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VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 319 VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL Adela Cortina Catedratica de Filosofia del Derecho, Moral y Politica, Universi- dad de Valencia. I. QUE SON LOS VALORES MORALES? E] mundo de los valores no sélo es espinoso, sino también muy variado, porque existen distintos tipos de valores de los que echamos mano para acondicionar nuestra existencia, y no sélo valores morales. Es mérito de la Etica de los Valores haber intentado presentar ti- pografias, clasificaciones de los valores, cada uno de los cuales se considera desde dos polos, el positivo y el negativo. Todos los valores positivos son importantes para organizar una vida humana en condiciones, por- que una existencia que no aspire a la alegria, a la utili- dad, a la belleza, a la justicia o a la verdad, tiene bien EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 320 poco de humana; pero no todos son importantes en el mismo sentido. Existen sin duda discrepancias entre las clasificacio- nes presentadas por los partidarios de la Etica de los Valores, por ejemplo, mientras Scheler no incluye en su clasificacién los valores morales como un tipo peculiar de valores, Ortega si introduce un apartado dedicado exclusivamente a ellos. Segiin Ortega, valores morales serfan, por ejemplo, la bondad, la justicia o la lealtad “. Mientras que Scheler, por su parte, entiende que los valores morales no constituyen una clase pecu- liar de valores, sino que la conducta moralmente ade- cuada consiste en tratar de realizar en el mundo los demas valores de una manera correcta . Naturalmente, no vamos a entrar en Jos detalles de discrepancias como éstas, sino a tomar de cada uno de los autores lo que nos interesa para nuestro tema, por- que cada uno de elios tiene uma parte de verdad. Ni tra sugerencia podria entonces recogerse en los siguien- tes cuatro puntos: Ss 1) Existen distintos tipos de valores, entre los que ca- bria incluir: © J. ORTEGA Y Gasset, “Introduccién a una estimativa. Qué son los valores?”, en Obras Completas, Madrid, Revista de Occi- dente, VI, pp. 315-335. . Max Scneter, Etica, Madrid, Revista de Occidente, 1941, 2 vols. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 321 — Sensibles (Placer /Dolor; Alegria/Pena). — Utiles (Capacidad/Incapacidad; Eficacia/Ineficacia). — Vitales (Salud/Enfermedad; Fortaleza/Debilidad). — Estéticos (Bello/Feo; Elegante/Inelegante; Armo- nioso/Caético). — Intelectuales (Verdad/Falsedad; Conocimiento/ Error). — Morales (Justicia/Injusticia; Libertad/Esclavitud; Igualdad/Desigualdad; Honestidad/Deshonestidad; Solidaridad/nsolidaridad). — Religiosos (Sagrado/Profano). 2) La conducta adecuada con respecto a los valores, referida concretamente a los positivos, es la siguiente: — Respetarlos alla donde estén ya incorporados. — Defenderlos en aquellas situaciones en que se ven en dificultades. — Tratar de encarnarlos en aquellos lugares en que no se encuentran incardinados o donde dominen los valores negativos , © Hans REINER, Vieja y nueva ética, Madrid, Revista de Occi- dente, 1964; Bueno y malo, Madrid, Ediciones Encuentro, 1985. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 322 3) Entre estos valores existen unos especificamente morales, como la libertad, Ia justicia, la solidaridad, la honestidad, la tolerancia activa, la disponibilidad al didlogo, el respeto a la humanidad en las demas perso- nas y en la propia. Estos valores se especifican al me- nos por tres factores: * Dependen de la libertad humana, lo cual significa que esta en nuestra mano realizarlos. © Precisamente porque dependen de la libertad hu- mana, los adjetivos calificativos que se construyen partiendo de valores morales no pueden atribuirse ni a los animales, ni a las plantas ni a los objetos inanimados. Una vida sin esos valores esta falta de humanidad, por eso los universalizariamos, es decir, estamos dispuestos a defender que cualquier persona debe- ria intentar realizarlos. Esto no significa que una persona servil, hipécrita o mendaz deje por eso de ser persona. Significa mas bien que ha renunciado al proyecto de humanidad que los seres humanos hemos ido descubriendo a través de si- glos de historia como superior a otros, porque es el que mejor acondiciona nuestro mundo para hacerlo ha- bitable y fruible. Por el contrario, quien se propone apropiarse de esos valores e ir incorporandolos en sus VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 323 actitudes ante la vida, asume el proyecto que hemos ido degustando como mejor. 