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- La Batalla de Ocotal
El presente relato fue escrito por un testigo presencial de Ia batalla de Ocotal, entre Ias tropas de
Sandino y los marines yankees. Ciudad Segovia, conocida como Ocotal, fue Ia primera ciudad
latinoamericana que sufrió un bombardeo por parte de los norteamericanos. Don Arturo Mantilla
Valiecillo (tío del suscrito) dejó este relato entre otros de [...J
2.-EI presente relato fue escrito por un testigo presencial de Ia batalla de Ocotal, entre Ias tropas de
Sandino y los marines yankees. Ciudad Segovia, conocida como Ocotal, fue Ia primera ciudad
latinoamericana que sufrió un bombardeo por parte de los norteamericanos. Don Arturo Mantilla
VallecilIo (tío dei suscrito) dejó este relato entre otros de sus escritos, el que me fue facilitado
por su hijo Arturo Mantilla Mantilla quien vive actualmente en Ia casa solariega dei tío Arturo, en
Se ha respetado el estilo literario bastante floreado propio de Ia época, así como Ias acotaciones
al pie dei relato. Esto no es novela ni cuento, es narración de alguien que presenció y vivió Ia
Pólvora y sangre
Las campanas de Ia torre de Ia Iglesia repican aleqres y ocingIeras Ias vísperas de Ias festas de
Nuestra Señora del Carmen. Es Ia noche deI 15 de julio de 1927. En Ia ciudad corre el rumor de
que Ias huestes dei general rebelde se acercan. Los jefes militares de Ia plaza no les dan, o
poblacion no duermen en sus casas, creyéndose cada uno mäs inseguro en ia suya que en Ia dei
vclno.
3.- Aparte de un grupo de amigos q. .snocha er. ‘Jni caritina recién 1iisiaLda, ia ciudad dUGia.
cobijada por el argentado lienzo dei astro de ia noche, en un silencio de tumbas apenas
interrumpido por los perros que aúllan, ia risa argentina de Ias horas que pasan y el Equien vives
de los retenes. Vuelan aquellas temerosas y rápidas. El aura no acaricia Ias frondas de Ia
arboleda en esa noche cálida. La luna en su menguante casi llena, se acerca al cenit por el
Vibra Ia argolla de acero que hace veces de campana, al choque de dos golpes de barra
consecutivos. Es la 1:00 cte Ia mañana. Repentino ygrande vocerlo se difunde y atruena por los
ámbitos de Ia ciudad. Estallido de bombas y disparos de iifles aceleran el ritmo de los crazones
de sus dormidos habitantes que despiertan agitados e’ inquietos. Las notas marciales de los
clarines se suceden en aires provocativos, yse oyen claros y distintos, vibres al general Sandino
4.- I-Ian penetrado por distintos rumbos: Ias fuerzas regulares de Sandino, con 1 50 hombres bien
equipados y con cinco ametralladoras, entran por el NE al mando dei coronel Rufo Marír. EI
auxiliares en número de unos 250 campesinos de Pueblo Nuevo, Somoto, Totogalpa, Mozonte y
otros pueblos aledaños, mal armados, convocados al efecto, pero más dispuestos al saqueo con
que se les ha estimulado y decidido, que a exponerse al peligro, invaden por el Sur. Los marines
que suman 38, se preparan para Ia defensa de su cuartel. Lo mismo hace en el suyo el teniente
Las Thompson y ias Lewis lanzan al espacio su acerada y mortal granizo con bramidos de
furiosa bestia, que ponen pavor en los ánimos. Sin objetivo bien determinado es derroche inútil
de pólvora y de plomo; son como salvas a Ia luna que brilla. Pero el Hado ineludible ha segado Ia
Dos muchachos llenos de coraje. Inflamados de tanto fuego contra Ia intervención extranjera,
han logrado aproximarse al cuartel de los marines, dispuestos a ofrecer sus vidas en aras de Ia
Patria. Se parapetan tras los cordones del Parque Duarte, desde donde, con gestos de
renunciación y heroicidad, con frases de cólera y dé reto disparan sus armas contra el enemigo
hasta caer heridos y prisioneros. ECon dos palmazones (1) 2 ibaliIIasZ nicaragüenses.
5.- Ha pasado casi Ia noche entre gritos de guerra y tiroteos intermitentes. Los atacados se
sostienen en sus puestos, no osando sus contrarios un asalto a Ia balloneta para desaic’jarlos,
rendidos o aniquilarlos.
Ya Ias nubes irisan por el oriente anunciando Ia claridad dei día. La aurora, con sus delicados
dedos de rosa, ha separado ias puertas de bronce: y Febo, radiante, deja pesaroso sus amantes
brazos de Tetis y se dispone a recorrer otra vez el celeste hemisferio. Ha dejado de oírse el
zumbido de los proyectiles y el traca traca de Ias máquinas como silos contendientes,
Ias brillantes galas con que se viste Ia bella hija de Titáñ. Los zanates-clarineros, que el temor
tenía enmudecidos, preparan sus gargantas, sueltan resueltos sus gorjeçs y sus melódicos
registros y, uniéndose a ias dianas militares, saludan a Ia aurora que sonríe en Ia plenitud de sus
A Ia hora de organizarse, en un silencio que el toque ritual de los clarines hace mäs
impresionable, oficiales de los marines y de Ia Guardia Nacional izan impávidos sus banderas,
huestes sandinistas, con el signo de Ia muerte por escudo, flarnea en Ias colinas.
