, que fue con­
sumida por exhalaciones, y todavía son visibles señales del fuego divino
y señales desdibujadas de cinco ciudades.
Antes que los romanos llegaran a Jericó, los habitantes habían huido G 4 :4 8 6
V, VI, 101
al país montañoso cerca de Jerusalén, por lo que la ciudad había queda­
do desierta. Vespasiano puso allí una guarnición, y otra en Adida, a fin
de rodear a Jerusalén por todos lados. También envió a Lucio Annio contra
Gerasa. Annio asaltó y conquistó la ciudad, matando a 1.000 de sus jó­
venes, saqueando sus bienes y quemándola antes de avanzar contra aldeas
alrededor.
Todo el país estaba ahora invadido e impedida toda salida de Jerusa-
334 Las guerras de los judíos

lén. Los que querían desertar estaban estrechamente vigilados por los
zelotes, mientras que los que no favorecían aún a los romanos se veían
encerrados por el ejército, que rodeaba a la ciudad por todos lados.
V. VI, 102 Mientras Vespasiano estaba preparándose para marchar contra Jerusa­
lén, le llegaron las noticias de la muerte violenta de Nerón, por lo que
pospuso su expedición y esperó ansiosamente para saber quién iba a ser
el nuevo emperador. Cuando oyó que Galba había asumido el puesto de
emperador, le envió a su hijo Tito para recibir sus órdenes acerca de los
judíos, y Agripa embarcó con él. Pero mientras estaban de viaje Galba fue
asesinado, y Otón le sucedió como emperador. Entonces Tito regresó a
su padre en Cesárea sin ir a Roma. Mientras el imperio estaba en esta si­
tuación cambiante detuvieron la guerra, pensando que sería imprudente
atacar un país extranjero mientras estaban en ansia acerca del suyo pro­
pio.

Simón, hijo de Giora


G 4:503 Pero otra guerra amenazaba ahora a Jerusalén. Simón, hijo de Giora, y
V, VII, 1 0 3
natural de Gerasa, no era tan astuto como Juan, que era ahora el dueño
de Jerusalén, pero Simón era superior a él en fuerza física y osadía. Estas
cualidades habían llevado al sumo sacerdote Anano a expulsar a Simón
de Acrabetena, después de lo cual él se unió a los proscritos que se ha­
bían apoderado de Masada. Al principio desconfiaban de él, pero después
se ganó su confianza y se unió a ellos en sus incursiones sobre la región
circundante. Pero no podía inducirlos a mayores hazañas, por lo que
Simón se retiró al monte, donde, proclamando libertad a los esclavos y
recompensas para otros se atrajo a villanos de todo tipo. Pronto se sintió
espoleado a descender a las tierras bajas, y se le unieron también hom­
bres influyentes en números crecientes. Simón fortificó una aldea
llamada Naín2para hacer de ella su cuartel general, y depositó botines y
provisiones en cuevas cercanas haciendo patente que pronto iba a ata­
car Jerusalén.
v; vu, 104 Alarmados ante sus intenciones, los zelotes salieron de Jerusalén para
atacar a Simón, pero fueron dispersados y puestos en fuga hacia la ciu­
V, VII, 105 dad. Sin embargo, no intentó tomar la ciudad todavía sino que se dirigió

a Idumea con 20.000 hombres. Los idumeos movilizaron a 25.000 y se


encontraron con Simón en la frontera, donde se luchó una batalla durante
todo el día, pero sin que ningún bando lograra la victoria. Más adelante,
Simón volvió con una fuerza mayor, y los idumeos, alarmados ante la
fuerza de Simón, decidieron espiar sus fuerzas antes de arriesgarse a la
batalla. Jacobo, un oficial idumeo, se presentó voluntario y se fue a Simón,
prometiéndole traicionar a los idumeos a cambio de un cargo honroso
bajo él. Simón accedió y Jacobo volvió a los suyos, atemorizándolos con
Los zelotes en Jerusalén 335

historias acerca de la gran cantidad de tropas del enemigo y aconseján­


doles que se rindieran. Luego envió un mensaje a Simón invitándole a
que avanzara. Cuando se acercó el ejército de Simón, Jacobo saltó sobre v, vn, 106
su caballo y huyó de los idumeos, seguido por los cómplices que había
corrompido. Preso del pánico, el ejército idumeo se dispersó sin entrar
en contacto con el enemigo.
Simón capturó Hebrón, donde logró mucho botín, y avanzó por Idumea G 4:529
asolando todo el país. Además de sus fuerzas regulares tenía 40.000 se­
guidores, pero sus suministros no eran suficientes para tanta multitud.
Por ello, robaban todo lo que podían encontrar, y pasaron por esta región
como un enjambre de langostas, sin dejar nada detrás de ellos más que
la desolación.
Los zelotes, temiendo enfrentarse con Simón en batalla abierta, pusie­ V, VII, 107
ron emboscadas en los pasos y apresaron a su mujer con sus doncellas.
Simón avanzó hacia las murallas de Jerusalén, descargando su ira sobre
todos los que pudo capturar fuera de la ciudad. Hombres viejos y desar­
mados que se aventuraban a salir a recoger hierbas o madera eran
apresados, torturados y muertos. A otros los envió Simón de vuelta a la
ciudad con las manos cortadas y con el mensaje de que, a no ser que su
mujer le fuera devuelta en el acto, derribaría las murallas y castigaría de
esta misma manera a cada habitante. Estas amenazas aterrorizaron tanto
incluso a los zelotes que le devolvieron su mujer.
Mientras tanto, Vespasiano había salido de Cesárea avanzando sobre G 4 :5 5 0
aquellos lugares de Judea que aún no se habían sometido, y luego fue con v, vm, loe
su caballería hasta las murallas de Jerusalén. También su oficial Cércalo
invadió la alta Idumea y tomó sus ciudades, incluyendo Hebrón. Todas V, VIII, 109
las fortalezas habían sido conquistadas ya, excepto Herodión, Masada y
Maqueronte, que eran guardadas por bandidos, y la misma Jerusalén.
Simón [hijo de Giora] se dirigió ahora a Jerusalén y de nuevo acampó V, IX, 109
fuera de sus murallas matando a todo el que atrapaba dirigiéndose al cam­
po. Los ciudadanos así encontraron a Simón, fuera, más fuerte que los
romanos y a los zelitas, dentro, más opresores que ambos. El contingen­
te galileo entre los zelotes, que habían elevado a Juan [de Giscala] al poder,
tenían permitido cometer toda suerte de excesos. Saqueaban las casas de
los ricos, asesinaban a los hombres, violaban a las mujeres, y se vestían
como mujeres y actuaban con las pasiones de ellas, inventando placeres
ilegítimos y contaminando toda la ciudad. Los que huían de la tiranía de
Juan eran muertos por Simón, y por ello no había huida posible.
Pero el segmento idumeo del ejército de Juan, envidiando su poder y V, IX, 110
odiando su crueldad, se amotinó y atacó al tirano matando a muchos de
los zelotes. El resto se vieron empujados al templo, desde el que Juan se
preparó para acaudillarlos contra el pueblo y contra los idumeos. Temían V.IX, 111
336

Estatua del glotón


emperador Vitelio, el
inmediato predecesor de
Vespasiano (Uffízi,
Florencia).
Vitelio fue aclamado
emperador por las legio­
nes del Rin en enero del
69 d.C. Pero fue asesinado
en Roma el diciembre
siguiente, después de
gastar fortunas en banque­
tes.

estos que los zelotes pudieran salir del templo de noche, asesinarlos e
incendiar la ciudad. Por ello se celebró un consejo con los sumos sacer­
dotes, y decidieron un remedio peor que la enfermedad. Para vencer a
Juan ¡decidieron admitir a Simón, poniendo por ello a un segundo tira­
no sobre sus cabezas!
A b ril- Aclamado por el pueblo como su salvador y guardián, Simón fue ad­
mayo,
Gil d.C. mitido, y, después de haber recogido botín dejado en la ciudad por Juan,
atacó el templo. Los zelotes se pusieron en las columnatas y en las alme­
nas y rechazaron a los asaltantes, causando muchas bajas en las filas de
Simón desde sus posiciones más altas. Para aumentar sus ventajas levan­
taron cuatro torres altas para poder lanzar sus proyectiles desde una altura
aún mayor. Sobre estas pusieron sus catapultas y lanzadoras de piedra,
así como a sus arqueros y honderos. Estos provocaron la confusión en­
tre las tropas de Simón, reduciendo sus ataques, aunque seguían
manteniendo su terreno.

Vespasiano es proclamado emperador


G 4:5115 En Roma, mientras tanto, el emperador Galba había sido asesinado y
V, X, 112
sucedido por Otón, pero Vitelio fue escogido emperador por las legiones
alemanas. Vencido por las tropas de Vitelio, Otón cometió suicidio, y
Vitelio entró triunfante en Roma. Pero convirtió a Roma en un campamen­
í Los zelotes en Jerusalén

to de su ejército, y sus tropas saquearon a la ciudadanía. Vespasiano, que 0 9 d .C .


337

había vuelto a Cesárea, se encolerizó con estas noticias, y su ejército to­ v: x, i í 3


davía más. Sus hombres pensaban que Vespasiano, un gran líder, era la
justa antítesis del miserable y estéril Vitelio, porque Vespasiano tenía dos
hijos para sucederle y un hermano que estaba encargado de la ciudad de
Roma.3 Por ello, sus tropas proclamaron emperador a Vespasiano y le
apremiaron a que salvara al imperio en su hora de peligro. Aunque V.X, 114
Vespasiano rehusó, sus oficiales le apremiaron, mientras que sus tropas
se reunían alrededor y, desenvainando las espadas, le amenazaban de
muerte si rehusaba. Al no poder convencerlos con más argumentos,
Vespasiano finalmente accedió.
Muciano, legado de Siria, y otros comandantes, se pusieron del lado V,X1, 114
de Vespasiano, que ahora se apoderó de Egipto porque era el granero del V, XI, U S
Imperio, y una hambrienta ciudadanía romana obligaría al emperador
Vitelio a rendirse. El gobernador de Egipto, Tiberio Alejandro, se decla­
ró de inmediato en favor de Vespasiano, como lo hicieron las legiones allí
y en Moesia y Panonia.
Vespasiano recordó entonces las predicciones de Josefo, que se había
atrevido, aún en tiempos de Nerón, a dirigirse a él como emperador, y le
chocó que estuviera aún prisionero. Cuando Vespasiano ordenó que
Josefo fuera libertado, Tito aconsejó que le fueran partidas las cadenas,
no abiertas, porque ésta es la costumbre cuando alguien es encadenado
injustamente. Vespasiano aprobó esto, y las cadenas de Josefo fueron par­
tidas con un hacha.
Vespasiano envió a Muciano a Italia con un ejército, donde se reunió V, Xli, 116
con Antonio Primo de Mesia y su Tercera Legión, y vencieron a las fuer­ V, XIII, 110
zas de Vitelio. Mientras tanto, el hermano de Vespasiano, Sabino, tomó
el Capitolio en Roma, pero fue ejecutado por Vitelio; Primo llegó con tan V. XIIÍ, 120
sólo un día de retraso para salvarlo. Vitelio salió de un banquete palaciego,
ahíto y borracho, y fue arrastrado a través de una multitud y finalmente
linchado, tras haber gobernado ocho meses. Al final, libres de los terro­
res de Vitelio, el pueblo de Roma aclamó a Vespasiano como emperador.
Él recibió las buenas nuevas en Alejandría, de donde navegaría a Roma. D ic .,
6 9 d.C .
Mientras tanto, envió a su hijo Tito con tropas de elite para aplastar Jeru­ V, XIV, 121
salén.

1. Deuteronom io 2 1 :2 2 -2 3 y el conocido caso de Jesús de Nazaret, Juan 1 9 :3 1 .


2. No la aldea galilea del Nuevo Testam ento.
3. T. Flavio Sabino, herm ano de Vespasiano, era “prefecto de la ciu d ad ”, m ientras
que Tito y D om iciano eran sus hijos.
338 leer la obra de Josefo el año anterior a
Josefo y los su muerte. Su aprobación de la misma
se desprende claramente de la
romanos afirmación de Josefo de que usó los
Comentarlos (las memorias) tanto de
La historiografía de Josefo da un giro Vespasiano como de Tito en la
dramático con Las guerras de los preparación de su propia obra, Las
judíos. En gran parte de esta obra guerras de los judíos. Vespasiano, un
escribe historia contemporánea, por lo administrador serio y pragmático,
que no tiene que depender de tradicio­ demostró un agradable contraste con
nes bíblicas ni rabínicas, ya que es en sus antecesores Nerón, Galba, Otón y
ese momento un testigo ocular de Vitelio. Rescatando a Roma del borde
mucho de lo que narra. Sin embargo, de una bancarrota que éstos habían
la narración refleja una fuerte tensión causado, equilibró cuidadosamente
personal que debe haber sentido al el presupuesto imperial, se aseguró de
registrar los reveses de sus propios la lealtad del ejército, y concedió a las
compatriotas contra el poder superior provincias una mayor representación
de los romanos, cuyo auspicio ahora en el gobierno. Incluso pudo sufragar
disfruta. En lugar de descartar a Josefo un programa de obras públicas que
por renegado, uno debe más bien incluyó la construcción del gran
maravillarse ante su capacidad de anfiteatro o Coloseo flavio, una
supervivencia, que dio como resultado estructura de 50.000 asientos que
sus voluminosas obras. todavía está en pie en Roma. Su
Puesto que Las guerras de los sentido del humor sobrevivió hasta el
judíos fue escrita alrededor del año 77 fin. Al momento de su muerte se mofó
d.C., sólo cuatro años después de diciendo: "¡Querido yo, debo de estar
terminadas las operaciones militares convirtiéndome en un dios!"
en Palestina y unos dieciséis años
Interior del Coliseo, Roma.
antes de las Antigüedades, es la que
más favorece a los romanos de las dos
obras, reflejando el agradecimiento
todavía fresco de Josefo por el
auspicio flavio. Puesto que vivía en la
antigua mansión de Vespasiano en la
colina Quirinal y disfrutaba de su
apoyo imperial, Josefo apenas pudo
haber escrito de otra manera. El título
mismo de la obra refleja la posición
ventajosa romana, porque probable­
mente hubiera sido titulado "La
guerra con Roma" de haber sido
escrita desde una perspectiva pura­
mente judía. Sin embargo, sería
incorrecto acusar a Josefo de hipócri­
ta, puesto que muchos judíos contem­
poráneos moderados, como Agripa II,
también consideraban a los insurgen­
tes zelotes personas temerarias, y la
presencia romana algo inevitable.
El emperador Vespasiano, que
gobernó desde el 69 al 79 d.C., pudo
339

24
T i t o a s e d i a la c i u d a d

D
espués de una marcha a través del desierto desde Egipto, G 5:1
VI, I, 123
Tito llegó a Cesárea. Mientras tanto, las luchas civiles en
Jerusalén habían llegado a un nuevo punto culminante cuan­
do otra facción surgía dentro de una facción, como una fiera salvaje
enloquecida, devorando su propia carne. Eleazar, que había empujado
a los zelotes a retirarse a los precintos sagrados, no podía soportar so­
meterse a Juan [de Giscala], un tirano más joven que él. Y por ello
encabezó una facción con un considerable número de zelotes, apode­
rándose del atrio interior del templo. Estaban bien aprovisionados, pero
eran menos que los partidarios de Juan y se encerraron en su refugio,
desde donde podían rechazar fácilmente los ataques. Aunque tuvo ele­
vadas pérdidas, Juan, en su cólera, lanzó continuos asaltos contra ellos,
y el templo quedó contaminado con la matanza.
Luego estaba Simón, hijo de Giora, que era ahora el dueño de la ciu­ VI, I, 124

dad alta y de una buena parte de la baja. Atacó a Juan con renovados bríos,
viendo que Juan estaba también hostigado por Eleazar desde lo alto. Pero
Juan tenía la misma ventaja sobre Simón que la que Eleazar tenía sobre
Juan. Desde su altura superior repelía fácilmente los ataques desde aba­
jo con armas de mano, reservando sus máquinas para lanzar proyectiles
contra la facción por encima de él.
Los proyectiles lanzados por las catapultas, por las lanzadoras de pie­ VI, i, 125

dras y por las “tiradoras rápidas”1volaban por todo el templo matando a


sacerdotes y adoradores ante el mismo altar. Porque a pesar de la guerra
proseguían los sacrificios, y los que habían peregrinado desde todas par­
tes del mundo teñían el altar con su propia sangre.
Los tres bandos en guerra hacían regularmente salidas y quemaban los G 5:21
VI, I, 126
suministros de víveres de los otros. Así, el área alrededor del templo se
transformó en una masa de ruinas, y grandes cantidades de grano, que hu­
bieran suplido a los asediados durante años, fueron destruidas, y la ciudad
se expuso a un hambre autoimpuesta. Aterrorizados por las cruentas lu­
chas de las tres facciones, muchos oraban que llegaran los romanos y los
libraran de las luchas intestinas. No había otra esperanza de salvación, por
cuanto los tres partidos, que estaban en discordia en todo lo demás, se unían
en dar muerte a cualquiera que favoreciera la paz con Roma.
Las facciones luchaban día tras día, y cada partido ingeniaba nuevas VI, I, 127
340

Estatua de Tito, quien sucedió a su padre Vespasiano como comandante en jefe


en la G uerra Judia y como emperador de Roma (M useo Ca/jitolino, Roma).

formas para destruir a los otros. Juan robó algunos maderos sagrados que
Agripa había traído desde el Líbano antes de la guerra para levantar el
santuario, y edificó con ellos torres para atacar al grupo de Eleazar. Pero
antes de haber puesto impíamente aquellas torres en acción, los roma­
nos aparecieron ante las murallas de Jerusalén.
Tito había marchado de Cesárea con las tres legiones que su padre ha­
bía mandado, y también con la Duodécima, antes derrotada bajo las
órdenes de Cestio, pero que ahora ardía en deseos de venganza. Además
de estos, tenía contingentes de tropas y auxiliares de reyes aliados, así
como a Tiberio Alejandro, el anterior gobernador de Egipto, distinguido
por su prudencia y lealtad, que serviría a Tito como su consejero militar.
vi. i. ,28 Tito acampó con su ejército a unos seis kilómetros de Jerusalén, cerca
vi, ¡i, 129 de Gabaa. Tomando consigo a 600 jinetes avanzó para reconocer las de­
fensas de la ciudad y para dilucidar la postura de los judíos, porque había
vi, ii, ,30 sabido, como en realidad era, que la gente quería la paz, pero que estaba
dominada por los rebeldes. Mientras Tito cabalgaba por la carretera que
conducía a la muralla nadie apareció fuera de las puertas. Pero cuando
se dirigieron hacia la torre Psefinón, los judíos hicieron una salida ino-
La catapulta romana ("tiradora rápida") se empleaba para lanzar proyectiles de
varios tipos: flechas, picas, dardos encendidos, pero no piedras, para las que se em­
pleaba la balista. El alcance medio de la catapulta era de unos 320 metros.

pinada en grandes números y rompieron sus filas. Luego, los judíos se


situaron delante de las tropas que seguían avanzando por la carretera,
impidiendo que se unieran con sus camaradas que la habían dejado, que­
dando así aislado Tito con un puñado de hombres.
Tito no podía avanzar —el terreno estaba cortado con zanjas para huer­
tos y dividido por paredes y vallas-—y tampoco podía reunirse con sus
propios hombres porque el enemigo estaba en medio y sus camaradas se
estaban retirando, no sabiendo el peligro en que estaba su príncipe y pen­
sando que se había vuelto con ellos. Tito hizo dar la vuelta a su corcel, llamó
a sus compañeros que le siguieran, y cargó fieramente contra el enemigo
combatiendo para abrirse paso hasta sus propios hombres. Aunque no lle­
vaba ni yelmo ni coraza, no le tocó el cuerpo ninguna de las muchas flechas
que le dispararon, mientras que él fue sajando a los judíos por todos lados
atropellando con su caballo a los enemigos caídos. Los hombres de Tito
El monte de los O livos, al este de Jerusalén, em plazam iento de uno de los
campamentos romanos, así como un lugar muy peligroso por las salidas de los judíos.

formaron a su alrededor lo mejor que pudieron, y finalmente se abrieron


paso y llegaron sanos y salvos al campamento. Pero dos de su grupo mu­
rieron, mientras que los judíos se sintieron entusiasmados por el éxito de
su primer choque e inspirados de mayor confianza en el futuro.
g5:67 Habiéndosele reunido por la noche la legión procedente de Emaús, Tito
vi. ni, ¡si avanz5 ai siguiente día a la elevación llamada Escopo |el Mirador] des­
de donde se logra una primera vista de la ciudad, a más de un kilómetro
y medio de distancia. Aquí levantó un campamento para dos legiones,1
y estacionó a la Quinta en retaguardia. Mientras las tropas se atrinchera­
ban, la Décima Legión llegó de Jericó y acampó en el monte de los Olivos,
que se levanta al este de la ciudad y está separado de ella por una pro­
funda barranca llamada Cedrón.

Ataques judíos
vi. m. 132 Las facciones de la ciudad contemplaron con zozobra cómo los romanos
montaban los tres campamentos sin estorbos y comenzaron a sentir la ne­
cesidad de unirse contra el enemigo común. “¿Acaso sólo somos valientes
contra nosotros mismos —exclamaron— mientras que los romanos, por
nuestras disensiones, van a conquistar la ciudad sin lucha?” Uniendo sus
I r --------------------------------------------------------------------------------------------
Tito asedia la ciudad
II—343

fuerzas tomaron sus armas y salieron repentinamente, lanzándose a través


de la barranca con un terrible grito, y atacaron a la Décima Legión mientras
estaban ellos trabajando en sus fortificaciones. Los romanos habían puesto
a un lado la mayor parte de sus armas —no tenían ni idea de que los judíos
osarían atacar— y se vieron por ello arrojados a la mayor confusión. Algu­
nos se retiraron en el acto, mientras que muchos, que corrieron a por las
armas, fueron degollados antes de poder volverse contra sus asaltantes.
Los judíos, mientras tanto, iban siendo de continuo reforzados por otros G 5:85
VI, III, 133
que cobraban aliento por el éxito del primer asalto. Acostumbrados a luchar
sólo en filas ordenadas, los romanos se sintieron confundidos con esta cla­
se de pelea y fueron echados del campamento. Posiblemente toda la legión
hubiera sido derrotada si no hubiera intervenido Tito en el acto acudiendo
en ayuda de ellos. Censurando su cobardía recogió a sus fugitivos, y, lanzán­
dose contra su flanco, los echó de cabeza por la barranca. Entonces Tito situó
sus refuerzos para repelir cualquier otra posible salida y mandó al resto de
la legión a que reanudara su fortificación sobre la serranía.
Sin embargo, los judíos consideraron erróneamente este movimiento
como una huida. Un vigía en las almenas dio una señal, y otra multitud de
judíos salió de la ciudad con la furia de unas fieras desenfrenadas. Los ro­
manos, como si golpeados poruña máquina de artillería, rompieron sus filas
y huyeron montaña arriba, dejando a Tito con unos pocos seguidores a me­ VI, III, 134

dio camino en la ladera. Estos le imploraron que se retirara y que no arriesgara


su valiosa vida contra la loca valentía de los judíos. Pero Tito parecía ni oír­
los, y se les enfrentó y mató a los judíos que se precipitaban contra él,
rechazándolos. Pero los judíos seguían lanzados ladera arriba a ambos lados
de él, para perseguir a los que huían. Mientras tanto, las tropas que fortifica­
ban el campamento más arriba vieron a sus camaradas abajo dados a la fuga
y se dispersaron llenos de pánico. Pensaron que el mismo Tito estaba entre
los fugitivos, porque creyeron que el resto no habría huido nunca mientras
él se hubiera mantenido firme. Luego, viendo al general en la zona de lucha VI, III, 135

más encarnizada, gritaron su peligro a toda la legión. La vergüenza por ha­


ber abandonado a su general hizo que los romanos se reagruparan, y echaron
a los judíos ladera abajo hacia el valle. Los judíos fueron disputando el te­
rreno mientras se retiraban, pero los romanos, teniendo la ventaja de una
posición más alta, los echaron a todos a la barranca [del Cedrón],
Tito, todavía presionando a los que se le oponían, ordenó a la legión que
reanudara la fortificación, mientras que él y su grupo mantenían al enemigo VI, IV, 134

a raya. Así fue como César3rescató personalmente a toda la legión del pe­
ligro y les posibilitó atrincherar su campamenlo sin ser molestados.
G 5:9
Estratagemas judías Prim avera,
70 d.C.
Durante un período de quietud en la guerra se reanudó el accionalismo VI, IV, 135
344 Las guerras de los judíos

dentro de las murallas. El día de los Panes Ázimos, Eleazar y su partido


abrieron las puertas para admitir a los ciudadanos que quisieran adorar en
el templo, pero Juan hizo de la festividad una ocasión para su perfidia. Equi­
pando a sus seguidores con armas escondidas introdujo a sus hombres
dentro del templo, donde echaron a un lado sus capas y aparecieron arma­
VI, IV. 13 6 dos. El partido de Eleazar, sabiendo que el ataque era contra ellos, se
dispersaron y refugiaron en los subterráneos del templo. El resto se refu­
giaron alrededor del altar, y algunos fueron muertos por resentimientos
personales, mientras que otros fueron implacablemente aplastados o muer­
tos a garrotazos. Pero mientras que los inocentes sufrieron estas
brutalidades, los intrusos de Juan concedieron una tregua a los crimina­
les cuando salieron de sus escondites. En posesión del templo interior y
de sus suministros, Juan y sus partidarios podían ahora hacer frente a
Simón. Así, el enfrentamiento entre tres facciones quedaba reducido a dos.
Mientras tanto, Tito niveló el terreno desde Escopo hasta las murallas de
la ciudad, eliminando todas las vallas de los huertos y abatiendo todos los
árboles frutales y rellenando las zanjas. Para este tiempo los judíos idearon
la siguiente estratagema. Un grupo de rebeldes salió de las puertas, como si
hubieran sido expulsados de la ciudad por los partidarios de la paz, y se que­
daron agachados juntos y pegados a las murallas como si temiendo un ataque
de los romanos. Otros se pusieron sobre la muralla y gritaron “¡Paz!”, pro­
metiendo abrir las puertas a los romanos. También les echaban piedras a los
hombres fuera de las murallas, como para echarlos de la puerta.
VI, V. 137 La mayor parte de los romanos fueron engañados por este truco, y, cre­
yendo que les iban a abrir las puertas, iban a lanzarse hacia allí cuando
fueron refrenados por el cauto Tito. [Sólo el día anterior, por medio de
Josefo, había invitado a los judíos a rendirse con condiciones, pero no
obtuvo ninguna respuesta razonable.] Pero algunos que estaban estacio­
nados delante ya habían recogido sus armas y se habían precipitado hacia
la puerta. Los falsos “expulsados” se retiraron al principio, pero cuando
las tropas romanas estaban entre las torres de la puerta los judíos se lan­
zaron contra ellos, mientras que otros hacían una salida y los rodeaban
por atrás, y los de la muralla les tiraban piedras a la cabeza. Después de
que muchos soldados hubieron sido muertos y heridos, los romanos fi­
nalmente rechazaron a los judíos y se retiraron.
VI. V, 138 Los judíos se burlaron de los romanos por haberse dejado engañar tan
fácilmente; exhibiendo sus escudos bailaban y gritaban de alegría. Los
soldados romanos que escaparon fueron recibidos con amenazas de sus
oficiales y por un César furioso. “Estos judíos —resopló Tito— que no tie­
nen otro caudillo que la desesperación, lo hacen todo con previsión y
precaución mientras preparan emboscadas y estrategias, en tanto que los
romanos, a los que siempre les ha sonreído la fortuna gracias a su firme
Tito asedia la ciudad 345

disciplina, se han vuelto tan atolondrados como para lanzarse a la bata­


lla sin esperar órdenes.” Luego los amenazó con la ley que castiga tal
desobediencia con la muerte. Pero cuando las otras tropas intercedieron
por sus compañeros de armas, Tito perdonó a los indisciplinados, advir-
tióndoles que fueran más prudentes en el futuro.
El acercamiento a la ciudad, situada frente a la muralla septentrional VI, V, 139
y occidental, había terminado, y Tito dispuso a sus tropas con una pro­
fundidad de siete filas: tres de infantería delante y de caballería detrás,
con una línea de arqueros en medio. Los asaltos judíos fueron manteni­
dos a raya mediante esta formidable disposición, y los animales de carga
con los seguidores del campamento llegaron sanos y salvos. El mismo Tito 1 de
mayo,
acampaba a alrededor de un cuarto de milla (unos cuatrocientos metros] C d.C.
7
VI,
de las murallas, cerca de la torre Psefinón. Otra división se atrincheró V, 140
frente a la torre Hipicos, mientras que la Décima Legión prosiguió ocu­
pando su posición en el monte de los Olivos.