4) No sélo son propios de la vida moral los valores especificamente morales, sino también la disponibilidad de Ja persona para realizar distintos valores, sean o no. morales, integréndolos de una forma plenamente huma- na. Es decir, la predisposicién a encarnar valores de utilidad, de salud o estéticos, pero organizandolos de un modo arménico. Por eso la dificultad fundamental consistiré en en- contrar una piedra de foque que nos permita distinguir qué valores son morales y cémo debemos integrar los distintos valores, sean morales 0 no, para que resulte una existencia verdaderamente humana. Todo esto est4 estrechamente relacionado con Ia afirmacién kantiana de que hay seres que son valiosos en sf mismos, mien- tras que otros son valiosos para otra cosa, y que los primeros pueden plantearse el proyecto de realizar a fondo su propio valor. Entra aqu{f una acepcién del término “valor”, algo distinta a la que hemos venido tratando hasta ahora, y es la de que “humanizar” significa potenciar a los seres que son valiosos en sf mismos —cualquier persona, in- cluidos nosotros mismos—, mientras que “deshumani- zar” significa instrumentalizar a esos mismos seres. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 324 En efecto, en la Fundamentacién de la Metafisica de las Costumbres distingue Kant entre dos tipos de se- res: aquéllos que tienen valor en si mismos, que valen por sf mismos, y aquéllos que, por el contrario, sdlo valen para otra cosa, distinta de ellos mismos “. Los seres que valen para otra cosa tienen un valor relativo a ella. Dependiendo entonces de lo que valore- mos para nuestra vida aquello para lo que valen, y también de otros elementos, como la escasez del objeto en cuestién, estaremos dispuestos a fijarles un precio y a intercambiarlos. Remitiéndonos a la célebre teoria que liga el valor de uso y el valor de cambio de los ob- jetos, diremos que las cosas que tienen un valor relati- vo pueden ser intercambiadas y, por tanto, se Jes puede fijar un precio. Sin embargo, existe otro tipo de seres que no son valiosos para ninguna otra cosa que no sean clles mis- mos, sino que son en si mismos valiosos. Este es el ca- so de las personas y, con ellas, de todos los seres racio- nales. De ellos no se puede decir que cuando pierdan determinada caracteristica podemos desembarazarnos de ellos, porque su valor radica en ellos mismos y, por lo tanto, no pueden perderlo. Por eso tienen un valor absoluto, y no un valor relativo a alguna otra cosa. Al Jmmanuel Kant, Fundamentacién de la Metafisica de las he Real Sociedad Econémica Matritense de Amigos lel Pais. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 325 relacionarnos con este tipo de seres tenemos que tener en cuenta, por tanto: — Que no es legitimo instrumentalizarlos, porque no valen para otra cosa, sino que son valiosos en si. — Que no podemos fijar un precio para ellos por- que, al no tener valor de uso, resulta imposible discernir a qué podrian resultar equivalentes y por tanto, fijar una medida para el intercambio. — Que no tienen entonces precio, sino dignidad, siendo la dignidad una expresién transitiva, ya que cuando de algo se dice que es digno todavia no hemos acabado la frase, sino que necesitamos precisar de que es digno. — Que este tipo de seres es digno de respeto al me- nos en un doble sentido: no estamos legitimados para causarles ningun tipo de dafio fisico 0 mo- ral (sentido limitativo de todas nuestras accio- nes), y es preciso tomar en serio las metas que se proponen ayudarles a alcanzarlas, siempre que tales metas no sean un obstdculo para que los demas alcancen las suyas. Encontramos aqui la expresién “digno” como lo que merece un tipo de trato: ahora lo digno es lo que me- rece ser respetado y ayudado, de forma que cualquier EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 326 aparente valor que vaya en contra de una persona deja- ra de poder ser considerado como tal. II. EVOLUCION DE LOS VALORES MORALES Ahora bien, conviene recordar que aunque los valo- res