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DON C É S A R V A L C Á R C E L . '

EX-CAPITAN BEL BATALLÓN DE INFANTERÍA 3.° DE LÍNEA DEL EJÉRCITO


• DE LA REPÚBLICA.

EDICIÓN ILÜSTBADA CON GRABADOS.

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. IMPRENTAJ tyBRÉRIA DE J. GASPAR, EDITOR.


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VIAJES M S LA EEPÚBLICA ARGENTINA.

UNA ESPEDICION AL CHACO.


A L EXCMO. SR. DOCTOR D O N B E R N A R D O I R I G O Y E N ,

MINISTRO DEL INTERIOR DE LA REPÚBLICA ARGENTINA.

SEÑOR:

La personalidad de una nación es su Gobierno.

Yo he contraído una sagrada deuda de gratitud con la República Ar-

gentina.

Tanto por el espíritu que informa este modesto trabajo, cuanto por el

concepto arriba indicado, al dedicárselo á V. E. satisfago un anhelado deseo,

hallando en su personalidad, como Ministro del Interior, la precisa encarna-

ción de mi pensamiento.

Rogando á V. E. se digne aceptar tan humilde trabajo, tiene el honor de

ofrecerle la más distinguida consideración de admiración y respeto

CÉSAR VALCÁRCEL.

Madrid, Abril, 1883.


NUEVA BIBLIOTECA ILUSTRADA DE J. GASPAR, EDITOR.

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ESPEDICION AL CHACO
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D. CÉSAR VALCÁRCEL.

EX-CAPITAN DEL BATALLÓN DE INFANTERÍA 3.° DE LÍNEA DEL EJÉRCITO DE LA REPÚBLICA.

EDICIÓN ILUSTRADA CON GRABADOS.

MADRID.
I M P R E N T A Y L I B R E R Í A DE J. G A S P A R , EDITOR.

3, M O N T E R A , 3.
1883.
Es propiedad del Editor.
V I A J E S POE L A E E P U B L I C A ABGENTINA.

UNA ESPEDICION AL CHACO

su hermosura , la Atenas de América, como hiper-


I.
bólicamente llaman los hijos del Plata á su hermosa
Un problema agita á la humanidad en el vasto Buenos-Aires.
campo de su actividad utilitaria. Muchas y hermosas lagunas, donde moran el
Como el árbol decrépito cuyas raíces, no teniendo blanco cisne y la escondida perla, refrescan con sus
dónde nutrirse, hacen perecer el cuerpo, así el ¡ trasparentes aguas y matizan de verde alfombra sus
hombre del viejo continente perece en la estrechez vecinos campos, exhalando un suave ambiente de
del ambiente que le rodea; pero si á tiempo vuelve nardo y ambrosía, en cuyo cáliz lo mismo bebe la
sus ojos á otras regiones, nuevo y risueño horizonte tímida mariposa, que en sus ramas juguetean y c a n -
se desplegará ante él, y su actividad no quedará r e - tan sus amores aves de pintadas plumas. Y más
ducida á mezquinos límites en esta su vieja Europa. allá, en el espeso bosque, animales vestidos de ricas
Y el problema que le agita quedará resuelto, por- pieles, rugen y braman, desafiando tal vez con sus
que tendrá factores. Tierra, luz y aire. horrendos alaridos, al hombre temerario que se
atreva á turbar tan selvático concierto en su espí-
En el Sur del gran continente americano, entre ritu avasallador y dominante. ,\ /Í/-
los grados 6o y 60 de longitud y los 28-22 de lati- El cielo más puro, y las estrella^ rflías/refulgentes
tud, aprisionado entre el rio Paraguay y la cadena que en otra parte del globo, comp dice|el ingeniero
de los Andes del Perú por el E. y el 0 . E., el Bra- español Cominges, completanftél jcuadr'o sublime de
sil; N. Bolivia, y S. la República Argentina, se halla la creación en el Chaco; y aqni', donde el hombre
un territorio conocido por el nombre de El gran primitivo no conoce el valoíj-dei lo que le rodea, se
Chaco Gualamba, cuya region, varias veces explo- ofrece á la investigación y á la actividad de nuestro
rada, permanece aún olvidada á la actividad del siglo para poner á su serviciD h o n p r e s , animales y
hombre: su superficie, mayor que España y Portu- selvas, porque son esclavosjdel faber y de la i n t e -
gal, la bañan: al N. el Pilcomayo, al centro el Ber- ligencia. I ¡i
mejo, y al S. el Salado, cuyos inmensos caudales ¡Veintisiete mil leguas (cuadradas, perdidas á la
vienen á verter sus aguas al rio de la Plata, formado actividad del hombre, eWpoder de algunas tribus
con sus gigantes tributarios el Paraguay, Paraná y nómadas de indio^; conyppsques de riquísimas ma-
el Uruguay, inmenso cristal donde se mira, ufana de deras; abundantes\suda^iros de aceite mineral; fre-
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ciosas minas de sal, azufre, metales preciosos; co- para resistir las marchas, ó por no conocer la m a -
nocidos lagos, criaderos de perlas! Toda esta r i q u e - nera que tiene de guerrear el indio. Ello es que yo
za, y otras que detallaremos convenientemente, se triunfé y obtuve el mando codiciado, poniéndome á
pierden en el Chaco, mientras que en Europa se las órdenes de don Natalio Roldan, jefe de la expe-
lleva la tierra vegetal á muchas leguas de distancia dición, que llevaba el vapor Leguizamon: cincuenta
para que obtenga producto, el tiempo y la labor del soldados elegidos, entre los cuales los había que c o -
hombre, y ¿para qué? ¡para ganar un miserable jornal nocían la lengua india (lenguaraz), de la tribu de
que apenas alcanza para comer un pan negro y habi- los Tobas, cuyos territorios íbamos á cruzar, y otros
tar un húmedo y lóbrego sótano sin aire, y un sol sin muy baqueanos en el Chaco, ó muy conocedores del
calor! ¡Cuando en el Chacó tiene á inmensos ban- terreno, llevaba á mis órdenes.
dos las gallinas silvestres, los patos, los faisanes, los Por mi parte, mientras llegaba la hora de la p a r -
pavos, los jabalíes, los ciervos, las liebres, los cone- tida, y para saber á qué atenerme, como en mi d i g -
jos , y los más ricos y azucarados pastos y tierras nidad estaba, registré cuanto volumen encontré en
vírgenes que explotar; un aire puro que vivifica, y las bibliotecas que hablaran del Chaco, desde Ayo-
brillante sol que pone en actividad todos cuantos las hasta nuestros dias, y la verdad es que obré
seres orgánicos hiere!... cuerdamente, pues me sirvió de mucho, y más que
de nada, para adquirir fuerza moral sobre mi gente,
II. que dudaba estuviera á tan buena altura, siendo
gallego.
Buenos-Aires no podia dormirse. La Atenas de la El dia fijado para emprender la marcha, era el 17
América del Sur tenía que despertar, y desportó; y de Mayo de 1872; de manera q u e , habiendo salido
llevando sus miradas al Chaco y la actividad, tanto de Corrientes con la debida anticipación, fui á esta-
el gobierno como las sociedades particulares, para blecer el campamento de mi pequeño ejército, c r u -
entrar en posesión de hecho del territorio que no zando el Paraguay por el desagüe del Bermejo, á la
le pertenecía más que de derecho, engrandecién- orilla izquierda de é s t e , cerca de la laguna de los
dose y llevando su espíritu civilizador, comparte Correntinos y próximo del arroyo dejpan Lorenzo,
generosamente gloria y provecho con la vieja y e s - que tributa en el Bermejo.
quilmada Europa, ofreciéndole que ésta con sus Para dar ancho horizonte á mi exaltada imigina-
fuerzas vivas y en su propio interés, se asocie á la cion, no podia haber elegido punto más pintoresco;
tan noble y elevada misión de dar luz al hombre p r i - pero ya, vamos á mi narración.
mitivo, recibiendo aquellos, en justo premio, los Habia dividido las fuerzas de mi mando en dos
dones de su virgen y encantadora naturaleza. secciones, de veinticinco hombres cada una; la p r i -
Por iniciativa de una sociedad particular creada- mera sección marchaba á mis inmediatas órdenes
en Buenos-Aires, como un factor importante á la por la izquierda del rio; la segunda por la derecha,
colonización, se organizó una exploración científica á las de mi segundo, teniente Sandoval, con fuegos
para averiguar si el Bermejo era navegable en toda pirotécnicos para hacernos señales de noche en caso
su extension, ayudada por el gobierno y protegida necesario, ó de dia en el de perdernos de vista.
con fuerzas del ejército, para amparar aquella en No me he podido dispensar, aunque no sea más
caso dé ataque de los indios, haciendo, por consi- que por cierta semejanza, una fecha memorable
guiente, sus movimientos combinados. para España y América; el 3 de Agosto de 1492, en
Por una de esas circunstancias de la vida, que no el puerto de Palos, habiendo tenido también n o s -
son del caso referir aquí, el que suscribe, español otros zumbones y miserables que nos dirigían san-
de nacimiento, se hallaba al servicio de la República grientos epigramas. Livingstone, recorriendo el
Argentina, sirviendo bajo sus banderas en la clase Africa central hasta llegar á Zanzíbar; Humboldt,
de capitán. explorando aquella misma América con su compa-
Tan pronto como supe que un capitán se iba á ñero Bompland, víctima del estrafalario doctor
poner al frente de la tropa que debia proteger por Francia, dictador del Paraguay, absorbían mi ima-
tierra la exploración, mi naturaleza, que amaba las ginación, y procuraba, aprendiendo de aquellos,
emociones y lo desconocido, y no creia ni se ima- llenar con exceso mi misión, en cuyo desempeño po-
ginaba siquiera los peligros, ambicionó y puso en nia de mi parte todo lo que podia y habia aprendido
juego todas sus relaciones para alcanzar el mando en las más recientes expediciones hechas por hijos
de aquellas fuerzas, soñando entusiasmado con el del país, como la del teniente coronel Uriburu, m a -
ataque de mil ó más indios, con Hernán-Cortés y yor de ingenieros, Host y otros, para dejar en buen
sus héroes legendarios; con la emoción del ataque lugar á las personas que me habían recomendado.
de una manada de tigres, y qué sé yo con cuántas Antes de ponernos en marcha, conviene que sepa
cosas más, que mi calenturienta imaginación fabri- el lector algunas particularidades propias de a q u e -
caba. Confieso q u e , si no obtengo lo que con b a s - llos países.
tante trabajo conseguí, hubiera caido enfermo. Una No se mueven tropas para cualquiera función del
de las escusas que se me daban era q u e , no siendo servicio que sea, que no lleven consigo, haciendo el
hijo del país, tal vez no estaria bastante aclimatado servicio de ambulancias, las mujeres de los solda-
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . dl

dos, prestando, á no dudarlo, importantísimos s e r - dia en la isla, con gran placer mió, pues me daba
vicios, y lo que pudiéramos llamar administración tiempo para escudriñarlo todo, y armado de mis
militar; los repuestos de víveres se llevan en vivo, anteojos Chevalier y de mi escopeta Lefaucheux, la
formando largos convoyes por la numerosa caballa- recorrimos el doctor y yo en toda su extension.
da, que sigue á los expedicionarios, impedimenta Cuando menos lo esperábamos, encontramos una
que no lo e s , pues todo el mundo va montado y aun numerosa familia de indios que estaban pescando
se arrean caballos de refresco; así es que las m a r - en una chapapa (pescadero).
chas son extraordinariamente rápidas. Tan pronto como nos vieron, quisieron ocultarse;
Dicho esto, cada una de las secciones, que m a r - pero aunque por el número nos podían dar un d i s -
chaban á derecha é izquierda del r i o , se componia gusto, sin embargo de ir nosotros bien armados, no
de unas veintiocho personas cada u n a , en las que vacilamos en ponernos al habla, porque teníamos
habia cinco mujeres. Un curandero italiano, que se hambre y sed de verlos, y ver, sobre todo, cómo se
hacía llamar doctor, tenía á su cargo el botiquín, y nos presentaban, para deducir consecuencias p r e -
me servia de confidente de mis impresiones; más de téritas.
cuarenta caballos y algunas acémilas, que traspor- Achocaná (acércate), Anoj (oye), Ahomplent
taban víveres de repuesto, formaban las columnillas (dime) amico, les dije haciendo llegar mi voz hasta
de protección á la expedición de exploración del ellos. Entonces, viendo tal vez que no éramos más
Bermejo. que dos, se fueron tranquilizando poco á poco, hasta
Con las precauciones militares dispuestas por mí, que, acercándonos, entramos en relaciones de
batimos tiendas el dia señalado en el pintoresco amistad.
Lago de los Correntinos ó Amelcoy, siguiendo c a - Casi todos los indios ribereños hablan el español,
mino trillado por los indios, mientras que el Legui- si bien muy corrompido.
zamon, doblando las numerosas curvas del rio, s e - Hombres, mujeres y niños estaban cubiertos por
gún ellas se desdoblaban, modificando su velocidad una tela grosera en forma de chiripá (zaragüelles),
por ir contra corriente y para conservar las distan- que fabrican muy rudimentariamente con unos hilos
cias las columnas, andábamos siempre cuatro horas de buena seda color plomizo, labrados por unas
más que el vapor, que seguia los movimientos de los arañas en las copas de las moreras, cayendo perpen-
de tierra. dicularmente á tierra en una longitud de más de 20
Risueña, variada y exuberante naturaleza íbamos metros.
descubriendo por la margen del Bermejo. Campos A nuestras amistosas insinuaciones, y reponién-
inmensos de añosos algarrobos, cuyos azucarados dose de la sorpresa, tranquilos con nuestra actitud,
frutos eran pasto de tigres y de los leones, los a n - dirigíle la palabra á uno de aquellos, que parecía el
tas, jabalíes, e t c . , señores de aquellos lugares; el más viejo, en esta forma:
no sabiendo qué admirar más, si la profusion ó la —Cristiano bueno, ama el indio y quiere ser su
variedad en maderas tan ricas como el ébano, palo- amigo.
santo, guayacan, los alisos, las palmas y las acacias. Con una voz y un acento extraño repuso, t e n -
Cada vez que clavábamos nuestras tiendas para diéndome la mano:
pernoctar, hacíamos una operación aprendida de los —Indio bueno, no más, no peleando cristiano.
indios, con ciertas precauciones: prender fuego al El doctor, que no sabia estarse callado mucho
campo que habia de servir de emplazamiento al tiempo, entablaba relaciones de amistad con muje-
campamento. res y chiquillos, á quienes daba cigarrillos, que fu-
El objeto, según ellos, era para librarse de los maban con placer á nuestra imitación, y dirigién-
mil insectos molestos y hasta venenosos, como el dose á un indio, le dijo:
otuto, lagartija temible; la araña apasanca, y un —Cristiano; capitán español.
áspid de dos cabezas, que cuando va á herir dá un Al oir el nombre de español, el indio que estaba
chasquido, pero q u e , según el decir de personas sentado en un césped se levantó, se cuadró militar-
competentes, tiene grandes aplicaciones medicina- mente , y quitándose su hunaf (sombrero de palma
les. Acepté como bueno el procedimiento, porque groseramente tejido), me preguntó con acento de
por otra parte, estas grandes fumigaciones sanea- respeto:
ban por algunas horas la atmósfera, en la cual sos- —¿Y cómo está nuestro rey don Fernando VII?...
pechaba hubiera algunos miasmas deletéreos, d e s - Confieso que tan inesperada pregunta no dejó de
prendidos de tantos madrejones ó charcas de aguas desconcertarme, y sin embargo, la encontré muy
pluviales. natural.
III. Del 1812 al 20 se verificó el movimiento separa-
tista, que habia iniciado en el Norte Washington.
Llegamos á la isla de Ñacurutú, que quiere d e - La mayor parte de los oficiales del país que servían
cir en indio Toba (lechuza grande). en el ejército, abrazaron, como era natural, la causa
Nada más hermoso que esta isla, que en forma de d é l a emancipación, como San Martin, Bolivar y
buque bañan las rojizas aguas del Bermejo. otros; y formando causa común con los patriotas,
Un entorpecimiento á bordo nos obligó á pasar el organizaron sus ejércitos para hacer frente al real.
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Otros, sin explicarse los motivos, se quedaron en La situación no podia ser más crítica, no dando
donde estaban, es decir, en la causa de España, y tiempo á reflexionar, porque ya una manada de t i -
es claro que solas individualidades no habián de ser. gres rugía cerca de nosotros, y á los pocos metros,
De ellos formaba parte mi indio interlocutor, que no ya una manada, sino un inmenso enjambre de
con otros se habia quedado en una banda, lla- jabalíes, leones, onzas y todos los habitantes, en fin,
mada en el país indios llaneros, naturales de San- de la espesura, que eran lanzados en vertiginosa
tiago del Estero, á las órdenes de un oficial español, carrera, huyendo del elemento devorador.
que, abandonados más tarde por su jefe, volvieron No sabía qué hacer, estaba aturdido; á mi cabeza
á tomar la vida errante en que se habían educado. se agolpaba la sangre, no por morir, sino por los
Desde entonces acá, no habia vuelto á hablar con reproches que pudieran dirigir á las personas que
ningún español el indio Fortunato. me habian recomendado. Por encima de mi vida e s -
Otra duda asaltará á mis lectores: ¿qué edad t e - taba el honor.
nía entonces Fortunato? Unos ochenta años, lo cual Un poco más sereno, mandé echar un volador,
era un gran signo en cuanto á las condiciones cli- bengala rojo, que quería decir alarma; á los pocos
matológicas del país. Y esta verdad la confirmé minutos contestaron el Leguixamon y mi segundo
más tarde, con otros más viejos y mejor conserva- el teniente Sandoval. Un nuevo temor me asalta; si
dos que Fortunato. la otra orilla del rio estaba en la misma situación
Obsequiamos á nuestros amigos con todo lo que que yo. El volador del Leguizamon estaba bástanle
pudimos, vaciando nuestras cantimploras, cargadas lejos do nosotros, y no sabía si tenian conocimiento
de ginebra, y ellos, en cambio, nos dieron una cha- del fuego; por otra parte, no sabía tampoco si t e n -
rata (gallina silvestre) que habian cazado hacía dríamos tiempo de llegar á bordo.
poco, y un subiri como de una media arroba, muy Las fieras nos asediaban locas de furor; los caba-
abundantes en el Bermejo, aunque son de carne i n - llos se nos espantaban...
sípida. A medida que arreciaba el peligro, adquiria m a -
Con sentimiento dejé la isla de Ñacurutú; pero yor presencia de ánimo.
aprovechamos el tiempo tomando noticias útiles para Mandé reconcentrar las fuerzas á la orilla, d i s -
nuestro derrotero con respecto á los indios. puestos á arrojarnos al r i o , haciendo fuego contra
Una bomba voladora de dinamita, tirada desde la las fieras para ganar tiempo.
Capitana, nos llamaba á nuestros puestos. Sin embargo de la rapidez con que se ejecutaban
Al dia siguiente, al amanecer, debíamos empren- mis órdenes, no se pudo contener el espanto de
der de nuevo la marcha. nuestros caballos, por ese maravilloso instinto de
conservación, natural en todos los animales; al oir
IV. el rugido de la onza y del tigre, no habia fuerzas
humanas que pudieran calmar su ímpetu.
È1 Bermejo llevaba encerradas sus aguas en un Hice entrar en el rio á todos los que se pudo, hasta
canal variable de ISO á 200 metros de anchura, llegarles el agua á la cincha, custodiados por la
bordadas sus poéticas riberas de exuberante y v a - mitad de la fuerza, y la otra mitad hacía fuego s o -
riadísima vegetación, cuyos cuadros mejoraban unas bre las fieras, sobrexcitadas por nuestra presencia
veces en lozanía, otras, cambiando de aspecto, d e - y por el incendio, que las arrojaba sobre nosotros,
jaban adivinar, por el perfume delicado del ambien- ensañándose con algunos de los caballos que no ha-
te , algun espléndido jardín, escondido en la verde bíamos podido arrear, á cuya circunstancia debi-
alfombra que se ofrecía á nuestra vista. mos, sin duda, la salvación de la columna.
Hacía ya ocho dias que habíamos abandonado la ¡ Qué cuadro tan espantoso!
isla de Ñacurutú y seguimos nuestra expedición Ni á propósito que fuera hecho, se hubieran
sin interrumpirse la belleza que se nos ofrecía á la reunido en tan corto espacio de terreno todos los
vista; pero hacía ya dos ó tres dias que oíamos en feroces habitantes de aquellas selvas.
lo más espeso de la selva ruidos extraños, que d e s - El viento duro del 0 . E. nos traía en su vertigi-
aparecían á nuestra aproximación. nosa carrera el incendio, llegando el humo á a s -
Estábamos ya cerca de la laguna Lacangayé « l a - fixiarnos.
guna tragadora de gente,» (la antigua reducción de El rugido de las fieras iba desapareciendo, porque
San Bernardo), y de la laguna de las Perlas. el fuego se aproximaba. Desaparecía un peligro y se
Los cuatro hombres que marchaban á vanguardia presentaba otro.
detuvieron su marcha para participarme que no Mandé hacer un sondeo en el r i o , y de paso a v e -
podíamos continuar; que los indios habian p r e n - riguar si del otro lado habia novedad, estableciendo
dido fuego al espeso monte en ocasión en que el comunicación con el teniente Sandoval para prote-
viento les favorecía, para detenernos por lo menos, ger mis movimientos, rio adentro, en caso de que
pues es un medio de que se valen en sus guerras, fuera vadeable.
porque reúnen en uno solo tres elementos de d e s - Por el estridente grito del vapor, que oíamos de
trucción muy difíciles de combatir; el fuego, el vez en cuando, como diciendo « allá vamos,» pude
humo y las fieras, que los dos van arrojando. comprender que la distancia que nos separaba, d e -
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bia ser de más de dos leguas; suponiendo que vi- daban los rugidos de las fieras, el incendio del bos-
niera á toda máquina, sumada esta fuerza con la de que, el tiroteo de mis soldados, el humo, el rio, la
la corriente, pues venia aguas abajo, no debía de angustia de una muerte indefensa,—¡morir oscura-
tardar en prestarnos su eficaz auxilio. Pero el fuego mente!— ¡achicharrado! ¡ahogado, ó rajadas mis
corria más que el vapor. carnes por la sangrienta zarpa del tigre! Y todo esto
No hubo más remedio: todos tuvimos que entrar en las sombras; el gatillo de mi rewólver no obede-
en el agua para librarnos del elemento devorador. cía á la presión del dedo ante la feroz mirada de la
Las fieras habian desaparecido. onza; ella se adelantaba hacia m í ; yo quería andar
El vadeador nos dijo que en la orilla opuesta no y no podía; parecía que la tierra, aquella tierra que
habia novedad, y que el rio tenía, á lo sumo, unos yo hollaba temerariamente, me queria castigar r e -
siete pies de profundidad y unos 200 metros de teniéndome como si hubiera echado raíces. Enton-
ancho. ces me acordé de mi m a d r e , de aquella casita entre
Estábamos salvados. las riberas del Miño, de aquellos árboles que me
Al tener estas noticias, mandé hacer una cadena dieron sombra y que fueron testigos mudos de mis
entre hombres y animales para poder resistir el travesuras de niño, y hasta del tañido de la campana
empuje de la corriente, organizando el vadeo de del pueblo que me vio nacer. Sí: de todo esto me
toda la columnilla. acordaba; porque al pagar esa terrible deuda no hay
Al disponer su ejecución, vimos el vapor que quien no se acuerde de sus p a d r e s , de su casa y de
avanzaba hacia nosotros con toda la velocidad de su pueblo...
sus calderas, favorecida por la corriente. ¡Qué pesadilla tan horrible!
Suspendimos la operación, para ejecutarla con la El ruido del baldeo, por fortuna, me despertó
protección de las lanchas. bañado en sudor. El movimiento de la idea, impri^
Habíamos perdido en el combate cinco animales, miendo su carácter á la materia, producía el calor,
y uno de nuestros hombres estaba arañado por un fuerza motriz que da vida á todo lo existente.
tigre. Tan pronto me vestí, recibí parte de mi segundo
Eran las siete de la tarde; el vapor ancló. Nues- que estaban ejecutadas mis órdenes, esperándome
tras fuerzas, reunidas en la otra orilla, clavaron sus en la ribera quemada.
tiendas. El sabio Dr. Castro Boedo, cronista de la expedi-
¡Qué emociones! Mi naturaleza española estaba ción, don Natalio Roldan y dos ó tres más de á bordo
satisfecha. nos acompañaban en esta exploración, que no estaba
El herido y yo fuimos á dormir á bordo. prevista en el itinerario.
El mes de Mayo corresponde en estas latitudes
V. al otoño en Europa; así es que íbamos vestidos de
verano. El soldado argentino viste en esta estación
A mis ruegos accedió el señor Roldan, jefe de la chaquetilla á la francesa de dril moreno y pantalon
expedición, á conceder un descanso de dos dias á las bombacho, sujeto por el tobillo por una polaina de
tropas, cuya orden envié al teniente Sandoval para cuero, también en parte del modelo francés.
que la diera á conocer á la tropa, ordenándole al A poco de entrar en el bosque estábamos hechos
propio tiempo, que al toque de diana tuviera las dos unos carboneros, en toda la extension de la palabra,
terceras partes de la fuerza de su mando en la orilla y entre el campo quemado y nuestros semblantes
incendiada, para practicar un reconocimiento que tiznados, parecíamos demonios en el pleno dominio
habíamos combinado con los de á bordo. de nuestras posesiones.
Tras un dia de tan rápidas emociones y después La mecha de donde habia nacido aquel formidable
de una suculenta cena, reparadas las fuerzas p e r - incendio, era un pasto llamado en el país Cimbol,
didas, vino el sueño á suspender en parte la activi- que llega en su desarrollo hasta dos metros de a l -
dad del espíritu, anulando la sensibilidad de la m a - t u r a , naciendo en interminables almacigos, que se
teria, sometidos el uno y la otra á esa ley eterna é asemejan á una tierra sembrada de trigo. Antes de
inmutable de todo ser organizado para la nutrición terminar su crecimiento, es un buen pasto para toda
y para la incubación de la idea. clase de ganado, y á su terminación es muy útil para
El cansancio me produjo un sueño profundo, sin la fabricación de canastos y cestillos (¡nos, aunque
que la idea turbará mis sentidos en la primera m i - en el país no se usa más que para las techumbres
tad de la noche; serian las dos de la madrugada de los ranchos (barracas), tanto de los indios como
cuando desperté; rápidamente pasó ante mi vista el de los cristianos. En la estación en que estábamos,
espantoso cuadro del dia anterior. Me cercioré de cumplido todo su desarrollo, estaba seco, y se con-
que estaba en sitio seguro, y me volví á quedar d o r - virtió en poderoso elemento de defensa de los i n -
mido. Pero entonces mi sueño no fué tan tranquilo. dios, empleándolo como combustible contra n o s -
La idea, en su horno caliginoso se desenvolvía, y en otros.
su concierto tomaban parte los sentidos, menos e m - Dispuse una descubierta por los flancos y á van-
botados para la sensibilidad por el cansancio, y h a - guardia, internándonos en lo que habia sido bosque,
ciéndose eco de las últimas impresiones, me r e c o r - pues en el incendio el cimbol no habia sido más que
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la mecha, por constituir el verdadero bosque mil Antas del tamaño de un burro, de cuya piel se
clases de arbustos, como la coca, el algodón silves- hacen bridas ó riendas que llegan á valer hasta dos
tre , cuyo rosado capullo no tiene alicacion alguna onzas de oro.
en el país, el jume blanco y negro, el añil, de t a n - Jabalíes de tres clases; de piel azulada y blanca,
tas utilidades en las industrias, y tantos otros, de los rosillos y blancos.
cuales nos ocuparemos más adelante. Venados armados de preciosos cuernos, de gran
Como si esto no fuera bastante, plantados, como valor en nuestras industrias.
nuestros olivares, en distancias previstas por la Monos negros de diversas clases y tamaños.
Naturaleza, habia además hasta tres clases de año- Lobos, zorros, nutrias, bizcachas, entre liebre y
sos algarrobos, cuyo azucarado fruto sirve de m a - zorro, pero de buena carne; cabras mansas, corzue-
nutención para los animales feroces que encierran las y los gualacates, especie de armado, de pié y
estas misteriosas selvas, casi sin explorar. medio de tamaño, y de riquísima carne.
Era extraordinario q u e , después de haber andado Otra infinidad de animales comunes en todos los
más de media legua internándonos en el bosque, no países habia en aquel inmenso panteón salvaje, cuyo
hubiéramos encontrado más que un hermoso tigre, detalle omitimos para ocuparnos de otros de más
muerto á balazos, pero de tal manera estaba tosta- valía y utilidad al hombre.
do , que no nos servia para nada; alguna que otra Encontramos dos magníficas boas reales, de h e r -
ave, completamente asada al natural, y un lagarto mosísima piel y de grandes aplicaciones industria-
de más de un pié y medio de largo, por una tercia les; de 27 pies de largo y ocho pulgadas de ancho en
de ancho, enteramente carbonizado. su parte central.
Seguimos, sin embargo, avanzando hasta que e n - Preciosos lagartos, cuyas grasas y pieles, c u r t i -
contramos un gran barranco, llamado en el país das como de ordinario, tienen mejores aplicaciones
Madrejon, que aún conservaba alguna agua pluvial, y más valiosas que las de otros animales.
y algunas, aunque escasas, plantas salitrosas, y ¡ oh En aves citaremos, para no cansar al benévol-
maravilloso instinto de los animales! refugiados allí, lector, nada más que aquellas que merezcan alguna
donde el fuego no les alcanzaba, perecieron, sin particularidad.
duda, por la asfixia, pues todos los alrededores del El avestruz y la chuña, cuyas pieles y plumas
barranco estaban quemados, y carbonizadas las r a - tanto valor tienen en la industria, que, á juzgar por
mas de los algarrobos. su abundancia en este cementerio, debe ser el ani-
1 Qué horrible hecatombe se presentó á nuestra mal más frecuente del Chaco. La chuña tiene la
vista! recomendable propiedad de perseguir con encarni-
Los indios se proponían destruirnos, y no hicieron zamiento toda clase de insectos, que devora ávida-
otra cosa que proporcionarnos los medios para un mente, incluso la langosta, y de una fuerza diges-
inmenso festín. tiva tal, que una banda puede neutralizar los efectos
Una vez más triunfaba el hombre civilizado del de esta plaga.
hombre primitivo. Perdices de varias clases; la martineta ó copeto-
VI. na, tan grande como una gallina de Guinea.
La pava de monte, color café oscuro é iguales á
Mandé tocar tropa para reunir mis fuerzas y s u s - las originarias del Perú, importadas á Europa, p u e -
pender la exploración, porque ya teníamos lo que blan el Chaco y andan en bandas ó grupos de sesen-
deseábamos. ta. Se domestican fácilmente y se cruzan con las
Entre tanto mis soldados se reunían, investigamos gallinas ordinarias.
la cantidad y la calidad de los animales que habían Charatas, ó gallina brava, igual en carne á la d o -
podido escapar de nuestras balas, pero no de la a s - méstica, pero más grande.
fixia producida por el fuego. El faisán, ó gallo bravo, tan codiciado en nuestras
Más de dos mil piezas aquí y allí se hallaban e s - mesas.
parcidas en el barranco; hermosas las unas, de a s - Los cisnes, los patos y otros animales en mejores
pecto feroz las otras, y de utilidad al hombre todas. condiciones para huir del fuego, no cayeron vícti-
El oso hormiguero, extraño animal inofensivo, mas de la guerra santa, que se proponían hacernos
vestido de hermosa piel y crinuda cola, que presta los indios, huéspedes inciviles.
grandes servicios al estanciero ó agricultor, por- Cada ejemplar que se presentaba á nuestra vista,
que persigue, constituyendo su natural alimento, el Dr. Castro Boedo nos explicaba sus costumbres,
la plaga dé las hormigas. sus cualidades y sus particularidades.
Tres clases de tigres y onzas muy temibles, pero Por de pronto, mandamos inmediatamente que
también de hermosas pieles color castaño con m a n - viniera el cocinero de á bordo, armado de todas
chas negras, desde ocho pies de tamaño hasta cuatro. cuantas facas hubiera, para por lo menos llevarnos
Leones castaños y parduzcos, de cuatro pies, de las hermosas pieles, trofeo y botin de nuestra expe-
cabeza á la cola y tan feroces como el tigre y la onza. dición; apartamos desde luego todas aquellas piezas
Gato montes, de la misma familia, pero más p e - que por su carne fueran utilizables.
queño que los anteriores. - En este estado, pensamos en un festin, pues por
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 15

otra parte, ¿qué habíamos de hacer de tanta perdiz, muy sabrosa, fruta conocida en las provincias de
pavas y charatas, pues reuniríamos más de ocho- Catamarca y Santiago.
cientas ? No nos faltaba más que legumbres, imposible de
Propuse una paella para el dia siguiente, á fin de todo punto de proporcionárnoslas sin acudir á las
festejar á la tropa, que, aunque es plato nacional en conservas de á bordo; pero por otra parte, el a r g e n -
España, es importado, como nuestro idioma y c o s - tino se pasa bien sin ellas, y nosotros nos conten-
tumbres, en el pueblo argentino, haciendo con este tamos con una ensalada de pimientos de Calahorra.
desahogo más agradable el descanso de que íbamos Desde Aristóteles que se viene diciendo que el
á disfrutar. alimento ayuda á formar la parte moral del indivi-
Aprobado por unanimidad, se distribuyó la fuer- duo, ó lo que es lo mismo, « dime lo que comes y le
za, ocupándose unos en despellejar animales, otros diré quién eres,» frase que se supone al gastrónomo
en acarrearlos á bordo para pasar á la otra orilla, francés Savarin. Así, pues, nosotros, con tales m a n -
todo lo que se destinaba para el festín. j a r e s , productos naturales del Chaco, á quedarnos
La Naturaleza, aquí tan pródiga de elementos, allí, nos modificaríamos ventajosamente. ¡Y sus
nos proporcionó, encerradas en unas vainas de una dueños naturales los despreciaban!...
pulgada de espesor, producidas por un árbol, una
sustancia que, examinada á la ligera por el Dr. Cas- VIL
tro Boedo, resultó ser tanino; espolvoreando las p i e -
les para su conservación, así evitábamos las conse- Todo estaba dispuesto para las doce del dia; la
cuencias fatales de las sustancias orgánicas en p u - gente de á bordo tomaba parte en el festín en tierra.
trefacción , evitando los sensibles accidentes que se No puedo resistir al deseo de dar á conocer á mis
notan en los buques de la carrera que trasportan lectores el siguiente
cueros en bruto.
Nada teníamos que hacer ya allí; dispusimos la MENU PARA LA TROPA.

retirada para que las tropas se fueran al campamen-


to , y nosotros al Leguizamon. PAELLA: Compuesta de arroz, filetes de jabalí,
Todavía quedaba tiempo para que los aficionados, filetes de gualacates; de aves, pava de monte y
tendiendo sus redes en el rio, y otros extendiéndose charatas.
con prudencia por el bosque no quemado, nos p r o - PESCADOS: Raya y sábalos.
porcionasen pescados y frutas, para que nada faltase Aceitunas sevillanas y vino español á discreción;
en el festín proyectado. café y licores.
Se dieron las órdenes oportunas para que al dia
siguiente estuviese dispuesta la paella en el campa- MENU DE LOS OFICIALES.

