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Las paradojas de la fisica Los mayores rompecabezas cientificos a | Las paradojas de la fisica Pa ced ea COSMOS: Imagen de cubierta: Recreacién artistica del agujero negro supermasivo situado en el centro de la galaxia MCG-6-30-15. La descripcion tedrica de los agujeros negros ha dado pie a numerosas paradojas que aun aguardan solucidn. Direccién cientifica de la coleccién: Manuel Lozano Leyva © David Blanco Laserna por el texto © RBA Contenidos Editoriales y Audiovisuales, $.A-U. © 2017, RBA Coleccionables, 5.A. Realizacién: EDITEC Disefio cubierta: Lloreng Marti Disefio interior: tactilestudio Infografias: Joan Pejoan Fotografias: Erik Lucero, Martinis Group, University of California, Santa Barbara/Wikimedia Commons: 131; Heiko Kiiverling/iStock: 69a; INTERFOTO/ Alamy: 74; NASA/D. Berry: Portada, NASA/JPL/University of Arizona: 48-49; Kathleen Franklin (Hat Creek Radio Observatory/Wikimedia Commons: 43a, Mopic/Shuitterstock: 130; Science & Society Picture Library/Age Fotostock: 69b; Tom Cockrem/Age Fotostock: 57; Wikimedia Commons: 69c. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningtin medio sin permiso del editor. ISBN; 978-84-473-9138-7 Depésito legal: B-25250-2017 Impreso y encuadernado en Rodesa, Villatuerta (Navarra) Impreso en Espatia - Printed in Spain guMmanio . pep l“ee wetittt pperesseLitel Eg eele dd tl EVEOLPUATTOUPMAIENILENS LA pp Ey INTRODUCCION if CAPITULO 1 Fisica imposible ........+. in Rigas rer 13 CAPITULO 2 Las consecuencias de la oscuridad .... 0. 0+ 005 35 CAPITULO3 = Infringirlasegundaley .... 0-0 + eee ee eeete 63 CAPITULO 4 Los espejismos del tiempo. .... +. +++ hwacs 2228 CAPITULOS — Encerrona cuéntica. ... . . de ou & WRT ve? 121 LECTURAS RECOMENDADAS......... . reek penneenens a INDICE 155 wrropucciONn pte ele tLe tEEEd LTBLSTSLTLEEIEOLE LD gf, npeneteee COPSILLII SDS, ae VOOEILES 1 gy pee ytTlt Un libro dedicado a las paradojas de la fisica corre el riesgo de incurrir é] mismo en una embarazosa paradoja: la de no contener ninguna, negando asi, de entrada, no solo su titulo sino también su raz6n de ser. Si en los engranajes de la naturaleza no hay espa- clo para verdaderas contradicciones, cuando estas se manifies- tan deben obedecer a malentendidos humanos. Una indiscutible autoridad en la materia, William Thomson, que resolvié la céle- bre paradoja de Olbers, lo expresé de modo tajante en un discur- So de 1887 ante la Royal Institution: «No hay lugar en la ciencia (ea dojas. Su eliminacién consiste en la sustitucion de Mas tard, Sewn falsas por otras verdaderas». Siete décadas te distinte haat Feynman, fogueado en una fisica radicalme misma iden 2 que habia conocido Thomson, ponte veg Paradojas cn OF supuesto, en fisica nunca S€ dan ” ee Creemos aun i que solo existe una respuesta correcta; a nera, clag 2 aturaleza actuaré solo de una manera yy _ Se reduce ae es la correcta). Asi que una paradoja, en fisica, ama la ie 4 confusion de nuestro entendimiento». cal Por sen * €ncién que tanto Thomson como Feynman ier ue las paradojas han de encerrar contradiccion genuinas, exigencia que no les imponen los diccionarios, Las acepciones mas comunes de la palabra se refieren a una af, macion que exhibe una incompatibilidad solo aparente —que termina por resolverse cuando se considera con mayor detepj. miento— o un enunciado absurdo que se presenta bajo un as. pecto tan razonable como engafioso. La esencia de lo paradéjico radicaria entonces en la capacidad de dar gato por liebre: dotar de trazas inverosimiles a un argumento verdadero 0, ala inversa, encubrir de manera convincente un argumento falaz. Ninguna de las dos alternativas estorba la existencia de paradojas fisicas. Todas las paradojas, incluso las mas leves, que son meras fi- guras retdricas, giran en torno a una contradiccién. En el caso que nos ocupa, la incongruencia viene a frustrar las expectativas acerca de cémo deberia comportarse el mundo fisico o a desafiar la interpretaci6n comunmente aceptada de un repertorio mas o menos amplio de fenédmenos. Por regla general, el cientifico par- ticipa del optimisme de Thomson y Feynman y supone que el universo resultara inteligible y obedecera leyes coherentes, Por tanto, confia en que, tarde o temprano, alguien cortara el nudo gordiano. Se identificara un error en los términos de la contradic- cién o se concebiran teorias mejores, que se emanciparan de ella. Lo que si cabe pedir a cualquier paradoja que se precie es que sirva de revulsivo contra las certidumbres. Que ponga en jaque a los expertos durante un tiempo y que despierte en ellos la sospe- cha de que algo no marcha como debiera dentro del orden esta- blecido. Superado el reto, la paradoja perdera su mordiente y S€ convertirA en una curiosidad, en la reliquia o el fosil de un periodo de comprensién incompleta. Esa es la moraleja que parece des- prenderse del estudio de las paradojas fisicas mas famosas: una vez que se alcanza un nivel mas profundo de conocimiento, los pre supuestos erréneos quedan en evidencia y la paradoja se desvane- ce. ,Resulta licito elevar esta constatacion reiterada a la categona de axioma? 3O Negara el dia en el que la naturaleza nos enfrente 4 contradicciones insolubles, ya sea porque el universo no satisfag nuestras expectativas de inteligibilidad o porque la mente humana sea incapaz de fabricar un entramado légico que dilucide todos - fenémenos? El tiempo diré. De momento, las paradojas sit resor INTRODUCCION sncheran en la vanguardia de la investigaci 6m, en ton. r se atrim . trios fronterizos que todavia no se han sometido a leyes fisicag eee de que su poder de Provocacién sea efimero, las pa- radojas han interpretado un papel determinante en el avance de Ja fisica. Han dado la sefial de alarma en infinidad de otsigiones denunciando inconsistencias que se habian pasado por aia mostrando fisuras en explicaciones consabidas. Aunque se revis. ian de un aire enigmatico y no apunten el modo de resolver los problemas que suscitan, adquieren un valor incalculable como referencia, ya que se convierten en pruebas que forzosamente habra de superar cualquier teoria que pretenda destronar a las anteriores. Funcionan asi como controles de calidad, que revisan las leyes fisicas a la caza de errores, ya sea de las propias leyes o de nuestra forma de interpretarlas. Porque también ponen de manifiesto prejuicios o ideas preconcebidas que a menudo nos acompaiian inadvertidamente y que arrojan una sombra sobre las hipdtesis que concebimos. Las paradojas se erigen en prue- bas de comprension, sacuden automatismos e inercias y obligan a levantar la vista de las ecuaciones, con una llamada a entender que quieren decir realmente. También refuerzan conviccionesle- gitimas. Pensadores de extraordinaria perspicacia, como Erwin Schrédinger o Albert Einstein, supieron urdir sofismas ingenio- tiedeen hilos argumentales de otros availa mn desactivar 4 fede acuerdo. Aunque sus adversarios ogra ctliieres en ultima instancia sus paradojas, en el proceso des- dlcimamapes consecuencias insospechadas de sus propias ideas 0 Cual frites nivel mas profundo en su comprensiOn. — una serie de Pp aradoja arma una cadena légica, que a Mento que conine. Partiendo de ellas, se compone me desconcertanre ce, eslabon a eslabon, hasta una con ino © bien desafia ah 2 Dies contradice