son cualidades reales de las personas, las acciones, los sistemas o las cosas, y aunque tienen una “mate- ria’, de suerte que podemos distinguir unos de otros, también es verdad que a lo largo de la historia y en las diferentes culturas hemos ido dandoles cuerpo con dis- tintos contenidos. Obviamente, Ja historicidad del contenido de los va- lores morales ha despertado frecuentemente la sospe- cha de que su valia es relativa a las distintas épocas histéricas y a las diferentes culturas, de suerte que ca- da una de ellas ha entendido por libertad, justicia 0 so- lidaridad cosas bien distinta. De donde parece que de- ba concluirse que nada puede afirmarse universalmente a cuento de los valores, sino que es preciso atenerse a cada una de las épocas para ver qué es lo que realmen- te vale en ellas. Sin embargo, una afirmaci6n semejante no es co- rrecta. Ciertamente, hay una evolucién en el conteni- do de los valores morales, pero una evolucién que im- plica un progreso en el modo de percibirlos, de suerte VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 327 que en las etapas posteriores entendemos cémo los han percibido en las anteriores, pero nos parece insu- ficiente. Lo cual significa que la evolucién de lo moral no es simple cambio, sino progreso moral, de forma que his- téricamente hemos ido recorriendo unas etapas y vol- ver a las anteriores no es sélo cambiar, sino retroceder. En este punto nos sera de enorme utilidad la Teorfa de la Evolucién Social, que Habermas ha disefiado en al- gunas de sus obras como teorfa de la evolucién de la conciencia moral de las sociedades, con la siguiente clave: las sociedades aprenden, no sdlo técnicamente, si- no también moralmente ©, y este aprendizaje va acu- fiando la forma de conocer de las personas que las componen. Tomando como base la teorfa de Kohlberg, incluso contando con las rectificaciones de Gilligan, disefia Ha- bermas su teorfa del desarrollo de la conciencia moral social. A su tenor, las sociedades con democracia libe- ral hemos realizado un proceso de aprendizaje que ha acufiado ya nuestros esquemas cognitivo-morales. En ese proceso de aprendizaje las sociedades ahora demo- craticas han recorrido los tres niveles descritos por “| J. HABERMAS, La reconstruccién del materialismo histérico, Madrid, Taurus, 1981; Conciencia moral y accién comunicativa, Barcelona, Peninsula, 1983. Para una exposicién sucinta de la teorfa de la evolucién social A. Cortina, Etica minima, Madrid, Tecnos, 1986, cap. 5. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 328 Kohlberg y han llegado al postconvencional, es decir, al nivel en el que hemos aprendido a distinguir entre las normas de nuestra comunidad concreta y principios universalistas. Estos principios tienen en cuenta a toda la humani- dad, de modo que desde ellos podemos poner en cues- ti6n también las normas de nuestras sociedades concre- tas. Y esos principios entrafian un conjunto de valores morales, que son universales: aquellos valores que erigi- rfamos para cualquier persona. Con lo cual, el relativis- mo queda arrumbado, porque hemos ido aprendiendo al hilo de los siglos que cualquier ser humano, para serlo plenamente, deberfa ser libre y aspirar a la igual- dad entre los hombres, ser solidario y respetar activa- mente su propia persona y a las demas personas, tra- bajar por la paz y por el desarrollo de los pueblos, conservar el medio ambiente y entregarlo a las genera- ciones futuras no peor que lo hemos recibido, hacerse responsable de aquellos que le han sido encontrados y estar dispuesto a resolver mediante el didlogo los pro- blemas que pueden surgir con aquéllos que comparten con él el mundo y la vida. Ill. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL Tomar el pulso a distintos colectivos sociales con el objetivo de averiguar cudles son los valores que mas es- timan, construir su “perfil valorativo” es fundamental VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 329 para tomar conciencia de la propia identidad moral y de las posibilidades y necesidades de cambio. De ahi que en lo que sigue intentemos disefiar un termémetro de los valores que componen la “ética civica” que son los compartidos, al menos en el nivel de la conciencia, por las distintas éticas de mdximos de una sociedad pluralista, y que, como en otros lugares he comentado con mayor detalle, serfan fundamentalmente la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto activo y el didlo- g0, 0, mejor dicho, la disposicién a resolver los proble- mas comunes a través del didlogo “. Pasando ya a tomar el pulso a nuestros valores, nos encontramos en primera instancia con que no hay mo- tivos ni para el triunfalismo ni para el catastrofismo. No hay motivos para el triunfalismo porque, aunque nadie se atreve a denigrar publicamente a los valores mencionados, y aunque tirios y troyanos se hacen len- guas de sus bondades, queda mucho camino por andar en lo que toca a su realizacién. Entre las declaraciones ptiblicas sobre los valores que deben ser valorados y las realizaciones de la vida corriente, entre el dicho y el hecho, hay todavia un gran trecho. De ahi que las posi- ciones triunfalistas disten mucho de tener una base su- ficiente para el entusiasmo. © A. Cortina, La ética de la sociedad civil, Madrid, Anaya/Alauda, 1994; Ciudadanos como protagonistas, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Circulo de Lectores, 1999. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 330 Pero tampoco la tienen los catastrofistas y apocalip- ticos para proclamar que nos encontramos en una épo- ca de desmoralizacién como jamds se vio en tiempos anteriores, que el grado de inmoralidad alcanzado es ya irrespirable. En realidad, conviene recordar que nunca hubo una Edad de Oro de la moralidad, nunca hubo un tiempo en que los valores mencionados se vi- vieran a pleno pulmén y orientaran las opciones reales de las gentes. Situados mas alla del triunfalismo y del catastrofis- mo, repasaremos cada uno de los valores que compo- nen la ética civica, por ver cudles son los verdadera- mente apreciados, cudles estan mds en el dicho que en el hecho, y cudles van quedando relegados incluso en el dicho. rtad La libertad es el primero de los valores que defen- dié la Revolucién Francesa y sin duda uno de los mas preciados para la humanidad. Quien goza siendo escla- vo, quien disfruta dejando que otros le dominen y deci- dan su suerte por él, estA perdiendo una de las posibili- dades mds plenificantes de nuestro ser personas. Sin embargo, también es cierto que un valor tan atractivo ha tenido y tiene distintos significados, y que conviene diferenciarlos con objeto de averiguar si en nuestra so- VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 331 ciedad la libertad es o no un valor en alza, o si lo es sdlo alguno de sus significados y otros no lo son. A) Libertad como participacion * Caracterizacion La primera idea de libertad que se gesta en la polf- tica y la filosoffa occidental, es la que Benjamin Cons- tant denominé “libertad de los antiguos” , con la que se refiere a la libertad de que gozaban los ciudadanos en la Atenas de Pericles. “Libertad” significaba sustan- cialmente “participacién en los asuntos publicos”, dere- cho a tomar parte en las decisiones comunes, tras ha- ber deliberado conjuntamente sobre las posibles opciones. * Temperatura Ante una idea de libertad como la que acabamos de exponer cabe preguntar si es apreciada positivamente en nuestro tiempo y en nuestra sociedad. En lo que respecta a la participacidn politica, creo que no es un valor en alza entre nosotros. Por una parte, porque la politica ha perdido de algtin modo el halo que en al- gtin tiempo le rodeara, y las gentes prefieren dedicarse ® Benjamin Constant, Escritos polfticos, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, pp. 257-285. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 332 a otras actividades, propias de la sociedad civil. Pero ademas tampoco ven los ciudadanos que su participa- cién en las decisiones politicas lo sea realmente, por- que en realidad se limita a ser una votacién de tiempo en tiempo, referida a programas que incluyen una gran cantidad de apartados, con algunos de los cuales pue- den estar de acuerdo y con otros, no, sin posibilidad de discernimiento. Al final el ciudadano da su voto (que no “participa polfticamente”) al lider y al equipo que le infunde mayor confianza, sea cual fuere el programa. Obviamente, la participacién puede y debe extender- se a otros Ambitos de la vida social. Y es éste un tipo de participacién no suficientemente trabajado, porque en