Descripción de Jerusalén
La ciudad estaba fortificada con tres murallas, excepto allí donde unas (i 5:130
VI. VI, 140
barrancas infranqueables la bordeaban. La primera fue erigida por David,
Salomón y sus sucesores, y la última por el rey Agripa4 para incluir las
adiciones septentrionales de Jerusalén. La tercera muralla se jactaba de
90 torres, la de en medio 14, y la vieja de 60, mientras que el perímetro
de la ciudad era de alrededor de unas 4 millas (6,5 kilómetros). Dentro
había dos montes; el de la ciudad alta [al oeste) era mucho más alto, y
estaba separado de la colina |oriental] o ciudadela de la ciudad baja por
el valle de los Queseros [Tiropeónj, que se extiende al Siloé, un manan­
tial de agua fresca y abundante. Unas profundas barrancas y empinados
acantilados hacen inaccesible la ciudad.
La torre Psefinón, en la esquina noroccidental, era octogonal y tenía VI, VI, 143

70 codos de altura, permitiendo una vista hasta Arabia y el mar. Herodes


había construido tres torres cerca de esta en la muralla vieja: Hípico, por
el nombre de un amigo; Fasael, por su hermano, y Mariamne, por su
mujer, cada una de ella con depósitos y con suntuosas viviendas. Fasael
se levantaba a 90 codos de altura, pareciéndose a la torre del faro de
Alejandría en Faros, y ahora había venido a ser el cuartel de la tiranía de
Simón. Las torres estaban edificadas con bloques de mármol blanco, cada
uno de ellos de 20 codos de longitud, 10 de anchura y 5 de profundidad,
y tan perfectamente unidos que cada torre parecía una roca natural.
Adyacente a estas torres estaba el palacio del rey, que sobrepasa a toda des­ VI, VI, 144

cripción. Una pared de 30 codos de altura lo encerraba totalmente,


interrumpida por torres ornamentales a distancias iguales. Dentro había in­
mensos salones de banquetes y dormitorios amueblados con oro y plata para
346

Las tres grandes torres en la Jerusalén occidental, construidas por Herodes el


Grande, que guardaban su palacio inmediatamente al sur. Se llamaban (de derecha
a izquierda): Fasael, Hípico y M ariamne (modelo p o r M . Avi-Yonah).

100 invitados. Estaba rodeado de arboledas, avenidas, columnatas, canales,


estanques y estatuas, todo lo cual fue asolado por el fuego de los bandidos,
[jorque no fueron los romanos los que lo quemaron hasta el ras del suelo sino
los conspiradores al comienzo de la revuelta, como ya hemos observado.
G S :1 8 4 La plataforma para el templo y sus atrios demandó una inmensa can­
VI. VI, 146
tidad de relleno así como enormes cimientos para la estructura misma,
y algunos bloques de piedra tenían hasta 40 codos de longitud. [Aquí
Josefo du una detallada descripción de los pórticos, de los atrios, puer­
tas, estructura, fa c h a d a y velo del tem plo, algo de lo cual ya ha
aparecido antes en Antigüedades, como su descripción del interior del
VI, VI, 15 O santuario y de sus cámaras, altar, sacerdotes y vestimentas. \El recinto
más interior del templo medía 20 codos y estaba cubierto de la parte
exterior por un velo. No había nada allí. Recibía el nombre de Lugar
Santísimo: inaccesible e invisible para todos.
El exterior del templo estaba cubierto con unas enormes planchas de
oro que reflejaban el sol con gran resplandor. Desde la distancia parecía
como una montaña cubierta de nieve, porque todo lo que no estaba
recubierto de oro era del blanco más puro. Unas aguzadas agujas dora­
das se levantaban sobre su techumbre para impedir que las aves se
posaran encima y contaminaran el tejado.
VI, VI, 152 La torre Antonia se encontraba en la esquina noroccidental del atrio
347

La esquina suroccidental de la plataforma del templo en Jerusalén, con grandes


bloques de piedras herodianas casi hasta la parte superior. Las murallas también
caen a plomo subterráneamente en una inmensa subestructura a 24 metros por
debajo de la actual superficie.

exterior del templo. Edificada por el rey Herodes, se levantaba a una al­
tura de 40 codos desde una base rocosa de 50 codos de altura, y su interior
se parecía a un palacio por lo espacioso y por su mobiliario, con
acomodación y con un gran patio de armas. En cada una de sus cuatro
esquinas se levantaban torres, llegando la sudoccidental a 70 codos de
altura, dominando toda el área del templo. Unas escaleras conducían a
348 Las guerras de los judíos

los pórticos del templo donde estos daban a la torre Antonia,5por la que
descendían los guardas. Había una cohorte romana allí permanentemente
de guarnición, y en las fiestas era dispuesta por los pórticos para vigilar
a la gente y reprimir cualquier rebelión. Porque si el templo controlaba a
la ciudad, la Antonia dominaba al templo, mientras que la ciudad alta
tenía su propia fortaleza: el palacio de Herodes.

Las facciones judías


G 5:24B El número de combatientes y de rebeldes en la ciudad era como sigue:
VI, VII, 153
Simón, hijo de Giora, tenía un ejército de 10.000 hombres, sin contar a
sus aliados, los idumeos, que eran 5.000. Juan tenía 6.000 consigo cuan­
do se apoderó del templo, pero a estos se unieron ahora los 2.400
acaudillados por Eleazar y sus zelotes. Las facciones pronto volvieron a
sus anteriores hostilidades, y fueron estas pendencias entre los partidos
las que hicieron que la ciudad cayera, no sufriendo nada peor de los ro­
manos que lo que los facciosos se infligían mutuamente.
VI, VII, 155 Tito, mientras tanto, cabalgaba alrededor de la muralla para ver dónde
sería mejor atacar. Decidió emprender el asalto en un punto delante de la
tumba del sumo sacerdote Juan [Hircano], porque allí la muralla exterior
era más baja, y había mejor acceso a las dos murallas interiores. Mientras
Tito estaba cabalgando alrededor de la ciudad, su amigo Nicanor, que se
había acercado demasiado a las murallas con Josefo, fue herido por una fle­
cha mientras trataban de negociar la paz con los que estaban en las almenas.
Enfurecido ante esto, Tito dio permiso a las legiones para que destruye­
ran los suburbios y para que levantaran terraplenes. Estos los defendió con
jabalinas y arqueros entre los terraplenes y con artillería delante. Aunque
VI, VII, 156 los partisanos de Juan estaban impacientes por luchar contra el enemigo
fuera, Juan, por miedo a Simón, no se movió. Simón, sin embargo, al estar
más cerca de los asediadores, no estuvo inactivo. Montó en las almenas las
máquinas de artillería que antes habían arrebatado a Cestio o que habían
encontrado en la Antonia. Pero estas armas hicieron poco daño, porque los
judíos no sabían cómo hacerlas funcionar bien. Sin embargo, atacaron a
los trabajadores con piedras, Hechas e incursiones, aunque los romanos se
protegían con cubiertas de mimbre y máquinas de artillería.
Todas las máquinas romanas estaban bien construidas, pero las que
pertenecían a la Décima Legión eran las más poderosas. Sus lanzadoras
de piedras lanzaban peñascos que pesaban un talento1' a un cuarto de
milla (unos cuatrocientos metros), y los judíos pusieron observadores en
las torres para detectarlas piedras lanzadas que, siendo blancas, resplan­
decían y destellaban mientras volaban. Cuando veían lanzar una piedra,
estos atalayas gritaban: “¡Que viene la criatura!”,7 ante lo cual los que
estaban en la línea de fuego se lanzaban a tierra para dejar pasar la pie-
349
El te m p lo d e H e r o d e s

Escala: metros
50

Puerta Dorada
350 Las guerras de los judíos

dra sin daños. Cuando se les ocurrió a los romanos ennegrecerlas, las pie­
dras se volvieron más eficaces destruyendo a muchos de un solo tiro.
G 5:275 Cuando quedaron acabadas las obras terreras trajeron los arietes, y la ar­
v¡, va, ir>7
tillería se movió más cerca de las murallas para proteger a los que operaban
los arietes. Comenzaron repentinamente su acción desde tres puntos di­
ferentes, y brotó un clamor de los de dentro. Los mismos de las facciones
se alarmaron, y los dos partidos se gritaron unos a otros que al menos por
el presente tenían que dejar de luchar entre sí y unirse contra los romanos.
Simón proclamó una amnistía a todos los seguidores de Juan que qui­
sieran dejar el templo y guardar la muralla. Juan, aunque todavía
desconfiado, les dio permiso, y los dos partidos, enterrando sus diferen­
cias, lucharon codo a codo. Echaron una lluvia de ascuas sobre las
máquinas y mantuvieron a los que hacían funcionar los arietes bajo un
constante hostigamiento. Los más valerosos salían en grupos cortando las
vi, vil, tan cubiertas de las máquinas, y asaltaban a los que las accionaban. Tito siem­
pre acudía en auxilio de los que se encontraban apurados poniendo jinetes
y arqueros a cada lado de las máquinas y rechazando a los atacantes. Pero
la muralla no cedió a los arietes excepto por la esquina de una torre.
G 5:204 Los judíos hicieron una pausa por un tiempo en sus ataques, pero cuan­
do los romanos, que pensaron que los judíos se habían retirado por
cansancio y fatiga, estaban desprevenidos, salieron inopinadamente a
toda velocidad por una puerta oculta, llevando ascuas para quemar las
VI, VII, 159 máquinas. La osadía de los judíos prevaleció al principio sobre la disci­
plina de los romanos. Pronto habrían logrado el éxito en quemar las
máquinas romanas si las tropas de elite de Alejandría no hubieran resis­
tido valientemente sobre el terreno hasta que Tito, a la cabeza de la
caballería, cargó contra el enemigo. Con sus propias manos dio muerte a
una docena de los líderes judíos mientras el resto se retiraban, y luego
rescató las máquinas de las llamas.
Uno de los judíos tomado prisionero en este encuentro fue crucifica­
do delante de las murallas, por orden de Tito, con la esperanza de que este
espectáculo pudiera llevar al resto a rendirse horrorizados. Después de
la retirada, Juan, el general de los idumeos, que estaba hablando con un
soldado delante de las almenas, fue alcanzado en el corazón por una fle­
cha muriendo en el acto. Su muerte fue motivo de mucho dolor para los
judíos, porque era un hombre valiente y de buen juicio.

Se abre brecha en la primera muralla


G 5:291 Aquella noche los romanos fueron repentinamente despertados por un
VI, VIH.
159 estruendo que hizo cundir el pánico entre las tropas, temiendo un asal­
to judío. Tito había ordenado que se construyeran tres torres de asedio
en los respectivos terraplenes, y una de estas había caído accidentalmente
Una reconstrucción del siglo xvn del asedio de Jerusalén, ilustrando las
torres de asedio recubiertas de metal usadas por los romanos (de la edición
de 1613 de la obra de Polibio, M ilicia griega y romana).

en medio de la noche. Pero Tito ordenó que esta noticia fuera difundida
rápidamente, y así serenó los ánimos.
Los arqueros y lanzadores de piedras en las torres causaron estragos vi vm,
entre los judíos, mientras que ellos mismos estaban fuera del alcance de 160
los defensores. Y tampoco podían los judíos incendiar las torres porque
estaban recubiertas de planchas de hierro. Los arietes, con su constante
batir, estaban gradualmente haciendo sentir sus efectos, y la muralla co­
menzó a vacilar delante del ariete más grande, al que los mismos judíos
llamaban Víctor. Agotados y habiéndose descuidado un tanto, los judíos
abandonaron sus puestos y se retiraron a la segunda muralla, mientras
que los romanos irrumpían a través de la brecha que habían hecho con
Víctor. Los romanos demolieron mucho de la muralla exterior y del ba- asa*
rrio del norte de la ciudad. Tito movió ahora su campamento a una
posición delante de la segunda muralla, justo fuera del alcance de las fie-
chas. Los judíos, dividiendo sus fuerzas, hicieron una vigorosa defensa
desde la muralla: Juan y su partido luchaban desde la torre Antonia y
desde el pórtico septentrional del templo, mientras que Simón protegía
el resto de la muralla hasta una puerta por la que pasaba un acueducto a
la torre Hípico. Los judíos hicieron incursiones de manera continua, que
eran rechazadas por la disciplina de los romanos. Ambos lados pasaron
352 Las guerras de los judíos

la noche sobre las armas, los judíos temiendo dejar la muralla


desguarnecida, y los romanos temiendo un ataque por sorpresa.
vi, v¡¡¡, Simón inspiraba a sus hombres con tanta maravilla y reverencia que
162
estaban listos para tomar sus propias vidas si se lo mandaba. Los roma­
nos también se sentían incitados al valor por Tito, que siempre
recompensaba el valor. Una vez, mientras los judíos se disponían a una
salida, Longino, un soldado romano, se precipitó contra la falange de
ellos, rompió sus líneas él solo, y mató a dos de sus más valientes solda­
dos antes de retirarse triunfante a sus propias líneas. Ganó una distinción
por su valor, y muchos emularon su arrojo.
c; 5:317 Tito puso ahora el ariete contra la torre central de la muralla septentrio­
vi, ix. i g :i
nal, que los defensores abandonaron, excepto por un astuto judío llamado
Castor y otros diez. Cuando la torre comenzó a vacilar, Castor extendió las
manos a Tito y le rogó misericordia con una voz lastimera. Tito detuvo el arie­
te, prohibió disparar a los arqueros, y le dijo a Castor que le expusiera su
petición. Cuando él le dijo que quería bajar con promesa de protección, Tito
le felicitó y le dijo que con gusto ofrecería seguridad a toda la ciudad si se
rindiera. Cinco de los otros diez judíos se unieron a esta fingida súplica,
mientras que el resto gritaban que nunca serían esclavos de los romanos, y
pareció surgir una disputa, durante la cual se suspendió el asalto.
v i, v iu ,
104
Castor, mientras tanto, envió un mensaje a Simón diciéndole que tenía
tiempo para preparar su defensa, porque podría engañar a los romanos algo
más de tiempo. Durante todo este tiempo parecía estar aprem iando a los cinco
que no estaban dispuestos a que aceptaran las garantías ofrecidas hasta que
ellos “hundieron” sus espadas en sus corazas y cayeron haciéndose los muer­
tos. Castor fue herido por una flecha cerca de la nariz, que sacó y mostró a
Tito quejándose de ser objeto de un trato injusto. César reprendió duramen­
te al arquero, y le pidió a Josefo, que estaba a su lado, que le ofreciera su mano
a Castor. Pero Josefo, convencido de que los peticionarios no eran de fiar,
profirió no ir. Pero Eneas, un desertor, dijo que iría, y cuando Castor pidió a
alguien que recogiera el di ñero que iba a sacar, Eneas corrió adelante con el
manto abierto para recogerlo. Pero Castor le echó una piedra muy grande,
que Eneas esquivó, hiriendo en lugar de a él a un soldado. Descubierto el
engaño, César, encolerizado, aplicó más vigorosamente el ariete. Viendo que
la torre cedía, Castor y sus compañeros le prendieron fuego, y pareció que
saltaban a las llamas. Los romanos se sintieron impresionados por su valor,
pero en realidad los judíos saltaron a un subterráneo.

Los romanos rechazados


G5:331
VI, IX, 105
Al quinto día después de tomar la primera muralla, César asaltó la se­
30 (lí>
gunda, y, por cuanto los judíos habían huido de ella, él y sus hombres
moyo,
70 if.C . entraron en el distrito de la ciudad nueva. Sin ensanchar la brecha en
ASEDIO ROMANO DE JERUSALÉN, 70 D.C.
[ Acercamiento de Tito
I desde el monte Escopos

Legión

Legión

Puerta de las mu]

Legión ( x )
BEZETA de Jericó
(BETESDA)
BARRIO NUEVO Tumba de
Alejandro
írmpameruo
\Aairio \
+++ ++ + ♦1
« Estanque de
Segundo i Betesda r Campamento de
Campamento *'Morcados
^la Décima Legión
l Romano

Tito irrumpió a
través de la mu
¿n este punto
SEGUN!
BARRI'
,Puerta florada
Principal (
Campamento Estanque de Amigdalón
^omanoj
Hípicos

ümón Bar Gioras

Mariamne *
Palacio de Hor
*\ CIUDAD
ALTA
Sepulcro de la
familia de Herodes q

Estanque de Siloó
N
Puerta de los esenios

**+ *2 *+ * +++++++t +++++4++++++,r


Campamento de Pompeyo
Sepulcro de Ananías

Salid as judías
E scala:
1/4 milla
Avances romanos
I
Dos réplicas de las maquinarias de asedio romanas cerca de Masada, en Judea.

la muralla, Tito dio órdenes de que no se diera muerte a nadie y de que


no se incendiara ninguna de las casas. Prometió restaurar su propiedad
a la gente, porque su objetivo era preservar la ciudad y el templo. La po­
blación desde luego hacía ya tiempo que estaba dispuesta a la paz, pero
los rebeldes tomaron la humanidad de Tito por debilidad, y supusieron
que sus llamamientos demostraban su incapacidad de tomar el resto de
v i, i x . l e e la ciudad. Amenazando de muerte a todo el que mencionara rendición
o paz atacaron a la división romana que había entrado tanto por las ca­
lles como desde las casas. Los judíos, que gozaban de gran ventaja por
cuanto conocían las calles, rechazaron a los romanos con sus cargas. Por
cuanto la brecha era muy estrecha, los romanos no pudieron retirarse
rápidamente, y probablemente todos habrían sido muertos si Tito no hu­
biera dispuesto sus arqueros al final de las calles y mantenido a raya al
enemigo con un diluvio de flechas hasta que sus soldados se hubieron
retirado.
Así que los romanos, tras haber tomado posesión de la segunda mura­
lla, fueron rechazados. Los espíritus del partido favorable a la guerra se
elevaron ante este éxito, pero no sabían que las fuerzas aún disponibles
de los romanos rebasaban con creces a los rechazados, ni que se les ave-
v i. i x . 167 cinaba el hambre. Muchos ya desfallecían por falta de víveres, pero los
rebeldes consideraban que se libraban de estorbos. En cuanto a la brecha,
la cubrieron con sus propios cuerpos durante tres días, pero al cuarto no
pudieron resistir el asalto de Tito y volvieron a su anterior refugio. Due-
Tito asedia la ciudad 355

ño de la muralla por segunda vez, Tito derruyó mucha de ella inmedia­


tamente, e hizo planes para atacar la tercera muralla.
Tito suspendió el asedio por unos pocos días para ver si la pérdida de G 5:348
VI, XI. 167
la segunda muralla o el hambre inducían a algunos a rendirse. Empleó
este tiempo en pasar revista a sus tropas y pagarles sus salarios. Apare­
cieron ellos como una resplandeciente parada de armas centelleantes que
llenaron a las multitudes de espectadores judíos de asombro y desalien­
to. En cuatro días las legiones romanas recibieron su paga. Al quinto, por
cuanto los judíos no habían pedido la paz, Tito comenzó a levantar montes
tanto en la torre Antonia como en el monumento de Juan a fin de tomar
el templo y la ciudad alta, respectivamente. Simón y sus tropas impidie­ VI, XI, 169

ron a los que trabajaban junto al monumento por medio de incursiones,


mientras que Juan y los zelotes estorbaban a los de la torre Antonia. Con
la práctica diaria, los judíos se habían vuelto diestros ahora en el empleo
de las máquinas de artillería, y sus 300 tiradoras rápidas y 40 lanzadoras
de piedras retrasaban seriamente las obras terreras de los romanos.
Tito, deseoso de preservar a la ciudad de la destrucción, envió a Josefo
a negociar con los judíos en su lengua nativa. Josefo, por ello, fue alrede­ VI, XI, 175

dor de la muralla manteniéndose fuera del alcance de los proyectiles, pero


pudiendo ser oído, implorando al pueblo que se salvaran a sí mismos, a
su país y su templo. Sus antepasados, hombres muy superiores a ellos,
habían cedido porque sabían que Dios estaba del lado de los romanos, y
era ahora una causa desesperada luchar contra el hambre y la inminente
conquista. [Aquí Josefo añade página tras página de lecciones que sus
oyentes debieran haber aprendido de la historia, y luego concluye con
un llamamiento final.]
Durante su discurso, muchos en las almenas ridiculizaban y maldecían VI, XI, 177

a Josefo, y otros le lanzaban proyectiles, y no quisieron ceder a su dolido


llamamiento. Pero los habitantes decidieron desertar. Se tragaban mone­
das de oro para eludir a los rebeldes, y, después de escapara los romanos,
tenían abundantes medios tras evacuar. Tito liberó a la mayor parte de
ellos, que también se dedicaron a alentar a la deserción, pero los parti­
darios de Juan y Simón mantenían una estrecha vigilancia sobre los que
pudieran querer imitarlos, y degollaban a cualquier sospechoso.

1. Una catapulta especial para lanzar flechas. Lithoboloi (“lanzadoras de pied ras”)
en griego es lo m ism o que ballistae en latín.
2. La Duodécim a y la Decimoquinta.
3. Josefo em plea la palabra “C ésar” prolépticam ente para Tito, por cuanto su padre
era aún César en este m om ento.
4. Herodes Agripa I.
5. Pablo se paró aquí cuando se dirigió a los judíos después de su arresto, Hechos 21:40.
6. A lrededor de 75-85 libras (34-39 kilogramos).
7. “La piedra”, en hebreo, es ha-ében, que queda fácilmente corrompido a ha-ben, “el hijo”.
356
Tito, Domiciano que se publicasen {Vita, 363).
Este im prim átur imperial fue sin
y Josefo duda el más fácilmente concedido,
en vista de la forma en que Josefo
continuamente recalcó la valentía
La escena era gráfica: Josefo debajo personal deTito durante el sitio a
de los muros de Jerusalén, pronun­ Jerusalén.
ciando un discurso en arameo a sus ¿Era esto cierto? ¿O era la clase
compatriotas escrito desde una de exageración que llevó a Josefo a
perspectiva romana, evocando, por afirmaren Guerras 4:55 (CLIE G IV ,
un lado, las maldiciones de los II, 49) que el monte Tabor tenía una
romanos, y por otro, la gratitud de altura de "treinta estadías" (18.200
Tito. El hijo de Vespasiano, que lo pies [5.547 metros]) cuando en
sucedió como comandante y como realidad era solamente de 1.920
emperador, llegó a ser el mejor pies (579 metros)?
amigo de Josefo en la dinastía flavia. Suetonio parecía indicar que se
Este navegó a Roma con Tito y se trataba de un hecho y no de una
benefició en gran manera de su fantasía cuando también atestiguó
auspicio y de su amparo en esa del coraje y el liderazgo deTito en
ciudad. Josefo hasta afirmó que Tito las batallas por Jerusalén [Tito, 5). En
... estaba tan ansioso de que realidad,Tito era admirado univer­
mis libros fuesen la única autori­ salmente también como emperador
dad por la cual el mundo se después de la muerte de Vespasiano
enterase de estos asuntos, que los (excepto, por supuesto, por los
firmó personalmente y ordenó judíos derrotados). Aunque estaba
El foro romano, mirando hacia el Coliseo.
enamorado de la hermana de Agripa Más adelante durante su reinado se
II, Berenice—el apóstol Pablo volvió paranoide, veía conspiracio­
compareció ante ambos en Cesárea nes por dondequiera, y ejecutó a un
(Hch. 25— 26)— ,Tito la rechazó por sinnúmero de víctimas, incluyendo
respeto al senado romano. Tito senadores e incluso miembros de la
fomentaba la libertad de expresión, familia imperial. En el 95 mató a su
azotaba a los delatores, y amplió el propio primo, Flavio Clemens,
bienestar de sus súbditos. acusado de ateísmo (probablemente
Sin embargo, su brillante carrera era cristiano), y envió al exilio a su
como emperador duró solamente esposa, Domitila, quien también era
veintiséis meses (del 79 al 81 d.C.), su sobrina. Cuando la esposa de
e incluso esos meses fueron estro­ Domiciano, Domicia, se enteró de
peados por tres catástrofes: la que ella era la próxima en su lista de
violenta erupción del monte asesinatos, hizo que su mayordomo
Vesubio en agosto del 79, la cual lo matase a cuchilladas, terminando
enterró las ciudades de Herculanoy así con la dinastía flavia.
Pompeya; una plaga extraordinaria; Sin embargo, Josefo se libró de
y otro gran fuego en Roma. Tito las atrocidades de Domiciano,
respondió noblemente a estas probablemente porque el empera­
emergencias, pero murió de una dor lo creía el benefactor de la
fiebre en septiembre del 81 a la literatura, y no vio razón alguna
edad de 42 años. para cambiar la política flavia
Su hermano Domiciano lo respecto a su protegido judío. Hasta
sucedió en el trono, gobernando del lo defendió. Los éxitos de Josefo
81 al 96, un hermano algo ignorado habían provocado celos en algunos
que siempre estuvo celoso de Tito. A judíos de Roma, quienes lo ataca­
pesar de tener una reputación ban periódicamente, acusaciones
impresionante como administrador que fueron siempre desviadas por
y constructor— un estadio, el Arco y los tres emperadores flavios.
los Baños deTito, los templos a Domiciano también castigó a los
Vespasiano y a Júpiter y un enorme detractores de Josefo y exoneró de
palacio en el Palatinado— impuestos sus propiedades en
Domiciano provocó la hostilidad Judea, como lo narra
del senado con su actitud orgullosamente Josefo al final de su
autocrática, e incitó a sus súbditos a Vita. Las A ntigüedades v iero n la luz
que se dirigiesen a él como tres años antes del asesinato de
Dominus et Deus (Señor y Dios). Domiciano.
358

25
H o rro res en J eru sa len

g r» :4 2 4 A hora roinaba el hambre en la ciudad, y los rebeldes tóma­


la .* 1,170 /_% ban todos los alimentos que pudieran encontrar en regis-
JL A . tros casa por casa, mientras que los pobres morían de hambre
a miles. La gente daba sus riquezas por una pequeña medida de trigo,
y la ocultaban rápidamente y en secreto para que no les fuera quitada.
Las mujeres les quitaban la comida a sus maridos, los hijos a los pa­
dres, y las madres de la misma boca de los bebés. Muchos de los ricos
fueron muertos por Simón y Juan, mientras que los sufrimientos de la
población eran tan horrendos que apenas si pueden ser relatados, y
jamás ciudad alguna sufrió tales miserias. Nunca desde que comenzó
el mundo hubo jamás una generación más dada al crimen que esta ba­
sura bastarda de la nación que destruyó la ciudad.
vi xa, im Mientras tanto, al ir avanzando las obras terreras de Tito, sus tropas
apresaban a cualquiera que se atreviera a salir en busca de alimentos.
Cuando eran atrapados se resistían, y eran torturados y crucificados de­
lante de las murallas como terrible advertencia a la gente en el interior.
Tito se compadecía de ellos —unos 500 eran capturados a diario— pero
dejar libres a los capturados a la fuerza era peligroso, y guardar a tales
cantidades sería atar las manos de los guardias. Por su ira y odio, los sol­
dados clavaban a sus presos en diferentes posturas, y era tan grande su
número que no se podía encontrar espacio para las cruces.
vi. xa i»2 Pero los rebeldes arrastraban a las murallas a los parientes de los de­
sertores y a cualquiera que quisiera la paz y les mostraban cómo los
romanos trataban a los suplicantes: no a los cautivos. Hasta que se supo
la verdad, esto refrenó a muchos que querían desertar. Tito luego ordenó
que se les cortaran las manos a varios de los cautivos, para que no les tu­
vieran por desertores, y envió a Juan y a Simón para apremiarles a que
no le obligaran a destruir la ciudad sino que salvaran sus vidas, su ciu­
dad y el templo. Pero los judíos insultaron a César desde las almenas,
maldiciéndole a él y a su padre y diciendo que preferían la muerte a la
esclavitud, y que en tanto que respiraran seguirían haciendo daño a los
romanos en todas las formas que les fuera posible.
Después de diecisiete días de continuo trabajo los romanos terminaron
vi. xütí4 cuatro enormes terraplenes y subieron las máquinas. Pero Juan había mi-
nado secretamente las obras terreras en la torre Antonia, y había sustentado
_______________
Horrores en Jerusalén 359

los túneles con entibos para que los terraplenes permanecieran en pie. Pero
ahora prendió fuego a los entibos, y los terraplenes se desplomaron sobre
los túneles desmoronados con un gran estruendo, y las máquinas y las obras
terreras quedaron o bien enterradas o bien quemadas.
Dos días después, tres osados miembros del partido de Simón se lanza­ VI, X I, 105

ron contra las máquinas en aquel sector y les prendieron fuego, aunque la
guardia romana intentó impedirlo, Las llamas se extendieron, y los roma­
nos salieron corriendo de su campamento para prestar ayuda, mientras los
judíos los atacaban con enorme furia. Los romanos trataron de apartar los
arietes del fuego, pero los judíos no los dejaban ir aunque el hierro estaba
al rojo vivo. Desde allí el fuego se extendió a las obras terreras, abruman­
do a los defensores romanos. Rodeados por las llamas, los romanos
abandonaron toda esperanza de salvar las obras y se retiraron a su campa­
mento. Enardecidos por el éxito, los judíos se lanzaron al ataque, y,
avanzando hasta las mismas trincheras, se enfrentaron con los centinelas.
Estos hombres resistieron valientemente, porque los centinelas romanos
eran condenados a muerte si abandonaban sus puestos, pero tan feroz fue
el ataque judío que las fuerzas romanas comenzaron a vacilar.
En este momento llegó Tito desde la Antonia, donde había estado ins­ V I, X I, Í 8 6

peccionando un lugar para nuevas obras terreras, y él y sus hombres


atacaron al enemigo por los flancos. Los judíos se volvieron y se enfren­
taron valientemente a él, pero un polvo cegador y un fragor atronador
pronto im pidió distinguir entre amigos y enemigos, y los judíos se reti­
raron a la ciudad. Con sus obras terreras demolidas los romanos se
sintieron profundamente abatidos, porque en una hora corta habían per­
dido los frutos de sus largos trabajos; muchos perdieron la esperanza de
poder nunca llegar a tomar la ciudad por medios normales.