alguna de las a ma Proporciong me conocimiento bien establecido. Este a dentro de bee ones sencillo para clasificar las P} entro de Cee categorias. vcoeaii Como my: Primera entrarfan las paradojas que Pre © una premisa falsa, La segunda comprenderia aque- NTRODUCCON las que albergan algtin error en la cadena de razonamientog que endaza las premisas (ciertas) con la conclusi6n. Segiin como Se dé el paso en falso, distinguiremos atin dos subcategorias: — La paradoja se formula en un contexto tedrico adecuado que se aplica de manera incorrecta. Incluimos aqui los err: res de modelizacién que, manejando leyes de la fisica vali. das, suprimen aspectos relevantes de la realidad a la hora de representarla, desembocando en resultados absurdos, — El contexto teérico resulta inapropiado. Puede suceder por que se combinen dos formalismos incompatibles, como el de la relatividad general y el de la mecanica cuantica. Ciertas paradojas surgen cuando se atinan dos teorias, con rangos de aplicacion diferentes, en un intento por ampliar sus domi- nios. En las costuras de la unién, asoman las contradiccio- nes. La solucién suele exigir abandonar zurcidos y remien- dos para, en su lugar, fundar una teoria de nueva planta, mas ambiciosa, que, dentro de determinados limites, se reduzca a las anteriores. En esta segunda subcategoria caben también otra clase de contrasentidos, que se derivan de aplicar leyesa fenémenos que caen fuera de su jurisdiccién, como sucede al describir el Ambito subatémico recurriendo a la fisica clasica. Para concluir, una tercera categoria contempla las paradojas que nunca plantearon un desafio a los expertos. Sus premisas son verdaderas y conducen, a través de un razonamiento impoluto, hasta una conclusién cierta. Su factura irreprochable no impide que el sentido comun las encuentre disparatadas, debido a prejlr cios acerca de como debe comportarse la naturaleza, adquiridos 4 través de una experiencia muy limitada de los fenémenos del ull verso. Esta categoria es la que mejor se aviene con el origen elim logico de la palabra paradoja, que procede del griego suport «do contrario ala opinién comin». A partir del siglo xxx, el cae 3 desconcertante de las nuevas leyes de la fisica hizo que aun descubrimientos se tacharan de paraddjicos. La mecanica cuan se o lateoria de la relatividad exploran Ambitos muy alejados de ae tra experiencia cotidiana. Ningin sinsentido hace peligrar el] an INTRODUCCION su construccion légica y cuentan con el ava] incontestable xperimentos, Pero, sencillamente, violentan lag expectat. yas de la intuicion. Denizo de esta tercera Categoria si fanbién ques fendmenos que apie sana na ley fisica, impresion que desmuente un andlisis mas Cuidadoso, Por supuesto, las p aradojas se pueden organizar de acuerdo con otros principios, histéricos, por ejemplo, o en funcidn del campo de la fisica en el que uno desee encuadrarlas. Sise atiende 4 un criterio puramente epistemologico, una Clasificacién como a esbozada en los parrafos anteriores se antoja mds pertinente. No obstante, la mejor manera de introducir la fisica necesaria para comprender cada paradoja sugiere un orden cronolégico, que es el que seguiremos a lo largo del libro. La literatura cientifica ofrece un rico catdlogo de paradojas. Sin dejarnos evar por un afan exhaustivo, hemos tratado de escoger las mas representativas, ya sea por su relevancia historica 0 por su capacidad para llamar la atencidn sobre aspectos significativos, elusivos por lo comin, de nociones fisicas fundamentales. Ade- mas, hemos revisado algunas de las explicaciones mas conocidas, que no siempre arrojan la debida luz sobre las cuestiones que pre- tendian poner en claro. La resolucién de numerosas paradojas que merecen la consideracién de clasicas depende de matices en Ja in- terpretacion y, aun cuando los cientificos estén de acuerdo en que Same ninguna amenaza para las teorias vigentes, a as tweets oe acerca de dénde reside el verdadero eo n hatide Be le ello da fe el goteo de articulos que, de com my iftigs = publican anunciando por enésima vez la ad asf didlo, ex rare que se consideraban zanjadas hace mas i Daradojas 2 no hace milenios, Si algo demuestra sa a ro nal, s¢ ha ‘ = que la fisica, una disciplina en —e— ani bién prueba aquilatando desde perspectivas muy inetrios Se convierte _ el desconcierto, cuando se alfa con eto Nuno de los grandes motores del conociments. miajed de los & f, ppnesiiiete ALLALELOL DEEL LETOLELLEEPSLTSVLLOLEL ESE DLP ppg, C16 D8 ADs pyp ttt ‘ SEED ppt tte Fisica imposible La intuici6n se encuentra mas c6moda en el terreno de la fisica clasica que en el de la mecanica cuantica o la relatividad, pero la familiaridad del entorno resulta engaiiosa. Tras una Carrera inocente o el vuelo de una flecha acechan contradicciones que amenazan la propia Viabilidad de la fisica. Rea daha ie On marge eae ae % \ i } 4 : 4 j La historia de las paradojas fisicas es casi tan antigua como los esfuerzos de la mente humana por comprender la naturaleza. En las primeras consideraciones sobre el movimiento 0 en la mas incipiente astronomia ya afloraron contrasentidos capaces de ofuscar el pensamiento y de perderlo en un laberinto de per- plejidades. La mayoria se evaporé al calor de un conocimiento creciente, pero también los hubo que desafiaron el ataque de los Investigadores durante siglos, cuando no milenios. A la postre, dos remedios se revelaron los més eficaces para tratar el mal de n Contradiccién: un lenguaje matematico depurado y una infor- tee experimental completa. Sea mans griegos, con su limitado entusiasm retoticas aan y su pasién por los juegos 16gic0s ¥ » acufiaron las primeras paradojas célebres- o por la ex jas trampas Entre ellas ‘ ~ vas wat las de Zenén de Elea, que, mas que gefialar proble- as - iano antojan ejercicios de ingenio concebidos ca revenidos. Unic ion de provocar y desconcertar a oyentes desp’ a Para foe tale fisico, parece esconderse una broma ‘a or Sofos, que recuerda el comentario humoristice trand ; Russell: «i objeto de la filosofia es comenzar con alg 16 tan simple que parezca que no merece la pena exponer|y p terminar con algo tan paraddjico que nadie se lo creay. % La paradoja de Aquiles y la tortuga encarna ala perfeccigy espiritu. El mas veloz de los hombres y el mas pausado de los I tiles deciden medir sus fuerzas en una carrera que parece decigi th de antemano. Para compensar la lentitud proverbial de la to Aquiles concede a su rival una generosa ventaja. Pongamos que sean cien metros. Diez segundos después de que el juezde laprueha dé la salida, Aquiles yaha salvado los cien metros, Pero, entretanto la tortuga ha conseguido alejarse un metro. Aquiles tarda tty décima de segundo en cubrir la nueva distancia que los separa, tiempo que el animal aprovecha para arafiarle una décima de metro. Y asi sucesivamente. En el tiempo que pierde Aquiles en llegar a cada una de las posiciones que ocupaba antes la tortuga, esta le gana una ulterior ventaja, con la que consigue postergar una y otra vez el momento de su adelantamiento. Por mucho que mengiien los aplazamientos, nunca se agotan. Bajo los pies lige- ros del semidids se abre un abismo infinito de distancias insignifi- cantes. Da igual cuanto se acerque a la tortuga, siempre quedara fuera de su alcance, como si un sortilegio los separase (figura 1). A pesar del