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IMAGEN Y PARÁBOLA

La Orca asesina
Unos pescadores se echaron
con su barca a la mar para pescar.
Era el atardecer de un día de
verano. Las nubes se teñían de rojo
heridas por los puñales de los rayos
del sol que se ocultaba lentamente
hacia el horizonte. En el momento
del trayecto se encontraron con un
espectáculo maravilloso. A unos
cuantos metros, el mar parecía
hervir. Miles de peces buscaban
afanosos el cardumen
jugueteando en la superficie del
agua salpicando de oro y plata las
olas tranquilas del mar. Cientos de gaviotas revoloteaban chillando. Pararon la
barca, admirados de aquel espectáculo inaudito y maravilloso. En eso, vieron
como dos delfines jóvenes, comenzaron a cruzar en majestuosos saltos las olas con
una elegancia y perfección increíble. Se sumergían rítmicamente y volvían a
aparecer como dos acróbatas sincronizados. Era como un espectáculo circense:
elegantes, finos, plateados, juguetones, magníficos y bellos. Uno de ellos salió del
agua disparado como una flecha hacia el cielo. Fue subiendo y subiendo airoso
casi unos diez o quince metros y dando un quiebro, raudo como una flecha, se
zambulló olímpicamente en el mar azul. Y así una y otra vez.
En estos juegos estaban cuando no se percataron que muy cerca donde se
entretenían los delfines aparecía una masa negra que salía a flor de agua parecida
a una roca y volvió a sumergirse silenciosamente. El delfín, retozando feliz, volvió a
remontar hacia el cielo. Al llegar a la altura límite, en el momento de realizar el giro
y zambullirse en el agua, la masa negra informe volvió a emerger más, más y más
por encima del agua hasta formar como una peña. Los pescadores, exclamaron:
¡La Orca, la temida ballena asesina! El delfín se precipitó hacia abajo y vio la masa
de la Orca que le esperaba debajo y que, por la velocidad, se le aparecía cada
vez más grande, más grande, más grande… ya no pudo evitar el impacto por más
que intentaba evitar el choque mortal. Cayó aparatosamente sobre el lomo de la
ballena. El ruido espantó las gaviotas que revoloteaban. Se había quebrado el
espinazo… había muerto… y se deslizaba lánguidamente por el lomo azul oscuro
del cetáceo hasta el agua con la cola aún visible. Los pescadores, impresionados
aún por el suceso, mudos, vieron
cómo, poco a poco, la masa negra
asesina fue sumergiéndose y
arrastrando al pobre delfín en las
profundidades tenebrosas del mar. La
cola, como una bandera de luto,
también desapareció para siempre.
El mal parece que siempre
triunfa, sin embargo, el bien, la belleza
es más poderosa que el mal. “La
belleza de las rosas, es que siendo tan
hermosas, no saben que los son”

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