La muralla de asedio romana


Tito celebró un consejo de guerra, y algunos oficiales le aconsejaron G 5:491
V I, X I II,
que dedicara todo su ejército a asaltar la muralla con un ataque masivo. 1117
Otros se pronunciaban por reconstruir las obras terreras, mientras que
otros proponían un bloqueo para reducir la ciudad por hambre. Tito sa­
bía que sería in ú til luchar con hombres desesperados que pronto se
destruirían entre sí, y que sería d ifícil lograr suficientes materiales para
restaurar las obras terreras. Entonces decidió rodear la ciudad con una
muralla cerrando toda posible salida, a fin de obligar a los judíos o a ren­
dirse o a morir de hambre.
Por ello, puso a sus legiones a trabajar, y edificaron con tanto entusias­ V I, X III.
laa
mo y con tanta rapidez que el proyecto quedó acabado en tres días. Este
fue un tiempo increíblemente corto, considerando que la muralla tenía
cinco m illas (ocho kilómetros) de longitud y trece fuertes adyacentes a
360 Las guerras de los judíos

su lado exterior. En estos Tito puso guarniciones, mientras que unos cen­
tinelas patrullaban los intervalos entre los fuertes a lo largo de la noche
VI, XIV, Ahora se acabó toda esperanza de huida y de cualquier suministro de
190 alimentos para los judíos, y el hambre devoró a miles y miles. Los calle­
jones estaban llenos de cuerpos, y los supervivientes no tenían fuerzas
para sepultar a los muertos, cayendo incluso en los sepulcros con ellos.
No se oía ningún duelo en Jerusalén, porque el hambre anulaba todas las
emociones, y un terrible silencio había descendido sobre la ciudad. Los
rebeldes ordenaron primero que los cadáveres fueran sepultados a expen­
sas del erario público, encontrando insoportable el hedor, pero después,
cuando se hicieron demasiado numerosos, los echaban en los barrancos.
G 5:510 Cuando Tito, mientras hacía una de sus inspecciones, vio estos valles
VI, XIV,
101 llenos de cadáveres pestilentes, gimió, y, levantando sus manos, puso a

Dios por testigo de que esto no era por su culpa. Mientras tanto, su ejér­
cito estaba con la moral bien alta, con abundancia de alimentos, y muchos
de los soldados romanos se acercaban a las murallas exhibiendo esta
abundancia para acentuar el hambre del enemigo. Tito, compadecido de
la población y queriendo salvar a los sobrevivientes, ordenó que se levan­
taran nuevas obras terreras. La madera para estas obras iba escasa, y tuvo
que ser traída de más de diez m illas (dieciséis kilómetros) de distancia,
porque todos los árboles de la ciudad habían sido cortados para las ante­
riores obras. Los nuevos montes se levantaron en cuatro puntos frente a
la torre Antonia, y eran mucho mayores que los anteriores.
G 5:525 Incluso sus propios sufrimientos no lograron llevar a los proscritos a
VI. XV,
192 sentir remordimientos, sino que, como perros, se ensañaban en la gente
incluso después de su muerte. Simón se revolvió contra Matías, uno de
los principales sacerdotes que había persuadido al pueblo a dejar entrar
a Simón en la ciudad para oponerse a Juan. Acusándole de simpatías
hacia los romanos, y sin permitirle ninguna clase de defensa, Simón con­
denó a muerte a Matías, junto a tres de sus hijos. Matías le rogó ser
ejecutado antes que sus hijos, pero Simón ordenó que los hijos fueran
degollados delante de Matías y a plena vista de los romanos, antes de dar
muerte al mismo Matías. Después de estos fueron ejecutados un sacer­
dote llamado Ananías, y Aristeo, el secretario del consejo, 1 y otros quince
principales, mientras que el padre de Josefo fue echado a la cárcel. Los
proscritos además prohibieron por edicto cualquier reunión en la ciudad
o ningún duelo en grupos.
VI, XV, Judas, uno de los oficiales de Simón al mando de una torre, llamó a diez
193
de sus más fieles subordinados y les dijo: “¿Hasta cuándo toleraremos es­
tos crímenes? O, ¿qué perspectivas de salvarnos a nosotros mismos vamos
a tener si obedecemos a este villano? Los romanos están ya prácticamente
en posesión de la ciudad, así que, ¡rindamos las murallas y salvémonos
Horrores en Jerusalén 361

a nosotros mismos y a la ciudad!” Los diez estuvieron de acuerdo, y a la


mañana siguiente Judas llamó a los romanos desde la torre [rindiéndo­
se], pero ellos desconfiaban. Mientras Tito avanzaba hacia la muralla con
algunas tropas, Simón se enteró del plan, ahapó a los diez, y los mató do­
lante de los romanos echándolos por encima de las almenas después de
mutilar sus cuerpos.
Mientras Josefo iba haciendo sus vueltas apremiando a la rendición, c 5:541
recibió una pedrada en la cabeza y perdió los sentidos. Los judíos hicie­
ron una salida y lo hubieran arrastrado adentro de la ciudad si César no
hubiera enviado una partida para rescatarlo. Durante la lucha que siguió,
Josefo fue sacado de allí, sin apenas saber qué era lo que había sucedido.
Suponiendo que habían matado a Josefo, los rebeldes gritaron llenos de
felicidad. Los rumores de su muerte se extendieron por toda la ciudad y
llegaron a su madre, que estaba encarcelada. Pero no estuvo ella angus­
tiada mucho tiempo, porque Josefo se recuperó pronto de su golpe, y fue
a gritarles a sus enemigos que pronto se vengaría de ellos.
Algunos de los desertores saltaban desde las almenas, mientras que w.xv,
otros salían llevando piedras, como si para una escaramuza, y se entre- 194
gaban a los romanos. Cuando llegaban, con los vientres hinchados de
hambre, comían tanto que reventaban, pero algunos aprendieron que te­
nían que comer moderadamente al p rin cip io , para estómagos tanto
tiempo sin comida. Pero incluso estos estaban sentenciados, porque uno
de los refugiados en las filas de los sirios fue descubierto recogiendo
monedas de oro de su excremento. Después de esto la canalla árabe y siria
abrieron en canal a los refugiados y buscaron en sus intestinos, y en una
noche 2 . 0 0 0 fueron cruelmente abiertos así.
A l oír acerca de este ultraje, Tito estuvo a punto de dar muerte a sus alia- w, xv,
dos, pero se refrenó porque eran muchos más ellos que sus víctimas. Sin 195
embargo, amenazó con la muerte a quien osara repetir aquel crimen, y or­
denó a los legionarios que identificaran a los culpables entre ellos. Sin
embargo, la codicia impulsaba más a aquellos bárbaros que el temor al cas­
tigo, por lo que ahora hicieron estas monstruosidades en secreto. Se iban
adelante a buscar a los desertores y los mataban donde no pudieran ser vis­
tos por los romanos, pero pocas entrañas contenían cantidades significativas
de dinero. Esta calamidad hizo que muchos desertores se echaran atrás.
Cuando Juan hubo saqueado a la población de todo lo que poseían, v i.x v i ,

comenzó a asolar el mismo templo. Sacó sus vasos de oro, sus cuencos, WG
sus mesas, algunos de ellos obsequios de Augusto y de su consorte, e in ­
cluso el vino y el aceite sagrados, y los dio a sus seguidores para su uso.
Pero, ¿para qué necesito describir los sufrimientos? Un refugiado, que
había estado encargado de una sola puerta, le dijo a Tito que 115.880 ca­
dáveres habían sido sacados en un período de once semanas. Otros
362 Las guerras de los judíos

M ayo - principales informaron de que 600.000 cuerpos de las capas bajas de la


ju lio ,
70 d .C . población habían sido tirados, y que era imposible contar el resto. Una
medida de trigo se vendía ahora por un tálenlo, y cuando ya 1 1 0 fue posi­
ble recoger hierbas después que la ciudad fue rodeada por la muralla
algunos buscaban despojos de animales en las alcantarillas o comían es­
tiércol de vaca. Pero los rebeldes eran inflexibles.

El asalto a la torre Antonia


G 6:1 Los romanos terminaron sus trabajos terreros en veintiún días, habien­
VII, 1 ,1 9 9
do desnudado todo el distrito de árboles en once m illas (dieciocho
kilómetros) a la redonda, y los suburbios anteriormente hermosos de la
ciudad parecían ahora un desierto. Los nuevos montes causaban ansie­
dad tanto a los romanos como a los judíos. Los judíos temían que si no
llegaban a quemarlos la ciudad sería tomada. Los romanos temían que si
estos montes eran también destruidos nunca tomarían la ciudad, y se sen­
tían deprimidos por el invencible espíritu judío.
Antes de que los arietes fueran traídos, Juan y su partida dentro de la
Antonia trataron de destruir las obras romanas. Pero el intento fue infruc­
tuoso, porque salieron en grupos pequeños, sin motivación y sin un plan
unificado. Los romanos también pusieron pantallas sobre las obras y se
mantuvieron firmes en sus puestos, sabiendo que se habrían terminado
sus esperanzas si eran pastos de las llamas. Las máquinas de artillería les
20 de fueron útiles contra las partidas atacantes, y, con cada judío caído cerran­
julio,
70 d.C. do el paso para el que le seguía, los judíos pronto se retiraron.
VII, [, 2 0 2 Los romanos trajeron ahora las máquinas de asedio, aunque fueron ata­
cados desde la Antonia con piedras, fuego, hierro [puntas de flecha] y todo
tipo de proyectiles que los judíos pudieran lanzarles. Pero la muralla de
la fortaleza resistió los embates del ariete. Los romanos acoplaron enton­
ces sus escudos sobre sus cabezas para protegerse contra las piedras, y
trabajaron con las manos y con palanquetas para minar los cimientos, y
lograron sacar cuatro piedras. La noche suspendió los trabajos, pero du­
rante la noche la muralla se desmoronó de repente, porque había sido
sacudida por los arietes en el punto en que Juan había excavado bajo tie­
rra mientras minaba las anteriores obras terreras. Pero el gozo de los
romanos se enfrió al ver una segunda muralla, que Juan había edificado
dentro. Aunque esta m uralla parecía ser más débil que la de la torre
Antonia, ningún romano se aventuró a escalarla, porque la muerte espe­
raba de cierto a los primeros atacantes.
G 6:33 Tito llamó a sus más valientes y los apremió a que escalaran la mura­
Vil, XVI,
20 5 lla, prometiendo recompensas para quien encabezara el asalto. Cuando
todos vacilaron, un auxiliar llamado Sabino, sirio de nacimiento, se pre­
sentó voluntario. Su piel era negra y estaba enflaquecido, y cualquiera
363

La torre Antonia, construida por Herodes sobre una elevación al noroeste del
área del templo y nombrada en honor de su patrocinador, Marco Antonio (modelo
por M . Avi-Yonah).

lo hubiera considerado no apto para ser soldado, pero en aquel endeble


cuerpo vivía un alma heroica. Se levantó y dijo: “¡Me ofrezco de buena VI, XVI,
200
gana a ti, César. Yo soy el primero en escalar la muralla, y si muero, sabe
que es por tu causa que entrego mi vida bien dispuesto!”
Entonces levantó su escudo por encima de su cabeza, sacó su espada,
y avanzó hacia la muralla. Sólo once hombres tuvieron el valor de seguir­
le. Los defensores echaron sus jabalinas desde las almenas, hicieron llover
flechas sobre ellos, y echaron enormes peñascos que aplastaron a algu­
nos de los once. Pero Sabino no retardó su ritmo hasta que llegó arriba y
dispersó al enemigo, porque los judíos, atónitos ante su temeridad y pen­
sando que más le habían seguido, se giraron y huyeron. Pero en el mismo
momento de su triunfo Sabino resbaló y cayó sobre una roca, cayendo de
cabeza con un gran estruendo. Los judíos se volvieron, y viendo a Sabino
solo y postrado lo atacaron desde todas partes. Levantándose sobre su
rodilla y cubriéndose con su escudo los mantuvo un tiempo a raya, hi­
riendo a muchos que se le acercaban, pero pronto quedó cubierto bajo los
proyectiles. Tres de sus camaradas fueron aplastados por las piedras, y 22 de ju lio ,
70 d . C.
el resto fueron llevados al campamento, heridos.
Dos días después, veinte de los guardias estacionados en las obras terre­ (i 0 :0 0
VII, II, 2 0 7
ras, junto con un portaestandarte, un trompetero y dos auxiliares, se
deslizaron sigilosamente hacia la torre Antonia en plena noche. Escalaron
la muralla, dieron muerte a los centinelas, que estaban dormidos, y luego
364 Las guerras de los judíos

ordenaron al corneta que tocara. Los otros guardas despertaron de su sue­


ño y huyeron antes de haberse fijado en el número de los enemigos, porque
la trompeta les hizo pensar que habían subido en gran número. Tilo orde­
nó de inmediato a las tropas que tomaran las armas, y, con su grupo de elite
fue el primero en subir. Los judíos huyeron al templo, donde las fuerzas
ilo Juan y de Simón presentaron una defensa a ultranza. Los romanos pre­
sionaron para apoderarse del templo, y los judíos se esforzaban en
devolverlos a la Antonia. Las flechas y las lanzas fueron inútiles para am­
bos lados. Sacando las espadas se enzarzaron en un combate cuerpo a
cuerpo, y lucharon tan de cerca y fieramente que los combatientes encon­
traban difícil decir de qué lado estaban luchando.
A l final, tras luchar desde las tres de la madrugada hasta la una de la tarde
siguiente, los judíos lograron rechazar a los romanos. Tenían la ventaja
V II. ¡I. 2 0 8 numérica —sólo una parte del ejército romano había acudido al ataque—
y por ello los romanos se contentaron con la posesión de la Antonia por el
momento. Pero Juliano, un heroico centurión de Bitinia, se lanzó adelan­
te y a solas echó a los judíos de vuelta al rincón del templo interior, matando
V I I, I I . 2 0 9 a todos a los que alcanzaba. La multitud se dio a la fuga ante su embate,
considerando su fuerza y valor como sobrenaturales. Pero, como los otros
soldados, sus zapatos estaban muy claveteados con clavos aguzados, y al
correr a través del pavimento resbaló y cayó de espaldas. E l gran ruido de
su armadura hizo que los fugitivos se volvieran y lo traspasaran con lan­
zas y espadas. Juliano se defendió bravamente, hiriendo a muchos de sus
enemigos, hasta que él mismo fue descuartizado. Mientras tanto, los roma­
nos quedaban otra vez encerrados dentro de la torre A ntonia
profundamente conmovidos por el heroísmo de Juliano.

La destrucción de la torre Antonia


G B:93 A fin de preparar una vía fácil de subida para todo su ejército, Tito or­
V I I, ¡V, 2 1 0
denó que la fortaleza Antonia fuera derruida hasta los cimientos. A l saber
que el sacrificio diario en el templo se había interrumpido por falta de
hombres [o de corderos], y que toda la gente estaba por ello en zozobra,
Agosto, Tito envió a Josefo a que le dijera a Juan que le permitiría salir del tem­
70 d.C.
plo y luchar en algún lugar fuera de él, para que no contaminaran más el
lugar santo. Juan recibía también el permiso de Tito para reanudar los
sacrificios interrumpidos con la ayuda de aquellos judíos que escogiera.
V il, IV . 2 1 1 Josefo, poniéndose donde no sólo Juan sino también la m ultitud le
oyera, pronunció el mensaje de César en hebreo, apremiando a los judíos
a salvar a su país y su templo. Pero el tirano Juan maldijo a Josefo en re­
petidas ocasiones, y le dijo que no temía la conquista, porque la ciudad
era de Dios.
Josefo le contestó: “¡Es el mismo Dios que está usando a los romanos
Horrores en Jerusalén 365

para purificar su templo con fuego y para exterminar una ciudad tan re­
pleta de inm undicia!” A l estallar Josefo en sollozos, muchos de la clase
alta se sintieron conmovidos por sus palabras, y algunos principales sa­
cerdotes y nobles se pasaron a los romanos. César los recibió cortésmente
y los envió a Gofna, 2 prometiéndoles restaurarles sus posesiones después
de la guerra. Cuando estos estaban felices y tranquilos en Gofna, los re­
beldes esparcieron el rumor de que habían sido degollados por los
romanos, y esta mentira refrenó temporalmente a la gente do desertar.
Sin embargo, Tito hizo llamar a los hombres de Gofna y les ordenó an­
dar alrededor de la muralla con Josefo para que la población pudiera
verlos, y una gran cantidad de gente huyó a los romanos. Puestos delan­
te de la línea romana, los refugiados imploraban a los rebeldes, con
lágrimas, a que se rindieran, o que al menos se apartaran del templo y lo
salvaran de la ruina, porque los romanos no querían incendiar los luga­
res santos a no ser que se vieran obligados a ello.
Pero los rebeldes sólo gritaron maldiciones a los desertores y monta­
ron sus máquinas de artillería sobre las puertas sagradas, de manera que
el templo parecía una fortaleza. Corrían armados por los lugares santos,
e incluso asombraban a los romanos por su impiedad. Otra vez Tito re­
prendió a Juan y a sus seguidores: “¿No fuisteis vosotros, abominables
miserables, los que pusisteis esta balustrada enfrente de vuestro santua­
rio, con losas en griego y en vuestra propia lengua, advirtiendo que nadie
podía pasar esta barrera? ¿Y no os permitimos dar muerte a cualquiera
que la rebasara, incluso si era un romano? ¿Por qué, pues, pisoteáis aho­
ra vosotros cadáveres dentro de este lugar? Pongo por testigos a los dioses
de mis padres, y a cualquier deidad que una vez guardara este lugar —
porque ahora creo que no está—, y pongo por testigos a mi ejército, a los
judíos en mis filas, y a vosotros, de que no soy yo quien os obliga a con­
taminar estos recintos. Luchad en cualquier otro lugar, y ningún romano
profanará vuestros lugares santos. ¡Más bien, salvaré este santuario para
vosotros, incluso contra vuestra voluntad!”
Josefo tradujo este mensaje para los judíos, pero los rebeldes y su tira­ VII, V, 2 1 5
no se burlaron de él. Tito, por ello, reanudó de mala gana las hostilidades.
No podía hacer el asalto con todo su ejército, porque los accesos al tem­
plo eran demasiado estrechos, y por ello seleccionó a los treinta mejores
de cada centuria, poniendo a Cércalo al frente, con órdenes de atacar a
alrededor de las tres de la madrugada. Él mismo hubiera dirigido el ata­
que si sus oficiales no le hubieran persuadido de que sería mejor vigilar
y dirigir sus tropas desde la torre Antonia, a fin de recompensar a los va­
lientes y de castigar a los cobardes.
Los romanos atacaron antes del amanecer, pero no encontraron dormi- g 6;i3«
dos a los guardias, como había sido su esperanza, porque saltaron a las VII, V, 2 1 6
Un fragmento de uno de los trece letreros que rodeaban el área del interior del santuario
— citado en el discurso de Tilo— en el que se amenazaba de muerte a cualquier gentil
que penetrara en los recintos sagrados. Parte de la palabra griega para “muerte" aparece
cerca del fondo (Musco Rockefeíler, lerusalén). Pablo fue acusado injustamente de haber
violado esta prohibición (ver Hch. 21:27ss).

armas con un gran grito. Los romanos tuvieron al principio la ventaja en


la lucha, porque recordaban la contraseña en la oscuridad, mientras que
los judíos se atacaban frecuentemente el uno al otro en la confusión. Pero
cuando salió el sol, los judíos mantuvieron su defensa con mejor orden.
La batalla siguió hasta las once de la mañana, sin que ningún bando lo­
grara la victoria.
va, v. 217 Mientras tanto, el resto del ejército levantó los cimientos de la Antonia,
Horrores en Jerusalén 367

y en una semana tuvieron preparada una ancha subida hacia el templo,


donde levantaron montes contra cuatro lugares en el atrio exterior. Es­
tos fueron construidos con grandes dificultades, porque los romanos
tenían que traer la madera desde una distancia de más de veinte kilóme­
tros, y los ataques de los judíos se habían hecho aún más osados. Algunos
de la caballería romana, cuando salían a recoger madera o alimentos,
dejaban sueltos a sus caballos para que pastaran mientras ellos buscaban,
y los judíos frecuentemente atacaban en bandas y los robaban. Decidido
a volverlos más cuidadosos acerca de sus corceles mediante un severo
ejemplo, Tito hizo ejecutar a uno de sus tropas que había perdido su ca­
ballo. Desde entonces los hombres no se separaron de sus animales.
Sufriendo de hambre, los rebeldes atacaron de improviso la muralla
romana en el monte de los Olivos durante la hora de la cena, esperando caos?
encontrar a sus enemigos descuidados. Pero los romanos los vieron ve- m v-216
nir y se dirigieron apresuradamente a aquel lugar desde los fuertes
adyacentes, e impidieron sus esfuerzos por escalar la muralla o de abrir
una brecha en ella. Tuvo lugar entonces una feroz batalla, pero los judíos
fueron finalmente expulsados y echados al barranco.
Los judíos incendiaron ahora el pórtico que llevaba de la torre Antonia vu. « 2 1 9
al templo, y luego arrancaron una abertura de treinta pies (diez metros)
a mano. Dos días después los romanos incendiaron la columnata adya- i2 d<
cente y quemaron unos veinte pies (siete metros) más. Los jud ío s 'odíe,
destruyeron entonces el tejado y cortaron toda comunicación entre ellos
y la torre Antonia.
Un día, un pequeño y macilento judío llamado Jonatán, apareció al otro
lado del monumento del sumo sacerdote Juan, y retó al mejor de los ro­
manos a singular combate. Durante algún tiempo estuvo gritando sus
insultos sin que los romanos le hicieran el menor caso. Pero finalmente
un auxiliar llamado Pudente, disgustado ante su descaro y pensando que
podría fácilmente batir a un hombre tan diminuto, se adelantó para acep­
tar el reto. Estaba teniendo ventaja en la lucha cuando de repente resbaló
y cayó. Jonatán en el acto le traspasó con su espada y luego danzó de re­
gocijo, escarneciendo a sus espectadores romanos, hasta que un centurión
dobló su arco y lo traspasó de un flechazo. Retorciéndose de dolor, cayó
sobre el cadáver de su enemigo, demostrando que en la guerra el éxito
inmerecido atrae sobre sí la inmediata venganza.

1. El “consejo” a que se refiere aquí es el sanedrín.


2 . Gofna quedaba a doce m illas (veinte kilóm etros) al norte de Jerusalén.
26
La d e s t r u c c i ó n d e l
TEMPLO Y DE LA CIUDAD
os rebeldes en el templo, mientras tanto, pensaron la siguien­

L
G 11:177
V II, V i
221 te treta. A lo largo del pórtico occidental llenaron el espacio
15 do
Slg U M tt). entre las vigas y el techo de yesca, resina y betún, y luego, como
70 d.C.
si agotados, se retiraron. Ante esto, muchos de los legionarios irreflexivos
se lanzaron contra ellos, subiendo al pórtico con escalas. Pero los más
prudentes, desconfiando de la retirada, se quedaron esperando. Cuando
el pórtico estuvo lleno con los que habían subido, los judíos prendieron
fuego a toda la estructura. Las llamas rugieron voraces por todos lados,
y algunos de los romanos saltaron hacia la ciudad, otros en medio del
enemigo, mientras que muchos se rompieron brazos o piernas saltando
hacia amigos. Pero la mayoría murieron en las llamas o cometieron sui­
cidio, no queriendo esperar a ser quemados.
César, aunque indignado contra todos los que habían subido al pórti­
co sin esperar órdenes, se compadeció cuando los vio, y apremió a sus
hombres a hacer todo lo posible por salvarlos, aunque nada se podía ha­
cer. Unos pocos volvieron a la pared del pórtico, que había escapado a las
VII, VI,
222 llamas, pero se vieron rodeados de judíos y murieron tras una valiente
resistencia. A l último de ellos, un joven llamado Longo, le ofrecieron los
judíos perdonarle la vida si bajaba y se rendía. Pero su hermano le gritó
que no mancillara las armas romanas, y entonces Longo levantó su espa­
da delante de ambos ejércitos y se mató.
Entre los envueltos en llamas, un cierto Artorio se salvó por su astucia.
Le gritó a un camarada abajo con el que compartía la tienda: “¡Lucio! Te
dejaré como heredero de mi propiedad si vienes y me recoges.” Lucio co­
rrió a él, y Artorio se echó encima de él, y se salvó. Pero Lucio fue aplastado
contra el pavimento por el peso de Artorio y murió allí mismo.
Los romanos se sintieron llenos de zozobra ante esta calamidad, pero
16 de esto les hizo ser más precavidos ante las tretas judías. Los romanos incen­
agosto,
70 d.C. diaron el pórtico del norte, destruyéndolo hasta la esquina nororiental,
que estaba edificada sobre la barranca del Cedrón.

g(Man El tormento del hambre


m Vlj Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada
Pórticos que rodeaban el templo en Jerusalén, lugar de muchos choques entre
romanos y judíos (modelo p o r M . Avi-Yonah).

casa donde había el menor bocado de comida los parientes luchaban por
él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloque­
cidos, royendo lo que fuera: cinturones, zapatos, e incluso el cuero de sus
escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso
caso de María de Betezuba
Distinguida en familia y fortuna, María había huido de Perea a jerusa- vu. vm.
lén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante
el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enlo­
quecida por el hambre, tomó al bebé que tenía en su pecho y dijo: “¡Pobre
bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebelión?
Ven, sé mi alimento: venganza contra ios rebeldes, y el punto culm inan­
te de la tragedia judía para el mundo.” Con esto, mató a su pequeño, asó vu. vm.
su cuerpo, y devoró la mitad del mismo ocultando el resto.
Los rebeldes llegaron al instante, oliendo el impío olor y amenazándola
de muerte si no les entregaba lo que había preparado. Ella les había reser­
vado también una buena porción, les dijo, destapando los restos de su
bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror. “Este es mi hijo y mi ac­
ción —les dijo. Servios, porque yo ya he tenido mi parte. ¡No seáis más
débiles que una mujer ni más compasivos que una madre! Pero si sois me­
lindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme entonces el resto para mí. ”
Ellos salieron temblando, y toda la ciudad quedó conmocionada ante
esta abominación, mientras que los romanos quedaban horrorizados, y
César se declaraba inocente de este crimen delante de Dios. Pero juró que
370 Las guerras de los judíos

sepultaría esta atrocidad de canibalismo infantil debajo de las ruinas del


país.
G (1:220 Cuando algunas de las obras terreras quedaron finalizadas, Tito orde­
V il, ¡X ,
220
nó que los arietes fueran traídos frente al pórtico occidental del atrio
2 de
agosto,
exterior del templo. Otros intentaron minar los cimientos de la puerta
7 0 d.C. septentrional, pero fracasaron. En lugar de esto, los romanos adosaron es­
calas a los pórticos, pero tan pronto como llegaron arriba los judíos los
echaban abajo de cabeza, o mataban a los romanos antes que pudieran de­
fenderse con sus escudos. También echaron abajo, desde arriba, algunas
de las escalas llenas de hombres armados, precipitándolos en tierra. To­
dos los que habían subido cayeron, e incluso fueron capturados los
estandartes romanos. Dándose cuenta de que su esfuerzo en respetar un
templo extranjero sólo llevaba a la matanza de sus tropas, Tito ordenó que
se prendiera fuego a las puertas.
En este momento dos de los lugartenientes de Simón desertaron a Tito,
V lf, IX , esperando ser perdonados porque se rendían en un momento de éxito. Tito
227
se sentía inclinado a ejecutarlos, porque pensaba que se habían rendido
sólo para salvarse de la calamidad que habían atraído sobre su ciudad. Sin
embargo, su buena fe lo llevó a librarlos.
Las tropas romanas incendiaron las puertas, y las llamas se extendie­
ron rápidamente a los pórticos. Cuando los judíos vieron el círculo de
llamas que les rodeaba perdieron los ánimos y quedaron boquiabiertos
mirando las llamas, sin tratar de apagarlas. Durante todo el día y la siguien­
te noche siguió ardiendo el fuego.
G 0:230 A la mañana siguiente Tito ordenó que se apagara el fuego y que se hiciera
V II, I X ,
22n un camino a las puertas para facilitar la entrada de las legiones. Luego llamó
a sus generales para debatir la suerte que debía correr el templo. Algunos
querían destruirlo en el acto, porque sería siempre un foco de rebelión judía.
Otros aconsejaron que si los judíos salían del templo, que fuera preservado,
pero que si lo empleaban como fortaleza, lo quemaran. Pero Tito declaró que,
sucediera lo que sucediera, una obra tan magnífica como el templo debía ser
preservada, porque siempre sería un adorno del imperio. Tres de sus gene­
rales estuvieron de acuerdo con él, y se levantó el consejo.
V II, IX , Al día siguiente los judíos lanzaron una furiosa incursión contra los guia­
220
das apostados en su patio exterior. Los romanos cerraron las filas, juntaron sus
escudos, y resistieron el ataque. Pero los judíos salieron en tanto número que
Tito, que estaba vigilando desde la torre Antonia, lanzó apresuradamente a su
caballería de elite para ayudar a sus tropas. Los judíos no pudieron resistir la
carga de ellos y se retiraron al patio interior del templo.