tufo artificioso que desprende, la paradoja esconde cargas de inusitada profundidad, que cuestionan las relaciones entre el mundo fisico y su representaci6n matematica. Zenon, como un aplicado orfebre del desconcierto, se dedicé a confeccionar decenas de paradojas. Menos de la cuarta parte ha sobrevivido hasta nuestros dias. Siempre sera objeto de es peculacién con qué 4nimo las cred, ya que su obra se perdié y sus argumentos nos han llegado a través de Aristételes, que los present6 en su Fisica con el tinico fin de refutarlos. Ignoramos a en su exposicién hizo justicia al planteamiento original de Zeno" Solo sabemos que fracasé en el intento de impugnarlos. Da la impresion de que Zen6n, siguiendo los pasos de su maes tro Parménides, pretendia negar el movimiento, propdsito aver turado donde los haya, ya que desmiente de modo escandalos® la evidencia de nuesiros sentidos. Esta clase de provocaciones tampoco arredraba a los antiguos filésofos griegos. Se puede considerar que con la pugna entre Aquiles y la tortuga toma cuer FISICA IMPOSIBLE Primera etapa La carrera de Aquiles y la tortuga. Solo Aquiles corre el primer tramo (la ventala que concede a su rival) A pati de ese Momento, en cada etapa recorre la distancia que salvé la tortuga en ia etapa anterior ra Paradoja fisica por antonomasia, aquella que impugna el aue, mismo de esta ciencia y, por tanto, su raz6n de ser. Salvo ilusiones aceptar que toda la experiencia humana se reduce 4 merece la Concedamos también que obedecen ciertas reglas que “pena desentrafiar. dicotony atacé el mismo frente por medio de la paradoja as "ar al se ‘Me agrava aim mas el problema de Aquiles, al conde- mdiés ano abandonar siquiera la linea de salida. Antes de Tec Orrer ; : ~ antes de "Nn Metro, por ejemplo, tendrd que recorrer medi avanzar ese medio metro, deberd avanzar un cuarto. Y antes del cuarto, un octavo. Y del octavo, un dieciseisayo, An los pies del corredor, la primera etapa de su recorrido encoge vertiginosamente. Cualquier tramo con el que pretenda iMiciay la carrera, por corto que sea, admite una division Por la TMitag lo que sittia a Aquiles frente a un nuevo proceso de infinitas et, pas. {Conseguira completarlas ey th No sé de mejor calificacién [que de _plazo de tiempo determinado? Dal, joya] para la paradoja de Aquiles, tan indiferente a las decisivas refutaciones que desde mas de veintitrés siglos la derogan, que ya podemos saludarla inmortal. 18 LA PERPETUA CARRERA DE AQUILES Y LA TORTUGA impresi6n de que no. Una secuencig infinita carece de punto final, puesty que, por su propia naturaleza, a cada paso siempre le sucede otro, La paradoja de la flecha refuta e movimiento con una puesta en es. Jorce Luis Bonces, Cena diferente. Sorprendamos una flecha en pleno vuelo y fijémosla en un instante, como atrapada en el fo- tograma de una pelicula. Enmarcada en ese instante no podré moverse. De lo contrario, el instante, en realidad, se compondria de varios instantes, que registrarian su desplazamiento a través de una sucesio6n de momentos 0 fotogramas, y, por definicién, un instante constituye una unidad indivisible de tiempo. Se puede aplicar el mismo argumento a cualquier punto de la trayectoria, luego, ,cudndo se pone en marcha la mecanica del movimiento? En el tiempo solo hay instantes, y en los instantes la flecha no avanza. ,5e mueve a hurtadillas, entre instante e instante de pa rAlisis? ;Quiere eso decir que el movimiento tiene lugar al mar gen del tiempo? Dado que en el tiempo la flecha no vuela y fuera de é1 no tiene sentido que lo haga, el movimiento se revela una quimera. LA IMPOSIBILIDAD DEL MOVIMIENTO gueiTa que que En la carrera entre Aquiles y la tortuga, el héroe de la de Troya va liquidando las ventajas cada vez mas cortas ¢ saca su adversario. Si las sumamos, obtendremos el espacio oes gr recorre, compuesto por una secuencia ilimitada de tramos FISICA IMPOSIBLE sgeens on menores. Arquimedes fue el primero en demostrar sten sumnas que, 2 pesar de contar con infinitos términos, un valor finito. Reciben el nombre de series convergen. las mas sencillas comienza con media wnidad y cada cesivamente | cuando n tiende a infinito, 2 4 8 16 n El cémputo se puede visualizar con la ayuda de un cuadrado de lado unidad, cuya superficie vamos a dividir de acuerdo con el siguiente procedimiento. Se empieza cortando en dos por me- dio de una linea vertical. Se obtienen asi dos rectangulos iguales, Acto seguido, el que queda a la derecha se parte en dos mediante una linea horizontal, que da lugar a dos cuadrados. El superior se divide por la mitad, para producir dos rectaéngulos. Se divide entonces el de la derecha en dos cuadrados. La formula se apli- ca de continuo, dividiendo por la mitad, ora un rectangulo que quede a la derecha, ora un cuadrado que quede arriba (figura 2). Asi se generan infinitos cuadrados y recténgulos, de area decre- ciente: 1/2, 1/4, 1/8. Los valores de estas areas corresponden 4 los términos de la serie infinita. Su suma corresponde al area total del cuadrado que sufre las divisiones, 1. Esta serie convergente proporciona un excelente modelo para Tepresentar los espacios menguantes que paralizan a Aquiles én la paradoja de la dicotomia o los que intenta recorrer en Su doen carrera contra la tortuga. En ambos casos se aplica la soar — del cuadrado: la suma de incontables elementos a as infin e o tiempos— produce, después de todo, ~ 0m, ie ta. Aquiles tendra que recorrer cien mettos, 0 a 1 ie oe vente, pero no més. Los infinitos tiempos, ¢ on stisceptibien que invierte en salvar las sucesivas etapas § . 8, U on, °s del mismo tratamiento. Al final sumarén diez segun: NOciera |, Ce, 0 doce, pero ninguno mds. Aunque Zenén deseo 4 tecnologia matemitica desarrollada por Arquimedes, ho Cuest : €stionaba que la suma de infinitos intervalos decrecient?s Una demostracién visual del valor de la serie infinita 1/2 + 1/4 + 1/8 + 116 + 1/32 + 1/64 + WN28 +... Corresponderia al caso en el que la velocidad de Aquiles doblase la de la tortuga. compusiera una distancia finita. Su modus operandi se apoya precisamente en la operacién inversa, en abrir un abismo sil fondo a base de dividir una y otra vez una distancia finita. Lo que parece negar, mas bien, es que la entrada en una serie infinita de tareas tenga salida. El espejismo del movimiento consistina precisamente en pensar que dicha salida existe. Da igual cudntos trechos haya andado Aquiles, delante de ls? desplegara siempre un horizonte ilimitado de ellos, que debe recorrer antes de legar al final. Dicho de otro modo, cuando s¢ acomete un proceso de infinitos pasos, estos nunca se FISICA IMPOSIBLE agotan 3 ca se alcanza a dar el ultimo paso. Quien empren- jnfinita de acciones consecutivas, jamds lograrg en Ja ultima accion, que en la carrera coronaria ¢| ento en el que Aquiles se sittia justo al lado de la tortuga, mom adoja de la dicotomia parece dictaminar que nj siquiera a wnaugurar la secuencia con una primera accién, Los es P tos que Zenon inserta en la carrera de Aquiles acitian como es explosivas que dinamitan el movimiento. Para desactivar gus argumentos, hubo que esperar mas de dos mil afios a que los matematicos aprendieran a manipular cantidades infinitamente habilidad que, a su vez, requirié desarraigar al- pequefias, une ; oa 8 gunos prejuicios que habian enrajzado inadvertidamente en las