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Las cosas se parecen a su dueñ o.

Y “El Tiempo” ha sido, es y será idéntico al doctor


Santos. El respeto al “statu quo” , el culto a los valores consagrados, el servicio a dos
amos, las velas simultá neamente prendidas a Dios y al diablo, el oportunismo elevado
a la categoría de necesidad patrió tica, la cobardía disfrazada de prudencia, el miedo a
la verdad, la mentira ataviada con los ropajes de la discreció n, las fó rmulas eclécticas,
las soluciones salomó nicas, los tonos grises, las medias palabras, los eufemismos, las
ambigü edades, fueron siempre las normas de su conducta y, aplicá ndolas
sistemá ticamente, llegó a convertirse en una de las má s pró speras empresas
comerciales del país. Pero Santos, ademá s, le infundió su personalidad a millones de
sus compatriotas. Porque el Santismo es un estado de alma colectivo. La gente sigue la
línea de menor resistencia. No habla porque es imprudente, no escribe porque es
peligroso, no exige porque es inoportuno, no protesta porque es subversivo, no actú a
porque es contraproducente. Y si se atreve a hablar, escribir o actuar, lo hace con
reticencias y ambages que diluyen la idea y desvirtú an la intenció n.

Fragmento extraído del libro “Al pueblo nunca le toca” de Á lvaro Salom Becerra.

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