realidad cada 4mbito requeriria una forma de parti- cipacién peculiar. La extension de la regla de las mayo- rias a todos ellos puede ser nefasta, como ya sefialaba Tocqueville. Por eso importa estudiar qué significa real- mente participaci6én en la empresa, en el hospital, en la Universidad, en las asociaciones de vecinos, de consu- midores, u otras organizaciones civicas ©. Hay una gran cantidad de espacios de participacién en que las personas pueden implicarse si desean ser libres en este primer sentido de libertad. y sin embargo, no parece ser éste un valor en alza. Por el contrario, es el nuestro un tiempo en que se aprecia mas la vida privada que la ® A. Cortina, Etica aplicada y democracia radical, Madrid, Tecnos, 1993. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 333 Pparticipacién. Es el segundo concepto de libertad el que se aprecia, mas que el primero. B) Libertad como independencia ° Caracterizacioén Como el mismo Constant recoge, el inicio de la Mo- dernidad supone el nacimiento de un nuevo concepto de libertad en los siglos xvi y xvi. La “libertad de los modernos” o libertad como independencia, estrechamen- te ligada al surgimiento del individuo. En épocas anteriores se entendia que el interés de un individuo es inseparable del de su comunidad, por- que a cada uno de los individuos le interesa que sub- sista y prospere la comunidad en la que vive, ya que del bienestar de su comunidad depende el suyo propio. Sin embargo, en la Modernidad empieza a entenderse que los intereses de los individuos pueden ser distintos de los de su comunidad, e incluso que pueden ser con- trapuestos. Por lo tanto; conviene establecer los lfmites entre individuos, como también entre cada individuo y la comunidad, y asegurar que todos los individuos dis- pongan de un espacio en que moverse libremente sin interferencias. De aqui nacen las libertades o derechos basicos, que garantizan un 4mbito de independencia. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 334 Este es el tipo de libertad mas apreciado actualmen- te, porque permite disfrutar de la vida privada. La vida familiar, el cfrculo de amigos, las asociaciones civicas, los bienes materiales e inmateriales. A diferencia de la democracia ateniense que identifica la auténtica liber- tad con la participacién en la vida ptblica, la Moderni- dad estrena la libertad como independencia, como dis- frute celoso de la vida privada. © Temperatura Que cada persona pueda gozar de un amplio abani- co de libertades sin interferencias es sin duda una de las grandes conquistas de la Modernidad. Pero enten- der por “libertad” exclusivamente este tipo de indepen- dencia da lugar a un individualismo egoista, que exige el respeto de los propios derechos, pero no esta dis- puesto a asumir las responsabilidades por que esos de- rechos se respeten universalmente, ni tampoco por la supervivencia y desarrollo de la comunidad. Cuando lo convincente seria afirmar, dando otro sentido al univer- salismo kantiano, que un individuo sdlo se ve legitima- do para reclamar determinados derechos cuando esta dispuesto a exigirlos para cualquier otra persona: que yo no puedo exigir como humano un derecho que no esté dispuesto a exigir con igual fuerza para cualquier otro. Nuestro tiempo no tiene en esto una temperatura elevada, cuando lo bien cierto es que un valor que no VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 335 se universalice deja de estar a Ja altura moral de nues- tro tiempo. Sélo que universalizar las libertades todos exige solidaridad, sin ayuda mutua resulta imposible que todos puedan gozar de libertad. C) Libertad como autonomia © Caracterizacién En el siglo xvml, con la Tustracién, nace una terce- ra idea de libertad: la libertad entendida como autono- mfa. Libre sera ahora aquella persona que es capaz de darse sus propias leyes. Lo cual significa tomar con- ciencia de que existen un tipo de acciones que humani- zan y otras que deshumanizan, como también de que ese tipo de acciones merece la pena hacerlas o evitarlas precisamente porque nos humanizan o porque nos des- humanizan, y no por cumplir mandatos ajenos. Ser libre entonces exige saber detectar qué humani- za y qué no, y estar dispuesto a incorporarlo en la vida cotidiana. Y precisamente porque se trata de leyes co- munes a todos los