matematicas. UNA SOLUCION PRACTICA ;Cémo rompieron los fisicos el hechizo de Zendén? Se podria decir que ignorandolo. O, con mayor propiedad, considerando el movimiento desde un angulo diametralmente opuesto al que adopté el fildsofo griego. Dan por sentado que existe y traian de caracterizarlo del mejor modo posible. Con la invencién del cAlculo infinitesimal, Newton y Leibniz dieron Ja vuelta a las ob Jeciones de Zenén, convirtiendo su arma conceptual mas dafiina, lo infinitamente pequefio o infinitesimal, en el motor que haria despegar a la dindmica, la ciencia que estudia el movimiento. Con todo, no lograron fundar el c4lculo sobre una base formal Por entero rigurosa. Esta deficiencia se pas6 mas 0 menos por alto debido, como minimo, a dos razones de peso. Cuando s¢ avon los mismos problemas por vias geométricas, més fati- von Pero seguras, se obtenian idénticos resultados. El segundo infnid fue el entusiasmo. El célculo facilitaba la resolucion ¢ amparey “" problemas y las ecuaciones que s€ cscribieron # de predice; a fisica newtoniana otorgaron a los clenul ae taal incontestable sin precedentes. La naturaleza concedia un a daat poco ea los nuevos procedimientos. La cuestiGn de ne Se soslayé demasiado tiempo. Fue una preocupacio? Fisica mPOSBLE a Be que dominé la matematica del siglo xx y el calculo infinites: como la aritmética o el Algebra, y fue sometido a un Proceso 4 saneamiento minucioso. Augustin Louis Cauchy y Kar] Weier trass, entre otros, fraguaron cimientos sdlidos que Justificaba, la confianza que los fisicos habian depositado hasta entonceg op el cdlculo. El movimiento no es otra cosa que estar en puntos distintos en instantes diferentes. Supongamos que, antes de competir con i tortuga, Aquiles, como ejercicio de calentamiento, decide echar un par de carreras en solitario. Lo hace desarrollando una velo. cidad constante de diez metros por segundo, un poco por debajo del récord del mundo de Usain Bolt. Se sittia en la linea de s3. lida; en un segundo recorre una distancia de diez metros; a los dos segundos, ha cubierto veinte metros; a los tres son treinta A cada momento lo encontramos en un punto distinto del espa. cio. Liguemos ahora las posiciones con sus correspondientes ins- tantes. Estas parejas de espacios y tiempos —10 my 1 s, 20 my 2s, 30 my 3 s— se pueden interpretar como coordenadas y se pueden presentar en una grafica (figura 3a). La coleccién de to- dos los puntos, dispuestos en un orden creciente de tiempos, di- buja una recta, la trayectoria que sigue Aquiles a lo largo de su carrera en solitario. Entre cualquier par de puntos escogidos al azar se extienden muchos mas. De hecho, hay infinitos. Sin em- bargo, su superabundancia no impide a Aquiles estar en cualquiet lugar del recorrido a su debido tiempo. Aunque un abismo de dis tancias infinitesimales se extienda entre una posicién de veinte metros y otra de treinta, a los dos segundos esta en la primera J; un segundo después, en la segunda. Otra grafica semejante retrata la trayectoria de la tortuga. su recta presenta una pendiente empinada porque el reptil camina mucho mas despacio. En un segundo, por ejemplo, avanza un décima de metro, frente alos diez metros que recorre Aquiles. la ventaja que este le ofrece se refleja en que la recta de la tortug? nace mas lejos, en la marca de los cien metros. Para represe® tar la carrera, basta con superponer las dos rectas (figura ab) La grdfica conjunta contempla la aproximacién paulatina de Aquiles, el momento en que rebasa a su contrincante (el cruce FISICA IMPOSIBLE FA RUEDA ig figura 1- SI discos trazara. ~ Ig puede hacer corresponder un Unico punto del segundo, y viceversa. y ape se GN LI ie Tate AE OTT STOTELES z Ee mecénica, Obra de ducdosa auitoria. que ta radicn ha querido bib En las § ‘es, se plantea una desconcertante paradoja en torno al movimiento 6 dearierte of a Arsiote be Consideremos el sistema formado por dos ruedas concéntricag ee a ecos de Zé a pieza rueda sobre e| suelo hasta compietar una vuelta, el borda teomai 4 un segmento de la misma longitud, gLas dos ruedas tienen, por tanto, la misma 4 ; ala vista que no. Sin embargo, a cada punto de f | orcunferencia? Srepond un Unico punto de la tueda menor, que se Monee we4 toca et wen {como es posible? Por contrario a la intuicién que resulte, ef hecho da ukige f en fablocer una relacién punto a punto entre dos curvas no implica que tengania misma” ji See comprueba con facilicad en el caso de una varia que oscil calgada de uno de“ ee extremes (figura 2). A lo largo de su recorrido «conecta» siempre puntos distintos de dos - segmentos de longitudes diferentes. Dicho de otro modo, dos segmentos de distinta longitud’ a tienen ei mismo numero de puntos, puesto que a Cada punto Gel orimer sagmento siernpre-se: 3 tients arora aT a wah eit neuen —— A B ¢ Giro de la pieza con las dos ruedas. El punto més bajo de cada uno de los disonstrazz un segmento con la misma longitud A'C’ =AC. sae.) eter or AB c 0 e—-o— 0-6 . B Cc o —2—_*—* colgada de un exter iento cada punto union punto det Una varilla se balances ¢ conectando con su movim del segmento superior 008 un segmento inferior. -nevitable de sus diferentes velocidades _ secur de las rectas). Ademias, la Neikingne 80 ultad las infinitas aivisanes que parecian sabotear el coat miento. Para verlo mejor, urdamos la trama de Zenén entre ba Tiempo (s) dos tra yectorias (figura 4). a : i ntervalo de tiempo ¢,, Aquiles recorre la distancia 5 1 distancia ,. En el intervalo t,, Aquiles rec janes : : i 2 3 de las dos rectas) y su progresivo distanciamiento posterio un examen atento del dibujo no se desprende ninguna dific i para que los corredores se encuentren, mas bien parece Sine ‘On. 1a tortuga, la co numero de puntos Distancia (m) ~~ Distancia finita . . . . 2 a . . 101 Distancia (m) la trayectoria ntervalo dé el cruce En ase representa la recta que dibujan las coordenadas de espacio y tiempo que componen | de puntos e instantes: (10, 1), (20, 2) y (30, 3). Cualquier | de Aquiles. Se destacan tres parejas longitud finita contiene un ndmero infinito de puntos 0 tiempos. En b) se representa la carrera con de las dos trayectorias. Una esca 1 . neil an ration Sube al encuentro entre Aquiles y la tortuga. Para que S° aprecie - rere 0 la8 velocidades relativas de los dos corredores (a incinactOn 0 Pe pane FISICA IMPOSIBLE j pod tortuga, s,. Y asi sucesivamente. Vemos que eae las dos rectag inscribe el dibujo de una escalera. Una lupa situada sobre el onic, de las trayectorias revelaria una sucesiOn ilimitada de peldafigg Sus alturas se componen de intervalos de tiempo; sus anchuras de fracciones de espacio. Ambas decrecen a medida que subimog paso a paso por la escalera. Aunque la construcci6n, en su cop. junto, encierre un numero infinito de escalones, presenta una al. tura y una anchura totales perfectamente definidas. La primer mide 10,1 s y la segunda, 101 m. Estos valores proporcionan las coordenadas del punto de la trayectoria en el que Aquiles alcanza a su rival. Las infinitas distancias que median entre la linea de sa- lida y la tortuga no levantan ninguna barrera insuperable. A cada instante le corresponde una posicion y viceversa. ¥ a los once se- gundos, a Aquiles le corresponde haber dejado atras a la tortuga. Por increible que parezca, infinitos peldafios no son demasiados ni