mento, mientras que á bordo su inteligente cocinero


ponia en condiciones de conservar las piezas s o - SOPA: Macarrones á la napolitana.
brantes , que eran muchas más que las que pudié- Filetes de tortuga á Vindienne.
ramos consumir, especialmente las aves. ídem de faisán á la argentina, aux petits poids.
Los pescadores nos sorprendieron al dia siguiente Paella á la española.
con una enorme cantidad de pescado, en cuyo d e - Anguila á la sauce piquante.
talle no podemos entrar; pero no por eso dejaremos Raya au beurre noire.
de hacer especial mención por sus condiciones ex- Bagre frito aux champignons.
traordinarias en cuanto á su peso, abundancia y Faisán asado al natural.
finura de su carne. Ensalada á la riojana.
De ellas podemos señalar el subirí del Bermejo, Aceitunas sevillanas.
de peso de unas siete arrobas; la raya finísima que Confiture au sauvage civilisé.
persigue al indio; el dorado, de peso de seis a r r o - Café Rhum. •
bas; pacu, el bagre armado y el dentudo, de menor Kümel.
peso y tamaño; el sábalo, abundantísimo como el VINOS: Madere.
boga y la palmeta, que también hace daño á los i n - Chateau Laffite.
dios. Una enormidad de anguilas de cuatro pulga- Jerez.
das de espesor, cogidas en las lagunas, vino á r e - Oporto.
forzar nuestro menu con las tortugas y los cama- Dispénsame, lector; hablando de comer, hay que
rones. elegir el idioma francés: creo que sabe mejor lo que
Menos afortunados los encargados de las frutas, se come.
no encontraron (tal vez porque no fuera estación á Nuestro pequeño vivac presentaba una fisonomía
propósito), más que inmensas cantidades de miel y de expansion especial. Todo era ir y venir. Unos
cera en los árboles carcomidos, y una fruta como de arreglaban la cocina, otros se ocupaban en ordenar
tres libras de peso, sumamente azucarada y de una el banquete, que á tener un buen servicio de mesa,
fragancia parecida á ciertas manzanas: del árbol del haría honor, por la elección de los platos, á un
mistol, trajeron también una especie de guinda, príncipe.
16 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

De repente, y á un galope desesperado, llegaron —»Indio bueno, no más, con cristiano bueno que
al campamento las descubiertas que teníamos en las ama. Indio pobrecito; no tiene más que raíces para
avanzadas. Teníamos á la vista, según ellos, más de comer; cristiano mucho m á s ; pero cristiano corta
dos mil indios en son de guerra. cabeza de indio y Tata (padre ó Dios) no manda eso.
Si cristiano bueno con indio, indio bueno á c r i s -
"VIII. tiano.»
El discurso hubiera continuado, si el doctor no lo
Los indios de las Pampas argentinas pelean á c a - hubiese interrumpido, abrazando al embajador indio.
ballo, con las temibles bolas, lazos y largas lanzas, Se acordó desde luego que pasaran á nuestro c a m -
y los del Chaco, que tienen pocos caballos, pelean á pamento con toda confianza, pero sin armas.
pié con flecha y maza, y ambos se adornan con p l u - Del número de dos mil que nos habían anunciado
mas y pieles, y aun se pintan el rostro con tintes nuestras descubiertas, apenas llegaban entre g u e r -
ya de tierras tintóreas, ya de vegetales, con c i e r - r e r o s , mujeres y adolescentes, á unos setecientos.
tos signos y figuras groseramente hechas, que les Les invitamos á comer, para lo cual hicimos b a -
dan un aspecto horrible.. jar del buque infinidad de piezas que teníamos para
Tienen por costumbre los del Chaco, ir á las p e - conservar.
leas acompañados de sus mujeres jóvenes y de sus Establecida toda cordialidad, al probar nuestros
hijos; aquellas para recoger el botin, y éstos llevan manjares caminaban de sorpresa en sorpresa, pero
el repuesto de saetas de los guerreros adultos. ésta fué aún mayor al probar los vinos, pues ellos
Yo conocía todas estas circunstancias; por eso no conocen más vino que una especie de cerveza que
creí desde luego exagerado el número de los indios hacen con el maiz, machacado groseramente y fer-
que se nos presentaban; además era muy difícil de mentado, llamándole chicha.
reunir ese número sin que nosotros lo advirtié- Uno de ellos, que habia bebido una copa de k ü -
ramos. mel, me dijo:
De todos modos, tomé las disposiciones necesarias —Cristianó bueno, dime dónde está la laguna en
para evitar una sorpresa. que cogéis esta agua de sol y te doy esto...
Hice desplegar en guerrilla al teniente Sandoval, Me enseñaba una perla del tamaño de un g a r -
y de dos cañones que teníamos á bordo, se bajó uno banzo...
á tierra.
A los pocos momentos Sandoval me mandó el s i - IX.
guiente parte:
«Puesto al habla, me manifiestan ser indios Ore- Por ellos supimos que el incendio del bosque fué
jones, Malalás, Abipones, Ocoles, Vuelas y Mocobis casual, pues para reunir sus huestes se sirven de
que desean saber quiénes somos, á dónde vamos y hogueras que, según cierta manera que tienen con-
qué intenciones tenemos.» venida, establecen una especie de telégrafo.
Considerando muy justas y hasta corteses sus Uno de los más viejos, nos dijo que conservaban
pretensiones, se mandó de parlamentario al doctor la tradición en su tribu del P. Suarez de Cantillana,
Castro Boecio, á quien acompañaba el doctor y yo. que habia vivido entre ellos muchos años y los habia
Igualmente mandaron ellos una diputación, e n - iniciado en ciertas cosas que ya se les iban olvi-
contrándonos á distancia conveniente para entablar dando.
las comunicaciones. Que sabían que habia un Dios bueno y otro malo,
El Dr. Castro Boedo les pronunció el siguiente que castigaba ó premiaba al hombre. Que habia
discurso, con tono solemne:. otra vida, pero que ellos, sin comunicación con n a -
J-. —« ¡ Indios amigos del Chaco! El presidente de la die, no tenían los medios que los cristianos para v i -
república, jefe supremo de la nación argentina, y vir mejor en esta y la otra vida.
por consiguiente de este territorio que pisamos, está Son extremadamente sucios, á pesar de vivir casi
enterado de lo pobrecitos que están los indios del constantemente en el agua. Sus chozas las constru-
Chaco, sin ranchos donde abrigarse, y sin más c o - yen generalmente de cimbol, en forma circular c ó -
midas ni viandas que las que pueden cazar ó pescar; nica; y por electo de la mala alimentación y el
y deseando ayudarles y enseñarles cosas que no s a - desaseo, tienen enfermedades que los diezman.
ben para procurarse manera de vivir más soporta- Las mujeres son un ser abyecto para ellos, y h a -
ble, nos envia para averiguar de cierto el estado de cen los trabajos más rudos, y ellas miran al hombre
las tribus, y ofrecerles su apoyo. » como su único dueño y señor.
A medida que iba hablando, se conocía la i m p r e - Si les hubiéramos dado cuerda, todos se nos h u -
sión que estas palabras causaban en la diputación bieran embriagado, sintiendo un verdadero delirio
indiana. Terminado el discurso del Dr. Castro Boe- por los licores, especialmente por el agua de sol
do, se adelantó uno de ellos, de corpulenta talla y de (aguardiante), y dan cuanto poseen por una botella.
aspecto horrible por sus extraños adornos, y dijo, Son sumamente pedigüeños de todo cuanto nos
procurando imitar la entonación de nuestro sabio ven en u s o , y muy aficionados al cambalache ó c o -
amigo: mercio.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 19

A una india que le regale un espejo de bolsillo, me De estos diferentes sistemas resultó que su c a -
dijo: rácter es desconfiado, huraño, silencioso, y sobre
—Cristiano lindo no m á s ; india pobrecita nada todo rencoroso; única herencia que lega el padre al
tiene, y me señalaba el corazón. hijo, hasta entre ellos mismos.
Hé aquí una declaración primitiva, tan sincera La historia, que no en balde se escribe, demues-
como atrevidamente expresada. tra hasta la evidencia q u e , ensayando con ellos un
Un indio me pidió los anteojos. Otros hasta los sistema dulce, olvidando agravios, y sobre todo, no
botones y los guantes. poniéndose en condiciones de recibirlos, y tocando
Era necesario sacar partido del encuentro, ano- al mismo tiempo que su espíritu su materia, rodeado
nadándolos con los poderosos elementos del hombre de todo el cortejo que la civilización pone en n u e s -
civilizado, para imponernos y hacernos respetar. tras manos, entendemos que nada hay más fácil que
Mandé poner una tabla para hacer el blanco, y reducir estos pueblos y hacerlos ciudadanos, en p o -
varios soldados hicieron algunos disparos. Después sesión de todos los derechos que el hombre tiene s o -
se hizo fuego de granada. bre la tierra, y con todos los deberes que el hombre
Se bajó la cámara oscura, y se sacaron algunos tiene en sociedad. Tarea ineludible bajo el punto de
retratos. vista de la civilización, del honor de América y de
La sorpresa llegaba á su colmo. la repoblación, fuentes poderosas de su futura r i -
Entre nuestros soldados habia un italiano que t o - queza.
caba al acordion, y los dejó maravillados. Es muy larga la materia, y en este trabajo no nos
El campamento tenía el aspecto de una feria; es dado abordarla. Nuestras ideas están emitidas en
grupos aquí y allí conversaban y se comunicaban otra p a r t e ; baste, pues, con lo expuesto para p o -
con la mayor cordialidad sus impresiones. der seguir el relato empezado.
Para concluir y demostrarles algo de lo que cons- Hicimos expedir en todas direcciones propios
tituía también nuestro poder, la disciplina, mandé (chasques), haciendo saber á todas las tribus del
tocar tropa, y al correr nuestros soldados á las a r -Chaco nuestra presencia en él y nuestro objeto,
mas , se asustaron; en seguida se les tranquilizó, para que si nos encontraban no solamente no nos
pues solo era para enseñarles cómo tantos hombres hostilizasen, sino que nos auxiliasen en lo que nos
obedecían á uno solo. fuera menester, y que no omitiesen decirles, sobre
Mandé algunos movimientos, y lo que mayor i m - todo, los poderosos medios de defensa que teníamos,
presión les causó, fueron los despliegues en g u e r -y que usaríamos de ellos en caso de ataque.
rilla. Se dio la orden de estar preparada la escolta para
Era nuestro objeto demostrarles q u e , en mucho partir al dia siguiente al amanecer, mientras que el
menor número, éramos superiores á ellos por los Leguizamon lo haría á las diez de la mañana.
muchos medios de que disponíamos, buscando el Los indios quedaban en el vivac improvisado por
efecto moral. nosotros, y, con franqueza lo digo, temia que llegara
X. la hora. Nuestra misión era otra; si no, allí mismo,
con medios materiales, hubiéramos resucitado la
Algunas consideraciones debemos consignar para colonia Esperanza.
completar nuestras observaciones sobre el carácter Al toque de diana, distribuida la fuerza conve-
y particularidades de estos pueblos, alejados del nientemente, emprendimos la marcha, no sin haber
movimiento y de la vida de los pueblos civilizados. recibido antes pruebas inequívocas de los senti-
Hubo tiempos, en que Ayolas, Irala, Chaves y mientos más sinceros de nuestros huéspedes.
otros, q u e , dominados por el espíritu de su siglo, Al partir se me acercó la joven india, y me dijo:
entendían que la mejor manera de traerlos á la vida —Capitán cristiano, toma; cuando huelas esta
de la civilización era la religion, sin tocar otros hierba (era un n a r d o ) , te acordarás de la chinita
resortes más enérgicos y de consecuencias más (nombre que se da á los criollos, y aun á los indios
trascendentales. p u r o s ) ; más durará en mí tu recuerdo que el olor
El dean de la catedral de Córdoba, Suarez de de esa hierba; pero no la botes, porque sería botar-
Cantillana, misionero voluntario, con el mayor c a - me á mí.
riño, al mismo tiempo que les hablaba de Dios, Íes- . —Adiós, querida chinita, le dije enternecido s e -
tocaba los sentimientos de la vida real, logrando con ñalando al cielo; Tata quiere que nos separemos...
su evangélico ejemplo conseguir sumisión, respeto
y obediencia. XI.
Más tarde, Azara y Solalinde, despertando la m a -
teria, les hizo comprender que el trabajo organizado En ocho dias de marcha llegamos á la altura de
y metódico proporcionaba goces en este mundo, que la laguna de las Perlas, cerca ya del Tren Espi-
la holganza y la desidia les negaban. nosa.
Pero en cambio hubo época en que Peredo, Lava- Nada notable de mención se presentó á nuestra
yen y otros entendían que eran mejores medios vista que pudiera ser apuntado. El cuadro siempre
destruirlos por el fuego y el hierro. risueño y lozano de aquella naturaleza virgen, si se
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interrumpía, era para ofrecernos sus inmensas v a - selvas, el león y el tigre; y por lo mismo que los
riedades. buscábamos, no aparecían.
Hasta aquí el Bermejo era navegable naturalmen- Habíamos seguido el curso de un riachuelo que
te ; con algunas obras de defensa se completaria la afluía al Bermejo; pero á medida que íbamos avan-
obra de la Naturaleza ante el empuje del crecimiento zando me llamó la atención que la uniformidad de
de sus aguas. este curso de agua más se parecía á una obra del
La expedición sabia ya, que para poblar el Chaco, hombre, que de la naturaleza, presentando todo el
tenía el elemento más importante, cual era la gran aspecto de un verdadero foso, de ancho lo menos de
vía de comunicación fluvial por donde trasportar sus cuatro metros, y de una profundidad variable, m í -
tesoros. Sabía, además, que las innumerables lagu- nima de ocho pies.
nas se podían convertir, saneando el país, en otros Llegamos á un punto en que ya no habia duda
tantos canales secundarios, afluyentes al primero. para mis sospechas; aquello era un foso, y un foso
En uno de los frecuentes bancos de arena del dirigido por mano hábil.
Bermejo, encalló uno de los hélices del Leguisa- Cien metros más adelante apercibimos dos hom-
mon, y debido á un esfuerzo desuniforme, se r o m - bres al pié de una especie de estacada. Uno de ellos
pió el eje. era indio, el ol.ro europeo.
Este contratiempo en el Leguisamoh nos obligó á Puestos al habla, y con la más exquista cortesía,
acampar por espacio de dos días sobre el lugar del me dijo:
siniestro, y más tarde veintidós, para reparar la —Caballero oficial, soy el dueño de hecho d e e s -
avería, pues hubo que montar la fragua para fabri- tos lugares, aunque extranjero en el país. Con toda
car la pieza rota. confianza podéis aceptar la hospitalidad que os
Yo creo que todos nos alegramos del incidente, ofrezco en mi propio nombre y en el de la tribu que
porque, además del descanso, nos daba lugar, para voluntariamente me obedece. Soy francés. Esta es
las imaginaciones inquietas como la mia, á exami- la garantía de mis palabras.
nar detenidamente la vecindad.
Buscamos un campamento espacioso y á propósito XIII.
para clavar nuestras tiendas, y unos dedicados á la
pesca, otros á la caza, y otros en cumplimiento de —¡ Un indio parisién! hé aquí una novedad, por
su deber, á reunir ejemplares de plantas, animales, cierto bien inesperada; me dije para mis adentros.
tierras, e t c . , que ofrece la mineralogía y la zoología Ni la distinción en sus maneras y persona, ni la
del Chaco, ocupábamos sin sentir las interminables frase podia hacerme temer de sus palabras falacia
horas. Cada uno soñaba á su manera, y realizaba de ningún género, y con las mismas buenas formas
sus sueños como podía. le contestó en francés:
. —Caballero, yo también soy extranjero, hasta
XII. cierto p u n t o , por más que me veáis sirviendo bajo
una bandera cuyos colores no representan la tierra
El doctor , aficionado á la caza menor, es decir, que me vio nacer. Así lo han querido las líneas d i -
á la caza sin emociones, se dedicaba á ella á su s a - plomáticas y los hijos impacientes por entrar en la
bor; el teniente Sandoval preferíala pesca, aunque plena posesión de sus derechos autonómicos.
era ambidextro; cada cual, pues, con sus secciones —¿Sois español, pues?...
de soldados, también aficionados, nos proporcioná- —Soy español de nacimiento; de aficiones a m e r i -
bamos cuanto nos era menester para tratarnos á cano, y más que americano, argentino.
cuerpo de. rey y ostentar una mesa que nunca nos —Pasad, pasad pronto; quiero abrazaros. Hace
pudimos imaginar en las inmeusas soledades del diez años que no hablo mi idioma, el idioma de Cor-
Chaco; y á decir verdad, solo en momentos solem- neille y de Moliere... Pasad pronto; á tres mil leguas
nes de la vida pudimos disfrutar á gran precio en de la patria que nos vio nacer, los vecinos y los
esta esquilmada Europa. amigos son hermanos, y tras una incomunicación
Establecida la guardia de prevención en el c a m - de diez años, hay el más ferviente deseo de recibir
pamento, al mando del sargento Decker, alemán de impresiones de la patria querida. Aceptando la h o s -
nación, tenía la doble misión de vigilar los alrede- pitalidad que os ofrezco, me dais el placer más gran •
dores, y á ciertas horas, de disparar bengalas, que de que he podido tener en estos diez años...
nos sirvieran de rumbo para no extraviarnos en Al mismo tiempo que se seguía este diálogo, el
aquellas vastas espesuras, pudiendo llegar al c a m - indio que acompañaba al francés ponia unos tablo-
pamento á la hora convenida. nes que se apoyaban en unos pies derechos que h a -
Cuanto más maravilloso te parezca el relato que bia clavados en el medio del foso, uniéndolos entre
voy á empezar, querido lector, más natural y sen- sí hasta llegar á nuestra orilla.
cillo lo encontrarás, si tienes paciencia para llegar Una lágrima bajaba tranquila por la tostada m e -
hasta el íin. jilla del francés, que se hallaba en mis brazos.
Ocho hombres á caballo, perfectamente armados, —Dispensad, amigo mío. A vuestra presencia se
me acompañaban en busca de los reyes de aquellas despiertan én mi alma queridos recuerdos de una
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vida que no quisiera recordar, y que para olvidar- En un pequeño declive del terreno descubrimos
los me impuse voluntariamente este destierro del algunos ranchos.
mundo. El francés me los señaló con el dedo.
—Entonces mi presencia... No abusaré de tu paciencia, querido lector, por
—No concluyáis; vuestra presencia es el bálsamo ahora , parándome en hacer una descripción de
y es el dolor. Cuanto más gratas son las sensaciones las tolderías que teníamos á la vista, ni tampoco de
en la vida, más daño hacen, es verdad, pero más se su interior, ya lo haremos con más oportunidad.
desean. Eran tolderías como todas las de los salvajes.
Permitidme un momento... En cuanto al interior de la de mi francés, ya era
Habló brevemente con el indio que le acompañaba otra cosa; habia en ella hasta el confort, sin el cual
algunas palabras, y partió éste rápidamente en un no puede pasarse, donde quiera que se encuentre,
brioso corcel. ese pueblo que en sus mismos apetitos, mal conte-
—Os lo pido por favor, amigo mió; dispensadme nidos, desenvuelve lodos los ramos de la industria
el honor de pasar algunos dias en mi compañía, si humana, sabiendo sacar partido de todo.
vuestros deberes os lo permiten. Hermosas pieles de tigres, onzas y osos nos s e r -
—No tengo inconveniente y puedo hacerlo, t e - vían de mullidas alfombras. Muebles rústicos, pero
niendo sumo placer en ello; pero yo también n e c e - cómodos, adornaban la estancia. Armas de caza,
sito dar mis órdenes. redes y otros utensilios pendian de las paredes de
—Lo que gustéis. adobes, tapizadas de una especie de esterilla r e g u -
Llamé aparte á uno de mis soldados y escribí en larmente fabricada. Un aseo perfecto y hasta un
una hoja de mi cartera algunas líneas para el t e - ambiente perfumado se respiraba en aquella no
niente Sandoval. sospechada gruta.
Mi soldado salió también á galope. A mi presencia dio la orden para que mi tropa se
—No sabéis todo el bien que me hacéis; por otra alojara convenientemente, dejando á mi asistente
parte, no os arrepentiréis de vuestra estancia en más cerca de mí.
mis tolderías, pues sabréis cosas muy curiosas y de Tan luego como hubo concluido, me dijo:
grande utilidad para nuestra querida patria. Sois j o - —Ahora que quedamos solos y que es hora de la
ven, y podrá servir de algo la moral de mi historia. comida, según nuestras costumbres, en la mesa
"Verdaderamente que ya estaba impaciente por cambiaremos nuestras impresiones, que tanto nos
saberla, en la cual, á no dudarlo, encontraría la ex- impacientan.
plicación de hallar un hombre de sus condiciones en Eran las seis de una suave tarde del otoño.
el mismo corazón del Chaco, hecho un semi-rey de En la habitación en que tenía lugar esta escena,
una horda salvaje subordinada á su voluntad. habia tres puertas cubiertas por unos tapices de
El me asediaba á preguntas sobre su Francia, y seda del país groseramente tejidos, cuyas puertas
en una hora quería conocer la historia de diez años daban paso á otras habitaciones interiores de esta
de su patria, de la que no tenia más que noticias misteriosa gruta, choza por afuera, palacio por
muy vagas. adentro.
Atravesábamos un inmenso campo de girasoles, Con un ademan me indicó que pasara, levantando
plantados aquí y allí, formando una calle alineada; el tapiz que cubría la puerta, encontrándome en un
más adelante se erguían varios eucaliptus de unos expléndido comedor, que muy bien podria pasar por
diez á doce años, tan lozanos y bellos como si estu- un gabinete du Helder, de París, ó chez Peters.
viesen en su tierra natal. Aparadores primorosamente tallados, de maderas
No pude por menos de admirarme, y le dije: indígenas de diferentes colores, como el palo santo,
—¿Supongo que este campo y estos eucaliptus s e - el ébano y el quebracho de varias clases, hábilmente
rán obra vuestra? combinadas sus piezas, formaban un conjunto admi-
—Ciertamente, mi obra, y en parte por olla a d - rable y verdaderos muebles de arte.
quirí la especie de corona salvaje que me ofrecieron Botellas, copas y vasos de cristal de Bohemia,
estos pobres pueblos nómadas. traídos allí misteriosamente, se hallaban sobre la
Ya mi curiosidad no tenía límites. Una interro- mesa, con maestría dispuesta.
gación , y después otra, denotaron visiblemente mi Extrañas sillas con asientos de un artístico tejido
impaciencia. de cuero. Canapés de palo santo y caoba con el
—Calmaos; no es oportunidad de que os conteste; mismo asiento.
cuando lleguemos á mi barraca, ó mi palacio, vos Centros de mesa expléndidos; porcelanas, j a r r o -
mismo le daréis el nombre cuando lo conozcáis; nes, espejos y hasta candelabros suntuosos, en c u -
entonces quedará plenamente satisfecha vuestra c u - yos brazos se ostentaban bujías fabricadas en el
riosidad , y la mia, que aún no está tampoco satis- país, ó mejor dicho, en la casa.
fecha del todo. Cubría la estancia una estera de palma bastante
Era, pues, preciso resignarse, y tú también, l e c - bien tejida, formando dibujos de colores vivos y
tor, si no llegamos tan pronto como la ansiedad nos combinados con gusto.
aguijoneaba. En cada uno de los jarrones que estaban sobre la
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mesa y los aparadores, había hermosos bouquets, de gunos recursos? No os diré más que luego pasó á la
fragancia desconocida. Guayra y Caracas, y á pesar de la guerra en que
Daba luz y aire á la estancia una puerta que con- siempre estuvo sumida esta república, mi padre se
ducía á un jardín, tan esmeradamente cuidado hizo rico y decidió volverse á París. .
como cualquiera de los del alrededor de París. Habían pasado diez años cuando desembarcába-
No creo conveniente malgastar là paciencia de mos en Burdeos; pero entonces mis padres traían
mis lectores, ni el espacio de que puedo disponer, de América una fortuna de 700.000 francos.
en minuciosas descripciones; y aun á trueque de- Retirado'mi padre de los negocios, se consagró
pasar por incompleto, me sacrifico ante el deseo de completamente á mi educación, empeñándose, por
narrar estas inesperadas impresiones. amor tal vez al arte, en hacerme ingeniero indus-
Pasando, pues, por alto ciertos detalles, vamos á trial, por más que mi inclinación era la medicina,
historiar, pues por otra parte, ya estamos cansados por cuya carrera tenía una verdadera vocación.
de ver y leer descripciones de este género; y si he Antes de concluir carrera alguna, murió mi
apuntado las anteriores, que nada de notable t e n - madre.
dría en Europa ó en cualquiera ciudad de América, Tan rudo golpe dejó á mi padre en la mayor pos-^
allí, en el Chaco, en el interior de pueblos salvajes, tracion, y por completo me encargué de los asuntos
no solamente me sorprendían, sino que me admi- de mi casa, sin que mi padre me tomase cuentas de
raban. ningún género. Cuatro años más tarde murió; yo
tenía entonces veintinueve años.
Me quedé solo en el mundo, acompañado de unos
XIV.
600.000 francos; compañía harto peligrosa para
ciertas imaginaciones.
Sirviéndomela sopa, me dijo: No sabía qué hacer. En ninguna parte estaba á
—Nací en el faubourg Saint-Antóine, de París. gusto; á todas horas notaba la falta de mis cariñosos
Mi padre, Mr. Vernuil, era un inteligente y laborioso padres.
artista en madera, y digo artista, porque hacía con Resolví viajar. Me fui á Italia. Visité todo lo más
ella todo cuanto pueden hacer diferentes obreros, notable que encierra Europa, y en Baden, en Spa,
formando especialidades, que enlazadas resultan en Vichy y en Biarritz hice conocimientos fatales,
esos maravillosos muebles de a r t e , exigidos por la que desgraciadamente renovaba en París en los i n -
creación moderna. viernos.
Pero, á pesar de todo esto, no estaba satisfecha, Por"último, en cinco ó seis años devoré la fortuna
ni con mucho, su ambición. que mi padre me habia dejado, con tantos afanes
Un día llamó á mi madre (yo tenía entonces cinco adquirida.
años), y le dijo: —No es nueva vuestra historia, le repuse. Es la
•—Ya ves lo que trabajo, y sin embargo, en cinco historia eterna del hijo del indiano.
años de economías y privaciones no he podido r e u - —Tenéis razón. Los padres hacen sus fortunas
nir más que 8.000 francos; por este camino, y s u - e n a m o r i c a , y los hijos las deshacen en Europa.
poniendo que no tengamos más hijos y ningún c o n - Estaba arruinado, y como cuestión de dignidad
tratiempo, tardaré más de veinte años en reunir era neceserio ocultarlo.
cantidad suficiente, ó para establecerme, ó para Vendí todo cuanto pude reunir de supérfluo, que
emprender algun negocio; he dispuesto partir para no era poco, pagué mis deudas, que eran muchas,
América; allí mi trabajo será mejor retribuido, y y acordándome de lo que decia mi padre, me vine á
ganando más, trabajaré con más ardor. América.
Mi madre, que lo amaba entrañablemente, aprobó Me embarqué con 35.000 francos, y me decia:
desde luego su plan. «Mi padre, con menos cantidad y más gastos, se hiio
Dos meses después, desembarcábamos en la Mar- rico: ¿no haré yo lo mismo?»
tinica. ¡Cuánto me equivocaba! Mi padre, acostumbrado
Asociado á un comerciante francés, montó un al trabajo y á la economía, sabía pasarse sin lo que
gran almacén de muebles, y en pocos meses triplicó yo consideraba indispensable. No podia, por otra
su dinero, deshaciendo la sociedad comercial con parte, romper en pocos días mis costumbres de
nuestro compatriota á los dos años. años enteros de hijo del indiano.
Ya con mayor capital y con conocimiento del país, Desembarqué en Buenos-Aires, y en pocos meses,
emprendió solo otros negocios, en los cuales tuvo ya sin contener mis resabios, ya sin práctica en los
gran acierto, y más que nada suerte, y muchas v e - negocios, me quedé sin un centavo.
ces le he oido decir: «Haciendo aquí exactamente lo Vendí mi reloj, que era un magnífico regalo de
que hacía en París, gano cuatro veces más aquí que mi p a d r e ; pagué algunas deudas, y me vine á Cor-
en París.» rientes. Allí, en una casa francesa, compré bisute-
¿Para qué os voy á cansar con los detalles de una ría ordinaria, y en compañía de un gaucho, á quien
historia vulgarísima en estos países para los h o m - le daba participación en los negocios, tomé el oficio,
bres inteligentes, laboriosos y que disponen de a l - tan socorrido en este país, de mercachifle (buhone-^
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 27

ro), oficio que me permitía ir de un lado á otro para trucción del gran foso que nos rodea, cuyo objeto
conocer el país y estudiar el camino que me pudiera principal es dar salida á las aguas de la laguna que
convenir; y por otra p a r t e , mi imaginación, algo tenemos á media legua de aquí, y aislarnos comple-
fantástica, me llevaba á otro objeto, cuyo sueño he tamente de los indios y las fieras.
realizado completamente. Yo mismo tracé los canales de desagüe, formando
Llegamos hasta las estancias que más en contacto el foso y aprovechando los accidentes favorables del
están con los indios, en donde cambiábamos n u e s - terreno para llevar las aguas de la laguna al Ber-
tros géneros, ordinariamente por plumas y pieles, mejo. Y tanto para esto cuanto para cortar m a t e -
dándoles telas ínfimas, espejos, abalorios y otras riales , no solamente les mandé herramientas, sino
baratijas. que visitaba con frecuencia los trabajos, en donde
Tres años estuve haciendo este comercio, y el tenía además un carpintero tan competente como
trato con los indios me hizo conocer su carácter y fiel á mis instrucciones.
condiciones, procurando eludir ciertas astucias, que Algunos meses se tardaron, sin embargo, en p o -
les son tan características, hasta que una ocasión ner el terreno elegido por mí en condiciones de
vino á darme una superioridad, que me colocó en la comprometerme á venir á habitarlo, á pesar de e s -
situación que me veis. tar trabajando en los fosos más de trescientos ope-
rarios, entre hombres, mujeres y chicos.
Por fin me decidí, y aunque faltaba mucho que
XV. hacer, ya casi no ofrecía peligro por tener uno de
los brazos del canal terminado, un inmenso campo
Un indio de importancia en su tribu, tenía unas de girasoles plantados y mis jóvenes eucaliptus flo-
intermitentes (chucho) tenacísimas. Me llamaron recientes, teniendo por objeto sanear la atmósfera,
para ver si lo podia c u r a r , y le hice tomar unas según la ciencia moderna.
pildoras de quinina y además una infusion constante Dentro de este foso que habéis cruzado están e n -
de hojas de eucaliptus. Tan acertado estuve, que cerradas unas tres leguas cuadradas del terreno
las tercianas cesaron. Mas al poco tiempo fué una más feraz que tiene el Chaco, como podréis ver
verdadera epidemia. Todos, en la tribu, estaban mañana.
atacados. Extinguimos las fieras y los bichos perjudiciales,
Estudié el país y me convencí que sería inútil aclimatando los útiles, y hasta domesticando al oso
toda la quinina del mundo, porque la causa estaba hormiguero como si fuera un perro.
sostenida por un inmenso madrejon, ó laguna de Desde el primer dia hice hacer plantaciones de
aguas muertas. En la imposibilidad de hacerla d e - maiz, cebada y legumbres para distraer todo lo
secar, les aconsejó que cambiaran las tolderías por menos posible los brazos en busca de alimentos y
un punto que yo les indiqué, y administrándoles poder cubrir las atenciones de la tribu en cuanto á
mi específico, ni uno solo resistió al tratamiento. hombres y animales.
De tal manera creció mi reputación y ascendiente Cuando me decidí á venir, me traje todo lo más
sobre la t r i b u , que me costó no poco trabajo salir indispensable para mi uso particular, y á medida
de allí, y para eso con mil protestas de volver. que fué pasando tiempo, fui completando, hasta
Las cosas marchaban por el camino que yo queria, donde veis, mis utensilios, que mi corresponsal de
y el comercio que hacía con ellos casi dejó de ser Corrientes me enviaba por cuenta de géneros indí-
comercio, pues ellos me traían todo lo que yo q u e - genas que le remitía; y entre el carpintero y algun
ria, y les daba lo que buenamente tenía á mano. indio que por su afición demostró buenas condicio-
Efecto de la mala alimentación y de las pésirsas nes, hicimos el mobiliario y el palacio en que estáis.
condiciones higiénicas en que viven, se desarrolló —Permitidme que no adivine cuál es el motivo
el tifus entre ellos de una manera alarmante. Casi de vuestra permanencia en...
todos los atacados murieron. El cacique fué atacado •—No seáis impaciente; á eso voy.
también é inmediatamente me mandó llamar. Con muy poco trabajo obtengo de esta feracísima
Aunque con alguna aprensión, por amistad y por tierra cuanto nos puede hacer falta para nuestra
humanidad acudí á la cita, llegando á tiempo de alimentación, ayudado de alguna que otra máquina
salvarlo á él y algunos más de su tribu, volviéndose que he traído. El resto de la t r í b u l o dedico á t r a -
á repetir la misma escena de no quererme dejar bajar, el tiempo que buenamente quiere, en el corte
volver á la estancia. de maderas, que mando rio abajo por el Bermejo en
Entonces llegamos á establecer seriamente un angadas, balsas que llegan con muy poca dificultad
pacto para quedarme; era éste: hasta Corrientes, en donde se benefician, remune-
1.° Que yo habia de elegir el punto. rándolos con ciertos vicios que aun en los países
2.° Que me habían de obedecer en todo cuanto más cultos son tolerables; me refiero á los licores,
les mandase, y que es lo que más aman. Pero mi mayor beneficio
3." Que bajo ningún concepto se comunicasen es la pesca de la perla, que guardo cuidadosamente,
con las demás tribus. porque el comerciar con ella sería indudablemente
El punto elegido fué este mismo, previa la cons- comprometerme.
28 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

—¿Por qué? Molle produce una hoja aceitosa, que es la mejor


—Porque se apercibirían de ello, empezando por sustancia para curtir becerros. El Pájaro bobo, es
mi propio corresponsal, y dominado por la codicia, madera muy ligera, de tallo resto como la caña de
me traería dificultades. No es un egoísmo. Es una yacuará; sirve para hacer fuego frotándolo entre sí,
precaución que me impone el instinto de conserva- cuando está bien seco; sus hojas tienen de potasa
ción. Así es que mi aislamiento obedece también á su peso específico. Todos ellos de altura de más
esa idea. de 20 metros.
•—Así procedieron los antiguos misioneros en el Los descritos y otros muchos, tienen cantidad i n -
Paraguay. mensa de tanino, en su corteza unos, otros producen
—Es verdad; pero aquello no tenía razón de ser, gomas, otros bálsamos y otros frutas exquisitas de
porque eran los más fuertes. En el caso en que e s - que poder fabricar aguardientes.industriales, y t o -
toy yo, no, porque me absorbería el número; por- dos en general maderas útiles para toda clase de
que yo soy el más débil, y solo gracias á ese aisla- construcciones, inclusas las navales y los muebles
miento be podido dominar estos salvajes, que, en el de lujo que aquí mismo podéis observar.
fondo, en sus manifestaciones y apetitos, tan poco Y es necesario que tengáis en cuenta que nada
se diferencian de los pueblos que se precian de no os digo do otros árboles conocidos en nuestro país,
serlo. como son el nogal, la morera y mil clases de a r b u s -
—Me parece que os olvidáis que sois europeo y tos que ni aun yo mismo conozco.
francés... —De manera que os habéis repuesto en vuestra
—No tal; una de las manifestaciones inherentes fortuna, y las maderas fueron las que os hicieron
al hombre, cualquiera que sea su grado de civiliza- rico.
ción, es entrar en inmediata posesión de todo cuanto —Las maderas por sí solo harían la riqueza de
ve. Cuanto más civilizado está j más enmascara su cualquiera, y por ella empecé; pero las perlas, que
deseo, estamos conformes, y esa misma civilización se encierran en menor volumen y se trasportan fá-
le da infinitos medios, que se llaman legales, para cilmente, constituyen mi verdadero tesoro.
conseguirlo. El hombre primitivo, que no conoce —¿Y cómo tenéis la franqueza de, al primero que
nada de eso, sin ambajes va derecho al fondo. Pero llega, espontanearos después de tantos años de p r e -
dejemos esto, que no es de este lugar. cauciones?
—Porque hace tiempo que tengo pensado aban-
donar el país. No lo he hecho antes, porque tenía
XVI. miedo de que los indios no me dejasen, no perdo-
nándome lo que ellos llamarían traición; así es que,
Habíamos concluido de comer. Pasamos al jardín aprovechando vuestra presencia, aunque por el m o -
para tomar café y fumar, porque en los Estados de mento los engañé, no se podrán oponer, y me iré
Mr. Vernuil no faltaba nada de lo que pudiera d e - con la expedición. Además, me inspiráis confianza...
sear el más refinado sibarita; francés al fin. y tenía necesidad de comunicar mis impresiones.
Nos arrellanamos en unas mecedoras de lona, c u - —¿Y vuestros indios?...
yos esqueletos eran de una madera extraordinaria, —Dirán que les dejo un germen de civilización,
que por llamarme la atención, me dio en seguida la si la saben aprovechar. Haré lo que hace todo e u -
siguiente explicación de ella, y de ésta pasamos á ropeo. Se lleva el fruto de su trabajo; pero si se
otras varias. quiere, deja más en el país que lo que se lleva, y
—Esta madera, que en el país se llamaguayacan, mañana os enseñaré lo mucho que les dejo.
es el ébano americano; tiene la extraña propiedad —Es verdad, y con ello ganan Europa y A m é -
de petrificarse, y se endurece de tal manera, que rica.
sustituye, en caso de necesidad, al h i e r r o , y sus —Más ganarían ambas, si antes vinieran los e u -
ramas producen una vaina de una pulgada y media ropeos, pues sabed, amigo mió, que para un hombre
de espesor, llena de tanino. La palma y el cedro que llega á América con algunos recursos, vienen
son los más abundantes en el Chaco, aunque son mil sin elemento alguno. Nadie piensa en América
tantos y tan variados los árboles maderables que más que cuando está arruinado, ó cuando el hambre
forman sus bosques, que llenaría muchas páginas en lo acosa en Europa, ó tal vez en condiciones peores;
describirlos, y solo me contentaré con algunas cla- pero aquí, aunque venga desmoralizado, ordinaria-
ses extrañas, porque además de su utilidad como mente se moraliza.
madera, tienen otras propiedades, por más que
prescinda de las tintóreas, tan comunes.
El Vacará, parecido al cedro en cuanto á su d e s - XVII.
arrollo , sus hojas sustituyen ventajosamente al j a -
bón. El Tarco, puestas sus hojas en maceracion, son Sin embargo que me merece respeto vuestra m a -
un gran antisifilítíeo. La Tipa, de grande utilidad nera de apreciar las cosas, debo haceros observar
para construcciones. El Yuchan, que produce unas que en América hay pobres, y europeos que no l o -
cápsulas de algodón de aplicaciones industriales. El gran hacerse una posición.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 29