seres humanos, se trata de universa- lizarlas, a diferencia de lo que podria ocurrir con un individualismo egoista. Esta idea de libertad como autonomia no sdlo per- tenece a una tradicién liberal kantiana, sino que la in- corpora el comunitarismo mas relevante en la década EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 336 de los noventa, dispuesto a unir orden y autonomia, premodernidad y modernidad ©. * Temperatura La autonomia exige un esfuerzo que bien pocos es- tén realmente dispuestos a realizar. No es facil tratar de discernir sin reservas qué humaniza y optar por ello en los casos concretos. A pesar del entusiasmo ilustra- do por haber abandonado el oscurantismo, lo habitual no es optar por leyes propias, sino sumarse a las aje- nas, es decir: a) Las de la mayorfa, sin discurso alguno, lo cual favorece la natural tendencia —siguiendo de nuevo a Tocqueville— de integrarse en el grupo mas fuerte. La regla de mayoria es util para tomar decisio- nes politicas, siempre que se respeten las minorias, pe- ro no es una ley moral. b) Las opiniones de determina- dos medios de comunicacién. c) “Los hechos”, la costumbre, lo que presuntamente —dice— no puede ser de otro modo. Sin duda también los hAbitos del cora- zén componen la realidad social, pero no sélo ellos. La libertad como autonomia es una de las claves de un mundo humano y puede universalizarse, siempre que se practique Ja solidaridad. ® A, Erziont, La nueva regla de oro, Barcelona, Paidés, 1999. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 337 2) Igualdad * Caracterizacion El valor de la igualdad es el segundo de los que proclama la Revolucion Francesa, y tiene a su vez dis- tintas acepciones: 1) Igualdad en el respeto de los dere- chos que, como persona, se tienen. 2) Igualdad ante la ley. 3) Igualdad de oportunidades. En virtud de la cual las sociedades se comprometen a compensar las desi- gualdades naturales y sociales de nacimiento, para que todos puedan acceder a puestos de interés. 4) Igualdad en ciertas prestaciones sociales, que han sido universa- lizadas, gracias al Estado social de derecho. Obviamente, estas nociones de igualdad, politicas y econémicas, hunden sus raices en la idea moral de igual dignidad de todas las personas, por la que todas merecen igual consideracién y respeto. La igual digni- dad de las personas, que tiene races religiosas y filos6- ficas, exige mecanismos de igualacién social como los mencionados. * Termémetro EI valor de la igualdad esta encarnado en nuestras sociedades verbalmente, pero en su aplicacién la ley dista mucho de tratar por igual a todos los ciudadanos, y la desigualdad en cuanto a las oportunidades vitales es todavia innegable. Por otra parte, las conquistas del EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 338 Estado Social de Justicia estan en peligro, porque se intenta arrumbar algunas de ellas, fundamentales para la igualacién social en lo basico, tratandolas como de- sajustes producidos por el Estado del Bienestar “”. Por ultimo, las discriminaciones por razén de mise- ria, pobreza, raza o sexo siguen formando parte de la percepcién habitual de los individuos en sociedades su- puestamente en el nivel postconvencional. Y, sin embargo, el valor de Ja igualdad es basico pa- ra una sociedad que quiera situarse en el nivel moral que le corresponde en el progreso en la evolucién so- cial. 3) Respeto activo * Caracterizacion En las democracias liberales es muy apreciado ver- balmente el valor de Ja tolerancia, y ciertamente la tole- rancia es preferible a la intolerancia. Sin embargo, la sola tolerancia tiene el inconveniente de poder conver- tirse facilmente en indiferencia, y entonces, mas que in- terés por que el otro pueda vivir segin sus convicciones “© A. Cortina, Cindadanos del mundo, Madrid, Alianza, 1997, cap. 3. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 339 y criterios, es desinterés. Por eso, la tolerancia asi enten- dida, es todavia un valor inferior al verdaderamente po- sitivo, que es, mds que tolerancia, respeto activo. Consiste el respeto activo en el interés por compren- der a otros y por ayudarles decididamente .a evar ade- lante sus planes de vida. Cosa que no puede hacerse si no es en relacién con proyectos de vida que, por una parte, respeten unos minimos morales "” y que, aunque no se compartan en su conjunto, representen para quien los respeta un cierto punto de vista moral © Temperatura El respeto activo es un valor poco estimado verbal- mente, bastante menos que la tolerancia pasiva, cuando Jo bien cierto es que incluso la tolerancia pasiva acaba desapareciendo si no tiene su base en un aprecio posi- tivo del otro y un cierto respeto por su cosmovisi6n. Para lo cual no basta con la defensa verbal, sino que es necesaria su encarnacién en la vida cotidiana. “» A, Cortina, Etica minima, Madrid, Tecnos, 1986. “® A. GUTMANN, “Introducci6n” a Ch. Taytor, El multicultura- lismo y “la politica del reconocimiento”, México, F.C.E., 1993, pp. 13-42. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 340 4) Solidaridad © Caracterizacién EI valor solidaridad constituye una versién seculari- zada del valor fraternidad. La fraternidad exige en bue- na ley que todas las personas sean hijos del mismo Pa- dre, idea dificil de defender sin un trasfondo religioso comin. Por eso la fraternidad de origen religioso cris- taliza, secularizada, en la solidaridad; uno de los valo- res mds necesarios para acondicionar la existencia hu- mana y que resulta habitable, en la linea de lo que veniamos diciendo. El valor de la solidaridad se plasma en dos tipos al menos de realidades personales y sociales: a) En la re- lacién que existe entre personas que participan con el mismo interés en cierta cosa, ya que del esfuerzo de todas ellas depende el éxito de la causa comun. b) En la actitud de una persona que pone interés en otras y se esfuerza por apoyar sus empresas 0 asuntos. En el primer caso, la solidaridad es un valor indis- pensable para la propia subsistencia y la del grupo. En el segundo caso, no es indispensable para la propia subsistencia, ni siquiera para la del propio grupo, aun- que hay asuntos que sin solidaridad pueden repercutir en el bienestar individual y grupal a medio y, sobre to- do a largo plazo (cuestiones de ecologia, armamento nuclear, biotecnologias, etc.). Sin embargo, en socieda- VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 341 des que pretenden haber accedido al nivel postconven- cional en el desarrollo de la conciencia moral, lo que es dudoso es que se pueda sobrevivir bien desde la in- diferencia ante el sufrimiento ajeno. Ahora bien, asf co- mo el segundo tipo de solidaridad es siempre un valor moral, el primer tipo de solidaridad puede no ser un valor moral. En efecto, ejemplo del primer tipo de solidaridad es el de cualquier colectivo que necesita para sobrevivir del esfuerzo de sus miembros, y esto puede hacerlo a toda costa, incluso a costa de valores clave, como la justicia, La solidaridad sélo es un valor moral cuando no es grupal, sino universal, es decir, cuando las perso- has acttian pensando, no sélo en el interés particular de los miembros de un grupo, sino también de todos los afectados por las acciones del grupo. La solidaridad, como valor moral, no es pues gru- pal, sino universal. Y una solidaridad universal esta re- fiida inevitablemente con el individualismo cerrado y con la independencia total. ° Termémetro La solidaridad, poco practicada entre los adultos, si No es en casos puntuales de catastrofes, etc., es —se di- ce— en nuestros dias un valor en alza entre los jéve- nes, sobre todo en su dimension de voluntariado. Como en alguna ocasién ha comentado Lipovetsky, la ética de EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 342 estos tiempos democraticos es mas bien una ética “in- dolora” poco entusiasmada por los deberes, las obliga- ciones y los sacrificios; es una ética que sdélo se pone en marcha por la espontdnea voluntad de los suje- tos “?, Ahora el querer —no el deber— hacer las cosas, es la “razén” mds contundente para embarcarse en una empresa. Por eso la voluntad, el querer 0 no hacer las cosas, ha pasado a primer plano. Esta primacfa de la voluntad serfa la clave del crecimiento del volunta- riado. Ahora bien, no cualquier producto de la voluntad tiene esa calidad ética a la que llamamos “voluntaria- do” sino que para tenerla debe cumplir al menos dos condiciones: la accién voluntaria es un ejercicio ético cuando tiene voluntad de cambio y hace camino con las victimas “*. Donde las cosas no pueden cambiar tam- poco es posible la ética, a quien no se le