atrapan al corredor en una secuencia de acciones sin salida En recorrer una serie infinita de intervalos espaciales se tarda un intervalo temporal finito, divisible, a su vez, en infinitos intervalos de tiempo. Aunque esta interpretacién acomoda los infinitos en una es tructura légica coherente, el sentido comin no termina de ave- nirse con ellos. La insatisfaccién no delata error alguno en las matematicas. Mas bien evidencia los limites de la intuicién hu mana. El reparo mas serio que plantea Zenén parece radicar en la imposibilidad de encontrar puntos contiguos a Io largo de la trayectoria. Una vez que me sittio en wna posicién dada, (ave hago a continuacion? ;Cuél es la siguiente posicion ala que deb° ir para desencadenar el movimiento? Resulta imposible deter™ narlo. Pongamos que la posicién mas préxima que logro identifi car se halla a una distancia mintiscula d. A medio camino habr4 otra mas cercana. ,Entonces es d/2 la posicién mas cercana que andaba buscando? Por supuesto que no, d/4 queda més cerc 2Y¥ d/8? El movimiento consiste en pasar de una posicién 4 siguiente y resulta imposible determinar la siguiente posicion respecto de ninguna posicidn. Al trabajar con parejas orden de tiempos y espacios se elude la cuestién de la contigiida Aunque el sentido comin demande resolverla, se comprue FISICA IMPOSIBLE _ Imaginemos una pelicula rodada a isin NO imposibilita una descripcién consistente del que su oS" de cualquier cuerpo, que ademés convive sin desplazam™ n Jos infinitos. El éxito de la estrategia sugiere que, proble = cién fracase a la hora de visualizar los abismos unaue on proceso de division sin limite, estos se pueden va- Le : — sin ee js del movimiento, Aquiles habia adelantado a van sproyect nuestra percepcién la tortuga y se habia sentado gecuencial de la realidad a una aC- — ¢§modamente sobre su caparazén. . 1 : . cién inexperimentable, como es a «Asi que has llegado al final ciacion sucesiva, UNO a uno, de day cil apre del recorrido?», dijo Ja tortuga, ‘nfnitos instantes. Como nuestros a no registran datos incon- «[...] YO que pensaba que algin tables ni nuestro cerebro los pro- sabiondo habia demostrado que cesa, nuestra mente es incapaz de era imposible!» escenificar un proceso semejante. sina Cees Lo que ve nue LA rorTues A AguiLes cAmara lenta, en la que pudiéramos multiplicar a nuestro antojo el nime- ro de fotogramas que se intercalan entre dos acciones deter- minadas. Se trata, por supuesto, de un experimento mental, ya que no habria modo de Llevarlo a la practica, pero sirve para llamar la atencion sobre un aspecto relevante. Dominados por la obsesion de investigar exhaustivamente el movimiento, en Noe Seti detendriamos la multiplicacion de fotogr amas ¥ esis I por satisfechos? Porque entre dos imagenes oi dtns a, la maquina siempre alcanzara a fotografiar en ae etmedia. El hecho de que la cémara sea capaz de To esta rope wostamas no afecta en absolute al movimiento oe mente no Tando, Pero lo disecciona de una manera que aio . avalanche ee asimilar. Sencillamente, colapsariamos ve in Problema de Sete ae ROC THITIES: ee ete que del Movimiento nant manera de experimentar él munds to el tie ‘N st. Con esto no queremos decir que Pp inf< MPO fisico mpuestos de Anitos puntos deban estar forzosamente CO Som Son ma S e instantes, sino que las objeciones de 2¢ Subiet; UDjetivas de lo que parece. NR as Sat 3 : = Lt ant ig pe et gs Saas UNA DOSIS DE HIPERREALIDAD Desde una perspectiva matematica, la recta que Tepresentaba j trayectoria de Aquiles en las graficas que vimos en el Apartady anterior esta integrada por numeros reales: 1, 1/3, V2 0 | 52 Estos numeros forman una serie infinita y, si se escoge uno Cal quiera de ellos, no hay modo de determinar cual es el siguienis Entre cualquier pareja de nimeros reales siempre habr4 Siig para intercalar un tercero. Basta con restarlos y sumar la mitay de la diferencia al primero. Curiosamente, no solo permiten aco. modar entre sus filas cuantos niimeros reales se quiera, también dejan sitio para una clase completa de nimeros diferentes, En la década de 1960, Abraham Robinson desarrollé el andji- sis no estandar, que incorpora numeros hiperreales, una meva categoria que abarca tanto numeros infinitesimales como infini- tos. Se trata de ntimeros peculiares, ya que, por decirlo de algin modo, resultan inaprensibles en virtud de su tamafio, ya sea por que resultan demasiado pequejios o demasiado grandes. Los ni- meros infinitesimales son aquellos mayores que cero y menores que cualquier nimero real. Por tanto, ocupan el espacio entre cero y el primer numero real, aunque no sepamos precisar Ja identidad de este Ultimo. En un hipotético viaje rumbo al cer, atravesariamos una ilimitada progresién de ntiimeros decreciet tes, 0,1; 0,00001; 0,0000000000000001... Tras forzar al maximo la imaginacién nos detendriamos en un mimero, que siempre po driamos menguar, dividiéndolo por diez, por cien o por mil llones. El abismo de nimeros decrecientes no conoce fondo Y precisamente, mas alla, radica la region inaccesible de los nume ros infinitesimales. Pertenecen a un linaje de entidades abstrac: tas que los matematicos conocen bien, aquellas que se puedel caracterizar sin incurrir en contradicciones ldgicas, aunque la mente humana no acierte a visualizarlas. 4 poy ye ‘ re Si los ntimeros infinitesimales se suman a un numero i cualquiera —2, por ejemplo—, forman hibridos que colon! “ el espacio entre dicho nimero real y el siguiente. En Ja ree se integran en perfecta armonia con los nimeros reales, aun su presencia pasa por completo desapercibida. Ninguna me FISICA IMPOSIBLE os con un aparato fisico arrojara jams como valor e efectuem ‘tesimal. Hecha la medida habriamos atrapado numero odriamos someterlo a una division entre diez, mil, gl namero y P para h acerlo mas pequefio. En definitiva, no per. mil niillone “aitica region de numeros infinitesimales situada teneceria 4 ifamoain fondo de los nimeros reales. Si se quie- gllende el ros snfinitesimales habitan una esfera incorpérea y re, Jos num accesible al pensamiento. Lo mismo sucede con los » lo : . Sys hibri dos. Nada observable ni experimentable se encar- n en ellos. : Oa ocurrirfa si un cuerpo Se instalase en una coordenada con 6 posiciones y tiempos hibridos 9 infinitesimales? Ninguna cAmara alcanzaria registrarlo, ni siquiera el modelo hipotético que roda- ba incontables fotogramas. No hay fotogramas para lo que suceda en tiempos y posiciones infinitesimales, circunstancia que permi- te burlar la paradoja de 1a flecha, alegando que el movimiento tie- ne lugar fuera de los instantes, ya que los tiempos infinitesimales caen fuera del terreno empirico. ;Los cuerpos se mueven entre las bambalinas que les proporcionan los espacios y tiempos in- finitesimales para ofrecer fotogramas estaticos en los espacios y tiempos reales? La paradoja de Zenén patentiza la diferencia entre el mundo real y su representacidn por medio de modelos matematicos, que amenudo incorporan elementos inexperimentables. Un seguidor de Zanes argiliria, quizd, que el mundo real es una construccién ee como el mas acabado modelo mateméatico. Esta del a Aisquisiciones gnoseoldgicas nos desvian demasiado caso cab sito del libro y las dejaremos al margen. En cualquier una bene a onsiatar que hasta en e] ambito de la fisica clasica que a las Even debe