G 0 :2 4 9
70 d.C.
El incendio del templo
V II, IX ,
229 Tito se retiró entonces a la torre Antonia con la intención de atacar du­
c La destrucción del templo y de la ciudad

rante la siguiente madrugada con toda su fuerza y abrumar a los defenso­


371

res del templo. Pero aquel día —el décimo de Lous [30 de agosto]— el
edificio estaba sentenciado; era el mismo día en que el templo anterior ha­
bía sido destruido por el rey de Babilonia. Cuando Tito se retiró, los rebeldes
volvieron a cargar contra los romanos, y se dio un conflicto entre los guar­
das judíos del santuario y las tropas romanas que estaban tratando de apagar
las llamas en el atrio interior. Los judíos fueron dispersados y perseguidos vn. 2 30

adentro del santuario. En este momento un soldado, sin esperar órdenes ni


deteniéndose ante una acción tan terrible, tomó un ascua ardiendo. Levan­
tado por uno de sus camaradas arrojó el ascua a través de una pequeña
puerta dorada del lado norte que daba acceso a las cámaras que rodeaban
el santuario. A l prender las llamas brotó un clamor terrible de los judíos,
que se precipitaron al rescate sin preocuparse por sus vidas.
Tito estaba descansando en su tienda cuando un mensajero se precipi­
tó a llí con las noticias. Saltando tal como estaba corrió al templo para
apagar las llamas. Pero había tal ruido y confusión que los soldados no
podían o no querían oír las órdenes de su general, ni obedecer a sus ade­
manes. Nada podía detener la furia de las tropas, y muchos fueron
atropellados por sus camaradas en las entradas. Cayendo entre las ruinas
llameantes compartían la suerte de sus enemigos.
Enloquecidos de ira y pretendiendo no oír las órdenes de su general, vn. C, 231

los soldados seguían corriendo, lanzando sus antorchas dentro del san­
tuario. Los rebeldes eran ahora impotentes y no hicieron ningún intento
para defenderse, porque por todos lados había degollina y huida, siendo
los no combatientes las principales víctimas de la matanza. Alrededor del
altar había montones de cadáveres, mientras que arroyos de sangre corrían
por las escalinatas del santuario.
A l ver César que no podía refrenar la furia de sus soldados, él y sus ge­
nerales entraron en el edificio y contemplaron el lugar santo del santuario
y todos los esplendores que contenía. Por cuanto las llamas no habían lle­
gado aún al interior, sino que estaban aún consumiendo las cámaras que
rodeaban el templo, Tito hizo un último esfuerzo por salvarlo. Precipitán­
dose fuera ordenó a sus tropas que apagaran el fuego, mandando a uno de
sus centuriones que diera muerte a garrotazos a quien desobedeciera sus
órdenes. Pero el respeto hacia su general y el temor al castigo habían que­
dado desbordados por su odio desenfrenado contra los judíos y por la
esperanza del botín. Viendo que todo lo que les rodeaba estaba hecho de
oro supusieron que el interior contendría unos inmensos tesoros. Y cuan­
do Tito corrió fuera para refrenar a las tropas, uno de los que habían
entrado con él echó un ascua a los goznes de la puerta [del templo inte­
rior], y las llamas prendieron en el interior. César y sus generales se
retiraron, y así, contra sus deseos, fue quemado el santuario.
372 Las guerras de los judíos

G 0:271 Mientras el templo ardía, los vencedores robaron todo aquello sobre lo
XI. 233
que pudieron echar las manos, y degollaron a todos los que encontraron.
No se mosbó compasión para nad ie, ni por edad ni por distinción, viejos o
niños, los laicos o los sacerdotes: todos fueron muertos. Mientras rugían las
llamas, y por cuanto el templo estaba sobre un monte, parecía como si toda
la ciudad estuviera ardiendo. El fragor era ensordecedor, con los gritos de
guerra de las legiones, los aullidos de los rebeldes rodeados de fuego y es­
padas, y los chillidos de la gente. La tierra estaba tapada por los cadáveres,
y los soldados tenían que trepar sobre montones de cuerpos en su persecu­
ción de los fugitivos. Los bandidos judíos se abrieron paso a través de los
romanos hacia el patio exterior del templo, y luego a la ciudad. Algunos de
los sacerdotes tomaron al principio picas del santuario y las arrojaron a los
romanos, pero después, alejándose de las llamas, se retiraron a la muralla.

Profetas y portentos
G 6:281 Los romanos incendiaron ahora todos los edificios contiguos, los restos
VII. XI, 234
de los pórticos y de las puertas, y las cámaras del tesoro, donde se habían
situado inmensas cantidades de dinero. Luego pasaron al único pórtico que
quedaba en pie en el atrio exterior, donde habían buscado refugio 6 . 0 0 0
mujeres y niños. Se habían reunido allí a causa de un falso profeta que les
había dicho que Dios les mandaba ir al templo, donde recibirían garantías
de liberación. Antes que César hubiera decidido qué hacer con esa gente,
los soldados prendieron fuego a esta columnata, y no escapó nadie.
VII. XI. 235 Para este tiempo muchos falsos profetas habían estado engañando al pue­
blo. Eran pagados por los tiranos para que apremiaran al pueblo a esperar la
ayuda de Dios, y así impedir que desertaran. Pero antes del asedio habían
tenido lugar portentos, prediciendo la inminente devastación, pero los judíos
habían ignorado estas advertencias de Dios. Una estrella asemejándose a una
espada colgó sobre la ciudad, y también un cometa que duró un año. Y justo
antes de la revuelta, cuando la gente volvían juntos para la fiesta de los Pa­
nes Ázimos, resplandeció una luz brillante alrededor del altar durante la
noche e iluminó el santuario durante media hora. La gente pensó que esto
era un buen augurio, pero los escribas sagrados les dijeron que se trataba de
Vil. XII. lo contrario. Una vaca parió un cordero en el patio del templo, y la puerta
233
oriental del atrio interior, que estaba cerrada con barras de hierro y tan pesa­
da que se precisaba de veinte hombres para moverla, se abrió por sí misma
durante la noche. Y en la fiesta de pentecostés, cuando los sacerdotes entra­
ron en el patio interior del templo, oyeron un gran ruido, y después de esto
las voces de una multitud que decía: “¡Nos vamos de este lugar! ” 1
C, 0:300 Pero hubo otro portento aún más alarmante. Cuatro años antes de la gue­
VII. XII.
237 rra, mientras la ciudad gozaba de prosperidad y paz, un rudo campesino
llamado Jesús, hijo de Ananías, vino a la fiesta de los Tabernáculos. Se levantó
La destrucción del templo y de la ciudad 373

en el templo, gritando: “¡Una voz del este, una voz del oeste, una voz de los
cuatro vientos, una voz contra Jerusalén y el santuario, una voz contra no­
vios y novias, una voz contra todo el pueblo!” Día y noche andaba por las
calles con este clamor. Algunos de los principales arrestaron a este hombre
y lo azotaron, pero él proseguía como antes con este clamor. Los magistra­
dos lo trajeron ante el gobernador romano, que lo hizo azotar hasta llegar a
los huesos, pero ni pidió misericordia ni derramó una lágrima, sólo gritan­
do a cada golpe: “¡Ay de Jerusalén! ” Cuando Albino, gobernador, le preguntó
quién era, de dónde venía, y por qué gritó este lamento, no respondió, pero
sólo repitió su endecha: “¡Ay de Jerusalén!” Durante siete años y cinco me­
ses, continuando a lo largo de la guerra, prosiguió con este clamor, hasta que,
haciendo su vuelta por las murallas durante el asedio, gritó con su penetrante
voz: “¡Una vez más, ay de esta ciudad, de su pueblo y del templo!” Y luego
añadió repentinamente: “¡Y ay de m í también!”, y fue inmediatamente gol­
peado en la cabeza por una piedra arrojada por una catapulta.
Pero lo que más incitó a los judíos a la guerra fue un oráculo ambiguo VII, XII,
230
que predecía que alguien procedente de su país llegaría a ser gobernante
del mundo. Esto lo interpretaron como alguien de su propia raza, pero el
oráculo se refería realmente a Vespasiano, que fue proclamado empera­
dor en tierra judía . 2

Tito toma la ciudad alta


Ahora que los rebeldes habían huido a la ciudad, los romanos levanta­ G 6 :3 1 6
Vil, XIII,
ron sus estandartes dentro del patio del templo y ofrecieron sacrificio, 239

aclamando a Tito como imperator. Las tropas estaban tan cargadas de bo­
tín que el oro bajó a la mitad de su anterior valor por toda Siria.
De entre los sacerdotes todavía subidos a las murallas del santuario, un
chico llamó a los guardias romanos diciéndoles que sufría sed, y les p i­
dió su protección mientras bajaba y bebía agua. Compadeciéndose de él,
accedieron, y así bajó, apagó su sed, llenó un jarro de agua, y se volvió
corriendo a los sacerdotes antes que los guardas pudieran atraparlo. Cuan­
do ellos maldijeron su perfidia, el chico les contestó que él no había
quebrantado su palabra, no habiéndoles prometido que se quedaría con
ellos. Los romanos se quedaron sorprendidos por haberse dejado engañar
por un muchacho tan pequeño.
Cinco días después, los sacerdotes estaban tan hambrientos que baja­
ron y se rindieron a Tito, rogándole que les perdonara la vida. Pero él les
dijo que ya había pasado el tiempo del perdón: que aquello por lo cual él
pudiera haberlos perdonado ya no existía, y así los hizo ejecutar, dicien­
do que era justo que perecieran con su templo.
Viendo que no tenían esperanza alguna de escapar, los tiranos judíos y G 6:323
Vil, XIII,
sus seguidores invitaron a Tito ahora a parlamentar. Por cuanto quería sal­ 240
374 Las guerras de los judíos

var la ciudad, Tito les habló por medio de un intérprete en las puertas oc­
cidentales de los atrios exteriores del templo, donde se abrían sobre un
puente que llevaba a la ciudad alta. El les recordó de manera detallada
todos los favores pasados que Roma les había conferido y que habían sido
pagados sólo con la rebelión, la intransigencia, y la miserable crueldad
que había conducido a la destrucción de su templo. “Sin embargo, —-les
dijo Tito— yo no imitaré vuestro desenfreno. Arrojad vuestras armas y
rendios, y os perdonaré la vida. Como amo benigno castigaré sólo a los re­
voltosos, y dejaré al resto para mi propio uso.”
A esto ellos contestaron que no podían aceptar su oferta porque habían
jurado no hacerlo. Le pidieron permiso para pasar a través de sus líneas, con
sus mujeres e hi jos, y retirarse al desierto dejándole a él la ciudad. Tito se sintió
furioso de que unos virtuales cautivos le hicieran propuestas como si fueran
vencedores. Les advirtió que no esperaran ya más ningún cuartel sino que
lucharan por salvarse lo mejor que pudieran, porque desde ahora él se regi­
ría por las leyes de la guerra. Luego dio permiso a sus tropas para que
Sep t., quemaran y saquearan la ciudad, y las llamas pronto consumieron los archi­
7 0 d.C.
vos, el acra, la cámara del consejo, y muchos hogares.
G 6:35» Los rebeldes se precipitaron ahora al palacio real [de Herodes, en la ciu­
VII, XIV,
244 dad alta] donde muchos habían depositado sus riquezas, batieron a los
romanos, y mataron a 8.400 personas que se habían reunido allí. Saquean­
do el dinero capturaron también a dos soldados romanos, uno de caballería
y otro de infantería. A este último lo degollaron a llí mismo y arrastraron
su cuerpo por la ciudad. E l jinete pretendió que les podía sugerir como
salvarse, y así fue llevado ante Simón, pero, al no tener nada que decir,
fue entregado para que lo ejecutaran. El oficial le ató las manos detrás de
la espalda, le puso una venda cubriéndole los ojos, y lo llevó para deca­
pitarlo a la vista de los romanos. Pero mientras que el judío sacaba la
espada, el prisionero logró escapar hacia los romanos. Después de tal es­
cape, Tito difícilmente podía ejecutar al oficial por haber sido tomado
vivo, y en lugar de ello lo expulsó de la legión.
vn, xiv, A l siguiente día los romanos expulsaron a los proscritos judíos de la ciu­
245
dad baja y la incendiaron hasta Siloé. Enjaulados en la ciudad alta, los
rebeldes se dispersaron y se pusieron en emboscadas entre las ruinas, ejecu­
tando a todos los que intentaban desertar. Como última esperanza planeaban
buscar refugio en los pasajes subterráneos, donde se esconderían hasta que
la ciudad fuera totalmente destruida y los romanos se hubieran ido.
VIJ, XV, Por cuanto la subida a la ciudad alta era empinada, César ordenó obras
247
8de terreras, aunque la tierra había sido despojada de madera por doce millas
sept.,
70 d.C. (veinte kilómetros) a la redonda. Pero las legiones levantaron un terraplén

en el lado occidental de la ciudad frente al palacio real, mientras que los


auxiliares y otras unidades levantaban otro frente al Xisto y el puente.
La destrucción del templo y de la ciudad 375

Los jefes idumeos se reunieron secretamente ahora para considerar la G 0:378

rendición, y enviaron cinco delegados a Tito para pedirle su protección.


Tito, esperando que si los idumeos abandonaban los tiranos judíos tam­
bién se re n d irían , enviaron de vuelta a los hombres prometiendo
respetarles la vida. Pero mientras los idumeos se preparaban para irse,
Simón se enteró de estos planes, e inmediatamente hizo dar muerte a los
cinco emisarios, y encarceló a los jefes. Los soldados idumeos, impoten­
tes ante la pérdida de sus líderes, fueron vigilados por Simón, que puso
más centinelas en las murallas.
Con todo, estos guardas no podían impedir las deserciones, porque VII, XV,
240
aunque muchos fueron muertos cuando trataban de escapar, un número
mayor huyó a los romanos. Incumpliendo misericordiosamente sus an­
teriores órdenes, Tito los recibió a todos, liberando a unos 40.000 [50.000,
edición CLIE] ciudadanos, y vendiendo al resto como esclavos.
En esta ocasión, uno de los sacerdotes recibió una promesa de protec­
ción con la condición de que entregara cier,tos tesoros del templo que había
ocultado. Y así entregó de la muralla del santuario dos candeleras, me­
sas, cuencos y bandejas —todo ello de oro macizo— así como los velos,
las vestiduras de los sumos sacerdotes con piedras preciosas, y otros ar­
tículos. Otro sacerdote indicó dónde estaban escondidos unos tesoros
similares, y así obtuvo el perdón que se concedía a los refugiados.
Las obras terreras fueron acabadas en dieciocho días, y fueron entonces G l¡:392
VU, XVI.
traídas las máquinas de asedio. Algunos abandonaron toda esperanza y se 24!)
25 de
retiraron de las murallas al Acra. Oiros se deslizaron a las cavernas, pero Hlipl.,
muchos trataron de rechazar a los romanos desde las murallas; sin embar­ 7 0 d.C.

go, fue fácil hacerlos refroceder. Cuando una parte de la muralla y algunas
de las torres se derrumbaron bajo el embate de los arietes, los defensores
huyeron y los mismos tiranos fueron presa del pánico. Aquellos fieros cau­ VII, XVI,
250
dillos judíos, antes tan orgullosos de sus osados crímenes, estaban ahora
temblorosos y asustados, o cayeron sobre sus rostros, lamentando su suer­
te e incapaces de huir. Luego los tiranos, por su propia cuenta, abandonaron
las tres torres [de Herodes] que habrían resistido a cualquier máquina de
asedio, y donde hubieran podido resistir hasta verse reducidos por ham­
bre. Abandonando estas torres —o más bien siendo empujados fuera de ellas
por Dios— se refugiaron en la barranca debajo de Siloé. Después, cuando
Simón y sus seguidores se hubieron recuperado algo de su pánico, trataron
de abrir una brecha en la muralla que los romanos habían construido alre­
dedor de la ciudad y escapar. Pero cuando los guardas los rechazaron
volvieron a guarecerse en los pasajes subterráneos.

Jerusalén es destruida G 0:403


VII, XVI.
Dueños ahora de la muralla de la ciudad, los romanos izaron sus estan­ 251
376 Las guerras de los judíos

dartes en las torres llenos de júbilo por su victoria, encontrando el fin de la


guerra una tarea más fácil que su principio. Apenas podían creer que ha­
bían ascendido a la última muralla sin derramamiento de sangre y que no
habían encontrado defensores dentro. Lanzándose a las calles [de la ciudad
alta], mataban a todos los que encontraban, quemando las casas con todos
los que se hubieran refugiado en ellas. Tan grande fue la matanza que en
muchos lugares las llamas eran apagadas por las corrientes de sangre. Ha­
cia la noche cesó la degollina, pero el fuego se fue extendiendo por la noche,
26 de sept.,
70 d .C. y cuando rompió el alba toda Jerusalén estaba en llamas.
Cuando Tito entró en la ciudad quedó atónito ante su fortaleza, y espe­
cialmente ante las torres que los tiranos habían abandonado. En realidad,
cuando vio su altura y las proporciones que tenían y el tamaño de cada
inmenso bloque, exclamó: “En verdad que Dios estaba con nosotros en esta
guerra, habiendo sacado a los judíos de estas fortalezas, porque, ¿qué po­
drían hacer contra estas torres ni las manos ni las máquinas?” Tito liberó
entonces a todos los que habían sido encarcelados por los tiranos, y cuan­
do posteriormente destruyó el resto de la ciudad y arrasó las murallas dejó
las torres en pie como monumentos de su fortuna. 3
G 6:414 Por cuanto los soldados estaban cansándose de la degollina, César les or­
VI!, XVI,
252 denó que mataran sólo a los que fueran hallados armados y que se resistieran,
y que tomaran prisioneros al resto. Con todo, las tropas mataban a los viejos
y a los débiles, pero sacaron a los que estaban en la flor de la vida y que eran
aptos para el servicio, llevándolos al atrio de las mujeres en el templo. Tito
los hizo vigilar por una guardia, y ordenó a su amigo Fronto [Frontonio, edi­
ción CLIE] que decidiera lo que se debía hacer con ellos. Mientras Fronto los
estaba seleccionando, 1 1 . 0 0 0 murieron de hambre, algunos porque los guar­
dias, por odio, no les daban comida; otros porque rehusaban la comida que
se les daba, Fronto ejecutó a todos los rebeldes, reservando a los más altos y
apuestos de los jóvenes para el triunfo. Del resto, los que tenían más de die­
cisiete años fueron enviados a las minas de Egipto o regalados a las provincias
para ser destruidos por la espada o las fieras en los teatros. Los que tenían
menos de diecisiete años fueron vendidos.
G 6:420 El número total de prisioneros tomado durante la guerra fue de 97.000,
VII, XVII,
253 y el de los que murieron durante el asedio, 1.100.000. La mayor parte de
ellos eran de sangre judía, pero no nativos de la ciudad, porque justo an­
tes del asedio se había reunido una gran multitud en Jerusalén desde todas
partes del país para la fiesta de los Panes Ázimos. Se encontraron inmersos
en la guerra y en hacinamiento, lo que produjo peste y hambre. Que la ciu­
dad podía contener a tantos queda claro de la cuenta tomada bajo Cestio,
cuando los sacerdotes, durante un sacrificio de la Pascua, contaron
256.500 víctimas animales. Admitiendo una media de diez comensales
por víctima tenemos un total de 2.700.000.4Todos estos eran puros y san-
377

Base de la (orre Fasael en la actual Jerusalén, la mayor de las tres torres en el extremo
norte del palacio de Herodes. Las seis hileras más bajas de piedra son las originales
herodianas, las cuales fueron dejadas intactas intencionadamente por Tilo para demostrar
lo formidables que eran las defensas de Jerusalén.

tos, por cuanto los que padecían de lepra o gonorrea, o mujeres con la
menstruación, no podían participar.
Los romanos fueron ahora a los pasajes subterráneos y mataron a todos VII, XVII,
254
los que encontraron en ellos, descubriendo a 2 . 0 0 0 que habían muerto
violentamente o por hambre. El hedor era horroroso. Juan y sus seguido­
res, que estaban muriendo de hambre en las cavernas, rogaron a los
romanos aquella protección que tan frecuentemente él había escarneci­
do. Fue condenado a prisión perpetua. Los romanos incendiaron los
barrios exteriores de la ciudad y arrasaron las murallas.
Así, Jerusalén fue tomada el segundo año del reinado de Vespasiano, el oc­ VII, XVIII,
255
tavo día de Gorpiaeus. 5 Había sido tomada cinco veces antes, y ahora era
destruida por segunda vez. Sisac, rey de Egipto, Antíoco, Pompeyo, y luego
Sosio con Herodes, habían tomado la ciudad pero la habían preservado. An­
tes había sido arrasada por el rey de Babilonia, 1.486 años y seis meses [1.360
años, ocho meses y seis días, edición CLIE] después de haber sido fundada.
Su fundador original fue un príncipe de Canaán llamado Melquisedec, o “rey
justo”, porque así era él. Fue el primer sacerdote de Dios y el primero en cons­
truir el templo; él llamó a la ciudad Jerusalén, que antes se llamaba Solima.
Los cananeos fueron expulsados de Jerusalén por el rey David, que esta­
bleció allí a su propia gente. Los babilonios la destruyeron 477 años y seis
meses [464 años y seis meses, edición CLIE] después, y Tito 1.179 [1.139,
edición CLIE] años después de David, o 2.177 años desde su fundación. Así
terminó el asedio de Jerusalén.
378
Josefo y la todos los escritos de Josefo: el asedio
a Masada. De nuevo la arqueología

arqueología suministra un magnífico medio de


medir la credibilidad de su registro.
A pesar de las exageraciones, discre­ Aunque Josefo mismo no fue un
pancias, contradicciones y simples testigo ocular del asedio a la ciudad,
errores en los escritos de josefo (para comunica la información suministra­
los cuales el historiador simplemente da por las dos mujeres sobrevivientes
hace los ajustes necesarios), siguen con tanta fidelidad, que uno puede
siendo una fuente extremadamente hoy fácilmente escalar Masada, con
confiable de detalles geográficos e los escritos de Josefo en las manos, y
históricos para Palestina, el Cercano verificar su registro con una preci­
Oriente y el Imperio Romano del siglo sión asombrosa, simplemente
i d.C., con sólo una utilidad ligera­ mirando alrededor de la gran roca y
mente menor para los siglos prece­ explorando las excavaciones
dentes. Son también, con mucho, los realizadas por el arqueólogo israelí
más completos. Yigael Yadin. Los muros de piedra de
Para medir la confiabiI¡dad de los ocho campamentos romanos que
Josefo ha surgido una nueva norma: rodeaban la base de Masada están
la disciplina comparativamente todavía allí, 1900 años más tarde, así
joven de la arqueología científica. como gran parte de la muralla de
Para las excavaciones en Jerusalén, sitio. El "camino de la Serpiente"
las fortalezas herodianas, Jericó, oriental todavía culebrea la monta­
Samaria-Sebasté, Cesárea, ña, mientras que hacia el oeste, la
Antípatris, Cam a la y en todos los imponente rampa que los romanos
lugares, las obras de Josefo son una construyeron en Masada, fachada
guía para determinar dónde excavar, arriba, para tomar por asalto sus
así como una referencia de autori­ cimas, aún está allí. También está la
dad reconocida para evaluar los "roca Blanca" sobre la cual se
resultados de la excavación. Así de construyó. De la misma forma se
fiel es la prosa de Josefo, como lo encuentran muchos otros detalles al
confirma la sólida evidencia de la final de Las guerras de los judíos,
arqueología. Por ejemplo, nadie incluyendo los tres palacios
puede visitar las ruinas de Cam ala herodianos que coronan la cumbre y
hoy día sin estremecerse de emo­ las vastas cisternas para proveerlas
ción ante la vista del montecillo de agua.
sobre el cual se edificó la ciudad, o Podemos asumir confiadamente
las escarpadas laderas desde las que habrá más excavaciones en Israel
cuales algunos habitantes saltaban y en Jordania en el futuro, con
para cometer suicidio, como lo resultados que harán impacto en los
narra tan vividamente Josefo. escritos de Josefo. Si el pasado es una
El siguiente capítulo contiene uno indicación, esos resultados confirma­
de los episodios más dramáticos de rán más frecuentemente su registro.

1 . Para un relato paralelo de estos p o rten to s— y adem ás de toda la cam paña de Tito,
aunque con menos detalles— véase T ácito , Historia, v, l l s s .
2 . Véase también T ácito, Historia, v, 13, y Suetonio, Vespasianus, 4.
3. Las partes más bajas de Fasael, la torre mayor, siguen en pie en Jerusalén en la
actualidad.
4. Debido a que el total debería ser, evidentem ente, de 2 .5 5 6 .0 0 0 , o bien el texto es
d efectu oso, o bien lo es la aritm ética de Josefo. En cu alq u ier caso , el núm ero es
dem asiado grande.
5. 26 de septiem bre del año 70 d.C.
r
379

27
D e R o m a a M asad a

C
ésar ordenó que toda la ciudad y el templo fueran arrasa­ G 7:1
VII, XVIII,
dos, dejando sólo en pie las m ás altas torres — Fasael, 25Ü
Hípico y Mariamne— y una parte de la muralla occidental, para
mostrar a la posteridad las fuertes defensas que habían cedido ante los
romanos. Ahora reunió su ejército para encomiar a las tropas por sus
logros y para dar premios a los que se habían distinguido de una ma­
nera p articu lar. Se levantó una alta trib u n a en el centro del
campamento, y Tito subió a ella con sus principales oficiales. Dio las
gracias al ejército por sus magníficos esfuerzos y los alabó por su obe­
diencia y valor. Los oficiales leyeron entonces los nombres de los que
habían llevado a cabo algún hecho noble durante la guerra. Llamando
a cada uno de ellos, Tito aplaudió mientras acudían, poniéndoles co­
ronas de oro en sus cabezas, regalándoles cadenas de oro para el cuello,
pequeñas espadas de oro y estandartes de plata, así como botín, y
ascendiéndolos a grados más elevados. Cuando todos hubieron recibi­ 250 VII, XIX,

do recompensas bajó de la tribuna, recibiendo un estruendoso aplauso,


y sacrificó una gran cantidad de bueyes en acción de gracias por su
victoria, dándolos a las tropas para que celebraran banquete.
Durante tres días Tito estuvo celebrando con sus oficiales y luego des­
pidió a su ejército. Pero dejó a la Décima Legión para que guardara
Jerusalén. Debido a que la Duodécima había sido derrotada bajo Cestio,
la excluyó totalmente de Siria, mandándola al Eufrates. La Quinta y la
Decimoquinta legiones las retuvo hasta llegar a Egipto. Con ellas descen­
dió a Cesárea Marítima, donde sus prisioneros fueron mantenidos bajo
vigilancia porque la estación invernal le im pidió la navegación a Italia.
Tito y sus tropas fueron ahora a Cesárea de Filipos, y permanecieron G 7:23
VII, XX,
a llí por un tiempo montando una variedad de espectáculos. Muchos de 259
los prisioneros fueron echados a las fieras en estos juegos, o fueron obli­
gados a luchar unos contra otros. Fue aquí que Tito se enteró de la captura
de Simón, hijo de Giora, que tuvo lugar de la siguiente manera.
380 Las guerras de los judíos

VII, XX. Durante el asedio de Jerusalén, Simón y sus fieles amigos, junto con al­
259
gunos labradores de piedra y sus herramientas, descendieron a uno de los
pasajes subterráneos con provisiones para muchos días. Avanzaron hasta
llegar al final del pasaje, y luego trataron de excavar debajo de las mura­
llas y escapar. Pero el minado fue tan lento que las provisiones se acabaron.
Simón decidió entonces asustar a los romanos. Vistiéndose con túnicas
blancas y un manto de púrpura se levantó de la tierra en el mismo punto
en que el templo se había levantado antes. Los que estaban allí se atemori­
zaron al principio, y luego se acercaron para preguntarle quien era. Simón
VII, XX, rehusó decírselo, pero hizo que llamaran a su general. Cuando apareció
260
Terencio Rufo, que había sido dejado al mando de la guarnición, Simón
le dijo toda la verdad. Rufo lo encadenó y escribió a Tito acerca de la cap­
tura de Simón, ¡una rendición por la que el mismo Simón había hecho
ejecutar a muchos en base de falsas acusaciones de deserción a Roma!
Cuando Tito regresó a Cesárea Marítima, Simón le fue enviado en cade­
nas, y fue guardado prisionero para el desfile triunfal que Tito planeaba
celebrar en Roma.