remueve el es- témago con las piltrafas, los desechos y los parias care- ce de la fortaleza del voluntariado. Y es que la fuerza de la ética no procede de una voluntad abstracta, sino de una voluntad implicada en el sufrimiento y el gozo, sacudida por la precariedad; una voluntad atenta, ca- paz de descubrir fuentes de transformacién, donde los indolentes no ven nada. Para lo cual es insuficiente la “ Gilles Lipovetsky, El creptisculo del deber, Barcelona, ana- grama, 1994, J. Garcia Roca, Solidaridad y voluntariado, Sal Terrae, San- tander, 1994; A. Domingo, Etica y voluntariado, Madrid, PPC, 1997. VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 343 sola voluntad: es preciso también querer formarse téc- nicamente para prestar una ayuda, no sdlo cordial, sino también eficaz, poniendo voluntad a la razon y razon a la voluntad. Obviamente, esta solidaridad de que hablamos es universal, lo cual significa que traspasa las fronteras de los grupos y de los paises, y se extiende a todos los se- res humanos, incluidas las generaciones futuras. De donde surge la percepcién de tres nuevos valores al menos: la paz, el desarrollo de los pueblos menos favore- cidos y el respeto al medio ambiente “”. Estos valores requieren solidaridad universal. 5) El didlogo * Caracterizacion E] didlogo es un valor muy acreditado en la tradi- cién occidental. Al menos desde Sécrates se tiene al didlogo como uno de los procedimientos mds adecua- dos para encontrar la verdad, porque partimos de la conviccién de que toda persona tiene, al menos, una parte de verdad, que sdlo dialégicamente puede salir a la luz. “SV, MARTINEZ GuzMmAN (ed), Teorfa de la paz, Valencia, Nau Llibres, 1995; A. Cortina, Etica de la sociedad civil, cap. 6. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 344 Sin embargo, nos referimos aquf al didlogo mds bien como medio de resolucién de conflictos superior a la violencia y como procedimiento para discernir si una norma vigente es o no moralmente justa. En ambos ca- sos los didlogos deberfan reunir un conjunto de requisi- tos, como los que pone sobre el tapete la ética discursi- va. 1) Quien toma el didlogo en serio no ingresa en él convencido de que el interlocutor nada tiene que apor- tar. Est4, pues, dispuesto a escucharle. 2) Eso significa que no cree tener ya toda la verdad y que el interlocu- tor es un sujeto al que convencer. Un didlogo es bilate- ral, no unilateral. 3) Quien dialoga en serio esta dis- puesto a escuchar para mantener su posicién si no le convencen los argumentos del interlocutor, 0 para mo- dificarla si tales argumentos le convencen. Pero tam- bién esta dispuesto a aducir sus propios argumentos y a dejarse “derrotar” si viene al caso. 4) Quien dialoga en serio est4 preocupado por encontrar una solucién correcta y, por tanto, por entenderse con su interlocu- tor. “Entenderse” (sich versténdigen) no significa lograr un acuerdo total, pero sf descubrir todo lo que ya tene- mos en comtin. 5) La decisién final, para ser correcta, no tiene que atender a intereses individuales 0 grupa- les, sino a intereses universalizables, es decir, a los de todos los afectados. © Temperatura Los didlogos estén de moda en nuestras sociedades. Las “cumbres” se suceden, y en ellas se retinen los po- VALORES MORALES Y COMPORTAMIENTO SOCIAL 345 derosos de la tierra para hablar de los problemas de los débiles. Sin embargo, rara vez los débiles estan in- vitados; y, si lo estan, rara vez cuenta sus intereses a la hora de tomar decisiones. Por otra parte, el didlogo, asi descrito, no suele ser el medio para resolver las discrepancias ni en los pat- ses ni entre ellos, sino mds bien la negociacién, en el mejor de los casos, en sociedades organizadas desde la idea de contrato. Y, sin embargo, es la forma mas hu- mana de ir acondicionando nuestra existencia comtn y de ir incorporando a ella aquellos valores que la hagan realmente humana Antes de terminar conviene aclarar que no hemos mencionado el valor justicia, porque es un valor que articula los restantes: el respeto a la libertad y su po- tenciacién, el fomento de Ja igualdad, la realizacién de la solidaridad, como también tomar las decisiones co- munes dialégicamente, teniendo por interlocutores a to- dos los afectados por ellas.

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