atender mas a los hechos experimentales todo *ctativas del sentido comiin. Una teoria mereceta ° nuestro interés si, en primer 1 esulta util y eficaz, ¥ nN Segundo, no be gee hea i .Existe una Serie infinita, ‘ie Presenta inconsistencias internas. eExiste . Wa serie infinit Puntos en el verdadero espacio, emparejada co} Mos, De exist; a de instantes en el auténtico tiempo? Lo ignora- Nos j “stir, limitaciones tanto tivas como cognitivas MPedirian : percep : advertirlos o medirlos. Un modelo mateméatico re AOA DRE REE " | LAPARADOJA DE D’ALEMBERT nee ace Nos ficticios. La experiencia indica que un cuerpo inmerso en una corriente de agua o dg arg experimenta un arrastre. Pongamos por caso que sea una esfera (figura 1). En torno a 1759 Leonhard Euler aplicé las leyes de Newton a la construccién de unas ecuaciones que desor. biesen el comportamiento del fluido. Jean Le Rond d'Alembert fue el primero en resalveriag y, de acuerdo con su solucién, ef agua deberia ejercer la misma presion en la Cara frontal de ‘a esfera (punto A) que en la posterior (punto B). Empujada en sentidos opuestos por tUerzas idénticas, no exoerimentaria ningun arrastre. De ser cierto, al vadear un rio no sentiriamos en absoluto el empuje de la corriente. Durante mas de dos décadas, D’Alembert se peleé con las ecuaciones tratando de obtener un valor razonable para el arrastre. Termind tirando a toal, En ei quinto volumen de sus Opvsculos matematicos reconocia abiertamente su frustracién; «Por tanto, debo admitir que no veo como la teoria puede explicar de modo satisfactorio Ia resistencia de los fluidos. Por el contrario, me parece que esta teoria, tratada y estudiada con todo el rigor posible, produce, al menos en la mayoria de los casos, una resistencia complete- mente nula. Una paradoja singular que dejo a los geémetras para que la resuelvan». D’Alembert sabia que habia derivado un resultado absurdo, pero fue incapaz de localizar ningun error en sus calculos. De hecho, no lo habia. 4 Fl error radicaba entonces en las ecuaciones? No se podia descartar la posibilidad. Ni Euler ni D'Alembert habian tenido en cuenta la viscosidad, es decir, las fuerzas que ejercen las moléculas de fiuido, tanto unas sobre otras como sobre él Cuerpo sumergido. En su modelo, el agua contornea la esfera sin interactuar con su superficie, una premisa Ciertamente alejaca de ja realidad. En la primera mitad del siglo xx, Claude-Louis Navier y George Stokes perfeccionaron las ecuaciones hidrodinamicas para tomar en conside- racién la viscosidad. Lograron corjurar asi la paradioja de D'Alembert? De momento, nadie lo sabe. Las ecuaciones de Navier-Stokes son tan dificiles de resolver que no se ha conseguido extraer de ellas ninguna descripcién completa y detallada de camo, a su juicio, debe compor tarse el fluido en torno a la esfera. Una soluci6n viscosa En 1904 Ludwig Prandil intenté romper el blocueo armado con un puriado de suposiciones t& zonables. Especulé que la friccién entre el agua y la esfera hace que el liquido en contacto con _ Su superficie se detenga, Lejos de la esfera, sin embargo, el agua fluye con la misma velocidad © ¥ que llevaria si no hubiera ningiin obstaculo. En la regién intermedia, la corriente despliega u" _ abanico de velocidades que aumentan progresivamente desde cero hasta v. La viscosidad nace ¥ qua las capas de agua contiguas rocen entre si. Las mas externas (rdpidas) aceleran a las mas) _ interiores (lentas), y viceversa. Empujada por arriba y frenada por abajo, la corriente «tropieza” Y © forma remolings (figura 2). En tomo a ia cara posterior se acurnulan ast turbulencias que rebaa” _. la presion. Ahora, la diferencia entre las presiones frontal y trasera es capaz de originar el arrastle. _ Con este final feliz concluye la soluci6n oficial a fa paradoja. No obstante, hay voces que discrepa” © sefialando que las zonas de transicién de Prandtl nunca se han observado experimentalment éLa explicaci6n se apaya entonces, de nuevo, en un modelo ficticio, en este caso fisico? J Minna ts eae fi ta, 30 FISICA IMPOSIBLE | A veces, los modelos matematicos, més que elementos inobservables, incorporan fenome. | La zona de transicidn, que envuelve la cara frontal de la esfera y su estela, en realidad, serfa mucho mas delgada. En un detalle, S€ muestra el gradiente de Velocidacies. Ahora P, es menor que P ¥el cuerpo sufre un arrastre. La soluctén de D’Alembert. Las lineas de flujo Feflejan la velocidag de la cortients en Cada punto, Las Drasiones, P. en (0s puntos A y B, Son iguales y, por ¥ tanto, la esfera no experimenta ningtin a_i de la realidad puede contener elementos inobservables 9 que guarden una correspondencia exacta con el mundo real, Aq, a la existencia de infinitas parejas de puntos y momentos Prop, ciona un soporte firme y seguro a teorias que predicen los Teg tados experimentales con un grado de exactitud asOmMbrogy " permiten enviar sondas espaciales a las lunas de Saturno, Quin algun dia, al examinar el espacio y el tiempo con suficiente dete, nimiento, descubramos que se componen de un ntimero limitady de fotogramas. En la actualidad algunas teorias exploran dich posibilidad. De ser cierta, los fotogramas, como en una pelicy. la cinematografica, tendrian que crear la ilusién de continuiday que percibimos. LA FLECHA PETRIFICADA Antes de despedimos de Zenon, hagamos una tltima parada en la paradoja de la flecha. Aun aceptando que el movimiento se describa con propiedad merced a una serie ordenada de coorde- nadas espaciales y temporales, queda por explicar el mecanismo mediante el cual un cuerpo, de un instante a otro, pasa de una a otra posicion. Para un fisico, el andlisis de Zenén del vuelo de la flecha peca de incompleto. E] fotograma que muestra un ba- l6n en el suelo puede corresponder, bien a un baldn en repos9, bien a otro que rueda. La contemplacion de un solo instante no permite decidir su estado de movimiento. Pero cada fotograma lleva asociada una informacion adicional que el fildsofo no tuvo en cuenta, la velocidad instantanea del cuerpo, que nos indica qué va a suceder en fotogramas posteriores. Si vale cero, la pe lota permanecera quieta. Si presenta un valor distinto de cer, se desplazara. Mas aun, el valor de la velocidad, mayor 0 menot, apuntando en esta o aquella direcci6n, sefiala en qué posiciones lo encontraremos a continuacion. ; Newton propuso una receta para averiguar qué velocidad ins tantaénea hay que asignar al fotograma asociado a un instante cualquiera. Basicamente consiste en echar un vistazo en las a mediaciones de la trayectoria. Se concede un margen infinitest FISICA IMPOSIBLE tiempo @ 2 fecha © al balon para que Se Muevan como al de ge observa cuanto se desplazan. El cociente entre ega quieran ¥ e tiempo infinitesimales proporciona el valor de la acl —_ de la introduccion de los nimeros hiperreales velocidad’ matics alzaban la ceja ante esta operacién y la 5. muchos un limbo dudoso, entre dividir cero por cero y dividir quaban en etafisicas, ya que nadie podia medir un infinitesi- entidades hy dio un pequefio rodeo para llegar al mismo lugar mal. ne camino que entonces ofrecia més garantias que los si frente Su receta produce los mismos Tesultados que la de Newton. Consiste en observar cuanto se desplaza la flecha en un tiempo finito, un segundo, medio segundo 0 una milésima de segundo. El cociente