Los juegos de la victoria


G 7:37 Mientras Tito permanecía en Cesárea celebró el cumpleaños de su her­
VII, XX,
260 mano Domiciano con gran esplendor, dando muerte a más de 2.500
VII, XXI, prisioneros en juegos con fieras y llamas. Después de esto pasó a Berito , 1
201

Nov.
una colonia romana en Fenicia, donde celebró el cumpleaños de su pa­
70 d.C. dre dando muerte a muchos más cautivos en elaborados espectáculos.
VII, XXII.
204
Tito se había regocijado mucho al saber de la forma excelente en que su
padre Vespasiano había sido recibido portadas las ciudades italianas, y cómo
la población de Roma salió multitudinariamente a aclamarlo como su em­
perador. La ciudad estaba llena de guirnaldas, y las multitudes festejaron,
ofreciendo libaciones a sus dioses para que el imperio de Vespasiano tuvie­
ra larga vida. Domiciano, hijo de Vespasiano, aplastó revueltas en las Galias
y en Alemania, mientras que otros hacían lo mismo en Moesia.
VII, XXIV, Tito dejó Berito y se dirigió a Antioquía, pasando por las ciudades de
261 i
Vil, XXIV. Siria, en las que dio más exhibiciones, durante las que sus cautivos ju­
269
díos actuaban para su propia destrucción. Cuando llegó a Antioquía, el
pueblo se lanzó a recibirle con entusiasmo, pidiéndole al mismo tiempo
que expulsara a los judíos de la ciudad.
VII, XXI, Ahora bien, había muchos judíos en Antioquía que habían gozado de
263
los mismos derechos que los nativos sirios. Pero cuando comenzó la gue­
rra, el odio contra los judíos se exacerbó por todas partes. Un judío
llam ado A n lío co , h ijo del p rin c ip a l magistrado de los ju d ío s en
Antioquía, acusó falsamente a los judíos (entre ellos a su propio padre)
de maquinar incendiar la ciudad entera por la noche. Furiosos, los
La base del Muro Occidental (o "de las Lamentaciones") de la plataforma del templo en
Jerusalén exhibe el tamaño de los sillares herodianos empleados en la construcción.
Algunos han sido erosionados por las muchas generaciones de judíos llorando por la
destrucción del templo y de la ciudad.

antioqueños hicieron una gran matanza de judíos, después de lo cual


Antíoco, auxiliado por tropas romanas, se hizo tirano sobre sus compa­
triotas judíos, no permitiéndoles siquiera el reposo sabático.
Posteriormente se declaró un incendio en la plaza del mercado, con lo vn.xxi,
que ardieron varios edificios públicos, y Antíoco acusó a los judíos del 263
mismo. Los ciudadanos volvieron a atacar enloquecidamente a los judíos
hasta que Gneo Colega, el subgobernador, intervino e investigó el asunto.
Descubrió que los culpables no eran los judíos sino unos indeseables que
debían grandes sumas de dinero, y que pensaban que si destruían la ofici­
na de los registros públicos no tendrían que pagarlas. Sin embargo, los
habitantes seguían odiando a los judíos, y ahora le rogaron a Tito que los
echara de la ciudad. Pero Tito les contestó: “Los judíos deberían ser expul­
sados a su propio país, pero ha sido destruido, y ninguna otra tierra los
recibirá.” A l serles rehusada esta petición, los antioqueños pidieron enton­
ces que les fueran quitados los derechos a los judíos. Pero también a esto
se negó Tito, dejando la posición de los judíos en Antioquía sin cambios, a 7:112
De vuelta a Egipto, Tito pasó por Jerusalén, y, al examinar sus ruinas, 270 '
382 Las guerras de los judíos

no pudo por más que pensar en la hermosa ciudad que antes se había le­
vantado aquí. Se sintió dolido por su destrucción y m ald ijo a los
criminales autores de la revuelta. Luego se apresuró a dirigirse a Egipto
cruzando rápidamente el desierto, y pronto llegó a Alejandría. A quí des­
pidió a sus dos legiones y embarcó para Italia. Los dos caudillos judíos,
Simón y Juan, junto con 700 de los cautivos judíos seleccionados por su
estatura y apostura, fueron enviados inmediatamente para que adorna­
ran el triunfo de Tito en Roma.

Un triunfo romano
Después de una travesía sin incidencias, Tito recibió una bienvenida
tan entusiasmada en Roma como la que había recibido Vespasiano. Su
padre y [Domiciano, el menor] hermano salieron a recibirle, y los ciuda­
danos se alegraron sobremanera de ver unidos a los tres príncipes.
Decidieron ellos celebrar su éxito con un triunfo común, aunque el se­
nado había decretado un triunfo separado para cada uno. Cuando llegó
el día, toda la ciudad salió a contemplar el desfile de la victoria.
Vil, XXIV. Antes de salir el sol, todas las fuerzas militares desfilaron en compa­
271
ñías y divisiones bajo sus oficiales y se reunieron cerca del templo de Isis.
Cuando amaneció, aparecieron Vespasiano y Tito —coronados, con lau­
reles, y revestidos de las tradicionales vestiduras de púrpura— y subieron
a la tribuna que había sido levantada para ellos. En el acto brotaron unos
clamorosos vítores de las tropas, que Vespasiano reconoció, y luego hizo
un ademán pidiendo silencio. Se levantó ahora, cubriendo la cabeza con
un manto, y, junto con Tito, recitó las oraciones acostumbradas.
Vespasiano hizo entonces un breve discurso a los soldados, y los despi­
dió para un desayuno tradicional que los emperadores proveían.
VU. XXÍV. Los príncipes enviaron entonces la procesión por su ruta a través de
272
la Puerta del Triunfo, dirigiéndola por los teatros para dar a la midtitud
un mejor espectáculo. Las palabras no pueden describir la magnificencia
de la procesión y de los artículos exhibidos: oro, plata y marfil, lodo ello
trabajado en varias formas; hermosos tapices, elaborados en Babilonia;
joyas y coronas de oro; e imágenes de dioses hechas con costosos mate­
riales. Animales de varias especies iban conducidos por hombres vestidos
de púrpura, e incluso la horda de cautivos iba bien vestida.
G 7'.rj>l Pero nada en la procesión excitaba tanto asombro como los escenarios
vu. xxiv.
273 móviles, algunos de ellos de tres o cuatro pisos de altura, muchos envuel­
tos en tapices y cada uno de ellos representando de manera vivida algún
episodio de la guerra. A quí se veía un país antes próspero y ahora asola­
do, y a llí un enemigo muerto. Otros representaban enormes murallas
demolidas por máquinas de asedio; fortalezas derruidas; un ejército lan­
zándose al asalto sobre almenas; casas derrumbadas sobre sus moradores;
De Roma a Masada

las manos de los indefensos levantadas suplicantemente; templos ardien­


do y otras escenas de sangre y hambre. En cada una de estas carrozas iba
el general de una de las ciudades tomadas, en la misma postura en que
había sido tomado. También seguían varias naves.
Luego los despojos se exhibían en montones confusos, y por encima vn.xxiv.
de todos estaban los tomados del templo en Jerusalén, incluyendo una
mesa de oro, un candelabro con siete brazos, y una copia de la ley judía.
Luego venía un gran grupo llevando imágenes de victoria hechas de oro
y marfil, y cerrando el cortejo el mismo Vespasiano, conduciendo su ca­
rro, seguido por Tito, mientras que Domiciano cabalgaba junto a él
magníficamente vestido montado en un corcel.
La procesión terminó ante el templo de Júpiter Capitolino, donde es­
peraron hasta que Simón, hijo de Giora, fue ejecutado. É l había formado
parte del desfile, y ahora le echaron encima un dogal, después de lo cual
fue azotado y ejecutado en el lugar junto al foro donde son muertos los
malhechores. Después de la proclamación de que Simón ya no vivía, la
gente dio un grito de alegría, y los príncipes ofrecieron sacrificios, des­
pués de lo cual se retiraron al palacio para un banquete.
Cuando terminó el triunfo, Vespasiano decidió levantar un elegante ysd.c.
templo a la paz, adornándolo con obras maestras de escultura y pintura
tomadas en diferentes países. A quí puso también los vasos de oro toma­
dos del templo de los judíos, pero las colgaduras de púrpura del santuario
y su ley lo guardó en su propio palacio.

La fortaleza de Maqueronte
Lucilio Baso había sido enviado a Judea como legado, y, recibiendo el c
mando de Cércalo, capturó la fortaleza de Herodión. Ahora recogió a las 2 7 5 xxv'
fuerzas romanas por toda Judea, junto con la Décima Legión, y se dirigió
a Maqueronte. Era totalmente necesaria destruir esta fortaleza, para que
su misma fuerza no indujera a los judíos a la revuelta.
Se levantaba sobre un alto risco rodeado por todas partes de profundas
barrancas que no podían cruzarse con facilidad, y que eran imposibles de
escalar. El valle al oeste termina en el lago Asfaltitis [mar Muerto], a siete
millas (once kilómetros) de distancia. Observando las ventajas naturales vn. xxv,
del terreno, Alejandro [Janeo], rey de los judíos, fue el primero en erigir una
fortaleza aquí, pero fue destruida por G abinio en su guerra contra
Aristóbulo. Cuando Herodes se hizo rey fundó aquí una ciudad con alme­
nas y torres, y en su parte superior levantó una muralla con torres altas en
cada esquina. En el centro del recinto edificó un espacioso palacio con cis­
ternas para recibir la lluvia y mantener un suministro de agua en caso de
asedio, para lo que también almacenó armas y máquinas de guerra. G7:190
Después que Baso hubo examinado el lugar desde todos los lados de- 27ixxv‘
£| foro romano, lugar del triunfo de Vespasiano y Tilo. La cabalgata fue siguiendo la vía
$, ra que corre a lo largo de la calzada superior (norte) en esta fotografía, más allá de la
c,isa reconstruida del senado, de forma cuadrada, bajo lo que (¡posteriormente!) sería el
ge o de Septimio Severo a su izquierda, y luego arriba hacia la cumbre de la colina del
Capitolio,
386 Las guerras de los judíos

cidió llenar la barranca oriental, y sus hombres trabajaron rápidamente


en el terraplén. Los habitantes judíos se separaron ahora de los foraste­
ros a llí, obligándoles a defender la ciudad inferior mientras que ellos
ocupaban la ciudadela. A diario, los judíos hacían incursiones contra los
que hacían los terraplenes, con mucha pérdida de vidas por ambos lados.
Pero estos choques no decidieron la suerte de la ciudad sino que la deci­
dió un sorprendente incidente.
Entre los asediados había un valiente joven llamado Eleazar, que par­
ticipaba en las incursiones y creaba la confusión en las filas romanas.
Siempre el último en retirarse se quedó sólo fuera de las puertas tras una
de las batallas, conversando con algunos amigos en las murallas. Repen­
tinamente, un egipcio llamado Rufo, que estaba sirviendo en el ejército
romano, se precipitó por detrás de Eleazar, lo arrebató, con armadura y
todo, y logró llevárselo al campamento romano.
VII. XXV.
279
El general romano ordenó que Eleazar fuera desnudado y llevado a
un lugar desde donde fuera bien visible a los espectadores de la ciudad,
y que fuera azotado. Los judíos todos prorrumpieron en lamentaciones,
y cuando Baso observó esto pensó que podría engañar a la ciudad a que
se rindiera. Ordenó que fuera levantada una cruz, como si estuviera a
punto de crucificar a Eleazar. Los que estaban en la fortaleza reaccio­
naron con c h illid o s estridentes, y el m ism o Eleazar rogó [a sus
compatriotas] que no le permitieran morir de una manera tan terrible
sino que cedieran a los romanos, que habían vencido siempre a todos.
Vencidos por sus peticiones, los judíos enviaron rápidamente emisarios,
ofreciendo rendir la fortaleza si se les permitía salir seguros y llevarse
con ellos a Eleazar.
Baso accedió a estas condiciones. Cuando la gente de la ciudad baja oye­
ron de este acuerdo decidieron escapar en silencio durante la noche. Pero
VII, XXV, tan pronto como fueron abiertas las puertas, los judíos informaron a Baso,
200
que atacó a los que querían escapar. Mató a 1.700 hombres y esclavizó a las
mujeres y a los niños, aunque unos pocos de los más valerosos lograron abrir­
se paso luchando a través de las fuerzas romanas y escapar. Según el acuerdo,
Baso permitió partir a los que le habían rendido la fortaleza, junto con Eleazar.
G 7:210 Baso se dirigió entonces a un bosque llamado Jardes y pasó a rodear­
Vil, XXVI,
200 lo, porque muchos de los judíos que habían escapado de los asedios en
Jerusalén y Maqueronte se habían reunido allí. Baso puso su caballería
alrededor del bosque e hizo que la infantería comenzara a talar los árbo­
les, entre los que los fugitivos se habían refugiado. Obligados a luchar,
los judíos reunieron sus fuerzas y atacaron a las tropas que los rodeaban.
Pero los romanos, bien armados y preparados, sólo perdieron doce hom­
bres, mientras que no escapó ni un judío, y 3.000 de ellos murieron,
incluyendo a su general Judas, hijo de Ari.
De Roma a Masada 387

Para este tiempo, César envió órdenes a Baso y Laberio Máximo, el pro­ VII. XXVI.
281
curador, que arrendaran todo el territorio judío, porque Tito se reservaba
el país como su propiedad privada, excepto que asignó la ciudad de
Emaús, a unas cuatro m illas (unos seis kilómetros) [al noroeste de Jeru­
salén], a 800 veteranos desmovilizados. E impuso a todos los judíos, fuera
donde fuera que residieran, un impuesto anual de dos dracmas para sus­
tento del Capitolio, la misma cantidad que antes habían contribuido al
templo en Jerusalén.
[Josefo informa aquí del injustificado ataque contra Antíoco, rey de 7 2 -7 3 d.C.
VII, XX VIi
Comagena, por Peto, el gobernador romano de Siria, y la posterior recon­ 281

ciliación del rey y de sus hijos con Vespasiano en Roma.}

La fortaleza Masada
Baso murió en Judea y fue sucedido como gobernador por Flavio Silva. G 7 :2 5 2
VII, XXVIII.
Por cuanto todo el país estaba sometido menos una fortaleza, Masada, 2 84

Silva reunió todas sus fuerzas y se dirigió contra ella. Masada estaba ocu­ VII, XXVIII,
288
pada por sicarios y su comandante Eleazar, descendiente de Judas [de
Galilea). Judas había inducido a muchos judíos a rehusar censarse cuan­
do Cirenio fue enviado a Judea como censor, y saqueó las propiedades
de los que se sometieron a Roma por rendir la libertad judía. Pero esto
sólo fue un pretexto empleado por sus sucesores para justificar sus cruel-

La fortaleza de Masada, vista desde la llanura del mar Muerto al este. La línea blanquecina
que sube hacia la cumbre es el "Camino de la Serpiente" oriental.
388

V ista h a c ia el n o rte a través del m a r M u e rto desde el p alacio del n o rte de H ero des en
M as a d a . Los capiteles c o rin tio s reposaban o rig in a lm e n te sobre colum nas en este lugar.

dades y codicia, por cuanto el pueblo se unió a ellos contra Roma sólo
para sufrir peores atrocidades de parte de los rebeldes. 2
73 d.C. Flavio Silva erigió de inmediato una muralla alrededor de Masada y
VII.
XX VIII, la guardó con centinelas para im pedir que los asediados escaparan.
287
Masada estaba sobre una alta peña rodeada de profundos precipicios. Sólo
se podía llegar a ella por dos caminos estrechos y difíciles, desde el lago
Asfaltitis al este, y desde los montes al oeste. A l primer camino se le lla­
ma “la Serpiente”, porque se parece a un reptil en su estrecho culebrear
yendo y volviendo en medio de precipicios de vértigo, hasta que final­
mente llega a una llanura en la cumbre donde estaba Masada.
VII. La fortaleza fue primero construida por el sumo sacerdote Jonatán, pero
XXVIII,
288
posteriormente Herodes rodeó la cumbre con una muralla alta, fortifica­
da con treinta y siete torres, y ed ificó un palacio en la esquina
noroccidental. También excavó en la roca una cantidad de cisternas para
que los residentes nunca carecieran de agua. La fortaleza era casi inex­
pugnable, porque el camino oriental no podía ser usado por ningún grupo
atacante, mientras que el del oeste estaba cerrado por una torre enorme
en su punto más angosto.
VII, La fortaleza estaba bien surtida con provisiones —con suficiente gra­
XXVIII,
2 89 no, vino, aceite, legumbres y dátiles para resistir durante años— y con
armas suficientes para 1 0 . 0 0 0 hombres, ¡unto con hierro, bronce y plo­
mo sin trabajar. El rey Herodes se había preparado esta fortaleza para sí
389

Flavio Silva, el comandante romano, dispuso su campamento al noroeste de Masada, justo encima
de un precipicio. Las murallas del campamento, sus propios cuarteles en su interior, y la m uralla
de asedio que rodean a Masada siguen claramente visibles después de diecinueve siglos.

en caso de revuelta entre sus súbditos judíos, y también porque temía a VII,
XXVIII,
Cleopatra, porque siempre le estaba pidiendo a Antonio que lo matara y 290

que le diera a ella el trono de Judea.


Silva se dedicó ahora al asedio y comenzó a levantar obras terreras, de G 7:304

200 codos de altura, sobre una roca que resalía por debajo, llamada “Blan­
ca”, y que se encuentra detrás de la torre que cerraba el camino occidental.
Luego cubrió esta rampa con un segundo terraplén, hecho con enormes
piedras, que fue construido como una plataforma. Sobre esto se levantó
una torre alta, totalmente recubierta de hierro, desde la que los romanos
lanzaban proyectiles y flechas mediante sus máquinas de artillería lim ­
piando de enemigos las almenas de Masada.
Silva trajo un ariete, con el que fue batiendo la muralla de Masada hasta VII,
XXVIII,
lograr abrir una brecha. Pero mientras tanto los sicarios habían levanta­ 291

do dentro otro muro edificado de madera y tierra, que, siendo blando,


amortiguaba los golpes del ariete, e incluso se hizo más fuerte por ellos
mismos. Entonces Silva ordenó a sus soldados que arrojaran antorchas
al muro, y la madera pronto se encendió. Pero al poco rato un viento del
norte echaba las llamas a los rostros de los romanos, y estos temieron que
sus máquinas de asedio fueran a ser quemadas.
Luego, repentinamente, el viento cambió y sopló intensamente desde
el sur, 3 empujando las llamas contra el muro e incendiándolo de arriba
abajo. Los romanos se volvieron contentos a su campamento con la in ­
tención de atacar al enemigo al día siguiente. Durante la noche monta­
ron una guardia reforzada para que no escapara ninguno de los asediados.

La caída de Masada
C 7:320 Pero Eleazar no trataba de huir ni hubiera permitido que nadie lo hicie­
Vlf,
XXVIII, ra. Cuando vio el muro en llamas pensó que sería más noble morir que caer
292
en manos de los romanos, y por esto reunió a sus camaradas más arroja­
dos. “Hace mucho tiempo —les dijo— decidimos que no serviríamos ni a
los romanos ni a nadie más, sino sólo a Dios. Ahora ha llegado el momen­
to de transformar aquella resolución en acción. Nosotros, que fuimos los
primeros en rebelarnos y que somos los últimos en mantenernos contra los
romanos, no debemos atraerla desgracia sobre nosotros dejando que nues­
tras mujeres mueran deshonradas y nuestros hijos como esclavos.
“Seguimos teniendo la elección de una noble muerte con los que ama­
mos. Cuando ellos hayan partido rindámonos un generoso servicio unos
a otros. Pero primero debemos destruir nuestras propiedades y la forta­
leza con fuego, dejando sólo nuestras provisiones, para que los romanos
vn, sepan que no fue el hambre lo que nos redujo sino que preferimos morir
X X VIII,
294 antes que ser esclavos.”
Algunos de sus oyentes fueron prontos en asentir, pero otros no podían
Mirando hacia el este por encima de Masada hacia el mar Muerto. La rampa romana
sigue levantándose hasta casi la cumbre del centro de la ladera occidental de la fortaleza.
391
E x c a v a c io n e s en M asada

Gran cisterna
subterránea Fortaleza meridional Apartamentos reales
Palacio meridional
Viviendas de Estanque conVertido en
los zelotes cuarteles
de los zelotes Palacio occidental de Herodes

Puerta de la cisterna Estanque


Entrada
Puerta occidental

Centro administrativo
Rampa romana

Sinagoga

Lugar donde» —
fueron encontradas
las suertes

Camino de la serpiente Viviendas do Puerta dol agua


los zelotes

Gran casa
de baños

Almacenes Palacio delnorte de


Herodes, de trOp pisos.

soportar la idea de dar muerte a sus mujeres e hijos, y sus ojos se llena­
ron de lágrimas. Viéndolos vacilar, Eleazar volvió a hablarles, diciéndoles
que “la vida, y no la muerte, es la desgracia del hombre, porque la muer- Vn,
te libera al alma de su encarcelamiento en un cuerpo mortal. ¿Por qué, ™
pues, deberíamos temer a la muerte si damos la bienvenida a la calma del
su e ñ o ?” Los filósofos in d io s acogían dichosam ente las llam as
purificadoras, les añadió, y luego les habló de los tormentos que podían
esperar de los romanos, que también violarían a sus mujeres. “ ¡Muramos
como hombres libres con nuestras mujeres e hijo s —term inó— y
neguémosles a los romanos el gozo de la victoria! ¡Dejémosles más bien
atónitos ante nuestra valiente muerte!” jj ™ 89
Mientras Eleazar seguía hablando fue interrumpido por sus oyentes, f ™ a-
392

Relieve in te rio r del A rco de Tito c o n m e m o ra n d o la d estrucción de Jerusalén. El candelero


de siete brazos — la M e n o rá — y otros artíc u lo s del te m p lo son expuestos en el desfile
p o r los triu n fa n te s rom anos c o m o b o tín .

que se llenaron de celo por obedecer. Se precipitaron fuera como hom­


bres poseídos y comenzaron su sanguinaria obra. Mientras abrazaban a
sus mujeres y tomaban en sus brazos a sus hijos, aferrándose llenos de
lágrimas a sus besos de despedida, les daban muerte.
VII, Cuando todos hubieron muerto recogieron sus bienes y les prendieron
XXVIII,
301 fuego. Luego escogieron por suertes a diez de su número para que mata­
ran al resto. Se echaron al lado de sus mujeres e hijos que ya habían
muerto, y, echando sus brazos alrededor de ellos, ofrecieron sus gargan­
tas a los que los degollaron. Luego los diez echaron suertes, y aquel en
quien recayó dio muerte a los otros nueve. Luego éste inspeccionó que
todos estuvieran muertos, puso fuego al lugar, y finalmente se atravesó
con su espada, cayendo junto a su familia. Pero dos mujeres y cinco ni­
ños escaparon ocultándose en un acueducto subterráneo durante la
matanza. Las víctimas fueron 960, y la tragedia tuvo lugar el quince de
Xanticus . 4
VII, Por la mañana siguiente temprano, los romanos avanzaron a la mura­
XXVIII,
302 lla sobre pasarelas, esperando encontrar una encarnizada resistencia.
Pero no apareció enemigo alguno, y un terrible silencio cubría el lugar.
Finalmente gritaron, perplejos, para ser oídos si había alguien. Oyendo
el ruido las dos mujeres que se habían salvado salieron de sus escondri­
jos e informaron a los romanos de lo que había sucedido, y una de ellas
repitió lúcidamente el discurso del mismo Eleazar. A l principio apenas
si podían creer la historia, hasta que, apagando las llamas, se abrieron
De Roma a Masada 393

paso hasta el palacio y encontraron a llí la masa de cuerpos. En lugar de


regocijarse sobre sus enemigos, los romanos admiraron la nobleza de su
decisión.
El general dejó una guarnición en Masada y partió con su ejército a V II, X X I X ,
302
Cesárea. No quedaba un enemigo en el país, todo sometido ya con esta
prolongada guerra.

El templo en Egipto
Posteriormente, algunos de los sicarios que habían huido a Egipto in­ G 7:40B
V II, X X I X ,
tentaron incitar a los judíos en Alejandría, afirmando que debían afirmar 303

su independencia y consi derar a Dios solo como su señor. Algunos de los


principales de los judíos en Alejandría se opusieron a los sicarios y fue­
ron asesinados por ellos.
Observando el fanatismo de los sicarios, los principales del consejo de
ancianos entre los judíos convocaron al pueblo y les denunciaron su lo­
cura. “Estos hombres —les dijeron— sabiendo que serán ejecutados por
los romanos si son reconocidos, quieren que todos nosotros comparta­
mos de su peligro, siendo que no hemos compartido sus crímenes.”
Apremiaron al pueblo a entregar estos sicarios a los romanos y así man­
tener la paz con ellos. La gente se precipitó entonces sobre los sicarios, y
600 fueron capturados. Todo el resto que escaparon fueron perseguidos
y arrestados. Fueron puestos bajo varios tormentos [por parte del gober­
nador romano) para obligarles a reconocer a César como señor, pero
ninguno accedió, lo que asombró a todos. Incluso sus niños pequeños pre­
firieron morir antes que llamar señor a César.
Lupo, que estaba frente al gobierno de Alejandría, informó de esta per­ G 7:4 2 0
r. 73 d.C.
turbación al emperador, que le ordenó que destruyera el templo de Onías V II. X X X .
304
para que los judíos, con su tendencia a la rebelión, no se reunieran a llí y
suscitaran otra revolución. Este templo había sido edificado en el pasa­
do por Onías, uno de los principales sacerdotes del templo en Jerusalén
que había huido a Alejandría en la época en que Antíoco, rey de Siria,
estaba en guerra con los judíos. Onías había sido bien recibido por
Ptolomeo [TV, Filométor], que odiaba a Antíoco, y Onías le había prome­
tido hacer de la nación judía una aliada del rey egipcio si le daba permiso
para construir un templo en Egipto. Por cuanto Antíoco había destruido
el templo en Jerusalén, Onías pretendió que los judíos acudirían a Egip­
to para la libertad de culto.
Ptolomeo le dio luego a Onías un terreno a treinta y siete kilómetros
de Menfis en el nomo de Heliópolis, donde Onías edificó una fortaleza y
un templo que no se parecían al de Jerusalén. En realidad, él sentía re­
sentimientos contra los judíos de Jerusalén por su exilio, y esperaba que
su templo rival atraería a los judíos alejándolos de allí. El rey le dio tam-
394

El Arco de Tito domina la entrada oriental del foro romano hasta nuestros días. La
inscripción latina a través de su parte superior se traduce así: "El senado y el pueblo de
Roma al divino Tito, hijo del divino Vespasiano/ y a Vespasiano Augusto."

bien unos extensos territorios para recoger impuestos, para que los sacer­
dotes pudieran ser sustentados en el servicio de Dios.
VII, XXX, Cuando Lupo recibió las órdenes de César fue a este templo, quitó al­
305
gunas de las ofrendas, y cerró el edificio. Cuando Lupo murió, su sucesor
Paulino despojó el templo, prohibió que nadie adorara en él, y cerró la
entrada 243 años después de su fundación . 5

Sedición en Cirene
G 7 j4 3 7 Como una enfermedad, la locura de los sicarios también infectó a las
VII, XXXI,
306 ciudades cerca de Cirene. Un bribón llamado Jonatán, que había encon­
trado refugio en aquella ciudad, persuadió a una multitud de las clases
r

De Roma a Masada 395

inferiores a que le siguieran al desierto prometiendo mostrarles grandes


señales y maravillas. IJero los hombres principales entre los judíos de
Cirene informaron de este éxodo a Cátulo, gobernador de la Pentápolis
Libia. Cátulo envió una tropa de caballería y soldados de infantería que
fácilmente dominaron a la turba desarmada, la mayoría de los cuales
murieron, y el resto fueron llevados a Cirene. Jonatán logró escapar por
un tiempo, pero finalmente fue arrestado. Traído ante Cátulo, afirmó fal­
samente que los más ricos judíos habían ordenado aquella conspiración.
Cá Lulo fingió creer las acusaciones porque odiaba a los judíos y deseaba
hacer que aquel asunto pareciera lo más peligroso posible para que tam­
bién pareciera que él había ganado una guerra judía. Incluso hizo que V il, X X X I ,
307
Jonatán designara a Alejandro, un judío con el que tenía querellas, y
Berenice, su mujer, como formando parte de la conspiración. Entonces
dio muerte a 3.000 de los más ricos judíos, confiscando sus propiedades
para la tesorería imperial.
Para impedir que los judíos en otras partes denunciaran su crimen,
Cátulo hizo que Jonatán y sus asociados acusaran a los principales judíos
en A le ja n d ría y Roma de im p u lsa r a la re b e lió n . Entre los así
insidiosamente acusados se encontraba Josefo, el autor de esta historia.
Cátulo fue a Roma con su “testigo”, pero Vespasiano investigó la cues­
tión y descubrió que todas las acusaciones eran falsas. Jonatán fue
torturado y luego quemado vivo. Cátulo fue reprendido, pero poco des­
pués de esto fue afligirlo por una terrible enfermedad que también le
afectó su mente, que estaba acosada por los espíritus de las víctimas de
sus asesinatos. Murió cuando sus ulceradas entrañas salieron, otra evi­
dencia del castigo de Dios sobre los perversos.