La certera puntería de los sitiados, ya en Ia plena luz, hace rodar inertes a los temerarios.
insurgentes o civiles que se ponen a distancia de stis rifles, Adan Palma, artesano aprec jable, es
de estos últimos. También un marine, Michael Oblesky. lia caído para no levantarse más.
Sandino. entonces, fracasado enp intento de 1oma lOS cuarteles, perdida Ia (e en el arresto y
(cuartel) de lbs marines. Pero I providencial indeclsión, repugnancia en cumplir tamaña orden
dei oficial hQidureño que Ia recibe, Poruirio Sánchez. permite que le sea (etirada, y salva por esta
vez de lajina esta otra (ciudad) heredera del nombre de Ia ciudad de Segovia y de su sirio
6.- Parte de Ias tropas, particularmente Ias auxiliares, toman a saco Ias casas a cuyo acceso no
ofrece peligro Ia puntería de Ias guarniciones sitiadas. Otros, amigos de venganzas por agravios
recibidos en ia pasada lucha, buscan a determinadas personas para hacerse sangrienta justicia.
De estos. Luz Aguirre y un individuo de apellido Elizondo. perecen al plomo de sus revólveres y ai
filo de sus machetes. Los demás se salvan huyendo o al amparo de los hogares de sus nobles y
recientes víctimas.
En un acto de imprudente arrojo cae Rufo Marin a Ia tercera hora dei día, con el pecho
atravesado por bala enemiga. Nicaragua pierde en él un joven patriota de porvenir militar.
fatal noticia, entre Ias huestes sandinistas; y sin jefe inmediato a quien respetar, sólo cuidar, ya
de recoger abundante y valioso botín de los civiles indefensos.
ordinario descenso, Su compañero gira en observación por Ia ciudad, advierte lo que pasa, lo
Son Ias 3:00. Fulge canicular el hijo de I-tiperiôn en un cielo sin nubes. De Ia meridional lejanía se
percibe rumor de motores que acrece; y se distingue a distancia por el espacio infinito como un
grupo de buitres que se acercan Pasan segundos de tiempo y Ias negras rapaces se
transforman poco a poco, a Ia vista de los que atisban, en zumbantes monstruos alados. Es una
amenazadores, vienen a ametrallar a los imprudentes, a los temerarios que han tenido Ia osadia
de enfrentar’;e a Ias armas de Ia poderosa republica del norte, y volver por los fueros de Ia
dtcjnid;d nacional.
7.- Se oye el estallido de la primera bomba. Crece Ia angustia en el corazón de los afligidos vecinos.
los sandinistas que ambulan por Ias casas orilleras de Ia población, corren llenos de paios a
ocuitarse bajo sus techos, esquivando Ia inquisitiva mirada de Ias volantes y terríficas máquinas.
Sectores de Ia ciudad tiemblan a cada impacto como sacudidos por un violento sismo
Los aviones, atronantes y rápidos, arrojan acá y allá por los sitios donde advierten concentración
descienden verticalmente de proa, vertiginosos, para descargar sus ametralladoras sobe los
que huyen por Ia campiña. Agotados sus proyectiles se.elevan describiendo círculos, se agrupan,
se alejan y se pierden entre Ias nubes que comienzan a formarse con presagios de tormenta
inmediata.
Ha cesado el fragor del bombardeo y Ia calma va renaciendo en los espíritus. Como saldo dei
ataque aéreo quedan solamente dos cadáveres de insurgentes y muchas bestias muertas.
Los sandinistas huyen dispersos en todas direcciones. De los que toman el camino a Totogalpa,
unos van en sus monturas, metidos y apretados entre dos voluminosas maletas; otros.
grotescamente ataviados con fraques y otras piezas del indumento de etiqueta, jinetes en el
clásico burro. ,
Sandino, entre tanto, comprensivo dei desastre, eclipsado en ese momento su sueño de
renombre y de gloria que, por ei odio a los americanos le traería Ia masacre de Ia tropa
extranjera. triste y desalentado, abandona el Divisadero acompañado de sus más fieles
secuaces, para internarse a meditar nuevos plantes en ias solitarias y agrestes montañas de
Murra
8.- hace quince minutos que Ia rueda de acero ha vibrado para anunciar las 6:00 de Ia tardc. El
distancia de una carreta tirada por bueyes, en que yacen hacinados cinco sanguinolentos
Rufo Marin.
Se divisan Ias cruces de aquel campo de silencio y de paz. En lontananza entre nubes ígneas
que a los ojos de loa espectadores simulan charcos de sangre, desaparecen tras Ias serranias
Ias doradas ruedas del carro de Febo que, presuroso, a sumergirše otra vez en Ias
Asi ha terminado Ia jornada. Pero nadie presiente tal vez, en su dolorosa y real magni”
acontecimientos dei azaroso y tracJiC() dia (lue mLlere, son corno Ia escena inicial dei
del largo y sangriento drama en que, teniendo poi escenario a Las Segovïa
febrero de 1934.
(1) Vocablo de los insurgente sandinistas que derribabin dc palmear, matar, en su lenguaje de
desalmados, de entre los cuales escogía Sandino los verdugos dc los pr(sioneros que hibían de
morir. Los de Ia referencia fueron curados de sus heridas por los marines y puestos en libertad
relativa bajo su protección y vigilancia. Uno de ellos, José Deitrick. hijo de un ciudadano
reincorporarse a Sandino.
(2) El comando de Ias fuerzas americanas en Ocotal, abultO de propósito en sus informes, Ias