da una velocidad y, en esta ocasi6n, la operacion no despierta suspicacias POs se dividen interva- los con una extension perfectamente definida. Acto seguido, nos acercamos mas al instante para el que deseamos determinar Ja velocidad instantanea. Lo hacemos concediendo a la flecha m margen de tiempo menor, pero todavia finito, lo que reduce la distancia que se alejara. Con estos valores se practica una nueva division. Repitiendo el proceso, acercandonos cada vez mas al instante por medio de intervalos de tiempo y distancias finitas progresivamente menores, se obtiene una serie de velocidades. Todas proceden de divisiones bien definidas. Al examinar la se- tie se advierte una peculiaridad: los resultados tienden a un ve- lor concreto. Proyectando esa propension, se asigna dicho valor ala velocidad instantanea del fotograma en cuestién. La velocidad instanténea determina el futuro inmediato de un ohne movimiento. Cuando permanece constante, la trayec- a fine. . forma de una recta, como en la carrera de Aqui- eltigenme, 4 velocidad cambia de un fotograma al siguiente, bujan curva Se y las coordenadas de espacio y tiempo d- €Cuaciones _ ewton proporcioné las herramientas para armar en infiniq ide establecen cémo varia la velocidad instantanea Posicién de i, Circunstancias. Rectas y curvas que facilitan ‘a “tard la flecha Cuerpo en el instante que escojamos. ;Dénde dentro de do dentro de una centésima de segundo, el balén S Segundos 0 la Tierra dentro de mil afios? Conocer FISICA MPOSBLE la respuesta acrecenté de modo extraordinario la Capacidag Dts dictiva de los cientificos. Las paradojas de Zenon destaparon el infinito que se ag bajo cualquier consideracién detenida y cuidadosa del thi, miento. Afirmar que anticipé la Ilegada del calculo infinites; resultaria excesivo, pero merece el reconocimiento de haber llamado la atencién sobre un problema crucial. No Dropop ciono pistas sobre cémo resolverlo, pero su mero abordaje y, apuntaba Ja direcci6én correcta a los futuros investigadores de movimiento. FISICA IMPOSIBLE pp hte peettHleee™ pl Las consecuencias de la oscuridad EPEOEP PORN LALA TEES LEEDS OR TEs gga rs. SI Ly Bajo el mas sencillo y cotidiano de los fenomenos se puede esconder un enigma desconcertante. Por qué la noche es oscura si parecen sobrar estrellas para alumbrarla? La respuesta depende de la imagen del universo que adopte el observador. En el fuego de las estrellas, Se pueden leer toda suerte de augurios Cosmoldégicos. Probablemente la mds conocida entre las paradojas fisicas sea la paradoja de Olbers. Como la popularidad a menudo concita equivocos, no siempre se presenta acompafiada de la solucién correcta. ;Por qué la noche es oscura? La pregunta parece salida de ja boca de un nifio de tres anos y resulta tentador despacharla con una respuesta trivial. Después de que el Sol se oculte detras del horizonte, ,qué otra fuente lurminosa vendria a ocupar su lu gar en el cielo? Bien, hay miles de estrellas que la rotacién de la Tierra no hurta de nuestra vista. £Por qué su luz no basta para alumbrar el firrmamento? Si el universo es infinito y si las estre- llas, mcontables, se distribuyen en el espacio de modo uniforme, cada direccién ala que apunten nuestros ojos seré una linea que, a een dara con la superficie de una estrella, por we sa un esta se sittie. Considerando el cielo a nuestro alrededor @ enorme pantalla semiesférica, detras de cada uno de Sus pf tan Pixeles siempre habra un foco estelar, a mayor o menor dis- Cla, que lo én vies antendré encendido (figura 1). Siendo ast, per 68s iL vivimos bajo una cdipula compuesta integramente de pul- Tee Abun j un cielo replete. de estrellas no v. dando en las paradojas, en eriamos ninguna. En su monotonia resplande- LAS CONSECLENGAS DELA SURED 3 Sree 5 api es ST ae cheapo ane Se : 7 qi: Gksbeuier oe ee Se a em fi se - ‘ : 2 Poa ET port yak. dpe et ae ‘ Reta Pee Bt. ed epi Seca Shasta, FG. 1 La ciipula celeste pixelada. Se muestra la relacién entre varios pixeles y las estrellas, situadas a distancias diversas, que los iluminan. Las dimensiones de los pixeles serian mucho menores. ciente no destacaria uno solo de los puntos que la integrasen. Mas atin, el firmamento se extiende a lo largo de una superficie ciento ochenta mil veces més grande que la del disco solar. 51 toda ella irradiara luz procedente de la superficie de una estrella como el Sol, los océanos se evaporarian y la Tierra seria un the sierto abrasado por el furor de las estrellas. He ahi la paradoj# nos hallamos a oscuras en un escenario rodeado de potentes fo cos encendidos. UNA SALIDA EN FALSO a ie se Una ley no escrita de la ciencia sostiene que el nombre . out i imi i estos, asocia a un descubrimiento, a una teoria 0, ya pu se ober paradoja, rara vez corresponde a su autor. La paradoja. LAS CONSECUENCIAS DE LA OSCURIDAD a la perfeccion. Antes de Me, a finales 4 Heinrich Wilhelm Matthias Olbers se entregara a | iglo XVI _—médico de dia y astré una sigio * da extenuante —me y Onomo de noche doble v! eorrido ros de tinta tratando de dirimir Por qué las o derraman un caudal de luz sobre nuestras ees lo mismo, sobre cualquier punto del espacio interes. 0, lo au historiadores han seguido el rastro de la Paradoja y, telar. Los to, se han remontado hasta 1576, fijando su Origen 7 de mE eid accidental del astrénomo inglés Thomas Digges, on ves fue profeta en su tierra aon nuevo heliocentrismo, pero nose limité a ejercer de correa de transmision. El texto origi de Copémico era admirable, pero al traducirlo del latin Digges se permitio aderezarlo con fragmentos de su propia cosecha, En sus afiadidos, hizo aficos la aparatosa esfera de estrellas fijas, reliquia aristotélica de la que el propio Copémico no se habia desembarazado. Defendié que las estrellas no son joyas inerus- tadas en la superficie de un orbe aparatoso y descomunal, sino que se hallan desperdigadas mas alla del sistema solar a lo largo y ancho de un espacio infinito. La paradoja de Olbers no surgid de la imaginaci6n de Olbers ni tampoco nacié como tal paradoja. Thomas Digges reparé en las consecuencias de multiplicar sin limite el nimero de estre- llas, pero no lo consideré un problema. Justificé la negrura del cielo nocturno apelando al sentido comun. Por muchas estrellas que pueblen el universo, la mayoria se halla a distancias desme- suradas, que por fuerza tienen que mitigar su luz. Esta, sencilla- mente, languidece y muere antes de alcanzarnos. El argumento suena plausible, porque nuestra experiencia se ha forjado en un ake con atmésfera, donde las fuentes de luz se atentian de 86 Much rinario con la distancia. El resplandor de una vela tres Kilérnces table Para los ojos humanos a una distancia . ama t erie os. Cada fotén o particula luminosa emitida por : Keula de on 4 Interaccionando con un grano de polvo, una 1 © energia ole ° una molécula de aire, que la absorbe garan Media entre 4 reemite en otra direccién. Pero el espacio oe Se *Ncarga as estrellas carece de atmosfera. Sin ella, gqwen © debilitar su resplandor? Da la impresién de que justra el principio LAS CONSECUENCIAS DE LA OSCURIDAD cada particula luminosa que surja de la superficie de una estra remota proseguira su camino sin que ningtin mal encuentro com, prometa su viaje. Inadvertidamente, Digges habia atado un dy que tardaria trescientos afios en deshacerse. A