Conclusión de Las guerras de los judíos


Aquí damos fin a la historia, en la que prometimos relatar verazmente G 7:454
V II, X X X I ,
cómo los romanos hicieron esta guerra contra los judíos. Mis lectores podrán 308

juzgar de mi estilo, pero en cuanto a su exactitud, no vacilaría ni un momento


para afirmar categóricamente que éste ha sido mi objetivo en toda la obra.

1. Beirut.
2. Aquí, por últim a vez, Josefo da rienda suelta a su furia contra los sicarios y sus
sucesores: Juan de Giscala, Simón bar-Giora, los idum eos y los zelotes, todos los cuales
sufrieron, sí, pero en su valoración, m ucho menos que los sufrimientos que ellos habían
causado a otros.
3. Aunque la puerta occidental en las excavaciones de Masada tiene un cierto ángulo
para darcred ib ilid ada estas direcciones del viento, parece que unos vientos del noreste
y del su roeste serían más adecuados para los efectos descritos por Josefo.
4. 2 de m ayo del 73 d.C.
5. El texto de autoridad reconocida está probablemente corrom pido, afirmando 343
(333, ed ición CLIE] años, un siglo de más para el período entre c. 1 7 0 a.C. al 73 d.C.
397

B ib l io g r a f ía

Además de las diferentes ediciones que se han publicado de Josefo


y que se citan en la Introducción, son valiosas las obras que se dan a
continuación. Hay m uchas disertaciones doctorales inéditas que
también han examinado varios aspectos de las obras de Josefo.

A ttridge, H aro ld W. T he Interpretation o f B iblical H istory in the


Antiquitates Judaicae ofF lav iu s Josephus. (M issoula: Scholars
Press, 1976). 1
Bartleit, John R. Jews in the Ilellenistic World: Josephus, Aristeas, the
S ih y llin e Ó rn eles, E u p o le m u s . (C a m b rid g e /N u e v a Y o rk :
Cambridge U niversity Press, 1985).
Beall, Todd S. Josep h u s’ Description o f the Essenes lllustrated b y th e
Daad Sea Scrolls. (Nueva York: Cambridge University Press, 1988).
Begg, Christopher. Josephus 'Account o fth e EarlyDivided Monarchy.
(Leuven: Leuven U niversity Press, 1993).
B e n tw ic h , N o rm a n De M attos. J o s e p h u s . ( F ila d e lf ia : Je w ish
Publication Society, 19 14 ).
Bernstein, León. Flavius Josephu s, His Time an d His Critics. (Nue­
va York: Liveright, 1938).
B ild e, Per. Flavius Josep h u s Between Jerusalem an d Rom e: His Life,
His Works an d their Im portance. (Sheffield: JSOT, 1988).
Bloch, Joshua. Josephu s an d Christian Orígins. (Viena: Holzhausen,
1929).
C o burn, O live r. Flavius Jo se p h u s: T he Jew Who R en d ered Unto
Caesar. (Londres: Dobson, 1972).
Cohén, Shaye J. D. Josep h u s in G alilee an d Rom e. (Leiden: B r ill,
1979).
398 Bibliografía

E isler, Robert. The M essiah Jesú s and John the Baptist. (Londres-
Methuen, 19 3 1,19 7 6 ).
Farmer, W illia m R. M accabees, Zealots, and Josephu s: An Inqulry
Into Jew ish N ationalism in the Greco-Rom án Period. (Nueva
York: Colum bia, 1956).
Feldm an, Louis H. Flavius Josephus Revisited: The Man, Ilis Wrítings
and, His Significance. (Berlín y Nueva York: De Gruyter, 1984).
. Josep h u s: A S u pplem en tary Bibliography. (Nueva York:
Garland, 1986).
. Josep h u s and Modern Scholarship. (Berlín y Nueva York:
W. De Gruyter, 1984).
. Josep h u s, the B ible, an d History. (Detroit: W ayne State
U niversity Press, 1989).
, and Hata, Gohei, eds. Josephus, Judaism , and Christianity.
(Detroit: Wayne State U niversity Press, 1987).
Foakes-Jackson, F.J .Josephus an d the Jews. (Nueva York: R. R. Smith,
1930).
Frankm an, Thomas W. Génesis an d the Jewish Antiquities o f Flavius
Josephus. (Roma: P o n tificial Institute Press, 1979).
Gray, Rebecca. P rophetic Figures in Late S econ d Tem ple Jew ish
P alestin e: the E viden ce from Josep hu s. (Nueva York: Oxford
U niversity Press, 1993).
Hadas-Lebel, M ireille. Flavius Josephu s :Eyewitness to R om e’sFirst-
century Conquest o f Judea. (Nueva York: M acm illan , 1993).
H ardw ick, M ichael E. Josep h u s as an H istorical Source in Patristic
Literature Through Eusebius. (Atlanta: Scholars Press, 1989).
Josefo, Flavio. A ntigüedades d é lo s judíos, 3 tomos. (Terrassa, Espa­
ña: Libros C L IE , 1988).
Josefo, Flavio. Las guerras de los judíos, 2 tomos. (Terrassa, España:
Libros C L IE , 1983).
Josephus, Flavius. The Com plete Works o f Josephus. (Grand Rapids:
Kregel Publications, 1960).
MacRae, George. M iracle in the Antiquities o f Josephus. (Londres:
Mowbray, 1965).
M asón, Steven. Flavius Josep h u s on the Pharisees. (Leiden: B rill,
19 91).
. J o s e p h u s a n d th e N ew T estam en t. (P eab o d y, M A :
Hendrickson, 1992).
Bibliografía

M ontefiore, H ugh W. Josep h u s an d the New Testament. (Leiden:


B rill, 1960).
N iehoff, M aren. The Figure o f Jo sep h u s in P ost-B iblical Jew ish
Literature. (Leiden y Nueva York: Brill, 1992).
Pines, Schlom o. An Arabio Versión o fth e Testimonium Flavianum
and Its Im plications. (Jerusalén: The Israel A cadem y of Sciences
and Hum anities, 19 71).
Rajak, Tessa. Josephu s—The Historian and His Society. (Filad elfia:
Fortress, 1984).
Rengstorf, K a rl H. A C om plete C oncordance to Flavius Josephu s.
(Leiden: B rill, 1973).
Rogers, Cleon L., Jr. The Topical Josephus:H istórica! A ccounts that
S hed Light on the Bible. (Grand Rapids: Zondervan, 1992).
Schwartz, Seth. Josephu s and Judean Politics. (Leiden: B r ill, 1990).
Shutt, R. J. H. Studies in Josephus. (Londres: S.P.C.K., 19 61).
Thackeray, H enry St. John. Josephu s, the Man and the Historian.
(Nueva York: Ktav, 1968).
. A Lexicón to Josephus. (Paris: Geuthner, 1955).
U lr ic h , Eugene C. T he Qumran Text o f S am u el a n d Jo se p h u s.
(M issoula: Scholars Press, 1978).
V illa lb a i Varneda, Pere. The H istorical M ethod o f Flavius Josephus.
(Leiden: B rill, 1986).
W illia m so n , Geoffrey A . The World o f Josep hu s. (Boston: Little ,
Brown, 1964).
Z e itlin , Solomon. Josep h u s on Jesús. (Filadelfia: Dropsie College,
19 3 1).
ÍNDICE

A arón, herm ano de Acab, rey de Israel 101, Ahito fel 127, 128
M oisés 50, 58, 64, 65- 147, 148, 1 5 0 -1 5 9 , 161, Aín Atán 148n
69, 74, 143, 172 164, 166, 169 Albino, procurador de
Abarim (ver monte) m uerte de 1 5 6 , 157 Judea 2 8 0 , 2 8 1 , 2 8 3 n,
Abdías, m ayordom o de A cán 77 2 8 6 , 348, 373
A cab 152, 162 A caya 2 9 6 , 301 A lcim o, sum o sacerdote
Abdías, viuda de 161 A caz, rey de Judá 101, 2 1 4 , 215
Abdón, juez 89, 91 173, 174 A lejandra, esposa de
Abed-nego 183, 184 A ccio 243, 245 Alejandro Janeo 226,
Abel 19 A cra 375 2 2 7 , 258
A bel-bet-m aaca 131 Acrabetena 334 Alejandra, hija de
Abel-m ehola 154 acueducto 2 82n , 2 8 9 H ircano 2 2 6 , 2 4 1 -2 4 6
Abías, hijo de Samuel 99 Adán 19, 20, 2 2 n , 23, 62 Alejandría 2 0 3 -2 0 9 , 2 1 1 ,
Abías, rey de Judá 101, Adasa 215 2 2 9 , 2 3 6 , 2 7 3 , 281,
144, 146 Adiabene 277 301, 303, 3 3 7 , 345,
Abiatar, hijo de Ahim elec Adida 333 350, 382, 3 9 3 , 395
112, 132, 136 Adom , sobrenom bre de m atanza de los judíos
Abigail, m ujer de David Esaú 36 294
1 1 5 ,1 1 6 Adonías, hijo de David Alejandrión 2 2 9 -2 3 1 ,
Abila (A bel-Sitim ) 72, 75 132, 1 3 3 , 136 2 4 4 , 253
Abilene 275 Adoni-bezec, rey de los Alejandro Balas, hijo de
A bim elec 27 cananeos 81 A ntíoco Epífanes 216,
Abim elec, hijo de Adulam 112 217
Gedeón 8 8 , 89 Afee 97, 155 Alejandro Cirene 395
Abinadab 98, 122 Afo (Jonatán) 212 Alejandro Janeo, rey de
Abiram 67 Á frica 22 los judíos 2 2 4 -2 2 8 , 383
Abisag 132, 136 Agag, rey de los amale- Alejandro Magno 56,
Abisai, sobrino de David citas 106, 107, 119n 2 0 1 -2 0 5 , 210n
116, 128, 130 Agapio 283n , 2 8 4 Alejandro Zebina 222
Abner, com andante 116, Agar 26, 27 Alejandro, hijo de
1 2 0 , 121 Agripa, Herodes I y II Aristóbulo 2 3 0 , 231
Abraham 13, 22, 24-30, (ver Herodes) Alejandro, hijo de
37, 62, 132 Agripa el Joven 2 7 8 Herodes el Grande 249-
declara el m onoteísm o Agripa, M arco 2 4 6 , 247, 2 5 3 , 264
24 2 4 9 , 250 Alem ania 301, 3 3 5 , 380
m orada de 24 Agripina, mujer de alholva 311, 314n
m uerte de 30 Claudio César 2 7 9 altar de todo el pueblo 132
probado por Dios 28 Ahías 144, 147 am alecitas 58, 73, 8 6 ,
recibe ángeles 26, 27 Ahim aas 129 1 0 6 , 118, 1 1 9 , 170, 197
Absalón 101, 126-1 3 0 A him elec, heteo 116 A m án 1 9 7 -1 9 9
m ata a Am nón 126 A him elec, sumo sacerd o­ Am án, capital de
m uerte de 129, 130 te 112 Jordania 125
rebelión contra David Ahinoam 1 1 5 , 1 1 6 A m arapside 37
127, 128 Ahitob, sumo sacerdote Am asa, com andante 130,
Abu-Simbel 53, 55 105 131
índice 401

Am asias, rey de Judá A ntíoco (IV), rey de Arabia 6 8 , 2 2 8 , 2 3 6 , 243,


101, 1 6 7 , 1 6 8 , 1 7 0 -1 7 2 Comagena 303 2 5 3 , 2 6 2 , 2 7 1 , 345
Am ato 2 2 4 , 2 3 0 A ntioquía 2 0 3 , 2 0 6 , 213, Arábigo, golfo 58
Am enhotep II 45 2 1 8 , 2 1 9 , 2 3 1 , 235, Aram ataim 2 1 8
Am nón 126 , 127 2 6 1 , 2 6 2 , 2 7 1 , 272, A r a u n a 132
Am ón, hijo de L ot 27 2 7 4 , 2 8 8 , 2 9 4 , 302, 380 arca del pacto 6 3 , 72, 76,
Am ón, rey de Judá 101, A ntipas, Herodes [ver 77, 97, 98, 122, 123,
1 6 9 ,1 7 8 Herodes Antipas) 13 8 , 139
am onitas 27, 89, 106, A ntipas, padre de llega a Jerusalén 1 2 2 -
141, 157, 172, 193 A ntipáter 2 2 8 124
derrota de 1 0 3 -1 0 5 Antipas, tesorero de arco iris 21
am orreos 69, 72, 75, 80 Jerusalén 324 A rco de Septim io Severo
Amrafel 37 Antipáter, hijo de 384
Am ram 46, 47, 62 Antipas 2 2 8 Arco de Tito 392, 394
Ana 96 m uerte de 2 3 3 , 234 Aretas (III), rey de Arabia
Ananel, sum o sacerdote y sus hijos 2 3 1 -2 3 3 228
241, 242 Antipáter, hijo de Aretas (IV), rey de Arabia
Ananías (Sadrac) 183 Herodes el Grande 2 2 6 , 2 5 9 , 2 6 2 , 2 7 1 , 272
Ananías, sacerdote 360 2 5 1 ,2 5 2 ariete rom ano 3 0 9 , 310,
Ananías, sum o sacerdote tretas de 2 5 3 -2 5 5 370, 389
2 92, 293 A ntípatris 2 5 1 , 332, 378 Arión, m ayordom o de
Anano, sum o sacerdote Antonia, cu ñad a de José 209
266, 2 6 7 , 2 7 0 , 280, Tiberio 272 Aristeo, amigo de
2 8 2 n ,285 Antonia, torre 2 2 3 , 247, Ptolom eo II 2 0 4
Anano (II), sumo sacer­ 2 5 0 , 2 7 0 , 2 7 7 , 278, Aristeo, secretario del
dote 280, 281, 296, 2 9 0 , 2 9 1 , 2 9 3 , 3 4 6 -3 4 8 , sanedrín 360
299, 3 2 5 -3 2 9 , 334 349, 3 5 1, 3 5 5, 3 5 8 -3 7 0 Aristóbulo, hijo de
Anás [ver Anano) 282n, asalto a 3 6 2 -3 6 4 Alejandra 2 4 1 , 242,
283n destrucción de 36 4 -3 6 7 250
ángel(es) 20, 34, 70, 8 6 , ilustración de 363 Aristóbulo, hijo de
91, 131, 182n Antonio, com andante Alejandro Janeo 226-
Anio Rufo, p rocurador de rom ano 301 23 2 , 383
Judea 2 6 7 ,2 8 6 Antonio F élix, procura­ Aristóbulo, hijo de
Anio Vinuciano 275 dor de Judea 7, 8 , 259, Herodes el Grande 24 9 -
Antedón 224 28 0 , 286 25 3 , 2 5 8 , 2 6 4 , 272
Antígona 239 Antonio, M arco (ver Aristóbulo, hijo de Juan
Antigónida, dinastía 203 M arco Antonio) Hircano 2 2 2 -2 2 4 , 226
Antígono Gonatas 203 Antonio Prim o de M esia Arm enia 20, 2 1 , 227
Antígono, hijo de 337 A rnón, río 69
Aristóbulo 226, 231, antioqueños, matan a los Arquelao, hijo de
232, 2 3 4 , 255 judíos 381 Herodes el Grande 7,
derrota de 238, 239 Anubis, dios 270 2 5 6 -2 5 8 , 2 6 0 -2 6 6 , 286
Antígono, hijo de Juan Aod, asesino 85 Arquelao, rey de
Hircano 2 2 2 -2 2 4 , 226 A pam ea 2 2 0 , 294 C apadocia 252
Antíoco, acu sad or falso Apión, portavoz de los A rsaces, rey de Partía
380, 381 griegos 12, 273 222
Antíoco (in) el Grande 206 Apolo, tem plo de 262 Artabano, rey de Partía
A ntíoco (IV) Epífanes Apolonio, gobernador de 2 7 1 , 273
2 10, 2 1 1 -2 1 4 , 2 2 2 , 223, Siria 2 1 2 , 217 Artajerjes (Asuero) 195-
283n , 377 , 393 Aquiabo, prim o de 1 9 9 , 210n
Antíoco (V) E upator 214 Herodes Antipas 261 Artajerjes I I 199
Antíoco (VI) 218 Aquis, rey de Gat 1 1 2 , Artem isa, tem plo 213
Antíoco (VII) Sidetes 1 1 6 ,1 1 7 Artorio 368
2 1 9 -2 2 2 árabes 2 7 , 8 6 , 164, 172, Asa, rey de Judá 101,
Antíoco (VIII) Gripo 222 2 1 0 , 2 3 6 , 2 4 3 , 262 146, 149
A scalón 92, 97, 100, 109, 22, 25, 149, 1 7 6, 179- Beroso, caldeo 2 1 , 23,
2 0 7 , 2 0 8 , 301 1 8 2 , 1 8 4 -1 8 8 , 1 9 0 , 192, 186
Asdod 97, 100, 2 1 3 ,2 1 7 1 9 4 , 1 9 6 , 1 9 7 , 202, Bet-el 32, 35, 82, 1 0 2 ,
A senat 40 2 0 4 , 2 1 3 , 2 4 0 , 241, 1 4 2 -1 4 4 , 146
A sfaltitis (ver lago) 2 6 2 , 3 7 1 , 3 7 7 , 382 Bet-enabro 331
Asia 22, 87, 172, 188, Bagoses, general del Bet-horón 2 1 5 , 2 9 6
2 0 1 , 202, 206, 234 ejército persa 199 Bet-sán (ver Escitópolis)
A sia M enor 195, 203 , 250 Baies 273 118, 119, 2 1 8
Asiría, asirios 25, 83, 149, Balaam 69 -7 2 Bet-sem es 98, 149
1 7 3 -1 7 6 , 179, 182n B alac, rey de los Bet-sura 213
asm oneos 8 , 2 2 6 , 239 m oabitas 69 -7 2 Bet-zacarías 214
p alacio de los 280, 291 Banaías, general 136 Betsabé 101, 1 2 4 -1 2 6 ,
Astiages, padre de Darío Baño, erem ita 9 13 2 , 136
el M edo 187 Báquides, general 215, Betsaida 266
A suero, rey 195, 196 216 Betuel 29
A talía, hija de Acab 101, B arac, general 83 -8 6 Bezom a 225
164, 166, 167 Baris 328 Bitinia 2 3 4
A tenas 256n B aruc, discípulo de Boaz (colum na) 1 3 8
A tenión, em bajador 207 Jerem ías 182 Booz 94, 96
Atenión, general de Barzafranes, sátrapa 235 Británico, hijo de
C leopatra 243 Baso (ver Lucilio) Claudio 279, 280
A tom o, mago judío 279 Batanea 2 4 9 , 254, 262 Bruto, asesino de Julio
Atronges, pastor 261 becerro de oro 73n , 150 César 233
Augusto (Octavio) César Beerseba 4 3 , 153 búho 2 7 2 , 276
2 3 4 , 2 3 6 , 2 4 0 , 2 4 5 -2 6 7 , Beirut 2 5 6 n , 395n Bunyan, Paul 100
3 0 0 , 361 Beit Skaria 225n
da a Herodes territorios Belén 35, 1 0 7 , 111, 148n, Caalis, ciudad itum ea
245 2 5 6 ,2 5 7 , 2 6 9 301
derrota a Antonio 243 B elsasar 1 8 6, 194 Cafarsalam a 215
divide el reino 2 6 2 -2 6 4 B eltsasar (Daniel) 183 Caifás (ver José)
exp ulsa a Arquelao 264 Belzedek 301 Caín 19, 20
m uerte de 267 Ben-adad, rey de D am as­ Cairo, el 41, 47
nom bra a Arquelao co y de Siria 149, Calcis 278, 279
etn arca 264 1 5 4 -1 5 7 , 1 6 1 -1 6 4 Caldea 2 2 , 24, 2 5 , 176
nom bra a Herodes B en-adad II, rey de Siria Caleb 65
procurador de Siria 168n Calígula (ver Cayo César)
245 B en-adad III 168n Calirroe, baños term ina­
A uranitis 2 4 9 , 262 Benjam ín, hijo de Jacob les 255
Avaris 45 3 5 -4 0 , 4 2 , 43 Cam, hijo de Noé 21, 2 2 ,
Avram Biran, 149 Benjam ín, tribu de 82 -8 4 , 31
Avignon 194 1 0 2 -1 0 4 , 1 2 1 , 1 3 1 , 142, Cambises, hijo de Ciro
A zarías (Abed-nego) 183, 176, 1 8 8 , 196 188, 195
184 d estru cción de 81-83 cam pam ento de los
A zarías, profeta 147 Berea 2 1 4 judíos 231
Azizo 259 B erenice, esposa de Canaán 24, 25, 29, 32, 40,
Azuba 101, 145 Alejandro Cirene 395 43, 54, 64-66, 69, 71, 377
B erenice, hija de Herodes conquista de 73, 75-90
Baal 146, 1 5 0 -1 5 2 , 166, Agripa 2 5 8 , 2 7 7 , 283n , israelitas en 90
1 6 7 ,1 6 9 2 9 0 -2 9 2 , 378, 379 Canaán, hijo de Cam 22
Baal-Zebub, dios de las B eren ice, hija de Salom é cananeos 90
m oscas 158 250 Capadocia 250, 252
Baasa, rey de Israel 147, Berito (Beirut), 2 5 3 , 380, Capernaum 123, 318
1 4 8 , 159 395n Capitolio, Roma 232,
Babel, torre de 21, 22 Berodac-baladán, rey de 2 3 6 , 2 3 7 , 385
B abilonia, babilonio(s) Babilonia 176 Capri, isla de 2 7 2 , 273
índice 403

Carmelo (ver m onte) Chares, com andante 320, Cusán, rey de los asirios
Casio, oficial de Craso 322 84
2 3 1 , 2 3 3 , 234 Chipre 2 2 4 , 251 Cuspio Fado, p rocurador
Casio Cerea, tribuno 275 Cilicia 182n , 2 0 1 , 235 de Judea 27 7, 2 7 8 , 2 8 6
Castor, astuto judío 352 Cipros 2 4 4 , 258 cuteo(s) 1 8 8 , 2 0 0
catapulta rom ana 306, Cipros, fortaleza de 294 cutim 175
3 0 7 , 33 9, 3 41 , 355n circuncisión 27, 212,
Cátulo, gobernador 395 2 2 2 , 293 Dafne 235
Cayo César (Calígula) Cirene 394, 395 Dagón, dios 97
2 7 1 -2 7 5 , 300 Cirenio, senador rom ano Dagón (Dok), fortaleza
destierra a Herodes censor 2 6 5 , 2 6 6 , 2 7 8 , 220
A ntipas 273 2 9 3 ,3 8 7 Dalila 93
estatua de 2 7 3 -2 7 5 Ciro el Grande 1 8 6 -1 8 8 , Dam asco 24, 123, 147,
m uerte de 275 1 9 0 , 1 9 4 , 195, 240 14 9 , 1 5 4 , 1 6 3 , 173,
nom bra a Herodes Cis, padre de Saúl 102 174, 201, 228, 233,
Agripa rey 272 Claudio César 275-279, 300 2 3 4 , 296
planea la desecración Cleopatra (VII), reina de Dan (ciudad) 25, 8 3 , 1 4 2 ,
del tem plo 2 7 4 , 275 Egipto 225n , 231, 235, 14 3 , 147, 149
Cedes 173 2 3 6 , 2 4 0 -2 4 6 , 389 Dan, tribu de 83
Cedrón, valle de 167, Cleopatra, esposa de Daniel (Beltsasar) 183-
2 2 0 , 342, 343, 368 Herodes el Grande 2 5 3 , 18 7 , 194
cedros de Líbano 133, 258 autor de libros 187
1 38, 190 Cleopatra, esposa de en el foso de los leones
Celado, liberto de César 264 Ptolem eo Epífanes 2 0 9 18 7 , 194
Céler, tribuno 278 Cleopatra, madre de interpreta la escritura
Celesiria 193, 206, 207, Ptolem eo Látiro 2 2 4 sobre la pared 1 8 6
2 12, 2 1 7 , 2 3 3 , 2 42 , 243 Cleto, instigador de una interpreta sueños 1 8 4
Cendebeo, amigo de revuelta 299 Daniel, libro de 1 8 4 , 202
A ntíoco VII 220 codornices 57, 64 Darío el Medo 1 8 6 , 187,
censo 131, 132, 2 6 5 , 348, Coliseo 338, 356 194
3 76, 377 conquista romana 2 27-240 Darío I, rey de Persia
C ércalo, com andante Coponio, procurador de 1 8 8 -1 9 0 , 195
3 12, 313, 335, 365, 383 Judea 2 6 4 , 2 6 7 , 2 8 6 Darío III 2 0 0 , 201
Cerdeña, isla de 270 Córdoba, España 275 Datán 67
César (v er Augusto, Cayo, Coré, pariente de M oisés David 28, 9 6 , 1 0 1 , 135,
Claudio, Dom iciano, 67, 68 149, 166, 1 7 0 , 181,
Julio, Nerón, Sexto, Corinto, istmo de 3 23n 2 2 2 , 2 8 4 , 3 4 5 , 377
Tiberio, Tito, coro 14 8 n captura Jerusalén 1 2 1 ,
Vespasiano o Vitelio) Costobaro, cuñado de 122
Cesárea 2 4 6 , 248, 249, Herodes 2 4 6 , 2 5 9 huye de Saúl 1 12
2 5 1 , 2 5 3 , 254, 261, Costobaro, judío 296 m uerte de 1 3 2 -1 3 4
2 6 6 , 2 6 7 , 2 6 8 , 277, Craso 2 3 1 , 239n , 2 4 0 perdona a Saúl 114
2 7 8 , 2 8 0 , 282n , 283n , creación 11, 13, 18-20 regresa a su reino 130,
2 8 8 -2 9 0 , 294, 315, 323, y el diluvio 23 131
3 31, 3 3 4 , 335, 339, Creta 217, 264 ungido rey por Sam uel
3 40, 3 7 8 -3 8 0 , 392 cristianos 100, 2 6 9 , 2 7 9 , 107
Cesárea de Filipos 266, 2 8 2 n ,357 y Betsabé 1 2 4 -1 2 6
2 6 7 , 3 1 6 , 379 cristianism o 2 8 4 y Goliat 1 0 7 -1 1 0
cesareanos 288, 294 crucifixión 39, 1 9 0 , 197, y la adivina de Endor
Cestío Galo, gobernador 2 2 5 , 2 6 9 , 2 7 8 , 2 82n , 1 1 1 , 112
de Siria 288, 291, 294- 2 9 0 , 3 2 8 , 3 5 8 , 350, 386 y Saúl 135
2 9 6 , 3 0 1 , 315, 340, cuernos del altar 133 David (ciudad de) 122
3 4 8 ,3 7 6 ,3 7 9 Cumano, procurador de Débora 83 -8 6
invasión de 2 9 4 , 295 Judea 2 7 8 , 2 7 9 , 2 8 6 Decálogo (Diez M anda­
se retira 295, 296 Cúpula de la Roca 207 m ientos) 6 1 , 62
404 índice

Decio M undo 269, 2 7 0 Egipto, egipcios 24, 26, 37- Elón, juez 89
Delío 241 45, 50-55, 62, 64, 65, 75, Elpis, esposa de Herodes
Delta 51, 231 136-138, 144, 163, 175, el Grande 2 5 3 , 2 5 8
Demetrio I de Siria 215- 176, 180, 182, 188, 195, Em aús 2 1 3 , 3 3 2 , 342, 387
217 203-207, 211, 214, 224, Em esa, rey de 2 9 4
Demetrio II (Nicátor) de 228, 230-232, 236, 240, En-gadi 1 1 2 -1 1 4 , 157, 330
Siria 2 17 , 218 241, 245, 281, 290, 291, Endor, adivina de 1 1 6 , 1 1 7
Demetrio III (Euceros) 294, 315, 337, 339, 340, Eneas, desertor 352
225 379, 381, 382, 386, 393 E n o c 20, 158
Demetrio de Falero 204, Eglón, rey de los Esaú 30, 31, 34, 35
205 moabitas 84 Escauro, oficial de
deportaciones a Babi­ Eilat, golfo de 149 Pom peyo 2 2 8 , 2 3 0
lonia 187, 188, 195n Ela, rey de Israel 147, 159 Escitópolis 2 9 4 , 315, 323
desierto de Sinaí 54, 56-58 Ela, valle de 108 E scol, valle de 65
Diez M andam entos 62, Elam 213 Escopo 342, 344
63, 72, 139 Elcan a 96 Esdras 190, 1 9 1 , 195
Diluvio 20, 2 1 , 23, 62 Eleazar (Aurán) 2 1 2 , 214 esenios 8 , 2 6 5 , 2 6 6
Dina, hija de Jacob 35 Eleazar, captura un ariete Esfinge (Giza) 41
Dión 202 310 España 182n , 2 7 5 , 283n,
Dionisio de H elicarnaso Eleazar, déspota en 333
12, 74 M asada 2 9 3 , 3 8 6 , 387, Esparta 252
dios de las m oscas de 3 9 0 -3 9 2 Espartaco 239n
E crón (Baal-zebub) 157 Eleazar, fariseo 2 2 2 , 223 Espartanos 218
dioses de m etal fundido Eleazar, hijo de Ananías espías 6 4 -6 6 , 75, 105
146 2 9 2 , 293 Esteban, esclavo de César
Dióspolis 243 Eleazar, rebelde en 278
Doeg, asesino 112 M aqueronte 387 Esteban, prim er m ártir
Dom icia, esposa de Eleazar, sumo sacerdote 74
D om iciano 357 69, 72, 73, 76, 77, 81 Ester 195, 1 9 6 -1 9 9
D om iciano César, hijo de Eleazar, sumo sacerdote Estratón, torre de 246,
Vespasiano 9, 282, 300, (II) 205 24 8 , 2 8 0 (v er CesareaJ
337n , 357, 380, 382, Eleazar, zelote 2 9 6 , 339, Etam 93
383 34 0 , 3 4 4 , 3 4 8 Etán 141
Dom itila 357 Eli, sumo sacerdote 94- Etiopía, etíopes 4 8 , 49,
Dora, fortaleza 220 97, 100 1 4 0 , 1 4 7 , 1 7 6 , 199
Doris, esposa de Herodes Eliaquim (v er Joacim) Éufrates, río 2 2 , 2 5 , 70,
el Grande 251, 253, 258 Elias 61, 1 5 0 -1 5 9 , 164, 84, 123, 1 3 7 , 1 4 6 , 179,
dos tribus de Judá 142, 16 6 , 169 2 3 0 , 271, 3 0 4 , 379
144 confronta a los profetas E uricles, aventurero 252
Dositeo, amigo de de Baal 1 5 1 -1 5 3 Europa 203
Hircano 244 desaparece 158 Eusebio 282n
Dotán 161 nombra a Elíseo Eva 19, 23
Drusila, hija de Herodes profeta 154 E vil-m erodac, hijo de
Agripa 277, 279 predice la sequía 150 N ab u co d o n o so r186,
prueba on el m onte 194
Ebal (ver m onte) Carmelo 152, 153, éxodo, el 4 5 , 4 6 -5 9 , 71,
Ecbatana 187, 190 169 75, 138, 175
echando suertes 77, 103, y la viudad de Sarepta Ezequías 2 3 3 , 265
172, 325 1 5 0 -1 5 2 Ezequías, herm ano de
eclipse 256n Elim 5 6 , 57 Ananías 293
E crón 100, 158 E lim elec 9 4 , 96 Ezequías, rey de Judá
edom itas 170 Eliseo 154, 1 6 0 -1 6 9 1 0 1 , 169, 1 7 4 -1 7 8
Efraín, hijo de José 40, 44 m anantial de 332 Ezequiel 180, 181
Efraín, tribu de 58, 89 milagros de 1 6 1 -1 6 3 Ezión-geber 140
Efrata 35 m uerte de 168
índice 405