—En América, por regla general, es pobre aquel cesidades que tiene el país para su prosperidad.
que, aunque la fortuna llame con insistencia á su Primero necesita un Gobierno que garantice la
puerta con herencias y toda clase de eventualidades, libertad individual; que esa garantía se propague
sería pobre en todas las partes del mundo, al día de una manera extraordinaria por toda Europa,
siguiente de haberse hecho rico. Pero al hombre y más especialmente por los pueblos de la raza l a -
industrioso, trabajador y ordenado, su labor, como tina. Que fomente la emigración con preferencia á
decia mi padre, le producirá cuatro veces más que todo, favoreciendo la de la clase proletaria de E u -
en Europa, porque el país es nuevo y necesita de ropa por todos los medios posibles, para que con
todo. Es un grande error el que están cometiendo estas bases en el país, vengan los hombres de n e g o -
muchos europeos, empeñándose en quedar en los cios con su actividad y capitales á desenvolver las
grandes centros, donde hay todo lo necesario y son infinitas industrias que tienen que desarrollar en
más difíciles de conocer las aptitudes de cualquier estos ricos campos, cuya abundancia en primeras
emigrante. En los pueblos de la campaña, el estan- materias no tiene rival en el mundo.
ciero, el industrial, y en general el movimiento del Los hombres de negocios no vendrán mientras no
trabajo para aumentar su esfera de acción, busca el tengan primero paz y buena administración, y s e -
brazo inteligente y laborioso; y como la sociedad es gundo, obreros de qué disponer; porque si n o , sus
más estrecha, se ve más pronto al hombre útil; en industrias, pagando muy cara la mano de obra, r e -
una ú otra cosa pronto encuentra ocupación lucra- sultarán más caras que traídas de Europa. Y hay
tiva, cualquiera que sean sus aptitudes. ciertas cosas que no se pueden importar, como son
Buenos-Aires, Rosario, Córdoba y los grandes las vías de comunicación, tan indispensables para el
centros, tienen todo cuanto pueden necesitar, y solo desarrollo material; resultando que las que se están
quedan las vacantes naturales al aumento de pobla- haciendo hoy, además de salir carísimas, tienen que
ción, á las defunciones, y más que nada, al m o - esperar muchos años á que vivan por sus propios
vimiento del emigrante, una vez realizados sus recursos.
ideales; pero todo esto es poco, en atención á Los indios, que hoy son un elemento de oposi-
que el mayor número de emigrantes prefiere estos ción, dejarían de serlo si con el espíritu que yo he
centros. desarrollado en estas tolderías se establecieran c o -
En estos países, más que en ningún otro, es un lonias agrícolas militares para reducirlos, no por la
factor importante de prosperidad la iniciativa indi- razón de la fuerza, sino por la fuerza de la razón.
vidual, es necesario inventar, y en el campo, ante Es disculpable hasta cierto punto que estos jóve-
la ley de la necesidad, todo se Crea uno mismo, y lo nes Estados no hayan hecho todo esto, porque es
hace uno todo. muy corto el período de su historia como naciones,
Si el elemento primordial de la riqueza de A m é - y aun han tenido serios contratiempos con dicta-
rica son los productos de la tierra, que tanto valor duras que los han alejado de todo contacto civi-
tienen, deben formar la base de su prosperidad, y lizador.
tras de ellos se debe ir. Después vienen natural y Hoy todo hace creer que América entra por esa
espontáneamente las industrias; pero sin precipi- magnífica vía cuyo cuadro os he trazado, y precisa-
tarse, lógicamente ordenadas. mente para eso quiero ir á Europa, para ayudarla
¿Qué me diríais si quisierais tener un hombre de por un sentimiento de gratitud y también por h u -
treinta años sin que antes tuviera veinte? ¡Que es manidad, haciendo una buena propaganda y dando
un absurdo! á conocer este hermoso país, en donde tantas p r i -
Pues los hombres, como las cosas, tienen forzo- meras materias se pierden por no tener obreros que
samente que sujetarse á esa ley inevitable. las beneficien, mientras que en casi todos los p u e -
Primero hay que explotar la riqueza agrícola; blos de Europa su obrero vive agobiado por el peso
luego vienen ilas industrias, y antes que los ferro- con que vienen recargadas todas esas materias p r i -
carriles, es el camino carretero, y antes que ambos meras, dejando rendimentos crecidos á todo el m u n -
es la población productora. Es tan rudimentaria do, menos al pobre obrero.
esta teoría, que no hay más que abrir la historia Pero en mi propaganda les he de advertir los i n -
y se verá cómo se constituyeron todas las socie- mensos peligros que pueden correr si no tienen
dades. presentes mis advertencias.
Si este movimiento no es ordenado, tanto por —De manera que de realizarse ese cuadro, r e s u l -
parte de los Estados como de las sociedades, v e n - taria que hoy América es tributaria de Europa en
drán las perturbaciones y el desequilibrio, y ni el sus manufacturas y después seria al revés.
hombre adelantará un paso, ni el Estado tampoco. —Exactamente, y estoes lógico, pues teniendo
—Veo que conocéis las verdaderas necesidades de población, las industrias se montan allí, al pié de
estos países. donde nacen las materias primas, alimentando las
—Llevo trece años en el Plata, y de ellos diez en fabricaciones en condiciones económicas de p r o s -
estas tolderías; por consiguiente, aquí, en la clase peridad.
de vida que h a g o , las dificultades que he tenido Mucho se necesita para llegar á eso, ya lo sé;
que vencer son las que me han enseñado las n e - pero si se obra ordenadamente, el Estado no tiene
30 BIBLIOTECA I L U S T R A D A DE J . G A S P A R EDITOR.

que hacer más que dar el primer impulso, hacer el que por su inmenso consumo es un producto de sa-
primer sacrificio, que es crear la población; el resto lida segura en el mercado, aunque tiene graves i n -
ésta misma lo hará, por su propio espíritu utili- convenientes su cultivo; inconvenientes que la
tario. ciencia moderna va corrigiendo. Y lo mismo digo
Pero nos hemos alejado demasiado, y por otra del lino.
parte ya es hora de recogernos. En estos países no Siguiendo las indicaciones del sabio naturalis-
se puede abusar del fresco de la noche, por más que ta (1) Humboldt, hice traer de Málaga y Sevilla a l -
sea agradable: además, en el campo se recoge uno gunos miles de patrones de olivos, que casi todos
temprano y se levanta también. Con que nos r e t i r a - han prendido; pues no soy tan egoista q u e , aunque
remos á descansar. el fruto no sea para mí, quiero dejar este recuerdo
Y hablando y andando me dejó en mi habitación, como gratitud al país.
que en nada se diferenciaba de un dormitorio del De la isla de la Madera y de Jerez hice también
hotel más elegante. traer miles de majuelos que he plantado y que e m -
piezan á dar fruto, teniendo en cuenta el terreno y
su posición, según las prescripciones de la ciencia.
XVIII.
Monté un alambique que hoy está funcionando,
haciendo con las frutas del país tan buenos licores
A eso de las cinco de la mañana del dia siguiente como en Europa, que reparto prudencialmente e n -
se me presentó un joven indio, como de unos cator- tre los indios.
ce años, y me dijo: Les he enseñado á dirigir la recría del ganado,
—¿Quiere el señor café ó té? especialmente el vacuno y caballar, tan abandona-
Le pregunté si Mr. Vernuil estaba levantado, y dos, y solo con el producto de la venta de nuestras
contestándome afirmativamente, le dije iria á t o - lanas, les compro cuantas telas pueden necesitar
marlo con él. para cubrirse y para ropas del uso doméstico.
—Si os parece, antes de almorzar iremos á r e - Les enseñé á dormir en camas, cuyos jergones se
correr mi colonia, me dijo Mr. Vernuil sonrién- llenan de paja de maiz, que cultivamos en gran e s -
dose. cala para alimento de nuestros animales.
•—Estoy á vuestra órdenes. Les hice adoptar una alimentación higiénica y
—Luego quiero ir á visitar al jefe de la expedi- sana, acostumbrándolos al uso de ciertas legumbres
ción, don Natalio Roldan, para ponerme á su d i s - para neutralizar el consumo inmoderado que hacen
posición ofreciéndole mis servicios. de la carne, alternándolo con el pescado, tan a b u n -
Pocos minutos después nos hallábamos en una dante en las lagunas y en el r i o , y en una palabra,
era en donde se hallaban todavía los rastros de la los dejo á la puerta de la vida de la civilización,
trilla del trigo. porque enseñándolos á consumir, por u n instinto
—Sí; cogemos el trigo necesario para nuestro natural llegarán á producir.
consumo; siembras y aun reservas que todos los En aquel momento llegamos hasta un grupo de
años renovamos. Y como podréis comprender, á mujeres y chiquillos que se estaban ocupando en
esto se sigue la instalación de molinos que he m o n - desgranar maiz bajo la sombra de un viejo y corpu-
tado con fuerza animal y su corespondiente horno lento vinal.
para la panificación, haciendo que estas pobres g e n - Nos saludaron cortesmente, y continuamos n u e s -
tes sepan lo que la naturaleza pone á nuestra dispo- tro paseo.
sición cuando el hombre sabe aprovecharse de su —Ya lo veis cómo trabajan. Y no creáis que soy
actividad. yo el que se lo manda, es su jefe natural, el cacique;
He hecho montar lo más indispensable á nuestro para todo cuanto hay que hacer me dirijo ó él, y
consumo; pero si mis ¡deas fueran otras ó tuviera como saben que el beneficio es para ellos, nadie
una garantía de que no habia de ser invadido por rehusa, porque la cosa es muy sencilla.
mis vecinos, hubiera montado algunas industrias Antes, para procurarse alimentos, sin h e r r a -
que por la espontaneidad de su producción están mientas ni otros medios, pasaban muchos apuros
tan indicadas; pero dejo este trabajo á quien me s u - para conseguirlo, y para eso, como podréis c o m -
ceda, y al que venga aquí en otras condiciones y con prender, muy incompletos; hoy, con sus herramien-
otras ideas. t a s , semillas y los demás elementos que he puesto
Aquí tenéis, por ejemplo, la caña de azúcar, que en sus manos, es decir, con mucho menos trabajo,
se produce espontáneamente y que ha de ser el gran llegan á obtener una vida más regalada. Con estos
porvenir de estos campos. argumentos, con los cuales no hay necesidad de
La seda y el algodón; el tabaco se dá lo mismo emplar grandes esfuerzos de persuasion, los he
que en el Paraguay, y aun cuando es más inferior al conquistado. No tengo tiempo material; si n o , no
de la isla de Cuba y al del Brasil, es un producto de hubiera dejado mi obra en sus rudimentos.
primer orden por su valía en los mercados. —Lo comprendo perfectamente, porque hay c i e r -
Pero la explotación más indicada, sin preparación
previa de ningún género, es el plantío del arroz, (1) Líneas isotérmicas.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 31

tas doctrinas que son tan naturales, que no necesi- doscientos ejemplares de maderas y una buena c o -
tan más que su práctica más sencilla. lección de zoología, retrayendo al emigrante por
En nuestra plática llegamos hasta la laguna de espacio de más de treinta años. .
«Las Perlas,» cuyas trasparentes aguas, además de —Permitidme que os emita una idea. Así como
dar frescura y vida al reino vegetal, guardan en su en Europa, cuando entre nación y nación hay alguna
seno una riqueza ¡nexplotada aún seriamente, la diferencia, antes de declararse la g u e r r a , la diplo-
perla, que es lo que decidió indudablemente á m o n - macia, para conservar eso que se llama el equili-
sieur Vernuil á plantar allí sus reales, previas las brio europeo, trabaja poniéndose de acuerdo, ¿no
obras de saneamiento de que se ha hablado. podría América, por ese mismo interés colectivo,
—Mis esperanzas al establecerme aquí, corres- impedir y hasta castigar ella misma semejantes
pondieron al resultado; tomando, por supuesto t a m - desmanes, por interés propio ?
bién, algunas precauciones. —Eso, amigo mío, sería hasta cierto punto lógi-
Tanto en época de los españoles como de los a r - co, y de la doctrina Monroe es lo único que tiene
gentinos, se han hecho muchas tentativas para de aceptable, aunque por otra parte hay ciertas
arrancar al salvaje la posesión de hecho de estos ofensas que no se hacen á una nación determinada,
deliciosos lugares, para entregarlos á la actividad y sino al hombre, á la civilización, y todas las nacio-
á la utilidad del hombre; pero unos y otros no t i e - nes que se precian de civilizadas, tienen derecho á
nen nada que echarse en cara; han obrado con tal intervenir, pero no en nombre de tal ó cual nacio-
lentitud, con tan grande falta de medios y tan i n e - nalidad, sino en nombre del mundo civilizado.
ficaces, que sus reducciones y sus fortines, ó no l l e -
naban por completo su objeto, ó los dejaban expues-
tos al primer empuje de estos hombres primitivos, XIX.
desapareciendo al fin sin adelantarse nada en sus
propósitos. —Decidme qué hacen allí aquellos indios.
En el mismo emplazamiento en que estamos, he —Están dedicados á su pasión favorita. Pescan.
encontrado infinidad de ruinas y aun de materiales —¿Qué pescan?
que he aprovechado para mis construcciones ds —Patos. Que por cierto es muy curioso. Con
reducciones abandonadas ó fortines asolados. esos inmensos calabazos, que se llaman en el país
Algo se debe, y no poco, á la iniciativa individual zapayos, vaciada completamente su médula ó c a r -
de nacionales y extranjeros, aunque esta clase de ne, hacen una especie de casco con muchos agujeros
intentonas son muy expuestas si no cuentan con para respirar y ver. Se los ponen en la cabeza y
grandes elementos y la protección decidida del E s - entran muy despacio en la laguna, hasta acercarse
tado. al pato, que cogen por las patas. Si su objeto es c o -
El naturalista Bompland, cuyos pasos he procu- ger muchos, los dejan asfixiarse dentro del agua; si
rado seguir, llegó á establecer en el Paraguay una no, los atan y los sacan á la orilla.
colonia parecida á la mía. Entonces aquel mártir —¿Y á qué los destinan?
fué víctima, no de sus indios, pero sí de un civili- —Eso es según sus clases. Los ordinarios los
zado salvaje, del doctor Francia,. estrafalario d i c - hago cebar, y de vez en cuando preparo el magní-
tador de aquel hermoso y rico país. fico paté foie gras, de tanta celebridad en S t r a s -
Un dia que se levantó de mal humor, hizo dego- burgo, y la carne, que no se come en fresco, c u r a -
llar á toda la población que tenía Bompland, y á él da al humo , nos suple muchas veces, y con gran
se lo llevó para la Asuncion, sumiéndolo en un c a - ventaja, á la carne común. Esta es una de las m u -
labozo por espacio de siete años, por no sabemos chísimas industrias que se pierden en este país,
qué frivolo pretexto. pues la abundancia de esta palmípeda en el Chaco,
Al destruir el doctor Francia la colonia de Bom- es monstruosa, y para que nada falte, no muy lejos
pland, no eran solo los intereses materiales que se de aquí tenemos muchas y muy variadas clases de
perdían, sino el efecto moral que este hecho produ- tierras á propósito para iniciar una industria nueva
ciría en Europa, pues hay que advertir q ue todo para el pais; os hablo de la cerámica, contando con
hecho ocurrido en América de semejante naturale- un kaolin tan bueno como el que puedan tener los
za, por más que se empeñe uno en localizarlo para chinos; dicho esto, comprendereis que los envases
declinar su responsabilidad, es toda la América á la para nuestro foie gras habían de ser fáciles de o b -
que se la hace responsable, aunque injustamente. tener. Pero hoy por hoy, además de aprovechar la
Y aún no es eso todo. Hombres ilustres del viejo carne, hacemos artículo de comercio con las plumas
continente hacen hasta alarde de no conocer la de una especialidad de estas aves, no tan abundan-
geografía política del país, y aun ha habido alguno te, que tienen sus plumas un color café tornasolado,
que ha preguntado: «¿Qué idioma se habla? dans y rizadas, que parecen de terciopelo; plumas que he
ces petits pays lá. » visto vender en nuestras tiendas de París hasta
Con el desastroso fin de Bompland se perdieron en 30 francos.
una colección clasificada de más de seiscientas cla- —Esto es prodigioso.
ses de ejemplares de plantas medicinales, más de —La ocupación más agradable que le podéis dar
32 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

al indio del Chaco, es andar en el agua, y yo no los salen en balsas para el Paraguay, no hay razón
contrarío, sino que les aconsejo las horas más á para que no llegasen nuestras cajas de conservas
propósito en que deben hacerlo para evitarles e n - hasta Buenos-Aires, depósito general de extracción
fermedades. para todas partes.
—Es indudable. Y no se concibe cómo esto no
se hace.
XX.
•—No se hace, primero, porque estos datos son
muy poco conocidos; y segundo, porque hay en este
Las riberas de esta inmensa laguna estaban bor- país negocios de campo tan productivos, que no
dadas, ya de anchas hojas de plantas acuáticas, ya ofrece trabajo de ningún género su explotación. El
de un verdadero dédalo inextricable de infinitas ganadero ó estanciero, ¿qué trabajo tiene? Simple-
plantas de especies varias, de aromas indetermina- mente esperar sentado á que por sí solo pase el
dos, donde tan pronto dominaba el nardo y la vio- tiempo necesario para que le deje un beneficio
leta, como el jazmín y el azahar. de SO por 100 al año el capital empleado, viendo
Y en este salvaje jardín, exuberante de perfumes cómo engordan sus ganados y cómo se reproducen,
y colores, en apretada vecindad, las plantas t r e p a - y todo lo más tener que pagar sus capataces y
doras subian adheridas por el tronco de alguna e s - peones.
belta palmera ó aromático sándalo, buscando para —Ahora me explico por qué esos inmensos c a m -
sus pétalos la luz del sol. pos que he recorrido en ferro-carril no están sem-
Allí, sobre aquel lecho de verdura y aroma, a n i - brados. Porque hay otros negocios tan pingües y
daban el blanco cisne y el pato de afelpada pluma, que dan menos trabajo que hacer producir á la
abandonando por un momento su diáfano cristal tierra, aunque para ello se necesita capital.
bajo una inmensa bóveda de zafir, de refulgentes —Exactamente. Pero como la labor del hombre
estrellas tachonada. del campo, aquí donde hay poca población, es un
La contemplación de una naturaleza tan esplén- capital, y así lo ha reconocido el Estado, éste viene
dida, donde nada se debía al hombre, nos habia d e - en su auxilio y le da gratuitamente terrenos, a n i -
jado mudos; cada cual, entregado á sus impresiones, males y aperos de labranza, simientes y raciones
temíamos romper el silencio de aquellos deliciosos para un año. Pero aun esto, si no es deficiente en
lugares. Solo el canto de los pájaros que alegres absoluto, yo entiendo que dando menos de aquellos
revoloteaban contándose sus amores, turbaba aquel recursos y ayudando en los pasajes con un tanto por
misterioso silencio. ciento, ó totalmente anticipárselo al emigrante, á
Estábamos en la boca de uno de los canales de reserva de reintegro á una prudente fecha, creo que
desagüe de la laguna. la repoblación de los campos de la República sería
Saliendo de nuestro poético letargo, me dijo m o n - instantánea. Porque la razón es muy clara.
sieur Verneuil: El que está bien en su país no emigra. Solo e m i -
—Aquí tenéis un medio muy ingenioso, que los gra el que no tiene más que su trabajo, y si en su
indios me enseñaron para tener siempre abundante país no lo encuentra, lo busca en el pueblo vecino,
pesca. y si más allá está mejor retribuido, va á buscarlo;
—¿Cómo? pero esto tiene sus límites, cuando los viajes no son
—Hacen un tejido de cimbol, especie de mimbre, costosos; pero cuando empieza á tener que ahor-
dispuestas de tal manera sus mallas, que pueden los rar SO duros para pagarse el viaje, aunque se le
pescados del Bermejo, subiendo por el canal, entrar ofrezca un Potosí, se le coloca casi en la imposibili-
en la laguna. Una vez ya en ella, no pueden salir. dad de la realización, y si por casualidad encuentra
Supongo que sabréis que hay muchos pescados, e s - ese dinero, ya no se va, ya no emigra, ya cree, que
pecialmente las anguilas, que viven entre el agua con aquel tesoro puede ser feliz en su país.
dulce y la salada, pero que en la época de desovar —Es natural; pero, Mr. Verneuil, ya creo que va
vienen á buscar el mismo nacimiento de las fuentes picando un poco el sol y...
do aguas-dulces. Reteniendo, por medio de esa —Sí, tenéis razón; como hace tanto tiempo que
malla adaptada á la boca del canal, tanto las crias pienso mudo, ahora que se me ha presentado la
como los padres, comprendereis la abundancia de ocasión, me olvido de todo para comunicar mis i m -
pescado que tendremos en la laguna. Y es tan fa- presiones. Volvamos, que ya es hora de almorzar.
bulosa, que á veces hago levantar la malla para que
salgan, pues me temo que no tengan suficiente ali-
mento. Con este dato y la inmensidad de aves que XXI.
supongo habréis visto en el Chaco, fácilmente se
podria montar una gran fábrica de conservas en —Pero la vuelta será más cómoda y rápida.
competencia con las mejores de Europa, pudiendo Efectivamente, nos acercamos á la orilla del c a -
abrazar las aves, los pescados y el codiciado paté nal en donde estaba amarrada una especie de canoa
foie gras con solo coordinar un envase económico, de grosera fábrica, y que á la simple vista se cono-
pues la cuestión de trasportes, si nuestras maderas cía era indígena. Apenas cabíamos los dos.
Una lágrima bajaba tranquila por la tostada mejilla del francés.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 33

Mr. Verneuil tomó un r e m o , especie de pala, en dinteles de puertas y ventanas eran de madera, y
los dos extremos, con la q u e , á un leve empuje, en la techumbre, cuyo esqueleto era también de m a -
las aguas á derecha é izquierda, impelía nuestro dera , estaba cubierta de cimbol, sentado sobre t a -
ligero esquife favorecido por una suave corriente. bla. Esta construcción es la más general en todos
—¿Es decir que vuestro canal, es canal de des- los pueblos rurales de la república; de poco coste,
agüe y navegación? aunque también de poca duración, y que los gau-
—Y algo más importante, amigo mió; que es chos ú hombres de campo llaman ranchos, pudién-
canal de riego. Por todos los terrenos por donde dolos construir ellos mismos, sin grandes exigen-
vamos pasando se toman aguas para formar a c e - cias, bajo el punto de vista de la arquitectura.
quias, regando con ellas muchas hectáreas de t e r - En cuanto á su distribución, respondía más que
renos. nada á la comodidad.
—Es todo cuanto se puede desear. Vía de comu- Lo que pudiéramos llamar salon, en donde estaba
nicación, riegos... la puerta principal, era un exágono, y adheridos á
—No pretendo proscribir el vapor en el Chaco, los tres lados opuestos á la puerta, en forma de pa-
antes al contrario, pero no para aplicarlo á los c a - ralelógramos, se veian, á juzgar por su perímetro
minos de hierro; aquí, donde tanta agua sobra, el exterior, tres piezas de bastante capacidad, y apo-
camino más natural es el canal de navegación, no el yándose en la tercera, ó en el lado del centro, otro
ferro-carril. paralelógramo en forma de martillo, que era la c o -
—Es más barato; y si para sanear el país hay n e - cina, que por cierto debía ser inmensa, por lo cual
cesidad de encauzar las aguas del Chaco, es lógico supuse que en ella habría tal vez dormitorios para
que se aprovechen estos elementos naturales para los individuos de su servicio.
vías de comunicación. La pieza de la izquierda de la puerta de entrada
Echamos un cabo á un álamo, alamos el esquife, era el comedor que ya conocen nuestros lectores; la
y saltamos en tierra. del centro la habitación de Mr. Vernuil, y la de la
A quinientos pasos de allí estábamos en casa de derecha no sabia qué uso podria tener.
monsieur Yernuil. Un cerco de tapias de tierra, muy frecuentes en
el país, dejaban comprendidas dentro de ellas t e r -
reno suficiente para huerto y corrales, en los que
XXII.
era de suponer tuvieran los animales para cebo y las
caballerizas.
La casa de Mr. Vernuil estaba separada de las
tolderías de los indios como unos dos kilómetros
XXIII.
de distancia, y asentada sobre una loma ó meseta
que dominaba todo el suave declive que iba m u -
riendo en dirección del Bermejo. Mientras almorzamos dispuso Mr. Vernuil que
Era una especie de observatorio, desde donde se dos caballos nos esperasen del otro lado del foso
podia v e r , sin ser visto, á merced de espléndidos para ir á visitar al jefe de la expedición, don Nata-
vinales que crecían á su alrededor, mezclados entre lio Roldan.
el laurel, la palma y los jóvenes eucaliptus por él Yo le puse dos letras al teniente Sandoval, que le
plantados. mandé por mi asistente, en las que le anunciaba la
La situación de su casa, no solamente ofrecía una visita de Mr. Vernuil.
bellísima vista panorámica, sino que obedecía á Durante el almuerzo no cesó ni un momento de
condiciones higiénicas, y más que nada á punto e s - mostrarme este extraño observador cuántos benefi-
tratégico. cios podrían obtener América y Europa si ésta m a n -
Me hizo una observación con respecto á los l a u - dara sus obreros sobrantes para montar las indus-
reles, que más bien la creo una preocupación v u l - trias más indicadas en el país, y cuyas instalaciones
gar que pueda obedecer á algun principio científico, son de poco coste; y concretándose á la fábrica de
cuya verdad ni siquiera me he ocupado de analizar. curtidos, me hizo este cálculo:
—Decia que el laurel hacía el oficio de para-rayos, «Un cuero en bruto, se vende aquí, á lo sumo, en
por una explicación difusa y que no puedo apuntar quince francos, vuelve al país curtido, y vale lo m e -
por la extraña teoría en que la fundaba, pretendien- nos ochenta.
do darle más importancia, porque decia era hija de »E1 gasto del doble trasporte; los gastos dobles de
serias observaciones. aduanas, comisiones y beneficios mercantiles, todos
De cualquiera manera, el constante verde de este ellos pueden quedar en el país en manos de los
árbol, de un extraordinario desarrollo en el Chaco, obreros, comerciantes, industríales y del Estado
hermoseaba notablemente.^! paisaje, y como m a d e - cooperando al movimiento del consumo.
ra, es de primera calidad. »Muchas hay en idénticas condiciones; y de las
La casa de Mr. Vernuil estaba construida de ado- más señaladas á plantearse en el país, por la a b u n -
bes cocidos al sol; pero bastante bien formados y de dancia de las primeras materias, son las fábricas de
una espesura suficiente á evitar los calores. Los jabón y bujías, y ahí tenéis en las provincias de Salta
36 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

y Jujuí, esos abundantes manantiales de petróleo encomendada su dirección al primer maquinista del
que no necesita más que el envase, con una pequeña Leguizamon, estaba á punto de terminarse, habién-
purificación, para poderlo entregar á la exportación, dole asegurado al señor Roldan que antes de ocho
pues ya en el país se consume tal como se saca del dias estaria adicionada al motor, en disposición de
manantial. funcionar, coincidiendo este plazo con la llegada de
»¿No os parece que mientras en Europa se está los que venían á nuestro encuentro desde Salta.
economizando el céntimo en perjuicio de la salud, Después da brindar por el gobierno de la Repú-
en América estén holgando tantos elementos de blica , por el presidente de la Sociedad de navega-
prosperidad ? ¿ No os parece que es un crimen s a - ción á vapor del Bermejo, señor don Francisco
berlo y no darlo á conocer ? » G. Molina, y los individuos que componían aquella
—Ya la cosa no debe mirarse como interés de expedición, nos volvimos á las tolderías de Mr. V e r -
nacionalidad, sino como cuestión de humanidad. nuil, dándonos cita para el dia siguiente.
Así lo entiendo. Y bajo ese concepto me propongo
obrar.
Habíamos concluido el almuerzo. XXV.
—Estoy á vuestras órdenes para ir á visitar al
señor Roldan. Iba á ser relevado , y sin embargo que mi relevo
—Marchemos, pues. obedecía á una idea que me honraba, no estaba sa-
tisfecho, pues no conocía del Chaco más que verda-
deramente las impresiones que Mr. Vernuil me h a -
XXIV. bia comunicado. Y por otra p a r t e , de tal manera
habia despertado en mí la codicia, q u e m e decíar
A poca distancia encontramos los caballos del siendo yo uno de los exploradores de estos países
otro lado del foso. ¿me marcharé de ellos con mucha gloria, pero tan
El caballo argentino es una especialidad, que m e - pobre como antes?
rece algunas líneas. Mr. Vernuil, por el contrario, estaba loco de ale-
Tan pronto siente el jinete encima, toma un trote gría, y los dos teníamos razón. El concluía; yo no
largo, que no abandona más q u e , muchas veces, habia empezado aún.
cuando cae reventado. Así se explican las inauditas Era demasiado visible mi disposición de ánimo
marchas que suelen hacer los gauchos en sus ma- para que pudiera ocultarla, y como quiera que la
carrones, que miran con desprecio porque no les alegría es tan comunicativa, y quizás adivinando
cuesta más trabajo, para reponer su caballo, que mis más íntimos pensamientos, me dijo Mr. Ver-
echar el lazo al primero que se les presente. nuil:
Recorrimos, p u e s , la distancia que nos separaba —¿Qué tenéis, capitán?
del Bermejo en pocos minutos. —Nada, le contesté con aire distraído.
A la vista del Leguizamon, la canoa atracó á —Permitidme que os lo adivine y en parte satis-
nuestra orilla. faga algo vuestros deseos.
Mucho se sorprendieron los señores Roldan y —¡Mis deseos!...
Castro Boedo de todos los detalles que Mr. Vernuil — S í , vuestros deseos. Son muy legítimos, y sin
les refirió de su vida en las tolderías del Chaco, y ningún escrúpulo deconciencia podéis aceptar mi
prometieron que al día siguiente irían á pasar el reconocimiento, porque me habéis prestado servi-
día en sus Estados, para tomar notas é informar al cios importantes, y aún los espero de vos.
Gobierno de sus nobles propósitos. —En cuanto á mis servicios podéis contar con
El señor Roldan me dio la orden de estar preveni- ellos, pero no comprendo...
do para ir á Buenos-Aires á dar cuenta al Gobierno •—Ni hace falta por ahora; no ha llegado el caso.
do los incidentes de la expedición, y que mi relevo Ya concluiremos esta conversación con mejor opor-
ya estaba en camino, pues de Salta habían salido á tunidad.
nuestro encuentro el jefe de aquellas fronteras, el Ahora permitidme que me ocupe de dar algunas
coronel don Napoleon Uriburo, el mayor de ingenie- órdenes para recibir dignamente al señor Roldan y
ros señor Host, y varios particulares acompañados sus compañeros, y al mismo tiempo me ocupe de
de una escolta. mis preparativos de viaje, porque quiero marcharme
La visita fué cordialísima, y la amabilidad del s e - con vos á Buenos-Aires.
ñor Roldan, haciendo los honores á bordo de su va- —Con mucho gusto, Mr. Vernuil.
por, rayó á grande altura, girando la conversación —Ya lo sé. El español, si tiene vicios de raza i n -
sobre la importancia futura de su expedición, pero corregibles , en cambio tiene virtudes verdadera-
con una elevación de miras que allí nadie invocaba mente legendarias; es noble, franco, generoso...
su nacionalidad, sino por el contrario, todos éramos —Basta, Mr. Vernuil.
factores para un problema á resolver, y cada cual Habíamos llegado al pió de su choza-palacio.
se esforzaba en allegar mayores elementos. Abandonando las riendas del caballo á un joven
La fabricación de la pieza del hélice, que estaba indio, me dijo:
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 37