partir de ese mo, mento, el rompecabezas pas6 de mano en mano, adoptando & el transcurso de los siglos multiples encarnaciones. Merecig la atencion de Johannes Kepler, Edmund Halley, Christiaan Hy. gens, Alexander von Humboldt o William Thomson. La Paradgja nacié casi al mismo tiempo que la revoluciOn copernicana y g9 ha contemplado bajo la luz de cada uno de los modelos cosmo. légicos alumbrados por los astr6nomos desde entonces. Ha ha. bitado cosmos estaticos y dinamicos, oscilantes y en expansidn, finitos e infinitos. Antes de retirarse definitivamente de escena, el argumento de Digges disfruté de una segunda oportunidad. Que el espacio in- terestelar carezca de atmésfera no implica que esté vacio. En los dilatados abismos que se abren entre estrellas y galaxias vagan los atomos, que a veces se congregan en nubes de gas y polvo, obstaculos suficientes para interponerse entre la luz y nuestros ojos. F) propio Olbers, al igual que otros antes que él, como él francés Jean-Philippe Loys de Chéseaux, aposté por esta salida del atolladero. Sin embargo, examinada con atencion, esta via nos conduce de vuelta al punto de partida. La luz de las estre llas se comporta como una inyeccién constante de energia. Las nubes de gas y polvo pueden absorberla, pero no acumulerla indefinidamente. Al cargarse de energia, la materia se calienia y, cuando se calienta, desprende luz. A mediados del siglo ™, William Herschel sefialé que la barrera levantada por Olbets ¥ Chéseaux contra la luz acaba por volverse ella misma luminos® Los pixeles que pretendian apagar con el gas y el polvo vuelvel a encenderse. iA qué categoria pertenece la paradoja de Olbers? aby radica en alguna de Jas premisas o en los pasos que, partien’” de ellas, conducen hasta la conclusién? Para determinario . semos las premisas. ,Realmente las estrellas se distribuyen €" © espacio de modo uniforme? Imaginemos que nos hallamos ef tad de un bosque que ocupa un Iano de varias hectareas. Anu gE) error LAS CONSECUENCIAS DE LA OSCURIDAD gs arboles se ubican al azar, bloguean i des tro alquier direccion hacia la que dirijamos la mirada. hors en cu a os Jos arboles por postes cubiertos con pintura toby gustituy’ ndremos un modelo a escala para explorar cémods, rescente Y aradoja de Olbers. Situémonos de noche en | Eootay mente Ja P ue artificial. Con una distribucién aleatoria de po de este aa rodeados de un resplandor uniforme, que no on nos verian" a brecha entre poste y poste. Ahora bien, si nos per. peti? a los postes a nuestro antojo, resultaria ficil abrir aes o pasillos entre ellos, tan profundos como queramos, para establecer zonas de oscuridad entre las coluranas luminosas, Se puede trasladar la misma formula al escenario astronémico, En el caso de que las estrellas se concentrasen en ciertas regiones, de acuerdo con patrones determinados, podrian abrirse espacios yacios con una infinita profundidad de campo, que se correspon- derian con lineas de visién carentes de luz. Adoptando patrones suficientemente refinados y artificiosos seria posible acondicio- nar un cielo oscuro. Hasta donde sabemos, sin embargo, el universo no dispone su materia con el propdsito de que el espacio aparezca oscuro cuando se contempla desde la Tierra. Por supuesto, el empla- zamiento de las estrellas esta lejos de respetar una regularidad | absoluta. Distancias muy variables las separan. Se congregan en galaxias, que adoptan configuraciones singulares, que @ su vez se agrupan en ciimulos, que se retinen en superctimulos, one regueros luminosos 0 filamentos, que se extienden tapers: Estos filamentos se distribuyen al azar, puesto que verso saline syetuaciones aleatorias de temperatura en wn uni- Contemplaae ial donde reinaba una uniformidad casi absolute. Verso ofrece , desde una escala suficientemente grande, el uml los un Panorama monétono. Sucede lo mismo que con Te ce arena de jlan en monto- Nes irregujar es. D ona playa. De cerca, se ap par Cada coling y nl esde la Optica de una hormiga, cada < Permiten difere a promontorio presenta rasgos singulares mismo aspect, Nciarlos, pero a escala humana el suelo ofrece ¢ Me aren ar © en todas las direcciones, Cada metro cuadrado ©ce idéntico a los demas. A una escala de millones alrededor, jo: LAS CONSECUENCIAS DE LA SSCURDAD LA PARADOJA DE FERMI % La paradoja de Olbers se interroga acerca de lo que no sé observa: un cielo nocturng de uy abrumadora. La de Fermi gira en torno a otra ausencia, Si la Via Lactea aloja otras formas de vida inteligente, por qué no hemos advertido ningun indicio de su existencia? La Galaxia alberga unos cien mil millones de soles y cabe atribuir a sus orbitas un numero FaZonable qe planetas habitables. Dado que la vicia surgid en la Tierra casi en cuanto tuvo Oportunidad de hacerlo, parece razonabie considerarla un fenomeno universal. La Via Lactea se esto hace mas de diez mil millones de aos, margen de tiempo mas que suficiente para Que alguna civilizacion prosperase y liegara a desarrollar la tecnologia necesaria para dar el salto 4 tras estrellas y emprender la Colonizacion de ta galaxia. O, al menos, para dar sefiales de vida, La experiencia coniradice de forma palmaria esta expectativa. Como en el caso de Olders, la paradoja de Fermi no nacio como tal paradoja y su nombre refleja una atribucién errénea, ya que su germen duede rastrearse, como minima, hasta el escritor francés del siglo »m Bernard Le Bovier de Fontenelle, Probablemente fue Carl Sagan el responsable de la asociacion con Fermi, ai encabezar con una frase suya un capitulo del libro Vida inteligente en el Universo, que escribio a cuatro manas con el astrénomo ruso Iésif Shklovski. La cita se limitaba a dos palabras: «,Donde estan?», una pregunta casi acusatoria que, sacada de contexto, a menu- do se interpreta como un desafio a la existencia de extraterrestres. Sin ernbargo, esa no fue la intencidn con la gue Fermi Ja formuld en su momento. Fisica nuclear, paranoia y ovnis En el verano de 1950 cuatro fisicos nucleares charlaban camino del comedor del laborato- rio cientifico de Los Alamos: Enrico Fermi, Emil Konopinski, Herbert York y Edward Tele Cansados quiza de considerar intrincados procesos atémicos o dilemas éticos espinosos, la conversacidén discurria por el extrarradio mas marginal de la ciencia, los platillos volantes. Se aprecia la tronia de que cuatro fisicos cuyo trabajo habia contribuido a establecer ef clima de panico nuclear de la posguerra discutieran sobre uno de sus frutos mas Gonspicuds: fa paranoia ovni que camped en la decada de los cincuenta. Aunque Konopinski sa0d a cole cidn una vihleta Gémica publicada en el New Yorker, que atribufa la misteriosa desaparicion ee cubos de basura en la ciudad de Nueva York al latrocinio alienigena, el tema se irate en serio. En el momento de sentarse a la mesa, los ovnis ya habian quedado atras. Fue ne cuando Fermi, de improviso, espeté a los demas: «Pero 4dénde estan todos?». Sus nen fleras entendieron de inmediato que se referia a los extraterrestres y recibieron el corner entre risas. En realidad, la pregunta de Fermi no pretendia cuestionar la posibilidad de i en otros planetas, tan solo la del viaje interestelar. Ni siquiera negaba que este fuera a Bastaba con que resultase dernasiado oneroso o que ninguna civilizacion extraterrest

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