Faedra, m ujer de Herodes Finees, hijo de E li 96, 97 Gerizim (ver m onte)


el Grande 2 5 3 , 258 Flavio Clemens 3 5 7 Gesio Floro, procurador de
falsos profetas 143, 150, Flavio Sabino 337n Judea 281, 286, 288-296
1 52, 153, 156, 179, 372 Flavio Silva, gobernador saquea Judea 2 8 9 , 290
Fanni, “sumo sacerd ote” de Judea 3 8 7 -3 8 9 Gesur 126
325 Flavio Vespasiano (ver Gezer 122, 14 0, 149
Faraón 38 -4 0 , 43, 44, 46- Vespasiano) Gibetón 148
48, 50-54 Floro (ver Gesio) Gihón 133, 169
Faraón de la opresión 53 foro rom ano, ilustración Gilboa (ver m onte)
fariseos 9, 222, 2 2 3 , 225, de 383, 3 8 4 , 3 8 5 , 3 9 4 Gilgal 103, 1 0 4 , 106
2 2 7 , 253, 265, 2 6 6 , 292 Fraates, rey de Partía 241 Gilgamesh 100
faro de Alejandría 345 F ran cia 194 G iscala 297, 2 9 8 , 319,
Fasael, hijo de Antipáter Fronto (Frontonio) 376 3 2 2 -3 2 4 , 326
2 3 2 , 236, 258 fuente de Jezreel 157 Giza 41
Fasael, torre 2 61 , 293 , Fulvia, dama de la Glafira, hija del rey de
3 45, 346, 377, 378n , aristocracia 270 C apadocia 2 5 0 , 2 5 2 ,
379 2 5 8 , 264
Fasaelis 251 Gabaa 82, 83, 1 0 2 -1 0 4 , Gneo Colega,
Felipe (ver Herodes 107, 1 1 9 , 3 4 0 subgobernador 381
Felipe) Gabaón (ciudad) 79, 120, gobernadores rom anos
Felipe II de M acedonia 130, 295 2 6 0 -2 8 3
203 Gabara 2 9 8 , 305 Gofna, ciudad 3 6 4 , 367n
Felipe de Siria 214 Gabinio, su cesor de Golán, altos de 225
F élix, procurador de E scauro 2 2 9 -2 3 1 , 383 Gólgota 2 2 0 , 221
Judea 7, 8 , 279, 280 Gad, profeta 131 Goliat 107, 110, 112
Fen icia 190, 193, 206, Gad, tribu de 7 2 , 75, 80 Gorgias 213
2 0 7 , 315, 380 Gadara 224, 2 3 1 , 305, 330 Gorión, dem ócrata liberal
Feroras, hijo de A ntipáter Gadeira (Cádiz) 22 329
2 3 9 , 2 4 4 , 2 5 1 -2 5 4 , 259 Galaad 34, 37, 71, 7 2 , 89, Gorpiaeus (septiembre)
Festo (verP orcio) 1 0 3 , 104, 1 7 3 , 2 1 3 , 219 3 7 7 , 378n
fiesta de la Pascua 54, 76, Galba, em perador 300, Gran Bretaña 301
179, 190, 228, 260, 267, 3 3 3 , 334, 3 3 6 , 338 Granico, batalla de 201
270, 278, 288, 372, 376 Galias (Francia) 2 3 2 , 264, Grecia, griegos 2 5 , 195,
fiesta de los Tabernáculos 2 7 3 , 332, 3 8 0 196, 202, 206, 229,
1 4 0 , 143, 192, 221, Goliat 1 0 7 -1 1 0 251, 273, 275, 288
2 2 3 , 2 2 4 , 242, 294, 372 Galilea, galileos 1 0 , 85, guardias pretorianos 275,
fiesta de las Luces 1 2 3 , 139, 1 7 3 , 2 1 3 , 333
(Hanukkah) 213 2 3 1 -2 3 5 , 2 3 8 , 2 3 9 , 255, Gubaru 195
fiesta de los Panes sin 2 6 4 , 2 7 8 , 28 3 n , 294, Guerra Judía 84, 3 0 2 , 340
Levadura (Ázimos) 2 9 7 -2 9 9 , 3 0 2 -3 0 5 , 312, Gynt, Peer 100
174, 175, 330, 344, 3 1 9 -3 2 4
3 7 2 ,3 7 6 Gamala 2 2 5 , 2 6 5 , 378 Hades 117
Filadelfia 125, 221, 243 asedio de 3 1 9 -3 2 1 Hageo 190
Filadelfo, rey de Egipto 204 caída de 3 2 1 , 322 Hai 77, 79, 90
Fílale 318 Garis 305 H am at 123, 1 7 1 , 2 1 8
Filipos 234 Gat 100, 109, 1 1 2 , 116, hambre 24, 39, 4 0 , 94,
filisteo(s) 54, 80, 89, 91- 136 1 3 1 , 162, 2 3 9 , 324,
94, 97, 98, 100, Gaza 93, 94, 1 0 0 , 118, 3 5 8 , 3 6 8 -3 7 0
1 0 7 -1 1 2 , 114, 116-123, 2 0 2 , 224 Hammurabi 37
1 35, 148, 164, 172, 208 Geba 119 Hamor, rey 35
derrota de 103-1 0 5 gebalitos 170 Haquila 116
Filón, representante de Gedalías, asesinato de Harán (ciudad) 2 4 , 25,
los judíos 13, 273 182 29, 32
Finees, hijo de Eleazar Gedeón 86-88 Harán, hermano de
(sumo sacerdote) 81, 82 Gerasa 2 2 5 , 2 9 4 , 3 3 3 , 334 Abraham 24
406 índice

Harbona, eunuco 199 a Aristóbulo 252, 253 Huida, profetisa 178


Haret 112 condena a A ntipáter Hur 59
Harod, m anantial de 87 2 5 3 -2 5 5 Husai 127, 128
Hasmón (Asmón) 226 derrota a los árabes 243
Hazael, rey de Siria 154, ejecución de Ibzán, juez 89
163, 1 6 6 -1 6 8 M ariam m e 245 Ida 270
Hazerot 64 enfermedad final 255, 256 Idumea, idumeo(s) 36, 6 8 ,
Hazor 8 4 -8 6 , 140, 149, “¿el G rande?" 257 106, 123, 141, 160, 213,’
1 7 3 ,2 1 8 m anda m atar a Alejan­ 222, 228, 234, 235, 246^
Heber, tataranieto de Sem dra 246 262, 299, 301, 332, 334^
22 muerte de 255, 256, 283n 335, 375, 395n
Hebrón 25, 29, 30, 35, 36, nombrado tetrarca 235 invasión idumea 326-328
44, 81, 93, 100, 120- pertubaciones dom ésti­ Imperio Helenístico 203
1 22, 127, 134, 136, cas 2 5 0 , 251 Imperio Neobabilónico
2 1 3 , 2 8 2 n ,335 proclam ado rey 2 3 6 194
Hegesipo 283n reconstruye el tem plo Imperio Persa 195-197, 203
Helena, reina de 250 Imperio Romano 195n,
Adiabene 277 regreso de 2 3 6 -2 3 8 2 7 5 , 378
H elesponto 201 se casa con M ariamne im postor egipcio 280
Heliópolis 40, 44, 214, 393 (II) 2 4 9 India 140, 1 9 5 , 199, 203
Hélix, atacó a Fasael 234 sus tres grandes torres índico, O céano 22
Hércules 100 345 Irán 195
Herculano 357 tem plo de (diagrama) Isaac 2 7 -3 1 , 34, 35, 37,
Herodes Agripa 259 , 2 7 2- 324 62, 132
277, 2 8 6 , 345, 355n vida doméstica 245, 246 bendice a Jacob 31
ayuda a Claudio 275 visita a Augusto 244 engendra a Jacob y
designado rey 272 Herodes Felipe (de Esaú 31
encadenado por C alcia), hermano de m uerte de 35
Tiberio 272 Agripa II 2 7 8 Isacar, tribu de 174
m uerte de 277 Herodes F elip e 2 5 5 , 2 5 9 , Isaí 96, 1 0 7 , 115, 116
y el búho cornudo 272 2 6 2 , 2 6 6 , 2 7 1 , 2 7 2 , 279 Isaías 175, 188, 195
Herodes Agripa II 258, H erodías 2 5 8 , 2 7 1 -2 7 3 , Isboset, hijo de Saúl 121
27 7 -2 8 1 , 283n , 290, 283n Isis, diosa 2 7 0
297, 2 9 8 , 302, 303, Herodión, fortaleza de Ismael 28, 30
315, 316, 319, 320, 2 3 6 , 2 4 9 , 2 5 6 , 335, 383 Ismael, hombre vil 182
334, 338, 340, 357 Herodoto 11, 182n ism aelitas 37
aboga por la paz 290-292 Herópolis 44 Israel e israelitas passim
envía jinetes a Jerusa­ Hesbón 210 Israel (ver Jacob)
lén 292 hicsos 45 Israel, tribus de 80, 121,
trata de negociar 294, Hilcías, sumo sacerdote 178 142, 1 4 9 , 175
295 Hípico, torre 2 9 3 , 345, Issos 201
Herodes Antipas 8 , 260- 3 4 6 ,3 5 1 , 379 Istar, puerta de 185, 195
262, 2 6 6 , 271, 283n Hiram, rey de Uro 1 2 2 ,1 3 8 istmo 3 1 9 , 323
exilado 273, H ircania 255 Italia 2 3 4 , 2 5 0 , 273, 337,
hijo de Herodes el H ircano, hijo de José el 379, 382
Grande 255, 259 cobrador de im puestos Izates, hijo de la reina
se opone a Arquelao 261 2 0 7 -2 1 0 Helena 277
y Juan el Bautista 271, 272 H ircano, Juan (ver Juan
Herodes el Grande 8 , 23, H ircano) Jabes de Galaad 8 3 .1 0 3 ,1 1 9
30, 149, 165, 208, 233- H ircano, sumo sacerdote, Jabín, rey de Hazor 85, 86
257, 2 5 8 , 2 6 1 -2 6 4 , 2 7 1 , hijo de Alejandro Janeo Jaboc, río 34
2 7 2 , 2 7 5 , 280, 283n , 135, 2 2 7 -2 3 6 , 2 4 1 , 2 4 4 Jacob 30 -3 7 , 4 0 -4 4 , 54, 62
293, 3 4 5 -3 4 7 , 363 , 377, Histaspes, padre de Darío bendecido por Isaac 31
383, 388 188 encuentro con Esaú 34,
condena a Alejandro y hititas 90, 135 35
índice

huye a M esopotam ia 147, 1 4 9, 1 5 6 , 157, Jezreel 115, 1 3 9 , 153,


31-34 164, 166, 167, 16 9 -1 7 1 , 154, 156, 157, 164, 166
llam ado “Israel” 34 182, 186, 1 9 0 -1 9 2 , 194, Joab 1 2 1 , 1 2 2 , 1 2 4 -1 2 7 ,
m uerte de 44 2 0 0 -2 0 6 , 2 1 0 , passim 1 2 9 -1 3 1 , 1 3 4 , 136
pide la m ano de arca llega a 1 2 2 -1 2 4 Joacaz, hijo de Josías 179
Raquel 32, 33 asediada por Antíoco Joacaz, rey de Israel 159,
sueño de la escalera 32 Sidetes 221 1 6 6 , 168
va a ver a José 43 asediada por U to 315- Joacaz, rey de Judá 166,
Jacobo el idum eo 334, 331, 334-337, 348-351, 170
335 353, 373-375, 377 Joacim (Eliaquim ), rey de
Jacobo, herm ano de Jesús atrocidades en 305, Judá 1 0 1 , 179, 180
8 , 281, 283il, 285 3 0 6 , 3 3 3 -3 4 2 Joaquín, rey de Judá 1 0 1 ,
Jacobo, hijo de Judás el capturada por David 1 8 0 , 181, 1 9 4 , 195/1
Galileo, crucificado 1 2 1 , 122 Joás, rey de Israel 159,
278 capturada por Herodes 167, 168, 1 7 0 , 171
Jaddn 143, 1 5 6 , 178, 239 Joás, rey de Judá 101,
182n capturada por 1 6 6 , 1 6 7 , 170
Jadúa, sum o sacerdote Pom peyo 22 9 -2 3 1 Jocabed, m ujer de
2 0 0 , 202 capturada y asediada por Am ram 4 6 , 62
Jael 85 Babylonia 1 8 0 ,1 8 1 Jocundo, jefe de las
Jafa 311 conquistada 376 caballerizas de Floro
Jafet, hijo de Noé 21, 22 descripción de 3 4 5 -3 4 8 288
Jair 89 destruida 181, 37 5 -3 7 7 , Joel, hijo de Samuel 98
Jambri 2 16 379 Johanán, sum o sacerdote
Jam nia 2 9 1 , 332 fecha del asedio 135 199
Jaquín (colum na) 138 horrores en 35 8 -3 6 7 Joiada, sumo sacerdote
Jardes, bosque de 386 invasión idum ea 303- 167
Jasón (Jesús) 211 305 Jonás 169, 171, 172, 1 8 2/ j
Jebel Safsafa (monte m urallas de 1 3 6 , 176, Jonatán (Afo) 2 1 2 , 213,
Sinaí) 61 193, 194, 2 1 3 , 219, 2 1 6 -2 1 9 , 388
jebuseos 1 2 1 , 132 28 0 , 3 2 1 -3 3 3 , 327, Jonatán, el pequeño judío
m urallas 149 3 2 9 , 3 3 4 -3 3 7 , 339, 367
Jefté 89, 90 348, 3 5 0 -3 5 5 , 359- Jonatán, el saduceo 223
Jehú, profeta 147, 148, 362 Jonatán, hijo de Anano
157 retorno a 1 8 3 -1 9 5 270
Jehú, rey de Israel 154, revuelta en 2 6 1 -2 6 2 Jonatán, hijo de Saúl 103-
159, 1 6 4 -1 6 6 , 169 rom anos rechazados 105, 110, 1 1 1 , 114,
Jerem ías 179, 1 80 , 182, 3 5 2 -3 5 5 118, 120, 1 2 3 , 124, 127
188 Jesús (Jasón) 211 Jonatán, sum o sacerdote
Jericó 73, 75, 84, 174, Jesús de Nazaret 78, 269, 280
2 2 0 , 2 2 7 , 2 3 0 , 238, 282/1, 2 8 4 , 2 8 5 , 337n Jonatán, un bribón 394,
24 2, 2 5 5 , 2 5 7 , 264, Jesús el rebelde 316 395
294, 331, 332, 333, Jesús, herm ano de Jonia 250
342, 378 Johanán 199 Jope 171, 172, 2 3 7 , 294,
caída de 76 -7 9 Jesús, hijo de Ananías 315
Jerjes 1 10, 1 9 0 , 192, 193, 372 Joram, rey de Israel 158-160
195/1, 1 9 6 , 210/1 Jesús, hijo de Damneo Joram , rey de Judá 101,
Jeroboam, rey de Israel 28 1 , 285 161, 162, 1 6 4 -1 6 6
1 4 1 -1 4 7 , 150, 156, 159, Jesús, hijo de Gamaliel 281 Jordán, río 2 5 , 72, 74, 75,
178 Jesús, principal sacerdote 76, 80, 84, 1 0 3 , 120,
castigo de 1 4 4 -1 4 6 327, 328 1 2 7 -1 3 0 , 149, 1 6 3 , 166,
Jeroboam II, rey de Israel Jetro, suegro de M oisés 21 0 , 216, 2 2 5 , 266,
159, 1 6 8 , 171, 172 49, 60 27 8 , 318, 332
Jerusalén 79, 81, 126, Jezabel 1 0 1 , 1 5 0 , 154, Josaba, herm ana de
127, 1 3 4 , 1 3 6 -1 4 2 , 144, 161, 1 6 4 , 166 Ocozías 166
408 índice

Josafat, rey de Judá 1 0 1 , negocia con los 3 3 9 , 3 4 0 , 3 4 4 , 348,


1 4 8 , 156-1 6 1 rebeldes 344 3 5 0 , 3 5 1 , 3 5 5 , 3 5 8 -3 6 5 ,
José 30, 36-44, 46, 62 om ite detalles de la 3 7 7 , 3 8 2 , 39571
aconseja a Faraón 39, 40 m uerte de Agag 106, con tien d a p o lítica ­
encarcelado por sus 1 0 7 , 11977 m ente con Josefo
herm anos 38 om ite el becerro de oro 2 9 6 -2 9 8
interpreta sueños 39, 40 73n enviado a Roma para el
m uerte de 44 omite la condenación de triunfo de Tito 382
prueba a sus herm anos Moisés por Dios 73n tom a el tem plo 344
4 0 -4 2 om ite la m asacre de Juan el Bautista 7, 271, 272
y sus herm anos 36, 37 infantes 257 muerte de 272, 283n, 284
José, cobrador de im ­ om ite m aterial bíblico Juan H ircano, sum o
puestos 206 -2 1 0 (2 R 4 :8 — 6 :8 ) 161, sacerdote 135, 2 2 0 -2 2 3 ,
José, herm ano de 16877 2 2 6 , 348
A ntipáter 242 otras fuentes de 226 Juan, general de los
José, herm ano de predice que Vespasiano idum eos 350
H erodes el Grande 2 3 6 - será em perador 337, Juan, hijo de M atatías
238 314 2 1 1 ,2 2 6
José, hijo de Gorión 2 9 6 relato acerca de Jesús Juan, general rebelde 301
José, tío de Herodes el 2 6 9 , 2 8 1 , 28271, 284, Judá, hijo de Jacob 37, 43
Grande 2 3 6 -2 3 8 , 242 2 85 Judá, tribu de 77, 81, 84,
José Caifás, sumo relato com parado con 98, 120, 134, 142, 149,
sacerdote 267, 270 la Biblia y Herodoto 188, 193
Josefo, com andante 1 7 6 , 182ti Judas, doctor de la ley 255
rebelde 320, 322 suicidio, pacto de 313 Judas M acabeo 2 1 2 -2 1 5 ,
Josefo, Flavio 8-15, 23, sum ario de las leyes 2 26
2 7, 37, 59n , 64, 72, m osaicas 72 m uerte de 215, 2 1 6
73n , 119n , 149, 169, Tito, Dom iciano y victorias de 2 1 4 , 215
1 8 1 , 182n , 194, 195, Josefo 356, 357 Judas de Galilea 2 2 6 ,
21 0 n , 283n , 2 9 6 -2 9 9 , vida de 8 , 9 2 6 5 , 2 7 8 , 2 9 3 , 387
3 0 2 -3 1 1 , 315, 352- y el asedio de Jotapata Judas, hijo de Ari 386
35571, 360, 361, 364, 3 0 6 -3 1 4 Judas, hijo de Ezequías
3 65, 39571 y el libro de los Hechos 261
acusado de rebelión 395 sobre la m uerte de Judas, oficial de Simón
adopta la historia de Herodes Agripa 276, 3 6 0 , 361
M oisés luchando 27 7 , 28371 Judea 22, 1 7 9 , 182, 188,
contra los etíopes y la arqueología 378 1 9 2 , 2 0 4 , 2 0 6 , 2 1 1 , 213
48, 59n y la conversión de passim
ataca a los zelotes 388 H elena 277 Judea rom ana 2 6 4 -2 6 7
cap tu ra de 313, 314 y la Septuaginta 2 0 5 , judíos y los rom anos 240
error cronológico 135 2 1 0 ti jueces 8 4 -8 9 , 98, 157
escritos de 9-12, 284, 285 y los rom anos 338 juzgando a los jueces
escritos sobre Moisés 74 y su veracidad 314n 100
evade exp licación de y Tarso 182n Julia Livia, esposa de
profecías m esiánicas Josías, rey de Judá 101, César Augusto 2 5 5 ,
1 84, 1 9 5 ti 1 4 3 , 1 7 8 , 179 2 6 3 , 267
fecha del éxodo 45 Josué 5 8 , 65, 72, 73, 74, Juliano, centurión de
historicidad dudosa de 76 -8 1 , 122 Bitinia 364
Alejandro en Jotam , rey de Judá 8 8 , Julio César 2 3 1 -2 3 3 , 240
Jerusalén 202, 210n 172 Júpiter (Capitolino),
honestidad 135 Jotapata 9, 3 0 4 -3 1 2 tem plo 2 7 5 , 3 5 7 , 383
libertado por asedio de 3 0 6 -3 0 9 , 315 Justo de Tiberias,
Vespasiano 337 Juan (Gadés) 212 historiador 12
lista de decretos de Juan de Giscala 296ss,
Augusto y Agripa 251 3 2 2 -3 2 6 , 330, 334, 336, Kanata 243
Indice

Karnak 169 Lucio 368 mar Muerto (ver también


Keila 114 Lucio Annio 333 lago Asfaltitis) 69, 113,
Lúculo 227 140, 265, 266, 282/1,
Labán 29 -3 3 Lugar Santísim o 6 2 , 63, 283n , 333, 387, 388, 390
Laberio M áxim o, p rocu ­ 138, 139 m ar Rojo (m ar de las
rador 387 Lupo 393 Cañas) 4 5 , 4 9 , 140
ladrillos 22, 51 Lutero, M artín 194 paso del 5 4 -5 6 , 74
lago Asfaltitis (m ar Lyon 2 7 3 , 283/1 m ar E uxino (mar Negro)
M uerto) 69, 157, 171, 1 7 2 , 182/1
332, 333, 383, 388 M aaca 101 M ara 57
lago Genasar (m ar de M acabeos 2 1 1 -2 2 6 , 240 M aratón, batalla de 195
Galilea) 3 16 , 318 M acedonia, m acedonio(s) M arcelo, prefecto 2 7 0 ,
lago Genezaret (m ar de 56, 2 0 2 -2 0 4 , 217, 2 1 9 , 286
Galilea) 2 6 6 , 267 222 M arco Am bívulo,
L aodicea 242 M acpela, cueva de 30 p rocurador de Judea
Laquis 149, 181 M adián 49 2 6 7 ,2 8 6
Lea, hija de Labán 33 m adianitas 69 -7 2 , 8 6-88 M arco Antonio 2 3 0 , 2 3 5 ,
legión Mahalat, hija de Ismael 31 2 3 6 , 2 3 8 -2 4 6 , 3 6 3 , 389
D écim a 3 0 3 , 3 1 1 , 323, M ahanaim 129 M ardoqueo 1 9 6 -1 9 9
3 4 2 , 3 4 3 , 3 45 , 348, M ahlón 96 M aresa 147
3 7 9 ,3 8 3 M alaquías 226 M aría de Betezuba 3 6 9
D ecim oquinta 301, M aleo, rey de Arabia 2 3 6 , M ariam ne, hija de
3 0 3 , 315, 355/7, 379 2 4 3 , 2 4 4 , 303 Herodes Agripa 277
Duodécim a 340, 3 5 5 / 7, M alicos 233, 234 M ariamne, m ujer de
379 M altace, esposa de Herodes el Grande 234,
Quinta 3 0 3 , 312, 342 Herodes el Grande 2 5 3 239, 2 4 1 , 2 4 2 , 2 4 4 , 246,
T ercera 337 M amre 26 2 4 9 , 2 5 0 , 2 5 1 , 253, 258
lepra (leprosos) 162, 169, m aná 5 6 -5 8 , 76 M ariam ne (II), m ujer de
1 72, 377 Manaón, hijo de Judas de Herodes el Grande 2 4 6 ,
Leví, hijo Jacob 35 Galilea 2 9 2 , 293 2 5 3 , 2 5 4 , 258
Leví, tribu de 64, 6 8 , 131 M anahem , rey de Israel M ariam ne, torre 293,
Levita(s) 76, 82, 122, 127, 159, 173 3 4 5 , 3 4 6 , 379
1 34, 141, 144, 157, M anasés, hermano de Marso gobernador de
1 67, 1 7 4 , 192 Jadúa 2 0 0 -2 0 2 Siria 276
Ley(es) de Moisés 72, 73, M anasés, hijo de José 40, M arullo, prefecto de
80, 131, 141, 167, 178, 44 Judea 2 8 6
1 90, 2 1 1 , 278, 288 M anasés, rey de Judá 176 Masada 236, 237, 244,
Líbano 22, 133, 190, 340 M anasés, tribu de 8 6 , 8 8 , 257, 292, 293, 299, 304,
Libia 304, 395 174 330, 334, 354, 378, 395/1
Lida 218, 332 Manasés, tribu de caída de 3 9 0 -3 9 3
Lisanias 226, 275 (Ttansjordán) 72, 75, 80 excavacion es en 391
Lisias, padre de Antíoco V M anetón 23 fortaleza de 2 3 7 , 3 3 0 ,
213, 214 M anoa, padre de Sansón 3 8 7 -3 9 0
Livia (ver Julia) 91, 100 ilustración de 3 8 7 -3 9 0
llanura de Sinar 22 Maón 114, 116 M atatías, sacerdote judío
llanura de Jezreel 139 Maqueras, general 238 2 11 , 2 1 2 , 226
Longino, soldado rom ano M aqueronte, fortaleza Matías, doctor de la ley 255
352 231, 2 7 1 , 2 7 2 , 283/1, M atías, padre de Josefo 8,
Longo, joven 368 294, 3 3 2 , 3 3 5 , 383, 386 2 97
Lot 24, 25, 27 fortaleza de 3 5 9 -3 6 3 * M atías, sacerdote 360
m ujer de, transform ada m ar de Galilea 76, 2 3 8 , Matri 103
en una colum na de 266, 317, 323/1 M edeba 2 1 6
sal 27 m ar M editerráneo 2 2 , M edia 1 7 5 , 187, 1 8 9 , 2 0 2 ,
Lucilio Baso, legado 383, 171, 2 0 3 , 2 0 8 , 240, 2 04
3 86, 387 2 4 8 , 277 medos 1 7 9 , 1 9 4 , 195
410 índice

Mefiboset, hijo de Jonatán da in strucciones para destruye Jerusalén 1 7 9.