—Son las cuatro; si queréis leer, ahí tenéis libros; le ha ensoñado á uno mucho, y es necesario ser
si no, ya procuraremos haceros más agradables las prudente. Esa joven india, por mí educada, es como
horas en el desierto. si fuera mi hija. Yo no tengo más que parientes l e -
Nos sentamos en las mecedoras que habia en el janos. Al consagrarle mis desvelos recibió las c a r i -
jardin para descansar un poco y dar rienda suelta á cias del padre, así es que encuentro justo que lleve
nuestros proyectos. mi nombre, ya que me lleva el cariño que, como si
Sin embargo, yo continuaba preocupado. fuera su padre, la profeso. Mademoiselle Notáj, que
Mr. Vernuil me dijo con aire de confianza: significa en indio Toba luz ó dia, será Mile. Vernuil
—Ya somos amigos. Y por otra parte, es necesa- para el mundo; yo seré su padre de hecho, y como
rio que conozcáis un detalle muy importante. si fuera mi hija la he educado, completando, á for-
—No sé qué me queréis decir... mar su corazón, la lectura de Balzac y de Federico
—Ahora mismo lo sabréis. Esperadme un i n s - Soulié, porque como algun dia presumo que ha do
tante. vivir sola en la inmensidad de nuestra Europa, he
querido que conozca la sociedad y sus peligros.
-—Sois admirable, Mr. Vernuil.
XXVI.
—No tal; no he pasado en balde mis diez años en
el Chaco, y quiero dejar algo detras de mí.
Entró en las habitaciones interiores, que todavía —[Mademoiselle! gritó Mr. Vernuil.
no conocía, y volvió al poco rato á sentarse en su El piano cesó, y en seguida se presentó la india
mecedora. Notáj.
A los pocos momentos se oyó en un magnífico
piano Pleyel la sinfonía de Guillermo Tell, admira-
XXVII.
blemente tocada.
Mi curiosidad debía leerse fácilmente en mi sem-
blante, y anticipándose á mis preguntas, me hizo —Capitán, os presento á Mlle. Notáj ó Diana,
esta declaración: como diria vuestro Fernandez y Gonzalez.
—Yo creo que es ésta la mejor presentación que Nuestro huésped, el capitán español, don César
se puede hacer de mi ejemplar, como diria un n a - Valcárcel, continuó Mr. Vénuil, presentándome con
turalista , ó de una señorita admirablemente bien el ademan, á la señorita Diana.
educada. —Señorita, tengo el mayor gusto... le dije t e n -
— ¡Cómo, Mr. Vernuil, me habéis ocultado!... diéndole la mano y haciendo una inclinación.
—Es posible que os equivoquéis, y para que vues- —¡Ah! español... ¡casi mi compatriota!...
tro pensamiento no vaya á donde no debe, oidme:
Ya os he dicho que cuando vine á estas tolderías Es necesaria una descripción del magnífico ejem-
fué á consecuencia de una gran epidemia, el tifus, plar que me presentaba Mr. Vernuil.
que hubo en la tribu. La india Notáj ó la mestiza Luz, ó Diana, era una
Casi todos los atacados murieron, y entre ellos preciosa niña, que reunia en su estética lo más b e -
los padres de una niña que entonces tenía seis años. llo de las distintas razas á que pertenecía, salvo a l -
Su precocidad y sus disposiciones naturales llega- gunos detalles de raza.
ron tanto á interesarme, que me decidí á educarla, Del tipo indio no conservaba más que un color
sirviéndome al mismo tiempo de entretenimiento. moreno aceitunado, y el de sus cabellos, que eran de
Encontré en la pobre huérfana tan brillantes d o - un negro intenso, gruesos y algo cerdosos ó salva-
tes, que no necesitaba esforzarme mucho para que jes; encubiertas por una habitual sonrisa dejaba
en poco tiempo supiera leer y escribir correcta- entrever dos filas de perlas engastadas en una espe-
mente. Luego aprendió geografía, historia y arit- cie de artístico encajonado, que cubrían dos cintas
mética , y en mis explicaciones más de una vez me de carmin, de cuyo movimiento resultaba un juego
ha sucedido empezar yo la explicación de un hecho indescriptible de gracia y de maliciosa sonrisa, s e -
cualquiera, y ella, por presentimiento, continuarlo. gún la intención que quería dar á sus palabras.
En una palabra, tiene una educación esmeradísima, Sus grandes ojos negros, reunian el fuego de la
y sabe todo lo que puede saber una señorita educada raza árabe á la viveza de la andaluza, destacándose
en una de las mejores pensiones de París. su negra pupila en un blanco é inmenso globo, fes-
—¿Es india? toneados por largas pestañas que nacían de unos
•—Mestiza, dominando la raza española. párpados que venían perezosamente á cubrir aque-
—Es prodigioso este Mr. Vernuil. Y tenéis razón lla pupila, como queriendo ocultar algo que le era
en llamarle vuestro ejemplar, pues es la mejor d e - agradable ver, y que al mismo tiempo la contraria-
mostración que podéis dar de que eso que llaman ba; especie de lucha sostenida entre su mirada y
razas inferiores, si lo son, es por el abandono en que su deseo.
se las deja. Pero ¿por qué no me la habéis hecho Del tipo americano ó criollo, tenía ese desarrollo,
conocer antes? verdaderamente extraordinario en su edad; carac-
—Amigo mió, ¿qué queréis? á mi edad el mundo terístico de los pueblos meridionales por el cual pa-
38 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

recia tener unos veinte ó veinte y dos años, tal era —¡Cómo! ¿conocéis?...
el desenvolvimiento y la redondez de sus formas de —Os admira que esta pobre india... Sí, amigo
graciosos contornos, flexibles y abultadas como el mió; Fernandez y Gonzalez, Perez Galdós, Valera,
modelo más perfecto para un exigente pintor. Espronceda y Zorrilla, llegaron hasta el Chaco; mon-
Un detalle verdaderamente típico denunciaba á la sieur Vernuil rompió la salvaje muralla que nos s e -
india Notáj. Ese olorcillo a c r e , que exhalan todos paraba y por un noble sentimiento me dio á conocer
los individuos de su raza, imposible de cubrir ni el mundo y la literatura de mis antepasados, con
aún con todos los perfumes reunidos. preferencia á su literatura nacional.
De la raza española conservaba los rasgos más —No me impongo á las leyes naturales, dijo
característicos. Mr. Vernuil, con aire de paternal cariño.
A la pureza de las líneas célticas se unian el v i - —Fernandez y Gonzalez, repuso Diana, me ense-
gor y el fuego de las razas romanas, confundidos ñó la historia de vuestros reyes y las intrigas de sus
con los destellos de las pasiones africanas; conjunto palacios. Vuestros bravos oficiales en Flandes...
indescriptible; mezcla informe de arrogancia é i m - •—¡Ah! señorita; esa no es la historia.
petuosidad, de molicie y de poesía. —-Ya lo s é , es la creación del artista, es lo que
Sus ademanes, de un gracioso americano incom- debiera ser, dados los tiempos, las costumbres y las
parable, no eran la dejadez clásica de los pueblos pasiones, que con tanta verdad retrata el autor, r e -
tropicales, eran verdaderos compases musicales. puso Diana.
Una especie de muda armonía que no se separaba —Los oficiales de los tercios flamencos, no exis-
del conjunto, llevando por do quier ese aire de pal- ten ya, ni su espíritu se conserva en el ejército e s -
mera mecida por los vientos, en la flexibilidad de pañol. Antes ese tipo era pendenciero, perdonavi-
su gracioso talle. das, quijote, típico de la España caballeresca, cuyas
Han pasado ya algunos años; muchos y bruscos costumbres describió con letras de oro el gran Cer-
acontecimientos han preocupado mi cabeza; pero vantes, pero hoy esos caballeros, que por su Dios,
tal fué la impresión que va unida á su recuerdo, su Rey y su Dama esgrimían sus lucientes toleda-
que la sonrisa de una mujer cualquiera, un gesto nas, no existen más que para la leyenda.
aislado, un perfume, un detalle casual, recogido El oficial español de. hoy es el que escribe libros,
al vuelo, me recuerda el hermoso conjunto de Notáj, inventa un arma de precision, ó modifica un deta-
y sería necesario, para aproximarse á él, recoger en lle, da una conferencia sobre su noble profesión, y
cada una de entre mil mujeres un detalle, para en una palabra, es la antítesis del anterior. Antes
poder formar con todos ellos reunidos una especie era un soldado ignorante, pero valiente hasta llegar
de falsificación de la mestiza. á lo ridículo. Hoy es ilustrado, con un valor que no
malgasta inútilmente.
—Tocáis admirablemente el piano, le dije, no —Habéis omitido un detalle, dijo Mr. Vernuil.
bien repuesto de mi sorpresa. —¿Cuál? le repuse.
—Como español, sois galante; es casi una obli- —Que de comandante suele ascender á general
gación la lisonja en... haciendo política.
—No es lisonja; es una pálida verdad que no sé —Tenéis razón; pero tened en cuenta Mr. Vernuil
decir de otra manera, señorita. que no todas las reformas son de un siglo, y en ese
—El que toca medianamente un instrumento, afán de corregirlo todo, porque todo se puede m e -
récoje el fruto de varios obreros del arte. Primero jorar, ha nacido la plétora de política, que nos d e -
la belleza de la música misma, luego el maestro que vora y que constituye, digámoslo así, la parte fea
compuso la pieza, el que fabricó el instrumento y de nuestra época.
últimamente el ejecutante, si tiene talento, senti- •—Os defendéis, capitán.
miento y arte para saber interpretar á los anterio- —Contesto nada más á vuestra justa censura.
res ; recogiendo éste el fruto de todos, porque es el —En fin, amigos m i o s , ya os conocéis, ya sois
que los sintetiza y produce la última impresión. amigos; tiempo os queda de sobra para continuar
—¡Sois discreta! vuestras pláticas. Diana necesita dar algunas ó r d e -
—Soy una pobre india del Chaco. nes á su gente para recibir dignamente al señor
—Puesta en secreta comunicación con la vieja Roldan y sus compañeros: si queréis leer, Diana os
Europa, por conducto de Mr. Vernuil, le dije inten- dará, de su rica biblioteca española, algo que sea de
cionadamente. vuestro agrado.
—Pero... habladme de vuestro país... es decir, —Gracias Mr. Vernuil, sois muy amable.
del país de mis padres; tengo ansiedad por cono- —Procuraré haceros agradables las horas en el
cerlo y Mr. Vernuil me ha prometido... desierto.
—Sí, ya sé, que tiene pensado llevaros á Europa. —Espero, capitán, me manifestéis vuestros deseos,
—Tengo muchos deseos de conocer París, la h e r - me dijo Diana con aquella sonrisa encantadora.
mosa Italia, vuestros jardines de Valencia y de S e - —Señorita, lo que gustéis. Me es indiferente, y
villa; vuestro Madrid con sus intrigas y revolu- si no, elegidlo vos misma.
ciones... —¿Queréis á Campoamor?
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 39

—¡Qué! ¿también conocéis sus Dolaras ? horas que de otra manera se hubieran hecho inter-
—¿Cómo no? (i) minables.
—¡Qué buena sois!... Cuando nuestras conversaciones tenían mayor
—¡Qué galante es el capitán español! calor era siempre en la mesa, y allí se discutía, se
Un minuto más tarde quedaba solo con las Dolaras filosofaba y se proyectaba para el día siguiente, sin
de Campoamor. preocupaciones, ni manchas que turbaran el l í m -
En completa libertad, cada uno dirigia la corrien- pido horizonte en el porvenir.
te de sus ideas según sus impresiones. Estas sesiones eran, pues, larguísimas, para con-
Solo en el jardín, leía por quinta ó sexta vez en tinuarlas en el jardín tomando café, ora registran-
mi vida lo que hacia mucho tiempo habia presenti- do la historia y cada uno proponiendo solucio-
d o , pero que no habia tenido el arte para haberle nes para el mejoramiento de la humanidad, ora el
dado formas, así es que la lectura del libro no era otro, afirmando que sería más eficaz tomar la s o -
una novedad que me hiciera fijar toda mi atención. ciedad más primitiva y con buenos principios g e n e -
Con estas, ó aquellas impresiones, llegó la hora rales fundar algo modelo.
para reunimos nuevamente en el comedor, en c u - En todas estas conferencias solia de vez en c u a n -
yos momentos íntimos de la vida de la familia, se do tomar parte Diana, demostrando no solamente su
suelen dar conferencias de útil enseñanza, y que discreción, sino poseer una lectura esmeradísima.
partiendo del hogar, jamás se llegan á olvidar en el Tomando café en su precioso jardín tuve la i m -
transcurso de la vida. pertinencia de decirle:
Diana á mi presencia, experimentaba una emoción —Tanta disertación sobre un constante tema lle-
completamente desconocida en el terreno de la gará á aburriros, Diana.
práctica, por más que Mr. "Vernuil y sus libros la —No tal, capitán, me dijo. Porque ellas me r e -
tuvieran convenientemente preparada. cuerdan una situación semejante, que he leido no
Comprendía perfectamente que le era agradable me acuerdo dónde, pero creo que era en una reunion
mi presencia, pero su corazón le decia que en el en casa de un correspondiente de la Sociedad Geo-
mundo debia haber algo mejor, más á propósito para gráfica de Londres, en Picadilly, City de varios s a -
poder abrir la válvula y soltar el torrente de su amor. bios, entre los que se encontraba Stanley, para d i r i -
En cuanto á m í , tenía demasiado conocimiento gir una expedición al Africa Central con objeto de
de la mujer para adivinar sus pensamientos más í n - averiguar el paradero del gran viajero Livingnstone
timos, y acomodar resignadamente mis aspiraciones que se habia sacrificado por pueblos que se hallan
á las circunstancias. todavía sumidos en la barbarie, sobre poco más ó
Mientras Diana no hizo otra personificación de un menos como éstos, de los cuales hubiera formado
deseo ignorado, al cual habia dado formas la n e c e - parte á no ser por Mr. Vernuil. A aquellas sesiones
sidad ineludible del amor, yo fui, á falta de compe- asistía la hija de uno de los concurrentes, que más
tidores, la encarnación más ó menos exacta de sus tarde fué uno de los agentes principales de otras
sueños de niña; como no tenía otra cosa, no podia expediciones, como yo lo seré algun dia, si las c i r -
eligir. cunstancias me favorecen, por interés de familia, la
La esperiencia de la vida y el conocimento del que tal vez promueva é impulse soluciones prácti-
corazón, dirigían prudentemente el curso de estas cas para redimir á mis hermanos.
ideas, y fríamente examinaba la situación, porque Asistiendo, pues, á estas conferencias, me ilustro
sospechaba que habría de haber un mañana en que, y aprendo lo mucho que me hace falta para mis
á la hora de despertar, me habría de ser fatal sin propósitos de mañana.
esta prudente prevision. ¿Podré yo nunca olvidar mi origen y nó hacer
Al dia siguiente iba á convencerme, no de mis siquiera por mis hermanos, con mayor razón, lo que
dudas, sino de mi verdadera situación. por mí se ha hecho?
Cuatro personas más debia conocer Diana al dia —Dispensadme, amiga mia, si he supuesto una...
siguiente; dos de ellas, en condiciones ventajosísi- —¿Frivolidad natural en mi sexo, querréis decir?..
mas para derrotarme y ponerme fuera de combate. —No era mi intención...
Ella, sin sospecharlo, pero adivinándolo tal vez, —Ya sé capitán, que vuestra galantería no os lo
esperaba ese mañana con secreta impaciencia. permite; pero según vuestros libros, es una condi-
Yo sabia lo que podia pasar, y por eso era cauto, ción genuina de la mujer la frivolidad, es decir, de
conduciendo por un camino prudente mis ideas. la mujer civilizada, pero en la india ya es otra cosa.
Con esa amabilidad tan característica del pueblo Algo bueno habíamos de tener.
francés, Mr. Vernuil procuraba efectivamente h a - Tal vez por su estado salvaje la india tiene con-
cerme más agradables las horas en el desierto, diciones que con seguridad desconoceréis. Es más
ayudado eficazmente de su pupila y en todos los fuerte, más enérgica y si vive humillada ante la
actos de la vida de la familia sostenia con su amena potestad del marido, es por que éste, abusando de
conversación el interés á las largas y monótonas sus condiciones físicas la oprime de tal manera, que
llega á ser considerada como una cosa más ó menos
(i) Frase muy criolla. útil. De esta tiranía nace un sentimiento cuidado-
40 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

sámente escondido por el temor; ese sentimiento es futuro. Una idea tácita nos ha juntado aquí. Cada
su independencia de la esclavitud en que nos tienen uno de nosotros, coincidiendo en los mas nobles p r o -
sumidas. pósitos, desde apartadas distancias, por distintos
Yo por los conocimientos que Mr. Vernuil me ha caminos y con representaciones diferentes, llega-
hecho adquirir, me avergüenzo de ose estado á pesar mos á un objetivo. Este objetivo es la redención de
de que mi padre, por ser español, no seguia con el una gran parte de la humanidad, por los medios
mismo rigor las costumbres de los indios. Y esta más nobilísimos que á su alcance tiene el hombre;
misma diferencia me ha hecho apercibir un mejo- por medio del trabajo, resolviendo otro problema
ramiento que luego mi conciencia me decia que que, aunque secundario, es también de primer or-
podria completarse. den. Que esos redentores, nuevos apóstoles de su
—-¿Queréis, pues, que sea frivola? siglo, beneficiando espléndidamente su tiempo, m e -
—-Esa es mi obra, dijo Mr. Vernuil con satisfac- jorarán su estado, y confundiéndose con los r e d i -
ción, estoy contento de ella. midos, llegue á formar un cuerpo social, con una
Mañana, hija mia, cuando tu curiosidad de cono- base firme, y subordinada á la ciencia de los t i e m -
cer el mundo haya sido satisfecha, te ocuparás indu- pos en que vivimos.
dablemente en lo que yo, sin ningún lazo, me he ¿Cuál es el problema? ¿Redimir los cincuenta mil
ocupado, consiguiendo con mucho mejores elemen- indios nómadas que tiene el Chaco argentino, y e l e -
tos, resultados más eficaces, y ¿quién sabe si algun varlos á la dignidad de hombres civilizados, for-
dia podrás llegar á ser la moderna Dido? mando con ellos pueblos productores?
—Estáis equivocado, padre mió, no es una curio- Para resolver este problema, tenemos la r e p r e -
sidad baladí la que tengo de conocer Europa, sino sentación de una Sociedad, más bien patriótica que
de observar la diferencia que existe entre el mundo mercantil, cuya encarnación está delegada por sus
moral que me he formado y el físico que existe. mandatarios en la personalidad del honorable señor
—En fin, pronto llegará ese dia, dijo levantán- don Natalio Roldan, por el sabio Dr. Castro Boedo,
dose Mr. Vernuil. Es hora de retirarnos si os pa- estudiando las dificultades científicas de su realiza-
rece , capitán. ción. Por los señores Valcárcel y Sandoval, como del
Eran las once de la noche. Fui conducido hasta ejército argentino, representando el concurso que á
mi habitación por Mr. Vernuil, después de haber la obra presta ya el Estado. Y el Dr. Reminiy yo, s e -
saludado á Diana. ñores, representaremos, el uno á la Europa comer-
Sólo en mi cuarto, leí, pensé y me quedé dormido cial, ensanchando con este vasto campo de explota-
tranquilamente. ción pingües negocios mercantiles, y el otro t r a s -
Noches suaves y apacibles, en que no turban el plantando en América las nuevas doctrinas que
espíritu ni una esperanza, ni un temor. brotan de nuestras viejas universidades, sin trabas
Recuerdo hoy, tristemente, aquellas-páginas de ni obstáculo alguno en la averiguación de las v e r -
mi historia que no han de volver jamás, y escribo dades demostradas.
estos apuntes para gozar otra vez de aquellas t r a n - Así, pues, señores, para que cada cual llene d e -
quilas horas. bidamente la misión que le está reservada, necesi-
tamos conocer el estado en que se encuentran estos
pueblos. Visitemos, pues, sus tolderías, debiendo
XXVIII.
advertiros que yo solo he llegado, imponiéndome
por esa ciencia de que os he hablado antes y por las
Al dia siguiente, reunidos como de costumbre en
necesidades materiales de la vida, á reducir una
el cenador, tomábamos nuestro desayuno, cuando al
tribu, que, aunque no muy numerosa, es lo sufi-
poco rato vino uno dé los dos jóvenes indios que t e -
ciente para demostrar que la obra es más fácil de
nía á su servicio Mr. Vernuil, á traernos la nueva
lo que generalmente se croe, y la sola actividad de
que cuatro caballeros habian pasado el foso. Eran
un hombre no puede presentar una verdad más
el señor Roldan, el señor Castro Boedo, el doctor en
palpable.
medicina don Rómulo Remini y el joven oficial a r -
gentino señor Sandoval, hijo del coronel Sandoval, Con un religioso silencio se oyó por los concur-
explorador del Chaco, y jefe militar que habia sido rentes tan levantado discurso, que fué calurosa-
de aquellas fronteras (1). mente aplaudido, felicitándole con el mayor e n t u -
M r V e r n u i l '.y. yo,salimos á su encuentro. Eran siasmo.
lfls-.-ocho:dela-mañana; Después de los cumplimien- —Antes de nuestra excursion os presentaré otra
tos más usuales, pasamos al comedor para que t o - prueba más evidente, la más irrefutable de lo que
maran nuestros huéspedes un ligero desayuno. son estos pueblos, y lo que pueden ser, y entonces
Usarido-dó la palabra Mí. Vernuil, dijo: comprendereis la gran falta que estos Estados están
cometiendo con semejante abandono; falta grave
—Señores; yo no creo que esta sea una visita hija
que hoy le está echando en cara Europa á cada
de la curiosidad, y sin resultados prácticos para lo
momento.
( 1 ) Fantaseado este personaje cambiamos su nombre ver- —¡Notáj! gritó Mr. Vernuil.
dadero. Diana salió en el acto, modestamente ataviada,
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 43

presentándose con firmeza y seguridad ante aquella repercutia el dolorido balido de la tímida oveja.
asamblea. Mas allá una acequia de agua, derivada del cauce
—Aquí tenéis , señores, una india, que hubiera de desagüe de la laguna, refrescando con sus l í m -
continuado en su mísero estado, á no haberla e n - pidos cristales, á la vez que servia de abrevadero en
contrado en mi camino. Interrogadla. Ella misma la pradera, hábilmente distribuida, formaba un
os dirá quién es. prado artificial de finísima verde alfombra, en
Convenientemente preparada Diana para esta p r e - donde solo se destacaba de trecho en trecho la osci-
sentación por Mr. Vernuil, no le faltó la presencia lante amapola, mecida por el suave y perfumado
de ánimo que necesitaba para dejarse examinar céfiro de la mañana.
como si fuera un objeto raro. Era una cosa entera- El camino que habíamos tomado, no se conocía
mente nueva para ella, y la entrevista que tuvo por tal, más que por estar tan pelado de yerba, por
conmigo dispuso no poco á salvar la situación difí- las frecuentes pisadas, ó lo que los indios llaman
cil en que se la colocaba. camino trillado, á cuyo lado habia, en muy buen
El señor Roldan fué el primero en interrogarla. estado de lozanía , los eucaliptus plantados por
•—¿Qué recuerdos conserváis de vuestra infancia? Mr. Vernuil.
—Señor, los mios propios serian muy vagos, si á Perdiéndose en el horizonte, se veia un espeso
cada momento no me los hubiese recordado m o n - bosque de algarrobos, de cuyo azucarado fruto se
sieur Vernuil. mantenia la numerosa hacienda, llamada así en el
Y dirigiéndose el señor Roldan á Mr. Vernuil, le país al ganado en general, cuyo alimento alternaba
preguntó: con la totora, el cimbol, el seibo y tantos otros d u l -
—¿Qué edad tenía vuestra pupila cuando os h a - císimos pastos que espontáneamente se producen al
béis hecho cargo de ella? borde de las lagunas del Chaco y en las riberas de
—Próximamente seis años. Es decir, hace diez sus innumerables rios.
años que no se ha separado un momento de mí, que De pronto cruzaron ante nosotros una manada
he hecho por ella todo cuanto se puede hacer eu de osos, y al vernos no hicieron demostración de
nuestros mejores colegios con las niñas de su edad. sorpresa de ningún género.
—¿Deseareis conocer la sociedad? dijo el doctor Cada cual echó mano á sus a r m a s , mientras que
Castro Boedo. Mr. Vernuil, mirando nuestros semblantes descom-
—Casi la conozco, señor. Los muchos libros que puestos, lanzaba una estrepitosa carcajada.
monsieur Vernuil me ha hcecho leer, me han puesto —¿Qué es esto? dijo visiblemente inmutado el s e -
al corriente de lo que es el mundo. Además, sus ñor Roldan.
largas y constantes narraciones, si bien han hecho —Es el oso hormiguero, cuyo animal crio con
nacer en mí un vehemente deseo, han completado esmero y dejo morir, solo de viejo. Gracias á él, veo
mis ideas sobre la sociedad; pero... esto no me basta exterminadas las hormigas, y no teniendo seguridad
tampoco, dijo mirando á Mr. Vernuil. este pernicioso animal en la tierra, busca en el c r u -
—Hija mía, te lo he prometido, y te lo cumpliré; ce de los árboles un abrigo á tan poderoso enemigo,
le dijo su padre adoptivo, dándole un beso en la que aun allí, la persigue encarnizadamente. Prote-
frente. giendo desde muy joven su natural mansedumbre,
•—Más t a r d e , señores, y naturalmente, veréis lo me utilizo de él. Cuando m u e r e , hago curtir sus r i -
que esta niña es. Si os parece, vamos ahora á las cas pieles, que beneficio, y nos sirven para muchos
tolderías. usos. De las grasas, como las de otros animales, con
—Estamos á vuestras órdenes, dijo el señor una muy rudimentaria bonificación, se forman
Roldan. grandes panes de sebo, que mando con otros p r o -
•—Marchemos pues. ductos á mi corresponsal de Corrientes.
Diana saludaba á sus huéspedes con tal naturali- Pasado este ligero susto, entramos á dominar con
dad y soltura como si toda su vida hubiera vivido la vista las tolderías; y en su vecindad los indios, que
en sociedad. estaban preparando algunas hectáreas de terreno
Mientras nosotros nos dirigíamos á las tolderías, para la sementera de las patatas, llamadas más c o -
la india mestiza disponía lo necesario para el a l - munmente en el país papas, en la segunda cosecha
muerzo de sus huéspedes, alcanzando su educación del año, ó las tardías, que son generalmente, para el
este detalle del hogar, tan indispensable en la consumo de invierno.
mujer. Gordísimas muías, aunque no muy grandes, con
el arado romano introducido por Mr. Vernuil, r o m -
pían la tierra, sacando de ella los productos más que
XXIX.
suficientes al consumo de la indiada y al de los
animales auxiliares para el trabajo del hombre,
La campiña, agostadas sus yerbas espontáneas, para su manutención y explotación.
era el fondo sobre el cual se destacaban el fuerte Diez minutos más tarde estábamos en las tolde-
verde del laurel y el abeto, mientras que aquí y allí rías, cuyo aspecto habia cambiado desde que m o n -
triscaba el cabritillo, y de vez en cuando el eco sieur Vernuil estaba en el país.
44 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

suficiente, puede contraer matrimonio con tantas


XXX.
mujeres cuantas pueda mantener. Este contrato se
hace ante el cacique de la tribu y los amigos de las
Las chozas de los indios son generalmente en familias, que sirven de testigos. Si por adulterio ú
forma de horno, ó sea cilindricas cónicas, hechas otras causas, el marido rechaza á su mujer, vuelve
con una especie de tejido ó entrelazado de pasto á reunirse el cacique y testigos y el matrimonio se
seco, barro y ramas de árboles muy flexibles, de la deshace, devolviéndola á su familia, con los ganados
altura de un hombre, sin tener por dónde recibir que formaban su dote, quedando la mujer rechaza-
más luz y aire que por la puerta de entrada. da, independiente, pero muy mal mirada en la
Estas viviendas, de condiciones tan anti-higiéni- tribu.
cas y en donde toda la familia, sin recato de ningún La esposa, por la muerte de su marido y en señal
género, se hallaba confundida, fué sustituida por de duelo, que hacen durar más tiempo que por los
edificaciones más completas, que he dirigido, que os hijos y los hermanos, reúnen á sus deudos y amigos,
lo que en los distritos rurales de la República se y, al són de una especie de tambor y canto monótono
llaman ranchos, ó sean unos paralelógramos de d i - y desentonado, que llaman pin-pin, pasan, e n . p r e -
ferentes dimensiones y una altura conveniente á la sencia del cadáver, largas veladas, en las que jamás
salud, con varias habitaciones ó compartimientos se juntan los hombres con las mujeres, embriagán-
indispensables á la familia. Estos ranchos, cuyos dose con un licor que fabrican con algunas frutas,
tejados se hacen de pasto seco, vierten á dos aguas, dándoles el nombre de aloja.
y sus paredes son de adobes cocidos al sol; están La autoridad del cacique es heridataria; así es que
aislados y con terrenos suficientes á su alrededor, suelen ser los más viejos, y en caso de muerte, h e -
donde ordinariamente tiene montado el fogón y á reda la jefatura el pariente más cercano, cele-
secar los cueros de los animales que matan, además brándose fiestas do duelo por el difunto, y juegos
de los pequeños sembrados de sandias y sapayos á hípicos y de fuerza por el nuevo jefe.
que tan aficionados son todos los indios. Excusado me será deciros que en estas tolderías
—Ya comprendereis, continuó Mr. Vernuil, que todo esto va desapareciendo, porque el mecanismo
estas cabanas ya no son las verdaderas tolderías de de su existencia es otro.
los indios; si su aspecto y su modo de ser está c a m - He podido destruir la bigamia, si bien se conserva
biado, por lo que tenéis á la vista, lo mismo sucede en el cacique.
en su estado moral ó en cuanto se refiere á sü orga- He podido despertar el espíritu del trabajo indi-
nización social, de la que os voy á decir dos p a - vidual con recompensas especiales, pero aún dista
labras. mucho de lo que puede y debe ser.
—Tengo noticia, dijo el doctor Castro Boedo, He hecho cambiar las manifestaciones de sus sen-
que la índole del indio del Chaco es mucho más dó- timientos y de sus alegrías y dirigido sus creencias,
cil y más predispuesta al bien, que la del indio destruyendo la idea de su Iguala (Dios) de la m a -
Pampa; ya es un hecho indiscutible, que de un i n - nera que ellos la entienden.
dio chaquino muy fácilmente se puede hacer un En una palabra, á estar en contacto con nuestras
valiente y disciplinado soldado ó un aventajado peon sociedades, el complemento de su redención sería
para el más fuerte trabajo de sol ó sombra, de tierra tan rápido como el ejemplo que tuvieran.
ó de agua, á pié ó á caballo; y en esto se prueba que Una india joven, pintado el rostro de un vivísimo
su carácter natural se presta para hacer de ellos carmín en forma de mascarilla ó careta, se acercó
buenos y útiles ciudadanos. á Mr. Vernuil, para decirle'que su padre pedia al
—El constante trato con ellos me ha demostrado señor, medicaciones para los dolores que tenía.
la verdad de esa afirmación, doctor. Al aislarme de Nos dirigimos á su rancho.
las otras tolderías, más que por otras causas, ha sido —Las pinturas que adornan el rostro de esta jo-
por no retrotraer el movimiento que he iniciado en ven, continuó Mr. Vernuil, significan que está p e -
esta tribu; movimiento que se llegaria á completar, dida á sus padres en matrimonio, no pudiendo h a -
bajo el punto de vista moral y material, con el cons- blar con ningún otro hombre á solas, por cuya
tante trato con otras sociedades más perfectas que falta sería rechazada por su prometido; y ese extra-
las de la vecindad, despertando ese espíritu de la ño adorno, es como una señal ó veto.
individualidad, muerto hoy, que ayudaría no poco á Una tela de indiana ó coco, llamada así más c o -
hacerlos salir del letargo en que viven. munmente en el país, de colores muy vivos y con
Pero como con el trato que pudieran tener, más seguridad de fabricación catalana, en forma de s a -
bien perderían que ganarían, por esto los conservo ya, cubría su cuerpo, y la camisa; eran todos sus
aislados. atavíos.
He podido destruir las absurdas creencias reli- Observamos que los jóvenes Sandoval y Remini,
giosas y sus prácticas sociales en la formación de la la miraban de una manera por la cual ella se ofen-
familia, base de su reorganización. día, recatándose á sus miradas indiscretas con c r u -
Cada adulto, desde el momento que con su traba- zarse de brazos, por lo que pudimos comprender,
jo obtiene, sea de la pesca, ó de la caza, un alimento que aun en los pueblos más primitivos, el senti-
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 45

miento del pudor en la mujer es perfectamente n a - este concepto, de tener que explicar lo que es el
tural. mate.
El relato de Mr. Vernuil no podia ser más intere- En casi todos los pueblos del Sur de América,
sante, puesto que bajo todos los aspectos nos refe- se hace uso, desde los indios hasta las clases más
ria el estado de civilización en que se encontraban elevadas de la sociedad, de una especie de té que
aquellos pueblos (en cuya cifra no hay dos estadis- se cosecha, el mejor, en los fecundos campos del
tas que se hallen conformes), así es que nosotros Paraguay. Esta yerba, puesta en infusion en agua
oíamos sin perder ni una sola palabra. caliente con azúcar, en un recipiente, que suele ser
•—Bajo el punto de vista de la producción, es n e - una calabacita hueca, se hace subir, por medio de
cesario hacer que fijen su residencia definitivamen- la aspiración, á la boca, por un tubo ordinariamente
te; primero, porque formando pueblos, el comercio de plata. De tal manera se abusa del mate, que suele
y la industria contarán anticipadamente con sus con harta frecuencia destruir el estómago, hasta el
productos y su consumo. Si son nómadas, y esto punto de producir serios desórdenes en él.
está evidentemente probado, es porque no conocen Y de tal manera está encarnado en las costum-
r

los medios de hacer producir la tierra periódica- bres sud-americanas, que forma parte de la r a -
mente bajo sus arados, y todo lo esperan de la P r o - ción que se dá á las tropas.
videncia. Sus cambios de residencia obedecen á esta Unos setenta ranchos formaban el pueblo indio,
idea, buscando mejores pastos y pescaderos, y por que arrojaban una población de unos trescientos
estas causas estallan guerras crueles en defensa do individuos entre toda chusma (1), de los cuales la
sus propiedades, cuyo título de propiedad no con- mujer no era el brazo menos aprovechable, por dura
siste más que en la posesión, más ó menos lejana. que fuese la faena á que se la destinase.
Los pactos y tratados entre las t r i b u s , exigen, en —Vuelvo á felicitaros, señor Vernuil, dijo el s e -
estas emigraciones de pueblos en masa, permisos ñor Roldan, con todo el entusismo de un acendrado
especiales para que una toldería pueda atravesar patriotismo, por el gran paso que habéis dado, y
campos que pertenezcan á otras, y el no hacerlo es en nombre del gobierno de mi país os invito á que
ya desde luego un casus belli, cuyas omisiones los hagáis una Memoria detallada que ponga de m a -
conducen á la guerra. nifiesto vuestras observaciones y los medios de
Guiados por la india, llegamos á su rancho, en que pueda valerse el Estado para adelantar vues-
donde estaba su padre revolcándose por unos dolo- tra obra y terminarla debidamente con su concur-
res reumáticos, en un jergón relleno de paja de rencia.
maiz; confortable lecho, relativamente al usual que —Trataremos de ese asunto, y la Sociedad que
en otros tiempos tenian. representáis ganará mucho, si estos pueblos llegan
Era un antiguo pescador de perlas, que la mitad algun dia á constituirse definitivamente, porque la
de su vida la habia pasado en el agua, cuya afición Compañía de navegación á vapor del Bermejo, con-
caracteriza los indios del Chaco. Es decir, son casi tará con el trasporte seguro de sus producciones y
anfibios. los artículos para su consumo.
Mr. Vernuil le administró la homeopatía, cuyo Algunas mujeres de los indios salían á la puerta
estuche no abandonaba jamás, y el hombre, si no de sus barracas á mirarnos con curiosidad, y los
quedó curado, quedó por lo menos satisfecho. chiquillos, medio desnudos, saltaban y reian fiján-
En nuestra breve visita, á la cual asistió toda la dose en nuestros uniformes y a r m a s , que miraban
familia del indio correspondiendo á ella, y como el con codicia.
antiguo agasajo de nuestras pasadas costumbres, Si la visita á las tolderías no habia sido tan com-
apareció el indispensable mate. pleta como se hubiera podido desear, el relato
—Doctor Rernini, dijo Mr. Vernuil, yo no puedo de Mr. Vernuil suplia abundantemente á lo que por
ante vos ejercer mis funciones de curandero, si bien nosotros mismos pudiéramos haber observado.
no soy empírico como ellos, pues me sujeto á los Nos dimos por satisfechos por el momento, y de
preceptos de la ciencia. vuelta ya á casa de Mr. Vernuil, porque era llegada
—Permitidme, Mr. Vernuil, que no me entro- la hora del almuerzo, pudimos observar, á derecha
meta en vuestros enfermos. Además soy alopático, ó izquierda, los rastrojos de los campos, cuyo fruto
y vos... estaba ya almacenado, tanto de trigos, como de
—Os equivocáis, amigo mió; soy ecléptico y ad- maíz, cebada y centeno, para el más indispensable
mito los dos principios sin determinarme por n i n - consumo de la colonia.
guno de ellos, y la prueba es que tengo gran n ú - En forma cónica y cilindrica, veíamos aquí y allí,
mero de específicos que administro indistintamente; en las mismas eras, la paja seca, yerba, y las cañas
pero ya que rehusáis, no insisto. del maíz, formando grandes depósitos, cuyos g r a -
Si esta narración llega algun dia á ser leida, sea nos , nos dijo Mr. Vernuil, estaban perfectamente
en España, sea en la República Argentina, es n e - acondicionados en los almacenes.
cesario explicaciones para los dos públicos, y lo que Los pavos y los charatas, en inmensos bandos,
está olvidado en Buenos-Aires, es para España una
verdadera novedad, no pudiéndome escusar, bajo (1) Se dá el nombre de chusma á la familia ds los indios.
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buscaban ávidos los despojos de la trilla; y la chu- respecto á la preciosa é inteligente mestiza, las dos
ña , esa extraña ave, que persigue como nuestras incompatibles; y si en mi relato, bajo el punto de
cigüeñas todo bicbo en el campo, yacía del mismo vista del arte, no resulta dentro del conjunto situa-
modo que el oso hormiguero, cuidadosamente d o - ciones que den una cierta entonación con corte de
mesticada, y en un todo al servicio del hombre, en novela, no es ese mi propósito, pues ya lo he dicho:
su rara misión de devorar todos aquellos insectos, no es una novela mi relato, sino una narración exac-
tan abundantes en el Chaco, y que tan perjudiciales ta , que subordino en un todo á mis apuntes y r e -
son á la agricultura. cuerdos ; por consiguiente, no tendré yo la culpa
Majadas de ovejas, piaras de cerdos, vacadas y de que ciertos desenlaces no sean tal vez del agrado
yeguadas, pastaban en libertad en los prados, r a s - del lector.
trojos ó bosques de algarrobos, completando la r i - Durante el almuerzo, reinó entre los comensales
queza agrícola de la toldería-colonia. de Mr. Vernuil una cordialidad cuyo nacimiento
Y como si todo esto no fuera bastante, de la c r i s - descansaba en la más levantada idea que podia ima-
talina laguna de las perlas, sacaban mucho más p e s - ginarse en el hombre; la civilización de inmensas
cado del que se pudiera consumir; poco aficionados masas de pueblos, q u e , á pesar de los siglos, p e r -
los indios por otra parte á ellos, si exceptuamos los manecían alejados del movimiento social, diferen-
moluscos, que solían comer asados como una g o - ciándose muy poco en sus apetitos y manifestaciones,
losina. á manadas de lobos, como así fueron considera-
Cuando llegamos á casa de Mr. Verneuil, pa'samos dos los pieles-rojas de los Estados-Unidos, cuan-
nuevamente al comedor, guiados por la graciosa do, conducidos por otros caminos, podrían llegar á
mestiza, en donde encontramos la mesa puesta, ser lo que son todos los pueblos de Europa.
con tal profusion de flores de vivísimos colores, que Solo permanecían, si no indiferentes, por lo menos
presentaba el aspecto de un comedor de un suntuoso olvidados de esta corriente de ideas, tres personas;
palacio. Solo que allí el abigarrado bodegón, de a u - y á decir verdad, por más que para algunas de ellas
tor desconocido, ó la marina con mares de aguas la cosa le tocaba muy de cerca, era casi disculpable.
sucias, habia sido remplazada por las flores de a r o - Por primera vez en la vida á su edad, iniciaba m e n -
mas desconocidos, hijas de los cuidados de Notáj, talmente y ante las desconocidas manifestaciones
sus compatriotas. del corazón, en presencia de dos seres, tal vez s o -
ñados , creados por la necesidad del amor, ni eran
XXXI. un olvido ni una frivolidad de Notáj, si daba prefe-
rencia á queridas mortificaciones que ya no le era
Si improvisado pudimos dar un festín, como la dable sofocar, como no se puede evitar que del
paella que se dio á la tropa, ¿cómo sería el almuer- choque de las nubes brote el trueno y el rayo, p r o -
zo que nos ofrecía Mr. Vernuil? Estoy bien seguro, duciendo la horrible tempestad.
que al ver sobre aquella mesa mezclados tan pronto Era tal la pureza de la materia en Notáj, que ni
los productos del país, como vinos de Jerez y Cha- aun su rostro habia sido herido por el pestífero a m -
teau-Lafíitte, el cristal puro de Bohemia, en cuya biente, prostituido por el hálito de las mil cortesa-
copa chispeaba el espumoso Champagne, al lado del nas de nuestras populosas ciudades. Por eso mon-
oloroso churrasco, asado indígena, y sobre todo las sieur Verneuil con la lectura de aquellos libros,
exquisitas combinaciones culinarias de la cocina neutralizando tan salvaje virginidad, la preparaba
francesa, estoy bien seguro, repito, que no se a t r e - para que al entrar de lleno en el mundo estuviera
vería á decir Monroe: «América para los a m e r i - apercibida, y hasta previamente advertida, para que
canos. » la transición no fuera tan violenta, y ciertos desen-
La india Notáj, desplegando entonces todas las cantos no tuvieran consecuencias fatales.
privilegiadas dotes de su imaginación, hizo los h o - Lo bello, lo desconocido, las privaciones en
nores de la mesa con tanta soltura como si no h u - el desierto, el sentimiento casi siempre ignorado de
biera hecho en toda su vida otra cosa que recibir la estética, una pasión ingénita en el hombre—el
en su casa gran número de comensales. amor propio, que es siempre para el amor el factor
Diana, de un entendimiento nada común, de ima- más importante—eran en el Dr. Remini y el t e -
ginación viva, sólidamente instruida, y tal vez niente Sandoval las ideas que luchaban dentro de
amaestrada en secreto para este caso por Mr. Ver- sus corazones, para poder lograr entrar en el de
nuil, ni faltaba á las conveniencias, ni olvidaba que Notaj, tan predispuesto á ese movimiento natural en
estaba en presencia de personas que la examinaban las condiciones especiales en que se encontraba. En
hasta en sus más mínimos detalles. Pero ella estaba presencia el uno del otro, la situación se hacía más
en todo, y con una deliciosa sonrisa ó una graciosa grave. Los dos pretendientes se observaban, y m e -
inclinación, correspondía oportunamente á las p r o - dian tal vez por su amor sus esperanzas, y de esta
vocaciones que con tanta frecuencia, y como en lucha nacían los celos, y de ellos todas las desdi-
competencia, le dirigían el Dr. Remini y el t e - chas de pechos que no saben contener sus pasiones.
niente Sandoval. Los dos rivales tenían condiciones de primer or-
Dos legítimas aspiraciones se habian dibujado con den para que la sorda lucha fuera entablada y acep-
UNA E S P E D I C I O N AL CHACO. 47

