Está en la página 1de 22
Hc. ANDERSEN El viejo | conciliasuenios Huser: Aqusti Asensio Todos hemos visto muchas veces al viejo Conciliasuefios, aunque no nos acordemos. Es un anciano menudo y simpatico, vestido con un jubén y una larga bufanda que rodea su cuello. En su pelo canoso lleva una graciosa gorrita y en sus manos un paraguas casi tan alto como él. Ei viejo Conciliasuetios llega de improviso cada noche y esparce las semillas del suetio sobre los pérpados de los nifios, quienes no tardan en caer dormidos. Entonces, Conciliasuefios les cuenta cuentos. Aunque no siempre sucede asi; tinicamente los nifios que han sido buenos pueden sofiar, ya que el viejo despliega su gran paraguas sobre la cama y las visiones maravillosas comienzan. A los nifios que no se han portado bien, el viejo les deja la mente en blanco y despiertan sin haber sofiado nada de nada ‘Yalmar era un nifio de siete afios que una noche también recibie la visita de Conciliasuefios. El viejo salté sobre los pies de la cama y tendiendo su paraguas sobre él, le dijo: —No temas: he sabido que te has portado bien, y por eso voy a regalarte un bonito suefio para cada dia de la semana. ¢Qué te gustaria para empezar, hoy que estamos a lunes...? jEspera, espera! —afiadio, viendo que Yalmar vacilaba—. Déjame sorprenderte! Y al instante, toda la habitacién se convirtié en un precioso jardin, Ileno de drboles cargados de sabrosos frutos y de flores que inundaban el aire con sus frazancias Sin embargo, entre todos aquellos prodigiosos salté la nota discordante de unos gemidos que procedian del cajén de la mesa donde Yalmar guardaba los libros de la escuela. —jAlguien se queja! —dijo Conciliasuetios, abriendo aquel cajéa. Y entonces salté fuera la pequefia pizarra de Yalmar, tratando de borrar una suma que llevaba escrita sobre su superficie y que estaba equivecada. La tiza intentaba colaborar, saltando por ver de alcanzar la pizarra sin conseguirlo A los ayes de Ja pizarra se unieron los de la libreta de Yalmar, donde una hilera de letras que el nifio habia copiado se retorcian por haber sido mal escritas. —jEsto tiene que arreglarse! —dijo Conciliasuefios con energia. Y ordené a las letras que formasen e hiciesen instruccién para que recuperasen su gallardia. Cuando Yalmar desperté por la mafiana, fue en busca de su cuaderno, pero las letras seguian muy torcidas_ La noche del martes, Yalmar ya esperaba a Conciliasuefios y éste no tardé en llegar. Para esta ocasién, el viejo ordené a todos los muebles de Ia estancia que cobrasen vida y asi sucedié. La silla hablaba con el reloj y la mesa con el armario, conténdose sus experiencias en aquella casa. Pero aquello no fue todo; el viejo tendié una mano a Yalmar y le dijo: —iVen conmigo! Dieron los dos un gran salto y llegaron hasta la tela de un cuadro que colgaba de la pared, donde se representaba un paisaje campestre maravilloso. Pasearon por este paraje, se hundieron hasta el cuello, entre las flores del prado, se deslizaron sobre una barca, por las tranquilas aguas del estanque y al pisar de nuevo la orilla, ‘Yalmar recibié la ultima sorpresa de aquella noche: su nodriza, la que le habia cuidado de pequefiin y a quien él tanto habia querido, aparecidé ante sus ojos. —Pero... me dijeron que te habias ido al Cielo... —dijo Yalmar. —Asi es, mi querido Yalmar, pero en el mundo de los suefios, siempre estaré viva para ti Se besaron y abrazaron y Yalmar pensaba que nunca habia sido tan feliz en su vida. Y entonces abrié los ojos, descubriendo que ya era de dia. El miércoles por la noche Iovia torrencialmente. Conciliasuefios abrié la ventana de la habitacién y el agua legaba casi hasta el alféizar. —jHoy viajaremos a tierras lejanas! —dijo el viejo, cogiendo de la mano a Yalmar. ¥ ambos se subieron a un pequeiio velero que se adentré hacia la tormenta. Muchos nudos més allé, Yalmar vio a una bandada de ciguefias tratando de huir del temporal. Una de ellas parecia estar cansada y fue cayendo poco a poco, hasta llegar aun gallinero, donde se refugié. Una vez alli, la cigiiefia tuvo que hacer frente a los animales que habitaban el lugar: gallinas, un pato y un pave no vieron con buenos ojos la llegada de aquella intrusa. Todos eran muy rencorosos y estaban amargados porque sabian que su fin seria la cazuela. —iVaya unas patas mds largas y ridiculas! —se rié el pavo. — Qué figura més grotesca! —cloqueaban las gallinas La pobre cigtieiia quedé acorralada entre tantos animales hostiles. Por suerte, Yalmar entré en el gallinero y liberé al