124, 127, 128, 130 el Tabernáculo 63, 64 181
M eguido 139, 140, 149, huye a M adían 49 -5 2 N abuzaradán, general
166, 179 Josefo y sus escritos 181, 182
Melkart, fenicio 100 sobre 74 N acor 24, 29
M elos 264 m uerte de 72, 73 Nadab, rey de Israel 147
M elquisedec, “rey justo” rebelión con tra 66-69 Nahas, rey de los
26, 377 paso del mar Rojo 54-56 am onitas 103
M enandro, autor 150 recibe los Diez M anda­ Nahum, profeta 173
M en e 186 m ientos 62 Naín 334
M enelao, sumo sacerdote valentía de 4 8 , 49 N aiot 115
2 1 1 ,2 1 4 victoria sobre los Napolitano, tribuno 291
Menfis 48, 2 0 7 , 211, 231, am alecitas 58, 59 Narbata 288
393 y el éxodo 4 6 -5 9 Natán, profeta 1 2 3 -1 2 6 ,
M enorá 392 y las diez plagas 52, 54 128, 132
M erneptah, hijo de M oisés, isla de 47 Nazaret 2 8 5 , 2 9 9
Ramsés a 45 m onte Abarim 73 N ecao, rey de Egipto 179
Meroé (Saba) 59n m onte Baris 21 Neftalí, tribu de 85
Mesa, rey de Moab 160,169 m onte Carmelo 151, 153, Negro, m ar 182n
M esac 183, 184 1 6 9 ,2 8 9 Nehemías, copero del rey
Mesías 195n , 269, 282n, m onte Ebal 80, 191 Jerjes 192, 194
284 m onte Galaad 34 Nerón César 8 , 2 7 9 -2 8 2 ,
M esopotam ia 1 2 , 24, 29, m onte Gerizim 8 0 , 2 0 0 - 291, 292, 296, 301,
31, 35, 100, 123, 218 202, 211, 212, 222, 3 1 4 , 3 1 9 , 323/1, 332,
M esulem et 101 2 7 0 , 312 3 3 4 , 3 3 7 , 338
Metilio, com andante 293 m onte Gilboa 1 1 8 , 119 Nicanor, sirio 215
M icaías, profeta 155-157 m onte Líbano 1 3 8 , 170 Nicanor, tribuno romano
M ical, hija de Saúl 109, m onte M oriah 28, 3 7n 313, 348
1 1 0 , 115, 1 2 1 , 123 , 135 m onte de los Olivos 127, N icolás de Dam asco 1 1 ,
M icm as 216 169, 2 2 0 , 2 8 0 , 342, 21, 23, 24, 2 2 6 , 240,
M ilca 24 3 4 5 , 367 2 5 4 , 2 6 0 -2 6 2 , 2 8 4
Miriam (María, herm ana m onte Sinaí 4 9 , 50, 52, Níger, general judío
de Moisés) 47, 6 8 , 74 54, 57, 59, 6 0 -7 4 , 153, rebelde 3 0 1 , 329
M isael (M esac) 183, 184 154 Nilo, río 4 5 , 4 7 , 4 9 , 53,
M isena, golfo de 275 m onte Tabor 8 5 , 231, 62, 244
M itilene 249 319, 3 2 1 , 3 5 6 Nimrod, nieto de Cam 22
M itrídates, rey de m onte de la Tentación 78 Nínive 1 7 1 -1 7 3 , 176
Pérgam o 2 3 1 , 232 m onte Vesubio 2 7 9 , 357 Nob 112
M izpa 89, 103, 182 M ore, collado de 87 Nod 20
Moab, hijo de L ot 27 M oriah (ver m onte) Noé 2 0 -2 3 , 24, 62
Moab, moabitas 69, 84, M uciano, legado de Siria arca de 2 0 , 21
94, 106, 112, 123, 157, 3 2 1 , 323n , 337 Noem í 94, 96
160, 161, 169, 193 M urco, gobernador de
M odín 2 1 1 , 2 1 2 , 216, 219 Siria 234 Obed, hijo de Booz y Rut
M oesia 337, 380 M uro de las L am en tacio­ 96
M oisés 18, 19, 23, 24, 47- nes, ilustración de 381 Obed, profeta 173
74, 80, 100, 123, 131, m usulm anes 100 Obed-edom, levita 122
136, 141, 157, 178, Obedas, rey de los árabes
1 7 9 , 190, 192, 270 Nabal 115 225
asciende al Sinaí 60-63 nabateos 2 1 6 Obelisco Negro 169
cae m aná 5 6 -5 8 Nabónido 1 9 4 O cozías, rey de Israel
comisionado por Dios 50 Nabot, viña de 1 5 4 , 165 1 5 7 -1 5 9 , 1 6 9
culpado por los N abucodonosor, rey de Ocozías, rey de Judá 101,
israelitas 52, 58, 65- Babilonia 2 1 , 1 8 3 -1 8 6 , 1 6 4 -1 6 6 , 169
67 188, 194 Octavio (ver Augusto)
Indice 411

Ofel, colina 169 Pekaía, rey de Israel 159, Ptolom eo (V) Epífanes
Ofir 14 0, 141 173 2 0 6 , 207, 2 1 0 , 211
Ofni, hijo de E li 96, 97 Pella 225 Ptolom eo (VI) Filom étor
Og, rey de Galaad y de Pelusio 1 7 9 , 1 82n , 231 2 1 1 , 214, 2 1 7 , 393
Gaulanitis 69 P entápolis Libia 395 Ptolom eo el general 212
Omri, rey de Israel 101, Pentateuco 72 Ptolom eo Látiro, rey de
147, 159, 169 rollo del 191 Chipre 224
Onías (M enelao) 211 P entecostés, fiesta de Ptolom eo, yerno de
Onías III, sumo sacerdote 2 3 5 , 2 6 1 , 372 Sim ón 2 2 0 , 221
2 1 4 , 2 3 1 , 393 Perea 2 5 5 , 2 83n , 330, Ptolom eos 1 9 6 -2 0 6
Onías, el m ediador 228 3 3 2 , 369 Pudente 367
Onías, sumo sacerdote P eres 186 Puerta del Triunfo 382
2 0 6 ,2 1 0 ,2 1 1 Pérgam o 231 Pul (Tiglat-Pileser m) 173
Orfa, nuera de Noem í 94 Persia, persas 1 7 5 , 186, Purah 87
Oseas, rey de Israel 159, 1 8 9 , 1 9 3 , 194, 196, Purim 199
175 1 9 7 , 2 0 1 , 2 0 2 , 213 Puteoli 264
Otón, em perador 300, Peto, gobernador rom ano
3 34, 336, 338 de Siria 387 querubes 63
Otoniel, gobernador 84 Petra 6 8 , 2 3 6 , 271 querubines 138, 139
Petronio, legado de Siria Quiriat-jearim 9 8 , 122
Pablo de Tarso 283n , 2 7 4 , 275 Quirinal, colina 338
355n , 356, 357, 366 “Piadoso, e l” (A ntíoco) Qumrán 265, 2 6 6 , 282n
P acoras, hijo de 222
Antígono 235 piedras, lanzadoras de 348 Rabá de Am ón 125
P alacio de H erodes 246, Pines, Scholom o 283n Rabsaces 176
2 4 7 , 2 9 3 , 348, 374, 377 Pirám ide, gran (El Cairo) Rafia 224
Palacio de Salom ón 149 41 Rahab 75-77
Palatinado, colina 357 Pireo 249 Ramá 96, 99, 102, 107,
Palestina 1 0 0 , 2 0 3 , 240, Pitón 45 11 1 , 115, 147
2 8 1 ,3 3 8 , 378 Plácid o, general 8 4 , 302, Ram esés 45
Pallas, herm ana de F élix 3 0 4 , 305, 3 1 3 , 321, Ramot de Galaad 1 5 6 ,
2 7 9 , 280 3 2 2 , 331, 332 15 7 , 164
Pallas, m ujer de Herodes plaga(s) 4 5 , 52, 5 4 , 72, Ram sés II 4 5 , 5 3 , 55
el Grande 2 5 3 , 258 97, 131, 132 Raquel 31 -3 3 , 35, 40
Palti de Galim 115 Pom peyo el Grande 228- sepulcro de 35, 1 0 2
Panfilia, m ar 56 2 3 2 , 2 3 9 , 2 4 0 , 2 9 1 , 377 Rebeca 29-32
Panias 262, 266 P oncio Pilato 7, 2 6 7 -2 7 0 , Refidim 57, 58
Panión 318 282n , 2 8 4 , 286 Reforma, la 194
Panonia 337 condena a Jesús 2 6 9 Reino de Israel 1 4 5 , 159,
papado 194 destituido 2 7 0 16 4 , 167, 1 6 9 , 1 7 3 , 175
Papos, general 239 disputa en cuanto al Reino de Judá 1 4 5 , 147,
Parán 64 acueducto 2 6 8 , 2 6 9 1 7 0 , 1 7 2 -1 7 5
Parm enio, general del Popea, m ujer de Nerón 9, Rezín, rey de Siria y
ejército persa 202 280 Dam asco 173, 174
Partía, partos 218, 2 22, 231, P orcio Festo, p rocurador Rimón, peña 83
235, 241, 236, 271, 273 de Judea 7, 2 7 9 , 280, Rin, río 304, 336
Pasargada 195 286 Roboam, rey de Judá 101,
Pascua (ver fiesta) Potifar 38 1 4 2 -1 4 4 , 146, 1 4 9 , 169,
patriarcas, los 24-37 profetas y portentos 372, 175
Paulina, esposa de 3 7 3 , 378n insensatez de 142
Saturnino 269, 270 Psefinón, torre 3 4 0 , 345 Rodas 244
Paulino, su cesor de Lupo Ptolom eo (I) Sóter 2 0 3 , rollos del m ar M uerto
394 204 2 6 5 , 2 6 6 , 2 82n
Peka, rey de Israel 159, Ptolom eo (II) Filadelfo Roma 8 , 18, 1 9 4 , 2 1 1 ,
1 73, 175 2 0 4 -2 0 6 2 1 5 , 222, 2 2 7 , 228,
índice

2 3 0 -2 3 2 , 236, 240, 2 4 4 , y la m onarquía dividi­ Saúl, de la fam ilia real


249, 2 5 1 , 2 5 4 , 256, da 149 296
2 6 0 -2 6 5 , 267, 2 6 9 -2 7 5 , y la reina de Sabá 140, Seba, rebelde 1 3 0 ,1 3 1
278, 2 8 1 , 2 9 1 , 292, 141 Sebasté (Samaría) 246,
2 9 9 , 3 0 2 , 3 1 5 , 336 -3 3 9 , y las ram eras 137 253, 288, 378
380, 3 8 2 , 3 8 8 , 394, 395 Salum, rey de Israel 159, Secanías, principal de
rom anos 2 2 0 , 274, 295, 173 Jerusalén 192
321, 3 2 2 , 3 3 3 , 343, Samaría 1 4 8 , 1 5 0 , 156, Sedequías, falso profeta
344, 3 5 0 , 359, 362, 391 1 5 7 , 1 6 1 , 1 6 2 , 165, 166, 156
pa ssim 169, 1 7 1 -1 7 3 , 2 0 0 , 2 0 1 , Sedequías, rey de Judá
avance de 331-3 3 4 20 4 , 2 0 6 , 2 1 2 , 2 1 8 , 234, 1 0 1 ,1 8 0 , 1 8 1 , 183
ejército romano 303-306 2 3 8 , 2 3 9 , 2 4 5 , 2 4 6 , 257, Séfora, m ujer de M oisés
em peradores rom anos 26 2 , 2 7 5 , 3 7 8 50, 60
300 tem plo de 20 2 Séforis 2 3 0 , 266, 298,
Rubén, hijo de Jacob 36, sam aritan o (s) 1 7 5 , 1 8 8 - 299, 302
37, 40, 42 191, 1 93, 200, 201, Sehón, rey de los
Rubén, tribu de 72, 75, 80 202, 204, 211, 222, am orreos 69
Rufo 386 264, 2 6 7 , 2 7 0 , 278, Seir 34
Rut 94, 96 312 Seiris 20
Samgar, juez 84 Séjano, prefecto romano
Saba 49 Sam osata 2 3 8 273
Saba, reina de 140, 141 Samuel 9 6 -9 9 , 1 0 0 , 1 0 2 - Seleucia 225
sábado (sabbath), día de 1 0 7 , 1 1 1 , 1 1 5 , 117, 119, Seléucidas, los 203, 2 0 6 ,
reposo 19, 204, 212, 1 2 1 ,1 7 9 222, 2 2 4 , 2 4 0
216, 2 3 0 , 2 6 6 , 288, Sanbalat 2 0 0 , 201 Seleuco N icátor 2 0 3 , 206
294, 381 Sanctum 138, 139 Sem, hijo de Noé 2 1 , 22
Sabino, p rocurador de sanedrín 7 4 , 2 3 3 , 244, Semaías, profeta 144, 233
Siria 2 6 1 , 262 2 8 1 , 2 83n , 3 6 0 , 367n Sem er 148
Sabino, T. Flavio, Sansón 9 1 -9 4 , 100 senado 215, 231, 233, 236,
herm ano de santuario 1 9 9 , 2 1 5 , 2 3 0 239, 275, 357, 384, 394
Vespasiano 337n Sara, esposa de Abraham Senaquerib, rey de Asiría
Sabino, escaló la muralla 24 -2 9 169
362, 363 Sarepta 1 5 0 destrucción del ejército
Sadoc, fariseo 136, 265 Sargón II, rey de A siría de 176, 177
Sadrac 183, 184 175, 1 8 2 n “Septentrión Negro” 315
saduceos 8 , 223, 265, 280 Satanás 78 Septuaginta 12, 210n
Salam is 195 sátrapas 1 8 7 , 188, 189, Serón, gobernador de
Salem (Jerusalén) 26 1 9 3 , 1 9 9 , 2 0 1 , 218, 235 Celesiria 212
Salm ansar, rey de Asiría Saturnino 2 6 9 serpiente(s) 19, 48, 49,
169, 175, 182n Saúl 1 0 1 -1 1 9 , 1 2 8 , 130, 51, 74
Salom é, herm ana de 135, 1 4 9 , 181 “S erpiente,” cam ino de la
Herodes el Grande 2 4 2 , ataca a David 110, 111, 378, 387
245, 2 4 6 , 2 5 0 -2 5 3 , 255, 1 1 4 , 116 Set, hijo de Adán 20
2 5 9 ,2 6 2 consulta con la h echi­ Sexto César, gobernador
Salom é, hija de Herodías cera de E nd or 116, de Siria 2 3 3
2 5 8 , 283n 117 Siba 127, 1 2 8 , 130
Salom ón 3 7n, 45, 101, desobediencia 1 0 6 , 107 Sibila 22
123, 1 2 6 , 1 3 2 -1 4 9 , 170, escogido com o rey 103 sicarios (puñaleros) 280,
284, 345 se escap a de David 112 292, 3 3 0 , 3 8 7 , 389,
d ecaden cia 141, 142 intenta m atar a Jonatán 393, 394, 395n
edifica el tem plo 138- 10 5 , 111 Siclag 116, 1 1 8 , 120
1 4 0 ,1 4 9 m uerte de 1 1 7 -1 1 9 siclo 134/1, 2 1 0 n
establos de 139 perdonado por Saúl Sidón 132, 141, 150, 201,
m uerte de 142, 148n 11 5 , 116 283/1, 294
pide sabiduría 136, 137 ungido por Sam uel 102 Silas, general rebelde 301
índice 413

Silo 80, 83, 96, 9 7 ,1 4 4 , 237 Solim a (Jerusalén) 377 Herodes el Grande
Siloé 169, 3 4 5 , 374, 375 Sosio, gobernador de 2 4 7 , 2 5 0 , 349
Silva (ver Flavio) Siria 238, 2 3 9 , 377 saqueado por
Simei, pariente de Saúl Sucot 34 B abilonia 1 8 0 , 181
128, 130, 1 3 4 , 136 Suetonio, 323n , 356, 378n tem plo de Herodes
Sim eón, hijo de Jacobo Sunem 116 (diagrama) 349
35, 42 Susa 193, 196, 197 Templo de Onías (Egipto)
Simón (Mates) 212, 213, destruido 393
216, 2 1 9 , 2 2 0 tabernáculo 63, 64, 67, Tentación (ver monte)
Simón, hijo de Giora 299, 72, 80, 81, 96 Teodecta, poeta 205
329, 3 3 4 -336, 339, 344, Tabor (ver m onte) Teopompo 2 0 5
348-355, 358, 363, 370, Tácito 378n Terencio Rufo, com an ­
374, 375, 3 7 9 -3 8 3 , 395n Tadmor (Palm ira) 140 dante 380
capturado 3 79 , 380 talento(s) 210n , 222, 230, Termutis 47, 48
ejecutado 383 231, 2 3 4 , 2 3 5 , 2 5 1 , 261 Teudas, im postor 278
se m archa a Jerusalén Tamar 13 Tiberias (Tiberíades) 267,
334, 335 Tamar, hija de David 126, 273, 2 7 4 , 2 7 6 , 2 9 7 -2 9 9 ,
Simón, esclavo de 127, 135 305, 316, 3 1 9
Herodes 261 Tanais, río (el Don) 22 Tiberio Alejandro,
Sim ón, esenio 264 Tarbis, hija del rey de los procurador de Judea 286
Simón, hijo de Judas el etíopes 4 9 gobernador de
Galileo 2 2 6 , 278 Taré, retataranieto de Alejandría 3 3 7 , 3 4 0
Simón, idum eo 327 Heber 22, 24 Tiberio César 2 6 7 , 268,
Simón, sacerdote Tariquea (en Galilea) 231, 2 7 0 -2 7 3 , 2 8 2 n, 300
alejandrino 249 2 9 7 -2 9 9 , 3 1 6 -3 1 9 Tiglat-Pileser III (Put),
Sim ón, sum o sacerdote Tarsis 182n rey de A siría 173, 174
210, 254 Tarso 172 Tigranés 2 2 7 , 258
Sinaí (ver m onte) Tartesos 182n Timnat 91-93
Sinaí, península de 54, Tebas 45, 89 Tirano P risco, prefecto
56, 57, 74 Tecoa 157 295
Sinar 2 2 , 37 Tekel 186 Tiro 1 2 2 , 1 3 2 , 1 3 8 , 141,
Siquem 34, 35, 80, 8 8 , tem plo (Jerusalén) 28, 150, 2 0 1 , 2 0 2 , 230,
142, 2 0 0 , 202 123, 132, 166, 167, 234, 235, 283n
siquemitas 35, 88 1 9 9 -2 0 1 , 206, 2 4 6 -2 5 0 , Tiro, soldado 253
Siria, sirio(s) 2 2 , 37, 123, 2 5 5 , 2 8 2 , 2 8 8 , 292, Tirsa 1 4 7 , 1 4 8
1 40, 145, 1 5 4 -1 5 6 , 161, 325, 3 3 9 , 3 4 9 , 3 5 8 -3 6 5 , Tisbe (Elias) 150
1 62, 166, 168, 171, 173, 3 6 8 -3 7 3 , 383 Tito César 9, 300, 301, 303,
1 90, 193, 2 0 1 , 203, 204, destrucción del 181, 316-318, 321-323, 334,
2 07, 2 0 9 , 2 1 1 -2 1 5 , 218, 3 3 9 -3 4 8 , 3 7 0 -3 7 2 337, 338, 356, 357, 366,
222, 224, 2 2 5 , 228, 230, edificación del 132- 367, 370, 371, 373-377,
231, 233, 2 4 0 , 242, 243, 134, 1 3 8 -1 4 0 379-383, 387, 394
251, 260, 2 6 2 , 265, 270, incendio del 370 asedia Jerusalén 339-356
2 7 1 , 274, 2 7 5 , 281, 288, profanado por A ntíoco m uerte de 357
2 9 7 , 301, 315, 321, 337, Epífanes 2 1 1 , 283n Tolemaida (A có) 2 1 7 ,
3 61, 362, 3 7 3 , 379, 380, profanado por Bagoses 219, 2 2 7 , 2 3 7 , 2 7 4 ,
387 199 3 02-305
Sisac, rey de Egipto 142, profanado por los torre de Babel (ver Babel,
144, 169, 377 sam aritanos 267 torre de)
Sisara, general 84, 85 profanado por Traconite 2 4 5 , 2 4 9 , 2 5 4 ,
So, rey de Egipto 175 Pom peyo 2 2 9 , 2 3 0 255, 258, 262, 264
Soba 106 purificado por Judas Trajano, com andante 311,
Sodom a 2 5 -2 7 , 333 M acabeo 213 312, 31472, 3 1 7 , 332
Soem, itureo 244, 245 reconstruido bajo los Transjordania 2 1 0 , 2 2 5
Soemo, rey de Em esa persas 1 8 7 -1 9 3 , 195 Trifón, barbero de
294, 303 reconstruido por Herodes 2 5 3
Trifón, bufón del rey 209 Varo, gobernador de Siria Yahveh 59n
Trifón, de Siria 2 1 8 -2 2 0 254, 261, 262
triunfo rom ano 382 , 383 Vasti, reina de Persia 1 9 6 Zabulón, tribu de 174
Tucídides 10, 12, 100, Ventidio, gobernador de Z acarías, hijo de Baris
149 Siria 2 3 6 , 2 3 8 3 2 8 , 329
tumba de Juan Hircano Vespasiano (Flavio) César Z acarías, hijo de Joiada
3 4 8 , 367 9, 3 0 0 -3 1 4 , 3 1 5 -3 2 3 , 167
3 2 6 , 3 2 9 -3 3 7 , 3 3 8 , 3 7 3 , Z acarías, profeta 190
Um m idio Cuadrato, 3 7 7 , 3 8 0 , 3 8 2 , 3 8 3 , 387, Z acarías, rey de Israel
gobernador de Siria 3 9 4 ,3 9 5 10 1 , 1 5 9 , 1 7 2 , 173
278 proclam ado em perador Z elotes 2 6 6 , 3 2 4 -3 3 7 ,
Ur de los caldeos 24, 25, 3 3 6 , 337 3 4 8 , 3 5 5 , 395n
37 Vesubio (ver m onte) d ivisión en tre 3 3 0 ,
Urías heteo 124, 12 5 , 135 Víctor, ariete 351 331
Uza 122 Viena 2 6 4 Zenodoro 249
Uzías, rey de Judá 101, Vindex, rebeló contra Zera, rey de E tiopía 147
1 69, 1 7 1 , 172 Nerón 332 Zeus Heleno, nombre del
Vitelio, gobernador de tem plo 211
Valeriano, decurión 316 Siria 2 7 0 -2 7 4 zifeos 1 1 4 ,1 1 5
Valerio Grato 267, 286 Vitelio César, em perador Zim ri, rey de Israel 148,
valle de Ela 108 3 0 0 , 3 3 6 -3 3 8 159
valle de E scol 65 Zin, desierto de 7 3 n
valle de los Gigantes 122 X anticus (mayo) 395n Zoar 27
valle de los Queseros Xisto 291, 374 Zorobabel, gobernador de
(Tiropeón) 345 Judá 101, 1 8 8 -1 9 0

Recu a d ro s

La creación y el diluvio ........................ 23 La d estru cción de Jerusalén ...............181


Los patriarcas y la historia ................... 37 El cautiverio babilónico ......................194
¿Cuáles faraones g o b e rn a ro n ? 45 Alejandro y sus s u c e s o r e s ................... 203
Los escritos de Josefo sobre M oisés . 74 Las otras fuentes de Josefo .................226
Los israelitas en Canaán ........................ 90 Los judíos y los rom anos ............... 240
Juzgando a los j u e c e s ............................. 100 ¿Herodes «el Grande»? .........................257
Saúl y D a v i d ...............................................135 Los escritos de Josefo sobre Jesús . . 284
Salom ón y la m onarquía Josefo y los rom anos ............................. 338
d i v i d i d a ................................................. 149 Tito, D om iciano y J o s e f o ......................356
Los profetas y los dos r e i n o s ...............169 Josefo y la arqueología .........................378
F o t o g r a f ía s

Ladrillos cem entados con betún . . . 21 Puerto de Jope .......................................... 171


Río Eufrates junto a las Prism a hexagonal de arcilla
ruinas de B a b ilo n ia ............................. 25 de S e n a q u e rib ..................................... 177
Cueva de M acpela .....................................30 Asedio a L a q u i s ....................................... 181
Sepulcro de Raquel .................................. 35 Ruinas de la puerta de Istar
Gran pirám ide y esfinge en Giza . . . 41 de Babilonia ........................................185
Isla de M oisés en el río N i l o .................47 Rollo del Pentateuco
H aciendo ladrillos modernos s a m a r ita n o .............................................191
en el área del D e l t a ............................. 51 Puerta de Istar, Babilonia ................... 195
Estatuas de Ramsés II en M onte G e r iz im .......................................... 2 0 0
A b u -S im b e l............................................ 53 E scu ltu ra de Alejandro Magno . . . . 201
Detalle de la estatua de Ramsés II . . 55 A s c a l ó n ......................................................... 2 0 8
El oasis en E l i m ..........................................56 Panoram a de la m oderna
Refidim en el Sinaí .................................. 57 Jerusalén desde el m onte
La ladera septentrional del de los O l i v o s ............................. 2 2 0 , 221
m onte S i n a í ............................................ 61 Cabeza de m árm ol de Pom peyo . . . 2 2 9
Uvas y granados en el valle Busto de Julio César ............................. 232
de E scol ....................................................65 Cisternas de M asada ........................... 237
Vista desde la cim a del Sinaí ...............74 Cabeza de bronce de A u g u s to 244
El río J o r d á n ................................................. 76 Palacio de Herodes (m odelo) ............ 247
Ruinas de la antigua Jericó ................... 78 Templo de Herod (m o d e lo ).................247
M onte Tabor en G a l ile a ...........................85 C e s á r e a ......................................................... 2 4 8
M anantial de Harod cerca Cabeza de m árm ol de
del collado de M ore ...........................87 M arco Agripa .....................................249
M ercado de H e b r ó n ................................100 Fortaleza de H e r o d ió n ........................... 256
E xcavacion es en G a b a a ........................ 104 Palacio de Herodes, M a s a d a .............. 257
Valle de E la ...............................................108 Estatua de Augusto ................................ 263
En-gadi, cerca de la costa Excavaciones y cuevas en Qumrán . . 265
occid en tal del m ar M u e r to 113 Cueva 4 en Q u m r á n ................................ 266
M onte Gilboa y B e t - s á n ........................ 118 E statua de Tiberio .................................. 268
A rca del Pacto (relieve en piedra) . . 123 “In scripción P ilato ” ................................ 268
Teatro rom ano en Rabá A cu ed u cto en Belén ............................. 269
de Am ón ...............................................125 Isla de C a p r i ...............................................273
Cedros del Líbano .................................. 133 Busto de Cayo “Calígula” ................... 27 4
“Establos de Salomón” en Meguido . . 139 Estatua de C la u d io ...................................2 76
Estatuilla de oro de B a a l ......................146 Teatro en C e s á r e a .....................................277
Estatua de Elias y los Busto de Nerón ....................................... 27 9
profetas de Baal ................................151 N a z a r e t ......................................................... 285
Puerta occid en tal de S a m a r i a 165 A cueducto en C e s á r e a ...........................28 9
416 Mapas cuadros e ilustraciones

S é fo ris ....................................................... , 299 P órticos del tem plo ............................ 369


Estatua de Flavio Vespasiano . 302 Torre Fasael en Jerusalén ............... 377
Ruinas de los cam pam entos Base del M uro de las
rom anos de Masada .................... . 304 Lam entaciones .............................. , 381
M ar de Galilea ..................................... . 317 Foro r o m a n o ................................... 3 8 4, 385
M osaico de una em barcación . 318 M asada (vista desde la llanura del
Gamala .................................................... . 320 m ar M uerto) ................................... 387
Sacando agua del Manantial M asada (vista hacia el norte) . . . . 388
de Elíseo .......................................... . 332 Cam pam ento rom ano al
Busto de G a l b a ..................................... . 333 noroeste de M asada .................... 389
Estatua de V ite lio ................................. . 336 M asada (vista hacia el este) .......... 390
Coliseo .................................................... . 338 Relieve interior del A rco de Tito . . 392
Estatua de T i t o ..................................... . 340 A rco de T i t o ........................................... 394
M onte de los Olivos ......................... . 342
Las tres grandes torres de Herodes . . 346
Plataform a del templo y Todas las fotografías fueron tom adas
piedras herodianas ....................... . 347 por Paul Maier, excepto las de las
Réplicas de maquinarias páginas 30, 74, 100, 1 2 3 , 1 5 1 , 181, 195,
de asedio .......................................... . 354 2 0 8 , 2 4 8 , 2 5 6 , 257, 2 7 9 , 2 8 7 , 340, 356,
El foro, Rom a ........................................ . 356 3 5 8 y 3 8 3 , las cuales son de Tlger
Torre A n to n ia ........................................ . 363 Design Ltd.
Fragm ento del letrero del
santuario .......................................... . 366

M a pa s , c u a d r o s
E ILUSTRACIONES
M apa de la ru ta del éxodo ....................71 U na balista rom ana
M apa de las doce tribus ........................ 95 m o n ta d a ................................................. 306
Los reyes del reino unido B a l i s t a ......................... 307
y de J u d á ............................. 101 A riete rom ano ..........................................309
M apa de los reinos de M apa de Sam aría y Judea .................... 331
Israel y de J u d á .................................. 1 45 Catapulta rom ana que
Los reyes de I s r a e l .................................. 1 5 9 lanza flechas, e tc ..................................341
Los m a c a b e o s ............................................2 2 6 El tem plo de Herodes ................... 349
Águila rom ana imperial ......................2 4 0 Asedio de Jerusalén
Los Herodes de Judea ............... 2 5 8 -2 5 9 (reconstrucción) ................................ 351
Los gobernadores de J u d e a .................2 8 6 M apa del asedio rom ano
Em peradores rom anos del de Jerusalén, 70 d.C ..........................353
prim er siglo d.C....................................3 0 0 M apa de las excavacion es
Mapa de los Imperios Helenísticos . 203 en M asada ............................................ 391
M apa de Galilea y sus alrededores
en el siglo i d.C..................................... 3 03

También podría gustarte