tada la descomunal batalla, agravando más la situa- aparente que produjese el despecho, no del elegido,
ción, puesto que Diana no se habia pronunciado por sino del primero que llegase á herir, solo con las
ninguno de los dos; y si le concedia una graciosa ondas sonoras de su voz, aquella especie de fulmi-
sonrisa á Sandoval, en el acto mismo dirigia una nante, que habia de producir el estallido de la mina.
mirada llena de fuego á Remira. La inmensa vanidad del hombre no le deja ver lo
El favor concedido por la bella mestiza, se media que es tan natural en casos semejantes, atribuyén-
y se pesaba secretamente por los dos, queriendo dose victorias por sus raras dotes personales, á lo
deducir consecuencias de privilegios; más a ú n , de que es puramente el resultado de efectos ocasiona-
triunfo. les y de las circunstancias.
Dos cuestiones mi mirada eminentemente obser- Una mujer que se halla perfectamente dispuesta
vadora, no habia podido descubrir. á entregar su corazón, es del primero que acierta
Este juego por parte de Diana, ¿era una coquetería á ponerse en su camino en ese momento crítico,
natural en la mujer, lisonjeando su amor propio, ó porque es la personificación de sus sueños, impor-
era que aún no habia tenido tiempo de fijar su m i - tando poco que sea blanco ó moreno, alto ó bajo.
rada apreciando las dotes de sus pretendientes? Esto Esto es en cuanto á la primera impresión; más
solo Dios lo sabe. tarde, con el trato se rectifica el e r r o r , haciendo
1
Los pretendientes mismos, luchando por una idea, una ó más variaciones en el transcurso de la vida,
¿era ésta por el amor en sí, ó por el temor de s e n - ó se ratifica la primera impresión, lo cual ya no
tirse ajado su amor propio en la derrota? suele ser tan frecuente.
Semejantes averiguaciones, sinó imposibles de Por de pronto, Mr. Vernuil trataba de evitar ese
hacer, son por lo menos de inciertísima calificación. primer choque, unas veces interponiéndose entre
El amor propio, en la sola'probabilidad de sen- Diana y sus pretendientes, pues en cuanto á mí,
tirse humillado, inventa y hasta cree en sentidas ya habia salido de dudas, y esta variante en mis
abnegaciones, desintereses inconciliables que no ideas no era extraña tampoco para el perspicaz
caben dentro de la vida práctica; pero que se plan- francés.
tean, porque por este camino, fingidamente, puede No dejaba de agradarme este papel de observador
llegarse á la aspiración, objeto de los mayores s a - que las circunstancias me regalaban, sin desear con
crificios. ansiedad que mi relevo llegara y con él la hora de
Sandóval era valiente; con un desconocimiento la partida, porque sospechaba desde luego que la
absoluto del instinto de conservación, comprometia situación habia de continuar, por más que en aque-
su vida por una fruslería, más bien por la satisfac- llos momentos no pudiese adivinar su desenlace,
ción de arrancar una admiración de espanto á su siguiendo paso á paso la variedad de los cuadros de
público. Sin é l , esta especie de manía no se mani- distintos géneros, que se presentaban á mi obser-
festaba tan excitada. vación. Cuadros de enseñanza, aunque tardía, para
Galán y apuesto mancebo, recitando los versos aprovecharme de ella.
de Zorrilla, su mirada llena de fuego, identificado —Aquí en el campo, señores, dijo M. Vernuil,
con los personajes de las leyendas, quería imitar- son pocos los placeres de que uno puede disfrutar;
los en bravura como en hidalguía, en generosidad pero en cambio tampoco tenemos grandes preocu-
como en travesura. paciones.
Remini era, si no cobarde, por lo menos prudente, El placer de la mesa en nuestras grandes ciuda-
de mucha sagacidad, con esa instrucción enciclopé- des, suele producirnos consecuencias fatales, siendo
dica de nuestro siglo. lo mismo por exceso que por defecto, un poderoso
Por el contrario dé Sandoval, era ordenado, p r e - auxiliar que constantemente amenaza nuestra exis-
visor , con amor al dinero, y la verdad, poco pen- tencia; pero en el campo, aunque se abuse un poco
denciero. Entendía que por otros caminos que expo- de la mesa, como el movimiento es mayor y más pura
niendo la piel, se podían conseguir los mismos fines. la atmósfera que se respira, menos peligro hay; así
En una palabra; el uno era el aturdido guerrero, es que nuestro punto constante de reunion es el c o -
aquel capitán que, para vencer, ni cuenta el enemi- medor, y como una pequeña variación, el jardín para
go, ni los suyos, sino su propio valor. Vencer y p e r - tomar café en él y fumar unos habanos que os podré
donar era su divisa. ofrecer.
El otro era más bien el hábil diplomático, que, Así, pues, os invito á pasar al jardin de mi q u e -
sabiendo explotar los sentimientos del corazón, ven- rida pupila.
ce con las armas de sus propios enemigos; su divisa Todos nos levantamos, siguiendo al anfitrión y su
era vencer sagazmente y disfrutar de la victoria. pupila.
Lo que no habia pasado desapercibido para mí,
tampoco pasaba desapercibido para Mr. Vernuil, XXXII.
y en lo posible evitaba qué una palabra dicha al
oido, aprovechando un descuido, fuera el punto de El jardin de Diana no era otra cosa que un pedazo
conjunción de las aspiraciones de cualquiera de de tierra, en donde se hallaban reunidos, sin arte
ellos, en perjuicio de t e r c e r o , y diese un triunfo alguno, pero con una expléndida lozanía, el nardo y
48 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

la violeta, el heliotropo y la magnolia, la clavellina La cosa es clara: una serie de sofismas económi-
y el jazmín, que aquí y allí se encontraba espontá- cos, deslumbradores, hacen de la nada un edificio,
neamente , tan pronto en la selva, en el prado ó en y ese edificio, formado de nada, llega la hora y no
los bordes de las lagunas. es nada.
Allí entre aromas delicados y colores que solo la Esas inteligencias, esos capitales puestos en m o -
química de la naturaleza sabe hacer, se habia edu- vimiento y aplicados á una base sólida, darían r e -
cado la mestiza, porque esta era la cátedra de que sultados expléndidos, porque esa base serian las
se había servido Mr. Yernuii para educar á Diana. primeras materias del Chaco, de consumo inevita-
Siguiendo, pues, la costumbre inveterada del ble para el hombre.
francés, fuimos allí á tomar café que sus dos chi- Europa, en ese quimérico afán de llamarse el
nitos nos servían. centro de la civilización del mundo, verdaderamente
—Os debo, Mr. Vernuil, la contestación de un muy lejos de concluida su obra, plantea problemas,
discurso, habiéndome reservado hacerlo con oportu- si no escéntricos, por lo menos inoportunos, crean-
nidad, para oir al propio tiempo vuestra réplica, y si do sociedades protectoras de animales, mientras en
alguna alusión se me escapa, la de algun otro señor; su misma casa le falta mucho al hombre para llegar
dijo gravemente el doctor don Emilio Castro Boedo. á su perfección; y aquí, ya lo veis, ¡hay hombres,
—Estoy á vuestras órdenes. pueblos en cifras aterradoras, donde tienen hom-
—Al llegar á vuestras tolderías, habéis dicho que bres-fieras , infinitamente en peor estado que m u -
creíais desde luego que esta no fuese una visita hija chas especies de animales!
de la curiosidad. Tenéis razón. Desde el momen- El entusiasmo que producía el convencimiento de
to que hemos oído algunos detalles de vuestros su causa, la palabra fácil y expontánea del doctor
labios, no cumpliríamos bien nuestra misión, si el Castro Boedo, nos tenía sumidos en un religioso s i -
dia que esta comisión tenga que hablar, no se r e - lencio. Su misma entonación encontraba ün eco
firiese á este primer paso que habéis dado en bene- simpático en nuestros corazones.
ficio de la civilización. —¡Triste humanidad! esa humanidad eminente-
Explorando el Bermejo, era nuestro propósito mente civilizada, continuó el doctor, hace ¡r al
averiguar hasta qué punto es navegable, y qué obras estudio de un pintor un hermoso modelo, tal vez
hay que hacer para la canalización normal, siendo una niña abandonada, en medio de vuestra civiliza-
esta obra la preliminar para la colonización del ción; mientras sirve de modelo su belleza, gana 10
Chaco, contando, como es natural, con sus materias francos. La grosera copia de aquel modelo de arte,
primeras, para que viniera á explotarlas el hombre en el lienzo grabada, vale miles de francos; el o r i - '
civilizado, produciendo transacciones y el cambio ginal se muere de hambre y de frió; ¡y la misma
general de ideas, sin auxilio directo de nadie, para persona que dio un puñado de oro por el lienzo, no
llegar á un completo desenvolvimiento. dá una limosna por el amor de Dios al original!...
Pero lo que nunca sospechó esta comisión, fué en Ahí tenéis esos magníficos palacios, de eso que
encontrar ya en estos fértiles campos, la semilla llamáis la aristocracia de la sangre. Visitad sus c a -
echada; algo m á s , una incipiente sociedad, en el sas solariegas, y encontrareis en ellas todo un m u -
dintel ya de un cambio social. Sin embargo que seo, pendiente de sus paredes; cuadros, muebles de
vuestro generoso esfuerzo es grande, falta algo, arte, tapices, bronces, porcelanas; preguntad lo que
Mr. Vernuil, para completar vuestra obra. valen... ¿Valen más que la redención de cien mil
Estos chispazos individuales no tienen impor- salvajes?... y cien mil salvajes civilizados, ¿cuántas
tancia ante su magnitud; y si logramos excitar la de esas casas no producirían?...
conciencia de propios y extraños, el número y la • Yo no le pido á Europa que renuncie á su modo
suma de toda clase de fuerzas, vencerán todo cuanto de ser; pero sí le pido que piense en nosotros, en
obstáculo se nos presente; y decidme, vos, Mr. Ver- estos pueblos alejados de ese movimiento, que tal
n u i l , vos que sois europeo, que estáis animado de vez hayan sido en algunos el fundamento de sus
tan generosos sentimientos, ¿no le podíais decir á glorias y sus riquezas...
vuestra Europa algo que la despierte, algo para que —Voy á contestar á vuestras justas y sentidas
envié aquí, en su propio interés, eso que tanto le palabras, esperando que haya aquí quien se haga
sobra, sus hombres y sus capitales? cargo de la última parte de vuestro discurso;
A la solidaridad humana, ¿no le es dado que cruce dijo Mr. Vernuil, mirándome con muy marcada i n -
el Atlántico? tención.
Si le habéis cruzado sin derrotero, para darnos —En vuestro lamento hay un fondo de justicia;
una civilización, ¿por qué nos abandonáis?... y si Europa no dá buena distribución á sus capi-
¿No está malgastando Europa sus fuerzas en com- tales y á sus fuerzas vivas, no es toda la culpa de
binaciones económicas, con el movimiento del d i - ella; alguna tiene también América.
nero y la industria, aquilatando la última gota de Voy á hacer historia, y lo que pertenece á la h i s -
sudor del operario, para venir á parar á los más toria no es la opinion particular de un individuo,
crueles desencantos del capital propiamente dicho, sino un hecho juzgado; que sirva, pues, de estudio
y del capital-trabajo? para el porvenir de las nacionalidades americanas.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . SI

La triste fama de don Juan Manuel Rosas, en gentes sin profesión, privadas por la presión de la
Buenos-Aires, Orive y Maza en Montevideo, el d o c - población de los medios del trabajo, y condenadas
tor Francia y Lopez en el Paraguay, los Gutierrez en á una funesta y miserable ociosidad. Esta emigra-
el Perú y tantos otros vulgares Nerones y Calígulas ción es un bien para el país de donde sale, y no debe
de los tiempos modernos, sin que tuvieran siquiera asustar (Effrayer, dice el original), al país á don-
la grandeza de sus propias iniquidades, retrajeron de vá...» Y continuando, dice: «Los criminales
de una manera notable la cooperación que hoy se le de Inglaterra fundaron en Australia una de las n a -
pide á Europa. Y al mismo tiempo una coincidencia ciones más morales del mundo (1);» (discurso de
natural salta á primera vista. Un pueblo q u e , uno sir C. B. Lytton). Consecuencia inmediata: sigue el
tras otro, consiente un tirano sin talento y que funda conde de San Juanario... «La mayor parte de los
su gobierno en el puñal del asesino y la arbitrarie- crímenes son cometidos principalmente por. los e u -
dad, lo menos que se puede decir de él, es que no ropeos recien llegados, porque pertenecen á las
está formado. Y esta afirmación está demostrada últimas capas sociales de Italia y España, y no han
con algunos hechos históricos que os voy á r e c o r - tenido tiempo de moralizarse por medio del trabajo
dar... «DoñaCipriana Latorre de Vivanco, armada y la abundancia.»
con su juventud y belleza montó á caballo, y diri- Esto es lo que os manda Europa cuando no ofre-
giéndose á algunas leguas de Arequipa, en donde céis garantías de orden. Si vuestras condiciones de
estaban acampados dos regimientos, despierta á los estabilidad se afirman, esa emigración mejorará, ó
coroneles, quienes fascinados por tantas seduccio- mejor dicho, ya mejora en vuestra república; ya lo
nes, unidas á aquel rasgo de intrepidez, arrastrados sabéis, señores; no hay nada más tímido que el d i -
por su ardiente palabra y lo extraordinario del acto nero : á la más leve perturbación se esconde, y el
mismo que realizaba, cayeron á sus pies, se decla- dinero necesita un auxiliar poderosísimo, sin el cual
raron dispuestos á seguirla, y juraron morir por no es nada tampoco; que es la inteligencia y el
ella. Se toca generala, los soldados se precipitan, la brazo, íntima sociedad; sin la cual es imposible el
rodean y la admiran...» Y el resultado de esta e s - movimiento, de cualquier género que sea.
cena, más á propósito para figurar en una novela de Diana, la inteligente mestiza, no perdia una sílaba
Alejandro Dumas que en la historia de un pueblo, de esta conferencia, porque presumia, sin duda, que
determina la elevación al poder de su marido, el de ella saldría algo práctico en beneficio de sus
coronel Vivanco; precisamente contra quien e s - hermanos, privados de la luz de la razón. Sandoval
taban pronunciadas aquellas tropas. y Remini, sin tener á Diana enjuego, atendían t a m -
Y la señora de Gamarra, en el Perú mismo, y bién con el mayor recogimiento.
Elisa Linch en el Paraguay, y Manuelita la hija de —Señores, dije yo á mi vez; no pensaba tomar
Rosas, han sido otras tantas matronas que dispu- parte en vuestra ilustrada conferencia, pero he sido
sieron á su antojo de los destinos de un pueblo, t e - aludido como español, y voy á permitirme emitir
niendo por única ley el capricho. mi humilde opinion.
Y al ver esto Europa, decia: «Este no es un p u e - Ninguna nación de Europa tiene tantos motivos
blo serio. ¿Quién se expone á ir allá, para ser vícti- como España de ser la última en venir en ayuda de
ma de los unos ó de los otros? » sus hermanos de América.
El señor Roldan y el señor Castro se revolvían Una emancipación sangrienta nos ha separado de
impacientes en sus mecedoras. esta parte del mundo, que solo el genio español supo
—No os impacientéis, señores; ya sé lo que me conquistar para la civilización, y España le dio
vais á decir, continuó Mr. Vernuil. cuanto tenía, cuanto habia conquistado en quin-
Que estabais en vuestro período revolucionario. ce siglos de luchas, y se lo dio de un golpe; y
Que estabais en vuestra reconstitución política. E s - ¿cómo se lo dio, señores? Desangrando su propia
tamos conformes; y así como Europa pasó esa madre hasta el punto de quedar reducida su pobla-
cruenta época, en la cual, lo confieso, mi país no ción á nueve millones de habitantes, dejando desier-
se distinguió mucho, por cierto, por su cordura; tas á Sevilla, Segovia, Béjar, Valencia y otras c i u -
pero en cambio, de ella nacieron grandes cosas; y, dades, y con aquel contingente nacían México, Bue-
francamente, de la sangre que malgastáis en vues- nos-Aires, Lima, Caracas, Montevideo. Con una
tras revoluciones, no nace nada. injusticia que historiadores extranjeros se lamen-
Y después de todo, ¿tiene la culpa Europa de que tan, se nos acusa que hemos sido crueles al princi-
estéis en vuestra'transformacion política? Se os o b - pio de la colonización. ¡Ah, señores! ¡Qué poco nos
serva, y cuando se os vé que estáis tranquilos la acordamos de lo que hicieron los holandeses y los
inmigración aumenta, viniendo, como ya está s u c e - portugueses!
diendo en estas naciones, que mejores garantías de Decia que España debia ser la última, porque á mi
paz y sosiego se les ofrece. juicio debia agotarse la generación que realizó aque-
Y contad con que lo que os voy á decir son ideas
(1) Creemos que alude á la Nueva-Gales del Sur, colonia i n -
emitidas por el ilustrado vizconde de San Juanario,
glesa que se fundó en 1788 con ochocientos criminales, que fue-
con las cuales estoy tan perfectamente conforme ron desterrados, y hoy cuenta con cerca de un millón de habi-
que las hago mias... «La emigración europea son tantes.
52 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

líos acontecimientos, para dejar pasar rencores y Como he dicho antes, la emancipación fué dolo-
cicatrizar heridas, que solo los tiempos borran. rosa; al español en América cumple ser prudente y
Estos hechos de familia, que se registran desgra- comedido, y más aún esa prensa, que toda ella se
ciadamente en la historia de todos los pueblos, y que abroga la facultad de ser el órgano de sus compa-
más íntimamente se han desarrollado hasta entre triotas; debe cambiar el tono que hoy tiene, siquie-
provincia y provincia, en nombre de esta ó la otra ra por educación, dirigiendo las corrientes por
causa, quedan nada más para el historiador. distintos derroteros, para bien de todos.
De estos mutuos agravios de nuestros abuelos, no Estas jóvenes repúblicas no han tenido tiempo
pueden hacerse solidarios de ellos sus nietos; antes de completar, ni su organización.política ni la s o -
al contrario, por un sentimiento hijo del siglo en que cial, y tiene inmensos vicios que corregir. ¿Qué n a -
vivimos, debemos producir una saludable y r e p a r a - ción no los tiene? El español es el menos autorizado
dora reacción, que por parte de España se ha p r o - para denunciarlos, ni considerado como huésped,
nunciado ya, con hechos bien significativos, en p e r - ni como pariente.
sonas de la más elevada posición jerárquica; porque A todos los americanos les ofende más una c e n -
la opinion pública es esa; porque está en la mente de sura que venga de un español, que de otro cual-
todos la conveniencia de un fraternal abrazo entre quiera. Si hay defectos y vicios en el país, como
americanos y españoles, que es lo mismo que si d i - huésped y como pariente, el español no debe seña-
jéramos entre dos hermanos, que por un espacio de larlos, y menos quererlos corregir.
tiempo estuvieron mal avenidos; porque la coinci- España será siempre la madre cariñosa de sus h i -
dencia de recíprocos intereses así nos lo aconsejan, jos rebeldes de ayer, reconciliados de hoy, como se
tanto más fáciles de realizar, cuanto que no hay d i s - reconcilia el padre con el hijo. Pero no lo olvide
tancia moral que nos separe, antes bien sus t r a d i - América; á su vez, tiene algo que hacer.
ciones, su historia y sus grandes lazos de familia, Un movimiento de aprobación se produjo al t e r -
solo España puede ser la que represente un gran pa- minar mis últimas palabras; y la mestiza, con l á -
pel en la América moderna, en la América libre, grimas en los ojos, se levantó para darme la mano,
hija querida de su vieja metrópoli. exclamando:
Visiblemente mejora la calidad de la emigración —Era necesario que de un pecho español salieran
española desde los últimos tiempos; es necesario que tan nobles palabras.
se haga de primer orden para que las corrientes —Sí, amiga mía; si yo fuera la nación, algunos
generales se subordinen á los más ajustados princi- millones de españoles que hoy sobran á España, e s -
pios de justicia, y sepamos corresponder, por una tarían repartidos aquí entre sus parientes, y una
ley de gratitud, á los beneficios que algun dia r e c i - gran parte de ellos constantemente en el Océano;
bimos de la América. llevando y trayendo, darían eso vertiginoso impulso,
¿Cuántas casas españolas no tuvieron su base fun- encarnación del siglo en que vivimos.
damental de grandeza y de gloria en la conquista de Y en su inmenso trasiego de hombres, con el más
América? estricto respeto de fórmulas de gobierno, vosotros
¿De dónde les han venido sus pergaminos y su oro conoceríais á nuestros duques y marqueses, cuyos
á muchos de nuestros títulos de Castilla? timbres conquistaron aquí; nuestras gentes acauda-
¿Pues qué tiene de extraño que hoy vuelvan aquí ladas, nuestros príncipes de la literatura, de la poe-
sus descendientes, á impulsar, con la autoridad que sía y de la pintura, pues no siempre habríais de ver
dá la posición, el movimiento en todas las manifes- el honrado, pero pobre vasco, como el aventurero
taciones del trabajo, y renovar las relaciones de catalán y el pasivo gallego. Y en este incesante m o -
familia que tanto influyen en el movimiento s o - vimiento de hombres y de cosas, como el oleaje del
cial? m a r , quedaría establecida esa corriente q u e , como
¿Y qué se necesita para ello? Se necesita que los en el cuerpo humano, desde el corazón á la más i n -
gobiernos tomen la iniciativa, mandando recíproca- significante arteria, llevaria la sangre, dando calor
mente á representantes que sean hombres de p r i - y vida por igual al cuerpo.
mera talla política y con verdadera influencia entre Si nuestras censuras como español os ofenden
gobierno y gobierno. más, en cambio, una débil muestra de cariño hacia
Mejorando la representación oficial, mejorará i n - vosotros, tienen mucho más valor que nacida de
dudablemente la representación popular. otros; por eso comprendo vuestra lágrima de g r a t i -
Además, un representante, rodeado del prestigio t u d , y porque somos, en una palabra, la carne de
que debe tener, con solo su influencia personal evi- vuestra carne.
tará ciertos hechos que, sin ella, se llevan las c u e s - Y por esa eterna ley de las afinidades químicas,
tiones por caminos tirantes, y por consecuencia á que domina el mundo de la materia, confundidos
dificultades cancillerescas, á que nunca debemos nuevamente en ese lazo natural, cuyas tradiciones
acudir americanos y españoles. de homogenidad hacen de americanos y españoles
Y en estas condiciones, España recuperará el una sola familia, el amor, enlazándonos en los esla-
puesto y la influencia que por su historia debe tener bones de sus cadenas, convertirán en esclavos á los
en la América latina. españoles-peninsulares de las españolas-criollas-
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . S3

americanas. Anhelado yugo, si la Península Ibérica de oro, de plata, de cobre, hierro y otros metales.
conociera estas Notaj-Dianas. La tradición entre los indios y algunos viajeros,
—Vuestro discurso y esa galantería merecen una nos habla de una rica mina de metal agrio, con
recompensa, dijo la mestiza levantándose de la m e - largas ramificaciones en el Chaco, así como de la
cedera. existencia de abundantes crestones de masas de
Todos la seguimos con la vista. hierro, que los indios especialmente conocen, y que
—Tomad, es todo cuanto pueden ofreceros estas no aprovechan porque no tienen ni herramientas
mestizas; y me entregaba un pensamiento doble. con qué extraerlos, ni qué hacer de este mineral, por
Sandoval y Remini cruzaron una mirada, como más que sospechen su valor, con la circunstancia de
diciéndose: ¿qué es esto? tener fácil acceso cerca de la que fué colonia Con-
Haciendo un esfuerzo de tranquilidad, el uno lo cepción (i).
disimulaba paladeando una cucharada de café, y el Pero á pesar de que estas afirmaciones estén en
otro encendía un habano, como quien nada tiene que algun libro, les faltan la autoridad, que siempre se
ver en el asunto. Y en efecto, nada tenían que ver. exige á esta clase de afirmaciones, para que produz-
—Nunca me pude imaginar, señores, dijo á su can el convencimiento; y por consiguiente el r e s u l -
vez el señor Roldan, que pudiéramos improvisar un tado que uno se propone. Y esa autoridad no puede
Congreso aquí, en estas olvidadas tolderías, y nunca ser otra que un reconocimiento científico, manda-
pude sospechar que tomara semejante giro una do hacer por el gobierno por medio de sus ingenie-
conversación familiar, mas que cuando ya no tenía ros y sus hombres de ciencia; pero tan completo
más entrada, que para resumir vuestros discursos, que no deje nada que desear.
ó esa serie de exposiciones, que uno á uno habéis No solamente se tienen noticias que en el Chaco
desarrollado, cuyo espíritu se ha sostenido en todos hay metales preciosos, sino otros productos m i n e -
ellos, encerrando doctrinas que serían perfecta- rales, que yo mismo me he aprovechado de ellos, y
mente estériles si ahora mismo no procediera un de gran valor en la industria y para el comercio, y
acuerdo; resumiendo, p u e s , todo cuanto habéis por cuenta propia voy á haceros algunas designa-
expuesto, es mi deber, como jefe de la expedición ciones.
que tengo la honra de dirigir, hacer algo práctico, La sal está en abundancia en ambas orillas del
y para ello os propongo lo siguiente: Bermejo.
Que Mr. Vernuill redacte una memoria sobre El alumbre se encuentra en muchos puntos del
colonización, lo más extensa posible, en donde haga rio San Francisco, del Senta y del Bermejo.
constar las ideas expuestas, y las emitidas por el El azufre, abundantísimo cerca de la laguna la
capitán Valcárcel, pasando éste á Buenos-Aires para Cangayé, y en la falda de la Sierra de Santa Bár-
conferenciar con el ministro del Interior, y llevar al bara.
terreno práctico todas nuestras conclusiones, que El petróleo, en grandes lagunas, al Sud del rio
serian sometidas á la sanción de la Cámara. San Francisco, y en las faldas de la misma Sierra de
—Acepto en principio esa honrosa comisión, y Santa Bárbara.
la llevaré á cabo con más entusiasmo que si me La tiza, el yeso, cal superior, arcillas blancas y
moviera un interés personal; pero permitidme que rojas; y una variedad extraña, negra y aromática de
os haga una observación, señor Roldan. gran resistencia, que, trabajada en crudo y sin que
Creo, á mi juicio, que lo primero que procede le toque el agua, es útilísima para toda clase de a l -
para atraer gran masa de población al Chaco, y á farería, y de la cual se sirven los indios para fa-
ella los hombres de capital y de negocios, es darles á bricar vasijas para sus usos domésticos, y que c o -
conocer en los tres reinos la riqueza del país, y para cida es de un servicio general, sobre todo para t i -
esto corresponde al gobierno hacer un reconoci- najas.
miento científico, por una comisión técnica, tan Piedra de distintas composiciones de primera
completa como sea necesario, pues los datos que calidad.
tenemos hoy, no son más que el resultado de inves- Abundantes vetas de tosca, blanca, rosada y
tigaciones individuales, que no están revestidas del negra.
carácter oficial, cuya autoridad quedaria fuera de Alabastro de rica calidad, se encuentra con p r o -
toda duda. fusion en la referida Sierra de Santa Bárbara.
Por mi parte puedo hablar de la abundancia de la Carbon de piedra: este motor, indispensable en la
llora y de la fauna, pero no puedo hacer una clasi- moderna industria, se halla en las faldas del Senta.
ficación científica, y además, dicho por mí, dirán en Kaolin tan bueno como el de la China, cuyas v e -
Europa: ¿y quién lo dice?—Un Mr. Vernuil, que nas valen tanto como las del oro, y otros productos
vivió trece años en el Chaco.—Como comprendéis, minerales, que solo el hombre de ciencia sabría
esto no es bastante. clasificar y denunciar el servicio que tendría para
Del reino mineral puedo afirmar que en las fal- nuestro consumo y utilidad.
das de la Sierra del Mimbre, de Santa Bárbara, Esta clasificación, ordenada y dicha por quien
Victoria, de Iruya y del Senta, donde comienza la (1) Entre los grados 27 y '28 latitud, y G3 y 64 longitud cono-
region chaquina, hay minerales más ó menos ricos cida ya de los españoles.
54 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

esté autorizado, y al mismo tiempo poniendo en incluso para que en un plazo corto quede hecho
todo su vigor algunos artículos de la ley de E m i - propietario el más humilde colono, con capital sufi-
gración y repartición de tierras, esa masa de pobla- ciente de explotación para su desarrollo individual.
ción que se pide á Europa, y expecialmente á E s - Y ahora decidme: si á una familia así organizada
paña, vendria inmediatamente; y su resultado i n - se opusiese otra india, ¿cuál sería la absorbida?
mediato, natural, lógico é ineludible, sería la El ejemplo, el trato, la vida regular, la defensa
redención de estos pueblos salvajes, que hoy son de la ciencia contra la naturaleza, la periodicidad
una afrenta para la civilización y un círculo de h i e r - de los medios de subsistencia, y en una palabra, el
ro para los atrevidos colonos que se aproximan á e s - hombre civilizado sin esfuerzo de ningún género,
tas tolderías, sin más norte que su espíritu utilario. ¿no triunfaría del hombre primitivo?
Felizmente, en el estado de prosperidad, paz y La facilidad con que corria la palabra de Mr. V e r -
orden en que se encuentra esta república, si el g o - nuil, nos demostraba evidentemente que dominaba
bierno dedica toda su actividad á esta importante en todos sus detalles la cuestión, y que le sería muy
cuestión, hasta de dignidad para América, el p r o - fácil cumplir la misión que le confiaba el señor Rol-
blema quedará resuelto rápidamente, pudiendo d e - dan, estando éste tan interesado, por otra parte,
cirles á los Estados-Unidos que hay otros medios de como delegado de la Sociedad de Canalización del
reducir á los indios que el esterminarlos. Bermejo, en que la repoblación del Chaco fuera lo
El objetivo principal del gobierno, es convertir más pronto posible un hecho, como el elemento de
esa masa de población nómada, que hoy le es hostil, mayor vida para la Compañía de Navegación á Va-
en ciudadanos consumidores y productores, y por por ; porque, ¿con qué podria n u t r i r s e , si no tenía
consiguiente, subordinados á su autoridad. qué trasportar?
Para conseguirlo no tiene más remedio que a r - Estábamos cansados, y además la hora era á p r o -
rojarles una cifra igual á ellos de población civili- pósito para volver los huéspedes á su vapor.
zada, y que en su desarrollo viva de los productos Remini y Sandoval, observándose mutuamente,
del suelo, constituyendo familia, con raíces en el no hacían manifestación de ningún género para p o -
país, cuales son su propio hogar, y familia creada derse sustraer á las sospechas que ya tenían el uno
en él. del otro, y á las de Mr. Vernuil, del cual podremos
Para traer esa 'población, proletaria, industrial, decir con seguridad que estaba ya en el secreto.
comercial y financiera, tiene que decírsele con t o -
das las trompas de la fama, cuál es su riqueza n a t i -
va, y hacerles proposiciones ventajosas para que por XXXIII.
un espíritu de utilidad, se decidan á abandonar sus
hogares, porque ellos van á otra cosa; pero ésta Estas primeras manifestaciones del amor, cuando
concurre perfectamente al pensamiento principal, no van enlazadas á ciertas ideas, no tienen el e n -
y otras variantes, de consecuencias de la más alta canto ni la poesía con que el corazón las rodea.
importancia para el Estado, para el colono y para la Caprichoso por demás, era necesario la compe-
civilización, su objeto principal. tencia, y tal vez sin ella, ni Sandoval ni Remini h u -
Este es el pensamiento del gobierno, y lo prueba bieran sentido iguales deseos. ¿Y qué significaba
el artículo de la ley de Emigración y distribución esto? Pues ni más ni menos que el amor propio, j u -
de tierras de 1876. gando su papel importante.
Dice: « A que se le adelante el pasaje al colono Hay más: el cúmulo de detalles de que estaba r o -
desde el punto de su embarque hasta el lugar de su deada Diana; ese brillante, no sospechado, en medio
destino, y de una sociedad que no tenía ni la más ligera noción
»A que se le suministre, en calidad de anticipo, de lo que era el mundo, era una novedad inespera-
la habitación, víveres, animales de labor y de cria, da; una novedad que apenas en él despertaria, p r i -
semillas y útiles de trabajo, por un año á lo menos. mero la curiosidad, y luego la posesión; manifesta-
«Estos adelantos no podrán exceder de la cantidad ción constante, adherido parásito que lleva dentro
de 1.000 pesos fuertes por cada colono, y serán de sí mismo el hombre, cualquiera que sea su grado
reembolsables en cinco anualidades, que principia- de civilización.
rán á pagarse al terminar el tercer año.» Las flores, el ambiente, el inmenso secreto, m u r -
Pidiendo al gobierno de la nación que ponga en todo mullo de un mundo de viva naturaleza, que vivia á
su vigor este artículo de la ley, hoy derogada, con la su alrededor, sin darse cuenta de su insólita exis-
cantidad de tierras á cesión gratuita, de que hablan tencia mas que por sus propias manifestaciones,
otros artículos de la misma, previo el reconocimiento eran detalles que en nuestra raza, eminentemente
de que antes nos hemos ocupado; entonces procede soñadora, rodeaban la saliente figura de la mestiza.
el proyecto de que me habláis, para reunir, dentro de Estos detalles eran de tal lujo, que es más que p o -
una colectividad determinada, con esos recursos, una sible que, olvidándose de lo principal, se fijara uno
civilización completa, en sus múltiples manifesta- más en lo accesorio.
ciones; pues para todo dá la subvención votada, la Y no consiste en que la raza meridional vive tanto
riqueza primitiva y la suma de actividades reunidas, ó más del espíritu como de la materia.
UNA E S P E D I C I O N AL CHACO. 5S