bello ejemplar, que, al haber podido descansar un satito, pudo alzar el vuelo y unirse a sus compafieras. Desde las alturas, dibujé una despedida con su ala, diciendo adiés a Yalmar. Ese fue el suefio del miércoles. Para la noche del jueves, el viejo Conciliasuefios y Yalmar estaban invitados a la boda de dos ratoncitos. Asi que tuvieron que empequeticcerse mucho, para poder entrar por la puertecita abierta en el zdcalo de la pared. Alli les esperaba un robusto ratoncito, que les llevé hasta la fiesta, sentados en el interior de un dedal_ La boda fue divertida. Las sefioras ratitas charlaban por los codos y los sefiores ratones se atusaban los bigotes. Todos estaban sentados sobre las cortezas de queso, y los invitados no cesaban de llegar. Yalmar se pregunté de dénde saldrian tantos roedores —jVivan los novios! —grité alguien de pronto. Y aparecieron los recién casados, ella un poco ruborizada por la emocién, y él muy gallardo, vestido con chaqué. Se besaron tiernamente y la concurrencia estall6 en aplausos. Luego, comenzé el banquete, abundante y bien surtido: y para terminar, los invitados estamparon su firma en un guisante, que luego darian como recuerdo a los nuevos esposos. ‘Yalmar desperté muy satisfecho, pensando que habia asistido a una fiesta de alta sociedad. El viemes por la noche, Conciliasueiios se senté a los pies de la cama y le conté a Yalmar Jo que ocurria con muchos ancianos que no pueden dormir por las noches. —Me piden que les ayude a conciliar el suefio, al precio que sea —explicé el viejo—. Me dan dinero para que les libre de los diablillos del remordimiento, que revolotean sobre sus camas recordéndoles las malas acciones que cometieron durante sus vidas, —ZY ta qué haces? —pregunté Yalmar. —Les echo una mano siempre que puedo y ellos insisten en pagarme, pero estd claro que no les ayudo por eso. —2Y qué hay que hacer para no tener remordimientos? —pregunté Yalmar, muy interesado —Tratar siempre a los demés, como te gustaria que te tratasen a ti —respondié el viejo Conciliasueiios ‘Yalmar esperaba impacientemente la llegada del sibado noche y cuando el viejo estuvo delante de él quiso saber: —{Qué haremos hoy, Conciliasueiios? —Hoy no podré quedarme mucho tiempo —dijo el viejo—. Tengo que limpiar el firmamento, porque mafiana es fiesta; quitar el polvo de las hierbas y flores del campo y limpiar las estrellas para que brillen en el cielo. Aloir estas palabras, el retrato del abuelo de Yalmar, que colgaba en la pared, respondid con voz de cascarrabias: — (Haga usted el favor de no meter ideas raras en la cabeza de mi nieto! jLas estrellas no pueden limpiarse! —Amigo mio —respondié el viejo—, he visitado las casas de los pobres y de los ricos, sé cémo tratar a los mayores y a los pequefios y si algo he aprendido en los miles de afios que Ilevo viajando, es que quien no tiene fe en los milagros no merece disfrutar de los placeres de la vida. Asi que siga usted con su semblante avinagrade, que yo parto a limpiar mis estrellas —y se fue, la mar de digno. ¥ Ilegé el domingo. Esa noche, Yalmar conocié al hermano de Conciliasuefios, un viejo muy elegante, vestido con uniforme de hisar y negro manto de terciopelo. —La gente suele llamarme Muerte —dijo este personaje—. No visito a las personas mas que una vez en su vida. Les monto en mi caballo y pido la nota que han tenido a lo largo de su existencia. Si me muestran un notable, o un sobresaliente, les relato el cuanto mas bonito que hayan imaginado jamas. Si la nota es de suspenso, les cuento la historia mas horrible que sé —Y esa nota, {qué significa? —pregunté Yalmar. —Esa nota califica la conducta de cada ser humano, desde que nace hasta que emprende su ultimo viaje. —Toma nota de esta leccion —dijo Conciliasuefios a Yalmar. Y ahora duerme. Si mis suefios te han gustado, me sentiré muy satisfecho. Dicho esto, el viejo se desvaneci6, mientras Yalmar cerraba los ojos y sonreia. ZY ti, amigo lector...? {Todavia no has recibido la visita del viejo Conciliasuefios? Los tomos de esta coleccién offecen los mejores Cuentos Clasicos que la tradicién ha conservado narrados para los nifios de hoy con toda su pureza original. Una obra encomendada a prestigiosos especialistas de 1a narrativa infantil y a los mejores ilustradores espafioles, intemacionalmente conocidos y apreciados. La coleccién «Cuentos Clasicos» no es una obra pasajera; es una coleccion de libros destinada a ocupar un lugar permanente en la biblioteca familiar. Su calidad garantiza su vigencia.

También podría gustarte