Por mi parte yo puedo aseguraros que no concibo fabricar sus ropas de las pieles que aprovecha y
á Diana en los salones, ni en el teatro, ni en un tren curte con facilidad.
con lacayos galoneados; no la concibo más que allí, Se dedica generalmente á la cria de ganados y á
en las insólitas soledades del Chaco; pero rodeada la agricultura; y hay historiador que afirma que,
de sus flores, de sus alfombras de pieles de oso, ó de le basta arar la tierra con el omoplato de ciertos
onza. animales, para hacerla brotar opimos frutos; tiene
Si me colocáis á Diana bajo un techo de molduras cierta iniciativa, que demuestra en la invención de
doradas, mirándose á un espejo de Venecia, y bajo sus instrumentos de trabajo.
una alfombra de moqueta, en seguida diré: n ó , esa Vive en ranchos hechos en regulares condicio-
es una Diana falsificada. nes higiénicas, lo que prueba, que no ama la vida
Así como el hombre de sociedad que vé á su X en errante.
la platea del teatro, esgrimiendo sus gemelos, si la Duerme en hamacas que tejen sus mujeres ó en
encuentra en viaje ó en algun apartado rincón de una especie de catre, de un entretejido de cintas,
provincia, ante el original evidente á la vista, se hechas del cuero de algunos animales.
conforma á medias, y podrá d e c i r : esta es mi X fal- La mujer chiriguaya fabrica telas de hilos, que
sificada. tejen arañas en las copas de los árboles, y de las
Y esto prueba que los detalles ocasionales son de lanas de sus carneros, que luego tiñen con plantas
poderoso efecto en el amor, hasta tal punto, que sin tintóreas, y con estas telas fabrica á punto de c a l - t

ellos pierde un ciento por ciento de colorido lo p r i n - ceta una especie de túnica de gracioso corte, que
cipal, por la ausencia de lo accesorio. llaman tipoe, sobre sus propias formas.
Ningún amante se dá cuenta en el acto de estas Son muy hermosas y sumamente aseadas; jamás
consideraciones, y solo cuando por casualidad hay se embriagan, á pesar de preparar para sus maridos
quien las escriba, suele d e c i r : — p u e s es verdad. la chicha, fabricada del maiz y la algarroba, á cuya
Al concluir la última parte del discurso Mr. V e r - bebida tan aficionados se muestran aquellos.
nuil, Diana se puso á hacer ramos de flores, mien- El mataco, es su verdadera antítesis; es feroz; un
tras que aquel, como recordando una cosa impor- hombre es para él un enemigo. En el tratd con el
!

tante que se le habia olvidado, repuso de nuevo: chiriguayo, éste lo desprecia por creerse de una
—El giro que tomó nuestra conversación me hizo raza superior; y por esta razón, no mide sus armas
olvidar importantes detalles, que creo os será c o n - con él.
veniente conocer. Me refiero á las condiciones g e - Algunos historiadores los hacen antropófagos,
nerales de las diferentes tribus de indios que p u e - aunque es opinion que no está completamente con-
blan el Chaco, tanto más importantes, cuanto que firmada.
para lo futuro se tiene que contar con la facilidad ó Es nómada y su habitación suele ser una i n m u n -
dificultades que presenten para su más completa y da choza de cañas secas, donde la basura está al l a -
rápida civilización. do de las viandas que van á comer.
El mataco, es rencoroso; ofendido, se venga; el
chiriguayo, se ausenta del que le agravia.
XXXIV. La mujer del mataco, es como una bestia, y como
tal la trata su marido.
Las tribus de indios mejor dispuestos, por sus Estos son los caracteres más salientes de las dos
naturales condiciones, á entrar en la vida de la c i - clases de indios que pueblan el Chaco; y aunque con
vilización, son los chiriguayos y los mataguayos, frecuencia se mezclan para el trabajo ó para sus
pero más especialmente los primeros; y como difí- guerras, en las espansiones íntimas del hogar, j a -
ciles de gobernar, por sns propias condiciones sal- más el chiriguayo le da entrada al mataco. De m a -
vajes y como un elemento que es difícil de sujetar, nera que casi se podria contar con el primero como
son los matacos y los orejones, que se hallan muy auxiliar para la colonización, explotando ese odio de
mezclados con los tobas. raza que tiene á los otros indios.
Los chunupies y los chiriguayos han sido los más En esto de descripciones de alejados pueblos p r i -
poderosos auxiliares que han tenido los españoles mitivos , entra por mucho la leyenda, aun en libros
en la conquista; y tal vez, dado su7recuente trato escritos con muchos ribetes de verdad. Y si queréis
Con ellos, han reformado su carácter primitivo. atenuaré la afirmación, achacando la especie al e s -
:
El chiriguayo es muy inteligente, valiente, gene- píritu religioso de los tiempos en que se pudieron
roso, hospitalario, amigo del orden, aseado, amante escribir ciertos libros, esto e s , si no obedecían sus
del trabajo y aficionado á las comodidades de la v i - autores á otras ideas más censurables todavía.
da. Con facilidad pierde su natural ferocidad que, Cuéntase, y lo afirman en serio viajeros doctos,
bien analizada, nace de la constante ocupación de que allá por los tiempos de la conquista, existia una
la caza de fieras, ya para su alimento (1), ya para tribu llamada cullugas (en lengua quichua surip-
chaquin, que significa pié de avestruz), que c a r e -
(1) Es muy frecuente la creencia entre los indios q u e , c o -
miendo la carne del tigre que matan, adquieren las condiciones cían sus^indivíduos de pantorrillas y muy semejante
de agilidad y fuerza del animal. al pié del avestruz; de una talla gigantesca y tan
56 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

ágiles para correr, que llevaban ventaja á un caba-


llo desbocado. De un valor y una fiereza formidable; XXXV.
sin más arma que una larga lanza, exterminaron
otra tribu llamarla de los palomos, los cuales no t e - —Es una necesidad y una necesidad inmediata,
nían de monstruoso, más que su enorme talla, y de dijo levantándose el señor Roldan, y á su vez todos
feroz , los extraños adornos de las pinturas con que nosotros.
se embadurnaban el rostro, cuyo aspecto era h o r r i - —Después de estos antecedentes, creo pasaremos
ble, aumentado por las plumas de diferentes colo- bien un par de dias si os dispongo una gran ca-r
res, que adornaban su cabeza, y que pendiente de cería, con cuyo motivo tendremos ocasión de con-
un cinturon de corteza de árbol, tapaban sus h o - versar con algunos indios amigos de otras tolderías,
nestidades, únicos ropajes que hombres y mujeres para que podáis confirmar vuestras opiniones con
usaban. su trato.
—En cuanto á su estatura, querido Mr. Vernuil, Para realizarlo, necesito un dia de preparativos.
recuerdo haber visto en Madrid, en el. Museo Antro- —Perfectamente, exclamó el doctor Castro Boedo.
pológico del doctor Velasco, una momia perfecta- —Muy bien, muy bien; exclamaron á la vez los
mente conservada, que lo menos podrá medir unos dos jóvenes.
ocho pies. Y es probable que esa raza de hombres Al mismo tiempo se acercaba al grupo Diana, con
no se haya extinguido y tal vez se encuentre entre las manos llenas de flores.
lo más espeso de estos bosques. —Y formará parte de la partida la señorita Dia-
—Veremos á ver, amigo capitán, si estáis con- na, dijo Sandoval.
forme con el resto de la narración. —Ya lo c r e o , contestó ella misma; como que
Continúo: Un señor Padre Lozano, afirma «que un montar á caballo, es mi pasión favorita.
capitán español, que habia servido cou honor en Remini no se mostraba muy gozoso por la caza
Europa y que habia salido de Santa Fé para batirlos, mayor, por la que sentia un respeto y un horror
al verlos, cayó desmayado, dominado de espanto que no podia vencer.
creyéndolos espectros del otro mundo.» —¿Qué es necesario? dijo el señor Roldan.
—Protesto, Mr, Vernuil; eso no es posible. Un —Nada más, que concurráis aquí pasado mañana
oficial que sirve con honor en Europa, y que luego á las cuatro de la mañana; y si queréis, dijo m o n -
se hace aventurero, no se desmaya delante de m- sieur Vernuil encarándose conmigo, podéis traer
die, ni aún del mismo Lucifer; estaria borracho, ó ocho ó diez soldados de vuestra escolta, con c u a -
sería un pobre diablo, que creería en las predica- renta 'ó cincuenta tiros á bala; y vos, señor d o c -
ciones de los que inventaron á Satanás y á Holofer- tor... vuestro botiquín, le dijo á Remini.
nes, contesté indignado.» Un relámpago iluminó su semblante, cambiando
—Os he dicho al principio, que á pesar de citar á por completo la desagradable impresión de la c a -
Garcilaso de la Vega, á Teco, Ruiz Diez, Azara y á cería.
de la Harpe, historiadores y viajeros del Chaco, ¿Es que salía del compromiso en su calidad de
sospecho que la leyenda, con algun fin comercial se médico, á habérselas con algun tigre, ó es que s u r -
mezcla en el asunto. gía de su mente una siniestra esperanza, digna de la
—De tiempos muy remotos, Mr. Vernuil, se viene falaz serpiente? Esto pronto lo veremos.
explotando el sentimiento religioso con dos fines —¿Y armas? dijo Sandoval.
opuestos, le repuse á mi vez; y no es el primer caso —Nada; yo tengo aquí un arsenal. Además, mis
que se dá, para alejar tropas de un punto determi- indios, con sus lazos y sus formidables, lanzas lo
nado, haciendo duendes, á quienes yo les mandaría harán todo..
una bala, para probarles que los duendes de este —Amigos mios, dijo Diana, con una graciosa
mundo suelen ser mortales, y con respecto á los del sonrisa. Nada tienen de extraño estas flores, más
otro, ya sé á qué atenerme. que ser cultivadas por mi propia mano; es decir, yo
—Creo que vais por el buen camino , á pesar de á mi vez eduqué lo que mi país ofrece espontanea-
jo dicho por el famoso Padre Lozano. mente, haciendo con ellas todo ¡lo que ha hecho
Voy á concluir. conmigo Mr. Vernuil, que me enseñó á deciros
En la cordillera de los Chiriguayos, que no es esto.
más que una derivación de los Andes, se lian refu- A cada uno entregó un ramito de flores con una
giado en tiempos de la.conquista, algunos pueblos mirada ó una sonrisa inimitables, y de cada uno de
indios, los chicas-.y los orejones, que se dedicaban á nosotros recibía una galantería de la más esquisita
trasportar oro y plata á Cuzco, departamento del cortesía.
Perú, cuyos criaderos si no quedaron olvidados, e s - Al llegar á mí me dijo:
tán hoy por lo menos en completa inactividad. —Vos el último, capitán, porque os considero
Decidme, pues, si no está justificada la necesidad como de la familia... sois el primer...
de un reconocimiento general del Chaco, para d e s - —¡Señorita!...
truir errores y para abrir nuevos veneros de pros- Remini y Sandoval abrían desmesuradamente los
peridad para esta naciente República. ojos.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 39

— ¡ A h ! dispensadme, si me acordaba que des- veces, anticipándose á las necesidades de los p u e -


ciendo de españoles; me olvidaba que mi origen es blos , donde quiera que ha dejado una dificultad, ha
también salvaje... Dispensadme, repuso la mestiza dejado á su lado medios eficaces, para resolverla,
sonrojada, tomando mi exclamación en otro sentido; utilizando y ocupando la actividad del hombre, para
no era mi ánimo... que su sustento sea, como dice el Evangelio, «rega-
—Interpretáis mal mis pensamientos, amiga mia; do antes con su sudor.»
yo no les he dado el sentido del epigrama; muy d i - Esta profusion de rios y lagunas, tan perjudiciales
choso sería en tener en mi familia, modelos tan fá- hoy en el Chaco, pueden ser en lo sucesivo el pode-
ciles de ajustarse á nuestras leyes sociales, cuyo roso vehículo por donde se trasporten sus produc-
espíritu rechaza la idea de las castas, noble con- t o s , y los pueblos se acerquen en estas inmensas
quista de los pueblos modernos. soledades, si viene el hombre civilizado para poner-
Diana agradeció con una sonrisa la explicación. los á su servicio.
Hubiera yo querido marcharme con mis compa- —Creo, dijo el señor Roldan, que la higiene del
ñeros, pero al notarlo Diana, se dirigió á Mr. Ver- Chaco dependa de esta importante modificación,
nuil y le dijo: primera condición que se debe exigir á un país para
—¡Cómo! ¿Se vá el capitán? Pues qué, ¿no os ha su colonización, tanto más importante, cuanto que,
prometido que estaria con nosotros hasta que lle- como habéis indicado, resuelve otro problema i m -
gase su relevo? portantísimo para la facilidad del trasporte del
—Temo abusar de vuestra hospitalidad, dije. producto, punto económico que no se puede echar
—Capitán, cumplid vuestra palabra, ó creeré que en olvido.
tiene razón Diana. —Además, añadió Castro Boedo, que haciendo
—Me quedaré. derivaciones, se lleva este poderoso elemento allí
—¿Para cumplir vuestra palabra? Por mi parte donde la agricultura y la industria lo hagan necesa-
os relevo de ese compromiso. rio, como también nos lo ha demostrado nuestro
—Me quedaré para convenceros del error de una buen Mr. Vernuil.
idea, y siento en el alma no poderos dar una d e - Remini y Sandoval permanecían silenciosos como
mostración de cuya eficacia no podríais dudar de de costumbre, revolviendo tal vez en su mente la
ninguna manera. manera de vencerse, realizando cada uno de ellos
—Esto es horrible, dijo Remini sordamente; una sus sueños favoritos.
declaración...
Sandoval no tomaba la cosa con tanto calor, por-
que tal vez, el soñado rival que veia en Remini, en
XXXVI.
mí no tenía verdadera importancia. O es que á sus
deseos de amante, unia la antipatía que le inspiraba
el joven doctor. Si fuera á hacerse un íntimo y concienzudo exa-
Mientras Diana despedía á sus huéspedes, mon- men de conciencia, sin dar intervención á sus cora-
sieur Vernuil daba órdenes á un joven indio. zones, es decir, excluyendo la miserable pasión, y
Era un corto paseo el llegar al Bermejo acompa- regularizando sus actos con todo el dominio de una
ñando al señor Roldan y sus compañeros, pues ape- razón fria y serena, estoy cierto que de él nacería
nas distaba unos tres kilómetros, que hubiéramos el desistimiento de ciertas ideas, por ser perfecta-
recorrido cómodamente en una hora; pero el señor mente falsas sus creencias, aunque de buena fé, y en
Vernuil, que todo lo sabia amenizar, quiso darles aquel momento las creyesen verdaderas.
una agradable sorpresa, conduciéndolos á bordo del Pero n o , lo más difícil que se le puede pedir al
mismo Leguizamon en aquellos ligeros esquifes hombre, es que obedezca á su razón y no á pasaje-
que nos sirvieron de vuelta de la laguna de las ras impresiones del momento, por las que, no se
Perlas. sabe por qué misterioso atractivo, nos conducen á
Atravesando algunos campos, llegamos al foso un camino fatal; camino cuyos errores, cuando se
que circunvalaba los territorios de Mr. Vernuil, en vuelve la vista a t r á s , son muy difíciles ó imposibles
donde el indio nos tenía preparados seis bajeles; de corregir en el transcurso de la vida, y que casi
toda una escuadra de los tiempos de Noé. siempre uno engendra otro, hasta que nos conducen
Allí, amarrados los esquifes unos á otros, fuimos al abismo.
arrastrados nuevamente por las cristalinas aguas El deseo que ambos sentían por la mestiza, ¿ p o -
del foso por una mula, que seguía el curso del c a - dría llamarse propiamente amor ? ,
n a l , y tomando nuevamente la palabra el admira- Remini, avaro, ¿no calculaba tal vez su fingida
ble Mr. Vernuil, nuestro constante cicerone, nos pasión, viendo en lontananza una pingüe herencia?
dijo: Y en cuanto á Sandoval, tipo caballeresco, hijo de
—Esta e s , amigos míos, la mejor prueba que se la leyenda, ¿sería amor su deseo, ó una exaltación
puede dar, de lo valiosos que son ciertos elementos propia de sus ideas estimuladas por las dificultades
cuando el hombre tiene buen criterio para aprove- de la posesión?
charlos. No parece sino que la naturaleza, algunas El observador es el único que puede contestar,
60 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

porque si fuera á preguntársele á ellos, mentirían y Estas sinuosidades de la armonía, parecían r e t r a -


hasta creerían sus propias mentiras. tar algo que no me atrevía á calificar. Ese miste-
rioso cosquilleo que se llama amor; presentimiento
Llegamos al desagüe en el Bermejo; nos depedi- desconocido en su emoción; vanidades y temores en
mos para el dia de la cacería, y el señor Vernuil y la infancia; dolor y cansancio en la pubertad, y cruel
yo, dando un paseo, nos volvimos á pié á la toldería. é impotente en la ancianidad, porque se levantan los
Mr. Vernuil me habia dicho que procuraria h a - remordimientos de lo pasado.
cerme agradables las horas en el desierto. Lo c u m - Era Diana demasiado perspicaz para no compren-
plía ; su amena conversación ponia en moviviento der mi situación, aunque no se explicaba ciertas r e -
todo género de ideas; y con frecuencia, de las cues- servas. Algunas veces trataba de evitar una mirada,
tiones más áridas, que él sabia revestir con formas ó un leve choque que produjese el estallido de una
agradables, pasaba á otras, que, fueran ya por la c u - tempestad, que adivinaba en mi corazón.
riosidad, ó por la codicia que en uno despiertan, Pero al mismo tiempo su vanidad de mujer la
siempre tenían el mayor interés. Pero todo ello era impelía en lo desconocido.
hablar, y al fin y al cabo llegaba uno á cansarse, y Por mi parte, no quería arriesgarme á conocer la
para amenizar la situación, allí estaba su pupila, solución de un problema, porque le tenía miedo.
que, como mujer, era encantadora, y como señorita, Diferentes razones nos colocaban en la misma a c -
de una educación sin reproche; sumando esa educa- titud. Temia avanzar demasiado sin poder retroce-
ción, cuantos detalles se puedan exigir, y como der más tarde.
complemento, de un talento natural de primer Ella, respetando tal vez su conciencia pura, temia
orden. emprender un camino que, más tarde, al conocer el
Cuando llegamos á casa de Mr. Vernuil, Diana mundo, se viese obligada á variarlo. A una mujer de
estaba tocando al piano; es decir, me esperaba una nuestra sociedad poco le importaría comprometerse
velada musical. Más variedad no se podía dar. ahora, para desligarse más tarde por medio de un
Mi honor, mi seriedad, y más que nada las leyes frivolo pretesto. La joven mestiza sabia que habia
de la hidalguía, me confiaron á Diana, y Mr. Ver- eso en el mundo, pero ella, de una pureza salvaje,
nuil fué el que me invitó á pasar á su gabinete, no se habia contaminado hasta el punto de ser una
mientras él iba á escribir á su corresponsal de Cor- de tantas.
rientes. Mi situación era difícil. Era necesario hablar, y
Apenas entré, me dijo, sin interrumpir el piano, no sabia qué decir. Su orgullo de mujer hermosa
que tocaba maquinalente: quería algo más que saber que tocaba bien el piano,
—Os esperaba, capitán. que la música era preciosa; porque eso era hablar
—No soy poco dichoso, Diana, con que pensarais del a r t e , y á lo sumo que tenía talento; ella quería
en mí. que le dijese más que todo eso. Quería tal vez que
—Me dijisteis que la moderna civilización habia la llamase hermosa, porque siendo esa mi opinion,
destruido las castas... podia deducir consecuencias del efecto que su h e r -
—No toquéis esa cuerda; me es muy sensible, y mosura producía en mí, contando con esa cualidad
estoy seguro que no conservaré la serenidad que las inherente de la humanidad, del deseo constante de
circunstancias me exigen. la posesión.
—¿Tenéis miedo de abordar una conversación Por fin, haciendo un esfuerzo pude articular una
conmigo? frase; la dije:
— De cierto género, sí. —¿Qué os parece de Remini y Sandoval?
—IY yo que quería probar vuestra fortaleza! —Agradables, pero...
—Mi fortaleza es la de un mísero mortal de carne No concluyó la frase; me era bastante aquella d e -
y hueso. Y ciertas cosas son muy peligrosas averi- claración, y desde luego cifré en ella una esperanza
guarlas, porque... sin límites.
—¿Por qué, capitán? Continuó tocando, pero ya entonces lo hacía con
—Porque no pueden ser. toda su atención. Habia empezado la sinfonía de la
La conversación se suspendió por un momento, y Vuelta de Columela, esa música juguetona de R o -
el piano volvió á recoger toda su atención. sini, que retrata la vida en sus primeros albores.
Tocaba una pieza de ejecución, muy conocida. El Con el más religioso silencio concluyó la pieza,
sueño de Eosellen. lanzando un suspiro, y dirigiéndome una mirada,
En los pianos, me miraba soñando despierta; un cuyos destellos me hicieron estremecer, dijo:
amor tal vez desconocido; un amor que con seguri- —¿Qué es el amor, capitán?
dad no era yo, ni creo que nada de lo que habia visto Disimulando mi emoción, como quien piensa lo
hasta entonces. que vá á decir, contesté al cabo de algunos m i -
En el crescendo despertaba, y en toda actividad nutos :
sus nervios, parecía enfurecida con las teclas, a r - —Esa pregunta no ha habido hasta ahora quien la
rancando sonidos que vibraban con fuerza, como haya contestado de una manera concreta, y cuya
truenos, que lanza una horrible tempestad. contestación deje á uno satisfecho.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 61

—Eso debe consistir en que la definición del amor me dejaba ver peligros evidentes, y mi prudente
es puramente personal, y por consiguiente se n e c e - conducta se subordinaba á estas ideas.
sitan tantas definiciones como individuos sientan el Diana no lo adivinaba, y por otra parte estaba i n -
amor. decisa, lo cual confirmaba más mis temores en el
—¡ Admirable I porvenir.
—Pero ¿cómo lo calificaríais en términos gene- Si en los primeros pasos en la vida, con la fogosi-
rales? dad de los pocos años, se entrega uno abiertamente
—Francamente, Diana, tenéis demasiado talento á toda clase de impresiones, llega un dia en que se
para que yo pueda hacer una definición tan difícil modera hasta el punto de ser cauto y esta c a u -
y qué os satisfaga, si bien por galantería... tela, no la entendía la joven mestiza. Por otra p a r -
—En fin, esplicaos; ¿qué es amor? te, ¿queria ella tal vez ver depositar á sus pies las
—Pues ya que lo queréis... os lo diré como yo lo tres solicitudes para tener el derecho de la elec-
siento... el amor es... una pieza de música, que cada ción?
cual inventa. De Sandoval estaba segura; de Remini sabia, por
No se necesita más que sentir, para escribir esa lo menos, que por la propia excitación del anterior,
música, cuyos sonidos repercuten dentro de otro llegaria al mismo resultado, en cuanto hubiera oca-
corazón. Si hay armonía, el eco la devuelve; si no, sión para ambos. En cuanto á mí, que era el que en
se convierte en una cencerrada. mejores condiciones estaba para una explicación,
—¿Y no puede haber equivocaciones? era, sin embargo, el que se le presentaba más difí-
—No; cuando hay equivocaciones, es solamente cil, y por eso ella se obstinaba más.
cuando á esa música se le asocia el a r t e , porque el Habia necesidad, pues, de entrar en explicacio-
arte, en cualquiera de sus manifestaciones, tiende á nes; su amor propio lo exigía, y mi tranquilidad
hacer bello lo que no lo es en su esencia... y hacer también, porque hay ciertas luchas que no se p u e -
aparecer verdadero, lo que es falso. den sostener largo tiempo sin que perezca la razón,
—Sois ingenioso. Ese fondo de poesía que se d e s - perdiéndose en un minuto la heroica defensa de m u -
cubre en vuestra definición... cho tiempo.
—Es el arte, Diana. La llegada de Mr. Vernuil vino á sacarnos de esta
nueva situación en que nos encontrábamos.
—Vamos á acostarnos, amigos míos, dijo el fran-
cés , que mañana tenemos que ocuparnos de los p r e -
XXXVII.
parativos de la gran cacería proyectada para el día
siguiente.
La mestiza se levantó bruscamente de la banque- Breve y fría fué mi despedida con Diana. El fran-
ta , tomó un abanico, y fué á sentarse á un confi- cés, con su mucha experiencia, sospechaba las c o -
dente de cuero, que habia en frente del piano. sas y dejaba correr el tiempo para que él diera su
¡Es posible, mujer, que sacrifiques á tu vanidad necesario desenvolviento á las cuestiones planteadas
de un minuto, la vida entera de tormentos c r u e - y no resueltas.
les de cien hombres, por el solo placer de verlos á Nos fuimos á acostar.
tus pies ! Un breve punto más. Una ilusión conservada en
Sí; su idiosincrasia se lo exige. Es una necesidad ese invernadero de la vida, que se llama la espe-
que siente y no lo puede remediar, porque no lo ranza ; dulces ensueños, que apenas se despiertan
adivina, como no adivina tampoco el daño que hace, mueren ante el helado cierzo que los troncha...
creando esa divina música, que al principio parece
que tiene armonía, y que después ella misma con-
vierte en horrible cencerrada. XXXVIII.
Por fortuna para mi tranquilidad, ya no era r e -
cluta en cuestiones de amor, por más que en aque- Al dia siguiente, Mr. Vernuil mandó al indio para
llos momentos quisiera serlo, entregándome abier- que me despertara; estaba en lo que le llamaríamos
tamente á sus dulces emociones sin peligros, ni salon de su casa, sacando de gruesas cajas unas c a -
temores. rabinas cuidadosamente embaladas.
Pero lo que parecía posible entonces, al hacer Eran carabinas Winchester, de doce capsulasen
Diana su entrada triunfal en el mundo, despertando la culata, que todavía no se habian estrenado, por el
súbitamente todas sus pasiones y estableciendo ese estilo de los rewólvers, y que íbamos á probar para
peligroso término de comparación entre yo y los servirnos de ellas al dia siguiente.
demás, podria convertirse mi existencia, de un pa- —Capitán, os toca á vos el dirigir el ensayo h a -
raíso , en un infierno. ciendo unos cuantos blancos.
Yo le doblaba la edad. Ella una niña, yo un hom- —Está bien. ¿Y cuchillos de monte?
bre; dentro de diez años ella seria una mujer, yo un —Aquí tenemos unas dagas españolas, que p o -
viejo. dremos llevar á la cintura.
El dominio que tenía mi cabeza sobre el corazón, —Pero no habrá necesidad, porque he mandado
62 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

u n c f e g i t e (propio) á un cacique chiriguayo, grande nejar ni lo uno ni lo otro. Llevaban además, las bo-
amigo mió, para que me tenga diez de los suyos más las y los lazos, arma formidable en sus manos que,
espertas en la caza de fieras, y que sean además ba- manejada como ellos lo saben hacer, paraliza un
queanos (conocedores del p a í s ) , y buenos rumbea- toro á la carrera y se burla de su fiereza.
dores (guías), sin cuyo auxilio nada podríamos h a - Es conveniente que se expliquen ciertas costum-
cer, porque habéis de saber, que es muy fácil extra- bres y armas, propias de estos pueblos primitivos;
viarse ó dar con alguna toldería de matacos ó tobas, pues si bien sería innecesario, si este libro solo se
que con toda seguridad.causarían nuestra muerte; fuera á leer en Buenos-Aires; pero como se impri-
ó que nos sorprendiese la noche en el bosque, e x - me en Madrid, es más que posible, que se lea más
puestos á ser víctimas de las fieras. aquí, que del otro lado del Atlántico, y como ya hice
Para que se cumplan bien nuestros deseos, t e n e - observar más atrás, no me puedo escusar de ciertas
mos que ir á unas 20 ó 25 leguas de aquí, á donde esplicaciones.
ya he mandado algunas viejas cabezas de ganado
para degollarlas allí y que sirvan de cebo para atraer
á las fieras. XXXIX.
Tenemos que llevar un par de tiendas por lo me-
nos, y víveres para varios dias, por más que la ex- Desde que el indio abandona el pecho de la madre,
pedición no dure más que tres ó cuatro. al mismo tiempo que aprende á andar, aprende á
Sobre esto es necesario ser muy precabido, si no montar á caballo, tirar el lazo y las bolas, únicas
quiere uno verse expuesto á fatales consecuencias. armas que están á su alcance en su infancia. Más
Con los diez indios chiriguayos, vuestros diez tarde, en su pubertad, se instruye en el manejo de
soldados, otros diez más que saldrán de aquí, c u i - la lanza, que es como el complemento de su i n s -
dando las vituallas y nosotros, haremos una colum- trucción para vivir por sí solo.
nita de unas cuarenta personas. El lazo consiste en dos tiras de cuero trenzadas,
Los indios ojearán el monte, y con seguridad nos cuyo largo no suele esceder de 30 pies y termina en
echarán de sus madrigueras el león, la onza, el t i - un nudo corredizo, que se desliza por una anilla de
gre, la puna, el jabalí, el ciervo, el gualacate y otros; hierro. La mano derecha en donde se recoge el nudo
los habitantes de estas selvas vírgenes. y toda la cuerda, arroja el lazo; y la izquierda tiene
—Bonito plan, me gusta, le dije satisfecho. asida aquella, cuya otra extremidad está sujeta s ó -
En esto entró Diana, alegre como la salida del lidamente á la silla del caballo, llamada recado.
sol. Ya habia olvidado la noche anterior; besó á su Las b*las, que son tres, están reunidas por una
padre, y me tendió la mano con el mayor cariño. correa, que se lleva atada á la parte anterior de la
Pasamos al comedor á tomar el café. Allí conclui- silla. El indio, aunque tenga el animal ó el enemigo
mos de combinar el plan. Cada uno se encargó de su que persigue á 100 pasos de distancia, se las tira
cometido. con tal precision, que las arrolla á las piernas y lo
Diana tomó á su cargo las carabinas, después de derriba, ó le dá en la cabeza y lo mata.
probarlas haciendo algunos blancos: de los deta- Con el lazo se sirven para enganchar al caballo
lles de la administración de víveres se habia e n - en medio de su carrera , para sujetar á un toro y
cargado Mr. Vernuil. para cazar las fieras, operación sumamente peli-
Al frente de mis soldados, y con un par de guías grosa y que solo los muy baqueanos saben hacer con
rumbeadores, debia ir el teniente Sandoval ^ d i - destreza.
gámoslo así, el Estado Mayor, con la impedimenta, Hay tantos puntos de semejanza entre las cos-
dentro del grueso de la columna, cuyos movimien- tumbres del indio á las del gaucho (hombres del
tos debían obedecer á las indicaciones de los indios campo), que si el Gobierno de la República no toma
ojeadores. una enérgica medida, sucederá no muy tarde, que
No deja de ser peligrosa esta clase de caza, si no éstos se incorporen á las tolderías de los indios me-
se toman algunas precauciones, pues una bala bien nos feroces, aumentándose su contingente, como
dirigida podia matar á una fiera y también á uno de ya ha habido algunos casos.
los nuestros; así es que en nuestra inexperiencia, y El gaucho desprecia toda clase de trabajo por
para evitar alguna desgracia, acordamos no hacer serle innecesario para su manutención, que se p r o -
uso de las armas de fuego más que en casos muy porciona sin ningún género de escrúpulo (carnean-
manifiestos de no haber peligro, dejando á los indios do) degollando la primera res que enreda en su
que lancearan las fieras que echaran; y en caso de lazo. Con esa carne, que conserva al aire para que
ayudarlos, en una lucha de pequeño círculo, á daga; no se le pierda, y la venta del cuero, pasa algunas
peligroso por otra parte también, porque al ases- semanas. Cuando se le concluye, repite la operación
tar el golpe, se pone uno en condiciones de recibir en la primera tropilla que encuentra (tropilla,
un zarpazo del animal que se trata de herir. rebaño), y si por casualidad le sorprende el pues-
Si el caballo y la lanza es para el indio una tero (pastor) le echa las bolas, poniéndolo fuera de
verdadera arma ofensiva y defensiva, para nosotros combate.
era completamente inútil, porque no sabíamos m a - Es deficiente la policía para atajar estos abusos
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 63

que paga directamente el ganadero; y si creando Cuando se les rompe una prenda de vestir, jamás
una contribución pecuaria se organizara una g u a r - la remiendan. Si no pueden comprar otra nueva,
dia rural-militar á imitación de nuestra Guardia andan así.
civil, que es lo mismo que la gendarmería francesa, La hembra, su mujer, es tan desidiosa como su
siquiera un escuadrón de cien caballos por provin- marido, y dentro del hogar no se ocupa de otra cosa
cia , no solamente se corregirían estos abusos , sino que tener agua caliente en la paba (olla de metal),
que se limpiarían los campos de los llaneros ó cua- para tomar el m a t e ; el alimento, que siempre es
treros (ladrones en despoblado) que no dejan de h a - carne, se lo procura el marido.
cer sino mucho daño en las estancias, á los ganade- Las últimas leyes emanadas del Congreso nacional,
ros , al transeúnte, y en general es un temor cons- darán por resultado el mejoramiento mcral del g a u -
tante para la riqueza rural. cho, y ya sue)en verse en las estancias y en el c a m -
El gaucho es orgulloso y se cree superior á todos po, ocupados en faenas agrícolas, mucho más, cuan-
los extranjeros, que llama gallegos si son españo- do tiene el ejemplo en las muchas colonias fundadas
les, y gringos á todos los demás. Valiente y decidido por extranjeros, especialmente en la provincia de
en sus resoluciones, tiene mucho de la bravura del Santa Fé, cuyo número pasa de cincuenta y cuatro
indio, y en campaña es el soldado más sufrido que mil, repartidos entre cincuenta prósperas colonias.
puede tener ejército alguno y de una sobriedad a d -
mirable , siendo tratado por sus jefes con una seve-
ridad extraordinaria. XL.
Enemigo del trabajo, no conoce más oficio que la
ganadería y la esquila de lanas, en lo que demues- Pasamos el dia sumamente ocupados. Mr. Vernuil
tra tener gran habilidad, sacando en los dos meses disponiendo convenientemente los víveres de con-
que dura, un jornal bastante regular; pero como es servas de pavo, charatas y pescados, para poder ir
muy vicioso, lo derrocha en seguida. en el lomo de las gordas muías que tenía en su in-
No tiene crédito en ninguna parte; así se vé en diada.
todos los comercios de la campaña ó en las pulpe- Diana y yo, después de haber reconocido que las
rías (tabernas figones y hasta posadas, llamadas
y carabinas Winchester eran execelentes para el tiro,
también casas de negocio), un cartel con letras de si bien un poco pesadas de culata, por el depó-
á cuarta, que dice: Ventas al contado. sito de las cápsulas, cada uno se ocupó de sus t a -
El gaucho está constantemente en huelga, a u n - reas especíales, que constituían los detalles.
que viva pobre y miserable, y es difícil conseguir A las cuatro de la tarde todo estaba preparado,
estimularlo para el trabajo, sin embargo de su p a - armas, tiendas, víveres, sin olvidar los ricos vinos
sión por las bebidas alcohólicas y su afición al juego de Burdeos y Jerez; la estomacal cerveza Vale-ale, y
de riñas de gallos y carreras de caballos, habiéndose la ginebra para los indios y la tropa.
dado el caso, que en una ocasión se perdía la cose- A la caida de la tarde vino un indio de los de
cha en Tucuman por falta de brazos, mientras que Mr. Vernuil, á anunciarnos que una tropa de i n -
por las calles vagaban los gauchos, teniendo el g o - dios armados quería pasar el foso, que venia de
bierno que hacer una leva y llevarlos á trabajar en amistad para visitar al gringo cristiano por su
caliddd de presos. mandato.
Como consecuencia de su horror al trabajo, vive Salimos á su encuentro, mientras el mensajero
pobre y miserable; su traje se compone de un chiri- se adelantaba para que pasaran el foso.
pa (especie de zaragüelles), calzoncillos cortos con Al poco rato nos encontramos. Era la escolta
flecos, que concluyen en la rodilla, camisa, blusa ó que Mr. Vernuil le habia pedido al cacique Curi-
chaqueta y unas soletas ó especie de botas, forma- ñancú, de origen chiriguayo, aunque cruzado con
das de la piel de los corvejones del potro, que c u - los guycurus.
bren el pié y la pantorrilla, hasta llegar á la rodilla. Tan pronto estuvimos á la vista, ochó pié á tierra
Su poncho de lana, que es un pedazo de tela con un Curiñancú, y sin más saludo, dirigiéndose á mon-
agujero en medio, por donde mete la cabeza, c a - sieur Vernuil, le dijo:
yendo la tela por partes iguales por el pecho y la —¿Qué está queriendo, mi grande amigo el cris-
espalda. A la cabeza, suele llevar un viejo sombre- tiano gringo?
ro; pero también es muy frecuente que vaya en pelo, Adelantándose Mr. Vernuil le tendió la mano, y le
sujetando su larga melena negra con una cinta y á contestó: «
veces.una correa de cuero. Andando por la c a m - —Quiero, mi amigo y leal Curiñancú, daros una
paña es muy característico, no solamente en el prueba más de mi grande amistad, á vos y á los de
gaucho, sino hasta en los extranjeros, y aun en los vuestra toldería. Hace tiempo que tengo unas telas
militares, llevar un pañuelo de seda encarnado, d o - y otras baratijas para vuestro uso y la de vuestras
blado en tres puntas rodeando el cuello, atado por mujeres, y quiero haceros el presente en señal de
delante y cayendo el pico por la espalda. Al que usa paz y amistad.
esta especie de coquetería se le llama en el país —Agradecido, agradecido. Sois buen amigo para
compadrito. • ser cristianol
64 BIBLIOTECA I L U S T R A D A DE J . G A S P A R EDITOR.

Siguió la conversación, y en su trascurso le expli- costarían mucha sangre, hasta adquirir la superio-
có Mr. Vernuil su deseo de una cacería para el dia ridad? Yo creo que entre dos males debe elegirse
siguiente, con objeto de obsequiar á unos amigos- el más pequeño, y éste, además, me proporciona
forasteros. simpatías. Empezando por ahí, podemos tomar otro
Curiñancú vestia de gala; chiripá de tela, soletas camino, por ejemplo, hacernos cargo de sus hijos
de corvejones de potro, y pieles curtidas, por el y educarlos en escuelas especiales, sin trato con
cuerpo, sujetas por la cintura. Su gala consistia en ellos.
unos adornos encarnados, circulares, en las dos me- —Comprendo que obedecéis á las circunstancias,
jillas, y otro en la frente; y de la cinta de cuero, que y más que censura ha sido una broma mis p a -
sujetaba su larga cabellera, partían plumas de colo- labras.
res, dejando descubierto de pelo, tres dedos lo m e -
nos por encima de la frente.
XLI.
Era un hombre como de unos seis pies de esta-
tura, de una musculatura modelo para un alcide,
nervioso, pero bien cubierto de carnes y de una —¿Sabéis lo que significa Curiñancú'!
cierta majestad en el andar; su mirada, sin embar- —Los indios, contestó Mr. Veranil, bautizan á
go, era vaga y fria y á no estar acostumbrado á ella, sus hijos, si esto se puede llamar bautismo, á los
se hubiera dicho que era un bribón. tres ó cuatro años; los adivinos ó los más viejos
Esta mirada, tan general en todos los indios, es de sus tribus, estudiando el carácter y condiciones
unarevelacion extraordinaria de orgullo; á nuestra del adolescente y adecuadas á ellas, buscan en la
presencia se sienten humillados y para no confesar- naturaleza el nombre de un objeto en idioma Gua-
lo, no nos miran, haciendo que no se aperciben de rany, que es la madre de todos los dialectos de los
nuestra superioridad. indios, y añadiéndole un adjetivo, forman un n o m -
Curiñancú traia diez hombres montados y como bre, que suele ser siempre compuesto, llevándolo
él, armados de lanza de más de tres metros de lon- más tarde toda la familia, si la rama de donde p r o -
gitud, las bolas y el lazo, pendiente de su recado de cede ha hecho algo extraordinario, como por
pieles de avestruz. ejemplo: Milla-Leuvó que significa rio de oro.
Mr. Vernuil dio orden de que se alojara su tropa, Curi-Leuvó; rio negro. Curi-ñancú; águila negra.
dieran buenos piensos á sus caballos y esperasen las Nahuel-pichó; tigre pequeño. Leuvó;ño. Co; agua,
órdenes de Curiñancú. tribu muy guerrera de las Pampas y que significa
Apenas entramos en casa de Mr. Vernuil, se le rio de agua, convertida hoy en los Ranqueles, g e n -
sirvió un vaso de ginebra, que tendria lo rnénos tes de los juncales, que le,sirvió de tema al emi-
medio litro, y que el indio apuró de un trago, d i - nente literato, coronel Masilla para hacer el libro
ciendo: de su nombre. Callvucurá que significa piedra azul:
—Bueno cristiano, siempre bueno con el agua (callvu, azul; cura piedra).
de sol. Los caciques de salinas grandes lo componen las
En seguida mandó diez botellas para que las r e - tribus de los chadiches; chadi sal y ches gentes, cuya
partiesen entre los suyos. última voz está tan encarnada en las costumbres a r -
Se le invitó á fumar, que saboreaba con delicia y gentinas, para llamar á cualquiera en confianza,
se le sirvió mate entre trago y trago de ginebra. diciendo, ¡che! hombre.
—De esta manera conquisté mis simpatías en el
Chaco, me dijo Mr. Vernuil por lo bajo.
—No me parece muy moral el procedimiento,
XLII,
Mr. Vernuil.
—Es cierto, pero si fuera más fuerte, no sería
tan débil; emplearía otros medios... Después de esta lección de etnografía, de la cual
—Ya; lié ahí una verdad de Pero-Grullo. aunque muy vagamente conservaba algun nombre,
—No hagamos calembour, que hablamos en e s - nos fuimos á acostar, no sin haber dicho antes á
pañol. Diana que el tiempo ó los compases en la armonía,
Antes que la embriaguez del indio fuera comple- jugaban un papel importante, y siendo el amor una
ta, le dijo que estuviera dispuesto á montar á c a - armonía, tenía que respetarse esta condición, si no
ballo él y su gente á media noche, % le hizo enten- se quería hacer un desentono. Y el tiempo en el
der que podía retirarse á dormir. hombre es la edad, no pudiendo dar las mismas n o -
Tan pronto estuvimos solos, me dijo Mr. Vernuil, tas en las mismas escalas, dos veces, sin desen-
contestando á mi reproche: tonar.
—¿Qué queréis que haga con mis propias fuerzas? —¿Vuestra prevision os lleva hasta el sacrificio?
Es inmoral, pero en otras condiciones, no hubiera díjome sonriendo.
tenido ese procedimiento. —¡No os burléis Diana!.-., tengo miedo.
¿Qué vale más, anular sus fuerzas por medio de —Ese es un reproche, que dirigís á Mr. Vernuil,
la embriaguez, ó librar una serie de combates, que que cree que estoy bien educada, y cuando sé tiene
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miedo de una mujer de mi casta, será porque se la .pendiente del cual, llevaba un bolsillo-limosnera,
cree aún salvaje. también de cuero, y al otro lado un largo puñal.
—No seáis cruel, Diana. No pude menos de admirarme al ver á la mestiza
—¿No lo sois vos, capitán? con aquel traje, tan irreprochable para las circuns-
—¿Qué decís? tancias y le dije:
—Buenas noches. —Aunque considero la observación impertinente,
¿Quién enseñaría é esta niña á ser coqueta, en el permitidme Diana que me admire de vuestro buen
aislamiento en que se habia desarrollado? gusto en vestiros.
Su propia naturaleza, no hay duda. Pues pedir —Sería faltar al mundo si no lo hiciera así.
otra cosa, sería pedir una cosa contra-natural. De —Y aquí ¿dónde esta el mundo?
manera que hay que admitir á la mujer tal cual es, —¿Pues qué no sois nadie? ¿Y el señor Roldan,
porque ella á su vez nos acepta tal cual somos. el señor Castro Boedo, el teniente Sandoval y R e m i -
Y sin embargo, es el hombre tan exigente, que le ni, no son nadie? ¿No es eso el mundo? ¿O lo hacéis
impone todo linaje de deberes; pero, ¡ay de la m u - cuestión de cantidad?
jer que exija del hombre, á su vez, algun derecho! —Tenéis razón; ¿pero cómo sabéis... cómo os
Si el hombre civilizado no tuviera leyes, haría habéis agenciado?...
con la mujer lo que hace el indio con la suya: con- —Estando preparándome para entrar de lleno en
vertirla en cosa. la sociedad, tengo periódicos de modas, que unas las
Arrullándome en estas consideraciones, me q u e - procuro imitar y o , otras mi buen padre me hace
dé dormido. traer de Buenos-Aires. Hasta aquí me he cuidado
poco, sin emhargo, no me he descuidado. Y por algo
se ha de empezar.
XLIIL
•—Os felicito por vuestro buen gusto, mucho más
cuando no tenéis á la vista el término de compa-
A las dos de la noche me despertó un ruido ex- ración.
traño en las habitaciones inmediatas. Apliqué el oido —Ya sé que se hace eso en sociedad, felicitar á
y pude distinguir la voz de Mr. Vernuil y Diana las damas por su traje, cuando en conciencia no se
dando disposiciones. «las puede felicitar por otra cosa. Y en cuanto al
Estaban acomodando los víveres y disponiendo término de comparación, os equivocáis también,
cargarlos. porque tengo en su lugar, en el texto de esos p e -
Me levanté con toda calma y al poco rato me p r e - riódicos , el juicio y el consejo para la elección de
senté en el salon, en donde habia aún algunos far- los trajes.
dos que los estaban sacando para colocarlos en los —Sois cruel; siempre que tenéis ocasión, me
lomos de las acémilas. mortificáis de alguna manera, le dije acercándome
—Buenos dias, señores, les dije; ¡madrugáis!... á su oido.
—Hay ciertas cosas, amigo mió, que nunca las —Soy india, repuso Diana sonriéndose con m a -
confio á nadie. Os he invitado á una fiesta y en lo licia.
que de mí dependa, lo ha de ser, así es que me c u i - •—Tomaremos una taza de café de Yungas y una
do del primer elemento en una fiesta cualquiera: copita de coñac Martel, sí os parece, capitán; dijo
de las provisiones de boca. Mr. Vernuil al ver salir el último fardo.
—¿Y vos, Diana? —Aprobado, Mr. Vernuil.
—Yo, capitán, me ocupo de los detalles; de los
refrescos, del café, licores y como hermana de la
Caridad, de las vendas, del árnica y de los hemos- XLIV.
táticos, por si tenemos algun herido...
Y al pronunciar su última palabra, me hería con Los diez indios del francés, armados de lanza,
su mirada. bolas y lazos, montados en buenos caballos condu-
Estuve á punto de decirla:—¡una venda!—pero cían las cuatro acémilas fuera del foso, donde d e -
tuve miedo que se equivocara y me la pusiera en bían esperarnos el señor Roldan, el D r . Castro
los ojos. Boedo, Remini y el teniente Sandoval, con los diez
—Es muy temprano, Mr. Vernuil. soldados de la escolta y sus acémilas de víveres.
—No tal amigo mió. Curiñancú y los suyos, ya A los pocos minutos, estábamos á caballo Diana,
están en marcha y en cuanto carguemos la última Mr. Vernuil y yo.
acémila, nos pondremos nosotros para salirle al e n - Con una precision militar, á las cuatro en punto
cuentro al señor Roldan y su séquito, porque ya son nos reuníamos al pié del foso toda la columna, e s -
las tres. cepto los chiriguayos, qué ya hacía dos horas que
Diana vestia un traje de amazona, color verde estaban en marcha.
oscuro, sombrero de anchas alas, con una pluma —¿Habéis puesto municiones de reserva, t e -
rizada: guantes largos de piel de Suecia, del color niente?
del vestido, y á la cintura un cinturon de cuero, ' —Sí, capitán, me dijo el joven Sandoval.
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—He hecho colocar por lo que pueda ocurrir, a l - ventaja, á dos mil indios, porque ellos no podian
gunas docenas de granadas de mano y unos cinco pelearnos más que con sus flechas, mientras que
mil cartuchos. nosotros, batiéndonos en retirada, con nuestras a r -
—Perfectamente. La mitad de la fuerza, que bajo mas de fuego á precision y las granadas, podíamos
ningún concepto se separe de Diana. La otra mitad, detenerlos, causándoles bajas, sin que ellos nos
cualesquiera que sean nuestros movimientos, que alcanzasen en nada.
cuide del convoy, cerca del cual y sin perdernos de Por otra parte, era difícil que de repente se r e u -
vista iremos nosotros, y en todo caso, calocaos al niera un número que nos pudiera preocupar por las
lado de Diana con el trompa. insignificantes fracciones en que están divididas,
Mientras estaba dando estas órdenes, en otro formando pequeñas tribus, que apenas pasan de
grupo conversaban el señor Roldan con los demás unas cuantas familias. Otra dificultad mayor era
compañeros, cuando de repente se nos echó encima para ellos las inmensas distancias que los separan,
un ruido infernal, haciendo esfuerzos inauditos para que en poco tiempo pudieran establecer inteli-
para contener nuestras cabalgaduras asustadas. gencias .
Era una manada de jabalíes que indiscretamente Cuando entran á malón (á robar) en alguna e s -
nos arrojaban los chiriguayos. tancia fronteriza, establecen todo género de pactos,
Empezaba á amanecer. tanto para el ataque, cuanto para repartirse el botin,
Algunos venían heridos por las lanzas de los i n - que suele ser el ganado y las mujeres que hacen
dios, lanzando en su vertiginosa carrera bufidos cautivas, prefiriéndolas para queridas á sus propias
horribles. mujeres.
—Esta sorpresa es un aviso, dijo Mr. Varnuil.
Como no estábamos preparados, les abrimos paso
como pudimos y los dejamos pasar. XLV.
Así que estaban á una prudente distancia, mandé
hacer fuego. Habíamos salido del bosque de algarrobos qué'li-
Una lluvia de balas cayó sobre ellos á la distancia mitaba la toldería de Mr. Vernuil, presentándose
de unos seis metros. hasta perderse en el horizonte un inmenso campo
Nosotros, que llevábamos las carabinas Winches- de pasto crespo, cuyos cogollos encrespados sobre
ter, descargamos el depósito sin retirar la carabina sí mismos, no crecen más que unas dos pulgadas; y
de la cara. allá, en lontananza, descubrimos á nuestros explo-
Pasado el susto de tan inesperada acometida, nos radores los indios chiriguayos.
echamos á reir, pero apercibiéndonos para lo suce- Inmensas bandadas de perdices íbamos levantando
siva de no ir nunca desprevenidos. á nuestro paso, y mezcladas entre ellas, rebaños i n -
Vuelto á cargar de nuevo y organizados para e m - numerables de viscachas, que se guarecían en sus
prender la marcha, llevando como descubierta la interminables galerías.
mitad de los indios de Mr. Vernuil, éste nos hizo —Hé aquí el rastro de los chiriguayos, dijo mon-
esperar un momento para averiguar el resultado de sieur Vernuil.
nuestra primera descarga. Tocó su trompa de caza —¿Y cómo le conocéis? le dije.
y á los poCos minutos apareció en veloz carrera un —Esto es fácil. Pero lo extraordinario es ver á
indio á caballo que venía dé la toldería. estos hombres, cuya vista es tan delicada, cómo le
Al acercarse á nosotros, mandó otros dos más de dicen á usted:—«Por aquí pasó un indio,»—dicién-
los que teníamos allí á reconocer el campo, en don- dole el color de su cabalgadura, y hasta de qué tribu
de debia haber algunos jabalíes muertos. es. Tienen ciertas señales que les llaman el rastreo,
Efectivamente; entre muertos y concluyendo de por las cuales no se equivocan nunca ó muy rara vez.
morir, se encontraron diez piezas. En seguida man- Observamos un movimiento extraordinario en
dó que vinieran las mujeres á recogerlos, operación nuestros exploradores, y llenos de curiosidad les
que solo hacen éstas en los pueblos indios. preguntamos á nuestros indios qué podria ocurrir,
Con el orden indicado y abriéndonos en forma de pues nuestra vista ni nuestros anteojos no nos d e -
herradura, emprendimos la marcha. cia nada.
Habíamos tomado la dirección de la laguna Cal- —Deben bolear algun tigre, dijo un indio.
calet, próxima al Tren de Espinosa y en cuya direc- Emprendimos una carrera desesperada, en la cual
ción podria ser encontrásemos alguna indiada de la todos los europeos hacíamos el papel más triste
tribu de los abipones, que por el solo hecho de no como ginetes, riéndose á grandes carcajadas la
tener un permiso especial para atravesar sus t e r r e - mestiza amazona, de nuestra inexperiencia en
nos, ó un aviso de paz ó amistad, seríamos conside- montar.
rados como conquistadores y por consiguiente, sal- Los indios chiriguayos corrían á su vez en n u e s -
drían á guerrearnos ó á pelearnos, más propiamente tra dirección.
dicho en el lenguaje de las Pampas. Efectivamente boleaban y enlazaban, no tigres
En caso de una colisión que no quisiéramos tener, sino una familia de leones.
nosotros íbamos en condiciones de hacer frente con Traían extrangulados en un lazo, arrastrados por
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 69

la veloz carrera de sus caballos, dos hermosos leo- suculento, y con los brios de estómagos restaurados
nes, y perseguían el resto de la familia que eran con la preciosa invención del viejo Noé, empezamos
unos cacharros. de nuevo eso que tanto se asemeja á un combate.
x

Salieron á su encuentro nuestros indios, conclu-


yendo con ellos con eficaces lanzadas.
Era maravilloso ver la precision con que caia el XLVI.
lazo sobre el cuerpo del animal, y al mismo tiempo
arrancaba el noble bruto en una veloz carrera, a r -
rastrándolo en ella para morir la fiera extrangulada Los diez lanceros, indios-ojeadores, chiriguayos,
y magullada, casi instantáneamente. abiertos en ancha ala, batían el campo en descu-
—Ahí tenéis, dijo Diana con orgullo, todo el rey bierta. Cinco de los otros indios á la derecha, y
de las selvas, vil juguete del último de las razas de otros cinco á la izquierda, flanqueaban el inmenso
los hombres. arco de círculo que íbamos describiendo, y forman-
—Como vos, Diana, podéis hacer con el hombre do el grueso de la partida, la comitiva de los que
más privilegiado de nuestras razas más perfectas, nos podríamos llamar profanos en esta peligrosa d i -
dijo Remini acercándose á ella cautelosamente. version; cerrando la retaguardia nuestros diez sol-
Todavía no habíamos llegado en donde debía estar dados.
el cebo, y ya la caza se nos presentaba con los mejo- La marcha era á la carrera, que más parecía una
res auspicios. fuga, deteniéndola solo cuando algun incidente de
Los leones muertos eran cinco. De las dos clases la caza lo exigía.
que hay en el Chaco, eran de los más hermosos, Remini y yo éramos por de pronto las víctimas
aunque más feroces. Color castaño claro; tenía de de los corceles argentinos, pues á pesar de tener ya
altura, el mayor, unos dos pies, y más de cuatro de alguna costumbre, nuestras aposaderas iban m a -
la cabeza á la cola; pequeños en relación al león de gulladas; en cambio, el teniente Sandoval, mejor
Africa. ginete, como hijo del país, no se separaba de Diana,
Todavía no se habian desenlazado, cuando, asus- con la que presumíamos que aprovechaba el tiempo
tados tal vez por el ruido, arrojaron dos antas, en en la caza menor.
indio Mefaj, especie de burro, de una fuerza e x - Los indios de vanguardia hacian señales evidentes
traordinaria, y de gran valor en el comercio su de novedad, pues tan pronto se replegaban, como
piel- se abrían, habiendo detenido de repente su carrera.
Detenida su carrera por los laceadores, fueron El teniente Sandoval, anticipándose tal vez á un
terminadas las reses á lanzadas. deseo de Diana, ó dominado por sus caballerescas
Los incidentes de la caza nos habia casi reunido. ideas de hacer algo notable delante de ella, que
Se mandó tocar fagina para que sobre el mismo c a - causase su admiración, lanzó su caballo en una c a r -
ballo tuviéramos un descanso para almorzar, pues rera desesperada y no era eso lo peor, sino que los
era más de la una. nuestros, arrastrados por eso que se llama la que-
Mientras tanto se desollaban las fieras, y con la rencia, los seguían, á pesar de refrenarlos tan fuer-
más estricta justicia cada matador llevaba su piel, temente como podíamos.
trofeo que jamás olvida el indio, y que constituye el En esta especie do dispersion, nos encontramos
timbre más brillante de su vida, así es que lo o s - muy separados unos de otros, siendo Diana la que
tenta llevándolo como simbólico ropaje en los actos más cerca iba de Sandoval, como más acostumbrada
más importantes. que nosotros á montar.
Si Mr. Vernuil era previsor, el señor Roldan nos Era indudable que algo pasaba, porque ya clara-
demostró que no le iba en zaga, pues vino á sor- mente se veian los lazos por el aire. Mandó al trom-
prendernos agradablemente haciendo traer el sobre- pa que tocara la señal de repliegue á los flancos,
cargo del Leguizamon y su cocinero, cuya misión quienes con mejor vista y mayor conocimiento en
no tenemos para qué explicarla. estos casos, que yo, habían empezado á efectuar el
Unos magníficos sanwichs y unas latas de conser- movimiento.
vas de charatas y pavos, repartidos con oportunidad Sandoval y Diana se habian perdido de vista en
por el sobre-cargo ó comisario del Leguizamon, que una depresión del campo. Cuando los llegamos á
nos sirvió un verdadero almuerzo. El patriota Jerez descubrir, presenciamos una escena horrible.
y cañón, vino español, en botellas y pellejos, corrió Sandoval á tiros de revólver atacaba á una puna,
de ginete en ginete, alcanzando las ordenadas liba- que se hallaba en el anca del caballo de Diana,
ciones hasta la tropa y los indios, que admiraban la mientras que ésta, puñal en mano, se defendía de la
civilización que entraba por sus gargantas. horrible fiera. Al mismo tiempo Sandoval iba á ser
¡Quién después de probar el Jerez no se españo- atacado á su vez por dos tigres que enfurecidos lo
liza 1 hasta Diana, la inocente flor, lanzó un hurra perseguían.
por aquella tierra que le dio fuego á sus ojos negros Era imposible prestarles auxilio á la distancia
y calor á su sangre española. que nos encontrábamos; sin embargo, contando con
Si fué breve el desayuno, no por eso dejó de ser mi seguridad como cazador, apunté al tigre que e s -
70 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

taba más cerca de Sandoval; salió el tiro y lo vi vol- Remini y Mr. Vernuil desnudaban al teniente,
tear; pero en seguida y más furioso, lanzando h o r - mientras que yo le aplicaba un frasco de sales á
ribles rugidos de furor, y con seguridad de dolor, al Diana.
sentirse herido, cuyos alaridos repercutían en la Casi toda la partida quedó rápidamente reunida
llanura, saltaba y rugía sin dirección fija; comprendí en la hondonada.
que estaba herido de muerte; sin embargo, le mandé Curiñancú advirtió á Mr. Vernuil que el punto
otra bala y ya, sin detenerme á buscar el efecto de en donde estábamos, era sumamente peligroso,
ella, enfilé mi Winchester al segundo tigre. pues á poca distancia se hallaban las reses que h a -
Era tan comprometida la situación del teniente bían servido de cebo para la reunion de las fieras, y
Sandoval, que no habia lugar á reflexionar, si á la á pesar de haber boleado ellos ya algunas onzas y
distancia en que nos encontrábamos le debíamos tigres, era posible que hubiese más.
prestar auxilio; y jugando el todo por el todo, a u n - —Bien, pues, amigo Curiñancú, dispon lo que se
que con seguridad, hice fuego sobre las fieras que ha de hacer.
atacaban el grupo. —Pienso, mi gran amigo, que tendremos que d e -
Por otra p a r t e , la vida del temerario teniente nos tenernos algunas horas ó tal vez pasar la noche
aseguraba la de Diana, arrastrada por éste en aquí; pienso...
aquella imprudente carrera. —Esperad, dijo Mr. Vernuil, y llamó al doctor
Efectivamente, ya la audaz mestiza y Sandoval Remini.
formaban un solo grupo difícil de examinar por los —¿En qué condiciones encontráis á Sandoval?
rápidos movimientos del uno y del otro. ¿Podrá trasportársele lejos de aquí?
La sangre se nos quedó helada de terror; vimos • —Más vale hacerlo ahora mismo que acabo de p o -
caer del caballo á Sandoval y el pobre animal, c o - nerle los apositos, que más tarde si se presenta la
ceando y sin ginete salió como desbocado; la puna calentura, como es probable.
que atacó á Diana, iba prendida del cuello del noble —Precisamente traemos tres catres-crímeas con
bruto. los víveres, que el mismo teniente se encargó de
Casi en seguida llegaron dos indios. El segundo colocar, dijo el señor Roldan, interviniendo en la
tigre, á quien yo le habia tirado; herido y a , caia conversación.
bajo el lazo del salvaje; el primero tenía atravesado —Pues bien, volvió á reponer Mr. Vernuil; será
el corazón con el segundo tiro que le tiré. necesario, dijo volviéndose á Curiñancú, escoger
Cuando nos llegamos á poner al habla me h o r r o - un campamento que no esté muy lejos, y á propó-
ricé; Diana con los vestidos ensangrentados y des- sito para acampar tres ó cuatro dias.
garrados , lívida y desencajada, no se sabía en los —Está bueno, pero no vamos á tener agua cerca,
primeros momentos si estaba herida ó si aquella y los animales... dijo el indio.
sangre era la de su caballo. —Bien, eso ya se arreglará.
En cuanto á Sandoval, se hallaba tendido en el —Apoca jornada, tenemos un bosque; lindo sitio;
suelo bañado en sangre. vinales, algarrobos y buen pasto de totora.
—¡Doctor, Mr. Vernuil! grité; ¡pronto, vuestras —¿Lo conocéis?
cajas!... —¿Cómo no? ¡Vaya amigo!...
La puna que aún seguia en el caballo de Sando- —Bueno, disponed vuestros hombres en d i r e c -
val, estaba herida y su víctima también. ción de ese sitio.
Sin vacilar mandé hacer fuego á los soldados, c a - Mientras tenía lugar este diálogo, se descargaban
yendo á tierra de la descarga los dos á la vez. de las acémilas un catre-crimea en donde colo-
Era necesario quitar de en medio la tercera fiera camos al teniente, que aún no habia recobrado el
que aún nos amenazaba, y formar un cordon, p o r - sentido.
que no sabíamos á punto fijo cuántas eran las que —Sigamos á Curiñancú.
nos atacaban, y al mismo tiempo que reconocer á los —Mire amigo; no podemos dejar aquí, ni las fie-,
heridos era necesario tomar seguridades para no ras muertas, ni el caballo, porque á su olor vendrían
empeñar un combate en aquellas circunstancias; fen una luna todas las que andan por acá.
más que por nada, por no malgastar un tiempo que —¿Y qué se puede hacer?
reclamaba los socorros de nuestros compañeros. —Enterrarlas, dijo el indio, pero no tenemos...
Remini y Mr. Vernuil acudieron á Diana, que no Más vale, pues, quemarlas. El pasto es á propósito.
tenía más que ligeros rasguños. —Quemaremos antes de acampar más de una l e -
Sandoval tenía toda la mano derecha destrozada gua cuadrada de campo, dijo Mr. Vernuil, con eso
y en la espalda un gran zarpazo que le cogía desde ahuyentaremos las fieras y nos libraremos de los
ia clavícula derecha hasta la paletilla. mosquitos que tanto nos molestan.
Según la costumbre en los discípulos de Galeno, —Bien, Curiñancú, mientras tú mismo con algu-
hicieron un pronóstico reservado, que por lo menos nos de tus chiriguayos, desuellas esos animales, los
quiere decir—grave. Cuarteas y reúnes leña para que ardan bien, n o s -
Al ver Diana la sangre de Sandoval cayó del c a - otros iremos á establecer el campamento á donde tú
ballo desmayada. dices.
UNA E S P E D I C 1 D N AL C H A C O . 71

—-Está bien, señor. I pos, y también dé los mismos indios, á quienes sor-
Se colocó en la camilla improvisada del catre al prenden en su sueño.
teniente Sandoval, que dos soldados conducían á Gomo este mamífero alado tiene la composición
hombros relevándose, y emprendimos la marcha en de su ojo para los crepúsculos nada m á s , volaban
la dirección que habia indicado el cacique indio, no ciegos, lanzando unos chirridos extraños. A tiro c a -
sin tomar nuevamente las precauciones que el caso zamos algunos, que pudimos observar de cerca.
requeria. Precauciones, por otra parte, perfecta- Con los machetes de los soldados y cómo se pudo,
mente justificadas, porque al cuarto de hora de se renovó y apisonó un poco la tierra, en donde cla-
marcha nos encontramos por nuestro flanco i z - vamos tres tiendas; una para Mr. Vernuil y su p u -
quierdo una verdadera manada de onzas, una v a - pila, otra para el enfermo, en la que cabían cuatro,
riedad del t i g r e , pero más feroz aún que éste, que y la tercera para el resto de la comitiva, quedando á
-habian acudido al cebo de las reses muertas. • campo raso el campamento de los soldados, vida
Tan pronto se dio la voz de alarma por los flan- usual del soldado argentino.
queadores j todos los indios se lanzaron a ellas, Los indios se establecieron formando en cuatro
mientras que nosotros formábamos una especie de ángulos Campamentos, como si dijéramos una línea
cuadro; dejando encerrado dentro de él á Diana, el exterior de observación.
herido y las acémilas de las provisiones; Cerraban No faltaba precaución alguna que no tomáramos,
la fila exterior mis soldados armada la bayoneta, y arreglados á las circunstancias en que estábamos.
preparamos las granadas de mano. Sandoval, perfectamente alojado en su tienda con
Tan poco fueron en valde todas estas precaucio- el Dr. Remini y el sobre-cargo del Leguizamon, era
nes* pues eran tantas las fieras, que los indios deja- cuidado con el mayor esmero.
ron escapar algunas que se dirigieron á nosotros. A poco volvió en sí y se presentó la fiebre; sin
Los armados con las carabinas Winchester dentro embargo, sus heridas no eran graves. En otra parle
del cuadro, estábamos preparados para reforzar el del cuerpo lo hubieran sido, á no dudarlo. Es posi-
frente que fuera atacado. ble que hubiera perdido la mano.derecha si no se lé
Locas de furor, vinieron hacia nosotros, hasta amputase un dedo.
que á medio tiro, rompiéndose el fuego, les descar- Diana, comprendiendo el inmenso peligro que la
gamos uña lluvia de balas. hizo correr Sandoval, no tuvo, sin embargo, para él
Imposible les fué dar un paso m á s ; cayeron en ningún reproche. A cada momento nos dirigia p r e -
las primeras descargas acribilladas por nuestros guntas sobre su estado.
proyectiles. Yo no podia resistir las felicitaciones dé unos y
Perfectamente seguros de esta victoria tan com- de otros por mis certeras balas, poniendo oportuno
pleta sin ningún riesgo^ nos abrimos para reconocer fin á la tragedia que empezaba á desarrollarse.
la importancia de ella. Todos lamentábamos que la imprudencia del joven
Tuvimos que hacer una nueva parada > ante la oficial, viniera á turbar una diversion que sin ella
exigencia de los indios de desollar las onzas. Se no hubiera dejado nada que desear en su género.
cuartearon y se dejaron amontonadas con una b u e - Nos establecimos, pues, en el campamento, como .
na cantidad de pasto para su cremación y conti- para pasar una semana, si fuera necesario; por otra
nuamos la marcha hasta llegar al bosque indicado parte, nada nos faltaba. Las despensas del Legui-
por el valiente Curiñancú. zamon y de Mr. Vernuil habian provisto cuanto era
necesario para una expedición de este género , cal-
culada para tres veces mayores plazos y número de
XLVII. bocas consumidoras.
Una cosa nos faltó, que en la provision del soldado
Era efectivamente una situación deliciosa; domi- argentino pudimos encontrar.
naba toda la llanura, árida y fea, que acabábamos Así como al español lo que más le preocupa es el
de recorrer. fumar, y cuando no tiene tabaco, á trueque de echar
Prendimos fuego al pasto, que era de la misma humo por la boca, fuma hojas secas de silvas ó c u a l -
clase que el de todo el campo, y casi al mismo quiera otro vegetal, al argentino lo único que le
tiempo se vieron varias humaredas en donde había- preocupa seriamente es el m a t e , y así como se vé
mos dejado fieras muertas. en la mochila del soldado español en marcha la
A una distancia conveniente presenciamos el fue- guitarra atravesada, así en el fondo del morral del
go j hasta q u e , extendiéndose hacia nosotros por un soldado argentino no se olvida la clásica paba; e s -
corte hecho por los indios, pudimos pasar á la parte pecié de cafetera de metal, que sirve para calentar
carbonizada. él agua para su indispensable matecito. Con ella
Una cosa muy curiosa hay que referir. Al empe- pudimos hacer una olla para hacer los caldos de c o -
zar el fuego, salían de los troncos de los viejos vi- dorniz que al principio se le dieron al teniente
nales unos murciélagos enormes, llamados en el país Sandoval.
vampiros, que Viven ordinariamente de la sangre de El mismo día que llegamos al campamento, por la
las haciendas (ganados) que acometen en los c a m - noche, se descolgó una tempestad horrible, que solo
72 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , E D I T O R .

dura en aquellas latitudes horas; pero entonces lo dríamos ponernos en marcha; dándose por termina-
bastante para apagar el fuego del campo que nos da la cacería, con gran placer por lo menos del i n -
podria traer complicaciones, y además para sentar terlocutor.
ó convertir con el hermoso sol del dia siguiente en Aunque con esta ligera n u b e , pasamos la velada,
precioso mantillo fructificador. en la cual el Dr. Remini, aprovechándose de la oca-
Instalados convenientemente, dos indios de la tol- sión favorable que le proporcionaba la impetuosidad
dería de Mr. Vernuil, salieron á buscar un coche- del joven oficial, se despachaba á su gusto con Dia-
ómnibus, con capote que tenía éste, para que cuando na, vengándose, á nO dudarlo, de la carrera que nos '
fuera prudente, poder trasportar al teniente Sando- hizo d a r ; todo ello, obra del carácter irreflexivo de
val, y seis chiriguayos salieron en diferentes direc- su rival, y que en cambio éste sabia aprovechar en
ciones para hacer una especie de descubierta; ope- su propio beneficio.
ración que se practicaba dos veces al dia, y averi- Mr. Vernuil habia enterado de todo al oficial a r -
guar dónde se encontraría agua potable. gentino, y que á no ser por su capitán, indudable-
La falta de este elemento es una seria dificultad en mente habría quedado destrozado por los tigres no
el movimiento de tropas, por lo menos en algunas solamente él, sino Diana.
provincias argentinas especialmente en las Pampas, Su arrepentimiento era tan visible, que no sabia
y se llevan á prevención unos odres, preparados del cómo expresarlo; y con objeto dé no excitar más su
vientre de las yeguas para trasportarla. estado por las escusas que me daba, permanecía poco
En el Chaco lo que sobra son buenos manantiales tiempo á su lado; por otra p a r t e , como su capitán
de este precioso elemento, y nuestros odres llevaban tenía que imponerle un-castigo, y no podia ser otro
buen vino español, del que ya se habían vaciado a l - que una amonestación por su aturdimiento, la creí
gunos. por lo menos inoportuna en aquel momento.
En aquellas circunstancias hicieron un papel i m -
portante , pues á dos leguas de allí, se encontró un
arroyo que derivaba de la laguna Calcalet, á donde
XLVIII.
se iba á dar de beber á nuestra caballada, y reco-
gíamos la suficiente en los odres para nuestro con-
sumo diario. El pasto quemado del campo y del monte, apenas
Reunidos á la hora de comer, bajo la frondosidad llegaba á la altura de un pié, aunque muy espeso; de
de ún vinal, cada uno manifestó sus impresiones manera quedas hojas: de los árboles no sufrieron
del dia. nada, conservándose en toda su verdura; así es que
Diana habia confesado á su tutor que.estaba leve- los pájaros, al despertar el nuevo dia, en esa suave
mente herida en un hombro, bastando simplemente sinfonía que cantan á la naturaleza en sus melodio-
el tafetán inglés para curarla. sos trinos, encontraban agradable eco en el alma,
—Esta temeraria juventud, dijo el señor Roldan, dispuesta a l a s sencillas impresiones que ofrece la
aludiendo á Sandoval, si tiene grandes cualidades, creación, grande como todas'sus obras, cuando los
tiene en cambio grandes vicios que corregir. Henos límites no las sujeta.
aquí, por su imprudencia, expuestos á tener que la- Al despuntar la aurora, precursora de luz y calor
mentar una ó dos desgracias que pudieran haber en la inmensidad de.los dos horizontes, considerada
ocurrido, y de una cosa agradable convertirla en una desde el grano de arena ó desde la cascara de nuez,
por cierto bien desagrable. entre dos azules infinitos, por eso que se llama hom-
—De todos modos, añadió Diana, siempre hubié- bre, compara su pequenez y cae postrado ante tanta
ramos sido atacados por las fieras.. inmensidad, ante tanta grandeza y majestad. Si él
—Pero no hubiera sido lo mismo en detall y d e s - eleva su pensamiento al infinito, la naturaleza toda
prevenidos, que apercibidos al combate, como cuan- sonríe, y al hacerse la luz, las aves cantan y las flo-
do formamos el cuadro, como habéis visto, repuso res brotan. • , ,
prudentemente Mr. Vernuil. ¡Qué magnífico espectáculo es la salida del sol, y
—Una imprudencia de esta naturaleza, no solo qué tristes son los rayos oblicuos que tiende sobre
compromete la vida del que la comete, sino que a r - el haz de ía tierra en su ocaso! El uno es una afir-
rastra á los demás, indicó con intención el Dr. Cas- mación; el otro es una negación.
tro Boedo, y en la milicia lo mismo es punible la Parece mentira que en pleno campo se pasaran
cobardía que la temeridad en el ataque, cuando se las horas con tanta rapidez, que casi nos faltase
comprometen fuerzas. tiempo para cazar charatas, perdices-copetonas y
—No pasó desapercibido el hecho, le dije con- martinetas los unos; bolear avestruces los otros;
* testando á la alusión del Dr. Castro Boedo; pero aún discutir y reflexionar aquellos, y los de más allá
no es oportunidad para que pueda obrar. dando formas á ese lazo, que-suele llamarse amor
El Dr. Remini, que era bastante inteligente en en una época de la vida; más tarde es indiferencia,
cirujía, nos aseguró que las heridas de Sandoval e s - si no cambia por el más profundo odio; todos g a s -
tarían cicatrizadas bien pronto, y en seguida que tábamos sin sentir, eso que en el país en donde lodo
esto tuviese lugar y cesado la calentura ó antes, p o - tiene un precio metálico, se llama tiempo.
UNA E S P E D I C I O N AL C H A C O . 73

Era asombrosa la rapidez con que caminaba la no tiene fuerza para trasportar por los aires un peso
curación de Sandoval. La inflamación de sus heridas lo menos de cinco arrobas.
estaba pronta á desaparecer ante la enérgica acción Lo que sí hay de cierto, es que se suele llevar e n -
de los medicamentos del botiquín de Remini. Pero tre sus aceradas garras algun carnero, y á veces
como no teníamos prisa, pues estábamos instalados hasta un ternerillo de dias,. que vá desgarrando en
hasta muy confortablemente, y teníamos víveres en su viaje, hasta que llega á sus cavernas, abiertas en
abundancia, el precipitar su curación no tenía o b - los elevados picos de las cordilleras.
jeto alguno. Siempre habíamos de tener una conversación c u -
Sin embargo, se habia acordado que tan pronto riosa y amena, que nos enseñara algo; así es que el
llegase el ómnibus nos pondríamos en marcha. tiempo se nos pasaba admirablemente.
A la caída de la tarde pude hablar un momento Mientras tanto los indios, en sus respectivos cam-
con Diana, que me decia: pamentos, preparaban las pieles de las fieras que
—Esos caracteres atropellados, se referia á San- habian muerto, distribuyéndolas con la más estricta
doval, no me gustan; si bien suelen ser nobles y se justicia, cuya posesión tanta significación tiene e n -
presentan cual s o n , se pagan más de sus propios . tre ellos.
actos que de lo que los mueve, y lo mismo se hacen La piel de una fiera, en cuya muerte tuvieran dos
matar hoy por obtener una mirada de la mujer que parte, se sorteaba religiosamente, y en virtud de
creen amar, que mañana por la cosa más baladí, esta costumbre, vinieron á traerme la de las dos
obedeciendo á las impresiones más estravagantes. onzas que tocaban á Sandoval, de las cuales una
—Estoy conforme, y aun añadiré: de tal manera se era mia, en virtud de un derecho indiscutible, y de
suceden en ellos esas impresiones, que, con una fa- la otra era dueño por la suerte.
cilidad extraordinaria, pasan de un extremo al otro, Cada una de ellas tenían unos ocho pies desde la
olvidándolas con la misma facilidad unas y otras. cabeza á la cola, y estaban preparadas con tanino
"Viven siempre víctimas de su propio engaño; y es para su curtimbre.
que el mundo de su fantasía, no es el mundo de la La piel de la puna que atacó á Diana, y última-
realidad en que se vive. mente fué muerta con el caballo de Sandoval, por
—Remini es más astuto; obedece más á la cabeza unanimidad le fué regalada al joven oficial, porque
que al corazón, exclamó la mestiza, así como preo- fué esta fiera la que le hirió.
cupada. ¡Qué variados misterios encierra el cora- La puna es una pequeña variación del tigre, con
zón ! ¡ Si la juventud no fuera el agente más princi- la diferencia de que es más feroz, sumamente ágil y
cipal del amor!... algo más pequeña que aquel y la onza, sus congé-
—Pero como lo es... la armonía peligra, la dije neres.
acentuando mis últimas palabras. Por las mañanas salia la mitad de la caballada á
•—Y sin armonía no hay música... no hay amor; pastar cerca del arroyo, y de vuelta se traían el
¿no es así la lección? dijo Diana sonriéndose. agua necesaria; por la t a r d e , hasta el anochecer,
Estábamos en este coloquio, cuando se acercó á salia la otra mitad, dándoles durante la noche b u e -
nosotros el Dr. Castro Boedo, que paseaba con sus nos piensos de maiz, que habíamos traído.
compañeros, diciendo: Al día siguiente fui á visitar, como tenía costum-
—Las vicuñas son unos hermosos animales que no bre , al teniente Sandoval, bastante mejorado ya de
viven en estas latitudes, sino en las cimas de los la calentura.
Andes, ó en las altas mesetas. La conversación giró, como es natural, sobre sus
De una lana que compite con la seda, pero tan heridas; y antes que le dirigiera la palabra, me
difíciles de cazar, que, sea por esta circunstancia, dijo:
ó sea por su finísima lana, tienen un valor tan ele- —Va sé, capitán, que merezco un castigo. He
vado, que los ponchos de verdadera vicuña llegan á sido un imprudente. Si hubiera ocurrido alguna
valer hasta 10 onzas de oro, y á veces más. desgracia, hubierais tenido una responsabilidad en
Es muy curiosa de conocer una circunstancia de ella, y tal vez se hubiera dicho de vos, ó que no s a -
esta especie de animales, esclusivos de los Andes. bíais mandar, ó que no sabíais haceros obedecer;
Son muy cobardes y el más ligero rumor los asusta, cargos los dos, graves en nuestra carrera.
como al carnero y la oveja, á cuya clase pertenecen. —Me alegro infinito que lo reconozcáis, pues ¡ /
Viven en sociedades de doce ó quince, es decir, una desde luego me ahorráis un sermon ya inútil, desden ¡
familia; y cuando la banda se vé perseguida de cerca el momento que reconocéis la falta; pues el castigo
por el cazador, los padres suelen fingirse heridos en el oficial, es un error creer que pueda ser un'
para que sus perseguidores se entretengan con ellos acto material, sino puramente su efecto rrtora\fbj /
y se puedan salvar los hijos; ejemplo de "abnegación para corroboración de esta doctrina, no tçnejinos/
que ofrecen estos animales, muy digno de imitar. más que recordar el espíritu de algunos de]áues^
Los europeos suelen exagerar las costumbres y tros artículos de las órdenes generales pftrayffi-
los hábitos de los condores, el águila americana y cíales.
/»i íi I a tí .y /'

todo cuanto se ha dicho de que se lanzaban sobre el Pero bien, ya pasó; sÍpva<f$\ffeV< fpara lo
viajero, es absurdo, pues á la simple vista se vé que sucesivo.
74

—¡Al), capitán! Se lia reproducido una reacción bio de servicios que les prestaban, si bien la mayor
en mis ideas, de ayer á hoy; ayer... parte de aquellos géneros quedaron en poder do los
Comprendí que iba á entrar en una conversación indios de su toldería, como era natural, porque
que, por un sentimiento do delicadeza no quería realmente ellos lo habían ganado, bajo la inteligente
o¡r;!'así es que, escusnndome de tener que hacer, dirección de Mr. Vernuil.
abandoné la tienda. Los depósitos quedaban llenos de granos; les q u e -
A las tres de la tarde del segundo dia de estar daban máquinas, herramientas y una práctica sufi-
acampados llegó el coche de Mr. Vernuil, excelente ciente para saberse gobernar como pueblos libres.
para conducir en él á nuestro herido, y en el cupé Les quedaban ideas; Mr. Vernuil les dejaba una
delantero aún podíamos ir tres personas, que fue- civilización. ¿Era poco tiempo de práctica? Ya lo
ron : Diana, Mr. Vernuil y yo. veremos más adelante.
Al dia siguiente de la llegada del vehículo, al Curiñancú, al frente de sus chiriguayos, debia
amanecer, emprendimos la marcha para llegar en acompañarnos hasta cerca de la colonia Rivadavia;
el mismo dia; pues los indios nos dijeron que, cuan- con ellos y nuestros Winchester, llevamos elemen-
do ellos salían de las tolderías, llegaban los expedi- tos suficientes de resistencia en caso de ataque de
cionarios de Salta, y con ellos mi relevo. los indios ó de las fieras.
Diana dio un salto de alegría; Remini sonrió, En la tarde de nuestra salida, fuimos á despedir-
como saboreando un triunfo. nos del señor Roldan y demás expedicionarios.
Yo no sabia qué hacer, si ponerme triste ó a l e - Pasamos al camarote del teniente Sandoval, á
grarme. quien sorprendimos leyendo cartas que habia r e c i -
El valiente tiro de seis muías que arrastraba el bido de Salta.
ómnibus, nos trasportó á las tolderías, recorriendo Aún no se levantaba, pero estaba completamente
en el breve espacio de ocho horas las diez y siete fuera de peligro.
leguas de distancia que nos separaban. Aquellas cartas que leia renovaba algo nacido al
calor de los primeros años.
Ni siquiera pudimos notar en él el más ligero s e n -
XLIX. timiento por la separación.
Por Diana habia sentido un amor de cabeza, r á -
Apenas llegamos á la toldería, nos trasportamos pido como sus propias ideas.
al Leguizamon, donde estaban los expedicionarios, Nos despedimos del señor Roldan, sus compañeros
que, al propio tiempo que venían á relevar á unos y y de los recien llegados de Salta, teniente coronel
á auxiliar á la Comisión, traía instrucciones de la don Napoleon Uriburu, y el mayor de ingenieros
Compañía de Navegación á Vapor, de explorar el don Francisco Host, modesto sabio alemán al servi-
Bermejo basta donde se pudiera , y en caso de ser cio de la república, á quien consagro en estas líneas
posible, el Teuco, por agua ó por tierra, para ave- un recuerdo de simpatía en nuestra rápida amistad.
riguar si éste rio era un brazo del Bermejo ó era un Corrió otra vez más el espumoso champagne,
alluente á él, pero indepediente de su propio cauce. siendo calurosamente felicitado Mr. Verneuil y su
Referimos á los expedicionarios todos los hechos pupila, que nos acompañaba, para ser admirada por
ocurridos; la estancia del francés, la educación de su belleza, su talento y su esmerada educación, y
Diana, la desgracia del teniente Sandoval, y todos por ser un certificado vivo de lo que pueden ser
cuantos detalles eran necesarios. los indios si se gasta con ellos siquiera una genera-
Al día siguiente recibí instrucciones para el Go- ción en redimirlos, probando á la vez los esfuerzos
bierno, y entregué el mando de mis soldados, d e - que en este sentido habia hecho el francés monsieur
biendo partir para Buenos-Aires al otro dia. Vernuil.
El Dr. Remini recibía cartas de familia, en las Cuando llegamos á las tolderías estaba engan-
que le decían era necesaria su presencia en Italia, chado el mismo ómnibus que habia trasportado al
y con licencia provisional debia salir con nosotros oficial argentino, dispuesto para nuestro viaje á
para Buenos-Aires, circunstancia que podria prever Salta, atestada su vaca de equipajes y su interior
el lector. de víveres, pues el viaje debia durar lo menos unos
Mr. Vernuil esperaba con todo su equipaje, dis- diez dias.
poniendo su salida para la capital de la república, y Para no cansar el ganado, que no teníamos tiem-
poder cumplir á Diana la palabra que le tenía e m - po de relevar, llevábamos caballos para los tres g i -
peñada. netes; Mr. Vernuil, Remini y y o , sin embargo de
Se lijó, pues, la partida para el dia siguiente por pasar algunas horas al cupé del carruaje para d e s -
la noche, con objeto de que los indios no se aperci- cansar.
biesen de la especie de fuga de Mr. Vernuil, porque Dos indios de gran confianza de Mr. Vernuil, que
indudablemente se hubieran opuesto á ella. le debían la vida y le servían como esclavos, d i r i -
Diana, loca de contento, ayudaba á su tutor á r e - gían el carruaje. Los chiriguayos de Curiñancú iban
partir entre Curiñancú y los suyos, infinidad de l e - montados, sirviéndonos de escolta.
las y diferentes objetos que les solia regalar á cam- Rápido y sin ningún incidente que anotar, se hizo
UNA E S P E D I C I O N AL CHACO. 73

el viaje hasta llegar á la colonia Rivadavia; el campo El amor paternal que Mr. Vernuil tenía á Diana,
que atravesábamos era de lo más ingrato que habia, previendo ciertos detalles de padre, hizo venir una
más aún que el de la Mancha, de España, y en s e - modista para que le trajese hecho lo más indispen-
parándose de las márgenes de los rios ó de los b o r - sable para no llamar la atención ante un cambio de
des de las lagunas, todo era así. semejante sociedad.
Unas horas antes de llegar á la colonia Rivada- Era necesario un cicerone que explicara á Diana
via, después de cinco dias de viaje, despedimos á todas aquellas maravillas que solo habia visto en su
Curiñancú y los suyos, dándoles una caja de tarros imaginación.
de Ginebra, el más agradecido presente que se los Tomó la palabra y empecé el oficio.
po;lía hacer, y á campo-atraviesa se dirigieron á —La población de Buenos-Aires ocupa una super-
sus tolderías, no sin haber hecho antes todo género ficie de mil doscientas hectáreas, divididas por calles
de demostraciones de amistad. tiradas á cordel como veis, que forman las seiscien-
Desde la colonia Rivadavia á la ciudad de Salta, tas manzanas de casas (cuadras), con una pobla-
no habia peligro alguno, así es que continuamos sin ción de más de doscientos mil habitantes, sin contar
escolta. los hermosos pueblos de sus inmediaciones como son
Al llegar allí, todavía Mr. Vernuil cargó su óm- San Isidro, Flores, Belgrano, Moron, y Barracas;
nibus de nuevos artículos para regalar á sus indios, lindos pueblos que todas las grandes poblaciones
que no podia olvidar, saliendo mejor librados los tienen como una especie de desahogo para la gente
conductores, los que al dia siguiente debían vol- rica, que estando cerca de la población para sus n e -
verse con el carruaje á la toldería. gocios, construye hermosos palacios semi-campes-
Descansamos una noche en Salta y al día siguiente tres, para vivir en el campo y en la ciudad a} mismo
salimos para Buenos-Aires. tiempo; con el indispensable concurso del vapor,
que á su tiempo conoceréis.
Para mayor comodidad de los moradores de estas
L. elegantes casas, en lo general no hay más que la
planta baja, y á io sumo la principal; cosa que, en
Europa, el propietario que tiene un solar, si no fuera
Durante el viaje íbamos todos bien preocupados y
por la administración, haría pisos hasta el cielo,
hasta cierto punto silenciosos y taciturnos bajo el
porque todo es de él, y aun así, veréis en París, y
dominio de ideas bien diferentes.
Madrid sobre todo, casas hasta con siete pisos, do
Mr. Vernuil habia venido pobre á América y vol-
manera que cuando llega uno al último, hay que
vía rico á su querida Francia, poro ya viejo. Su c o -
administrarle un reparo. Tanto más grave, cuanto
razón latía por contemplar los recuerdos que traen
si se sube con alguna carga, como le sucede á los
á la memoria la sombra querida de nuestros padres,
que tienen el oficio de subir el agua á esas casas.
los cuales nos traen el eco de suvoz, que al recor-
Considerad el trabajo punible de estos hombres para
darlos, vibran de nuevo en nuestro corazón.
ganar un jornal con que cubren miserablemente las
Diana, abriendo la válvula de un deseo, por largo
atenciones de su vida.
tiempo reprimido, iniciado por una diversa lectura
—Se morirán muchos, dijo Diana afectada.
completada por las gráficas descripciones de su
—Apenas pueden resistir dos años seguidos sin
tutor, todo le era poco para ver y oir, devorando
ir algun tiempo á su país, le contesté.
silenciosa el nuevo espectáculo que se le presen-
taba á la vista de Buenos-Aires. —En nuestros campos yo estoy segura que gana-
rían muchos más, sin trabajo tan penoso.
Remini, revolvía en su mente un plan práctico de
—Cualquiera de nuestros indios trabaja la mitad
amor y de bienestar, calculando la manera más efi-
y gana más del doble que esos infelices aguadores,
caz de la realización de sus proyectos.
y por supuesto mejor mantenidos, dijo á su voz
Yo habia llegado pobre á América, impelido por
Mr. Vernuil.
la política de la madre patria, y si me volvia á ella,
—¿Y cómo no vienen á América? dijo inocente-
tenía que ser en el mismo estado que habia llegado.
mente Diana.
No sabía qué hacer.
—Eso ya lo veremos, hija mia.
—¡ Ah, qué edificio tan hermoso! dijo Diana.
Ll. —Es la casa de Correos; uno de los edificios m o -
dernos más lindos de la capital y más á propósito
A las ocho de la mañana empezaron á distinguirse para el objeto á que está destinado.
las cúpulas de algunas iglesias; una hora más tarde Esa arquitectura es del Renacimiento francés,
se veian perfectamente todos los edificios do la h e r - que por cierto le quita parte de su belleza á la obra,
mosa ciudad. la poca anchura de las calles que la rodean.
A las dos de la tarde, después de almorzar en el El Congreso de los Diputados; la Casa rosada, en
hotel de Roma, en donde nos alojamos, y por no i m - donde están reunidos todos los ministerios; la Adua-
pacientar más á Diana, salimos á recorrer la pobla- na, y sobre todo, los expléndidos palacios de mármol
ción, en carretela descubierta. y jaspe de los Bancos Hipotecario y de la Provincia,
76 B I B L I O T E C A I L U S T R A D A DE J . G A S P A R , EDITOR.

compiten con lo mejor de Europa y son la admira- das y graciosas porteñas hubiera adivinado el orí-
ción de los extranjeros más ilustrados. gen de Diana al verla en su palco, dirigiendo sus
Treinta y una calles se dirigen de este á oeste, y gemelos á aquel bouquet de flores, tan bien desta-
cincuenta y dos de norte á s u r , con trece plazas cadas dentro de sus trajes como los capullos de las
principales que son otros tantos jardines y paseos rosas entre la artista hoja que la rodea.
públicos; hay además hermosos parques para paseo Remini hacía paladar en contemplativas y largas
á caballo y á pié que luego veremos, sin los de Pa- miradas, que Diana no apreciaba.
lermo, 3 de Febrero, Retiro, etc. Mr. Vernuil observaba el juego, tan pronto lleno
Ahora iremos por la calle de Florida, la que tiene de satisfacción, tan pronto reservado.
los establecimientos de más lujo, y por consiguiente Yo sin satisfacción de ningún género, pero en
la más frecuentada, convirtiéndose en ciertas horas cambio con pesares y presentimientos vagos.
del dia en un paseo, tal es la afluencia de gente. Todos los españoles y Buenos-Aires entero, recor-
Pero lo más notable que tiene Buenos-Aires, con- darán la ovación que la colonia española hizo aquella
tinué, en mi papel de circeronc, es la Penitenciaría, noche al tenor Gayarre, cuya estrella nacia en Amé-
establecimiento que es la envidia de Europa y que rica para oscurecer á Tamberlik á Stagno y tantos
costó al Estado la friolera de diez millones de duros. otros tan aplaudidos en Europa.
Es el primero del mundo, porque aventaja ala A la mañana siguiente vino á mi cuarto Mr. Ver-
prisión de Filadèlfia; es tres veces mayor que el nuil y me dijo:
chileno, y doble que el Panolicay de Lima; y como —He tomado los boletos hasta Burdeos; el doctor
edificio de esta clase, el mejor bajo el punto de vista nos acompaña; creo que voy á ser feliz.
criminal. —Mucho os lo deseo. Yo también tengo pensado
Tiene setecientas cuatro celdas, distribuidas en regresar á Europa; pero no puedo hacerlo sin obte-
cinco pabellones en forma de abanico. ner antes, ó licencia, ó mi baja en el ejército. Do
Patios, talleres, jardines y otros edificios acce- cualquier modo, aquí tenéis mi dirección, que es
sorios completan este magnífico establecimiento donde reside mi familia.
modelo. —Perfectamente; tomad la mía en París. Pero
En cada taller hay un maestro que enseña y d i - ahora permitidme que aborde de frente una cuestión
rige los trabajos, como también los hay para ense- iniciada en otros momsntos. '
ñar á leer y á escribir; así es que el criminal que En el tiempo que habéis permanecido á mi lado,
entra sin oficio, sin saber leer ni escribir y en e s - me habéis proporcionado horas de placer que en mi
tado miserable, á su salida recibe un pequeño c a - vida podré olvidar.
pital, ahorros de su trabajo; sabe un oficio con el No tengo otra manera de que mi recuerdo no se
que puede ganarse un sustento; sabe leer y escri- os borre de la memoria, que haciéndoos este p r e -
b i r , y ha olvidado sus malas costumbres, porque sente. Ya sé lo que me vais á contestar. Vos que
durante el tiempo de su reclusión no ha podido tanto habéis censurado el carácter de vuestros
practicarlas, enseñarlas ni aprenderlas de otros. compatriotas, ¿caeréis en el mismo vicio que cen-
Y para que veáis lo moralizador del sistema, surabais? ¿Seriáis tan Quijote como ellos? Sois p o -
cuando entra algun condenado, ninguno se quiere bre, no tenéis fortuna; esto que os ofrezco tampoco
eximir de trabajar diciendo que no tiene oficio, pues lo es; ¿querríais no aceptarlo bajo el pretexto de
los que no quieren trabajar, se les sujeta á un ais- una delicadeza absurda?
lamiento tan absoluto, que todos desean hacer algo. Mr. Vernuil, me batía con mis propias armas.
El Dr. Remini que nos acompañaba en esta No; con las armas de la razón.
excursion, me ayudaba de vez en cuando en mis —No sé si debo...
explicaciones. —Por otra parte, mi fortuna, que aún no he r e a -
Diana no respiraba ni pestañeaba cuando tenia lizado del todo, me permite cómodamente...
que oír y ver. —Mr. Vernuil, mi honor...
Mr. Vernuil la contemplaba con satisfacción, como •—No seáis español á lo Quijote...
diciendo:—lo ves, no te he engañado. —Sea, pues...
Cuando yo me quedaba solo, mis ideas tomaban Eran mil libras esterlinas en oro.
un tinte oscuro, que no podia dominar á pesar de
mis esfuerzos.
Después de comer, fuimos en la misma noche al LII.
teatro Colon, en donde cantaba Gayarre el Rigo-
letto, cuando su reputación empezaba, y casi se p o - Al dia siguiente partían en el magnífico vapor de
dria decir que allí la empezó á formar. la Compañía del Pacífico el Liguria. La despedida
Diana, con una toilette hecha á precio de oro para fué como todas las despedidas entre el que se vá y
aquella noche, estaba seductora y resplandeciente el que se queda; más triste para éste, porque para
por las más agradables impresiones que devoraba el que se vá, las novedades del viaje van borrando
sin perder detalle. las huellas de los recuerdos que deja.
Ya estaba en plena sociedad; ninguna de las lin- Diana tuvo una explicación conmigo; explicación
UNA E S P E D I C I O N AL CHACO.

que dejó un nuevo remordimiento en mi concien- Diana era hermosa, joven y tenía mas de un m i -
cia. Ya era tarde. llón de francos de dote, que Mr. Vernuil le habia
Nunca sabe uno cómo acertar. prometido legalizar tan pronto como tuviera oca-
Aún recuerdo sus palabras; me decia: sión, sin perjuicio de heredarlo, cuya fortuna no
— "¿Soy yo la que debo insistir sobre ciertas conocía aún.
ideas?» Según declaraciones íntimas, que Mr. Vernuil
«Vuestra modestia os engaña. Vuestros temores me habia hecho, calculaba su fortuna en perlas,
son absurdos. que pensaba realizar en París, en más de dos m i -
»Nunca he sentido ciertas afecciones; pero creo llones de francos, sin perjuicio de otro pico impor-
que no solo es el corazón el arbitro de nuestra v o - tante á su favor, que habia arrojado el saldo de su
luntad, y me parece 'aún que, dando robustez al corresponsal de Corrientes, cuyo importe habia
principio á ciertas ideas, se sostendrían indetermi- realizado en Buenos-Aires.
nadamente sin aflojar, y menos caer, en los incon- No era difícil adivinar esta solución, entre Diana
venientes que teméis, haciéndome una ofensa que y el Dr. Remini. Son consecuencias naturales de la
os perdono.» sociedad.
¡ Qué suave armonía! ¡ Qué música tan encanta- Más de dos meses se habían pasado cuando recibí
dora! una carta de Mr. Vernuil, fechada en T u r i n , en la
Esa es la condición del hombre; como la posesión que me daba cuenta que su viaje á Italia tenía por
de Diana se me entraba por la puerta sin dificultad objeto satisfacer el deseo de los cónyuges, y además
de ningún género, no quise creer en aquella feli- recoger el título del Dr. Rómulo Remini, que no
cidad suprema, y ya que no tenía dificultades, yo tenía por falta del pago de derechos, y también
las inventaba, hasta el punto de imposiblitar un acto para visitar á su familia: de lo cual en otra me d a -
Cuya realización solo estaba en mi poca fé. ría cuenta exacta de lo que pasaba.
Unos por exceso, otros por defecto. Cada vez que recibía alguna de estas noticias,
despertaban en mí recuerdos tristes, faltas graves
imposibles de corregir; y no^era esto lo peor, sino
LIII. que, repasando la historia de mi pasado, siempre
encontraba algo de que poderme arrepentir, p r o -
Desempeñé mi comisión ante el Gobierno, y soli- metiéndome á mí mismo corregirme para lo s u c e -
cité y obtuve mi baja del ejército, pues la licencia sivo. Llegaba el caso, sin que me apercibiese de
me hubiera sido negada. ello, y volvía á caer en los mismos errores.
El coronel, inspector general de armas, don Luis Y de error en error, llega uno caminando hasta
María Campos, ante su secretario, teniente coronel el pié de su propia sepultura, para decir: «¡Si
don Natalio Romero, me emplazó para que escri- aquellos tiempos volvieran!» Y si volvieran, s u c e -
biera estas Memorias; y, antes de llegar al libro, dería lo mismo; exactamente lo mismo.
condensé muchas de estas ideas, en cumplimiento
de mi palabra, en una infinidad de artículos que se
publicaron en La América, La Ilustración Militar, LV.
La Gaceta Internacional de París y otros muchos
periódicos.
Estamos en Enero del año 1875; se habían pasado
—Señor coronel, he cumplido sobradamente mi
seis meses desde las últimas noticias que me habia
palabra.
comunicado desde Turin mi buen amigo Mr. V e r -
nuil, cuando recibí la carta siguiente:
LIV.
« ROMA 25 de Enero de 1875.
Un mes después tomé pasaje hasta Lisboa, h a -
ciendo la travesía en veintidós dias. «Señor don César Valcárcel.
Después de un ligero descanso, y tres dias más »Mi buen amigo: Tristes noticias tengo que c o -
de viaje, abrazaba á mi familia. municaros sobre la colonia. Mi labor de diez años
Tan pronto llegué á Orense, una de las cuatro ha desaparecido. Hé aquí lo que ha pasado:
provincias del antiguo reino de Galicia (y por algo «Nuestra huida de las tolderías produjo en el
daré esta pequeña lección de geografía), telegrafié ánimo de los indios un efecto desconsolador. Mis
á Mr. Vernuil dándole parte de mi llegada á E u r o - dos compatriotas que les mandé en mi reemplazo,
pa. Al otro dia recibí el siguiente telegrama: tuvieron tan torpe conducta con ellos, que lejos de
llevarlos por buen camino, con prudencia y diplo-
«PARÍS 20 de Setiembre de 1874.
macia , después de vejarlos y apurarlos en trabajos
«Orense. — Valcárcel. rudos, pues ellos querían hacer en un año lo que á
«Recien casados el doctor y Diana. Partimos para mí me costó diez, se insinuó el principio de r e b e -
Milan. Esperad mis cartas. Os saludan. lión. Hubo más. Los dos compañeros, á la cabeza
«GUSTAVO VERNUII.. » cada uno de sus adictos, empezaron á hacerse la
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guerra, porque ellos entendían que se estorbaban »Una proposición, capitán; ¿podríais auxiliarnos?
el uno al otro. tenéis dotes y condiciones; el doctor, Diana y yo os
»Una noche fué degollado uno de ellos. Por a l - suplicamos que aceptéis.
gun tiempo se calmó la agitación; pero el bando » Para marchar de acuerdo, os voy á dar nuestro
vencido, sin dirección, no podia resignarse á la e s - itinerario. En fin de este mes nos embarcaremos en
clavitud, pues eran tratados por los vencedores Civíta-Vecchia para Marsella, pasando á BarceIona ;

como tales, mientras éstos se entregaban diaria- Valencia y Madrid, en donde permaneceremos hasta
mente á todo género de excesos, y obligaban á t r a - fin de Marzo. Después iremos á Sevilla, para que
bajar á los vencidos. en mediados de Abril puedan embarcarse en Lisboa
» Hubo deserciones, pero esto no satisfacía el in- para el Plata, Diana y su esposo. Yo me volveré á
dómito y vengativo carácter del indio. París; ya soy viejo, y hay ciertas cosas que solo se
»En otra noche fué degollado el otro francés, á pueden hacer una vez en la vida.
manos de un indio ofendido personalmente por »Si necesitarais fondos, podéis girar contra mi
aquél. cuenta á la casa Bering Brother de Londres, Lom-
»Cada uno por su lado, roto el vínculo social que bard-Street, 6 9 , que está prevenida.
los unía, cada cual tiró por donde quiso, volviendo »No me desairéis, en nombre de la humanidad.
á su estado primitivo aquellas desgraciadas tribus. Os esperamos en Madrid ó en Lisboa. Telegra-
«Creedme, amigo mío; esto me llena de descon- fiadme.
suelo, porque no tengo ya edad para volver á e m - »Os saludan vuestros buenos amigos, y en su
pezar de nuevo mi obra. nombre
»He estimulado á Diana, demostrándole que lo «GUSTAVO VERNUIL. »
que ella es lo pueden ser todos sus hermanos y Cuatro palabras por mi cuenta para concluir.
compatriotas. Me ha comprendido, y ejerciendo Está demasiado saliente la idea subjetiva que ha
influencia sobre el corazón de su esposo, á pesar presidido esta narración, por lo que no me ocuparé
del terror que le tiene á los indios, más por codi- de ella para nada.
cia que por otros motivos, tiene empeñada solemne Al juicio del lector toca adivinar dónde concluye
palabra de volver al país, y con los inmensos r e c u r - la verdad y empieza la fantasía.
sos con que cuenta, y mis instrucciones, restable- Me he cuidado poco de su parte literaria. He p r o -
cer, no solamente la colonia, sino fomentar otras en curado nada más, que pagar una deuda de gratitud.
la misma forma, I Sálveme esta generosa idea.

FIN.

NOTA. Teniendo en prensa la presente obrita, el telégrafo nos anuncia la triste nueva de haber sido
asesinado en el Chaco el sabio naturalista francés, Mr. Creveux y su escolta, compuesta de un oficial y
quince hombres, por una tribu de indios tobas.
Una imprudente confianza, hija de la falta de conocimiento de las costumbres de los indios del Chaco, ha
podido dar lugar á tan sensible desgracia para los altos intereses de la ciencia, la colonización y el por-
venir de la América del S u r , cuyos fines hemos estudiado y previsto en la presente obra, por más que h a -
yamos tratado tan trascendentales cuestiones bajo una forma cuyo único objeto era dar popularidad á
una lectura que, tratada bajo otro aspecto, solo alcanzaría un reducido número de lectores.
Los últimos periódicos recibidos de Buenos-Aires nos dicen que el coronel Sola preparaba una expedi-
ción que tenía por objeto buscar los cadáveres del desgraciado Creveux y sus compañeros; mientras
tanto la capital de la República hacía á aquellos mártires de la ciencia unas expléndidas exequias, r i n -
diendo justo tributo á los nuevos apóstoles de la civilización.

(> i í i <
NUEVA BIBLIOTECA ILUSTRADA DE J . GASPAR, EDITOR.

V A N P U B L I C A D A S :
E L N U E V O R O B I Ñ S O N ' S U I Z O . — Primera parte. . . . . . . 1 Pta.
» » » » — Segunda id 1 »
» » » » — Tercera id .
y i »
PICCIOLA. . i »
LOS R O B I N S O N E S DE T I E R R A FIRME.—Primera parte . i ».
» » » » Segunda id. . . . . . . . i »
UNA ESPEDICION AL CHACO.—TIAJKS POR LA. REPÚBLICA ARGENTINA. . . . . 1 »

PEÓXIMO Á PUBLICARSE:

LA V I D A E N S I B E R I A .

AVENTURAS DE TRES FUGITIVOS.

E N P R E N S A .

LAS ESTRELLAS
Y CURIOSIDADES DEL CIELO.
POR

C A M I L O F L A M M A R I O N .

L O S

HÉROES DEL TRABAJO


POR Q. TISSANDIER.

ILUSTRADA CON MAGNÍFICOS GRABADOS,'

P U N T O S DE VENTA:
En Madrid, en la Librería del Editor, MONTERA. 3, y principales librerías.—En provin-
cias, en casa de los señores corresponsales.

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